BORREGOdermund
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Salvador BORREGO<br />
Derrota Mundial
DERROTA MUNDIAL<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
� ORÍGENES OCULTOS DELA II GUERRA MUNDIAL<br />
� DESARROLLO DE LA GUERRA<br />
� CONSECUENCIAS ACTUALESDE LA GUERRA<br />
DÉCIMA EDICIÓN<br />
MÉXICO<br />
1961<br />
Derechos Reservados ©<br />
por el autor. Registro Número 18438<br />
de 15 de mayo de 1954.<br />
1a Edición: Diciembre de 1953 —2,000 Ejemplares<br />
2a ” Marzo de 1955 —5,000 Ejemplares<br />
3a ” Diciembre de 1956 —4,000 Ejemplares<br />
4a ” Octubre de 1957 —5,000 Ejemplares<br />
5a ” Enero de 1959 —4,000 Ejemplares<br />
6a ” Julio de 1959 —4,000 Ejemplares<br />
7a ” Abril de 1960 —5,000 Ejemplares<br />
8a ” Noviembre de 1960 —5,000 Ejemplares<br />
9a ” Marzo de 1961 —5,000 Ejemplares<br />
10a ” Septiembre de 1961 —5,000 Ejemplares<br />
< pdf > AAARGH<br />
Internet<br />
2009<br />
< aaarghinternational@hotmail.com ><br />
— 2 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Prólogo a la Segunda Edición<br />
La obra de Salvador Borrego E., que hoy alcanza su segunda edición, es una de<br />
las más importantes que se hayan publicado en América. Causa satisfacción que un<br />
mexicano de la nueva genera-ción, haya sido capaz de juzgar con tanto acierto los<br />
sucesos que conocemos bajo el nombre de la Segunda Guerra Mundial.<br />
Colocados nosotros del lado de los enemigos del poderío alemán, es natural que<br />
todas nuestras ideas se encuentren teñidas con el color de la propaganda aliada. Las<br />
guerras modernas se desa-rrollan tanto en el frente de combate como en las páginas<br />
de la imprenta. La propaganda es una arma poderosa, a veces decisiva para engañar<br />
la opinión mundial. Ya desde la primera guerra euro-pea, se vio la audacia para<br />
mentir, que pusieron en práctica agencias y diarios que disfrutaban de reputación<br />
aparentemente intacha-ble. La mentira, sin embargo, logró su objeto. Poblaciones<br />
enteras de naciones que debieron ser neutrales, se vieron arrastradas a participar en<br />
el conflicto, movidas por sentimientos fundados en informaciones que después se<br />
supo, habían sido deliberadamente fabricadas por el bando que controlaba las<br />
comunicaciones mun-diales.<br />
Y menos mal que necesidades geográficas o políticas nos ha-yan llevado a<br />
participar en conflictos que son ajenos a nuestro destino histórico; lo peor es que nos<br />
dejemos convencer por el engaño. Enhorabuena que hayamos tenido que afiliarnos<br />
con el bando que estaba más cerca de nosotros; lo malo es que haya sido tan<br />
numerosa, entre nosotros, la casta de los entusiastas de la mentira. Desventurado es<br />
el espectáculo que todavía siguen dando algunos «intelectuales» nuestros, cuando<br />
hablan de la defensa de la democracia, al mismo tiempo que no pueden borrar de sus<br />
frentes la marca infamante de haber servido dictaduras vernáculas que hacen gala de<br />
burlar sistemáticamente el sufragio. Olvidemos a estos seudo-revolucionarios, que no<br />
son otra cosa que logreros de una Revolución que han contribuido a deshonrar, y<br />
procuremos despejar el ánimo de aquellos que de buena fe se mantienen engañados.<br />
«Durante seis años, dice Borrego, el mundo creyó luchar por la bandera de<br />
libertad y democracia que los países aliados enarbolaron a nombre de Polonia.<br />
Pero al consumarse la victoria, países enteros, incluyendo Polonia misma,<br />
perdieron su soberanía bajo el conjuro inexplicable de una victoria cuyo<br />
desastre muy pocos alcanzaron a prever».<br />
La primera edición del libro de Borrego se publicó hace dos años escasos y en<br />
tan corto tiempo, el curso de los sucesos ha confirmado sus predicciones, ha<br />
multiplicado los males que tan valien-temente descubriera.<br />
Ya no es sólo Polonia; media docena de naciones europeas que fueron otros<br />
tantos florones de la cultura cristiana occidental, se encuentran aplastadas por la bota<br />
soviética, se hallan en estado de «desintegración definitiva».<br />
Y el monstruo anticristiano sigue avanzando. Detrás de la sonrisa de Mendes-<br />
France, siempre victorioso, dicen sus secuaces; detrás de esa enigmática sonrisa, seis<br />
millones de católicos del Vietnam, fruto precioso de un siglo de labor misionera<br />
francesa, han caído dentro de la órbita de esclavitud y de tortura que los marxistas<br />
dedican a las poblaciones cristianas.<br />
E1 caso contemporáneo tiene antecedentes en las invasiones asiáticas de un<br />
Gengis-Kan, que esclavizaba naciones; tiene antecedentes en las conquistas de<br />
Solimán, que degollaba cristianos den-tro de los templos mismos que habían<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
levantado para su fe. El conflicto de la hora es otro de los momentos angustiosos y<br />
cruciales de la lucha perenne que tiene que librar el cristianismo para subsistir.<br />
En el libro de Borrego, penetrante y analítico, al mismo tiempo que iluminado y<br />
profético, se revelan los pormenores de la conjura tremenda.<br />
La difusión del libro de Borrego es del más alto interés patriótico en todos los<br />
pueblos de habla española. Herederos, nosotros, de la epopeya de la Reconquista que<br />
salvó el cristianismo de la in-vasión de los moros, y de la Contra-Reforma encabezada<br />
por Felipe II, que salvó el catolicismo de la peligrosa conjuración de luteranos y<br />
calvinistas, nadie está más obligado que nosotros a desenmascarar a los hipócritas y a<br />
contener el avance de los perversos. La lucha ha de costamos penalidades sin cuento.<br />
Ningún pueblo puede escapar en el día, a las exigencias de la historia, que son de<br />
acción y de sacrificio.<br />
La comodidad es anhelo de siempre, jamás realizado. La lucha entre los<br />
hombres ha de seguir indefinida y periódicamente impla-cable, hasta en tanto se<br />
acerque el fin de los tiempos, según advierte la profecía.<br />
Febrero de 1955<br />
— 4 —<br />
José Vasconcelos
BORREGO : Derrota mundial<br />
Introducción<br />
Es una neutra remembranza volver la mirada a los días extraordinarios de la<br />
segunda guerra mundial únicamente con el prolijo escrúpulo de citar fechas y relatar<br />
sucesos. Es un lujo de ociosidad volver la mirada al pasado sin el empeño de obtener<br />
luces para el presente. Pero conociendo mejor el origen de lo que ocurrió y de lo que<br />
ahora ocurre, más podrá preverse lo que está por ocurrir. Sin esta función específica<br />
toda aportación a la historia -—y aun la Historia misma— se reducirían a simple<br />
curiosidad o pasatiempo.<br />
Es un hecho que aún no silenciado del todo el fuego que du-rante seis años<br />
mantuvo vivo ese siniestro organismo de muerte que fue la segunda guerra mundial,<br />
el mundo se halló súbitamente en el umbral de otra guerra más destructora e incierta.<br />
Durante seis años la humanidad se creyó luchando por la paz definitiva, mas los<br />
acordes de su victoria fueron ensombrecidos por la amenaza de un cataclismo todavía<br />
mayor.<br />
Durante seis años el mundo creyó luchar por la bandera de libertad y<br />
democracia que los países aliados enarbolaron a nombre de Polonia. Pero al<br />
consumarse la «victoria», países enteros —incluyendo Polonia misma— perdieron su<br />
soberanía bajo el conjuro inexplicable de una VICTORIA cuyo desastre muy pocos<br />
alcanzaron a prever.<br />
Un asombroso y súbito resultado, después de seis años de apa-rente lucha por la<br />
libertad y la democracia y la paz definitiva, sor-prendió al mundo: ya no era la<br />
libertad de los polacos —libertad perdida totalmente, pese a la «VICTORIA»— la que<br />
se hallaba en riesgo, sino la libertad del mundo entero; ya no era simplemente la<br />
conquista de mercados entre las grandes potencias la que se balanceaba en juego,<br />
sino el destino del pueblo norteamericano, y en cierta forma el de América; el-<br />
destino de Alemania y la Gran Bretaña, y así el de Europa entera también.<br />
En los orígenes del conflicto armado que empezó la madrugada del primero de<br />
septiembre de 1 939 palpitaron ya los gérmenes de lo que ahora ocurre y de lo que<br />
está por venir. En lo acontecido entonces se filtran ya las sombras de lo que el futuro<br />
nos reserva.<br />
En el reverbero de la segunda guerra mundial hay relámpagos que alumbran los<br />
decenios y quizás los siglos por llegar.<br />
Mucho se ha hablado de la guerra. Un mar de datos casi in-agotables abruman y<br />
abrumarán por mucho tiempo a los historiadores. La mayor parte de estos datos son<br />
jeroglíficos; incluso los hechos y las cifras, pese a lo concluyente de su calidad<br />
concreta, son frecuentemente apenas símbolos o frontispicio de realidades más<br />
profundas.<br />
Querer entender esta guerra y el monstruoso engaño que el mundo sufrió con<br />
ella, viendo simplemente ese mar de datos, es lo mismo que contemplar, clasificar o<br />
relatar apariencias de inscripciones cuneiformes y suponer que ya con esto se<br />
CONOCIÓ la civilización sumeria. Entre los símbolos y su significación media un<br />
abismo.<br />
Y en el caso concreto de la guerra pasada este abismo se ha hecho más oscuro<br />
— 5 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
porque los adelantos que la técnica ha puesto al servicio de la difusión del<br />
pensamiento —radiogramas, cablegramas, libros, películas, folletos, etc.— tienen su<br />
anverso positivo de orientación y su reverso negativo de confusión, según el sentido<br />
en que se les utilice. En la guerra y después de ella se les ha utilizado para confundir.<br />
Un diluvio de crónicas con dosificada intención; de libros apa-rentemente<br />
históricos, de radiodifusiones y de películas bajo la influencia intangible de los<br />
mismos ocultos inspiradores, oscurecen situaciones, infiltran deformaciones. Nada<br />
tiene así de extraño que aun los espíritus más serenos, objetivos e imparciales —para<br />
no hablar de masas carentes de opinión propia— lleguen a conclusio-nes erróneas.<br />
Por eso muchas conciencias firmes han hecho insensiblemente suya la forma<br />
ajena y capciosa de plantear el problema internacional de la segunda guerra. Una vez<br />
dado ese primer paso en falso, los siguientes son erróneos también, y por eso es tan<br />
frecuente que hombres de profunda comprensión y sólido criterio confiesen ahora su<br />
desconcierto ante los sucesos internacionales.<br />
Un nuevo examen de lo que ocurrió, y por qué ocurrió, puede aclarar los sucesos<br />
presentes y ayudar a prever los futuros.<br />
El monstruoso engaño que el mundo padeció al inmolar millo-nes de vidas y al<br />
consumir en fuego esfuerzos inconmensurables, para luego quedar en situación<br />
incomparablemente peor que la anterior, no es obra del azar. Si el resultado sólo<br />
fuera desorden quizá nada habría de sospechoso. Pero en la bancarrota que el mundo<br />
occidental afronta ahora se oculta un admirable tejido de acontecimientos. Dentro del<br />
aparente desorden hay un eslabonamiento ad-mirable de hechos que obedecen a un<br />
mismo impulso y que marchan hacia una misma meta.<br />
Detrás de todo esto hay una inteligencia y una fuerza. La situación actual no es<br />
el resultado fortuito del desorden, sino la notable culminación de una serie de actos<br />
que se enlazan siguiendo una secuencia y un camino. Occidente se halla de pronto en<br />
el momento más comprometido de su historia, pero su desgracia no ha descendido de<br />
accidentales sucesos. Ha sido labrada minuciosamente y escrupulosamente.<br />
Examinando los orígenes y el desarrollo de la segunda guerra surgen luces que<br />
explican el presente. Tal es el objeto de este libro.<br />
Muchos de los que vieron desaparecer las falanges macedónicas; de los que<br />
presenciaron la caída de Alejandro, el asesinato del César, la capitulación de<br />
Napoleón, crían asistir a acontecimientos comunes y corrientes, pero estaban<br />
presenciando los fulgores que encienden cada zig-zag de la historia.<br />
Lo que ahora tenemos a la vista es algo más que fulgor de un simple cambio; es<br />
el incendio inconmensurable de una cultura que casi sin saber por qué presiente las<br />
pisadas del peligro mortal.<br />
— 6 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Cap.I<br />
Aurora Roja<br />
(1848-1919)<br />
69 Años de Lucha Incansable.<br />
Los dos Elementos que Formaron el Bolchevismo.<br />
Alemania, Meta Inmediata del Marxismo.<br />
Paréntesis de Guerra.<br />
Factor Secreto en la Derrota Alemana.<br />
69 AÑOS DE LUCHA INCANSABLE<br />
En la segunda mitad del siglo pasado los umbríos bosques y las extremosas<br />
estepas de Rusia guardaban ya tan celosamente como ahora la enigmática mística del<br />
alma rusa. Fuera de sus fronteras sólo unas cuantas mentes, moduladas para<br />
escuchar el paso de los siglos por llegar, lograban entrever algo.<br />
Entre esas pocas mentes que sobre el hombro de una época vislumbraban<br />
destellos del futuro político, Nietzsche preveía en 1886:<br />
«Es en Francia donde la voluntad está más enferma. La fuer-za de<br />
voluntad está más acentuada en Alemania y en Inglaterra y en España y Córcega<br />
por las duras cabezas de sus habitantes, pero está más desarrollada en Rusia,<br />
donde la fuerza del querer por largo tiempo acumulada espera la ocasión de<br />
descargarse, no se sabe si en afirmaciones o en' negaciones. Yo desearía que la<br />
amenaza rusa creciera para que Europa se pusiera en defensa y se uniera en una<br />
voluntad duradera y terrible para fijarse una meta de milenios. Pasó el tiempo<br />
de la política menuda: el próximo siglo nos promete la lucha por el dominio del<br />
mundo»[1].<br />
En ese entonces Rusia se debatía en sangrienta turbulencia, que una extraña<br />
mezcla de nihilistas y revolucionarios marxistas trataban de encauzar mediante un<br />
secreto Comité Ejecutivo. La espina dorsal de ese audaz movimiento la formaban<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
esforzados e inteligentes israelitas, miembros de comunidades que a través de<br />
muchas generaciones habían soportado severos sufrimientos en el duro am-biente de<br />
Rusia.<br />
Desde los primeros años de nuestra Era ya se habían instalado emigrantes<br />
judíos en los territorios que siglos más tarde formarían parte de la Rusia meridional.<br />
Dolorosas vicisitudes vivieron desde entonces, pero jamás perdieron su cohesión<br />
racial. En 1648 los cosacos se lanzaron furiosamente contra ellos y después de<br />
sangrientos choques prohibieron que en Ucrania radicaran comunidades israelitas.<br />
En general la población era hostil a huéspedes tan reacios a la fusión de sangre y de<br />
costumbres.<br />
Pero las tierras rusas, prometedoras de esplendoroso futuro gra-cias a sus<br />
inexplotadas riquezas y enorme extensión, seguían atrayendo incesantemente a<br />
comunidades judías emigradas de la Europa occidental. La emperatriz Elisabetha<br />
Petrovna se alarmó ante ese fenómeno y en 1743 se negó a admitir más inmigrantes.<br />
Sin embargo, cincuenta años más tarde la anexión de territorios polacos con-virtió a<br />
millares de judíos en súbditos de Rusia.<br />
En esa forma las comunidades israelitas aumentaron considerable-mente, no<br />
sin sufrir hostilidades y persecuciones, tal como les había ocurrido a sus ancestros en<br />
todos los tiempos y en todos los pueblos. El zar Alejandro I (que gobernó de 1801 a<br />
1825) trató con benevolencia a la población judía y sufrió un completo fracaso al<br />
pretender que se asimilara a la población rusa.<br />
El siguiente zar, Nicolás I (1825-1855) se impacientó ante la renuencia de las<br />
comunidades israelitas a fusionarse con la población rusa y redujo sus derechos<br />
cívicos, además de que les hizo extensivo el servicio militar obligatorio que ya regía<br />
en el Imperio. Esto causó trastornos y descontento entre los judíos, pero una vez más<br />
lograron conservar sus vínculos raciales y sus milenarias costumbres.<br />
Al subir al trono Alejandro II (1855) la situación de los israelitas volvió a<br />
mejorar y no tardaron en prosperar en el comercio, la literatura y el periodismo;<br />
varios diarios judíos se publicaron en San Petersburgo y Odesa. Precisamente en ese<br />
entonces —girando alrededor de la doctrina comunista delineada en 1848 por los<br />
israelitas Marx y Engels—, se vigorizó en Rusia la agitación revolucionaria. En 1880<br />
los israelitas Leo Deutsch, P. Axelrod y Vera Zasulich, y el ruso Plejanov, formaron la<br />
primera organización comunista rusa. Y un año después varios conspiradores,<br />
encabezados por el judío Vera Fignez, asesinaron al zar Alejandro II. El hijo de éste,<br />
Alejandro III, tuvo la creencia de que las concesiones hechas por su padre habían sido<br />
pagadas con ingratitud y sangre; en consecuencia, expulsó a los judíos de San<br />
Petersburgo, de Moscú y de otras ciudades, y les redujo más aún sus derechos cívicos.<br />
Los crecientes desórdenes y atentados los atribuyó a la influencia de ideas extrañas al<br />
pueblo ruso y ordenó enfatizar el nacionalismo y reprimir las actividades políticas de<br />
los intelectuales hebreos.<br />
La inteligente población israelita se mantuvo estrechamente unida en esos años<br />
de peligro. Sufrida, inflexible en sus creencias, celosa de la pureza de su sangre, ya<br />
estaba ancestralmente acostumbrados a sobreponerse a las hostilidades que su<br />
peculiar idiosincrasia provocaba al entrar en conflicto con las ajenas. Ya antes había<br />
demostrado con arte magistral que a la larga sabía aprovechar en beneficio de su<br />
causa las reacciones desfavorables con que tropezaba en su camino. Es esta habilidad<br />
una de sus creaciones más originales y con ella ha demostrado que ningún pueblo<br />
está verdaderamente vencido mientras su espíritu se mantenga indómito.<br />
Lo mismo que le había ocurrido en otros países, esa raza vio cómo miles de sus<br />
hijos —emigrados a las tierras rusas, prometedo-ras de esplen-doroso futuro debido a<br />
sus inexplotadas riquezas y enorme esténsión— chocaban con el brusco carácter del<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
pueblo ruso y eran luego objeto de hostilidades y persecuciones. El régimen de<br />
Alejandro III fue duro con sus huéspedes. Y éstos se protegieron mimetizándose con<br />
las nacio-nalidades de los más variados países de donde procedían, aunque en el<br />
fondo seguían siendo una misma raza, una sola religión y un mismo espíritu.<br />
El mismo año en que fue asesinado el zar Alejandro II (1881), el ministro zarista<br />
Pobodonosteff calculó en seis millones el número de judíos residentes en Rusia y<br />
proyectó una acción enérgica para convertirlos forzosamente al cristianismo y<br />
expulsar por lo menos a dos millones de ellos. Aunque su plan no llegó a practicarse,<br />
hubo muchos detenidos y numerosos exiliados. A estos últimos los auxi-liaban sus<br />
hermanos de raza radicados en Nueva York, tales como Jacobo Schiff, Félix Adler,<br />
Emma Lazarus, Joseph Seligman, Henry Rice y otros muchos, según refiere el rabino<br />
Stephen Wise en su libro «Años de Lucha» (Algunos de ellos eran prominentes<br />
banqueros).<br />
La población judía de Rusia era ya tan importante que el israelita James Parkes<br />
afirma:<br />
«En lo cultural y en lo religioso, puede decirse que el país de Israel se<br />
había transportado a Europa oriental. Los judíos representaban la décima parte<br />
de la pobla-ción. La gran mayoría de los gentiles eran campesinos que<br />
ha-bitaban aldeas donde no había judíos, salvo tal vez un hotelero y un<br />
comerciante. Los judíos habitaban en pueblos y ciuda des. En los primeros<br />
constituían a veces el 95% de la pobla-ción y en las segundas más del 50%[2].<br />
La situación se hizo todavía más tirante para los israelitas y sus compañeros<br />
rusos revolucionarios cuando Alejandro Ilitch Ulianov, hijo de la judía Blank, falló en<br />
su intento de asesinar al zar Alejandro III. Ulianov fue detenido y luego ahorcado<br />
junto con cuatro de sus cómplices. Pero su hermano Vladimir guardó para sí el odio<br />
que alentaba contra el régimen y sorteó esa época de peligro portándose como<br />
estudiante disciplinado y pacífico. (Más tarde se convertía en jefe revolucionario, bajo<br />
el nombre de Lenin, en el reivindicador de las minorías israelitas y en el creador de<br />
un nuevo régimen).<br />
Por el momento, él y toda la población hebrea pasaron en Rusia años sombríos y<br />
difíciles, mas acrecentaron sus fuerzas en el infortunio y vigorizaron sus creencias<br />
ante la hostilidad. Por supuesto, no olvidaron su meta revolucionaria, que el rabino<br />
Caleb había esbo-zado así en la tumba de Simeón Ben Jhudá, en Praga:<br />
«Conviene que, en la medida de lo posible, nos ocupemos del proleta-riado<br />
y lo sometamos a aquellos que manejan el dinero. Con este medio levantaremos<br />
a las masas... Las empujaremos a las agitaciones, a las revoluciones, y cada una<br />
de estas catás-trofes significará un gran paso para nuestras finalidades».<br />
A la muerte de Alejandro III, en 1894, subió al trono Nicolás II. De tendencias<br />
moderadas y escuchando las quejas de los israeli-tas, ordenó suavizar el trato que se<br />
les daba. Ya para entonces el antisemitismo había cundido tanto en la masa del<br />
pueblo que no era fácil extirparlo del todo. De origen ruso es la palabra «progrom»,<br />
nombre que se dio a los cruentos movimientos populares contra los judíos. De todas<br />
maneras, los israelitas disfrutaron de más garantías y libertades.<br />
Por ese entonces corrosivas fórmulas ideológicas —no nacidas en Rusia—<br />
volvieron a propagarse con renovado impulso para agitar a las masas rusas. Una vez<br />
más iba a manifestarse en la historia el gigantesco poder de una idea cuando se la<br />
utiliza en el terreno propicio y del modo adecuado. Esa idea era una mezcla de<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
nihilismo y de marxismo que inquietaba aún más a las ya descontentas masas<br />
proletarias.<br />
Hablando de esa época, el historiador judío Simón Dubnow di-ce que<br />
«el mismo año en que se fundó en Basilea la Organización Sionista,<br />
formóse en Wilno una asociación socialista secreta denominada Bund (1897).<br />
Desarrolló el Bund una propagan-da revolucionaria entre las masas judías en su<br />
lengua, el yidisch, lo cual constituyó, en un principio, el único síntoma nacional<br />
de ese partido... Además del Bund nacieron partidos mixtos de sionistas y<br />
socialistas, los Polae Sión y los Sionistas Socialistas. Estos partidos libraron una<br />
lucha abierta contra el gobierno ruso, particularmente en la revolución de 1905.<br />
Los revolucionarios israelitas participaron asimismo en los partidos socialistas<br />
rusos, en las manifestaciones estudiantiles, en las huelgas obreras y en los actos<br />
terroristas contra los gobernantes»[3]<br />
La renovada agitación degeneró en graves disturbios obreros en 1899. El<br />
Partido Social Revolucionario tenía una sección terrorista a cargo del sagaz judío<br />
Gershuni, cuyos agentes mataron al ministro ruso Sipyagin, al gobernador<br />
Bogdanovich, al premier Plehve, al gran duque Sergey y al general Dubrassov. El zar<br />
Nicolás II pensó que había dado un paso en falso al suavizar el trato para los<br />
is-raelitas y restableció algunas de las limitaciones que años antes les levantara.<br />
Numerosos propaladores del marxismo, entre ellos el ju-dío León Davidovich<br />
Bronstein (posteriormente conocido como León Trotsky) fueron deportados a<br />
Siberia. (Trotsky estaba casado con una hija del financiero judío Giovotovsky).<br />
Las turbulencias parecieron amainar. Incluso surgió una escisión entre los<br />
mismos agitadores; no en cuanto a su meta, sino en cuanto a la mayor o menor<br />
impetuosidad para alcanzarla. No era que unos hebreos se lanzaran contra otros, sino<br />
que diferían de opinión respecto a la táctica de lucha. Así surgieron los bolcheviques<br />
(los del programa máximo) y los mencheviques (los del programa mínimo). Vladimir<br />
Ilitch (Lenin) se hizo líder de los primeros.<br />
Aunque la severa represión oficial alcanzó a muchos agitadores ju-díos que se<br />
movían entre los trabajadores, dejó intacta la estructura secreta que gestaba la<br />
revolución. Creyendo haber sido ya suficientemente severo, o buscando una<br />
transacción con ellos, en 1904 el régimen suavizó su política hacia los israelitas. Pero<br />
éstos inmediatamente reforzaron su actividad revolucionaria y en 1905 organizaron<br />
motines más grandes que los anteriores. Entonces el zar Nicolás II se alarmó e hizo<br />
nuevas concesiones al conglomerado judío, cuya fuerza política era ya un hecho<br />
innegable.<br />
Con esto el marxismo cobró mayor brío. Inútilmente los zares habían querido<br />
evitar la agitación reprimiendo a los que directamente alentaban el descontento<br />
popular nacido de la miseria, pero sin anular a los ocultos conspiradores, que eran los<br />
que dirigían todo el movimiento para subvertir el orden. Además, poco hacía el<br />
régimen por aliviar la miseria misma y por destruir la forma capciosa y oropelesca en<br />
que explotaban esta circunstancia los agitadores marxistas.<br />
Ante la sutil técnica de la conspiración marxista los zares fueron incapaces de<br />
una acción coordinada y firme para liquidarla. Frecuentemente titubearon y en<br />
ocasiones llegaron a concebir el absurdo de que los brotes de desorden podrían<br />
conjurarse mediante concesiones. Pero resulta que hacer concesiones a un adversario<br />
que busca la victoria total es sólo facilitarle su camino.<br />
Lenin y algunos de sus colaboradores emigraron para ponerse a salvo de las<br />
redadas de revolucionarios que de tiempo en tiempo hacía el régimen zarista. Por eso<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
en 1908 los israelitas Appelbaum Zinovief, Rosenfeld Kamenef (cuñado de Trotsky) y<br />
Lenin se reunieron en París a planear una nueva etapa de agitación<br />
«No es un azar que hayan ingresado a las huestes revolucionarias rusas<br />
tantos israelitas —dice Pierre Charles en «La Vida de Lenin»—. Por lo pronto, si<br />
se hace abstracción de las masas rusas, poco propicias para el reclutamiento de<br />
políticos, hay que reconocer que el porcentaje de judíos en Rusia no era tan<br />
exiguo como se decía. Y además, ¿no era fatal que su febril actividad,<br />
contrastando con la población rusa, debía exagerar enormemente su papel en la<br />
revolución? Y su espíritu hereditariamente aguzado por el Talmud ¿no debía<br />
sentirse cómodo en las controversias de las escuelas socialistas? En fin, los<br />
sufrimientos que les endurecieron bajo el régimen zarista los acercaban a su<br />
sueño de palingenesia social». (Resurgimiento y hegemonía del pueblo judío).<br />
Uno de los métodos con que los revolucionarios hebreos trataron de ponerse a<br />
cubierto de la represión oficial, fue tan sencillo como eficaz. En grupos más o menos<br />
numerosos se trasladaban a Estados Unidos, se nacionalizaban norteamericanos,<br />
regresaban a Rusia y hacían valer su nueva ciudadanía como hijos de una nación<br />
poderosa. En esto eran ayudados por la numerosa colonia israelita radicada en<br />
Norteamérica, que en aquel entonces casi llegaba a tres millones y que influía ya en<br />
los círculos financieros y políticos.<br />
«En San Petersburgo —dice Henry Ford en El Judío Internacional—llegó a<br />
haber 30,000 judíos de los cuales sólo 1,500 se ostentaban como tales». Las<br />
autoridades rusas no tardaron en tratar de frustrar ese inusitado procedimiento de<br />
protección y esto dio origen a que numerosos órganos de la prensa americana<br />
protestaran contra la falta de respeto a las ciudadanías recién concedidas por los<br />
Estados Unidos. Con esa ejemplar hermandad que los israelitas practican desde uno<br />
al otro confín del mundo,<br />
«el 15 de febrero de 1911, estando Taft en el poder —agrega Henry Ford— los<br />
judíos Jacobo Schiff, Jacobo Furt, Luis Marshall, Adolfo Kraus y Enrique Goldfogle le<br />
pidieron que como represalia contra Rusia fuera denunciado el Tratado de<br />
Comercio».<br />
Aunque en un principio Taft se rehusó, israelitas de todo el país enviaron cartas<br />
a senadores y diputados, gestionaron apoyo de gran parte de la prensa, pusieron en<br />
movimiento el Comité Judío Americano, a la Orden B'irit y a otras muchas, filiales o<br />
afines. El influyente político Wilson, que después llegó a ser Presidente de EE.UU.,<br />
presionó resueltamente en favor de los judíos y durante un discurso en el Carnegie<br />
Hall afirmó:<br />
«El gobierno ruso, natural-mente, no espera que la cosa llegue al terreno<br />
de la acción, y en consecuencia, sigue actuando a su placer en esta materia, en la<br />
confianza de que nuestro gobierno no incluye seriamente a nuestros<br />
compañeros de ciudadanía judíos entre aquellos por cuyos derechos aboga: no<br />
se trata de que expresemos nuestra simpatía por nuestros compañeros de<br />
ciudadanía judíos, sino de que hagamos evidente nuestra identificación con<br />
ellos. Esta no es la causa de ellos; es la causa de Norteamérica».<br />
Finalmente, el Tratado de Comercio suscrito ochenta años atrás fue denunciado<br />
el 13 de diciembre de 1911. Por primera vez un zar —en ese entonces Nicolás II—<br />
sintió que los descendientes de aquellos israelitas que 50 años antes rehuían<br />
— 11 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
temerosos la violencia rusa, ya no estaban tan solos. Aunque la inmensa mayoría eran<br />
nacidos en las estepas, y aunque eran hijos y nietos de otros también nacidos allí, ni<br />
el medio ambiente ni la convivencia de siglos los hacían claudicar de sus metas<br />
políticas ni de sus costumbres. Tal parecía que conservando sin mezcla su sangre<br />
conservaban igualmente sin mezcla su espíritu.<br />
Cierto que el Imperio Ruso era aún poderoso y que la lejana represalia de la<br />
denuncia del Tratado de Comercio americano no bastaba para revocar las<br />
limitaciones impuestas a los israelitas, mas sin embargo, constituía un incómodo<br />
incidente que en grado imponderable influyó para que se suavizara el trato oficial a<br />
los judíos. Y aunque ese mismo año de 1911 se estableció que los judíos no po-dían ser<br />
electos consejales, en la práctica se les trató con mayor consideración.<br />
Entre tanto, el llamado Comité Ejecutivo seguía ocultamente atizando el<br />
descontento y propiciando la rebelión. Las series de huelgas sangrientas que se<br />
iniciaron en 1905 adquirieron incontenible impulso en 1910 al estallar doscientos<br />
paros obreros. Tres años más tarde las huelgas se contaban por millares.<br />
El descontento de las masas iba siendo crecientemente aprovechado como<br />
instrumento revolucionario marxista.<br />
En ese entonces el Imperio Ruso se hallaba ya tan minado que malamente podía<br />
afrontar una guerra internacional. Por eso fue tan insensato y hasta inexplicable que<br />
se lanzara a una aventura de esa índole en 1914, para apoyar a Servia en contra de<br />
Austria-Hungría. El zar dio contraorden a fin de que no se realizara la movilización<br />
general y evitar el choque con Alemania, pero el Ministro de la Guerra, Sujofinov, y<br />
todo el Estado Mayor presionaron al zar y se consumó la movilización. Alemania<br />
apoyó entonces a su aliada Austria-Hungría y entró en guerra con Rusia.<br />
No obstante que la patria rusa libraba entonces una lucha internacional, el<br />
movimiento revolucionario no cesó su propaganda para debilitar las instituciones.<br />
Además, aprovechó la anormalidad de la situación y proclamó que los obreros no<br />
tenían patria que defender, según la tesis marxista (comunista) de que la idea de<br />
pa-tria debe extirparse de las nuevas generaciones.<br />
El gobierno ruso consideró que los judíos influían poderosa-mente en esta<br />
oposición al régimen y ordenó nuevas medidas de coerción. Muchos que por<br />
nacimiento o naturalización ostentaban las más diversas nacionalidades, e incluso la<br />
rusa, se habían mezclado en el campo y en las fábricas y hacían cundir la agitación.<br />
Poco después de iniciada la contienda, el diario ruso «Ruscoic-Snamia»<br />
abogaba por las más severas represalias contra los israeli-tas, a quienes se les<br />
achacaban los desórdenes internos, y hasta llegó a alentar los «progroms». No<br />
obstante que el ambiente oficial era propicio a estos extre-mismos, el régimen no<br />
quiso complicar más la situación, prohibió el diario y mantuvo a raya el<br />
antisemitis-mo, aunque sin poder suprimirlo del todo.<br />
En Suiza se encontraba entonces desterrado, junto con otros je-fes judíos del<br />
movimiento marxista, Vladimir Ilitch (Lenin) y desde allí dirigía la agitación en la<br />
retaguardia del ejército ruso que combatía contra Alemania. Sesenta y siete años<br />
después de que dos hebreos —Marx y Engels— habían dado a la publicidad por<br />
pri-mera vez el manifiesto comunista, otros miembros de la misma raza luchaban<br />
denodadamente por materializarlo en realidad política.<br />
Junto con los judíos Apfelbaum y Rosenfeld (conocidos bajo los nombres rusos<br />
de Zinovief y Kamenef), Lenin alentaba desde el destierro a los revolucionarios para<br />
que contribuyeran a la derrota de Rusia en la guerra que sostenía contra Alemania y<br />
Austria. En su periódico «Social Demócrata» del 27 de julio de 1915 daba la siguiente<br />
consigna: «Los revolucionarios rusos deben contribuir prácticamente a la derrota de<br />
Rusia». Proclamaba que esto abriría el Camino a la revolución.<br />
— 12 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Pierre Charles, biógrafo de Lenin, afirma que en ese entonces<br />
«Lenin se entregó en cuerpo y alma a su odio por todo patriotismo... Toda<br />
defensa de la Patria —decía— es chaucinismo».<br />
Tanto fue así que los alemanes le permitieron pasar por Berlín para que se<br />
internara subrepticiamente en Rusia y aun le ayuda-ron económicamente ya que su<br />
labor debilitaba al ejército ruso. Así fue como Lenin pudo llegar a San Petersburgo,<br />
donde un núcleo de 30,000 israelitas, acaudillados por Trostsky, habían organizado<br />
el cuartel general del movimiento marxista revolucionario. Y desde ahí hizo circular<br />
esta proclama:<br />
«Es necesario, sin demora, educar al pueblo y al ejército en el sentido<br />
derrotista. ¡Soldados, fraternizad en las trincheras con vuestros camaradas<br />
llamados 'enemigos'!»<br />
Poco después Lenin celebraba secretos acuerdos con los jefes revolucionarios.<br />
Charles[4] refiere que asistían<br />
«Kamenef, hombre pequeño, de ojos vivaces bajo el lente; Zinovief, que se había<br />
cortado completamente el cabello ondulado de su gruesa cabeza; Ouritsky,<br />
delgado y nervioso, que más tarde aterrorizaría a Petrogrado durante algunas<br />
semanas; los tres eran de raza judía».<br />
No tardaron en reunírseles Stalin y Trotsky. La siembra marxista iniciada<br />
décadas atrás, halló en 1917 el cli-ma más propicio para fructificar. La ya minada<br />
retaguardia del ejército ruso se debilitó aún más y el desconcierto cundió hasta las<br />
líneas avanzadas del frente de guerra; la propaganda derrotista hallaba ciertamente<br />
coyunturas en la miseria y en las bajas causadas por la contienda. La promesa de que<br />
al triunfar la revolución se repartirían tierras a todos los proletarios fue tan<br />
halagadora «que las tropas querían dejar de pelear para llegar al reparto».<br />
Coordinadamen-te las doctrinas bolcheviques agitaban a los militares hablándoles de<br />
los «derechos del soldado», según los cuales «los oficiales deberían ser nombrados<br />
por selección, de entre los soldados, y éstos podían discutir las órdenes de aquéllos».<br />
Desde ese momento quedó rota la disciplina, dice el Tte. Corl. Carlos R. Berzunza en<br />
su «Resumen Histórico de Rusia». Y así comenzó la última etapa del fin de la Casa<br />
Imperial Rusa. Tatiana Botkin[5] dice que acerca de la realeza y particularmente de la<br />
Emperatriz, circulaban versiones que indignaban al pueblo y alentaban al derrotismo.<br />
«Frecuentemente se encontraba uno con personas que se habían formado<br />
un concepto completamente falso sobre la familia real. Entre nosotros sólo se<br />
propagaba lo malo y nadie sabía lo bueno que en realidad existió... No podía<br />
creer que los mismos soldados, soldados rusos, en el momento de una guerra de<br />
tal magnitud, se amotinaran y mataran a su comandante y ofendieran a la<br />
familia real... Así era, desgraciadamente. En las calles de Petrogrado sucedía<br />
algo increíble. Los soldados, borrachos, sin correas, con los capotes<br />
desabrochados, unos con rifles, otros desarmados, corrían como poseídos<br />
saqueando todas las tiendas».<br />
El descrédito de la casa de los Romanof; la consigna leninista de que la derrota<br />
en el frente de guerra abriría el camino al triunfo de la revolución; las crecientes bajas<br />
— 13 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
y la miseria; la promesa de que un nuevo régimen daría tierras al proletariado; el<br />
relajamiento de la disciplina; las doctrinas de igualdad y supresión de las jerarquías,<br />
etc., convergieron por fin en el estallido de la revolución. La mecha que encendiera el<br />
polvorín podía haber sido cualquier cosa. Como en el conocido fenómeno físico de la<br />
sobrefusión, cuando la mente de un pueblo llega a su tensión máxima basta el más<br />
insignificante incidente para producir el estallido.<br />
Tatiana Botkin refiere así el principio del fin del imperio:<br />
«En Kronstadt —precisamente en las cercanías del cuartel general que los<br />
caudillos israelitas del marxismo habían formado secreta-mente en San<br />
Petersburgo— empezó la bestial matanza de oficiales. Una vez muertos, los<br />
cubrían con heno, los rociaban con petróleo y les prendían fuego. Metían en los<br />
ataúdes personas aún con vida junto a cadáveres, fusilaban a los padres a la<br />
vista de sus propios hijos, etc. En el frente, los soldados fraternizaban con los<br />
alemanes y retrocedían, a pesar de los enormes contingentes reunidos antes de<br />
la revolu-ción... el sepelio de las víctimas de la revolución en Retrogrado, fue<br />
una mascarada. Los revolucionarios recogieron cuerpos de desconocidos,<br />
muertos de frío o por accidente, incluso unos chinos que habían fallecido de tifo,<br />
los colocaron en los ataúdes forrados de rojo, los trasladaron al 'Campo de<br />
Marte' y erigieron un gran túmulo».<br />
Esto alentaba la agitación y servía de bandera a los revolucionarios.<br />
Por otra parte, en ningún momento los iniciadores del marxismo en Rusia<br />
carecieron de solidaridad y aliento de sus hermanos de raza ni en el extranjero. El 14<br />
de febrero de 1916 se celebró en Nueva York un Congreso de las Organizaciones<br />
Revolucionarias Rusas, alentadas e inspiradas por inteligentes israelitas. El magnate<br />
judío-americano Jacobo Schjff era uno de los que costeaban los gastos de estos<br />
trabajos políticos; ayudaba particularmente a León Trotsky, también israelita. Otros<br />
banqueros judíos, tales como Kuhn Loeb, Félix Warburg. Otto Kahn, Mortimer Schiff<br />
y Olef Asxhberg, daban también su ayuda económica desde Nueva York.<br />
Pese a todo lo que en apariencia hubiera de inexplicable en esas relaciones entre<br />
los marxistas revolucionarios de Rusia y los magnates israelitas de América, en el<br />
fondo regía la profunda solidaridad de la raza y el anhelo común de la reivindicación<br />
hebrea. Unos la buscaban con el instrumento que su compatriota Marx les había<br />
heredado en el Manifiesto Comunista de 1848 y otros la procuraban con el<br />
instrumento del oro y las finanzas. Dos distintos medios, pero un mismo fin. Y si el<br />
destino del mundo iba a jugarse en dos barajas de política internacional —el super<br />
capitalismo y el marxismo—, tener ases en ambas era asegurar el triunfo de la causa<br />
común, cualquiera que fuese el resultado de la gran lucha.<br />
Los pacientes esfuerzos de los caudillos marxistas y de quienes los ayudaron<br />
desde el extranjero desembocaron el 7 de noviembre de 1917 en el estallido de la<br />
revolución comunista.<br />
El zar fue detenido y entre las primeras rectificaciones políticas figuró la<br />
abolición de las restricciones jurídicas impuestas a los judíos. El camino a los puestos<br />
públicos quedó abierto para ellos. Toda tendencia política perjudicial al judaísmo fue<br />
declarada fuera de la ley por decreto de julio de 1918. Entre las tropas del general<br />
Budieny ocurrieron actos violentos contra los judíos y fueron severamente<br />
reprimidos. A ese respecto el escritor judío Salomón Resnick dice en su libro «5<br />
Ensayos Sobre Temas Judíos»:<br />
— 14 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
«Pronto sobrevino una vigorosa reacción contra tales desviaciones: 138<br />
cosacos, entre ellos varios comandantes, fueron condenados a muerte y se<br />
impuso a todo soldado rojo la obligación de luchar contra el antisemitismo, esa<br />
herencia vergonzosa, criminal y sangrienta».<br />
La casa de los Romanof fue exterminada. Tatiana Botkin refiere así el final del<br />
Zar, de la Zarina, del Zarevich y de las princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia:<br />
«En la prisión —casa de Ipatiev— de Ekaterimburgo, la familia real sufría<br />
mil vejaciones. La situación de todos empeoró al ser nombrado otro comisario,<br />
el judío Yurovsky. El trato de los guardias se convirtió en un verdadero martirio,<br />
que sus majestades soportaban con verdadera resignación cristiana. Por comida<br />
les daban las sobras de los guardias, quienes además escupían en los platos.<br />
Luego les servían la comida y se las arrebataban cuando empezaban a comer. En<br />
la noche del 3 de julio de 1918 fueron bárbaramente asesinados.<br />
»Cuando penetró Yurovsky con 12 soldados, de los cuales sólo dos eran<br />
rusos (los demás judíos y letones), Yurovsky se encaró con el emperador y le<br />
dijo: 'Usted se ha negado a aceptar la ayuda de sus familiares (en el extranjero)<br />
por lo que tengo que fusilarlo'. El emperador se persignó, abrazó a su hijo con<br />
toda serenidad y se arrodilló. La emperatriz hizo lo mismo. Sonaron unos<br />
disparos. Yurovsky disparó sobre el emperador; los soldados sobre los demás.<br />
Dieron vuelta a los cadáveres y los asaetearon con las bayonetas. Después de<br />
esta carnicería los cadáveres fueron despojados de cuanto llevaban, arrojados a<br />
un camino y de ahí conducidos a un bosque cercano, donde fueron incinerados<br />
en dos hogueras: una de fuego y la otra de ácidos»<br />
Inútilmente Nicolás II, lo mismo que su padre Alejandro III, y su abuelo<br />
Alejandro II, se habían empeñado en reprimir a quienes encabezaban o coordinaban<br />
el descontento de las masas, pero sin lograr nada decisivo para suprimir el<br />
descontento mismo. Mientras por un lado el malestar público crecía con la pobreza,<br />
por el otro las autoridades se esforzaban superficialmente en suprimir a quienes se<br />
valían de ese malestar como instrumento para una magna revolución.<br />
Sesenta y nueve años después que Marx y Engels habían creado su magistral<br />
fórmula de agitación, sus descendientes raciales lograban que un gran imperio se<br />
viniera abajo. Era ese el primero de sus fabulosos triunfos.<br />
(A la revolución bolchevique siguió una violenta contrarrevolución encabezada<br />
por los generales Antón Ivanovitch, Deniken, Kolchak, Wrangel y Yudenitch.<br />
Llegaron a arrebatarles a los rojos territorios con más de un millón de kilómetros<br />
cuadrados y se aproximaron amenazadoramente a Leningrado y Moscú. Deniken<br />
esperaba ayuda de los gobiernos inglés y francés, pero no la obtuvo. En contraste, los<br />
bolcheviques sí lograban ayuda de los israelitas del extranjero y vencieron a las<br />
fuerzas de Deniken).<br />
El judío Alejandro Kerensky (originalmente apellidado Adler), que se había<br />
infiltrado en el gobierno del zar para ayudar secretamente al triunfo de los<br />
comunistas, emigró después al Occidente para presentarse como «anticomunista».<br />
Bajo ese disfraz mantuvo contacto con los rusos exiliados, auténticamente enemigos<br />
del comunismo, y fue un factor decisivo para neutralizar sus esfuerzos.<br />
— 15 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
LOS DOS ELEMENTOS QUE FORMARON EL BOLCHEVISMO<br />
Es siempre costumbre que el triunfo tenga muchos autores, auténticos o no, y<br />
que en cambio todos rehuyan la paternidad de los fracasos; pero el triunfo de la<br />
revolución rusa es una de las excepciones de esa regla. Por lo menos hasta ahora sólo<br />
se ha atribuido fragmentaria y tenuemente a la comunidad israelita. Y esto no<br />
obstante la evidencia de que la base ideológica de la revolución rusa la crearon los<br />
judíos Marx y Engels; la pusieron en movimiento social Lenin, Zinoviev, Kamenev,<br />
Bronstein y otros israelitas; la solapó y ejecutó a medias el hebreo Kerensky; la<br />
ayudaron económicamente desde EE. UU. los magnates Kuhn Loeb, Félix Warburg,<br />
Otto Kahn, Mortimer Schiff y Olef Asxhberg, y la hicieron posible agitando a las<br />
masas proletarias un sinnúmero de comisarios israelitas, como judíos eran —<br />
simbólicamente— 10 de los 12 revolucionarios que ejecutaron a la familia real de los<br />
Romanof.<br />
Uno de los modernos profetas del semitismo, Teodor Herzl, ya había advertido<br />
antes del triunfo de la revolución rusa:<br />
«Somos una nación, un pueblo... Cuando los judíos nos hundamos,<br />
seremos revolucionarios, seremos los suboficiales de los partidos<br />
revolucionarios. Al elevarnos nosotros subirá también el inmarcesible poder del<br />
dinero judío» («Un Estado judío»).<br />
Son numerosísimas las huellas que los israelitas dejaron en la preparación y la<br />
consumación de la revolución rusa, pero por uno u otro motivo la difusión de estos<br />
hechos ha sido tan lenta y fragmentaria que generalmente suenan a inverosímiles o<br />
fantásticos cuando se les conoce en toda su magnitud.<br />
Ni la universalmente reconocida seriedad de Henry Ford libró a esas<br />
revelaciones de las dudas que lógicamente producen:<br />
«Una Rusia Soviética hubiese sido sencillamente imposible —dice Henry<br />
Ford en El Judío Internacional—, a no ser que un 90% de los comisarios fueran<br />
judíos. Otro tanto hubiera ocurrido en Hungría, de no ser judío Bela-Khun («El<br />
Príncipe Rojo») y con él 18 de sus 24 comisarios... El Soviet no es una<br />
institución rusa, sino judía».<br />
Agrega que al triunfar la Revolución bolchevique, el nuevo régimen fue<br />
integrado preponderantemente con israelitas y cita el siguiente cuadro:<br />
El mismo autor hace una cita del Dr. Jorge A. Simons, sacer-dote cristiano,<br />
que escribió: «Cuando Rusia se hundió —afirma—, inmediatamente surgió el<br />
judío Kerensky. Como sus planes no fueron suficien-temente radicales, le<br />
sucedió Trotsky. Actualmente, en Rusia (1920), en cada comisario hay un judío.<br />
De sus escondrijos irrumpen los judíos rusos como un ejército bien<br />
organizado... Todos los banqueros judíos en Rusia permanecieron sin ser<br />
molestados, mientras que a los banqueros no judíos se les fusiló... El<br />
bolchevismo es anticapitalista sólo contra la propiedad no judía. Si el<br />
bolchevismo hubiese sido real-mente anticapitalista, hubiera matado de un solo<br />
tiro al capitalismo judío. Pero no fue así... Sólo a los judíos se les pueden remitir<br />
— 16 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
víveres y auxilios de otros países, en Rusia».<br />
«Centenares de agitadores salidos de los barrios bajos del Este de Nueva<br />
York se encontraron en el séquito de Trotsky... A muchos nos sorprendió desde<br />
un principio el elemento marcadamente judío de aquél y se comprobó muy<br />
pronto que más de la mitad de todos esos agi-tadores del llamado movimiento<br />
sovietista eran judíos».<br />
Asimismo cita a William Huntington, agregado comercial ame-ricano en<br />
Retrogrado durante la revolución, quien declaró que «en Rusia todo mundo sabe que<br />
tres cuartas partes de los jefes bolche-viques eran judíos».<br />
Coincidiendo con todo lo anterior, el periódico ruso «Hacia Mos-cú», de<br />
septiembre de 1919, dijo:<br />
«No debe olvidarse que el pueblo judío, reprimido durante siglos por reyes<br />
y señores, representa genuinamente el proletariado, la internacional<br />
propiamente dicha, lo que no tiene patria».<br />
Y Cohan escribía en «El Comunista», de abril de 1919:<br />
«Pue-de decirse sin exageración que la gran revuelta social rusa fue<br />
realizada sólo por manos judías El símbolo del judaísmo, que durante siglos<br />
luchó contra el capitalismo, se ha convertido también en el símbolo del<br />
proletariado ruso, como resulta de la aceptación de la estrella roja de cinco<br />
puntas que como es sabido fue antiguamente el símbolo del sionismo y del<br />
judaísmo en general».<br />
Desde un punto de observación muy distante, el investigador Schubart se refiere<br />
a este mismo asunto en los siguientes términos[1]:<br />
«También la nacionalidad de los jefes bolcheviques, entre los cuales hay<br />
un gran contingente de judíos, lituanos y grusinios, indica el carácter extraño,<br />
no ruso, de este movimiento. El marxismo no tiene más que una peculiaridad<br />
que encuentra afinidad de sentir en el ruso: es el meollo mesiánico de la<br />
doctrina. Lo sintió el alma eslava con fino olfato, y lo tomó por punto de<br />
partida... El occidental siente latir más fuerte su corazón al pasar revista a sus<br />
bienes; en el ruso está vivo el sentimiento de que las posesiones nos poseen a<br />
nosotros, de que el poseer significa ser poseído, de que en medio de la riqueza se<br />
ahoga la libertad espiritual».<br />
Schubart no es el único en considerar que en la idiosincrasia rusa había<br />
propicias coyunturas para que el marxismo teórico y utópico ganara adeptos que<br />
luego se convirtieran en instrumento para los organizadores judíos. Oswaldo<br />
Spengler apuntó en «Decadencia de Occidente»:<br />
«El alma rusa, alma cuyo símbolo primario es la planicie infinita, aspira a<br />
deshacerse y perderse, sierva anónima, en el mundo de los hermanos... La vida<br />
interior del ruso, mística, siente como pecado el pensamiento del dinero».<br />
Otro filósofo, el Conde de Keyserling[2], coincide con los dos anteriores:<br />
— 17 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
«Los rusos son tan profundamente religiosos en el alma que incluso el<br />
materialismo, el ateísmo, la industrialización y el plan quinquenal les sirven de<br />
iconos».<br />
Igualmente, el sacerdote jesuíta norteamericano E. A. Walsh, que vivió en la<br />
URSS en 1923, opina en su libro «Imperio Total»:<br />
«El mujik ruso, cuando está impregnado de vodka, revela una sórdida<br />
grosería y una torpe animalidad sólo limitada por la capacidad física. Pero,<br />
terminada la orgía, llorará con su prójimo en fraterna comprensión, perdonará a<br />
los ladrones, cobijará a los asesinos con compasión y manifestará instantánea<br />
simpatía hacia todos sus compañeros de peregrinación en este valle de lágrimas,<br />
y al arar exclamará: 'Dios, ten piedad'».<br />
Otto Skorzeny, que como oficial alemán conoció a los rusos durante cuatro años<br />
de lucha, da el testimonio de que:<br />
«el soldado que fue a la guerra por el materialismo dialéctico posee, en<br />
realidad, un idealismo religioso... Casi puede decirse que el ruso, en cuanto a<br />
alcanzar su objetivo ideal, es un enemigo de lo posible: necesita objetivos<br />
lejanos y fantásticos»[3].<br />
Son innumerables los investigadores que habiendo estudiado la psicología del<br />
ruso coinciden en que bajo su dureza acorazada por el sufrimiento de siglos y que<br />
bajo su crueldad propia de los caracteres primitivos, late un vigoroso sentimiento<br />
místico. Y es precisamente en este sentimiento, espontáneo y de distinta índole que el<br />
pensamiento lógico, donde el marxismo israelita se injertó; donde el marxismo<br />
encontró un punto de apoyo para erigirse en fuerza gigantesca.<br />
El empuje indiscutible del bolchevismo surgió de dos factores: la fórmula<br />
alucinante y utópica de Marx y el sencillo misticismo de las almas rusas. Y fueron<br />
judíos quienes combinaron ambos factores como se combinan la glicerina y el ácido<br />
nítrico para obtener la dinamita.<br />
El bolchevismo cundió luego con su propia dinámica y no requirió razones para<br />
subsistir; incluso pudo hacerlo pese a las realidades que lo contradecían. Tal es el<br />
mecanismo de los movimientos sociales que llegan a erigirse en creencias místicas o<br />
seudomísticas.<br />
Algo de esto señala Max Eastman al afirmar: «El comunismo es una doctrina<br />
que no puede ser científica, pues es exactamente lo contrario: religión»[4].<br />
Y algo muy semejante señala Gustavo Le Bon en «Ayer y Mañana»:<br />
«Las creencias de forma religiosa, como el socialismo, son inconmovibles<br />
porque los argumentos no hacen mella en una convicción mística... Todos los<br />
dogmas, los políticos sobre todo, se imponen generalmente por las esperanzas<br />
que hacen nacer y no por los razonamientos que invocan... La razón no ejerce<br />
influencia alguna sobre las fuerzas místicas».<br />
Así se explica que pese a su procedencia extranjera, pues el marxismo no era<br />
ruso ni sus propagadores tampoco, grandes masas del pueblo lo hicieron<br />
entusiastamente suyo, por lo menos en la etapa inicial. Lo captaron por una de sus<br />
fases, por la fase mística de la reivindicación del indigente, y para esta espontánea<br />
adhesión no necesitaban ni investigar orígenes ni razonar sobre las bases científicas<br />
— 18 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
del movimiento.<br />
Durante milenios el hombre ha anhelado barrer el abuso de los poderosos y<br />
disfrutar de justicia social. Al prometer la satisfacción de ese viejo anhelo, los<br />
creadores israelitas del comunismo lograron un formidable triunfo psicológico y<br />
político. Dentro de sus propias filas raciales la minoría judía de Rusia carecía de la<br />
fuerza del número, pero la conquistó entre las masas no semitas —e inclusive<br />
antisemitas— gracias a las promesas populares que el comunismo hacía. Y a fin de<br />
garantizar que esta poderosa arma política se mantuviera siempre dirigida por sus<br />
creadores, se le dio el dogma de la internacionalización, de tal manera que se cometía<br />
una herejía al querer servir al proletario sin la consigna emanada de Moscú, sede del<br />
marxismo-israelita.<br />
Todo movimiento social que se atreviera a violar ese dogma era objeto de la más<br />
violenta hostilidad, no porque sirviera mejor o peor los intereses del proletariado,<br />
sino porque se sustraía al control de los creadores del marxismo.<br />
Apenas afianzado el nuevo régimen en el Poder, una súbita lucha antirreligiosa<br />
comenzó a realizarse con extraordinaria eficacia. Como si fuera obra de factores no<br />
rusos, esa lucha era sistemática y carecía de la imprevisión y de la desorganización(,)<br />
propias del ambiente moscovita. En su implacable eficacia se advertía el sello de una<br />
mano extraña. «En la fachada del Ayuntamiento de Moscú, en vez de la imagen que<br />
se veneraba, se inscribió la frase de Lenin: La religión es el opio del pueblo»[5].<br />
Frecuentemente se ha visto que un movimiento religioso, nutriéndose de su<br />
propia fe, se lance contra otro movimiento religioso y trate de proscribirlo. Religión<br />
contra religión es un fenómeno muchas veces presenciado en la historia. Pero que en<br />
un medio eminentemente religioso nazca un movimiento inflexiblemente ateísta,<br />
dirigido contra todas las religiones, es un fenómeno nuevo. ¿De dónde un<br />
movimiento político, que oficialmente se apoya en masas religiosas, extrae la<br />
inspiración y las energías necesarias para constituirse fanáticamente en un<br />
movimiento antirreligioso?<br />
Ha sido también más o menos frecuente que por conveniencias políticas un<br />
régimen hostilice a una religión y se apoye en otras. Pero en Rusia, por primera vez<br />
con inconfundible claridad y con extraordinario celo, todas las religiones empezaron<br />
a ser perseguidas en cuanto triunfó el bolchevismo.<br />
Lo que el cristianismo padeció en la época antirreligiosa del Imperio Romano<br />
tenía la explicación de que se trataba de una religión nueva sin muchos adeptos en la<br />
masa del pueblo. En cambio, en Rusia, los sentimientos religiosos eran ya populares<br />
cuando el Bolchevismo comenzó a imperar. 929 años antes Rusia se había convertido<br />
al cristianismo. Que en un pueblo sin religión se combata una nueva religión, parece<br />
explicable; pero que en un pueblo religioso surja un régimen intransigentemente<br />
antirreligioso, es un fenómeno de orígenes extraños al pueblo mismo. Y tal fue lo que<br />
sucedió en Rusia.<br />
El teniente coronel Carlos R. Berzunza dice en su resumen histórico:<br />
«Numerosas iglesias fueron convertidas en teatros. La revolución inició<br />
luego la lucha contra todas las religiones, por todos los medios... Se prohibió la<br />
enseñanza religiosa a menores de 18 años. La iglesia protestó. De 900 conventos<br />
fueron arrasados 722».<br />
La resistencia de los fieles fue casi pulverizada y 29 obispos y sacerdotes<br />
pagaron con su vida la oposición al régimen y fueron las primeras víctimas de una<br />
serie de ejecuciones bolcheviques que más tarde recibieron el nombre de «purgas».<br />
Para el 7 de noviembre de 1923 la primera ola de «purgas» había aniquilado a 6,000<br />
— 19 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
profesores, 9,000 médicos, 54,000 oficiales, 260,000 soldados, 70,000 policías,<br />
12,000 propietarios, 355,000 intelectuales, 193,290 obreros y 815,950 campesinos,<br />
en mayor o menor grado culpables de oposición. Esta furia aparentemente ciega tenía<br />
por objeto aniquilar a la clase pensante y a los núcleos que podían inspirar y<br />
organizar la resistencia al nuevo régimen.<br />
En cuanto a los orígenes antirreligiosos del bolchevismo son evidentes.<br />
Supuesto que no residían en las masas populares, ni tampoco en ninguna otra<br />
religión con predominio en Rusia, se hallaban exclusivamente entre los organizadores<br />
israelitas del movimiento revolucionario, quienes seguían la sentencia de Marx: «El<br />
judaísmo es la muerte del cristianismo»[6]<br />
Ciertamente la masonería también fue un factor en esa lucha antirreligiosa, pero<br />
en última instancia la masonería es sólo uno de los brazos del judaísmo. Este creó en<br />
Egipto las primeras células secretas en el siglo XV antes de nuestra era, cuando los<br />
judíos necesitaron protegerse y ayudarse eficazmente bajo el dominio de los faraones.<br />
Siglos después esa sociedad se hizo extensiva a los no judíos, con objeto de<br />
aprovecharlos para los fines políticos israelitas, y se le dio un aspecto de fraternidad y<br />
liberalismo. Persistió, sin embargo, el ambiente de misterio bajo el cual había nacido<br />
la masonería, y todavía un enorme número de masones ignora hoy su vinculación con<br />
el movimiento político judío, a pesar de que son de origen hebreo todos los nombres<br />
de sus grados, sus símbolos y sus palabras de paso, como Jehová, Zabulón, Nekam<br />
Nekar, Adonai, etc. Esto puede comprobarlo cualquier «iniciado» que conozca a la<br />
vez la historia judía[7].<br />
Por eso es que desde el grado tercero de la masonería se designa con símbolos<br />
judíos a Jesucristo, a la iglesia y a los cristianos, como la «ignorancia», el<br />
«fanatismo» y la «superstición», respectivamente, (Jubelás, Jubelós y Jubelum) y se<br />
plantea simbólicamente la lucha contra ellos.<br />
Ya en 1860 el español Vicente de la Fuente había escrito en «Historia de las<br />
Sociedades Secretas»:<br />
«Esa sociedad proscrita en todas partes, y que en todas partes se halla sin<br />
patria, que en tal concepto desprecia las ideas de nacionalidad y patria,<br />
