Afrontamiento o negación
de los acontecimientos
estresantes

Y SU IMPACTO EN LA SALUD

Gabriela Oseguera Altamirano[*]



Las diez principales consecuencias que ha traído la pandemia por covid-19 se encuentran incluidas dentro de los diez primeros acontecimientos, de un total de cuarenta y tres, que mayor estrés causan en los seres humanos. Por lo tanto, es fundamental desarrollar conciencia sobre la importancia de hacer ajustes psicológicos y sociales y diferenciarlos de las técnicas engañosamente adaptativas como el “optimismo ilusorio” que acaba impactando negativamente en el desarrollo personal y social.

Luego de haber experimentado las consecuencias de la pandemia durante casi dos años, resulta oportuno preguntarnos cómo hemos manejado los eventos estresantes a lo largo de la vida: ¿los hemos enfrentado, evadido o negado?




c Acontecimientos estresantes: impacto negativo en la salud física y emocional

La habilidad para manejar las demandas de la vida es fundamental en la experiencia que uno tiene en relación con el estrés, dado que si surgen varias dificultades a la vez, el estrés puede incrementarse rápidamente. Por ejemplo, iniciar en un nuevo trabajo podría representar un reto manejable si se está en una situación estable y positiva; pero si este mismo evento sucediera cuando se está cubriendo una deuda, o se da un cambio de casa o algún ser querido está enfermo, es muy probable que ese desafío sea más difícil de manejar y los niveles de estrés se incrementen.

Durante la pandemia, desafortunadamente se han juntado y mezclado más dificultades generadoras de estrés. Por un lado, las que cada individuo vive en relación con su etapa de desarrollo y las propias de la existencia humana; y, por otro lado, las que se han experimentado en torno al covid-19: confinamiento, y en muchos casos mayor agresión en la familia, problemas en la estructura e interacción familiar, libertad coartada, mayor carga laboral para padres con hijos que han desempeñado más de dos roles a la vez, tendencia al aburrimiento, uso excesivo de dispositivos electrónicos, incertidumbre, miedo al contagio, limitantes en la forma de acompañar a los enfermos, pérdidas de diversa índole, entre otras.

Brady y Mathews, citados por Reyes y Acuña (2008, p. 272), reportan lo siguiente:


… en una gran cantidad de estudios se ha encontrado que el inicio o el agravamiento de una enfermedad física o mental está relacionado con la acumulación durante un periodo relativamente corto de tiempo (los últimos seis meses) de eventos vitales estresantes experimentados por niños desde preescolar hasta preparatoria.


En “Reportes de niños y padres sobre los eventos vitales estresantes y síntomas de enfermedad” (Reyes y Acuña, 2008), se hace énfasis en lo importante que es para los pequeños hacer reajustes ante las nuevas situaciones de vida, sobre todo frente a las más impactantes, las cuales se han incrementado con la pandemia y que incluyen:



En el caso de los adultos, en la revisión que hacen Acuña, González y Bruner (2012) sobre la Escala de Reajuste Social de Holmes y Rahe, se reportan los siguientes acontecimientos vitales como aquellos más estresantes:


Con la pandemia, estos eventos se han incrementado y requieren tomarse con seriedad y conciencia para hacer reajustes y llevar a cabo el trabajo interno necesario que prevenga y evite un impacto negativo prolongado tanto en el ámbito individual como en el familiar.

En el estudio elaborado por las doctoras en Psicología Ana Marina Reyes y Laura Acuña (2008), los niños sistemáticamente reportan estar experimentando grados de estrés mayores que los que sus padres parecen advertir, lo cual podría sugerir que algunos padres no son conscientes del grado de tensión al que están sometidos sus hijos ni, en consecuencia, de los riesgos que ello implica para su salud física y mental. Es más común que busquen ayuda terapéutica cuando perciben rebeldía, hiperactividad y problemas de atención y concentración, pero se les dificulta reconocer las manifestaciones de ansiedad, miedo o depresión y solicitar apoyo profesional al respecto.

Ang, Chia y Fung (2006), citados por Reyes y Acuña (2008), afirman que en el caso de adolescentes, ciertos problemas, como tener mucho acné o tener peleas frecuentes con los amigos, son juzgados por los padres como poco importantes; sin embargo, los adolescentes pueden presentar serios grados de depresión e incluso llegar al suicidio.

