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Salvador BORREGO<br />

Derrota Mundial


DERROTA MUNDIAL<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

� ORÍGENES OCULTOS DELA II GUERRA MUNDIAL<br />

� DESARROLLO DE LA GUERRA<br />

� CONSECUENCIAS ACTUALESDE LA GUERRA<br />

DÉCIMA EDICIÓN<br />

MÉXICO<br />

1961<br />

Derechos Reservados ©<br />

por el autor. Registro Número 18438<br />

de 15 de mayo de 1954.<br />

1a Edición: Diciembre de 1953 —2,000 Ejemplares<br />

2a ” Marzo de 1955 —5,000 Ejemplares<br />

3a ” Diciembre de 1956 —4,000 Ejemplares<br />

4a ” Octubre de 1957 —5,000 Ejemplares<br />

5a ” Enero de 1959 —4,000 Ejemplares<br />

6a ” Julio de 1959 —4,000 Ejemplares<br />

7a ” Abril de 1960 —5,000 Ejemplares<br />

8a ” Noviembre de 1960 —5,000 Ejemplares<br />

9a ” Marzo de 1961 —5,000 Ejemplares<br />

10a ” Septiembre de 1961 —5,000 Ejemplares<br />

< pdf > AAARGH<br />

Internet<br />

2009<br />

< aaarghinternational@hotmail.com ><br />

— 2 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Prólogo a la Segunda Edición<br />

La obra de Salvador Borrego E., que hoy alcanza su segunda edición, es una de<br />

las más importantes que se hayan publicado en América. Causa satisfacción que un<br />

mexicano de la nueva genera-ción, haya sido capaz de juzgar con tanto acierto los<br />

sucesos que conocemos bajo el nombre de la Segunda Guerra Mundial.<br />

Colocados nosotros del lado de los enemigos del poderío alemán, es natural que<br />

todas nuestras ideas se encuentren teñidas con el color de la propaganda aliada. Las<br />

guerras modernas se desa-rrollan tanto en el frente de combate como en las páginas<br />

de la imprenta. La propaganda es una arma poderosa, a veces decisiva para engañar<br />

la opinión mundial. Ya desde la primera guerra euro-pea, se vio la audacia para<br />

mentir, que pusieron en práctica agencias y diarios que disfrutaban de reputación<br />

aparentemente intacha-ble. La mentira, sin embargo, logró su objeto. Poblaciones<br />

enteras de naciones que debieron ser neutrales, se vieron arrastradas a participar en<br />

el conflicto, movidas por sentimientos fundados en informaciones que después se<br />

supo, habían sido deliberadamente fabricadas por el bando que controlaba las<br />

comunicaciones mun-diales.<br />

Y menos mal que necesidades geográficas o políticas nos ha-yan llevado a<br />

participar en conflictos que son ajenos a nuestro destino histórico; lo peor es que nos<br />

dejemos convencer por el engaño. Enhorabuena que hayamos tenido que afiliarnos<br />

con el bando que estaba más cerca de nosotros; lo malo es que haya sido tan<br />

numerosa, entre nosotros, la casta de los entusiastas de la mentira. Desventurado es<br />

el espectáculo que todavía siguen dando algunos «intelectuales» nuestros, cuando<br />

hablan de la defensa de la democracia, al mismo tiempo que no pueden borrar de sus<br />

frentes la marca infamante de haber servido dictaduras vernáculas que hacen gala de<br />

burlar sistemáticamente el sufragio. Olvidemos a estos seudo-revolucionarios, que no<br />

son otra cosa que logreros de una Revolución que han contribuido a deshonrar, y<br />

procuremos despejar el ánimo de aquellos que de buena fe se mantienen engañados.<br />

«Durante seis años, dice Borrego, el mundo creyó luchar por la bandera de<br />

libertad y democracia que los países aliados enarbolaron a nombre de Polonia.<br />

Pero al consumarse la victoria, países enteros, incluyendo Polonia misma,<br />

perdieron su soberanía bajo el conjuro inexplicable de una victoria cuyo<br />

desastre muy pocos alcanzaron a prever».<br />

La primera edición del libro de Borrego se publicó hace dos años escasos y en<br />

tan corto tiempo, el curso de los sucesos ha confirmado sus predicciones, ha<br />

multiplicado los males que tan valien-temente descubriera.<br />

Ya no es sólo Polonia; media docena de naciones europeas que fueron otros<br />

tantos florones de la cultura cristiana occidental, se encuentran aplastadas por la bota<br />

soviética, se hallan en estado de «desintegración definitiva».<br />

Y el monstruo anticristiano sigue avanzando. Detrás de la sonrisa de Mendes-<br />

France, siempre victorioso, dicen sus secuaces; detrás de esa enigmática sonrisa, seis<br />

millones de católicos del Vietnam, fruto precioso de un siglo de labor misionera<br />

francesa, han caído dentro de la órbita de esclavitud y de tortura que los marxistas<br />

dedican a las poblaciones cristianas.<br />

E1 caso contemporáneo tiene antecedentes en las invasiones asiáticas de un<br />

Gengis-Kan, que esclavizaba naciones; tiene antecedentes en las conquistas de<br />

Solimán, que degollaba cristianos den-tro de los templos mismos que habían<br />

— 3 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

levantado para su fe. El conflicto de la hora es otro de los momentos angustiosos y<br />

cruciales de la lucha perenne que tiene que librar el cristianismo para subsistir.<br />

En el libro de Borrego, penetrante y analítico, al mismo tiempo que iluminado y<br />

profético, se revelan los pormenores de la conjura tremenda.<br />

La difusión del libro de Borrego es del más alto interés patriótico en todos los<br />

pueblos de habla española. Herederos, nosotros, de la epopeya de la Reconquista que<br />

salvó el cristianismo de la in-vasión de los moros, y de la Contra-Reforma encabezada<br />

por Felipe II, que salvó el catolicismo de la peligrosa conjuración de luteranos y<br />

calvinistas, nadie está más obligado que nosotros a desenmascarar a los hipócritas y a<br />

contener el avance de los perversos. La lucha ha de costamos penalidades sin cuento.<br />

Ningún pueblo puede escapar en el día, a las exigencias de la historia, que son de<br />

acción y de sacrificio.<br />

La comodidad es anhelo de siempre, jamás realizado. La lucha entre los<br />

hombres ha de seguir indefinida y periódicamente impla-cable, hasta en tanto se<br />

acerque el fin de los tiempos, según advierte la profecía.<br />

Febrero de 1955<br />

— 4 —<br />

José Vasconcelos


BORREGO : Derrota mundial<br />

Introducción<br />

Es una neutra remembranza volver la mirada a los días extraordinarios de la<br />

segunda guerra mundial únicamente con el prolijo escrúpulo de citar fechas y relatar<br />

sucesos. Es un lujo de ociosidad volver la mirada al pasado sin el empeño de obtener<br />

luces para el presente. Pero conociendo mejor el origen de lo que ocurrió y de lo que<br />

ahora ocurre, más podrá preverse lo que está por ocurrir. Sin esta función específica<br />

toda aportación a la historia -—y aun la Historia misma— se reducirían a simple<br />

curiosidad o pasatiempo.<br />

Es un hecho que aún no silenciado del todo el fuego que du-rante seis años<br />

mantuvo vivo ese siniestro organismo de muerte que fue la segunda guerra mundial,<br />

el mundo se halló súbitamente en el umbral de otra guerra más destructora e incierta.<br />

Durante seis años la humanidad se creyó luchando por la paz definitiva, mas los<br />

acordes de su victoria fueron ensombrecidos por la amenaza de un cataclismo todavía<br />

mayor.<br />

Durante seis años el mundo creyó luchar por la bandera de libertad y<br />

democracia que los países aliados enarbolaron a nombre de Polonia. Pero al<br />

consumarse la «victoria», países enteros —incluyendo Polonia misma— perdieron su<br />

soberanía bajo el conjuro inexplicable de una VICTORIA cuyo desastre muy pocos<br />

alcanzaron a prever.<br />

Un asombroso y súbito resultado, después de seis años de apa-rente lucha por la<br />

libertad y la democracia y la paz definitiva, sor-prendió al mundo: ya no era la<br />

libertad de los polacos —libertad perdida totalmente, pese a la «VICTORIA»— la que<br />

se hallaba en riesgo, sino la libertad del mundo entero; ya no era simplemente la<br />

conquista de mercados entre las grandes potencias la que se balanceaba en juego,<br />

sino el destino del pueblo norteamericano, y en cierta forma el de América; el-<br />

destino de Alemania y la Gran Bretaña, y así el de Europa entera también.<br />

En los orígenes del conflicto armado que empezó la madrugada del primero de<br />

septiembre de 1 939 palpitaron ya los gérmenes de lo que ahora ocurre y de lo que<br />

está por venir. En lo acontecido entonces se filtran ya las sombras de lo que el futuro<br />

nos reserva.<br />

En el reverbero de la segunda guerra mundial hay relámpagos que alumbran los<br />

decenios y quizás los siglos por llegar.<br />

Mucho se ha hablado de la guerra. Un mar de datos casi in-agotables abruman y<br />

abrumarán por mucho tiempo a los historiadores. La mayor parte de estos datos son<br />

jeroglíficos; incluso los hechos y las cifras, pese a lo concluyente de su calidad<br />

concreta, son frecuentemente apenas símbolos o frontispicio de realidades más<br />

profundas.<br />

Querer entender esta guerra y el monstruoso engaño que el mundo sufrió con<br />

ella, viendo simplemente ese mar de datos, es lo mismo que contemplar, clasificar o<br />

relatar apariencias de inscripciones cuneiformes y suponer que ya con esto se<br />

CONOCIÓ la civilización sumeria. Entre los símbolos y su significación media un<br />

abismo.<br />

Y en el caso concreto de la guerra pasada este abismo se ha hecho más oscuro<br />

— 5 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

porque los adelantos que la técnica ha puesto al servicio de la difusión del<br />

pensamiento —radiogramas, cablegramas, libros, películas, folletos, etc.— tienen su<br />

anverso positivo de orientación y su reverso negativo de confusión, según el sentido<br />

en que se les utilice. En la guerra y después de ella se les ha utilizado para confundir.<br />

Un diluvio de crónicas con dosificada intención; de libros apa-rentemente<br />

históricos, de radiodifusiones y de películas bajo la influencia intangible de los<br />

mismos ocultos inspiradores, oscurecen situaciones, infiltran deformaciones. Nada<br />

tiene así de extraño que aun los espíritus más serenos, objetivos e imparciales —para<br />

no hablar de masas carentes de opinión propia— lleguen a conclusio-nes erróneas.<br />

Por eso muchas conciencias firmes han hecho insensiblemente suya la forma<br />

ajena y capciosa de plantear el problema internacional de la segunda guerra. Una vez<br />

dado ese primer paso en falso, los siguientes son erróneos también, y por eso es tan<br />

frecuente que hombres de profunda comprensión y sólido criterio confiesen ahora su<br />

desconcierto ante los sucesos internacionales.<br />

Un nuevo examen de lo que ocurrió, y por qué ocurrió, puede aclarar los sucesos<br />

presentes y ayudar a prever los futuros.<br />

El monstruoso engaño que el mundo padeció al inmolar millo-nes de vidas y al<br />

consumir en fuego esfuerzos inconmensurables, para luego quedar en situación<br />

incomparablemente peor que la anterior, no es obra del azar. Si el resultado sólo<br />

fuera desorden quizá nada habría de sospechoso. Pero en la bancarrota que el mundo<br />

occidental afronta ahora se oculta un admirable tejido de acontecimientos. Dentro del<br />

aparente desorden hay un eslabonamiento ad-mirable de hechos que obedecen a un<br />

mismo impulso y que marchan hacia una misma meta.<br />

Detrás de todo esto hay una inteligencia y una fuerza. La situación actual no es<br />

el resultado fortuito del desorden, sino la notable culminación de una serie de actos<br />

que se enlazan siguiendo una secuencia y un camino. Occidente se halla de pronto en<br />

el momento más comprometido de su historia, pero su desgracia no ha descendido de<br />

accidentales sucesos. Ha sido labrada minuciosamente y escrupulosamente.<br />

Examinando los orígenes y el desarrollo de la segunda guerra surgen luces que<br />

explican el presente. Tal es el objeto de este libro.<br />

Muchos de los que vieron desaparecer las falanges macedónicas; de los que<br />

presenciaron la caída de Alejandro, el asesinato del César, la capitulación de<br />

Napoleón, crían asistir a acontecimientos comunes y corrientes, pero estaban<br />

presenciando los fulgores que encienden cada zig-zag de la historia.<br />

Lo que ahora tenemos a la vista es algo más que fulgor de un simple cambio; es<br />

el incendio inconmensurable de una cultura que casi sin saber por qué presiente las<br />

pisadas del peligro mortal.<br />

— 6 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Cap.I<br />

Aurora Roja<br />

(1848-1919)<br />

69 Años de Lucha Incansable.<br />

Los dos Elementos que Formaron el Bolchevismo.<br />

Alemania, Meta Inmediata del Marxismo.<br />

Paréntesis de Guerra.<br />

Factor Secreto en la Derrota Alemana.<br />

69 AÑOS DE LUCHA INCANSABLE<br />

En la segunda mitad del siglo pasado los umbríos bosques y las extremosas<br />

estepas de Rusia guardaban ya tan celosamente como ahora la enigmática mística del<br />

alma rusa. Fuera de sus fronteras sólo unas cuantas mentes, moduladas para<br />

escuchar el paso de los siglos por llegar, lograban entrever algo.<br />

Entre esas pocas mentes que sobre el hombro de una época vislumbraban<br />

destellos del futuro político, Nietzsche preveía en 1886:<br />

«Es en Francia donde la voluntad está más enferma. La fuer-za de<br />

voluntad está más acentuada en Alemania y en Inglaterra y en España y Córcega<br />

por las duras cabezas de sus habitantes, pero está más desarrollada en Rusia,<br />

donde la fuerza del querer por largo tiempo acumulada espera la ocasión de<br />

descargarse, no se sabe si en afirmaciones o en' negaciones. Yo desearía que la<br />

amenaza rusa creciera para que Europa se pusiera en defensa y se uniera en una<br />

voluntad duradera y terrible para fijarse una meta de milenios. Pasó el tiempo<br />

de la política menuda: el próximo siglo nos promete la lucha por el dominio del<br />

mundo»[1].<br />

En ese entonces Rusia se debatía en sangrienta turbulencia, que una extraña<br />

mezcla de nihilistas y revolucionarios marxistas trataban de encauzar mediante un<br />

secreto Comité Ejecutivo. La espina dorsal de ese audaz movimiento la formaban<br />

— 7 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

esforzados e inteligentes israelitas, miembros de comunidades que a través de<br />

muchas generaciones habían soportado severos sufrimientos en el duro am-biente de<br />

Rusia.<br />

Desde los primeros años de nuestra Era ya se habían instalado emigrantes<br />

judíos en los territorios que siglos más tarde formarían parte de la Rusia meridional.<br />

Dolorosas vicisitudes vivieron desde entonces, pero jamás perdieron su cohesión<br />

racial. En 1648 los cosacos se lanzaron furiosamente contra ellos y después de<br />

sangrientos choques prohibieron que en Ucrania radicaran comunidades israelitas.<br />

En general la población era hostil a huéspedes tan reacios a la fusión de sangre y de<br />

costumbres.<br />

Pero las tierras rusas, prometedoras de esplendoroso futuro gra-cias a sus<br />

inexplotadas riquezas y enorme extensión, seguían atrayendo incesantemente a<br />

comunidades judías emigradas de la Europa occidental. La emperatriz Elisabetha<br />

Petrovna se alarmó ante ese fenómeno y en 1743 se negó a admitir más inmigrantes.<br />

Sin embargo, cincuenta años más tarde la anexión de territorios polacos con-virtió a<br />

millares de judíos en súbditos de Rusia.<br />

En esa forma las comunidades israelitas aumentaron considerable-mente, no<br />

sin sufrir hostilidades y persecuciones, tal como les había ocurrido a sus ancestros en<br />

todos los tiempos y en todos los pueblos. El zar Alejandro I (que gobernó de 1801 a<br />

1825) trató con benevolencia a la población judía y sufrió un completo fracaso al<br />

pretender que se asimilara a la población rusa.<br />

El siguiente zar, Nicolás I (1825-1855) se impacientó ante la renuencia de las<br />

comunidades israelitas a fusionarse con la población rusa y redujo sus derechos<br />

cívicos, además de que les hizo extensivo el servicio militar obligatorio que ya regía<br />

en el Imperio. Esto causó trastornos y descontento entre los judíos, pero una vez más<br />

lograron conservar sus vínculos raciales y sus milenarias costumbres.<br />

Al subir al trono Alejandro II (1855) la situación de los israelitas volvió a<br />

mejorar y no tardaron en prosperar en el comercio, la literatura y el periodismo;<br />

varios diarios judíos se publicaron en San Petersburgo y Odesa. Precisamente en ese<br />

entonces —girando alrededor de la doctrina comunista delineada en 1848 por los<br />

israelitas Marx y Engels—, se vigorizó en Rusia la agitación revolucionaria. En 1880<br />

los israelitas Leo Deutsch, P. Axelrod y Vera Zasulich, y el ruso Plejanov, formaron la<br />

primera organización comunista rusa. Y un año después varios conspiradores,<br />

encabezados por el judío Vera Fignez, asesinaron al zar Alejandro II. El hijo de éste,<br />

Alejandro III, tuvo la creencia de que las concesiones hechas por su padre habían sido<br />

pagadas con ingratitud y sangre; en consecuencia, expulsó a los judíos de San<br />

Petersburgo, de Moscú y de otras ciudades, y les redujo más aún sus derechos cívicos.<br />

Los crecientes desórdenes y atentados los atribuyó a la influencia de ideas extrañas al<br />

pueblo ruso y ordenó enfatizar el nacionalismo y reprimir las actividades políticas de<br />

los intelectuales hebreos.<br />

La inteligente población israelita se mantuvo estrechamente unida en esos años<br />

de peligro. Sufrida, inflexible en sus creencias, celosa de la pureza de su sangre, ya<br />

estaba ancestralmente acostumbrados a sobreponerse a las hostilidades que su<br />

peculiar idiosincrasia provocaba al entrar en conflicto con las ajenas. Ya antes había<br />

demostrado con arte magistral que a la larga sabía aprovechar en beneficio de su<br />

causa las reacciones desfavorables con que tropezaba en su camino. Es esta habilidad<br />

una de sus creaciones más originales y con ella ha demostrado que ningún pueblo<br />

está verdaderamente vencido mientras su espíritu se mantenga indómito.<br />

Lo mismo que le había ocurrido en otros países, esa raza vio cómo miles de sus<br />

hijos —emigrados a las tierras rusas, prometedo-ras de esplen-doroso futuro debido a<br />

sus inexplotadas riquezas y enorme esténsión— chocaban con el brusco carácter del<br />

— 8 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

pueblo ruso y eran luego objeto de hostilidades y persecuciones. El régimen de<br />

Alejandro III fue duro con sus huéspedes. Y éstos se protegieron mimetizándose con<br />

las nacio-nalidades de los más variados países de donde procedían, aunque en el<br />

fondo seguían siendo una misma raza, una sola religión y un mismo espíritu.<br />

El mismo año en que fue asesinado el zar Alejandro II (1881), el ministro zarista<br />

Pobodonosteff calculó en seis millones el número de judíos residentes en Rusia y<br />

proyectó una acción enérgica para convertirlos forzosamente al cristianismo y<br />

expulsar por lo menos a dos millones de ellos. Aunque su plan no llegó a practicarse,<br />

hubo muchos detenidos y numerosos exiliados. A estos últimos los auxi-liaban sus<br />

hermanos de raza radicados en Nueva York, tales como Jacobo Schiff, Félix Adler,<br />

Emma Lazarus, Joseph Seligman, Henry Rice y otros muchos, según refiere el rabino<br />

Stephen Wise en su libro «Años de Lucha» (Algunos de ellos eran prominentes<br />

banqueros).<br />

La población judía de Rusia era ya tan importante que el israelita James Parkes<br />

afirma:<br />

«En lo cultural y en lo religioso, puede decirse que el país de Israel se<br />

había transportado a Europa oriental. Los judíos representaban la décima parte<br />

de la pobla-ción. La gran mayoría de los gentiles eran campesinos que<br />

ha-bitaban aldeas donde no había judíos, salvo tal vez un hotelero y un<br />

comerciante. Los judíos habitaban en pueblos y ciuda des. En los primeros<br />

constituían a veces el 95% de la pobla-ción y en las segundas más del 50%[2].<br />

La situación se hizo todavía más tirante para los israelitas y sus compañeros<br />

rusos revolucionarios cuando Alejandro Ilitch Ulianov, hijo de la judía Blank, falló en<br />

su intento de asesinar al zar Alejandro III. Ulianov fue detenido y luego ahorcado<br />

junto con cuatro de sus cómplices. Pero su hermano Vladimir guardó para sí el odio<br />

que alentaba contra el régimen y sorteó esa época de peligro portándose como<br />

estudiante disciplinado y pacífico. (Más tarde se convertía en jefe revolucionario, bajo<br />

el nombre de Lenin, en el reivindicador de las minorías israelitas y en el creador de<br />

un nuevo régimen).<br />

Por el momento, él y toda la población hebrea pasaron en Rusia años sombríos y<br />

difíciles, mas acrecentaron sus fuerzas en el infortunio y vigorizaron sus creencias<br />

ante la hostilidad. Por supuesto, no olvidaron su meta revolucionaria, que el rabino<br />

Caleb había esbo-zado así en la tumba de Simeón Ben Jhudá, en Praga:<br />

«Conviene que, en la medida de lo posible, nos ocupemos del proleta-riado<br />

y lo sometamos a aquellos que manejan el dinero. Con este medio levantaremos<br />

a las masas... Las empujaremos a las agitaciones, a las revoluciones, y cada una<br />

de estas catás-trofes significará un gran paso para nuestras finalidades».<br />

A la muerte de Alejandro III, en 1894, subió al trono Nicolás II. De tendencias<br />

moderadas y escuchando las quejas de los israeli-tas, ordenó suavizar el trato que se<br />

les daba. Ya para entonces el antisemitismo había cundido tanto en la masa del<br />

pueblo que no era fácil extirparlo del todo. De origen ruso es la palabra «progrom»,<br />

nombre que se dio a los cruentos movimientos populares contra los judíos. De todas<br />

maneras, los israelitas disfrutaron de más garantías y libertades.<br />

Por ese entonces corrosivas fórmulas ideológicas —no nacidas en Rusia—<br />

volvieron a propagarse con renovado impulso para agitar a las masas rusas. Una vez<br />

más iba a manifestarse en la historia el gigantesco poder de una idea cuando se la<br />

utiliza en el terreno propicio y del modo adecuado. Esa idea era una mezcla de<br />

— 9 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

nihilismo y de marxismo que inquietaba aún más a las ya descontentas masas<br />

proletarias.<br />

Hablando de esa época, el historiador judío Simón Dubnow di-ce que<br />

«el mismo año en que se fundó en Basilea la Organización Sionista,<br />

formóse en Wilno una asociación socialista secreta denominada Bund (1897).<br />

Desarrolló el Bund una propagan-da revolucionaria entre las masas judías en su<br />

lengua, el yidisch, lo cual constituyó, en un principio, el único síntoma nacional<br />

de ese partido... Además del Bund nacieron partidos mixtos de sionistas y<br />

socialistas, los Polae Sión y los Sionistas Socialistas. Estos partidos libraron una<br />

lucha abierta contra el gobierno ruso, particularmente en la revolución de 1905.<br />

Los revolucionarios israelitas participaron asimismo en los partidos socialistas<br />

rusos, en las manifestaciones estudiantiles, en las huelgas obreras y en los actos<br />

terroristas contra los gobernantes»[3]<br />

La renovada agitación degeneró en graves disturbios obreros en 1899. El<br />

Partido Social Revolucionario tenía una sección terrorista a cargo del sagaz judío<br />

Gershuni, cuyos agentes mataron al ministro ruso Sipyagin, al gobernador<br />

Bogdanovich, al premier Plehve, al gran duque Sergey y al general Dubrassov. El zar<br />

Nicolás II pensó que había dado un paso en falso al suavizar el trato para los<br />

is-raelitas y restableció algunas de las limitaciones que años antes les levantara.<br />

Numerosos propaladores del marxismo, entre ellos el ju-dío León Davidovich<br />

Bronstein (posteriormente conocido como León Trotsky) fueron deportados a<br />

Siberia. (Trotsky estaba casado con una hija del financiero judío Giovotovsky).<br />

Las turbulencias parecieron amainar. Incluso surgió una escisión entre los<br />

mismos agitadores; no en cuanto a su meta, sino en cuanto a la mayor o menor<br />

impetuosidad para alcanzarla. No era que unos hebreos se lanzaran contra otros, sino<br />

que diferían de opinión respecto a la táctica de lucha. Así surgieron los bolcheviques<br />

(los del programa máximo) y los mencheviques (los del programa mínimo). Vladimir<br />

Ilitch (Lenin) se hizo líder de los primeros.<br />

Aunque la severa represión oficial alcanzó a muchos agitadores ju-díos que se<br />

movían entre los trabajadores, dejó intacta la estructura secreta que gestaba la<br />

revolución. Creyendo haber sido ya suficientemente severo, o buscando una<br />

transacción con ellos, en 1904 el régimen suavizó su política hacia los israelitas. Pero<br />

éstos inmediatamente reforzaron su actividad revolucionaria y en 1905 organizaron<br />

motines más grandes que los anteriores. Entonces el zar Nicolás II se alarmó e hizo<br />

nuevas concesiones al conglomerado judío, cuya fuerza política era ya un hecho<br />

innegable.<br />

Con esto el marxismo cobró mayor brío. Inútilmente los zares habían querido<br />

evitar la agitación reprimiendo a los que directamente alentaban el descontento<br />

popular nacido de la miseria, pero sin anular a los ocultos conspiradores, que eran los<br />

que dirigían todo el movimiento para subvertir el orden. Además, poco hacía el<br />

régimen por aliviar la miseria misma y por destruir la forma capciosa y oropelesca en<br />

que explotaban esta circunstancia los agitadores marxistas.<br />

Ante la sutil técnica de la conspiración marxista los zares fueron incapaces de<br />

una acción coordinada y firme para liquidarla. Frecuentemente titubearon y en<br />

ocasiones llegaron a concebir el absurdo de que los brotes de desorden podrían<br />

conjurarse mediante concesiones. Pero resulta que hacer concesiones a un adversario<br />

que busca la victoria total es sólo facilitarle su camino.<br />

Lenin y algunos de sus colaboradores emigraron para ponerse a salvo de las<br />

redadas de revolucionarios que de tiempo en tiempo hacía el régimen zarista. Por eso<br />

— 10 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

en 1908 los israelitas Appelbaum Zinovief, Rosenfeld Kamenef (cuñado de Trotsky) y<br />

Lenin se reunieron en París a planear una nueva etapa de agitación<br />

«No es un azar que hayan ingresado a las huestes revolucionarias rusas<br />

tantos israelitas —dice Pierre Charles en «La Vida de Lenin»—. Por lo pronto, si<br />

se hace abstracción de las masas rusas, poco propicias para el reclutamiento de<br />

políticos, hay que reconocer que el porcentaje de judíos en Rusia no era tan<br />

exiguo como se decía. Y además, ¿no era fatal que su febril actividad,<br />

contrastando con la población rusa, debía exagerar enormemente su papel en la<br />

revolución? Y su espíritu hereditariamente aguzado por el Talmud ¿no debía<br />

sentirse cómodo en las controversias de las escuelas socialistas? En fin, los<br />

sufrimientos que les endurecieron bajo el régimen zarista los acercaban a su<br />

sueño de palingenesia social». (Resurgimiento y hegemonía del pueblo judío).<br />

Uno de los métodos con que los revolucionarios hebreos trataron de ponerse a<br />

cubierto de la represión oficial, fue tan sencillo como eficaz. En grupos más o menos<br />

numerosos se trasladaban a Estados Unidos, se nacionalizaban norteamericanos,<br />

regresaban a Rusia y hacían valer su nueva ciudadanía como hijos de una nación<br />

poderosa. En esto eran ayudados por la numerosa colonia israelita radicada en<br />

Norteamérica, que en aquel entonces casi llegaba a tres millones y que influía ya en<br />

los círculos financieros y políticos.<br />

«En San Petersburgo —dice Henry Ford en El Judío Internacional—llegó a<br />

haber 30,000 judíos de los cuales sólo 1,500 se ostentaban como tales». Las<br />

autoridades rusas no tardaron en tratar de frustrar ese inusitado procedimiento de<br />

protección y esto dio origen a que numerosos órganos de la prensa americana<br />

protestaran contra la falta de respeto a las ciudadanías recién concedidas por los<br />

Estados Unidos. Con esa ejemplar hermandad que los israelitas practican desde uno<br />

al otro confín del mundo,<br />

«el 15 de febrero de 1911, estando Taft en el poder —agrega Henry Ford— los<br />

judíos Jacobo Schiff, Jacobo Furt, Luis Marshall, Adolfo Kraus y Enrique Goldfogle le<br />

pidieron que como represalia contra Rusia fuera denunciado el Tratado de<br />

Comercio».<br />

Aunque en un principio Taft se rehusó, israelitas de todo el país enviaron cartas<br />

a senadores y diputados, gestionaron apoyo de gran parte de la prensa, pusieron en<br />

movimiento el Comité Judío Americano, a la Orden B'irit y a otras muchas, filiales o<br />

afines. El influyente político Wilson, que después llegó a ser Presidente de EE.UU.,<br />

presionó resueltamente en favor de los judíos y durante un discurso en el Carnegie<br />

Hall afirmó:<br />

«El gobierno ruso, natural-mente, no espera que la cosa llegue al terreno<br />

de la acción, y en consecuencia, sigue actuando a su placer en esta materia, en la<br />

confianza de que nuestro gobierno no incluye seriamente a nuestros<br />

compañeros de ciudadanía judíos entre aquellos por cuyos derechos aboga: no<br />

se trata de que expresemos nuestra simpatía por nuestros compañeros de<br />

ciudadanía judíos, sino de que hagamos evidente nuestra identificación con<br />

ellos. Esta no es la causa de ellos; es la causa de Norteamérica».<br />

Finalmente, el Tratado de Comercio suscrito ochenta años atrás fue denunciado<br />

el 13 de diciembre de 1911. Por primera vez un zar —en ese entonces Nicolás II—<br />

sintió que los descendientes de aquellos israelitas que 50 años antes rehuían<br />

— 11 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

temerosos la violencia rusa, ya no estaban tan solos. Aunque la inmensa mayoría eran<br />

nacidos en las estepas, y aunque eran hijos y nietos de otros también nacidos allí, ni<br />

el medio ambiente ni la convivencia de siglos los hacían claudicar de sus metas<br />

políticas ni de sus costumbres. Tal parecía que conservando sin mezcla su sangre<br />

conservaban igualmente sin mezcla su espíritu.<br />

Cierto que el Imperio Ruso era aún poderoso y que la lejana represalia de la<br />

denuncia del Tratado de Comercio americano no bastaba para revocar las<br />

limitaciones impuestas a los israelitas, mas sin embargo, constituía un incómodo<br />

incidente que en grado imponderable influyó para que se suavizara el trato oficial a<br />

los judíos. Y aunque ese mismo año de 1911 se estableció que los judíos no po-dían ser<br />

electos consejales, en la práctica se les trató con mayor consideración.<br />

Entre tanto, el llamado Comité Ejecutivo seguía ocultamente atizando el<br />

descontento y propiciando la rebelión. Las series de huelgas sangrientas que se<br />

iniciaron en 1905 adquirieron incontenible impulso en 1910 al estallar doscientos<br />

paros obreros. Tres años más tarde las huelgas se contaban por millares.<br />

El descontento de las masas iba siendo crecientemente aprovechado como<br />

instrumento revolucionario marxista.<br />

En ese entonces el Imperio Ruso se hallaba ya tan minado que malamente podía<br />

afrontar una guerra internacional. Por eso fue tan insensato y hasta inexplicable que<br />

se lanzara a una aventura de esa índole en 1914, para apoyar a Servia en contra de<br />

Austria-Hungría. El zar dio contraorden a fin de que no se realizara la movilización<br />

general y evitar el choque con Alemania, pero el Ministro de la Guerra, Sujofinov, y<br />

todo el Estado Mayor presionaron al zar y se consumó la movilización. Alemania<br />

apoyó entonces a su aliada Austria-Hungría y entró en guerra con Rusia.<br />

No obstante que la patria rusa libraba entonces una lucha internacional, el<br />

movimiento revolucionario no cesó su propaganda para debilitar las instituciones.<br />

Además, aprovechó la anormalidad de la situación y proclamó que los obreros no<br />

tenían patria que defender, según la tesis marxista (comunista) de que la idea de<br />

pa-tria debe extirparse de las nuevas generaciones.<br />

El gobierno ruso consideró que los judíos influían poderosa-mente en esta<br />

oposición al régimen y ordenó nuevas medidas de coerción. Muchos que por<br />

nacimiento o naturalización ostentaban las más diversas nacionalidades, e incluso la<br />

rusa, se habían mezclado en el campo y en las fábricas y hacían cundir la agitación.<br />

Poco después de iniciada la contienda, el diario ruso «Ruscoic-Snamia»<br />

abogaba por las más severas represalias contra los israeli-tas, a quienes se les<br />

achacaban los desórdenes internos, y hasta llegó a alentar los «progroms». No<br />

obstante que el ambiente oficial era propicio a estos extre-mismos, el régimen no<br />

quiso complicar más la situación, prohibió el diario y mantuvo a raya el<br />

antisemitis-mo, aunque sin poder suprimirlo del todo.<br />

En Suiza se encontraba entonces desterrado, junto con otros je-fes judíos del<br />

movimiento marxista, Vladimir Ilitch (Lenin) y desde allí dirigía la agitación en la<br />

retaguardia del ejército ruso que combatía contra Alemania. Sesenta y siete años<br />

después de que dos hebreos —Marx y Engels— habían dado a la publicidad por<br />

pri-mera vez el manifiesto comunista, otros miembros de la misma raza luchaban<br />

denodadamente por materializarlo en realidad política.<br />

Junto con los judíos Apfelbaum y Rosenfeld (conocidos bajo los nombres rusos<br />

de Zinovief y Kamenef), Lenin alentaba desde el destierro a los revolucionarios para<br />

que contribuyeran a la derrota de Rusia en la guerra que sostenía contra Alemania y<br />

Austria. En su periódico «Social Demócrata» del 27 de julio de 1915 daba la siguiente<br />

consigna: «Los revolucionarios rusos deben contribuir prácticamente a la derrota de<br />

Rusia». Proclamaba que esto abriría el Camino a la revolución.<br />

— 12 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Pierre Charles, biógrafo de Lenin, afirma que en ese entonces<br />

«Lenin se entregó en cuerpo y alma a su odio por todo patriotismo... Toda<br />

defensa de la Patria —decía— es chaucinismo».<br />

Tanto fue así que los alemanes le permitieron pasar por Berlín para que se<br />

internara subrepticiamente en Rusia y aun le ayuda-ron económicamente ya que su<br />

labor debilitaba al ejército ruso. Así fue como Lenin pudo llegar a San Petersburgo,<br />

donde un núcleo de 30,000 israelitas, acaudillados por Trostsky, habían organizado<br />

el cuartel general del movimiento marxista revolucionario. Y desde ahí hizo circular<br />

esta proclama:<br />

«Es necesario, sin demora, educar al pueblo y al ejército en el sentido<br />

derrotista. ¡Soldados, fraternizad en las trincheras con vuestros camaradas<br />

llamados 'enemigos'!»<br />

Poco después Lenin celebraba secretos acuerdos con los jefes revolucionarios.<br />

Charles[4] refiere que asistían<br />

«Kamenef, hombre pequeño, de ojos vivaces bajo el lente; Zinovief, que se había<br />

cortado completamente el cabello ondulado de su gruesa cabeza; Ouritsky,<br />

delgado y nervioso, que más tarde aterrorizaría a Petrogrado durante algunas<br />

semanas; los tres eran de raza judía».<br />

No tardaron en reunírseles Stalin y Trotsky. La siembra marxista iniciada<br />

décadas atrás, halló en 1917 el cli-ma más propicio para fructificar. La ya minada<br />

retaguardia del ejército ruso se debilitó aún más y el desconcierto cundió hasta las<br />

líneas avanzadas del frente de guerra; la propaganda derrotista hallaba ciertamente<br />

coyunturas en la miseria y en las bajas causadas por la contienda. La promesa de que<br />

al triunfar la revolución se repartirían tierras a todos los proletarios fue tan<br />

halagadora «que las tropas querían dejar de pelear para llegar al reparto».<br />

Coordinadamen-te las doctrinas bolcheviques agitaban a los militares hablándoles de<br />

los «derechos del soldado», según los cuales «los oficiales deberían ser nombrados<br />

por selección, de entre los soldados, y éstos podían discutir las órdenes de aquéllos».<br />

Desde ese momento quedó rota la disciplina, dice el Tte. Corl. Carlos R. Berzunza en<br />

su «Resumen Histórico de Rusia». Y así comenzó la última etapa del fin de la Casa<br />

Imperial Rusa. Tatiana Botkin[5] dice que acerca de la realeza y particularmente de la<br />

Emperatriz, circulaban versiones que indignaban al pueblo y alentaban al derrotismo.<br />

«Frecuentemente se encontraba uno con personas que se habían formado<br />

un concepto completamente falso sobre la familia real. Entre nosotros sólo se<br />

propagaba lo malo y nadie sabía lo bueno que en realidad existió... No podía<br />

creer que los mismos soldados, soldados rusos, en el momento de una guerra de<br />

tal magnitud, se amotinaran y mataran a su comandante y ofendieran a la<br />

familia real... Así era, desgraciadamente. En las calles de Petrogrado sucedía<br />

algo increíble. Los soldados, borrachos, sin correas, con los capotes<br />

desabrochados, unos con rifles, otros desarmados, corrían como poseídos<br />

saqueando todas las tiendas».<br />

El descrédito de la casa de los Romanof; la consigna leninista de que la derrota<br />

en el frente de guerra abriría el camino al triunfo de la revolución; las crecientes bajas<br />

— 13 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

y la miseria; la promesa de que un nuevo régimen daría tierras al proletariado; el<br />

relajamiento de la disciplina; las doctrinas de igualdad y supresión de las jerarquías,<br />

etc., convergieron por fin en el estallido de la revolución. La mecha que encendiera el<br />

polvorín podía haber sido cualquier cosa. Como en el conocido fenómeno físico de la<br />

sobrefusión, cuando la mente de un pueblo llega a su tensión máxima basta el más<br />

insignificante incidente para producir el estallido.<br />

Tatiana Botkin refiere así el principio del fin del imperio:<br />

«En Kronstadt —precisamente en las cercanías del cuartel general que los<br />

caudillos israelitas del marxismo habían formado secreta-mente en San<br />

Petersburgo— empezó la bestial matanza de oficiales. Una vez muertos, los<br />

cubrían con heno, los rociaban con petróleo y les prendían fuego. Metían en los<br />

ataúdes personas aún con vida junto a cadáveres, fusilaban a los padres a la<br />

vista de sus propios hijos, etc. En el frente, los soldados fraternizaban con los<br />

alemanes y retrocedían, a pesar de los enormes contingentes reunidos antes de<br />

la revolu-ción... el sepelio de las víctimas de la revolución en Retrogrado, fue<br />

una mascarada. Los revolucionarios recogieron cuerpos de desconocidos,<br />

muertos de frío o por accidente, incluso unos chinos que habían fallecido de tifo,<br />

los colocaron en los ataúdes forrados de rojo, los trasladaron al 'Campo de<br />

Marte' y erigieron un gran túmulo».<br />

Esto alentaba la agitación y servía de bandera a los revolucionarios.<br />

Por otra parte, en ningún momento los iniciadores del marxismo en Rusia<br />

carecieron de solidaridad y aliento de sus hermanos de raza ni en el extranjero. El 14<br />

de febrero de 1916 se celebró en Nueva York un Congreso de las Organizaciones<br />

Revolucionarias Rusas, alentadas e inspiradas por inteligentes israelitas. El magnate<br />

judío-americano Jacobo Schjff era uno de los que costeaban los gastos de estos<br />

trabajos políticos; ayudaba particularmente a León Trotsky, también israelita. Otros<br />

banqueros judíos, tales como Kuhn Loeb, Félix Warburg. Otto Kahn, Mortimer Schiff<br />

y Olef Asxhberg, daban también su ayuda económica desde Nueva York.<br />

Pese a todo lo que en apariencia hubiera de inexplicable en esas relaciones entre<br />

los marxistas revolucionarios de Rusia y los magnates israelitas de América, en el<br />

fondo regía la profunda solidaridad de la raza y el anhelo común de la reivindicación<br />

hebrea. Unos la buscaban con el instrumento que su compatriota Marx les había<br />

heredado en el Manifiesto Comunista de 1848 y otros la procuraban con el<br />

instrumento del oro y las finanzas. Dos distintos medios, pero un mismo fin. Y si el<br />

destino del mundo iba a jugarse en dos barajas de política internacional —el super<br />

capitalismo y el marxismo—, tener ases en ambas era asegurar el triunfo de la causa<br />

común, cualquiera que fuese el resultado de la gran lucha.<br />

Los pacientes esfuerzos de los caudillos marxistas y de quienes los ayudaron<br />

desde el extranjero desembocaron el 7 de noviembre de 1917 en el estallido de la<br />

revolución comunista.<br />

El zar fue detenido y entre las primeras rectificaciones políticas figuró la<br />

abolición de las restricciones jurídicas impuestas a los judíos. El camino a los puestos<br />

públicos quedó abierto para ellos. Toda tendencia política perjudicial al judaísmo fue<br />

declarada fuera de la ley por decreto de julio de 1918. Entre las tropas del general<br />

Budieny ocurrieron actos violentos contra los judíos y fueron severamente<br />

reprimidos. A ese respecto el escritor judío Salomón Resnick dice en su libro «5<br />

Ensayos Sobre Temas Judíos»:<br />

— 14 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

«Pronto sobrevino una vigorosa reacción contra tales desviaciones: 138<br />

cosacos, entre ellos varios comandantes, fueron condenados a muerte y se<br />

impuso a todo soldado rojo la obligación de luchar contra el antisemitismo, esa<br />

herencia vergonzosa, criminal y sangrienta».<br />

La casa de los Romanof fue exterminada. Tatiana Botkin refiere así el final del<br />

Zar, de la Zarina, del Zarevich y de las princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia:<br />

«En la prisión —casa de Ipatiev— de Ekaterimburgo, la familia real sufría<br />

mil vejaciones. La situación de todos empeoró al ser nombrado otro comisario,<br />

el judío Yurovsky. El trato de los guardias se convirtió en un verdadero martirio,<br />

que sus majestades soportaban con verdadera resignación cristiana. Por comida<br />

les daban las sobras de los guardias, quienes además escupían en los platos.<br />

Luego les servían la comida y se las arrebataban cuando empezaban a comer. En<br />

la noche del 3 de julio de 1918 fueron bárbaramente asesinados.<br />

»Cuando penetró Yurovsky con 12 soldados, de los cuales sólo dos eran<br />

rusos (los demás judíos y letones), Yurovsky se encaró con el emperador y le<br />

dijo: 'Usted se ha negado a aceptar la ayuda de sus familiares (en el extranjero)<br />

por lo que tengo que fusilarlo'. El emperador se persignó, abrazó a su hijo con<br />

toda serenidad y se arrodilló. La emperatriz hizo lo mismo. Sonaron unos<br />

disparos. Yurovsky disparó sobre el emperador; los soldados sobre los demás.<br />

Dieron vuelta a los cadáveres y los asaetearon con las bayonetas. Después de<br />

esta carnicería los cadáveres fueron despojados de cuanto llevaban, arrojados a<br />

un camino y de ahí conducidos a un bosque cercano, donde fueron incinerados<br />

en dos hogueras: una de fuego y la otra de ácidos»<br />

Inútilmente Nicolás II, lo mismo que su padre Alejandro III, y su abuelo<br />

Alejandro II, se habían empeñado en reprimir a quienes encabezaban o coordinaban<br />

el descontento de las masas, pero sin lograr nada decisivo para suprimir el<br />

descontento mismo. Mientras por un lado el malestar público crecía con la pobreza,<br />

por el otro las autoridades se esforzaban superficialmente en suprimir a quienes se<br />

valían de ese malestar como instrumento para una magna revolución.<br />

Sesenta y nueve años después que Marx y Engels habían creado su magistral<br />

fórmula de agitación, sus descendientes raciales lograban que un gran imperio se<br />

viniera abajo. Era ese el primero de sus fabulosos triunfos.<br />

(A la revolución bolchevique siguió una violenta contrarrevolución encabezada<br />

por los generales Antón Ivanovitch, Deniken, Kolchak, Wrangel y Yudenitch.<br />

Llegaron a arrebatarles a los rojos territorios con más de un millón de kilómetros<br />

cuadrados y se aproximaron amenazadoramente a Leningrado y Moscú. Deniken<br />

esperaba ayuda de los gobiernos inglés y francés, pero no la obtuvo. En contraste, los<br />

bolcheviques sí lograban ayuda de los israelitas del extranjero y vencieron a las<br />

fuerzas de Deniken).<br />

El judío Alejandro Kerensky (originalmente apellidado Adler), que se había<br />

infiltrado en el gobierno del zar para ayudar secretamente al triunfo de los<br />

comunistas, emigró después al Occidente para presentarse como «anticomunista».<br />

Bajo ese disfraz mantuvo contacto con los rusos exiliados, auténticamente enemigos<br />

del comunismo, y fue un factor decisivo para neutralizar sus esfuerzos.<br />

— 15 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

LOS DOS ELEMENTOS QUE FORMARON EL BOLCHEVISMO<br />

Es siempre costumbre que el triunfo tenga muchos autores, auténticos o no, y<br />

que en cambio todos rehuyan la paternidad de los fracasos; pero el triunfo de la<br />

revolución rusa es una de las excepciones de esa regla. Por lo menos hasta ahora sólo<br />

se ha atribuido fragmentaria y tenuemente a la comunidad israelita. Y esto no<br />

obstante la evidencia de que la base ideológica de la revolución rusa la crearon los<br />

judíos Marx y Engels; la pusieron en movimiento social Lenin, Zinoviev, Kamenev,<br />

Bronstein y otros israelitas; la solapó y ejecutó a medias el hebreo Kerensky; la<br />

ayudaron económicamente desde EE. UU. los magnates Kuhn Loeb, Félix Warburg,<br />

Otto Kahn, Mortimer Schiff y Olef Asxhberg, y la hicieron posible agitando a las<br />

masas proletarias un sinnúmero de comisarios israelitas, como judíos eran —<br />

simbólicamente— 10 de los 12 revolucionarios que ejecutaron a la familia real de los<br />

Romanof.<br />

Uno de los modernos profetas del semitismo, Teodor Herzl, ya había advertido<br />

antes del triunfo de la revolución rusa:<br />

«Somos una nación, un pueblo... Cuando los judíos nos hundamos,<br />

seremos revolucionarios, seremos los suboficiales de los partidos<br />

revolucionarios. Al elevarnos nosotros subirá también el inmarcesible poder del<br />

dinero judío» («Un Estado judío»).<br />

Son numerosísimas las huellas que los israelitas dejaron en la preparación y la<br />

consumación de la revolución rusa, pero por uno u otro motivo la difusión de estos<br />

hechos ha sido tan lenta y fragmentaria que generalmente suenan a inverosímiles o<br />

fantásticos cuando se les conoce en toda su magnitud.<br />

Ni la universalmente reconocida seriedad de Henry Ford libró a esas<br />

revelaciones de las dudas que lógicamente producen:<br />

«Una Rusia Soviética hubiese sido sencillamente imposible —dice Henry<br />

Ford en El Judío Internacional—, a no ser que un 90% de los comisarios fueran<br />

judíos. Otro tanto hubiera ocurrido en Hungría, de no ser judío Bela-Khun («El<br />

Príncipe Rojo») y con él 18 de sus 24 comisarios... El Soviet no es una<br />

institución rusa, sino judía».<br />

Agrega que al triunfar la Revolución bolchevique, el nuevo régimen fue<br />

integrado preponderantemente con israelitas y cita el siguiente cuadro:<br />

El mismo autor hace una cita del Dr. Jorge A. Simons, sacer-dote cristiano,<br />

que escribió: «Cuando Rusia se hundió —afirma—, inmediatamente surgió el<br />

judío Kerensky. Como sus planes no fueron suficien-temente radicales, le<br />

sucedió Trotsky. Actualmente, en Rusia (1920), en cada comisario hay un judío.<br />

De sus escondrijos irrumpen los judíos rusos como un ejército bien<br />

organizado... Todos los banqueros judíos en Rusia permanecieron sin ser<br />

molestados, mientras que a los banqueros no judíos se les fusiló... El<br />

bolchevismo es anticapitalista sólo contra la propiedad no judía. Si el<br />

bolchevismo hubiese sido real-mente anticapitalista, hubiera matado de un solo<br />

tiro al capitalismo judío. Pero no fue así... Sólo a los judíos se les pueden remitir<br />

— 16 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

víveres y auxilios de otros países, en Rusia».<br />

«Centenares de agitadores salidos de los barrios bajos del Este de Nueva<br />

York se encontraron en el séquito de Trotsky... A muchos nos sorprendió desde<br />

un principio el elemento marcadamente judío de aquél y se comprobó muy<br />

pronto que más de la mitad de todos esos agi-tadores del llamado movimiento<br />

sovietista eran judíos».<br />

Asimismo cita a William Huntington, agregado comercial ame-ricano en<br />

Retrogrado durante la revolución, quien declaró que «en Rusia todo mundo sabe que<br />

tres cuartas partes de los jefes bolche-viques eran judíos».<br />

Coincidiendo con todo lo anterior, el periódico ruso «Hacia Mos-cú», de<br />

septiembre de 1919, dijo:<br />

«No debe olvidarse que el pueblo judío, reprimido durante siglos por reyes<br />

y señores, representa genuinamente el proletariado, la internacional<br />

propiamente dicha, lo que no tiene patria».<br />

Y Cohan escribía en «El Comunista», de abril de 1919:<br />

«Pue-de decirse sin exageración que la gran revuelta social rusa fue<br />

realizada sólo por manos judías El símbolo del judaísmo, que durante siglos<br />

luchó contra el capitalismo, se ha convertido también en el símbolo del<br />

proletariado ruso, como resulta de la aceptación de la estrella roja de cinco<br />

puntas que como es sabido fue antiguamente el símbolo del sionismo y del<br />

judaísmo en general».<br />

Desde un punto de observación muy distante, el investigador Schubart se refiere<br />

a este mismo asunto en los siguientes términos[1]:<br />

«También la nacionalidad de los jefes bolcheviques, entre los cuales hay<br />

un gran contingente de judíos, lituanos y grusinios, indica el carácter extraño,<br />

no ruso, de este movimiento. El marxismo no tiene más que una peculiaridad<br />

que encuentra afinidad de sentir en el ruso: es el meollo mesiánico de la<br />

doctrina. Lo sintió el alma eslava con fino olfato, y lo tomó por punto de<br />

partida... El occidental siente latir más fuerte su corazón al pasar revista a sus<br />

bienes; en el ruso está vivo el sentimiento de que las posesiones nos poseen a<br />

nosotros, de que el poseer significa ser poseído, de que en medio de la riqueza se<br />

ahoga la libertad espiritual».<br />

Schubart no es el único en considerar que en la idiosincrasia rusa había<br />

propicias coyunturas para que el marxismo teórico y utópico ganara adeptos que<br />

luego se convirtieran en instrumento para los organizadores judíos. Oswaldo<br />

Spengler apuntó en «Decadencia de Occidente»:<br />

«El alma rusa, alma cuyo símbolo primario es la planicie infinita, aspira a<br />

deshacerse y perderse, sierva anónima, en el mundo de los hermanos... La vida<br />

interior del ruso, mística, siente como pecado el pensamiento del dinero».<br />

Otro filósofo, el Conde de Keyserling[2], coincide con los dos anteriores:<br />

— 17 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

«Los rusos son tan profundamente religiosos en el alma que incluso el<br />

materialismo, el ateísmo, la industrialización y el plan quinquenal les sirven de<br />

iconos».<br />

Igualmente, el sacerdote jesuíta norteamericano E. A. Walsh, que vivió en la<br />

URSS en 1923, opina en su libro «Imperio Total»:<br />

«El mujik ruso, cuando está impregnado de vodka, revela una sórdida<br />

grosería y una torpe animalidad sólo limitada por la capacidad física. Pero,<br />

terminada la orgía, llorará con su prójimo en fraterna comprensión, perdonará a<br />

los ladrones, cobijará a los asesinos con compasión y manifestará instantánea<br />

simpatía hacia todos sus compañeros de peregrinación en este valle de lágrimas,<br />

y al arar exclamará: 'Dios, ten piedad'».<br />

Otto Skorzeny, que como oficial alemán conoció a los rusos durante cuatro años<br />

de lucha, da el testimonio de que:<br />

«el soldado que fue a la guerra por el materialismo dialéctico posee, en<br />

realidad, un idealismo religioso... Casi puede decirse que el ruso, en cuanto a<br />

alcanzar su objetivo ideal, es un enemigo de lo posible: necesita objetivos<br />

lejanos y fantásticos»[3].<br />

Son innumerables los investigadores que habiendo estudiado la psicología del<br />

ruso coinciden en que bajo su dureza acorazada por el sufrimiento de siglos y que<br />

bajo su crueldad propia de los caracteres primitivos, late un vigoroso sentimiento<br />

místico. Y es precisamente en este sentimiento, espontáneo y de distinta índole que el<br />

pensamiento lógico, donde el marxismo israelita se injertó; donde el marxismo<br />

encontró un punto de apoyo para erigirse en fuerza gigantesca.<br />

El empuje indiscutible del bolchevismo surgió de dos factores: la fórmula<br />

alucinante y utópica de Marx y el sencillo misticismo de las almas rusas. Y fueron<br />

judíos quienes combinaron ambos factores como se combinan la glicerina y el ácido<br />

nítrico para obtener la dinamita.<br />

El bolchevismo cundió luego con su propia dinámica y no requirió razones para<br />

subsistir; incluso pudo hacerlo pese a las realidades que lo contradecían. Tal es el<br />

mecanismo de los movimientos sociales que llegan a erigirse en creencias místicas o<br />

seudomísticas.<br />

Algo de esto señala Max Eastman al afirmar: «El comunismo es una doctrina<br />

que no puede ser científica, pues es exactamente lo contrario: religión»[4].<br />

Y algo muy semejante señala Gustavo Le Bon en «Ayer y Mañana»:<br />

«Las creencias de forma religiosa, como el socialismo, son inconmovibles<br />

porque los argumentos no hacen mella en una convicción mística... Todos los<br />

dogmas, los políticos sobre todo, se imponen generalmente por las esperanzas<br />

que hacen nacer y no por los razonamientos que invocan... La razón no ejerce<br />

influencia alguna sobre las fuerzas místicas».<br />

Así se explica que pese a su procedencia extranjera, pues el marxismo no era<br />

ruso ni sus propagadores tampoco, grandes masas del pueblo lo hicieron<br />

entusiastamente suyo, por lo menos en la etapa inicial. Lo captaron por una de sus<br />

fases, por la fase mística de la reivindicación del indigente, y para esta espontánea<br />

adhesión no necesitaban ni investigar orígenes ni razonar sobre las bases científicas<br />

— 18 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

del movimiento.<br />

Durante milenios el hombre ha anhelado barrer el abuso de los poderosos y<br />

disfrutar de justicia social. Al prometer la satisfacción de ese viejo anhelo, los<br />

creadores israelitas del comunismo lograron un formidable triunfo psicológico y<br />

político. Dentro de sus propias filas raciales la minoría judía de Rusia carecía de la<br />

fuerza del número, pero la conquistó entre las masas no semitas —e inclusive<br />

antisemitas— gracias a las promesas populares que el comunismo hacía. Y a fin de<br />

garantizar que esta poderosa arma política se mantuviera siempre dirigida por sus<br />

creadores, se le dio el dogma de la internacionalización, de tal manera que se cometía<br />

una herejía al querer servir al proletario sin la consigna emanada de Moscú, sede del<br />

marxismo-israelita.<br />

Todo movimiento social que se atreviera a violar ese dogma era objeto de la más<br />

violenta hostilidad, no porque sirviera mejor o peor los intereses del proletariado,<br />

sino porque se sustraía al control de los creadores del marxismo.<br />

Apenas afianzado el nuevo régimen en el Poder, una súbita lucha antirreligiosa<br />

comenzó a realizarse con extraordinaria eficacia. Como si fuera obra de factores no<br />

rusos, esa lucha era sistemática y carecía de la imprevisión y de la desorganización(,)<br />

propias del ambiente moscovita. En su implacable eficacia se advertía el sello de una<br />

mano extraña. «En la fachada del Ayuntamiento de Moscú, en vez de la imagen que<br />

se veneraba, se inscribió la frase de Lenin: La religión es el opio del pueblo»[5].<br />

Frecuentemente se ha visto que un movimiento religioso, nutriéndose de su<br />

propia fe, se lance contra otro movimiento religioso y trate de proscribirlo. Religión<br />

contra religión es un fenómeno muchas veces presenciado en la historia. Pero que en<br />

un medio eminentemente religioso nazca un movimiento inflexiblemente ateísta,<br />

dirigido contra todas las religiones, es un fenómeno nuevo. ¿De dónde un<br />

movimiento político, que oficialmente se apoya en masas religiosas, extrae la<br />

inspiración y las energías necesarias para constituirse fanáticamente en un<br />

movimiento antirreligioso?<br />

Ha sido también más o menos frecuente que por conveniencias políticas un<br />

régimen hostilice a una religión y se apoye en otras. Pero en Rusia, por primera vez<br />

con inconfundible claridad y con extraordinario celo, todas las religiones empezaron<br />

a ser perseguidas en cuanto triunfó el bolchevismo.<br />

Lo que el cristianismo padeció en la época antirreligiosa del Imperio Romano<br />

tenía la explicación de que se trataba de una religión nueva sin muchos adeptos en la<br />

masa del pueblo. En cambio, en Rusia, los sentimientos religiosos eran ya populares<br />

cuando el Bolchevismo comenzó a imperar. 929 años antes Rusia se había convertido<br />

al cristianismo. Que en un pueblo sin religión se combata una nueva religión, parece<br />

explicable; pero que en un pueblo religioso surja un régimen intransigentemente<br />

antirreligioso, es un fenómeno de orígenes extraños al pueblo mismo. Y tal fue lo que<br />

sucedió en Rusia.<br />

El teniente coronel Carlos R. Berzunza dice en su resumen histórico:<br />

«Numerosas iglesias fueron convertidas en teatros. La revolución inició<br />

luego la lucha contra todas las religiones, por todos los medios... Se prohibió la<br />

enseñanza religiosa a menores de 18 años. La iglesia protestó. De 900 conventos<br />

fueron arrasados 722».<br />

La resistencia de los fieles fue casi pulverizada y 29 obispos y sacerdotes<br />

pagaron con su vida la oposición al régimen y fueron las primeras víctimas de una<br />

serie de ejecuciones bolcheviques que más tarde recibieron el nombre de «purgas».<br />

Para el 7 de noviembre de 1923 la primera ola de «purgas» había aniquilado a 6,000<br />

— 19 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

profesores, 9,000 médicos, 54,000 oficiales, 260,000 soldados, 70,000 policías,<br />

12,000 propietarios, 355,000 intelectuales, 193,290 obreros y 815,950 campesinos,<br />

en mayor o menor grado culpables de oposición. Esta furia aparentemente ciega tenía<br />

por objeto aniquilar a la clase pensante y a los núcleos que podían inspirar y<br />

organizar la resistencia al nuevo régimen.<br />

En cuanto a los orígenes antirreligiosos del bolchevismo son evidentes.<br />

Supuesto que no residían en las masas populares, ni tampoco en ninguna otra<br />

religión con predominio en Rusia, se hallaban exclusivamente entre los organizadores<br />

israelitas del movimiento revolucionario, quienes seguían la sentencia de Marx: «El<br />

judaísmo es la muerte del cristianismo»[6]<br />

Ciertamente la masonería también fue un factor en esa lucha antirreligiosa, pero<br />

en última instancia la masonería es sólo uno de los brazos del judaísmo. Este creó en<br />

Egipto las primeras células secretas en el siglo XV antes de nuestra era, cuando los<br />

judíos necesitaron protegerse y ayudarse eficazmente bajo el dominio de los faraones.<br />

Siglos después esa sociedad se hizo extensiva a los no judíos, con objeto de<br />

aprovecharlos para los fines políticos israelitas, y se le dio un aspecto de fraternidad y<br />

liberalismo. Persistió, sin embargo, el ambiente de misterio bajo el cual había nacido<br />

la masonería, y todavía un enorme número de masones ignora hoy su vinculación con<br />

el movimiento político judío, a pesar de que son de origen hebreo todos los nombres<br />

de sus grados, sus símbolos y sus palabras de paso, como Jehová, Zabulón, Nekam<br />

Nekar, Adonai, etc. Esto puede comprobarlo cualquier «iniciado» que conozca a la<br />

vez la historia judía[7].<br />

Por eso es que desde el grado tercero de la masonería se designa con símbolos<br />

judíos a Jesucristo, a la iglesia y a los cristianos, como la «ignorancia», el<br />

«fanatismo» y la «superstición», respectivamente, (Jubelás, Jubelós y Jubelum) y se<br />

plantea simbólicamente la lucha contra ellos.<br />

Ya en 1860 el español Vicente de la Fuente había escrito en «Historia de las<br />

