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Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
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35^35<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
.i-a^fcaaaara i. —^'*iiiiiiaijiim>^
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
^<br />
EPISODIOS NACIONALES<br />
CÁDIZ<br />
íí° •'^f.,"--••<br />
' • , . ' '<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
EB propiedad. Queda heoho<br />
el <strong>de</strong>pósito que mitrca la ley.<br />
Sarán furtivos los ajemplalee<br />
que no lleven el sello <strong>de</strong>l<br />
autor.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
1<br />
A<br />
B. PÉREZ GALDÓS 7T3?<br />
EPISODIOS NACIONALES<br />
PRIMERA SERIE<br />
CÁDIZ<br />
SEXTA EDICIÓN<br />
ESMERADAMENTE CORREGIDA<br />
MADRID /íf^9c¿'¿.'Í^"S'?/_<br />
OBRAS DE PÉREZ GALDÓS<br />
1898<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
EST. TIP. DE LA ViUDA É HIJOS DE TULLO<br />
IMPRESOR DE CAllflHA DR S. M.<br />
C, <strong>de</strong> Sun Francisco, i.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ<br />
En uua mañana <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1810<br />
Tfcuve que salir <strong>de</strong> lalala, don<strong>de</strong>estaba <strong>de</strong>gnarnieión,<br />
para ir á Cádiz, obe<strong>de</strong>ciendo á un aviso<br />
tan discreto como breve que cierta dama<br />
tuvo la bondad <strong>de</strong> enviarme. El día era hermoso,<br />
claro y alegre, cual <strong>de</strong> Audaluda. Becorrí<br />
con otros compañeros, que hada el mismo<br />
punto si no con igual objeto caminaban,<br />
el largo istmo que sirve para que el continente<br />
no tenga ia <strong>de</strong>sdicha <strong>de</strong> estar separado <strong>de</strong><br />
•Cádiz; examinamos al paso las obras admirables<br />
<strong>de</strong> Torregorda, la Cortadura y Puntales;<br />
charlamos con los frailes y personas gravee<br />
que trabajaban en las fortificaeiones; disputamos<br />
sobre si se veían claramente ó no las posiciones<br />
<strong>de</strong> loa franceses al otro lado <strong>de</strong> la<br />
bahía; echamos unas cañas en el íigón <strong>de</strong><br />
Poenco, junto á !a Puerta <strong>de</strong> Tierra, y, finalmente,<br />
uos separamos en ia plaza <strong>de</strong> San Jnan<br />
<strong>de</strong> Dios, para marchar cada cual á su <strong>de</strong>sti-<br />
410. Kepito que era en Febrero, y aunque no<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
6 fi. PÉREZ CALDOS<br />
pviedo precisai" el día, sí afirmo que cori'íau<br />
los principios <strong>de</strong> dicho mes, pues aún estnba<br />
caleutita ia lamosa respuesta: aLa ciudad <strong>de</strong><br />
Cádiz, fiel á loa principios que ha jurado, uo<br />
reconoce otro Key qne al Sr. D. Fernando VII.<br />
6 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> IBIO.»<br />
Cuando llegué á la calle <strong>de</strong> la Verónica y á<br />
la casa <strong>de</strong> Doña Flora, ésta me dijo:<br />
—¡Cuan impaciente está la señora Con<strong>de</strong>sa,<br />
eaballerito, y cómo se conoce que se ha distraído<br />
usted mirando á las majas que van á<br />
alborotar á casa <strong>de</strong>l Sr. Poenco en Puerta <strong>de</strong><br />
Tierra!<br />
—Señora—le respondí,—juro á usted que<br />
fuera <strong>de</strong> Pepa Hígados, la Churriana, y María<br />
<strong>de</strong> las Nieves, la <strong>de</strong> Sevilla, no había moza<br />
alguna en casa <strong>de</strong> Piienco. También pongo<br />
á Dios por testigo <strong>de</strong> que no nos <strong>de</strong>tuvimos<br />
más que una hora, y esto porque no uos Ualoaran<br />
<strong>de</strong>scorteses y malos caballeros.<br />
—Me gusta la Trescurii con que lo diee—<br />
exclamó con eufadoDoña Flora,—-Caballeiito,<br />
la Con<strong>de</strong>sa y yo estamos muy incomodadas<br />
con usted, si, señor. Des<strong>de</strong> el mes pasado, ea<br />
que mi amiga acertó á recoger en el Puerto<br />
esta oveja <strong>de</strong>scarriada, no ha venido usted á<br />
visitarnos más que dos ó tres veces, prefiriendo<br />
en sus horas <strong>de</strong> esparcimiento la compañía<br />
<strong>de</strong> soldados y m{)zas alegres, al trato <strong>de</strong><br />
personas gravea y <strong>de</strong>licadas que tan necesario<br />
es á nn jovenzuelo sin experiencia. |Qué sería<br />
<strong>de</strong> tí—añadió reblan<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> improviso y en<br />
tono <strong>de</strong> confianza,—tierna criatura lanzada en<br />
edad tan temprana á los torbellinos <strong>de</strong>l mun-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 7<br />
do, si nosotras, compa<strong>de</strong>cidas <strong>de</strong> tu orfandad,<br />
lio te agasajáramos y cuidáramos, fortaleciéndote<br />
á la vez el cuerpecito con sauos y gustosos<br />
platos, el alma con sabios eonsejoal ¡Desgraciado<br />
niño..,! Vaya, se acabaron los regaños,<br />
picarillo. Estás perdonado: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hoy<br />
se acabó el mh-ar á esas <strong>de</strong>svergonzadas muchachuelas<br />
que van á casa <strong>de</strong> Poenco. Compren<strong>de</strong>,<br />
hijo mío, todo lo que vale un trato<br />
honesto, circunspecto, con personas <strong>de</strong> peso<br />
ysuposicióu.,. Vamos, dime lo qne quieres almorzar,<br />
¿Te quedarás aquí hasta mañana?<br />
¿Tienes alguna herida, contusión ó rasguño,<br />
para curártelo en seguida? Si quieres dormir,<br />
ya sabes que junto á mi cuarto hay una aleobita<br />
muy linda.<br />
Diciendo esto. Doña Flora <strong>de</strong>sarrollaba ante<br />
mis ojos-en toda su magnificencia y extensión<br />
el panorama <strong>de</strong> gestos, guiños, saladas muecas,<br />
graciosos mohines, arqueos <strong>de</strong> cejas, repulgos<br />
<strong>de</strong> labios, y <strong>de</strong>más signos <strong>de</strong>l lenguaje<br />
mudo que en su arrebolado y con cien menjurges<br />
recompuesto rostro, serría para dar<br />
mayor fuerza á la palabra. Luego que le d{<br />
mis excusas, dichas mitad en serio, mitad en<br />
broma, comenzó á dictar ór<strong>de</strong>nes severas para<br />
la obra <strong>de</strong> mi almuerzo, atronando la casa, y<br />
á este punto salió, conteniendo la risa, la señora<br />
Con<strong>de</strong>sa, que habla oído la anterior retahila.<br />
—Tiene razón—me dijo <strong>de</strong>spués que nos<br />
saludamos:—el Sr. D. Gabriel es un ciüqtiilicuatro<br />
sin fundamento, y mi amiga haría<br />
muy bien en ponerle una calza al pie. ¿Qué<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
ti B. PÉREZ GALnüS<br />
es eso <strong>de</strong> mirar á Jas chicas boiiitfls? ¿Haae<br />
visto mayor <strong>de</strong>svergüenza? [Un barbilindo que<br />
<strong>de</strong>biera estar eil Ja escuela, ó cosido á Jas<br />
faldas <strong>de</strong> alguna persona sentada y <strong>de</strong>libras,<br />
que fuera un almacén <strong>de</strong> buenos consejos...!<br />
¿cómo se entien<strong>de</strong>? Dofia Flora, siénteíe usted<br />
la mano; dirija su corazón por el camino<br />
<strong>de</strong> los sentimientos... circunspectos y graves,<br />
é infiíudale el respeto que todo caballero <strong>de</strong>be<br />
tener á los venerandos monumentos <strong>de</strong> la antigüedad.<br />
Mientras esto <strong>de</strong>cía. Doña Flora había traído<br />
luengas piezas <strong>de</strong> damasco amarillo y rojo,<br />
y ayudada <strong>de</strong> su donceJia empezó á cortar<br />
ucas como dalmáticas újubones á la antigua,<br />
qne luego ribeteaban con galón <strong>de</strong> plata. Como<br />
era tan presumida y extravagante en su atavío,<br />
creí que Doña Flora preparaba para su<br />
propio cuerpo aquellas vestimentas; pero luego<br />
conocí, viendo su gran número, que erau<br />
prendas <strong>de</strong> oompaisa <strong>de</strong> teatro, cabalgata ó<br />
cosa <strong>de</strong> este jaez.<br />
— ¡Qué holgazana está usted, señora Con<strong>de</strong>sal-—dijo<br />
Doña Flora;-—y ¿cómo teniendo<br />
tan buena mano pai'a la aguja no me ayuda<br />
á hilvanar estos unil'ormes para la Crusada<br />
<strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz, que va á ser el terror<br />
<strong>de</strong> la Francia y <strong>de</strong>l Rey José?<br />
-—Yo no trabajo en mojigangas, amiguita<br />
—repuso mi antigua ama,—y <strong>de</strong> picarme las<br />
manos con Ja aguja, prefiero ocuparme, como<br />
me ocupo, eu la ropa <strong>de</strong> esos pobreeitos soldados<br />
que han venido con Aiburqiierque <strong>de</strong><br />
Extremadura, tan <strong>de</strong>strozados y astrosos que<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
i<br />
fíí<br />
• V<br />
H<br />
J
C.\.DIZ 9<br />
KÍa lástima verlos. Estos y otros como éstos,<br />
amiga Dofla Flora, echarán á. los franceses, si<br />
es que les echan, que no ios monigotes <strong>de</strong> la<br />
Cruzada, con su D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto á la<br />
cabeza, el más loco entre todos los locos <strong>de</strong><br />
-esta tierra, con perdón sea dicho <strong>de</strong> la que es<br />
su tieniísima Filis.<br />
^Niñita mía, no diga usted tales cosas <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> este joven sin experiencia—indicó con<br />
mal disimulada satisfacción DoBa Flora; —<br />
pues podría creer que el ilustre jefe <strong>de</strong> la Cruzada,<br />
para quien áuy estos puntos y comas, ha<br />
tenido conmigo más relaciones qii^ las <strong>de</strong> una<br />
afición purísima y jaraiia manchadas con nada<br />
<strong>de</strong> aquello queD. Quijote llamaba ¿/(cítaíiwwielindre.<br />
Conocióme el Br. D. Pedro en Vejer, en<br />
casa <strong>de</strong> mi primo D, Alonso, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />
se prendó <strong>de</strong> mí <strong>de</strong> tal modo, que no ha vuelto<br />
é. encontrar en toda la Andalucía mujer que le<br />
interesara. Ha sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces acá su <strong>de</strong>voción<br />
para mí cada vez más fina, espiritada y<br />
sublime, en tales términos, que jamás me lo ha<br />
manifestado sino en palabras respetuosísimas,<br />
temiendo ofen<strong>de</strong>rme, y en los años que nos conocemos<br />
ni una sola veK me ha tocado las puntas<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos. Mucho ha picoteado por ahí<br />
la gente suponiéudonos ineliuados á contraer<br />
matrimonio; pero sobre que yo he aborrecido<br />
siempre todo lo que sea obra <strong>de</strong> varón, el señor<br />
D. Pedro se pone encendido como la grana<br />
cuando tal le dicen, porque ve en esas habla-<br />
Kiurias una ofensa directa á sn pudor y al mío.<br />
—No es tampoco D. Pedro—dijo Amaranta<br />
.riendo,—con sus sesenta años á la espalda.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
10 B. PliREZ Í5ALDÓS<br />
hombre á propósito para uua mujer fresca y<br />
lozana como usted, amiga mi.i. Y ya que da<br />
estosü trata, aunque le parezcan irrespetuosas<br />
y tal vez ¡rapú
Cfl-DIZ 11<br />
los lazos <strong>de</strong>l enemigo. Calma y sosiego, Gabriel,<br />
y esperar COD pacieucia la suerte que<br />
Dios <strong>de</strong>stina á las criaturas. Esperar, sí; pero<br />
sin fogosida<strong>de</strong>s, sin exaltaciones, siti locuras<br />
juveniles, pues uada sienta I an bien á un joven<br />
<strong>de</strong>licado y caballeroso como la circunspección,<br />
Y si no, apren<strong>de</strong> <strong>de</strong> ese Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto,<br />
apren<strong>de</strong> <strong>de</strong> él; mírate en el espejo <strong>de</strong> sa<br />
respetuosidad, <strong>de</strong> su severidad, <strong>de</strong> su aplomo,<br />
<strong>de</strong> su impasible y jamás turbado platonismo;<br />
observa cómo enfrena sus paeiones; cómo enfría<br />
el ardor <strong>de</strong> loa pensamientos con la estudiada<br />
urbanidad <strong>de</strong> las palabras; cómoreconceutia<br />
en la i<strong>de</strong>a su afición, y pouefreno á las<br />
manos, mordaza á la lengua y ca<strong>de</strong>nas al corazón<br />
que quiere saltársele <strong>de</strong>l pecho.<br />
Amaranta y yo hacíamos esfuerzos por contener<br />
la risa. De pronto oyóse ruido <strong>de</strong> pasos,<br />
y la doncella entró á anunciar la visita <strong>de</strong> un<br />
caballero.<br />
—Es el inglés—-dijo Amaranta,—Corra usted<br />
á recibirle.<br />
—Al iustante, al instante voy, amiga mía.<br />
Veré si puedo averiguar algo <strong>de</strong> lo que usted<br />
<strong>de</strong>sea.<br />
Nos quedamos solos la Con<strong>de</strong>sa y yo por<br />
largo rato, pudiendo sin testigos hablar tranquilamente<br />
lo que verá el lector á continuación,<br />
si tiene paciencia.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
12 1). PlíiíBZ GALDOS<br />
ir<br />
—Gabriel^me dijo.^te he llamado para<br />
<strong>de</strong>cirte que aj'er, eo noa embarcación pequefia,<br />
veuida <strong>de</strong> Cartagena, lia llef^ado á Cádiz<br />
el sin par D. Diego, Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Ramblar, hijo<br />
<strong>de</strong> miestra parienta la monumental y grandiosa<br />
señora Doña María.<br />
—Ya sospechaba^respondí,-—que ese perdido<br />
recalaría por aquí. ¿No trae en su compañía<br />
á un majo <strong>de</strong> las Vistillas, ó cortesano<br />
<strong>de</strong> la tertulia <strong>de</strong>l Sr, Mano <strong>de</strong> Mortero?<br />
—No sé si vieue solo ó trae corte. Lo que se<br />
es que su mamá ha recibido mucho gusto con<br />
la ¡ijesperada aparición <strong>de</strong>l niño, y que mi tía,<br />
ya sea por mortificarme, ya porque realmente<br />
haya encontrado variación en el joven, ha dicho<br />
ayer <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> toda la familiii; «Si ersefior<br />
Con<strong>de</strong> se porta bien y es hombre formal, obtendrá<br />
nuestros parabienes, y se hará acreedor<br />
á la más dulce recompensa que pvie<strong>de</strong>n ofrecerle<br />
dos fíiuuilias <strong>de</strong>seosas <strong>de</strong> formar una<br />
sola.í<br />
—Señora Con<strong>de</strong>sa, yo, á ser usted, me reiría<br />
<strong>de</strong> D, Diego y <strong>de</strong> las mortificaciones <strong>de</strong><br />
cuantas Mjirquesas impertinentes peinan canas<br />
y guardan pergaminos en el mundo.<br />
—[Ah, Gabriel: eso pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse; pero si tú<br />
compreudieras bien lo que me pasal^-exclamó<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
t^^MMM<br />
CADIX 13<br />
con pena.—¿Creerás que se han empeñado en<br />
que mi hija no me tenga amor ni cariño alguno?<br />
Para conseguirlo, han principiado por_<br />
apartarla eoutiuiiamente <strong>de</strong> mí. Des<strong>de</strong> iiace<br />
algunos días han resuelto teimiiiantemente<br />
que no venga á las tertulias <strong>de</strong> esta casa, y<br />
tampoco me reciben á mi en la suya. De este<br />
modo, mi hija cotieluirá por no amarme. La<br />
infeliz no tiece culpa <strong>de</strong> esto: ignora que soy<br />
su madre, me ve poco, las oye á ellas con más<br />
frecuencia que á mi... ¡Sabe Dios lo que le dirán<br />
para que me aboneacal Di si no es eafco<br />
peor que cuautos castigos pue<strong>de</strong>n pa<strong>de</strong>cerse eu<br />
el muudo; di si no teugo razóu para estar<br />
muerta <strong>de</strong> celos, sí, y los peores, los más doloiosos<br />
y <strong>de</strong>sesperantes que pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sgarrare!<br />
corazón <strong>de</strong> uua mujer. Al ver que personas<br />
egoístas quieren arrebatarme lo que es mío y<br />
privarme <strong>de</strong>l úüico consuelo <strong>de</strong> mí vida, me<br />
siento tan rabiosa, quesería capaz <strong>de</strong> acciones<br />
indignas <strong>de</strong> mi categoría y <strong>de</strong> mi nombre.<br />
—No me parece la situación <strong>de</strong> usted—le<br />
dije,—ni tau triste ni tan <strong>de</strong>sesperada como la<br />
ha pintado. Usted pue<strong>de</strong> reclamar á su hija,<br />
llevándosela para siempre consigo.<br />
—Eso es difícil, muy difícil. ¿No ves que<br />
aparentemente y según la ley carezco <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos<br />
para reelamaria y traerla á mi lado? Me<br />
han jurado una guerra á muerte. Han hecho<br />
los imposibles por <strong>de</strong>sterrarme, no vacilando<br />
hasta en <strong>de</strong>nunciarme como afrancesada. Hace<br />
poco, como sabes, proyectaron marcharse á<br />
Portugal siu darme noticia <strong>de</strong> ello, y si lo impedí<br />
preaentáadome aquella noche en tu com-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
14 B. PÉREZ CALDOS<br />
paíiía, me fué preciso amenazar con uu grao<br />
escándalo para obligarlas á que se <strong>de</strong>tuvieran.<br />
La <strong>de</strong> Kumblar rae cobriS uu aborrecíraienlo<br />
profundo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que supo mi oposición á que<br />
Inés se <strong>de</strong>sposase con el lunautuelo <strong>de</strong> su hijo.<br />
Mi tía, con su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> la casa y <strong>de</strong><br />
la honra <strong>de</strong> la J'aniilia, me mortifica más que<br />
la otra con su enojo, que tiene por móvil una<br />
<strong>de</strong>Bmedida avaricia. Si me encontrara en <strong>Madrid</strong>,<br />
don<strong>de</strong> mis muclias relaciones me ofrecen<br />
abimdautes recursos para todo, tal vez vencería<br />
éstos y otros mayores obstáculos; pero nos<br />
hallamos en Cádiz, en una plaza que casi está<br />
rigurosamente sitiada, don<strong>de</strong> tengo pocos amigos,<br />
mientras que mi tía y la <strong>de</strong> Éumblar. por<br />
su exagerado españolismo, cuentan con el favor<br />
<strong>de</strong> todas las personas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Suponte<br />
que me obliguen á embarcarme, que me <strong>de</strong>stierren,<br />
que durante mi forzada ausencia engañen<br />
á la pobre nifia y la caseu contra su<br />
voluntad; figúrate que esto suceda, y...<br />
•—|Ohl señora—exclamé con vehemencia,<br />
—eso no suce<strong>de</strong>rá mientras usted y yo vivamos<br />
para impedirlo. Hablemos á Inés, revelémosle<br />
lo que ya <strong>de</strong>biera saber...<br />
—Díselo tú; si te atreves...<br />
—¿Pues no he <strong>de</strong> atreverme?...<br />
—Debo advertirte otra cosa que iguoras,<br />
Gabriel; una cosa que tal vez te cause ti'isteza,<br />
pero que <strong>de</strong>bes saber... ¿Tii orees conservar<br />
sobre ella el ascendiente que tuviste hace<br />
algún tiempo y que conservaste aún <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> haber mudado tan bruscamente <strong>de</strong> fortuna?<br />
—Seflora—repuee,—no puedo concebir que<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
ri~.il<br />
í
CAUI2 15<br />
liaj'a perdido ese ascendiente. Perdóneseme la<br />
vanidad.<br />
—¡Desgraciado muciíachol—me dijo eu tono<br />
<strong>de</strong> dulce compasión. — La vida consiste en<br />
mil mudanzas dolorosas, y el que confía en la<br />
per^ietuidad <strong>de</strong> los sentimientos que le halagan<br />
es como el iluso que viendo las nubes en elholizoiite,<br />
las cree montañas, hasta que im rayo<br />
<strong>de</strong> luz las <strong>de</strong>sfigura ó uu soplo <strong>de</strong> viento Jas<br />
<strong>de</strong>sbarata. Hace dos años, mi hija y tú éraia<br />
dos niños <strong>de</strong>svalidos y abandonados. El apartamiento<br />
en que vivíais y la común <strong>de</strong>sgracia,<br />
aumentando la natural inclinación; hicieron<br />
que os amarais. Después todo cambió. ¿Para<br />
qué repetir lo que sabes tan bien? lués en su<br />
nueva posición no quiso olvidar al fiel ccmpañero<br />
<strong>de</strong> su infortunio. jHermoso sentimiento<br />
que nadie más que yo supo apreciar en sa valor!<br />
Aprovechándome <strong>de</strong> él, casi ¡legué hasta<br />
tolerarlo y autorizarlo, impulsada por el <strong>de</strong>specho<br />
y por luortiñcar á mi orgullosa parienta;<br />
pero yo sabía que aquella corazonada infantil<br />
conckiiría con el tiempo y la distancia,<br />
como en efecto ha concluido.<br />
Oí con estupor las palabras <strong>de</strong> la Con<strong>de</strong>sa,<br />
que iban esparciendo <strong>de</strong>usas obscurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> mis ojos. Pero la razón me indicaba<br />
que no <strong>de</strong>bía dar entero crédito alas palabras<br />
<strong>de</strong> mujer tan experta en iugeuiosos engaños; y<br />
esperé, aparentando conformarme con su opinión<br />
y mi <strong>de</strong>saire.<br />
—¿Te acuerdas <strong>de</strong> la noche en que nos preseutamos<br />
aquí viniendo <strong>de</strong>l Puerto <strong>de</strong> Santa<br />
María? En esta misma sala nos recibió Doña<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
16 n. PÉREZ liALDÓS<br />
í'iora. Llamamos á Inés, te vio, le hablaste.<br />
La pübieciLa estaba tan turbada, que DO acertó<br />
á contestar <strong>de</strong>rechaiuente á lo que le dijiste.<br />
lodndabletaeDte te conserva un noble-y Iraterual<br />
afecto; pero nada más, ¿No lo comprendiste,<br />
Gabriel'^ ¿No se ofreció á tus ojos ó á tus<br />
oídos algún dato para conocer que ya Inés no<br />
te ama?<br />
•—Señora—respondí con perplejidad,^aqnel<br />
instante fué tan bieve, y usted me suplicó con<br />
tanta precipitación que .«alíese <strong>de</strong> la casa, que<br />
nada observé que me disgustara.<br />
—Pues si, pue<strong>de</strong>s creerlo. Yo sé que Inés no<br />
te ama ya,—afirmó con uua entereza tal, que<br />
se me bizo aborrecible en un momento mi hermosa<br />
iiiteriocutora.<br />
—¿Lo sabe usted?<br />
—Yo lo sé. •<br />
—Tal vez se equivoque,<br />
—No: Inés lio te quiere.<br />
—¿Por qué?—preguuté bruscamente y con<br />
<strong>de</strong>sabrimiento,<br />
—Porque ama á otro,—me respondió con<br />
calma.<br />
•—¡A otro!—exclamé tan asombrado que por<br />
largo rato no me di cueu ta <strong>de</strong> lo que sentía.—<br />
¡A otrolNo pue<strong>de</strong> ser, señora Con<strong>de</strong>sa. ¿Y quién<br />
.es ese otro? Sepámoslo.<br />
Diciendo esto, en .mi intenoi" se retorcían<br />
doloroaamente unas como culebras, que me<br />
estrujaban el corazón mordiéndolo y apretándolo<br />
cou estrechos nudos. Yo quería aparentar<br />
serenidad; pero mis palabras balbucientes<br />
y cierta invencible sofocación <strong>de</strong> mi aliento<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
É^':<br />
r*.*<br />
•M<br />
»s
CÁDIZ 17<br />
<strong>de</strong>acabríau la ñaqiieza <strong>de</strong> mi espíritu, caído<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cmubre <strong>de</strong> su umyor orgullo.<br />
—¿Quieres saberlo? Pues te lo dité. Es nn<br />
inglés,<br />
—¿Ese?-—pregunté con sobresalto, señalando<br />
liacia !a sala, don<strong>de</strong> resonaljan lejanamente<br />
el eco <strong>de</strong> las voces <strong>de</strong> Doña Flojft y <strong>de</strong> sn<br />
visitante.<br />
— ¡Ese mismo!<br />
—¡Señora, no pue<strong>de</strong> ser! Usted se equivoca<br />
—dijíJ sin po<strong>de</strong>r contener la fogosa cólera que,<br />
<strong>de</strong>aariollándose en mí como súbito incendio,<br />
no admitía razón que la refrenara, ni urbanidad<br />
que Ja reprimiera.—Uatfd se burla da mí;<br />
usted me humilla y me pisotea como siempre<br />
lo ha hecho,<br />
— ¡Qaé furioso te has puesto ¡-—exclamó son-'<br />
riendo. —Cálmate y no seas loco.<br />
•—Perdóneme usted si la he ofendido con mi<br />
brusca respuesta—dije reponiéndome;—pero<br />
yo no puedo creer eso que he oído. Todo cuanto<br />
liay en roí que bable y palpilc con señales<br />
<strong>de</strong> vida, protesta contra tal i<strong>de</strong>a. 8i ella meló<br />
dice, lo creeré; <strong>de</strong> otro modo, no. Soy un ciego<br />
^iúpido tal vez, señora mía; pero yo <strong>de</strong>testo<br />
la luz que pueda hacerme ver la soledad espantosa<br />
que usted quiere ponerme <strong>de</strong>lante. Y<br />
aún no me ha dicho usted quién es ese inglés,<br />
ni en qué se funda para pensar,..<br />
—Ese inglés vino aqnf hace seis meses,<br />
acompañando á otro que se llama Lord Byrou,<br />
el cual partió para Levante al poco tiempo.<br />
Este que aquí está se llama Lord Gray. ¿Quieres<br />
saber en qué nae fundo para pensar que<br />
SEXTA I¡UIG[Ó.\ t<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
18 U. PÉREZ GALDÓS<br />
Inés le ama? Hay mil indicios que ni engañan<br />
ni pue<strong>de</strong>n enfiaflar á una mujer experimentada<br />
como yo. ¿Y eso te asombra? Eres un mozo<br />
sin experiencia, y crees que el mundo se ha<br />
hecho para tu regalo y satisfacción. Es todo lo<br />
contrario, niño. ¿En qué te fundabas para esperar<br />
que Inés estuviera queriéndote toda la<br />
vida, hichatido con la ausencia, que en esta<br />
edad es lo mismo que el olvido? [Pues no pedías<br />
poco en verdad! ¿Sabes que eres mo<strong>de</strong>stito?Qi'e<br />
pasaran afios y más Bfios, y ella siempre<br />
queriéndote... Varaos, pi<strong>de</strong> por esa boca.<br />
Es preciso que te acostumbres á creer que hay<br />
a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ti otros hombres en el mundo, y<br />
que ias muchachas tienen ojos para very oídos<br />
para escuchar.<br />
' Con estas palabras, que encerraban profunda<br />
verdad, la Con<strong>de</strong>sa me estaba matando.<br />
Parecíame que mi alma era una hermosa tela,<br />
y que ella con sus finas tijeras la cortaba en<br />
pedacilos para arrojarla al viento.<br />
—Pvies si. Ha pasado mucho tiempo —<br />
continuó.—Ese inglés se apareció en Cádiz; nos<br />
visitó. Visita hoy con mucha frecuencia la<br />
otra casa, y en ella es amado... Esto te pareqg<br />
hicrelble, absurdo. Pues es la cosa más sencilla<br />
<strong>de</strong>l mundo. También creerás que el inglés<br />
es un hombre antipático, <strong>de</strong>sabrido, brusco,<br />
colorado, tieso y borracho como algunos<br />
que viste y trataste en la plaza <strong>de</strong> San .Juan<br />
<strong>de</strong> Dios cuando eras niño. No: Lord Gray es<br />
un hombre finíaimo, <strong>de</strong> hermosa presencia y<br />
vasta instrucción. Pertenece á una <strong>de</strong> las mejores<br />
familias <strong>de</strong> Inglaterra, y es más l'ieo que<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
*•<br />
CÁDIZ 19<br />
20 U. PÉREZ CALDOS<br />
y po<strong>de</strong>rosa; nos <strong>de</strong>scribe los <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Egipto,<br />
con sns noches claras como el día, con las pirámi<strong>de</strong>s,<br />
los templos <strong>de</strong>rribados, el Nilo y los<br />
pobres árabes que arrastran miserable vida en<br />
aquellas soleda<strong>de</strong>s; una pinta luego los lugares<br />
santos <strong>de</strong> Jernsaléii y Belén, el sepulcro <strong>de</strong>l Señor,<br />
hablácdünos délos millares <strong>de</strong> peregnuos<br />
que le visitan, <strong>de</strong> los buenos frailes que dan<br />
hospitalidad al europeo; nos dice cómo SOQ<br />
loa olivares á cuya sombra oraba el Señor<br />
cuando fué Judas con los soldados á pren<strong>de</strong>rle,<br />
y nos refiere punto por punto cómo es el<br />
monte Calvario y el sitio don<strong>de</strong> levantaron la<br />
santa Cruz. Pespués nos habla <strong>de</strong> la inconiparabíe<br />
Venecia, ciudad fabricada d.ejitro <strong>de</strong>l<br />
mar, <strong>de</strong> tal modo, que las calles son <strong>de</strong> agua y<br />
los coches unaa lanchillas que llaman góndolas,<br />
y allí se pasean <strong>de</strong> noche los amantes solos<br />
en aquella serena laguna, sin ruido y siit<br />
testigos. También ha visitado la América,<br />
don<strong>de</strong> hay unos salvajes muy mansos que<br />
agasajan á los viiijeroa, y don<strong>de</strong> los ríos, grandísimos<br />
como todo lo <strong>de</strong> aquel país, se precipitan<br />
<strong>de</strong>a<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> una roca formando lo que<br />
llaman cataratas, es <strong>de</strong>cir, un sallo <strong>de</strong> agua<br />
como si medio mar se arrojase sobre el otro<br />
medio, formando mundos <strong>de</strong> espuma y uu<br />
