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Memorias de un Alférez Provisional - Zona Nacional

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AL LECTOR<br />

Amigo que lees estas paginas, quiero hacerle <strong>un</strong>a advertencia.<br />

No esperes encontrar <strong>un</strong>a novela <strong>de</strong> guerra al tipo clásico.<br />

Esto no es <strong>un</strong>a novela por dos razones.<br />

Primera: porque es <strong>un</strong> relato <strong>de</strong> hechos rigurosamente ciertos. Tal vez haya restado valor a la narración,<br />

pero sólo verás en ella lo que yo vi con mis propios ojos.<br />

Seg<strong>un</strong>da razón: porque, contra lo tradicional en tales novelas, yo no con<strong>de</strong>no la guerra. Reconozco que<br />

tiene sus molestias pero se compensan sobradamente.<br />

Tampoco esperes que el protagonista muera. El protagonista soy yo; y gracias a Dios estoy vivo, a<strong>un</strong>que<br />

ligeramente enfermo. Enfermedad que aprovecho para hilvanar estas cuartillas. Luego, Dios dirá; tal vez<br />

pueda escribir otro libro.<br />

Y si a la sucesión <strong>de</strong> hechos, he añadido algún comentario, discúlpalo; es hijo <strong>de</strong> mi entusiasmo y <strong>de</strong> mi<br />

carácter <strong>de</strong> español que abandonó todo lo que más quería en el m<strong>un</strong>do, para acudir a la llamada <strong>de</strong> su<br />

Patria en peligro.<br />

Yo no fui a la guerra para conquistar honores. Pero, por lo menos en este período que queda con<strong>de</strong>nsado<br />

en mis cuartillas, he ganado el mayor a que podía aspirar.<br />

He estado ocho meses CON LA SECUNDA BANDERA EN EL FRENTE DE ARAGÓN.<br />

Aragón ya sabe lo que eso representa; quiero que toda España lo sepa. Por eso te invito, lector amigo, a<br />

que pases a la página siguiente.


I. DE MADRID A ARAGÓN<br />

El día 27 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1937, en El Plantío, recibía or<strong>de</strong>n, la Octava Ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la Legión, <strong>de</strong> trasladarse a<br />

Casa Gozquez. Al mismo tiempo llegó <strong>un</strong> oficio <strong>de</strong>l coronel Tella (ascendido por aquel entonces)<br />

<strong>de</strong>stinándome a la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra, j<strong>un</strong>to con el pasaporte para que pudiera incorporarme en Zaragoza.<br />

El capitán Obeso (muerto gloriosamente en Br<strong>un</strong>ete) me rogó que no me <strong>de</strong>spidiese <strong>de</strong> aquella Ban<strong>de</strong>ra,<br />

don<strong>de</strong> por primera vez, bajo cielos madrileños, lucí mi estrella <strong>de</strong> oficial, hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> terminado el<br />

relevo.<br />

Al mediodía comenzó el trajín. Cargar las cocinas, las ametralladoras, los morteros, las bombas, las cajas<br />

<strong>de</strong> m<strong>un</strong>iciones; toda la impedimenta que lleva a su cargo la "Sección <strong>de</strong> trabajos", como se llama<br />

oficialmente (o la "Pelota", si preferís el argot <strong>de</strong> la Legión). Armamento y m<strong>un</strong>ición suficiente para<br />

<strong>de</strong>sarrollar <strong>un</strong> combate no muy largo; precaución esta, que es base <strong>de</strong> muchos <strong>de</strong> los éxitos <strong>de</strong> la Legión.<br />

Luego, la concentración <strong>de</strong> la fuerza. Los camiones nos esperaban en la que fue magnífica casa <strong>de</strong> Oriol,<br />

entre pinos y con salida a barrancos <strong>de</strong>senfilados. Sin<br />

embargo, los rojillos tenían, sin duda, <strong>un</strong> observatorio, porque cuando por compañías y secciones nos<br />

retirábamos <strong>de</strong> p<strong>un</strong>tillas, <strong>de</strong>jando nuestro lugar a <strong>un</strong> batallón <strong>de</strong> Infantería, nos acompaño <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese mismo<br />

momento en que iniciábamos el cruce <strong>de</strong> la carretera <strong>de</strong> La Coruña, <strong>un</strong>a lluvia <strong>de</strong> obuses <strong>de</strong>l doce cuarenta<br />

("<strong>un</strong>a menos veinte", en el argot <strong>de</strong>l frente). Esas mo<strong>de</strong>stísimas granadas que explotan <strong>de</strong> todas partes, y<br />

que al reventar parecen <strong>de</strong>jar en libertad <strong>un</strong> ciento <strong>de</strong> gatos cada <strong>un</strong>a.<br />

Mejor. Así, "relevar más aprisa", comentaba Jamet-ben-Allah, el sargento moro <strong>de</strong> mi sección, que me<br />

acompañaba siempre, con su "fusila" (el cerrojo más pulido <strong>de</strong> la compañía) colgada invariablemente sobre<br />

su capote requisado, bajo el cual asomaban las botas también requisadas, que dificultando su andar le<br />

daban <strong>un</strong> pintoresco aspecto <strong>de</strong> marinerote <strong>de</strong>sembarcado.<br />

Cada cañonazo, tenía como eco <strong>un</strong> "más <strong>de</strong>prisa y abrirse"; pero afort<strong>un</strong>adamente no hubo que lamentar<br />

bajas, y cuando la Ban<strong>de</strong>ra se re<strong>un</strong>ió al pie <strong>de</strong> aquel soberbio edificio, que a mi juicio y sin ofen<strong>de</strong>r al<br />

arquitecto, está arrancado <strong>de</strong> <strong>un</strong>a película americana, enmu<strong>de</strong>cieron los cañones.<br />

Luego; horas, camiones, horas, camiones... Creo que con estas ¿os palabras, convenientemente barajadas,<br />

se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>finir exactamente <strong>un</strong> relevo en s! frente <strong>de</strong> Madrid. Recuerdo <strong>un</strong> pequeño suceso.<br />

Eran las dos <strong>de</strong> la madrugada y a<strong>un</strong> rodaba caminos madrileños el camión <strong>de</strong> mi sección. Yo dormitaba en<br />

el baquet cuando se <strong>de</strong>tuvo; el conductor se apeó y<br />

hurgaba sin resultado el motor, alumbrado por los haces <strong>de</strong> luz <strong>de</strong> los otros camiones que nos a<strong>de</strong>lantaban.<br />

Al fin se dirigió a mí: "Se ha <strong>de</strong>scargado la nodriza —me dijo— si tuvieran uste<strong>de</strong>s algo <strong>de</strong> gasolina la<br />

rellenaría".<br />

Interrumpiendo mi sueño, recordé que todos los legionarios iban provistos <strong>de</strong> <strong>un</strong>a botella <strong>de</strong>l inflamable<br />

líquido, que sirve <strong>de</strong> antitanque a los españoles. Sacudiéndolos, para <strong>de</strong>spertarlos, pedí a los más próximos<br />

su dotación; <strong>de</strong> entre capotes y mantas, entre bostezos y alg<strong>un</strong>a palabrota, surgieron tres <strong>de</strong> ellas, que a<br />

tientas vertió el conductor en el cilindro metálico. Pero cuando ocupó su puesto y cerró en alegre portazo,<br />

diciendo ese "ya está" <strong>de</strong> todos los mecánicos, fueron inútiles sus esfuerzos. Durante diez minutos el r<strong>un</strong>r<strong>un</strong>-r<strong>un</strong><br />

<strong>de</strong>l motor <strong>de</strong> arranque.<br />

Al final se apeó, volviendo a <strong>de</strong>stapar el capot. Metió las manos en la nodriza y cuando por casualidad olió<br />

<strong>un</strong>o <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos, las palabrotas fueron ya <strong>de</strong> las que ofen<strong>de</strong>n oídos medianamente educados.<br />

Acercó <strong>un</strong>a mano a la mínima parte <strong>de</strong> mi nariz que emergía <strong>de</strong>l capote, y coreé (con más suavidad, es<br />

cierto) sus palabrotas. Apestaba a aguardiente; y aguardiente llenaba las panzas <strong>de</strong> todas aquellas botellas,<br />

<strong>de</strong>stinadas a cazar tanques rusos.<br />

Me reí <strong>de</strong> buena gana y no dije nada a los legionarios. Allá en el interior <strong>de</strong>l camión se modulaba <strong>un</strong>a<br />

sinfonía <strong>de</strong> ronquidos.


Habíamos dormido <strong>un</strong> par <strong>de</strong> horas en el almacén <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Casa Gozquez, don<strong>de</strong> las pilas <strong>de</strong><br />

sacos vacíos nos brindaron mullido lecho.<br />

Había llegado el momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirme, y empezaron los apretones <strong>de</strong> manos y los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> buena<br />

fort<strong>un</strong>a. Cuando encontré al teniente que mandaba la Veintinueve Compañía, le pedí que me <strong>de</strong>jara traer<br />

conmigo a Demetrio, el fiel asistente que llevaba ya más <strong>de</strong> <strong>un</strong> mes trasladando <strong>un</strong> colchón y alg<strong>un</strong>as<br />

mantas <strong>de</strong> mi propiedad, por todos los suburbios madrileños. El teniente García-Alegre se negó en rot<strong>un</strong>do:<br />

le faltaban hombres en la compañía.<br />

Y así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> saludar a Obeso (por última vez), a Usaletti, Liebana, Von Cheveko, Lanza, Fuentes,<br />

González, Fernán<strong>de</strong>z, Gil <strong>de</strong> la Vega, Noriega..., todos<br />

aquellos que habían compartido mi "guerra en Madrid", tuve que <strong>de</strong>spedirme también <strong>de</strong> Demetrio.<br />

Fue <strong>un</strong>a <strong>de</strong>spedida triste; y cuando arrancó el coche que me llevaba a Getafe, y se quedó en la carretera, lo<br />

sentí mucho. Por eso, cuando el coronel Tella —pelo<br />

canoso sobre ojos vivísimos— me autorizó para traerlo, <strong>de</strong>cidí volver a por él, sin tardanza.<br />

Otra vez a la aventura <strong>de</strong>l transporte militar. Un camión salía para Fuenlabrada; allí encontré otro que me<br />

<strong>de</strong>jó en Val<strong>de</strong>moro, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Val<strong>de</strong>moro a Casa Gozquez, como <strong>un</strong> señorito, en el "ligero" <strong>de</strong> <strong>un</strong>a batería <strong>de</strong><br />

Artillería.<br />

Cuando llegué, estaba formando la Ban<strong>de</strong>ra para salir hacia su nuevo <strong>de</strong>stino. Antes que yo a él me vio<br />

Demetrio; y saliendo <strong>de</strong> las filas vino corriendo a mi<br />

encuentro. Una sola mirada le bastó para compren<strong>de</strong>r que se venía conmigo; y <strong>un</strong> minuto <strong>de</strong>spués, con el<br />

colchón y las mantas a cuestas, me estaba guardando <strong>un</strong> puesto en <strong>un</strong> camión <strong>de</strong> roquetes que salía para<br />

Léganos.<br />

El viaje en aquel camión tenía algo <strong>de</strong> epopeya <strong>de</strong> las carreteras. El conductor era <strong>un</strong> muchacho <strong>de</strong> origen<br />

mejicano y requeté <strong>de</strong> corazón, y su ayudante <strong>un</strong> galaico que inmediatamente trabó conversación con<br />

Demetrio en su común dialecto, con tal ternura <strong>de</strong> dicción que no parecía sino que <strong>un</strong> prado con sus<br />

"vaquinas" y todo, iba a asomar por su boca <strong>de</strong> <strong>un</strong> momento a otro.<br />

Pero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, ni el mejicano ni el gallego tenían i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> Sir Malcom Campbell, y así; tras <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>jarnos el toldo en <strong>un</strong> árbol, arrojar brutalmente <strong>de</strong> la carretera a <strong>un</strong> inofensivo "balilla" y perdonar<br />

magnánimamente la vida a varios morazos que se plantaban en mitad <strong>de</strong> la carretera para pedir plaza; a las<br />

nueve <strong>de</strong> la noche, a faros apagados y entre <strong>un</strong>a regular llovizna, nos <strong>de</strong>spedíamos <strong>de</strong> los milagrosos<br />

mecánicos en la estación <strong>de</strong> Léganés.<br />

Llovía, como digo, y el tren no salía hasta las once <strong>de</strong>l día siguiente. Y como "sabíamos manera",<br />

<strong>de</strong>cidimos instalarnos a dormir en el mismo coche que había<br />

<strong>de</strong> traquetearnos hasta Plasencia. Ocupamos <strong>un</strong> <strong>de</strong>partamento, y Demetrio hizo <strong>un</strong>a excursión al pueblo. A<br />

la media hora volvía con todas estas cosas indispensables.<br />

Una vela, <strong>un</strong>a lata <strong>de</strong> atún, dos panes, algo <strong>de</strong> chorizo y cuatro huevos duros.<br />

Y allí pasamos <strong>un</strong>a noche, la más tranquila <strong>de</strong> todo mi frente <strong>de</strong> Madrid, mientras llovía si Dios tenía que.<br />

* * *<br />

La Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra actuaba, según mis noticias, en el frente <strong>de</strong> Aragón. La primera vez que había yo<br />

visto auténticos legionarios, fue en la Sierra <strong>de</strong> Alcubierre, cuando se acababa <strong>de</strong> ocupar y yo era <strong>un</strong> simple<br />

chófer (algo mejor que el mejicano requeté, mo<strong>de</strong>stia aparte) que aquel día tuvo el honor <strong>de</strong> conducir al<br />

general Urrutia —entonces teniente coronel— hasta aquellas avanzadas.<br />

Recordaba el tiroteo constante que percibí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el puesto <strong>de</strong> mando, y tanto como el silbar <strong>de</strong> las balas<br />

aquel vozarrón —mezcla <strong>de</strong> trueno y sirena <strong>de</strong> vapor—<br />

<strong>de</strong> <strong>un</strong> hombrote que entonces era teniente y ahora es el capitán Marra. Recordaba también la teoría <strong>de</strong><br />

heridos y algún muerto que <strong>de</strong>sfiló ante mí aquella tar<strong>de</strong>; por algo cantan los legionarios<br />

En la sierra <strong>de</strong> Alcubierre,<br />

hay <strong>un</strong>a fuente que mana


sangre <strong>de</strong> los legionarios,<br />

que murieron por España.<br />

Y recordaba haber oído hazañas en Huesca. El cementerio, la casa <strong>de</strong> Pascualin, el Manicomio; toda <strong>un</strong>a<br />

serie <strong>de</strong> operaciones que habían cubierto <strong>de</strong> gloria a los ban<strong>de</strong>rines <strong>de</strong> las compañías y regado <strong>de</strong> sangre<br />

todos los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la invencible Huesca.<br />

Alg<strong>un</strong>a vez, había estado en <strong>un</strong> bar, inmediato a <strong>un</strong> sargento <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra —botas relucientes como<br />

espejos— y había oído algo <strong>de</strong> "lo <strong>de</strong> Irún".<br />

Por eso estaba orgulloso <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>stino, durante los tres o cuatro días en que peregriné por tierras<br />

extremeñas y castellanas, rumbo a mi Aragón, don<strong>de</strong> me esperaban tantas cosas queridas y tanta gloria<br />

para la Ban<strong>de</strong>ra, que por estar ya compuesta en su mayoría <strong>de</strong> paisanos míos era gloria para Aragón.<br />

Demetrio dormitaba, satisfecho <strong>de</strong> viajar en primera, y yo hice <strong>un</strong>a gran amistad con cierto sacerdote<br />

castrense <strong>de</strong> Trujillo que me acompañó hasta Valladolid. Muchas cosas podría contar <strong>de</strong>l viaje, pero no<br />

tienen nada que ver en esta historia.<br />

* * *<br />

El 7 <strong>de</strong> abril me incorporé en Caminreal. Pueblo gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Teruel, ocupado militarmente;<br />

casas <strong>de</strong> barro, alojando oficiales <strong>de</strong> la Legión, y calles polvorientas, animadas <strong>de</strong> canciones legionarias.<br />

El comandante Ruiz-Soldado, el Pater Ramón Marcellán, Tejada, Marra, Coloma, Rivera, Macía, Esparza<br />

(que por cierto, según su costumbre, me recibió con <strong>un</strong> broncazo y <strong>un</strong>as consi<strong>de</strong>raciones sobre la etiqueta<br />

militar, artificio que usa siempre para hacerse respetar, según me dijo luego), Negueruela, Zamora, Escobar,<br />

Portóles, Cuartero, Sola, Viñas, Palmeiro, Paños, Lázaro, Barrenengoa, Toribio y Roldan eran mis<br />

hermanos <strong>de</strong> armas, con quienes iba a jugarme la vida tapando agujeros en el frente <strong>de</strong> Aragón. Un frente<br />

<strong>de</strong> 400 kilómetros, mantenido milagrosamente, con la consigna <strong>de</strong> resistir fuera como fuese, contando<br />

como fuerzas escogidas, con dos labores <strong>de</strong> la Me-hal-la <strong>de</strong> Tetuán, la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la Legión, la<br />

Ban<strong>de</strong>ra "Sanjurjo", que f<strong>un</strong>dó Peñarredonda, los magníficos<br />

guardias <strong>de</strong> Asalto, <strong>un</strong> batallón <strong>de</strong>l regimiento <strong>de</strong> Carros y <strong>un</strong> puñado <strong>de</strong> falangistas y otro <strong>de</strong> "boinas rojas"<br />

importados <strong>de</strong> Navarra; buenos hermanos, como buen compañero era su jefe el laureado Pueyo.<br />

Todo esto, con Caballería, Artillería y <strong>de</strong>más aditamentos, tan indispensables como elegantemente<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñados por los <strong>de</strong> la "Gloriosa", constituían la llamada Columna Móvil; la fuerza que en sus cuarteles<br />

<strong>de</strong> Zaragoza estaba siempre dispuesta a acudir a don<strong>de</strong> fuere necesario, como aquellos bajeles <strong>de</strong> Barceló<br />

en<br />

su romántica época <strong>de</strong> piratas berberiscos.<br />

La vida militar se <strong>de</strong>slizaba entre instrucciones, baño <strong>de</strong> la tropa —manía <strong>de</strong>l alborotado capitán Pastor—<br />

partidas <strong>de</strong> poker y bromas; bromas <strong>de</strong> todos los calibres y a todas horas.<br />

Había también alg<strong>un</strong>os elegantes <strong>de</strong> la distracción; Villarreal, el teniente médico que no pue<strong>de</strong> vivir sin<br />

montar a caballo; las cacerías, más o menos productivas <strong>de</strong>l capitán Rivera, y las pescas <strong>de</strong> cangrejos y<br />

ranas, o cacerías <strong>de</strong> caracoles (todo lo más <strong>de</strong>spreciable <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Diana) <strong>de</strong>l capitán Pastor; el<br />

alborotado he dicho, el ruidosísimo, repito, capitán Pastor.<br />

Como <strong>un</strong>a excepción entre aquel enjambre <strong>de</strong> gustos diferentes, el pobre Fernando Zamora, paseaba sólo<br />

a gran<strong>de</strong>s zancadas, luciendo su Mac Farlan, aquel que requisó en Vivel <strong>de</strong>l Río. Yo, siguiendo mi eterna<br />

manía, hacia versos; no se quién, que me conocía <strong>de</strong> antes, corrió la voz entre los oficiales. Y no tuve más<br />

remedio que escribir tonterías a troche y moche ante el <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l Pater - poeta laureado— y la mirada<br />

benevolente <strong>de</strong>l capitán Maciá, que tuvo la gentileza <strong>de</strong> darme a leer las primicias <strong>de</strong> <strong>un</strong>a su obra que vio la<br />

luz en "El Noticiero".<br />

Así, haciendo versos, me sorprendió la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcha el día 11 <strong>de</strong> abril.


II. SANTA QUITERIA<br />

Sonó la corneta (esa corneta que tan bien sabe tocar Reigosa en los ratos en que está sereno) y la<br />

Ban<strong>de</strong>ra se concentró a toda prisa. El comandante salió, en coche, para recibir instrucciones, y nos<br />

esperaría en Zaragoza.<br />

Antes <strong>de</strong> media hora estaba todo dispuesto para la marcha, pero el tren que se formó en Caminreal tardó<br />

a<strong>un</strong> mucho en acoplar el material.<br />

Como <strong>un</strong>a sección <strong>de</strong> fusileros es fácil <strong>de</strong> acomodar, pues lleva consigo la mínima cantidad <strong>de</strong><br />

impedimenta, tuve tiempo sobrado para pasear por el andén y admirar<br />

la soberbia locomotora.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que íbamos a entrar en combate (pues era lógico que a combatir íbamos) no me preocupaba<br />

todavía. Me distraía el afán ruidoso <strong>de</strong>l embarque, con<br />

el flujo y reflujo <strong>de</strong> legionarios subiendo a los coches hasta llenarlos. Las voces, los mil ruidos, bramidos <strong>de</strong><br />

monstruo apocalíptico que busca acomodo y postura para echarse en su caverna <strong>de</strong> fuego y ruidos. Poco a<br />

poco quedó embarcada toda la Ban<strong>de</strong>ra y hacia las diez <strong>de</strong> la noche emprendíamos el viaje,<br />

¿A dón<strong>de</strong> íbamos? Todavía no lo <strong>de</strong>bía saber ni el comandante Ruiz-Soldado que ya estaba en Zaragoza.<br />

Sin embargo las primeras horas, en e! <strong>de</strong>partamento que ocupaba “la alferecía” (como se nos llamaba con<br />

cariñoso <strong>de</strong>sprecio) se hicieron mil conjeturas. Alg<strong>un</strong>o, más enterado, ap<strong>un</strong>tó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que iríamos hacia<br />

Huesca. No sé por qué, me satisfizo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> recibir mi bautismo <strong>de</strong> fuego como oficial <strong>de</strong> la Seg<strong>un</strong>da<br />

Ban<strong>de</strong>ra (antes había oído muchos tiros pero no con esa calidad) en Huesca, madre y c<strong>un</strong>a <strong>de</strong>l histórico<br />

reino <strong>de</strong> mis mayores.<br />

Luego, la conversación cesó poco a poco, y en posturas inverosímiles, que sólo se adquieren en duro<br />

entrenamiento <strong>de</strong> meses y meses <strong>de</strong> guerra, nos quedamos<br />

dormidos.<br />

Nos <strong>de</strong>spertó chirriar <strong>de</strong> frenos en la estación <strong>de</strong>l Arrabal. Allí esperaba el comandante; habló con sus<br />

capitanes, dio alg<strong>un</strong>as ór<strong>de</strong>nes al tren y nos dispusimos a seguir.<br />

Como la pólvora corrió entre la oficialidad la noticia que reservadamente nos trajo el comandante. Los<br />

"rogelios" —como los llama Coloma— habían cortado<br />

la com<strong>un</strong>icación con Huesca y era preciso <strong>de</strong>jarla expedita. El comandante y sus capitanes trazaban planes,<br />

sobre las curvas <strong>de</strong> nivel que había facilitado el Estado Mayor, marcadas <strong>de</strong> crucecitas rojas y azules, y en<br />

el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> la alferecía se comentaba, a<strong>un</strong>que sin planos.<br />

Ap<strong>un</strong>té tímidamente la "genial i<strong>de</strong>a" <strong>de</strong> que siendo aquel terreno (presumía <strong>de</strong> conocerlo) llanísimo, como la<br />

palma <strong>de</strong> la mano, sería fácil el combate a pecho <strong>de</strong>scubierto. Cada <strong>un</strong>o aportó su i<strong>de</strong>a o comentario, y<br />

volviéndose a acomodar vi con satisfacción que nadie durmió sin cerciorarse <strong>de</strong> que colgaba <strong>de</strong> su cuello o<br />

estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l bolsillo, la medalla protectora que les diera la madre o la novia; o la esposa, que <strong>de</strong> todo<br />

había. Creo que aquella noche subieron al cielo muchas mas oraciones que durante las plácidas veladas <strong>de</strong><br />

Caminreal.<br />

Yo ya no tenía ganas <strong>de</strong> dormir; y aprovechando <strong>un</strong>a corta parada <strong>de</strong>l tren me fui a la locomotora, don<strong>de</strong> el<br />

maquinista no tuvo inconveniente en recibirme.<br />

Estaba nervioso —el que diga que no ha sentido el miedo cuando sale para <strong>un</strong> combate, miente<br />

<strong>de</strong>scaradamente— y, a<strong>de</strong>más, el capitán Maciá me había animado<br />

al salir para que plasmase en <strong>un</strong>os versos algún episodio <strong>de</strong>l viaje, que para mí era el primero con la<br />

Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Por eso, mientras el tren corría, yo fui grabando en mi memoria estos malísimos versos que n<strong>un</strong>ca he<br />

querido escribir, pero que <strong>de</strong> boca en boca son populares entre la oficialidad <strong>de</strong> la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Fu, fu, pi, pi, chaca, chaca,


el tren corre, va que chuta.<br />

El maquinista disfruta<br />

y fuma <strong>de</strong> su petaca<br />

mirando la hoja <strong>de</strong> ruta.<br />

Sesenta, setenta, ochenta<br />

palancas, bielas, carbón.<br />

El fogonero no cuenta;<br />

trababa como <strong>un</strong> ladrón<br />

y la cal<strong>de</strong>ra alimenta.<br />

Y el invento que hizo Albión<br />

para activar el comercio,<br />

hoy va conduciendo al Tercio<br />

a cumplir con su misión.<br />

Lo dijo San Exupercio<br />

y no admito discusión.<br />

Esta versión que transcribo no es rigurosamente exacta, pues el original contenía alg<strong>un</strong>as palabrotas, que<br />

el Pater sustituyó pudorosamente. Que<strong>de</strong> consignada su colaboración valiosa.<br />

En la brevísima parada <strong>de</strong> Zuera, aproveche para reintegrarme a mi vagón y pu<strong>de</strong> enterarme <strong>de</strong> que <strong>un</strong><br />

sargento trajo al comandante <strong>un</strong> telegrama <strong>de</strong>l capitán<br />

<strong>de</strong> la Falange <strong>de</strong> Almudévar, apremiándonos.<br />

Este telegrama, sin importancia para la mayoría, tenía mucha para mí, porque el capitán en cuestión era mi<br />

hermano Jorge, que con sus falangistas cubría aquel<br />

sector <strong>de</strong>l frente.<br />

Al poco rato llegó el alba y con sus luces la estación <strong>de</strong> Almudévar. Abracé a mi hermano y al <strong>de</strong>cirle "¿Que<br />

hacéis por aquí?", me respondió: "Esperaros a vosotros". Reflexioné sobre la guerra y sus sorpresas; mi<br />

hermano, militar profesional, reclamaba el auxilio <strong>de</strong> <strong>un</strong> simple aficionado; <strong>un</strong> "capitalista" <strong>de</strong> la guerra, en<br />

frase <strong>de</strong>l llorado y heroico Juanito Allanegui.<br />

Claro que no era a mí precisamente a quien <strong>de</strong>seaba, sino a aquellos legionarios magníficos, gloria <strong>de</strong> ]a<br />

Infantería española, que ya se alineaban en los an<strong>de</strong>nes.<br />

El comandante fue al teléfono a recibir las últimas instrucciones, y yo pu<strong>de</strong>, mientras tanto, ver y hablar a <strong>un</strong><br />

oficial, que con <strong>un</strong> balazo en el brazo izquierdo, llegaba en aquel momento.<br />

Los rojos, en gran superioridad <strong>de</strong> número y armamento, se habían colado por sorpresa en la ermita y sus<br />

posiciones; menos en la batería, cuyos sirvientes la <strong>de</strong>fendían todavía, animados por el capitán Guinea,<br />

que con sus soldados y alg<strong>un</strong>os falangistas y requetes que a su mando se habían acogido, mantenía<br />

nuestra gloriosa ban<strong>de</strong>ra en alg<strong>un</strong>os parapetos.<br />

No era esto lo peor, con ser malo, sino que otra nutridísima columna <strong>de</strong> "bisinios" se había filtrado por el<br />

<strong>de</strong>sguarnecida barranco <strong>de</strong> Violada y amenazaba el ferrocarril y a<strong>un</strong> la carretera. No nos costó<br />

compren<strong>de</strong>rlo al oír paqueo cercano; eran los falangistas que mantenían sus posiciones en las lomas<br />

inmediatas.<br />

Todavía no había salido el sol cuando toda la Ban<strong>de</strong>ra, con naturales precauciones y el comandante a la<br />

cabeza, se dirigía a esas lomas. Allí se estudio sobre el terreno lo que convenía hacer.<br />

Des<strong>de</strong> allí se dominaba <strong>un</strong> barranco, no muy ancho, y enfrente <strong>un</strong>as alturas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> tiraban "<strong>de</strong> buten"<br />

y don<strong>de</strong> se podía apreciar perfectamente la labor <strong>de</strong> los zapadores rojos que en las siete u ocho horas que<br />

allí llevaban, habían puesto incluso alambradas.<br />

Era yo el más mo<strong>de</strong>rno en la Ban<strong>de</strong>ra y suponía lo que se me iba a or<strong>de</strong>nar. Por eso, cuando el Pater —<br />

marchoso e inquieto como siempre— paso a mi lado<br />

reclamé su bendición; me tranquilizó con <strong>un</strong>a mirada.<br />

Oí pron<strong>un</strong>ciar mi nombre y Coloma —mi capitán— me dio instrucciones; mi sección iba a ocupar <strong>un</strong><br />

mogotillo que sobresalía en "tierra <strong>de</strong> nadie".


Allí <strong>de</strong> mis conocimientos tácticos; <strong>de</strong>splegué la sección y avancé sin <strong>un</strong> tiro hasta la posición marcada.<br />

Destaqué <strong>un</strong>a escuadra a la cresta para que vigilase y<br />

me dispuse a esperar.<br />

No tardaron en darme noticias; se veía mucha gente y a su juicio en <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los barrancos había caballería.<br />

Mandé estas noticias al mando, pero el enlace se cruzó con otro que me trajo la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> retirada.<br />

Cuando la emprendimos, <strong>un</strong>a ametralladora que nos cogía <strong>de</strong> flanco y que antes permaneció muda, nos<br />

obsequió con <strong>un</strong>a lluvia <strong>de</strong> balas; algo más <strong>de</strong>prisa que<br />

al ir, atravesamos el barranco y, gracias a Dios, sin novedad, <strong>de</strong>jé cumplido mi primer servicio en la<br />

Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Ya estaba embarcada la gente otra vez; el tren se puso en marcha y supe que, reconocido el terreno por el<br />

comandante, i<strong>de</strong>ó <strong>un</strong>a maniobra, cuyo buen resultado se verá más a<strong>de</strong>lante.<br />

El tren volvió hasta cerca <strong>de</strong> Zuera y allí, don<strong>de</strong> no había enemigo, empezamos a buscarle por su flanco<br />

izquierdo. La quinta compañía (la mía) iba por el centro; la catorce a nuestra izquierda y la cuarta a la<br />

<strong>de</strong>recha. No puedo jurar don<strong>de</strong> se estableció la <strong>de</strong> Ametralladoras, pero su tableteo —que fue mucho y<br />

bueno— sonó todo el día por nuestra izquierda también.<br />

La marcha <strong>de</strong> aproximación duro <strong>un</strong>a hora, y al cabo <strong>de</strong> ella tomamos contacto con el enemigo por su<br />

izquierda, como estaba previsto. Como siempre, los rojillos <strong>de</strong>rrochaban m<strong>un</strong>iciones, y a mí me<br />

correspondió establecer mi sección en <strong>un</strong>a loma bastante batida, colocando en la cresta sólo el servicio<br />

indispensable, pues nuestro fuego no resultaba eficaz ya que carecíamos <strong>de</strong> fusil ametrallador.<br />

Así transcurrieron <strong>un</strong>as cuantas horas, durante las cuales tuve varias veces que encogerme y rodar por el<br />

suelo, pues <strong>un</strong> tirador <strong>de</strong> ametralladora parecía conocer<br />

dón<strong>de</strong> me encontraba por la precisión con que "metía" ráfagas en mis mismísimas narices. A<strong>de</strong>más la<br />

contrapendiente era casi nula.<br />

Me entretuve viendo a lo lejos el <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra Sanjurjo, que según mis noticias ocupó nuestra<br />

<strong>de</strong>recha, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mediodía hasta anochecido me mojé concienzudamente aguantando <strong>un</strong> diluvio<br />

incesante, con gotas <strong>de</strong> tamaño <strong>de</strong>susado. A<strong>un</strong> no había llegado Demetrio, y no tenía ni <strong>un</strong> mal capote;<br />

opté por aguantar tumbado en el inmenso charco, pero en las últimas horas fue tal la caladura y tan<br />

interminable el tiempo, que me faltó poco para llorar como <strong>un</strong> chiquillo. Los sargentos Cacheiro y Marciano<br />

me proveyeron <strong>de</strong> tabaco, que a<strong>un</strong> ignoro cómo conservaban seco.<br />

Al caer la noche ceso el tiroteo, que había durado todo el día, y pu<strong>de</strong> levantarme y estirar las piernas sobre<br />

el suelo mojado. A pocos pasos había establecido Coloma su puesto <strong>de</strong> mando en <strong>un</strong>a caseta, bastante<br />

batida, pero con tejado al menos.<br />

Allá me fui a recibir instrucciones y lo hallé tumbado en compañía <strong>de</strong> Marra y disponiéndose a dormitar lo<br />

posible. Me mandó establecer <strong>un</strong> cuidadísimo servicio<br />

en la loma para aguardar al día siguiente.<br />

Debía compartir el servicio con Palmeiro, y echadas las suertes me correspondió !a primera media noche;<br />

me envolví en el capote (que ya había llegado) y comencé mi monótono servicio arriba y abajo <strong>de</strong> la loma,<br />

don<strong>de</strong> al través <strong>de</strong> la lluvia (que seguía sin cesar) adivinaba, más que veía, a los centinelas.<br />

Palmeiro mando armar <strong>un</strong>a camilla; y como si toda aquella celeste catarata no fuese con él roncó como <strong>un</strong><br />

bendito hasta que lo <strong>de</strong>sperté, tan calado como si hubiera dormido en <strong>un</strong>a bañera. Yo me fui a dormitar mi<br />

rato libre en la caseta, don<strong>de</strong> a<strong>un</strong> conseguí <strong>un</strong> rincóncito con paja,<br />

* * *<br />

Las primeras luces nos trajeron <strong>un</strong> magnífico día. Cuando salí <strong>de</strong> la caseta vi que ya no sonaban tiros y que<br />

los legionarios andaban <strong>de</strong> pie como si tal cosa.<br />

Allá enfrente quedaban los parapetos rojos, vacíos indudablemente. Aquella noche se habían "dado el bote".