Sociedades Secretas»:<br />

«Esa sociedad proscrita en todas partes, y que en todas partes se halla sin<br />

patria, que en tal concepto desprecia las ideas de nacionalidad y patria,<br />

sustituyéndolas con un frío y escéptico cosmopolitismo, ésa tiene la clave de la<br />

francmasonería. El calendario, los ritos, los mitos, las denominaciones de varios<br />

objetos suyos, todos son tomados precisamente de esa sociedad proscrita: el<br />

judaísmo.<br />

»La francmasonería en su principio es una institución peculiar de los<br />

judíos, hija del estado en que vivían, creada por ellos para reconocerse, apoyarse<br />

y entenderse sin ser sorprendidos en sus secretos, buscarse auxiliares poderosos<br />

en todos los países, atraer a sí a todos los descontentos políticos, proteger a<br />

todos los enemigos del cristianismo.<br />

»Es público que todos los periódicos más revolucionarios e impíos de<br />

Europa están comprados por los judíos, o reciben subvenciones de ellos y de sus<br />

poderosos banqueros, los cuales a la vez son francmasones».<br />

Este paralelismo del judaísmo político y de la masonería lo confiesa el propio<br />

israelita Trotsky en su biografía, al referirse a su encarcelamiento de 1898:<br />

«Hasta entonces —dice— no había tenido ocasión de consultar las obras<br />

fundamentales del marxismo. Los estudios sobre la masonería me dieron<br />

ocasión para contrastar y revisar mis ideas. No había descubierto nada nuevo».<br />

(«Mi Vida». —León Trotsky).<br />

— 20 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Todo lo anterior explica el carácter furiosamente antirreligioso de la época<br />

actual de la historia rusa. Una época categóricamente materialista y antirreligiosa, tal<br />

como la delineó Marx en su «Introducción a la Filosofía del Derecho, de Hegel», al<br />

afirmar que sólo existe la materia. Una época tal como la planeó Lenin al afirmar que<br />

«el socialismo, por medio de la ciencia, combate el humo de la religión».<br />

En 37 diversas dependencias de las primeras fases del Estado Soviético<br />

figuraron 459 dirigentes de origen judío y 43 rusos, cuyos nombres y cargos aparecen<br />

especificados en el libro «La Gran Conspiración Judía», de Traían Romanescu.<br />

ALEMANIA, META INMEDIATA DEL MARXISMO<br />

En la segunda mitad del siglo pasado, mientras que en Rusia se abrían paso las<br />

doctrinas revolucionarias marxistas, el Imperio Alemán resurgía en 1871 forjado en la<br />

victoria de Sedán, bajo Guillermo I. Este segundo Reich era la cúspide de fuerzas cuya<br />

inquietud brillaba precisamente entonces en diversas ramas del saber: Goethe en la<br />

literatura; Beethoven, Mozart y Wagner en la música; Kant y Schopenhauer en la<br />

filosofía; Von Moltke en la milicia; Kirchhoff y Bunsen en la física y la química, y<br />

Nipkow en la mecánica.<br />

Sin embargo, en el campo de la política el alemán no tenía nada nuevo bajo la<br />

férrea forma de su imperio, y esto hizo creer a los propulsores israelitas del marxismo<br />

que sería fácil asentar en Alemania la primera base de la «revolución mundial».<br />

En efecto, KarI Marx (judío originalmente llamado Kissel Mordekay) y su<br />

compatriota Frederik Engels, quisieron que el marxismo se materializara en régimen<br />

político primero en Alemania y después en Rusia. En su «Manifiesto Comunista» de<br />

1848, ambos israelitas especificaron:<br />

«A Alemania sobre todo es hacia donde se concentra la atención de los<br />

comunistas, porque Alemania se encuentra en vísperas de una revolución<br />

burguesa y porque realizará esta revolución en condiciones más avanzadas de la<br />

civilización europea y con un proletariado infinitamente más desarrollado».<br />

Pero un año después de publicado el Manifiesto Comunista, el marxismo sufrió<br />

un golpe inesperado en Alemania. Su primer intento para apoderarse de las masas<br />

proletarias fracasó en junio de 1849. La disciplina y el nacionalismo inculcados por la<br />

milicia eran una barrera ante la revolución internacionalizada del marxismo. El<br />

general Helmuth von Moltke señalaba que esa «cólera moral» fascinaba a los<br />

demócratas y se extendía por toda Europa reclutando en sus filas «abogados, literatos<br />

y tenientes echados del servicio».<br />

En 1864 Marx fundó la Primera Internacional para impulsar la agitación<br />

internacional, particularmente en Alemania y Rusia. El comunismo anhelaba el<br />

control de Alemania por sus capacidades industriales y guerreras y el de Rusia por<br />

sus vastos recursos naturales y humanos. Ya en 1,776 el judío alemán Adán<br />

Weishaupt había creado la secta masónica de los Iluminados de Baviera, que con el<br />

señuelo de dar el dominio político mundial a los germanos pretendió utilizarlos para<br />

extender todos los principios que más tarde aprovechó Marx en sus teorías. Pero esta<br />

— 21 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

secta fue prohibida y no alcanzó sus metas en Alemania, aunque sí fue uno de los<br />

movimientos precursores de la Revolución Francesa[8].<br />

Más tarde, Lenin insistía en el sueño de Weishaupt y de Marx y les decía a sus<br />

legionarios que la tarea inmediata era<br />

«unir el proletariado industrial de Alemania, Austria y Checoslo-vaquia<br />

con el proletariado de Rusia creando así una poderosa combinación industrial y<br />

agraria desde Vladibostock hasta el Rhin».<br />

Y varios intentos se realizaron con este objeto.<br />

«Lenin dijo un día[9] que si era preciso sacrificar la revolución rusa a la<br />

revolución alemana, que representaba muchas más probabilidades de buen<br />

éxito, no dudaría en hacerlo. Las riquezas agrícolas de Rusia y las riquezas<br />

industriales de Alemania formarían una potencia gigantesca».<br />

El propio Lenin dijo también al general Alí Fuad Bajá, primer embajador turco<br />

en la URSS:<br />

«Si Alemania acepta la doctrina bolchevique me trasladaré<br />

inmediatamente de Moscú a Berlín. Los alemanes son gente de principios y<br />

permanecen fieles a las ideas una vez que han aceptado su verdad.<br />

Proporcionarán un medio mucho más favorable para la propagación de la<br />

revolución mundial que los rusos, cuya conversión exigirá mucho tiempo»[10].<br />

Pero el arraigado patriotismo del alemán era un obstáculo para eso. Aun<br />

abrazando el marxismo, lo privaba de su sello internacionalista. John Plamenats<br />

refiere que Lasalle, judío fundador del Partido Socialista Alemán, no pudo llegar a<br />

proclamar abiertamente el comunismo. Sin embargo, la doctrina hacía progresos y<br />

Plamenats afirma que el<br />

«Partido Democrático Socialista Alemán adoptó un programa<br />

completamente marxista en espíritu. Entre tanto, la industria alemana se<br />

desarrollaba rápidamente, y en poco tiempo este partido se convirtió en el más<br />

grande del Estado. Lenin creía que con ayuda de los trabajadores alemanes, los<br />

rusos podrían evitar los peligros que de otro modo se derivarían de una<br />

Revolución prematura»[11].<br />

En vísperas de la primera guerra mundial el marxismo luchaba con igual<br />

denuedo en Rusia y en Alemania, si bien con distinta táctica. El más alto nivel<br />

cultural y económico del pueblo alemán impedía progresos tan rápidos como los<br />

logrados entre las masas analfabetas y paupérrimas de Rusia. En Alemania había<br />

mejor información sobre los orígenes de las diversas tendencias políticas y esto<br />

impedía que muchos cayeran en redes hábilmente tendidas. El periodista Marr, el<br />

historiador Treitschke, el pastor Stoecker, el filósofo Duehring y el profesor Rohling<br />

llamaron frecuentemente la atención sobre la secreta influencia del judaísmo y<br />

habían gestionado con Bismarck que se le refrenara. Pero de todas maneras el Partido<br />

Democrático Socialista Alemán, con inspiración marxista, iba ganando terreno en los<br />

sindicatos.<br />

Años más tarde —a principios de 1913—, un joven descendiente de aldeanos, de<br />

20 años de edad, que de peón había ascendido a acuarelista, reflexionaba en Munich<br />

— 22 —


que:<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

«...la nación no era —según los marxistas— otra cosa que una invención de<br />

los capitalistas; la patria, un instrumento de la burguesía, destinado a explotar a<br />

la clase obrera; la autoridad de la ley, un medio de subyugar al proletariado; la<br />

escuela, una institución para educar esclavos y también amos; la religión, un<br />

recurso para idiotizar a la masa predestinada a la explotación; la moral, signo de<br />

estúpida resignación, etc. Nada había, pues, que no fuese arrojado en el lodo<br />

más inmundo».<br />

Ese joven artesano, llamado Adolfo Hitler, era partidario del sindicalismo, pero<br />

no bajo la inspiración internacionalista de Marx, sino bajo el ideal nacionalista de<br />

Patria y de Raza:<br />

«Esta necesidad —la de los sindicatos y su lucha— tendrá que considerarse<br />

como justificada mientras entre los patrones existan hombres no sólo faltos de<br />

todo sentimiento para con los deberes, sino carentes de comprensión hasta para<br />

los más elementales derechos humanos... El sindicalismo, en sí, no es sinónimo<br />

de 'antagonismo social'; es el marxismo quien ha hecho de él un instrumento<br />

para la lucha de clases... La huelga es un recurso que puede o que ha de<br />

emplearse mientras no exista un Estado racial, encargado de velar por la<br />

protección y el bienestar de todos, en lugar de fomentar la lucha entre los dos<br />

grandes grupos —patrones y obreros— y cuya consecuencia, en forma de la<br />

disminución de la producción, perjudica siempre los intereses de la<br />

comunidad».<br />

Concebía entonces que en el futuro:<br />

«...dejarán de estrellarse los unos contra los otros —obreros y patrones—<br />

en la lucha de salarios y tarifas, que daña a ambos, y de común acuerdo<br />

arreglarán sus divergencias ante una instancia superior imbuida en la luminosa<br />

divisa del bien de la colectividad y del Estado... Es absurdo y falso afirmar —<br />

decía— que el movimiento sindicalista sea en sí contrario al interés patrio. Si la<br />

acción sindicalista tiende y logra el mejoramiento de las condiciones de vida de<br />

aquella clase y constituye una de las columnas fundamentales de la nación, obra<br />

no sólo como no enemiga de la patria o del Estado, sino nacionalmente en el<br />

más puro sentido de la palabra. Su razón de ser está, por tanto, totalmente fuera<br />

de duda».<br />

Con la impetuosidad propia de su edad, y además de su carácter, Hitler trataba<br />

de persuadir a sus compañeros de que la defensa del proletariado no era la meta del<br />

marxismo, ya que si el proletariado llegaba a satisfacer sus propias necesidades,<br />

desaparecería como instrumento de lucha de quienes acaudillaban el marxismo.<br />

Ahondando en esta hipótesis, llegó a un punto que habría de ser elemento<br />

básico en la génesis del nacionalsocialismo, sistema político que luego se divulgó con<br />

el apócope de «nazi». Por ese entonces —según posteriormente refirió— creía que los<br />

judíos nacidos en Alemania sólo se diferenciaban en la religión.<br />

«El que por eso se persiguiese a los judíos como creía yo, hacía que<br />

muchas veces mi desagrado frente a exclamaciones deprimentes para ellos<br />

subiese de punto... Tuve una lucha para rectificar mi criterio... Esta fue sin duda<br />

— 23 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

la más trascendental de las transformaciones que experimenté entonces; ella me<br />

costó una intensa lucha interior entre la razón y el sentimiento. Se trataba de un<br />

gran movimiento que tendía a establecer claramente el carácter racial del<br />

judaísmo: el sionismo... Tropecé con él inesperadamente donde menos lo<br />

hubiera podido suponer; judíos eran los dirigentes del Partido Social<br />

Demócrata. Con esta revelación debió terminar en mí un proceso de larga lucha<br />

interior. Examiné casi todos los nombres de los dirigentes del Partido Social<br />

Demócrata; en su gran mayoría pertenecían al pueblo elegido; lo mismo si se<br />

trataba de representantes en el Reichstag que de los secretarios de las<br />

asociaciones sindicalistas, que de los presidentes de las organizaciones del<br />

Partido, que de los agitadores populares... Austerlitz, David, Adler, Allenbogen,<br />

etc.<br />

»Un grave cargo más pesó sobre el judaísmo ante mis ojos cuando me di<br />

cuenta de sus manejos en la prensa, en el arte, en la literatura y el teatro.<br />

Comencé por estudiar detenidamente los nombres de todos los autores de<br />

inmundas producciones en el campo de la actividad artística en general. El<br />

resultado de ello fue una creciente animadversión de mi parte hacia los judíos.<br />

Era innegable el hecho de que las nueve décimas partes de la literatura sórdida,<br />

de la trivialidad en el arte y el disparate en el teatro, gravitaban en el debe de<br />

una raza que apenas si constituía una centésima parte de la población total del<br />

país.<br />

»Ahora veía bajo otro aspecto la tendencia liberal de esa prensa. El tono<br />

moderado de sus réplicas o su silencio de tumba ante los ataques que se le<br />

dirigían debieron reflejárseme como un juego a la par hábil y villano. Sus<br />

críticas glorificantes de teatro estaban siempre destinadas al autor judío y jamás<br />

una apreciación negativa recaía sobre otro que no fuese un alemán. El sentido<br />

de todo era tan visiblemente lesivo al germanismo, que su propósito no podía<br />

ser sino deliberado».<br />

PARÉNTESIS DE GUERRA<br />

Tal fue, en síntesis, el proceso del nacimiento del nacionalsocialismo: frente al<br />

carácter internacionalista del marxismo, un categórico nacionalismo apoyado en las<br />

ideas de patria y de raza; frente al exclusivismo autoritario de la doctrina de Marx, un<br />

exclusivismo nacional —igual o mayor que aquél—; frente al origen político-israelita<br />

de la doctrina, un antisemitismo político[12].<br />

Los gérmenes del nuevo movimiento se habían perfilado ya, pero tan sólo en la<br />

mente del oscuro acuarelista. El estallido de la guerra de 1914 lo sacó de sus<br />

disquisiciones. La víspera que el conflicto armado se generalizara con la declaración<br />

inglesa de guerra contra Alemania, Adolfo Hitler se enroló como voluntario en el 16o.<br />

regimiento bávaro de infantería, el 3 de agosto de 1914.<br />

Luego combatió en el frente de Flandes y después en el Somme, donde fue<br />

ascendido a cabo y ganó la «Cruz de Hierro», que es el máximo orgullo del soldado<br />

alemán. El 7 de octubre de 1916 cayó herido y se le trasladó a un hospital cercano a<br />

— 24 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Berlín. Según sus propias palabras, desde allí pudo darse cuenta de que el «frente<br />

férreo de los grises cascos de acero; frente inquebrantable, firme monumento de<br />

inmortalidad», no tenía igual solidez en la retaguardia, donde el creciente marxismo<br />

socavaba el espíritu de resistencia.<br />

Esa situación empezó a hacer crisis a principios de 1918 al estallar una huelga de<br />

municiones, que aunque prematura y fallida, causó un efecto desastroso en la moral.<br />

«¿Por qué el ejército seguía luchando si es que el pueblo mismo no quería<br />

la victoria? ¿A qué conducían entonces los enormes sacrificios y las privaciones?<br />

El soldado peleaba por la victoria y el país le oponía la huelga[13].<br />

»Las nuevas reservas arrojadas al frente —añade— fracasaron<br />

completamente. ¡Venían de la retaguardia!... El judío internacional Kurt Eisner<br />

comenzó a intrigar en Baviera contra Prusia. No obraba ni en lo más mínimo<br />

animado del propósito de servir intereses de Baviera, sino llanamente, como un<br />

ejecutor del judaísmo. Explotó los instintos y antipatías del pueblo bávaro para<br />

poder, por ese medio, desmoronar más fácilmente a Alemania».<br />

Y así comenzó a repetirse en Alemania aquella agitación marxista que un año<br />

antes minó a Rusia y la hizo capitular en la guerra internacional para sumirla en la<br />

revolución bolchevique. La base naval alemana de Kiel fue el escenario del primer<br />

levantamiento, tal o la base naval de Kronstadt había sido el del primer<br />

levantamiento formal de los soviéticos.<br />

«Así —dice la Enciclopedia Espasa— toda resistencia resultaba imposible,<br />

aunque de haberla podido prolongar unos días hubiera dado a Alemania la<br />

posibilidad de una paz mejor... En Baviera proclaman la república... Fórmanse<br />

consejos de obreros y soldados. Los soldados desarman a los oficiales y, si<br />

resisten, los matan... La bandera roja ondea en todos los arsenales alemanes...<br />

Alemania toma un aspecto bolchevique. El emperador abdica (día 9 de<br />

noviembre de 1918) quedando proclamada la república con un carácter<br />

francamente radical y pareciendo un remedo de la república rusa».<br />

Entre tanto, el cabo Hitler había vuelto al frente, había sido alcanzado por el gas<br />

británico «cruz amarilla» y casi ciego fue internado en el hospital Pasewalk, de<br />

Pomerania.<br />

«El 10 de noviembre —refiere en «Mi Lucha»— vino el pastor del hospital<br />

para dirigirnos algunas palabras... parecía temblar intensamente al<br />

comunicarnos que la Casa de los Hohenzollern había dejado de llevar la corona<br />

imperial... Pero cuando él siguió informándonos que nos habíamos visto<br />

obligados a dar término a la larga contienda, que nuestra patria, por haber<br />

perdido la guerra y estar ahora a la merced del vencedor, quedaba expuesta en<br />

el futuro a graves humillaciones, entonces no pude más. Mis ojos se nublaron y<br />

a tientas regresé a la sala de enfermos, donde me dejé caer sobre mi lecho,<br />

ocultando mi confundida cabeza entre las almohadas.<br />

»Desde el día en que me vi ante la tumba de mi madre, no había llorado<br />

jamás. Cuando en mi juventud el destino me golpeaba despiadadamente, mi<br />

espíritu se reconfortaba; cuando en los largos años de la guerra, la muerte<br />

arrebataba de mi lado a compañeros y camaradas queridos, habría parecido casi<br />

un pecado el sollozar. ¡Morían por Alemania! Y cuando finalmente, en los<br />

últimos días de la terrible contienda, el gas deslizándose imperceptiblemente,<br />

— 25 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

comenzara a corroer mis ojos, y yo, ante la horrible idea de perder para siempre<br />

la vista, estuviera a punto de desesperar, la voz de la conciencia clamó en mí:<br />

¡Infeliz! ¿Llorar mientras miles de camaradas sufren cien veces más que tú? Y<br />

mudó soporté el destino.<br />

»Pero ahora era diferente porque ¡todo sufrimiento material desaparecía<br />

ante la desgracia de la patria! Todo había sido, pues, inútil; en vano todos los<br />

sacrificios y todas las privaciones, inútiles los tormentos del hambre y de la sed,<br />

durante meses interminables; inútiles también todas aquellas horas en que<br />

entre las garras de la muerte, cumplíamos, a pesar de todo, nuestro deber;<br />

infructuoso, en fin, el sacrificio de dos millones de vidas. ¿Acaso habían muerto<br />

para eso los soldados de agosto y septiembre de 1914 y luego seguido su ejemplo<br />

en aquel otoño, los bravos regimientos de jóvenes voluntarios? ¿Acaso para eso<br />

cayeron en la tierra de Flandes aquellos muchachos de 17 años?... »Guillermo II<br />

había sido el primero que, como emperador alemán, tendiera la mano<br />

conciliadora a los dirigentes del marxismo, sin darse cuenta de que los villanos<br />

no saben del honor; mientras en su diestra tenían la mano del Emperador, con<br />

la izquierda buscaban el puñal...<br />

»¡Había decidido dedicarme a la política!»<br />

Como consecuencia del tratado de paz, se privó a Alemania de 70,580<br />

kilómetros cuadrados de territorio metropolitano, con 6.475,000 habitantes; además<br />

de 2.952,600 kilómetros cuadrados de colonias, y se le fijaron reparaciones por valor<br />

de 90,000 millones de marcos oro. Lo que había sido el II Reich quedó reducido a<br />

472,000 kilómetros cuadrados (poco menos que la cuarta parte de México), con 68<br />

millones de habitantes.<br />

Aprovechando el malestar de la guerra perdida —tal como ocurrió en Rusia— el<br />

marxismo hizo un supremo esfuerzo en Alemania por restablecer el Estado soviético.<br />

Los motines y los paros se utilizaron pródigamente para atemorizar y dominar, pero<br />

los revolucionarios tropezaron con una oposición nacionalista más poderosa y<br />

consciente que la habida en Rusia.<br />

Los agitadores israelitas KarI Liebknecht y Rosa Luxemburgo lucharon<br />

frenéticamente estableciendo soviets en diversas poblaciones hasta que fueron<br />

muertos por un soldado. En Munich, el israelita Eisner proclamó en 1919 un régimen<br />

francamente soviético, pero después de cuatro semanas fue derrocado en sangrientas<br />

luchas callejeras. El ejército repudiaba al bolchevismo y como la gran masa del<br />

pueblo seguía queriendo y respetando al ejército, los marxistas tuvieron que limitar<br />

sus ambiciones. En Berlín fueron dominados después de que hubo más de mil<br />

muertos.<br />

Friedrich Ebert, que en plena guerra había votado por la continuación de la<br />

huelga en las fábricas de municiones, logró escalar la Presidencia de la Nueva<br />

República y establecer un régimen que aunque todavía muy distante del radicalismo<br />

soviético, le seguía los pasos a prudente distancia. Toda la maquinaria oficial adquirió<br />

cierto matiz anticristiano y benevolente tolerancia hacia el marxismo, actitudes que<br />

hasta entonces no había adoptado ningún gobierno alemán.<br />

En 1918 la nueva Constitución alemana fue «delineada por un jurisconsulto<br />

judío, Hugo Preuss», según dice el israelita Salomón Resnick, en «Cinco Ensayos<br />

Sobre Temas Judíos».<br />

— 26 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

FACTOR SECRETO EN LA DERROTA ALEMANA<br />

La revolución marxista soviética de 1917 y la revolución marxista alemana de<br />

1918 tuvieron un mismo origen. Desde 1848 era público que Marx y Engels buscaban<br />

la conquista del proletariado germano; luego Lenin, Trotsky y otros israelitas<br />

proclamaron como meta la unificación e internacionalización de las masas rusa y<br />

alemana.<br />

Al caer el Emperador Guillermo II, como cuando en Rusia cayó el zar, los<br />

israelitas aumentaron su influencia en Alemania:<br />

«Al terminar la guerra —dice Henry Ford— los gananciosos fueron los<br />

judíos... En Alemania (1918) controlaron: Rosenfeld el Ministerio de Gracia y<br />

Justicia; Hirsch, Gobernación; Simón, Hacienda; Futran, Dirección de<br />

Enseñanza; Kastenberg, Dirección del Negociado de Letras y Artes; Wurm,<br />

Secretario de Alimentación; Dr. Hirsch y Dr. Stadhagen, Ministerio de Fomento;<br />

Cohen, Presidente del Consejo de Obreros y Soldados, cuyos colaboradores<br />

judíos eran Stern, Herz, Loswemberg, Frankel, Israelowitz, Laubeheim,<br />

Seligschen, Katzenstein, Lauffenberg, Heimann, Schlesinger, Merz y Weyl.<br />

Nunca la influencia judía había sido mayor en Alemania, y se erigió mediante la<br />

ayuda del bolchevismo disfrazado de socialismo, del control de la prensa, de la<br />

industria y de la alimentación.<br />

»Los judíos-alemanes Félix y Paul Warburg cooperaban en Estados<br />

Unidos, en el esfuerzo bélico contra Alemania. Su hermano Máximo Warburg<br />

alternaba, entre tanto, con el gobierno alemán. Los hermanos se encontraron en<br />

París, en 1919, como representantes de «sus» respectivos gobiernos y como<br />

delegados de la paz... —Mediante empréstitos, los judíos se infiltraron en las<br />

cortes, lo mismo en Rusia que en Alemania o Inglaterra. Su táctica recomienda<br />

ir derecho al cuartel general.<br />

»Más coincidencias: Walter Rathenau, judío, era el único que poseía la<br />

comunicación telefónica directa con el Kaiser. En la Casa Blanca de Washington<br />

influían también varios judíos...<br />

»Al Estado Judío Internacional que vive secretamente entre los demás<br />

Estados, le llaman en Alemania 'Pan-Judea'. Sus principales medios de<br />

dominación son capitalismo y prensa. La primera sede de 'Pan-Judea' fue París;<br />

luego pasó a Londres, antes de la Guerra, y ahora parece que se trasladará a<br />

Nueva York (1920). Como Pan-Judea dispone de las fuentes de información del<br />

mundo entero, puede ir preparando la opinión pública mundial para sus fines<br />

más inmediatos...<br />

»El Berliner Tageblatt y la Munchener Neuste Nachrichten fueron<br />

durante la guerra órganos oficiosos del gobierno alemán, y sin embargo,<br />

defendían decididamente los intereses judíos. La 'Frankfurter Zeitung', de la<br />

que dependen muchos otros diarios, es genuinamente judía».<br />

Muy distante del fabricante norteamericano de automóviles que hacía estas<br />

observaciones, el general Ludendorff, estratega alemán, «no se explicaba la derrota<br />

de 1918 y presintió que allí actuaban fuerzas ocultas que no encajaban en los cálculos<br />

del Estado Mayor». Después de hacer estudios e investigaciones en este sentido,<br />

afirmó que las fuerzas responsables de la derrota de Alemania constituían el poderío<br />

— 27 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

secreto del mundo, formado por judíos y masones. Con base en diversos documentos<br />

aseguró que éstos habían estorbado la producción de guerra y fomentado la<br />

desmoralización en la retaguardia. En su testamento recomendaba a los alemanes un<br />

esfuerzo supremo, económico, militar y psicológico, a fin de sacudir la influencia del<br />

poderío secreto del mundo. («La Guerra Total»).<br />

Entre tanto, con el uniforme de cabo, Adolfo Hitler ya no pensaba en la<br />

arquitectura —que fue su ambición anterior a la guerra—, sino en la política. Le había<br />

impresionado sobremanera el triunfo total del marxismo en Rusia y los progresos<br />

arrolladores que hacía en Alemania. Lenin anunciaba que las dos primeras etapas del<br />

movimiento se habían cumplido ya, dentro de Rusia, y las siguientes se desarrollarían<br />

hacia el exterior mediante el apoyo de la dictadura erigida en la URSS. Polonia,<br />

inmediatamente, y Alemania después, eran los objetivos más cercanos.<br />

Hitler argumentaba que las derrotas militares no habían sido la causa de la<br />

capitulación, porque eran mucho menores a los triunfos alcanzados. Tampoco creía<br />

que la economía fuera la culpable de la rendición, pues el esfuerzo bélico de cuatro<br />

años se apoyó más en factores espirituales de heroísmo y organización que en bases<br />

económicas. Y concluía que todo se había comenzado a minar ya desde años atrás y<br />

que la capitulación de 1918 era sólo el primer efecto visible de esa lenta corrosión<br />

interior.<br />

Sin duda algo flotaba en el ambiente y era percibido por todos. Lo que Henry<br />

Ford denunciaba desde Norteamérica como hegemonía israelita, el general<br />

Ludendorff lo identificaba entre sus documentos de Estado Mayor como «poderío<br />

secreto del mundo», y un cabo desconocido lo refería así desde su punto de vista de<br />

hombre de la masa del pueblo:<br />

«¿No fue la prensa —decía— la que en constantes agresiones minaba los<br />

fundamentos de la autoridad estatal hasta el punto de que bastó un simple golpe<br />

para derrumbarlo todo? Finalmente, ¿no fue esa misma prensa la que<br />

desacreditó al ejército mediante una crítica sistemática, saboteando el servicio<br />

militar obligatorio e instigando a negar créditos para el ramo de guerra?...<br />

»Karl Marx fue, entre millones, realmente el único que con su visión de<br />

profeta descubriera en el fango de una humanidad paulatinamente envilecida,<br />

los elementos esenciales del veneno social, y supo reunirlos cual un genio de la<br />

magia negra, en una solución concentrada para poder destruir así con mayor<br />

celeridad, la vida independiente de las naciones soberanas del orbe. Y todo esto,<br />

al servicio de su propia raza...<br />

»Adquiriendo acciones entra el judío en la industria; gracias a la Bolsa<br />

crece su poder en el terreno económico... Tiene en la francmasonería, que cayó<br />

completamente en sus manos, un magnífico instrumento para cohonestar y<br />

lograr la realización de sus fines. Los círculos oficiales, del mismo modo que las<br />

esferas superiores de la burguesía política y económica, se dejan coger<br />

insensiblemente en el garlito judío por medio de los lazos masónicos... Junto a<br />

la francmasonería está la prensa como una segunda arma al servicio del<br />

judaísmo. Con rara perseverancia y suma habilidad sabe el judío apoderarse de<br />

la prensa, mediante cuya ayuda comienza paulatinamente a cercenar y a<br />

sofisticar, a manejar y a mover el conjunto de la vida pública...<br />

»Políticamente —añadía Hitler— el judío acaba por substituir la idea de la<br />

democracia por la de la dictadura del proletariado. El ejemplo más terrible en<br />

ese orden lo ofrece Rusia, donde el judío, con un salvajismo realmente fanático,<br />

hizo perecer de hambre o bajo torturas feroces a treinta millones de personas,<br />

con el solo fin de asegurar de este modo a una caterva de judíos, literatos y<br />

— 28 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

bandidos de Bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo».<br />

Y el hecho de que el triunfo marxista no fuera tan definitivo en Alemania, se lo<br />

explicaba así en 1920:<br />

«El pueblo alemán no estaba todavía maduro para ser arrastrado al<br />

sangriento fango bolchevique, como ocurrió con el pueblo ruso. En buena parte<br />

se debía esto a la homogeneidad racial existente en Alemania entre la clase<br />

intelectual y la clase obrera; además, a la sistemática penetración de las vastas<br />

capas del pueblo con elementos de cultura, fenómeno que encuentra paralelo<br />

sólo en los otros Estados occidentales de Europa y que en Rusia es totalmente<br />

desconocido. Allí, la clase intelectual estaba constituida, en su mayoría, por<br />

elementos de nacionalidad extraña al pueblo ruso o por lo menos de raza no<br />

eslava. Tan pronto como en Rusia fue posible movilizar la masa ignara y<br />

analfabeta en contra de la escasa capa intelectual que no guardaba contacto<br />

alguno con aquélla, estuvo echada la suerte de este país y ganada la revolución.<br />

»El analfabeto ruso quedó con ello convertido en el esclavo indefenso de<br />

sus dictadores judíos, los cuales eran lo suficientemente perspicaces para hacer<br />

que su férula llevase el sello de la dictadura del pueblo...<br />

»La bolchevización de Alemania, esto es, el exterminio de la clase pensante<br />

nacionalracista, logrando con ello la posibilidad de someter al yugo<br />

internacional de la finanza judía las fuentes de producción alemana, no es más<br />

que el preludio de la propagación de la tendencia judía de conquista mundial.<br />

»Cómo tantas veces en la historia, Alemania constituye también en este<br />

caso el punto central de una lucha gigantesca. Si nuestro pueblo y nuestro<br />

Estado sucumben bajo la presión de esos tiranos, ávidos de sangre y de dinero,<br />

el orbe entero será presa de sus tentáculos de pulpo; mas si Alemania alcanza a<br />

librarse de ese atenazamiento, podrá decirse que para todo el mundo quedó<br />

anulado uno de los mayores peligros».<br />

[1] «Europa y el Alma del Oriente». —Por Walter Schubart — Profesor de Sociología<br />

y Filosofía de la Universidad de Riga, Letonia.<br />

[2] «Vida Intima». —Conde de Keyserling.<br />

[3] «El Soldado Ruso». —Otto Skorzeny.<br />

[4] «La Rusia de Stalin». —Por Max Eastman, Profesor de Filosofía de la Universidad<br />

de Columbia.<br />

[5] «Resumen Histórico de Rusia». —Tte. Coronel Ing. Carlos R. Berzunza, y Cap. 1°<br />

Bruno Galindo. Escuela Superior de Guerra. —México.<br />

[6] «El Problema Judío». —Karl Marx. — Por cierto que Marx dio forma a la teoría<br />

del comunismo, pero los principios seudocientíficos de éste ya eran manejados por el<br />

judaísmo desde muchos años antes. Marx recibió ayuda de los banqueros judíos<br />

Rothschild.<br />

[7] Diccionario Enciclopédico Abreviado de la Masonería. —Por Lorenzo Frau<br />

Abrines, Maestro Masón, Grado 33.<br />

[8] «Revolución Mundial». — Nesta H. Webster.<br />

[9] «Hitler Contra Stalin». — Víctor Serge, marxista.<br />

[10] «Memorias». — Franz Von Papen.<br />

[11] «El Marxismo y sus Apóstoles». — John Plamenats.<br />

— 29 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

[12] Debe discernirse claramente que una cosa es la lucha política contra el<br />

movimiento político judío y otra muy distinta es la hostilidad injusta contra el pueblo<br />

judío en masa, sólo por ser judío.<br />

[13] «Mi Lucha». — Adolfo Hitler.<br />

[1] «Más Allá del Bien y del Mal». — Federico Nietzsche.<br />

[2] Contribución del Ghetto Europeo. — Por el Dr. James Parkes. Tribuna Israelita,<br />

marzo 1956.<br />

[3] «Manual de Historia Judía». — Simón Dubnow. — Editorial Judaica.<br />

[4] «Vida de Lenín». — Por Pierre Charles.<br />

[5] «Vida, Martirio y Sacrificio de los Zares». — Por Tatiana Botkin, hija del médico<br />

de la familia imperial.<br />

— 30 —


Cambio de Rumbo para Alemania.<br />

El Primer Partido Anticomunista.<br />

Bautizo de Fuego del Nacionalsocialismo.<br />

Djugashvili, el Hombre de Acero.<br />

Hitler y Stalin Cara a Cara.<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

CAPITULO II<br />

Hitler Hacia el Oriente<br />

(1919-1936)<br />

CAMBIO DE RUMBO PARA ALEMANIA<br />

Apoyándose en la miseria y en la predisposición mística de las masas rusas, en<br />

1919 el marxismo ya había logrado derrocar el imperio de los zares y apoyándose en<br />

los obreros alemanes socialdemócratas y en el malestar provocado por la guerra, ya<br />

había conseguido abatir la Casa Imperial de los Hohenzollern. Su plan de conquista<br />

—llamada por los propios marxistas revolución mundial— se había anotado dos<br />

triunfos importantes.<br />

El cabo Hitler comenzó entonces a proclamar en improvisados mitines que<br />

Alemania debería zanjar definitivamente sus querellas con Inglaterra y Francia (es<br />

decir, con el Mundo Occidental), y encaminar todo su esfuerzo a aniquilar al<br />

comunismo. Veía en esta dictadura el peligro peor y más auténtico contra Alemania y<br />

Eu-ropa entera.<br />

Así nació el pensamiento básico que determinó la doctrina po-lítica de Hitler,<br />

primero, y luego de Alemania toda. Hitler consideró al pueblo ruso un conglomerado<br />

de razas ignaras dominadas por la fuerza de un núcleo marxista-judío y convertidas<br />

en un instrumento para el dominio de otros pueblos. Y consideró que Alemania<br />

debería luchar contra la URSS en defensa propia. El crecimiento del Reich a costa del<br />

suelo soviético sería la compensación material de esa lucha.<br />

El mismo año de 1919 llegó a creer que tal política contaría con el apoyo de las<br />

naciones occidentales, también amenazadas por la «revolución mundial» que<br />

anunciaban Lenin y los demás exegetas del marxismo. Desde entonces comenzaron,<br />

pues, a delimitarse los campos de la nueva contienda. Hitler y sus partidarios se<br />

declaraban categóricamente enemigos del movimiento político judío representado en<br />

el Oriente por el marxismo, y a la vez se declaraban enemigos de las masas soviéticas,<br />

a las que consideraban ya como instrumento de aquel movimiento, carentes de<br />

voluntad y destino propio.<br />

Es curioso observar que en 1886 Nietzsche había previsto en «Más Allá del Bien<br />

y del Mal»:<br />

— 31 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

«Alemania está indigesta de hebreos... Los hebreos son sin disputa la raza<br />

más tenaz y genuina que vive en Europa. Saben abrirse paso en las peores<br />

condiciones, quizá mejor que en las condiciones favorables... Un pensador que<br />

medite sobre el porvenir de Europa deberá contar con los hebreos y con los<br />

rusos como los factores más probables y seguros en la gran lucha»<br />

Y ambos factores, que iban a probar su eficacia en «la gran lucha», fueron<br />

precisamente los dos enemigos que desde 1919 escogió Adolfo Hitler. Ya en 1912,<br />

siendo entonces acuarelista, consideraba que el problema del crecimiento de<br />

Alemania no debía resolverse restringiendo la natalidad, como lo proclamaba el<br />

médico israelita Magnus Hirschfeld; la colonización interior era sólo un calmante; y<br />

en cuanto a la colonización ultramarina, la juzgaba inconveniente porque daría lugar<br />

a choques con el Imperio Británico. Esto se hallaba en pugna con su idea básica de<br />

marchar contra la URSS y no contra Occidente.<br />

«En consecuencia —decía—, la única posibilidad hacia la realización de<br />

una sana política territorial reside para Alemania en la adquisición de nuevas<br />

tierras en el Continente mismo... Y si esa adquisición quería hacerse en Europa,<br />

no podía ser en resumen sino a costa de Rusia. Por cierto que para una política<br />

de esa tendencia, había en Europa un solo aliado posible: Inglaterra»[1].<br />

Posteriormente, al escribir la segunda parte de «Mi Lucha», Hitler entró en más<br />

pormenores respecto a su idea de frustrar la absorción marxista de Rusia y de que el<br />

crecimiento de Alemania se hiciera a costa de las vastas extensiones territoriales<br />

soviéticas.<br />

«La pretensión —añadía— de restablecer las fronteras de 1914 constituye<br />

una insensatez política de proporciones y consecuencias tales, que la revelan<br />

como un crimen.<br />

»No debe olvidarse jamás que el judío internacional, soberano absoluto de<br />

la Rusia de hoy, no ve en Alemania una aliado posible, sino un Estado<br />

predestinado a la misma suerte política. Alemania constituye para el<br />

bolchevismo el gran objetivo de su lucha. Se requiere todo el valor de una idea<br />

nueva, encarnando una misión, para arrancar una vez más a nuestro pueblo de<br />

la estrangulación de esta serpiente internacional...<br />

»Confieso francamente que ya en la época de la anteguerra, me habría<br />

parecido más conveniente que Alemania, renunciando a su insensata política<br />

colonial y, consiguientemente, al incremento de su flota mercante y de guerra,<br />

hubiese pactado con Inglaterra en contra de Rusia y pasado así de su trivial<br />

política cosmopolita, a una política europea resuelta, de tendencia territorial en<br />

el continente».<br />

EL PRIMER PARTIDO ANTICOMUNISTA<br />

El ejército alemán —reducido a cien mil hombres por el Tratado de Versalles—,<br />

veía con creciente inquietud cómo proliferaba el marxismo. Aunque los militares no<br />

podían actuar en política, algunos jefes se esforzaban cuando menos por mantenerse<br />

al tanto de los planes de las organizaciones izquierdistas. Era natural que para ellos,<br />

— 32 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

que como soldados se habían formado en el culto de la Patria, de la bandera y de la<br />

propia nacionalidad, resultaran particularmente repugnantes las doctrinas<br />

izquierdistas que consideraban la Patria como un mito y la internacionalización del<br />

proletariado como la muerte del ideal nacionalista. Tanto era así que muchos<br />

militares fueron como voluntarios en 1919 a combatir a los bolcheviques en Letonia y<br />

Lituania, hasta que las potencias aliadas hicieron presión sobre Alemania para que<br />

prohibiera esas actividades. Nadie se explicó entonces esa medida que favorecía al<br />

comunismo soviético.<br />

El cabo Adolfo Hitler fue comisionado en enero de 1919 para observar las<br />

actividades de algunos nacientes «consejos de soldados», similares a los soviets de<br />

Rusia. Con el mismo fin visitó la asamblea del naciente Partido Obrero Alemán. Fue<br />

ése un instante pleno de futuro.<br />

Propiamente el partido no existía más que en la mente de sus proyectistas<br />

Harrer y Antonio Drexler. Una escasa y heterogénea concurrencia escuchaba planes.<br />

Entre los oradores figuraban un profesor que abogaba por la desmembración de<br />

Alemania, de acuerdo con las ideas que había propalado el israelita Kurt Eisner,<br />

consistente en que Baviera debería desligarse de Prusia.<br />

Olvidando su papel de neutro observador, Hitler pidió la palabra. Fue tan<br />

violento su discurso que el profesor abandonó la sala. Terminada la sesión, Hitler<br />

averiguó más detalles acerca del naciente partido. No había nada:<br />

«Ni un volante de propaganda; se carecía de tarjetas de identificación para<br />

los miembros del partido; por último, hasta de un pobre sello. En realidad, sólo<br />

se contaba con fe y buena voluntad. Desde aquel momento —escribió Hitler—<br />

desapareció para mí todo motivo de hilaridad y tomé las cosas en serio».<br />

Aunque desde el 10 de noviembre de 1918, cuando decidió dedicarse a la<br />

política, Hitler alentaba la idea de formar un partido y decía que era más fácil forjar<br />

algo nuevo que rectificar lo existente, accedió a ingresar al Partido Obrero Alemán<br />

como miembro número siete.<br />

De acuerdo con sus seis compañeros procedió luego a redactar invitaciones en<br />

máquina, para buscar nuevos adeptos.<br />

«Recuerdo todavía cómo yo mismo en aquel primer tiempo, distribuí un<br />

día personalmente, en las respectivas casas, ochenta de esas invitaciones, y<br />

recuerdo también cómo esperamos aquella noche la presencia de las masas<br />

populares que debían venir. Pero las masas no llegaron y la sesión se efectuó<br />

con los siete miembros de costumbre».<br />

Mediante un aviso en el «Munchener Beobachter», más tarde logramos reunir<br />

111 personas en el «Hofbrauhaus Keller», de Munich. Los partidarios aumentaban<br />

con exasperante lentitud. Entretanto, los organizadores se reunían en una cervecería<br />

a cambiar impresiones. Harrer era partidario de proceder con suma cautela y de que<br />

ciertos principios no fueran proclamados públicamente, sino difundidos en secreto, a<br />

fin de evitar inminentes represalias. Hitler se opuso rotundamente a esta política.<br />

«Todo hombre que está enterado de una cosa —decía—, que se da cuenta<br />

de un peligro latente, y que ve la posibilidad de remediarlo, tiene<br />

necesariamente la obligación de asumir en público una actitud franca en contra<br />

del mal, en lugar de concretarse a obrar silenciosamente».<br />

— 33 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Su punto de vista se impuso al siguiente año, en 1920; Harrer renunció como<br />

presidente y lo substituyó Drexler, y Hitler asumió el cargo de secretario de<br />

propaganda. Organizó luego el primer mitin, si bien con grandes temores de que<br />

resultara un fracaso. Poco antes de la hora fijada «mi corazón saltaba de alegría, pues<br />

el enorme local se hallaba materialmente repleto de gente en un número mayor a<br />

2,000 personas».<br />

Entre los asistentes había numerosos comunistas que al principio siseaban a los<br />

oradores:<br />

«Media hora después —dice Hitler refiriéndose a su .propio discurso—, los<br />

aplausos comenzaron a imponerse a los gritos y exclamaciones airadas y,<br />

finalmente, cuando exponía los 22 puntos de nuestro programa, me hallaba<br />

frente a una sala atestada de individuos unidos por una nueva convicción, por<br />

una nueva fe y por una nueva voluntad. Quedó encendido el fuego cuyas llamas<br />

forjarán un día la espada que devuelva la libertad al Sigfrido germánico y<br />

restaure la vida de la nación alemana».<br />

Sin embargo, aquellos pequeños éxitos no trascendían. Ni siquiera la prensa de<br />

la localidad se ocupaba de ellos, o bien lo hacía en forma desairada. «Daba mucho<br />

qué pensar —agregaba Hitler— el hecho de que frente al poderío de la prensa judía,<br />

no existiese ningún periódico nacionalista de importancia efectiva». En consecuencia,<br />

su siguiente meta fue hacerse de un periódico; en diciembre de ese año logró que el<br />

partido adquiriera el «Voelkischer Beobachter», e introdujo la reforma de que el<br />

diario procurara su propio financiamiento, en vez de pretender sostenerse con cuotas<br />

de los prosélitos. Hitíer mismo creó la bandera del movimiento nazi. El rojo<br />

significaba la idea social; el blanco, la idea nacionalista; y la swástica, «la misión de<br />

luchar por la victoria del hombre ario y por el triunfo de la idea del trabajo<br />

productivo, idea que es y será siempre antisemita».<br />

Asimismo creó las «tropas de orden» para repeler en los mítines las<br />

perturbaciones de los izquierdistas y esas tropas se convirtieron más tarde en<br />

«sección de asalto». Mediante estos progresos fue posible celebrar el 3 de febrero de<br />

1921, en el Circo Krone, el más grande de los mitines nacionalistas, con 6,500<br />

asistentes. En el verano de 1922 logró reunir en Munich 60,000 personas, aunque<br />

muchas de ellas no pertenecían al partido.<br />

Ese año organizó el primer desfile en Coburgo, donde los jefes israelitas,<br />

resentidos por los ataques, hicieron un llamado a los «camaradas del proletariado<br />

Internacional» para frustrar la marcha.<br />

Rápidamente Hitler iba erigiéndose en el principal inspirador y director del<br />

partido y logró que éste proclamara todos sus principios políticos, que en síntesis<br />

eran los siguientes:<br />

1. No existe más que una doctrina política: la de nacionalidad y patria. Tenemos<br />

que asegurar la existencia y el incremento de nuestra raza y de nuestro pueblo, para<br />

que nuestro pueblo cumpla la misión que el Supremo Creador le tiene reservada.<br />

2. El Estado es el recipiente; el pueblo es el contenido. El Estado tiene su razón<br />

de ser sólo cuando abarca y protege el contenido. El Estado no es un fin en sí mismo.<br />

3. El parlamentarismo democrático no tiende a constituir una asamblea de<br />

sabios, sino a reclutar más bien una multitud de nulidades intelectuales, tanto más<br />

fáciles de manejar cuanto mayor sea la limitación mental de cada uno de ellos. Sólo<br />

así puede hacerse política partidista en el sentido malo de la expresión.<br />

En oposición a este parlamentarismo democrático está la genuina democracia<br />

germánica de la libre elección del Fuehrer, que se obliga a asumir toda la<br />

— 34 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

responsabilidad de sus actos. La democracia del mundo occidental de hoy es la<br />

precursora del marxismo, el cual sería inconcebible sin ella. Es la democracia la que<br />

en primer término proporciona a esta peste mundial el campo de nutrición de donde<br />

la epidemia se propaga después.<br />

En el parlamentarismo no hay ningún responsable. La idea de responsabilidad<br />

presupone la idea de la personalidad.<br />

4. El fuerte es más fuerte cuando está solo. Una ideología que irrumpe tiene que<br />

ser intolerante y no podrá reducirse a jugar el rol de un simple partido junto a otro. El<br />

Cristianismo no se redujo sólo a levantar su altar, sino que obligadamente tuvo que<br />

proceder a la destrucción de los altares paganos. El futuro de un movimiento depende<br />

del fanatismo, si se quiere de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa y<br />

la impongan frente a otros movimientos de índole semejante.<br />

5. Pueblos de la misma sangre corresponden a una patria común. El derecho<br />

humano priva sobre el derecho político. Quien no está dispuesto a luchar por su<br />

existencia o no se siente capaz de ello es que ya está predestinado a desaparecer, y<br />

esto por la justicia eterna de la Providencia. El mundo no se ha hecho para los<br />

pueblos cobardes.<br />

6. Pueden coartarse las libertades siempre que el ciudadano reconozca en estas<br />

medidas un medio hacia la grandeza nacional.<br />

7. El obrero de Alemania debe ser incorporado al seno del pueblo alemán.<br />

La misión de nuestro movimiento en este orden consiste en arrancar al obrero<br />

alemán de la utopía del internacionalismo, libertarle de su miseria social y redimirle<br />

del triste medio cultural en que vive.<br />

El sistema nacionalsocialista (nazi) practica el socialismo como un instrumento<br />

de justicia social, pero no como un instrumento de influencia judía. Al privarlo de<br />

esta venenosa característica, automáticamente se convierte en enemigo del falso<br />

socialismo internacional.<br />

8. La exaltación de un grupo social no se logra por el descenso del nivel de los<br />

superiores, sino por el ascenso de los inferiores. El obrero atenta contra la patria al<br />

hacer demandas exageradas; del mismo modo, no atenta menos contra la comunidad<br />

el patrón que por medios inhumanos y de explotación egoísta abusa de las fuerzas<br />

nacionales de trabajo, llenándose de millones a costa del sudor del obrero.<br />

9. Nuestro movimiento está obligado a defender por todos los medios el respeto<br />

a la personalidad. La personalidad es irreemplazable.<br />

Las minorías hacen la historia del mundo, toda vez que ellas encarnan, en su<br />

minoría numérica, una mayoría de voluntad y de entereza.<br />

No es la masa quien inventa, ni es la mayoría la que organiza y piensa; siempre<br />

es el individuo, es la personalidad, la que por doquier se revela. Deberán colocarse<br />

cabezas por encima de las masas y hacer que éstas se subordinen a aquéllas. La<br />

ideología nacionalsocialista tiene que diferenciarse fundamentalmente de la del<br />

marxismo en el hecho de reconocer la significación de la personalidad.<br />

10. Establecer mejores condiciones para nuestro desarrollo. Anulación de los<br />

depravados incorregibles.<br />

En el teatro y en el film, mediante literatura obscena y prensa inmunda, se vacía<br />

en el pueblo día por día veneno a borbotones. Y sin embargo, se sorprenden los<br />

estratos burgueses de la «falta de moral» como si de esa prensa inmunda, de esos<br />

films disparatados y de otros factores semejantes, surgiese para el ciudadano el<br />

concepto de la grandeza patria. El problema de la nacionalización de un pueblo<br />

consiste, en primer término, en crear sanas condiciones sociales.<br />

11. Supresión de la influencia extranjera en la prensa.<br />

Aquello que denominamos «opinión pública» se basa sólo mínimamente en la<br />

— 35 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

experiencia personal del individuo y en sus conocimientos; y depende casi en su<br />

totalidad de la idea que el individuo se hace de las cosas a través de la llamada<br />

«información pública», persistente y tenaz.<br />

12. La misión educadora no consiste sólo en insuflar el conocimiento del saber<br />

humano. En primer término deben formarse hombres físicamente sanos. En segundo<br />

plano está el desarrollo de las facultades mentales, y en lugar preferente, la educación<br />

del carácter, y sobre todo, el fomento de la fuerza de voluntad y de decisión,<br />

habituando al alumno a asumir gustoso la responsabilidad de sus actos. Como<br />

corolario viene la instrucción científica. Las ciencias exactas están amenazadas de<br />

descender cada vez más a un plano de exclusivo materialismo; la orientación idealista<br />

deberá ser mantenida a manera de contrapeso.<br />

13. Así como la instrucción es obligatoria, la conservación del bienestar físico<br />

debe serlo también.<br />

El entrenamiento corporal tiene que inculcar en el individuo la convicción de su<br />

superioridad física. El ejercicio físico no es cuestión personal de cada uno. No existe<br />

la libertad de pecar a costa de la prole.<br />

Basta analizar el contenido de los programas de nuestros cines, variedades y<br />

teatros para llegar a la irrefutable conclusión de que no son precisamente alimento<br />

espiritual que conviene a la juventud. Nuestra vida de relación tiene que ser liberada<br />

del perfume estupefaciente, así como del pudor fingido, indigno del hombre.<br />

14. El Estado debe cuidar que sólo los individuos sanos tengan descendencia.<br />

Debe inculcar que existe un oprobio único: engendrar estando enfermo.<br />

No debe darse a cualquier degenerado la posibilidad de multiplicarse, lo cual<br />

supone imponer a su descendencia y a los contemporáneos de éstos indecibles<br />

penalidades[2].<br />

15. Los hombres no deberán preocuparse más de la selección de perros, caballos<br />

y gatos, que de levantar el nivel racial del hombre mismo.<br />

16. El matrimonio deberá hacerse posible a una más temprana edad y han de<br />

crearse los medios económicos necesarios para que una numerosa prole no se reciba<br />

como una desventura.<br />

17. El Partido permitirá al niño más pobre la pretensión de elevarse a las más<br />

altas funciones si tiene talento para ello. Nadie debe tener automáticamente derecho<br />

a un ascenso. Nadie debe poder decir: «ahora me toca a mí». Precedencia al talento.<br />

No hay otra regla.<br />

18. La mezcla de sangre extraña es nociva a la nacionalidad. Su primer resultado<br />

desfavorable se manifiesta en el superindividualismo de muchos[3].<br />

19. Los partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones religiosas<br />

mientras éstas no socaven la moral de la raza; del mismo modo, es impropio<br />

inmiscuir la religión en manejos de política partidista.<br />

Las doctrinas e instituciones religiosas de un pueblo debe respetarlas el Fuehrer<br />

político como inviolables: de lo contrario, debe renunciar a ser político y convertirse<br />

en reformador, si es que para ello tiene capacidad.<br />

20. Quien ama a su patria prueba ese amor sólo mediante el sacrificio que por<br />

ella está dispuesto a hacer. Un patriotismo que no aspira sino al beneficio personal,<br />

no es patriotismo. Los hurras nada prueban.<br />

Solamente puede uno sentirse orgulloso de su pueblo cuando ya no tenga que<br />

avergonzarse de ninguna de las clases sociales que lo forman. Pero cuando una mitad<br />

de él vive en,condiciones miserables e incluso se ha depravado, el cuadro es tan triste<br />

que no hay razón para sentir orgullo. Las fuerzas que crean o que sostienen un Estado<br />

son el espíritu y la voluntad de sacrificio del individuo en pro de la colectividad. Que<br />

estas virtudes nada tienen de común con la economía, fluye de la sencilla<br />

— 36 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

consideración de que el hombre jamás va hasta el sacrificio por esta última, es decir,<br />

que no se muere por negocio, pero sí por ideales.<br />

21. Luchar contra la orientación perniciosa en el arte y en la literatura.<br />

22. Es cuestión de principio que el hombre no vive pendiente únicamente del<br />

goce de bienes materiales. Es posible que el oro se haya convertido hoy en el soberano<br />

exclusivo de la vida, pero no cabe duda de que un día el hombre volverá a conciliarse<br />

ante dioses superiores. Y es posible también que muchas cosas del presente deban su<br />

existencia a la sed de dinero y de fortuna, mas es evidente que muy poco de todo esto<br />

representa valores cuya no existencia podría hacer más pobre a la humanidad.<br />

Estos eran los principios básicos del movimiento «nazi» por lo que se refería a<br />

la política interior de Alemania. En cuanto a la política exterior, la idea fundamental<br />

era combatir el marxismo entronizado en Rusia y obtener territorios soviéticos para<br />

el crecimiento de Alemania. Por lo tanto, ésta ya no buscaría más su expansión en<br />

ultramar ni interferiría la política colonial de Inglaterra y Francia.<br />

En otras palabras, Hitler buscaba zanjar las viejas querellas con el Mundo<br />

Occidental y marchar hacia el Oriente.<br />

Mientras tanto, el marxismo crecía con aspiraciones de dominio universal y se<br />

vigorizaba mediante sus instrumentos de lucha de clases e internacionalización del<br />

proletariado. Consecuentemente, en todo el mundo iban surgiendo partidos<br />

comunistas con ramificaciones de la central de Moscú. En franca oposición con este<br />

sistema, el nacionalsocialismo alemán no era ni podía ser una doctrina de<br />

exportación. Al enfatizar categóricamente los valores de patria, nacionalidad y raza,<br />

se circunscribía a sus propias fronteras raciales. Si un estadista extranjero quería<br />

emular esa doctrina en otro país (como ocurrió en España) tendría automáticamente<br />

que buscar contenidos y formas propias, ya que la esencia del sistema «nazi» residía<br />

en la afirmación y acentuación de la patria y de la raza. Era ésta su mística y su fuerza<br />

dinámica. No internacionalización, sino nacionalización; no una lucha para imponer<br />

mundialmente un régimen, sino una lucha para impedir que el marxismo se<br />

impusiera mundialmente.<br />

En resumen, el nacionalsocialismo propugnaba cierto socialismo como<br />

instrumento de justicia para el pueblo, pero lo condenaba como instrumento<br />

internacional de influencia política. El movimiento de Hitler coincidía con la<br />

aparente finalidad del socialismo teórico en el milenario y justo anhelo de barrer el<br />

abuso de las minorías y llevar la justicia social a las masas del pueblo, pero<br />

proclamaba enfáticamente que esto debería hacerlo cada nación en forma soberana,<br />

según sus costumbres, sus tradiciones, su religión y su idiosincrasia, sin atender<br />

consignas internacionales emanadas de Moscú. Por eso el movimiento de Hitler se<br />

llamó nacionalsocialismo, término que se condensó en el apócope de «nazi».<br />

Naturalmente, en esa forma el nacionalsocialismo desvirtuaba la característica<br />

internacional del bolchevismo y privaba de influencia mundial al núcleo israelita de la<br />

URSS. Los revolucionarios judíos sintieron que tal cosa era frustrarles su invención y<br />

furiosamente insistieron en la internacionalización del proletariado. Sin esa<br />

condición su movimiento político no alcanzaría las metas anheladas, ya que para los<br />

fines políticos hebreos nada significaba que las masas proletarias de cada nación<br />

lograran beneficios, si entretanto se sustraían a su control. De esa manera no podían<br />

ser aprovechadas para los objetos ulteriores de la llamada «revolución mundial».<br />

Así las cosas, el marxismo comenzó a extenderse por todo el mundo, ya que el<br />

dominio del orbe era la meta de su acción, en tanto que el nacionalsocialismo se<br />

circunscribió a una lucha dentro de Alemania. Su acción hacia el exterior sólo se<br />

orientaba en contra de Moscú, que era la sede del movimiento judío-marxista<br />

— 37 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

universal.<br />

Entretanto, el movimiento comunista internacional hizo un nuevo esfuerzo para<br />

estrechar los vínculos entre alemanes y soviéticos. El Ministro de Relaciones<br />

Exteriores de Alemania, Walter Rathenau, judío, concertó con los jefes israelitas de<br />

Moscú el llamado Tratado de Rapallo, que era un paso más en el sueño de los<br />

israelitas Marx, Engels y Lenin para integrar una poderosa organización marxista con<br />

las masas agrícolas de Rusia y los contingentes obreros y técnicos de la<br />

industrializada Alemania. Mediante el Tratado de Rapallo fueron enviados<br />

ochocientos peritos militares e industriales alemanes a vigorizar la maquinaria<br />

soviética, modernizando el Ejército Rojo y creando nuevas industrias. Poco después<br />

el israelita Rathenau fue muerto a tiros por nacionalistas alemanes y quedó así de<br />

manifiesto que el comunismo no podía dar todavía ningún paso firme en Alemania.<br />

Allí se veía cabalmente el peligro del marxismo y los influyentes generales<br />

Ludendorff y Hoffman se habían puesto desde 1923 en contacto con el mariscal Foch,<br />

de Francia, con miras a forjar una alianza occidental contra esa amenaza. Foch se<br />

mostraba bien dispuesto, pero surgieron muchos obstáculos diplomáticos, tanto en<br />

Inglaterra como en Francia, el general Hoffman murió en forma extraña y la alianza<br />

no llegó a formalizarse.<br />

En esa agitada situación Hitler trataba de sacar adelante su Partido, que<br />

afrontaba enormes dificultades. La derecha conservadora veía con desconfianza la<br />

inclinación del nacionalsocialismo por los desheredados, en tanto que los<br />

revolucionarios izquierdistas lo combatían furiosamente. En realidad el partido de<br />

Hitler era una nueva dirección que ni marchaba con las injusticias de los<br />

conservadores ni comulgaba con la tendencia internacional del marxismo israelita.<br />

Ante las dificultades de esa lucha nueva, Hitler argumentaba que no es tarea del<br />

teorizante allanarle el camino a una idea, sino procurar la exactitud de ésta. En la<br />

segunda etapa corresponde al ejecutor práctico vencer las dificultades.<br />

BAUTIZO DE FUEGO DEL NACIONALSOCIALISMO<br />

Hitler mismo se encargó de esa segunda etapa. Tras de darle a su partido —<br />

como teorizante— la estructura ideológica, lo lanzó a la calle y a los mitines y lo<br />

encabezó en la lucha para ganar prosélitos. Pronto tuvo que hacer frente a una<br />

escisión provocada por judíos que indirectamente suscitaron una pugna entre<br />

católicos y protestantes. Apenas superada esa crisis se encontró ante la dificultad de<br />

que:<br />

«era difícil —decía— refutar entre las masas obreras la doctrina de Marx, por la<br />

curiosa circunstancia de que los fundamentos mismos eran desconocidos para<br />

las masas, cuya adhesión al marxismo era más un movimiento utópico e<br />

irreflexivo que una convicción política. Entre cien mil obreros alemanes no hay,<br />

por término medio, cien que conozcan la obra de Marx, obra que desde un<br />

principio fue estudiada mil veces más por los intelectuales y ante todo por los<br />

judíos que por los verdaderos adeptos del marxismo situados en las vastas<br />

esferas inferiores del pueblo; ya que tampoco esta obra fue escrita para las<br />

masas, sino exclusivamente para los dirigentes intelectuales de la máquina judía<br />

de conquista mundial».<br />

— 38 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Pero además de esas dificultades, el tropiezo más grave del Partido Obrero<br />