ruido (jue se 03'e á muchísimas leguas <strong>de</strong> distancia.<br />
Todo !o relata, todo lo pinta con taü<br />
vivos colores, que parece que lo estaraos viendo.<br />
Cuenta sus acciones hfti-óieas sin fanfarronerías,<br />
y jamás ha mortiñcado el orgullo <strong>de</strong><br />
los hombres queleoyeu con tanta atención,<br />
si no con tanta complacencia, como las muje-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 21<br />
res. Ahora bieu: Gabriel, <strong>de</strong>sgraciado joveü,<br />
¿por lo que digo compj'en<strong>de</strong>s que ese inglés<br />
tiene atractivos siificieutes para cautivar á<br />
una lauchacba <strong>de</strong> tanta sensibilidad como<br />
imaginación, que instintivamente vuélvelos<br />
ojos hacia todo lo que se distingue <strong>de</strong>l vulgo<br />
enfatuado? A<strong>de</strong>más, Lord Gi-ay es riquísimo,<br />
y aunque las riquezas no bastan á suplir en<br />
los hombres la falta <strong>de</strong> ciertas cualida<strong>de</strong>s,<br />
cuando éatas se poseen, las riquezas las avaloran<br />
y realzfln. Lord Gray viste elegantemente;<br />
gasta con proínsión en su persona y eu<br />
obsequiar dignamente á sus amigos, y su esplendi<strong>de</strong>z<br />
no es el <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong>l joven calavera<br />
y voluntarioso, sino la gala y generosidad <strong>de</strong>l<br />
rico <strong>de</strong> alta cuna, que emplea sabiamente sa<br />
dinero en alegrar ]ii existencia <strong>de</strong> cuantos le<br />
ro<strong>de</strong>an. Es galante sin afectación, y más bieu<br />
serio que jovial. ¡Ay, pobrecito! ¿Lo compren<strong>de</strong>s<br />
ahora? ¿Llegarás á enten<strong>de</strong>r que liay en<br />
el mundo alguien que pue<strong>de</strong> ponerse eu parangón<br />
con el Sr. D. Gabriel <strong>de</strong> Tres-al Cuarto?<br />
¿eliexiona bien, hijo; reflexiona bieu quién<br />
eres tú. Un buen muchacho y nada más. Excelente<br />
corazón, <strong>de</strong>spejo natural, y aquí paz<br />
y <strong>de</strong>spués gloria. En punto á posición, oñciaiito<br />
<strong>de</strong>l ejército... bien ganado, eso sí... pero<br />
¿qué vale eso? Figura... no mala; conversación,<br />
tolerable; nacimiento, bumildfsimo, aunque<br />
bieu pudieras figurarlo como <strong>de</strong> los más<br />
alcurniados y coruscantes. Valor, no lo negaré;<br />
al contrario, creo que lo tienes en alto<br />
grado, pero sin brillo ni kicimieuto. Literatura,<br />
escasa,., cortesía, buena... Pero, hijo, á<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
92 B. PÉREZ GALBOS<br />
pesar <strong>de</strong> tus méritos, que son muchos, dada»<br />
tu pobreza y humildad, ¿iusistiráa en hacerte<br />
in<strong>de</strong>stronable, como se lo creyó el buen Don<br />
Carlos IV que heredó la coroua <strong>de</strong> su padre?'<br />
No, Gabriel: ten calma y resígnate.<br />
El efecto que me causó la relación <strong>de</strong> mi.<br />
antigua ama fué terrible. Figúrense uste<strong>de</strong>s<br />
cómo me habría quedado yo si Araaranta<br />
hubiera cogido el pico <strong>de</strong> Muihacéu, es <strong>de</strong>cir,<br />
el monte más alto <strong>de</strong> Espafia... y me lo hubiese<br />
echado encima.<br />
Pues lo mismo, señores,lo mismo me quedé..<br />
III<br />
¿Qué podía yo <strong>de</strong>cir? Nada. ¿Qué <strong>de</strong>bía hacer?<br />
Callarme y sufrir, Pero el hombre aplastado<br />
por cualquiera <strong>de</strong> las diversas montañasque<br />
le caen encima en el mundo, aun cuando'couozca<br />
que hay justicia y lógica en su situación,<br />
rara vez se couforma, y elevando lasmanecitas<br />
pugna por quitarse <strong>de</strong> encima la<br />
colosal peña. No sé si fué un sentimiento <strong>de</strong><br />
noble dignidad, ó por el contrario, un vano y<br />
pueril orgullo, lo que me impulsó á contestar<br />
con entereza, afectando, no sólo conformidad,<br />
sino indiferencia ante el golpe recibido.<br />
—Señora Con<strong>de</strong>sa—dije,—comprendo mi<br />
inferioridad. Hace tiempo que pensaba en.<br />
esto, y nada me asombra. Realmente, señora,.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 23<br />
ei'a un atrevimiento que un pobretón como<br />
yo, que jamás he estado eu la India ni hp<br />
visto otras cataratas que las <strong>de</strong>l Tajo en Aranjuez,<br />
tenga, preteusioues uada üienos que <strong>de</strong><br />
ser amado por una mujer <strong>de</strong> posición. Los<br />
que DO sotnoa nobles ni ricos, ¿qué hemos <strong>de</strong><br />
hacer más que ofrecer nuestro corazón á las<br />
fregatrices y damas <strong>de</strong>l estropajo, no siempre<br />
con la seguridad <strong>de</strong> que se dignen aceptarlo?<br />
Por eso nos llenamos <strong>de</strong> resignación, señora;<br />
y cuando recibimos golpes como el que usted<br />
se ha servido darme, uos encogemos <strong>de</strong> hombros<br />
y <strong>de</strong>cimos: ípaciencia,* Luego seguimos<br />
viviendo, y comemos y dormimos tan tranquilos...<br />
Es una tontería morirse por quien<br />
tan proDto uos olvida.<br />
—Estás hecho un basilisco—me dijola Con<strong>de</strong>sa<br />
en tono <strong>de</strong> burla, —y quieres aparecer<br />
tranquilo. Si <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>s fuego... toma mi abanico<br />
y refréscate con él.<br />
Antea que yo lo tomara, la Con<strong>de</strong>sa me dio<br />
aire COD SU abanico precipitadamente. Sin ninguna<br />
gana me reía yo, y ella, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un<br />
rato <strong>de</strong> silencio, me habló así:<br />
—Me falta <strong>de</strong>cirte otra cosa que tal vez te<br />
disguste; pero es forzoso tener paciencia. Es<br />
que estoy contenta <strong>de</strong> que mí hija corresponda<br />
al amor <strong>de</strong>l inglés.<br />
—Lo creo, señora,—respondí apretandocon<br />
convulsa fuerza los dientes, ni más ni menos<br />
que si entre ellos tuviera toda la Gran<br />
Bretaña.<br />
—Sí—prosiguió:—todo suceso que me dé<br />
esperanzas <strong>de</strong> ver á mthija fuera <strong>de</strong> la tutela<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
(• •<br />
24 B. PBEEZ GALDOS<br />
y dirección <strong>de</strong> la JJarquesa y la Con<strong>de</strong>sa, es<br />
para mí lisonjero.<br />
—Pero ese iuglés será protestante.<br />
—Sí—repuso;—mas no quiero peusar en<br />
eso. Pue<strong>de</strong> que se haga católico. De todos modos,<br />
esees punto grave y <strong>de</strong>licado. Pero no<br />
reparo en nada. Vea yo á mi hija libre; hállese<br />
en situación tal que yo pueda verla, hablarla<br />
como y cuaudo se me atitnje, y lo <strong>de</strong>más...<br />
jCómo rabiaría Doüa María si llegara á compren<strong>de</strong>r...!<br />
Mucho sigilo, Gabriel; cuento con<br />
tu discreción. Si Lord Gray fuera católico, uo<br />
oreo que mi, tía se opusiera á que se casase<br />
Inés con él. ¡Ay! luego nos marcharíamos los<br />
íre.9 á lügíaterra, lejos, lejos <strong>de</strong> aquí, á un<br />
país don<strong>de</strong> yo no viera parientes <strong>de</strong> ninguna<br />
clase. jQiié feiicidadl jAyl Quisiera ser Popa<br />
para permitir que una mujer católica se casase<br />
con nn homlire hereje.<br />
—Creo que usted verá satisfechos sus <strong>de</strong>seos.<br />
-^¡Ob! <strong>de</strong>sconfío mucho. El icgiéa, aparte<br />
<strong>de</strong> 9U gran mérito, es bastante raro. A nadie<br />
ha confiado el secreto <strong>de</strong> sus amores, y sólo<br />
tenemos noticias <strong>de</strong> él por indicios primero y<br />
<strong>de</strong>spués por pruebas irrecusables, resultado <strong>de</strong><br />
un espionaje largo y minucioso.<br />
—Inés lo habrá revelado á usted.<br />
—No: <strong>de</strong>sfiués <strong>de</strong> esto, ni una sola vez he<br />
conseguido verla. |Q,ué <strong>de</strong>sesperación I Las tres<br />
muchachas no salen <strong>de</strong> casa sino custodiadas<br />
por la autoridad <strong>de</strong> Dofia i\íaría. Aquí Dofía<br />
J'lora y yo hemos ti'abajado lo que uo es <strong>de</strong>cible<br />
para que Lord Gray se franquease con nos-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
if<br />
CÍDI2 35<br />
otras y nos lo revelara; pero es tan pru<strong>de</strong>nte<br />
y callado, que gnarda su secreto como ini avaro<br />
su tesoro. Lo sabemos por las criadas, por<br />
la murmuración <strong>de</strong> algunas, muj' pocas personas<br />
<strong>de</strong> las que van á la casa. Ho hay duda<br />
<strong>de</strong> que es cierto, hijo mío. Ten resignación y<br />
lio nos <strong>de</strong>s un disgusto. Cuidado con el suicidio.<br />
—¿YcP^dije afectando iudiferencia.<br />
—Toma, toma aire, que te incendias por todos<br />
lados—me dijo, agitando <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí su<br />
abanico.—D. Kodrigo en la horca no tiene<br />
más orgullo que este general en agraz.<br />
Cuando esto <strong>de</strong>cía, sentí la voz <strong>de</strong> Doña<br />
Flora y los pasos <strong>de</strong> un hombre. Doña Flora<br />
dijo:<br />
—Pase usted, Milord, que aquí está la Con<strong>de</strong>sa.<br />
—Mírale... verás—me dijo Amaranta con<br />
crueldad,—y juKgarás por tí mismo si la niña<br />
ha tenido mal gusto.<br />
Entró Doña Flora seguida <strong>de</strong>l inglés. Tenía<br />
éste la más lieimosa figura <strong>de</strong> hombre que he<br />
visto en mi vida. Era do alia estatura, con el<br />
color blñuqufsimo, aunque tostado, que abunda<br />
en los marinos y viajeros <strong>de</strong>l Norte. El cabello<br />
rubio, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadamente peinado y suelto,<br />
según el gusto <strong>de</strong> la época, le caía en bucles<br />
sobre el cuello. Su edad no parecía exce<strong>de</strong>r<br />
<strong>de</strong> treinta ó treinta y tres años. Era grave<br />
y triste, pero sin ¡a pesa<strong>de</strong>z acarlonaday lentitud<br />
<strong>de</strong> modales que suelen ser comunes eo la<br />
gente inglesa. Su rostro estaba bronceado, mejor<br />
dicho, dorado por el sol, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
26 B. PÉREZ GALDÓS<br />
la frente hasta el cuello, eousei'vaucJo en la<br />
huella dol sombrero y en la gai'gauta una<br />
blauciira como la <strong>de</strong> la cera más pura y <strong>de</strong>licada.<br />
Esmeradamente limpia <strong>de</strong> peÍo la cara,<br />
su barba era como la <strong>de</strong> una mujer, y sus facciones,<br />
realzadas por la luz <strong>de</strong>l mediodía, dábaule<br />
el aspecto <strong>de</strong> una hermosa estatua <strong>de</strong>cincelado<br />
oro. Yo he visto en alguua parte un<br />
busto <strong>de</strong>l diosErabma, que muchos años <strong>de</strong>spués<br />
me hizo recordar á Lord Gray,<br />
Vestía con elegaucia y cierta negligencia no<br />
estudiada, traje azul <strong>de</strong> paño muy fino, media<br />
oeuito por ooa prenda que llamaban sortú. y<br />
llevaba sombrero redondo, <strong>de</strong> los primeros que<br />
empezaban á usarse. Brillaban sobre su persona<br />
algunas joyas <strong>de</strong> valor, pues los hombreaentouces<br />
se ensortijaban más que ahora, y lucía<br />
a<strong>de</strong>más los sellos <strong>de</strong> dos relojes. Su figura<br />
eu general era simpática. Yo le miré y observé<br />
ávidamente, buscándole imperfecciones por<br />
todos lados; pero jay! no le encontró ninguna.<br />
Mas lae disgustó el oirle hablar con rara corrección<br />
el castellano, cuando yo esperaba que<br />
se expresase eu términos ridículos y con yerros<br />
<strong>de</strong> los que <strong>de</strong>sfiguran y afean e! leuguaje;.<br />
pero consolóme la esijeranza <strong>de</strong> que soltase algunas<br />
tonterías. Sin embargo, uo dijo ninguna.<br />
Entabló coiiversacióü con Amaranta, procurando<br />
esquivar el tema que con impertinencia<br />
había tocado Doña Flora al entrar.<br />
—Querida amiga^dijo la vieja, — Lord<br />
Gray nos va á contar algo <strong>de</strong> sus amores en<br />
Cádiz, que es mejor tratado que el <strong>de</strong> los viajes<br />
por Asia y África.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 37<br />
. Amaranta me presentó á él gravemente, diciéndole<br />
que yo era un gran militar, una especia<br />
<strong>de</strong> Julio César por la estrategia ynu segundo<br />
Cid por el valor; que había hecho mi<br />
carrera <strong>de</strong> nu modo gloriosísimo, y que había<br />
estado en el sitio <strong>de</strong> Zaragoza, asombrandocon<br />
mis hechos heroicos á españoles y franceses.<br />
El extranjero pareció oir con suma complacencia<br />
mi elogio, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacerme varias<br />
preguntas sobre ¡a guerra me dijo qne tendría<br />
grandísimo contento en ser mi anjígo. Sus<br />
refinadas cortesanías m& tenían frita la sangre,<br />
por la violencia y fingimiento con que me veía<br />
precisado á respon<strong>de</strong>r á ellas. La maligna<br />
Amarauta reíase á hurtadillas <strong>de</strong> mi embarazo,<br />
y más atizaba con sus artificiosas palabras<br />
la inclinación y repentino afecto <strong>de</strong>l inglés hacia<br />
mi persona.<br />
—Hoy—dijo Lord Gray,—hay en Cádiz<br />
gran cuestión entre espaüoies é ingleses.<br />
—No sabía nada—exclamó Amaranta.—<br />
¿En esto ha venido á parar la alianza?<br />
—No será nada, seüora. Nosotros somos<br />
algo rudos, y loe españoles un poco vanagloriosos<br />
y excesivamente confiados en sus propias<br />
fuerzas, casi siempre con razón.<br />
—Los franceses están sobre Cádiz-—dijo<br />
Doña Flora,—y ahora salimos con que no hay<br />
aquí bastante geute para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la plaza.<br />
—Así parece. Pero Wellesley—añadió el inglés,—ha<br />
pedido permiso á la Junta para que<br />
<strong>de</strong>sembarque la marinería <strong>de</strong> nuestros buques<br />
y <strong>de</strong>fienda algunos castillos.<br />
—Que <strong>de</strong>sembarquen; si vienen, que ven-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
98 B. PÉREZ OALDOS,<br />
gan—<strong>de</strong>claró Amarauta.—¿No erees lo mismo,<br />
Gabriel?<br />
—Esa es la ciiestióu que no pue<strong>de</strong> resolverse—dijo<br />
Lord Gnty,—porque las autorida<strong>de</strong>s<br />
espfiñülíis 56 opoueu á que nuestra gente les<br />
ayu<strong>de</strong>. Toda persona que conozca la guerra<br />
ha <strong>de</strong> convenir connjigo en que los ingleses<br />
<strong>de</strong>ben <strong>de</strong>sembitrear. Seguro estoy <strong>de</strong> que este<br />
señor militar que rae oye es <strong>de</strong> la misma opinión.<br />
—Oh, DO, señor; precisamente soy <strong>de</strong> la opinií^u<br />
contraria—repuse con la mayor viveza,<br />
anhelando que la disconformidad <strong>de</strong> pareceres<br />
alejase <strong>de</strong> mí la intolerable y odiosísima<br />
amistad que quería nmiiií'estarme el iuglés.—<br />
Creo que las autorida<strong>de</strong>s españolas hacen bien<br />
en no consentir que <strong>de</strong>sembarquen los ingleses.<br />
]íii Cádiz hay guarnición suficiente para<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la plaza.<br />
—¿Lo cree usted?—irte preguntó.<br />
— Lo creo—respondí procui'ando quitar á<br />
mis palabras ia dureza y sequedad que quería<br />
iufundii'les el corazón,'—Nosotros agra<strong>de</strong>cemos<br />
el auxilio que DOS están dando nuestros<br />
aliados, más por odio al eomúu enemigo que<br />
por amor á nosotros: esa es la verdad. Juntos<br />
pelean ambos ejércitos; pero si en las acciones<br />
campales es necesaria esta alianza, porque carecemos<br />
<strong>de</strong> tropas regulares que oponer á las<br />
<strong>de</strong> Napoleón, en la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> plazas fuertes<br />
harto se ha probado que no necesitamos ayuda.<br />
A<strong>de</strong>más, las plazas fuertes que, como ésta,<br />
son al mismo tiempo magníficas pinzas comerciales,<br />
uo <strong>de</strong>ben entregarse nunca á un<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
y.-:-;
CÁDIZ 29<br />
aliado por leal que sea; y como los paisanos<br />
<strong>de</strong> usted aou tau comerciantes, quizá gustarían<br />
<strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> esta ciudad, que no es más<br />
que un buque anclado á vista <strong>de</strong> tierra. Gibraltar<br />
casi DOS está oyendo y lo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir.<br />
Al <strong>de</strong>cir esto, observaba atentamente al inglés,<br />
suponiéndole próximo á dar rienda suelta<br />
al furor, provocado por roi irreverente censura;<br />
pero con gran sorpresa cnía, lejos <strong>de</strong> ver<br />
encendida en sus ojos ¡it ira, noté en su sonrisa,<br />
no sólo benevolencia, sino conformidad con<br />
mis opiniones.<br />
—Caballero—dijo tomándome la mano,—<br />
¿me permitirá usted que le importune repitiéndole<br />
que <strong>de</strong>seo mncbo su amistad?<br />
Yo estaba absorto, señores.<br />
—Pero, Milord—preguntó DofiaFlora,—¿en<br />
qué consiste que aborrece usted tanto á sug<br />
paisanos?<br />
—Sifiora—dijo Lord Gray,—<strong>de</strong>sgraciadamente<br />
he nacido con un carácter que si en algunos<br />
puntos eoncuerdií con el <strong>de</strong> la generalidad<br />
<strong>de</strong> mis compatriotas, en otros es tan diferente<br />
como lo es un turco <strong>de</strong> un noruego. Aborrezco<br />
el comercio; aborrezco á Londres, mostrador<br />
nauseabundo <strong>de</strong> las drogas <strong>de</strong> todo el mundo;<br />
y cuando oigo <strong>de</strong>cir que todas las altas instituciones<br />
<strong>de</strong> la vieja Inglaterra, el régimen colonial<br />
y nuestra gran marina tienen por objeto<br />
el sostenimiento <strong>de</strong>l tráfico, y la proteeeióü<br />
<strong>de</strong> la sórdida avaricia <strong>de</strong> los negociantes que<br />
bañan sus cabezns redondas como quesos con<br />
ei agua negra <strong>de</strong>l Támesis, siento un crispamiento<br />
<strong>de</strong> nervios insoportable y me aver-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
30 B. PÉREZ GALDÓS<br />
güeuzo <strong>de</strong> aer inglés. El carácter inglés es<br />
egoísta, seco, duro como el bronce, formado<br />
en el ejercicio <strong>de</strong>l cálculo, y refractario á lá<br />
poesía. La imüginacióü es en aquellas cabezas<br />
«na cavidad lóbrega y fría don<strong>de</strong> jamás entra<br />
uo rayo <strong>de</strong> luz, m resuena un eco melodioso.<br />
No compren<strong>de</strong>n nada que uo sea una cuenta,<br />
y al qne les hable <strong>de</strong> otra cosa que <strong>de</strong>j precio<br />
<strong>de</strong>l cáñamo, le llaman mala cabeza, holgazán<br />
y enemigo <strong>de</strong> la prosperidad <strong>de</strong> su país. Se<br />
precian mucho <strong>de</strong> su libertad; pero uo les importa<br />
que haya mÜionea <strong>de</strong> esclavos en las colonias.<br />
Quieren que el pabellón inglés on<strong>de</strong>e<br />
eu todos los mares, cuidándose mucho <strong>de</strong> que<br />
sea respetado; pero siempre que hablan <strong>de</strong> la<br />
dignidad nacional, <strong>de</strong>be enten<strong>de</strong>rse que la<br />
quincalla inglesa es Ja mejor <strong>de</strong>l mundo.<br />
•Cuando sale una expedición diciendo qne va<br />
á vengar un agravio inferido al orgulloso leopardo,<br />
es que se quiere castigar á un pueblo<br />
asiático ó africano, que no compra bastante<br />
trapo <strong>de</strong> algodón.<br />
— jJesús, María y José!—exclamó horrorizada<br />
DoQa Flora.—No puedo oír á un hombre<br />
<strong>de</strong> tanto talento como Milord hablando así <strong>de</strong><br />
-SUS cocapatriotas.<br />
—Siempre he dicho lo mismo, señora —<br />
prosiguió Lord Gray,—y no ceso <strong>de</strong> repetirlo á<br />
mis paisanos. Y no digo nada cuando quieren<br />
echársela <strong>de</strong> guerreros y dan al viento el estandarte<br />
con el gato montes que ellos llaman<br />
leopardo. Aquí, en España, me ha llenado <strong>de</strong><br />
asombro el ver que mis paisanos han ganado<br />
batallas. Cuando los comerciantes y merca-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
t
CÁDIZ 31<br />
chifles <strong>de</strong> Londres sepan por las Gacetas que<br />
los ingleses han dado batallas y las han gaua-<br />
m.<br />
32 B. PÉREZ GALL)l)S<br />
á un inglés áspero, seco, y con un alma sorda<br />
á todo rumor que no sea el son <strong>de</strong>l oro contra<br />
la plata, y <strong>de</strong> Ja pJiita contra el cobre. ¿Qué<br />
rae importa que ese liombre bable mi lengua,<br />
si por más que charlemos él y yo no po<strong>de</strong>mos<br />
compren<strong>de</strong>rnos? ¿Qué me importa que Jiayamos<br />
ufloido en un mismo suelo, quizás en una<br />
misma calle, si entre Jos dos hay distancias<br />
más enormes que las que separan uii polo <strong>de</strong><br />
otro?<br />
—La patria, señor inglés, es la madre común,<br />
que lo mismo cría y agasaja al hijo <strong>de</strong>forme<br />
y feo que aJ hernioso y robusto. OlvidnrJa<br />
es <strong>de</strong> ingrato?; pero menospreciarla eti<br />
público indica sentimiojitoa quizás peores que<br />
la ingratitud.<br />
—Esos sentimientos peores que la ingratitud<br />
los tengo yo, según usted,—dijo el inglés.<br />
—Antes que pregonar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> extranjeros<br />
los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> mis compatnotas, me arrancaría<br />
la Jengoa,-—afirmé con energía, esperando<br />
por momentos la explosión <strong>de</strong> ia cólera <strong>de</strong><br />
Lord Gray.<br />
Pero éste, tan sereno cual si se oyese iioinbrar<br />
en los términos más lisonjeros, me dirigió<br />
con gravedad las siguientes palabras:<br />
—Caballero, el carácter <strong>de</strong> usted y la viveza<br />
y espontaneidad <strong>de</strong> sus contradicciones y<br />
réplicas, rae seducen <strong>de</strong> tal manera, que rae<br />
siento inclinado hacia usted... no ya por la<br />
simpatía, sino por un afecto profundo.<br />
Amaranta y Doña Flora no estaban menos<br />
asombradas que yo.<br />
—No acostumbro tolerar que nadie se burle<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 33<br />
<strong>de</strong> mí, Milord,—dije creyendo efectivamente<br />
que era objeto <strong>de</strong> burhia.<br />
•—-Caballero—repnso fríamente el inglés,—<br />
DO tardaré en probarle que una extraordinaria<br />
conformidad entre su carácter }• el mío ba engendrado<br />
en mí vivísimo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> entablar con<br />
usted sincera amistad. Óigame un momento.<br />
Uno <strong>de</strong> los priucipales marlirios <strong>de</strong> lui vida,<br />
el mayor quizás, es la vana aquiescencia con<br />
que se doblegan ante mí todas bis personas que<br />
trato. No sé si consistirá en mi posición ó en<br />
mis gran<strong>de</strong>s riquezas; pero es lo cierto que en<br />
doo<strong>de</strong> quiera que me presento, no bailo sino<br />
personas que me enfadan con sus <strong>de</strong>gradantes<br />
cumplidos. Apenas me permito expresar una '<br />
oi)iiiióii cualquiera, todos los que me oyen<br />
aseguran ser <strong>de</strong> igual modo <strong>de</strong> pensar. Precisamente<br />
mi carácter ama la controversia y las<br />
disputas. Cuando vina á España, hícelo cou la<br />
ilusión <strong>de</strong> encontrar aquí gran número <strong>de</strong> gente<br />
pen<strong>de</strong>nciera, ruda y pjimitiva; hombres <strong>de</strong><br />
corazón borrascoso y ardiente, no embadurnados<br />
con el vano cbarol <strong>de</strong> la cortesanía. Mi<br />
sorpresa fué gran<strong>de</strong> al encontrarme atendido<br />
y agasajado, cual lo pudiera estar en Londres,<br />
sin bailar obstáculos á la satisfacción <strong>de</strong> mi<br />
volunlad, en medio <strong>de</strong> una vida monótona,<br />
regular, acompasada, no expuesto é- sensaciones<br />
terribles ni á choques violentos con<br />
hombres ni con cosas, mimado, obsequiado,<br />
adulado... ¡Oh, amigo mío! Nada aborrezco<br />
tanto como la adulación. El que me adula es<br />
mi irreconciliable enemigo. Yo gozo extraordinariamente<br />
al ver frente & mí los caracteres<br />
SliXTA F.DIGlÓTf 3<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
34 B. PlíREZ GALDOS<br />
altivos, que no se doblegau sonvieodo cobar<strong>de</strong>meote<br />
aute uua paliibra mía; gusto <strong>de</strong> ver<br />
bullir ia sangre impetuosa <strong>de</strong>l que no quiere<br />
ser domado ni anu por el pensamieuto <strong>de</strong> otro<br />
hombre; me cautivau los que hacen alar<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
uDa in<strong>de</strong>peiuleiicia intransigente y euéigica,<br />
por lo ciiiil asiíito con júljilo á la guerra <strong>de</strong><br />
Espaiía. Pienso ahora iiileniarme eu el país y<br />
unirme á ios guerrilleros, lisos generales que<br />
no saben leer ni escribir y que eran ayer arrieros,<br />
taberneros y mozos <strong>de</strong> labranza, exaltan<br />
rai admiración hasta lo snmo. He estado en<br />
aca<strong>de</strong>mias militares, y aborrezco á los perJantes<br />
que lian prostituido y afeminado el arte<br />
salvaje <strong>de</strong> la guerra, reduciéndolo á reglas necias,<br />
y <strong>de</strong>corándose á sí mismos con plumas<br />
y colorines para disimular su nulidad, ¿Hn<br />
militado usted á las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> algún guerrillero?<br />
¿Conoce usted al Empeoinado, é. Mina,<br />
á Tabueoca, á Porlier? ¿(Jomo son? ¿Cómo<br />
visten? Se me figura ver eu ellos á los héroes<br />
<strong>de</strong> Atenas y <strong>de</strong>l Lacio. Amigo mió, si no recuerdo<br />
mal, la señora Con<strong>de</strong>sa dijo hace un<br />
momento que usted <strong>de</strong>bía sus rápidos a<strong>de</strong>lau'<br />
tamientos enla carrera <strong>de</strong> las armas á su propio<br />
mérito, pues sin el favor <strong>de</strong> nadie ha adquirido<br />
un honroso puesto en la milicia, ]01i,<br />
caballerol Usted me interesa vivamente; usted<br />
será mi amigo, quiéralo ó no. Adoro á Jos<br />
hombres que no lian recibido nada <strong>de</strong> la suerte<br />
ni <strong>de</strong> la cuna, y que luchan contra este<br />
oleaje. Seremos mny amigos. ¿Está usted <strong>de</strong><br />
guarnición en la Isla? Pues venga á vivir á mi<br />
casa siempre que pase á Cádiz. ¿En dón<strong>de</strong> re-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADÍZ 35<br />
•si<strong>de</strong> usted pava ir á visitarle todos los días...?<br />
Sin atreverme á recliasar tan vehementes<br />
pruebas <strong>de</strong> beiievolenciíi, me excusé como"<br />
.pu<strong>de</strong>,<br />
—Hoy, caballero—añadió,—es preciso que<br />
venga usted á comer conmigo. No admito excusas.<br />
Sefiora Cou<strong>de</strong>sa, usted me presentó á<br />
este caballero. Si me <strong>de</strong>saira, cuente usted<br />
«orno que ha recibido (a ofensa.<br />
—Creo—dijo la Gou<strong>de</strong>sa,—que ambos se<br />
congratularán bieu pronto <strong>de</strong> haber entablado<br />
.anaistad.<br />
—Milord, estoy á la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> usted,—dije<br />
levantándome cuando él se disponía á partir.<br />
Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirnos <strong>de</strong> las dos damas,<br />
'Salí con el inglés. Üieí que me llevaba el<br />
Demonio.<br />
IV<br />
Lord Gray vivía cei'ca <strong>de</strong> las Barquillas <strong>de</strong><br />
Lope. Su casa, <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para un hombre<br />
solo, estaba en gran parte vacía, Servíaule<br />
varios criados, espaOolea todos, á excepción<br />
•<strong>de</strong>l ayuda <strong>de</strong> cámara, que era inglés.<br />
Dábase trato <strong>de</strong> príncipe en la comida, y<br />
-durante toda ella no tenían momento <strong>de</strong> sosiego<br />
los vasos, llenos con ia mejor sangre <strong>de</strong><br />
las cepas <strong>de</strong> Montilla, Jerez y Sanlúcar.<br />
Durante la comida no hablamos más que <strong>de</strong><br />
Ja guerra, y <strong>de</strong>spués, cuando los generosos vi-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
36 B. PlSltlSZ GALUÓS<br />
nos <strong>de</strong> Audalucía hicieroD su efecto en la insigne<br />