Por si las moscas se <strong>de</strong>stacó <strong>un</strong> pelotón, y al verlo avanzar sin resistencia, Colonia llamó a toda su<br />

Compañía, y con él a la cabeza, como <strong>un</strong> alegre colegio que saliera <strong>de</strong> paseo, nos plantamos en menos <strong>de</strong><br />

<strong>un</strong> cuarto <strong>de</strong> hora en los parapetos rojos.<br />

Allí recogimos toda esa multitud <strong>de</strong> objetos que componen <strong>un</strong> menaje trincheriano; platos, jarrillos, mantas y<br />

capotes, correajes, m<strong>un</strong>ición en ab<strong>un</strong>dancia y muchas cartas con indicación <strong>de</strong> remitirse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el "monte<br />

<strong>de</strong> Zuera", que iban a enviar los milicianos a su zona, creyendo permanecer allí para siempre.<br />

De todos modos, para sus costumbres, la retirada había sido bastante estratégica, pues no recogimos ni<br />

<strong>un</strong>a mala bayoneta rusa <strong>de</strong> esas que parecen chuzo <strong>de</strong> sereno.<br />

Al ver que allí no quedaba enemigo ni señales <strong>de</strong> haber establecido línea <strong>de</strong> resistencia en mucho terreno<br />

atrás, la Ban<strong>de</strong>ra prosiguió su reconocimiento. Una noble emulación se estableció entre las Compañías y<br />

empezó la mas tri<strong>un</strong>fal marcha que yo recuer<strong>de</strong>, pues en plan <strong>de</strong> paseo militar anduvimos <strong>un</strong>os doce<br />

kilómetros sin encontrar más que rojos <strong>de</strong>spistados que hacíamos prisioneros.<br />

Porque aquella columna —que según los periodiquillos que recogimos iba a "entrar en Zaragoza el día 14<br />

<strong>de</strong> abril" —se había retirado tan <strong>de</strong> p<strong>un</strong>tillas que,<br />

sin parar hasta Robres por lo menos, no tuvo tiempo <strong>de</strong> avisar a los otros; y por eso la que ocupaba parte<br />

<strong>de</strong> Santa Quiteña, sin saber nada, tenía a la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra a sus espaldas cortando todas sus lógicas<br />

líneas <strong>de</strong> com<strong>un</strong>icación.<br />

Recuerdo perfectamente cómo cogimos el primer prisionero. Venía el hombre (sanitario según <strong>de</strong>claró) tan<br />

tranquilo, con la vista baja y las manos en los bolsillos. Le salió al encuentro Quiriqui —entonces tirador <strong>de</strong><br />

F. A. y hoy sargento— que con su vitola gordinflona, <strong>de</strong>spechugado y con el gorro <strong>de</strong> hule que acababa <strong>de</strong><br />

requisar, tenía todo el aspecto <strong>de</strong> <strong>un</strong> "rogelio" bien comido.<br />

—"¿Qué hay?— fue su saludo.<br />

—"¡Hola!"— repuso el "bisinio".<br />

Hasta que, molesto por no causar el efecto que esperaba, le agarró <strong>de</strong>l brazo y tronó:<br />

—Pero idiota, ¿no ves quién soy?<br />

—¡¡Soy Quiriqui, <strong>de</strong> la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra!!<br />

Un momento <strong>de</strong>spués se <strong>un</strong>ía a la Compañía trayendo en hombros al <strong>de</strong>smayado rojo. Hubo que vaciarle<br />

<strong>un</strong>a cantimplora en la cara para que volviera en sí, mientras Quiriqui galleaba satisfecho.<br />

Al seg<strong>un</strong>do lo agarró el sargento Otero. Era <strong>un</strong> alférez rojo, que al verse ante el capitán, temblaba como <strong>un</strong><br />

azogado; veía llegada su última hora y tirando <strong>de</strong><br />

Coloma pretendía llevarlo aparte para justificarse.<br />

—"Verás, compañero; yo te explicaré".,.<br />

Y a Coloma le costó trabajo convencerle <strong>de</strong> dos cosas. Que conservaría su vida y que n<strong>un</strong>ca fue, ni sería,<br />

compañero <strong>de</strong> <strong>un</strong> capitán <strong>de</strong> la Legión.<br />

Luego ya <strong>un</strong>a locura. De dos en dos, <strong>de</strong> cuatro en cuatro, iban viniendo. Escobar ardía en ganas <strong>de</strong><br />

requisar algo y salió también a la caza; se trajo <strong>un</strong> "Suomi-Tikakoski", que a<strong>un</strong> arrastra Zoilo, el asistente<br />

<strong>de</strong>l capitán; pero se le escapó el teniente rojo que era su anterior dueño, entre nubes <strong>de</strong> polvo <strong>de</strong> tantos<br />

disparos errados. Escobar se tiraba <strong>de</strong> los pelos y se mal<strong>de</strong>cía.<br />

Así llegamos hasta <strong>un</strong>a pari<strong>de</strong>ra. Contamos los presos; eran 23, y Paños, riéndose, <strong>de</strong>cía a Coloma:<br />

—"Mí capitán, no cojamos más, que nos van a po<strong>de</strong>r".<br />

En la pari<strong>de</strong>ra a<strong>un</strong> se "nos incorporaron" cuatro o cinco. De <strong>un</strong>a casa cercana, que a su <strong>de</strong>cir era<br />

hospitaliilo, enviaron <strong>un</strong>a escuadra a reconocernos; y claro,


se quedaron con nosotros.<br />

Llegó hasta allí el comandante, radiante <strong>de</strong> satisfacción; nos felicitó y dirigió <strong>un</strong>as palabras a los prisioneros.<br />

Momentos <strong>de</strong>spués los enviaba para retaguardia (aquéllos fueron los ciento y pico que el día 14 "entraron<br />

en Zaragoza") y re<strong>un</strong>ió la Ban<strong>de</strong>ra, porque ya había llegado el momento <strong>de</strong> hacer lo que se narra<br />

en el capítulo siguiente.<br />

* * *<br />

Era <strong>un</strong> poco mas <strong>de</strong> mediodía cuando se re<strong>un</strong>ió la Ban<strong>de</strong>ra. Se intentó que la gente comiera —poco había<br />

comido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que empezó la operación— pero hubo que <strong>de</strong>sistir, ante apremios <strong>de</strong>l mando.<br />

Habían llegado las fuerzas que iban a colaborar con nosotros; la Ban<strong>de</strong>ra Sanjurjo y los <strong>de</strong> Asalto. En la<br />

estación <strong>de</strong> Almudévar estaba ya emplazada <strong>un</strong>a<br />

batería <strong>de</strong>l 7'7 —novedad <strong>de</strong> la que nos prometían maravillas— y la Aviación estaba citada sobre las tres<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Los días eran cortos a<strong>un</strong> y había que darse prisa; el general Ponte, que se había establecido<br />

con su Estado Mayor en el emplazamiento <strong>de</strong> la batería, estaba impaciente por coronar aquella magnífica<br />

operación.<br />

Desplegamos otra vez (esta nos correspondió el ala <strong>de</strong>recha), tronó la batería que se estrenaba —en<br />

verdad que inf<strong>un</strong>día confianza aquella granizada <strong>de</strong> proyectiles— y comenzamos a avanzar. No puedo<br />

precisar ahora lo que tardamos en llegar al contacto con el enemigo; sólo sé que al coronar <strong>un</strong>a loma vi <strong>un</strong><br />

llanito<br />

como <strong>de</strong> <strong>un</strong>os quinientos metros y enfrente <strong>un</strong>a altura —que juzgué inaccesible—coronada <strong>de</strong> parapetos,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se nos hacía <strong>un</strong> vivísimo fuego.<br />

Grité con todas mis fuerzas <strong>un</strong>as ór<strong>de</strong>nes para que mi gente se echase al suelo, dando principio al<br />

combate; pero a<strong>un</strong> no sabía como las gasta la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Ning<strong>un</strong>o me hizo caso, sino que corriendo como gamos se tiraron a la llanura, lanzando al viento <strong>un</strong>os vivas<br />

a España, que se <strong>de</strong>bían oír en Alcubierre.<br />

El grupo más cercano comenzó a gritar:<br />

—"¡Que se van, que se van!"<br />

Y corriendo, sin cesar <strong>de</strong> tirar a los que cobar<strong>de</strong>mente huían por nuestra <strong>de</strong>recha, me arrastraron,<br />

electrizado, borracho <strong>de</strong> entusiasmo <strong>de</strong> verme entre aquellos valientes.<br />

Corrí, corrí como <strong>un</strong> loco; con la pistola en <strong>un</strong>a mano y <strong>un</strong>a "laffitte" en la otra, alcancé y rebasé a los<br />

primeros; grité más que ellos, lancé la bomba y... no me preg<strong>un</strong>téis cómo—porque no lo sé—puse pie en<br />

los primeros parapetos enemigos.<br />

Allí se <strong>de</strong>tuvo momentáneamente la avalancha. Todo era alegría al verse dueños <strong>de</strong> <strong>un</strong> gorrito <strong>de</strong> hule, o <strong>de</strong><br />

tal cual cazadora. Yo, pisando cadáveres, me hice cargo <strong>de</strong> dos fusiles ametralladoras abandonados en la<br />

huida; mirando atrás reparé el espacio que había recorrido a pecho <strong>de</strong>scubierto, gracias a la cobardía <strong>de</strong><br />

los<br />

rojos.<br />

Si hubieran resistido, dos nada más —con aquellos fusiles ametralladoras, cuyo mecanismo limpio<br />

admiraba— no hubiera llegado vivo ni <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los que ahora<br />

me enseriaban alegremente la requisa. A<strong>de</strong>más no tenía ni <strong>un</strong>a baja.<br />

Pensé inmediatamente en mi capitán y le envíe <strong>un</strong> enlace. Mientras aguardábamos en los parapetos —<br />

don<strong>de</strong> se clavaba alg<strong>un</strong>a bala— vimos nuestros aviones y oímos los latigazos <strong>de</strong> su bombar<strong>de</strong>o. Luego se<br />

fueron y aparecieron, medrosos, seis aparatos rojos, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lanzar <strong>un</strong>as pocas bombas en don<strong>de</strong><br />

suponían que se hallaba aquella batería que tanta "pupa" les hacía, <strong>de</strong>saparecieron a toda velocidad.<br />

También su artillería hizo alg<strong>un</strong>os disparos, y ante nuestra vista estropeó a tres o cuatro “sanjurjos” <strong>un</strong>a<br />

sección que venía a relevarnos.


Apareció el enlace, que ya había dado con Coloma, y <strong>de</strong>jando mi puesto a la sección <strong>de</strong> Sanjurjo me fui con<br />

la mía en busca <strong>de</strong> mi capitán, atravesando a la<br />

carrera la cresta, que seguía muy batida.<br />

Antes <strong>de</strong> salir a<strong>un</strong> pu<strong>de</strong> ver que la compañía <strong>de</strong> Ametralladoras, que nos había protegido muy bien<br />

(Esparza, es tan buen capitán como mal jugador <strong>de</strong> poker), cambiaba apresuradamente su emplazamiento,<br />

<strong>de</strong>scubierto y batido por la artillería roja.<br />

En la loma me alcanzó <strong>un</strong> enlace; tenía <strong>un</strong>a or<strong>de</strong>n para Coloma y <strong>un</strong> papelito para mí. Era <strong>un</strong>a copla que<br />

me <strong>de</strong>dicaba Maciá. que en medio <strong>de</strong>l combate, a<strong>un</strong> tenía humor para eso y mucho más. Decía:<br />

"Vamos a Santa Quiteria,<br />

venimos <strong>de</strong> Caminrea],<br />

Si siguen así las cosas<br />

te aguardo en el Hospital".<br />

Me hizo mucha gracia. Lo que no me hizo tanta fue la or<strong>de</strong>n a Coloma. Decía, si mal no recuerdo:<br />

—"Va a tirar la artillería durante diez minutos; al final láncese al asalto con su Compañía".<br />

En <strong>un</strong> parapeto estaba Coloma con la sección <strong>de</strong> Escobar. Barrenengoa y Paños. Di el parte (como si no<br />

supiera su contenido) y al leerlo re<strong>un</strong>ió a la gente y salimos "pa a<strong>de</strong>lante". A mi ver fuimos bor<strong>de</strong>ando por la<br />

<strong>de</strong>recha el monte; nos tiraban <strong>de</strong> izquierda y <strong>de</strong>recha, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los parapetos que conservaban aún, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

las alturillas que dominan Tardienta; pero como íbamos algo resguardados <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> parapetos —salvo los<br />

trozos <strong>de</strong>scubiertos que cruzábamos corriendo a todo lo que daban nuestras piernas— no hubo novedad.<br />

Llegó <strong>un</strong> momento peliagudo. El parapeto se acabó; y hasta el más próximo (don<strong>de</strong> ya se veían los<br />

soldados <strong>de</strong> Guinea, que nos llamaban a gran<strong>de</strong>s voces) había <strong>un</strong> espacio como <strong>de</strong> doscientos metros,<br />

<strong>de</strong>scubierto y batido con ametralladoras <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha e izquierda.<br />

Coloma no lo pensó; y en <strong>un</strong>a carrera maravillosa, materialmente "bordado" por las balas, llegó al parapeto<br />

don<strong>de</strong> se nos esperaba. Tras <strong>de</strong> él pasó el ban<strong>de</strong>rín<br />

y los enlaces y me tocó la vez.<br />

Pasé miedo, <strong>un</strong> miedo horrible, y no me duele confesarlo ; pero me encomendé a Dios y salí corriendo<br />

esperando el balazo mortal. Corría, asombrado <strong>de</strong> ver<br />

que las piernas me respondían aún y que las balas silbaban en <strong>de</strong>rredor sin darme. Al llegar, sano y salvo,<br />

ya no pensé más en ello; todo eran abrazos y alegría<br />

<strong>de</strong> los sitiados que rescatábamos. Allí estaba Noaílles, el medico <strong>de</strong> Falange, a quien la última vez había<br />

<strong>de</strong>jado en La Granja bebiendo cerveza.<br />

Por el parapeto a<strong>de</strong>lante fuimos corriendo hacia la ermita, que ya se veía a lo lejos. Entonces, <strong>un</strong> balazo <strong>de</strong><br />

mala pata hirió el cuello <strong>de</strong>l pobre Cuartero. Echaba sangre como <strong>un</strong> toro, y creo que ya no existía cuando<br />

pusimos su cuerpo en la camilla.<br />

El capitán tenía prisa; estaban acabando los diez minutos <strong>de</strong> preparación artillera. Y corrimos por el<br />

parapeto, apartando a codazos a los soldados <strong>de</strong> Guinea, que se apretujaban en las aspilleras y tiraban<br />

como borrachos sobre la masa <strong>de</strong> milicianos que en franca huida se <strong>de</strong>scolgaba hacia Tardienta.<br />

—"Marranos—gritaban—que nos "habís" tenido tres días sin comer".<br />

Y <strong>de</strong>scargaban el fusil, <strong>un</strong>a y otra vez, pidiendo a nuestros legionarios m<strong>un</strong>ición, <strong>de</strong> la que andaban<br />

escasos. El capitán Guinea —que había perdido <strong>un</strong> hijo en el asedio— los animaba con magnífico espíritu.<br />

Nosotros seguimos a Colonia, que con el ban<strong>de</strong>rín —pegado a el— on<strong>de</strong>ando al viento <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, iba<br />

abriéndose la ruta <strong>de</strong> victoria.<br />

El tiroteo era ya mucho más soportable; salimos <strong>de</strong>l parapeto, sin reparar lo que pudiéramos encontrar, y<br />

poco <strong>de</strong>spués nos bailábamos ante los restos ennegrecidos <strong>de</strong> lo que fue ermita. Estaba el campo


sembrado <strong>de</strong> cadáveres rojos; recuerdo, por el mal efecto que me produjo, <strong>un</strong> miliciano con la cabeza<br />

arrancada <strong>de</strong> cuajo <strong>de</strong> <strong>un</strong> cañonazo y que, sin embargo, tenía el puño <strong>de</strong>recho cerrado a la altura en que<br />

<strong>de</strong>bió tener la frente-. Habíamos rescatado Santa Quiteria.<br />

Formó la Compañía y fuimos hacia el puesto <strong>de</strong> mando, pues nuestra misión estaba cumplida. Por el<br />

camino tropezamos a <strong>un</strong>os <strong>de</strong> Asalto con sus prisioneros; <strong>un</strong>a miliciana gordinflona, con cara resignada, y<br />

<strong>un</strong> francés que queriendo mostrarse <strong>de</strong>spreocupado en su <strong>de</strong>sgracia me pidió <strong>un</strong> cigarrillo. Más había, pero<br />

no reparé en ellos.<br />

Media hora más tar<strong>de</strong> comíamos <strong>un</strong>a lata <strong>de</strong> mermelada (nuestro <strong>de</strong>say<strong>un</strong>o), y al cuarto <strong>de</strong> hora<br />

ocupábamos los camiones para ir a Zaragoza. Las canciones <strong>de</strong> los legionarios levantaban asfalto <strong>de</strong> la<br />

carretera.<br />

"Dicen los rojos que tienen<br />

que tienen mucho armamento,<br />

pero no tienen... aquello<br />

"pa" luchar con los <strong>de</strong>l Tercio".<br />

Entramos en la ciudad, don<strong>de</strong> el aspecto <strong>de</strong> los viandantes daba a enten<strong>de</strong>r que ya se esperaba con<br />

impaciencia aquel resultado, que les corroboraba la algarabía <strong>de</strong> la tropa. Al llegar al cuartel, sin bajarme<br />

<strong>de</strong>l baquet, di la voz <strong>de</strong><br />

—"Hoy no se pasa lista; a la calle todos".<br />

Y mi sección, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar el armamento, se <strong>de</strong>sparramo por todo Zaragoza, como chiquillos traviesos,<br />

sin dar importancia a lo que habían hecho. A divertirse.<br />

Faltaban Sola, diariero, Lázaro y Roldan; Portolés estaba herido. También seis legionarios habían muerto, y<br />

muchos más gemían en el hospital, pero<br />

"No hay quien pueda,<br />

no hay quien pueda<br />

con la Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra".<br />

A las nueve <strong>de</strong> la noche estaba en mi casa. Era trece y martes; lo recordaré más a<strong>de</strong>lante.


III. LA "BATALLA DE LOS CARACOLES"<br />

Dos días <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso en Zaragoza nos vinieron muy bien. Cada cual procuró a<strong>de</strong>centarse con sus mejores<br />

galas para presumir <strong>un</strong> poquillo en el paseo <strong>de</strong> la<br />

In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.<br />

Juanito Villarreal estrenó <strong>un</strong>a soberbia teresiana; con tantos dorados que, casi casi, lo multaron, por<br />

acaparar oro en momentos tan difíciles para la Patria.<br />

El capitán Rivera, al que Mayoral le cantaba<br />

"¿Qué es aquello que yo veo<br />

encima <strong>de</strong> aquellos montes?<br />

La cabeza <strong>de</strong> Rivera<br />

que oculta los horizontes".<br />

estrenó <strong>un</strong>as botas magnificas, siempre brillantes por obra y gracia <strong>de</strong> “Boquichi”, su popular asistente y ex<br />

limpiabotas.<br />

Llenábamos todos los establecimientos céntricos y presumíamos lo in<strong>de</strong>cible; yo al menos. Era muy<br />

agradable encontrarnos a esa señora “que nos vio nacer” y oírle<br />

—"Sois <strong>un</strong>as fieras".<br />

O al viejo amigo <strong>de</strong> la familia, que preg<strong>un</strong>taba <strong>de</strong>talles sobre <strong>un</strong> asalto al arma blanca y quería saber "si<br />

gritan los rojos al pincharles".<br />

El comandante (noventa por ciento <strong>de</strong> aquel éxito) nos saludaba, cada vez que nos cruzaba, con paternal<br />

cariño. Y los legionarios, al encontrarnos en los bares,<br />

nos <strong>de</strong>cían en voz muy alta, para que todos lo oyesen:<br />

—"¿Se acuerda, mi alférez, cuando tiró usted aquella bomba y por poco me da?".<br />

Pongo por hazaña que habíamos compartido y querían hacer pública.<br />

Pero dos días se acallan pronto, y el 16 nos fuimos otra vez a Santa Quiteria. Teníamos que guarnecer<br />

aquello esperando el contraataque.<br />

Cuatro días pasamos sin noveda<strong>de</strong>s dignas <strong>de</strong> mención. Me correspondió <strong>un</strong> pequeño sector, <strong>de</strong>l cual era<br />

jefe; me instalé en <strong>un</strong>a casetilla y en amable compañía con Pascual (el magnífico sargento) me entretenía<br />

oyéndole historietas <strong>de</strong> sus quince años <strong>de</strong> Legión. También es cierto que sufrí <strong>un</strong> poco con las úlceras mal<br />

cerradas <strong>de</strong> mi pierna <strong>de</strong>recha.<br />

Y es absolutamente cierto que en aquellos días enterramos más <strong>de</strong> seiscientos cadáveres <strong>de</strong> rojos, y que<br />

<strong>de</strong>jamos por imposibles muchos más, que se veían en<br />

los barrancos que van a Tardienta; y que por la noche venían los rojos a recoger el armamento tirado.<br />

Como es cierto que <strong>un</strong>a madrugada el capitán Rivera, a tiros<br />

<strong>de</strong> fusil —cazador siempre— "se cargó" a <strong>un</strong> rojillo, que pagó así su valentía.<br />

* * *<br />

Volví <strong>de</strong> Santa Quiteria, bastante fastidiado con mi pierna. Tanto que, al fin <strong>de</strong> la caminata, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ermita<br />

a la estación, no pu<strong>de</strong> más y tuve que subirme a <strong>un</strong> mulo.<br />

Al llegar a mi casa me acosté; y acostado estaba cuando, al anochecer, llegó Demetrio con su eterna<br />

sonrisa y me dio la noticia<br />

—"Está formando la Ban<strong>de</strong>ra para salir".


¡Vaya por Dios! No iba a po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>scansar. Intenté vestirme pero resultó imposible que me pusiera las botas.<br />

Un poco molesto por no po<strong>de</strong>r acudir al llamamiento <strong>de</strong> mi Ban<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong>cidí seguir acostado y darme <strong>de</strong> baja.<br />

Aquella noche no pu<strong>de</strong> dormir pensando en mi <strong>de</strong>serción y en los fregados en que podía verse la<br />

colectividad a la que ya tenía cariño.<br />

Al día siguiente vino a visitarme el médico civil <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra. Pablo Romeo, inofensivo comadrón<br />

zaragozano, movilizado vol<strong>un</strong>tariamente y embarcado a curar dolencias legionarias, en ausencia <strong>de</strong> sus<br />

colegas militares.<br />

Me curó y mandó quo siguiera en la cama <strong>un</strong>os días. Durante ellos me trajo mil noticias <strong>de</strong> las operaciones,<br />

que le llegaban por conducto <strong>de</strong> los que iban y venían.<br />

Pero todo lo que ocurrió en aquel breve espacio <strong>de</strong> tiempo no lo vi yo; y por eso no figurará en este libro, <strong>de</strong><br />

cuyo contenido soy testigo presencial.<br />

Para contaros lo que me contaron, prefiero que os lo cuenten. Y perdonad el juego <strong>de</strong> palabras.<br />

* * *<br />

Volví con los míos en Celia, pueblecito turolense rico en aguas cristalinas, don<strong>de</strong> crían los mejores<br />

cangrejos <strong>de</strong> E5paña; codiciada presa para el capitán Pastor. Aquel día comimos <strong>un</strong>a paella a base <strong>de</strong><br />

crustáceos, como para chuparse los <strong>de</strong>dos.<br />

Cuando nos re<strong>un</strong>imos a comer no éramos los mismos <strong>de</strong> Caminreal. Mandaba, acci<strong>de</strong>ntalmente, la<br />

Ban<strong>de</strong>ra, el capitán Rivera, pues Ruiz-Soldado había sido herido en Santa Bárbara, el mismo día que<br />

murieron Toribio, Viñas y el pobre Quintana, aquel valiente canario, hombre riquísimo y falangista <strong>de</strong><br />

corazón, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Sevilla estaba vol<strong>un</strong>tariamente agregado a la Ban<strong>de</strong>ra, don<strong>de</strong> prestaba inestimables<br />

servicios.<br />

Aquel mismo día recibimos or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcha. Paso la tar<strong>de</strong> en preparativos y al anochecer salimos a pie<br />

para Gea <strong>de</strong> Albarracín. Los rojos se habían filtrado<br />

otra vez y subiendo por el río Bezas, hasta su confluencia con el T<strong>un</strong>a, habían establecido <strong>un</strong>a magnífica<br />

posición —nuestro objetivo— y cruzando este río habían<br />

cortado la com<strong>un</strong>icación <strong>de</strong> Teruel con Albarracín, hostilizando la carretera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>un</strong> monte llamado "Los<br />

Frontones".<br />

Cuatro horas <strong>de</strong> marcha nocturna, sin hablar ni fumar, nos llevaron a Gea <strong>de</strong> Albarracín. Alojamos a la<br />

gente y como hasta la hora "H" (el indicativo a que<br />

se ajustan las operaciones y que sólo conoce el jefe <strong>de</strong> la columna) teníamos algún ralo para dormir,<br />

asaltamos <strong>un</strong> caserón <strong>de</strong>shabitado y sobre jergones, mullidos con mantas y alg<strong>un</strong>a almohada,<br />

<strong>de</strong>scansamos <strong>un</strong> rato.<br />

A mí me toco en suerte compartir <strong>un</strong>a cama <strong>de</strong> matrimonio con Marra. A<strong>un</strong> me produce risa recordarlo,<br />

como se reirá el lector el día que conozca a Marra.<br />

A las siete <strong>de</strong> la mañana ya estaba la Ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>splegada hacia los Montes Universales. Esta vez conocía<br />

nuestra misión, pues por la noche había tenido tiempo <strong>de</strong> colarme en la Comandancia a fisgar. Un jefe <strong>de</strong> la<br />

Guardia civil daba instrucciones a mis capitanes y así supe que nuestra misión era —mientras Sanjurjo<br />

atacaba <strong>de</strong> frente— molestar a los rojos en su retirada y contenerlos caso <strong>de</strong> que <strong>de</strong>sbordasen en dirección<br />

a nosotros.<br />

Como Rivera mandaba la Ban<strong>de</strong>ra se hizo cargo <strong>de</strong> la catorce Compañía (a la que yo había pasado por<br />

conveniencias <strong>de</strong>l servicio) Martínez <strong>de</strong> Arija, que se había incorporado en Santa Quiteña, y al que<br />

dábamos muchas bromas por su manía <strong>de</strong> ser "el más antiguo".<br />

Tomamos posición en la cresta, al otro lado <strong>de</strong>l río, cogiendo <strong>de</strong> flanco la posición roja, que por cierto<br />

estaba muy fortificada ya; emplazáronse las máquinas y Virgilio (sargento entonces, brigada hoy y chiflado<br />

siempre), envuelto en su manta multicolor, se sentó en <strong>un</strong>a <strong>de</strong> ellas y comenzó el fuego.


A la hora "H", que por lo visto era las ocho, comenzó el tiroteo en la parte por don<strong>de</strong> operaba Sanjurjo;<br />

luego vino la aviación, que bombar<strong>de</strong>ó muy bien a propios y extraños, y con estas pasó todo aquel día gris.<br />

Al anochecer nos dieron buenas noticias <strong>de</strong> la operación, que no había terminado. Quedaba algo pendiente<br />

para otro día. Dejamos <strong>un</strong>a sección —le tocó la china<br />

a Palmeiro— y los <strong>de</strong>más nos fuimos a dormir a Gea. En el caserón había <strong>un</strong> piano y tuve que aporrear sus<br />

teclas para solaz <strong>de</strong> mis compañeros.<br />

Al otro día amaneció lloviendo, por lo que la operación quedó aplazada. Ese día fui yo a relevar a Palmeiro<br />

en el monte; por la noche cesó la lluvia afort<strong>un</strong>adamente y en <strong>un</strong> abriguito construido con <strong>un</strong> árbol, <strong>un</strong>a lona<br />

cubre-cargas y dos fusiles pasé <strong>un</strong>a buena noche, siempre hablando con Pascual.<br />

Pero siguió lloviendo y la operación no podía hacerse; y así pasó <strong>un</strong>a semana <strong>de</strong> lluvia y sol. Cuando no<br />

estaba <strong>de</strong>stacado acompañaba al Pater y a Pastor en sus arriesgadas cacerías <strong>de</strong> caracoles, que luego<br />

comimos con gran algazara.<br />

Una noche que yo estaba <strong>de</strong>stacado llegó la noticia <strong>de</strong> que al siguiente día se terminaría la operación. Se<br />

habían acumulado muchos elementos, pues me hablaron<br />

<strong>de</strong> tanques, y trajeron <strong>un</strong>os botes <strong>de</strong> humo para ocultar la Infantería. Pasé la noche nervioso otra vez y al<br />

clarear me sorprendió la noticia <strong>de</strong> los centinelas, diciéndome que en los parapetos rojos no había nadie ya.<br />

Salió <strong>un</strong> vol<strong>un</strong>tario a reconocerlos; tras <strong>de</strong> él, <strong>un</strong>a escuadra. Y cuando llegó Rivera, con toda la Ban<strong>de</strong>ra,<br />

para iniciar la operación, le dije lo que había. Desplegamos y salimos en dirección a los rojos; efectivamente,<br />

los parapetos estaban abandonados. Recogimos muchas m<strong>un</strong>iciones, <strong>de</strong>rruimos a patadas las chabolas<br />

empezadas y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> reconocer el larguísimo camino cubierto que <strong>de</strong>sembocaba en <strong>un</strong>a pari<strong>de</strong>ra —<br />

puesto <strong>de</strong> mando— don<strong>de</strong> por cierto habían <strong>de</strong>jado <strong>un</strong>a mugrienta cuartilla que rezaba<br />

"Abajo estamos"<br />

nos volvimos cantando al p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida. En honor a las "cacerías" <strong>de</strong> Pastor la operación quedó en los<br />

anales <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra como "La Batalla <strong>de</strong> los Caracoles".<br />

Los botes <strong>de</strong> humo no sirvieron ni para "tiznar rojos", como pudo <strong>de</strong>cir el comandante Frutos que por esos<br />

días vino —en sustitución <strong>de</strong> Ruiz-Soldado, <strong>de</strong>licado para <strong>un</strong>a temporada— <strong>de</strong>stinado en comisión.<br />

Le conocí en Teruel, adon<strong>de</strong> fui con Coloma para traer m<strong>un</strong>iciones. Coloma estaba <strong>un</strong> poco mosca, porque<br />

el día <strong>de</strong> "los caracoles" la Catorce Compañía le pisó el terreno, y la suya llegó al parapeto rojo cuando<br />

nosotros nos volvíamos, cumplido el objetivo, y se hubiera ganado alg<strong>un</strong>a pesada broma <strong>de</strong> Rivera <strong>de</strong> no<br />

ser porque estaba muy entretenido abroncando a Palmeiro, que tuvo la galaica cachaza <strong>de</strong> dormirse y<br />

llegar poco antes que Coloma; pero, a pesar <strong>de</strong> su mosqueamiento, me quería mucho y me llevó a tan<br />

<strong>de</strong>licado servicio.<br />

Y en la Comandancia <strong>de</strong> Teruel vi por primera vez al comandante Frutos; temible en su enfado, gracioso<br />

hasta la carcajada cuando está <strong>de</strong> buenas y fornido <strong>de</strong> aspecto a<strong>un</strong>que jura que n<strong>un</strong>ca pesó ni sesenta<br />

kilos.<br />

A<strong>un</strong> estuvimos <strong>un</strong>a semana en Gea. Y nos aburrimos concienzudamente, salvo las bromas e inci<strong>de</strong>ntes<br />

que alargábamos todo lo posible.<br />

Un día hicimos paella en el campo; ironía <strong>de</strong> <strong>un</strong>os hombres que se pasan la vida, <strong>de</strong> pari<strong>de</strong>ra en pari<strong>de</strong>ra,<br />

por todos los campos <strong>de</strong> Aragón.<br />

Otro, discurrió Marra que pescásemos truchas con granadas <strong>de</strong> mano. Como la estratagema no dio más<br />

resultado que asustar a los alevines, pretendió <strong>de</strong>secar<br />

la acequia <strong>de</strong> la central eléctrica,<br />

Agarró con sus brazos <strong>de</strong> gorila el torniquete <strong>de</strong> la compuerta y se lió a darle vueltas, hasta que consiguió<br />

abrir la entrada <strong>de</strong> la turbina que, por ser <strong>de</strong> día,<br />

estaba <strong>de</strong>sconectada.


Empezó ésta a girar <strong>de</strong> vacío a <strong>un</strong>a velocidad espantosa; y la oport<strong>un</strong>a llegada <strong>de</strong>l electricista evitó que<br />

varios pueblos sufrieran <strong>un</strong> apagón prolongado.<br />

Otro día, el pobre Campillo —<strong>de</strong>l que más tar<strong>de</strong> haré la mención que merece— me propuso acompañar a<br />

<strong>un</strong>os zapadores que iban a fortificar. Fuimos al atar<strong>de</strong>cer para que, <strong>de</strong> día, <strong>de</strong>jasen marcado lo que iban a<br />

cavar <strong>de</strong> noche.<br />

Entre dos luces vimos <strong>un</strong>a pari<strong>de</strong>ra lejana —el frente <strong>de</strong> Aragón estaba cuajado <strong>de</strong> pari<strong>de</strong>ras— y <strong>un</strong>os<br />

cuantos "rogelios" que allí tenían avanzadilla.<br />

Campillo, fantástico siempre, arrebató <strong>un</strong> fusil al zapador más cercano, vació el cargador ap<strong>un</strong>tando a la<br />

pari<strong>de</strong>ra y prorrumpió en estentóreas voces:<br />

—"¡Marranos —gritaba— esta noche iremos y os cortaremos a todos la cabeza!"<br />

Al poco rato nos volvimos a Gea, sin dar mayor importancia a! inci<strong>de</strong>nte. Pero a la media noche nos<br />

<strong>de</strong>spertó <strong>un</strong> horroroso tiroteo.<br />

Los rojos habían visto sombras, y advertidos por las voces <strong>de</strong> Campillo (que lo mismo que amenazas les<br />

podía haber recitado <strong>un</strong> romance o an<strong>un</strong>ciado <strong>un</strong> específico) creyeron llegado el momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse; y<br />

armaron <strong>un</strong> "cacao" como para figurar en los partes oficiales.<br />

Decididamente somos <strong>un</strong>a calamidad cuando estamos inactivos y, sin duda, por eso nos trajeron a<br />

Zaragoza otra vez.