sustituyéndolas con un frío y escéptico cosmopolitismo, ésa tiene la clave de la<br />
francmasonería. El calendario, los ritos, los mitos, las denominaciones de varios<br />
objetos suyos, todos son tomados precisamente de esa sociedad proscrita: el<br />
judaísmo.<br />
»La francmasonería en su principio es una institución peculiar de los<br />
judíos, hija del estado en que vivían, creada por ellos para reconocerse, apoyarse<br />
y entenderse sin ser sorprendidos en sus secretos, buscarse auxiliares poderosos<br />
en todos los países, atraer a sí a todos los descontentos políticos, proteger a<br />
todos los enemigos del cristianismo.<br />
»Es público que todos los periódicos más revolucionarios e impíos de<br />
Europa están comprados por los judíos, o reciben subvenciones de ellos y de sus<br />
poderosos banqueros, los cuales a la vez son francmasones».<br />
Este paralelismo del judaísmo político y de la masonería lo confiesa el propio<br />
israelita Trotsky en su biografía, al referirse a su encarcelamiento de 1898:<br />
«Hasta entonces —dice— no había tenido ocasión de consultar las obras<br />
fundamentales del marxismo. Los estudios sobre la masonería me dieron<br />
ocasión para contrastar y revisar mis ideas. No había descubierto nada nuevo».<br />
(«Mi Vida». —León Trotsky).<br />
— 20 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Todo lo anterior explica el carácter furiosamente antirreligioso de la época<br />
actual de la historia rusa. Una época categóricamente materialista y antirreligiosa, tal<br />
como la delineó Marx en su «Introducción a la Filosofía del Derecho, de Hegel», al<br />
afirmar que sólo existe la materia. Una época tal como la planeó Lenin al afirmar que<br />
«el socialismo, por medio de la ciencia, combate el humo de la religión».<br />
En 37 diversas dependencias de las primeras fases del Estado Soviético<br />
figuraron 459 dirigentes de origen judío y 43 rusos, cuyos nombres y cargos aparecen<br />
especificados en el libro «La Gran Conspiración Judía», de Traían Romanescu.<br />
ALEMANIA, META INMEDIATA DEL MARXISMO<br />
En la segunda mitad del siglo pasado, mientras que en Rusia se abrían paso las<br />
doctrinas revolucionarias marxistas, el Imperio Alemán resurgía en 1871 forjado en la<br />
victoria de Sedán, bajo Guillermo I. Este segundo Reich era la cúspide de fuerzas cuya<br />
inquietud brillaba precisamente entonces en diversas ramas del saber: Goethe en la<br />
literatura; Beethoven, Mozart y Wagner en la música; Kant y Schopenhauer en la<br />
filosofía; Von Moltke en la milicia; Kirchhoff y Bunsen en la física y la química, y<br />
Nipkow en la mecánica.<br />
Sin embargo, en el campo de la política el alemán no tenía nada nuevo bajo la<br />
férrea forma de su imperio, y esto hizo creer a los propulsores israelitas del marxismo<br />
que sería fácil asentar en Alemania la primera base de la «revolución mundial».<br />
En efecto, KarI Marx (judío originalmente llamado Kissel Mordekay) y su<br />
compatriota Frederik Engels, quisieron que el marxismo se materializara en régimen<br />
político primero en Alemania y después en Rusia. En su «Manifiesto Comunista» de<br />
1848, ambos israelitas especificaron:<br />
«A Alemania sobre todo es hacia donde se concentra la atención de los<br />
comunistas, porque Alemania se encuentra en vísperas de una revolución<br />
burguesa y porque realizará esta revolución en condiciones más avanzadas de la<br />
civilización europea y con un proletariado infinitamente más desarrollado».<br />
Pero un año después de publicado el Manifiesto Comunista, el marxismo sufrió<br />
un golpe inesperado en Alemania. Su primer intento para apoderarse de las masas<br />
proletarias fracasó en junio de 1849. La disciplina y el nacionalismo inculcados por la<br />
milicia eran una barrera ante la revolución internacionalizada del marxismo. El<br />
general Helmuth von Moltke señalaba que esa «cólera moral» fascinaba a los<br />
demócratas y se extendía por toda Europa reclutando en sus filas «abogados, literatos<br />
y tenientes echados del servicio».<br />
En 1864 Marx fundó la Primera Internacional para impulsar la agitación<br />
internacional, particularmente en Alemania y Rusia. El comunismo anhelaba el<br />
control de Alemania por sus capacidades industriales y guerreras y el de Rusia por<br />
sus vastos recursos naturales y humanos. Ya en 1,776 el judío alemán Adán<br />
Weishaupt había creado la secta masónica de los Iluminados de Baviera, que con el<br />
señuelo de dar el dominio político mundial a los germanos pretendió utilizarlos para<br />
extender todos los principios que más tarde aprovechó Marx en sus teorías. Pero esta<br />
— 21 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
secta fue prohibida y no alcanzó sus metas en Alemania, aunque sí fue uno de los<br />
movimientos precursores de la Revolución Francesa[8].<br />
Más tarde, Lenin insistía en el sueño de Weishaupt y de Marx y les decía a sus<br />
legionarios que la tarea inmediata era<br />
«unir el proletariado industrial de Alemania, Austria y Checoslo-vaquia<br />
con el proletariado de Rusia creando así una poderosa combinación industrial y<br />
agraria desde Vladibostock hasta el Rhin».<br />
Y varios intentos se realizaron con este objeto.<br />
«Lenin dijo un día[9] que si era preciso sacrificar la revolución rusa a la<br />
revolución alemana, que representaba muchas más probabilidades de buen<br />
éxito, no dudaría en hacerlo. Las riquezas agrícolas de Rusia y las riquezas<br />
industriales de Alemania formarían una potencia gigantesca».<br />
El propio Lenin dijo también al general Alí Fuad Bajá, primer embajador turco<br />
en la URSS:<br />
«Si Alemania acepta la doctrina bolchevique me trasladaré<br />
inmediatamente de Moscú a Berlín. Los alemanes son gente de principios y<br />
permanecen fieles a las ideas una vez que han aceptado su verdad.<br />
Proporcionarán un medio mucho más favorable para la propagación de la<br />
revolución mundial que los rusos, cuya conversión exigirá mucho tiempo»[10].<br />
Pero el arraigado patriotismo del alemán era un obstáculo para eso. Aun<br />
abrazando el marxismo, lo privaba de su sello internacionalista. John Plamenats<br />
refiere que Lasalle, judío fundador del Partido Socialista Alemán, no pudo llegar a<br />
proclamar abiertamente el comunismo. Sin embargo, la doctrina hacía progresos y<br />
Plamenats afirma que el<br />
«Partido Democrático Socialista Alemán adoptó un programa<br />
completamente marxista en espíritu. Entre tanto, la industria alemana se<br />
desarrollaba rápidamente, y en poco tiempo este partido se convirtió en el más<br />
grande del Estado. Lenin creía que con ayuda de los trabajadores alemanes, los<br />
rusos podrían evitar los peligros que de otro modo se derivarían de una<br />
Revolución prematura»[11].<br />
En vísperas de la primera guerra mundial el marxismo luchaba con igual<br />
denuedo en Rusia y en Alemania, si bien con distinta táctica. El más alto nivel<br />
cultural y económico del pueblo alemán impedía progresos tan rápidos como los<br />
logrados entre las masas analfabetas y paupérrimas de Rusia. En Alemania había<br />
mejor información sobre los orígenes de las diversas tendencias políticas y esto<br />
impedía que muchos cayeran en redes hábilmente tendidas. El periodista Marr, el<br />
historiador Treitschke, el pastor Stoecker, el filósofo Duehring y el profesor Rohling<br />
llamaron frecuentemente la atención sobre la secreta influencia del judaísmo y<br />
habían gestionado con Bismarck que se le refrenara. Pero de todas maneras el Partido<br />
Democrático Socialista Alemán, con inspiración marxista, iba ganando terreno en los<br />
sindicatos.<br />
Años más tarde —a principios de 1913—, un joven descendiente de aldeanos, de<br />
20 años de edad, que de peón había ascendido a acuarelista, reflexionaba en Munich<br />
— 22 —
que:<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
«...la nación no era —según los marxistas— otra cosa que una invención de<br />
los capitalistas; la patria, un instrumento de la burguesía, destinado a explotar a<br />
la clase obrera; la autoridad de la ley, un medio de subyugar al proletariado; la<br />
escuela, una institución para educar esclavos y también amos; la religión, un<br />
recurso para idiotizar a la masa predestinada a la explotación; la moral, signo de<br />
estúpida resignación, etc. Nada había, pues, que no fuese arrojado en el lodo<br />
más inmundo».<br />
Ese joven artesano, llamado Adolfo Hitler, era partidario del sindicalismo, pero<br />
no bajo la inspiración internacionalista de Marx, sino bajo el ideal nacionalista de<br />
Patria y de Raza:<br />
«Esta necesidad —la de los sindicatos y su lucha— tendrá que considerarse<br />
como justificada mientras entre los patrones existan hombres no sólo faltos de<br />
todo sentimiento para con los deberes, sino carentes de comprensión hasta para<br />
los más elementales derechos humanos... El sindicalismo, en sí, no es sinónimo<br />
de 'antagonismo social'; es el marxismo quien ha hecho de él un instrumento<br />
para la lucha de clases... La huelga es un recurso que puede o que ha de<br />
emplearse mientras no exista un Estado racial, encargado de velar por la<br />
protección y el bienestar de todos, en lugar de fomentar la lucha entre los dos<br />
grandes grupos —patrones y obreros— y cuya consecuencia, en forma de la<br />
disminución de la producción, perjudica siempre los intereses de la<br />
comunidad».<br />
Concebía entonces que en el futuro:<br />
«...dejarán de estrellarse los unos contra los otros —obreros y patrones—<br />
en la lucha de salarios y tarifas, que daña a ambos, y de común acuerdo<br />
arreglarán sus divergencias ante una instancia superior imbuida en la luminosa<br />
divisa del bien de la colectividad y del Estado... Es absurdo y falso afirmar —<br />
decía— que el movimiento sindicalista sea en sí contrario al interés patrio. Si la<br />
acción sindicalista tiende y logra el mejoramiento de las condiciones de vida de<br />
aquella clase y constituye una de las columnas fundamentales de la nación, obra<br />
no sólo como no enemiga de la patria o del Estado, sino nacionalmente en el<br />
más puro sentido de la palabra. Su razón de ser está, por tanto, totalmente fuera<br />
de duda».<br />
Con la impetuosidad propia de su edad, y además de su carácter, Hitler trataba<br />
de persuadir a sus compañeros de que la defensa del proletariado no era la meta del<br />
marxismo, ya que si el proletariado llegaba a satisfacer sus propias necesidades,<br />
desaparecería como instrumento de lucha de quienes acaudillaban el marxismo.<br />
Ahondando en esta hipótesis, llegó a un punto que habría de ser elemento<br />
básico en la génesis del nacionalsocialismo, sistema político que luego se divulgó con<br />
el apócope de «nazi». Por ese entonces —según posteriormente refirió— creía que los<br />
judíos nacidos en Alemania sólo se diferenciaban en la religión.<br />
«El que por eso se persiguiese a los judíos como creía yo, hacía que<br />
muchas veces mi desagrado frente a exclamaciones deprimentes para ellos<br />
subiese de punto... Tuve una lucha para rectificar mi criterio... Esta fue sin duda<br />
— 23 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
la más trascendental de las transformaciones que experimenté entonces; ella me<br />
costó una intensa lucha interior entre la razón y el sentimiento. Se trataba de un<br />
gran movimiento que tendía a establecer claramente el carácter racial del<br />
judaísmo: el sionismo... Tropecé con él inesperadamente donde menos lo<br />
hubiera podido suponer; judíos eran los dirigentes del Partido Social<br />
Demócrata. Con esta revelación debió terminar en mí un proceso de larga lucha<br />
interior. Examiné casi todos los nombres de los dirigentes del Partido Social<br />
Demócrata; en su gran mayoría pertenecían al pueblo elegido; lo mismo si se<br />
trataba de representantes en el Reichstag que de los secretarios de las<br />
asociaciones sindicalistas, que de los presidentes de las organizaciones del<br />
Partido, que de los agitadores populares... Austerlitz, David, Adler, Allenbogen,<br />
etc.<br />
»Un grave cargo más pesó sobre el judaísmo ante mis ojos cuando me di<br />
cuenta de sus manejos en la prensa, en el arte, en la literatura y el teatro.<br />
Comencé por estudiar detenidamente los nombres de todos los autores de<br />
inmundas producciones en el campo de la actividad artística en general. El<br />
resultado de ello fue una creciente animadversión de mi parte hacia los judíos.<br />
Era innegable el hecho de que las nueve décimas partes de la literatura sórdida,<br />
de la trivialidad en el arte y el disparate en el teatro, gravitaban en el debe de<br />
una raza que apenas si constituía una centésima parte de la población total del<br />
país.<br />
»Ahora veía bajo otro aspecto la tendencia liberal de esa prensa. El tono<br />
moderado de sus réplicas o su silencio de tumba ante los ataques que se le<br />
dirigían debieron reflejárseme como un juego a la par hábil y villano. Sus<br />
críticas glorificantes de teatro estaban siempre destinadas al autor judío y jamás<br />
una apreciación negativa recaía sobre otro que no fuese un alemán. El sentido<br />
de todo era tan visiblemente lesivo al germanismo, que su propósito no podía<br />
ser sino deliberado».<br />
PARÉNTESIS DE GUERRA<br />
Tal fue, en síntesis, el proceso del nacimiento del nacionalsocialismo: frente al<br />
carácter internacionalista del marxismo, un categórico nacionalismo apoyado en las<br />
ideas de patria y de raza; frente al exclusivismo autoritario de la doctrina de Marx, un<br />
exclusivismo nacional —igual o mayor que aquél—; frente al origen político-israelita<br />
de la doctrina, un antisemitismo político[12].<br />
Los gérmenes del nuevo movimiento se habían perfilado ya, pero tan sólo en la<br />
mente del oscuro acuarelista. El estallido de la guerra de 1914 lo sacó de sus<br />
disquisiciones. La víspera que el conflicto armado se generalizara con la declaración<br />
inglesa de guerra contra Alemania, Adolfo Hitler se enroló como voluntario en el 16o.<br />
regimiento bávaro de infantería, el 3 de agosto de 1914.<br />
Luego combatió en el frente de Flandes y después en el Somme, donde fue<br />
ascendido a cabo y ganó la «Cruz de Hierro», que es el máximo orgullo del soldado<br />
alemán. El 7 de octubre de 1916 cayó herido y se le trasladó a un hospital cercano a<br />
— 24 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Berlín. Según sus propias palabras, desde allí pudo darse cuenta de que el «frente<br />
férreo de los grises cascos de acero; frente inquebrantable, firme monumento de<br />
inmortalidad», no tenía igual solidez en la retaguardia, donde el creciente marxismo<br />
socavaba el espíritu de resistencia.<br />
Esa situación empezó a hacer crisis a principios de 1918 al estallar una huelga de<br />
municiones, que aunque prematura y fallida, causó un efecto desastroso en la moral.<br />
«¿Por qué el ejército seguía luchando si es que el pueblo mismo no quería<br />
la victoria? ¿A qué conducían entonces los enormes sacrificios y las privaciones?<br />
El soldado peleaba por la victoria y el país le oponía la huelga[13].<br />
»Las nuevas reservas arrojadas al frente —añade— fracasaron<br />
completamente. ¡Venían de la retaguardia!... El judío internacional Kurt Eisner<br />
comenzó a intrigar en Baviera contra Prusia. No obraba ni en lo más mínimo<br />
animado del propósito de servir intereses de Baviera, sino llanamente, como un<br />
ejecutor del judaísmo. Explotó los instintos y antipatías del pueblo bávaro para<br />
poder, por ese medio, desmoronar más fácilmente a Alemania».<br />
Y así comenzó a repetirse en Alemania aquella agitación marxista que un año<br />
antes minó a Rusia y la hizo capitular en la guerra internacional para sumirla en la<br />
revolución bolchevique. La base naval alemana de Kiel fue el escenario del primer<br />
levantamiento, tal o la base naval de Kronstadt había sido el del primer<br />
levantamiento formal de los soviéticos.<br />
«Así —dice la Enciclopedia Espasa— toda resistencia resultaba imposible,<br />
aunque de haberla podido prolongar unos días hubiera dado a Alemania la<br />
posibilidad de una paz mejor... En Baviera proclaman la república... Fórmanse<br />
consejos de obreros y soldados. Los soldados desarman a los oficiales y, si<br />
resisten, los matan... La bandera roja ondea en todos los arsenales alemanes...<br />
Alemania toma un aspecto bolchevique. El emperador abdica (día 9 de<br />
noviembre de 1918) quedando proclamada la república con un carácter<br />
francamente radical y pareciendo un remedo de la república rusa».<br />
Entre tanto, el cabo Hitler había vuelto al frente, había sido alcanzado por el gas<br />
británico «cruz amarilla» y casi ciego fue internado en el hospital Pasewalk, de<br />
Pomerania.<br />
«El 10 de noviembre —refiere en «Mi Lucha»— vino el pastor del hospital<br />
para dirigirnos algunas palabras... parecía temblar intensamente al<br />
comunicarnos que la Casa de los Hohenzollern había dejado de llevar la corona<br />
imperial... Pero cuando él siguió informándonos que nos habíamos visto<br />
obligados a dar término a la larga contienda, que nuestra patria, por haber<br />
perdido la guerra y estar ahora a la merced del vencedor, quedaba expuesta en<br />
el futuro a graves humillaciones, entonces no pude más. Mis ojos se nublaron y<br />
a tientas regresé a la sala de enfermos, donde me dejé caer sobre mi lecho,<br />
ocultando mi confundida cabeza entre las almohadas.<br />
»Desde el día en que me vi ante la tumba de mi madre, no había llorado<br />
jamás. Cuando en mi juventud el destino me golpeaba despiadadamente, mi<br />
espíritu se reconfortaba; cuando en los largos años de la guerra, la muerte<br />
arrebataba de mi lado a compañeros y camaradas queridos, habría parecido casi<br />
un pecado el sollozar. ¡Morían por Alemania! Y cuando finalmente, en los<br />
últimos días de la terrible contienda, el gas deslizándose imperceptiblemente,<br />
— 25 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
comenzara a corroer mis ojos, y yo, ante la horrible idea de perder para siempre<br />
la vista, estuviera a punto de desesperar, la voz de la conciencia clamó en mí:<br />
¡Infeliz! ¿Llorar mientras miles de camaradas sufren cien veces más que tú? Y<br />
mudó soporté el destino.<br />
»Pero ahora era diferente porque ¡todo sufrimiento material desaparecía<br />
ante la desgracia de la patria! Todo había sido, pues, inútil; en vano todos los<br />
sacrificios y todas las privaciones, inútiles los tormentos del hambre y de la sed,<br />
durante meses interminables; inútiles también todas aquellas horas en que<br />
entre las garras de la muerte, cumplíamos, a pesar de todo, nuestro deber;<br />
infructuoso, en fin, el sacrificio de dos millones de vidas. ¿Acaso habían muerto<br />
para eso los soldados de agosto y septiembre de 1914 y luego seguido su ejemplo<br />
en aquel otoño, los bravos regimientos de jóvenes voluntarios? ¿Acaso para eso<br />
cayeron en la tierra de Flandes aquellos muchachos de 17 años?... »Guillermo II<br />
había sido el primero que, como emperador alemán, tendiera la mano<br />
conciliadora a los dirigentes del marxismo, sin darse cuenta de que los villanos<br />
no saben del honor; mientras en su diestra tenían la mano del Emperador, con<br />
la izquierda buscaban el puñal...<br />
»¡Había decidido dedicarme a la política!»<br />
Como consecuencia del tratado de paz, se privó a Alemania de 70,580<br />
kilómetros cuadrados de territorio metropolitano, con 6.475,000 habitantes; además<br />
de 2.952,600 kilómetros cuadrados de colonias, y se le fijaron reparaciones por valor<br />
de 90,000 millones de marcos oro. Lo que había sido el II Reich quedó reducido a<br />
472,000 kilómetros cuadrados (poco menos que la cuarta parte de México), con 68<br />
millones de habitantes.<br />
Aprovechando el malestar de la guerra perdida —tal como ocurrió en Rusia— el<br />
marxismo hizo un supremo esfuerzo en Alemania por restablecer el Estado soviético.<br />
Los motines y los paros se utilizaron pródigamente para atemorizar y dominar, pero<br />
los revolucionarios tropezaron con una oposición nacionalista más poderosa y<br />
consciente que la habida en Rusia.<br />
Los agitadores israelitas KarI Liebknecht y Rosa Luxemburgo lucharon<br />
frenéticamente estableciendo soviets en diversas poblaciones hasta que fueron<br />
muertos por un soldado. En Munich, el israelita Eisner proclamó en 1919 un régimen<br />
francamente soviético, pero después de cuatro semanas fue derrocado en sangrientas<br />
luchas callejeras. El ejército repudiaba al bolchevismo y como la gran masa del<br />
pueblo seguía queriendo y respetando al ejército, los marxistas tuvieron que limitar<br />
sus ambiciones. En Berlín fueron dominados después de que hubo más de mil<br />
muertos.<br />
Friedrich Ebert, que en plena guerra había votado por la continuación de la<br />
huelga en las fábricas de municiones, logró escalar la Presidencia de la Nueva<br />
República y establecer un régimen que aunque todavía muy distante del radicalismo<br />
soviético, le seguía los pasos a prudente distancia. Toda la maquinaria oficial adquirió<br />
cierto matiz anticristiano y benevolente tolerancia hacia el marxismo, actitudes que<br />
hasta entonces no había adoptado ningún gobierno alemán.<br />
En 1918 la nueva Constitución alemana fue «delineada por un jurisconsulto<br />
judío, Hugo Preuss», según dice el israelita Salomón Resnick, en «Cinco Ensayos<br />
Sobre Temas Judíos».<br />
— 26 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
FACTOR SECRETO EN LA DERROTA ALEMANA<br />
La revolución marxista soviética de 1917 y la revolución marxista alemana de<br />
1918 tuvieron un mismo origen. Desde 1848 era público que Marx y Engels buscaban<br />
la conquista del proletariado germano; luego Lenin, Trotsky y otros israelitas<br />
proclamaron como meta la unificación e internacionalización de las masas rusa y<br />
alemana.<br />
Al caer el Emperador Guillermo II, como cuando en Rusia cayó el zar, los<br />
israelitas aumentaron su influencia en Alemania:<br />
«Al terminar la guerra —dice Henry Ford— los gananciosos fueron los<br />
judíos... En Alemania (1918) controlaron: Rosenfeld el Ministerio de Gracia y<br />
Justicia; Hirsch, Gobernación; Simón, Hacienda; Futran, Dirección de<br />
Enseñanza; Kastenberg, Dirección del Negociado de Letras y Artes; Wurm,<br />
Secretario de Alimentación; Dr. Hirsch y Dr. Stadhagen, Ministerio de Fomento;<br />
Cohen, Presidente del Consejo de Obreros y Soldados, cuyos colaboradores<br />
judíos eran Stern, Herz, Loswemberg, Frankel, Israelowitz, Laubeheim,<br />
Seligschen, Katzenstein, Lauffenberg, Heimann, Schlesinger, Merz y Weyl.<br />
Nunca la influencia judía había sido mayor en Alemania, y se erigió mediante la<br />
ayuda del bolchevismo disfrazado de socialismo, del control de la prensa, de la<br />
industria y de la alimentación.<br />
»Los judíos-alemanes Félix y Paul Warburg cooperaban en Estados<br />
Unidos, en el esfuerzo bélico contra Alemania. Su hermano Máximo Warburg<br />
alternaba, entre tanto, con el gobierno alemán. Los hermanos se encontraron en<br />
París, en 1919, como representantes de «sus» respectivos gobiernos y como<br />
delegados de la paz... —Mediante empréstitos, los judíos se infiltraron en las<br />
cortes, lo mismo en Rusia que en Alemania o Inglaterra. Su táctica recomienda<br />
ir derecho al cuartel general.<br />
»Más coincidencias: Walter Rathenau, judío, era el único que poseía la<br />
comunicación telefónica directa con el Kaiser. En la Casa Blanca de Washington<br />
influían también varios judíos...<br />
»Al Estado Judío Internacional que vive secretamente entre los demás<br />
Estados, le llaman en Alemania 'Pan-Judea'. Sus principales medios de<br />
dominación son capitalismo y prensa. La primera sede de 'Pan-Judea' fue París;<br />
luego pasó a Londres, antes de la Guerra, y ahora parece que se trasladará a<br />
Nueva York (1920). Como Pan-Judea dispone de las fuentes de información del<br />
mundo entero, puede ir preparando la opinión pública mundial para sus fines<br />
más inmediatos...<br />
»El Berliner Tageblatt y la Munchener Neuste Nachrichten fueron<br />
durante la guerra órganos oficiosos del gobierno alemán, y sin embargo,<br />
defendían decididamente los intereses judíos. La 'Frankfurter Zeitung', de la<br />
que dependen muchos otros diarios, es genuinamente judía».<br />
Muy distante del fabricante norteamericano de automóviles que hacía estas<br />
observaciones, el general Ludendorff, estratega alemán, «no se explicaba la derrota<br />
de 1918 y presintió que allí actuaban fuerzas ocultas que no encajaban en los cálculos<br />
del Estado Mayor». Después de hacer estudios e investigaciones en este sentido,<br />
afirmó que las fuerzas responsables de la derrota de Alemania constituían el poderío<br />
— 27 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
secreto del mundo, formado por judíos y masones. Con base en diversos documentos<br />
aseguró que éstos habían estorbado la producción de guerra y fomentado la<br />
desmoralización en la retaguardia. En su testamento recomendaba a los alemanes un<br />
esfuerzo supremo, económico, militar y psicológico, a fin de sacudir la influencia del<br />
poderío secreto del mundo. («La Guerra Total»).<br />
Entre tanto, con el uniforme de cabo, Adolfo Hitler ya no pensaba en la<br />
arquitectura —que fue su ambición anterior a la guerra—, sino en la política. Le había<br />
impresionado sobremanera el triunfo total del marxismo en Rusia y los progresos<br />
arrolladores que hacía en Alemania. Lenin anunciaba que las dos primeras etapas del<br />
movimiento se habían cumplido ya, dentro de Rusia, y las siguientes se desarrollarían<br />
hacia el exterior mediante el apoyo de la dictadura erigida en la URSS. Polonia,<br />
inmediatamente, y Alemania después, eran los objetivos más cercanos.<br />
Hitler argumentaba que las derrotas militares no habían sido la causa de la<br />
capitulación, porque eran mucho menores a los triunfos alcanzados. Tampoco creía<br />
que la economía fuera la culpable de la rendición, pues el esfuerzo bélico de cuatro<br />
años se apoyó más en factores espirituales de heroísmo y organización que en bases<br />
económicas. Y concluía que todo se había comenzado a minar ya desde años atrás y<br />
que la capitulación de 1918 era sólo el primer efecto visible de esa lenta corrosión<br />
interior.<br />
Sin duda algo flotaba en el ambiente y era percibido por todos. Lo que Henry<br />
Ford denunciaba desde Norteamérica como hegemonía israelita, el general<br />
Ludendorff lo identificaba entre sus documentos de Estado Mayor como «poderío<br />
secreto del mundo», y un cabo desconocido lo refería así desde su punto de vista de<br />
hombre de la masa del pueblo:<br />
«¿No fue la prensa —decía— la que en constantes agresiones minaba los<br />
fundamentos de la autoridad estatal hasta el punto de que bastó un simple golpe<br />
para derrumbarlo todo? Finalmente, ¿no fue esa misma prensa la que<br />
desacreditó al ejército mediante una crítica sistemática, saboteando el servicio<br />
militar obligatorio e instigando a negar créditos para el ramo de guerra?...<br />
»Karl Marx fue, entre millones, realmente el único que con su visión de<br />
profeta descubriera en el fango de una humanidad paulatinamente envilecida,<br />
los elementos esenciales del veneno social, y supo reunirlos cual un genio de la<br />
magia negra, en una solución concentrada para poder destruir así con mayor<br />
celeridad, la vida independiente de las naciones soberanas del orbe. Y todo esto,<br />
al servicio de su propia raza...<br />
»Adquiriendo acciones entra el judío en la industria; gracias a la Bolsa<br />
crece su poder en el terreno económico... Tiene en la francmasonería, que cayó<br />
completamente en sus manos, un magnífico instrumento para cohonestar y<br />
lograr la realización de sus fines. Los círculos oficiales, del mismo modo que las<br />
esferas superiores de la burguesía política y económica, se dejan coger<br />
insensiblemente en el garlito judío por medio de los lazos masónicos... Junto a<br />
la francmasonería está la prensa como una segunda arma al servicio del<br />
judaísmo. Con rara perseverancia y suma habilidad sabe el judío apoderarse de<br />
la prensa, mediante cuya ayuda comienza paulatinamente a cercenar y a<br />
sofisticar, a manejar y a mover el conjunto de la vida pública...<br />
»Políticamente —añadía Hitler— el judío acaba por substituir la idea de la<br />
democracia por la de la dictadura del proletariado. El ejemplo más terrible en<br />
ese orden lo ofrece Rusia, donde el judío, con un salvajismo realmente fanático,<br />
hizo perecer de hambre o bajo torturas feroces a treinta millones de personas,<br />
con el solo fin de asegurar de este modo a una caterva de judíos, literatos y<br />
— 28 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
bandidos de Bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo».<br />
Y el hecho de que el triunfo marxista no fuera tan definitivo en Alemania, se lo<br />
explicaba así en 1920:<br />
«El pueblo alemán no estaba todavía maduro para ser arrastrado al<br />
sangriento fango bolchevique, como ocurrió con el pueblo ruso. En buena parte<br />
se debía esto a la homogeneidad racial existente en Alemania entre la clase<br />
intelectual y la clase obrera; además, a la sistemática penetración de las vastas<br />
capas del pueblo con elementos de cultura, fenómeno que encuentra paralelo<br />
sólo en los otros Estados occidentales de Europa y que en Rusia es totalmente<br />
desconocido. Allí, la clase intelectual estaba constituida, en su mayoría, por<br />
elementos de nacionalidad extraña al pueblo ruso o por lo menos de raza no<br />
eslava. Tan pronto como en Rusia fue posible movilizar la masa ignara y<br />
analfabeta en contra de la escasa capa intelectual que no guardaba contacto<br />
alguno con aquélla, estuvo echada la suerte de este país y ganada la revolución.<br />
»El analfabeto ruso quedó con ello convertido en el esclavo indefenso de<br />
sus dictadores judíos, los cuales eran lo suficientemente perspicaces para hacer<br />
que su férula llevase el sello de la dictadura del pueblo...<br />
»La bolchevización de Alemania, esto es, el exterminio de la clase pensante<br />
nacionalracista, logrando con ello la posibilidad de someter al yugo<br />
internacional de la finanza judía las fuentes de producción alemana, no es más<br />
que el preludio de la propagación de la tendencia judía de conquista mundial.<br />
»Cómo tantas veces en la historia, Alemania constituye también en este<br />
caso el punto central de una lucha gigantesca. Si nuestro pueblo y nuestro<br />
Estado sucumben bajo la presión de esos tiranos, ávidos de sangre y de dinero,<br />
el orbe entero será presa de sus tentáculos de pulpo; mas si Alemania alcanza a<br />
librarse de ese atenazamiento, podrá decirse que para todo el mundo quedó<br />
anulado uno de los mayores peligros».<br />
[1] «Europa y el Alma del Oriente». —Por Walter Schubart — Profesor de Sociología<br />
y Filosofía de la Universidad de Riga, Letonia.<br />
[2] «Vida Intima». —Conde de Keyserling.<br />
[3] «El Soldado Ruso». —Otto Skorzeny.<br />
[4] «La Rusia de Stalin». —Por Max Eastman, Profesor de Filosofía de la Universidad<br />
de Columbia.<br />
[5] «Resumen Histórico de Rusia». —Tte. Coronel Ing. Carlos R. Berzunza, y Cap. 1°<br />
Bruno Galindo. Escuela Superior de Guerra. —México.<br />
[6] «El Problema Judío». —Karl Marx. — Por cierto que Marx dio forma a la teoría<br />
del comunismo, pero los principios seudocientíficos de éste ya eran manejados por el<br />
judaísmo desde muchos años antes. Marx recibió ayuda de los banqueros judíos<br />
Rothschild.<br />
[7] Diccionario Enciclopédico Abreviado de la Masonería. —Por Lorenzo Frau<br />
Abrines, Maestro Masón, Grado 33.<br />
[8] «Revolución Mundial». — Nesta H. Webster.<br />
[9] «Hitler Contra Stalin». — Víctor Serge, marxista.<br />
[10] «Memorias». — Franz Von Papen.<br />
[11] «El Marxismo y sus Apóstoles». — John Plamenats.<br />
— 29 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
[12] Debe discernirse claramente que una cosa es la lucha política contra el<br />
movimiento político judío y otra muy distinta es la hostilidad injusta contra el pueblo<br />
judío en masa, sólo por ser judío.<br />
[13] «Mi Lucha». — Adolfo Hitler.<br />
[1] «Más Allá del Bien y del Mal». — Federico Nietzsche.<br />
[2] Contribución del Ghetto Europeo. — Por el Dr. James Parkes. Tribuna Israelita,<br />
marzo 1956.<br />
[3] «Manual de Historia Judía». — Simón Dubnow. — Editorial Judaica.<br />
[4] «Vida de Lenín». — Por Pierre Charles.<br />
[5] «Vida, Martirio y Sacrificio de los Zares». — Por Tatiana Botkin, hija del médico<br />
de la familia imperial.<br />
— 30 —
Cambio de Rumbo para Alemania.<br />
El Primer Partido Anticomunista.<br />
Bautizo de Fuego del Nacionalsocialismo.<br />
Djugashvili, el Hombre de Acero.<br />
Hitler y Stalin Cara a Cara.<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
CAPITULO II<br />
Hitler Hacia el Oriente<br />
(1919-1936)<br />
CAMBIO DE RUMBO PARA ALEMANIA<br />
Apoyándose en la miseria y en la predisposición mística de las masas rusas, en<br />
1919 el marxismo ya había logrado derrocar el imperio de los zares y apoyándose en<br />
los obreros alemanes socialdemócratas y en el malestar provocado por la guerra, ya<br />
había conseguido abatir la Casa Imperial de los Hohenzollern. Su plan de conquista<br />
—llamada por los propios marxistas revolución mundial— se había anotado dos<br />
triunfos importantes.<br />
El cabo Hitler comenzó entonces a proclamar en improvisados mitines que<br />
Alemania debería zanjar definitivamente sus querellas con Inglaterra y Francia (es<br />
decir, con el Mundo Occidental), y encaminar todo su esfuerzo a aniquilar al<br />
comunismo. Veía en esta dictadura el peligro peor y más auténtico contra Alemania y<br />
Eu-ropa entera.<br />
Así nació el pensamiento básico que determinó la doctrina po-lítica de Hitler,<br />
primero, y luego de Alemania toda. Hitler consideró al pueblo ruso un conglomerado<br />
de razas ignaras dominadas por la fuerza de un núcleo marxista-judío y convertidas<br />
en un instrumento para el dominio de otros pueblos. Y consideró que Alemania<br />
debería luchar contra la URSS en defensa propia. El crecimiento del Reich a costa del<br />
suelo soviético sería la compensación material de esa lucha.<br />
El mismo año de 1919 llegó a creer que tal política contaría con el apoyo de las<br />
naciones occidentales, también amenazadas por la «revolución mundial» que<br />
anunciaban Lenin y los demás exegetas del marxismo. Desde entonces comenzaron,<br />
pues, a delimitarse los campos de la nueva contienda. Hitler y sus partidarios se<br />
declaraban categóricamente enemigos del movimiento político judío representado en<br />
el Oriente por el marxismo, y a la vez se declaraban enemigos de las masas soviéticas,<br />
a las que consideraban ya como instrumento de aquel movimiento, carentes de<br />
voluntad y destino propio.<br />
Es curioso observar que en 1886 Nietzsche había previsto en «Más Allá del Bien<br />
y del Mal»:<br />
— 31 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
«Alemania está indigesta de hebreos... Los hebreos son sin disputa la raza<br />
más tenaz y genuina que vive en Europa. Saben abrirse paso en las peores<br />
condiciones, quizá mejor que en las condiciones favorables... Un pensador que<br />
medite sobre el porvenir de Europa deberá contar con los hebreos y con los<br />
rusos como los factores más probables y seguros en la gran lucha»<br />
Y ambos factores, que iban a probar su eficacia en «la gran lucha», fueron<br />
precisamente los dos enemigos que desde 1919 escogió Adolfo Hitler. Ya en 1912,<br />
siendo entonces acuarelista, consideraba que el problema del crecimiento de<br />
Alemania no debía resolverse restringiendo la natalidad, como lo proclamaba el<br />
médico israelita Magnus Hirschfeld; la colonización interior era sólo un calmante; y<br />
en cuanto a la colonización ultramarina, la juzgaba inconveniente porque daría lugar<br />
a choques con el Imperio Británico. Esto se hallaba en pugna con su idea básica de<br />
marchar contra la URSS y no contra Occidente.<br />
«En consecuencia —decía—, la única posibilidad hacia la realización de<br />
una sana política territorial reside para Alemania en la adquisición de nuevas<br />
tierras en el Continente mismo... Y si esa adquisición quería hacerse en Europa,<br />
no podía ser en resumen sino a costa de Rusia. Por cierto que para una política<br />
de esa tendencia, había en Europa un solo aliado posible: Inglaterra»[1].<br />
Posteriormente, al escribir la segunda parte de «Mi Lucha», Hitler entró en más<br />
pormenores respecto a su idea de frustrar la absorción marxista de Rusia y de que el<br />
crecimiento de Alemania se hiciera a costa de las vastas extensiones territoriales<br />
soviéticas.<br />
«La pretensión —añadía— de restablecer las fronteras de 1914 constituye<br />
una insensatez política de proporciones y consecuencias tales, que la revelan<br />
como un crimen.<br />
»No debe olvidarse jamás que el judío internacional, soberano absoluto de<br />
la Rusia de hoy, no ve en Alemania una aliado posible, sino un Estado<br />
predestinado a la misma suerte política. Alemania constituye para el<br />
bolchevismo el gran objetivo de su lucha. Se requiere todo el valor de una idea<br />
nueva, encarnando una misión, para arrancar una vez más a nuestro pueblo de<br />
la estrangulación de esta serpiente internacional...<br />
»Confieso francamente que ya en la época de la anteguerra, me habría<br />
parecido más conveniente que Alemania, renunciando a su insensata política<br />
colonial y, consiguientemente, al incremento de su flota mercante y de guerra,<br />
hubiese pactado con Inglaterra en contra de Rusia y pasado así de su trivial<br />
política cosmopolita, a una política europea resuelta, de tendencia territorial en<br />
el continente».<br />
EL PRIMER PARTIDO ANTICOMUNISTA<br />
El ejército alemán —reducido a cien mil hombres por el Tratado de Versalles—,<br />
veía con creciente inquietud cómo proliferaba el marxismo. Aunque los militares no<br />
podían actuar en política, algunos jefes se esforzaban cuando menos por mantenerse<br />
al tanto de los planes de las organizaciones izquierdistas. Era natural que para ellos,<br />
— 32 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
que como soldados se habían formado en el culto de la Patria, de la bandera y de la<br />
propia nacionalidad, resultaran particularmente repugnantes las doctrinas<br />
izquierdistas que consideraban la Patria como un mito y la internacionalización del<br />
proletariado como la muerte del ideal nacionalista. Tanto era así que muchos<br />
militares fueron como voluntarios en 1919 a combatir a los bolcheviques en Letonia y<br />
Lituania, hasta que las potencias aliadas hicieron presión sobre Alemania para que<br />
prohibiera esas actividades. Nadie se explicó entonces esa medida que favorecía al<br />
comunismo soviético.<br />
El cabo Adolfo Hitler fue comisionado en enero de 1919 para observar las<br />
actividades de algunos nacientes «consejos de soldados», similares a los soviets de<br />
Rusia. Con el mismo fin visitó la asamblea del naciente Partido Obrero Alemán. Fue<br />
ése un instante pleno de futuro.<br />
Propiamente el partido no existía más que en la mente de sus proyectistas<br />
Harrer y Antonio Drexler. Una escasa y heterogénea concurrencia escuchaba planes.<br />
Entre los oradores figuraban un profesor que abogaba por la desmembración de<br />
Alemania, de acuerdo con las ideas que había propalado el israelita Kurt Eisner,<br />
consistente en que Baviera debería desligarse de Prusia.<br />
Olvidando su papel de neutro observador, Hitler pidió la palabra. Fue tan<br />
violento su discurso que el profesor abandonó la sala. Terminada la sesión, Hitler<br />
averiguó más detalles acerca del naciente partido. No había nada:<br />
«Ni un volante de propaganda; se carecía de tarjetas de identificación para<br />
los miembros del partido; por último, hasta de un pobre sello. En realidad, sólo<br />
se contaba con fe y buena voluntad. Desde aquel momento —escribió Hitler—<br />
desapareció para mí todo motivo de hilaridad y tomé las cosas en serio».<br />
Aunque desde el 10 de noviembre de 1918, cuando decidió dedicarse a la<br />
política, Hitler alentaba la idea de formar un partido y decía que era más fácil forjar<br />
algo nuevo que rectificar lo existente, accedió a ingresar al Partido Obrero Alemán<br />
como miembro número siete.<br />
De acuerdo con sus seis compañeros procedió luego a redactar invitaciones en<br />
máquina, para buscar nuevos adeptos.<br />
«Recuerdo todavía cómo yo mismo en aquel primer tiempo, distribuí un<br />
día personalmente, en las respectivas casas, ochenta de esas invitaciones, y<br />
recuerdo también cómo esperamos aquella noche la presencia de las masas<br />
populares que debían venir. Pero las masas no llegaron y la sesión se efectuó<br />
con los siete miembros de costumbre».<br />
Mediante un aviso en el «Munchener Beobachter», más tarde logramos reunir<br />
111 personas en el «Hofbrauhaus Keller», de Munich. Los partidarios aumentaban<br />
con exasperante lentitud. Entretanto, los organizadores se reunían en una cervecería<br />
a cambiar impresiones. Harrer era partidario de proceder con suma cautela y de que<br />
ciertos principios no fueran proclamados públicamente, sino difundidos en secreto, a<br />
fin de evitar inminentes represalias. Hitler se opuso rotundamente a esta política.<br />
«Todo hombre que está enterado de una cosa —decía—, que se da cuenta<br />
de un peligro latente, y que ve la posibilidad de remediarlo, tiene<br />
necesariamente la obligación de asumir en público una actitud franca en contra<br />
del mal, en lugar de concretarse a obrar silenciosamente».<br />
— 33 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Su punto de vista se impuso al siguiente año, en 1920; Harrer renunció como<br />
presidente y lo substituyó Drexler, y Hitler asumió el cargo de secretario de<br />
propaganda. Organizó luego el primer mitin, si bien con grandes temores de que<br />
resultara un fracaso. Poco antes de la hora fijada «mi corazón saltaba de alegría, pues<br />
el enorme local se hallaba materialmente repleto de gente en un número mayor a<br />
2,000 personas».<br />
Entre los asistentes había numerosos comunistas que al principio siseaban a los<br />
oradores:<br />
«Media hora después —dice Hitler refiriéndose a su .propio discurso—, los<br />
aplausos comenzaron a imponerse a los gritos y exclamaciones airadas y,<br />
finalmente, cuando exponía los 22 puntos de nuestro programa, me hallaba<br />
frente a una sala atestada de individuos unidos por una nueva convicción, por<br />
una nueva fe y por una nueva voluntad. Quedó encendido el fuego cuyas llamas<br />
forjarán un día la espada que devuelva la libertad al Sigfrido germánico y<br />
restaure la vida de la nación alemana».<br />
Sin embargo, aquellos pequeños éxitos no trascendían. Ni siquiera la prensa de<br />
la localidad se ocupaba de ellos, o bien lo hacía en forma desairada. «Daba mucho<br />
qué pensar —agregaba Hitler— el hecho de que frente al poderío de la prensa judía,<br />
no existiese ningún periódico nacionalista de importancia efectiva». En consecuencia,<br />
su siguiente meta fue hacerse de un periódico; en diciembre de ese año logró que el<br />
partido adquiriera el «Voelkischer Beobachter», e introdujo la reforma de que el<br />
diario procurara su propio financiamiento, en vez de pretender sostenerse con cuotas<br />
de los prosélitos. Hitíer mismo creó la bandera del movimiento nazi. El rojo<br />
significaba la idea social; el blanco, la idea nacionalista; y la swástica, «la misión de<br />
luchar por la victoria del hombre ario y por el triunfo de la idea del trabajo<br />
productivo, idea que es y será siempre antisemita».<br />
Asimismo creó las «tropas de orden» para repeler en los mítines las<br />
perturbaciones de los izquierdistas y esas tropas se convirtieron más tarde en<br />
«sección de asalto». Mediante estos progresos fue posible celebrar el 3 de febrero de<br />
1921, en el Circo Krone, el más grande de los mitines nacionalistas, con 6,500<br />
asistentes. En el verano de 1922 logró reunir en Munich 60,000 personas, aunque<br />
muchas de ellas no pertenecían al partido.<br />
Ese año organizó el primer desfile en Coburgo, donde los jefes israelitas,<br />
resentidos por los ataques, hicieron un llamado a los «camaradas del proletariado<br />
Internacional» para frustrar la marcha.<br />
Rápidamente Hitler iba erigiéndose en el principal inspirador y director del<br />
partido y logró que éste proclamara todos sus principios políticos, que en síntesis<br />
eran los siguientes:<br />
1. No existe más que una doctrina política: la de nacionalidad y patria. Tenemos<br />
que asegurar la existencia y el incremento de nuestra raza y de nuestro pueblo, para<br />
que nuestro pueblo cumpla la misión que el Supremo Creador le tiene reservada.<br />
2. El Estado es el recipiente; el pueblo es el contenido. El Estado tiene su razón<br />
de ser sólo cuando abarca y protege el contenido. El Estado no es un fin en sí mismo.<br />
3. El parlamentarismo democrático no tiende a constituir una asamblea de<br />
sabios, sino a reclutar más bien una multitud de nulidades intelectuales, tanto más<br />
fáciles de manejar cuanto mayor sea la limitación mental de cada uno de ellos. Sólo<br />
así puede hacerse política partidista en el sentido malo de la expresión.<br />
En oposición a este parlamentarismo democrático está la genuina democracia<br />
germánica de la libre elección del Fuehrer, que se obliga a asumir toda la<br />
— 34 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
responsabilidad de sus actos. La democracia del mundo occidental de hoy es la<br />
precursora del marxismo, el cual sería inconcebible sin ella. Es la democracia la que<br />
en primer término proporciona a esta peste mundial el campo de nutrición de donde<br />
la epidemia se propaga después.<br />
En el parlamentarismo no hay ningún responsable. La idea de responsabilidad<br />
presupone la idea de la personalidad.<br />
4. El fuerte es más fuerte cuando está solo. Una ideología que irrumpe tiene que<br />
ser intolerante y no podrá reducirse a jugar el rol de un simple partido junto a otro. El<br />
Cristianismo no se redujo sólo a levantar su altar, sino que obligadamente tuvo que<br />
proceder a la destrucción de los altares paganos. El futuro de un movimiento depende<br />
del fanatismo, si se quiere de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa y<br />
la impongan frente a otros movimientos de índole semejante.<br />
5. Pueblos de la misma sangre corresponden a una patria común. El derecho<br />
humano priva sobre el derecho político. Quien no está dispuesto a luchar por su<br />
existencia o no se siente capaz de ello es que ya está predestinado a desaparecer, y<br />
esto por la justicia eterna de la Providencia. El mundo no se ha hecho para los<br />
pueblos cobardes.<br />
6. Pueden coartarse las libertades siempre que el ciudadano reconozca en estas<br />
medidas un medio hacia la grandeza nacional.<br />
7. El obrero de Alemania debe ser incorporado al seno del pueblo alemán.<br />
La misión de nuestro movimiento en este orden consiste en arrancar al obrero<br />
alemán de la utopía del internacionalismo, libertarle de su miseria social y redimirle<br />
del triste medio cultural en que vive.<br />
El sistema nacionalsocialista (nazi) practica el socialismo como un instrumento<br />
de justicia social, pero no como un instrumento de influencia judía. Al privarlo de<br />
esta venenosa característica, automáticamente se convierte en enemigo del falso<br />
socialismo internacional.<br />
8. La exaltación de un grupo social no se logra por el descenso del nivel de los<br />
superiores, sino por el ascenso de los inferiores. El obrero atenta contra la patria al<br />
hacer demandas exageradas; del mismo modo, no atenta menos contra la comunidad<br />
el patrón que por medios inhumanos y de explotación egoísta abusa de las fuerzas<br />
nacionales de trabajo, llenándose de millones a costa del sudor del obrero.<br />
9. Nuestro movimiento está obligado a defender por todos los medios el respeto<br />
a la personalidad. La personalidad es irreemplazable.<br />
Las minorías hacen la historia del mundo, toda vez que ellas encarnan, en su<br />
minoría numérica, una mayoría de voluntad y de entereza.<br />
No es la masa quien inventa, ni es la mayoría la que organiza y piensa; siempre<br />
es el individuo, es la personalidad, la que por doquier se revela. Deberán colocarse<br />
cabezas por encima de las masas y hacer que éstas se subordinen a aquéllas. La<br />
ideología nacionalsocialista tiene que diferenciarse fundamentalmente de la del<br />
marxismo en el hecho de reconocer la significación de la personalidad.<br />
10. Establecer mejores condiciones para nuestro desarrollo. Anulación de los<br />
depravados incorregibles.<br />
En el teatro y en el film, mediante literatura obscena y prensa inmunda, se vacía<br />
en el pueblo día por día veneno a borbotones. Y sin embargo, se sorprenden los<br />
estratos burgueses de la «falta de moral» como si de esa prensa inmunda, de esos<br />
films disparatados y de otros factores semejantes, surgiese para el ciudadano el<br />
concepto de la grandeza patria. El problema de la nacionalización de un pueblo<br />
consiste, en primer término, en crear sanas condiciones sociales.<br />
11. Supresión de la influencia extranjera en la prensa.<br />
Aquello que denominamos «opinión pública» se basa sólo mínimamente en la<br />
— 35 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
experiencia personal del individuo y en sus conocimientos; y depende casi en su<br />
totalidad de la idea que el individuo se hace de las cosas a través de la llamada<br />
«información pública», persistente y tenaz.<br />
12. La misión educadora no consiste sólo en insuflar el conocimiento del saber<br />
humano. En primer término deben formarse hombres físicamente sanos. En segundo<br />
plano está el desarrollo de las facultades mentales, y en lugar preferente, la educación<br />
del carácter, y sobre todo, el fomento de la fuerza de voluntad y de decisión,<br />
habituando al alumno a asumir gustoso la responsabilidad de sus actos. Como<br />
corolario viene la instrucción científica. Las ciencias exactas están amenazadas de<br />
descender cada vez más a un plano de exclusivo materialismo; la orientación idealista<br />
deberá ser mantenida a manera de contrapeso.<br />
13. Así como la instrucción es obligatoria, la conservación del bienestar físico<br />
debe serlo también.<br />
El entrenamiento corporal tiene que inculcar en el individuo la convicción de su<br />
superioridad física. El ejercicio físico no es cuestión personal de cada uno. No existe<br />
la libertad de pecar a costa de la prole.<br />
Basta analizar el contenido de los programas de nuestros cines, variedades y<br />
teatros para llegar a la irrefutable conclusión de que no son precisamente alimento<br />
espiritual que conviene a la juventud. Nuestra vida de relación tiene que ser liberada<br />
del perfume estupefaciente, así como del pudor fingido, indigno del hombre.<br />
14. El Estado debe cuidar que sólo los individuos sanos tengan descendencia.<br />
Debe inculcar que existe un oprobio único: engendrar estando enfermo.<br />
No debe darse a cualquier degenerado la posibilidad de multiplicarse, lo cual<br />
supone imponer a su descendencia y a los contemporáneos de éstos indecibles<br />
penalidades[2].<br />
15. Los hombres no deberán preocuparse más de la selección de perros, caballos<br />
y gatos, que de levantar el nivel racial del hombre mismo.<br />
16. El matrimonio deberá hacerse posible a una más temprana edad y han de<br />
crearse los medios económicos necesarios para que una numerosa prole no se reciba<br />
como una desventura.<br />
17. El Partido permitirá al niño más pobre la pretensión de elevarse a las más<br />
altas funciones si tiene talento para ello. Nadie debe tener automáticamente derecho<br />
a un ascenso. Nadie debe poder decir: «ahora me toca a mí». Precedencia al talento.<br />
No hay otra regla.<br />
18. La mezcla de sangre extraña es nociva a la nacionalidad. Su primer resultado<br />
desfavorable se manifiesta en el superindividualismo de muchos[3].<br />
19. Los partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones religiosas<br />
mientras éstas no socaven la moral de la raza; del mismo modo, es impropio<br />
inmiscuir la religión en manejos de política partidista.<br />
Las doctrinas e instituciones religiosas de un pueblo debe respetarlas el Fuehrer<br />
político como inviolables: de lo contrario, debe renunciar a ser político y convertirse<br />
en reformador, si es que para ello tiene capacidad.<br />
20. Quien ama a su patria prueba ese amor sólo mediante el sacrificio que por<br />
ella está dispuesto a hacer. Un patriotismo que no aspira sino al beneficio personal,<br />
no es patriotismo. Los hurras nada prueban.<br />
Solamente puede uno sentirse orgulloso de su pueblo cuando ya no tenga que<br />
avergonzarse de ninguna de las clases sociales que lo forman. Pero cuando una mitad<br />
de él vive en,condiciones miserables e incluso se ha depravado, el cuadro es tan triste<br />
que no hay razón para sentir orgullo. Las fuerzas que crean o que sostienen un Estado<br />
son el espíritu y la voluntad de sacrificio del individuo en pro de la colectividad. Que<br />
estas virtudes nada tienen de común con la economía, fluye de la sencilla<br />
— 36 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
consideración de que el hombre jamás va hasta el sacrificio por esta última, es decir,<br />
que no se muere por negocio, pero sí por ideales.<br />
21. Luchar contra la orientación perniciosa en el arte y en la literatura.<br />
22. Es cuestión de principio que el hombre no vive pendiente únicamente del<br />
goce de bienes materiales. Es posible que el oro se haya convertido hoy en el soberano<br />
exclusivo de la vida, pero no cabe duda de que un día el hombre volverá a conciliarse<br />
ante dioses superiores. Y es posible también que muchas cosas del presente deban su<br />
existencia a la sed de dinero y de fortuna, mas es evidente que muy poco de todo esto<br />
representa valores cuya no existencia podría hacer más pobre a la humanidad.<br />
Estos eran los principios básicos del movimiento «nazi» por lo que se refería a<br />
la política interior de Alemania. En cuanto a la política exterior, la idea fundamental<br />
era combatir el marxismo entronizado en Rusia y obtener territorios soviéticos para<br />
el crecimiento de Alemania. Por lo tanto, ésta ya no buscaría más su expansión en<br />
ultramar ni interferiría la política colonial de Inglaterra y Francia.<br />
En otras palabras, Hitler buscaba zanjar las viejas querellas con el Mundo<br />
Occidental y marchar hacia el Oriente.<br />
Mientras tanto, el marxismo crecía con aspiraciones de dominio universal y se<br />
vigorizaba mediante sus instrumentos de lucha de clases e internacionalización del<br />
proletariado. Consecuentemente, en todo el mundo iban surgiendo partidos<br />
comunistas con ramificaciones de la central de Moscú. En franca oposición con este<br />
sistema, el nacionalsocialismo alemán no era ni podía ser una doctrina de<br />
exportación. Al enfatizar categóricamente los valores de patria, nacionalidad y raza,<br />
se circunscribía a sus propias fronteras raciales. Si un estadista extranjero quería<br />
emular esa doctrina en otro país (como ocurrió en España) tendría automáticamente<br />
que buscar contenidos y formas propias, ya que la esencia del sistema «nazi» residía<br />
en la afirmación y acentuación de la patria y de la raza. Era ésta su mística y su fuerza<br />
dinámica. No internacionalización, sino nacionalización; no una lucha para imponer<br />
mundialmente un régimen, sino una lucha para impedir que el marxismo se<br />
impusiera mundialmente.<br />
En resumen, el nacionalsocialismo propugnaba cierto socialismo como<br />
instrumento de justicia para el pueblo, pero lo condenaba como instrumento<br />
internacional de influencia política. El movimiento de Hitler coincidía con la<br />
aparente finalidad del socialismo teórico en el milenario y justo anhelo de barrer el<br />
abuso de las minorías y llevar la justicia social a las masas del pueblo, pero<br />
proclamaba enfáticamente que esto debería hacerlo cada nación en forma soberana,<br />
según sus costumbres, sus tradiciones, su religión y su idiosincrasia, sin atender<br />
consignas internacionales emanadas de Moscú. Por eso el movimiento de Hitler se<br />
llamó nacionalsocialismo, término que se condensó en el apócope de «nazi».<br />
Naturalmente, en esa forma el nacionalsocialismo desvirtuaba la característica<br />
internacional del bolchevismo y privaba de influencia mundial al núcleo israelita de la<br />
URSS. Los revolucionarios judíos sintieron que tal cosa era frustrarles su invención y<br />
furiosamente insistieron en la internacionalización del proletariado. Sin esa<br />
condición su movimiento político no alcanzaría las metas anheladas, ya que para los<br />
fines políticos hebreos nada significaba que las masas proletarias de cada nación<br />
lograran beneficios, si entretanto se sustraían a su control. De esa manera no podían<br />
ser aprovechadas para los objetos ulteriores de la llamada «revolución mundial».<br />
Así las cosas, el marxismo comenzó a extenderse por todo el mundo, ya que el<br />
dominio del orbe era la meta de su acción, en tanto que el nacionalsocialismo se<br />
circunscribió a una lucha dentro de Alemania. Su acción hacia el exterior sólo se<br />
orientaba en contra de Moscú, que era la sede del movimiento judío-marxista<br />
— 37 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
universal.<br />
Entretanto, el movimiento comunista internacional hizo un nuevo esfuerzo para<br />
estrechar los vínculos entre alemanes y soviéticos. El Ministro de Relaciones<br />
Exteriores de Alemania, Walter Rathenau, judío, concertó con los jefes israelitas de<br />
Moscú el llamado Tratado de Rapallo, que era un paso más en el sueño de los<br />
israelitas Marx, Engels y Lenin para integrar una poderosa organización marxista con<br />
las masas agrícolas de Rusia y los contingentes obreros y técnicos de la<br />
industrializada Alemania. Mediante el Tratado de Rapallo fueron enviados<br />
ochocientos peritos militares e industriales alemanes a vigorizar la maquinaria<br />
soviética, modernizando el Ejército Rojo y creando nuevas industrias. Poco después<br />
el israelita Rathenau fue muerto a tiros por nacionalistas alemanes y quedó así de<br />
manifiesto que el comunismo no podía dar todavía ningún paso firme en Alemania.<br />
Allí se veía cabalmente el peligro del marxismo y los influyentes generales<br />
Ludendorff y Hoffman se habían puesto desde 1923 en contacto con el mariscal Foch,<br />
de Francia, con miras a forjar una alianza occidental contra esa amenaza. Foch se<br />
mostraba bien dispuesto, pero surgieron muchos obstáculos diplomáticos, tanto en<br />
Inglaterra como en Francia, el general Hoffman murió en forma extraña y la alianza<br />
no llegó a formalizarse.<br />
En esa agitada situación Hitler trataba de sacar adelante su Partido, que<br />
afrontaba enormes dificultades. La derecha conservadora veía con desconfianza la<br />
inclinación del nacionalsocialismo por los desheredados, en tanto que los<br />
revolucionarios izquierdistas lo combatían furiosamente. En realidad el partido de<br />
Hitler era una nueva dirección que ni marchaba con las injusticias de los<br />
conservadores ni comulgaba con la tendencia internacional del marxismo israelita.<br />
Ante las dificultades de esa lucha nueva, Hitler argumentaba que no es tarea del<br />
teorizante allanarle el camino a una idea, sino procurar la exactitud de ésta. En la<br />
segunda etapa corresponde al ejecutor práctico vencer las dificultades.<br />
BAUTIZO DE FUEGO DEL NACIONALSOCIALISMO<br />
Hitler mismo se encargó de esa segunda etapa. Tras de darle a su partido —<br />