cabeza <strong>de</strong>l Mister, se empeñó en darme<br />
'lecciones <strong>de</strong> eagiima. lllra gríiu tirador, según<br />
observé á los ¡iriineros golpes; y como yo DO<br />
poseía en tan alto grado loa secretos <strong>de</strong>l arte, y<br />
él no tenía entonces en su cerebro todo aquel<br />
buen asiento y equilibrio que indican nna organización<br />
educada en la sobriedad, jugaba<br />
con gran pesa<strong>de</strong>z <strong>de</strong> brazo, haeiéudome inás<br />
daño <strong>de</strong>l que correspondía á un simple entretenimiento,<br />
—Sitpiieo á Milord que no se entusiasme <strong>de</strong>masiado—dije<br />
conteniendo sus bríos.—Me ba<br />
<strong>de</strong>sarmado ya repetidas veces para gozarse<br />
como un niño en darme estocadas á fondo<br />
que no puedo parar. |Ese botón está lual y<br />
puedo ser atravesado fácilmente!<br />
—Así es como se apren<strong>de</strong>—repuso.—O no<br />
he <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r nada, ó será usted un consumado<br />
tirador.<br />
Después que nos batimos á satisfacción, y<br />
cuando se <strong>de</strong>spejaron un tanto las <strong>de</strong>nsas nubes<br />
que obscurecíau y turbaban su entendíajiento,<br />
me marché á la Isla, adon<strong>de</strong> me acompañó',<br />
<strong>de</strong>seoso, segúu dijo, <strong>de</strong> visitar nueett'o<br />
campamento. En loa días sucesivos cagi ninguno<br />
<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> visitarme. Su afabilidad me contrariaba,<br />
y cuanto más le aborrecía, más <strong>de</strong>sarmaba<br />
él mi cólera á fuerza <strong>de</strong> atenciones.<br />
Mis respuestas bruscas, mi mal humor y la<br />
terquedad con que le rebatía, lejos <strong>de</strong> enemistarle<br />
conmigo, apretaban más los lazos <strong>de</strong><br />
aquella simpatía que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día me<br />
manifestó; y al fin no puedo negar queme<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 37<br />
sentía inclinado liacja Iiombre tau raro, verificándose<br />
el fenómeno <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar eii él como<br />
dos personas disiiutaa y uu solo Lord Gray<br />
verda<strong>de</strong>ro; dos personas, sí: una aborrecida y<br />
otra amada; pero <strong>de</strong> tal manera confundidas,<br />
que me era imposible <strong>de</strong>slindar dón<strong>de</strong> empezaba<br />
el amigo y dón<strong>de</strong> acababa eí rival.<br />
Érale sumamente agradable estar eu mi<br />
compañía y eu la <strong>de</strong> ios <strong>de</strong>más oficiales mis<br />
camaradaa. Dnraute las operaciones nos seguía<br />
armado <strong>de</strong> ñisil, sabia y pistolas, y en<br />
los ratos <strong>de</strong> vagar iba con nosotros á los ventorrillos<br />
<strong>de</strong> Cortadura ó Matagorda, don<strong>de</strong><br />
nos obsequiaba <strong>de</strong> uu modo espléndido con<br />
todo lo que podían dar <strong>de</strong> sí aquellos establecimientos.<br />
Más <strong>de</strong> una vez se hizo acompañar,<br />
al venir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cádiz, por dos ó tres calesas cargadas<br />
con las más ticas pi'ovisiooes que por<br />
entonces traían los buques ingleses y los costeros<br />
<strong>de</strong>l Condado y Algeciras; y eu cierta<br />
ocasión en que no podíamos salir <strong>de</strong> las triüclieraa<br />
<strong>de</strong>l puente Suazo, transportó allá con<br />
rapi<strong>de</strong>z, parecida á l'i <strong>de</strong> los tiempos que <strong>de</strong>spués<br />
han venido, al Sr. Poenco con toda su<br />
tienda y bártulos, con todo séquito mujeril y<br />
gilitariil, para improvisar una fiesta.<br />
A los quince días <strong>de</strong> estos rumbos y generosida<strong>de</strong>s,<br />
no había en la Isla quien no conociese<br />
á Lord Gti'ay; y como eniouces estábamos<br />
en buenas relaciones con la Gran Bretaña y se<br />
cantaba aquello <strong>de</strong><br />
I.a trompeta <strong>de</strong> ln Gloria<br />
Dice ai mundo Vetiiitón...<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
38 B. PERBZ GALDOS<br />
(lo mismo que está esci'ito), nuestro Mister<br />
era popnlarísimo en toda la extensión queinunda<br />
con sua canales el eaflo <strong>de</strong> Sancti-<br />
Petri.<br />
Su mayor confianza era conmigo; pero <strong>de</strong>boindicar<br />
aquí nna circunstancia que ó. todos<br />
llamará !a atención, y es que aunque repetidas<br />
veces procuré son<strong>de</strong>ar su ánimo en eí<br />
asunto que más me interesaba, jamás [)ud6conseguirlo.<br />
Hablábamos <strong>de</strong> amores; nombraba<br />
yo la casa y la familia <strong>de</strong> Inés, y él, volviéndose<br />
taciturno, nmdaba la conversación-<br />
No obstante, yo sabia que visitaba tocias laa-<br />
Doehes á Dofia María; pero su reserva en este<br />
punto era sepulcral. Sólo una vez <strong>de</strong>jó traslucir<br />
algo, y voy á <strong>de</strong>cir cómo.<br />
Durante muchos días estuve sin po<strong>de</strong>r ir<br />
á Cádiz, á causa <strong>de</strong> los quebaceres <strong>de</strong>l servicio,<br />
y esta esclavitud me daba tanto fastidio<br />
como pesadumbre. Recibía algunas esquelas<br />
<strong>de</strong> laCon<strong>de</strong>íra auplicáiidomeque pasase á verla,<br />
y yo me <strong>de</strong>sespeiaba no pudieudo acudir-<br />
Al iiu logré una licencia á principios <strong>de</strong> Marzo,<br />
y corrí á Cádiz. Lord Gray y yo atravesamos<br />
la Cortadura precisamente el día <strong>de</strong>l furioso<br />
temporal que por inucbos años <strong>de</strong>jó me'iBoria<br />
en los gaditanos <strong>de</strong> aquel tiempo. Las<br />
olas <strong>de</strong> fuera, agitadas por el Levante, saltaban<br />
por encima <strong>de</strong>l estreobo istmo para abrazarse<br />
con las olas <strong>de</strong> la baln'a. Los bancos <strong>de</strong><br />
arena eran arrastrados y <strong>de</strong>shecbos, <strong>de</strong>siigiirando<br />
la angosta playa; el horroroso viento a©-<br />
¡levaba todo en sus alas veloces, y su ruidonos<br />
permitía formal- i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> las mil trompeta»<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 39<br />
<strong>de</strong>l juicio tocadas por loa ángeles <strong>de</strong> la justicia.<br />
Veinte buques mercantes y algunos na-<br />
TÍos <strong>de</strong> guerra españoles é ingleses estrelláronse<br />
aquel día contra la costa <strong>de</strong> Poniente; y en<br />
el placer <strong>de</strong> Rota, la. Puntilla y las rocaa don<strong>de</strong><br />
se cimenta el castillo <strong>de</strong> Sn-nta Catalina<br />
aparecieron luego muclios cadáveres, y los<br />
<strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> los cascos rotos, así como <strong>de</strong> las<br />
jarcias y árboles <strong>de</strong>sbechos.<br />
Lord Gray, contemplando por el camino tan<br />
gran <strong>de</strong>solación, el furor <strong>de</strong>l viento, los borrores<br />
<strong>de</strong>l revuelto cielo, ora negro, ora iluminado<br />
por la siniestra amarillez <strong>de</strong> los relámpagos,<br />
la agitación <strong>de</strong> las ol
40 U. PÉRIiZ GALDÓS<br />
cán<strong>de</strong>se y redon<strong>de</strong>ándose como los gnijos que<br />
arrastra uu rio; estas lenguazas <strong>de</strong> fuego que<br />
lamen el cielo y llegan á tocar el mar con sus<br />
afiladas punías; este cielo que se revuelca <strong>de</strong>aesperado;<br />
este mar que anhela ser cielo, abandonando<br />
su lecho eterno para volar; este hálito<br />
que nos arrastra, esta conñisióii armoniosa,<br />
esta música, amigo, y ritmo sublime que<br />
lo Helia todo, encontrando eco en nuestra alma,<br />
me extasían, me cautivan, y con fuerza<br />
irresistible me arrasti'an á confundirme con lo<br />
que veo... Esta alteración ae repite en mi alma;<br />
esta rabia ó <strong>de</strong>sesperado anhelo <strong>de</strong> salir<br />
<strong>de</strong> su centro, propiedad es también <strong>de</strong> mi alma;<br />
epte rumor don<strong>de</strong> caben todoslos rumores<br />
<strong>de</strong> cielo y tierra, há tiempo que también ensor<strong>de</strong>ce<br />
mi almii; este <strong>de</strong>lino en mi <strong>de</strong>lirio, y<br />
este afán con que vuelan inibes y olas hacia<br />
un putito á que uo llegan nunca, es mi propio<br />
afán.<br />
Yo pensé que estaba loco; y cuando le vi<br />
hajar <strong>de</strong>l cale.=in, acercarse á, la playa é internarse<br />
por ella, hasta que el íigua le cubrió las<br />
hotas, corrí tras él Ik-iiO <strong>de</strong> zozobra temiendo<br />
que en su enajenación se arrojase, como liahia,<br />
dicho, en medio <strong>de</strong> las olas.<br />
—Milord—íe dije,—volvámonos al coche,<br />
pues no hay para qué convertirse ahora en<br />
ola ni en nube, como usted <strong>de</strong>sea, y sigamos<br />
hacia Cádiz, que pura agua bastante tenemos<br />
con la que llueve, y para viento, harto nos<br />
azota por el camino.<br />
Pero él no me hacía caso, y empezó á gritar<br />
en sn lengua. El calesero, que era muy<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADIZ 41<br />
pillo, hizo gestos siguificativos pava iudicar<br />
que Lord Gray había abusado <strong>de</strong>l Moutilla;<br />
pei'o á mí me constaba que uo lo había probado<br />
aquel dís.<br />
^Quiero nadar,—dijo lacóuicameüte el inglés,<br />
haciendo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarse.<br />
Y al punto forcejeamos con él ei calesero y<br />
yo, pues aunque sabíamos que eragi'au nadador,<br />
en aquel sitio y hora uo habría resistido<br />
diG'/ minutos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l agua. Al fin le<br />
convencimos <strong>de</strong> su locura, haeiéudole volver<br />
á la calesa.<br />
— Contenta se pondría, Milord, la señora<br />
<strong>de</strong> sus pensamientos si le viera a usted con<br />
inclinaciones á matarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que suena uu<br />
trueno.<br />
Lord Gray rompió á reir jovialmente, y<br />
cambiando <strong>de</strong> aspecto y tono, dijo:<br />
— Calesero, apresura el paso que <strong>de</strong>seo llegar<br />
pronto á Cádiz.<br />
—El lamparín no quiere andar.<br />
—¿Qué lamparín?<br />
—líl caballo. Le han salido callos en lajerraiua.<br />
¡A>j sé! Este caballo es muy respetoso.<br />
—¿Por qué?<br />
—Muy respetoso con los amigos. Cuando<br />
se ve con Pelaitas, se haceu cortesías y se<br />
preguntan cómo ha ido <strong>de</strong> vinje.<br />
—¿Quién es Peltiítas?<br />
—Ei violín <strong>de</strong>l Sr. Poenco. iAy sé! Si usted<br />
le dice á mi caballo: «vas á <strong>de</strong>scansar en casa<br />
<strong>de</strong> Poenco, mientras tu amo come una aceituna<br />
y bebe uu par <strong>de</strong> copas,» correrá tanto<br />
que tendremos que darle palos para que pare.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
42 li. PlíaiiZ GALDOS<br />
no sea que con la fuerza <strong>de</strong>l golpe abi'a un<br />
boquete en la muralla <strong>de</strong> Puerta Tierra.<br />
Gniy prometió al calesero refrescarle en<br />
casa <strong>de</strong> Poeneo; y al oir esto, ¡parecía mentira!<br />
el lamparín avivó el paso.<br />
—Pronto llefíaremos—dijo el inglés.—No sé<br />
por qué el hombre no ha íuventado algo para<br />
correr tanto como el viento.<br />
—Eti Cádiz le aguarda á usted una machacha<br />
bonita. No una, muchas tal vez.<br />
—Una sola. Las <strong>de</strong>más uo valen nada. Señor<br />
<strong>de</strong> Araceli... Su alma es gran<strong>de</strong> como elmar.<br />
Nadie lo sabe más que yo, porque eü<br />
apariencia es una florecita humil<strong>de</strong> que vive-<br />
CSRÍ á escondidas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>! jardín. Yo la <strong>de</strong>scubrí,<br />
y encontré en ella lo que hombre alguno<br />
supo encontrar. Para mí solo, pues, relampaguean<br />
los rayos <strong>de</strong> sus ojos y braman las<br />
tempesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su pecho... Está ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong><br />
misterios encantadores, y las imposibilida<strong>de</strong>s<br />
que la cercan y guardan como cárceles inaccesibles,<br />
más estimulan mi amor... Separados<br />
nos obscurecemos; pero juntos llenamos todo<br />
lo creado con las <strong>de</strong>slumbradoras clarida<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> nuestro pensamiento.<br />
Si mi conciencia no dominara casi siempre<br />
en mí los arrebatos <strong>de</strong> la pasión, habría cogido<br />
á Lord G-ray y le habría arrojado al mar...<br />
Hícele luego mil preguntas, dí vueltas y giros<br />
sobi'6 el mismo tema para provocar su locuacidad,<br />
nombréá innumerables personas; pero no<br />
me fué posible sacarle una palabra más. Después<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme entrever nii rayo <strong>de</strong> su feliei -<br />
dad, calló, y su boca cerróse como una tumba.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
C.A.D1Z 43<br />
—¿Es usted feliz?—le dije al fin,<br />
—En este moaiento sí,—reapoudió.<br />
Sentí <strong>de</strong> unevo impulsos <strong>de</strong> arrojarle al<br />
mar.<br />
—Lord Gray—exclamé súbitamente,—¿varaos<br />
á nadar?<br />
—¡Obi ¿Qné es eso? ¿Usted también?<br />
—¡Sí, arrojémonos al agual Me pasa á mí<br />
algo <strong>de</strong> lo que á usted pasaba antes. Se me<br />
antoja nadar.<br />
—Está loco—contestó riendo y abrazándome.—No,<br />
no permito yo qne tan buen amigo<br />
perezca por una temeridad. La vida es hermosa,<br />
y quien pensase lo conírario, es un imbécil.<br />
Yallegamos á Cádiz. Tío Hígados, eche<br />
aceite á la lamparilla, que ya estamos cerca <strong>de</strong><br />
la taberna <strong>de</strong> Poenco.<br />
Al anochecer ¡legamos & Cádiz. Lord Gray<br />
me llevó ásu casa, don<strong>de</strong> nosnuidamos <strong>de</strong> ropa<br />
y cenamos <strong>de</strong>spués. Debíamos ir á la tertulia<br />
<strong>de</strong> Doña Flora, y mientras llegaba la hora, mi<br />
amigo, que quise que no, hubo <strong>de</strong> darme nuevas<br />
lecciones <strong>de</strong> esgrima. Con estos juegos,<br />
iba, sin pensarlo, a<strong>de</strong>strándome en un arte en<br />
el cual poco antes carecía <strong>de</strong> habilidad consumada,<br />
y aquella tar<strong>de</strong> tuve la suerte <strong>de</strong> probar<br />
la sabiduría <strong>de</strong> mi maestro dándole una<br />
estocada á fondo con tan buen empuje y limpieza,<br />
que á no tener botón el estoque, hubiéralo<br />
atravesado <strong>de</strong> parte á parte.<br />
—lOh, amigo Áracelil—exclamó Lord Gray<br />
coD faombro.—Usted a<strong>de</strong>lauta mucho. Ten-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
44 B. PÉüEZ GALDÜS<br />
dremos aquí un espadachíu temible. Luego<br />
tira usted cou mucba rabia...<br />
Eu cfucto, yo tiraba cou rabia, cou verda<strong>de</strong>ro<br />
afán <strong>de</strong> acribillarle.<br />
V<br />
Por la uoehe fuimos á casa <strong>de</strong> Doña Flora;<br />
pero Lord Gray á poco <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong>spidióse, dicietido<br />
que volvería. La sala estaba bien iluminada,<br />
pero aúu uo muy Ueua <strong>de</strong> gente, por ser<br />
tempcauo. EQ im gabinete iumediato aguardabau<br />
las mesas <strong>de</strong> juego el dinero <strong>de</strong> los apasionados<br />
tertuliantes, y más a<strong>de</strong>utro tres ó<br />
cuatro <strong>de</strong>saforadas bau<strong>de</strong>jus lleuas <strong>de</strong> dulces<br />
nos prometían agradable refrigeiio para cuaudo<br />
todo acabase. Había pocas damas, por ser<br />
costumbre eu los saraos <strong>de</strong> Doña Flora que <strong>de</strong>acollaseu<br />
los hombres, uo acompañados por lo<br />
general más que <strong>de</strong> una media docena <strong>de</strong> belda<strong>de</strong>s<br />
venerables <strong>de</strong>l siglo anterior, que cual<br />
castillos gloriosos, pero ya inútiles, no pretendían<br />
ser conquistables ni conquistadas. Amarauta<br />
representaba sola la juventud unida ala<br />
hermosura.<br />
Saludaba yo á. la Con<strong>de</strong>sa, cuando se me<br />
acercó Doña Flora, y pellizcándome bonitamente<br />
con todo disimulo el brazo por punto<br />
cercauo al codo, me dijo;<br />
—Se está usted portando, eaballerito. ¡Casi<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 45<br />
un mes sin parecer por aqní! Ya sé qne se divirtió<br />
usted en el Puente <strong>de</strong> Snnzo con las bneoas<br />
piezas qne llevó allí el Sr. Poeneo hace<br />
ocho días... iBoniLa eondiietal Yo empefiada<br />
en apartarle á usted <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> la perdición,<br />
y usted cada vez más inclinado é. seguir<br />
por él... Ya se sabe qne la juventud ha <strong>de</strong> tener<br />
sus trapicheos; pero los miicliaciios <strong>de</strong>centes<br />
y bieu nacidos <strong>de</strong>sfogan sus pasiones con<br />
compostura, autes buscando oí trato honesto<br />
<strong>de</strong> personas graves y juiciosas que el déla geoteziiela<br />
maja y tabernarifl.<br />
La Con<strong>de</strong>sa afectó estar conforme con la reprimenda,<br />
y la repitió, dándola más fuerza con<br />
ans irónicos donaires. Después, ablandándose<br />
Dofia FJora y llevándome a<strong>de</strong>ntro, me dio á<br />
probar <strong>de</strong> unos dulces finísimos qne no se repartían<br />
siüo entre los amigos <strong>de</strong> confianza.<br />
Cuando volvimos á!a sala, Amaranta me dijo:<br />
—Des<strong>de</strong> que Doña María y la Marquesa <strong>de</strong>cidieron<br />
que no viniera lués, parece que falta<br />
algo en esta tertulia.<br />
—Aquí no hacen falta niñas, y menos la<br />
Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar, que con sus remilgos<br />
impedía toda diversión. Nadie se había <strong>de</strong><br />
acercar á la niña, ni hablar con la niña, ni<br />
bailar con la niño, ni dar un dulce á la niña.<br />
Dejémonos <strong>de</strong> nifias: hombres, hombres quiero<br />
en raí tertulia; literatos que lean versos;<br />
currutacos que sepan <strong>de</strong> corrido las modas <strong>de</strong><br />
París; diaristas que nos cuenten todo lo escrito<br />
en fres meses por las Gacetas <strong>de</strong> Amberes,<br />
Londres, Augsburgo y Rotterdam; generales<br />
que no8 hablen <strong>de</strong> las batallas que se van á<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
46 B. I'ERE2 (JALDOS<br />
ganar; gente alegre que hable mal <strong>de</strong> la Eegencia<br />
y critique la cosa pública, ensayando<br />
discursos para cuando se abrau esas saladisi-mas<br />
Cortes que van á venir.<br />
-—Yo no creo que haya tales Cortea—dijo<br />
Amarautu.^porque las Cortes uo son mas<br />
que una cosa dafigiirón que hace el Rey para<br />
cumphr un antiguo uso. Como ahora estamos<br />
sin Jíey...<br />
—Nada: vengan esas Cortes. Cortes nos han<br />
prometido, y Cortes nos han <strong>de</strong> dar. Pues poco<br />
bonito será este espectáculo. Como que es<br />
uu conjunto <strong>de</strong> predicadores, y uo baja <strong>de</strong><br />
ocho ó diez sermones los que se oyen por dia,<br />
todos aobre la cosa púbiiea. amiga mía, y criticando,<br />
criticando, que es lo que á, mí me<br />
gusta.<br />
—Habrá Cortea—dije yo,—porque en la<br />
Isla están pintando y arreglando el teatro para<br />
salón <strong>de</strong> sesiones.<br />
—¿Pero es un teatro? Yo pensé que en una<br />
iglesia,—dijo Doña Flora.<br />
—EÍ estamento <strong>de</strong> proceres y clérigos se<br />
reunirá en una iglesia—indicó Amarauta,—<br />
y el <strong>de</strong> procuradores en un teatro.<br />
—No, uo hay más que uu estamento, señoras.<br />
Al priucipio se pensó en ti'cs; pero ahora<br />
se ha visto que uno solo es más sencillo.<br />
—Será el <strong>de</strong> ia nobleza.<br />
—No, hija: serán todos ciérigoa. Eato parece<br />
lo más propio.<br />
—No hay más estamento que el <strong>de</strong> procuradores,<br />
en que entrarán todas las clases <strong>de</strong> la<br />
sociedad.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
E-i-J<br />
.iB«i
6<br />
CADtZ 47<br />
—¿Y dices que estáu piutando el teatro?<br />
Estará precioso.<br />
—Sí, señora. Le hau puesto uuas ceuefas<br />
amarillas y eucaruadas que liaceu uua vista<br />
así como ds escenario <strong>de</strong> titiriteros en feria,..<br />
En fin, mouisimo.<br />
—Para esta festividad quiere sin duda el<br />
Sr. D. Pedro los cincuenta iniiformes amarillos<br />
y encarnados que le estamos iiacieiido,<br />
todos galonados <strong>de</strong> plata y coi-tados eo forma<br />
que llaman <strong>de</strong> espatiola antigua.<br />
—Me temo mucho—dijo Amaranta riendo,<br />
qi^ie D. Pedro y otros tan extravagantes y<br />
locos como él, pongan en ridículo á las Cortes<br />
_y procuradores, pues hay personas qne convierten<br />
en mojiganga todo aquello en que po-,<br />
«en la mano.<br />
Ya principia á venir gente. Aquí está<br />
•Qniniana. También vienen Befia y D. Pablo<br />
<strong>de</strong> Xérica.<br />
Quintana saludó á mis dos amigas. Yo le<br />
babia visto y oído hablar en <strong>Madrid</strong> eu las<br />
tertulias <strong>de</strong> las librerías; pero sin tener hasta<br />
•entonces el placer <strong>de</strong> tratar á poeta tan insigne.<br />
Su fama entonces era gran<strong>de</strong>, y entre los<br />
patriotas exaltados gozaba <strong>de</strong> gran popularidad,<br />
conquistada por LUS artículos políticos y<br />
proclamas patrióticas. Era <strong>de</strong> fisonomía dura<br />
y basta, moreno, con vivos ojos y gruesos labios,<br />
signo claro esto, así como an frente lobulosa,<br />
<strong>de</strong> la viril energía <strong>de</strong> su espíritu. Reía<br />
poco, y en sus a<strong>de</strong>manes y tono, lo mismo qne<br />
en sus escritos, dominaba la severidad. Tal<br />
vez esta severidad, más que propia, fuera atri-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
48 D. PÉREZ GALDOS<br />
buida y supuesta por loa que conocíau sus<br />
obras, pues en'aquella época ya habían salido<br />
á luz las priíjcipales od»s, las tragedias y algimas<br />
<strong>de</strong> las Vidas. Píndai'o, Tirteo y Plutarco<br />
á la vez, estaba orgulloso <strong>de</strong> su papel, y<br />
este orgullo se le conocía en el trato.<br />
Quintana era entusiasta <strong>de</strong> la causa española<br />
y liberal ardiente con vishunbres <strong>de</strong> íiléaofo<br />
francés ó giuebrino. Más beneficios recibió<br />
<strong>de</strong> su valieute pluma la causa liberal que<br />
<strong>de</strong> la espada <strong>de</strong> otros; y si la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> ciertas<br />
i<strong>de</strong>as, que él enaltecía cou todas las galas<br />
<strong>de</strong>l estilo y todos los i'ecursos <strong>de</strong> un talento<br />
superior y valiente cual uiuguno; si la <strong>de</strong>fensa<br />
<strong>de</strong> eieitas i<strong>de</strong>as, repito, uo hubiera corrido<br />
<strong>de</strong>spués por cuenta <strong>de</strong> otras mauos y <strong>de</strong> gárrulas<br />
plumas, diferente sería hoy la suerte <strong>de</strong><br />
España.<br />
Más simpático en el trato que Quintana,<br />
por carecer <strong>de</strong> aquella grandÜoeua y solemne<br />
severidad, era D, Fraucisco Martíuez <strong>de</strong> la<br />
Rosa, recién llegado eiitouces <strong>de</strong> Londres, y<br />
que no era célebre todavía más que por su<br />
comedía Lo que pue<strong>de</strong> un empleo, obra muy<br />
elogiíida en aquellos tiempos inocentes. Las<br />
gracias, la fiuui'a, la encantadora cortesía, Ja<br />
amabilidad, el talento social sin afeetacióu,<br />
amaneramiento ni empalago, nadie lo tenía<br />
entonces, ni lo tuvo <strong>de</strong>spués, como Martíoez<br />
<strong>de</strong> la Rosa. Pero hablo aquí'<strong>de</strong> una persona<br />
á quien todos han conocido, y á quien vida<br />
tau larga uo imprimió grau mudanza eu genio<br />
y figura. Lo mismo que ie vieron uate<strong>de</strong>a<br />
hacia 1857, salvo el <strong>de</strong>trimento <strong>de</strong> los aüos.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
GADIZ 49<br />
era Martínez <strong>de</strong> la Rosa cuaudo joven. Si eu<br />
SU9 i<strong>de</strong>as liabfa algima difeieiicia, no asi en<br />
su carácter, que fué eii la Ibniía festívaraeute<br />
afable hasta lá vpjez, •}• en el fondo grave, entero<br />
y forma! <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la juventud.<br />
No sé por qué meiie ocnpado aquí <strong>de</strong> este<br />
eminente hombre, [lues la verdad es que no<br />
concurrió aquella uoclie á la tertulia <strong>de</strong> Doña<br />
Flora, que estoy con luucho gusto <strong>de</strong>súribieudo.<br />
Fueron, sí, como be dicho, Xérica y Beña,<br />
poetas menores <strong>de</strong> que me acuenio poco, sin<br />
duda porque sn fama problemáticü y la mediocridad<br />
<strong>de</strong> su mérito lucieron que no fijase<br />
mucho en ellos la atención. De quien me acuerdo<br />
es <strong>de</strong> Arriaza, y no porque me fuera muy<br />
sijnpático, pues laíndole adamada y aduladora<br />
<strong>de</strong> sus versos serios y la mordacidad <strong>de</strong> sus<br />
sátiras me hacíau poca gracia, sino porque<br />
siempre le vi en todas partes, eu tertulias, cafés,<br />
librerías y reuniones <strong>de</strong> diversas clases.<br />
Este llegó más tar<strong>de</strong> á la tertulia.<br />
Después <strong>de</strong> los que he mencionado, vimos<br />
aparecer á un hombre como <strong>de</strong> unos cincuenta<br />
años, flaco, alto, <strong>de</strong>sgarbado y tieso. Tenía,<br />
como D. Quijote, los bigotes negros, largos<br />
y caídos; los brazos y piernas como palitroques,<br />
el cuerpo enjutíaimo, el color moreno,<br />
el pelo entrecano, aguileña la nariz, los<br />
ojos ya dnlees, ya fieros, según á quien miraba,<br />
y los a<strong>de</strong>manes un tanto embarazados y<br />
torpes. Fero lo más singular ds aquel singularísimo<br />
hombre era su vestido, Á la manera<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong> Carnaval, eonsiateute eu pantalones<br />
á la turquesca, atacados á la rodilla; jubóa<br />
SEXTA RDICIÓIV 4<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
50 B. PÉREZ GALDOS<br />
amarillo, y capa corta euearnada ó herreruelo;<br />
calzas negras; sombrero <strong>de</strong> plumaa, como el<br />
<strong>de</strong> los alguaciles <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> toi'us, y en el<br />
cinto un tremendo chafarote, que iba golpeiméo<br />
en el suelo, y hacia con el ruido <strong>de</strong> liis piaadas<br />
un compás triple, cual si el personaje<br />
anduviese con tres pies.<br />
Parecerá á algunos que es invención mía<br />
esto <strong>de</strong>i figuióu que pongo á los ojos <strong>de</strong> mis<br />
lectores; pero abran la Historia, y hallarán<br />
más al vivo que yo lo hago pintadas las liazafias<br />
<strong>de</strong>uQ personaje, á quien llamo D. Pedro,<br />
para no ridiculizar, como él lo hizo, na<br />
titulo ilustre, que <strong>de</strong>spués han llevado personas<br />
muy cuerdas. SI: vestido estaba como<br />
!« he pintado, y no fué él solo quien dió por<br />
aquel tiempo en la manía <strong>de</strong> vestir y calzar<br />
á la antigua; que otro Marqués, jerezano por<br />
cierto, y el célebre Jiménez Guazo y un escocés<br />
llamado Lord Dowuie, hicieron lo mismo;<br />
pero yo, por no aburrir á mis lectores<br />
presentándoles uno tras otro á estos tipos tan<br />
earaeterísticos como extraños, he hecho con<br />
laa personas lo que hacen los partidos, es<br />
<strong>de</strong>cir, una fusión, y me he permitido recoger<br />
las extravagancias <strong>de</strong> los tres y engalanar con<br />
ta.les atributos á uno solo <strong>de</strong> ellos, al más gracioso<br />
sin disputa, al más célebre <strong>de</strong> todos.<br />
Al punto que entró D. Pedro, oyéronse esk'epitosaa<br />
risas en la sala; pero Doña Flora<br />
salió al punto á la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> BU amigo, diciendo:<br />
—No hay que criticarle, pues hace uuiy<br />
"bien en vestirse á la antigua; y si todos loa<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
&.
