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Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


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35^35<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

.i-a^fcaaaara i. —^'*iiiiiiaijiim>^


Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


^<br />

EPISODIOS NACIONALES<br />

CÁDIZ<br />

íí° •'^f.,"--••<br />

' • , . ' '<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


EB propiedad. Queda heoho<br />

el <strong>de</strong>pósito que mitrca la ley.<br />

Sarán furtivos los ajemplalee<br />

que no lleven el sello <strong>de</strong>l<br />

autor.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


1<br />

A<br />

B. PÉREZ GALDÓS 7T3?<br />

EPISODIOS NACIONALES<br />

PRIMERA SERIE<br />

CÁDIZ<br />

SEXTA EDICIÓN<br />

ESMERADAMENTE CORREGIDA<br />

MADRID /íf^9c¿'¿.'Í^"S'?/_<br />

OBRAS DE PÉREZ GALDÓS<br />

1898<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


EST. TIP. DE LA ViUDA É HIJOS DE TULLO<br />

IMPRESOR DE CAllflHA DR S. M.<br />

C, <strong>de</strong> Sun Francisco, i.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ<br />

En uua mañana <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1810<br />

Tfcuve que salir <strong>de</strong> lalala, don<strong>de</strong>estaba <strong>de</strong>gnarnieión,<br />

para ir á Cádiz, obe<strong>de</strong>ciendo á un aviso<br />

tan discreto como breve que cierta dama<br />

tuvo la bondad <strong>de</strong> enviarme. El día era hermoso,<br />

claro y alegre, cual <strong>de</strong> Audaluda. Becorrí<br />

con otros compañeros, que hada el mismo<br />

punto si no con igual objeto caminaban,<br />

el largo istmo que sirve para que el continente<br />

no tenga ia <strong>de</strong>sdicha <strong>de</strong> estar separado <strong>de</strong><br />

•Cádiz; examinamos al paso las obras admirables<br />

<strong>de</strong> Torregorda, la Cortadura y Puntales;<br />

charlamos con los frailes y personas gravee<br />

que trabajaban en las fortificaeiones; disputamos<br />

sobre si se veían claramente ó no las posiciones<br />

<strong>de</strong> loa franceses al otro lado <strong>de</strong> la<br />

bahía; echamos unas cañas en el íigón <strong>de</strong><br />

Poenco, junto á !a Puerta <strong>de</strong> Tierra, y, finalmente,<br />

uos separamos en ia plaza <strong>de</strong> San Jnan<br />

<strong>de</strong> Dios, para marchar cada cual á su <strong>de</strong>sti-<br />

410. Kepito que era en Febrero, y aunque no<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


6 fi. PÉREZ CALDOS<br />

pviedo precisai" el día, sí afirmo que cori'íau<br />

los principios <strong>de</strong> dicho mes, pues aún estnba<br />

caleutita ia lamosa respuesta: aLa ciudad <strong>de</strong><br />

Cádiz, fiel á loa principios que ha jurado, uo<br />

reconoce otro Key qne al Sr. D. Fernando VII.<br />

6 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> IBIO.»<br />

Cuando llegué á la calle <strong>de</strong> la Verónica y á<br />

la casa <strong>de</strong> Doña Flora, ésta me dijo:<br />

—¡Cuan impaciente está la señora Con<strong>de</strong>sa,<br />

eaballerito, y cómo se conoce que se ha distraído<br />

usted mirando á las majas que van á<br />

alborotar á casa <strong>de</strong>l Sr. Poenco en Puerta <strong>de</strong><br />

Tierra!<br />

—Señora—le respondí,—juro á usted que<br />

fuera <strong>de</strong> Pepa Hígados, la Churriana, y María<br />

<strong>de</strong> las Nieves, la <strong>de</strong> Sevilla, no había moza<br />

alguna en casa <strong>de</strong> Piienco. También pongo<br />

á Dios por testigo <strong>de</strong> que no nos <strong>de</strong>tuvimos<br />

más que una hora, y esto porque no uos Ualoaran<br />

<strong>de</strong>scorteses y malos caballeros.<br />

—Me gusta la Trescurii con que lo diee—<br />

exclamó con eufadoDoña Flora,—-Caballeiito,<br />

la Con<strong>de</strong>sa y yo estamos muy incomodadas<br />

con usted, si, señor. Des<strong>de</strong> el mes pasado, ea<br />

que mi amiga acertó á recoger en el Puerto<br />

esta oveja <strong>de</strong>scarriada, no ha venido usted á<br />

visitarnos más que dos ó tres veces, prefiriendo<br />

en sus horas <strong>de</strong> esparcimiento la compañía<br />

<strong>de</strong> soldados y m{)zas alegres, al trato <strong>de</strong><br />

personas gravea y <strong>de</strong>licadas que tan necesario<br />

es á nn jovenzuelo sin experiencia. |Qué sería<br />

<strong>de</strong> tí—añadió reblan<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> improviso y en<br />

tono <strong>de</strong> confianza,—tierna criatura lanzada en<br />

edad tan temprana á los torbellinos <strong>de</strong>l mun-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 7<br />

do, si nosotras, compa<strong>de</strong>cidas <strong>de</strong> tu orfandad,<br />

lio te agasajáramos y cuidáramos, fortaleciéndote<br />

á la vez el cuerpecito con sauos y gustosos<br />

platos, el alma con sabios eonsejoal ¡Desgraciado<br />

niño..,! Vaya, se acabaron los regaños,<br />

picarillo. Estás perdonado: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hoy<br />

se acabó el mh-ar á esas <strong>de</strong>svergonzadas muchachuelas<br />

que van á casa <strong>de</strong> Poenco. Compren<strong>de</strong>,<br />

hijo mío, todo lo que vale un trato<br />

honesto, circunspecto, con personas <strong>de</strong> peso<br />

ysuposicióu.,. Vamos, dime lo qne quieres almorzar,<br />

¿Te quedarás aquí hasta mañana?<br />

¿Tienes alguna herida, contusión ó rasguño,<br />

para curártelo en seguida? Si quieres dormir,<br />

ya sabes que junto á mi cuarto hay una aleobita<br />

muy linda.<br />

Diciendo esto. Doña Flora <strong>de</strong>sarrollaba ante<br />

mis ojos-en toda su magnificencia y extensión<br />

el panorama <strong>de</strong> gestos, guiños, saladas muecas,<br />

graciosos mohines, arqueos <strong>de</strong> cejas, repulgos<br />

<strong>de</strong> labios, y <strong>de</strong>más signos <strong>de</strong>l lenguaje<br />

mudo que en su arrebolado y con cien menjurges<br />

recompuesto rostro, serría para dar<br />

mayor fuerza á la palabra. Luego que le d{<br />

mis excusas, dichas mitad en serio, mitad en<br />

broma, comenzó á dictar ór<strong>de</strong>nes severas para<br />

la obra <strong>de</strong> mi almuerzo, atronando la casa, y<br />

á este punto salió, conteniendo la risa, la señora<br />

Con<strong>de</strong>sa, que habla oído la anterior retahila.<br />

—Tiene razón—me dijo <strong>de</strong>spués que nos<br />

saludamos:—el Sr. D. Gabriel es un ciüqtiilicuatro<br />

sin fundamento, y mi amiga haría<br />

muy bien en ponerle una calza al pie. ¿Qué<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


ti B. PÉREZ GALnüS<br />

es eso <strong>de</strong> mirar á Jas chicas boiiitfls? ¿Haae<br />

visto mayor <strong>de</strong>svergüenza? [Un barbilindo que<br />

<strong>de</strong>biera estar eil Ja escuela, ó cosido á Jas<br />

faldas <strong>de</strong> alguna persona sentada y <strong>de</strong>libras,<br />

que fuera un almacén <strong>de</strong> buenos consejos...!<br />

¿cómo se entien<strong>de</strong>? Dofia Flora, siénteíe usted<br />

la mano; dirija su corazón por el camino<br />

<strong>de</strong> los sentimientos... circunspectos y graves,<br />

é infiíudale el respeto que todo caballero <strong>de</strong>be<br />

tener á los venerandos monumentos <strong>de</strong> la antigüedad.<br />

Mientras esto <strong>de</strong>cía. Doña Flora había traído<br />

luengas piezas <strong>de</strong> damasco amarillo y rojo,<br />

y ayudada <strong>de</strong> su donceJia empezó á cortar<br />

ucas como dalmáticas újubones á la antigua,<br />

qne luego ribeteaban con galón <strong>de</strong> plata. Como<br />

era tan presumida y extravagante en su atavío,<br />

creí que Doña Flora preparaba para su<br />

propio cuerpo aquellas vestimentas; pero luego<br />

conocí, viendo su gran número, que erau<br />

prendas <strong>de</strong> oompaisa <strong>de</strong> teatro, cabalgata ó<br />

cosa <strong>de</strong> este jaez.<br />

— ¡Qué holgazana está usted, señora Con<strong>de</strong>sal-—dijo<br />

Doña Flora;-—y ¿cómo teniendo<br />

tan buena mano pai'a la aguja no me ayuda<br />

á hilvanar estos unil'ormes para la Crusada<br />

<strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz, que va á ser el terror<br />

<strong>de</strong> la Francia y <strong>de</strong>l Rey José?<br />

-—Yo no trabajo en mojigangas, amiguita<br />

—repuso mi antigua ama,—y <strong>de</strong> picarme las<br />

manos con Ja aguja, prefiero ocuparme, como<br />

me ocupo, eu la ropa <strong>de</strong> esos pobreeitos soldados<br />

que han venido con Aiburqiierque <strong>de</strong><br />

Extremadura, tan <strong>de</strong>strozados y astrosos que<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

i<br />

fíí<br />

• V<br />

H<br />

J


C.\.DIZ 9<br />

KÍa lástima verlos. Estos y otros como éstos,<br />

amiga Dofla Flora, echarán á. los franceses, si<br />

es que les echan, que no ios monigotes <strong>de</strong> la<br />

Cruzada, con su D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto á la<br />

cabeza, el más loco entre todos los locos <strong>de</strong><br />

-esta tierra, con perdón sea dicho <strong>de</strong> la que es<br />

su tieniísima Filis.<br />

^Niñita mía, no diga usted tales cosas <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> este joven sin experiencia—indicó con<br />

mal disimulada satisfacción DoBa Flora; —<br />

pues podría creer que el ilustre jefe <strong>de</strong> la Cruzada,<br />

para quien áuy estos puntos y comas, ha<br />

tenido conmigo más relaciones qii^ las <strong>de</strong> una<br />

afición purísima y jaraiia manchadas con nada<br />

<strong>de</strong> aquello queD. Quijote llamaba ¿/(cítaíiwwielindre.<br />

Conocióme el Br. D. Pedro en Vejer, en<br />

casa <strong>de</strong> mi primo D, Alonso, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />

se prendó <strong>de</strong> mí <strong>de</strong> tal modo, que no ha vuelto<br />

é. encontrar en toda la Andalucía mujer que le<br />

interesara. Ha sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces acá su <strong>de</strong>voción<br />

para mí cada vez más fina, espiritada y<br />

sublime, en tales términos, que jamás me lo ha<br />

manifestado sino en palabras respetuosísimas,<br />

temiendo ofen<strong>de</strong>rme, y en los años que nos conocemos<br />

ni una sola veK me ha tocado las puntas<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos. Mucho ha picoteado por ahí<br />

la gente suponiéudonos ineliuados á contraer<br />

matrimonio; pero sobre que yo he aborrecido<br />

siempre todo lo que sea obra <strong>de</strong> varón, el señor<br />

D. Pedro se pone encendido como la grana<br />

cuando tal le dicen, porque ve en esas habla-<br />

Kiurias una ofensa directa á sn pudor y al mío.<br />

—No es tampoco D. Pedro—dijo Amaranta<br />

.riendo,—con sus sesenta años á la espalda.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


10 B. PliREZ Í5ALDÓS<br />

hombre á propósito para uua mujer fresca y<br />

lozana como usted, amiga mi.i. Y ya que da<br />

estosü trata, aunque le parezcan irrespetuosas<br />

y tal vez ¡rapú


Cfl-DIZ 11<br />

los lazos <strong>de</strong>l enemigo. Calma y sosiego, Gabriel,<br />

y esperar COD pacieucia la suerte que<br />

Dios <strong>de</strong>stina á las criaturas. Esperar, sí; pero<br />

sin fogosida<strong>de</strong>s, sin exaltaciones, siti locuras<br />

juveniles, pues uada sienta I an bien á un joven<br />

<strong>de</strong>licado y caballeroso como la circunspección,<br />

Y si no, apren<strong>de</strong> <strong>de</strong> ese Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto,<br />

apren<strong>de</strong> <strong>de</strong> él; mírate en el espejo <strong>de</strong> sa<br />

respetuosidad, <strong>de</strong> su severidad, <strong>de</strong> su aplomo,<br />

<strong>de</strong> su impasible y jamás turbado platonismo;<br />

observa cómo enfrena sus paeiones; cómo enfría<br />

el ardor <strong>de</strong> loa pensamientos con la estudiada<br />

urbanidad <strong>de</strong> las palabras; cómoreconceutia<br />

en la i<strong>de</strong>a su afición, y pouefreno á las<br />

manos, mordaza á la lengua y ca<strong>de</strong>nas al corazón<br />

que quiere saltársele <strong>de</strong>l pecho.<br />

Amaranta y yo hacíamos esfuerzos por contener<br />

la risa. De pronto oyóse ruido <strong>de</strong> pasos,<br />

y la doncella entró á anunciar la visita <strong>de</strong> un<br />

caballero.<br />

—Es el inglés—-dijo Amaranta,—Corra usted<br />

á recibirle.<br />

—Al iustante, al instante voy, amiga mía.<br />

Veré si puedo averiguar algo <strong>de</strong> lo que usted<br />

<strong>de</strong>sea.<br />

Nos quedamos solos la Con<strong>de</strong>sa y yo por<br />

largo rato, pudiendo sin testigos hablar tranquilamente<br />

lo que verá el lector á continuación,<br />

si tiene paciencia.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


12 1). PlíiíBZ GALDOS<br />

ir<br />

—Gabriel^me dijo.^te he llamado para<br />

<strong>de</strong>cirte que aj'er, eo noa embarcación pequefia,<br />

veuida <strong>de</strong> Cartagena, lia llef^ado á Cádiz<br />

el sin par D. Diego, Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Ramblar, hijo<br />

<strong>de</strong> miestra parienta la monumental y grandiosa<br />

señora Doña María.<br />

—Ya sospechaba^respondí,-—que ese perdido<br />

recalaría por aquí. ¿No trae en su compañía<br />

á un majo <strong>de</strong> las Vistillas, ó cortesano<br />

<strong>de</strong> la tertulia <strong>de</strong>l Sr, Mano <strong>de</strong> Mortero?<br />

—No sé si vieue solo ó trae corte. Lo que se<br />

es que su mamá ha recibido mucho gusto con<br />

la ¡ijesperada aparición <strong>de</strong>l niño, y que mi tía,<br />

ya sea por mortificarme, ya porque realmente<br />

haya encontrado variación en el joven, ha dicho<br />

ayer <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> toda la familiii; «Si ersefior<br />

Con<strong>de</strong> se porta bien y es hombre formal, obtendrá<br />

nuestros parabienes, y se hará acreedor<br />

á la más dulce recompensa que pvie<strong>de</strong>n ofrecerle<br />

dos fíiuuilias <strong>de</strong>seosas <strong>de</strong> formar una<br />

sola.í<br />

—Señora Con<strong>de</strong>sa, yo, á ser usted, me reiría<br />

<strong>de</strong> D, Diego y <strong>de</strong> las mortificaciones <strong>de</strong><br />

cuantas Mjirquesas impertinentes peinan canas<br />

y guardan pergaminos en el mundo.<br />

—[Ah, Gabriel: eso pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse; pero si tú<br />

compreudieras bien lo que me pasal^-exclamó<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


t^^MMM<br />

CADIX 13<br />

con pena.—¿Creerás que se han empeñado en<br />

que mi hija no me tenga amor ni cariño alguno?<br />

Para conseguirlo, han principiado por_<br />

apartarla eoutiuiiamente <strong>de</strong> mí. Des<strong>de</strong> iiace<br />

algunos días han resuelto teimiiiantemente<br />

que no venga á las tertulias <strong>de</strong> esta casa, y<br />

tampoco me reciben á mi en la suya. De este<br />

modo, mi hija cotieluirá por no amarme. La<br />

infeliz no tiece culpa <strong>de</strong> esto: ignora que soy<br />

su madre, me ve poco, las oye á ellas con más<br />

frecuencia que á mi... ¡Sabe Dios lo que le dirán<br />

para que me aboneacal Di si no es eafco<br />

peor que cuautos castigos pue<strong>de</strong>n pa<strong>de</strong>cerse eu<br />

el muudo; di si no teugo razóu para estar<br />

muerta <strong>de</strong> celos, sí, y los peores, los más doloiosos<br />

y <strong>de</strong>sesperantes que pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sgarrare!<br />

corazón <strong>de</strong> uua mujer. Al ver que personas<br />

egoístas quieren arrebatarme lo que es mío y<br />

privarme <strong>de</strong>l úüico consuelo <strong>de</strong> mí vida, me<br />

siento tan rabiosa, quesería capaz <strong>de</strong> acciones<br />

indignas <strong>de</strong> mi categoría y <strong>de</strong> mi nombre.<br />

—No me parece la situación <strong>de</strong> usted—le<br />

dije,—ni tau triste ni tan <strong>de</strong>sesperada como la<br />

ha pintado. Usted pue<strong>de</strong> reclamar á su hija,<br />

llevándosela para siempre consigo.<br />

—Eso es difícil, muy difícil. ¿No ves que<br />

aparentemente y según la ley carezco <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos<br />

para reelamaria y traerla á mi lado? Me<br />

han jurado una guerra á muerte. Han hecho<br />

los imposibles por <strong>de</strong>sterrarme, no vacilando<br />

hasta en <strong>de</strong>nunciarme como afrancesada. Hace<br />

poco, como sabes, proyectaron marcharse á<br />

Portugal siu darme noticia <strong>de</strong> ello, y si lo impedí<br />

preaentáadome aquella noche en tu com-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


14 B. PÉREZ CALDOS<br />

paíiía, me fué preciso amenazar con uu grao<br />

escándalo para obligarlas á que se <strong>de</strong>tuvieran.<br />

La <strong>de</strong> Kumblar rae cobriS uu aborrecíraienlo<br />

profundo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que supo mi oposición á que<br />

Inés se <strong>de</strong>sposase con el lunautuelo <strong>de</strong> su hijo.<br />

Mi tía, con su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> la casa y <strong>de</strong><br />

la honra <strong>de</strong> la J'aniilia, me mortifica más que<br />

la otra con su enojo, que tiene por móvil una<br />

<strong>de</strong>Bmedida avaricia. Si me encontrara en <strong>Madrid</strong>,<br />

don<strong>de</strong> mis muclias relaciones me ofrecen<br />

abimdautes recursos para todo, tal vez vencería<br />

éstos y otros mayores obstáculos; pero nos<br />

hallamos en Cádiz, en una plaza que casi está<br />

rigurosamente sitiada, don<strong>de</strong> tengo pocos amigos,<br />

mientras que mi tía y la <strong>de</strong> Éumblar. por<br />

su exagerado españolismo, cuentan con el favor<br />

<strong>de</strong> todas las personas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Suponte<br />

que me obliguen á embarcarme, que me <strong>de</strong>stierren,<br />

que durante mi forzada ausencia engañen<br />

á la pobre nifia y la caseu contra su<br />

voluntad; figúrate que esto suceda, y...<br />

•—|Ohl señora—exclamé con vehemencia,<br />

—eso no suce<strong>de</strong>rá mientras usted y yo vivamos<br />

para impedirlo. Hablemos á Inés, revelémosle<br />

lo que ya <strong>de</strong>biera saber...<br />

—Díselo tú; si te atreves...<br />

—¿Pues no he <strong>de</strong> atreverme?...<br />

—Debo advertirte otra cosa que iguoras,<br />

Gabriel; una cosa que tal vez te cause ti'isteza,<br />

pero que <strong>de</strong>bes saber... ¿Tii orees conservar<br />

sobre ella el ascendiente que tuviste hace<br />

algún tiempo y que conservaste aún <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber mudado tan bruscamente <strong>de</strong> fortuna?<br />

—Seflora—repuee,—no puedo concebir que<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

ri~.il<br />

í


CAUI2 15<br />

liaj'a perdido ese ascendiente. Perdóneseme la<br />

vanidad.<br />

—¡Desgraciado muciíachol—me dijo eu tono<br />

<strong>de</strong> dulce compasión. — La vida consiste en<br />

mil mudanzas dolorosas, y el que confía en la<br />

per^ietuidad <strong>de</strong> los sentimientos que le halagan<br />

es como el iluso que viendo las nubes en elholizoiite,<br />

las cree montañas, hasta que im rayo<br />

<strong>de</strong> luz las <strong>de</strong>sfigura ó uu soplo <strong>de</strong> viento Jas<br />

<strong>de</strong>sbarata. Hace dos años, mi hija y tú éraia<br />

dos niños <strong>de</strong>svalidos y abandonados. El apartamiento<br />

en que vivíais y la común <strong>de</strong>sgracia,<br />

aumentando la natural inclinación; hicieron<br />

que os amarais. Después todo cambió. ¿Para<br />

qué repetir lo que sabes tan bien? lués en su<br />

nueva posición no quiso olvidar al fiel ccmpañero<br />

<strong>de</strong> su infortunio. jHermoso sentimiento<br />

que nadie más que yo supo apreciar en sa valor!<br />

Aprovechándome <strong>de</strong> él, casi ¡legué hasta<br />

tolerarlo y autorizarlo, impulsada por el <strong>de</strong>specho<br />

y por luortiñcar á mi orgullosa parienta;<br />

pero yo sabía que aquella corazonada infantil<br />

conckiiría con el tiempo y la distancia,<br />

como en efecto ha concluido.<br />

Oí con estupor las palabras <strong>de</strong> la Con<strong>de</strong>sa,<br />

que iban esparciendo <strong>de</strong>usas obscurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> mis ojos. Pero la razón me indicaba<br />

que no <strong>de</strong>bía dar entero crédito alas palabras<br />

<strong>de</strong> mujer tan experta en iugeuiosos engaños; y<br />

esperé, aparentando conformarme con su opinión<br />

y mi <strong>de</strong>saire.<br />

—¿Te acuerdas <strong>de</strong> la noche en que nos preseutamos<br />

aquí viniendo <strong>de</strong>l Puerto <strong>de</strong> Santa<br />

María? En esta misma sala nos recibió Doña<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


16 n. PÉREZ liALDÓS<br />

í'iora. Llamamos á Inés, te vio, le hablaste.<br />

La pübieciLa estaba tan turbada, que DO acertó<br />

á contestar <strong>de</strong>rechaiuente á lo que le dijiste.<br />

lodndabletaeDte te conserva un noble-y Iraterual<br />

afecto; pero nada más, ¿No lo comprendiste,<br />

Gabriel'^ ¿No se ofreció á tus ojos ó á tus<br />

oídos algún dato para conocer que ya Inés no<br />

te ama?<br />

•—Señora—respondí con perplejidad,^aqnel<br />

instante fué tan bieve, y usted me suplicó con<br />

tanta precipitación que .«alíese <strong>de</strong> la casa, que<br />

nada observé que me disgustara.<br />

—Pues si, pue<strong>de</strong>s creerlo. Yo sé que Inés no<br />

te ama ya,—afirmó con uua entereza tal, que<br />

se me bizo aborrecible en un momento mi hermosa<br />

iiiteriocutora.<br />

—¿Lo sabe usted?<br />

—Yo lo sé. •<br />

—Tal vez se equivoque,<br />

—No: Inés lio te quiere.<br />

—¿Por qué?—preguuté bruscamente y con<br />

<strong>de</strong>sabrimiento,<br />

—Porque ama á otro,—me respondió con<br />

calma.<br />

•—¡A otro!—exclamé tan asombrado que por<br />

largo rato no me di cueu ta <strong>de</strong> lo que sentía.—<br />

¡A otrolNo pue<strong>de</strong> ser, señora Con<strong>de</strong>sa. ¿Y quién<br />

.es ese otro? Sepámoslo.<br />

Diciendo esto, en .mi intenoi" se retorcían<br />

doloroaamente unas como culebras, que me<br />

estrujaban el corazón mordiéndolo y apretándolo<br />

cou estrechos nudos. Yo quería aparentar<br />

serenidad; pero mis palabras balbucientes<br />

y cierta invencible sofocación <strong>de</strong> mi aliento<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

É^':<br />

r*.*<br />

•M<br />

»s


CÁDIZ 17<br />

<strong>de</strong>acabríau la ñaqiieza <strong>de</strong> mi espíritu, caído<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cmubre <strong>de</strong> su umyor orgullo.<br />

—¿Quieres saberlo? Pues te lo dité. Es nn<br />

inglés,<br />

—¿Ese?-—pregunté con sobresalto, señalando<br />

liacia !a sala, don<strong>de</strong> resonaljan lejanamente<br />

el eco <strong>de</strong> las voces <strong>de</strong> Doña Flojft y <strong>de</strong> sn<br />

visitante.<br />

— ¡Ese mismo!<br />

—¡Señora, no pue<strong>de</strong> ser! Usted se equivoca<br />

—dijíJ sin po<strong>de</strong>r contener la fogosa cólera que,<br />

<strong>de</strong>aariollándose en mí como súbito incendio,<br />

no admitía razón que la refrenara, ni urbanidad<br />

que Ja reprimiera.—Uatfd se burla da mí;<br />

usted me humilla y me pisotea como siempre<br />

lo ha hecho,<br />

— ¡Qaé furioso te has puesto ¡-—exclamó son-'<br />

riendo. —Cálmate y no seas loco.<br />

•—Perdóneme usted si la he ofendido con mi<br />

brusca respuesta—dije reponiéndome;—pero<br />

yo no puedo creer eso que he oído. Todo cuanto<br />

liay en roí que bable y palpilc con señales<br />

<strong>de</strong> vida, protesta contra tal i<strong>de</strong>a. 8i ella meló<br />

dice, lo creeré; <strong>de</strong> otro modo, no. Soy un ciego<br />

^iúpido tal vez, señora mía; pero yo <strong>de</strong>testo<br />

la luz que pueda hacerme ver la soledad espantosa<br />

que usted quiere ponerme <strong>de</strong>lante. Y<br />

aún no me ha dicho usted quién es ese inglés,<br />

ni en qué se funda para pensar,..<br />

—Ese inglés vino aqnf hace seis meses,<br />

acompañando á otro que se llama Lord Byrou,<br />

el cual partió para Levante al poco tiempo.<br />

Este que aquí está se llama Lord Gray. ¿Quieres<br />

saber en qué nae fundo para pensar que<br />

SEXTA I¡UIG[Ó.\ t<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


18 U. PÉREZ GALDÓS<br />

Inés le ama? Hay mil indicios que ni engañan<br />

ni pue<strong>de</strong>n enfiaflar á una mujer experimentada<br />

como yo. ¿Y eso te asombra? Eres un mozo<br />

sin experiencia, y crees que el mundo se ha<br />

hecho para tu regalo y satisfacción. Es todo lo<br />

contrario, niño. ¿En qué te fundabas para esperar<br />

que Inés estuviera queriéndote toda la<br />

vida, hichatido con la ausencia, que en esta<br />

edad es lo mismo que el olvido? [Pues no pedías<br />

poco en verdad! ¿Sabes que eres mo<strong>de</strong>stito?Qi'e<br />

pasaran afios y más Bfios, y ella siempre<br />

queriéndote... Varaos, pi<strong>de</strong> por esa boca.<br />

Es preciso que te acostumbres á creer que hay<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ti otros hombres en el mundo, y<br />

que ias muchachas tienen ojos para very oídos<br />

para escuchar.<br />

' Con estas palabras, que encerraban profunda<br />

verdad, la Con<strong>de</strong>sa me estaba matando.<br />

Parecíame que mi alma era una hermosa tela,<br />

y que ella con sus finas tijeras la cortaba en<br />

pedacilos para arrojarla al viento.<br />

—Pvies si. Ha pasado mucho tiempo —<br />

continuó.—Ese inglés se apareció en Cádiz; nos<br />

visitó. Visita hoy con mucha frecuencia la<br />

otra casa, y en ella es amado... Esto te pareqg<br />

hicrelble, absurdo. Pues es la cosa más sencilla<br />

<strong>de</strong>l mundo. También creerás que el inglés<br />

es un hombre antipático, <strong>de</strong>sabrido, brusco,<br />

colorado, tieso y borracho como algunos<br />

que viste y trataste en la plaza <strong>de</strong> San .Juan<br />

<strong>de</strong> Dios cuando eras niño. No: Lord Gray es<br />

un hombre finíaimo, <strong>de</strong> hermosa presencia y<br />

vasta instrucción. Pertenece á una <strong>de</strong> las mejores<br />

familias <strong>de</strong> Inglaterra, y es más l'ieo que<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


*•<br />

CÁDIZ 19<br />


20 U. PÉREZ CALDOS<br />

y po<strong>de</strong>rosa; nos <strong>de</strong>scribe los <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Egipto,<br />

con sns noches claras como el día, con las pirámi<strong>de</strong>s,<br />

los templos <strong>de</strong>rribados, el Nilo y los<br />

pobres árabes que arrastran miserable vida en<br />

aquellas soleda<strong>de</strong>s; una pinta luego los lugares<br />

santos <strong>de</strong> Jernsaléii y Belén, el sepulcro <strong>de</strong>l Señor,<br />

hablácdünos délos millares <strong>de</strong> peregnuos<br />

que le visitan, <strong>de</strong> los buenos frailes que dan<br />

hospitalidad al europeo; nos dice cómo SOQ<br />

loa olivares á cuya sombra oraba el Señor<br />

cuando fué Judas con los soldados á pren<strong>de</strong>rle,<br />

y nos refiere punto por punto cómo es el<br />

monte Calvario y el sitio don<strong>de</strong> levantaron la<br />

santa Cruz. Pespués nos habla <strong>de</strong> la inconiparabíe<br />

Venecia, ciudad fabricada d.ejitro <strong>de</strong>l<br />

mar, <strong>de</strong> tal modo, que las calles son <strong>de</strong> agua y<br />

los coches unaa lanchillas que llaman góndolas,<br />

y allí se pasean <strong>de</strong> noche los amantes solos<br />

en aquella serena laguna, sin ruido y siit<br />

testigos. También ha visitado la América,<br />

don<strong>de</strong> hay unos salvajes muy mansos que<br />

agasajan á los viiijeroa, y don<strong>de</strong> los ríos, grandísimos<br />

como todo lo <strong>de</strong> aquel país, se precipitan<br />

<strong>de</strong>a<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> una roca formando lo que<br />

llaman cataratas, es <strong>de</strong>cir, un sallo <strong>de</strong> agua<br />

como si medio mar se arrojase sobre el otro<br />

medio, formando mundos <strong>de</strong> espuma y uu<br />

ruido (jue se 03'e á muchísimas leguas <strong>de</strong> distancia.<br />

Todo !o relata, todo lo pinta con taü<br />

vivos colores, que parece que lo estaraos viendo.<br />

Cuenta sus acciones hfti-óieas sin fanfarronerías,<br />

y jamás ha mortiñcado el orgullo <strong>de</strong><br />

los hombres queleoyeu con tanta atención,<br />

si no con tanta complacencia, como las muje-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 21<br />

res. Ahora bieu: Gabriel, <strong>de</strong>sgraciado joveü,<br />

¿por lo que digo compj'en<strong>de</strong>s que ese inglés<br />

tiene atractivos siificieutes para cautivar á<br />

una lauchacba <strong>de</strong> tanta sensibilidad como<br />

imaginación, que instintivamente vuélvelos<br />

ojos hacia todo lo que se distingue <strong>de</strong>l vulgo<br />

enfatuado? A<strong>de</strong>más, Lord Gi-ay es riquísimo,<br />

y aunque las riquezas no bastan á suplir en<br />

los hombres la falta <strong>de</strong> ciertas cualida<strong>de</strong>s,<br />

cuando éatas se poseen, las riquezas las avaloran<br />

y realzfln. Lord Gray viste elegantemente;<br />

gasta con proínsión en su persona y eu<br />

obsequiar dignamente á sus amigos, y su esplendi<strong>de</strong>z<br />

no es el <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong>l joven calavera<br />

y voluntarioso, sino la gala y generosidad <strong>de</strong>l<br />

rico <strong>de</strong> alta cuna, que emplea sabiamente sa<br />

dinero en alegrar ]ii existencia <strong>de</strong> cuantos le<br />

ro<strong>de</strong>an. Es galante sin afectación, y más bieu<br />

serio que jovial. ¡Ay, pobrecito! ¿Lo compren<strong>de</strong>s<br />

ahora? ¿Llegarás á enten<strong>de</strong>r que liay en<br />

el mundo alguien que pue<strong>de</strong> ponerse eu parangón<br />

con el Sr. D. Gabriel <strong>de</strong> Tres-al Cuarto?<br />

¿eliexiona bien, hijo; reflexiona bieu quién<br />

eres tú. Un buen muchacho y nada más. Excelente<br />

corazón, <strong>de</strong>spejo natural, y aquí paz<br />

y <strong>de</strong>spués gloria. En punto á posición, oñciaiito<br />

<strong>de</strong>l ejército... bien ganado, eso sí... pero<br />

¿qué vale eso? Figura... no mala; conversación,<br />

tolerable; nacimiento, bumildfsimo, aunque<br />

bieu pudieras figurarlo como <strong>de</strong> los más<br />

alcurniados y coruscantes. Valor, no lo negaré;<br />

al contrario, creo que lo tienes en alto<br />

grado, pero sin brillo ni kicimieuto. Literatura,<br />

escasa,., cortesía, buena... Pero, hijo, á<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


92 B. PÉREZ GALBOS<br />

pesar <strong>de</strong> tus méritos, que son muchos, dada»<br />

tu pobreza y humildad, ¿iusistiráa en hacerte<br />

in<strong>de</strong>stronable, como se lo creyó el buen Don<br />

Carlos IV que heredó la coroua <strong>de</strong> su padre?'<br />

No, Gabriel: ten calma y resígnate.<br />

El efecto que me causó la relación <strong>de</strong> mi.<br />

antigua ama fué terrible. Figúrense uste<strong>de</strong>s<br />

cómo me habría quedado yo si Araaranta<br />

hubiera cogido el pico <strong>de</strong> Muihacéu, es <strong>de</strong>cir,<br />

el monte más alto <strong>de</strong> Espafia... y me lo hubiese<br />

echado encima.<br />

Pues lo mismo, señores,lo mismo me quedé..<br />

III<br />

¿Qué podía yo <strong>de</strong>cir? Nada. ¿Qué <strong>de</strong>bía hacer?<br />

Callarme y sufrir, Pero el hombre aplastado<br />

por cualquiera <strong>de</strong> las diversas montañasque<br />

le caen encima en el mundo, aun cuando'couozca<br />

que hay justicia y lógica en su situación,<br />

rara vez se couforma, y elevando lasmanecitas<br />

pugna por quitarse <strong>de</strong> encima la<br />

colosal peña. No sé si fué un sentimiento <strong>de</strong><br />

noble dignidad, ó por el contrario, un vano y<br />

pueril orgullo, lo que me impulsó á contestar<br />

con entereza, afectando, no sólo conformidad,<br />

sino indiferencia ante el golpe recibido.<br />

—Señora Con<strong>de</strong>sa—dije,—comprendo mi<br />

inferioridad. Hace tiempo que pensaba en.<br />

esto, y nada me asombra. Realmente, señora,.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 23<br />

ei'a un atrevimiento que un pobretón como<br />

yo, que jamás he estado eu la India ni hp<br />

visto otras cataratas que las <strong>de</strong>l Tajo en Aranjuez,<br />

tenga, preteusioues uada üienos que <strong>de</strong><br />

ser amado por una mujer <strong>de</strong> posición. Los<br />

que DO sotnoa nobles ni ricos, ¿qué hemos <strong>de</strong><br />

hacer más que ofrecer nuestro corazón á las<br />

fregatrices y damas <strong>de</strong>l estropajo, no siempre<br />

con la seguridad <strong>de</strong> que se dignen aceptarlo?<br />

Por eso nos llenamos <strong>de</strong> resignación, señora;<br />

y cuando recibimos golpes como el que usted<br />

se ha servido darme, uos encogemos <strong>de</strong> hombros<br />

y <strong>de</strong>cimos: ípaciencia,* Luego seguimos<br />

viviendo, y comemos y dormimos tan tranquilos...<br />

Es una tontería morirse por quien<br />

tan proDto uos olvida.<br />

—Estás hecho un basilisco—me dijola Con<strong>de</strong>sa<br />

en tono <strong>de</strong> burla, —y quieres aparecer<br />

tranquilo. Si <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>s fuego... toma mi abanico<br />

y refréscate con él.<br />

Antea que yo lo tomara, la Con<strong>de</strong>sa me dio<br />

aire COD SU abanico precipitadamente. Sin ninguna<br />

gana me reía yo, y ella, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un<br />

rato <strong>de</strong> silencio, me habló así:<br />

—Me falta <strong>de</strong>cirte otra cosa que tal vez te<br />

disguste; pero es forzoso tener paciencia. Es<br />

que estoy contenta <strong>de</strong> que mí hija corresponda<br />

al amor <strong>de</strong>l inglés.<br />

—Lo creo, señora,—respondí apretandocon<br />

convulsa fuerza los dientes, ni más ni menos<br />

que si entre ellos tuviera toda la Gran<br />

Bretaña.<br />

—Sí—prosiguió:—todo suceso que me dé<br />

esperanzas <strong>de</strong> ver á mthija fuera <strong>de</strong> la tutela<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


(• •<br />

24 B. PBEEZ GALDOS<br />

y dirección <strong>de</strong> la JJarquesa y la Con<strong>de</strong>sa, es<br />

para mí lisonjero.<br />

—Pero ese iuglés será protestante.<br />

—Sí—repuso;—mas no quiero peusar en<br />

eso. Pue<strong>de</strong> que se haga católico. De todos modos,<br />

esees punto grave y <strong>de</strong>licado. Pero no<br />

reparo en nada. Vea yo á mi hija libre; hállese<br />

en situación tal que yo pueda verla, hablarla<br />

como y cuaudo se me atitnje, y lo <strong>de</strong>más...<br />

jCómo rabiaría Doüa María si llegara á compren<strong>de</strong>r...!<br />

Mucho sigilo, Gabriel; cuento con<br />

tu discreción. Si Lord Gray fuera católico, uo<br />

oreo que mi, tía se opusiera á que se casase<br />

Inés con él. ¡Ay! luego nos marcharíamos los<br />

íre.9 á lügíaterra, lejos, lejos <strong>de</strong> aquí, á un<br />

país don<strong>de</strong> yo no viera parientes <strong>de</strong> ninguna<br />

clase. jQiié feiicidadl jAyl Quisiera ser Popa<br />

para permitir que una mujer católica se casase<br />

con nn homlire hereje.<br />

—Creo que usted verá satisfechos sus <strong>de</strong>seos.<br />

-^¡Ob! <strong>de</strong>sconfío mucho. El icgiéa, aparte<br />

<strong>de</strong> 9U gran mérito, es bastante raro. A nadie<br />

ha confiado el secreto <strong>de</strong> sus amores, y sólo<br />

tenemos noticias <strong>de</strong> él por indicios primero y<br />

<strong>de</strong>spués por pruebas irrecusables, resultado <strong>de</strong><br />

un espionaje largo y minucioso.<br />

—Inés lo habrá revelado á usted.<br />

—No: <strong>de</strong>sfiués <strong>de</strong> esto, ni una sola vez he<br />

conseguido verla. |Q,ué <strong>de</strong>sesperación I Las tres<br />

muchachas no salen <strong>de</strong> casa sino custodiadas<br />

por la autoridad <strong>de</strong> Dofia i\íaría. Aquí Dofía<br />

J'lora y yo hemos ti'abajado lo que uo es <strong>de</strong>cible<br />

para que Lord Gray se franquease con nos-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


if<br />

CÍDI2 35<br />

otras y nos lo revelara; pero es tan pru<strong>de</strong>nte<br />

y callado, que gnarda su secreto como ini avaro<br />

su tesoro. Lo sabemos por las criadas, por<br />

la murmuración <strong>de</strong> algunas, muj' pocas personas<br />

<strong>de</strong> las que van á la casa. Ho hay duda<br />

<strong>de</strong> que es cierto, hijo mío. Ten resignación y<br />

lio nos <strong>de</strong>s un disgusto. Cuidado con el suicidio.<br />

—¿YcP^dije afectando iudiferencia.<br />

—Toma, toma aire, que te incendias por todos<br />

lados—me dijo, agitando <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí su<br />

abanico.—D. Kodrigo en la horca no tiene<br />

más orgullo que este general en agraz.<br />

Cuando esto <strong>de</strong>cía, sentí la voz <strong>de</strong> Doña<br />

Flora y los pasos <strong>de</strong> un hombre. Doña Flora<br />

dijo:<br />

—Pase usted, Milord, que aquí está la Con<strong>de</strong>sa.<br />

—Mírale... verás—me dijo Amaranta con<br />

crueldad,—y juKgarás por tí mismo si la niña<br />

ha tenido mal gusto.<br />

Entró Doña Flora seguida <strong>de</strong>l inglés. Tenía<br />

éste la más lieimosa figura <strong>de</strong> hombre que he<br />

visto en mi vida. Era do alia estatura, con el<br />

color blñuqufsimo, aunque tostado, que abunda<br />

en los marinos y viajeros <strong>de</strong>l Norte. El cabello<br />

rubio, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadamente peinado y suelto,<br />

según el gusto <strong>de</strong> la época, le caía en bucles<br />

sobre el cuello. Su edad no parecía exce<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> treinta ó treinta y tres años. Era grave<br />

y triste, pero sin ¡a pesa<strong>de</strong>z acarlonaday lentitud<br />

<strong>de</strong> modales que suelen ser comunes eo la<br />

gente inglesa. Su rostro estaba bronceado, mejor<br />

dicho, dorado por el sol, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


26 B. PÉREZ GALDÓS<br />

la frente hasta el cuello, eousei'vaucJo en la<br />

huella dol sombrero y en la gai'gauta una<br />

blauciira como la <strong>de</strong> la cera más pura y <strong>de</strong>licada.<br />

Esmeradamente limpia <strong>de</strong> peÍo la cara,<br />

su barba era como la <strong>de</strong> una mujer, y sus facciones,<br />

realzadas por la luz <strong>de</strong>l mediodía, dábaule<br />

el aspecto <strong>de</strong> una hermosa estatua <strong>de</strong>cincelado<br />

oro. Yo he visto en alguua parte un<br />

busto <strong>de</strong>l diosErabma, que muchos años <strong>de</strong>spués<br />

me hizo recordar á Lord Gray,<br />

Vestía con elegaucia y cierta negligencia no<br />

estudiada, traje azul <strong>de</strong> paño muy fino, media<br />

oeuito por ooa prenda que llamaban sortú. y<br />

llevaba sombrero redondo, <strong>de</strong> los primeros que<br />

empezaban á usarse. Brillaban sobre su persona<br />

algunas joyas <strong>de</strong> valor, pues los hombreaentouces<br />

se ensortijaban más que ahora, y lucía<br />

a<strong>de</strong>más los sellos <strong>de</strong> dos relojes. Su figura<br />

eu general era simpática. Yo le miré y observé<br />

ávidamente, buscándole imperfecciones por<br />

todos lados; pero jay! no le encontró ninguna.<br />

Mas lae disgustó el oirle hablar con rara corrección<br />

el castellano, cuando yo esperaba que<br />

se expresase eu términos ridículos y con yerros<br />

<strong>de</strong> los que <strong>de</strong>sfiguran y afean e! leuguaje;.<br />

pero consolóme la esijeranza <strong>de</strong> que soltase algunas<br />

tonterías. Sin embargo, uo dijo ninguna.<br />

Entabló coiiversacióü con Amaranta, procurando<br />

esquivar el tema que con impertinencia<br />

había tocado Doña Flora al entrar.<br />

—Querida amiga^dijo la vieja, — Lord<br />

Gray nos va á contar algo <strong>de</strong> sus amores en<br />

Cádiz, que es mejor tratado que el <strong>de</strong> los viajes<br />

por Asia y África.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 37<br />

. Amaranta me presentó á él gravemente, diciéndole<br />

que yo era un gran militar, una especia<br />

<strong>de</strong> Julio César por la estrategia ynu segundo<br />

Cid por el valor; que había hecho mi<br />

carrera <strong>de</strong> nu modo gloriosísimo, y que había<br />

estado en el sitio <strong>de</strong> Zaragoza, asombrandocon<br />

mis hechos heroicos á españoles y franceses.<br />

El extranjero pareció oir con suma complacencia<br />

mi elogio, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacerme varias<br />

preguntas sobre ¡a guerra me dijo qne tendría<br />

grandísimo contento en ser mi anjígo. Sus<br />

refinadas cortesanías m& tenían frita la sangre,<br />

por la violencia y fingimiento con que me veía<br />

precisado á respon<strong>de</strong>r á ellas. La maligna<br />

Amarauta reíase á hurtadillas <strong>de</strong> mi embarazo,<br />

y más atizaba con sus artificiosas palabras<br />

la inclinación y repentino afecto <strong>de</strong>l inglés hacia<br />

mi persona.<br />

—Hoy—dijo Lord Gray,—hay en Cádiz<br />

gran cuestión entre espaüoies é ingleses.<br />

—No sabía nada—exclamó Amaranta.—<br />

¿En esto ha venido á parar la alianza?<br />

—No será nada, seüora. Nosotros somos<br />

algo rudos, y loe españoles un poco vanagloriosos<br />

y excesivamente confiados en sus propias<br />

fuerzas, casi siempre con razón.<br />

—Los franceses están sobre Cádiz-—dijo<br />

Doña Flora,—y ahora salimos con que no hay<br />

aquí bastante geute para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la plaza.<br />

—Así parece. Pero Wellesley—añadió el inglés,—ha<br />

pedido permiso á la Junta para que<br />

<strong>de</strong>sembarque la marinería <strong>de</strong> nuestros buques<br />

y <strong>de</strong>fienda algunos castillos.<br />

—Que <strong>de</strong>sembarquen; si vienen, que ven-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


98 B. PÉREZ OALDOS,<br />

gan—<strong>de</strong>claró Amarauta.—¿No erees lo mismo,<br />

Gabriel?<br />

—Esa es la ciiestióu que no pue<strong>de</strong> resolverse—dijo<br />

Lord Gnty,—porque las autorida<strong>de</strong>s<br />

espfiñülíis 56 opoueu á que nuestra gente les<br />

ayu<strong>de</strong>. Toda persona que conozca la guerra<br />

ha <strong>de</strong> convenir connjigo en que los ingleses<br />

<strong>de</strong>ben <strong>de</strong>sembitrear. Seguro estoy <strong>de</strong> que este<br />

señor militar que rae oye es <strong>de</strong> la misma opinión.<br />

—Oh, DO, señor; precisamente soy <strong>de</strong> la opinií^u<br />

contraria—repuse con la mayor viveza,<br />

anhelando que la disconformidad <strong>de</strong> pareceres<br />

alejase <strong>de</strong> mí la intolerable y odiosísima<br />

amistad que quería nmiiií'estarme el iuglés.—<br />

Creo que las autorida<strong>de</strong>s españolas hacen bien<br />

en no consentir que <strong>de</strong>sembarquen los ingleses.<br />

]íii Cádiz hay guarnición suficiente para<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la plaza.<br />

—¿Lo cree usted?—irte preguntó.<br />

— Lo creo—respondí procui'ando quitar á<br />

mis palabras ia dureza y sequedad que quería<br />

iufundii'les el corazón,'—Nosotros agra<strong>de</strong>cemos<br />

el auxilio que DOS están dando nuestros<br />

aliados, más por odio al eomúu enemigo que<br />

por amor á nosotros: esa es la verdad. Juntos<br />

pelean ambos ejércitos; pero si en las acciones<br />

campales es necesaria esta alianza, porque carecemos<br />

<strong>de</strong> tropas regulares que oponer á las<br />

<strong>de</strong> Napoleón, en la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> plazas fuertes<br />

harto se ha probado que no necesitamos ayuda.<br />

A<strong>de</strong>más, las plazas fuertes que, como ésta,<br />

son al mismo tiempo magníficas pinzas comerciales,<br />

uo <strong>de</strong>ben entregarse nunca á un<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

y.-:-;


CÁDIZ 29<br />

aliado por leal que sea; y como los paisanos<br />

<strong>de</strong> usted aou tau comerciantes, quizá gustarían<br />

<strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> esta ciudad, que no es más<br />

que un buque anclado á vista <strong>de</strong> tierra. Gibraltar<br />

casi DOS está oyendo y lo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir.<br />

Al <strong>de</strong>cir esto, observaba atentamente al inglés,<br />

suponiéndole próximo á dar rienda suelta<br />

al furor, provocado por roi irreverente censura;<br />

pero con gran sorpresa cnía, lejos <strong>de</strong> ver<br />

encendida en sus ojos ¡it ira, noté en su sonrisa,<br />

no sólo benevolencia, sino conformidad con<br />

mis opiniones.<br />

—Caballero—dijo tomándome la mano,—<br />

¿me permitirá usted que le importune repitiéndole<br />

que <strong>de</strong>seo mncbo su amistad?<br />

Yo estaba absorto, señores.<br />

—Pero, Milord—preguntó DofiaFlora,—¿en<br />

qué consiste que aborrece usted tanto á sug<br />

paisanos?<br />

—Sifiora—dijo Lord Gray,—<strong>de</strong>sgraciadamente<br />

he nacido con un carácter que si en algunos<br />

puntos eoncuerdií con el <strong>de</strong> la generalidad<br />

<strong>de</strong> mis compatriotas, en otros es tan diferente<br />

como lo es un turco <strong>de</strong> un noruego. Aborrezco<br />

el comercio; aborrezco á Londres, mostrador<br />

nauseabundo <strong>de</strong> las drogas <strong>de</strong> todo el mundo;<br />

y cuando oigo <strong>de</strong>cir que todas las altas instituciones<br />

<strong>de</strong> la vieja Inglaterra, el régimen colonial<br />

y nuestra gran marina tienen por objeto<br />

el sostenimiento <strong>de</strong>l tráfico, y la proteeeióü<br />

<strong>de</strong> la sórdida avaricia <strong>de</strong> los negociantes que<br />

bañan sus cabezns redondas como quesos con<br />

ei agua negra <strong>de</strong>l Támesis, siento un crispamiento<br />

<strong>de</strong> nervios insoportable y me aver-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


30 B. PÉREZ GALDÓS<br />

güeuzo <strong>de</strong> aer inglés. El carácter inglés es<br />

egoísta, seco, duro como el bronce, formado<br />

en el ejercicio <strong>de</strong>l cálculo, y refractario á lá<br />

poesía. La imüginacióü es en aquellas cabezas<br />

«na cavidad lóbrega y fría don<strong>de</strong> jamás entra<br />

uo rayo <strong>de</strong> luz, m resuena un eco melodioso.<br />

No compren<strong>de</strong>n nada que uo sea una cuenta,<br />

y al qne les hable <strong>de</strong> otra cosa que <strong>de</strong>j precio<br />

<strong>de</strong>l cáñamo, le llaman mala cabeza, holgazán<br />

y enemigo <strong>de</strong> la prosperidad <strong>de</strong> su país. Se<br />

precian mucho <strong>de</strong> su libertad; pero uo les importa<br />

que haya mÜionea <strong>de</strong> esclavos en las colonias.<br />

Quieren que el pabellón inglés on<strong>de</strong>e<br />

eu todos los mares, cuidándose mucho <strong>de</strong> que<br />

sea respetado; pero siempre que hablan <strong>de</strong> la<br />

dignidad nacional, <strong>de</strong>be enten<strong>de</strong>rse que la<br />

quincalla inglesa es Ja mejor <strong>de</strong>l mundo.<br />

•Cuando sale una expedición diciendo qne va<br />

á vengar un agravio inferido al orgulloso leopardo,<br />

es que se quiere castigar á un pueblo<br />

asiático ó africano, que no compra bastante<br />

trapo <strong>de</strong> algodón.<br />

— jJesús, María y José!—exclamó horrorizada<br />

DoQa Flora.—No puedo oír á un hombre<br />

<strong>de</strong> tanto talento como Milord hablando así <strong>de</strong><br />

-SUS cocapatriotas.<br />

—Siempre he dicho lo mismo, señora —<br />

prosiguió Lord Gray,—y no ceso <strong>de</strong> repetirlo á<br />

mis paisanos. Y no digo nada cuando quieren<br />

echársela <strong>de</strong> guerreros y dan al viento el estandarte<br />

con el gato montes que ellos llaman<br />

leopardo. Aquí, en España, me ha llenado <strong>de</strong><br />

asombro el ver que mis paisanos han ganado<br />

batallas. Cuando los comerciantes y merca-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

t


CÁDIZ 31<br />

chifles <strong>de</strong> Londres sepan por las Gacetas que<br />

los ingleses han dado batallas y las han gaua-<br />


m.<br />

32 B. PÉREZ GALL)l)S<br />

á un inglés áspero, seco, y con un alma sorda<br />

á todo rumor que no sea el son <strong>de</strong>l oro contra<br />

la plata, y <strong>de</strong> Ja pJiita contra el cobre. ¿Qué<br />

rae importa que ese liombre bable mi lengua,<br />

si por más que charlemos él y yo no po<strong>de</strong>mos<br />

compren<strong>de</strong>rnos? ¿Qué me importa que Jiayamos<br />

ufloido en un mismo suelo, quizás en una<br />

misma calle, si entre Jos dos hay distancias<br />

más enormes que las que separan uii polo <strong>de</strong><br />

otro?<br />

—La patria, señor inglés, es la madre común,<br />

que lo mismo cría y agasaja al hijo <strong>de</strong>forme<br />

y feo que aJ hernioso y robusto. OlvidnrJa<br />

es <strong>de</strong> ingrato?; pero menospreciarla eti<br />

público indica sentimiojitoa quizás peores que<br />

la ingratitud.<br />

—Esos sentimientos peores que la ingratitud<br />

los tengo yo, según usted,—dijo el inglés.<br />

—Antes que pregonar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> extranjeros<br />

los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> mis compatnotas, me arrancaría<br />

la Jengoa,-—afirmé con energía, esperando<br />

por momentos la explosión <strong>de</strong> ia cólera <strong>de</strong><br />

Lord Gray.<br />

Pero éste, tan sereno cual si se oyese iioinbrar<br />

en los términos más lisonjeros, me dirigió<br />

con gravedad las siguientes palabras:<br />

—Caballero, el carácter <strong>de</strong> usted y la viveza<br />

y espontaneidad <strong>de</strong> sus contradicciones y<br />

réplicas, rae seducen <strong>de</strong> tal manera, que rae<br />

siento inclinado hacia usted... no ya por la<br />

simpatía, sino por un afecto profundo.<br />

Amaranta y Doña Flora no estaban menos<br />

asombradas que yo.<br />

—No acostumbro tolerar que nadie se burle<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 33<br />

<strong>de</strong> mí, Milord,—dije creyendo efectivamente<br />

que era objeto <strong>de</strong> burhia.<br />

•—-Caballero—repnso fríamente el inglés,—<br />

DO tardaré en probarle que una extraordinaria<br />

conformidad entre su carácter }• el mío ba engendrado<br />

en mí vivísimo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> entablar con<br />

usted sincera amistad. Óigame un momento.<br />

Uno <strong>de</strong> los priucipales marlirios <strong>de</strong> lui vida,<br />

el mayor quizás, es la vana aquiescencia con<br />

que se doblegan ante mí todas bis personas que<br />

trato. No sé si consistirá en mi posición ó en<br />

mis gran<strong>de</strong>s riquezas; pero es lo cierto que en<br />

doo<strong>de</strong> quiera que me presento, no bailo sino<br />

personas que me enfadan con sus <strong>de</strong>gradantes<br />

cumplidos. Apenas me permito expresar una '<br />

oi)iiiióii cualquiera, todos los que me oyen<br />

aseguran ser <strong>de</strong> igual modo <strong>de</strong> pensar. Precisamente<br />

mi carácter ama la controversia y las<br />

disputas. Cuando vina á España, hícelo cou la<br />

ilusión <strong>de</strong> encontrar aquí gran número <strong>de</strong> gente<br />

pen<strong>de</strong>nciera, ruda y pjimitiva; hombres <strong>de</strong><br />

corazón borrascoso y ardiente, no embadurnados<br />

con el vano cbarol <strong>de</strong> la cortesanía. Mi<br />

sorpresa fué gran<strong>de</strong> al encontrarme atendido<br />

y agasajado, cual lo pudiera estar en Londres,<br />

sin bailar obstáculos á la satisfacción <strong>de</strong> mi<br />

volunlad, en medio <strong>de</strong> una vida monótona,<br />

regular, acompasada, no expuesto é- sensaciones<br />

terribles ni á choques violentos con<br />

hombres ni con cosas, mimado, obsequiado,<br />

adulado... ¡Oh, amigo mío! Nada aborrezco<br />

tanto como la adulación. El que me adula es<br />

mi irreconciliable enemigo. Yo gozo extraordinariamente<br />

al ver frente & mí los caracteres<br />

SliXTA F.DIGlÓTf 3<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


34 B. PlíREZ GALDOS<br />

altivos, que no se doblegau sonvieodo cobar<strong>de</strong>meote<br />

aute uua paliibra mía; gusto <strong>de</strong> ver<br />

bullir ia sangre impetuosa <strong>de</strong>l que no quiere<br />

ser domado ni anu por el pensamieuto <strong>de</strong> otro<br />

hombre; me cautivau los que hacen alar<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

uDa in<strong>de</strong>peiuleiicia intransigente y euéigica,<br />

por lo ciiiil asiíito con júljilo á la guerra <strong>de</strong><br />

Espaiía. Pienso ahora iiileniarme eu el país y<br />

unirme á ios guerrilleros, lisos generales que<br />

no saben leer ni escribir y que eran ayer arrieros,<br />

taberneros y mozos <strong>de</strong> labranza, exaltan<br />

rai admiración hasta lo snmo. He estado en<br />

aca<strong>de</strong>mias militares, y aborrezco á los perJantes<br />

que lian prostituido y afeminado el arte<br />

salvaje <strong>de</strong> la guerra, reduciéndolo á reglas necias,<br />

y <strong>de</strong>corándose á sí mismos con plumas<br />

y colorines para disimular su nulidad, ¿Hn<br />

militado usted á las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> algún guerrillero?<br />

¿Conoce usted al Empeoinado, é. Mina,<br />

á Tabueoca, á Porlier? ¿(Jomo son? ¿Cómo<br />

visten? Se me figura ver eu ellos á los héroes<br />

<strong>de</strong> Atenas y <strong>de</strong>l Lacio. Amigo mió, si no recuerdo<br />

mal, la señora Con<strong>de</strong>sa dijo hace un<br />

momento que usted <strong>de</strong>bía sus rápidos a<strong>de</strong>lau'<br />

tamientos enla carrera <strong>de</strong> las armas á su propio<br />

mérito, pues sin el favor <strong>de</strong> nadie ha adquirido<br />

un honroso puesto en la milicia, ]01i,<br />

caballerol Usted me interesa vivamente; usted<br />

será mi amigo, quiéralo ó no. Adoro á Jos<br />

hombres que no lian recibido nada <strong>de</strong> la suerte<br />

ni <strong>de</strong> la cuna, y que luchan contra este<br />

oleaje. Seremos mny amigos. ¿Está usted <strong>de</strong><br />

guarnición en la Isla? Pues venga á vivir á mi<br />

casa siempre que pase á Cádiz. ¿En dón<strong>de</strong> re-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADÍZ 35<br />

•si<strong>de</strong> usted pava ir á visitarle todos los días...?<br />

Sin atreverme á recliasar tan vehementes<br />

pruebas <strong>de</strong> beiievolenciíi, me excusé como"<br />

.pu<strong>de</strong>,<br />

—Hoy, caballero—añadió,—es preciso que<br />

venga usted á comer conmigo. No admito excusas.<br />

Sefiora Cou<strong>de</strong>sa, usted me presentó á<br />

este caballero. Si me <strong>de</strong>saira, cuente usted<br />

«orno que ha recibido (a ofensa.<br />

—Creo—dijo la Gou<strong>de</strong>sa,—que ambos se<br />

congratularán bieu pronto <strong>de</strong> haber entablado<br />

.anaistad.<br />

—Milord, estoy á la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> usted,—dije<br />

levantándome cuando él se disponía á partir.<br />

Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirnos <strong>de</strong> las dos damas,<br />

'Salí con el inglés. Üieí que me llevaba el<br />

Demonio.<br />

IV<br />

Lord Gray vivía cei'ca <strong>de</strong> las Barquillas <strong>de</strong><br />

Lope. Su casa, <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para un hombre<br />

solo, estaba en gran parte vacía, Servíaule<br />

varios criados, espaOolea todos, á excepción<br />

•<strong>de</strong>l ayuda <strong>de</strong> cámara, que era inglés.<br />

Dábase trato <strong>de</strong> príncipe en la comida, y<br />

-durante toda ella no tenían momento <strong>de</strong> sosiego<br />

los vasos, llenos con ia mejor sangre <strong>de</strong><br />

las cepas <strong>de</strong> Montilla, Jerez y Sanlúcar.<br />

Durante la comida no hablamos más que <strong>de</strong><br />

Ja guerra, y <strong>de</strong>spués, cuando los generosos vi-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


36 B. PlSltlSZ GALUÓS<br />

nos <strong>de</strong> Audalucía hicieroD su efecto en la insigne<br />

cabeza <strong>de</strong>l Mister, se empeñó en darme<br />

'lecciones <strong>de</strong> eagiima. lllra gríiu tirador, según<br />

observé á los ¡iriineros golpes; y como yo DO<br />

poseía en tan alto grado loa secretos <strong>de</strong>l arte, y<br />

él no tenía entonces en su cerebro todo aquel<br />

buen asiento y equilibrio que indican nna organización<br />

educada en la sobriedad, jugaba<br />

con gran pesa<strong>de</strong>z <strong>de</strong> brazo, haeiéudome inás<br />

daño <strong>de</strong>l que correspondía á un simple entretenimiento,<br />

—Sitpiieo á Milord que no se entusiasme <strong>de</strong>masiado—dije<br />

conteniendo sus bríos.—Me ba<br />

<strong>de</strong>sarmado ya repetidas veces para gozarse<br />

como un niño en darme estocadas á fondo<br />

que no puedo parar. |Ese botón está lual y<br />

puedo ser atravesado fácilmente!<br />

—Así es como se apren<strong>de</strong>—repuso.—O no<br />

he <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r nada, ó será usted un consumado<br />

tirador.<br />

Después que nos batimos á satisfacción, y<br />

cuando se <strong>de</strong>spejaron un tanto las <strong>de</strong>nsas nubes<br />

que obscurecíau y turbaban su entendíajiento,<br />

me marché á la Isla, adon<strong>de</strong> me acompañó',<br />

<strong>de</strong>seoso, segúu dijo, <strong>de</strong> visitar nueett'o<br />

campamento. En loa días sucesivos cagi ninguno<br />

<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> visitarme. Su afabilidad me contrariaba,<br />

y cuanto más le aborrecía, más <strong>de</strong>sarmaba<br />

él mi cólera á fuerza <strong>de</strong> atenciones.<br />

Mis respuestas bruscas, mi mal humor y la<br />

terquedad con que le rebatía, lejos <strong>de</strong> enemistarle<br />

conmigo, apretaban más los lazos <strong>de</strong><br />

aquella simpatía que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día me<br />

manifestó; y al fin no puedo negar queme<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 37<br />

sentía inclinado liacja Iiombre tau raro, verificándose<br />

el fenómeno <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar eii él como<br />

dos personas disiiutaa y uu solo Lord Gray<br />

verda<strong>de</strong>ro; dos personas, sí: una aborrecida y<br />

otra amada; pero <strong>de</strong> tal manera confundidas,<br />

que me era imposible <strong>de</strong>slindar dón<strong>de</strong> empezaba<br />

el amigo y dón<strong>de</strong> acababa eí rival.<br />

Érale sumamente agradable estar eu mi<br />

compañía y eu la <strong>de</strong> ios <strong>de</strong>más oficiales mis<br />

camaradaa. Dnraute las operaciones nos seguía<br />

armado <strong>de</strong> ñisil, sabia y pistolas, y en<br />

los ratos <strong>de</strong> vagar iba con nosotros á los ventorrillos<br />

<strong>de</strong> Cortadura ó Matagorda, don<strong>de</strong><br />

nos obsequiaba <strong>de</strong> uu modo espléndido con<br />

todo lo que podían dar <strong>de</strong> sí aquellos establecimientos.<br />

Más <strong>de</strong> una vez se hizo acompañar,<br />

al venir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cádiz, por dos ó tres calesas cargadas<br />

con las más ticas pi'ovisiooes que por<br />

entonces traían los buques ingleses y los costeros<br />

<strong>de</strong>l Condado y Algeciras; y eu cierta<br />

ocasión en que no podíamos salir <strong>de</strong> las triüclieraa<br />

<strong>de</strong>l puente Suazo, transportó allá con<br />

rapi<strong>de</strong>z, parecida á l'i <strong>de</strong> los tiempos que <strong>de</strong>spués<br />

han venido, al Sr. Poenco con toda su<br />

tienda y bártulos, con todo séquito mujeril y<br />

gilitariil, para improvisar una fiesta.<br />

A los quince días <strong>de</strong> estos rumbos y generosida<strong>de</strong>s,<br />

no había en la Isla quien no conociese<br />

á Lord Gti'ay; y como eniouces estábamos<br />

en buenas relaciones con la Gran Bretaña y se<br />

cantaba aquello <strong>de</strong><br />

I.a trompeta <strong>de</strong> ln Gloria<br />

Dice ai mundo Vetiiitón...<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


38 B. PERBZ GALDOS<br />

(lo mismo que está esci'ito), nuestro Mister<br />

era popnlarísimo en toda la extensión queinunda<br />

con sua canales el eaflo <strong>de</strong> Sancti-<br />

Petri.<br />

Su mayor confianza era conmigo; pero <strong>de</strong>boindicar<br />

aquí nna circunstancia que ó. todos<br />

llamará !a atención, y es que aunque repetidas<br />

veces procuré son<strong>de</strong>ar su ánimo en eí<br />

asunto que más me interesaba, jamás [)ud6conseguirlo.<br />

Hablábamos <strong>de</strong> amores; nombraba<br />

yo la casa y la familia <strong>de</strong> Inés, y él, volviéndose<br />

taciturno, nmdaba la conversación-<br />

No obstante, yo sabia que visitaba tocias laa-<br />

Doehes á Dofia María; pero su reserva en este<br />

punto era sepulcral. Sólo una vez <strong>de</strong>jó traslucir<br />

algo, y voy á <strong>de</strong>cir cómo.<br />

Durante muchos días estuve sin po<strong>de</strong>r ir<br />

á Cádiz, á causa <strong>de</strong> los quebaceres <strong>de</strong>l servicio,<br />

y esta esclavitud me daba tanto fastidio<br />

como pesadumbre. Recibía algunas esquelas<br />

<strong>de</strong> laCon<strong>de</strong>íra auplicáiidomeque pasase á verla,<br />

y yo me <strong>de</strong>sespeiaba no pudieudo acudir-<br />

Al iiu logré una licencia á principios <strong>de</strong> Marzo,<br />

y corrí á Cádiz. Lord Gray y yo atravesamos<br />

la Cortadura precisamente el día <strong>de</strong>l furioso<br />

temporal que por inucbos años <strong>de</strong>jó me'iBoria<br />

en los gaditanos <strong>de</strong> aquel tiempo. Las<br />

olas <strong>de</strong> fuera, agitadas por el Levante, saltaban<br />

por encima <strong>de</strong>l estreobo istmo para abrazarse<br />

con las olas <strong>de</strong> la baln'a. Los bancos <strong>de</strong><br />

arena eran arrastrados y <strong>de</strong>shecbos, <strong>de</strong>siigiirando<br />

la angosta playa; el horroroso viento a©-<br />

¡levaba todo en sus alas veloces, y su ruidonos<br />

permitía formal- i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> las mil trompeta»<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 39<br />

<strong>de</strong>l juicio tocadas por loa ángeles <strong>de</strong> la justicia.<br />

Veinte buques mercantes y algunos na-<br />

TÍos <strong>de</strong> guerra españoles é ingleses estrelláronse<br />

aquel día contra la costa <strong>de</strong> Poniente; y en<br />

el placer <strong>de</strong> Rota, la. Puntilla y las rocaa don<strong>de</strong><br />

se cimenta el castillo <strong>de</strong> Sn-nta Catalina<br />

aparecieron luego muclios cadáveres, y los<br />

<strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> los cascos rotos, así como <strong>de</strong> las<br />

jarcias y árboles <strong>de</strong>sbechos.<br />

Lord Gray, contemplando por el camino tan<br />

gran <strong>de</strong>solación, el furor <strong>de</strong>l viento, los borrores<br />

<strong>de</strong>l revuelto cielo, ora negro, ora iluminado<br />

por la siniestra amarillez <strong>de</strong> los relámpagos,<br />

la agitación <strong>de</strong> las ol


40 U. PÉRIiZ GALDÓS<br />

cán<strong>de</strong>se y redon<strong>de</strong>ándose como los gnijos que<br />

arrastra uu rio; estas lenguazas <strong>de</strong> fuego que<br />

lamen el cielo y llegan á tocar el mar con sus<br />

afiladas punías; este cielo que se revuelca <strong>de</strong>aesperado;<br />

este mar que anhela ser cielo, abandonando<br />

su lecho eterno para volar; este hálito<br />

que nos arrastra, esta conñisióii armoniosa,<br />

esta música, amigo, y ritmo sublime que<br />

lo Helia todo, encontrando eco en nuestra alma,<br />

me extasían, me cautivan, y con fuerza<br />

irresistible me arrasti'an á confundirme con lo<br />

que veo... Esta alteración ae repite en mi alma;<br />

esta rabia ó <strong>de</strong>sesperado anhelo <strong>de</strong> salir<br />

<strong>de</strong> su centro, propiedad es también <strong>de</strong> mi alma;<br />

epte rumor don<strong>de</strong> caben todoslos rumores<br />

<strong>de</strong> cielo y tierra, há tiempo que también ensor<strong>de</strong>ce<br />

mi almii; este <strong>de</strong>lino en mi <strong>de</strong>lirio, y<br />

este afán con que vuelan inibes y olas hacia<br />

un putito á que uo llegan nunca, es mi propio<br />

afán.<br />

Yo pensé que estaba loco; y cuando le vi<br />

hajar <strong>de</strong>l cale.=in, acercarse á, la playa é internarse<br />

por ella, hasta que el íigua le cubrió las<br />

hotas, corrí tras él Ik-iiO <strong>de</strong> zozobra temiendo<br />

que en su enajenación se arrojase, como liahia,<br />

dicho, en medio <strong>de</strong> las olas.<br />

—Milord—íe dije,—volvámonos al coche,<br />

pues no hay para qué convertirse ahora en<br />

ola ni en nube, como usted <strong>de</strong>sea, y sigamos<br />

hacia Cádiz, que pura agua bastante tenemos<br />

con la que llueve, y para viento, harto nos<br />

azota por el camino.<br />

Pero él no me hacía caso, y empezó á gritar<br />

en sn lengua. El calesero, que era muy<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADIZ 41<br />

pillo, hizo gestos siguificativos pava iudicar<br />

que Lord Gray había abusado <strong>de</strong>l Moutilla;<br />

pei'o á mí me constaba que uo lo había probado<br />

aquel dís.<br />

^Quiero nadar,—dijo lacóuicameüte el inglés,<br />

haciendo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarse.<br />

Y al punto forcejeamos con él ei calesero y<br />

yo, pues aunque sabíamos que eragi'au nadador,<br />

en aquel sitio y hora uo habría resistido<br />

diG'/ minutos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l agua. Al fin le<br />

convencimos <strong>de</strong> su locura, haeiéudole volver<br />

á la calesa.<br />

— Contenta se pondría, Milord, la señora<br />

<strong>de</strong> sus pensamientos si le viera a usted con<br />

inclinaciones á matarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que suena uu<br />

trueno.<br />

Lord Gray rompió á reir jovialmente, y<br />

cambiando <strong>de</strong> aspecto y tono, dijo:<br />

— Calesero, apresura el paso que <strong>de</strong>seo llegar<br />

pronto á Cádiz.<br />

—El lamparín no quiere andar.<br />

—¿Qué lamparín?<br />

—líl caballo. Le han salido callos en lajerraiua.<br />

¡A>j sé! Este caballo es muy respetoso.<br />

—¿Por qué?<br />

—Muy respetoso con los amigos. Cuando<br />

se ve con Pelaitas, se haceu cortesías y se<br />

preguntan cómo ha ido <strong>de</strong> vinje.<br />

—¿Quién es Peltiítas?<br />

—Ei violín <strong>de</strong>l Sr. Poenco. iAy sé! Si usted<br />

le dice á mi caballo: «vas á <strong>de</strong>scansar en casa<br />

<strong>de</strong> Poenco, mientras tu amo come una aceituna<br />

y bebe uu par <strong>de</strong> copas,» correrá tanto<br />

que tendremos que darle palos para que pare.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


42 li. PlíaiiZ GALDOS<br />

no sea que con la fuerza <strong>de</strong>l golpe abi'a un<br />

boquete en la muralla <strong>de</strong> Puerta Tierra.<br />

Gniy prometió al calesero refrescarle en<br />

casa <strong>de</strong> Poeneo; y al oir esto, ¡parecía mentira!<br />

el lamparín avivó el paso.<br />

—Pronto llefíaremos—dijo el inglés.—No sé<br />

por qué el hombre no ha íuventado algo para<br />

correr tanto como el viento.<br />

—Eti Cádiz le aguarda á usted una machacha<br />

bonita. No una, muchas tal vez.<br />

—Una sola. Las <strong>de</strong>más uo valen nada. Señor<br />

<strong>de</strong> Araceli... Su alma es gran<strong>de</strong> como elmar.<br />

Nadie lo sabe más que yo, porque eü<br />

apariencia es una florecita humil<strong>de</strong> que vive-<br />

CSRÍ á escondidas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>! jardín. Yo la <strong>de</strong>scubrí,<br />

y encontré en ella lo que hombre alguno<br />

supo encontrar. Para mí solo, pues, relampaguean<br />

los rayos <strong>de</strong> sus ojos y braman las<br />

tempesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su pecho... Está ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong><br />

misterios encantadores, y las imposibilida<strong>de</strong>s<br />

que la cercan y guardan como cárceles inaccesibles,<br />

más estimulan mi amor... Separados<br />

nos obscurecemos; pero juntos llenamos todo<br />

lo creado con las <strong>de</strong>slumbradoras clarida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> nuestro pensamiento.<br />

Si mi conciencia no dominara casi siempre<br />

en mí los arrebatos <strong>de</strong> la pasión, habría cogido<br />

á Lord G-ray y le habría arrojado al mar...<br />

Hícele luego mil preguntas, dí vueltas y giros<br />

sobi'6 el mismo tema para provocar su locuacidad,<br />

nombréá innumerables personas; pero no<br />

me fué posible sacarle una palabra más. Después<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme entrever nii rayo <strong>de</strong> su feliei -<br />

dad, calló, y su boca cerróse como una tumba.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


C.A.D1Z 43<br />

—¿Es usted feliz?—le dije al fin,<br />

—En este moaiento sí,—reapoudió.<br />

Sentí <strong>de</strong> unevo impulsos <strong>de</strong> arrojarle al<br />

mar.<br />

—Lord Gray—exclamé súbitamente,—¿varaos<br />

á nadar?<br />

—¡Obi ¿Qné es eso? ¿Usted también?<br />

—¡Sí, arrojémonos al agual Me pasa á mí<br />

algo <strong>de</strong> lo que á usted pasaba antes. Se me<br />

antoja nadar.<br />

—Está loco—contestó riendo y abrazándome.—No,<br />

no permito yo qne tan buen amigo<br />

perezca por una temeridad. La vida es hermosa,<br />

y quien pensase lo conírario, es un imbécil.<br />

Yallegamos á Cádiz. Tío Hígados, eche<br />

aceite á la lamparilla, que ya estamos cerca <strong>de</strong><br />

la taberna <strong>de</strong> Poenco.<br />

Al anochecer ¡legamos & Cádiz. Lord Gray<br />

me llevó ásu casa, don<strong>de</strong> nosnuidamos <strong>de</strong> ropa<br />

y cenamos <strong>de</strong>spués. Debíamos ir á la tertulia<br />

<strong>de</strong> Doña Flora, y mientras llegaba la hora, mi<br />

amigo, que quise que no, hubo <strong>de</strong> darme nuevas<br />

lecciones <strong>de</strong> esgrima. Con estos juegos,<br />

iba, sin pensarlo, a<strong>de</strong>strándome en un arte en<br />

el cual poco antes carecía <strong>de</strong> habilidad consumada,<br />

y aquella tar<strong>de</strong> tuve la suerte <strong>de</strong> probar<br />

la sabiduría <strong>de</strong> mi maestro dándole una<br />

estocada á fondo con tan buen empuje y limpieza,<br />

que á no tener botón el estoque, hubiéralo<br />

atravesado <strong>de</strong> parte á parte.<br />

—lOh, amigo Áracelil—exclamó Lord Gray<br />

coD faombro.—Usted a<strong>de</strong>lauta mucho. Ten-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


44 B. PÉüEZ GALDÜS<br />

dremos aquí un espadachíu temible. Luego<br />

tira usted cou mucba rabia...<br />

Eu cfucto, yo tiraba cou rabia, cou verda<strong>de</strong>ro<br />

afán <strong>de</strong> acribillarle.<br />

V<br />

Por la uoehe fuimos á casa <strong>de</strong> Doña Flora;<br />

pero Lord Gray á poco <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong>spidióse, dicietido<br />

que volvería. La sala estaba bien iluminada,<br />

pero aúu uo muy Ueua <strong>de</strong> gente, por ser<br />

tempcauo. EQ im gabinete iumediato aguardabau<br />

las mesas <strong>de</strong> juego el dinero <strong>de</strong> los apasionados<br />

tertuliantes, y más a<strong>de</strong>utro tres ó<br />

cuatro <strong>de</strong>saforadas bau<strong>de</strong>jus lleuas <strong>de</strong> dulces<br />

nos prometían agradable refrigeiio para cuaudo<br />

todo acabase. Había pocas damas, por ser<br />

costumbre eu los saraos <strong>de</strong> Doña Flora que <strong>de</strong>acollaseu<br />

los hombres, uo acompañados por lo<br />

general más que <strong>de</strong> una media docena <strong>de</strong> belda<strong>de</strong>s<br />

venerables <strong>de</strong>l siglo anterior, que cual<br />

castillos gloriosos, pero ya inútiles, no pretendían<br />

ser conquistables ni conquistadas. Amarauta<br />

representaba sola la juventud unida ala<br />

hermosura.<br />

Saludaba yo á. la Con<strong>de</strong>sa, cuando se me<br />

acercó Doña Flora, y pellizcándome bonitamente<br />

con todo disimulo el brazo por punto<br />

cercauo al codo, me dijo;<br />

—Se está usted portando, eaballerito. ¡Casi<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 45<br />

un mes sin parecer por aqní! Ya sé qne se divirtió<br />

usted en el Puente <strong>de</strong> Snnzo con las bneoas<br />

piezas qne llevó allí el Sr. Poeneo hace<br />

ocho días... iBoniLa eondiietal Yo empefiada<br />

en apartarle á usted <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> la perdición,<br />

y usted cada vez más inclinado é. seguir<br />

por él... Ya se sabe qne la juventud ha <strong>de</strong> tener<br />

sus trapicheos; pero los miicliaciios <strong>de</strong>centes<br />

y bieu nacidos <strong>de</strong>sfogan sus pasiones con<br />

compostura, autes buscando oí trato honesto<br />

<strong>de</strong> personas graves y juiciosas que el déla geoteziiela<br />

maja y tabernarifl.<br />

La Con<strong>de</strong>sa afectó estar conforme con la reprimenda,<br />

y la repitió, dándola más fuerza con<br />

ans irónicos donaires. Después, ablandándose<br />

Dofia FJora y llevándome a<strong>de</strong>ntro, me dio á<br />

probar <strong>de</strong> unos dulces finísimos qne no se repartían<br />

siüo entre los amigos <strong>de</strong> confianza.<br />

Cuando volvimos á!a sala, Amaranta me dijo:<br />

—Des<strong>de</strong> que Doña María y la Marquesa <strong>de</strong>cidieron<br />

que no viniera lués, parece que falta<br />

algo en esta tertulia.<br />

—Aquí no hacen falta niñas, y menos la<br />

Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar, que con sus remilgos<br />

impedía toda diversión. Nadie se había <strong>de</strong><br />

acercar á la niña, ni hablar con la niña, ni<br />

bailar con la niño, ni dar un dulce á la niña.<br />

Dejémonos <strong>de</strong> nifias: hombres, hombres quiero<br />

en raí tertulia; literatos que lean versos;<br />

currutacos que sepan <strong>de</strong> corrido las modas <strong>de</strong><br />

París; diaristas que nos cuenten todo lo escrito<br />

en fres meses por las Gacetas <strong>de</strong> Amberes,<br />

Londres, Augsburgo y Rotterdam; generales<br />

que no8 hablen <strong>de</strong> las batallas que se van á<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


46 B. I'ERE2 (JALDOS<br />

ganar; gente alegre que hable mal <strong>de</strong> la Eegencia<br />

y critique la cosa pública, ensayando<br />

discursos para cuando se abrau esas saladisi-mas<br />

Cortes que van á venir.<br />

-—Yo no creo que haya tales Cortea—dijo<br />

Amarautu.^porque las Cortes uo son mas<br />

que una cosa dafigiirón que hace el Rey para<br />

cumphr un antiguo uso. Como ahora estamos<br />

sin Jíey...<br />

—Nada: vengan esas Cortes. Cortes nos han<br />

prometido, y Cortes nos han <strong>de</strong> dar. Pues poco<br />

bonito será este espectáculo. Como que es<br />

uu conjunto <strong>de</strong> predicadores, y uo baja <strong>de</strong><br />

ocho ó diez sermones los que se oyen por dia,<br />

todos aobre la cosa púbiiea. amiga mía, y criticando,<br />

criticando, que es lo que á, mí me<br />

gusta.<br />

—Habrá Cortea—dije yo,—porque en la<br />

Isla están pintando y arreglando el teatro para<br />

salón <strong>de</strong> sesiones.<br />

—¿Pero es un teatro? Yo pensé que en una<br />

iglesia,—dijo Doña Flora.<br />

—EÍ estamento <strong>de</strong> proceres y clérigos se<br />

reunirá en una iglesia—indicó Amarauta,—<br />

y el <strong>de</strong> procuradores en un teatro.<br />

—No, uo hay más que uu estamento, señoras.<br />

Al priucipio se pensó en ti'cs; pero ahora<br />

se ha visto que uno solo es más sencillo.<br />

—Será el <strong>de</strong> ia nobleza.<br />

—No, hija: serán todos ciérigoa. Eato parece<br />

lo más propio.<br />

—No hay más estamento que el <strong>de</strong> procuradores,<br />

en que entrarán todas las clases <strong>de</strong> la<br />

sociedad.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

E-i-J<br />

.iB«i


6<br />

CADtZ 47<br />

—¿Y dices que estáu piutando el teatro?<br />

Estará precioso.<br />

—Sí, señora. Le hau puesto uuas ceuefas<br />

amarillas y eucaruadas que liaceu uua vista<br />

así como ds escenario <strong>de</strong> titiriteros en feria,..<br />

En fin, mouisimo.<br />

—Para esta festividad quiere sin duda el<br />

Sr. D. Pedro los cincuenta iniiformes amarillos<br />

y encarnados que le estamos iiacieiido,<br />

todos galonados <strong>de</strong> plata y coi-tados eo forma<br />

que llaman <strong>de</strong> espatiola antigua.<br />

—Me temo mucho—dijo Amaranta riendo,<br />

qi^ie D. Pedro y otros tan extravagantes y<br />

locos como él, pongan en ridículo á las Cortes<br />

_y procuradores, pues hay personas qne convierten<br />

en mojiganga todo aquello en que po-,<br />

«en la mano.<br />

Ya principia á venir gente. Aquí está<br />

•Qniniana. También vienen Befia y D. Pablo<br />

<strong>de</strong> Xérica.<br />

Quintana saludó á mis dos amigas. Yo le<br />

babia visto y oído hablar en <strong>Madrid</strong> eu las<br />

tertulias <strong>de</strong> las librerías; pero sin tener hasta<br />

•entonces el placer <strong>de</strong> tratar á poeta tan insigne.<br />

Su fama entonces era gran<strong>de</strong>, y entre los<br />

patriotas exaltados gozaba <strong>de</strong> gran popularidad,<br />

conquistada por LUS artículos políticos y<br />

proclamas patrióticas. Era <strong>de</strong> fisonomía dura<br />

y basta, moreno, con vivos ojos y gruesos labios,<br />

signo claro esto, así como an frente lobulosa,<br />

<strong>de</strong> la viril energía <strong>de</strong> su espíritu. Reía<br />

poco, y en sus a<strong>de</strong>manes y tono, lo mismo qne<br />

en sus escritos, dominaba la severidad. Tal<br />

vez esta severidad, más que propia, fuera atri-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


48 D. PÉREZ GALDOS<br />

buida y supuesta por loa que conocíau sus<br />

obras, pues en'aquella época ya habían salido<br />

á luz las priíjcipales od»s, las tragedias y algimas<br />

<strong>de</strong> las Vidas. Píndai'o, Tirteo y Plutarco<br />

á la vez, estaba orgulloso <strong>de</strong> su papel, y<br />

este orgullo se le conocía en el trato.<br />

Quintana era entusiasta <strong>de</strong> la causa española<br />

y liberal ardiente con vishunbres <strong>de</strong> íiléaofo<br />

francés ó giuebrino. Más beneficios recibió<br />

<strong>de</strong> su valieute pluma la causa liberal que<br />

<strong>de</strong> la espada <strong>de</strong> otros; y si la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> ciertas<br />

i<strong>de</strong>as, que él enaltecía cou todas las galas<br />

<strong>de</strong>l estilo y todos los i'ecursos <strong>de</strong> un talento<br />

superior y valiente cual uiuguno; si la <strong>de</strong>fensa<br />

<strong>de</strong> eieitas i<strong>de</strong>as, repito, uo hubiera corrido<br />

<strong>de</strong>spués por cuenta <strong>de</strong> otras mauos y <strong>de</strong> gárrulas<br />

plumas, diferente sería hoy la suerte <strong>de</strong><br />

España.<br />

Más simpático en el trato que Quintana,<br />

por carecer <strong>de</strong> aquella grandÜoeua y solemne<br />

severidad, era D, Fraucisco Martíuez <strong>de</strong> la<br />

Rosa, recién llegado eiitouces <strong>de</strong> Londres, y<br />

que no era célebre todavía más que por su<br />

comedía Lo que pue<strong>de</strong> un empleo, obra muy<br />

elogiíida en aquellos tiempos inocentes. Las<br />

gracias, la fiuui'a, la encantadora cortesía, Ja<br />

amabilidad, el talento social sin afeetacióu,<br />

amaneramiento ni empalago, nadie lo tenía<br />

entonces, ni lo tuvo <strong>de</strong>spués, como Martíoez<br />

<strong>de</strong> la Rosa. Pero hablo aquí'<strong>de</strong> una persona<br />

á quien todos han conocido, y á quien vida<br />

tau larga uo imprimió grau mudanza eu genio<br />

y figura. Lo mismo que ie vieron uate<strong>de</strong>a<br />

hacia 1857, salvo el <strong>de</strong>trimento <strong>de</strong> los aüos.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


GADIZ 49<br />

era Martínez <strong>de</strong> la Rosa cuaudo joven. Si eu<br />

SU9 i<strong>de</strong>as liabfa algima difeieiicia, no asi en<br />

su carácter, que fué eii la Ibniía festívaraeute<br />

afable hasta lá vpjez, •}• en el fondo grave, entero<br />

y forma! <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la juventud.<br />

No sé por qué meiie ocnpado aquí <strong>de</strong> este<br />

eminente hombre, [lues la verdad es que no<br />

concurrió aquella uoclie á la tertulia <strong>de</strong> Doña<br />

Flora, que estoy con luucho gusto <strong>de</strong>súribieudo.<br />

Fueron, sí, como be dicho, Xérica y Beña,<br />

poetas menores <strong>de</strong> que me acuenio poco, sin<br />

duda porque sn fama problemáticü y la mediocridad<br />

<strong>de</strong> su mérito lucieron que no fijase<br />

mucho en ellos la atención. De quien me acuerdo<br />

es <strong>de</strong> Arriaza, y no porque me fuera muy<br />

sijnpático, pues laíndole adamada y aduladora<br />

<strong>de</strong> sus versos serios y la mordacidad <strong>de</strong> sus<br />

sátiras me hacíau poca gracia, sino porque<br />

siempre le vi en todas partes, eu tertulias, cafés,<br />

librerías y reuniones <strong>de</strong> diversas clases.<br />

Este llegó más tar<strong>de</strong> á la tertulia.<br />

Después <strong>de</strong> los que he mencionado, vimos<br />

aparecer á un hombre como <strong>de</strong> unos cincuenta<br />

años, flaco, alto, <strong>de</strong>sgarbado y tieso. Tenía,<br />

como D. Quijote, los bigotes negros, largos<br />

y caídos; los brazos y piernas como palitroques,<br />

el cuerpo enjutíaimo, el color moreno,<br />

el pelo entrecano, aguileña la nariz, los<br />

ojos ya dnlees, ya fieros, según á quien miraba,<br />

y los a<strong>de</strong>manes un tanto embarazados y<br />

torpes. Fero lo más singular ds aquel singularísimo<br />

hombre era su vestido, Á la manera<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong> Carnaval, eonsiateute eu pantalones<br />

á la turquesca, atacados á la rodilla; jubóa<br />

SEXTA RDICIÓIV 4<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


50 B. PÉREZ GALDOS<br />

amarillo, y capa corta euearnada ó herreruelo;<br />

calzas negras; sombrero <strong>de</strong> plumaa, como el<br />

<strong>de</strong> los alguaciles <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> toi'us, y en el<br />

cinto un tremendo chafarote, que iba golpeiméo<br />

en el suelo, y hacia con el ruido <strong>de</strong> liis piaadas<br />

un compás triple, cual si el personaje<br />

anduviese con tres pies.<br />

Parecerá á algunos que es invención mía<br />

esto <strong>de</strong>i figuióu que pongo á los ojos <strong>de</strong> mis<br />

lectores; pero abran la Historia, y hallarán<br />

más al vivo que yo lo hago pintadas las liazafias<br />

<strong>de</strong>uQ personaje, á quien llamo D. Pedro,<br />

para no ridiculizar, como él lo hizo, na<br />

titulo ilustre, que <strong>de</strong>spués han llevado personas<br />

muy cuerdas. SI: vestido estaba como<br />

!« he pintado, y no fué él solo quien dió por<br />

aquel tiempo en la manía <strong>de</strong> vestir y calzar<br />

á la antigua; que otro Marqués, jerezano por<br />

cierto, y el célebre Jiménez Guazo y un escocés<br />

llamado Lord Dowuie, hicieron lo mismo;<br />

pero yo, por no aburrir á mis lectores<br />

presentándoles uno tras otro á estos tipos tan<br />

earaeterísticos como extraños, he hecho con<br />

laa personas lo que hacen los partidos, es<br />

<strong>de</strong>cir, una fusión, y me he permitido recoger<br />

las extravagancias <strong>de</strong> los tres y engalanar con<br />

ta.les atributos á uno solo <strong>de</strong> ellos, al más gracioso<br />

sin disputa, al más célebre <strong>de</strong> todos.<br />

Al punto que entró D. Pedro, oyéronse esk'epitosaa<br />

risas en la sala; pero Doña Flora<br />

salió al punto á la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> BU amigo, diciendo:<br />

—No hay que criticarle, pues hace uuiy<br />

"bien en vestirse á la antigua; y si todos loa<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

&.