Alemán ocurrió el 9 de noviembre de 1923 cuando Hitler —alegando que en su<br />

vocabulario no existían las frases «no es posible», «no debemos aventurarnos», «es<br />

todavía muy peligroso»— organizó en Munich un movimiento revolucionario a fin de<br />

asumir el poder. En pocas horas fracasó, hubo varios muertos y Hitler y sus<br />

principales colaboradores quedaron detenidos en la prisión de Landsberg. Allí<br />

permaneció un año y ocho días, tiempo que aprovechó para escribir «Mi Lucha».<br />

«Mis trece meses de prisión —escribió posteriormente Hitler— me habían<br />

parecido largos, con mayor razón porque creía que estaría allí seis años. Me<br />

sentía poseído de un frenesí de libertad. Pero sin mi época de cárcel, "Mein<br />

Kampf" no hubiera sido escrito. Aquello me dio la posibilidad de profundizar en<br />

conocimientos... También en la cárcel adquirí esta fe impávida, este optimismo,<br />

esta confianza en nuestro destino, que en adelante .nada podría quebrantar».<br />

El Partido Obrero Alemán permaneció disuelto todo ese tiempo y cuando Hitler<br />

recuperó la libertad inició la tarea de resucitarlo y reorganizarlo. Detrás de su visible<br />

fracaso, sin embargo, contribuyó imponderablemente a trastornar los planes del<br />

movimiento marxista alemán, que en ese entonces era el más poderoso de Europa<br />

Occidental y superior al soviet en diversos aspectos de organización. Muchos<br />

esperaban que en ese año el comunismo diera el golpe decisivo y que Alemania se<br />

convirtiera en otro estado bolchevique, como lo había previsto Lenin.<br />

[1] «Mi Lucha». — Adolfo Hitler.<br />

[2] Naturalmente no estamos de acuerdo con los errores doctrinarios de Hitler, como<br />

los que en la práctica se desprendían de este enunciado aparentemente justo. (N. del<br />

A.)<br />

[3] Otro grave error doctrinario del nazismo (N. del A.).<br />

Justicia social, pero con bandera,<br />

tradiciones y fronteras propias, sin un amo<br />

internacional, sin una consigna venida del<br />

extranjero. Es decir nacionalsocialismo. Al<br />

oponerse a la internacionalización marxista,<br />

Hitler se convierte automáticamente en el peor<br />

enemigo del marxismo. Aquí aparece en uno de<br />

los primeros actos públicos de su partido.<br />

Pero los comunistas no sintieron que el camino estuviera libre y titubearon. El<br />

líder marxista Víctor Serge dice que en 1923 la crisis inflacionista situó a Alemania al<br />

— 39 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

borde de la revolución, «pero la clase obrera estaba dividida y no actuó; los<br />

socialdemócratas retrocedieron ante la oportunidad de asaltar el poder». (Su libro<br />

«Hitler contra Stalin»). Era evidente que la desintegración moral de Alemania no se<br />

había obtenido en grado suficiente (en parte debido al nacionalismo alentado por<br />

Hitler) y los jefes del marxismo siguieron el consejo de Lenin: «La más juiciosa<br />

estrategia en la guerra es posponer las operaciones hasta que la desintegración moral<br />

del enemigo haga posible y fácil asestar el golpe mortal». El resultado fue que el<br />

comunismo alemán perdió entonces su mejor oportunidad y el nacionalsocialismo<br />

comenzó a resurgir con más bríos. En ese mismo año de 1923 las altas esferas<br />

políticas del Kremlin sufrieron una conmoción. El líder bolchevique judío Vladimir<br />

Ulianov (conocido mundialmente como Lenin) enfermó de parálisis y se suscitó una<br />

crisis en el poder. El judío Bronstein (Trotsky), creador del Ejército Rojo y precursor<br />

de la revolución, comenzó a perder influencia y acabó por ser lanzado al exilio; pero<br />

no se trataba de una persecución antisemita, como en el extranjero pudiera creerse,<br />

sino simplemente de una división interna. Muchos años antes Trotsky había militado<br />

temporalmente con los mencheviques, partidarios de los mismos principios<br />

marxistas que los bolcheviques, pero inclinados a frenar el movimiento para no<br />

exponerlo a una prueba prematura. Al enfermar Lenin, la solapada división volvió a<br />

recrudecerse; Trotsky y los suyos fueron desplazados y entonces se erigieron como<br />

amos de Rusia, Stalin y los judíos Kamenev, Radek y Zinoviev.<br />

DJUGASHVILI, EL HOMBRE DE ACERO<br />

Cuando Adolfo Hitler, de 35 años de edad, quedaba libre en 1924 e iniciaba la<br />

reorganización de su partido nacionalista, José Vissarionovich David Nijeradse<br />

Chizhdov Djugashvili, de 45 años, llevaba meses de ser dictador absoluto de la URSS.<br />

Había adoptado el apelativo de Stalin, que en ruso significa «acero». Stalin —que<br />

había sido empeñosamente preparado en política marxista por el profesor judío Noah<br />

Jordania— acababa de dar a conocer su «plan de operaciones básico» en la más alta<br />

institución educacional del bolchevismo, la «Tverskaia», y ese plan consistía en<br />

utilizar como palanca la dictadura soviética para ir implantando el marxismo en<br />

todos los países. El proletariado de cada uno de éstos sería el punto de apoyo[1]. Poco<br />

después ratificó este plan al publicar su libro «Problemas del Leninismo», en el que<br />

precisa así la tercera etapa del bolchevismo: «Consolidar la dictadura del proletariado<br />

en un país (Rusia), empleándolo como medio auxiliar para derribar el imperialismo<br />

en todos los demás. La revolución sobrepasa las fronteras de una sola nación,<br />

iniciándose la época de la revolución mundial. Fuerza principal activa de la<br />

revolución: dictadura del proletariado en un país y movimiento revolucionario del<br />

proletariado en todos los demás».<br />

Es decir, una vez más quedaba de manifiesto que el marxismo era una doctrina<br />

política con ambición mundial; su ámbito no era la URSS, sino el mundo entero. Y los<br />

primeros pasos comenzaron a darse desde luego. La provincia de Georgia —de donde<br />

era originario Stalin— había rechazado violentamente el bolchevismo en 1917 y ante<br />

el reconocimiento de todo el mundo se declaró independiente; su tradicional<br />

civilización cristiana chocaba profundamente con el marxismo. Sin embargo, su<br />

libertad duró poco porque Stalin no tardó en someterla por la fuerza y anexarla a la<br />

Unión de Repúblicas Soviéticas.<br />

— 40 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Los pueblos libres de Azerbaiján y Armenia corrieron igual suerte. La anexión se<br />

extendió además a otros cinco estados: Kasakstán, Uzbakistán, Turkmenia, Tacjikia y<br />

Kirghisia. A este respecto el marxista Víctor Serge admite (en Hitler contra Stalin)<br />

que «las cinco repúblicas nacionales de Asia Central constituyen un vasto conjunto<br />

cuya unidad geográfica, étnica e histórica no es por nadie puesta en duda... Los<br />

kasaks, los turkmenos, los uzbeks, los tadjiks, los kirguises, tienen, a pesar de sus<br />

lenguas y orígenes diferentes, una cultura común, debida sobre todo a los mundos<br />

árabe y del Irán. Son musulmanes en su mayoría».<br />

Estos ocho pueblos anexados a la URSS se componían de 25 millones de<br />

habitantes de las más diversas razas, religiones y costumbres; súbitamente fueron<br />

privados de su independencia, de sus instituciones y de su viejo modo de vivir. La<br />

revolución mundial preconizada por el marxismo israelita no reconocía fronteras<br />

raciales, ni religiosas ni políticas.<br />

La expansión bolchevique barrió con tantas fronteras que todavía en 1935 se<br />

editaban en la URSS libros de primera enseñanza en 165 idiomas y dialectos<br />

diferentes, según reveló el emabajador norteamericano en Moscú William C. Bullit,<br />

en «La Amenaza Mundial» El terrorismo fue común denominador para la sarcástica<br />

dominación de pueblos a nombre de la «dictadura del proletariado». Pero el<br />

proletariado ciertamente nada tenía que ver con la extraña mezcla de gobernantes y<br />

comisarios rusos y judíos.<br />

Aunque durante muchos años fue entusiasta partidario de la URSS, Mr. Bullit<br />

dio luego un valioso testimonio del terror soviético y refirió: «Para colectivizar la<br />

agricultura, Stalin barrió con los pequeños propietarios. Si protestaban —y millones<br />

lo hicieron— se les fusilaba o se les condenaba a trabajos forzados en Siberia. La<br />

primera consecuencia de este ataque en el frente agrícola fue el hambre».<br />

Sobre el mismo punto el líder Víctor Serge hizo notar que si el ministro Molotov<br />

había manifestado en «Pravda» del 28 de enero de 1935 que 5.500,000 pequeños<br />

propietarios agrícolas sufrieron expropiación de tierras y fueron deportados a Siberia,<br />

la cifra real debía de ser muy superior. Y como testigo presencial de los hechos añadía<br />

que en las granjas colectivas había hambre y descontento.<br />

La promesa de repartir tierras, que líderes bolcheviques utilizaron para atraer<br />

masas, se esfumó al implantarse la «dictadura del proletariado». Igual suerte corrió<br />

la promesa de tratar a los delincuentes como enfermos sociales «susceptibles de<br />

regeneración». Por el contrario, el castigo se extendió a los parientes de los reos<br />

políticos y a los vecinos[2] y en esta forma se creó automáticamente la más vasta red<br />

de espionaje y delatores que país ninguno había soñado tener. El que no denunciaba<br />

a un vecino sospechoso de conspirar o de ser un oposicionista, se hacía culpable de<br />

los mismos delitos. Arthur Koesoler refiere pormenorizadamente en «El Mito<br />

Soviético y la Realidad», cómo el Kremlin abandonó sus promesas iniciales y el 7 de<br />

abril de 1935 extendió la pena capital a los jóvenes de 12 años y estableció la<br />

deportación a Siberia de los parientes de quienes eludieran el servicio militar o<br />

escaparan al extranjero.<br />

Otro minucioso observador de la vida y las leyes del Kremlin, Pedro González<br />

Blanco, explica documentalmente en «Tigrocracia Staliniana» cómo se esfumó la<br />

promesa marxista de igualdad de clases: «Un policía —dice— ganaba dos o tres veces<br />

más que un obrero. El máximo jornal soviético, según "Pravda" del 26 de diciembre<br />

de 1935, era, para los obreros, de 145 rublos y mucho menos para los campesinos. El<br />

kilo de pan valía 5 rublos; el de mantequilla, 20; el de carne de buey, 12; un par de<br />

zapatos, 70; un vestido ínfimo, 255. El obrero común no pasaba de ganar 100 rublos<br />

mensuales ni el adelantado 145. Altos jefes del partido, hasta 5,000 rublos<br />

mensuales».<br />

— 41 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

González Blanco cita a Walter Citrine, secretario general de «Trades Unions»,<br />

que a su regreso de Rusia escribió en Londres: «No hay la menor duda de que reina<br />

un régimen de opresión. Los obreros no tienen libertad para poder hablar, como en<br />

Inglaterra. No pueden luchar contra el Estado, contra el Sindicato, contra el comité<br />

de fábrica o la célula comunista».<br />

La famosa «dictadura del proletariado» era sólo una fórmula propagandística<br />

para encubrir la dictadura extraña impuesta al proletariado ruso. Era evidente que el<br />

comunismo teórico había hablado de redención del proletariado para atraer a las<br />

masas, pero una vez controladas éstas, el comunismo práctico resultaba ser algo muy<br />

distinto. Era, en suma, un imperialismo dirigido y apuntalado por los jefes y los<br />

comisarios judíos de la URSS.<br />

Esta opresión material tenía también sus equivalentes en el campo espiritual.<br />

Todos los ancestrales sentimientos religiosos del pueblo fueron fanáticamente<br />

combatidos; se prohibió la enseñanza religiosa a menores de 18 años, en la seguridad<br />

de que a esa edad las nuevas generaciones ya habían sido suficientemente<br />

predispuestas en la escuela para no asimilar la religión de sus antecesores. Según<br />

refiere González Blanco, un Manual Antirreligioso para los obreros circuló<br />

profusamente en las fábricas; la obra Educación Antirreligiosa fue libro de texto en<br />

las escuelas; Quince años de Ateísmo Militante en la URSS fue diseminado en todos<br />

los sectores, y en 1925 se fundó la asociación «Sin Dios», particularmente para niños<br />

y jóvenes. Además, un nuevo himno fue oficial en las escuelas:<br />

«La estrella de Belén<br />

ya se ha extinguido.<br />

Mas entre nosotros brilla eterna<br />

la estrella de cinco puntas[3].<br />

La cruz y los iconos, todas estas antiguallas<br />

las hemos arrojado a la basura,<br />

porque todos estos trebejos<br />

ensombrecen nuestra ruta.<br />

Los Sin Dios abatieron<br />

toda esa credulidad putrefacta».<br />

Lo más grave de este sistema de vida era que no se trataba precisamente de un<br />

organismo nacional con fronteras claramente establecidas, sino de un movimiento<br />

marxista con aspiraciones universales enfáticamente expresadas en su fórmula de<br />

«revolución mundial», mil veces ratificadas por Lenin, Stalin y todos los exegetas del<br />

marxismo israelita.<br />

«Pravda» del 15 de noviembre de 1921 decía[4]: «En estos cuatro años<br />

transcurridos queda demostrado que no puede haber paz entre el reino de la<br />

burguesía y el reino del proletariado. No caben fronteras pacíficas entre un Estado<br />

Socialista y un Estado Burgués». Y posteriormente el órgano oficial bolchevique<br />

«Izvestia» auguraba aún más categórico: «No está lejano el tiempo en que los<br />

ejércitos de obreros y campesinos, definitivamente organizados, pasarán como un<br />

huracán de una punta a otra de la tierra». Precisamente en ese entonces hubo una<br />

crisis terrible en la URSS, por la escasez de víveres, y el régimen bolchevique fue<br />

apuntalado desde el exterior, pues en Estados Unidos los cómplices del comunismo<br />

invocaron razones humanitarias para enviarle ayuda.<br />

— 42 —


HITLER Y STALIN<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

CARA A CARAY no obstante esa evidente amenaza que ya entonces se cernía<br />

palpablemente sobre los pueblos de Europa y América, numerosos estadistas<br />

occidentales y los monopolizadores judíos de importantes servicios informativos<br />

propiciaban una placentera inconsciencia en el Mundo Occidental. Ante esa amenaza,<br />

en Occidente surgía sólo una fuerza categóricamente resuelta a enfrentársele, y esa<br />

fuerza era el movimiento nacionalsocialista de Hitler.<br />

Mientras en Moscú se afianzaba el bolchevismo y Stalin trituraba con mano de<br />

hierro todo intento de oposición, en mayo de 1928 Hitler lograba 12 escaños<br />

parlamentarios en el Reichstag; dos años más tarde obtenía 107 curules y arrastraba<br />

consigo seis millones trescientos mil electores, con lo cual su partido era ya el<br />

segundo de Alemania.<br />

El 30 de enero de 1933 Hitler era nombrado Canciller, aunque supeditado a la<br />

presidencia de Hindenburg. Sin embargo, desde ese momento se volvió oficial la<br />

lucha a muerte entre el nacionalsocialismo alemán y el marxismo judío. Hitler<br />

prohibió inmediatamente el partido comunista, el socialdemócrata y todos los demás<br />

que le eran afines o que representaban sólo tímidos primeros pasos hacia el<br />

bolchevismo. De acuerdo con su fórmula de que al terror rojo sólo podía combatírsele<br />

eficazmente mediante otro terror, relegó a campos de concentración a los dirigentes<br />

intelectuales del movimiento marxista en Alemania.<br />

Los principios del nacionalsocialismo concebidos por Hitler se convirtieron<br />

automáticamente en la política interior y exterior de Alemania. Respecto a la política<br />

exterior, la orientación era evidente y precisa:<br />

1. Alemania se declaraba enemiga de la doctrina marxista materializada en el<br />

bolchevismo soviético.<br />

2. Contra el marxismo presentaba la doctrina nacionalsocialista, contraria a la<br />

internacionalización del proletariado. En vez de internacionalización, sentimiento de<br />

patria y de nacionalidad.<br />

3. Alemania desistía del viejo intento de crecer a costa de Occidente. No quería<br />

entrar en conflicto con los imperios británico y francés buscandAdominios<br />

ultramarinos. Su crecimiento sería hacia el Oriente, a costa de la URSS.<br />

Nunca en la historia habían sido anunciados con tanta anticipación y tan<br />

crudamente los más trascendentales planes de un Estado. Hitler reveló en «Mi<br />

Lucha» esos tres puntos fundamentales desde 1923; luego los reiteró en 1926; los<br />

repitió en innumerables discursos y finalmente los elevó a política oficial en marzo de<br />

1933, una vez que su nombramiento de Canciller fue ratificado por plebiscito[5].<br />

Stalin sabía desde ese momento a qué atenerse.<br />

Trotsky dijo en el destierro que el ascenso de Hitler al poder era motivo<br />

suficiente para que la URSS decretara una inmediata movilización militar. Y la<br />

movilización se inició, aunque calladamente.<br />

Al mismo tiempo el marxismo internacional se aprestó a agitar masas para<br />

utilizarlas en la defensa de la URSS y obtuvo significativos progresos en Francia,<br />

Bélgica y España. El Frente Popular conquistó en Francia una aplastante mayoría<br />

bajo la inspiración del hábil israelita y maestro masón León Blum. En España la<br />

desbordante progresión bolchevique recibió un discreto apoyo de los gobernantes de<br />

— 43 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Inglaterra y Francia, aunque luego fue dominada por la reacción nacionalista<br />

encabezada por Franco, que a su vez recibió apoyo de Hitler y Mussolini.<br />

El marxismo internacional se alarmó y movilizó sus contingentes en todo el<br />

mundo, en un esfuerzo psicológico para hostilizar al nuevo régimen alemán. La lucha<br />

se circunscribía a discursos, propaganda y mutuas recriminaciones, pero ya era el<br />

presagio de la gran contienda para la cual estaban forjándose armas y voluntades.<br />

Dentro de Alemania misma, el internacionalizado movimiento obrero trató de<br />

presentar combate. El partido comunista alemán contaba con dos millones de<br />

miembros, además de la parcial adhesión de cuatro millones de socialdemócratas.<br />

Aunque severa, la represión no había logrado aniquilar todas las redes ocultas de los<br />

organizadores marxistas y éstos prepararon un golpe de Estado en 1935.<br />

Esa fue la más palpable evidencia de que los comunistas de un país son siempre<br />

un peligro latente para la Patria, porque en última instancia sus jefes son extranjeros.<br />

Naturalmente, las órdenes de éstos no se ajustan al interés de la nacionalidad de sus<br />

súbditos, sino a los fines internacionales que el marxismo persigue.<br />

Curt Riess refiere en «Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes» que varios<br />

dirigentes comunistas creyeron haberse ganado al general Von Rundstedt,<br />

comandante de 16 divisiones, y ofrecieron depositar en un Banco suizo 1.250,000<br />

francos para la rebelión. El 11 de julio (1935) el general Von Witzleben se presentó a<br />

nombre de Von Rundstedt a recoger el cheque; tomó fotografías y volvió a<br />

depositarlo.<br />

«Al siguiente día —añade Riess— se desató sobre Alemania una ola de<br />

detenciones y cayeron presos muchos antiguos dirigentes de federaciones<br />

obreras, así como varios políticos que habían combatido en las filas de la<br />

oposición al nazismo. En la misma noche los SS (tropas selectas alemanas)<br />

hicieron su aparición por las calles, por primera vez desde el 30 de junio de<br />

1934. Inicióse una persecución que en los próximos días alcanzó el máximo de<br />

desenfreno. El día 15 —fecha fijada para la insurrección— pasó sin que<br />

Rundstedt se levantara en armas».<br />

Y es que Rundstedt, aunque indiferente hacia el movimiento nazi<br />

(nacionalsocialismo), había fingido estar de acuerdo con los conspiradores y mantuvo<br />

al tanto a Hitler de lo que tramaban. Este acontecimiento destrozó los planes de la<br />

Internacional Comunista para frustrar desde la retaguardia la marcha hitlerista hacia<br />

el Oriente, o sea hacia la URSS. Como contrapartida, Berlín acogía a los<br />

oposicionistas soviéticos que lograban cruzar la frontera y los alentaba en sus planes<br />

encaminados a provocar una revolución antibolchevique en Rusia. Desde 1933 el<br />

líder alemán Rosenberg se encargó de celebrar juntas con exiliados rusos, entre<br />

quienes figuraba el general Pavel Skoropadsky. La esposa de Rosenberg, una joven<br />

rusa llamada Vera Schuster, se hallaba al tanto de estas actividades y a principios de<br />

1936 desapareció misteriosamente. Según dice Curt Riess, las potencias occidentales<br />

descubrieron después que la joven era espía de la policía soviética y que llevó a Moscú<br />

pistas precisas de los conspiradores. La magistral espía soviética no fue el único<br />

factor del triunfo del contraespionaje stalinista. Churchill revela en sus Memorias que<br />

en el otoño de 1936 Alemania hizo un llamado al presidente Benes, de<br />

Checoslovaquia, para que se le uniera en la lucha antimarxista, y le insinuó que algo<br />

muy importante iba a ocurrir pronto en la URSS.<br />

«Mientras que Benes meditaba acerca de esta sugestión —dice Chur-chill—<br />

se dio cuenta de que estaban cruzándose comunicaciones al través de la<br />

— 44 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

embajada soviética en Praga entre importantes personajes rusos y el gobierno<br />

alemán. Esto formaba parte de la llamada conspiración militar y de los<br />

comunistas de la vieja guardia para derrocar a Stalin... Benes se apresuró a<br />

comunicar a Stalin todo lo que había podido saber... Vino después la implacable,<br />

pero tal vez no innecesaria purga militar y política en Rusia... No baja de cinco<br />

mil el número de funcionarios y oficiales con el grado de capitán para arriba que<br />

fueron liquidados».<br />

Para sorpresa de los espectadores del mundo occidental, la «purga» alcanzó a<br />

algunos líderes judíos, como Zinoviev y Kamenev. Por segunda vez —después del<br />

destierro de Trotsky— pudo creerse en el extranjero que se trataba de una<br />

persecución antisemita, pero los acontecimientos posteriores demostraron<br />

palmariamente que nada había más falso que esa suposición. El hecho de que entre<br />

los eliminados figuraran también funcionarios hebreos que por incapacidad o<br />

negligencia habían fracasado en su tarea, era una de las características fanáticas del<br />

régimen, mas nada se había modificado en su estructura fundamental. Caían Zinoviev<br />

y Kamenev, pero subían sus hermanos de raza Litvinov, Zdanov, Kalinin y Vishinsky.<br />

El diluvio de sangre —más de cinco mil ejecuciones según Churchill— acabó con los<br />

sueños de los conspiradores rusos, con muchos de los funcionarios incompetentes<br />

que no habían advertido el peligro y con el plan alemán para provocar la caída del<br />

marxismo soviético mediante un movimiento interior en Rusia.<br />

En esos juicios que costaron la vida a más de cinco mil militares rusos fungió<br />

como fiscal el israelita Andrés lanurevich Vishinsky, que posteriormente fue delegado<br />

ante la ONU. Y los fusilamientos estuvieron a cargo de la policía mandada por el<br />

israelita Heinrich Yago-da, que a su vez fue juzgado incompetente y ejecutado años<br />

más tarde por el jefe judío Nicolás Yezov. Después de esas gigantescas purgas los<br />

comisarios judíos afian-zaron mejor el control del Ejército Rojo. Y como en todos los<br />

países donde una minoría activa y audaz tiene el Poder en la mano, las grandes masas<br />

fatalistas del pueblo ruso nada sabían ni podían ha-cer para modificar su<br />

destino. Terminó así en un empate el primer choque indirecto entre el marxismo<br />

israelita asentado en la URSS y el nacionalsocialismo que Hitler creó para combatir a<br />

aquél.<br />

[1] «A Puertas Cerradas». — Almirante Ellis M. Zachanas, del Servicio Secreto<br />

Norteamericano.<br />

[2] «La Rusia de Stalin». — Max Eastman, Profesor de Filosofía en la Universidad de<br />

Columbia.<br />

[3] Símbolo judío. (Cada punta representa un dominio: el político, el económico, el<br />

del proletariado, el de la prensa y el de Palestina. Una sexta punta simboliza el<br />

dominio absoluto mundial).<br />

[4] «Tigrocracía Stalíniana». — Pedro González Blanco.<br />

[5] En 1939, recién iniciada la guerra, Hitler dijo que su mayor error había sido la<br />

revelación de su política exterior en su libro "Mi Lucha", en 1923. ("Memorias" de<br />

Von Ribbentrop).<br />

— 45 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

CAPÍTULO III<br />

Occidente se interpone<br />

(1933 - 1939)<br />

Lo que Podía Esperarse de Berlín y de Moscú.<br />

Pueblos lanzados a los Brazos de sus Enemigos.<br />

Inglaterra, Valladar Contra la Marcha Hacia Moscú.<br />

El Trono del Oro Empuja a Occidente.<br />

Profundas Raíces en el Alma Colectiva.<br />

Zanjando las Viejas Rencillas con Francia.<br />

El Talón de Aquiles del Nacionalsocialismo.<br />

Despeje del Flanco Derecho.<br />

A Cuatro Horas del Derrumbe Interior.<br />

Cerrojo en el Camino a Moscú.<br />

Engañar es más Eficaz que Dinamitar.<br />

LO QUE PODÍA ESPERARSE DE BERLÍN Y DE MOSCÚ<br />

Dos ideologías se hallaban frente a frente. De un lado el marxismo con públicas<br />

pretensiones de dominio universal. Del otro, el nacionalismo alemán, con específicas<br />

y públicas ambiciones de abatir al marxismo israelita y de crecer territorialmente a<br />

costa de la URSS.<br />

Francia, Inglaterra, Estados Unidos —todo el Occidente— representaban un<br />

tercer grupo de fuerzas. ¿Qué ofrecía el marxismo soviético a estos países<br />

occidentales? Sus intenciones eran bien claras y populares: anunciaba la «revolución<br />

mundial» para establecer el marxismo en todo el orbe. Es decir, la aniquilación de los<br />

sistemas políticos, ideológicos y religiosos que desde hace siglos imperan en<br />

Occidente[1].<br />

¿Y cuál era la actitud del nacionalsocialismo alemán frente a los países<br />

— 46 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

occidentales? Proponía «zonas de influencia» para cada potencia: Alemania no<br />

interferiría los intereses de Estados Unidos en América, ni los de Inglaterra y Francia<br />

en sus respectivos imperios coloniales. Pero aniquilaría al marxismo imperante en la<br />

URSS y crecería a costa de territorio soviético.<br />

Es decir, las instituciones políticas, ideológicas y religiosas de los países<br />

occidentales no solamente quedaban al margen de la lucha de Berlín contra Moscú,<br />

sino que indirectamente se fortalecían porque al desaparecer el bolchevismo<br />

automáticamente desaparecía el enemigo principal de esas instituciones.<br />

Todo evidenciaba, pues, que si entre el nacionalsocialismo de Hitler y el Mundo<br />

Occidental existían discrepancias ideológicas, a la vez había muchos puntos de<br />

contacto y hasta de mutua conveniencia. Y en cambio, entre el marxismo de Moscú y<br />

los pueblos occidentales sólo existían insalvables abismos de diferencias políticas,<br />

ideológicas y religiosas.<br />

La forma extraordinariamente sangrienta en que el bolchevismo conquistó y<br />

afirmó el poder en Rusia; lo inusitado de sus doctrinas que niegan los principios<br />

milenarios de nacionalidad y patria; su mortal encono contra la propiedad privada;<br />

su categórica posición ateísta; su implacable persecución religiosa y su declarada<br />

ambición de extender estos sistemas a todo el orbe mediante la «revolución mundial»<br />

profetizada por Marx, fueron factores más que suficientes para que los pueblos de<br />

Occidente vieran a la URSS con recelo y hostilidad.<br />

¿Cómo fue entonces posible que esos países occidentales no secundaran la<br />

acción contra el enemigo común bolchevique?<br />

En menor grado, ¿cómo fue posible que ni siquiera conservaran su neutralidad<br />

ante el ataque alemán a esa amenaza común? Y por último, ¿cómo fue posible que<br />

dichos países occidentales no reservaran sus fuerzas en expectante espera, a fin de<br />

determinar la suerte del mundo una vez que el choque Berlín-Moscú se hubiera<br />

decidido en un mutuo destrozamiento?<br />

Todas estas incógnitas se despejan en seguida al observar el desarrollo de los<br />

hechos y al ver cómo los países occidentales fueron empujados sucesivamente en<br />

favor de los intereses judío-marxistas. Este increíble proceso encierra ya los gérmenes<br />

de la terrible crisis que ahora conmueve a la Civilización Occidental. La abrumadora<br />

amenaza de hoy comenzó a forjarse en aquel entonces.<br />

PUEBLOS LANZADOS A LOS BRAZOS DE SUS ENEMIGOS<br />

A consecuencia del cataclismo económico que sufrió Estados Unidos en 1929 (el<br />

cual muchos peritos atribuyen a los financieros judíos) hubo miles de quiebras,<br />

quedaron cesantes once millones de trabajadores, fue devaluado el dólar y perdió<br />

fuerza el Partido Republicano, entonces en el poder. En esas circunstancias se<br />

presentó la candidatura de Franklin D. Roosevelt, del Partido Demócrata. Roosevelt<br />

se hallaba cordialmente relacionado con todas las esferas israelitas, pero como por<br />

algunos momentos sus partidarios temieron un fracaso, montaron una campaña de<br />

prensa en que se aparentaba que los banqueros de Wall Street eran enemigos de<br />

aquél. Por ese solo hecho millares de ciudadanos resentidos contra los autores del<br />

cataclismo económico se volvieron a favor de Roosevelt.<br />

— 47 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Roosevelt llegó al poder y llevó consigo a un grupo de colaboradores llamado el<br />

Trust de los Cerebros, encabezado por el banquero israelita J. Warburg. Uno de los<br />

primeros actos del nuevo Presidente fue entrevistarse con el ministro soviético de<br />

Relaciones, Maxim Litvinov (cuyo original apellido judío era Finkelstein) y luego<br />

reconocer al gobierno bolchevique de la URSS, cosa que Estados Unidos se había<br />

negado a hacer durante 16 años. Este reconocimiento ayudó incalculablemente al<br />

régimen soviético en momentos en que se afrontaba una grave oposición interna<br />

debido al hambre que sufría la población rusa.<br />

Al iniciarse las relaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin, en septiembre de<br />

1933, Hitler asumía el poder en Alemania, suprimía el Partido Comunista y elevaba<br />

sus principios antimarxistas a la categoría de política oficial de su país.<br />

William C. Bullit, primer embajador norteamericano en Moscú, revela que el<br />

reconocimiento de la URSS se hizo a condición de que ésta dejara de dirigir al Partido<br />

Comunista americano. Pero esa condición fue sólo un engaño para suavizar la<br />

repugnancia con que la opinión pública de Estados Unidos juzgaba cualquier<br />

entendimiento con los preconizadores soviéticos de la «revolución mundial»<br />

bolchevique.<br />

«No obstante —añade Bullit en La Amenaza Mundial—, en 1935 se reunió<br />

en Moscú el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista y asistieron<br />

no sólo jefes prominentes de los comunistas norteamericanos, sino que se<br />

dieron determinadas direcciones al partido comunista estadounidense...<br />

Roosevelt llegó a la conclusión de que el interés de los Estados Unidos exigía<br />

ignorar temporalmente la violación del compromiso que Stalin contrajo con él».<br />

Así empezó a ser engañada la opinión pública norteamericana...<br />

Entretanto, era una evidencia innegable que Alemania y Rusia marchaban hacia<br />

la guerra. Las intenciones antibolcheviques de Hitler, proclamadas desde 1919 y<br />

reiteradas en «Mi Lucha», tuvieron una enésima e indudable confirmación en 1934,<br />

cuando el señor Messersmith, embajador de Estados Unidos en Austria, comunicó a<br />

Washington que Alemania tenía los ojos fijos en la frontera oriental (hacia la URSS) y<br />

que abrigaba «la esperanza de conseguir la Ucrania para el excedente de población<br />

alemana». Este testimonio consta en el libro «Paz y Guerra» del Departamento de<br />

Estado Norteamericano.<br />

El pueblo estadounidense preveía ese conflicto europeo y deseaba vivamente<br />

mantenerse al margen; esta preocupación popular determinó que el Congreso<br />

americano prohibiera en agosto de 1935 la venta de armas a cualquier beligerante.<br />

Entonces el Presidente Roosevelt inició una intensa propaganda para derogar ese<br />

acuerdo y proclamó que Alemania era una amenaza inminente contra los Estados<br />

Unidos, Sus discursos fueron subiendo de tono y el 5 de octubre de 1937 llegó a decir<br />

que<br />

«la situación política del mundo era para causar grave preocupación» y<br />

que «el reino del terror y del desafuero internacional había llegado a tales<br />

extremos que amenazaba seriamente las bases mismas de la civilización.<br />

Advirtió que era insensato creer que América podría escapar de esta amenaza o<br />

que no se atacaría al hemisferio occidental»[2]<br />

¿Estaba Roosevelt refiriéndose a la URSS, que preconizaba la «revolución<br />

mundial» para establecer el comunismo en todo el mundo? ¿Estaba refiriéndose al<br />

marxismo judío empeñado en suprimir toda ideología o religión ajena a él? No,<br />

— 48 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

ciertamente; Roosevelt se refería sólo al nacionalsocialismo alemán que se erigía<br />

contra el marxismo.<br />

Ya entonces era un hecho palpable que todos los preparativos militares de<br />

Alemania se hallaban enfocados a una guerra contra la URSS y que no existía ningún<br />

síntoma de que estuviera creando una flota de invasión, ya no digamos para atacar a<br />

América, a 7,000 kilómetros de distancia, ni siquiera a la Gran Bretaña a escasos 40<br />

kilómetros de la costa europea. Pero una artificial psicosis de guerra estaba siendo<br />

creada como requisito previo de la inconcebible tarea de interponer a Occidente entre<br />

Alemania y el marxismo, en provecho exclusivo de este último.<br />

No obstante todos los esfuerzos oficiales para crear y acrecentar esa psicosis,<br />

Mister Hull reconoce en «Paz y Guerra» que en 1937<br />

«se desarrolló un considerable sentimiento público en los Estados Unidos<br />

que pedía una enmienda constitucional que hiciera necesaria la votación<br />

popular como requisito previo a toda declaración de guerra».<br />

Requisito tan auténticamente democrático en un asunto tan serio como una<br />

nueva guerra, parecía ser lógico en una democracia, pero «tanto el Presidente<br />

Roosevelt coma el Secretario de Estado —agrega Hull— expresaron en varias<br />

ocasiones su decidida oposición». Mediante resueltos esfuerzos del Presidente, la<br />

proposición fue rechazada por el estrecho margen de 209 votos contra 188.<br />

En ese mismo año de 1937 —dos años antes de la guerra— el embajador<br />

norteamericano William C. Bullit se enteraba de que<br />

«fueron cerradas diez mil iglesias en Rusia... Se afirma que la NKVD<br />

cuenta en estos momentos con 600,000 hombres. Hasta el Ejército Rojo —<br />

añade en «Amenaza Mundial»— está sujeto a su control. En los campos de<br />

concentración y cárceles de la NKVD el número de prisioneros no habrá sido<br />

nunca inferior, durante los pasados 15 años, a 10 millones, trabajando medio<br />

hambrientos».<br />

El sacerdote Walsh, que formando parte de una misión de ayuda social había<br />

estado dos años en la URSS, informó pormenorizadamente a Roosevelt de la forma<br />

en que eran perseguidas las religiones en Rusia. Sin embargo un velo de indulgente<br />

silencio oficial se tendía sobre estos hechos. Pero muy distinta había sido la actitud de<br />

Roosevelt cuando en julio de 1935 las autoridades alemanas habían capturado a<br />

varios israelitas conectados con el golpe de estado que von Rundstedt hizo fracasar. Y<br />

sobre todo, el disgusto de Roosevelt adquirió proporciones de ira cuando en<br />

noviembre de 1938 Alemania impuso una multa de 400 millones de dólares a la<br />

Comunidad Israelita, como represalia por el asesinato del diplomático alemán Ernest<br />

von Rath, consumado en París por el judío Herschel Grynszpan. Ciertamente que<br />

hubo también sinagogas dañadas y cristales rotos en los comercios judíos (tantos que<br />

el suceso es conocido como «la noche de cristal»), pero el gobierno alemán impidió<br />

que la indignación degenerara en ataques personales contra los hebreos.<br />

Roosevelt se apresuró entonces a decir (15 de noviembre de 1938): «Apenas<br />

puedo creer que esas cosas ocurran en la civilización del siglo XX».<br />

Cosas mil veces peores que multar con 400 millones de dólares a una<br />

comunidad judía —poseedora entonces de 3,200 millones de dólares en Alemania—<br />

estaban ocurriendo en la URSS; pero de eso no se hablaba. Para la camarilla de<br />

Roosevelt era un delito inconmensurable que Hitler enviara a campos de<br />

concentración a cientos de agitadores bolcheviques, pero le parecía natural e<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

inobjetable que el Kremlin encarcelara a millones de anticomunistas. A raíz de la<br />

multa impuesta a la comunidad judía de Alemania, Roosevelt retiró a su embajador<br />

Hugh Wilson y alentó a Inglaterra a declarar combinadamente una guerra comercial<br />

contra el Reich.<br />

El primer paso para la ruptura y para la guerra armada se había dado ya.<br />

A continuación Roosevelt agregó que<br />

«las tempestades en el extranjero amenazaban directamente a tres instituciones<br />

indispensables para los americanos, la religión, la democracia y la buena fe<br />

internacional».<br />

Era extraordinario que Roosevelt —masón 33— presentara a Alemania como un<br />

peligro para la religión y que nada dijera respecto a la URSS. Berlín acababa de<br />

firmar el 20 de julio de 1933 un Concordato con el Vaticano, que incluso concedía<br />

libertad completa a las escuelas confesionales, cosa que rige en muy contados países.<br />

Además, Hitler proclamaba enfáticamente que «las doctrinas e instituciones<br />

religiosas de un pueblo debe respetarlas el Fuehrer político como inviolables... Los<br />

partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones religiosas». Y en contraste<br />

con todo esto, en Rusia estaba prohibida la enseñanza religiosa para jóvenes que no<br />

hubieran cumplido los 18 años, período durante el cual el Estado les inculcaba un<br />

profundo sentimiento ateísta, concretado en la conocida frase leninista de que «la<br />

religión es el opio del pueblo».<br />

Era igualmente extraordinario que Roosevelt presentara a Alemania como una<br />

amenaza para la democracia y nada dijera de la URSS, en donde el sistema dictatorial<br />

era primitivo y sangriento, con el agravante de que no se trataba de una dictadura<br />

instaurada pacíficamente mediante plebiscito —corno la de Hitler—, sino mediante<br />

purgas sangrientas.<br />

Y también era extraordinario que Roosevelt se refiriera a Alemania como<br />

«amenaza a la buena fe internacional» —a pesar de que la política alemana se<br />

orientaba específicamente contra la URSS—, y que el propio Roosevelt enmudeciera<br />

ante la bien clara intención bolchevique de imponer su sistema de gobierno a todo el<br />

orbe. El primer paso en este sentido lo dio el marxismo al integrar la Tercera<br />

Internacional Comunista en todos los países de Occidente. Y estas células, avanzadas<br />

de la «revolución mundial», ostentaban públicamente los símbolos bolcheviques<br />

(bandera roja, hoz, martillo y canto de la Internacional) y recibían instrucciones del<br />

Kremlin.<br />

Pero todo esto era soslayado deliberadamente por Roosevelt, según refiere el<br />

diplomático Bullit, quien durante muchos años fue en Estados Unidos el adalid de los<br />

que pugnaban por el reconocimiento de la URSS. Sin embargo, más tarde se alarmó<br />

ante la política pro-soviética de Roosevelt.<br />

Si en estos tres puntos —religión, democracia y buena fe internacional— carecía<br />

de fundamento la acusación de Roosevelt contra Alemania, en cambio sí era un hecho<br />

que en la URSS no se combatía al movimiento político judío (del cual el marxismo ha<br />

sido uno de sus más poderosos tentáculos) y en Alemania sí se le exhibía y se le<br />

retaba.<br />

La eliminación de contados israelitas durante las «purgas» soviéticas, era sólo<br />

un fanático castigo de los timoratos o los incompetentes, pero no un ataque<br />

fundamental al movimiento político. Caía el hebreo Kerensky, pero surgía el judío<br />

Trotsky; caía Trotsky, pero cobraba más poder el hebreo Zinoviev; caía Zinoviev, pero<br />

se vigorizaban Litvinof, Kaganovich y todos sus colaboradores.<br />

En cambio, el nacionalsocialismo de Hitler sí era enemigo del movimiento<br />

político israelita. Por eso un discurso de Hitler condenando las ambiciones de esa<br />

conjura causaba más indignación y alarma entre los círculos israelitas, que la<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

eliminación de unos cuantos judíos en Rusia, hecha por otros de su misma raza y en<br />

nombre de su propia causa.<br />

Según podrá ratificarse luego con innumerables pruebas, Roosevelt se hallaba<br />

ligado estrechamente a intereses judíos y era ésta la causa —oculta e inconfesable—<br />

de que protestara vehementemente cuando en Alemania rompían los cristales de los<br />

comercios judíos y de que a la vez guardara silencio acerca de las matanzas de<br />

cristianos que se realizaban en Rusia. En el primer caso se trataba de un incidente<br />

incruento, pero de honda significación antisionista, y en el segundo de un fanático<br />

afianzamiento del marxismo judío.<br />

Cuando los nazis multaban con 400 millones de dólares a la Comunidad<br />

Israelita por el asesinato de un diplomático, Roosevelt se indignaba y decía que<br />

apenas podía creerse que tales cosas ocurrieran en el siglo veinte, pero con<br />

benevolente silencio, pasaba de largo las matanzas que padecía el pueblo ruso bajo el<br />

régimen judío-marxista.<br />

El líder comunista español Víctor Serge huyó de Rusia indignado de esas<br />

carnicerías humanas y refirió que muchos de los acusados admitían ser culpables<br />

para salvar a sus familias.<br />

«Muchos más —dice en «Hitler contra Stalin»— se indignan y acusan: sus<br />

gritos son ahogados en las cárceles o se les fusila sin proceso alguno. El número<br />

de fusilados asciende probablemente a cien mil. Jamás ningún Estado ha<br />

destruido sus cuadros con semejante ensañamiento y de una manera tan<br />

completa. Gobierno y comités han sido renovados por lo menos dos veces en dos<br />

años. Tan sólo el Ejército perdió 30,000 de los 80,000 oficiales».<br />

Estos desmanes, peores que apedrear vitrinas, también ocurrían en el siglo<br />

veinte, pero a Roosevelt no le parecían increíbles ni condenables. Y es que en realidad<br />

nadie podía acusar en esa época a Stalin de atacar básicamente al movimiento<br />

israelita.<br />

El periodista norteamericano William L. White acompañó a Eric Johnston,<br />

Presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, a una gira por numerosas<br />

provincias soviéticas y dio el siguiente testimonio:<br />

«Una de las cosas admirables del régimen soviético es su actitud hacia<br />

cualquier forma de prejuicio de raza, que contiene con mano firme sin ocuparse<br />

de discutir con el pueblo ruso, en el cual el antisemitismo ha sido tradición de<br />

siglos... El Gobierno ha realizado un gran esfuerzo para reducir el<br />

antisemitismo, con el resultado de que en Rusia su importancia es similar a la<br />

que tiene en Estados Unidos, aunque las condiciones en este sentido no son tan<br />

excelentes como las que existen en Inglaterra»[3].<br />

Esa generosidad era explicable porque el judaísmo había participado como<br />

factor decisivo en la génesis del régimen bolchevique y seguía siendo su director<br />

intelectual.<br />

La participación del judaísmo en ese régimen determinó el estrecho<br />

entendimiento entre Roosevelt y la URSS y fue asimismo la causa de que los pueblos<br />

occidentales —contra sus propios intereses— fueran lanzados a aniquilar a Alemania<br />

para salvar al marxismo.<br />

Entre el pueblo norteamericano —amante de la libertad, creyente, respetuoso de<br />

la vida humana— y el régimen sanguinario y ateísta de Moscú, no existía ningún<br />

punto de contacto. Pero sí lo había entre el marxismo judío del Kremlin y los<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

prominentes israelitas que rodeaban a Roosevelt. La lista es interminable, pero entre<br />

los más conocidos e influyentes, figuraron su inseparable consejero Bernard M.<br />

Baruch; el secretario del Tesoro, Henry Morgenthau; James P. Warburg, dueño del<br />

Banco Internacional Aceptance Bank Inc., de Nueva York; Félix Frankfurter,<br />

Brandéis y Cardozo en el Tribunal Supremo; Sol Bloom en la Comisión de Relaciones<br />

Extranjeras de la Cámara; Samuel Untermeyer en la presidencia de la Federación<br />

Mundial Económica Judía, Sam Rosenman, el rabino Stephen Wise y otros muchos.<br />

El escritor norteamericano Robert E. Sherwood colaboró íntimamente en la<br />

Casa Blanca y refiere[4] que el más cercano colaborador de Roosevelt era Harry<br />

Hopkins, educado políticamente por el israelita Dr. Steiner, y fue<br />

«la segunda personalidad individual que de hecho dominó en los Estados<br />

Unidos durante el más crítico período de la guerra... Hopkins no vacilaba en<br />

aprovechar su íntimo contacto con el Presidente para favorecer sus intereses<br />

propios o los de las instituciones con las que tenía personal relación... Hopkins<br />

fue el hombre que gozó de la máxima confianza de Franklin D. Roosevelt. Por<br />

espacio de varios años fue los ojos, los oídos, y las piernas del Presidente, el<br />

instrumento casi anónimo de la voluntad de Roosevelt».<br />

Su influencia llegó a ser tan decisiva en asuntos capitales que el general<br />

Marshall le confesó a Sherwood que su nombramiento de Secretario de Estado se lo<br />

debía «primordialmente a Harry Hopkins». Otro escritor norteamericano, John T.<br />

Flynn, revela lo siguiente en «El Mito de Roosevelt»<br />

«Roosevelt compró al pueblo norteamericano con el dinero del propio<br />

pueblo y ganó todas las elecciones. Tengo cuatro millones de hombres —decía<br />

Hopkins— pero por amor de Dios no me pidás que te diga en qué trabajan...<br />

Hopkins fue el instrumento principal de Roosevelt en esta grandiosa empresa<br />

de derroche y corrupción. Él organizó el sistema de las limosnas con dinero<br />

público, de tal manera hechas que los subsidios sólo les tocaban a los<br />

demócratas, a los fieles de Roosevelt que votaban por él... Hopkins se instaló en<br />

la Casa Blanca como favorito oficial y fue, después de Roosevelt, el hombre más<br />

poderoso de los Estados Unidos».<br />

Según Sherwood, Roosevelt pasaba temporadas en la casa de su consejero<br />

israelita Bernard M. Baruch, conocido como el «estadista número uno» y como<br />

consejero de presidentes desde la época de Woodrow Wilson. Baruch es jefe del<br />

Consejo Imperial de la Gran Masonería Universal. Después de la primera guerra<br />

mundial se le acusó a Baruch de haber influido ilegalmente para que el país entrara<br />

en la guerra, pero la investigación no prosperó.<br />

Sherwood fue también testigo de que otro israelita:<br />

«Sam Rosenman, se movía en el foro del Palacio a guisa de guardia<br />

pretoriano. Siempre hubo críticas para aquellas personalidades extraoficiales...<br />

Hopkins, Rosenman y yo trabajamos activamente en todos los principales<br />

discursos de Roosevelt».<br />

Rosenman, juez de la Suprema Corte del Estado de Nueva York, era el enlace<br />

entre la Casa Blanca y los jefes israelitas de Nueva York[5].<br />

Félix Frankfurter, judío nacido en Austria descendiente de rabinos, era también<br />

del grupo íntimo e influyente de Roosevelt. Desde muchos años antes se le identificó<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

como decidido partidario del marxismo; dirigía la Harvard Law School, vivero de<br />

jóvenes pro-soviéticos a los que luego acomodaba pródigamente en las diversas<br />

dependencias de la administración. Además aconsejaba a la «American Civil Liberties<br />

Union», que era otro centro de izquierdistas disfrazados.<br />

El influyente juez Brandeis, también judío, mantenía constante contacto con<br />

Roosevelt y se afirma que fue el padre intelectual del «New Deal» (plan económicopolítico<br />

de Roosevelt para asegurar sus reelecciones mediante el dinero del pueblo).<br />

El rabino Stephen Wise también formaba parte de ese grupo, como que desde<br />

septiembre de 1914 había apoyado decididamente a Roosevelt en sus primeros pasos<br />

políticos.<br />

Ahora bien, según el árbol genealógico investigado por el Dr. H. Laughlin, del<br />

Instituto Carnegie, Franklin D. Roosevelt pertenecía a la séptima generación del<br />

israelita Claes Martensen van Rosenvelt, emigrado de España a Holanda en 1620,<br />

como consecuencia de la expulsión de los judíos. Este informe fue publicado en 1933<br />

en el «Daily Citizen», de Tucson, Arizona. Posteriormente el «Washington Star» dio<br />

una información parecida al morir la madre de Roosevelt, Sarah Delano. Y el israelita<br />

A. Slomovitz publicó en el «Detroit Jewish Chronicle» que los antepasados judíos de<br />

Roosevelt en el siglo XVI residían en España y se apellidaban Rosa Campo[6].<br />

Roosevelt contaba también con los jefes del movimiento obrero americano, tales<br />

como los líderes judíos Sidney Hulmán (CIO). John L. Lewis, Ben Gold, Abraham<br />

Flexner, David Dubinsky y otros muchos discípulos del también líder obrerista judío<br />

Samuel Gompers, fundador de la American Federation of Labor. El líder Hillman,<br />

israelita originario de Lituania y emigrado a los Estados Unidos en 1907, había<br />

organizado en 1922 una corporación industrial rusoamericana, en la que su lema era:<br />

«Tenemos la obligación moral de ayudar a Rusia a resurgir». Hulmán era aconsejado<br />

por el influyente rabino Stephen Wise, según este mismo lo afirma en su biografía<br />

«Años de Lucha». Entre los dirigentes de los obreros norteamericanos han figurado<br />

siempre muchísimos judíos. La lista ocuparía varias hojas, pero además de los antes<br />

nombrados pueden citarse a los muy conocidos Arthur J. Goldberg, Frank<br />

Rosenblum, Jacob Potofsky, Dan Tobin, Walter Reuther, Jacob Reuther y Albert<br />

Fitzgerald.<br />

Cuando el líder obrero norteamericano John P. Frey denunció ante la comisión<br />

parlamentaria de actividades antinorteamericanas la labor comunista de dichos<br />

líderes judíos, fue violentamente censurado por escritores y periódicos prosoviéticos.<br />

Y Roosevelt dijo al Senador Martín Dies: «¿Cómo se le ha ocurrido permitir esta<br />

campaña de difamación contra el CIO?... No es absolutamente el caso de dar tanta<br />

importancia al comunismo». Por algo el periódico judío «Jewish Life», de Nueva<br />

York, había dicho el primero de mayo de 1939 que «los aliados más fíeles del<br />

judaísmo son los partidos comunistas».<br />

Así las cosas, en el fondo resultaba muy explicable por qué Roosevelt pugnaba<br />

por alinear a Occidente en defensa de la URSS y por qué alentaba a la juventud<br />

norteamericana hacia el marxismo. En el congreso juvenil de Washington, en enero<br />

de 1940, dijo:<br />

«Hace ya más de veinte años, cuando la mayoría de ustedes eran unos<br />

niños muy pequeños, yo sentía la misma simpatía por el pueblo ruso. En los<br />

primeros días del comunismo entendí que muchos de los dirigentes de Rusia<br />

estaban proporcionando mejor educación, y mejor salud... Se dice que algunos<br />

de ustedes son comunistas. Este adjetivo, hoy, es muy impopular. Como<br />

norteamericanos, tienen ustedes, si quieren, perfecto derecho legal y<br />

constitucional a definirse como comunistas»[7].<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

Marx, Engels, Lenin, Kamenev, Zinoviev, Trotsky y los demás adalides israelitas<br />

del bolchevismo soviético habían logrado un triunfo sui géneris en la Casa Blanca de<br />

Washington, y este triunfo había sido magistral obra de filigranas políticas en las<br />

hábiles manos de los israelitas Wise, Baruch, Rosenman y otras eminencias del<br />

llamado «poder secreto del mundo».<br />

El pueblo norteamericano veía con inquietud que se le quería mezclar<br />

peligrosamente en el conflicto europeo y que se le empujaba hacia el campo<br />

bolchevique. La política rooseveltiana del «New Deal» se identificaba cada vez más<br />

con Moscú. Sherwood refiere que los epítetos<br />

«comunista y bolchevique se lanzaban enérgicamente a la faz de la<br />

administración rooseveltiana, y sobre todo, a Hopkins. Martín Dies, presidente<br />

de la Comisión Investigadora de Actividades Antinorteamericanas, anunciaba<br />

en el Congreso que pediría presupuesto para investigar el manejo de fondos y<br />

que haría expulsar a Hopkins, a Harold Ickes y a otros comunistas... Cuando se<br />

nombró a Hopkins Secretario de Comercio, el “Chicago Tribune” dijo: Esta<br />

designación es la más incomprensible y la menos defendible de cuantas ha<br />

hecho el Presidente».<br />

Pero confiado en sus influencias y en las de quienes lo sostenían, Hopkins decía;<br />

«Habrá impuestos y más impuestos, gastos y más gastos y seremos elegidos una y<br />

otra vez»[8]. Y así fue. Los auténticos intereses del pueblo norteamericano habían<br />

pasado ya a un lugar secundario desde el cual no podían normar el destino del país.<br />

El Estado judío, dentro del Estado norteamericano, era en ese momento el que<br />

imponía el derrotero. Y lo más admirable —por su habilidad política— fue que con el<br />

dinero de los propios contribuyentes norteamericanos se compraran indirectamente<br />

los votos para las reelecciones de Roosevelt, que garantizaron la continuidad de la<br />

influencia, judía, contraria a los mismos contribuyentes. El instrumento de esta<br />

maniobra se llamó «New Deal» (Nuevo Trato).<br />

La comisión senatorial de investigaciones antiamericanas, presidida por Martín<br />

Dies, conmovió al pueblo con sus denuncias. Había descubierto que funcionaban 10<br />

editoriales que hasta 1938 llevaban distribuidos 15 millones de ejemplares de<br />

propaganda pro-soviética y que existían nexos comunistas en numerosos periódicos,<br />

en las ligas de nudistas, en sociedades defensoras de negros y hasta en agrupaciones<br />

que tendían la mano a los cristianos. El padre Coughlin hablaba por radio para<br />

denunciar muchas de estas maniobras. El general Pershing, de la Legión de Antiguos<br />

Combatientes, lanzó asimismo una voz de alerta ante la infiltración bolchevique, pero<br />

en todas partes había células rojas que ahogaban estas denuncias, y el propio<br />

Roosevelt paralizó a la Comisión Dies.<br />

Por ese entonces progresaba en España la rebelión anticomunista, que fue<br />

también un reactivo que puso en evidencia las fuerzas mundiales pro-tectoras del<br />

marxismo. La Conferencia Central de Rabinos americanos se reunió el 30 de mayo de<br />

1937 en Colombo, Ohio, y declaró: «Esta conferencia expresa su vigorosa<br />

condenación de los insurgentes españoles» Al año siguiente el rabino Stephen Wise<br />

abogaba públicamente por los comunistas hispanos. El CIO de los líderes judíos<br />

Lewis Hillman, Gold, Dubinsky, etc., promovió la formación de la brigada «Abraham<br />

Lincoln», que llevó a 3,200 hombres a pelear en el bando comunista español. En esta<br />

brigada pereció el hijo del rabino Levinger. Significativamente, en el comité Central<br />

del partido comunista español figuraban como delegados de Moscú los judíos<br />

Neuman y Margarita Nelken. Y la Asociación Hispano-Hebraica lanzó una proclama<br />

— 54 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

pidiendo que en cada país y en cada ciudad se creara «un Comité de ayuda al pueblo<br />

republicano español que lucha por la fraternidad universal».<br />

(Y una de las formas de esa lucha fue la de matar a siete mil sacerdotes y<br />

religiosos, incluso 12 obispos, según recuento final del que informó monseñor<br />

Antoniutti, Nuncio en España).<br />

También es significativo que las logias masónicas españolas fueran la espina<br />

dorsal del régimen comunista de Azaña. Durante todo el tiempo de la lucha armada<br />

estuvieron gestionando desesperadamente que Roosevelt y su camarilla judía<br />

intervinieran directa y decisivamente en la Península, pero el Poder Israelita de la<br />

Casa Blanca consideró que una acción de ese género ponía en peligro lo más por lo<br />

menos. John M. Cowles, masón de Washington, enviaba fondos a sus hermanos de<br />

España y les explicaba que la masa católica norteamericana era todavía un obstáculo<br />

muy grande para intervenir en España: «Si los católicos votan en masa por los<br />

demócratas, vencen, y si votan por los republicanos, vencen también. Al menos este<br />

es el caso general por lo que ambos partidos políticos hacen continuamente lo que<br />

pueden por conseguir el voto de los católicos». Esa fue la causa de la neutralidad de<br />

Washington durante la guerra de España[9].<br />

Por cierto que el marqués de Merry del Val dirigió una carta a Roosevelt<br />

preguntándole por qué no mostraba ninguna compasión hacia los millares de<br />

católicos asesinados en España por las brigadas internacionales bolcheviques. Poco<br />

antes Roosevelt se había mostrado muy impresionado y altamente indignado cuando<br />

los alemanes dañaron escaparates de judíos, y había retirado su Embajador en Berlín<br />

y declarado que apenas podía creer que tales sucesos ocurrieran en el siglo veinte. Del<br />

Val le decía que los vidrios rotos en los comercios judíos de Alemania eran cosas<br />

«bien pequeñas, por deplorables que sean, al lado de los sucesos de España», hacia<br />

los cuales Roosevelt no había mostrado la más ligera desaprobación. Estos también<br />

ocurrían en el siglo veinte.<br />

INGLATERRA, VALLADAR CONTRA LA MARCHA HACIA MOSCÚ<br />

Desde antes de la primera guerra mundial Adolfo Hitler pensaba que Alemania<br />

debería rehuír el conflicto con Inglaterra y Francia, desistiendo de su expansión en<br />

ultramar, a cambio de adquirir nuevos territorios en la Europa Oriental. Consideraba<br />

que si Inglaterra —después del aniquilamiento de España y los Países Bajos como<br />

potencias marítimas— concentró a principios del siglo XIX sus energías contra<br />

Francia, lo hizo exclusivamente porque Napoleón I puso en peligro la hegemonía<br />

británica. Y creía que si otra potencia europea volvía a interferir el dominio inglés en<br />

las colonias, sería igualmente combatida por la Gran Bretaña. Alemania no debería<br />

correr esa aventura.<br />

Años después, ya como jefe del naciente movimiento nacionalsocialista, Hitler<br />

repitió muchas veces esa idea en sus discursos, y en 1923 la proclamó así en «Mi<br />

Lucha» y acusó categóricamente a la prensa judía de que alentaba en Alemania el<br />

rearme naval y luego hacía de esto un motivo de agitación en Inglaterra, a efecto de<br />

sabotear la amistad germanobritánica. Agregó que Alemania no debería querellarse<br />

más con Inglaterra, sino «hacer frente con fuerzas concentradas» al movimiento<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

judío-marxista y a las masas bolcheviques convertidas en ciego instrumento de éste.<br />

Más explícito al escribir en 1926 la segunda parte de «Mi Lucha», Hitler<br />

reiteraba así su determinación de no combatir contra el pueblo británico:<br />

«Por propia experiencia sabemos nosotros hasta la saciedad cuan difícil es<br />

llegar a reducir a Inglaterra. Aun prescindiendo de esto, yo como germano<br />

preferiré siempre, a pesar de todo, ver la India bajo la dominación inglesa que<br />

bajo otra cualquiera».<br />

A la luz de esas consideraciones, que eran asimismo proclamadas por el<br />

movimiento nazi, no tenía nada de extraño que Hitler tratara de ganarse la amistad<br />

de Inglaterra y Churchill aun antes de que llegara a la Cancillería del Reich. Así lo<br />

reconoce el propio Churchill en sus memorias:<br />

«El verano de 1932 —un año antes de que Hitler asumiera el Poder y siete<br />

años antes de la guerra— estuve en Munich. Fui visitado por Herr Hanfstaengl,<br />

enviado de Hitler. Trataba de hacerse simpático. Después de la comida tocó<br />

todos los aires musicales de mi predilección. Me dijo que debería conocer al<br />

Fuehrer. Hitler venía al hotel todas las tardes y tenía seguridad de que me vería<br />

con agrado. En el curso de la conversación se me ocurrió preguntar: ¿Por qué el<br />

jefe de ustedes se muestra tan violento con los judíos?... Más tarde, cuando se<br />

había vuelto omnipotente, habría yo de recibir varias invitaciones de Hitler.<br />