Derivado de lo anterior, es posible afirmar que el desarrollo físico, emocional, laboral, académico y social, según las circunstancias de cada individuo, está representando un mayor desafío, el cual requiere ajustes, atención y acompañamiento para que las experiencias no mermen la salud, sino, por el contrario, favorezcan el surgimiento de seres resilientes.

c A qué nos referimos con optimismo ilusorio

Cuando los seres humanos se encuentran expuestos a un peligro o amenaza, real o imaginaria, que puede dañar su integridad física y psicológica, se espera que como resultado del instinto de supervivencia respondan de diversas maneras: a veces se optarán por enfrentar la situación, otras por evadirla y otras por huir.

Diaz Guerrero (1973), expresidente de la Sociedad Mexicana de Psicología, sostiene que “los mexicanos [en comparación con la cultura anglosajona] tienden a evitar los problemas. […] la evitación de los problemas se añade al efecto dañino del estrés y resulta en que la salud sufre aún más. Ciertamente el no afrontar los problemas parece una característica negativa de los mexicanos” (citado en Acuña, 2012).

El optimismo ilusorio es una estrategia engañosa que conlleva efectos secundarios negativos. Si bien se puede considerar como una estrategia adaptativa porque promueve la negación de la realidad y, en consecuencia, la disminución del estrés, también reduce la probabilidad de que el individuo ejecute las conductas adecuadas para aminorar el riesgo real que sobreviene al verse implicado en determinadas situaciones o contraer enfermedades.

A través de mi trabajo clínico he observado que muchos individuos, cuando enfrentan eventos que los hacen sentir frágiles e inseguros, optan por minimizar la existencia de peligros, amenazas y riesgos, ya que aceptarla los llevaría a conectar con mayor debilidad y estrés. Esto se ha hecho evidente en diversas etapas a lo largo de la pandemia, cuando he escuchado a personas expresarse con frases como “yo no me contagiaré”, “lo que dicen sobre el covid es una exageración”, “las personas se han muerto por otras enfermedades preexistentes, pero no por covid”. Esta tendencia también se ha hecho visible cuando en las familias minimizan las conductas y las respuestas emocionales de sus miembros y de manera irracional mencionan frases como “ya se le pasará su irritabilidad”, “así de groseros son los niños (o los adolescentes)”, “ya me acostumbré a su mala conducta” y en términos generales se niegan a aceptar la situación, no se involucran e incluso rechazan la opción de buscar apoyo psicológico o de llevar a cabo los ajustes pertinentes que podrían beneficiar a la persona en cuestión y a la familia.

El optimismo ilusorio forma parte de las ilusiones cognitivas que se corresponden con distorsiones en la percepción e interpretación que los individuos hacen sobre sí mismos y sobre su entorno social. El objetivo del optimismo ilusorio es reducir la percepción de riesgo y de vulnerabilidad, entendida esta última como el hecho de evitar sentirse frágiles, débiles e indefensos.

Van der Pligt (1995) (citado por Sánchez-Vallejo, Rubio, Páez y Blanco, 1998, pp. 8-9) señala seis factores mencionados como causas del optimismo ilusorio:

  1. Control personal percibido sobre los acontecimientos que se evalúan.

  2. Sesgo egocéntrico provocado por el mejor conocimiento que tienen las personas de sus propias acciones.

  3. Falta de experiencia personal con determinados acontecimientos, lo que puede conducir a infraestimar la posibilidad de que acontezcan acontecimientos [sic] que previamente no han ocurrido.

  4. Estereotipos y prototipos que se manejan sobre qué personas tienen más posibilidades de que les ocurran determinados acontecimientos o de padecer ciertas enfermedades.

  5. Mantenimiento de la autoestima y autoensalzamiento personal que induce a pensar y valorar la conducta, estilo de vida y personalidad propios en términos mucho más positivos que los empleados cuando se trata de la conducta de los demás.

  6. Estrategias de afrontamiento utilizadas en situaciones amenazantes reales o imaginadas para protegerse de ansiedades y preocupaciones.

En el libro Karl Mannheim (1984), Kettler, Meja y Stehr afirman que, en todo caso de ajuste humano, nos encontramos con el conflicto, ya que surgen, por un lado, los impulsos del individuo en busca de la satisfacción de sus necesidades (muchas veces inconscientes), y por el otro, las creencias y prohibiciones mediante las cuales la sociedad trata de inhibir dichos impulsos.