í?- CÁDIZ 51<br />

españoles, como él dice, hicieran lo mismo,<br />

con Iii costumbre <strong>de</strong> vestir á la nnligiia, vendiiu<br />

el pensar á la antigua, y con el pensar el<br />

obnii', que ea lo que hace falta.<br />

D.Pedro hizo profundas reverencias y seseat^i<br />

jmito á laa damas, antes satisfecho que corrido<br />

por el recibimiento que le habían hecho.<br />

—No me importan builas <strong>de</strong> gente afrancesada—dijo<br />

miraudo <strong>de</strong> soslayo á los que íe<br />

contemplábamos,—ni <strong>de</strong> filosoñllos irreligiosos,<br />

ni <strong>de</strong> ateos, ni <strong>de</strong> francmasones, ni <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>ni'icradstas, enemigos encubiertos <strong>de</strong> la Religión<br />

y <strong>de</strong>l Rey. Cada uno se viste como gastn;<br />

y si yo prefiero este traje á los franceses<br />

que venimos usando hace tiempo, y ciño esta<br />

espada que fué la que llevó Francisco Pizarro<br />

al Ptírú, es porque quiero ser español por loa<br />

cuatro costados y ataviar mi persona segán la.<br />

usHiiZ'i española eu todo el mundo, antes <strong>de</strong><br />

que vinieran los franchutes con sus corbatas,<br />

cliupetiiies, pelucas, polvos, casacas <strong>de</strong> cola<br />

<strong>de</strong> aba<strong>de</strong>jo y <strong>de</strong>más porquerías que quitan al<br />

hombre su natural fiereza. Ya pue<strong>de</strong>n los que<br />

uie escachan reírse <strong>de</strong>l traje cnanto quieran,<br />

si bien no lo harán <strong>de</strong> la persona, porque saben<br />

que no lo tolero.<br />

—Está muy bien—dijo Amaranta.^—Está,<br />

muy bien ese traje, y sólo las personas <strong>de</strong> mal<br />

gusto pue<strong>de</strong>n criticarlo. Señores, ¿cómo quieren<br />

uste<strong>de</strong>s ser buenos españoles sin vestir á<br />

la antigua?<br />

—Pero, señor Marqués (D. Pedro era Marqués,<br />

aunque me callo su título),—dijo Quintana<br />

con benevolencia,—¿por qué un hombre<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


52 H. PÉREZ GALDÓS<br />

formal y honrado como usted se ba <strong>de</strong> vestir<strong>de</strong><br />

ésta mniiera, para diverlir á los chicos <strong>de</strong><br />

la calle? ¿Ha <strong>de</strong> tener el patriotismo por funda<br />

un jubón, y no ba <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r guarecerse en<br />

«na chupa?<br />

—Las modas francesas han corrompido lascostumbres—repuso<br />

D. Pedi'O atusándose los<br />

bigotes,—y con las modas, es <strong>de</strong>cir, con las pelucas<br />

y los coloretes, han venido la falsedad<br />

<strong>de</strong>l trato, la <strong>de</strong>shonestidad, la irreligión, eh<br />

<strong>de</strong>scaro <strong>de</strong> la juventud, la falta <strong>de</strong> respeto á ios<br />

mayores, el mucho jurar y volar, el <strong>de</strong>scoco éimpudor,<br />

el atievimiento, el robo, la mentira,<br />

y con estos males los no menos graves <strong>de</strong> la<br />

filosofía, el ateísmo, el <strong>de</strong>mocratismo, y eso <strong>de</strong><br />

la soberanía <strong>de</strong> la nación que ;diora han sacado<br />

para colmo <strong>de</strong> la fiesta.<br />

—Pues bien—repuso Quintana:—si todos<br />

esos males han venido con liis pelucas y loa<br />

polvos, ¿usted cree que los va á echar <strong>de</strong> aquí<br />

vistiéndose <strong>de</strong> amarillo? Los males se quedarán<br />

en casa, y el sefior Marqués hará reir á lasgentes.<br />

—Sr. D. Manolo, si todos fueran como usted,<br />

que se empeña en combatir á los franceses<br />

imitándolos en usos y costumbres, lucidosestábaraos.<br />

^S¡ las costumbres se han modificado, ellassabrán<br />

por qué lo han hecho. Se lucha y se<br />

pue<strong>de</strong> luchar contra nn ejército, por gran<strong>de</strong> que<br />

sea; pero contra las costumbres, hijas <strong>de</strong>l tiempo,<br />

no es posible alzar las manos, y me <strong>de</strong>jO'<br />

cortar las dos que tengo ai hay cuatro persoiias<br />

que le imiten á usted.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ<br />

SS<br />

•—¿Cuatro?—dijo con orgullo D. Pedro.—<br />

'Cuatrocieutus están ya afihadas en la Cruzada<br />

<strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz, y aunque todavía no ha}'<br />

uniformes para todos, ya cuento coneincuenta<br />

ó sesenta, gracias al celo <strong>de</strong> respetables damas,<br />

alguna <strong>de</strong> ka cnaltís me oye. Y no nos vestimos<br />

así, seQores míos, para andar charlando<br />

en los cafés y metieudo bnlla por las calles, ni<br />

imprimiendo papeles que aumenten la <strong>de</strong>svergüenza<br />

é irrespetuDsidad <strong>de</strong>l pueblo hacia lo<br />

más sagrado, ni para convocar Cortes ni cortijos,<br />

ni para echar sermones á io dómine Lucas,<br />

sino para salir por esos campos hendiendo<br />

cabezas <strong>de</strong> filósofos y acuchillando enemigos<br />

déla Iglesia y <strong>de</strong>l Rey. Ríanse <strong>de</strong>l-traje eu<br />

buen hora, que en cuanto sean <strong>de</strong>spachados<br />

los mosquitos que Kumban más allá <strong>de</strong>l caño<br />

<strong>de</strong>Sancti-Fetri, volveremos acá y haremoaque<br />

los redactores <strong>de</strong>l Semanario patriótico se vístau<br />

<strong>de</strong> papel impreso, que es la moda francesa<br />

•que más les cuadra.<br />

Dicho esto, D. Pedro celebró mucho con<br />

risas su propio chifte, y luego tomó Beña la<br />

palabra para sostener la conveniencia <strong>de</strong> vestir<br />

á la antigua. ¿Verdad que era graciosa la<br />

:manía? Para que no se du<strong>de</strong> <strong>de</strong> mi veracidad,<br />

quiero trasladar aquí un párrafo <strong>de</strong>l Conciso,<br />

que conservo en la memoria.<br />

«Otro <strong>de</strong> los medios indirectos, <strong>de</strong>cía, pero<br />

smuy po<strong>de</strong>roso, para renovar el entusiasmo,<br />

íSería volver á usar el antiguo traje eupafiol.<br />

»No es <strong>de</strong>cible lo que esto podría influir en [a<br />

• felicidad <strong>de</strong> la nación. ]0h, padres <strong>de</strong> la pa-<br />

-*tria, diputados <strong>de</strong>l augusto Congresol A vos-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


5i U. PÉRUZ GAIDÓS<br />

BOtros dirijo mi huinil<strong>de</strong> voz; vosotroa podéis<br />

»reuovar ios días <strong>de</strong> uuesti'fl. antigua prospesridfid:<br />

vestios eou el traje <strong>de</strong> vuestros paídres,<br />

y la nación entera seguirá vuestro<br />

aejemplo.n<br />

Esto lo escribía poco <strong>de</strong>spués aquel mismo<br />

Sr. Beña, poeta <strong>de</strong> circLinstancias, á quien yo<br />

vi en casa <strong>de</strong> Dotía Flora. \Y recomendaba á<br />

los padrea <strong>de</strong> la patria que imitasen en su atavío<br />

al gran D. Pedro, pasmo <strong>de</strong> loa chicos y<br />

alboroto <strong>de</strong> paseantes! jQué boüitos habrían<br />

estado Arguelles, Mufien Torrero, García Herreros,<br />

Ruiz Padrón, Inguanzo, Mejía, Gallego,<br />

Quintana, Toreiio y <strong>de</strong>más insigues varones,<br />

vestidos <strong>de</strong> arlequines!<br />

Y aquel Befia era liberal y pasaba por cuerdo;<br />

verdad es que los lilierales como loa absolutistas,<br />

han tenido aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong><br />

sn aparición en el mundo ocurrencias graciosísimas.<br />

Quintana preguntó á 0. Pedro si la Cruzada<br />

<strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz pensaba presentarse<br />

á las futuras Cortes en aquel talante el día <strong>de</strong><br />

la apertura.<br />

—Yo no quiero nada cou Cortes—repaso.<br />

—¿Pero usted es <strong>de</strong> los botos que creen habrá<br />

tal novedad? La Eegeiicia está <strong>de</strong>cidida á<br />

echar la tropa á la calle para hacer polvo á loa<br />

vocingleros que ahora no pue<strong>de</strong>n pasarse sin<br />

Cortes. ¡Angelitos! Déseles la novedad <strong>de</strong> este<br />

juguete para que se diviertan.<br />

—La Regencia—repuso el poeta,-—hará lo<br />

que la man<strong>de</strong>n. Callará y aguantará. Aunque<br />

carezco <strong>de</strong> la perspicacia que distingue al<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

ft


CÁDIZ 55<br />

Sr. D, Pedro, rae parece que ¡a uaciún es algo<br />

iDás que el señor Obispo <strong>de</strong> Orense.<br />

^^Verda<strong>de</strong>ramente, Sr. D, Manuel—dijo<br />

Amaranta,—eso <strong>de</strong> ía soberanía <strong>de</strong> la naeióa<br />

qne han inventado ahora.,, anoche estaban<br />

explicándolo en casa <strong>de</strong> la Morlá, y por cierto<br />

que nadie lo entendía; eso <strong>de</strong> la soberanía <strong>de</strong><br />

la nación, ai se llega á establecei', va á traernos<br />

aquí otra revolución como la francesa, con.<br />

su guillotina y sas atrocida<strong>de</strong>s. ¿No lo cree<br />

uated9<br />

—No, señora; no creo ni puedo creer tal<br />

cosa.<br />

—Qne pongan lo que quieran, con tal que<br />

sea nuevo—dijo DoñaFlora.—¿No es verdad,<br />

señor <strong>de</strong> Xérica?<br />

—Justo, y afuera religión, afuera rey, afaera<br />

todo,—vociferó D. Pedro.<br />

—Denme trescientos»años <strong>de</strong> soberanía <strong>de</strong><br />

la nación—dijo Quintana,—y veremos si as<br />

cometen tantos excesos, arbitrarieda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>safueros<br />

como en trescientos años que no la ha<br />

babido. ¿Habrá revolución que contenga lautas<br />

iniquida<strong>de</strong>s é injusticias como el solo período<br />

<strong>de</strong> la privanza <strong>de</strong> D. Manuel Godoy?<br />

—Nada, nada, señores—manifestó D. Pedro<br />

con ironía.—Si ahora vamos á estar muy<br />

bien; si vamos á ver aquí el siglo <strong>de</strong> oro; si no<br />

va á haber injusticias, ni crímenes, ni borracheras,<br />

iii miserias, ni cosa mala alguna, puea<br />

para que nada nos falte, en vez <strong>de</strong> Padres <strong>de</strong><br />

la Iglesia tenemos periodistas; en vez <strong>de</strong> santos,<br />

filósofos; en vez <strong>de</strong> teólogos, ateos.<br />

—Justamente: el Sr. <strong>de</strong> Congosto tiene ra-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


56 li. PUREZ CALDOS<br />

z6u—replicó Quiufana.—La maldad no lia<br />

existido en el inundo basta qtie no la hemos<br />

traído nosotros con iinestros endiablados libros...<br />

Pero tndo se va á remediar con vestiruos<br />

<strong>de</strong> mojiganga,<br />

—Pero, en último resultado—preguntó la<br />

Con<strong>de</strong>sa,^¿liay Cortes Ó no?<br />

—Sí, señora: las habrá.<br />

—Los espüñoles tío sirven para eso.<br />

—Eso no lo hemos probado.<br />

—¡Ay, qué ikisiojies alienta usted, señor<br />

V. Mannel! Verá usted qué escenas tan graciosas<br />

babrá en las sesiones.., y digo graciosas,<br />

por uo <strong>de</strong>cir teriiblefi y escandalosas.<br />

—El terror y el escándalo no nos BOLI <strong>de</strong>sconocidos,<br />

señora, ni los traeráu por primera<br />

vez las Cortes á esta tieri'a <strong>de</strong> la |>az y <strong>de</strong> la<br />

religiosidad. La conspiración <strong>de</strong>l Efcorial, los<br />

tumultos (le Aranjuew, las vergonzosas escenas<br />

<strong>de</strong> Bayona, la abdicación <strong>de</strong> los reyes padres,<br />

las torpezas <strong>de</strong> Godoy, las repugnantes<br />

inmoralida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la áitjma corte, los tratos con<br />

Boiiapaite, los convenios indignos que han<br />

permitido la invasión: todo esto, señora amiga<br />

mía, que es el colmo <strong>de</strong>l horror y <strong>de</strong>l escándalo,<br />

¿lo han traído por ventura las Cortes?<br />

— l^ero el Rey gobierna, y las Cortes, según<br />

el uso antiguo, votan y callan.<br />

—Nosotros hemos caído en la cuenta <strong>de</strong> que<br />

el üey existe para la nación y no (a nación<br />

para el Key.<br />

—Eso es—dijo D. Pedro: - e! Rey para la<br />

nación, y la nación para los filósofos.<br />

—Si las Cortes no salen a<strong>de</strong>lante—añadió<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


-<br />

^<br />

CÁDIZ Oí<br />

•Quintana,—lo <strong>de</strong>berán á la perfidia y mala fe<br />

<strong>de</strong> sus eijemigog y á las neceda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sne amigos;<br />

pues estas maja<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> vestir á la antigua<br />

y coovertir en saínete las más respetables<br />

cosas, es vicio muy eomiín en I os españoles <strong>de</strong><br />

uno y otro partido. Ya hay quien dice que los<br />

diputados <strong>de</strong>ben vestirse como los algnaeiles<br />

en diu ds pregón <strong>de</strong> Bula, y no falta quien<br />

sostiene que todo cuanto se hable, proponga y<br />

discuta en la Asamblea, <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cirse eu verso,<br />

—Pues en verdad sería precioso,—afinnó<br />

Doña Flora.<br />

—En efecto—dijo Atííáranta;—y como se<br />

reúnen en un teatro, ¡a ilusión resultará perfecta.<br />

Prometo asistir á la inauguración.<br />

—Yo DO %ltaré, Sr. <strong>de</strong> Quintana, Utted me<br />

proporcionará un palco ó un par <strong>de</strong> lunetas.<br />

^Y se paga, se paga?<br />

—No, amiga mía—dijo Amaranta burlándose.—La<br />

nación enseña y pone al públifio<br />

gratis sus locuras.<br />

.—Usted—le dijo Quiutóna sonriendo, —<br />

será <strong>de</strong> nuestro partido.<br />

—]Ay, no, amigo mfol—^repuso la dama.-^<br />

Prefiero afiliarme á la Cruzada <strong>de</strong>l Ohkpado. Me<br />

espantan los revoluciónanos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lie leído<br />

lo que pasó en Francia. |Ay, Sr. Quintana!<br />

¡Qué lástima que usted se haya hecho filósofo<br />

y polítieol ¿Por que no hace siempre versos?<br />

—No están los tiempos para versos. Sin embargo,<br />

ya usted ve cómo los hacen mis amigos.<br />

Arriaea, Beña, Xérica, Sánchez Bai'bero<br />

no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong>scansar á las prensas <strong>de</strong> Cádiz.<br />

Beñay Xérica se habían apartado <strong>de</strong>l grupo.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


58 B. PÉREZ CALDOS<br />

—¡Ay, amigo mío! que no oiga yo aq^ue-<br />

11o <strong>de</strong><br />

;0h! Vdintón. nombre amable:<br />

gran<strong>de</strong> alumno <strong>de</strong>l dios Marte,<br />

Es horrible la poesía <strong>de</strong> estos tiempos, porque<br />

los cisnes callan, entristecidos por el luto<br />

<strong>de</strong> la patria, y <strong>de</strong> su sileueio se aprovechan los<br />

grajos para chillar. ¿Y dón<strong>de</strong> me <strong>de</strong>ja usted<br />

aquello <strong>de</strong><br />

Resuene el tambor;<br />

velocesjnarcliemos...?<br />

—Arriaza—indicó Quintana,—ha hecho üítimamente<br />

una sátira preciosa. Esta noche la<br />

leerá aquí. ^<br />

—Nombren al ruin.., — dijo Amaranta,<br />

viendo aparecer en el salón al poeta <strong>de</strong> los<br />

chistes.<br />

—Arriaza, Arriaza—exclamaron diferentes<br />

voces salidas <strong>de</strong> distintos lados <strong>de</strong> la estancia.<br />

—A ver, léanos usted la oda Á Pepillo.<br />

—Atención, señores,<br />

—Es <strong>de</strong> lo más gracioso que se ha perito<br />

en lengua castellana.<br />

—Si el gran Botella la leyera, <strong>de</strong> puro avergonzado<br />

se volvería á Francia.<br />

Arriaza, hombre <strong>de</strong> cierta fatuidad, se gallar<strong>de</strong>aba<br />

con la ovación hecha á los productos<br />

<strong>de</strong> su numen. Como su fuerte eran los versos<br />

(le circunstancias y su popularidad por<br />

eeta clase <strong>de</strong> trabajos extraordinaria, no s&<br />

hizo <strong>de</strong> rogar, y sacando un largo papel, y<br />

poniéndose en medio <strong>de</strong> la sala, leyó con mu-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 5y<br />

ehísima gracia aquellos versos célebres que<br />

uste<strong>de</strong>s conocerán y cuyo principio ee <strong>de</strong> este<br />

modo:<br />

üAl ínclito Sr. Pepe, Rey {eu <strong>de</strong>seo) <strong>de</strong> las<br />

Españas y (en visión) <strong>de</strong>sús ludias.<br />

Siilud, srau Rey <strong>de</strong> U rebel<strong>de</strong> geate;<br />

siiluiJ, salud, Pcpillo, dili^eüte<br />

proteotor <strong>de</strong>l cültivci <strong>de</strong> Lis uvas<br />

y Cíitüdor cxpcrlo <strong>de</strong> lus cubas,s<br />

A cada iustante era el poeta interrumpido<br />

por los aplausos, las felicitacioueB, las alabanzas,<br />

y vierais allí cómo por arte mágico habíanse<br />

coní'uudido todas las opinionea en el<br />

unánime sentimiento <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio y burla hacia<br />

nuestro Rey pegadizo. Por instantes, basta<br />

el grau D. Pedro y D. Manuel José Quintana<br />

parecieron conformes.<br />

Lii composición <strong>de</strong> Pepillo corrió manuscrita<br />

.por todo Cádiz. Después la refuiidió su autor,<br />

y fné publicada en 1812.<br />

Dividióse <strong>de</strong>spués la tertulia. Los políticos<br />

se agruparon á un lado, y el atractivo <strong>de</strong> las<br />

mesas <strong>de</strong> juego llevó á la sala contigua á una<br />

buena porción <strong>de</strong> los concurrentes. Amarauta<br />

y la Con<strong>de</strong>sa permanecieron allí, y D, Pedro,<br />

como hombre galante, no las <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> la<br />

mano.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


60 G. PGRBZ GALDOS<br />

VI<br />

—Gabriel—me dijo Amaraota,—es preciso<br />

que te <strong>de</strong>cidas á trocar tu uniforme á la francesa<br />

por este español que lleva nuestro amigo.<br />

A<strong>de</strong>más, la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la CruBada tiene la ventaja<br />

<strong>de</strong> qne cada cual se encija encima el grado<br />

que más le acomoda, como, por ejemplo,<br />

D. Pedro, que se ha puesto la faja <strong>de</strong> capitán<br />

general.<br />

En efecto, D. Pedro no se había andado con<br />

chiquitas para subirse por sna propios pa^os<br />

al último escalón <strong>de</strong> la milicia.<br />

—Ea el caso—dijo sin mo<strong>de</strong>stia el !iéroe,~-^<br />

qne necesita uno con<strong>de</strong>corarse á sí propio,<br />

puesto que nadie se toma el trabajo <strong>de</strong> liacerlo.<br />

En cnanto ala entrada <strong>de</strong> este caballerito eu<br />

la Or<strong>de</strong>n, venga en buen hora; pero sepa que<br />

los nuestros hacen vida ascética, durmiendo eu<br />

uua tarima y teniendo por almohada una buena<br />

piedra. De este modo se fortalece el hombre<br />

para las fatigas <strong>de</strong> la guerra.<br />

—Me parece muy bien—afirmó Amaranta;<br />

—y si á esto afla<strong>de</strong>n una comida sobria, como,<br />

por ejemplo, dos raciones <strong>de</strong> obleas el día, serán<br />

ios nipjures soldados <strong>de</strong> la tierra. Animo,<br />

pues, Gabriel, y hazte caballero <strong>de</strong>l Obispado<br />

<strong>de</strong> Cádiz.<br />

—De buena gana lo haría, señores, ai me<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


•' - CÁDIZ ' 61<br />

eocoutrava cou fuerzas para cumplii' las leyes<br />

<strong>de</strong> un iustituto fcau riguroso. Fara esa Crumáa<br />

<strong>de</strong>t Obispado se iiecesitau hombres virtuoaíairaos<br />

y llenos <strong>de</strong> fe.<br />

—Ha hablado perfectameute,—repuso cou<br />

solemne aceuto D Pedro.<br />

—Disculpas, hijo^—añadió Amarauta con<br />

malicia.—La verda<strong>de</strong>ra causa <strong>de</strong> la resistencia<br />

<strong>de</strong> este moxuelo á ingresar en la Or<strong>de</strong>n gloriosa,<br />

es no sólo la liolgazaueria, sino también<br />

que las distracciones <strong>de</strong> un amor tan violento<br />

como bien correspondido, le tienen embebecido<br />

y trastornado. No se permiten eiiamorudos<br />

eu la Or<strong>de</strong>n, ¿verdad, Sr. D. Pedro?<br />

—Según y conrorme—respondió el grave<br />

personaje tomándose la barba cou dos <strong>de</strong>dos y<br />

mirando al techo.—Según y conforme. Si ios<br />

catacúmenos están dominados por un amor<br />

respetuoso y circunspecto liacia persona <strong>de</strong> peso<br />

y formalidad, Ifjos <strong>de</strong> ser rechazados, con<br />

más gasto son admitidos.<br />

—Puea el amor <strong>de</strong> éste no tieue nada <strong>de</strong> respetuoso—dijo<br />

Amaranta, mirando cou picaresca<br />

atención á Dofia Flora.—Mi amiga, que<br />

me está oyendo) es testigo <strong>de</strong> la impetuosidad<br />

y <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> este violento joven.<br />

D. Pedro fijó sus ojos eu Doña Flora.<br />

—Por Dios, querida Con<strong>de</strong>sa—dijo ésta.—<br />

Usted cou sus impru<strong>de</strong>ncias es la que ba echado<br />

á per<strong>de</strong>r á este muchacho, enseflándole cosas<br />

que aún uo está eu edad <strong>de</strong> saber. Por mi<br />

parte, la coucisucia uo me acusa palabra ni<br />

aeeióu que haya dado motivo á que un joveu<br />

apasionado se extralimitase. La. juventud, se-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


02 B. PÉREZ GALDOS<br />

ñor 0. Pedro, tiene arrebatos; pero son disculpables,<br />

porque la juventud,.,<br />

—En una palabra, amiga raía—dijo Amaranta<br />

dirigiéudose á Doüa Flora.—Ante nna<br />

persona tan <strong>de</strong> confianza conao el Sr. D. Pedro,<br />

pue<strong>de</strong> usted <strong>de</strong>jiir á un lado el disimulo,<br />

confesando que las ternuras y patéticas <strong>de</strong>claraciones<br />

<strong>de</strong> este joven no le causan <strong>de</strong>sagrado.<br />

—Jesús, amiga mía—exclamó mudando <strong>de</strong><br />

color la dueña <strong>de</strong> la casa,—¿qué está usted<br />

diciendo?<br />

—La verdad. ¿A qué andar con tapujos?<br />

¿No es verdad, Sr. <strong>de</strong> Congosto, que bago<br />

bien en poner las cosas en su verda<strong>de</strong>ro lugar?<br />

Si nuestra amiga siente una amorosa in-,<br />

clinacióo hacia alguien, ¿por qué ocultarlo?<br />

¿Es acaso algún <strong>de</strong>lito? ¿Es acaso un crimen<br />

que dos personas se amen? Yo tengo <strong>de</strong>recho<br />

A permitirme estas liberta<strong>de</strong>s, por la amistad<br />

que les tengo á los dos, y porque bá tiempo<br />

que les vengo aconsejando se <strong>de</strong>cidan á <strong>de</strong>jar<br />

á un lado misterios, secreticoa y trampantojos<br />

que á nada conducen, si, señor, y que por lo<br />

general suelen redundar en <strong>de</strong>sdoro <strong>de</strong> la persona.<br />

En cuanto á mi amiga, harto la he<br />

exhortado, con<strong>de</strong>nando su insistente celibato,<br />

y se me figura.que al fin mis prédicas no serán<br />

inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad<br />

está vacilante y en el punto <strong>de</strong> si caigo ó no<br />

caigo; <strong>de</strong> modo que si una persona tan respetable<br />

como el Sr. D. Pedro uniera aus amonestaciones<br />

á las mías...<br />

D. Pedro estaba ver<strong>de</strong>, amarillo, jaspeado.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


C.U)1Z 63<br />

Yo, sin <strong>de</strong>cir nada, procuraba, al mismo tiempo<br />

que contenía la risa, corroborar con mis<br />

actitu<strong>de</strong>s y miradas lo que la Cou<strong>de</strong>sa <strong>de</strong>cía.<br />

Duna Flora, couf'undida eutre la tiirbaeiÓQ y<br />

la ira, miraba á Amarauta y al espeipeuto; y<br />

como viera á éste con el color mudado y loa<br />

ojos cliispeautes <strong>de</strong> enojo, turbóse laás y dijo:<br />

— ¡Qué bromas tiene la Con<strong>de</strong>sa, Sr. Dou<br />

Pedro! ^;Qiiier6 usted tomar un dnlcecito?<br />

—Señora—repuso con iracunda voz el es-<br />

.tafermo,—ios hombres como yo se endulzan<br />

con acíbar la lengua y el corazón con <strong>de</strong>sen-<br />

• ganos.<br />

Doíta Flora quiso reír, pero no pudo.<br />

—Con <strong>de</strong>sengaños, sí, sefiora—añadió Dou<br />

Pedro,^—-y eou agravios recibidos <strong>de</strong> quien<br />

menos <strong>de</strong>biau esperarse. Cada uno es dueño<br />

<strong>de</strong> dirigir sus impulsos amorosos al punto que<br />

más le conviene. En edad temprana los dirigí<br />

yo á una ingrata persona, que al fiu... mas no<br />

quiero afear su conducta ni pregonar su <strong>de</strong>slealtad,<br />

y guardaróme para mí solo las penas<br />

como me guardé las alegrías. Y no se diga,<br />

para disculpar esta ingratitud, que yo falté<br />

una sola vez en veinticinco aü(js al respeto, á<br />

la circunspección, á !ft severidad que ia cultura<br />

y recato <strong>de</strong> entrambos me imponía, pues<br />

ni palabra incitativa pronunciaron lais labios,<br />

iñ gesto in<strong>de</strong>coroso iiicieron mis manos, ni<br />

i<strong>de</strong>a impúdica turbó la pureza <strong>de</strong> cñ pensamiento,<br />

ni nombré la palabra matrimonio, á<br />

ia cual se asocian imágenes contrarias al pudor,<br />

ni luiré <strong>de</strong> mal modo, ni fijé los ojos en<br />

partes que la moda francesa tenía mal cubier-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


64 B. PÉKEZ GALDÓS<br />

tas, DÍ hice nada, en suma, que pudiera ofen<strong>de</strong>r,<br />

rebaj.ai" ó menoscabar el sauto objeto <strong>de</strong><br />

mi culto. Peio ]ayl en estos tiempos coiTornpidos<br />

no hay ñor qLie uo se aje, ui purezn<br />

que uo se manche, ui respiündor que no se<br />

obscurezca oon alguna nubecilla. Está dicho<br />

todo, y con esto, señoras, pido á uste<strong>de</strong>s licencía<br />

para retirarme.<br />

LevHntilbase para partir, cuando Doña Fio-,<br />

ra ie <strong>de</strong>tuvo diciendo:<br />

—¿Qué es eso, Sr. D. Pedro? ¿Qué arrebato<br />

le ba dado? ¿Hace usted caso <strong>de</strong> las bromas<br />

<strong>de</strong> Amaranta? Es una calumnia, sí, señor,,<br />

nna calumnia.<br />

—¿Pero qué es esto?-—dijo Amaranta fingiendo<br />

la mayor estupefacción.—¿Mis palabras<br />

lian podido causar el disgusto <strong>de</strong>l señor<br />

D. Pedro? iJesús, abora caigo en que he cometido<br />

Una gran impru<strong>de</strong>ncia! Dios mío, ¡qué<br />

daño he causadol Sr. D. Pedro, yo no sabia<br />

Dada, yo ignoraba... Desunir por una palabra<br />

indiscreta dos volunta<strong>de</strong>s... Este mozalbete<br />

tiene la culpa. Ahora recuerdo que mi amiga'<br />

le está recomendando siempre que le imite á<br />

usted eu las formas respetuosas para uiauiíeS'<br />

tar su amor.<br />

—Y le reprendo sus atrevimientos...— dijo<br />

Doña Flora.<br />

—Y le tira <strong>de</strong> las orejas cuando se extralimita<br />

<strong>de</strong> palabra ú obra, y le pelÜzca eu el brazo<br />

cuando salen juntos á paseo.<br />

—Señoras, perdónenme uste<strong>de</strong>s—dijo Doii<br />

Pedro;^pero me retiro.<br />

—¿Tan pronto?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 65<br />

—Amaranta con sus maja<strong>de</strong>rías le lia amoscado<br />

á usted.<br />

—Tengo que ir á casa <strong>de</strong> la señora Con<strong>de</strong>sa<br />

<strong>de</strong> Bumblar.<br />

—Eso es nu <strong>de</strong>saire, Sr. D. Pedro. ¡Dejar<br />

mi casa por la <strong>de</strong> otral<br />

—La Con<strong>de</strong>sa es una persona respetabilísima<br />

que tiene alta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>coro.<br />

—Pero no hace vestidos para los Cruzados.<br />

—La <strong>de</strong> Bumblar tiene el buen gusto <strong>de</strong><br />

no admitir eu su casa á los politiquillos y diaristas<br />

que infestan á Cádiz.<br />

—Ya.<br />

—Allí no se juega tampoco. Allí no van<br />

Quintana el fatuo, ni Martínez <strong>de</strong> la Rosa el<br />

pedante, ni Gallego el clerizonte ateo, ni Gallardo<br />

el <strong>de</strong>monio filosófico, ni Arriaza el relamido,<br />

ni Capmany el loco, ni Arguelles el<br />

jacobino, sino multitud <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>ferentes<br />

con la Eeiigióu y con el Key.<br />

Y dicho esto, el estafermo hizo una reverencia<br />

que medio le <strong>de</strong>aeoyimtó, marchándose<br />

con paso reposado y a<strong>de</strong>mán orgulloso.<br />

,—Amiga mía—dijo Doña Flora,—¡qué impru<strong>de</strong>nte<br />

es usted! ¿Ño es verdad, Gabriel, que<br />

ha sido muy impru<strong>de</strong>nte?<br />

'—]Ya lo creo: contarlo todo en sus propias<br />

barbas!<br />

—Yo temblaba por tí, niñito, temiendo que<br />

te ensartara con el chafarote.<br />

—La Con<strong>de</strong>sa nos hacomprometido,-afirmé<br />

con afectado enojo.<br />

—Es un diabhllo.<br />

•—Amiga mía—dijo Amarauta, — lo hice<br />

SUXTA HDICIÓM 5<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


GQ B. PÉREZ GALDÓS<br />

con la inayol' ¡DoceLicia. Después <strong>de</strong> lo que he<br />

<strong>de</strong>scubierto, me pougo cíe parte <strong>de</strong>l <strong>de</strong>snirado<br />

D, Pedro. La verdad, señora Doña Flora: es<br />

una grau picajdia lo que lia hecho usted. Trocarle,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> veiutieiuco años, por este<br />

mozuelo sin respetabilidad...<br />

—Calle usted, calle usted, picaruela—repuso<br />

la dueña.—Por mi parte, ni á uuo ni á<br />

otro. Si usted uo hubiera incitado á este joven<br />

con sus provocaciones...<br />

—De aquí en a<strong>de</strong>lante—dije yo,—seré respetuoso,<br />

comedido y clreuaspecto, como Don<br />

Pedro.<br />

Doña Flora me ofreció un dulce; pero vióse<br />

obligaila á poner punto eu la cuestión, porque<br />

otras damas, que como ella pertenecían ala<br />

clase <strong>de</strong> pinzas <strong>de</strong>smanteladas y con artillería<br />

aniigua, intervinieron inoportunamente en<br />

niieaUo diálogo.<br />

He referido la anterior burlesca escena, que<br />

parece insignificfiute y sólo digna <strong>de</strong> momentánea<br />

atención, porque con ser pura broma,<br />

influyó muclio en acontecimientos que luego<br />

contaré, proporcionándome sinsabores y contrarieda<strong>de</strong>s.<br />

De este modo los más frivolos sucesos,<br />

que no parecen tener fuerza bastante<br />

para alterar con sn débil paso la serenidad <strong>de</strong><br />

la vida, la conmueven hondamente <strong>de</strong> súbito<br />

y cuando menos se espera.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


Uí3'<br />

CA.DIZ 67<br />

Vil<br />

Poco <strong>de</strong>spués entró ea la sala el inemovable<br />

D. Diego, Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Entablar y <strong>de</strong> Pefia Horadada,<br />

y con grau sorpresa mía, ni saludó á la<br />

Con<strong>de</strong>sa, oí éata tuvo á bien dirigirle mirada<br />

alguna. Reconociéndome al punto, llegóse á<br />

mí, y con la mayor afabilidad me saludo y felicitó<br />

por mi rápido a<strong>de</strong>lantamiento en la carrera<br />

<strong>de</strong> las anuas, <strong>de</strong> qne ya tenía noticias.<br />

No nos habíamos visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi aventura famosa<br />

en el Palacio <strong>de</strong>l Pardo. Yo le encontré<br />

bastante <strong>de</strong>sfigurado, sin duda por recientes<br />

•enfermeda<strong>de</strong>s y molestias.<br />

!—Aquí serás mi amigo, lo miamo que OQ<br />

<strong>Madrid</strong>—me dijo entrando juntos en la sala<br />

<strong>de</strong> jnego.—Si estás en la isla, te visitaré.<br />

iQuiero que vengas á las tertulias <strong>de</strong> mi casa.<br />

Dime; cuando vienes á Cádiz, ¿paras en casa <strong>de</strong><br />

la Con<strong>de</strong>sa?<br />

—Suelo venir aquí.<br />

—¿Sabes que mi parienta aprecia la lealtad<br />

<strong>de</strong> los que fueron sus pajes?... Ya sabrás que<br />

4e ésta me caso,<br />

—-La Con<strong>de</strong>sa me lo ha dicho,<br />

—La Con<strong>de</strong>sa ya no priva. Hay divorcio<br />

absoluto entre ella y los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> la familia..,<br />

|Ohl ahora me acuerdo <strong>de</strong> cuando te encontramos<br />

eü el Pardo... Le preguntaron á Ama-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


68 B. PÉRBZ GALDÓS<br />

ranta que qué hacías allí, y no supo contestar.<br />

Lo que hacíaa, tú lo podrás <strong>de</strong>cir... ¿Juegas,<br />

ó lio?<br />

—Jugaremos.<br />

—Aquí al menos se respira, chico. Vengo<br />

huyendo <strong>de</strong> las tertulias <strong>de</strong> mi casa, que más<br />

que tertulias son un cónclave <strong>de</strong> clérigos, frailucos<br />

y enemigos <strong>de</strong> la libertad. Allí no se va<br />

más que á hablar mal <strong>de</strong> loa periodistas y <strong>de</strong><br />

los que quieren Cojistitución. No se juega, Gabriel,<br />

ui se baila, iai se refresca, ui se hablan<br />

más qne sosadas y beberías... De todos modos<br />

es preciso que vengas á mi casa. Mis hermanas<br />

me han dicho que quieren couocerte; sí,<br />

me !o han dicho. I.as pobres están muy aburridas.<br />

iSi no fuese porque Lord Gray diatrae iiu<br />

poco á las tres muchachas...! ¿Vendrás á casa?<br />

Pero cuidado con echártela <strong>de</strong> liberal y <strong>de</strong> jacobino.<br />

No abras la boca sino para <strong>de</strong>cir mi!<br />

pestes <strong>de</strong> las futuras Cortes, <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong><br />

la imprenta, <strong>de</strong> !a revolución francesa, y ten<br />

cuidado <strong>de</strong> hacer una reverencia cuando se<br />

nombre al Rey, y <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo en latín al<br />

modo <strong>de</strong> conjaro siempre que citen á Bonaparte,<br />

á Eobespierre, ó á otro monstruo cualquiera.<br />

Si así no lo haces, mi mamá,te echará<br />

al punto á la calle, y mis hermanas no podrán<br />

rogarte que vuelvas.<br />

— Muy bien: tendré cuidado <strong>de</strong> cumplir el<br />

programa. ¿En dón<strong>de</strong> nos veremos?<br />

—Yo h-é á la Isla ó nos veremos aquí, aunque<br />

la verdad... Tal vez no vuelva. Mi mamá<br />

me tiene prohibido poner loa pies en esta casa.<br />

Vete á la mía, y pregunta por tu amigó Don<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 69<br />

Diego el que gantí la batalla <strong>de</strong> Bailéu. Yo le<br />

he héelio creer á mi mamá que entre tú y yo<br />

gauamos aquella célebre acción <strong>de</strong> guerra.<br />

^¿Y Santoreaz?<br />

—Ea <strong>Madrid</strong> sigue <strong>de</strong> Comisario <strong>de</strong> policía..<br />

Nadie le pue<strong>de</strong> Ver; pej'o él se ríe <strong>de</strong> todos y<br />

cumple con su obligación. Con quejuguemos.<br />

Voy al caballo.<br />

El juego, antes frío y mal sostenido por personas<br />

sin entusiasmo, ee animó con la presencia<br />

<strong>de</strong> Amarant,a, que fué á poner su dinero en<br />

la balau/.a <strong>de</strong> la suerte. Para que todo marchase<br />

á pedir <strong>de</strong> boca, llegó en aquel crítico<br />

punto Lord Gray, <strong>de</strong> quien dije había <strong>de</strong>saparecido<br />

al comienzo <strong>de</strong> la tertulia. Como <strong>de</strong> costumbre,<br />

el espléndido inglés reclamó para sí<br />

las preeminencias <strong>de</strong> banquero, y tallando él<br />

con serenidad, apuntando nosotros con zozobra<br />

y emoción, le <strong>de</strong>sbalijamos á toda prisa.<br />

Sobre todo, Amaranta y yo tuvimos una suerte<br />

loca. Doña Flora, por el contrario, veía mermados<br />

con rapi<strong>de</strong>z sus exiguos capitales, y Don<br />

Diego ae mantuvo en tabla con vaivenes <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sgracia y fortuna.<br />

Indiferente a su ruíua el inglés, más sacaba<br />

cuanto más perdía, y todo lo que <strong>de</strong> sus bolsillos<br />

se trasegó al montón, venía <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

montón á visitar los míos, que se asombraban<br />

<strong>de</strong> una abuüdancia jamás por ellos conocida.<br />

La función no concluyó sino cuando Lord<br />

Gray no dio más <strong>de</strong> sí, acabándose la tertulia.<br />

Los políticos, sin embargo, continuaban disputando<br />

en la sala vecina, aim <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> retirada<br />

la última moneda.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


70 1). PHIiEZ GALDOB<br />

Cuando salimos para coutiuuar el moute éccasa<br />

fie Lord Gray, D. Diego me dijo:<br />

—Mi mamá cree á estas horas que duermo<br />

como uLi iftiego. Ea casa nos retiramos á las<br />

diez. Mi mamá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eeaar, uos echa la.<br />

beudición, rezamos v.ariaa oraeíoues y uos<br />

mauda á la cama. Yo me retiro á la alcoba,<br />

fingietido teuer mucho sueño; apago la luz, y<br />

cuando todo está en silencio, escapóme bonitamente<br />

á la calle. Muy <strong>de</strong> madrugada vuelvo,<br />

abro mis puertas con llaves á propósito, y<br />

me meto en el lecho. Sólo mis hermauitas estáu<br />

en el secreto y favorecen la evasión.<br />

Lotd Gray nos obsequió en su casa con una.<br />

espléndida cena; sacamos luego el libro <strong>de</strong> las<br />

cuarenta hojas, y con sus textos pasamos febrilmente<br />

entretenidos la noche. D. Diego eur<br />

tabla, el inglés perdiendo las entrañas y yo<br />

ganando, hasta que, causados los tres y siempre<br />

invariable y terca la fortuna, dimos por<br />

terminada la partida. ¡Oh! en los glorjoaos<br />

afios <strong>de</strong> 1810, 1811 y 1812 se jugaba mucho,,<br />

pero mucho.<br />

Des<strong>de</strong> aquella noche no pu<strong>de</strong> volver á Cádiz<br />

hasta la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 28 <strong>de</strong> Mayo, formandoparte<strong>de</strong><br />

las fuerzas que se enviaron para hacer<br />

los honores á la Eegeucia, que al día siguiente<br />

<strong>de</strong>bía instalarse en e! Paíacio <strong>de</strong> la<br />

Aduana. Esta, ceremonia <strong>de</strong> la instalación fué<br />

muy divertida y auimada, tanto el día 29 como<br />

e¡ 30, por ser en éste ios <strong>de</strong> nuestro señor Roy<br />

D. Fernando Vil. Cuando eslábamos en la<br />

Aduana, haciendo guardia <strong>de</strong> houor á la Eegeucia,<br />

reunida <strong>de</strong>ntro en aesióu solemae^.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 71<br />

oímos <strong>de</strong>cir que en aquel mismo día se presentarían<br />

en Cádiz al pie <strong>de</strong> cien eoruceros á<br />

la antigua que querían ofrecer sus respetos al<br />

po<strong>de</strong>r central. Al punto que tal oi, acordéme<br />

<strong>de</strong>l insigne D, Pedro, y no dudé que él fuese<br />

autor <strong>de</strong> la diversión que se nos preparaba.<br />

Las doce serían, cuando una gran turba <strong>de</strong><br />

chicos <strong>de</strong>sembocando por las calles <strong>de</strong> Pedro<br />

Con<strong>de</strong> y <strong>de</strong> la Manzana, anunció que algo muy<br />

extraordinario y divei'tido se aproximaba; y<br />

con efecto, tras el infantil escuadrón, que <strong>de</strong><br />

mil diversos modos y con variedad <strong>de</strong> chillidos<br />

manifestaba su regocijo, vierais allí aparecer<br />

una falanje <strong>de</strong> cien <strong>de</strong>a caballo, vestidos<br />

con el mismo traje amarillo y rojo que yo había<br />

visto en las secas carnes <strong>de</strong>l gran D. Pedro.<br />

Este venía <strong>de</strong>lante con faja <strong>de</strong> Capitán<br />

general sobre el arlequinado traje, y tan estirado,<br />

satisfecho y orgulloso, que no se cambiara<br />

por Godofredo <strong>de</strong> Bonillón entrando<br />

triunfante en Jerusalén. Ni él ni los <strong>de</strong>más<br />

llevaban corazas, pero sí cruces en el pecho; y<br />

en cuanto á armas, cuál llevaba sable, cuál<br />

espadín <strong>de</strong> etiqueta. Como diversión <strong>de</strong> Carnestolendas,<br />

aquello podía tolerarse; pero como<br />

Cruzada <strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz para acabar<br />

con los franceses, era <strong>de</strong> lo más grotesco<br />

que en los anales <strong>de</strong> la Historia ae pue<strong>de</strong> en<br />

ningún tiempo encontrar.<br />

La multitud les victoreaba, por la sencilla<br />

razón <strong>de</strong> que se divertía; ellos, con los aplausos,<br />

ae creían no menos dignos <strong>de</strong> admiración<br />

qne las huestes <strong>de</strong> César ó Aníbal; y por fortuna<br />

nuestra, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Puerto <strong>de</strong> Santa María,<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


\'í''<br />

73 B. PÉREZ GALDOS<br />

don<strong>de</strong> estaban los franceses, no podía verse iii<br />

eoD teieseopio semejante fiesta, que si la vieran,<br />

<strong>de</strong> buena gana habríau hecho laás ruido<br />

las risas que los cañoDes.<br />

Llegarou á ]a Aduana; pidió permiso el que<br />

los mandaba para eutrar á saludar á la Regencia;<br />

se lo negamos, creyendo que los <strong>de</strong> la<br />

Junta no habrían perdido el juicio; insistió<br />

D. Pedro, golpeando el suelo con el sable y<br />

profiriendo amenazas y bravatas; entramos á<br />

notificar á los señores qué clase <strong>de</strong> estantignas<br />

querían colarse en el palacio <strong>de</strong>l Gobierno, y<br />

éste al fin consintió en ser felicitado por los<br />

caballeros á la antigua, temiendo <strong>de</strong>spopularizarse<br />

si no lo hacía. ¡Debilidad propia <strong>de</strong><br />

autorida<strong>de</strong>s españolasl<br />

Entró, pues, Congosto, seguido <strong>de</strong> cinco <strong>de</strong><br />

los suyos, escogidos entre los más granados;<br />

atravesó el salón <strong>de</strong> corte, y al encarar con los<br />

<strong>de</strong> la Regencia, hizo una profunda cortesía;<br />

irguróse <strong>de</strong>spués, paseó su orgullosa vista <strong>de</strong><br />

un confín á otro <strong>de</strong> la sala, metió la mano en<br />

el bolsillo <strong>de</strong> los gregüescos, y con gran sorpresa<br />

<strong>de</strong> tocios los que le veíamos, sacó nuos<br />

anteojos <strong>de</strong> gruesa armadora, qne se caló sobre<br />

la martiíiuda nariz. Tul facha y vestido<br />

Gou anteojos, era <strong>de</strong> lo más ridículo que pue<strong>de</strong><br />

imaginarse. Los <strong>de</strong> la Regencia fluctuaban<br />

entre el enojo y la riaa, y los extraños que<br />

presenciaban aquello, no disimulaban su contento<br />

por disfrutar <strong>de</strong> escena tan chusca.<br />

Luego que se ensartó los espejuelos y los<br />

acomodó bien, enganciíados en las orejas y<br />

apoyados en la nariz, metió la otra mano en<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 73<br />

el otro bolsillo y sacó un papel; ipero qué papel!<br />

Lo menos tenía una vara. Todos creímos<br />

que sería un discurso; pero no, señorea: eran<br />

unos versos, Entonces, para hablar al público<br />

ó al Rey ó á las autorida<strong>de</strong>s, privaban los malos<br />

versos sobre la mala prosa. Desdobló, pues,<br />

el luengo papel, tosió limpiando el gaznate,<br />

ae atusó los largog bigotes, y con voz cavernosa<br />

y retumbante dio priticipio á la lectura<br />

'<strong>de</strong> «na sarta <strong>de</strong> en<strong>de</strong>casílabos cojos, mancos<br />

y lisiados, tan rematadamente malos, como<br />

obra que eraij <strong>de</strong>l misrao personaje que los<br />

leía. Siento no po<strong>de</strong>r dar íl mis amigos una<br />

muestra <strong>de</strong>aquella literatura, porque ni se imprimieron<br />

ni puedo recordarlos; pero si DO la<br />

forma, tengo presente el sentido, que se reducía<br />

á encomiar la necesidad <strong>de</strong> que todo el<br />

mundo se vistiera á la antigua, único modo<br />

<strong>de</strong> resucitar el ya muerto y enterrado heroísmo<br />

dé los antiguos tiempos.<br />

Durante la lectura había sacado D. Pedro<br />

la espada, y todas las frases fuertes las acompañaba<br />

<strong>de</strong> tajos, mandobles y cuchilladas en<br />

el aire, volteando el arma por encima <strong>de</strong> au<br />

cabeza, lo cual remató el grotesco papel que<br />

hacía. Luego que acabara <strong>de</strong> leer los malhadados<br />

versos, guardó el cartapacio, <strong>de</strong>scolgó<br />

<strong>de</strong> la nariz los ajiteojos, y envainando la espada<br />

hizo otra profunda reverencia y salió <strong>de</strong>l<br />

salón seguido <strong>de</strong> los suyos.<br />

¡Señores, que es verdad lo que digol Me<br />

ofen<strong>de</strong>n esas muestras <strong>de</strong> incredulidad <strong>de</strong> los<br />

que me escuchan. Abrase la Historia, no laa<br />

que andan, en manos <strong>de</strong> todos, sino otras algo<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


I i'<br />

' !• I'I<br />

74 li. PÉREZ GALDÓS<br />

JDtiiiias, y que testigos presenciales dictaron.<br />

Pues qué, ¿se ha olvidado ya la condición sainetesca<br />

y un tauto arlequinada <strong>de</strong> nuestros<br />

partidos políticos en el períudo <strong>de</strong> su iucubacióii?<br />

Verdad purísima, santa verdad es lo qaelie<br />

referido, aunque parece luverosimil, y aÚQ<br />

me callo otras coaitas por no ofen<strong>de</strong>r el <strong>de</strong>coro<br />

iiacioaal. ,<br />

Después, la graciosa procesión recorrió las<br />

calles <strong>de</strong> Cádiz con gran<strong>de</strong> alegría <strong>de</strong> todo el*<br />

pueblo, que se regocijaba con tal luotivo extraordinariamente^<br />

siij <strong>de</strong>cidirse por eso á vestir<br />

á la antigua... ¡Tan claro era su sentidol<br />

Los balcones y miradoies so poblaban <strong>de</strong> damas,<br />

y en la calle ¡a multitud seguía á los cruzados.<br />

Sobre todo, los chicos tuvieron un día<br />

felicísimo. No faltó más, para que aquello se<br />

pareciese á la entrada <strong>de</strong> D. Quijote en Barcelona,<br />

sino que ios muchachos aplicaran á ciertas<br />

partes <strong>de</strong>l caballo que montaba D. Pedro<br />

las célebres aliagas, y aun creo que algo <strong>de</strong><br />

esto aconteció al fin <strong>de</strong>l triunfal paseo y cuando<br />

se volvían á la Isla.<br />

Después <strong>de</strong>l acontecimiento referido, ciertos<br />

sucesos tristísimos <strong>de</strong>terminan lui paréntesis<br />

no corto en esta parte <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong><br />

mi vida que voy refiriendo. El 1." <strong>de</strong> Junio<br />

sentíame enfermo y caí con la fiebre amarilla,<br />

cual otros tantos que en aquella temporada<br />

fueron víctimas <strong>de</strong>l terrible tifus, con menos<br />

suerte que uu aervidor <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s, el cual<br />

escapó <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> !a muerte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 75<br />

verse en estado tal que vislumbraba loa horízoutea<br />

<strong>de</strong>l otro muudo.<br />

Mi mal (s'a me había atacado en la uiñez<br />

con distinto carácter] uo, fué muy largo. Yo<br />

estaba eu la Isla. Asistiéronme mis amigos<br />

cariñosamente; visitábame Lord Gray todos los<br />

días, y Amaranta y DUÜÍL Flora hicieron largas<br />

guardia^ y vigilias en la cabecera <strong>de</strong> mi<br />

lecho. Cuntido me vieron fuera <strong>de</strong> peligro, lag<br />

dos lloraban <strong>de</strong> alegría.<br />

Durante la convalecencia, D. Diego fué ú.<br />

visitarme y me dijo:<br />

—Mañana mismo vendrás á mi casa. Mis<br />

hermanas y mi novia me preguntan por titodos<br />

los días. ¡Qué susto se han llevadol<br />

—Iré mañana,—le respondí,<br />

Pero yo estaba muy lejos <strong>de</strong> esperar ¡a or<strong>de</strong>n<br />

militar é inapelable que por algún tiempo<br />

me <strong>de</strong>sterrara <strong>de</strong> mi ciudad querida. Es el<br />

caso que D. Mariano Renovales, aquel soldado<br />

atrevido que tan heroicas hazañas realizó<br />

en Zaragoza, fué <strong>de</strong>stinado á mandar una expedición<br />

que <strong>de</strong>bía salir <strong>de</strong> Cádiz para <strong>de</strong>sembarcar<br />

en el Norte. Renovales era uu hombre<br />

muy bravo; pero con esta bravura salvaje <strong>de</strong><br />

nuestros gran<strong>de</strong>s hombres <strong>de</strong> guerra; valor<br />

<strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> conocimieutos militares y <strong>de</strong> todos<br />

los <strong>de</strong>más talentos que enaltecen al b»en general.<br />

Había publicado el guerrillero una proclama<br />

extravagantísima en cuya cabeza se veía<br />

un grabado representando á Pepe Botellas cayéndose<br />

<strong>de</strong> borracho y con un jarro <strong>de</strong> vino en<br />

la mano, y el estilo <strong>de</strong>l tal documento correspoadía<br />

á lo iunoWe y ridículo <strong>de</strong> la estampa.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


7(5 B. PKREZ GALDOS<br />

Sin embargo, por esto mismo le elogiaron mucho<br />

y le dieron un maudo. ¡Achaques <strong>de</strong> España!<br />

Estos maja<strong>de</strong>ros suelen hacer fortuna.<br />

Pues, seflor, como <strong>de</strong>cía, dióse á Renovales<br />

un pequeño cuerpo <strong>de</strong> ejército, y en este cuerpo<br />

<strong>de</strong> ejército me incluyeron á mí, obligándome,<br />

casi euferrao todavía, á seguir al loco<br />

guerrillero en su más loca expedición. Obe<strong>de</strong>cí<br />

y embarquéme con él, <strong>de</strong>spidiéndome <strong>de</strong><br />

mig amigos. ]0h, qué aventura tan penosa,<br />

tan <strong>de</strong>sairaíía, tan funesta, tan estérill Fiad<br />

empresas <strong>de</strong>licadas á hombres ignorantes y<br />

populacheros que no tienen más cualidad que<br />

un valor ciego y frenético.<br />

No quiero contar los repetidos <strong>de</strong>sastres <strong>de</strong><br />

la espedicióu. Sufrimos tempesta<strong>de</strong>s, aguantamos<br />

todo género <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdichas, y para colmo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia, lejos <strong>de</strong> hacer cosa alguna <strong>de</strong><br />

provecho, parte <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong>sembarcadas<br />

en Asturias cayei'on eu po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los franceses.<br />

Gracias dimos á Dios los pocos que, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> tres meses y medio <strong>de</strong> angustiosas penas,<br />

pudimos regresar á Cádiz, avergonzados por<br />

el infausto éxito <strong>de</strong> la aventura. Yo comparé<br />

á mis compañeros <strong>de</strong> entonces con los individuos<br />

<strong>de</strong> la Cruzada en la falta <strong>de</strong> sentido<br />

común.<br />

Regresamos á Cádiz. Algunos fueron á recibirnos<br />

cou júbilo, creyeüdo que volvíamos<br />

cubiertos <strong>de</strong> gloria, y eu breves palabras coutamos<br />

lo ocurrido. La gente entusiasta y patriotera<br />

uo quería creer que el valiente Renovales<br />

fuese un maja<strong>de</strong>ro. Por <strong>de</strong>sgfacia, <strong>de</strong> esta<br />

clase <strong>de</strong> héroes tenemos muchos.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 77<br />

Luego que <strong>de</strong>scansamos un poco, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> poner el pie eu tierra, fuimos á presentarnos<br />

á las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Isla. Era el 24 <strong>de</strong><br />

Septiembre,<br />

VIII .<br />

Una gran novedad, uua hermosa fiesta había<br />

aquel día en la Isla. Ban<strong>de</strong>rolas y gallar<strong>de</strong>tes<br />

adornaban casas particulares y edificios<br />

público.^, y endomingada la gente, <strong>de</strong> gala los<br />

marinos y la tropa, da gala la Naturaleza á<br />

cansa <strong>de</strong> la herjnosui'a <strong>de</strong> la mañana y esplen<strong>de</strong>nte<br />

claridad <strong>de</strong>l sol, todo respiraba alegría.<br />

Por el camino <strong>de</strong> Cádiz á la Isla no cesaba el<br />

paso <strong>de</strong> diversa gente, en coche y á pie; y en<br />

la plaza <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> Dios, los caleseros<br />

gritaban llamando viajeros: «jA laa Cortes, á<br />

las Cortesls<br />

Parecía aquello preliminar <strong>de</strong> función <strong>de</strong><br />

toros. Las clases todas <strong>de</strong> la sociedad concurrían<br />

á la fiesta, y los antiguos baúles <strong>de</strong> la<br />

casa <strong>de</strong>l rico, y <strong>de</strong>l pobre habíanse quedado<br />

casi vacíos. Vestía el po<strong>de</strong>roso comerciante sn<br />

mejor paQo; la elegante dama su mejor seda,<br />

y loa muchachos artesanos, lo mismo que los<br />

hombres <strong>de</strong>l pueblo, ataviados con sus pintoreseos<br />

trajes, salpicaban <strong>de</strong> vivos colores la<br />

masa <strong>de</strong> la multitud. Movíanse en el aire los<br />

abanicos, reflejando en mil rápidos matices la<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


78 B. PÉREÜ GALDÓS<br />

luz <strong>de</strong>l sol, y los millones <strong>de</strong> lentejuelas irradiaban<br />

sus esplendores sobre el negro terciopelo.<br />

En los rostros había tanta alegría, que<br />

la muchedumbre toda era una sonrisa, y ao<br />

hacia falta que imoa á otros se preguntasen á<br />

dón<strong>de</strong> iban, porque un zumbido perenne <strong>de</strong>cía<br />

sin cesar: «¡A. las Cortes, á las Cortesl»<br />

Las calesas partían á cada instante. Los pobres<br />

iban á pie, con sus meriendas á la espalda<br />

y la guitarra pendiente <strong>de</strong>l hombro. Los<br />

chicos <strong>de</strong> las plazuelas <strong>de</strong> la Caleta y la Viña<br />

uo querían que la ceremonia estuviese<br />

privada <strong>de</strong>l lionor <strong>de</strong> su asistencia, y, arreglándose<br />

sus aüdrajos, emprendían con sus<br />

palitos al hombro el camino <strong>de</strong> la Isla, dáu'<br />

dose aire <strong>de</strong> un ejército en marcha; y entre<br />

SHs chillidos y bufidos y algazara, se distinguía<br />

claramente el grito general: «|A las Cortes,<br />

á las Cortes!»<br />

Tronaban ios cañones <strong>de</strong> los navios fon<strong>de</strong>ados<br />

61) la bahía; y entre el blanco humo,<br />

las mil ban<strong>de</strong>ras faemejábau fantásticas bandadas<br />

<strong>de</strong> pájaros <strong>de</strong> colores arremolinándose<br />

en torno á los mástiles. Los militares y marinos<br />

en tierra ostentaban plnmachos en sus<br />

sombreros, cintas y veneras en sus pechos,<br />

orgullo y júbilo en los semblantes. Abrazábanse<br />

paisanos y militares, congratulándose<br />

<strong>de</strong> aquel día, que todos creían el primero <strong>de</strong><br />

nuestro bienestar. Los hombrea graves, los<br />

escritores y periodistas, rebosaban satisfacción,<br />

dando y admitiendo plácemes por la<br />

apai-ición <strong>de</strong> aquella gran aurora, <strong>de</strong> aquella<br />

luz nueva, <strong>de</strong> aquella felicidad <strong>de</strong>sconocida<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 79<br />

í|ue todos nombraban con el grito placentero<br />

•<strong>de</strong>: «|Las Cortes, laa Cortesl»<br />

Eu la taberna <strong>de</strong>l Sr. Poenco no se pensaba<br />

más que eu libaciones eu honor <strong>de</strong>l gian suceso.<br />

Los majos, coutrabandistas, matones,<br />

chulos, picadores, carniceros y chalanes, liabían<br />

diferido sus querellas para que la majestad<br />

<strong>de</strong> tan gcau día uo se turbara con ataques<br />

á la paz, á la concordia y buena armonía entre<br />

los ciudadanos. Los mendigos abandonaron<br />

sus puestos cornendo hacia la Cortadura,<br />

qne se inundó <strong>de</strong> mancos, cojos y lisiados,<br />

ganosos <strong>de</strong> recoger abuudaute cosecha <strong>de</strong> limosnas<br />

entre la mucha geute, y enseñando<br />

sus llagas, DO pedían en nombre <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong><br />

la caridad, siuo <strong>de</strong> aquella otra <strong>de</strong>idad nueva<br />

y santa y sublime, diciendo: «¡Por las Cortes,<br />

por las Cortes!»<br />

Nobleza, pueblo, comercio, milicia, hombres,<br />

mujeres, taleuto, riqueza, juveutud,<br />

hermosura, todo, con contadas excepciones,<br />

coocurrió al gran acto, los más por entusiasmo<br />

Verda<strong>de</strong>ro, algunos por curiosidad, otros<br />

porque habían oído hablar <strong>de</strong> las Cortes y<br />

querían saber lo que eran. La general alegría<br />

me recordó la eutrada <strong>de</strong> Fernando Vil<br />

en <strong>Madrid</strong> en Abril <strong>de</strong> 1803, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los<br />

sucesos <strong>de</strong> Aranjueg,<br />

Cuando llegué á la Isla, las calles estaban<br />

intransitables por la mucha geute. Eu una <strong>de</strong><br />

ellas la muUilud se agolpaba para ver una pro-<br />

-cesión. En los miradores apenas cabían los ra-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


80 B. PBREZ GALBOS<br />

milletes <strong>de</strong> señoras; clamaban á voz eu grito<br />

las campanas, y gritaba el pueblo, y seeatrujabao<br />

hombres y mujeres contra las pare<strong>de</strong>s,<br />

y los chiquillos trepaban por las rejas, y los<br />

soldados formados en dos filas pugnaban por<br />

<strong>de</strong>jar el paso franco é. la comitiva. Todo el<br />

mundo quería ver, y no ea^a posible que vieran<br />

todos.<br />

AqueÜa procesión no era una procesión <strong>de</strong><br />

santas imágenes, ni <strong>de</strong> leyes y principes, cosa<br />

en verdad muy vista en España para que así<br />

llamara la atención: era el sencillo <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong><br />

un centenar <strong>de</strong> hombres vestidos <strong>de</strong> negro, jóvenes<br />

unos, otros viejos, algunos sacerdotes,<br />

seglares los más. Precedíales el clero con el<br />

Infante Borbón <strong>de</strong> pontifical y los individuos<br />

<strong>de</strong> la Eegeueia, y les seguía gran concurso <strong>de</strong><br />

generales, cortesanos antaño <strong>de</strong> la Corona y<br />

hoy <strong>de</strong>l pueblo, altoa empleados, consejeros <strong>de</strong><br />

Castilla, proceres y gentilhombrea, muchos <strong>de</strong><br />

los cuales ignoraban qué era aquello.<br />

La procesión venía <strong>de</strong> la Iglesia Mayor,<br />

don<strong>de</strong> se había dicho solemne misa y cantado<br />

un Te Deum. El pueblo no cesaba <strong>de</strong> gritar<br />

¡Viva la Nación! como pudiera gritar jviva el<br />

Reyl y un coro que se había colocado en cierto<br />

entarimado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una esquina entonó<br />

el himno, muy laudable sin duda, pero muy<br />

malo como poesía y música, que <strong>de</strong>cía:<br />

Del tiurapo horrascosb<br />

que Espnñy está sufriendo,<br />

y.í el horizoate viendo<br />

aiguaa claridad.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ<br />

La aurora son las Cortes<br />

que con sabios votales<br />

rciiieilbráa los males<br />

dundoQos libertad.<br />

El músico babfa sido tao inhábil al componer<br />

el discurso musical, y tan mal conocfa el<br />

arte <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>ncias, que los cantantes se<br />

veían obligados á repetir cuatro veces que con<br />

sabios, que C071 sabios, etc. Pero esto no quita<br />

au mérito á la inocente y espontánea alegría<br />

popular.<br />

Ouaudo pasó la comitiva encontré á Andrés<br />

MariJLián, el cual me dijo:<br />

, —Me han magullado un brazo <strong>de</strong>ntrí<strong>de</strong> la<br />

iglesia. ]Qué geutíol Pero me propuse ver todb<br />

y lo vi. Lindísimo lia estado,<br />

—¿Pero ya empezaron los discursos?<br />

—-Hombre, no. Dijo nua misa muy larga el<br />

Qar<strong>de</strong>oal narigudo, y luego los regentes tomaron<br />

juramento á los procuradores, dieiéndoles:<br />

«¿Juráis conservar la religión católicar" ¿Juráis<br />

conservar la integridad <strong>de</strong> la nación española?<br />

¿Juráis conservar en el trono á nuestro amado<br />

Rey D. Fernando? ¿Juráis <strong>de</strong>sempeñar fielmente<br />

este cargo?s A lo cual ellos iban contestando<br />

que sí, que sí y que si. Después echaron<br />

un gqipe <strong>de</strong> órgano y canto llano, y se<br />

acabó. Gabriel, á ver si po<strong>de</strong>mos entrar eii el<br />

salón <strong>de</strong> sesiones.<br />

Yo no creí pru<strong>de</strong>nte intentarlo; pero fui hacia<br />

allá co<strong>de</strong>ando á.diestro ysiniestro, y al llegar<br />

junto al teatro, ante cuyas puertas se agolpaban<br />

masas <strong>de</strong> gente y no pocos coches, sentí<br />

SEXTA EDICIÓN G'<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

81


82 B. PÉREZ GALDOS<br />

que vivamente me llamaban diciendo:—Gabriel,<br />

Araceli, Gabriel, Sr. D. Gabriel, señor<br />

<strong>de</strong> Araeeli,<br />

Miré á todos iados, y entre el gentío Vi dos<br />

abanicos que me hacían señas y dos caras que<br />

me sonreían. Eran las <strong>de</strong> Amaranta y Doña<br />

Flora. Al punto me uní á ellas, y <strong>de</strong>spuésque<br />

me saludaron y felicitaron cariñosamente por<br />

mi feliK llegada, Amaranta dijo:<br />

—Ven con nosotras. Tenemos papeletas<br />

para entrar en la galería reservada.<br />

Subimos todos, y por la escalera pregunté<br />

ala Con<strong>de</strong>sa si algún acontecimiento había<br />

modificado la situación <strong>de</strong> nuestros asuntos<br />

durante mi ausencia, á lo que me contestó:<br />

—Todo sigue lo mismo. La única novedad<br />

es que mi tía pa<strong>de</strong>ce ahora un reumatismo que<br />

la tiene baldada. Doña María la domina completamente,<br />

y es quien manda en la casa y<br />

quien dispone todo... No be podido ni una vez<br />

sola ver á Inés, ni ellas salen á la calle, ni es<br />

posible escribirle. Yo esperaba con ansia tu<br />

llegada,porque D.Diego prometió llevarte allá.<br />

Cuando vayas, espero gran<strong>de</strong>s resultados <strong>de</strong> tu<br />

celosa tercería. A Lord Gray no hay quien le<br />

saque una palabra; pero los indicios <strong>de</strong> lo que<br />

te dije aumentan. Por la criada sabemos que<br />

Doña María está, con una oreja alta y otra<br />

bajo, y que el mismo D.Diego, con ser tan<br />

estúpido, lo ha <strong>de</strong>scubierto y rabia <strong>de</strong> celos.<br />

Mañana mismo es preciso que vayas allá, aunque<br />

yo dudo mucho que la <strong>de</strong> Riimblar quiera<br />

recibirte.<br />

No hablamos más <strong>de</strong>l aauuto, porque el<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


83<br />

GADtZ<br />

Cougresn Nacional ocupó toda nuestra ateocióii.<br />

Estábamos en el paleo <strong>de</strong> uu teatro: á<br />

nuestro lado, eu localida<strong>de</strong>s iguales, veíamos<br />

laullitud <strong>de</strong> señoras y caballeros, embajadores<br />

y otros personajes. Abajo, en lo que llamamos<br />

patio, ios diputados ocupaban sus asientos<br />

en dos alas <strong>de</strong> bancos; en el eseenai'io había<br />

un trono ocupado por un Obispo y cuatro<br />

señores más, y <strong>de</strong>lante los secretarios <strong>de</strong>l <strong>de</strong>apacbo.<br />

Poco habían unos y otros calentado los<br />

asientos, cuando ios <strong>de</strong> la Regencia se levantaron<br />

y se fueron, como diciendo: «abí queda<br />

eso. a<br />

—Esta pobre gente—me dijo Amatauta,—<br />

no sabe lo que trae entre mauos. Mírales cómo<br />

estáu <strong>de</strong>sconcertados y aturdidos sin saber<br />

qué hacer.<br />

—Se ha marchado el venerable Obispo <strong>de</strong><br />

Orense—observó Doña Flora,—Por ahí se susurra<br />

que no le hacen maldita gracia las dichosas<br />

Cortes.<br />

—Por lo que oigo, estáu eligiendo quien les<br />

presida—dije.—Hay aquí un traer y llevar <strong>de</strong><br />

papeletas que es señal <strong>de</strong> votación,<br />

—Buenas cosas vamos á ver hoy aquí,—<br />

añadió Amaranta con el regocijo que dala esperanza<br />

<strong>de</strong> una diversión.<br />

—^Yo lo que quiero es que prediquen pronto—indicó<br />

Doña Flora.—Proutito, señores.<br />

Vea que hay muchos clérigos, lo cual es prueba<br />

<strong>de</strong> que no faltarán picos <strong>de</strong> oro.<br />

—Pero estos clérigos filósofos soa torpes <strong>de</strong><br />

lengua—afirmó Amaranta.—Aquí hablarán<br />

más los seglares, y sei'á tal el barullo, que ve-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


84 B. PÉREZ GALBOS<br />

reinos escenas tan graciosas como las <strong>de</strong> uit<br />

concejo <strong>de</strong> pueblo con fuero. Amiga, preparémonos<br />

á reír.<br />

—Ya parece que tienen presi<strong>de</strong>nte. Oigámoslo<br />

que lee aquel caballerito que está en el escenario,<br />

y que parece un mal actor que no sabe<br />

el papel.<br />

—Está conmovido por la majestad <strong>de</strong>l acto-<br />

—repaso Amaranta,—Me parece que estos sefiores<br />

darían algo ahora porque les mandasen.<br />

Á SUS casas. Verda<strong>de</strong>ramente ¡as faclias no son.<br />

malas.<br />

—Des<strong>de</strong> aquí veo al Vizcon<strong>de</strong> <strong>de</strong> Matarrosa<br />

(1)—indicó Doña Flora.—Es aquel mozulbete<br />

rubio. Le he visto en casa <strong>de</strong> Moría, y eschico<br />

<strong>de</strong>spejado... Como que sabe inglés.<br />

—Ese angelito <strong>de</strong>biera estar mamando, y levan<br />

á dispensar la edad para que sea diputado—observó<br />

la Con<strong>de</strong>sa.—Gomo que no lionemás<br />

años que tú, Gabriel. Vaya unos legisladores<br />

que nos hemos echado. Aqui tenemos Solones<br />

<strong>de</strong> veinte abriles.<br />

—Querida Con<strong>de</strong>sa—dijo la otra,—<strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquí veo todas ias narices y toda la boca do<br />

D. Juan Nicasio Gallego. Está abajo entre los<br />

diputados.'<br />

—Sí, allí está. De un bocado se tragará Cortes<br />

y Regencia. Es el hombre <strong>de</strong> mejores ocurrencias<br />

que he visto en mi vida, y <strong>de</strong> seguro<br />

ha venido aquí á reírse <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong><br />

procuraduda. ¿No es aquél que está á su lado-<br />

D. Antonio Capmauy? jMireu qué fachal No se<br />

(i) Después Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Toreao:<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


f<br />

r!<br />

I.<br />

m<br />

CÁDIZ 85<br />

ipue<strong>de</strong> estar quieto uii iustaute y baila como<br />

uua ardilla.<br />

—Ese que se aiecta ahora es Mejía.<br />

•—También veo la cara seráfica <strong>de</strong> Agustini-<br />

'to Arguelles. Diceu que éste predica muy bleu.<br />

¿Vti usted á Büriill? Cuentan que éste no quiere<br />

Cortes. Pero empiece <strong>de</strong> una vez ia función.<br />

.¡Qué pesados sonl<br />

—Aquí, como no se paga la-entrada, no hay<br />

<strong>de</strong>recho á impacientarse.<br />

•—Ya está dispuesta la presi<strong>de</strong>ncia. ¿Tocarán<br />

un pito para em^jezar?<br />

—Yo tengo una curiosidad por oic lo que<br />

•digan...<br />

—Y yo.<br />

—Será un disputar graciosísimo—indicó<br />

Amaranta,—porque cada cual pedirá esto y lo<br />

•otro y lo <strong>de</strong> más allá.<br />

—Coa que salga uno diciendo: «Yo quiero<br />

•tal cosa,» y otro responda: aPues no me da la<br />

gana,» se animará esta <strong>de</strong>sabrida reuuión,<br />

— iCuándo las habrán visto más gordas! Será<br />

gracioso oirá los clérigos gritar: «Fuemlos<br />

^filósofos;» y á los seglares: «Fuera los curas.»<br />

Veo con sorpresa que el presi<strong>de</strong>nte uo tiene<br />

Játigo.<br />

—Es que guardarán las formas, amiga mía,<br />

—¿En dón<strong>de</strong> han apreadido ellos á guardar<br />

formas?<br />

—iSilencio, qué va á hablar un diputado.<br />

—¿Qué dirá? Nadie lo entien<strong>de</strong>.<br />

—Se vuelve á sentar.<br />

—En el escenario hay uno que lee.<br />

—Se ievautaa algunos <strong>de</strong> ai;B asientos.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


86 B. PIÍREZ GA.LDÓS<br />

—Ya. Aeabao <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que quedau enterados.<br />

Nosoti'os también. Tanto ruido para nada.<br />

—Silencio, señores, que vamos áoir un discurso.<br />

—|Un discurso! Oigamos. jQué ruido en<br />

los palcos! Si lio calla el [lúblico, el presi<strong>de</strong>nte<br />

mandará bajar el telón.<br />

—¿Es aquel clérigo que está allí enfrente<br />

quien va á hablar?<br />

—Se ha levantado, se arregla el soli<strong>de</strong>o,<br />

echa atrás la capa. ¿Le conoce usted?<br />

—Yo no.<br />

—Ni yo. Oigamos qué dice.<br />

—Dice que sería pru<strong>de</strong>nte adoptar una serie<br />

<strong>de</strong> proposiciones que tiene escritas en un<br />

papelito.<br />

—Bueno: léanos usted ese papehto, señor<br />

cura.<br />

—Parece que hablará primero. .<br />

—¿Pero quién es?<br />

—Parece un santo varón.<br />

En los palcos inmediatos corría <strong>de</strong> boca en<br />

boca un nombre que llegó iiasta el nuestro.<br />

' El orador era D. Diego Mufioz Torrero.<br />

Señores oyentes ó lectores, estas orejas mías<br />

oyeron el primer discurso que se pronunció en<br />

asambleas españolas en el siglo xix. Aún retumba<br />

en mi entendimiento aquel preludio,<br />

aquella voz inicial <strong>de</strong> nuestras glorias parlamentarias,<br />

emitida por un clérigo sencillo y<br />

apacible, <strong>de</strong> ánimo sereno, talento claro, continente<br />

humil<strong>de</strong> y simpático. Si al principio los<br />

murmullos <strong>de</strong> arriba y abajo no permitían oii"<br />

claramente su voz, poco á poco fueron acallan-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