í?- CÁDIZ 51<br />
españoles, como él dice, hicieran lo mismo,<br />
con Iii costumbre <strong>de</strong> vestir á la nnligiia, vendiiu<br />
el pensar á la antigua, y con el pensar el<br />
obnii', que ea lo que hace falta.<br />
D.Pedro hizo profundas reverencias y seseat^i<br />
jmito á laa damas, antes satisfecho que corrido<br />
por el recibimiento que le habían hecho.<br />
—No me importan builas <strong>de</strong> gente afrancesada—dijo<br />
miraudo <strong>de</strong> soslayo á los que íe<br />
contemplábamos,—ni <strong>de</strong> filosoñllos irreligiosos,<br />
ni <strong>de</strong> ateos, ni <strong>de</strong> francmasones, ni <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>ni'icradstas, enemigos encubiertos <strong>de</strong> la Religión<br />
y <strong>de</strong>l Rey. Cada uno se viste como gastn;<br />
y si yo prefiero este traje á los franceses<br />
que venimos usando hace tiempo, y ciño esta<br />
espada que fué la que llevó Francisco Pizarro<br />
al Ptírú, es porque quiero ser español por loa<br />
cuatro costados y ataviar mi persona segán la.<br />
usHiiZ'i española eu todo el mundo, antes <strong>de</strong><br />
que vinieran los franchutes con sus corbatas,<br />
cliupetiiies, pelucas, polvos, casacas <strong>de</strong> cola<br />
<strong>de</strong> aba<strong>de</strong>jo y <strong>de</strong>más porquerías que quitan al<br />
hombre su natural fiereza. Ya pue<strong>de</strong>n los que<br />
uie escachan reírse <strong>de</strong>l traje cnanto quieran,<br />
si bien no lo harán <strong>de</strong> la persona, porque saben<br />
que no lo tolero.<br />
—Está muy bien—dijo Amaranta.^—Está,<br />
muy bien ese traje, y sólo las personas <strong>de</strong> mal<br />
gusto pue<strong>de</strong>n criticarlo. Señores, ¿cómo quieren<br />
uste<strong>de</strong>s ser buenos españoles sin vestir á<br />
la antigua?<br />
—Pero, señor Marqués (D. Pedro era Marqués,<br />
aunque me callo su título),—dijo Quintana<br />
con benevolencia,—¿por qué un hombre<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
52 H. PÉREZ GALDÓS<br />
formal y honrado como usted se ba <strong>de</strong> vestir<strong>de</strong><br />
ésta mniiera, para diverlir á los chicos <strong>de</strong><br />
la calle? ¿Ha <strong>de</strong> tener el patriotismo por funda<br />
un jubón, y no ba <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r guarecerse en<br />
«na chupa?<br />
—Las modas francesas han corrompido lascostumbres—repuso<br />
D. Pedi'O atusándose los<br />
bigotes,—y con las modas, es <strong>de</strong>cir, con las pelucas<br />
y los coloretes, han venido la falsedad<br />
<strong>de</strong>l trato, la <strong>de</strong>shonestidad, la irreligión, eh<br />
<strong>de</strong>scaro <strong>de</strong> la juventud, la falta <strong>de</strong> respeto á ios<br />
mayores, el mucho jurar y volar, el <strong>de</strong>scoco éimpudor,<br />
el atievimiento, el robo, la mentira,<br />
y con estos males los no menos graves <strong>de</strong> la<br />
filosofía, el ateísmo, el <strong>de</strong>mocratismo, y eso <strong>de</strong><br />
la soberanía <strong>de</strong> la nación que ;diora han sacado<br />
para colmo <strong>de</strong> la fiesta.<br />
—Pues bien—repuso Quintana:—si todos<br />
esos males han venido con liis pelucas y loa<br />
polvos, ¿usted cree que los va á echar <strong>de</strong> aquí<br />
vistiéndose <strong>de</strong> amarillo? Los males se quedarán<br />
en casa, y el sefior Marqués hará reir á lasgentes.<br />
—Sr. D. Manolo, si todos fueran como usted,<br />
que se empeña en combatir á los franceses<br />
imitándolos en usos y costumbres, lucidosestábaraos.<br />
^S¡ las costumbres se han modificado, ellassabrán<br />
por qué lo han hecho. Se lucha y se<br />
pue<strong>de</strong> luchar contra nn ejército, por gran<strong>de</strong> que<br />
sea; pero contra las costumbres, hijas <strong>de</strong>l tiempo,<br />
no es posible alzar las manos, y me <strong>de</strong>jO'<br />
cortar las dos que tengo ai hay cuatro persoiias<br />
que le imiten á usted.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ<br />
SS<br />
•—¿Cuatro?—dijo con orgullo D. Pedro.—<br />
'Cuatrocieutus están ya afihadas en la Cruzada<br />
<strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz, y aunque todavía no ha}'<br />
uniformes para todos, ya cuento coneincuenta<br />
ó sesenta, gracias al celo <strong>de</strong> respetables damas,<br />
alguna <strong>de</strong> ka cnaltís me oye. Y no nos vestimos<br />
así, seQores míos, para andar charlando<br />
en los cafés y metieudo bnlla por las calles, ni<br />
imprimiendo papeles que aumenten la <strong>de</strong>svergüenza<br />
é irrespetuDsidad <strong>de</strong>l pueblo hacia lo<br />
más sagrado, ni para convocar Cortes ni cortijos,<br />
ni para echar sermones á io dómine Lucas,<br />
sino para salir por esos campos hendiendo<br />
cabezas <strong>de</strong> filósofos y acuchillando enemigos<br />
déla Iglesia y <strong>de</strong>l Rey. Ríanse <strong>de</strong>l-traje eu<br />
buen hora, que en cuanto sean <strong>de</strong>spachados<br />
los mosquitos que Kumban más allá <strong>de</strong>l caño<br />
<strong>de</strong>Sancti-Fetri, volveremos acá y haremoaque<br />
los redactores <strong>de</strong>l Semanario patriótico se vístau<br />
<strong>de</strong> papel impreso, que es la moda francesa<br />
•que más les cuadra.<br />
Dicho esto, D. Pedro celebró mucho con<br />
risas su propio chifte, y luego tomó Beña la<br />
palabra para sostener la conveniencia <strong>de</strong> vestir<br />
á la antigua. ¿Verdad que era graciosa la<br />
:manía? Para que no se du<strong>de</strong> <strong>de</strong> mi veracidad,<br />
quiero trasladar aquí un párrafo <strong>de</strong>l Conciso,<br />
que conservo en la memoria.<br />
«Otro <strong>de</strong> los medios indirectos, <strong>de</strong>cía, pero<br />
smuy po<strong>de</strong>roso, para renovar el entusiasmo,<br />
íSería volver á usar el antiguo traje eupafiol.<br />
»No es <strong>de</strong>cible lo que esto podría influir en [a<br />
• felicidad <strong>de</strong> la nación. ]0h, padres <strong>de</strong> la pa-<br />
-*tria, diputados <strong>de</strong>l augusto Congresol A vos-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
5i U. PÉRUZ GAIDÓS<br />
BOtros dirijo mi huinil<strong>de</strong> voz; vosotroa podéis<br />
»reuovar ios días <strong>de</strong> uuesti'fl. antigua prospesridfid:<br />
vestios eou el traje <strong>de</strong> vuestros paídres,<br />
y la nación entera seguirá vuestro<br />
aejemplo.n<br />
Esto lo escribía poco <strong>de</strong>spués aquel mismo<br />
Sr. Beña, poeta <strong>de</strong> circLinstancias, á quien yo<br />
vi en casa <strong>de</strong> Dotía Flora. \Y recomendaba á<br />
los padrea <strong>de</strong> la patria que imitasen en su atavío<br />
al gran D. Pedro, pasmo <strong>de</strong> loa chicos y<br />
alboroto <strong>de</strong> paseantes! jQué boüitos habrían<br />
estado Arguelles, Mufien Torrero, García Herreros,<br />
Ruiz Padrón, Inguanzo, Mejía, Gallego,<br />
Quintana, Toreiio y <strong>de</strong>más insigues varones,<br />
vestidos <strong>de</strong> arlequines!<br />
Y aquel Befia era liberal y pasaba por cuerdo;<br />
verdad es que los lilierales como loa absolutistas,<br />
han tenido aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong><br />
sn aparición en el mundo ocurrencias graciosísimas.<br />
Quintana preguntó á 0. Pedro si la Cruzada<br />
<strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz pensaba presentarse<br />
á las futuras Cortes en aquel talante el día <strong>de</strong><br />
la apertura.<br />
—Yo no quiero nada cou Cortes—repaso.<br />
—¿Pero usted es <strong>de</strong> los botos que creen habrá<br />
tal novedad? La Eegeiicia está <strong>de</strong>cidida á<br />
echar la tropa á la calle para hacer polvo á loa<br />
vocingleros que ahora no pue<strong>de</strong>n pasarse sin<br />
Cortes. ¡Angelitos! Déseles la novedad <strong>de</strong> este<br />
juguete para que se diviertan.<br />
—La Regencia—repuso el poeta,-—hará lo<br />
que la man<strong>de</strong>n. Callará y aguantará. Aunque<br />
carezco <strong>de</strong> la perspicacia que distingue al<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
ft
CÁDIZ 55<br />
Sr. D, Pedro, rae parece que ¡a uaciún es algo<br />
iDás que el señor Obispo <strong>de</strong> Orense.<br />
^^Verda<strong>de</strong>ramente, Sr. D, Manuel—dijo<br />
Amaranta,—eso <strong>de</strong> ía soberanía <strong>de</strong> la naeióa<br />
qne han inventado ahora.,, anoche estaban<br />
explicándolo en casa <strong>de</strong> la Morlá, y por cierto<br />
que nadie lo entendía; eso <strong>de</strong> la soberanía <strong>de</strong><br />
la nación, ai se llega á establecei', va á traernos<br />
aquí otra revolución como la francesa, con.<br />
su guillotina y sas atrocida<strong>de</strong>s. ¿No lo cree<br />
uated9<br />
—No, señora; no creo ni puedo creer tal<br />
cosa.<br />
—Qne pongan lo que quieran, con tal que<br />
sea nuevo—dijo DoñaFlora.—¿No es verdad,<br />
señor <strong>de</strong> Xérica?<br />
—Justo, y afuera religión, afuera rey, afaera<br />
todo,—vociferó D. Pedro.<br />
—Denme trescientos»años <strong>de</strong> soberanía <strong>de</strong><br />
la nación—dijo Quintana,—y veremos si as<br />
cometen tantos excesos, arbitrarieda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>safueros<br />
como en trescientos años que no la ha<br />
babido. ¿Habrá revolución que contenga lautas<br />
iniquida<strong>de</strong>s é injusticias como el solo período<br />
<strong>de</strong> la privanza <strong>de</strong> D. Manuel Godoy?<br />
—Nada, nada, señores—manifestó D. Pedro<br />
con ironía.—Si ahora vamos á estar muy<br />
bien; si vamos á ver aquí el siglo <strong>de</strong> oro; si no<br />
va á haber injusticias, ni crímenes, ni borracheras,<br />
iii miserias, ni cosa mala alguna, puea<br />
para que nada nos falte, en vez <strong>de</strong> Padres <strong>de</strong><br />
la Iglesia tenemos periodistas; en vez <strong>de</strong> santos,<br />
filósofos; en vez <strong>de</strong> teólogos, ateos.<br />
—Justamente: el Sr. <strong>de</strong> Congosto tiene ra-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
56 li. PUREZ CALDOS<br />
z6u—replicó Quiufana.—La maldad no lia<br />
existido en el inundo basta qtie no la hemos<br />
traído nosotros con iinestros endiablados libros...<br />
Pero tndo se va á remediar con vestiruos<br />
<strong>de</strong> mojiganga,<br />
—Pero, en último resultado—preguntó la<br />
Con<strong>de</strong>sa,^¿liay Cortes Ó no?<br />
—Sí, señora: las habrá.<br />
—Los espüñoles tío sirven para eso.<br />
—Eso no lo hemos probado.<br />
—¡Ay, qué ikisiojies alienta usted, señor<br />
V. Mannel! Verá usted qué escenas tan graciosas<br />
babrá en las sesiones.., y digo graciosas,<br />
por uo <strong>de</strong>cir teriiblefi y escandalosas.<br />
—El terror y el escándalo no nos BOLI <strong>de</strong>sconocidos,<br />
señora, ni los traeráu por primera<br />
vez las Cortes á esta tieri'a <strong>de</strong> la |>az y <strong>de</strong> la<br />
religiosidad. La conspiración <strong>de</strong>l Efcorial, los<br />
tumultos (le Aranjuew, las vergonzosas escenas<br />
<strong>de</strong> Bayona, la abdicación <strong>de</strong> los reyes padres,<br />
las torpezas <strong>de</strong> Godoy, las repugnantes<br />
inmoralida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la áitjma corte, los tratos con<br />
Boiiapaite, los convenios indignos que han<br />
permitido la invasión: todo esto, señora amiga<br />
mía, que es el colmo <strong>de</strong>l horror y <strong>de</strong>l escándalo,<br />
¿lo han traído por ventura las Cortes?<br />
— l^ero el Rey gobierna, y las Cortes, según<br />
el uso antiguo, votan y callan.<br />
—Nosotros hemos caído en la cuenta <strong>de</strong> que<br />
el üey existe para la nación y no (a nación<br />
para el Key.<br />
—Eso es—dijo D. Pedro: - e! Rey para la<br />
nación, y la nación para los filósofos.<br />
—Si las Cortes no salen a<strong>de</strong>lante—añadió<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
-<br />
^<br />
CÁDIZ Oí<br />
•Quintana,—lo <strong>de</strong>berán á la perfidia y mala fe<br />
<strong>de</strong> sus eijemigog y á las neceda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sne amigos;<br />
pues estas maja<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> vestir á la antigua<br />
y coovertir en saínete las más respetables<br />
cosas, es vicio muy eomiín en I os españoles <strong>de</strong><br />
uno y otro partido. Ya hay quien dice que los<br />
diputados <strong>de</strong>ben vestirse como los algnaeiles<br />
en diu ds pregón <strong>de</strong> Bula, y no falta quien<br />
sostiene que todo cuanto se hable, proponga y<br />
discuta en la Asamblea, <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cirse eu verso,<br />
—Pues en verdad sería precioso,—afinnó<br />
Doña Flora.<br />
—En efecto—dijo Atííáranta;—y como se<br />
reúnen en un teatro, ¡a ilusión resultará perfecta.<br />
Prometo asistir á la inauguración.<br />
—Yo DO %ltaré, Sr. <strong>de</strong> Quintana, Utted me<br />
proporcionará un palco ó un par <strong>de</strong> lunetas.<br />
^Y se paga, se paga?<br />
—No, amiga mía—dijo Amaranta burlándose.—La<br />
nación enseña y pone al públifio<br />
gratis sus locuras.<br />
.—Usted—le dijo Quiutóna sonriendo, —<br />
será <strong>de</strong> nuestro partido.<br />
—]Ay, no, amigo mfol—^repuso la dama.-^<br />
Prefiero afiliarme á la Cruzada <strong>de</strong>l Ohkpado. Me<br />
espantan los revoluciónanos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lie leído<br />
lo que pasó en Francia. |Ay, Sr. Quintana!<br />
¡Qué lástima que usted se haya hecho filósofo<br />
y polítieol ¿Por que no hace siempre versos?<br />
—No están los tiempos para versos. Sin embargo,<br />
ya usted ve cómo los hacen mis amigos.<br />
Arriaea, Beña, Xérica, Sánchez Bai'bero<br />
no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong>scansar á las prensas <strong>de</strong> Cádiz.<br />
Beñay Xérica se habían apartado <strong>de</strong>l grupo.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
58 B. PÉREZ CALDOS<br />
—¡Ay, amigo mío! que no oiga yo aq^ue-<br />
11o <strong>de</strong><br />
;0h! Vdintón. nombre amable:<br />
gran<strong>de</strong> alumno <strong>de</strong>l dios Marte,<br />
Es horrible la poesía <strong>de</strong> estos tiempos, porque<br />
los cisnes callan, entristecidos por el luto<br />
<strong>de</strong> la patria, y <strong>de</strong> su sileueio se aprovechan los<br />
grajos para chillar. ¿Y dón<strong>de</strong> me <strong>de</strong>ja usted<br />
aquello <strong>de</strong><br />
Resuene el tambor;<br />
velocesjnarcliemos...?<br />
—Arriaza—indicó Quintana,—ha hecho üítimamente<br />
una sátira preciosa. Esta noche la<br />
leerá aquí. ^<br />
—Nombren al ruin.., — dijo Amaranta,<br />
viendo aparecer en el salón al poeta <strong>de</strong> los<br />
chistes.<br />
—Arriaza, Arriaza—exclamaron diferentes<br />
voces salidas <strong>de</strong> distintos lados <strong>de</strong> la estancia.<br />
—A ver, léanos usted la oda Á Pepillo.<br />
—Atención, señores,<br />
—Es <strong>de</strong> lo más gracioso que se ha perito<br />
en lengua castellana.<br />
—Si el gran Botella la leyera, <strong>de</strong> puro avergonzado<br />
se volvería á Francia.<br />
Arriaza, hombre <strong>de</strong> cierta fatuidad, se gallar<strong>de</strong>aba<br />
con la ovación hecha á los productos<br />
<strong>de</strong> su numen. Como su fuerte eran los versos<br />
(le circunstancias y su popularidad por<br />
eeta clase <strong>de</strong> trabajos extraordinaria, no s&<br />
hizo <strong>de</strong> rogar, y sacando un largo papel, y<br />
poniéndose en medio <strong>de</strong> la sala, leyó con mu-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 5y<br />
ehísima gracia aquellos versos célebres que<br />
uste<strong>de</strong>s conocerán y cuyo principio ee <strong>de</strong> este<br />
modo:<br />
üAl ínclito Sr. Pepe, Rey {eu <strong>de</strong>seo) <strong>de</strong> las<br />
Españas y (en visión) <strong>de</strong>sús ludias.<br />
Siilud, srau Rey <strong>de</strong> U rebel<strong>de</strong> geate;<br />
siiluiJ, salud, Pcpillo, dili^eüte<br />
proteotor <strong>de</strong>l cültivci <strong>de</strong> Lis uvas<br />
y Cíitüdor cxpcrlo <strong>de</strong> lus cubas,s<br />
A cada iustante era el poeta interrumpido<br />
por los aplausos, las felicitacioueB, las alabanzas,<br />
y vierais allí cómo por arte mágico habíanse<br />
coní'uudido todas las opinionea en el<br />
unánime sentimiento <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio y burla hacia<br />
nuestro Rey pegadizo. Por instantes, basta<br />
el grau D. Pedro y D. Manuel José Quintana<br />
parecieron conformes.<br />
Lii composición <strong>de</strong> Pepillo corrió manuscrita<br />
.por todo Cádiz. Después la refuiidió su autor,<br />
y fné publicada en 1812.<br />
Dividióse <strong>de</strong>spués la tertulia. Los políticos<br />
se agruparon á un lado, y el atractivo <strong>de</strong> las<br />
mesas <strong>de</strong> juego llevó á la sala contigua á una<br />
buena porción <strong>de</strong> los concurrentes. Amarauta<br />
y la Con<strong>de</strong>sa permanecieron allí, y D, Pedro,<br />
como hombre galante, no las <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> la<br />
mano.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
60 G. PGRBZ GALDOS<br />
VI<br />
—Gabriel—me dijo Amaraota,—es preciso<br />
que te <strong>de</strong>cidas á trocar tu uniforme á la francesa<br />
por este español que lleva nuestro amigo.<br />
A<strong>de</strong>más, la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la CruBada tiene la ventaja<br />
<strong>de</strong> qne cada cual se encija encima el grado<br />
que más le acomoda, como, por ejemplo,<br />
D. Pedro, que se ha puesto la faja <strong>de</strong> capitán<br />
general.<br />
En efecto, D. Pedro no se había andado con<br />
chiquitas para subirse por sna propios pa^os<br />
al último escalón <strong>de</strong> la milicia.<br />
—Ea el caso—dijo sin mo<strong>de</strong>stia el !iéroe,~-^<br />
qne necesita uno con<strong>de</strong>corarse á sí propio,<br />
puesto que nadie se toma el trabajo <strong>de</strong> liacerlo.<br />
En cnanto ala entrada <strong>de</strong> este caballerito eu<br />
la Or<strong>de</strong>n, venga en buen hora; pero sepa que<br />
los nuestros hacen vida ascética, durmiendo eu<br />
uua tarima y teniendo por almohada una buena<br />
piedra. De este modo se fortalece el hombre<br />
para las fatigas <strong>de</strong> la guerra.<br />
—Me parece muy bien—afirmó Amaranta;<br />
—y si á esto afla<strong>de</strong>n una comida sobria, como,<br />
por ejemplo, dos raciones <strong>de</strong> obleas el día, serán<br />
ios nipjures soldados <strong>de</strong> la tierra. Animo,<br />
pues, Gabriel, y hazte caballero <strong>de</strong>l Obispado<br />
<strong>de</strong> Cádiz.<br />
—De buena gana lo haría, señores, ai me<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
•' - CÁDIZ ' 61<br />
eocoutrava cou fuerzas para cumplii' las leyes<br />
<strong>de</strong> un iustituto fcau riguroso. Fara esa Crumáa<br />
<strong>de</strong>t Obispado se iiecesitau hombres virtuoaíairaos<br />
y llenos <strong>de</strong> fe.<br />
—Ha hablado perfectameute,—repuso cou<br />
solemne aceuto D Pedro.<br />
—Disculpas, hijo^—añadió Amarauta con<br />
malicia.—La verda<strong>de</strong>ra causa <strong>de</strong> la resistencia<br />
<strong>de</strong> este moxuelo á ingresar en la Or<strong>de</strong>n gloriosa,<br />
es no sólo la liolgazaueria, sino también<br />
que las distracciones <strong>de</strong> un amor tan violento<br />
como bien correspondido, le tienen embebecido<br />
y trastornado. No se permiten eiiamorudos<br />
eu la Or<strong>de</strong>n, ¿verdad, Sr. D. Pedro?<br />
—Según y conrorme—respondió el grave<br />
personaje tomándose la barba cou dos <strong>de</strong>dos y<br />
mirando al techo.—Según y conforme. Si ios<br />
catacúmenos están dominados por un amor<br />
respetuoso y circunspecto liacia persona <strong>de</strong> peso<br />
y formalidad, Ifjos <strong>de</strong> ser rechazados, con<br />
más gasto son admitidos.<br />
—Puea el amor <strong>de</strong> éste no tieue nada <strong>de</strong> respetuoso—dijo<br />
Amaranta, mirando cou picaresca<br />
atención á Dofia Flora.—Mi amiga, que<br />
me está oyendo) es testigo <strong>de</strong> la impetuosidad<br />
y <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> este violento joven.<br />
D. Pedro fijó sus ojos eu Doña Flora.<br />
—Por Dios, querida Con<strong>de</strong>sa—dijo ésta.—<br />
Usted cou sus impru<strong>de</strong>ncias es la que ba echado<br />
á per<strong>de</strong>r á este muchacho, enseflándole cosas<br />
que aún uo está eu edad <strong>de</strong> saber. Por mi<br />
parte, la coucisucia uo me acusa palabra ni<br />
aeeióu que haya dado motivo á que un joveu<br />
apasionado se extralimitase. La. juventud, se-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
02 B. PÉREZ GALDOS<br />
ñor 0. Pedro, tiene arrebatos; pero son disculpables,<br />
porque la juventud,.,<br />
—En una palabra, amiga raía—dijo Amaranta<br />
dirigiéudose á Doüa Flora.—Ante nna<br />
persona tan <strong>de</strong> confianza conao el Sr. D. Pedro,<br />
pue<strong>de</strong> usted <strong>de</strong>jiir á un lado el disimulo,<br />
confesando que las ternuras y patéticas <strong>de</strong>claraciones<br />
<strong>de</strong> este joven no le causan <strong>de</strong>sagrado.<br />
—Jesús, amiga mía—exclamó mudando <strong>de</strong><br />
color la dueña <strong>de</strong> la casa,—¿qué está usted<br />
diciendo?<br />
—La verdad. ¿A qué andar con tapujos?<br />
¿No es verdad, Sr. <strong>de</strong> Congosto, que bago<br />
bien en poner las cosas en su verda<strong>de</strong>ro lugar?<br />
Si nuestra amiga siente una amorosa in-,<br />
clinacióo hacia alguien, ¿por qué ocultarlo?<br />
¿Es acaso algún <strong>de</strong>lito? ¿Es acaso un crimen<br />
que dos personas se amen? Yo tengo <strong>de</strong>recho<br />
A permitirme estas liberta<strong>de</strong>s, por la amistad<br />
que les tengo á los dos, y porque bá tiempo<br />
que les vengo aconsejando se <strong>de</strong>cidan á <strong>de</strong>jar<br />
á un lado misterios, secreticoa y trampantojos<br />
que á nada conducen, si, señor, y que por lo<br />
general suelen redundar en <strong>de</strong>sdoro <strong>de</strong> la persona.<br />
En cuanto á mi amiga, harto la he<br />
exhortado, con<strong>de</strong>nando su insistente celibato,<br />
y se me figura.que al fin mis prédicas no serán<br />
inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad<br />
está vacilante y en el punto <strong>de</strong> si caigo ó no<br />
caigo; <strong>de</strong> modo que si una persona tan respetable<br />
como el Sr. D. Pedro uniera aus amonestaciones<br />
á las mías...<br />
D. Pedro estaba ver<strong>de</strong>, amarillo, jaspeado.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
C.U)1Z 63<br />
Yo, sin <strong>de</strong>cir nada, procuraba, al mismo tiempo<br />
que contenía la risa, corroborar con mis<br />
actitu<strong>de</strong>s y miradas lo que la Cou<strong>de</strong>sa <strong>de</strong>cía.<br />
Duna Flora, couf'undida eutre la tiirbaeiÓQ y<br />
la ira, miraba á Amarauta y al espeipeuto; y<br />
como viera á éste con el color mudado y loa<br />
ojos cliispeautes <strong>de</strong> enojo, turbóse laás y dijo:<br />
— ¡Qué bromas tiene la Con<strong>de</strong>sa, Sr. Dou<br />
Pedro! ^;Qiiier6 usted tomar un dnlcecito?<br />
—Señora—repuso con iracunda voz el es-<br />
.tafermo,—ios hombres como yo se endulzan<br />
con acíbar la lengua y el corazón con <strong>de</strong>sen-<br />
• ganos.<br />
Doíta Flora quiso reír, pero no pudo.<br />
—Con <strong>de</strong>sengaños, sí, sefiora—añadió Dou<br />
Pedro,^—-y eou agravios recibidos <strong>de</strong> quien<br />
menos <strong>de</strong>biau esperarse. Cada uno es dueño<br />
<strong>de</strong> dirigir sus impulsos amorosos al punto que<br />
más le conviene. En edad temprana los dirigí<br />
yo á una ingrata persona, que al fiu... mas no<br />
quiero afear su conducta ni pregonar su <strong>de</strong>slealtad,<br />
y guardaróme para mí solo las penas<br />
como me guardé las alegrías. Y no se diga,<br />
para disculpar esta ingratitud, que yo falté<br />
una sola vez en veinticinco aü(js al respeto, á<br />
la circunspección, á !ft severidad que ia cultura<br />
y recato <strong>de</strong> entrambos me imponía, pues<br />
ni palabra incitativa pronunciaron lais labios,<br />
iñ gesto in<strong>de</strong>coroso iiicieron mis manos, ni<br />
i<strong>de</strong>a impúdica turbó la pureza <strong>de</strong> cñ pensamiento,<br />
ni nombré la palabra matrimonio, á<br />
ia cual se asocian imágenes contrarias al pudor,<br />
ni luiré <strong>de</strong> mal modo, ni fijé los ojos en<br />
partes que la moda francesa tenía mal cubier-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
64 B. PÉKEZ GALDÓS<br />
tas, DÍ hice nada, en suma, que pudiera ofen<strong>de</strong>r,<br />
rebaj.ai" ó menoscabar el sauto objeto <strong>de</strong><br />
mi culto. Peio ]ayl en estos tiempos coiTornpidos<br />
no hay ñor qLie uo se aje, ui purezn<br />
que uo se manche, ui respiündor que no se<br />
obscurezca oon alguna nubecilla. Está dicho<br />
todo, y con esto, señoras, pido á uste<strong>de</strong>s licencía<br />
para retirarme.<br />
LevHntilbase para partir, cuando Doña Fio-,<br />
ra ie <strong>de</strong>tuvo diciendo:<br />
—¿Qué es eso, Sr. D. Pedro? ¿Qué arrebato<br />
le ba dado? ¿Hace usted caso <strong>de</strong> las bromas<br />
<strong>de</strong> Amaranta? Es una calumnia, sí, señor,,<br />
nna calumnia.<br />
—¿Pero qué es esto?-—dijo Amaranta fingiendo<br />
la mayor estupefacción.—¿Mis palabras<br />
lian podido causar el disgusto <strong>de</strong>l señor<br />
D. Pedro? iJesús, abora caigo en que he cometido<br />
Una gran impru<strong>de</strong>ncia! Dios mío, ¡qué<br />
daño he causadol Sr. D. Pedro, yo no sabia<br />
Dada, yo ignoraba... Desunir por una palabra<br />
indiscreta dos volunta<strong>de</strong>s... Este mozalbete<br />
tiene la culpa. Ahora recuerdo que mi amiga'<br />
le está recomendando siempre que le imite á<br />
usted eu las formas respetuosas para uiauiíeS'<br />
tar su amor.<br />
—Y le reprendo sus atrevimientos...— dijo<br />
Doña Flora.<br />
—Y le tira <strong>de</strong> las orejas cuando se extralimita<br />
<strong>de</strong> palabra ú obra, y le pelÜzca eu el brazo<br />
cuando salen juntos á paseo.<br />
—Señoras, perdónenme uste<strong>de</strong>s—dijo Doii<br />
Pedro;^pero me retiro.<br />
—¿Tan pronto?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 65<br />
—Amaranta con sus maja<strong>de</strong>rías le lia amoscado<br />
á usted.<br />
—Tengo que ir á casa <strong>de</strong> la señora Con<strong>de</strong>sa<br />
<strong>de</strong> Bumblar.<br />
—Eso es nu <strong>de</strong>saire, Sr. D. Pedro. ¡Dejar<br />
mi casa por la <strong>de</strong> otral<br />
—La Con<strong>de</strong>sa es una persona respetabilísima<br />
que tiene alta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>coro.<br />
—Pero no hace vestidos para los Cruzados.<br />
—La <strong>de</strong> Bumblar tiene el buen gusto <strong>de</strong><br />
no admitir eu su casa á los politiquillos y diaristas<br />
que infestan á Cádiz.<br />
—Ya.<br />
—Allí no se juega tampoco. Allí no van<br />
Quintana el fatuo, ni Martínez <strong>de</strong> la Rosa el<br />
pedante, ni Gallego el clerizonte ateo, ni Gallardo<br />
el <strong>de</strong>monio filosófico, ni Arriaza el relamido,<br />
ni Capmany el loco, ni Arguelles el<br />
jacobino, sino multitud <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>ferentes<br />
con la Eeiigióu y con el Key.<br />
Y dicho esto, el estafermo hizo una reverencia<br />
que medio le <strong>de</strong>aeoyimtó, marchándose<br />
con paso reposado y a<strong>de</strong>mán orgulloso.<br />
,—Amiga mía—dijo Doña Flora,—¡qué impru<strong>de</strong>nte<br />
es usted! ¿Ño es verdad, Gabriel, que<br />
ha sido muy impru<strong>de</strong>nte?<br />
'—]Ya lo creo: contarlo todo en sus propias<br />
barbas!<br />
—Yo temblaba por tí, niñito, temiendo que<br />
te ensartara con el chafarote.<br />
—La Con<strong>de</strong>sa nos hacomprometido,-afirmé<br />
con afectado enojo.<br />
—Es un diabhllo.<br />
•—Amiga mía—dijo Amarauta, — lo hice<br />
SUXTA HDICIÓM 5<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
GQ B. PÉREZ GALDÓS<br />
con la inayol' ¡DoceLicia. Después <strong>de</strong> lo que he<br />
<strong>de</strong>scubierto, me pougo cíe parte <strong>de</strong>l <strong>de</strong>snirado<br />
D, Pedro. La verdad, señora Doña Flora: es<br />
una grau picajdia lo que lia hecho usted. Trocarle,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> veiutieiuco años, por este<br />
mozuelo sin respetabilidad...<br />
—Calle usted, calle usted, picaruela—repuso<br />
la dueña.—Por mi parte, ni á uuo ni á<br />
otro. Si usted uo hubiera incitado á este joven<br />
con sus provocaciones...<br />
—De aquí en a<strong>de</strong>lante—dije yo,—seré respetuoso,<br />
comedido y clreuaspecto, como Don<br />
Pedro.<br />
Doña Flora me ofreció un dulce; pero vióse<br />
obligaila á poner punto eu la cuestión, porque<br />
otras damas, que como ella pertenecían ala<br />
clase <strong>de</strong> pinzas <strong>de</strong>smanteladas y con artillería<br />
aniigua, intervinieron inoportunamente en<br />
niieaUo diálogo.<br />
He referido la anterior burlesca escena, que<br />
parece insignificfiute y sólo digna <strong>de</strong> momentánea<br />
atención, porque con ser pura broma,<br />
influyó muclio en acontecimientos que luego<br />
contaré, proporcionándome sinsabores y contrarieda<strong>de</strong>s.<br />
De este modo los más frivolos sucesos,<br />
que no parecen tener fuerza bastante<br />
para alterar con sn débil paso la serenidad <strong>de</strong><br />
la vida, la conmueven hondamente <strong>de</strong> súbito<br />
y cuando menos se espera.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
Uí3'<br />
CA.DIZ 67<br />
Vil<br />
Poco <strong>de</strong>spués entró ea la sala el inemovable<br />
D. Diego, Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Entablar y <strong>de</strong> Pefia Horadada,<br />