Pero ya entonces habían ocurrido muchas cosas y tuve que excusarme».<br />

Fueron entonces las primeras veces que Churchill dejó a Hitler con la mano<br />

tendida. Y no habrían de ser las últimas... La enemistad entre el judaismo y el<br />

movimiento nacionalsocialista de Hitler se levantaba como escollo insalvable de la<br />

amistad entre Alemania y el pueblo británico.<br />

Parecía absurdo e inverosímil, pero así era. Ya en 1920 Henry Ford había<br />

hablado en «El Judío Internacional» acerca de la increíble prepon-derancia que los<br />

israelitas lograron secretamente en Inglaterra desde media-dos del siglo pasado,<br />

cuando el judío Disraeli fue Primer Ministro y jefe político de los conservadores.<br />

Después han figurado prominentemente Lord Reading, en el Gabinete; Lord<br />

Rotschild, en las finanzas; Lord Northcliffe, o sea Isaac Harmsworth, en la prensa;<br />

Harry Pollit y Arthur Horner, en la organización de células comunistas; Norman<br />

Montagu, como director del Banco de Inglaterra; Sidney Silverman en el Parlamento;<br />

Samuel Hoare (conocido corno visconde Templewood) en diversos ministerios, y<br />

otros muchos. Se considera que cien familias de la alta nobleza británica, en su mayor<br />

parte de origen judío, son las que dirigen la política del reino[10].<br />

No era conveniente para el pueblo británico —como ahora puede ver-se<br />

palpablemente que no lo fue— que entrara en dificultades con Alemania si ésta quería<br />

lanzarse contra la URSS, pero sobre los auténticos intereses del pueblo inglés<br />

privaban los intereses del judaísmo. En este punto los bri-tánicos se hallaban en<br />

idéntica situación que los norteamericanos. El judío se había infiltrado también<br />

hábilmente en la Gran Bretaña e hizo de las fi-nanzas uno de los principales reductos,<br />

de tal manera que luego su influen-cia era decisiva. Incluso muchas prominentes<br />

familias inglesas han tenido la creencia de que son sucesoras de las doce tribus de<br />

Israel, y aunque no lo proclaman públicamente, sus actividades siguen el sendero<br />

común del mo-vimiento político-judío. Northcliffe, conocido como el «Napoleón de la<br />

Prensa», llegó a controlar los principales diarios británicos y a través de ellos a la<br />

opinión pública. Por muchos conductos la mano israelita ha veni-do influyendo en el<br />

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BORREGO : Derrota mundial<br />

Parlamento y en la política exterior inglesa. Ese sello, ajeno al pueblo inglés, es el que<br />

inspiró el mote de «la pérfida Albión».<br />

Hasta qué grado Churchill encontró apoyo en esas fuerzas invisibles, pero<br />

poderosas, para su política exterior que llevaba al Imperio Británico a interponerse<br />

en el camino entre Berlín y Moscú, o hasta qué grado Churchill fue ciego instrumento<br />

de esas fuerzas, es un punto histórico muy difícil de precisar, pero los<br />

acontecimientos demuestran la existencia de ese factor.<br />

Entre los reiterados esfuerzos de Hitler por fincar una firme amistad con<br />

Inglaterra figura el Acuerdo Naval Anglogermano, firmado el 18 de junio de 1935.<br />

Según ese convenio, Alemania se comprometía a no construir una flota de guerra que<br />

fuera mayor del 35% de la flota británica. Hitler quería así que la Gran Bretaña<br />

continuara siendo la primera potencia marítima, en tanto que Alemania se convertía<br />

en una potencia terrestre para luchar contra la URSS. El historiador inglés F. H.<br />

Hinsley, de la Universidad de Cambridge, examinó después de la guerra los archivos<br />

alemanes y llegó a la siguiente conclusión:<br />

«En particular, (Hitler) no tenía la menor intención de disputar a<br />

Inglaterra la supremacía naval... Ninguna de las pruebas de que podemos<br />

disponer en la actualidad y que hacen referencia a las negociaciones navales<br />

anglogermanas contradicen eso»[11].<br />

Después del acuerdo naval anglogermano, Hitler quiso entrevistarse con el<br />

Premier inglés Mr. Baldwin, pero éste dio largas al asunto y no resolvió nada.<br />

«Cuando se lo comuniqué así a Hitler —dice Von Ribbentrop en sus<br />

'Memorias'—, su desengaño fue todavía mayor que el mío. Permaneció callado<br />

bastante tiempo, después levantó la vista hacia mí. Finalmente me dijo que<br />

durante años había tratado de conseguir un entendimiento entre Inglaterra y<br />

Alemania, que había resuelto la cuestión de la Flota de un modo favorable para<br />

ellos y que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa en común con aquel país,<br />

pero que por lo visto, Inglaterra no quería comprender su actitud».<br />

Sin embargo, en agosto de 1936 Hitler hizo otro intento de acercamiento con la<br />

Gran Bretaña y envió a Londres a Von Ribbentrop para que gestionara un pacto de<br />

amistad. Ambos confiaban en la buena voluntad del Rey Eduardo VIII, que no<br />

simpatizaba con el marxismo y que deseaba un acuerdo con Alemania. Pero<br />

precisamente en esos días tomaba fuerza una conjura política para hacerlo dimitir,<br />

apoyada en una campaña de prensa por su matrimonio con la señora Simpson. El rey<br />

abdicó en diciembre y el pacto de amistad anglogermano no pudo concertarse. Seis<br />

años después Hitler dijo en una conversación privada:<br />

«El golpe de gracia para el duque de Windsor creo que fue su discurso a los<br />

excombatientes, en el que dijo que la meta de su vida era la conciliación de<br />

Inglaterra y Alemania. Toda la campaña belicista fue montada por Churchill y<br />

pagada por los judíos con la colaboración de los Edén, Vansittart y compañía.<br />

Los judíos lograron su intentona de apoderarse de toda la prensa. Para agarrar a<br />

Rothermere le suprimieron los recursos de la publicidad. Una nación que no<br />

elimina a los judíos acaba, tarde o temprano, siendo devorada por ellos».<br />

El capitán Russell Grenfell, historiador inglés, considera nefasta para el mundo<br />

la obstinación con que Churchill se negó a recibir la amistad que Hitler le brindaba a<br />

— 57 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Inglaterra. Y también juzga absurda la indignación con que Churchill se refería a la<br />

«tiranía nazi», al mismo tiempo que cortejaba a la tiranía bolchevique, mil veces<br />

peor. («Odio Incondicional». Cap. R. Grenfell).<br />

Una y otra vez era evidente que Alemania no quería conflicto con Inglaterra. En<br />

cambio lo quería y lo buscaba específicamente con la URSS. Von Ribbentrop tuvo la<br />

oportunidad de ser Ministro de Relaciones antes de ser Embajador de Alemania en<br />

Londres, pero le pidió a Hitler este último puesto a fin de hacer esfuerzos personales<br />

para estrechar la amistad con los británicos.<br />

Churchill así lo admite en sus Memorias y lo refiere con las siguientes palabras<br />

textuales:<br />

«Cierto día en 1937 —dos años antes de que se iniciara la guerra— tuve una<br />

entrevista con Von Ribbentrop, Embajador de Alemania en Inglaterra. La<br />

conversación duró más de una hora. Ribbentrop era sumamente cortés. La parte<br />

medular de su declaración fue que Alemania buscaba la amistad de Inglaterra.<br />

Dijo que pudo haber sido Ministro de Negocios Extranjeros en Alemania, pero<br />

que había pedido a Hitler que le permitiera venir a Londres a fin de presentar el<br />

caso completo a favor de una "entente" y hasta de una alianza anglo-germana.<br />

Alemania respaldaría al Imperio Británico en toda su grandeza y extensión.<br />

Posiblemente pediría la devolución de las colonias alemanas, pero eso<br />

evidentemente no era un punto cardinal. Lo que se requería era que la Gran<br />

Bretaña diera a Alemania manos libres en el oriente de Europa... La Rusia<br />

Blanca y la Ucrania eran indispensables para la vida futura del Reich alemán,<br />

con más de 70 millones de almas. Nada menos se consideraría suficiente. Todo<br />

lo que se pedía de la Comunidad Británica de Naciones y del Imperio en general<br />

era una actitud de no intervención».<br />

Una vez más quedó así expuesta la más grave y fundamental decisión de Hitler y<br />

de Alemania: atacar a la URSS y arrebatarle la Rusia Blanca y Ucrania para que<br />

Alemania —miembro clave de la civilización occidental— creciera a costa del Oriente<br />

y no del Occidente.<br />

Churchill dejó una vez más a Hitler con la mano tendida. Su respuesta fue la<br />

siguiente, según lo dice en sus Memorias:<br />

«Le dije sin vacilar, que estaba seguro de que el Gobierno británico no<br />

convendría en dar a Alemania libertad de acción en la Europa Oriental. Era<br />

verdad que nos hallábamos en malos términos con la Rusia soviética y que<br />

aborrecíamos al bolchevismo tanto como Hitler mismo, pero podía estar seguro<br />

de, que aun cuando Francia quedaba salvaguardada, la Gran Bretaña nunca se<br />

desinteresaría de la suerte del Continente hasta un extremo que permitiera a<br />

Alemania ganar la dominación de la Europa Central y Oriental...<br />

»No estime usted a Inglaterra en menos de lo que vale. Tiene mucha<br />

habilidad. Si nos hunden ustedes en otra guerra, hará que el mundo entero se<br />

ponga contra Alemania, como la última vez. Al oír esto, el embajador se puso de<br />

pie muy acalorado y dijo: Inglaterra podrá ser muy hábil, pero en esta ocasión<br />

no colocará al mundo contra Alemania».<br />

En este punto Ribbentrop estaba equivocado.<br />

— 58 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

EL TRONO DEL ORO EMPUJA A OCCIDENTE<br />

Había otro factor también interesado en que «el mundo entero» se alineara en<br />

contra de Alemania. Ese factor era el Trono del Oro. Ahí el judaísmo se movía con<br />

ancestral destreza y mediante abstrusas teorías seudocientíficas disfrazaba su<br />

dominio sobre las fuentes económicas.<br />

La influencia de ese trono acababa de ser proscrita en Berlín. Hitler había<br />

proclamado que la riqueza no es el oro, sino el trabajo, y con la realidad palpable de<br />

los hechos estaba demostrándolo así.<br />

Lentamente iba quedando al descubierto la ruin falacia de que el dinero debe<br />

privar sobre las fuerzas del espíritu. El hecho de que así ocurriera no era prueba<br />

concluyente de que así debería seguir ocurriendo. La economía nacionalsocialista de<br />

Hitler se aventuró resueltamente por un nuevo camino ante los ojos incrédulos del<br />

mundo. Había recibido una Alemania exhausta por la última guerra, y de la miseria<br />

resurgía como una potencia internacional.<br />

Con un territorio 19 veces mayor que Alemania y con recursos naturales y<br />

económicos infinitamente más grandes, Roosevelt no había dado empleo a sus once<br />

millones de cesantes. Pese a sus vastos recursos coloniales, los imperios británico y<br />

francés tampoco se libraban de ese crimen del trono del oro. En cambio, en la<br />

minúscula Alemania, no obstante la carencia de vastos campos agrícolas, de petróleo,<br />

de oro y de plata, la economía «nazi» había dado trabajo y pan a los 6.139,000<br />

desocupados que le heredó el antiguo régimen.<br />

Si los sabihondos de la «ciencia económica» erigida en «tabú» alegaban que<br />

cierto terreno no podía abrirse al cultivo ni acomodarse ahí determinado número de<br />

cesantes, debido a que no había dinero, esto parecía ser una razón suficiente. La<br />

economía nazi, en cambio, se desentendía de que en el banco hubiera o no divisas o<br />

reservas de oro; emitía dinero papel, creaba una nueva fuente de trabajo, daba<br />

acomodo a los cesantes, aumentaba la producción y ese mismo aumento era la<br />

garantía del dinero emitido. En vez de que el oro apuntalara al billete de banco, era el<br />

trabajo el que lo sostenía. En otras palabras, la riqueza no era el dinero, sino el<br />

trabajo mismo, según la fórmula adoptada por Hitler.<br />

Si en un sitio había hombres aptos para trabajar y obras que realizar, la<br />

economía judaica se preguntaba si además existía dinero, y sin este tercer requisito la<br />

obra no se iniciaba y los cesantes permanecían como tales. La economía nazi, en<br />

cambio, no preguntaba por el dinero; el trabajo de los hombres y la producción de su<br />

obra realizada eran un valor en sí mismos. El dinero vendría luego sólo como símbolo<br />

de ese valor intrínseco y verdadero.<br />

Por eso Hitler proclamó:<br />

«No tenemos oro, pero el oro de Alemania es la capacidad de trabajo del<br />

pueblo alemán... La riqueza no es el dinero, sino el trabajo». Los embaucadores<br />

del trono del oro gritaban que ésta era una herejía contra la «ciencia<br />

económica», más Hitler refutaba que el crimen era tener cesantes a millones de<br />

hombres sanos y fuertes y no el violar ciertos principios de la seudo-ciencia<br />

económica disfrazada con relumbrantes ropajes de disquisiciones abstrusas.<br />

«La inflación —dijo Hitler— no la provoca el aumento de la circulación<br />

monetaria. Nace el día en que se exige al comprador, por el mismo suministro,<br />

una suma superior que la exigida la víspera. Allí es donde hay que intervenir.<br />

— 59 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Incluso a Schacht tuve que empezar a explicarle esta verdad elemental: que la<br />

causa esencial de la estabilidad de nuestra moneda había que buscarla en los<br />

campos de concentración. La moneda permanece estable en cuanto los<br />

especuladores van a un campo de trabajo. Tuve igualmente que hacerle<br />

comprender a Schacht que los beneficios excesivos deben retirarse del ciclo<br />

económico.<br />

»Todas estas cosas son simples y naturales. Lo fundamental es no permitir<br />

que los judíos metan en ellas su nariz. La base de la política comercial judía<br />

reside en hacer que los negocios lleguen a ser incomprensibles para un cerebro<br />

normal. Se extasía uno ante la ciencia de los grandes economistas. ¡Al que no<br />

comprende nada se le califica de ignorante! En el fondo, la única razón de la<br />

existencia de tales argucias es que lo enredan todo... Sólo los profesores no han<br />

comprendido que el valor del dinero depende de las mercancías que el dinero<br />

tiene detrás.<br />

»Dar dinero es únicamente un problema de fabricación de papel. Toda la<br />

cuestión es saber si los trabajadores producen en la medida de la fabricación del<br />

papel. Si el trabajo no aumenta y por lo tanto la producción queda al mismo<br />

nivel, el aumento de dinero no les permitirá comprar más cosas que las que<br />

compraban antes con menos dinero. Evidentemente esta teoría no hubiera<br />

podido suministrar la materia de una disertación científica. Al economista<br />

distinguido le importa sobre todo exponer ideas envueltas en frases sibilinas...<br />

»Demostré a Zwiedineck que el patrón oro, la cobertura de la moneda,<br />

eran puras ficciones, y que me negaba en el futuro a considerarlas como<br />

venerables e intangibles; que a mis ojos el dinero no representaba nada más que<br />

la contrapartida de un trabajo y que no tenía por lo tanto valor más que en la<br />

medida que representase trabajo realmente efectuado. Precisé que allí donde el<br />

dinero no representaba trabajo, para mí carecía de valor.<br />

»Zwiedineck se quedó horrorizado al oírme. Me explicó que mis ideas<br />

conmovían las nociones más sólidamente establecidas de la ciencia económica y<br />

que su aplicación llevaría inevitablemente, al desastre.<br />

»Cuando, después de la toma del poder, tuve ocasión de traducir en<br />

hechos mis ideas, los economistas no sintieron el menor empacho, después de<br />

haber dado una vuelta completa, en explicar científicamente el valor de mi<br />

sistema»[12].<br />

«Toda vida económica es la expresión de una vida psíquica», escribió Oswaldo<br />

Spengler en «Decadencia de Occidente». Y en efecto, el nacionalsocialismo modificó<br />

la economía de la nación en cuanto logró orientar hacia metas ideales la actitud<br />

psíquica del pueblo. La falsificación judía de la Economía Política, según la cual el<br />

trabajo es sólo una mercancía y el oro la base única de la moneda sana, quedó<br />

evidentemente al descubierto.<br />

Muchos incrédulos investigadores fueron a cerciorarse con sus propios ojos de<br />

lo que estaba ocurriendo en Alemania. «Radcliffe Collage» de Estados Unidos, envió<br />

a Berlín al economista antinazi Máxime Y. Sweezy. Entre sus conclusiones publicadas<br />

en el libro «La Economía Nacionalsocialista», figuran las siguientes:<br />

«El pensamiento occidental, cegado por los conceptos de una economía<br />

arcaica, creyó que la inflación, la falta de recursos, o una revolución,<br />

condenaban a Hitler al fracaso... Mediante obras públicas y subsidios para<br />

trabajos de construcción privada se logró la absorción de los cesantes. Se cuidó<br />

de que los trabajadores de determinada edad, especialmente aquellos que<br />

— 60 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

sostenían familias numerosas, tuvieran preferencia sobre los de menor edad y<br />

menores obligaciones... Se desplazó a los jóvenes desocupados hacia esferas de<br />

actividad de carácter más social que comercial, como los Cuerpos de Servicio de<br />

Trabajo, de Auxilios Agrícolas y de Trabajo Agrícola Anual.<br />

»En el otoño de 1936 ya no existía duda alguna sobre el éxito del primer<br />

plan cuatrienal. La desocupación había dejado de ser un problema e inclusive se<br />

necesitaban más obreros. El segundo plan cuatrienal quedó bajo la dirección del<br />

general Goering, cuya principal meta era independizar a Alemania de todos los<br />

víveres y materias primas importadas... Con proteínas de pescado se<br />

manufacturaron huevos en polvo; los autobuses fueron movidos por medio de<br />

gas; se usó vidrio para fabricar tubería y material aislante; se implantó la<br />

regeneración del hule y la purificación del aceite usado y el tratamiento de la<br />

superficie de metal contra el moho. Se almacenó aserrín para transformarlo en<br />

una harina de madera que también se usó como forraje; el pan se elaboró, en<br />

parte, de celulosa; las cubiertas de las salchichas se usaron de celofán; se<br />

transformaron las papas en almidones, azúcares y jarabes.<br />

»En Fallersleben se inició la construcción de no sólo la fábrica de<br />

automóviles más grande del mundo sino de la fábrica más grande del mundo de<br />

cualquier clase. El Volksauto (auto del pueblo) costaría mil ciento noventa<br />

marcos (más de dos mil pesos) en abonos de cinco semanarios.<br />

»En seis años los nazis terminaron 3,065 kilómetros de carreteras,<br />

parcialmente, 1,387 kilómetros más, e iniciaron la construcción de otros 2,499<br />

kilómetros.<br />

»La estabilización de precios que resultó de la intervención oficial nazi<br />

debe conceptuarse como un éxito notable, único en la historia económica desde<br />

la revolución industrial... Esta experiencia permitió que prosiguiera la guerra<br />

sin que el problema de los precios preocupara a Alemania»[13].<br />

¿Cómo había sido lograda esa milagrosa transformación si Alemania carecía de<br />

oro en sus bancos, si carecía de oro en sus minas y de divisas extranjeras en sus<br />

reservas? ¿De qué misteriosas arcas había salido el dinero para emprender obras<br />

gigantescas que dieron trabajo a 6.136,000 cesantes existentes en enero de 1933?<br />

¿Había logrado, acaso, la piedra filosofal buscada por los antiguos alquimistas para<br />

transformar el plomo en oro?<br />

La fórmula no era un secreto, pero sonaba inverosímilmente sencilla entre tanta<br />

falacia que la seudociencia económica judía había hecho circular por el mundo.<br />

Consistía, básicamente, en el principio de que «la riqueza no es el dinero, sino el<br />

trabajo». En consecuencia, si faltaba dinero, se hacía, y si los profetas del reino del<br />

oro gritaban que esto era una herejía, bastaba con aumentar la producción y con<br />

regular los salarios y los capitales para que no ocurriera ningún cataclismo<br />

económico.<br />

El investigador norteamericano Sweezy pudo ver cómo se daba ese paso audaz y<br />

escribió:<br />

«Los dividendos mayores del 6% debían ser invertidos en empréstitos<br />

públicos. Se considera que el aumento de billetes es malo, pero esto no tiene<br />

gran importancia cuando se regulan los salarios y los precios, cuando el<br />

Gobierno monopoliza el mercado de capitales y cuando la propaganda oficial<br />

entusiasma al pueblo».<br />

Sweezy relata también que la economía nazi ayudó a los hombres de negocios a<br />

— 61 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

eliminar a los logreros de la industria; se ampliaron las subvenciones para las<br />

empresas productoras de bienes esenciales; se implantó un espartano racionamiento<br />

y el comercio internacional se rigió a base de trueque. Mediante el Frente Alemán del<br />

Trabajo «la ilusión de las masas se desvió de los valores materiales a los valores<br />

espirituales de la nación»; se aseguró la cooperación entre el capital y el trabajo; se<br />

creó un departamento de «Fuerza por la Alegría»; se agregó otro de «Belleza y<br />

Trabajo»; se implantó el mejoramiento eugenéfico y estético de los centros de<br />

trabajo. Para reducir las diferencias de clase, cada joven alemán laboraba un año en<br />

el «Servicio de Trabajo» antes de entrar en el ejército; se trasladaron jóvenes de las<br />

ciudades a incrementar las labores agrícolas; se movilizó a los ancianos a talleres<br />

especiales; a los procesados se les hizo desempeñar trabajos duros; a los judíos se les<br />

aisló del resto de los trabajadores, «con objeto de que el contagio fuera mínimo»; y<br />

las ganancias de los negociantes se redujeron a límites razonables.<br />

El ex Primer Ministro francés Paul Reynaud dice en sus «Revelaciones» que «en<br />

1923 se trabajaban en Alemania 8,999 millones de horas y en Francia 8,184 millones.<br />

En 1937 (bajo el sistema nazi que absorbió a todos los cesantes) se trabajaban en<br />

Alemania 16,201 millones de horas, y 6,179 millones en Francia». Como resultado la<br />

producción industrial y agrícola de Alemania llegó a sextuplicarse en algunos ramos y<br />

así la realidad trabajo fue imponiéndose a la ficción oro. Un viejo anhelo de la<br />

filosofía idealista alemana iba triunfando aun en el duro terreno de la economía. En<br />

sus «Discursos a la Nación Alemana» Juan G. Fichte había dicho en 1809 que «al<br />

alumno debe persuadírsele de que es vergonzoso sacar los medios para su existencia<br />

de otra fuente que no sea su propio trabajo».<br />

Naturalmente que esto entraba en pugna con los intereses de una de las ramas<br />

judías que halla más cómodo amasar fortunas en hábiles especulaciones, monopolios<br />

o transacciones de Bolsa que forjar patrimonios mediante el trabajo constructivo.<br />

Esta implacable ambición que no se detiene ante nada ya había sido percibida años<br />

antes por el filósofo francés Gustavo Le Bon, quien escribió en «La Civilización de los<br />

Árabes»:<br />

«Los reyes del siglo en que luego entraremos, serán aquellos que mejor<br />

sepan apoderarse de las riquezas. Los judíos poseen esta aptitud hasta un<br />

extremo que nadie ha igualado todavía».<br />

Ciertamente Hitler repudiaba a esos reyes del oro y desde 1923 había escrito que<br />

el capital debe hallarse sometido a la soberanía de la nación, en vez de ser una<br />

potencia internacional independiente. Es más, el capital debe actuar —decía— en<br />

favor de la soberanía de la nación, en lugar de convertirse en amo de ésta. Es<br />

intolerable que el capital pretenda regirse por leyes internacionales atendiendo<br />

únicamente a lograr su propio crecimiento. En la democracia la economía ha logrado<br />

imponerse al interés de la colectividad, y si para sus conveniencias utilitarias es más<br />

atractivo financiar a los especuladores que a los productores de víveres, puede<br />

hacerlo libremente. De igual manera puede ayudar más a los capitales extranjeros<br />

que a los propios, si en esa forma obtiene dividendos mayores. El bien de la patria y<br />

de la nacionalidad no cuentan para nada en la «ciencia económica» del Reino del<br />

Oro.<br />

Naturalmente, ese egoísmo practicado y propiciado por el judío fue barrido<br />

implacablemente en Alemania. Y una vez afianzada la economía nacionalsocialista,<br />

Hitler pudo anunciar el 10 de diciembre de 1940:<br />

«Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre<br />

— 62 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

los pueblos. No nos importa carecer de él. El oro no se come. Tenemos en<br />

cambio la fuerza productora del pueblo alemán... En los países capitalistas el<br />

pueblo existe para la economía y la economía para el capital. Entre nosotros<br />

ocurre al revés: el capital existe para la economía y la economía para el pueblo,<br />

Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente medios para obtener el<br />

bien del pueblo. Nuestra industria de armamentos podría repartir dividendos<br />

del 75, 140 y 160 por ciento, pero no hemos de consentirlo. Creo que es<br />

suficiente un seis por ciento... Cada consejero —en los países capitalistas—<br />

asiste una vez al año a una junta; oye un informe, que a veces suscita<br />

discusiones. Y por ese trabajo recibe anualmente 60,000, 80,000 ó 100,000<br />

marcos. Esas prácticas inicuas las hemos borrado entre nosotros. A quienes con<br />

su genio y laboriosidad han hecho o descubierto algo que sirve grandemente a<br />

nuestro pueblo, les otorgamos —y lo merecen— la recompensa apropiada. ¡Pero<br />

no queremos zánganos!»<br />

Muchos zánganos de dentro y de fuera de Alemania se estremecieron de odio y<br />

de temor.<br />

Así se explica por qué el 7 de agosto de 1933 —seis años antes de que se iniciara<br />

la guerra— Samuel Untermeyer, presidente de la Federación Mundial Económica<br />

Judía, había dicho en Nueva York durante un discurso:<br />

«Agradezco su entusiasta recepción, aunque entiendo que no me<br />

corresponde a mí personalmente sino a la "Guerra santa" por la humanidad, que<br />

estamos llevando a cabo. Se trata de una guerra que debe pelearse sin descanso<br />

ni cuartel, hasta que se dispersen las nubes de intolerancia, odio racial y<br />

fanatismo que cubren lo que fuera Alemania y ahora es hitlerlandia. Nuestra<br />

campaña consiste, en uno de sus aspectos, en el boicot contra todas sus<br />

mercancías, buques y demás servicios alemanes... El primer Presidente<br />

Roosevelt, cuya visión y dotes de gobierno constituyen la maravilla del mundo<br />

civilizado, lo está invocando para la realización de su noble concepto sobre el<br />

reajuste entre el capital y el trabajo»[14].<br />

Es importante observar cómo seis años antes de que se encontrara el falso<br />

pretexto de Polonia para lanzar al Occidente contra Alemania, ya la Federación<br />

Mundial Económica Judía le había declarado la guerra de boicot. La lucha armada<br />

fue posteriormente una ampliación de la guerra económica.<br />

Carlos Roel añade en su obra citada:<br />

«La judería se alarmó, pues siendo el acaparamiento del oro y el dominio<br />

de la banca sus medios de dominación mundial, significaba un grave peligro<br />

para ello, el triunfo de un Estado que podía pasarse sin oro, y además,<br />

desvincular sus instituciones de crédito de la red internacional israelita, ya que<br />

muchos otros se apresurarían a imitarlo. ¿Cómo evitar ese peligro? No habría<br />

sino una forma: aniquilar a Alemania».<br />

Agrega que esos amos del crédito realizan fabulosas especulaciones a costa del<br />

pueblo; fundan monopolios y provocan crisis y carestías. Y como están en posibilidad<br />

de elevar o abaratar los valores de Bolsa a su arbitrio, sus perspectivas de lucro se<br />

vuelven prácticamente infinitas. También Henry Ford habla de esto y refiere cómo los<br />

americanos fueron testigos durante 15 meses de una de esas típicas maniobras: «El<br />

dinero —dice— se sustrajo a su objetivo legal y fue prestado a los especuladores al seis<br />

— 63 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

por ciento, quienes a su vez volvieron a prestarlo al 30%».<br />

Era, pues, tan bonancible la situación de los reyes del oro, que naturalmente se<br />

aprestaron con odio incontenible a combatir al régimen nazi. El ejemplo de éste<br />

desacreditaba la sutil telaraña de seudociencia económica tras la cual se hallaban<br />

apostados los magnates judíos al acecho de sus víctimas.<br />

El sistema alemán de comerciar internacionalmente a base de trueque y no de<br />

divisas era también alarmante para esos profesionales especuladores. En respuesta a<br />

las críticas contra el trueque, Hitler dijo el 30 de enero de 1939:<br />

«El sistema alemán de dar por un trabajo realizado noblemente un<br />

contrarrendimiento también noblemente realizado, constituye una práctica más<br />

decente que el pago por divisas que un año más tarde han sido desvalorizadas<br />

en un tanto por ciento cualquiera[15].<br />

»Hoy nos reímos de esa época en que nuestros economistas pensaban con<br />

toda seriedad que el valor de una moneda se encuentra determinado por las<br />

existencias en oro y divisas depositadas en las cajas de los bancos del Estado y,<br />

sobre todo, que el valor se encontraba garantizado por éstas. En lugar de ello<br />

hemos aprendido a conocer que el valor de una moneda reside en la energía de<br />

producción de un pueblo».<br />

La demostración de ese principio ponía automáticamente en evidencia el<br />

engaño que padecían otros pueblos. El judaísmo se sintió así herido en dos de sus<br />

más brillantes creaciones: en el Oriente, su Imperio marxista se hallaba en capilla; en<br />

el Occidente, su sistema económico supercapitalista de especulaciones gigantescas<br />

estaba siendo desacreditado ante los ojos de los pueblos occidentales que eran sus<br />

víctimas.<br />

Y de ahí nació la entonces tácita alianza entre el Oriente y el Occidente para<br />

aniquilar a la Alemania nazi. Ni los yugoeslavos, ni los belgas, ni los franceses, ni los<br />

ingleses, ni los americanos, tenían por qué lanzarse a esa lucha, mas para los<br />

intereses israelitas era indispensable empujarlos. ¡Con los mismos pueblos que en<br />

cierto modo eran sus víctimas, el judaísmo político iba a afianzar su hegemonía<br />

mundial!<br />

Henry Ford escribió en 1920 que<br />

«existe un supercapitalismo que se apoya exclusivamente en la ilusión de que el<br />

oro es la máxima felicidad. Y existe también un supergobierno internacional<br />

cuyo poderío es mayor que el que tuvo el Imperio Romano».<br />

Pues bien, ese supergobierno iba a realizar la fabulosa tarea de lanzar a los<br />

pueblos occidentales a una guerra que era ajena a los intereses de esos pueblos e<br />

incluso perjudicial para ellos.<br />

— 64 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

PROFUNDAS RAICES EN EL ALMA COLECTIVA<br />

Las realizaciones del nacionalsocialismo eran la cúspide de una montaña de<br />

fuerzas psicológicas que asentaban sus cimientos en el alma colectiva del pueblo<br />

alemán.<br />

Aunque los gobiernos influyen en los pueblos y los encauzan, es el alma de la<br />

nación la que les infunde o no el toque de grandeza. Cuando ese espíritu falta, las<br />

instituciones son simples «gerencias» administrativas, más o menos toleradas o más<br />

o menos populares, pero carentes del fuego que arde en los movimientos históricos<br />

que graban épocas milenarias en el Destino de los pueblos.<br />

El movimiento nazi encontró cualidades populares —rezumadas a través de<br />

siglos y de generación en generación— que hicieron posibles sus centelleantes<br />

realizaciones. No era, por tanto, un movimiento de exportación. Muchos años antes<br />

había comenzado a abonarse el terreno mediante la típica disciplina alemana en la<br />

escuela y el cuartel. De ella nacieron o se acrecentaron en Alemania las cualidades de<br />

orden, de atención concentrada, de paciencia y de minuciosidad.<br />

Desde siglos antes el servicio militar había inculcado reverente culto por la<br />

Patria y la nacionalidad; las universidades habían abierto todas las puertas del<br />

conocimiento humano a una enorme masa de ciudadanos. Hitler se encontró así a un<br />

pueblo culto, pero que gracias a sus reservas vitales —y al ejercicio de la fuerza de<br />

voluntad desde la escuela hasta el cuartel— no había caído en la degeneración<br />

libresca del intelectualoide que repudia la acción, el esfuerzo, el sacrificio y la<br />

disciplina. Este último disfraza su pereza con sapiencia, pero en vez de una acción<br />

sostenida sólo realiza un estéril mariposeo de idea en idea.<br />

Por otra parte, la dictadura de Hitler en Alemania tenía un significado muy<br />

distinto a las dictaduras habidas en otros países, donde los dictadores imponen su<br />

dominio y el de su camarilla, pero no imponen métodos para realizar ideales. Es esta<br />

una fundamental diferencia.<br />

Cuando un pueblo ansía sustraerse al dominio de un grupo político, ese anhelo<br />

es una fuerza libertadora. Por eso Spengler dice que en esencia «la libertad tiene algo<br />

de negativo; desata, liberta, defiende; ser libre es siempre quedar libre de algo». Pero<br />

en Alemania nacionalsocialista el pueblo no deseaba sustraerse a su ideal de grandeza<br />

y a su aspiración de adquirir espacio para vivir. No deseaba libertarse de su ideal<br />

nacionalista; y supuesto que Hitler implantaba una dictadura para realizar esos<br />

ideales, el pueblo estaba con él. La dictadura la llevaba el pueblo en su propia alma y<br />

era la dictadura de sus ideales. Por eso Hitler —que fue símbolo viviente y bandera<br />

humana de esos anhelos —arrastró multitudes.<br />

Esto constituía la característica específica, diacrítica, propia, de la dictadura<br />

nacionalsocialista. La dictadura es un instrumento, no una «cosa en sí»; puede ser<br />

buena o mala, querida u odiada, según el fin a que se oriente. 458 años antes de<br />

nuestra Era, cuando los romanos se hallaban aflictivamente sitiados por los ecuos,<br />

recurrieron a Lucio Quincio Cincinato y lo nombraron dictador. Cincinato organizó<br />

nuevos ejércitos, restableció la confianza y derrotó a los ecuos.<br />

Frecuentemente se ha visto en la historia que los pueblos en zozobra recurren a<br />

la voluntad de un hombre para encontrar su propio camino y cuando en esos<br />

momentos aflictivos hallan a ese hombre resuelto a asumir la responsabilidad de<br />

todos, la tensión disminuye y la esperanza resurge. La dictadura es una necesidad<br />

esporádica en la historia de la humanidad. Si en el caso de Alemania se la vilipendió<br />

tanto, fue por intereses partidistas, más no porque en realidad fuera un régimen<br />

— 65 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

contrario a la voluntad popular.<br />

La dictadura nazi irrumpió duramente en la vida de Alemania. Hitler mismo lo<br />

advirtió así: «El nacionalsocialismo no es ninguna doctrina de quietud; no es una<br />

doctrina de goce, sino de esfuerzo y de lucha». Y sin embargo halló adhesión<br />

entusiasta porque no era molicie lo que el pueblo deseaba. Así lo revelaban ya los<br />

pensadores alemanes después de 1918 al quejarse de que<br />

«ahora vivimos el happy end de una existencia sin contenido, a través de cuyo<br />

aburrimiento la música de jazz y los bailes negros entonan la marcha fúnebre de<br />

una gran cultura. Hacemos el muerto como insectos humanos». (Spengler).<br />

Pero a partir de 1933 en que los nazis adquirieron el poder, la disciplina y el<br />

esfuerzo fueron materializando nuevas instituciones y poniendo en juego las inactivas<br />

energías de la nación. Se establecieron centros juveniles como el de Sonthofen, para<br />

crear jóvenes «rectangulares de cuerpo y alma». «Los hombres no deberán<br />

preocuparse más de la selección de perros, caballos y gatos, que de levantar el nivel<br />

racial del hombre mismo».<br />

Ciertos observadores extranjeros se escandalizaban —quién sabe por qué— de<br />

que en las escuelas alemanas se les inculcara a los educandos: «muchachos; tienen<br />

que ser duros y resistentes... duros como el acero; ¡el Fuehrer lo quiere!» Desde los<br />

catorce hasta los 18 años los muchachos alemanes pertenecían a la Juventud de<br />

Hitler, dotada de secciones de aviación, de fusileros, etc., y se les impartían<br />

conocimientos de política que en otros países difícilmente logran incluso los adultos.<br />

Contra la internacionalización del obrero proclamada por el marxismo se<br />

instituyó el Frente de Trabajo y se alentó el sentimiento de la comunidad nacional. El<br />

trabajador no era ni un paria respecto a las demás clases ni un privilegiado<br />

aristócrata de overol. El frente del trabajo imponía al patrón «el deber de ser<br />

considerado y justo con el obrero». Para esto funcionaba el Tribunal de Honor Social,<br />

pero naturalmente su eficacia no se fincaba sólo en bellos reglamentos, sino en la<br />

espontánea disposición de patrones y obreros a cooperar al resurgimiento de la<br />

nación. La indemnización por despidos injustos ascendía a un año de salario. Pero<br />

más que las sanciones, lo que acercaba a las diversas clases y las fundía en un mismo<br />

bloque de trabajo era el ideal de una patria grande. Despertar estas fuerzas<br />

psicológicas tiene mucho más valor en la práctica que expedir leyes cuya evasión es<br />

siempre factible.<br />

En tres años se construyeron en las ciudades 701,552 viviendas populares, con<br />

alquiler no mayor de la quinta parte de los ingresos del inquilino. Para evitar<br />

amontonamientos deprimentes las viviendas eran de una sola planta y tenían jardín.<br />

Además, el Frente del Trabajo terminó en dos años 21,301 casas de colonos y 59,000<br />

más se hallaban en construcción[16].<br />

El Frente cuidaba también de los obreros temporales como los de la<br />

construcción, que incluso tenían derecho a vacaciones.<br />

«El número de obreros con derecho a vacación en Alemania es más del<br />

doble del de los demás países. El promedio de vacaciones es también mayor...<br />

Una dependencia del FAT, la Fuerza por la Alegría, atiende a la inversión del<br />

ocio. Ningún otro Estado presenta una institución de recreo semejante. Más de<br />

5 millones de personas que no habían salido o habían salido raramente de los<br />

muros de su ciudad, han podido conocer lo más hermoso de la patria<br />

alemana»[17].<br />

— 66 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Las crecidas utilidades obtenidas por un sector no se interpretaban como<br />

síntoma de auge nacional, sino como una irregularidad económica que debía ser<br />

corregida en beneficio del bienestar colectivo, pues «la economía próspera debe<br />

apoyarse en un alto nivel de vida de la masa».<br />

En la obtención de trabajo era factor decisivo el número de miembros de la<br />

familia. Y el seguro social, establecido por Bismarck en 1880, alcanzó en 1937 el<br />

primer lugar del mundo. La beneficencia pública recurría a la colecta del Plato Único<br />

en la comida del domingo; lo economizado por cada ciudadano se destinaba a ayudar<br />

a la colectividad. En tres años las colectas ascendieron a 1,095 millones de marcos.<br />

Hitler no quería —dice el Dr. Rauecker— que esto fuera sustituido por impuestos,<br />

pues sostenía que «el sentimiento de responsabilidad social del individuo no debe<br />

debilitarse por medio del impuesto». En vez de una ayuda mecanizada y forzosa se<br />

apelaba a los sentimientos de camaradería y justicia. Carlos Roel cita —«Hitler y el<br />

Nazismo»— que el departamento de Fuerza por la Alegría, cuya tarea consistía en<br />

hermosear el medio ambiente de los obreros en las fábricas y hacerles su tarea menos<br />

fastidiosa, les decía:<br />

«No prometemos las utopías del marxismo. No; nosotros decimos al<br />

hombre que trabaja y crea, que la vida es dura y está llena de dificultades de las<br />

cuales no podemos librarlo, porque no hay poder en el mundo capaz de ello. Le<br />

decimos, empero, que lo esencial no es que desaparezcan los inevitables<br />

trabajos del hombre, sino que éste tenga la fuerza suficiente para afrontarlos. Y<br />

esa fuerza queremos dársela por medio de la alegría y la comunidad».<br />

Todo este movimiento constructivo era naturalmente contrario a la demagógica<br />

agitación marxista que divide en vez de unir y que Oswaldo Spengler sintetiza así en<br />

«Años Decisivos»:<br />

«Para el comunismo no se entiende por pueblo a la nación toda, sino a la<br />

parte de la masa ciudadana que se rebela contra la Comunidad. El trabajador<br />

pasa a ser el obrero propiamente dicho, el sentido y el fin de la historia, de la<br />

política y de la preocupación pública. Se olvida que todos los hombres trabajan y<br />

que hay otros que rinden más: el inventor, el ingeniero, el organizador. Pero<br />

nadie se atreve ya a acentuar la categoría, la calidad de un rendimiento. Sólo el<br />

"trabajador" halla compasión, sólo él es auxiliado, protegido y asegurado. Más<br />

aún, es elevado a la categoría de santo e ídolo de la época. El mundo gira en<br />

torno suyo, todos los demás son haraganes; sólo él no... Los representantes del<br />

pueblo viven de esta leyenda, han acabado por persuadir de ello a los propios<br />

asalariados, quienes se sienten realmente maltratados y miserables, hasta<br />

perder todo criterio de su verdadero valor. El que ha provocado esto no es el<br />

trabajador, sino el vagabundo, como se le llama en la correspondencia entre<br />

Marx y Engels... Ninguno se atreve ya a declarar que quiere representar a otras<br />

partes de la nación que al obrero. A éste lo tratan como clase privilegiada, por<br />

cobardía o en espera de éxitos electorales».<br />

Pero volviendo al examen de lo que era el Estado Nazi cabe citar que en el ramo<br />

de la producción intelectual se publicaron... 25,439 libros tan sólo en 1938, según<br />

dice el investigador americano Máxime Y. Sweezy, en «La Economía<br />

Nacionalsocialista».<br />

Refiriéndose a las realizaciones de su régimen, Hitler pudo anunciar el 30 de<br />

enero de 1939:<br />

— 67 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

«Esquilmado por el resto del mundo durante 15 años, cargado de de-udas<br />

enormes, sin colonias, el pueblo alemán es alimentado y vestido y no tiene<br />

cesantes. Y la pregunta es: ¿Cuál de las sedicentes grandes democracias estaría<br />

en condiciones de lograr una cosa tan difícil?»<br />

Esta era una respuesta a la campaña que se había iniciado en Occidente contra<br />

Alemania, pero Hitler quiso enfatizar que se trataba de una simple réplica, y precisó:<br />

«No exportamos el nacionalsocialismo ni tenemos motivos para combatir a otros<br />

pueblos porque sean demócratas».<br />

Cada nación es libre de escoger su propio sistema de gobierno; al reconocer esa<br />

libertad para los demás, Alemania reclamaba igual derecho para sí.<br />

ZANJANDO LAS VIEJAS RENCILLAS CON FRANCIA<br />

Al finalizar la primera guerra mundial, Alemania fue mutilada y reducida a<br />

472,000 kilómetros cuadrados (la cuarta parte de México), y perdió el dominio sobre<br />

6 millones y medio de alemanes, los cuales en contra de su voluntad fueron anexados<br />

a otros países.<br />

Además, se la obligó a desmilitarizar el Sarre y la Renania. Que un país se vea<br />

forzado a prescindir de la soberanía nacional, aun dentro de sus propias fronteras, es<br />

un hecho humillante que no puede durar indefinidamente. Por eso en enero de 1935<br />

se efectuó un plebiscito en el Sarre para saber si la población alemana quería seguir<br />

perteneciendo a Alemania o no. La respuesta fue afirmativa en un 90% (477,000<br />

contra 48,000 votos) y en consecuencia se restableció la soberanía nacional alemana<br />

sobre aquella zona del país que había estado siendo administrada con intervención de<br />

Francia. Con tal motivo, Hitler anunció el 15 de ese mes:<br />

«Compatriotas alemanes del Sarre: su decisión me da hoy la posibilidad de<br />

declarar que una vez efectuada su reincorporación al territorio del Reich,<br />

Alemania no hará ya ninguna reclamación territorial más a Francia. Esta es<br />

nuestra contribución histórica y de sacrificio en pro de la tan necesaria<br />

pacificación de Europa. Nosotros no luchamos hoy por una posición de poderío<br />

mundial; luchamos simplemente por la existencia de nuestra patria, por la<br />

unidad de nuestra nación y por el pan cotidiano para nuestros hijos. Si<br />

partiendo de este punto de vista tratamos de buscar aliados en Europa, sólo dos<br />

Estados deberán tomarse en cuenta: Inglaterra e Italia».<br />

Hitler refrendaba así su propósito de no buscar querella con Occidente. Desde el<br />

2 de noviembre de 1933 el embajador alemán en Washington, Luther, había<br />

notificado al Departamento de Estado que Hitler prometía no pedir jamás la<br />

devolución de Alsacia y Lorena, provincias que en la guerra de 1914 le fueron<br />

quitadas al Reich y anexadas a Francia.<br />

Sin embargo, ese propósito de zanjar dificultades con Francia tuvo<br />

inmediatamente después una hostil respuesta por parte de los gobernantes franceses,<br />

— 68 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

quienes el 2 de mayo (1935) concertaron un tratado con la URSS para cercar a<br />

Alemania. Otro convenio semejante fue firmado el día 16 entre Checoslovaquia y<br />

Rusia. No obstante, Hitler continuó su política de acercamiento con Francia e<br />

Inglaterra.<br />

El 7 de marzo de 1936 Alemania dio otro paso más para recuperar su soberanía<br />

dentro de sus fronteras y militarizó su propio territorio de la Renania. El acuerdo<br />

adoptado en 1918 para que Alemania no tuviera soldados en esa provincia suya, no<br />

podía ser sino una medida transitoria de emergencia, pero no una claudicación<br />

definitiva. ¿Podrían tolerar indefinidamente otros países la exigencia de no tener<br />

tropas en determinadas regiones de su propio suelo?<br />

Pero tal acontecimiento fue difundido en el mundo entero como principio de<br />

una espantosa amenaza sobre Occidente. El 31 de marzo de 1936 Hitler anunció su<br />

plan de paz, significativamente dirigido al Mundo Occidental; pedía igualdad de<br />

derechos para todos los países europeos y prometía que Alemania respetaría las<br />

fronteras en el Oeste. Nada remotamente parecido ofrecía respecto a las fronteras de<br />

Oriente, concernientes a la URSS. En noviembre de ese mismo año hizo más patente<br />

su actitud antibolchevique y firmó el Pacto Antikomintern con el Japón, al cual<br />

Mussolini se adhirió un año más tarde. Francia e Inglaterra tenían así pruebas<br />

inequívocas de que Hitler no marchaba contra ellas, sino contra Moscú.<br />

Una vez resuelto que el Sarre y la Renania (por ser provincias alemanas),<br />

quedaban sujetas al control soberano del Estado alemán, la atención de Hitler se<br />

volvió hacia su provincia natal de Austria, cuya unificación con Alemania era un viejo<br />

sueño de la población germana. En efecto, al finalizar la primera guerra mundial, la<br />

Asamblea Nacional Austríaca había decidido el 12 de noviembre de 1918 que Austria<br />

se incorporaría a la comunidad de Estados Alemanes. Pero este acuerdo fue<br />

inmediatamente contrarrestado por las potencias aliadas, las cuales prohibieron esa<br />

fusión, según el artículo 88 del Tratado de Paz de Saint-Germain. Tal prohibición<br />

violaba el principio de la libre autodeterminación de los pueblos, proclamado por los<br />

propios aliados.<br />

La asamblea Nacional Austríaca protestó porque no se le permitía su unión con<br />

Alemania, pero su protesta fue desoída. Tres años después, en 1921, la Asamblea<br />

Nacional Austríaca organizó un referéndum en el que cada ciudadano contestaría a la<br />

siguiente pregunta: «¿Debería el Gobierno Federal solicitar el permiso del Consejo de<br />

la Liga de las Naciones para la unión de la República Austríaca con el Reich<br />

Alemán?» Inmediatamente Francia y Yugoslavia hicieron presión para que el<br />

plebiscito se suspendiera, de tal manera que sólo pudo realizarse en el Tirol y en<br />

Salzburgo, con 243,848 votos en favor de la unificación y 2,682 en contra.<br />

Lazos de sangre, de idioma, de religión, de costumbres, de confraternidad en las<br />

armas, hacían de Austria esencialmente una provincia alemana. El hecho mismo de<br />

que Hitler, austríaco, hubiera sido elevado en 1933 a la categoría de Fuehrer de<br />

Alemania, era la mejor demostración de que no se trataba de dos pueblos, sino de uno<br />

solo —el pueblo alemán— cuya total unificación reclamaba la incorporación de<br />

Austria.<br />

A principios de 1938 hizo crisis el deseo popular de que Austria se incorporara a<br />

la comunidad de Estados Alemanes. Entonces el Canciller austríaco Schuschnigg,<br />

aconsejado por el Ministro francés Puaux, lanzó sorpresivamente una convocatoria<br />

para realizar un plebiscito en el término de tres días. Como no había padrones<br />

recientes y una gran parte de la población creyó que se trataba de una maniobra<br />

fraudulenta, comenzaron a ocurrir desórdenes y manifestaciones.<br />

Hitler pidió que el plebiscito se pospusiera a fin de que se le preparara<br />

convenientemente, y al no conseguirlo ordenó que las tropas entraran en paz<br />

— 69 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

entraran en Austria. Esto ocurrió el 12 de marzo (1938) y la población recibió con<br />

frenéticas muestras de simpatía a sus hermanos del Norte. Ese mismo día Hitler llegó<br />

a Viena. El antiguo ejército austríaco desfiló junto con sus compatriotas del 8o.<br />

ejército alemán al mando del general Von Bock.<br />

[1] «La Revolución Comunista, por consecuencia, no será una revolución puramente<br />

nacional. Se producirá al mismo tiempo en todos los países civilizados... Será una<br />

Revolución mundial y deberá tener, en consecuencia, un terreno mundial». —<br />

Principios de Comunismo. —Engels. — 1848.<br />

[2] Paz y Guerra. — Cordell Hull, Secretario de Estado Norteamericano.<br />

[3] Mi Informe Sobre los Rusos. — William L. White.<br />

[4] Roosevelt y Hopkins. — Robert E. Sherwood.<br />

[5] En Nueva York se encuentra el Kahal, gobierno judío, y el Templo Emanu-El,<br />

Sinagoga Catedral del país. En 1900 había 500,000 hebreos en Nueva York, y en 1937<br />

ascendían a 2.035,000, sin contar los que se ocultan bajo otra nacionalidad postiza.<br />

[6] El historiador judío Emil Ludwíg admite (en su libro «Vida de Roosevelt») que<br />

Franklin D. Roosevelt era descendiente del israelita Claes Martensen, emigrado de<br />

Holanda a E.U. en 1650.<br />

[7] En esa época la mano pro-soviética de Roosevelt logró asimismo un artificial<br />

florecimiento del marxismo en Latinoamérica. Sin el apoyo de las esferas oficiales<br />

hubiera sido imposible ese brote comunista en el Continente, como el del cardenismo<br />

en México.<br />

[8] Roosevelt y Hopkins. — Por Robert E. Sherwood.<br />

[9] Lo que España debe a la Masonería. — Eduardo Comín, Prof. de la Escuela<br />

General de Policía de Madrid.<br />

[10] En 1291 los judíos fueron expulsados de Inglaterra, por considerárseles dañinos<br />

para la nación. En 1649 Menaseben Israel gestionó y obtuvo autorización para que<br />

regresaran, y desde entonces pudieron establecerse libremente en todas las ciudades<br />

británicas.<br />

[11] «Hitler no se Equivocó». — F. H. Hinsley, Profesor de Historia de la Universidad<br />

de Cambridge.<br />

[12] Conversaciones de Hitler Sobre la Guerra y la Paz. — Martín Bormann.<br />

[13] Durante cinco años de guerra el costo de la vida en Alemania subió un doce por<br />

ciento, y los salarios en un once por ciento.<br />

Alemania gastó en la guerra (sin incluir indemnizaciones a los aliados) 670,000<br />

millones de marcos, aproximadamente dos billones y diez mil millones de pesos<br />

mexicanos. (El equivalente del presupuesto actual de México en 251 años).<br />

[14] Hitler y el Nazismo.—Carlos Roel.<br />

[15] Años más tarde Latinoamérica y otros países conocieron en carne propia tales<br />

especulaciones, pues habiendo vendido materias primas a equis precio, una<br />

desvalorización forzosa de sus divisas hizo que el beneficio de tales ventas<br />

disminuyera en casi un 50%.<br />

[16] Acerca de construcciones de casas, Hitler proyectaba: «No solamente hace falta<br />

que los jardines de la infancia estén próximos a las casas... Nada de basuras que<br />

bajar, nada de combustibles que subir. Hay que conseguir incluso que el timbre del<br />

despertador ponga en movimiento el aparato eléctrico que hacer hervir el agua del<br />

— 70 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

desayuno. Tengo un hombre, Robert Ley, a quien bastará que confíe esta misión. Una<br />

señal, y lo pone todo en marcha».<br />

[17] La política Social en la Nueva Alemania. Dr. Bruno Rauecker. (1937).<br />

Hitler es recibido en Viena al consumarse la unión de Austria. El hecho de que<br />

Hitler, austriaco, hubiera sido elevado a la categoría de jefe de Alemania, era la mejor<br />

demostración de que se trataba de un solo pueblo.<br />

Hitler es recibido en Viena al consumarse la unión de Austria. El hecho de que<br />

Hitler, austriaco, hubiera sido elevado a la categoría de jefe de Alemania, era la mejor<br />

demostración de que se trataba de un solo pueblo.<br />

En 1912, siendo un muchacho de 23 años, Hitler «aspiraba a estar entre<br />

aquellos que tendrían la suerte de vivir y actuar allí donde debía cumplirse un día el<br />

más fervoroso de los anhelos de mi corazón: la anexión de mi querido terruño a la<br />

patria común: el Reich Alemán». Y 26 años más tarde, ya como Fuehrer, Hitler<br />

proclamaba en Viena el 15 de marzo de 1938:<br />

«Es esta la hora más feliz de mi vida, en la que puedo anunciar a la<br />

Historia, como Presidente y Canciller de la Nación Alemana y del Reich, la<br />

— 71 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

incorporación de mi país natal al Reich Alemán. Alemania, pueblo alemán,<br />

partido Nacional Socialista ¡salud y victoria!»<br />

El diplomático Von Papen, en muchos aspectos opositor a Hitler, refiere así<br />

aquellos momentos:<br />

«La fantástica ovación había llevado a estos jefes de partido, ya cur-tidos, a<br />

un estado de éxtasis. Era una experiencia extraordinaria, y la repetición<br />

incesante del grito triunfal: “¡Heil, Heil, Sieg Heil” sonaba en mis oídos como un<br />

toque de somatén. Cuando Hitler se volvió hacia mí para hablarme, su voz<br />

parecía ahogada por sollozos: ¡Qué tarea inmensa tenemos ante nosotros, Herr<br />

von Papen; nunca debemos separarnos hasta que nuestro trabajo esté<br />

terminado!».<br />

Aunque fotografías y noticieros de las más diversas fuentes captaron como<br />

testimonio viviente el júbilo con que la provincia austríaca se adhería a la comunidad<br />

alemana, y aunque los corresponsales extranjeros informaron de ese estado de<br />

ánimo, una corriente propagandística mundial no tardó en referirse a Austria como a<br />

un país inicuamente sojuzgado, aunque quedaba sin explicación el hecho de que los<br />

«sojuzgados» aclamaran gozosos en las calles a sus «sojuzgadores» y de que no<br />

hubiera ni un tiro, ni un acto de sabotaje, ni una protesta.<br />

El plebiscito efectuado el 10 de abril de ese mismo año de 1938 arro-jó un<br />

resultado de 4.273,000 votos en favor de la fusión y 11,000 en contra. La<br />

incorporación de Austria a Alemania era mil veces menos objetable y discutible que la<br />

anexión de Georgia, Azerbaiján, Armenia, Kaskastán, Uzbakistán, Turkmenia,<br />

Tadjikia y Kirghisia a la URSS, ya que estas ocho provincias o países soberanos<br />

totalizaban 25 millones de habitantes que en su mayoría ni siquiera hablaban el ruso.<br />

Entre ellos y sus anexadores no había lazos de sangre, ni de religión, ni de<br />

costumbres. Su incorporación no fue en todos los casos pacífica e incruenta, sino<br />

realizada bajo el persuasivo recurso del terror y de las «purgas».<br />

No obstante, un discreto manto de silencio, apenas descorrido en esporádicos y<br />

comedidos relatos «objetivos», había solapado la expansión de la URSS, en contraste<br />

con la forma sensacionalista y capciosa con que se pretendía hacer del caso austríaco<br />

un motivo de agitación mundial contra Alemania. Y es que estaba ya erigiéndose el<br />

escenario para lanzar a Occidente a una guerra ajena y hasta perjudicial a sus<br />

intereses.<br />

EL TALÓN DE AQUILES DEL NACIONALSOCIALISMO<br />

El nacionalsocialismo había surgido como la llama de un movimiento ideológico<br />

opuesto al marxismo-israelita. Sus enemigos naturales eran Moscú y los círculos<br />

judíos de Occidente. Estos se hallaban empeñados tanto en ayudar a la URSS como<br />

en evitar que el nacionalsocialismo siguiera poniendo al descubierto los sistemas de<br />

explotación del Reino del Oro.<br />

— 72 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Tales eran los enemigos exteriores de la Alemania de Hitler. Más en el interior<br />

había un punto débil, un talón de Aquiles, y paradójicamente este punto débil lo<br />

formaban los conservadores y la mayoría de los generales. Eruditos y eficientes en su<br />

profesión, muchos de los generales eran esencialmente apolíticos, quizá hasta la<br />

exageración.<br />

No concebían que los nuevos tiempos reclamaran de un país la más firme y<br />

absoluta unidad; unidad de pensamiento y de acción. Creían que la nueva doctrina<br />

debería limitarse a la calle y a los partidos, pero sin absorber a la tropa. Su criterio<br />

extraordinariamente especializado llegó a creer que el ámbito militar debería formar<br />

un mundo diferente y autónomo dentro de la nación[1].<br />

Y es curioso que en su afán de apolíticos a ultranza muchos generales cayeran en<br />

el error de hacer una política blanca, aséptica; una política carente de meta nacional.<br />

La campaña de vacío que trataron de formar para el ejército fue consecuentemente el<br />

primer punto débil del movimiento nazi. Así fue como en mayo de 1933 la presión de<br />

los generales evitó que el partido nazi absorbiera a los militares. Y así fue como el<br />

general Werner von Fritsch, comandante en jefe del ejército, daba a sus subalternos<br />

un ejemplo de desprecio hacia el nuevo movimiento político. Su sucesor, von<br />

Brauchitsch, mantenía lazos con los social-demócratas, que no eran sino la<br />

bifurcación más desleída y timorata de los izquierdistas, y llegó a participar en juntas<br />

antinazis tendientes a un golpe de Estado, cosa que dejó de hacer hasta que Hitler<br />

vigorizó su posición tras la unión pacífica de Austria[2].<br />

Y así fue también como el general Ludwig Beck, que hasta octubre de 1938<br />

ocupó el cargo de jefe del Estado Mayor General, sustentaba la irrealizable tesis de<br />

que el ejército alemán no debería combatir contra nadie. Era este un general y un<br />

alemán muy extraño; de todo lo que significara guerra no quería ni oír hablar;<br />

gustaba más de París que de Berlín y su hija se educaba en Francia.<br />

Beck fue el primero de los grandes conspiradores que tuvo Alemania en la<br />

Segunda Guerra. Siendo todavía jefe del Estado Mayor General hizo un extenso<br />

memorándum en el que analizaba el estado del ejército alemán y su probable<br />

desarrollo; durante un viaje a París se llevó una copia y la entregó a unos amigos<br />

extranjeros, quienes a su vez llevaron el documento a Nueva York, según dice el<br />

historiador Curt Riess.<br />

El general Beck tenía amigos israelitas y condenaba el «antisemitismo» de los<br />

nazis. Posteriormente, ya en plena guerra, todavía sostenía correspondencia con el<br />

extranjero. En «Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes», Riess dice<br />

que «empleaba en su correspondencia un lenguaje incomprensible para los secuaces<br />

de Hitler. Acaso al último se cansaron de leer sus cartas para pensar que el hombre<br />

estaba descentrado. Pero Beck no estaba descentrado, ni mucho menos... »<br />

Simplemente era un enemigo del régimen y seguía revelando secretos. Durante<br />

seis años trabajó hábilmente en su conspiración y no fue descubierto sino hasta 1944,<br />

a finales de la guerra, cuando participó decisivamente en la conjura para asesinar a<br />

Hitler.<br />

Los generales von Fritsch y von Brauchitsch no llegaron a esos extremos, pero<br />

en compañía de otros generales trataban de mantener al ejército fuera de la<br />

influencia de Hitler, a quien no consideraban de su clase y veían despectivamente<br />

como «el cabo». Sus incipientes actividades de conspiración cesaron por un tiempo al<br />

ver que la anexión de Austria se había realizado pacíficamente. Von Fritsch se<br />

decepcionó y le dijo al general Halder: «Es inútil. Este hombre es el sino de Alemania,<br />

y este sino debe seguir su camino hasta el fin». Por otra parte, los generales Von<br />