El conflicto del que habla Kettler parece ser una de las principales causas que influyen en aquellos individuos que se niegan a llevar a cabo los reajustes necesarios. Parece que dentro de su ser, luchan por seguir conservando una sensación egocéntrica de control, poder, autovaloración, confort e invulnerabilidad, que los posicione en una dimensión diferente y aventajada sobre aquellas personas en quienes proyectan sus propias inseguridades; es decir, logran señalar que “los otros sí están expuestos a las afectaciones derivadas del estrés”, pero no asumen que ellos también lo están. Ante esto es importante trabajar en sus falsas creencias para que logren cuestionar, y en su caso integrar, aquellas creencias, reglas, prohibiciones o sugerencias que transmite la sociedad y que también rechazan.

Habiendo conocido el contexto en el que se usa el optimismo ilusorio –que, como su nombre lo dice, lleva implícito el tener ilusiones irracionales e irreales, así como el encubrir situaciones vitales estresantes y por lo tanto negarse a actuar de manera asertiva–, a continuación se sugieren algunas ideas para conocer y reflexionar sobre los beneficios de hacer los reajustes necesarios a corto y a mediano plazo como alternativa para aceptar, trabajar e integrar de manera positiva los acontecimientos vitales estresantes.

c ¿Qué tipos de reajustes ayudan a manejar los acontecimientos vitales estresantes?

Todo ser vivo se encuentra en un estado permanente de ajuste gracias a los constantes cambios que enfrenta; sin embargo, cuando dichos ajustes no se dan, sobre todo al presentarse acontecimientos vitales estresantes, hay mayor probabilidad de que los niveles de estrés aumenten y exista un impacto negativo en la salud física y psicológica de los individuos y de la sociedad. En este sentido, Kettler, Meja y Stehr (1984) sostienen:


… según la psicología y la sociología moderna, sólo puede encontrarse el verdadero sentido de una actividad humana cuando se le define en función de un proceso de ajuste. Éste significa que todo organismo pone en relación en una u otra forma su conducta externa e interna con las exigencias de las circunstancias.


Los reajustes van encaminados a:

Aceptar que los problemas forman parte de la vida, negarlos genera un gran desgaste físico y emocional que, con el pasar del tiempo, va afectando la salud física y emocional.


Aceptar que somos seres vulnerables, es decir, reconocer que somos seres emocionales, susceptibles de ser heridos y sentir dolor.


Confiar en los recursos personales y optimizarlos para afrontar la vida, así como evitar negar y acumular los efectos que producen los acontecimientos vitales estresantes.


Fortalecer al individuo.


Replantear y explorar nuevas alternativas.


Reducir la sensación de resistencia interna, tensión y lucha.


Construir un nuevo sentido y significado sobre lo que vivimos.


Respetar la situación de cada individuo: cada quien es una unidad única e incomparable.


Centrar nuestra atención en el aquí y ahora.


Fortalecer hábitos de autocuidado y de cuidado a quienes nos rodean (alimentación balanceada, ejercicio, descanso, higiene, respeto, cuidados en general según las circunstancias).


Desarrollar la capacidad de pedir apoyo social en momentos difíciles, ya que mitiga los efectos nocivos del estrés sobre la salud.


Desarrollar una mente abierta y flexible que favorezca la adaptación a los cambios que surgen ante los acontecimientos vitales estresantes (reacomodar rutinas, hábitos y prioridades).


Promover los recursos en el ámbito familiar.


Buscar apoyo psicológico.


Ante las pérdidas, aceptar que cada una implica un proceso de duelo. Éste busca disminuir las defensas para conectar con las emociones, atravesando por la negación y el enojo, para poder llegar a la aceptación y al agradecimiento de lo que esa persona, actividad, cosa o experiencia haya añadido a la vida del doliente.


Tener un manejo emocional asertivo encaminado a la identificación, expresión y gestión de emociones, que también incluye:

  • Exigir una mayor tolerancia de parte de madres, padres y maestros, frente a los hijos e hijas en tiempos de crisis. Recordar que estos últimos son esponjitas que captan todas las emociones y que también experimentan estrés, tristeza, ansiedad y miedo ante las sensaciones de amenaza, aun sin tener conocimiento de los sucesos externos.