IV. "GUERRA CHIQUITA"<br />

Pasamos <strong>un</strong>os días en Zaragoza, llenando las calles <strong>de</strong> optimismo y orgullo. Luego salimos otra vez.<br />

Como siempre, vino Demetrio a avisarme cuando menos lo esperaba. Salimos <strong>de</strong> noche y sin saber adon<strong>de</strong><br />

íbamos; <strong>un</strong>os por ignorancia, y alg<strong>un</strong>os porque los vapores <strong>de</strong>l alcohol, que habían ingerido en sus ratos <strong>de</strong><br />

ocio, embotaban ligeramente sus inteligencias.<br />

La Seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra es así. Al aviso <strong>de</strong> que sale la Ban<strong>de</strong>ra, a<strong>un</strong>que no haya nadie en el cuartel, acu<strong>de</strong>n<br />

todos. No sé como, pero acu<strong>de</strong>n.<br />

Y entonces, da la casualidad <strong>de</strong> que muchas tabernas quedan sin clientela. La calle <strong>de</strong> la Verónica era <strong>de</strong><br />

las que más sufrían en su censo habitual, al salir <strong>de</strong> operaciones la Ban<strong>de</strong>ra,<br />

Recuerdo cómo, aquella noche, el "Tigre" —dieciséis años <strong>de</strong> legionario, sin <strong>un</strong>a herida ni <strong>un</strong> galón—<br />

abrazaba tiernamente a <strong>un</strong>os infantes que me juró ser hijos suyos; cosa que no creí mucho. Mejor dicho;<br />

sin dudar que los tenga, creo honradamente que no eran aquellos, porque fueron reclamados por <strong>un</strong>a mujer<br />

que<br />

no tenía nada que ver con el "Tigre".<br />

Y cómo el pobre sargento Esteban (yo le di los galones interinos en Gea) me juraba por sus muertos, entre<br />

enormes aspavientos, que en aquella operación que comenzaba pondría a mis pies —¡ni que yo fuese <strong>un</strong><br />

rey!— los galones <strong>de</strong> sargento efectivo o perecería en la <strong>de</strong>manda: luego se durmió prof<strong>un</strong>damente.<br />

Entre cánticos, que alegraban la noche primaveral, ya alegre <strong>de</strong> por sí, y con nutrido acompañamiento <strong>de</strong><br />

botas <strong>de</strong> vino, llegamos a la media noche a Almudévar. Allí supe que esta vez no se trataba <strong>de</strong> operación<br />

ning<strong>un</strong>a.<br />

Podíamos cantar aquello <strong>de</strong><br />

"Mañana, no hay pari<strong>de</strong>ra<br />

a<strong>un</strong>que io man<strong>de</strong> Galera".<br />

Que tenía su explicación. Galera, joven teniente coronel, inteligente y agradable, era el jefe <strong>de</strong> la “Columna<br />

Móvil”. Y, según contaban "los antiguos", cuando la Ban<strong>de</strong>ra llegó al frente <strong>de</strong> Aragón, la explicación <strong>de</strong><br />

futuras operaciones era siempre;<br />

—"Se trata <strong>de</strong> tomar <strong>un</strong>a pari<strong>de</strong>ra sin importancia".<br />

Y, por eso, "pari<strong>de</strong>ra" era el nombre antonomásico que se daba a todas las operaciones.<br />

Aquella vez "no había pari<strong>de</strong>ra". Se trataba <strong>de</strong> <strong>un</strong> vulgar relevo, para permitir <strong>un</strong> acoplamiento <strong>de</strong> fuerzas.<br />

Estaríamos allí <strong>un</strong>os días haciendo vida <strong>de</strong> trinchera.<br />

A la catorce Compañía le correspondió el sector <strong>de</strong> la casilla. La mandaba García Mayoral, incorporado por<br />

alta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su herida <strong>de</strong> Huesca; también era nuevo Manolo Losada, a quien envidiaba su gorro con<br />

dorados, y que <strong>de</strong>cía haber venido al Tercio para engordar. Y se arreaba cada latigazo <strong>de</strong> insulina que<br />

hacía temblar.<br />

El capitán Mayoral estableció su puesto <strong>de</strong> mando en la casilla <strong>de</strong> camineros. En <strong>un</strong>a habitación la cama<br />

<strong>de</strong>l capitán y el teléfono; en otra cuatro cajones y <strong>un</strong>a<br />

Mesa. En <strong>un</strong>a tercera, sobre puñados <strong>de</strong> paja, dormía Palmeiro. Losada, Martínez <strong>de</strong> Arija y yo nos fuimos<br />

al parapeto.<br />

Un parapeto larguísimo y regularmente acondicionado. Cuando se hizo el relevo comparamos nuestras<br />

fuerzas con las <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> Infantería que relevábamos; ellos eran doscientos y nosotros ciento diez.<br />

A nosotros nos daba igual, y ellos lo encontraban natural.


—"Es que uste<strong>de</strong>s..."—<strong>de</strong>cían.<br />

Y la frase quedaba cortada, flotando en el aire, como <strong>un</strong> elogio a nuestro valor, que se sobreentendía.<br />

Y al fin y al cabo, "nosotros", éramos lo mismo que ellos; aficionados la mayoría, los oficiales; y muchísimos<br />

quintos entre la tropa. Pero algo inmaterial, tal vez <strong>un</strong> soplo vivificante <strong>de</strong> Millán Astray, flotaba<br />

en nuestros ban<strong>de</strong>rines.<br />

La vida <strong>de</strong> trinchera es aburridísima. Es como vivir en <strong>un</strong> pueblo sin po<strong>de</strong>r salir al campo. Es <strong>un</strong>a sensación<br />

parecida a la que todos hemos sentido <strong>de</strong> niños, cuando a<strong>un</strong> no teníamos edad <strong>de</strong> ir al colegio, ni nos<br />

<strong>de</strong>jaban salir solos y nos moríamos <strong>de</strong> tedio, encerrados en casa, entre juguetes que acababan por<br />

molestarnos.<br />

Dividimos la trinchera en tres sectores; el primero para Martínez <strong>de</strong> Arija (para eso es el más antiguo); el<br />

central para Losada, y el más izquierdo (que por ironías <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, terminaba en <strong>un</strong>a letrina) para mí. Allí,<br />

en tres chabolas, dormían noches primaverales tres hombres re<strong>un</strong>idos por el azar.<br />

De día quedaba <strong>un</strong>o <strong>de</strong> nosotros <strong>de</strong> servicio y los otros dos iban a la casilla a pasar el día con el capitán<br />

Mayoral. Neurasténico y simpatiquísimo, que en aquellos días nos puso al corriente <strong>de</strong> su odisea en<br />

Gerona, hasta que consiguió pasarse en Huesca; y nos hablaba <strong>de</strong> su mujer y <strong>de</strong> su hijo (mi mujer<br />

esperaba <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia por aquellos días) que habían quedado allí.<br />

También nos enseñó el juego <strong>de</strong> la "batalla naval", y en esos inocentes entretenimientos íbamos<br />

<strong>de</strong>sgranando el rosario pesado <strong>de</strong> los días <strong>de</strong> trinchera.<br />

Por la mañana venía el capitán al parapeto, en visita <strong>de</strong> inspección y a tomar el sol en aquel <strong>de</strong>smonte que<br />

pomposamente llamábamos "plaza <strong>de</strong> armas". Entonces aparecía Valadés (malagueño y sargento <strong>de</strong> la<br />

Legión) y nos amenizaba con sus cuentos y anécdotas.<br />

Recuerdo lo que nos reímos el día que nos contó la vida y milagros <strong>de</strong> <strong>un</strong> capitán <strong>de</strong> la Legión (tiempos<br />

africanos) que tenía muy mal genio. Contó que <strong>un</strong> día en que salió a pasear a caballo, al apoyar <strong>un</strong>a mano<br />

en la silla la encontró llena <strong>de</strong> polvo. Se indignó y a voces hizo venir a su asistente; y, rabioso, le mordió la<br />

cabeza hasta arrancarle algo <strong>de</strong>l cuero cabelludo. Y luego (según Valadés, y allá él con la responsabilidad),<br />

le <strong>de</strong>cía, con dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> pron<strong>un</strong>ciación;<br />

—"¡Quítame estos pelos!"<br />

Allí, en "la plaza <strong>de</strong> armas", pasaban los ratos más agradables <strong>de</strong>l tedioso parapeto, mientras yo admiraba<br />

con envidia ia magnífica pistola ametralladora <strong>de</strong> Losada. Siempre he tenido afición a las armas, y en<br />

aquellos días —asesorado por Martínez <strong>de</strong> Arija— aprendí a <strong>de</strong>sarmar granadas <strong>de</strong> mano, y comencé a<br />

formar la colección que hoy tengo a vuestra disposición en mi casa <strong>de</strong> Zaragoza.<br />

* * *<br />

Aquel aburrimiento —sin <strong>un</strong> tiro ni <strong>un</strong>a baja— tuvo <strong>un</strong> ligero paréntesis. Cierto que nos <strong>de</strong>dicábamos a<br />

enviar al capitán ("cada mañana", como él <strong>de</strong>cía en su<br />

acento catalán), los obligatorios partes, redactados con fina ironía. Pero a la postre tenía que figurar el "sin<br />

novedad", que tan mal cuadraba con nuestro carácter <strong>de</strong> traviesos hombres <strong>de</strong> guerra, Y <strong>un</strong> día, yo, <strong>de</strong>cidí<br />

que "hubiese novedad".<br />

Me había <strong>de</strong>spertado al amanecer y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi chabola, arrullado por los ronquidos <strong>de</strong> Demetrio y el arañar<br />

incesante <strong>de</strong> <strong>un</strong>a rata zapadora, oí a mis centinelas hablando a voces con los enemigos. Estos proponían<br />

<strong>un</strong> intercambio <strong>de</strong> prensa, y daban su palabra (poco <strong>de</strong> fiar, lo sabía por experiencia), <strong>de</strong>. que no tirarían en<br />

todo el día, si nosotros no les agredíamos.<br />

Me hacia gracia la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> repetir aquella escena tan conocida <strong>de</strong> que allá en el llano —tierra <strong>de</strong> nadie— se<br />

encuentren <strong>un</strong> rojo y <strong>un</strong> nacional y, entre insultos y pullas, se entreguen periódicos y a veces materias<br />

comestibles, para <strong>de</strong>mostrarse mutuamente su buena alimentación corporal y espiritual.


Por eso, di or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que nadie tirase <strong>un</strong> tiro sin mi consentimiento, y <strong>de</strong>spertando a Núñez (el cabo <strong>de</strong> la<br />

buena voz) le man<strong>de</strong> pactar <strong>un</strong> pequeño armisticio, por mi cuenta y riesgo.<br />

El primero que salió <strong>de</strong> nuestra parte (ya estaba el sol muy alto en su carrera) fue el propio Núñez. Cuando<br />

los rojos se cercioraron <strong>de</strong> que no pasaba nada, enviaron otro emisario, y en el llano <strong>de</strong> Almudévar se<br />

celebró, <strong>un</strong>a vez más, la recíproca entrega <strong>de</strong> papel impreso.<br />

Pero como la trinchera era larguísima y yo era el único oficial —por la razón ya expuesta— que la vigilaba,<br />

no pu<strong>de</strong> impedir que otro valiente (estaba expuesto a <strong>un</strong> pacazo en cualquier momento) quisiera <strong>de</strong>mostrar<br />

a los rojos que el "también salía". Y como los <strong>de</strong> enfrente habían puesto como condición que había <strong>de</strong> salir<br />

<strong>un</strong>o <strong>de</strong> cada lado, inmediatamente hizo su aparición <strong>un</strong> seg<strong>un</strong>do "bisinio".<br />

Los míos no podían ser menos; y allá fueron otros dos al encuentro <strong>de</strong> otro par <strong>de</strong> catalanes. Total que, a la<br />

hora <strong>de</strong> empezar él suceso, había en el llano <strong>de</strong><br />

Almudévar <strong>un</strong> grupo parecido a aquel que se formaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> "La Maravilla", los domingos por la tar<strong>de</strong>,<br />

cuando había afición al fútbol.<br />

Yo, acodado en el parapeto, gozaba lo in<strong>de</strong>cible, a<strong>un</strong>que comprendía la responsabilidad enorme en que<br />

estaba incurriendo. Pero, ¡tenía tanta suerte en todo lo <strong>de</strong> la guerra!, y a<strong>de</strong>más, en seguida di or<strong>de</strong>n a<br />

Pascual para que cesase el mitin. Pero antes <strong>de</strong> que Pascual cumplimentase la or<strong>de</strong>n, me llamaron al<br />

teléfono; Martínez <strong>de</strong> Arija me <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la casilla, con voces quejumbrosas:<br />

—"Pero, ¿qué haces, animal? Han avisado a la Comandancia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el observatorio <strong>de</strong> Artillería, que en el<br />

llano están haciendo <strong>un</strong>a paella. Y el comandante viene a ver lo que pasa; ¡te la vas a cargar!"<br />

¡María Santísima! Y Pascual, en vez <strong>de</strong> cumplir mis ór<strong>de</strong>nes, se había ido también a cambiar <strong>un</strong>a botella <strong>de</strong><br />

coñac por otra bebida roja.<br />

Agarré aquella magnífica estaca que servía para apoyarme y no resbalar en el barro <strong>de</strong> la trinchera y,<br />

saliendo hasta las alambradas, troné con <strong>un</strong>a voz que<br />

hubiera envidiado Gayarre;<br />

—¡¡Al parapeto todo el m<strong>un</strong>do!!<br />

Mi prestigio <strong>de</strong> oficial y <strong>un</strong>a carrera por toda la línea, blandiendo el soberbio trozo <strong>de</strong> olivo, bastaron para<br />

que, a la carrera, se reintegrasen los legionarios<br />

a sus chabolas.<br />

Les mandé aparentar <strong>un</strong> prof<strong>un</strong>dísimo sueno, y cuando llegó el comandante (ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> todos sus<br />

capitanes, entre los que venía, haciéndose el "longuis", el propio Mayoral) pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle ufano:<br />

—"Sin novedad en la posición, mi comandante",<br />

Y mientras él (que estaba en el ajo) sonreía con satisfacción ante el celo <strong>de</strong> sus oficiales, Marchena, con<br />

sus ametralladoras, tiró <strong>un</strong> par <strong>de</strong> ráfagas, dando<br />

a enten<strong>de</strong>r a los "rogelios" que se había terminado el armisticio.<br />

Aquella misma tar<strong>de</strong> me avisaron que mi mujer había dado a luz a nuestra primogénita, y como me dieron<br />

permiso haremos <strong>un</strong> paréntesis, si os parece, mientras la bautizo.<br />

* * *<br />

Cuatro días más tar<strong>de</strong>, provisto <strong>de</strong> <strong>un</strong>a gran ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> merengues, me incorporé en la sierra <strong>de</strong> Alcubierre.<br />

A la Catorce le había tocado —rara excepción—<br />

la papeleta más fácil; guarnecer las tres posiciones intermedias.<br />

Cuando visitéis la sierra <strong>de</strong> Alcubierre —en esa peregrinación <strong>de</strong> postguerra que nos hemos prometido<br />

todos los españoles— no <strong>de</strong>jéis <strong>de</strong> ver las "intermedias". Son tres pequeñas posiciones que aseguran el<br />

enlace <strong>de</strong> la primera línea con el pueblo <strong>de</strong> Leciñena, y sirven para proteger la carretera, que buena falta le


hacia por entonces, pues a pesar <strong>de</strong> nuestra presencia, no era raro que los coches que circulaban fueran<br />

tiroteados y a<strong>un</strong> "bombeados".<br />

Me presenté a Mayoral, en la principal <strong>de</strong> ellas; <strong>un</strong> arquetipo <strong>de</strong> parapeto, que sentiré sea <strong>de</strong>rruido, pues<br />

con ligeras adiciones a su confort primitivo pue<strong>de</strong> constituir <strong>un</strong>a originalísima casa <strong>de</strong> campo. Y poco<br />

<strong>de</strong>spués me fui a la "mía"; otro parapetillo, bien establecido, con su alambrada y todo (lujo en el frente <strong>de</strong><br />

Aragón) en lo alto <strong>de</strong> <strong>un</strong> mogotillo que domina bastante terreno, y avalorada con la inmediación <strong>de</strong> <strong>un</strong>a<br />

batería <strong>de</strong>l 7'5, que en la cresta <strong>de</strong>l barranco ap<strong>un</strong>taba a la “Imposible”.<br />

La imposible era <strong>un</strong>a posición roja, clavada en la misma línea <strong>de</strong> nuestras avanzadas, y así llamada porque<br />

por su situación—la establecieron cuando Durruti<br />

llegó con sus primeras hordas, en pretensión <strong>de</strong> "tomar café en Zaragoza"—se consi<strong>de</strong>raba inaccesible.<br />

Pero no importaba; a su <strong>de</strong>recha, y a <strong>un</strong>a distancia inverosímil por lo breve, estaba "San Simón". San<br />

Simón es la posición <strong>de</strong> más fama en la sierra; y tiene por qué. San Simón es <strong>un</strong> sargento <strong>de</strong> mí Ban<strong>de</strong>ra;<br />

pequeño como <strong>un</strong> ratón, vivo como <strong>un</strong>a lagartija y valiente como el Cid. San Simón, con cuatro legionarios<br />

que quedaron vivos <strong>de</strong> su pelotón, tomó aquello, y por eso se llama San Simón ese montículo, que pasaría<br />

<strong>de</strong>sapercibido en cualquier topografía <strong>de</strong>cente, y que, sin embargo, es papel blanco para escribir muchas<br />

páginas <strong>de</strong> la Historia <strong>de</strong> España. Preg<strong>un</strong>tad a cualquiera <strong>de</strong> los falangistas <strong>de</strong> Lostaló, que saben algo <strong>de</strong><br />

la sierra.<br />

Por cierto, que el propio San Simón me contó <strong>un</strong> sucedido que tiene gracia.<br />

Quiso la suerte que a su sección le correspondiese guarnecer la famosa posición. Y que <strong>un</strong>os falangistas<br />

<strong>de</strong> los que la ocupaban, al hacer el relevo, se creyeran en el caso <strong>de</strong> ponerle en antece<strong>de</strong>ntes, sin<br />

conocerle.<br />

—"Esta posición es "San Simón"—le dijeron—. No sabe usted lo que costó tomarla".<br />

Y San Simón, sonriendo socarronamente, contestaba :<br />

—"Un poco, <strong>un</strong> poco".<br />

Y se acordaba <strong>de</strong> aquella tard en que el general Urrutia le clavó en el pecho las sardinetas <strong>de</strong> brigada. ¡Ya<br />

lo creo que lo sabía!<br />

Pues bien; mi posición tema <strong>un</strong> pequeño inconveniente, Y era el juego <strong>de</strong> las cuatro esquinas a que se<br />

entregaba la artillería todos los días, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer.<br />

Primero era <strong>un</strong> morterazo —<strong>de</strong> la "Imposible" a "Sao Simón"— luego otro, y otro.<br />

Luego <strong>un</strong>a llamada telefónica.<br />

—"Dicen <strong>de</strong> "San Simón" que los están friendo; tiren uste<strong>de</strong>s".<br />

El capitán <strong>de</strong> artillería tocaba su pito; se <strong>de</strong>senf<strong>un</strong>daban las piezas y "mi" batería hacía fuego sobre la<br />

"Imposible". Era p<strong>un</strong>tería fija, fuego rasante y muchos meses <strong>de</strong> corregir el mismo tiro. No fallaba <strong>un</strong>a; y<br />

callaba el mortero.<br />

Pero entonces empezaba la contrabatería <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Alcubierre. Dos piezas <strong>de</strong>l 10'5 y <strong>un</strong>a "nicanora" la<br />

tomaban con nosotros. Con nosotros porque como la batería <strong>de</strong>l 7'5 estaba bien oculta, nos metían los los<br />

pepinazos en mi posición. La primera tar<strong>de</strong> fueron ciento treinta; ahora que, dando gracias a Dios, no<br />

explotaban ni por casualidad. Aquella tar<strong>de</strong> sólo lo hizo <strong>un</strong>a; <strong>un</strong>a granada <strong>de</strong>l 7 que nos cortó el hilo <strong>de</strong>l<br />

teléfono. Así, pu<strong>de</strong> enviar a Mayoral <strong>un</strong> enlace con este parte, que a<strong>un</strong> creo conserva:<br />

—"Han caído ciento treinta granadas, que supongo enemigas, rompiendo el hilo <strong>de</strong>l teléfono. Los hilos <strong>de</strong><br />

nuestras existencias siguen sin novedad".


Luego, venían los artilleros y recogían las inofensivas granadas. Muchas <strong>de</strong> ellas, con espoletas más<br />

activas. salieron luego <strong>de</strong> cañones nacionales. Y dos, que fueron las más cercanas a mí CE) su caída,<br />

figuran intactas en mi colección <strong>de</strong> trofeos.<br />

Pagada la lluvia artillera, podía irme <strong>un</strong> rato a la posición <strong>de</strong> Mayoral. Allí, con él, nos re<strong>un</strong>íamos Villarreal,<br />

Martínez <strong>de</strong> Arija, Losada —que venía <strong>de</strong> la<br />

posición numero dos— y yo. Merendábamos, jugábamos al poker (¡cuánto dinero me costó aquel<br />

parapeto!) y paseábamos por los sabinares inmediatos.<br />

Hacía calor, y todos (menos Losada y yo, que queríamos ocultar nuestra <strong>de</strong>smedrada constitución) usaban<br />

como único traje <strong>un</strong>os ligeros taparrabos; así vestidos y con aquellas imponentes porras <strong>de</strong> sabina que<br />

hicimos, parecíamos hombres primitivos, dispuestos a cazar, a palos y pedradas, algún díplodocus; que el<br />

paisaje, bien se prestaba a tales elucubraciones.<br />

También hacíamos versos; romances idiotas, como aquel que <strong>de</strong>scribía la aburridísima vida <strong>de</strong> parapeto y<br />

<strong>de</strong>cía:<br />

... ... ... ... ... ...<br />

En cuanto la l<strong>un</strong>a riela<br />

pintando hormigas y abastos,<br />

<strong>de</strong> cenas mal digeridas<br />

que murieron a mis manos,<br />

me acuerdo <strong>de</strong> mi morena<br />

que está en el río lavando.<br />

¿Cuándo me darán permiso;<br />

alegría en papel blanco?<br />

... ... ... ... ... ...<br />

O aquel otro, que <strong>de</strong>scribe tan a lo vivo las emociones <strong>de</strong> <strong>un</strong> combate ofensivo y traslada al reino <strong>de</strong> la<br />

poesía la amazacotada prosa <strong>de</strong> los reglamentos tácticos.<br />

... ... ... ... ... ...<br />

¡Vamos a<strong>de</strong>lante, vamos!<br />

¡Vamos a por ellos, chicos'<br />

¡Vamos a<strong>de</strong>lante, vamos!<br />

hasta que yo toque el pito,<br />

y entonces, tirarse al suelo<br />

que está. cerca el enemigo,<br />

Ya están todos por el suelo<br />

en <strong>de</strong>cubito supino,<br />

que viene [a aviación.<br />

Aves <strong>de</strong> volar cansino,<br />

golondrinas que excrementan<br />

suciedad <strong>de</strong> muchos kilos.<br />

... ... ... ... ... ...<br />

También salíamos a pasear a la carretera, Allí, sentados en los poyos, contábamos casos y cosas. Juanito<br />

Villarreal nos contó cómo los primeros días <strong>de</strong>l Movimiento, en sus islas Canarias, entre él y otro falangista,<br />

conquistaron cierta ciudad <strong>de</strong> veintidós mil habitantes.<br />

—"¿La cercasteis? — preg<strong>un</strong>taba Mayoral.<br />

Yo, para no ser menos, les narré <strong>un</strong> sucedido <strong>de</strong> los primeros y azarosos días <strong>de</strong> Zaragoza. Es<br />

rigurosamente cierto.<br />

Estábamos en Castillejos; entraban y salían camiones y hombres. Tiempos heroicos en los que había que<br />

dominar chispazos en pueblos cercanos a la capital. Y en la capital misma, como lodos sabemos. El<br />

general dispuso que las muchachas <strong>de</strong> Falange cacheasen en la calle a las mujeres sospechosas.


Y <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong> aparecieron en el cuartel tres <strong>de</strong> ellas, orgullosas <strong>de</strong> su presa. Una mujercica humil<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

aspecto, con su pañuelo en la cabeza; parecía no haber<br />

roto <strong>un</strong> plato en su vida. Pero sus aprehensoras esgrimían el documento comprometedor; <strong>un</strong> mugriento<br />

papel, en el que aparecían en letra <strong>de</strong> máquina muchos nombres y domicilios <strong>de</strong> personas conocidas.<br />

Acotadas a lápiz, con pésima letra, las pruebas <strong>de</strong> la conjura,<br />

—"A las ocho en p<strong>un</strong>to".<br />

—"Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la puerta".<br />

—"Por el ventanillo".<br />

Casi en volandas, compareció ante el hoy general Urrutia. Y, ante su severa mirada, se atrevió a<br />

disculparse.<br />

—"Sabe Usía; como yo reparto el "HERALDO...". No me quisieron creer. Pero muchos <strong>de</strong> !os lectores<br />

pue<strong>de</strong>n dar fe <strong>de</strong> que es rigurosamente cierto.<br />

Y seguíamos con los romances,<br />

... ... ... ... ... ...<br />

Las máquinas son cigarras<br />

y los fusiles son grillos.<br />

... ... ... ... ... ...<br />

... ... ... ... ... ...<br />

En el cielo <strong>un</strong> ban<strong>de</strong>rín<br />

<strong>de</strong> sangre y oro flamea.<br />

... ... ... ... ... ...<br />

¡¡Perdónalos, Señor, que no saben lo que hacen!! Este era el comentario <strong>de</strong> Juanito Villarreal. !Y que no<br />

presumía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se enteró <strong>de</strong> que era <strong>un</strong> objetivo para la artillería!<br />

Porque eso también es cierto, lo creáis o no. Viilarreal salió <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong> a cortar sabinas para hacerse <strong>un</strong><br />

bastón, en la inocente compañía <strong>de</strong> su asistente y <strong>un</strong> sanitario; y le "paquearon" con <strong>un</strong>a pieza <strong>de</strong>l 7'5. Les<br />

fueron cerca los tiros y gracias a <strong>un</strong>a covachuela en la que pudieron guarecerse.<br />

Allá nos cogió también la festividad <strong>de</strong>l Corpus Cristi. No todo había <strong>de</strong> ser frívolo en aquel relevo,<br />

Hubierais llorado <strong>de</strong> emoción si hubieseis asistido a<br />

aquella sencilla misa que nos dijo el Pater; al aire libre, sobre <strong>un</strong>a mesa; como mantel <strong>un</strong>a manta, como<br />

Cáliz <strong>un</strong>a copa <strong>de</strong> cristal. Y para alumbrar a la Persona Divina, dos velas <strong>de</strong> sebo en botellas <strong>de</strong> cerveza. El<br />

capitán, los cuatro oficiales y todos los legionarios, barbudos, sucios y silenciosos.<br />

Al día siguiente buen humor otra vez. Valadés me gastó <strong>un</strong>a broma. En mi posición tenía dos sargentos.<br />

Esteban, miope perdido; y Sanabria (no sé si os he hablado <strong>de</strong> Sanabria), sordo como <strong>un</strong>a tapia a<br />

consecuencia <strong>de</strong> <strong>un</strong> bombazo, cuya representación gráfica es <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los seis o siete galones que lleva<br />

sobre su manga izquierda.<br />

Pues esa mañana, al <strong>de</strong>spertarme, me encontré que "por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l capitán", estaban: Sanabria<br />

"escuchando" el paso <strong>de</strong> los aviones; y Esteban "viendo" <strong>un</strong>as señales <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ras que iban a hacerle<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la posición principal. Lo "había mandado el capitán, y lo había dicho el sargento Valadés".<br />

* * *<br />

Sanabria es <strong>un</strong> tipo pintoresco. Malagueño cerrado (la provincia <strong>de</strong> Málaga ha dado siempre <strong>un</strong> nutrido<br />

contingente <strong>de</strong> legionarios), ceceante hasta la exageración y graciosísimo contando cuentos y sucedidos.<br />

Durante los bombar<strong>de</strong>os <strong>de</strong> la artillería roja se refugiaba en mi chabola; y al mediano resguardo que nos<br />

ofrecía su "pared maestra", me entretenía contando aventuras suyas o <strong>de</strong> "Chiroba"—<strong>un</strong> tipo malagueño,<br />

muy popular a su <strong>de</strong>cir—o <strong>de</strong> otro paisano.


Una preocupación tenía, que alcanzaba grado <strong>de</strong> monomanía. La "orza"; <strong>un</strong>a vulgarísima tinaja que al lado<br />

<strong>de</strong> mi chabola contenía toda nuestra reserva <strong>de</strong> agua. Cuando cesaba <strong>un</strong> poco la chorreada <strong>de</strong> pepinazos,<br />

asomaba la cabeza.<br />

—"A ve si me rompen la orza"— <strong>de</strong>cía.<br />

El centinela, sentado en el parapeto como si aqueklo no fuese con él, con el <strong>de</strong>sprecio a la vida que sólo<br />

saben sentir los legionarios, nos an<strong>un</strong>ciaba a voces "lo que venia".<br />

—"Esta es <strong>de</strong>l diez y medio..."—gritaba- Y seguía balanceando las piernas sentado en el parapeto.<br />

Sanabria y yo nos apretábamos todo lo posible a la pared. Y el estallido (si estallaba) o el golpe seco <strong>de</strong> la<br />

granada en el suelo <strong>de</strong> la posición, se mezclaba a mis carcaiadas. Sanabria había terminado su cuento.<br />

—"¿An<strong>de</strong> vas Chiroba?".<br />

—"A baila er trompo, que los toros no me gustan..<br />

Fue <strong>un</strong>a temporada <strong>de</strong> guerra chiquita, diría <strong>un</strong> morazo <strong>de</strong> los que acompañan a Galera.<br />

Y tan "chiquita". No hacíamos más que divertirnos. El relevo nos divertió mucho más aún; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

<strong>un</strong>os días en Zaragoza, salimos aprisa y corriendo para Perdiguera otra vez.<br />

Los rojos, por sorpresa, se metieron en Monte Calvario, la posición que enlazaba Perdiguera y Leciñena,<br />

colgada <strong>de</strong> <strong>un</strong> cerro sobre el Monte Oscuro; tenebroso<br />

lugar draculesco, don<strong>de</strong> mero<strong>de</strong>aban los rojos.<br />

Aquel golpe <strong>de</strong> mano amenazaba seriamente la seguridad <strong>de</strong> toda la sierra <strong>de</strong> Alcubíerre, y hubo que<br />

anularlo reconquistando la posición sin esperar más.<br />

Allá fue otra vez la Columna Móvil.<br />

"Mañana hay pari<strong>de</strong>ra, porque lo manda Galera".<br />

Nos concentramos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Perdiguera. El batallón <strong>de</strong> Carros, mi Ban<strong>de</strong>ra y los falangistas <strong>de</strong> Escribano.<br />

Por la <strong>de</strong>recha, hacia Farlete, f<strong>un</strong>cionó la caballería. Y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nosotros los <strong>de</strong>l 7'7, como siempre.<br />

A las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>splegamos. Avanzamos por el llano, sin hacer caso <strong>de</strong> la artillería roja, que tiró muy<br />

bien, justo es <strong>de</strong>cirlo; pero con tan buena suerte<br />

para nosotros, como atestigua este <strong>de</strong>talle.<br />

Entre los dos camilleros <strong>de</strong> mi sección (que iban separados a<strong>un</strong>) cayó <strong>un</strong> pepino <strong>de</strong>l i5'5. No estalló; dio <strong>un</strong><br />

rasponazo en el suelo y voló a los aires. Unos<br />

seg<strong>un</strong>dos estuvo zumbando sobre las cabezas <strong>de</strong> los camilleros. Al fin cayó, inofensivo, a sus pies. "Guerra<br />

chiquita".<br />

¿Para qué hablar más <strong>de</strong> aquella insulsa acción? Subimos, subimos —a mi sección le toco en extrema<br />

vanguardia—. Nos silbaron cuatro balas, que conté, y arriba encontramos ocho milicianos, casi lodos<br />

extranjeros. Cogimos <strong>un</strong>a ametralladora y rescatamos los cadáveres <strong>de</strong> hermanos nuestros. Nos tumbamos<br />

en el suelo y a la media noche nos relevaron y volvimos a Perdiguera. Demetrio se quedo dormido y no<br />

apareció hasta la mañana siguiente.<br />

Dos días <strong>de</strong>spués, ya <strong>de</strong>spejada la situación, nos volvimos a Zaragoza. Al montar en los camiones nos<br />

vieron los artilleros rojos y la emprendieron con nosotros. Es el relevo más rápido que he visto.<br />

* * *<br />

Luego, <strong>un</strong> mes en Zaragoza. El comandante nos confeccionó <strong>un</strong> horario y, por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era<br />

oficial, conocí el monótono servicio <strong>de</strong> cuartel. Por la mañana teníamos instrucción; salía toda la Ban<strong>de</strong>ra<br />

formada hasta la Gran Vía. Allí se hacía <strong>un</strong> poco <strong>de</strong> instrucción y volvíamos, <strong>de</strong>sfilando con la banda <strong>de</strong>


cornetas y tambores, que levantaba murmullos <strong>de</strong> entusiasmo por lo airosamente que manejaba las<br />

cornetas, al principio y fin <strong>de</strong> cada toque.<br />

Luego, teníamos todo e! día libre, salvo los <strong>de</strong> servicio; y llegamos a adocenarnos <strong>un</strong> poco en esa vida<br />

burguesa <strong>de</strong> bar y cine; mejor o peor acompañados, pues éramos muchos los indígenas en la Ban<strong>de</strong>ra, y<br />

los que no lo eran habían acabado por traer a sus familias.<br />

En cuanto al servicio <strong>de</strong> los subalternos era sencillo; <strong>un</strong> par <strong>de</strong> guardias y otras tantas vigilancias cada<br />

quince días. El servicio <strong>de</strong> vigilancia era entretenido, porque nosotros (según averigüé el primer día, al<br />

presentarme al jefe <strong>de</strong> día), no teníamos nada que ver con la plaza; sólo con nuestros legionarios. Cuando<br />

yo estaba <strong>de</strong> vigilancia me limitaba a salir <strong>un</strong> rato, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> cenar; por el arco <strong>de</strong> Cinegio a la calle <strong>de</strong> la Verónica; vuelta hacia la <strong>de</strong> Bureta; <strong>un</strong>a vueltecita por la <strong>de</strong><br />

Peromarta y a casa. Encontraba al pleno <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Porque el oficial <strong>de</strong> guardia tenia mandado que nadie saliese <strong>de</strong>l cuartel <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las diez. Pero no<br />

faltaban excusas (asistentes, enlaces, machacantes, rancheros, permisos especiales) para que salieran<br />

todos. A<strong>de</strong>más, los alféreces rivalizábamos en dar facilida<strong>de</strong>s. Era lógico que se divirtiese <strong>un</strong> poco aquella<br />

gente admirable que tanto hacía por la ciudad. Y, a<strong>de</strong>más, no había n<strong>un</strong>ca <strong>un</strong> escándalo que trascendiese.<br />

Eran todos buenos chicos, zaragozanos o aragoneses en su mayoría.<br />

Y si alg<strong>un</strong>o, "mal aconsejado por González Byass", como dice Portóles, se extralimitaba <strong>un</strong> poco, no faltaba<br />

quien fiase por él. A los legionarios <strong>de</strong> la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra se les quería y querrá siempre en Zaragoza.<br />

Ved <strong>un</strong> ejemplo. Un día que yo estuve <strong>de</strong> guardia, a las once <strong>de</strong> la noche, cuando me disponía a tumbarme,<br />

me <strong>de</strong>spertaron dos guardias <strong>de</strong> Seguridad.<br />

Me saludaron, y ante mi invitación, <strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos empezó a explicar algo que por sus maneras me pareció<br />

<strong>de</strong>licado.<br />

—"Verá usted, mi alférez. No es más que para que lo sepa usted. La cosa no trascen<strong>de</strong>rá pero no<br />

queremos <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> <strong>de</strong>círselo..."<br />

Hasta que, apremiados, <strong>de</strong>jaron los circ<strong>un</strong>loquios y el más <strong>de</strong>cidido dijo:<br />

—"Pues que <strong>un</strong>os legionarios <strong>de</strong> su Ban<strong>de</strong>ra que estaban cenando en <strong>un</strong> bar, han <strong>de</strong>rribado <strong>un</strong> tabique<br />

invol<strong>un</strong>tariamente..."<br />

Me parece que <strong>de</strong>mostraron diplomacia. Y es que en el campo siempre andaban j<strong>un</strong>tos en todos los tiros,<br />

legionarios y guardias <strong>de</strong> Asalto.