como teorizante— la estructura ideológica, lo lanzó a la calle y a los mitines y lo<br />
encabezó en la lucha para ganar prosélitos. Pronto tuvo que hacer frente a una<br />
escisión provocada por judíos que indirectamente suscitaron una pugna entre<br />
católicos y protestantes. Apenas superada esa crisis se encontró ante la dificultad de<br />
que:<br />
«era difícil —decía— refutar entre las masas obreras la doctrina de Marx, por la<br />
curiosa circunstancia de que los fundamentos mismos eran desconocidos para<br />
las masas, cuya adhesión al marxismo era más un movimiento utópico e<br />
irreflexivo que una convicción política. Entre cien mil obreros alemanes no hay,<br />
por término medio, cien que conozcan la obra de Marx, obra que desde un<br />
principio fue estudiada mil veces más por los intelectuales y ante todo por los<br />
judíos que por los verdaderos adeptos del marxismo situados en las vastas<br />
esferas inferiores del pueblo; ya que tampoco esta obra fue escrita para las<br />
masas, sino exclusivamente para los dirigentes intelectuales de la máquina judía<br />
de conquista mundial».<br />
— 38 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Pero además de esas dificultades, el tropiezo más grave del Partido Obrero<br />
Alemán ocurrió el 9 de noviembre de 1923 cuando Hitler —alegando que en su<br />
vocabulario no existían las frases «no es posible», «no debemos aventurarnos», «es<br />
todavía muy peligroso»— organizó en Munich un movimiento revolucionario a fin de<br />
asumir el poder. En pocas horas fracasó, hubo varios muertos y Hitler y sus<br />
principales colaboradores quedaron detenidos en la prisión de Landsberg. Allí<br />
permaneció un año y ocho días, tiempo que aprovechó para escribir «Mi Lucha».<br />
«Mis trece meses de prisión —escribió posteriormente Hitler— me habían<br />
parecido largos, con mayor razón porque creía que estaría allí seis años. Me<br />
sentía poseído de un frenesí de libertad. Pero sin mi época de cárcel, "Mein<br />
Kampf" no hubiera sido escrito. Aquello me dio la posibilidad de profundizar en<br />
conocimientos... También en la cárcel adquirí esta fe impávida, este optimismo,<br />
esta confianza en nuestro destino, que en adelante .nada podría quebrantar».<br />
El Partido Obrero Alemán permaneció disuelto todo ese tiempo y cuando Hitler<br />
recuperó la libertad inició la tarea de resucitarlo y reorganizarlo. Detrás de su visible<br />
fracaso, sin embargo, contribuyó imponderablemente a trastornar los planes del<br />
movimiento marxista alemán, que en ese entonces era el más poderoso de Europa<br />
Occidental y superior al soviet en diversos aspectos de organización. Muchos<br />
esperaban que en ese año el comunismo diera el golpe decisivo y que Alemania se<br />
convirtiera en otro estado bolchevique, como lo había previsto Lenin.<br />
[1] «Mi Lucha». — Adolfo Hitler.<br />
[2] Naturalmente no estamos de acuerdo con los errores doctrinarios de Hitler, como<br />
los que en la práctica se desprendían de este enunciado aparentemente justo. (N. del<br />
A.)<br />
[3] Otro grave error doctrinario del nazismo (N. del A.).<br />
Justicia social, pero con bandera,<br />
tradiciones y fronteras propias, sin un amo<br />
internacional, sin una consigna venida del<br />
extranjero. Es decir nacionalsocialismo. Al<br />
oponerse a la internacionalización marxista,<br />
Hitler se convierte automáticamente en el peor<br />
enemigo del marxismo. Aquí aparece en uno de<br />
los primeros actos públicos de su partido.<br />
Pero los comunistas no sintieron que el camino estuviera libre y titubearon. El<br />
líder marxista Víctor Serge dice que en 1923 la crisis inflacionista situó a Alemania al<br />
— 39 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
borde de la revolución, «pero la clase obrera estaba dividida y no actuó; los<br />
socialdemócratas retrocedieron ante la oportunidad de asaltar el poder». (Su libro<br />
«Hitler contra Stalin»). Era evidente que la desintegración moral de Alemania no se<br />
había obtenido en grado suficiente (en parte debido al nacionalismo alentado por<br />
Hitler) y los jefes del marxismo siguieron el consejo de Lenin: «La más juiciosa<br />
estrategia en la guerra es posponer las operaciones hasta que la desintegración moral<br />
del enemigo haga posible y fácil asestar el golpe mortal». El resultado fue que el<br />
comunismo alemán perdió entonces su mejor oportunidad y el nacionalsocialismo<br />
comenzó a resurgir con más bríos. En ese mismo año de 1923 las altas esferas<br />
políticas del Kremlin sufrieron una conmoción. El líder bolchevique judío Vladimir<br />
Ulianov (conocido mundialmente como Lenin) enfermó de parálisis y se suscitó una<br />
crisis en el poder. El judío Bronstein (Trotsky), creador del Ejército Rojo y precursor<br />
de la revolución, comenzó a perder influencia y acabó por ser lanzado al exilio; pero<br />
no se trataba de una persecución antisemita, como en el extranjero pudiera creerse,<br />
sino simplemente de una división interna. Muchos años antes Trotsky había militado<br />
temporalmente con los mencheviques, partidarios de los mismos principios<br />
marxistas que los bolcheviques, pero inclinados a frenar el movimiento para no<br />
exponerlo a una prueba prematura. Al enfermar Lenin, la solapada división volvió a<br />
recrudecerse; Trotsky y los suyos fueron desplazados y entonces se erigieron como<br />
amos de Rusia, Stalin y los judíos Kamenev, Radek y Zinoviev.<br />
DJUGASHVILI, EL HOMBRE DE ACERO<br />
Cuando Adolfo Hitler, de 35 años de edad, quedaba libre en 1924 e iniciaba la<br />
reorganización de su partido nacionalista, José Vissarionovich David Nijeradse<br />
Chizhdov Djugashvili, de 45 años, llevaba meses de ser dictador absoluto de la URSS.<br />
Había adoptado el apelativo de Stalin, que en ruso significa «acero». Stalin —que<br />
había sido empeñosamente preparado en política marxista por el profesor judío Noah<br />
Jordania— acababa de dar a conocer su «plan de operaciones básico» en la más alta<br />
institución educacional del bolchevismo, la «Tverskaia», y ese plan consistía en<br />
utilizar como palanca la dictadura soviética para ir implantando el marxismo en<br />
todos los países. El proletariado de cada uno de éstos sería el punto de apoyo[1]. Poco<br />
después ratificó este plan al publicar su libro «Problemas del Leninismo», en el que<br />
precisa así la tercera etapa del bolchevismo: «Consolidar la dictadura del proletariado<br />
en un país (Rusia), empleándolo como medio auxiliar para derribar el imperialismo<br />
en todos los demás. La revolución sobrepasa las fronteras de una sola nación,<br />
iniciándose la época de la revolución mundial. Fuerza principal activa de la<br />
revolución: dictadura del proletariado en un país y movimiento revolucionario del<br />
proletariado en todos los demás».<br />
Es decir, una vez más quedaba de manifiesto que el marxismo era una doctrina<br />
política con ambición mundial; su ámbito no era la URSS, sino el mundo entero. Y los<br />
primeros pasos comenzaron a darse desde luego. La provincia de Georgia —de donde<br />
era originario Stalin— había rechazado violentamente el bolchevismo en 1917 y ante<br />
el reconocimiento de todo el mundo se declaró independiente; su tradicional<br />
civilización cristiana chocaba profundamente con el marxismo. Sin embargo, su<br />
libertad duró poco porque Stalin no tardó en someterla por la fuerza y anexarla a la<br />
Unión de Repúblicas Soviéticas.<br />
— 40 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Los pueblos libres de Azerbaiján y Armenia corrieron igual suerte. La anexión se<br />
extendió además a otros cinco estados: Kasakstán, Uzbakistán, Turkmenia, Tacjikia y<br />
Kirghisia. A este respecto el marxista Víctor Serge admite (en Hitler contra Stalin)<br />
que «las cinco repúblicas nacionales de Asia Central constituyen un vasto conjunto<br />
cuya unidad geográfica, étnica e histórica no es por nadie puesta en duda... Los<br />
kasaks, los turkmenos, los uzbeks, los tadjiks, los kirguises, tienen, a pesar de sus<br />
lenguas y orígenes diferentes, una cultura común, debida sobre todo a los mundos<br />
árabe y del Irán. Son musulmanes en su mayoría».<br />
Estos ocho pueblos anexados a la URSS se componían de 25 millones de<br />
habitantes de las más diversas razas, religiones y costumbres; súbitamente fueron<br />
privados de su independencia, de sus instituciones y de su viejo modo de vivir. La<br />
revolución mundial preconizada por el marxismo israelita no reconocía fronteras<br />
raciales, ni religiosas ni políticas.<br />
La expansión bolchevique barrió con tantas fronteras que todavía en 1935 se<br />
editaban en la URSS libros de primera enseñanza en 165 idiomas y dialectos<br />
diferentes, según reveló el emabajador norteamericano en Moscú William C. Bullit,<br />
en «La Amenaza Mundial» El terrorismo fue común denominador para la sarcástica<br />
dominación de pueblos a nombre de la «dictadura del proletariado». Pero el<br />
proletariado ciertamente nada tenía que ver con la extraña mezcla de gobernantes y<br />
comisarios rusos y judíos.<br />
Aunque durante muchos años fue entusiasta partidario de la URSS, Mr. Bullit<br />
dio luego un valioso testimonio del terror soviético y refirió: «Para colectivizar la<br />
agricultura, Stalin barrió con los pequeños propietarios. Si protestaban —y millones<br />
lo hicieron— se les fusilaba o se les condenaba a trabajos forzados en Siberia. La<br />
primera consecuencia de este ataque en el frente agrícola fue el hambre».<br />
Sobre el mismo punto el líder Víctor Serge hizo notar que si el ministro Molotov<br />
había manifestado en «Pravda» del 28 de enero de 1935 que 5.500,000 pequeños<br />
propietarios agrícolas sufrieron expropiación de tierras y fueron deportados a Siberia,<br />
la cifra real debía de ser muy superior. Y como testigo presencial de los hechos añadía<br />
que en las granjas colectivas había hambre y descontento.<br />
La promesa de repartir tierras, que líderes bolcheviques utilizaron para atraer<br />
masas, se esfumó al implantarse la «dictadura del proletariado». Igual suerte corrió<br />
la promesa de tratar a los delincuentes como enfermos sociales «susceptibles de<br />
regeneración». Por el contrario, el castigo se extendió a los parientes de los reos<br />
políticos y a los vecinos[2] y en esta forma se creó automáticamente la más vasta red<br />
de espionaje y delatores que país ninguno había soñado tener. El que no denunciaba<br />
a un vecino sospechoso de conspirar o de ser un oposicionista, se hacía culpable de<br />
los mismos delitos. Arthur Koesoler refiere pormenorizadamente en «El Mito<br />
Soviético y la Realidad», cómo el Kremlin abandonó sus promesas iniciales y el 7 de<br />
abril de 1935 extendió la pena capital a los jóvenes de 12 años y estableció la<br />
deportación a Siberia de los parientes de quienes eludieran el servicio militar o<br />
escaparan al extranjero.<br />
Otro minucioso observador de la vida y las leyes del Kremlin, Pedro González<br />
Blanco, explica documentalmente en «Tigrocracia Staliniana» cómo se esfumó la<br />
promesa marxista de igualdad de clases: «Un policía —dice— ganaba dos o tres veces<br />
más que un obrero. El máximo jornal soviético, según "Pravda" del 26 de diciembre<br />
de 1935, era, para los obreros, de 145 rublos y mucho menos para los campesinos. El<br />
kilo de pan valía 5 rublos; el de mantequilla, 20; el de carne de buey, 12; un par de<br />
zapatos, 70; un vestido ínfimo, 255. El obrero común no pasaba de ganar 100 rublos<br />
mensuales ni el adelantado 145. Altos jefes del partido, hasta 5,000 rublos<br />
mensuales».<br />
— 41 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
González Blanco cita a Walter Citrine, secretario general de «Trades Unions»,<br />
que a su regreso de Rusia escribió en Londres: «No hay la menor duda de que reina<br />
un régimen de opresión. Los obreros no tienen libertad para poder hablar, como en<br />
Inglaterra. No pueden luchar contra el Estado, contra el Sindicato, contra el comité<br />
de fábrica o la célula comunista».<br />
La famosa «dictadura del proletariado» era sólo una fórmula propagandística<br />
para encubrir la dictadura extraña impuesta al proletariado ruso. Era evidente que el<br />
comunismo teórico había hablado de redención del proletariado para atraer a las<br />
masas, pero una vez controladas éstas, el comunismo práctico resultaba ser algo muy<br />
distinto. Era, en suma, un imperialismo dirigido y apuntalado por los jefes y los<br />
comisarios judíos de la URSS.<br />
Esta opresión material tenía también sus equivalentes en el campo espiritual.<br />
Todos los ancestrales sentimientos religiosos del pueblo fueron fanáticamente<br />
combatidos; se prohibió la enseñanza religiosa a menores de 18 años, en la seguridad<br />
de que a esa edad las nuevas generaciones ya habían sido suficientemente<br />
predispuestas en la escuela para no asimilar la religión de sus antecesores. Según<br />
refiere González Blanco, un Manual Antirreligioso para los obreros circuló<br />
profusamente en las fábricas; la obra Educación Antirreligiosa fue libro de texto en<br />
las escuelas; Quince años de Ateísmo Militante en la URSS fue diseminado en todos<br />
los sectores, y en 1925 se fundó la asociación «Sin Dios», particularmente para niños<br />
y jóvenes. Además, un nuevo himno fue oficial en las escuelas:<br />
«La estrella de Belén<br />
ya se ha extinguido.<br />
Mas entre nosotros brilla eterna<br />
la estrella de cinco puntas[3].<br />
La cruz y los iconos, todas estas antiguallas<br />
las hemos arrojado a la basura,<br />
porque todos estos trebejos<br />
ensombrecen nuestra ruta.<br />
Los Sin Dios abatieron<br />
toda esa credulidad putrefacta».<br />
Lo más grave de este sistema de vida era que no se trataba precisamente de un<br />
organismo nacional con fronteras claramente establecidas, sino de un movimiento<br />
marxista con aspiraciones universales enfáticamente expresadas en su fórmula de<br />
«revolución mundial», mil veces ratificadas por Lenin, Stalin y todos los exegetas del<br />
marxismo israelita.<br />
«Pravda» del 15 de noviembre de 1921 decía[4]: «En estos cuatro años<br />
transcurridos queda demostrado que no puede haber paz entre el reino de la<br />
burguesía y el reino del proletariado. No caben fronteras pacíficas entre un Estado<br />
Socialista y un Estado Burgués». Y posteriormente el órgano oficial bolchevique<br />
«Izvestia» auguraba aún más categórico: «No está lejano el tiempo en que los<br />
ejércitos de obreros y campesinos, definitivamente organizados, pasarán como un<br />
huracán de una punta a otra de la tierra». Precisamente en ese entonces hubo una<br />
crisis terrible en la URSS, por la escasez de víveres, y el régimen bolchevique fue<br />
apuntalado desde el exterior, pues en Estados Unidos los cómplices del comunismo<br />
invocaron razones humanitarias para enviarle ayuda.<br />
— 42 —
HITLER Y STALIN<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
CARA A CARAY no obstante esa evidente amenaza que ya entonces se cernía<br />
palpablemente sobre los pueblos de Europa y América, numerosos estadistas<br />
occidentales y los monopolizadores judíos de importantes servicios informativos<br />
propiciaban una placentera inconsciencia en el Mundo Occidental. Ante esa amenaza,<br />
en Occidente surgía sólo una fuerza categóricamente resuelta a enfrentársele, y esa<br />
fuerza era el movimiento nacionalsocialista de Hitler.<br />
Mientras en Moscú se afianzaba el bolchevismo y Stalin trituraba con mano de<br />
hierro todo intento de oposición, en mayo de 1928 Hitler lograba 12 escaños<br />
parlamentarios en el Reichstag; dos años más tarde obtenía 107 curules y arrastraba<br />
consigo seis millones trescientos mil electores, con lo cual su partido era ya el<br />
segundo de Alemania.<br />
El 30 de enero de 1933 Hitler era nombrado Canciller, aunque supeditado a la<br />
presidencia de Hindenburg. Sin embargo, desde ese momento se volvió oficial la<br />
lucha a muerte entre el nacionalsocialismo alemán y el marxismo judío. Hitler<br />
prohibió inmediatamente el partido comunista, el socialdemócrata y todos los demás<br />
que le eran afines o que representaban sólo tímidos primeros pasos hacia el<br />
bolchevismo. De acuerdo con su fórmula de que al terror rojo sólo podía combatírsele<br />
eficazmente mediante otro terror, relegó a campos de concentración a los dirigentes<br />
intelectuales del movimiento marxista en Alemania.<br />
Los principios del nacionalsocialismo concebidos por Hitler se convirtieron<br />
automáticamente en la política interior y exterior de Alemania. Respecto a la política<br />
exterior, la orientación era evidente y precisa:<br />
1. Alemania se declaraba enemiga de la doctrina marxista materializada en el<br />
bolchevismo soviético.<br />
2. Contra el marxismo presentaba la doctrina nacionalsocialista, contraria a la<br />
internacionalización del proletariado. En vez de internacionalización, sentimiento de<br />
patria y de nacionalidad.<br />
3. Alemania desistía del viejo intento de crecer a costa de Occidente. No quería<br />
entrar en conflicto con los imperios británico y francés buscandAdominios<br />
ultramarinos. Su crecimiento sería hacia el Oriente, a costa de la URSS.<br />
Nunca en la historia habían sido anunciados con tanta anticipación y tan<br />
crudamente los más trascendentales planes de un Estado. Hitler reveló en «Mi<br />
Lucha» esos tres puntos fundamentales desde 1923; luego los reiteró en 1926; los<br />
repitió en innumerables discursos y finalmente los elevó a política oficial en marzo de<br />
1933, una vez que su nombramiento de Canciller fue ratificado por plebiscito[5].<br />
Stalin sabía desde ese momento a qué atenerse.<br />
Trotsky dijo en el destierro que el ascenso de Hitler al poder era motivo<br />
suficiente para que la URSS decretara una inmediata movilización militar. Y la<br />
movilización se inició, aunque calladamente.<br />
Al mismo tiempo el marxismo internacional se aprestó a agitar masas para<br />
utilizarlas en la defensa de la URSS y obtuvo significativos progresos en Francia,<br />
Bélgica y España. El Frente Popular conquistó en Francia una aplastante mayoría<br />
bajo la inspiración del hábil israelita y maestro masón León Blum. En España la<br />
desbordante progresión bolchevique recibió un discreto apoyo de los gobernantes de<br />
— 43 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Inglaterra y Francia, aunque luego fue dominada por la reacción nacionalista<br />
encabezada por Franco, que a su vez recibió apoyo de Hitler y Mussolini.<br />
El marxismo internacional se alarmó y movilizó sus contingentes en todo el<br />
mundo, en un esfuerzo psicológico para hostilizar al nuevo régimen alemán. La lucha<br />
se circunscribía a discursos, propaganda y mutuas recriminaciones, pero ya era el<br />
presagio de la gran contienda para la cual estaban forjándose armas y voluntades.<br />
Dentro de Alemania misma, el internacionalizado movimiento obrero trató de<br />
presentar combate. El partido comunista alemán contaba con dos millones de<br />
miembros, además de la parcial adhesión de cuatro millones de socialdemócratas.<br />
Aunque severa, la represión no había logrado aniquilar todas las redes ocultas de los<br />
organizadores marxistas y éstos prepararon un golpe de Estado en 1935.<br />
Esa fue la más palpable evidencia de que los comunistas de un país son siempre<br />
un peligro latente para la Patria, porque en última instancia sus jefes son extranjeros.<br />
Naturalmente, las órdenes de éstos no se ajustan al interés de la nacionalidad de sus<br />
súbditos, sino a los fines internacionales que el marxismo persigue.<br />
Curt Riess refiere en «Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes» que varios<br />
dirigentes comunistas creyeron haberse ganado al general Von Rundstedt,<br />
comandante de 16 divisiones, y ofrecieron depositar en un Banco suizo 1.250,000<br />
francos para la rebelión. El 11 de julio (1935) el general Von Witzleben se presentó a<br />
nombre de Von Rundstedt a recoger el cheque; tomó fotografías y volvió a<br />
depositarlo.<br />
«Al siguiente día —añade Riess— se desató sobre Alemania una ola de<br />
detenciones y cayeron presos muchos antiguos dirigentes de federaciones<br />
obreras, así como varios políticos que habían combatido en las filas de la<br />
oposición al nazismo. En la misma noche los SS (tropas selectas alemanas)<br />
hicieron su aparición por las calles, por primera vez desde el 30 de junio de<br />
1934. Inicióse una persecución que en los próximos días alcanzó el máximo de<br />
desenfreno. El día 15 —fecha fijada para la insurrección— pasó sin que<br />
Rundstedt se levantara en armas».<br />
Y es que Rundstedt, aunque indiferente hacia el movimiento nazi<br />
(nacionalsocialismo), había fingido estar de acuerdo con los conspiradores y mantuvo<br />
al tanto a Hitler de lo que tramaban. Este acontecimiento destrozó los planes de la<br />
Internacional Comunista para frustrar desde la retaguardia la marcha hitlerista hacia<br />
el Oriente, o sea hacia la URSS. Como contrapartida, Berlín acogía a los<br />
oposicionistas soviéticos que lograban cruzar la frontera y los alentaba en sus planes<br />
encaminados a provocar una revolución antibolchevique en Rusia. Desde 1933 el<br />
líder alemán Rosenberg se encargó de celebrar juntas con exiliados rusos, entre<br />
quienes figuraba el general Pavel Skoropadsky. La esposa de Rosenberg, una joven<br />
rusa llamada Vera Schuster, se hallaba al tanto de estas actividades y a principios de<br />
1936 desapareció misteriosamente. Según dice Curt Riess, las potencias occidentales<br />
descubrieron después que la joven era espía de la policía soviética y que llevó a Moscú<br />
pistas precisas de los conspiradores. La magistral espía soviética no fue el único<br />
factor del triunfo del contraespionaje stalinista. Churchill revela en sus Memorias que<br />
en el otoño de 1936 Alemania hizo un llamado al presidente Benes, de<br />
Checoslovaquia, para que se le uniera en la lucha antimarxista, y le insinuó que algo<br />
muy importante iba a ocurrir pronto en la URSS.<br />
«Mientras que Benes meditaba acerca de esta sugestión —dice Chur-chill—<br />
se dio cuenta de que estaban cruzándose comunicaciones al través de la<br />
— 44 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
embajada soviética en Praga entre importantes personajes rusos y el gobierno<br />
alemán. Esto formaba parte de la llamada conspiración militar y de los<br />
comunistas de la vieja guardia para derrocar a Stalin... Benes se apresuró a<br />
comunicar a Stalin todo lo que había podido saber... Vino después la implacable,<br />
pero tal vez no innecesaria purga militar y política en Rusia... No baja de cinco<br />
mil el número de funcionarios y oficiales con el grado de capitán para arriba que<br />
fueron liquidados».<br />
Para sorpresa de los espectadores del mundo occidental, la «purga» alcanzó a<br />
algunos líderes judíos, como Zinoviev y Kamenev. Por segunda vez —después del<br />
destierro de Trotsky— pudo creerse en el extranjero que se trataba de una<br />
persecución antisemita, pero los acontecimientos posteriores demostraron<br />
palmariamente que nada había más falso que esa suposición. El hecho de que entre<br />
los eliminados figuraran también funcionarios hebreos que por incapacidad o<br />
negligencia habían fracasado en su tarea, era una de las características fanáticas del<br />
régimen, mas nada se había modificado en su estructura fundamental. Caían Zinoviev<br />
y Kamenev, pero subían sus hermanos de raza Litvinov, Zdanov, Kalinin y Vishinsky.<br />
El diluvio de sangre —más de cinco mil ejecuciones según Churchill— acabó con los<br />
sueños de los conspiradores rusos, con muchos de los funcionarios incompetentes<br />
que no habían advertido el peligro y con el plan alemán para provocar la caída del<br />
marxismo soviético mediante un movimiento interior en Rusia.<br />
En esos juicios que costaron la vida a más de cinco mil militares rusos fungió<br />
como fiscal el israelita Andrés lanurevich Vishinsky, que posteriormente fue delegado<br />
ante la ONU. Y los fusilamientos estuvieron a cargo de la policía mandada por el<br />
israelita Heinrich Yago-da, que a su vez fue juzgado incompetente y ejecutado años<br />
más tarde por el jefe judío Nicolás Yezov. Después de esas gigantescas purgas los<br />
comisarios judíos afian-zaron mejor el control del Ejército Rojo. Y como en todos los<br />
países donde una minoría activa y audaz tiene el Poder en la mano, las grandes masas<br />
fatalistas del pueblo ruso nada sabían ni podían ha-cer para modificar su<br />
destino. Terminó así en un empate el primer choque indirecto entre el marxismo<br />
israelita asentado en la URSS y el nacionalsocialismo que Hitler creó para combatir a<br />
aquél.<br />
[1] «A Puertas Cerradas». — Almirante Ellis M. Zachanas, del Servicio Secreto<br />
Norteamericano.<br />
[2] «La Rusia de Stalin». — Max Eastman, Profesor de Filosofía en la Universidad de<br />
Columbia.<br />
[3] Símbolo judío. (Cada punta representa un dominio: el político, el económico, el<br />
del proletariado, el de la prensa y el de Palestina. Una sexta punta simboliza el<br />
dominio absoluto mundial).<br />
[4] «Tigrocracía Stalíniana». — Pedro González Blanco.<br />
[5] En 1939, recién iniciada la guerra, Hitler dijo que su mayor error había sido la<br />
revelación de su política exterior en su libro "Mi Lucha", en 1923. ("Memorias" de<br />
Von Ribbentrop).<br />
— 45 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
CAPÍTULO III<br />
Occidente se interpone<br />
(1933 - 1939)<br />
Lo que Podía Esperarse de Berlín y de Moscú.<br />
Pueblos lanzados a los Brazos de sus Enemigos.<br />
Inglaterra, Valladar Contra la Marcha Hacia Moscú.<br />
El Trono del Oro Empuja a Occidente.<br />
Profundas Raíces en el Alma Colectiva.<br />
Zanjando las Viejas Rencillas con Francia.<br />
El Talón de Aquiles del Nacionalsocialismo.<br />
Despeje del Flanco Derecho.<br />
A Cuatro Horas del Derrumbe Interior.<br />
Cerrojo en el Camino a Moscú.<br />
Engañar es más Eficaz que Dinamitar.<br />
LO QUE PODÍA ESPERARSE DE BERLÍN Y DE MOSCÚ<br />
Dos ideologías se hallaban frente a frente. De un lado el marxismo con públicas<br />
pretensiones de dominio universal. Del otro, el nacionalismo alemán, con específicas<br />
y públicas ambiciones de abatir al marxismo israelita y de crecer territorialmente a<br />
costa de la URSS.<br />
Francia, Inglaterra, Estados Unidos —todo el Occidente— representaban un<br />
tercer grupo de fuerzas. ¿Qué ofrecía el marxismo soviético a estos países<br />
occidentales? Sus intenciones eran bien claras y populares: anunciaba la «revolución<br />
mundial» para establecer el marxismo en todo el orbe. Es decir, la aniquilación de los<br />
sistemas políticos, ideológicos y religiosos que desde hace siglos imperan en<br />
Occidente[1].<br />
¿Y cuál era la actitud del nacionalsocialismo alemán frente a los países<br />
— 46 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
occidentales? Proponía «zonas de influencia» para cada potencia: Alemania no<br />
interferiría los intereses de Estados Unidos en América, ni los de Inglaterra y Francia<br />
en sus respectivos imperios coloniales. Pero aniquilaría al marxismo imperante en la<br />
URSS y crecería a costa de territorio soviético.<br />
Es decir, las instituciones políticas, ideológicas y religiosas de los países<br />
occidentales no solamente quedaban al margen de la lucha de Berlín contra Moscú,<br />
sino que indirectamente se fortalecían porque al desaparecer el bolchevismo<br />
automáticamente desaparecía el enemigo principal de esas instituciones.<br />
Todo evidenciaba, pues, que si entre el nacionalsocialismo de Hitler y el Mundo<br />
Occidental existían discrepancias ideológicas, a la vez había muchos puntos de<br />
contacto y hasta de mutua conveniencia. Y en cambio, entre el marxismo de Moscú y<br />
los pueblos occidentales sólo existían insalvables abismos de diferencias políticas,<br />
ideológicas y religiosas.<br />
La forma extraordinariamente sangrienta en que el bolchevismo conquistó y<br />
afirmó el poder en Rusia; lo inusitado de sus doctrinas que niegan los principios<br />
milenarios de nacionalidad y patria; su mortal encono contra la propiedad privada;<br />
su categórica posición ateísta; su implacable persecución religiosa y su declarada<br />
ambición de extender estos sistemas a todo el orbe mediante la «revolución mundial»<br />
profetizada por Marx, fueron factores más que suficientes para que los pueblos de<br />
Occidente vieran a la URSS con recelo y hostilidad.<br />
¿Cómo fue entonces posible que esos países occidentales no secundaran la<br />
acción contra el enemigo común bolchevique?<br />
En menor grado, ¿cómo fue posible que ni siquiera conservaran su neutralidad<br />
ante el ataque alemán a esa amenaza común? Y por último, ¿cómo fue posible que<br />
dichos países occidentales no reservaran sus fuerzas en expectante espera, a fin de<br />
determinar la suerte del mundo una vez que el choque Berlín-Moscú se hubiera<br />
decidido en un mutuo destrozamiento?<br />
Todas estas incógnitas se despejan en seguida al observar el desarrollo de los<br />
hechos y al ver cómo los países occidentales fueron empujados sucesivamente en<br />
favor de los intereses judío-marxistas. Este increíble proceso encierra ya los gérmenes<br />
de la terrible crisis que ahora conmueve a la Civilización Occidental. La abrumadora<br />
amenaza de hoy comenzó a forjarse en aquel entonces.<br />
PUEBLOS LANZADOS A LOS BRAZOS DE SUS ENEMIGOS<br />
A consecuencia del cataclismo económico que sufrió Estados Unidos en 1929 (el<br />
cual muchos peritos atribuyen a los financieros judíos) hubo miles de quiebras,<br />
quedaron cesantes once millones de trabajadores, fue devaluado el dólar y perdió<br />
fuerza el Partido Republicano, entonces en el poder. En esas circunstancias se<br />
presentó la candidatura de Franklin D. Roosevelt, del Partido Demócrata. Roosevelt<br />
se hallaba cordialmente relacionado con todas las esferas israelitas, pero como por<br />
algunos momentos sus partidarios temieron un fracaso, montaron una campaña de<br />
prensa en que se aparentaba que los banqueros de Wall Street eran enemigos de<br />
aquél. Por ese solo hecho millares de ciudadanos resentidos contra los autores del<br />
cataclismo económico se volvieron a favor de Roosevelt.<br />
— 47 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Roosevelt llegó al poder y llevó consigo a un grupo de colaboradores llamado el<br />
Trust de los Cerebros, encabezado por el banquero israelita J. Warburg. Uno de los<br />
primeros actos del nuevo Presidente fue entrevistarse con el ministro soviético de<br />
Relaciones, Maxim Litvinov (cuyo original apellido judío era Finkelstein) y luego<br />
reconocer al gobierno bolchevique de la URSS, cosa que Estados Unidos se había<br />
negado a hacer durante 16 años. Este reconocimiento ayudó incalculablemente al<br />
régimen soviético en momentos en que se afrontaba una grave oposición interna<br />
debido al hambre que sufría la población rusa.<br />
Al iniciarse las relaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin, en septiembre de<br />
1933, Hitler asumía el poder en Alemania, suprimía el Partido Comunista y elevaba<br />
sus principios antimarxistas a la categoría de política oficial de su país.<br />
William C. Bullit, primer embajador norteamericano en Moscú, revela que el<br />
reconocimiento de la URSS se hizo a condición de que ésta dejara de dirigir al Partido<br />
Comunista americano. Pero esa condición fue sólo un engaño para suavizar la<br />
repugnancia con que la opinión pública de Estados Unidos juzgaba cualquier<br />
entendimiento con los preconizadores soviéticos de la «revolución mundial»<br />
bolchevique.<br />
«No obstante —añade Bullit en La Amenaza Mundial—, en 1935 se reunió<br />
en Moscú el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista y asistieron<br />
no sólo jefes prominentes de los comunistas norteamericanos, sino que se<br />
dieron determinadas direcciones al partido comunista estadounidense...<br />
Roosevelt llegó a la conclusión de que el interés de los Estados Unidos exigía<br />
ignorar temporalmente la violación del compromiso que Stalin contrajo con él».<br />
Así empezó a ser engañada la opinión pública norteamericana...<br />
Entretanto, era una evidencia innegable que Alemania y Rusia marchaban hacia<br />
la guerra. Las intenciones antibolcheviques de Hitler, proclamadas desde 1919 y<br />
reiteradas en «Mi Lucha», tuvieron una enésima e indudable confirmación en 1934,<br />
cuando el señor Messersmith, embajador de Estados Unidos en Austria, comunicó a<br />
Washington que Alemania tenía los ojos fijos en la frontera oriental (hacia la URSS) y<br />
que abrigaba «la esperanza de conseguir la Ucrania para el excedente de población<br />
alemana». Este testimonio consta en el libro «Paz y Guerra» del Departamento de<br />
Estado Norteamericano.<br />
El pueblo estadounidense preveía ese conflicto europeo y deseaba vivamente<br />
mantenerse al margen; esta preocupación popular determinó que el Congreso<br />
americano prohibiera en agosto de 1935 la venta de armas a cualquier beligerante.<br />
Entonces el Presidente Roosevelt inició una intensa propaganda para derogar ese<br />
acuerdo y proclamó que Alemania era una amenaza inminente contra los Estados<br />
Unidos, Sus discursos fueron subiendo de tono y el 5 de octubre de 1937 llegó a decir<br />
que<br />
«la situación política del mundo era para causar grave preocupación» y<br />
que «el reino del terror y del desafuero internacional había llegado a tales<br />
extremos que amenazaba seriamente las bases mismas de la civilización.<br />
Advirtió que era insensato creer que América podría escapar de esta amenaza o<br />
que no se atacaría al hemisferio occidental»[2]<br />
¿Estaba Roosevelt refiriéndose a la URSS, que preconizaba la «revolución<br />
mundial» para establecer el comunismo en todo el mundo? ¿Estaba refiriéndose al<br />
marxismo judío empeñado en suprimir toda ideología o religión ajena a él? No,<br />
— 48 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
ciertamente; Roosevelt se refería sólo al nacionalsocialismo alemán que se erigía<br />
contra el marxismo.<br />
Ya entonces era un hecho palpable que todos los preparativos militares de<br />
Alemania se hallaban enfocados a una guerra contra la URSS y que no existía ningún<br />
síntoma de que estuviera creando una flota de invasión, ya no digamos para atacar a<br />
América, a 7,000 kilómetros de distancia, ni siquiera a la Gran Bretaña a escasos 40<br />
kilómetros de la costa europea. Pero una artificial psicosis de guerra estaba siendo<br />
creada como requisito previo de la inconcebible tarea de interponer a Occidente entre<br />
Alemania y el marxismo, en provecho exclusivo de este último.<br />
No obstante todos los esfuerzos oficiales para crear y acrecentar esa psicosis,<br />
Mister Hull reconoce en «Paz y Guerra» que en 1937<br />
«se desarrolló un considerable sentimiento público en los Estados Unidos<br />
que pedía una enmienda constitucional que hiciera necesaria la votación<br />
popular como requisito previo a toda declaración de guerra».<br />
Requisito tan auténticamente democrático en un asunto tan serio como una<br />
nueva guerra, parecía ser lógico en una democracia, pero «tanto el Presidente<br />
Roosevelt coma el Secretario de Estado —agrega Hull— expresaron en varias<br />
ocasiones su decidida oposición». Mediante resueltos esfuerzos del Presidente, la<br />
proposición fue rechazada por el estrecho margen de 209 votos contra 188.<br />
En ese mismo año de 1937 —dos años antes de la guerra— el embajador<br />
norteamericano William C. Bullit se enteraba de que<br />
«fueron cerradas diez mil iglesias en Rusia... Se afirma que la NKVD<br />
cuenta en estos momentos con 600,000 hombres. Hasta el Ejército Rojo —<br />
añade en «Amenaza Mundial»— está sujeto a su control. En los campos de<br />
concentración y cárceles de la NKVD el número de prisioneros no habrá sido<br />
nunca inferior, durante los pasados 15 años, a 10 millones, trabajando medio<br />
hambrientos».<br />
El sacerdote Walsh, que formando parte de una misión de ayuda social había<br />
estado dos años en la URSS, informó pormenorizadamente a Roosevelt de la forma<br />
en que eran perseguidas las religiones en Rusia. Sin embargo un velo de indulgente<br />
silencio oficial se tendía sobre estos hechos. Pero muy distinta había sido la actitud de<br />
Roosevelt cuando en julio de 1935 las autoridades alemanas habían capturado a<br />
varios israelitas conectados con el golpe de estado que von Rundstedt hizo fracasar. Y<br />
sobre todo, el disgusto de Roosevelt adquirió proporciones de ira cuando en<br />
noviembre de 1938 Alemania impuso una multa de 400 millones de dólares a la<br />
Comunidad Israelita, como represalia por el asesinato del diplomático alemán Ernest<br />
von Rath, consumado en París por el judío Herschel Grynszpan. Ciertamente que<br />
hubo también sinagogas dañadas y cristales rotos en los comercios judíos (tantos que<br />
el suceso es conocido como «la noche de cristal»), pero el gobierno alemán impidió<br />
que la indignación degenerara en ataques personales contra los hebreos.<br />
Roosevelt se apresuró entonces a decir (15 de noviembre de 1938): «Apenas<br />
puedo creer que esas cosas ocurran en la civilización del siglo XX».<br />
Cosas mil veces peores que multar con 400 millones de dólares a una<br />
comunidad judía —poseedora entonces de 3,200 millones de dólares en Alemania—<br />
estaban ocurriendo en la URSS; pero de eso no se hablaba. Para la camarilla de<br />
Roosevelt era un delito inconmensurable que Hitler enviara a campos de<br />
concentración a cientos de agitadores bolcheviques, pero le parecía natural e<br />
— 49 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
inobjetable que el Kremlin encarcelara a millones de anticomunistas. A raíz de la<br />
multa impuesta a la comunidad judía de Alemania, Roosevelt retiró a su embajador<br />
Hugh Wilson y alentó a Inglaterra a declarar combinadamente una guerra comercial<br />
contra el Reich.<br />
El primer paso para la ruptura y para la guerra armada se había dado ya.<br />
A continuación Roosevelt agregó que<br />
«las tempestades en el extranjero amenazaban directamente a tres instituciones<br />
indispensables para los americanos, la religión, la democracia y la buena fe<br />
internacional».<br />
Era extraordinario que Roosevelt —masón 33— presentara a Alemania como un<br />
peligro para la religión y que nada dijera respecto a la URSS. Berlín acababa de<br />
firmar el 20 de julio de 1933 un Concordato con el Vaticano, que incluso concedía<br />
libertad completa a las escuelas confesionales, cosa que rige en muy contados países.<br />
Además, Hitler proclamaba enfáticamente que «las doctrinas e instituciones<br />
religiosas de un pueblo debe respetarlas el Fuehrer político como inviolables... Los<br />
partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones religiosas». Y en contraste<br />
con todo esto, en Rusia estaba prohibida la enseñanza religiosa para jóvenes que no<br />
hubieran cumplido los 18 años, período durante el cual el Estado les inculcaba un<br />
profundo sentimiento ateísta, concretado en la conocida frase leninista de que «la<br />
religión es el opio del pueblo».<br />
Era igualmente extraordinario que Roosevelt presentara a Alemania como una<br />
amenaza para la democracia y nada dijera de la URSS, en donde el sistema dictatorial<br />
era primitivo y sangriento, con el agravante de que no se trataba de una dictadura<br />
instaurada pacíficamente mediante plebiscito —corno la de Hitler—, sino mediante<br />
purgas sangrientas.<br />
Y también era extraordinario que Roosevelt se refiriera a Alemania como<br />
«amenaza a la buena fe internacional» —a pesar de que la política alemana se<br />
orientaba específicamente contra la URSS—, y que el propio Roosevelt enmudeciera<br />
ante la bien clara intención bolchevique de imponer su sistema de gobierno a todo el<br />
orbe. El primer paso en este sentido lo dio el marxismo al integrar la Tercera<br />
Internacional Comunista en todos los países de Occidente. Y estas células, avanzadas<br />
de la «revolución mundial», ostentaban públicamente los símbolos bolcheviques<br />
(bandera roja, hoz, martillo y canto de la Internacional) y recibían instrucciones del<br />
Kremlin.<br />
Pero todo esto era soslayado deliberadamente por Roosevelt, según refiere el<br />
diplomático Bullit, quien durante muchos años fue en Estados Unidos el adalid de los<br />
que pugnaban por el reconocimiento de la URSS. Sin embargo, más tarde se alarmó<br />
ante la política pro-soviética de Roosevelt.<br />
Si en estos tres puntos —religión, democracia y buena fe internacional— carecía<br />
de fundamento la acusación de Roosevelt contra Alemania, en cambio sí era un hecho<br />
que en la URSS no se combatía al movimiento político judío (del cual el marxismo ha<br />
sido uno de sus más poderosos tentáculos) y en Alemania sí se le exhibía y se le<br />
retaba.<br />
La eliminación de contados israelitas durante las «purgas» soviéticas, era sólo<br />
un fanático castigo de los timoratos o los incompetentes, pero no un ataque<br />
fundamental al movimiento político. Caía el hebreo Kerensky, pero surgía el judío<br />
Trotsky; caía Trotsky, pero cobraba más poder el hebreo Zinoviev; caía Zinoviev, pero<br />
se vigorizaban Litvinof, Kaganovich y todos sus colaboradores.<br />
En cambio, el nacionalsocialismo de Hitler sí era enemigo del movimiento<br />
político israelita. Por eso un discurso de Hitler condenando las ambiciones de esa<br />
conjura causaba más indignación y alarma entre los círculos israelitas, que la<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
eliminación de unos cuantos judíos en Rusia, hecha por otros de su misma raza y en<br />
nombre de su propia causa.<br />
Según podrá ratificarse luego con innumerables pruebas, Roosevelt se hallaba<br />
ligado estrechamente a intereses judíos y era ésta la causa —oculta e inconfesable—<br />
de que protestara vehementemente cuando en Alemania rompían los cristales de los<br />
comercios judíos y de que a la vez guardara silencio acerca de las matanzas de<br />
cristianos que se realizaban en Rusia. En el primer caso se trataba de un incidente<br />
incruento, pero de honda significación antisionista, y en el segundo de un fanático<br />
afianzamiento del marxismo judío.<br />
Cuando los nazis multaban con 400 millones de dólares a la Comunidad<br />
Israelita por el asesinato de un diplomático, Roosevelt se indignaba y decía que<br />
apenas podía creerse que tales cosas ocurrieran en el siglo veinte, pero con<br />
benevolente silencio, pasaba de largo las matanzas que padecía el pueblo ruso bajo el<br />
régimen judío-marxista.<br />
El líder comunista español Víctor Serge huyó de Rusia indignado de esas<br />
carnicerías humanas y refirió que muchos de los acusados admitían ser culpables<br />
para salvar a sus familias.<br />
«Muchos más —dice en «Hitler contra Stalin»— se indignan y acusan: sus<br />
gritos son ahogados en las cárceles o se les fusila sin proceso alguno. El número<br />
de fusilados asciende probablemente a cien mil. Jamás ningún Estado ha<br />
destruido sus cuadros con semejante ensañamiento y de una manera tan<br />
completa. Gobierno y comités han sido renovados por lo menos dos veces en dos<br />
años. Tan sólo el Ejército perdió 30,000 de los 80,000 oficiales».<br />
Estos desmanes, peores que apedrear vitrinas, también ocurrían en el siglo<br />
veinte, pero a Roosevelt no le parecían increíbles ni condenables. Y es que en realidad<br />
nadie podía acusar en esa época a Stalin de atacar básicamente al movimiento<br />
israelita.<br />
El periodista norteamericano William L. White acompañó a Eric Johnston,<br />
Presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, a una gira por numerosas<br />
provincias soviéticas y dio el siguiente testimonio:<br />
«Una de las cosas admirables del régimen soviético es su actitud hacia<br />
cualquier forma de prejuicio de raza, que contiene con mano firme sin ocuparse<br />
de discutir con el pueblo ruso, en el cual el antisemitismo ha sido tradición de<br />
siglos... El Gobierno ha realizado un gran esfuerzo para reducir el<br />
antisemitismo, con el resultado de que en Rusia su importancia es similar a la<br />
que tiene en Estados Unidos, aunque las condiciones en este sentido no son tan<br />
excelentes como las que existen en Inglaterra»[3].<br />
Esa generosidad era explicable porque el judaísmo había participado como<br />
factor decisivo en la génesis del régimen bolchevique y seguía siendo su director<br />
intelectual.<br />
La participación del judaísmo en ese régimen determinó el estrecho<br />
entendimiento entre Roosevelt y la URSS y fue asimismo la causa de que los pueblos<br />
occidentales —contra sus propios intereses— fueran lanzados a aniquilar a Alemania<br />
para salvar al marxismo.<br />
Entre el pueblo norteamericano —amante de la libertad, creyente, respetuoso de<br />
la vida humana— y el régimen sanguinario y ateísta de Moscú, no existía ningún<br />
punto de contacto. Pero sí lo había entre el marxismo judío del Kremlin y los<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
prominentes israelitas que rodeaban a Roosevelt. La lista es interminable, pero entre<br />
los más conocidos e influyentes, figuraron su inseparable consejero Bernard M.<br />
Baruch; el secretario del Tesoro, Henry Morgenthau; James P. Warburg, dueño del<br />
Banco Internacional Aceptance Bank Inc., de Nueva York; Félix Frankfurter,<br />
Brandéis y Cardozo en el Tribunal Supremo; Sol Bloom en la Comisión de Relaciones<br />
Extranjeras de la Cámara; Samuel Untermeyer en la presidencia de la Federación<br />
Mundial Económica Judía, Sam Rosenman, el rabino Stephen Wise y otros muchos.<br />
El escritor norteamericano Robert E. Sherwood colaboró íntimamente en la<br />
Casa Blanca y refiere[4] que el más cercano colaborador de Roosevelt era Harry<br />
Hopkins, educado políticamente por el israelita Dr. Steiner, y fue<br />
«la segunda personalidad individual que de hecho dominó en los Estados<br />
Unidos durante el más crítico período de la guerra... Hopkins no vacilaba en<br />
aprovechar su íntimo contacto con el Presidente para favorecer sus intereses<br />
propios o los de las instituciones con las que tenía personal relación... Hopkins<br />
fue el hombre que gozó de la máxima confianza de Franklin D. Roosevelt. Por<br />
espacio de varios años fue los ojos, los oídos, y las piernas del Presidente, el<br />
instrumento casi anónimo de la voluntad de Roosevelt».<br />
Su influencia llegó a ser tan decisiva en asuntos capitales que el general<br />
Marshall le confesó a Sherwood que su nombramiento de Secretario de Estado se lo<br />
debía «primordialmente a Harry Hopkins». Otro escritor norteamericano, John T.<br />
Flynn, revela lo siguiente en «El Mito de Roosevelt»<br />
«Roosevelt compró al pueblo norteamericano con el dinero del propio<br />
pueblo y ganó todas las elecciones. Tengo cuatro millones de hombres —decía<br />
Hopkins— pero por amor de Dios no me pidás que te diga en qué trabajan...<br />
Hopkins fue el instrumento principal de Roosevelt en esta grandiosa empresa<br />
de derroche y corrupción. Él organizó el sistema de las limosnas con dinero<br />
público, de tal manera hechas que los subsidios sólo les tocaban a los<br />
demócratas, a los fieles de Roosevelt que votaban por él... Hopkins se instaló en<br />
la Casa Blanca como favorito oficial y fue, después de Roosevelt, el hombre más<br />
poderoso de los Estados Unidos».<br />
Según Sherwood, Roosevelt pasaba temporadas en la casa de su consejero<br />
israelita Bernard M. Baruch, conocido como el «estadista número uno» y como<br />
consejero de presidentes desde la época de Woodrow Wilson. Baruch es jefe del<br />
Consejo Imperial de la Gran Masonería Universal. Después de la primera guerra<br />
mundial se le acusó a Baruch de haber influido ilegalmente para que el país entrara<br />
en la guerra, pero la investigación no prosperó.<br />
Sherwood fue también testigo de que otro israelita:<br />
«Sam Rosenman, se movía en el foro del Palacio a guisa de guardia<br />
pretoriano. Siempre hubo críticas para aquellas personalidades extraoficiales...<br />
Hopkins, Rosenman y yo trabajamos activamente en todos los principales<br />
discursos de Roosevelt».<br />
Rosenman, juez de la Suprema Corte del Estado de Nueva York, era el enlace<br />
entre la Casa Blanca y los jefes israelitas de Nueva York[5].<br />
Félix Frankfurter, judío nacido en Austria descendiente de rabinos, era también<br />
del grupo íntimo e influyente de Roosevelt. Desde muchos años antes se le identificó<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
como decidido partidario del marxismo; dirigía la Harvard Law School, vivero de<br />
jóvenes pro-soviéticos a los que luego acomodaba pródigamente en las diversas<br />
dependencias de la administración. Además aconsejaba a la «American Civil Liberties<br />
Union», que era otro centro de izquierdistas disfrazados.<br />
El influyente juez Brandeis, también judío, mantenía constante contacto con<br />
Roosevelt y se afirma que fue el padre intelectual del «New Deal» (plan económicopolítico<br />
de Roosevelt para asegurar sus reelecciones mediante el dinero del pueblo).<br />
El rabino Stephen Wise también formaba parte de ese grupo, como que desde<br />
septiembre de 1914 había apoyado decididamente a Roosevelt en sus primeros pasos<br />
políticos.<br />
Ahora bien, según el árbol genealógico investigado por el Dr. H. Laughlin, del<br />
Instituto Carnegie, Franklin D. Roosevelt pertenecía a la séptima generación del<br />
israelita Claes Martensen van Rosenvelt, emigrado de España a Holanda en 1620,<br />
como consecuencia de la expulsión de los judíos. Este informe fue publicado en 1933<br />
en el «Daily Citizen», de Tucson, Arizona. Posteriormente el «Washington Star» dio<br />
una información parecida al morir la madre de Roosevelt, Sarah Delano. Y el israelita<br />
A. Slomovitz publicó en el «Detroit Jewish Chronicle» que los antepasados judíos de<br />
Roosevelt en el siglo XVI residían en España y se apellidaban Rosa Campo[6].<br />
Roosevelt contaba también con los jefes del movimiento obrero americano, tales<br />
como los líderes judíos Sidney Hulmán (CIO). John L. Lewis, Ben Gold, Abraham<br />
Flexner, David Dubinsky y otros muchos discípulos del también líder obrerista judío<br />
Samuel Gompers, fundador de la American Federation of Labor. El líder Hillman,<br />
israelita originario de Lituania y emigrado a los Estados Unidos en 1907, había<br />
organizado en 1922 una corporación industrial rusoamericana, en la que su lema era:<br />
«Tenemos la obligación moral de ayudar a Rusia a resurgir». Hulmán era aconsejado<br />
por el influyente rabino Stephen Wise, según este mismo lo afirma en su biografía<br />
«Años de Lucha». Entre los dirigentes de los obreros norteamericanos han figurado<br />
siempre muchísimos judíos. La lista ocuparía varias hojas, pero además de los antes<br />
nombrados pueden citarse a los muy conocidos Arthur J. Goldberg, Frank<br />
Rosenblum, Jacob Potofsky, Dan Tobin, Walter Reuther, Jacob Reuther y Albert<br />
Fitzgerald.<br />
Cuando el líder obrero norteamericano John P. Frey denunció ante la comisión<br />
parlamentaria de actividades antinorteamericanas la labor comunista de dichos<br />
líderes judíos, fue violentamente censurado por escritores y periódicos prosoviéticos.<br />
Y Roosevelt dijo al Senador Martín Dies: «¿Cómo se le ha ocurrido permitir esta<br />
campaña de difamación contra el CIO?... No es absolutamente el caso de dar tanta<br />
importancia al comunismo». Por algo el periódico judío «Jewish Life», de Nueva<br />
York, había dicho el primero de mayo de 1939 que «los aliados más fíeles del<br />
judaísmo son los partidos comunistas».<br />
Así las cosas, en el fondo resultaba muy explicable por qué Roosevelt pugnaba<br />
por alinear a Occidente en defensa de la URSS y por qué alentaba a la juventud<br />
norteamericana hacia el marxismo. En el congreso juvenil de Washington, en enero<br />
de 1940, dijo:<br />
«Hace ya más de veinte años, cuando la mayoría de ustedes eran unos<br />
niños muy pequeños, yo sentía la misma simpatía por el pueblo ruso. En los<br />
primeros días del comunismo entendí que muchos de los dirigentes de Rusia<br />
estaban proporcionando mejor educación, y mejor salud... Se dice que algunos<br />
de ustedes son comunistas. Este adjetivo, hoy, es muy impopular. Como<br />
norteamericanos, tienen ustedes, si quieren, perfecto derecho legal y<br />
constitucional a definirse como comunistas»[7].<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
Marx, Engels, Lenin, Kamenev, Zinoviev, Trotsky y los demás adalides israelitas<br />
del bolchevismo soviético habían logrado un triunfo sui géneris en la Casa Blanca de<br />
Washington, y este triunfo había sido magistral obra de filigranas políticas en las<br />
hábiles manos de los israelitas Wise, Baruch, Rosenman y otras eminencias del<br />
llamado «poder secreto del mundo».<br />
El pueblo norteamericano veía con inquietud que se le quería mezclar<br />
peligrosamente en el conflicto europeo y que se le empujaba hacia el campo<br />
bolchevique. La política rooseveltiana del «New Deal» se identificaba cada vez más<br />
con Moscú. Sherwood refiere que los epítetos<br />
«comunista y bolchevique se lanzaban enérgicamente a la faz de la<br />
administración rooseveltiana, y sobre todo, a Hopkins. Martín Dies, presidente<br />
de la Comisión Investigadora de Actividades Antinorteamericanas, anunciaba<br />
en el Congreso que pediría presupuesto para investigar el manejo de fondos y<br />
que haría expulsar a Hopkins, a Harold Ickes y a otros comunistas... Cuando se<br />
nombró a Hopkins Secretario de Comercio, el “Chicago Tribune” dijo: Esta<br />
designación es la más incomprensible y la menos defendible de cuantas ha<br />
hecho el Presidente».<br />
Pero confiado en sus influencias y en las de quienes lo sostenían, Hopkins decía;<br />
«Habrá impuestos y más impuestos, gastos y más gastos y seremos elegidos una y<br />
otra vez»[8]. Y así fue. Los auténticos intereses del pueblo norteamericano habían<br />
pasado ya a un lugar secundario desde el cual no podían normar el destino del país.<br />
El Estado judío, dentro del Estado norteamericano, era en ese momento el que<br />
imponía el derrotero. Y lo más admirable —por su habilidad política— fue que con el<br />
dinero de los propios contribuyentes norteamericanos se compraran indirectamente<br />
los votos para las reelecciones de Roosevelt, que garantizaron la continuidad de la<br />
influencia, judía, contraria a los mismos contribuyentes. El instrumento de esta<br />
maniobra se llamó «New Deal» (Nuevo Trato).<br />
La comisión senatorial de investigaciones antiamericanas, presidida por Martín<br />
Dies, conmovió al pueblo con sus denuncias. Había descubierto que funcionaban 10<br />
editoriales que hasta 1938 llevaban distribuidos 15 millones de ejemplares de<br />
propaganda pro-soviética y que existían nexos comunistas en numerosos periódicos,<br />
en las ligas de nudistas, en sociedades defensoras de negros y hasta en agrupaciones<br />
que tendían la mano a los cristianos. El padre Coughlin hablaba por radio para<br />
denunciar muchas de estas maniobras. El general Pershing, de la Legión de Antiguos<br />
Combatientes, lanzó asimismo una voz de alerta ante la infiltración bolchevique, pero<br />
en todas partes había células rojas que ahogaban estas denuncias, y el propio<br />
Roosevelt paralizó a la Comisión Dies.<br />
Por ese entonces progresaba en España la rebelión anticomunista, que fue<br />
también un reactivo que puso en evidencia las fuerzas mundiales pro-tectoras del<br />
marxismo. La Conferencia Central de Rabinos americanos se reunió el 30 de mayo de<br />
1937 en Colombo, Ohio, y declaró: «Esta conferencia expresa su vigorosa<br />
condenación de los insurgentes españoles» Al año siguiente el rabino Stephen Wise<br />
abogaba públicamente por los comunistas hispanos. El CIO de los líderes judíos<br />
Lewis Hillman, Gold, Dubinsky, etc., promovió la formación de la brigada «Abraham<br />
Lincoln», que llevó a 3,200 hombres a pelear en el bando comunista español. En esta<br />
brigada pereció el hijo del rabino Levinger. Significativamente, en el comité Central<br />
del partido comunista español figuraban como delegados de Moscú los judíos<br />
Neuman y Margarita Nelken. Y la Asociación Hispano-Hebraica lanzó una proclama<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
pidiendo que en cada país y en cada ciudad se creara «un Comité de ayuda al pueblo<br />
republicano español que lucha por la fraternidad universal».<br />
(Y una de las formas de esa lucha fue la de matar a siete mil sacerdotes y<br />
religiosos, incluso 12 obispos, según recuento final del que informó monseñor<br />
Antoniutti, Nuncio en España).<br />
También es significativo que las logias masónicas españolas fueran la espina<br />
dorsal del régimen comunista de Azaña. Durante todo el tiempo de la lucha armada<br />
estuvieron gestionando desesperadamente que Roosevelt y su camarilla judía<br />
intervinieran directa y decisivamente en la Península, pero el Poder Israelita de la<br />
Casa Blanca consideró que una acción de ese género ponía en peligro lo más por lo<br />
menos. John M. Cowles, masón de Washington, enviaba fondos a sus hermanos de<br />
España y les explicaba que la masa católica norteamericana era todavía un obstáculo<br />
muy grande para intervenir en España: «Si los católicos votan en masa por los<br />
demócratas, vencen, y si votan por los republicanos, vencen también. Al menos este<br />
es el caso general por lo que ambos partidos políticos hacen continuamente lo que<br />
pueden por conseguir el voto de los católicos». Esa fue la causa de la neutralidad de<br />
Washington durante la guerra de España[9].<br />
Por cierto que el marqués de Merry del Val dirigió una carta a Roosevelt<br />
preguntándole por qué no mostraba ninguna compasión hacia los millares de<br />
católicos asesinados en España por las brigadas internacionales bolcheviques. Poco<br />
antes Roosevelt se había mostrado muy impresionado y altamente indignado cuando<br />
los alemanes dañaron escaparates de judíos, y había retirado su Embajador en Berlín<br />
y declarado que apenas podía creer que tales sucesos ocurrieran en el siglo veinte. Del<br />
Val le decía que los vidrios rotos en los comercios judíos de Alemania eran cosas<br />
«bien pequeñas, por deplorables que sean, al lado de los sucesos de España», hacia<br />
los cuales Roosevelt no había mostrado la más ligera desaprobación. Estos también<br />
ocurrían en el siglo veinte.<br />
INGLATERRA, VALLADAR CONTRA LA MARCHA HACIA MOSCÚ<br />
Desde antes de la primera guerra mundial Adolfo Hitler pensaba que Alemania<br />
debería rehuír el conflicto con Inglaterra y Francia, desistiendo de su expansión en<br />
ultramar, a cambio de adquirir nuevos territorios en la Europa Oriental. Consideraba<br />
que si Inglaterra —después del aniquilamiento de España y los Países Bajos como<br />
potencias marítimas— concentró a principios del siglo XIX sus energías contra<br />
Francia, lo hizo exclusivamente porque Napoleón I puso en peligro la hegemonía<br />
británica. Y creía que si otra potencia europea volvía a interferir el dominio inglés en<br />
las colonias, sería igualmente combatida por la Gran Bretaña. Alemania no debería<br />
correr esa aventura.<br />
Años después, ya como jefe del naciente movimiento nacionalsocialista, Hitler<br />
repitió muchas veces esa idea en sus discursos, y en 1923 la proclamó así en «Mi<br />
Lucha» y acusó categóricamente a la prensa judía de que alentaba en Alemania el<br />
rearme naval y luego hacía de esto un motivo de agitación en Inglaterra, a efecto de<br />
sabotear la amistad germanobritánica. Agregó que Alemania no debería querellarse<br />
más con Inglaterra, sino «hacer frente con fuerzas concentradas» al movimiento<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
judío-marxista y a las masas bolcheviques convertidas en ciego instrumento de éste.<br />