Hammerstein-Equord y Schleicher (ex Ministro de la Defensa) simpatizaban con los<br />

círculos izquierdistas<br />

— 73 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

[1] Años después, terminada la guerra, el general Von Manteuffel escribió contra ese<br />

error: «El estrecho ligamen de las acciones políticas y el despliegue del poder militar<br />

en el sistema bolchevique obliga, si es que se confía en poder oponer una resistencia a<br />

este poder, a echar por la borda el concepto anticuado de un ejército apolítico».<br />

[2] El proceso de Nuremberg. — Broadcasting Corporation.<br />

Hitler llega a Viena el día de la anexión, 15 de marzo de 1938. «Es ésta la hora<br />

más feliz de mi vida, en la que puedo anunciar a la historia la incorporación de mi<br />

país natal al Reich alemán... »<br />

izquierdistas y mantenían relaciones sospechosas con extranjeros. La Gestapo intentó<br />

capturar a Schleicher, pero éste opuso resistencia y fue muerto. Pero el más<br />

extraordinario de los conspiradores, que logró conservar hasta fines de la guerra su<br />

estratégico puesto de Jefe del Servicio Secreto Alemán, fue el Almirante Guillermo<br />

Canaris, hijo de la inglesa Auguste Amélie Popp y descendiente de griegos o de<br />

italianos por la rama paterna. Según el escritor antinazi Kurt Singer, en la primera<br />

guerra Canaris facilitó la captura de la espía alemana «Mata Hari» (Margarete<br />

Gertrude Zelle) mediante el discreto recurso de usar en un mensaje una clave que ya<br />

había sido descifrada por los franceses. Pero su traición pasó inadvertida y durante<br />

muchos años estuvo haciendo méritos hasta que durante el régimen de Hitler fue<br />

ascendido a Jefe del Servicio Secreto, donde disponía de quince mil<br />

subordinados. Una de las primeras actividades de Canaris fue trazar un plan para<br />

derrocar a Hitler, pero no pudo realizarlo debido a los triunfos que logró el Fuehrer<br />

en los primeros años de su Gobierno. Los principales colaboradores del Almirante,<br />

mayor Hans Oster, coronel Piekenbrok y teniente coronel Groscourth, eran también<br />

conspiradores. Para la Delegación del Servicio Secreto en Viena, Canaris seleccionó al<br />

coronel Marogna-Redwitz, igualmente enemigo de Hitler. Fue tan hábil Canaris para<br />

ganarse la confianza de sus superiores (contra los cuales conspiraba), para<br />

seleccionar colaboradores que no comprometieran su movimiento y para presentar<br />

en su favor pequeños triunfos y deslizar imperceptibles traiciones, que bien puede ser<br />

considerado como uno de los más finos conspiradores que conoce la Historia.<br />

En el lejano sector de las finanzas el Dr. Horace Greeley Hjalmar Schacht<br />

encabezaba un tercer grupo conspirador, bien encubierto. Fingiéndose amigo de<br />

Goering, primero, y luego de Hitler, actuó como Presidente del Reichsbank desde<br />

marzo de 1933 hasta enero de 1939; como Ministro de Economía desde julio de 1934<br />

— 74 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

hasta noviembre de 1937, y como ministro sin cartera hasta enero de 1943. El caso de<br />

Schacht es extraordinario. En 1908 se hizo masón, siguiendo la tradición de su<br />

familia, pues su abuelo Christian Ulrich había figurado entre los grandes «maestres»<br />

de su época. A través de la masonería Schacht se vinculó con numerosos judíos<br />

banqueros internacionales, quienes lo ayudaron a prosperar en su carrera.<br />

En 1923 el israelita Montagu Norman, Gobernador del Banco de Inglaterra,<br />

prácticamente le dio el espaldarazo a Schacht, facilitándole un triunfo profesional que<br />

comenzó a hacerlo famoso en Alemania. Posteriormente Montagu Norman fue<br />

padrino de un nieto de Schacht, al que se puso por nombre Norman.<br />

En 1933 Schacht se vinculó en Nueva York con influyentes «hermanos»<br />

masones judíos, tales como David Sarnoff (emigrado de Rusia a EE. UU.), James<br />

Speyer, y el rabino Wise. Según el mismo Schacht dice en sus «Memorias», consideró<br />

más efectivo trabajar contra el movimiento de Hitler estando dentro del Gabinete que<br />

fuera de él. Y en efecto, así fue. Inteligente y capaz en su profesión, siempre<br />

encontraba pretextos lógicos para retardar y sabotear los planes económicos de<br />

Hitler, muy particularmente todo lo que se refería al armamento del ejército.<br />

Este banquero, al que periodistas judíos bautizaron como «el mago de las<br />

finanzas», estuvo secretamente al servicio de la «Internacional Dorada» (el reino del<br />

oro montado por las finanzas judías), y dentro de Alemania conservó estrechos nexos<br />

con los banqueros israelitas von Mendelssohn, Wassermann, Warburg y otros menos<br />

conocidos. En 1938 trabó contacto con los generales von Witzleben y Halder (jefe del<br />

Estado Mayor General), tratando de dar un golpe para derrocar a Hitler, pero la<br />

anexión pacífica de Austria frustró esa conspiración. Sin revelar entonces el motivo,<br />

Schacht se Schacht acompaña a Hilter, mientras conspira contra él Almirante Canris,<br />

también conspirador, formaba parte del gobierno de Hitler nada menos que como<br />

jefe del Servicio Secreto. Habilidad extraordinaria. General Ludwing Beck,<br />

conspirador. Conocía inti-mamente el Estado Mayor General y enviaba informes al<br />

extranjero. Fue descubier-to hasta 1944 y trató de suicidarse. separó de su primera<br />

mujer, Luisa, porque ésta era sincera partidaria de Hitler[1].<br />

Por otra parte, alrededor de Franz von Papen (antecesor de Hitler en la<br />

Cancillería y reservado opositor de éste) se formó un cuarto grupo enemigo del<br />

Fuehrer, integrado por Bose, Ketteler, Kageneck, Tschirschky y von Haeften. Ketteler<br />

realizó preparativos para asesinar a Hitler, pero la Gestapo lo descubrió y lo ejecutó.<br />

Respecto a Tschirschky también tuvo sospechas la Policía, mas von Papen lo ayudó y<br />

logro huir al extranjero. El mismo von Papen refiere («Memorias») cómo se valió de<br />

Kageneck para enviar sus archivos secretos al Banco de Zurich, y cómo recurría al<br />

Almirante Canaris en demanda de protección para sus ayudantes a quienes ya la<br />

Policía les pisaba los talones.<br />

El ex jefe del Estado Mayor General, general Ludwig Beck; el jefe del Servicio<br />

Secreto, Almirante Guillermo Canaris, y el Ministro de Economía, Hjalmar Schacht,<br />

eran en 1937 y 1938 jefes de los tres grupos más poderosos de conspiración. Detrás de<br />

ellos, como máximo coordinador y alentador, actuaba en las sombras el Dr.<br />

Goerdeler, quien desde 1933 comenzó a recibir dinero del extranjero y «pudo tomar<br />

contacto con los estadistas más importantes del mundo, el presidente Roosevelt y<br />

Churchill», según investigaciones publicadas por el historiador antinazi Walter<br />

Goerlitz[2]. Habiendo tantos conspiradores, y tan encumbradamente acomodados, el<br />

régimen de Hitler se salvó, por muy estrecho margen, de caer en 1938.<br />

— 75 —


DESPEJE DEL FLANCO DERECHO<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

Para mediados de 1938 todo el servicio diplomático y la prensa oficial alemana<br />

se hallaban empeñados en reiterar que Alemania no tenía propósito ninguno de<br />

lesionar los intereses de los países occidentales. Después de veinte años Hitler<br />

conservaba la misma política expuesta durante sus primeras actuaciones públicas.<br />

Las viejas rencillas con Francia habían sido zanjadas, por parte de Alemania, con el<br />

restablecimiento de la soberanía alemana en los territorios del Sarre y la Renania y<br />

con la renunciación a las provincias de Alsacia y Lorena. Concluido ese ajuste en su<br />

frontera con Occidente, Hitler cambió su atención hacia la provincia austríaca del<br />

sur. Y una vez lograda su anexión inició resueltamente el viraje de todos sus<br />

dispositivos hacia el gran encuentro con la URSS.<br />

Fue entonces cuando Hitler trató de poner las bases para asegurar en el sureste<br />

el flanco derecho de su marcha hacia el Oriente. En el sureste se hallaba<br />

Checoslovaquia. Era un Estado pequeño pero relativamente muy poderoso desde el<br />

punto de vista militar. Checoslovaquia había sido inventada a raíz de la terminación<br />

de la guerra de 1918 y para formarla fue necesario obsequiarle una parte del territorio<br />

alemán y dos millones de habitantes alemanes. Hitler reclamaba la devolución de<br />

esos contingentes y este fue el principio de un nuevo incidente.<br />

El Presidente Benes, de Checoslovaquia, había recibido en 1936 una invitación<br />

de Hitler para resolver amistosamente sus dificultades; es más, se le reveló el secreto<br />

de que Alemania esperaba grandes acontecimientos en Rusia (un golpe de Estado<br />

antibolchevique) y de que desearía un armonioso arreglo germano-checoslovaco, a fin<br />

de tener las manos libres para alentar la esperada rebelión antisoviética. Pero Benes<br />

se colocó entonces de parte de Stalin, rechazó la amistad de Alemania y se apresuró a<br />

poner sobre aviso a Moscú, según lo dice Churchill en sus Memorias.<br />

Con este acto Benes prestó un enorme servicio al bolchevismo y en gran parte<br />

frustró la ayuda alemana a los rusos anticomunistas. (Cuando años más tarde Benes<br />

creyó que recibiría una recompensa, sufrió la más terrible decepción y vio cómo la<br />

URSS absorbía íntegramente a Checoslovaquia y aplastaba todo vestigio de<br />

autonomía nacional. Su error le costó la vida). Era evidente que Alemania no podía<br />

atacar a la URSS mientras no conjurara la amenaza que Checoslovaquia ejercía<br />

contra el «bajo vientre» del sur de Alemania, que era una de sus regiones más<br />

vulnerables. De ahí la gran importancia de ese pequeño país; no se trataba de<br />

sojuzgar o no a una nación débil, sino de evitar que ésta fuera aprovechada como<br />

punto de apoyo para meterle zancadilla a una acción alemana contra Rusia.<br />

Checoslovaquia tenía una alianza con Stalin. También tenía otra con Inglaterra<br />

y Francia. A Hitler no le interesaba que debido al problema checo se hicieran más<br />

tensas sus relaciones con Moscú, pero sí quería evitar a todo trance una dificultad con<br />

Inglaterra y Francia. Precisamente por eso Hitler buscó por todos los medios posibles<br />

que el conflicto con Checoslovaquia se arreglara mediante la amistosa intervención<br />

de Inglaterra y Francia, mas no con la de Rusia, y por eso invitó a Chamberlain<br />

(Premier británico) y a Daladier (Premier francés), para discutir ese problema.<br />

Esto dio lugar a que se celebrara la conferencia de Munich, a la que asistieron<br />

Chamberlain, Daladier, Mussolini y Hitler, pero no Stalin. Hitler enfatizaba de este<br />

modo que «Alemania quiere aproximarse a todos los Estados, menos al imperio<br />

soviético», según lo había dicho en el Reichstag el 20 de febrero de 1938. Asimismo<br />

refrendaba lo escrito en «Mi Lucha»: «Paramos la eterna expedición alemana hacia el<br />

Sur y el Occidente de Europa, y dirigimos la mirada hacia el gran país del Oriente»<br />

(Rusia). Mientras Hitler y Chamberíain conferenciaban en Godesberg, el Presidente<br />

— 76 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Benes anunció por inalámbrica la movilización general.<br />

«A pesar de esta desdichada provocación —dijo Hitler a Chamberlain[3]—<br />

cumpliré por supuesto mi promesa de no proceder contra Checoslovaquia durante las<br />

negociaciones... No es preciso que haya diferencias entre nosotros; nosotros no nos<br />

interpondremos en el camino de ustedes hacia la consecución de sus intereses<br />

extraeuropeos mientras ustedes puedan, sin perjuicio, dejarnos manos libres en el<br />

Continente, en la parte central y sudoriental de Europa». De esas negociaciones<br />

efectuadas a fines de septiembre de 1938, surgió la fórmula para que Checoslovaquia<br />

devolviera a Alemania la región de los Sudetes y la población alemana que la<br />

habitaba. Además, se concertó un acuerdo germanobritánico que le aseguraba a<br />

Inglaterra su hegemonía en los mares. Chamberlain y Hitler declararon el 30 de<br />

septiembre:<br />

«Consideramos el acuerdo suscrito en la tarde de ayer y el acuerdo naval<br />

germanoinglés como expresión simbólica del deseo de nuestros dos pueblos de<br />

no volver a hacerse jamás la guerra. Estamos decididos a tratar también otros<br />

problemas que afecten a nuestros dos pueblos, de acuerdo con el método de las<br />

consultas».<br />

El júbilo en Alemania, en Inglaterra y en Francia era indescriptible. Parecía que<br />

al fin se habían disipado los nubarrones de guerra y que si ésta llegaba a estallar, sería<br />

sólo entre alemanes y soviéticos. El mismo Churchill escribe que «entusiastas turbas<br />

fueron a dar la bienvenida a Mr. Chamberlain en el aeropuerto», y lo mismo ocurría<br />

con Daladier en París. Era aquélla la expresión auténtica de la opinión pública, pero<br />

las secretas fuerzas judías redoblaron sus esfuerzos para desorientar, envenenar y<br />

utilizar en su provecho a los pueblos occidentales.<br />

Churchill, que ya en varias ocasiones había rechazado todo acercamiento de<br />

Alemania a Inglaterra, se apresuró a decir en el Parlamento: «Hemos sufrido una<br />

derrota total y no mitigada». La posible caída del bastión checoslovaco que se<br />

interponía a la vera del camino entre Berlín y Moscú, era presentada así como una<br />

derrota para Londres y no para Moscú. Días más tarde Churchill recibió el poderoso<br />

apoyo de Roosevelt y del grupo judío que se movía detrás de éste; fue invitado a<br />

visitar los Estados Unidos y declaró a través de la radio:<br />

«¡Tenemos que rearmarnos!... No puede existir duda alguna de que<br />

tenemos que rearmarnos. La Gran Bretaña abandonará sus seculares<br />

costumbres e impondrá a sus habitantes el servicio militar obligatorio... ¿Es esto<br />

una llamada a la guerra? Declaro que esto representa la única garantía para la<br />

paz».<br />

El tiempo demostró, sin embargo, que esos preparativos no podían conducir<br />

hacia la paz, sino hacia la más desastrosa de las guerras en que se hubiese empeñado<br />

el Imperio Británico.<br />

En cuanto Alemania comenzó a resolver favorablemente el problema de<br />

Checoslovaquia, el 2 de septiembre de 1938 el Embajador soviético en Londres, o sea<br />

el judío Ivan Maisky, visitó a Churchill para gestionar que la base militar<br />

checoslovaca fuera mantenida como una posición de flanqueo contra Alemania.<br />

Angustiado, el ministro israelita de Relaciones Exteriores de Rusia, Litvinov, hizo<br />

otro llamado semejante. Churchill los atendió y redobló su campaña para<br />

desacreditar el acuerdo germanobritánico y frustrar así la amistad entre Inglaterra y<br />

— 77 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Alemania. Bernard Baruch, el israelita consejero de Roosevelt y jefe del consejo<br />

imperial de la Masonería Universal, fue a Londres a vigorizar al grupo de Churchill.<br />

Entretanto, Checoslovaquia y sus 38 divisiones (21 de primera línea y 17 en<br />

proceso de movilización), y sus fábricas Skoda, que producían tanto armamento<br />

como la Gran Bretaña, constituían una fuerza poderosa frente a las 40 divisiones que<br />

entonces tenía Alemania. La sorda lucha alrededor de aquella base militar continuó<br />

librándose tras la cortina diplomática. Simultáneamente poderosas agencias<br />

internacionales de propaganda presentaban el asunto de Checoslovaquia como un<br />

punto básico para los intereses británicos, en vez de confesar que se hallaba<br />

esencialmente ligado con la pugna Hitler-Stalin. En esta forma creaban una artificial<br />

agitación en el pueblo inglés.<br />

El historiador británico Russel Grenfell, de la Marina Real, da el testimonio de<br />

que se realizó entonces una desenfrenada propaganda antialemana en Inglaterra,<br />

para predisponer los ánimos del pueblo contra la amistad que seguía ofreciendo<br />

Alemania[4].<br />

Durante esos días ocurrió el asesinato del diplomático alemán von Rath, a<br />

manos del judío Grynszpan, y en represalia vino la llamada «noche de cristal» en que<br />

los alemanes apedrearon aparadores de los comercios israelitas. Estos<br />

acontecimientos dieron pie a una violenta declaración de Roosevelt y a sus gestiones<br />

para realizar juntamente con Inglaterra un boicot contra el comercio alemán. Todo lo<br />

que Hitler había logrado en el acuerdo germanobritánico de amistad quedó<br />

prácticamente anulado.<br />

A pesar de esto, poco después Hitler hizo otro llamado a la Gran Bretaña. «El<br />

pueblo alemán —dijo el 30 de enero de 1939— no siente odio alguno contra Inglaterra<br />

ni contra Francia, sino que quiere su tranquilidad y su paz, y en cambio esos pueblos<br />

son incitados constantemente contra Alemania por los agitadores judíos o no judíos...<br />

Alemania no tiene reivindicaciones territoriales que presentar a Inglaterra y<br />

Francia... Si hay tensiones hoy en Europa, hay que atribuirlas en primer término a los<br />

manejos irresponsables de una prensa sin conciencia que apenas deja pasar un día<br />

sin sembrar la intranquilidad en el mundo... Creemos que si se logra poner coto a la<br />

hostigación de la prensa y de la propaganda internacional judía, se llegará<br />

rápidamente a la inteligencia entre los pueblos. Tan sólo estos elementos esperan<br />

medrar en una guerra... Nuestras relaciones con los Estados Unidos padecen bajo una<br />

campaña de difamación, que bajo el pretexto de que Alemania amenaza la<br />

independencia o la libertad norteamericana trata de azuzar a todo un Continente al<br />

servicio de manifiestos intereses políticos o financieros».<br />

A todo trance, y no obstante que corría el riesgo evidente de que Stalin se<br />

preparara mejor, Hitler dejaba diáfanamente claro que su objetivo ideológico y<br />

militar seguía siendo el de aniquilar al régimen bolchevique de la URSS. La historia<br />

no puede pasar por alto tantos hechos que lo evidencian así. El ex Primer Ministro<br />

francés Paul Reynaud dice en sus «Revelaciones» que «el 24 de noviembre de 1938 se<br />

redactó un documento en el que Hitler declaraba que entre Alemania y Francia no<br />

existían diferencias de importancia. Entonces Joaquín von Ribbentrop, vino a París y<br />

dejó la impresión, posteriormente expresada con una Nota especial a nuestros<br />

embajadores, de que la política alemana se dirigía contra el bolchevismo». Por todos<br />

los medios, lo mismo antes de asumir el poder que una vez en él, Hitler revelaba que<br />

su enemigo era el marxismo israelita. En ningún pueblo de Occidente el marxismo<br />

tenía arraigo popular; y sin embargo, en Francia, en Inglaterra y en Estados Unidos<br />

influyentes estadistas y poderosas agencias informativas de propaganda presentaban<br />

falsamente a Alemania como enemiga de Occidente y en cambio soslayaban que era<br />

enemiga declarada del comunismo.<br />

— 78 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Cuando la situación de Checoslovaquia tuvo una segunda crisis en marzo de<br />

1939, esa propaganda la aprovechó para alentar la zozobra en Occidente. Resulta que<br />

Checoslovaquia había sido inventada artificialmente en 1919, pero carecía de<br />

cohesión racial y psicológica. La artificial amalgama de pueblos diversos y la<br />

conmoción política determinada por un cambio de régimen, motivó que en marzo de<br />

1939 las provincias de Eslovaquia y Ucrania Carpática se declararan autónomas. Ante<br />

esa emergencia el Dr. Hacha, Presidente de Checoslovaquia, y su Ministro de<br />

Relaciones Chavlkosky, acordaron poner el país bajo la custodia de Alemania. El 14<br />

de marzo hicieron la siguiente declaración: «El Presidente del Estado de<br />

Checoslovaquia declara que confiadamente encomienda los destinos del pueblo y el<br />

país checos al cuidado del caudillo del Reich alemán».<br />

Así se conjuraba la posibilidad de que dicha nación se convirtiera en un campo<br />

de batalla entre las grandes potencias, pues Rusia y el bloque aliado apoyaban el<br />

sometimiento de Eslovaquia y de la Ucrania Carpática, en tanto que Alemania<br />

propiciaba la libre determinación de esas provincias. La fórmula adoptada por el<br />

Presidente Hacha no era agradable, pero cuando menos de ese modo Checoslovaquia<br />

no iba a derramar la sangre de sus hijos —como después ocurrió en Polonia— sólo<br />

para servir de pretexto a las manipulaciones judías internacionales. En otras<br />

palabras, se negaba a sacar las castañas del fuego.<br />

Pero la nerviosidad y la confusión habían abonado ya el terreno y Churchill<br />

adquirió más influencia política y con él la falsa tesis de que para Occidente era<br />

imprescindible exterminar a Hitler, antes que dejarle manos libres para que se<br />

lanzara sobre la URSS.<br />

Ese inconfesable propósito de interponer a Occidente entre el<br />

Nacionalsocialismo alemán y el bolchevismo soviético, tenía además otra clara<br />

manifestación en las negociaciones que Francia e Inglaterra realizaban para celebrar<br />

una alianza activa con Stalin. Si estos esfuerzos no cristalizaron de momento fue<br />

porque Moscú pidió una inmediata sojuzgación de Finlandia, Estonia, Letonia,<br />

Lituania y Polonia —cosa que Occidente no podía entonces conceder públicamente—<br />

y porque no le satisfizo a Stalin el potencial bélico movilizado hasta esa fecha por los<br />

anglofranceses (Memorias de Churchill).<br />

A CUATRO HORAS DEL DERRUMBE INTERIOR<br />

Cuando a mediados de 1938 se aproximaba la crisis en Checoslovaquia, el<br />

ejército alemán aún requería por lo menos dos años de crecimiento y rearme a fin de<br />

quedar capacitado para la campaña de Rusia. En ese entonces sólo disponía de 40<br />

divisiones.<br />

La situación era precaria, pero Hitler la afrontaba con optimismo y confianza<br />

creyendo que Occidente entendería que Alemania no buscaba contienda con él.<br />

Pensaba que a la postre Inglaterra, Francia y Estados Unidos no interferirían los<br />

planes antibolcheviques del nacionalsocialismo. Algunos ministros le reforzaban esa<br />

confianza. Pero numerosos generales, faltos del entusiasmo fanático del movimiento<br />

nazi, abrigaban graves temores. Así como se habían alarmado en vísperas de la<br />

— 79 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

anexión de Austria, se alarmaron en vísperas de la anulación de Checoslovaquia como<br />

base militar contra el desguarnecido sur de Alemania. Su inquietud los llevó al<br />

extremo de caer en la red de los conspiradores. Por distintos caminos esos generales y<br />

la quinta columna marxisto-judía fueron un frente común de resistencia a la política<br />

de Hitler. Los conspiradores natos (encabezados por el Dr. Goerdeler, el Almirante<br />

Canaris y el general Beck) hacían todo lo posible por sacar provecho al descontento<br />

de los generales de rancio abolengo.<br />

El jefe del Estado Mayor, general Beck —que tenía conexiones muy extrañas con<br />

círculos extranjeros de París y Nueva York— trató de enfrentar al ejército con Hitler,<br />

cosa que determinó que fuera sustituido por el general Franz Halder.<br />

Inmediatamente el Almirante Canaris (el más sutil de los conspiradores), trabó<br />

contacto con Halder y comenzó lentamente a minarle la moral con informes<br />

discretamente matizados de propaganda. El hecho de que esos informes partieran de<br />

Canaris, Jefe del Servicio Secreto y aparentemente amigo de Hitler, les daba pleno<br />

crédito a los ojos de Halder y de los demás generales.<br />

Halder no compartía las conexiones extranjeras que cultivaba su antecesor,<br />

general Beck, pero no tardó también en participar en la conjura. Churchill refiere en<br />

sus Memorias que entre los conspiradores figuraban los generales Stuelpnagel,<br />

Witzleben (comandante de la guarnición dé Berlín), Brockdorff (comandante de la<br />

guarnición de Postdam), y Von Heldorff, jefe de la policía de Berlín. Dice que<br />

«Brauchitsch (comandante del ejército) fue informado y dio su<br />

aprobación. La tercera división panzer, mandada por el general Hoeppner,<br />

estaba lista al sur de Berlín para dar el golpe a las 8 de la noche del 14 de<br />

septiembre, pero a las 4 de la tarde de ese día se supo que el Primer Ministro<br />

británico, Neville Chamberlain, había accedido a discutir con Hitler la amistosa<br />

resolución del problema checoslovaco. Entonces Halder dijo a Witzleben que si<br />

Hitler había tenido éxito en el ‘blof’, no procedería justificadamente como jefe<br />

del Estado Mayor al descubrir la verdadera situación. En tal virtud se pospuso el<br />

golpe».<br />

El general Halder comentó: «¿Qué nos queda por hacer? Todo sale bien»...<br />

Brauchitsch estuvo de acuerdo en que ya no procedía el golpe. Von Fritsch, antiguo<br />

comandante del ejército, dijo que ya no se podía hacer nada y que Hitler era el<br />

destino de Alemania en lo bueno y en lo malo. El general Jodl —uno de los pocos que<br />

seguían fielmente a Hitler— anotó entonces que era «muy triste que todo el pueblo<br />

apoyara al líder, con excepción de los generales destacados que seguían<br />

considerándolo un cabo». Refiriéndose al arreglo de Checoslovaquia, agregó: «Es de<br />

esperar que los incrédulos, los pusilánimes y los indecisos queden convertidos con<br />

esto».<br />

Por un escaso margen de cuatro horas el régimen hitlerista se había escapado<br />

del derrocamiento. Paradójicamente, los generales seguían siendo su Talón de<br />

Aquiles, el punto más vulnerable de la nación. Aunque de momento suspendieron sus<br />

actividades subversivas, siguieron siendo cultivados por los directores intelectuales<br />

del movimiento de resistencia.<br />

Por ejemplo, Beck continuó ampliando contactos, incluso con antiguos<br />

agitadores izquierdistas como Guillermo Leuschner. El Almirante Canaris retardaba y<br />

obstruía las órdenes superiores, e incluso llegó a proteger a varios israelitas<br />

incorporándolos subrepticiamente al Servicio Secreto[5]. El economista Schacht<br />

retardó nueve meses el plan del industrial Voegler para aumentar la producción de<br />

gasolina sintética, y lo hizo tan diestramente que Hitler creyó que se debía sólo a falta<br />

— 80 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

de visión. También obstruyó económicamente el crecimiento del ejército. Y el doctor<br />

Goerdeler prosiguió indirectamente explotando la animadversión que entre los<br />

generales aristócratas causaba el hecho de que Hitler fuera jefe de ellos.<br />

CERROJO EN EL CAMINO A MOSCÚ<br />

Alemania no tenía fronteras con la URSS. Su provincia más cercana al territorio<br />

soviético era Prusia Oriental, pero se hallaba artificialmente incomunicada del resto<br />

de Alemania mediante una faja de terreno adjudicada a Polonia en 1919. Hitler no<br />

podía realizar su proyectada marcha hacia Rusia mientras careciera por lo menos de<br />

una ruta terrestre que uniera el corazón de Alemania con su provincia de Prusia<br />

Oriental. Por lo tanto, pedía a Polonia que a través del territorio que había sido<br />

alemán, se le permitiera construir un ferrocarril y una carretera para comunicarse<br />

con Prusia. Alrededor de este punto giró, básicamente, todo el conflicto<br />

germanopolaco.<br />

Había otros motivos de fricción, pero Hitler nunca los colocó en primer término,<br />

pese a lo mucho que significaban para la soberanía de Alemania. Por ejemplo, en 1919<br />

se le adjudicaron a Polonia territorios del Reich ocupados por 2.100,000 alemanes y<br />

esta población siempre fue hostilizada por los polacos. Sin embargo, su<br />

reincorporación no fue exigida por Hitler. A raíz de la paz de 1918, Polonia obtuvo el<br />

puerto alemán de Dantzig, pese a que allí la población polaca representaba sólo el 3.5<br />

por ciento. En Danziger Niederum el porcentaje era sólo de 1 %, y en Marimburgo,<br />

del 3%. El 10 de abril de 1923 el Presidente del Consejo de Ministros polaco, general<br />

Sikorski, anunció un programa para «la liquidación de los bienes alemanes y la<br />

desgermanización de las provincias occidentales». Todo esto, necesariamente, habría<br />

de provocar fricciones entre Alemania y Polonia. El mariscal polaco Pilsudski era<br />

partidario de llegar a una transacción con Alemania y las relaciones mejoraron<br />

mucho, pero murió antes de terminar esa obra. El poder pasó entonces a manos del<br />

grupo de Sikorski, enemigo de toda reconciliación. La antigua enemistad de Polonia<br />

hacia Alemania fue inmediatamente explotada por todos los intereses internacionales<br />

que le cerraban a Hitler el camino hacia la URSS. Como Checoslovaquia ya no era una<br />

amenaza de flanqueo en la marcha alemana hacia el Oriente, Polonia constituía el<br />

último cerrojo en la ya entonces existente Cortina de Hierro. El poderoso comercio<br />

israelita de Polonia alentó las diferencias germanopolacas y colaboró así con las<br />

comunidades judías que en Alemania y en otros países de Occidente también se<br />

oponían a Hitler. Desde mediados de 1937 los comerciantes y obreros alemanes<br />

radicados en Polonia comenzaron a ser hostilizados mediante boicot y ceses. Las<br />

consiguientes protestas de Alemania eran presentadas por la prensa como agresivas<br />

provocaciones a la Soberanía de Polonia, y paso a paso las relaciones germanopolacas<br />

iban enturbiándose y amenazaban romperse.<br />

El 24 de octubre de 1938 Alemania le hizo a Polonia dos peticiones:<br />

1. Que Dantzig, ciudad poblada en su mayor parte por alemanes, volviera al<br />

Reich.<br />

2. Que a través del corredor polaco, antiguamente alemán, se le permitiera a<br />

Alemania construir un ferrocarril que la comunicara con su provincia de Prusia<br />

— 81 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Oriental.<br />

A cambio, Alemania ofrecía lo siguiente:<br />

1. Reconocimiento de las fronteras comunes, olvidando los territorios que en<br />

1919 habían sido mutilados a Alemania y anexados a Polonia.<br />

2. Acceso libre de Polonia al puerto alemán de Dantzig.<br />

Polonia repuso que las dificultades políticas interiores impedían aceptar esa<br />

proposición.<br />

El 5 de enero de 1939 Hitler comunicó al gobierno polaco que Alemania y<br />

Polonia tenían intereses comunes ante la amenaza comunista soviética, y que<br />

Alemania deseaba una Polonia fuerte y amiga («Libro Blanco Polaco»). En febrero de<br />

ese mismo año de 1939 se agravaron las relaciones ger-manopolacas al iniciarse<br />

manifestaciones antialemanas en Polonia. El 24 de marzo Polonia acordó la<br />

movilización de los jóvenes nacidos en 1911, 1912, 1913 y 1914. La prensa azuzaba al<br />

pueblo haciendo coro a los cable-gramas de agencias judías y pedía severas medidas<br />

contra la población ale-mana que desde 1919 se hallaba forzadamente formando<br />

parte de Polonia. Esa corriente de opinión recibió un poderoso apoyo moral el 31 de<br />

marzo al anunciar Inglaterra que «todos los auxilios que del Imperio Británico<br />

dependan», serán puestos al servicio de Polonia para repeler a Alemania. Con<br />

anticipación, Roosevelt había alentado también a los jefes polacos para que se<br />

negaran a llegar a un acuerdo con Alemania. El origen secreto de esa política, al<br />

parecer inexplicable, fue confidencialmente revelado el 1 2 de enero de 1939 por el<br />

Embajador polaco en Washington, Conde Jerzy Potocki, quien informó a su Ministro<br />

de Relaciones:<br />

«El ambiente que actualmente reina en Estados Unidos se caracteriza por<br />

el creciente odio contra el fascismo, y muy especialmente concentrado en la<br />

persona del Canciller Hitler... La propaganda se halla sobre todo en manos de<br />

judíos, los cuales pertenecen en casi un ciento por ciento a la radio, cine y<br />

revistas. No obstante hacerse esta propaganda muy groseramente, poniendo a<br />

Alemania todo lo mal posible, tiene efectos muy profundos, ya que el público de<br />

aquí no tiene los menores conocimientos de la real situación europea... Un<br />

detalle muy interesante en esta campaña es que se efectúa principalmente<br />

contra el nacionalsocialismo y se elimina casi por completo a la Unión Soviética.<br />

Si se alude a ella se hace de modo amistoso, como si la URSS estuviera adherida<br />

a lo que las naciones democráticas persiguen. Gracias a esta hábil propaganda<br />

las simpatías del pueblo americano estaban con los rojos españoles... En esta<br />

acción —propagandística— participaron algunos intelectuales judíos, como<br />

Bernard M. Baruch; el Gobernador del Estado de Nueva York, Lehmann; el<br />

recién nombrado juez del Tribunal Supremo, Félix Frankfurter; el Secretario de<br />

Estado Morgenthau y otros íntimos amigos del presidente Roosevelt»[6].<br />

Cuatro días después el mismo Embajador Potocki remitió otro informe<br />

confidencial sobre su entrevista con Bullit, Embajador norteamericano en París.<br />

Bullit le dio seguridades de que los Estados Unidos combatirían en contra de<br />

Alemania. Esto tendería a vigorizar la resistencia de Polonia a un entendimiento con<br />

Hitler.<br />

Por otra parte, Jules Lukasiewicz, Embajador polaco en París, el 29 de marzo de<br />

1939 informó a su Ministerio de Relaciones que había conversado con Bullit y que le<br />

había manifestado que era «infantil, ingenuo y al mismo tiempo desleal proponer a<br />

un Estado que se encuentra en la situación de Polonia, que comprometa sus<br />

relaciones con un vecino fuerte, como Alemania, y lance sobre el mundo la catástrofe<br />

— 82 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

de una guerra sólo para poder atender las necesidades de la política interior<br />

inglesa». El 28 de abril de 1939 Hitler habló ante el Reichstag y expuso las dos<br />

peticiones que había hecho a Polonia y las dos ofertas que le brindaba a cambio. Esto<br />

constituye, dijo, «la más considerable deferencia en aras de la paz de Europa». Estaba<br />

dispuesto a olvidar los territorios perdidos y a reconocer las fronteras entonces<br />

existentes si se le permitía la comunica-ción con Prusia a través del Corredor Polaco.<br />

Además, a cambio de ese acceso a Prusia, cedería otro igual para Polonia hacia el<br />

puerto de Dantzig. En este mismo discurso (y pese a la desairada actitud que sus<br />

ofrecimientos de amistad habían hallado siempre en los estadistas británicos<br />

partidarios de Churchill) Hitler enfatizó bien que sus ambiciones se enfocaban hacia<br />

el Oriente.<br />

«Durante toda mi actuación política he mantenido siempre la idea del<br />

restablecimiento de la estrecha amistad y colaboración germanobritánica... Este<br />

deseo de una amistad y de una colaboración germanoinglesa no sólo está<br />

conforme con mis sentimientos, sino también con mi opinión sobre lo<br />

importante que es la existencia del Imperio británico en interés de toda la<br />

humanidad... »<br />

El pueblo anglosajón —agregó— ha llevado a cabo en el mundo una inmensa<br />

obra colonizadora. Yo admiro sinceramente esa labor. Desde un elevado punto de<br />

vista humano, el pensamiento de una destrucción de esa obra me pareció y me parece<br />

solamente un caso de erostratismo... Yo estimo que es imposible establecer una<br />

amistad duradera entre el pueblo alemán y el anglosajón si no se reconoce también<br />

del otro lado que no sólo hay intereses británicos sino también intereses alemanes.<br />

Cuando Alemania se hizo nacionalsocialista e inició así su resurgimiento, yo mismo<br />

he hecho la propuesta de una voluntaria imitación de los armamentos navales<br />

alemanes. Esa limitación presuponía la voluntad y el convencimiento de que entre<br />

Alemania e Inglaterra no debería ser ya jamás posible una guerra. Todavía hoy tengo<br />

esa voluntad y esa convicción».<br />

Hitler fue increíblemente pertinaz en sus recelos y en sus esperanzas. Y así<br />

como jamás creyó posible transigir con el marxismo israelita, tampoco nunca perdió<br />

la esperanza de que se evitaría la guerra entre Alemania y los países occidentales<br />

encabezados por Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Sus reiterados fracasos en<br />

este propósito nunca los creyó definitivos. Siempre confío en que si Alemania luchaba<br />

contra el bolchevismo, acabaría esto por tranquilizar al resto del mundo y que esa<br />

lucha se vería como un acontecimiento benéfico para la civilización Occidental, cuyas<br />

características de propiedad privada, religión, culto a la familia, sentido de<br />

nacionalidad, etc., tenían ciertamente muchos más puntos de contacto con Alemania<br />

que con el bolchevismo.<br />

El conciliador discurso de Hitler fue ridiculizado por casi toda la prensa de<br />

Inglaterra y el gobierno le dio una respuesta hostil cuando el 12 de mayo (ti 939)<br />

firmó un pacto con Turquía para completar el bloqueo de Alemania. Días más tarde<br />

los gobernantes franceses redoblaron sus esfuerzos a fin de concertar también una<br />

alianza antialemana con Stalin, pero éste continuaba cautelosamente esperando a<br />

que el conflicto armado se iniciara primero entre Alemania y el Occidente.<br />

La actitud de Hitler ante esos síntomas ominosos no varió, y aprovechaba todo<br />

acto público para insistir en que Alemania no demandaba nada que pudiera ser lesivo<br />

para los pueblos occidentales. En consecuencia —infería— no había ningún obstáculo<br />

para llegar a una firme amistad, como no fueran las secretas manipulaciones del<br />

judaismo. El 13 de marzo (1939) se efectuó una ceremonia oficial en el Cementerio de<br />

— 83 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Stahnsdorf, ante las tumbas de 1,800 británicos muertos en Alemania durante la<br />

primera guerra mundial; el Almirante Erich Raeder, jefe de la Marina alemana, llevó<br />

una ofrenda «a la memoria de nuestros caballerosos adversarios —dijo— que cayeron<br />

cumpliendo su deber de soldados de su país».<br />

Pero todos esos esfuerzos de conciliación eran rápidamente saboteados.<br />

Precisamente en esos días se acentuó la propaganda para agitar a inconscientes<br />

grupos polacos que creían actuar en beneficio de su patria provocando desórdenes<br />

contra las minorías alemanas. La vieja amistad poíacogermana estaba siendo<br />

exhumada por intereses internacionales para ahondar el abismo entre Polonia y<br />

Alemania. Moscú era el único beneficiario.<br />

ENGAÑAR ES MÁS EFICAZ QUE DINAMITAR<br />

El general Ludendorf decía que la propaganda oportuna surte más efecto que<br />

cien toneladas de altos explosivos. En su cálculo se quedó corto. Y es que en su época<br />

la técnica del engaño no alcanzaba aún el auge que en los últimos 30 años hicieron<br />

posible los alquimistas israelitas de la propaganda. Es ésta una de las armas más<br />

eficaces del movimiento político judío, y como las masas no pueden identificarla,<br />

tampoco están en posibilidad de eludirla. Al enemistarse con el movimiento político<br />

judío, Hitler y Alemania se convirtieron en blanco de esa arma poderosa.<br />

Alrededor de Roosevelt se movía la camarilla de Hopkins, aleccionado por el<br />

judío Dr. Steiner, y de los israelitas Wise, Morgenthau, Frankfurter, Baruch,<br />

Unterrneyer, Rosenman, que querían salvar al marxismo soviético y aniquilar a<br />

Alemania. La meta de esa camarilla era impopular, carecía de apoyo entre los pueblos<br />

occidentales. Entonces la eficaz maquinaria propagandística se puso en marcha.<br />

Funcionarios de la Casa Blanca ayudaron en esa tarea sobornando a periodistas,<br />

periódicos, revistas y escritores no hebreos. (Muchos de estos sobornos fueron<br />

posteriormente investigados por el Senado en 1953).<br />

Los israelitas de las altas esferas políticas eran una especie de palanca, y sus<br />

hermanos de raza que dirigían la propaganda suministraban el punto de apoyo —en<br />

la forma de una engañada opinión pública— para que esa palanca política moviera a<br />

los pueblos occidentales hacia el rumbo deseado. En esta forma una minoría<br />

relativamente insignificante de judíos engañó y movió una inmensa masa de<br />

contingentes no judíos, de la misma manera en que el débil brazo de un hombre<br />

puede levantar miles de kilos mediante el auxilio de palanca y un punto de apoyo.<br />

Como requisito previo para usar la fuerza de los países occidentales, el<br />

movimiento político judío los engañó y desorientó. Con razón Schopenhahuer dijo el<br />

siglo pasado que «el judío es el maestro de la mentira». Con esa maestría ha<br />

conseguido que sus propias víctimas le sirvan, naturalmente que sin saber a quién<br />

sirven, y hasta con la ilusoria creencia de que se sirven a sí mismas.<br />

Estos alquimistas del engaño concentraron su acción en cuatro puntos:<br />

1. Opacaron la evidencia de que Alemania marcharía contra la URSS. Así<br />

propiciaron que Occidente luchara, engañado, en beneficio del marxismo.<br />

2. Dieron la falsa impresión de que Alemania atacaría al Occidente y no al<br />

marxismo-israelita del Oriente.<br />

En esta forma agitaron a los pueblos inglés, francés y norteamericano.<br />

— 84 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

3. Crearon la idea de que la pugna entre nazis e israelitas era una rareza de<br />

Hitler, sin más fundamento que la aversión contra un conglomerado religioso. Así se<br />

ocultaba el hecho de que esa comunidad no era sólo una inocente secta religiosa, sino<br />

un núcleo político con influencia internacional.<br />

4. Presentaron a Alemania como un país antirreligioso. De esta manera se<br />

facilitó que el mundo cristiano se dejara arrastrar a una lucha en beneficio del<br />

bolchevismo ateo.<br />

Respecto a los dos primeros puntos, la investigación histórica encuentra miles<br />

de pruebas de que Hitler siempre orientó su lucha contra el marxismo. Jamás hizo<br />

demandas lesivas para los pueblos inglés, francés o norteamericano, y siempre trató<br />

de ganarse su amistad.<br />

Respecto al tercer punto, la pugna entre nazis e israelitas, Hitler anunció el 30<br />

de enero de 1939 que estaba en la mejor disposición de que los países democráticos se<br />

llevaran a los judíos que vivían en Alemania, y que les dispensaran todas las<br />

prerrogativas y consideraciones que reclamaban para ellos. Hizo observar que<br />

algunos países disponían de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, y que Alemania,<br />

en cambio, necesitaba alimentar a 140 personas por kilómetro cuadrado.<br />

«Cierto es que Alemania —dijo— fue durante siglos lo suficientemente buena<br />

para acoger a esos elementos... Lo que ese pueblo posee lo ha adquirido en su mayor<br />

parte con las peores manipulaciones a costa del pueblo alemán, no tan astuto. »<br />

¡Qué agradecidos deberían estarnos por dejar en libertad a esos magníficos<br />

portadores de cultura y ponerlos a disposición del resto del mundo! Ese mundo,<br />

según sus propias declaraciones, no puede aducir una razón que disculpe la negativa<br />

a aceptar en sus países a esa gente valiosísima. »Los pueblos no quieren volver a<br />

morir en los campos de batalla para que esta raza internacional sin raigambres se<br />

beneficie con los negocios de la guerra, o para que satisfaga su ancestral deseo de<br />

venganza cuyo origen se remonta al Antiguo Testamento. Sobre la consigna judaica;<br />

proletarios de todos los países, únanse, ha de triunfar una visión más elevada, a<br />

saber: trabajadores de todas las naciones, reconozcan a su enemigo común». Y<br />

respecto al cuarto punto, el de que Alemania era enemiga de la religión, Hitler dijo en<br />

ese mismo discurso del 30 de enero de 1939:<br />

«Uno de los cargos que en las llamadas democracias se levanta contra Alemania<br />

es que somos un Estado enemigo de la religión. Primero, en Alemania no se ha<br />

perseguido hasta ahora ni se perseguirá tampoco a nadie a causa de sus convicciones<br />

religiosas. Segundo, desde el 30 de enero de 1933 el Estado Nacionalsocialista ha<br />

puesto a disposición de ambas Iglesias las siguientes sumas producto de los<br />

impuestos públicos:<br />

Año Monto<br />

1933 130 millones de marcos<br />

1933 170 millones de marcos<br />

1934 250 millones de marcos<br />

1935 320 millones de marcos<br />

1936 400 millones de marcos<br />

1937 500 millones de marcos<br />

TOTAL 1770 millones de marcos (1)<br />

[1] Esas aportaciones subieron luego a 700 millones de marcos anuales<br />

(casi 2,800 millones de pesos al año). Y siguieron entregándose hasta que<br />

terminó la guerra.<br />

— 85 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

[1] Hitler llegó a recelar de Schacht, pero sus sospechas nunca se precisaron.<br />

Hablando con los miembros de su Cuartel General, el Fuehrer dijo el 20 de agosto de<br />

1942: «Cuando se trataba de engañar a la gente, Schacht era incomparable. Pero<br />

jamás ha sido capaz de dar pruebas de entereza. En esa clase de asuntos los<br />

francmasones se engañan entre sí. Cuando disolví la francmasonería fue cuando<br />

Schacht comenzó a poner entorpecimientos».<br />

[2] «El Estado Mayor Alemán». — Walter Goerlitz.<br />

[3] Informe Secreto Desde Atrás de la Cortina de Adolfo Hitler. — Dr. Paul Schmidt,<br />

jefe de intérpretes de la Wilhelmstrasse.<br />

[4] Odio Incondicional. — Por Russell Grenfell.<br />

[5] El Almirante Canaris. — Karl H. Abshagen, antinazi.<br />

[6] Documentos Diplomáticos Confidenciales. — Ministerio de Relaciones Exteriores<br />

de Polonia (capturados por Alemania).<br />

»Por otra parte, las iglesias son las mayores propietarias de inmuebles<br />

después del Estado (cosa que en muy raros países existe). El valor de sus<br />

haciendas y propiedades rurales pasa de la suma de diez mil millones de<br />

marcos. Los ingresos de estas propiedades se pueden calcular en 300 millones<br />

de marcos anuales.<br />

«En consecuencia —dicho sea con suavidad— es una desvergüenza que<br />

especialmente ciertos políticos extranjeros se atrevan a hablar de hostilidad<br />

religiosa en el Tercer Reich. ¿Cuáles son las cantidades que durante este mismo<br />

espacio de tiempo han entregado Francia, Inglaterra o los Estados Unidos a sus<br />

respectivas Iglesias, de los fondos públicos? El Estado Nacionalsocialista no ha<br />

cerrado ninguna iglesia, ni ha impedido ningún servicio religioso, ni ha ejercido<br />

la más mínima influencia sobre la forma en que éstos se realizan. »<br />

En el momento en que un sacerdote se coloque fuera de la ley, el Estado le<br />

obligará a rendir cuentas como a cualquier otro ciudadano alemán. Si ahora el<br />

extranjero defiende con tanto afán a ciertos sacerdotes —que estaban actuando en la<br />

esfera política— esto no puede obedecer más que a razones políticas, puesto que estos<br />

mismos estadistas demócratas callaron cuando en Rusia se sacrificaron cientos de<br />

miles de sacerdotes y callaron cuando en España decenas de miles de sacerdotes y<br />

monjas fueron asesinados de la manera más bestial o quemados vivos. Los<br />

extranjeros sólo se interesan por los enemigos interiores del Estado alemán, no por la<br />

religión»[1]. Precisamente cuando Hitler afirmaba esto, en Rusia culminaba una<br />

etapa de exterminio de las instituciones religiosas. El autorizado diplomático<br />

norteamericano William C. Bullit había informado sobre el particular a Roosevelt.<br />

«En 1937 —dice Bullit en “La Amenaza Mundial”— fueron cerradas<br />

10,000 iglesias en Rusia; a fines de 1 939 se había aniquilado definitivamente el<br />

espíritu de resistencia de la mayoría de los sacerdotes, y no quedaban con vida<br />

— 86 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

más que unos pocos o sea los adictos a Stalin». Por eso Hugo Wast pone en boca<br />

de los propagandistas israelitas las siguientes palabras:<br />

«Dominamos la mayoría de los grandes diarios[2] y de las agencias de<br />

publicidad, y gobernamos los nervios de la humanidad. Asesinen cristianos en<br />

México, en España, en Rusia; eso no tiene importancia, no lo trasmiten nuestras<br />

agencias ni lo publican nuestros diarios. Atropellen un judío en Alemania o en<br />

Polonia, y escucharán la grita del mundo; intolerancia, progrom, antisemitismo.<br />

Y el mundo, que no ha llorado el martirio de un millón de cristianos en Rusia,<br />

rasgará sus vestidos porque a un profesor israelita le han quitado en Berlín una<br />

cátedra».<br />

En efecto, el monopolio informativo judío tornó a repetir sus estudiados puntos<br />

de propaganda para engañar y azuzar a los pueblos occidentales. Y es un fenómeno<br />

infalible en la técnica publicitaria que una verdad expuesta esporádicamente se olvida<br />

y desacredita, en tanto que una mentira repetida sin cesar acaba en cierto tiempo por<br />

ser aceptada.<br />

«El lector se entera de lo que debe saber —decía Oswaldo Spengler<br />

respecto a los diarios europeos 21 años antes de la guerra— y una voluntad<br />

superior informa la imagen de su mundo... ¿Qué es la verdad? Para la masa, es<br />

la que a diario lee y oye. Ya puede un pobre tonto recluirse y reunir razones para<br />

establecer la verdad, seguirá siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad<br />

pública del momento, la única que importa en el mundo efectivo de las acciones<br />

y de los éxitos, es hoy un producto de la prensa. Lo que ésta quiere es la verdad.<br />

Sus jefes producen, transforman, truecan verdades». Y eso fue lo que ocurrió<br />

con la opinión pública de las potencias occidentales. Mediante el siniestro<br />

engaño de que ellas estaban en peligro mortal, y no el marxismo judío, fueron<br />

arrojadas a la espalda de Alemania cuando ésta se preparaba para su lucha<br />

contra la URSS. [1]<br />

Desde enero de 1934 los obispos evangélicos tuvieron una entrevista con Hiíler<br />

e hicieron pública su adhesión al Tercer Reich, condenando «las maquinaciones<br />

contra el Estado».<br />

Y el 20 de agosto de 1935 la conferencia de obispos católicos alemanes reunida<br />

en Fulda, telegrafió a Hitler: «Los obispos reunidos en Fulda envían al Fuehrer del<br />

pueblo alemán el sentimiento de fidelidad y respeto que según la ley divina debemos<br />

al poder y dignidad más elevada del Estado».<br />

[2] En Inglaterra, Estados Unidos y otros países es frecuente que hasta el 40%<br />

de los ingresos de numerosos periódicos importantes provenga de anunciantes<br />

israelitas. Disgustarlos equivale a cerrar el periódico.<br />

— 87 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

CAPÍTULO IV<br />

La Guerra que Hitler no Quería<br />

(1939-1940)<br />

Si la Guerra no Empezaba en Occidente, Rusia Lucharía Sola.<br />

Hablando el Mismo Lenguaje de las Armas.<br />

Ni con Silencio Pudo Ayudar Italia.<br />

En las Orillas del Abismo<br />

Otra vez Hitler Tiende la Mano.<br />

La Mampara del Idealismo.<br />

Debilidad de la Franqueza.<br />

La Terrible Grandeza de la Guerra.<br />

Desigual Guerra en el Mar.<br />

Noruega, Primera Línea de la Lucha Terrestre.<br />

Francia es Empujada a Sangriento Abismo.<br />

Las Panzer Dejan Escapar a los Ingleses.<br />

El Derrumbe de Francia.<br />

SI LA GUERRA NO EMPEZABA EN OCCIDENTE, RUSIA LUCHARÍA<br />

SOLA<br />

A mediados de 1939 la crisis de Polonia se aproximaba a su climax y Stalin veía<br />

que ese último oí táculo para la embestida alemana contra Rusia estaba a punto de<br />

desaparecer. Su acertada evaluación de las circunstancias era s mejante a la que<br />

hacían los consejeros israelitas de Roosevelt: si la guerra se iniciaba exclusivamente<br />

entre Alemania y la URSS, sería luego punto menos que imposible persuadir al<br />

mundo de que debería acudir en auxilio del marxismo. Rusia tendría entonces que<br />

luchar sola... y sola, ¡estaba perdida!... En cambio, si se lograba que el Occidente<br />

entrara en guerra contra Alemania antes de que ésta atacara a la URSS, entonces<br />

quedaría automáticamente garantizado que el Ocidente combatiría en el mismo<br />

bando del bolchevismo. Y así fue. Una vez comprometidos en la lucha contra<br />

Alemania, ningún inglés, francés o norteamericano rechazaría el concurso armado de<br />

la URSS.<br />

En consecuencia, el Kremlin extremó su cautela a fin de retardar el ataque<br />

alemán y le ofreció a Hitler un pacto de no agresión. El 10 de marzo de 1939 Stalin<br />

— 88 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

pronunció un discurso en el que significativamente no lanzó ataque a Alemania, y por<br />

el contrario, dijo que no sacaría las castañas del fuego a las potencias occidentales,<br />

lanzándose a una aventura contra el Reich.<br />

Hitler tomó con desconfianza y hostilidad ese extraño cam-bio, pero las ofertas<br />

soviéticas se repitieron por diversos conductos y los diplomáticos alemanes creyeron<br />

que ésta era una gran oportu-nidad.<br />

Consultando archivos capturados después de la guerra, el historiador inglés F.<br />

H. Hinsley precisa que las negociaciones ruso-germanas empezaron a iniciativa rusa,<br />

el 17 de abril de 1939. El 3 de mayo siguiente, el Ministro israelita de Relaciones<br />

Exteriores de Rusia, Maxim Litvinoff (originalmente llamado Maxim Moiseevich<br />

Vallakh Finkelstein), fue relevado de su puesto a fin de suavizar la desconfianza de<br />

Hitler.<br />

Ante la crisis de Polonia y la amenaza de guerra de la Gran Bretaña y Francia,<br />

Alemania aceptó el ofrecimiento soviético. El Ministro de Relaciones Exteriores de<br />

Alemania, Ribbentrop, llegó a Moscú el 23 de agosto de 1939 y en horas, con<br />

inusitada facilidad, se firmó el pacto, como que era lo que precisamente quería el<br />

Kremlin. Veinte horas después de su arribo a Moscú, Ribbentrop ya volaba de regreso<br />

a Berlín. Ante aquella suavidad de la URSS se ocultaba algo enormemente benéfico<br />

para el marxismo. Poco después pudo verse que Hitler no había alcanzado a<br />

comprender que el pacto no evitaría que las potencias occidentales le declararan la<br />

gue-rra, pues tal pacto era simplemente una trampa soviética tendida de acuerdo con<br />

la camarilla israelita de Occidente. Sin embargo, esto no era visible de momento y<br />

Hitler aceptó el tratado con la esperanza de ganar tiempo mientras despejaba la<br />

amenaza que se cernía desde Occidente.<br />

«No creemos equivocarnos —dice Hinsley— al afirmar que si sólo hubiera<br />

dependido de Hitler, las negociaciones hubieran ter-minado en un fracaso». Agrega<br />

que el Fuehrer confiaba en que ese paso alejaría el peligro de guerra con la Gran<br />

Bretaña y Francia.<br />

Ese tratado fue una sorpresa para el mundo, más no para Roosevelt y sus<br />

consejeros israelitas, que día a día estuvieron siendo informados de la cautelosa<br />

política de Stalin para lograr la secreta meta común de que Alemania se viera<br />

envuelta en una guerra con las naciones occidentales antes que con la URSS.<br />

El diplomático norteamericano William C. Bullit dice[1] que desde 1934<br />

Roosevelt fue informado de que Stalin<br />

«deseaba concertar un convenio con el dictador nazi y que Hitler podía<br />

tener un pacto con Stalin cuando lo deseara. El Presidente Roosevelt fue<br />

informado con precisión, día tras día, y paso tras paso, de las negociaciones<br />

secretas que tuvieron Stalin y Hitler en la primavera de 1939... En verdad,<br />

nuestra información concerniente a las relaciones entre Hitler y Stalin era tan<br />

excelente, que habíamos notificado al Gobierno soviético que esperase un asalto<br />

a principios del verano de 1941 y habíamos comunicado a Stalin los puntos<br />

principales del plan estratégico de Hitler».<br />

En consecuencia —como este aviso era dado en 1939—, quedaban dos años de<br />

margen para empujar a los países occidentales hacia la guerra contra Alemania, no en<br />

provecho de ellos, sino en anticipada defensa del marxismo israelita que se<br />

encontraba ya en capilla. Tales informes recibidos por Roosevelt y transmitidos a<br />

Stalin resultaron absolutamente exactos.<br />

El general Beck, ex jefe del Estado Mayor General alemán, conservaba nexos<br />

ocultos con sus amigos israelitas. Por su conducto salieron de Alemania valiosos<br />

— 89 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

secretos, vía París, y eran ya del dominio de Roosevelt y Stalin. Este último sabía con<br />

certeza, como lo confirma Bullit, que la ofensiva alemana contra la URSS sería en<br />

1941. Para entonces el Kremlin esperaba contar ya con una masa abrumadora de<br />

tropas, y mientras tanto rehuía a todo trance que el Ejército Rojo se enzarzara<br />

prematuramente en la lucha con el Ejército Alemán. Tal fue el significado del pacto<br />

ruso-germano de no agresión firmado el 23 de agosto de 1939.<br />

En esos días Alemania se esforzaba en lograr la anuencia de Polonia para<br />

construir un ferrocarril y una carretera que unieran a Berlín con su provincia de<br />

Prusia Oriental. Era este el último obstáculo que se interponía para la proyectada<br />

ofensiva contra el bolchevismo. Después del conflicto germanopolaco figuraba ya la<br />

lucha armada con la URSS.<br />

El movimiento político judío decidió asirse firmemente del último obstáculo y<br />

convertirlo en un «casus belli» para desencadenar la guerra entre Alemania y los<br />

países occidentales. La comunidad israelita radicada en Polonia jugó en esa maniobra<br />

un papel decisivo. Su influencia había quedado asegurada en el artículo noveno de la<br />

Conferencia de Versalles de 1919, mediante el apoyo de estadistas judíos con<br />

influencia en Estados Unidos, el Imperio Británico y Francia. En ese artículo se<br />

especificó que de todas las prerrogativas concedidas a la Comunidad Judía se hacía<br />

«no una cuestión de libre albedrío de Polonia», sino «una exigencia de la Sociedad de<br />

las Naciones».<br />

Mediante propaganda, agitación e influencias secretas, la opinión pública polaca<br />

fue desorientada y se la alentó al desorden como la forma más segura de evitar todo<br />

arreglo pacífico entre Polonia y Alemania. El 3 de mayo hubo un desfile polaco<br />

durante el cual las «porras» gritaban: «¡A Dantzig, a Berlín...!» Se hizo correr la<br />

versión de que las tropas alemanas estaban hambrientas y no resistirían. La<br />

población alemana anexada a Polonia en 1919, sufrió sangrienta hostilidad en 1939.<br />

Ya para el 21 de agosto de ese año el número de fugitivos que cruzaron la frontera<br />

germanopolaca, ascendía a 70,000. Según posteriormente pudo establecerse 12,857<br />

cadáveres de alemanes fueron identificados como victimados por la persecución, en<br />

tanto que 45,000 alemanes más desaparecieron[2].Representantes de agencias<br />

informativas internacionales —como Mr. Oechsner, de la United Press—, fueron<br />

invitados por Alemania para que dieran fe de esos hechos.<br />

La provocación de esos acontecimientos dio los nefastos frutos que se esperaban<br />

de ellos: el conflicto germanopolaco perdió toda coyuntura de arreglo amistoso y se<br />

volvió un polvorín. El 15 de agosto del mismo año de 1939 el Gobierno francés<br />

notificó a Alemania que en caso de un choque armado germano-polaco, Francia daría<br />

todo su apoyo a Polonia. Cosa igual anunció Inglaterra una semana después. Hitler<br />

conferenció entonces con el embajador británico, Neville Henderson, para hacerle ver<br />

que Inglaterra estaba prefiriendo cualquier cosa antes que un acuerdo pacífico.<br />

«En su voluntad de aniquilar —le dijo— se había dirigido a Francia, a<br />

Turquía, a Moscú... Alemania nunca había emprendido nada en perjuicio de<br />

Inglaterra, a pesar de lo cual Inglaterra se había colocado contra Alemania».<br />

En seguida Hitler se dirigió al Premier británico Neville Chamberlain, en los<br />

siguientes términos:<br />

«...He empleado toda mi vida en luchar por una amistad germanoinglesa, pero<br />

la actitud de la diplomacia británica —por lo menos hasta ahora— me ha convencido<br />

de la falta de sentido de este<br />

— 90 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

[1] «Cómo los EE. UU. Ganaron la Guerra y por qué Están a Punto de Perder la Paz»<br />

[2] «Los Horrores Polacos». Ministerio de Relaciones Exteriores del Reich.<br />

intento. Si ello cambiara en el porvenir, nadie podría ser más feliz que yo».<br />