V. ALBARRACIN<br />

Los últimos días <strong>de</strong> aquella temporadita <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso los pasamos acuartelados.<br />

Y el día 6 <strong>de</strong> julio salimos hacia la provincia <strong>de</strong> Teruel. En <strong>un</strong> larguísimo tren militar. El coronel Gazapo, con<br />

su habilidad característica para poner contentos a los hombres que dirige, había dicho a nuestro<br />

comandante:<br />

—"No tendréis ni que bajar <strong>de</strong>l tren; en cuanto oigan los rojos que viene la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra huirán..."<br />

Y el vaticinio corría <strong>de</strong> boca en boca.<br />

—"Dice el coronel Gazapo que ni bajar <strong>de</strong>l tren".<br />

Pero ya en Monreal <strong>de</strong>l Campo tuvimos que apearnos <strong>un</strong>os cuantos. Alguien había colocado <strong>un</strong>os petardos<br />

en la vía y era preciso retirarlos. El capitán Rivera<br />

se ofreció vol<strong>un</strong>tario para dirigir la expedición; yo para acompasarle y <strong>un</strong> legionario asturiano que conocía la<br />

dinamita, para retirar lo que fuese, a<strong>un</strong>que hubieran interceptado la vía con <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las cal<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Pedro<br />

Botero.<br />

Salimos en <strong>un</strong>a locomotora hasta el lugar <strong>de</strong>l primer petardo; el seg<strong>un</strong>do lo había retirado ya <strong>un</strong> teniente <strong>de</strong><br />

la Guardia civil. El petardo era <strong>un</strong> aparato precioso<br />

en su género.<br />

Una caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, colocada <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l carril y disimulada con el mismo balasto —me asombraba que los<br />

guardias <strong>de</strong> servicio hubieran reparado en ella— y con tres contactos <strong>de</strong> cobre, que al no llegar a tocar en<br />

el carril habían sido calzados con pedazos <strong>de</strong> cartón, hasta conseguirlo.<br />

El dinamitero comenzó a manipular en ellos. Rivera y yo, <strong>de</strong> rodillas a su lado, le íbamos aconsejando.<br />

—"Quita esos hilos que salen <strong>de</strong> la pila".<br />

—"No hace falta, mi capitán".<br />

Descalzó tranquilamente <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los contactos; y otro. No pasaba nada. Pero mi ángel <strong>de</strong> la guarda me<br />

inspiró que <strong>de</strong>bía fumar <strong>un</strong> cigarrillo. Saqué la petaca y ofrecí <strong>un</strong>o a Rivera (siempre tiene conmigo la<br />

broma <strong>de</strong> que no le he dado <strong>un</strong> cigarro jamás) y nos retiramos a encen<strong>de</strong>rlo a la parte baja <strong>de</strong>l talud.<br />

Una sacudida enorme nos tiró al suelo; vimos <strong>un</strong> resplandor, oímos <strong>un</strong>a <strong>de</strong>tonación, y cuando nos pudimos<br />

poner en pie vimos la vía levantada en <strong>un</strong> trozo <strong>de</strong> tres o cuatro metros. El dinamitero yacía sin cabeza,<br />

muerto.<br />

Volvimos a dar cuenta. Se reparó la avería rápidamente y la Ban<strong>de</strong>ra siguió a su <strong>de</strong>stino, cantando,<br />

siempre cantando. El tren que cruzamos se llevó al cementerio <strong>de</strong> Zaragoza el cuerpo <strong>de</strong> <strong>un</strong> héroe anónimo<br />

más; había muerto por salvar a sus compañeros.<br />

En Cella empezó "la pari<strong>de</strong>ra". Allí supimos que los rojos habían ocupado <strong>un</strong>as alturas sobre Albarracín y<br />

se habían colado en esa ciudad. La guarnición se había refugiado en la catedral y, dirigida por el capitán<br />

Guinea (acordaos <strong>de</strong> Santa Quiteña), resistía. Se había sabido por <strong>un</strong> teniente <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia que llevaba<br />

<strong>un</strong> convoy, que no pudo entrar como es lógico.<br />

Para libertar Albarracín se formaron dos columnas. La <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, mandada por Montojo y compuesta<br />

por la Compañía <strong>de</strong> ametralladoras (en la que yo prestaba servicio hacía <strong>un</strong>os días), y <strong>un</strong>a sección <strong>de</strong><br />

acompañamiento seguiría en camiones hasta el kilómetro 20; allí tomaría posición y esperaría a que la <strong>de</strong> la<br />

izquierda, compuesta por el resto <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra, llegase por el otro lado <strong>de</strong>l río. Luego, todo fácil.


Salimos en los camiones, y con el ligero peligro <strong>de</strong>l cañoneo a la altura <strong>de</strong> Gea —los rojos tenían en los<br />

Montes Universales varias baterías y en <strong>un</strong> monte <strong>un</strong> observatorio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong>, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l comandante<br />

Frutos, "nos contaban los botones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que salíamos <strong>de</strong> Zaragoza"— llegamos al kilómetro 20.<br />

Cuando estábamos <strong>de</strong>scargando el material, completamente <strong>de</strong>scuidados, nos llegó <strong>de</strong> pronto <strong>un</strong>a ráfaga<br />

<strong>de</strong> ametralladora, que nos hizo do? bajas. ¿De dón<strong>de</strong> venían aquellos tiros? Nadie sabría contestar; pero el<br />

hecho es que nos tiramos todos al suelo y que, poco a poco, pudimos retirarnos, con los heridos y todo el<br />

material, hasta <strong>un</strong> barranco <strong>de</strong>senfilado.<br />

Por él subimos y ocupamos <strong>un</strong>a posición bastante buena, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> podíamos batís-, <strong>de</strong> igual a igual,a<br />

los rojos. Alia estaba el teniente <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia que diera la voz <strong>de</strong> alarma. Nos relató su odisea; tuvieron<br />

que retirar a brazo <strong>un</strong> blindado, que se estropeó cuando más falta hacía, y que pesaba trece toneladas. Y<br />

allí habían seguido esperándonos a nosotros. Por algo cantaban sus soldados ese himno (el capitán Pastor<br />

lo <strong>de</strong>stroza con su malísimo oído) para su uso particular:<br />

"Pue<strong>de</strong> dormir tranquilo<br />

este trozo <strong>de</strong> Aragón,<br />

porque lo <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n<br />

los soldados <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia,<br />

que tienen por emblema el sol".<br />

Toda la tar<strong>de</strong> estuvimos esperando, inútilmente, ver aparecer la Ban<strong>de</strong>ra por los llanos <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l<br />

Guadalaviar. Al anochecer me envió Montojo a inquirir noticias al puesto <strong>de</strong> mando, que según habíamos<br />

quedado estaría establecido en la casilla <strong>de</strong> camineros <strong>de</strong>l kilómetro 19.<br />

Allí supe que la columna <strong>de</strong> la izquierda tenía dificulta<strong>de</strong>s para avanzar, pues el enemigo no era tan escaso<br />

como se suponía; pero al amparo <strong>de</strong> la noche<br />

(que se echaba encima a pasos agigantados) se establecería en <strong>un</strong>as alturas frente a nuestra posición.<br />

Volví a Montojo y establecimos <strong>un</strong> servicio <strong>de</strong> vigilancia, por lo que pudiese ocurrir. Y a las once <strong>de</strong> la<br />

noche, cuando estaba yo tranquilamente, sentado con Soler, Marchena y otros sargentos, mientras Montojo<br />

dormía, sufrió la ban<strong>de</strong>ra el primero <strong>de</strong> los cinco ataques que aguantó antes <strong>de</strong> libertar Albarracín y don<strong>de</strong><br />

se <strong>de</strong>rrochó m<strong>un</strong>ición por ambas partes. Ataques que, a mi juicio, <strong>de</strong>jaron muy atrás a los que yo conocía<br />

<strong>de</strong>l frente <strong>de</strong> Madrid.<br />

Primero <strong>un</strong>a bomba <strong>de</strong> mano; luego otra y otra y otra. Y luego <strong>un</strong> tiroteo infernal, componiendo <strong>un</strong> poema<br />

musical como no sonó Wagner, en el que el crepitar <strong>de</strong> los fusiles formaba la melodía, con<br />

acompañamiento <strong>de</strong> bombazos incesantes. Todo esto, en <strong>un</strong> frente <strong>de</strong> <strong>un</strong> kilómetro. Por nuestra parte tres<br />

Compañías; los rojos <strong>un</strong>os doce mil, según supimos luego.<br />

Los <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l río no podíamos hacer nada. Desconocíamos la situación <strong>de</strong> las fuerzas y no<br />

podíamos hacer fuego, exponiéndonos a ametrallar a nuestros propios hermanos. Por eso estuvimos, sin<br />

tirar, mirando con ojos muy abiertos y escuchando aquella apocalíptica zarabanda, durante <strong>un</strong> par <strong>de</strong> horas.<br />

Luego, cesó todo; el ataque había sido rechazado.<br />

Pero no pudimos dormir. Cuando íbamos a hacerlo, nos llegó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> bajar todo el material para ir al<br />

otro lado <strong>de</strong>l río (habían rechazado el ataque sin<br />

ametralladoras) y allá fue la sexta Compañía, por barrancadas abajo, en <strong>un</strong>a noche obscura si las hay.<br />

* * *<br />

A la madrugada estábamos a! otro lado <strong>de</strong>l río. Montojo se estableció, con la mitad <strong>de</strong> la Compañía, en <strong>un</strong>a<br />

loma más alta que dominaba casi todo el frente y a mí, con cuatro máquinas, me envío a otra más<br />

avanzada, para proteger a la Catorce, que (cómo no) ocupaba las posiciones <strong>de</strong> mayor responsabilidad.<br />

Por <strong>un</strong> barranco bastante pesado subimos a la posición ; era ésta <strong>un</strong> montecillo que dominaba el barranco<br />

que nos separaba <strong>de</strong> las posiciones rojas. También los rojos tenían dos líneas <strong>de</strong> posiciones; la primera en<br />

<strong>un</strong>as alturas análogas a las <strong>de</strong> la Catorce y <strong>de</strong>trás <strong>un</strong>os picachos, <strong>de</strong> cuyos nombres siento no acordarme.


Detrás <strong>de</strong> aquel monte (montazo, dijimos al coronarlo, días más tar<strong>de</strong>) estaba Albarracín, y con esa ciudad<br />

la interrogante que nos preocupaba. ¿Resistía Guinea? No se oía artillería; y el fuego <strong>de</strong> fusil no podíamos<br />

percibirlo por la distancia.<br />

La posición era <strong>de</strong> lo más primitivo. Sin más <strong>de</strong>fensa que el camuflado <strong>de</strong> las carrascas y <strong>un</strong>os esquemas<br />

<strong>de</strong> parapeto que habían construido los legionarios<br />

hurtando minutos al sueño. Cuatro piedras mal amontonadas en <strong>de</strong>finitiva.<br />

Emplacé las máquinas y el día transcurrió relativamente tranquilo. Relativamente, porque <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l mal<br />

ten<strong>de</strong>rete que servía <strong>de</strong> puesto <strong>de</strong> mando (allá estaban Mayoral y Coloma conmigo) era incesante el pasar<br />

y transpasar <strong>de</strong> camillas. Chorreo continuo <strong>de</strong> heridos y muertos, en ese paqueo intrascen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las<br />

situaciones estacionarias.<br />

Colonia y Mayoral discutían sobre la imposibidad <strong>de</strong> avanzar a menos <strong>de</strong> recibir refuerzos. El Estado Mayor<br />

estaba en ello y, mientras tanto, habíamos <strong>de</strong> resistir. No era <strong>un</strong>a operación tan sencilla (luego supimos que<br />

los sitiadores <strong>de</strong> Albarracín Elevaban más <strong>de</strong> cien armas automáticas, contra nuestras ocho viejísimas<br />

Hotchkis) pero se haría.<br />

Al anochecer estaba reventado y pedí <strong>un</strong>a camilla para dormir. Demetrio me envolvió en tas mantas que<br />

arrastraba siempre y me quedé prof<strong>un</strong>damente dormido. Cuando me <strong>de</strong>sperté, sacudido por Purroy (el<br />

enlace) ya se había armado el "cacao".<br />

¡Y qué cacao! Un festejo idéntico al <strong>de</strong> la noche anterior, con miles y miles <strong>de</strong> disparos y cientos y cientos<br />

<strong>de</strong> bombazos. Me levanté escapado.<br />

Coloma estaba con los suyos. Mayoral, responsable <strong>de</strong> nuestra posición, corría <strong>de</strong> <strong>un</strong> lado a otro con la<br />

pistola en la mano. Yo atendía al m<strong>un</strong>icionamiento <strong>de</strong> las ametralladoras y corría <strong>de</strong> <strong>un</strong>a a otra. Cada vez<br />

que pasaba por el puesto que tenía establecido (bendije mi previsión) para rellenar los cargadores vacíos<br />

que iban trayendo sin cesar, veía orgulloso cómo los cuatro legionarios que tenía encargados <strong>de</strong> este<br />

importantísimo servicio, sentados en el suelo, recargaban peines y peines, en silencio, sin que el más leve<br />

gesto <strong>de</strong>n<strong>un</strong>ciase ni siquiera preocupación ante la lluvia <strong>de</strong> balas que caían a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

De todas partes llegaban heridos; <strong>un</strong>os por su pie, oíros acarreados en camillas, por Matute y Vicente, los<br />

maravillosos camilleros <strong>de</strong> la Catorce, que ya están en el cielo, <strong>de</strong>scansando <strong>de</strong> pasadas fatigas, y cuyas<br />

efigies copiará algún escultor e! día en que haya <strong>de</strong> elevarse <strong>un</strong> monumento a los mejores camilleros, <strong>de</strong><br />

todas las guerras.<br />

Purroy, mi enlace (pamplonés, criado en Logroño y con diecisiete años mal cumplidos) parecía <strong>un</strong>a lagartija.<br />

Siempre a mi lado cuando lo necesitaba, atendía a todo. Retiraba heridos, cargaba cajas <strong>de</strong> m<strong>un</strong>ición y<br />

corría <strong>de</strong> los parapetos al puesto <strong>de</strong> mando, siempre con <strong>un</strong>a bomba dispuesta a matar rojos, con el<br />

mosquetón caliente <strong>de</strong> tanto disparar y <strong>un</strong>a sonrisa en los labios. Cuando entramos en Albarracín ya lucía<br />

los galones <strong>de</strong> cabo que Montojo le colgó a mi propuesta.<br />

Palacios, el viejo sargento encargado <strong>de</strong>l "Pelotón", con su eterno trago <strong>de</strong> vino en los labios (navarro y <strong>de</strong><br />

Olite) subía mulos y más mulos cargados <strong>de</strong> cartuchería y bombas. Así <strong>un</strong>a hora y otra.<br />

Al fin, la potente voz <strong>de</strong> Mayoral se <strong>de</strong>jaba oír.<br />

—"¡¡¡Alto el fuego...!!!"<br />

Y en los parapetos, oficiales y sargentos repetían:<br />

—"¡¡¡Alto el fuegoooo...!!!"<br />

Unos minutos más tar<strong>de</strong> se hacía la calma otra vez. Y entre nubes <strong>de</strong> <strong>un</strong> acre humazo <strong>de</strong> pólvora, los<br />

legionarios se envolvían en las mantas para dormir <strong>un</strong><br />

rato. Los rojos no se habían salido con la suya.


Y no es que no se acercaran. Que <strong>un</strong>a noche (fueron cuatro las noches en que "in crescendo" se repitió el<br />

ataque) a <strong>un</strong> sargento <strong>de</strong> la quinta Compañía se le llegaron, al resplandor <strong>de</strong> les bombazos, cuatro<br />

milicianos a pedirle m<strong>un</strong>ición. Un cargador <strong>de</strong> pistola entero y verda<strong>de</strong>ro les dio; y allí quejaron los rojazos,<br />

patas arriba, como prueba <strong>de</strong> que no se tiraba en bal<strong>de</strong>.<br />

Cuatro noches. Cinco veces que me <strong>de</strong>spertó Purroy, porque mi sueno resistía aquel estruendo: cinco<br />

ataques rojos, <strong>de</strong>sesperados, rabiosos.<br />

Ciento setenta y cinco mil cartuchos, doce mil bombas y trescientas bajas por nuestra parte, según me dijo<br />

Losada que empezaba a ser ayudante.<br />

Campillo (ya os hablé <strong>de</strong> él) llenaba los epílogos <strong>de</strong> cada noche. Cuando cesaba el ataque y los rojos,<br />

convencidos <strong>de</strong> su impotencia se retiraban. Campillo lanzaba al viento <strong>de</strong> la oscurísima noche, sus bravatas.<br />

—"Venid aquí—gritaba—, esos canallas que os dirigen os están engañando miserablemente. Pasad a<br />

nuestras fílaaaaas".<br />

Y algún Comisario político rojo, dándoselas <strong>de</strong> erudito, le respondía:<br />

—"Los engañados sois vosotros. Las reivindicaciones <strong>de</strong>l proletariado..."<br />

No terminaba n<strong>un</strong>ca. Campillo odiaba a los "intelectuales", y cortaba rápido:<br />

-"¡¡Bandidos, canallas, hijos <strong>de</strong> tal..., fuegooo!!"<br />

Des<strong>de</strong> luego que no sabía lo que eran reivindicaciones; ni quería saberlo.<br />

El pobre Barrenengoa murió como <strong>un</strong> valiente, <strong>de</strong> <strong>un</strong> bombazo; y Sanz <strong>de</strong> <strong>un</strong> tiro, y muchos otros<br />

legionarios; que legionarios éramos todos en el peligro.<br />

Pero se nos había dicho que esperásemos el refuerzo. Y esperamos.<br />

* * *<br />

Fernando Zamora era "<strong>un</strong> caso". Un caso <strong>de</strong> valor y <strong>de</strong> tranquilidad, como no se ven muchos. Uno <strong>de</strong><br />

aquellos días (no recuerdo cuál) le mandaron hacer <strong>un</strong> reconocimiento hacia la pari<strong>de</strong>ra más inmediata.<br />

Siempre pari<strong>de</strong>ras en el frente <strong>de</strong> Aragón.<br />

Salió con su sección como a <strong>un</strong> inofensivo paseo. Y cuando estaban al lado <strong>de</strong> la pari<strong>de</strong>ra los recibieron<br />

con <strong>un</strong> "chorro <strong>de</strong> tiros" como para <strong>de</strong>sorganizar a la<br />

vieja guardia <strong>de</strong> Napoleón. Se refugiaron como pudieron y aguardaron la noche, ya próxima, para retirarse.<br />

Fernando se retiró el último, como era su <strong>de</strong>ber.<br />

y se <strong>de</strong>spistó.<br />

Tanto que a las dos horas <strong>de</strong> llegar el último miembro <strong>de</strong> su sección, que retiró íntegra, no había parecido<br />

aún. "Ramillete", el cabo que tanto le quería (meses<br />

más tar<strong>de</strong> murió Fernando en brazos <strong>de</strong> "Ramillete) se ofreció vol<strong>un</strong>tario para traerlo vivo o muerto.<br />

Cuando estaba llenándose los bolsillos <strong>de</strong> bombas para salir en su busca, apareció Zamora. Venía envuelto<br />

en su Mac. Farlan, y dijo por todo comentario:<br />

—"Buenas noches, ¿qué hay?"<br />

Era "<strong>un</strong> caso".<br />

* * *<br />

Creo que he hablado dé cuatro noches y cinco ataques. Y no hay "lapsus", porque es que la última noche<br />

(la <strong>de</strong>l día 12) fueron dos. Uno a la hora <strong>de</strong> costumbre y otro, el más <strong>de</strong>sesperado y furioso que yo recuer<strong>de</strong>,<br />

dos horas más tar<strong>de</strong>.


El día 12 habían llegado los refuerzos. Un batallón que mandaba el comandante Mediavilla (a quien hirió <strong>un</strong><br />

balazo aquella misma noche, en el puesto <strong>de</strong> mando; cosa que no nos chocó <strong>de</strong>spués, porque las<br />

posiciones rojas dominaban las nuestras <strong>de</strong> tal modo, que hasta el puesto <strong>de</strong> mando estaba enfilado y<br />

batido)<br />

y nuestra inseparable Me-hal-la <strong>de</strong> Tetuán.<br />

A<strong>de</strong>más trajeron muy buenas noticias. Había venido mucha fuerza y andaba operando por el otro lado <strong>de</strong>l<br />

río. Nos hablaron <strong>de</strong> la cuarta Ban<strong>de</strong>ra y <strong>de</strong>l Batallón <strong>de</strong> Mérida, entre otras fuerzas escogidas.<br />

Primeramente dijeron que esas fuerzas (que iban muy a<strong>de</strong>lantadas en su avance) cojearían por <strong>de</strong>trás<br />

aquellas posiciones que nos traían <strong>de</strong> cara; pero más tar<strong>de</strong> se <strong>de</strong>cidió que seriamos nosotros los que<br />

entrásemos en Albarracín.<br />

Por la tar<strong>de</strong>, subieron los jefes <strong>de</strong> la Me-hal-la a mi posición. El comandante Hernán<strong>de</strong>z (que con la estrella<br />

en fondo negro y su cara y a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong> niño.<br />

tomé por <strong>un</strong> alférez provisional), el simpatiquísimo Galindo y el estirado y pulcro Romero. Con Frutos y mis<br />

capitanes estuvieron reconociendo el terreno; y a<strong>un</strong>que no me lo dijeron (yo rondaba curiosamente todos<br />

sus gestos) averigüé que al día siguiente entraríamos en Albarracín.<br />

Aquella noche, como ya he dicho, fueron dos ataques. El primero fue rechazado, "según costumbre"; pero<br />

el seg<strong>un</strong>do, sin duda, chocó algo más, porque el comandante llamó al teléfono. Yo era el oficial Más<br />

cercano en aquel momento y le puse en antece<strong>de</strong>ntes.<br />

—"Se repite el ataque, mi comandante. Pero parece menos fuerte que el anterior".<br />

Cuando di cuenta a Mayoral <strong>de</strong> mi opinión sobre el “festejo”, se indignó.<br />

"¿Más suave?—bramo—¡Los... riñones y <strong>un</strong> palito!. ¡Esto te parece suave!<br />

Fue el más fuerte <strong>de</strong> todos. Siempre me equivoco. Para eso soy alférez.<br />

* * *<br />

A<strong>un</strong> no se había disipado <strong>de</strong>! todo el humazo <strong>de</strong> la "Cheditta", cuando se inició el clarear y empezó la<br />

acción. La artillería —7'7, como siempre— empezó a corregir el tiro. Los legionarios fueron <strong>de</strong>spertando <strong>de</strong><br />

su sueño <strong>de</strong> minutos y los morazos <strong>de</strong> Galera se <strong>de</strong>slizaron (como sólo los moros saben <strong>de</strong>slizarse) hacia<br />

su p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida. Ellos atacarían por la izquierda, mientras la Ban<strong>de</strong>ra subía <strong>de</strong> cara, empezando por las<br />

pari<strong>de</strong>ras en que tan mal se había recibido a Zamora.<br />

Montojo llegó con e! resto <strong>de</strong> mi Compañía. Le tenía ya preparados los emplazamientos para las máquinas.<br />

y se hizo cargo <strong>de</strong> toda la base <strong>de</strong> fuego.<br />

La artillería empezó a zumbar <strong>de</strong> recio, pero los "rogelios" parecían dormir aún. Nada <strong>de</strong>notaba que<br />

esperasen aquel ataque por nuestra parte. Claro que no tenían i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que hubieran llegado los refuerzos<br />

(en sus cinco ataques no habían oído más que el himno <strong>de</strong> la Legión) y no les cabía en la cabeza que la<br />

seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra se <strong>de</strong>cidiera a echárseles encima, ella sola.<br />

Con la salida <strong>de</strong>l sol se lanzó a<strong>de</strong>lante la Ban<strong>de</strong>ra. Allá fueron los legionarios, conducidos por Mayoral,<br />

Coloma y Negueruela (Marra estaba herido <strong>de</strong> la<br />

noche anterior, igual que Escobar y Martínez <strong>de</strong> Arija) y <strong>de</strong> la primera embestida se plantaron en el mismo<br />

bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l carrascal.<br />

Montojo, con sus gemelos, me señaló objetivos. Cantaron las máquinas y pronto empezaron a <strong>de</strong>scubrirse<br />

las <strong>de</strong> tos rojos. Primera y seg<strong>un</strong>da línea eran <strong>un</strong><br />

Hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> ametralladoras rusas (con cintas <strong>de</strong> 250 cartuchos) que barrían y barrían, sin que<br />

consiguiesen acallarlas los pepinazos magníficos <strong>de</strong> nuestra artillería.<br />

Las pocas piedras que nos protegían soltaban chispazos incesantes, ante la lluvia <strong>de</strong> balas que se nos<br />

venía encima. Virgilio tiraba y tiraba, empalmando cargadores, sin reparar en el humo que <strong>de</strong>spedía el


cañón <strong>de</strong> su vieja ametralladora. Yo corría <strong>de</strong> <strong>un</strong> lado a otro, bordado por las balas; en cada máquina me<br />

recibían, satisfechos <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>scubierto a su antagonista.<br />

—"Mire, mi alférez. Allá, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquellas matas..."<br />

Y tiraban, tiraban como locos. Pero el fuego enemigo, en vez <strong>de</strong> callar, era cada vez más intenso. De nada<br />

servía la lluvia <strong>de</strong> granadas <strong>de</strong> artillería.<br />

Las compañías <strong>de</strong> fusileros estaban allá. Preparadas para dar <strong>un</strong> salto que les permitiese hacer uso <strong>de</strong> las<br />

bombas, Las pari<strong>de</strong>ras que constituían el primer objetivo ¡estaban tan cerca! Pero también allí, <strong>un</strong> par <strong>de</strong><br />

ametralladoras vomitaba muerte sobre los legionarios. Tres veces fui al puesto <strong>de</strong> mando, llamado por el<br />

comandante. Galera y él miraban con los gemelos. Y pedían sin cesar "más artillaría", esperando el<br />

momento <strong>de</strong> que los nuestros pudieran <strong>de</strong>spegarse y ponerse cerca <strong>de</strong>! enemigo. De sobra sabían que <strong>un</strong>a<br />

vez al<br />

alcance <strong>de</strong> las bombas entrarían en Albarracín.<br />

Hacía mucho calor. Y <strong>de</strong> ametralladora en ametralladora pedía algo <strong>de</strong> beber. Todas las botas <strong>de</strong> sargentos<br />

y legionarios sufrieron aquel día mis "tientos".<br />

Por nuestra inmediación pasaban, veloces, camillas y camilleros. También nosotros sufríamos bajas. En el<br />

material (máquinas <strong>de</strong> 1918) que se inutilizaba, y las más dolorosas, <strong>de</strong>l personal, que se clareaba por<br />

momentos ante aquella chorreada <strong>de</strong> proyectiles.<br />

También los rojos empezaron con su artillería. Y el humo <strong>de</strong> nuestro incesante disparar les ofreció <strong>un</strong><br />

magnífico blanco. Llovían las granadas <strong>de</strong>l 12'40 (<strong>un</strong>a <strong>de</strong> ellas hirió a Marchena) y sus silbidos nos<br />

animaban a hacer arriesgados "plongeones" en cualquier zanja, con agilidad impropia <strong>de</strong> hombres hechos.<br />

En <strong>un</strong>a <strong>de</strong> aquellas fantásticas "estiradas", coincidi con Montojo en <strong>un</strong> agujero; y a<strong>un</strong> tuvo humor para<br />

comentar.<br />

—"¿Eh, Cavero? Mixto <strong>de</strong> oficial <strong>de</strong> ametralladoras y portero <strong>de</strong> fútbol".<br />

Y nos sacudíamos la tierra que nos había cubierto, riendo a carcajadas, en medio <strong>de</strong>l combate. La seg<strong>un</strong>da<br />

Ban<strong>de</strong>ra es así. Le conté lo que me <strong>de</strong>cía Sanabria dos<br />

noches antes. Un bombazo le cogió <strong>de</strong> lleno y, a<strong>un</strong>que respetó su vida, le dio tal voltereta que lo lanzó <strong>un</strong><br />

par <strong>de</strong> metros por el aire. Yo, que estaba en su inmediación, le recogí; y manando <strong>un</strong> hilillo <strong>de</strong> sangre por la<br />

boca me dijo:<br />

—"Ya ve, mi alfere; hasiendo la pava..."<br />

Hace pocos días que estreché su mano; lleva en la manga <strong>un</strong> galón más.<br />

* * *<br />

Aquello iba langui<strong>de</strong>ciendo. El 7'7 <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> tirar, sin saber nosotros por qué; y el fuego <strong>de</strong> los rojos era<br />

mucho más soportable. Pero la situación no había cambiado. Y era más <strong>de</strong> mediodía.<br />

En el puesto <strong>de</strong> mando (fui varias veces como he dicho) había malas caras. El teléfono llamaba sin cesar y<br />

el mando superior inquiría.<br />

—"¿Por qué no avanzan?"<br />

Y Galera y Frutos contestaban. Hacía falta más artillería y aviación; a<strong>un</strong>que los bombazos <strong>de</strong> su visita<br />

matinal sacudieron la tierra en varios kilómetros a la redonda.<br />

Mayoral, que era el capitán más antiguo, envió <strong>un</strong> parte. Era materialmente imposible avanzar. Montojo a<br />

mi lado, cobijado <strong>de</strong>l sol por <strong>un</strong>a manta, no reía ya.<br />

Las balas ¡qué importaban!, pero no podía hacerse a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la Ban<strong>de</strong>ra no consiguiera su empeño.<br />

Los cabos <strong>de</strong> máquina, sin tirar <strong>un</strong> tiro, con el cargador preparado, esperaban algo; esperaban ver aparecer<br />

en el barranco a los primeros legionarios para volcar su carga en los parapetos rojos -Pero no se movía


nadie. Sólo veíamos camillas y más camillas que aprovechaban aquel claro para retirar las numerosísimas<br />

bajas. Montojo, Hernán<strong>de</strong>z Dorado y yo, también mirábamos, <strong>de</strong>scaradamente, sin recatarnos ya; teníamos<br />

fe en nuestra Ban<strong>de</strong>ra. Tenía que pasar.<br />

¡¡ Y pasó!! Campillo (el heroico brigada Campillo, propuesto para la Medalla Militar) lo hizo. Sencillamente;<br />

se puso en pie, lanzó a los aires <strong>un</strong> vibrante ¡¡¡ VIVA ESPAÑA!!! y echó a correr hacia el enemigo. Cuatro<br />

pasos <strong>de</strong>spués, <strong>un</strong>a ráfaga traidora acabó con su vida.<br />

Pero ya estaba hecho todo. Zamora siguió su ejemplo. Y todos los legionarios se levantaron como <strong>un</strong> solo<br />

hombre. Los vimos salir corriendo por el barranco. Y ya, sin resguardarnos, <strong>de</strong> pie en el parapeto,<br />

electrizados, sacamos las máquinas adon<strong>de</strong> pudieran batir mejor y tiramos sin cesar.<br />

Tiramos y entre el humo vimos ar<strong>de</strong>r las pari<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> pesadilla, Y cuando el humo nos cegaba podíamos<br />

oír los bombazos, ¡música celestial para nosotros! Vivas incesantes, fuego infernal, carreras a traer<br />

m<strong>un</strong>ición y tragos y más tragos dé las ya flacas botas.<br />

Media hora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> iniciarse esta zarabanda nos dimos cuenta. No nos llegaba <strong>un</strong> tiro m medio. No se<br />

oía nada más que bombazos, cada vez más lejanos.<br />

Y el himno <strong>de</strong> la Legión, repetido por el eco <strong>de</strong> aquellos imponentes cabezos.<br />

Montojo <strong>de</strong>cidió que allí no había ya nada que hacer; recogimos el material a escape y nos fuimos a<strong>de</strong>lante.<br />

* * *<br />

No había mulos, porque todos estaban ocupados con las artolas o acarreando m<strong>un</strong>ición a las primeras<br />

líneas. Cargamos el material al hombro y allá nos fuimos, hacia Albarracín. Mi sección salió la primera,<br />

conmigo; Montojo vendría con el resto cuando se re<strong>un</strong>iese toda la Compañía.<br />

¡Vía dolorosa era aquel barranco! A <strong>de</strong>recha e izquierda par<strong>de</strong>aban al sol los cadáveres <strong>de</strong> legionarios. que<br />

supieron morir como siempre. El sargento Soler,<br />

que venía a mi lado, les <strong>de</strong>dicaba <strong>un</strong> responso legionario.<br />

—"Bien hacían cuando se divertían en Zaragoza".<br />

Atravesado sobre <strong>un</strong> mulo traían <strong>un</strong> cadáver, bastante <strong>de</strong>strozado por treinta o cuarenta balas <strong>de</strong><br />

ametralladora. Era Sorrosal, el alférez que se había incorporado pocos días antes <strong>de</strong> nuestra salida <strong>de</strong><br />

Zaragoza. Le recé <strong>un</strong> padrenuestro y el acemilero me dijo que más tar<strong>de</strong> iba a retirar a Eloy Fernán<strong>de</strong>z.<br />

Otro alférez recién incorporado, herido dos veces en los ataques nocturnos y que seguía sin querer<br />

evacuarse hasta que dio su vida por la Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Soler me hizo ver que en la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra "lo difícil es salir vivo <strong>de</strong>l primer combate"; me acordé <strong>de</strong><br />

Santa Quiteña.<br />

Me crucé con <strong>un</strong> herido, <strong>un</strong> cabo <strong>de</strong> la Catorce, que tirando con su fusil ametrallador se cargó a catorce<br />

rojos con su teniente, y a cambio se había abrasado las manos. Me dijo que Guinea estaba ya libre y<br />

Albarracín era nuestro. Era trece y martes; como el día <strong>de</strong> Santa Quiteria. Decididamente San Antonio tiene<br />

algo que ver con mi Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Luego, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> subir y subir por montes y cañadas, llegamos a lo más alto <strong>de</strong> aquella montaña. Allí<br />

estaban Galera y mi comandante, haciéndose cruces (como nosotros las hicimos) <strong>de</strong> que hubiera llegado<br />

vivo alg<strong>un</strong>o <strong>de</strong> los asaltantes; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí se dominaba perfectamente todo el panorama que constituía<br />

nuestras<br />

bases <strong>de</strong> partida.<br />

No habíamos comido nada en todo el día; y como el calor apretaba seguí dando tientos a las botas<br />

legionarias. Por eso no os chocará que diga que, cuando<br />

llegó Moníojo y nos <strong>de</strong>scolgamos hacia Albarracín, tuviéramos dos alegrías. La <strong>de</strong>l tri<strong>un</strong>fo y la natural <strong>de</strong><br />

<strong>un</strong>os hombres que habían bebido todo el día.