Más explícito al escribir en 1926 la segunda parte de «Mi Lucha», Hitler<br />
reiteraba así su determinación de no combatir contra el pueblo británico:<br />
«Por propia experiencia sabemos nosotros hasta la saciedad cuan difícil es<br />
llegar a reducir a Inglaterra. Aun prescindiendo de esto, yo como germano<br />
preferiré siempre, a pesar de todo, ver la India bajo la dominación inglesa que<br />
bajo otra cualquiera».<br />
A la luz de esas consideraciones, que eran asimismo proclamadas por el<br />
movimiento nazi, no tenía nada de extraño que Hitler tratara de ganarse la amistad<br />
de Inglaterra y Churchill aun antes de que llegara a la Cancillería del Reich. Así lo<br />
reconoce el propio Churchill en sus memorias:<br />
«El verano de 1932 —un año antes de que Hitler asumiera el Poder y siete<br />
años antes de la guerra— estuve en Munich. Fui visitado por Herr Hanfstaengl,<br />
enviado de Hitler. Trataba de hacerse simpático. Después de la comida tocó<br />
todos los aires musicales de mi predilección. Me dijo que debería conocer al<br />
Fuehrer. Hitler venía al hotel todas las tardes y tenía seguridad de que me vería<br />
con agrado. En el curso de la conversación se me ocurrió preguntar: ¿Por qué el<br />
jefe de ustedes se muestra tan violento con los judíos?... Más tarde, cuando se<br />
había vuelto omnipotente, habría yo de recibir varias invitaciones de Hitler.<br />
Pero ya entonces habían ocurrido muchas cosas y tuve que excusarme».<br />
Fueron entonces las primeras veces que Churchill dejó a Hitler con la mano<br />
tendida. Y no habrían de ser las últimas... La enemistad entre el judaismo y el<br />
movimiento nacionalsocialista de Hitler se levantaba como escollo insalvable de la<br />
amistad entre Alemania y el pueblo británico.<br />
Parecía absurdo e inverosímil, pero así era. Ya en 1920 Henry Ford había<br />
hablado en «El Judío Internacional» acerca de la increíble prepon-derancia que los<br />
israelitas lograron secretamente en Inglaterra desde media-dos del siglo pasado,<br />
cuando el judío Disraeli fue Primer Ministro y jefe político de los conservadores.<br />
Después han figurado prominentemente Lord Reading, en el Gabinete; Lord<br />
Rotschild, en las finanzas; Lord Northcliffe, o sea Isaac Harmsworth, en la prensa;<br />
Harry Pollit y Arthur Horner, en la organización de células comunistas; Norman<br />
Montagu, como director del Banco de Inglaterra; Sidney Silverman en el Parlamento;<br />
Samuel Hoare (conocido corno visconde Templewood) en diversos ministerios, y<br />
otros muchos. Se considera que cien familias de la alta nobleza británica, en su mayor<br />
parte de origen judío, son las que dirigen la política del reino[10].<br />
No era conveniente para el pueblo británico —como ahora puede ver-se<br />
palpablemente que no lo fue— que entrara en dificultades con Alemania si ésta quería<br />
lanzarse contra la URSS, pero sobre los auténticos intereses del pueblo inglés<br />
privaban los intereses del judaísmo. En este punto los bri-tánicos se hallaban en<br />
idéntica situación que los norteamericanos. El judío se había infiltrado también<br />
hábilmente en la Gran Bretaña e hizo de las fi-nanzas uno de los principales reductos,<br />
de tal manera que luego su influen-cia era decisiva. Incluso muchas prominentes<br />
familias inglesas han tenido la creencia de que son sucesoras de las doce tribus de<br />
Israel, y aunque no lo proclaman públicamente, sus actividades siguen el sendero<br />
común del mo-vimiento político-judío. Northcliffe, conocido como el «Napoleón de la<br />
Prensa», llegó a controlar los principales diarios británicos y a través de ellos a la<br />
opinión pública. Por muchos conductos la mano israelita ha veni-do influyendo en el<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
Parlamento y en la política exterior inglesa. Ese sello, ajeno al pueblo inglés, es el que<br />
inspiró el mote de «la pérfida Albión».<br />
Hasta qué grado Churchill encontró apoyo en esas fuerzas invisibles, pero<br />
poderosas, para su política exterior que llevaba al Imperio Británico a interponerse<br />
en el camino entre Berlín y Moscú, o hasta qué grado Churchill fue ciego instrumento<br />
de esas fuerzas, es un punto histórico muy difícil de precisar, pero los<br />
acontecimientos demuestran la existencia de ese factor.<br />
Entre los reiterados esfuerzos de Hitler por fincar una firme amistad con<br />
Inglaterra figura el Acuerdo Naval Anglogermano, firmado el 18 de junio de 1935.<br />
Según ese convenio, Alemania se comprometía a no construir una flota de guerra que<br />
fuera mayor del 35% de la flota británica. Hitler quería así que la Gran Bretaña<br />
continuara siendo la primera potencia marítima, en tanto que Alemania se convertía<br />
en una potencia terrestre para luchar contra la URSS. El historiador inglés F. H.<br />
Hinsley, de la Universidad de Cambridge, examinó después de la guerra los archivos<br />
alemanes y llegó a la siguiente conclusión:<br />
«En particular, (Hitler) no tenía la menor intención de disputar a<br />
Inglaterra la supremacía naval... Ninguna de las pruebas de que podemos<br />
disponer en la actualidad y que hacen referencia a las negociaciones navales<br />
anglogermanas contradicen eso»[11].<br />
Después del acuerdo naval anglogermano, Hitler quiso entrevistarse con el<br />
Premier inglés Mr. Baldwin, pero éste dio largas al asunto y no resolvió nada.<br />
«Cuando se lo comuniqué así a Hitler —dice Von Ribbentrop en sus<br />
'Memorias'—, su desengaño fue todavía mayor que el mío. Permaneció callado<br />
bastante tiempo, después levantó la vista hacia mí. Finalmente me dijo que<br />
durante años había tratado de conseguir un entendimiento entre Inglaterra y<br />
Alemania, que había resuelto la cuestión de la Flota de un modo favorable para<br />
ellos y que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa en común con aquel país,<br />
pero que por lo visto, Inglaterra no quería comprender su actitud».<br />
Sin embargo, en agosto de 1936 Hitler hizo otro intento de acercamiento con la<br />
Gran Bretaña y envió a Londres a Von Ribbentrop para que gestionara un pacto de<br />
amistad. Ambos confiaban en la buena voluntad del Rey Eduardo VIII, que no<br />
simpatizaba con el marxismo y que deseaba un acuerdo con Alemania. Pero<br />
precisamente en esos días tomaba fuerza una conjura política para hacerlo dimitir,<br />
apoyada en una campaña de prensa por su matrimonio con la señora Simpson. El rey<br />
abdicó en diciembre y el pacto de amistad anglogermano no pudo concertarse. Seis<br />
años después Hitler dijo en una conversación privada:<br />
«El golpe de gracia para el duque de Windsor creo que fue su discurso a los<br />
excombatientes, en el que dijo que la meta de su vida era la conciliación de<br />
Inglaterra y Alemania. Toda la campaña belicista fue montada por Churchill y<br />
pagada por los judíos con la colaboración de los Edén, Vansittart y compañía.<br />
Los judíos lograron su intentona de apoderarse de toda la prensa. Para agarrar a<br />
Rothermere le suprimieron los recursos de la publicidad. Una nación que no<br />
elimina a los judíos acaba, tarde o temprano, siendo devorada por ellos».<br />
El capitán Russell Grenfell, historiador inglés, considera nefasta para el mundo<br />
la obstinación con que Churchill se negó a recibir la amistad que Hitler le brindaba a<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
Inglaterra. Y también juzga absurda la indignación con que Churchill se refería a la<br />
«tiranía nazi», al mismo tiempo que cortejaba a la tiranía bolchevique, mil veces<br />
peor. («Odio Incondicional». Cap. R. Grenfell).<br />
Una y otra vez era evidente que Alemania no quería conflicto con Inglaterra. En<br />
cambio lo quería y lo buscaba específicamente con la URSS. Von Ribbentrop tuvo la<br />
oportunidad de ser Ministro de Relaciones antes de ser Embajador de Alemania en<br />
Londres, pero le pidió a Hitler este último puesto a fin de hacer esfuerzos personales<br />
para estrechar la amistad con los británicos.<br />
Churchill así lo admite en sus Memorias y lo refiere con las siguientes palabras<br />
textuales:<br />
«Cierto día en 1937 —dos años antes de que se iniciara la guerra— tuve una<br />
entrevista con Von Ribbentrop, Embajador de Alemania en Inglaterra. La<br />
conversación duró más de una hora. Ribbentrop era sumamente cortés. La parte<br />
medular de su declaración fue que Alemania buscaba la amistad de Inglaterra.<br />
Dijo que pudo haber sido Ministro de Negocios Extranjeros en Alemania, pero<br />
que había pedido a Hitler que le permitiera venir a Londres a fin de presentar el<br />
caso completo a favor de una "entente" y hasta de una alianza anglo-germana.<br />
Alemania respaldaría al Imperio Británico en toda su grandeza y extensión.<br />
Posiblemente pediría la devolución de las colonias alemanas, pero eso<br />
evidentemente no era un punto cardinal. Lo que se requería era que la Gran<br />
Bretaña diera a Alemania manos libres en el oriente de Europa... La Rusia<br />
Blanca y la Ucrania eran indispensables para la vida futura del Reich alemán,<br />
con más de 70 millones de almas. Nada menos se consideraría suficiente. Todo<br />
lo que se pedía de la Comunidad Británica de Naciones y del Imperio en general<br />
era una actitud de no intervención».<br />
Una vez más quedó así expuesta la más grave y fundamental decisión de Hitler y<br />
de Alemania: atacar a la URSS y arrebatarle la Rusia Blanca y Ucrania para que<br />
Alemania —miembro clave de la civilización occidental— creciera a costa del Oriente<br />
y no del Occidente.<br />
Churchill dejó una vez más a Hitler con la mano tendida. Su respuesta fue la<br />
siguiente, según lo dice en sus Memorias:<br />
«Le dije sin vacilar, que estaba seguro de que el Gobierno británico no<br />
convendría en dar a Alemania libertad de acción en la Europa Oriental. Era<br />
verdad que nos hallábamos en malos términos con la Rusia soviética y que<br />
aborrecíamos al bolchevismo tanto como Hitler mismo, pero podía estar seguro<br />
de, que aun cuando Francia quedaba salvaguardada, la Gran Bretaña nunca se<br />
desinteresaría de la suerte del Continente hasta un extremo que permitiera a<br />
Alemania ganar la dominación de la Europa Central y Oriental...<br />
»No estime usted a Inglaterra en menos de lo que vale. Tiene mucha<br />
habilidad. Si nos hunden ustedes en otra guerra, hará que el mundo entero se<br />
ponga contra Alemania, como la última vez. Al oír esto, el embajador se puso de<br />
pie muy acalorado y dijo: Inglaterra podrá ser muy hábil, pero en esta ocasión<br />
no colocará al mundo contra Alemania».<br />
En este punto Ribbentrop estaba equivocado.<br />
— 58 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
EL TRONO DEL ORO EMPUJA A OCCIDENTE<br />
Había otro factor también interesado en que «el mundo entero» se alineara en<br />
contra de Alemania. Ese factor era el Trono del Oro. Ahí el judaísmo se movía con<br />
ancestral destreza y mediante abstrusas teorías seudocientíficas disfrazaba su<br />
dominio sobre las fuentes económicas.<br />
La influencia de ese trono acababa de ser proscrita en Berlín. Hitler había<br />
proclamado que la riqueza no es el oro, sino el trabajo, y con la realidad palpable de<br />
los hechos estaba demostrándolo así.<br />
Lentamente iba quedando al descubierto la ruin falacia de que el dinero debe<br />
privar sobre las fuerzas del espíritu. El hecho de que así ocurriera no era prueba<br />
concluyente de que así debería seguir ocurriendo. La economía nacionalsocialista de<br />
Hitler se aventuró resueltamente por un nuevo camino ante los ojos incrédulos del<br />
mundo. Había recibido una Alemania exhausta por la última guerra, y de la miseria<br />
resurgía como una potencia internacional.<br />
Con un territorio 19 veces mayor que Alemania y con recursos naturales y<br />
económicos infinitamente más grandes, Roosevelt no había dado empleo a sus once<br />
millones de cesantes. Pese a sus vastos recursos coloniales, los imperios británico y<br />
francés tampoco se libraban de ese crimen del trono del oro. En cambio, en la<br />
minúscula Alemania, no obstante la carencia de vastos campos agrícolas, de petróleo,<br />
de oro y de plata, la economía «nazi» había dado trabajo y pan a los 6.139,000<br />
desocupados que le heredó el antiguo régimen.<br />
Si los sabihondos de la «ciencia económica» erigida en «tabú» alegaban que<br />
cierto terreno no podía abrirse al cultivo ni acomodarse ahí determinado número de<br />
cesantes, debido a que no había dinero, esto parecía ser una razón suficiente. La<br />
economía nazi, en cambio, se desentendía de que en el banco hubiera o no divisas o<br />
reservas de oro; emitía dinero papel, creaba una nueva fuente de trabajo, daba<br />
acomodo a los cesantes, aumentaba la producción y ese mismo aumento era la<br />
garantía del dinero emitido. En vez de que el oro apuntalara al billete de banco, era el<br />
trabajo el que lo sostenía. En otras palabras, la riqueza no era el dinero, sino el<br />
trabajo mismo, según la fórmula adoptada por Hitler.<br />
Si en un sitio había hombres aptos para trabajar y obras que realizar, la<br />
economía judaica se preguntaba si además existía dinero, y sin este tercer requisito la<br />
obra no se iniciaba y los cesantes permanecían como tales. La economía nazi, en<br />
cambio, no preguntaba por el dinero; el trabajo de los hombres y la producción de su<br />
obra realizada eran un valor en sí mismos. El dinero vendría luego sólo como símbolo<br />
de ese valor intrínseco y verdadero.<br />
Por eso Hitler proclamó:<br />
«No tenemos oro, pero el oro de Alemania es la capacidad de trabajo del<br />
pueblo alemán... La riqueza no es el dinero, sino el trabajo». Los embaucadores<br />
del trono del oro gritaban que ésta era una herejía contra la «ciencia<br />
económica», más Hitler refutaba que el crimen era tener cesantes a millones de<br />
hombres sanos y fuertes y no el violar ciertos principios de la seudo-ciencia<br />
económica disfrazada con relumbrantes ropajes de disquisiciones abstrusas.<br />
«La inflación —dijo Hitler— no la provoca el aumento de la circulación<br />
monetaria. Nace el día en que se exige al comprador, por el mismo suministro,<br />
una suma superior que la exigida la víspera. Allí es donde hay que intervenir.<br />
— 59 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Incluso a Schacht tuve que empezar a explicarle esta verdad elemental: que la<br />
causa esencial de la estabilidad de nuestra moneda había que buscarla en los<br />
campos de concentración. La moneda permanece estable en cuanto los<br />
especuladores van a un campo de trabajo. Tuve igualmente que hacerle<br />
comprender a Schacht que los beneficios excesivos deben retirarse del ciclo<br />
económico.<br />
»Todas estas cosas son simples y naturales. Lo fundamental es no permitir<br />
que los judíos metan en ellas su nariz. La base de la política comercial judía<br />
reside en hacer que los negocios lleguen a ser incomprensibles para un cerebro<br />
normal. Se extasía uno ante la ciencia de los grandes economistas. ¡Al que no<br />
comprende nada se le califica de ignorante! En el fondo, la única razón de la<br />
existencia de tales argucias es que lo enredan todo... Sólo los profesores no han<br />
comprendido que el valor del dinero depende de las mercancías que el dinero<br />
tiene detrás.<br />
»Dar dinero es únicamente un problema de fabricación de papel. Toda la<br />
cuestión es saber si los trabajadores producen en la medida de la fabricación del<br />
papel. Si el trabajo no aumenta y por lo tanto la producción queda al mismo<br />
nivel, el aumento de dinero no les permitirá comprar más cosas que las que<br />
compraban antes con menos dinero. Evidentemente esta teoría no hubiera<br />
podido suministrar la materia de una disertación científica. Al economista<br />
distinguido le importa sobre todo exponer ideas envueltas en frases sibilinas...<br />
»Demostré a Zwiedineck que el patrón oro, la cobertura de la moneda,<br />
eran puras ficciones, y que me negaba en el futuro a considerarlas como<br />
venerables e intangibles; que a mis ojos el dinero no representaba nada más que<br />
la contrapartida de un trabajo y que no tenía por lo tanto valor más que en la<br />
medida que representase trabajo realmente efectuado. Precisé que allí donde el<br />
dinero no representaba trabajo, para mí carecía de valor.<br />
»Zwiedineck se quedó horrorizado al oírme. Me explicó que mis ideas<br />
conmovían las nociones más sólidamente establecidas de la ciencia económica y<br />
que su aplicación llevaría inevitablemente, al desastre.<br />
»Cuando, después de la toma del poder, tuve ocasión de traducir en<br />
hechos mis ideas, los economistas no sintieron el menor empacho, después de<br />
haber dado una vuelta completa, en explicar científicamente el valor de mi<br />
sistema»[12].<br />
«Toda vida económica es la expresión de una vida psíquica», escribió Oswaldo<br />
Spengler en «Decadencia de Occidente». Y en efecto, el nacionalsocialismo modificó<br />
la economía de la nación en cuanto logró orientar hacia metas ideales la actitud<br />
psíquica del pueblo. La falsificación judía de la Economía Política, según la cual el<br />
trabajo es sólo una mercancía y el oro la base única de la moneda sana, quedó<br />
evidentemente al descubierto.<br />
Muchos incrédulos investigadores fueron a cerciorarse con sus propios ojos de<br />
lo que estaba ocurriendo en Alemania. «Radcliffe Collage» de Estados Unidos, envió<br />
a Berlín al economista antinazi Máxime Y. Sweezy. Entre sus conclusiones publicadas<br />
en el libro «La Economía Nacionalsocialista», figuran las siguientes:<br />
«El pensamiento occidental, cegado por los conceptos de una economía<br />
arcaica, creyó que la inflación, la falta de recursos, o una revolución,<br />
condenaban a Hitler al fracaso... Mediante obras públicas y subsidios para<br />
trabajos de construcción privada se logró la absorción de los cesantes. Se cuidó<br />
de que los trabajadores de determinada edad, especialmente aquellos que<br />
— 60 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
sostenían familias numerosas, tuvieran preferencia sobre los de menor edad y<br />
menores obligaciones... Se desplazó a los jóvenes desocupados hacia esferas de<br />
actividad de carácter más social que comercial, como los Cuerpos de Servicio de<br />
Trabajo, de Auxilios Agrícolas y de Trabajo Agrícola Anual.<br />
»En el otoño de 1936 ya no existía duda alguna sobre el éxito del primer<br />
plan cuatrienal. La desocupación había dejado de ser un problema e inclusive se<br />
necesitaban más obreros. El segundo plan cuatrienal quedó bajo la dirección del<br />
general Goering, cuya principal meta era independizar a Alemania de todos los<br />
víveres y materias primas importadas... Con proteínas de pescado se<br />
manufacturaron huevos en polvo; los autobuses fueron movidos por medio de<br />
gas; se usó vidrio para fabricar tubería y material aislante; se implantó la<br />
regeneración del hule y la purificación del aceite usado y el tratamiento de la<br />
superficie de metal contra el moho. Se almacenó aserrín para transformarlo en<br />
una harina de madera que también se usó como forraje; el pan se elaboró, en<br />
parte, de celulosa; las cubiertas de las salchichas se usaron de celofán; se<br />
transformaron las papas en almidones, azúcares y jarabes.<br />
»En Fallersleben se inició la construcción de no sólo la fábrica de<br />
automóviles más grande del mundo sino de la fábrica más grande del mundo de<br />
cualquier clase. El Volksauto (auto del pueblo) costaría mil ciento noventa<br />
marcos (más de dos mil pesos) en abonos de cinco semanarios.<br />
»En seis años los nazis terminaron 3,065 kilómetros de carreteras,<br />
parcialmente, 1,387 kilómetros más, e iniciaron la construcción de otros 2,499<br />
kilómetros.<br />
»La estabilización de precios que resultó de la intervención oficial nazi<br />
debe conceptuarse como un éxito notable, único en la historia económica desde<br />
la revolución industrial... Esta experiencia permitió que prosiguiera la guerra<br />
sin que el problema de los precios preocupara a Alemania»[13].<br />
¿Cómo había sido lograda esa milagrosa transformación si Alemania carecía de<br />
oro en sus bancos, si carecía de oro en sus minas y de divisas extranjeras en sus<br />
reservas? ¿De qué misteriosas arcas había salido el dinero para emprender obras<br />
gigantescas que dieron trabajo a 6.136,000 cesantes existentes en enero de 1933?<br />
¿Había logrado, acaso, la piedra filosofal buscada por los antiguos alquimistas para<br />
transformar el plomo en oro?<br />
La fórmula no era un secreto, pero sonaba inverosímilmente sencilla entre tanta<br />
falacia que la seudociencia económica judía había hecho circular por el mundo.<br />
Consistía, básicamente, en el principio de que «la riqueza no es el dinero, sino el<br />
trabajo». En consecuencia, si faltaba dinero, se hacía, y si los profetas del reino del<br />
oro gritaban que esto era una herejía, bastaba con aumentar la producción y con<br />
regular los salarios y los capitales para que no ocurriera ningún cataclismo<br />
económico.<br />
El investigador norteamericano Sweezy pudo ver cómo se daba ese paso audaz y<br />
escribió:<br />
«Los dividendos mayores del 6% debían ser invertidos en empréstitos<br />
públicos. Se considera que el aumento de billetes es malo, pero esto no tiene<br />
gran importancia cuando se regulan los salarios y los precios, cuando el<br />
Gobierno monopoliza el mercado de capitales y cuando la propaganda oficial<br />
entusiasma al pueblo».<br />
Sweezy relata también que la economía nazi ayudó a los hombres de negocios a<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
eliminar a los logreros de la industria; se ampliaron las subvenciones para las<br />
empresas productoras de bienes esenciales; se implantó un espartano racionamiento<br />
y el comercio internacional se rigió a base de trueque. Mediante el Frente Alemán del<br />
Trabajo «la ilusión de las masas se desvió de los valores materiales a los valores<br />
espirituales de la nación»; se aseguró la cooperación entre el capital y el trabajo; se<br />
creó un departamento de «Fuerza por la Alegría»; se agregó otro de «Belleza y<br />
Trabajo»; se implantó el mejoramiento eugenéfico y estético de los centros de<br />
trabajo. Para reducir las diferencias de clase, cada joven alemán laboraba un año en<br />
el «Servicio de Trabajo» antes de entrar en el ejército; se trasladaron jóvenes de las<br />
ciudades a incrementar las labores agrícolas; se movilizó a los ancianos a talleres<br />
especiales; a los procesados se les hizo desempeñar trabajos duros; a los judíos se les<br />
aisló del resto de los trabajadores, «con objeto de que el contagio fuera mínimo»; y<br />
las ganancias de los negociantes se redujeron a límites razonables.<br />
El ex Primer Ministro francés Paul Reynaud dice en sus «Revelaciones» que «en<br />
1923 se trabajaban en Alemania 8,999 millones de horas y en Francia 8,184 millones.<br />
En 1937 (bajo el sistema nazi que absorbió a todos los cesantes) se trabajaban en<br />
Alemania 16,201 millones de horas, y 6,179 millones en Francia». Como resultado la<br />
producción industrial y agrícola de Alemania llegó a sextuplicarse en algunos ramos y<br />
así la realidad trabajo fue imponiéndose a la ficción oro. Un viejo anhelo de la<br />
filosofía idealista alemana iba triunfando aun en el duro terreno de la economía. En<br />
sus «Discursos a la Nación Alemana» Juan G. Fichte había dicho en 1809 que «al<br />
alumno debe persuadírsele de que es vergonzoso sacar los medios para su existencia<br />
de otra fuente que no sea su propio trabajo».<br />
Naturalmente que esto entraba en pugna con los intereses de una de las ramas<br />
judías que halla más cómodo amasar fortunas en hábiles especulaciones, monopolios<br />
o transacciones de Bolsa que forjar patrimonios mediante el trabajo constructivo.<br />
Esta implacable ambición que no se detiene ante nada ya había sido percibida años<br />
antes por el filósofo francés Gustavo Le Bon, quien escribió en «La Civilización de los<br />
Árabes»:<br />
«Los reyes del siglo en que luego entraremos, serán aquellos que mejor<br />
sepan apoderarse de las riquezas. Los judíos poseen esta aptitud hasta un<br />
extremo que nadie ha igualado todavía».<br />
Ciertamente Hitler repudiaba a esos reyes del oro y desde 1923 había escrito que<br />
el capital debe hallarse sometido a la soberanía de la nación, en vez de ser una<br />
potencia internacional independiente. Es más, el capital debe actuar —decía— en<br />
favor de la soberanía de la nación, en lugar de convertirse en amo de ésta. Es<br />
intolerable que el capital pretenda regirse por leyes internacionales atendiendo<br />
únicamente a lograr su propio crecimiento. En la democracia la economía ha logrado<br />
imponerse al interés de la colectividad, y si para sus conveniencias utilitarias es más<br />
atractivo financiar a los especuladores que a los productores de víveres, puede<br />
hacerlo libremente. De igual manera puede ayudar más a los capitales extranjeros<br />
que a los propios, si en esa forma obtiene dividendos mayores. El bien de la patria y<br />
de la nacionalidad no cuentan para nada en la «ciencia económica» del Reino del<br />
Oro.<br />
Naturalmente, ese egoísmo practicado y propiciado por el judío fue barrido<br />
implacablemente en Alemania. Y una vez afianzada la economía nacionalsocialista,<br />
Hitler pudo anunciar el 10 de diciembre de 1940:<br />
«Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
los pueblos. No nos importa carecer de él. El oro no se come. Tenemos en<br />
cambio la fuerza productora del pueblo alemán... En los países capitalistas el<br />
pueblo existe para la economía y la economía para el capital. Entre nosotros<br />
ocurre al revés: el capital existe para la economía y la economía para el pueblo,<br />
Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente medios para obtener el<br />
bien del pueblo. Nuestra industria de armamentos podría repartir dividendos<br />
del 75, 140 y 160 por ciento, pero no hemos de consentirlo. Creo que es<br />
suficiente un seis por ciento... Cada consejero —en los países capitalistas—<br />
asiste una vez al año a una junta; oye un informe, que a veces suscita<br />
discusiones. Y por ese trabajo recibe anualmente 60,000, 80,000 ó 100,000<br />
marcos. Esas prácticas inicuas las hemos borrado entre nosotros. A quienes con<br />
su genio y laboriosidad han hecho o descubierto algo que sirve grandemente a<br />
nuestro pueblo, les otorgamos —y lo merecen— la recompensa apropiada. ¡Pero<br />
no queremos zánganos!»<br />
Muchos zánganos de dentro y de fuera de Alemania se estremecieron de odio y<br />
de temor.<br />
Así se explica por qué el 7 de agosto de 1933 —seis años antes de que se iniciara<br />
la guerra— Samuel Untermeyer, presidente de la Federación Mundial Económica<br />
Judía, había dicho en Nueva York durante un discurso:<br />
«Agradezco su entusiasta recepción, aunque entiendo que no me<br />
corresponde a mí personalmente sino a la "Guerra santa" por la humanidad, que<br />
estamos llevando a cabo. Se trata de una guerra que debe pelearse sin descanso<br />
ni cuartel, hasta que se dispersen las nubes de intolerancia, odio racial y<br />
fanatismo que cubren lo que fuera Alemania y ahora es hitlerlandia. Nuestra<br />
campaña consiste, en uno de sus aspectos, en el boicot contra todas sus<br />
mercancías, buques y demás servicios alemanes... El primer Presidente<br />
Roosevelt, cuya visión y dotes de gobierno constituyen la maravilla del mundo<br />
civilizado, lo está invocando para la realización de su noble concepto sobre el<br />
reajuste entre el capital y el trabajo»[14].<br />
Es importante observar cómo seis años antes de que se encontrara el falso<br />
pretexto de Polonia para lanzar al Occidente contra Alemania, ya la Federación<br />
Mundial Económica Judía le había declarado la guerra de boicot. La lucha armada<br />
fue posteriormente una ampliación de la guerra económica.<br />
Carlos Roel añade en su obra citada:<br />
«La judería se alarmó, pues siendo el acaparamiento del oro y el dominio<br />
de la banca sus medios de dominación mundial, significaba un grave peligro<br />
para ello, el triunfo de un Estado que podía pasarse sin oro, y además,<br />
desvincular sus instituciones de crédito de la red internacional israelita, ya que<br />
muchos otros se apresurarían a imitarlo. ¿Cómo evitar ese peligro? No habría<br />
sino una forma: aniquilar a Alemania».<br />
Agrega que esos amos del crédito realizan fabulosas especulaciones a costa del<br />
pueblo; fundan monopolios y provocan crisis y carestías. Y como están en posibilidad<br />
de elevar o abaratar los valores de Bolsa a su arbitrio, sus perspectivas de lucro se<br />
vuelven prácticamente infinitas. También Henry Ford habla de esto y refiere cómo los<br />
americanos fueron testigos durante 15 meses de una de esas típicas maniobras: «El<br />
dinero —dice— se sustrajo a su objetivo legal y fue prestado a los especuladores al seis<br />
— 63 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
por ciento, quienes a su vez volvieron a prestarlo al 30%».<br />
Era, pues, tan bonancible la situación de los reyes del oro, que naturalmente se<br />
aprestaron con odio incontenible a combatir al régimen nazi. El ejemplo de éste<br />
desacreditaba la sutil telaraña de seudociencia económica tras la cual se hallaban<br />
apostados los magnates judíos al acecho de sus víctimas.<br />
El sistema alemán de comerciar internacionalmente a base de trueque y no de<br />
divisas era también alarmante para esos profesionales especuladores. En respuesta a<br />
las críticas contra el trueque, Hitler dijo el 30 de enero de 1939:<br />
«El sistema alemán de dar por un trabajo realizado noblemente un<br />
contrarrendimiento también noblemente realizado, constituye una práctica más<br />
decente que el pago por divisas que un año más tarde han sido desvalorizadas<br />
en un tanto por ciento cualquiera[15].<br />
»Hoy nos reímos de esa época en que nuestros economistas pensaban con<br />
toda seriedad que el valor de una moneda se encuentra determinado por las<br />
existencias en oro y divisas depositadas en las cajas de los bancos del Estado y,<br />
sobre todo, que el valor se encontraba garantizado por éstas. En lugar de ello<br />
hemos aprendido a conocer que el valor de una moneda reside en la energía de<br />
producción de un pueblo».<br />
La demostración de ese principio ponía automáticamente en evidencia el<br />
engaño que padecían otros pueblos. El judaísmo se sintió así herido en dos de sus<br />
más brillantes creaciones: en el Oriente, su Imperio marxista se hallaba en capilla; en<br />
el Occidente, su sistema económico supercapitalista de especulaciones gigantescas<br />
estaba siendo desacreditado ante los ojos de los pueblos occidentales que eran sus<br />
víctimas.<br />
Y de ahí nació la entonces tácita alianza entre el Oriente y el Occidente para<br />
aniquilar a la Alemania nazi. Ni los yugoeslavos, ni los belgas, ni los franceses, ni los<br />
ingleses, ni los americanos, tenían por qué lanzarse a esa lucha, mas para los<br />
intereses israelitas era indispensable empujarlos. ¡Con los mismos pueblos que en<br />
cierto modo eran sus víctimas, el judaísmo político iba a afianzar su hegemonía<br />
mundial!<br />
Henry Ford escribió en 1920 que<br />
«existe un supercapitalismo que se apoya exclusivamente en la ilusión de que el<br />
oro es la máxima felicidad. Y existe también un supergobierno internacional<br />
cuyo poderío es mayor que el que tuvo el Imperio Romano».<br />
Pues bien, ese supergobierno iba a realizar la fabulosa tarea de lanzar a los<br />
pueblos occidentales a una guerra que era ajena a los intereses de esos pueblos e<br />
incluso perjudicial para ellos.<br />
— 64 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
PROFUNDAS RAICES EN EL ALMA COLECTIVA<br />
Las realizaciones del nacionalsocialismo eran la cúspide de una montaña de<br />
fuerzas psicológicas que asentaban sus cimientos en el alma colectiva del pueblo<br />
alemán.<br />
Aunque los gobiernos influyen en los pueblos y los encauzan, es el alma de la<br />
nación la que les infunde o no el toque de grandeza. Cuando ese espíritu falta, las<br />
instituciones son simples «gerencias» administrativas, más o menos toleradas o más<br />
o menos populares, pero carentes del fuego que arde en los movimientos históricos<br />
que graban épocas milenarias en el Destino de los pueblos.<br />
El movimiento nazi encontró cualidades populares —rezumadas a través de<br />
siglos y de generación en generación— que hicieron posibles sus centelleantes<br />
realizaciones. No era, por tanto, un movimiento de exportación. Muchos años antes<br />
había comenzado a abonarse el terreno mediante la típica disciplina alemana en la<br />
escuela y el cuartel. De ella nacieron o se acrecentaron en Alemania las cualidades de<br />
orden, de atención concentrada, de paciencia y de minuciosidad.<br />
Desde siglos antes el servicio militar había inculcado reverente culto por la<br />
Patria y la nacionalidad; las universidades habían abierto todas las puertas del<br />
conocimiento humano a una enorme masa de ciudadanos. Hitler se encontró así a un<br />
pueblo culto, pero que gracias a sus reservas vitales —y al ejercicio de la fuerza de<br />
voluntad desde la escuela hasta el cuartel— no había caído en la degeneración<br />
libresca del intelectualoide que repudia la acción, el esfuerzo, el sacrificio y la<br />
disciplina. Este último disfraza su pereza con sapiencia, pero en vez de una acción<br />
sostenida sólo realiza un estéril mariposeo de idea en idea.<br />
Por otra parte, la dictadura de Hitler en Alemania tenía un significado muy<br />
distinto a las dictaduras habidas en otros países, donde los dictadores imponen su<br />
dominio y el de su camarilla, pero no imponen métodos para realizar ideales. Es esta<br />
una fundamental diferencia.<br />
Cuando un pueblo ansía sustraerse al dominio de un grupo político, ese anhelo<br />
es una fuerza libertadora. Por eso Spengler dice que en esencia «la libertad tiene algo<br />
de negativo; desata, liberta, defiende; ser libre es siempre quedar libre de algo». Pero<br />
en Alemania nacionalsocialista el pueblo no deseaba sustraerse a su ideal de grandeza<br />
y a su aspiración de adquirir espacio para vivir. No deseaba libertarse de su ideal<br />
nacionalista; y supuesto que Hitler implantaba una dictadura para realizar esos<br />
ideales, el pueblo estaba con él. La dictadura la llevaba el pueblo en su propia alma y<br />
era la dictadura de sus ideales. Por eso Hitler —que fue símbolo viviente y bandera<br />
humana de esos anhelos —arrastró multitudes.<br />
Esto constituía la característica específica, diacrítica, propia, de la dictadura<br />
nacionalsocialista. La dictadura es un instrumento, no una «cosa en sí»; puede ser<br />
buena o mala, querida u odiada, según el fin a que se oriente. 458 años antes de<br />
nuestra Era, cuando los romanos se hallaban aflictivamente sitiados por los ecuos,<br />
recurrieron a Lucio Quincio Cincinato y lo nombraron dictador. Cincinato organizó<br />
nuevos ejércitos, restableció la confianza y derrotó a los ecuos.<br />
Frecuentemente se ha visto en la historia que los pueblos en zozobra recurren a<br />
la voluntad de un hombre para encontrar su propio camino y cuando en esos<br />
momentos aflictivos hallan a ese hombre resuelto a asumir la responsabilidad de<br />
todos, la tensión disminuye y la esperanza resurge. La dictadura es una necesidad<br />
esporádica en la historia de la humanidad. Si en el caso de Alemania se la vilipendió<br />
tanto, fue por intereses partidistas, más no porque en realidad fuera un régimen<br />
— 65 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
contrario a la voluntad popular.<br />
La dictadura nazi irrumpió duramente en la vida de Alemania. Hitler mismo lo<br />
advirtió así: «El nacionalsocialismo no es ninguna doctrina de quietud; no es una<br />
doctrina de goce, sino de esfuerzo y de lucha». Y sin embargo halló adhesión<br />
entusiasta porque no era molicie lo que el pueblo deseaba. Así lo revelaban ya los<br />
pensadores alemanes después de 1918 al quejarse de que<br />
«ahora vivimos el happy end de una existencia sin contenido, a través de cuyo<br />
aburrimiento la música de jazz y los bailes negros entonan la marcha fúnebre de<br />
una gran cultura. Hacemos el muerto como insectos humanos». (Spengler).<br />
Pero a partir de 1933 en que los nazis adquirieron el poder, la disciplina y el<br />
esfuerzo fueron materializando nuevas instituciones y poniendo en juego las inactivas<br />
energías de la nación. Se establecieron centros juveniles como el de Sonthofen, para<br />
crear jóvenes «rectangulares de cuerpo y alma». «Los hombres no deberán<br />
preocuparse más de la selección de perros, caballos y gatos, que de levantar el nivel<br />
racial del hombre mismo».<br />
Ciertos observadores extranjeros se escandalizaban —quién sabe por qué— de<br />
que en las escuelas alemanas se les inculcara a los educandos: «muchachos; tienen<br />
que ser duros y resistentes... duros como el acero; ¡el Fuehrer lo quiere!» Desde los<br />
catorce hasta los 18 años los muchachos alemanes pertenecían a la Juventud de<br />
Hitler, dotada de secciones de aviación, de fusileros, etc., y se les impartían<br />
conocimientos de política que en otros países difícilmente logran incluso los adultos.<br />
Contra la internacionalización del obrero proclamada por el marxismo se<br />
instituyó el Frente de Trabajo y se alentó el sentimiento de la comunidad nacional. El<br />
trabajador no era ni un paria respecto a las demás clases ni un privilegiado<br />
aristócrata de overol. El frente del trabajo imponía al patrón «el deber de ser<br />
considerado y justo con el obrero». Para esto funcionaba el Tribunal de Honor Social,<br />
pero naturalmente su eficacia no se fincaba sólo en bellos reglamentos, sino en la<br />
espontánea disposición de patrones y obreros a cooperar al resurgimiento de la<br />
nación. La indemnización por despidos injustos ascendía a un año de salario. Pero<br />
más que las sanciones, lo que acercaba a las diversas clases y las fundía en un mismo<br />
bloque de trabajo era el ideal de una patria grande. Despertar estas fuerzas<br />
psicológicas tiene mucho más valor en la práctica que expedir leyes cuya evasión es<br />
siempre factible.<br />
En tres años se construyeron en las ciudades 701,552 viviendas populares, con<br />
alquiler no mayor de la quinta parte de los ingresos del inquilino. Para evitar<br />
amontonamientos deprimentes las viviendas eran de una sola planta y tenían jardín.<br />
Además, el Frente del Trabajo terminó en dos años 21,301 casas de colonos y 59,000<br />
más se hallaban en construcción[16].<br />
El Frente cuidaba también de los obreros temporales como los de la<br />
construcción, que incluso tenían derecho a vacaciones.<br />
«El número de obreros con derecho a vacación en Alemania es más del<br />
doble del de los demás países. El promedio de vacaciones es también mayor...<br />
Una dependencia del FAT, la Fuerza por la Alegría, atiende a la inversión del<br />
ocio. Ningún otro Estado presenta una institución de recreo semejante. Más de<br />
5 millones de personas que no habían salido o habían salido raramente de los<br />
muros de su ciudad, han podido conocer lo más hermoso de la patria<br />
alemana»[17].<br />
— 66 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Las crecidas utilidades obtenidas por un sector no se interpretaban como<br />
síntoma de auge nacional, sino como una irregularidad económica que debía ser<br />
corregida en beneficio del bienestar colectivo, pues «la economía próspera debe<br />
apoyarse en un alto nivel de vida de la masa».<br />
En la obtención de trabajo era factor decisivo el número de miembros de la<br />
familia. Y el seguro social, establecido por Bismarck en 1880, alcanzó en 1937 el<br />
primer lugar del mundo. La beneficencia pública recurría a la colecta del Plato Único<br />
en la comida del domingo; lo economizado por cada ciudadano se destinaba a ayudar<br />
a la colectividad. En tres años las colectas ascendieron a 1,095 millones de marcos.<br />
Hitler no quería —dice el Dr. Rauecker— que esto fuera sustituido por impuestos,<br />
pues sostenía que «el sentimiento de responsabilidad social del individuo no debe<br />
debilitarse por medio del impuesto». En vez de una ayuda mecanizada y forzosa se<br />
apelaba a los sentimientos de camaradería y justicia. Carlos Roel cita —«Hitler y el<br />
Nazismo»— que el departamento de Fuerza por la Alegría, cuya tarea consistía en<br />
hermosear el medio ambiente de los obreros en las fábricas y hacerles su tarea menos<br />
fastidiosa, les decía:<br />
«No prometemos las utopías del marxismo. No; nosotros decimos al<br />
hombre que trabaja y crea, que la vida es dura y está llena de dificultades de las<br />
cuales no podemos librarlo, porque no hay poder en el mundo capaz de ello. Le<br />
decimos, empero, que lo esencial no es que desaparezcan los inevitables<br />
trabajos del hombre, sino que éste tenga la fuerza suficiente para afrontarlos. Y<br />
esa fuerza queremos dársela por medio de la alegría y la comunidad».<br />
Todo este movimiento constructivo era naturalmente contrario a la demagógica<br />
agitación marxista que divide en vez de unir y que Oswaldo Spengler sintetiza así en<br />
«Años Decisivos»:<br />
«Para el comunismo no se entiende por pueblo a la nación toda, sino a la<br />
parte de la masa ciudadana que se rebela contra la Comunidad. El trabajador<br />
pasa a ser el obrero propiamente dicho, el sentido y el fin de la historia, de la<br />
política y de la preocupación pública. Se olvida que todos los hombres trabajan y<br />
que hay otros que rinden más: el inventor, el ingeniero, el organizador. Pero<br />
nadie se atreve ya a acentuar la categoría, la calidad de un rendimiento. Sólo el<br />
"trabajador" halla compasión, sólo él es auxiliado, protegido y asegurado. Más<br />
aún, es elevado a la categoría de santo e ídolo de la época. El mundo gira en<br />
torno suyo, todos los demás son haraganes; sólo él no... Los representantes del<br />
pueblo viven de esta leyenda, han acabado por persuadir de ello a los propios<br />
asalariados, quienes se sienten realmente maltratados y miserables, hasta<br />
perder todo criterio de su verdadero valor. El que ha provocado esto no es el<br />
trabajador, sino el vagabundo, como se le llama en la correspondencia entre<br />
Marx y Engels... Ninguno se atreve ya a declarar que quiere representar a otras<br />
partes de la nación que al obrero. A éste lo tratan como clase privilegiada, por<br />
cobardía o en espera de éxitos electorales».<br />
Pero volviendo al examen de lo que era el Estado Nazi cabe citar que en el ramo<br />
de la producción intelectual se publicaron... 25,439 libros tan sólo en 1938, según<br />
dice el investigador americano Máxime Y. Sweezy, en «La Economía<br />
Nacionalsocialista».<br />
Refiriéndose a las realizaciones de su régimen, Hitler pudo anunciar el 30 de<br />
enero de 1939:<br />
— 67 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
«Esquilmado por el resto del mundo durante 15 años, cargado de de-udas<br />
enormes, sin colonias, el pueblo alemán es alimentado y vestido y no tiene<br />
cesantes. Y la pregunta es: ¿Cuál de las sedicentes grandes democracias estaría<br />
en condiciones de lograr una cosa tan difícil?»<br />
Esta era una respuesta a la campaña que se había iniciado en Occidente contra<br />
Alemania, pero Hitler quiso enfatizar que se trataba de una simple réplica, y precisó:<br />
«No exportamos el nacionalsocialismo ni tenemos motivos para combatir a otros<br />
pueblos porque sean demócratas».<br />
Cada nación es libre de escoger su propio sistema de gobierno; al reconocer esa<br />
libertad para los demás, Alemania reclamaba igual derecho para sí.<br />
ZANJANDO LAS VIEJAS RENCILLAS CON FRANCIA<br />
Al finalizar la primera guerra mundial, Alemania fue mutilada y reducida a<br />
472,000 kilómetros cuadrados (la cuarta parte de México), y perdió el dominio sobre<br />
6 millones y medio de alemanes, los cuales en contra de su voluntad fueron anexados<br />
a otros países.<br />
Además, se la obligó a desmilitarizar el Sarre y la Renania. Que un país se vea<br />
forzado a prescindir de la soberanía nacional, aun dentro de sus propias fronteras, es<br />
un hecho humillante que no puede durar indefinidamente. Por eso en enero de 1935<br />
se efectuó un plebiscito en el Sarre para saber si la población alemana quería seguir<br />
perteneciendo a Alemania o no. La respuesta fue afirmativa en un 90% (477,000<br />
contra 48,000 votos) y en consecuencia se restableció la soberanía nacional alemana<br />
sobre aquella zona del país que había estado siendo administrada con intervención de<br />
Francia. Con tal motivo, Hitler anunció el 15 de ese mes:<br />
«Compatriotas alemanes del Sarre: su decisión me da hoy la posibilidad de<br />
declarar que una vez efectuada su reincorporación al territorio del Reich,<br />
Alemania no hará ya ninguna reclamación territorial más a Francia. Esta es<br />
nuestra contribución histórica y de sacrificio en pro de la tan necesaria<br />
pacificación de Europa. Nosotros no luchamos hoy por una posición de poderío<br />
mundial; luchamos simplemente por la existencia de nuestra patria, por la<br />
unidad de nuestra nación y por el pan cotidiano para nuestros hijos. Si<br />
partiendo de este punto de vista tratamos de buscar aliados en Europa, sólo dos<br />
Estados deberán tomarse en cuenta: Inglaterra e Italia».<br />
Hitler refrendaba así su propósito de no buscar querella con Occidente. Desde el<br />
2 de noviembre de 1933 el embajador alemán en Washington, Luther, había<br />
notificado al Departamento de Estado que Hitler prometía no pedir jamás la<br />
devolución de Alsacia y Lorena, provincias que en la guerra de 1914 le fueron<br />
quitadas al Reich y anexadas a Francia.<br />
Sin embargo, ese propósito de zanjar dificultades con Francia tuvo<br />
inmediatamente después una hostil respuesta por parte de los gobernantes franceses,<br />
— 68 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
quienes el 2 de mayo (1935) concertaron un tratado con la URSS para cercar a<br />
Alemania. Otro convenio semejante fue firmado el día 16 entre Checoslovaquia y<br />
Rusia. No obstante, Hitler continuó su política de acercamiento con Francia e<br />
Inglaterra.<br />
El 7 de marzo de 1936 Alemania dio otro paso más para recuperar su soberanía<br />
dentro de sus fronteras y militarizó su propio territorio de la Renania. El acuerdo<br />
adoptado en 1918 para que Alemania no tuviera soldados en esa provincia suya, no<br />
podía ser sino una medida transitoria de emergencia, pero no una claudicación<br />
definitiva. ¿Podrían tolerar indefinidamente otros países la exigencia de no tener<br />
tropas en determinadas regiones de su propio suelo?<br />
Pero tal acontecimiento fue difundido en el mundo entero como principio de<br />
una espantosa amenaza sobre Occidente. El 31 de marzo de 1936 Hitler anunció su<br />
plan de paz, significativamente dirigido al Mundo Occidental; pedía igualdad de<br />
derechos para todos los países europeos y prometía que Alemania respetaría las<br />
fronteras en el Oeste. Nada remotamente parecido ofrecía respecto a las fronteras de<br />
Oriente, concernientes a la URSS. En noviembre de ese mismo año hizo más patente<br />
su actitud antibolchevique y firmó el Pacto Antikomintern con el Japón, al cual<br />
Mussolini se adhirió un año más tarde. Francia e Inglaterra tenían así pruebas<br />
inequívocas de que Hitler no marchaba contra ellas, sino contra Moscú.<br />
Una vez resuelto que el Sarre y la Renania (por ser provincias alemanas),<br />
quedaban sujetas al control soberano del Estado alemán, la atención de Hitler se<br />
volvió hacia su provincia natal de Austria, cuya unificación con Alemania era un viejo<br />
sueño de la población germana. En efecto, al finalizar la primera guerra mundial, la<br />
Asamblea Nacional Austríaca había decidido el 12 de noviembre de 1918 que Austria<br />
se incorporaría a la comunidad de Estados Alemanes. Pero este acuerdo fue<br />
inmediatamente contrarrestado por las potencias aliadas, las cuales prohibieron esa<br />
fusión, según el artículo 88 del Tratado de Paz de Saint-Germain. Tal prohibición<br />
violaba el principio de la libre autodeterminación de los pueblos, proclamado por los<br />
propios aliados.<br />
La asamblea Nacional Austríaca protestó porque no se le permitía su unión con<br />
Alemania, pero su protesta fue desoída. Tres años después, en 1921, la Asamblea<br />
Nacional Austríaca organizó un referéndum en el que cada ciudadano contestaría a la<br />
siguiente pregunta: «¿Debería el Gobierno Federal solicitar el permiso del Consejo de<br />
la Liga de las Naciones para la unión de la República Austríaca con el Reich<br />
Alemán?» Inmediatamente Francia y Yugoslavia hicieron presión para que el<br />
plebiscito se suspendiera, de tal manera que sólo pudo realizarse en el Tirol y en<br />
Salzburgo, con 243,848 votos en favor de la unificación y 2,682 en contra.<br />
Lazos de sangre, de idioma, de religión, de costumbres, de confraternidad en las<br />
armas, hacían de Austria esencialmente una provincia alemana. El hecho mismo de<br />
que Hitler, austríaco, hubiera sido elevado en 1933 a la categoría de Fuehrer de<br />
Alemania, era la mejor demostración de que no se trataba de dos pueblos, sino de uno<br />
solo —el pueblo alemán— cuya total unificación reclamaba la incorporación de<br />
Austria.<br />
A principios de 1938 hizo crisis el deseo popular de que Austria se incorporara a<br />
la comunidad de Estados Alemanes. Entonces el Canciller austríaco Schuschnigg,<br />
aconsejado por el Ministro francés Puaux, lanzó sorpresivamente una convocatoria<br />
para realizar un plebiscito en el término de tres días. Como no había padrones<br />
recientes y una gran parte de la población creyó que se trataba de una maniobra<br />
fraudulenta, comenzaron a ocurrir desórdenes y manifestaciones.<br />
Hitler pidió que el plebiscito se pospusiera a fin de que se le preparara<br />
convenientemente, y al no conseguirlo ordenó que las tropas entraran en paz<br />
— 69 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
entraran en Austria. Esto ocurrió el 12 de marzo (1938) y la población recibió con<br />
frenéticas muestras de simpatía a sus hermanos del Norte. Ese mismo día Hitler llegó<br />
a Viena. El antiguo ejército austríaco desfiló junto con sus compatriotas del 8o.<br />
ejército alemán al mando del general Von Bock.<br />
[1] «La Revolución Comunista, por consecuencia, no será una revolución puramente<br />
nacional. Se producirá al mismo tiempo en todos los países civilizados... Será una<br />
Revolución mundial y deberá tener, en consecuencia, un terreno mundial». —<br />
Principios de Comunismo. —Engels. — 1848.<br />
[2] Paz y Guerra. — Cordell Hull, Secretario de Estado Norteamericano.<br />
[3] Mi Informe Sobre los Rusos. — William L. White.<br />
[4] Roosevelt y Hopkins. — Robert E. Sherwood.<br />
[5] En Nueva York se encuentra el Kahal, gobierno judío, y el Templo Emanu-El,<br />
Sinagoga Catedral del país. En 1900 había 500,000 hebreos en Nueva York, y en 1937<br />
ascendían a 2.035,000, sin contar los que se ocultan bajo otra nacionalidad postiza.<br />
[6] El historiador judío Emil Ludwíg admite (en su libro «Vida de Roosevelt») que<br />
Franklin D. Roosevelt era descendiente del israelita Claes Martensen, emigrado de<br />
Holanda a E.U. en 1650.<br />
[7] En esa época la mano pro-soviética de Roosevelt logró asimismo un artificial<br />
florecimiento del marxismo en Latinoamérica. Sin el apoyo de las esferas oficiales<br />
hubiera sido imposible ese brote comunista en el Continente, como el del cardenismo<br />
en México.<br />
[8] Roosevelt y Hopkins. — Por Robert E. Sherwood.<br />
[9] Lo que España debe a la Masonería. — Eduardo Comín, Prof. de la Escuela<br />
General de Policía de Madrid.<br />
[10] En 1291 los judíos fueron expulsados de Inglaterra, por considerárseles dañinos<br />
para la nación. En 1649 Menaseben Israel gestionó y obtuvo autorización para que<br />
regresaran, y desde entonces pudieron establecerse libremente en todas las ciudades<br />
británicas.<br />
[11] «Hitler no se Equivocó». — F. H. Hinsley, Profesor de Historia de la Universidad<br />
de Cambridge.<br />
[12] Conversaciones de Hitler Sobre la Guerra y la Paz. — Martín Bormann.<br />
[13] Durante cinco años de guerra el costo de la vida en Alemania subió un doce por<br />
ciento, y los salarios en un once por ciento.<br />
Alemania gastó en la guerra (sin incluir indemnizaciones a los aliados) 670,000<br />
millones de marcos, aproximadamente dos billones y diez mil millones de pesos<br />
mexicanos. (El equivalente del presupuesto actual de México en 251 años).<br />
[14] Hitler y el Nazismo.—Carlos Roel.<br />
[15] Años más tarde Latinoamérica y otros países conocieron en carne propia tales<br />
especulaciones, pues habiendo vendido materias primas a equis precio, una<br />
desvalorización forzosa de sus divisas hizo que el beneficio de tales ventas<br />
disminuyera en casi un 50%.<br />
[16] Acerca de construcciones de casas, Hitler proyectaba: «No solamente hace falta<br />
que los jardines de la infancia estén próximos a las casas... Nada de basuras que<br />
bajar, nada de combustibles que subir. Hay que conseguir incluso que el timbre del<br />
despertador ponga en movimiento el aparato eléctrico que hacer hervir el agua del<br />
— 70 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
desayuno. Tengo un hombre, Robert Ley, a quien bastará que confíe esta misión. Una<br />
señal, y lo pone todo en marcha».<br />
[17] La política Social en la Nueva Alemania. Dr. Bruno Rauecker. (1937).<br />
Hitler es recibido en Viena al consumarse la unión de Austria. El hecho de que<br />
Hitler, austriaco, hubiera sido elevado a la categoría de jefe de Alemania, era la mejor<br />
demostración de que se trataba de un solo pueblo.<br />
Hitler es recibido en Viena al consumarse la unión de Austria. El hecho de que<br />
Hitler, austriaco, hubiera sido elevado a la categoría de jefe de Alemania, era la mejor<br />
demostración de que se trataba de un solo pueblo.<br />
En 1912, siendo un muchacho de 23 años, Hitler «aspiraba a estar entre<br />
aquellos que tendrían la suerte de vivir y actuar allí donde debía cumplirse un día el<br />
más fervoroso de los anhelos de mi corazón: la anexión de mi querido terruño a la<br />
patria común: el Reich Alemán». Y 26 años más tarde, ya como Fuehrer, Hitler<br />
proclamaba en Viena el 15 de marzo de 1938:<br />
«Es esta la hora más feliz de mi vida, en la que puedo anunciar a la<br />
Historia, como Presidente y Canciller de la Nación Alemana y del Reich, la<br />
— 71 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
incorporación de mi país natal al Reich Alemán. Alemania, pueblo alemán,<br />
partido Nacional Socialista ¡salud y victoria!»<br />
El diplomático Von Papen, en muchos aspectos opositor a Hitler, refiere así<br />
aquellos momentos:<br />
«La fantástica ovación había llevado a estos jefes de partido, ya cur-tidos, a<br />
un estado de éxtasis. Era una experiencia extraordinaria, y la repetición<br />
incesante del grito triunfal: “¡Heil, Heil, Sieg Heil” sonaba en mis oídos como un<br />
toque de somatén. Cuando Hitler se volvió hacia mí para hablarme, su voz<br />
parecía ahogada por sollozos: ¡Qué tarea inmensa tenemos ante nosotros, Herr<br />
von Papen; nunca debemos separarnos hasta que nuestro trabajo esté<br />
terminado!».<br />
Aunque fotografías y noticieros de las más diversas fuentes captaron como<br />
testimonio viviente el júbilo con que la provincia austríaca se adhería a la comunidad<br />
alemana, y aunque los corresponsales extranjeros informaron de ese estado de<br />
ánimo, una corriente propagandística mundial no tardó en referirse a Austria como a<br />
un país inicuamente sojuzgado, aunque quedaba sin explicación el hecho de que los<br />
«sojuzgados» aclamaran gozosos en las calles a sus «sojuzgadores» y de que no<br />
hubiera ni un tiro, ni un acto de sabotaje, ni una protesta.<br />
El plebiscito efectuado el 10 de abril de ese mismo año de 1938 arro-jó un<br />
resultado de 4.273,000 votos en favor de la fusión y 11,000 en contra. La<br />
incorporación de Austria a Alemania era mil veces menos objetable y discutible que la<br />
anexión de Georgia, Azerbaiján, Armenia, Kaskastán, Uzbakistán, Turkmenia,<br />
Tadjikia y Kirghisia a la URSS, ya que estas ocho provincias o países soberanos<br />
totalizaban 25 millones de habitantes que en su mayoría ni siquiera hablaban el ruso.<br />
Entre ellos y sus anexadores no había lazos de sangre, ni de religión, ni de<br />
costumbres. Su incorporación no fue en todos los casos pacífica e incruenta, sino<br />
realizada bajo el persuasivo recurso del terror y de las «purgas».<br />
No obstante, un discreto manto de silencio, apenas descorrido en esporádicos y<br />
comedidos relatos «objetivos», había solapado la expansión de la URSS, en contraste<br />
con la forma sensacionalista y capciosa con que se pretendía hacer del caso austríaco<br />
un motivo de agitación mundial contra Alemania. Y es que estaba ya erigiéndose el<br />
escenario para lanzar a Occidente a una guerra ajena y hasta perjudicial a sus<br />
intereses.<br />
EL TALÓN DE AQUILES DEL NACIONALSOCIALISMO<br />
El nacionalsocialismo había surgido como la llama de un movimiento ideológico<br />
opuesto al marxismo-israelita. Sus enemigos naturales eran Moscú y los círculos<br />
judíos de Occidente. Estos se hallaban empeñados tanto en ayudar a la URSS como<br />
en evitar que el nacionalsocialismo siguiera poniendo al descubierto los sistemas de<br />
explotación del Reino del Oro.<br />
— 72 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Tales eran los enemigos exteriores de la Alemania de Hitler. Más en el interior<br />
había un punto débil, un talón de Aquiles, y paradójicamente este punto débil lo<br />
formaban los conservadores y la mayoría de los generales. Eruditos y eficientes en su<br />
profesión, muchos de los generales eran esencialmente apolíticos, quizá hasta la<br />
exageración.<br />
No concebían que los nuevos tiempos reclamaran de un país la más firme y<br />
absoluta unidad; unidad de pensamiento y de acción. Creían que la nueva doctrina<br />
debería limitarse a la calle y a los partidos, pero sin absorber a la tropa. Su criterio<br />
extraordinariamente especializado llegó a creer que el ámbito militar debería formar<br />
un mundo diferente y autónomo dentro de la nación[1].<br />
Y es curioso que en su afán de apolíticos a ultranza muchos generales cayeran en<br />
el error de hacer una política blanca, aséptica; una política carente de meta nacional.<br />
La campaña de vacío que trataron de formar para el ejército fue consecuentemente el<br />
primer punto débil del movimiento nazi. Así fue como en mayo de 1933 la presión de<br />
los generales evitó que el partido nazi absorbiera a los militares. Y así fue como el<br />
general Werner von Fritsch, comandante en jefe del ejército, daba a sus subalternos<br />
un ejemplo de desprecio hacia el nuevo movimiento político. Su sucesor, von<br />
Brauchitsch, mantenía lazos con los social-demócratas, que no eran sino la<br />
bifurcación más desleída y timorata de los izquierdistas, y llegó a participar en juntas<br />
antinazis tendientes a un golpe de Estado, cosa que dejó de hacer hasta que Hitler<br />
vigorizó su posición tras la unión pacífica de Austria[2].<br />
Y así fue también como el general Ludwig Beck, que hasta octubre de 1938<br />
ocupó el cargo de jefe del Estado Mayor General, sustentaba la irrealizable tesis de<br />
que el ejército alemán no debería combatir contra nadie. Era este un general y un<br />
alemán muy extraño; de todo lo que significara guerra no quería ni oír hablar;<br />
gustaba más de París que de Berlín y su hija se educaba en Francia.<br />
Beck fue el primero de los grandes conspiradores que tuvo Alemania en la<br />
Segunda Guerra. Siendo todavía jefe del Estado Mayor General hizo un extenso<br />