11


íf:<br />

CÁDIZ 87<br />

doseloé ruidos, y siguió claro y solemne el discurso.<br />

Las palabras se <strong>de</strong>stacaban sobre uii<br />

silencio religioso, fijándose <strong>de</strong> tal modo eu la<br />

mentó que parecían esculpirse. La atención<br />

era profunda, y jamás voz alguna fué oída<br />

con más respeto.<br />

—¿Sabe usted, amiga mía—dijo en un momento<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso Doña Flora,^que este cleriguito<br />

lio lo hace mal?<br />

—Muy bien. Si todos hablaran así, esto no<br />

sería malo. Aún no me he enterado bien <strong>de</strong><br />

lo que propone.<br />

—Pues á mí me parece todo lo qne ha dicho<br />

muy puesto eu razón. Ya sigue. Atendamos.<br />

El discurso no fué largo, pero sí sentencioso,<br />

elocuente y erudito. En un coarto <strong>de</strong>liora<br />

Muñoz Torrero había lauzado á la faz <strong>de</strong> la<br />

nación el programa <strong>de</strong>l nuevo Gobierno, y la<br />

esencia <strong>de</strong> las nuevas i<strong>de</strong>as. Cuando la última<br />

palabra espiró en sus labios, y se sentó<br />

recibiendo las fellcitacioues y los aplausos <strong>de</strong><br />

las tribunas, el siglo <strong>de</strong>cimoctavo había concluido.<br />

El reloj <strong>de</strong> la Historia señalé con campanada,<br />

no por todos oída, su última hora, y realizóse<br />

en España uno <strong>de</strong> los principales dobleces<br />

<strong>de</strong>l tiempo.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


88 B. PÉREZ GALDÓS<br />

IX<br />

—Atención, que van á leer el papelito.<br />

D. Manuel Ltixáu leyó.<br />

—¿Se ha enterado usted, amiga Doña Flora?<br />

— ¿Acaso soy sorda? Ha dieho^que en laa<br />

Cortes resi<strong>de</strong> Ja Soberanía <strong>de</strong> la dación.<br />

—Y que reconocen, proclaman y juran por,<br />

Bey á Fernando VII...<br />

—Que quedan separadas las tres potesta<strong>de</strong>s,..<br />

No se qué terminachos ha dicho.<br />

^Qne la Regencia que representa al Rey,<br />

Ó sea po<strong>de</strong>r ejecutivo, preste juraoiento.<br />

—Que todos <strong>de</strong>ben mirar por el bien <strong>de</strong>l<br />

Estado. Eso es lo^mejor, y eou <strong>de</strong>cirlo, sobraba<br />

lo <strong>de</strong>más.<br />

—Ahora se levanta gran tumulto entre<br />

ellos, amiga mía.<br />

—Van á disputar sobre eso. Pues no levantará<br />

mal cisco el eleriguito, ¿Cómo se llama?.,,<br />

—D. Diego Muñoz Torrero.<br />

—Parece que vuelve á hablar.<br />

En efecto, Muñoz Torrero pronunció un<br />

segando discurso en apoyo <strong>de</strong> sas proposiciones.<br />

—Ahora me ha gustado más, mucho más,<br />

señora Con<strong>de</strong>sa—dijo la <strong>de</strong> Cisuiega.—A este<br />

hombre le haría yo obispo. ¿No es justo y razonable<br />

lo que ha dicho?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

. r<br />

I<br />

I £<br />

I


'1<br />

CÁDIZ 89<br />

—Si: que las Cortes mandan y el Rey obe-<br />

•<strong>de</strong>ce.<br />

—De modo que, según la Soberanía <strong>de</strong> la<br />

Nación, el Gobierno <strong>de</strong>l Reino está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

este teatro.<br />

—Ahora le toea á Arguelles, amiga mía.<br />

Lo que me gusta es que todos dicen que están<br />

<strong>de</strong> acuerdo. ¿Para cuándo <strong>de</strong>jan el disputar?<br />

—Al principio todo es mieles. Repare usted<br />

que estamos en el primer noto.<br />

—Ahora habla Arguelles.<br />

^¡Oli, qué bieu! ¿üs. conocido usted muchos<br />

predicadores que se expresen con esa<br />

elegancia, esa soltura, esa majestad, ese elevado<br />

tono, el cual nos sorpren<strong>de</strong> y embelesa<br />

• <strong>de</strong> tal-modo que no po<strong>de</strong>mos apartar la atención<br />

<strong>de</strong>l orador, encantándose igualmente con<br />

su presencia y voz, la vista y el oído?<br />

—lOosa incompai-ñble es ésta!—expresó con<br />

entusiasmo Doña Flora. —Diga usted lo que<br />

quiera, han hecho muy bien en traer á España<br />

esta novedad. Así todas las picardías qne<br />

cometan en el Gobierno se harán públicas,<br />

y el número <strong>de</strong> los tunantes tendrá que ser<br />

menor.<br />

—Sospecho qne esto va á ser más brillante<br />

que ÚLÍ1—repuso la Con<strong>de</strong>sa.—Oradores creo<br />

que no íaltaróo. Hoy todos han hablado bien;<br />

¿pero acaso ea tan fácil la obi^a como la palabra?<br />

y <strong>de</strong> este modo iban comentando los discursos<br />

que sucedieron al <strong>de</strong> Muñoz Torrero,<br />

los cuales alargaban tanto la sesión, que bien<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


90 B. PÉREZ GALDOS<br />

pronto se hizo <strong>de</strong> noche y el teatro fué eneen-,<br />

dido. No por líi tardanza se cansaron las dos<br />

damas, quienes, como el resto <strong>de</strong> la concurrencia,<br />

permanecieron on sus asientos hasta<br />

entrada la noche, gozando <strong>de</strong> un espectácnlo<br />

que hoy á pocos cautiva por ser muy COIHÚD,<br />

pero que entonces se presentaba á la imaginación<br />

con los mayores atractivos. Los discursos<br />

<strong>de</strong> aquel día memorable <strong>de</strong>jaron in<strong>de</strong>leble<br />

impresión en el ánimo <strong>de</strong> cuantos los<br />

escucharon. ¿Quién podría olvidarlos? Aun<br />

hoy, <strong>de</strong>spués que he visto pasar por la tribuna<br />

tantos y tan admirables hombres, me parece<br />

que los <strong>de</strong> aquel día fueron los más elocuentes,<br />

los más sublimes, los más severos,<br />

los más superiores entre todos los que han fatigado<br />

con su palabra la atencióu <strong>de</strong> la madre-,<br />

JSspafia. ¡Qué claridad la <strong>de</strong> aquel dial ¡Qué<br />

obscurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> aquel<br />

mismo recUito, unas veces teatro, otras iglesia,<br />

otras sala, pues la soberanía <strong>de</strong> la nación<br />

tardó muclio en tener casa propial Hermoso<br />

fué tu primer día, |oli siglo! Procura que sea<br />

lo mismo el último.<br />

Ya avanzada la noche, corrió un rumor por<br />

las tribunas. Los regentes iban á jurar, obligados<br />

á ello por las Cortes. Era el primer<br />

golpe <strong>de</strong> orgullo <strong>de</strong> la recién nacida soberanía,<br />

anhelosa <strong>de</strong> que se le hincaran <strong>de</strong>lante los<br />

que se conceptuaban reflejo <strong>de</strong>l mismo Rey,<br />

En los palcos, unos <strong>de</strong>cían: «Los regentes no<br />

jurarán;» y otros: «Vaya si jurarán.»<br />

—Yo creo que unos jurarán y otros no—<br />

opinó Amarauta.—Ellos han intentado tener<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAWZ 91<br />

<strong>de</strong> su parte el pueblo y la tropo; pero no liau<br />

encontrado simpatías en ninguna parte. Loa<br />

que tengan un poco <strong>de</strong> valor, mandarán á las<br />

Cortes á paseo. Loa débiles ae arrastrarán en<br />

ese escenario, don<strong>de</strong> me parece que resuena<br />

todavía la voz <strong>de</strong>l gracioso Qnsrol y <strong>de</strong> la Carambilla,<br />

y besarán el escabel don<strong>de</strong> se sienta<br />

ese vejete ver<strong>de</strong>, que es, si no me engaño, Don<br />

Ramón Lázaro <strong>de</strong> Dou.<br />

—Que juren. Con eao no habrá conflictoa.<br />

Parece que hay tumulto abajo.<br />

- —Y también arriba, en el paraíso. El pueblo<br />

-cree que está viendo representar el saínete <strong>de</strong><br />

Castillo, La casa <strong>de</strong> vecindad, y quiere tomar<br />

parteen la función. ¿No es verdad, Áraceli?<br />

—Si, señora. Ese nuevo actor que se mete<br />

don<strong>de</strong>no le llaman,darádisgustos á las Cortes,<br />

—El pueblo quiere que juren,—dijo Dofia<br />

Flora.<br />

—Y querrá también que se les ponga una<br />

soga al cuello y se les cuelgue <strong>de</strong> las bambalinas.<br />

—Y afuera también hay marejadita.<br />

—Me parece que esos que han entrado eu'<br />

el escenario son los regentes.<br />

^Los mismos. ¿No ve usted á Castaños, al<br />

viejo Saavedra?<br />

—Detrás vienen Escaño y Lardizábal.<br />

— |Cómo!—exclamó la Con<strong>de</strong>sa con asombro.—¿También<br />

jara Lardizábal? Ese es el<br />

más fiero, el más orgulloso enemigo <strong>de</strong> la libertad,<br />

y andaba por ahí diciendo á todo el<br />

mundo que él se guardaría las Cortes en el<br />

bolsillo.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


líl h<br />

I' I<br />

92 B, PEIiEZ GALOOS<br />

—Pues parece que jura.<br />

—Ya no hñ.y vergüenza en España... Pero<br />

no veo al Obispo <strong>de</strong> Orense.<br />

—El Obispo <strong>de</strong> Orense oo jura,—murinuraroo<br />

las tribunas en rumoroso coro.<br />

Y, eu efecto, el Obispo <strong>de</strong> Oreuse uo juró.<br />

Hiriéronlo humil<strong>de</strong>mente los otros cuatro, con<br />

mida gatja sin duda. La opiuióu pública ea<br />

general estaba muy pronuDoiada contra ellos.<br />

Levantóse la sesión, y salimos todos, oyendo<br />

á nuestro paso las opiniones <strong>de</strong>l público sobre<br />

el suceso que liabia puesto fin al solemne día.<br />

Casi todos <strong>de</strong>cían;<br />

—|Ese testarudo vejete uo ha querido jnrarl<br />

Pero el juramento con sangre entra.<br />

—Que le cuelguen. No acatar el <strong>de</strong>creto<br />

que se llamará <strong>de</strong> 24 ds Septiembre, es dar á<br />

enten<strong>de</strong>r que las Cortes son cosa <strong>de</strong> broma.<br />

—Yo me quitaba <strong>de</strong> cuentos, y al que no<br />

bajara la cabeza, le mandaría pren<strong>de</strong>r, y <strong>de</strong>spués...<br />

—iSi esos señores no quieren más que Grobierno<br />

absoluto...!<br />

En cambio otros, los menos por cierto, se<br />

expresaban así:<br />

—[Magnífico ejemplo <strong>de</strong> dignidad ha dado<br />

el Obispo á sus compañeros! Humillar el po<strong>de</strong>r<br />

real ante cuatro charlatanes...<br />

—Veremos quién pue<strong>de</strong> más,— <strong>de</strong>cía nunoa.<br />

—Veremos quién más pue<strong>de</strong>,—respondían<br />

los otros.<br />

Los dos bandos que habían nacido años antes<br />

y crecían lentamente, aunque todavía débiles,<br />

torpea y sin brío.íbaa sacudiendo los<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


ir<br />

CÁDIZ 93<br />

aodadores, soltabau el pecho y la papilla, y<br />

se Uevabau laa mauos á la boca, sintiendo<br />

que les uaclan los dieutes.<br />

X<br />

Despedime <strong>de</strong> Amaranta y su amiga, prometiendo<br />

visitarlas al día signieute, como en<br />

efecto lo hice, Eu \m café <strong>de</strong> Cádiz juutóseme<br />

D, Diego, quien al punto renovó sus promesas<br />

<strong>de</strong> ilevai-me á la casa materna, eu lo cual<br />

le di tanta prisa, que fijamos para el prnsitno<br />

día la visita. Tambiéu hice una á Lord Gray,<br />

ai cual hallé sin variación alguua; y como le<br />

dijese que yo pensaba ir á casa <strong>de</strong> Doña María,<br />

se sorprendió, asegurándome <strong>de</strong>spués í^ue<br />

él iba con frecuencia.<br />

Cuando llegó el anochecer <strong>de</strong>l día indicado,<br />

fuimos Rumblar y yo, previa repetición <strong>de</strong> las<br />

advertencias que el caso requería.<br />

—Ten mucho cuidado—me dijo,—<strong>de</strong> fingirte<br />

mojigato, si uo quieres que te echen á<br />

la calle. Mis hermauas, á quienes dije que estabas<br />

aqaí, <strong>de</strong>sean que vayas; pero no te las<br />

eches <strong>de</strong> galante con ellas. Mucbo cuidado en<br />

aludir á mis salidas <strong>de</strong> noche, porque lo bago<br />

á escondidas <strong>de</strong> mi señora mamá. A los señores<br />

que veas allí, trátales cual si fueran lumbreras<br />

<strong>de</strong> la patria y prodigios <strong>de</strong> talento y vh-tu<strong>de</strong>a.<br />

En ñu, confío en tu buen sentido.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


tí<br />

94 B. PÉREZ GALDÓS<br />

Llegamos á la casa, que estaba en la calle<br />

<strong>de</strong> ia Amargura y era <strong>de</strong> hermosa apariencia.<br />

Vivía en el piso alto la <strong>de</strong> Leiva y en ,el prÍQcipal<br />

la <strong>de</strong> Kiimblar, quien por el reciente<br />

reumatismo <strong>de</strong> su ilustre pariente, ejercía el<br />

cargo <strong>de</strong> jefe y director supremo <strong>de</strong> la familia<br />

con toda la autoridad propia <strong>de</strong> su carácter,<br />

Al entrar y subir, <strong>de</strong>túvonos liu lejano y solemne<br />

rumor <strong>de</strong> rezos, y D. Diego dijo:<br />

—¿guar<strong>de</strong>mos aquí, que están rezando el<br />

rosario con Oatolaza, Teiu'eyro y I). Paco. A<br />

éste ya le conoces. Los otros son diputados,<br />

que vienen aquí muy á menudo.<br />

Mientras aguardábamos observé la casa,<br />

que era alegre y bonita como todas las <strong>de</strong> Cádiz,<br />

iíspaeiosas vidrieras cerraban el corredor<br />

por el patio, y en las pare<strong>de</strong>s no se vela uu<br />

palmo <strong>de</strong> superficie <strong>de</strong>socupado <strong>de</strong> cuadros<br />

ai óleo, representando asuntos diversos, confundidos<br />

los religiosos con los profanos. Al<br />

fin, concluido el reiío, tuve el honor <strong>de</strong> entrar<br />

en la sala, don<strong>de</strong> se hallaba Doña María con<br />

sus dos niñas, D. Paco y tres caballeros más<br />

que yo no conocía. Recibióme la <strong>de</strong> Rumbiar<br />

con cierta cortesanía ceremoniosa y un tanto<br />

finchada, pero afablemente y mostrándome<br />

benevolencia <strong>de</strong> alto abajo, es <strong>de</strong>cir, entre generosa<br />

y compasiva. Las niñas, observando<br />

el ritual á que estaban acostumbradas, me hicieron<br />

ima reverencia, sin <strong>de</strong>splegar los labios;<br />

D. Paco, tan pedante en Cádiz como en<br />

Bailen, hízome grandilocuentes cumplidos, y<br />

los <strong>de</strong>más personajes miráronme con recelosa<br />

prevención, sin mostrarme urbanidad más<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

i


í<br />

•i<br />

: S<br />

CÁDIZ 95<br />

que con algunas rígidas iucliuaciones <strong>de</strong> cabeza.<br />

—Has llegado tar<strong>de</strong> al rosario, —dijo Doña<br />

Mai'íii á D. Diego indicándome uu asiento.<br />

—¿Pero no dije á usted—respondió el joven,—que<br />

lo reKnba esta tar<strong>de</strong> en el Carmea<br />

Calzado? De allí vengo aliora, junto con Gabriel,<br />

que volvía <strong>de</strong> coufesavse con el Padre<br />

Pedro Advíncula.<br />

—jQtié excelente sujeto es el Padre Pedro<br />

Advíneuliil—oie dijo en touo sumamente pon<strong>de</strong>rativo<br />

Doña María.<br />

—^No existe Otro en toda la redon<strong>de</strong>z <strong>de</strong><br />

Cádiz—respondí,—con especialidad para lo<br />

toi;aote al confesonario. ¿Pues y eu el pulpito?<br />

¿Y quién le echará la zancadilla cantando una<br />

epístola?<br />

—Es verdad.<br />

—A mí ine cautiva oirle cantar la epístola,<br />

—repitió D. Diego.<br />

—Yo celebro inucho—me dijo Doña María,<br />

—los gran<strong>de</strong>s a<strong>de</strong>lantamientos que ha hecho<br />

usted en su carrera.<br />

Me incliné ante la matrona con el mayor<br />

respeto.<br />

—Toda persona <strong>de</strong> rectitud y caballerosidad,<br />

atenta al buen servicio <strong>de</strong> la Religión y<br />

<strong>de</strong>l Rey—'Continuó,—no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> encontrar<br />

premio á su trabajo. Yo sentí mucho<br />

que mi hijo no siguiese en el ejército algún<br />

tiempo más.<br />

—Harto trabajamos Gabriel y yo juuto al<br />

puente <strong>de</strong> Herrumhlar—dijo D, Diego.—VerdadSi'amenle,<br />

señora madre, si no es por nos-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


, 1 •<br />

.iii 96 B. PÉREZ GALDOS<br />

otros... Ello fué que hicimos un movimiento<br />

tftu bonito con imeah'o, eseuadróu, que... ¿te<br />

acuerdas, Gabriel? Francamente, si no es por<br />

nosotros...<br />

•—Calla, vanidoso—dijo Doña María.—Más<br />

Ijíi, hecbo el señor que tú y no se alaba <strong>de</strong> ello.<br />

La propia alabanza es cosa ruin é indigna <strong>de</strong><br />

personas bien nacidas. ¿Estará mucho en Cádiz<br />

el Sr. D. Gabriel?<br />

—Hasta que concluya el sitio, señora. Después<br />

pienso <strong>de</strong>jar las armas y seguir mi ardienLe<br />

vocación, que me impele á la carrera<br />

<strong>de</strong> la Iglesia.<br />

—Alabo mucho su resolución. Esclarecidos<br />

saulos tiene el cielo, que primero fueron valientes<br />

soldados, como San Ignacio <strong>de</strong> Loyola,<br />

San Sebastián, San Fernando, San Luis y<br />

otros.<br />

.—¿Ha estudiado usted Teología?—me preguntó<br />

un señor <strong>de</strong> los presentes.<br />

—Mi maieta <strong>de</strong> campaña no contiene más<br />

que libros <strong>de</strong> Teología, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tengo un<br />

rato <strong>de</strong> vagar, entre-batalla y batalla, me harto<br />

<strong>de</strong> leer una materia que es para mí más<br />

grata que las mejores novelas. Las tristes horas<br />

<strong>de</strong> la guardia me dan espacio y tiempopara<br />

mis meditaciones.<br />

—Asunción, Presentación—dijo Doña María<br />

con entusiasmo,—aquí tenéis un ejemplo<br />

que <strong>de</strong>be sorpren<strong>de</strong>ros y admiraros.<br />

Asunción y Presentación, al oir que j'o era<br />

una especie <strong>de</strong> santo, me contemplaron admiradas.<br />

Yo las miró tambiéu. Pareciéronme<br />

muy bonitas, más bonitas que eu Bailen; pero<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

r<br />

I


y-<br />

r'<br />

CA.UIZ 97<br />

opiiuiidas bajo la exagerada pesadumbre <strong>de</strong><br />

la autoridad materna, sus hermosos ojos estaban<br />

llenos <strong>de</strong> tristeza. Sin que su madre lo<br />

advirtiera, dijérouse algunas palabras por lo<br />

bajo.<br />

—¿Y qué nuevas nos trae usted <strong>de</strong> ia Isla?<br />

—me preguntó Doña María.<br />

—Señora, ayer se inauguró esa jaula <strong>de</strong> locos.<br />

Ya sabrá usted que el sefior Obispo <strong>de</strong><br />

Orense se ha negado, con pretexto <strong>de</strong> enfermedad,<br />

á jurar ante las Cortes.<br />

—Y ha hecho perfectamente. Eu verdad no<br />

se concibe que haya gente tan loca... Antes<br />

<strong>de</strong>l i'osario nos explicaba el Sr. Ostolaza lo que<br />

entien<strong>de</strong>n ellos por la sobei-anía <strong>de</strong> la Nación,<br />

y nos hemos horripilado. ¿Verdad, niñas?<br />

— ¡Dios nos tenga <strong>de</strong> su manol—exclamé<br />

yo.^Y ahora se susurra que nos van á dar lo<br />

que llaman libertad <strong>de</strong> la imprenta, que consiste<br />

en perniitir á cada uno escribir todas las<br />

malda<strong>de</strong>s que quiera,<br />

—Y luego hablan <strong>de</strong> vencer al francés.<br />

—Los excesos <strong>de</strong> nuestros poh'ticos—afirmó<br />

Ostolaza,—exce<strong>de</strong>rán con mucho á los <strong>de</strong> la<br />

revolución francesa. Acuér<strong>de</strong>se usted <strong>de</strong> lo<br />

que le digo.<br />

Observé entonces á aquel hombre, eí mismo<br />

quo taíito figuró <strong>de</strong>spués en la camariila<br />

<strong>de</strong>l Rey durante la segunda época constitucional,<br />

y puedo <strong>de</strong>cir que era grueso, <strong>de</strong> cara redonda,<br />

coloradote y reluciente, mirar provocativo,<br />

hablar- chillón, y a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong>sembarazados<br />

y casi siempre <strong>de</strong>scompuestos. Junto<br />

á él estaba el llamado Tenreyro, diputado tam-<br />

SEMA EDICIÓN 7<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


u<br />

B. PÉREZ GALDOS<br />

bien, cura <strong>de</strong> Álgeciras, hombre con pretensiones<br />

y fama <strong>de</strong> gracioso, aunque más que á la<br />

agu<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los conceptos, <strong>de</strong>t)fa ésta al ceceo<br />

con que hablaba; <strong>de</strong> cuerpo mezquino, <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as<br />

estrafalarias, tan pronto <strong>de</strong>magogo íuribuudo,<br />

como absolutista rabioso; sin iustruccióu, sin<br />

priDcipios ni más conocimientos que los <strong>de</strong>l<br />

toque <strong>de</strong>l órgano, cuyo arte medianameuto poseía.<br />

El tercero, D. Pablo Valieute, no era ridículo,<br />

ni eu el trato ordiuaiio so distinguía<br />

por cosa alguna chocante, en maueras ó eu<br />

leuguHJe.<br />

Contestando á Ostolaza, dije yo con el acento<br />

más grave que me era posible;<br />

—]El cielo se jtpia<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuestra infortunada<br />

nación, y nos tjaiga pronto á nuestro amado<br />

Monarca D. Fernando el VIII<br />

El nombre <strong>de</strong>l Soberano lo acompañé <strong>de</strong> una<br />

reverencia tan exagerada, que casi hube <strong>de</strong> besarme<br />

las rodillas.<br />

^Pues se dice por ahí^iudicó Tenreyro,—<br />

que van á procesar al Obispo <strong>de</strong> Oiense.<br />

—No se atreverán á, ello,—repuso Valiente<br />

sacando su caja <strong>de</strong> tabaco y ofreciendo,<strong>de</strong>l oloroso<br />

polvo á los circunstantes,<br />

— ¡A qué no se atreverá, sefiores... señorea,<br />

á qué no se atreverá esta <strong>de</strong>salmada grey <strong>de</strong><br />

filósofos y ateístas!—exclamé yo mirando al<br />

techo.<br />

—Señor oficial—me dijo Doüa María,—es<br />

indudable que uste<strong>de</strong>s los militares tienen la<br />

culpa <strong>de</strong> que loa cortesanos... así los llamo yo...<br />

an<strong>de</strong>n tan ensoberbecidos. Dicen que la Regencia<br />

tanteó á la tropa para dar nn golpe;<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

i'.'


p"<br />

f- C.-VDIZ 99<br />

n<br />

í;^;<br />

1 ^<br />

^ero la tropa DO quiao pouerse <strong>de</strong> su parte.<br />

—La tropa—dijo Ostolaza,—ha cometido la<br />

'falta <strong>de</strong> iucluiaise al populacho,<br />

—Lo que no se ha hecho, señores—dije yo<br />

•con proleLico touo,^se liará.<br />

y repetí varias veces, mirando á todos lados,<br />

•el enérgico «se hará.s<br />

^S¡ todos fuerau como tú, Gabriel—me dijo<br />

D. Diego,—prouto acabarían las picardías<br />

que estamos vieudo.<br />

—¿Durarán las Cortes hasta el mes que viene,<br />

•Sr. <strong>de</strong> Valiente?—preguntó la <strong>de</strong> Eumblar.<br />

—Durarán algo más, seELora. A no ser que<br />

los franceses, envalentonados con nuestras dis-<br />

•cordias, entren en Cádiz y hagan con todos<br />

•los que aquí estamos un picadillo. Yo he dicho<br />

•que la soberanía <strong>de</strong> la Nación por un lado y la<br />

libertad <strong>de</strong> la imprenta por otro, son dos obuses<br />

cargados <strong>de</strong> horrorosos proyectiles, que<br />

nos harán más daño que los que ha inventado<br />

Villaiitroys.<br />

— Caballero—observé yo afeminadamente,<br />

—esa comparacioneita es exacta, y procuraré<br />

.retenerla en la memoria.<br />

— Deploro tantos errores—dijo la dueña <strong>de</strong><br />

la casa.—Pero aquí, Sr. D. Gabriel, no tomamos<br />

á pecho la política, y los que en casa se<br />

•reúnen no hacen más que <strong>de</strong>partir discretamente<br />

sobre el mal gobierno y los filosofastros.<br />

Yo no me ocupo más que <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong><br />

•mi querido hijo, que se efectuará en breve, y<br />

-<strong>de</strong> completar la educación religiosa <strong>de</strong> mi<br />

ihija—señaló á Asunción,—qiie <strong>de</strong>be entrar<br />

jnuy prouto en un convento <strong>de</strong> Recoletas, si-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


I ¡<br />

100 B. PÉREZ 0ALDÓÍ1<br />

guiendo au <strong>de</strong>cidida é inquebrantable iücliuacióo,<br />

OcLipacJoiies sou éstas que llenan alegremente<br />

mi cansada vida, y á las que me<br />

consagro con el mayor celo,<br />

Asunción había bajado los ojos, y Presentación<br />

me miraba, queriendo leer en mi cara<br />

el efecto que me producian lae palabras <strong>de</strong> su<br />

mamá.<br />

—¿Enviasteis recado á Inés?—-preguntó<br />

Doña María,—Diego, tu futura esposa estará<br />

sin duda enojuda contigo, por tu mal comportamiento<br />

y <strong>de</strong>saplicación. Necesario es que<br />

varíes <strong>de</strong> conducta. Ahora, cuando baje, pue<strong>de</strong>s<br />

manifestarle con palabras tiernas tu propósito<br />

<strong>de</strong> DO ofen<strong>de</strong>rla niáa, como lo lias hecho<br />

saliendo ala calle por las tar<strong>de</strong>s en la hora<br />

que tenido dispuesto hables con ella y le recites<br />

alguna fábula bonita ó poesía instructiva. Yo,<br />

Sr. D. Gabriel—y se dirigió á mí <strong>de</strong> nuevo,—<br />

no gusto <strong>de</strong> tiranizará la juventud. Conozco<br />

que es preciso ser tolerante cou los maeliachos,<br />

sobre todo cuaudo llegan á cierta edad,<br />

y sé muy bien que los tiempos presentes "exigen<br />

algo más <strong>de</strong> holgura que los pasados eu<br />

los lazos que atan á loa jóvenes con sus familias.<br />

Con estos principios, permito á mi nuera<br />

que baje á la tertulia y platique con personas<br />

finas y juiciosas sobre asuntos profanos, porque<br />

una muchacha <strong>de</strong>stinada al siglo y á dar<br />

lustre á una gran casa como la suya, no <strong>de</strong>be<br />

ser criada con aquel encogimiento y estrechez<br />

que tan bien sienta en la que sólo ha <strong>de</strong> vivir<br />

en su casa, bien reducida á un <strong>de</strong>coroso celibato,<br />

bien instruyéndose para servir á Dios en<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

í-<br />

ri<br />

Á'j


I<br />

V-<br />

CA.DIZ<br />

101<br />

el mejor y más perfecto <strong>de</strong> los estados. IVlis dos<br />

niñas viven aquí goznsas, sin apetecer bailes,<br />

ni paseos, ni teatros. No soy yo enemiga tampoco<br />

<strong>de</strong> que se diviertan, ni érea usted que<br />

estoy siempre con el rosario en la mano haciéndolas<br />

rezar y aburriéndolas con mi excesivo<br />

manoseo <strong>de</strong> las cosas santas, no. También<br />

aquí se habla <strong>de</strong> cosas mundanas, siempre<br />

con el <strong>de</strong>bido comedimiento. A veces tengo<br />

que imponer silencio, mandando que cesen<br />

las controversias sobre Teología, porque Lord<br />

Gray, que viene aquí muy á menudo, gusta<br />

<strong>de</strong> tratar con <strong>de</strong>senvoltura asuntos muy <strong>de</strong>licados,<br />

— Como que anoche—dijo D. Paco, iooportunísimameute,—dio<br />

en afirmar que no comprendía<br />

el misterio <strong>de</strong> la Encarnación, para<br />

que la señorita Asuncióu se lo explicara.<br />

—Estoy hablando yo, Sr. D. Paco—dijo<br />

con firmeza y enojo la Con<strong>de</strong>sa.—Nada importa<br />

ahora lo que Lord Gniy hiciera ó <strong>de</strong>jase<br />

<strong>de</strong> hacer anoche... Pues, como <strong>de</strong>cía, aquí<br />

viene Lord Gray, un sujeto respetabilísimo, y<br />

tan formal y circunspecto que no hay otro que<br />

se le iguale. Ellas se entretienen oyéndole contar<br />

sus aventuras. ¿Conoce usted á Lord Gray?<br />

—Sí, señora. Es un hombre muy digno y<br />

temeroso <strong>de</strong> Dios. ¿Pero no saben uste<strong>de</strong>s que<br />

parece inclinado á convertirse al catolicismo?<br />

—iJesús, y qué me dice ustedl—exclamó<br />

con asombro y júbilo Doña María.—Aquí ae<br />

ha tratado algunas veces este punto, y las niñas<br />

y yo le hemos exhortado á que tome tan<br />

saludable <strong>de</strong>terminación.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


102 I). PEBEZ ÜALDOS<br />

—Como suelo pasarme las horas muertaseu<br />

el Carmen Calzado—dije j'o,—he visto entrar<br />

varias veces á Lord Gray eo busca <strong>de</strong>l-<br />

Padre Florencio, que es el mejor catequizador<br />

<strong>de</strong> ingleses que hay en todo Cádiz.<br />

— Lord Gríiy no ha <strong>de</strong> faltar esta nociie—<br />

afirmó Dofia María.—Y usted, Sr. D. Gabriel,,<br />

¿no nos acompañará algunos ratitos?<br />

—Señora—respoudi,—<strong>de</strong> buen grado lo baria;<br />

pero mis ocupaciones militares y la necesidad<br />

que tengo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spachar <strong>de</strong> una vez todoel<br />

capítulo <strong>de</strong> prescieiilia, que es el más difícil<br />

<strong>de</strong> todos, me retendrán en la Isla.<br />

—¿y qué opina usted <strong>de</strong> la prescieniia?—<br />

me preguntó Ostolaza cuando yo estaba muy<br />

lejos <strong>de</strong> esperar semejante embestida.<br />

—¿Q.Lié opino yo <strong>de</strong> la prcscientia?—repliqué<br />

tratando <strong>de</strong> uo turbarme para contestar<br />

alguna ingeniosa vulgaridad que me saca-se<strong>de</strong>l<br />

compromiso.<br />

—Opinará lo mismo que San Agustín, se~<br />

cundtimAugiístbius,—indicó oficiosamente Doa-<br />

Paco, que anhelaba mostrar au erudición.<br />

^Ya están las ñiflas con cada ojo...—dijí)-<br />

Doña María observando que sus hijas atendían<br />

á la planteada discusión con <strong>de</strong>masiad»'<br />

interés.—Niñas, <strong>de</strong>jad á los hombres que <strong>de</strong>batan<br />

estas cosas tan intrincadas. Ellos sabrán<br />

lo que se dicen. No abrir tales ojazos, y<br />

miren los cuadros y las pinturas <strong>de</strong>l techo, ó<br />

hablen conmigo, preguutándome si se me alivia<br />

el dolor <strong>de</strong>l hombro.<br />

— Lo mismo que San Agustín—indicó Doft<br />

Diego.—Opinaráeomo San Agustíu yeomoyoi.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

ti<br />

íi.'.r<br />

i


I<br />

^.<br />

CÁDIZ 103<br />

—Según y conforme—dije recapacUaudo.—<br />

¿Uste<strong>de</strong>s piensan como San Agustín?<br />

Ostolaza, Tenreyroy D. Paco ae <strong>de</strong>sconcertaron<br />

.<br />

—Nosotros...<br />

—Supongo que conocerán los nuevos tratados...<br />

Á este punto llegaba la controversia, cuatido<br />

entró Lord Gray á sacarme <strong>de</strong>l apuro. No<br />

pudiera llegar.en mejor ocasión. Recibiéronle<br />

Doña María y sus tertulios con ]¡i mayor cordialidad<br />

y ngasajo, yél aaludóá tudos con afectado<br />

eneogiíaiento.Tal vezexLrañaráHlgnno<strong>de</strong><br />

los que me oyen ó me leen, que con tan buena<br />

amistad fuera recibido un extranjero proteatante<br />

en casa don<strong>de</strong> imperaban ciertas i<strong>de</strong>as<br />

con absoluto dominio; pero á esto les contestaré<br />

que en aquel tiempo eran los ingleses objeto<br />

<strong>de</strong> cariñosas atenciones, á causa <strong>de</strong>l auxilio<br />

que la nación británica nos daba en la guerra;<br />

y como era opinión, ó si no opinión, <strong>de</strong>sgo<br />

<strong>de</strong> muchos, que los ingleses, y niayormeute<br />

los herinauos "Wallesley, no veían con buenos<br />

ojos la novedad <strong>de</strong> la proyectada Constitución,<br />

<strong>de</strong> aquí que ios partidarios <strong>de</strong>l régimen<br />

absoluto trajeran y llevaran con palio á nuestros<br />

aliados. Lord Gray a<strong>de</strong>más, con su ingeniosísima<br />

labia, su simpático carácter, y también<br />

poniendo en práctica estudiadas artimañas<br />

y mojigaterías como yo, había conseguido<br />

hacerse respetar y querer vivamente <strong>de</strong><br />

Doña María. A<strong>de</strong>más, solía ridiculizar con<br />

gran <strong>de</strong>senfado las ceremonias protestantes.<br />

Mientras Lord Gray respondía á ciertas ea-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


104 B. PÉREZ GALDOS<br />

fadosas preguntas que Oatolazale liiao, Doña<br />

María Haujó á sus hijas y dijo á Asoucióu, no<br />

tan por lo bajo que J'o <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> cirio:<br />

—Mira, Asunción, habla con Lord Grey un<br />

ratito; coge con disimulo el tema <strong>de</strong> la religión,<br />

y sondéale, á ver síes cierto que está<<br />

dispuesto á abjurar sus errores por abrazarse<br />

á nuestra santa doctrina.<br />

En aquel instante sentí ruido <strong>de</strong> pasos y<br />

entró Inés. ¡Dios mío, qué guapa estaba, pero<br />

qué guapal No recuerdo si en el libro anterior<br />

hablé á uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la soltura, <strong>de</strong> la elegancia,<br />

<strong>de</strong> la armoniosa proporcionalidad que<br />

el completo <strong>de</strong>sarrollo habla dado á su bella<br />

figura. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> esto, encontiúbale mayor<br />

animación en el rostro, y una grata expresión<br />

<strong>de</strong> conformidad y satiafaccióu, no menos<br />

simpática que su antigna tristeza, resto <strong>de</strong> la<br />

miserable y ruin vida <strong>de</strong> la infancia. Observándola,<br />

cousi<strong>de</strong>ié cuánto había ganado en<br />

encantos y atractivos aquella criatura, añadiendo<br />

á sus bellezas naturales, á su discrecidn<br />

é iugénito saber, ladulee cortesanía ylas<br />

gracias que infun<strong>de</strong> el trato frecuente con personas<br />

distinguidas y superiores. En su cara<br />

advertí el extraño realce que da la conciencia<br />

<strong>de</strong>l propio mérito, lo cual no es lo mismo que<br />

vanidad.<br />

No parecía haber perdido la hermosa mo<strong>de</strong>stia<br />

que la hacía tan simpática; pero sí<br />

aquella especie <strong>de</strong> encogimiento, aquel <strong>de</strong>smedido<br />

amor á la obscuridad, que emanabau<br />

<strong>de</strong>l malestar hallado en su repentino cambio<br />

<strong>de</strong> fortuna. Había adquirido lo que le faltaba<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


IS<br />

CÁDIZ 105<br />

cuaudo la vi en Córdoba y en el Pardo: el perfecto<br />

cooocimieuto <strong>de</strong> su posición, y las mil<br />

menu<strong>de</strong>ncias personales, acci<strong>de</strong>ntes casi imperceptibles<br />

<strong>de</strong> la voz, <strong>de</strong>l gesto, <strong>de</strong> la mirada,<br />

con que el individuo da á enten<strong>de</strong>r claramente<br />

que se halla don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be hallarse. Encontrábala<br />

más aita, un poco más gruesa, con<br />

el color menos pálido, la boca más risueña,<br />

los ojos uo menos seductores y arrebatadores<br />

que loa <strong>de</strong> su madre, célebres en toda la redon<strong>de</strong>z<br />

<strong>de</strong> España; la voz más segura, sonora<br />

y grave, y el conjunto <strong>de</strong> su persona respirando<br />

firmeza, vida, soltura y nobleza, ¡Oh imagen<br />

tau perfecta vista como soñada! ¿Fué<br />

anei'te ó <strong>de</strong>sgracia haberte couocido?<br />

XI<br />

No indiferente á mi presencia, segúu comprendí,<br />

pero tampoco sorprendida, Inés <strong>de</strong>bía<br />

saber qne yo estaba allí.<br />

— lAii!—exclamé con <strong>de</strong>specho para mis<br />

a<strong>de</strong>ntros.—La muy picara, aunque la llamaron,<br />

no bajó hasta que vino el maldito inglés.<br />

Doña Muría me presentó ceremoniosamente<br />

á ella diciendo:<br />

—A este caballero le conocimos en nuestra<br />

casa <strong>de</strong> Bailen cuando la célebre batalla. Ea<br />

amigo <strong>de</strong>l que va á ser tu marido; allí pelea-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


106 B. PERBZ CALDOS<br />

ron juntos, con tan bnena suerte, que, segúa<br />

afirma Diego, si no es por ellos...<br />

— Gabriel es un gran militar—afirmó Don<br />

Diego,—¿Pero no le conoces tú? Es amigo <strong>de</strong><br />

tu prima !a Con<strong>de</strong>sa.<br />

Doña María friiiieió el ceño,<br />

-—En efecto—dije yo,—tuve el honor <strong>de</strong> conocer<br />

en <strong>Madrid</strong> á la sefiora Con<strong>de</strong>sa. Arabos<br />

teníamos un mismo confesor. Yo solicité <strong>de</strong> la<br />

sefiora Con<strong>de</strong>sa que me consiguiese una beca<br />

en el Arzobispado <strong>de</strong> Toledo; pero <strong>de</strong>spués me<br />

vi obligado á servir al Rey, y salí <strong>de</strong>^la Corte.<br />

—Este joven—añudió Doña María,-nos<br />

acompañará algunas noches, robando tal cual<br />

rato á sus estudios religiosos y á las meditaciones<br />

místicas que le traen tan absorbido.<br />

Hoy el servicio <strong>de</strong> las armas le obliga á sofocar<br />

su ardiente vocación; pero cantará, misa<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la guerra. ]Noble ejemplo que <strong>de</strong>bieran<br />

imitar la njayor parte <strong>de</strong> los miiitaresl-<br />

To me complazco, bija mía, en que se reúnan<br />

aquí personas formales y <strong>de</strong> excelentes y sólidos<br />

principios. Caballero —añadió encarándose<br />

conmigo,—esta damisela es ini futura<br />

nuera, prometida esposa <strong>de</strong> éste mi amadohijo<br />

D. Diego.<br />

Inés me hizo una profunda reverencia. S&<br />

sonrió al mismo tiempo, comprendiendo el<br />

astuto ardid <strong>de</strong> mi fingida religiosidaii.<br />

Eu tanto, ¿dón<strong>de</strong> estaba Lord Gray? Extendí<br />

la vista, y le vi tras el respaldo <strong>de</strong>! monumental<br />

sillón <strong>de</strong> Doña María, muy enfrascado<br />

en estrecha plática con Asunción, que sju<br />

duda íe estaba convenciendo <strong>de</strong> las ventaja»<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

1


••1%<br />

CÁDIZ 107<br />

<strong>de</strong>l catolicismo sobre el protestautísmo. A cada<br />

paso apartaba él los ojos <strong>de</strong> su iuterlocatora<br />

para mirar á lués.<br />

—Bieu <strong>de</strong>cía el tunante—observé para mí,<br />

—que se valla <strong>de</strong> las discretas amigas. La otra<br />

cou su sautidad es quien lea lleva y trae los<br />

recaditos.<br />

Inés me dijo con dulce ironía:<br />

—Celebro mucho que esté usted tan <strong>de</strong>cidido<br />

á seguir la carrera eclesiástica. Hace usted<br />

bien, porque boy no hacen falta militares,<br />

sino buenos clérigos. Eli mundo está tan pervertido,<br />

que no lo curarán ias espadas, siuo<br />

las oraciones.<br />

—Esta afición la tengo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy niño—<br />

repuse,—y nadie pue<strong>de</strong> apartarla <strong>de</strong> mí, porque<br />

sobrevive á todas mis alternativas y <strong>de</strong>sgracias.<br />

Inés miraba á cada instante el grupo formado<br />

por el inglés y Asunción. También Doña<br />

María v


108 B. PÉREZ GALDOS<br />

divorciada <strong>de</strong>l siglo, aunque en su coutioente<br />

y rostro Jio se advierte nada que lo iudiquo,<br />

compreu<strong>de</strong>rá que, en estas recatadas tertulias<br />

<strong>de</strong> ¡ni casa, uo se pue<strong>de</strong> tener con las macliachaa<br />

la licenciosa tolerancia que madres inadvertidas<br />

y ciegas tienen con sus bijas eu otras<br />

familias. Por eso verá usted que apenas permito<br />

á mis niñas hablar un poco con Ostolaza,<br />

con Lord Gray ó con usted, ai bien ha habido<br />

noches en que les he consentido conversaciones<br />

<strong>de</strong> quince minutos en distintas horas.<br />

Comprendo que ini sistema, aunque no es riguroso,<br />

será criticado por los que dan rienda<br />

suelta ú. los impulsos naturales <strong>de</strong> la juventud.<br />

Pero no me importa. Usted me hace justicia<br />

sin duda, y alaba la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> mi proce<strong>de</strong>r.<br />

—Seguramente, señora—respondí con afeetacióu<br />

y pedantería,—¿qué cosa más sabia ni<br />

más pru<strong>de</strong>nte que prohibir eu absoluto á las<br />

niñas toda conversación, diálogo, mirada ó<br />

seña con hombre que no sea su confesor? ¡Oh,<br />

señora Con<strong>de</strong>sa, parece que ha adivinado usted<br />

mi peusamientol Como usted, yo he observado<br />

la corrupción <strong>de</strong> las costumbres, hija<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>senvoltui'a francesa; como usted, he<br />

observado el <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> las madres, la ceguera<br />

<strong>de</strong> los padres, la malicia <strong>de</strong> las tías, la<br />

complicidad <strong>de</strong> las primas y la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong><br />

las abuelas; y he dicho: «or<strong>de</strong>n, rigor, cautela,<br />

rechisión, tiranía, ó si no <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco la<br />

sociedad se precipitará eu los abismos <strong>de</strong>l pecado.»<br />

Nada, nada, señora Con<strong>de</strong>sa: yo lo<br />

aconsejo á todas las madres <strong>de</strong> familia que<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

•<br />

I


• *<br />

. GA.mz<br />

109<br />

conozco, y les digo: «mucho cuidado cou las<br />

niñas mientras sean solteras. Después <strong>de</strong> casadas,<br />

allá se entieLidan ellas, y si quieren tener<br />

dos docenas <strong>de</strong> cortejos, ténganlos.»<br />

—En todo estamos <strong>de</strong> acuerdo—dijo Doña<br />

María,—menos eo eso último, pues ni <strong>de</strong> solteras<br />

ni <strong>de</strong> casadas les tolero la inmoralidad.<br />

¡Ay, yo tengo i<strong>de</strong>as muy raras, Sr. D. Oabriell<br />

Me asotabro <strong>de</strong> ver por ahí madres muy<br />

cristiatias que, celando hasta lo sumo á las<br />

hijas solteras, ven con indiferencia los pecadillos<br />

<strong>de</strong> las casadas. Yo no soy asf; por eso<br />

no quiero que se casen mis niñas; no, jamás,<br />

jamás. Casadas estarían libres <strong>de</strong> mi autoridad,<br />

y aunque no his creo capaces <strong>de</strong> nada<br />

malo, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pue<strong>de</strong>n cometer una falta,<br />

siéndome imposible castigarla, me horripila.<br />

—El gran sistema es el mío, señora; este<br />

sistema que no ceso <strong>de</strong> recomendar á todas<br />

las madres que conozco. Or<strong>de</strong>n, rigor, silencio,<br />

encien-o perpetao y esclavitud constante.<br />

Mis lecturas y meditaciones me lian inspirado<br />

estas i<strong>de</strong>as.<br />

—Son también las mías. Mi hija Asunción<br />

entrará pronto en un convento, y PresentaciiSn<br />

está <strong>de</strong>stinada á ser soltera, porque así lo he<br />

resuelto yo.<br />

—Cosa justísima y natnralísima que usted<br />

haya resuelto eso.<br />

—Siendo el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la una el claustro y<br />

<strong>de</strong> la otra el celibato, ¿á qué viene el consentirles<br />

conversaciones con los jóvenes?<br />

—Ea claro... ¿á qué viene?... No apren<strong>de</strong>-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


lio<br />

B. PERE2 QALDOS<br />

riaii más que cosas malas, pecados.,, ¡y qué<br />

peendos I<br />

—Pero coiuo es preciso trausigii: uu poquito<br />

coü las costumbres, que exigen cierta licencia,<br />

suele írseme la mitao en esto <strong>de</strong>l rigor.<br />

Ya ve usted, á casa vienen algunas personas<br />

muy diatiuguidiis, honestas y pru<strong>de</strong>ntes, sf,<br />

pero <strong>de</strong> muudo. Necesito coutemporizar con<br />

ellas, por no aparecer gazmoña, intolerante y<br />

extremada. Felizmente baja todas ias uocbes<br />

á mi tertulia lués, á quien, como muy próxima<br />

á ser mujer casada, pue<strong>de</strong> permitirse que<br />

sosteuga coloquios tirados con tal cual persona<br />

<strong>de</strong>cüutey bien nacida. Si no fuera por ella.<br />

Lord Giay se aburriría gran<strong>de</strong>mente en casa.<br />

¿No cree usted que á una joven que va á ser<br />

mayoriizga y que ocupará posición muy encumbrada<br />

en la corte, se le <strong>de</strong>be dar cierta libertad?<br />

—Todas las liberta<strong>de</strong>s, señora, todas. ]Una<br />

mayorazgal Pues digo, si me la hacen camarista<br />

<strong>de</strong> reinas, ó dama <strong>de</strong> honor <strong>de</strong> emperatrices,<br />

¿qué ha <strong>de</strong> hacer sin la <strong>de</strong>senvoltura,<br />

el <strong>de</strong>senfado, la astucia que el buen servicio<br />

y concierto <strong>de</strong> los palacios exige?<br />

—Cierto: á cada cual se le <strong>de</strong>be educar según<br />

6U <strong>de</strong>stino. En posiciones elevadísimas,<br />

DO pue<strong>de</strong> sostenerse todo el rigor <strong>de</strong> los priucipios,<br />

según dice la gente, auuque ciertas leyes<br />

sí <strong>de</strong>ben regir en todas partes. Sin embargo,<br />

como así viene <strong>de</strong> atrás, <strong>de</strong>bemos respetar<br />

la obra <strong>de</strong> nuestros mayores, quienes harto<br />

supieron lo que se hacían.<br />

—Juetaineiite.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


f<br />

tí<br />

CÁDIZ líl •<br />

—Pero me parece que se prolonga <strong>de</strong>masiado<br />

la conversación <strong>de</strong> Inés con Lord Gray,<br />

y voy á hacer que hablen en corrillo don<strong>de</strong><br />

les oigamos todos. Sr. D. Gabriel, ni un moinentü<br />

<strong>de</strong>be abandonarse el ejercicio <strong>de</strong> la prolija<br />

autoridad materna. ¡La autoridad! ¿Qué<br />

seria <strong>de</strong>l mundo sin la autoridad?<br />

—En efecto, ¿qué sería? ]E1 caos, el abis-<br />

•mol...<br />

Doña María, que reglamentaba los diálogos<br />

<strong>de</strong> sus tertulias como mueve y or<strong>de</strong>na im general<br />

experto los movimientos <strong>de</strong> una balalla<br />

•campal, dispuso que Inés continuase hablando<br />

con Lord Gray, y que Presentación pegase<br />

la hebra coii üatolaza. En tanto, Asunción<br />

•charlaba en voz bastante alta con SQ hermano,<br />

diciéndole cosas cuyo sentido no pu<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r.<br />

Ostolaza, Tenreyro y D. Paco estaban<br />

muy metidos en lenguas disertando sobre los<br />

gran<strong>de</strong>s males <strong>de</strong> la educación á la mo<strong>de</strong>rna,<br />

y forzosamente me eoreilaron en su coloquio,<br />

teniendo ocasión <strong>de</strong> lucir mi intolerancia, y<br />

un poco <strong>de</strong> ciei'ta erudicioncilia transnochada<br />

mny <strong>de</strong>l caso. Poco <strong>de</strong>spués volví al lado <strong>de</strong><br />

Doña María á punto que D.Diego, apartáudose<br />

<strong>de</strong> au hermana, bacía Jo misnno, y le oí<br />

•<strong>de</strong>cir:<br />

—Señora madre, á ser usted, yo no permitiría<br />

á Inés tantas inümida<strong>de</strong>a con Lord Gray.<br />

Francamente, señora, esto no me gusta, y menos<br />

cuando veo que la que va á ser mi mujer<br />

se está los minutos <strong>de</strong> Dios oyéndole y coatestándole<br />

sin pestañear.<br />

— Diego—manifestó Doña María con seve-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


112 B. PÉREZ CALDOS<br />

ro acento,—me enfada ]a bajeza <strong>de</strong> tus conceptos,<br />

que iüdieau Íii ruindad <strong>de</strong> tus juicios.<br />

Si lués fuera tu hermana, podrías tener esos<br />

escrúpulos; pero siendo tu futura esposa,<br />

cviaiiLo has dicho es ridículo. Una gran señora,<br />

¿ha <strong>de</strong> ser éucogida y corta <strong>de</strong> genio como<br />

una novicia <strong>de</strong> convento?<br />

D. Diego, oído esto, se acercó <strong>de</strong> muy mal<br />

talante á sus hermanas.<br />

—>Sr. <strong>de</strong> Araceli—me dijo Doña María,—<br />

la juventud es asi. Comprendo loa ceiilloa <strong>de</strong><br />

mi hijo. Verda<strong>de</strong>ramente, lués se distrae <strong>de</strong>masiado<br />

con Lord Gray. Aunque le supongo<br />

á usted poco aficionado á per<strong>de</strong>r el tiempo<br />

conversando con muchachas frivolas, llágame<br />

el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>partir un rato con mi futura<br />

nuera.<br />

Doüa María miró á Inés cou euojo, y dirigiéndose<br />

luego á Lord Gray, le llamó con afectuosa<br />

súplica.<br />

Inés quedó sola y acudí hacia eUa. Por primera<br />

vez durante la tertulia hallaba ocasión<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>rle hablar lejos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y la<br />

aproveché cou presteza. Ella, anticipándose al<br />

afán con que yo iba á hablarle, me dijo:<br />

—¿Mi prima te ha mandado aquí? ¿Me traes<br />

algún recado?<br />

—No—respondí.—No me ha mandado tu<br />

prima. No he venido por traerte recado alguno.<br />

He venido por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verte, y <strong>de</strong> saber<br />

por mí mismo que me has olvidado.<br />

—Por Dios—me contestó disimulando su<br />

emoción,—repara dón<strong>de</strong> estás. La Con<strong>de</strong>sa<br />

no cesa <strong>de</strong> observarme. Aquí es preciso íiugir<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

i-<br />

í<br />

II


I<br />

-ClDIZ 113<br />

A todas horas, y disimularlos pensamientos.<br />

¿Por qué lio has venido antes? Pero di: ¿mi<br />

prima no te ha dado ningún recado?<br />

—¿Qué me importa tu prim:i?^exclamó<br />

con enfado.—Til no sospechajjas que viniera<br />

á sorpren<strong>de</strong>rte.<br />

—¿Pero estás loco? Doña María no me quita<br />

los ojos.<br />

—Vaya al diantre Doña Maria. Respón<strong>de</strong>me,<br />

Inés, á lo que te pregouto, ó gritaré y<br />

escandalizaré para que nos oigan hasta ios<br />

sordos.<br />

—Si no me has preguntado naiía.<br />

—Sí te he preguntado. Pero tú haces que<br />

no oyes, y no quieres respon<strong>de</strong>rme.<br />

—No nos enten<strong>de</strong>mos—repuso Heiia <strong>de</strong><br />

confusiones, y raortifieada por la observación<br />

tenaz <strong>de</strong> Doña María.—¿Vendrás todas las noches?<br />

Aquí es preciso mucha cántela. Para<br />

respirar necesito pedir la venia á ia señora.<br />

Ten pru<strong>de</strong>ncia, Gabriel; también Ü. Diego no3<br />

mira. Haz <strong>de</strong> modo que Doña María y los<br />

murciélagos crean que estamos hablando <strong>de</strong><br />

religión, ó <strong>de</strong> los cuadros <strong>de</strong> la pared, ó <strong>de</strong><br />

esa gran grieta que hay en el techo. Aquí es<br />

preciso hacerlo todo ¡isi. No te expreses con<br />

vehemencia. Ponte risueño y mira á las pare<strong>de</strong>s<br />

diciendo; «iQaé bonitas láminas! Allí están<br />

Dafne y Apolo.»<br />

— ¿Pero hay que ser cómico para entrar<br />

aquí?<br />

^Sí: es preciso estar siempre sobre las tablas,<br />

Gabriel, fingiendo y enredando. Esto es<br />

muy triste.<br />

SKXTA EDIGIÓM 8<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


114 S. PÉREZ GALDÓS<br />

—Pero Lord Gi'ay uo disimula.<br />

—¿Eres amigo <strong>de</strong> Lord Oray?<br />

—Sí, y me lo ha contado todo.<br />

—Te lo lia dielio...—exclamó confusa,—•<br />

¡Qué homhre tan indiscreto! Y yo le había<br />

encargado la mayor pru<strong>de</strong>ncia... [.'or Dios, Gabriel,<br />

no pronaneies una palabra ni un gesto<br />

que puedan dar á conocer lo que te ha contado<br />

Lord Gray. ¡Qué indiserecióul Hazme el<br />

favor <strong>de</strong> olvidar lo que te iia dicho, ¿El te ha<br />

traído aquí?<br />

—No; he venido con D, Diego. He querido<br />

saber por tí misma que ya no rae amas.<br />

—¿Qué estás diciendo?<br />

—Lo que oyes. Ya lo sabía; -pero á mí me<br />

hacía falla oirlo <strong>de</strong> tus propios labios.<br />

—Pues uo lo oirás.<br />

—Ya lo he oído.<br />

—Por Dios, disimnlñ. Ahora, Gabriel, alza<br />

la vista y di: s ¡Qué terrible grieta se lia abierto<br />

en el techols ¿Con que no te quiero yo?<br />

¿Sabes que uo lo había advertido? Y ea tanto<br />

tiempo, ¿qué has hecho tú? ¿Has estado en el<br />

sitio <strong>de</strong> Zaragoza? Aquello sería un paraíso;<br />

MO estaba allí Doña María.<br />

—No he vivido más que para tí; y si algnua<br />

vez he hecho un esfuerzo para subir un<br />

peldaño en la escala <strong>de</strong>l mundo, hícelo sólo<br />

con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llegar, si no á valer tanto como<br />

tú, al menos á ponerme en condición tal que<br />

no se rieran <strong>de</strong> mí cuando te miraba,<br />

—Mentiroso; tú también has aprendido á<br />

disimular. Ni una sola vez te has acordado <strong>de</strong><br />

mí en tanto tiempo.,, Peroiio te acerques tan-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

M


5?<br />

CÁDIZ 115<br />

to. Cuidado, DO me tomes la mano. Parece<br />

que tienes luego <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los guantes. Doña<br />

María nos observa.<br />

—Yo no aé disimular como tú. Te he querido<br />

con toda mi alma. Inesilla, y con veinte<br />

almas más, porque una sola no basta para<br />

quererte como te quiero... Dime coi) la mano<br />

puesta sobre el corazón si lo mereces tú, dímelo.<br />

—-¿Pues no he <strong>de</strong> merecerlo?—me contestó<br />

sonriendo.—Merezco eso y muciio más, porque<br />

me lo tengo ganado y pagado con interés<br />

y anticipación. ¿Pero no ve usted, señor<br />

D. Gabriel'—-añadió alzando la voz,—qué hendidura<br />

tan gran<strong>de</strong> es esa que hay en el techo?<br />

—Inés, si es verdad lo que me dices, dimelo<br />

otra vea, y alza la voz. Quiero que lo oigan<br />

Doña María, D. Diego y los murciélagos.<br />

— Calla. Por haber estado tanto tiempo sin<br />

vermp, merecías... á ver, ¿qué merecías?<br />

—Bastante castigado estoy por los celos,<br />

por uQoa terribles celos que me han mordido<br />

el eorazión, y me lo muer<strong>de</strong>n todavía.<br />

—¡Celos! ¿De quién?<br />

—¿Me lo preguntas tú? De Lord Gray.<br />

-—Tú has perdido el juicio—dijo con precipitación,<br />

atropeilándose en sus labios frases<br />

rápidas y confusas.—¡El lo dicel... Tal vez...<br />

Ese hombre me causará gran<strong>de</strong>s pesadimibrea,<br />

—¿Tú le amas?<br />

—Por Dios, habla bajo, disimula.<br />

—^Yo no puedo disimular. Yo no estoy como<br />

tú educado en esta escuela <strong>de</strong> los fiíigi míen toa.<br />

Yo no puedo <strong>de</strong>cir más que la verdad.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


116 B. PGREZ SALDOS<br />

—¿Has dielio que yo amo á Lord Gray? Jamás<br />

be penaado en tal cosa.<br />

—¡OIJI ¿Qué liaré para creerlo? Bajo Ja antoridad<br />

<strong>de</strong> Doña María lias aprendido <strong>de</strong> tul<br />

modo á disfrazar los peupamientos, queliHsia<br />

te ocultan á mis ojos, tan aeostumlirados, no<br />

BÓlo á leerlos, sino á adivinarlos. Ha <strong>de</strong>saparecido"<br />

aquella claridad que te ro<strong>de</strong>aba y que<br />

se hacía doblemente hermosa ante mi. Ya no<br />

hablas aquella palabra divina que ningún mortal<br />

y menos yo podía poner en duda. Aliora,<br />

Inés, me asegiiraiás una cosa, me la jurarás<br />

y... ¿qué quieres tú? no lo creeré. |Mald¡ta BC&<br />

mil veces Dofia María, que íe ha enseñado á<br />

disimular!<br />

—Si te alteras <strong>de</strong> ese modo, no podremoshablar—reposo<br />

con,agitación, en voz baja; y<br />

luego en voz alta aCadió:—Sr. D. Gabriel, estas<br />

estampas <strong>de</strong> Dal'ne y Apolo, <strong>de</strong> Júpiter y<br />

Europa, son in<strong>de</strong>corosas, y hemos encargado<br />

á Sevilla una colección <strong>de</strong> santos para sustituirlas.<br />

¿Pero qué has dicho <strong>de</strong> Lord Gray?—<br />

prosiguió quedamente'-.—¿Que le amo yo? ¡Oh,<br />

ese hombre me traerá alguna <strong>de</strong>sgracia! No<br />

repara en nada. iQiié loca he sido! ]\le encuentro<br />

comprometidal Gabriel, te suplico que olvi<strong>de</strong>s<br />

lo que íe haya dicho Lord Gray. Olvídalo,<br />

á uadie, ni á tu confesor hables <strong>de</strong> eso. Td<br />

reconocerás que está lleno <strong>de</strong> seducciones, y que<br />

no es extraño que su fantasía acalore y agite<br />

el alma <strong>de</strong> una... Pero no hables <strong>de</strong> eso. Calla<br />

por favor,<br />

—¿De veras DO le amas?<br />

—No.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

•ifj


t.<br />

OADIZ 117<br />

—¿Á.ma á álgnua otra <strong>de</strong> esta casa?<br />

—No sé... calla... no, á nadie <strong>de</strong> esta casa—<br />

respondió turbada,—¿Pero no merezco que me<br />

•creas?<br />

—No, casi no.<br />

—¿!\le lias conocido mentirosa?<br />

—No sé qué tiene esta casa y todos los que<br />

la viven. Me parece que eu esta morada <strong>de</strong>l<br />

.disiiiinlo y la mentira, ninguna cosa es como<br />

a[)arece. Mienten los que aquí moran; mienten<br />

los que aquí vienen, y hasta yo he necesitado<br />

mentir para que me admitieran. Esta atmósfera<br />

está formada <strong>de</strong> falsedad y eiigaüo. Los<br />

ciirazones, oprimidos por una autoridad iusoportüble,<br />

necesitan <strong>de</strong>sfigurarse para que se lea<br />

permita vivir. Esta casa, esta familia á quien<br />

.presi<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su sillón Doña María, como el<br />

genio <strong>de</strong> la tristeza, no es para mí. Me ahogo,<br />

y <strong>de</strong>seo huir <strong>de</strong> esta sitio. Veo aquí mil misterios,<br />

y sobre todcjs mis aentimientos domina<br />

uno, (|ue es el más antipático y <strong>de</strong>sagradable<br />

<strong>de</strong> todos: la <strong>de</strong>sconfianza. El corazón se rae<br />

oprime cuando consi<strong>de</strong>ro que tá, Inesilla, tú,<br />

me dices una cosa, me la juras, y yo no la puedo<br />

creer.<br />

—Ten calma. Doña María no nos quita los<br />

ojos. D. Diego tampoco. Yo me muero <strong>de</strong> pena...<br />

Pero, por Dios, Sr. D. Gabriel—añadió<br />

•en voz alta.—Un hombre que va á tomar el<br />

hábito cuando acabe la guerra, no <strong>de</strong>be entusiasmarse<br />

tanto al hablar <strong>de</strong> una batalla.<br />

•Cuénteme usted lo que pasó <strong>de</strong>spués.<br />

Doña María <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su trono me interpeló<br />

.pomposísimameute <strong>de</strong> esta manera:<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


118 I). PÉREZ GALUOa<br />

—Pero, Sr.-D. Gabriel, que oigamos todos<br />

esas maravillas que está usted-contando con<br />

tanta vehemencia, con tanto ardor,<br />

—Me contaba—dijo Inés eoii una naturalidad<br />

que me asombró,-^que eu cierta ocasión,<br />

estando él en una casa <strong>de</strong>l arrabal <strong>de</strong> Zurügoza,<br />

los franceses abrieron una mina, pusieron<br />

no sé cuántos barriles <strong>de</strong> pólvora, ¿no fué así?<br />

y luego pegaron fuego.<br />

—¿Y luego, Sr. D. Üabriel?<br />

^Y luego volamos todos hasta el quinto<br />

cielo—dije yo.—Siento que usted no hubiera<br />

estado allí... pues... para que io hubiera<br />

visto...<br />

—Gracias.<br />

Los vencejos me tomaron por su cuenta<br />

para que ies explicase cómo fué aquello <strong>de</strong><br />

mis vuelos y cabriolas por el aire, y en tanto<br />

llegóse Inés junto a! sillón <strong>de</strong> Doña María,<br />

llamada por ésta; y yo, con disimulo (también<br />

aprendía), presté atención á lo que dijeron.<br />

-—Ha sido <strong>de</strong>masiado larga tu conversación<br />

con el militarcito—le dijo con <strong>de</strong>sabrimiento<br />

la señora.— ¡Veinte minutos! [Has estado en<br />

coloquio con él durante veinte minutos!<br />

—Señora madre—repuso Inés,—^se empeñó<br />

en contarme sus hazañas... Yo buscaba ocasión<br />

<strong>de</strong> poner punto; pero él dale que dale.<br />

Me refirió siete sitios, cinco batallas y no sé<br />

cuántas escararñuzas.<br />

—¡Cómo finge, cómo miente, cómo eugaña-<br />

—esclamé para mí lleno <strong>de</strong> rabia.—¡La ahogaría<br />

!<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

3<br />

i<br />

i


1.<br />

!ff<br />

OADiZ 119<br />

Lord Gr^ay se JLintó <strong>de</strong>spués con Inés y hablaron<br />

largamente. Mi rabia, motivada por<br />

una duda cruel, era tanta, que apenas podía<br />

disimularla, hüblando pestes <strong>de</strong> las Cbi'tes ante<br />

Doña Mai'ia, Ostolaaa y Valiente.<br />

Ávfluüaba la hora, y Doüa María indicó<br />

con majeatuosa gravedad el fiu <strong>de</strong> la tertulia.<br />

Despedírae <strong>de</strong> luéa, que á hurtadillas me dijo;<br />

—Cuidado con lo que te be encargado.<br />

Y luego tardó en <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> Lord Gray<br />

más do diez minutos. Por mi parte anhelaba<br />

salir para no volver oiás á aquella casa, y saludando<br />

á la Con<strong>de</strong>sa écheme Tuei'a, juntándose<br />

conmigo en la escalera Lord Gray, que<br />

salió poco <strong>de</strong>spués,<br />

—Amigo—le dije cuando estábaraoa en la<br />

calle,—en todas partes es uated el favorecido<br />

<strong>de</strong> las damas.<br />

No se dignó contestarme. Iba con la cabeza<br />

inclinada, fnnicido el ceflo y mudo eorao<br />

una esEatua. Repetidas veces me esforcé por<br />

hacerle hablar; pero sus labios no articularon<br />

una sílaba, y sólo en la calle Ancha, al <strong>de</strong>spedirse<br />

<strong>de</strong> mí, me dijo sombríamente:<br />

—El amigo que sorpren<strong>de</strong> un secreto mío<br />

y usa <strong>de</strong> él sin itii licencia, no es mi amigo-.<br />

¿Usted me conoce?<br />

—Uu poco.<br />

—Pues suelo reñir con los amigos.<br />

—Antes <strong>de</strong> reñir nosotros, ¿quiere usted<br />

acabar <strong>de</strong> perfeccionarme en la esgrima?<br />

—Con mucho gusto. Adiós.<br />

—Adiós.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


130 B. PÉREZ 6ALD0S<br />

XII<br />

Pasaron tima, muchos días. Tau pronto <strong>de</strong>seaba<br />

yo volver á casa <strong>de</strong> Rnmblar, como hacía<br />

iiiteiicióu <strong>de</strong> uo poner más Ids pies en<br />

aquella CHSH, porque me repii^iiaban los artificios,<br />

que haciau <strong>de</strong> las tertiiliiis una completa<br />

represeiiíacirtii <strong>de</strong> teatro. Durante algún<br />

tiempo DO V! áLord Gray ni en la Isla ni eu<br />

Cádiz, y cnundo pregunté ¡lor él en sn casa,<br />

el criado me npgó la entibada, diciéndomeque<br />

su amo no (|uerla recibir á nadie.<br />

Ocurrió esto el día <strong>de</strong> la bomba, ¿Saben<br />

uste<strong>de</strong>s lo que quiero <strong>de</strong>cir? Pues me refiero á<br />

un día meniorable, porque en él cayó sobre<br />

Cádia, y junto á la torre <strong>de</strong> Tavii'a, la primera<br />

bomba que arrojaron contra la plasa los franceses.<br />

Ha <strong>de</strong> saberse que aquel proyectil, como<br />

los que le siguieron eu el mismo mes, tuvo la<br />

Bingular gracia <strong>de</strong> uo reventar; así es que lo<br />

que venía á producir dolor, llanto y muertes,<br />

produjo rifias y burlas. Los mueliachoa sacaron<br />

<strong>de</strong> la bomba el plomo que contenía, y se<br />

lo repailíau llevándolo á todos lados <strong>de</strong> la<br />

ciudad, Kntoncea usaban las mujeres un peinado<br />

eu forma <strong>de</strong> saca-corchos, cuyas ensortijadas<br />

guedt-jas se sostenían con piorno, y <strong>de</strong><br />

esta moda y <strong>de</strong> las bombas fraucesaa que pro-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 121<br />

veían á las muchachas <strong>de</strong> uu artfculo <strong>de</strong> toreador,<br />

uaci(í el famosísimo cantar;<br />

Cotí las bombas que tiran<br />

los fanfarrones,<br />

hacea IÜS giiditiiiias<br />

tirabuzones.<br />

Pues como <strong>de</strong>cía, el día <strong>de</strong> la bomba, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> tocar indtiímeiite á la puerta <strong>de</strong>l noble<br />

ñiglés, llevóme el <strong>de</strong>stino segunda vez á<br />

casa <strong>de</strong> la señora Doña María, disponiéndose<br />

las cosas <strong>de</strong> modo que cuando allá me encaminaba<br />

tropezase eco el Sr. D. Diego, el cual<br />

me habló así:<br />

—¿Vienes <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> Lord Graj? Dicen que<br />

está con la morriña. Nadie le ve por ninguna<br />

•. I paite. Por fin, he conaeguido <strong>de</strong> mi madre que<br />

' '— lio le reciba más en casa.<br />

—¿Por qué?<br />

—Parquees muy aficionado á las muchachas,<br />

y iJO me gusta verle hablar con mi novia.<br />

Mamá no quería; pero me planté, chico.<br />

«O Ijord Gray ó yos—dije, —y no hubo más<br />

remedio.<br />

—Segán eso, le han puesto en la puerta <strong>de</strong><br />

la calle.<br />

—Con cortesanía y disimulo. Mi mamá ha<br />

dicho que, hallándose un poco enferma, suspen<strong>de</strong><br />

por ahora las tertulias,<br />

—¿Y no salen?<br />

—A misa van las cuatro los domingos muy<br />

temprano, Pero pue<strong>de</strong>s ir á casa cuando gustM.<br />

Mamá te aprecia y siempre está pregun-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


133 S. PÉREZ 6ALD0S<br />

lando por tí. Ahora precisamente, te ruego<br />

vengas conmigo para servirme <strong>de</strong> testigo--<br />

^¿De testigo?<br />

—yí. Mi mamá quiere castigarme porque<br />

le han dicho que ine vieron ayer eu un café.<br />

Es verdad que estaba, pero yo lo he negado,<br />

y para dar más fuerza á mis argumentos he<br />

dicho: sPregúntele'usted al Sr. D. Gabriel,<br />

y como uo diga que estuvimos juntos viendo<br />

sacar agua <strong>de</strong> la noria,.,»<br />

—Pues vamos aiJá.<br />

Entrarnos, pues, y en la reja <strong>de</strong>l patio, ol<br />

criado nos dijo que la sefiora Doña María había<br />

saüdí).<br />

—¡Viva la libertadl—excJatnó D, Diego<br />

haciendo un par <strong>de</strong> cabriolas,—Gabriel, estamos<br />

solos. Hermanillas, alegrémonos y.regooijémouos.<br />

La chillona algazara que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los aposentos<br />

vino á mis oídos, indicóme que las hembras<br />

estaban libres también <strong>de</strong> la ominosa esclavitud.<br />

Cuaudo entramos en la estancia <strong>de</strong><br />

D. Diego, al punto se nos preseutó D. Paco,<br />

aturdido, sofocado, balbuciente, con unas diseiphnas<br />

en la mano, el vestido menos puesto<br />

en or<strong>de</strong>n que <strong>de</strong> ordinario, y ostentando algunas<br />

<strong>de</strong>sgreñadurus eu lo alto <strong>de</strong> su peluquín.<br />

—Sefíorito D. Diego—gritó con furia semejante<br />

á ia <strong>de</strong> esos perrillos que ladran mucho<br />

sin que jamás el transeúnte se <strong>de</strong>tenga á mirarlos,—la<br />

señora mandó que no saliese usted<br />

<strong>de</strong> casa. Se lo diré cuando venga.<br />

El Con<strong>de</strong>sito tomó un palo que frontero á<br />

la cama y en lugar medio oculto tenia, y es-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


í<br />

I<br />

CÁDIZ 123<br />

grimiéüdolo <strong>de</strong> un modo alarmaute, gritó:<br />

—Caualla, pedantóii... Si dices una palabra...<br />

no te <strong>de</strong>jaré un hueso en su lugar.<br />

—Esto DO pue<strong>de</strong> tolerarse—dijo D, Paco,<br />

no ya enfurecido, sino lloroso.—iDios eterno, y<br />

tú, Virgen Santísima <strong>de</strong>l (Jarmen, tened compasión<br />

<strong>de</strong> mi! Este niño y sus hermanas van á<br />

quitarme los pocos días que me restan <strong>de</strong> vida.<br />

Si les permito hacer su gusto, la aefiora me<br />

riñe, y más quisiera ver al sol apagado que á<br />

la señora colérica. Si qniero sujetarlos, palos,<br />

rasguños^ arañazos, tijpretiizos y otros mil<br />

martirios espantosos... Pues si, Sr. D. Dieguifco:<br />

se lo diré á la señora; ya no puedo aguantar<br />

más... ¡Pues si yo cantara lo <strong>de</strong> las saliditas<br />

por las noches! Yo no puedo acallar la<br />

voz <strong>de</strong> mi conciencia que me grita: |Malvado!<br />

[servidor <strong>de</strong>sleall ]traidorl... No: se lo diré á la<br />

señora, se lo diré al ama, y entre tanto, or<strong>de</strong>n,<br />

silencio, obediencia, todo el mundo á su sitio.<br />

D. Diego, ciego <strong>de</strong> enojo, enarboló el palo,<br />

y á compás con los movimientos <strong>de</strong> su brazo<br />

que apuutabaii impíameute á las costillas <strong>de</strong>l<br />

pobre ayo, iba diciendo:<br />

—Or<strong>de</strong>n, silencio, obediencia.<br />

Tuve que iuterponerme para que no acabara<br />

con el <strong>de</strong>sdieliado preceptor, que, aun vapulado<br />

<strong>de</strong> aquel modo, tenia hi pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

no gritar, porque la vecindad no se enterase,<br />

y cou voz sofocada <strong>de</strong>cía llorando:<br />

—iQ,ue me mata este caribel ¡Favor, señor<br />

D. Gabriel, favor!<br />

Huyó D. Paco por el pasillo a<strong>de</strong>lante buscando<br />

refugio, y siguiendo tras él, dimos los<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


124 lí. PÉREZ OALDOS<br />

tres en una gran pieza, <strong>de</strong>a<strong>de</strong> la cual se pasaba<br />

á otra con espaciosas rejas á la calle, don<strong>de</strong><br />

vimos el especttíCLilo <strong>de</strong> la más horrenda auarquía<br />

qne pue<strong>de</strong>n ofrecer en el iuLerior <strong>de</strong> una<br />

honesta casa las <strong>de</strong>masías <strong>de</strong> la libertad. Aanución,<br />

Presentación, Inés, las tres estaban alif,<br />

libres, sueltas, en posesión completa <strong>de</strong> sus<br />

gracias, donaires, iniciativa y travesura. Pero<br />

antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>ciros lo c¡ne hacían aquellos ¡Hijaritos<br />

aprisionados ¿quienes se permitía por uu<br />

momento dar vueltas holgadamente en la jaula,<br />

voy á indicaros cómo era ésta.<br />

Varias cestas <strong>de</strong> labores y algunos bastidores<br />

<strong>de</strong> bordados indicaban que allf tenía Iii señora<br />

Con<strong>de</strong>sa el taller <strong>de</strong> educación y tra!>ajo<br />

<strong>de</strong> sus niñas. Una pequeña, pero anchísima<br />

silla, <strong>de</strong> fondo hundido por el peso constante<br />

<strong>de</strong> corpulenta humanidad, <strong>de</strong>notaba e! lugar<br />

<strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia. También liabfa una mesüla<br />

con libros, al parecer <strong>de</strong>votos, y en las pare<strong>de</strong>s<br />

no cabían ya más estampas y láminas bordadas,<br />

entre las cuales <strong>de</strong>scollaba una variada<br />

seria <strong>de</strong> peri'itos con el rabo tieso y los ojos <strong>de</strong><br />

cuentas negras.<br />

Uu pequeño altar ostentaba mil figuras <strong>de</strong><br />

bulto y realce, alternando con estampas que<br />

sin duda habían pertenecido á libros, y en ¡a<br />

<strong>de</strong>lantera algunos pares <strong>de</strong> can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong> plata<br />

antigua sosteníaa velas <strong>de</strong> picada y filigrauada<br />

cera, vestidas con papelitos, festones y<br />

otros primores <strong>de</strong> tijera. Pomposos ramos <strong>de</strong><br />

flores <strong>de</strong> trapo, que á cien mil leguas <strong>de</strong>claraban<br />

haber sido hechos por manos <strong>de</strong> monjas,<br />

completaban el ajuar <strong>de</strong>l altarejo, juntamente<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 125<br />

con pequeñísimos objetos <strong>de</strong> plomo, represeutaiido<br />

sagrados admitiieulos, tales como cálices<br />

y custodÍHS, lámparas y misales. Estos juguetes<br />

los hacían eutonces los veloiieroa para<br />

los niños buenos y que DO llorabau.<br />

Vi asimismo objetos <strong>de</strong> nn oi<strong>de</strong>o enteramente<br />

diatiuto, es <strong>de</strong>cir, trajea bermosísimoa<br />

<strong>de</strong> mnjei', aiTojndos en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n por el suelo,<br />

y tarabiéu escofietas, moños, lazos, abanicos,<br />

quirotecas, zapatillas <strong>de</strong> raso, y luengos encajes<br />

<strong>de</strong> aquellos fiíiiaimos y hereditarios, que<br />

eran, como los diairiautes, orgullo y riqueza<br />

<strong>de</strong> las familias. Loa bordados, las cestas <strong>de</strong><br />

costura, rellenas <strong>de</strong> telas blancas <strong>de</strong> indiana<br />

y cotonía, pertenecían á Presentación;- los libros,<br />

el altar con todo lo que en él había<br />

<strong>de</strong> místico é infantil, era <strong>de</strong> Asunción; y los<br />

lujosos trajes y adornos eran <strong>de</strong> Inés, que<br />

loa había bajado para que los viesen aua<br />

primas.<br />

Vestían las tres conforme á io qae entonces<br />

el vulgo, no menos galicista que ahora, liamaby.<br />

un savülé. Con semejante traje, que era,<br />

por exigirlo la moda, lo absolutamente necesario<br />

para que las lindas personas no anduvieran<br />

<strong>de</strong>anndas, ni la madre más toleraute y<br />

<strong>de</strong>scuidada habría permitido que se presentasen<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un hombre, aunque fuese pariente<br />

cercano. Estaban las tres, como digo,<br />

graciosísimas y sin comparación más guapas<br />

que en laa tertulias. La libertad, permitiéndoles<br />

una alegre y bulliciosa agitación, había impreso<br />

en BUS mejillas frescos y risueDos colo-<br />

XQS, y sus lenguas charlatanas llenaban coa<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


126 B. PEUnZ GALOÜS<br />

dulce y picotera iiídsIcA el ámbito <strong>de</strong> !a estancia.<br />

La vüz <strong>de</strong> lués apenas se oía.<br />

Os diré lo que hacían, y esto es reservado,<br />

reservadísimo, pues si Doña María supiese que<br />

ojos humanos habían visto á sus uillas en tales<br />

arreos, y que orejas <strong>de</strong> varón liabían oído<br />

cantar seguidillas á una <strong>de</strong> ellas, reventara <strong>de</strong><br />

pesadumbre, ó se sepultaría para siempre, aütes<br />

avergonzada que muerta, en.el sarcófago<br />

<strong>de</strong> aus mayores. Pero seamos indiscretos y contemos<br />

lo que vimos, ocultos en la estancia inmediata<br />

y sin ser vistos por ellas. Inés, en quien<br />

primeramente se fijaron mis ojos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta,<br />

estaba eu la reja, como eu acecho, mirando<br />

ora ú ]a calle, ora a<strong>de</strong>ntro, sin duda para<br />

dar la voz <strong>de</strong> alarma en cuanto el pomi^so<br />

perfil y los temidos espejuelos <strong>de</strong> Durla María<br />

volviesen la esquina <strong>de</strong> la calle Ancha. Le oí<br />

<strong>de</strong>cir claramente:<br />

— No seáis locas.., que va á venir.<br />

Presentación, la más pequeña <strong>de</strong> las dos hermanas,<br />

estaba en medio <strong>de</strong> la pieza. ¿Creerán<br />

uste<strong>de</strong>s que rezando, cosiendo, ú ocupada en<br />

algún otro grave menester? Nada <strong>de</strong> eso, pues<br />

uo estaba sino bailando; sí, señoi-es, bailando.<br />

¡Y qué zorongo, qué zapateado tan hechicero!<br />

Qué<strong>de</strong>me absorto al ver cómo aquella criatura<br />

había aprendido á mover ca<strong>de</strong>ras, piernas y<br />

brazos con tanta sal y arte tan divino oual las<br />

más graciosas majas <strong>de</strong> Triana. Agitada por<br />

la danza, chasqueando los <strong>de</strong>dos para imitar<br />

el ruido <strong>de</strong> las castañuelas, su vocecita sonora<br />

y dulce <strong>de</strong>cía con lánguida y soñolienta<br />

música:<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ<br />

Toiiiii, üiña, esta narauja<br />

Que lie cogiiio <strong>de</strong> mi liuerto;<br />

Nü la |)¡irtjs (íou cuuhiUo,<br />

Oue está mi torazóii <strong>de</strong>niro.<br />

137<br />

Asuncióu, que era la mayor, <strong>de</strong> una hermosura<br />

menos picante y graciosa que su liennaua,<br />

pero más acabada, más seria, digámoslo<br />

asi, en una palabra, mucho más hermosa, ae<br />

había puesto ajguuas cíe las joyas y preseas <strong>de</strong><br />

lués. Cogió una gran rosa <strong>de</strong> p^pel <strong>de</strong> las que<br />

adoruaban el aliar, y púsosela orgullosamente<br />

en el mono; tomó <strong>de</strong>spués tres varas <strong>de</strong> aquellos<br />

encajes fiüisiraos <strong>de</strong> Brujas, <strong>de</strong> tan sutil<br />

urdimbre que parecen hechos por moscas ó<br />

arañas, pálidos ya y amarillados por el tiempo,<br />

y agitándolos eu sus manos, los echó hacia<br />

arriba, <strong>de</strong>jándolos caer sobre su cabeza y<br />

hombros, con tanta, con tantísima gracia,<br />

aeñores, cual si toda au vida hubiese estado<br />

midiendo en las tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> primavera las baldosas<br />