Para acabar <strong>de</strong> complicar las cosas, en la posada don<strong>de</strong> nos alojamos se presentó Rivera con <strong>un</strong>a botella<br />

<strong>de</strong> coñac, último líquido que quedaba a los <strong>de</strong>fensores<br />

<strong>de</strong> Albarracín. y que nos regalaron como agra<strong>de</strong>cimiento. Dormí doce horas <strong>de</strong> <strong>un</strong> tirón.<br />

* * *<br />

Al día siguiente nos <strong>de</strong>dicamos a visitar Albarracín. Y a hacer comentarios; Losada trabajaba silencioso en<br />

su parte <strong>de</strong> operaciones. El hecho <strong>de</strong> armas <strong>de</strong>l anterior día entraba <strong>de</strong> lleno en dos o tres artículos <strong>de</strong>l<br />

reglamento <strong>de</strong> la Laureada <strong>de</strong> San Fernando; y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchas enmiendas y tachaduras, e!<br />

comandante firmo el parte y la solicitud <strong>de</strong> <strong>un</strong>a Laureada colectiva<br />

para mi Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Paseamos por todas aquellas callejas, don<strong>de</strong> los moros <strong>de</strong> Calera se encontraban con algo <strong>de</strong> sus<br />

antepasados. A<strong>un</strong>, por la mañana, fuimos el maestro armero y yo llamados urgentemente porque en <strong>un</strong>a<br />

casa quedaban rojos escondidos; pero consiguieron huir.<br />

Sin embargo fueron muchísimos los presentados, que aprovecharon el <strong>de</strong>sbarajuste <strong>de</strong> la huida roja para<br />

escon<strong>de</strong>rse y pasarse a nuestras filas. Eran hombres <strong>de</strong> aspecto pacífico, movilizados forzosamente. Los<br />

otros, los rojos verdad (la "Columna <strong>de</strong> Hierro", a la que <strong>de</strong>rrotábamos por tercera vez) huyeron atropelladamente,<br />

<strong>de</strong>jándose cuatrocientos cadáveres en los pinares, don<strong>de</strong> los <strong>de</strong> la Me-hal-la les cogieron la vuelta.<br />

De estos rojos convencidos sólo nos quedó <strong>un</strong>a profusión <strong>de</strong> ejemplares <strong>de</strong> cierto periodiquillo, cuyas<br />

titulares recuerdo perfectamente.<br />

—“AHÍ TENÉIS ALBARRACIN. ¡¡ADELANTE MARCELO!!”— rezaban.<br />

Y a continuación la: vera efigie <strong>de</strong> Marcelo; <strong>un</strong> carpintero <strong>de</strong> Cuenca, viejo y barbudo, embarcado a<br />

comandante rojo.<br />

Su asistente dijo ser <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los pasados. Un infeliz que se atarugaba ante las preg<strong>un</strong>tas <strong>de</strong>l comandante<br />

Frutos y al que acompañé a buscar <strong>un</strong>a manta que <strong>de</strong>jara olvidada en <strong>un</strong> barranco cercano.<br />

* * *<br />

El día 15, por la lar<strong>de</strong>, vinieron a buscarnos los camiones. Y dando la vuelta por Celia fuimos a parar al otro<br />

lado <strong>de</strong>l río, a la Masía <strong>de</strong> Toyuela; típica<br />

casa <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> aquellas serranías que, durante mucha tiempo había sido p<strong>un</strong>to obligado <strong>de</strong> incursiones<br />

nocturnas por parte <strong>de</strong> rojos y azules. Así estaba ella.<br />

Allí, en la amable compañía <strong>de</strong> <strong>un</strong>as sabinas, pasamos <strong>un</strong>a buena noche en paja larga, recién segada, y en<br />

<strong>un</strong> ten<strong>de</strong>rete <strong>de</strong> cubrecargas y mosquetones, que ya sabía yo edificar. Por la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día 16 volvieron los<br />

camiones y nos llevaron otra vez a Albarracín.<br />

Las fuerzas que operaban por la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l Guadalaviar seguían avanzando mucho. Estaban ya por<br />

Bronchalis (te agra<strong>de</strong>ceré, lector, que consultes <strong>un</strong> mapa. para apreciar lo que le narro) y nosotros, según<br />

supe, íbamos a cooperar con ellas, formando <strong>un</strong>a bolsa. Una <strong>de</strong> esas bolsas que tanto han acreditado los<br />

cronistas <strong>de</strong> guerra. Des<strong>de</strong> Albarracín íbamos a ocupar <strong>un</strong> monte llamado "El Coscojar", para, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí,<br />

batir la única carretera que les quedaba a los <strong>de</strong> Marcelo en su huida.<br />

Fue otra operación sencilla. La única novedad era la actuación, <strong>de</strong> los tiradores <strong>de</strong> Ifni, a los que, por<br />

primera vez vi aquel día. Eran <strong>un</strong>os morazos <strong>de</strong> tez más<br />

oscura que los <strong>de</strong> Galera. Más creyentes y más alborotados; más moros, en <strong>un</strong>a palabra.<br />

A ellos les correspondió la extrema vanguardia. Pasaron <strong>de</strong> <strong>un</strong>o en <strong>un</strong>o por las manos <strong>de</strong> <strong>un</strong> Santón que<br />

les ben<strong>de</strong>cía, sin duda, en árabe. Y cuando el capitán suyo hizo sonar el pito, dando voces horrísonas<br />

(sobre todo para los rojos), se lanzaron en vertiginosa carrera, inverosímilmente agachados sobre el<br />

terreno; dando la sensación <strong>de</strong> que corrían con el vientre pegado al suelo y que sobre aquella teoría <strong>de</strong><br />

multicolores chilabas, volaban <strong>un</strong>as babuchas.


Luego, salieron por la izquierda los míos, con Losada a la cabeza. No hubo apenas resistencia y en seguida<br />

mandaron a <strong>de</strong>cir que se habían ocupado los parapetos, a<strong>un</strong>que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ellos no se veía carretera <strong>de</strong><br />

ning<strong>un</strong>a clase.<br />

Yo fui <strong>de</strong>stacado, con tres máquinas, a pasar la noche allá. Estaban bien acondicionados los parapetos en<br />

tantísimo tiempo <strong>de</strong> ocupación pacífica por los rojos. Leí muchísima prensa roja y <strong>de</strong>sprecié bastantes<br />

novelas pornográficas (los parapetos estaban sembrados <strong>de</strong> femeninas prendas íntimas) y vi el cadáver <strong>de</strong>l<br />

único flamenco que había hecho cara a la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra.<br />

El capitán Rivera, jefe <strong>de</strong> la posición, me enseñó orgulloso el recuerdo <strong>de</strong> la acción; la entrada y salida <strong>de</strong><br />

<strong>un</strong> balazo que le atravesó el bolsillo <strong>de</strong>l pantalón. Luego, dormimos tranquilamente; casi tranquilamente,<br />

porque a la media noche se oyeron <strong>un</strong>os bombazos lejanos. Eran los, <strong>de</strong> Ifni, que habían dado con la<br />

carretera y con <strong>un</strong> camión que por ella circulaba; y lo hicieron migas. Pero dije a Purroy que aquello no me<br />

interesaba y, dando media vuelta, reanudé mi sueño.<br />

* * *<br />

Después dé esta insulsa operación, volvimos a la Masía <strong>de</strong> Toyuela, don<strong>de</strong> en compañía <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Asalto,<br />

formamos la retaguardia <strong>de</strong> la famosa columna que<br />

estaba reconquistando la sierra <strong>de</strong> Albarracín, durante tres o cuatro días.<br />

El capitán Rivera los aprovechó bien, pues la caza ab<strong>un</strong>daba; y, sobre colchas "habilitadas para manteles"<br />

(os haría gracia ver el ingenio que <strong>de</strong>spliegan los<br />

cocineros <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra para improvisar servicios en el campo), comimos varias perdices y algún conejo.<br />

El capitán Pastor no pudo <strong>de</strong>dicarse a sus cacerías <strong>de</strong> caracoles, porque no los había; tampoco yo hice<br />

versos, porque las tres o cuatro carrascas <strong>de</strong> aquella finca triguera no inspiraban lo más mínimo.<br />

Luego, <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong>, llegó <strong>un</strong> comandante <strong>de</strong> Estado Mayor y tuvo cabil<strong>de</strong>os con nuestro comandante. Al día<br />

siguiente teníamos "pan<strong>de</strong>ra". Una pan<strong>de</strong>ra sin <strong>un</strong> solo tiro, pero pesada si las hay.<br />

Salimos a la madrugada, y durante todo el día, sin más parada que <strong>un</strong>a media hora que invertimos en<br />

comer al pie <strong>de</strong> <strong>un</strong> pino, recorrimos la sierra, concienzudamente. Al anochecer oímos tiroteo lejano y, sin<br />

resistencia, entramos en Torres <strong>de</strong> Albarracín.<br />

Nos recibieron con bastante entusiasmo. A mí me besó (no lo digáis a mi mujer) <strong>un</strong>a vieja; y en compañía<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong> Asalto (que llegaron por la carretera) nos hicimos los amos <strong>de</strong> aquel pueblo, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

principio <strong>de</strong>l Glorioso Movimiento era feudo rojo.<br />

El capitán Pastor requisó todo el material <strong>de</strong> <strong>un</strong> hospital rojo, don<strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> la terapéutica estaba<br />

orientada a las enfermeda<strong>de</strong>s venéreas, por extraña coinci<strong>de</strong>ncia; y nos instalamos bastante cómodamente.<br />

No hubo nada <strong>de</strong> mención en los cinco días que estuvimos allí; tan sólo es digno <strong>de</strong> contarse que Demetrio<br />

adquirió <strong>un</strong>a bicicleta por la <strong>de</strong>spreciable suma <strong>de</strong> ¡dos cincuenta!<br />

Y, como nos hacía mucha falta, nos enviaron a Zaragoza para reorganizarnos. Las operaciones <strong>de</strong><br />

Albarracín tocaban ya a su término. Y, como ya dije, las filas <strong>de</strong> la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra estaban muy<br />

clareadas; según me dijo Losada "nos sobraron" diez o doce bajas para pedir la Laureada, que exige <strong>un</strong> 33<br />

por 100, sólo en la toma <strong>de</strong> Albarracín.


VI. "EL PELAO"<br />

Tras <strong>de</strong> ocho días <strong>de</strong> reorganización, salimos otra vez para Albarracín. Parece ser que quedaba por hacer<br />

<strong>un</strong>a operacioncilla, y el honor <strong>de</strong> coronarla se reservaba a la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Salimos en <strong>un</strong> tren militar (con los ochenta y cuatro mulos y todo) en la noche <strong>de</strong>l 10 <strong>de</strong> agosto; y a la<br />

madrugada <strong>de</strong>l 11 sufrimos <strong>un</strong> percance guerrero lejos<br />

<strong>de</strong>l frente, cómico en la <strong>de</strong>sgracia y glorioso a<strong>un</strong>que sin gloria.<br />

Descarrilamos sencillamente. Uno o dos petardos como aquel que por poco me costó la vida cuando<br />

íbamos por primera vez hacia Albarracín, fueron la causa.<br />

El tren <strong>de</strong>bía salir a las ocho <strong>de</strong> la noche pero, como suce<strong>de</strong> siempre, eran casi las diez cuando estuvo todo<br />

dispuesto. Intercalaré en la narración <strong>un</strong> romance que compuse días más tar<strong>de</strong>.<br />

Noche <strong>de</strong> l<strong>un</strong>a l<strong>un</strong>era<br />

¡Cómo brillan los aceros!<br />

La cantina hierve en gente,<br />

esta noche sale el Tercio.<br />

Ya está embarcado el ganado.<br />

Los mulos, ¿qué saben ellos?<br />

piensan con orejas tiesas<br />

que son los mulos <strong>de</strong>l Tercio.<br />

Noche <strong>de</strong> l<strong>un</strong>a l<strong>un</strong>era.<br />

Risas, <strong>de</strong>spedidas, besos,<br />

bocadillos, vino, an<strong>de</strong>nes,<br />

vaticinios y recuerdos,<br />

ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l comandante.<br />

¡Esta noche sale el Tercio!<br />

Salimos con la tristeza propia <strong>de</strong> los que no saben si volverán, y pasamos por el castillo <strong>de</strong> la Aljafería,<br />

don<strong>de</strong> bifurcan las vías.<br />

Las agujas lo <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n<br />

diciendo; ¡toma ca<strong>de</strong>ra!<br />

y el disco nos guiña el ojo<br />

gritando: ¡vais a la guerra!<br />

Poco <strong>de</strong>spués dormitábamos todos. El tren, larguísimo, con <strong>un</strong>a locomotora <strong>de</strong> dieciséis ruedas, enorme,<br />

adquiría su marcha rápida y segura.<br />

Ya es normal en pulsaciones<br />

el latir <strong>de</strong> la cal<strong>de</strong>ra.<br />

Los carriles van abriendo<br />

la ruta que serpentea.<br />

¡Son dos láminas <strong>de</strong> plata<br />

que parecen bayonetas<br />

reflejando pali<strong>de</strong>ces<br />

<strong>de</strong> aquella l<strong>un</strong>a l<strong>un</strong>era!<br />

Plim, plim; chillan los cristales.<br />

Tron, tron; contestan las ruedas,<br />

y la máquina <strong>de</strong>spi<strong>de</strong><br />

salivazos <strong>de</strong> cal<strong>de</strong>ra.<br />

En mi <strong>de</strong>partamento nos disponíamos a pasar la noche, y a dormir si era posible; Paños, el pobre Juanito<br />

Allanegui, Orrios (alférez veterinario, que venia vol<strong>un</strong>tariamente a "ver la guerra") y yo. Pronto nos<br />

acomodamos y, a excepción <strong>de</strong> Orrios, que fumaba sentado a mis pies, nos quedamos sondormidos por lo<br />

menos.


¡Cómo roncan esos hombres<br />

que viven para la guerra!,<br />

mientras en su subconsciente<br />

todos <strong>de</strong> seguro suenan.<br />

La mujer, la novia, el padre,<br />

la y<strong>un</strong>ta, la pari<strong>de</strong>ra,<br />

el taller, con sus mil ruidos...<br />

Serían las tres <strong>de</strong> la madrugada cuando me <strong>de</strong>sperté sobresaltado. Una <strong>de</strong>tonación horrorosa me había<br />

sacudido <strong>de</strong> arriba abajo.<br />

¿Sus ruidos? ¡Sí! ¡Zapateta!<br />

¡iPOM" ¿Qué es esto?; ¿dón<strong>de</strong> vamos?;<br />

este vagón cabecea.<br />

¡So!, ¡so!, ¡so!, ¡so! ¡Que me caigo!<br />

¡Agárrate adon<strong>de</strong> puedas!<br />

Al pobre Orrios le costó la vida el ir <strong>de</strong>spierto. Al primer ruido, sin pensarlo, se tiró por la ventanilla <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>recha. Y el vagón, ya fuera <strong>de</strong> carriles, lo aplastó contra las ruedas <strong>de</strong> la locomotora, que había quedado<br />

volcada en el talud, A los otros tres, el cabeceo horroroso nos dio tiempo <strong>de</strong> pensar. Y <strong>de</strong> gritar ¡sooo...! con<br />

todas nuestras fuerzas; luego nos dimos cuenta.<br />

Sensación <strong>de</strong> medio lado,<br />

golpetazos en las puertas,<br />

emociones que se compran<br />

en artefactos <strong>de</strong> feria.<br />

Río fuera <strong>de</strong> su madre,<br />

catarata <strong>de</strong>scompuesta<br />

<strong>de</strong> astillas, fuego, carbón,<br />

cristales y bayonetas.<br />

Luego <strong>un</strong> golpe, llamaradas,<br />

asfixia, fuego, <strong>de</strong>mencia.<br />

¿Dón<strong>de</strong> está la ventanilla?<br />

¡Por aquí! ¡Bendita sea! .<br />

Yo preg<strong>un</strong>té dón<strong>de</strong> estaba la ventanilla; el fuego y el vapor escapado <strong>de</strong> la cal<strong>de</strong>ra (que quedaba pegada a<br />

nuestro coche por su <strong>de</strong>recha) hacían la atmósfera irrespirable. ¿Sería aquello el infierno?<br />

Los tres (Paños, Allanegui y yo) nos tiramos a la ventanilla <strong>de</strong> la izquierda. Me avergüenza, pero es preciso<br />

que os confiese que a fuerza <strong>de</strong> puños fui el primero en saltar.<br />

Me tiento todos los huesos;<br />

poco a poco, se serena<br />

mi mente y mi corazón.<br />

¡A<strong>un</strong> estoy <strong>de</strong> pie en la tierra!<br />

El que no estaba <strong>de</strong> pie era Paños. Salió por la ventanilla como <strong>un</strong> bulto arrojado <strong>de</strong>l furgón; y cayó <strong>de</strong><br />

cabeza. Mayoral, que salía por la ventanilla inmediata, le increpó, interesándose por su subordinado:<br />

—"¡Bárbaro! ¿Por qué se tira usted así?"<br />

Y Paños, a cuatro pies en el balasto removido, le contestaba, rascándose los arañazos:<br />

—"Porque me empujan, mi capitán".<br />

Era Juanito Allanegui que tenía prisa; y salió también. Al resplandor <strong>de</strong> la cal<strong>de</strong>ra abierta miramos.<br />

Aquí <strong>un</strong> muerto, allí <strong>un</strong>os gritos,<br />

acá <strong>un</strong> vagón <strong>de</strong> primera,<br />

colgado sobre el talud,


inicia <strong>un</strong>a pirueta.<br />

Allá sallaron las vías.<br />

Más abajo, la cal<strong>de</strong>ra<br />

va <strong>de</strong>spidiendo el vapor<br />

como monstruo que ja<strong>de</strong>a.<br />

Pronto volví a la realidad. Una voz quejumbrosa y fuerte me llamaba por mi nombre. Los gritos salían <strong>de</strong> <strong>un</strong><br />

montón <strong>de</strong> astillas, que antes fue pasillo <strong>de</strong> nuestro coche.<br />

- ¡<strong>Alférez</strong> Cavero, alférez Cavero!"<br />

Reconocí la voz <strong>de</strong>l fiel Demetrio; a tientas di con él. Estaba preso por varios hierros y astillas; y gritaba<br />

porque (luego lo supe) tenía <strong>un</strong> fémur y <strong>un</strong>a clavícula partidos. Con las manos no podía hacer nada; corrí,<br />

pidiendo <strong>un</strong> pico, <strong>un</strong>a bayoneta..., cualquier cosa. Pero teníamos que ocuparnos <strong>de</strong> algo más interesante;<br />

los capitanes (a excepción <strong>de</strong> Montojo, que se había dado <strong>un</strong> serio corte en el brazo, al romper el cristal <strong>de</strong><br />

su ventanilla) daban voces llamando a sus oficiales para re<strong>un</strong>ir la gente. También Villa estaba herido, y yo<br />

era, por lo tanto, quien tenía que ocuparse <strong>de</strong> la Compañía <strong>de</strong> Ametralladoras.<br />

Pronto recibí la primera noticia. Un acemilero (que dormía plácidamente con los mulos encargados a su<br />

custodia, y que lo único que vio es que se abría la puerta y que los mulos saltaban a la vía) llegó corriendo<br />

hasta la cabeza <strong>de</strong>l tren. Traía <strong>un</strong> pañuelo <strong>de</strong>splegado en la mano y gritaba a pleno pulmón:<br />

"¡Alto el tren; que se han caído mis tres mulos!"<br />

Corrí a los vagones que ocupaba !a sexta Compañía. A<strong>un</strong> encontré por el camino <strong>un</strong> legionario que daba ]a<br />

nota cómica en medio <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sastre. Le cogió el <strong>de</strong>scarrilamiento en cierto lugar reservado; y corría por<br />

la vía llevando <strong>un</strong>ida a su parte posterior la taza <strong>de</strong>l retrete, que se le había empotrado en el encontronazo.<br />

Luego se la rompieron con <strong>un</strong> pico.<br />

Juanito Villarreal estaba ya en f<strong>un</strong>ciones.<br />

¡A formar las Compañías!<br />

Los heridos en ca<strong>de</strong>na<br />

van pasando, poco a poco,<br />

al auxilio <strong>de</strong> la Ciencia.<br />

La serenidad se impone,<br />

que somos hombres <strong>de</strong> guerra.<br />

Cuando volví, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> formar a mi Compañía y establecer cuatro máquinas (así me lo mandó Mayoral)<br />

en los extremos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scarrilado tren, para evitar sorpresas, ya habían sacado a Demetrio y me habló más<br />

tranquilo. Montojo estaba herido <strong>de</strong> alg<strong>un</strong>a gravedad; menos graves Fernán<strong>de</strong>z-Villa, Plake (el subteniente<br />

alemán que habla en susurro) y hasta treinta legionarios. Y habían muerto: Orrios, el subteniente Holgado y<br />

el sargento <strong>de</strong> Ingenieros, jefe <strong>de</strong>l tren, con cinco legionarios más.<br />

El Pater (ratoncillo eclesiástico, como siempre), corría <strong>de</strong> aquí allá, atendiendo a todo y a todos; lo mismo<br />

repartía absoluciones que vendaba heridos. Y como rittornello (es <strong>un</strong> verda<strong>de</strong>ro enamorado <strong>de</strong> la Legión)<br />

repetía a todo el que quisiera escucharle:<br />

—"Ha sido <strong>un</strong> <strong>de</strong>scarrilamiento a modo: ¡¡Verda<strong>de</strong>ramente legionario!!”<br />

Y tan "legionario". Si queréis cercioraros, pedid a Coloma que os enseñe las fotos que al amanecer obtuvo.<br />

Yo recordé cierta obra <strong>de</strong> Rambal (espectáculo y misterio) que viera en mis moceda<strong>de</strong>s; y <strong>de</strong>cidí que<br />

Rambal era <strong>un</strong> artistazo imitando <strong>de</strong>scarrilamientos.<br />

Al hacerse <strong>de</strong> día pudimos pensar que allí no había pasado nada. El clarear nos sorprendió con las<br />

Compañías formadas, el material <strong>de</strong> ametralladoras aparcado y los heridos evacuados ya a Alba,<br />

pueblecillo inmediato. Pronto llegaron los camiones y las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l Estado Mayor.<br />

—"Que se apeen <strong>de</strong>l tren inmediatamente y que sigan a Santa Eulalia".


Así lo hicimos, quedando allí solamente los muertos, que estaban prensados por astillas y hierros retorcidos.<br />

Los <strong>de</strong>más nos fuimos, cantando como siempre.<br />

Ya está <strong>de</strong>sp<strong>un</strong>tando el día,<br />

la madrugada alborea.<br />

Sigamos nuestro camino;<br />

la Ban<strong>de</strong>ra marcha, y quedan.<br />

cual testigos silenciosos<br />

<strong>de</strong> aquella noche l<strong>un</strong>era,<br />

<strong>un</strong> vagón que se hizo astillas,<br />

la panza <strong>de</strong> la cal<strong>de</strong>ra<br />

y <strong>un</strong>os muertos que pasaron<br />

<strong>de</strong> ser actores <strong>de</strong> guerra,<br />

a ser polvo <strong>de</strong> la Historia<br />

y jirones <strong>de</strong> Ban<strong>de</strong>ra...<br />

Comimos todos en Santa Eulalia y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> saludar al general Ponte (que vino en persona a interesarse<br />

por la Ban<strong>de</strong>ra), seguimos para Bazas, adon<strong>de</strong> llegamos al anochecer, atravesando los montes Universales,<br />

tan misteriosos <strong>un</strong>os meses atrás.<br />

* * *<br />

Bezas es <strong>un</strong> pueblecillo pobre y tristón, como todos los <strong>de</strong> aquella serranía. Pero mi instalación en él fue<br />

mucho más confortable, pues al fin y al cabo yo era (siquiera interinamente) el "capitán <strong>de</strong> ametralladoras";<br />

y me instalé en <strong>un</strong> cuarto bajo <strong>de</strong> la Comandancia, compartiendo <strong>un</strong> colchón, lujo innegable, con el maestro<br />

armero, que me había cogido <strong>un</strong> cariño entrañable y seguía mis pasos siempre.<br />

Mi primer cuidado fue tranquilizar a mi ramilla, porque suponía que no faltaría quien les llevase la noticia <strong>de</strong><br />

nuestro acci<strong>de</strong>nte. Por eso escribí a mi mujer y a mi madre; pero como el parte oficial no había dicho nada y<br />

temía a la censura, ]as cartas parecían sendas tomaduras <strong>de</strong> pelo.<br />

—"Estoy muy satisfecho —<strong>de</strong>cían— haciendo <strong>de</strong> capitán <strong>de</strong> mi Compañía, pues Montojo y Villa se han<br />

cortado <strong>un</strong> poco con <strong>un</strong>os cristales, y el pobre Demetrio también tropezó y se ha roto <strong>un</strong>a pierna..."<br />

Pero en seguida me olvidé <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scarrilamiento, satisfecho <strong>de</strong> ser "capitán". A<strong>de</strong>más que el comandante<br />

Frutos me nombró nada más que “Gobernador militar<br />

<strong>de</strong> Bezas”; y con eso y el romance que compuse, y que tuvo <strong>un</strong> éxito entre mis compañeros llegué a<br />

merecer el mote <strong>de</strong> "Alferecísimo".<br />

Dada mi calidad, viví en el pueblo aquellos días; y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> mis enlaces y <strong>de</strong> mi nuevo asistente (Manuel<br />

Franco, <strong>de</strong> Torres <strong>de</strong> Berrellén, ex asistente <strong>de</strong> Montojo, que "heredé" a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la Compañía, y <strong>un</strong><br />

capote), me paseaba en visita <strong>de</strong> inspección por todas las posiciones, don<strong>de</strong> tenía repartidas las doce<br />

ametralladoras (nos habían dado cuatro más), levantando murmullos <strong>de</strong> admiración (o a mí me lo parecía)<br />

entre la "Alferecía".<br />

Tres días más tar<strong>de</strong> hicimos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestras posiciones <strong>un</strong>a <strong>de</strong>mostración para distraer al enemigo,<br />

mientras otras fuerzas atacaban "El Pelao"; posición <strong>de</strong> gran importancia estratégica, que era el único<br />

obstáculo para establecer la com<strong>un</strong>icación directa con Teruel por aquella parte.<br />

Toda la mañana estuvimos gastando m<strong>un</strong>ición en tonto, porque no se distrajeron los “rogelios”. Y claro, la<br />

seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra fue la encargada <strong>de</strong> tomar "El Pelao".<br />

Por la noche me llamó el comandante; allá, en la posada <strong>de</strong>l pueblo, estaba el propio Frutos, con Coloma,<br />

Mayoral, Rivera, Losada y yo. Tuve voz y voto en aquella re<strong>un</strong>ión <strong>de</strong> "capitanes" y quedamos <strong>de</strong> acuerdo<br />

sobre la operación <strong>de</strong>l día siguiente.<br />

Organicé mi parte bastante bien, a<strong>un</strong>que me esté mal el <strong>de</strong>cirlo. Al amanecer ya tenía establecidas las diez<br />

máquinas que tenía en servicio ese día, en la posición <strong>de</strong> partida.