memorándum en el que analizaba el estado del ejército alemán y su probable<br />
desarrollo; durante un viaje a París se llevó una copia y la entregó a unos amigos<br />
extranjeros, quienes a su vez llevaron el documento a Nueva York, según dice el<br />
historiador Curt Riess.<br />
El general Beck tenía amigos israelitas y condenaba el «antisemitismo» de los<br />
nazis. Posteriormente, ya en plena guerra, todavía sostenía correspondencia con el<br />
extranjero. En «Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes», Riess dice<br />
que «empleaba en su correspondencia un lenguaje incomprensible para los secuaces<br />
de Hitler. Acaso al último se cansaron de leer sus cartas para pensar que el hombre<br />
estaba descentrado. Pero Beck no estaba descentrado, ni mucho menos... »<br />
Simplemente era un enemigo del régimen y seguía revelando secretos. Durante<br />
seis años trabajó hábilmente en su conspiración y no fue descubierto sino hasta 1944,<br />
a finales de la guerra, cuando participó decisivamente en la conjura para asesinar a<br />
Hitler.<br />
Los generales von Fritsch y von Brauchitsch no llegaron a esos extremos, pero<br />
en compañía de otros generales trataban de mantener al ejército fuera de la<br />
influencia de Hitler, a quien no consideraban de su clase y veían despectivamente<br />
como «el cabo». Sus incipientes actividades de conspiración cesaron por un tiempo al<br />
ver que la anexión de Austria se había realizado pacíficamente. Von Fritsch se<br />
decepcionó y le dijo al general Halder: «Es inútil. Este hombre es el sino de Alemania,<br />
y este sino debe seguir su camino hasta el fin». Por otra parte, los generales Von<br />
Hammerstein-Equord y Schleicher (ex Ministro de la Defensa) simpatizaban con los<br />
círculos izquierdistas<br />
— 73 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
[1] Años después, terminada la guerra, el general Von Manteuffel escribió contra ese<br />
error: «El estrecho ligamen de las acciones políticas y el despliegue del poder militar<br />
en el sistema bolchevique obliga, si es que se confía en poder oponer una resistencia a<br />
este poder, a echar por la borda el concepto anticuado de un ejército apolítico».<br />
[2] El proceso de Nuremberg. — Broadcasting Corporation.<br />
Hitler llega a Viena el día de la anexión, 15 de marzo de 1938. «Es ésta la hora<br />
más feliz de mi vida, en la que puedo anunciar a la historia la incorporación de mi<br />
país natal al Reich alemán... »<br />
izquierdistas y mantenían relaciones sospechosas con extranjeros. La Gestapo intentó<br />
capturar a Schleicher, pero éste opuso resistencia y fue muerto. Pero el más<br />
extraordinario de los conspiradores, que logró conservar hasta fines de la guerra su<br />
estratégico puesto de Jefe del Servicio Secreto Alemán, fue el Almirante Guillermo<br />
Canaris, hijo de la inglesa Auguste Amélie Popp y descendiente de griegos o de<br />
italianos por la rama paterna. Según el escritor antinazi Kurt Singer, en la primera<br />
guerra Canaris facilitó la captura de la espía alemana «Mata Hari» (Margarete<br />
Gertrude Zelle) mediante el discreto recurso de usar en un mensaje una clave que ya<br />
había sido descifrada por los franceses. Pero su traición pasó inadvertida y durante<br />
muchos años estuvo haciendo méritos hasta que durante el régimen de Hitler fue<br />
ascendido a Jefe del Servicio Secreto, donde disponía de quince mil<br />
subordinados. Una de las primeras actividades de Canaris fue trazar un plan para<br />
derrocar a Hitler, pero no pudo realizarlo debido a los triunfos que logró el Fuehrer<br />
en los primeros años de su Gobierno. Los principales colaboradores del Almirante,<br />
mayor Hans Oster, coronel Piekenbrok y teniente coronel Groscourth, eran también<br />
conspiradores. Para la Delegación del Servicio Secreto en Viena, Canaris seleccionó al<br />
coronel Marogna-Redwitz, igualmente enemigo de Hitler. Fue tan hábil Canaris para<br />
ganarse la confianza de sus superiores (contra los cuales conspiraba), para<br />
seleccionar colaboradores que no comprometieran su movimiento y para presentar<br />
en su favor pequeños triunfos y deslizar imperceptibles traiciones, que bien puede ser<br />
considerado como uno de los más finos conspiradores que conoce la Historia.<br />
En el lejano sector de las finanzas el Dr. Horace Greeley Hjalmar Schacht<br />
encabezaba un tercer grupo conspirador, bien encubierto. Fingiéndose amigo de<br />
Goering, primero, y luego de Hitler, actuó como Presidente del Reichsbank desde<br />
marzo de 1933 hasta enero de 1939; como Ministro de Economía desde julio de 1934<br />
— 74 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
hasta noviembre de 1937, y como ministro sin cartera hasta enero de 1943. El caso de<br />
Schacht es extraordinario. En 1908 se hizo masón, siguiendo la tradición de su<br />
familia, pues su abuelo Christian Ulrich había figurado entre los grandes «maestres»<br />
de su época. A través de la masonería Schacht se vinculó con numerosos judíos<br />
banqueros internacionales, quienes lo ayudaron a prosperar en su carrera.<br />
En 1923 el israelita Montagu Norman, Gobernador del Banco de Inglaterra,<br />
prácticamente le dio el espaldarazo a Schacht, facilitándole un triunfo profesional que<br />
comenzó a hacerlo famoso en Alemania. Posteriormente Montagu Norman fue<br />
padrino de un nieto de Schacht, al que se puso por nombre Norman.<br />
En 1933 Schacht se vinculó en Nueva York con influyentes «hermanos»<br />
masones judíos, tales como David Sarnoff (emigrado de Rusia a EE. UU.), James<br />
Speyer, y el rabino Wise. Según el mismo Schacht dice en sus «Memorias», consideró<br />
más efectivo trabajar contra el movimiento de Hitler estando dentro del Gabinete que<br />
fuera de él. Y en efecto, así fue. Inteligente y capaz en su profesión, siempre<br />
encontraba pretextos lógicos para retardar y sabotear los planes económicos de<br />
Hitler, muy particularmente todo lo que se refería al armamento del ejército.<br />
Este banquero, al que periodistas judíos bautizaron como «el mago de las<br />
finanzas», estuvo secretamente al servicio de la «Internacional Dorada» (el reino del<br />
oro montado por las finanzas judías), y dentro de Alemania conservó estrechos nexos<br />
con los banqueros israelitas von Mendelssohn, Wassermann, Warburg y otros menos<br />
conocidos. En 1938 trabó contacto con los generales von Witzleben y Halder (jefe del<br />
Estado Mayor General), tratando de dar un golpe para derrocar a Hitler, pero la<br />
anexión pacífica de Austria frustró esa conspiración. Sin revelar entonces el motivo,<br />
Schacht se Schacht acompaña a Hilter, mientras conspira contra él Almirante Canris,<br />
también conspirador, formaba parte del gobierno de Hitler nada menos que como<br />
jefe del Servicio Secreto. Habilidad extraordinaria. General Ludwing Beck,<br />
conspirador. Conocía inti-mamente el Estado Mayor General y enviaba informes al<br />
extranjero. Fue descubier-to hasta 1944 y trató de suicidarse. separó de su primera<br />
mujer, Luisa, porque ésta era sincera partidaria de Hitler[1].<br />
Por otra parte, alrededor de Franz von Papen (antecesor de Hitler en la<br />
Cancillería y reservado opositor de éste) se formó un cuarto grupo enemigo del<br />
Fuehrer, integrado por Bose, Ketteler, Kageneck, Tschirschky y von Haeften. Ketteler<br />
realizó preparativos para asesinar a Hitler, pero la Gestapo lo descubrió y lo ejecutó.<br />
Respecto a Tschirschky también tuvo sospechas la Policía, mas von Papen lo ayudó y<br />
logro huir al extranjero. El mismo von Papen refiere («Memorias») cómo se valió de<br />
Kageneck para enviar sus archivos secretos al Banco de Zurich, y cómo recurría al<br />
Almirante Canaris en demanda de protección para sus ayudantes a quienes ya la<br />
Policía les pisaba los talones.<br />
El ex jefe del Estado Mayor General, general Ludwig Beck; el jefe del Servicio<br />
Secreto, Almirante Guillermo Canaris, y el Ministro de Economía, Hjalmar Schacht,<br />
eran en 1937 y 1938 jefes de los tres grupos más poderosos de conspiración. Detrás de<br />
ellos, como máximo coordinador y alentador, actuaba en las sombras el Dr.<br />
Goerdeler, quien desde 1933 comenzó a recibir dinero del extranjero y «pudo tomar<br />
contacto con los estadistas más importantes del mundo, el presidente Roosevelt y<br />
Churchill», según investigaciones publicadas por el historiador antinazi Walter<br />
Goerlitz[2]. Habiendo tantos conspiradores, y tan encumbradamente acomodados, el<br />
régimen de Hitler se salvó, por muy estrecho margen, de caer en 1938.<br />
— 75 —
DESPEJE DEL FLANCO DERECHO<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
Para mediados de 1938 todo el servicio diplomático y la prensa oficial alemana<br />
se hallaban empeñados en reiterar que Alemania no tenía propósito ninguno de<br />
lesionar los intereses de los países occidentales. Después de veinte años Hitler<br />
conservaba la misma política expuesta durante sus primeras actuaciones públicas.<br />
Las viejas rencillas con Francia habían sido zanjadas, por parte de Alemania, con el<br />
restablecimiento de la soberanía alemana en los territorios del Sarre y la Renania y<br />
con la renunciación a las provincias de Alsacia y Lorena. Concluido ese ajuste en su<br />
frontera con Occidente, Hitler cambió su atención hacia la provincia austríaca del<br />
sur. Y una vez lograda su anexión inició resueltamente el viraje de todos sus<br />
dispositivos hacia el gran encuentro con la URSS.<br />
Fue entonces cuando Hitler trató de poner las bases para asegurar en el sureste<br />
el flanco derecho de su marcha hacia el Oriente. En el sureste se hallaba<br />
Checoslovaquia. Era un Estado pequeño pero relativamente muy poderoso desde el<br />
punto de vista militar. Checoslovaquia había sido inventada a raíz de la terminación<br />
de la guerra de 1918 y para formarla fue necesario obsequiarle una parte del territorio<br />
alemán y dos millones de habitantes alemanes. Hitler reclamaba la devolución de<br />
esos contingentes y este fue el principio de un nuevo incidente.<br />
El Presidente Benes, de Checoslovaquia, había recibido en 1936 una invitación<br />
de Hitler para resolver amistosamente sus dificultades; es más, se le reveló el secreto<br />
de que Alemania esperaba grandes acontecimientos en Rusia (un golpe de Estado<br />
antibolchevique) y de que desearía un armonioso arreglo germano-checoslovaco, a fin<br />
de tener las manos libres para alentar la esperada rebelión antisoviética. Pero Benes<br />
se colocó entonces de parte de Stalin, rechazó la amistad de Alemania y se apresuró a<br />
poner sobre aviso a Moscú, según lo dice Churchill en sus Memorias.<br />
Con este acto Benes prestó un enorme servicio al bolchevismo y en gran parte<br />
frustró la ayuda alemana a los rusos anticomunistas. (Cuando años más tarde Benes<br />
creyó que recibiría una recompensa, sufrió la más terrible decepción y vio cómo la<br />
URSS absorbía íntegramente a Checoslovaquia y aplastaba todo vestigio de<br />
autonomía nacional. Su error le costó la vida). Era evidente que Alemania no podía<br />
atacar a la URSS mientras no conjurara la amenaza que Checoslovaquia ejercía<br />
contra el «bajo vientre» del sur de Alemania, que era una de sus regiones más<br />
vulnerables. De ahí la gran importancia de ese pequeño país; no se trataba de<br />
sojuzgar o no a una nación débil, sino de evitar que ésta fuera aprovechada como<br />
punto de apoyo para meterle zancadilla a una acción alemana contra Rusia.<br />
Checoslovaquia tenía una alianza con Stalin. También tenía otra con Inglaterra<br />
y Francia. A Hitler no le interesaba que debido al problema checo se hicieran más<br />
tensas sus relaciones con Moscú, pero sí quería evitar a todo trance una dificultad con<br />
Inglaterra y Francia. Precisamente por eso Hitler buscó por todos los medios posibles<br />
que el conflicto con Checoslovaquia se arreglara mediante la amistosa intervención<br />
de Inglaterra y Francia, mas no con la de Rusia, y por eso invitó a Chamberlain<br />
(Premier británico) y a Daladier (Premier francés), para discutir ese problema.<br />
Esto dio lugar a que se celebrara la conferencia de Munich, a la que asistieron<br />
Chamberlain, Daladier, Mussolini y Hitler, pero no Stalin. Hitler enfatizaba de este<br />
modo que «Alemania quiere aproximarse a todos los Estados, menos al imperio<br />
soviético», según lo había dicho en el Reichstag el 20 de febrero de 1938. Asimismo<br />
refrendaba lo escrito en «Mi Lucha»: «Paramos la eterna expedición alemana hacia el<br />
Sur y el Occidente de Europa, y dirigimos la mirada hacia el gran país del Oriente»<br />
(Rusia). Mientras Hitler y Chamberíain conferenciaban en Godesberg, el Presidente<br />
— 76 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Benes anunció por inalámbrica la movilización general.<br />
«A pesar de esta desdichada provocación —dijo Hitler a Chamberlain[3]—<br />
cumpliré por supuesto mi promesa de no proceder contra Checoslovaquia durante las<br />
negociaciones... No es preciso que haya diferencias entre nosotros; nosotros no nos<br />
interpondremos en el camino de ustedes hacia la consecución de sus intereses<br />
extraeuropeos mientras ustedes puedan, sin perjuicio, dejarnos manos libres en el<br />
Continente, en la parte central y sudoriental de Europa». De esas negociaciones<br />
efectuadas a fines de septiembre de 1938, surgió la fórmula para que Checoslovaquia<br />
devolviera a Alemania la región de los Sudetes y la población alemana que la<br />
habitaba. Además, se concertó un acuerdo germanobritánico que le aseguraba a<br />
Inglaterra su hegemonía en los mares. Chamberlain y Hitler declararon el 30 de<br />
septiembre:<br />
«Consideramos el acuerdo suscrito en la tarde de ayer y el acuerdo naval<br />
germanoinglés como expresión simbólica del deseo de nuestros dos pueblos de<br />
no volver a hacerse jamás la guerra. Estamos decididos a tratar también otros<br />
problemas que afecten a nuestros dos pueblos, de acuerdo con el método de las<br />
consultas».<br />
El júbilo en Alemania, en Inglaterra y en Francia era indescriptible. Parecía que<br />
al fin se habían disipado los nubarrones de guerra y que si ésta llegaba a estallar, sería<br />
sólo entre alemanes y soviéticos. El mismo Churchill escribe que «entusiastas turbas<br />
fueron a dar la bienvenida a Mr. Chamberlain en el aeropuerto», y lo mismo ocurría<br />
con Daladier en París. Era aquélla la expresión auténtica de la opinión pública, pero<br />
las secretas fuerzas judías redoblaron sus esfuerzos para desorientar, envenenar y<br />
utilizar en su provecho a los pueblos occidentales.<br />
Churchill, que ya en varias ocasiones había rechazado todo acercamiento de<br />
Alemania a Inglaterra, se apresuró a decir en el Parlamento: «Hemos sufrido una<br />
derrota total y no mitigada». La posible caída del bastión checoslovaco que se<br />
interponía a la vera del camino entre Berlín y Moscú, era presentada así como una<br />
derrota para Londres y no para Moscú. Días más tarde Churchill recibió el poderoso<br />
apoyo de Roosevelt y del grupo judío que se movía detrás de éste; fue invitado a<br />
visitar los Estados Unidos y declaró a través de la radio:<br />
«¡Tenemos que rearmarnos!... No puede existir duda alguna de que<br />
tenemos que rearmarnos. La Gran Bretaña abandonará sus seculares<br />
costumbres e impondrá a sus habitantes el servicio militar obligatorio... ¿Es esto<br />
una llamada a la guerra? Declaro que esto representa la única garantía para la<br />
paz».<br />
El tiempo demostró, sin embargo, que esos preparativos no podían conducir<br />
hacia la paz, sino hacia la más desastrosa de las guerras en que se hubiese empeñado<br />
el Imperio Británico.<br />
En cuanto Alemania comenzó a resolver favorablemente el problema de<br />
Checoslovaquia, el 2 de septiembre de 1938 el Embajador soviético en Londres, o sea<br />
el judío Ivan Maisky, visitó a Churchill para gestionar que la base militar<br />
checoslovaca fuera mantenida como una posición de flanqueo contra Alemania.<br />
Angustiado, el ministro israelita de Relaciones Exteriores de Rusia, Litvinov, hizo<br />
otro llamado semejante. Churchill los atendió y redobló su campaña para<br />
desacreditar el acuerdo germanobritánico y frustrar así la amistad entre Inglaterra y<br />
— 77 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Alemania. Bernard Baruch, el israelita consejero de Roosevelt y jefe del consejo<br />
imperial de la Masonería Universal, fue a Londres a vigorizar al grupo de Churchill.<br />
Entretanto, Checoslovaquia y sus 38 divisiones (21 de primera línea y 17 en<br />
proceso de movilización), y sus fábricas Skoda, que producían tanto armamento<br />
como la Gran Bretaña, constituían una fuerza poderosa frente a las 40 divisiones que<br />
entonces tenía Alemania. La sorda lucha alrededor de aquella base militar continuó<br />
librándose tras la cortina diplomática. Simultáneamente poderosas agencias<br />
internacionales de propaganda presentaban el asunto de Checoslovaquia como un<br />
punto básico para los intereses británicos, en vez de confesar que se hallaba<br />
esencialmente ligado con la pugna Hitler-Stalin. En esta forma creaban una artificial<br />
agitación en el pueblo inglés.<br />
El historiador británico Russel Grenfell, de la Marina Real, da el testimonio de<br />
que se realizó entonces una desenfrenada propaganda antialemana en Inglaterra,<br />
para predisponer los ánimos del pueblo contra la amistad que seguía ofreciendo<br />
Alemania[4].<br />
Durante esos días ocurrió el asesinato del diplomático alemán von Rath, a<br />
manos del judío Grynszpan, y en represalia vino la llamada «noche de cristal» en que<br />
los alemanes apedrearon aparadores de los comercios israelitas. Estos<br />
acontecimientos dieron pie a una violenta declaración de Roosevelt y a sus gestiones<br />
para realizar juntamente con Inglaterra un boicot contra el comercio alemán. Todo lo<br />
que Hitler había logrado en el acuerdo germanobritánico de amistad quedó<br />
prácticamente anulado.<br />
A pesar de esto, poco después Hitler hizo otro llamado a la Gran Bretaña. «El<br />
pueblo alemán —dijo el 30 de enero de 1939— no siente odio alguno contra Inglaterra<br />
ni contra Francia, sino que quiere su tranquilidad y su paz, y en cambio esos pueblos<br />
son incitados constantemente contra Alemania por los agitadores judíos o no judíos...<br />
Alemania no tiene reivindicaciones territoriales que presentar a Inglaterra y<br />
Francia... Si hay tensiones hoy en Europa, hay que atribuirlas en primer término a los<br />
manejos irresponsables de una prensa sin conciencia que apenas deja pasar un día<br />
sin sembrar la intranquilidad en el mundo... Creemos que si se logra poner coto a la<br />
hostigación de la prensa y de la propaganda internacional judía, se llegará<br />
rápidamente a la inteligencia entre los pueblos. Tan sólo estos elementos esperan<br />
medrar en una guerra... Nuestras relaciones con los Estados Unidos padecen bajo una<br />
campaña de difamación, que bajo el pretexto de que Alemania amenaza la<br />
independencia o la libertad norteamericana trata de azuzar a todo un Continente al<br />
servicio de manifiestos intereses políticos o financieros».<br />
A todo trance, y no obstante que corría el riesgo evidente de que Stalin se<br />
preparara mejor, Hitler dejaba diáfanamente claro que su objetivo ideológico y<br />
militar seguía siendo el de aniquilar al régimen bolchevique de la URSS. La historia<br />
no puede pasar por alto tantos hechos que lo evidencian así. El ex Primer Ministro<br />
francés Paul Reynaud dice en sus «Revelaciones» que «el 24 de noviembre de 1938 se<br />
redactó un documento en el que Hitler declaraba que entre Alemania y Francia no<br />
existían diferencias de importancia. Entonces Joaquín von Ribbentrop, vino a París y<br />
dejó la impresión, posteriormente expresada con una Nota especial a nuestros<br />
embajadores, de que la política alemana se dirigía contra el bolchevismo». Por todos<br />
los medios, lo mismo antes de asumir el poder que una vez en él, Hitler revelaba que<br />
su enemigo era el marxismo israelita. En ningún pueblo de Occidente el marxismo<br />
tenía arraigo popular; y sin embargo, en Francia, en Inglaterra y en Estados Unidos<br />
influyentes estadistas y poderosas agencias informativas de propaganda presentaban<br />
falsamente a Alemania como enemiga de Occidente y en cambio soslayaban que era<br />
enemiga declarada del comunismo.<br />
— 78 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Cuando la situación de Checoslovaquia tuvo una segunda crisis en marzo de<br />
1939, esa propaganda la aprovechó para alentar la zozobra en Occidente. Resulta que<br />
Checoslovaquia había sido inventada artificialmente en 1919, pero carecía de<br />
cohesión racial y psicológica. La artificial amalgama de pueblos diversos y la<br />
conmoción política determinada por un cambio de régimen, motivó que en marzo de<br />
1939 las provincias de Eslovaquia y Ucrania Carpática se declararan autónomas. Ante<br />
esa emergencia el Dr. Hacha, Presidente de Checoslovaquia, y su Ministro de<br />
Relaciones Chavlkosky, acordaron poner el país bajo la custodia de Alemania. El 14<br />
de marzo hicieron la siguiente declaración: «El Presidente del Estado de<br />
Checoslovaquia declara que confiadamente encomienda los destinos del pueblo y el<br />
país checos al cuidado del caudillo del Reich alemán».<br />
Así se conjuraba la posibilidad de que dicha nación se convirtiera en un campo<br />
de batalla entre las grandes potencias, pues Rusia y el bloque aliado apoyaban el<br />
sometimiento de Eslovaquia y de la Ucrania Carpática, en tanto que Alemania<br />
propiciaba la libre determinación de esas provincias. La fórmula adoptada por el<br />
Presidente Hacha no era agradable, pero cuando menos de ese modo Checoslovaquia<br />
no iba a derramar la sangre de sus hijos —como después ocurrió en Polonia— sólo<br />
para servir de pretexto a las manipulaciones judías internacionales. En otras<br />
palabras, se negaba a sacar las castañas del fuego.<br />
Pero la nerviosidad y la confusión habían abonado ya el terreno y Churchill<br />
adquirió más influencia política y con él la falsa tesis de que para Occidente era<br />
imprescindible exterminar a Hitler, antes que dejarle manos libres para que se<br />
lanzara sobre la URSS.<br />
Ese inconfesable propósito de interponer a Occidente entre el<br />
Nacionalsocialismo alemán y el bolchevismo soviético, tenía además otra clara<br />
manifestación en las negociaciones que Francia e Inglaterra realizaban para celebrar<br />
una alianza activa con Stalin. Si estos esfuerzos no cristalizaron de momento fue<br />
porque Moscú pidió una inmediata sojuzgación de Finlandia, Estonia, Letonia,<br />
Lituania y Polonia —cosa que Occidente no podía entonces conceder públicamente—<br />
y porque no le satisfizo a Stalin el potencial bélico movilizado hasta esa fecha por los<br />
anglofranceses (Memorias de Churchill).<br />
A CUATRO HORAS DEL DERRUMBE INTERIOR<br />
Cuando a mediados de 1938 se aproximaba la crisis en Checoslovaquia, el<br />
ejército alemán aún requería por lo menos dos años de crecimiento y rearme a fin de<br />
quedar capacitado para la campaña de Rusia. En ese entonces sólo disponía de 40<br />
divisiones.<br />
La situación era precaria, pero Hitler la afrontaba con optimismo y confianza<br />
creyendo que Occidente entendería que Alemania no buscaba contienda con él.<br />
Pensaba que a la postre Inglaterra, Francia y Estados Unidos no interferirían los<br />
planes antibolcheviques del nacionalsocialismo. Algunos ministros le reforzaban esa<br />
confianza. Pero numerosos generales, faltos del entusiasmo fanático del movimiento<br />
nazi, abrigaban graves temores. Así como se habían alarmado en vísperas de la<br />
— 79 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
anexión de Austria, se alarmaron en vísperas de la anulación de Checoslovaquia como<br />
base militar contra el desguarnecido sur de Alemania. Su inquietud los llevó al<br />
extremo de caer en la red de los conspiradores. Por distintos caminos esos generales y<br />
la quinta columna marxisto-judía fueron un frente común de resistencia a la política<br />
de Hitler. Los conspiradores natos (encabezados por el Dr. Goerdeler, el Almirante<br />
Canaris y el general Beck) hacían todo lo posible por sacar provecho al descontento<br />
de los generales de rancio abolengo.<br />
El jefe del Estado Mayor, general Beck —que tenía conexiones muy extrañas con<br />
círculos extranjeros de París y Nueva York— trató de enfrentar al ejército con Hitler,<br />
cosa que determinó que fuera sustituido por el general Franz Halder.<br />
Inmediatamente el Almirante Canaris (el más sutil de los conspiradores), trabó<br />
contacto con Halder y comenzó lentamente a minarle la moral con informes<br />
discretamente matizados de propaganda. El hecho de que esos informes partieran de<br />
Canaris, Jefe del Servicio Secreto y aparentemente amigo de Hitler, les daba pleno<br />
crédito a los ojos de Halder y de los demás generales.<br />
Halder no compartía las conexiones extranjeras que cultivaba su antecesor,<br />
general Beck, pero no tardó también en participar en la conjura. Churchill refiere en<br />
sus Memorias que entre los conspiradores figuraban los generales Stuelpnagel,<br />
Witzleben (comandante de la guarnición dé Berlín), Brockdorff (comandante de la<br />
guarnición de Postdam), y Von Heldorff, jefe de la policía de Berlín. Dice que<br />
«Brauchitsch (comandante del ejército) fue informado y dio su<br />
aprobación. La tercera división panzer, mandada por el general Hoeppner,<br />
estaba lista al sur de Berlín para dar el golpe a las 8 de la noche del 14 de<br />
septiembre, pero a las 4 de la tarde de ese día se supo que el Primer Ministro<br />
británico, Neville Chamberlain, había accedido a discutir con Hitler la amistosa<br />
resolución del problema checoslovaco. Entonces Halder dijo a Witzleben que si<br />
Hitler había tenido éxito en el ‘blof’, no procedería justificadamente como jefe<br />
del Estado Mayor al descubrir la verdadera situación. En tal virtud se pospuso el<br />
golpe».<br />
El general Halder comentó: «¿Qué nos queda por hacer? Todo sale bien»...<br />
Brauchitsch estuvo de acuerdo en que ya no procedía el golpe. Von Fritsch, antiguo<br />
comandante del ejército, dijo que ya no se podía hacer nada y que Hitler era el<br />
destino de Alemania en lo bueno y en lo malo. El general Jodl —uno de los pocos que<br />
seguían fielmente a Hitler— anotó entonces que era «muy triste que todo el pueblo<br />
apoyara al líder, con excepción de los generales destacados que seguían<br />
considerándolo un cabo». Refiriéndose al arreglo de Checoslovaquia, agregó: «Es de<br />
esperar que los incrédulos, los pusilánimes y los indecisos queden convertidos con<br />
esto».<br />
Por un escaso margen de cuatro horas el régimen hitlerista se había escapado<br />
del derrocamiento. Paradójicamente, los generales seguían siendo su Talón de<br />
Aquiles, el punto más vulnerable de la nación. Aunque de momento suspendieron sus<br />
actividades subversivas, siguieron siendo cultivados por los directores intelectuales<br />
del movimiento de resistencia.<br />
Por ejemplo, Beck continuó ampliando contactos, incluso con antiguos<br />
agitadores izquierdistas como Guillermo Leuschner. El Almirante Canaris retardaba y<br />
obstruía las órdenes superiores, e incluso llegó a proteger a varios israelitas<br />
incorporándolos subrepticiamente al Servicio Secreto[5]. El economista Schacht<br />
retardó nueve meses el plan del industrial Voegler para aumentar la producción de<br />
gasolina sintética, y lo hizo tan diestramente que Hitler creyó que se debía sólo a falta<br />
— 80 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
de visión. También obstruyó económicamente el crecimiento del ejército. Y el doctor<br />
Goerdeler prosiguió indirectamente explotando la animadversión que entre los<br />
generales aristócratas causaba el hecho de que Hitler fuera jefe de ellos.<br />
CERROJO EN EL CAMINO A MOSCÚ<br />
Alemania no tenía fronteras con la URSS. Su provincia más cercana al territorio<br />
soviético era Prusia Oriental, pero se hallaba artificialmente incomunicada del resto<br />
de Alemania mediante una faja de terreno adjudicada a Polonia en 1919. Hitler no<br />
podía realizar su proyectada marcha hacia Rusia mientras careciera por lo menos de<br />
una ruta terrestre que uniera el corazón de Alemania con su provincia de Prusia<br />
Oriental. Por lo tanto, pedía a Polonia que a través del territorio que había sido<br />
alemán, se le permitiera construir un ferrocarril y una carretera para comunicarse<br />
con Prusia. Alrededor de este punto giró, básicamente, todo el conflicto<br />
germanopolaco.<br />
Había otros motivos de fricción, pero Hitler nunca los colocó en primer término,<br />
pese a lo mucho que significaban para la soberanía de Alemania. Por ejemplo, en 1919<br />
se le adjudicaron a Polonia territorios del Reich ocupados por 2.100,000 alemanes y<br />
esta población siempre fue hostilizada por los polacos. Sin embargo, su<br />
reincorporación no fue exigida por Hitler. A raíz de la paz de 1918, Polonia obtuvo el<br />
puerto alemán de Dantzig, pese a que allí la población polaca representaba sólo el 3.5<br />
por ciento. En Danziger Niederum el porcentaje era sólo de 1 %, y en Marimburgo,<br />
del 3%. El 10 de abril de 1923 el Presidente del Consejo de Ministros polaco, general<br />
Sikorski, anunció un programa para «la liquidación de los bienes alemanes y la<br />
desgermanización de las provincias occidentales». Todo esto, necesariamente, habría<br />
de provocar fricciones entre Alemania y Polonia. El mariscal polaco Pilsudski era<br />
partidario de llegar a una transacción con Alemania y las relaciones mejoraron<br />
mucho, pero murió antes de terminar esa obra. El poder pasó entonces a manos del<br />
grupo de Sikorski, enemigo de toda reconciliación. La antigua enemistad de Polonia<br />
hacia Alemania fue inmediatamente explotada por todos los intereses internacionales<br />
que le cerraban a Hitler el camino hacia la URSS. Como Checoslovaquia ya no era una<br />
amenaza de flanqueo en la marcha alemana hacia el Oriente, Polonia constituía el<br />
último cerrojo en la ya entonces existente Cortina de Hierro. El poderoso comercio<br />
israelita de Polonia alentó las diferencias germanopolacas y colaboró así con las<br />
comunidades judías que en Alemania y en otros países de Occidente también se<br />
oponían a Hitler. Desde mediados de 1937 los comerciantes y obreros alemanes<br />
radicados en Polonia comenzaron a ser hostilizados mediante boicot y ceses. Las<br />
consiguientes protestas de Alemania eran presentadas por la prensa como agresivas<br />
provocaciones a la Soberanía de Polonia, y paso a paso las relaciones germanopolacas<br />
iban enturbiándose y amenazaban romperse.<br />
El 24 de octubre de 1938 Alemania le hizo a Polonia dos peticiones:<br />
1. Que Dantzig, ciudad poblada en su mayor parte por alemanes, volviera al<br />
Reich.<br />
2. Que a través del corredor polaco, antiguamente alemán, se le permitiera a<br />
Alemania construir un ferrocarril que la comunicara con su provincia de Prusia<br />
— 81 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Oriental.<br />
A cambio, Alemania ofrecía lo siguiente:<br />
1. Reconocimiento de las fronteras comunes, olvidando los territorios que en<br />
1919 habían sido mutilados a Alemania y anexados a Polonia.<br />
2. Acceso libre de Polonia al puerto alemán de Dantzig.<br />
Polonia repuso que las dificultades políticas interiores impedían aceptar esa<br />
proposición.<br />
El 5 de enero de 1939 Hitler comunicó al gobierno polaco que Alemania y<br />
Polonia tenían intereses comunes ante la amenaza comunista soviética, y que<br />
Alemania deseaba una Polonia fuerte y amiga («Libro Blanco Polaco»). En febrero de<br />
ese mismo año de 1939 se agravaron las relaciones ger-manopolacas al iniciarse<br />
manifestaciones antialemanas en Polonia. El 24 de marzo Polonia acordó la<br />
movilización de los jóvenes nacidos en 1911, 1912, 1913 y 1914. La prensa azuzaba al<br />
pueblo haciendo coro a los cable-gramas de agencias judías y pedía severas medidas<br />
contra la población ale-mana que desde 1919 se hallaba forzadamente formando<br />
parte de Polonia. Esa corriente de opinión recibió un poderoso apoyo moral el 31 de<br />
marzo al anunciar Inglaterra que «todos los auxilios que del Imperio Británico<br />
dependan», serán puestos al servicio de Polonia para repeler a Alemania. Con<br />
anticipación, Roosevelt había alentado también a los jefes polacos para que se<br />
negaran a llegar a un acuerdo con Alemania. El origen secreto de esa política, al<br />
parecer inexplicable, fue confidencialmente revelado el 1 2 de enero de 1939 por el<br />
Embajador polaco en Washington, Conde Jerzy Potocki, quien informó a su Ministro<br />
de Relaciones:<br />
«El ambiente que actualmente reina en Estados Unidos se caracteriza por<br />
el creciente odio contra el fascismo, y muy especialmente concentrado en la<br />
persona del Canciller Hitler... La propaganda se halla sobre todo en manos de<br />
judíos, los cuales pertenecen en casi un ciento por ciento a la radio, cine y<br />
revistas. No obstante hacerse esta propaganda muy groseramente, poniendo a<br />
Alemania todo lo mal posible, tiene efectos muy profundos, ya que el público de<br />
aquí no tiene los menores conocimientos de la real situación europea... Un<br />
detalle muy interesante en esta campaña es que se efectúa principalmente<br />
contra el nacionalsocialismo y se elimina casi por completo a la Unión Soviética.<br />
Si se alude a ella se hace de modo amistoso, como si la URSS estuviera adherida<br />
a lo que las naciones democráticas persiguen. Gracias a esta hábil propaganda<br />
las simpatías del pueblo americano estaban con los rojos españoles... En esta<br />
acción —propagandística— participaron algunos intelectuales judíos, como<br />
Bernard M. Baruch; el Gobernador del Estado de Nueva York, Lehmann; el<br />
recién nombrado juez del Tribunal Supremo, Félix Frankfurter; el Secretario de<br />
Estado Morgenthau y otros íntimos amigos del presidente Roosevelt»[6].<br />
Cuatro días después el mismo Embajador Potocki remitió otro informe<br />
confidencial sobre su entrevista con Bullit, Embajador norteamericano en París.<br />
Bullit le dio seguridades de que los Estados Unidos combatirían en contra de<br />
Alemania. Esto tendería a vigorizar la resistencia de Polonia a un entendimiento con<br />
Hitler.<br />
Por otra parte, Jules Lukasiewicz, Embajador polaco en París, el 29 de marzo de<br />
1939 informó a su Ministerio de Relaciones que había conversado con Bullit y que le<br />
había manifestado que era «infantil, ingenuo y al mismo tiempo desleal proponer a<br />
un Estado que se encuentra en la situación de Polonia, que comprometa sus<br />
relaciones con un vecino fuerte, como Alemania, y lance sobre el mundo la catástrofe<br />
— 82 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
de una guerra sólo para poder atender las necesidades de la política interior<br />
inglesa». El 28 de abril de 1939 Hitler habló ante el Reichstag y expuso las dos<br />
peticiones que había hecho a Polonia y las dos ofertas que le brindaba a cambio. Esto<br />
constituye, dijo, «la más considerable deferencia en aras de la paz de Europa». Estaba<br />
dispuesto a olvidar los territorios perdidos y a reconocer las fronteras entonces<br />
existentes si se le permitía la comunica-ción con Prusia a través del Corredor Polaco.<br />
Además, a cambio de ese acceso a Prusia, cedería otro igual para Polonia hacia el<br />
puerto de Dantzig. En este mismo discurso (y pese a la desairada actitud que sus<br />
ofrecimientos de amistad habían hallado siempre en los estadistas británicos<br />
partidarios de Churchill) Hitler enfatizó bien que sus ambiciones se enfocaban hacia<br />
el Oriente.<br />
«Durante toda mi actuación política he mantenido siempre la idea del<br />
restablecimiento de la estrecha amistad y colaboración germanobritánica... Este<br />
deseo de una amistad y de una colaboración germanoinglesa no sólo está<br />
conforme con mis sentimientos, sino también con mi opinión sobre lo<br />
importante que es la existencia del Imperio británico en interés de toda la<br />
humanidad... »<br />
El pueblo anglosajón —agregó— ha llevado a cabo en el mundo una inmensa<br />
obra colonizadora. Yo admiro sinceramente esa labor. Desde un elevado punto de<br />
vista humano, el pensamiento de una destrucción de esa obra me pareció y me parece<br />
solamente un caso de erostratismo... Yo estimo que es imposible establecer una<br />
amistad duradera entre el pueblo alemán y el anglosajón si no se reconoce también<br />
del otro lado que no sólo hay intereses británicos sino también intereses alemanes.<br />
Cuando Alemania se hizo nacionalsocialista e inició así su resurgimiento, yo mismo<br />
he hecho la propuesta de una voluntaria imitación de los armamentos navales<br />
alemanes. Esa limitación presuponía la voluntad y el convencimiento de que entre<br />
Alemania e Inglaterra no debería ser ya jamás posible una guerra. Todavía hoy tengo<br />
esa voluntad y esa convicción».<br />
Hitler fue increíblemente pertinaz en sus recelos y en sus esperanzas. Y así<br />
como jamás creyó posible transigir con el marxismo israelita, tampoco nunca perdió<br />
la esperanza de que se evitaría la guerra entre Alemania y los países occidentales<br />
encabezados por Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Sus reiterados fracasos en<br />
este propósito nunca los creyó definitivos. Siempre confío en que si Alemania luchaba<br />
contra el bolchevismo, acabaría esto por tranquilizar al resto del mundo y que esa<br />
lucha se vería como un acontecimiento benéfico para la civilización Occidental, cuyas<br />
características de propiedad privada, religión, culto a la familia, sentido de<br />
nacionalidad, etc., tenían ciertamente muchos más puntos de contacto con Alemania<br />
que con el bolchevismo.<br />
El conciliador discurso de Hitler fue ridiculizado por casi toda la prensa de<br />
Inglaterra y el gobierno le dio una respuesta hostil cuando el 12 de mayo (ti 939)<br />
firmó un pacto con Turquía para completar el bloqueo de Alemania. Días más tarde<br />
los gobernantes franceses redoblaron sus esfuerzos a fin de concertar también una<br />
alianza antialemana con Stalin, pero éste continuaba cautelosamente esperando a<br />
que el conflicto armado se iniciara primero entre Alemania y el Occidente.<br />
La actitud de Hitler ante esos síntomas ominosos no varió, y aprovechaba todo<br />
acto público para insistir en que Alemania no demandaba nada que pudiera ser lesivo<br />
para los pueblos occidentales. En consecuencia —infería— no había ningún obstáculo<br />
para llegar a una firme amistad, como no fueran las secretas manipulaciones del<br />
judaismo. El 13 de marzo (1939) se efectuó una ceremonia oficial en el Cementerio de<br />
— 83 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Stahnsdorf, ante las tumbas de 1,800 británicos muertos en Alemania durante la<br />
primera guerra mundial; el Almirante Erich Raeder, jefe de la Marina alemana, llevó<br />
una ofrenda «a la memoria de nuestros caballerosos adversarios —dijo— que cayeron<br />
cumpliendo su deber de soldados de su país».<br />
Pero todos esos esfuerzos de conciliación eran rápidamente saboteados.<br />
Precisamente en esos días se acentuó la propaganda para agitar a inconscientes<br />
grupos polacos que creían actuar en beneficio de su patria provocando desórdenes<br />
contra las minorías alemanas. La vieja amistad poíacogermana estaba siendo<br />
exhumada por intereses internacionales para ahondar el abismo entre Polonia y<br />
Alemania. Moscú era el único beneficiario.<br />
ENGAÑAR ES MÁS EFICAZ QUE DINAMITAR<br />
El general Ludendorf decía que la propaganda oportuna surte más efecto que<br />
cien toneladas de altos explosivos. En su cálculo se quedó corto. Y es que en su época<br />
la técnica del engaño no alcanzaba aún el auge que en los últimos 30 años hicieron<br />
posible los alquimistas israelitas de la propaganda. Es ésta una de las armas más<br />
eficaces del movimiento político judío, y como las masas no pueden identificarla,<br />
tampoco están en posibilidad de eludirla. Al enemistarse con el movimiento político<br />
judío, Hitler y Alemania se convirtieron en blanco de esa arma poderosa.<br />
Alrededor de Roosevelt se movía la camarilla de Hopkins, aleccionado por el<br />
judío Dr. Steiner, y de los israelitas Wise, Morgenthau, Frankfurter, Baruch,<br />
Unterrneyer, Rosenman, que querían salvar al marxismo soviético y aniquilar a<br />
Alemania. La meta de esa camarilla era impopular, carecía de apoyo entre los pueblos<br />
occidentales. Entonces la eficaz maquinaria propagandística se puso en marcha.<br />
Funcionarios de la Casa Blanca ayudaron en esa tarea sobornando a periodistas,<br />
periódicos, revistas y escritores no hebreos. (Muchos de estos sobornos fueron<br />
posteriormente investigados por el Senado en 1953).<br />
Los israelitas de las altas esferas políticas eran una especie de palanca, y sus<br />
hermanos de raza que dirigían la propaganda suministraban el punto de apoyo —en<br />
la forma de una engañada opinión pública— para que esa palanca política moviera a<br />
los pueblos occidentales hacia el rumbo deseado. En esta forma una minoría<br />
relativamente insignificante de judíos engañó y movió una inmensa masa de<br />
contingentes no judíos, de la misma manera en que el débil brazo de un hombre<br />
puede levantar miles de kilos mediante el auxilio de palanca y un punto de apoyo.<br />
Como requisito previo para usar la fuerza de los países occidentales, el<br />
movimiento político judío los engañó y desorientó. Con razón Schopenhahuer dijo el<br />
siglo pasado que «el judío es el maestro de la mentira». Con esa maestría ha<br />
conseguido que sus propias víctimas le sirvan, naturalmente que sin saber a quién<br />
sirven, y hasta con la ilusoria creencia de que se sirven a sí mismas.<br />
Estos alquimistas del engaño concentraron su acción en cuatro puntos:<br />
1. Opacaron la evidencia de que Alemania marcharía contra la URSS. Así<br />
propiciaron que Occidente luchara, engañado, en beneficio del marxismo.<br />
2. Dieron la falsa impresión de que Alemania atacaría al Occidente y no al<br />
marxismo-israelita del Oriente.<br />
En esta forma agitaron a los pueblos inglés, francés y norteamericano.<br />
— 84 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
3. Crearon la idea de que la pugna entre nazis e israelitas era una rareza de<br />
Hitler, sin más fundamento que la aversión contra un conglomerado religioso. Así se<br />
ocultaba el hecho de que esa comunidad no era sólo una inocente secta religiosa, sino<br />
un núcleo político con influencia internacional.<br />
4. Presentaron a Alemania como un país antirreligioso. De esta manera se<br />
facilitó que el mundo cristiano se dejara arrastrar a una lucha en beneficio del<br />
bolchevismo ateo.<br />
Respecto a los dos primeros puntos, la investigación histórica encuentra miles<br />
de pruebas de que Hitler siempre orientó su lucha contra el marxismo. Jamás hizo<br />
demandas lesivas para los pueblos inglés, francés o norteamericano, y siempre trató<br />
de ganarse su amistad.<br />
Respecto al tercer punto, la pugna entre nazis e israelitas, Hitler anunció el 30<br />
de enero de 1939 que estaba en la mejor disposición de que los países democráticos se<br />
llevaran a los judíos que vivían en Alemania, y que les dispensaran todas las<br />
prerrogativas y consideraciones que reclamaban para ellos. Hizo observar que<br />
algunos países disponían de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, y que Alemania,<br />
en cambio, necesitaba alimentar a 140 personas por kilómetro cuadrado.<br />
«Cierto es que Alemania —dijo— fue durante siglos lo suficientemente buena<br />
para acoger a esos elementos... Lo que ese pueblo posee lo ha adquirido en su mayor<br />
parte con las peores manipulaciones a costa del pueblo alemán, no tan astuto. »<br />
¡Qué agradecidos deberían estarnos por dejar en libertad a esos magníficos<br />
portadores de cultura y ponerlos a disposición del resto del mundo! Ese mundo,<br />
según sus propias declaraciones, no puede aducir una razón que disculpe la negativa<br />
a aceptar en sus países a esa gente valiosísima. »Los pueblos no quieren volver a<br />
morir en los campos de batalla para que esta raza internacional sin raigambres se<br />
beneficie con los negocios de la guerra, o para que satisfaga su ancestral deseo de<br />
venganza cuyo origen se remonta al Antiguo Testamento. Sobre la consigna judaica;<br />
proletarios de todos los países, únanse, ha de triunfar una visión más elevada, a<br />
saber: trabajadores de todas las naciones, reconozcan a su enemigo común». Y<br />
respecto al cuarto punto, el de que Alemania era enemiga de la religión, Hitler dijo en<br />
ese mismo discurso del 30 de enero de 1939:<br />
«Uno de los cargos que en las llamadas democracias se levanta contra Alemania<br />
es que somos un Estado enemigo de la religión. Primero, en Alemania no se ha<br />
perseguido hasta ahora ni se perseguirá tampoco a nadie a causa de sus convicciones<br />
religiosas. Segundo, desde el 30 de enero de 1933 el Estado Nacionalsocialista ha<br />
puesto a disposición de ambas Iglesias las siguientes sumas producto de los<br />
impuestos públicos:<br />
Año Monto<br />
1933 130 millones de marcos<br />
1933 170 millones de marcos<br />
1934 250 millones de marcos<br />
1935 320 millones de marcos<br />
1936 400 millones de marcos<br />
1937 500 millones de marcos<br />
TOTAL 1770 millones de marcos (1)<br />
[1] Esas aportaciones subieron luego a 700 millones de marcos anuales<br />
(casi 2,800 millones de pesos al año). Y siguieron entregándose hasta que<br />
terminó la guerra.<br />
— 85 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
[1] Hitler llegó a recelar de Schacht, pero sus sospechas nunca se precisaron.<br />
Hablando con los miembros de su Cuartel General, el Fuehrer dijo el 20 de agosto de<br />
1942: «Cuando se trataba de engañar a la gente, Schacht era incomparable. Pero<br />
jamás ha sido capaz de dar pruebas de entereza. En esa clase de asuntos los<br />
francmasones se engañan entre sí. Cuando disolví la francmasonería fue cuando<br />
Schacht comenzó a poner entorpecimientos».<br />
[2] «El Estado Mayor Alemán». — Walter Goerlitz.<br />
[3] Informe Secreto Desde Atrás de la Cortina de Adolfo Hitler. — Dr. Paul Schmidt,<br />
jefe de intérpretes de la Wilhelmstrasse.<br />
[4] Odio Incondicional. — Por Russell Grenfell.<br />
[5] El Almirante Canaris. — Karl H. Abshagen, antinazi.<br />
[6] Documentos Diplomáticos Confidenciales. — Ministerio de Relaciones Exteriores<br />
de Polonia (capturados por Alemania).<br />
»Por otra parte, las iglesias son las mayores propietarias de inmuebles<br />
después del Estado (cosa que en muy raros países existe). El valor de sus<br />
haciendas y propiedades rurales pasa de la suma de diez mil millones de<br />
marcos. Los ingresos de estas propiedades se pueden calcular en 300 millones<br />
de marcos anuales.<br />
«En consecuencia —dicho sea con suavidad— es una desvergüenza que<br />
especialmente ciertos políticos extranjeros se atrevan a hablar de hostilidad<br />
religiosa en el Tercer Reich. ¿Cuáles son las cantidades que durante este mismo<br />
espacio de tiempo han entregado Francia, Inglaterra o los Estados Unidos a sus<br />
respectivas Iglesias, de los fondos públicos? El Estado Nacionalsocialista no ha<br />
cerrado ninguna iglesia, ni ha impedido ningún servicio religioso, ni ha ejercido<br />
la más mínima influencia sobre la forma en que éstos se realizan. »<br />
En el momento en que un sacerdote se coloque fuera de la ley, el Estado le<br />
obligará a rendir cuentas como a cualquier otro ciudadano alemán. Si ahora el<br />
extranjero defiende con tanto afán a ciertos sacerdotes —que estaban actuando en la<br />
esfera política— esto no puede obedecer más que a razones políticas, puesto que estos<br />
mismos estadistas demócratas callaron cuando en Rusia se sacrificaron cientos de<br />
miles de sacerdotes y callaron cuando en España decenas de miles de sacerdotes y<br />
monjas fueron asesinados de la manera más bestial o quemados vivos. Los<br />
extranjeros sólo se interesan por los enemigos interiores del Estado alemán, no por la<br />
religión»[1]. Precisamente cuando Hitler afirmaba esto, en Rusia culminaba una<br />
etapa de exterminio de las instituciones religiosas. El autorizado diplomático<br />
norteamericano William C. Bullit había informado sobre el particular a Roosevelt.<br />
«En 1937 —dice Bullit en “La Amenaza Mundial”— fueron cerradas<br />
10,000 iglesias en Rusia; a fines de 1 939 se había aniquilado definitivamente el<br />
espíritu de resistencia de la mayoría de los sacerdotes, y no quedaban con vida<br />
— 86 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
más que unos pocos o sea los adictos a Stalin». Por eso Hugo Wast pone en boca<br />
de los propagandistas israelitas las siguientes palabras:<br />
«Dominamos la mayoría de los grandes diarios[2] y de las agencias de<br />
publicidad, y gobernamos los nervios de la humanidad. Asesinen cristianos en<br />
México, en España, en Rusia; eso no tiene importancia, no lo trasmiten nuestras<br />
agencias ni lo publican nuestros diarios. Atropellen un judío en Alemania o en<br />
Polonia, y escucharán la grita del mundo; intolerancia, progrom, antisemitismo.<br />
Y el mundo, que no ha llorado el martirio de un millón de cristianos en Rusia,<br />
rasgará sus vestidos porque a un profesor israelita le han quitado en Berlín una<br />
cátedra».<br />
En efecto, el monopolio informativo judío tornó a repetir sus estudiados puntos<br />
de propaganda para engañar y azuzar a los pueblos occidentales. Y es un fenómeno<br />
infalible en la técnica publicitaria que una verdad expuesta esporádicamente se olvida<br />
y desacredita, en tanto que una mentira repetida sin cesar acaba en cierto tiempo por<br />
ser aceptada.<br />
«El lector se entera de lo que debe saber —decía Oswaldo Spengler<br />
respecto a los diarios europeos 21 años antes de la guerra— y una voluntad<br />
superior informa la imagen de su mundo... ¿Qué es la verdad? Para la masa, es<br />
la que a diario lee y oye. Ya puede un pobre tonto recluirse y reunir razones para<br />
establecer la verdad, seguirá siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad<br />
pública del momento, la única que importa en el mundo efectivo de las acciones<br />
y de los éxitos, es hoy un producto de la prensa. Lo que ésta quiere es la verdad.<br />
Sus jefes producen, transforman, truecan verdades». Y eso fue lo que ocurrió<br />
con la opinión pública de las potencias occidentales. Mediante el siniestro<br />
engaño de que ellas estaban en peligro mortal, y no el marxismo judío, fueron<br />
arrojadas a la espalda de Alemania cuando ésta se preparaba para su lucha<br />
contra la URSS. [1]<br />
Desde enero de 1934 los obispos evangélicos tuvieron una entrevista con Hiíler<br />
e hicieron pública su adhesión al Tercer Reich, condenando «las maquinaciones<br />
contra el Estado».<br />
Y el 20 de agosto de 1935 la conferencia de obispos católicos alemanes reunida<br />
en Fulda, telegrafió a Hitler: «Los obispos reunidos en Fulda envían al Fuehrer del<br />
pueblo alemán el sentimiento de fidelidad y respeto que según la ley divina debemos<br />
al poder y dignidad más elevada del Estado».<br />
[2] En Inglaterra, Estados Unidos y otros países es frecuente que hasta el 40%<br />
de los ingresos de numerosos periódicos importantes provenga de anunciantes<br />
israelitas. Disgustarlos equivale a cerrar el periódico.<br />
— 87 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
CAPÍTULO IV<br />
La Guerra que Hitler no Quería<br />
(1939-1940)<br />
Si la Guerra no Empezaba en Occidente, Rusia Lucharía Sola.<br />
Hablando el Mismo Lenguaje de las Armas.<br />
Ni con Silencio Pudo Ayudar Italia.<br />
En las Orillas del Abismo<br />
Otra vez Hitler Tiende la Mano.<br />
La Mampara del Idealismo.<br />
Debilidad de la Franqueza.<br />
La Terrible Grandeza de la Guerra.<br />
Desigual Guerra en el Mar.<br />
Noruega, Primera Línea de la Lucha Terrestre.<br />
Francia es Empujada a Sangriento Abismo.<br />
Las Panzer Dejan Escapar a los Ingleses.<br />
El Derrumbe de Francia.<br />
SI LA GUERRA NO EMPEZABA EN OCCIDENTE, RUSIA LUCHARÍA<br />
SOLA<br />
A mediados de 1939 la crisis de Polonia se aproximaba a su climax y Stalin veía<br />
que ese último oí táculo para la embestida alemana contra Rusia estaba a punto de<br />
desaparecer. Su acertada evaluación de las circunstancias era s mejante a la que<br />
hacían los consejeros israelitas de Roosevelt: si la guerra se iniciaba exclusivamente<br />
entre Alemania y la URSS, sería luego punto menos que imposible persuadir al<br />
mundo de que debería acudir en auxilio del marxismo. Rusia tendría entonces que<br />
luchar sola... y sola, ¡estaba perdida!... En cambio, si se lograba que el Occidente<br />
entrara en guerra contra Alemania antes de que ésta atacara a la URSS, entonces<br />
quedaría automáticamente garantizado que el Ocidente combatiría en el mismo<br />
bando del bolchevismo. Y así fue. Una vez comprometidos en la lucha contra<br />
Alemania, ningún inglés, francés o norteamericano rechazaría el concurso armado de<br />
la URSS.<br />
En consecuencia, el Kremlin extremó su cautela a fin de retardar el ataque<br />
alemán y le ofreció a Hitler un pacto de no agresión. El 10 de marzo de 1939 Stalin<br />
— 88 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
pronunció un discurso en el que significativamente no lanzó ataque a Alemania, y por<br />
el contrario, dijo que no sacaría las castañas del fuego a las potencias occidentales,<br />
lanzándose a una aventura contra el Reich.<br />
Hitler tomó con desconfianza y hostilidad ese extraño cam-bio, pero las ofertas<br />
soviéticas se repitieron por diversos conductos y los diplomáticos alemanes creyeron<br />
que ésta era una gran oportu-nidad.<br />
Consultando archivos capturados después de la guerra, el historiador inglés F.<br />
H. Hinsley precisa que las negociaciones ruso-germanas empezaron a iniciativa rusa,<br />
el 17 de abril de 1939. El 3 de mayo siguiente, el Ministro israelita de Relaciones<br />
Exteriores de Rusia, Maxim Litvinoff (originalmente llamado Maxim Moiseevich<br />
Vallakh Finkelstein), fue relevado de su puesto a fin de suavizar la desconfianza de<br />
Hitler.<br />
Ante la crisis de Polonia y la amenaza de guerra de la Gran Bretaña y Francia,<br />
Alemania aceptó el ofrecimiento soviético. El Ministro de Relaciones Exteriores de<br />
Alemania, Ribbentrop, llegó a Moscú el 23 de agosto de 1939 y en horas, con<br />
inusitada facilidad, se firmó el pacto, como que era lo que precisamente quería el<br />
Kremlin. Veinte horas después de su arribo a Moscú, Ribbentrop ya volaba de regreso<br />
a Berlín. Ante aquella suavidad de la URSS se ocultaba algo enormemente benéfico<br />
para el marxismo. Poco después pudo verse que Hitler no había alcanzado a<br />
comprender que el pacto no evitaría que las potencias occidentales le declararan la<br />
gue-rra, pues tal pacto era simplemente una trampa soviética tendida de acuerdo con<br />
la camarilla israelita de Occidente. Sin embargo, esto no era visible de momento y<br />
Hitler aceptó el tratado con la esperanza de ganar tiempo mientras despejaba la<br />
amenaza que se cernía desde Occidente.<br />
«No creemos equivocarnos —dice Hinsley— al afirmar que si sólo hubiera<br />
dependido de Hitler, las negociaciones hubieran ter-minado en un fracaso». Agrega<br />
que el Fuehrer confiaba en que ese paso alejaría el peligro de guerra con la Gran<br />
Bretaña y Francia.<br />
Ese tratado fue una sorpresa para el mundo, más no para Roosevelt y sus<br />
consejeros israelitas, que día a día estuvieron siendo informados de la cautelosa<br />
política de Stalin para lograr la secreta meta común de que Alemania se viera<br />
envuelta en una guerra con las naciones occidentales antes que con la URSS.<br />
El diplomático norteamericano William C. Bullit dice[1] que desde 1934<br />
Roosevelt fue informado de que Stalin<br />
«deseaba concertar un convenio con el dictador nazi y que Hitler podía<br />
tener un pacto con Stalin cuando lo deseara. El Presidente Roosevelt fue<br />
informado con precisión, día tras día, y paso tras paso, de las negociaciones<br />
secretas que tuvieron Stalin y Hitler en la primavera de 1939... En verdad,<br />
nuestra información concerniente a las relaciones entre Hitler y Stalin era tan<br />
excelente, que habíamos notificado al Gobierno soviético que esperase un asalto<br />
a principios del verano de 1941 y habíamos comunicado a Stalin los puntos<br />
principales del plan estratégico de Hitler».<br />
En consecuencia —como este aviso era dado en 1939—, quedaban dos años de<br />
margen para empujar a los países occidentales hacia la guerra contra Alemania, no en<br />
provecho de ellos, sino en anticipada defensa del marxismo israelita que se<br />
encontraba ya en capilla. Tales informes recibidos por Roosevelt y transmitidos a<br />
Stalin resultaron absolutamente exactos.<br />
El general Beck, ex jefe del Estado Mayor General alemán, conservaba nexos<br />
ocultos con sus amigos israelitas. Por su conducto salieron de Alemania valiosos<br />
— 89 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
secretos, vía París, y eran ya del dominio de Roosevelt y Stalin. Este último sabía con<br />
certeza, como lo confirma Bullit, que la ofensiva alemana contra la URSS sería en<br />
1941. Para entonces el Kremlin esperaba contar ya con una masa abrumadora de<br />
tropas, y mientras tanto rehuía a todo trance que el Ejército Rojo se enzarzara<br />
prematuramente en la lucha con el Ejército Alemán. Tal fue el significado del pacto<br />
ruso-germano de no agresión firmado el 23 de agosto de 1939.<br />
En esos días Alemania se esforzaba en lograr la anuencia de Polonia para<br />
construir un ferrocarril y una carretera que unieran a Berlín con su provincia de<br />
Prusia Oriental. Era este el último obstáculo que se interponía para la proyectada<br />
ofensiva contra el bolchevismo. Después del conflicto germanopolaco figuraba ya la<br />
lucha armada con la URSS.<br />
El movimiento político judío decidió asirse firmemente del último obstáculo y<br />
convertirlo en un «casus belli» para desencadenar la guerra entre Alemania y los<br />
países occidentales. La comunidad israelita radicada en Polonia jugó en esa maniobra<br />
un papel decisivo. Su influencia había quedado asegurada en el artículo noveno de la<br />
Conferencia de Versalles de 1919, mediante el apoyo de estadistas judíos con<br />
influencia en Estados Unidos, el Imperio Británico y Francia. En ese artículo se<br />
especificó que de todas las prerrogativas concedidas a la Comunidad Judía se hacía<br />
«no una cuestión de libre albedrío de Polonia», sino «una exigencia de la Sociedad de<br />
las Naciones».<br />
Mediante propaganda, agitación e influencias secretas, la opinión pública polaca<br />
fue desorientada y se la alentó al desorden como la forma más segura de evitar todo<br />
arreglo pacífico entre Polonia y Alemania. El 3 de mayo hubo un desfile polaco<br />
durante el cual las «porras» gritaban: «¡A Dantzig, a Berlín...!» Se hizo correr la<br />
versión de que las tropas alemanas estaban hambrientas y no resistirían. La<br />
población alemana anexada a Polonia en 1919, sufrió sangrienta hostilidad en 1939.<br />
Ya para el 21 de agosto de ese año el número de fugitivos que cruzaron la frontera<br />
germanopolaca, ascendía a 70,000. Según posteriormente pudo establecerse 12,857<br />
cadáveres de alemanes fueron identificados como victimados por la persecución, en<br />
tanto que 45,000 alemanes más desaparecieron[2].Representantes de agencias<br />
informativas internacionales —como Mr. Oechsner, de la United Press—, fueron<br />
invitados por Alemania para que dieran fe de esos hechos.<br />
La provocación de esos acontecimientos dio los nefastos frutos que se esperaban<br />