y con grau sorpresa mía, ni saludó á la<br />
Con<strong>de</strong>sa, oí éata tuvo á bien dirigirle mirada<br />
alguna. Reconociéndome al punto, llegóse á<br />
mí, y con la mayor afabilidad me saludo y felicitó<br />
por mi rápido a<strong>de</strong>lantamiento en la carrera<br />
<strong>de</strong> las anuas, <strong>de</strong> qne ya tenía noticias.<br />
No nos habíamos visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi aventura famosa<br />
en el Palacio <strong>de</strong>l Pardo. Yo le encontré<br />
bastante <strong>de</strong>sfigurado, sin duda por recientes<br />
•enfermeda<strong>de</strong>s y molestias.<br />
!—Aquí serás mi amigo, lo miamo que OQ<br />
<strong>Madrid</strong>—me dijo entrando juntos en la sala<br />
<strong>de</strong> jnego.—Si estás en la isla, te visitaré.<br />
iQuiero que vengas á las tertulias <strong>de</strong> mi casa.<br />
Dime; cuando vienes á Cádiz, ¿paras en casa <strong>de</strong><br />
la Con<strong>de</strong>sa?<br />
—Suelo venir aquí.<br />
—¿Sabes que mi parienta aprecia la lealtad<br />
<strong>de</strong> los que fueron sus pajes?... Ya sabrás que<br />
4e ésta me caso,<br />
—-La Con<strong>de</strong>sa me lo ha dicho,<br />
—La Con<strong>de</strong>sa ya no priva. Hay divorcio<br />
absoluto entre ella y los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> la familia..,<br />
|Ohl ahora me acuerdo <strong>de</strong> cuando te encontramos<br />
eü el Pardo... Le preguntaron á Ama-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
68 B. PÉRBZ GALDÓS<br />
ranta que qué hacías allí, y no supo contestar.<br />
Lo que hacíaa, tú lo podrás <strong>de</strong>cir... ¿Juegas,<br />
ó lio?<br />
—Jugaremos.<br />
—Aquí al menos se respira, chico. Vengo<br />
huyendo <strong>de</strong> las tertulias <strong>de</strong> mi casa, que más<br />
que tertulias son un cónclave <strong>de</strong> clérigos, frailucos<br />
y enemigos <strong>de</strong> la libertad. Allí no se va<br />
más que á hablar mal <strong>de</strong> loa periodistas y <strong>de</strong><br />
los que quieren Cojistitución. No se juega, Gabriel,<br />
ui se baila, iai se refresca, ui se hablan<br />
más qne sosadas y beberías... De todos modos<br />
es preciso que vengas á mi casa. Mis hermanas<br />
me han dicho que quieren couocerte; sí,<br />
me !o han dicho. I.as pobres están muy aburridas.<br />
iSi no fuese porque Lord Gray diatrae iiu<br />
poco á las tres muchachas...! ¿Vendrás á casa?<br />
Pero cuidado con echártela <strong>de</strong> liberal y <strong>de</strong> jacobino.<br />
No abras la boca sino para <strong>de</strong>cir mi!<br />
pestes <strong>de</strong> las futuras Cortes, <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong><br />
la imprenta, <strong>de</strong> !a revolución francesa, y ten<br />
cuidado <strong>de</strong> hacer una reverencia cuando se<br />
nombre al Rey, y <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo en latín al<br />
modo <strong>de</strong> conjaro siempre que citen á Bonaparte,<br />
á Eobespierre, ó á otro monstruo cualquiera.<br />
Si así no lo haces, mi mamá,te echará<br />
al punto á la calle, y mis hermanas no podrán<br />
rogarte que vuelvas.<br />
— Muy bien: tendré cuidado <strong>de</strong> cumplir el<br />
programa. ¿En dón<strong>de</strong> nos veremos?<br />
—Yo h-é á la Isla ó nos veremos aquí, aunque<br />
la verdad... Tal vez no vuelva. Mi mamá<br />
me tiene prohibido poner loa pies en esta casa.<br />
Vete á la mía, y pregunta por tu amigó Don<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 69<br />
Diego el que gantí la batalla <strong>de</strong> Bailéu. Yo le<br />
he héelio creer á mi mamá que entre tú y yo<br />
gauamos aquella célebre acción <strong>de</strong> guerra.<br />
^¿Y Santoreaz?<br />
—Ea <strong>Madrid</strong> sigue <strong>de</strong> Comisario <strong>de</strong> policía..<br />
Nadie le pue<strong>de</strong> Ver; pej'o él se ríe <strong>de</strong> todos y<br />
cumple con su obligación. Con quejuguemos.<br />
Voy al caballo.<br />
El juego, antes frío y mal sostenido por personas<br />
sin entusiasmo, ee animó con la presencia<br />
<strong>de</strong> Amarant,a, que fué á poner su dinero en<br />
la balau/.a <strong>de</strong> la suerte. Para que todo marchase<br />
á pedir <strong>de</strong> boca, llegó en aquel crítico<br />
punto Lord Gray, <strong>de</strong> quien dije había <strong>de</strong>saparecido<br />
al comienzo <strong>de</strong> la tertulia. Como <strong>de</strong> costumbre,<br />
el espléndido inglés reclamó para sí<br />
las preeminencias <strong>de</strong> banquero, y tallando él<br />
con serenidad, apuntando nosotros con zozobra<br />
y emoción, le <strong>de</strong>sbalijamos á toda prisa.<br />
Sobre todo, Amaranta y yo tuvimos una suerte<br />
loca. Doña Flora, por el contrario, veía mermados<br />
con rapi<strong>de</strong>z sus exiguos capitales, y Don<br />
Diego ae mantuvo en tabla con vaivenes <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sgracia y fortuna.<br />
Indiferente a su ruíua el inglés, más sacaba<br />
cuanto más perdía, y todo lo que <strong>de</strong> sus bolsillos<br />
se trasegó al montón, venía <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
montón á visitar los míos, que se asombraban<br />
<strong>de</strong> una abuüdancia jamás por ellos conocida.<br />
La función no concluyó sino cuando Lord<br />
Gray no dio más <strong>de</strong> sí, acabándose la tertulia.<br />
Los políticos, sin embargo, continuaban disputando<br />
en la sala vecina, aim <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> retirada<br />
la última moneda.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
70 1). PHIiEZ GALDOB<br />
Cuando salimos para coutiuuar el moute éccasa<br />
fie Lord Gray, D. Diego me dijo:<br />
—Mi mamá cree á estas horas que duermo<br />
como uLi iftiego. Ea casa nos retiramos á las<br />
diez. Mi mamá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eeaar, uos echa la.<br />
beudición, rezamos v.ariaa oraeíoues y uos<br />
mauda á la cama. Yo me retiro á la alcoba,<br />
fingietido teuer mucho sueño; apago la luz, y<br />
cuando todo está en silencio, escapóme bonitamente<br />
á la calle. Muy <strong>de</strong> madrugada vuelvo,<br />
abro mis puertas con llaves á propósito, y<br />
me meto en el lecho. Sólo mis hermauitas estáu<br />
en el secreto y favorecen la evasión.<br />
Lotd Gray nos obsequió en su casa con una.<br />
espléndida cena; sacamos luego el libro <strong>de</strong> las<br />
cuarenta hojas, y con sus textos pasamos febrilmente<br />
entretenidos la noche. D. Diego eur<br />
tabla, el inglés perdiendo las entrañas y yo<br />
ganando, hasta que, causados los tres y siempre<br />
invariable y terca la fortuna, dimos por<br />
terminada la partida. ¡Oh! en los glorjoaos<br />
afios <strong>de</strong> 1810, 1811 y 1812 se jugaba mucho,,<br />
pero mucho.<br />
Des<strong>de</strong> aquella noche no pu<strong>de</strong> volver á Cádiz<br />
hasta la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 28 <strong>de</strong> Mayo, formandoparte<strong>de</strong><br />
las fuerzas que se enviaron para hacer<br />
los honores á la Eegeucia, que al día siguiente<br />
<strong>de</strong>bía instalarse en e! Paíacio <strong>de</strong> la<br />
Aduana. Esta, ceremonia <strong>de</strong> la instalación fué<br />
muy divertida y auimada, tanto el día 29 como<br />
e¡ 30, por ser en éste ios <strong>de</strong> nuestro señor Roy<br />
D. Fernando Vil. Cuando eslábamos en la<br />
Aduana, haciendo guardia <strong>de</strong> houor á la Eegeucia,<br />
reunida <strong>de</strong>ntro en aesióu solemae^.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 71<br />
oímos <strong>de</strong>cir que en aquel mismo día se presentarían<br />
en Cádiz al pie <strong>de</strong> cien eoruceros á<br />
la antigua que querían ofrecer sus respetos al<br />
po<strong>de</strong>r central. Al punto que tal oi, acordéme<br />
<strong>de</strong>l insigne D, Pedro, y no dudé que él fuese<br />
autor <strong>de</strong> la diversión que se nos preparaba.<br />
Las doce serían, cuando una gran turba <strong>de</strong><br />
chicos <strong>de</strong>sembocando por las calles <strong>de</strong> Pedro<br />
Con<strong>de</strong> y <strong>de</strong> la Manzana, anunció que algo muy<br />
extraordinario y divei'tido se aproximaba; y<br />
con efecto, tras el infantil escuadrón, que <strong>de</strong><br />
mil diversos modos y con variedad <strong>de</strong> chillidos<br />
manifestaba su regocijo, vierais allí aparecer<br />
una falanje <strong>de</strong> cien <strong>de</strong>a caballo, vestidos<br />
con el mismo traje amarillo y rojo que yo había<br />
visto en las secas carnes <strong>de</strong>l gran D. Pedro.<br />
Este venía <strong>de</strong>lante con faja <strong>de</strong> Capitán<br />
general sobre el arlequinado traje, y tan estirado,<br />
satisfecho y orgulloso, que no se cambiara<br />
por Godofredo <strong>de</strong> Bonillón entrando<br />
triunfante en Jerusalén. Ni él ni los <strong>de</strong>más<br />
llevaban corazas, pero sí cruces en el pecho; y<br />
en cuanto á armas, cuál llevaba sable, cuál<br />
espadín <strong>de</strong> etiqueta. Como diversión <strong>de</strong> Carnestolendas,<br />
aquello podía tolerarse; pero como<br />
Cruzada <strong>de</strong>l Obispado <strong>de</strong> Cádiz para acabar<br />
con los franceses, era <strong>de</strong> lo más grotesco<br />
que en los anales <strong>de</strong> la Historia ae pue<strong>de</strong> en<br />
ningún tiempo encontrar.<br />
La multitud les victoreaba, por la sencilla<br />
razón <strong>de</strong> que se divertía; ellos, con los aplausos,<br />
ae creían no menos dignos <strong>de</strong> admiración<br />
qne las huestes <strong>de</strong> César ó Aníbal; y por fortuna<br />
nuestra, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Puerto <strong>de</strong> Santa María,<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
\'í''<br />
73 B. PÉREZ GALDOS<br />
don<strong>de</strong> estaban los franceses, no podía verse iii<br />
eoD teieseopio semejante fiesta, que si la vieran,<br />
<strong>de</strong> buena gana habríau hecho laás ruido<br />
las risas que los cañoDes.<br />
Llegarou á ]a Aduana; pidió permiso el que<br />
los mandaba para eutrar á saludar á la Regencia;<br />
se lo negamos, creyendo que los <strong>de</strong> la<br />
Junta no habrían perdido el juicio; insistió<br />
D. Pedro, golpeando el suelo con el sable y<br />
profiriendo amenazas y bravatas; entramos á<br />
notificar á los señores qué clase <strong>de</strong> estantignas<br />
querían colarse en el palacio <strong>de</strong>l Gobierno, y<br />
éste al fin consintió en ser felicitado por los<br />
caballeros á la antigua, temiendo <strong>de</strong>spopularizarse<br />
si no lo hacía. ¡Debilidad propia <strong>de</strong><br />
autorida<strong>de</strong>s españolasl<br />
Entró, pues, Congosto, seguido <strong>de</strong> cinco <strong>de</strong><br />
los suyos, escogidos entre los más granados;<br />
atravesó el salón <strong>de</strong> corte, y al encarar con los<br />
<strong>de</strong> la Regencia, hizo una profunda cortesía;<br />
irguróse <strong>de</strong>spués, paseó su orgullosa vista <strong>de</strong><br />
un confín á otro <strong>de</strong> la sala, metió la mano en<br />
el bolsillo <strong>de</strong> los gregüescos, y con gran sorpresa<br />
<strong>de</strong> tocios los que le veíamos, sacó nuos<br />
anteojos <strong>de</strong> gruesa armadora, qne se caló sobre<br />
la martiíiuda nariz. Tul facha y vestido<br />
Gou anteojos, era <strong>de</strong> lo más ridículo que pue<strong>de</strong><br />
imaginarse. Los <strong>de</strong> la Regencia fluctuaban<br />
entre el enojo y la riaa, y los extraños que<br />
presenciaban aquello, no disimulaban su contento<br />
por disfrutar <strong>de</strong> escena tan chusca.<br />
Luego que se ensartó los espejuelos y los<br />
acomodó bien, enganciíados en las orejas y<br />
apoyados en la nariz, metió la otra mano en<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 73<br />
el otro bolsillo y sacó un papel; ipero qué papel!<br />
Lo menos tenía una vara. Todos creímos<br />
que sería un discurso; pero no, señorea: eran<br />
unos versos, Entonces, para hablar al público<br />
ó al Rey ó á las autorida<strong>de</strong>s, privaban los malos<br />
versos sobre la mala prosa. Desdobló, pues,<br />
el luengo papel, tosió limpiando el gaznate,<br />
ae atusó los largog bigotes, y con voz cavernosa<br />
y retumbante dio priticipio á la lectura<br />
'<strong>de</strong> «na sarta <strong>de</strong> en<strong>de</strong>casílabos cojos, mancos<br />
y lisiados, tan rematadamente malos, como<br />
obra que eraij <strong>de</strong>l misrao personaje que los<br />
leía. Siento no po<strong>de</strong>r dar íl mis amigos una<br />
muestra <strong>de</strong>aquella literatura, porque ni se imprimieron<br />
ni puedo recordarlos; pero si DO la<br />
forma, tengo presente el sentido, que se reducía<br />
á encomiar la necesidad <strong>de</strong> que todo el<br />
mundo se vistiera á la antigua, único modo<br />
<strong>de</strong> resucitar el ya muerto y enterrado heroísmo<br />
dé los antiguos tiempos.<br />
Durante la lectura había sacado D. Pedro<br />
la espada, y todas las frases fuertes las acompañaba<br />
<strong>de</strong> tajos, mandobles y cuchilladas en<br />
el aire, volteando el arma por encima <strong>de</strong> au<br />
cabeza, lo cual remató el grotesco papel que<br />
hacía. Luego que acabara <strong>de</strong> leer los malhadados<br />
versos, guardó el cartapacio, <strong>de</strong>scolgó<br />
<strong>de</strong> la nariz los ajiteojos, y envainando la espada<br />
hizo otra profunda reverencia y salió <strong>de</strong>l<br />
salón seguido <strong>de</strong> los suyos.<br />
¡Señores, que es verdad lo que digol Me<br />
ofen<strong>de</strong>n esas muestras <strong>de</strong> incredulidad <strong>de</strong> los<br />
que me escuchan. Abrase la Historia, no laa<br />
que andan, en manos <strong>de</strong> todos, sino otras algo<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
I i'<br />
' !• I'I<br />
74 li. PÉREZ GALDÓS<br />
JDtiiiias, y que testigos presenciales dictaron.<br />
Pues qué, ¿se ha olvidado ya la condición sainetesca<br />
y un tauto arlequinada <strong>de</strong> nuestros<br />
partidos políticos en el períudo <strong>de</strong> su iucubacióii?<br />
Verdad purísima, santa verdad es lo qaelie<br />
referido, aunque parece luverosimil, y aÚQ<br />
me callo otras coaitas por no ofen<strong>de</strong>r el <strong>de</strong>coro<br />
iiacioaal. ,<br />
Después, la graciosa procesión recorrió las<br />
calles <strong>de</strong> Cádiz con gran<strong>de</strong> alegría <strong>de</strong> todo el*<br />
pueblo, que se regocijaba con tal luotivo extraordinariamente^<br />
siij <strong>de</strong>cidirse por eso á vestir<br />
á la antigua... ¡Tan claro era su sentidol<br />
Los balcones y miradoies so poblaban <strong>de</strong> damas,<br />
y en la calle ¡a multitud seguía á los cruzados.<br />
Sobre todo, los chicos tuvieron un día<br />
felicísimo. No faltó más, para que aquello se<br />
pareciese á la entrada <strong>de</strong> D. Quijote en Barcelona,<br />
sino que ios muchachos aplicaran á ciertas<br />
partes <strong>de</strong>l caballo que montaba D. Pedro<br />
las célebres aliagas, y aun creo que algo <strong>de</strong><br />
esto aconteció al fin <strong>de</strong>l triunfal paseo y cuando<br />
se volvían á la Isla.<br />
Después <strong>de</strong>l acontecimiento referido, ciertos<br />
sucesos tristísimos <strong>de</strong>terminan lui paréntesis<br />
no corto en esta parte <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong><br />
mi vida que voy refiriendo. El 1." <strong>de</strong> Junio<br />
sentíame enfermo y caí con la fiebre amarilla,<br />
cual otros tantos que en aquella temporada<br />
fueron víctimas <strong>de</strong>l terrible tifus, con menos<br />
suerte que uu aervidor <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s, el cual<br />
escapó <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> !a muerte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 75<br />
verse en estado tal que vislumbraba loa horízoutea<br />
<strong>de</strong>l otro muudo.<br />
Mi mal (s'a me había atacado en la uiñez<br />
con distinto carácter] uo, fué muy largo. Yo<br />
estaba eu la Isla. Asistiéronme mis amigos<br />
cariñosamente; visitábame Lord Gray todos los<br />
días, y Amaranta y DUÜÍL Flora hicieron largas<br />
guardia^ y vigilias en la cabecera <strong>de</strong> mi<br />
lecho. Cuntido me vieron fuera <strong>de</strong> peligro, lag<br />
dos lloraban <strong>de</strong> alegría.<br />
Durante la convalecencia, D. Diego fué ú.<br />
visitarme y me dijo:<br />
—Mañana mismo vendrás á mi casa. Mis<br />
hermanas y mi novia me preguntan por titodos<br />
los días. ¡Qué susto se han llevadol<br />
—Iré mañana,—le respondí,<br />
Pero yo estaba muy lejos <strong>de</strong> esperar ¡a or<strong>de</strong>n<br />
militar é inapelable que por algún tiempo<br />
me <strong>de</strong>sterrara <strong>de</strong> mi ciudad querida. Es el<br />
caso que D. Mariano Renovales, aquel soldado<br />
atrevido que tan heroicas hazañas realizó<br />
en Zaragoza, fué <strong>de</strong>stinado á mandar una expedición<br />
que <strong>de</strong>bía salir <strong>de</strong> Cádiz para <strong>de</strong>sembarcar<br />
en el Norte. Renovales era uu hombre<br />
muy bravo; pero con esta bravura salvaje <strong>de</strong><br />
nuestros gran<strong>de</strong>s hombres <strong>de</strong> guerra; valor<br />
<strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> conocimieutos militares y <strong>de</strong> todos<br />
los <strong>de</strong>más talentos que enaltecen al b»en general.<br />
Había publicado el guerrillero una proclama<br />
extravagantísima en cuya cabeza se veía<br />
un grabado representando á Pepe Botellas cayéndose<br />
<strong>de</strong> borracho y con un jarro <strong>de</strong> vino en<br />
la mano, y el estilo <strong>de</strong>l tal documento correspoadía<br />
á lo iunoWe y ridículo <strong>de</strong> la estampa.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
7(5 B. PKREZ GALDOS<br />
Sin embargo, por esto mismo le elogiaron mucho<br />
y le dieron un maudo. ¡Achaques <strong>de</strong> España!<br />
Estos maja<strong>de</strong>ros suelen hacer fortuna.<br />
Pues, seflor, como <strong>de</strong>cía, dióse á Renovales<br />
un pequeño cuerpo <strong>de</strong> ejército, y en este cuerpo<br />
<strong>de</strong> ejército me incluyeron á mí, obligándome,<br />
casi euferrao todavía, á seguir al loco<br />
guerrillero en su más loca expedición. Obe<strong>de</strong>cí<br />
y embarquéme con él, <strong>de</strong>spidiéndome <strong>de</strong><br />
mig amigos. ]0h, qué aventura tan penosa,<br />
tan <strong>de</strong>sairaíía, tan funesta, tan estérill Fiad<br />
empresas <strong>de</strong>licadas á hombres ignorantes y<br />
populacheros que no tienen más cualidad que<br />
un valor ciego y frenético.<br />
No quiero contar los repetidos <strong>de</strong>sastres <strong>de</strong><br />
la espedicióu. Sufrimos tempesta<strong>de</strong>s, aguantamos<br />
todo género <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdichas, y para colmo<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia, lejos <strong>de</strong> hacer cosa alguna <strong>de</strong><br />
provecho, parte <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong>sembarcadas<br />
en Asturias cayei'on eu po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los franceses.<br />
Gracias dimos á Dios los pocos que, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> tres meses y medio <strong>de</strong> angustiosas penas,<br />
pudimos regresar á Cádiz, avergonzados por<br />
el infausto éxito <strong>de</strong> la aventura. Yo comparé<br />
á mis compañeros <strong>de</strong> entonces con los individuos<br />
<strong>de</strong> la Cruzada en la falta <strong>de</strong> sentido<br />
común.<br />
Regresamos á Cádiz. Algunos fueron á recibirnos<br />
cou júbilo, creyeüdo que volvíamos<br />
cubiertos <strong>de</strong> gloria, y eu breves palabras coutamos<br />
lo ocurrido. La gente entusiasta y patriotera<br />
uo quería creer que el valiente Renovales<br />
fuese un maja<strong>de</strong>ro. Por <strong>de</strong>sgfacia, <strong>de</strong> esta<br />
clase <strong>de</strong> héroes tenemos muchos.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 77<br />
Luego que <strong>de</strong>scansamos un poco, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> poner el pie eu tierra, fuimos á presentarnos<br />
á las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Isla. Era el 24 <strong>de</strong><br />
Septiembre,<br />
VIII .<br />
Una gran novedad, uua hermosa fiesta había<br />
aquel día en la Isla. Ban<strong>de</strong>rolas y gallar<strong>de</strong>tes<br />
adornaban casas particulares y edificios<br />
público.^, y endomingada la gente, <strong>de</strong> gala los<br />
marinos y la tropa, da gala la Naturaleza á<br />
cansa <strong>de</strong> la herjnosui'a <strong>de</strong> la mañana y esplen<strong>de</strong>nte<br />
claridad <strong>de</strong>l sol, todo respiraba alegría.<br />
Por el camino <strong>de</strong> Cádiz á la Isla no cesaba el<br />
paso <strong>de</strong> diversa gente, en coche y á pie; y en<br />
la plaza <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> Dios, los caleseros<br />
gritaban llamando viajeros: «jA laa Cortes, á<br />
las Cortesls<br />
Parecía aquello preliminar <strong>de</strong> función <strong>de</strong><br />
toros. Las clases todas <strong>de</strong> la sociedad concurrían<br />
á la fiesta, y los antiguos baúles <strong>de</strong> la<br />
casa <strong>de</strong>l rico, y <strong>de</strong>l pobre habíanse quedado<br />
casi vacíos. Vestía el po<strong>de</strong>roso comerciante sn<br />
mejor paQo; la elegante dama su mejor seda,<br />
y loa muchachos artesanos, lo mismo que los<br />
hombres <strong>de</strong>l pueblo, ataviados con sus pintoreseos<br />
trajes, salpicaban <strong>de</strong> vivos colores la<br />
masa <strong>de</strong> la multitud. Movíanse en el aire los<br />
abanicos, reflejando en mil rápidos matices la<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
78 B. PÉREÜ GALDÓS<br />
luz <strong>de</strong>l sol, y los millones <strong>de</strong> lentejuelas irradiaban<br />
sus esplendores sobre el negro terciopelo.<br />
En los rostros había tanta alegría, que<br />
la muchedumbre toda era una sonrisa, y ao<br />
hacia falta que imoa á otros se preguntasen á<br />
dón<strong>de</strong> iban, porque un zumbido perenne <strong>de</strong>cía<br />
sin cesar: «¡A. las Cortes, á las Cortesl»<br />
Las calesas partían á cada instante. Los pobres<br />
iban á pie, con sus meriendas á la espalda<br />
y la guitarra pendiente <strong>de</strong>l hombro. Los<br />
chicos <strong>de</strong> las plazuelas <strong>de</strong> la Caleta y la Viña<br />
uo querían que la ceremonia estuviese<br />
privada <strong>de</strong>l lionor <strong>de</strong> su asistencia, y, arreglándose<br />
sus aüdrajos, emprendían con sus<br />
palitos al hombro el camino <strong>de</strong> la Isla, dáu'<br />
dose aire <strong>de</strong> un ejército en marcha; y entre<br />
SHs chillidos y bufidos y algazara, se distinguía<br />
claramente el grito general: «|A las Cortes,<br />
á las Cortes!»<br />
Tronaban ios cañones <strong>de</strong> los navios fon<strong>de</strong>ados<br />
61) la bahía; y entre el blanco humo,<br />
las mil ban<strong>de</strong>ras faemejábau fantásticas bandadas<br />
<strong>de</strong> pájaros <strong>de</strong> colores arremolinándose<br />
en torno á los mástiles. Los militares y marinos<br />
en tierra ostentaban plnmachos en sus<br />
sombreros, cintas y veneras en sus pechos,<br />
orgullo y júbilo en los semblantes. Abrazábanse<br />
paisanos y militares, congratulándose<br />
<strong>de</strong> aquel día, que todos creían el primero <strong>de</strong><br />
nuestro bienestar. Los hombrea graves, los<br />
escritores y periodistas, rebosaban satisfacción,<br />
dando y admitiendo plácemes por la<br />
apai-ición <strong>de</strong> aquella gran aurora, <strong>de</strong> aquella<br />
luz nueva, <strong>de</strong> aquella felicidad <strong>de</strong>sconocida<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 79<br />
í|ue todos nombraban con el grito placentero<br />
•<strong>de</strong>: «|Las Cortes, laa Cortesl»<br />
Eu la taberna <strong>de</strong>l Sr. Poenco no se pensaba<br />
más que eu libaciones eu honor <strong>de</strong>l gian suceso.<br />
Los majos, coutrabandistas, matones,<br />
chulos, picadores, carniceros y chalanes, liabían<br />
diferido sus querellas para que la majestad<br />
<strong>de</strong> tan gcau día uo se turbara con ataques<br />
á la paz, á la concordia y buena armonía entre<br />
los ciudadanos. Los mendigos abandonaron<br />
sus puestos cornendo hacia la Cortadura,<br />
qne se inundó <strong>de</strong> mancos, cojos y lisiados,<br />
ganosos <strong>de</strong> recoger abuudaute cosecha <strong>de</strong> limosnas<br />
entre la mucha geute, y enseñando<br />
sus llagas, DO pedían en nombre <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong><br />
la caridad, siuo <strong>de</strong> aquella otra <strong>de</strong>idad nueva<br />
y santa y sublime, diciendo: «¡Por las Cortes,<br />
por las Cortes!»<br />
Nobleza, pueblo, comercio, milicia, hombres,<br />
mujeres, taleuto, riqueza, juveutud,<br />
hermosura, todo, con contadas excepciones,<br />
coocurrió al gran acto, los más por entusiasmo<br />
Verda<strong>de</strong>ro, algunos por curiosidad, otros<br />
porque habían oído hablar <strong>de</strong> las Cortes y<br />
querían saber lo que eran. La general alegría<br />
me recordó la eutrada <strong>de</strong> Fernando Vil<br />
en <strong>Madrid</strong> en Abril <strong>de</strong> 1803, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los<br />
sucesos <strong>de</strong> Aranjueg,<br />
Cuando llegué á la Isla, las calles estaban<br />
intransitables por la mucha geute. Eu una <strong>de</strong><br />
ellas la muUilud se agolpaba para ver una pro-<br />
-cesión. En los miradores apenas cabían los ra-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
80 B. PBREZ GALBOS<br />
milletes <strong>de</strong> señoras; clamaban á voz eu grito<br />
las campanas, y gritaba el pueblo, y seeatrujabao<br />
hombres y mujeres contra las pare<strong>de</strong>s,<br />
y los chiquillos trepaban por las rejas, y los<br />
soldados formados en dos filas pugnaban por<br />
<strong>de</strong>jar el paso franco é. la comitiva. Todo el<br />
mundo quería ver, y no ea^a posible que vieran<br />
todos.<br />
AqueÜa procesión no era una procesión <strong>de</strong><br />
santas imágenes, ni <strong>de</strong> leyes y principes, cosa<br />
en verdad muy vista en España para que así<br />
llamara la atención: era el sencillo <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong><br />
un centenar <strong>de</strong> hombres vestidos <strong>de</strong> negro, jóvenes<br />
unos, otros viejos, algunos sacerdotes,<br />
seglares los más. Precedíales el clero con el<br />
Infante Borbón <strong>de</strong> pontifical y los individuos<br />
<strong>de</strong> la Eegeueia, y les seguía gran concurso <strong>de</strong><br />
generales, cortesanos antaño <strong>de</strong> la Corona y<br />
hoy <strong>de</strong>l pueblo, altoa empleados, consejeros <strong>de</strong><br />
Castilla, proceres y gentilhombrea, muchos <strong>de</strong><br />
los cuales ignoraban qué era aquello.<br />
La procesión venía <strong>de</strong> la Iglesia Mayor,<br />
don<strong>de</strong> se había dicho solemne misa y cantado<br />
un Te Deum. El pueblo no cesaba <strong>de</strong> gritar<br />
¡Viva la Nación! como pudiera gritar jviva el<br />
Reyl y un coro que se había colocado en cierto<br />
entarimado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una esquina entonó<br />
el himno, muy laudable sin duda, pero muy<br />
malo como poesía y música, que <strong>de</strong>cía:<br />
Del tiurapo horrascosb<br />
que Espnñy está sufriendo,<br />
y.í el horizoate viendo<br />
aiguaa claridad.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ<br />
La aurora son las Cortes<br />
que con sabios votales<br />
rciiieilbráa los males<br />
dundoQos libertad.<br />
El músico babfa sido tao inhábil al componer<br />
el discurso musical, y tan mal conocfa el<br />
arte <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>ncias, que los cantantes se<br />
veían obligados á repetir cuatro veces que con<br />
sabios, que C071 sabios, etc. Pero esto no quita<br />
au mérito á la inocente y espontánea alegría<br />
popular.<br />
Ouaudo pasó la comitiva encontré á Andrés<br />
MariJLián, el cual me dijo:<br />
, —Me han magullado un brazo <strong>de</strong>ntrí<strong>de</strong> la<br />
iglesia. ]Qué geutíol Pero me propuse ver todb<br />
y lo vi. Lindísimo lia estado,<br />
—¿Pero ya empezaron los discursos?<br />
—-Hombre, no. Dijo nua misa muy larga el<br />
Qar<strong>de</strong>oal narigudo, y luego los regentes tomaron<br />
juramento á los procuradores, dieiéndoles:<br />
«¿Juráis conservar la religión católicar" ¿Juráis<br />
conservar la integridad <strong>de</strong> la nación española?<br />
¿Juráis conservar en el trono á nuestro amado<br />
Rey D. Fernando? ¿Juráis <strong>de</strong>sempeñar fielmente<br />
este cargo?s A lo cual ellos iban contestando<br />
que sí, que sí y que si. Después echaron<br />
un gqipe <strong>de</strong> órgano y canto llano, y se<br />
acabó. Gabriel, á ver si po<strong>de</strong>mos entrar eii el<br />
salón <strong>de</strong> sesiones.<br />
Yo no creí pru<strong>de</strong>nte intentarlo; pero fui hacia<br />
allá co<strong>de</strong>ando á.diestro ysiniestro, y al llegar<br />
junto al teatro, ante cuyas puertas se agolpaban<br />
masas <strong>de</strong> gente y no pocos coches, sentí<br />
SEXTA EDICIÓN G'<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
81
82 B. PÉREZ GALDOS<br />
que vivamente me llamaban diciendo:—Gabriel,<br />
Araceli, Gabriel, Sr. D. Gabriel, señor<br />
<strong>de</strong> Araeeli,<br />
Miré á todos iados, y entre el gentío Vi dos<br />
abanicos que me hacían señas y dos caras que<br />