En respuesta, la prensa inglesa azuzaba a la opinión pública para forzarla a la<br />

movilización militar, que seguía siendo popularmente rechazada porque el pueblo<br />

juzgaba inútil una nueva guerra contra Alemania.<br />

El 25 de agosto Hitler volvió a tender amistosamente la mano a Inglaterra y<br />

hasta le propuso una alianza germanobritánica. Hablando con el embajador inglés le<br />

dijo que estaba dispuesto<br />

«a concluir acuerdos con Inglaterra, los cuales garantizaran por parte de<br />

Alemania en todo caso la existencia del Imperio británico y de ser necesario, la<br />

ayuda alemana dondequiera que esta ayuda sea precisa... Por último, el Fuehrer<br />

asegura de nuevo que no tiene interés en los problemas occidentales y que se<br />

halla fuera de toda consideración una rectificación de fronteras en el Oeste».<br />

Pero ese mismo día los gobernantes ingleses —es justo precisar que el pueblo<br />

era ajeno a esas maquinaciones— dieron otra despectiva respuesta al llamado de<br />

Hitler y firmaron con Polonia un pacto para prestarle ayuda militar si era atacada por<br />

Alemania, pese a que sabían perfectamente que esa ayuda era imposible. Polonia<br />

corría como caballo desbocado hacia el abismo y los estadistas occidentales le<br />

apretaban más las espuelas.<br />

El historiador británico capitán Liddell Hart afirma en su libro «Defensa de<br />

Europa» que la promesa de ayuda militar a Polonia fue inmoral porque era imposible<br />

cumplirla.<br />

«Si los polacos —dice— se hubieran dado cuenta de la imposibilidad<br />

militar de Inglaterra y Francia para salvarlos de la derrota, es probable que no<br />

hubieran presentado tan terca resistencia a las originalmente moderadas<br />

demandas de Hitler: Dantzig y el Corredor Polaco».<br />

Pero los polacos no podían darse cuenta de la forma criminal en que se les<br />

estaba usando como mecha de la guerra; previamente la propaganda informativa<br />

judía los había engañado y soliviantado.<br />

«He sido por mucho tiempo y muy de cerca, observador de la Historia<br />

contemporánea —agrega el historiador Hart— para que no me queden ilusiones<br />

acerca de las bases morales de nuestra política exterior. Cuando alguien me dice<br />

que de pronto reaccionamos ante la amenaza que el sistema nazi representaba<br />

para la civilización, lo único que me queda es sonreír tristemente».<br />

Así, pues, los gobernantes ingleses empujaron a Polonia al suicidio a sabiendas<br />

de que no podrían salvarla, Y los gobernantes franceses hicieron otro tanto. El 26 de<br />

agosto Francia le reiteró a Alemania que daría todo su apoyo militar a Polonia. Hitler<br />

le repuso que Alemania no tenía ningún motivo de fricción con Francia y que esa<br />

actitud germanófoba carecía de fundamento.<br />

— 91 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Inesperadamente el día 28 Inglaterra le aconsejó a Alemania que entablara<br />

negociaciones con Polonia. Hitler repuso que las negociaciones habían sido<br />

interrumpidas en julio con la movilización polaca y que todas las propuestas<br />

alemanas para un arreglo habían sido desoídas. Sin embargo, Hitler agregó que<br />

Alemania estaba en la mejor disposición de aceptar la mediación británica:<br />

«El Gobierno del Reich quiere dar con ello al Gobierno de Su Majestad<br />

británica y al pueblo inglés una prueba de la sinceridad del propósito alemán de<br />

llegar a una amistad duradera con la Gran Bretaña. En estas condiciones está,<br />

por consiguiente, conforme el Gobierno del Reich en aceptar la propuesta<br />

mediación del Gobierno de Su Majestad para enviar a Berlín una personalidad<br />

polaca provista de plenos poderes. Espera que dicha personalidad llegue el<br />

miércoles 30 de agosto de 1939».<br />

Pero el miércoles 30 de agosto, a las 4.30 de la tarde, en vez del negociador<br />

pacífico llegó la noticia de que Polonia acababa de decretar la movilización general.<br />

Además, Inglaterra se retractó de su ofrecimiento de mediadora y comunicó que no<br />

podía recomendarle a Polonia el envío de un representante. Hitler entregó entonces<br />

al embajador británico, Henderson, las proposiciones que había preparado para ese<br />

negociador polaco que no llegó. Consistían, fundamentalmente, en la construcción de<br />

una carretera y un ferrocarril que unieran a Prusia, a través del territorio alemán<br />

anexado a Polonia en la primera guerra mundial.<br />

A las 6.30 de la tarde del 31 de agosto el Embajador polaco se presentó en la<br />

Cancillería del Reich, pero sin poderes para negociar. A las 21 horas Alemania<br />

comunicó a Inglaterra que la mediación británica del día 28 había sido aceptada, que<br />

Alemania había estado esperando al plenipotenciario y que éste no había llegado. En<br />

consecuencia, consideraba que también en esta ocasión habían sido prácticamente<br />

rechazados sus propósitos de llegar a un arreglo pacífico.<br />

A las 23 horas de ese mismo día 31 de agosto la radio polaca anunciaba: «La<br />

respuesta ha sido las disposiciones militares tomadas por el Gobierno polaco».<br />

HABLANDO EL MISMON LENGUAJE DE LAS ARMAS<br />

En la azulosa claridad del amanecer del día siguiente, 44 divisiones alemanas se<br />

desbordaron en una aurora de fuego sobre la frontera polaca. 36 divisiones polacas,<br />

enardecidas de orgullo y alentadas por el prometido apoyo militar de las potencias<br />

occidentales, les salieron al encuentro. Un millón doscientos mil hombres chocaron<br />

en la mortal aventura de la guerra[1].<br />

Hitler habló ese día:<br />

«Una cosa es, empero, imposible: exigir que se solucione por medio de la<br />

revisión pacífica una situación insostenible, y a la vez negarse tercamente a toda<br />

revisión pacífica... Me he decidido a hablar con Po-lonia el mismo lenguaje que<br />

Polonia emplea con nosotros hace meses. Yo he prometido solemnemente, y lo<br />

repito ahora, que nosotros no exigimos nada de esas potencias occidentales, ni<br />

lo exigiremos nunca. Yo he manifestado palmariamente que los límites entre<br />

— 92 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Francia y Alemania constituyen un hecho definitivo. Yo he ofrecido siempre a<br />

Inglaterra una amistad sincera, y en caso necesario, hasta la más íntima<br />

colaboración. Pero el amor no puede ser una cosa unilateral.<br />

»Desde las 5.5 se le contesta a Polonia también con fuego. No pido de<br />

ningún alemán más de lo que yo estuve dispuesto a hacer en todo momento<br />

durante más de 4 años (en la primera guerra). Desde ahora es cuando mi vida<br />

pertenece verdaderamente en absoluto al pueblo. No quiero ser ahora más que<br />

el primer soldado del Reich. Por ello he vestido de nuevo aquel uniforme que fue<br />

para mí el más sagrado y el más querido. Sólo me lo quitaré después de la<br />

victoria, o bien, no viviré este final... Sólo hay una palabra que no he conocido<br />

nunca y es: capitulación».<br />

Testigo de aquel momento, José Pagés Llergo refiere:<br />

«Los civiles pálidos, temblorosos por la emoción, se enjugaban las<br />

lágrimas; los diplomáticos, asidos fuertemente del brazo del asiento,<br />

contemplaban estáticos, electrizados, la pequeña figura que allá en la distancia<br />

se erguía en éxtasis; los militares gritaban, casi aullaban. Afuera, medio millón<br />

de personas levantaban un murmullo sordo, aterrador, cuando Adolf Hitler<br />

hundía los puños sobre la mesa del Reichstag y rojo, descompuesto, el pelo<br />

tirado en desorden sobre la frente, gritaba con los ojos bañados en lágrimas:<br />

»¡En estos momentos no quiero ser más que el primer soldado del Reich!»<br />

»Sus brazos se elevaban lentos, teatrales, hacia el cielo. En aquella actitud<br />

de pedir silencio, el tigre que hace unos momentos había sido, se transforma,<br />

genial, fantástico, en un apóstol del germanismo que va predicando, con rara<br />

modulación de voz, su verdad, la verdad de su pueblo...<br />

»A mi lado una mujer solloza, conmovida. Los hombres apenas si respiran:<br />

con sus caras cetrinas, los ojos cansados, la frente bañada de sudor por el<br />

sacudimiento nervioso, yacen extenuados en sus asientos. En una fracción de<br />

segundos Hitler hace vibrar el auditorio hasta el agotamiento. Su voz no es<br />

fuerte, pero la modula en tal forma, que sabe hacerla gemir, sabe hacerla dulce,<br />

suplicante, fiera.<br />

»El grito de 'Heil' se va extendiendo tenue, impreciso, desde la plataforma<br />

del Reichstag hasta el anfiteatro, para convertirse en un grito ensordecedor,<br />

salvaje, que llena el edificio y trasciende hasta la calle».<br />

Entretanto, ese mismo día 1º de septiembre el Soviet Supremo votó una ley de<br />

servicio militar que implicaba una movilización total de la juventud rusa. Sus<br />

aprestos bélicos se aceleraron.<br />

Al día siguiente, dos de septiembre, Mussolini hizo una gestión ante Alemania,<br />

Polonia, Inglaterra y Francia, para concertar un armisticio germano-polaco y buscar<br />

un arreglo pacífico. Hitler aceptó y el primer ministro francés también, pero<br />

Inglaterra rechazó la proposición y luego logró que Francia hiciera lo propio. Un<br />

mensaje de la agencia francesa «Havas», referente a la aceptación de las pláticas, fue<br />

cablegráficamente anulado desde París.<br />

Goering, el segundo de Hitler, trató de volar a Inglaterra para insistir en un<br />

arreglo pacífico. Hitler aprobó el plan y el general Bodenschatz preparó un avión<br />

especial. Cablegráficamente se solicitó la anuencia de Londres para el viaje, pero el<br />

gobierno inglés contestó negándose a recibir a Goering.<br />

El 3 de septiembre Inglaterra envió un ultimátum a Alemania exigiéndole que<br />

para las once horas de ese día retirara sus tropas de Polonia o de lo contrario se<br />

— 93 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

considerara en guerra con el Imperio Británico. En Francia aún era muy viva la<br />

resistencia de la opinión pública a la guerra y el Gabinete tuvo momentos de<br />

indecisión; un ultimátum igual al inglés se envió hasta las 12.30.<br />

El embajador británico Neville Henderson se presentó en la Cancillería de<br />

Berlín a entregar el ultimátum con apercibimiento de guerra. El documento fue<br />

recibido por el Dr. Paul Schmidt, jefe de intérpitetes de la Wilhelmstrasse, quien en<br />

seguida se lo entregó a Hitler. Schmidt refiere así lo ocurrido[2]:<br />

«Hitler se quedó petrificado en su asiento, con la vista fija hacia adelante.<br />

No daba muestras de confusión, como se ha dicho, ni tampoco se encolerizó,<br />

como otros refirieron. Se quedó sentado, completamente silencioso, inmóvil.<br />

Tras de un intervalo, que a mí me pareció un siglo, se volvió hacia Ribbentrop,<br />

que había permanecido rígidamente en pie junto a la ventana. ¿Y bien? —<br />

preguntó Hitler con una mirada penetrante a su Ministro de Relaciones, como<br />

para indicar que Ribbentrop le había informado mal acerca de la actitud de<br />

Inglaterra—. Ribbentrop repuso tranquilamente: "Presumo que los franceses<br />

nos entregarán un ultimátum semejante dentro de una hora"».<br />

Minutos después Hitler dictó la siguiente respuesta al gobierno inglés:<br />

«El Gobierno del Reich y del pueblo alemán se niega a recibir, aceptar o cumplir<br />

las exigencias con carácter ultimativo del Gobierno británico».<br />

Una contestación semejante fue entregada más tarde al representante de<br />

Francia. A las 11 de la mañana del 3 de septiembre de 1939 Inglaterra declaró la<br />

guerra a Alemania y Francia hizo lo propio a las 5 de la tarde de ese día.<br />

Era esta la guerra que Hitler no quería...<br />

NI CON SU SILENCIO PUDO AYUDAR ITALIA<br />

Cuando el 3 de octubre de 1935 Mussolini inició la invasión de Etiopía y atrajo<br />

hacia sí un ruidoso boicot de la Liga de las Naciones, Hitler lo apoyó resueltamente. Y<br />

es que desde 1923 Hitler admiraba a Mussolini como creador de la doctrina fascista,<br />

esencialmente opuesta al bolchevismo. Años más tarde nació el Eje Berlín-Roma<br />

corno una alianza contra la URSS.<br />

Y cuando en 1939 Alemania trataba de abrir el camino hacia Moscú y esto le<br />

ocasionó el conflicto con Polonia, Italia dio un cauteloso paso atrás y decidió ser<br />

neutral. Hitler le pidió que no revelara esa decisión sino hasta el último momento.<br />

Tenía la esperanza de que si Inglaterra y Francia ignoraban que el Eje Berlín-Roma<br />

no era tan firme como parecía, no intervendrían activamente en el conflicto.<br />

Sin embargo, la neutralidad de Italia fue conocida por Inglaterra y Francia antes<br />

de que estallara la guerra germano-polaca. Y es que el Ministro de Relaciones,<br />

Galeazo Ciano, les había revelado este secreto. Ciano odiaba a Alemania, aunque no<br />

lo manifestaba categóricamente, y era marido de Edda Mussolini, hija de Mussolini y<br />

de una judía rusa. Pero esto no lo supo Alemania sino hasta cuatro años después, en<br />

— 94 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

1943.<br />

La frágil alianza germano-italiana se revela en el propio Diario de Ciano, quien<br />

el 20 de marzo de 1939 escribió: «El rey se muestra cada vez más antigermano. Al<br />

referirse a los alemanes llegó a calificarlos de mendigos y canallas».<br />

El 26 de agosto de ese mismo año agregaba: «El Duce y yo le enviamos un<br />

mensaje a Hitler diciéndole que Italia no puede ir a la guerra si no cuenta con<br />

abastecimientos. Grandes demandas». En efecto, era tanto lo que pedía que se<br />

necesitarían 17,000 trenes para transportarlo.<br />

Y el 21 de agosto: «Le aconsejo al Duce que rompa el pacto y se lo arroje por la<br />

cara a Hitler».<br />

Las cosas no llegaron a tanto, pero la alianza de Italia no tenía más apoyo que la<br />

vacilante actitud del Duce.<br />

EN LAS ORILLAS DEL ABISMO<br />

Alemania no estaba preparada en 1939 para una guerra contra Francia y el<br />

Imperio Británico; en primer lugar porque Hitler no quería ni buscaba esa contienda.<br />

El 3 de sep-tiembre, cuando en contra de todo lo esperado recibió las declaraciones<br />

de guerra de París y Londres, el ejército alemán constaba teóricamente de 98<br />

divisiones, pero 21 de ellas no habían terminado aún su organización y te-nían un alto<br />

porcentaje de personal mayor de 40 años, por lo cual no eran de primera línea.<br />

Cuarenta y cuatro de las mejores divisiones se hallaban empeñadas en Polonia (y 1 2<br />

más adscritas como reserva para ese frente). Sólo quedaron 23 divisiones completas y<br />

12 deficientes para el frente occidental, ante las fuerzas anglo-francesas, estimadas en<br />

110 divisiones.<br />

Por consiguiente, la situación militar de Alemania en ese momento era casi<br />

desesperada. Hitler exigió del ejército una «blitzkrieg —guerra relámpago—» para<br />

terminar cuando antes la campaña de Polonia y afrontar la amenaza de Inglaterra y<br />

Francia.<br />

El general Alfred Jodl, en esa época jefe del Estado Mayor del Alto Mando,<br />

declaró posteriormente que en esos días «Alemania no sufrió una derrota porque las<br />

23 divisiones del oeste no fueron atacadas» por las 110 divisiones francesas<br />

dispuestas contra Alemania. Y es que los estadistas an-glofranceses ya habían ido<br />

bastante lejos al declarar una guerra impopular y de inmediato no tenían listo su plan<br />

ofensivo, además de que los 3,000 fortines de la Línea Sigfrido fueron un factor<br />

psicológico paralizante para el ejército francés, que decidió esperar la llegada de<br />

refuerzos británicos.<br />

En el frente polaco, Hitler cifraba sus esperanzas en las seis nuevas divisiones<br />

blindadas del ejército alemán y en su aviación. Alemania contaba con 1,553<br />

bombarderos y 1,090 cazas, o sea un total de 2,643. En la campaña polaca utilizó<br />

1,500 incluyendo 500 cazas. En esta arma sí era muy considerable la superioridad<br />

sobre Polonia, la cual disponía de 580 aviones de primera línea, incluyendo 250<br />

cazas.<br />

Las fuerzas alemanas se desplegaron de la siguiente manera: por el norte, los<br />

ejércitos 3o y 4o, de von Kluge y von Küchler, ambos a las órdenes de von Bock. Y por<br />

— 95 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

el sur, los ejércitos 8o, 10o y 14, de los generales Blaskowitz, von Reichenau y List; los<br />

tres a las órdenes de von Rundstedt. De los cinco jefes de ejército sólo von Reichenau<br />

había sido simpatizador del movimiento nazi y a él se le encomendó el ejército más<br />

poderoso, con 17 divisiones[3].<br />

Los dos grupos de ejércitos, o sea el de von Bock por el norte y el de von<br />

Rundstedt por el sur, formaron gigantescas tenazas cuya meta era Varsovia. Dentro<br />

de esos dos tentáculos de fuego quedaba la masa del ejército polaco, que debería ser<br />

cercada y destruida. Varios generales, incluso el Jefe del Estado Mayor, General<br />

Franz Halder, no confiaban en ese plan, pero Hitler insistía en que obtendría éxito.<br />

En vez de desplegar las fuerzas frente a las del adversario, cosa que podía dar<br />

lugar a una guerra de trincheras más larga, el ejército alemán pasó por alto muchos<br />

puntos fortificados, a veces cruzando zonas que parecían intransitables, y se infiltró<br />

resueltamente hacia el corazón de Polonia. Por su parte, los polacos cometieron el<br />

error de quererlo «cubrir todo» desplegando sus fuerzas en un largo frente y esto<br />

aceleró su derrota. El ariete blindado de los tanques del 10 ejército de von Reichenau<br />

se clavó profundamente en el corazón de Polonia.<br />

Pese al margen de superioridad en tanques, y al margen más amplio de<br />

superioridad en el aire, Alemania realizó la campaña de Polonia en una<br />

comprometida situación militar. Claro que Polonia se hallaba en situación más<br />

desesperada aún, pero cegada por la propaganda, exacerbada en su orgullo y confiada<br />

en el apoyo total que Inglaterra y Francia le habían prometido, el pueblo no se daba<br />

cabal cuenta del abismo al que se le empujaba con los ojos vendados. Algunos<br />

exaltados polacos decían que en 1840 habían derrotado a los alemanes en<br />

Tannenberg y que volverían a derrotarlos en Berlín. Hasta el inteligente diplomático<br />

Lipski, embajador polaco en Alemania, fue cegado por la criminal propaganda que se<br />

hacía en<br />

[1] Nominalmente había asignadas al frente polaco 56 divisiones alemanas, pero 12<br />

eran todavía deficientes y no participaron en la lucha. En teoría el ejército polaco<br />

tenía 50 divisiones, incluyendo reservas, pero sólo 36 se hallaban ya listas en el<br />

frente.<br />

[2] «Informes Secretos Desde Atrás de la Cortina de Adolfo Hitler». Dr. Paul<br />

Schmidt.<br />

[3] Cada división tenía 15,000 hombres. Aproximadamente dos o tres divisiones<br />

formaban un cuerpo de ejército. Diez o más divisiones formaban un ejército, o sea<br />

aproximadamente 150,000 soldados. Y dos o tres ejércitos integraban un «grupo de<br />

ejércitos». A grandes rasgos, este era el modo de mover, abastecer y dirigir a masas<br />

tan enormes de combatientes.<br />

Eran frecuentes grupos de ejércitos formados por quinientos mil hombres.<br />

su patria y dijo que a los primeros combates ocurrirían levantamientos en Alemania y<br />

que el ejército polaco saldría vencedor. Sin embargo, poco antes de las hostilidades<br />

algunos generales abrigaban la esperanza de que se pudiera evitar la guerra con el<br />

Reich y de que Polonia y Alemania se enfrentaran juntas a la URSS.<br />

Muchas unidades polacas combatieron con ardor y destreza, y en diversos<br />

— 96 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

sectores ocasionaron pérdidas extraordinariamente altas entre la oficialidad alemana<br />

que para alentar a la tropa «había entrado en acción con el mayor fervor», según<br />

declaración del general Guderian. Veteranos combatientes, como el teniente coronel<br />

Lindeman, dicen que<br />

«una de las impresiones más fuertes que uno recibe cuando se enfrenta al<br />

enemigo por primera vez es la de sentir miedo. La única diferencia entre un<br />

hombre valiente y uno cobarde es que el valiente es capaz de controlar su<br />

miedo... El frente de batalla es visto en colores más obscuros y más lleno de<br />

peligro que lo que verdaderamente es... No se ha encontrado nada que calme el<br />

ánimo en la batalla como estar cerca de alguien que no esté poseído del miedo o<br />

del pánico».<br />

Y como parte de la infantería alemana estaba aún deficientemente preparada,<br />

sus oficiales se lanzaban en primer término para infundir confianza. En los primeros<br />

días de lucha perecieron un hijo del general Adam, uno del coronel von Funk y otro<br />

del Secretario de Estado, barón von Weizsacker. Mientras, este último se dedicaba a<br />

crear una célula de conspiración en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en<br />

connivencia con el general Beck y el doctor Goerdeler[1]. Por esos mismos días el<br />

Almirante Canaris, Jefe del Servicio Secreto Alemán, accedía subrepticiamente a<br />

servir al movimiento judío internacional, rescatando a un prominente rabino polaco<br />

para enviarlo a Estados Unidos. Sobre el particular había tenido pláticas privadas con<br />

el cónsul Geist, comisionado de Roosevelt[2].<br />

Además, el ministro sin cartera Hjalmar Schacht y el almirante Canaris, Jefe del<br />

Servicio Secreto, trataban de ganarse al general Brauchitsch (jefe del Ejército) para<br />

que desobedeciera a Hitler. Y el general von Hammerstein-Equord, marxista,<br />

tramaba la captura del Fuehrer. La situación interna de Alemania seguía pendiendo<br />

de un hilo.<br />

Entretanto, la propaganda inspirada por los judíos hizo del caso Polonia un<br />

motivo de agitación mundial. Recién iniciadas las operaciones, el 3 de septiembre se<br />

difundió que el Santuario Nacional de la Virgen de Polonia, en Czestochova, había<br />

sido destruido por los nazis. Alsiguiente día los alemanes llevaron a los periodistas<br />

extranjeros a Czestochova y éstos pudieron dar fe —entre ellos L. P. Lochner, de la<br />

Associated Press— que el Santuario se hallaba intacto. Así lo declaró también el Prior<br />

Norbert Motzlewsky. Sin embargo, los rumores alarmistas se difundían ampliamente<br />

en extensos mensajes, en tanto que las rectificaciones se ministraban en<br />

insignificantes boletines que sólo en mínima parte borraban la mala impresión<br />

causada por la versión original.<br />

El pueblo polaco sufría espantosamente los rigores de la guerra y no se daba<br />

cuenta de que estaba siendo manipulado como instrumento de secretas maniobras<br />

internacionales. Se le lanzó al sacrificio en la forma más despiadada y siniestra. Para<br />

mantener ese engaño, el 5 de septiembre el diario «Kujer Poznaski» anunció a los<br />

polacos que todas las fuerzas francesas de tierra, mar y aire habían entrado en acción.<br />

Esto no era cierto. El día 6, para que el ánimo no decayera, la radio de Varsovia<br />

anunció que la línea alemana Sigfrido había sido rota por los franceses. En realidad,<br />

ni siquiera se combatía allí.<br />

El 11 de septiembre la campaña germano-polaca estaba llegando a su punto<br />

culminante. Los ejércitos alemanes de von Küchler habían ya flanqueado a Varsovia<br />

por el norte, en tanto que el ejército de von Reichenau hacía lo propio por el sur. Los<br />

principales contingentes polacos se hallaban casi copados entre ambas tenazas y sin<br />

esperanzas de salvación.<br />

— 97 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Ese día la propaganda internacional dijo al pueblo polaco que «el avance francés<br />

que había sido detenido momentáneamente por la contra-ofensiva alemana, se<br />

reinició el 10 de septiembre», y así se le daban falsas esperanzas. En realidad no<br />

existía ni la ofensiva francesa ni la contra-ofensiva alemana en el frente occidental,<br />

pero con estas falsedades se exprimía a Polonia hasta el último centigramo de<br />

resistencia.<br />

El 17 de septiembre la campaña polaca estaba prácticamente decidida con más<br />

de medio millón de polacos prisioneros o dispersos. Hitler habló en Dantzig el día 19<br />

y precisó que Alemania nada pedía ni a Inglaterra ni a Francia, y que la contienda en<br />

el Occidente no tenía razón de ser. El régimen de Daladier repuso que Francia<br />

«continuará la guerra hasta obtener la victoria definitiva», en tanto que el Premier<br />

inglés, Mr. Chamberlain, contestó despectivamente diciendo que «el ofrecimiento de<br />

paz de Hitler no cambia en nada la situación». Mientras fallaba este esfuerzo<br />

diplomático para hacer la paz en Occidente, el mando alemán pidió la capitulación de<br />

Varsovia a fin de ahorrarle inútiles sacrificios a la población civil, pero el comandante<br />

polaco se empeñó en convertir la plaza en parapeto y presentó combate. Ocho días<br />

después Hítler intervino en las operaciones militares y ordenó que Varsovia fuera<br />

capturada a sangre y fuego. El general Blaskowitz, comandante del 8o ejército,<br />

manifestó su inconformidad por la intervención de Hitler y de sus tropas selectas (las<br />

SS). Poco después se le relevó del mando. La oposición de los generales seguía siendo<br />

el punto más débil de Alemania.<br />

El día 26 la aviación alemana arrojó volantes sobre Varsovia pidiendo que se<br />

rindiera. Ante la negativa polaca, esa noche se inició el ataque directo, que culminó el<br />

día 28 con la capitulación. Al concertar ésta, Hitler «dejaba a salvo el honor militar de<br />

un adversario que había sucumbido luchando valerosamente». A los oficiales se les<br />

permitió conservar sus espadas y a la tropa se le dejó en libertad después de<br />

desarmarla.<br />

Toda la campaña polaca terminó en 27 días, después de un doble envolvimiento<br />

de los flancos enemigos. 13,981 soldados alemanes habían muerto; 30,322 habían<br />

caído heridos. «El ejército de Polonia que nominalmente estaba integrado por dos y<br />

medio millones de hombres había dejado de existir como fuerza organizada», escribió<br />

Churchill.<br />

Hitler entró en Varsovia. Un mexicano —José Pagés Llergo— fue testigo de<br />

aquel momento.<br />

«Las doctrinas sociales —le dijo Hitler— son como las plantas: nacen y se<br />

desarrollan en climas propicios. El nazismo, que ha sido la respuesta a los males<br />

que padecía Alemania, posiblemente no encuentre en la América de ustedes el<br />

abono conveniente para que germine... Veinticinco minutos —añade Pagés— he<br />

estado a su lado. Cuando se retira para pasar revista por el Bulevard Pilsudsky a<br />

cinco divisiones victoriosas, el grito de "Heil" se levanta ensordecedor, siniestro,<br />

cubre Varsovia y se propaga por toda la Rosa de los Vientos como la palabra de<br />

reto de un pueblo que ve en un hombre la materialización de su revancha».<br />

— 98 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

OTRA VEZ HITLER TIENDE LA MANO<br />

Un hecho de la más extraordinaria importancia había ocurrido en las<br />

postrimerías de la campaña germano-polaca. El 15 de septiembre, cuando ya el<br />

ejército polaco se encontraba copado entre los dos grupos de ejércitos de von Bock —<br />

en el norte— y von Rundstedt — en el sur—, y cuando Varsovia había sido flanqueada,<br />

la URSS invadió a Polonia por el oriente. El Ejército Rojo avanzó sin resistencia en la<br />

retaguardia de los polacos y ocupó la mitad del país.<br />

La invasión alemana se había originado en el desacuerdo germano-polaco sobre<br />

la vinculación de Prusia Oriental con el resto de Alemania, esencial para la<br />

proyectada campaña alemana contra la URSS. ¿Y cuáles<br />

Concentración de cien mil hombres en el Estadio de Nuremberg. Hitler insiste<br />

en que no quiere guerra con Occidente,<br />

[1] «Recuerdos de un soldado». — General Heinz Guderian.<br />

[2] «El Almirante Canaris». — Karl H. Abshagen.<br />

eran los orígenes de la invasión soviética de Polonia? Precisamente en ese año de<br />

1939 Stalin publicó un libro, «Problemas del Leninismo», reiterando la meta<br />

marxista de la dominación mundial. Decía que la victoria del régimen bolchevique en<br />

Rusia no era sino el preludio de otras victorias en todos los demás países de la tierra.<br />

Citaba las siguientes palabras de Lenin: «Vivimos no sólo en un Estado, sino en un<br />

sistema de Estados, y es inconcebible la existencia de la República Soviética por un<br />

tiempo largo, junto a Estados imperialistas. A la postre, aquélla habrá de vencer a<br />

éstos, o éstos a aquélla».<br />

Inglaterra y Francia habían iniciado la guerra bajo la bandera de que estaban<br />

defendiendo a Polonia. Cuando Stalin atacó por la espalda a los polacos vencidos y les<br />

arrebató la mitad de su país, un sospechoso silencio se hizo en Occidente. Ese hecho<br />

lo refiere Churchill en sus Memorias con una suavidad de terciopelo:<br />

«El gobierno británico se encontró desde el principio con un dilema. Habíamos<br />

ido a la guerra con Alemania como resultado de la garantía que dimos a Polonia... Y<br />

Rusia se negaba a garantizar la integridad de Polonia».<br />

¿Podría creerse en la sinceridad de los estadistas occidentales cuando hablaban<br />

de defender principios de libertad si los polacos eran atacados por los alemanes, y<br />

callaban si los atacantes eran bolcheviques? ¿Podría creerse en esa sinceridad cuando<br />

se empeñaban en cerrarle a Hitler el paso hacia Moscú y en cambio no tomaban<br />

ninguna providencia contra la amenazante expansión del marxismo soviético hacia el<br />

mundo occidental?<br />

Con una inconsciencia sólo explicable por su odio personal contra Hitler —odio<br />

que se evidenció desde el verano de 1932, cuando por primera vez se negó a hablar<br />

con él—, Churchill hasta se regocijó en cierto modo por la invasión soviética de<br />

Polonia y escribió: «Los rusos han movilizado fuerzas muy grandes y han demostrado<br />

capacidad para avanzar lejos y con prontitud». No procedía Churchill como estadista,<br />

porque la cualidad elemental del estadista es buscar el beneficio de su patria, y no<br />

podía ser benéfico que la URSS se desbordara sobre sus fronteras, ya que<br />

esencialmente la doctrina bolchevique era contraria al Imperio Británico. Mil veces<br />

— 99 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

menos dañoso para Inglaterra era el movimiento alemán hacia el Oriente, con sus<br />

metas claramente proclamadas: conquistar territorio soviético, cimentar la amistad<br />

con el Imperio Británico e incluso concertar una alianza con él. Es indiscutible la<br />

habilidad de Churchill como líder y como orador. Pero su ceguera o su mala fe como<br />

estadista es un hecho que la Historia no podrá soslayar. Es un hecho que está<br />

sufriendo en carne propia el mismo Imperio Británico, el cual al terminar la guerra<br />

comenzó a desgajarse como si fuera un vencido y no un vencedor. Al concluir la<br />

campaña polaca, y por fin ya en la frontera de la URSS, Hitler hizo otro llamado de<br />

amistad a Francia y a la Gran Bretaña, que un mes antes le habían declarado la<br />

guerra. En sus palabras no había el menor rastro de odio y sí un visible deseo de que<br />

el Occidente se reconciliara con Alemania, cuyo propósito no era otro que combatir el<br />

bolchevismo, o sea el auténtico enemigo de la Civilización Occidental. El 6 de octubre<br />

de 1939 Hitler dijo:<br />

«Ofrecí a los detentadores del poder en Varsovia dejar salir por lo menos a<br />

la población civil... Ofrecí después no bombardear un barrio entero de la ciudad,<br />

el de Praga, reservándolo para la población... No obtuve respuesta. Entonces<br />

ordené para el 25 de septiembre el comienzo del ataque... »<br />

La devolución del Sarre era la única exigencia que consideraba yo como una<br />

condición plena e ineludible para un acuerdo germano-francés. Una vez que Francia<br />

misma ha resuelto ese problema, desapareció toda exigencia alemana a Francia. Hoy<br />

no existen más exigencias de esta especie ni volverán a hacerse valer nunca... Francia<br />

lo sabe así. Es imposible que se levante un hombre de Estado francés y pueda<br />

manifestar que he planteado jamás una exigencia a Francia cuyo cumplimiento<br />

hubiese sido incompatible con su honor o sus intereses. En lugar de una exigencia tal,<br />

lo que he dirigido siempre a Francia ha sido el deseo de enterrar para siempre la vieja<br />

enemistad. He hecho todo lo posible para extirpar del pueblo alemán la idea de una<br />

enemistad hereditaria e ineludible, inculcándole en lugar de ella el respeto por los<br />

grandes hechos del pueblo francés y de su historia, y todo soldado alemán guarda el<br />

máximo respeto por las proezas del ejército francés. » No menores han sido mis<br />

esfuerzos para llegar a un acuerdo germano-inglés e incluso a una amistad germanoinglesa...<br />

Nunca ni en ningún lugar me he opuesto realmente a los intereses<br />

británicos. Si este esfuerzo mío ha fracasado, ha sido porque había en algunos<br />

hombres de Estado y periodistas británicos una enemistad personal contra mí. »<br />

Es también perfectamente claro para mí que cierto capitalismo y periodismo<br />

judaico-internacional no sienten en absoluto el compás de los pueblos cuyos intereses<br />

dicen representar, sino que, como Eróstratos de la sociedad humana, ven el máximo<br />

éxito de su vida en la provocación de un incendio. »¿Alemania ha hecho a Inglaterra<br />

alguna reclamación que amenace quizá al Imperio británico o ponga en duda su<br />

existencia? No; al contrario. Ni a Francia ni a Inglaterra les hizo Alemania<br />

reclamaciones semejantes... Esta guerra en el Oeste no arregla ningún problema ni<br />

mucho menos, a no ser el de las malparadas finanzas de algunos industriales de<br />

armamentos».<br />

Respecto a Polonia, Hitler estaba anuente en que resurgiera como país libre<br />

mediante la previa resolución del problema de las minorías alemanas, y mediante la<br />

comunicación de Prusia y la solución del problema judío. Refiriéndose a la guerra que<br />

Francia e Inglaterra habían declarado a Alemania, agregó:<br />

«El mantenimiento del actual estado en el oeste es inconcebible. Un día<br />

— 100 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

quizá Francia bombardee por primera vez Saarbruck y la deje demolida. La<br />

artillería alemana, por su parte, destruirá en represalia Mülhausen... Se<br />

instalarán después cañones de más alcance y la destrucción se irá haciendo<br />

mayor... Y el capital nacional europeo reventará en granadas y la energía de los<br />

pueblos se desangrará en los campos de batalla. Y un día, empero, volverá a<br />

haber una frontera entre Alemania y Francia, pero en vez de ciudades<br />

florecientes se extenderán por ella campos de ruinas y cementerios. »<br />

En la historia no ha habido jamás dos vencedores y muchas veces no ha habido<br />

más que vencidos. Ojalá que tomen la palabra los pueblos y los gobernantes que son<br />

del mismo parecer. Y que rechacen mi mano los que creen ver en la guerra la mejor<br />

solución».<br />

Su mano fue rechazada. No ciertamente por los pueblos, que querían la paz,<br />

sino por los estadistas occidentales; por Roosevelt, por Churchill y por Daladier.<br />

Incluso el Intelligence Service Británico organizó una minuciosa conjura para<br />

asesinar a Hitler en la Cervecería de Munich, durante la ceremonia del 8 de<br />

noviembre. Pero el acto duró menos de lo que se suponía porque Hitler sintió una<br />

indefinible premura y salió del edificio minutos antes de que estallara la bomba de<br />

tiempo colocada para matarlo. Churchill refiere en sus memorias que ciertamente<br />

Hitler se había visto sorprendido por la declaración de guerra de Francia y la Gran<br />

Bretaña, con quienes no quería pelea, pero que había supuesto que al terminar<br />

rápidamente la campaña de Polonia, su oferta de paz brindaría a Mr. Chamberlain y a<br />

Daladier la oportunidad de llegar a un arreglo decoroso. «Nunca se le ocurrió, ni por<br />

un momento —añade Churchill—, que Mr. Chamberlain y el resto de la comunidad de<br />

naciones que forman el Imperio Británico, tenían la resolución inquebrantable de<br />

darle muerte o perecer en la demanda». En verdad era difícil suponer que el odio<br />

contra una persona —en este caso Hitler— fuera más poderoso en Londres que la<br />

conveniencia del Imperio Británico, y que se prefiriera aniquilar a Alemania, aunque<br />

nada pedía de Inglaterra, que dejarle el camino libre para que se lanzara contra la<br />

URSS, cuya doctrina marxista era hostil a todo principio de libertad, hostil al Imperio<br />

Británico y declaradamente enemiga del mundo occidental[1]. Churchill fue cegado<br />

por ese odio y automáticamente se convirtió en instrumento de otras fuerzas que<br />

desde la Casa Blanca de Washington trataban a todo trance de salvar a la URSS.<br />

Sobre este punto el escritor norteamericano Robert E. Sherwood dice en su libro<br />

«Roosevelt y Hopkins» que cuando la guerra empezó, Roosevelt evidenció una grave<br />

preocupación de que fuera a llegarse a una paz negociada. Transmitió esa inquietud<br />

al gobierno inglés e inició su «histórica correspondencia con Winston Churchill». Y es<br />

que si Alemania llegaba a una paz negociada contra Inglaterra y Francia, quedaba con<br />

las manos libres para realizar su anunciada ofensiva contra el marxismo.<br />

El pueblo americano no quería la guerra. El propio Sherwood dice[2] que ya<br />

fuera por la experiencia de 1918 o por simpatía a la ciencia alemana, el sondeo de<br />

Roper reveló en 1939 que sólo un 2.5% de la población de Estados Unidos deseaba la<br />

intervención occidental contra Alemania, e incluso había un movimiento que<br />

proclamaba a Hitler como el adalid del antibolchevismo. Pero a pesar de que Estados<br />

Unidos era una democracia, Roosevelt no actuaba de conformidad con su pueblo,<br />

sino siguiendo los consejos prosoviéticos del grupo israelita que lo rodeaba: Wise,<br />

Baruch, Morgenthau, Frankfurter, Untermeyer, Rosenman, etc.<br />

Y los inconfesables propósitos de este grupo son parcialmente revelados por el<br />

mismo Sherwood, quien agrega que el consejero Hopkins «afirmó que la cuestión de<br />

Polonia no era, en sí, tan importante por sí misma como por representar un símbolo<br />

de nuestra posibilidad de entendernos con la Unión Soviética. Dijo que nosotros no<br />

— 101 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

teníamos ningún interés especial en Polonia, ni propugnábamos allí una clase<br />

concreta de Gobierno». Polonia era sólo un buen pretexto para defender al marxismo<br />

judío que desde 1917 reinaba en la URSS.<br />

Naturalmente que la defensa de Polonia no era lo que se buscaba, y los<br />

acontecimientos posteriores así lo evidenciaron claramente. No se permitía que<br />

Alemania construyera una ferrovía a través del Corredor Polaco, pero sí iba a<br />

permitirse que Rusia absorbiese al país entero. El embajador norteamericano en<br />

Polonia, Arthur Bliss Lañe, se dio cuenta de la inconcebible maniobra y renunció para<br />

escribir libremente «Yo vi traicionar a Polonia», donde refiere cómo Roosevelt,<br />

Churchill y Stalin se confabularon para subyugar al pueblo polaco. Dice que «El 90%<br />

de la población polaca se opone al comunismo, pero un Gobierno pelele hecho en<br />

Moscú fue trasplantado a Varsovia». Agrega Bliss Lañe que él se esforzó por que se<br />

garantizara el resurgimiento libre de Polonia, pero que «fue objeto de desaires que<br />

equivalían a insultos premeditados a Estados Unidos». Y sin embargo, Washington<br />

no lo apoyaba.<br />

Los polacos Jan Chiechanowski y Stanislaw Mikolajoyk también refieren<br />

pormenorizadamente que los estadistas occidentales sacrificaron a Polonia para<br />

favorecer los intereses de la URSS. ¿Era acaso que había relaciones espirituales o<br />

raciales entre el pueblo norteamericano y el bolchevismo soviético? Evidentemente<br />

no. Pero sí había relaciones espirituales y raciales entre los israelitas de la Casa<br />

Blanca y los que habían impuesto al pueblo ruso la doctrina del israelita Marx.<br />

Aunque la tradición le impedía jugar por tercera vez como candidato<br />

presidencial, Roosevelt lo hizo disfrazado de pacifista para engañar a los votantes. Y<br />

hablando de paz, porque al fin las palabras no son actos, pero actuando para<br />

precipitar a Occidente a la guerra, volvió a burlar al pueblo americano. Un testigo de<br />

ese doble juego, testigo valioso por su prominente ingerencia en el Gobierno<br />

Norteamericano, dice[3]:<br />

«Sus consejeros de la Casa Blanca lo convencieron (a Roosevelt) de que si<br />

decía la verdad perdería en las elecciones de 1940. El Presidente sabía que la<br />

guerra se acercaba —supuesto que él mismo la propiciaba-—, pero en su<br />

discurso de campaña política, dijo: "Ahora que hablo a ustedes, madres y<br />

padres, les diré algo más que los tranquilizará: he dicho esto antes, pero lo<br />

repetiré una y otra vez: los hijos de ustedes no serán enviados a ninguna guerra<br />

en el extranjero". La moralidad presidencial llegó así a su nivel mínimo, pero el<br />

señor Roosevelt ganó las elecciones (2a. reelección)» Además, cada día<br />

destinaba mayores cantidades del presupuesto para nutrir el «New Deal» y creó<br />

la WAP, que teóricamente serviría para ayudar a los cesantes, pero que en la<br />

práctica era un arma disfrazada a fin de asegurarse la reelección. Hopkins (el<br />

discípulo del judío Dr. Steiner) manejaba los fondos de esa institución, pese a<br />

que según confiesa Sherwood, compañero de aquél en la Casa Blanca, «no cabe<br />

atribuir a Hopkins las virtudes de un hombre sano en cuestiones de manejo de<br />

dinero...» Pero seguro del «Poder Secreto del Mundo», Hopkins decía: «Habrá<br />

impuestos y más impuestos, gastos y más gastos, y seremos elegidos una vez y<br />

otra».<br />

— 102 —


LA MAMPARA DEL IDEALISMO<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

Los móviles secretos de la guerra anglo-francesa contra Alemania se<br />

encubrieron bajo una mampara de «idealismo» y «libertad», que el monopolio<br />

informativo internacional erigió mediante costosa propaganda para cegar a los<br />

pueblos.<br />

Era perfectamente claro que el movimiento bolchevique se había impuesto la<br />

tarea de extender mundialmente su doctrina marxista. El primer paso lo había dado<br />

ya por medio de la Tercera Internacional, que reclutaba elementos radicales<br />

dispuestos a servir a la conspiración internacionalista de Marx. Los partidos<br />

comunistas se nutrían en todo el mundo de utopistas bien intencionados, de<br />

intelectuales librescos, de intelectualoides soñadores, de bohemios descentrados, de<br />

mujeres viriloides y de fracasados resentidos, y lentamente iban ganando terreno en<br />

las masas carentes de criterio propio. Geográficamente, Rusia es el corazón de la<br />

tierra firme. Es el sitio desde donde todos los Continentes quedan a la menor<br />

distancia posible: Asia y América por el Oriente; Europa por el Occidente, África y<br />

Oceanía por el Sur. El marxismo eligió bien su principal base de operaciones.<br />

También era perfectamente claro que el marxismo no confiaba únicamente en esa<br />

heterogénea penetración ideológica. Contaba particularmente con los enormes<br />

recursos naturales de Rusia que le permitían levantar una gigantesca fuerza armada<br />

de agresión. Ya en 1904 el geógrafo británico Sir Halfor Mackinder describió a Rusia<br />

como el corazón del mundo por ser el sitio desde el cual todos los Continentes quedan<br />

a la menor distancia posible, y advirtió que era «la mayor fortaleza natural del<br />

planeta». Hizo notar que su extensión y recursos eran tan vastos que organizados<br />

propiamente permitirían a su poseedor aventajar a todo el orbe. Rusia posee la sexta<br />

parte de la superficie terrestre, los más variados<br />

[1] Hitler decía a su Ministro Speer: «La forma en que Inglaterra se ha deslizado<br />

hacía la guerra, es algo singular. El hombre que llevó toda la intriga es Churchill,<br />

títere de la judería que mueve los hilos. Al lado suyo, el pretencioso Edén, bufón<br />

sediento de dinero, y el ministro judío de la Guerra, Hore Belisha»<br />

[2] Roosevelt y Hopkins. Robert E. Sherwood.<br />

[3] «Cómo los Estados Unidos Ganaron la Guerra y Por qué Están a Punto de<br />

Perder la Paz». — William C. Bullit.<br />

climas y todas las materias primas imaginables. «Quien rige sobre el Corazón dé la<br />

Tierra, domina la Isla del Mundo; quien rige sobre la Isla del Mundo domina el<br />

Mundo», concluyó Mackinder. Por eso el marxismo escogió a Rusia como su<br />

principal base de operaciones.<br />

Y a pesar de esa evidente amenaza, el acrecentamiento del bolchevismo fue<br />

soslayado en 1939 por las naciones occidentales. La URSS no tenía ningún Tratado<br />

con el Occidente; su Cortina de Hierro era ya tan palpable como Churchill la vio seis<br />

años después, y los métodos tiránicos que imperaban en Moscú eran mil veces más<br />

drásticos que la dictadura de Hitler en Berlín. Pero acerca de esto nada decían ni<br />

Roosevelt, ni Churchill, ni Daladier. Roosevelt se «abochornaba» de que en Alemania<br />

fueran apedreados algunos comercios de israelitas o de que ciertos personajes de esa<br />

— 103 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

comunidad fueran expulsados, tales como Thomas Mann, Sigmund Freud, Eric María<br />

Remarque y Stefan Zweig, pero su humanitarismo enmudecía si actos más crueles<br />

eran cometidos por el bolchevismo soviético.<br />

Ninguno de los estadistas occidentales ignoraba la índole del régimen<br />

bolchevique. Sus complacencias con él no podían explicarse como ignorancia y sí en<br />

cambio como una secreta complicidad. Los informes diplomáticos eran incluso más<br />

precisos que los relatos de los comunistas decepcionados que esporádicamente<br />

lograban escapar de la URSS.<br />

Se sabía perfectamente, como lo dijo el general comunista español Valentín<br />

González —«La Vida y la Muerte en la URSS»— que «el Estado es la NKVD; es un<br />

Estado policiaco, único en su género, como no ha existido otro jamás. En la Alemania<br />

nazi ejercía la Gestapo una vigilancia severa y se esforzaba en destruir toda oposición<br />

al régimen; era como la OVRA italiana, una institución represiva al servicio del poder<br />

totalitario. Pero en la URSS interviene la NKVD en la vida de todos los individuos sin<br />

excepción».<br />

Igualmente se sabía que la tiranía bolchevique impedía que un ciudadano<br />

viajara sin previa autorización, y que salvo muy contadas excepciones, a nadie se<br />

permitía salir de la URSS ni entrar en ella. En el país de la «sociedad sin clases»<br />

existían hasta seis clases de obreros; un tercio de los salarios era retenido por el<br />

Estado; se castigaba con prisión cualquier falta injustificada al trabajo; el 60% de la<br />

burocracia ganaba menos de 200 rublos mensuales; el kilo de frijol costaba 35 rublos<br />

y un par de botas hasta 500, en el mercado libre. Los estadistas occidentales sabían<br />

asimismo que si los obreros de la URSS eran pobres siervos en las fábricas, los<br />

campesinos vivían en peores condiciones, pues el 50% de su producción era para el<br />

Estado, el 40% para la burocracia y sólo el 10% para ellos. Tampoco era un secreto<br />

que en los campos de trabajo forzado se consumían en condiciones infrahumanas 18<br />

millones de desafectos al régimen. Y que cuando en alguna región había síntomas de<br />

descontento o rebeldía, la «ingeniería social» bolchevique entraba en acción para<br />

desarraigar del lugar a miles y aun millones de habitantes, que eran dispersados y<br />

canjeados por los de otras regiones.<br />

El ex Embajador americano en Rusia William C. Bullit, enumeraba que<br />

Alemania había cometido 26 violaciones a pactos internacionales, y la Unión<br />

Soviética 28, y se mostraba sorprendido de cómo el mundo occidental parecía ignorar<br />

la gigantesca amenaza del bolchevismo. Ya entonces había ocurrido la «purga» de los<br />

famosos «procesos de Moscú», durante la cual más de cinco mil personas fueron<br />

aniquiladas. La religión era sistemáticamente combatida por el régimen y en las<br />

escuelas se enseñaba a odiarla.<br />

No obstante todo esto, Roosevelt y sus propagandistas judíos ocultaban su<br />

complicidad con el marxismo —y consecuentemente su criminal traición a los<br />

pueblos occidentales— bajo la falsa actitud de luchar por la libertad, por la dignidad<br />

humana y por las creencias religiosas.<br />

Igualmente falsa era la actitud de los gobernantes británicos. Se proclamaron<br />

defensores de la libertad, pero mantenían bajo su dominio a 470 millones de<br />

habitantes de sus colonias; se decían idealistas, pero habían hecho una guerra a<br />

China para asegurar el comercio del opio, que anualmente enriquecía a veintenas de<br />

magnates ingleses y mataba a 600,000 chinos; se ostentaban como abanderados de<br />

la integridad de Polonia, pero no tenían ninguna objeción si media Polonia era<br />

anexada a la URSS.<br />

Inglaterra siempre había sabido encontrar en los vericuetos de la hipocresía<br />

diplomática el camino de la propia conveniencia. Para esto había necesitado<br />

mantenerse impasible e indiferente ante los ideales, la sinceridad y la lealtad, como<br />

— 104 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

cuando quemó viva a Juana de Arco y como cuando asesinó a 27,000 boeres en el<br />

Transvaal. Pero en 1939 no pudo conservar su frío cálculo utilitarista. Churchill se<br />

dejó cegar por el despecho y el odio hacia un vecino europeo que prosperaba,<br />

Alemania, y automáticamente se convirtió en dócil instrumento de intereses<br />

internacionales no británicos.<br />

En ese odio que Churchill sintetizó al decir que si tuviera que asociarse con el<br />

diablo lo haría, con tal de vencer a Hitler, el Imperio Británico dio un paso hacia la<br />

ruina. Se apartó de su antigua ruta, que oscura y tortuosa, había sido no obstante<br />

eficaz y fructífera para su propio beneficio, y se dejó empujar por intereses ocultos<br />

que habían penetrado profundamente en el egoísta, pero sano instinto vital del<br />

Imperio Británico.<br />

Con un intervalo de 19 años comenzaba a cumplirse un augurio hecho por<br />

Henry Ford en 1920:<br />

«El judaísmo tolerará incluso a monarcas, mientras pueda sacar provecho<br />

de ellos. Probable es que el último de los tronos que se derrumbe sea el inglés,<br />

porque si de un lado el sentir inglés se da por muy honrado al servir de<br />

protector del judaísmo, participando así de las ventajas que de ello se derivan,<br />

representa, según criterio judío, una ventaja sumamente importante poder<br />

utilizar tal potencia mundial para sus objetivos particulares. Un clavo saca otro<br />

clavo, y esta sociedad limitada durará exactamente hasta que el judío decida<br />

lanzar a la Gran Bretaña a la ruina, lo cual puede hacerse en cualquier<br />

momento. Existen indicios de que el judaísmo se halla próximo a emprender<br />

esta tarea».<br />

La simbiosis británico-judía ha existido preponderantemente desde hace siglos.<br />

El rabino Aarón Weisz decía a su hijo Stephen: «En tanto Inglaterra viva, el judío está<br />

a salvo». Y el profeta israelita Teodoro Herzl afirmaba en 1904: «De Gran Bretaña<br />

llegará un gran bien para Sión y para el pueblo judío»[1].<br />

Al calor de las prestigiosas palabras de «libertad», «democracia», «religión», el<br />

movimiento político judío infiltrado en la Casa Blanca tendió una mampara de<br />

idealismo, utilizó el odio de Churchill contra Hitler para lanzar a Inglaterra a la<br />

contienda, y con Inglaterra fue arrastrada Francia, mediante los firmes lazos<br />

masónicos.<br />

La guerra que los pueblos francés y británico no querían; la guerra que Hitler se<br />

esforzó tanto en conjurar, estaba firmemente apuntalada por el poder secreto del<br />

movimiento judío. La impopularidad de esa contienda fue barnizada de idealismo,<br />

pero no perseguía ninguna de las metas que proclamaba. Su finalidad era empujar a<br />

Occidente para que combatiera contra Alemania antes de que se iniciara la lucha<br />

germano-soviética, pues de lo contrario sería punto menos que imposible convencer a<br />

los occidentales de que acudieran en defensa del marxismo israelita.<br />

Y así fue rechazada, una vez más, la mano de paz que Hitler tendió a Inglaterra y<br />

a Francia el 6 de octubre de 1939, un mes después de que le habían declarado la<br />

guerra[2].<br />

— 105 —


LA DEBILIDAD DE LA FRANQUEZA<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

La Naturaleza da al tigre la fuerza de sus garras; al águila, la de sus alas; a la<br />

gacela, la defensa de su agilidad, pero no reúne todas estas ventajas en un mismo ser.<br />

Siempre a una fuerza corresponde una debilidad. El pueblo alemán es fuerte en su<br />

capacidad de trabajo, fuerte en su sentido del deber y del sacrificio; fuerte en su<br />

franqueza. No oculta su pensamiento ni su manera de ser, y a estas fuerzas<br />

corresponde una debilidad: carece por completo del arte de la diplomacia.<br />

En gran parte la diplomacia es engaño, ocultamiento, ficción, apariencia. La<br />

falta de tacto diplomático ha sido uno de los factores determinantes de que Alemania<br />

haya perdido dos guerras decisivas, a pesar de tener fuerzas tan formidables para<br />

ganarlas.<br />

En cierta forma la enorme franqueza y sinceridad del régimen nazi, que nada<br />

ocultaba, fue una de sus más grandes debilidades. Desde su nacimiento en 1920<br />

esbozó su lucha contra el judaísmo político y contra la URSS. Con muchos años de<br />

anticipación sus planes fueron conocidos por sus dos enemigos.<br />

Es muy antigua la idea de que la diplomacia tiene mucho de feminidad y de que<br />

se basa en la habilidad de ocultar lo que se piensa y de hacerle creer a los contrarios<br />

lo que se desea que crean para volverlos menos peligrosos. La diplomacia inglesa, por<br />

ejemplo, hacía creer al mundo en 1920 que iba a civilizar y a ennoblecer al Irak,<br />

cuando en realidad sólo iba a extraer el petróleo de Mosul; en 1899 hacía creer que<br />

iba a redimir a los salvajes del Transvaal, pero en verdad fue a aniquilar a los boeres<br />

para arrebatarles las minas de oro; hacía creer a Grecia que debería luchar contra<br />

Turquía, por el cristianismo, y lo que en realidad buscaba era debilitar la influencia<br />

turca sobre la zona petrolera de Mosul[3].<br />

La enumeración de triunfos similares es interminable. Fue precisamente esa<br />

diplomacia de inspiración israelita la que le valió a Inglaterra el mote de la «Pérfida<br />

Albión», pues si el inglés tiene grandes facultades diplomáticas, el judío lo supera con<br />

un enorme margen. El judío es el mejor diplomático del mundo; es ésta su más<br />

grande fuerza. Con razón Schopenhauer lo llamó el «maestro de la mentira». Y en<br />

contraste, el alemán es el peor diplomático del mundo. Es ésta su más grande<br />

debilidad[4].<br />

«La diplomacia que no engaña no es diplomacia», y Alemania no logró engañar<br />

jamás a sus enemigos, cosa que les dio opción a prevenirse con mucho tiempo y a<br />

mover sus grandes fuerzas de apoyo.<br />

No solamente carece el alemán de habilidades diplomáticas, sino hasta de<br />

refinamiento de cortesía, y es que en gran dosis la cortesía es ocultamiento de las<br />

íntimas opiniones o exageraciones del afecto hacia el prójimo. Es decir, en la cortesía<br />

interviene el engaño, si bien es cierto que se trata de un engaño que el beneficiario se<br />

hace la ilusión de disfrutar como algo auténtico.<br />

Schubart señala que precisamente la virtud de los franceses que más les granjea<br />

la simpatía del extranjero es la cortesía, o sea ese mínimo de respeto que se debe al<br />

prójimo. «El alemán —añade— no admite ni siquiera este mínimo». Y analizando el<br />

odio a los alemanes agrega que ciertamente la propaganda ha jugado un papel<br />

importante, pero que «es también un hecho que ha encontrado terreno propicio. Al<br />

alemán no le preocupa que lo odien... Muchos llegan a mirar el odio anti-alemán con<br />

cierta satisfacción. Ven en él la confirmación indirecta de su propio valor. Otro grupo<br />

considera que lo malo del mundo odia en el alemán lo bueno del mundo. Un tercer<br />

— 106 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

grupo dice: no nos conocen; si nos conocieran, no nos odiarían... por su apego<br />

fanático a las cosas despoja de su natural belleza, alegría y plenitud de vida al mundo<br />

y lo transforma en una ergástula del deber... »Se ha culpado a los alemanes de ser<br />

brutales, pero en realidad no lo son más que cualquier otro pueblo en guerra. Por el<br />

contrario, su sentido de la disciplina los frena más eficazmente que a ningún otro...<br />

Ciertamente el alemán no coincide por completo con la imagen que de él se forman<br />

otros pueblos. Pero les ofrece para la misma los principios. Les suministra los<br />

elementos del odio que se le tiene. Lo que la envidia y el cálculo político añaden con<br />

exageración ha de cargarse no ya en la cuenta del odiado, sino de los que odian».<br />

Y fue en esos puntos impopulares del carácter alemán en donde la habilidad<br />

diplomática se apoyó para comenzar a mover pueblo tras pueblo contra Alemania,<br />

aun con perjuicio para los propios pueblos movilizados, como Polonia, Francia e<br />

Inglaterra.<br />

La falta de flexibilidad diplomática del alemán ha sido observada por muchos.<br />

El mariscal italiano Badoglio dice que el embajador von Mackensen mostraba una<br />

«expresión muy dura» aun sin proponérselo y que hasta en los momentos en que<br />

creía decir una frase amable su tono resultaba seco. Y Dimitri Merejkovsky refiere<br />

que Napoleón estuvo a punto de ser asesinado cerca de Viena por un joven alemán de<br />

18 años llamado Friedrich Staps. Napoleón le prometió dejarlo libre si se retractaba<br />

de lo que había pretendido hacer, pero Staps respondió:<br />

«No quiero el perdón; lo que siento es no haber podido hacer lo que pensaba...<br />

Napoleón le ofreció perdonarlo, pero él le repuso que no por eso dejaría sus ideas. El<br />

joven fue ejecutado. Al llegar al lugar de la ejecución gritó: "¡Viva la libertad; viva<br />

Alemania!»[5]<br />

Esa posesión tan completa de sí mismo, con absoluta indiferencia del medio<br />

ambiente, frecuentemente le ha granjeado al alemán un odio irreflexivo. Guisa y<br />

Acevedo dice en «Hispanidad y Germanismo»: «El alemán sabe vencerse a sí mismo.<br />

Tiene, no cabe duda, el arte inimitable de hacer de su propio yo lo que él quiera.<br />

Domina su cuerpo y su espíritu y nunca sabemos de lo que es capaz... Su práctica de<br />

la vida y el uso que hace de las cosas son actos de brutos... Acabar con Alemania es<br />

acabar con la barbarie».<br />

Y ese odio llevó a Guisa y Acevedo al extremo de afirmar, contra sus propias<br />

convicciones religiosas:<br />

«Rusia, con sus bolcheviques, es la que defiende con más fervor y con<br />

mayores sacrificios nuestra civilización... Que Alemania cuente con los mejores<br />

químicos, los mejores físicos, los mejores marinos, etc., esto prueba que es más<br />

bárbara y por lo mismo más temible y digna de odio».<br />

Precisamente ese odio, carente de fundamentos racionales, pero poseedor de<br />

fuerzas destructivas, fue campo propicio para que la habilidad diplomática alineara a<br />

casi todo el mundo en contra de Alemania. Como contrapartida, Alemania carecía de<br />

habilidades diplomáticas para neutralizar esa maniobra. Sólo tenía su franqueza,<br />

anunciada una y mil veces en sus propósitos de luchar contra el marxismo judío y de<br />

afianzar su amistad con Occidente. Pero el melifluo engaño de un bando fue más<br />

eficaz para arrastrar pueblos al abismo que la áspera franqueza del otro para<br />

detenerlos en su insensata aventura. Así se consumó el absurdo de que los países<br />

occidentales —sin saberlo— lucharan en contra de sus propios ideales y hasta de su<br />

propia existencia.<br />

Días después del llamado de paz que Hitler hizo el 6 de octubre de 1939, quedó<br />