de ellos: el conflicto germanopolaco perdió toda coyuntura de arreglo amistoso y se<br />
volvió un polvorín. El 15 de agosto del mismo año de 1939 el Gobierno francés<br />
notificó a Alemania que en caso de un choque armado germano-polaco, Francia daría<br />
todo su apoyo a Polonia. Cosa igual anunció Inglaterra una semana después. Hitler<br />
conferenció entonces con el embajador británico, Neville Henderson, para hacerle ver<br />
que Inglaterra estaba prefiriendo cualquier cosa antes que un acuerdo pacífico.<br />
«En su voluntad de aniquilar —le dijo— se había dirigido a Francia, a<br />
Turquía, a Moscú... Alemania nunca había emprendido nada en perjuicio de<br />
Inglaterra, a pesar de lo cual Inglaterra se había colocado contra Alemania».<br />
En seguida Hitler se dirigió al Premier británico Neville Chamberlain, en los<br />
siguientes términos:<br />
«...He empleado toda mi vida en luchar por una amistad germanoinglesa, pero<br />
la actitud de la diplomacia británica —por lo menos hasta ahora— me ha convencido<br />
de la falta de sentido de este<br />
— 90 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
[1] «Cómo los EE. UU. Ganaron la Guerra y por qué Están a Punto de Perder la Paz»<br />
[2] «Los Horrores Polacos». Ministerio de Relaciones Exteriores del Reich.<br />
intento. Si ello cambiara en el porvenir, nadie podría ser más feliz que yo».<br />
En respuesta, la prensa inglesa azuzaba a la opinión pública para forzarla a la<br />
movilización militar, que seguía siendo popularmente rechazada porque el pueblo<br />
juzgaba inútil una nueva guerra contra Alemania.<br />
El 25 de agosto Hitler volvió a tender amistosamente la mano a Inglaterra y<br />
hasta le propuso una alianza germanobritánica. Hablando con el embajador inglés le<br />
dijo que estaba dispuesto<br />
«a concluir acuerdos con Inglaterra, los cuales garantizaran por parte de<br />
Alemania en todo caso la existencia del Imperio británico y de ser necesario, la<br />
ayuda alemana dondequiera que esta ayuda sea precisa... Por último, el Fuehrer<br />
asegura de nuevo que no tiene interés en los problemas occidentales y que se<br />
halla fuera de toda consideración una rectificación de fronteras en el Oeste».<br />
Pero ese mismo día los gobernantes ingleses —es justo precisar que el pueblo<br />
era ajeno a esas maquinaciones— dieron otra despectiva respuesta al llamado de<br />
Hitler y firmaron con Polonia un pacto para prestarle ayuda militar si era atacada por<br />
Alemania, pese a que sabían perfectamente que esa ayuda era imposible. Polonia<br />
corría como caballo desbocado hacia el abismo y los estadistas occidentales le<br />
apretaban más las espuelas.<br />
El historiador británico capitán Liddell Hart afirma en su libro «Defensa de<br />
Europa» que la promesa de ayuda militar a Polonia fue inmoral porque era imposible<br />
cumplirla.<br />
«Si los polacos —dice— se hubieran dado cuenta de la imposibilidad<br />
militar de Inglaterra y Francia para salvarlos de la derrota, es probable que no<br />
hubieran presentado tan terca resistencia a las originalmente moderadas<br />
demandas de Hitler: Dantzig y el Corredor Polaco».<br />
Pero los polacos no podían darse cuenta de la forma criminal en que se les<br />
estaba usando como mecha de la guerra; previamente la propaganda informativa<br />
judía los había engañado y soliviantado.<br />
«He sido por mucho tiempo y muy de cerca, observador de la Historia<br />
contemporánea —agrega el historiador Hart— para que no me queden ilusiones<br />
acerca de las bases morales de nuestra política exterior. Cuando alguien me dice<br />
que de pronto reaccionamos ante la amenaza que el sistema nazi representaba<br />
para la civilización, lo único que me queda es sonreír tristemente».<br />
Así, pues, los gobernantes ingleses empujaron a Polonia al suicidio a sabiendas<br />
de que no podrían salvarla, Y los gobernantes franceses hicieron otro tanto. El 26 de<br />
agosto Francia le reiteró a Alemania que daría todo su apoyo militar a Polonia. Hitler<br />
le repuso que Alemania no tenía ningún motivo de fricción con Francia y que esa<br />
actitud germanófoba carecía de fundamento.<br />
— 91 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Inesperadamente el día 28 Inglaterra le aconsejó a Alemania que entablara<br />
negociaciones con Polonia. Hitler repuso que las negociaciones habían sido<br />
interrumpidas en julio con la movilización polaca y que todas las propuestas<br />
alemanas para un arreglo habían sido desoídas. Sin embargo, Hitler agregó que<br />
Alemania estaba en la mejor disposición de aceptar la mediación británica:<br />
«El Gobierno del Reich quiere dar con ello al Gobierno de Su Majestad<br />
británica y al pueblo inglés una prueba de la sinceridad del propósito alemán de<br />
llegar a una amistad duradera con la Gran Bretaña. En estas condiciones está,<br />
por consiguiente, conforme el Gobierno del Reich en aceptar la propuesta<br />
mediación del Gobierno de Su Majestad para enviar a Berlín una personalidad<br />
polaca provista de plenos poderes. Espera que dicha personalidad llegue el<br />
miércoles 30 de agosto de 1939».<br />
Pero el miércoles 30 de agosto, a las 4.30 de la tarde, en vez del negociador<br />
pacífico llegó la noticia de que Polonia acababa de decretar la movilización general.<br />
Además, Inglaterra se retractó de su ofrecimiento de mediadora y comunicó que no<br />
podía recomendarle a Polonia el envío de un representante. Hitler entregó entonces<br />
al embajador británico, Henderson, las proposiciones que había preparado para ese<br />
negociador polaco que no llegó. Consistían, fundamentalmente, en la construcción de<br />
una carretera y un ferrocarril que unieran a Prusia, a través del territorio alemán<br />
anexado a Polonia en la primera guerra mundial.<br />
A las 6.30 de la tarde del 31 de agosto el Embajador polaco se presentó en la<br />
Cancillería del Reich, pero sin poderes para negociar. A las 21 horas Alemania<br />
comunicó a Inglaterra que la mediación británica del día 28 había sido aceptada, que<br />
Alemania había estado esperando al plenipotenciario y que éste no había llegado. En<br />
consecuencia, consideraba que también en esta ocasión habían sido prácticamente<br />
rechazados sus propósitos de llegar a un arreglo pacífico.<br />
A las 23 horas de ese mismo día 31 de agosto la radio polaca anunciaba: «La<br />
respuesta ha sido las disposiciones militares tomadas por el Gobierno polaco».<br />
HABLANDO EL MISMON LENGUAJE DE LAS ARMAS<br />
En la azulosa claridad del amanecer del día siguiente, 44 divisiones alemanas se<br />
desbordaron en una aurora de fuego sobre la frontera polaca. 36 divisiones polacas,<br />
enardecidas de orgullo y alentadas por el prometido apoyo militar de las potencias<br />
occidentales, les salieron al encuentro. Un millón doscientos mil hombres chocaron<br />
en la mortal aventura de la guerra[1].<br />
Hitler habló ese día:<br />
«Una cosa es, empero, imposible: exigir que se solucione por medio de la<br />
revisión pacífica una situación insostenible, y a la vez negarse tercamente a toda<br />
revisión pacífica... Me he decidido a hablar con Po-lonia el mismo lenguaje que<br />
Polonia emplea con nosotros hace meses. Yo he prometido solemnemente, y lo<br />
repito ahora, que nosotros no exigimos nada de esas potencias occidentales, ni<br />
lo exigiremos nunca. Yo he manifestado palmariamente que los límites entre<br />
— 92 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Francia y Alemania constituyen un hecho definitivo. Yo he ofrecido siempre a<br />
Inglaterra una amistad sincera, y en caso necesario, hasta la más íntima<br />
colaboración. Pero el amor no puede ser una cosa unilateral.<br />
»Desde las 5.5 se le contesta a Polonia también con fuego. No pido de<br />
ningún alemán más de lo que yo estuve dispuesto a hacer en todo momento<br />
durante más de 4 años (en la primera guerra). Desde ahora es cuando mi vida<br />
pertenece verdaderamente en absoluto al pueblo. No quiero ser ahora más que<br />
el primer soldado del Reich. Por ello he vestido de nuevo aquel uniforme que fue<br />
para mí el más sagrado y el más querido. Sólo me lo quitaré después de la<br />
victoria, o bien, no viviré este final... Sólo hay una palabra que no he conocido<br />
nunca y es: capitulación».<br />
Testigo de aquel momento, José Pagés Llergo refiere:<br />
«Los civiles pálidos, temblorosos por la emoción, se enjugaban las<br />
lágrimas; los diplomáticos, asidos fuertemente del brazo del asiento,<br />
contemplaban estáticos, electrizados, la pequeña figura que allá en la distancia<br />
se erguía en éxtasis; los militares gritaban, casi aullaban. Afuera, medio millón<br />
de personas levantaban un murmullo sordo, aterrador, cuando Adolf Hitler<br />
hundía los puños sobre la mesa del Reichstag y rojo, descompuesto, el pelo<br />
tirado en desorden sobre la frente, gritaba con los ojos bañados en lágrimas:<br />
»¡En estos momentos no quiero ser más que el primer soldado del Reich!»<br />
»Sus brazos se elevaban lentos, teatrales, hacia el cielo. En aquella actitud<br />
de pedir silencio, el tigre que hace unos momentos había sido, se transforma,<br />
genial, fantástico, en un apóstol del germanismo que va predicando, con rara<br />
modulación de voz, su verdad, la verdad de su pueblo...<br />
»A mi lado una mujer solloza, conmovida. Los hombres apenas si respiran:<br />
con sus caras cetrinas, los ojos cansados, la frente bañada de sudor por el<br />
sacudimiento nervioso, yacen extenuados en sus asientos. En una fracción de<br />
segundos Hitler hace vibrar el auditorio hasta el agotamiento. Su voz no es<br />
fuerte, pero la modula en tal forma, que sabe hacerla gemir, sabe hacerla dulce,<br />
suplicante, fiera.<br />
»El grito de 'Heil' se va extendiendo tenue, impreciso, desde la plataforma<br />
del Reichstag hasta el anfiteatro, para convertirse en un grito ensordecedor,<br />
salvaje, que llena el edificio y trasciende hasta la calle».<br />
Entretanto, ese mismo día 1º de septiembre el Soviet Supremo votó una ley de<br />
servicio militar que implicaba una movilización total de la juventud rusa. Sus<br />
aprestos bélicos se aceleraron.<br />
Al día siguiente, dos de septiembre, Mussolini hizo una gestión ante Alemania,<br />
Polonia, Inglaterra y Francia, para concertar un armisticio germano-polaco y buscar<br />
un arreglo pacífico. Hitler aceptó y el primer ministro francés también, pero<br />
Inglaterra rechazó la proposición y luego logró que Francia hiciera lo propio. Un<br />
mensaje de la agencia francesa «Havas», referente a la aceptación de las pláticas, fue<br />
cablegráficamente anulado desde París.<br />
Goering, el segundo de Hitler, trató de volar a Inglaterra para insistir en un<br />
arreglo pacífico. Hitler aprobó el plan y el general Bodenschatz preparó un avión<br />
especial. Cablegráficamente se solicitó la anuencia de Londres para el viaje, pero el<br />
gobierno inglés contestó negándose a recibir a Goering.<br />
El 3 de septiembre Inglaterra envió un ultimátum a Alemania exigiéndole que<br />
para las once horas de ese día retirara sus tropas de Polonia o de lo contrario se<br />
— 93 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
considerara en guerra con el Imperio Británico. En Francia aún era muy viva la<br />
resistencia de la opinión pública a la guerra y el Gabinete tuvo momentos de<br />
indecisión; un ultimátum igual al inglés se envió hasta las 12.30.<br />
El embajador británico Neville Henderson se presentó en la Cancillería de<br />
Berlín a entregar el ultimátum con apercibimiento de guerra. El documento fue<br />
recibido por el Dr. Paul Schmidt, jefe de intérpitetes de la Wilhelmstrasse, quien en<br />
seguida se lo entregó a Hitler. Schmidt refiere así lo ocurrido[2]:<br />
«Hitler se quedó petrificado en su asiento, con la vista fija hacia adelante.<br />
No daba muestras de confusión, como se ha dicho, ni tampoco se encolerizó,<br />
como otros refirieron. Se quedó sentado, completamente silencioso, inmóvil.<br />
Tras de un intervalo, que a mí me pareció un siglo, se volvió hacia Ribbentrop,<br />
que había permanecido rígidamente en pie junto a la ventana. ¿Y bien? —<br />
preguntó Hitler con una mirada penetrante a su Ministro de Relaciones, como<br />
para indicar que Ribbentrop le había informado mal acerca de la actitud de<br />
Inglaterra—. Ribbentrop repuso tranquilamente: "Presumo que los franceses<br />
nos entregarán un ultimátum semejante dentro de una hora"».<br />
Minutos después Hitler dictó la siguiente respuesta al gobierno inglés:<br />
«El Gobierno del Reich y del pueblo alemán se niega a recibir, aceptar o cumplir<br />
las exigencias con carácter ultimativo del Gobierno británico».<br />
Una contestación semejante fue entregada más tarde al representante de<br />
Francia. A las 11 de la mañana del 3 de septiembre de 1939 Inglaterra declaró la<br />
guerra a Alemania y Francia hizo lo propio a las 5 de la tarde de ese día.<br />
Era esta la guerra que Hitler no quería...<br />
NI CON SU SILENCIO PUDO AYUDAR ITALIA<br />
Cuando el 3 de octubre de 1935 Mussolini inició la invasión de Etiopía y atrajo<br />
hacia sí un ruidoso boicot de la Liga de las Naciones, Hitler lo apoyó resueltamente. Y<br />
es que desde 1923 Hitler admiraba a Mussolini como creador de la doctrina fascista,<br />
esencialmente opuesta al bolchevismo. Años más tarde nació el Eje Berlín-Roma<br />
corno una alianza contra la URSS.<br />
Y cuando en 1939 Alemania trataba de abrir el camino hacia Moscú y esto le<br />
ocasionó el conflicto con Polonia, Italia dio un cauteloso paso atrás y decidió ser<br />
neutral. Hitler le pidió que no revelara esa decisión sino hasta el último momento.<br />
Tenía la esperanza de que si Inglaterra y Francia ignoraban que el Eje Berlín-Roma<br />
no era tan firme como parecía, no intervendrían activamente en el conflicto.<br />
Sin embargo, la neutralidad de Italia fue conocida por Inglaterra y Francia antes<br />
de que estallara la guerra germano-polaca. Y es que el Ministro de Relaciones,<br />
Galeazo Ciano, les había revelado este secreto. Ciano odiaba a Alemania, aunque no<br />
lo manifestaba categóricamente, y era marido de Edda Mussolini, hija de Mussolini y<br />
de una judía rusa. Pero esto no lo supo Alemania sino hasta cuatro años después, en<br />
— 94 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
1943.<br />
La frágil alianza germano-italiana se revela en el propio Diario de Ciano, quien<br />
el 20 de marzo de 1939 escribió: «El rey se muestra cada vez más antigermano. Al<br />
referirse a los alemanes llegó a calificarlos de mendigos y canallas».<br />
El 26 de agosto de ese mismo año agregaba: «El Duce y yo le enviamos un<br />
mensaje a Hitler diciéndole que Italia no puede ir a la guerra si no cuenta con<br />
abastecimientos. Grandes demandas». En efecto, era tanto lo que pedía que se<br />
necesitarían 17,000 trenes para transportarlo.<br />
Y el 21 de agosto: «Le aconsejo al Duce que rompa el pacto y se lo arroje por la<br />
cara a Hitler».<br />
Las cosas no llegaron a tanto, pero la alianza de Italia no tenía más apoyo que la<br />
vacilante actitud del Duce.<br />
EN LAS ORILLAS DEL ABISMO<br />
Alemania no estaba preparada en 1939 para una guerra contra Francia y el<br />
Imperio Británico; en primer lugar porque Hitler no quería ni buscaba esa contienda.<br />
El 3 de sep-tiembre, cuando en contra de todo lo esperado recibió las declaraciones<br />
de guerra de París y Londres, el ejército alemán constaba teóricamente de 98<br />
divisiones, pero 21 de ellas no habían terminado aún su organización y te-nían un alto<br />
porcentaje de personal mayor de 40 años, por lo cual no eran de primera línea.<br />
Cuarenta y cuatro de las mejores divisiones se hallaban empeñadas en Polonia (y 1 2<br />
más adscritas como reserva para ese frente). Sólo quedaron 23 divisiones completas y<br />
12 deficientes para el frente occidental, ante las fuerzas anglo-francesas, estimadas en<br />
110 divisiones.<br />
Por consiguiente, la situación militar de Alemania en ese momento era casi<br />
desesperada. Hitler exigió del ejército una «blitzkrieg —guerra relámpago—» para<br />
terminar cuando antes la campaña de Polonia y afrontar la amenaza de Inglaterra y<br />
Francia.<br />
El general Alfred Jodl, en esa época jefe del Estado Mayor del Alto Mando,<br />
declaró posteriormente que en esos días «Alemania no sufrió una derrota porque las<br />
23 divisiones del oeste no fueron atacadas» por las 110 divisiones francesas<br />
dispuestas contra Alemania. Y es que los estadistas an-glofranceses ya habían ido<br />
bastante lejos al declarar una guerra impopular y de inmediato no tenían listo su plan<br />
ofensivo, además de que los 3,000 fortines de la Línea Sigfrido fueron un factor<br />
psicológico paralizante para el ejército francés, que decidió esperar la llegada de<br />
refuerzos británicos.<br />
En el frente polaco, Hitler cifraba sus esperanzas en las seis nuevas divisiones<br />
blindadas del ejército alemán y en su aviación. Alemania contaba con 1,553<br />
bombarderos y 1,090 cazas, o sea un total de 2,643. En la campaña polaca utilizó<br />
1,500 incluyendo 500 cazas. En esta arma sí era muy considerable la superioridad<br />
sobre Polonia, la cual disponía de 580 aviones de primera línea, incluyendo 250<br />
cazas.<br />
Las fuerzas alemanas se desplegaron de la siguiente manera: por el norte, los<br />
ejércitos 3o y 4o, de von Kluge y von Küchler, ambos a las órdenes de von Bock. Y por<br />
— 95 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
el sur, los ejércitos 8o, 10o y 14, de los generales Blaskowitz, von Reichenau y List; los<br />
tres a las órdenes de von Rundstedt. De los cinco jefes de ejército sólo von Reichenau<br />
había sido simpatizador del movimiento nazi y a él se le encomendó el ejército más<br />
poderoso, con 17 divisiones[3].<br />
Los dos grupos de ejércitos, o sea el de von Bock por el norte y el de von<br />
Rundstedt por el sur, formaron gigantescas tenazas cuya meta era Varsovia. Dentro<br />
de esos dos tentáculos de fuego quedaba la masa del ejército polaco, que debería ser<br />
cercada y destruida. Varios generales, incluso el Jefe del Estado Mayor, General<br />
Franz Halder, no confiaban en ese plan, pero Hitler insistía en que obtendría éxito.<br />
En vez de desplegar las fuerzas frente a las del adversario, cosa que podía dar<br />
lugar a una guerra de trincheras más larga, el ejército alemán pasó por alto muchos<br />
puntos fortificados, a veces cruzando zonas que parecían intransitables, y se infiltró<br />
resueltamente hacia el corazón de Polonia. Por su parte, los polacos cometieron el<br />
error de quererlo «cubrir todo» desplegando sus fuerzas en un largo frente y esto<br />
aceleró su derrota. El ariete blindado de los tanques del 10 ejército de von Reichenau<br />
se clavó profundamente en el corazón de Polonia.<br />
Pese al margen de superioridad en tanques, y al margen más amplio de<br />
superioridad en el aire, Alemania realizó la campaña de Polonia en una<br />
comprometida situación militar. Claro que Polonia se hallaba en situación más<br />
desesperada aún, pero cegada por la propaganda, exacerbada en su orgullo y confiada<br />
en el apoyo total que Inglaterra y Francia le habían prometido, el pueblo no se daba<br />
cabal cuenta del abismo al que se le empujaba con los ojos vendados. Algunos<br />
exaltados polacos decían que en 1840 habían derrotado a los alemanes en<br />
Tannenberg y que volverían a derrotarlos en Berlín. Hasta el inteligente diplomático<br />
Lipski, embajador polaco en Alemania, fue cegado por la criminal propaganda que se<br />
hacía en<br />
[1] Nominalmente había asignadas al frente polaco 56 divisiones alemanas, pero 12<br />
eran todavía deficientes y no participaron en la lucha. En teoría el ejército polaco<br />
tenía 50 divisiones, incluyendo reservas, pero sólo 36 se hallaban ya listas en el<br />
frente.<br />
[2] «Informes Secretos Desde Atrás de la Cortina de Adolfo Hitler». Dr. Paul<br />
Schmidt.<br />
[3] Cada división tenía 15,000 hombres. Aproximadamente dos o tres divisiones<br />
formaban un cuerpo de ejército. Diez o más divisiones formaban un ejército, o sea<br />
aproximadamente 150,000 soldados. Y dos o tres ejércitos integraban un «grupo de<br />
ejércitos». A grandes rasgos, este era el modo de mover, abastecer y dirigir a masas<br />
tan enormes de combatientes.<br />
Eran frecuentes grupos de ejércitos formados por quinientos mil hombres.<br />
su patria y dijo que a los primeros combates ocurrirían levantamientos en Alemania y<br />
que el ejército polaco saldría vencedor. Sin embargo, poco antes de las hostilidades<br />
algunos generales abrigaban la esperanza de que se pudiera evitar la guerra con el<br />
Reich y de que Polonia y Alemania se enfrentaran juntas a la URSS.<br />
Muchas unidades polacas combatieron con ardor y destreza, y en diversos<br />
— 96 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
sectores ocasionaron pérdidas extraordinariamente altas entre la oficialidad alemana<br />
que para alentar a la tropa «había entrado en acción con el mayor fervor», según<br />
declaración del general Guderian. Veteranos combatientes, como el teniente coronel<br />
Lindeman, dicen que<br />
«una de las impresiones más fuertes que uno recibe cuando se enfrenta al<br />
enemigo por primera vez es la de sentir miedo. La única diferencia entre un<br />
hombre valiente y uno cobarde es que el valiente es capaz de controlar su<br />
miedo... El frente de batalla es visto en colores más obscuros y más lleno de<br />
peligro que lo que verdaderamente es... No se ha encontrado nada que calme el<br />
ánimo en la batalla como estar cerca de alguien que no esté poseído del miedo o<br />
del pánico».<br />
Y como parte de la infantería alemana estaba aún deficientemente preparada,<br />
sus oficiales se lanzaban en primer término para infundir confianza. En los primeros<br />
días de lucha perecieron un hijo del general Adam, uno del coronel von Funk y otro<br />
del Secretario de Estado, barón von Weizsacker. Mientras, este último se dedicaba a<br />
crear una célula de conspiración en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en<br />
connivencia con el general Beck y el doctor Goerdeler[1]. Por esos mismos días el<br />
Almirante Canaris, Jefe del Servicio Secreto Alemán, accedía subrepticiamente a<br />
servir al movimiento judío internacional, rescatando a un prominente rabino polaco<br />
para enviarlo a Estados Unidos. Sobre el particular había tenido pláticas privadas con<br />
el cónsul Geist, comisionado de Roosevelt[2].<br />
Además, el ministro sin cartera Hjalmar Schacht y el almirante Canaris, Jefe del<br />
Servicio Secreto, trataban de ganarse al general Brauchitsch (jefe del Ejército) para<br />
que desobedeciera a Hitler. Y el general von Hammerstein-Equord, marxista,<br />
tramaba la captura del Fuehrer. La situación interna de Alemania seguía pendiendo<br />
de un hilo.<br />
Entretanto, la propaganda inspirada por los judíos hizo del caso Polonia un<br />
motivo de agitación mundial. Recién iniciadas las operaciones, el 3 de septiembre se<br />
difundió que el Santuario Nacional de la Virgen de Polonia, en Czestochova, había<br />
sido destruido por los nazis. Alsiguiente día los alemanes llevaron a los periodistas<br />
extranjeros a Czestochova y éstos pudieron dar fe —entre ellos L. P. Lochner, de la<br />
Associated Press— que el Santuario se hallaba intacto. Así lo declaró también el Prior<br />
Norbert Motzlewsky. Sin embargo, los rumores alarmistas se difundían ampliamente<br />
en extensos mensajes, en tanto que las rectificaciones se ministraban en<br />
insignificantes boletines que sólo en mínima parte borraban la mala impresión<br />
causada por la versión original.<br />
El pueblo polaco sufría espantosamente los rigores de la guerra y no se daba<br />
cuenta de que estaba siendo manipulado como instrumento de secretas maniobras<br />
internacionales. Se le lanzó al sacrificio en la forma más despiadada y siniestra. Para<br />
mantener ese engaño, el 5 de septiembre el diario «Kujer Poznaski» anunció a los<br />
polacos que todas las fuerzas francesas de tierra, mar y aire habían entrado en acción.<br />
Esto no era cierto. El día 6, para que el ánimo no decayera, la radio de Varsovia<br />
anunció que la línea alemana Sigfrido había sido rota por los franceses. En realidad,<br />
ni siquiera se combatía allí.<br />
El 11 de septiembre la campaña germano-polaca estaba llegando a su punto<br />
culminante. Los ejércitos alemanes de von Küchler habían ya flanqueado a Varsovia<br />
por el norte, en tanto que el ejército de von Reichenau hacía lo propio por el sur. Los<br />
principales contingentes polacos se hallaban casi copados entre ambas tenazas y sin<br />
esperanzas de salvación.<br />
— 97 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Ese día la propaganda internacional dijo al pueblo polaco que «el avance francés<br />
que había sido detenido momentáneamente por la contra-ofensiva alemana, se<br />
reinició el 10 de septiembre», y así se le daban falsas esperanzas. En realidad no<br />
existía ni la ofensiva francesa ni la contra-ofensiva alemana en el frente occidental,<br />
pero con estas falsedades se exprimía a Polonia hasta el último centigramo de<br />
resistencia.<br />
El 17 de septiembre la campaña polaca estaba prácticamente decidida con más<br />
de medio millón de polacos prisioneros o dispersos. Hitler habló en Dantzig el día 19<br />
y precisó que Alemania nada pedía ni a Inglaterra ni a Francia, y que la contienda en<br />
el Occidente no tenía razón de ser. El régimen de Daladier repuso que Francia<br />
«continuará la guerra hasta obtener la victoria definitiva», en tanto que el Premier<br />
inglés, Mr. Chamberlain, contestó despectivamente diciendo que «el ofrecimiento de<br />
paz de Hitler no cambia en nada la situación». Mientras fallaba este esfuerzo<br />
diplomático para hacer la paz en Occidente, el mando alemán pidió la capitulación de<br />
Varsovia a fin de ahorrarle inútiles sacrificios a la población civil, pero el comandante<br />
polaco se empeñó en convertir la plaza en parapeto y presentó combate. Ocho días<br />
después Hítler intervino en las operaciones militares y ordenó que Varsovia fuera<br />
capturada a sangre y fuego. El general Blaskowitz, comandante del 8o ejército,<br />
manifestó su inconformidad por la intervención de Hitler y de sus tropas selectas (las<br />
SS). Poco después se le relevó del mando. La oposición de los generales seguía siendo<br />
el punto más débil de Alemania.<br />
El día 26 la aviación alemana arrojó volantes sobre Varsovia pidiendo que se<br />
rindiera. Ante la negativa polaca, esa noche se inició el ataque directo, que culminó el<br />
día 28 con la capitulación. Al concertar ésta, Hitler «dejaba a salvo el honor militar de<br />
un adversario que había sucumbido luchando valerosamente». A los oficiales se les<br />
permitió conservar sus espadas y a la tropa se le dejó en libertad después de<br />
desarmarla.<br />
Toda la campaña polaca terminó en 27 días, después de un doble envolvimiento<br />
de los flancos enemigos. 13,981 soldados alemanes habían muerto; 30,322 habían<br />
caído heridos. «El ejército de Polonia que nominalmente estaba integrado por dos y<br />
medio millones de hombres había dejado de existir como fuerza organizada», escribió<br />
Churchill.<br />
Hitler entró en Varsovia. Un mexicano —José Pagés Llergo— fue testigo de<br />
aquel momento.<br />
«Las doctrinas sociales —le dijo Hitler— son como las plantas: nacen y se<br />
desarrollan en climas propicios. El nazismo, que ha sido la respuesta a los males<br />
que padecía Alemania, posiblemente no encuentre en la América de ustedes el<br />
abono conveniente para que germine... Veinticinco minutos —añade Pagés— he<br />
estado a su lado. Cuando se retira para pasar revista por el Bulevard Pilsudsky a<br />
cinco divisiones victoriosas, el grito de "Heil" se levanta ensordecedor, siniestro,<br />
cubre Varsovia y se propaga por toda la Rosa de los Vientos como la palabra de<br />
reto de un pueblo que ve en un hombre la materialización de su revancha».<br />
— 98 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
OTRA VEZ HITLER TIENDE LA MANO<br />
Un hecho de la más extraordinaria importancia había ocurrido en las<br />
postrimerías de la campaña germano-polaca. El 15 de septiembre, cuando ya el<br />
ejército polaco se encontraba copado entre los dos grupos de ejércitos de von Bock —<br />
en el norte— y von Rundstedt — en el sur—, y cuando Varsovia había sido flanqueada,<br />
la URSS invadió a Polonia por el oriente. El Ejército Rojo avanzó sin resistencia en la<br />
retaguardia de los polacos y ocupó la mitad del país.<br />
La invasión alemana se había originado en el desacuerdo germano-polaco sobre<br />
la vinculación de Prusia Oriental con el resto de Alemania, esencial para la<br />
proyectada campaña alemana contra la URSS. ¿Y cuáles<br />
Concentración de cien mil hombres en el Estadio de Nuremberg. Hitler insiste<br />
en que no quiere guerra con Occidente,<br />
[1] «Recuerdos de un soldado». — General Heinz Guderian.<br />
[2] «El Almirante Canaris». — Karl H. Abshagen.<br />
eran los orígenes de la invasión soviética de Polonia? Precisamente en ese año de<br />
1939 Stalin publicó un libro, «Problemas del Leninismo», reiterando la meta<br />
marxista de la dominación mundial. Decía que la victoria del régimen bolchevique en<br />
Rusia no era sino el preludio de otras victorias en todos los demás países de la tierra.<br />
Citaba las siguientes palabras de Lenin: «Vivimos no sólo en un Estado, sino en un<br />
sistema de Estados, y es inconcebible la existencia de la República Soviética por un<br />
tiempo largo, junto a Estados imperialistas. A la postre, aquélla habrá de vencer a<br />
éstos, o éstos a aquélla».<br />
Inglaterra y Francia habían iniciado la guerra bajo la bandera de que estaban<br />
defendiendo a Polonia. Cuando Stalin atacó por la espalda a los polacos vencidos y les<br />
arrebató la mitad de su país, un sospechoso silencio se hizo en Occidente. Ese hecho<br />
lo refiere Churchill en sus Memorias con una suavidad de terciopelo:<br />
«El gobierno británico se encontró desde el principio con un dilema. Habíamos<br />
ido a la guerra con Alemania como resultado de la garantía que dimos a Polonia... Y<br />
Rusia se negaba a garantizar la integridad de Polonia».<br />
¿Podría creerse en la sinceridad de los estadistas occidentales cuando hablaban<br />
de defender principios de libertad si los polacos eran atacados por los alemanes, y<br />
callaban si los atacantes eran bolcheviques? ¿Podría creerse en esa sinceridad cuando<br />
se empeñaban en cerrarle a Hitler el paso hacia Moscú y en cambio no tomaban<br />
ninguna providencia contra la amenazante expansión del marxismo soviético hacia el<br />
mundo occidental?<br />
Con una inconsciencia sólo explicable por su odio personal contra Hitler —odio<br />
que se evidenció desde el verano de 1932, cuando por primera vez se negó a hablar<br />
con él—, Churchill hasta se regocijó en cierto modo por la invasión soviética de<br />
Polonia y escribió: «Los rusos han movilizado fuerzas muy grandes y han demostrado<br />
capacidad para avanzar lejos y con prontitud». No procedía Churchill como estadista,<br />
porque la cualidad elemental del estadista es buscar el beneficio de su patria, y no<br />
podía ser benéfico que la URSS se desbordara sobre sus fronteras, ya que<br />
esencialmente la doctrina bolchevique era contraria al Imperio Británico. Mil veces<br />
— 99 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
menos dañoso para Inglaterra era el movimiento alemán hacia el Oriente, con sus<br />
metas claramente proclamadas: conquistar territorio soviético, cimentar la amistad<br />
con el Imperio Británico e incluso concertar una alianza con él. Es indiscutible la<br />
habilidad de Churchill como líder y como orador. Pero su ceguera o su mala fe como<br />
estadista es un hecho que la Historia no podrá soslayar. Es un hecho que está<br />
sufriendo en carne propia el mismo Imperio Británico, el cual al terminar la guerra<br />
comenzó a desgajarse como si fuera un vencido y no un vencedor. Al concluir la<br />
campaña polaca, y por fin ya en la frontera de la URSS, Hitler hizo otro llamado de<br />
amistad a Francia y a la Gran Bretaña, que un mes antes le habían declarado la<br />
guerra. En sus palabras no había el menor rastro de odio y sí un visible deseo de que<br />
el Occidente se reconciliara con Alemania, cuyo propósito no era otro que combatir el<br />
bolchevismo, o sea el auténtico enemigo de la Civilización Occidental. El 6 de octubre<br />
de 1939 Hitler dijo:<br />
«Ofrecí a los detentadores del poder en Varsovia dejar salir por lo menos a<br />
la población civil... Ofrecí después no bombardear un barrio entero de la ciudad,<br />
el de Praga, reservándolo para la población... No obtuve respuesta. Entonces<br />
ordené para el 25 de septiembre el comienzo del ataque... »<br />
La devolución del Sarre era la única exigencia que consideraba yo como una<br />
condición plena e ineludible para un acuerdo germano-francés. Una vez que Francia<br />
misma ha resuelto ese problema, desapareció toda exigencia alemana a Francia. Hoy<br />
no existen más exigencias de esta especie ni volverán a hacerse valer nunca... Francia<br />
lo sabe así. Es imposible que se levante un hombre de Estado francés y pueda<br />
manifestar que he planteado jamás una exigencia a Francia cuyo cumplimiento<br />
hubiese sido incompatible con su honor o sus intereses. En lugar de una exigencia tal,<br />
lo que he dirigido siempre a Francia ha sido el deseo de enterrar para siempre la vieja<br />
enemistad. He hecho todo lo posible para extirpar del pueblo alemán la idea de una<br />
enemistad hereditaria e ineludible, inculcándole en lugar de ella el respeto por los<br />
grandes hechos del pueblo francés y de su historia, y todo soldado alemán guarda el<br />
máximo respeto por las proezas del ejército francés. » No menores han sido mis<br />
esfuerzos para llegar a un acuerdo germano-inglés e incluso a una amistad germanoinglesa...<br />
Nunca ni en ningún lugar me he opuesto realmente a los intereses<br />
británicos. Si este esfuerzo mío ha fracasado, ha sido porque había en algunos<br />
hombres de Estado y periodistas británicos una enemistad personal contra mí. »<br />
Es también perfectamente claro para mí que cierto capitalismo y periodismo<br />
judaico-internacional no sienten en absoluto el compás de los pueblos cuyos intereses<br />
dicen representar, sino que, como Eróstratos de la sociedad humana, ven el máximo<br />
éxito de su vida en la provocación de un incendio. »¿Alemania ha hecho a Inglaterra<br />
alguna reclamación que amenace quizá al Imperio británico o ponga en duda su<br />
existencia? No; al contrario. Ni a Francia ni a Inglaterra les hizo Alemania<br />
reclamaciones semejantes... Esta guerra en el Oeste no arregla ningún problema ni<br />
mucho menos, a no ser el de las malparadas finanzas de algunos industriales de<br />
armamentos».<br />
Respecto a Polonia, Hitler estaba anuente en que resurgiera como país libre<br />
mediante la previa resolución del problema de las minorías alemanas, y mediante la<br />
comunicación de Prusia y la solución del problema judío. Refiriéndose a la guerra que<br />
Francia e Inglaterra habían declarado a Alemania, agregó:<br />
«El mantenimiento del actual estado en el oeste es inconcebible. Un día<br />
— 100 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
quizá Francia bombardee por primera vez Saarbruck y la deje demolida. La<br />
artillería alemana, por su parte, destruirá en represalia Mülhausen... Se<br />
instalarán después cañones de más alcance y la destrucción se irá haciendo<br />
mayor... Y el capital nacional europeo reventará en granadas y la energía de los<br />
pueblos se desangrará en los campos de batalla. Y un día, empero, volverá a<br />
haber una frontera entre Alemania y Francia, pero en vez de ciudades<br />
florecientes se extenderán por ella campos de ruinas y cementerios. »<br />
En la historia no ha habido jamás dos vencedores y muchas veces no ha habido<br />
más que vencidos. Ojalá que tomen la palabra los pueblos y los gobernantes que son<br />
del mismo parecer. Y que rechacen mi mano los que creen ver en la guerra la mejor<br />
solución».<br />
Su mano fue rechazada. No ciertamente por los pueblos, que querían la paz,<br />
sino por los estadistas occidentales; por Roosevelt, por Churchill y por Daladier.<br />
Incluso el Intelligence Service Británico organizó una minuciosa conjura para<br />
asesinar a Hitler en la Cervecería de Munich, durante la ceremonia del 8 de<br />
noviembre. Pero el acto duró menos de lo que se suponía porque Hitler sintió una<br />
indefinible premura y salió del edificio minutos antes de que estallara la bomba de<br />
tiempo colocada para matarlo. Churchill refiere en sus memorias que ciertamente<br />
Hitler se había visto sorprendido por la declaración de guerra de Francia y la Gran<br />
Bretaña, con quienes no quería pelea, pero que había supuesto que al terminar<br />
rápidamente la campaña de Polonia, su oferta de paz brindaría a Mr. Chamberlain y a<br />
Daladier la oportunidad de llegar a un arreglo decoroso. «Nunca se le ocurrió, ni por<br />
un momento —añade Churchill—, que Mr. Chamberlain y el resto de la comunidad de<br />
naciones que forman el Imperio Británico, tenían la resolución inquebrantable de<br />
darle muerte o perecer en la demanda». En verdad era difícil suponer que el odio<br />
contra una persona —en este caso Hitler— fuera más poderoso en Londres que la<br />
conveniencia del Imperio Británico, y que se prefiriera aniquilar a Alemania, aunque<br />
nada pedía de Inglaterra, que dejarle el camino libre para que se lanzara contra la<br />
URSS, cuya doctrina marxista era hostil a todo principio de libertad, hostil al Imperio<br />
Británico y declaradamente enemiga del mundo occidental[1]. Churchill fue cegado<br />
por ese odio y automáticamente se convirtió en instrumento de otras fuerzas que<br />
desde la Casa Blanca de Washington trataban a todo trance de salvar a la URSS.<br />
Sobre este punto el escritor norteamericano Robert E. Sherwood dice en su libro<br />
«Roosevelt y Hopkins» que cuando la guerra empezó, Roosevelt evidenció una grave<br />
preocupación de que fuera a llegarse a una paz negociada. Transmitió esa inquietud<br />
al gobierno inglés e inició su «histórica correspondencia con Winston Churchill». Y es<br />
que si Alemania llegaba a una paz negociada contra Inglaterra y Francia, quedaba con<br />
las manos libres para realizar su anunciada ofensiva contra el marxismo.<br />
El pueblo americano no quería la guerra. El propio Sherwood dice[2] que ya<br />
fuera por la experiencia de 1918 o por simpatía a la ciencia alemana, el sondeo de<br />
Roper reveló en 1939 que sólo un 2.5% de la población de Estados Unidos deseaba la<br />
intervención occidental contra Alemania, e incluso había un movimiento que<br />
proclamaba a Hitler como el adalid del antibolchevismo. Pero a pesar de que Estados<br />
Unidos era una democracia, Roosevelt no actuaba de conformidad con su pueblo,<br />
sino siguiendo los consejos prosoviéticos del grupo israelita que lo rodeaba: Wise,<br />
Baruch, Morgenthau, Frankfurter, Untermeyer, Rosenman, etc.<br />
Y los inconfesables propósitos de este grupo son parcialmente revelados por el<br />
mismo Sherwood, quien agrega que el consejero Hopkins «afirmó que la cuestión de<br />
Polonia no era, en sí, tan importante por sí misma como por representar un símbolo<br />
de nuestra posibilidad de entendernos con la Unión Soviética. Dijo que nosotros no<br />
— 101 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
teníamos ningún interés especial en Polonia, ni propugnábamos allí una clase<br />
concreta de Gobierno». Polonia era sólo un buen pretexto para defender al marxismo<br />
judío que desde 1917 reinaba en la URSS.<br />
Naturalmente que la defensa de Polonia no era lo que se buscaba, y los<br />
acontecimientos posteriores así lo evidenciaron claramente. No se permitía que<br />
Alemania construyera una ferrovía a través del Corredor Polaco, pero sí iba a<br />
permitirse que Rusia absorbiese al país entero. El embajador norteamericano en<br />
Polonia, Arthur Bliss Lañe, se dio cuenta de la inconcebible maniobra y renunció para<br />
escribir libremente «Yo vi traicionar a Polonia», donde refiere cómo Roosevelt,<br />
Churchill y Stalin se confabularon para subyugar al pueblo polaco. Dice que «El 90%<br />
de la población polaca se opone al comunismo, pero un Gobierno pelele hecho en<br />
Moscú fue trasplantado a Varsovia». Agrega Bliss Lañe que él se esforzó por que se<br />
garantizara el resurgimiento libre de Polonia, pero que «fue objeto de desaires que<br />
equivalían a insultos premeditados a Estados Unidos». Y sin embargo, Washington<br />
no lo apoyaba.<br />
Los polacos Jan Chiechanowski y Stanislaw Mikolajoyk también refieren<br />
pormenorizadamente que los estadistas occidentales sacrificaron a Polonia para<br />
favorecer los intereses de la URSS. ¿Era acaso que había relaciones espirituales o<br />
raciales entre el pueblo norteamericano y el bolchevismo soviético? Evidentemente<br />
no. Pero sí había relaciones espirituales y raciales entre los israelitas de la Casa<br />
Blanca y los que habían impuesto al pueblo ruso la doctrina del israelita Marx.<br />
Aunque la tradición le impedía jugar por tercera vez como candidato<br />
presidencial, Roosevelt lo hizo disfrazado de pacifista para engañar a los votantes. Y<br />
hablando de paz, porque al fin las palabras no son actos, pero actuando para<br />
precipitar a Occidente a la guerra, volvió a burlar al pueblo americano. Un testigo de<br />
ese doble juego, testigo valioso por su prominente ingerencia en el Gobierno<br />
Norteamericano, dice[3]:<br />
«Sus consejeros de la Casa Blanca lo convencieron (a Roosevelt) de que si<br />
decía la verdad perdería en las elecciones de 1940. El Presidente sabía que la<br />
guerra se acercaba —supuesto que él mismo la propiciaba-—, pero en su<br />
discurso de campaña política, dijo: "Ahora que hablo a ustedes, madres y<br />
padres, les diré algo más que los tranquilizará: he dicho esto antes, pero lo<br />
repetiré una y otra vez: los hijos de ustedes no serán enviados a ninguna guerra<br />
en el extranjero". La moralidad presidencial llegó así a su nivel mínimo, pero el<br />
señor Roosevelt ganó las elecciones (2a. reelección)» Además, cada día<br />
destinaba mayores cantidades del presupuesto para nutrir el «New Deal» y creó<br />
la WAP, que teóricamente serviría para ayudar a los cesantes, pero que en la<br />
práctica era un arma disfrazada a fin de asegurarse la reelección. Hopkins (el<br />
discípulo del judío Dr. Steiner) manejaba los fondos de esa institución, pese a<br />
que según confiesa Sherwood, compañero de aquél en la Casa Blanca, «no cabe<br />
atribuir a Hopkins las virtudes de un hombre sano en cuestiones de manejo de<br />
dinero...» Pero seguro del «Poder Secreto del Mundo», Hopkins decía: «Habrá<br />
impuestos y más impuestos, gastos y más gastos, y seremos elegidos una vez y<br />
otra».<br />
— 102 —
LA MAMPARA DEL IDEALISMO<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
Los móviles secretos de la guerra anglo-francesa contra Alemania se<br />
encubrieron bajo una mampara de «idealismo» y «libertad», que el monopolio<br />
informativo internacional erigió mediante costosa propaganda para cegar a los<br />
pueblos.<br />
Era perfectamente claro que el movimiento bolchevique se había impuesto la<br />
tarea de extender mundialmente su doctrina marxista. El primer paso lo había dado<br />
ya por medio de la Tercera Internacional, que reclutaba elementos radicales<br />
dispuestos a servir a la conspiración internacionalista de Marx. Los partidos<br />
comunistas se nutrían en todo el mundo de utopistas bien intencionados, de<br />
intelectuales librescos, de intelectualoides soñadores, de bohemios descentrados, de<br />
mujeres viriloides y de fracasados resentidos, y lentamente iban ganando terreno en<br />
las masas carentes de criterio propio. Geográficamente, Rusia es el corazón de la<br />
tierra firme. Es el sitio desde donde todos los Continentes quedan a la menor<br />
distancia posible: Asia y América por el Oriente; Europa por el Occidente, África y<br />
Oceanía por el Sur. El marxismo eligió bien su principal base de operaciones.<br />
También era perfectamente claro que el marxismo no confiaba únicamente en esa<br />
heterogénea penetración ideológica. Contaba particularmente con los enormes<br />
recursos naturales de Rusia que le permitían levantar una gigantesca fuerza armada<br />
de agresión. Ya en 1904 el geógrafo británico Sir Halfor Mackinder describió a Rusia<br />
como el corazón del mundo por ser el sitio desde el cual todos los Continentes quedan<br />
a la menor distancia posible, y advirtió que era «la mayor fortaleza natural del<br />
planeta». Hizo notar que su extensión y recursos eran tan vastos que organizados<br />
propiamente permitirían a su poseedor aventajar a todo el orbe. Rusia posee la sexta<br />
parte de la superficie terrestre, los más variados<br />
[1] Hitler decía a su Ministro Speer: «La forma en que Inglaterra se ha deslizado<br />
hacía la guerra, es algo singular. El hombre que llevó toda la intriga es Churchill,<br />
títere de la judería que mueve los hilos. Al lado suyo, el pretencioso Edén, bufón<br />
sediento de dinero, y el ministro judío de la Guerra, Hore Belisha»<br />
[2] Roosevelt y Hopkins. Robert E. Sherwood.<br />
[3] «Cómo los Estados Unidos Ganaron la Guerra y Por qué Están a Punto de<br />
Perder la Paz». — William C. Bullit.<br />
climas y todas las materias primas imaginables. «Quien rige sobre el Corazón dé la<br />
Tierra, domina la Isla del Mundo; quien rige sobre la Isla del Mundo domina el<br />
Mundo», concluyó Mackinder. Por eso el marxismo escogió a Rusia como su<br />
principal base de operaciones.<br />
Y a pesar de esa evidente amenaza, el acrecentamiento del bolchevismo fue<br />
soslayado en 1939 por las naciones occidentales. La URSS no tenía ningún Tratado<br />
con el Occidente; su Cortina de Hierro era ya tan palpable como Churchill la vio seis<br />
años después, y los métodos tiránicos que imperaban en Moscú eran mil veces más<br />
drásticos que la dictadura de Hitler en Berlín. Pero acerca de esto nada decían ni<br />
Roosevelt, ni Churchill, ni Daladier. Roosevelt se «abochornaba» de que en Alemania<br />
fueran apedreados algunos comercios de israelitas o de que ciertos personajes de esa<br />
— 103 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
comunidad fueran expulsados, tales como Thomas Mann, Sigmund Freud, Eric María<br />
Remarque y Stefan Zweig, pero su humanitarismo enmudecía si actos más crueles<br />
eran cometidos por el bolchevismo soviético.<br />
Ninguno de los estadistas occidentales ignoraba la índole del régimen<br />
bolchevique. Sus complacencias con él no podían explicarse como ignorancia y sí en<br />
cambio como una secreta complicidad. Los informes diplomáticos eran incluso más<br />
precisos que los relatos de los comunistas decepcionados que esporádicamente<br />
lograban escapar de la URSS.<br />
Se sabía perfectamente, como lo dijo el general comunista español Valentín<br />
González —«La Vida y la Muerte en la URSS»— que «el Estado es la NKVD; es un<br />
Estado policiaco, único en su género, como no ha existido otro jamás. En la Alemania<br />
nazi ejercía la Gestapo una vigilancia severa y se esforzaba en destruir toda oposición<br />
al régimen; era como la OVRA italiana, una institución represiva al servicio del poder<br />
totalitario. Pero en la URSS interviene la NKVD en la vida de todos los individuos sin<br />
excepción».<br />
Igualmente se sabía que la tiranía bolchevique impedía que un ciudadano<br />
viajara sin previa autorización, y que salvo muy contadas excepciones, a nadie se<br />
permitía salir de la URSS ni entrar en ella. En el país de la «sociedad sin clases»<br />
existían hasta seis clases de obreros; un tercio de los salarios era retenido por el<br />
Estado; se castigaba con prisión cualquier falta injustificada al trabajo; el 60% de la<br />
burocracia ganaba menos de 200 rublos mensuales; el kilo de frijol costaba 35 rublos<br />
y un par de botas hasta 500, en el mercado libre. Los estadistas occidentales sabían<br />
asimismo que si los obreros de la URSS eran pobres siervos en las fábricas, los<br />
campesinos vivían en peores condiciones, pues el 50% de su producción era para el<br />
Estado, el 40% para la burocracia y sólo el 10% para ellos. Tampoco era un secreto<br />
que en los campos de trabajo forzado se consumían en condiciones infrahumanas 18<br />
millones de desafectos al régimen. Y que cuando en alguna región había síntomas de<br />
descontento o rebeldía, la «ingeniería social» bolchevique entraba en acción para<br />
desarraigar del lugar a miles y aun millones de habitantes, que eran dispersados y<br />
canjeados por los de otras regiones.<br />
El ex Embajador americano en Rusia William C. Bullit, enumeraba que<br />
Alemania había cometido 26 violaciones a pactos internacionales, y la Unión<br />
Soviética 28, y se mostraba sorprendido de cómo el mundo occidental parecía ignorar<br />
la gigantesca amenaza del bolchevismo. Ya entonces había ocurrido la «purga» de los<br />
famosos «procesos de Moscú», durante la cual más de cinco mil personas fueron<br />
aniquiladas. La religión era sistemáticamente combatida por el régimen y en las<br />
escuelas se enseñaba a odiarla.<br />
No obstante todo esto, Roosevelt y sus propagandistas judíos ocultaban su<br />
complicidad con el marxismo —y consecuentemente su criminal traición a los<br />
pueblos occidentales— bajo la falsa actitud de luchar por la libertad, por la dignidad<br />
humana y por las creencias religiosas.<br />
Igualmente falsa era la actitud de los gobernantes británicos. Se proclamaron<br />
defensores de la libertad, pero mantenían bajo su dominio a 470 millones de<br />
habitantes de sus colonias; se decían idealistas, pero habían hecho una guerra a<br />
China para asegurar el comercio del opio, que anualmente enriquecía a veintenas de<br />
magnates ingleses y mataba a 600,000 chinos; se ostentaban como abanderados de<br />
la integridad de Polonia, pero no tenían ninguna objeción si media Polonia era<br />
anexada a la URSS.<br />
Inglaterra siempre había sabido encontrar en los vericuetos de la hipocresía<br />
diplomática el camino de la propia conveniencia. Para esto había necesitado<br />
mantenerse impasible e indiferente ante los ideales, la sinceridad y la lealtad, como<br />
— 104 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
cuando quemó viva a Juana de Arco y como cuando asesinó a 27,000 boeres en el<br />
Transvaal. Pero en 1939 no pudo conservar su frío cálculo utilitarista. Churchill se<br />
dejó cegar por el despecho y el odio hacia un vecino europeo que prosperaba,<br />
Alemania, y automáticamente se convirtió en dócil instrumento de intereses<br />
internacionales no británicos.<br />
En ese odio que Churchill sintetizó al decir que si tuviera que asociarse con el<br />
diablo lo haría, con tal de vencer a Hitler, el Imperio Británico dio un paso hacia la<br />
ruina. Se apartó de su antigua ruta, que oscura y tortuosa, había sido no obstante<br />
eficaz y fructífera para su propio beneficio, y se dejó empujar por intereses ocultos<br />
que habían penetrado profundamente en el egoísta, pero sano instinto vital del<br />
Imperio Británico.<br />
Con un intervalo de 19 años comenzaba a cumplirse un augurio hecho por<br />
Henry Ford en 1920:<br />
«El judaísmo tolerará incluso a monarcas, mientras pueda sacar provecho<br />
de ellos. Probable es que el último de los tronos que se derrumbe sea el inglés,<br />
porque si de un lado el sentir inglés se da por muy honrado al servir de<br />
protector del judaísmo, participando así de las ventajas que de ello se derivan,<br />
representa, según criterio judío, una ventaja sumamente importante poder<br />
utilizar tal potencia mundial para sus objetivos particulares. Un clavo saca otro<br />
clavo, y esta sociedad limitada durará exactamente hasta que el judío decida<br />
lanzar a la Gran Bretaña a la ruina, lo cual puede hacerse en cualquier<br />
momento. Existen indicios de que el judaísmo se halla próximo a emprender<br />
esta tarea».<br />
La simbiosis británico-judía ha existido preponderantemente desde hace siglos.<br />
El rabino Aarón Weisz decía a su hijo Stephen: «En tanto Inglaterra viva, el judío está<br />
a salvo». Y el profeta israelita Teodoro Herzl afirmaba en 1904: «De Gran Bretaña<br />
llegará un gran bien para Sión y para el pueblo judío»[1].<br />
Al calor de las prestigiosas palabras de «libertad», «democracia», «religión», el<br />
movimiento político judío infiltrado en la Casa Blanca tendió una mampara de<br />
idealismo, utilizó el odio de Churchill contra Hitler para lanzar a Inglaterra a la<br />
contienda, y con Inglaterra fue arrastrada Francia, mediante los firmes lazos<br />
masónicos.<br />
La guerra que los pueblos francés y británico no querían; la guerra que Hitler se<br />
esforzó tanto en conjurar, estaba firmemente apuntalada por el poder secreto del<br />
movimiento judío. La impopularidad de esa contienda fue barnizada de idealismo,<br />
pero no perseguía ninguna de las metas que proclamaba. Su finalidad era empujar a<br />
Occidente para que combatiera contra Alemania antes de que se iniciara la lucha<br />
germano-soviética, pues de lo contrario sería punto menos que imposible convencer a<br />
los occidentales de que acudieran en defensa del marxismo israelita.<br />
Y así fue rechazada, una vez más, la mano de paz que Hitler tendió a Inglaterra y<br />
a Francia el 6 de octubre de 1939, un mes después de que le habían declarado la<br />
guerra[2].<br />
— 105 —
LA DEBILIDAD DE LA FRANQUEZA<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
La Naturaleza da al tigre la fuerza de sus garras; al águila, la de sus alas; a la<br />
gacela, la defensa de su agilidad, pero no reúne todas estas ventajas en un mismo ser.<br />
Siempre a una fuerza corresponde una debilidad. El pueblo alemán es fuerte en su<br />
capacidad de trabajo, fuerte en su sentido del deber y del sacrificio; fuerte en su<br />
franqueza. No oculta su pensamiento ni su manera de ser, y a estas fuerzas<br />
corresponde una debilidad: carece por completo del arte de la diplomacia.<br />
En gran parte la diplomacia es engaño, ocultamiento, ficción, apariencia. La<br />
falta de tacto diplomático ha sido uno de los factores determinantes de que Alemania<br />
haya perdido dos guerras decisivas, a pesar de tener fuerzas tan formidables para<br />
ganarlas.<br />
En cierta forma la enorme franqueza y sinceridad del régimen nazi, que nada<br />
ocultaba, fue una de sus más grandes debilidades. Desde su nacimiento en 1920<br />
esbozó su lucha contra el judaísmo político y contra la URSS. Con muchos años de<br />
anticipación sus planes fueron conocidos por sus dos enemigos.<br />
Es muy antigua la idea de que la diplomacia tiene mucho de feminidad y de que<br />
se basa en la habilidad de ocultar lo que se piensa y de hacerle creer a los contrarios<br />
lo que se desea que crean para volverlos menos peligrosos. La diplomacia inglesa, por<br />
ejemplo, hacía creer al mundo en 1920 que iba a civilizar y a ennoblecer al Irak,<br />
cuando en realidad sólo iba a extraer el petróleo de Mosul; en 1899 hacía creer que<br />
iba a redimir a los salvajes del Transvaal, pero en verdad fue a aniquilar a los boeres<br />
para arrebatarles las minas de oro; hacía creer a Grecia que debería luchar contra<br />
Turquía, por el cristianismo, y lo que en realidad buscaba era debilitar la influencia<br />
turca sobre la zona petrolera de Mosul[3].<br />
La enumeración de triunfos similares es interminable. Fue precisamente esa<br />
diplomacia de inspiración israelita la que le valió a Inglaterra el mote de la «Pérfida<br />
Albión», pues si el inglés tiene grandes facultades diplomáticas, el judío lo supera con<br />
un enorme margen. El judío es el mejor diplomático del mundo; es ésta su más<br />
grande fuerza. Con razón Schopenhauer lo llamó el «maestro de la mentira». Y en<br />
contraste, el alemán es el peor diplomático del mundo. Es ésta su más grande<br />
debilidad[4].<br />
«La diplomacia que no engaña no es diplomacia», y Alemania no logró engañar<br />
jamás a sus enemigos, cosa que les dio opción a prevenirse con mucho tiempo y a<br />
mover sus grandes fuerzas de apoyo.<br />
No solamente carece el alemán de habilidades diplomáticas, sino hasta de<br />
refinamiento de cortesía, y es que en gran dosis la cortesía es ocultamiento de las<br />
íntimas opiniones o exageraciones del afecto hacia el prójimo. Es decir, en la cortesía<br />
interviene el engaño, si bien es cierto que se trata de un engaño que el beneficiario se<br />
hace la ilusión de disfrutar como algo auténtico.<br />
Schubart señala que precisamente la virtud de los franceses que más les granjea<br />
la simpatía del extranjero es la cortesía, o sea ese mínimo de respeto que se debe al<br />
prójimo. «El alemán —añade— no admite ni siquiera este mínimo». Y analizando el<br />
odio a los alemanes agrega que ciertamente la propaganda ha jugado un papel<br />
importante, pero que «es también un hecho que ha encontrado terreno propicio. Al<br />
alemán no le preocupa que lo odien... Muchos llegan a mirar el odio anti-alemán con<br />
cierta satisfacción. Ven en él la confirmación indirecta de su propio valor. Otro grupo<br />
considera que lo malo del mundo odia en el alemán lo bueno del mundo. Un tercer<br />
— 106 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
grupo dice: no nos conocen; si nos conocieran, no nos odiarían... por su apego<br />
fanático a las cosas despoja de su natural belleza, alegría y plenitud de vida al mundo<br />
y lo transforma en una ergástula del deber... »Se ha culpado a los alemanes de ser<br />
brutales, pero en realidad no lo son más que cualquier otro pueblo en guerra. Por el<br />
contrario, su sentido de la disciplina los frena más eficazmente que a ningún otro...<br />
Ciertamente el alemán no coincide por completo con la imagen que de él se forman<br />
otros pueblos. Pero les ofrece para la misma los principios. Les suministra los<br />
elementos del odio que se le tiene. Lo que la envidia y el cálculo político añaden con<br />
exageración ha de cargarse no ya en la cuenta del odiado, sino de los que odian».<br />
Y fue en esos puntos impopulares del carácter alemán en donde la habilidad<br />
diplomática se apoyó para comenzar a mover pueblo tras pueblo contra Alemania,<br />
aun con perjuicio para los propios pueblos movilizados, como Polonia, Francia e<br />
Inglaterra.<br />
La falta de flexibilidad diplomática del alemán ha sido observada por muchos.<br />
El mariscal italiano Badoglio dice que el embajador von Mackensen mostraba una<br />
«expresión muy dura» aun sin proponérselo y que hasta en los momentos en que<br />
creía decir una frase amable su tono resultaba seco. Y Dimitri Merejkovsky refiere<br />
que Napoleón estuvo a punto de ser asesinado cerca de Viena por un joven alemán de<br />
18 años llamado Friedrich Staps. Napoleón le prometió dejarlo libre si se retractaba<br />
de lo que había pretendido hacer, pero Staps respondió:<br />
«No quiero el perdón; lo que siento es no haber podido hacer lo que pensaba...<br />
Napoleón le ofreció perdonarlo, pero él le repuso que no por eso dejaría sus ideas. El<br />
joven fue ejecutado. Al llegar al lugar de la ejecución gritó: "¡Viva la libertad; viva<br />
Alemania!»[5]<br />
Esa posesión tan completa de sí mismo, con absoluta indiferencia del medio<br />
ambiente, frecuentemente le ha granjeado al alemán un odio irreflexivo. Guisa y<br />
Acevedo dice en «Hispanidad y Germanismo»: «El alemán sabe vencerse a sí mismo.<br />
Tiene, no cabe duda, el arte inimitable de hacer de su propio yo lo que él quiera.<br />
Domina su cuerpo y su espíritu y nunca sabemos de lo que es capaz... Su práctica de<br />
la vida y el uso que hace de las cosas son actos de brutos... Acabar con Alemania es<br />
acabar con la barbarie».<br />
Y ese odio llevó a Guisa y Acevedo al extremo de afirmar, contra sus propias<br />
convicciones religiosas:<br />