<strong>de</strong> calle Ancha, plaza <strong>de</strong> San Antonio<br />

y alameda <strong>de</strong>l Carmen.<br />

Yo estaba asombrado contemplando talas<br />

trausformadoues, y me sorprendía su extraordinaria<br />

belleza, cuando la vi realzada con<br />

los atractivos que el arte presta tau hábilmente<br />

á la hermosura. \Y qué bien sabia ella aplicarlos<br />

á su persona! ¡Qué singular talento el<br />

suyo para poner cada objeto en el sitio don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>bía estar, y don<strong>de</strong> las leyes más rigurosas <strong>de</strong><br />

ia estética querían y mandaban que estuviesel<br />

Después <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>ar su cabeza con las blondas,<br />

colgóse <strong>de</strong> ias orejitas los más hermosos<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


11¿S B. PEUeZ GALDOS<br />

pendientes qae creo hau salido <strong>de</strong> manos <strong>de</strong><br />

artífice platero. Lnego esi-uvo mirándose un<br />

rato en el vidrio qne enbna cierta eslampa<br />

<strong>de</strong>l Purgatorio, llena toda <strong>de</strong> ánimas, diablos,<br />

llamas, culebrones, sapos, cocodrilos, ruedas,<br />

Biirtenes, peroles, etc., y contempló allí su<br />

imagen confusa, por no haber en la estancia<br />

espejo ni vidrio azogado que hícieso sus veúes.<br />

Después volvió la cabeza para verse la<br />

caída <strong>de</strong> faldas por <strong>de</strong>trás; tomó un abanico;,<br />

dio el meneo á las varillas, qne chillaron <strong>de</strong>sarrollando<br />

un vasto paisaje poblado <strong>de</strong>amorcitos,<br />

y echándose aire con él, comeiiKÓ á pasear<br />

por la habitación, riéndose <strong>de</strong> sí misma<br />

y <strong>de</strong> la risa que á las otras dos cansaba.<br />

Viendo tal profanación, escándalo y <strong>de</strong>sacato,<br />

penetró el insigne D. Paco en la pieza,<br />

diciendo:<br />

—¿Qué alboroto es éste? Asnncioucita, Presentación<br />

cita, todo se lo contaré á mamá cuando<br />

venga, todo, todito.<br />

Presentación cesó <strong>de</strong> cantar, y tomando al<br />

preceptor por un brazo, le dijo:<br />

—8r. D. Paquito mío, si no le dieea nadaá.<br />

mamá, te doy un beso. '<br />

Y en el acto se lo dió en sus secas y arrugadas<br />

mejillas,<br />

—A mí no sfi me seduce con besitos, nifias<br />

—repuso el viejo vacilando entre el rigor y la<br />

tolerancia.—Cada una á su puesto, á leer, á<br />

coser, Asuueioncita <strong>de</strong> todos laa <strong>de</strong>monios,<br />

¿qué <strong>de</strong>scaro es ese?<br />

—Calle usted, so bruto,—dijo Asunción<br />

con muchísima sai.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


cÁniü . 129<br />

—Si es un auimal,—añadió Presentaeióu<br />

dándole un sopapo con su suave manecita.<br />

—Más respeto á mía canas, niñas—nmnifestó<br />

afligido el anciano.—Si uo fuera porque<br />

las be visto nacer, porque las he criado á mía<br />

pechos, porque las he cautudo el rro rro...<br />

Presentación, haciendo gestos <strong>de</strong> <strong>de</strong>licada<br />

urbanidad, remedando á una persona que durante<br />

ei paseo encuentra en la calle á un conocido,<br />

paróse ante D. Paco, hizo uua graciosa<br />

revei'enciíi, y le dijo:<br />

•—^¡Oii! Sr. I). Protocolo. ¿Usted por aquí'?<br />

¿Cómo está la señora Doña Cireuíispecta? ¿Va<br />

usted al baile <strong>de</strong>l barón <strong>de</strong> Siiniriugau<strong>de</strong>?<br />

¿Qué dice hoy la Gaceta <strong>de</strong> Pliquisburgur o<br />

—Eh.,. eh...—chilló D, Paco, queriendo<br />

contenef la risa que le embobaba.—Miren la<br />

mocosa CÓLUO habla, haciéudose la señora mayor.<br />

Buena pieza tenemos en casa. ]Qué escándalo,<br />

qué piofanidadl ¿De dón<strong>de</strong> liabrá<br />

sacado esta niña tales picardías?<br />

Y luego, insistiendo e!la en llevar a<strong>de</strong>lante<br />

el chistoso papel que estaba <strong>de</strong>sempeñando,<br />

llegóse á Inés, que también se morin <strong>de</strong> risa,<br />

y le dijo:<br />

—¡Hola, madama! ¿Cómo la porta bu...?<br />

¿Ha visto bu á Ja Con<strong>de</strong>sa? ¡Qué niflgnffico ha<br />

estado el concierto y la ópera <strong>de</strong> MiLrídates!<br />

|Ohl madama... andiamo alocare il fiirtepiano.,.<br />

Aquí viene il maestro siñor D. Paquitini...<br />

tan, tárala, tan, tiii, tan.<br />

Y 36 puso á bailar uu minueto.<br />

—Vaya—<strong>de</strong>claró P. Paco, echándoselas <strong>de</strong><br />

benévolo, pero afectando mucha seriedad,—<br />

SeXTA EDICIÓN O<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


130 B. PÉREZ tíALDOS<br />

les perdono lo que iia pasado si se acaba este<br />

jaleo, y va eada uua á su puesto. La señora<br />

vieue.<br />

Inés continuaba en la reja atisbando afuera,<br />

y tainbién á ratos <strong>de</strong>cía:<br />

— iQiie va á llegar!<br />

Presentación volvió á cantar, y luego dijo:<br />

—Paqnito <strong>de</strong> mi alma, si bailas conmigo te<br />

doy otro beso.<br />

y sin es[ierar respuesta <strong>de</strong>l anciano, le tomó<br />

por los brazos, haciéndole dar rápidas vueltas,<br />

—iQue uie atonta, que me mata esta con<strong>de</strong>nadül—exclamaba<br />

el maestro, <strong>de</strong>scribiendo<br />

curvas sin po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse ni soltarse.<br />

—|Ay, Piiquito <strong>de</strong> mi alma y <strong>de</strong> mi vida,<br />

cuánto te quiero!—<strong>de</strong>cía Presentación,<br />

El preceptor, abandonado <strong>de</strong> los ágiles brazos<br />

<strong>de</strong> su pareja, cayó al suelo, pidiendo al<br />

cielo justicia; la mucliacha le enredó una flor<br />

entre las blancas gue<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> su peluca <strong>de</strong> ala<br />

<strong>de</strong> pichón, y dijo así:<br />

—Touja, amor mío, esta flor en memoria<br />

<strong>de</strong> lo que te quiero.<br />

Quiso levantarse, y empujado por Asunción,<br />

cayó al suelo. Quiso tirar <strong>de</strong> él Pi'eseutacióu,<br />

y quedóse con un pedazo <strong>de</strong> solapa en<br />

la mano. Levantóse al fin, y persiguiéndole<br />

las dos con risas y festejo, trató una <strong>de</strong> ellas<br />

<strong>de</strong> darle uu latigazo con una varita <strong>de</strong> sacudir<br />

teins; mas lo liiao con tan mala suerte, que,<br />

dando un cachiporrazo al altar, toda la uiáquiua<br />

<strong>de</strong> santos, velas y juguetes se vino al suelo<br />

con estrépito, ^íientras acudían áremediar el<br />

<strong>de</strong>sperfecto, D. Paco estaba en tierra <strong>de</strong> rodi-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

'i:<br />

'..•M


CÁDIZ 131<br />

lias, con los brazos en cruz, la mirada fija en el<br />

techo, y con voz eompiiiigida y eutrecuitada,<br />

mientras gruesos lagrimones lustraban sus mejillas,<br />

clamaba;<br />

—jSeñor Omnipotente y Misericordioso, que<br />

€Stas agonfas aeaii eu <strong>de</strong>scargo <strong>de</strong> mia pecados!<br />

Mucho pa<strong>de</strong>ciste en la crua; ¿pero y esto.<br />

Señor; esto uo es cruz, esto uo son clavos?<br />

¿éstas uo sou espinas? ¿éstos uo sou bofetones<br />

y hiél y vinagre? üastigo es éste <strong>de</strong>l grau pecado<br />

que cometí ocultaudo á mi señora las<br />

travesuras <strong>de</strong> estas niñas, y las mil picardías<br />

que bau apreudido siu qae uadie se las enseñe;<br />

pero por la lanzada que te dieron. Señor,<br />

juro que aeré leal y fíel con mi querida ama,<br />

y que uo he <strong>de</strong> ocultarle ni tanto así <strong>de</strong> lo<br />

que pasa,<br />

D, Diego y yo, que habíamos permanecido<br />

observando aquel espectáculo sin sur vistos,<br />

quisimos entrar; pero vimos que Inés se apartó<br />

vivamente <strong>de</strong> la reja, y en el mismo instante<br />

pasó por Ja calle una figura, una sombra, eu<br />

•quien reconocimos á Lord Gray. Apenas habíamos<br />

tenido tiempo <strong>de</strong> reconocerle, cuando<br />

un objeto, entrando por la reja, vino áeaer en<br />

medio <strong>de</strong> la sala. Al punto se abalanzó hacia<br />

ei pequeño bulto D. Paco,'y observándolo y<br />

recogiéndolo dijo:<br />

—¿Una eartita, eh? La ha arrojado un<br />

hombre.<br />

Inés, que se acercó <strong>de</strong> nuevo á la reja, ex-<br />

«laoiió con terror:<br />

—¡Doña María, Doña María viene ya]<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


133 B. PÉREZ GALDOS<br />

XIII<br />

Quedárouse muertas, petrificadas; pero coa<br />

presteza extraordinaria ias tres empezaron á<br />

or<strong>de</strong>nar los objetos, para que cada cosa estuviera<br />

en su sitio. Arreglaron el altar atropelladamente,<br />

<strong>de</strong>spojóse la una <strong>de</strong> loa atavíos que<br />

96 había puesto, compuso la otra su vestido en<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n; pero por más prisa que se daba»,<br />

tales eran k confusión y <strong>de</strong>sconcierto producidos<br />

allí por la anarquía, que no había medio<br />

<strong>de</strong> volverlo todo á sn primitivo estado. D. Diego<br />

me dijo, al ver que las muchachas iban á<br />

ser sorprendidas antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r borrar laa<br />

huellas <strong>de</strong> su rebelión:<br />

—Amigo, huyamos.<br />

—¿Adon<strong>de</strong>?<br />

—A la Patflgonia, é. las Antípodas. ¿No<br />

adivinas tú lo que va á pasar aquí?<br />

—Quedémonos, amigo, y tal vez hagamos<br />

una bueua obra <strong>de</strong>fendiendo á, estas infelices,<br />

ei el preceptor las <strong>de</strong>lata,<br />

—¿Viste que pasó uu hombre y arrojó <strong>de</strong>ntro<br />

un billete?<br />

—Era Lord Gray. Veamos en qué para esto,<br />

—Pero mi madre viene; y si te ve aquí en<br />

acecho...<br />

Ni esta consi<strong>de</strong>ración me hizo apartar déla<br />

estancia que nos servía <strong>de</strong> observatorio; pero<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

4


CÁDIZ 133<br />

afortviuadámente Doña María no entró por<br />

allí, y pasando primero á an alcoba, penetró<br />

por ésta á la funesta habitación don<strong>de</strong> ocurriera<br />

el saínete que iba á terminar en tragedia.<br />

Nosotros nos pusimos en disposición <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r oirlo todo sin ser vistos, aunque también<br />

sin ver nada. Sepulcral silencio reinó por<br />

breve tiempo en la pieza, y al fin interrumpióle<br />

la Con<strong>de</strong>sa, diciendo con la mayor severidad<br />

:<br />

—¿Qué <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n es éste? Inés, Asunción,<br />

Preseulación.,. ese aliar <strong>de</strong>strozado, esos vestidos<br />

por el suelo... Nifias, ¿por qué estáis tau<br />

soi^oeadas, por qué tenéis tan encendido el<br />

rostro.,.? Tembláis... Vamos á ver, señor<br />

D. Paco, ¿qué ha pasado aquí?... ¿Pero qué<br />

veo? Sr. D. Paco, señor preceptor, ¿por qué<br />

tiene usted <strong>de</strong>strozada la ropa?... ¿Pues y ese<br />

gran car<strong>de</strong>nal en el carrillo...? ¿Ha estado usted<br />

quitando telarañas cotí la peluca?<br />

—8e.,. se... señora Doña María <strong>de</strong> mi alma<br />

—dijo el ayo con voz trémula y cierto hipo<br />

producido por su gran noxobra y la lucha que<br />

diversos senLimientos sosteiiiau sin duda ea<br />

su pobre alma.—yo no puedo callar más... Mi<br />

conciencia no me lo permite. Yo... hace cuarenta<br />

años que co... co... como el pan <strong>de</strong> esta<br />

casa... y no puedo...<br />

No pudiendo seguir, prorrumpió en llanto<br />

copiosísimo.<br />

—Pero ¿á qué vienen esos lloros?... ¿Qué<br />

han hecho las niñas?<br />

—Señora—dijo al fin D. Paco entre sollo-<br />

. zos, hipidos y babeos,—me han pegado, me<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


134 B. PÉRBZ GALDdS<br />

han arrastrado, inehan... Ásnucioncita se puso<br />

á imitar á la geute <strong>de</strong> los paseos; Preseiitaeioncita<br />

bailó el zorongo, el bran <strong>de</strong> Inglaterra<br />

y la Barabauda... Luego pasó por la calle<br />

un eabalierito, miró a<strong>de</strong>ntro, y les arrojó este<br />

bülete.<br />

Hubo un inomeuto <strong>de</strong> silencio, <strong>de</strong> esos sileneitia<br />

angustiosos como el que prece<strong>de</strong> al cañonazo,<br />

<strong>de</strong>spués que se lia visto la mecha próxima<br />

al cebo. Durante aquel intervalo <strong>de</strong> mudo<br />

terror, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la escena don<strong>de</strong> tal dra-ma<br />

pasaba se comunicó á nosotros, liaeiéadouos<br />

temblar como quien aguarda un terremoto,<br />

se sintieron los tenues chasquidos <strong>de</strong>nn<br />

papel que se <strong>de</strong>sdobla, y luego una esclamaciÓD<br />

<strong>de</strong> sorpresa, asombro ó no sé si <strong>de</strong> fiereza<br />

inaudita que salió <strong>de</strong>l tempestuoso seno<strong>de</strong><br />

Doña María,<br />

—Esta letra es <strong>de</strong> Lord Gray.,. —exclamó.^<br />

iQué <strong>de</strong>svergonzado atrevimieutol ¿A quién<br />

<strong>de</strong> vosoti'as se dirige la carta? Dice: aldoiatrado<br />

amor mío: Si tus promesas no son vanas,..»<br />

¡Pero una persona como yo no pue<strong>de</strong><br />

leer tales iu<strong>de</strong>eeiiciasl... ¿A quién <strong>de</strong> vosotras<br />

dirige Lord Gray esta esquela?<br />

Continuó el silencio, «no <strong>de</strong> esos aileucios<br />

que parecen anunciar el <strong>de</strong>splome <strong>de</strong>l mundo.<br />

—Presentación, ¿es á tí? Asunción, ¿es á tí?<br />

.Inés, ¿es á tí? Respon<strong>de</strong>d al momento. ¡Señor<br />

miserico; dioso! ¡Si alguna <strong>de</strong> mis bijas, si alguien<br />

nacido <strong>de</strong> mis entrañas hadado motivo<br />

para que un hombre le dirija estas palabras,<br />

preliero que muera ahora mismo y yo <strong>de</strong>trás,<br />

antes que tolerar tal <strong>de</strong>shonral<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

».-X


CA.DIZ 135<br />

La imprecaeicín retumbó en la sala como<br />

una voz <strong>de</strong> los pasados siglos que clamaba en<br />

<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> cien generaciones ultrajadas. Oyéronse<br />

luego llantos comprimidosy el resoplido<br />

<strong>de</strong> D. Paco, que así <strong>de</strong>sfogaba lus ardores <strong>de</strong><br />

su corazón, inflamado ya por nobles impulsos<br />

<strong>de</strong> generosidad.<br />

—Señora—dijo moqueando y babeando,—<br />

perdone usía á las niñas. Eso no habrá sido<br />

nada. Tal vez mi tuno qvie pasó por la calle.<br />

Ellas se han estado muy calladitas.<br />

—Se me figora—dijo Doña María sin per<strong>de</strong>r<br />

la dignidad en su cólera, — que no tendré<br />

que hacer gran<strong>de</strong>s averiguaciones para saber<br />

quién ha motivado esta amorosa epístola. Tú,<br />

Inés, tú has sido. Hace tiempo que sospechaba<br />

esto...<br />

Nuevo silencio.<br />

—Respon<strong>de</strong>—prosiguió Doña María.-:-Yo<br />

tengo <strong>de</strong>recho á saber en qué emplea su tiempo<br />

la que va á casarse con mi hijo.<br />

Entonces oí la voz <strong>de</strong> Inés, que claramente<br />

y no muy turbada respondía:<br />

—Sí, señora Doña María. Lord Gi'ay escribió<br />

para mí. Perdóneme usted.<br />

—iDe modo que íúl...<br />

—Yo no tengo culpa... Lord Gray...<br />

—Te ha trastornado el juicio—dijo Doña<br />

María.—¡Bonita y ejemplar conducta <strong>de</strong> una<br />

ciña <strong>de</strong> tu condición, que representa una <strong>de</strong><br />

las más principales cosas <strong>de</strong> EspaDa! ¡Inés,<br />

vuelve en tí, por Dios; repiira quién eres! ¿Es<br />

posible que una joven <strong>de</strong>stinada al matrimonio?...<br />

Observo que es tu natural <strong>de</strong> suyo ape-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


186 B. PlÍREK GALOÓS<br />

gado á las mundauida<strong>de</strong>s. Ya supieron lo que<br />

se Ijacfan <strong>de</strong>stinándote á ser casada y á ocupar<br />

alto puesto en la Corte; que si por artes <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>monio hubiérante consagrado al claustro ó<br />

á un <strong>de</strong>coroso celibato... ¡pobre criatura! tiemblo<br />

<strong>de</strong> pensarlo.<br />

Mi ansiedad y zozobra no me permitieron<br />

reflexionar sobre las peregnuas i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> Doña<br />

María.<br />

—No has sido tú educada por mí—prosiguió<br />

ésta,-—que <strong>de</strong> haberlo sido... otra sería<br />

tu conducta.<br />

—Stífiora madre—dijo Asunci


CÁDIZ 137<br />

Inesita en lo íntimo <strong>de</strong> su corazón <strong>de</strong>plora el<br />

disgusto que la ha dado. ¿No es verdad, señora<br />

Doña InesitH? Vaya, señora Doña María,<br />

perdón al canto, y todo se acabó.<br />

—No se meta usted en lo que no le importa,<br />

Sr, D. Paco—manifestó la Con<strong>de</strong>sa.—Y<br />

tú, Inés, ten entendido que serás perdonada,<br />

si tas cosas no siguen a<strong>de</strong>lante. Y no digo más<br />

sobre el particular. Ya saben uste<strong>de</strong>s que soy<br />

benévola hasta la exageración, tolerante liasta<br />

la <strong>de</strong>bilidad. Ciérrense esas rejas al putito, y<br />

vamos á trabajar y á rezar... Inés, te lo repito,<br />

respira trauquilamente. Con tal qng no vuelva<br />

á repetirse...<br />

Oyéronse voces <strong>de</strong> las muchachas, que, si no<br />

alegría y completa bonanza, indicaban que el<br />

temporal iba pasando.<br />

D. Diego me dijo:<br />

—Vamonos, uo sea que mi madre quiera<br />

salir por aquí y nos sorprenda.<br />

Nos apartamos <strong>de</strong> allí.<br />

—¿Qué te parece lo que hemos oído?<br />

—Una iufamiu, una alevosía, un crimen siu<br />

ejemplo,—<strong>de</strong>claré sin po<strong>de</strong>r refrenar la cólera<br />

que me dominaba.<br />

—¿Qué te parece la Inesita?... Baeca pieza<br />

en verdad...<br />

—Ese inglés <strong>de</strong> los <strong>de</strong>monios, ese monstruo<br />

que nos ba enviado aquí la Gran Bretaña es<br />

el ser más odioso, más abominable que existe<br />

en la tierra. Por mi parte, digo que le aborrezco,<br />

que le abomino; que sin piedad le mataría,<br />

que me bebería su snugre... Adiós,<br />

me voy.<br />

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138 11. PüBEZ CALDOS<br />

—¿Te vas?<br />

—Sí: no quiero estar nnás en esta casa.<br />

-—Pero, hombre, tú estás tonto. ¡Si te betraído<br />

aquí para que me amparesl Tú no sabes<br />

que ahora mi seüora mamá, <strong>de</strong>spués qu&<br />

ponga fin á la justiciadíi <strong>de</strong> allá, ha <strong>de</strong> venir áempien<strong>de</strong>rla<br />

coninigo por la escapatoria <strong>de</strong><br />

ayer tsr<strong>de</strong>? ¿Olvidas, hombre ligero y frivolo,<br />

que haa <strong>de</strong> atestiguar que me viste ayer ocupado<br />

en ver dar vueltas á la noria?<br />

—No quiero farsas, ni falsos testimonios, ni<br />

tengo para qué ver á Dofia María... Adiós.<br />

—Hombre cruel, <strong>de</strong>teTite. Mi madre sale.<br />

En efecto: en el corredor atrapóme la señora<br />

Con<strong>de</strong>sa, lacual,<strong>de</strong>sj)ués<strong>de</strong>mostrarse sorpreudida<br />

y no muy agradablemente con mi presencia,<br />

me saludó, obligáTidome á pasará la sala,.<br />

—¿Estabas aquí?—prí'guiUó á su hijo.<br />

—Sí, señora: Gabriel y yo estábamos en mi<br />

cuarto leyendo unos libros <strong>de</strong> aj-itmética, y él<br />

me enseñaba á encontrar ]a quinta parte por<br />

un medio nuevo; y como ayer, cuando estuvimos<br />

viendo dar vueltas á la noria, yo aposté<br />

á que no podía ser tal cosa, vino hoy A <strong>de</strong>mostrármelo.<br />

—¿Con que estuvieron uste<strong>de</strong>s ayer tar<strong>de</strong> en<br />

Ja noria?<br />

—Sí, señora: dando vueltas á la noria.....<br />

quiero <strong>de</strong>cir, viendo...<br />

—Es un entretenimiento inofensivo...<br />

-—Sí, señora... é instructivo.<br />

—Propio <strong>de</strong> jó venes <strong>de</strong> cabeza sentada—dijo<br />

Doña María.—Sin embargo, he oído que á la<br />

noria va mucha gente <strong>de</strong> mal vivir.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

•íS


CÁDIZ 139<br />

—No, señora, <strong>de</strong> ninguna manera. Candiiigos,<br />

militares <strong>de</strong> coronel para arriba, señoras<br />

mayores, frailes...<br />

—Mi hijo es algo distraído, y por eso temo...<br />

Pronto será libre y dueño <strong>de</strong> sus acciones,<br />

porque eu loa asuntos <strong>de</strong> un hombre casado,<br />

sobre todo si está en cierta posición, no <strong>de</strong>ben<br />

entrometerse las madres.<br />

— Exaetaicente. ¿Y cuándo ss casa Dea<br />

Diego?<br />

—Ya no hay día seguro,—respondió Doña<br />

María con firmeza.<br />

—Y en verdad, Sr. D. Diego—dije yo volviéndome<br />

hacia mi amigo,—que se heva usted<br />

la mÓB liermosa niña que hay en todo<br />

Cádiz.<br />

—Lo que es eso... — dijo la Con<strong>de</strong>sa con<br />

afectación,—mi hijo pue<strong>de</strong> estar satisfecho <strong>de</strong><br />

la suerte que le ha cabido en su elección, mejor<br />

dicho, en nuestra elección, pues iioaotras<br />

lo hemos arreglado todo para que nada falte<br />

á esa niña. Posee Im^ta Jas sutiles cvialida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> ingenio y amabilidad que la harán uno<br />

<strong>de</strong> los más bellos adornos <strong>de</strong> la Corte, cuando<br />

la haya. Y no se diga que á una joven mayoruzga,<br />

<strong>de</strong>stinada á easurae con otro mayorazgo,<br />

se la <strong>de</strong>be sujetar y comprimir para<br />

que ni hable ni trate con personas <strong>de</strong> inundo.<br />

Eso no: sería ridículo; nada hay más contrario<br />

á la alteza y sonoridad <strong>de</strong> ciertas familias<br />

que verlas representadas en la Corte poc<br />

una damisela encogida, vergonzosa, que se<br />

asusta <strong>de</strong> lagenteyíio sabe <strong>de</strong>cir más que<br />

buenas tar<strong>de</strong>s y buenas noches.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


140 B. PÉREZ GALDÓS<br />

—Pnea maldita la gracia que me hace—dijo<br />

D. Diego coD <strong>de</strong>sabrimiento,—ver á mi novia<br />

muy amartelada cou Lord Gray eu este<br />

saJóu.<br />

Doña María se puso encendida.<br />

—Este joven—dije yo,—no eleva su entendimiento<br />

hasta los altos principios <strong>de</strong> la educación<br />

castiza. ¿Pues acaso so mujer va á ser<br />

monja? A las que son criadas para monjas ó<br />

solteras, bueno que se las enseñe á no levantar<br />

los ojos <strong>de</strong>l suelo; pero á las que van á casarse<br />

y áser gran<strong>de</strong>s señoras... Pero, hombre, ¿está<br />

usted loco? Mi amigo es un necio, un caviloso,<br />

señora. ¿Apostamos á que por éstas y otras<br />

imuginaciones ridiculas va á dar en la ñor <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir que no se casa?<br />

—lOómol—exclamó la dama.—Mi hijo no<br />

.será capaz <strong>de</strong> tal simpleza.<br />

—81, señora, sí aere capaz,—dijo D. Diego<br />

sin po<strong>de</strong>r contener el ímpetu <strong>de</strong> sus celos,<br />

—¡Diego, hijo míol<br />

—Bi, señora: lo que dice Gabriel es verdad.<br />

No quiero casarme, al menos hasta ver...<br />

—No pue<strong>de</strong> darse necedad mayor—dije.—<br />

Porque Lord Gray haya conseguido cou su<br />

buena apostura, sus finos modales, sn talento...<br />

—Mi hijo no me dará tan gran pesadumbre-<br />

La Con<strong>de</strong>sa, por hallarse en presencia <strong>de</strong>un<br />

extraño, no soltó la ira que á borbotones<br />

quería escapársele <strong>de</strong>l pecho, al ver en su hijo<br />

la obstinada genialidad, que amenazaba echar<br />

por tierra todos sus proyectos; mas conociendo<br />

yo que aquel volcán necesitaba cumplido<br />

<strong>de</strong>sahogo por el cráter <strong>de</strong> la boca y quiaás por<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CA.D1Z 141<br />

el <strong>de</strong> las manos, juzgué pru<strong>de</strong>nte retirarme.<br />

—¿Se marcha usted?—me dijo.-—^|Yal uua<br />

persona discreta no pne<strong>de</strong> soportar las bachillerías<br />

y antojos <strong>de</strong> este inconsi<strong>de</strong>rado niño.<br />

— Señora—repuse,—D. Üiego es nu niño<br />

"obediente y hará lo que su madre le man<strong>de</strong>.<br />

Beso á usted los pies.<br />

Quiso 1). Diego salir eoninigo; pero la COQ<strong>de</strong>sa<br />

le <strong>de</strong>tuvo diciendo cou enojo:<br />

—Oaballerito, tenemos que hablar.<br />

Yo anhelaba respirar fuera <strong>de</strong> aquella casa.<br />

XIV<br />

Al encontrarme en la calle miré á las rejas<br />

y las vi cerradas. Atormentado por el recuerdo<br />

<strong>de</strong> lo que había visto y oido, revolvieudo<br />

en mi cabeza pensamientos <strong>de</strong> veuganaa, proyectos<br />

<strong>de</strong> barbarie y no só quó i<strong>de</strong>as impías y<br />

locas, dije para mí:<br />

—Ya no me queda duda. Mataré á ese maldito<br />

inglés.<br />

En las mil alternativas y viciaito<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mi<br />

•vida, büjé, subí, caí y levantóme; creí tocar<br />

cou mis manos fatigadas el fondo <strong>de</strong> aquel mar<br />

<strong>de</strong> la borrascosa <strong>de</strong>aventura, don<strong>de</strong> transcurrió<br />

mi niñez, y fuerzas ignoradas me sacaron <strong>de</strong><br />

uuevo á la superficie; luché y pa<strong>de</strong>cí, <strong>de</strong>seé la<br />

muerte y amé la vida; gran<strong>de</strong>s vaivenes y sa-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


143 B. PEBEZ liALDOS<br />

elididas experimenté; pero cuaudo subía, y bajaba,<br />

y iucbaba, y vivía, y moría, jamás <strong>de</strong>jé<br />

<strong>de</strong> percibir aqnella luz, encendida ante la <strong>de</strong>sgracia;<br />

lejana estrella, á quien consi<strong>de</strong>raba como<br />

expresión <strong>de</strong> lo divino y sobrenatural que<br />

hay en la existencia. Pero ya la luz ee Había<br />

apagado, y volviendo los ojos en <strong>de</strong>rredor, yo<br />

no veía sino espantosas obscurida<strong>de</strong>s. Lo que<br />

yo creía perfecto, ya no lo era; lo que yo juzgué<br />

mío, tampoco era nslo; y pensando en esto,<br />

no cesaba <strong>de</strong> exclamar:<br />

—Mataré á ese con<strong>de</strong>nado Lord Gray, Abora<br />

comprendo la satisfacción <strong>de</strong> malar á un<br />

hombre.<br />

Turbado por ios celos, mi corazón,- que hasta<br />

entonces había como florecido, <strong>de</strong>spidiendo<br />

nn sentimiento apacible y dulce, cual el <strong>de</strong> la<br />

religión, ardía ahora con apasionado centelleo,<br />

y lo que había amado, poj' extraordinaria contradicción,<br />

más digno <strong>de</strong> ser amado le parecía.<br />

Sentía ansia <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción, y mi amor propio,<br />

mi orgullo herido clamaban al cielo liaciendo<br />

á toda la creación solidaria <strong>de</strong> mi agravio. Yo<br />

creía que el universo entero estaba ofendido, y<br />

que el cielo y tierra respiraban anhelo <strong>de</strong> venganza.<br />

Crucé varias callea, repitiendo:<br />

—IVIataré á ese inglés, le mataré.<br />

Al volver una esquina creí distinguirle y<br />

apresuré el paso. Sí, era él. Dios me le ponía<br />

<strong>de</strong>lante: le vf <strong>de</strong> espaldas y corrí; mas cuando<br />

estaba junto á él y antes que me viera, peuaé<br />

que no era pru<strong>de</strong>nte precipitar un hecho que<br />

<strong>de</strong>bía tener justificaeióu completa, Procurando<br />

serenarme, dije para ini:<br />

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CÁDIZ 143<br />

—Tengo ia seguridad <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rle <strong>de</strong>atro<br />

<strong>de</strong> la caaa. Entre tanto esperemos.<br />

Le toqué eu el hombro, y él al volverse me<br />

miró impasible sia mostrar iii alegría iii <strong>de</strong>sagrado.<br />

—Lord Gray—le dije,—há tiempo queestoy<br />

esperando la última lección <strong>de</strong> esgrima.<br />

—Hoy no tengo humor para lecciones.<br />

—La iieceaitaré pronto.<br />

—¿Va usted á batirse? ¡Ciaé feheidadl ¡Hoy<br />

tengo yo lio humorl... Deseo atravesará cualquiera.<br />

—Yo también, Lord Gray.<br />

— Amigo mío, proporcióneme usted uii<br />

hombre cou quieu romperme el alma.<br />

— ¿Tiene usted spleeiú<br />

^Horroroso.<br />

—Y yo. Los españoles también solemos pa<strong>de</strong>cer<br />

esa enfermedad.<br />

—Es muy raro. Eu buena ocasión me ha<br />

salido usted hoy al encuentro.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque tenía una mala tentación. Estaba<br />

en ¡o más uegro <strong>de</strong> la negrura <strong>de</strong>l spleen, y<br />

pasó por mí la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pegarme uu tiro, ó <strong>de</strong><br />

-arrojarme <strong>de</strong> cabeza al mar.<br />

—Todo por un amor <strong>de</strong>sgraciado. Cuénteme<br />

usted eso y le daré buenos consejos.'<br />

—No me hacen falta. Yo me entiendo<br />

solo,<br />

—Yo conozco á la mujer que le trae á usted<br />

á tan lastimoso estado.<br />

—Usted no conoce nada. Dejemos esa cneatióu<br />

y no hablemos más <strong>de</strong> ella.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


144 B. PERKZ ÍÍALDÜS<br />

Aquella vez, como otras muchas. Lord<br />

Graj» esquivaba tratar el asunto.<br />

—¿Cou que quiere usted que le dé uua leeeión?—me<br />

dijo <strong>de</strong>spués.<br />

—Sí; peto tal, que COQ ella aprenda <strong>de</strong> una<br />

vez todo lo que encierra el noble arte <strong>de</strong> la<br />

esgrima, porque, Milord, tengo que matar á<br />

«no.<br />

—Es cosa fácil. Le matará usted,<br />

—¿Vamos á cusa <strong>de</strong> Míiord'?<br />

—No, varaos al veiiLorrilio <strong>de</strong> Poenco. Beberemos<br />

uü poco. ¿Y cuáudo [uata usted á ese<br />

hotabre?<br />

—Cuando tenga la certeza <strong>de</strong> su alevosía.<br />

Hasta hoy tengo indicios que casi sou dalos<br />

evi<strong>de</strong>ntes, <strong>de</strong> los cuales resultan sospechas<br />

que casi son la misma certidumbre. Puro necesito<br />

más, porque mi alma, ci'édula hasta lo<br />

sumo, foíja sutilezas y escrúpulos. La picara<br />

quieie in'olougar su felicidad.<br />

El calló y yo también. Silenciosamente Ilegamos<br />

á Puerta <strong>de</strong> Tierra.<br />

Plabía en casa <strong>de</strong>l Sr. Poecco gran remesa<br />

<strong>de</strong> majas y gente <strong>de</strong>l bronce, y las coplas picantes<br />

con el guitarro y las palmadas formaba<br />

estrepitosa música <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la casa,<br />

—^Entremos—me dijo Lord Gray.—-Esta<br />

graciosa canalla y sus costumbres rae cautivan.<br />

Poeijeo, llévanos al coarto <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro.<br />

—Aquí viene lo güeno—clamó Poeuco,—<br />

Desapartarse todo el mundo. Abran calle, calle,<br />

sulores.,. espejen, que pasa su niHJestad<br />

mÜoro,<br />

—Muchachos, ¡viva miloro y las Cortes <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 145<br />

la Isla!—gritó el tío Lombrijón levantándose<br />

<strong>de</strong> su asiento y saludándooos, sombrero en<br />

mano, con aqnel garbo majestuoso que es tan<br />

propio <strong>de</strong> gente andaluza.—Y en celebración<br />

<strong>de</strong>l santo <strong>de</strong>l día, que es la santísima libertad<br />

<strong>de</strong> la imprenta, señó Poenco, suelte usted la<br />

espita y que corra nn mar <strong>de</strong> mauzaailla. Todo<br />

lo que beba miloro y la compaña ¡o pago yo,<br />

que aquí esta nn caballero pa otro caballero.<br />

El tío Lombrijón era un viejo robusto y<br />

po<strong>de</strong>roso, <strong>de</strong> voz bronca y gestos gallardos y<br />

eaballereacos. Era traficante en vinos y gozaba<br />

opinión <strong>de</strong> hombre rico, así como <strong>de</strong> gran<br />

galanteador y mujeriego, á pesar <strong>de</strong> la madurez<br />

do sus años.<br />

Lord Gray ¡e dio las gracias, pero sin imitarle<br />

ni eu el tono ni en los movimientos,diferenciándose<br />

en esto <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> los<br />

ingleses que visitan las Andalucías, los cuales<br />

tienen empeño en hablar y vestir como la<br />

gente <strong>de</strong>l país.<br />

—0¡gastó,tio Lombrijón—dijo otro á quien<br />

llamaban Vejai'rueo, y que era joven y curtidor<br />

en el Puerto.-—A mí no me falta ningán<br />

hombre nado,<br />

—¿Por qué lo dices, camaraiya, y en qué te<br />

he faltado?—dijo Lombrijón.<br />

—Bien lo sabes, camaraiya^repuso Vejarruco.—En<br />

que asina que vi venir á miloro y<br />

la compañía, dije al Sr. Poenco: «Lo que beba<br />

miloro y la compañía, corre <strong>de</strong> mi cuenta,<br />

que aquí hay un caballero pa otro caballero.»<br />

—¡Zorongol—gritó Lombrijóu.^¿Pero di,<br />

Vejarmco, eso es conmigo?<br />

SexTA EDrcíó.'í ^0<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


146 B. PÉREZ CALDOS<br />

-—¡Cachirtilol contigo es.<br />

.—Estira más esa estampa, que no te veo<br />

bien.<br />

-^Alai'ga el joeieo pa que te tome el mol<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> é!.<br />

— ¡Cai'ambitn! ¿Usté no sabe que cuando<br />

me pica un mosquito le <strong>de</strong>smondongo al momeuto?<br />

— ¡Sousoniche! ¿Usté no sabe que cuando<br />

le pego un pezco á un hombre, tiene que pedir<br />

prestaos dientes y muelas pa comer?<br />

—Basta ya, que se me van regolviendo los<br />

eeotidos garrofales—dijo Lombrijón.—Señores,<br />

empiecen á cantar el regiiieternam. por ese<br />

probesitü Vejarrueo.<br />

—Alentaito está el viejo.<br />

—Pues allá va la lezna.<br />

Lombrijón se llevó la mauo al cintnrón en<br />

a<strong>de</strong>man <strong>de</strong> sacar la navaja, y todos los pre-<br />

?eutes, principalmente las mujeres, empeaaron<br />

á gritar.<br />

—Señoras, no tiemblen,—indicó Vejarruco.<br />

—No se batirán —me dijo Lord Gray.—Todos<br />

los días hacen lo mismo, y <strong>de</strong>spués no<br />

hay nada.<br />

•—No he traído el escarbador <strong>de</strong> dientes,—<br />

dijo Lombrijón, encontrándose sin armas,<br />

—Pues ni yo tampoco,—aSadióVejarruco.<br />

—Oamaraiya, por eso noha <strong>de</strong> quedar. Usté<br />

está aniarillo, éeñores, cuando eclié mano<br />

al cinturón, me relucieron las «fias, y peusó<br />

.que era jierro.<br />

—¡Zorongo! Cámara, usté ha escondido la<br />

lezna para que no haya compromiso.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 147<br />

—Tú te la habrás metió en el garguero.<br />

—Yo no la traigo, por humaniá—repuso<br />

Vejarruco,aporque como tengo esta mano<br />

tan peaá, se necesita mucha pruencia pa no<br />

matar caá momento,<br />

—Vaya, déjeulo para <strong>de</strong>spués—dijo Poeuco,—y<br />

k beber.<br />

—Lo que hace por mí, no tengo prisa... Si<br />

Vejarruco ae quiero confesar antes que le endiñe...<br />

—Lo que es por mí... euaudo Lombrijón<br />

quiera el pasaporte para la sécula culorum, se<br />

la daré.<br />

—Pelillos á la mar—dijo Poenco,—y pos<br />

que los dos han <strong>de</strong> morir, mueraa amigos.<br />

—No hay por qué oEeu<strong>de</strong>rse, eomparito.<br />

¿UsLé se ha ofeudio?—preguntó LombrijOn á<br />

BU aDtfigonista.<br />

— ¡CachiruLo! Yo no, ¿y usté?<br />

—Tampoco.<br />

^Pues vengan esos cinco mandamientos.<br />

•—Allá van, y vivan laa Cortes y viva miloro.<br />

—Para cortar la cuestión—dijo Lord Gray,<br />

—yo pagaré á todo eí mundo. Poenco, sírvenos.<br />

Las majas que allí había obsequiaron á<br />

Lord Gray con sonrisas y dichos graciosos;<br />

pero el inglés no tenia humor <strong>de</strong> bromas.<br />

—¿Ha venido María <strong>de</strong> las Nieves?—-preguntó<br />

á una.<br />

—Pesaíto está con María <strong>de</strong> laa Nieves,<br />

¿Nosotras somos aljofifas?<br />

'—Si miloro va esta noche á mi casa—dijo<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


148 B. PÉREZ CALDOS<br />

en VOZ baja otra, que era, si no me engaño,.<br />

Pepa Higadillos,^—verá lo bueno. Mi marío ha<br />

ido á comprar burros, y me divierto pa matar<br />

la soleá.<br />

—A don<strong>de</strong> irá miioro esta noche es á mi<br />

casa—indicó otra que era ya matrona.—A mi<br />

casa va toda iíi. sal <strong>de</strong>l, mundo; y si mikiro<br />

quiere poner un par <strong>de</strong> pesetas á un caballo,<br />

no tengo comeniente... Mi casa ea tony principal,..<br />

Lord Gray se apartó con hastío <strong>de</strong> aquella<br />

gente, y entramos en un cuarto, don<strong>de</strong> el tabernero<br />

recibía tan sólo á cierta clase <strong>de</strong> personas;<br />

y la mesa junto á la cual nos sentamos,<br />

viíae al punta.cnb¡erta <strong>de</strong>l rico tributo<br />

<strong>de</strong> aquellas viñas coataneras, que no tuvieron<br />

ni tienen igua! en el mundo.<br />

XV<br />

"—Hoy voy á beber mucho—me dijo el inglés.—Si<br />

Dios no hubiera hecho á Jerez, jcuán<br />

imperfecta sería su obra! ¿En quódia lo iiiz


1<br />

t<br />

CÁDIZ 149<br />

'luz, amigo mío, y quien dice la luz, dice el<br />

•eiiteud ¡miento.<br />

—Señó miloro—dijo Poenco acercándose á<br />

mi amigo para hablarle con oficioso sigilo,^<br />

María <strong>de</strong> las Nieves está ya loquita por bu-<br />

•cencía. Se hizo todo, y ya tiene su pañolón,<br />

sus zarcillos y su basquina. Si no Hay nada<br />

•que resista á. ese jociquito rubio, y como bucencia<br />

siga aquí, nos vamos á quedar sin don-<br />

•ceyas.<br />

—Poenco—dijo Lord Gray,—déjame eu paz<br />

con tus.doncellas, y lárgate <strong>de</strong> aquí, ai no quieres<br />

que te rompa ana botella en la cara.<br />

—Pues uajeucia; me voy. No se enfa<strong>de</strong> mi<br />

•niño. Yo soy hombre discrelo. Pero sabe bucéncia<br />

que ofrecí dos duros á la tía Higadillos<br />

• que llevó el pañolón, cétera, celera.<br />

Lord Gray sacó dos duros y los tiró al suelo<br />

sin mirar al tabernero, quien tomándolos tuvo<br />

á bien <strong>de</strong>jarnos solos.<br />

—Amigo—me dijo el inglés,:—ya uo me<br />

• queda nada por ver en las negras profundi-<br />

•da<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l vicio. Todo lo que se ve allá abajo<br />

es repugnante. Lo único que vale algo es este<br />

vivífico licor, que uo engaña jamás, como proceda<br />

<strong>de</strong> buenas cepas. Su generoso fuego, en-<br />

-eendieudo llamas <strong>de</strong> inteligencia en nuestra<br />

mente, nos sutiliza elevándonos sobre la vulgar<br />

superficie eu que vivimos.<br />

Lord Gray bebía con arle y elegancia, i<strong>de</strong>alizando<br />

el vicio como Anaereoute. Yo bebía<br />

•también, iudacido por él, y por primera vez<br />

en la vida sentía afáu <strong>de</strong> adormecimiento, <strong>de</strong><br />

olvido, <strong>de</strong> modificación en las i<strong>de</strong>as, que im-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


150 B. PÉREZ GA-r.DO>y<br />

pulsa en sus iucontinencias á Jos buenos bebedores<br />

.ingleses.<br />

Hesoiió un caüonazo en el fondo <strong>de</strong> la bahía,<br />

—Los franceses arreciau el bombar<strong>de</strong>o,—<br />

dije asomátidoine al ventanillo.<br />

—Y al son <strong>de</strong> esta müsica, los clérigos y<br />

los abogttdos <strong>de</strong> las Cortes se ocupan en <strong>de</strong>moler<br />

á España para levantar otra uueva. Están<br />

borrachos.<br />

—Me parece que los borrachos son otros,<br />

Milord.<br />

—Quieren que haya igualdad. Mijy bien.<br />

Lombrijón y Vejarruco serán ministros.<br />

—Si viene la igualdad y se acaba la religión,<br />

¿quién le impedirá á usted casarse con<br />

una española?—dije regresando.junto á la<br />

mesa.<br />

—-Yo quiero que me lo impidan.<br />

—¿Para qué?<br />

—Para arrancarla <strong>de</strong> las garras que la sujetan,<br />

para romper las bai'reras que la religiÓQ<br />

y la nacionalidad ponen entre ella y yo, para<br />

reirme en las barbas <strong>de</strong> doce obispos y <strong>de</strong> cien<br />

nobles finchados, para <strong>de</strong>rribar á puntapiés<br />

ocho conventos, y hacer burla <strong>de</strong> la gloriosa<br />

historia <strong>de</strong> diez y siete siglos, y restablecei' el<br />

estado primiüvo.<br />

Decía esto en plena efervescencia, y no pu<strong>de</strong><br />

menos <strong>de</strong> reirme <strong>de</strong> él,<br />

—Hermoso país es España—continuó.—<br />

Esa canalla <strong>de</strong> las Cortes lo va á echar á per<strong>de</strong>r.<br />

HLIÍ <strong>de</strong> Inglaterra para que mis paisanos<br />

no me rompieran los oídos con sus chillidos<br />

en el Parlamento, con sus pregones <strong>de</strong>l precio<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

•i!


CA.D1Z 151<br />

<strong>de</strong>l, algodón y <strong>de</strong> la harina, y aquí encontró<br />

las mayores <strong>de</strong>licias, porque no huy fábricas<br />

Jii fabricantes panzudos, sino grüciüsos uiitjos;<br />

ni polixoütea estirados, sino chnsquisinaos<br />

ladrones y contrabandistas; porque no hay<br />

boxeadores, sino toreros; porque no hay generales<br />

<strong>de</strong> aca<strong>de</strong>mia, sino gueniileros; porque no<br />

hay fondas, sino conventos llenos <strong>de</strong> poesía, y<br />

en vez <strong>de</strong> lores secos y amojamados poria etiqueta,<br />

estos nobles que van á las tabernas á<br />

emborracliarae con las majas; y en vez <strong>de</strong> filósofos<br />

pedantes, frailes pacíficos que no hacen<br />

nada; y en vez <strong>de</strong> amarga cerveza, vino, que<br />

ea fuego y luz, y sobrenatural espíritu,,. jOh,<br />

amigoi Yo <strong>de</strong>bí nacer eu España. Si yo liubiera,<br />

nacido bajo este sol, habría sido gnerrüleio<br />

hoy y mendigo mañana, fraile al amanecer y<br />

torero por la tar<strong>de</strong>, majo y sacristán <strong>de</strong> conventos<br />

<strong>de</strong> monjas, abate y petimetre, contrabandista<br />

y salteador <strong>de</strong> caminos... España es<br />

el país <strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong>snuda, <strong>de</strong> las pasiones<br />

exaltadas, <strong>de</strong> los sentimientos enérgicos,<br />

<strong>de</strong>l bien y el mal sueltos y libres, <strong>de</strong> los privilegios<br />

que traen las luchas, <strong>de</strong> la guerra coritiuua<br />

<strong>de</strong>l nunca <strong>de</strong>scausar... Amo todita esas<br />

fortalezas qno ha ido levantando la Historia<br />

para tener yo el placer <strong>de</strong> escalarlas; amo loa<br />

caracteres tenaces y testarudos para contrariarlos;<br />

amo los peligros para acometerlos; amo lo<br />

imposible para reírme <strong>de</strong> la lógica, facilitándolo;<br />

amo todo lo que es inaccesible y abrupto<br />

eii el or<strong>de</strong>n moral, para vencerlo; amo las tempesta<strong>de</strong>s<br />

todas para lanzarme en ella?, impelido<br />

por la curiosidad <strong>de</strong> ver si salgo sano y sal-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


152 B. PERBZ SALDOS<br />

vo <strong>de</strong> SUS tremendos remoliuos; gusto <strong>de</strong> que<br />

me digan «<strong>de</strong> aqaf uo pasarás,» para contestar<br />

«pasaré, n<br />

Yo seotia inusitado ardor eu mi cabeza, y<br />

la sangre se rce infiaaiaba <strong>de</strong>utro <strong>de</strong> las veiiae.<br />

Oyendo á Lord Gray, sen time inclinado á abatir<br />

su estupendo orgullo, y con altanería le dije:<br />

—Pues no, no pasará usted,<br />

—¡Pues pasarél—me contestó.<br />

—Yo amo lo recto, lo justo, lo verda<strong>de</strong>ro, y<br />

<strong>de</strong>testo los locos absurdos y las intenciones soberbias.<br />

Allí don<strong>de</strong> veo un orgulloso, le humillo;<br />

allí don<strong>de</strong> veo un ladrón, le mato; allí don<strong>de</strong><br />

veo uu intruso, le arrojo fuera.<br />

•—Amigo^me dijo el inglés,—me pai-ece<br />

que á usted se le van los humos <strong>de</strong> la manzanilla<br />

á la cabeza- Yo le digo como Lambrijóa<br />

á Vejarruco: «Camarafta, ¿eso que ha dicho es<br />

conmigo?!»<br />

^Con usted,<br />

•—¿No somos amigos?<br />

—No; no somos ni po<strong>de</strong>mos ser amigos—<br />

grité con la exaltación <strong>de</strong> la embriaguez.—<br />

]Lord Gray, le odio á usted!<br />

—Otro traguito—^dijo el inglés con socarronería.—Hoy<br />

está usted bravo. Antes <strong>de</strong> beber<br />

habló <strong>de</strong> matar á un hombre,<br />

—Si, sí... y ese hombre es usted.<br />

—¿Por qué he <strong>de</strong>monr, amigo?<br />

— Porque quiero, Lord Gray; ahora mismo.<br />

Elija usted sitio y armas.<br />

—¿Armas? Un vaso <strong>de</strong> Pedro Jiméuez-<br />

Me levanté fuera.<strong>de</strong> raí, y asi una silla coa<br />

resolución hostil; pero Lord Oray penuanecid<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 153<br />

tan impasible, tan indiferente á mi cólera, y<br />

^I mismo tiempo tan eereuo y risueño, que me<br />

sentí sin bríos para <strong>de</strong>scargarle el golpe.<br />

—Despacio. Nos batiremos luego-—dijo rompiendo<br />

á reir cou expansiva jovialidad,—Ahora<br />

voy á <strong>de</strong>clarar la eaoaa <strong>de</strong> ese repentino enfado<br />

y anhelo <strong>de</strong> matarme. jPobrecito <strong>de</strong> mí!<br />

—¿Cuál ea?<br />

—Cuestión <strong>de</strong> faldas. Una supuesta rivalidad,<br />

Sr. D. Gabriel.<br />

—Dígalo usted todo <strong>de</strong> una vez,—exclamé<br />

sintiendo que se redoblaba mi coraje,<br />

—Usted está celoso y ofendido, porque su-<br />

,pone que le he quitado su dama.<br />

No ie contesté,<br />

—Pues no hay uada <strong>de</strong> eso, amigo mío.<br />

Respire usted tranquilo las auras <strong>de</strong>l amor.<br />

-Me parece haberle oído <strong>de</strong>cir á Poenco que<br />

anda usted á caza <strong>de</strong> esa Mariquilla, que no<br />

<strong>de</strong> las Nieves, sino <strong>de</strong> los Fuegos <strong>de</strong>bería llamarse.<br />

A usted le han dicho que yo,,, pues,<br />

diré como Poenco.,. «cétera, cétera.s Amigo<br />

•mío, cierto es que me gustaba esa muchacha;<br />

pero basta que un camaraiya haya puesto los<br />

ojos en ella, para que yo no intente seguir<br />

a<strong>de</strong>lante. Esto se llama generosidad: no es el<br />

primer caso que se encuentra en mi vida. En<br />

celebración <strong>de</strong> paz, acabemos esta botella.<br />

Al frenesí que antes había yo sentido, sucedió<br />

tal entorpecimiento y obscuridad <strong>de</strong> mis<br />

faculta<strong>de</strong>s intelectuales, qae no supe qué respon<strong>de</strong>r<br />

á Lord Gray, ni realmente le respondí<br />

—Pero, amigo mío—prosiguió él, menos<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


154 B. PÉREZ QALDÓS<br />

afectado que yo por la bebida,—hemos sabido<br />

que á Mariqíiilla <strong>de</strong> las Nieves la eofteja...<br />

]coi'tejarl bermosa palabra que uo tieue igual<br />

en ningún idioma... Pues <strong>de</strong>uía que la corteja<br />

un guapo <strong>de</strong> Jerez, qne se me fi^um más<br />

afortuuado que nosutios. Sin duda ese es el<br />

que usted quiere matar.<br />

— ¡A ese, á ese!—-dije sintiendo que se me<br />

<strong>de</strong>spejaban un tanto los aposentos altos.<br />

—Cuente usted conmigo. Carrito Báez, que<br />

así llaman al jerezano, es nn necio presumido<br />

y matasiete, que con todo el mundo arma ca-.<br />

morra. Deseo tener caestión con él. Le provocaremos.<br />

—[Le provocaremos, ai, señor, le provocaremos<br />

!<br />

—Le mataremos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todala gente <strong>de</strong>l<br />

bronce, para que vean cómo sucumbe un tonto<br />

á manos <strong>de</strong> nn caballero... Pero no sabía que<br />

estuviera usted enamorado, ¿Des<strong>de</strong>' cuándo?<br />

—Des<strong>de</strong> bace mucbo, mucho tiempo—respondí<br />

viendo cómo daba vueltas la babitacióu<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos.—Eramos niños: elia y yo<br />

estábamos abandonados y solos en el mundo,<br />

La <strong>de</strong>sgracia nos impelió á compa<strong>de</strong>cernos, y<br />

compa<strong>de</strong>ciéndonos, sin saber cómo, «os amamos.<br />

Pa<strong>de</strong>cimos juntos gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sventuras,<br />

y fiando en Dios y en nuestro amoi', vencimos<br />

inmensos peligros. Llegué á consi<strong>de</strong>rarla<br />

como indisolublemente unida á mí por superior<br />

<strong>de</strong>stino, y mi corazón, fortalecido por una<br />

fe sin límites, no pa<strong>de</strong>ció en mucbo tiempo<br />

los martirios <strong>de</strong> celos, <strong>de</strong>sconfianzas, temores<br />

ui amorosos sobresaltos.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

i


CÁDIZ 155<br />

—Hombre: eso es extraordinai'io, jY todo<br />

por María <strong>de</strong> las Nieves!...<br />

—Peio todo se acabó, amigo mío. El mundo<br />

8H me ha caído siiciraa. ¿N() lo ve usted, uo<br />

lo ve usted caer á pedazos sobi'e mi cabeza?<br />

¿No ve usted estas moutafiaa que me machacan<br />

los sesos? Mi cerebrn hecho trizas salta eii<br />

piltrafas mil, y salpicando se esparce por laa.<br />

pare<strong>de</strong>s.., aquí... allí... más allá. ¿No lo ve<br />

usted?<br />

—Ya lo veo...—repuso Lord Gray, rematando<br />

una botella.<br />

—El mundo se me cayó encima. Se apagó<br />

el sol... ¿No lo ve usted, hombre; no advierte<br />

las horribles tinieblaa que nos ro<strong>de</strong>an? Todo<br />

ae obscureció, cielo y tierra, y el sol y la luna<br />

cayeron, como ascuas <strong>de</strong> un cigarro... Ella y<br />

yo nos separamos: leguas y más leguas, días<br />

y días y más días se pusieron eutre nosotros;<br />

yo alargaba los brazos ansiaudo tocarla con<br />

mis manos; pero mis manos no tocaban sino<br />

el vacío. Ella subió y yo me quedé don<strong>de</strong> estaba.<br />

Yo miraba y no veía uada... Estaba escondida:<br />

¿dón<strong>de</strong>? dirá usted.,, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cerebro.<br />

Yo me metía lüs manos eu la cabeza y<br />

escarbaba allí <strong>de</strong>ntro; pero uo la podía coger.<br />

Era uua burbuja, una partícula, uu átomo<br />

bullicioso y movible que me atormentaba en<br />

sueños y <strong>de</strong>spierto. Quise olvidarla y no pu<strong>de</strong>.<br />

De nocbe cruzaba lo3 brazos y <strong>de</strong>cía: «aquí la<br />

tengo; nadie me la quitará...» Cuando me dijeron<br />

que me había olvidado, yo no lo quería<br />

creer. Salí á la calle, y todo el mundo se reía<br />

<strong>de</strong> mí. ¡Espantosa nochel Escupí al cielo y lo<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


156 B. PÉREZ CALDOS<br />

<strong>de</strong>jó sombrío... Me metí la mano en el pecho,<br />

saqué el corazón, lo estrujé como «na naranja<br />

y se lo arrojé á los perros.<br />

— jQué inmenso é i<strong>de</strong>al amorl—exclamó<br />

Lord Gray.—Y todo eso por Mariquilla délas<br />

Nieves... Beba usted esa copa.<br />

—Supe que amaba á otro—afiadí sintiendo<br />

que uii cerebro <strong>de</strong>spedía una lumbre vagorosa<br />

y <strong>de</strong>sparramada, llama <strong>de</strong> alcohol que<br />

trazaba mil figuras eu el espacio con sus lenguas<br />

azules.—¡Amaba á otrol Una noche se<br />

me apareció. Iba <strong>de</strong> brazo con su nuevo amante.<br />

Pasaron por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y no n:ie miraron.<br />

Yo me leviinlé, y tomando !a espada<br />

herí en el vacío, y eo el vacío surgió un manantial<br />

<strong>de</strong>sangre. La vi que se llegaba hacia<br />

mí pidiéudoine perdón. La manga <strong>de</strong> su vestido<br />

tocó mi rostro, y me quemó. ¿Ve-usted la<br />

quemadura, la ve usted?<br />

—Si, la veo, la veo. |Y todo esto por María<br />

<strong>de</strong> las Nieves!,.. Hombre, es gracioso. A ver<br />

Á qué sabe este Moutilla.<br />

—Yo quiero matar á ese hombre, 6 que él<br />

me matea mí.<br />

—No: áél, á él. ¡Pobre Gnrrito Báezl<br />

, —Le mataré, le mataré, sí—clamaba yo<br />

con fui'or, ponieudo mi puño cerrado en el<br />

pecho <strong>de</strong> Lord Gray.—¿No siente usted cómo<br />

baila el mundo bajo nuestros pies? El mar eutra<br />

por esa ventana. Ahoguémonos juntos, y<br />

todo eonchiirá.<br />

•—¿Ahogarme? No—dijo e! inglés.—Yo también<br />

amo.<br />

A pesar <strong>de</strong> mi lastimoso estado intelee-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ<br />

157<br />

tual, presté atención ílsii palabr<br />

—Yo también amo^prosiguió.—Mi amor,<br />

ea secreto, misterioso y oculto, como las perlas,<br />

que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una concha<br />

yacen en el fondo <strong>de</strong>l mar. No tengo celos<br />

<strong>de</strong> nadie, porque su corazón es todo mío.<br />

No tengo celos más que <strong>de</strong> la publicidad; odio<br />

<strong>de</strong> muerte á todo el que <strong>de</strong>scubra y propale<br />

mi secreto. Antes me arrancaré la lengua que<br />

pronunciar su nombre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> otra persona.<br />

Su nombre, su casa, su familia, todo es<br />

misterioso. Yo me <strong>de</strong>slizo eu la obscuridad,<br />

eu obscuridad profunda qne no proyecta sombra<br />

alguna, y abro mis brazos para recibirla,<br />

y los cuerpos se confun<strong>de</strong>n en el negro espacio.<br />

Bullen átomos <strong>de</strong> luz, como éstos que<br />

ahora nos ro<strong>de</strong>an, y en laa puntas <strong>de</strong> nuestros<br />

cabellos palpita, con galvánica fuerza, embriagadora<br />

sensibilidad. ¿No percibe usted<br />

estas ondas que vienen <strong>de</strong>l cielo; no siente usted<br />

cómo se abre la tierra y <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> cien mii<br />

vidas uuevas, creadas eu esta corola don<strong>de</strong><br />

estamos, y en cuyos bor<strong>de</strong>s nos movemos á<br />

impulsos <strong>de</strong> la suave y embalsamada brisa?<br />

—|S1, lo veo, lo veo!—respondí llevando el<br />

vaso á mis labios.<br />

—Amigo mío, Dios hizo perfectamente al<br />

amasar este barro <strong>de</strong>l mundo. Habría sido<br />

lástima que no lo hiciera. La materia vivificada<br />

por el amor ea sin duda lo mejor que existe<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l espíritu. Yo adoro el universo<br />

Heno <strong>de</strong> luz, pintado con lindos colores, sombreado<br />

por amorosas opacida<strong>de</strong>s que cubre el<br />

discreto amor; yo adoro la Naturaleza que to-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


158 B. PÉREZ GALBOS<br />

do lo hizo hermoso, y <strong>de</strong>testo á los hombres<br />

corruptores <strong>de</strong>l elemento dou<strong>de</strong> habitan, como<br />

eusuciau los sapos la laguna. Mi ahna se<br />

arroja fuera <strong>de</strong> este lodnzid y busca los aires<br />

puj'os; huye <strong>de</strong> las infectas madrigueras fie la<br />

eivilÍKación, abiertas en fango pestilente, y se<br />

baüa en los rayos <strong>de</strong> oro que eriizau los espacios.<br />

Olvidaba <strong>de</strong>cir á usted que para hacer<br />

más encantadora mi aventuní, la historia, es<br />

<strong>de</strong>cir, diez, y siete siglos <strong>de</strong> guerra, <strong>de</strong> tratados,<br />

<strong>de</strong> privilegios, <strong>de</strong> tiranía, do fanatismo<br />

religioso, se oponen á que sea mia. Necesito<br />

<strong>de</strong>moler las torrea <strong>de</strong>l orgullo, aba.tir los alcázares<br />

<strong>de</strong>l fanatismo, burlarme <strong>de</strong> la fatuidad<br />

<strong>de</strong> cien familias que cifran su orgullo en <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> un Rey asesino, D, JSnriqueJI, y <strong>de</strong><br />

una Reina liviana, Doña UiTaca <strong>de</strong> Castilla,<br />

apalear cien frailes, azotar cieu dueñas, profanar<br />

la casa llena <strong>de</strong> piíitarreados blasones,<br />

y baata el mismo templo lleno <strong>de</strong> sepulcros, si<br />

la refugian en él.<br />

—¿La va usted á robar, Milord?—pregunté<br />

en un instante <strong>de</strong> rápida luci<strong>de</strong>z.<br />

—Sí, la robaré y me la llevaré á Malta,<br />

dou<strong>de</strong> tengo un palacio. He pedido un barco<br />

á Ingiateri'a.<br />

Sentí súbito estremecimiento, oomo si mi<br />

conturbada naturaleza hiciera an esfuerzo-colosal<br />

para recobrar su perdido aliento.<br />

^Lord Gray—dije, — somos amigos. Soy<br />

discreto. Yo le ayudaré á usted en esa empresa,<br />

que no será fácil por <strong>de</strong>sgracia.<br />

—No lo será... veremos —repuso exaltado,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> beber con ardiente anhelo.—<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADig 159<br />

Yo le ayudaré á usted amatar á Currito Báez."<br />

—Si, le mataré, asi tuviera mil vidas. Pero<br />

permítame usted que le pague su auxilio, ofreciéndole<br />

el mío pura robar á esa mujer, y burlarnos<br />

<strong>de</strong> diez y siete siglos <strong>de</strong> guerras, <strong>de</strong> tratados,<br />

<strong>de</strong> privilegios, <strong>de</strong> fanatismo, <strong>de</strong> religióo,<br />

<strong>de</strong> tiranía,<br />

-—iBien, amigo Gabriel; venga esa mano!<br />

iViva lo imposible! Jíl placer do acometerlo es<br />

el vínico placer real.<br />

—Yo quiero estar en los secretos <strong>de</strong> usted,<br />

Mi lord.<br />

—Lo estará usted.<br />

•—Yo mataré á mi hombre.<br />

'—Y pronto. Venga esa mano.<br />

—Allí va.<br />

—Abora bajemos,—dijo Lord Gray en el<br />

apogeo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>lirio.<br />

—¿A dón<strong>de</strong>?<br />

—Al mundo.<br />

—El mundo se ba hecho pedazos, uo exis-'<br />

te,—dije yo.<br />

—Lo compren<strong>de</strong>mos. Una vez se me rompió<br />

en mil pedazos un vaso etruseo que compré<br />

en Ñapóles. Yo recogí lo.s trozos uno á<br />

uno, y los pegué perfectamente... (Oh, amada<br />

míal ¿Dón<strong>de</strong> estás que no te veoV Este perfume<br />

<strong>de</strong> ñores, esta música me annneiau que no<br />

estás lejos. Sr. <strong>de</strong> Araeeli, ¿uo la oye usted?<br />

—Sí, una música encantadora,^respondí, y<br />

era verdad que creí oiría.<br />

—Ella viene envuelta en la nube 'que la ro<strong>de</strong>a,<br />

¿No advierte usted la <strong>de</strong>slumbradora claridad<br />

que entra en la estancia?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


160 B. PERGZ GALDOS<br />

—Sí, la veo.<br />

—Mi amada viene, Sr. <strong>de</strong> Araeeli; ya entra,<br />

aquí está.<br />

Miré á la puerta y la vi; era ella misma ro<strong>de</strong>ada<br />

<strong>de</strong> uua luz dorada y pálida couio ia<br />

manzanilla y el jerez que habíamos bebido.<br />

Quise levantarme; pero mi cuerpo se hizo <strong>de</strong><br />

plomo; mi cabeza pesó más que una montaña,,<br />

y cayó entre mis brazos sobre la mesa, peudieudo<br />

<strong>de</strong> súbito toda uocióu <strong>de</strong> existencia.<br />

XVI<br />

AI recobrarla lenta y obscura, la voz <strong>de</strong>l<br />

Sr. Poeneo fué el acci<strong>de</strong>nte que me dio á conocer<br />

que había muudo. Lord Gray había<br />

<strong>de</strong>saparecido. Recouocíme y me encontré estúpido;<br />

pero la vergüenza motivada por el recuerdo<br />

<strong>de</strong> mi envilecimiento vino más tar<strong>de</strong>.<br />

jY que vergüenza aquélla, sefioreel Muchotiempo<br />

tardé en perdonarme.<br />

Pero echemos un velo, como dicen los historiadores,<br />

sobre el infausto suceso <strong>de</strong> mi embriaguez,<br />

y sigamos el cuento.<br />

Des<strong>de</strong> tal día, el servicio en la Cortadura y<br />

en Matagorda me entretuvo algúu tiempo, y<br />

no me fueron posibles aquellas visitas, ya tristísimas,<br />

ya alegres, que á Cádiz hacía; pero al<br />

fin, como el asedio no era penoso, disfruté <strong>de</strong><br />

algún vagar, y un día púseme eu camino d&<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 161<br />

la calle Ancha, con intento <strong>de</strong> resolver allí<br />

qné dirección tomar.<br />

En tiempos nonnales, era la calle Ancha<br />

el sitio don<strong>de</strong> se reunía la caterva <strong>de</strong> mentirosos,<br />

<strong>de</strong>socupados, noveleros y toda la gente<br />

curiosa, alegre y holgazana. Allí iban también<br />

<strong>de</strong> paseo á la hora <strong>de</strong>l mediodía en invierno<br />

y por las tar<strong>de</strong>s eu verano las damas á<br />

ia moda y los petimetres, abates y enamorados,<br />

ocurriendo con esto mil lances y escenas<br />

<strong>de</strong>que nos ha <strong>de</strong>jado retrato muy vivo D. Juan<br />

<strong>de</strong>l Castillo en sus saínetes urbanos, no menos<br />

graciosos y verda<strong>de</strong>ros que los populares y<br />

consagrados á la ujajeza.<br />

l'ero en 1811, y <strong>de</strong>spués que las Cortes se<br />

trasladaron á Cádiz, la calle Ancha, a<strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong> UD paseo público, era, si se me permite el<br />

símil, el corazón <strong>de</strong> España. Allí se conocían,<br />

antes que eu ninguna parte, los sucesos <strong>de</strong> ¡a<br />

guerra, las batallas ganadas ó perdidas, los<br />

proyectos legislativos, los <strong>de</strong>cretos <strong>de</strong>l Gobierno<br />

legitimo y las disposiciones <strong>de</strong>l intruso, la<br />

pohtica toda, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más gran<strong>de</strong> á la más<br />

menuda, y lo que <strong>de</strong>spués se ha llamado chismes<br />

políticos, marejada política, mar <strong>de</strong> fondo<br />

y cabil<strong>de</strong>os. Conocíanse asimismo ios cambios<br />

<strong>de</strong> empleados y el inovimiento <strong>de</strong> aquella ad-<br />

Eoinistración que con sa enorme balumba <strong>de</strong><br />

consejos, secretarlas, coutadurfas, real sello,<br />

juntas superiores, superinten<strong>de</strong>ncias, real giro,<br />

real estampilla, renovación <strong>de</strong> vales, medios<br />

arbitrios, etc.. se refugió en Cádiz <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

la invasión <strong>de</strong> las Andalucías. Cádiz reventaba<br />

<strong>de</strong> oficinas y estaba atestada <strong>de</strong> legajos.<br />

SEXTA EDICIÓN 11<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


102 li. PliREZ GALUÜS<br />

A<strong>de</strong>más, la calle Aecha obtenía la primacía<br />

eu la edición y propaganda <strong>de</strong> los diferentes<br />

impresos y maonscriLos cou qoe entonces<br />

S6 apacentaba la opinión; y lo mismo las rencillas<br />

<strong>de</strong> los literatos, qne las discordius délos<br />

políticos; lo mismo los epigramas, quo las<br />

diatribas, qne los vejámenes, qne laa cüricatulas,<br />

allí siilieron por primera vea á la copiosa<br />

Inz <strong>de</strong> la publicidud. En la calle Ancha se recitaban,<br />

pasaiido <strong>de</strong> boca en boca, los malignos<br />

versos <strong>de</strong> Arriaza, y laí biliosas diatribas<br />

<strong>de</strong> Capmnny contra Quintana.<br />

Allí apaj'ecieron arrebatados <strong>de</strong> nna á otra<br />

mano los primeros números <strong>de</strong> aquellos periodiqnitos<br />

tan inocentes, mariposas nacidas al<br />

tibio calor <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> la imprenta en su<br />

crepúsculo matn tino; aquéllos que se Humaron<br />

El Revisor Polílieo, El Telégrafo Americano,<br />

El Conciso, La Gaceta <strong>de</strong> la Regencia, El Robespierrc<br />

Español, El Amigo <strong>de</strong> las Leyes, El Censor<br />

General, El Diario <strong>de</strong> la Tar<strong>de</strong>, La Abeja.<br />

Española, El Duen<strong>de</strong> <strong>de</strong> los Cafés y El l'roeii,<br />

rador general <strong>de</strong> la Nación y <strong>de</strong>l Rey, algunos<br />

, absolutisías y enemigos <strong>de</strong> las reformas, los<br />

más liberales y <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> las nuevas leyes.<br />

Allí se trabaron las primeras disputas, <strong>de</strong><br />

las cuales hicieron luego escandalosa síntesis<br />

los autores respectivamente <strong>de</strong> los dos célebres<br />

libros Diccionario manuid y Diccionario<br />

crítico burlesco, ambos signo claro <strong>de</strong> la gran<br />

reyerta y cachetina que en el resto <strong>de</strong>l siglo<br />

se había <strong>de</strong> armar entre los dos fanalismos<br />

que há tiempo vienen luchando y lucharán por<br />

largo espacio todavía.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

M


CÁDIZ 163<br />

EH la calle Ancha, en suma, se congrpgaba<br />

todo el patriotismo con todo el faiuiíisnio<br />

<strong>de</strong> los tiempos; alií !a iiioeeucia <strong>de</strong> aquella<br />

,edad, allí sa bullicioso <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> noveda<strong>de</strong>s,<br />

allí la voluble peLuluucia española con el lieróico<br />

espíritu, lalraoqueza, el donaire, la fuufarronada,<br />

y también, la virtud mo<strong>de</strong>sta y callada.<br />

Teuía la calle Ancha mucho <strong>de</strong> lo que<br />

llamamos Salón <strong>de</strong> coníerencias, <strong>de</strong> lo que<br />

hoy es Bolsa; Bolsín, Ateneo, Circulo, Tertulia.<br />

Era también un Club.<br />

Cualquiera que entonces entrase en ella por<br />

las calles <strong>de</strong> la Verónica ó Novena, y la atravesase<br />

en dh'eccióii á la plaza <strong>de</strong> San Antonio,<br />

habríase creído transportado á la capital<br />

<strong>de</strong> un pueblo eiT pleno goce <strong>de</strong>l más acabado<br />

bienestar, y aun <strong>de</strong> la paz más completa, si<br />

no moatrarii otra cosa la multitud <strong>de</strong> uniformes<br />

militares, tan varios como alegres, que<br />

abundantemente se veían. Gastaban las damas<br />

gaditanas ostentoso lujo, no sólo por .hacer<br />

alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> tranquilidad ante las amenazas<br />

<strong>de</strong> los franceses, sino porque era Cádiz entonces<br />

ciudad <strong>de</strong> gran riqueza, guardadora <strong>de</strong> los<br />

tesoros <strong>de</strong> ambas ludias. Casi-todos los petimetres<br />

y la juventud florida en masa, lo mismo<br />

<strong>de</strong> la aristocracia que <strong>de</strong>l alto comercio,<br />

se habían alistado en los diferentes cuerpos<br />

<strong>de</strong> voluntarios que en Febrero <strong>de</strong> 1810 se formaron;<br />

y como en tales cuerpos lia dominado<br />

siempre por lo común la vanidad <strong>de</strong> lucir uniformes<br />

y arreos <strong>de</strong> gran golpe <strong>de</strong> vista, aquello<br />

fué nna bendiciOn <strong>de</strong> Dios para el Uicimiento<br />

<strong>de</strong> sastres y costureras, y los lüi-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


164 B. PÉREZ OALDOS<br />

Hcianos <strong>de</strong> Cádiz estaban que ni pintados^<br />

Debo advertir que se portaron bien y cotíverda<strong>de</strong>ro<br />

espíritu militar en todo lo muy difícil<br />

y arriesgado que duraute el sitio se lea-,<br />

confió; pero su principal triunfo estaba en !a<br />

calle Ancha entre muchachas solteras, casadas<br />

y viuditas.<br />

Llamábanse unos los guacamayos, por haber<br />

elegido el color <strong>de</strong> grana para su uniforme,<br />

y éstos formaban cuatro batallones do 11^<br />

nea. Menos vistosoy <strong>de</strong>slumbrador era el vestido<br />

<strong>de</strong> loa dos batallones <strong>de</strong> ligeros, á quienes<br />

llainaron cana-neos, por usar cananas en^<br />

vez <strong>de</strong> cartucheras. Otros, por haber aplicado<br />

profusamente á sus personas el color ver<strong>de</strong>,,<br />

fueron <strong>de</strong>signados con el nomSre <strong>de</strong> Ucheguinoa,<br />

si bien hny quien atribuye este apoyo á<br />

la circunstancia <strong>de</strong> pertenecer los tales lechiigumos<br />

á los barrios <strong>de</strong> Puerta <strong>de</strong> Tierra y extramuros,<br />

don<strong>de</strong> se crían lechugas. Ooo loamozos<br />

<strong>de</strong> cuerda y trabajadores formóse unregimiento<br />

<strong>de</strong> artillería; y como eligieran pata<br />

<strong>de</strong>corarse ei morado, el rojo y el ver<strong>de</strong> en episcopal<br />

coinbiuaeiÓD, fueron llamados los obis^<br />

pos, y no hubo quien les quitara el nombre<br />

durante todo el transcurso <strong>de</strong> la guerra. Oírosque<br />

militaron en la infantería y eran mo<strong>de</strong>stísimos<br />

en estatura y traje, fueron <strong>de</strong>signadoscon<br />

el mote <strong>de</strong> jwegilcs, y a las personas gravee<br />

que habían formado una mihcia urbana<br />

y exornádose con un levitón negro y cuello<br />

encatnado, se les tituló los pavos. Todos llevaban<br />

nombre contrahecho, y hasta el cuerpo<br />

que se formó con los <strong>de</strong>sertores polacos, nO'<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 165<br />

ipudo llamarse nuuca <strong>de</strong> los polacos, sino <strong>de</strong><br />

ÍSLS -polaeras.<br />

Todo este ininenso, variado y pintoresco<br />

:personal <strong>de</strong> guacamayos, cananeos, obispos, pe-<br />

' regiles y pavos discurría por la calle Ancha y<br />

plaza <strong>de</strong> San Antonio, llamada entonces Golfo<br />

<strong>de</strong> las damas, en las horas qne <strong>de</strong>jaba libres el<br />

eerpicio, menos penoso y arriesgado allí que en<br />

Zaragoza. Formaban loa variados uniformes,<br />

á ios cuales se añadían los nuestros y los délos<br />

ingleses, la más auiraada_y alegre mezcolanza<br />

que pue<strong>de</strong> ofrecerse á la vista; y como las señoras<br />

no llevaban sus guardapiés y fal<strong>de</strong>liinaa<br />

<strong>de</strong> luto, sino, por el contrario, <strong>de</strong> los más brillantes<br />

rasos blancos, amarillos ó rosa, con<br />

mantillas quier blancas, quier negras, y cin-<br />

'tas emblemáticas, y cucardas patrióticas á<br />

falta <strong>de</strong> flores, juzgúese <strong>de</strong> cuan bonita sería<br />

aquella calle Ancha, la cual como calle, y aun<br />

<strong>de</strong>sierta y abandonada por el alegre gentío, es,<br />

- con sólo el adorno <strong>de</strong> sus lindas casas, <strong>de</strong> sus<br />

ibalcoues siempre pintados y <strong>de</strong> sus mil vidrios,<br />

lo más bonito que existe en ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Mediodía,<br />

Des<strong>de</strong> que llegué hube <strong>de</strong> encontrar muchos<br />

^amigos, y comenzó el preguntar y respon<strong>de</strong>r<br />

•<strong>de</strong> esta manera:<br />

—¿Qué dice hoy El Diario Mercantil?<br />

—Llama ladrones á todos los amigos <strong>de</strong> las<br />

•reformas, y dice que llegará día en que el<br />

Obispo <strong>de</strong> Orense ponga un grillete al pie á<br />

los picaros que le encausaron por no querer<br />

jurar.<br />

—Pues para ser enemigo <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


1( li. PEKE2 GALBOS<br />

la imprenta, El Diario Mercantil no se muer<strong>de</strong><br />

la lengua.<br />

—[Pero qué bien le contesta boy El Conci-<br />

¡to! Le dice que los matacan<strong>de</strong>las dr, toda luz<br />

<strong>de</strong> la ratón, no quisieran que ahimbrase al inundo<br />

más luz que la <strong>de</strong> las hogueras inquisitoriales.<br />

—Peor lea trata .Eí Robespierré Español,<br />

que diue: "El antigito edijhio romanesco'góticomornno<br />

<strong>de</strong> las preocupaciones caerá, y quedaránse<br />

á la luna <strong>de</strong> V-alencia tanto vampiro, cárabo<br />

y lechuzo como..^.<br />

Jiiiiipnras mata y cl aceile cimpa.>j<br />

—Pero veamos qué dice Sí Concisin.<br />

Y sacaron un diminuto papel, búmetio aún,<br />

como recién salido <strong>de</strong> la prensa, el cual era<br />

una especie <strong>de</strong> suplemento, hijuela y lugarteuiente<br />

<strong>de</strong> El Conciso gran<strong>de</strong>, y en su lenguaje<br />

íiguiaba un uiño que venía á contarle á su<br />

papá !o que ocurría por las Cortes.<br />

—Kl Concisin dice; «Después <strong>de</strong>l Sr, Arigüeiles,<br />

que habló con tanta elocuencia como<br />

»<strong>de</strong> costumbre, antojósele á Ostolaza dar al<br />

svienlo e! repiqueteo <strong>de</strong> su voz clueca y bencerril,<br />

y entre las risas <strong>de</strong> las tribunas y el<br />

^alborozo <strong>de</strong>l paraíso, <strong>de</strong>fendió á los uñilargos<br />

»y panzirrellenos que viven <strong>de</strong>l arcaboba <strong>de</strong><br />

ala Iglesia, í<br />

—Hombre, lea trata con <strong>de</strong>masiada benevolencia.<br />

—Ellos nos llaman á nosotros kerejotes y<br />

calabazonef.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

\<br />

%<br />

,Jf^


CA.01Z<br />

167<br />

—¡Si no se pue<strong>de</strong> sufrir á eaa canallñ! Hay<br />

que poner una liorca en el Golfo <strong>de</strong> las Da-,<br />

mas para colgar serviles, empezando por loB<br />

<strong>de</strong> capilla y acabando por los <strong>de</strong> í'alclón.<br />

—Dej'í usted qne uos sacndaraos á Soult, y<br />

los cananeos <strong>de</strong>jaremos á Eppbña eoino una<br />

balsa <strong>de</strong> aceite. ¿Y qué se sabe <strong>de</strong>l Lord?<br />

—Va sobre Badajoz.<br />

—Massena viene en retirada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Portugal,<br />

—-Los franceses han abandonado á Campomayor.<br />

—Pronto se vuiirá Castaños áWelliugíon.<br />

—Señora Doña Flora <strong>de</strong> Ciniesga, tenga usted<br />

íelices días.<br />

—-Felices, señores guacamayos. Lord Gray,<br />

felices, y usted, Sr. <strong>de</strong> Araoeli, téngalos muy<br />

buenos, auuque no sea sino por lo caro qiie se<br />

ven<strong>de</strong>.<br />

Al mismo tiempo que Doña Flora, se presentó<br />

ante mí Lord Gray. Hablóme la dama<br />

con cierto sonsonete reprensivo que me hizo<br />

muclia gracia. Recibía al mismo tiempo plácemes<br />

y finezas <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>l corrillo, y cortesía<br />

va, cortesía viene, la ro<strong>de</strong>amos, llevándola<br />

calle a<strong>de</strong>lante como en procesión, con cola<br />

<strong>de</strong> cortesanos.<br />

•—^Señores—dijo Doña Flora,—la libertad <strong>de</strong><br />

la imprenta es cosa que ba <strong>de</strong> darnos ranchas<br />

jaquecas. ¿No han visto uste<strong>de</strong>s cómo se atreve<br />

El Revisor Político á ocuparse <strong>de</strong> mis tertulias,<br />

y <strong>de</strong> si van 6 no van á ellas filósofos y jacobinos?<br />

¿Pues acaso entra en mi casa persona<br />

que no sea digna <strong>de</strong>l mayor res[)etu? Nu se han<br />

atrevido esos picaros diaristas á nombrarme;<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