  • Promover el autoconocimiento (quién soy; qué siento; cuáles son mis creencias, valores, prioridades; cuál es mi pasado; qué aspectos de mi vida han sido negados y necesito trabajar).

  • Conectar con las emociones, pensamientos y creencias. Conectar con uno mismo es la base fundamental de la autenticidad, por tanto favorece el proceso de aceptación y afrontamiento ante los acontecimientos estresantes, por amenazantes que sean.

  • Facilitar y propiciar la comunicación interpersonal.

  • Tener presente que algunas emociones preexistentes pueden agudizarse.

  • Estar alerta ante la posibilidad de somatizar para atenderse a la brevedad.

  • Promover actividades dirigidas a desarrollar e incrementar la confianza y seguridad personal.

  • Identificar si existe facilidad o dificultad para relajarse, y trabajar en ello.

Un ejemplo de ajuste en torno a la pandemia puede ser que, durante el confinamiento, las familias tuvieron que organizar los horarios y espacios de su hogar para que cada uno de sus integrantes pudiera continuar con sus actividades; si este tipo de ajuste no se hubiera llevado a cabo, seguramente el nivel de estrés y malestar se habría incrementado.

En un caso más impactante, como sería la muerte de un ser querido, los ajustes a través del proceso de duelo son esenciales para manejar la pérdida de la mejor manera posible.

c Conclusión

Durante su vida, el ser humano busca adaptarse continuamente a los cambios personales y en su entorno, tratando de lograr el equilibrio entre su organismo y el medio ambiente, lo que origina una respuesta al estrés, necesaria para afrontar nuevas situaciones. Las personas experimentan con mayor o menor frecuencia eventos estresantes, que, dependiendo de su magnitud y de la capacidad para afrontarlos, los afectan o no.

Es importante hacer conciencia sobre el hecho de que, al negar y evitar los sentimientos y reacciones que se derivan de los acontecimientos vitales estresantes, como sería el utilizar la estrategia del optimismo ilusorio, se añade el efecto dañino del estrés, que deteriora aún más la salud física y psicológica.

Las experiencias actuales en torno a la pandemia nos recuerdan que somos seres emocionales y vulnerables, pero también resilientes. Reflexionar, trabajar y superar los eventos que han generado estrés a lo largo de nuestra vida nos ayudará a cuidar de nuestra salud emocional y física y así enseñar a las generaciones venideras el mismo camino. Ya no tendremos que seguir luchando internamente por callar la voz del miedo al percibir riesgos y amenazas, ya podremos escucharla para cuidarnos y cuidar de los demás.

c Referencias

ACUÑA, Laura (2012). Efecto de diversas variables psicológicas sobre la salud: Resultados de algunos estudios hechos en México. Acta de Investigación Psicológica, 2(3), pp. 825-842. http://www.psicologia.unam.mx/documentos/pdf/actas_ip/2012/articulos_c/AIP_Facultad_de_Psicologia_UNAM_23_825_841_Efecto_de_Diversas_Variables_Psicologicas_sobre_la_Salud.pdf Ir al sitio

ACUÑA, Laura; Diana Alejandra González García, Carlos A. Bruner (2012). La escala de reajuste social de Holmes y Rahe en México. Una revisión después de 16 años. Revista Mexicana de Psicología, 29 (1), pp. 16-32. https://www.redalyc.org/pdf/2430/243030189002.pdf Ir al sitio

KETTLER, David; Volker Meja y Nico Stehr (1984). Karl Mannheim. Fondo de Cultura Económica.

REYES, Ana Marina, y Laura Acuña (2008). Reportes de niños y padres sobre eventos vitales estresantes y síntomas de enfermedad. Revista Interamericana de Psicología / Interamerican Journal of Psychology, 42 (2), pp. 272-286. https://www.redalyc.org/pdf/284/28442209.pdf Ir al sitio

SÁNCHEZ-VALLEJO, Flor; Judith Rubio, Darío Páez y Amalio Blanco (1998). Optimismo ilusorio y percepción de riesgo. Boletín de Psicología, 58, pp. 7-17. https://www.uv.es/seoane/boletin/previos/N58-1.pdf Ir al sitio

Notas

* Licenciada en Psicología con maestría en Terapia Familiar y especialidad en Psicología Clínica.

c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Shutterstock

- Foto 1 a 19: Shutterstock

CORREO del MAESTRO • núm. 309 • Febrero 2022