«Rusia, con sus bolcheviques, es la que defiende con más fervor y con<br />
mayores sacrificios nuestra civilización... Que Alemania cuente con los mejores<br />
químicos, los mejores físicos, los mejores marinos, etc., esto prueba que es más<br />
bárbara y por lo mismo más temible y digna de odio».<br />
Precisamente ese odio, carente de fundamentos racionales, pero poseedor de<br />
fuerzas destructivas, fue campo propicio para que la habilidad diplomática alineara a<br />
casi todo el mundo en contra de Alemania. Como contrapartida, Alemania carecía de<br />
habilidades diplomáticas para neutralizar esa maniobra. Sólo tenía su franqueza,<br />
anunciada una y mil veces en sus propósitos de luchar contra el marxismo judío y de<br />
afianzar su amistad con Occidente. Pero el melifluo engaño de un bando fue más<br />
eficaz para arrastrar pueblos al abismo que la áspera franqueza del otro para<br />
detenerlos en su insensata aventura. Así se consumó el absurdo de que los países<br />
occidentales —sin saberlo— lucharan en contra de sus propios ideales y hasta de su<br />
propia existencia.<br />
Días después del llamado de paz que Hitler hizo el 6 de octubre de 1939, quedó<br />
— 107 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
patente que Inglaterra y Francia no querían ninguna fórmula de arreglo. Churchill<br />
dice que el Gabinete inglés tenía «la resolución inquebrantable de darle muerte (a<br />
Hitler) o perecer en la demanda». Francia seguía sus pasos. Y Roosevelt, por su parte,<br />
vivía esos días bajo el temor de «que se llegase a una paz negociada», y a fin de<br />
evitarla inició su personal correspondencia con Churchill[6].<br />
LA TERRIBLE GRANDEZA DE LA GUERRA<br />
Todavía con la esperanza de encontrar posteriormente una transacción, Hitler<br />
inició los preparativos para librar la guerra que no quería con Occidente y la guerra<br />
que sí quería, contra el Oriente. Ya en la encrucijada, ante el mortal peligro de los dos<br />
frentes, Alemania afrontó la guerra con serenidad y con entereza.<br />
Como observó Schubart, ningún pueblo ha hablado tanto de la vivencia de la<br />
camaradería propia de la guerra como el alemán:<br />
«Solamente la guerra, con sus sombras de muerte, tiene el poder de<br />
romper la coraza del alma con que se cubre el alemán en el plano individual. La<br />
mónada sobrecargada de responsabilidad personal, que es el alemán, respira<br />
cuando la atomizadora vida burguesa desemboca en el estado unitivo de la<br />
guerra... Cuanto más herméticamente nos encerramos en la propia<br />
personalidad, tanto más violento es a veces el afán de librarnos de la cárcel de la<br />
persona. Aquí tenemos la fuente del entusiasmo alemán por la guerra, fuente<br />
que emana de las capas más profundas del alma».<br />
Mucho se ha hablado en contra de la guerra. Pero evidentemente no todo es<br />
negativo en ella. Es en la lucha donde se remueven las más profundas vetas de la<br />
personalidad de los pueblos; es en la lucha donde aflora lo mejor de sus valores y lo<br />
peor de sus defectos; es en el momento supremo del «ser o no ser» cuando se ve lo<br />
que en realidad contiene un pueblo y lo que guarda celosamente como tesoro no de<br />
todos los días.<br />
Más antiguo que el deseo de paz es el deseo de guerra. Paz es cesación de lucha;<br />
paz es el reverso de un estado exacerbado de actividad y combate por la existencia. La<br />
ausencia de lucha es la «paz», es decir, paz es falta de algo. Todo lo que vive, lucha.<br />
La guerra es una amplificación gigantesca del espíritu de los pueblos y de los<br />
hombres, en la que afloran vivencias ocultas. En ella no solamente hay el significado<br />
de un conflicto entre dos gobiernos o entre dos pueblos: hay también significados<br />
más profundos e invisibles; quizá por eso es una necesidad esporádica de los pueblos<br />
y de la humanidad misma. No simplemente por un capricho irreflexivo, sino por una<br />
necesidad potente y misteriosa, es por lo que grandes masas de hombres en la<br />
plenitud de su existencia salen al encuentro de la muerte.<br />
Paradójicamente, pese a sus cenizas de destrucción, la guerra es también<br />
creadora. No fueron los reposados y sabios senadores los que forjaron el Imperio<br />
Romano, sino la espada de César y el empuje de sus legiones; no fueron sólo los siete<br />
sabios de Grecia los que hicieron de Grecia el corazón de una época y de una<br />
civilización, sino el arrojo espartano de sus guerreros. Los pueblos crecen y se hacen<br />
— 108 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
grandes y maduros al golpe de sus luchas a través de la historia. Y esa lucha es<br />
dolorosa, pero inevitable y sagrada; es la que va forjando el futuro por más que<br />
pacifistas de etiqueta y sabios de salón se empeñen en hacer un mundo sin guerras.<br />
En la naturaleza todo es lucha y el hombre no puede sustraerse de la vida superior de<br />
la cual es apenas trasunto y brizna.<br />
En el campo de batalla se descorre toda cortina de diplomacia; dejan de ser<br />
válidas las apariencias, la palabrería insidiosa y el doblez político y sólo queda en pie<br />
la profunda y auténtica voluntad de la lucha, el peso de la convicción, el valor del<br />
sacrificio para morir por lo que se proclama. Ahí sólo rige la entereza de marchar<br />
hasta el final; ahí se esfuma lo que era apariencia vocinglera y se libera de ropajes<br />
engañosos lo que era auténtica realidad.<br />
Por más que los intelectuales se empeñen abstractamente en afirmar lo<br />
contrario, la fuerza de las armas en guerra es un hecho solemne e incontrastable;<br />
siniestro, pero grandioso. Que los países desarmados hablen de pacifismo vestidos de<br />
frac y que ensalcen el derecho internacional, como el máximo coordinador entre los<br />
pueblos, es tan explicable como que el gusano menosprecie la rapacidad del águila y<br />
como que el haragán adule a los que puedan arrojarle algunas migajas. Pero todo<br />
pueblo con sanos instintos no rehuye jamás el sacrificio de la lucha suprema para<br />
asegurar sus derechos que ninguna ley internacional le garantiza. Así ha ocurrido en<br />
toda la historia de la humanidad.<br />
Para los pueblos jóvenes y fuertes la guerra siempre ha sido siniestra, pero<br />
honrosa; sombría y trágica hasta el extremo de la miseria y de la muerte, pero<br />
gloriosa hasta el sacrificio o el brillar de la victoria. En ella el hombre se encara ante<br />
la muerte no por el camino desfalleciente de la enfermedad, ni por el apacible<br />
sendero de la vejez, sino por la puerta luminosa de un ideal que trasciende los límites<br />
personales del individuo y de una generación y vive en los individuos y en las<br />
generaciones que aún están por llegar. A pesar de los pacifistas sinceros o hipócritas<br />
—y de los representantes de una época debilitada y en proceso de desintegración—<br />
seguirá imperando el relámpago de la espada como signo que escriba en el<br />
firmamento de los siglos la historia profunda y arcana de las culturas.<br />
El Conde de Keyserling precisa en «La Vida Íntima»:<br />
«Desde el punto de vista de la vida terrestre, el derrotista no vale nunca<br />
nada —y la vida de los pueblos es sólo terrestre—. Quien no admite el principio<br />
de la conquista y de la supresión del derecho vigente, rehusa ipso facto admitir<br />
el progreso; de lo que se deduce desgraciadamente, que es para siempre<br />
imposible abolir la guerra, pues siempre habrá momentos en que sólo el empleo<br />
de la fuerza permitirá romper los estatismos caducos o contrarios al instinto<br />
vital de una nación dada».<br />
No es por casualidad, ni por caprichos del azar, por lo que tantos hombres han<br />
percibido esa dolorosa grandeza de la guerra.<br />
«Deben amar la paz como un medio de guerras nuevas, y la paz corta mejor que<br />
la larga. Que el trabajo de ustedes sea una lucha, ¡que su paz sea una victoria!... No su<br />
piedad, su bravura es la que salvó hasta el presente a los náufragos», dice Nietzsche<br />
en Así Habló Zaratustra.<br />
Y añade en El Crepúsculo de los Dioses:<br />
«Los pueblos que han tenido algún valor no lo han ganado con<br />
instituciones liberales; el gran peligro los hizo dignos de respeto». El Dr.<br />
Gustavo Le Bon, en «La Civilización de los Árabes», reconoce la grandeza de las<br />
— 109 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
fuerzas que en el choque de las guerras van fraguando la silueta de los pueblos:<br />
«Se ha de ser cazador o caza, vencedor o vencido. La humanidad ha<br />
entrado en una edad de hierro en la cual todo lo débil ha de perecer<br />
fatalmente... Los principios de derecho teórico, expuestos en los libros, no han<br />
servido jamás de guía a los pueblos; y la historia nos enseña que los únicos<br />
principios que han obtenido el respeto son aquellos que se hacen prevalecer con<br />
las armas en las manos».<br />
Contestando un folleto pacifista del Instituto de Derecho Internacional von<br />
Moltke dijo:<br />
«La paz perpetua es un sueño, y ni siquiera un sueño hermoso. La guerra<br />
forma parte del orden universal creado por Dios y en ella se desarrollan las más<br />
nobles virtudes del hombre: el valor, el espíritu de sacrificio, la lealtad y la<br />
ofrenda de la propia vida. Sin la guerra el mundo se hundiría en el fango del<br />
materialismo».<br />
Juan Fichte, en Discursos a la Nación Alemana, habló del poder aglutinante de<br />
la guerra:<br />
«Se llega a la unidad perfecta cuando cada miembro mira como suyo<br />
propio el destino de los demás. Cada cual sabrá que se debe enteramente al todo<br />
y que con él será feliz y sufrirá... Sólo reposan los que no se sienten bastante<br />
fuertes para luchar».<br />
Oswaldo Spengler, en Años Decisivos:<br />
«Muy pocos soportan una larga guerra sin que su alma se corrompa; nadie<br />
una larga paz... La lucha es el hecho primordial de la vida, es la vida misma, y ni<br />
siquiera el más lamentable pacifista consigue destruir, desterrar de su alma el<br />
placer que despierta. Por lo menos teóricamente quisieran combatir y aniquilar<br />
a los adversarios del pacifismo».<br />
Y Spengler mismo añade, en Decadencia de Occidente:<br />
«La guerra es la creadora de todas las cosas grandes. Todo lo importante y<br />
significativo en el torrente de la vida nació de la victoria y de la derrota... Los<br />
derechos del hombre, la libertad y la igualdad son literatura, pura abstracción y no<br />
hechos. El pensamiento puro, orientado hacia sí mismo, ha sido siempre enemigo de<br />
la vida, y por tanto, hostil a la historia, antiguerrero, sin raza. Antes muerto que<br />
esclavo, dice un viejo proverbio aldeano de Frisia. Lo contrario justamente es el lema<br />
de toda civilización postrera... La vida es dura, si ha de ser grande. Sólo admite<br />
elección entre victoria y derrota, no entre paz y guerra. Toda victoria hace víctimas.<br />
Sólo es literatura la que, lamentándose, acompaña los acontecimientos... La guerra es<br />
la política primordial de todo viviente, hasta el grado de que en el fondo lucha y vida<br />
son una misma cosa y el ser se extingue cuando se extingue la voluntad de la lucha. »<br />
La raza es algo cósmico, una dirección, la sensación de unos signos<br />
concordantes, la marcha por la historia con igual curso y los mismos pasos. Y de una<br />
idéntica pulsación nace el amor real... Contemplad una bandada de pájaros volando<br />
en el éter; ved cómo asciende siempre en la misma forma, cómo torna, cómo planea y<br />
baja, cómo va a perderse en la lejanía; y sentiréis la exactitud vegetativa, el tono<br />
objetivo, el carácter colectivo de ese movimiento complejo, que no necesita el puente<br />
— 110 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
de la intelección para unir el yo con el tú... Así se forja la unidad profunda de un<br />
regimiento cuando se precipita como una tromba contra el fuego enemigo; así la<br />
muchedumbre ante un caso que la conmueve, se convierte de súbito en un solo<br />
cuerpo que bruscamente, ciegamente, misteriosamente, piensa y obra. Quedan<br />
anulados aquí los límites del microcosmos... Un sino se cierne sobre todas las<br />
cabezas». Y así el pueblo alemán en armas, ante la imposibilidad de eludir la guerra<br />
en Occidente y ante su necesidad ideológica de hacer la guerra al Oriente<br />
bolchevique, cruzó el umbral de la paz y se internó en la siniestra grandeza de la<br />
guerra. Con sereno entusiasmo su juventud lo sacrificó todo y se precipitó desde las<br />
frías tierras de Noruega hasta los candentes desiertos de África, y desde las floridas<br />
campiñas de Francia hasta las polvosas estepas de Rusia.<br />
LA DESIGUAL GUERRA EN EL MAR<br />
El choque entre Alemania y las potencias occidentales principió en el mar.<br />
Inglaterra y Francia, con Estados Unidos en la reserva, tenían las flotas más<br />
poderosas del mundo. La Gran Bretaña se enorgullecía de ser la Reina de los Mares.<br />
Alemania había sido privada de toda su marina de guerra en 1918 y se le impuso la<br />
condición de que no volvería a forjar una flota de primera línea. Hitler mismo no era<br />
partidario de hacerlo; desde 1923 había anunciado que Alemania no tenía por qué<br />
competir con Inglaterra en los mares ni en las colonias: sus miras estaban puestas en<br />
la URSS. Y en consonancia con esa política había firmado el 18 de junio de 1935 un<br />
Tratado con la Gran Bretaña comprometiéndose a que la flota alemana no llegaría a<br />
ser nunca mayor que el 35% de la flota inglesa. El convenio fue denunciado casi en<br />
vísperas de la guerra, pero ya entonces la desventaja armada en el mar era<br />
irreparable. Al principiar el conflicto con Occidente, Alemania se hallaba<br />
prácticamente inerme ante las flotas combinadas de Inglaterra y Francia. La flota<br />
inglesa contaba con 272 barcos de primera línea y la francesa con 99, en tanto que la<br />
flota alemana se componía de 54 naves. En cuanto a submarinos, Inglaterra y Francia<br />
agrupaban un total de 135, contra 57 de los alemanes. Por eso estas dos potencias<br />
escogieron el mar como la primera línea de batalla y establecieron un bloqueo total<br />
contra Alemania para impedir que recibiera víveres y materias primas. Tenían la<br />
esperanza de vencerla por hambre. Esa política no se hallaba ciertamente de acuerdo<br />
con los tratados internacionales de Ginebra respecto a la forma humanitaria de librar<br />
la guerra, pues en vez de orientarse la acción contra las fuerzas armadas se dirigía<br />
contra toda la población civil. Los estadistas occidentales evidenciaban así que su<br />
amor a los tratados, al derecho internacional, al humanitarismo, etc., no pasaba de<br />
ser el ropaje de idealismo con que se cubrían los inconfesables móviles de la guerra<br />
promovida por el movimiento político judío.<br />
Alemania contestó el bloqueo total que sufría en el mar con un bloqueo parcial<br />
de las rutas marítimas inglesas, y para esto utilizó submarinos, bombarderos y minas.<br />
Sus inventores acababan de producir ingeniosos modelos de minas e inmediatamente<br />
comenzaron a ser usadas. Entre ellas, figuraba una mina magnética, de 545 kilos,<br />
capaz de partir en dos un barco de regular calado. Al contrario de las antiguas minas<br />
flotadoras de superficie —claramente visibles para el enemigo, sujetas al azar de las<br />
— 111 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
corrientes marinas y pendientes de la contingencia de que el barco enemigo las<br />
embistiera o no—, la nueva mina magnética alemana era atraída por el casco de las<br />
embarcaciones desde una distancia de diez metros. Además, podía ser anclada y<br />
fijada en lugares previamente elegidos, bajo la superficie del agua, o depositada en el<br />
fondo del mar, en sitios no muy profundos, o sea de 25 a 35 metros. El poder<br />
destructivo de esta arma se había decuplicado. Naturalmente la siembra de minas era<br />
una labor peligrosísima para los submarinos porque tenían que realizarla en las<br />
entradas de los puertos británicos, generalmente bien patrulladas.<br />
Igualmente produjo Alemania una mina acústica, atraída por el ruido de los<br />
motores de los barcos. Y luego introdujo un «contador de barcos», que permitía a<br />
ciertas minas no estallar cuando se aproximaban las primeras embarcaciones, sino al<br />
acercarse la décima, decimoquinta o vigésima. Esto tenía por objeto burlar a las naves<br />
barreminas que iban a la vanguardia de los convoyes. Otro novedoso dispositivo hacía<br />
que la mina permaneciera «estéril» durante cierto tiempo y que adquiriera su poder<br />
explosivo en determinada fecha.<br />
En el Almirantazgo inglés hubo profunda alarma ante la efectividad de esas<br />
minas y llegó a temerse la paralización del tráfico mercantil. Fue altamente venturoso<br />
para Inglaterra que los alemanes comenzaran a usar esas armas en muy pequeña<br />
escala, por no esperar a producirlas en gran cantidad. Esa precipitación hizo que los<br />
ingleses descubrieran y adoptaran ciertas defensas antes de que la siembra de minas<br />
magnéticas y acústicas se generalizara en las aguas de 26 puertos británicos. La<br />
impaciencia del mando alemán fue evidentemente un error táctico que restringió la<br />
capacidad destructiva de tales inventos. Inglaterra llegó a perder un total de 577<br />
embarcaciones (296 mercantes y 281 de guerra) debido a la acción de más de cien mil<br />
minas, y es incuestionable que esa cantidad hubiera sido mucho mayor en caso de<br />
una súbita siembra de minas en grande escala.<br />
Por otra parte, en el Almirantazgo británico había la creencia de que sus nuevas<br />
armas defensivas neutralizarían totalmente los ataques submarinos. El detector<br />
«Asdic» era sensible a ondas ultrasonoras que atravesaban el agua y delataban la<br />
proximidad del sumergible. Además, existía la circunstancia de que el submarino en<br />
inmersión sólo desarrollaba 13 kilómetros por hora y no podía permanecer mucho<br />
tiempo así, pues sus acumuladores eléctricos se descargaban y necesitaba salir a la<br />
superficie para volverlos a cargar con motores diesel que consumían oxígeno. Pero<br />
muchas de estas debilidades del arma submarina habían sido contrarrestadas por el<br />
severo entrenamiento de las tripulaciones alemanas recién formadas por Doenitz. De<br />
noche navegaban en la superficie hasta aproximarse peligrosamente al enemigo y<br />
sólo recurrían a la inmersión profunda en casos de emergencia. El disparo de<br />
torpedos se hacía a no más de seiscientos metros de distancia.<br />
El tipo más usual de sumergible alemán en 1939 era el VII, de quinientas<br />
toneladas de desplazamiento, con 14 torpedos y capaz de navegar 6,200 millas y<br />
sumergirse en 20 segundos. La nueva flota submarina alemana había comenzado a<br />
ser construida 4 años antes por el veterano submarinista Doenitz y apenas tenía 57<br />
naves. Este dato lo confirma Churchill. Dice Doenitz que el resultado de la contienda<br />
hubiera sido muy diferente de haber tenido 300 submarinos al empezar la guerra.<br />
Pero Hitler no contaba con una guerra contra la Gran Bretaña y fue hasta 1939,<br />
después de que fallaron sus frecuentes intentos de una amistad germano-británica,<br />
cuando ordenó producir más y mejores sumergibles, pero ya entonces se había<br />
perdido mucho tiempo.<br />
El vicealmirante Kurt Assmann refiere que todavía en la primavera de 1939<br />
Hitler dijo al Alto Mando de la Marina que no cabía ni pensar en una guerra contra la<br />
Gran Bretaña. Igual cosa le dijo a Doenitz el 22 de julio cuando éste se quejaba de la<br />
— 112 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
escasez de submarinos.<br />
Cuando las hostilidades estallaron en septiembre con la guerra que Hitler no<br />
quería, la exigua flota de sumergibles fue lanzada a la lucha. Del total de 57, sólo 27<br />
eran capaces de largos recorridos y de operar en acciones contra Inglaterra. Ahora<br />
bien, como por cada submarino en acción de guerra en el Atlántico había dos en<br />
«punto muerto» (ya sea de regreso a su base, reabasteciéndose o en camino hacia el<br />
campo de combate), solamente 9 sumergibles se hallaban diariamente en acción de<br />
guerra.<br />
Uno de los primeros triunfos de los submarinos alemanes ocurrió el 18 de<br />
septiembre de 1939, cuando el U-12 del capitán Schuhart maniobró durante dos<br />
horas para situarse favorablemente a través de la escolta enemiga y hundió al<br />
portaaviones «Courageous», de 22,000 toneladas, que era uno de los barcos<br />
capitanes de la Flota Británica. El U-12 fue perseguido durante seis horas y<br />
difícilmente logró escaparse a las cargas de profundidad descendiendo sesenta<br />
metros, no obstante que la resistencia teórica del submarino era para cincuenta<br />
metros.<br />
Otro golpe más espectacular ocurrió el 14 de octubre del mismo año en la<br />
fortificada base británica de Scapa FIow, corazón mismo de la Reina de los Mares. Un<br />
submarino alemán logró burlar las defensas y hundir al acorazado Royal Oak.<br />
Gunther Prien, de 31 años de edad, cauteloso y audaz comandante del<br />
submarino U-47, había sido escogido por el Almirante Doenitz para realizar esa<br />
incursión, en la que el capitán Emsmann había muerto en la primera guerra mundial.<br />
Prien zarpó de Kiel el 8 de octubre. Varios mercantes enemigos fueron pasados por<br />
alto y la tripulación supuso entonces que se iba en busca de un «pez gordo».<br />
El 13 de octubre el submarino se hallaba a la vista de las montañas que rodean<br />
Scapa FIow. Prien se sumerge y posa la nave en el fondo del mar, a 30 metros de<br />
profundidad. Ordena a sus 38 tripulantes dormir o guardar absoluto reposo para<br />
economizar oxígeno y luego les anuncia: «Mañana entraremos en Scapa FIow». Un<br />
silencio de incertidumbre y esperanza sobrecoge a la tripulación. Al anochecer de ese<br />
día el submarino emerge de nuevo. Prien duda un instante: hay claridad en el cielo y<br />
la incursión resulta así más peligrosa, pero 24 horas de espera pueden debilitar la<br />
moral de sus hombres. Decide atacar.<br />
La entrada menos arriesgada es la del canal de Kirk Sound. El U-47, de 500<br />
toneladas, navega en la superficie y todos saben que estará perdido en caso de ser<br />
descubierto. Entre dos barcos hundidos que bloquean el paso hay un cable contra<br />
submarinos. El costado de babor del U-47 rechina al rozar el cable; el motor de babor<br />
desacelera y el de estribor acelera; la nave pasa lentamente. Son segundos de<br />
profunda expectación.<br />
La luz de una bicicleta que camina cerca de la costa es visible para los<br />
tripulantes. El submarino se sumerge de nuevo y avanza hacia los muelles. Es la una<br />
de la madrugada.<br />
Al principio sólo se distinguen dos barcostanque. Prien siente que todo su<br />
esfuerzo ha sido inútitl, pero segundos después distingue la silueta de dos<br />
acorazados. Son la presa más valiosa que submarino alguno se atreva a buscar.<br />
El U-47 se sitúa en posición de tiro, Prien da la orden de «¡Fuego!» Salen<br />
disparados cuatro torpedos, pero sólo uno estalla. Una columna de agua se levanta<br />
entre el submarino y el acorazado. La escena es confusa y el éxito no parece logrado.<br />
En las entrañas del submarino la tripulación se mueve febrilmente cargando nuevos<br />
torpedos. Entretanto, en las defensas de la base naval las primeras explosiones han<br />
puesto a todos alerta. Churchill refiere que «los primeros disparos que fallaron, se<br />
atribuyeron a causas internas, pues todos se creían seguros en Scapa Flow contra<br />
— 113 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
ataques enemigos». Transcurrieron veinte minutos —que para los tripulantes del U-<br />
47 eran una eternidad—. Prien volvió a dar la orden de «¡Fuego!» Lo que ocurrió<br />
entonces lo anotó él mismo en su libro de bitácora:<br />
«De súbito —dice— ocurre algo que quienes lo vieron, jamás lo olvidarán.<br />
Frente a nosotros, una cortina de agua se eleva hacia el cielo. Parece que todo el mar<br />
se levanta de pronto. Suenan detonaciones en rápida sucesión como el cañoneo<br />
durante una batalla. Se confunden en un solo y ensordecedor estallido. Se elevan<br />
llamas azules, amarillas, rojas. Enormes piezas del mástil, del puente, de las<br />
chimeneas, vuelan por el aire. Debimos haber logrado un blanco directo en uno de los<br />
depósitos de municiones» En dos minutos el coloso «Royal Oak», de 33,500<br />
toneladas, cuya construcción había importado un equivalente de 562 millones de<br />
pesos, se hunde en su propia base con sus 786 tripulantes. Los reflectores hurgan el<br />
cielo y el mar; los caza-torpederos y los destructores zarpan en busca del enemigo. Un<br />
destructor con reflectores encendidos enfila directamente hacia el U-47, que se siente<br />
ya descubierto y hace esfuerzos desesperados por escapar, pero súbitamente el<br />
perseguidor vira y se aleja. Ahora toda la base se halla alerta. Prien decide intentar la<br />
salida por otro sitio; en vez de pasar entre los dos barcos hundidos del canal de Kirk<br />
Sound lo hace entre uno de los barcos y la costa. El submarino libra por centímetros.<br />
Ya en alta mar, después de la increíble aventura de dos horas, Prien transmite su<br />
parte: «Un acorazado hundido; un acorazado torpedeado».<br />
La pequeña flota alemana ha infligido un golpe humillante a la Reina de los<br />
Mares y simbólicamente ha vengado a las prisioneras naves alemanas que en 1918<br />
fueron hundidas en Scapa Flow por los ingleses. Churchill admite, con franqueza que<br />
lo honra: «El acto de Prien debe considerarse como una gran hazaña de armas»[7].<br />
Entretanto, otro episodio de la desigual guerra en el mar comienza a<br />
desarrollarse en el Atlántico del Sur. El acorazado alemán de bolsillo «Graf Spee», de<br />
10,000 toneladas, burla el bloqueo franco-británico y sale a cazar barcos enemigos.<br />
Después de hundir a varios que navegaban aisladamente se encuentra a una flotilla<br />
de tres. Son los cruceros británicos «Exeter» (de 8,390 toneladas), «Ajax» (6,985) y<br />
«Achilles» (7,030), que totalizan 22,405 toneladas. Durante una hora y veinte<br />
minutos se bate contra ellos.<br />
[1] «Años de Lucha». — Rabino Stephen Wise. (Muestra del mimetismo de<br />
numerosos israelitas: Stephen, hijo de Aarón Weisz, cambió su apellido Weisz por el<br />
de Wise, al emigrar de Hungría a EE. UU. Así le dio apariencia norteamericana. Esto<br />
lo describe como «la adopción de una grafía más sencilla»).<br />
[2] El historiador inglés R. Grenfell dice que las sucesivas negativas de Churchill para<br />
examinar las propuestas de paz de Alemania coincidieron «con una estridente<br />
propaganda de que los ingleses eran los amantes de la paz y los alemanes los<br />
excitadores de la guerra». Añade que tal cosa no era muy exacta, pues de 1815 a 1907,<br />
Inglaterra había emprendido 10 guerras, Rusia 7, Francia 5 y Alemania 3.<br />
[3] «Oro Líquido». — Essad Bey.<br />
[4] Hitler decía acerca de sus diplomáticos: «Entre ustedes el valor se mide por la<br />
altura de los tacones. Si uno de nuestros diplomáticos tuviera que alojarse en un hotel<br />
de tercera categoría o se viese en la precisión de coger un taxi ¡qué deshonor! Y sin<br />
embargo, a veces tiene interés conocer todos los ambientes... Nuestros propios<br />
diplomáticos ¿qué utilidad tuvieron para nosotros? ¿De qué nos enteraron?» Muchos<br />
coincidieron en que el Ministro de Relaciones Exteriores, von Ribbentrop, carecía de<br />
— 114 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
tacto y de amabilidad.<br />
[5] «Vida de Napoleón». — Dimitri Merejkovsky.<br />
[6] «Roosevelt y Hopkíns». — Robert E. Sherwood.<br />
[7] 12 años antes el ex capitán alemán Alfred Wehring, disfrazado de relojero, se<br />
radicó cerca de Scapa Flow bajo el nombre de Albert Vertel. Al estallar la guerra<br />
comunicó al Almirante Doenitz que las entradas orientales de Scapa Flow carecían de<br />
redes antisubmarinas y sólo tenían pontones espaciados. Estos datos fueron decisivos<br />
para Prien.<br />
El «Exeter», a 25 kilómetros, recibió más de cien impactos y 5 de sus 6 cañones<br />
grandes quedaron inutilizados. Entretanto los otros dos cruceros se le habían<br />
acercado al «Graf Spee» hasta una distancia de 7 kilómetros y lo hostigaban desde<br />
diversos ángulos. El barco alemán volvió el fuego contra ellos, pero las granadas los<br />
atravesaban de un lado a otro sin tiempo de estallar. Ocurrió luego un mutuo<br />
alejamiento, aunque sin perderse de vista.<br />
Churchill refiere en sus Memorias que «el Exeter recibió un proyectil que lo dejó<br />
temporalmente fuera de control al volarle su torrecilla B. A las 7.25 de la mañana las<br />
dos torrecillas del Ajax también habían sido destruidas. Asimismo el Achules sufrió<br />
daños».<br />
Por su parte el «Graf Spee» tenía 36 muertos a bordo, 60 heridos graves y<br />
averías que le impedían seguir navegando, máxime que era acosado desde tres<br />
diversas direcciones, y buscó refugio en Montevideo a fin de hacer reparaciones de<br />
urgencia. Para entonces ya los tres barcos ingleses habían pedido refuerzos y acudían<br />
a toda máquina el crucero «Cumberland», el acorazado «Renown», el acorazado<br />
«Ark Royal», el crucero «Neptune» y tres destructores. A continuación la fuerza «H»<br />
fue también movilizada y acudieron los cruceros «Shropshire», «Cornwall» y<br />
«Gloucester» y el portaaviones «Eagle».<br />
Aunque tales naves todavía no llegaban a las cercanías de Montevideo, los<br />
ingleses se valieron de un ardid de propaganda para hacer creer que ya habían<br />
llegado. Por su parte, Uruguay apremiaba al «Graf Spee» a que zarpara. Fuera lo<br />
esperaban teóricamente más de diez barcos de guerra: 200,000 toneladas contra<br />
10,000. Hitler ordenó al comandante Langsdorff que hundiera la nave. El «Graf<br />
Spee» zarpó, caminó un poco por el Río de la Plata, puso a salvo en lanchas a sus 965<br />
tripulantes y se voló a sí mismo con bombas de tiempo. Los marinos se refugiaron en<br />
Buenos Aires, donde el capitán escribió el 19 de septiembre una carta explicando que<br />
las granadas no le bastaban para ningún combate formal. Y agregaba:<br />
«He resuelto afrontar las consecuencias de mi decisión, pues un Capitán<br />
pundonoroso sabe que su destino está ligado indisolublemente al de su barco. Ya no<br />
podré tomar parte activa en la lucha actual de mi patria. Ahora sólo puedo probar por<br />
medio de mi muerte que los servicios de combate del Tercer Reich se encuentran<br />
siempre prestos a morir por el honor de la bandera. Asumo toda la responsabilidad<br />
de haber echado a pique el acorazado de bolsillo Almirante Graf Spee. Me complace<br />
pagar con mi propia vida cualquier desdoro en el honor de la bandera. Me enfrentaré<br />
— 115 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
con mi destino abrigando una fe firmísima en la causa y en el porvenir de la nación y<br />
de mi Fuehrer». Esa misma noche se dio un tiro.<br />
Era la antigua y solemnemente siniestra tradición de la marina de que el capitán<br />
y su barco forman un mismo ser. Ninguno sobrevive al otro.<br />
Entretanto, la pequeña flota submarina alemana seguía apegándose al<br />
reglamento de presas, según el cual deberían detener a los barcos enemigos de carga<br />
y hundirlos después de que sus tripulantes se hubieran puesto a salvo. Pero no<br />
obstante esto, la propaganda inglesa difundía que los mercantes eran hundidos sin<br />
previo aviso y que perecían mujeres y niños. (Al terminar la guerra, la Gran Bretaña<br />
reconoció todo lo contrario).<br />
El 26 de septiembre (1939) Churchill ordenó que todos los mercantes fueran<br />
artillados y que sus tripulantes presentaran resistencia a los submarinos, de tal<br />
manera que éstos ya no pudieran seguir practicando la guerra limitada que se les<br />
había ordenado.<br />
El 30 de octubre el submarino U-56, del capitán Zahn, se jugó peli-grosamente<br />
la existencia burlando la protección de diez destructores y lo-gró acercarse al<br />
acorazado británico «Nelson», en el que hizo blanco con tres torpedos, pero<br />
inexplicablemente ninguno estalló. (Posteriormente se supo que en ese acorazado<br />
viajaba Churchill). Toda la tripulación del sub-marino regresó a su base<br />
profundamente deprimida por el extraño fracaso.<br />
Durante los meses de invierno los sumergibles se vieron sujetos a duras<br />
pruebas: el hielo tapaba los escapes de los motores o afectaba las cualidades de<br />
sumergibilidad. En sus 4 primeros meses de lucha hundieron barcos con un total de<br />
505,000 toneladas. El U-49 del capitán von Gossler, se vio en una ocasión tan<br />
duramente perseguido por los destructores ingleses que descendió a 148 metros de<br />
profundidad. Fue un experimento que nadie había hecho hasta entonces porque se<br />
calculaba que a esa profundidad la enorme presión del agua, equivalente a la de 15<br />
atmósferas, haría trizas al submarino.<br />
Por su parte, la flota aglo-francesa fue estrechando el bloqueo. En marzo de<br />
1940 otro submarino alemán penetró en un puerto inglés, el de Kirkwall, y hundió al<br />
barco «Corneta». El mercante «Altmark» burló el bloqueo y regresó a Kiel. La<br />
superioridad numérica anglo-francesa no lograba satisfactorios progresos ni siquiera<br />
en el mar y Churchill decidió arrojar por la borda todo principio de legalidad, aunque<br />
era precisamente la legalidad lo que decía defender. La noche del 30 de marzo (1940)<br />
Churchill anunció que Inglaterra no reconocía ya como neutrales «los actos que a<br />
pesar de que se apeguen al Derecho Internacional, puedan favorecer a Alemania».<br />
Entretanto, en el invierno de 1939-1940 la URSS ha atacado a Finlandia. Pero<br />
Inglaterra y Francia no mueven ni un dedo para defender a los finlandeses. Si<br />
Alemania ataca a Polonia, es eso un acto salvaje que debe precipitar a Occidente en<br />
una guerra, pero si la URSS ataca también a Polonia y luego a Finlandia, el judaísmo<br />
logra que Occidente se lave silenciosamente las manos.<br />
La flota inglesa y la flota francesa violan el Derecho Internacional e incursionan<br />
en las aguas de Noruega para impedir que lleguen materias primas a Alemania. El<br />
bloqueo anglo-francés ya no reconoce la neutralidad de ningún país débil. El 31 de<br />
marzo Londres anuncia que no se permitirá más el comercio entre México y<br />
Alemania, ni tampoco entre Noruega y Alemania. Un nuevo sesgo en la guerra está a<br />
punto de estremecer al mundo.<br />
— 116 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
NORUEGA, PRIMERA LINEA DE LA LUCHA TERRESTRE<br />
El 16 de diciembre de 1939 Inglaterra comenzó a preparar la invasión de<br />
Noruega. Es éste un hecho que ahora parece sorprendente, porque la propaganda<br />
hizo creer que Alemania se había lanzado cruel e innecesa-riamente contra ese país<br />
débil y neutral en un loco y suicida intento de dominar al mundo. Pero la verdad fue<br />
otra. Churchill asienta en sus Memorias<br />
«la parte final de un memorándum que presenté fechado el 16 de diciembre de<br />
1939, decía: Es necesario considerar el efecto de nuestra acción contra<br />
Noruega... No habrá infracción técnica del Derecho Internacional mientras que<br />
lo que vaya a hacerse no se encuentre acompañado de alguna forma de<br />
inhumanidad... Las naciones pequeñas no deben atarnos las manos».<br />
Y consecuentemente el 16 de febrero de 1940 Churchill ordenó que el barco<br />
alemán «Altmark» fuera abordado por fuerzas del «Cossack», a pesar de que<br />
navegaba en aguas neutrales noruegas.<br />
El historiador británico capitán Liddell Hart dice que el asalto inglés al<br />
«Altmark» en aguas noruegas hizo pensar a Hitler que si Churchill estaba dispuesto a<br />
violar la neutralidad de Noruega para atacar al «Altmark», estaría más deseoso de<br />
hacer lo mismo a fin de cortar los abastecimientos de hierro que tan vitales eran para<br />
Alemania, pues para 1940 ascendían a once millones de toneladas.<br />
El mismo Churchill confirma que el 3 de abril de 1940 el Gabinete in-glés<br />
autorizó que la flota minara las aguas noruegas a partir del 8 de abril.<br />
Simultáneamente estaba siendo preparado el Plan Stratford para la ocupa-ción<br />
anglofrancesa de los puertos noruegos de Stavenger, Bergen y Trond-heim. Así se<br />
flanquearía a Alemania y se haría más efectivo el bloqueo de hambre[1].<br />
El Primer Ministro de Francia, Paul Reynaud, dice en sus «Revelaciones» que<br />
cuando se planeaba la ocupación aliada de Noruega, el almi-rante francés Darían<br />
advirtió que se provocaría una reacción alemana.<br />
«Churchill llegó a París el 5 de abril —añade Reynaud— y se aprobó la<br />
colocación de las minas, pero la maniobra fue aplazada para el 7 y esta demora<br />
permitió a Hitler tener conocimiento del asunto y preparar un golpe en contra».<br />
Es un hecho indiscutible, aceptado por Reynaud y Churchill, que Inglaterra y<br />
Francia preparaban la invasión de Noruega para estrechar el bloqueo de hambre<br />
contra el Reich. La invasión alemana simplemente se anticipó a conjurar los planes<br />
anglofranceses.<br />
Sin embargo, al iniciarse esa operación la noche del 9 de abril de 1940, el<br />
monopolio de la información internacional la aprovechó para dar la impresión de que<br />
Alemania devoraba cruelmente a un país débil y que las potencias aliadas se<br />
aprestaban a defenderlo. La historia cinematográfica del villano y del héroe se aplicó<br />
al caso de Noruega. Pero la verdad carecía de esos adornos heroicos; simplemente<br />
consistía en que las potencias occidentales trataban de estrechar el bloqueo contra<br />
Alemania, desde las bases noruegas, y Alemania se adelantaba a conjurar ese golpe.<br />
La víctima de esta lucha entre dos colosos era un país débil, pero ninguno de los dos<br />
bandos tenía interés específico en él, ni para atacarlo ni para defenderlo.<br />
— 117 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
[1] El comandante Quisling, ex ministro de Guerra de Noruega, se enteró de los<br />
planes aliados de invasión y dio aviso a Hitler. Explicaba entonces que en sus años de<br />
residir en Rusia había conocido el bolchevismo, que Alemania era el único baluarte<br />
contra esta amenaza mundial y que por eso le prestaba tal servicio. La propaganda<br />
aliada ha hecho del apellido Quisling un sinónimo de infamia y traición.<br />
El anticipado contragolpe alemán fue una desagradable sorpresa para Inglaterra<br />
y Francia porque debido a su dominio absoluto del mar se creían al margen de esa<br />
contingencia. El Almirante Erich Raeder, jefe de la Marina Alemana, afirmaba que<br />
frecuentemente las operaciones militares que violan todos los principios de la técnica<br />
de la guerra salen airosas a condición de que se ejecuten por sorpresa. Así lo confirmó<br />
una vez más la invasión de Noruega. La pequeña flota alemana operó con increíble<br />
audacia, burló la vigilancia aliada y conduciendo una fuerza de desembarco de sólo<br />
8,850 hombres se acercó a los puertos noruegos de Kristiansand, Stavenger, Bergen,<br />
Trondheim y Narvik, casi bajo las narices de los barcos francobritánicos.<br />
Semanas antes de que se iniciara la acción en Noruega, el almirante Guillermo<br />
Canaris (jefe del Servicio Secreto Alemán y encubierto conspirador) inició un discreto<br />
sabotaje moral contra la operación, mediante unmerosos y alarmantes informes<br />
sobre los riesgos de las contramedidas aliadas. Esto hizo titubear a varios jefes<br />
militares, quienes incluso pidieron a Hitler que la operación se pospusiera. El general<br />
Alfred Jodl escribió entonces en su Diario que la voluntad de actuar se estaba<br />
debilitando y que el 26 de marzo Hitler intervino decisivamente para alentarla. Pero<br />
la intriga siguió adelante y el mayor Hans Oster, uno de los principales colaboradores<br />
de Canaris, pidió el 3 de abril al agregado militar holandés, Sas, que co-municara<br />
a los aliados el plan alemán de ataque. El investigador Abshagen dice que ese informe<br />
fue transmitido a funcionarios noruegos, pero que no lo creyeron. «Oster confiaba en<br />
que si no se alcanzaba a parar toda la empresa... por lo menos se lograría, mediante<br />
una advertencia, apresurar el fracaso de la operación en una primera fase»[1]. El<br />
Almirante Canaris había dicho a sus cómplices que la frustración de la victoria «debe<br />
ser nuestro objetivo y propósito esencial». Y todo este grupo de conspiradores trabajó<br />
con tal sutileza que no dejaba huellas a la Gestapo.<br />
Según el Vicealmirante Kurt Assmann[2], la invasión aliada de Noruega<br />
(iniciada 72 horas después que la alemana) se demoró debido a que a última hora el<br />
mando británico ordenó un aplazamiento a fin de averiguar hacia dónde se dirigía la<br />
flota alemana que había zarpado de sus bases en el Mar Báltico. Un incidente<br />
imprevisto jugó importante papel en esa demora: ocurrió que los barcos alemanes<br />
que deberían atracar en Trondheim llegaron a las cercanías con bastante anticipación<br />
y para hacer tiempo dieron media vuelta y enfilaron hacia el poniente, lo cual fue<br />
visto por un avión británico, cuyo reporte desorientó a los aliados. Cuando horas más<br />
tarde los ingleses tuvieron la certeza de que la operación se dirigía hacia Noruega, ya<br />
habían perdido la delantera.<br />
Coordinadamente con la operación naval, una compañía de paracai-distas fue<br />
enviada por aire a capturar los aeropuertos de Oslo y Stavenger, a los cuales llegaron<br />
más tarde transportes bimotores de tropas. En esta misión se utilizaron 550 aviones.<br />
La ocupación previa de Dinamarca se realizó como punto de apoyo obligado para la<br />
— 118 —
campaña de Noruega.<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
«El golpe más atrevido —dice Churchill en sus Memorias— fue el que se<br />
dio en Narvik. Diez destructores llevaron 200 soldados cada uno, apoyados por<br />
el Scharnhorst y el Gneisenau —cruceros de batalla—; llegaron a Narvik el 9 de<br />
mayo muy temprano. La noche del 7 de abril la RAF denunció tales<br />
movimientos en el Skagerrak. En el Almirantazgo se creía imposible que aquella<br />
fuerza se dirigiera a Narvik».<br />
Churchill juzgó impracticable esa audaz maniobra; tuvo tiempo para impedirla,<br />
pero el arrojo triunfó sobre la fuerza numérica. La pequeña flotilla alemana se<br />
escurrió zigzagueando hasta los puertos noruegos sin hallar más obstáculos que el<br />
destructor inglés «Glowworm» que fue hundido. Días más tarde ocurrió otra batalla<br />
naval en la que fueron hundidos el portaaviones inglés «Glorious», dos destructores y<br />
dos naves pequeñas, cuando los nazis trataban de aligerar la presión naval sobre<br />
Narvik.<br />
Aunque en aquel momento parecía que Alemania desplegaba grandes<br />
contingentes que por su peso numérico estaban imponiéndose en Noruega, y aunque<br />
la propaganda así se empeñaba en hacerlo creer, la verdad es que se trataba de una<br />
extraordinaria lucha en que el arrojo y la sorpresa se imponían sobre enemigos muy<br />
superiores en número.<br />
El general Falkenhorts, comandante de las fuerzas alemanas, inicialmente sólo<br />
disponía de 8,850 hombres, que después fueron reforzados por 10,000 más. El<br />
teniente coronel James A. Bassett[3] confirma que en la operación de Noruega<br />
participaron «poco menos de 20,000 hombres», distribuidos en pequeños grupos a<br />
todo lo largo del accidentado territorio noruego, aún cubierto de nieve.<br />
Setenta y dos horas después de iniciada la invasión alemana de Noruega los<br />
ingleses y los franceses descargaron su golpe, al que Hitler se había adelantado. El<br />
general Auchinleck dirigió la invasión aliada conforme al madurado Plan Stratford.<br />
Los objetivos inmediatos eran Narvik, en el norte, y los puertos de Namsos y<br />
Andalsnes, en la cintura de Noruega.<br />
Los submarinos alemanes recibieron la misión de estorbar el desembarque de<br />
los aliados en Noruega. Varios de ellos lograron burlar los barcos de escolta y situarse<br />
apropiadamente para el tiro, pero luego comenzaron a ver con gran decepción que los<br />
torpedos pegaban en el blanco y no estallaban. El capitán Prien tuvo cerca de Narvik<br />
en posición de tiro a tres grandes transportes de tropas y a dos cruceros, pero la carga<br />
explosiva de los torpedos fallaba una y otra vez. En el mando de los submarinos se<br />
recibían más y más reportes en el mismo sentido. Nueve sumergibles vieron así<br />
invalidados sus penosos esfuerzos para acercarse al enemigo. Prien se quejaba<br />
amargamente diciendo que los habían mandado a combatir con fusiles de palo. Las<br />
fallas de los torpedos ascendían al 66%.<br />
En un principio los técnicos pensaron que el torpedo magnético que estaba en<br />
uso —y que corría a bastante profundidad sin dejar estela delatora en la superficie—<br />
no estallaba porque el magnetismo disminuía cerca del Círculo Polar Ártico. Se<br />
ordenó entonces usar únicamente torpedos de percusión, pero también fallaban. Más<br />
tarde, cuando ya muchas oportunidades se habían perdido, una investigación<br />
descubrió que los torpedos eran entregados por la fábrica con un desajuste que ya<br />
hacía tiempo se había ordenado enmendar, pero que inconcebiblemente estaba<br />
volviendo a ocurrir, ¿Negligencia o sabotaje?<br />
Los contingentes anglofranceses desembarcados en Namsos y Andalsnes<br />
formaban una tenaza que tenía por meta cerrarse en Trondheim y aniquilar a los<br />
— 119 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
1,700 alemanes que horas antes la habían ocupado. Esto dio lugar a una de las dos<br />
batallas decisivas de la campaña de Noruega. La guarnición alemana de Trondheim<br />
se defendió desesperadamente, en tanto que otras fuerzas avanzaban desde el sur en<br />
su auxilio. Cerca del empalme ferroviario de Dombas se libró la batalla clave. Los<br />
anglo-franceses disponían en esa área de 14,000 hombres, contra 5,000 ó 6,000<br />
alemanes. Iban ahí a enfrentarse por primera vez en esta guerra. El entonces Primer<br />
Ministro de Francia, Paul Reynaud, confirma tales cantidades en sus «Revelaciones»,<br />
con las siguientes palabras:<br />
«El 20 de abril los aliados tenían al norte de Namsos 8,000 soldados británicos<br />
y franceses y 4 batallones de noruegos, y en el sur (Andalsnes) 5,000 ingleses y<br />
noruegos. Los alemanes sólo tenían 5,000 ó 6,000 hombres en esa región y<br />
hallábanse casi rodeados».<br />
Tropas británicas seleccionadas figuraban en esos contingentes cuya<br />
superioridad numérica sobre los alemanes era de más de dos a uno, y por momentos<br />
pareció que éstos serían arrojados de Noruega, El choque decisi-vo ocurrió al sur de<br />
Trondheim, cerca del empalme ferroviario de Dombas, donde los británicos fueron<br />
sorprendidos por la acometividad y rapidez de maniobra de las tropas alemanas y por<br />
la iniciativa de sus oficiales. Al cabo de una semana de lucha las fuerzas aliadas<br />
fueron destrozadas y sus restos se reembarcaron hacia Inglaterra. Churchill confiesa<br />
en sus Memorias:<br />
«En esta campaña de Noruega, nuestras mejores tropas, o sean las de la<br />
Guardia Escocesa y las de la Guardia Irlandesa, se quedaron atónitas ante el<br />
vigor, el espíritu de empresa y el entrenamiento que tenían los jóvenes que<br />
militaban por Hitler».<br />
En la otra de las dos batallas decisivas, la de Narvik, el resultado se tardó más,<br />
pero fue el mismo. La flota británica se recuperó de la sorpresa y se congregó frente al<br />
puerto. Cuatro destructores alemanes sucumbieron en desigual batalla tratando de<br />
impedir el desembarque de 20,000 soldados aliados. A continuación la lucha se<br />
desarrolló en tierra. La guarnición alemana y los náufragos de los cuatro destructores<br />
ascendían a 6,000 hombres. La superioridad aliada era de más de 3 a 1.<br />
Churchill refiere:<br />
«En Narvik una fuerza alemana mixta e improvisada de escasos 6,000<br />
hombres tuvo a raya durante seis semanas a unos 20,000 soldados aliados, y<br />
aunque se vio expulsada de la población, sobrevivió para ver marcharse a sus<br />
enemigos... Los alemanes cruzaron en siete días el camino de Narnsos a<br />
Mosjoen, que los ingleses y franceses habían declarado que era imposible. A<br />
pesar de que teníamos el dominio absoluto del mar, nos tomó la delantera el<br />
enemigo que avanzaba por tierra a través de distancias muy largas y en medio<br />
de todos los obstáculos».<br />
Todavía sin ocultar su disgusto por el anticipado contragolpe alemán, Churchill<br />
añade:<br />
«La rapidez con que Hitler llevó a cabo la conquista noruega fue una<br />
notable hazaña de guerra y política y un ejemplo imperecedero de la<br />
minuciosidad, de la maldad y de la brutalidad alemanas».<br />
3,692 soldados alemanes dieron la vida en ese ejemplo de eficacia militar y<br />
— 120 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
1,604 cayeron heridos. La marina perdió 3 cruceros, 10 destructo-res, 6 submarinos y<br />
16 naves auxiliares. Allí se evidenció la fuerza incalculable del espíritu de sacrificio<br />
sobre las fuerzas materiales de la superioridad numérica. La campaña duró un mes.<br />
Tuvo tan relevantes características de arrojo que constituye un ejemplo histórico de<br />
cómo un poderoso espíritu de lucha logra superar obstáculos que el cálculo frío<br />
juzgaría insalvables.<br />
FRANCIA, EMPUJADA AL SANGRIENTO ABISMO<br />
El pueblo francés padecía graves problemas internos que lo incapacitaban para<br />
una contienda internacional. La disipación, el materialismo y el vicio habían<br />
debilitado profundamente sus fuerzas psicológicas y hasta sus recursos físicos, tanto<br />
así que en el segundo semestre de 1938 hubo 40,000 nacimientos menos que el total<br />
de defunciones. Pero los gobernantes servían intereses masónicos cada día más<br />
apremiantes y empujaban al pueblo a una guerra en la que el pueblo nada tenía que<br />
ganar.<br />
Esos gobernantes, hechura de la masonería, eran a la vez políticamente<br />
presionados por la Alianza Israelita Universal (con sede en París), la cual tiene en<br />
Francia un poder decisivo, pues además de su brazo masónico influye en la Bolsa de<br />
Valores, en casi toda la prensa y en la mayoría de las organizaciones obreras. Judíos<br />
han sido los dirigentes y políticos León Blum, Maurice Thorez, Jacques Duclos, Jules<br />
Moch, Edgar Faure, Mendès-France, René Mayer, Maurice Schuman y otros muchos.<br />
Un oscuro político llamado Paul Reynaud, que en México se había enriquecido<br />
como dueño de «Las Fábricas Universales», se fingió derechista para lograr cierto<br />
apoyo popular: con la ayuda secreta de la masonería escaló después el puesto de<br />
Primer Ministro de Francia y una vez seguro reveló sus tendencias izquierdistas. A<br />
continuación trató de agitar al pueblo francés para que asumiera la ofensiva contra<br />
Alemania.<br />
Casi siete meses después de declarada la guerra, Reynaud hizo el 26 de marzo<br />
de 1940 una belicosa excitativa durante la cual afirmó: «Uno de los deberes más<br />
grandes de Francia es hacer la guerra». Al día siguiente presentó su Gabinete a la<br />
nación como un «Gobierno de guerra puramente y que tiene una sola meta: vencer al<br />
enemigo».<br />
Sus arrestos bélicos tenían los siguientes fundamentos militares: Francia se<br />
hallaba poderosamente acorazada por su Línea Maginot y disponía ya de 110<br />
divisiones; la Gran Bretaña le había enviado un Cuerpo Expedicionario de 12<br />
divisiones y estaba por enviar algunas más. El flanco izquierdo de la Maginot lo<br />
resguardaban las fortificaciones belgas, las defensas acuáticas holandesas y 33<br />
divisiones de Bélgica y Holanda. Inglaterra y Francia confiaban en esos dos países<br />
porque la Casa Real de Holanda tenía parentesco con la Casa Real Británica y porque<br />
el Rey Leopoldo de Bélgica ya había accedido incluso a que los ejércitos anglofranceses<br />
atravesaran territorio belga para atacar a Alemania, según lo admite el<br />
propio Reynaud en sus «Revelaciones». En consecuencia, los aliados disponían de un<br />
total de 155 divisiones (2.325,000 combatientes).<br />
— 121 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
En cambio, Alemania sólo había podido movilizar 130 divisiones (1.950,000<br />
hombres) y la amenaza bolchevique le impedía utilizarlas todas en el frente<br />
occidental correspondiente a Francia. Por esta circunstancia Reynaud se sentía<br />
seguro: sus peritos militares calculaban que un ataque frontal alemán sobre la Línea<br />
Maginot sería imposible porque necesitaría sacrificar un millón de hombres para<br />
perforarla. Y si Alemania atacaba por el flanco, automáticamente aumentaría el<br />
número de sus enemigos al enzarzarse también en una lucha con Holanda y Bélgica.<br />
Fue éste, precisamente, el peligroso riesgo que Hitler se resolvió a correr, y es<br />
que no quedaba ninguna otra alternativa. Su esperanza era poder repetir la guerra<br />
relámpago que realizó en Polonia, aunque en este caso iba a enfrentarse con un<br />
enemigo tres veces más poderoso y con defensas incomparablemente mejores. Los<br />
franceses se daban cuenta de esta ventaja y el agregado militar en Varsovia informó a<br />
su Gobierno —según dice Reynaud— que en Polonia los alemanes habían gozado de<br />
un frente muy extenso, pero que en Francia la situación sería distinta. Encajonado en<br />
los angostos sectores de penetración posible, el ejército alemán podía ser aniquilado<br />
por las reservas estratégicas anglo-francesas.<br />
Por dos distintos conductos Reynaud y Churchill conocieron los lineamientos<br />
generales del plan militar de Hitler. Aunque Mussolini era aliado de Alemania, el 26<br />
de diciembre de 1939 ordenó a su Ministro Galeazzo Ciano que revelara dicho plan a<br />
los representantes diplomáticos aliados, cosa que Ciano hizo el 2 de enero, según lo<br />
anotó en su «Diario Secreto». Por otra parte, el mayor alemán Helmut Reimberger,<br />
comisionado para llevar a un cuartel el plan operativo de la ofensiva, desvió la ruta de<br />
su avión, aterrizó en Bélgica y los documentos le fueron «capturados». Parece que<br />
esta maniobra la preparó el Almirante Canaris, el cual era conspirador y hábilmente<br />
había logrado encumbrarse corno Jefe del Servicio Secreto Alemán.<br />
Aunque ante el mundo no lo parecía, la situación interna del frente de Hitler era<br />
gravísima. Disponía de menor número de tropas que sus enemigos; se hallaba<br />
enfrascado en una guerra que no había querido contra el Occidente; persistía la<br />
mortal amenaza del Oriente; su plan estratégico lo conocían ya en París y en Londres,<br />
y por último, la mayoría de sus generales no lo apoyaba. Eran profesionales<br />
eficientes, pero carecían de la llama del ideal nacionalsocialista que había galvanizado<br />
la voluntad de las juventudes; además, su origen aristocrático los distanciaba de<br />
Hitler, a quien en el fondo seguían viendo como el simple cabo que fue en la primera<br />
guerra mundial.<br />
Brauchitsch, el comandante en jefe del ejército, no creía posible una victoria en<br />
Francia. Otros muchos de sus compañeros compartían sus dudas. El general<br />
Blumentritt, que entonces fungía como jefe del Estado Mayo de Rundstedt, reveló<br />
posteriormente al historiador Liddell Hart: «Hitler era el único que creía posible una<br />
victoria decisiva». Entre los generales jóvenes sólo Manstein y Guderian<br />
consideraban realizable una campaña relámpago. El general Von Stüelpnagel formuló<br />
un estudio según el cual era necesario esperar 3 años para lanzar la ofensiva sobre<br />
Francia.<br />
De izquierda a derecha: Hitler y los generales Von Reichenau, Jold, Rundstedt,<br />
Von Brauchitsch (jefe del ejército) y Halder (jefe del Estado Mayor General). Estos<br />
dos últimos juzgaban imposible la campaña en Francia y estuvieron a punto de<br />
derrocar a Hitler.<br />
[1] «El Almirante Canaris». — Karl H. Abshagen.<br />
[2] «La invasión de Noruega». — Por Kurt Assmann.<br />
— 122 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
[3] La Invasión de Noruega. Tte. Cor. James A. Bassett, Instructor de la Escuela de<br />
Comando y Estado Mayor de Leavenworth, EE. UU.<br />
Aunque desorganizada, la oposición de los generales creaba una atmósfera de<br />
escepticismo e inseguridad en los altos escalones del ejército. El general Ritter von<br />
Leeb, comandante de un grupo de ejércitos, instaba el 31 de octubre (1939) al general<br />
Brauchitsch a que hiciera prevalecer su opinión contra los planes de Hitler. Schacht,<br />
exministro de finanzas, se valía del general Von Thomas y del Almirante Canaris para<br />
influir negativamente sobre el general Halder, jefe del Estado Mayor General.<br />
Durante algunos días Halder pensó en hacer un llamamiento al ejército para derrocar<br />
a Hitler, y su compañero el general Von Stüelpnagel hizo algunos sondeos y luego le<br />
dijo que el llamado no daría resultado porque la tropa y los jefes jóvenes apoyaban al<br />
Fuehrer[1]. Por su parte, el coronel general von Hammerstein-Equord simpatizaba<br />
con el comunismo y llegó a trazar un plan para capturar a Hitler[2]. (2)<br />
Por esos mismos días (fines de 1939) el Almirante Canaris y sus principales<br />
colaboradores en el Servicio Secreto Alemán, tales como Oster, Dohnanyi y Gisevius,<br />
tejían discretos hilos de enlace entre los oposicionistas y enemigos de Hitler,<br />
particularmente entre los generales Beck, Halder y Witzleben; el ex ministro Schacht;<br />
los diplomáticos Weizsacker y von Papen; el conde de Helldorf, jefe de la policía<br />
berlinesa, y el general Nebe, de las SS (tropas selectas). Al mismo tiempo Canaris<br />
protegía a diversos jefes del movimiento israelita para que no fueran aislados por la<br />
Gestapo, y sólo en apariencia secundaba las órdenes de Hitler «simulando el<br />
despliegue de una gran actividad, pero en el fondo no se hacía nada para<br />
cumplirlas». «Cada plan del Estado Mayor —dice el historiador antinazi Goerlitz—,<br />
era acompañado por otro plan contrario, del mismo Estado Mayor, destinado a<br />
oponerse a las consecuencias del primero y sabotear la conducción de guerra de<br />
Hitler».<br />
El general Alfred Jodl, jefe del Estado Mayor del Alto Mando y uno de los pocos<br />
leales íntegramente a Hitler, escribía en su Diario que «era muy triste» que todo el<br />
pueblo apoyara al Fuehrer, menos los generales destacados que seguían<br />
«considerándolo un cabo y no el mayor estadista habido en Alemania desde la época<br />
de Bismarck».<br />
El Primer Ministro inglés, Sir Neville Chamberlain, recibía amplia información<br />
confidencial sobre la oposición de los generales contra Hitler. Según Goerlitz, en<br />
Inglaterra se juzgaba ya inminente un golpe de Estado en Alemania. Churchill<br />
confirma parte de esto en sus memorias. El 23 de noviembre (de 1939) Hitler tuvo<br />
una acalorada conferencia con los generales y ante la oposición de ellos para atacar a<br />
través de Holanda y Bélgica, les echó en cara su «falta de coraje». ¿Cómo iba a<br />
ganarse una guerra sin atacar?<br />
Y ¿cómo iba a ganarse si el enemigo llegaba a convertir el reducido territorio<br />
alemán en campo de batalla? Según los fríos cálculos numéricos y sin tomar en<br />
cuenta las fuerzas psicológicas, la ofensiva en Francia auguraba limitadas<br />
probabilidades de triunfo, pero aún había menos esperanzas en el hecho de cruzarse<br />
de brazos. Ya muchas veces había ofrecido una paz negociada y Occidente la<br />
rechazaba. Ese día Hitler habló también del peligro que representaba la URSS. «Las<br />
guerras —dijo—- siempre han terminado con la destrucción del enemigo. Todo aquel<br />
que crea lo contrarío, es un irresponsable... El tiempo trabaja en favor de nuestros<br />
adversarios». Y enfatizando más su decisión de combatir, Hitler agregó: «Me<br />
mantendré o caeré en la lucha. Nunca sobreviviré a la derrota de mi pueblo...» El<br />
— 123 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
general Westphal refiere que después de esa junta Hitler exclamó: «¿Qué clase de<br />