168 B. PBREZ GALDOS<br />

pero harto se conoce á quién va dirigido el<br />

dardo.<br />

—Señora—dijo uu guacamayo,—ÍB. libertad<br />

<strong>de</strong> la iuipreuta, según dijo Arguelles en las<br />

Cortes, allí don<strong>de</strong> tiene el veneno, tiene también<br />

la triaea. Pues ellos se andan con alnsioueitas,<br />

<strong>de</strong>volvámoselas, y no pequeñas como<br />

nueces, sino gordas como calabazas, y no rellenas<br />

<strong>de</strong> plomo frío cual las bombas <strong>de</strong> Villantroys,<br />

sino <strong>de</strong> fuego y metralla cnal las nuestras.<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir eso, amiguito?<br />

—Que á nuestra disposición tenemos JHH Eobespiene<br />

jE^pnñol, El Díien<strong>de</strong> <strong>de</strong> los Cafés y el<br />

picaro Concisin, que se encargarán <strong>de</strong> poner<br />

cual no digan dueñas á los apagacan<strong>de</strong>las.<br />

—La alusión, señora Doña Flora—dijo un<br />

«ftispo,—lia salido sin duda <strong>de</strong> la tertulia <strong>de</strong><br />

Paquita Larrea, .la esposa <strong>de</strong>l Sr, Bobl <strong>de</strong><br />

Faber.<br />

—¿Qué más que escribir una sátira <strong>de</strong> la tal<br />

tertulia cou mucha sal y pimienta, retratando<br />

á todos loa que van á ella, y mandarla al Molespierre<br />

para que la estampe?^añadió un ¡)avo.<br />

— No quiero que se diga que la ."fátira se ha<br />

fraguado en mi casa—dijo Doña Flora.—En<br />

paz con todo el mundo es mi mote; y si á mis<br />

tertulias van tantas personas honradas y discretas,<br />

es por pasar el tiempo cultamente-, y no<br />

para enredos é intriguillas.<br />

—Es preciso <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la libertad hasta eu<br />

]aa tertulias,—dijo un obispo, ó nu lechuguino,<br />

que esto no lo recuerdo bien.<br />

—En las tiincheras es mejor—repuso Doña<br />

Flora.—No quiero reñir con Paquita Larrea,<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 169<br />

•que si ella recibe á los Valientes, Ostolazas,<br />

Tenreyros, é. los Morros y Borulles, yo tengo<br />

•el gusto <strong>de</strong> que vayan á mi casa los Arguelles,<br />

Toreaos y Quintanas, y no porque los<br />

haya escogido en el haz <strong>de</strong> los que llaman liberales,<br />

sino porque casualmente concordaron<br />

•en idí-as,<br />

—No nos prive usted <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> hacer<br />

•una letrilla al menos eu honor <strong>de</strong> los tertulios<br />

<strong>de</strong> la Larrea,—dijo un peregil.<br />

—No, señor peregil—repuso ella:—reprima<br />

usted sus bríos liberales, que ya voy viendo<br />

que la dichosa libertad <strong>de</strong> la imprenta es un<br />

azote <strong>de</strong> Dios, y un castigo <strong>de</strong> nuestros pecados,<br />

como dice el Sr. Congosto.<br />

Debo iudicar que Doña Fraucisca Larrea,<br />

•esposa <strong>de</strong>l entendido y digno alemán Bohl <strong>de</strong><br />

Faber, era mujer <strong>de</strong> mucho enteud¡miento,<br />

•escritora, lo mismo que su marido, á quien<br />

eran muy familiares los primores <strong>de</strong> la lengua<br />

•castellana. De este matrimonio nació Elisa<br />

, Bohl, á quien <strong>de</strong>bemos las mejores y más bellas<br />

pinturas <strong>de</strong> las costumbres <strong>de</strong> Andalucía,<br />

•oveiista sin igual y <strong>de</strong> fama tan gran<strong>de</strong> como<br />

¡merecida <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> España (1).<br />

Luego que la nube <strong>de</strong> guacamayos, cana/neos<br />

y <strong>de</strong>más tropa voluntaria <strong>de</strong>scargó e! nublado<br />

<strong>de</strong> sus adulaciones y cortesías, Dofia Flora,<br />

-aprovechando un claro <strong>de</strong> la conversación,<br />

me dijo:<br />

—[Muy bien, Sr. D. Gabriell ¡Días y más<br />

•días sin pasar por casal Después <strong>de</strong> aquella<br />

(1) Feraán Caballero.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


170 ](. PBRE¿; GALUÚíí<br />

tremenda y borrascosa escena con D. Pedro,<br />

pocas veces has-ido por ullá, Y que no quedó<br />

[xico comprometido mi honor...<br />

— Señora, i'rancatiiente, temo que el señor<br />

D. Pedro me ensarLo con au gran espadón,<br />

[lorque <strong>de</strong> que está celoso como un turco no<br />

me queda duda alguna. Sa señoría el gran<br />

cruzado, va á tomar una venganza terrible<br />

por el grandísimo agravio que le liíce.<br />

Conté >á Lord Gray eu breves palabras lo<br />

ocurrido.<br />

—No temas nada^dijo-Doña Flora.-—Ahora<br />

te agra<strong>de</strong>ceré que vayas á casa á llevar á<br />

la señoril Con<strong>de</strong>sa un recadito que me importa<br />

niuclio.<br />

—Con mil amores. ¿Pero está allí D. Pedro?<br />

—iQué La <strong>de</strong> estar!<br />

—Respiro.<br />

—Pues bien. Corres á casa al momento, y<br />

dices á Amaranta que si quiere ver á Inés y<br />

ami hablarla, vaya á las Cortes. Ella tiene<br />

cédula para la tribuna.<br />

—iQué dice usted!—exclamé con asombro.<br />

—¡Que Inés está en las Cortes!<br />

—Sí, se han plantado eu Sau Felipe las<br />

tres Jiifias beatas. ¿Qué te parece? Hace un<br />

rato volvía yo <strong>de</strong> la secretaría <strong>de</strong> Consolidación<br />

y Cojitaduría general, en la plazAielii <strong>de</strong><br />

San Agustín, y me las encontré con D. Paco.<br />

Díjome el buen preceptor que las pobrecitas<br />

hacía dos'semanas que estaban suplicando á<br />

la señora Doña María que las <strong>de</strong>jase salir á<br />

dar un paseíllo por la muralla; y por último,<br />

parece que ¡os mtichos ruegos y continuas la-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

?<br />

1


I<br />

m'<br />

]<br />

CÁDIZ<br />

171<br />

ineutaciones ablandaron la roca <strong>de</strong> las terqueda<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la Con<strong>de</strong>sa, que permitió á sus tres<br />

cautivas esparcirse un j)oco en el díti <strong>de</strong> hoy,<br />

duraule liora y media. Bajo lii tutela <strong>de</strong> Don<br />

Paco, 611 quien tiene couíiauza sin límites la<br />

sefiürii, <strong>de</strong>jólas ésta salir, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vestirlas<br />

á io moiijil. en tales modos, que parece van<br />

pidiendo para la ArcMcofradía <strong>de</strong> los Clavos<br />

y Sagradas Esjnnas <strong>de</strong> Kennanas Siervitas con<br />

voto <strong>de</strong> pobreza. Dióles or<strong>de</strong>n expresa <strong>de</strong> pasearse<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la. Aduana hasta el baluarte <strong>de</strong> la<br />

Can<strong>de</strong>laria, yendo y viniendo tres veces, sin<br />

que por causa alguna intringiesen esta premátiea<br />

paseantil, ni traspasasen la lineaindicada,<br />

ni menos se internasen en las calles <strong>de</strong><br />

Cádiz, por don<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tenemos Cortes,<br />

discurren, como dice el Si'. Teureyro, todos<br />

los pecados y vicios en en<strong>de</strong>moniada procesión...<br />

Pero ¿qué hacen mis uiQas? Verás.<br />

En cuanto llegaron á la calle <strong>de</strong>! Baluarte<br />

amotináronse, empeñándose en que D. Paco<br />

las había <strong>de</strong> llevar á las Curtes, porque tenían<br />

gran curiosidad, sed <strong>de</strong>voradora <strong>de</strong> ver tan<br />

bonito espectáculo; gruñó él pobre preceptor,<br />

chillaron ellas, se aferró él al programa que<br />

le trazara su ama, rebeláronse las chicas, negándose<br />

á ir á la muralla, y luego le acribillaron<br />

á pellizcos y alfilerazos. Presentación<br />

propuso á las otras dos arrojar á D. Paco al<br />

mar, y <strong>de</strong>spués le quitaron el sombrero para<br />

guardarlo en rehenes y privarle <strong>de</strong> tan útil<br />

prenda, si uo las llevaba al Congreso nacional.<br />

Una <strong>de</strong> ellas tenía una papeleta <strong>de</strong> tribuna,<br />

que sin duda algúu galán travieso le dio<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


172 lí. PBREZ CALDOS<br />

con el fin que pue<strong>de</strong> Hiiponerae. Antaño los<br />

galanes, cuando no podían comunicarse con<br />

sus amadas, IHS citaban en las iglesias, don<strong>de</strong><br />

la religiosa obscuridad protegía el trasiego <strong>de</strong><br />

las cartilasi el apretón <strong>de</strong> manos, ú otro <strong>de</strong>sahogo<br />

<strong>de</strong> peor especie, mientraa los padres<br />

embobados contemplaban las llamaradas <strong>de</strong>l<br />

cuadro <strong>de</strong> Animas <strong>de</strong>l Purgatorio. Hoy, cuando<br />

no pue<strong>de</strong> haber reja ui correo, los amantes<br />

se suelen citar en la tiibuua <strong>de</strong> las Cortes. Es<br />

ésta lina invención donosísima,.¿no es verdad,<br />

Lord Gray? Sin duda está muy en baga en ios<br />

Parlamentos <strong>de</strong> Inglaterra, y ahora nos la introducen<br />

enEspaQapara mejoramiento <strong>de</strong> las<br />

costumbres.<br />

Lord Gray, que había prestado escasa atención<br />

á lo que Doña Flora nos contaba, repuso<br />

con malicia:<br />

—Sfñora mía, déme usted licencia para retirarme,<br />

porque tengo una ocupación, im quehacer<br />

imprescindible no lejos <strong>de</strong> aquí,<br />

—Sí, vaya usted, vaya usted. Aliora <strong>de</strong>ben<br />

estar eñ la discusión <strong>de</strong> los señoríos jurisdiccionales.<br />

Mucho ruido, mucho barullo en las<br />

tribunas. Usted entrará en la <strong>de</strong> los diplomáticos,<br />

que está mano á mano con la <strong>de</strong> señoras.<br />

Corra usted, adiós.<br />

Dejóme Lord Gray en las garras <strong>de</strong> Doña<br />

Flora, la cuai continuó ftsí:<br />

—El pobre D, Paco se <strong>de</strong>fendió hasta que<br />

no pudo más. ¡Pobre seflorl No tuvo más remedio<br />

que bajar la cabeza ante el número y<br />

llevarlas á las Üortes. Guando le encontré y me<br />

contó el lance, iba el pobre tan carientriste-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 173<br />

cido, cual si Je llevaran á ajusticiar, y me dijor<br />

•—]Ay <strong>de</strong> mí, si Doña María llega á saber ésto...i<br />

¡Malditas aeau las Cortes y el peiTO que las<br />

ÍD ventó!<br />

—¿Estarán todavía allá?<br />

—Sí: corre á avisárselo á la Con<strong>de</strong>sa. La pobrecita<br />

hace tiempo que está arando la tierra<br />

por ver á Inés <strong>de</strong>ntro ó fnera <strong>de</strong> su cárcel, y<br />

no pue<strong>de</strong> conseguirlo, pues á ella no la admiten<br />

allá, y ae pasan meses y meses sin que ae<br />

les permita dar un paseo cou el ayo. Con que<br />

ve á <strong>de</strong>círselo, y lú mismo la acom^pafiarás á<br />

San Felipe. No tar<strong>de</strong>s, hijo, y en seguida á<br />

casa <strong>de</strong>recbito, que tengo que hablarte. ¿Comerás<br />

hoy con nosotros?<br />

Me <strong>de</strong>spedí con grau precipitación <strong>de</strong> Doña<br />

Flora, <strong>de</strong>jándola en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los guacamayos,<br />

y me alejé <strong>de</strong> allí; pero en vez <strong>de</strong> correr hacia<br />

la calle <strong>de</strong> la Verónica, mi curiosidad, mi pasión<br />

y un afán invencible, me impulsaron hacia<br />

la plaza <strong>de</strong> San Felipe, olvidando á Ainaranta<br />

y á D< ña Flora, fija el alma y la vida<br />

toda en las tres muchachas, en D. Paco, en.<br />

Lord Gray, en las Cortes, en loa diputados y<br />

en la discusión sobre señoríos jurisdiccionales.<br />

XVII<br />

Llegué, y eu la plazoleta que hay á la entrada<br />

<strong>de</strong> Ja iglesia, entonces convertida en Congreso,<br />

había, como <strong>de</strong> coatumbre, gran geutío.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


174 Ü. PlíREZ GALBOS<br />

Exteudí coD avi<strong>de</strong>z la vista por ia multitud <strong>de</strong><br />

caras "que allí se cmifiiiidíau, y no vi ninguna<br />

<strong>de</strong> las que buscaba. Pensando que estarían todos<br />

arriba, traspasé ia puertecilla que eondneía<br />

á la escalera do las tribunas; pero eu el vestibulo,<br />

ó más bien pasadizo, la gente que bajaba,<br />

tropezando cou la que quería subir, formaba<br />

remolinos y marejada. Pugnaba yo por<br />

entrar cuaudo vi cerca <strong>de</strong> mi á Piesentación,<br />

que estruJLida por espaldas y hombros muy robustos,<br />

mostraba gran aflicción y pesadumbre<br />

<strong>de</strong> haberse metido en tal fregado. Las otras<br />

dos y D. Paco DO estaban allí.<br />

Al punto acudí á sacarla <strong>de</strong> apreturas, y al<br />

reconocerme se alegró mucho y me dio las<br />

gracias.<br />

—-¿Dón<strong>de</strong> están las otras dos y D. Paco?—<br />

le pregunté.<br />

—|Ayl no sé...—replicó con aoKobra.—Entre<br />

el gentío, Inés y Asuucióii se separaron <strong>de</strong><br />

mí. Después las vimos con Lord G-ray en el<br />

foudo <strong>de</strong> este pasadizo. D. Paco fué tras eilas,<br />

y á uingUDo veo,<br />

—Pues avaucemos — dije resguardándola<br />

cou mis brazos.—Ya parecerán.<br />

Despejóse algo ei local cou la salida <strong>de</strong> una<br />

fuerte masa <strong>de</strong> gente, cansada <strong>de</strong> oir discursos,<br />

y entonces vi venir á D.'Paco, como que<br />

bajaba <strong>de</strong> la escalera <strong>de</strong> las tribunas reservadas,<br />

'—No están—<strong>de</strong>cía el pobre viejo con ia mayor<br />

ansiedad.—Asuucioncifca é luesita han <strong>de</strong>saparecido.<br />

Deben <strong>de</strong> liaber salido otra vez á ia<br />

calle. Lord Gray se juntó á eilas. ¡Dios miol<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAUíz 175<br />

¿Qué nueva tribulación es ésta? Sr. <strong>de</strong> Araeeli,<br />

¿las ha visto usted?<br />

—Subamos, que arriba han <strong>de</strong> estar,<br />

—Que no csti\ii. ¡En buena nos han melidol...<br />

El Santo Ángel <strong>de</strong> la Guarda me acompañe,<br />

iístas niñas me harán cou<strong>de</strong>uar, Sr. <strong>de</strong><br />

Ai'aceU... ¿Se habrán metido abajo, eu el salón<br />

<strong>de</strong> sesiones?<br />

—Yo lio he traído papeleta" para las trihiiiiaa<br />

reservadas; pero subamos á la pública, y<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí veremos si están.<br />

—]i\.y, me muei;o<strong>de</strong>peua!—exclamó el buen<br />

profesor con lastimosos appavientos.—¿Dón<strong>de</strong><br />

estarán esas dos niñas? El gentío las separó <strong>de</strong><br />

nosotros por casualidad... ¿


176 B. PÉREZ GALOÓS<br />

Presentación se aferró á mi brazo, y lejos<strong>de</strong><br />

hacer peso en él, parecía que me impulsaba<br />

y aligeraba, según era su impaciencia y afán<br />

<strong>de</strong> sabir pronto. Cuando llegamos arriba y entramos,<br />

no sin trabajo, en la tribuna, la pobre<br />

muchacha mostraba en sus asombrados ojos y<br />

en el encendido color <strong>de</strong> sus mejillas, la viva<br />

emoción que espectáculo tan nuevo para ella<br />

le produjera. Al abarcar con la vista la iglesia,<br />

salón, observó la tribuna <strong>de</strong> sefloras, la <strong>de</strong> diplomáticos,<br />

y no YÍ á las dos niüas ni á Lord<br />

Gray. Asombrado <strong>de</strong> esto,pensé retirarme para<br />

buscarles fuera; pero Presentación, arrobada y<br />

suspensa con la gravedad <strong>de</strong>l Congreso y el<br />

hablar dolos diputados, me dijo <strong>de</strong>teuiéndome:.<br />

—D, Paco les buscará. Yo he venido aquí<br />

para ver esto, Sr. <strong>de</strong> Araceli. Acompáñeme usted<br />

un momento. Mi hermana é Inés pue<strong>de</strong>n<br />

parecer cuando quieran. ¿Quién les mandó separarse?<br />

—¿Pero no vio usted hacia qué parte fueron<br />

con Lord Gray?<br />

—No sé—repuso sin po<strong>de</strong>r apartar su atención<br />

<strong>de</strong> lo que estaba viendo,—¿Sabe usted, saíior<br />

<strong>de</strong> Araceli, que esto es muy bonito? Me<br />

gusta tanto como los toros.<br />

Traté <strong>de</strong> acomodarla en un asiento, y para<br />

esto me fué forzoso molestar á algunas personas<br />

<strong>de</strong> las que se habían iustalado allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong>'<br />

el principio <strong>de</strong> la sesión, y asistían con <strong>de</strong>votísimo<br />

recogimiento á los <strong>de</strong>bates. Gruñeron,<br />

unos, murmuraron otros; pero al fin Presentación<br />

obtuvo un puesto y yo otro ásu lado. Mi<br />

inquietud y ansiedad eran tales, que me levan-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 177<br />

taba con frecuencia para alargar el cuerpo fuera<br />

<strong>de</strong> las barandillfls con objeto <strong>de</strong> examinar<br />

todo el ámbito <strong>de</strong>l salón y las pobladas tribunas.<br />

Fáltame <strong>de</strong>cir que el gentío que nos acompañaba<br />

en la pública, era compuesto en parte<br />

<strong>de</strong> gente <strong>de</strong> baja esfera, y en parte <strong>de</strong> personas<br />

graves <strong>de</strong>l comercio menudo, <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>ros, periodistas,<br />

y también machos vagos <strong>de</strong> calle Ancha,<br />

y algunas mozas <strong>de</strong> diferente estofa.<br />

La iglesia, convertida en salón, no era gran<strong>de</strong>.<br />

Ocupaban loa diputados el pavimento; la<br />

presi<strong>de</strong>ncia el presbiterio, y los altares estaban<br />

cubiertos con cortinones <strong>de</strong> damasco que los<br />

escondían, lo mismo que alas imágenes, déla<br />

vista <strong>de</strong>l público, como objetos que no habían<br />

<strong>de</strong> tener aplicación por el momento. El arquitecto<br />

Prast, reformador <strong>de</strong>l edificio, discurrió<br />

también SÍQ duda que á los santos no les haría<br />

aquello mucha gracia. Algunos ¡lan creído<br />

que los diputados subían al pulpito p.ira hablar;<br />

pero DO es cierto. Loa diputados hablaban,<br />

como hoy, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus asientes, y loa pulpitos<br />

Do servían para nada más que para apoliüarse.<br />

Tenía la iglesia sus tribunas laterales,<br />

qne fueron <strong>de</strong>stinadas á los diplomáticos, á las<br />

señoras y al público distinguido; y en los pies<br />

<strong>de</strong>l edificio abriéronse dos unevas, con barandal<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, que se <strong>de</strong>dicaron a! pueblo en<br />

general, y que éste invadicí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las primeras<br />

sesiones, alborotaudo más <strong>de</strong> lo que parecía<br />

GODvemente al <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> au recién lograda aobei'auia.<br />

Presentación no tenía ojos más que para observar<br />

la presi<strong>de</strong>ncia, loa diputados y muy<br />

SEXTA asiciÓM 12<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


178 B. váRBZ GALUÓS<br />

principalmente al que hablaba, las tribunas,<br />

loe ugieres, el dosel, el retrato <strong>de</strong>l Key; ni tenía<br />

alma más que para aten<strong>de</strong>r ó. aquellos io<strong>de</strong>fiuibles<br />

bullicios propios <strong>de</strong> todo cuerpo <strong>de</strong>liberante,<br />

y que pon


CÁDIZ 179<br />

hacerme preguntas tan originales á veces, y á<br />

veces tan inocentes, que me era muy difícil<br />

couteatarle. Carecía en absoluto <strong>de</strong> toda i<strong>de</strong>a<br />

exacta respecto á lo que estaba presenciaudu;<br />

y aquel espectáculo la coumíivía hondamente,<br />

sin que las i<strong>de</strong>as políticas tuviesen ni anu pacte<br />

mínima en tal emoción, hija sólo <strong>de</strong> la fuerte<br />

impresionabilidad <strong>de</strong> ana eriatura educada<br />

en estrechos encierros y con ligaduras y ca<strong>de</strong>nas,<br />

mas con po<strong>de</strong>rosas alas para vular, si alguna<br />

vez rompía su esclavitud.<br />

Era tienia, sensible, voluble, traviesa, y por<br />

efecto <strong>de</strong> la educación, disimuladora y come-<br />

.dianta como pocas; pero eu ocasiones tan ingemia,<br />

que no había pliegue <strong>de</strong> su corazón<br />

que ocultase, ni escondrijo <strong>de</strong> su alma que no<br />

<strong>de</strong>scubriese. Por esto, que era sin duda efecto<br />

<strong>de</strong> wn anhelo irresistible <strong>de</strong> libertad, aparecía<br />

á veces <strong>de</strong>scomedida y <strong>de</strong>senvuelta con exceso.<br />

Poseía en alto grado el don <strong>de</strong> la fantasía;<br />

la falta <strong>de</strong> instrucción profana, unida á aquella<br />

cualidad, hacíala incurrir eu <strong>de</strong>satinos encantadores.<br />

No sólo en aquella ocasión, sino<br />

en otras varias, observé que al separarse Doña<br />

María y al sentirse libre <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> aquella<br />

gran losa <strong>de</strong> la autoridad materna, <strong>de</strong>sbordábanse<br />

en ella, con <strong>de</strong>sentrenada impetuosidad,<br />

fantasía, sentimiento, i<strong>de</strong>as y <strong>de</strong>seos. Presen^<br />

ciando la sesión, no cabía en sí misma; tan inquieta<br />

estaba, y tan sublevados sus nervios y<br />

tan impresionados sus sentidos.<br />

—8r. <strong>de</strong> Araceli—me dijo <strong>de</strong>spués que por<br />

iun instante meditó,—¿y esto para qué es?<br />

—Las Cortes.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


180 B. PEKEZ GALDOS<br />

—Sí, eso es; quiero <strong>de</strong>cir qne para qné airven<br />

las Cortes.<br />

^Sirven para gobernar á los pueblos, juntamente<br />

con el Bej'.<br />

—Comprendido, comprendido—repuso vivamente<br />

agitando su abauiquillo.^Quiere <strong>de</strong>cir<br />

qne todos estos caballeros vienen fiquí á<br />

predicar, y asi como los curas <strong>de</strong> las iglesias<br />

predican diciendo que seamos buenos, ios procuradores<br />

<strong>de</strong> Ja nación predican otras cosas:<br />

viene la gente, los oye y ]iada más. Sólo que,<br />

según dicen los que van <strong>de</strong> noche á casa, los<br />

diputados predican que seamos malos, y esto<br />

es Jo que no entiendo,<br />

—Esos discursos—le contesté risuefio,—no<br />

son sermones, son <strong>de</strong>bates.<br />

—Efectivamente, me ha parecido que no son<br />

sermones, sino que uno dice una cosa, otro<br />

otra, y parece como que disputan.<br />

—Justamente. Disputan: cada uno dice lo<br />

que cree más conveniente, y <strong>de</strong>spués...<br />

—El disputar me gusta mucho. ¿Sabe usted<br />

que me estaría aquí las horas muertas oyendo<br />

esto? Pero me agradaría que hablarau fuerte y<br />

se insultaran, tirándose ¡os bancos á Ja cabeza.<br />

—AJgnua vez...<br />

—Pues yo quiero venir ese día. ¿Se anunciará<br />

por caj'teles e» las esquinas?<br />

—Nada <strong>de</strong> eso. La política no es una función<br />

<strong>de</strong> teatro.<br />

—¿Y qué es !a política?<br />

—Esto.<br />

—Ahora me parece que lo entiendo menos.<br />

¿Pero quién es ese hombre alto, moreno y <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CA.BIZ ISI<br />

aspecto temeroso que está hablaodo ahora? Le<br />

aseguro á usted que ese modo <strong>de</strong> cbat'lar me<br />

gusta.<br />

—Es el Sr. García Herreros, diputado por<br />

Soria.<br />

La atención <strong>de</strong>l Congreso estaba fija en el<br />

orador, uno <strong>de</strong> los más severo? y eloeueutes<br />

<strong>de</strong> aquella primera feeuuda hornada. Profundo<br />

silencio reinaba en el salón, lo mi^mo que<br />

en las tribunas. Callamos Presentaeióu y yo,<br />

y atendimos también, ambos absortos y suspensos,<br />

porque la palabra <strong>de</strong> García Herreros,<br />

enérgica y sonora, era <strong>de</strong> las que imperiosamente<br />

se hacen oír y acallan todos los rumores<br />

<strong>de</strong> una Asamblea.<br />

Combatiendo las servidumbres, exclamaba:<br />

«¿Qué diría <strong>de</strong> su representante aquel pueblo<br />

numantino, que por no sufrir la servidumbre<br />

quiso ser pábulo <strong>de</strong> la hoguera? Los padres<br />

y tiernas madres que arrojaban á ellas á<br />

sus hijos, ¿me juzgarían digno <strong>de</strong>l honor <strong>de</strong><br />

representarles, si no lo sacriiicase todo al ídolo<br />

<strong>de</strong> la libertad? Aúu conservo en mi pecho<br />

el calor <strong>de</strong> aquellas llamas, y él me inflama<br />

para asegurar que el pueblo uumantiuo no<br />

reconocerá ya más sefiorío que el <strong>de</strong> la imeión.<br />

Quiere ser libre y sabe el camino <strong>de</strong> serlo.»<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


182 B. PÉREZ GALDÓS<br />

XVIII<br />

Ruidosos aplausos <strong>de</strong> abajo, y aplausos, patadüs<br />

y gí'itoB <strong>de</strong> arriba, ahogaron las ultimaspalabras<br />

<strong>de</strong>l orador. Presentación me miró: sus<br />

mejilias estaban iiumdiidas <strong>de</strong> lágrimas.<br />

— ¡Oh, Sr. <strong>de</strong> Aracelil—me dijo.—Ese hombre<br />

me ha liecho llorar. ¡Qiió hermoso es lo<br />

que ha dichol<br />

—Señora Doña Preseutacioncita, ¿no repara<br />

usted que ui su hermana, ni Inés, ui Lord<br />

Gray parecen por ningún lado?<br />

—Ya parecerán. D, Paco ha ido á buscarlas<br />

y dará con ellas... Ahora está hablando otro,<br />

y dice que aquél DO tiene razóu. ¿Cómo enten<strong>de</strong>mos<br />

esto?<br />

Otro orador usó <strong>de</strong> Ja palabra, pero por poco<br />

tiempo.<br />

—Parece que ahora tratan <strong>de</strong> otro asunto—<br />

observó la muebaclm, observando siempre.—<br />

Y allí se ha levantado uuo que saca uu papei<br />

y lo lee.<br />

—Se me figura que ese.es D. Joaquín Lorenzo<br />

Villanueva. ei diputado por Valencia.<br />

-^Ea clérigo. Parece que lee un papel impreso.<br />

—Sin duda un periódico <strong>de</strong> los que ponencomo<br />

chupa <strong>de</strong> dómine á IHS Cortes. Aqufc<br />

acostumbran leer las picardías que los pape-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADia 183<br />

les públicos dicen <strong>de</strong> los diputados, y las contestiieioiiee<br />

que éstos se sirven dirigirles.<br />

En efecto: Villauueva, furioso porque El<br />

Conciso se reía <strong>de</strong> sus proyectos <strong>de</strong> ley, lo <strong>de</strong>nunciaba<br />

al Congreso Nacional, y luego nos<br />

regalaba la coütestación. Era óata una <strong>de</strong> las<br />

anomalías y rarezas <strong>de</strong> aquélla nuestra primera<br />

Asamblea, bastante inocente para <strong>de</strong>tenerse<br />

en disputar con los periódicos, dictaudo<br />

luego Severas penas que Coutra<strong>de</strong>eiaü la libertiid<br />

<strong>de</strong> la imprenta.<br />

—Parece que va á liaber turanito—me dijo<br />

Presentacióu.—[Oielos divinos! Se levanta á<br />

hablar otro pr6dicadoiv,.iPerosie3 Ostolaza...!<br />

¿no le ve usted? el mismo Ostolaza. ¿No ve<br />

Usted Su cara redunda y eiiearuada?... Si su<br />

voz pai'ece una matraca... y |qué gestos, qué<br />

miradas...!<br />

Rompió á hablar Ostolaza, y con su discurso<br />

empezaron las risas y burlas, arriba y abajo,<br />

sin que el Presiilente acallarlas pudiera,<br />

ni el orador hacerse oir con claridad. Volvióse<br />

á las tribunas, y cou el gesto <strong>de</strong>senfadado<br />

las <strong>de</strong>spreció, y crecieron tumultos y voces,<br />

sobre todo eu nuestro balcón, don<strong>de</strong> varios<br />

individuos <strong>de</strong> sombrero gauho y marsellés no<br />

podían convencerse <strong>de</strong> que estaban eu lugar<br />

muy distinto <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Toros,<br />

—Dice que nos <strong>de</strong>sprecia—observó Presentación<br />

eu voz muy baja.—Se ha puesto rojo<br />

como un tomate. Amenaza alas tribunas porque<br />

nos reímos <strong>de</strong> su facha. Sf, Sr. Ostolaza,<br />

nos reimos <strong>de</strong> usted... ¡Miren el mamarracho,<br />

espantajo! ¿Por qué no le retiran las liceu-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


184 B. PÉREZ GALDOS<br />

GÍas? Si es un predicador <strong>de</strong> al<strong>de</strong>a... InsuUa á<br />

loa <strong>de</strong>más. ¿Usted qué sabe, so bruto? Porque<br />

en casa le oímos con la boca abierta cnaado<br />

EOS sermonea, cree que le van á tolerar aquí...<br />

Uu individuo <strong>de</strong> las tribuuas gritó:<br />

— ¡Afuera el apagacau<strong>de</strong>las!<br />

Y el barullo y vocerío tomaron proporciones<br />

tales, que los porteros nos amenazaron<br />

GOo echarnos á todos á la calle.<br />

—Sr. <strong>de</strong> Áraeeü—me dijo Presentación,<br />

encendida y agitada por el entusiasmo,—tendría<br />

un grandísimo placer... ¿en qué creerá<br />

usted? Me regocijaría muchísimo... ¿<strong>de</strong> qué<br />

pensará usted? De que ahora se levantara <strong>de</strong><br />

su asiento el señor Presi<strong>de</strong>nte y le diera dos<br />

palos á Ostolaza.<br />

—Aquí no es costumbre que el Presi<strong>de</strong>nte<br />

•apalee á los diputados.<br />

-'¿No?—dijo con extrañeza.—Pues <strong>de</strong>biera<br />

hacerlo. Me estaría riendo basta mañana: dos<br />

palos, sí, señor, ó mejor cuatro. Los merece.<br />

Aborrezco á ese hombre con todo mi corasóu.<br />

El es quien aconseja á mamá que no nos <strong>de</strong>je<br />

salir, ni hablar, ni reir, ni pestañear, Asunción<br />

dice que es uu zopenco. ¿No cree usted<br />

lo mismo?<br />

— ¡Que le <strong>de</strong>n morcilla!—gritó una voz becerril<br />

en el fondo <strong>de</strong> la galería.<br />

—Comparito—dijo otra voz dirigiéndose al<br />

orador,-—¿todo ese enfao es verdá ó conversaeión?<br />

— ¡Señores—exclamó, volviéndose á todos<br />

lados, un diarista almibarado, pelicrecido y<br />

amarillentc^-estos escándalos no son propios<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 18í<br />

<strong>de</strong> un pueblo culto! Aquí se viene á oir y no<br />

á gritar.<br />

—Camaraíta—preguntóle con sorna uu viejo<br />

chusco que allí cerca había,—eso que osté<br />

ha dicho, ¿ee jabla ó rebuzno?<br />

—Sóplenme ese ojo,—gritó otro.<br />

—Señores, que el Presi<strong>de</strong>utenos va á echar<br />

á la CHlle, y per<strong>de</strong>mos lo mejoc <strong>de</strong> la sesión.<br />

—Stífiora Doña Presenfcacioucita—dije yo á<br />

¡a muchacha,—bueno será que nos marclielaos.<br />

La tribuna se alborota, y no es pru<strong>de</strong>nte<br />

seguir aquí. A<strong>de</strong>más, los extraviados no parecen<br />

y <strong>de</strong>bemos buscarlos afuera.<br />

—Esperemos aún... iCn suma, Sr. D. Gabriel—me<br />

dijo con eocantadora inocencia,-—<br />

¿todos esos hombres para qué están aquí, para<br />

qué hablan, para qué gritau?<br />

Lexontesté lo que me parecía y no me entendió.<br />

—Ostolaza sigue hablando. Sus brazos semejan<br />

aspas <strong>de</strong> molino... Todos se ríen <strong>de</strong> é!.<br />

Veo que las Cortes, como los teatros, tienen<br />

•su gra{:ioso.<br />

—Así es, en efecto.<br />

—Y el gracioso es Ostolaza... Pues rae parece<br />

que junto á él está el Sr. <strong>de</strong> Tenreyro..,<br />

iQué par! ¡Si querrá también hablar...! Dfgame<br />

usted otra cosa: ¿quién es ese señor Preopinante<br />

<strong>de</strong> quien todos hablan tan mal?<br />

— Jíl Preopittíinte es el que ha liablado<br />

antes.<br />

—Dígame usted. Y cuando tengamos Rey,<br />

¿Su Majestad vendrá también á predicar aquí?<br />

—No lo creo.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


186 B. PÉREZ SALDOS<br />

—¿Y en qué consiste eso que dicen <strong>de</strong> que<br />

con las Cortes hay iiliertad?<br />

— ILs una cosa difícil <strong>de</strong> explicar en pocas<br />

palabras.<br />

—Pues yo lo entiendo <strong>de</strong> este modo... Pongo<br />

por caso... las Cortes dirán; or<strong>de</strong>no y mando<br />

que todos los espaflnles salgan á paseo [>or<br />

las tar<strong>de</strong>s, y vayan una vea al mes al teatro,<br />

y se asomen al balcón <strong>de</strong>ppués <strong>de</strong> haber hecho<br />

sus obligaciones... Prohibo que las familias<br />

re(;en más <strong>de</strong> un rosario completo.al día...<br />

Prohibo que ae case á nadie contra su voluntad,<br />

y que se <strong>de</strong>scase á quien quiere hacerlo...<br />

Todo el mundo pue<strong>de</strong> estar alegre siempre<br />

que no ofenda al <strong>de</strong>coro.<br />

—Las Cortea harán eso y mucho más.<br />

— ¡Oh, Sr. <strong>de</strong> Araceli, yo estoy muy alegre!<br />

—¿Por qué?<br />

—No sé por qué. Siento <strong>de</strong>.seos <strong>de</strong> reir á<br />

carcajadas. Siempre que salgo <strong>de</strong> casa, y voy<br />

á alguna parte don<strong>de</strong> pnedo estar con alguna,<br />

libeitad, me parece que el alma quiere salírseme<br />

<strong>de</strong>l cuerpo y volar, bailando y saltando por<br />

el mundo; me embriaga la atmósfera, y la luz<br />

me embelesa. Todo cnanto veo paréceme hermoso,<br />

cnanto oigo elocuente (menos lo <strong>de</strong> Ostoliiza),<br />

todos los hombres, jnstoa y buenos;<br />

todas las mujeres, guapas, y llego á creerme<br />

que las casas, la calle, el cielo, las Cortes con<br />

BU Presi<strong>de</strong>nte y su preopinante me saludan<br />

sonriendo. ¡Oh, qué bien estoy aquíl Inés y<br />

Asunción no parecen; D. Paco tampoco. Cuanto<br />

ináa tar<strong>de</strong> vengan, mejor. Otra cosa... ¿per<br />

qué no ha seguido usted yendo á caaa pot' las<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 187<br />

noches? Nosotras nos hemos reido <strong>de</strong> usted.<br />

—¿De mi?—preguiité con turbación.<br />

—-Sí, porque se la echaba usted <strong>de</strong> <strong>de</strong>voto<br />

para agradar á mamá. ]Qué bieu hacia usted<br />

su papel! Lo mismo, lo mismito hacemos nosotras.<br />

Me asombré <strong>de</strong> la frescura con que la infeliz<br />

niña <strong>de</strong>cía claramente que engañaba á su<br />

mamá.<br />

—Vaya usted á casa. A nosotras no nos <strong>de</strong>jaban<br />

hablar con usted; pero nos entretuvimos<br />

mirándole.<br />

— jMiráudpme!<br />

—Bí, si: á todo el que va á casa le examinamos<br />

y le medimos las facciones linea por línea.<br />

Después, cuando nos quedamos solas, <strong>de</strong>cimos<br />

cómo tiene el pelo, los ojos, la boca, los<br />

dientes, las orejas, y disputamos sobre cuál <strong>de</strong><br />

las tres se acuerda mejor.<br />

— ¡Bonita ocupación!<br />

Las tres estamos siempre juntas. La señora<br />

Marquesa <strong>de</strong> Leiva está muy enferma; y como<br />

mamá dice que quiere tener á Inés líajo su vigilancia,<br />

ha mandado que viva en casa. Las<br />

tres dormimos en una misma alcoba y charlamos<br />

bajito por las noches. [Ahí ¿Sabe usted lo<br />

que me ha dicho Inés? Que usted está enamorado.<br />

— [Qué bromazo! Tal cosa no es verdad.<br />

—8i, nos lo dijo; y aunque no me Jo dijera...<br />

Eso se conoce.<br />

—¿Lo conoce usted?<br />

—Ai instante. En cuanto veo. á una persona.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


Wi:<br />

188 B. PÉREZ GALDOS<br />

—¿Dón<strong>de</strong> ha aprendido usted eso'í ¿Lee usted<br />

novelas?<br />

—Jamás. No las leo, pero las invento.<br />

—Eso es peor.<br />

—Todas las noches saco <strong>de</strong> mi cabeza una<br />

distinta.<br />

—Las novelas inventadas son peores que las<br />

leídas, señora Doña Presentación cita.<br />

—Vuelva usted á casa por las noches.<br />

—Volveré. Lord Gray las entretiene á uste<strong>de</strong>s<br />

bastante.<br />

—Lord Gray nova tampoco,—dijocou pena.<br />

—¿Y si supiera Doña María que usted ha<br />

Tenido aquí?<br />

—Creo que nos mataría,. Pero uo lo sabrá.<br />

Inventaremos algo muy gordo. Diremos que<br />

venimos <strong>de</strong>l Carmen, don<strong>de</strong> Fray Pedro Advíncula<br />

nos entretuvo contándonos vidas <strong>de</strong><br />

santos. Otras'veces le hemos dicho esto, y luego<br />

Fray Pedro Advíocula no nos ha <strong>de</strong>smentido.<br />

Es uti santo varón, y yo lequiero mucho.<br />

Tiene las manos blancas y finas, los ojos dulces,<br />

Ja voz suave, el habla graciosa; sabe tocar<br />

el ole eñ un orgauito muy mono, y cuando<br />

no está mamá <strong>de</strong>lante, habla <strong>de</strong> cosas mundanas<br />

con tanta gracia como <strong>de</strong>cencia.<br />

—¿Y Fray Pedro Adviucula, va á casa <strong>de</strong><br />

usted?<br />

—8í... es amigo <strong>de</strong> Lord Gray. Es e! que<br />

hace la preparación espiritual <strong>de</strong> Inés para el<br />

matrimonio, y <strong>de</strong> Asunción para el monjío...<br />

Se me figura (y esto es reservado) que él llevó<br />

la papeleta <strong>de</strong> la tribuna.<br />

—Y á usted, ¿uo la prepara para algo?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CA.DIZ 189<br />

—A mí—contestó la chiquilla coa profundo<br />

<strong>de</strong>sconsuelo,—á mi, para nada.<br />

Yo estaba absorto, pasmado y lelo, contemplando<br />

la seductora ignorancia, la infantil malicia,<br />

la franqueza sin freno <strong>de</strong> aquella alma,<br />

á quien la falta <strong>de</strong> toda educación mundana<br />

presentaba en la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su inocencia.<br />

Como era linda <strong>de</strong> rostro, y había tal viveza<br />

en su hablar espontáneo y armonioso, raeeueantaba<br />

verla y oiría. Como vulgarmente se<br />

dice con respecto á los niños, me la hubiera<br />

comido. No hallo otra frase mejor para expresar<br />

la admiración que aquel raudal <strong>de</strong> gracia<br />

y travesura, <strong>de</strong> sentimiento y dulce ingenuidad,<br />

me producía. Nombre antes á loa niños, y<br />

aquí repito que aunque Presentacioncita había<br />

<strong>de</strong>jado <strong>de</strong> serlo, á mí me hacía el efecto <strong>de</strong><br />

uno <strong>de</strong> esos chiquillos sentenciosos, que con<br />

sus verda<strong>de</strong>s como puños nos causan asombro<br />

y risa. Verdad es que la <strong>de</strong> Rumblar, aun haciéndome<br />

reír, me causaba al mismo tiempo<br />

tristeza.<br />

XIX<br />

De pronto miré á la tribuna <strong>de</strong> señoras, que<br />

estaba al lado <strong>de</strong> la epístola, en lo qne po<strong>de</strong>mos<br />

llamar el proscenio <strong>de</strong> la iglesia, y creí<br />

distinguir á las dos muchachas.<br />

—lAlh están, allí estáni.,.—dije á mi acompañante.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


h \<br />

190 tí. PÉREZ- SALDOS<br />

—Sí, y en la tribuna iumediata, que es la<br />

<strong>de</strong> los diplomáticos, está Lord Gray. ¿No le ve<br />

usted?... Está con la cabeza entre las manos,<br />

pensativo y meditabundo.<br />

—-No habla con eüas, DÍ pue<strong>de</strong> hablar, porque<br />

una tabla les separa. Acaban <strong>de</strong> entraren<br />

este momento.<br />

Llegó á la sazón D. Paco, rojo como un pimiento,<br />

y abriéndose paso por entre la apiñada<br />

mueliedumbre óe gaíerios (asi llamaban á<br />

los <strong>de</strong>votos <strong>de</strong> aquella reíigióu, y así les nombraron<br />

<strong>de</strong>spués en son <strong>de</strong> remoquete en el<br />

tiempo <strong>de</strong> las persecuciones), aeercóseuos y<br />

nos dijo:<br />

—-iGracias á Dios que han parecido...! Lord<br />

Gray las llevó engañadas al campanario <strong>de</strong> la<br />

iglesia... <strong>de</strong>spués a<strong>de</strong>ntro... <strong>de</strong>spués á la calle...<br />

¿Hase visto infamia semejante?... ¡Estoy bramando<br />

<strong>de</strong> furorl... ¡Qué habrán hecho, Sr. <strong>de</strong><br />

Araceli, qué habrán hechol... La señora Dona<br />

Inesita estaba más pálida que una muerta,<br />

y la señora Doña Asuucioncita más roja que<br />

una amapola... Vamonos, niña, vamonos <strong>de</strong><br />

aquí.<br />

—Sí, vamonos,—repetí yo.<br />

—Yo no me muevo <strong>de</strong> aquí, Paquito. Esto<br />

me gusta mucho. Ya han acabado <strong>de</strong> leer periódicos<br />

y papeles, y vuelven los discursos...<br />

¿Quién habla?<br />

—El Sr. <strong>de</strong> Arguelles. ¡Buen pájaro eatál<br />

¡Pues bonitas cosas está oyendo Ja niñal^—•<br />

dijo D. Paco en voz más alta que ia que á la<br />

respetabilidad <strong>de</strong>l sitio correspondía.—¡Tratar<br />

<strong>de</strong> abolir las juriadlccioues, los señoríos, los<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 191<br />

fueros, el tormento y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> poner la<br />

horL-ii á la entrada <strong>de</strong>l pueblo, y <strong>de</strong> nombrar<br />

juK'esI Quiere») cjnitar las prestaciones y <strong>de</strong>más<br />

sabias prácticas en que consiste la gran<strong>de</strong>za<br />

<strong>de</strong> estos reinos.<br />

—Pues que lo supriman todo—dijo Presentaron<br />

con enfado,—De aquí no me muevo<br />

hasta que no lo supriman todo-<br />

—La niña no sabe lo que habla—observó<br />

D. PILCO suscitando ios murmullos <strong>de</strong> los circunstantes<br />

con lo <strong>de</strong>stemplado <strong>de</strong> su VOK.—•<br />

Abura la señora Doña María no podrá nombrar<br />

el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Peña Huradada, ni cobrará<br />

tanto <strong>de</strong> fanega en el molino <strong>de</strong> Herromblar,<br />

ui las doce gallinas <strong>de</strong> Baeza, ni podrá prohibir<br />

la pesca en el arroyo, ni los asnos <strong>de</strong> casa<br />

podrán meterse en las hereda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l vecino á<br />

comerse lo que se les antoje.<br />

—Señó abate—gritó una voz, mientras una<br />

manf> pesaba con formidable empuje sobce los<br />

hombros <strong>de</strong>l preceptor,—siéntese y calle.<br />

— Ciiballero^—dijo otro,—¿se podría saber<br />

•quién es usted?<br />

—Soy D. Francisco Xavier <strong>de</strong> Jindama,—<br />

repuso con timi<strong>de</strong>z y urbanidad ei viejo.<br />

—Lo digo porque en cuanto le vi á usted y<br />

le oí, dióme olor á lechucerfa.<br />

•—Quiere <strong>de</strong>cir que es usted <strong>de</strong> la hermandad<br />

<strong>de</strong> los bobos—añadió una moza que frontera<br />

á D. Paco estaba.—Con su voz <strong>de</strong> matraca<br />

no nos <strong>de</strong>ja oir los escursos.<br />

—Haya paz, señores—clamó un tercero,—y<br />

silencio. Aquí no se viene á lamentarse <strong>de</strong> que<br />

los asnos no pne<strong>de</strong>u entrar en la heredad ajeua.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


192 ». PERBZ CALDOS<br />

•—El asoo será él.<br />

—¡Or<strong>de</strong>n y convenieucial—gritó el portero.<br />

•—Si no, 611 Dombre <strong>de</strong> Su Majestad, les echo<br />

¡I todos á la calle.<br />

•—Aquí DO hay ninguna majestad,—dijo<br />

D. Paco.<br />

—La majestad son Jas Cortes, señor esparaván,—afirmó<br />

con enfado un galerio.<br />

—Es <strong>de</strong> loa que vienen á aplaudir cuando<br />

rebuzna Ostoloza,—dijo otro señalando á Doo<br />

Paco.<br />

Viendo que la cuestión se agriaba, empéñeme<br />

en romper por medio <strong>de</strong>l gentío, y esto causó<br />

nueva eoufusión y reconvenciones. Al mismo<br />

tiempo entre los diputados sonó rumor <strong>de</strong><br />

disgusto por lo que pasaba en la tribuna; habló<br />

el Presi<strong>de</strong>nte imponiendo silencio á los galenos,<br />

y acallados éstos un tanto, el diputado<br />

Tenreyro tomó la palabra. Como si la jirimera<br />

pronimciada por el bueo cura <strong>de</strong> Algeciras<br />

fuera señal convenida, <strong>de</strong>satóse una tempestad<br />

<strong>de</strong> risas y <strong>de</strong>mostraciones, y cuanto más<br />

el orador alzaba la voz, más la ahogaban entre<br />

sus murmullos los <strong>de</strong> arriba. Repetir el<br />

sinnúmero <strong>de</strong> dichos, agu<strong>de</strong>zas y apodos que<br />

salieron como avalancha <strong>de</strong> la tribuna pública,<br />

fuera imposible. Jamás actor aborrecido ó<br />

antipático recibió tan atroz silba en corralea<br />

<strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>. Lo extraño es que siempre pasaba<br />

lo mismo. Ya se sabía; hablar Tenreyro y alborotarse<br />

el pueblo soberano, eran una misma<br />

cosa. ¡Y qué ceceo el suyo, qué a<strong>de</strong>manes tao<br />

graciosos, qué ira olímpica para apostrofar á<br />

las tribunas, qué lastimoso gesto, qué cruzar<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 193<br />

<strong>de</strong> brazos, qué arrugada cata, qué singular<br />

donaire para <strong>de</strong>cir disparates, ya abogando<br />

por la Inquisición, ya por una soberanía popular<br />

A la moda, representada por una especie<br />

<strong>de</strong> concilio <strong>de</strong> párrocos y goerrillei-os!<br />

Vamos, francamecte, era cosa <strong>de</strong> morir <strong>de</strong><br />

risa.<br />

El Presi<strong>de</strong>nte sabía que sesión en la cual<br />

Teiireyro babiase, era sesión perdida, por no<br />

ser posible contener á las tribunas: trabábanse<br />

disputas iiisvitables entre ciertos procuradores<br />

y el público, y el escándalo obligaba á.<br />

<strong>de</strong>spejar los altos <strong>de</strong> la iglesia.<br />

Esto ocurrió en aquel día, cuando el Cicerón<br />

<strong>de</strong> Algeciras, volviéodcae hada arriba, con<br />

a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong>scompuestos y lengua balbuciente,<br />

gritó:<br />

—Ya sabemos que esa es gente pagada.<br />

Al oír esto, los <strong>de</strong>nuestos, los improperios<br />

que lanzó el pueblo llenaron el ámbito <strong>de</strong> la<br />

iglesia, en términos que aquello parecía una<br />

jaula <strong>de</strong> locos. Agitábanse los diputados,<br />

echáudose unos á otros la culpa <strong>de</strong>l alboroto;<br />

nos apostrofaban también <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo llamándonos<br />

canalla soez, y los porteros dieroa<br />

principio á la expulsión. Aquí <strong>de</strong> ios apuros.<br />

Presenl^aeión y yo queríamos salir sin po<strong>de</strong>r<br />

lograrlo, por tener <strong>de</strong>lante una muralla <strong>de</strong><br />

carue humana que resistía la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte.<br />

Algunos se ecbarou fuera; mas no por<br />

eso se acalló el tumulto, y lo peor fué que<br />

aparecieron <strong>de</strong> súbito dos ó tres personas que<br />

tomaron el partido <strong>de</strong>l orador silbado contra<br />

el silbante pueblo.<br />

SKXTA EDICIÓN- M<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


194 K. l'EEGZ (JALDOS<br />

—iQue uste<strong>de</strong>s son uiios servUoues, mataean<strong>de</strong>las!<br />

—iQue uste<strong>de</strong>s son unoa afraucesados!<br />

—[Que uste<strong>de</strong>s son...I—imagíneae el lector<br />

lo peor que haya oído en plazas, presenciado<br />

eo tabernas, y aprendido en garitos.<br />

Y no paró aquí el <strong>de</strong>sastre, sino que Don<br />

Paco, viendo que alguien tomaba á pedios la<br />

<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l pobre Tenreyro, arriesgóse, como<br />

leal amigo y contertulio, á ponerse <strong>de</strong> su parte.<br />

•—^lEnvidia. no es más que envidia y rabia<br />

por las verda<strong>de</strong>s como pufioa que dice!—exclamó.<br />

En mal hora lo dijera. Vimos <strong>de</strong>saparecer<br />

su enjuta fignra entre una masa informe <strong>de</strong><br />

brazos y manos. Presentaeióo gritó:<br />

—¡Que matan al pobre D. Pacol<br />

Salió el infeliz, ó le sacaron, es <strong>de</strong>cir, allá so<br />

íué todo junto, víctima y verdugos, por la<br />

puerta afuera. Con esto se <strong>de</strong>spejó un tanto la<br />

tribuna, y pudimos salir <strong>de</strong> los últimos tras la<br />

oleada <strong>de</strong> gente que mal <strong>de</strong> su grado abandonaba<br />

la sesión. Quisimos auxiliar al maestro;<br />

pero no nos era posible por hallarse distante,<br />

y aunque el infeliz no recibió golpe <strong>de</strong> arma<br />

alguna, las herramientas <strong>de</strong> pufios y codos le<br />

hacían mnclio daño. Al fin, acosado por todos,<br />

huyó corriendo velozmente por la escalera<br />

abajo, dando no pocos tumbos y costaladas.<br />

Nuestra gran contrariedad consistía en que<br />

nos separaba <strong>de</strong> él una masa enorme <strong>de</strong> gente<br />

que nunca acababa <strong>de</strong> salir; así es que cuando<br />

llegamos abajo, en vano mirábamos á todos lados.<br />

D. Paco uo estaba. Hacíamos preguntas<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAOIZ 195<br />

á todos; pero nadie uos daba razóu satisfactoria.<br />

Quién <strong>de</strong>cía: ale han llevado a<strong>de</strong>utro;»<br />

quiéu: «le han llevado afaera.»<br />

—¡Qué siliiacii^n, qué comproraisol—<strong>de</strong>cía<br />

la mucbaclia.—¿Peto dóu<strong>de</strong> está el pobre Don<br />

Paco? Ahora tendré que ir á casa sola ó con<br />

usted.<br />

En la calle había también apiñado gentío,<br />

entre el cual vi á uno <strong>de</strong> esos individuos que<br />

36 aparecen como llovidos eu toda escena <strong>de</strong><br />

agitación popular, dispuestos á echar el peso,<br />

no <strong>de</strong> su autoridad, sino <strong>de</strong> sus garrotes en la<br />

balanza <strong>de</strong> las contiendas políticas. jDesgraciado<br />

Tenrej'ro, <strong>de</strong>sgraciado Ostolazal ]Qué<br />

ovación les esperaba!<br />

La hermandad <strong>de</strong> la porra no es tan antigua<br />

como el mundo, no; pero entradilla en<br />

años es.<br />

—Bi-isquemos, busquemos á ese infeliz—me<br />

<strong>de</strong>cía mi linda pareja,—[De modo que tengo<br />

que ir sola á casa... ¿Y qué voy á <strong>de</strong>cir?... Y<br />

mi hermana é Inés, ¿dón<strong>de</strong> están?... lOh, señor<br />

<strong>de</strong> AraeeU, más vale que se abra la tierra<br />

y me traguel<br />

Al fin nos dio razón <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sgraciado preceptor<br />

uu soldado, dicióndouos:<br />

—Se le llevaron entre cuatro.<br />

—¿Pero á dón<strong>de</strong>, no se sabe á dón<strong>de</strong>?<br />

El soldado, encogiéndose <strong>de</strong> hombros, fijó<br />

su vista en la puerta <strong>de</strong> San Felipe por don<strong>de</strong><br />

salían bastantes diputados. Felizmente y gracias<br />

á la intervención <strong>de</strong> D. Juan María Villavieeucio,<br />

los que se disponían á obsequiar é.<br />

Teoreyto y Oslaiaza no pasarou á vías <strong>de</strong> he-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


196 B. PÉREZ GALDOS<br />

cho; mas con la agu<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus silbidos y el<br />

mugir <strong>de</strong> sus insultos fueron dando inüsica áaüibos<br />

personajes por largo trecbo <strong>de</strong> la calle.<br />

Fué aquel lance uno <strong>de</strong> los muchos que<br />

afearon la pi'imera época constitucional; pero<br />

no llegó á ser tan escandaloso como el ocurrido<br />

poco <strong>de</strong>ppués, con motivo <strong>de</strong>l famoso inci<strong>de</strong>nte<br />

Lardizábal, y que puso en gran peligro<br />

la vida <strong>de</strong> T>. José Pablo Valiente, diputiido<br />

absolutista, el cual hubiei'a sido <strong>de</strong>spedazado<br />

por el pueblo, si Villavieencio no le librara<br />

hei-óicameiite <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> aquél, embaí--candóle<br />

al instante.<br />

—[Virgen Santísimal — repetía Presentación.—jY<br />

esas niñas no pareceul... Vamonos<br />

al punto <strong>de</strong> aquí. Allí sale el Sr. Ostolaza....<br />

Me va á conocer.<br />

Marchamos por la ealie <strong>de</strong> San José paratomar<br />

la <strong>de</strong>l Jardín illo; pero no nos fué posible<br />

esquivar las miradas y la persecución <strong>de</strong>l señor<br />

Ostolaza, que llamándonos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos noa<br />

obligó á <strong>de</strong>tenernos.<br />

—Señora mía—dijo el taimado clérigo,—<br />

eso está muy bien... En la calle con un mozalbete...<br />

Por fuerza ha muerto la señora-<br />

Con<strong>de</strong>sa...<br />

—Por Dios y la Virgen—exclamó Ja muchacha<br />

llorando,—Sr, <strong>de</strong> Ostolaza... no díga usted<br />

nada á mamá. Yo le explicaré á usted....<br />

Salimos á paseo, y como nos perdiéiamos,<br />

pues... No diga usted nada á mamá. ¡Ayl señor<br />

<strong>de</strong> Ostolaza: usted es un bueu sujeto y tendrá<br />

lástima <strong>de</strong> mí.<br />

—En efectOj siento lástima <strong>de</strong> la señorita..<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 197<br />

—Quiero <strong>de</strong>cir... Lléveme usted á casa...<br />

.Amigo—añadió esforzándose eu aparecer jo-<br />

•yial,—oí su discurso y me pareció muy bonito...<br />

¡qnébieu habla usted, q\ié bien!... Da gusto...<br />

—Basta <strong>de</strong> lisonjas—dijo el clérigo; y luego<br />

mirándome añadió;^Y usted, señor militar teólogo,<br />

¿<strong>de</strong> qué arterías se lia valido para sacar<br />

<strong>de</strong> su casa á esta señorita?<br />

—Yo DO he sacado <strong>de</strong> su casa á esta señorita—repuse:—la<br />

acompaño porque la he encontrado<br />

sola,<br />

—A causa <strong>de</strong>l gentío, nos perdimos Don<br />

:Paeo y yo... quiero <strong>de</strong>cir, se perdieron ellas.<br />

—Comprendido, compremlido.<br />

—¿Silbe usted, señor oficial teólogo—rae<br />

dijo con aviesa mirada,—que antes <strong>de</strong> poner<br />

esto en conocimiento <strong>de</strong> Doña María, voy á dar<br />

.parte á la justicia?<br />

—¿Sabe usted—respondí,—señor elerigón<br />

•entrometido, que si no se me quita <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante<br />

ahora mismo, le enseñuré á ser comedido y á<br />

no meterse en camisa <strong>de</strong> once varas?<br />

—Comprendido, comprendido^repnso, popiéudose<br />

cumo<strong>de</strong> aliHMgre su abominable rostro,<br />

y echándome <strong>de</strong> lleno su insolente mirada.<br />

—Sigan los pimpollitos su camino. Adiós...<br />

Marchóse á toda prisa, y cuando le perdimos<br />

<strong>de</strong> vista, Presentación me dijo dando uu<br />

suspiro;<br />

—Nos llamó pimpollitos, y cree que somos<br />

novios, y que-nos hemos escapado... Ahora<br />

.¿qué diré á mamá cuando me vea entrar con<br />

usted? Necesito inventar algo muy ingenioso y<br />

•bien urdido.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


198 B. PÉREZ GALBOS<br />

—Lo mejor es <strong>de</strong>cir la verdad clara y <strong>de</strong>snuda.<br />

Esto ofen<strong>de</strong>rá menos ala señoraqnelas<br />

invenciones con que usted pretendaengafiarla.<br />

—jLa verdadl... ¿está usted loco? Yo no digo<br />

la verdad aunque me maten... Corramos...<br />

¿Habrán llegado las otras dos? ]Jesús divino?<br />

|Si ellas dicen inia tneiiliradistintads la mía...!<br />

—Por eso lo mejor es <strong>de</strong>cir la verdad.<br />

—Eso ni pensailo. Mamá nos mataría... A<br />

ver qué le parece á usted mi proyecto. Yo entraré<br />

llorando, llorando mucho. •<br />

—Malo,<br />

—^Pues me <strong>de</strong>smayaré, diciendo que usted<br />

es un traidor que quiso robarme.<br />

—Peor. Diga usted que se perdiei'on, que<br />

encontraron á Lord Gray...<br />

—No nombraré al inglés: eso jamás.<br />

—¿Por qué?<br />

•—Porque ahora nombrar en casa á Lord<br />

Gray y nombrar al <strong>de</strong>monio, es lo mismo.<br />

—Yo sé la cansa: Lord Gray es amado por<br />

una <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s.<br />

—|0h, qué cosas dice usted!—exclamó muy<br />

turbada.—Nosotras,.,<br />

—Usted.<br />

—No; ni mi hermana tampoco.<br />

—Sé que la señora Inesita está loca por él.<br />

—¡Obi |Sí.,. loca, loca!... Dios mío, ya llegamos...<br />

Estoy medio muerta.<br />

Al entrar en la calle y acercarnos á la caga,<br />

alcé la vista, y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l vidrio <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />

miradores, diatitigní un bulto siniestro, <strong>de</strong>spués<br />

dos ojos terribles separados por el curvo filo<br />

<strong>de</strong> una nariz aguileña, <strong>de</strong>spués un rayo <strong>de</strong>in-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


GADI2<br />

199<br />

dignación que pai-tia <strong>de</strong> aquellos ojos. Presentación<br />

vi6 también la fatídica imagen y estuvo<br />

apunto <strong>de</strong> <strong>de</strong>smayarse en mis brazos.<br />

—Mi mamá nos ha visto—d)jo,^Sr. <strong>de</strong> Áraceli.<br />

Escápese usted, sálvese usted, pues todavía<br />

es tiempo.<br />

—Subamos, y diciendo la verdad, nos salvaremos<br />

los dos.<br />

XX<br />

En el corredor, Presentación cayó <strong>de</strong> rodillas<br />

ante su madre que al encuentro nos salía,<br />

y exclamó con ahogada voz: •<br />

—Seflora m


200 S. PÉREZ SALDOS<br />

la sala.—|Señores... ya no hay nada seguro...<br />

no pne<strong>de</strong>n las persones <strong>de</strong>centes salir á lactllel<br />

En la sala esLiiban O-stolaza, D. Pedro (iel<br />

Congosto y un joven como <strong>de</strong> treinta y cuatro<br />

años y <strong>de</strong> buena presencia, á quien yo no conocía.<br />

Miróme el primero OOD penetrante en-<br />

cono el ludc altauero <strong>de</strong>sdén<br />

tercero con curiosidad.<br />

—Señora—dije á la Con<strong>de</strong>sa,—usted se ha<br />

exaltado sin rasou, interpretando mal un hecho<br />

que en si DO tiene mnhcia ülguna,<br />

Y le conté lo ocurrido, disfrazando <strong>de</strong> un<br />

modo discreto los acci<strong>de</strong>ntes que pudieran ser<br />

<strong>de</strong>sfavorables á las pobres niñas.<br />

—Caballero—me contestó con acrimonia,<br />

—dispénseme usted, pero no puedo darle crédito.<br />

Yo me enten<strong>de</strong>i'é <strong>de</strong>spués coa estas iiiconai<strong>de</strong>i'adas<br />

y locas niñas; y en tanto, no<br />

puedo menos <strong>de</strong> creer que usted y Lord Gray<br />

han urdido un abominable complot para turbar<br />

la paz <strong>de</strong> mi casa. Señores, ¿uo hablo con<br />

razón? Estamos en una sociedad don<strong>de</strong> se hallan<br />

íu<strong>de</strong>fensos y <strong>de</strong>samparados el honor <strong>de</strong><br />

las familias y el <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> bis personas raayorea.<br />

iNo se pue<strong>de</strong> vivirl... Me quejaré al<br />

Gobierno, ala Regencia... ]pero áqué, si todo<br />

esto proviene <strong>de</strong> las altas i'egione.^, don<strong>de</strong> no<br />

86 alberga más que alevosía, <strong>de</strong>svergüenza,<br />

escóndalo y <strong>de</strong>spreocupación!<br />

Los tres pei'sonajes, que cual tres estatuas<br />

exornaban con simétrica coloeacióü el testero<br />

<strong>de</strong> la sala, movieron sus venerables cabezas<br />

cou a<strong>de</strong>mán afirmativo, y alguno <strong>de</strong> eüos golpeó<br />

con ];i maciza mano el braao <strong>de</strong>l sillÓP.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 201<br />

—-Si', <strong>de</strong> Áraceli, siento <strong>de</strong>cir á usted que<br />

•ya reconozco la lameiitable equivocación ea<br />

que iucuní refpecto al carácter <strong>de</strong> usted.<br />

—Señora, usteil pue<strong>de</strong> juzgarrae como guste;<br />

pero eu el suceso <strong>de</strong> hoy no ha habido la<br />

menor inalieia por mi parte.<br />

—Yo me vuelvo loca-—repuso la señora.—<br />

por todas partea asechanzas, celadas, inicuos<br />

planes. No hay <strong>de</strong>fensa posible; son inútiles<br />

las precauciones; <strong>de</strong> uad^ sirve el aislamiento,<br />

<strong>de</strong> nada sirve el apartarse <strong>de</strong> ese corruptor<br />

bultii'iíi. En nuestro secreto asilo viene á buscarnos<br />

la traidora maldad que todo lo inva<strong>de</strong>,<br />

y hasta eu lo más recóndito penetra.<br />

Los tres personajes dieron nuevas señales<br />

<strong>de</strong> su unánime asentimiento.<br />

-—Basta <strong>de</strong> farsas—dijo Ostolaza.—La señora<br />

Dofla María no neyesila que usted se<br />

disculpe ante ella, porque le conoce. ¿Cóíno<br />

ya. <strong>de</strong> Teología?<br />

—Con la poca que sé—-repuse,—cualquier<br />

sacristán podía pronuiiciar en las Cortes discursos<br />

dignos <strong>de</strong> ser oídos.<br />

—El seDor es <strong>de</strong> los que van todos ¡os diaa<br />

-é. alborotar á la tribuua. Es uu oficio con el<br />

cual viven muchos.<br />

—iQué aberraeiónl ¿Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tal sitio y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

tales tribunas se pieusa gobernar el Reino?<br />

—No quiero hacer aquí apologías <strong>de</strong> mi<br />

conducta—respondí con calma,—ui las injurias<br />

<strong>de</strong> ese hombre me harán olvidar el hábito<br />

que viste y el respeto que <strong>de</strong>bo á la casa ea<br />

que estoy. Aquí está una persouaque, si pue<strong>de</strong><br />

haber formado ds mí juicio <strong>de</strong>sfavorable<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


202 B. TERIÍZ GALDOS<br />

en ciertas cuestiones, conoce muy bien mia<br />

antece<strong>de</strong>ntea y mi reputación como hombre<br />

honrado. El Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto me<br />

oye. y yo apelo á su lealtad, para que Doña<br />

María sepa si ha admitido eu an casa á una<br />

persona indigna.<br />

Oyendo esto D. Pedro, que indolentemente<br />

se apoyaba en el respaldo <strong>de</strong>l sillón, irguióse,<br />

atusó loa largos bigotea, y gravemente babló<br />

<strong>de</strong> esta manera:<br />

—Señora, señorita y caballeroa: puesto que<br />

este joven apela á mi lealtad, probada en cien<br />

ocasiones, <strong>de</strong>claro que no una, sino muchísimas<br />

veces, he o(do elogiar aii buen comportamiento,<br />

su caballerosidad, sn valor como militar,<br />

con otras diatiuguidas prendas <strong>de</strong> paisano<br />

qne le han creado abundante número <strong>de</strong><br />

amigos en el ejército y fuera <strong>de</strong> él.<br />

— ¡Pues qué dnda tiene!—exclamó Preseutftcióu,<br />

<strong>de</strong>scuidándose en manifestar sus sentimientos.<br />

—Calla tú, necia—dijo la madre. — Tu<br />

cuenta se ajiistni'á <strong>de</strong>spués.<br />

—Nnoca—continuó el estafermo,—ha llegado<br />

á mis oídos noticia alguna <strong>de</strong> este joven<br />

qne no le sea favorable. Bien quisto <strong>de</strong> todos,<br />

ha lieeho su carrera por el mérito, no por la<br />

intriga; por el valor, no por la astucia; y como<br />

esto es verdad y yo lo sé, y me cousta, y lo<br />

afirmo y lo sostengo, y soy hombre que sabe<br />

sostener lo que dice, estoy dispuesto á <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rle<br />

contra todo agravio que en este terreno<br />

se le haga. Señora, señorita y caballeros; como<br />

hombre qne ama á ese don <strong>de</strong>l cielo, esa in-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 303<br />

maculada virgeu <strong>de</strong> la verdad que es norte <strong>de</strong><br />

los bueiioa, he dicbo todo lo que pue<strong>de</strong> favorecer<br />

á este joven: aliora voy á <strong>de</strong>cir, lo que le<br />

<strong>de</strong>sfavorece...<br />

Mientras D. Pedro tosía y sacaba el infinito<br />

pañuelo encarnado y azul para limpiarse boca<br />

y narices, reinó solemne Bilenoio eo Ja sala, y<br />

todos me miraba» con afauosa curiosidad.<br />

—Es, pues, el caso—continuó el cruzado,—<br />

que este joven, si bajo un aspecto es la misma<br />

virtud, bajo otro es nti monstruo, señores, un<br />

monstruo; el mayor .enemigo <strong>de</strong>l sosiego doméstico,<br />

el corruptor <strong>de</strong> las familias, el terror<br />

<strong>de</strong> lapudorosa amistad.<br />

Nueva pausa y asombro <strong>de</strong> todos. Presentación<br />

me miraba _eon la mitad <strong>de</strong> su alma en<br />

cada ojo. ^<br />

—Si: ¿qué otro nombre merece quien posee<br />

un ai'te inleriial para romper lazos do mny antiguo<br />

tvaba'dos entre dos personas, y que resistieran<br />

durante veinticinco años á las asechanzas<br />

<strong>de</strong>l mundo y á la persecución <strong>de</strong> los<br />

más diestros cortejos?... Permítanme los pre-•<br />

seutes que na nombre personas. Básteles saber<br />

que este joven, poniendo en juego sus malas<br />

artes amorosas, embaucó y en^jañó y arrastró<br />

tras sí á quien había sido la misma firmeza, el<br />

pudor mismo y la mismísima lealtad, <strong>de</strong>jando<br />

burlada la i<strong>de</strong>al adoración <strong>de</strong> un hombre que<br />

la había sido el <strong>de</strong>chado <strong>de</strong> la constancia y<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. El <strong>de</strong>sairado lloraba en silencio<br />

su <strong>de</strong>sgracia, y el victorioso mozalbete goza<br />

eio reparo <strong>de</strong> las incomparables <strong>de</strong>licias que<br />

pue<strong>de</strong> ofrecer aquel tesoro <strong>de</strong> hermosura. Pero<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


304 B. PÉREZ SALDOS<br />

¡gnayl que no es bueno confiar en las <strong>de</strong>licias<br />

<strong>de</strong> un día; iguayl que en la iiora menos pensada<br />

encontrará!) los crimiimles <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí<br />

ia aterradora iinagen <strong>de</strong>l hombre ofendido, que<br />

está diapnesto á vengar su alrenta,,. Con qne<br />

díganme si el que tal ha iiecho, si el qne en la<br />

dilfcil conquista <strong>de</strong> esa humana fortaleza, jamás<br />

antes rendida, ha probado su travesura,<br />

¿qué no liará dii'igitíridoia contra inexpertas<br />

joveuzuelas? Abrirle las puertas <strong>de</strong> una cusa<br />

es abrirlas á la liviandad, á la seducción, á la<br />

impru<strong>de</strong>ncia. Esto es lo que sé acerca <strong>de</strong>l sefioi'<strong>de</strong>Araeelr,<br />

sin quitar ni poner cosa alguna,<br />

PresentadÓD estaba absorta, y Doñailaría<br />

aterrada.<br />

^Señora, señorita y caballeros—repuse yo,<br />

no disimulando la risa.-—Ai Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l<br />

Congosto han informado mal respecto al suceso<br />

que últimamente ha contado. Ese portento<br />

<strong>de</strong> hermosura habrá caído en las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

otra persona, que no en las mías.<br />

— ¡Yo sé lo que me digo—exclamó D. Pedro<br />

con atronadora voz,—y bastal Denme licencia<br />

para retirarme, que avanza Ja hora y<br />

esta tar<strong>de</strong> he <strong>de</strong> embarcarme con la expedición<br />

que va al Condado <strong>de</strong> Niebla á. operar contra<br />

los franceses. La ociosidad me enfada, y <strong>de</strong>seo<br />

hacer algo en bien <strong>de</strong> ia patria oprimida. No<br />

tenemos Grobierno, no tenemos generales; las<br />

Cortes entregarán maniatado el Reino al picaro<br />

francés... Sr. <strong>de</strong> Araceli, ¿va usted al Condado?<br />

—No, señor; guarneceré á Matagorda en<br />

todo el mes que vieue... Pero yo también me<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAOIZ 205<br />

retiro, porque la señora Doña María DO ve<br />

con buenos ojos que entre en su casa.<br />

—La verdad, Sr. <strong>de</strong> Araceli, si hubiese sabido...<br />

Aprecio BUS buenas prendas <strong>de</strong> militar<br />

y <strong>de</strong> caballero; pero... Presentación, retívate.<br />

¿No te da vergüenza <strong>de</strong> oÍr estas cosas?... Pues,<br />

como <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>seo aclarar el puuto obscurísimo<br />

<strong>de</strong>l encuentro <strong>de</strong> usted en la calle con mi<br />

hija. Aún creo que hay tribunales en España,<br />

¿no es verdad, Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong>?<br />

Esto lo dijo mirando al joven que antes he<br />

mencionado.<br />

—Señora — repuso éste, <strong>de</strong>splegando para<br />

aoureir toda su boca, que era grandísima,—á<br />

fe <strong>de</strong> jurisconsulto diré á usted que aúu pue<strong>de</strong><br />

arreglarse. Estoy acostumbrado á presenciar<br />

lances muy chuscos en mi carrera, y nada me<br />

asusta. ¿Ha habido noviazgo?<br />

—¡ Jesúsl qué abominación—exclamó con in<strong>de</strong>cible<br />

trastorno Doña María.—[Noviazgol...<br />

Presentación, retírate ai instante.<br />

La damisela no obe<strong>de</strong>ció.<br />

—Pues si ha habido noviazgo, y loa dos ee<br />

quieren, y han dado un paseíto juntos, y el<br />

señor es un buen militar, ¿á qué audat con farándulas<br />

y mojigatería? Lo mejor es casarles<br />

y en paz.<br />

Doña María, <strong>de</strong> roja que estaba, volvióse<br />

pálida, y cerró los ojos, y respiró con fuerza,<br />

y el torbellino <strong>de</strong> su diguidad se le subió á la<br />

cabeza; se mareó y estuvo á puuto <strong>de</strong> caer <strong>de</strong>smayada.<br />

—No esperaba yo tales irreverencias <strong>de</strong>l señor<br />

D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong>—dijo con voz en-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


306 B. PÉREZ GALBOS<br />

treeortada por la ira.—El Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong><br />

no sabe quiéu soj; el Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Caloroar<strong>de</strong><br />

recuerda los planea casameuteros que<br />

servían paia hacer fortuua en los tíeoapos <strong>de</strong><br />

Godoy. Mi dignidad uo me permite seguir este<br />

asuQto. Ruego al Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong> y<br />

al Sr. D. Gabriel Áraceli que se sirvau abandouar<br />

mi casa.<br />

Caíomar<strong>de</strong> y yo uos levantamos. Preseotacióu<br />

me miró, y con toda su alma eu los ojos<br />

me dijo en mudo lenguaje:<br />

—Lléveme usted consigo.<br />

Ouaudo uos retirábamos, entraron en la saía<br />

Inés y Asnucióu, conducidas por un fraile.<br />

—Fray Pedio Advíucula, ¿qué es esto?—dijo<br />

Doña María.—¿Me explicará usted al fin el<br />

singular suceso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> ¡as uiñas?<br />

—Señora... nada más natural—repuso jovialmente<br />

el fraile, que era joven por más señas,—Una<br />

bomba.,, ¡pobre D. Pacol No se lia<br />

sabido más <strong>de</strong> él... ¡Iban por la murallal... Las<br />

dos niñas corrieron, corrieron... pobreeitas...<br />

Las recogimos eu casa,., se las dio agua y vino,.,<br />

iqué sustol pobrecillas,,, Á la señora Doña<br />

Presentaeioucita no se la pudo encontrar.,.<br />

—La picara se fué á las Cortes cou... [Justicia,<br />

cielos divinos, justicial<br />

No oí más porque salí <strong>de</strong> la casa. Des<strong>de</strong><br />

aquel momento fui amigo <strong>de</strong> Caíomar<strong>de</strong>, ¿Hablaré<br />

<strong>de</strong> él aigúu día? Creo que sí.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 307<br />

XXI<br />

Pasaron días, y Snn Lorenzo <strong>de</strong> Puntales me<br />

vio ocupado en su <strong>de</strong>feusa duiaute un mes, en<br />

compañía <strong>de</strong> los valientes eauat'ios <strong>de</strong> Alburqoerque.<br />

Allí ni un instante <strong>de</strong> reposo; allí ni<br />

siquiera noticias do CAdiz; allí ni la compañía<br />

<strong>de</strong> Lord Gray, ni cartas <strong>de</strong> Araarauta, u¡ mimos<br />

<strong>de</strong> Doña Flora, ni ameuüzas <strong>de</strong> D. Pedro<br />

<strong>de</strong>l Congosto.<br />

Dentro <strong>de</strong> Cádiz el sitio era una broma y los<br />

gaditanos se reían <strong>de</strong> las bombas. La alegre<br />

ciudad, cuyo aspecto es el <strong>de</strong> una perpetua<br />

sonrisa, miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus murallas el vuelo <strong>de</strong><br />

aquellos mosquitos, y aunque picaran, los recibía<br />

con coplas donosas, como los bilbaínos<br />

<strong>de</strong> la presente época. Cuando el bombar<strong>de</strong>o<br />

hizo verda<strong>de</strong>ros estragos, los llantos y lágrimas<br />

perdiéronse en el bullicioso rumor <strong>de</strong><br />

aquel hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> chistes. Pero eran contadas<br />

las <strong>de</strong>sgracias. Una bomba mató á un inglés,<br />

y estuvo á punto <strong>de</strong> ser victima <strong>de</strong> otra, en los<br />

mismos brazos <strong>de</strong> su nodriza, D. Dionisio Alcalá<br />

Gflliano, hijo <strong>de</strong> D. Antonio. Fuera <strong>de</strong><br />

estos casos y otros que no recuerdo, los efectos<br />

<strong>de</strong> la artillería enemiga eran risibles. Un proyectil<br />

penetró en cierta iglesia, arrancando las<br />

narices á un ángel <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que sostenía la<br />

lámpara; otro <strong>de</strong>strozó el lecho <strong>de</strong> un frailo <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


208 B. PERBZ GALDOS<br />

San Juan <strong>de</strong> Dios, que afortunadamente se<br />

hallaba fuera en el instante ciítico.<br />

Cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> auseucia tan larga fui á.<br />

visitar á Aiuaranta, la eiieonti'é <strong>de</strong>sesperada,,<br />

porque el aislamiento <strong>de</strong> lués eu la casa <strong>de</strong> la<br />

calle <strong>de</strong> la Atnargni'a había tomado el cai'ácter<br />

<strong>de</strong> una esclavitud horrorosa, Oerj'adii lapuerta<br />

á los exLrHfloa con rigor ínquisitoiial,<br />

era Jocura aspirar ya á burlar vigilancias, á.<br />

engañar suspicacias y menos á romper la fatal<br />

clausura. La <strong>de</strong>sgraciada Con<strong>de</strong>sa me expresócon<br />

estas palaljras sus pensamientos:<br />

—Gabriel, no puedo vivir más tiempo en<br />

esta triste soledad. La anseiieia <strong>de</strong> lo que más<br />

amo en el mundo, y más que su auseucia, la<br />

consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia, me cansan un<br />

dolor inmenso. Estoy <strong>de</strong>cidida á intentar por<br />

cualquier medio una entrevista con mi hija, enla<br />

cual, revelándole lo que iguoia, espero conseguir<br />

que ella misma ronipa espontáneamente<br />

los hierros <strong>de</strong> su esclavitud, y se <strong>de</strong>cida á<br />

vivir, á huir conmigo. No me queda ya más<br />

recurso que el <strong>de</strong> la violencia. Yo esperé que<br />

tú me sirvieras en este negocio; pero con la necedad<br />

<strong>de</strong> tus celos no has hecho nada. ¿No<br />

sabes cuál es mi proyecto ahora? Conflarme á<br />

Lord Gray, revelarle todo, suplicándole que<br />

me facilite lo que tanto <strong>de</strong>seo. Ese inglés tiene<br />

nna audacia sin límites, eu nada repara y será<br />

capaz <strong>de</strong> traerme aquí la casa entera cou Doña.<br />

María <strong>de</strong>ntro, cual una cotorra eu eu jaula,<br />

¿No le crees tii capaz <strong>de</strong> eso?<br />

—De eso y <strong>de</strong> mucho más,<br />

—Pero Lord Gray oo parece. Nadie sabe su<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 209<br />

para<strong>de</strong>ro. Fué á la expedición <strong>de</strong>l Condado,<br />

y auuqne se cree que regresó á Cádiz, no se le<br />

ve por ninguna parte. Búscamele por Dios,<br />

Gabriel; ti'aémele aquí, 6 dile <strong>de</strong> mi parte que<br />

me interesa hablar con él <strong>de</strong> uu asunto que es<br />

<strong>de</strong> vida ó muerte para mí.<br />

Efectivamente, nadie sabía el pai'a<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>i<br />

noble inglés, aunque ae suponía que estuviese<br />

en Oádia. íTabía tomado parto en la expedición<br />

que fué al Condado <strong>de</strong> Niebla con objeto <strong>de</strong><br />

hostilizar á los franceses por su fila <strong>de</strong>recha, y<br />

que, si menos célebre, no fué menos lastimosa<br />

que la <strong>de</strong> Ghiclana, con su célebre batalla <strong>de</strong>l<br />

Gervo iU la Cabeza <strong>de</strong>l Puerco. Acaeció ea la<br />

jornada <strong>de</strong>l Condado un suceso digno <strong>de</strong> pasar<br />