me sonreían. Eran las <strong>de</strong> Amaranta y Doña<br />
Flora. Al punto me uní á ellas, y <strong>de</strong>spuésque<br />
me saludaron y felicitaron cariñosamente por<br />
mi feliK llegada, Amaranta dijo:<br />
—Ven con nosotras. Tenemos papeletas<br />
para entrar en la galería reservada.<br />
Subimos todos, y por la escalera pregunté<br />
ala Con<strong>de</strong>sa si algún acontecimiento había<br />
modificado la situación <strong>de</strong> nuestros asuntos<br />
durante mi ausencia, á lo que me contestó:<br />
—Todo sigue lo mismo. La única novedad<br />
es que mi tía pa<strong>de</strong>ce ahora un reumatismo que<br />
la tiene baldada. Doña María la domina completamente,<br />
y es quien manda en la casa y<br />
quien dispone todo... No be podido ni una vez<br />
sola ver á Inés, ni ellas salen á la calle, ni es<br />
posible escribirle. Yo esperaba con ansia tu<br />
llegada,porque D.Diego prometió llevarte allá.<br />
Cuando vayas, espero gran<strong>de</strong>s resultados <strong>de</strong> tu<br />
celosa tercería. A Lord Gray no hay quien le<br />
saque una palabra; pero los indicios <strong>de</strong> lo que<br />
te dije aumentan. Por la criada sabemos que<br />
Doña María está, con una oreja alta y otra<br />
bajo, y que el mismo D.Diego, con ser tan<br />
estúpido, lo ha <strong>de</strong>scubierto y rabia <strong>de</strong> celos.<br />
Mañana mismo es preciso que vayas allá, aunque<br />
yo dudo mucho que la <strong>de</strong> Riimblar quiera<br />
recibirte.<br />
No hablamos más <strong>de</strong>l aauuto, porque el<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
83<br />
GADtZ<br />
Cougresn Nacional ocupó toda nuestra ateocióii.<br />
Estábamos en el paleo <strong>de</strong> uu teatro: á<br />
nuestro lado, eu localida<strong>de</strong>s iguales, veíamos<br />
laullitud <strong>de</strong> señoras y caballeros, embajadores<br />
y otros personajes. Abajo, en lo que llamamos<br />
patio, ios diputados ocupaban sus asientos<br />
en dos alas <strong>de</strong> bancos; en el eseenai'io había<br />
un trono ocupado por un Obispo y cuatro<br />
señores más, y <strong>de</strong>lante los secretarios <strong>de</strong>l <strong>de</strong>apacbo.<br />
Poco habían unos y otros calentado los<br />
asientos, cuando ios <strong>de</strong> la Regencia se levantaron<br />
y se fueron, como diciendo: «abí queda<br />
eso. a<br />
—Esta pobre gente—me dijo Amatauta,—<br />
no sabe lo que trae entre mauos. Mírales cómo<br />
estáu <strong>de</strong>sconcertados y aturdidos sin saber<br />
qué hacer.<br />
—Se ha marchado el venerable Obispo <strong>de</strong><br />
Orense—observó Doña Flora,—Por ahí se susurra<br />
que no le hacen maldita gracia las dichosas<br />
Cortes.<br />
—Por lo que oigo, estáu eligiendo quien les<br />
presida—dije.—Hay aquí un traer y llevar <strong>de</strong><br />
papeletas que es señal <strong>de</strong> votación,<br />
—Buenas cosas vamos á ver hoy aquí,—<br />
añadió Amaranta con el regocijo que dala esperanza<br />
<strong>de</strong> una diversión.<br />
—^Yo lo que quiero es que prediquen pronto—indicó<br />
Doña Flora.—Proutito, señores.<br />
Vea que hay muchos clérigos, lo cual es prueba<br />
<strong>de</strong> que no faltarán picos <strong>de</strong> oro.<br />
—Pero estos clérigos filósofos soa torpes <strong>de</strong><br />
lengua—afirmó Amaranta.—Aquí hablarán<br />
más los seglares, y sei'á tal el barullo, que ve-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
84 B. PÉREZ GALBOS<br />
reinos escenas tan graciosas como las <strong>de</strong> uit<br />
concejo <strong>de</strong> pueblo con fuero. Amiga, preparémonos<br />
á reír.<br />
—Ya parece que tienen presi<strong>de</strong>nte. Oigámoslo<br />
que lee aquel caballerito que está en el escenario,<br />
y que parece un mal actor que no sabe<br />
el papel.<br />
—Está conmovido por la majestad <strong>de</strong>l acto-<br />
—repaso Amaranta,—Me parece que estos sefiores<br />
darían algo ahora porque les mandasen.<br />
Á SUS casas. Verda<strong>de</strong>ramente ¡as faclias no son.<br />
malas.<br />
—Des<strong>de</strong> aquí veo al Vizcon<strong>de</strong> <strong>de</strong> Matarrosa<br />
(1)—indicó Doña Flora.—Es aquel mozulbete<br />
rubio. Le he visto en casa <strong>de</strong> Moría, y eschico<br />
<strong>de</strong>spejado... Como que sabe inglés.<br />
—Ese angelito <strong>de</strong>biera estar mamando, y levan<br />
á dispensar la edad para que sea diputado—observó<br />
la Con<strong>de</strong>sa.—Gomo que no lionemás<br />
años que tú, Gabriel. Vaya unos legisladores<br />
que nos hemos echado. Aqui tenemos Solones<br />
<strong>de</strong> veinte abriles.<br />
—Querida Con<strong>de</strong>sa—dijo la otra,—<strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
aquí veo todas ias narices y toda la boca do<br />
D. Juan Nicasio Gallego. Está abajo entre los<br />
diputados.'<br />
—Sí, allí está. De un bocado se tragará Cortes<br />
y Regencia. Es el hombre <strong>de</strong> mejores ocurrencias<br />
que he visto en mi vida, y <strong>de</strong> seguro<br />
ha venido aquí á reírse <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong><br />
procuraduda. ¿No es aquél que está á su lado-<br />
D. Antonio Capmauy? jMireu qué fachal No se<br />
(i) Después Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Toreao:<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
f<br />
r!<br />
I.<br />
m<br />
CÁDIZ 85<br />
ipue<strong>de</strong> estar quieto uii iustaute y baila como<br />
uua ardilla.<br />
—Ese que se aiecta ahora es Mejía.<br />
•—También veo la cara seráfica <strong>de</strong> Agustini-<br />
'to Arguelles. Diceu que éste predica muy bleu.<br />
¿Vti usted á Büriill? Cuentan que éste no quiere<br />
Cortes. Pero empiece <strong>de</strong> una vez ia función.<br />
.¡Qué pesados sonl<br />
—Aquí, como no se paga la-entrada, no hay<br />
<strong>de</strong>recho á impacientarse.<br />
•—Ya está dispuesta la presi<strong>de</strong>ncia. ¿Tocarán<br />
un pito para em^jezar?<br />
—Yo tengo una curiosidad por oic lo que<br />
•digan...<br />
—Y yo.<br />
—Será un disputar graciosísimo—indicó<br />
Amaranta,—porque cada cual pedirá esto y lo<br />
•otro y lo <strong>de</strong> más allá.<br />
—Coa que salga uno diciendo: «Yo quiero<br />
•tal cosa,» y otro responda: aPues no me da la<br />
gana,» se animará esta <strong>de</strong>sabrida reuuión,<br />
— iCuándo las habrán visto más gordas! Será<br />
gracioso oirá los clérigos gritar: «Fuemlos<br />
^filósofos;» y á los seglares: «Fuera los curas.»<br />
Veo con sorpresa que el presi<strong>de</strong>nte uo tiene<br />
Játigo.<br />
—Es que guardarán las formas, amiga mía,<br />
—¿En dón<strong>de</strong> han apreadido ellos á guardar<br />
formas?<br />
—iSilencio, qué va á hablar un diputado.<br />
—¿Qué dirá? Nadie lo entien<strong>de</strong>.<br />
—Se vuelve á sentar.<br />
—En el escenario hay uno que lee.<br />
—Se ievautaa algunos <strong>de</strong> ai;B asientos.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
86 B. PIÍREZ GA.LDÓS<br />
—Ya. Aeabao <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que quedau enterados.<br />
Nosoti'os también. Tanto ruido para nada.<br />
—Silencio, señores, que vamos áoir un discurso.<br />
—|Un discurso! Oigamos. jQué ruido en<br />
los palcos! Si lio calla el [lúblico, el presi<strong>de</strong>nte<br />
mandará bajar el telón.<br />
—¿Es aquel clérigo que está allí enfrente<br />
quien va á hablar?<br />
—Se ha levantado, se arregla el soli<strong>de</strong>o,<br />
echa atrás la capa. ¿Le conoce usted?<br />
—Yo no.<br />
—Ni yo. Oigamos qué dice.<br />
—Dice que sería pru<strong>de</strong>nte adoptar una serie<br />
<strong>de</strong> proposiciones que tiene escritas en un<br />
papelito.<br />
—Bueno: léanos usted ese papehto, señor<br />
cura.<br />
—Parece que hablará primero. .<br />
—¿Pero quién es?<br />
—Parece un santo varón.<br />
En los palcos inmediatos corría <strong>de</strong> boca en<br />
boca un nombre que llegó iiasta el nuestro.<br />
' El orador era D. Diego Mufioz Torrero.<br />
Señores oyentes ó lectores, estas orejas mías<br />
oyeron el primer discurso que se pronunció en<br />
asambleas españolas en el siglo xix. Aún retumba<br />
en mi entendimiento aquel preludio,<br />
aquella voz inicial <strong>de</strong> nuestras glorias parlamentarias,<br />
emitida por un clérigo sencillo y<br />
apacible, <strong>de</strong> ánimo sereno, talento claro, continente<br />
humil<strong>de</strong> y simpático. Si al principio los<br />
murmullos <strong>de</strong> arriba y abajo no permitían oii"<br />
claramente su voz, poco á poco fueron acallan-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
11
íf:<br />
CÁDIZ 87<br />
doseloé ruidos, y siguió claro y solemne el discurso.<br />
Las palabras se <strong>de</strong>stacaban sobre uii<br />
silencio religioso, fijándose <strong>de</strong> tal modo eu la<br />
mentó que parecían esculpirse. La atención<br />
era profunda, y jamás voz alguna fué oída<br />
con más respeto.<br />
—¿Sabe usted, amiga mía—dijo en un momento<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso Doña Flora,^que este cleriguito<br />
lio lo hace mal?<br />
—Muy bien. Si todos hablaran así, esto no<br />
sería malo. Aún no me he enterado bien <strong>de</strong><br />
lo que propone.<br />
—Pues á mí me parece todo lo qne ha dicho<br />
muy puesto eu razón. Ya sigue. Atendamos.<br />
El discurso no fué largo, pero sí sentencioso,<br />
elocuente y erudito. En un coarto <strong>de</strong>liora<br />
Muñoz Torrero había lauzado á la faz <strong>de</strong> la<br />
nación el programa <strong>de</strong>l nuevo Gobierno, y la<br />
esencia <strong>de</strong> las nuevas i<strong>de</strong>as. Cuando la última<br />
palabra espiró en sus labios, y se sentó<br />
recibiendo las fellcitacioues y los aplausos <strong>de</strong><br />
las tribunas, el siglo <strong>de</strong>cimoctavo había concluido.<br />
El reloj <strong>de</strong> la Historia señalé con campanada,<br />
no por todos oída, su última hora, y realizóse<br />
en España uno <strong>de</strong> los principales dobleces<br />
<strong>de</strong>l tiempo.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
88 B. PÉREZ GALDÓS<br />
IX<br />
—Atención, que van á leer el papelito.<br />
D. Manuel Ltixáu leyó.<br />
—¿Se ha enterado usted, amiga Doña Flora?<br />
— ¿Acaso soy sorda? Ha dieho^que en laa<br />
Cortes resi<strong>de</strong> Ja Soberanía <strong>de</strong> la dación.<br />
—Y que reconocen, proclaman y juran por,<br />
Bey á Fernando VII...<br />
—Que quedan separadas las tres potesta<strong>de</strong>s,..<br />
No se qué terminachos ha dicho.<br />
^Qne la Regencia que representa al Rey,<br />
Ó sea po<strong>de</strong>r ejecutivo, preste juraoiento.<br />
—Que todos <strong>de</strong>ben mirar por el bien <strong>de</strong>l<br />
Estado. Eso es lo^mejor, y eou <strong>de</strong>cirlo, sobraba<br />
lo <strong>de</strong>más.<br />
—Ahora se levanta gran tumulto entre<br />
ellos, amiga mía.<br />
—Van á disputar sobre eso. Pues no levantará<br />
mal cisco el eleriguito, ¿Cómo se llama?.,,<br />
—D. Diego Muñoz Torrero.<br />
—Parece que vuelve á hablar.<br />
En efecto, Muñoz Torrero pronunció un<br />
segando discurso en apoyo <strong>de</strong> sas proposiciones.<br />
—Ahora me ha gustado más, mucho más,<br />
señora Con<strong>de</strong>sa—dijo la <strong>de</strong> Cisuiega.—A este<br />
hombre le haría yo obispo. ¿No es justo y razonable<br />
lo que ha dicho?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
. r<br />
I<br />
I £<br />
I
'1<br />
CÁDIZ 89<br />
—Si: que las Cortes mandan y el Rey obe-<br />
•<strong>de</strong>ce.<br />
—De modo que, según la Soberanía <strong>de</strong> la<br />
Nación, el Gobierno <strong>de</strong>l Reino está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
este teatro.<br />
—Ahora le toea á Arguelles, amiga mía.<br />
Lo que me gusta es que todos dicen que están<br />
<strong>de</strong> acuerdo. ¿Para cuándo <strong>de</strong>jan el disputar?<br />
—Al principio todo es mieles. Repare usted<br />
que estamos en el primer noto.<br />
—Ahora habla Arguelles.<br />
^¡Oli, qué bieu! ¿üs. conocido usted muchos<br />
predicadores que se expresen con esa<br />
elegancia, esa soltura, esa majestad, ese elevado<br />
tono, el cual nos sorpren<strong>de</strong> y embelesa<br />
• <strong>de</strong> tal-modo que no po<strong>de</strong>mos apartar la atención<br />
<strong>de</strong>l orador, encantándose igualmente con<br />
su presencia y voz, la vista y el oído?<br />
—lOosa incompai-ñble es ésta!—expresó con<br />
entusiasmo Doña Flora. —Diga usted lo que<br />
quiera, han hecho muy bien en traer á España<br />
esta novedad. Así todas las picardías qne<br />
cometan en el Gobierno se harán públicas,<br />
y el número <strong>de</strong> los tunantes tendrá que ser<br />
menor.<br />
—Sospecho qne esto va á ser más brillante<br />
que ÚLÍ1—repuso la Con<strong>de</strong>sa.—Oradores creo<br />
que no íaltaróo. Hoy todos han hablado bien;<br />
¿pero acaso ea tan fácil la obi^a como la palabra?<br />
y <strong>de</strong> este modo iban comentando los discursos<br />
que sucedieron al <strong>de</strong> Muñoz Torrero,<br />
los cuales alargaban tanto la sesión, que bien<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
90 B. PÉREZ GALDOS<br />
pronto se hizo <strong>de</strong> noche y el teatro fué eneen-,<br />
dido. No por líi tardanza se cansaron las dos<br />
damas, quienes, como el resto <strong>de</strong> la concurrencia,<br />
permanecieron on sus asientos hasta<br />
entrada la noche, gozando <strong>de</strong> un espectácnlo<br />
que hoy á pocos cautiva por ser muy COIHÚD,<br />
pero que entonces se presentaba á la imaginación<br />
con los mayores atractivos. Los discursos<br />
<strong>de</strong> aquel día memorable <strong>de</strong>jaron in<strong>de</strong>leble<br />
impresión en el ánimo <strong>de</strong> cuantos los<br />
escucharon. ¿Quién podría olvidarlos? Aun<br />
hoy, <strong>de</strong>spués que he visto pasar por la tribuna<br />
tantos y tan admirables hombres, me parece<br />
que los <strong>de</strong> aquel día fueron los más elocuentes,<br />
los más sublimes, los más severos,<br />
los más superiores entre todos los que han fatigado<br />
con su palabra la atencióu <strong>de</strong> la madre-,<br />
JSspafia. ¡Qué claridad la <strong>de</strong> aquel dial ¡Qué<br />
obscurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> aquel<br />
mismo recUito, unas veces teatro, otras iglesia,<br />
otras sala, pues la soberanía <strong>de</strong> la nación<br />
tardó muclio en tener casa propial Hermoso<br />
fué tu primer día, |oli siglo! Procura que sea<br />
lo mismo el último.<br />
Ya avanzada la noche, corrió un rumor por<br />
las tribunas. Los regentes iban á jurar, obligados<br />
á ello por las Cortes. Era el primer<br />
golpe <strong>de</strong> orgullo <strong>de</strong> la recién nacida soberanía,<br />
anhelosa <strong>de</strong> que se le hincaran <strong>de</strong>lante los<br />
que se conceptuaban reflejo <strong>de</strong>l mismo Rey,<br />
En los palcos, unos <strong>de</strong>cían: «Los regentes no<br />
jurarán;» y otros: «Vaya si jurarán.»<br />
—Yo creo que unos jurarán y otros no—<br />
opinó Amarauta.—Ellos han intentado tener<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAWZ 91<br />
<strong>de</strong> su parte el pueblo y la tropo; pero no liau<br />
encontrado simpatías en ninguna parte. Loa<br />
que tengan un poco <strong>de</strong> valor, mandarán á las<br />
Cortes á paseo. Loa débiles ae arrastrarán en<br />
ese escenario, don<strong>de</strong> me parece que resuena<br />
todavía la voz <strong>de</strong>l gracioso Qnsrol y <strong>de</strong> la Carambilla,<br />
y besarán el escabel don<strong>de</strong> se sienta<br />
ese vejete ver<strong>de</strong>, que es, si no me engaño, Don<br />
Ramón Lázaro <strong>de</strong> Dou.<br />
—Que juren. Con eao no habrá conflictoa.<br />
Parece que hay tumulto abajo.<br />
- —Y también arriba, en el paraíso. El pueblo<br />
-cree que está viendo representar el saínete <strong>de</strong><br />
Castillo, La casa <strong>de</strong> vecindad, y quiere tomar<br />
parteen la función. ¿No es verdad, Áraceli?<br />
—Si, señora. Ese nuevo actor que se mete<br />
don<strong>de</strong>no le llaman,darádisgustos á las Cortes,<br />
—El pueblo quiere que juren,—dijo Dofia<br />
Flora.<br />
—Y querrá también que se les ponga una<br />
soga al cuello y se les cuelgue <strong>de</strong> las bambalinas.<br />
—Y afuera también hay marejadita.<br />
—Me parece que esos que han entrado eu'<br />
el escenario son los regentes.<br />
^Los mismos. ¿No ve usted á Castaños, al<br />
viejo Saavedra?<br />
—Detrás vienen Escaño y Lardizábal.<br />
— |Cómo!—exclamó la Con<strong>de</strong>sa con asombro.—¿También<br />
jara Lardizábal? Ese es el<br />
más fiero, el más orgulloso enemigo <strong>de</strong> la libertad,<br />
y andaba por ahí diciendo á todo el<br />
mundo que él se guardaría las Cortes en el<br />
bolsillo.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
líl h<br />
I' I<br />
92 B, PEIiEZ GALOOS<br />
—Pues parece que jura.<br />
—Ya no hñ.y vergüenza en España... Pero<br />
no veo al Obispo <strong>de</strong> Orense.<br />
—El Obispo <strong>de</strong> Orense oo jura,—murinuraroo<br />
las tribunas en rumoroso coro.<br />
Y, eu efecto, el Obispo <strong>de</strong> Oreuse uo juró.<br />
Hiriéronlo humil<strong>de</strong>mente los otros cuatro, con<br />
mida gatja sin duda. La opiuióu pública ea<br />
general estaba muy pronuDoiada contra ellos.<br />
Levantóse la sesión, y salimos todos, oyendo<br />
á nuestro paso las opiniones <strong>de</strong>l público sobre<br />
el suceso que liabia puesto fin al solemne día.<br />
Casi todos <strong>de</strong>cían;<br />
—|Ese testarudo vejete uo ha querido jnrarl<br />
Pero el juramento con sangre entra.<br />
—Que le cuelguen. No acatar el <strong>de</strong>creto<br />
que se llamará <strong>de</strong> 24 ds Septiembre, es dar á<br />
enten<strong>de</strong>r que las Cortes son cosa <strong>de</strong> broma.<br />
—Yo me quitaba <strong>de</strong> cuentos, y al que no<br />
bajara la cabeza, le mandaría pren<strong>de</strong>r, y <strong>de</strong>spués...<br />
—iSi esos señores no quieren más que Grobierno<br />
absoluto...!<br />
En cambio otros, los menos por cierto, se<br />
expresaban así:<br />
—[Magnífico ejemplo <strong>de</strong> dignidad ha dado<br />
el Obispo á sus compañeros! Humillar el po<strong>de</strong>r<br />
real ante cuatro charlatanes...<br />
—Veremos quién pue<strong>de</strong> más,— <strong>de</strong>cía nunoa.<br />
—Veremos quién más pue<strong>de</strong>,—respondían<br />
los otros.<br />
Los dos bandos que habían nacido años antes<br />
y crecían lentamente, aunque todavía débiles,<br />
torpea y sin brío.íbaa sacudiendo los<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
ir<br />
CÁDIZ 93<br />
aodadores, soltabau el pecho y la papilla, y<br />
se Uevabau laa mauos á la boca, sintiendo<br />
que les uaclan los dieutes.<br />
X<br />
Despedime <strong>de</strong> Amaranta y su amiga, prometiendo<br />
visitarlas al día signieute, como en<br />
efecto lo hice, Eu \m café <strong>de</strong> Cádiz juutóseme<br />
D, Diego, quien al punto renovó sus promesas<br />
<strong>de</strong> ilevai-me á la casa materna, eu lo cual<br />
le di tanta prisa, que fijamos para el prnsitno<br />
día la visita. Tambiéu hice una á Lord Gray,<br />
ai cual hallé sin variación alguua; y como le<br />
dijese que yo pensaba ir á casa <strong>de</strong> Doña María,<br />
se sorprendió, asegurándome <strong>de</strong>spués í^ue<br />
él iba con frecuencia.<br />
Cuando llegó el anochecer <strong>de</strong>l día indicado,<br />
fuimos Rumblar y yo, previa repetición <strong>de</strong> las<br />
advertencias que el caso requería.<br />
—Ten mucho cuidado—me dijo,—<strong>de</strong> fingirte<br />
mojigato, si uo quieres que te echen á<br />
la calle. Mis hermauas, á quienes dije que estabas<br />
aqaí, <strong>de</strong>sean que vayas; pero no te las<br />
eches <strong>de</strong> galante con ellas. Mucbo cuidado en<br />
aludir á mis salidas <strong>de</strong> noche, porque lo bago<br />
á escondidas <strong>de</strong> mi señora mamá. A los señores<br />
que veas allí, trátales cual si fueran lumbreras<br />
<strong>de</strong> la patria y prodigios <strong>de</strong> talento y vh-tu<strong>de</strong>a.<br />
En ñu, confío en tu buen sentido.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
tí<br />
94 B. PÉREZ GALDÓS<br />
Llegamos á la casa, que estaba en la calle<br />
<strong>de</strong> ia Amargura y era <strong>de</strong> hermosa apariencia.<br />
Vivía en el piso alto la <strong>de</strong> Leiva y en ,el prÍQcipal<br />
la <strong>de</strong> Kiimblar, quien por el reciente<br />
reumatismo <strong>de</strong> su ilustre pariente, ejercía el<br />
cargo <strong>de</strong> jefe y director supremo <strong>de</strong> la familia<br />
con toda la autoridad propia <strong>de</strong> su carácter,<br />
Al entrar y subir, <strong>de</strong>túvonos liu lejano y solemne<br />
rumor <strong>de</strong> rezos, y D. Diego dijo:<br />
—¿guar<strong>de</strong>mos aquí, que están rezando el<br />
rosario con Oatolaza, Teiu'eyro y I). Paco. A<br />
éste ya le conoces. Los otros son diputados,<br />
que vienen aquí muy á menudo.<br />
Mientras aguardábamos observé la casa,<br />
que era alegre y bonita como todas las <strong>de</strong> Cádiz,<br />
iíspaeiosas vidrieras cerraban el corredor<br />
por el patio, y en las pare<strong>de</strong>s no se vela uu<br />
palmo <strong>de</strong> superficie <strong>de</strong>socupado <strong>de</strong> cuadros<br />
ai óleo, representando asuntos diversos, confundidos<br />
los religiosos con los profanos. Al<br />
fin, concluido el reiío, tuve el honor <strong>de</strong> entrar<br />
en la sala, don<strong>de</strong> se hallaba Doña María con<br />
sus dos niñas, D. Paco y tres caballeros más<br />
que yo no conocía. Recibióme la <strong>de</strong> Rumbiar<br />
con cierta cortesanía ceremoniosa y un tanto<br />
finchada, pero afablemente y mostrándome<br />
benevolencia <strong>de</strong> alto abajo, es <strong>de</strong>cir, entre generosa<br />
y compasiva. Las niñas, observando<br />
el ritual á que estaban acostumbradas, me hicieron<br />
ima reverencia, sin <strong>de</strong>splegar los labios;<br />
D. Paco, tan pedante en Cádiz como en<br />
Bailen, hízome grandilocuentes cumplidos, y<br />
los <strong>de</strong>más personajes miráronme con recelosa<br />
prevención, sin mostrarme urbanidad más<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
i
í<br />
•i<br />
: S<br />
CÁDIZ 95<br />
que con algunas rígidas iucliuaciones <strong>de</strong> cabeza.<br />
—Has llegado tar<strong>de</strong> al rosario, —dijo Doña<br />
Mai'íii á D. Diego indicándome uu asiento.<br />
—¿Pero no dije á usted—respondió el joven,—que<br />
lo reKnba esta tar<strong>de</strong> en el Carmea<br />
Calzado? De allí vengo aliora, junto con Gabriel,<br />
que volvía <strong>de</strong> coufesavse con el Padre<br />
Pedro Advíncula.<br />
—jQtié excelente sujeto es el Padre Pedro<br />
Advíneuliil—oie dijo en touo sumamente pon<strong>de</strong>rativo<br />
Doña María.<br />
—^No existe Otro en toda la redon<strong>de</strong>z <strong>de</strong><br />
Cádiz—respondí,—con especialidad para lo<br />
toi;aote al confesonario. ¿Pues y eu el pulpito?<br />
¿Y quién le echará la zancadilla cantando una<br />
epístola?<br />
—Es verdad.<br />
—A mí ine cautiva oirle cantar la epístola,<br />
—repitió D. Diego.<br />
—Yo celebro inucho—me dijo Doña María,<br />
—los gran<strong>de</strong>s a<strong>de</strong>lantamientos que ha hecho<br />
usted en su carrera.<br />
Me incliné ante la matrona con el mayor<br />
respeto.<br />
—Toda persona <strong>de</strong> rectitud y caballerosidad,<br />
atenta al buen servicio <strong>de</strong> la Religión y<br />
<strong>de</strong>l Rey—'Continuó,—no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> encontrar<br />
premio á su trabajo. Yo sentí mucho<br />
que mi hijo no siguiese en el ejército algún<br />
tiempo más.<br />
—Harto trabajamos Gabriel y yo juuto al<br />
puente <strong>de</strong> Herrumhlar—dijo D, Diego.—VerdadSi'amenle,<br />
señora madre, si no es por nos-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
, 1 •<br />
.iii 96 B. PÉREZ GALDOS<br />
otros... Ello fué que hicimos un movimiento<br />
tftu bonito con imeah'o, eseuadróu, que... ¿te<br />
acuerdas, Gabriel? Francamente, si no es por<br />
nosotros...<br />
•—Calla, vanidoso—dijo Doña María.—Más<br />
Ijíi, hecbo el señor que tú y no se alaba <strong>de</strong> ello.<br />
La propia alabanza es cosa ruin é indigna <strong>de</strong><br />
personas bien nacidas. ¿Estará mucho en Cádiz<br />
el Sr. D. Gabriel?<br />
—Hasta que concluya el sitio, señora. Después<br />
pienso <strong>de</strong>jar las armas y seguir mi ardienLe<br />
vocación, que me impele á la carrera<br />
<strong>de</strong> la Iglesia.<br />
—Alabo mucho su resolución. Esclarecidos<br />
saulos tiene el cielo, que primero fueron valientes<br />
soldados, como San Ignacio <strong>de</strong> Loyola,<br />
San Sebastián, San Fernando, San Luis y<br />
otros.<br />
.—¿Ha estudiado usted Teología?—me preguntó<br />
un señor <strong>de</strong> los presentes.<br />
—Mi maieta <strong>de</strong> campaña no contiene más<br />
que libros <strong>de</strong> Teología, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tengo un<br />
rato <strong>de</strong> vagar, entre-batalla y batalla, me harto<br />
<strong>de</strong> leer una materia que es para mí más<br />
grata que las mejores novelas. Las tristes horas<br />
<strong>de</strong> la guardia me dan espacio y tiempopara<br />
mis meditaciones.<br />
—Asunción, Presentación—dijo Doña María<br />
con entusiasmo,—aquí tenéis un ejemplo<br />
que <strong>de</strong>be sorpren<strong>de</strong>ros y admiraros.<br />
Asunción y Presentación, al oir que j'o era<br />
una especie <strong>de</strong> santo, me contemplaron admiradas.<br />
Yo las miró tambiéu. Pareciéronme<br />
muy bonitas, más bonitas que eu Bailen; pero<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
r<br />
I
y-<br />
r'<br />
CA.UIZ 97<br />
opiiuiidas bajo la exagerada pesadumbre <strong>de</strong><br />
la autoridad materna, sus hermosos ojos estaban<br />
llenos <strong>de</strong> tristeza. Sin que su madre lo<br />
advirtiera, dijérouse algunas palabras por lo<br />
bajo.<br />
—¿Y qué nuevas nos trae usted <strong>de</strong> ia Isla?<br />
—me preguntó Doña María.<br />
—Señora, ayer se inauguró esa jaula <strong>de</strong> locos.<br />
Ya sabrá usted que el sefior Obispo <strong>de</strong><br />
Orense se ha negado, con pretexto <strong>de</strong> enfermedad,<br />
á jurar ante las Cortes.<br />
—Y ha hecho perfectamente. Eu verdad no<br />
se concibe que haya gente tan loca... Antes<br />
<strong>de</strong>l i'osario nos explicaba el Sr. Ostolaza lo que<br />
entien<strong>de</strong>n ellos por la sobei-anía <strong>de</strong> la Nación,<br />
y nos hemos horripilado. ¿Verdad, niñas?<br />
— ¡Dios nos tenga <strong>de</strong> su manol—exclamé<br />
yo.^Y ahora se susurra que nos van á dar lo<br />
que llaman libertad <strong>de</strong> la imprenta, que consiste<br />
en perniitir á cada uno escribir todas las<br />
malda<strong>de</strong>s que quiera,<br />
—Y luego hablan <strong>de</strong> vencer al francés.<br />
—Los excesos <strong>de</strong> nuestros poh'ticos—afirmó<br />
Ostolaza,—exce<strong>de</strong>rán con mucho á los <strong>de</strong> la<br />
revolución francesa. Acuér<strong>de</strong>se usted <strong>de</strong> lo<br />
que le digo.<br />
Observé entonces á aquel hombre, eí mismo<br />
quo taíito figuró <strong>de</strong>spués en la camariila<br />
<strong>de</strong>l Rey durante la segunda época constitucional,<br />
y puedo <strong>de</strong>cir que era grueso, <strong>de</strong> cara redonda,<br />
coloradote y reluciente, mirar provocativo,<br />
hablar- chillón, y a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong>sembarazados<br />
y casi siempre <strong>de</strong>scompuestos. Junto<br />
á él estaba el llamado Tenreyro, diputado tam-<br />
SEMA EDICIÓN 7<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
u<br />
B. PÉREZ GALDOS<br />
bien, cura <strong>de</strong> Álgeciras, hombre con pretensiones<br />
y fama <strong>de</strong> gracioso, aunque más que á la<br />
agu<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los conceptos, <strong>de</strong>t)fa ésta al ceceo<br />
con que hablaba; <strong>de</strong> cuerpo mezquino, <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as<br />
estrafalarias, tan pronto <strong>de</strong>magogo íuribuudo,<br />
como absolutista rabioso; sin iustruccióu, sin<br />
priDcipios ni más conocimientos que los <strong>de</strong>l<br />
toque <strong>de</strong>l órgano, cuyo arte medianameuto poseía.<br />
El tercero, D. Pablo Valieute, no era ridículo,<br />
ni eu el trato ordiuaiio so distinguía<br />
por cosa alguna chocante, en maueras ó eu<br />
leuguHJe.<br />
Contestando á Ostolaza, dije yo con el acento<br />
más grave que me era posible;<br />
—]El cielo se jtpia<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuestra infortunada<br />
nación, y nos tjaiga pronto á nuestro amado<br />
Monarca D. Fernando el VIII<br />
El nombre <strong>de</strong>l Soberano lo acompañé <strong>de</strong> una<br />
reverencia tan exagerada, que casi hube <strong>de</strong> besarme<br />
las rodillas.<br />
^Pues se dice por ahí^iudicó Tenreyro,—<br />
que van á procesar al Obispo <strong>de</strong> Oiense.<br />
—No se atreverán á, ello,—repuso Valiente<br />
sacando su caja <strong>de</strong> tabaco y ofreciendo,<strong>de</strong>l oloroso<br />
polvo á los circunstantes,<br />
— ¡A qué no se atreverá, sefiores... señorea,<br />
á qué no se atreverá esta <strong>de</strong>salmada grey <strong>de</strong><br />
filósofos y ateístas!—exclamé yo mirando al<br />
techo.<br />
—Señor oficial—me dijo Doüa María,—es<br />
indudable que uste<strong>de</strong>s los militares tienen la<br />
culpa <strong>de</strong> que loa cortesanos... así los llamo yo...<br />
an<strong>de</strong>n tan ensoberbecidos. Dicen que la Regencia<br />
tanteó á la tropa para dar nn golpe;<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
i'.'