La posición, roja, que veíamos con gemelos, parecía muy bien fortificada. Y para llegar a ella había que<br />

subir y bajar <strong>un</strong> par <strong>de</strong> veces por sendas colinillas. Antes <strong>de</strong> que comenzase a tirar la artillería, ya<br />

marchaban en busca <strong>de</strong>l enemigo las Compañías <strong>de</strong> fusileros.<br />

La operación estaba estupendamente planeada (la dirigía Galera). La Ban<strong>de</strong>ra subiría "<strong>de</strong> cara", como<br />

siempre; el flanco <strong>de</strong>recho sería guardado por los requetés <strong>de</strong> Pueyo, y por el inmenso llano que se<br />

extendía a la izquierda, como promesa <strong>de</strong> rápida com<strong>un</strong>icación con Teruel, <strong>de</strong>splegaron los escuadrones<br />

<strong>de</strong> Berriz. En cuanto a artillería, el 7'7 estaba emplazado en Bezas y dos piezas <strong>de</strong>l 10'5 hacían fuego<br />

cruzado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Campillo.<br />

Mis máquinas abrieron <strong>un</strong> fuego que, en realidad, sólo sirvió para "levantar la liebre" (dijo el comandante<br />

Frutos) y, a la hora <strong>de</strong> haberse lanzado las Compañías <strong>de</strong> fusileros, <strong>de</strong>cidí irme yo en su busca con la mitad<br />

<strong>de</strong> la mía.<br />

Salí, pues, con cinco máquinas al hombro <strong>de</strong> sus sirvientes. El cabezón <strong>de</strong> Marchena (aquel día los<br />

sargentos eran "oficiales" y yo capitán, teniente y alférez, en <strong>un</strong>a pieza), se empeñó en echarse a la<br />

<strong>de</strong>recha, siguiendo los pasos <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Pueyo; y en el pecado llevó la penitencia. Una chorreada <strong>de</strong><br />

proyectiles le obligó a seguirme por la izquierda, sufriendo la única baja que tuvo la Compañía aquel día<br />

memorable.<br />

Pasamos por las colinas que he nombrado sin novedad, a<strong>un</strong>que estaban muy batidas, y <strong>un</strong> par <strong>de</strong> horas<br />

más tar<strong>de</strong> encontré al grueso <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra; muy bien colocado ya y esperando el momento para dar el<br />

asalto <strong>de</strong>finitivo.<br />

"El Pelao" ("Rincón <strong>de</strong>l Molinero" se le llamó en el parte oficial) era <strong>un</strong>a posición magnífica; bien fortificada y<br />

colocada en el centro <strong>de</strong> <strong>un</strong>a mesera, <strong>de</strong>jando <strong>un</strong> espacio como <strong>de</strong> 60 metros todo a su alre<strong>de</strong>dor, llano<br />

como la palma <strong>de</strong> la mano, pelado, como indica su nombre, y batidísimo, por lo tanto, por el fuego <strong>de</strong> los<br />

rojos.<br />

Detrás, la pendiente brusca, en cuya mismísima cresta <strong>de</strong>splegaban los legionarios, como cazadores que<br />

otean la presa. Emplacé las cinco máquinas y se envió <strong>un</strong> enlace pidiendo artillería, pues las fortificaciones<br />

rojas estaban incólumes.<br />

Sufrimos <strong>un</strong>as cuantas bajas en aquel rato interminable <strong>de</strong> preparación. Los <strong>de</strong> 7'7 no podían acercar,<br />

porque se exponían a darnos a nosotros, y todos los tiros iban largos. Pero los <strong>de</strong> Campillo metieron varios<br />

pepinazos magníficos.<br />

Los rojos no se iban, No sólo so se iban sino que los <strong>de</strong> Pueyo nos mandaron a <strong>de</strong>cir que había subido <strong>un</strong>a<br />

Compañía <strong>de</strong> refuerzo. Con esa, eran tres Compañías las que guarnecían "El Pelao"; <strong>de</strong>bían estar como<br />

sardinas en banasta.<br />

Hasta que "al capitán Coloma se le hincharon las narices", en frase auténtica <strong>de</strong> <strong>un</strong> legionario, y <strong>de</strong>cidió dar<br />

el asalto. Distribuyó toda la gente suya y la <strong>de</strong> Mayoral y Rivera, en la misma cresta <strong>de</strong> la pendiente, y dijo:<br />

—"Cuando yo toque el pito a<strong>de</strong>lante todo el m<strong>un</strong>do; las ametralladoras que tiren alto, el ruido anima y<br />

<strong>de</strong>sconcierta al enemigo".<br />

Y así se hizo. Colonia hizo sonar su pito (<strong>un</strong>a in<strong>de</strong>cente sirena infantil, <strong>de</strong> a 0'65), y todos, como <strong>un</strong> solo<br />

hombre, se lanzaron al espacio peligroso gritando:<br />

—"¡¡¡Viva !a Legión!!!"<br />

Sólo <strong>un</strong> legionario cayó, mortalmente herido, en el asalto. Oímos que, los oficiales rojos gritaban:<br />

—"¡¡Que nos copan, que nos copan!!"<br />

Y tiraban las gorras <strong>de</strong> plato, su único distintivo, como hacen siempre.<br />

Los <strong>de</strong> mis ametralladoras no quisieron llegar tar<strong>de</strong> al requiso y entraron al asalto con los fusileros. Tanto<br />

que, Rubianes (el sargento, que por tener toda la <strong>de</strong>ntadura <strong>de</strong> oro, a consecuencia <strong>de</strong> <strong>un</strong> tiro, se limpia la


oca con Sidol) le arreó <strong>un</strong> puñetazo a <strong>un</strong> rojo que quedó en el parapeto. Luego, el rojo ya prisionero, juró y<br />

perjuró que "aquel chichón" se lo habían hecho con <strong>un</strong>a bomba <strong>de</strong> mano.<br />

Cogimos cuatro ametralladoras rusas; toneladas <strong>de</strong> m<strong>un</strong>ición, fusiles, prisioneros y muertos. Los tres<br />

capitanes daban voces para montar inmediatamente <strong>un</strong> servicio en previsión <strong>de</strong>l contraataque; pero los<br />

legionarios andaban muy atareados "requisando". Yo contemplaba extasiado las nuevas ametralladoras,<br />

con las que contaba surtir "mi" Compañía.<br />

Muy <strong>de</strong>prisa <strong>de</strong>bieron huir los bísinios, porque a la media hora <strong>de</strong> ocupar nosotros la posición, la artillería<br />

roja nos empezó a obsequiar con <strong>un</strong> bombar<strong>de</strong>o que nos hizo varias bajas. Yo <strong>de</strong>jé emplazadas tres<br />

máquinas, que juzgué suficientes para guarnecer la posición, y di ór<strong>de</strong>nes para recoger y trasladar a<br />

retaguardia todo lo sobrante. Palacios, que acudió en seguida con "la pelota", se llevó cuidadosamente<br />

ocultas (para hurtarlas al Servicio <strong>de</strong> Recuperación, y que me perdone el comandante Frutos esta<br />

revelación <strong>de</strong> "acusica"), entre mantas y otros objetos inofensivos, las cuatro máquinas rusas, <strong>de</strong> las que en<br />

el parte figuraron dos, que entregamos, y las otras dos hacen <strong>un</strong> magnífico servicio a la Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Yo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> capitán, era furriel; tenía que ocuparme <strong>de</strong> dar <strong>de</strong> comer a la gente. Y me fui hacia Bezas<br />

para disponerlo todo, con los <strong>de</strong> morteros. A<strong>un</strong> pu<strong>de</strong> ver y "disfrutar" gran parte <strong>de</strong>l bombar<strong>de</strong>o, y asistí al<br />

"nacimiento" <strong>de</strong> Losada, que pasó <strong>un</strong>os minutos horribles, tumbado en el suelo y bordado por explosiones<br />

<strong>de</strong>l 12'40.<br />

Volvimos a Bezas por la carretera que habíamos <strong>de</strong>jado ya expedita, y encontré a Galera en el "cinturón <strong>de</strong><br />

hierro". Llamábamos así a <strong>un</strong>as imponentes fortificaciones que los rojos habían construido mirando hacia<br />

Campillo, <strong>de</strong> cuya parte temían el ataque; tanto que los prisioneros <strong>de</strong>cían:<br />

—"¡No hay <strong>de</strong>recho; nos matamos <strong>de</strong> trabajar en las fortificaciones y nos entran por la espalda...!"<br />

Allí estaban Galera, como digo, con su ayudante capitán Colomer y <strong>un</strong> comandante <strong>de</strong> Estado Mayor que<br />

había oído, sin duda, algo <strong>de</strong> ametralladoras y que me registró el carromato (requisado en el campo),<br />

don<strong>de</strong> traía yo mis morteros.<br />

En la molo <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra fui a Bezas y arreglé la comida. Y, como me apetecía seguir viendo la guerra, me<br />

volví con Galera, dándomelas <strong>de</strong> capitán y atreviéndome a comentar con él la operación. Me utilizó como<br />

enlace y llevé <strong>un</strong> parte al capitán <strong>de</strong> Caballería.<br />

Por la noche, los roquetes nos relevaron en la posición y toda la Ban<strong>de</strong>ra se re<strong>un</strong>ió en Bezas, don<strong>de</strong> nos<br />

reímos lo in<strong>de</strong>cible leyendo la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

los rojos, pues les cogimos el buzón, con toda la que aquel día habían recibido y pensaban remitir.<br />

El comandante Frutos encontró <strong>un</strong>a carta, que al capitán rojo le dirigía su "compañera", Decía, refiriéndose,<br />

sin duda, a pasadas operaciones:<br />

—"No sé cómo dices que no ha pasado nada y has perdido hasta la f<strong>un</strong>da <strong>de</strong> la pistola".<br />

Y otra <strong>de</strong> <strong>un</strong> miliciano a su familia:<br />

—"Estoy entrenándome, para llegar el primero en la próxima retirada".<br />

Yo también escribí a mi familia. Sin darle importancia a la operación, que me había parecido intrascen<strong>de</strong>nte.<br />

- "Hoy hemos tenido <strong>un</strong>a chapucilla, que no sé si figurará en el parte".<br />

¡¡Ya lo creo que figuro!! En cualquier periódico <strong>de</strong> aquel día podéis verlo.<br />

Y tuvimos la satisfacción <strong>de</strong> que el propio Generalísimo nos felicitase en <strong>un</strong> expresivo telegrama. Me<br />

acosaron todos, dándome bromas sobre "lo que yo llamaba chapucilla". ¡Un caso <strong>de</strong> Medalla Militar!


VII. FUENTES DE EBRO<br />

A<strong>un</strong> estuvimos en Bezas tres o cuatro días, sin más novedad digna <strong>de</strong> mención que <strong>un</strong>a más que regular<br />

tronada, que hizo salirse <strong>de</strong> su madre al río Bezas y ahogó <strong>un</strong>o <strong>de</strong> mis mulos, arrastrado por la corriente.<br />

Fui, con mi inseparable maestro armero, a buscar su cadáver; y lo encontré a la orilla <strong>de</strong>l río, en lugar<br />

cercano ya a la posición que ocupaban los rojos cuando la "batalla <strong>de</strong> los caracoles". Y, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l mulo,<br />

encontramos <strong>un</strong> carretillo <strong>de</strong> ametralladora y <strong>un</strong> baste especial para el mismo. Fue inútil toda pesquisa para<br />

dar con la máquina.<br />

Y el 24 <strong>de</strong> agosto nos <strong>de</strong>spertaron más temprano <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> costumbre. Llegó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcha con<br />

carácter urgente, y antes <strong>de</strong> mediodía estaba la Ban<strong>de</strong>ra embarcada. Pero como las noticias eran <strong>de</strong> que<br />

íbamos a Zaragoza, no hay que <strong>de</strong>cir lo satisfechos que nos <strong>de</strong>spedimos <strong>de</strong> aquel pueblo <strong>de</strong> tan pocos<br />

atractivos.<br />

Fuimos en camiones a Teruel, don<strong>de</strong> ya nos esperaba el tren. Y empezamos a escamarnos ante los<br />

apremios que llegaban <strong>de</strong> todas partes.<br />

—"Más <strong>de</strong>prisa, más <strong>de</strong>prisa, más <strong>de</strong>prisa..."<br />

Era la consigna repetida por el teléfono a cada instante. Realmente, eran muchas prisas para llevarnos a<br />

Zaragoza, meta codiciada en todas las salidas <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Pero en el tren renació el optimismo. Comentábamos el éxito; y la buena suerte, pues (cosa rara) no<br />

habíamos tenido que lamentar ni <strong>un</strong>a baja entre los oficiales. A<strong>de</strong>más, entreteníamos el viaje con la lectura<br />

<strong>de</strong> <strong>un</strong> montón <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong> rojos y rojas, que yo llevaba a prevención.<br />

En Calatayud hicimos <strong>un</strong>a parada, por causa <strong>de</strong> amenaza <strong>de</strong> la aviación roja; y el telégrafo <strong>de</strong>l ferrocarril<br />

insistió:<br />

—"Más <strong>de</strong>prisa, más <strong>de</strong>prisa",<br />

Decididamente Zaragoza sentía nostalgia por su Ban<strong>de</strong>ra. Eso, al menos, pensábamos nosotros; y, cuando<br />

anochecido alcanzamos a ver el resplandor <strong>de</strong> la<br />

ciudad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las ventanillas <strong>de</strong>l tren, rompimos a cantar a pleno pulmón:<br />

"No hay quien pueda,<br />

no hay quien pueda<br />

con la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra".<br />

A<strong>de</strong>más, el tren entraba resoplando en la estación <strong>de</strong> Madrid, que es la más cercana a nuestro cuartel.<br />

Marra propuso que nos fuéramos a cenar a "Salduba".<br />

Pero la cosa no estaba para cenas; en la estación nos esperaba <strong>un</strong> señor grave, con <strong>un</strong> sobre azul. Y<br />

mucha gente, que nos traía noticias; los rojos habían atacado por Zuera, siendo rechazados <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>un</strong><br />

fuerte combate. Y en Fuentes <strong>de</strong> Ebro también andaba seria la cosa.<br />

Y a Fuentes seguimos, con todas las luces apagadas. ¡Bah! En Fuentes tenía yo muy buenos amigos<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estuve <strong>de</strong> miliciano <strong>de</strong> Falange; la señora Visita (la posa<strong>de</strong>ra) nos trataría bien. Y me quedé<br />

dormido.<br />

Cuando me <strong>de</strong>sperté nos apeamos en la estación <strong>de</strong> Fuentes. Estaba la noche oscurísima y nos mandaron<br />

observar el más absoluto silencio. Por el camino, tan<br />

conocido para mí, llegamos al pueblo.<br />

También allí reinaban las tinieblas. En la Comandancia militar estaban Galera y Ponte (el comandante <strong>de</strong><br />

Asalto), entre otros jefes. También habían llegado


Fernán<strong>de</strong>z-Villa y Portóles, escapados <strong>de</strong> sus respectivos hospitales ante las noticias que había, y <strong>de</strong> las<br />

que nosotros nos íbamos enterando poco a poco.<br />

Fernán<strong>de</strong>z-Villa se hizo cargo <strong>de</strong> la Compañía, y yo <strong>de</strong> <strong>un</strong>a sección. Una sección a la que correspondió<br />

agregarse a la cuarta Compañía, que mandaba Pascual.<br />

Salimos inmediatamente a relevar a <strong>un</strong>a Compañía <strong>de</strong> Asalto, en la pari<strong>de</strong>ra que se alzaba (se “alzaba”<br />

hasta ese día) en la salida <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Pu<strong>de</strong> pensar, parodiando a Jorge Manrique:<br />

—"Aquellas posiciones <strong>de</strong>l año pasado; ¿qué se hicieron?"<br />

Pero <strong>de</strong>cidí que sería más práctico prepararse por si el día siguiente nos traía alg<strong>un</strong>a novedad. Y, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> emplazar las máquinas, en medio <strong>de</strong> <strong>un</strong> silencio sepulcral y a tientas en la oscuridad, me envolví en mis<br />

mantas y dormí.<br />

* * *<br />

Me <strong>de</strong>spertaron dos cosas: el sol y los tanques. Todavía no había acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>senvolverme <strong>de</strong> entre las<br />

mantas, cuando ya sonaban, antipatiquísimos, los<br />

cañones <strong>de</strong> los carros rusos.<br />

"Sssh... pum, sssh... pum, sssh... pum".<br />

—"¡Ya vienen, ya vienen!"— oí gritar.<br />

Y corrimos Pascual y yo a organizar la resistencia. El ataque empezaba bien <strong>de</strong> veras. Un grupo <strong>de</strong><br />

baterías <strong>de</strong>l 12'40, emplazadas en <strong>un</strong> barranco a menos <strong>de</strong><br />

tres mil metros <strong>de</strong> Fuentes, empezó a vomitar metralla. Y menos mal que ap<strong>un</strong>taban al pueblo.<br />

No tuve tiempo <strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> más. No había pasado <strong>un</strong> cuarto <strong>de</strong> hora cuando mis ametralladoras<br />

(objetivo principal para los carros) estaban enterradas. Sus sirvientes yacían muertos o habían sido<br />

evacuados en las camillas. Uno solo se me presentó, poniéndose a mis or<strong>de</strong>nes; el acemilero que corría<br />

queriendo parar el tren cuando <strong>de</strong>scarrilamos. García se llama; buen muchacho.<br />

La posición que ocupábamos era <strong>un</strong>a caricatura <strong>de</strong> colina. Con remedo <strong>de</strong> barrancos <strong>de</strong>senfilados y<br />

bocetos <strong>de</strong> parapeto. Allá, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> alg<strong>un</strong>os montones <strong>de</strong> piedras, con los pies metidos en arañazos <strong>de</strong><br />

trincheras, resistían los legionarios.<br />

Y cuando, jugándonos el tipo, nos asomábamos a observar, veíamos en el llano hasta trece carros rusos<br />

(<strong>un</strong>os <strong>de</strong> oruga y otros <strong>de</strong> ruedas) que, con su andar<br />

torpe, se acercaban, se acercaban...<br />

La artillería roja seguía machacando el pueblo concienzudamente; aquel día no quedó sin agujerear más<br />

que <strong>un</strong>a casa <strong>de</strong> Fuentes. Pascual, en vista <strong>de</strong> que mi mando había quedado reducido a <strong>un</strong> acemilero, me<br />

envió al pueblo a por refuerzos.<br />

—"Explica bien lo que pasa"— me dijo.<br />

Y allá fui, jugándome la vida cien veces, pues la carretera, hasta el pueblo, estaba batidísima por fusilería y<br />

también por otras baterías que empezaban a<br />

corregir e! fuego hacia aquella parte.<br />

En la calle principal <strong>de</strong> Fuentes —ir y venir incesante <strong>de</strong> mulos, m<strong>un</strong>iciones y heridos— tropecé al<br />

comandante Frutos y le puse en antece<strong>de</strong>ntes, insistiendo sobre la petición <strong>de</strong> refuerzos.<br />

"¡Como no los pinte...!" —me repuso tranquilamente.


Luego supe que en aquellas horas la com<strong>un</strong>icación con Zaragoza estaba cortada. M<strong>un</strong>ición sí; la que<br />

quisiera tema a mi disposición, gracias al repuestillo <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra, que estaba intacto como siempre. Pedí<br />

a Palacios que subiera <strong>un</strong>as cuantas cajas y corrí a ver si conseguía re<strong>un</strong>ir alg<strong>un</strong>os legionarios que me<br />

ayudasen a <strong>de</strong>senterrar las máquinas.<br />

* * *<br />

Los rojos habían <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nado <strong>un</strong>a ofensiva que pasará a la Historia. Atacaban a la vez por Quinto, Codo,<br />

Belchite y por Zuera. En Zuera, valiéndose <strong>de</strong> la sorpresa y aprovechando el <strong>de</strong>sguarnecido barranco <strong>de</strong> la<br />

Violada (acordaos <strong>de</strong> Santa Quiteria) se colaron bonitamente, Pero les salió la criada respondona y se<br />

les copó <strong>un</strong> batallón o dos. Quinto cayo en su po<strong>de</strong>r creo que el mismo día 25 y Belchite días más tar<strong>de</strong>,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>un</strong>a resistencia que <strong>de</strong>ja en mantillas a Numancia y otros Sitios acreditados.<br />

Pero en fin. Esto pertenece ya a los parles oficiales y a la Historia <strong>de</strong> España; no al libro <strong>de</strong> <strong>un</strong> vulgar<br />

espectador.<br />

De Quinto vinieron a Fuentes; contaban entrar en esta villa el mismo día 24. Pero los <strong>de</strong> Asalto les cortaron<br />

las alas. Y aguantaron, heroicamente, hasta que fuimos a ayudarles, Vinieron muchas fuerzas, traídas,<br />

según creo, <strong>de</strong>l frente <strong>de</strong> Madrid. Por eso, aquí empieza ya <strong>un</strong>a fase <strong>de</strong>l libro en que la actuación <strong>de</strong> mi<br />

Ban<strong>de</strong>ra se esfuma <strong>un</strong> poco entre la <strong>de</strong> todas las fuerzas <strong>de</strong> prestigio que vinieron a Aragón: ya no éramos<br />

solos en estos frentes, favorecidos por tanta gente que "venía <strong>de</strong> Br<strong>un</strong>ete".<br />

Pero en Fuentes, el día 25, estábamos: Galera y su Me-hal-la, nosotros, los <strong>de</strong> Asalto. Los <strong>de</strong> siempre.<br />

* * *<br />

Al mediodía había conseguido <strong>un</strong>os cuantos hombres y <strong>un</strong>a ametralladora. Una <strong>de</strong> las que cogimos en el<br />

"Pelao" y que tiraba maravillosamente, servida por el ex acemilero "que <strong>de</strong>tuvo el tren". También apareció<br />

Rubianes con su áurea sonrisa y consiguió <strong>de</strong>senterrar otra <strong>de</strong> las antiguas.<br />

Pascual estaba herido <strong>de</strong> <strong>un</strong> rasponazo en la cabeza, y por eso me mandó el comandante que ayudase a<br />

Fernán<strong>de</strong>z-Villa, que se hizo cargo <strong>de</strong> la cuarta Compañía. Como Cruz (único oficial <strong>de</strong> la Cuarta en aquel<br />

momento) tenía <strong>de</strong>masiado quehacer con aten<strong>de</strong>r a su posición, a la izquierda <strong>de</strong> la pari<strong>de</strong>ra, Fernán<strong>de</strong>z y<br />

yo <strong>de</strong>cidimos que mandaríamos las dos Compañías al “alimón”.<br />

Así fue; y hasta jefes <strong>de</strong> sector fuimos alg<strong>un</strong>os ratos en aquellos días memorables, en que luchamos todos<br />

j<strong>un</strong>tos para salvar Fuentes y, con Fuentes, Zaragoza.<br />

Habían traído picos y palas; y por la cuenta que nos traía a todos se picó <strong>de</strong> firme. Aquellas cuatro piedras<br />

<strong>de</strong>l primer momento se fueron convirtiendo, poco<br />

a poco, en <strong>un</strong>a posición medianamente organizada, con parapetos, caminos cubiertos, chabolas, <strong>de</strong>pósito<br />

<strong>de</strong> m<strong>un</strong>ición y hasta <strong>un</strong> refugio contra aviación.<br />

* * *<br />

Aquellos días han pasado por mi imaginación como las escenas <strong>de</strong> <strong>un</strong> film. Y por eso no es extraño que<br />

trabuque muchos sucesos (pues no tengo a la vista ningún recordatorio, y escribo todo fiado a mi débil<br />

memoria) y los baraje, en <strong>un</strong> or<strong>de</strong>n distinto a como en realidad ocurrieron.<br />

Fueron <strong>un</strong>os días <strong>de</strong> oleaje emocional. Del peligro extremo a la calma más absoluta, en pocas horas. De<br />

bromas sin cuento, mezcladas con el inmenso dolor <strong>de</strong> tantos y tantos hermanos sacrificados a la furia <strong>de</strong>l<br />

enemigo. Don<strong>de</strong> se conf<strong>un</strong><strong>de</strong> el recuerdo <strong>de</strong> <strong>un</strong>os ataques en que los oficiales nos emborrachábamos<br />

tirando "laffittes", con la remembranza <strong>de</strong> aquel banquete que le dimos a Galera, en la posada <strong>de</strong> la señora<br />

Visita, cosida <strong>de</strong> cañonazos.<br />

El pueblo <strong>de</strong> Fuentes pa<strong>de</strong>ció mucho; ya dije que no quedó más que <strong>un</strong> edificio sin marcar por la artillería.<br />

También la Iglesia parroquial sufrió, pues aquellos canallas la bombar<strong>de</strong>aron todos los días festivos, a la<br />

hora en que suponían que estaríamos en misa; el celo previsor <strong>de</strong>l buen párroco, que <strong>de</strong>cía la misa en el


hospital (con las Sagradas Vestiduras sobre <strong>un</strong> mono caqui <strong>de</strong> miliciano) evitó muchas bajas. Aquel hospital,<br />

a ratos lleno <strong>de</strong> gemidos y sangre (ocasión hubo <strong>de</strong><br />

tener en su seno cincuenta muertos y <strong>un</strong> centenar <strong>de</strong> heridos) cuando todo quedaba en calma, evacuadas<br />

las bajas, era <strong>un</strong> casinillo, don<strong>de</strong> se jugaba al parchesi y<br />

se bebía cerveza.<br />

Los oficiales subalternos íbamos y veníamos <strong>de</strong> las posiciones al pueblo en los ratos <strong>de</strong> ocio. No <strong>de</strong>bíamos<br />

hacerlo, porque los rojos no tenían hora fija para <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar sus fortísimos ataques, pero a mi por lo<br />

menos, me acompañó la suerte como siempre, y estuve en los parapetos siempre que había "hule" y a<strong>un</strong><br />

me sobraron muchas horas para tertuliear con el Pater y con "Baena", el médico <strong>de</strong> la Me-hal-la, que cree<br />

que sabe el árabe y no se le entien<strong>de</strong> ni en castellano.<br />

* * *<br />

La tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día 25 atacaron <strong>de</strong> recio otra vez; venían los tanques (creo que fueron 27) vomitando<br />

cañonazos sin cesar. Los camilleros no daban abasto para<br />

retirar bajas. Venían y llegaron hasta <strong>un</strong>os cinco metros <strong>de</strong>l parapeto.<br />

Los rusos <strong>de</strong>l alto mando rojo habían i<strong>de</strong>ado <strong>un</strong>a estratagema; <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cada tanque venían tres o cuatro<br />

milicianos provistos <strong>de</strong> ab<strong>un</strong>dantes bombas <strong>de</strong> mano. Su misión era salir cuando el tanque estuviese en<br />

nuestras líneas y lanzar las bombas. Aquello, sin duda, originaría <strong>un</strong>a confusión horrible en nuestras filas y<br />

huiríamos, <strong>de</strong>jando el campo libre a los milicianos que se veían en la lejanía, siguiendo <strong>de</strong> lejos el tardo<br />

andar <strong>de</strong> los carros.<br />

Pero no fue así; al carro que se llegó a mi posición le sacudió <strong>un</strong> cabo con <strong>un</strong>a botella <strong>de</strong> líquido inflamable,<br />

cuando ya las ca<strong>de</strong>nas pisaban los sacos terreros. Ardió como <strong>un</strong>a bengala, y ardiendo huyó a toda prisa<br />

hasta quedar en campo <strong>de</strong> nadie. Creo que todavía ofrece allí su mole al espaciador que quiera asomarse.<br />

Los "asaltantes" (tres), a la primera llamarada abrieron la puerta intentando huir y murieron en el acto, a la<br />

explosión <strong>de</strong> <strong>un</strong>a bomba, que luego supe que había lanzado yo.<br />

Más tar<strong>de</strong> recogimos la documentación <strong>de</strong> <strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos; era <strong>un</strong> hombre <strong>de</strong> mi edad, casado como yo, padre<br />

como yo. Llevaba en la cartera <strong>un</strong>a foto <strong>de</strong> <strong>un</strong>a niña, hija suya. La guardé; aquel hombre que murió a mis<br />

manos era <strong>un</strong> obligado, sin duda. Y por obligado lo habían embarcado en aquella dificilísima aventura,<br />

mientras sus verdugos rusos daban latigazos en seg<strong>un</strong>da línea.<br />

También apareció <strong>un</strong> perro; <strong>un</strong> gozquecillo negro, con <strong>un</strong>a hoz y martillo, dibujados a tijeretazos en su<br />

lustroso pelo. Lamía mis manos cuando lo até con <strong>un</strong>a cuerda <strong>de</strong> esparto. Cuando terminó el ataque envié<br />

<strong>un</strong> enlace al coronel Galera, con la documentación <strong>de</strong> los muertos y con el perrillo, y <strong>un</strong>a nota que <strong>de</strong>cía:<br />

—"Adj<strong>un</strong>to remito a V. S. <strong>un</strong> individuo pasado <strong>de</strong>l campo enemigo. Interrogado solo contesta guau, guau,<br />

por lo que creo pertenece a Brigadas internacionales..,"<br />

El enlace volvió con el perro y <strong>un</strong> duro <strong>de</strong> propina.<br />

* * *<br />

Juanito Allanegui <strong>de</strong>mostró aquellos días que era <strong>un</strong> jabato, A su posición fueron más tanques que a<br />

ning<strong>un</strong>a. Y su posición era la más peligrosa, porque estaba a la inmediación <strong>de</strong> <strong>un</strong> olivar, por don<strong>de</strong> podía<br />

aparecer la infantería roja en cualquier momento sin ser vista.<br />

Pero cuando se le echaron encima cuatro tanques, Juanito no lo dudó. Y en vez <strong>de</strong> esperarlos salió a por<br />

ellos. El a la cabeza y animando a sus gentes. Tenía en la posición legionarios, moros y soldados. Y había<br />

que oírle gritar:<br />

—"Hala, morito estar valiente; mucho coger tanque, morito".<br />

—"A mí la Legión! ¡Viva el Ejército!"<br />

Así animaban a todos a seguir su ejemplo. Y se cargaron a todos los tanques que iban a tomar su posición.<br />

Y es que eso <strong>de</strong>l revoltijo <strong>de</strong> fuerzas mezcladas y la dificultad <strong>de</strong> dirigirlas nos pasaba a todos. Recuerdo


que, <strong>un</strong> día <strong>de</strong> aquellos, me empeñé en dar ór<strong>de</strong>nes a <strong>un</strong>os morazos en inglés; me entendían mucho<br />

menos que a "Baena". Yo creo que es la costumbre <strong>de</strong> ver películas americanas lo que me impulsó a usar<br />

ese idioma <strong>de</strong>sconocido para ellos. Y para mí; hay que <strong>de</strong>cirlo todo.<br />

* * *<br />

Creo que fue el día 27 cuando ocurrió <strong>un</strong> hecho que ya conocéis todos, pues fue objeto <strong>de</strong> comentario <strong>de</strong><br />

muchos cronistas <strong>de</strong> guerra. La hazaña <strong>de</strong> dos acemileros <strong>de</strong> mi Compañía.<br />

Pero en las crónicas periodísticas se dijo simplemente que eran "gente legionaria". Yo quiero daros más<br />

<strong>de</strong>talle y <strong>de</strong>ciros que se llaman (a<strong>un</strong> viven) Elías Pola y Pascual Irache; legionarios <strong>de</strong> la sexta Compañía<br />

<strong>de</strong> la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra, dirían ellos al presentarse.<br />

Estaban en la máquina <strong>de</strong> Rubianes; entonces eran acemileros a secas y sólo servían (oficialmente) para<br />

menesteres bajos, <strong>de</strong> acarreo <strong>de</strong> m<strong>un</strong>iciones. Ahora, <strong>de</strong>mostrada su capacidad artillera, los he <strong>de</strong>stinado a<br />

servir <strong>un</strong> morterillo <strong>de</strong> 45 milímetros que tenemos en la Compañía.<br />

Mal andaba la cosa aquel día. Los tanques venían tirando a dar y la tomaron con <strong>un</strong> antitanque que<br />

teníamos en la posición. Al tercer disparo hicieron blanco. Y pu<strong>de</strong> ver cómo Se <strong>de</strong>strozaban el escudo y el<br />

aparato <strong>de</strong> p<strong>un</strong>tería, matando a dos <strong>de</strong> sus sirvientes y estropeando al tercero.<br />

Elías y Pascual, que subían a la máquina <strong>de</strong> Rubianes con <strong>un</strong>as cajas <strong>de</strong> cartuchos, no necesitaron or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> nadie; <strong>de</strong>jaron la carga y se lanzaron al abandonado antitanque.<br />

Unos seg<strong>un</strong>dos hurgaron, infructuosamente, todas las ruedas y tornillos <strong>de</strong>l mecanismo, tan <strong>de</strong>sconocido<br />

para ellos como <strong>un</strong>a cal<strong>de</strong>ra marina. Al fin, lo inesperado.<br />

El cañón que dispara; y allá van mis acemileros por el aire, por obra y gracia <strong>de</strong>l culatazo que no esperaban.<br />

Pero se pusieron <strong>de</strong> pie y miraron.<br />

—"¡Si le himos arreao!"<br />

—"¡Qué sabemos, qué sabemos!"<br />

Corroborando sus gritos jubilosos el tanque ardía. Y volvieron al arma; pero ya como técnicos que no fían<br />

todo a la casualidad- Uno <strong>de</strong> ellos hacía la p<strong>un</strong>tería, mirando por el ánima <strong>de</strong>l cañón; e! otro cargaba y<br />

disparaba.<br />

Hasta tres tanques inutilizaron. Y, cuando en <strong>un</strong> claro <strong>de</strong>l combate me acerqué a felicitarles y bromear con<br />

ellos, hicieron cinco o seis disparos en mi honor. Elías preg<strong>un</strong>taba ingenuo:<br />

—"¿Nos lo <strong>de</strong>jarán pa nusotros, mi alférez...?"<br />

* * *<br />

Por tres o cuatro veces el ataque nocturno al que tan aficionados parecen los rojillos. Los escuchas<br />

advertían el inevitable susurro <strong>de</strong>l enemigo.<br />

—"Todo el m<strong>un</strong>do a su puesto; no tirar <strong>un</strong> tiro hasta que estén encima..."<br />

Y en la oscurísima noche esperábamos el primer bombazo enemigo para abrir nuestro fuego. Luego,<br />

bombas, muchísimas bombas; parecía aquello <strong>un</strong>a f<strong>un</strong>ción<br />

<strong>de</strong> fuegos artificiales. La primera vez que esto ocurrió fue cuando Fernán<strong>de</strong>z-Villa y yo mandábamos al<br />

"alimón". Teníamos en la posición, ayudándonos, a<br />

<strong>un</strong>os ochenta artilleros a pie y dieciocho guardias <strong>de</strong> Asalto con Del Barrio, su alférez.<br />

Nos hinchamos <strong>de</strong> tirar bombas <strong>de</strong> mano. Pum, pum, pum, pum, pum, pum......<br />

Llegó el capitán (hoy comandante) Simavilla.


—“¿Qué pasa; a qué se <strong>de</strong>be este <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> bombas?”— preg<strong>un</strong>taba.<br />

Como si no supiera que los rojos estaban en nuestras mismas narices, tirándonos bombas. Pero quería<br />

mantener nuestro espíritu. Y mentía.<br />

— “¡Sí no viene nadie!”<br />

— “¡Si esto es <strong>un</strong>a vergüenza!”<br />

Pero nos <strong>de</strong>jaba hacer. Y a la madrugada parecía no dar importancia a los veinticinco o treinta cadáveres<br />

rojos, que par<strong>de</strong>aban al sol como mudos testigos <strong>de</strong> que alguien vino.<br />

El ataque nocturno con atacantes moros es <strong>un</strong> éxito. Sirvió, por lo menos, para entrenamiento <strong>de</strong> los<br />

artilleros que hasta aquel día no habían oído <strong>un</strong> tiro. Pero aprendieron pronto; recuerdo que aquella noche<br />

(<strong>un</strong>a <strong>de</strong> las noches) <strong>un</strong> quinto <strong>de</strong> esos me <strong>de</strong>cía orgulloso, mostrándome el mosquetón;<br />

—"Mire, mi alférez, me se ha reventao <strong>de</strong> tirar..."<br />

* * *<br />

Luego, llegó el capitán Rivera, que estuvo malo <strong>un</strong>os días, y se hizo cargo <strong>de</strong> su Compañía. A mí me<br />

mandó entonces el comandante a que me encargase <strong>de</strong> las cuatro máquinas <strong>de</strong>l sector <strong>de</strong> la izquierda <strong>de</strong><br />

la carretera. El puesto <strong>de</strong> mando era la casilla <strong>de</strong> los camineros; allí estaban Mayoral, que mandaba "su<br />

Catorce", y Romero, capitán <strong>de</strong> la Me-hal-la <strong>de</strong> Melilla, hermano <strong>de</strong>l capitán <strong>de</strong> la otra Me-hal-la.<br />

Ya no tenía color la cosa cuando yo llegué. Solo <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong> sufrimos <strong>un</strong> ataque por el llano, a base <strong>de</strong><br />

caballería, argelina o lo que fuese. Mejor dicho; sufrieron ellos, porque al verlos venir (advertimos su<br />

polvareda a varios kilómetros) nuestra artillería les batió maravillosamente y tuvieron que volver grupas,<br />

<strong>de</strong>jándose varios muertos en la vega y <strong>un</strong>os cuantos caballos, que pasaron a nuestro po<strong>de</strong>r. Cuando vuelva<br />

la Ban<strong>de</strong>ra a Zaragoza podréis ver a Juanito Villarreal, jinete en alg<strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos, paseando.<br />

En vista <strong>de</strong> la inactividad guerrera, volvimos a las ocupaciones inocentes y poéticas; y, como en la sierra <strong>de</strong><br />

Alcubierre, compusimos bellas poesías. Recuerdo estas aleluyas:<br />

Y no me pases por alto<br />

a nuestros guardias <strong>de</strong> Asalto.<br />

Llevan los <strong>de</strong> la Me-hal-la<br />

gorros ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> gran gala<br />

y el que se las da <strong>de</strong> pitio<br />

va camuflao <strong>de</strong> ladrillo.<br />

Los bravos aviadores<br />

usan los monos mejores.<br />

Los que a las niñas camelan<br />

suelen ser los que no vuelan.<br />

A los <strong>de</strong>l Tren Automóvil<br />

háblales con sello móvil.<br />

Total que lo único pera<br />

es la SEGUNDA BANDERA.<br />

Ingenuo <strong>de</strong>sahogo criticante, que corrió por todas las fuerzas hermanas sin levantar protestas.<br />

También nos dimos a la cocina. Y <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong>, para obsequiar a Juanito Allanegui y a Portóles (el pequeño,<br />

sargento <strong>de</strong> Artillería a pie) que venía a hacernos compañía, les elaboré a brazo <strong>un</strong>as migas, proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> <strong>un</strong> chusco, fritas con sebo y adobadas con coñac. Se chuparon los <strong>de</strong>dos.<br />

* * *<br />

Coloma es <strong>un</strong> chiquillo. Por su edad y por su manera <strong>de</strong> ser.