á la historia, y fné que en ella <strong>de</strong>scalabraron<br />

<strong>de</strong>l modo más lamentable á nuestro heroico y<br />

por tautos títulos afamado D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto,<br />

quiái en lo más recio do nn combate<br />

,que cerca <strong>de</strong> San Juau <strong>de</strong>l Puerto trabaron<br />

con los nuestros los franceses, metióse <strong>de</strong>nodadamente,<br />

llevando en pos á sus cruzados <strong>de</strong><br />

rojo y amarillo, con lo cual dieeu hubo gran<br />

risa en el campo francés. Trajéronlo todo molido<br />

y quebrantado á Cádiz, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>cía que<br />

por haber perdido nua herradnra su caballo<br />

uo se ganó la batalla, pues cuando el maldito<br />

jaco tropezó, ya empezaban á Iiuir cual bandadas<br />

<strong>de</strong> conejos los batallones franceses; y fija<br />

esta i<strong>de</strong>a en su ardorosa mente, no cesaba <strong>de</strong><br />

repetir; *¡Si no me hubiese faltado la hej'radural.,.»<br />

Lord Gray también fué ál Condado, y se<br />

contaban <strong>de</strong> él maravillas; pero á su regreso<br />

SEXTA EDÍCIÓN ' 14<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


210 B. PÉREZ GALDÓS<br />

<strong>de</strong>sapareció sii persona <strong>de</strong> todos los sitios públicos,<br />

y aun íiubo quien le cn^yese muorto,<br />

Fui á su casa y el criado me dijo:<br />

^Milord está vivo y sano, aunque no <strong>de</strong>l<br />

juicio. lísLuvo encerrado quince días sin querer<br />

ver á midie. Después me insindó que reuniese<br />

á todos los mendigos <strong>de</strong> Cádiz; y cuando<br />

lo hice, juntólos en el comedor y allí les<br />

obsequió con un banquete como para reyes.<br />

Dióies á beber <strong>de</strong> los ujejores vinos: ios pobres<br />

se reían unos y lloraban otros; pero todos se<br />

emborracliaron. Luego fué preciso echarles á<br />

puntapiés <strong>de</strong> la casa, y trabajamos tres días<br />

para limpiarla, porque <strong>de</strong>jaron por fauegas las<br />

puIgHS y otra cosa [)eor.<br />

—Pero ¿dón<strong>de</strong> eslá en este momento Milord?<br />

— Milord <strong>de</strong>be andar nliora allá por el<br />

Carmen.<br />

Dirigfme hacia el Carmen Calzado, cuyo<br />

grau prtitico, frontero á la Alameda, admiran<br />

los forasteros. !No es una obi'a maestra <strong>de</strong> los<br />

buenos tiempos <strong>de</strong> nuestra arquitectura la tal<br />

fachada; pero los mil acci<strong>de</strong>ntes con que lujosamente<br />

ia adornó la imaginación <strong>de</strong>l artif^ta,<br />

le dan cierta belleza que el mar allí cercano<br />

parece que fantasea ásu antojo. No sé [lOr qué<br />

siempre encontié semejanza enUe dicho frontispicio<br />

y las popas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s navios antiguos:<br />

hasta parece que se mece gallardamente<br />

impulsado por el viento y las olas. Loa<br />

santos que lo adoj'nau semejan turóles gigantescos;las<br />

horuacinas,troneras, los barandajes,<br />

los nichos, las mórbidas roscas <strong>de</strong> las coJuin-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAUIZ 211<br />

mas salomónicas, todo se me antoja como peuteuocioiito<br />

al domiuio <strong>de</strong> ia vieja arquitectura<br />

naval.<br />

Caía la tar<strong>de</strong>. Entraban mansamente los<br />

buenos frailes, como ovejas que vuelven al<br />

aprisco; los pobres árboles <strong>de</strong> la Alameda apenas<br />

sombi-eiiban el espacio que media entre el<br />

edificio y ia muralla, y el sol iluminaba el<br />

frontis, dorándolo completamente. En línea<br />

recta se extendía la pequeña pared <strong>de</strong>l convento;<br />

y en su extremo una puerteeilla estrecha<br />

que servia <strong>de</strong> ingreso al claustro, estaba<br />

completamente obstruida por un regubif gentío<br />

que hormigueaba allí en formas obscuras<br />

y movedizas, acompañadas <strong>de</strong> un rumor sordo,<br />

ó gruñido chillón, como <strong>de</strong> plebe menuda<br />

que se impacienta. Eran los pobres que esperaban<br />

la sopa boba.<br />

En Cádiz no han abundado tanto como eu<br />

otros lugares loa mendigos haraposos y medio<br />

<strong>de</strong>snudos; esos escuadrones <strong>de</strong> gente llagada,<br />

sarnosa é inválida que aun hoy nos sale al encuentro<br />

en ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Aragón y Castilla.<br />

Pueblo comercial <strong>de</strong> gran riqueza y cultura,<br />

Cádiz carecía <strong>de</strong> esa lastimosa hez; pero en<br />

aquellos tiempos <strong>de</strong> guerra, muchos pedifrüe-<br />

•ños que pululaban en los caminos <strong>de</strong> Andalucía,<br />

refugiáronse en la improvisada Corte.<br />

Para que nada faltase y fuese Cádiz en tales<br />

días compendio <strong>de</strong> la nacionalidad espafiola,<br />

puMO allí sus reales hasta la liermandad <strong>de</strong> pan<br />

.y piojos, que tanto ha figurado en nuestra historia<br />

social, y tanto, tantísimo dado que ha-<br />

'bJar á propios y extranjeros.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


213 - B. PÉREZ GALDOS<br />

Aeerquéme á Jos infelices, y les vi <strong>de</strong> todas<br />

ciases: unos mutilados, otros entecos, <strong>de</strong>macrados<br />

y aiidi'ajosos los más, y todos chillones,<br />

<strong>de</strong>senfadados, resueltos, como si la mendicidad,<br />

más que <strong>de</strong>sgracia, fuese en ellos un<br />

oficio, y gozasen, á falta <strong>de</strong> rentas, <strong>de</strong>l fuero<br />

ioalienable y sagrado <strong>de</strong> pedir al resto <strong>de</strong>l<br />

humano linaje, tíaiió el lego con el cal<strong>de</strong>rón<br />

<strong>de</strong> bazofia, y allí era <strong>de</strong> ver cómo se empujaban<br />

y revolvían unos contra otros, dispaláadose<br />

Ja vez, y con qué bríos y con qué altivo<br />

lenguaje alargaban el cazuelillo. Kepartia e!<br />

cogulla á diestro y siniestro golpes <strong>de</strong> cuchara,<br />

y ellos se aporreaban para quitarse Ja ración,<br />

y entre manotadas y coces iban logrando<br />

la pai'te correspondiente, para retirarse <strong>de</strong>spués<br />

á un rincón, don<strong>de</strong> pacíficameute se lo<br />

comían.<br />

Yo les miraba con lástima, cuando divisé<br />

en el hueco <strong>de</strong> una puerta una figura que me<br />

hizo quedar perplejo y aturdido. No creyendo<br />

ó mis ojos. Ja miréy reniii'é, sin convencerme<br />

<strong>de</strong>que era realidad lo que ante mí tenía. El<br />

mendigo que así llamaba mi atención [pues<br />

mendigo era) vestía con los andrajos más <strong>de</strong>sgarrados,<br />

más rotos, más sucios y extravagantes<br />

que darse pue<strong>de</strong>. Aquel vestido no era<br />

vestido, sino una informe hilacha que se <strong>de</strong>shacía<br />

al compás <strong>de</strong> los movimientos <strong>de</strong>l individuo.<br />

La capa no era capa, sino un mosaico<br />

<strong>de</strong> diversas y <strong>de</strong>scoloridas telas; pero tan mal<br />

hilvanadas, que el aire se entraba por las mil<br />

puertas, ventanas y rejas, obra <strong>de</strong> la tosca<br />

aguja. Su sombrero no era sombrero, sino un<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 213<br />

mueble in<strong>de</strong>finido, una cosa entre plato y fuelle,<br />

entre forro y cojín vacío; y por este estilo<br />

las <strong>de</strong>más prendas <strong>de</strong> su cuerpo anunciaban<br />

el último grado <strong>de</strong> la miseria y abandono, cual<br />

si todas hubiesen sido recogidas entre aquello<br />

que la misma mendicidad arroja <strong>de</strong> ai; materias<br />

que se <strong>de</strong>vuelven á la masa geueral <strong>de</strong> lo<br />

inorgánico, para que <strong>de</strong> nuevo tomen forma<br />

en las revoluciones <strong>de</strong>l universo.<br />

También me causó sorpresa ver el garbo<br />

con que el hi... <strong>de</strong> mala iniijer se terciaba la<br />

capita, y echaba sobre la ceja el sombrerete, y<br />

guiñaba el ojo á los compañeros, y <strong>de</strong>cía donaires<br />

al bueu lego, Pero ¡ayl lo que más que<br />

traje y sombrero me asombró, <strong>de</strong>jándome lelo<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> tan esclarecido concurso, fué la<br />

cara <strong>de</strong>l mendigo; sí, señores, su cara, porque<br />

sepan uste<strong>de</strong>s que era la <strong>de</strong>l mismísimo Lord<br />

Gray.<br />

XXU<br />

Creí soñai-; le miré mejor, y hasta que no<br />

me llamó saludándome, no me atreví á hablarle,<br />

temiendo pa<strong>de</strong>cer una equivocación.<br />

—No sé, Milord—le dije,—si <strong>de</strong>bo reírme<br />

ó enfadarme <strong>de</strong> ver á un hombre como usted<br />

con ese traje y llenando su escudilla en la<br />

puerta <strong>de</strong> un convento.<br />

—El mundo es asi—me respondió. — Un<br />

día arriba y otro abajo. El hombre <strong>de</strong>be re-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


914 15, PiÍRBZ GALDOS<br />

correr toda la escala. Muchas veces paseando<br />

por estos sitios, me <strong>de</strong>tenía á contemplar<br />

con envidia la pobre geule que me ro<strong>de</strong>a. Su<br />

tranquilidad <strong>de</strong> espíritu, su carencia absoluta^<br />

<strong>de</strong> cuidados, <strong>de</strong> necesida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> relaciones, <strong>de</strong><br />

compromisos, <strong>de</strong>spertiiron en miel <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

cambiar <strong>de</strong> estado, probando por algún tiempo<br />

la inefable satisfacción que proporciona,<br />

este eclipse <strong>de</strong> la personalidad, este verda<strong>de</strong>ro<br />

sueño social.<br />

•—Es verdad, Milord, que tan <strong>de</strong>scomunal<br />

extravagancia no la he visto jamás en ningún<br />

inglés ni en hombre nacido.<br />

—Parece esto una aberración—me. dijo.—<br />

La abciTaciíín está en usted y en los que <strong>de</strong><br />

ese modo piensan. Amigo, aunque parezca,<br />

contradictorio, es cierto que para ponerse encima<br />

<strong>de</strong> todo lo creado, lo mejores bajar aquí<br />

don<strong>de</strong> yo estoy... Lo explicaré mejor. Yo tenía<br />

la cabeza loca <strong>de</strong>l ruido <strong>de</strong> los martillos<br />

<strong>de</strong> Londres, y venía maldiciendo la ingrata<br />

tierra en que el hombre para po<strong>de</strong>r vivir necesita<br />

hacer clavos, bisagras y cacerolas. ¡Bendita<br />

tierra ésta, don<strong>de</strong> el sol alimenta y don<strong>de</strong><br />

lleva la atmósfei'a en sn inmensa masa ignoradas<br />

snbstaneissi... Mi cuerpo se rebela hace<br />

tiempo contralos repugnantes bodrios <strong>de</strong> nuestros<br />

cocineros, inmundos envenenadores <strong>de</strong>l.<br />

humano linaje. Yo sentía tiempo há profnndo<br />

rencor hacia los sastres, que serían capaces <strong>de</strong><br />

ponerle casaqníu, chupa y corbata al Apolo<br />

<strong>de</strong> Fidiaa si se lo permitieran. Yo experimentalm<br />

profunda aversión bacía las casas y ciuda<strong>de</strong>s,<br />

que, según vamos viendo en uuestra.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 215<br />

gracioaa época, sólo sirven para que se luzcan<br />

y diviertan los artilleros <strong>de</strong>struyéndolas.<br />

Yo <strong>de</strong>testíiba cordialmente la socie


216 B. PBRE2 GALDOS<br />

Giiidarse <strong>de</strong> su persona, ui <strong>de</strong> ios molestos acci<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong>l escenario Inimano, qne se llaman<br />

posición, representación, nombre, fortuca, gloria...<br />

Quise saciar uii ardiente anhelo <strong>de</strong> conocer<br />

este beatífico estado, y aquí roe tiene<br />

usted eu él. Amigo mío, dorante <strong>de</strong>s días he<br />

vivido, tau lejos <strong>de</strong> Ja sociedad, coal si me hubiera<br />

traus^iortado á otro pliiueta; he podido<br />

apreciar la rara hermosura <strong>de</strong> un dia <strong>de</strong> sol,<br />

la piu'eza <strong>de</strong>l ambiente, )a profunda melancolía<br />

<strong>de</strong> la noche, mar don<strong>de</strong> el pensamiento<br />

navega ásu antojo sin llegar jamás á uingoua<br />

orilla; he experimentado la in<strong>de</strong>cible satiafaecidn<br />

<strong>de</strong> que centenares <strong>de</strong> hombies con casaca,<br />

eiitorcfiados y sombreros <strong>de</strong> distintas formas,<br />

pero todos más feos qoe los qne en Egipto<br />

ponen ai buey Apis, pasen juntos á mí síu<br />

saludarme; he conocido el purísimo <strong>de</strong>leite <strong>de</strong><br />

ver pasar los minutos, las horas, ios días, cual<br />

cortejo <strong>de</strong> dulces sombras que llevan eu sus<br />

suaves manos la vida, á la manera <strong>de</strong> aquellas<br />

<strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s hermosísimas qne pintaron los<br />

antiguos, transportando eu sus brazos las almas<br />

<strong>de</strong> los jnstos al cielo; he saboreado las<br />

<strong>de</strong>licias <strong>de</strong> no ir á ninguna parle <strong>de</strong>liberadamente,<br />

<strong>de</strong> sentir mía hombros libres <strong>de</strong> toda<br />

obligación, <strong>de</strong> no sentir en mi pensamiento<br />

ese hierro can<strong>de</strong>nte cnya quemadura significamos<br />

en el lenguaje con la palabra <strong>de</strong>spués,<br />

y que encierra un mundo <strong>de</strong> <strong>de</strong>beres, <strong>de</strong> ocupaciones,<br />

<strong>de</strong> molestias sin fin.<br />

Después <strong>de</strong> una breve pausa, prosiguió así:<br />

—lista gente que me ro<strong>de</strong>a tiene las mismas<br />

pasiones que laa <strong>de</strong> allá arriba; pero no disi-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


GADIZ 217<br />

muía nada. Es uua ventaja. Prendas diversas<br />

les caracterizan; pero aquí todo es abrupto y<br />

primitivo, como las rocas, don<strong>de</strong> no ha golpeado<br />

aun el martillo <strong>de</strong>l hombre para labrar<br />

un camino. Los hay más crueles que Glocester,<br />

más mentirosos que Walpole, más orgullosos<br />

que Cromwell, más poetas que Shakespeare,<br />

y casi todos son ladrones. Yo me <strong>de</strong>leito<br />

cou la salvaje manifestación <strong>de</strong> sus pasiones,<br />

y me finjo ignorante <strong>de</strong> sus truhanerías.<br />

Aquel viejo que allí se ve haciendo cruces<br />

encima <strong>de</strong> la escudilla, me ha robado todos<br />

los doblones <strong>de</strong> oro que yo llevaba en mi bolsillo.<br />

Juntos pasábamos largas horas por las<br />

noches en la muralla. El me contaba vidas<br />

<strong>de</strong> santos españoles; yo fingía dormitar embelesado<br />

por los místicos encantos <strong>de</strong> su relato,<br />

y entonces metía bonitamente sus manos en<br />

mi bolsillo para sacarme él dinero. Yo lo observaba<br />

y callaba, gozándome en eu avariciosa<br />

concupiscencia, como so goza hiendo un<br />

abismo, una tempestad, un incendio ó cualquier<br />

aparente <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la Naturaleza.<br />

Aquellos gitanos que están ailí rezando el rosario,<br />

me han entretenido dulcemente contándome<br />

sus ingeniosas maneras <strong>de</strong> robar. Amigo<br />

mío: aquí también hay una especie <strong>de</strong> alta<br />

sociedad, y se pasa el rato alegremente ea<br />

conciertos, fiestas y representaciones. Los romances<br />

moriscos qne recita aquella vieja que<br />

parece exacto traslado <strong>de</strong> la Tía fingida, y en<br />

efecto lo es, han producido en mí mayor sensación<br />

que las fanfarronadas <strong>de</strong> todos loa cómicos<br />

mo<strong>de</strong>rnos. Hay allí una muchacha cíe-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


218 B. PÉREZ GALDOS<br />

ga, á quien llaman la Tinosa, la cual canta ei<br />

jaieo yel olecon tanto primor, que oyéndola liegeutido<br />

emociones dulcísimas y me he transportado<br />

á las últimas, á las ináa renaotas regiones<br />

<strong>de</strong> lo i<strong>de</strong>al. Aquellos niños cojos y maacos,<br />

en cuyos gran<strong>de</strong>s ojos negros parece ceutellear<br />

el genio <strong>de</strong>l gran pueblo que guerreódurante<br />

siete siglos con los moros, y <strong>de</strong>scubrió,<br />

conquistó y dominó legiones y continentes<br />

hasta que ya no había más mundo para,<br />

saciar su ambición; aquellos niños, digo, sou<br />

la más graciosa pareja <strong>de</strong> pilletes que lie vistoen<br />

mi vida, y cuanta sal, ingenio y travesura,<br />

ha <strong>de</strong>rraiviado la Naturaleza en granujas do-<br />

<strong>Madrid</strong>, léperos <strong>de</strong> Méjico, lazzaronis <strong>de</strong> Ñápales,<br />

lipendis <strong>de</strong> Andalucía, pilludos <strong>de</strong> Pa-^<br />

rís, pic-'poche.ts <strong>de</strong> Londres, es nada en comparación<br />

<strong>de</strong> su gran ciencia. Si les educaran, es<br />

<strong>de</strong>cir, ai les corrompieran torciendo el natural<br />

curso <strong>de</strong> sus instintos, yo quisiera ver dón<strong>de</strong><br />

se quedaban Pitt, Tiilleyrand, Bonaparte, y<br />

todos los gran<strong>de</strong>s políticos <strong>de</strong> la época.<br />

—Amigo^—^^le dije sin po<strong>de</strong>r reprimir mi enfado,—-me<br />

da compasión verle á usted entre<br />

esta <strong>de</strong>sgraciada gente, y más aún oirle eucomiar<br />

su triste eslado.<br />

—No parece sino que nosotros somos mejores<br />

que ellos. |A!i! Des<strong>de</strong> que hay en E.spaña.<br />

filósofos y políticos cbarlataiies, y escritores<br />

con pujos <strong>de</strong> estadistas, se ha empezado á <strong>de</strong>clarar<br />

ominosa guerra á éstos mis buenos amigos,<br />

lo mismo que á los salteadores <strong>de</strong> caminos,<br />

que no son otra cosa que una protesta<br />

viva contra los privilegios <strong>de</strong> los cosecheros;.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 219<br />

á los bneooa frailes, que son lapiedrrt fnudamental<br />

<strong>de</strong> csla armonía envidiable, <strong>de</strong> este<br />

sistema benéfico eu que todos viveu mo<strong>de</strong>stamente<br />

sin molestarse unos á otros.<br />

Esto <strong>de</strong>cía, cuando una vieja que acababa<br />

<strong>de</strong> llenar su escudilla, llegóse á nosotros, y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pedirme una limosna, que le di,<br />

puso la <strong>de</strong>scarnada mano en el hombro <strong>de</strong>l par<br />

<strong>de</strong> Inglaterra, y cariñosamente le dijo:<br />

—^Niñito querido, ¡qué buenas jjuevaa te<br />

traigo esta tar<strong>de</strong>l Alégrate, picarón, y escupe<br />

otra moneda amarilla, otro pedazo <strong>de</strong> sol como<br />

el que ayer lee diste en premio <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>sinteresados<br />

servicios.<br />

—¿Qué me cuentas, tía Alacrana, espejo <strong>de</strong><br />

las busconas?<br />

— A mí no se me hnn <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir esos feos vocablos.<br />

¿Pues qné? ¿Acaso en mi vida he hecho<br />

algo que tenga olor <strong>de</strong> alcahuetería? Aquí<br />

don<strong>de</strong> me ven, yo, Doña Eufrasia <strong>de</strong> Hinegtrosa<br />

y Membiilleja, aoy muy principal, y mi<br />

difunto fué empleado en la renla <strong>de</strong>l Noveno<br />

y el Excusado, l'ero vamos á ló que importa.<br />

—¿Fuiste allá, brujita mía?<br />

—Por séptima vez, jY qué buena que es mi<br />

Dofla María! Hemos brindado juntas muchos<br />

paternóster, á modo <strong>de</strong> copas <strong>de</strong> vino, en esta<br />

iglesia <strong>de</strong>l Carmen, y en obsequio <strong>de</strong> nuestros<br />

respeciivos difuntos. Señora más enae-<br />

Bornda no la hay en todo Cádia. En generosía<br />

dad no; pero en principalidad se monta por<br />

encima <strong>de</strong> cuanta gente conozco, que es medio<br />

mundo. Me da algunos ochavoay lo que sobra<br />

<strong>de</strong> la olla, que es (dicho sea sin incurrir en el<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


230 B, PÉREZ GALDOS<br />

feo vicio <strong>de</strong> la muríauraeióu) bíeu poco substaucíosa.<br />

Me lia eooifrado algunas crucecitaa<br />

<strong>de</strong> los Padres meudicuutes y aignuos hiiesecilíos<br />

benditos para hacer rosarios, Hoy le llevé<br />

ini comercio, y la noble seflora hizo que le coutara<br />

mi historia; y como ésta es <strong>de</strong> laa más patéticas<br />

y conmovedoras, lloró uu táctico. Después,<br />

como ella saliera <strong>de</strong> la aala para ir á sus<br />

quebaceres, qué<strong>de</strong>me £ola eou laa tres cifias,<br />

y allí <strong>de</strong> las mías. En cuareuta años <strong>de</strong> piadoso<br />

ejercicio en este ajetreo <strong>de</strong> ablandar umchaciiiis,<br />

avivar iücliüacÍDnes y hacer el recado,<br />

¿qué no habré aprendido, iiiQito mío; qué<br />

trazas no tendré, qué maquiu ación es no inventaré,<br />

y qué sutilezas no me serán tan familiares<br />

como los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>.la mano? Así es<br />

que si me hallo con bríos para pegársela al<br />

mismo Satanás, <strong>de</strong> quien estos picaros dicen<br />

que soy sobrina carnal, ¿cómo no be <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

pegársela á Doña María, que, aunque priucipaiota,<br />

se <strong>de</strong>ja embobar por un credo bien rezado<br />

y por una parla sobre la gente antigua,<br />

siempre que cui<strong>de</strong> uuo <strong>de</strong> adornar el rostro<br />

con dos lagrimones, <strong>de</strong> cruzarlas mauosy mirar<br />

el techo, diciendo: «¡Sefior, líbranos ds las<br />

malda<strong>de</strong>s y vicios <strong>de</strong> estos mo<strong>de</strong>rnos tiempos! a<br />

—Tu charlatanería me enfada. Alacrana.<br />

¿Qué recado me traes?<br />

—¿Qué recado? Tres días <strong>de</strong> santa conferencia<br />

,lie empleado, mi niOo. ¿Qué ha <strong>de</strong> hacer<br />

la pobrecila? Creo que está dispuesta á<br />

echarse fuera y huir contigo á don<strong>de</strong> quieras<br />

llevarla. Para entrar en la casa y en el sagrado<br />

tabernáculo <strong>de</strong> su alcoba, ya tienes las lia-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


GA.IHZ •221<br />

veeitas qne haa forjado poí el mol<strong>de</strong> <strong>de</strong> cera<br />

qne te truje, ¡Olí, dichoso, mil veces dichoso<br />

niño! Ya sabes que la Doña María duernie en<br />

aquella alcobaza <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, y las tres niñas<br />

en iní coarto interior. La sala y dos piezas<br />

más separan un dormitorio <strong>de</strong> otro: no hay<br />

peligro ninguno.<br />

—¿Pera no te ha dado recado escrito ó <strong>de</strong><br />

palabra?<br />

—Me lo ha dado, sí, señor; á fe que es la<br />

niña poco cortés para no contestarte. En esta<br />

hoja do libro que aquí traigo, marca, apunta<br />

y especifica el día, hora y punto en que caerá<br />

en los brazos <strong>de</strong> este haraposo la más...<br />

—Calla y dame.<br />

—Paciencia, Hoy me ha dicho Doña María<br />

que tiene un dormir tan profundo como el <strong>de</strong><br />

los muertos. Eso prueba una conciencia tranquila.<br />

¡Dios la bendigal... Ahora, para darte el<br />

documento, <strong>de</strong>ja caer sobre mí el rocío <strong>de</strong>esas<br />

monedas <strong>de</strong> oro que me fueron prometidas.<br />

Lord Gray dio varias monedas á la vieja, recogiendo<br />

luego un papel que guardó en el seno.<br />

Después se levantó, dÍR¡mestoápartir conmigo.<br />

—Vamonos—le dije,—6 estrangulo á esa<br />

maldita bruja.<br />

—Es una respetable señora esta Doña Eu-"<br />

frasia—me contestó con ironía.—Admirable<br />

tipo que hace revivir á mi lado la incomparable<br />

tragicomedia <strong>de</strong> Rodrigo Cota y Fernando<br />

<strong>de</strong> Rojas.<br />

Y luego, volviéndose hacia la miserable<br />

turba, con voz entre grave y burlona le dijo:<br />

—Adiós, España; adiós, soldados <strong>de</strong> Plan-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


822 13. TEREZ GAMOS<br />

<strong>de</strong>s, eoiiquistadorea <strong>de</strong> Europa y América, cenizas<br />

animadas <strong>de</strong> unageuteque teuía el fuego<br />

por alma y se lia quemado eu su propio calor;<br />

adiós, poetas, Jjérues, autores <strong>de</strong>l Romaucero;<br />

adiós, picaros redomados que ilustráis Almadrabas<br />

<strong>de</strong> Tarifa, Triaua <strong>de</strong> Sevilla, Polio <strong>de</strong><br />

Córdoba, Vistillas <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>, Azoguejo <strong>de</strong> Segovia,<br />

Mantería <strong>de</strong> VaÜadoüd, Perchel <strong>de</strong> Málaga,<br />

Zocodover <strong>de</strong> Toledo, Coso <strong>de</strong> Zaragoza,<br />

2/iicati'n <strong>de</strong> Granada y lo <strong>de</strong>más que no recuerdo<br />

<strong>de</strong>l mapa <strong>de</strong> la picaresca. Adiós, holgazanes<br />

que en uu siglo habéis causado á la bistoi'ia.<br />

Adiós, mendigos, aventureros, <strong>de</strong>votos, que<br />

vestís con harapos el cnei'po y con púrpura y<br />

oro la l'antusfa. Vosotros habéis dado al mundo<br />

más poesía y más i<strong>de</strong>as que Inglaterra clavos,<br />

cal<strong>de</strong>ros, medias <strong>de</strong> laua y gorros dtí algodóü.<br />

Adiós, gente grave y orgullosd, tiuvíesa<br />

y jovial, fecunda eu artificios y trazas,<br />

tan pronto sublime como vil, llena <strong>de</strong> imagiuflciÓHi<br />

<strong>de</strong> dignidad, y con más chispa eu la<br />

mollera que lumbi'e tiene en su masa el sol. De<br />

vuestra pasta se han hecho sautos, guei'reros,<br />

poetáis y mil hombres emiuentes. ¿Es ésta una<br />

masa podrida que no sirve ya para uada? ¿Debéis<br />

<strong>de</strong>saparecer para siempre, <strong>de</strong>jaudo el<br />

puesto á otra cosa mejor, ó sois capaces <strong>de</strong><br />

echar fuera la levadura picaresca, oh uobles<br />

<strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> Guzmó» <strong>de</strong> Alfarache?...<br />

Adiós, Sr, Monipodio, Celestina, Garduña. Justina,<br />

Estebanillo, Lázaro, adiós.<br />

Indudablemente Lord Gray estaba Joco. Yo<br />

no pu<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> reir oyéndole, en lo cual me<br />

imitaron los pilietes á quienes se dirigía, y<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 223<br />

pensé que las i<strong>de</strong>as expresadas por él erati fre-<br />

•cuentcs entre los extranjeros qne venían áEapaña.<br />

Si eraii exactas ó no, mis lectores lo<br />

sabrán.<br />

—Amigo—me dijo el Lord,—uno <strong>de</strong> los placeres<br />

más balagüefioa <strong>de</strong> mi vida es pasar Jargas<br />

horas entre las ruiuas<br />

Marchábamos <strong>de</strong>spacio por la muralla a<strong>de</strong>lante<br />

hacia las Barquillas <strong>de</strong> Lope, cuando<br />

encontraniüs á dos Padres <strong>de</strong>l Carmen que vol-<br />

•vían apresuradamente á su casa.<br />

—Adiós, Sr. Advíncula,—dijo Lord Gray.<br />

— iSan Simeóü bendito!—exclamó perplejo<br />

lino <strong>de</strong> ios frailes,—[Es Milordl ¡Quién le había<br />

<strong>de</strong> conocer en semejante traje!<br />

Uno y otro carmelita .riwrou á carcajada<br />

tendida.<br />

•—Voy á soltar el manto real.<br />

— Creíamos que Milord se habia marchado<br />

:á Inglaterra.<br />

—Y me alegré, si, señor, me alegré—dijo el<br />

'más joven,—porque no quiero eouj pro misos,<br />

y Milord me está comprometiendo. Acabáronse<br />

ias con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncias peligrosas.<br />

•—Bueno,—dijo Gray cors <strong>de</strong>sdéo.<br />

Ei más anciatio preguntó:<br />

•—¿Entró al íiii Milord en el seno <strong>de</strong> la Iglesia<br />

católica?<br />

—"¿Para qué?<br />

—Ese traje—dijo Fray Pedro <strong>de</strong> Advíncula<br />

•con sorna,—-indica que Milord se prepara á<br />

•ello con dolorosas penitencias... Veo que ahora<br />

se las arregla usted por sí mismo, y que no<br />

uecesita amigos.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


234 B. l'liREii GAiDOS<br />

—Sr. Advíncnla, ya no Jos necesito. ¿Sabe<br />

usted qne mañana me marcho?<br />

—¿Si? ¿Para dón<strong>de</strong>?<br />

—Para Malta. Nada tengo qne hacer en<br />

Cádiz. Va}'an al diablo loa gaditanos.<br />

—Me alegro. La señora se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> bien. Su<br />

casa es una fortaleza á piaeba <strong>de</strong> galanes-<br />

¿Sabe usted que lo lia hecho por consejo mío?<br />

—¡Picarón!,..<br />

—¿De veras que ya. no hay nada?<br />

—Nada.<br />

~~Ks una <strong>de</strong>terminación acertada. Hágase<br />

usted católico y le prometo arreglado todo.<br />

—Ya DS tar<strong>de</strong>.<br />

Advincula rió <strong>de</strong> muy buena gana, y apretando<br />

las manos al Lord, ambo-s frailes se <strong>de</strong>spidieron<br />

<strong>de</strong> él con cariflosas <strong>de</strong>mostraciones,<br />

XXIII<br />

Dos horas <strong>de</strong>spués. Lord Gray estaba en el<br />

salón <strong>de</strong> su casa, vestido como <strong>de</strong> co.?tumbre,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber borrado con abundantes<br />

ablaciones la huella <strong>de</strong> sus aventuras picarescas.<br />

Vestido al fin con la elegancia y el lujo qne<br />

le eran comunes, mandó qne pusiesen la cena,<br />

y en tanto qne venían dos personas, á quienes<br />

dirigití verbal invitación por conducto <strong>de</strong><br />

sus criados, paseábase inny agitado en la lar-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 325<br />

ga estancia, A ratos me dirigía algunas palabras,<br />

preguntas iiicoiígnientes y sin sentido;<br />

á ratos se sentaba junto á mí como intentando<br />

hablarme, pero sin <strong>de</strong>cir nada.<br />

Como el oro improvisa maravillas en la casa<br />

<strong>de</strong>l rico, la nie^a (sólo habla en ella cualio cubiertos)<br />

ofi'ecia esplendi<strong>de</strong>z portentosa. Centenares<br />

<strong>de</strong> luces brillaban en dorados can<strong>de</strong>labros,<br />

reflejándose en mil eliispas <strong>de</strong> varios colores<br />

sobre los vasos tallados y los vistosos ja.rros<br />

llenos <strong>de</strong> flores y frutas. El mismo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />

que alli había, como en todo lo perteneciente<br />

áLord Gray, hacia más<strong>de</strong>slumbi'adora<br />

la extraíla perspectiva <strong>de</strong>l pre[)arario festín.<br />

Al fin, naostrando impaciencia, dijo el iaglés:<br />

^Ya no pue<strong>de</strong>n tardaf.<br />

—¿Los amigos?<br />

—Son amigas. Dos muchachas.<br />

—¿Las que dan que hacer á la señora Alacrán<br />

a?<br />

—Araceli—dijo con inquietud,—¿usted oyó<br />

el coloquio que conmigo tuvo aquella mujer?...<br />

lis una indiscreción. Los buenos amigos<br />

cierran los oídos al susurro <strong>de</strong> lo que no<br />

les importa.<br />

—Yo estaba tan cerca, y la señora Alacrana<br />

se cuidaba tan poco <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> un<br />

extraño, que iio pu<strong>de</strong>, cerrar loa oídos. Milord,<br />

lo oí todo.<br />

—^Pues muy mal, muy mal—afirmó coaacritud.—Todo<br />

aquél que se jaete <strong>de</strong> conocer<br />

lo que yo quiero ocultar basta <strong>de</strong> Dios, es mi<br />

enemigo. ¿No he dicho lo mismo otra vez?<br />

SEXTA EDIUIO.V 13<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


226 K. PÉREZ OALDOS<br />

—Entonces reñiremos, Lord Gray.<br />

—Reñiremos. '<br />

—¿Por tan poca cosa? —dije afectando buen:<br />

humor, pues uo me convenía chocar con él en<br />

ocasión ten inoportuna.—Yo soy el más discreto<br />

y pru<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los hombres. Usted mismo<br />

me ha puesto al corriente <strong>de</strong> sus aventuras.<br />

Vamos, amigo mío, seamos francos. ¿No<br />

me dijo usted mismo que pensaba llevársela á<br />

Malta?<br />

Lord Gray sonrió.<br />

—Yo no he dicho eso,^murmur(3 vacilaudo.<br />

—Usted... usted mismo, Y yo prometí ayudarle<br />

ea la empresa, á cambio <strong>de</strong> su auxilio<br />

para matar á mi aborrecido rival, Carrito<br />

Báez.<br />

—Es verdad—dijo riendo.—Bien, amigo<br />

mío. Mataremos á Currito y robaremos á la<br />

muchacha. Eu caso <strong>de</strong> que necesite ayuda,<br />

¿puedo contar con usted?<br />

•—Sin duda. Sólo me falta saber para cuándo<br />

se dispone el gran golpe.<br />

—¿Qué golpe?<br />

—El <strong>de</strong>l rapto.<br />

Lord Gray meditó largo rato. Sin duda ve.-'citaba<br />

en fiarse <strong>de</strong> mí. '<br />

-—Para el rapto no necesito <strong>de</strong> nadie—aseguró<br />

al fin.—Necesitaré, sí, para huir <strong>de</strong> Cádiz,<br />

lo cual no es cosa fácil.'<br />

•—Yo le sacaré á usted <strong>de</strong>l apuro. Sepamos'<br />

cuándo... ' •. '<br />

^¿Cuáudo? . '• '<br />

•f—Para ayudar al amigo necesito pedir li-'<br />

cencía coa anticipacióii. ! ',.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 337<br />

—Es verdacj. Pues bieu: antes nae aiTaiiea-'<br />

té la leugua que revelarle á usted todavía el'<br />

lugar y la persona...<br />

—Ni yo quiero saberlo: lo que me importa<br />

es la hora...<br />

—Es cierto... Bien: repito que ui lugar ni<br />

persona los sabrá usted. Diré ñuicameote...<br />

Sacó un papel, que reconocí como el mismo<br />

que le entregara la Alacrana, y añadió:<br />

-—Este papel fija día y hora. Será mañana<br />

por la noche.<br />

—Basta. Es todo lo qvie necesito saber. Mañana<br />

por la noche.<br />

—Lo <strong>de</strong>más no lo diré ui á mi sombra. Temo<br />

traiciones y emboscadas, y <strong>de</strong>sconfío hasta<br />

<strong>de</strong> mis mejores amigos.<br />

—Ni yo quiero ser indiscreto preguntando...<br />

No me importa. Me basta saber que mañana<br />

á la noohe íeugo que venir á Cádiz para ponerme<br />

á disposición <strong>de</strong> un amigo á quien estimo<br />

mucho.<br />

Yo pensé que Lord Gray escon<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> mis<br />

ojos el papel que tau extraños avisos traía'<br />

para él; pero con gran sorpresa mía, me lo<br />

mostró. Era una hoja <strong>de</strong> un libro, en cuya<br />

margen había algunas rayas con lápiz.<br />

—¿Esta es la carta? A fe que no puedo enten<strong>de</strong>r<br />

lo que dice, ni es fácil conocer ei carácter<br />

<strong>de</strong> la escritura.<br />

—Yo !o entiendo bien... Estas rayas se refieren<br />

á <strong>de</strong>terminadas letras <strong>de</strong> los renglones<br />

impresos, y con un poco <strong>de</strong> paciencia se <strong>de</strong>scifra.<br />

Pero me parece que sabe usted bastante.<br />

Silencio, pues, y no se nombre más este.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


i<br />

S28 B. PÉKEZ GAÍ.DÓS<br />

asunto. Me mortifica, me pone nervioso y colérico<br />

el ver que Lay lilguien que posee una.<br />

parte <strong>de</strong> mi secreto. Ahoi'a !io peusemos más<br />

que en Currito Báez. Amigo, siento <strong>de</strong>seó<br />

irresistible, anhelo profundo <strong>de</strong> matar á un<br />

hombre.<br />

—Yo también.<br />

—¿Cuándo le <strong>de</strong>spachamos?<br />

—MHfiaua por la noche se lo diré á usted.<br />

—¿Quiere usted que le ejercite un poco en<br />

la esgrima?<br />

—Nada más oportuno. Vénganlos floretes.<br />

Espero adquirir <strong>de</strong> aquí á mañana tanta <strong>de</strong>streza<br />

como mi maestro.<br />

Empezamos á tirar.<br />

— ¡Olí, qué fuerte está usted, amigol—dijoai<br />

recibir una estocada medianijla.<br />

—No estoy mal, no.<br />

—[Pobre Currito Báezl<br />

—Si. ¡Pobre Curritol Mañana veremos.<br />

Sonó en la escalera gran estrépito; suspendimos<br />

a! punto ei juego, permaneciendo con<br />

los floretes en la mano en actitud observadora,<br />

y he aquí que entran metiendo ruido, y<br />

cual brazos <strong>de</strong> mar que todo lo arrollan é inundan<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> si, dos mozas <strong>de</strong> lo mt-jor que<br />

pue<strong>de</strong> criar Andalucía. ¿Las conocéis? Erau<br />

Maria Encarnación, llamada la Churriana, y<br />

Pepilla la Poenca, á quien nombraban así^<br />

por ser sobrina <strong>de</strong>l Sr. Poenco.<br />

—]EndiuoteI—exclamó una cori'ieiido ligerfsima<br />

hacia mi amigo.—-¿Cónio tanto tiempo<br />

sin verte? ¿No sabías que esta probé se estaba.<br />

murieodo?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ •2-29<br />

—Miloro está eiicalabiiuao por aquí <strong>de</strong>ntro,<br />

•y ya uo quiare Dada con la geute <strong>de</strong> la Viüa,<br />

—Amable canalla—dijo el inglés,—seutaog.<br />

Seutaos y cenemos.<br />

Los cuatro tomamos asiento, y no pasó<br />

<strong>de</strong>spués nada digno <strong>de</strong> contarse, por lo cual<br />

me abstengo <strong>de</strong> quitar espacio y atención á<br />

asuntos <strong>de</strong> mayor importaiicia.<br />

XXIV<br />

D. Diego <strong>de</strong> Rumblar fué á <strong>de</strong>spertarrhs á<br />

'ini alojamiento en la Lar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l siguiente día.<br />

.No liabieiido podido dormir en la noche, había<br />

yo pasado en calentiu-ientos suefios parte<br />

<strong>de</strong>l día, y me hallaba al <strong>de</strong>spertar afectado <strong>de</strong><br />

gran postración. Mi alma, llena <strong>de</strong> tristeza, ae<br />

abatía, iuoapaa <strong>de</strong>l menor vuelo; y encontrándose<br />

inferior á si misma, hasta parecía per<strong>de</strong>r<br />

aquella antigua peua que le producían sus<br />

.propias faltas, y se adormecía en torpe iiidlferencia.<br />

Tolerante con los errores, con loa<br />

extravíos, con el vicio mismo, iba <strong>de</strong>gradándose<br />

<strong>de</strong> hora en hora, D. Diego me dijo:<br />

—Te participo que el sábado <strong>de</strong> esta sema-<br />

-na tendrán lugar en casa dos acoütecimientos.<br />

Yo me cano, y mi hermana entrará <strong>de</strong><br />

.novicia en las Capuchiuas <strong>de</strong> Cádiz.<br />

—Lo celebro.<br />

—Ya he perdido aquellos escrúpulos, liijoa<br />

-<strong>de</strong> una <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za excesiva y ridicula. Mi ma-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


230 a. PÉREZ CALDOS<br />

má me dice que soy uu asDo si al punto na<br />

me <strong>de</strong>cido.<br />

—Tiene razÓLi.<br />

—-A<strong>de</strong>oaás, chico, has <strong>de</strong> saber que mi macuá<br />

me ha sitiado por hambre.<br />

— |Por hambre!<br />

—Sí, hombre. Asegura que nuestra fortuna<br />

está por ¡os suelos á cansa <strong>de</strong> la guerra, y luego<br />

aña<strong>de</strong>: «Como no te cases, hijo, ¡no aé cómo<br />

podremos vivirla A todas éstas ni un real<br />

para mis gastos. Eminente joven, gloria <strong>de</strong> la<br />

patria, si le prestaras cuatro duros al señor<br />

Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Kumblar, Püuropa entera te lo agra<strong>de</strong>cería.<br />

Le di los cuatro duros.<br />

—Gracias, gracias, benemérito soldado. Te<br />

los pagaré cuando me caae. Dime, ¿no te parece<br />

que hago bien en <strong>de</strong>sechar vanos escrúpulos?<br />

—¿Eao qué duda tiene?<br />

•—Lord Gray no ha vuelto por casa; nadie<br />

sabe dón<strong>de</strong> está, y es probable que haya marchado<br />

á Inglaterra.<br />

—Creo que, en efecto, se ha marchado á eu<br />

país.<br />

—Te advierto que mi novia no me pue<strong>de</strong><br />

ver ni pintado; pero eso no hace al caso. Mi<br />

madre me ha bloqueado por mar y tierra, y<br />

yo me rindo, chico, me rindo á discreción,<br />

Oou mi señora mamá no hay burlas, amiguito.<br />

[Si vieras qué coscorrones meda...l He tenido<br />

que hacer llaves nuevas para po<strong>de</strong>r salir<br />

<strong>de</strong> noche. Pues ¿y mis hermanitas y mi novia?<br />

Hace lo menos dos meses que no saben<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

i í


• t<br />

r<br />

CÁDIZ 331<br />

<strong>de</strong> qué colores la calle. Ni siquiera salen á<br />

misa; en paseos no hay que pensar. Han sido<br />

plavados por <strong>de</strong>ntro los cristales <strong>de</strong> los balcoaies,<br />

y no se Íes permite que tengan á la raauo<br />

papel, tiuta ni plumas. Las tres infelices están<br />

que da lástima verlas <strong>de</strong> marchitas y acongojadas,<br />

y <strong>de</strong> seguro preferirían la peor vida<br />

<strong>de</strong>l mundo á la que ahora llevan, aguantando<br />

con gusto palos <strong>de</strong> marido 6 rigores <strong>de</strong> aba<strong>de</strong>sa,<br />

con tal <strong>de</strong> abandonar las sombrías mazmorras<br />

<strong>de</strong> mi casa. No ven á otros hombrea<br />

que á mí y á D. Paco. ¿Te parece que estarán<br />

divertidas?<br />

—¿Usted sale por las noches <strong>de</strong> su casa?<br />

—Bí: ¿no sabes que ahora voy todas las<br />

joches á una renniíSn <strong>de</strong> hombres solos, dondo<br />

se trata <strong>de</strong> política? (Encantadora, <strong>de</strong>liciosa<br />

es la polítieal Pues te diré: nos juntamos<br />

en una casa <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> la Santísima Trinidad,<br />

y allí estamos horas y más horas hablando<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia y <strong>de</strong>J servilismo, diciendo<br />

perrerías <strong>de</strong> los frailes, escribiendo á trozos el<br />

graciosísimo papel satírico que se llama El<br />

Diten<strong>de</strong> <strong>de</strong> los cafés. Nos ocupamos <strong>de</strong> la vida<br />

y milagros <strong>de</strong> todo giásque, y criticamos sia<br />

piedad. Pero lo más salado es aquella parte en<br />

la cual con mucho donaire nos burlamos <strong>de</strong><br />

los clérigos, <strong>de</strong> la Inqnisición, <strong>de</strong>l Papa, <strong>de</strong> la<br />

Santa Iglesia y <strong>de</strong>l Concilio <strong>de</strong> Treuto. Átame<br />

esa mosca...<br />

—Por fnerza anda en ese lío el gran Gallardo.<br />

—Si mi madre supiera eeto, me colgaría <strong>de</strong>l<br />

techo <strong>de</strong> la sala, ya que no tenemos almenas<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


232 B. PKKKZ GALÜOS<br />

en qne hacer coiimigoun escarmiento. Vamos<br />

ahora á la terLiiIia, Tambíé» nos reuuimoa <strong>de</strong><br />

día. Hoy van á leer nu folleto que ha escrito<br />

uno en eontestauióu al Dicciunaño manual<br />

para iiitelic/enciíi <strong>de</strong> ciertos escritores que por<br />

equivocación han nacido en España. ¿Conoces<br />

eae iíbrito? Es iiua sarta <strong>de</strong> neceda<strong>de</strong>s. Oatolaza<br />

lo lia llevado á casa, y por ias uoclies él,<br />

el '8r. Tenreyro y mamá lo leen, y celebran<br />

luneho sns sancüos chistes y groserías. Verás<br />

el que va á salir en contestación,<br />

— Por pasar el rato iremos allá,—dije disponiéndome<br />

á salir,<br />

—Esta noche—añadió,^—iremos á casa <strong>de</strong><br />

í*oeiico. Te convido á tinas copas..,<br />

—¡iViHgnifica i<strong>de</strong>al Coando la señora Doña<br />

María dnernia, ss<strong>de</strong> nsterí, se mete la llave en<br />

«1 bolsillo, y á casa <strong>de</strong> Poeiioo... Pasaremos<br />

«na buena noche. Sé qne estarán allí María<br />

Eiicarn9C!


C^VDIZ 233<br />

«imo, había hasta dos docenas <strong>de</strong> personas <strong>de</strong><br />

diferentes eda<strong>de</strong>s, aunque abundaban más qae<br />

los viejos los jóvenes, todos alegt'es y bidlieiosos,<br />

como grey estudiantil, vestidos <strong>de</strong> voluntarios<br />

los unos y con sotana un par <strong>de</strong> ellos,<br />

si no estoy trascordado. Describir la confusita<br />

y bulla que allí reinaba, fuera imposible; piuiarla<br />

variedad <strong>de</strong>sús fachas, la movilidad <strong>de</strong><br />

:8UB gestos y la comezón <strong>de</strong> hablar y reir que<br />

les poseía, fuera prolijo. Unos se sentaban eii<br />

Jas <strong>de</strong>svencijadas SÍUJIR; otros <strong>de</strong> pie sobre las<br />

•mesas, haciendo <strong>de</strong> éstas tribuna, se a<strong>de</strong>straban<br />

en el ííjercicio pai jamentario; algunos disputaban<br />

furiosíunente en los rincones, y no<br />

faltaba quien en las rodillas, ó sobre el breve<br />

•espacio <strong>de</strong> mesa'que <strong>de</strong>jaban libre los pies <strong>de</strong><br />

los oradores, emborronara cuartillas. Era<br />

•aquello no nido, nua ecliadura <strong>de</strong> políticos, <strong>de</strong><br />

.periodistas, <strong>de</strong> tribunos, <strong>de</strong> agitadores, <strong>de</strong> ministros,<br />

y daba gusto ver con cuánto donaire<br />

a-ompíiin el cascarón los traviesos polluelos.<br />

Aquello era club incipiente, redacción <strong>de</strong> periódico,<br />

aca<strong>de</strong>mia parlamenlaria, todo esto y<br />

.algo más, |Qué bervi<strong>de</strong>rol iCuántas pasiones,<br />

cuántas crisis, cuántas revohiciones, .cuánta<br />

historia, en fin, bullían <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel pastel<br />

•que acababa <strong>de</strong> ponerse al fuegol Los hueveci-<br />

Uos que <strong>de</strong>posita la mariposa para dar vida al<br />

gusano, no se abren, no echan fuera la diminuta<br />

ciiatara, ni ésta se <strong>de</strong>sarrolla con más<br />

presteza al calor déla primavera, que aquellos<br />

inocentes embriones <strong>de</strong> gente poljiiea. Su pre-<br />

•cocidad alfombraba, y oyéndoles hablar se les<br />

«reía capaces <strong>de</strong> dar guerra al universo entero.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


234 B. PÉREa CALDOS<br />

Al puuto D, Diego y yo fuiuaos tratados<br />

como antiguos amigos.<br />

— Aliora va á venir ese insigne bibliotecario<br />

<strong>de</strong> las Cortea—dijo uuo,—y nos acabará <strong>de</strong><br />

leer su obra.<br />

—Ya veo cómo tiemblan loa frailea panzados<br />

y tos rollizos canónigos. Yo he dicho que<br />

<strong>de</strong>be grabarse letra por letra con oro y plata<br />

en las esqniuas <strong>de</strong> las calles.<br />

—¡Aquí está, aquí está el insigne Gallardo!<br />

Era altísimo, flaco, <strong>de</strong>sgarbado, amarilleuto,<br />

aieudo <strong>de</strong> notar en au rostro la viveza <strong>de</strong> los<br />

ojoa, así como la regular longitud <strong>de</strong> las abanicadas<br />

orejas. iSingular hombrel Cincuenta<br />

años <strong>de</strong>spués le habéis visto en las callea <strong>de</strong><br />

<strong>Madrid</strong> <strong>de</strong>sfigurado por el rfiedio síglo;- pero<br />

siempre diatinguiéndose muy bien por la prolongación<br />

lougitndinal <strong>de</strong> sn persona; le habréis<br />

viato siempre ñaco, siempre amarillo,<br />

pero autes atrabiíiario que jovial, marchando<br />

á prisa con loa bolsillos <strong>de</strong> un como redingot<br />

gris, llenos <strong>de</strong> libros viejos, con su sombrero<br />

<strong>de</strong> hule hecho i\ laa injurias <strong>de</strong> aguas y soles;<br />

,y ai por acaso diiigísteis vuestros pasos á la<br />

Alberquilla, <strong>de</strong>hesa próxima á Toledo, le veríais<br />

allí sepultado en una biblioteca, don<strong>de</strong> le<br />

<strong>de</strong>voraba, como á D. Quijote la caballería, la<br />

estupenda locura <strong>de</strong> los apuntes; veríaiale encerrado<br />

semanas enteras, sin tomar otro ali-<br />

:mento que el mo<strong>de</strong>stísimo <strong>de</strong> una diaria ración<br />

:<strong>de</strong> sopaa <strong>de</strong> leche. Algo faltaba en aquella cabeza,<br />

para ofrecer e¡ fenómeno <strong>de</strong> que sabiendo<br />

¡cuanto había que saber en materia <strong>de</strong> libros, y<br />

siendo el almacén <strong>de</strong> apuntes y datoa y noti-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 235<br />

cias más colosal que ha existido en el mundo,<br />

jamás hiciese cosa <strong>de</strong> provecho.<br />

Pero uste<strong>de</strong>s no conocieron á Gallardo como<br />

yo !e conocí, en la plenitud <strong>de</strong> su frenesí elerofóbico;<br />

uste<strong>de</strong>s no le oyeron leer como yo las<br />

célebres páginas <strong>de</strong>l Diccionario burhsco, el libro<br />

más atroa y más insolente que contra la<br />

religión y los religiosos se había escrito en España.<br />

Hallábase poseído <strong>de</strong> un estro impío, y<br />

fué la primera musa <strong>de</strong> esa gárrula poesía progresista<br />

que durante muchos aílos atontó á la<br />

juveotud, persuadiéndola <strong>de</strong> que la libertad<br />

consiste en matar curas.<br />

—\A. leer, á leerl—gritaron seis ó siete<br />

voces.<br />

—¿Has acabado el párrafo <strong>de</strong>l Cristianismo?<br />

—Oalma y no me vuelvan loco—dijo Gallardo<br />

sacando «nos papelotes.—No se pue<strong>de</strong><br />

ir tan á prisa,<br />

—Si estás á la mitad, insigne bibliotecario,<br />

habrás llegado al parrafillo <strong>de</strong> la Inquisición,<br />

que caerá en la I.<br />

—No, porque pongo la Inquisición en ía y<br />

griega.<br />

Gran<strong>de</strong>s y estrepitosas y retumbantes risas.<br />

—Aten<strong>de</strong>d un poco, A ver qué os parece esto<br />

do la Constitución—dijo sentándose, mientras<br />

se formaba corrillo en torno sayo.—Ya sabéis<br />

que el asno hilvauador <strong>de</strong>l Diccionario manual<br />

<strong>de</strong>cía que la Constitución será una taracea <strong>de</strong><br />

párrafos <strong>de</strong> Condillac cosidos con hilo gordo...<br />

Pero mirad antes cómo <strong>de</strong>fino el Cristianismo.<br />

•Digo así: aAmor ardiente á las rentas, honores<br />

y maudos <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> Cristo. Los que<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


236 B. PÉREZ SAtDlis<br />

poseen este amor saben unir todos loa extremos<br />

y atar todos los cubos, y son tan diestros, que<br />

á fnerza <strong>de</strong> amor á la esposa <strong>de</strong> Jesucristo, lian<br />

logrado teñera su disposición dos tesorerfüs,<br />

que son la <strong>de</strong>l arca boba <strong>de</strong> la corte <strong>de</strong> Empuña,^<br />

y la <strong>de</strong> loa tesoros <strong>de</strong> las gracias <strong>de</strong> la coi'te <strong>de</strong><br />

Roma.» Ya' veis que he parafraseado lo que<br />

^iijo el Manual en el párrafo <strong>de</strong>l Patriotismo,<br />

—Bartolillo—preguntó uno,—¿y no le lias<br />

contestado nada á aquello <strong>de</strong> que el alma es<br />

un huesecillo ó ternilla que hay en el. celebro, 6,<br />

seqún, otros, en el diafi'dgma, colocado así como<br />

el palitroquillo que se pone <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los violines?<br />

—Paciencia. Allá va lo que pongo á la voz<br />

Fanatismo... ^Enfermedad fisieo-moral, cruel,<br />

y <strong>de</strong>sesperada, porque los que la pa<strong>de</strong>cen,<br />

aborrecen más la medicina que la enfermedad.<br />

Es una como rabia caniua que abrasa las entrañas,<br />

especialmente á, los que arrastran hopalandas.<br />

Los síntoinaa son bascas, convulsión,<br />

<strong>de</strong>lirio, frenesí; eu su último período <strong>de</strong>genera<br />

en licantropía y misantropía, en cuyo<br />

estado el enfermo se siente con arranques <strong>de</strong><br />

hacer una gran hoguera para queiDa.rá medio<br />

linaje humano.<br />

—Eao está bien diclao; pero algo frío, Bartolo.<br />

—Duro, más daro en ellos. Veamos cómo<br />

íte <strong>de</strong>senvuelves en la voz Fraile.<br />

—«Frailes... Ateneión^contiuuó el lector.<br />

—Una especie <strong>de</strong> animales viles y <strong>de</strong>spreciables<br />

que viven en la ociosiiiad á costa <strong>de</strong> los<br />

eudores <strong>de</strong>l vecino en una especie <strong>de</strong> café-fon-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

T<br />

..


CADIZ: 237<br />

das,, don<strong>de</strong> se entregan á todo género <strong>de</strong> placeres<br />

y <strong>de</strong>leites, siii más que hacer que raaearse<br />

la barrigii...»<br />

Aqní no pudieron contener los mozalbetes<br />

Bu entusiasmo, y í'ué tal la algazara y el jaleo<br />

<strong>de</strong> pies y manos, que los transeúntes se <strong>de</strong>tenían<br />

en la calle sorprendidos por el eateuLórt-o<br />

ruido.<br />

—Vaya, señores, que no leo más—dijo Gallardo<br />

guardando sus papeles con orgullo,—<br />

Esto va á per<strong>de</strong>r la novedad cuando se publique.<br />

—Bartolo, echa el Ohhpo.<br />

—-Bartolo, léenos el Papa.<br />

' —Eso se quedará para mañana.<br />

—Ya andan por ahí los Zampatortas con la<br />

cabeza inclinada coinohigo maduro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

saben va á salir tu Dicciünaiio.<br />

—Bartolo, ¿escribes hoy algo contra Lardizábal?<br />

Lardizábal, individuo <strong>de</strong> la Regencia que<br />

había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> fimcionar el año anlerior, i)Ublicó<br />

en aquellos días un tremendo folleto contra<br />

las Cortes.<br />

— ¿Yii? Jamás le he echado paja ni cebada<br />

al Sr. Lardizábal.<br />

—Hombre, <strong>de</strong>fendamos la soberaola <strong>de</strong> la<br />

nación.<br />

—iSi no tiene más enemigos que Lardizáball...<br />

Sopla, y vivo te lo doy,,.<br />

—Miiñaua saldrá bueno nuestro Duen<strong>de</strong>.<br />

—Cuando sea diputado—dijo uno que pollo<br />

enteco parecía sietemesino,—pediré que lodos<br />

los frailes que hay en España sean <strong>de</strong>ati-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


•238 B. PÉREZ GALDOS<br />

Dados á dar vueltas á las norias para sacar<br />

agua.<br />

—De ese modo se regará muy biea a<br />

Maucba.<br />

— Señores, uo olvidarse <strong>de</strong> que mañanahabla<br />

Oatolftza y quizás D. José Pablo Valiente.<br />

—Hay que ir á la tribuna,<br />

—Yo esperaré en la calle pai'a ver la función<br />

<strong>de</strong> salida,<br />

—Bb,., Antonio, échanos mi discurso.<br />

—Uu discurso como el <strong>de</strong> anoche, y sobre el<br />

mismo tema <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia.<br />

—Pero no digas, como el Diccionario ma"<br />

nual, que la <strong>de</strong>mocracia *es una especie <strong>de</strong><br />

guardarropa en don<strong>de</strong> se amontonan confusamente<br />

medias, polainas, botas, zapatos, calzones<br />

y chupas, cou fraques, levitas y ehaquetas,<br />

casacas, sortúes y capotes ridículos,<br />

sombreros redondos y tricornios, mauteoa y<br />

unos monstruos <strong>de</strong> la naturaleza que se llaman<br />

abates.»<br />

—De ese modo ha querido pintar á las<br />

Cortes-<br />

—La <strong>de</strong>mocracia—dijo otro mozalbete con<br />

voz elocuente, aunque ceceosa,—es aquella'<br />

forma <strong>de</strong> gobierno en qae el pueblo, en uso <strong>de</strong> su<br />

soberanía, se rige poy sí mistno, siendo todos los<br />

ciudadanos tan iguales ante la ley que ellos se<br />

imponen, como lo somosdos <strong>de</strong>sterrados ¡lijos <strong>de</strong>-<br />

Eva á los ojos <strong>de</strong> Dios,<br />

—Hombre, repíteme eso, que es muy bonito,<br />

y quiero apren<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong> memoria para <strong>de</strong>círselo<br />

á mi papá esta noche al tiempo <strong>de</strong> ce-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

T


CÁDIZ 339<br />

Dar. A mi papá, que es muy liberal, ie gustan<br />

«stes cosas.<br />

Yo me aburría entre aquella gente, SÍD po<strong>de</strong>r<br />

sacar substancia <strong>de</strong> tan inaguantable coufusión<br />

<strong>de</strong> voces diversas, ni <strong>de</strong> aquel laberinto<br />

<strong>de</strong> opiniones, <strong>de</strong> insensateces, <strong>de</strong> puerilida<strong>de</strong>s,<br />

manifestadas en coro inarmónico, cuyo<br />

susurro hubiera enloquecido la cabeza más<br />

fuerte. Dije á D. Diego que me ruarchaba, y<br />

él se empeñó en que le acompaBase hasta<br />

el fin.<br />

—Yo oigo atentamente todo lo que hablan<br />

—me dijo,—para aprendérmelo d» memoria, y<br />

soltarlo <strong>de</strong>spués ea los cafés y en los ventoirillos.<br />

De este modo voy adquiriendo fama <strong>de</strong><br />

grau político, y cuando me acerco á la mesa<br />

<strong>de</strong>! café, todos mñ dicen: «á ver, D. Diego,<br />

qué pieuaa usted <strong>de</strong> la sesión <strong>de</strong> hoy.»<br />

Nos <strong>de</strong>tuvimos uu poco más; pero al fin pu<strong>de</strong><br />

sacarle <strong>de</strong> allí con grsiu<strong>de</strong>a esfuerzos, y nos<br />

marchauíos á tomar el fresco á la muralla,<br />

—¿Qué diría Doña María^e pregunté,—<br />

si ahora me presentase yo en la casa?<br />

—Hombre, se me figura que lai señora mamá<br />

uo te juzga <strong>de</strong>l todo mai. Ostolaza dice <strong>de</strong><br />

tí mil herejías; pero mamá se opone á que<br />

hablen mal <strong>de</strong> nadie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella... Sin embai^go,<br />

tieues en casa fama <strong>de</strong> ser un terrible •<br />

conquistador <strong>de</strong> hermosuras. Más vale qneuo'<br />

vayas allá, jAh, picaro! ya sé que te gusta<br />

mi hermanita Presentación. Todos los días me<br />

pregunta por tf,.. Por mi parte, si la quieres...<br />

yo sé que eres un hombre honrado,<br />

—En efecto, me agrada.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


240 B. PÉBE^ GALDÓS<br />

—Como que te la Hevaste á las Cortes ana<br />

tar<strong>de</strong>... Sf, cuando salieioii y cayó la bomba,<br />

y les dio auxilio el Padre Pedro Advíueiila...<br />

El pobre D. Faoo estuvo enfermo cinco días...<br />

volvió á casa lleno <strong>de</strong> bizmas, porque eí estallido<br />

déla boinba, ]aaónibrate, chico! le molió<br />

como si le hubieran dado una paliza.<br />

— ¡Desgraciado preceptorl... No olvi<strong>de</strong> usted,<br />

amiguito, que esta uocba hemos <strong>de</strong> ir á<br />

caaa <strong>de</strong>Poeuco.<br />

—Si; |á olvidarme Íbal Las carnes me tiemblan<br />

ya <strong>de</strong>l gusto. ¿Dices que va Pepilla la<br />

Poenca?<br />

—Y toda lafíor <strong>de</strong> la müjeza.<br />

—Me parece que no lia <strong>de</strong> llegar el momento<br />

en que mi señm'a mamá cierre los ojos,<br />

—Aguardo en Puerta <strong>de</strong> Tierra.<br />

—Puerta <strong>de</strong>l Cielo <strong>de</strong>ijía llamarse. ¿Irá también<br />

la Churriana?<br />

•—-También.<br />

—Pues auuque supiera que mi mamá estaba<br />

eu vela toda la noche.,. Adiós,,. me voy á<br />

cenar y á rezar el rosario; <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> hora y<br />

media estaré allá.,.. Tunante, diré á Presentación<br />

que te he visto. iQué conteuta se va á<br />

pouer!<br />

Cuando nos separamos visité <strong>de</strong> nuevo é.<br />

Lord Gray, y como le encontrara dispuesto á,<br />

sahr á la calle, le dije:<br />

—Milord, la señora Con<strong>de</strong>sa (Amaranta)<br />

me encargó ayer que rogase á usted pasase á<br />

verla.<br />

—Ahora marcharé allá,,. ¿Está, usted libre<br />

esta noche?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADTZ 241<br />

—Libre y ala or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> usted.<br />

—Será algo tar<strong>de</strong> cuando yo necesite <strong>de</strong>sa<br />

auxilio, ¿Díin<strong>de</strong> nos encontraremos?<br />

—No espreciso fijar sitio—repuse.—Yo tengo<br />

la seguridad <strong>de</strong> que nos encontraremos. Una<br />

súplica tengo que hacer á usted. Mi espada no<br />

es buena, ¿Quiere usted prestarine esa magnífica<br />

hoja toledana que está en la panoplia?<br />

-—Con mil amores: ahí va.<br />

Diómela, y cambió su arma por la mía.<br />

—jPobre Currito Báezl—dijo riendo.—Han<br />

fijado uste<strong>de</strong>s el duelo para esta noche. Pero,<br />

amigo mío, yo no puedo estar en todas partes.<br />

Esta noche no podré asistir ala muerte <strong>de</strong> ese<br />

hombre.<br />

—¿Pues no ha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r? Hay tiempo para<br />

todo.<br />

—Fijemos horas,<br />

—No es preciso. Ya nos encontraremos.<br />

Adiós.<br />

—Pnes adiós.<br />

Era <strong>de</strong> noche y corrí a! ventorrillo. D. Diego<br />

tardó mucho: pasó una hora, pasaron dos,<br />

y yó no cabía en mí <strong>de</strong> ansiedad y afán. Por<br />

fin le vi aparecer, y calmóse mi febril impaciencia<br />

coa su llegada.<br />

—Poenco^—-gritó dando manotadas sobre la<br />

mesa,—trae manzanilla. ¿Hay algo <strong>de</strong> pescado<br />

para hacer sed?... Querido Gabriel, hombre<br />

benévolo y caritativo, pongo en tu conocimiento<br />

que ahora, al pasar por la calle <strong>de</strong>l<br />

Burro, me dieron ganas <strong>de</strong> entrar en casa <strong>de</strong><br />

Pepe Caifas, y allí perdí los cuatro duros que<br />

me diste esta tar<strong>de</strong>. ¿Llevarías tu lougauimi-<br />

SEXTA BDIGIÓH Ifi<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


242 B. PÉREZ GALDÓS<br />

dad hasta el eslretiio <strong>de</strong> darme otros cuatro?<br />

Ya sabes qne me i:aa


CÁDIZ 343<br />

•brijón,—[Qué gomitaeras teuía aquel diputao<br />

alto, berreudo, quereucioso, y qué cosas les<br />

dijo cuando le dio aquel súpito, engrimpoláudose<br />

tiiol,..<br />

—¿Qué entien<strong>de</strong>s tú <strong>de</strong> eso, Lonabrijóu?...<br />

:Si lo que dijo fué que el pnebra...<br />

—iCn las oi'ejaa tengo el voquible, Vejarru-<br />

00. Fué lo <strong>de</strong> la mococrasia...<br />

—Apostad á cuál es más bruto—dijo Don<br />

Diego con pedantería.—La <strong>de</strong>mocracia, y uo<br />

la mococrasia, es aquella forma <strong>de</strong> gobierno en<br />

que el pueblo, en uso <strong>de</strong> su soberanía, se rige por<br />

.si misnio, siendo todos los ciudadanos iguales<br />

-ante la If-y...<br />

—Justo y cabal, [Qué bien parla este angelilol<br />

Si eo mi poer estuviera, mañana seria<br />

diputado.<br />

—Altíún día me votaréis, amigos Vejarrueo<br />

y Looibrijóii, — dijo mi amigo sintiendo ya en<br />

su cabeza, con los vapores <strong>de</strong>l generoso licor,<br />

el humo <strong>de</strong> la vana ambición.<br />

-—¡Viva el puebro soberauol—gritó Vejarrueo.<br />

— ¡Vivau las .Cortesl—gruñó Lombrijóu batiendo<br />

palmas con el ritmo <strong>de</strong> la malagueña.<br />

— Lo que igo es que un ruedo <strong>de</strong> mucliachas<br />

bailando, con un par <strong>de</strong>guitari'aa y otros tantos<br />

mozos güeuos y un tonel <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Trebujeiía<br />

que dé güelta d la reonda, me gustan<br />

más que las Cortes, don<strong>de</strong> no hay otra música<br />

que la <strong>de</strong>l cencerro que tuca el Presiente, y el<br />

rom-rom <strong>de</strong> los escursos.<br />

—Que vengan las muchachas, que vengan<br />

•las guitarras,—gritó Runjblar, dueño ya t,a,n<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


244 B. PBKEZ GALDOS<br />

sólo <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> aii corto entendimiento.<br />

—Poético, si las traes te hacemos...<br />

—Te hacemos diputao...<br />

—¿Qué es eso? ¡Menistroi ]Viva la libertad<br />

<strong>de</strong> la imprenta y el meuistro señó Poeiieo!<br />

Mientras <strong>de</strong> este modo se enar<strong>de</strong>cía el espíritu<br />

y se exaltaban loa sentidos <strong>de</strong> aquellos<br />

bárbaros, iba pasando mucho tiempo, más<br />

tiempo <strong>de</strong>l que yo quería que pasase sin poner<br />

en ejecución mi peuaamieiito. Hablan sonado<br />

las nueve, las diez, casi las once.<br />

Más fuerte que si twviera algo <strong>de</strong>ntro, la<br />

cabeza <strong>de</strong> mi amigo D. Diego resistía á frecuentes<br />

trasiegos <strong>de</strong>l ardiente líquido; pero<br />

cuando vinieron las mozas y comeuzú la música,<br />

el noble vastago perdió los estribos, y dio<br />

con su alma y su cuerpo en el torbellino <strong>de</strong><br />

la más grosera orgía que ventorrillo andaluz<br />

pne<strong>de</strong> ofrecer al sibaritismo. Bailó, cantO, pronunció<br />

discursos políticos sobre una mesa,<br />

imitó el pavo y el cerdo, y por último, ya muy<br />

tar<strong>de</strong>, cuando el afán me <strong>de</strong>voraba y la impaciencia<br />

me tenía nervioso y aturdido, dio<br />

con su noble cuerpo en tierra, cayendo inerte,<br />

como un pellejo <strong>de</strong> vino. Las mozas formaban<br />

elegantes parejas con Vejarrueo y Lombrijóu;<br />

los guitarristas se divertían por sn cuenta en<br />

otro extremo <strong>de</strong> la taberna; roncaba como una<br />

bestia enferma el gran Poeiico, y la ocasión<br />

era propicia para mí. Tomé las dos llaves que<br />

el durmiente D. Diego llevaba en su bolsillo,<br />

y corrí como un insensato fuera <strong>de</strong> la taberna.<br />

La repugnante zambra habíase alargado<br />

bastante, porque eran ya casi las doce.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADiZ<br />

XXV<br />

245<br />

Yo no corría, volaba, y eu poco tiempo llegué<br />

ala calle <strong>de</strong> la Amargura, morLificado<br />

por el recelo <strong>de</strong> acudir tar<strong>de</strong>. Un hombre que<br />

ee lauza <strong>de</strong>sesperado al crimen, uo experimenta<br />

eu el iustaute <strong>de</strong> perpetrar su primer robo,<br />

su primet asesiuato, emoción tau viva como<br />

la que yo experimenté cuando introduje la<br />

llave; cuando le di vueltas poco á poco para<br />

evitar todo ruido; cuando empujando la puerta,<br />

ya abierta, ésta cedió ante mí sin rechinar,<br />

merced á las precauciones que con este ñn<br />

había tomado D. Diego. Entré, y por un rato<br />

hálleme <strong>de</strong>sorientado en la profunda obscuridad<br />

<strong>de</strong>l zaguán; pero atientas y cnidadoaameute<br />

pu<strong>de</strong> llegar al patio, don<strong>de</strong> la claridad<br />

<strong>de</strong>l cielo que por la cubierta <strong>de</strong> vidrios entraba,<br />

me permitió marchar con pie más seguro.<br />

Abriendo la segunda puerta que daba paso á<br />

la escalera, subí muy <strong>de</strong>spacio asido ai barandal.<br />

El corazón me latía con loca presteza, pareciéndome<br />

tan <strong>de</strong>smesuradamente ensanchado,<br />

que experimenté la sensacióu <strong>de</strong> llevar <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l pecho uu objeto mayor que la casa en que<br />

estaba. Me tenté la espada, por ver si estaba<br />

en mi cintura, y probé si salía con holgura <strong>de</strong><br />

la vaina. En las sombras que me ro<strong>de</strong>aban,<br />

creía ver á cada instante la imagen <strong>de</strong> Lord<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


346 B. PÉREZ GALDÓS<br />

Gray y otra imagen, corrieudo ambas fLiera^<br />

<strong>de</strong> la casa proTanada. Vei'ila<strong>de</strong>ramente, señores,<br />

discurriendo con serenidad, no podía darme<br />

cuenta <strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong> mi arriesgada expedición<br />

allí <strong>de</strong>ntro. ¿Iba á sfitisfacer en la persona<br />

<strong>de</strong> Lord Gray mi aidielo <strong>de</strong> venganza;:<br />

iba á gozarme en mi propio <strong>de</strong>saire, ó á impedir<br />

la violenta <strong>de</strong>ternjinación <strong>de</strong> ¡os locos<br />

amantes? Yo no lo sabía En mi pecho bulliaii<br />

ardientes furores, y se quemaba mi frente circundada<br />

por anillo <strong>de</strong> can<strong>de</strong>nte hieri'o. Los<br />

celos me llevaban en sus alas negras llenas <strong>de</strong><br />

agudas ofias que <strong>de</strong>sgarran el pecho, y <strong>de</strong>jándome<br />

arrastrar no podía prever cuál serla el<br />

término <strong>de</strong> mi viaje.<br />

Al llegar al corredor <strong>de</strong> cristales qtie daba<br />

vuelta á todo el patio, percibí con claridad losobjfitos,<br />

por la mucha luz <strong>de</strong> luna que allí penetraba.<br />

Entonces medité, y formulando vagamente<br />

un plan, dije:<br />

—Aquí buscaré un sitio don<strong>de</strong> ocultarme..<br />

Lord Gray no pue<strong>de</strong> haber llegado todavía. Le<br />

espero, y cuando venga le saldi'é al paso.<br />

Puse atento el oído, y creí sentir uu rumor<br />

vago. Parecíame ruido <strong>de</strong> faldas y pasos muy<br />

tenues. Aguardando un rato, al cabo distinguí<br />

una forma <strong>de</strong> mujer que salía al corredor por<br />

la puerta menos próxima al sitio don<strong>de</strong> yo me<br />

encontraba. Había ailí un alto, pesado y negro<br />

ropero que proyectaba sombra muy obscura<br />

sobre sus costados, y junto á él me guarecí.<br />

Atisbé la figura que se acercaba, y la reconocí<br />

al punto. Era Inés. Acercábase más, y<br />

al íiu pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi. Yo me aplastó-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 247<br />

contra la pared: hubiera querido ser <strong>de</strong> papei<br />

para oiaqiar el nienoi' espacio posible.<br />

A la escasa luz pu<strong>de</strong> advertir en ella uua<br />

gran confusión. Inés ibu. hacia la escalera, volvía,<br />

tornaba á a<strong>de</strong>lantar, retrocediendo <strong>de</strong>spués.<br />

Sus a<strong>de</strong>manes indicaban zozobra vivísima;<br />

más qne zozobra, <strong>de</strong>aespeíación. Exhalaba<br />

hondos puspiros, miraba al cielo como<br />

implorando taisericordia, refloxionaba <strong>de</strong>spués<br />

con la barba apoyada en la mano, y ai fin<br />

volvía á sus anteriores inquietu<strong>de</strong>s.<br />

—Es que le espera—dije para mi.—Lord<br />

Gray no ha venido.<br />

Inés enlrd <strong>de</strong> repente en las habitaciones,<br />

y salió al poco rato con un largo mantón negro<br />

sobre la calicza. Andaba con gran cautela,<br />

y sus <strong>de</strong>licados pies parecía que apenas<br />

esfloraban los lailrillos <strong>de</strong>l piso. Volvió á pasar<br />

junto á mí, dirigiéndose ala escalera; pero<br />

retrocedió otra vez.<br />

—Está loca—pensé;—se dispone á salir sola.<br />

Sin duda él le espera en la calle.<br />

La uuicliaeha <strong>de</strong>scendió dos ó tres peldaños,<br />

y tornó á siiliir. Entonces observé claramente<br />

su rostro: estaba muy inmutada. Balbucía ó<br />

ceceaba, y su aolihiquio, en que se le escapabau<br />

voces articuladas, era <strong>de</strong> lus que indican<br />

una gran agitación <strong>de</strong>l alma. Algunas voces<br />

tenues y, confusas que salían <strong>de</strong> sus labios llegaron<br />

á mi oído, y percibí cuj toda claridad<br />

estas dos palabras: «-Tengo miedo.a<br />

Al pasar cerca <strong>de</strong> mí, no sé ai sintió mi respiración<br />

ó el roce <strong>de</strong> mi cuerpo contra la pared,<br />

porque me era imposible permanecer en abso-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


•#-—-


CÁDIZ 249<br />

—Esta casa está <strong>de</strong>shonnida... ¡Qué vei'giieuzal<br />

Si ma£ía»a <strong>de</strong>spierta Doña María y no<br />

la euciieutra aquí... Vamos, vamos. Yo espero<br />

que me obe<strong>de</strong>cerá,<br />

—¿Quién?<br />

—Asuudón. Voy á buscarla.<br />

—¿En dón<strong>de</strong> está?<br />

—Se ha marchado... Ha huido... Vino Lord<br />

Gray... En la calle te contaré...<br />

Hablábamos tan bajo, que nos <strong>de</strong>cíamos las<br />

palabras en el oído. En un instante, y andando<br />

con toda la prisa que permitía la obscuridad<br />

<strong>de</strong> ia casa, bajamos, abrimos las puertas<br />

y nos encontramos en la calle.<br />

— ¡AjI—exclamó al verme cerrar por fuera<br />

la puerta.—En mi aturdimiento se me olvidaba,<br />

al querer salir, que no teuía llaves para<br />

abrir la puerta.<br />

—¿Pero á dón<strong>de</strong> vas tú, á dón<strong>de</strong> vamos?<br />

—Corramos,—dijo aferrándose ámibrazo.<br />

—¿A dón<strong>de</strong>?<br />

-—A la casa <strong>de</strong> Lord Gray.<br />

Aquel nombre encendió <strong>de</strong> nuevo mi sangro,<br />

y pregunté á Inés con <strong>de</strong>sabrimiento:<br />

—¿Y á qué?<br />

—A buscar á Asunción. Tal vez lleguemos<br />

á tiempo para impedir su fuga <strong>de</strong> Cádiz...<br />

Está loca esa mnehacba, loen, loca, loca... Gabriel,<br />

¿con qué objeto entrabas esta noche en<br />

la casa? ¿Ibas á buscarme..,? ¿Ibas <strong>de</strong> parte <strong>de</strong><br />

mi prima?<br />

—Pero Lord Gray... Explícame eso.<br />

—Lord Gray entró esta noche. Asunción le<br />

esperaba... levantóse callandito <strong>de</strong> su cama y<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


250 B. PÉREZ GAÍJJÓS<br />

se vistió. Yo <strong>de</strong>sperté tanibiéu... Asunción se<br />

llegó á mi cama, cuando iba á partir, y besáudome,<br />

en voz ujuy bajitii me dijo: «Inés <strong>de</strong> mí<br />

coraíón, adiós: me voy <strong>de</strong> esta casa.» Yo salté<br />

<strong>de</strong> mi cama, quise <strong>de</strong>teuerla; pero ia picara lo<br />

teuía todo muy bien dispuesto y salió con grau<br />

ligereza. Quise gritar; pero tuve miedo... La<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que <strong>de</strong>spertase Doña María ea aquel<br />

instaute, me hacía temblar... Se fueron muy<br />

<strong>de</strong>spacito, y eiiaudo me quedé sola... |Ayl lainsensatez<br />

(ie esa chiquilla á quien todos tienen<br />

por santa, me enar<strong>de</strong>cía la sangre. Lord<br />

Gray la i¡a engañado; Lord Gray la abandonará...<br />

Vamos, vamos pronto.<br />

T<br />

— ¡Me parece que estoy soñando! De modo<br />

que AsuncióíJ... ¿Pero qué iiacemos, qué vamos<br />

á <strong>de</strong>cir á Asviiición y á Lord Giay?<br />

—¿Y eso dice un hombre, un caballero, un<br />

militar que lleva espada? Cuando les vi aalir,<br />

sentí Hn impulso <strong>de</strong> cólera... quise correr tras<br />

ellos... luego me ocurrió llamar á los <strong>de</strong> casa...<br />

pero <strong>de</strong>spués, pensando que lo Loejor seria impedir<br />

la fuga <strong>de</strong> Asunción, discurrí si podría<br />

traerla <strong>de</strong> nuevo á casa, con lo cual la Con<strong>de</strong>sa<br />

no se enterará <strong>de</strong> nada... Yo pedí auxilio<br />

al cielo y dije: «Dios mío, ¿qué'pue<strong>de</strong> hacer<br />

una mujer, una pobre y <strong>de</strong>svalida mujer, contra<br />

la pei'fidia, la astucia y la fuerza <strong>de</strong> ese<br />

maldito inglés? Dios po<strong>de</strong>roso, ayúdame en<br />

esta empresa.» Guando yo <strong>de</strong>cía esto, te me presentaste<br />

tú. I<br />

—fi,Y cuál es tu intención?<br />

—Yo dudaba si salir ó no. Era una locura<br />

aaljr... ¿Qué hubiera podido lograr sola? Nada.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


oLmz 251<br />

Ahora es distinto. Me presentaré en casa <strong>de</strong><br />

ese bandido; procúrale convencer á esa <strong>de</strong>sgraciada<br />

<strong>de</strong> la miserable suerte que le espera.<br />

[Olil nunca le creí capaz <strong>de</strong> acto tau abominable...<br />

Haré lo posible por traérmela conmigo...<br />

Un hombre ine acompaña; no temo á Lord<br />

Gray, y veremos si persiste en sus viles proyectos<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti.<br />

—-No persistirá. Lo que está pasando es un<br />

plan admirable déla Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

—La pobre Asnumóii es una tonta. Su fondo<br />

es bueno; pero cou la santidad, con el encierro<br />

y con Lord Gray se le ba convertido la imaginación<br />

en un hervi<strong>de</strong>ro. Nos queremos muelio.<br />

Varias veces he conseguido <strong>de</strong> ella con mis<br />

calinosas amonestaciones más que su madre<br />

con el rigor y toda la Iglesia católica con sus<br />

santida<strong>de</strong>s... Volverá, volverá con nosotros...<br />

[qué peligroso paso!... ¡Ella y yo fuera <strong>de</strong><br />

casa!... Corramos, corramos. La casa <strong>de</strong> ese<br />

hombre está en el fin <strong>de</strong>l mundo.<br />

—Lord Gray abandonará su presa. Ya pronto<br />

llegamos. Lord Gray tendrá el castigo que<br />

merece.<br />

—¡Así te oyera Dios! ¡Pobre Asunción! ¡Pobre<br />

auiigal ]Tan buena y tan loca! Se me parte<br />

et corazón al consi<strong>de</strong>rarla <strong>de</strong>shonrada y perdida<br />

para siempre. La arrancaremos <strong>de</strong> manos<br />

<strong>de</strong> su seductor... No, no huirá <strong>de</strong> Cádiz.,. Aún<br />

faltan muchas horas para el día... Vamos,<br />

corramos pronto.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


. 353 B. PÉREZ QALDÓS<br />

XXVI<br />

Llegamos por fin á casa <strong>de</strong> Lord Gray, Toqué<br />

fuertemente á Ja puerta, y un criado soñoliento<br />

y inallíamorado bajó á abrirnos.<br />

—El señor no está,-—nos dijo.<br />

Creyendo que nos engañaba, empujé puerta<br />

y portero para abrir paso, y entramos diciendo<br />

Í<br />

—Sí está. Me consta íjue está.<br />

Como la casa <strong>de</strong> Lord Gray era centro <strong>de</strong><br />

aventuras, y allí entraban con frecuencia hombres<br />

y mujeres á distintas horas <strong>de</strong>l día y <strong>de</strong><br />

la noche, el criado no puso obstáculo á que<br />

invadiéramos imperiosaineute la casa, y guiándonos<br />

á la sala, encendió luces sin cesar <strong>de</strong><br />

repetir:<br />

—El sefíor no está; el señor no ha venido<br />

esta noche.<br />

Inés, <strong>de</strong>sfallecida, <strong>de</strong>jóse caer en un sillón.<br />