— 107 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

patente que Inglaterra y Francia no querían ninguna fórmula de arreglo. Churchill<br />

dice que el Gabinete inglés tenía «la resolución inquebrantable de darle muerte (a<br />

Hitler) o perecer en la demanda». Francia seguía sus pasos. Y Roosevelt, por su parte,<br />

vivía esos días bajo el temor de «que se llegase a una paz negociada», y a fin de<br />

evitarla inició su personal correspondencia con Churchill[6].<br />

LA TERRIBLE GRANDEZA DE LA GUERRA<br />

Todavía con la esperanza de encontrar posteriormente una transacción, Hitler<br />

inició los preparativos para librar la guerra que no quería con Occidente y la guerra<br />

que sí quería, contra el Oriente. Ya en la encrucijada, ante el mortal peligro de los dos<br />

frentes, Alemania afrontó la guerra con serenidad y con entereza.<br />

Como observó Schubart, ningún pueblo ha hablado tanto de la vivencia de la<br />

camaradería propia de la guerra como el alemán:<br />

«Solamente la guerra, con sus sombras de muerte, tiene el poder de<br />

romper la coraza del alma con que se cubre el alemán en el plano individual. La<br />

mónada sobrecargada de responsabilidad personal, que es el alemán, respira<br />

cuando la atomizadora vida burguesa desemboca en el estado unitivo de la<br />

guerra... Cuanto más herméticamente nos encerramos en la propia<br />

personalidad, tanto más violento es a veces el afán de librarnos de la cárcel de la<br />

persona. Aquí tenemos la fuente del entusiasmo alemán por la guerra, fuente<br />

que emana de las capas más profundas del alma».<br />

Mucho se ha hablado en contra de la guerra. Pero evidentemente no todo es<br />

negativo en ella. Es en la lucha donde se remueven las más profundas vetas de la<br />

personalidad de los pueblos; es en la lucha donde aflora lo mejor de sus valores y lo<br />

peor de sus defectos; es en el momento supremo del «ser o no ser» cuando se ve lo<br />

que en realidad contiene un pueblo y lo que guarda celosamente como tesoro no de<br />

todos los días.<br />

Más antiguo que el deseo de paz es el deseo de guerra. Paz es cesación de lucha;<br />

paz es el reverso de un estado exacerbado de actividad y combate por la existencia. La<br />

ausencia de lucha es la «paz», es decir, paz es falta de algo. Todo lo que vive, lucha.<br />

La guerra es una amplificación gigantesca del espíritu de los pueblos y de los<br />

hombres, en la que afloran vivencias ocultas. En ella no solamente hay el significado<br />

de un conflicto entre dos gobiernos o entre dos pueblos: hay también significados<br />

más profundos e invisibles; quizá por eso es una necesidad esporádica de los pueblos<br />

y de la humanidad misma. No simplemente por un capricho irreflexivo, sino por una<br />

necesidad potente y misteriosa, es por lo que grandes masas de hombres en la<br />

plenitud de su existencia salen al encuentro de la muerte.<br />

Paradójicamente, pese a sus cenizas de destrucción, la guerra es también<br />

creadora. No fueron los reposados y sabios senadores los que forjaron el Imperio<br />

Romano, sino la espada de César y el empuje de sus legiones; no fueron sólo los siete<br />

sabios de Grecia los que hicieron de Grecia el corazón de una época y de una<br />

civilización, sino el arrojo espartano de sus guerreros. Los pueblos crecen y se hacen<br />

— 108 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

grandes y maduros al golpe de sus luchas a través de la historia. Y esa lucha es<br />

dolorosa, pero inevitable y sagrada; es la que va forjando el futuro por más que<br />

pacifistas de etiqueta y sabios de salón se empeñen en hacer un mundo sin guerras.<br />

En la naturaleza todo es lucha y el hombre no puede sustraerse de la vida superior de<br />

la cual es apenas trasunto y brizna.<br />

En el campo de batalla se descorre toda cortina de diplomacia; dejan de ser<br />

válidas las apariencias, la palabrería insidiosa y el doblez político y sólo queda en pie<br />

la profunda y auténtica voluntad de la lucha, el peso de la convicción, el valor del<br />

sacrificio para morir por lo que se proclama. Ahí sólo rige la entereza de marchar<br />

hasta el final; ahí se esfuma lo que era apariencia vocinglera y se libera de ropajes<br />

engañosos lo que era auténtica realidad.<br />

Por más que los intelectuales se empeñen abstractamente en afirmar lo<br />

contrario, la fuerza de las armas en guerra es un hecho solemne e incontrastable;<br />

siniestro, pero grandioso. Que los países desarmados hablen de pacifismo vestidos de<br />

frac y que ensalcen el derecho internacional, como el máximo coordinador entre los<br />

pueblos, es tan explicable como que el gusano menosprecie la rapacidad del águila y<br />

como que el haragán adule a los que puedan arrojarle algunas migajas. Pero todo<br />

pueblo con sanos instintos no rehuye jamás el sacrificio de la lucha suprema para<br />

asegurar sus derechos que ninguna ley internacional le garantiza. Así ha ocurrido en<br />

toda la historia de la humanidad.<br />

Para los pueblos jóvenes y fuertes la guerra siempre ha sido siniestra, pero<br />

honrosa; sombría y trágica hasta el extremo de la miseria y de la muerte, pero<br />

gloriosa hasta el sacrificio o el brillar de la victoria. En ella el hombre se encara ante<br />

la muerte no por el camino desfalleciente de la enfermedad, ni por el apacible<br />

sendero de la vejez, sino por la puerta luminosa de un ideal que trasciende los límites<br />

personales del individuo y de una generación y vive en los individuos y en las<br />

generaciones que aún están por llegar. A pesar de los pacifistas sinceros o hipócritas<br />

—y de los representantes de una época debilitada y en proceso de desintegración—<br />

seguirá imperando el relámpago de la espada como signo que escriba en el<br />

firmamento de los siglos la historia profunda y arcana de las culturas.<br />

El Conde de Keyserling precisa en «La Vida Íntima»:<br />

«Desde el punto de vista de la vida terrestre, el derrotista no vale nunca<br />

nada —y la vida de los pueblos es sólo terrestre—. Quien no admite el principio<br />

de la conquista y de la supresión del derecho vigente, rehusa ipso facto admitir<br />

el progreso; de lo que se deduce desgraciadamente, que es para siempre<br />

imposible abolir la guerra, pues siempre habrá momentos en que sólo el empleo<br />

de la fuerza permitirá romper los estatismos caducos o contrarios al instinto<br />

vital de una nación dada».<br />

No es por casualidad, ni por caprichos del azar, por lo que tantos hombres han<br />

percibido esa dolorosa grandeza de la guerra.<br />

«Deben amar la paz como un medio de guerras nuevas, y la paz corta mejor que<br />

la larga. Que el trabajo de ustedes sea una lucha, ¡que su paz sea una victoria!... No su<br />

piedad, su bravura es la que salvó hasta el presente a los náufragos», dice Nietzsche<br />

en Así Habló Zaratustra.<br />

Y añade en El Crepúsculo de los Dioses:<br />

«Los pueblos que han tenido algún valor no lo han ganado con<br />

instituciones liberales; el gran peligro los hizo dignos de respeto». El Dr.<br />

Gustavo Le Bon, en «La Civilización de los Árabes», reconoce la grandeza de las<br />

— 109 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

fuerzas que en el choque de las guerras van fraguando la silueta de los pueblos:<br />

«Se ha de ser cazador o caza, vencedor o vencido. La humanidad ha<br />

entrado en una edad de hierro en la cual todo lo débil ha de perecer<br />

fatalmente... Los principios de derecho teórico, expuestos en los libros, no han<br />

servido jamás de guía a los pueblos; y la historia nos enseña que los únicos<br />

principios que han obtenido el respeto son aquellos que se hacen prevalecer con<br />

las armas en las manos».<br />

Contestando un folleto pacifista del Instituto de Derecho Internacional von<br />

Moltke dijo:<br />

«La paz perpetua es un sueño, y ni siquiera un sueño hermoso. La guerra<br />

forma parte del orden universal creado por Dios y en ella se desarrollan las más<br />

nobles virtudes del hombre: el valor, el espíritu de sacrificio, la lealtad y la<br />

ofrenda de la propia vida. Sin la guerra el mundo se hundiría en el fango del<br />

materialismo».<br />

Juan Fichte, en Discursos a la Nación Alemana, habló del poder aglutinante de<br />

la guerra:<br />

«Se llega a la unidad perfecta cuando cada miembro mira como suyo<br />

propio el destino de los demás. Cada cual sabrá que se debe enteramente al todo<br />

y que con él será feliz y sufrirá... Sólo reposan los que no se sienten bastante<br />

fuertes para luchar».<br />

Oswaldo Spengler, en Años Decisivos:<br />

«Muy pocos soportan una larga guerra sin que su alma se corrompa; nadie<br />

una larga paz... La lucha es el hecho primordial de la vida, es la vida misma, y ni<br />

siquiera el más lamentable pacifista consigue destruir, desterrar de su alma el<br />

placer que despierta. Por lo menos teóricamente quisieran combatir y aniquilar<br />

a los adversarios del pacifismo».<br />

Y Spengler mismo añade, en Decadencia de Occidente:<br />

«La guerra es la creadora de todas las cosas grandes. Todo lo importante y<br />

significativo en el torrente de la vida nació de la victoria y de la derrota... Los<br />

derechos del hombre, la libertad y la igualdad son literatura, pura abstracción y no<br />

hechos. El pensamiento puro, orientado hacia sí mismo, ha sido siempre enemigo de<br />

la vida, y por tanto, hostil a la historia, antiguerrero, sin raza. Antes muerto que<br />

esclavo, dice un viejo proverbio aldeano de Frisia. Lo contrario justamente es el lema<br />

de toda civilización postrera... La vida es dura, si ha de ser grande. Sólo admite<br />

elección entre victoria y derrota, no entre paz y guerra. Toda victoria hace víctimas.<br />

Sólo es literatura la que, lamentándose, acompaña los acontecimientos... La guerra es<br />

la política primordial de todo viviente, hasta el grado de que en el fondo lucha y vida<br />

son una misma cosa y el ser se extingue cuando se extingue la voluntad de la lucha. »<br />

La raza es algo cósmico, una dirección, la sensación de unos signos<br />

concordantes, la marcha por la historia con igual curso y los mismos pasos. Y de una<br />

idéntica pulsación nace el amor real... Contemplad una bandada de pájaros volando<br />

en el éter; ved cómo asciende siempre en la misma forma, cómo torna, cómo planea y<br />

baja, cómo va a perderse en la lejanía; y sentiréis la exactitud vegetativa, el tono<br />

objetivo, el carácter colectivo de ese movimiento complejo, que no necesita el puente<br />

— 110 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

de la intelección para unir el yo con el tú... Así se forja la unidad profunda de un<br />

regimiento cuando se precipita como una tromba contra el fuego enemigo; así la<br />

muchedumbre ante un caso que la conmueve, se convierte de súbito en un solo<br />

cuerpo que bruscamente, ciegamente, misteriosamente, piensa y obra. Quedan<br />

anulados aquí los límites del microcosmos... Un sino se cierne sobre todas las<br />

cabezas». Y así el pueblo alemán en armas, ante la imposibilidad de eludir la guerra<br />

en Occidente y ante su necesidad ideológica de hacer la guerra al Oriente<br />

bolchevique, cruzó el umbral de la paz y se internó en la siniestra grandeza de la<br />

guerra. Con sereno entusiasmo su juventud lo sacrificó todo y se precipitó desde las<br />

frías tierras de Noruega hasta los candentes desiertos de África, y desde las floridas<br />

campiñas de Francia hasta las polvosas estepas de Rusia.<br />

LA DESIGUAL GUERRA EN EL MAR<br />

El choque entre Alemania y las potencias occidentales principió en el mar.<br />

Inglaterra y Francia, con Estados Unidos en la reserva, tenían las flotas más<br />

poderosas del mundo. La Gran Bretaña se enorgullecía de ser la Reina de los Mares.<br />

Alemania había sido privada de toda su marina de guerra en 1918 y se le impuso la<br />

condición de que no volvería a forjar una flota de primera línea. Hitler mismo no era<br />

partidario de hacerlo; desde 1923 había anunciado que Alemania no tenía por qué<br />

competir con Inglaterra en los mares ni en las colonias: sus miras estaban puestas en<br />

la URSS. Y en consonancia con esa política había firmado el 18 de junio de 1935 un<br />

Tratado con la Gran Bretaña comprometiéndose a que la flota alemana no llegaría a<br />

ser nunca mayor que el 35% de la flota inglesa. El convenio fue denunciado casi en<br />

vísperas de la guerra, pero ya entonces la desventaja armada en el mar era<br />

irreparable. Al principiar el conflicto con Occidente, Alemania se hallaba<br />

prácticamente inerme ante las flotas combinadas de Inglaterra y Francia. La flota<br />

inglesa contaba con 272 barcos de primera línea y la francesa con 99, en tanto que la<br />

flota alemana se componía de 54 naves. En cuanto a submarinos, Inglaterra y Francia<br />

agrupaban un total de 135, contra 57 de los alemanes. Por eso estas dos potencias<br />

escogieron el mar como la primera línea de batalla y establecieron un bloqueo total<br />

contra Alemania para impedir que recibiera víveres y materias primas. Tenían la<br />

esperanza de vencerla por hambre. Esa política no se hallaba ciertamente de acuerdo<br />

con los tratados internacionales de Ginebra respecto a la forma humanitaria de librar<br />

la guerra, pues en vez de orientarse la acción contra las fuerzas armadas se dirigía<br />

contra toda la población civil. Los estadistas occidentales evidenciaban así que su<br />

amor a los tratados, al derecho internacional, al humanitarismo, etc., no pasaba de<br />

ser el ropaje de idealismo con que se cubrían los inconfesables móviles de la guerra<br />

promovida por el movimiento político judío.<br />

Alemania contestó el bloqueo total que sufría en el mar con un bloqueo parcial<br />

de las rutas marítimas inglesas, y para esto utilizó submarinos, bombarderos y minas.<br />

Sus inventores acababan de producir ingeniosos modelos de minas e inmediatamente<br />

comenzaron a ser usadas. Entre ellas, figuraba una mina magnética, de 545 kilos,<br />

capaz de partir en dos un barco de regular calado. Al contrario de las antiguas minas<br />

flotadoras de superficie —claramente visibles para el enemigo, sujetas al azar de las<br />

— 111 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

corrientes marinas y pendientes de la contingencia de que el barco enemigo las<br />

embistiera o no—, la nueva mina magnética alemana era atraída por el casco de las<br />

embarcaciones desde una distancia de diez metros. Además, podía ser anclada y<br />

fijada en lugares previamente elegidos, bajo la superficie del agua, o depositada en el<br />

fondo del mar, en sitios no muy profundos, o sea de 25 a 35 metros. El poder<br />

destructivo de esta arma se había decuplicado. Naturalmente la siembra de minas era<br />

una labor peligrosísima para los submarinos porque tenían que realizarla en las<br />

entradas de los puertos británicos, generalmente bien patrulladas.<br />

Igualmente produjo Alemania una mina acústica, atraída por el ruido de los<br />

motores de los barcos. Y luego introdujo un «contador de barcos», que permitía a<br />

ciertas minas no estallar cuando se aproximaban las primeras embarcaciones, sino al<br />

acercarse la décima, decimoquinta o vigésima. Esto tenía por objeto burlar a las naves<br />

barreminas que iban a la vanguardia de los convoyes. Otro novedoso dispositivo hacía<br />

que la mina permaneciera «estéril» durante cierto tiempo y que adquiriera su poder<br />

explosivo en determinada fecha.<br />

En el Almirantazgo inglés hubo profunda alarma ante la efectividad de esas<br />

minas y llegó a temerse la paralización del tráfico mercantil. Fue altamente venturoso<br />

para Inglaterra que los alemanes comenzaran a usar esas armas en muy pequeña<br />

escala, por no esperar a producirlas en gran cantidad. Esa precipitación hizo que los<br />

ingleses descubrieran y adoptaran ciertas defensas antes de que la siembra de minas<br />

magnéticas y acústicas se generalizara en las aguas de 26 puertos británicos. La<br />

impaciencia del mando alemán fue evidentemente un error táctico que restringió la<br />

capacidad destructiva de tales inventos. Inglaterra llegó a perder un total de 577<br />

embarcaciones (296 mercantes y 281 de guerra) debido a la acción de más de cien mil<br />

minas, y es incuestionable que esa cantidad hubiera sido mucho mayor en caso de<br />

una súbita siembra de minas en grande escala.<br />

Por otra parte, en el Almirantazgo británico había la creencia de que sus nuevas<br />

armas defensivas neutralizarían totalmente los ataques submarinos. El detector<br />

«Asdic» era sensible a ondas ultrasonoras que atravesaban el agua y delataban la<br />

proximidad del sumergible. Además, existía la circunstancia de que el submarino en<br />

inmersión sólo desarrollaba 13 kilómetros por hora y no podía permanecer mucho<br />

tiempo así, pues sus acumuladores eléctricos se descargaban y necesitaba salir a la<br />

superficie para volverlos a cargar con motores diesel que consumían oxígeno. Pero<br />

muchas de estas debilidades del arma submarina habían sido contrarrestadas por el<br />

severo entrenamiento de las tripulaciones alemanas recién formadas por Doenitz. De<br />

noche navegaban en la superficie hasta aproximarse peligrosamente al enemigo y<br />

sólo recurrían a la inmersión profunda en casos de emergencia. El disparo de<br />

torpedos se hacía a no más de seiscientos metros de distancia.<br />

El tipo más usual de sumergible alemán en 1939 era el VII, de quinientas<br />

toneladas de desplazamiento, con 14 torpedos y capaz de navegar 6,200 millas y<br />

sumergirse en 20 segundos. La nueva flota submarina alemana había comenzado a<br />

ser construida 4 años antes por el veterano submarinista Doenitz y apenas tenía 57<br />

naves. Este dato lo confirma Churchill. Dice Doenitz que el resultado de la contienda<br />

hubiera sido muy diferente de haber tenido 300 submarinos al empezar la guerra.<br />

Pero Hitler no contaba con una guerra contra la Gran Bretaña y fue hasta 1939,<br />

después de que fallaron sus frecuentes intentos de una amistad germano-británica,<br />

cuando ordenó producir más y mejores sumergibles, pero ya entonces se había<br />

perdido mucho tiempo.<br />

El vicealmirante Kurt Assmann refiere que todavía en la primavera de 1939<br />

Hitler dijo al Alto Mando de la Marina que no cabía ni pensar en una guerra contra la<br />

Gran Bretaña. Igual cosa le dijo a Doenitz el 22 de julio cuando éste se quejaba de la<br />

— 112 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

escasez de submarinos.<br />

Cuando las hostilidades estallaron en septiembre con la guerra que Hitler no<br />

quería, la exigua flota de sumergibles fue lanzada a la lucha. Del total de 57, sólo 27<br />

eran capaces de largos recorridos y de operar en acciones contra Inglaterra. Ahora<br />

bien, como por cada submarino en acción de guerra en el Atlántico había dos en<br />

«punto muerto» (ya sea de regreso a su base, reabasteciéndose o en camino hacia el<br />

campo de combate), solamente 9 sumergibles se hallaban diariamente en acción de<br />

guerra.<br />

Uno de los primeros triunfos de los submarinos alemanes ocurrió el 18 de<br />

septiembre de 1939, cuando el U-12 del capitán Schuhart maniobró durante dos<br />

horas para situarse favorablemente a través de la escolta enemiga y hundió al<br />

portaaviones «Courageous», de 22,000 toneladas, que era uno de los barcos<br />

capitanes de la Flota Británica. El U-12 fue perseguido durante seis horas y<br />

difícilmente logró escaparse a las cargas de profundidad descendiendo sesenta<br />

metros, no obstante que la resistencia teórica del submarino era para cincuenta<br />

metros.<br />

Otro golpe más espectacular ocurrió el 14 de octubre del mismo año en la<br />

fortificada base británica de Scapa FIow, corazón mismo de la Reina de los Mares. Un<br />

submarino alemán logró burlar las defensas y hundir al acorazado Royal Oak.<br />

Gunther Prien, de 31 años de edad, cauteloso y audaz comandante del<br />

submarino U-47, había sido escogido por el Almirante Doenitz para realizar esa<br />

incursión, en la que el capitán Emsmann había muerto en la primera guerra mundial.<br />

Prien zarpó de Kiel el 8 de octubre. Varios mercantes enemigos fueron pasados por<br />

alto y la tripulación supuso entonces que se iba en busca de un «pez gordo».<br />

El 13 de octubre el submarino se hallaba a la vista de las montañas que rodean<br />

Scapa FIow. Prien se sumerge y posa la nave en el fondo del mar, a 30 metros de<br />

profundidad. Ordena a sus 38 tripulantes dormir o guardar absoluto reposo para<br />

economizar oxígeno y luego les anuncia: «Mañana entraremos en Scapa FIow». Un<br />

silencio de incertidumbre y esperanza sobrecoge a la tripulación. Al anochecer de ese<br />

día el submarino emerge de nuevo. Prien duda un instante: hay claridad en el cielo y<br />

la incursión resulta así más peligrosa, pero 24 horas de espera pueden debilitar la<br />

moral de sus hombres. Decide atacar.<br />

La entrada menos arriesgada es la del canal de Kirk Sound. El U-47, de 500<br />

toneladas, navega en la superficie y todos saben que estará perdido en caso de ser<br />

descubierto. Entre dos barcos hundidos que bloquean el paso hay un cable contra<br />

submarinos. El costado de babor del U-47 rechina al rozar el cable; el motor de babor<br />

desacelera y el de estribor acelera; la nave pasa lentamente. Son segundos de<br />

profunda expectación.<br />

La luz de una bicicleta que camina cerca de la costa es visible para los<br />

tripulantes. El submarino se sumerge de nuevo y avanza hacia los muelles. Es la una<br />

de la madrugada.<br />

Al principio sólo se distinguen dos barcostanque. Prien siente que todo su<br />

esfuerzo ha sido inútitl, pero segundos después distingue la silueta de dos<br />

acorazados. Son la presa más valiosa que submarino alguno se atreva a buscar.<br />

El U-47 se sitúa en posición de tiro, Prien da la orden de «¡Fuego!» Salen<br />

disparados cuatro torpedos, pero sólo uno estalla. Una columna de agua se levanta<br />

entre el submarino y el acorazado. La escena es confusa y el éxito no parece logrado.<br />

En las entrañas del submarino la tripulación se mueve febrilmente cargando nuevos<br />

torpedos. Entretanto, en las defensas de la base naval las primeras explosiones han<br />

puesto a todos alerta. Churchill refiere que «los primeros disparos que fallaron, se<br />

atribuyeron a causas internas, pues todos se creían seguros en Scapa Flow contra<br />

— 113 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

ataques enemigos». Transcurrieron veinte minutos —que para los tripulantes del U-<br />

47 eran una eternidad—. Prien volvió a dar la orden de «¡Fuego!» Lo que ocurrió<br />

entonces lo anotó él mismo en su libro de bitácora:<br />

«De súbito —dice— ocurre algo que quienes lo vieron, jamás lo olvidarán.<br />

Frente a nosotros, una cortina de agua se eleva hacia el cielo. Parece que todo el mar<br />

se levanta de pronto. Suenan detonaciones en rápida sucesión como el cañoneo<br />

durante una batalla. Se confunden en un solo y ensordecedor estallido. Se elevan<br />

llamas azules, amarillas, rojas. Enormes piezas del mástil, del puente, de las<br />

chimeneas, vuelan por el aire. Debimos haber logrado un blanco directo en uno de los<br />

depósitos de municiones» En dos minutos el coloso «Royal Oak», de 33,500<br />

toneladas, cuya construcción había importado un equivalente de 562 millones de<br />

pesos, se hunde en su propia base con sus 786 tripulantes. Los reflectores hurgan el<br />

cielo y el mar; los caza-torpederos y los destructores zarpan en busca del enemigo. Un<br />

destructor con reflectores encendidos enfila directamente hacia el U-47, que se siente<br />

ya descubierto y hace esfuerzos desesperados por escapar, pero súbitamente el<br />

perseguidor vira y se aleja. Ahora toda la base se halla alerta. Prien decide intentar la<br />

salida por otro sitio; en vez de pasar entre los dos barcos hundidos del canal de Kirk<br />

Sound lo hace entre uno de los barcos y la costa. El submarino libra por centímetros.<br />

Ya en alta mar, después de la increíble aventura de dos horas, Prien transmite su<br />

parte: «Un acorazado hundido; un acorazado torpedeado».<br />

La pequeña flota alemana ha infligido un golpe humillante a la Reina de los<br />

Mares y simbólicamente ha vengado a las prisioneras naves alemanas que en 1918<br />

fueron hundidas en Scapa Flow por los ingleses. Churchill admite, con franqueza que<br />

lo honra: «El acto de Prien debe considerarse como una gran hazaña de armas»[7].<br />

Entretanto, otro episodio de la desigual guerra en el mar comienza a<br />

desarrollarse en el Atlántico del Sur. El acorazado alemán de bolsillo «Graf Spee», de<br />

10,000 toneladas, burla el bloqueo franco-británico y sale a cazar barcos enemigos.<br />

Después de hundir a varios que navegaban aisladamente se encuentra a una flotilla<br />

de tres. Son los cruceros británicos «Exeter» (de 8,390 toneladas), «Ajax» (6,985) y<br />

«Achilles» (7,030), que totalizan 22,405 toneladas. Durante una hora y veinte<br />

minutos se bate contra ellos.<br />

[1] «Años de Lucha». — Rabino Stephen Wise. (Muestra del mimetismo de<br />

numerosos israelitas: Stephen, hijo de Aarón Weisz, cambió su apellido Weisz por el<br />

de Wise, al emigrar de Hungría a EE. UU. Así le dio apariencia norteamericana. Esto<br />

lo describe como «la adopción de una grafía más sencilla»).<br />

[2] El historiador inglés R. Grenfell dice que las sucesivas negativas de Churchill para<br />

examinar las propuestas de paz de Alemania coincidieron «con una estridente<br />

propaganda de que los ingleses eran los amantes de la paz y los alemanes los<br />

excitadores de la guerra». Añade que tal cosa no era muy exacta, pues de 1815 a 1907,<br />

Inglaterra había emprendido 10 guerras, Rusia 7, Francia 5 y Alemania 3.<br />

[3] «Oro Líquido». — Essad Bey.<br />

[4] Hitler decía acerca de sus diplomáticos: «Entre ustedes el valor se mide por la<br />

altura de los tacones. Si uno de nuestros diplomáticos tuviera que alojarse en un hotel<br />

de tercera categoría o se viese en la precisión de coger un taxi ¡qué deshonor! Y sin<br />

embargo, a veces tiene interés conocer todos los ambientes... Nuestros propios<br />

diplomáticos ¿qué utilidad tuvieron para nosotros? ¿De qué nos enteraron?» Muchos<br />

coincidieron en que el Ministro de Relaciones Exteriores, von Ribbentrop, carecía de<br />

— 114 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

tacto y de amabilidad.<br />

[5] «Vida de Napoleón». — Dimitri Merejkovsky.<br />

[6] «Roosevelt y Hopkíns». — Robert E. Sherwood.<br />

[7] 12 años antes el ex capitán alemán Alfred Wehring, disfrazado de relojero, se<br />

radicó cerca de Scapa Flow bajo el nombre de Albert Vertel. Al estallar la guerra<br />

comunicó al Almirante Doenitz que las entradas orientales de Scapa Flow carecían de<br />

redes antisubmarinas y sólo tenían pontones espaciados. Estos datos fueron decisivos<br />

para Prien.<br />

El «Exeter», a 25 kilómetros, recibió más de cien impactos y 5 de sus 6 cañones<br />

grandes quedaron inutilizados. Entretanto los otros dos cruceros se le habían<br />

acercado al «Graf Spee» hasta una distancia de 7 kilómetros y lo hostigaban desde<br />

diversos ángulos. El barco alemán volvió el fuego contra ellos, pero las granadas los<br />

atravesaban de un lado a otro sin tiempo de estallar. Ocurrió luego un mutuo<br />

alejamiento, aunque sin perderse de vista.<br />

Churchill refiere en sus Memorias que «el Exeter recibió un proyectil que lo dejó<br />

temporalmente fuera de control al volarle su torrecilla B. A las 7.25 de la mañana las<br />

dos torrecillas del Ajax también habían sido destruidas. Asimismo el Achules sufrió<br />

daños».<br />

Por su parte el «Graf Spee» tenía 36 muertos a bordo, 60 heridos graves y<br />

averías que le impedían seguir navegando, máxime que era acosado desde tres<br />

diversas direcciones, y buscó refugio en Montevideo a fin de hacer reparaciones de<br />

urgencia. Para entonces ya los tres barcos ingleses habían pedido refuerzos y acudían<br />

a toda máquina el crucero «Cumberland», el acorazado «Renown», el acorazado<br />

«Ark Royal», el crucero «Neptune» y tres destructores. A continuación la fuerza «H»<br />

fue también movilizada y acudieron los cruceros «Shropshire», «Cornwall» y<br />

«Gloucester» y el portaaviones «Eagle».<br />

Aunque tales naves todavía no llegaban a las cercanías de Montevideo, los<br />

ingleses se valieron de un ardid de propaganda para hacer creer que ya habían<br />

llegado. Por su parte, Uruguay apremiaba al «Graf Spee» a que zarpara. Fuera lo<br />

esperaban teóricamente más de diez barcos de guerra: 200,000 toneladas contra<br />

10,000. Hitler ordenó al comandante Langsdorff que hundiera la nave. El «Graf<br />

Spee» zarpó, caminó un poco por el Río de la Plata, puso a salvo en lanchas a sus 965<br />

tripulantes y se voló a sí mismo con bombas de tiempo. Los marinos se refugiaron en<br />

Buenos Aires, donde el capitán escribió el 19 de septiembre una carta explicando que<br />

las granadas no le bastaban para ningún combate formal. Y agregaba:<br />

«He resuelto afrontar las consecuencias de mi decisión, pues un Capitán<br />

pundonoroso sabe que su destino está ligado indisolublemente al de su barco. Ya no<br />

podré tomar parte activa en la lucha actual de mi patria. Ahora sólo puedo probar por<br />

medio de mi muerte que los servicios de combate del Tercer Reich se encuentran<br />

siempre prestos a morir por el honor de la bandera. Asumo toda la responsabilidad<br />

de haber echado a pique el acorazado de bolsillo Almirante Graf Spee. Me complace<br />

pagar con mi propia vida cualquier desdoro en el honor de la bandera. Me enfrentaré<br />

— 115 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

con mi destino abrigando una fe firmísima en la causa y en el porvenir de la nación y<br />

de mi Fuehrer». Esa misma noche se dio un tiro.<br />

Era la antigua y solemnemente siniestra tradición de la marina de que el capitán<br />

y su barco forman un mismo ser. Ninguno sobrevive al otro.<br />

Entretanto, la pequeña flota submarina alemana seguía apegándose al<br />

reglamento de presas, según el cual deberían detener a los barcos enemigos de carga<br />

y hundirlos después de que sus tripulantes se hubieran puesto a salvo. Pero no<br />

obstante esto, la propaganda inglesa difundía que los mercantes eran hundidos sin<br />

previo aviso y que perecían mujeres y niños. (Al terminar la guerra, la Gran Bretaña<br />

reconoció todo lo contrario).<br />

El 26 de septiembre (1939) Churchill ordenó que todos los mercantes fueran<br />

artillados y que sus tripulantes presentaran resistencia a los submarinos, de tal<br />

manera que éstos ya no pudieran seguir practicando la guerra limitada que se les<br />

había ordenado.<br />

El 30 de octubre el submarino U-56, del capitán Zahn, se jugó peli-grosamente<br />

la existencia burlando la protección de diez destructores y lo-gró acercarse al<br />

acorazado británico «Nelson», en el que hizo blanco con tres torpedos, pero<br />

inexplicablemente ninguno estalló. (Posteriormente se supo que en ese acorazado<br />

viajaba Churchill). Toda la tripulación del sub-marino regresó a su base<br />

profundamente deprimida por el extraño fracaso.<br />

Durante los meses de invierno los sumergibles se vieron sujetos a duras<br />

pruebas: el hielo tapaba los escapes de los motores o afectaba las cualidades de<br />

sumergibilidad. En sus 4 primeros meses de lucha hundieron barcos con un total de<br />

505,000 toneladas. El U-49 del capitán von Gossler, se vio en una ocasión tan<br />

duramente perseguido por los destructores ingleses que descendió a 148 metros de<br />

profundidad. Fue un experimento que nadie había hecho hasta entonces porque se<br />

calculaba que a esa profundidad la enorme presión del agua, equivalente a la de 15<br />

atmósferas, haría trizas al submarino.<br />

Por su parte, la flota aglo-francesa fue estrechando el bloqueo. En marzo de<br />

1940 otro submarino alemán penetró en un puerto inglés, el de Kirkwall, y hundió al<br />

barco «Corneta». El mercante «Altmark» burló el bloqueo y regresó a Kiel. La<br />

superioridad numérica anglo-francesa no lograba satisfactorios progresos ni siquiera<br />

en el mar y Churchill decidió arrojar por la borda todo principio de legalidad, aunque<br />

era precisamente la legalidad lo que decía defender. La noche del 30 de marzo (1940)<br />

Churchill anunció que Inglaterra no reconocía ya como neutrales «los actos que a<br />

pesar de que se apeguen al Derecho Internacional, puedan favorecer a Alemania».<br />

Entretanto, en el invierno de 1939-1940 la URSS ha atacado a Finlandia. Pero<br />

Inglaterra y Francia no mueven ni un dedo para defender a los finlandeses. Si<br />

Alemania ataca a Polonia, es eso un acto salvaje que debe precipitar a Occidente en<br />

una guerra, pero si la URSS ataca también a Polonia y luego a Finlandia, el judaísmo<br />

logra que Occidente se lave silenciosamente las manos.<br />

La flota inglesa y la flota francesa violan el Derecho Internacional e incursionan<br />

en las aguas de Noruega para impedir que lleguen materias primas a Alemania. El<br />

bloqueo anglo-francés ya no reconoce la neutralidad de ningún país débil. El 31 de<br />

marzo Londres anuncia que no se permitirá más el comercio entre México y<br />

Alemania, ni tampoco entre Noruega y Alemania. Un nuevo sesgo en la guerra está a<br />

punto de estremecer al mundo.<br />

— 116 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

NORUEGA, PRIMERA LINEA DE LA LUCHA TERRESTRE<br />

El 16 de diciembre de 1939 Inglaterra comenzó a preparar la invasión de<br />

Noruega. Es éste un hecho que ahora parece sorprendente, porque la propaganda<br />

hizo creer que Alemania se había lanzado cruel e innecesa-riamente contra ese país<br />

débil y neutral en un loco y suicida intento de dominar al mundo. Pero la verdad fue<br />

otra. Churchill asienta en sus Memorias<br />

«la parte final de un memorándum que presenté fechado el 16 de diciembre de<br />

1939, decía: Es necesario considerar el efecto de nuestra acción contra<br />

Noruega... No habrá infracción técnica del Derecho Internacional mientras que<br />

lo que vaya a hacerse no se encuentre acompañado de alguna forma de<br />

inhumanidad... Las naciones pequeñas no deben atarnos las manos».<br />

Y consecuentemente el 16 de febrero de 1940 Churchill ordenó que el barco<br />

alemán «Altmark» fuera abordado por fuerzas del «Cossack», a pesar de que<br />

navegaba en aguas neutrales noruegas.<br />

El historiador británico capitán Liddell Hart dice que el asalto inglés al<br />

«Altmark» en aguas noruegas hizo pensar a Hitler que si Churchill estaba dispuesto a<br />

violar la neutralidad de Noruega para atacar al «Altmark», estaría más deseoso de<br />

hacer lo mismo a fin de cortar los abastecimientos de hierro que tan vitales eran para<br />

Alemania, pues para 1940 ascendían a once millones de toneladas.<br />

El mismo Churchill confirma que el 3 de abril de 1940 el Gabinete in-glés<br />

autorizó que la flota minara las aguas noruegas a partir del 8 de abril.<br />

Simultáneamente estaba siendo preparado el Plan Stratford para la ocupa-ción<br />

anglofrancesa de los puertos noruegos de Stavenger, Bergen y Trond-heim. Así se<br />

flanquearía a Alemania y se haría más efectivo el bloqueo de hambre[1].<br />

El Primer Ministro de Francia, Paul Reynaud, dice en sus «Revelaciones» que<br />

cuando se planeaba la ocupación aliada de Noruega, el almi-rante francés Darían<br />

advirtió que se provocaría una reacción alemana.<br />

«Churchill llegó a París el 5 de abril —añade Reynaud— y se aprobó la<br />

colocación de las minas, pero la maniobra fue aplazada para el 7 y esta demora<br />

permitió a Hitler tener conocimiento del asunto y preparar un golpe en contra».<br />

Es un hecho indiscutible, aceptado por Reynaud y Churchill, que Inglaterra y<br />

Francia preparaban la invasión de Noruega para estrechar el bloqueo de hambre<br />

contra el Reich. La invasión alemana simplemente se anticipó a conjurar los planes<br />

anglofranceses.<br />

Sin embargo, al iniciarse esa operación la noche del 9 de abril de 1940, el<br />

monopolio de la información internacional la aprovechó para dar la impresión de que<br />

Alemania devoraba cruelmente a un país débil y que las potencias aliadas se<br />

aprestaban a defenderlo. La historia cinematográfica del villano y del héroe se aplicó<br />

al caso de Noruega. Pero la verdad carecía de esos adornos heroicos; simplemente<br />

consistía en que las potencias occidentales trataban de estrechar el bloqueo contra<br />

Alemania, desde las bases noruegas, y Alemania se adelantaba a conjurar ese golpe.<br />

La víctima de esta lucha entre dos colosos era un país débil, pero ninguno de los dos<br />

bandos tenía interés específico en él, ni para atacarlo ni para defenderlo.<br />

— 117 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

[1] El comandante Quisling, ex ministro de Guerra de Noruega, se enteró de los<br />

planes aliados de invasión y dio aviso a Hitler. Explicaba entonces que en sus años de<br />

residir en Rusia había conocido el bolchevismo, que Alemania era el único baluarte<br />

contra esta amenaza mundial y que por eso le prestaba tal servicio. La propaganda<br />

aliada ha hecho del apellido Quisling un sinónimo de infamia y traición.<br />

El anticipado contragolpe alemán fue una desagradable sorpresa para Inglaterra<br />

y Francia porque debido a su dominio absoluto del mar se creían al margen de esa<br />

contingencia. El Almirante Erich Raeder, jefe de la Marina Alemana, afirmaba que<br />

frecuentemente las operaciones militares que violan todos los principios de la técnica<br />

de la guerra salen airosas a condición de que se ejecuten por sorpresa. Así lo confirmó<br />

una vez más la invasión de Noruega. La pequeña flota alemana operó con increíble<br />

audacia, burló la vigilancia aliada y conduciendo una fuerza de desembarco de sólo<br />

8,850 hombres se acercó a los puertos noruegos de Kristiansand, Stavenger, Bergen,<br />

Trondheim y Narvik, casi bajo las narices de los barcos francobritánicos.<br />

Semanas antes de que se iniciara la acción en Noruega, el almirante Guillermo<br />

Canaris (jefe del Servicio Secreto Alemán y encubierto conspirador) inició un discreto<br />

sabotaje moral contra la operación, mediante unmerosos y alarmantes informes<br />

sobre los riesgos de las contramedidas aliadas. Esto hizo titubear a varios jefes<br />

militares, quienes incluso pidieron a Hitler que la operación se pospusiera. El general<br />

Alfred Jodl escribió entonces en su Diario que la voluntad de actuar se estaba<br />

debilitando y que el 26 de marzo Hitler intervino decisivamente para alentarla. Pero<br />

la intriga siguió adelante y el mayor Hans Oster, uno de los principales colaboradores<br />

de Canaris, pidió el 3 de abril al agregado militar holandés, Sas, que co-municara<br />

a los aliados el plan alemán de ataque. El investigador Abshagen dice que ese informe<br />

fue transmitido a funcionarios noruegos, pero que no lo creyeron. «Oster confiaba en<br />

que si no se alcanzaba a parar toda la empresa... por lo menos se lograría, mediante<br />

una advertencia, apresurar el fracaso de la operación en una primera fase»[1]. El<br />

Almirante Canaris había dicho a sus cómplices que la frustración de la victoria «debe<br />

ser nuestro objetivo y propósito esencial». Y todo este grupo de conspiradores trabajó<br />

con tal sutileza que no dejaba huellas a la Gestapo.<br />

Según el Vicealmirante Kurt Assmann[2], la invasión aliada de Noruega<br />

(iniciada 72 horas después que la alemana) se demoró debido a que a última hora el<br />

mando británico ordenó un aplazamiento a fin de averiguar hacia dónde se dirigía la<br />

flota alemana que había zarpado de sus bases en el Mar Báltico. Un incidente<br />

imprevisto jugó importante papel en esa demora: ocurrió que los barcos alemanes<br />

que deberían atracar en Trondheim llegaron a las cercanías con bastante anticipación<br />

y para hacer tiempo dieron media vuelta y enfilaron hacia el poniente, lo cual fue<br />

visto por un avión británico, cuyo reporte desorientó a los aliados. Cuando horas más<br />

tarde los ingleses tuvieron la certeza de que la operación se dirigía hacia Noruega, ya<br />

habían perdido la delantera.<br />

Coordinadamente con la operación naval, una compañía de paracai-distas fue<br />

enviada por aire a capturar los aeropuertos de Oslo y Stavenger, a los cuales llegaron<br />

más tarde transportes bimotores de tropas. En esta misión se utilizaron 550 aviones.<br />

La ocupación previa de Dinamarca se realizó como punto de apoyo obligado para la<br />

— 118 —


campaña de Noruega.<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

«El golpe más atrevido —dice Churchill en sus Memorias— fue el que se<br />

dio en Narvik. Diez destructores llevaron 200 soldados cada uno, apoyados por<br />

el Scharnhorst y el Gneisenau —cruceros de batalla—; llegaron a Narvik el 9 de<br />

mayo muy temprano. La noche del 7 de abril la RAF denunció tales<br />

movimientos en el Skagerrak. En el Almirantazgo se creía imposible que aquella<br />

fuerza se dirigiera a Narvik».<br />

Churchill juzgó impracticable esa audaz maniobra; tuvo tiempo para impedirla,<br />

pero el arrojo triunfó sobre la fuerza numérica. La pequeña flotilla alemana se<br />

escurrió zigzagueando hasta los puertos noruegos sin hallar más obstáculos que el<br />

destructor inglés «Glowworm» que fue hundido. Días más tarde ocurrió otra batalla<br />

naval en la que fueron hundidos el portaaviones inglés «Glorious», dos destructores y<br />

dos naves pequeñas, cuando los nazis trataban de aligerar la presión naval sobre<br />

Narvik.<br />

Aunque en aquel momento parecía que Alemania desplegaba grandes<br />

contingentes que por su peso numérico estaban imponiéndose en Noruega, y aunque<br />

la propaganda así se empeñaba en hacerlo creer, la verdad es que se trataba de una<br />

extraordinaria lucha en que el arrojo y la sorpresa se imponían sobre enemigos muy<br />

superiores en número.<br />

El general Falkenhorts, comandante de las fuerzas alemanas, inicialmente sólo<br />

disponía de 8,850 hombres, que después fueron reforzados por 10,000 más. El<br />

teniente coronel James A. Bassett[3] confirma que en la operación de Noruega<br />

participaron «poco menos de 20,000 hombres», distribuidos en pequeños grupos a<br />

todo lo largo del accidentado territorio noruego, aún cubierto de nieve.<br />

Setenta y dos horas después de iniciada la invasión alemana de Noruega los<br />

ingleses y los franceses descargaron su golpe, al que Hitler se había adelantado. El<br />

general Auchinleck dirigió la invasión aliada conforme al madurado Plan Stratford.<br />

Los objetivos inmediatos eran Narvik, en el norte, y los puertos de Namsos y<br />

Andalsnes, en la cintura de Noruega.<br />

Los submarinos alemanes recibieron la misión de estorbar el desembarque de<br />

los aliados en Noruega. Varios de ellos lograron burlar los barcos de escolta y situarse<br />

apropiadamente para el tiro, pero luego comenzaron a ver con gran decepción que los<br />

torpedos pegaban en el blanco y no estallaban. El capitán Prien tuvo cerca de Narvik<br />

en posición de tiro a tres grandes transportes de tropas y a dos cruceros, pero la carga<br />

explosiva de los torpedos fallaba una y otra vez. En el mando de los submarinos se<br />

recibían más y más reportes en el mismo sentido. Nueve sumergibles vieron así<br />

invalidados sus penosos esfuerzos para acercarse al enemigo. Prien se quejaba<br />

amargamente diciendo que los habían mandado a combatir con fusiles de palo. Las<br />

fallas de los torpedos ascendían al 66%.<br />

En un principio los técnicos pensaron que el torpedo magnético que estaba en<br />

uso —y que corría a bastante profundidad sin dejar estela delatora en la superficie—<br />

no estallaba porque el magnetismo disminuía cerca del Círculo Polar Ártico. Se<br />

ordenó entonces usar únicamente torpedos de percusión, pero también fallaban. Más<br />

tarde, cuando ya muchas oportunidades se habían perdido, una investigación<br />

descubrió que los torpedos eran entregados por la fábrica con un desajuste que ya<br />

hacía tiempo se había ordenado enmendar, pero que inconcebiblemente estaba<br />

volviendo a ocurrir, ¿Negligencia o sabotaje?<br />

Los contingentes anglofranceses desembarcados en Namsos y Andalsnes<br />

formaban una tenaza que tenía por meta cerrarse en Trondheim y aniquilar a los<br />

— 119 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

1,700 alemanes que horas antes la habían ocupado. Esto dio lugar a una de las dos<br />

batallas decisivas de la campaña de Noruega. La guarnición alemana de Trondheim<br />

se defendió desesperadamente, en tanto que otras fuerzas avanzaban desde el sur en<br />

su auxilio. Cerca del empalme ferroviario de Dombas se libró la batalla clave. Los<br />

anglo-franceses disponían en esa área de 14,000 hombres, contra 5,000 ó 6,000<br />

alemanes. Iban ahí a enfrentarse por primera vez en esta guerra. El entonces Primer<br />

Ministro de Francia, Paul Reynaud, confirma tales cantidades en sus «Revelaciones»,<br />

con las siguientes palabras:<br />

«El 20 de abril los aliados tenían al norte de Namsos 8,000 soldados británicos<br />

y franceses y 4 batallones de noruegos, y en el sur (Andalsnes) 5,000 ingleses y<br />

noruegos. Los alemanes sólo tenían 5,000 ó 6,000 hombres en esa región y<br />

hallábanse casi rodeados».<br />

Tropas británicas seleccionadas figuraban en esos contingentes cuya<br />

superioridad numérica sobre los alemanes era de más de dos a uno, y por momentos<br />

pareció que éstos serían arrojados de Noruega, El choque decisi-vo ocurrió al sur de<br />

Trondheim, cerca del empalme ferroviario de Dombas, donde los británicos fueron<br />

sorprendidos por la acometividad y rapidez de maniobra de las tropas alemanas y por<br />

la iniciativa de sus oficiales. Al cabo de una semana de lucha las fuerzas aliadas<br />

fueron destrozadas y sus restos se reembarcaron hacia Inglaterra. Churchill confiesa<br />

en sus Memorias:<br />

«En esta campaña de Noruega, nuestras mejores tropas, o sean las de la<br />

Guardia Escocesa y las de la Guardia Irlandesa, se quedaron atónitas ante el<br />

vigor, el espíritu de empresa y el entrenamiento que tenían los jóvenes que<br />

militaban por Hitler».<br />

En la otra de las dos batallas decisivas, la de Narvik, el resultado se tardó más,<br />

pero fue el mismo. La flota británica se recuperó de la sorpresa y se congregó frente al<br />

puerto. Cuatro destructores alemanes sucumbieron en desigual batalla tratando de<br />

impedir el desembarque de 20,000 soldados aliados. A continuación la lucha se<br />

desarrolló en tierra. La guarnición alemana y los náufragos de los cuatro destructores<br />

ascendían a 6,000 hombres. La superioridad aliada era de más de 3 a 1.<br />

Churchill refiere:<br />

«En Narvik una fuerza alemana mixta e improvisada de escasos 6,000<br />

hombres tuvo a raya durante seis semanas a unos 20,000 soldados aliados, y<br />

aunque se vio expulsada de la población, sobrevivió para ver marcharse a sus<br />

enemigos... Los alemanes cruzaron en siete días el camino de Narnsos a<br />

Mosjoen, que los ingleses y franceses habían declarado que era imposible. A<br />

pesar de que teníamos el dominio absoluto del mar, nos tomó la delantera el<br />

enemigo que avanzaba por tierra a través de distancias muy largas y en medio<br />

de todos los obstáculos».<br />

Todavía sin ocultar su disgusto por el anticipado contragolpe alemán, Churchill<br />

añade:<br />

«La rapidez con que Hitler llevó a cabo la conquista noruega fue una<br />

notable hazaña de guerra y política y un ejemplo imperecedero de la<br />

minuciosidad, de la maldad y de la brutalidad alemanas».<br />

3,692 soldados alemanes dieron la vida en ese ejemplo de eficacia militar y<br />

— 120 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

1,604 cayeron heridos. La marina perdió 3 cruceros, 10 destructo-res, 6 submarinos y<br />

16 naves auxiliares. Allí se evidenció la fuerza incalculable del espíritu de sacrificio<br />

sobre las fuerzas materiales de la superioridad numérica. La campaña duró un mes.<br />

Tuvo tan relevantes características de arrojo que constituye un ejemplo histórico de<br />

cómo un poderoso espíritu de lucha logra superar obstáculos que el cálculo frío<br />

juzgaría insalvables.<br />

FRANCIA, EMPUJADA AL SANGRIENTO ABISMO<br />

El pueblo francés padecía graves problemas internos que lo incapacitaban para<br />

una contienda internacional. La disipación, el materialismo y el vicio habían<br />

debilitado profundamente sus fuerzas psicológicas y hasta sus recursos físicos, tanto<br />

así que en el segundo semestre de 1938 hubo 40,000 nacimientos menos que el total<br />

de defunciones. Pero los gobernantes servían intereses masónicos cada día más<br />

apremiantes y empujaban al pueblo a una guerra en la que el pueblo nada tenía que<br />

ganar.<br />

Esos gobernantes, hechura de la masonería, eran a la vez políticamente<br />

presionados por la Alianza Israelita Universal (con sede en París), la cual tiene en<br />

Francia un poder decisivo, pues además de su brazo masónico influye en la Bolsa de<br />

Valores, en casi toda la prensa y en la mayoría de las organizaciones obreras. Judíos<br />

han sido los dirigentes y políticos León Blum, Maurice Thorez, Jacques Duclos, Jules<br />

Moch, Edgar Faure, Mendès-France, René Mayer, Maurice Schuman y otros muchos.<br />

Un oscuro político llamado Paul Reynaud, que en México se había enriquecido<br />

como dueño de «Las Fábricas Universales», se fingió derechista para lograr cierto<br />

apoyo popular: con la ayuda secreta de la masonería escaló después el puesto de<br />

Primer Ministro de Francia y una vez seguro reveló sus tendencias izquierdistas. A<br />

continuación trató de agitar al pueblo francés para que asumiera la ofensiva contra<br />

Alemania.<br />

Casi siete meses después de declarada la guerra, Reynaud hizo el 26 de marzo<br />

de 1940 una belicosa excitativa durante la cual afirmó: «Uno de los deberes más<br />

grandes de Francia es hacer la guerra». Al día siguiente presentó su Gabinete a la<br />

nación como un «Gobierno de guerra puramente y que tiene una sola meta: vencer al<br />

enemigo».<br />

Sus arrestos bélicos tenían los siguientes fundamentos militares: Francia se<br />

hallaba poderosamente acorazada por su Línea Maginot y disponía ya de 110<br />

divisiones; la Gran Bretaña le había enviado un Cuerpo Expedicionario de 12<br />

divisiones y estaba por enviar algunas más. El flanco izquierdo de la Maginot lo<br />

resguardaban las fortificaciones belgas, las defensas acuáticas holandesas y 33<br />

divisiones de Bélgica y Holanda. Inglaterra y Francia confiaban en esos dos países<br />

porque la Casa Real de Holanda tenía parentesco con la Casa Real Británica y porque<br />

el Rey Leopoldo de Bélgica ya había accedido incluso a que los ejércitos anglofranceses<br />

atravesaran territorio belga para atacar a Alemania, según lo admite el<br />

propio Reynaud en sus «Revelaciones». En consecuencia, los aliados disponían de un<br />

total de 155 divisiones (2.325,000 combatientes).<br />

— 121 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

En cambio, Alemania sólo había podido movilizar 130 divisiones (1.950,000<br />

hombres) y la amenaza bolchevique le impedía utilizarlas todas en el frente<br />

occidental correspondiente a Francia. Por esta circunstancia Reynaud se sentía<br />

seguro: sus peritos militares calculaban que un ataque frontal alemán sobre la Línea<br />

Maginot sería imposible porque necesitaría sacrificar un millón de hombres para<br />

perforarla. Y si Alemania atacaba por el flanco, automáticamente aumentaría el<br />

número de sus enemigos al enzarzarse también en una lucha con Holanda y Bélgica.<br />

Fue éste, precisamente, el peligroso riesgo que Hitler se resolvió a correr, y es<br />

que no quedaba ninguna otra alternativa. Su esperanza era poder repetir la guerra<br />

relámpago que realizó en Polonia, aunque en este caso iba a enfrentarse con un<br />

enemigo tres veces más poderoso y con defensas incomparablemente mejores. Los<br />

franceses se daban cuenta de esta ventaja y el agregado militar en Varsovia informó a<br />

su Gobierno —según dice Reynaud— que en Polonia los alemanes habían gozado de<br />

un frente muy extenso, pero que en Francia la situación sería distinta. Encajonado en<br />

los angostos sectores de penetración posible, el ejército alemán podía ser aniquilado<br />

por las reservas estratégicas anglo-francesas.<br />

Por dos distintos conductos Reynaud y Churchill conocieron los lineamientos<br />

generales del plan militar de Hitler. Aunque Mussolini era aliado de Alemania, el 26<br />

de diciembre de 1939 ordenó a su Ministro Galeazzo Ciano que revelara dicho plan a<br />

los representantes diplomáticos aliados, cosa que Ciano hizo el 2 de enero, según lo<br />

anotó en su «Diario Secreto». Por otra parte, el mayor alemán Helmut Reimberger,<br />

comisionado para llevar a un cuartel el plan operativo de la ofensiva, desvió la ruta de<br />

su avión, aterrizó en Bélgica y los documentos le fueron «capturados». Parece que<br />

esta maniobra la preparó el Almirante Canaris, el cual era conspirador y hábilmente<br />

había logrado encumbrarse corno Jefe del Servicio Secreto Alemán.<br />

Aunque ante el mundo no lo parecía, la situación interna del frente de Hitler era<br />

gravísima. Disponía de menor número de tropas que sus enemigos; se hallaba<br />

enfrascado en una guerra que no había querido contra el Occidente; persistía la<br />

mortal amenaza del Oriente; su plan estratégico lo conocían ya en París y en Londres,<br />

y por último, la mayoría de sus generales no lo apoyaba. Eran profesionales<br />

eficientes, pero carecían de la llama del ideal nacionalsocialista que había galvanizado<br />

la voluntad de las juventudes; además, su origen aristocrático los distanciaba de<br />

Hitler, a quien en el fondo seguían viendo como el simple cabo que fue en la primera<br />

guerra mundial.<br />

Brauchitsch, el comandante en jefe del ejército, no creía posible una victoria en<br />

Francia. Otros muchos de sus compañeros compartían sus dudas. El general<br />

Blumentritt, que entonces fungía como jefe del Estado Mayo de Rundstedt, reveló<br />

posteriormente al historiador Liddell Hart: «Hitler era el único que creía posible una<br />

victoria decisiva». Entre los generales jóvenes sólo Manstein y Guderian<br />

consideraban realizable una campaña relámpago. El general Von Stüelpnagel formuló<br />

un estudio según el cual era necesario esperar 3 años para lanzar la ofensiva sobre<br />

Francia.<br />

De izquierda a derecha: Hitler y los generales Von Reichenau, Jold, Rundstedt,<br />

Von Brauchitsch (jefe del ejército) y Halder (jefe del Estado Mayor General). Estos<br />

dos últimos juzgaban imposible la campaña en Francia y estuvieron a punto de<br />

derrocar a Hitler.<br />

[1] «El Almirante Canaris». — Karl H. Abshagen.<br />

[2] «La invasión de Noruega». — Por Kurt Assmann.<br />

— 122 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

[3] La Invasión de Noruega. Tte. Cor. James A. Bassett, Instructor de la Escuela de<br />

Comando y Estado Mayor de Leavenworth, EE. UU.<br />

Aunque desorganizada, la oposición de los generales creaba una atmósfera de<br />

escepticismo e inseguridad en los altos escalones del ejército. El general Ritter von<br />

Leeb, comandante de un grupo de ejércitos, instaba el 31 de octubre (1939) al general<br />

Brauchitsch a que hiciera prevalecer su opinión contra los planes de Hitler. Schacht,<br />

exministro de finanzas, se valía del general Von Thomas y del Almirante Canaris para<br />

influir negativamente sobre el general Halder, jefe del Estado Mayor General.<br />

Durante algunos días Halder pensó en hacer un llamamiento al ejército para derrocar<br />

a Hitler, y su compañero el general Von Stüelpnagel hizo algunos sondeos y luego le<br />

dijo que el llamado no daría resultado porque la tropa y los jefes jóvenes apoyaban al<br />

Fuehrer[1]. Por su parte, el coronel general von Hammerstein-Equord simpatizaba<br />

con el comunismo y llegó a trazar un plan para capturar a Hitler[2]. (2)<br />

Por esos mismos días (fines de 1939) el Almirante Canaris y sus principales<br />

colaboradores en el Servicio Secreto Alemán, tales como Oster, Dohnanyi y Gisevius,<br />

tejían discretos hilos de enlace entre los oposicionistas y enemigos de Hitler,<br />

particularmente entre los generales Beck, Halder y Witzleben; el ex ministro Schacht;<br />

los diplomáticos Weizsacker y von Papen; el conde de Helldorf, jefe de la policía<br />

berlinesa, y el general Nebe, de las SS (tropas selectas). Al mismo tiempo Canaris<br />

protegía a diversos jefes del movimiento israelita para que no fueran aislados por la<br />

Gestapo, y sólo en apariencia secundaba las órdenes de Hitler «simulando el<br />

despliegue de una gran actividad, pero en el fondo no se hacía nada para<br />

cumplirlas». «Cada plan del Estado Mayor —dice el historiador antinazi Goerlitz—,<br />

era acompañado por otro plan contrario, del mismo Estado Mayor, destinado a<br />

oponerse a las consecuencias del primero y sabotear la conducción de guerra de<br />

Hitler».<br />

El general Alfred Jodl, jefe del Estado Mayor del Alto Mando y uno de los pocos<br />

leales íntegramente a Hitler, escribía en su Diario que «era muy triste» que todo el<br />

pueblo apoyara al Fuehrer, menos los generales destacados que seguían<br />

«considerándolo un cabo y no el mayor estadista habido en Alemania desde la época<br />

de Bismarck».<br />

El Primer Ministro inglés, Sir Neville Chamberlain, recibía amplia información<br />

confidencial sobre la oposición de los generales contra Hitler. Según Goerlitz, en<br />

Inglaterra se juzgaba ya inminente un golpe de Estado en Alemania. Churchill<br />

confirma parte de esto en sus memorias. El 23 de noviembre (de 1939) Hitler tuvo<br />

una acalorada conferencia con los generales y ante la oposición de ellos para atacar a<br />

través de Holanda y Bélgica, les echó en cara su «falta de coraje». ¿Cómo iba a<br />

ganarse una guerra sin atacar?<br />

Y ¿cómo iba a ganarse si el enemigo llegaba a convertir el reducido territorio<br />

alemán en campo de batalla? Según los fríos cálculos numéricos y sin tomar en<br />

cuenta las fuerzas psicológicas, la ofensiva en Francia auguraba limitadas<br />

probabilidades de triunfo, pero aún había menos esperanzas en el hecho de cruzarse<br />

de brazos. Ya muchas veces había ofrecido una paz negociada y Occidente la<br />

rechazaba. Ese día Hitler habló también del peligro que representaba la URSS. «Las<br />

guerras —dijo—- siempre han terminado con la destrucción del enemigo. Todo aquel<br />

que crea lo contrarío, es un irresponsable... El tiempo trabaja en favor de nuestros<br />

adversarios». Y enfatizando más su decisión de combatir, Hitler agregó: «Me<br />

mantendré o caeré en la lucha. Nunca sobreviviré a la derrota de mi pueblo...» El<br />

— 123 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

general Westphal refiere que después de esa junta Hitler exclamó: «¿Qué clase de<br />

generales son estos a los que hay que empujar a la guerra, en lugar de ser ellos los que<br />

lleven la iniciativa?»[3]<br />

Liddell Hart ha logrado establecer que a raíz de esa conferencia entre Hitler y<br />

sus generales, el general von Brauchitsch, comandante del ejército, y el general Franz<br />