generales son estos a los que hay que empujar a la guerra, en lugar de ser ellos los que<br />
lleven la iniciativa?»[3]<br />
Liddell Hart ha logrado establecer que a raíz de esa conferencia entre Hitler y<br />
sus generales, el general von Brauchitsch, comandante del ejército, y el general Franz<br />
Halder, jefe del Estado Mayor General, «hablaron de la necesidad de ordenar a las<br />
tropas de Occidente que marcharan sobre Berlín para derrocar a Hitler», pero el<br />
general Fromm, comandante de las fuerzas domésticas, hizo notar que las tropas<br />
tenían fe en el Fuehrer y que probablemente el golpe fracasaría.<br />
Este titubeo del general Fromm fue uno de esos insignificantes acontecimientos<br />
que producen gigantescos efectos porque bastó para congelar la académica<br />
conspiración de los generales Brauchitsch y Halder. Los esfuerzos de Canaris y<br />
Schacht para alentar a los conspiradores fallaron una vez más. Un año antes Schacht<br />
había incluso saboteado económicamente el crecimiento del ejército y luego había<br />
pedido a banqueros israelitas británicos que Inglaterra aumentara su presión contra<br />
Alemania, a fin de acosar a Hitler desde fuera y desde dentro. En esos días Alemania<br />
se salvó milagrosamente de un desplome interior, la situación del Fuehrer volvió a<br />
consolidarse y se acataron sus órdenes para lanzar la ofensiva en el oeste. Hitler<br />
había intentado lanzar su ofensiva el 9 de octubre de 1939, pero el mal tiempo lo<br />
impidió. Pensaba entonces que el grupo de ejércitos de von Bock llevara el centro de<br />
gravedad del ataque y que buscara el envolvimiento de los aliados avanzando por la<br />
costa. El grupo de ejércitos de von Rundstedt, más al sur, realizaría la cobertura de tal<br />
operación. Pero después decidió modificar este plan porque ya era del conocimiento<br />
de los anglofranceses.<br />
«Soldados del Frente Occidental: ¡Su hora ha llegado!...» Cien divisiones<br />
alemanas (millón y medio de combatientes) se lanzaron contra los ejércitos aliados de<br />
Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica, con un total de 155 divisiones (2.325,000<br />
soldados).<br />
[1] «El Estado Mayor Alemán visto por Halder». — Peter Bor.<br />
[2] «El Estado Mayor Alemán». — Walter Goerlitz, antinazi. Y «Ejército en<br />
Cadenas», por Siegfried Westphal, antinazi.<br />
[3] Respecto de la aristocracia, de la que ciertos generales eran escrupulosos<br />
representativos, Hitler decía que no debía convertirse en una «sociedad cerrada».<br />
«¿Qué papel puede jugar un país dirigido por esa clase de gentes que lo pesa y lo<br />
analiza todo? No es posible forjar historia con gentes así. Me hacen falta seres rudos,<br />
valientes, dispuestos a ir hasta el fin de sus ideas, pase lo que pase. La tenacidad es<br />
simplemente cuestión de carácter. Cuando a esta cualidad se añade la superioridad<br />
intelectual el fruto es maravilloso».<br />
(«Soldados del Frente Occidental: ¡Su hora ha llegado!...» Cien divisiones<br />
alemanas (millón y medio de combatientes) se lanzaron contra los ejércitos aliados de<br />
Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica, con un total de 155 divisiones (2.325,000<br />
— 124 —
soldados).)<br />
BORREGO : Derrota mundial<br />
En ese cambio aceptó las sugestiones del general von Manstein, del Estado<br />
Mayor de von Rundstedt, para que el grupo de ejércitos de este último se encargara<br />
del envolvimiento penetrando con una masa de tanques por las Ardenas, hacia Sedán.<br />
El grupo de ejércitos de von Bock trataría de engañar al enemigo haciéndole creer que<br />
era el encargado de envolverlo. Para hablar de este plan, von Manstein se entrevistó<br />
con Hitler y dice sobre el particular:<br />
«Tampoco es imposible que se le ocurriera espontáneamente a Hitler la<br />
misma idea, puesto que a veces nos desconcertaba con su certero instinto de las<br />
posibilidades tácticas... Eché de ver al momento la extraordinaria presteza con<br />
que se compenetraba en los puntos de vista que el grupo de ejércitos trataba de<br />
imponer desde hacía meses, así como que en todo se mostraba de acuerdo con<br />
nosotros».<br />
Adoptado el nuevo plan de ataque, la madrugada del 10 de mayo de 1940, cien<br />
divisiones alemanas escucharon la proclama de Hitler, en la que todavía se traslucía<br />
que su intención no había sido la de combatir contra Occidente: «El pueblo alemán<br />
no fomenta ningún odio ni ninguna enemistad para con los pueblos británico o<br />
francés. El pueblo alemán, sin embargo, está hoy en día frente al problema de si<br />
desea vivir o sucumbir.... ¡Soldados del frente occidental: su hora ha llegado!...<br />
Cumplan ahora con su deber. El pueblo alemán siempre está con ustedes con sus<br />
mejores deseos».<br />
Minutos después la batalla más grande de la historia iluminaba el firmamento y<br />
los bosques de las Ardenas.<br />
«Entre la oscuridad —dice Churchill— salían de pronto innumerables<br />
grupos de ardorosas tropas de asalto... Mucho antes de que apuntara el día, 240<br />
kilómetros del frente se hallaban en llamas».<br />
El golpe principal se había descargado en los bosques de las Ardenas,<br />
precisamente donde los Estados Mayores inglés y francés juzgaban impracticable la<br />
operación, como también lo creían en gran parte el jefe del ejército alemán, general<br />
Brauchitsch, y el jefe del Estado Mayor General, Franz Halder.<br />
El sistema fortificado de Eben Emael, en Bélgica, era la primera gran muralla.<br />
Su fuego no dejaba ángulos muertos a su alrededor y según todos los cálculos el<br />
avance procedente de la frontera alemana era imposible. Pero el teniente Witzig, con<br />
78 ingenieros paracaidistas, descendió a las cuatro de la mañana en el corazón mismo<br />
de las fortificaciones. Algunos planeadores bajaron silenciosamente en los prados y<br />
un pelotón aterrizó en el exterior para llamar la atención. Mientras tanto, los<br />
hombres de Witzig se acercaban a las aspilleras de las casamatas y atacaban a los<br />
artilleros con lanzallamas, bombas de mano y paquetes de trilita. Los grandes<br />
cañones estaban siendo vencidos como monstruos prehistóricos por osadas<br />
hormigas. El coronel Ricardo Munaiz («Operaciones Aerotransportadas») califica<br />
este ataque de «espectacular e increíble».<br />
«En cuestión de minutos —dice H. R. Kurz en “La Captura del Fuerte Eben<br />
— 125 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Emael”— las dotaciones de las armas antiaéreas habían sido vencidas y eliminadas.<br />
Los Stukas bombardeaban entre tanto, la zona circundante de la fortificación con<br />
bombas de 500 kilos. Inmediatamente después los alemanes reforzaron las tropas de<br />
asalto con paracaidistas que descendieron sobre la fortaleza. Con ese contingente los<br />
atacantes ascendían aproximadamente a 300 hombres para el amanecer (la<br />
guarnición belga constaba de 1,185 defensores). Para el 11 de mayo prácticamente<br />
todas las armas de defensa exterior estaban fuera de combate... Los alemanes habían<br />
construido en Hildesheim un modelo exacto de Eben Emael para ensayar el ataque.<br />
En su asalto verdadero hasta pasaron por alto las cúpulas simuladas». Después de<br />
treinta y dos horas y media de lucha, Eben Emael cayó a las 12.30 del 11 de mayo. A la<br />
vez otra operación de paracaidistas y tropas aerotransportadas se realizaba para<br />
capturar posiciones en el Canal Alberto y facilitar el paso de las tropas. Suprimidos<br />
los peores obstáculos fronterizos para el despliegue de las fuerzas alemanas,<br />
divisiones blindadas y de infantería comenzaron a precipitarse hacia las masas<br />
estratégicas del enemigo.<br />
El grupo de ejércitos de von Bock, con los ejércitos 18o., 6o. y 4o. integrados por<br />
28 divisiones (420,000 hombres), se clavó profundamente en el norte de Bélgica.<br />
Hacia el sur, el grupo de ejércitos de von Rundstedt, con los ejércitos 12o., 16o., 9o. y<br />
2o. integrado por 44 divisiones (660,000 hombres), formaba el otro extremo de las<br />
tenazas que premiosamente trataban de cercar al enemigo.<br />
En el extremo norte del frente, o sea en Holanda, siete divisiones se empeñaban<br />
en otra operación de audacia. Cuatro mil paracaidistas descendieron cerca de la<br />
capital holandesa, seguidos de una división aerotransportada de 12,000 hombres y<br />
simultáneamente una solitaria división blindada se lanzó en su apoyo y penetró 144<br />
kilómetros por un sector poco defendido.<br />
«Las fuerzas alemanas se enfrentaban a una abrumadora superioridad<br />
numérica —dice Liddell Hart en su libro “La Defensa de Europa“—, pero la<br />
estocada tan profundamente asestada al corazón de Holanda ocultó la debilidad<br />
de los invasores y creó una confusión paralizante... Este golpe triple (el de Eben<br />
Emael, el del Canal Alberto y el de Holanda) fue una idea personal de Hitler y su<br />
realización había sido puesta en duda por la mayoría de sus generales».<br />
En efecto, el general Student, comandante de los 4,500 paracaidistas de que<br />
disponía Alemania, dice que la idea de tales operaciones fue de Hitler y que él solo se<br />
encargó de trazar el plan en detalle, contra la opinión de los generales von Reichenau<br />
y von Paulus, que juzgaban irrealizable la maniobra. Ciertamente la primera oleada<br />
de paracaidistas y transportes aéreos sufrió muy grandes bajas. Hubo unidades que<br />
perdieron el 42% de sus oficiales y el 28% de sus tropas, pero en conjunto la audaz<br />
operación forzó la capitulación de Holanda a los cinco días de lucha.<br />
Entre tanto en el extremo sur del frente, el general Ritter von Leeb desplegaba<br />
17 divisiones del Mosela a Suiza y trataba de acosar y fijar en sus posiciones a los<br />
contingentes franceses de las principales fortificaciones de la Línea Maginot.<br />
Pero propiamente dicho, la batalla se libraba en la parte central del frente, en la<br />
tenaza de von Rundstedt. Era ahí donde al mando del general von Kleist se habían<br />
concentrado las diez divisiones blindadas del ejército alemán. Dice Blumentritt que<br />
estas 10 divisiones se hallaban densamente agrupadas, pero que en despliegue podían<br />
formar una columna de 1,100 kilómetros (de México a Torreón). Fue una hazaña del<br />
Estado Mayor situar y coordinar para el ataque a la enorme masa de 660,000<br />
combatientes del grupo de ejércitos de von Rundstedt, en la estrecha frontera con<br />
Bélgica y Luxemburgo.<br />
— 126 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
destruidos en sus aeródromos, con lo cual la Luftwaffe conquistó el dominio del<br />
aire. Esto le costó a la aviación alemana mil aparatos, según el coronel Paquier, del<br />
ejército francés («Conceptos Alemanes Sobre la Superioridad Aérea»).<br />
Entretanto, las 23 divisiones del ejército belga recibieron el primer impacto.<br />
Inmediatamente acudieron en su auxilio los ejércitos franceses lo., 7o. y 9o. y el<br />
Ejército Expedicionario Inglés.<br />
«Cuando llegó la noticia de que sobre toda la extensión del frente el<br />
enemigo avanzaba —dijo después Hitler— me hubiera puesto a llorar de alegría:<br />
¡habían caído en la trampa! Estaba bien calculado lanzar el ataque sobre Lieja.<br />
Había que hacerles creer que seguíamos fieles al viejo Plan Schlieffen».<br />
En efecto, al precipitarse tres ejércitos franceses y el ejército inglés hacia el<br />
Norte, en dirección a la tenaza de von Bock, hacían posible que la tenaza de von<br />
Rundstedt penetrara hacia el Sur y los envolviera por el flanco y la retaguardia.<br />
Contrariamente a lo que el público sabía en aquellos días, los tanques franceses<br />
eran superiores en número. Sin embargo, dice el general von Bechtolsheim,<br />
combatían en forma estática y desperdiciaban así su ventaja inicial. La infantería<br />
alemana y sus secciones especializadas de lucha antitanque se encargaron de<br />
neutralizar buena parte del blindaje francés, en tanto que los tanques alemanes se<br />
infiltraban penetrando arriesgadamente en territorio enemigo. Por su parte, el arma<br />
antitanque francesa operó desde larga distancia y fracasó; le faltaban la suficiente<br />
disciplina y espíritu de sacrificio para aguardar serenamente a que los tanques<br />
alemanes se aproximaran.<br />
A los siete días de combate, en vísperas ya de cristalizar un gran triunfo, estuvo<br />
a punto de ocurrir un grave trastorno en la ofensiva alemana. El general von Kleist se<br />
presentó en la vanguardia de los tanques y sin saludar siquiera al general Guderian le<br />
echó una dura reprimenda por su impetuoso avance y le ordenó detenerse para<br />
esperar a que llegara la infantería. Von Kleist trataba así de imponer las ideas del<br />
general Halder, jefe del Estado Mayor General, quien incluso era partidario de<br />
dispersar las fuerzas acorazadas entre las divisiones de infantería.<br />
Guderian alegó que eso era derrochar la movilidad de las divisiones blindadas,<br />
protestó ante von Rundstedt y pidió ser relevado si no se continuaba el plan que ya<br />
estaba en práctica y que Hitler mismo había aprobado. Von Rundstedt lo apoyó y el<br />
avance pudo continuar. Tres días después el batallón Spitta, de la 2a. división<br />
blindada, alcanzó la costa francesa de Noyelles, después de avances diarios hasta de<br />
45 kilómetros. El envolvimiento de todas las fuerzas belgas, francesas y británicas<br />
que operaban en Bélgica se había consumado...<br />
El general francés Touchon refirió así lo ocurrido en los primeros días de lucha:<br />
«La súbita revelación surgió como una horrible sorpresa. Los hom-bres<br />
quedaron atontados, bombardeados por Stukas cuyas bombas zumbantes eran<br />
más aterradoras que destructivas. Nuestros artilleros quedaron atontados<br />
— 127 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
cuando vieron los tanques alemanes avanzar sobre los cañones que aún estaban<br />
disparando a un objetivo calculado a varios kilómetros de distancia. Los<br />
oficiales quedaron atontados cuando las Panzer súbitamente aparecieron en sus<br />
puestos de mando como primera indicación de que el frente había sido<br />
perforado».<br />
Los audaces golpes iniciales estaban así abriendo las puertas de la «blitzkrieg»<br />
al ejército alemán y las del desastre a los ejércitos francés, belga y británico.<br />
Nuevamente las imponderables fuerzas del espíritu alteraban los previsibles y lógicos<br />
resultados que auguraban las cifras de los cálculos. Nuevamente Moltke tenía razón:<br />
«En la guerra todo es incierto; cierto es sólo la voluntad y el espíritu que el estratego<br />
lleva en su propio pecho».<br />
A los cinco días de lucha —dice Churchill en sus Memorias— Reynaud le habló<br />
por teléfono. Sus arrestos bélicos se habían esfumado: «He-mos sido derrotados;<br />
hemos sido derrotados —le dijo—; hemos perdido la batalla. El frente está roto cerca<br />
de Sedán y por allí se precipitan grandes masas con tanques y carros blindados...»<br />
Reynaud pedía más ayuda a Churchill y éste a Roosevelt, como el principal alentador<br />
moral y proveedor material que era de la guerra anglo-francesa contra Alemania.<br />
Entretanto, la tenaza de von Rundstedt, con Guderian en la vanguardia,<br />
atravesaba todo el norte de Francia envolviendo a los ejércitos belga, francés y<br />
británico. La síntesis que Clausewitz había hecho de la táctica de Napoleón estaba<br />
dando sus más brillantes resultados: «marchar y combatir, combatir y marchar». Un<br />
gigantesco Cannas se iba forjando implacablemente. En la clásica batalla de Cannas<br />
(216 antes de nuestra era) Aníbal envolvió con 50,000 cartagineses a 72,000<br />
romanos y los aniquiló. En la nueva y gigantesca lucha de envolvimiento, conocida<br />
como la batalla de Flandes, 945,000 ingleses, franceses y belgas estaban siendo<br />
cercados.<br />
El general Jodl anotó en su Diario que el 20 de mayo, al llegar la noticia de que<br />
las tropas anglo-francesas habían sido envueltas en Flandes, Hitler dijo fuera de sí de<br />
alegría, que pronto podría hacer las paces con los ingleses. Creía que después de<br />
aquel descalabro aceptarían la amistad que hacía tiempo les brindaba.<br />
El 22 de mayo la tenaza de von Rundstedt llegó hasta el puerto de Boulogne, y el<br />
23 a Calais. Las divisiones blindadas de Guderian estaban a punto de cerrar la trampa<br />
de Flandes. A las tropas aliadas no les quedaba más escapatoria que el mar, por el<br />
puerto de Dunkerque, y fue allí donde ocurrió uno de los más espectaculares hechos<br />
de la guerra. Churchill proclamó como un triunfo que el ejército inglés, aunque<br />
perdiendo el equipo, hubiera salvado la vida. Lo que no se supo entonces fue que<br />
Hitler había hecho posible esa salvación en un nuevo intento para llegar a un acuerdo<br />
con Inglaterra.<br />
El historiador militar británico Liddell Hart dice que el 23 de mayo las<br />
divisiones blindadas alemanas llegaron hasta el Canal Aa, en Gravelines, a 16<br />
kilómetros de Dunkerque; el Cuerpo del general Reinhardt avanzó hasta el Canal Aire<br />
St. Omer-Gravelines, donde sólo había un batallón de los aliados. Las blindadas<br />
establecieron cabezas de puente sobre el Canal, el día 23, después de lo cual no<br />
quedaba obstáculo ninguno. Pero cuando la trampa iba a cerrarse en Dunkerque<br />
mediante un factible golpe de las panzer, llegó la orden terminante de «hacer alto».<br />
«Esta orden expedida por el Alto Mando enemigo —dice Hart— preservó al ejército<br />
británico cuando no había nada que lo salvara».<br />
Von Kleist, el comandante de las fuerzas panzer, refiere que al recibir la orden le<br />
pareció que no tenía sentido. Guderian, comandante de un Cuerpo de Ejército<br />
Blindado, agrega que protestó contra la «maldita orden», pero que ésta fue repetida.<br />
— 128 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Asimismo especifica que la orden fue recibida por él a las seis de la mañana del 21 de<br />
mayo y «quedarnos sin habla», pero no hubo más remedio que acatarla. «¡Lo hice<br />
con gran dolor de mi corazón!», refiere en sus memorias. Después de la 10a. división<br />
blindada llegó la 2a., el «Leibstandarte Adolfo Hitler», y luego otra más, todas las<br />
cuales fueron quedando ociosas y estacionadas, casi frente a Dunkerque. El general<br />
von Brauchitsch, comandante del ejército, le explicó a Guderian que la orden era de<br />
Hitler. Liddell Hart dice que el general von Thomas, que acompañaba a Guderian,<br />
divisó Dunkerque y varias veces pidió al Alto Mando permiso para avanzar, pero se lo<br />
negaron.<br />
«Los comandantes alemanes —añade Hart— tuvieron que sentarse y ver<br />
cómo los británicos se les escapaban delante de sus narices... El general Siewert,<br />
ayudante de Brauchitsch, asegura que Hitler personalmente ordenó el alto, pese<br />
a la oposición de Brauchitsch y Halder».<br />
Churchill atribuye a von Rundstedt la orden de ese extraño freno a las divisiones<br />
blindadas que podían impedir la escapatoria de los ingleses por Dunkerque, pero<br />
Liddell Hart dice que no hay evidencias históricas de tal afirmación. Por el contrario,<br />
el mismo von Rundstedt declaró que él deseaba proseguir el ataque, pero que Hitler<br />
dio órdenes específicas de cesar todo avance (orden que von Rundstedt simplemente<br />
transmitió) y sólo permitió que se utilizara la artillería como fuego de hostigamiento.<br />
Hart agrega que tampoco hay evidencia de que la defensa transitoria de Calais<br />
hubiera salvado a Dunkerque —como insinúa Churchill—, pues la división blindada<br />
alemana que atacó a Calais era sólo una de las siete que había en el área y que no<br />
tenían nada que hacer.<br />
El general Blumentritt, jefe del Estado Mayor de Rundstedt, le refirió a Liddell<br />
Hart que<br />
«La orden de Hitler tenía origen político... Al visitar el cuartel general de<br />
Rundstedt en Charleville, Hitler se encontraba de muy buen humor... Opinó que<br />
la guerra se terminaría en seis semanas. Después de haber deseado llegar a una<br />
paz razonable con Francia, el camino estaría libre para llegar a un acuerdo con<br />
la Gran Bretaña. Luego nos sorprendió —sigue diciendo el general Blumentritt—<br />
, al expresarse con admiración del Imperio Británico, de la necesidad de su<br />
existencia y de la civilización que la Gran Bretaña había introducido al mundo...<br />
Comparó el Imperio Británico con la Iglesia Católica diciendo que ambos eran<br />
elementos esenciales para la estabilidad del mundo. Dijo que todo lo que quería<br />
de Inglaterra era que reconociera la posición de Alemania en el Continente... y<br />
que hasta apoyaría a la Gran Bretaña si ésta se viera envuelta en dificultades...<br />
Concluyó que sus miras eran las de hacer la paz con Gran Bretaña sobre una<br />
base que ella considerara aceptable y compatible con su honor».<br />
Blumentritt dedujo que Hitler no quería enardecer más al pueblo británico.<br />
Dejando escapar a las tropas expedicionarias actuaba conforme a su viejo anhelo de<br />
lograr que Alemania y la Gran Bretaña llegaran a ser amigas. «Su indiferencia hacia<br />
la posibilidad de invadir Inglaterra —añade el mismo general alemán— comprobaba<br />
lo anterior» .<br />
Hitler fue partidario de audaces planes militares y esto le causó frecuentemente<br />
dificultades con su Estado Mayor General. Al ordenar el «alto» frente a Dunkerque<br />
parecía que de súbito se había vuelto torpemente cauteloso. La explicación de ese<br />
aparente absurdo es que no procedía entonces por razones militares, sino políticas, y<br />
— 129 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
una vez más creyó que evitando el enardecimiento de los ánimos en Inglaterra sería<br />
posible que se aceptara un nuevo ofrecimiento de paz que ya tenía en mente.<br />
Entre tanto, Churchill había ido a París el 22 de mayo a gestionar que la lucha<br />
prosiguiera, pese a la evacuación inglesa de Dunkerque, y para asegurar la<br />
escapatoria de su derrotado ejército utilizó a las tropas belgas y francesas en las líneas<br />
de retaguardia. Reynaud advirtió esa maniobra impropia de un aliado y se lo<br />
reconvino a Churchill el 24 de mayo, echándole en cara que por una parte había<br />
prometido desarrollar una acción conjunta y por la otra estaba retirando a las tropas<br />
inglesas hacia Dunkerque, en vez de participar en un contraataque de los franceses<br />
para romper el cerco alemán.<br />
Pero Churchill se mantuvo inflexible y la retirada de las maltrechas fuerzas<br />
británicas siguió adelante. El ejército belga, al igual que el francés, se vio también<br />
abandonado por los ingleses. Había hecho un esfuerzo tan grande que los soldados<br />
belgas se dormían sobre sus cañones en medio de la batalla, y el rey Leopoldo<br />
consideró injusto seguir llevando casi todo el peso de la lucha y el 26 de mayo<br />
comunicó a sus aliados que el límite de la resistencia belga estaba llegando a su fin.<br />
Sin embargo, no recibió ninguna ayuda. Al siguiente día advirtió a los anglofranceses:<br />
«El ejército belga ha cumplido su misión. Sus unidades son incapaces de<br />
volver mañana al combate. La retirada hacia Yser no puede ser porque<br />
contribuiría a congestionar el espacio que ocupan las fuerzas aliadas, ya<br />
mortalmente cercadas entre Yser, Calais y Cassell».<br />
El día 28 el rey Leopoldo capituló junto con sus tropas. Entonces Reynaud y<br />
Churchill cometieron la ingratitud de acusarlo de traición, y el monopolio de la<br />
propaganda internacional hizo un coro gigantesco a esa calumnia.<br />
En la evacuación de Dunkerque se emplearon 850 barcos, de los cuales 700<br />
eran ingleses. Churchill admitió que 230 fueron hundidos y 43 averiados.<br />
«En Dunkerque —dice en sus Memorias— se perdió todo el equipo del<br />
ejército inglés: 7,000 toneladas de municiones, 90,000 rifles, 120,000<br />
vehículos, 8,000 cañones y 400 armas antitanque».<br />
Prácticamente sólo la aviación alemana intervino en operaciones de acoso sobre<br />
las playas e impidió que las tropas británicas se llevaran su equipo bélico. Es tan<br />
evidente que Hitler no quiso violentar más al pueblo británico aniquilándole o<br />
capturándole a sus tropas expedicionarias, que el general inglés Desmond Young<br />
aporta el siguiente testimonio en su libro «Rommel».<br />
«Speidel era jefe de la sección primera del 9o. Cuerpo en Dunkerque y confirma<br />
que fue la orden de Hitler la que evitó que von Bock usara los dos cuerpos blindados<br />
de Guderian y de von Kleist contra los ingleses que se embarcaban. Si hubieran sido<br />
usados, ni un solo soldado inglés hubiera podido salir de las costas de Francia».<br />
Otro valioso testimonio al respecto es el del Teniente Coronel francés De Cossé<br />
Brissac, quien afirma:<br />
«Hitler, especialmente, cometió el grave error de detener súbitamente la<br />
acción de las fuerzas blindadas alemanas contra la cabeza de puente aliada, que<br />
se hallaba debilitada en extremo».<br />
Por último, el capitán inglés Liddell Hart concluye:<br />
— 130 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
«La escapada del ejército británico en Francia ha sido frecuentemente<br />
llamada el milagro de Dunkerque... Aquellos que lograron escapar, muy a<br />
menudo se preguntan cómo es que pudieron arreglárselas para haberlo<br />
conseguido. La respuesta es que la intervención de Hitler fue lo que los salvó<br />
cuando no había nada que fuera posible que los salvara. Una orden repentina<br />
detuvo a las fuerzas blindadas exactamente cuando éstas se encontraban a la<br />
vista de Dunkerque».<br />
La salida de 338,226 soldados británicos terminó el 4 de junio (1940). Ese día<br />
un recuento parcial alemán hacía ascender los prisioneros franceses y belgas a<br />
330,000 y el Alto Mando anunció: «La gran batalla de Flandes y del Artoís ha<br />
terminado. Será inscrita en la historia de la guerra como la más grande batalla de<br />
aniquilamiento hasta la fecha».<br />
Y mientras esa batalla tocaba a su fin, Francia echaba mano de todas sus<br />
reservas para improvisar un nuevo frente a lo largo del río Somme. Reynaud pidió<br />
ayuda a su aliado Churchill y éste repuso que cinco escuadrillas de caza (135 aviones)<br />
«volando continuamente, era todo lo que podía hacer». La situación se había<br />
agravado para Francia con la pérdida de 370,000 de sus soldados, muertos o<br />
capturados en la batalla de Flandes, y con la retirada hacia Inglaterra de las doce<br />
divisiones británicas (180,000 hombres), y todos sus servicios hasta totalizar<br />
338,000.<br />
La segunda gran batalla, la del Río Somme, se inició la madrugada del 5 de junio<br />
con la siguiente proclama de Hitler a sus tropas:<br />
«¡Soldados!, muchos de ustedes han sellado su lealtad con la vida. Otros<br />
han resultado heridos. Los corazones del pueblo, con profunda gratitud, están<br />
con ellos y con ustedes. Los gobernantes plutocráticos de Inglaterra y de Francia<br />
que han jurado por todos los medios impedir el florecimiento de un mundo<br />
mejor, desean la continuación de la guerra. Su deseo se realizará. ¡Soldados! En<br />
este día el frente occidental vuelve a marchar. Toda Alemania está de nuevo con<br />
ustedes. Por esto ordeno que durante ocho días ondeen en toda Alemania las<br />
banderas. Esto debe constituir un homenaje en honor de nuestros soldados.<br />
Ordeno además que durante tres días repiquen las campanas. Que su eco se una<br />
a las oraciones con las cuales el pueblo alemán deberá desde ahora acompañar a<br />
sus hijos, pues hoy por la mañana las divisiones alemanas y las escuadrillas<br />
aéreas han reanudado la batalla por la libertad y el futuro de nuestro pueblo».<br />
En ese mismo frente Hitler había combatido como cabo 24 años antes y había<br />
caído herido. Ahora era el jefe absoluto de Alemania y quizá muchas veces recordó los<br />
combates de septiembre de 1916, que relató como «monstruosas batallas de material,<br />
cuya impresión difícilmente se puede describir; aquello era más infierno que guerra».<br />
La historia se repetía en junio de 1940 y la batalla era más monstruosa aún. Pero así<br />
como ardía con mayor fuerza, más pronto llegaba a su fin; era la «blitzkrieg», guerra<br />
relámpago, que Hitler había pedido a sus generales basándose en los estudios de von<br />
Moltke, de Schlieffen y de Ludendorff.<br />
En medio de un sofocante calor y espesas polvaredas, a 112 kilómetros al Norte<br />
de París, dos millones de combatientes eran confusamente movidos por sus estados<br />
mayores que anhelosamente buscaban la victoria. El generalísimo francés Máxime<br />
Weygand sustituyó a Gamelin y el 7 de junio decía patéticamente a sus tropas: «El<br />
— 131 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
futuro de Francia depende de la tenacidad de ustedes... ¡Afiáncense con firmeza al<br />
suelo de Francia!»<br />
Pero mayor era aún la firmeza de los atacantes. El Alto Mando Alemán anunció<br />
poco después: «La línea Weygand fue rota en toda su extensión y profundidad». Era<br />
ésta la alborada de la victoria. División tras división se precipitó entonces por las<br />
brechas hacia el corazón de Francia.<br />
Reynaud (Primer Ministro de Francia) había telefoneado el 5 de junio a<br />
Roosevelt para pedirle premiosamente más cañones y aeroplanos. Aunque Roosevelt<br />
carecía de facultades para hacer que Estados Unidos interviniera en una guerra ajena,<br />
ordenó que le fueran enviados. El consejo supremo del Rito Escocés acababa de<br />
reunirse en Washington (31 de mayo) y había acordado que el país debería intervenir<br />
cuanto antes en la guerra. Y el 10 de junio, en un esfuerzo desesperado por apuntalar<br />
el frente antigermano, Roosevelt exhortó a los franceses a desplegar «un valeroso<br />
esfuerzo» y prometió: «Pondremos a la disposición de los enemigos de la violencia las<br />
fuentes de ayuda material de esta nación y activaremos al mismo tiempo los recursos<br />
de estas fuentes».<br />
Ese mismo día Weygand volvió a exhortar a sus tropas<br />
«para que no solamente desplieguen más valor, sino la más obstinada<br />
resistencia, iniciativa y espíritu de lucha de que son capaces. El enemigo ha<br />
sufrido fuertes pérdidas; pronto habrá de terminar su esfuerzo. Hemos llegado<br />
al último cuarto de hora. ¡Sosténganse!»<br />
El día 13 Roosevelt volvió a intervenir y cablegrafió a Reynaud que:<br />
«mientras los gobiernos aliados continúen resistiendo, este gobierno redoblará<br />
sus esfuerzos para mandarles aeroplanos, artillería y municiones».<br />
Pero al día siguiente cayó París.<br />
(Rota la Línea Weygand, la infantería alemana se precipitó por las brechas...<br />
Entre tanto, el comandante francés decía a sus tropas: «Hemos llegado al último<br />
cuarto de hora. ¡Sosténganse!»)<br />
El desmoronamiento de Francia era ya incontenible. La batalla iniciada el día 5<br />
en el río Somme degeneraba ya el día 15 en una general persecución. Tan sólo una<br />
división blindada alemana, la 7a. de Rommel, capturó 97,000 prisioneros, incluyendo<br />
un comandante de Cuerpo de Ejército y 4 comandantes de división, y destruyó y<br />
capturó 456 tanques y 4,400 vehículos.<br />
Reynaud fue depuesto y sustituido por el Mariscal Petain, quien el día 20<br />
anunció qué había solicitado el armisticio por conducto de España<br />
«porque la situación militar no respondía a nuestras esperanzas después del<br />
fracaso sufrido en las líneas sobre los ríos Somme y Aisne... Saquemos la lección<br />
de la batalla perdida —añadió—. Desde el comienzo de la guerra la tendencia a<br />
divertirse era mayor que la disposición para el sacrificio. Se quiso evitar<br />
cualquier esfuerzo. Hoy tenemos la desgracia. Estuve con ustedes en los días de<br />
gloria y permaneceré con ustedes también en estos días funestos».<br />
— 132 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Petain estaba así coincidiendo con un augurio del filósofo Scnubart, quien años<br />
antes de la guerra había dicho que el pueblo francés se hallaba en peligro por su<br />
inclinación a los placeres temporales: «Quien no quiere más que gozar de la vida no<br />
triunfará de ella». Sin embargo, otro importante factor que debilitó también la<br />
resistencia fue que a los franceses se les empujó a una guerra no deseada. La<br />
enemistad entre Hitler y Stalin, y el forcejeo del primero por abrirse paso a través de<br />
Polonia, era un asunto lejano que en nada afectaba la integridad de Francia.<br />
Churchill y Roosevelt se esforzaban por convencer a Petain para que<br />
abandonara al pueblo a su suerte, se trasladara a África y continuara la lucha. Pero<br />
Petain no se dejó persuadir «Si no he podido ser su espada —dijo a los suyos—, seré<br />
su escudo», y se quedó con ellos a procurar que las condiciones del armisticio fueran<br />
lo más benignas posible. Consiguió muchísimo para su pueblo, pero este rasgo no se<br />
lo perdonaron jamás los estadistas de Occidente. Ciertamente la guerra no se había<br />
iniciado atendiendo a los intereses del pueblo francés, y quien se detuviera a<br />
reflexionar en ellos traicionaba automáticamente la secreta causa internacional.<br />
Posteriormente Petain iba a pagar con prisión perpetua su lealtad al pueblo francés y<br />
su temporal deslealtad a las miras internacionales de la guerra.<br />
La aventura bélica a la cual fue lanzada Francia a fin de evitar que Alemania se<br />
abriera paso a través de Polonia para su lucha contra la URSS, se epilogó en el<br />
armisticio firmado en el bosque de Compiegne, en el mismo carro de ferrocarril<br />
donde 22 años antes Inglaterra, Francia y Estados Unidos habían dictado el<br />
armisticio a Alemania. Hitler estuvo presente en la ceremonia cuando fueron<br />
recibidos los representantes franceses encabezados por el general Huntziger.<br />
Contrastando con la ceremonia del armisticio de 1918, en la cual los representantes<br />
alemanes saludaron y no obtuvieron respuesta, ni ninguno de los presentes se puso<br />
de pie para recibirlos, Hitler sí se paró al entrar la delegación francesa. Hicieron lo<br />
mismo el general Keitel, jefe del Alto Mando Alemán, y el general Brauchitsch,<br />
comandante del ejército. A continuación se dio lectura a una declaración a nombre<br />
del Fuehrer, en que se hacía constar que Francia había presentado una resistencia<br />
heroica y que «por lo tanto, Alemania no tiene la intención de dar a las condiciones<br />
del armisticio o a las negociaciones sobre dicho armisticio rasgos de insultos frente a<br />
un adversario tan valiente». Se agregaba que el único propósito de Alemania era<br />
terminar el conflicto con la Gran Bretaña y restablecer la paz en Europa.<br />
Después de esos conceptos que abrían a Francia las puertas de la reconciliación,<br />
Alemania habló con hechos y por tanto en las condiciones del armisticio no pidió<br />
territorio francés, ni colonias francesas y ni siquiera la flota francesa. La condición<br />
más dura, pero ineludible, consistía en ocupar temporalmente la costa de Francia,<br />
mientras se resolvía la guerra con el Imperio Británico. No ocuparla habría equivalido<br />
a dejar las puertas abiertas para que los ingleses regresaran.<br />
Contrastando también con el armisticio de la primera guerra, se permitió a la<br />
delegación francesa que se comunicara telefónicamente con su gobierno. Veintidós<br />
años antes se había puesto a los representantes alemanes en la disyuntiva de<br />
contestar «sí» o «no» a las condiciones, sin opción de consultar.<br />
Con todas estas diferencias, en momentos en que los vencedores podían haber<br />
hecho gala de altanería y venganza, Hitler estaba demostrando una vez más que no<br />
abrigaba ningún sentimiento de enemistad hacia los países occidentales. Las<br />
negociaciones del armisticio, que estuvieron muy lejos de ser una democrática<br />
«rendición incondicional», terminaron el 22 de junio y las hostilidades cesaron a la<br />
1.35 del día 24. La ceremonia final se desarrolló de la siguiente manera:<br />
«En todas las caras se refleja la seriedad y la grandeza de esta hora. Los<br />
— 133 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
delegados franceses con dificultad logran disimular su intensa emoción. Han venido<br />
como soldados a Compiegne para recibir las condiciones del armisticio. Ahora deben<br />
declarar si Francia depone o no las armas. En el salón donde se llevan a cabo las<br />
negociaciones no se oye el menor ruido. Todos miran hacia Huntziger, quien preside<br />
la delegación francesa, y que ahora, frente al coronel general Keitel, declara: 'al poner<br />
la firma la delegación francesa, por orden del gobierno francés, al pacto del<br />
Armisticio, los plenipotenciarios franceses consideran necesario hacer la siguiente<br />
declaración: Bajo el imperativo del destino forjado por las armas, que obliga a<br />
Francia a abandonar la lucha en la cual se encontraba inmiscuida al lado de su aliada,<br />
Francia ve que le han sido impuestas rigurosas demandas en condiciones tales que<br />
aumentan considerablemente el peso de éstas. Francia tiene el derecho a esperar que<br />
en las futuras negociaciones Alemania se dejará guiar de un espíritu que haga posible<br />
a los dos grandes pueblos vecinos el vivir y trabajar en paz. El presidente de la<br />
delegación alemana, como soldado, comprenderá muy bien la amarga hora y el<br />
doloroso destino que a Francia le esperan'.»<br />
El coronel general Keitel (jefe del Alto Mando Alemán) contestó:<br />
«Confirmo la declaración recibida aquí respecto a la disposición de firmar el<br />
armisticio por orden del gobierno francés. A las declaraciones que el señor general ha<br />
agregado, solamente puedo dar la contestación de que también es honroso para un<br />
vencedor el honrar al vencido en la forma que le corresponde».<br />
A continuación Keitel rogó a todos los delegados que se pusieran de pie en<br />
honor de los caídos, mientras decía:<br />
«Todos los miembros de las delegaciones francesa y alemana que se han puesto<br />
de pie, cumplen en este momento con el deber que el valiente soldado alemán y el<br />
francés han merecido. A todos los que han derramado su sangre y que han sufrido<br />
por la patria, les rendimos honores al ponernos de pie».<br />
El Dr. Paul Schmidt, Jefe de Intérpretes de la Wihelmstrasse, reveló<br />
posteriormente:<br />
"Después de la firma del armisticio, sólo Keitel, Huntziger y yo<br />
permanecimos en el histórico carro. Keitel dijo entonces al general francés<br />
Huntziger: 'No quiero dejar, como soldado, de expresarle a usted mi simpatía<br />
por el triste momento que como francés, ha experimentado usted. Su pena<br />
puede aliviarse ante el convencimiento de que los soldados franceses lucharon<br />
valerosamente, según yo deseo expresamente manifestarle'. El alemán y el<br />
francés estaban de píe, silenciosos; ambos tenían los ojos llenos de lágrimas.<br />
'Usted, general —añadió Keitel—, ha representado los intereses de su patria con<br />
gran dignidad en estas difíciles negociaciones', y le dio a Huntziger un apretón<br />
de manos».<br />
Era aquella una paz entre soldados...<br />
Muy ajeno estaba Keitel de imaginar que cuando cinco años más tarde la suerte<br />
lo colocara en el lugar del vencido, no habría para él ningún rasgo de caballerosidad.<br />
La «democrática» rendición incondicional, la horca y la dispersión de sus cenizas era<br />
el fin que le esperaba<br />
Tras la rendición, a Francia se le permitió conservar su flota y sus instituciones<br />
gubernamentales. Sus archivos, su historia, sus métodos escolares, sus relaciones<br />
diplomáticas, no fueron interferidos. Paradójicamente, en la desventura de su<br />
capitulación tuvo más que sentir de sus aliados que de sus vencedores. Por ejemplo, a<br />
medida que la batalla de Francia iba siendo ganada por los alemanes, la propaganda<br />
internacional fue forzando más sus métodos para desfigurar la verdad. Al iniciarse la<br />
— 134 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
ofensiva alemana el 10 de mayo, esa propaganda dijo que los nazis arrojaban<br />
paracaidistas disfrazados de sacerdotes y monjes y que sus éxitos se debían al<br />
increíble número de traidores y quintacolumnistas. Numerosas publicaciones<br />
militares francesas y el historiador británico Hart, niegan enfáticamente esos<br />
embustes.<br />
Cuando tales infundios fueron ya insostenibles y el avance alemán proseguía, la<br />
propaganda dijo que los nazis utilizaban 8,000 tanques y que superaban<br />
numéricamente a los franceses. La revista francesa «Illustration» y el teniente<br />
coronel De Cossé Brissac («La Campaña de Francia»), niegan rotundamente esa<br />
afirmación. Coincidiendo con los anteriores, la «Revue Historique de l'Armée», dice<br />
que el tanque francés «Somua» era más poderoso que el Panzer III de los alemanes,<br />
pero que éstos tuvieron «mejores planes de fuego, de maniobra y de transmisiones, y<br />
sus tripulantes iban imbuidos de mejor espíritu de lucha».<br />
Después de prolijas investigaciones históricas el capitán inglés Liddell Hart<br />
confirma todo lo anterior y añade en su libro «La Defensa de Europa»:<br />
«No es cierto que Hitler obtuvo la victoria porque contaba con fuerzas<br />
abrumadoramente superiores. De hecho, Alemania no movilizó tantos hombres<br />
como sus oponentes... Lo que decidió la contienda fueron las rápidas<br />
embestidas de sólo 10 divisiones blindadas escogidas —el 8% del Ejército—<br />
antes de entrar en acción el grueso de las fuerzas.<br />
»Tampoco tenía el ejército alemán mucho mayor número de tanques que<br />
los aliados, como la gente creía en aquella época... Alemania empleó sólo 2,800<br />
tanques en la fase inicial y decisiva de la invasión. Ahora bien, los empleó de la<br />
manera más provechosa posible».<br />
La división blindada (panzer) era una afinada amalgama de todas las armas. Su<br />
gran potencia de fuego, su extraordinaria movilidad, su cuidadosa coordinación<br />
mediante centenares de radiotransmisiones y el espíritu combativo de sus integrantes<br />
la hacían terriblemente eficaz para perforar defensas y penetrar hasta la retaguardia<br />
enemiga. Cada división blindada (participaron 10 en la ofensiva contra Francia)<br />
constaba de un regimiento acorazado de 220 tanques, un regimiento de fusileros<br />
motorizados, un batallón de motociclistas, un regimiento de artillería motorizada, un<br />
batallón acorazado de reconocimiento, un batallón antitanque, un batallón de<br />
ingenieros, un batallón de transmisiones, un batallón motorizado de artillería<br />
antiaérea y una escuadrilla de reconocimiento aéreo. Las panzer, en combinación con<br />
los aviones de vuelo picado, formaban la espina dorsal de la «blitzkrieg».<br />
Contra los 2,800 tanques alemanes lanzados en la campaña de Francia, el<br />
ejército francés enfrentaba 2,361 tanques modernos y 600 antiguos y disponía de 584<br />
más en la reserva, según recopilaciones hechas por el teniente coronel Gonzalo D. de<br />
la Lastra, del ejército español. Este dato lo comprueban indirectamente las<br />
autorizadas publicaciones francesas «La Revista de Defensa Nacional» y la «Revue<br />
Historique de l'Armée», las cuales revelaron que según los archivos oficiales<br />
franceses no existía superioridad de tanques alemanes. Las dos revistas afirman que<br />
los efectivos eran más o menos iguales por parte de los alemanes y los franceses.<br />
Añadiendo los tanques ingleses y belgas, las fuerzas blindadas aliadas eran<br />
numéricamente superiores.<br />
Las cantidades de aviones también fueron escandalosamente exageradas. La<br />
Luftwaffe apenas igualaba en número a las aviaciones combinadas de Inglaterra,<br />
Francia, Holanda y Bélgica (alrededor de 3,000 aparatos de cada bando), si bien las<br />
superaba en algunos aspectos de calidad, organización y espíritu de combate.<br />
— 135 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Por último, cuando Francia se desplomó y se hizo patente que 100 divisiones<br />
alemanas habían derrotado y eliminado como fuerza combatien-te a 155 divisiones<br />
aliadas, la propaganda realizó un supremo esfuerzo para oscurecer y empequeñecer<br />
este triunfo a fin de no desmoralizar a otros pueblos que a su turno deberían ser<br />
lanzados también a la contienda. En esa tarea para deformar la verdad, la<br />
propaganda no se detuvo en arrojar lodo sobre Francia atribuyéndole toda la<br />
responsabilidad del desastre. Y así fue como el 18 de junio Churchiíl culpó de la<br />
derrota a los franceses y dijo —porque a posteriori es muy fácil prescribir remedios ya<br />
imposibles— que debían haber ordenado una retirada al ser roto el frente de Sedán.<br />
El Alto Comisionado de Propaganda de Francia, Jean Prevost, refutó el 25 de<br />
ese mes:<br />
«Pedimos a nuestros amigos de América que traten de comprender bien<br />
toda la tristeza inmensa de Francia... Quisiéramos que nuestros amigos ingleses<br />
respetasen nuestro dolor e hiciesen su propio examen de conciencia... Los<br />
gobiernos de Daladier y de Reynaud no cejaron en su empeño de demostrar al<br />
gobierno de la Gran Bretaña la dificultad que teníamos en mantener sobre las<br />
armas hombres de 48 años de edad, mientras que Inglaterra no llamaba<br />
siquiera a sus jóvenes de 26 años».<br />
Churchill guardó silencio ante esa fundada réplica. En cambio, ordenó que la<br />
flota británica del Mediterráneo se acercara sigilosamente a la base de Mers-el-Kevir,<br />
en África, y cañoneara por sorpresa a la flota francesa, que había sido respetada por<br />
Hitler. Los marinos franceses no tuvieron siquiera oportunidad de defenderse,<br />
anclados como se hallaban, y mil de ellos perecieron. Churchill pudo entonces<br />
vanagloriarse de esta hazaña de guerra.<br />
Ahí se tenía a la Inglaterra, escribió,<br />
«descargando implacable un tremendo golpe contra sus más queridos amigos<br />
de ayer y asegurándose así el indiscutible dominio de los mares. Se hizo patente<br />
para todos que el Gabinete de Guerra de la Gran Bretaña nada temía, ni se<br />
detenía ante nada».<br />
En el juego de la política internacional —manejada por el movimiento político<br />
judío— el pueblo francés era ya un limón a medio exprimir. Sus antiguos aliados le<br />
volvieron la espalda con desdén. De cada cuatro franceses movilizados para la guerra,<br />
uno había caído en la batalla o había sido capturado. Esta proporción parecía<br />
insignificante a los antiguos aliados de Francia, por lo cual no cesaban de<br />
recriminarla.<br />
Al sangriento precio de 70,000 muertos y 318,000 heridos, el Ejército Francés<br />
había ocasionado al Ejército Alemán 156,465 bajas (27,047 muertos, 18,384<br />
desaparecidos y 111,034 heridos). Pero esto no se le tomaba en cuenta a Francia<br />
porque había desoído la consigna internacional y pactado el armisticio.<br />
No tardarían en buscarse conductos ocultos para aprovechar los recursos<br />
franceses que habían quedado en pie. La defensa del marxismo demandaba esfuerzos<br />
incesantes en todos los confines de Europa.<br />
mmmmmmmmmmmm<br />
— 136 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
Entrevista a Salvador Borrego<br />
ENTREVISTA A SALVADOR BORREGO<br />
Todos los Nacionalsocialistas que han luchado en sudamérica, y todos<br />
los que luchamos en los años 60 y 70, conocemos bien a Salvador<br />
Borrego, cuyos libros y palabras fueron en aquellos años iniciales de la<br />
postguerra los únicos que teniamos, gracias a ser editados en castellano<br />
desde México.<br />
Junto a Joaquín Bochaca han sido los dos propagadores máximos de<br />
la História Oculta, de la ‘otra versión’, en los momentos en que nadie aun<br />
se atrevía a hablar.<br />
Esta entrevista ha sido remitida por los camaradas NS mexicanos, a<br />
los que agradecemos esta gentileza.<br />
Pregunta: Este libro titulado Derrota Mundial es muy polémico,<br />
particularmente polémico. Para formar un juicio exacto ¿cual fué el movil<br />
que tuvo usted para escribirlo?<br />
Salvador Borrego: Pues únicamente aportar una versión diferente a la<br />
propaganda en boga, ya que en todo conflicto de grandes proporciones<br />
como fue la 2GM los dos bandos utilizan la propaganda como una de sus<br />
armas mas eficaces.Yo quise hacer una crónica sin el manto de la<br />
propaganda.<br />
P: ¿Usted considera que había propaganda en favor de las potencias<br />
aliadas? ¿Y del eje nazi-fascista? ¿pero como fue que la identificó?<br />
SB-- Vea usted, yo trabajaba en el diario Ultimas noticias de<br />
Excelsior, que empezaba a circular a las tres. A las dos de la tarde, hora<br />
del cierre de la edición, eran las nueve de la noche en Europa. De ese<br />
modo casi toda la información del dia se recibía ámpliamente en Ultimas<br />
noticias.<br />
Por un motivo u otro yo leía gran cantidad de mensajes, era parte de<br />
mi trabajo, tanto los que se publicaban como los que no tenían ya cabida,<br />
así fuí siguiendo el curso de los acontecimientos día a día desde antes de<br />
que la guerra empezara, y cada vez se iba haciendo más evidente que<br />
habían contradicciones entre los planteamientos de uno y otro bando.<br />
Surgía pues la pregunta: ¿cual es la verdad? o bien ¿que grado de verdad<br />
hay en esta versión y en su contraria?<br />
P: Posiblemente usted ya tenía en ese momento alguna opinión que<br />
— 137 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
se inclinara hacia una u otra versión.<br />
SB: Pues no. Prácticamente yo era neutral. Hasta podría decir que los<br />
discursos del presidente Roosevelt y todo lo que de ellos se derivaba eran<br />
más centrados,mas serenos que los de Hitler o Goebbels. Los mensajes<br />
originados en Berlín hablaban a veces de un pretendido entendimiento<br />
entre el bolchevismo de la URSS y las plutocracias -así las llamaban- de<br />
las potencias aliadas. Y algo más. Decían que ese pretendido<br />
entendimiento tenía por meta final el dominio del mundo. Eso me sonaba<br />
a fantasía.<br />
P: ¿Entonces como fué perfilandose en usted la tesis que maneja en<br />
su libro y que precísamente se refiere a un propósito de instaurar un<br />
gobierno mundial?<br />
SB: Una serie de detalles me fueron dando, muy graduálmente, la<br />
impresión de que las potencias aliadas se empeñaban en ocultar algo. Es<br />
muy natural que la propaganda exalte las propias virtudes, así se hace en<br />
la mercadotecnia. Pero si se trata de informar al público y precisamente<br />
se hacía tanto hincapié en la objetividad y la verdad, ¿porqué se iba<br />
acentuando la presión para ocultar hechos?.<br />
P: ¿Habla usted de presión sobre los medios de comunicación?<br />
SB--Naturalmente, enumerar detalles de presión sería largo y<br />
cansado, pero vea usted un ejemplo:<br />
Después de ocho meses de que Inglaterra y Francia declararan la<br />
guerra a Alemania, después de que en ese tiempo se estuvieron<br />
concentrando ejércitos para iniciar su ofensiva, Alemania se les adelantó y<br />
atacó el 10 de Mayo de 1940. La pequeña línea Maginot fue rota y<br />
empezaron a ser dominadas las líneas anglo-francesas, ocurría entonces<br />
que en México se había formado un grupo de anunciantes encabezado por<br />
el señor Jackes Sustel que amenazaron la Cas Excelsior con retirar su<br />
publicidad porque, según decían ellos,se estaba favoreciendo a los nazis.<br />
El golpe iba primero contra Ultimas noticias por ser el que publicaba<br />
primero los sucesos de Europa, dado que a las dos de la tarde, como ya le<br />
expliqué antes, ya se tenía información de todo lo ocurrido allá hasta las<br />
nueve de la noche (hora europea). El director del periódico, Don Miguel<br />
Ordorica, le pidió al señor Sustel que pasara a la redacción toda una<br />
mañana para que viera objetívamente como se hacía el diario. El señor<br />
Sustel aceptó, consecuentemente se le fueron mostrando los mensajes<br />
que llegaban de la Associated Press con matriz de Nueva York. La<br />
pequeña Maginot acababa de ser perforada en Sedan y empezaban a caer<br />
en poder de los alemanes algunas posiciones del norte de Francia. El<br />
señor Ordorica le dijo al señor Sustel: Usted en su almacén comercial<br />
exhibe en sus aparadores la mercancía que más llama la atención de sus<br />
compradores. Nosotros en el periódico hacemos lo mismo. Las noticias<br />
más importantes van en primera plana, si lo merecen incluso se ponen a<br />
ocho columnas, y agregó, más o menos: La guerra no se gana en Mexico,<br />
sino en Europa.<br />
Sin embargo el grupo de anunciantes fue cancelando su publicidad<br />
— 138 —
BORREGO : Derrota mundial<br />
para ahogar al periódico. El director, el señor Ordorica, tuvo que ser<br />
retirado.Lo que se pretendía en suma era que se manipulara la<br />
información para que el lector no se enterara o se enterara a medias de lo<br />
que estaba sucediendo.<br />
P: Bueno, pero ese fue un caso.<br />
SB: Si, pero hubo muchos que en conjunto configuraban la intencion<br />
de que unicamente se conociera una versión hasta en los hechos más<br />
relevantes. Otro ejemplo, antes de que la guerra empezara, el Papa Pio<br />
XII consideraba que todavia se podia evitar la hecatombe y encargó a sus<br />
diversos nuncios que hicieran sondeos en Berlín, Roma, Polonia, Paris,<br />
Londres, con este propósito. Mussolini y Hitler contestaron que estaban<br />
dispuestos a negociar en una junta cumbre de los cinco paises. París dijo<br />
que la gestión papal era totalmente inoportuna, Londres y Varsovia se<br />
negaron, pues bien, esto se minimizó en los mensajes por parte de las<br />
agencias de Nueva York, o sea la Asociate Press y la Unite Press,<br />
continuaba presentandose el cuadro de que de un lado estaban los buenos<br />
y del otro los villanos.<br />
P: ¿Pero ocurrieron otros hechos semejantes y en todos los medios<br />
informativos?<br />
SB: Sí, si ocurrieron. Cuando las fuerzas aliadas fueron derrotadas en<br />
Noruega, muy al principio de la guerra, y retrocedian hacia el mar para<br />
regresar a Inglaterra, un diario tuvo temor de informarlo así claramente y<br />
dio la noticia de este modo; decía el encabezado ¡Los aliados avanzan<br />
hacia el mar! . Y es que la presiòn del grupo de anunciantes, encabezados<br />
por extranjeros, hacía que los diarios se autocensuraran, que de un modo<br />
o de otro ocultaban o deformaban lo que estaba sucediendo . Aunque no<br />
se podía ocultar del todo el sol con los diez dedos de la mano.<br />
P:º Entonces no había televisión y ¿Que ocurria con la radio?.<br />
SB: Lo mismo que con los periódicos, ¡y luego hasta fué peor!, pues<br />
gobernación envió a un funcionario a la X.E.W. para que censurara los<br />
noticieros. Yo lo vi de cerca ya que yo hacia los textos para los noticieros<br />
de las 7:45 y de las 10:45 de la noche, el 90% ó 95% de lo internacional<br />
debía de ser cubierto con la versión de un bando, y el resto, y a veces<br />
menos, lo del bando contrario. Una librería fué clausurada por vender<br />
cientos de libros y revistas alemanas, en fin, todo iba indicando que no<br />
debía haber objetividad en la informaciòn. ¿Quién, que quisiera hacer una<br />
crónica de la II GM no hubiera pensado en aquel entonces que era<br />
indispensable cruzar las nubes de la propaganda para acercarse a la<br />
verdad histórica?<br />
¿Quièn, que intentara comentar la II GM no se sentía inclinado a<br />
hurgar más en datos històricos , sociológicos, raciales, religiosos,<br />
económicos. etc..., para explicarse mejor los grandes acontecimientos que<br />
se venian sucediendo?<br />
P: Entonces con lo que nos ha dicho ¿Llegó usted a conclusiones?<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
SB-- No. De ninguna manera. En cuatro o cinco preguntas y<br />
respuestas no se puede exponer todo un proceso de muchos años, tardé<br />
practicamente quince años en ir recolectando y clasificando datos y en ir<br />
investigando en diversas disciplinas, o sea de 1936 a 1951, luego me llevó<br />
dos años escribir y reescribir la primera edición de Derrota Mundial, que se<br />
publicó en Diciembre de 1953.<br />
P: Se habla internacionalmente de una corriente Revisionista de la<br />
Historia, y se dice que usted fué uno de los primeros o el primer<br />
revisionista. ¿ Así es?.<br />
SB: Pues ya seria entrar en muchos detalles y esta plática se<br />
alargaría, en realidad ha habido muchos que desde muy diversos puntos<br />
de observación han escrito sobre la II GM y han coincidido conmigo, sin<br />
que nos conozcamos.<br />
P: ¿ Como quienes ?<br />
SB: Pues ahí tiene usted al historiador militar Ingles Little Hard, al<br />
escritor Español Joaquín Bochaca, al Mayor General Fuller, a David Irving,<br />
al padre Menville, Argentino, a Mauricio Carlavilla, historiador, al Belga<br />
León Degrelle, a Saint Paul de Francia, al Doctor Dimitri Constantinov,<br />
combatiente Ruso, y a otros muchos que ahora no puedo recordar pero<br />
que no son ni nazis ni fascistas.<br />
P: Pero los libros de esos autores son poco conocidos. Rapidamente<br />
desaparecen del mercado.<br />
SB: Así es, y ¿sabe usted por qué es asó?. Porque existe una llamada<br />
liga Anti-difamación que se encarga de evitar que circulen todos los<br />
testimonios que no son favorables para el grupo que desde Moscú,<br />
Washington y Nueva York dirigieron la II GM. En realidad esa guerra fue<br />
una de tantas batallas, enorme, si, pero no el fin de la lucha. La lucha<br />
continua y la propaganda también continua. Puede decirse que la guerra<br />
prosigue ahora con otras tácticas como la del Neo-liberalismo, la de<br />
desorientar a la juventud, la de disolver a la familia, la de fragmentar a la<br />
iglesia, la de alentar las drogas, etc... En realidad es una guerra que lleva<br />
dos mil años. El Doctor en Teología, el Padre Alfredo Sainz, considera que<br />
hay un sentido teológico de la Historia y que esto se pondrá más de<br />
manifiesto en las próximos años, pero eso ya es otro tema... Nos estamos<br />
saliendo del tema inicial. Sus preguntas acerca de como nació Derrota<br />
Mundial ya están contestadas, por lo menos esquematicamente hasta<br />
donde puede hacerse en una breve plática .<br />
P: Una última pregunta, Don Salvador. El prólogo de José<br />
Vasconcelos, ¿Como fue que consiguió usted que escribiera para Derrota<br />
Mundial?<br />
SB-- Bueno, cuando se publicó la primera edición yo casi no quise<br />
recurrir a los amigos porque era un tema bastante polémico y no quería<br />
comprometerlos, pero un día en la cadena Garcia Barseca, donde fue a<br />
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BORREGO : Derrota mundial<br />
colaborar el licenciado Don José Vasconcelos, me presentaron con èl y me<br />
dijo: ¿Es usted el que escribio Derrota Mundial?”. Pues sí -le dije-, y<br />
entonces hizo algunos elogios del libro y yo aprovechè la ocasión para<br />
decirle Pues como verá usted, mi libro no tiene prólogo, ¿No podría usted<br />
hacermelo? y me dijo: Si, con mucho gusto Y asì fué como se prologó,<br />
digamos accidentalmente la segunda edición.<br />
P: Ediciones en el extranjero: ¿ De que paises?<br />
SB: Bueno, se han hecho ediciones en Argentina, me dicen que se<br />
hicieron seis ediciones, luego se hizo una en España, pero parece que<br />
hubo presiones y bloquearon que se siguieran haciendo allá más<br />
ediciones.<br />
P: Muchas gracias, Don Salavador.<br />
http://elnacionalista.mforos.com/680890/3142473-entrevista-a-salvador-borrego/<br />
CAPITULO I Aurora Roja (1848-1919)<br />
http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/03/derrota-mundial-capi.html<br />
CAPITULO II Hitler Hacia el Oriente<br />
http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/04/derrota-mundial-cap-ii.html<br />
CAPITULO III Occidente se interpone<br />
http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/05/derrota-mundial-cap-iii.html<br />
CAPITULO IV La Guerra que Hitler no quería<br />
http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/09/derrota-mundial-cap-iv.html<br />
AAARGH (1996)<br />
http://vho.org/aaargh<br />
http://aaargh.com.mx<br />
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http://aaargh.codoh.com<br />
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