Una tar<strong>de</strong>, en la casilla <strong>de</strong> los camineros, ocurrió algo que os convencerá. Venía la aviación roja,<br />

aprovechando la ausencia <strong>de</strong> la nuestra, que se hallaba ocupada en otras rutas. Los velocísimos "ratas"<br />

pasaban y traspalaban sobre nuestras cabezas, bajísimos; dando a enten<strong>de</strong>r que conocían la carencia <strong>de</strong><br />

antiaéreos por nuestra parte.<br />

Menos mal que no ametrallaban. Y, resguardados en algún acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l terreno, contemplábamos<br />

tranquilos, sus evoluciones.<br />

Coloma no podía contenerse. Arrebató el mosquetón a <strong>un</strong> legionario cercano y lo cargó nervioso. Cuando<br />

<strong>un</strong> "rata" pasó veloz sobre nuestras mismísimas cabezas, ap<strong>un</strong>tó cuidadoso e hizo fuego.<br />

Y saliendo <strong>de</strong> su escondite gritaba alborozado:<br />

—"¡Va echando humo!"<br />

Hasta que alguien, poco respetuoso con su entusiasmo, le atajó:<br />

—"Es que fuma el piloto, mi capitán".<br />

Coloma se puso colorado, como <strong>un</strong> chiquillo travieso.<br />

* * *<br />

Una tar<strong>de</strong> llegó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> relevo. Preparamos todo y al anochecido vino la trece Ban<strong>de</strong>ra a ocupar<br />

nuestras posiciones. A mí me relevó <strong>un</strong> sargento, pres<strong>un</strong>tuoso porque se pue<strong>de</strong>; mientras relevábamos,<br />

<strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> saber algo <strong>de</strong> lo que pasaba en otros frentes, le preg<strong>un</strong>té que <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> venia, Y me repuso:<br />

—-"¿Ha oído V. hablar <strong>de</strong> Brúñete? Pues <strong>de</strong> allá vengo, nada más".<br />

Cuando se lo conté a Mayoral, puso <strong>un</strong> comentario mordaz. Des<strong>de</strong> entonces en la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra es<br />

corriente la frase <strong>de</strong>spectiva:<br />

—"Ese, pa<strong>de</strong>ce br<strong>un</strong>etitis..."<br />

Esta pequeña rivalidad entre Ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la heroica Legión, es algo consustancial con el Cuerpo mismo.<br />

Tal vez lo inventó Millán Astray para conseguir <strong>un</strong>a noble emulación.<br />

Montamos en los camiones cantando, como siempre. Las conjeturas eran agradables; había mucha fuerza<br />

en Aragón y nosotros bien merecíamos <strong>un</strong> <strong>de</strong>scanso.<br />

Un <strong>de</strong>scanso y <strong>un</strong> refuerzo; porque a la chita callando, en Fuentes sufrimos más <strong>de</strong> trescientas bajas en la<br />

tropa. Y <strong>de</strong> oficiales quedaban cuatro y el <strong>de</strong> la<br />

guitarra, según el Pater, que en ausencia <strong>de</strong> Losada, que se había ido al curso <strong>de</strong> tenientes, se había<br />

constituido en ayudante y estaba en sus glorias.<br />

Pero nuestras ilusiones fallaron <strong>un</strong>a vez más. A las diez <strong>de</strong> la noche estábamos en la estación <strong>de</strong> Utrillas, y<br />

en <strong>un</strong> tren especial fuimos a Val<strong>de</strong>scalera. Llegamos ya <strong>de</strong> día.<br />

Menos mal que nuestra misión era, simplemente, reforzar las posiciones ya establecidas y guarnecidas por<br />

mucha gente, a<strong>un</strong>que bisoña, es cierto.<br />

Nos instalamos en <strong>un</strong> barranquito <strong>de</strong>senfilado, centro <strong>de</strong>l sector; y a las pocas horas aquello se había<br />

convertido en <strong>un</strong> pueblecillo legionario, cuajado <strong>de</strong> chabolas, que construimos en pocas horas ante el<br />

asombro <strong>de</strong> los canarios y gallegos que guarnecían aquello. Su asombro subió <strong>de</strong> p<strong>un</strong>to al observar que a<br />

la noche todos los legionarios, que habían visto llegar en mangas <strong>de</strong> camisa, tenían mantas y cazadoras,<br />

mientras que muchos <strong>de</strong> ellos carecían <strong>de</strong> las mismas prendas. ¡ Extraña coinci<strong>de</strong>ncia!<br />

Estuvimos en Val<strong>de</strong>scalera quince días. Tuvimos que intervenir seis o siete veces en que atacaron los rojos,<br />

y fueron rechazados sin gran esfuerzo. El resto <strong>de</strong>l tiempo se pasó en diversiones más o menos inocentes.<br />

En la caseta <strong>de</strong>l apea<strong>de</strong>ro se jugaba al poker y al bacarrat; pero eran partidas <strong>de</strong> p<strong>un</strong>tos fuertes (<strong>de</strong>


capitanes para arriba) y el Pater y yo discurrimos <strong>de</strong>dicamos a ferroviarios <strong>de</strong> vía estrecha (n<strong>un</strong>ca mejor<br />

empleada la frase) y en <strong>un</strong>a "matea" o vagoneta nos fuimos aprovechando la cuesta abajo hasta cerca <strong>de</strong><br />

Zaragoza, adon<strong>de</strong> ¡ ay! no nos podíamos llegar. Luego subimos a remolque <strong>de</strong>l tren ascen<strong>de</strong>nte. ¡Ilusiones<br />

<strong>de</strong> la niñez que se hicieron realidad en la guerra! Porque gracias a nuestra calidad <strong>de</strong> oficiales,<br />

conseguíamos que los trenes ascen<strong>de</strong>ntes nos <strong>de</strong>jaran vía libre.<br />

* * *<br />

El único aspecto guerrero <strong>de</strong> aquello días grises fue <strong>un</strong> ataque rojo que rechazamos. Al mediodía nos<br />

avisaron <strong>de</strong> la posición "Carnicero" que se veían gran<strong>de</strong>s concentraciones enemigas. Hacia allí fue Coloma<br />

con su Compañía; y Rivera, con la suya y mi sección <strong>de</strong> máquinas, fue enviado a cubrir el flanco <strong>de</strong>recho.<br />

Gracias a esta circ<strong>un</strong>stancia pu<strong>de</strong> ver, sin peligro (¡por <strong>un</strong>a vez en mi vida!), <strong>un</strong>a operación guerrera.<br />

Cuando llegamos a nuestra posición ya atacaban los rojos a el "Carnicero", que se distinguía perfectamente<br />

a nuestra izquierda. Tres o cuatro baterías concentraban sus ruegos sobre aquel parapeto, y por los<br />

cabezos que forman montaña rusa, tras <strong>de</strong> tan importante posición, se <strong>de</strong>slizaban, como <strong>un</strong>a fila <strong>de</strong><br />

hormigas, los rojos.<br />

Arriba, en el "Carnicero", aguantaban el chaparrón <strong>de</strong> granadas los soldaditos bisóños <strong>de</strong>l Batallón 105,<br />

reforzados por fa sección <strong>de</strong> Allanegui. A retaguardia, la quinta Compañía estaba a la expectativa. Nosotros<br />

veíamos, sin intervenir.<br />

No teníamos medios para avisarles <strong>de</strong>l avance <strong>de</strong> los "rogelios"; y, a<strong>un</strong>que emplacé <strong>un</strong>a máquina para<br />

entorpecer su avance, era tan largo el tiro que no conseguí nada. Culebreó la ringle <strong>de</strong> milicianos y, al fin,<br />

quedaron amagados en <strong>un</strong> barranquete, muy próximo ya a su objetivo. Al mismo tiempo cesó la artillería.<br />

No estaba mal planeada la cosa.<br />

En estas, roncaron motores <strong>de</strong> aviación y aparecieron nuestros "bueyes". Tras <strong>de</strong> los montes, cuya<br />

posesión nos jugábamos en aquel momento, se <strong>de</strong>splegaba, rojizo, el llano <strong>de</strong> Belchite. Sobre él, en <strong>un</strong>a<br />

carretera, se alineaba <strong>un</strong>a enorme teoría <strong>de</strong> camiones, que por la distancia no podíamos apreciar si<br />

estaban cargados o<br />

vacíos.<br />

Todo quedó en el silencio más absoluto, ante la amenaza <strong>de</strong>l bombar<strong>de</strong>o. Y por cierto que, aparte <strong>de</strong> sus<br />

resultados, es el bombar<strong>de</strong>o más espectacular que yo recuer<strong>de</strong>; escuadrilla por escuadrilla, fueron soltando<br />

las bombas en <strong>un</strong> trágico riego continuo <strong>de</strong> muerte y fuego. Los latigazos <strong>de</strong> las bombas <strong>de</strong> 250 kilos<br />

sacudían la tierra en varios kilómetros a la redonda.<br />

Cuando se apagó el roncar <strong>de</strong> los motores y los "bueyes" se perdieron en el horizonte, quedaba como<br />

recuerdo <strong>un</strong> nubarrón, más negro que el <strong>de</strong> la peor granizada, y que mucho rato flotó en el aire tranquilo,<br />

ofreciendo <strong>un</strong> espectáculo que sentí no fotografiar.<br />

Pero teníamos algo más interesante que ver. De los rojos se <strong>de</strong>stacó <strong>un</strong> hombre que, brazos en alto (lo<br />

veíamos con gemelos), se dirigió resueltamente hacia el<br />

"Carnicero". A poco, otro imitó su ejemplo; nosotros comentábamos:<br />

—"¡Se pasan, se pasan! ¡Viva España!"<br />

Pero Rivera, que sabe manera (por algo lleva más <strong>de</strong> treinta años <strong>de</strong> servicio) no estaba tranquilo.<br />

—"Algo traman, Cavero; vera usted..."<br />

Y tenía razón. Al cuarto que llegó al parapeto, como si fuese <strong>un</strong>a señal convenida se lanzaron todos al<br />

asalto, tirando bombas si Dios tenía qué. Pero es igual, porque Juaníto Allanegui se portó tan bien como<br />

siempre, animando a los bisóños, que dieron más juego <strong>de</strong>l que esperábamos; y Coloma estaba cerca por<br />

sÍ<br />

las moscas. Huyeron los rojos apresuradamente, y como Rivera estaba seguro <strong>de</strong> que aprovecharían las<br />

primeras sombras para largarse, nos volvimos a Val<strong>de</strong>scalera.


Allí nos esperaba la mala noticia; Juanito había caído, muerto por la traición roja. Dios lo tenga en su gloria;<br />

era <strong>de</strong>masiado valiente.<br />

* * *<br />

Luego, estuve <strong>de</strong>stacado en el propio "Carnicero" durante tres días. Tres días sin novedad, que se<br />

<strong>de</strong>slizaron agradables en compañía <strong>de</strong>l capitán Castán (que<br />

mandaba <strong>un</strong> Batallón) y <strong>de</strong> Silvestre Ripollés, el polifacético medico, que por última vez había visto en<br />

Fuentes el año pasado, y que me hizo reír <strong>de</strong> ganas.<br />

Una mañana, el relevo. Y la enorme satisfacción <strong>de</strong> irnos a Zaragoza. Montamos en las bateas <strong>de</strong>l tren<br />

minero, y durante aquel viaje se canto más y más fuerte<br />

que n<strong>un</strong>ca:<br />

"No hay quien pueda,<br />

no hay quien pueda<br />

con la seg<strong>un</strong>da Ban<strong>de</strong>ra".<br />

¡Ya se distinguía a lo lejos el caserío zaragozano! ¡Ahora sí que nadie nos quitaba <strong>un</strong> mes <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso!<br />

Marra (que hacía el bajo en nuestro coro) trono con<br />

su vozarrón:<br />

—"Como aparezca hoy el <strong>de</strong>l sobre azul le pego <strong>un</strong> tiro ¡palabra!"<br />

Pero no se lo pegó. Apareció el <strong>de</strong>l sobre azul; nos esperaban camiones y sólo nos <strong>de</strong>tuvimos en Zaragoza<br />

para comer aprisa y corriendo. Por la tar<strong>de</strong> rodábamos; y aquella noche dormimos en Cartirana, pueblecito<br />

cercano a Sabiñáñigo.


VIII. SABIÑÁNIGO<br />

Mejor dicho, durmieron; Porque el maestro armero y yo usufructuamos <strong>un</strong> colchón bastante confortable,<br />

pero en la compañía <strong>de</strong> <strong>un</strong>a vaca que, con sus mugidos, nos robó gran parte <strong>de</strong>l sueno.<br />

Tanto, que a la mañana siguiente, cuando el Pater nos preg<strong>un</strong>tó qué tai habíamos dormido (se había<br />

echado encima el trabajo <strong>de</strong> aposentador) le respondimos:<br />

—"Muuuuu..."<br />

A dúo e imitando las inflexiones <strong>de</strong>l tono vac<strong>un</strong>o.<br />

Desay<strong>un</strong>amos alegremente y, sobre las nueve, nos pusimos en movimiento. También por aquella zona<br />

pirenaica se <strong>de</strong>jaba sentir la ofensiva roja. Y el valle <strong>de</strong> Tena estaba <strong>un</strong> poquillo amenazado. No sólo el<br />

valle (que habían rebasado los "rogelios"), sino los Pueyos <strong>de</strong> Larrés, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> podrían <strong>de</strong>scolgarse<br />

sobre el<br />

propio Larrés, para amenazar a Sabiñánigo.<br />

A Larrés fuimos. Allí estaba Galera (¿cómo se las arreglará ese señor para estar siempre tan afeitado?),<br />

pulcro, serio y simpático como siempre. Sus morazos ya estaban monte arriba "a ver qué pasaba" y<br />

nosotros los seguimos en penosísimo ascenso. Entretenía la subida con la conversación <strong>de</strong> Franco y <strong>de</strong> los<br />

camilleros<br />

Manzano (dos primos hermanos, extrémenos, enrolados en la Legión por afición y patriotismo), pero a<strong>un</strong><br />

así, pu<strong>de</strong> percatarme <strong>de</strong> lo durísimo que resultaba.<br />

Galera y el comandante Frutos nos alcanzaron y <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong>trás, jinetes en sendos caballos. Cuando les<br />

saludé, el comandante <strong>de</strong>cía:<br />

—"Hay que ver qué caña; sólo para subir <strong>de</strong> turista se cansa <strong>un</strong>o".<br />

Por eso fue <strong>un</strong> acierto que los <strong>de</strong> la Me-hal-la subieran por <strong>de</strong>lante, porque cada <strong>un</strong>o lo hizo por su lado,<br />

escondiéndose como sólo ellos saben. Y cazaron a los <strong>de</strong>sprevenidos "rogelios". Me figuré su júbilo al<br />

encontrarse con "internacionales". Porque habéis <strong>de</strong> saber que los extranjeros son su presa favorita. Y<br />

suelen <strong>de</strong>cirles al comprobar su extranjerismo:<br />

—"Marrano; ¡tú estar, bisinio doble!"<br />

Muchos "bisinios dobles" quedaron tendidos en los Pueyos <strong>de</strong> Larrés. Por la noche se fueron los moros<br />

para abajo; y quedo la Ban<strong>de</strong>ra (no sé si se podrá llamar Ban<strong>de</strong>ra a tan poca gente) cubriendo todos<br />

aquellos montazos imponentes. Los planos <strong>de</strong>l Estado Mayor (que, por mi calidad <strong>de</strong> capitán, consultaba)<br />

aseguraban que estábamos a 1.600 metros sobre el nivel <strong>de</strong>l mar en Alicante.<br />

Por cierto que Franco mostró su asombro al <strong>de</strong>círselo en paternal comentario. Y no le extrañó la altitud,<br />

sino que se fijase sobre el nivel en Alicante, siendo Alicante <strong>de</strong> los rojos.<br />

* * *<br />

En los Pueyos <strong>de</strong> Larrés estuvimos <strong>un</strong>a semana. En el monte más alto, que tiene <strong>un</strong> nombre poco vulgar,<br />

que no puedo recordar en este momento, instaló el comandante Frutos su puesto <strong>de</strong> mando. Como primera<br />

provi<strong>de</strong>ncia allanamos <strong>un</strong> pequeño espacio que, con <strong>un</strong>as cajas <strong>de</strong> m<strong>un</strong>iciones a modo <strong>de</strong> asiento y <strong>un</strong><br />

alegre fuego en medio, servía para mitigar el frío que ya se <strong>de</strong>jaba sentir por aquellas alturas.<br />

Yo seguía <strong>de</strong> "capitán <strong>de</strong> ametralladoras", y por eso me quedé con la Plana Mayor, pues mis doce<br />

máquinas estaban repartidas por todos aquellos picachos, en posiciones inverosímiles, adon<strong>de</strong> llegaba con<br />

la lengua fuera, cuando, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> mis enlaces y acompañado <strong>de</strong> Franco (fiel muchacho), iba a<br />

recorrerlas por<br />

las mañanas.


Pronto se levantó, al lado <strong>de</strong>l casinillo, <strong>un</strong>a chabola para el comandante. Al lado hicieron otra para el Pater<br />

y los médicos; y los cuatro soldados <strong>de</strong> Transmisiones que nos seguían a todas partes, <strong>de</strong>sarrollando hilo<br />

sin cesar, hicieron la suya. Loe enlaces y los sirvientes <strong>de</strong> las tres máquinas que constituían la única<br />

guarnición <strong>de</strong>l puesto <strong>de</strong> mando, les imitaron; las pesadas botas legionarias abrieron ruta, <strong>de</strong> chabola a<br />

chabola, maltratando las plantas <strong>de</strong> boj, y pronto fue aquello <strong>un</strong>a al<strong>de</strong>a militar como tantas otras.<br />

Yo disfruté <strong>de</strong>l mejor alojamiento. Tenían los rojos <strong>un</strong> par <strong>de</strong> piezas <strong>de</strong> montaña al otro lado <strong>de</strong>l valle que<br />

nos cañoneaban a menudo. Y el comandante me encargó <strong>de</strong> la construcción <strong>de</strong> <strong>un</strong> refugio. Gracias a eso,<br />

me facilitaron ma<strong>de</strong>ra y sacos; y refugio no, pero hice <strong>un</strong>a chabola magnífica, con pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sacos y<br />

tejado relativamente impermeable. También acredité mis dotes <strong>de</strong> <strong>de</strong>corador. Allanamos el suelo, <strong>de</strong>jando<br />

<strong>un</strong> estrado para que durmiera yo; la doté <strong>de</strong> <strong>un</strong>a magnífica chimenea con tubo y todo, y <strong>un</strong>a lata <strong>de</strong> caja <strong>de</strong><br />

m<strong>un</strong>ición se convirtió en <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong>l "agua corriente" <strong>de</strong> aquel palacio.<br />

Fuera <strong>de</strong> estos quehaceres, que po<strong>de</strong>mos llamar domésticos, no hubo nada digno <strong>de</strong> mención a no ser <strong>un</strong><br />

ataque idiota <strong>de</strong> los rojos, que pretendieron reconquistar el Pueyo <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>recha, <strong>de</strong>fendido por<br />

falangistas. Los rechazaron a bombazos (don<strong>de</strong> esté la Legión hay bombas en ab<strong>un</strong>dancia) y se recogió el<br />

cadáver <strong>de</strong> <strong>un</strong> jefecillo rojo; nada menos que el "Delegado <strong>de</strong>l Gobierno Republicano en Barbastro", según<br />

rezaba su documentación. Traía <strong>un</strong> croquis, a pluma, <strong>de</strong> todo el valle <strong>de</strong> Tena, especificando la situación <strong>de</strong><br />

nuestras fuerzas; y, como <strong>de</strong>talle curioso, recuerdo que señalaba muy en particular las posiciones<br />

ocupadas por los esquiadores, a quienes aplicaba el remoquete, <strong>de</strong> "señoritos facciosos".<br />

* * *<br />

Otra aventurilla me proporcionó el Pater que, como todos, se aburría en la forzosa inactividad.<br />

Me propuso bajar <strong>un</strong>a noche al pueblecillo <strong>de</strong> Escuer, que dormía abandonado en la falda <strong>de</strong> la montaña<br />

que ocupábamos, en tentadora promesa <strong>de</strong> gloria y aventuras. Aquella misma tar<strong>de</strong> organizamos la<br />

expedición.<br />

La componíamos: Cuenca, mi enlace; "Regalitos", enlace <strong>de</strong> Plana Mayor; el maestro armero, el Pater y yo.<br />

Avisamos a los centinelas <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scom<strong>un</strong>al hazaña<br />

que teníamos entre manos y, al anochecer, sin <strong>de</strong>círselo al comandante, comenzamos la marcha,<br />

pinar abajo.<br />

Íbamos bien provistos. Los enlaces y el maestro con mosquetones; el Pater con su revolver niquelado,<br />

temblando ligeramente en la mano <strong>de</strong>recha, y yo con mi magnífica "Astra". A<strong>de</strong>más, cuatro "laffittes" cada<br />

<strong>un</strong>o. Por si las moscas, que ya otra noche bajaron <strong>un</strong>os <strong>de</strong> la Quinta y se tropezaron <strong>un</strong>a patrulla <strong>de</strong><br />

"rogelios", teniendo que batirse en retirada.<br />

Llegamos al límite <strong>de</strong> los pinos cuando ya la noche se echaba encima. El Pater se <strong>de</strong>tuvo y maduró <strong>un</strong> plan<br />

<strong>de</strong> operaciones. Quería que cada <strong>un</strong>o fuese por su lado y que, caso <strong>de</strong> fracasar en nuestro empeño (llegó a<br />

creer que aquello era <strong>un</strong>a operación), nos re<strong>un</strong>iésemos en aquel sitio para tomar ulteriores acuerdos. Le<br />

hicimos ver que la separación era peligrosa, e imposible la re<strong>un</strong>ión, <strong>de</strong> noche y en lugar <strong>de</strong>sconocido, y,<br />

a<strong>un</strong>que a regañadientes, consistió en que fuésemos todos j<strong>un</strong>tos.<br />

Así lo hicimos y entramos en el pueblo, en actitud muy parecida a la <strong>de</strong> <strong>un</strong>os bandidos <strong>de</strong> opereta.<br />

Quiso la suerte que no hubiera nadie; sólo <strong>un</strong>a gallina <strong>de</strong>n<strong>un</strong>ció su existencia en impru<strong>de</strong>nte canto. Cuenca<br />

y "Regalitos" <strong>de</strong>saparecieron por <strong>un</strong> portal, se alborotó el pueblo ante la protesta <strong>de</strong> las aves y <strong>un</strong> minuto<br />

<strong>de</strong>spués teníamos en nuestro po<strong>de</strong>r tres gallináceas. Les retorcí el pescuezo concienzudamente y me puse<br />

a vigilar, mientras mis compañeros buscaban nueva presa; pero hube <strong>de</strong> abandonar la vigilancia porque las<br />

aves, por arte <strong>de</strong> magia, recobraron la vida y corrieron calle abajo. Las acorralé en <strong>un</strong>a esquina llena <strong>de</strong><br />

ortigas y, a costa <strong>de</strong> algún picor, me hice con ellas; esta vez no me contenté con retorcerles el pescuezo<br />

sino que les separé la cabeza <strong>de</strong>l tronco, o, como se llame el cuello <strong>de</strong> las gallinas.<br />

No pudimos dar con más caza; y como el tiempo pasaba y el comandante podía echarnos <strong>de</strong> menos,<br />

iniciamos la retirada, sin <strong>de</strong>jar siquiera <strong>un</strong> cartel o hito,<br />

que recordase a las generaciones veni<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> escuerenses nuestra hazaña.


La subida pudo costamos <strong>un</strong> bombazo, pues guiados por el Pater, fuimos a parar cerca <strong>de</strong> <strong>un</strong>os centinelas<br />

que no nos esperaban; y tropezamos con <strong>un</strong>a alambrada <strong>de</strong>sconocida. Pero, gracias a Dios, no hubo<br />

novedad en la búsqueda <strong>de</strong>l tesoro (tesoro eran tres gallinas en aquellas latitu<strong>de</strong>s).<br />

El comandante nos había echado <strong>de</strong> menos, porque acababa <strong>de</strong> llegar el relevo; y se disponía a echarnos<br />

<strong>un</strong> broncazo, pero se contuvo a la vista <strong>de</strong>l botín. Cada <strong>un</strong>o acudió a su obligación y a la madrugada nos<br />

<strong>de</strong>spedíamos <strong>de</strong> los Pueyos <strong>de</strong> Larrea, precioso paisaje pirenaico, que os recomiendo para la peregrinación<br />

patriótica <strong>de</strong> postguerra.<br />

* * *<br />

Pero tampoco aquel relevo significó <strong>de</strong>scanso, sino que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> media hora <strong>de</strong> parada en Larrés, que<br />

aprovechamos para comer caliente, que buena falta nos hacía, emprendimos la marcha para Senegüé.<br />

También por allá habían atacado los rojos, poniendo en grave aprieto a la guarnición <strong>de</strong> Asín. Aquella vez<br />

no hubo "pan<strong>de</strong>ra", y todo se redujo a subir a otra imponente montaña (tardé más <strong>de</strong> tres horas en acarrear<br />

por <strong>un</strong> barranco apocalíptico mi sección <strong>de</strong> máquinas), emplazar las ametralladoras, iniciar el <strong>de</strong>spliegue y<br />

largarnos, ya cumplida nuestra misión.<br />

Hicimos noche en Senegüé y al otro día salimos para Sabiñánigo. He dicho antes mi sección <strong>de</strong> máquinas y<br />

no mi Compañía; y es que tenía <strong>un</strong> capitán nuevo. El capitán Pare<strong>de</strong>s, bellísima persona, que se había<br />

incorporado al salir <strong>de</strong> Val<strong>de</strong>scalera. También eran nuevos los alféreces Allaneguí (primo <strong>de</strong>l pobre Juanito<br />

y que tuvo empeño en sustituirle en la Catorce), Capillas, Sampedro y Morales, que se había incorporado<br />

hacía algún tiempo, pero había estado enfermo.<br />

El barrio <strong>de</strong> la estación dé Sabiñánigo tiene algo <strong>de</strong> pueblo <strong>de</strong>l Oeste norteamericano, con su calle única,<br />

ancha y recta; y sus edificios mo<strong>de</strong>rnos sin pretensiones. Pronto echamos <strong>de</strong> ver que también habría<br />

camas con mullidos colchones, <strong>de</strong> los que tan necesitados andaban nuestros baqueteados cuerpos, que<br />

llevaban ya tres meses sin disfrutar <strong>de</strong> ese lujo. Echandía, el cocinero, con todos sus ayudantes, se incautó<br />

<strong>de</strong> <strong>un</strong>a magnífica cocina, y todo hacía presumir que íbamos a pasar <strong>un</strong>os días agradables. Aquel mismo día<br />

convidamos a comer a Galera y a los oficiales <strong>de</strong> la Me-hal-la (en agra<strong>de</strong>cimiento a cierta comida mor<strong>un</strong>a<br />

que nos dieron en Val<strong>de</strong>scalera) y Echandía se lució sirviendo <strong>un</strong> banquetazo como no creo se haya<br />

servido muchas veces en mesas legionarias. Después <strong>de</strong> comer y provisto <strong>de</strong> <strong>un</strong> gran puro, obsequio <strong>de</strong><br />

Galera, me fui a reconocer mi cama; y, maravillado, tanteé la blandura <strong>de</strong> su colchón y el brillo inmaculado<br />

<strong>de</strong> su colcha. ¿Sería verdad tanta belleza?<br />

* * *<br />

No lo fue. Sobre las cuatro me llamó el capitán Pare<strong>de</strong>s y me or<strong>de</strong>nó que, con mi sección, subiera a los<br />

montes <strong>de</strong> Rapún para reforzar aquella guarnición. Maldije mi suerte; pero pronto me olvidé <strong>de</strong> Sabiñánigo<br />

y sus colchones ante el buen humor <strong>de</strong> los legionarios. Llamé a Cuenca y a Franco, busqué mulos y en<br />

seguida tuve formada mi sección; y guiado por <strong>un</strong> soldadito <strong>de</strong> Infantería fuimos <strong>de</strong> nuevo monte arriba,<br />

cantando, siempre cantando.<br />

La atmósfera cambió <strong>de</strong> pronto: y <strong>un</strong>as nubes negras hicieron su aparición por e! horizonte. El soldadito<br />

aseguró que "tendríamos agua" y anduvimos lo más<br />

<strong>de</strong>prisa que podían los mulos. En el pueblo <strong>de</strong> Sabiñánigo ya caían las primeras gotas, cuando me <strong>de</strong>tuve a<br />

requisar <strong>un</strong> mulo que, guiado por Franco, se encargase <strong>de</strong> ser mi ascensor. Cerro el tiempo más y más, y<br />

cuando la caravana se metió entre los espesos pinares llovía ya torrencialmente.<br />

Era <strong>un</strong>a subida <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio. Y menos mal si hubiese caminos, más o menos trazados. Pero aquel pinar,<br />

que los indígenas recorren solamente para cazar y hacer leña, estaba tan virgen <strong>de</strong> vías <strong>de</strong> com<strong>un</strong>icación<br />

como <strong>un</strong>a selva ecuatorial.<br />

Así, pues, lo lógico es que os diga que, tras <strong>de</strong> tres horas <strong>de</strong> subir y bajar y andar <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha a izquierda,<br />

nuestro guía se diera por vencido y me dijese que ignoraba completamente el camino a seguir. Había<br />

cesado momentáneamente la lluvia, pero el pinar rezumaba agua por todas partes y el suelo estaba<br />

resbaladizo y fangoso, hasta conseguir que los mulos (abnegados<br />

animales) se h<strong>un</strong>dieran hasta los corvejones. Decidí hacer noche allí mismo, a peligro <strong>de</strong> ser sorprendidos.<br />

pero evitando el riesgo <strong>de</strong> meterme en la boca <strong>de</strong>l lobo.


Hicimos alto; <strong>de</strong>scargamos los mulos y encendimos <strong>un</strong>a hoguerilla, pues ya he <strong>de</strong>jado dicho que hacía frío.<br />

Y al poco, bien envueltos en las mantas, fumábamos en corro a !a hoguera y nos distraíamos con cuentos y<br />

chascarrillos. Yo paseaba mi vista con orgullo por el coro <strong>de</strong> mis acompañantes; allí estaban Elías Pola y<br />

Pascual Irache, Franco, Cuenca y todos los <strong>de</strong>más héroes, que se disponían a pasar <strong>un</strong>a noche en claro y<br />

con peligro, sin <strong>un</strong>a protesta (a pesar <strong>de</strong> que la mayoría mostraban en la ropa las injurias <strong>de</strong> tres meses <strong>de</strong><br />

no parar), cantando y con humor suficiente para reírse ante cuentos <strong>de</strong> mejor o peor gusto, contados por<br />

Juan Miguel.<br />

Alg<strong>un</strong>os dormitaban ya, apoyados en cajas <strong>de</strong> m<strong>un</strong>iciones, cuando empezó a llover. Poco a poco se fue<br />

"manifestando" Nept<strong>un</strong>o, y antes <strong>de</strong> media hora llovía a cataratas. Comprobé con pánico que la hoguera se<br />

apagaba (a pesar <strong>de</strong> la leña que sin cesar echaban Cuenca y Franco) y que mis hombres tiritaban,<br />

<strong>de</strong>jándose calar<br />

en gesto <strong>de</strong> impotencia. Comprendí que mi misión alcanzaba la responsabilidad <strong>de</strong> las pulmonías que<br />

pudieran presentarse, y a voces y patadas <strong>de</strong>sperté a todos, obligándoles a moverse y a traer leña<br />

ab<strong>un</strong>dante por turno.<br />

Pero la lluvia podía más que la hoguera; y el cansancio vencía a mi entusiasmo. Hasta que utilicé el último<br />

recurso;, y a voz en cuello comencé a cantar:<br />

"Soy valiente y leal legionario,<br />

soy soldado <strong>de</strong> brava Legión..."<br />

Como movidos por <strong>un</strong> resorte se incorporaron todos. Trajeron leña, mucha leña. Y por turno soplaron con<br />

todas sus fuerzas en la agonizante hoguera. Recordare siempre a Elías Pola, calado hasta los huesos,<br />

chorreando por la borla <strong>de</strong>l gorro y cantando como <strong>un</strong> iluminado:<br />

"Mi divisa no conoce el miedo,<br />

mi <strong>de</strong>stino tan sólo es sufrir..."<br />

Pudimos más que los elementos <strong>de</strong>satados en interminable "noche triste". Cesó la lluvia y a<strong>un</strong> dormimos<br />

<strong>un</strong>a media hora antes <strong>de</strong> que amaneciera. En cuanto clareó reanudamos la marcha y diez minutos <strong>de</strong>spués<br />

(habíamos pasado la noche muy cerca <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>stino) me presenté y puse a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l<br />

comandante Claro. Un excelente jefe, al que conocía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que, con su Compañía, rescató Perdiguera la<br />

primera vez que atacaron los rojos, hace ya muchísimo tiempo.<br />

* * *<br />

Del monte <strong>de</strong> Rapún sólo me queda <strong>un</strong> recuerdo. Un frío horroroso que se nos metía hasta los tuétanos.<br />

Allí no había medios <strong>de</strong> proporcionarse <strong>un</strong> alojamiento <strong>de</strong>cente y hube <strong>de</strong> contentarme con <strong>un</strong>a chabola<br />

construida ya ("obra <strong>de</strong> pipis", según el <strong>de</strong>spectivo comentario <strong>de</strong> Cuenca), en la que entraba e] frío por los<br />

cuatro costados. Y menos mal que Franco discurrió, para que por las noches pudiera <strong>de</strong>scansar <strong>un</strong> poco,<br />

nacer nogueras interiores. Cuando el fuego quedaba convertido en brasas, las esparcía y mezclaba con la<br />

tierra mojada; y sobre aquel lecho <strong>de</strong> faquires me tumbaba envuelto en mantas, que apenas sellaban la<br />

humedad en los escasos ratos que lucía el sol.<br />

Menos mal que mis compañeros <strong>de</strong> fatigas eran Galludo y "Baena", y a<strong>un</strong> nos reímos bajo aquella lluvia<br />

infernal. Y los morazos, enlaces <strong>de</strong> Galindo, nos surtieron <strong>de</strong> té mor<strong>un</strong>o en ab<strong>un</strong>dancia, que nos entonaba.<br />

Los picos más altos, las posiciones más absurdas, eran visitados por nuestros inseparables proveedores.<br />

Dos morazos, paisanos, que nos seguían invariablemente comerciando.<br />

Al anochecer <strong>de</strong>saparecían. Y a la mañana siguiente, por el barranco <strong>de</strong>senfilado, subían arrastrando su<br />

carga inverosímil, empacada en trapos mugrientos. Los<br />

artículos más valiosos salían <strong>de</strong> los pliegues <strong>de</strong> las sucísimas chilabas.<br />

—Tabaco, "foforo", "cocholate", "conia"...— <strong>de</strong>cían, pregonando su mercancía codiciada, por toda la<br />

posición.<br />

Luego, sentados en cualquier rincón, al sol, aguantaban estoicamente el regateo <strong>de</strong> los legionarios.