p"<br />
f- C.-VDIZ 99<br />
n<br />
í;^;<br />
1 ^<br />
^ero la tropa DO quiao pouerse <strong>de</strong> su parte.<br />
—La tropa—dijo Ostolaza,—ha cometido la<br />
'falta <strong>de</strong> iucluiaise al populacho,<br />
—Lo que no se ha hecho, señores—dije yo<br />
•con proleLico touo,^se liará.<br />
y repetí varias veces, mirando á todos lados,<br />
•el enérgico «se hará.s<br />
^S¡ todos fuerau como tú, Gabriel—me dijo<br />
D. Diego,—prouto acabarían las picardías<br />
que estamos vieudo.<br />
—¿Durarán las Cortes hasta el mes que viene,<br />
•Sr. <strong>de</strong> Valiente?—preguntó la <strong>de</strong> Eumblar.<br />
—Durarán algo más, seELora. A no ser que<br />
los franceses, envalentonados con nuestras dis-<br />
•cordias, entren en Cádiz y hagan con todos<br />
•los que aquí estamos un picadillo. Yo he dicho<br />
•que la soberanía <strong>de</strong> la Nación por un lado y la<br />
libertad <strong>de</strong> la imprenta por otro, son dos obuses<br />
cargados <strong>de</strong> horrorosos proyectiles, que<br />
nos harán más daño que los que ha inventado<br />
Villaiitroys.<br />
— Caballero—observé yo afeminadamente,<br />
—esa comparacioneita es exacta, y procuraré<br />
.retenerla en la memoria.<br />
— Deploro tantos errores—dijo la dueña <strong>de</strong><br />
la casa.—Pero aquí, Sr. D. Gabriel, no tomamos<br />
á pecho la política, y los que en casa se<br />
•reúnen no hacen más que <strong>de</strong>partir discretamente<br />
sobre el mal gobierno y los filosofastros.<br />
Yo no me ocupo más que <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong><br />
•mi querido hijo, que se efectuará en breve, y<br />
-<strong>de</strong> completar la educación religiosa <strong>de</strong> mi<br />
ihija—señaló á Asunción,—qiie <strong>de</strong>be entrar<br />
jnuy prouto en un convento <strong>de</strong> Recoletas, si-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
I ¡<br />
100 B. PÉREZ 0ALDÓÍ1<br />
guiendo au <strong>de</strong>cidida é inquebrantable iücliuacióo,<br />
OcLipacJoiies sou éstas que llenan alegremente<br />
mi cansada vida, y á las que me<br />
consagro con el mayor celo,<br />
Asunción había bajado los ojos, y Presentación<br />
me miraba, queriendo leer en mi cara<br />
el efecto que me producian lae palabras <strong>de</strong> su<br />
mamá.<br />
—¿Enviasteis recado á Inés?—-preguntó<br />
Doña María,—Diego, tu futura esposa estará<br />
sin duda enojuda contigo, por tu mal comportamiento<br />
y <strong>de</strong>saplicación. Necesario es que<br />
varíes <strong>de</strong> conducta. Ahora, cuando baje, pue<strong>de</strong>s<br />
manifestarle con palabras tiernas tu propósito<br />
<strong>de</strong> DO ofen<strong>de</strong>rla niáa, como lo lias hecho<br />
saliendo ala calle por las tar<strong>de</strong>s en la hora<br />
que tenido dispuesto hables con ella y le recites<br />
alguna fábula bonita ó poesía instructiva. Yo,<br />
Sr. D. Gabriel—y se dirigió á mí <strong>de</strong> nuevo,—<br />
no gusto <strong>de</strong> tiranizará la juventud. Conozco<br />
que es preciso ser tolerante cou los maeliachos,<br />
sobre todo cuaudo llegan á cierta edad,<br />
y sé muy bien que los tiempos presentes "exigen<br />
algo más <strong>de</strong> holgura que los pasados eu<br />
los lazos que atan á loa jóvenes con sus familias.<br />
Con estos principios, permito á mi nuera<br />
que baje á la tertulia y platique con personas<br />
finas y juiciosas sobre asuntos profanos, porque<br />
una muchacha <strong>de</strong>stinada al siglo y á dar<br />
lustre á una gran casa como la suya, no <strong>de</strong>be<br />
ser criada con aquel encogimiento y estrechez<br />
que tan bien sienta en la que sólo ha <strong>de</strong> vivir<br />
en su casa, bien reducida á un <strong>de</strong>coroso celibato,<br />
bien instruyéndose para servir á Dios en<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
í-<br />
ri<br />
Á'j
I<br />
V-<br />
CA.DIZ<br />
101<br />
el mejor y más perfecto <strong>de</strong> los estados. IVlis dos<br />
niñas viven aquí goznsas, sin apetecer bailes,<br />
ni paseos, ni teatros. No soy yo enemiga tampoco<br />
<strong>de</strong> que se diviertan, ni érea usted que<br />
estoy siempre con el rosario en la mano haciéndolas<br />
rezar y aburriéndolas con mi excesivo<br />
manoseo <strong>de</strong> las cosas santas, no. También<br />
aquí se habla <strong>de</strong> cosas mundanas, siempre<br />
con el <strong>de</strong>bido comedimiento. A veces tengo<br />
que imponer silencio, mandando que cesen<br />
las controversias sobre Teología, porque Lord<br />
Gray, que viene aquí muy á menudo, gusta<br />
<strong>de</strong> tratar con <strong>de</strong>senvoltura asuntos muy <strong>de</strong>licados,<br />
— Como que anoche—dijo D. Paco, iooportunísimameute,—dio<br />
en afirmar que no comprendía<br />
el misterio <strong>de</strong> la Encarnación, para<br />
que la señorita Asuncióu se lo explicara.<br />
—Estoy hablando yo, Sr. D. Paco—dijo<br />
con firmeza y enojo la Con<strong>de</strong>sa.—Nada importa<br />
ahora lo que Lord Gniy hiciera ó <strong>de</strong>jase<br />
<strong>de</strong> hacer anoche... Pues, como <strong>de</strong>cía, aquí<br />
viene Lord Gray, un sujeto respetabilísimo, y<br />
tan formal y circunspecto que no hay otro que<br />
se le iguale. Ellas se entretienen oyéndole contar<br />
sus aventuras. ¿Conoce usted á Lord Gray?<br />
—Sí, señora. Es un hombre muy digno y<br />
temeroso <strong>de</strong> Dios. ¿Pero no saben uste<strong>de</strong>s que<br />
parece inclinado á convertirse al catolicismo?<br />
—iJesús, y qué me dice ustedl—exclamó<br />
con asombro y júbilo Doña María.—Aquí ae<br />
ha tratado algunas veces este punto, y las niñas<br />
y yo le hemos exhortado á que tome tan<br />
saludable <strong>de</strong>terminación.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
102 I). PEBEZ ÜALDOS<br />
—Como suelo pasarme las horas muertaseu<br />
el Carmen Calzado—dije j'o,—he visto entrar<br />
varias veces á Lord Gray eo busca <strong>de</strong>l-<br />
Padre Florencio, que es el mejor catequizador<br />
<strong>de</strong> ingleses que hay en todo Cádiz.<br />
— Lord Gríiy no ha <strong>de</strong> faltar esta nociie—<br />
afirmó Dofia María.—Y usted, Sr. D. Gabriel,,<br />
¿no nos acompañará algunos ratitos?<br />
—Señora—respoudi,—<strong>de</strong> buen grado lo baria;<br />
pero mis ocupaciones militares y la necesidad<br />
que tengo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spachar <strong>de</strong> una vez todoel<br />
capítulo <strong>de</strong> prescieiilia, que es el más difícil<br />
<strong>de</strong> todos, me retendrán en la Isla.<br />
—¿y qué opina usted <strong>de</strong> la prescieniia?—<br />
me preguntó Ostolaza cuando yo estaba muy<br />
lejos <strong>de</strong> esperar semejante embestida.<br />
—¿Q.Lié opino yo <strong>de</strong> la prcscientia?—repliqué<br />
tratando <strong>de</strong> uo turbarme para contestar<br />
alguna ingeniosa vulgaridad que me saca-se<strong>de</strong>l<br />
compromiso.<br />
—Opinará lo mismo que San Agustín, se~<br />
cundtimAugiístbius,—indicó oficiosamente Doa-<br />
Paco, que anhelaba mostrar au erudición.<br />
^Ya están las ñiflas con cada ojo...—dijí)-<br />
Doña María observando que sus hijas atendían<br />
á la planteada discusión con <strong>de</strong>masiad»'<br />
interés.—Niñas, <strong>de</strong>jad á los hombres que <strong>de</strong>batan<br />
estas cosas tan intrincadas. Ellos sabrán<br />
lo que se dicen. No abrir tales ojazos, y<br />
miren los cuadros y las pinturas <strong>de</strong>l techo, ó<br />
hablen conmigo, preguutándome si se me alivia<br />
el dolor <strong>de</strong>l hombro.<br />
— Lo mismo que San Agustín—indicó Doft<br />
Diego.—Opinaráeomo San Agustíu yeomoyoi.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
ti<br />
íi.'.r<br />
i
I<br />
^.<br />
CÁDIZ 103<br />
—Según y conforme—dije recapacUaudo.—<br />
¿Uste<strong>de</strong>s piensan como San Agustín?<br />
Ostolaza, Tenreyroy D. Paco ae <strong>de</strong>sconcertaron<br />
.<br />
—Nosotros...<br />
—Supongo que conocerán los nuevos tratados...<br />
Á este punto llegaba la controversia, cuatido<br />
entró Lord Gray á sacarme <strong>de</strong>l apuro. No<br />
pudiera llegar.en mejor ocasión. Recibiéronle<br />
Doña María y sus tertulios con ]¡i mayor cordialidad<br />
y ngasajo, yél aaludóá tudos con afectado<br />
eneogiíaiento.Tal vezexLrañaráHlgnno<strong>de</strong><br />
los que me oyen ó me leen, que con tan buena<br />
amistad fuera recibido un extranjero proteatante<br />
en casa don<strong>de</strong> imperaban ciertas i<strong>de</strong>as<br />
con absoluto dominio; pero á esto les contestaré<br />
que en aquel tiempo eran los ingleses objeto<br />
<strong>de</strong> cariñosas atenciones, á causa <strong>de</strong>l auxilio<br />
que la nación británica nos daba en la guerra;<br />
y como era opinión, ó si no opinión, <strong>de</strong>sgo<br />
<strong>de</strong> muchos, que los ingleses, y niayormeute<br />
los herinauos "Wallesley, no veían con buenos<br />
ojos la novedad <strong>de</strong> la proyectada Constitución,<br />
<strong>de</strong> aquí que ios partidarios <strong>de</strong>l régimen<br />
absoluto trajeran y llevaran con palio á nuestros<br />
aliados. Lord Gray a<strong>de</strong>más, con su ingeniosísima<br />
labia, su simpático carácter, y también<br />
poniendo en práctica estudiadas artimañas<br />
y mojigaterías como yo, había conseguido<br />
hacerse respetar y querer vivamente <strong>de</strong><br />
Doña María. A<strong>de</strong>más, solía ridiculizar con<br />
gran <strong>de</strong>senfado las ceremonias protestantes.<br />
Mientras Lord Gray respondía á ciertas ea-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
104 B. PÉREZ GALDOS<br />
fadosas preguntas que Oatolazale liiao, Doña<br />
María Haujó á sus hijas y dijo á Asoucióu, no<br />
tan por lo bajo que J'o <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> cirio:<br />
—Mira, Asunción, habla con Lord Grey un<br />
ratito; coge con disimulo el tema <strong>de</strong> la religión,<br />
y sondéale, á ver síes cierto que está<<br />
dispuesto á abjurar sus errores por abrazarse<br />
á nuestra santa doctrina.<br />
En aquel instante sentí ruido <strong>de</strong> pasos y<br />
entró Inés. ¡Dios mío, qué guapa estaba, pero<br />
qué guapal No recuerdo si en el libro anterior<br />
hablé á uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la soltura, <strong>de</strong> la elegancia,<br />
<strong>de</strong> la armoniosa proporcionalidad que<br />
el completo <strong>de</strong>sarrollo habla dado á su bella<br />
figura. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> esto, encontiúbale mayor<br />
animación en el rostro, y una grata expresión<br />
<strong>de</strong> conformidad y satiafaccióu, no menos<br />
simpática que su antigna tristeza, resto <strong>de</strong> la<br />
miserable y ruin vida <strong>de</strong> la infancia. Observándola,<br />
cousi<strong>de</strong>ié cuánto había ganado en<br />
encantos y atractivos aquella criatura, añadiendo<br />
á sus bellezas naturales, á su discrecidn<br />
é iugénito saber, ladulee cortesanía ylas<br />
gracias que infun<strong>de</strong> el trato frecuente con personas<br />
distinguidas y superiores. En su cara<br />
advertí el extraño realce que da la conciencia<br />
<strong>de</strong>l propio mérito, lo cual no es lo mismo que<br />
vanidad.<br />
No parecía haber perdido la hermosa mo<strong>de</strong>stia<br />
que la hacía tan simpática; pero sí<br />
aquella especie <strong>de</strong> encogimiento, aquel <strong>de</strong>smedido<br />
amor á la obscuridad, que emanabau<br />
<strong>de</strong>l malestar hallado en su repentino cambio<br />
<strong>de</strong> fortuna. Había adquirido lo que le faltaba<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
IS<br />
CÁDIZ 105<br />
cuaudo la vi en Córdoba y en el Pardo: el perfecto<br />
cooocimieuto <strong>de</strong> su posición, y las mil<br />
menu<strong>de</strong>ncias personales, acci<strong>de</strong>ntes casi imperceptibles<br />
<strong>de</strong> la voz, <strong>de</strong>l gesto, <strong>de</strong> la mirada,<br />
con que el individuo da á enten<strong>de</strong>r claramente<br />
que se halla don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be hallarse. Encontrábala<br />
más aita, un poco más gruesa, con<br />
el color menos pálido, la boca más risueña,<br />
los ojos uo menos seductores y arrebatadores<br />
que loa <strong>de</strong> su madre, célebres en toda la redon<strong>de</strong>z<br />
<strong>de</strong> España; la voz más segura, sonora<br />
y grave, y el conjunto <strong>de</strong> su persona respirando<br />
firmeza, vida, soltura y nobleza, ¡Oh imagen<br />
tau perfecta vista como soñada! ¿Fué<br />
anei'te ó <strong>de</strong>sgracia haberte couocido?<br />
XI<br />
No indiferente á mi presencia, segúu comprendí,<br />
pero tampoco sorprendida, Inés <strong>de</strong>bía<br />
saber qne yo estaba allí.<br />
— lAii!—exclamé con <strong>de</strong>specho para mis<br />
a<strong>de</strong>ntros.—La muy picara, aunque la llamaron,<br />
no bajó hasta que vino el maldito inglés.<br />
Doña Muría me presentó ceremoniosamente<br />
á ella diciendo:<br />
—A este caballero le conocimos en nuestra<br />
casa <strong>de</strong> Bailen cuando la célebre batalla. Ea<br />
amigo <strong>de</strong>l que va á ser tu marido; allí pelea-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
106 B. PERBZ CALDOS<br />
ron juntos, con tan bnena suerte, que, segúa<br />
afirma Diego, si no es por ellos...<br />
— Gabriel es un gran militar—afirmó Don<br />
Diego,—¿Pero no le conoces tú? Es amigo <strong>de</strong><br />
tu prima !a Con<strong>de</strong>sa.<br />
Doña María friiiieió el ceño,<br />
-—En efecto—dije yo,—tuve el honor <strong>de</strong> conocer<br />
en <strong>Madrid</strong> á la sefiora Con<strong>de</strong>sa. Arabos<br />
teníamos un mismo confesor. Yo solicité <strong>de</strong> la<br />
sefiora Con<strong>de</strong>sa que me consiguiese una beca<br />
en el Arzobispado <strong>de</strong> Toledo; pero <strong>de</strong>spués me<br />
vi obligado á servir al Rey, y salí <strong>de</strong>^la Corte.<br />
—Este joven—añudió Doña María,-nos<br />
acompañará algunas noches, robando tal cual<br />
rato á sus estudios religiosos y á las meditaciones<br />
místicas que le traen tan absorbido.<br />
Hoy el servicio <strong>de</strong> las armas le obliga á sofocar<br />
su ardiente vocación; pero cantará, misa<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la guerra. ]Noble ejemplo que <strong>de</strong>bieran<br />
imitar la njayor parte <strong>de</strong> los miiitaresl-<br />
To me complazco, bija mía, en que se reúnan<br />
aquí personas formales y <strong>de</strong> excelentes y sólidos<br />
principios. Caballero —añadió encarándose<br />
conmigo,—esta damisela es ini futura<br />
nuera, prometida esposa <strong>de</strong> éste mi amadohijo<br />
D. Diego.<br />
Inés me hizo una profunda reverencia. S&<br />
sonrió al mismo tiempo, comprendiendo el<br />
astuto ardid <strong>de</strong> mi fingida religiosidaii.<br />
Eu tanto, ¿dón<strong>de</strong> estaba Lord Gray? Extendí<br />
la vista, y le vi tras el respaldo <strong>de</strong>! monumental<br />
sillón <strong>de</strong> Doña María, muy enfrascado<br />
en estrecha plática con Asunción, que sju<br />
duda íe estaba convenciendo <strong>de</strong> las ventaja»<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
1
••1%<br />
CÁDIZ 107<br />
<strong>de</strong>l catolicismo sobre el protestautísmo. A cada<br />
paso apartaba él los ojos <strong>de</strong> su iuterlocatora<br />
para mirar á lués.<br />
—Bieu <strong>de</strong>cía el tunante—observé para mí,<br />
—que se valla <strong>de</strong> las discretas amigas. La otra<br />
cou su sautidad es quien lea lleva y trae los<br />
recaditos.<br />
Inés me dijo con dulce ironía:<br />
—Celebro mucho que esté usted tan <strong>de</strong>cidido<br />
á seguir la carrera eclesiástica. Hace usted<br />
bien, porque boy no hacen falta militares,<br />
sino buenos clérigos. Eli mundo está tan pervertido,<br />
que no lo curarán ias espadas, siuo<br />
las oraciones.<br />
—Esta afición la tengo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy niño—<br />
repuse,—y nadie pue<strong>de</strong> apartarla <strong>de</strong> mí, porque<br />
sobrevive á todas mis alternativas y <strong>de</strong>sgracias.<br />
Inés miraba á cada instante el grupo formado<br />
por el inglés y Asunción. También Doña<br />
María v
108 B. PÉREZ GALDOS<br />
divorciada <strong>de</strong>l siglo, aunque en su coutioente<br />
y rostro Jio se advierte nada que lo iudiquo,<br />
compreu<strong>de</strong>rá que, en estas recatadas tertulias<br />
<strong>de</strong> ¡ni casa, uo se pue<strong>de</strong> tener con las macliachaa<br />
la licenciosa tolerancia que madres inadvertidas<br />
y ciegas tienen con sus bijas eu otras<br />
familias. Por eso verá usted que apenas permito<br />
á mis niñas hablar un poco con Ostolaza,<br />
con Lord Gray ó con usted, ai bien ha habido<br />
noches en que les he consentido conversaciones<br />
<strong>de</strong> quince minutos en distintas horas.<br />
Comprendo que ini sistema, aunque no es riguroso,<br />
será criticado por los que dan rienda<br />
suelta ú. los impulsos naturales <strong>de</strong> la juventud.<br />
Pero no me importa. Usted me hace justicia<br />
sin duda, y alaba la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> mi proce<strong>de</strong>r.<br />
—Seguramente, señora—respondí con afeetacióu<br />
y pedantería,—¿qué cosa más sabia ni<br />
más pru<strong>de</strong>nte que prohibir eu absoluto á las<br />
niñas toda conversación, diálogo, mirada ó<br />
seña con hombre que no sea su confesor? ¡Oh,<br />
señora Con<strong>de</strong>sa, parece que ha adivinado usted<br />
mi peusamientol Como usted, yo he observado<br />
la corrupción <strong>de</strong> las costumbres, hija<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>senvoltui'a francesa; como usted, he<br />
observado el <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> las madres, la ceguera<br />
<strong>de</strong> los padres, la malicia <strong>de</strong> las tías, la<br />
complicidad <strong>de</strong> las primas y la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong><br />
las abuelas; y he dicho: «or<strong>de</strong>n, rigor, cautela,<br />
rechisión, tiranía, ó si no <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco la<br />
sociedad se precipitará eu los abismos <strong>de</strong>l pecado.»<br />
Nada, nada, señora Con<strong>de</strong>sa: yo lo<br />
aconsejo á todas las madres <strong>de</strong> familia que<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
•<br />
I
• *<br />
. GA.mz<br />
109<br />
conozco, y les digo: «mucho cuidado cou las<br />
niñas mientras sean solteras. Después <strong>de</strong> casadas,<br />
allá se entieLidan ellas, y si quieren tener<br />
dos docenas <strong>de</strong> cortejos, ténganlos.»<br />
—En todo estamos <strong>de</strong> acuerdo—dijo Doña<br />
María,—menos eo eso último, pues ni <strong>de</strong> solteras<br />
ni <strong>de</strong> casadas les tolero la inmoralidad.<br />
¡Ay, yo tengo i<strong>de</strong>as muy raras, Sr. D. Oabriell<br />
Me asotabro <strong>de</strong> ver por ahí madres muy<br />
cristiatias que, celando hasta lo sumo á las<br />
hijas solteras, ven con indiferencia los pecadillos<br />
<strong>de</strong> las casadas. Yo no soy asf; por eso<br />
no quiero que se casen mis niñas; no, jamás,<br />
jamás. Casadas estarían libres <strong>de</strong> mi autoridad,<br />
y aunque no his creo capaces <strong>de</strong> nada<br />
malo, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pue<strong>de</strong>n cometer una falta,<br />
siéndome imposible castigarla, me horripila.<br />
—El gran sistema es el mío, señora; este<br />
sistema que no ceso <strong>de</strong> recomendar á todas<br />
las madres que conozco. Or<strong>de</strong>n, rigor, silencio,<br />
encien-o perpetao y esclavitud constante.<br />
Mis lecturas y meditaciones me lian inspirado<br />
estas i<strong>de</strong>as.<br />
—Son también las mías. Mi hija Asunción<br />
entrará pronto en un convento, y PresentaciiSn<br />
está <strong>de</strong>stinada á ser soltera, porque así lo he<br />
resuelto yo.<br />
—Cosa justísima y natnralísima que usted<br />
haya resuelto eso.<br />
—Siendo el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la una el claustro y<br />
<strong>de</strong> la otra el celibato, ¿á qué viene el consentirles<br />
conversaciones con los jóvenes?<br />
—Ea claro... ¿á qué viene?... No apren<strong>de</strong>-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
lio<br />
B. PERE2 QALDOS<br />
riaii más que cosas malas, pecados.,, ¡y qué<br />
peendos I<br />
—Pero coiuo es preciso trausigii: uu poquito<br />
coü las costumbres, que exigen cierta licencia,<br />
suele írseme la mitao en esto <strong>de</strong>l rigor.<br />
Ya ve usted, á casa vienen algunas personas<br />
muy diatiuguidiis, honestas y pru<strong>de</strong>ntes, sf,<br />
pero <strong>de</strong> muudo. Necesito coutemporizar con<br />
ellas, por no aparecer gazmoña, intolerante y<br />
extremada. Felizmente baja todas ias uocbes<br />
á mi tertulia lués, á quien, como muy próxima<br />
á ser mujer casada, pue<strong>de</strong> permitirse que<br />
sosteuga coloquios tirados con tal cual persona<br />
<strong>de</strong>cüutey bien nacida. Si no fuera por ella.<br />
Lord Giay se aburriría gran<strong>de</strong>mente en casa.<br />
¿No cree usted que á una joven que va á ser<br />
mayoriizga y que ocupará posición muy encumbrada<br />
en la corte, se le <strong>de</strong>be dar cierta libertad?<br />
—Todas las liberta<strong>de</strong>s, señora, todas. ]Una<br />
mayorazgal Pues digo, si me la hacen camarista<br />
<strong>de</strong> reinas, ó dama <strong>de</strong> honor <strong>de</strong> emperatrices,<br />
¿qué ha <strong>de</strong> hacer sin la <strong>de</strong>senvoltura,<br />
el <strong>de</strong>senfado, la astucia que el buen servicio<br />
y concierto <strong>de</strong> los palacios exige?<br />
—Cierto: á cada cual se le <strong>de</strong>be educar según<br />
6U <strong>de</strong>stino. En posiciones elevadísimas,<br />
DO pue<strong>de</strong> sostenerse todo el rigor <strong>de</strong> los priucipios,<br />
según dice la gente, auuque ciertas leyes<br />
sí <strong>de</strong>ben regir en todas partes. Sin embargo,<br />
como así viene <strong>de</strong> atrás, <strong>de</strong>bemos respetar<br />
la obra <strong>de</strong> nuestros mayores, quienes harto<br />
supieron lo que se hacían.<br />
—Juetaineiite.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
f<br />
tí<br />
CÁDIZ líl •<br />
—Pero me parece que se prolonga <strong>de</strong>masiado<br />
la conversación <strong>de</strong> Inés con Lord Gray,<br />
y voy á hacer que hablen en corrillo don<strong>de</strong><br />
les oigamos todos. Sr. D. Gabriel, ni un moinentü<br />
<strong>de</strong>be abandonarse el ejercicio <strong>de</strong> la prolija<br />
autoridad materna. ¡La autoridad! ¿Qué<br />
seria <strong>de</strong>l mundo sin la autoridad?<br />
—En efecto, ¿qué sería? ]E1 caos, el abis-<br />
•mol...<br />
Doña María, que reglamentaba los diálogos<br />
<strong>de</strong> sus tertulias como mueve y or<strong>de</strong>na im general<br />
experto los movimientos <strong>de</strong> una balalla<br />
•campal, dispuso que Inés continuase hablando<br />
con Lord Gray, y que Presentación pegase<br />
la hebra coii üatolaza. En tanto, Asunción<br />
•charlaba en voz bastante alta con SQ hermano,<br />
diciéndole cosas cuyo sentido no pu<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r.<br />
Ostolaza, Tenreyro y D. Paco estaban<br />
muy metidos en lenguas disertando sobre los<br />
gran<strong>de</strong>s males <strong>de</strong> la educación á la mo<strong>de</strong>rna,<br />
y forzosamente me eoreilaron en su coloquio,<br />
teniendo ocasión <strong>de</strong> lucir mi intolerancia, y<br />
un poco <strong>de</strong> ciei'ta erudicioncilia transnochada<br />
mny <strong>de</strong>l caso. Poco <strong>de</strong>spués volví al lado <strong>de</strong><br />
Doña María á punto que D.Diego, apartáudose<br />
<strong>de</strong> au hermana, bacía Jo misnno, y le oí<br />
•<strong>de</strong>cir:<br />
—Señora madre, á ser usted, yo no permitiría<br />
á Inés tantas inümida<strong>de</strong>a con Lord Gray.<br />
Francamente, señora, esto no me gusta, y menos<br />
cuando veo que la que va á ser mi mujer<br />
se está los minutos <strong>de</strong> Dios oyéndole y coatestándole<br />
sin pestañear.<br />
— Diego—manifestó Doña María con seve-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
112 B. PÉREZ CALDOS<br />
ro acento,—me enfada ]a bajeza <strong>de</strong> tus conceptos,<br />
que iüdieau Íii ruindad <strong>de</strong> tus juicios.<br />
Si lués fuera tu hermana, podrías tener esos<br />
escrúpulos; pero siendo tu futura esposa,<br />
cviaiiLo has dicho es ridículo. Una gran señora,<br />
¿ha <strong>de</strong> ser éucogida y corta <strong>de</strong> genio como<br />
una novicia <strong>de</strong> convento?<br />
D. Diego, oído esto, se acercó <strong>de</strong> muy mal<br />
talante á sus hermanas.<br />
—>Sr. <strong>de</strong> Araceli—me dijo Doña María,—<br />
la juventud es asi. Comprendo loa ceiilloa <strong>de</strong><br />
mi hijo. Verda<strong>de</strong>ramente, lués se distrae <strong>de</strong>masiado<br />
con Lord Gray. Aunque le supongo<br />
á usted poco aficionado á per<strong>de</strong>r el tiempo<br />
conversando con muchachas frivolas, llágame<br />