Halder, jefe del Estado Mayor General, «hablaron de la necesidad de ordenar a las<br />

tropas de Occidente que marcharan sobre Berlín para derrocar a Hitler», pero el<br />

general Fromm, comandante de las fuerzas domésticas, hizo notar que las tropas<br />

tenían fe en el Fuehrer y que probablemente el golpe fracasaría.<br />

Este titubeo del general Fromm fue uno de esos insignificantes acontecimientos<br />

que producen gigantescos efectos porque bastó para congelar la académica<br />

conspiración de los generales Brauchitsch y Halder. Los esfuerzos de Canaris y<br />

Schacht para alentar a los conspiradores fallaron una vez más. Un año antes Schacht<br />

había incluso saboteado económicamente el crecimiento del ejército y luego había<br />

pedido a banqueros israelitas británicos que Inglaterra aumentara su presión contra<br />

Alemania, a fin de acosar a Hitler desde fuera y desde dentro. En esos días Alemania<br />

se salvó milagrosamente de un desplome interior, la situación del Fuehrer volvió a<br />

consolidarse y se acataron sus órdenes para lanzar la ofensiva en el oeste. Hitler<br />

había intentado lanzar su ofensiva el 9 de octubre de 1939, pero el mal tiempo lo<br />

impidió. Pensaba entonces que el grupo de ejércitos de von Bock llevara el centro de<br />

gravedad del ataque y que buscara el envolvimiento de los aliados avanzando por la<br />

costa. El grupo de ejércitos de von Rundstedt, más al sur, realizaría la cobertura de tal<br />

operación. Pero después decidió modificar este plan porque ya era del conocimiento<br />

de los anglofranceses.<br />

«Soldados del Frente Occidental: ¡Su hora ha llegado!...» Cien divisiones<br />

alemanas (millón y medio de combatientes) se lanzaron contra los ejércitos aliados de<br />

Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica, con un total de 155 divisiones (2.325,000<br />

soldados).<br />

[1] «El Estado Mayor Alemán visto por Halder». — Peter Bor.<br />

[2] «El Estado Mayor Alemán». — Walter Goerlitz, antinazi. Y «Ejército en<br />

Cadenas», por Siegfried Westphal, antinazi.<br />

[3] Respecto de la aristocracia, de la que ciertos generales eran escrupulosos<br />

representativos, Hitler decía que no debía convertirse en una «sociedad cerrada».<br />

«¿Qué papel puede jugar un país dirigido por esa clase de gentes que lo pesa y lo<br />

analiza todo? No es posible forjar historia con gentes así. Me hacen falta seres rudos,<br />

valientes, dispuestos a ir hasta el fin de sus ideas, pase lo que pase. La tenacidad es<br />

simplemente cuestión de carácter. Cuando a esta cualidad se añade la superioridad<br />

intelectual el fruto es maravilloso».<br />

(«Soldados del Frente Occidental: ¡Su hora ha llegado!...» Cien divisiones<br />

alemanas (millón y medio de combatientes) se lanzaron contra los ejércitos aliados de<br />

Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica, con un total de 155 divisiones (2.325,000<br />

— 124 —


soldados).)<br />

BORREGO : Derrota mundial<br />

En ese cambio aceptó las sugestiones del general von Manstein, del Estado<br />

Mayor de von Rundstedt, para que el grupo de ejércitos de este último se encargara<br />

del envolvimiento penetrando con una masa de tanques por las Ardenas, hacia Sedán.<br />

El grupo de ejércitos de von Bock trataría de engañar al enemigo haciéndole creer que<br />

era el encargado de envolverlo. Para hablar de este plan, von Manstein se entrevistó<br />

con Hitler y dice sobre el particular:<br />

«Tampoco es imposible que se le ocurriera espontáneamente a Hitler la<br />

misma idea, puesto que a veces nos desconcertaba con su certero instinto de las<br />

posibilidades tácticas... Eché de ver al momento la extraordinaria presteza con<br />

que se compenetraba en los puntos de vista que el grupo de ejércitos trataba de<br />

imponer desde hacía meses, así como que en todo se mostraba de acuerdo con<br />

nosotros».<br />

Adoptado el nuevo plan de ataque, la madrugada del 10 de mayo de 1940, cien<br />

divisiones alemanas escucharon la proclama de Hitler, en la que todavía se traslucía<br />

que su intención no había sido la de combatir contra Occidente: «El pueblo alemán<br />

no fomenta ningún odio ni ninguna enemistad para con los pueblos británico o<br />

francés. El pueblo alemán, sin embargo, está hoy en día frente al problema de si<br />

desea vivir o sucumbir.... ¡Soldados del frente occidental: su hora ha llegado!...<br />

Cumplan ahora con su deber. El pueblo alemán siempre está con ustedes con sus<br />

mejores deseos».<br />

Minutos después la batalla más grande de la historia iluminaba el firmamento y<br />

los bosques de las Ardenas.<br />

«Entre la oscuridad —dice Churchill— salían de pronto innumerables<br />

grupos de ardorosas tropas de asalto... Mucho antes de que apuntara el día, 240<br />

kilómetros del frente se hallaban en llamas».<br />

El golpe principal se había descargado en los bosques de las Ardenas,<br />

precisamente donde los Estados Mayores inglés y francés juzgaban impracticable la<br />

operación, como también lo creían en gran parte el jefe del ejército alemán, general<br />

Brauchitsch, y el jefe del Estado Mayor General, Franz Halder.<br />

El sistema fortificado de Eben Emael, en Bélgica, era la primera gran muralla.<br />

Su fuego no dejaba ángulos muertos a su alrededor y según todos los cálculos el<br />

avance procedente de la frontera alemana era imposible. Pero el teniente Witzig, con<br />

78 ingenieros paracaidistas, descendió a las cuatro de la mañana en el corazón mismo<br />

de las fortificaciones. Algunos planeadores bajaron silenciosamente en los prados y<br />

un pelotón aterrizó en el exterior para llamar la atención. Mientras tanto, los<br />

hombres de Witzig se acercaban a las aspilleras de las casamatas y atacaban a los<br />

artilleros con lanzallamas, bombas de mano y paquetes de trilita. Los grandes<br />

cañones estaban siendo vencidos como monstruos prehistóricos por osadas<br />

hormigas. El coronel Ricardo Munaiz («Operaciones Aerotransportadas») califica<br />

este ataque de «espectacular e increíble».<br />

«En cuestión de minutos —dice H. R. Kurz en “La Captura del Fuerte Eben<br />

— 125 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Emael”— las dotaciones de las armas antiaéreas habían sido vencidas y eliminadas.<br />

Los Stukas bombardeaban entre tanto, la zona circundante de la fortificación con<br />

bombas de 500 kilos. Inmediatamente después los alemanes reforzaron las tropas de<br />

asalto con paracaidistas que descendieron sobre la fortaleza. Con ese contingente los<br />

atacantes ascendían aproximadamente a 300 hombres para el amanecer (la<br />

guarnición belga constaba de 1,185 defensores). Para el 11 de mayo prácticamente<br />

todas las armas de defensa exterior estaban fuera de combate... Los alemanes habían<br />

construido en Hildesheim un modelo exacto de Eben Emael para ensayar el ataque.<br />

En su asalto verdadero hasta pasaron por alto las cúpulas simuladas». Después de<br />

treinta y dos horas y media de lucha, Eben Emael cayó a las 12.30 del 11 de mayo. A la<br />

vez otra operación de paracaidistas y tropas aerotransportadas se realizaba para<br />

capturar posiciones en el Canal Alberto y facilitar el paso de las tropas. Suprimidos<br />

los peores obstáculos fronterizos para el despliegue de las fuerzas alemanas,<br />

divisiones blindadas y de infantería comenzaron a precipitarse hacia las masas<br />

estratégicas del enemigo.<br />

El grupo de ejércitos de von Bock, con los ejércitos 18o., 6o. y 4o. integrados por<br />

28 divisiones (420,000 hombres), se clavó profundamente en el norte de Bélgica.<br />

Hacia el sur, el grupo de ejércitos de von Rundstedt, con los ejércitos 12o., 16o., 9o. y<br />

2o. integrado por 44 divisiones (660,000 hombres), formaba el otro extremo de las<br />

tenazas que premiosamente trataban de cercar al enemigo.<br />

En el extremo norte del frente, o sea en Holanda, siete divisiones se empeñaban<br />

en otra operación de audacia. Cuatro mil paracaidistas descendieron cerca de la<br />

capital holandesa, seguidos de una división aerotransportada de 12,000 hombres y<br />

simultáneamente una solitaria división blindada se lanzó en su apoyo y penetró 144<br />

kilómetros por un sector poco defendido.<br />

«Las fuerzas alemanas se enfrentaban a una abrumadora superioridad<br />

numérica —dice Liddell Hart en su libro “La Defensa de Europa“—, pero la<br />

estocada tan profundamente asestada al corazón de Holanda ocultó la debilidad<br />

de los invasores y creó una confusión paralizante... Este golpe triple (el de Eben<br />

Emael, el del Canal Alberto y el de Holanda) fue una idea personal de Hitler y su<br />

realización había sido puesta en duda por la mayoría de sus generales».<br />

En efecto, el general Student, comandante de los 4,500 paracaidistas de que<br />

disponía Alemania, dice que la idea de tales operaciones fue de Hitler y que él solo se<br />

encargó de trazar el plan en detalle, contra la opinión de los generales von Reichenau<br />

y von Paulus, que juzgaban irrealizable la maniobra. Ciertamente la primera oleada<br />

de paracaidistas y transportes aéreos sufrió muy grandes bajas. Hubo unidades que<br />

perdieron el 42% de sus oficiales y el 28% de sus tropas, pero en conjunto la audaz<br />

operación forzó la capitulación de Holanda a los cinco días de lucha.<br />

Entre tanto en el extremo sur del frente, el general Ritter von Leeb desplegaba<br />

17 divisiones del Mosela a Suiza y trataba de acosar y fijar en sus posiciones a los<br />

contingentes franceses de las principales fortificaciones de la Línea Maginot.<br />

Pero propiamente dicho, la batalla se libraba en la parte central del frente, en la<br />

tenaza de von Rundstedt. Era ahí donde al mando del general von Kleist se habían<br />

concentrado las diez divisiones blindadas del ejército alemán. Dice Blumentritt que<br />

estas 10 divisiones se hallaban densamente agrupadas, pero que en despliegue podían<br />

formar una columna de 1,100 kilómetros (de México a Torreón). Fue una hazaña del<br />

Estado Mayor situar y coordinar para el ataque a la enorme masa de 660,000<br />

combatientes del grupo de ejércitos de von Rundstedt, en la estrecha frontera con<br />

Bélgica y Luxemburgo.<br />

— 126 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

destruidos en sus aeródromos, con lo cual la Luftwaffe conquistó el dominio del<br />

aire. Esto le costó a la aviación alemana mil aparatos, según el coronel Paquier, del<br />

ejército francés («Conceptos Alemanes Sobre la Superioridad Aérea»).<br />

Entretanto, las 23 divisiones del ejército belga recibieron el primer impacto.<br />

Inmediatamente acudieron en su auxilio los ejércitos franceses lo., 7o. y 9o. y el<br />

Ejército Expedicionario Inglés.<br />

«Cuando llegó la noticia de que sobre toda la extensión del frente el<br />

enemigo avanzaba —dijo después Hitler— me hubiera puesto a llorar de alegría:<br />

¡habían caído en la trampa! Estaba bien calculado lanzar el ataque sobre Lieja.<br />

Había que hacerles creer que seguíamos fieles al viejo Plan Schlieffen».<br />

En efecto, al precipitarse tres ejércitos franceses y el ejército inglés hacia el<br />

Norte, en dirección a la tenaza de von Bock, hacían posible que la tenaza de von<br />

Rundstedt penetrara hacia el Sur y los envolviera por el flanco y la retaguardia.<br />

Contrariamente a lo que el público sabía en aquellos días, los tanques franceses<br />

eran superiores en número. Sin embargo, dice el general von Bechtolsheim,<br />

combatían en forma estática y desperdiciaban así su ventaja inicial. La infantería<br />

alemana y sus secciones especializadas de lucha antitanque se encargaron de<br />

neutralizar buena parte del blindaje francés, en tanto que los tanques alemanes se<br />

infiltraban penetrando arriesgadamente en territorio enemigo. Por su parte, el arma<br />

antitanque francesa operó desde larga distancia y fracasó; le faltaban la suficiente<br />

disciplina y espíritu de sacrificio para aguardar serenamente a que los tanques<br />

alemanes se aproximaran.<br />

A los siete días de combate, en vísperas ya de cristalizar un gran triunfo, estuvo<br />

a punto de ocurrir un grave trastorno en la ofensiva alemana. El general von Kleist se<br />

presentó en la vanguardia de los tanques y sin saludar siquiera al general Guderian le<br />

echó una dura reprimenda por su impetuoso avance y le ordenó detenerse para<br />

esperar a que llegara la infantería. Von Kleist trataba así de imponer las ideas del<br />

general Halder, jefe del Estado Mayor General, quien incluso era partidario de<br />

dispersar las fuerzas acorazadas entre las divisiones de infantería.<br />

Guderian alegó que eso era derrochar la movilidad de las divisiones blindadas,<br />

protestó ante von Rundstedt y pidió ser relevado si no se continuaba el plan que ya<br />

estaba en práctica y que Hitler mismo había aprobado. Von Rundstedt lo apoyó y el<br />

avance pudo continuar. Tres días después el batallón Spitta, de la 2a. división<br />

blindada, alcanzó la costa francesa de Noyelles, después de avances diarios hasta de<br />

45 kilómetros. El envolvimiento de todas las fuerzas belgas, francesas y británicas<br />

que operaban en Bélgica se había consumado...<br />

El general francés Touchon refirió así lo ocurrido en los primeros días de lucha:<br />

«La súbita revelación surgió como una horrible sorpresa. Los hom-bres<br />

quedaron atontados, bombardeados por Stukas cuyas bombas zumbantes eran<br />

más aterradoras que destructivas. Nuestros artilleros quedaron atontados<br />

— 127 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

cuando vieron los tanques alemanes avanzar sobre los cañones que aún estaban<br />

disparando a un objetivo calculado a varios kilómetros de distancia. Los<br />

oficiales quedaron atontados cuando las Panzer súbitamente aparecieron en sus<br />

puestos de mando como primera indicación de que el frente había sido<br />

perforado».<br />

Los audaces golpes iniciales estaban así abriendo las puertas de la «blitzkrieg»<br />

al ejército alemán y las del desastre a los ejércitos francés, belga y británico.<br />

Nuevamente las imponderables fuerzas del espíritu alteraban los previsibles y lógicos<br />

resultados que auguraban las cifras de los cálculos. Nuevamente Moltke tenía razón:<br />

«En la guerra todo es incierto; cierto es sólo la voluntad y el espíritu que el estratego<br />

lleva en su propio pecho».<br />

A los cinco días de lucha —dice Churchill en sus Memorias— Reynaud le habló<br />

por teléfono. Sus arrestos bélicos se habían esfumado: «He-mos sido derrotados;<br />

hemos sido derrotados —le dijo—; hemos perdido la batalla. El frente está roto cerca<br />

de Sedán y por allí se precipitan grandes masas con tanques y carros blindados...»<br />

Reynaud pedía más ayuda a Churchill y éste a Roosevelt, como el principal alentador<br />

moral y proveedor material que era de la guerra anglo-francesa contra Alemania.<br />

Entretanto, la tenaza de von Rundstedt, con Guderian en la vanguardia,<br />

atravesaba todo el norte de Francia envolviendo a los ejércitos belga, francés y<br />

británico. La síntesis que Clausewitz había hecho de la táctica de Napoleón estaba<br />

dando sus más brillantes resultados: «marchar y combatir, combatir y marchar». Un<br />

gigantesco Cannas se iba forjando implacablemente. En la clásica batalla de Cannas<br />

(216 antes de nuestra era) Aníbal envolvió con 50,000 cartagineses a 72,000<br />

romanos y los aniquiló. En la nueva y gigantesca lucha de envolvimiento, conocida<br />

como la batalla de Flandes, 945,000 ingleses, franceses y belgas estaban siendo<br />

cercados.<br />

El general Jodl anotó en su Diario que el 20 de mayo, al llegar la noticia de que<br />

las tropas anglo-francesas habían sido envueltas en Flandes, Hitler dijo fuera de sí de<br />

alegría, que pronto podría hacer las paces con los ingleses. Creía que después de<br />

aquel descalabro aceptarían la amistad que hacía tiempo les brindaba.<br />

El 22 de mayo la tenaza de von Rundstedt llegó hasta el puerto de Boulogne, y el<br />

23 a Calais. Las divisiones blindadas de Guderian estaban a punto de cerrar la trampa<br />

de Flandes. A las tropas aliadas no les quedaba más escapatoria que el mar, por el<br />

puerto de Dunkerque, y fue allí donde ocurrió uno de los más espectaculares hechos<br />

de la guerra. Churchill proclamó como un triunfo que el ejército inglés, aunque<br />

perdiendo el equipo, hubiera salvado la vida. Lo que no se supo entonces fue que<br />

Hitler había hecho posible esa salvación en un nuevo intento para llegar a un acuerdo<br />

con Inglaterra.<br />

El historiador militar británico Liddell Hart dice que el 23 de mayo las<br />

divisiones blindadas alemanas llegaron hasta el Canal Aa, en Gravelines, a 16<br />

kilómetros de Dunkerque; el Cuerpo del general Reinhardt avanzó hasta el Canal Aire<br />

St. Omer-Gravelines, donde sólo había un batallón de los aliados. Las blindadas<br />

establecieron cabezas de puente sobre el Canal, el día 23, después de lo cual no<br />

quedaba obstáculo ninguno. Pero cuando la trampa iba a cerrarse en Dunkerque<br />

mediante un factible golpe de las panzer, llegó la orden terminante de «hacer alto».<br />

«Esta orden expedida por el Alto Mando enemigo —dice Hart— preservó al ejército<br />

británico cuando no había nada que lo salvara».<br />

Von Kleist, el comandante de las fuerzas panzer, refiere que al recibir la orden le<br />

pareció que no tenía sentido. Guderian, comandante de un Cuerpo de Ejército<br />

Blindado, agrega que protestó contra la «maldita orden», pero que ésta fue repetida.<br />

— 128 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Asimismo especifica que la orden fue recibida por él a las seis de la mañana del 21 de<br />

mayo y «quedarnos sin habla», pero no hubo más remedio que acatarla. «¡Lo hice<br />

con gran dolor de mi corazón!», refiere en sus memorias. Después de la 10a. división<br />

blindada llegó la 2a., el «Leibstandarte Adolfo Hitler», y luego otra más, todas las<br />

cuales fueron quedando ociosas y estacionadas, casi frente a Dunkerque. El general<br />

von Brauchitsch, comandante del ejército, le explicó a Guderian que la orden era de<br />

Hitler. Liddell Hart dice que el general von Thomas, que acompañaba a Guderian,<br />

divisó Dunkerque y varias veces pidió al Alto Mando permiso para avanzar, pero se lo<br />

negaron.<br />

«Los comandantes alemanes —añade Hart— tuvieron que sentarse y ver<br />

cómo los británicos se les escapaban delante de sus narices... El general Siewert,<br />

ayudante de Brauchitsch, asegura que Hitler personalmente ordenó el alto, pese<br />

a la oposición de Brauchitsch y Halder».<br />

Churchill atribuye a von Rundstedt la orden de ese extraño freno a las divisiones<br />

blindadas que podían impedir la escapatoria de los ingleses por Dunkerque, pero<br />

Liddell Hart dice que no hay evidencias históricas de tal afirmación. Por el contrario,<br />

el mismo von Rundstedt declaró que él deseaba proseguir el ataque, pero que Hitler<br />

dio órdenes específicas de cesar todo avance (orden que von Rundstedt simplemente<br />

transmitió) y sólo permitió que se utilizara la artillería como fuego de hostigamiento.<br />

Hart agrega que tampoco hay evidencia de que la defensa transitoria de Calais<br />

hubiera salvado a Dunkerque —como insinúa Churchill—, pues la división blindada<br />

alemana que atacó a Calais era sólo una de las siete que había en el área y que no<br />

tenían nada que hacer.<br />

El general Blumentritt, jefe del Estado Mayor de Rundstedt, le refirió a Liddell<br />

Hart que<br />

«La orden de Hitler tenía origen político... Al visitar el cuartel general de<br />

Rundstedt en Charleville, Hitler se encontraba de muy buen humor... Opinó que<br />

la guerra se terminaría en seis semanas. Después de haber deseado llegar a una<br />

paz razonable con Francia, el camino estaría libre para llegar a un acuerdo con<br />

la Gran Bretaña. Luego nos sorprendió —sigue diciendo el general Blumentritt—<br />

, al expresarse con admiración del Imperio Británico, de la necesidad de su<br />

existencia y de la civilización que la Gran Bretaña había introducido al mundo...<br />

Comparó el Imperio Británico con la Iglesia Católica diciendo que ambos eran<br />

elementos esenciales para la estabilidad del mundo. Dijo que todo lo que quería<br />

de Inglaterra era que reconociera la posición de Alemania en el Continente... y<br />

que hasta apoyaría a la Gran Bretaña si ésta se viera envuelta en dificultades...<br />

Concluyó que sus miras eran las de hacer la paz con Gran Bretaña sobre una<br />

base que ella considerara aceptable y compatible con su honor».<br />

Blumentritt dedujo que Hitler no quería enardecer más al pueblo británico.<br />

Dejando escapar a las tropas expedicionarias actuaba conforme a su viejo anhelo de<br />

lograr que Alemania y la Gran Bretaña llegaran a ser amigas. «Su indiferencia hacia<br />

la posibilidad de invadir Inglaterra —añade el mismo general alemán— comprobaba<br />

lo anterior» .<br />

Hitler fue partidario de audaces planes militares y esto le causó frecuentemente<br />

dificultades con su Estado Mayor General. Al ordenar el «alto» frente a Dunkerque<br />

parecía que de súbito se había vuelto torpemente cauteloso. La explicación de ese<br />

aparente absurdo es que no procedía entonces por razones militares, sino políticas, y<br />

— 129 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

una vez más creyó que evitando el enardecimiento de los ánimos en Inglaterra sería<br />

posible que se aceptara un nuevo ofrecimiento de paz que ya tenía en mente.<br />

Entre tanto, Churchill había ido a París el 22 de mayo a gestionar que la lucha<br />

prosiguiera, pese a la evacuación inglesa de Dunkerque, y para asegurar la<br />

escapatoria de su derrotado ejército utilizó a las tropas belgas y francesas en las líneas<br />

de retaguardia. Reynaud advirtió esa maniobra impropia de un aliado y se lo<br />

reconvino a Churchill el 24 de mayo, echándole en cara que por una parte había<br />

prometido desarrollar una acción conjunta y por la otra estaba retirando a las tropas<br />

inglesas hacia Dunkerque, en vez de participar en un contraataque de los franceses<br />

para romper el cerco alemán.<br />

Pero Churchill se mantuvo inflexible y la retirada de las maltrechas fuerzas<br />

británicas siguió adelante. El ejército belga, al igual que el francés, se vio también<br />

abandonado por los ingleses. Había hecho un esfuerzo tan grande que los soldados<br />

belgas se dormían sobre sus cañones en medio de la batalla, y el rey Leopoldo<br />

consideró injusto seguir llevando casi todo el peso de la lucha y el 26 de mayo<br />

comunicó a sus aliados que el límite de la resistencia belga estaba llegando a su fin.<br />

Sin embargo, no recibió ninguna ayuda. Al siguiente día advirtió a los anglofranceses:<br />

«El ejército belga ha cumplido su misión. Sus unidades son incapaces de<br />

volver mañana al combate. La retirada hacia Yser no puede ser porque<br />

contribuiría a congestionar el espacio que ocupan las fuerzas aliadas, ya<br />

mortalmente cercadas entre Yser, Calais y Cassell».<br />

El día 28 el rey Leopoldo capituló junto con sus tropas. Entonces Reynaud y<br />

Churchill cometieron la ingratitud de acusarlo de traición, y el monopolio de la<br />

propaganda internacional hizo un coro gigantesco a esa calumnia.<br />

En la evacuación de Dunkerque se emplearon 850 barcos, de los cuales 700<br />

eran ingleses. Churchill admitió que 230 fueron hundidos y 43 averiados.<br />

«En Dunkerque —dice en sus Memorias— se perdió todo el equipo del<br />

ejército inglés: 7,000 toneladas de municiones, 90,000 rifles, 120,000<br />

vehículos, 8,000 cañones y 400 armas antitanque».<br />

Prácticamente sólo la aviación alemana intervino en operaciones de acoso sobre<br />

las playas e impidió que las tropas británicas se llevaran su equipo bélico. Es tan<br />

evidente que Hitler no quiso violentar más al pueblo británico aniquilándole o<br />

capturándole a sus tropas expedicionarias, que el general inglés Desmond Young<br />

aporta el siguiente testimonio en su libro «Rommel».<br />

«Speidel era jefe de la sección primera del 9o. Cuerpo en Dunkerque y confirma<br />

que fue la orden de Hitler la que evitó que von Bock usara los dos cuerpos blindados<br />

de Guderian y de von Kleist contra los ingleses que se embarcaban. Si hubieran sido<br />

usados, ni un solo soldado inglés hubiera podido salir de las costas de Francia».<br />

Otro valioso testimonio al respecto es el del Teniente Coronel francés De Cossé<br />

Brissac, quien afirma:<br />

«Hitler, especialmente, cometió el grave error de detener súbitamente la<br />

acción de las fuerzas blindadas alemanas contra la cabeza de puente aliada, que<br />

se hallaba debilitada en extremo».<br />

Por último, el capitán inglés Liddell Hart concluye:<br />

— 130 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

«La escapada del ejército británico en Francia ha sido frecuentemente<br />

llamada el milagro de Dunkerque... Aquellos que lograron escapar, muy a<br />

menudo se preguntan cómo es que pudieron arreglárselas para haberlo<br />

conseguido. La respuesta es que la intervención de Hitler fue lo que los salvó<br />

cuando no había nada que fuera posible que los salvara. Una orden repentina<br />

detuvo a las fuerzas blindadas exactamente cuando éstas se encontraban a la<br />

vista de Dunkerque».<br />

La salida de 338,226 soldados británicos terminó el 4 de junio (1940). Ese día<br />

un recuento parcial alemán hacía ascender los prisioneros franceses y belgas a<br />

330,000 y el Alto Mando anunció: «La gran batalla de Flandes y del Artoís ha<br />

terminado. Será inscrita en la historia de la guerra como la más grande batalla de<br />

aniquilamiento hasta la fecha».<br />

Y mientras esa batalla tocaba a su fin, Francia echaba mano de todas sus<br />

reservas para improvisar un nuevo frente a lo largo del río Somme. Reynaud pidió<br />

ayuda a su aliado Churchill y éste repuso que cinco escuadrillas de caza (135 aviones)<br />

«volando continuamente, era todo lo que podía hacer». La situación se había<br />

agravado para Francia con la pérdida de 370,000 de sus soldados, muertos o<br />

capturados en la batalla de Flandes, y con la retirada hacia Inglaterra de las doce<br />

divisiones británicas (180,000 hombres), y todos sus servicios hasta totalizar<br />

338,000.<br />

La segunda gran batalla, la del Río Somme, se inició la madrugada del 5 de junio<br />

con la siguiente proclama de Hitler a sus tropas:<br />

«¡Soldados!, muchos de ustedes han sellado su lealtad con la vida. Otros<br />

han resultado heridos. Los corazones del pueblo, con profunda gratitud, están<br />

con ellos y con ustedes. Los gobernantes plutocráticos de Inglaterra y de Francia<br />

que han jurado por todos los medios impedir el florecimiento de un mundo<br />

mejor, desean la continuación de la guerra. Su deseo se realizará. ¡Soldados! En<br />

este día el frente occidental vuelve a marchar. Toda Alemania está de nuevo con<br />

ustedes. Por esto ordeno que durante ocho días ondeen en toda Alemania las<br />

banderas. Esto debe constituir un homenaje en honor de nuestros soldados.<br />

Ordeno además que durante tres días repiquen las campanas. Que su eco se una<br />

a las oraciones con las cuales el pueblo alemán deberá desde ahora acompañar a<br />

sus hijos, pues hoy por la mañana las divisiones alemanas y las escuadrillas<br />

aéreas han reanudado la batalla por la libertad y el futuro de nuestro pueblo».<br />

En ese mismo frente Hitler había combatido como cabo 24 años antes y había<br />

caído herido. Ahora era el jefe absoluto de Alemania y quizá muchas veces recordó los<br />

combates de septiembre de 1916, que relató como «monstruosas batallas de material,<br />

cuya impresión difícilmente se puede describir; aquello era más infierno que guerra».<br />

La historia se repetía en junio de 1940 y la batalla era más monstruosa aún. Pero así<br />

como ardía con mayor fuerza, más pronto llegaba a su fin; era la «blitzkrieg», guerra<br />

relámpago, que Hitler había pedido a sus generales basándose en los estudios de von<br />

Moltke, de Schlieffen y de Ludendorff.<br />

En medio de un sofocante calor y espesas polvaredas, a 112 kilómetros al Norte<br />

de París, dos millones de combatientes eran confusamente movidos por sus estados<br />

mayores que anhelosamente buscaban la victoria. El generalísimo francés Máxime<br />

Weygand sustituyó a Gamelin y el 7 de junio decía patéticamente a sus tropas: «El<br />

— 131 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

futuro de Francia depende de la tenacidad de ustedes... ¡Afiáncense con firmeza al<br />

suelo de Francia!»<br />

Pero mayor era aún la firmeza de los atacantes. El Alto Mando Alemán anunció<br />

poco después: «La línea Weygand fue rota en toda su extensión y profundidad». Era<br />

ésta la alborada de la victoria. División tras división se precipitó entonces por las<br />

brechas hacia el corazón de Francia.<br />

Reynaud (Primer Ministro de Francia) había telefoneado el 5 de junio a<br />

Roosevelt para pedirle premiosamente más cañones y aeroplanos. Aunque Roosevelt<br />

carecía de facultades para hacer que Estados Unidos interviniera en una guerra ajena,<br />

ordenó que le fueran enviados. El consejo supremo del Rito Escocés acababa de<br />

reunirse en Washington (31 de mayo) y había acordado que el país debería intervenir<br />

cuanto antes en la guerra. Y el 10 de junio, en un esfuerzo desesperado por apuntalar<br />

el frente antigermano, Roosevelt exhortó a los franceses a desplegar «un valeroso<br />

esfuerzo» y prometió: «Pondremos a la disposición de los enemigos de la violencia las<br />

fuentes de ayuda material de esta nación y activaremos al mismo tiempo los recursos<br />

de estas fuentes».<br />

Ese mismo día Weygand volvió a exhortar a sus tropas<br />

«para que no solamente desplieguen más valor, sino la más obstinada<br />

resistencia, iniciativa y espíritu de lucha de que son capaces. El enemigo ha<br />

sufrido fuertes pérdidas; pronto habrá de terminar su esfuerzo. Hemos llegado<br />

al último cuarto de hora. ¡Sosténganse!»<br />

El día 13 Roosevelt volvió a intervenir y cablegrafió a Reynaud que:<br />

«mientras los gobiernos aliados continúen resistiendo, este gobierno redoblará<br />

sus esfuerzos para mandarles aeroplanos, artillería y municiones».<br />

Pero al día siguiente cayó París.<br />

(Rota la Línea Weygand, la infantería alemana se precipitó por las brechas...<br />

Entre tanto, el comandante francés decía a sus tropas: «Hemos llegado al último<br />

cuarto de hora. ¡Sosténganse!»)<br />

El desmoronamiento de Francia era ya incontenible. La batalla iniciada el día 5<br />

en el río Somme degeneraba ya el día 15 en una general persecución. Tan sólo una<br />

división blindada alemana, la 7a. de Rommel, capturó 97,000 prisioneros, incluyendo<br />

un comandante de Cuerpo de Ejército y 4 comandantes de división, y destruyó y<br />

capturó 456 tanques y 4,400 vehículos.<br />

Reynaud fue depuesto y sustituido por el Mariscal Petain, quien el día 20<br />

anunció qué había solicitado el armisticio por conducto de España<br />

«porque la situación militar no respondía a nuestras esperanzas después del<br />

fracaso sufrido en las líneas sobre los ríos Somme y Aisne... Saquemos la lección<br />

de la batalla perdida —añadió—. Desde el comienzo de la guerra la tendencia a<br />

divertirse era mayor que la disposición para el sacrificio. Se quiso evitar<br />

cualquier esfuerzo. Hoy tenemos la desgracia. Estuve con ustedes en los días de<br />

gloria y permaneceré con ustedes también en estos días funestos».<br />

— 132 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Petain estaba así coincidiendo con un augurio del filósofo Scnubart, quien años<br />

antes de la guerra había dicho que el pueblo francés se hallaba en peligro por su<br />

inclinación a los placeres temporales: «Quien no quiere más que gozar de la vida no<br />

triunfará de ella». Sin embargo, otro importante factor que debilitó también la<br />

resistencia fue que a los franceses se les empujó a una guerra no deseada. La<br />

enemistad entre Hitler y Stalin, y el forcejeo del primero por abrirse paso a través de<br />

Polonia, era un asunto lejano que en nada afectaba la integridad de Francia.<br />

Churchill y Roosevelt se esforzaban por convencer a Petain para que<br />

abandonara al pueblo a su suerte, se trasladara a África y continuara la lucha. Pero<br />

Petain no se dejó persuadir «Si no he podido ser su espada —dijo a los suyos—, seré<br />

su escudo», y se quedó con ellos a procurar que las condiciones del armisticio fueran<br />

lo más benignas posible. Consiguió muchísimo para su pueblo, pero este rasgo no se<br />

lo perdonaron jamás los estadistas de Occidente. Ciertamente la guerra no se había<br />

iniciado atendiendo a los intereses del pueblo francés, y quien se detuviera a<br />

reflexionar en ellos traicionaba automáticamente la secreta causa internacional.<br />

Posteriormente Petain iba a pagar con prisión perpetua su lealtad al pueblo francés y<br />

su temporal deslealtad a las miras internacionales de la guerra.<br />

La aventura bélica a la cual fue lanzada Francia a fin de evitar que Alemania se<br />

abriera paso a través de Polonia para su lucha contra la URSS, se epilogó en el<br />

armisticio firmado en el bosque de Compiegne, en el mismo carro de ferrocarril<br />

donde 22 años antes Inglaterra, Francia y Estados Unidos habían dictado el<br />

armisticio a Alemania. Hitler estuvo presente en la ceremonia cuando fueron<br />

recibidos los representantes franceses encabezados por el general Huntziger.<br />

Contrastando con la ceremonia del armisticio de 1918, en la cual los representantes<br />

alemanes saludaron y no obtuvieron respuesta, ni ninguno de los presentes se puso<br />

de pie para recibirlos, Hitler sí se paró al entrar la delegación francesa. Hicieron lo<br />

mismo el general Keitel, jefe del Alto Mando Alemán, y el general Brauchitsch,<br />

comandante del ejército. A continuación se dio lectura a una declaración a nombre<br />

del Fuehrer, en que se hacía constar que Francia había presentado una resistencia<br />

heroica y que «por lo tanto, Alemania no tiene la intención de dar a las condiciones<br />

del armisticio o a las negociaciones sobre dicho armisticio rasgos de insultos frente a<br />

un adversario tan valiente». Se agregaba que el único propósito de Alemania era<br />

terminar el conflicto con la Gran Bretaña y restablecer la paz en Europa.<br />

Después de esos conceptos que abrían a Francia las puertas de la reconciliación,<br />

Alemania habló con hechos y por tanto en las condiciones del armisticio no pidió<br />

territorio francés, ni colonias francesas y ni siquiera la flota francesa. La condición<br />

más dura, pero ineludible, consistía en ocupar temporalmente la costa de Francia,<br />

mientras se resolvía la guerra con el Imperio Británico. No ocuparla habría equivalido<br />

a dejar las puertas abiertas para que los ingleses regresaran.<br />

Contrastando también con el armisticio de la primera guerra, se permitió a la<br />

delegación francesa que se comunicara telefónicamente con su gobierno. Veintidós<br />

años antes se había puesto a los representantes alemanes en la disyuntiva de<br />

contestar «sí» o «no» a las condiciones, sin opción de consultar.<br />

Con todas estas diferencias, en momentos en que los vencedores podían haber<br />

hecho gala de altanería y venganza, Hitler estaba demostrando una vez más que no<br />

abrigaba ningún sentimiento de enemistad hacia los países occidentales. Las<br />

negociaciones del armisticio, que estuvieron muy lejos de ser una democrática<br />

«rendición incondicional», terminaron el 22 de junio y las hostilidades cesaron a la<br />

1.35 del día 24. La ceremonia final se desarrolló de la siguiente manera:<br />

«En todas las caras se refleja la seriedad y la grandeza de esta hora. Los<br />

— 133 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

delegados franceses con dificultad logran disimular su intensa emoción. Han venido<br />

como soldados a Compiegne para recibir las condiciones del armisticio. Ahora deben<br />

declarar si Francia depone o no las armas. En el salón donde se llevan a cabo las<br />

negociaciones no se oye el menor ruido. Todos miran hacia Huntziger, quien preside<br />

la delegación francesa, y que ahora, frente al coronel general Keitel, declara: 'al poner<br />

la firma la delegación francesa, por orden del gobierno francés, al pacto del<br />

Armisticio, los plenipotenciarios franceses consideran necesario hacer la siguiente<br />

declaración: Bajo el imperativo del destino forjado por las armas, que obliga a<br />

Francia a abandonar la lucha en la cual se encontraba inmiscuida al lado de su aliada,<br />

Francia ve que le han sido impuestas rigurosas demandas en condiciones tales que<br />

aumentan considerablemente el peso de éstas. Francia tiene el derecho a esperar que<br />

en las futuras negociaciones Alemania se dejará guiar de un espíritu que haga posible<br />

a los dos grandes pueblos vecinos el vivir y trabajar en paz. El presidente de la<br />

delegación alemana, como soldado, comprenderá muy bien la amarga hora y el<br />

doloroso destino que a Francia le esperan'.»<br />

El coronel general Keitel (jefe del Alto Mando Alemán) contestó:<br />

«Confirmo la declaración recibida aquí respecto a la disposición de firmar el<br />

armisticio por orden del gobierno francés. A las declaraciones que el señor general ha<br />

agregado, solamente puedo dar la contestación de que también es honroso para un<br />

vencedor el honrar al vencido en la forma que le corresponde».<br />

A continuación Keitel rogó a todos los delegados que se pusieran de pie en<br />

honor de los caídos, mientras decía:<br />

«Todos los miembros de las delegaciones francesa y alemana que se han puesto<br />

de pie, cumplen en este momento con el deber que el valiente soldado alemán y el<br />

francés han merecido. A todos los que han derramado su sangre y que han sufrido<br />

por la patria, les rendimos honores al ponernos de pie».<br />

El Dr. Paul Schmidt, Jefe de Intérpretes de la Wihelmstrasse, reveló<br />

posteriormente:<br />

"Después de la firma del armisticio, sólo Keitel, Huntziger y yo<br />

permanecimos en el histórico carro. Keitel dijo entonces al general francés<br />

Huntziger: 'No quiero dejar, como soldado, de expresarle a usted mi simpatía<br />

por el triste momento que como francés, ha experimentado usted. Su pena<br />

puede aliviarse ante el convencimiento de que los soldados franceses lucharon<br />

valerosamente, según yo deseo expresamente manifestarle'. El alemán y el<br />

francés estaban de píe, silenciosos; ambos tenían los ojos llenos de lágrimas.<br />

'Usted, general —añadió Keitel—, ha representado los intereses de su patria con<br />

gran dignidad en estas difíciles negociaciones', y le dio a Huntziger un apretón<br />

de manos».<br />

Era aquella una paz entre soldados...<br />

Muy ajeno estaba Keitel de imaginar que cuando cinco años más tarde la suerte<br />

lo colocara en el lugar del vencido, no habría para él ningún rasgo de caballerosidad.<br />

La «democrática» rendición incondicional, la horca y la dispersión de sus cenizas era<br />

el fin que le esperaba<br />

Tras la rendición, a Francia se le permitió conservar su flota y sus instituciones<br />

gubernamentales. Sus archivos, su historia, sus métodos escolares, sus relaciones<br />

diplomáticas, no fueron interferidos. Paradójicamente, en la desventura de su<br />

capitulación tuvo más que sentir de sus aliados que de sus vencedores. Por ejemplo, a<br />

medida que la batalla de Francia iba siendo ganada por los alemanes, la propaganda<br />

internacional fue forzando más sus métodos para desfigurar la verdad. Al iniciarse la<br />

— 134 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

ofensiva alemana el 10 de mayo, esa propaganda dijo que los nazis arrojaban<br />

paracaidistas disfrazados de sacerdotes y monjes y que sus éxitos se debían al<br />

increíble número de traidores y quintacolumnistas. Numerosas publicaciones<br />

militares francesas y el historiador británico Hart, niegan enfáticamente esos<br />

embustes.<br />

Cuando tales infundios fueron ya insostenibles y el avance alemán proseguía, la<br />

propaganda dijo que los nazis utilizaban 8,000 tanques y que superaban<br />

numéricamente a los franceses. La revista francesa «Illustration» y el teniente<br />

coronel De Cossé Brissac («La Campaña de Francia»), niegan rotundamente esa<br />

afirmación. Coincidiendo con los anteriores, la «Revue Historique de l'Armée», dice<br />

que el tanque francés «Somua» era más poderoso que el Panzer III de los alemanes,<br />

pero que éstos tuvieron «mejores planes de fuego, de maniobra y de transmisiones, y<br />

sus tripulantes iban imbuidos de mejor espíritu de lucha».<br />

Después de prolijas investigaciones históricas el capitán inglés Liddell Hart<br />

confirma todo lo anterior y añade en su libro «La Defensa de Europa»:<br />

«No es cierto que Hitler obtuvo la victoria porque contaba con fuerzas<br />

abrumadoramente superiores. De hecho, Alemania no movilizó tantos hombres<br />

como sus oponentes... Lo que decidió la contienda fueron las rápidas<br />

embestidas de sólo 10 divisiones blindadas escogidas —el 8% del Ejército—<br />

antes de entrar en acción el grueso de las fuerzas.<br />

»Tampoco tenía el ejército alemán mucho mayor número de tanques que<br />

los aliados, como la gente creía en aquella época... Alemania empleó sólo 2,800<br />

tanques en la fase inicial y decisiva de la invasión. Ahora bien, los empleó de la<br />

manera más provechosa posible».<br />

La división blindada (panzer) era una afinada amalgama de todas las armas. Su<br />

gran potencia de fuego, su extraordinaria movilidad, su cuidadosa coordinación<br />

mediante centenares de radiotransmisiones y el espíritu combativo de sus integrantes<br />

la hacían terriblemente eficaz para perforar defensas y penetrar hasta la retaguardia<br />

enemiga. Cada división blindada (participaron 10 en la ofensiva contra Francia)<br />

constaba de un regimiento acorazado de 220 tanques, un regimiento de fusileros<br />

motorizados, un batallón de motociclistas, un regimiento de artillería motorizada, un<br />

batallón acorazado de reconocimiento, un batallón antitanque, un batallón de<br />

ingenieros, un batallón de transmisiones, un batallón motorizado de artillería<br />

antiaérea y una escuadrilla de reconocimiento aéreo. Las panzer, en combinación con<br />

los aviones de vuelo picado, formaban la espina dorsal de la «blitzkrieg».<br />

Contra los 2,800 tanques alemanes lanzados en la campaña de Francia, el<br />

ejército francés enfrentaba 2,361 tanques modernos y 600 antiguos y disponía de 584<br />

más en la reserva, según recopilaciones hechas por el teniente coronel Gonzalo D. de<br />

la Lastra, del ejército español. Este dato lo comprueban indirectamente las<br />

autorizadas publicaciones francesas «La Revista de Defensa Nacional» y la «Revue<br />

Historique de l'Armée», las cuales revelaron que según los archivos oficiales<br />

franceses no existía superioridad de tanques alemanes. Las dos revistas afirman que<br />

los efectivos eran más o menos iguales por parte de los alemanes y los franceses.<br />

Añadiendo los tanques ingleses y belgas, las fuerzas blindadas aliadas eran<br />

numéricamente superiores.<br />

Las cantidades de aviones también fueron escandalosamente exageradas. La<br />

Luftwaffe apenas igualaba en número a las aviaciones combinadas de Inglaterra,<br />

Francia, Holanda y Bélgica (alrededor de 3,000 aparatos de cada bando), si bien las<br />

superaba en algunos aspectos de calidad, organización y espíritu de combate.<br />

— 135 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Por último, cuando Francia se desplomó y se hizo patente que 100 divisiones<br />

alemanas habían derrotado y eliminado como fuerza combatien-te a 155 divisiones<br />

aliadas, la propaganda realizó un supremo esfuerzo para oscurecer y empequeñecer<br />

este triunfo a fin de no desmoralizar a otros pueblos que a su turno deberían ser<br />

lanzados también a la contienda. En esa tarea para deformar la verdad, la<br />

propaganda no se detuvo en arrojar lodo sobre Francia atribuyéndole toda la<br />

responsabilidad del desastre. Y así fue como el 18 de junio Churchiíl culpó de la<br />

derrota a los franceses y dijo —porque a posteriori es muy fácil prescribir remedios ya<br />

imposibles— que debían haber ordenado una retirada al ser roto el frente de Sedán.<br />

El Alto Comisionado de Propaganda de Francia, Jean Prevost, refutó el 25 de<br />

ese mes:<br />

«Pedimos a nuestros amigos de América que traten de comprender bien<br />

toda la tristeza inmensa de Francia... Quisiéramos que nuestros amigos ingleses<br />

respetasen nuestro dolor e hiciesen su propio examen de conciencia... Los<br />

gobiernos de Daladier y de Reynaud no cejaron en su empeño de demostrar al<br />

gobierno de la Gran Bretaña la dificultad que teníamos en mantener sobre las<br />

armas hombres de 48 años de edad, mientras que Inglaterra no llamaba<br />

siquiera a sus jóvenes de 26 años».<br />

Churchill guardó silencio ante esa fundada réplica. En cambio, ordenó que la<br />

flota británica del Mediterráneo se acercara sigilosamente a la base de Mers-el-Kevir,<br />

en África, y cañoneara por sorpresa a la flota francesa, que había sido respetada por<br />

Hitler. Los marinos franceses no tuvieron siquiera oportunidad de defenderse,<br />

anclados como se hallaban, y mil de ellos perecieron. Churchill pudo entonces<br />

vanagloriarse de esta hazaña de guerra.<br />

Ahí se tenía a la Inglaterra, escribió,<br />

«descargando implacable un tremendo golpe contra sus más queridos amigos<br />

de ayer y asegurándose así el indiscutible dominio de los mares. Se hizo patente<br />

para todos que el Gabinete de Guerra de la Gran Bretaña nada temía, ni se<br />

detenía ante nada».<br />

En el juego de la política internacional —manejada por el movimiento político<br />

judío— el pueblo francés era ya un limón a medio exprimir. Sus antiguos aliados le<br />

volvieron la espalda con desdén. De cada cuatro franceses movilizados para la guerra,<br />

uno había caído en la batalla o había sido capturado. Esta proporción parecía<br />

insignificante a los antiguos aliados de Francia, por lo cual no cesaban de<br />

recriminarla.<br />

Al sangriento precio de 70,000 muertos y 318,000 heridos, el Ejército Francés<br />

había ocasionado al Ejército Alemán 156,465 bajas (27,047 muertos, 18,384<br />

desaparecidos y 111,034 heridos). Pero esto no se le tomaba en cuenta a Francia<br />

porque había desoído la consigna internacional y pactado el armisticio.<br />

No tardarían en buscarse conductos ocultos para aprovechar los recursos<br />

franceses que habían quedado en pie. La defensa del marxismo demandaba esfuerzos<br />

incesantes en todos los confines de Europa.<br />

mmmmmmmmmmmm<br />

— 136 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

Entrevista a Salvador Borrego<br />

ENTREVISTA A SALVADOR BORREGO<br />

Todos los Nacionalsocialistas que han luchado en sudamérica, y todos<br />

los que luchamos en los años 60 y 70, conocemos bien a Salvador<br />

Borrego, cuyos libros y palabras fueron en aquellos años iniciales de la<br />

postguerra los únicos que teniamos, gracias a ser editados en castellano<br />

desde México.<br />

Junto a Joaquín Bochaca han sido los dos propagadores máximos de<br />

la História Oculta, de la ‘otra versión’, en los momentos en que nadie aun<br />

se atrevía a hablar.<br />

Esta entrevista ha sido remitida por los camaradas NS mexicanos, a<br />

los que agradecemos esta gentileza.<br />

Pregunta: Este libro titulado Derrota Mundial es muy polémico,<br />

particularmente polémico. Para formar un juicio exacto ¿cual fué el movil<br />

que tuvo usted para escribirlo?<br />

Salvador Borrego: Pues únicamente aportar una versión diferente a la<br />

propaganda en boga, ya que en todo conflicto de grandes proporciones<br />

como fue la 2GM los dos bandos utilizan la propaganda como una de sus<br />

armas mas eficaces.Yo quise hacer una crónica sin el manto de la<br />

propaganda.<br />

P: ¿Usted considera que había propaganda en favor de las potencias<br />

aliadas? ¿Y del eje nazi-fascista? ¿pero como fue que la identificó?<br />

SB-- Vea usted, yo trabajaba en el diario Ultimas noticias de<br />

Excelsior, que empezaba a circular a las tres. A las dos de la tarde, hora<br />

del cierre de la edición, eran las nueve de la noche en Europa. De ese<br />

modo casi toda la información del dia se recibía ámpliamente en Ultimas<br />

noticias.<br />

Por un motivo u otro yo leía gran cantidad de mensajes, era parte de<br />

mi trabajo, tanto los que se publicaban como los que no tenían ya cabida,<br />

así fuí siguiendo el curso de los acontecimientos día a día desde antes de<br />

que la guerra empezara, y cada vez se iba haciendo más evidente que<br />

habían contradicciones entre los planteamientos de uno y otro bando.<br />

Surgía pues la pregunta: ¿cual es la verdad? o bien ¿que grado de verdad<br />

hay en esta versión y en su contraria?<br />

P: Posiblemente usted ya tenía en ese momento alguna opinión que<br />

— 137 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

se inclinara hacia una u otra versión.<br />

SB: Pues no. Prácticamente yo era neutral. Hasta podría decir que los<br />

discursos del presidente Roosevelt y todo lo que de ellos se derivaba eran<br />

más centrados,mas serenos que los de Hitler o Goebbels. Los mensajes<br />

originados en Berlín hablaban a veces de un pretendido entendimiento<br />

entre el bolchevismo de la URSS y las plutocracias -así las llamaban- de<br />

las potencias aliadas. Y algo más. Decían que ese pretendido<br />

entendimiento tenía por meta final el dominio del mundo. Eso me sonaba<br />

a fantasía.<br />

P: ¿Entonces como fué perfilandose en usted la tesis que maneja en<br />

su libro y que precísamente se refiere a un propósito de instaurar un<br />

gobierno mundial?<br />

SB: Una serie de detalles me fueron dando, muy graduálmente, la<br />

impresión de que las potencias aliadas se empeñaban en ocultar algo. Es<br />

muy natural que la propaganda exalte las propias virtudes, así se hace en<br />

la mercadotecnia. Pero si se trata de informar al público y precisamente<br />

se hacía tanto hincapié en la objetividad y la verdad, ¿porqué se iba<br />

acentuando la presión para ocultar hechos?.<br />

P: ¿Habla usted de presión sobre los medios de comunicación?<br />

SB--Naturalmente, enumerar detalles de presión sería largo y<br />

cansado, pero vea usted un ejemplo:<br />

Después de ocho meses de que Inglaterra y Francia declararan la<br />

guerra a Alemania, después de que en ese tiempo se estuvieron<br />

concentrando ejércitos para iniciar su ofensiva, Alemania se les adelantó y<br />

atacó el 10 de Mayo de 1940. La pequeña línea Maginot fue rota y<br />

empezaron a ser dominadas las líneas anglo-francesas, ocurría entonces<br />

que en México se había formado un grupo de anunciantes encabezado por<br />

el señor Jackes Sustel que amenazaron la Cas Excelsior con retirar su<br />

publicidad porque, según decían ellos,se estaba favoreciendo a los nazis.<br />

El golpe iba primero contra Ultimas noticias por ser el que publicaba<br />

primero los sucesos de Europa, dado que a las dos de la tarde, como ya le<br />

expliqué antes, ya se tenía información de todo lo ocurrido allá hasta las<br />

nueve de la noche (hora europea). El director del periódico, Don Miguel<br />

Ordorica, le pidió al señor Sustel que pasara a la redacción toda una<br />

mañana para que viera objetívamente como se hacía el diario. El señor<br />

Sustel aceptó, consecuentemente se le fueron mostrando los mensajes<br />

que llegaban de la Associated Press con matriz de Nueva York. La<br />

pequeña Maginot acababa de ser perforada en Sedan y empezaban a caer<br />

en poder de los alemanes algunas posiciones del norte de Francia. El<br />

señor Ordorica le dijo al señor Sustel: Usted en su almacén comercial<br />

exhibe en sus aparadores la mercancía que más llama la atención de sus<br />

compradores. Nosotros en el periódico hacemos lo mismo. Las noticias<br />

más importantes van en primera plana, si lo merecen incluso se ponen a<br />

ocho columnas, y agregó, más o menos: La guerra no se gana en Mexico,<br />

sino en Europa.<br />

Sin embargo el grupo de anunciantes fue cancelando su publicidad<br />

— 138 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

para ahogar al periódico. El director, el señor Ordorica, tuvo que ser<br />

retirado.Lo que se pretendía en suma era que se manipulara la<br />

información para que el lector no se enterara o se enterara a medias de lo<br />

que estaba sucediendo.<br />

P: Bueno, pero ese fue un caso.<br />

SB: Si, pero hubo muchos que en conjunto configuraban la intencion<br />

de que unicamente se conociera una versión hasta en los hechos más<br />

relevantes. Otro ejemplo, antes de que la guerra empezara, el Papa Pio<br />

XII consideraba que todavia se podia evitar la hecatombe y encargó a sus<br />

diversos nuncios que hicieran sondeos en Berlín, Roma, Polonia, Paris,<br />

Londres, con este propósito. Mussolini y Hitler contestaron que estaban<br />

dispuestos a negociar en una junta cumbre de los cinco paises. París dijo<br />

que la gestión papal era totalmente inoportuna, Londres y Varsovia se<br />

negaron, pues bien, esto se minimizó en los mensajes por parte de las<br />

agencias de Nueva York, o sea la Asociate Press y la Unite Press,<br />

continuaba presentandose el cuadro de que de un lado estaban los buenos<br />

y del otro los villanos.<br />

P: ¿Pero ocurrieron otros hechos semejantes y en todos los medios<br />

informativos?<br />

SB: Sí, si ocurrieron. Cuando las fuerzas aliadas fueron derrotadas en<br />

Noruega, muy al principio de la guerra, y retrocedian hacia el mar para<br />

regresar a Inglaterra, un diario tuvo temor de informarlo así claramente y<br />

dio la noticia de este modo; decía el encabezado ¡Los aliados avanzan<br />

hacia el mar! . Y es que la presiòn del grupo de anunciantes, encabezados<br />

por extranjeros, hacía que los diarios se autocensuraran, que de un modo<br />

o de otro ocultaban o deformaban lo que estaba sucediendo . Aunque no<br />

se podía ocultar del todo el sol con los diez dedos de la mano.<br />

P:º Entonces no había televisión y ¿Que ocurria con la radio?.<br />

SB: Lo mismo que con los periódicos, ¡y luego hasta fué peor!, pues<br />

gobernación envió a un funcionario a la X.E.W. para que censurara los<br />

noticieros. Yo lo vi de cerca ya que yo hacia los textos para los noticieros<br />

de las 7:45 y de las 10:45 de la noche, el 90% ó 95% de lo internacional<br />

debía de ser cubierto con la versión de un bando, y el resto, y a veces<br />

menos, lo del bando contrario. Una librería fué clausurada por vender<br />

cientos de libros y revistas alemanas, en fin, todo iba indicando que no<br />

debía haber objetividad en la informaciòn. ¿Quién, que quisiera hacer una<br />

crónica de la II GM no hubiera pensado en aquel entonces que era<br />

indispensable cruzar las nubes de la propaganda para acercarse a la<br />

verdad histórica?<br />

¿Quièn, que intentara comentar la II GM no se sentía inclinado a<br />

hurgar más en datos històricos , sociológicos, raciales, religiosos,<br />

económicos. etc..., para explicarse mejor los grandes acontecimientos que<br />

se venian sucediendo?<br />

P: Entonces con lo que nos ha dicho ¿Llegó usted a conclusiones?<br />

— 139 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

SB-- No. De ninguna manera. En cuatro o cinco preguntas y<br />

respuestas no se puede exponer todo un proceso de muchos años, tardé<br />

practicamente quince años en ir recolectando y clasificando datos y en ir<br />

investigando en diversas disciplinas, o sea de 1936 a 1951, luego me llevó<br />

dos años escribir y reescribir la primera edición de Derrota Mundial, que se<br />

publicó en Diciembre de 1953.<br />

P: Se habla internacionalmente de una corriente Revisionista de la<br />

Historia, y se dice que usted fué uno de los primeros o el primer<br />

revisionista. ¿ Así es?.<br />

SB: Pues ya seria entrar en muchos detalles y esta plática se<br />

alargaría, en realidad ha habido muchos que desde muy diversos puntos<br />

de observación han escrito sobre la II GM y han coincidido conmigo, sin<br />

que nos conozcamos.<br />

P: ¿ Como quienes ?<br />

SB: Pues ahí tiene usted al historiador militar Ingles Little Hard, al<br />

escritor Español Joaquín Bochaca, al Mayor General Fuller, a David Irving,<br />

al padre Menville, Argentino, a Mauricio Carlavilla, historiador, al Belga<br />

León Degrelle, a Saint Paul de Francia, al Doctor Dimitri Constantinov,<br />

combatiente Ruso, y a otros muchos que ahora no puedo recordar pero<br />

que no son ni nazis ni fascistas.<br />

P: Pero los libros de esos autores son poco conocidos. Rapidamente<br />

desaparecen del mercado.<br />

SB: Así es, y ¿sabe usted por qué es asó?. Porque existe una llamada<br />

liga Anti-difamación que se encarga de evitar que circulen todos los<br />

testimonios que no son favorables para el grupo que desde Moscú,<br />

Washington y Nueva York dirigieron la II GM. En realidad esa guerra fue<br />

una de tantas batallas, enorme, si, pero no el fin de la lucha. La lucha<br />

continua y la propaganda también continua. Puede decirse que la guerra<br />

prosigue ahora con otras tácticas como la del Neo-liberalismo, la de<br />

desorientar a la juventud, la de disolver a la familia, la de fragmentar a la<br />

iglesia, la de alentar las drogas, etc... En realidad es una guerra que lleva<br />

dos mil años. El Doctor en Teología, el Padre Alfredo Sainz, considera que<br />

hay un sentido teológico de la Historia y que esto se pondrá más de<br />

manifiesto en las próximos años, pero eso ya es otro tema... Nos estamos<br />

saliendo del tema inicial. Sus preguntas acerca de como nació Derrota<br />

Mundial ya están contestadas, por lo menos esquematicamente hasta<br />

donde puede hacerse en una breve plática .<br />

P: Una última pregunta, Don Salvador. El prólogo de José<br />

Vasconcelos, ¿Como fue que consiguió usted que escribiera para Derrota<br />

Mundial?<br />

SB-- Bueno, cuando se publicó la primera edición yo casi no quise<br />

recurrir a los amigos porque era un tema bastante polémico y no quería<br />

comprometerlos, pero un día en la cadena Garcia Barseca, donde fue a<br />

— 140 —


BORREGO : Derrota mundial<br />

colaborar el licenciado Don José Vasconcelos, me presentaron con èl y me<br />

dijo: ¿Es usted el que escribio Derrota Mundial?”. Pues sí -le dije-, y<br />

entonces hizo algunos elogios del libro y yo aprovechè la ocasión para<br />

decirle Pues como verá usted, mi libro no tiene prólogo, ¿No podría usted<br />

hacermelo? y me dijo: Si, con mucho gusto Y asì fué como se prologó,<br />

digamos accidentalmente la segunda edición.<br />

P: Ediciones en el extranjero: ¿ De que paises?<br />

SB: Bueno, se han hecho ediciones en Argentina, me dicen que se<br />

hicieron seis ediciones, luego se hizo una en España, pero parece que<br />

hubo presiones y bloquearon que se siguieran haciendo allá más<br />

ediciones.<br />

P: Muchas gracias, Don Salavador.<br />

http://elnacionalista.mforos.com/680890/3142473-entrevista-a-salvador-borrego/<br />

CAPITULO I Aurora Roja (1848-1919)<br />

http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/03/derrota-mundial-capi.html<br />

CAPITULO II Hitler Hacia el Oriente<br />

http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/04/derrota-mundial-cap-ii.html<br />

CAPITULO III Occidente se interpone<br />

http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/05/derrota-mundial-cap-iii.html<br />

CAPITULO IV La Guerra que Hitler no quería<br />

http://welsung-leithefte.blogspot.com/2007/09/derrota-mundial-cap-iv.html<br />

AAARGH (1996)<br />

http://vho.org/aaargh<br />

http://aaargh.com.mx<br />

http://aaargh.codoh.info<br />

http://aaargh.codoh.com<br />

Correo : < aaarghintenational@hotmail.com ><br />

— 141 —

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