Yo recorrí la casa toda, y, en efecto. Lord Gray<br />

EO estaba. Después <strong>de</strong> mis pesquisas, Inés y<br />

yo nos miramos con angustiosa perplejidad,<br />

confandidos ante lo inútil <strong>de</strong>l arriesgado paso<br />

que habíamos dado.<br />

—No están, Inés. Lord Gray ha tomado sus<br />

precauciones, y es inútil pensar en impedirla<br />

fuga.<br />

—¡Inútil! —exclamó con dolor.—No sé qué<br />

peusar. Llévame otra vez á mi casa, ¡Dios mío<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CA.DIZ 253<br />

santíaimo, si nie sienten llegar contigo!... ¡Si<br />

Doña María se levanta y ve que A.9nnci(^u y<br />

yo no estamos allí!... ¡Esto ha sido una locural<br />

iDesgi'aciada Asuneiónl |Tau buena y tan<br />

loca!<br />

Inés lloraba con vivo dolor la pérdida <strong>de</strong> su<br />

amiga.<br />

—Para mí es como ai hubiera muertoañadió.—iQueDios<br />

la perdone!<br />

—Engañado por su aparente santidad, jamás<br />

creí que tuviera tan ciega pasión por un<br />

hombre.<br />

—Sn hipocresía es superior á todo lo que<br />

pue<strong>de</strong> concebirse. Ha aprendido á disimulac<br />

con tal arte sus sentimientos, que todos se engañan<br />

respecto á ella.<br />

—Para <strong>de</strong>círtelo todo <strong>de</strong> una vez, Inés, yo<br />

creí que la que amabaá Lord Gi-ay eras tú, Todos,<br />

iücluBo Amarunta, creían lo mismo.<br />

—Ya lo sé. Yo misma tengo la culpa <strong>de</strong><br />

esto, porque <strong>de</strong>seando evitar á mi amígalas<br />

crueles reprensiones y castigos <strong>de</strong> su madre,<br />

callaba y sufría siempre, y las sospechas caían<br />

sobre mí. Conmigo tenían cierta tolerancia, y<br />

como sólo se trataba <strong>de</strong> carlitas y tonterías,<br />

<strong>de</strong>jé corree el engaño pasando por casquivana...<br />

Algunas veces me apropiaba <strong>de</strong>liberadamente<br />

las faltas <strong>de</strong> Asunción, por el beneficio<br />

que me traían... ¿no entien<strong>de</strong>s? mi mayor<br />

gusto era ver rabiar á D. Diego, diciendo que<br />

no se casaría nunca conmigo.<br />

—El espera que pronto le darás tu mano.<br />

Por primera vez en aquella noche la vi reir.<br />

—Yo sabía—añadió <strong>de</strong>spués,—que todas<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


254 B. PISRBZ GALDOS<br />

las sospechas cafan sobre mí, y callaba. Jamás<br />

hiibiara <strong>de</strong>latado á la pobre Asunción... Esperaba<br />

anaiicarle <strong>de</strong> la cabeza esa locura, y en<br />

una ocasióii creí cojjseguirlo... Lord Gray ¡jo-<br />

DÍa-en juego oiil ingeniosas estratagemas...<br />

¿Tú sabes todo lo que ¡lasó eí día que fuimos<br />

fe las Cortes?... [Hombre más origÍDal!,., Yo<br />

esperaba que siguieías yendo á casa por la noche...<br />

te hubiera infürniado <strong>de</strong> todo... PasaVou<br />

días y meses, y entre lauto, sola y abandoriüda<br />

<strong>de</strong> todos, necesitaba valeioie <strong>de</strong> mis propios<br />

esfuerzos para ir prolougando, prolongando<br />

mi situación, con la esperanza <strong>de</strong> verme libre<br />

algún día... Pero marchemos al punto <strong>de</strong> aquí.<br />

¡Dios mío, qué tar<strong>de</strong>l<br />

—Inés, te he recobrado, te be reconquistado<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> creerte perdida para siempre—afirmé,<br />

olvidando la situación en que no9 encontrábamos.—Has<br />

resucitado para mí. jQuerida.<br />

mía, imitemos la conducta <strong>de</strong> Asunción y Lord<br />

Gray, y vamonos por esos mundos!<br />

Me miró con severidad.<br />

—¿Deseas volver á aquella horrible prisión,<br />

más cerrada y más sombi'ía que la casa <strong>de</strong> los<br />

BequejosP^le dije con exaltación, estrujando<br />

sus manecitas enire las mías.<br />

— Más vale esperar—me contestó.—Llévame<br />

á mi casa.<br />

—lOtra vez allól^exclamé <strong>de</strong>teniéndola en<br />

su marcha con la barrera <strong>de</strong> mis bi'azos, que<br />

hubieran querido ser muralla in<strong>de</strong>structible<br />

para separarla <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l mundo. —]Oi.ra<br />

vez allá! Ya no te volveré á ver más. Se ce-'<br />

rraráu las puertas <strong>de</strong> ese purgatorio presidí-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADTZ 255<br />

•do por Doña María, y adiós para siempre,<br />

Querida mía, vamos A casa <strong>de</strong> Amarauta: allí<br />

te coi¡venceremos. Sabias lo que te importa<br />

más que uada en el mundo.<br />

Inés <strong>de</strong>mostraba gran impaciencia,<br />

—|Pero uü momento máa, un momentol<br />

Pasau meses sin veile. Sabe Dios hastaciiáudo<br />

no nos veremos. ¿No sabes lo qae me pasa?<br />

El Gobierno ha dispuesto que salga una expedición<br />

para <strong>de</strong>seinbnrcar en Cartagena y socorrer<br />

A las pui-Lidas <strong>de</strong> Castilla. j\Je hau <strong>de</strong>signado<br />

para formar parte <strong>de</strong> ella. Pobre soldado,<br />

tengo que obe<strong>de</strong>cer. ¿Cuándo nos volveremos<br />

á ver? Nimca. No te separes <strong>de</strong> mí esta<br />

noche. Salgamos <strong>de</strong> aquí, y le llevaré al lado<br />

<strong>de</strong> la Cím<strong>de</strong>sa tu prima.<br />

—iNo, á casa, á casal<br />

—La puerta <strong>de</strong> aquella mausión me parece<br />

que es la losa <strong>de</strong> tu sepulcro. Cuando se cierre,<br />

<strong>de</strong>jándote <strong>de</strong>ntro, todo se acabó.<br />

-^No, yo no quiero salir como Asunción,<br />

acecliando el sueño <strong>de</strong> su madre para escapar.<br />

Yo no quiero salir así <strong>de</strong> mi encierro, sino en<br />

pleno día, con las puertas abiei-tas y á la vista<br />

<strong>de</strong> todos. Vamonos. ¡Qué locura he hecho<br />

•esta noche. Dios mlol Asunción, ¿dón<strong>de</strong> estás?<br />

.¿Hfis muerto ya para mí y para lus <strong>de</strong>más?...<br />

No puedo estar aquí ni ün instante más. Me<br />

parece que siento la voz <strong>de</strong> Doña María llamándome,<br />

y los cabellos se me erizan <strong>de</strong> espanto.<br />

Inés se dirigió á la salida. En el mismo instante<br />

oímos ruido <strong>de</strong> un coche en la calle.<br />

Aguardamos, sintiendo que alguien subía, y<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


256 B. PI5RHZ GALUOS<br />

por fin abrióse la puerta <strong>de</strong> la sala, y apareció<br />

Lord Grray. Estaba fosco, agitado, soiubrío.<br />

Nos miró con asombro; qaiso reír, pero sa<br />

colérico serablaute no echaba <strong>de</strong> sí más que<br />

rayos. Temblaba <strong>de</strong> ira; iba <strong>de</strong> un lado para<br />

otro <strong>de</strong> la sala, como uu tigre en su jaula; uos<br />

miraba; nos <strong>de</strong>cía algo inconexo, risible, estúpido,<br />

y luego hablaba consigo mismo en<br />

monosílabos incomprensibles, mezclando la<br />

lengua inglesa con la española.<br />

—Sr, <strong>de</strong> Araeeli, buenas noches... Y usted,<br />

nifia, ¿qué hace aquí? ¡Abl ya... Mi casa sirve<br />

<strong>de</strong> refugio á los amantes... Sois más afortunados<br />

que yo... ¡Con<strong>de</strong>nación eterna para las<br />

niñas mojigatas!... Uu hombre como yo... No<br />

<strong>de</strong>bí acce<strong>de</strong>r... ¡Por San Jorge y San Patriciol...<br />

^Lord Gray—dije,—hemos venido á esta<br />

casa con móvil uauy distinto <strong>de</strong>l que usted<br />

supone.<br />

—¿En dón<strong>de</strong> está Asunción?—-preguntó<br />

Inés con vehemencia.—No, no saldrán uste<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> Cádiz. A'^oy á alborotar toda la ciudad.<br />

—¿Asunción?—repuso el inglés pateando<br />

con cólera y elevando el puño.—He sido un<br />

necio... pero mañana veremos... El <strong>de</strong>monio<br />

me lleve si cedo,., ¿Qué <strong>de</strong>cía usted? Asunción...<br />

es una niña honradita y formalita...<br />

¡Maldito bigotismf.,. Macho lloro, mucho hipo,<br />

mucho suspirito... ¡Mala pestel,.. ¿Qué <strong>de</strong>cía<br />

usted?... Perdone usted... Estoy nervioso...<br />

<strong>de</strong>spido fuego y electricidad,,. Pues como <strong>de</strong>cía,<br />

Asunción...<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 257<br />

—Sí, ¿dón<strong>de</strong> esfá? Es usted UQ malvado, ,<br />

—La ^íobrecita niña está j'a <strong>de</strong>vuelta en su<br />

casa rezando el Confiteor con ks iiiaiieeitas<br />

cruzadas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l allarejo... ]Maldila3 sean<br />

las uiñüs piadüsasl... Parece que su volimtad<br />

ha <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> roca, y es cera <strong>de</strong> iglesia. Están<br />

buenas pai'a sacristanes... Pues sí. En su casa<br />

está ya <strong>de</strong> regreso. El seráfico arcangeliHo se<br />

asustó al veíae solo coumigo en lugar extraño...<br />

[No se encuentran más que en la sacristía!...<br />

Lloró, rabió, quiso matarse, escandalizó<br />

la casíL <strong>de</strong> aquella ilustre Doña Mduiea, á don<strong>de</strong><br />

la llevé... Jamás me iia pasado otra como<br />

ésta... [Pobre gatita, cómo mayabal ¡Qué lastimeros<br />

ayesl [Qué gritos para clamar por su<br />

honorl... Nada, es preciso ser fraile ó sacristán...<br />

En fin, ya está otra vez en su casa, á<br />

don<strong>de</strong> acabo <strong>de</strong> llevarla sigilosamente, lo mismo<br />

que la saqué... Señora Doña Inesita, veo<br />

que es usted nuijer resuelta... usteii se ha<br />

echado ala calle con este insigne mancebo...<br />

No hay que hacer aspavientos <strong>de</strong> honor y <strong>de</strong>-r.<br />

más bambolla,,. La señora Con<strong>de</strong>sa me lo ha<br />

contado todo esta tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cruz á la fecha...<br />

Ella quería que yo me comprometiese<br />

á librarla á usted <strong>de</strong> su cautiverio, y convino<br />

en ello... Pero uste<strong>de</strong>s lo han sabido arreglar.<br />

Así se hace... Esta noche las contrarieda<strong>de</strong>s<br />

y las <strong>de</strong>sdichas son para mí... Pero mañana...<br />

tomaré precauciones... O hizo Lucifer á laa<br />

mojigatas para reírse <strong>de</strong> los enamorados, ó las<br />

hizo Dios para castigarlos... Recapacitemos.<br />

[Dios, Diosi...<br />

—Salgamos al iostanfce <strong>de</strong> aquí—dijo Inés.<br />

SBXTA EmciÓN 47<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


258 B. PÉRKZ GA.LDÓS<br />

•—Este hombre está loco. Si es cierto que la<br />

iDfeiiz ha vuelto á casa, pronto lo f abremos.<br />

Impulsado por una daterminacióu súbita,<br />

dijt! al inglés:<br />

—iMilord, ¿me presta usted su coche?<br />

—Está á lu puerta.<br />

—Pues vamos.<br />

Elijamos. Cogí á Inés en mía brazos, y subiéndülii<br />

en la ¡dta caiToza (una <strong>de</strong> las singularida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l Cádiz <strong>de</strong> entonces, introducida<br />

por Lord Gray), dije al cochero:<br />

—A casa do la señora <strong>de</strong> Cisniega, en la<br />

calle <strong>de</strong> la Verónica.<br />

XXVII<br />

—¿A. dón<strong>de</strong> me llevas?—preguntó Inés con<br />

•espanto cuando me senté junto á ella <strong>de</strong>utro<br />

<strong>de</strong>l coche, que empezó á rodar pesadamente.<br />

— Ya lo has oído. No me preguntes por<br />

qué. Allá lo sabrás. He tomado esta resolución<br />

y no liay fuerza humana que me aparte<br />

<strong>de</strong> ella. No es una calaverada: es un <strong>de</strong>ber.<br />

— iQné dicesl Yo ssli por salvar á mi amiga<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>shonra, y la <strong>de</strong>shonrada soy yo.<br />

—Inés, oye lo que te digo. ¿Estás <strong>de</strong>cidida<br />

á casarte con D. Diego?<br />

—Déjate <strong>de</strong> simplezas.<br />

—Pues entonces calla, y resígnate á ir á<br />

don<strong>de</strong> yo to llevo. Una serie <strong>de</strong> acooteeimien-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

M.


CÁDIZ 259<br />

toa provi<strong>de</strong>riciales te Im puesto en mi po<strong>de</strong>r, y<br />

fivei'ia cometer un crimeu ai te llevara <strong>de</strong> nuevo<br />

A aquel aborrecido encierro, don<strong>de</strong> al ñu<br />

peiías victima <strong>de</strong>l egoísmo fanático, y <strong>de</strong> la<br />

idsopurLable autoridad <strong>de</strong> quien no tiene nia-<br />

};úii <strong>de</strong>recho á martirizarte... Pobi'ecilla, gca-<br />

Im en tu memorial lo que te estoy diciendo y<br />

más tar<strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cirás esta locura raía. No, no<br />

volvfirás allá. No pienses más en D;>ña María.<br />

Cciiilía en mí. Diuje: ¿te he engaíiado alguna<br />

vez? Des<strong>de</strong> que nos conocimos, ¿no has sido<br />

jiHia mí una criatura venerada á quien <strong>de</strong> uin-<br />

}!un modo se pue<strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r? ¿No has visto<br />

siempre en mi, junto con el cariño más vivo<br />


260 B. PÉREZ GALDÓS<br />

caso; lio pienses en eilss; considérate libre.<br />

Vivirás al amparo <strong>de</strong> la única persoua quetiene<br />

<strong>de</strong>recho á mandar eu t(; serás libre; disfrutarás<br />

<strong>de</strong> los goces inoceiiLeg, <strong>de</strong> los nobles<br />

placeres <strong>de</strong> la Naturaleza; podrás mirar al<br />

cielo, admirar las obras <strong>de</strong> Dios; podrás ser<br />

buena sin hipocresía, alegre sin <strong>de</strong>senfado,,<br />

vivir ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> peifonss que te adoren, y<br />

con la couc-ieneia en paz y tranquila. No interrumpirá<br />

til sueño la cavilación <strong>de</strong> los fingimieiilos<br />

que teudiás que hacer al día siguiente<br />

para que no te casLiguen. No te verás<br />

en el doloroso caso <strong>de</strong> mentir; no te aterrará<br />

la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dasposarte con un hombre aborrecido;<br />

uo estarás espuesla á la alteruativa <strong>de</strong><br />

que peligre tu virtud ó seus <strong>de</strong>sgraciada, <strong>de</strong>sgraciadísima<br />

y digna <strong>de</strong> lástima eu esta breve<br />

vida, y luego con<strong>de</strong>nada en la eteruidad <strong>de</strong> la.<br />

otra.<br />

— Gabriel—me dijo ella baflada el rostro en<br />

lágrimas,— no eiilitudo lo que me dices. Nopuedo<br />

creer que seas capaz <strong>de</strong> engafiarme.<br />

¿Lo que dices es una locura ó qué es...¥ ¿A.<br />

dón<strong>de</strong> me llevas?... Por Dios, no hagas una<br />

locura. Cochero, cochero, á la calle <strong>de</strong> la<br />

Amargura.<br />

^El cochero irá don<strong>de</strong> yo le man<strong>de</strong>—exclamé<br />

alzando la voz, porque el ruido <strong>de</strong>l qarriiBJe<br />

nos obligaba á hablar á gi-¡tos.—Regocíjate,<br />

Inés; alégrate, amiguita. El aspecto <strong>de</strong><br />

tu existencia va á cambiar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta noche.<br />

jCuántas penas, pobrecila; coáuias alternativas<br />

y vaivenes en lan pocos aSosIPorun lado<br />

tú, por otro yo. Ambos sujetos á mil fatigas^.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


' i-n-ntf-"-~>^"''"" - -<br />

CÁDIZ 261<br />

mecidos y arrastrados por este oleaje terrible<br />

que ya nos sube, ya nos baja, ya nos junta,<br />

ya nos separa...<br />

—Es verdad, es verdad.<br />

—jPobre amiga mfal ]Q,nién había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte<br />

que en tu f^i'an<strong>de</strong>za serías tan <strong>de</strong>sgraciada<br />

como en tu miserial<br />

—¡Sí, es verdad, es verdad.. .1 Pero me <strong>de</strong>jo<br />

• arrastrar por tu <strong>de</strong>mencia. |Llévame á mi casa,<br />

por Diosl Después concertaremos...<br />

—Ya está concertado...<br />

—Pero mi familia... Yo teogo nombre y fa-<br />

•milia...<br />

—A eso voy.<br />

—No, no puedo consentirlo. Es imposible<br />

-que me engafies... lA casa, á casal ;Qué dirán<br />

•<strong>de</strong> mil iVirgen Sautísimal<br />

—No dirán nada.<br />

—Yo tengo imaginado un gran plan...<br />

—Este plan es el mejor... Tu prima acabará<br />

•<strong>de</strong> dártelo á conocer. Al diablo Doña María y<br />

la <strong>de</strong> Leiva.<br />

—Es el jefe <strong>de</strong> la familia. Ella manda.<br />

—Aliora mando yo, Inés. Obe<strong>de</strong>ce y calla.<br />

,¿No recuerdas que en todos ios instantes supremos<br />

<strong>de</strong> tu vida has necesitado <strong>de</strong> mi ayuda?<br />

Ahora es lo mismo. Hace tiempo que buscaba<br />

esta ocasión... te atiababa con vigilante<br />

mirada... quería robai'te, como te robé en casa<br />

<strong>de</strong> los Requejos, y al fin lo he conseguido...<br />

•Que venga acá DoQa Macía á arrancarte <strong>de</strong><br />

mi po<strong>de</strong>r. Lo <strong>de</strong>más te lo dirá tu prima. Ya<br />

.llegamos.<br />

Fuera que confiaba en mí entonces como ea<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


262 B. PÉREZ GALÜÓS<br />

otras ocasiones <strong>de</strong> sa vida, abandonándose á<br />

aquel <strong>de</strong>stino suyo, <strong>de</strong> que yo hubía sido tuntas<br />

veces celoso ejecutor; fuera que un vtigo<br />

presentimiento la inclinaba á aprobar mi conducta,<br />

lo cierto es que no ¡ñzo esfuerzos pjirn<br />

resistir, cuando entré con ella en la capa y la<br />

condnje arriba, <strong>de</strong>spertando con el eatruemio<br />

<strong>de</strong> mi llegada á todos los señores y <strong>de</strong>pendientes.<br />

Gran susto tuvo Amaranta a! sentir tan á<br />

<strong>de</strong>shora los golpes y voces coii que yo me<br />

anuncié. Al salir á mi encuentro, Doña Fldra<br />

y la Con<strong>de</strong>sa estaban aturdidas <strong>de</strong> puro asombradas.<br />

—¿Qué es esto? ¿Cómo has salido <strong>de</strong> la cnsn?<br />

—exclamó Amaranta, besándoln con ternnia.<br />

—A Gabriel <strong>de</strong>bemos sin duda esta buena<br />

obra.<br />

—¡Qué placer estar junto á usted, querida<br />

primita!—dijo Inés sentámlose en el sofá <strong>de</strong> la<br />

sala tan cerca <strong>de</strong> Amaranta, que casi estaba<br />

sobre sus rodillas.—Me olvido <strong>de</strong> la falta que<br />

he cometido huyendo <strong>de</strong> mi casa, y los grilus<br />

<strong>de</strong> mi conciencia son ahogados por la gran felicidad<br />

que ahora siento. Estaré im ratito un<br />

ratito, nada más.<br />

—Gabriel—dijo Amaranta con el rostro<br />

inundado <strong>de</strong> lágrimas, —¿cuándo sale la expedición?<br />

Yo pediré permiso para marchar eii<br />

ella y nos llevaremos á Inés.<br />

—¡Huir!—exclamó !a muchacha con terror.<br />

—Yo apareceré á los ojos <strong>de</strong> todos como una<br />

criatura sin pudor qne <strong>de</strong>shonra y envilece á<br />

su familia... Volveré ó. casa <strong>de</strong> Doña Maifa.<br />

— ¡Fuera engañosas apariencias!—gritó yo^<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 2S3<br />

—Por más que vuelvas á todos lados la vistap<br />

no eiicoiilrarós más familia que la que eu estoa<br />

niomeutos te ro<strong>de</strong>a.<br />

La Con<strong>de</strong>sa con su mirada penetrante quiso<br />

imponerme silencio; pero j'o im podía cjiUnr, y<br />

los pensamientos que se agitabiiti con febnL<br />

empuje en mi cerebro, afluían precipitadamente<br />

á mis lnbios, dándome una locuacidad<br />

que uo podía contener.<br />

—El entrañable amor que te hamnnifestado<br />

siempre la pei'pona en cuyos brazos estás,<br />

¿uo te dice nada, Inés? Cuando pasaste <strong>de</strong> la<br />

humildad <strong>de</strong> tu niñez é la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> tu juventud,<br />

¿qué brazos te estrecharon con cariño?<br />

¿Qué voz te consoló? ¿Qué corazón respondió<br />

al tuyo? ¿Quién te ijizo llevailera la<br />

soledad <strong>de</strong> tu nobleza? Seguramente has comprendido<br />

que entre ella y tú existían lazos <strong>de</strong><br />

parentesco niiis estrechos que los qne leconoce<br />

el mundo. Tú Jo conoces, tú lo sabes: tu corazrtii<br />

uo pue<strong>de</strong> haberse engaííado en esto.<br />

¿Necesito <strong>de</strong>círtelo más claro? La voz <strong>de</strong> la<br />

Naturaleza antes <strong>de</strong> ahora, en todas ocasiones,<br />

y más que nunca ahora mismo, clamará <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> tí para <strong>de</strong>clarártelo. Señora Con<strong>de</strong>sa,<br />

abrácela usted, porque nadie vendrá á arrancarla<br />

<strong>de</strong> manos <strong>de</strong> su verda<strong>de</strong>ro dueño. Inés,<br />

<strong>de</strong>scansa tranquila en ese seno, que no encierra<br />

egoísmo ni intrigas Ctmtra tí, sino solo<br />

amor. Ella es para ti lo más santo, lo más noble,<br />

lo más querido, porque es tu madre.<br />

Diciendo esto callé; <strong>de</strong>scansé, ciuno Dios<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber becbo el nuindo. Hallábame<br />

tan satisfecho <strong>de</strong> haber Labiado, que las lá-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


264 B. PÉREZ GALDÓS<br />

grimas, la tnrbaciói], la emoción silenciosa y<br />

profunda <strong>de</strong> ias dos mujeres, abrazadasy oprimidas<br />

una conti'a olracomo queriendo formar<br />

una solii persoua, me Imlngaban más que al<br />

orador elocuente los aplausos <strong>de</strong> la nuilUlud<br />

y el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong>l triunFo. Las últimas palabras<br />

ias solté como se eelia afuera algo que uos<br />

ahoga.<br />

XXVIII<br />

Mientras madre é hija espaciaban á sus anchas<br />

y á solas los setitimientos y ternezas <strong>de</strong><br />

Su conizóii, yo me encontraba (seis horas <strong>de</strong>spués<br />

délo contado y ya muy entrado el día)<br />

freote á frente <strong>de</strong> mi seQoía Dofia Flora, separada<br />

fu persona <strong>de</strong> la mía tan sólo por la<br />

breve snpeificie <strong>de</strong> una mesa, don<strong>de</strong> dos regulares<br />

tazniiea <strong>de</strong> chocolate nos servían <strong>de</strong> almuerzo.<br />

Hablamos un rato <strong>de</strong>l acontecimiento<br />

que mis lectores conoüen, y <strong>de</strong>spués, arrimando<br />

con'arte ia conversación hada asunto más<br />

<strong>de</strong> su gusto, me dijo:<br />

—Amaranta me asegura que no miras con<br />

malos ojos á esa jovenzucla que nos trajiste<br />

anoche, iBonita formalidad es la tuya! ¿Y qué<br />

dirán <strong>de</strong> un chiquillo que en vez <strong>de</strong> inclinarse<br />

á buscur apoyo para sus inexpei'ieneias en la<br />

compañía <strong>de</strong> personas mayores, se enloquece<br />

con las niñas <strong>de</strong> sa misma edad?... Vuelve en<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

-.


I<br />

C.IDIZ 265<br />

tí, hombre... oye la voz <strong>de</strong> la razón... penétrate<br />

bien <strong>de</strong>...<br />

—Vuelvo, oigo y penetro, señora Doña Flora.<br />

Estoy arrepentido <strong>de</strong> mi locura... Tentóme<br />

•el <strong>de</strong>monio y... Pero siento pasos, que se me<br />

.figura son <strong>de</strong>l Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto.<br />

—Jesús, María y José... ]y tá alii tan serio<br />

toiíiaudo chocolate conmigol,.. Pero, hombre,<br />

jy el pudor, y la <strong>de</strong>cencia)<br />

No pudo continuar porque entró D. Pedro,<br />

todo ileno <strong>de</strong> bizmas y parches, fruto amarguísimo<br />

<strong>de</strong> la brillante campaüa<strong>de</strong>] Condado.<br />

Levantóse azorada Doña Flora, y dijo:<br />

—Sr. D. Pedro... es una casualidad, créalo<br />

usted... que se encuentre aquí este mozuelo...<br />

Nunca está, una libre <strong>de</strong> calumniaa... Este<br />

chico es tan loco, tan imiiru<strong>de</strong>nte...<br />

Congosto me miró con ira, y tomando asiento,<br />

habló así:<br />

•—Dejemos á un lado esa cuestión. A su<br />

tiempo serA tratada... Ahora vengo á <strong>de</strong>cir á<br />

usted que se prepare á recibir ala sefiora COQ<strong>de</strong>sa<br />

<strong>de</strong> Rumblar, que vieue seguida <strong>de</strong> respetables<br />

personas para que le sirvan <strong>de</strong> tes-<br />

'tigos.<br />

—|D¡os mío! iLii justicia en rai casal<br />

—Parece que Lord Gray robó anoche á la<br />

seBora Doña Inesitn, <strong>de</strong>positándola aquí.<br />

—I Es uu error! ¿Pero <strong>de</strong> veras viene Doña<br />

María? Yo estoy temblando... Alguieii ha entrado<br />

en la C&3H.<br />

No había acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo, cuando sintióse<br />

ruido abajo, y arriba gran conmoeiÓQ.,<br />

Apareció Amaranta, apareció Inés, emitiéroQ-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


266 B. PÉREZ GALDOS<br />

se distintos parecereb; pero prevnleeid el <strong>de</strong><br />

que se recibiese <strong>de</strong>corosamente á la <strong>de</strong> Runablar,<br />

contestando á sus cargos eu el terreno<br />

legal, si eüa en el mismo los bacía.<br />

Todos, menos Inés, nos reunimos en la sala,<br />

y á poco entró el lúgubre cortejo, presidido<br />

por Doña Í\íarfa, con una pompa y severa majestad<br />

que le habrían envidiado reinas y emperatrices.<br />

Profundo silencio reinó en la sala<br />

por un instante; mas rompiólo al fin, sin gastar<br />

tiempo en saludos, Duna María, no ¡ludiendo<br />

contener el volcán qne bramaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

las cavida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su peclio.<br />

—Señora Con<strong>de</strong>sa—dijo,—venimos íl casa<br />

<strong>de</strong> usted eo busca <strong>de</strong> nna doncella puesta á<br />

mi cuidado, la cual ha sido robada esta noche<br />

<strong>de</strong> mi casa por un hombre que se supone sea<br />

Lord Gray.<br />

—Aquí está, sí, señora—repuso Amarauta.<br />

—Es Inés. Si estaba puesta a! cuidado <strong>de</strong><br />

personas extrafías, yo la reclamo porque ea<br />

mi bij^.<br />

—Señora-—dijo Doña María temblando <strong>de</strong><br />

cólera,—ciertas supercherías im producen efecto<br />

ante la <strong>de</strong>claración cutegórica <strong>de</strong> la ley. La<br />

ley no la reconoce á usted por madre <strong>de</strong> esa<br />

joven.<br />

—Pnes yo me reconozco y <strong>de</strong>claro aquí <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> los que me escuchan, pai'a que conste<br />

con arreglo á <strong>de</strong>recho. Si usled alega una<br />

l®yi yo alego otra, y entre tanto, mi hija no<br />

saldrá <strong>de</strong> mi casa, porque á ella ha venido espontáneamente<br />

y por sn propia voluntad, no<br />

seducida por un cortejo, sino con <strong>de</strong>liberado<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


'<br />

CÁDIZ 267<br />

propósito <strong>de</strong> vivif ároi ¡ado, como hija obediente<br />

y cariniisa-<br />

—No me sorpren<strong>de</strong> !a eondncla <strong>de</strong> Lord<br />

Gray—dijo U^fui M(iria.—Los nobles <strong>de</strong> Inglaterra<br />

suelen C"rrea[ion<strong>de</strong>f <strong>de</strong> este modo 6.<br />

la hospitalidad que se,lea da en las capas honradas...<br />

Pero no <strong>de</strong>bo entpar tan sólo á él,<br />

hombre <strong>de</strong> mundo, privadi) do i<strong>de</strong>as religiosas,<br />

y ciego ante la luz <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra y única<br />

Iglesia: no. ¿Qué ha <strong>de</strong> hacer el ciego sino<br />

tropezar? A quien principalmente acuso es á<br />

ella: !o que más que nada me asombra es la<br />

liviandad <strong>de</strong> esa machucha casquivana... Verda<strong>de</strong>ramente,<br />

señora Cun<strong>de</strong>sa, voy creyendo<br />

qvie tiene usted razón en llamarla BU bija. Arbid<br />

y fruto con iguales propieda<strong>de</strong>s se distinguen<br />

.<br />

—Señora Doña María—replicó Amaranta<br />

con la voB tan temblorosa á causa <strong>de</strong> la cólera,<br />

que apenas se entendían sus |)(dnhras,—no<br />

vino mi hija sedui:ida por Lord Gray. Viuo<br />

acompañada por él ó por otro, que esto no<br />

hace al caso, y movida <strong>de</strong> propia inspiratiÓQ<br />

y <strong>de</strong>seo. Me congratulo <strong>de</strong>slio, poique así la<br />

persona que mas amo en el nmndo estará libre<br />

<strong>de</strong> corromperse con el mal ejumplo <strong>de</strong>dos<br />

conocidas ninas mojigatas, que escon<strong>de</strong>n á<br />

sus novios bHJo las faldas <strong>de</strong> brocado <strong>de</strong> loa<br />

santos que tienen en su oratorio.<br />

Doüa María se levantó como si el sillón eu<br />

que estaba sentada se sacudiera repelido por<br />

subterránea explosión. Sus ojos fulminaban<br />

rayos; su curva nariz, afilándose y tiiiéudose<br />

<strong>de</strong> uu ver<strong>de</strong> lívido, parecía el cortante pico<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


268 B. PÉREZ GALDÓS<br />

• _ -'MI<br />

<strong>de</strong>l águila majestuosa; movióse convulaivameiile<br />

BU barba picuda, reliquia <strong>de</strong> la aTitigua<br />

casta celtíbera á que pertenecía; IIÍKD ñ<strong>de</strong>máü<br />

<strong>de</strong> querer liablar; mns cou gesto majestuoso<br />

seini-jaute al <strong>de</strong> las reinas <strong>de</strong> la dinastía goda<br />

cuando muudabau baeer aJgiiiia gran justicia,<br />

sefialó á la otra Cou<strong>de</strong>aa, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosamente<br />

dijo:<br />

—Vamonos <strong>de</strong> aquí. No es éste mi lugar.<br />

Me equivoqué. Seüora Con<strong>de</strong>sa, quise que uo<br />

fl6 agiiara esta cuestión; quise evitar á usted<br />

la visita <strong>de</strong> los emisarios <strong>de</strong> la ley. Pero usted<br />

DO merece otra cosa, y no seré yo qiiieu <strong>de</strong>setiijiefie<br />

en esta CHsa el papel que correspon<strong>de</strong><br />

á alguaciles y golillas.<br />

—Como experta en pleitos—repuso Amaranta,—y<br />

conocedora <strong>de</strong> tal laya <strong>de</strong> gente,<br />

pue<strong>de</strong> usí.ed bLi.=car en la familia <strong>de</strong> éstos una<br />

esposa para sn digno hijo el aeñiu- Con<strong>de</strong>, varón<br />

insigne en las tabernas y garitos <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>.<br />

Jugando al monte podrá restablecer el<br />

mermado patrimonio, sin verse en el caso <strong>de</strong><br />

solicitar un enlace violento con unajoveu majorazga.<br />

—Salgamos <strong>de</strong> aquí, señores: son uste<strong>de</strong>s<br />

testigos <strong>de</strong> lo que aquí lia pasado,—dijo Doña<br />

María dirigiéndose á la puerta.<br />

Y sin esperar á más, resueltamente y bramando<br />

<strong>de</strong> ira, que expresaba con olímpico<br />

fruLicimiento <strong>de</strong> cejas, salió <strong>de</strong> la sala y <strong>de</strong> la<br />

casa, seguida <strong>de</strong> los mismos qne le habían<br />

acompañado, á cuya cola iba D. Paco.<br />

Por lai'go rato reinó profundo silencio en la<br />

sala, Amarautaj <strong>de</strong>sahogadas las antiguas có-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 269<br />

leras <strong>de</strong> su pecho, estaba meditabunda y aun<br />

diié que arrepentida <strong>de</strong> todo lo que liabía dicho;<br />

Doña Fiura preocupada, y Gongoí^t», con<br />

loa ojoa fijos eu el suelo, revolvía BÍU duda en<br />

su cabeza altos y caballerescos peusaniieiilos.<br />

Sacó á todos <strong>de</strong> su perplejidad una visita que<br />

nadie esperaba, y que causara general asombro.<br />

Eu la sala se presentó <strong>de</strong> improviso Lord<br />

Gray.<br />

Advertí en su fisonomía las huellas <strong>de</strong> la<br />

agitación <strong>de</strong> la pasada noche, y lo turbado <strong>de</strong><br />

BU liabhir indicaba que aquel singular espíritu<br />

no había recobrado su asiento.<br />

—Eu ¡nal hoia viene, Milord—le dijo secamente<br />

D. Pedro,—Aboi'a acaba <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />

aquí DuGa María, cuyo enojo por las picardías<br />

<strong>de</strong> usted es tan fuerte como justo.<br />

—La he visto salir—repuso el inglés.—Por<br />

eso he entrado. Deseo saber... ¿Se syspecba<strong>de</strong><br />

mí, señora Con<strong>de</strong>sa; se me acusa?...<br />

—¡Pues lio se le ha <strong>de</strong> acusar, hombre <strong>de</strong><br />

Diosl...—dijo D. Pedro.— Pues á fe que le<br />

echó requiebros la señora Doña María... y con<br />

mucha razón por cierto. ¡Pues qué, robar á<br />

la se&ora Duíla luesita, aun COD consentí miento<br />

<strong>de</strong> la que se llama su madrel...<br />

—Vamos, estoy tranquilo—dijo Lord Gray.<br />

—Veo que me imputan las hazaaas <strong>de</strong> este<br />

picaro Araceii, <strong>de</strong>jando en el olvido las mías<br />

propias. Desvaneceré el engaño, aunque, en<br />

realidad, yo acepto todas laa glorias <strong>de</strong> esta<br />

clase que me adquieran adjudicar... La señora<br />

Con<strong>de</strong>sa estara ya contenta. ^-¡^.^<br />

Amaranta no contestó, j<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


370 B. PÉREZ GALDÓS<br />

—Disiiuuie usted—añadió D. Pedro.—Eche<br />

usted sobre el prújiíuo sus uboniiiiables cul]mg.<br />

—Veo con dultir—repuso Lord Gray jovialiiieuLe,—que<br />

en el rostro <strong>de</strong> usted, señor<br />

<strong>de</strong> Congosto, esliiu escrltHs con parches y ungüentos<br />

las giuriüsas págiuas <strong>de</strong> la expedici


CÁDIZ •371<br />

Y aquf está D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto para sosteuer<br />

lo que ha dicho, aquí y fuera <strong>de</strong> aquí,<br />

eu la forma y niauera que usted lo crea conveuieiite.<br />

—¡Oh, Sr. D. Pedro!—exclamó Lord Gray<br />

con jiihiio.—[Qué gran placer me proporcioua<br />

ustetll Des<strong>de</strong> que por primera vez visité esta<br />

noble tierra, he buscado ansiosamente al gran<br />

D, Quijote <strong>de</strong> la Mancha: yo quería verle, yo<br />

quería hablarle, yo quería medir la fuerza <strong>de</strong><br />

mi bra/.o con la <strong>de</strong>l suyo; pero \ay\ hasta íihora<br />

lo he buscado eu vano. I-Ie revuelto media<br />

Península buscando áD. Quijote, y D. Quijote<br />

no aparecía por iiiiiguna parte. Yo creí que<br />

tan noble tipo se había extinguido, disipáadose<br />

eu la corruptora sociedad <strong>de</strong> los mo<strong>de</strong>rnos<br />

tiempos; pero no, aquí está: al fin le encuentro<br />

con idéntico traje y rostro; un Quijote<br />

algo <strong>de</strong>generado en verdad, pero Quijote al<br />

fin, que no se encuentra ni pue<strong>de</strong> encontrarse<br />

más que en España.<br />

—Si usted bromea, señor Lord, yo soy hombre<br />

serio—replicó D. Pedro.—Yo tomo á mi<br />

cargo la <strong>de</strong>funsa <strong>de</strong> esa ultrajada señora que<br />

acaba <strong>de</strong> salir; yo <strong>de</strong>sharé su agravio, y me<br />

tomo á pechos el castigar esta gran injuria que<br />

ha recibido, limpiando con la saugre <strong>de</strong>l traidor<br />

la infame mancha. Esto digo sin uada <strong>de</strong><br />

quijotería. Ya se ve... en esta casa no me entien<strong>de</strong>n.<br />

Es indudable que han entrado aquí<br />

las i<strong>de</strong>as filosóficas, ateas y masónicas, segúu<br />

las cuales ya se acabé el honor y la gran<strong>de</strong>za,<br />

lo noble y lo justo, para que no hayamás que<br />

pillería, liberalismo, libertad <strong>de</strong> la imprenta,<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


273 B. J'EBBZ GALDOS<br />

igualdad y <strong>de</strong>más corruptelas... Lo dicho, dicho.<br />

Juste traje que visto prueba que he tomado<br />

á mi cargo la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> los priueípioa<br />

en cuyo nombre se ha ievautado la uación<br />

contra Bouaparte. |01i, si todos me iniitaranl,.,<br />

¡Si todos, empezando por el traje, acabaran<br />

por las obras!... Pero basta <strong>de</strong> palabras. Elija<br />

usted hora y sitio. AccitJu tau aleve iio pue<strong>de</strong><br />

quedar aiii castigo.<br />

—D. Quijote, sí, es el inismo^dijo el inglés.—D.<br />

Quijote <strong>de</strong>gpiíerado y nacido <strong>de</strong> cru-<br />

'^zamieutos; pero que algo conserva <strong>de</strong> la generosa<br />

sangre <strong>de</strong>l padre, como el mulo lleva<br />

eu sí UQ poco <strong>de</strong> la dignidad y nobleza <strong>de</strong>l<br />

caballo.<br />

—¡Cómol ¿Llama usted mulo á un hombre<br />

como yo?—exclamó Cougosto requiriendo coléricamente<br />

la eepada,<br />

—No, caballero insigne: <strong>de</strong>cía que el quijotismo<br />

español <strong>de</strong> hoy se parece al antiguo<br />

como se parece e¡ mulo al caballo. Por lo <strong>de</strong>más,<br />

acepto el reto <strong>de</strong> usted, y nos batiremos<br />

á la jineta, á pie, con sable, espada, lanza,,<br />

honda, ballesta, arcabuz ó como usted quiera.<br />

Prouto partiré <strong>de</strong> Cádiz, quizá Inañana<br />

mismo. Disponga usted <strong>de</strong> mí cuando guste.<br />

—¿De veras se marcha usted?—dijo Amarauta<br />

saliendo <strong>de</strong> su atonía.<br />

•—Sí, señora, estoy <strong>de</strong>cidido... Vendré á<br />

<strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> usted... Con que, Sr. D.Pedro...<br />

—Lo dicho, dicho. Enviaré mi padrino.<br />

—Lo dicho, dicho. Enviaré el mío.<br />

Salió D. Pedro miráudouos con altanera<br />

soberbia que nos hizo sonreír á todos menos<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

•^


f<br />

CÁDIZ 373<br />

á Doña Flora, la que reprendió al inglés su<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> sajelar á nuevas pniebíis la quebrantada<br />

osamenta <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong>! Condado. Después<br />

la Con<strong>de</strong>sa, que no participaba <strong>de</strong> nues-<br />

• tro humor festivo por la escena cómicíi que<br />

había seguido ala trágica, cual ordinariamente<br />

ocurre eu el mundo, llevóme aparte, y con<br />

aflicción me dijo:<br />

—Temo haberme <strong>de</strong>jado arrastrar <strong>de</strong>masiado<br />

lejos por la ira que me produjo la pi'esencía<br />

<strong>de</strong> aquella mujer. Le dije cosas <strong>de</strong>masiado duras,<br />

y cada palabra me pesa sóbrela conciencia.<br />

Exasperada por loqueladije, tomará venganza<br />

<strong>de</strong> mí; y si acu<strong>de</strong> á la ley, no creo que<br />

la ley me sea fiivorable. Yo no tomé precaución<br />

alguna cuando se verificó el reconocimiento<br />

<strong>de</strong> lüés.<br />

—Venceremos esas y otras diñeulfca<strong>de</strong>s, señora.<br />

—Yo transigiría con ella y con mi lín, con<br />

tal que me <strong>de</strong>jaran á Inés. Creo que cediendo<br />

á Doíia Myría parte <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>rechos mayoraKguiles,<br />

sería fácil aplacar esa furia. La <strong>de</strong> Leiva<br />

no es ni con mucho tan inconquistable-<br />

—¿Quiere usted que lo proponga álti señora<br />

Duna María?... Nada se pier<strong>de</strong>... No sé si<br />

me recibirá; pero intentaré habkrla. Me favorece<br />

el que no sospecha <strong>de</strong> mí eu el suceso <strong>de</strong><br />

anoche.<br />

—Es una buena i<strong>de</strong>a. Si... tampoco sería<br />

malo que yo me mostrase arrepentida <strong>de</strong> las<br />

atrocida<strong>de</strong>s que le dije,.. Le escribiré... no...<br />

]0h, qué confusión, Dios míol No sé qué<br />

hacer...<br />

SlíXTA EWCrÓN 18<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


274 B. PIíREZ GiLDOS<br />

—Cualquiera <strong>de</strong> esos actos me parece aceptable.<br />

—¿Te parece que <strong>de</strong>bo ir allá?<br />

—Hoy lio es eouveiiiente. Se reanudaría al<br />

punto la reyerta, porque aquel volcán en erupción<br />

estará echando fuego, humo y lava por<br />

algún tiempo. Será pru<strong>de</strong>nte que yo me anticipe,<br />

é indique á Doña María esa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> transaccÍDu<br />

que usted le prepone, con tal que no la<br />

priven <strong>de</strong> su hija.<br />

—8í, hazlo lú primero. Yo me arriesgaré á<br />

tratar con mi lí«, que es el jefe <strong>de</strong> la familia;<br />

pero antes conviene tantear á la <strong>de</strong> Üuinhlar,<br />

á ver qué tal sepreaeuta.<br />

—Ante todo, <strong>de</strong>bo indicar pru<strong>de</strong>utemente á<br />

Doña María que usted reccuoce haber estado<br />

algo dura en la entrevista.<br />

—Sí... lo eiieoiiiiendo á tu habilidad, y me<br />

quedo tranquila... Si te recibe mal, no te importe.<br />

Con tal que te <strong>de</strong>je hablar, aguanta d_esprecioa<br />

y <strong>de</strong>sairea.<br />

Hugo ineucióu <strong>de</strong> este diálogo que tuvimos<br />

la Con<strong>de</strong>sa y yo, para que comprenda el lector<br />

la razón <strong>de</strong> la extraña visita que hiee á<br />

Doña María un día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquél tan ruidoso<br />

eu que ocurrió lo que acabo <strong>de</strong> contar.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ Si75<br />

XXIX<br />

'EQ efecto: traslá<strong>de</strong>me á hora que me pare-<br />

•ció oportuna ácasa <strong>de</strong> Duna María, recelando<br />

no ser recibido, pero cnn el firme propósito <strong>de</strong><br />

•no salir <strong>de</strong> allí SÍÜ intentar por todos los medios<br />

ver y hablar á la orgullosa dama. Eucontré<br />

á D. Diego, quien, euiitra mi creeucia, recibióme<br />

muy bien, y me dijo:<br />

— Ya sftbráa los escándalos <strong>de</strong> esta casa.<br />

•Lord Gray es uu canalla. Guando yo dormía<br />

en casa <strong>de</strong> Poeuco, fué allá y uie sacó las lla-<br />

'ves <strong>de</strong>J bolsillo... No podía haber sido otro. ¿Le<br />

viste tú entrar?<br />

—Sr. D. Diego, quiero ver á la señora Con<strong>de</strong>sa<br />

para hablarle <strong>de</strong> un asunto que á esta<br />

familia, lo mismo que á Ja <strong>de</strong> Leiva, importa<br />

mucho. ¿Teudrá la aeflora ¡a bondad <strong>de</strong> reci-<br />

'birme?<br />

Madre é hijo conferenciaron á solas un rato<br />

•allá <strong>de</strong>ntro, y por fin la señora se dignó or<strong>de</strong>nar<br />

que me llevaran á su presencia. Estaba la<br />

•<strong>de</strong> Riimblar en la sala acompañada <strong>de</strong> sus dos<br />

hijas. La madre tenía eu el altanero semblante<br />

lia huella <strong>de</strong> la gran pesadumbre y borrasca<br />

<strong>de</strong>l día anterior, y la penosa impresión se traducía<br />

en una especie <strong>de</strong> repentino euvejeeilaleuto.<br />

De las dos muchachas, Presentacióu<br />

a'evelaba al verme cierta alegría iufautil, que<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


276 B. PÉllEZ GiLDÓS<br />

ni aun ía proximidad <strong>de</strong> sw madre podía domar,<br />

y Asuueiñn una tristeza, una <strong>de</strong>csi<strong>de</strong>ncla,<br />

una langui<strong>de</strong>x taciturna y sombría, seíial propia<br />

<strong>de</strong> los místicos ó apasionados.<br />

La señora <strong>de</strong> Rvimblar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar<br />

á Presentación que se alejase, me recibió con<br />

un exordio severísiino, y luego aOadió:<br />

—No <strong>de</strong>bía ocuparme <strong>de</strong> nada referente á<br />

esa casa don<strong>de</strong> uyer por mi <strong>de</strong>sgracia estuve;<br />

pero la cortesía me obligaá oírle á usted, nada<br />

más que á oirle, por breve tiempo.<br />

—Señora—dijo,—yo me marcharé pronto.<br />

Recuerdo que usted me rogó que no volviet^e<br />

más á su casa. Hoy me trae un <strong>de</strong>ber, un <strong>de</strong>seo<br />

vehemente <strong>de</strong> restablecer la p.iK y armonía<br />

entre personas <strong>de</strong> una misma familia, y...<br />

—¿Y á usted quién le mete en tales asuntos?<br />

—Señora, aunque extraño á la casa, me ha<br />

afectado tan profundamente el agravio recibido<br />

por esta augusta familia, á quien respeto y<br />

admiro (aunque mis enemigos calumniadores<br />

haynu hecho creer á usted lo contrario), que me<br />

sentí vivamente inclinado á terciar <strong>de</strong> parte<br />

<strong>de</strong> usted. Señora Doña María, vengo á <strong>de</strong>cir á<br />

«sted que la Con<strong>de</strong>sa se muestra hoy arrepentida<br />

<strong>de</strong> las duras palabras.,.<br />

—¿Arrepentimientos?... Yo DO lo creo, caballero.<br />

Suplico á usted que no me hable <strong>de</strong>esa<br />

señora. Si es eso lo que usted quería <strong>de</strong>cirme...<br />

La justicia está ya encargada <strong>de</strong> esto<br />

y <strong>de</strong> <strong>de</strong>volver á Inés al jefe <strong>de</strong> la familia.<br />

Asunción alzó la vista y miró á su madre.<br />

Parecía <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> hablarle, pero con tanto<br />

miedo como <strong>de</strong>seo. Al fiu, cobrando valor, se<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


~^::—.- ^^.-.^cjj,n»aoo--jj.^ •<br />

CÁDIZ 277<br />

expresó <strong>de</strong> este modo con voz quejumbrosa y<br />

trisüsima, que producía extraña sensación en<br />

mi oído:<br />

—^Stíñora madre, ¿me permite usted que hable<br />

una palabra?<br />

—Hija mía, ¿qué vas á <strong>de</strong>cir? Tú no entien<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> esto.<br />

—Señora madre, déjeme usted <strong>de</strong>cirle una<br />

•cosa que pienso.<br />

—Está <strong>de</strong>lante una persona extraña y no<br />

puedo uegártelo. Habla.<br />

—Pues yo pienso, señora, que Inés es inoceu<br />

te.<br />

—He aquí, Sr. D. Gabriel, lo que es la limpieza<br />

<strong>de</strong> corazón. Esta tierna y piadosa criatura,<br />

á qufeu una celestial ignorancia <strong>de</strong> las<br />

Mialdu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la tierra eleva sobre el valgo <strong>de</strong><br />

los mortales, es incapaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r que<br />

huya ruines pasiones en ia sociedad. Hga mía,<br />

bendita sea tu ignorancia.<br />

—Inés es inocente, lo repito—afirmó Asunción,—Lord<br />

Gray no pue<strong>de</strong> haberla sacado <strong>de</strong><br />

esta casa, porque Lord Gray no la quiere.<br />

—No la quiere porque no te lo ha dicho...<br />

¿Qué sabes tú <strong>de</strong> eso, hija mía? ¿Tienes acaso<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los ardi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la perfídia, <strong>de</strong> los disimulos<br />

y malignas artes que usa la seducción?<br />

—Inés es inocente—repitió cruzando las<br />

manos.—Algún otro motivo la habrá impulsado<br />

é, abandonarnos, pero no el amor <strong>de</strong><br />

Lord Gray. No; Lord Gray no la ama. ¿Cree<br />

usted en los Evangelios? Pues tan verdad como<br />

los Evangelios es esto que estoy diciendo.<br />

—En otra ocasión me enfadaría—dijo la<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


278 B. PÉREZ GALDOS<br />

madre,—al ver la exageración <strong>de</strong> tu benevolencia.<br />

Hoy mi eajiíritu está quebrantado; anhelo<br />

la trauquilidad, y te perdono.<br />

—¿No me <strong>de</strong>ja usted <strong>de</strong>cir otra cosita queme<br />

falta?<br />

—Acaba <strong>de</strong> nna vez.<br />

—Yo qniero ver á Inés.<br />

—¡Verlal—exclamó con enfado Doña María.—Mis<br />

hijas no estiman sin duda su dignidad.<br />

—Señora, yo quiero verla y hablarla—prosiguió<br />

Asunción con suplicante acento.—Si'<br />

hay eu ella pecado, estoy segura <strong>de</strong> que me<br />

lo confesará. Si no lo hay, como creo, tendré<br />

la dicha <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubi'ir la verda<strong>de</strong>ra causa <strong>de</strong><br />

su fuga, y reconciliarla con la familia.<br />

'—No pieusea en eso. QUK cada cual se entienda<br />

con su conciencia. Si tú á fiierza <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción<br />

y reconcentración, y gracias tambiéU'<br />

al rigor <strong>de</strong> mi pru<strong>de</strong>nte autoridad, has logrado<br />

elevar tu alma á cierto grado <strong>de</strong> beatitud,,<br />

concedido á pocos, no te achiques empefiáudote<br />

en disculpar á los <strong>de</strong>más. La perfecta virtud<br />

anda muy escasa por el mundo. Si eu algunas<br />

honestas moradas, inaccesibles á las<br />

profanida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hoy, se conserva encerrada,<br />

como el más precioso tesoro, no <strong>de</strong>be contaminarse<br />

con el roce <strong>de</strong> la <strong>de</strong>senvoltura. En infausta<br />

hora vino Inés á mi casa. Renuncia éi<br />

verla y hablar con ella, mientras esté fuera <strong>de</strong><br />

aquí. Tu sublimada virtud <strong>de</strong>be quedar satisfecha<br />

con perdonarla.<br />

— No: yo quiero verla, yo quiero ir allá—<br />

clamó la joven <strong>de</strong>rramando <strong>de</strong> súbito un to—<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

I


I<br />

-:.• .- ^,L^.,.:x--^.^_|-^i.<br />

CÁDIZ 279<br />

rreiite <strong>de</strong> lágrimas.—Yo quiero verJa. Inés ea<br />

u!ia buena alma. Estamoa engañados. Ella<br />

no piiedfi haber cometido uiuguiia iiiaia accióu.<br />

Señnra, Lord Gray no la ama ni pue<strong>de</strong><br />

amarla. Quien lo dijese es uu infame que merece<br />

ar<strong>de</strong>r en el iníierno por toda la eternidad,<br />

traspasada la lengua con un hierro can<strong>de</strong>nte.<br />

—Asunción, sosiégate^dijo la nia


280 B. PERBZ GALDOS<br />

sn virtud; yo Lue siento ofeudida y lastimada<br />

por la mala opinióu que hoy se tieue <strong>de</strong> ella<br />

en esta casa. Quiero liacer una buena obra y<br />

volverle su hoour. ¿Por qué ha <strong>de</strong> intervenir<br />

en esto la justicia, si yo cuníío en que la traeré<br />

á cnsn? La justicia es el escándalo... Yo<br />

quiero ver á Inés, y conseguiré <strong>de</strong> ella, con<br />

una palabra, más que toda la curia con una<br />

montaDa <strong>de</strong> papeles. Señora madre, eato que<br />

digo es inspiracióu <strong>de</strong> Dios; me salen esLas<br />

palabrea <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l alma; siento <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

mi un blando susurro, como si la voz <strong>de</strong> un<br />

ángel me las dictara. No se oponga usted á es-.<br />

ta divina voluntad, pues vohmtad divina es<br />

en este momento la mía,<br />

Lft sefioia <strong>de</strong> Rumbiar reflexionó, miró al<br />

techo, <strong>de</strong>spués á mí, luego á su hija, y al fio,<br />

exhalando un ¡londo suspiro, dijo:<br />

—La dignidad yentereza tienen sn límite,<br />

y la razón no pue<strong>de</strong> á veces resistir á las súplicas<br />

<strong>de</strong>l sentimiento y la piedad reunidos.<br />

Asunción, pue<strong>de</strong>s ir á ver á Inés, Te llevará<br />

D. Paco.<br />

La muchacha corrió ligera á vestirse.<br />

—Pues como indiqué á usted, señora Con<strong>de</strong>sa...—-dije,<br />

reanudando mi interrumpida<br />

oonfereucia diplomática.<br />

—Haga usted cuenta <strong>de</strong> que no ha indicado<br />

nada, caballero. Todo ea inútil. Si el objeto'<strong>de</strong><br />

su visita es traerme recados ó proposiciones<br />

<strong>de</strong> la Con<strong>de</strong>sa, pue<strong>de</strong> usted retirarse.<br />

—La señora Con<strong>de</strong>sa se apresara á conce<strong>de</strong>r<br />

á usted...<br />

—No quiero que me conceda nada. El jefe<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

/


CÁDIZ 381<br />

<strong>de</strong> !a fíiinilia es la ^eüora Marquesa <strong>de</strong> Leiva,<br />

y á estas horas ha tomado la? provi<strong>de</strong>ncias<br />

necesarias para que todo vuelva á su lugar.<br />

Nada me correspon<strong>de</strong> hacer.<br />

—¡La señora (Joii<strong>de</strong>sa está tan arrepentida<br />

<strong>de</strong> aí^uellas palabrasl<br />

—Que Dios la perdone... Declino toda responsabilidad..,<br />

¿Pero á qué estos artificios, señor<br />

<strong>de</strong> .Iraceli? ¿Cree usted que no le comprendo?<br />

—Suñora, no liuy artificio en loque digo.<br />

—Vamos, que á mí no se me engaña fáeiíoieuLe.<br />

¿Me faltará entendimiento para compren<strong>de</strong>r<br />

que todos esos supuestos recados <strong>de</strong><br />

la Con<strong>de</strong>sa, son pretexto que usted toma para<br />

«ntrar aquí y ver á mi hija Presentación, <strong>de</strong><br />

quien está tan enamorado?<br />

•—Señora, la verdad, unnea pensé...<br />

—Un ardid amoroso.,, en efecto, no es ningún<br />

crimen, Pero ha <strong>de</strong> saber usted que he<br />

<strong>de</strong>stinado á mi hija al celibato. Ella no quiere<br />

casarse... A<strong>de</strong>más, aunque <strong>de</strong> mis repelidos<br />

inl'ormes resulta que no es u.sted niahí persona,<br />

uo basta... porque, veamos, ¿ijuién es<br />

asted?... ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> ba salido usted?<br />

—Creo que <strong>de</strong>l vientre <strong>de</strong> mi mijdre.<br />

—Bueno será, pues, que renuncie á sns locas<br />

esperanzas.<br />

—Señora, usted pa<strong>de</strong>ce una equivocación.<br />

—Yo sé lo que digo. Ruego á usted que se<br />

retire.<br />

—Pero... si me permitiera usted que acabara<br />

<strong>de</strong> exponerle...<br />

—Ruego á usted que se retire,—repitid coa<br />

grave acento.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


asa ]). PÉREZ GALDÓS<br />

Me retiré, pues, y eu el Corredor una puerta<br />

ae entreabrió para <strong>de</strong>jarme ver el lindo rostro<br />

<strong>de</strong> Presentación y una blanca macecita,<br />

que me saludaba,<br />

XXX<br />

A poeo <strong>de</strong> esto entraba en casa <strong>de</strong> Doña-<br />

Flora. Después <strong>de</strong> enterar á la Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong>l<br />

resultado <strong>de</strong> mi visita, dije á Inés:<br />

—Asuncióo vendrá aquí. Ahora salía coa<br />

D. Paco.<br />

Un momento <strong>de</strong>spués, Asunción entró, y<br />

las dos amigas se abrazaban llorando. Salimos<br />

<strong>de</strong>l gabinete Amarantay yo, <strong>de</strong>jándolas solas<br />

para que hablaran á su gusto; pero ia Con<strong>de</strong>sa,<br />

apostándose tras <strong>de</strong> la puerta, me dijo coa<br />

malicioso acento:<br />

—Yo me quedo aquí para oirlo todo. Serácurioso<br />

lo que hablen. Ya sabes que en palacio<br />

he realizudo gran<strong>de</strong>s cosas escuchando<strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> las cortinas.<br />

—No es ningún negocio <strong>de</strong> Estado loque<br />

•van á tratar. Yo me voy.<br />

—Quédale, necio, y oye... Por no querer<br />

ojr rompimos las amista<strong>de</strong>s en líl Escorial...<br />

Consi<strong>de</strong>ra que han <strong>de</strong> hablar algo <strong>de</strong> tí.<br />

Verdad es que si la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za me or<strong>de</strong>naba<br />

cerrar ios oídos, ia curiosidad me impulsaba<br />

á abrirlos. Venció la curiosidad, mejor dicho^<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

]


CÁDIZ 283<br />

venció !a picara Auiaranta, qne no podía <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> ser cortesana. Las njucbacbas hablaban<br />

alto, y lo oímos todo, y aun veliiinos algo.<br />

—No quería mamá que te viera, Inés—<strong>de</strong>claró<br />

Asunción. — ¡Qué raro acontecimíeutol<br />

Yo me <strong>de</strong>spedí creyendo no verte más... y<br />

ahora yo estoy en casii y tú fuera. ]Hipócrita,<br />

tan preparado lo tenías, y uome habías dicho'<br />

nada!<br />

•—^Te equivocas—repuso loes,—yo no he<br />

salido como tú... Pero no quiero acusarte ahora,<br />

puesto que arrepentida <strong>de</strong> tu gran falta,<br />

volviste á casa <strong>de</strong> tu madre. ¿Has conocido<br />

tu error, has abierto los ojos compreudieudo<br />

el abismo <strong>de</strong> perdición en que ibas á caer, en<br />

que quizás has caído ya?<br />

—No sé lo que me pasa—dijo AsnnciÓQ<br />

apretando las manos <strong>de</strong> su amiga.—Estoy horrorizada<br />

<strong>de</strong> lo que hice. Me volví loca; se me<br />

enceudieron eu la imagiuacióu uuas llamas<br />

que no me <strong>de</strong>jaban vivir, y conociendo el mal,<br />

érame imposible evitarlo. Lord Gray há tiempo<br />

que queiía sacarme <strong>de</strong> la casa: yo me resistíu;<br />

mas al fin tanto pensé eu ello, tanto<br />

discurrí sobre aquel gran pecado á. que él me<br />

quería inducir, que se me clavó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

cabeza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cometerlo, y sin saber cómo<br />

!o cometí, ¿l'or qué no teechastes en mis brazos<br />

para impedii'me salir? Ah(ira vengo á que<br />

me fortalezcas. Yo no puedo vivir lejos <strong>de</strong> tí;<br />

y si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho antes no caí en el lazo, lo<br />

<strong>de</strong>bo á tu buena amistad. ¿Nos separaremos<br />

ahora? Entonces voy á ser muy <strong>de</strong>sgraciada,<br />

querida mía. Vuelve á casa, por Dios, y yo te<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


384 B. PÉREZ GALDOS<br />

juro que lucharé con todas las fuerzas <strong>de</strong> mi<br />

alma para olvidar á Lord Gray, como tú <strong>de</strong>seas.<br />

—Yo DO podré lograr ahora lo que antes<br />

DO logré—replicó lués.—Asuucióu, entra eii<br />

el eoDveiito uiañaua mismo. Cuaudo traspases<br />

la puerta <strong>de</strong> la sauta casa, <strong>de</strong>ja fuera todos<br />

los pensanjieiitos <strong>de</strong> este mundo, pi<strong>de</strong> á<br />

Dios que te libre <strong>de</strong> la gran enfermedad que<br />

pa<strong>de</strong>ce tu ahua, procura formarte <strong>de</strong> nuevo, y<br />

ser otra mujer diferente <strong>de</strong> lo que boj' eres.<br />

— ¡Ayl^exclauíó la otra cou dnlor arrodillándose<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su amiga.-—Todo eso lo<br />

he intüiilado; pero cuanto más he querido DO<br />

pensar en él, más pienso. ¿De qué me vale<br />

rezar, si no puedo representarme imagen DÍÜguna<br />

<strong>de</strong> Dios ni <strong>de</strong> santo que sea distinta <strong>de</strong><br />

la suya...? ¡Ay, Inés! Tú sabes muy bien la<br />

vida que llevamos en casa <strong>de</strong> mi madre; tú<br />

sabes muy bieu la espantosa soledad, tristeza<br />

y fastidio <strong>de</strong> nuestra vida. Tú sabes muy bien<br />

que allí quiere una rezar 3' no pue<strong>de</strong>, quiere<br />

una trabujiir y DO pue<strong>de</strong>, quiere uua ser buena<br />

y no pue<strong>de</strong>. Obligadas por el rigor <strong>de</strong> mi<br />

madre, trabajan las manos, pero no el euteudimiento;<br />

reza la boca, pero no el alma; se<br />

ciegan y abaten los ojos, pero no el espíritu...<br />

Las mil prohibiciones que por todas partes<br />

DOS entürpeceD, <strong>de</strong>apiertau en nuestro pecho<br />

ardientes curiosida<strong>de</strong>s. Ya sabes que todo lo<br />

queremos saber, todo lo averiguamos, y <strong>de</strong><br />

todo hacemos un objeto <strong>de</strong> afanes é inquietu<strong>de</strong>s.<br />

Como sabemos disimular, vivimos eu<br />

realidad cou dos vidas, una para mamá y otra<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


cÁDiz 285<br />

para nosottas mismaa, una vida acá para una<br />

Fola, con sna pesares y sus <strong>de</strong>licias... Como<br />

nos apartan <strong>de</strong>l mundo, nosotras nos hacemos<br />

un mundito á nuestro modo, y ech-tudo fuego,<br />

mucho fuego al horno <strong>de</strong> la nnaginacióu, allí<br />

forjamos todo lo que nos hace falta. Ya lo ves,<br />

amiga, ¿Tengo yola culpa? ¡Sí no lo po<strong>de</strong>mos<br />

remediar; si se nos lia metido <strong>de</strong>ntro un <strong>de</strong>monio,<br />

un <strong>de</strong>monio grandísimo, Inés, al cual<br />

no es posihle eí;har fuera!...<br />

— Tú y tu hermana seréis muy<br />

ciadas.<br />

<strong>de</strong>sgra-<br />

—Sí: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que éi'amoschiquitas, mamá nos<br />

asignó á cada una el puesto que habíamos <strong>de</strong><br />

tener en la sociedad: yo monja; mi hermana<br />

nada. A mí me educaron para el claustro; íi<br />

mi hermana la criaron para no ser nada.<br />

Nuestro entendimiento, imestra voluntad, no<br />

podían apartarse ni tanto así <strong>de</strong>l camino que<br />

se les había trazado: á mí el camino <strong>de</strong>l monjío;<br />

á Presentación el camino <strong>de</strong> no ser nada.<br />

¡Ay, qué niñez tan tiiste! No nos atrevíamos á<br />

<strong>de</strong>cir, niá <strong>de</strong>sear, ni siquiera á pensar cosa alguna<br />

que antes no estuviera previsto é indicado<br />

por mamá. No respirábamos en su presencia,<br />

y nos infundían tanto, tanto pavor sus mandatos<br />

y reprimendas, que nos era impopihlo vivir.<br />

|Ay, para po<strong>de</strong>r vivir nos fué preciso engafiarla,<br />

y la engañamos!..• Dios ó no sé quién<br />

nos inspiraba un día y otro mil ingeniosida<strong>de</strong>s,<br />

y se <strong>de</strong>sarrolló en las dos un talento superior<br />

para el eiigaüo. Yo me esforzaba, sin<br />

embargo, en tener <strong>de</strong>voción, y pedía á Dios<br />

que me diera fuerzas para no mentir y que me<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


286 li. l'EKÜZ GALDOS<br />

hiciera santa; yo se lo pedia todas las noches<br />

cuando me querfabasola y podía rezar con el<br />

corazón. Delante <strong>de</strong> mamá no rezaba sino con<br />

los labios... Pues bien: en cierta época <strong>de</strong> mi<br />

vida llegué á conseguir lo que á Dios pedía:<br />

llegué á aficionarme á las cosas santas; llegué<br />

á sentir un etiLnsiasmo, una exaltación religiosa<br />

semejante á la que ahora siento por<br />

muy disliiito objeto. Me couai<strong>de</strong>raba feliz, y<br />

pedía á la Virgen que conservara en mí tan<br />

agradable estado. Entonces ine perfeccionó<br />

por algún tiempo; se acabaron los disinndos,<br />

y tuve la gran satisfacción <strong>de</strong> hablar repetidas<br />

veces con mi madre sin <strong>de</strong>cir cosa alguna<br />

que no saliese <strong>de</strong> mi corazón. Raudales <strong>de</strong><br />

verdad, <strong>de</strong> fe, <strong>de</strong> amor apacible y místico á<br />

les sanios y santas brotaban <strong>de</strong> él. Yo dije:<br />

«¡Qué fortuna he tenido en que me <strong>de</strong>stinaran<br />

al claustróla Mis insomnios erau dulces<br />

y placenteros, mi imaginación era como un<br />

celaje poblado <strong>de</strong> angelitos. Cerraba los ojos<br />

y veía á Dios... sí, á Dins, no te rías; á Dios .<br />

mismo con su barba blanca y su capa... pues,<br />

como ¡6 pintan...<br />

—Todo eso duró hasta que viste á Lord<br />

Gray con su pelo rubio y su capa negra... pues,<br />

como es,—dijo Inés.<br />

•—Me lo has quitado <strong>de</strong> la boca—prosiguió<br />

Asunción, siempre <strong>de</strong> rodillas y con los brazos<br />

apoyados en los <strong>de</strong> su amiga.—Lord Gray<br />

fué á casa: yo le miré y dije para mi que se<br />

parecía á un San Miguel que eslá pintado en<br />

mi <strong>de</strong>vocionario. Me dijerou que yo era muy<br />

piadosa, y él hizo <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> gran ad-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

1


CÁDIZ 287<br />

miración. Después, eu las noches sucesivas.<br />

empezó á contar las maravillosas aveuturas<br />

<strong>de</strong> sus viajes, y yo le ola con más religiosidad<br />

que si fuera el primer predicador <strong>de</strong>l mundo<br />

uarrando las hermosuras <strong>de</strong>l Cielo. En aquellas<br />

noches, yo no veía alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mí más<br />

•que tigres <strong>de</strong>l África, cataratas <strong>de</strong> Améiica,<br />

pirámi<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Egipto y lagunas <strong>de</strong> Venecia,<br />

Estaba encantada, y ben<strong>de</strong>cía á Dios por haber<br />

creado tantas cosas bellas, incluso á Lord<br />

Gray. |01il Lord Gray no se apartaba <strong>de</strong> mi<br />

imaginacióü. Al sentir sus pasos me era difícil<br />

disimular la alegría; si tardaba, me poiu'a<br />

triste; si hablaba con vosotras y no coniiiigo,<br />

memoria <strong>de</strong> rabia... Le <strong>de</strong>cían siempre que<br />

yo era muy piadosa: ya recordarás que él me<br />

alababa mucho por esto. Mamá nos permitía<br />

-á las tres que habláramos con él. Con el pretexto<br />

<strong>de</strong> la piedad, me <strong>de</strong>cía mil cosas sobre<br />

HSnntos <strong>de</strong> religióu <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vosotras. Una<br />

iiotbe que pudo hablarme asólas me dijo que<br />

me amaba... Yo sentí un sacudimiento; me<br />

pareció que el mundo se había abierto en dos<br />

pedazos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> nosotras. Le miré, y él clavaba<br />

los ojos en mí. Me sentía fascinada y uo<br />

acertaba á contestarle... Todas las noches hablaba,<br />

como sabes, <strong>de</strong> cosas santas; con dificultad<br />

me <strong>de</strong>cía algunas palabras á solas; me<br />

preguntó durante tres noches seguidas si le<br />

amaba, y á la tercera noche le contesté que<br />

si... Tú sabes muy bien cómo nos entendíamos.<br />

Lord Gray me dijo: ÍYO hablaré con<br />

lués cerca <strong>de</strong> tí. Pon ateueión á lo que le diga,<br />

y haz cuenta <strong>de</strong> que te lo digo á ti. Habla<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


288 B. PÉREZ Gfl-LDOS<br />

tú con tn hermano y procura contestarme con<br />

¡lalabras dirigidas á él... Teníamos a<strong>de</strong>más<br />

mil señales. Tú eras tan buena qnete confornntstea<br />

con tn papel. Ojidá no luibieras sido<br />

tan con<strong>de</strong>scencliente. Cuando Lord Gray me<br />

ari'(>jiU)a cartas por la ventana y lú te apriii)iabas<br />

la culpa para librarme <strong>de</strong> las crueles reprensiones,<br />

lejos <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerme en la pendiente,<br />

me hacías precipitar más por ella. Nada<br />

conoció ni ha conocido mamá. jOjalá lo conociei'a,<br />

aunque me hubiese matiidol... ¿Te acuerdas<br />

<strong>de</strong>l día en que fui con ella al convento <strong>de</strong>i<br />

Oiirinen, convidadas por Fray Pedro Advíncula<br />

pura ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una tribuna la función <strong>de</strong><br />

la Virgen? ¡Ay! Después <strong>de</strong> la función un legonos<br />

llevó á ver la sala <strong>de</strong> Capítulo. No sé cómo<br />

ni por qué causa me eucoutré separada<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más en una celdita sombría. Tuve<br />

miedo... <strong>de</strong> repente se me presentó Lord Gi'ay,<br />

quien me estrechó en sus brazos repitiéndome<br />

con ardientes palabras que me quería mucho.<br />

Fué uo segundo y nadsL más; pero en aquel<br />

segundo Lord Gray me dijo qne me era forzoso<br />

partir con él, porque si no moriría <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación...<br />

—Nada do eso me habías dicho,<br />

—Te tenía miedo. Verás lo <strong>de</strong>más. Me reuní<br />

al instante con mi madre y con el lego.<br />

Aquella súplica, ó más bien que súplica mandato<br />

<strong>de</strong> huir con él, se me clavó en el peupamiento<br />

como una espina. No dormía, no vivía,<br />

no pensaba más que en aquello. Me parecía<br />

«n <strong>de</strong>lito horroroso: echaba <strong>de</strong> mi esta i<strong>de</strong>a, y<br />

cuando me encontraba sin ella, salía volando<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAUIZ<br />

289<br />

Ó buscarla, porque ahí ella no podía vivir...<br />

No creas (|ue aborrecí la <strong>de</strong>voción, al contrario.<br />

La irieditaciÓQ era mi <strong>de</strong>licia y ineditaudo<br />

era feliz... |Ay! Lord Gray en todas partes:<br />

Lord Gray eu los altares <strong>de</strong> ia iglesia, en el<br />

<strong>de</strong> mi easa; Lord Giay en el breve espacio <strong>de</strong><br />

calle y <strong>de</strong> mundo qne se nos pennitía ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

nuestro cuarto; Lord Gray en nña rezos, en<br />

mi libro <strong>de</strong> oraciones, en la obscuridad, eu la<br />

iuz, en el bullicio y en el silencio. Las campanas<br />

tocando á misa me hablaban <strong>de</strong> él. JJH noche<br />

se llenaba toda con él. ¡Oh, Inés <strong>de</strong> mi<br />

corazén! ¡Cuan <strong>de</strong>sgraciada soy! ¡Tener esta<br />

enfermedad en el espíritu y DO po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>secharla;<br />

tener esta fj'agua <strong>de</strong> pensamientos en el cerebro<br />

y uo po<strong>de</strong>r echarle aguii, para que 39<br />

apague!...<br />

Bj'eve rato permanecieron las dos amigas en<br />

silencio, y <strong>de</strong>spués Asunción prosiguió <strong>de</strong> este<br />

modo:<br />

—Nos comunicábamos al fin por nn medio<br />

que tú no conociste ni llegaste á so,spochar.<br />

Parece imposible que por tanto tiempo pueda<br />

guardarse secreto tan peligroso sin que por<br />

nadie sea <strong>de</strong>scubierto. Yo le había dicho que<br />

8Í por indiscreción ó vanidad suya alguna persona,<br />

cualquiera que fuese, llegaba á conocer<br />

nuestro secreto, le aborrecerla... Después <strong>de</strong>l<br />

dia eu que hablé con él en las Cortes, cuando<br />

se empeñó en que le habíamos <strong>de</strong> seguir é. bordo<br />

<strong>de</strong> no sé qué barco, y al fin nos euvió á<br />

casa con Fray Pedro Advínculn; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

aquel día, digo, uo le habla vuelto á ver... Mi<br />

madre sospechaba <strong>de</strong> tí y le había prohibido<br />

SKXTA EDICIÓN 49<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


2£10 13. PÉREZ GALBOS<br />

entrar en ca?a. ¿Recuerdas aquella anciana<br />

pordiiipeía que iba á casa á ven<strong>de</strong>i' roKarioa?<br />

¡Pues ella me traía sus recados y le llevaba los<br />

míos. Yo le escribía poiiieiidu ciertos signos<br />

con lápia en nua hi'ja arrancada <strong>de</strong> la Guía <strong>de</strong><br />

Pecadores 6 <strong>de</strong>l Trtihido <strong>de</strong> la Tñhilanión; <strong>de</strong><br />

modo que el gran Fmy L\iis <strong>de</strong> Granuda y el<br />

Padre Riva<strong>de</strong>neyra ban sidonnestrasestafelas.<br />

El me <strong>de</strong>cía cosas liermosfsimas y a¡'asioiiadas<br />

que más me arrebataban y confundían. Jle<br />

pintaba su iní'elicidad lejos <strong>de</strong> nif y lus gran<strong>de</strong>s<br />

dicbas (¡ne Dios nos tenía leservadas. Por<br />

algún tienqio dudé. Yo creo (|ue viéndole, babkndule<br />

ó distrayendo con el trato <strong>de</strong> diversas<br />

gentes mi espíritu, se habría aplacado la<br />

efervescencia, el bullicio, la boi i-as(.'a que yo<br />

sentía <strong>de</strong>ntio <strong>de</strong> mí; peni ¡aylel largo encierro,<br />

la soledad, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sepultariue para siempre<br />

en el claustro, me [leidieron... Inés, figúrate<br />

que el coiazén se <strong>de</strong>stroza y se opiime; que<br />

con la opresión la naturaleza toda, alma y<br />

cuerjio eslallan; figúrate que se siente por <strong>de</strong>ntro<br />

una ibiminación, nua inquietud no corapavable<br />

á las <strong>de</strong>más inquietu<strong>de</strong>s, porque es la<br />

sed <strong>de</strong>l espíritu que quiere saciarse, uini quemazón<br />

que crece por grados, un mareo que <strong>de</strong>sfigura<br />

todo cnanto nos ro<strong>de</strong>a, un impulso, un<br />

frenesí, una necesidad, porque necesidad es la<br />

<strong>de</strong> romper el cerco <strong>de</strong> bierro qae nos estrecha;<br />

figúrate esto, y me compren<strong>de</strong>rás y mediseidparás...<br />

Yo <strong>de</strong>cía: «Sí, Dios mío, rae marcbaj'é<br />

con él, me marchará.» Momentos <strong>de</strong> alegiía<br />

loca sucedían á otros <strong>de</strong> tiii^leza más negra que<br />

el purgatorio. Gloriase infiernos se sucediau<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 291<br />

rápidamente unoa tras otros <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi pedio.<br />

Dudaba, <strong>de</strong>seaba y temía, basta que ua<br />

día dije: «Sé que me cou<strong>de</strong>naré, pero no me<br />

imiioria con<strong>de</strong>narme...B y <strong>de</strong>spués me poníaá<br />

llorar pensando en k <strong>de</strong>shonra <strong>de</strong> mi familia.<br />

Por último, pudo más mi amor que todas las<br />

consi<strong>de</strong>raciones, y me <strong>de</strong>cidí. Lord Gray, por<br />

unos mol<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cera que le envié, lalsificó laa<br />

llaves <strong>de</strong> la casa; le esciibí fijando bora, fué...<br />

salí... Pero ¡aj! al verme fuera <strong>de</strong> cas-a, parece<br />

que se me cayó el cielo encima con todas sus<br />

estiellas... Lord Gray me llevó á una casa que<br />

eplá muy cerca <strong>de</strong> la nuestra, en la calle <strong>de</strong> la<br />

Novena... No era aquélla su vivienda. Salió<br />

uniL señora <strong>de</strong> edad á recibirnos. Yo me sentí<br />

acongojada y aturdida, empecé á llorar, y pedí<br />

ariiieiitenienteáLünl Gray que me llevase otra<br />

Vez á mi casa. Quiso consolarme; el sentimiento<br />

<strong>de</strong> la honra se encendió eti mí con inusitada<br />

fiieiza, y la vergüenza me inflamaba el alma<br />

tomo antes la pasión. Deseé la muerte y bus-<br />

'qué un arma para extinguir mi vida; Lord<br />

Gcíiy fingió enojarse ó se enojo realmente. Dfjome<br />

algunas palabras duras. Prometí amarle<br />

con más vivo cariüo si me volvía á mi casa.<br />

Viendo que no accedía á mis súplicas, grité;<br />

acudió la señora anciana, diciendo que la vecindad<br />

se había alarmado y que nos fuéramos<br />

á otra parte. Irritóse Lord Gray y amenazó á<br />

¡a Ktüora vieja con aborcarla. Después pareció<br />

conlbrmarse con mi <strong>de</strong>seo, y dándome mil<br />

quejas llevóme sin dilación á mi casa. Por el<br />

camino me aseguró que partiría pronto para<br />

Inglaterra y que le concediera otra entrevista.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


292 ¡í. PÉREZ SA.LDOS<br />

Yo se lo prometí, porque al paso que meatenaha<br />

la i<strong>de</strong>a do mi dcslioiior, me liúda muellísimo<br />

dallo su <strong>de</strong>teJDiiiiaoióu <strong>de</strong> partir para<br />

IiiglaleiTa... |Ay, Inés, qué iiocliel Eiitré eu<br />

casa llena <strong>de</strong> miedo. Me ]>arecia ver á mi ma-dre<br />

epperáudome en la escalera emi una espada<br />

<strong>de</strong> fuego... Subí temblando... Tardé más <strong>de</strong><br />

una hora en volver á mi cuarto, porque uo<br />

andaba, sino que me arrastraba lentamente<br />

para no liaeer ruido. Al fin, llegsndo á la alcoba,<br />

corrí á tu cama para confesártelo todo: -<br />

no estabas allí. Figúrate cuál sería mi confusión.<br />

—Yo <strong>de</strong>sperté—dijo la otra.-—Creí sentir<br />

pasos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa. Te vi salir, y por uu<br />

iuslante el temor uo me permitió hacer ningim<br />

movimieuto ni tomar resolución alguna. Quise<br />

<strong>de</strong>s[tués corree tras <strong>de</strong> tí: yo sabía que tt-nía<br />

po<strong>de</strong>r bastante para <strong>de</strong>struir tu alucinación, y<br />

fiaba eu el cariño que no.s piofesiunos, en lo<br />

que me <strong>de</strong>bes, eu la <strong>de</strong>uda que tienes conmigo •<br />

por haberte librado <strong>de</strong> las sospechas <strong>de</strong> tu madre.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tu oprobio me volvía loca...<br />

Salí eu busca tuya. Lo <strong>de</strong>más no necesitabas<br />

saberlo. Yo no soy esclava <strong>de</strong> la autoridad <strong>de</strong><br />

Doña Maria como lo eres tú; aquella casa no<br />

es la mía; mi casa es ésta. Asunción, queridaamiga<br />

y hermana mía, nos separamos hoy quizá<br />

para siempre.<br />

—No te separes <strong>de</strong> mí—clamó Asunción<br />

abrazando á su amiga y besáudola con ardiente<br />

cariflo. —Si te separas, no sé qué será<strong>de</strong><br />

mí, Recuerda loque hice anoche... Inés,<br />

no me <strong>de</strong>jes. Vaelve á mi casa, y prometo uo<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 393<br />