—¿Cuánto quieres por estos "bisontes"?<br />

—Tres "peseta".<br />

—Te doy dos.<br />

—Tú "estar" "arrojo", hombre.<br />

Así todo el día. A la noche, agotado el stok, se iban para abajo, en busca <strong>de</strong> cualquier camión que los<br />

llevase al más inmediato centro <strong>de</strong> abastecimiento.<br />

Un día y otro nos acompañaban con su pregón ingenuo:<br />

Papel “pa” “fumá”. Papel “pa” “ecribe”. Piedras “pa” “mochero”...<br />

* * *<br />

Bajamos <strong>de</strong> Rapún en otra noche interminable <strong>de</strong> pisar fango hasta las ca<strong>de</strong>ras. Y a la madrugada salimos<br />

a operar otra vez. Los rojos se habían filtrado por la carretera <strong>de</strong> Yebra. No nos costó mucho echarlos.<br />

Aquel día estuve <strong>de</strong> capitán otra vez, pues Pare<strong>de</strong>s se hizo cargo <strong>de</strong> la catorce por enfermedad <strong>de</strong> Mayoral,<br />

y no me enteré <strong>de</strong> nada <strong>de</strong> lo que pasó. Sólo sé que se llenaron los objetivos como siempre; que Marra<br />

operó por su cuenta mucho y bien y que tuvimos que llorar tres bajas. Sampedro (valentísimo muchacho,<br />

como <strong>de</strong>mostró en los pocos días en que estuvo con nosotros), Allanegui y Morales, muertos por Dios y por<br />

la Patria.<br />

Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar dos días en Aurín, don<strong>de</strong> aprendí que la "cheditta" con que se cargan las granadas <strong>de</strong><br />

mano, se fabrica <strong>de</strong> <strong>un</strong> modo muy parecido al chocolate, <strong>un</strong>a tar<strong>de</strong> nos dio Galera la buena noticia:<br />

—"Van uste<strong>de</strong>s a Jaca a <strong>de</strong>scansar".<br />

Me apresuré a poner <strong>un</strong> telegrama a mi mujer (¡cuántas bromas me han dado a costa <strong>de</strong>l dichoso<br />

telegramita!) y envié a Franco a Jaca para que, al llegar, me tuviera dispuesto <strong>un</strong> alojamiento para mí y<br />

para ella, que llegaría al día siguiente.<br />

Cené en Jaca en el "Hotel Mur"; y mi entrada al comedor, sucio y mal afeitado, pero con continente altanero,<br />

constituyo <strong>un</strong>a verda<strong>de</strong>ra apoteosis. O al menos yo lo creí, saludado por varios legionarios, que habían<br />

cobrado las sobras al llegar a Jaca y que cenaron "en el mismo hotel que los oficiales".<br />

Luego, me mando el comandante que prestase servicio <strong>de</strong> vigilancia hasta las doce, como lo hice, y a esa<br />

hora me metí en la carda, que se me antojó principesca.<br />

Pero cuando al día siguiente llegó mi mujer no me encontró. A las seis <strong>de</strong> la mañana ya estaba la Ban<strong>de</strong>ra<br />

rodando carreteras con rumbo hacia Ara, don<strong>de</strong> había<br />

otro jaleillo.<br />

* * *<br />

Los rojos se habían filtrado <strong>un</strong>a vez más y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> posiciones encima <strong>de</strong> Ara, amenazaban ese pueblo<br />

(flanco para Jaca) e incluso la carretera <strong>de</strong> la Pena, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las estribaciones <strong>de</strong> la Pena Oroel.<br />

Cuatro días corrió la Ban<strong>de</strong>ra, arriba y abajo, por aquellos picachos, <strong>de</strong>salojando "rogelios" <strong>de</strong> sus<br />

eventuales posiciones; mientras yo, constituido <strong>de</strong> nuevo en "capitán", atendía a los multiples quehaceres<br />

<strong>de</strong> mi elevado cargo y corría cien veces el mismo camino, como los perros.<br />

La Plana Mayor estaba en Ara, y toda la geografía que se extien<strong>de</strong> en diez kilómetros a la redonda fue<br />

escenario <strong>de</strong> nuestras correrías. De día y <strong>de</strong> noche subíamos y balábamos, siempre seguidos por los<br />

telefonistas; os haría gracia ver que, como comíamos en <strong>un</strong> lado y cenábamos en otro, los pobres soldados<br />

se volvían locos <strong>de</strong>sarrollando hilo para recogerlo dos horas más tar<strong>de</strong>.


Así se fueron cumpliendo todos los objetivos, y el Estado Mayor contestaba a los apremios <strong>de</strong>l comandante<br />

diciendo que en seguida nos íbamos a <strong>de</strong>scansar "<strong>de</strong> verdad".<br />

El día <strong>de</strong>l Pilar tuve la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r oír misa, lo que sentí como buen aragonés, porque la tar<strong>de</strong><br />

anterior <strong>un</strong>a máquina <strong>de</strong>spistada fue tiroteada por los rojos y, espantados los mulos, cayeron a <strong>un</strong> barranco,<br />

don<strong>de</strong> se quedó la ametralladora. Al amanecer hube <strong>de</strong> salir a por ella, pues el comandante me amenazó,<br />

si no la encontraba inmediatamente, no con el fusilamiento, sino con “romperme <strong>un</strong>a pierna”. Y mis piernas<br />

eran muy necesarias a la Ban<strong>de</strong>ra aquellos días. Salí con <strong>un</strong>a escuadra y di con la máquina; pero volví más<br />

<strong>de</strong> mediodía.<br />

A la tar<strong>de</strong> siguiente supimos que a<strong>un</strong> quedaba el rabo por <strong>de</strong>sollar; había que tomar el monte <strong>de</strong><br />

"Pierref<strong>un</strong>dio" y para ello se concentró la Ban<strong>de</strong>ra. Fernan<strong>de</strong>z-Villa apareció con los pies <strong>de</strong>strozados<br />

(lógica consecuencia <strong>de</strong> aquellos días) y, para sustituirle, fui yo a la Catorce.<br />

El capitán Pare<strong>de</strong>s me recibió y explicó la operación. Des<strong>de</strong> el monte don<strong>de</strong> estábamos podíamos ver<br />

enfrente, nuestro objetivo. Un monte mucho más alto y al parecer bien fortificado. Me mandó que, por mi<br />

cuenta, planease cómo y por dón<strong>de</strong> había <strong>de</strong> salir al día siguiente, teniendo en cuenta que ¡a Catorce<br />

atacaría por la <strong>de</strong>recha, mientras la Cuarta lo haría por la izquierda y la Quinta quedaba <strong>de</strong> reserva. Y que<br />

la Catorce la dirigía yo personalmente, pues al carecer <strong>de</strong><br />

capitán la Cuarta (Rivera había sido <strong>de</strong>stinado a otra Ban<strong>de</strong>ra), Pare<strong>de</strong>s dirigiría toda la operación.<br />

Acompañado <strong>de</strong> Franco reconocí el terreno. Y me pareció lo más práctico iniciar el avance por <strong>un</strong> barranco<br />

que llegaba hasta el pie mismo <strong>de</strong> "Pierref<strong>un</strong>dío" por su <strong>de</strong>recha; así se lo dije al capitán, quien me<br />

recomendó que no perdiese el enlace con la Cuarta y otras consi<strong>de</strong>raciones tácticas.<br />

Dormí poco y mal, consciente <strong>de</strong> mi responsabilidad. Iba a mandar otra Compañía, Y, a<strong>de</strong>más, era la<br />

catorce; había <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar a Mayoral, su autentico capitán, que sabría llevar al tri<strong>un</strong>fo su Compañía y que<br />

el tiempo que estuve a sus ór<strong>de</strong>nes me había <strong>de</strong>jado algo más que aquellos malísimos romances.<br />

* * *<br />

A las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día 14 iniciábamos el avance. Un grupo <strong>de</strong>l 7'7 nos preparaba la cosa como<br />

siempre. Concentré la Compañía en la entrada <strong>de</strong>l barranco y tomé su mando.<br />

Como el capitán Pare<strong>de</strong>s me había mandado muy especialmente que no perdiese el contacto con la cuarta,<br />

<strong>de</strong>splegué a la gente más a la izquierda <strong>de</strong>l barranco,<br />

lo que nos valió <strong>de</strong>scubrimos y que nos hicieran <strong>un</strong> vivísimo fuego, pero salimos a<strong>de</strong>lante. Tenía magníficos<br />

sargentos: Cacheiro, Santiago y el pequeño portugués<br />

Goubea, cabo todavía, pero que aquel día ascendió por las dotes poco com<strong>un</strong>es que <strong>de</strong>mostró al conducir<br />

el pelotón que le confíe. Como quería ganarse los galones<br />

me pidió la misión más <strong>de</strong>licada y se la di, enviándolo por el barranco a<strong>de</strong>lante para <strong>de</strong>scubrir las primeras<br />

fortificaciones <strong>de</strong>l enemigo.<br />

Mientras tanto, el avance era lento y sufrimos bastantes bajas ante el fuego graneado <strong>de</strong> los rojos, que no<br />

se arredraban por la artillería. Lo que no conseguí por más esfuerzos que hice, fue el enlazar con la Cuarta,<br />

pues ésta encontraba más resistencia que nosotros y no se había movido <strong>de</strong> su p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida. Un enlace<br />

que me llegó me dio la malísima noticia <strong>de</strong> que el capitán Pare<strong>de</strong>s había muerto a los primeros tiros; tenia<br />

ahora más responsabilidad, pero <strong>un</strong>a mayor libertad <strong>de</strong> acción.<br />

Y <strong>de</strong>cidí (corazonadas que se tienen) irme a<strong>de</strong>lante sin contar con nadie. A voces y con enlaces (entre los<br />

cuales estaba García, el <strong>de</strong> la sexta, que quiso acompañarme y Franco, que aquel día se ganó buenos<br />

laureles), llamé a la gente y, por el barranco a<strong>de</strong>lante. nos fuimos en busca <strong>de</strong> Goubea. Era <strong>un</strong>a aventura<br />

peligrosa porque íbamos, como se dice vulgarmente, "al garete", pero era lo más <strong>de</strong>recho a mi juicio.<br />

Así fue que, sin saber cómo, nos encontramos a cincuenta metros <strong>de</strong> los parapetos rojos, en <strong>un</strong>a zona<br />

don<strong>de</strong> silbaban sin cesar los metrallazos <strong>de</strong> nuestra propia artillería. Y reventaban los bombazos <strong>de</strong> los<br />

rojos, bien parapetados.


Pero estábamos mal colocados. Protegidos sólo por <strong>un</strong> repliegue <strong>de</strong>l terreno y expuestos a que los rojos,<br />

sabiendo su superioridad (eran <strong>un</strong>os cuarenta hombres los que tenía la Catorce en aquel momento),<br />

vinieran "a por nosotros", en cuyo caso, no solo no tomaríamos la posición, sino que nos coparían a todos.<br />

En este forcejeo me llego <strong>un</strong> aviso <strong>de</strong> Goubea (que se había parapetado a la salida <strong>de</strong>l barranco) <strong>de</strong> que<br />

<strong>un</strong>a Compañía roja subía hacia él, amenazando con<br />

envolvemos. ¡ Y <strong>de</strong> la cuarta Compañía no tenía la menor noticia! Mandé llamar a Goubea y, como le vi<br />

dispuesto a hacer todo lo que se le or<strong>de</strong>nase, pues quería ganar el ascenso, le expliqué que nuestra única<br />

solución era esperar el contraataque en los parapetos, para lo cual había que <strong>de</strong>salojarlos antes. Me<br />

entendió y salió en vanguardia con su pelotón; y hacia arriba fuimos todos; yo con Goubea y los suyos (y<br />

Franco, no lo olvidéis), por la <strong>de</strong>recha; casi casi por la retaguardia roja.<br />

Así cazamos a tres "bisinios" en el primer parapeto; y ya, <strong>de</strong> <strong>un</strong>o en otro, fuimos saltando rápidamente.<br />

Aquel ataque <strong>de</strong> flanco <strong>de</strong>sconcertó al enemigo, y con mucha pena, es cierto (a juzgar por su tiroteo),<br />

fueron cediéndonos los parapetos, <strong>un</strong>o a <strong>un</strong>o.<br />

Yo estaba maravillado <strong>de</strong> mis dotes <strong>de</strong> estratega aficionado. Pero como no veo tres en <strong>un</strong> burro, tenía que<br />

seguir las indicaciones <strong>de</strong> Franco.<br />

—"¡Se acache, mi alférez, que le está ap<strong>un</strong>tando <strong>un</strong>o...!"<br />

¡Y no ap<strong>un</strong>taba mal! Que <strong>un</strong> tiro se me llevó la estrella <strong>de</strong>l gorro. En <strong>un</strong> parapeto más gran<strong>de</strong> ya,<br />

encontramos dos rojos; <strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos, herido, estaba tumbado en el suelo. El otro, <strong>un</strong> hombrón <strong>de</strong> cuarenta<br />

años, nos miraba aterrado, brazos en alto.<br />

—"¿Tú serás obligado, eh...?" — le dije irónico.<br />

Y a<strong>un</strong> tuvo valor para mentir.<br />

—"De la quinta <strong>de</strong>l treinta y seis soy, sí señor. Quería pasarme..."<br />

Y me colocó la eterna monserga <strong>de</strong> lo mal que se está con los rojos; y que sólo se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n (muchos tiros<br />

había tirado él para ser <strong>de</strong> <strong>un</strong>a quinta tan joven) ante la amenaza <strong>de</strong> los comisarios rusos.<br />

A mis pies yacían las gorras <strong>de</strong> los oficiales rojos, que habían huido cobar<strong>de</strong>mente. Pero tenía algo más<br />

importante que hacer. Des<strong>de</strong> aquel monte vi que habíamos conquistado el objetivo <strong>de</strong> mi Compañía; pero,<br />

fal<strong>de</strong>ando hacia el otro lado, se extendía todavía <strong>un</strong>a línea <strong>de</strong> fortificaciones intactas. Allá lejos, lejos,<br />

estaba la Cuarta esperando el momento <strong>de</strong> lanzarse.<br />

La noche se estaba echando encima y nuestra situación no era a<strong>un</strong> muy <strong>de</strong>spejada. Envié corriendo <strong>un</strong><br />

enlace a nuestro p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> salida,<br />

—"Que suba la Quinta, que somos muy pocos..."<br />

Quise que el recado lo llevase Franco; pero no hubo fuerza humana que lo separase <strong>de</strong> la chabola <strong>de</strong>l<br />

capitán rojo, don<strong>de</strong> se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> <strong>un</strong> verda<strong>de</strong>ro tesoro <strong>de</strong> botas, impermeables, capotes, máquinas <strong>de</strong><br />

afeitar, papel <strong>de</strong> escribir; qué sé yo...<br />

Y entonces tuve otra i<strong>de</strong>a (estaba inspirado ese día) y, re<strong>un</strong>iendo a la gente, comenzamos a cantar el<br />

himno <strong>de</strong> la Legión, para que nos oyese la Cuarta.<br />

¡Ya lo creo que lo oyeron! | Y los rojos también! En la semipenumbra <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer sonaron tiros, bombas y<br />

gritos. Un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong>spués "Pierref<strong>un</strong>dío" era español.<br />

* * *<br />

Juanito Villarreal llegó en seguida para auxiliar a los tres o cuatro heridos, no evacuados, <strong>de</strong> nuestra parte.<br />

Y, <strong>de</strong> paso, me piso <strong>un</strong>a magnífica "Star" <strong>de</strong>l 9,<br />

que el torpe <strong>de</strong> Franco no había visto aún. Llego Coloma con la Quinta y, ante mi asombro, me felicitó con<br />

<strong>un</strong> calor que me hizo sentirme ruboroso. El menudo San Simón, que con él venia, me estrechó la mano


dándome la enhorabuena; era el parabién más valioso para mí en aquel momento, porque San Simón es <strong>de</strong><br />

lo mejorcito <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra.<br />

Dejamos a la Quinta <strong>de</strong> servicio, por si acaso contraatacaban, y nosotros dormimos más abajo. A la<br />

mañana siguiente vino el comandante Frutos y, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> felicitarnos y <strong>de</strong> transmitirnos las felicitaciones "para la catorce" <strong>de</strong>l propio general Urrutia, me confirmó<br />

en el mando <strong>de</strong> la Compañía, haciéndome saber<br />

que me lo había ganado y por eso me lo daba, a<strong>un</strong> habiendo otros subalternos más antiguos y <strong>de</strong> más<br />

graduación.<br />

Es el orgullo más gran<strong>de</strong> que he sentido en mi vida. Y, durante aquellas noches que pasamos allí, soñé con<br />

mi satisfacción. Creo, capitán Mayoral, que no lo hice mal <strong>de</strong> todo aquella ocasión en que dirigí (porque tu<br />

no podías hacerlo) tu catorce; "la gloriosa catorce Compañía".<br />

* * *<br />

Luego, estuvimos tres o cuatro días en Abena, <strong>de</strong>scansando. Abena es <strong>un</strong> pueblo <strong>de</strong> égloga, colgado en <strong>un</strong><br />

picacho, con calles estrechas y mal empedradas. Un pueblo don<strong>de</strong> todavía se cultiva el lino, que lavan los<br />

hombres y que hilan y tejen las mujeres.<br />

Nos aburrimos mucho. El maestro armero, a pesar <strong>de</strong> que ya no era mi subordinado (pertenece a la sexta<br />

Compañía), no se separaba <strong>de</strong> mí; y nos instalamos en la casa <strong>de</strong>l maestro <strong>de</strong> la escuela <strong>de</strong> Abena, don<strong>de</strong><br />

había <strong>un</strong>a buena chimenea. También había <strong>un</strong> riachuelo don<strong>de</strong> pudimos lavarnos <strong>un</strong> poco los picotazos <strong>de</strong><br />

tantos piojos, cogidos en las tres provincias <strong>de</strong> Aragón.<br />

Yo estaba <strong>de</strong> mal humor, porque mi naturaleza no resistía aquel incesante batallar y tenía algo <strong>de</strong> fiebre;<br />

pero Franco me hizo más lleva<strong>de</strong>ras mis molestias con su solicitud. Y en aquella cocina, bien arropado y en<br />

la camilla que para mí armó el "Pastor" (legionario <strong>de</strong> diecisiete anos, magnífico soldado y camillero, que ha<br />

pasado por esta historia calladamente y merece <strong>un</strong>a mención, a<strong>un</strong>que tardía), me resistí a darme <strong>de</strong> baja.<br />

Una mañana, en que el sol calentó más que <strong>de</strong> costumbre, instalamos <strong>un</strong>a peluquería al aire libre.<br />

"Regalitos", el enlace, actuaba <strong>de</strong> barbero ocasional, a falta <strong>de</strong> fígaro más caracterizado.<br />

Puedo dar fe, por mi propio cutis, <strong>de</strong> que Dios no le ha llamado a tal oficio. Pero, como la necesidad<br />

apremiaba, todos fuimos <strong>de</strong>jándonos pelar por sus pecadoras manos.<br />

El último que cayó en sus garras fue Frutos. "Regalitos", tembloroso, se esmeraba cuanto pudo; pero a<strong>un</strong><br />

así, el comandante sudaba y se retorcía en la silla, <strong>de</strong>jando escapar lágrimas <strong>de</strong> dolor.<br />

Estaba <strong>de</strong>spellejando los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> su nuez, cuando apareció <strong>un</strong> soldado, acompañado <strong>de</strong> <strong>un</strong><br />

"rogelio", barbudo si los hay.<br />

—A sus ór<strong>de</strong>nes, mí comandante — dijo — aquí traigo <strong>un</strong> prisionero.<br />

Y aguardaba, respetuoso, la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>l jefe, mientras el rojo daba vueltas y más vueltas al gorro seboso y<br />

<strong>de</strong>scosido.<br />

El comandante meditó <strong>un</strong> momento. Aprovechó la ocasión para secarse <strong>un</strong> lagrimón como el p<strong>un</strong>o y, como<br />

inspirado por el <strong>de</strong>monio, dijo:<br />

—¡Que le afeite "Regalitos"!.<br />

Y reía, como el lobo feroz cuando atrapa al impru<strong>de</strong>nte cerdito que toca la flauta.<br />

Al día siguiente salíamos para otra "pari<strong>de</strong>ra".<br />

* * *<br />

Para la toma <strong>de</strong> la ermita <strong>de</strong> San Pedro, que había que conquistar. Fuimos a Sabiñánigo, don<strong>de</strong> ya había<br />

mucha fuerza. Regulares, Tercio y Batallones.


Por la noche emprendimos la marcha hacia Osan. Por cierto que el comandante Frutos, con su<br />

característica mezcla <strong>de</strong> mal y buen humor, fingía armarse <strong>un</strong> lío con tanto nombre cacofónico.<br />

—"Esto es <strong>un</strong> follón —<strong>de</strong>cía—. No sé si vamos a Isín, o a Osan, Isún o Asín..."<br />

Llegamos a nuestro p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida y pudimos <strong>de</strong>scansar <strong>un</strong> par <strong>de</strong> horas.<br />

Antes <strong>de</strong> clarear emprendimos la operación. Por <strong>un</strong> barranco bajamos hasta la carretera <strong>de</strong> Yebra. A su<br />

lado corría el río, ancho pero poco caudaloso, y a<br />

su otra orilla el monte que teníamos que conquistar.<br />

Coloma me dio instrucciones; él iría por <strong>de</strong>lante con su Compañía, como lo hizo cuando a<strong>un</strong> no se había<br />

<strong>de</strong>scorrido el velo <strong>de</strong> la noche. Gracias a esta circ<strong>un</strong>stancia cruzaron el río sin novedad.<br />

Pero cuando, ya <strong>de</strong> día, el comandante me dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> "incorporarme al capitán Coloma", con mi<br />

Compañía y <strong>un</strong>a sección <strong>de</strong> ametralladoras, tenía más miga el paso <strong>de</strong>l río. Tres o cuatro máquinas rusas<br />

lo batían, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> posiciones dominantes y a menos <strong>de</strong> mil metros.<br />

Fue <strong>un</strong> paso lentísimo, pues hube <strong>de</strong> hacer cruzar a la gente <strong>de</strong> <strong>un</strong>o en <strong>un</strong>o y saliendo por diferentes lados.<br />

Primero los cabos y, tras ellos, los legionarios.<br />

iban cruzando el mortífero río. Gracias a Dios solo tuve dos bajas; dos heridos leves que aguardaron la<br />

noche al amparo <strong>de</strong> <strong>un</strong>os matorrales.<br />

Cuando me tocó la vez sentí <strong>un</strong> miedo horrible; tanto como cuando, en Santa Quiteria, me vi en <strong>un</strong> caso<br />

parecido. Pero también llegué sin novedad. Una<br />

vez cruzado el Rubicán ya era más fácil la cosa. Pero yo temblaba <strong>de</strong> fiebre, y creo que pasé sin correr<br />

mucho porque no podía hacerlo.<br />

En la otra orilla había <strong>un</strong>a tapia <strong>de</strong> piedra, que se extendía lo suficiente para alcanzar <strong>un</strong> barranco<br />

<strong>de</strong>senfilado. Por él subí, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cerciorarme <strong>de</strong> que<br />

toda mi gente estaba ya arriba, don<strong>de</strong> se me había or<strong>de</strong>nado.<br />

Llegué a Coloma hecho cisco. Coloma estaba esperando noticias <strong>de</strong> Zamora que, con su sección, había ido<br />

en vanguardia. No tardó la mala nueva. "Ramillete", el cabo <strong>de</strong> quien ya hice mención, llegó, roto y<br />

<strong>de</strong>sesperado.<br />

—"Lo han muerto, !o han muerto..."<br />

Era lo único que podía <strong>de</strong>cir entre lagrimeos.<br />

¡Pobre Fernando Zamora! Subió sereno y valiente como siempre. Cogió a los rojos por la espalda... y ya iba<br />

a coronar su hazaña, con toda naturalidad, cuando <strong>un</strong>a bomba traidora explotó, sobre aquel pecho que<br />

jamás supo lo que era el miedo.<br />

Yo no podía más; me dolía todo él cuerpo y temblaba <strong>de</strong> fiebre. Quise sustituir a Fernando; quise seguir al<br />

frente <strong>de</strong> mis legionarios. Pero mi cuerpo no resistía más. Y se lo dije a Coloma. Me dijo que podía irme,<br />

La bajada tuvo sus inconvenientes, por aquel inaguantable barranco, que bajé poco a poco asistido <strong>de</strong> mis<br />

enlaces, a quienes n<strong>un</strong>ca agra<strong>de</strong>ceré bastante lo que<br />

hicieron por mí.<br />

Tras <strong>de</strong> <strong>de</strong>sandar la tapia <strong>de</strong> piedra, había que cruzar el río <strong>de</strong> nuevo. A<strong>un</strong> estaba el día muy claro y tiraban<br />

<strong>de</strong> firme. A<strong>de</strong>más, en aquellos momentos,<br />

estaban cruzando la zona peligrosa, <strong>de</strong> <strong>un</strong>o en <strong>un</strong>o, varios vol<strong>un</strong>tarios que se habían ofrecido a llevar<br />

m<strong>un</strong>ición a sus hermanos <strong>de</strong> primera línea.<br />

Haciendo <strong>un</strong> esfuerzo traspasé el río <strong>de</strong> nuevo, corriendo cuanto pu<strong>de</strong>. En la entrada <strong>de</strong> la alcantarilla me<br />

tendía <strong>un</strong>a mano el Pater. Cuando estaba a p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> alcanzarla resbalé y di con mis pobres huesos en el<br />

suelo. La ametralladora que me bordaba tiró <strong>un</strong>a ráfaga más, que levantó esquirlas <strong>de</strong> piedra, a cuatro


<strong>de</strong>dos <strong>de</strong> todas las partes vitales <strong>de</strong> mi persona. Pero el Pater atraía, sin duda, la protección Divina. Y,<br />

echando fuera medio cuerpo, me agarró por <strong>un</strong> brazo y me<br />

metió en la alcantarilla.<br />

Ya era tiempo; en la misma boca, por la que yo <strong>de</strong>saparecía, se clavó <strong>un</strong>a docena <strong>de</strong> balas rusas.<br />

El capitán Pastor me tomó el pulso y <strong>de</strong>cidió:<br />

—A Zaragoza ahora mismo.<br />

Me extendió la baja y dispuso que se me condujera en <strong>un</strong>a artola a Sabiñánigo. Franco canturreaba,<br />

sirviéndome <strong>de</strong> espolique. En Sabiñánigo estaba el coche <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra; y, acomodado en él, bien envuelto<br />

en mantas, comenzó el viaje.<br />

Y aquí me tenéis, emborronando estas mal hilvanadas cuartillas, que ya tocan a su fin, Pero permitidme<br />

que, como broche <strong>de</strong> oro, cierre estas páginas con<br />

<strong>un</strong>as estadísticas curiosas.<br />

* * *<br />

Los hechos a que se refieren estas páginas, se <strong>de</strong>sarrollaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el 7 <strong>de</strong> abril al 21 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1937,<br />

con <strong>un</strong> total <strong>de</strong><br />

Que se distribuyeron <strong>de</strong>l siguiente modo:<br />

* * *<br />

198 días.<br />

31 días <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso "oficial".<br />

37 días <strong>de</strong> parapeto.<br />

130 días "pegando tiros".<br />

198 días.<br />

Tuvo la Ban<strong>de</strong>ra, en ese espado <strong>de</strong> tiempo, las siguientes acciones <strong>de</strong> guerra "con bajas";<br />

SANTA QUITERIA (primer día).<br />

SANTA QUITERIA (seg<strong>un</strong>do día) .<br />

CELADAS (primer día).<br />

CELADAS (seg<strong>un</strong>do día).<br />

SANTA BARBARA (conquista).<br />

SANTA BARBARA (primer ataque rojo).<br />

SANTA BARBARA (seg<strong>un</strong>do id., id.)<br />

SANTA BARBARA (tercer id., id.)<br />

SANTA BARBARA (cuarto id., id.)<br />

GEA DE ALBARRACIN (primer día).<br />

GEA DE ALBARRACIN (seg<strong>un</strong>do día).<br />

MONTE CALVARIO (reconquista).<br />

ALBARRACIN (primer intento).<br />

ALBARRACIN (tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l primer día).<br />

ALBARRACIN (noche <strong>de</strong>l primer día).<br />

ALBARRACIN (primer ataque rojo).<br />

ALBARRACIN (seg<strong>un</strong>do id.. id.)<br />

ALBARRACIN (tercer id., id.)<br />

ALBARRACIN (cuarto id., id.)<br />

ALBARRACIN (quinto id., id.)<br />

ALBARRACIN (reconquista <strong>de</strong> la ciudad).<br />

EL COSCOJAR (conquista).


DESCARRILAMIENTO.<br />

EL PELAO (primer día).<br />

EL PELAO (seg<strong>un</strong>do día).<br />

FUENTES DE EBRO (noche <strong>de</strong>l 24).<br />

FUENTES DE EBRO (día 25).<br />

FUENTES DE EBRO (día 26).<br />

FUENTES DE EBRO (día 27).<br />

FUENTES DE EBRO (día 27; seg<strong>un</strong>da vez).<br />

FUENTES DE EBRO (día 28).<br />

FUENTES DE EBRO (día 30).<br />

FUENTES DE EBRO (día 31).<br />

FUENTES DE EBRO (día 2 <strong>de</strong> septiembre).<br />

VALDESCALERA (ataque al "Carnicero").<br />

PUEYOS DE LARRES (reconquista).<br />

PUEYOS DE LARRES (ataque rojo).<br />

ASÍN (liberación).<br />

CARRETERA DE YEBRA (reconquista) .<br />

ARA (reconquista <strong>de</strong> posiciones).<br />

ARA (seg<strong>un</strong>do día <strong>de</strong> í<strong>de</strong>m).<br />

PEÑA OROEL (limpieza).<br />

PIERREFUNDIO (intento).<br />

PIERREFUNDIO (reconquista).<br />

ERMITA DE SAN PEDRO (día 21 <strong>de</strong> octubre).<br />

O sean 45 acciones "en serio". Sin contar las innúmeras veces que la Ban<strong>de</strong>ra “asomó los dientes", sin<br />

intervenir.<br />

Como la anterior estadística nos dio 130 días, obtenemos <strong>un</strong> promedio <strong>de</strong> <strong>un</strong>a "pari<strong>de</strong>ra" cada 3 días<br />

"laborables".<br />

* * *<br />

Y <strong>de</strong> laureles, sé que andan en danza varios expedientes. Uno, para conce<strong>de</strong>r a la Ban<strong>de</strong>ra la Laureada <strong>de</strong><br />

San Fernando, por la liberación <strong>de</strong> Albarracín. Otro, para darle la Medalla Militar por aquello <strong>de</strong>l "Pelao".<br />

También creo que la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> Fuentes pue<strong>de</strong> merecer otra Medalla Militar para todas las fuerzas que<br />

intervinieron en ella.<br />

Pero, como dije al principio <strong>de</strong> estas páginas, a mí me basta con el orgullo <strong>de</strong> haber pertenecido durante<br />

estos meses a tan distinguida colectividad castrense.<br />

Cuando muera yo, en la guerra o <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>nte, o simplemente <strong>de</strong> enfermedad y en <strong>un</strong>a, más o menos,<br />

mullida cama. Cuando mi espíritu vuele a lo alto y encuentre a San Pedro (espero encontrarlo), estoy<br />

seguro <strong>de</strong> que me preg<strong>un</strong>tará:<br />

—Tú, ¿don<strong>de</strong> hiciste la guerra santa?<br />

Y le respon<strong>de</strong>ré hinchado <strong>de</strong> orgullo, o <strong>de</strong> "santo orgullo", por lo menos:<br />

—CON LA SEGUNDA BANDERA EN EL FRENTE DE ARAGÓN.<br />

Zaragoza, 1937.


Índice<br />

I. DE MADRID A ARAGÓN...........................................................................................<br />

II. SANTA QUITERIA .................................................................................................... 09<br />

III. LA "BATALLA DE LOS CARACOLES" .................................................................... 16<br />

IV. "GUERRA CHIQUITA"............................................................................................. 20<br />

V. ALBARRACIN........................................................................................................... 28<br />

VI. "EL PELAO"............................................................................................................. 37<br />

VII. FUENTES DE EBRO.............................................................................................. 43<br />

VIII. SABIÑÁNIGO ........................................................................................................ 51

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