'•hacer cosa algiiLia sin tn permiso, esclavizando<br />

mi pensamiento al tuyo, y lograré üdijnirir<br />

mía parte al menos <strong>de</strong> la santa serenidad<br />

qne ts distingue. He venido sólo á rogarte qus<br />

vuelcas á mi casa. Prométeine que volvej'ás.<br />

•—Por distintos CJimínos nos lleva Dios á tí<br />

y á mf, Asunción. Por <strong>de</strong> procto no admitas<br />

cartüs, ni avisos, ní recados <strong>de</strong>LordGray.<br />

Levántate á la altura <strong>de</strong> tu dignidad; abraza<br />

con resignación ¡a vida <strong>de</strong>l claustro, y <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> algún tiempo te verás libre <strong>de</strong> ese gran<br />

-peso.<br />

—No, no puedo. La vida <strong>de</strong>l claustro me<br />

aterra. ¿Sabes por qué? Porque tengo la seguridad<br />

<strong>de</strong> que en el convento he <strong>de</strong> amarle<br />

más, mucho más. Lo só por experiencia, sí:<br />

la soledad, el mucho rezar, las penitencias,<br />

las meditaciones, las vueltas y revueltas y<br />

dolorosos giros <strong>de</strong>l pensamiento, más y más<br />

avivan en mí la pasióu que me quema. Lo só<br />

• muy bien, lo veo, lo toco. Yo he amado á<br />

Lord Gray, porque en mis solitarias <strong>de</strong>vociones<br />

se ha apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> mi espíritu como el<br />

• <strong>de</strong>monio tentador... No, no iré al claustro,<br />

porque sé que lo tendré siempre <strong>de</strong>lante mezclado<br />

con aquella dulce poesía <strong>de</strong>l coro y el<br />

aliar. ¡Ay, amiga míal ¿Creerás esto que te<br />

digo? ¿üreerás esta profanacióu horrible? Pues<br />

sí, es verdad. Eu la Iglesia ha tomado cuerpo<br />

esta insensata inclinación. Tal efecto hace en<br />

mi espíritu turbado todo lo que se refiere á<br />

<strong>de</strong>vociones y pieda<strong>de</strong>s, que siempre que escucho<br />

el son <strong>de</strong> un órgano, tiemblo <strong>de</strong> emoción;<br />

.'las campanas <strong>de</strong> la Iglesia hacen palpitar mí<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


2SI4 B, PÉRE2 GALDÚS<br />

pecho con ardiente vivezn; la obseuridaf! <strong>de</strong><br />

los templos me marea, y Jesucristo crni'ificado<br />

uo pue<strong>de</strong> serme amable si no me )o represento<br />

con el mismo rostro que veo en todas<br />

partes... Esto espanta, ¿no es verdad? Pei'ono<br />

puedo remediarlo. Yo creo que es una enl'ermedad.<br />

¿Tendré yo nn mal incorable? Ojidá<br />

ine muera niíiñnna <strong>de</strong> él. Así <strong>de</strong>scansnríji...<br />

No, uo quiero cUmstro. Quiero dislraermecnii<br />

el trato <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong> gentes; ver diversiila'i<br />

<strong>de</strong> espectáculos; visitar el mundo, la sociedad;<br />

asistir á tertulias, don<strong>de</strong> se jiable <strong>de</strong> mnclma<br />

cosas que no sean Lord Gray; quiero que mi<br />

pensamiento se enre<strong>de</strong> aquí y allí, se <strong>de</strong>sparrame<br />

pasando y repasando por distintos cnminos,<br />

para <strong>de</strong>jarse un vellón <strong>de</strong> lana en ctuin<br />

ílor, en cada espina. Lo que me lia <strong>de</strong> curar<br />

es el mundo, amiga querida; es el mundo con<br />

todo lo bueno qae encierra, la sociedad, la<br />

amistad, las artes, el viajur, el mucho vi-r y<br />

el mucho oir; que verda<strong>de</strong>ramente, aunque<br />

mi madre crea lo contrario, la mayor parte <strong>de</strong><br />

lo que vemos y oímos en el mundo es iicnrado,<br />

lícito y provechoso... Apártenme <strong>de</strong> !a soledad,<br />

que es causa <strong>de</strong> mi i>erdición¡ apártenme<br />

<strong>de</strong> las meditaciones, <strong>de</strong>l cavilar, dti este<br />

perenne volteo y constante rodar sobre el eje<br />

<strong>de</strong> una sola idua. Si he <strong>de</strong> curarme, no me<br />

curarán los conventos. Querida amiga, segura<br />

estoy <strong>de</strong> que, si entro en é!, amaré más locamente<br />

á Lord Gray, porque no habrá cosa alguna<br />

que le aparte <strong>de</strong> los vigilantes y calentnlientos<br />

ojos <strong>de</strong> mi espíríLu; y si ese houilire<br />

se empeña en perseguirme aun en la casa <strong>de</strong><br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 295<br />

Dios, como sabe hacerlo, no podré guardarla<br />

sautidnd <strong>de</strong> mis juramentos, y romiiieudo rejas<br />

y votop, me asiré á IB prituera cuerda que<br />

ponga en lii ventana <strong>de</strong> nú celda pai-a arrnjauine<br />

á la calle. Yo me conozco, (|ueriilfi. mía;<br />

sé leer claramente eiieste obscuro libro <strong>de</strong> mí<br />

alma, y iio'me pqnivoco, no.<br />

Oyendo estas paliibras en boca <strong>de</strong> la infelis<br />

joven, al paso que compa<strong>de</strong>cía su <strong>de</strong>sventurada<br />

pasión, admiraba la grau perspicacia <strong>de</strong><br />

su entíjudiniiento.<br />

—Pues ten valor. Di A tu madre que no<br />

quieres ser monja,—indicó lués.<br />

•—Aynílada por tu amistad podría liacerlo.<br />

Sola no nie atrevo. Ella considorará esto como<br />

una <strong>de</strong>shonra, y entonces tendía el claustro<br />

en cafia, porque me encerrará para siempre.<br />

—Todo eso pue<strong>de</strong> veucersc. Principia por<br />

i-ecliazar á Lord Gray.<br />

—Lo liaré si no le veo, si no me persigue...<br />

Asunción pronunciaba estas t^alabras, cuando<br />

sentimos los pasos <strong>de</strong> Lord Gray,<br />

—lT5l esl -dijo con terror.<br />

-—Ocúltate y sal <strong>de</strong> la casa.<br />

Aiimranta hizo pasar á Lord Gray á una<br />

estancia inmediata, y al instante me llamó á<br />

su ludo. Kl inglés al^ectabit tranquilidad; mas<br />

la Con<strong>de</strong>sa, adivinando sus propósitos, le <strong>de</strong>sconcertó<br />

al momento.<br />

—Ya sé á qué viene usted—le dijo.—Sabe<br />

que Ásun


296 B. PEÜEZ GAI.DOS<br />

., —Discreta amiga mía—reposo él con vehemeucia,—no<br />

me juzgue mal. ¿tnipedirá usted<br />

que me <strong>de</strong>spida <strong>de</strong> ella? líos paliibras nada<br />

más. ¿Saben que me voy esLa noche?<br />

—¿lis <strong>de</strong> veras?<br />

—Tan cierto como que nos ainmbva el soL,.<br />

|PobreeÍta Asunción!... Tanibiéu ella se aJegrai'á<br />

<strong>de</strong> verme... Vamos, no salgo <strong>de</strong> aquí<br />

sin <strong>de</strong>cirle adiós...<br />

—Francamente, Milord—indicó AmaTanta.<br />

—No cj-eo en su partida.<br />

—Señora, aseguro á usted que partiré <strong>de</strong><br />

madrngaita. Me ha <strong>de</strong>tenido tan sólo la broma<br />

que pensHirios dar á Congosto .. Sea teatigo<br />

Araeeli <strong>de</strong> lo que digo.<br />

La Con<strong>de</strong>sa, sin aguardar á más, abrió la<br />

mpmpara, y las dos mucbacbas aparecieroQ<br />

ante nosotros.<br />

Asunción no podía ocultar la angustia que<br />

la dominaba, y quiso retirarse.<br />

—¿Se marcha usted porque estoy aquí?—<br />

dijo secamente Lord Gray.—Pronto saldré do<br />

Cádiz y <strong>de</strong> España, para uo pisar más esta<br />

tierra <strong>de</strong> la ingratitud. Los <strong>de</strong>sengaños que<br />

aquí he pa<strong>de</strong>cido me im[)elen con luerKa á<br />

huir, aunque mi corazón no ba <strong>de</strong> encontrar<br />

ya reposo en ninguna parte.<br />

—Asunción uo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse para oírle<br />

á usted—dijo Inés.—Tiene que marcharse á<br />

su casa.<br />

—¿No merezco ya ni dos minutos <strong>de</strong> atención?—afirüJÓ<br />

con amargura el noble Lord.—<br />

¿Ya no se nie conce<strong>de</strong> ni el favor <strong>de</strong> una palabra?.,.<br />

Está bien; no me quejo.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CM>\Z<br />

397<br />

•—Ahora parece indudable que parte,—dijo<br />

Amaranta.<br />

—iSeñora, adióal—exclamó Lord Gray con<br />

eiTiocióii profunda, verda<strong>de</strong>ra ó fingida.—Araceli,<br />

adiós; Inés, amigos míos, procuren olvidar<br />

á este niiaerabie. Y usted, Asunción, á<br />

quien sin duda <strong>de</strong>bo haber ofendido, aegóu el<br />

encono con que me mira, adiós tambiéu.<br />

La inf.'liz se <strong>de</strong>shada en Irtgriiiias.<br />

—Había solicitado <strong>de</strong> usted el último favor,<br />

'Una entrevista para <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> la que tanto<br />

he amado; pero no espero coiiseguií'lo. He<br />

sido mi insensato... ha hecho usted bien en cobrarme<br />

<strong>de</strong> pronto ese aborrecimiento que me<br />

revelan sus bellos ojos... |M¡serabie <strong>de</strong> mí, he<br />

aspirado á lo que me era tan superior! En mi<br />

<strong>de</strong>mencia juzgué posible apartar esta noble<br />

aima <strong>de</strong> ia piedad á que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el nacer se inclina;<br />

aspiré á lo imposible: á luchar con Dios,<br />

único amante que cabe en la inconmensurable<br />

gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> ese. corazón... Adiós: vuelva<br />

usted á sus santida<strong>de</strong>s; remónte.se á las celestiales<br />

alturas <strong>de</strong> don<strong>de</strong> este infame quiso hacerla<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r. Entre usted en el claustro...<br />

entre... Perdóneme Dios mis arrebatados pensamientos...<br />

Cada cual á su puesto. Angeles<br />

al cielo, miseria y <strong>de</strong>bilidad á la tierra... Antes<br />

amor, locura, ardientes arrebatos; ahora<br />

respeto, culto. Mañana, como ayer, vivirá usted<br />

en n¡i corazón; pero ahora, santa mujer,<br />

está usted <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él canonizada. Adiós,<br />

adiós.<br />

y apretando calurosamente las manos <strong>de</strong> la<br />

joven, partid con tales modos, que todos lo<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


298 8. PÉREZ (.JALDOS<br />

creiraoa con e¡ corazón <strong>de</strong>spe(íazado, y tuvimos<br />

lástima <strong>de</strong> él.<br />

Poco <strong>de</strong>spués Asunción, acompañada tie su<br />

ayo, salió á IH calla, y la santa imagen, entrando<br />

en la casa materna, volvió á sn altar.<br />

Mis lectores creerán, juzgando á Lord Gray<br />

por las palabras arriba reproducidas, que el<br />

astuto seductor paiLía realmente lenonciando<br />

á la empresa fi'ustrada en la célebre noche.<br />

iQiié error! Sigan leyendo un poco más, y verán<br />

que aquella <strong>de</strong>spedida, admirable recurso<br />

estratégico empleado contra la alucinada niña,<br />

sirvirtle <strong>de</strong> preparación para el liecho (catástrofe<br />

po<strong>de</strong>mos llamarlo) consumado aquella<br />

misma noche, y con el cual da fin la curiosa<br />

aventura que estoy contando.<br />

XXXÍ<br />

Narraré punto por punto. Aconteció, pnea,<br />

que cerca ya <strong>de</strong>l obscurecer, en e! siguiente día,<br />

entraba yo con toda tranquilidad en casa <strong>de</strong><br />

Doña Flora, cuando ésta, Amaranta y sn hijasaliéronme<br />

al encuentro con gran sobresalto y<br />

alarma.<br />

—¿No sabes lo que ocurre?—dijo Doña Fio -<br />

ra.^Fl bribón <strong>de</strong> Lord Gray iia cargado con<br />

la santa y ia limosna. La Asuneioneita ha <strong>de</strong>saparecido<br />

anoche <strong>de</strong> la casa.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


1<br />

cimz 299<br />

—Pero ha aido violentamente—dijo Inés,—<br />

porque D, P


300 B. PÉREZ aALDOS<br />

—Pero no^piet-dfls tiempo... Yo me muero<br />

<strong>de</strong> impaeienda,—indicó Inéa.<br />

. —Ve pronto, que la niña está en ascuas.<br />

—Allá voy.,. De veras no creí volver á poner<br />

los pies en aquella casa... ¿Con que el Deucalion?...<br />

Uu bergantín inglés,.. Me parece que<br />

no les atraparán.<br />

Corrí á la casa <strong>de</strong> Rumblar, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

entré, todo me iniiicó que reirifrba allí la cousteruaeión<br />

más proíimda, D. Diego y D. Paco<br />

estaban sentados en el corredor, el uno frente<br />

al olro, mirándose como dos esfinges <strong>de</strong> la tristeza,<br />

y en las niano.^ <strong>de</strong>l último, los ver<strong>de</strong>s car-,<br />

<strong>de</strong>nates indicaban el suplicio <strong>de</strong> que liabía sido<br />

víctima. A ratos el infeliz anciano hendía ]o3<br />

aires con la ráfaga <strong>de</strong> sus fuertes suspiros, que<br />

habrían heclio navegar <strong>de</strong> largo á un navio ds<br />

línea. Cuando entré, levantáronse los dos y el<br />

ayo dijo:<br />

—Vamos á ver si la encontramos ahora. Es.<br />

el séptimo viaje.<br />

La Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar y su hija menor<br />

escondían sn dolor y vergüenza en un gabinete<br />

inmediato á la sala, y en ésta la Marquesa<br />

<strong>de</strong> Leiva, atada por el reúma á nn sillón portátil;<br />

Ostoiaza, Calomar<strong>de</strong> y Valiente sostenían<br />

viva polémica sobre el gran suceso.<br />

Cuando oí la voz <strong>de</strong> Leiva lleno <strong>de</strong> recelo, aunque<br />

sin arredrarme, dije pai'a mí:<br />

—Ahorfl va á ser la tuya, Gabriel. La Marquesa<br />

te conocerá, con lo cual, hijo, has hecho<br />

tu suerte.<br />

Entré, sin embargo, resueltamente.<br />

—De modo—<strong>de</strong>cía la Marquesa,—que un.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADíZ 301<br />

inglés se pue<strong>de</strong> burlar impuuemeute <strong>de</strong> toda<br />

España...<br />

^EQ la Embajada—iudkó Valiente,—rieroij<br />

uiucbo cuando les couté lo^ouiiido, y dijeron:<br />

«Cosas <strong>de</strong> Lord Giay.s<br />

—Yo be afirmado siempre—dijo Ostolaza<br />

con petulancia,—que la alianza con los ingleses<br />

sería á España muy funesta.<br />

Corlé <strong>de</strong> súbito el coloquio diciendo:<br />

—Ti'aigo UOIÍCÍHS <strong>de</strong> Lord Gray.<br />

LfÉMarquesa examinóme <strong>de</strong> pies é. cabeza,<br />

y luego, señalándome impertlneutemente con<br />

ía muleta que sus doloiidas piernas le obligaban<br />

á usar, preguntó:<br />

— Usted,.. ¿Y usted quién es?<br />

—Es el Sr. <strong>de</strong> Áiaceli,—dijo OsLolaza con<br />

soüsonete <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso.<br />

—Ya... ya"conozco á este caballero—-dijo la<br />

<strong>de</strong> Leiva cou malicia,^—¿Sigue usted al servicio<br />

<strong>de</strong> mi sobrina?<br />

^Me honro eii ello.<br />

— ¿Viene usted <strong>de</strong> allá? ¿Inés está ya dispuesta<br />

á volver d au casa? Ya sabrá que el<br />

Gobernador <strong>de</strong> Cádiz va esta noche misma por<br />

ella...<br />

—No saben nada,—repuse tan <strong>de</strong>sconcertado<br />

como sorpreudido.<br />

—Creo que, biijo el punto legal, la cosa no<br />

ofrecerá dificultad alguua: ¿no es verdad, señor<br />

<strong>de</strong>Caloinar<strong>de</strong>?<br />

—Absolutamente ninguna. La niña volverá<br />

á casa <strong>de</strong> usted, que es el jefe <strong>de</strong> la familia; y<br />

cuantas sutilezas se aleguen en contrario, no<br />

tieneu fuerza <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


:J02 B. PÉREZ GALDÜS<br />

—Tal vez Ja señora Con<strong>de</strong>sa—indiqué,—<br />

alegue algún motivo qne no et'i.é previsto.<br />

—Todo eftá, ¡nevisto: Sr. Calumar<strong>de</strong>, ¿no<br />

es vei'ditd? Y.j^giadézcame mi sobiina que no<br />

he solicitado se dit-Le noto <strong>de</strong> inisióii t-ontra<br />

ella,.. Peio á esta fecha, no nos ha diflio nsted<br />

lo que anunciiiba rtspecto á Lord Gi'ay.<br />

¿En qné piensa usted, seflnz- <strong>de</strong>... <strong>de</strong> qué?<br />

•—De Aiaceli,—repitió Oítoloza cou el EÜÍSmo<br />

sonsonete.<br />

Mny brevemente les dije lo qne aabíaí)<br />

—Pnea hay qne avilar á la Cumamiancia<br />

<strong>de</strong> Malina—replicó la <strong>de</strong> Leiva cou viveza.—<br />

PUunas, papel...<br />

En aquel instante entró en la sala uu personaje<br />

grave, al cual saludaron todos co iiel<br />

miiyor respeto. Era D. Juan María Villaviceneio,<br />

Gobernador <strong>de</strong> la ciniiad, varón estiroabilísiino,<br />

buen patriota, instruido, algo ülósofo,<br />

y hábil por <strong>de</strong>más eu el conocimiento y<br />

trato <strong>de</strong> gentes.<br />

—Ya tenemos datos, Sr. Villaviceneio,—•<br />

dijo la Marquesa contándole lo <strong>de</strong>l Deucalion.<br />

—Eu este negocio, señora—respondió el<br />

funcionario bajando la voz,—hay que andar<br />

con pru<strong>de</strong>ucia... Anles <strong>de</strong> ocuparme <strong>de</strong> Lord<br />

Gray, voy á cuaiplir el acto lej^jil, en cuya virtud<br />

la InesiUi volverá esta noche á su casa.<br />

El alma se me ]>art,ió al oir esto.<br />

—Pronto, pronto, amigo mío—dijo la reumática.—También<br />

temo quese me escapen.La<br />

gente <strong>de</strong> esta casa se marcha por el escotillón,<br />

y esto parece escenario <strong>de</strong> uu teatro... Y creí-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 303<br />

moa que había sido robada por Lord Gray.<br />

La picara se marchó sola...<br />

—lili cuando á Lord Gray—dijo Villavieencio<br />

en tono dubilativo y con cierto embarazo,<br />

—me pjirece que no po<strong>de</strong>mos hacer nada coatra<br />

él... La Asuucioucita volverá al lado <strong>de</strong> su<br />

madre, ó á dou<strong>de</strong> quieran llevarla; pero eso <strong>de</strong><br />

pren<strong>de</strong>r y castigar á Milord...<br />

—Pero...<br />

—Señiuii, no po<strong>de</strong>mos chocar cou la Embajada....Ya<br />

conoce usted las elreuustaucias:<br />

Welltísley es quisquilloso,,, laaliauza...<br />

—¡Maldita sea la aliauzal<br />

—\Y esto lo dice uua dama española—mauifesló<br />

Vilkviceucio cou entusiasmo,—el día<br />

en qne nos llega la noticia <strong>de</strong> una gloriosa<br />

batalla, <strong>de</strong>esa gran victoria, señores, ganada<br />

por españoles, ingleses y portugueses en loa<br />

campos <strong>de</strong> la Álbuera!<br />

^]OLra batalla!—exclamó la Marquesa con<br />

hastío.—Siempre batallas, y la guerra uo se<br />

acaba uuuca.<br />

—Creo que ha sido muy sangrienta,—dijo<br />

Caiomar<strong>de</strong>.<br />

—Como todas las que damos—repuso con<br />

orgullo Villavieencio.—Hemos perdido cinco<br />

mil hombres, y matado á los franceses más<br />

<strong>de</strong> diez mil... ¡Precioso resulladol... lían muerto<br />

dos generales franceses, dos iugleses, y <strong>de</strong><br />

los nuestros han quedado heridos D. Carlos<br />

España y el insigne Elake.<br />

— De todo eso se <strong>de</strong>duce que no po<strong>de</strong>mos<br />

hacer nada contra Gray,—dijo con disgusto la<br />

<strong>de</strong> Leiva.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


30^ B. PEItEZ GALUOS<br />

—Nada, señora... Se va á erigir un mouu-mentü<br />

á Jorge III... La Embiijada inglesa....<br />

Weliesley... jOl]! esta batallado la Albuera eatretliürá<br />

más aúu Jas relacioues eutre ambos<br />

países.<br />

—¡Gran victorial—fJijo Valieute.—En Extremadura<br />

DOS envalenidiianios nn poco.<br />

— Pero eslá muy maJ<strong>de</strong>la parte <strong>de</strong>l Ebro.<br />

Toitosa lia caído ya en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l enemigo...<br />

^Traición, pura traiciíin <strong>de</strong>l Con<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

Alacha.<br />

—También se lian apo<strong>de</strong>rado los franceses<br />

<strong>de</strong>l fuerte <strong>de</strong> San Felijie en el Coll <strong>de</strong> Balaguer^<br />

—Pero HÚii resiste Tarrügona.<br />

—Y resistii'á más todavía.<br />

—¿Y <strong>de</strong> iManresa, qné se ha dicho hoy?<br />

—Ya es seguro que ha sido incendiada.<br />

—Nada <strong>de</strong> eso nos importa por aiiora—observó<br />

la Mai'quesainLerrnmpiendo la chispeante<br />

conversación patriótica.—^Eu suma, señor<br />

Villíivieeiido, si Milord se escapa...<br />

—¿Qué Je hemos <strong>de</strong> hacer? Nadie sabe dón<strong>de</strong><br />

está.<br />

—Creo que esta nocJie se le podrá ver—di-


CA.DIZ 305<br />

—^¿Lo cree usted? Yo opino que Inés se ha<br />

marcliado sohi.<br />

—Pues yo creo que no.<br />

—O con Lord Gray. Ese señor inglés se<br />

pro[)oi!e (iesíicLipnr mi casa.<br />

—Algiiii otro piíjnro, aellovft, ftlgúu otro pájnro<br />

hii eurediulo nquí, y no pararé hasta averiguar<br />

quiéii es... Los dos raptos tieuen eutre<br />

si Intima conexión.<br />

—Busque usted, pues—dijo líi Marquesa,—<br />

á ese cómplice <strong>de</strong>sconocido, y h;iga caer sobre<br />

él todo el peso <strong>de</strong> la ley, si es quenada pue<strong>de</strong><br />

intenlarse conti'a Lord Gray.<br />

—Espero sacar mucbo partido <strong>de</strong> mis averiguaciones<br />

esta noche,<br />

— Verda<strong>de</strong>ramente—dijo Oa1omarr!e , •—-si<br />

luirleliaber un choque con hi Embajada inglesa,<br />

lo mejor es dar fuerte sobre el pobre<br />

cómplice, si ae <strong>de</strong>scubre, y <strong>de</strong>cir: «aquí que<br />

no peco.»<br />

—Así anda la justicia en España,—objetó la<br />

<strong>de</strong> Leiva.<br />

—V.eremos lo que saco en limpio—dijo Villavicencio-—Vaya,<br />

señora mía, me. voy á<br />

¡nieer una visita <strong>de</strong> cumplido á la calle <strong>de</strong><br />

la Verónica. Creo que bastará mi-autoridad..,<br />

De pronto presentóse D. Paco en la sala sofocad"<br />

y jii<strong>de</strong>aiite, y exchiuJÓ:<br />

—I Ahí está, ahí está yai... al ña la encontramos.<br />

—¿Quién?<br />

SEXTA IÍL>:GIÍÍM' 50<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


306 S. PlíREZ GALDÓS<br />

—La señora Doña Asuncioncita... iPohre<br />

Diña <strong>de</strong> mi almal... Está en la escalera... No<br />

quiere subir... iParece medio muerta la pobreeital...<br />

XXXII<br />

Reinó sepulcral silencio, y miramos todos á<br />

la pnerta <strong>de</strong>l fondo por don<strong>de</strong> aparedíj Doña<br />

María. Con <strong>de</strong>coroso silencio, qvie no con lágrimas,<br />

mobtruba esta señora su honda pena.<br />

El color blanco <strong>de</strong> su cara hablase convertido<br />

eo una pali<strong>de</strong>z pergaminosa; su frente estaba<br />

surcada <strong>de</strong> repentinas arrngas, y los secos ojos<br />

tan pronto irradiaban el fulgor <strong>de</strong> la ira como<br />

86 abatían amortiguados. Pero otro inci<strong>de</strong>nte<br />

llamóla atención más que el grave silencio y<br />

la amarillez y las arrngas, y fué que sus cabellos,<br />

entrecanos algunos dlasautes, estaban<br />

enteramente blancos.<br />

¡ —¡Esta abíl—repitió un sordo murmullo.<br />

— ¿Te negarás á recibirla?—dijo con emoción<br />

la Marquesa, adivinando los pensamientos<br />

<strong>de</strong> Doña María.<br />

—No... que venga aquí—repuso la madre<br />

con energía.—Veré á la que ha sido mi bija.,.<br />

¿La encontró neted? ¿Estaba sola?<br />

—|S«la, señoral—exclamó llorando D. Paco.—[Y<br />

en qué triste y lastimoso estadol Sus<br />

vestidos están rotos; en su preciosa eabecita<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


ciüiz 307<br />

tieue varias hendas, y eii su voz y a<strong>de</strong>manes<br />

<strong>de</strong>rimesti'a el Tnás gran<strong>de</strong> arrepentimiento. No<br />

ha querido subir, y yace exáuime y sin fuerzas<br />

en la escalera.<br />

—Que entre—dijo la <strong>de</strong> Leiva.—La infeliz<br />

empieza á expiar su culpa. María, pasó la<br />

ocaaiAii <strong>de</strong>l rigor, y ha llegado el momento <strong>de</strong><br />

la indulgencia. Recibe á tu hija, y si acabó<br />

para el mundo, no acübe ¡)ai'a tí.<br />

—ReLirén]onos para evitarle la vergüenza<br />

•<strong>de</strong> vei'se <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros,—dijo Valiente.<br />

—Uo: que<strong>de</strong>n todos aquí,<br />

— Sr. t). Francisco—dijo Doña María al<br />

•ayo,— traiga usted á Asunción.<br />

El ayo siilió <strong>de</strong>termiu indo fuertes eorrientea<br />

atmosféricas con la violencia <strong>de</strong> sus suspiros.<br />

Bien pronto oímos la voz <strong>de</strong> Asunclóa que<br />

•gritaba:<br />

—Mátenme, que lae maten: no quiero que<br />

'Eüi madre ine vea.<br />

l^or D, Diego y el ayo conducida, á intervalos<br />

suavemente arrastrada, casi traída á<br />

•cuestas, entró la infeliz niña en la sala. En ¡a<br />

puerta arrojóse al surlo, y sus cabellos eu<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n sueltos, le cubrían la cara. Todos<br />

acudimos á ella, la levantamos, la consolamos<br />

con palabras cariñosas; pero ella clamaba sin<br />

•cesar:<br />

—Mátenme <strong>de</strong> una vez. No quiero vivir.<br />

—La señora Doña María perdonará,—le<br />

•dijimos.<br />

—No: mi madre no me perdonará. Estoy<br />

•fion<strong>de</strong>nada para siempre.<br />

•Doña María, por largo tiempo lleua <strong>de</strong> en-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


308 B. PBRHZ GALDOS<br />

tereza y superioridad, comenzó á <strong>de</strong>clinnr, y<br />

au gran<strong>de</strong> ánimo ae nbRlió ante efiK-elái'uli)<br />

tan laraenlatiie. Después <strong>de</strong> mucho luL-imr con<br />

la senaibilidad y el caj'iño materno, pnpnó<br />

por sobreponerse á éste, y resueltamente exclamó:<br />

—¿He dicho que la traigan aquí? Nn„ me<br />

equivoqué. No quiero vei'la, no es mi liiju<br />

Vayase á los lugares <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ha venido. JMÍ<br />

bija ba muerto.<br />

—Señoia—gimió D, Paco poniéndose <strong>de</strong><br />

rodillas,—si la señora Duna Asuncionciln no<br />

se queda en la cusa, usted se con<strong>de</strong>nará, ¿l'nes<br />

qué ha hecho? Sitlir á dar un paseo. ¿Verdad,<br />

niña mía?<br />

—No: ¡mi madre no me perdonñl—gritócon<br />

<strong>de</strong>sesperación la muchacha.—Llévenme<br />

fuera <strong>de</strong> aquí. No merezco piaar esta casa...-<br />

Mi madre no rae perdona. Vale más que nie<br />

maten <strong>de</strong> una vez.<br />

^Sosiégate, hija raía—dijo la <strong>de</strong> Leiva.—<br />

Gran<strong>de</strong> es lu culpa; pero si no pue<strong>de</strong>s recunquistar<br />

el cariüo <strong>de</strong> tu madre y la estinmctón<br />

<strong>de</strong> todos, no serás abandonada á tu dolor. Levántate.<br />

¿Dón<strong>de</strong> está Lord Gray?<br />

—No sé.<br />

—¿Vino á buscarte con conocimiento y con-<br />

.sentimiento tuyo?<br />

La <strong>de</strong>sgraciada se cubría el rostro con las<br />

mauoa. i'<br />

—Habla, bija mía, es preciso saber la verdad—dijo<br />

la <strong>de</strong> Leíva.—Tal vez tu culpa no<br />

sea tan gran<strong>de</strong> como parece. ¿Saliste <strong>de</strong> buen<br />

grado?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADíZ 309<br />

La presencia <strong>de</strong> Ddña María se conocía por<br />

Pii rt-fjiiración, queeja como un sordo mugido.<br />

]jiipgij tu'inos diatiiitaujente estas palabras, quo<br />

jiartícíau salir <strong>de</strong> la caveruosagaiganta <strong>de</strong> uoa<br />

íeoiui:<br />

—Sí... <strong>de</strong> grado... <strong>de</strong> grado,<br />

—Lnrd Gray—afirmó Asunción,—mejnró<br />

que jil día siguiente abrazarla el catolicismo.<br />

—Y ([ue se casaría contigo, ¡¡jobrecíta!'—<br />

dijii cüu benevolencia la Maiquesn.<br />

—Lo <strong>de</strong>siempre... historia vieja,—balbució<br />

Caloniai<strong>de</strong> á mi oído.<br />

—yfüoiea—dijo Villavlcsucio, — retirémonos.<br />

JÍMtamos aumentando con luiestra presencia<br />

la confusión <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>sgraciada uiña.<br />

— lÍKfíito que se que<strong>de</strong>n todos—dijo la <strong>de</strong><br />

Kumi llar con lúnebi'eaceiito.—Qiueroqueasistiin<br />

á los fuiíeralfs <strong>de</strong>l houor <strong>de</strong> mi casa.<br />

A-uinióii, si quieie.s, no que te perdoue, sitio<br />

que tniere tu presencia acjuí, confiesa todo.<br />

—Í\le prometió abrazar el catolicismo... me<br />

dijo C|U6 niajcharía <strong>de</strong> Cádiz para siempre, si<br />

ijo... Yo cieí...<br />

—Biista—or<strong>de</strong>nó VillavícBDcio,—Que se retire<br />

á l)uscar algún reposo esta ci'iatura.<br />

—i L'ero ese iufame iiombre la ha abaodouadul<br />

—La iia arrojado <strong>de</strong> su casa,—dijo D. Paco.<br />

Jlúltipla exclamación <strong>de</strong> horror resouó eu<br />

la Sida.<br />

—Esta mañaiía—añadió Asunción sacando<br />

diíícilinente <strong>de</strong> su pecho el aliento necesario<br />

I>ara hablar,—Lord Gray salió dt-jándome sola<br />

«u casa. Yo temblaba <strong>de</strong> zonobra,.. Entraron<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


310 B. PÉREZ QA.LDÓS<br />

luego unas mujeres, unas mujerzuelaa,., ¡quéliovrible<br />

gente!... Con sus gritos me <strong>de</strong>svanecieron,<br />

y con sus manos me maltrataron... Todas<br />

se reían <strong>de</strong> mí, y tne <strong>de</strong>sgarraron los vestidos,<br />

diciéndose paiabras ignominiosas... Bebían<br />

y comíau en una mesa que el criado <strong>de</strong><br />

Milord les dispuso... Disputa-bau unas con<br />

otras sobre cuál <strong>de</strong> ellas era más ainada por<br />

é!.,. Entonces comprendí el abismo en queliabia<br />

Cuido... Lord Gray volvió... Le increpé ^lor<br />

su vil conducta... Estaba taciturno y sombrío...<br />

Tomó una chinela, y cini ella azotó la.<br />

cara <strong>de</strong> aquellas viles mujeres... Me cobnó <strong>de</strong><br />

cuidados. Me dijo que me iba á llevar A Malta...<br />

Yo me uegué á ello, y empecé á llorar<br />

amargamente invocando el nombre <strong>de</strong> JePÚs....<br />

"Volvieron las mujeres acompañadas <strong>de</strong> hombres<br />

soKces: uno <strong>de</strong> ellos quiso ultinjarme..<br />

Lord Gray le rompió la cnbeza con una silla,,..<br />

Corrió la sangre... iDios mío, qué borrorl<br />

Deteníase á cada rato, y luego, con gran ea-ñierzo,<br />

seguía:<br />

—Lord Gray me dijo <strong>de</strong>spués que él no podía<br />

hacerse católico, y que ae alegraba <strong>de</strong> que<br />

yo entrase en el convento para robarme. Quise<br />

eaUr, y el criado auunció la llegada <strong>de</strong> una sefioia...<br />

lOhl Entró una seüora principal qiie le<br />

llamó ingrato... La Keflora se reía <strong>de</strong> mi... ]Qué<br />

hora, Dios mío, qué horal... La señora dijo<br />

que yo era la más piadosa y <strong>de</strong>vota señorita<br />

<strong>de</strong> todo Cádiz, y luego me rogó que encomendase<br />

á Lord Gray á Dios en mis oraeioues,.^<br />

La vergüenza me inflamaba: bupqué un CUTchillo<br />

para acabar mis días... Después...<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CA.DIZ 311<br />

Estábamos todos conmovidos y aterrados<br />

COD la patética relacióu <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgraciada uiüa.,<br />

digna <strong>de</strong> mejor suerte.<br />

—Después... eutrarou unos hombres, iqué<br />

bombresl Vestían <strong>de</strong> cruzados como D. Pedro<br />

<strong>de</strong>l Congosto, y venían á recordar á Lord Gray<br />

que éste le liabia <strong>de</strong>sañado,.. Entraron loa<br />

amigos <strong>de</strong> Lord Gray, y todos se rieron mucho<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>safío con D. Pedro, Luego... Milord me<br />

rogó <strong>de</strong> nuevo que partiese con él á Malta...<br />

Yo le <strong>de</strong>cía que me hiciese el favor <strong>de</strong> matarme...<br />

Befase á carcajadas, y jugando con uu<br />

puñal hacía como que me quería matar... Me<br />

iuspiraba tal horror, que Ínií <strong>de</strong> su lado... Yo<br />

corrí por la casa dando gritos... él se reta... un<br />

criado me dijo: «Milord me ha mandado que<br />

la acompañe á usted á su casa.i Salimos á la<br />

calle, y en la puerta añadió: «No tengo ganas<br />

<strong>de</strong> ir tan lejos: vaya usted sola,» y cerróla<br />

puerta... Di algunos pasos... uua mujer fre-<br />

Dética que dijo haber perdido por mí los favores<br />

<strong>de</strong> Lord Gray, quiso castigarme... |Ay[<br />

yo estaba medio muerta y me <strong>de</strong>jé cast'gar...<br />

Libre al fin, recorrí varias calles... me perdí...<br />

buscaba lamuralla para arrojarme al mar... al<br />

fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar mil vueltas, volví jauto á<br />

la casa <strong>de</strong> Lord Gray... Encontráronme Don<br />

Paco y mi hermano... yo no quería venir aquí...<br />

pero me trajeron al fin á mi casa, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salí<br />

culpable y á don<strong>de</strong> vuelvo castigada, pues las<br />

penas todas <strong>de</strong>l Purgatorio y el Infierno no SOQ<br />

superiores á las que yo he pa<strong>de</strong>i^ido boy... Aua<br />

así ijo merezco perdón. Mi'falta es gran<strong>de</strong>.;.<br />

No merezco más que la muerte, y pido á Dioa<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


312 B. PBBEZ GALDÓS<br />

que me la conceda esta noclie misma, para<br />

que ni un (lía liiás soporte la verfíiit'üza j' el<br />

(<strong>de</strong>shonor que lian caído sobre mí. ]S^íillra madre<br />

mía, aditísl jHermaua lufa, adiótl ¡No quiero<br />

vivirl<br />

No dijo más, y cayó <strong>de</strong>smayada en el paviinento.<br />

Conmovidos y aterrados, contemplamos el<br />

semblando <strong>de</strong> D^¡ñti MurÍM, que reclinada en el<br />

sillón, con la barba a¡>(iy»da en la mano, silenciosa,<br />

ceñuda primero c(uno una sibila <strong>de</strong><br />

Miguel Ángel, y conmovida <strong>de</strong>spués, pues también<br />

las n)ontaflas se quebrantan al 9a(.-n


CÁDIZ ai 3<br />

que antes la he <strong>de</strong>scrito. El feuíaieuo <strong>de</strong> sa<br />

Iliiiito me llenaba <strong>de</strong> asombro. A mi lado la<br />

Wui'qiipsa <strong>de</strong> Leiva lloraba también.<br />

Pero lio estábamos solos los tres. Acababa<br />

<strong>de</strong> entrar una figura estrambótica, un mamarracbo<br />

<strong>de</strong> los antiguos tiempos, una oaricatnra<br />

<strong>de</strong> la caballería, <strong>de</strong> la nobleza, <strong>de</strong> la dignidad,<br />

<strong>de</strong>l valor español <strong>de</strong> otras eda<strong>de</strong>s. Mirando<br />

aquella figura sainetesca que se presentaba<br />

tan i]iii[iortunamente, riije para mf:<br />

—¿Qué vendrá á hacer aquí D. Pedro <strong>de</strong>l<br />

Congustu? ¿Si creerá que sus cabnllei'ías lidíciihis<br />

sirven <strong>de</strong> alguna cosa en estas circunstancias?<br />

La <strong>de</strong> Leiva abrid los ojos, vio al estafermo,<br />

y como si no diera importancia alguna á su<br />

persona, volvióse á mi y me dijoi<br />

— ¿Qué piensa usted <strong>de</strong> Lord Gray?<br />

—Que es un infame, señora.<br />

—¿Quedará sin castigo?<br />

— No quedará,—dije arrebntado por la ira.<br />

D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto dió algunos pasos,<br />

púsose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Duna María, y alzando el<br />

brazo, con voz y gesto que al mismo tiempo<br />

«rail trágicos y cómicos, habló así:<br />

—Señora Doña María... ¡esta riocbel... ¡á las<br />

oucel... ¡en la Caleta!<br />

•—]Ohl ¡Gracias á Díosl—exclamó la noble<br />

spfiora ievantáudose con Í!n¡ietu.—Gracias á<br />

Dios que hay en España un caballero... Cuatro<br />

personas han presenciado el lastimoso cuadro<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>shonra <strong>de</strong> mi hija, y á ninguna se le<br />

La ocurrido Lomar por su cuenta el castigo <strong>de</strong><br />

ese miserable.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


314 B. PÉREZ GALDOS<br />

—SeQora—dijo Cougoato coii voz hueca^<br />

que antes que lÍpa, como otras veces, me produjo<br />

un eppaiito in<strong>de</strong>fiuible.— Señora, Lord<br />

Gray morirá,.<br />

Aquellas palubras retumbaron en mi cerebro.<br />

Miré á D. Pedro y me pareció traiipfigurado.<br />

Aquel espantajo, recuerdo <strong>de</strong> los heroicos<br />

tiempos, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser á mis ojos una carieatnra<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que me lo represeuté<br />

como provi<strong>de</strong>ncial brazo <strong>de</strong> la justicia.<br />

^No es usted, D. Pedro—dijo-ton incredulidad<br />

la <strong>de</strong> Leiva,—quien ha <strong>de</strong> arreglar esto.-<br />

—Señora Doña María—repitió el estafeimosublimado<br />

por una alta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su propio papel;<br />

por la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la hidalguía, <strong>de</strong>l houor, <strong>de</strong><br />

!a justicia,—]e3ta noche!... ¡á las oncel... jeu la.<br />

Caletal Todo está dispuesto,<br />

—lOhl Bendita sea mil veces la única voz.<br />

que ha sonado en mi <strong>de</strong>fensa en esta sociedad<br />

indiferente. Abominables tiempos, aún hay<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> vosotros algo noble y sublime.<br />

Esto, que en otras circunstancias hubiera.<br />

BÍdo riiiiculo tratándose <strong>de</strong> D. Pedro, en aquéllas<br />

me ba


CÁDIZ 315<br />

—No puedo sosegar—repuso la dama.—No<br />

puedo dormir... lOh, Dios míol iSÍ permites<br />

que el miserable que<strong>de</strong> sin casligol... Si vieras,<br />

mujer... siento una 8alv«je complacencia al '<br />

recordar aquellas palabras «esta noche... á las<br />

ouce... en la Caleta.»<br />

—No esperes <strong>de</strong> D. Pedro más que ridicu- -<br />

leces... Sosiégate... HHU dicho aquí que el <strong>de</strong>safío<br />

<strong>de</strong> D. Pedro con Lord Gruy era una [unción<br />

quijotesca. ¿No es verdad, caballero?<br />

—Si, señora—rejmse.—Son ya las diez...<br />

Soy amigo <strong>de</strong> Lord Gi'ay y no puedo fallar.<br />

Respetuosamente me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> ellas y salí.<br />

Detúvome eu la escalera D. Diego, que á toda<br />

prisa y muy sofocado subia, y me dijo:<br />

—Gabriel, ahí me traen otra vez á la buena<br />

alhaja <strong>de</strong> Doña Inesita.<br />

—¿Qniéu?<br />

—El Gobernador. Esta noche todas las ovejas<br />

<strong>de</strong>scarriadas vuelven al redil... Vengo <strong>de</strong><br />

allá... si vieras. La Con<strong>de</strong>sa ha llorado mucho<br />

y se ha puesto <strong>de</strong> rodillas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Villaviceuoio;<br />

pero no pudo conseguir nada. La ley<br />

, y siempre la ley. Si es lo que yo digo: la ley...<br />

Por supuesto, chico, no puedo negarte que me<br />

dio lástima <strong>de</strong> la pobre Con<strong>de</strong>sa. ¡Lloraba tantol<br />

Inés estaba más serena y se conformaba.<br />

Aguárdate y la verás llegar. Sin embargo, más<br />

vale que no parezcas en tu vida por aquí. Vi-<br />

Uavicendo quiso averiguar el cómo y cuándo<br />

<strong>de</strong> la fuga <strong>de</strong> Liés, y allá le dijeron que la sacaste<br />

tú <strong>de</strong> la casa. Te anda buscando porque<br />

no te conoce. ,Üice. que eres cómplice d© Lord<br />

Gray y el verda<strong>de</strong>ro criminal. Calumnia, pura<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


316 B. PÉRGZ GALDÓS<br />

calumnia; pero no te metas en viudiear tu<br />

honra raancülada, y echa ji correr, qne Vilhivicencjo<br />

tiene malus puigiis, y aunque te escuda<br />

el fuero iníiitar... COD que eu marcha, y<br />

uo vuelvas á Cádiz eo tres meses.<br />

—Pues sí: yo ful quien sacó á Inés <strong>de</strong> la<br />

casa.<br />

—¡Tú!—exclamó con tanto aaombro como<br />

cólera.—Ya no me. acordaba que eres serviilor<br />

<strong>de</strong> mi famosa parienta la Cou<strong>de</strong>sa. ¿Con que<br />

la sacaste tú?<br />

—Y la Volveré á sacar.<br />

—Tú bromeas.,, no pienses que me apuro<br />

mucho... ¿Crees que insisto en casarme cou<br />

ella?... PutíS aliora, <strong>de</strong> mejores veras <strong>de</strong>bes poner<br />

los pies en polvorosa,„porque voy á ciiiitarle<br />

á mamá tu liHzafia... Fiancanieute, yo<br />

creí que era una calumniu, Abora me explico<br />

el furor <strong>de</strong> Viiluviceiicio contra tf. ¿Pues no<br />

dice que tú eres autor <strong>de</strong> todo y que es precisó<br />

sentarte iamauo?<br />

—¿A. mí?<br />

—Y disculpaba á Lord Gray... Se me figura<br />

que quieren hacer justicia en tu persuua<br />

siu laoIesUr para nada al si-ñor Milord,<br />

—¿Ha visto usted á Lord Gray?—le pregunté<br />

cou inquietud.—¿Dón<strong>de</strong> se le podrá encontrar?<br />

—Aliora mismo me han dicho que le seabau<br />

<strong>de</strong> ver -paseando solo por la mnrulla.<br />

]Maldito iiiglésl Las pagará todas juntas...<br />

Hace poco la Inesita me llamó vil y cobar<strong>de</strong><br />

por <strong>de</strong>jar siu castigo esto <strong>de</strong> auoclie, y aseguraba<br />

que 8Í ella fuera hombre,,, Estaba furio-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


C.1DIZ 317<br />

pa la niña. Por supuesto, yo pienso buscar íl<br />

Loi'd Gray, y cuando le vea he <strong>de</strong> <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>: «So<br />

ünuuite...» pURS... Con que márchate... tú<br />

lanihiéii erea buena pieza. Adiós-<br />

No me podía <strong>de</strong>tener á contestar sns maja<strong>de</strong>rías,<br />

porque un pensamiento fijo me atormcnlaba;<br />

y dirigida mi voluntad á un punto<br />

invariable con arrebatadora fuerza, nada podía<br />

apartarme <strong>de</strong> aquella corriente por don<strong>de</strong><br />

se precipitaba impetuosamente todo mi ser.<br />

XXXIII<br />

Un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong>spués tropezaba en la<br />

muialla, frente al Carmen, con Lord Grny, el<br />

cual, ileteuiendo la velocidad <strong>de</strong> su paso, me<br />

habló asi;<br />

—;0h, Sr. <strong>de</strong> Araeeli... gracias á Dios que<br />

viene alguien á hhcerme compañía!... He dado<br />

siete vueltas á Cádiz, corriendo todo lo largo<br />

<strong>de</strong> la muralla... lAburriraieuto y.<strong>de</strong>sesperücióii!...<br />

Mi <strong>de</strong>stino es dar vueltas... dar<br />

viiellaa á la noria.<br />

—¿Está usted triste?<br />

—Mi alma está negra... más negra que la<br />

noche—repuso con akicinación.—Camino sin<br />

cesar bascando la claridad, y no bago más<br />

quedar vueltas recorriendo un círculo fatal,<br />

Cádiz es una cárcel redonda, cuya pared circular<br />

gira alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nuestro cerebro... Me<br />

muero aquí.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


318 B. PElíEZ GALDOS<br />

—jTau feliz ayery'tau <strong>de</strong>sgraciado hoy!—<br />

le dije.<br />

—¿Yo feliz?—respondió mirándome con<br />

asombro.—|(Juáii limitada es la ereacitíu que<br />

está á nuestro alcaiicel ¡Cnáii pobre es el universol,..<br />

El Omnipotente se ha reservado para<br />

sí lo mejor, <strong>de</strong>jándonos la escoria... No po<strong>de</strong>mos<br />

salir <strong>de</strong> este maldito eírcnlo... no hay<br />

escape por la tangente... El ansia <strong>de</strong> lo iufinito<br />

quema nuestra alma, y uo es posible dar<br />

«n paso en busca <strong>de</strong> alivio... Vueltas y más<br />

"Vueltas... iMula <strong>de</strong> uoria... arre!... Otro circulito,<br />

y otro, y otro...<br />

—Lord Gray, Dios le ha dado á usted todo,<br />

y usted malgasta y arroja las riquezas <strong>de</strong> su<br />

alma haciénijose infortunado si[\ <strong>de</strong>ber serlo.<br />

—Amigo—me dijo apretándome la mano<br />

tan fuertemente que creí me la <strong>de</strong>shacía,—<br />

soy muy <strong>de</strong>sgraciado. Tenga usted lástima<br />

<strong>de</strong> mí.<br />

—-Si eso es <strong>de</strong>sgracia, ¿qué nombre daremos<br />

á la horrenda agouía <strong>de</strong> una criatura, á<br />

quien usted acaba <strong>de</strong> precipitar en la mayor<br />

<strong>de</strong>shonra y vergüenza?<br />

—^¿XJsted la lia visto?... ¡lufeliz niñal... Le<br />

he rogado que vaya conmigo á Malta y DO<br />

quiere.<br />

—Y hace bien.<br />

—¡Pobre Eauíital Cuando la vi, más que au<br />

hermosura que es mucha, más que su talento<br />

que es gran<strong>de</strong>, me cautivó su piedad... Todos<br />

<strong>de</strong>cíau que era perfecta, todos <strong>de</strong>cían que merecía<br />

aer venerada en los altares... Esto me<br />

inflamaba más. Penetrar los misterios <strong>de</strong> aque-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CXDIZ 319.<br />

lia arca santa; ver lo que existía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

aquel venerable estuche <strong>de</strong> rec


•330 B. PÉEG2 GAr.DÓS<br />

S6 <strong>de</strong>aeompuao, como nna imagen <strong>de</strong> má^ni-<br />

Dii óptica cnya Uiz sopla el bárbaro tJLirJtpro<br />

diciendo; ibiienaa noches...» Tudo <strong>de</strong>sapai'eció...<br />

Las alas <strong>de</strong> ángel agitándose zninbab;in<br />

en mi oído; pero yo me <strong>de</strong>sencajaba loa ojf>3<br />

mirando y no veía nada, absolutamente naiia<br />

Diiís que una mujer... una mujer como olra<br />

cualquiera, como la <strong>de</strong> ayer, como la <strong>de</strong> anteayer...<br />

—Hay que conformarse con lo que Dios<br />

nos ba dado y no aspirar á más. En resumen:<br />

iisted sacó á Asunción <strong>de</strong> su casa, jurándole<br />

que abrazaría el cutolicismo y se casarla con<br />

ella.<br />

—Es verdad.<br />

•—Y lo cumplirá usted.<br />

—No pienso casarme.<br />

—Entonces...<br />

—Ya le be dicbo que venga conmigo á<br />

Malta.<br />

—Ella no irá.<br />

—Pues yo sí.<br />

—Milord—dije dando á mis palabrns toda<br />

la serenidad posible,-—<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ese bumor<br />

melancólico, <strong>de</strong>bnjo <strong>de</strong> los oropeles <strong>de</strong> su imaginación<br />

tiiii brillante como loca, guarda usted<br />

sin duda un profundo sentido y un corazón<br />

<strong>de</strong> legitimo oro, DO <strong>de</strong> vi^-metal sobredorado<br />

como sus acciones.<br />

—¿Qué quiere usted <strong>de</strong>ciriae?<br />

— Qne una persona honrada como uated<br />

sabrá reparar la más reciente y la más grave<br />

<strong>de</strong> sus faltas.<br />

—Araeeli—mo dijo con mucha sequedad.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

; •-


CÁDIZ 321<br />

—es usted impei'titjeuto, ¿Acaso es usted hermano,<br />

esposo ó cortejo <strong>de</strong> la persona ofeadida?<br />

—Lo mismo que si lo fuera,—repuse obligándole<br />

á <strong>de</strong>tenerse en su marcha febril.<br />

—¿Qué sentimiento le impulsa á usted á.<br />

meterse eu lo que no le importa? Quijotismo,<br />

puro quijotismo.<br />

—Uu sentimiento que no sé <strong>de</strong>finir y que<br />

me mueve á dar este paso con fuerza extraordinaria—contestó.—Un<br />

sentimieuto que creo<br />

encierra algo <strong>de</strong> amor á la sociedad en que<br />

vivo, y amor á. la justicia que adoro... No le<br />

puedo contener ni sofocar. Quizás me equivoque;<br />

pero veo en usted una peligrosa, aunque<br />

gallarda bestia á quien es preciso perseguir y<br />

castigiir..<br />

—¿Es usted Doña María—me dijo eou los<br />

ojos extraviados y la faz <strong>de</strong>scompuesta,—es<br />

usted Doña María, que toma forma varouil<br />

pera ponéiseme <strong>de</strong>lante? Sólo á ella <strong>de</strong>bo dar<br />

cuenta <strong>de</strong> mis acciones.<br />

—Yo soy quien soy. Por lo <strong>de</strong>más, si parte<br />

<strong>de</strong> la responsabilidad correspon<strong>de</strong> á la madre<br />

misma <strong>de</strong> la víctima, eso no aminora la culpa<br />

<strong>de</strong> usted... Pero no es una sola la víctima: las<br />

víctimas somos varias. La salvaje pasión <strong>de</strong><br />

una furia loca y <strong>de</strong>senfrenada para quien no<br />

hay en el mundo ni ley, ni sentimiento, ni costumbre<br />

respetable, alcanza en sus estragos á<br />

cuanto la ro<strong>de</strong>a. Por la acción <strong>de</strong> usted personas<br />

inocentes están expuestas á ser mortificadas<br />

y perseguidas, y yo mismo aparezco responsable<br />

<strong>de</strong> faltas que uo he cometido.<br />

SEXTA EUICIÓH 21<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


332 B. PÉREZ GALDÓS<br />

—En ñn, Araceli, ¿en qué viene á parar toda<br />

esa música?—dijo con tono y modales que<br />

me recordaban el día <strong>de</strong> la borrachera en casa<br />

<strong>de</strong> Poeiico.<br />

—Esto viene á parar—repuse con vehemencia,—en<br />

que usted se me ba hecho proTundamente<br />

aborrecible, en que memortiíica verle<br />

ñ. usted <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi, en que ie odio á usted.<br />

Lord Gray, y no necesito <strong>de</strong>cir más.<br />

Yo sentía inusitado fuego circulando por<br />

mis venas. Deseaba sofocar aquel sentimiento<br />

exterminador y sanguinario; pero el recuerdo<br />

<strong>de</strong> la infeliz niña á quien poco antes había<br />

visto, me hacía crispar los nervios, apretar los<br />

puños, y el corazón quería saltárseme <strong>de</strong>l pecho,<br />

No había cálculo en mí. Todo lo que <strong>de</strong>terminaba<br />

mi existencia en aquel momenlo<br />

erapanióii pura.<br />

—Áraceli—añadió respirando con fuerza,<br />

—esta noche no estoy para bromas. ¿Crees<br />

que soy Currito Báea?<br />

—Lord Gray ^repuse,—tampoco yo estoy<br />

para bromas.<br />

—^Tudavía—dijo con amargo <strong>de</strong>sdén,—no<br />

he gustado el placer <strong>de</strong> matar á un <strong>de</strong>shacedor<br />

<strong>de</strong> agravios propios y amparador <strong>de</strong> doncellas<br />

ajenas.<br />

—Maldito sea yo, si no es noble y nuevo lo<br />

que inflama mi espíritu en este instante.<br />

—]Áraceli!—exclamó con súhita furia,—<br />

¿quieres que te mate? Deseo acabar con alguien.<br />

—Estoy dispuesto á darle á usted ese gusto.<br />

—¿Cuáudo?<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


OADIZ 323<br />

-^Áhora miarao,<br />

—I Ahí—dijo riendo á carcajadas.—Tiene la<br />

preferencia el Sr, D. Quijote <strong>de</strong> ¡a Maucha.<br />

España, me <strong>de</strong>spido <strong>de</strong> tí luchando con tu<br />

héroe.<br />

—No importa. Después <strong>de</strong> laa burlas pue<strong>de</strong>n<br />

venir las veras.<br />

—Nos batiremos... ¿Quiere usted antes recibir<br />

las últimas lecciones <strong>de</strong> esgrima?<br />

—Gracias: ya sé lo bastante.<br />

¡Pobre tiifiol... \Le mataré á ustedl...<br />

Pero son las diez y media.,, mis amigos me<br />

esperan...<br />

—A la Caleta.<br />

—¿Nombramos padrinos?<br />

—No nos faltarán amigos para elegir.<br />

—Vamos pronto.<br />

—Ahora mismo.<br />

— Creí—dijo con espontánea fruición,—<br />

que no había en Cádiz más Quijote que Don<br />

Pedro <strong>de</strong>l Congosto... jüb, Espafial |Delicioso<br />

paísl<br />

XXXIV<br />

La noche era obscura y serena. Al acercarnos<br />

á la puerta <strong>de</strong> la Caleta, vimos <strong>de</strong> lejos<br />

la iluminación que había en la plazuela <strong>de</strong> Jas<br />

Barquillas, junto al teatro y eu las barracas,<br />

lumensa multitud se apiñaba en aquellos itn-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


324 B. PÉREZ GALDÓS<br />

provisados sitios <strong>de</strong> recreo, y oíanse los gritosy<br />

vivas con que se celebraba el gran suceso<strong>de</strong><br />

la Albuera.<br />

Aguardamos largo rato. Los amigos <strong>de</strong><br />

Lord Gray y D. Pedro esperaban en la muralla<br />

en dos grupos distintos.<br />

—¿Se han traído los garrotes?—preguntó •<br />

sigilosamente uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Lord Gray.<br />

—Sí... son vergajos <strong>de</strong> cuero para que pueda<br />

ser vapuleado sin recibir golpes mortales...<br />

—¿Y las hachas <strong>de</strong> viento?<br />

—¿Y los cohetes?<br />

—Todo está—dijo uno sin po<strong>de</strong>r disimular<br />

su gozo.—El figurón vestido <strong>de</strong> todas armas ó.<br />

la.antigua que ha <strong>de</strong> presentarse en. higar <strong>de</strong>-<br />

Lord Gray, aguarda en aquella casa. Mamarracho<br />

igual lio le ha visto Cádiz.<br />

—Pero D. Pedro no parece...<br />

—Allá viene... sus amigoa los cruzados le<br />

ro<strong>de</strong>an.<br />

—Todo ha <strong>de</strong> hacerse como lo he dispuesto<br />

yo...—indicó el inglés;—quiero <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong><br />

Cádiz con uu buen bromazo.<br />

—¡Lástima que esto no pudiera hacerse en<br />

el esceaario <strong>de</strong>l teatro!<br />

—Señores, se acerca la hora. ¿Baja usted...<br />

Araceli?<br />

—Al instante voy.<br />

Bajaron todos, y me <strong>de</strong>tuve <strong>de</strong>seando aislarme<br />

por breve rato para recoger mi espíritu<br />

y dar alas á mi pensamiento. Habíame paseado<br />

un poco entre la puerta y la plataforma <strong>de</strong><br />

Capuchinos, cuando vi en la muralla una persona,<br />

uu bulto negro, cuya forma y figura no<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 335<br />

•podía distinguirse bien, y que se volvía hacia<br />

la playa, siguiendo con la vista á los espectadores<br />

y héroes <strong>de</strong>l burlesco <strong>de</strong>safío. Picábame<br />

• la curiosidad por saber quién era; mas teniendo<br />

prisa, lio me <strong>de</strong>tuve y biijé al iustaute.<br />

Dos gran<strong>de</strong>s grupos se formaron en la playa,<br />

y los <strong>de</strong> uno y otro bando, excepto algunos<br />

bobalicones que vestían el traje <strong>de</strong> cruzados,<br />

estaban en el ajo. Entre los <strong>de</strong> Lord Gray,<br />

vi un figurón armado <strong>de</strong> pies á cabexa, coü<br />

peto y espaldar <strong>de</strong> latón, celada <strong>de</strong> encaje,<br />

ro<strong>de</strong>la, y con tantas plumas en la cabeza que<br />

más que guerrero parecía salvaje <strong>de</strong> América.<br />

Dábanle instrucciones los <strong>de</strong>más, y él <strong>de</strong>cía:<br />

—Ya sé lo que tengo que baeer. Triste cosa<br />

es <strong>de</strong>jarse matar, manque sea <strong>de</strong> mentiríjiyas...<br />

Yo le diré que me pongo en guardia;<br />

luego hablaré inglés así: sPliíjuis miquis...» y<br />

<strong>de</strong>spués daré un berrido, cétera, céfcera...<br />

—Haz todo lo posible por imitar mis modales<br />

y mi voz,—le dijo Lord Gray.<br />

—Descui<strong>de</strong> miloro.<br />

Uno <strong>de</strong> los presentes acercóse al otro grupo<br />

y dijo en voz alta:<br />

—Su excelencia Lord Gray, Duque <strong>de</strong> Gray,<br />

está dispuesto. Vamos á partir el sol; pero<br />

como no hay sol, se partirán las estrellas.,.<br />

Hagamos una raya en la arena.<br />

—Por mi parte, pronto esto;-—dijo D. Pedro,<br />

viendo avanzar hacia el ruedo la espantable<br />

figura <strong>de</strong>l caballero armado.—Me parece<br />

• que tiembla usted, Lord Gray.<br />

Y en efecto, el supuesto Lord temblaba.<br />

—Dios venga en mi ayuda—clamó hueca-<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


i<br />

aaf;<br />

B. PÉREZ GALDOS<br />

mente Congosto,—y que este brazo, pronto á<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la justicia y á vengar un vergonzoso<br />

ultraje, sea más fuerte que el <strong>de</strong>l Cid... ¿Lord<br />

Gray, reconoce usted BU error y se dispone A<br />

reparar la afrenta que ha cansado?<br />

El Sr. Poenco (pues no era otro) creyó pru<strong>de</strong>nte<br />

contestar en inglés <strong>de</strong> esta manera:<br />

—Pliquis miquis... ¡ay! loool... Esperpeiitis<br />

Congosto... |Noool<br />

—;Pues seal—dijo D. Pedro sacando ¡a espada,-—y<br />

á quien Dios se la dé...<br />

Cruzáronse los terribles aceros: daba Don<br />

Pedro unos mandobles que habrían hendidO'<br />

en dos mita<strong>de</strong>s al Sr. Poenco, si éste con pru<strong>de</strong>ncia<br />

suma no se retirara dando saltos hacia<br />

atrás. Los presentes aguantaban con gran<br />

trabajo la risa, porque el <strong>de</strong>safío era una especie<br />

<strong>de</strong> baile, en el cual veíase á D. Pedro<br />

saltando <strong>de</strong> aquí para allí para atrapar bajo<br />

el filo <strong>de</strong> su espada al supuesto Lord Gray.<br />

Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> repetidas vueltas y revueltas,<br />

éste exhaló un rugido y cayó en tierra diciendo:<br />

—Muerto soy.<br />

Al punto D. Pedro vióse ro<strong>de</strong>ado por un<br />

lado y otro. Multitud <strong>de</strong> vergajos cayeron sobre<br />

sus lomos, y con loco estrépito repetían los<br />

circunstantes:<br />

—¡Viva el gran D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto, el<br />

más valiente caballero <strong>de</strong> Espaflal<br />

Las hachas <strong>de</strong> viento se encendieron, y comenzó<br />

una especie <strong>de</strong> escena inferna!. Este le<br />

empujaba <strong>de</strong> un lado, aquél <strong>de</strong>l otro: querían<br />

llevarle ea vilo; pero fué preciso arrastrarle, y<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CÁDIZ 337<br />

ea tauto, llovían los palos sobre el infeliz ca^<br />

ballero, y los dos 6 tre,a cruzados que salieroa<br />

en su <strong>de</strong>feusa.<br />

—¡Viva el valiente, el invencible D. Pedro<br />

<strong>de</strong>l Congosto, que ha matado á Lord Grayl<br />

—I Atrás, can alia 1—gritaba <strong>de</strong>fendiéndose el<br />

estafermo.—Si ie maté á él, haré lo mismo con<br />

vosotros, gentuza vengativa y <strong>de</strong>svergonzada.<br />

Y apaleado, piuchado, empujado, arrastrado,<br />

fué conducido hacia !a puerta eotno en<br />

grotesco triunfo, hasta que, cotuloUdoa<strong>de</strong> tanta<br />

crueldad, le cargaron á cuestas, llevándole<br />

procesiónalmeute á la ciudad, Uaos tocaban<br />

cuernos, otros golpeaban sartenes y cacharros,<br />

otros sonaban cencerros y esquilas, y con el<br />

ruido <strong>de</strong> tales instrumentos y el fulgor <strong>de</strong> las<br />

hachas, aqnel cuadro parecía escena <strong>de</strong> brujos<br />

ó fantástica asonada <strong>de</strong>l tiempo en que había<br />

encantadores en el mundo. Ya en lo alto<br />

<strong>de</strong> la muralla, <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> mortificar al héroe,<br />

y llevado en hombros, su paseo por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

las barracas fué un verda<strong>de</strong>ro triunfo. La espada<br />

<strong>de</strong> D. Pedro quedó abandonada en el suelo.<br />

Era, según autes he dicho, !a espada <strong>de</strong><br />

Francisco Pizarro... A tal estado habían venido<br />

á parar las gran<strong>de</strong>zas heroicas <strong>de</strong> España.<br />

Lord Gray y yo con otros dos, nos habíamos<br />

quedado en la playa,<br />

—¿Otra broma?—preguntó Figueroa, que<br />

era uno <strong>de</strong> los padrinos sobre el terreno nombrados.<br />

—Acabemos <strong>de</strong> uua vez—dijo Lord Gray<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


338 B. PÉREZ GALDÓS ,<br />

con impaciencia. — Tengo que arreglar rai<br />

viaje.<br />

—Dense explicaciones—propuso el otro,—<br />

y se evitará un lance <strong>de</strong>sagradable.<br />

—Araeeli es quien tiene que darlas, no yo,<br />

—afirmó el inglés,<br />

^A Lord Gray correspon<strong>de</strong> hablar, sincerándose<br />

<strong>de</strong> su conducta.<br />

—En guardia—dijo él con frenesi:^me <strong>de</strong>spido<br />

<strong>de</strong> Cádiz matando á un amigo.<br />

—iCn guardia,—dije yo sncando la espada.<br />

Los preliminares duraron poco, y los do9<br />

aceros culebrearon con luz <strong>de</strong> plata en la obscniidiid<br />

<strong>de</strong> ia noche.<br />

De pronto oímos gritar á uno <strong>de</strong> los padrinos:<br />

—Alto: alguien nos ve... Por allí avanza una<br />

persona.<br />

—Un bulto negro... Maldito sea el curioso.<br />

—¿S¡ será Villavieeneio, que ha tenido noticia<br />

<strong>de</strong> la broma, y creyendo venir á impedirla<br />

sorpren<strong>de</strong> las veras?<br />

—Parece una mujer.<br />

—Más bien parece un hombre. Se <strong>de</strong>tiene<br />

allí.,, nos observa.<br />

—A<strong>de</strong>lante—dijo Lord Gray.—Que venga<br />

el miuulo entero á observarnos.<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

Volvieron á cruzarse los aceros. Yo me sentía<br />

fuerte en 3a segunda embestida. LordGray<br />

era tirador habilísimo; pero ballábase.muy agitado,<br />

mientras que yo no había perdido mi serenidad.<br />

De pronto mi mano avanzó con rápido<br />

empuje; sintióse el chirrido <strong>de</strong> uu acero al<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


k<br />

CÁDIZ 329<br />

resbalar contra el otro, y Lord Gray, articulaudo<br />

una exclamación, cayó eu tierra.<br />

—Muero—murmuró llevándose la mano al<br />

pecho.—Araeeli... bueu discípulo... honra á su<br />

maestro.<br />

XXXV<br />

Arrojando la espada, mi primer impulso fuá<br />

correr hacia el herido y auxiliarle; pero Figueroa,<br />

lleno <strong>de</strong> turbación, me dijo:<br />

—Esto es hecho... Araeeli, hnye... uo pierdas<br />

tiempo. El Gobernador... la Embajada...<br />

"Wellesley.<br />

Comprendiendo lo arriesgado <strong>de</strong> mi situación,<br />

corrí hacia la muralla. Hondamente turbado<br />

y conmovido, andaba hacia la puerta,<br />

•cuando me <strong>de</strong>tuvo uua persona que resueltamente<br />

hacia el lugar <strong>de</strong> la catástrofe se dirigía.<br />

—]E1 Gobernador Villavicencio!—pensé antes<br />

<strong>de</strong> distinguir con claridad el bulto <strong>de</strong> aquel<br />

extraño espectador <strong>de</strong>l duelo.<br />

Mas reconociendo á la persona, al acercarme<br />

á ella, exclamé con asombro:<br />

—Señora Doña María... ¿Usted aquí á esta<br />

hora?<br />

—fia caído—dijo mirando coQ viva atención<br />

hacia don<strong>de</strong> estaba Lord Gray.—Acertó<br />

Ja Marquesa al asegurar que no era D. Pedro<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


3S0 B- PÉREZ OAL0ÓS<br />

hombre á propósito para llevar a<strong>de</strong>lante esta<br />

gran<strong>de</strong> empresa. Usted...<br />

Señora—respondí bruscamente,—uo alabe<br />

usted mi hazaña... Quiero olvidarla, quiero<br />

olvidar que esta mano...<br />

—Ha castigado usted la infamia <strong>de</strong> un malvado,<br />

y el alto priueipio <strong>de</strong>l honor queda triunfante.<br />

—Lo dudo mucho, señora. El orgullo <strong>de</strong><br />

mi hazaña es una llama que me quema el corazón<br />

.<br />

—Quiero verlo,—murmuró secamente la señora.<br />

—¿A quién?<br />

—-A Lord Gray.<br />

—Yo no,—dije cou espanto, <strong>de</strong>seando alejarme<br />

<strong>de</strong> allí.<br />

Doña María se acercó al cuerpo, y lo examinó<br />

atentamente, con gran sorpresa <strong>de</strong> los<br />

que daban auxilio al infeliz herido.<br />

—Una venda,—dijo uno.<br />

Doña María arrojó un pañuelo sobre el cuerpo,<br />

y quitándose luego un chai negro que bajo<br />

el raauto traía, bízolo jirones y lo tiró sobre<br />

la arena.<br />

Lord Gray, abriendo los ojos, con voz débil<br />

habló así:<br />

—¡Doña María! ¿Por qué tomaste la figura<br />

<strong>de</strong> este amigo.,,? Si tu hija entra eu el convento,<br />

la sacaré.<br />

La Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar se alejó con presteza.<br />

Movido <strong>de</strong> un sentimiento compasivo, acerquéme<br />

á Lord Gray. Aquella hermosa figura<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CAUIZ 331<br />

arrojada en tierra, aquel semblante <strong>de</strong>scolorido<br />

y cadavérico, me inspiraba profundo dolor.<br />

El herido se incorporó al verme, y alzando su<br />

mano me dijo algunas palabras que resonaron<br />

en mi cerebro con eco que no pu<strong>de</strong> nunca olvidar.<br />

[Extrañas palabras!<br />

Apárteme rápidamente <strong>de</strong> allí. Entraba por<br />

la puerta <strong>de</strong> la Caleta, cuando la <strong>de</strong> Rumblar,<br />

andando á buen paso tras <strong>de</strong> mi. me <strong>de</strong>tuvo.<br />

^Lléveme usted á mi casa. Si es preciso<br />

ocultarle á usted, yo me encargo. Villavicencio<br />

quiere pren<strong>de</strong>rle; pero no permito que tan<br />

buen caballero caiga en manos <strong>de</strong> la justicia.<br />

Ofrecíle el brazo y anduvimos <strong>de</strong>spacio. Yo<br />

no <strong>de</strong>cía nada.<br />

—Caballero — prosiguió, — ¡Oh, cuánto me<br />

complazco eu dar á. usted este nombre! La<br />

hermosa palabra rarísima vez tiene aplicación<br />

en esta corrompida sociedad.<br />

No le contesté. Seguimos andando, y por<br />

dos ó tres veces me prodigó los mismos elogios.<br />

Yo principiaba á cobrar aborrecimiento<br />

á mi estupenda caballerosidad. La sangre <strong>de</strong><br />

Lord Gray corría en surtidor espantoso <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> mis ojos.<br />

—Des<strong>de</strong> hoy, valeroso joven, ha adquirido<br />

usted el último grado <strong>de</strong> mi estimación, y le<br />

daré una prueba <strong>de</strong> ello.<br />

Tampoco dije nada.<br />

—Cuando mi hija se presentó en casa, ea<br />

el lastimoso estado en que usted pudo verla,<br />

invoqué á Dios pidiéndole el castigo <strong>de</strong> ese<br />

verdugo <strong>de</strong> nuestra honra. Me indignaba ver<br />

que <strong>de</strong> tantos hombres como se reunieron eu<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


333 B. PÉREZ GA.LDOS<br />

casa, ni uno solo comprendió los <strong>de</strong>beres que<br />

e] honor impone á un caballero... Cuando vi<br />

al buen Congosto dispuesto á vengar mi ultraje,<br />

creí firmemente que Dios le había hecho<br />

ejecutor <strong>de</strong> su justicia. Dicen que D. Pedro es<br />

ridículo; pero ¡ay! como la hidalguía, la uoblezay<br />

la elevación <strong>de</strong> sentimientos son uua<br />

excepción en esta sociedad, las gentes llaman<br />

ridículo al que discrepa <strong>de</strong> su vulgaridad nauseabunda...<br />

Yo no sé por qué confiaba en el<br />

éxito <strong>de</strong>l valor dé Congosto... Anhelaba ser<br />

hombre, y me consumía en mi profundo dolor.<br />

Yo creía que la armonía <strong>de</strong>l mundo DO podía<br />

existir, mientras Lord Gray viviera, y una curiosidad<br />

intensa <strong>de</strong>voraba mi alma... No podía<br />

dormir; el velar me hacía daño... no se apartaba<br />

<strong>de</strong> nú pensamiento la escena que <strong>de</strong>spués<br />

he presenciado aquí, y cada minuto que pasaba<br />

sin saber el resultado <strong>de</strong> una contienda que<br />

juzgué seria, me parecía un siglo...<br />

—Sefiora Doña María — dije procurando<br />

echar fuera el gran peso que tenía sobre tni<br />

alma,^—el varonil espÍJ'itn <strong>de</strong> usted me asombra.<br />

Pero si vuelve usted á nacer y vuelve á<br />

tener hijas...<br />

—Ya sé lo que me quiere usted <strong>de</strong>cir, sí...<br />

que las tenga más sujetas, que no les permita<br />

ni siquiera mirar á un hombre. He sido <strong>de</strong>masiado<br />

tolerante... Pero apartémonos <strong>de</strong> aquí...<br />

el ruido <strong>de</strong> esa canalla rae hace dafio.<br />

—Son los patriotas que celebran la victoria<br />

<strong>de</strong> Albuera y la lectura <strong>de</strong> la Constitución en<br />

las Cortes.<br />

Detúvose un instante aute las barracas, y<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CADIií 333<br />

a! audac <strong>de</strong> mievo, habló así lágubremente:<br />

—Yo be muerto, he muerto ya.. El mundo<br />

acabó para mí. Le <strong>de</strong>jo eutregado á los charlataces.<br />

Al dh-igirle la última mirada, mi espíritu<br />

ae recoge en sí mismo, <strong>de</strong> sí oiismo sealimeiita,<br />

y no necesita más... Siento haber<br />

nacido en esta infame época. Yo no soy <strong>de</strong><br />

esta época, uo... Des<strong>de</strong> esta noche mi casa se<br />

cerrará como un sepulcro,,. Valeroso joven, al<br />

<strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> usted para siempre, quiero darle<br />

una prueba <strong>de</strong> raí gratitud.<br />

Tampoco dije nada... Lord Gray continuaba<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí.<br />

—Usted—prosiguió,—sepresenta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este<br />

instante á mía ojos ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una aureola. Ha<br />

respondido á mis i<strong>de</strong>as, como respon<strong>de</strong> el brazo<br />

al pensamiento.<br />

—¡Maldita aureola!—exclamó para mí,—<br />

maldito braxo y maldito penaaroiento.<br />

—Le premiaré á usted <strong>de</strong>l modo siguiente.<br />

Ya sé que usted ama á la estudianta... me lo<br />

ha dicho la <strong>de</strong> Leiva.<br />

—¿Quién es la estudianta, señora?<br />

—La estudianta es Inés, hija, como usted<br />

sabe... <strong>de</strong>jémonos <strong>de</strong> misterios... hija <strong>de</strong> la buena<br />

pieza <strong>de</strong> mi parienta la Con<strong>de</strong>sa y <strong>de</strong> un<br />

estudiantino llamado D. Luis. He querido sa^<br />

car algún partido <strong>de</strong> esa infeliz; pero uo es posible.<br />

Su Jiviana condición la hace incapaz <strong>de</strong><br />

toda enmienda. Vale bien poco. ¿Es cierto que<br />

la sacó usted <strong>de</strong> casa?<br />

—Sí, señora. La saqué para llevarla al lado<br />

<strong>de</strong> su madre. Me vanaglorio <strong>de</strong> esta acción,<br />

más que <strong>de</strong> la que usted acaba da ptesenciar.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


'334 B. PÉREZ GALDÜS<br />

—¿Y la ama usted?<br />

—Sí, señora,<br />

—Ea lina lilatima- La estudianta es indigna<br />

<strong>de</strong> usted. Yo se la regalo. Pne<strong>de</strong> usted divertirse<br />

con ella... Será como su madre... le han'<br />

dado una educación lamentable, y criada entre<br />

gente humildisima, tuvo tiempo <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r<br />

toda elape <strong>de</strong> malicias.<br />

Oí tales palabras con indignación, pero callé.<br />

—Me asombro <strong>de</strong> mi necedad. ]0h! Mi hijo<br />

no pue<strong>de</strong> casarse con tal chiquilla... La Con<strong>de</strong>sa<br />

la reclama, la llama su hija, <strong>de</strong>sbarátala<br />

admirable trama <strong>de</strong> la familia para asegurar<br />

el porvenir <strong>de</strong> la níSa y poner un velo al <strong>de</strong>shonor<br />

<strong>de</strong> la madre. La Con<strong>de</strong>sa la reclama,,,<br />

¿Qué nombre llevará? Des<strong>de</strong> este momento<br />

Inés ea una <strong>de</strong>sgraciada criatura espúrea, á<br />

quien ningún caballero podrá ofrecer dignamente<br />

su mano.<br />

Continué en silencio. Mi entendimiento estaba<br />

como paralizado y entumecido por el estupor.<br />

—Si—prosiguió.—Todo ha concluido. Pleitearé...<br />

porque el mayorazgo me correspon<strong>de</strong>.<br />

La casa <strong>de</strong> Leiva no tiene aucesióa... Supongo<br />

que usted no será capaz <strong>de</strong> dar su nombre á<br />

una... Llévesela usted, llévesela pronto. No<br />

quiero tener en casa esa <strong>de</strong>shonra... Una muchacha<br />

sin nombre.,, una infeliz espúrea. |Qné<br />

horrible espectáculo para mi pobrecita Presentación,<br />

para mi única hijal...<br />

Doña María exhaló un suspiro en que parecía<br />

haberse <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>su alma,<br />

y no dijo más por el camino. Yo tampoco hablé<br />

una palabra.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


CA.DI2 335<br />

Llegamos á ¡a casa, don<strong>de</strong> con impaciencia<br />

y xozobra esperaba D. Paco á su ama. Subimos<br />

en silencio; aguardé un iustaute eu la sala,<br />

y Doña María, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pequeña ausencia,<br />

apareció trayendo á Inés <strong>de</strong> la mano, y me dijo:<br />

, —Ahí la tiene usted... Pue<strong>de</strong> usted llevársela,<br />

huir <strong>de</strong> Cádiz... diverlirse, sí, divertirse<br />

con ella. Le aseguro á usted que vale poco...<br />

Después <strong>de</strong> la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> su madre, yo<br />

aseguro que ni la Marquesa <strong>de</strong> Leivani j'o haremos<br />

nada por recobrarla.<br />

—Varaos, Inés—dijeyo;-—huyamos <strong>de</strong> aquí,<br />

huyamos para siempre <strong>de</strong> esta casa y <strong>de</strong> Cádiz.<br />

—¿Van uste<strong>de</strong>s á Malta?—-me preguntó<br />

Doña María con una sonrisa, <strong>de</strong> cuya expresióu<br />

espautosa no pue<strong>de</strong>n dar i<strong>de</strong>a las palabras<br />

<strong>de</strong> nuestra lengua,<br />

—¿N-o me <strong>de</strong>ja usted—dijo Inés llorando,—<br />

entrar en el cuarto don<strong>de</strong> está encerrada<br />

Asunción, para <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> ella?<br />

Doña María, por única contestación, nos<br />

señaló la puerta. Salimos y bajamos. Cuando<br />

la Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar se apartó <strong>de</strong> nuestra<br />

vista; cuando la claridad <strong>de</strong> la lámpara que<br />

ella misma sostenía en alto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> iluminar su<br />

rostro, parecióme que aquella figura se había<br />

borrado <strong>de</strong> un lienzo, que había <strong>de</strong>saparecido,<br />

como <strong>de</strong>saparece la viñeta pintada en la hoja<br />

al cerrarse bruscamenteeUibro que la contiene.<br />

—Huyamos, querida mía, huyamos <strong>de</strong> esta<br />

maldita casa y <strong>de</strong> Cádiz y <strong>de</strong> la Caleta,—dije<br />

estrechando con mi brazo la mano <strong>de</strong> lués.<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


336 B; PÉREZ GA.LDÓS<br />

—¿Y Lord aray?<br />

—Calla... lio me preguntes uada. Apártateos<br />

mi. Mis manos están manchadas <strong>de</strong> sangre.<br />

—Ya entiendo. La infame conducta <strong>de</strong> ese<br />

hombre ha sido castigada... ¿Ha muerto Lord<br />

Gray?<br />

—No me preguntes uada—repetí avivando<br />

el paso.—Lord Gray... Yo tuve más suerte<br />

que él eu el duelo. Maüaoa dirán que el honor...<br />

pues... me pondráu por las nubes... ¡Infeliz<br />

<strong>de</strong> mil,.. El <strong>de</strong>sgraciado cayó bañado ea<br />

sangre; acerquéme á él, j me dijo: «¿Crees<br />

que he muerto? ¡llusiónl... yo no muero... yono<br />

puedo morir... yo soy inmortal...»<br />

— ¿De modo que no ha muerto?<br />

—Huyamos... no te <strong>de</strong>tengas... estoy loco.<br />

¿Esa figura que ha pasado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros<br />

no es la <strong>de</strong> Lord Gray'?<br />

Inés, estrechándose más contra mí, afiadió:<br />

—Huyamos, sí... quizaste persigan... Mi<br />

madre y yo te escon<strong>de</strong>remos y huiremos contigo.<br />

Septiembre-Octubre 1874.<br />

riN DE CÁDIZ<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>


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9<br />

ií<br />

B-<br />

1'


T íV<br />

BIBLIOTECA HISTÓRICA MUNICIPAL<br />

Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />

1200017505


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