el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>partir un rato con mi futura<br />
nuera.<br />
Doüa María miró á Inés cou euojo, y dirigiéndose<br />
luego á Lord Gray, le llamó con afectuosa<br />
súplica.<br />
Inés quedó sola y acudí hacia eUa. Por primera<br />
vez durante la tertulia hallaba ocasión<br />
<strong>de</strong> po<strong>de</strong>rle hablar lejos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y la<br />
aproveché cou presteza. Ella, anticipándose al<br />
afán con que yo iba á hablarle, me dijo:<br />
—¿Mi prima te ha mandado aquí? ¿Me traes<br />
algún recado?<br />
—No—respondí.—No me ha mandado tu<br />
prima. No he venido por traerte recado alguno.<br />
He venido por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verte, y <strong>de</strong> saber<br />
por mí mismo que me has olvidado.<br />
—Por Dios—me contestó disimulando su<br />
emoción,—repara dón<strong>de</strong> estás. La Con<strong>de</strong>sa<br />
no cesa <strong>de</strong> observarme. Aquí es preciso íiugir<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
i-<br />
í<br />
II
I<br />
-ClDIZ 113<br />
A todas horas, y disimularlos pensamientos.<br />
¿Por qué lio has venido antes? Pero di: ¿mi<br />
prima no te ha dado ningún recado?<br />
—¿Qué me importa tu prim:i?^exclamó<br />
con enfado.—Til no sospechajjas que viniera<br />
á sorpren<strong>de</strong>rte.<br />
—¿Pero estás loco? Doña María no me quita<br />
los ojos.<br />
—Vaya al diantre Doña Maria. Respón<strong>de</strong>me,<br />
Inés, á lo que te pregouto, ó gritaré y<br />
escandalizaré para que nos oigan hasta ios<br />
sordos.<br />
—Si no me has preguntado naiía.<br />
—Sí te he preguntado. Pero tú haces que<br />
no oyes, y no quieres respon<strong>de</strong>rme.<br />
—No nos enten<strong>de</strong>mos—repuso Heiia <strong>de</strong><br />
confusiones, y raortifieada por la observación<br />
tenaz <strong>de</strong> Doña María.—¿Vendrás todas las noches?<br />
Aquí es preciso mucha cántela. Para<br />
respirar necesito pedir la venia á ia señora.<br />
Ten pru<strong>de</strong>ncia, Gabriel; también Ü. Diego no3<br />
mira. Haz <strong>de</strong> modo que Doña María y los<br />
murciélagos crean que estamos hablando <strong>de</strong><br />
religión, ó <strong>de</strong> los cuadros <strong>de</strong> la pared, ó <strong>de</strong><br />
esa gran grieta que hay en el techo. Aquí es<br />
preciso hacerlo todo ¡isi. No te expreses con<br />
vehemencia. Ponte risueño y mira á las pare<strong>de</strong>s<br />
diciendo; «iQaé bonitas láminas! Allí están<br />
Dafne y Apolo.»<br />
— ¿Pero hay que ser cómico para entrar<br />
aquí?<br />
^Sí: es preciso estar siempre sobre las tablas,<br />
Gabriel, fingiendo y enredando. Esto es<br />
muy triste.<br />
SKXTA EDIGIÓM 8<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
114 S. PÉREZ GALDÓS<br />
—Pero Lord Gi'ay uo disimula.<br />
—¿Eres amigo <strong>de</strong> Lord Oray?<br />
—Sí, y me lo ha contado todo.<br />
—Te lo lia dielio...—exclamó confusa,—•<br />
¡Qué homhre tan indiscreto! Y yo le había<br />
encargado la mayor pru<strong>de</strong>ncia... [.'or Dios, Gabriel,<br />
no pronaneies una palabra ni un gesto<br />
que puedan dar á conocer lo que te ha contado<br />
Lord Gray. ¡Qué indiserecióul Hazme el<br />
favor <strong>de</strong> olvidar lo que te iia dicho, ¿El te ha<br />
traído aquí?<br />
—No; he venido con D, Diego. He querido<br />
saber por tí misma que ya no rae amas.<br />
—¿Qué estás diciendo?<br />
—Lo que oyes. Ya lo sabía; -pero á mí me<br />
hacía falla oirlo <strong>de</strong> tus propios labios.<br />
—Pues uo lo oirás.<br />
—Ya lo he oído.<br />
—Por Dios, disimnlñ. Ahora, Gabriel, alza<br />
la vista y di: s ¡Qué terrible grieta se lia abierto<br />
en el techols ¿Con que no te quiero yo?<br />
¿Sabes que uo lo había advertido? Y ea tanto<br />
tiempo, ¿qué has hecho tú? ¿Has estado en el<br />
sitio <strong>de</strong> Zaragoza? Aquello sería un paraíso;<br />
MO estaba allí Doña María.<br />
—No he vivido más que para tí; y si algnua<br />
vez he hecho un esfuerzo para subir un<br />
peldaño en la escala <strong>de</strong>l mundo, hícelo sólo<br />
con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llegar, si no á valer tanto como<br />
tú, al menos á ponerme en condición tal que<br />
no se rieran <strong>de</strong> mí cuando te miraba,<br />
—Mentiroso; tú también has aprendido á<br />
disimular. Ni una sola vez te has acordado <strong>de</strong><br />
mí en tanto tiempo.,, Peroiio te acerques tan-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
M
5?<br />
CÁDIZ 115<br />
to. Cuidado, DO me tomes la mano. Parece<br />
que tienes luego <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los guantes. Doña<br />
María nos observa.<br />
—Yo no aé disimular como tú. Te he querido<br />
con toda mi alma. Inesilla, y con veinte<br />
almas más, porque una sola no basta para<br />
quererte como te quiero... Dime coi) la mano<br />
puesta sobre el corazón si lo mereces tú, dímelo.<br />
—-¿Pues no he <strong>de</strong> merecerlo?—me contestó<br />
sonriendo.—Merezco eso y muciio más, porque<br />
me lo tengo ganado y pagado con interés<br />
y anticipación. ¿Pero no ve usted, señor<br />
D. Gabriel'—-añadió alzando la voz,—qué hendidura<br />
tan gran<strong>de</strong> es esa que hay en el techo?<br />
—Inés, si es verdad lo que me dices, dimelo<br />
otra vea, y alza la voz. Quiero que lo oigan<br />
Doña María, D. Diego y los murciélagos.<br />
— Calla. Por haber estado tanto tiempo sin<br />
vermp, merecías... á ver, ¿qué merecías?<br />
—Bastante castigado estoy por los celos,<br />
por uQoa terribles celos que me han mordido<br />
el eorazión, y me lo muer<strong>de</strong>n todavía.<br />
—¡Celos! ¿De quién?<br />
—¿Me lo preguntas tú? De Lord Gray.<br />
-—Tú has perdido el juicio—dijo con precipitación,<br />
atropeilándose en sus labios frases<br />
rápidas y confusas.—¡El lo dicel... Tal vez...<br />
Ese hombre me causará gran<strong>de</strong>s pesadimibrea,<br />
—¿Tú le amas?<br />
—Por Dios, habla bajo, disimula.<br />
—^Yo no puedo disimular. Yo no estoy como<br />
tú educado en esta escuela <strong>de</strong> los fiíigi míen toa.<br />
Yo no puedo <strong>de</strong>cir más que la verdad.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
116 B. PGREZ SALDOS<br />
—¿Has dielio que yo amo á Lord Gray? Jamás<br />
be penaado en tal cosa.<br />
—¡OIJI ¿Qué liaré para creerlo? Bajo Ja antoridad<br />
<strong>de</strong> Doña María lias aprendido <strong>de</strong> tul<br />
modo á disfrazar los peupamientos, queliHsia<br />
te ocultan á mis ojos, tan aeostumlirados, no<br />
BÓlo á leerlos, sino á adivinarlos. Ha <strong>de</strong>saparecido"<br />
aquella claridad que te ro<strong>de</strong>aba y que<br />
se hacía doblemente hermosa ante mi. Ya no<br />
hablas aquella palabra divina que ningún mortal<br />
y menos yo podía poner en duda. Aliora,<br />
Inés, me asegiiraiás una cosa, me la jurarás<br />
y... ¿qué quieres tú? no lo creeré. |Mald¡ta BC&<br />
mil veces Dofia María, que íe ha enseñado á<br />
disimular!<br />
—Si te alteras <strong>de</strong> ese modo, no podremoshablar—reposo<br />
con,agitación, en voz baja; y<br />
luego en voz alta aCadió:—Sr. D. Gabriel, estas<br />
estampas <strong>de</strong> Dal'ne y Apolo, <strong>de</strong> Júpiter y<br />
Europa, son in<strong>de</strong>corosas, y hemos encargado<br />
á Sevilla una colección <strong>de</strong> santos para sustituirlas.<br />
¿Pero qué has dicho <strong>de</strong> Lord Gray?—<br />
prosiguió quedamente'-.—¿Que le amo yo? ¡Oh,<br />
ese hombre me traerá alguna <strong>de</strong>sgracia! No<br />
repara en nada. iQiié loca he sido! ]\le encuentro<br />
comprometidal Gabriel, te suplico que olvi<strong>de</strong>s<br />
lo que íe haya dicho Lord Gray. Olvídalo,<br />
á uadie, ni á tu confesor hables <strong>de</strong> eso. Td<br />
reconocerás que está lleno <strong>de</strong> seducciones, y que<br />
no es extraño que su fantasía acalore y agite<br />
el alma <strong>de</strong> una... Pero no hables <strong>de</strong> eso. Calla<br />
por favor,<br />
—¿De veras DO le amas?<br />
—No.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
•ifj
t.<br />
OADIZ 117<br />
—¿Á.ma á álgnua otra <strong>de</strong> esta casa?<br />
—No sé... calla... no, á nadie <strong>de</strong> esta casa—<br />
respondió turbada,—¿Pero no merezco que me<br />
•creas?<br />
—No, casi no.<br />
—¿!\le lias conocido mentirosa?<br />
—No sé qué tiene esta casa y todos los que<br />
la viven. Me parece que eu esta morada <strong>de</strong>l<br />
.disiiiinlo y la mentira, ninguna cosa es como<br />
a[)arece. Mienten los que aquí moran; mienten<br />
los que aquí vienen, y hasta yo he necesitado<br />
mentir para que me admitieran. Esta atmósfera<br />
está formada <strong>de</strong> falsedad y eiigaüo. Los<br />
ciirazones, oprimidos por una autoridad iusoportüble,<br />
necesitan <strong>de</strong>sfigurarse para que se lea<br />
permita vivir. Esta casa, esta familia á quien<br />
.presi<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su sillón Doña María, como el<br />
genio <strong>de</strong> la tristeza, no es para mí. Me ahogo,<br />
y <strong>de</strong>seo huir <strong>de</strong> esta sitio. Veo aquí mil misterios,<br />
y sobre todcjs mis aentimientos domina<br />
uno, (|ue es el más antipático y <strong>de</strong>sagradable<br />
<strong>de</strong> todos: la <strong>de</strong>sconfianza. El corazón se rae<br />
oprime cuando consi<strong>de</strong>ro que tá, Inesilla, tú,<br />
me dices una cosa, me la juras, y yo no la puedo<br />
creer.<br />
—Ten calma. Doña María no nos quita los<br />
ojos. D. Diego tampoco. Yo me muero <strong>de</strong> pena...<br />
Pero, por Dios, Sr. D. Gabriel—añadió<br />
•en voz alta.—Un hombre que va á tomar el<br />
hábito cuando acabe la guerra, no <strong>de</strong>be entusiasmarse<br />
tanto al hablar <strong>de</strong> una batalla.<br />
•Cuénteme usted lo que pasó <strong>de</strong>spués.<br />
Doña María <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su trono me interpeló<br />
.pomposísimameute <strong>de</strong> esta manera:<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
118 I). PÉREZ GALUOa<br />
—Pero, Sr.-D. Gabriel, que oigamos todos<br />
esas maravillas que está usted-contando con<br />
tanta vehemencia, con tanto ardor,<br />
—Me contaba—dijo Inés eoii una naturalidad<br />
que me asombró,-^que eu cierta ocasión,<br />
estando él en una casa <strong>de</strong>l arrabal <strong>de</strong> Zurügoza,<br />
los franceses abrieron una mina, pusieron<br />
no sé cuántos barriles <strong>de</strong> pólvora, ¿no fué así?<br />
y luego pegaron fuego.<br />
—¿Y luego, Sr. D. Üabriel?<br />
^Y luego volamos todos hasta el quinto<br />
cielo—dije yo.—Siento que usted no hubiera<br />
estado allí... pues... para que io hubiera<br />
visto...<br />
—Gracias.<br />
Los vencejos me tomaron por su cuenta<br />
para que ies explicase cómo fué aquello <strong>de</strong><br />
mis vuelos y cabriolas por el aire, y en tanto<br />
llegóse Inés junto a! sillón <strong>de</strong> Doña María,<br />
llamada por ésta; y yo, con disimulo (también<br />
aprendía), presté atención á lo que dijeron.<br />
-—Ha sido <strong>de</strong>masiado larga tu conversación<br />
con el militarcito—le dijo con <strong>de</strong>sabrimiento<br />
la señora.— ¡Veinte minutos! [Has estado en<br />
coloquio con él durante veinte minutos!<br />
—Señora madre—repuso Inés,—^se empeñó<br />
en contarme sus hazañas... Yo buscaba ocasión<br />
<strong>de</strong> poner punto; pero él dale que dale.<br />
Me refirió siete sitios, cinco batallas y no sé<br />
cuántas escararñuzas.<br />
—¡Cómo finge, cómo miente, cómo eugaña-<br />
—esclamé para mí lleno <strong>de</strong> rabia.—¡La ahogaría<br />
!<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
3<br />
i<br />
i
1.<br />
!ff<br />
OADiZ 119<br />
Lord Gr^ay se JLintó <strong>de</strong>spués con Inés y hablaron<br />
largamente. Mi rabia, motivada por<br />
una duda cruel, era tanta, que apenas podía<br />
disimularla, hüblando pestes <strong>de</strong> las Cbi'tes ante<br />
Doña Mai'ia, Ostolaaa y Valiente.<br />
Ávfluüaba la hora, y Doüa María indicó<br />
con majeatuosa gravedad el fiu <strong>de</strong> la tertulia.<br />
Despedírae <strong>de</strong> luéa, que á hurtadillas me dijo;<br />
—Cuidado con lo que te be encargado.<br />
Y luego tardó en <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> Lord Gray<br />
más do diez minutos. Por mi parte anhelaba<br />
salir para no volver oiás á aquella casa, y saludando<br />
á la Con<strong>de</strong>sa écheme Tuei'a, juntándose<br />
conmigo en la escalera Lord Gray, que<br />
salió poco <strong>de</strong>spués,<br />
—Amigo—le dije cuando estábaraoa en la<br />
calle,—en todas partes es uated el favorecido<br />
<strong>de</strong> las damas.<br />
No se dignó contestarme. Iba con la cabeza<br />
inclinada, fnnicido el ceflo y mudo eorao<br />
una esEatua. Repetidas veces me esforcé por<br />
hacerle hablar; pero sus labios no articularon<br />
una sílaba, y sólo en la calle Ancha, al <strong>de</strong>spedirse<br />
<strong>de</strong> mí, me dijo sombríamente:<br />
—El amigo que sorpren<strong>de</strong> un secreto mío<br />
y usa <strong>de</strong> él sin itii licencia, no es mi amigo-.<br />
¿Usted me conoce?<br />
—Uu poco.<br />
—Pues suelo reñir con los amigos.<br />
—Antes <strong>de</strong> reñir nosotros, ¿quiere usted<br />
acabar <strong>de</strong> perfeccionarme en la esgrima?<br />
—Con mucho gusto. Adiós.<br />
—Adiós.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
130 B. PÉREZ 6ALD0S<br />
XII<br />
Pasaron tima, muchos días. Tau pronto <strong>de</strong>seaba<br />
yo volver á casa <strong>de</strong> Rnmblar, como hacía<br />
iiiteiicióu <strong>de</strong> uo poner más Ids pies en<br />
aquella CHSH, porque me repii^iiaban los artificios,<br />
que haciau <strong>de</strong> las tertiiliiis una completa<br />
represeiiíacirtii <strong>de</strong> teatro. Durante algún<br />
tiempo DO V! áLord Gray ni en la Isla ni eu<br />
Cádiz, y cnundo pregunté ¡lor él en sn casa,<br />
el criado me npgó la entibada, diciéndomeque<br />
su amo no (|uerla recibir á nadie.<br />
Ocurrió esto el día <strong>de</strong> la bomba, ¿Saben<br />
uste<strong>de</strong>s lo que quiero <strong>de</strong>cir? Pues me refiero á<br />
un día meniorable, porque en él cayó sobre<br />
Cádia, y junto á la torre <strong>de</strong> Tavii'a, la primera<br />
bomba que arrojaron contra la plasa los franceses.<br />
Ha <strong>de</strong> saberse que aquel proyectil, como<br />
los que le siguieron eu el mismo mes, tuvo la<br />
Bingular gracia <strong>de</strong> uo reventar; así es que lo<br />
que venía á producir dolor, llanto y muertes,<br />
produjo rifias y burlas. Los mueliachoa sacaron<br />
<strong>de</strong> la bomba el plomo que contenía, y se<br />
lo repailíau llevándolo á todos lados <strong>de</strong> la<br />
ciudad, Kntoncea usaban las mujeres un peinado<br />
eu forma <strong>de</strong> saca-corchos, cuyas ensortijadas<br />
guedt-jas se sostenían con piorno, y <strong>de</strong><br />
esta moda y <strong>de</strong> las bombas fraucesaa que pro-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 121<br />
veían á las muchachas <strong>de</strong> uu artfculo <strong>de</strong> toreador,<br />
uaci(í el famosísimo cantar;<br />
Cotí las bombas que tiran<br />
los fanfarrones,<br />
hacea IÜS giiditiiiias<br />
tirabuzones.<br />
Pues como <strong>de</strong>cía, el día <strong>de</strong> la bomba, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> tocar indtiímeiite á la puerta <strong>de</strong>l noble<br />
ñiglés, llevóme el <strong>de</strong>stino segunda vez á<br />
casa <strong>de</strong> la señora Doña María, disponiéndose<br />
las cosas <strong>de</strong> modo que cuando allá me encaminaba<br />
tropezase eco el Sr. D. Diego, el cual<br />
me habló así:<br />
—¿Vienes <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> Lord Graj? Dicen que<br />
está con la morriña. Nadie le ve por ninguna<br />
•. I paite. Por fin, he conaeguido <strong>de</strong> mi madre que<br />
' '— lio le reciba más en casa.<br />
—¿Por qué?<br />
—Parquees muy aficionado á las muchachas,<br />
y iJO me gusta verle hablar con mi novia.<br />
Mamá no quería; pero me planté, chico.<br />
«O Ijord Gray ó yos—dije, —y no hubo más<br />
remedio.<br />
—Segán eso, le han puesto en la puerta <strong>de</strong><br />
la calle.<br />
—Con cortesanía y disimulo. Mi mamá ha<br />
dicho que, hallándose un poco enferma, suspen<strong>de</strong><br />
por ahora las tertulias,<br />
—¿Y no salen?<br />
—A misa van las cuatro los domingos muy<br />
temprano, Pero pue<strong>de</strong>s ir á casa cuando gustM.<br />
Mamá te aprecia y siempre está pregun-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
133 S. PÉREZ 6ALD0S<br />
lando por tí. Ahora precisamente, te ruego<br />
vengas conmigo para servirme <strong>de</strong> testigo--<br />
^¿De testigo?<br />
—yí. Mi mamá quiere castigarme porque<br />
le han dicho que ine vieron ayer eu un café.<br />
Es verdad que estaba, pero yo lo he negado,<br />
y para dar más fuerza á mis argumentos he<br />
dicho: sPregúntele'usted al Sr. D. Gabriel,<br />
y como uo diga que estuvimos juntos viendo<br />
sacar agua <strong>de</strong> la noria,.,»<br />
—Pues vamos aiJá.<br />
Entrarnos, pues, y en la reja <strong>de</strong>l patio, ol<br />
criado nos dijo que la sefiora Doña María había<br />
saüdí).<br />
—¡Viva la libertadl—excJatnó D, Diego<br />
haciendo un par <strong>de</strong> cabriolas,—Gabriel, estamos<br />
solos. Hermanillas, alegrémonos y.regooijémouos.<br />
La chillona algazara que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los aposentos<br />
vino á mis oídos, indicóme que las hembras<br />
estaban libres también <strong>de</strong> la ominosa esclavitud.<br />
Cuaudo entramos en la estancia <strong>de</strong><br />
D. Diego, al punto se nos preseutó D. Paco,<br />
aturdido, sofocado, balbuciente, con unas diseiphnas<br />
en la mano, el vestido menos puesto<br />
en or<strong>de</strong>n que <strong>de</strong> ordinario, y ostentando algunas<br />
<strong>de</strong>sgreñadurus eu lo alto <strong>de</strong> su peluquín.<br />
—Sefíorito D. Diego—gritó con furia semejante<br />
á ia <strong>de</strong> esos perrillos que ladran mucho<br />
sin que jamás el transeúnte se <strong>de</strong>tenga á mirarlos,—la<br />
señora mandó que no saliese usted<br />
<strong>de</strong> casa. Se lo diré cuando venga.<br />
El Con<strong>de</strong>sito tomó un palo que frontero á<br />
la cama y en lugar medio oculto tenia, y es-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
í<br />
I<br />
CÁDIZ 123<br />
grimiéüdolo <strong>de</strong> un modo alarmaute, gritó:<br />
—Caualla, pedantóii... Si dices una palabra...<br />
no te <strong>de</strong>jaré un hueso en su lugar.<br />
—Esto DO pue<strong>de</strong> tolerarse—dijo D, Paco,<br />
no ya enfurecido, sino lloroso.—iDios eterno, y<br />
tú, Virgen Santísima <strong>de</strong>l (Jarmen, tened compasión<br />
<strong>de</strong> mi! Este niño y sus hermanas van á<br />
quitarme los pocos días que me restan <strong>de</strong> vida.<br />
Si les permito hacer su gusto, la aefiora me<br />
riñe, y más quisiera ver al sol apagado que á<br />
la señora colérica. Si qniero sujetarlos, palos,<br />
rasguños^ arañazos, tijpretiizos y otros mil<br />
martirios espantosos... Pues si, Sr. D. Dieguifco:<br />
se lo diré á la señora; ya no puedo aguantar<br />
más... ¡Pues si yo cantara lo <strong>de</strong> las saliditas<br />
por las noches! Yo no puedo acallar la<br />
voz <strong>de</strong> mi conciencia que me grita: |Malvado!<br />
[servidor <strong>de</strong>sleall ]traidorl... No: se lo diré á la<br />
señora, se lo diré al ama, y entre tanto, or<strong>de</strong>n,<br />
silencio, obediencia, todo el mundo á su sitio.<br />
D. Diego, ciego <strong>de</strong> enojo, enarboló el palo,<br />
y á compás con los movimientos <strong>de</strong> su brazo<br />
que apuutabaii impíameute á las costillas <strong>de</strong>l<br />
pobre ayo, iba diciendo:<br />
—Or<strong>de</strong>n, silencio, obediencia.<br />
Tuve que iuterponerme para que no acabara<br />
con el <strong>de</strong>sdieliado preceptor, que, aun vapulado<br />
<strong>de</strong> aquel modo, tenia hi pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />
no gritar, porque la vecindad no se enterase,<br />
y cou voz sofocada <strong>de</strong>cía llorando:<br />
—iQ,ue me mata este caribel ¡Favor, señor<br />
D. Gabriel, favor!<br />
Huyó D. Paco por el pasillo a<strong>de</strong>lante buscando<br />
refugio, y siguiendo tras él, dimos los<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
124 lí. PÉREZ OALDOS<br />
tres en una gran pieza, <strong>de</strong>a<strong>de</strong> la cual se pasaba<br />
á otra con espaciosas rejas á la calle, don<strong>de</strong><br />
vimos el especttíCLilo <strong>de</strong> la más horrenda auarquía<br />
qne pue<strong>de</strong>n ofrecer en el iuLerior <strong>de</strong> una<br />
honesta casa las <strong>de</strong>masías <strong>de</strong> la libertad. Aanución,<br />
Presentación, Inés, las tres estaban alif,<br />
libres, sueltas, en posesión completa <strong>de</strong> sus<br />
gracias, donaires, iniciativa y travesura. Pero<br />
antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>ciros lo c¡ne hacían aquellos ¡Hijaritos<br />
aprisionados ¿quienes se permitía por uu<br />
momento dar vueltas holgadamente en la jaula,<br />
voy á indicaros cómo era ésta.<br />
Varias cestas <strong>de</strong> labores y algunos bastidores<br />
<strong>de</strong> bordados indicaban que allf tenía Iii señora<br />
Con<strong>de</strong>sa el taller <strong>de</strong> educación y tra!>ajo<br />
<strong>de</strong> sus niñas. Una pequeña, pero anchísima<br />
silla, <strong>de</strong> fondo hundido por el peso constante<br />
<strong>de</strong> corpulenta humanidad, <strong>de</strong>notaba e! lugar<br />
<strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia. También liabfa una mesüla<br />
con libros, al parecer <strong>de</strong>votos, y en las pare<strong>de</strong>s<br />
no cabían ya más estampas y láminas bordadas,<br />
entre las cuales <strong>de</strong>scollaba una variada<br />
seria <strong>de</strong> peri'itos con el rabo tieso y los ojos <strong>de</strong><br />
cuentas negras.<br />
Uu pequeño altar ostentaba mil figuras <strong>de</strong><br />
bulto y realce, alternando con estampas que<br />
sin duda habían pertenecido á libros, y en ¡a<br />
<strong>de</strong>lantera algunos pares <strong>de</strong> can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong> plata<br />
antigua sosteníaa velas <strong>de</strong> picada y filigrauada<br />
cera, vestidas con papelitos, festones y<br />
otros primores <strong>de</strong> tijera. Pomposos ramos <strong>de</strong><br />
flores <strong>de</strong> trapo, que á cien mil leguas <strong>de</strong>claraban<br />
haber sido hechos por manos <strong>de</strong> monjas,<br />
completaban el ajuar <strong>de</strong>l altarejo, juntamente<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 125<br />
con pequeñísimos objetos <strong>de</strong> plomo, represeutaiido<br />
sagrados admitiieulos, tales como cálices<br />
y custodÍHS, lámparas y misales. Estos juguetes<br />
los hacían eutonces los veloiieroa para<br />
los niños buenos y que DO llorabau.<br />
Vi asimismo objetos <strong>de</strong> nn oi<strong>de</strong>o enteramente<br />
diatiuto, es <strong>de</strong>cir, trajea bermosísimoa<br />
<strong>de</strong> mnjei', aiTojndos en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n por el suelo,<br />
y tarabiéu escofietas, moños, lazos, abanicos,<br />
quirotecas, zapatillas <strong>de</strong> raso, y luengos encajes<br />
<strong>de</strong> aquellos fiíiiaimos y hereditarios, que<br />
eran, como los diairiautes, orgullo y riqueza<br />
<strong>de</strong> las familias. Loa bordados, las cestas <strong>de</strong><br />
costura, rellenas <strong>de</strong> telas blancas <strong>de</strong> indiana<br />
y cotonía, pertenecían á Presentación;- los libros,<br />
el altar con todo lo que en él había<br />
<strong>de</strong> místico é infantil, era <strong>de</strong> Asunción; y los<br />
lujosos trajes y adornos eran <strong>de</strong> Inés, que<br />
loa había bajado para que los viesen aua<br />
primas.<br />
Vestían las tres conforme á io qae entonces<br />
el vulgo, no menos galicista que ahora, liamaby.<br />
un savülé. Con semejante traje, que era,<br />
por exigirlo la moda, lo absolutamente necesario<br />
para que las lindas personas no anduvieran<br />
<strong>de</strong>anndas, ni la madre más toleraute y<br />
<strong>de</strong>scuidada habría permitido que se presentasen<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un hombre, aunque fuese pariente<br />
cercano. Estaban las tres, como digo,<br />
graciosísimas y sin comparación más guapas<br />
que en laa tertulias. La libertad, permitiéndoles<br />
una alegre y bulliciosa agitación, había impreso<br />
en BUS mejillas frescos y risueDos colo-<br />
XQS, y sus lenguas charlatanas llenaban coa<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
126 B. PEUnZ GALOÜS<br />
dulce y picotera iiídsIcA el ámbito <strong>de</strong> !a estancia.<br />
La vüz <strong>de</strong> lués apenas se oía.<br />
Os diré lo que hacían, y esto es reservado,<br />
reservadísimo, pues si Doña María supiese que<br />
ojos humanos habían visto á sus uillas en tales<br />
arreos, y que orejas <strong>de</strong> varón liabían oído<br />
cantar seguidillas á una <strong>de</strong> ellas, reventara <strong>de</strong><br />
pesadumbre, ó se sepultaría para siempre, aütes<br />
avergonzada que muerta, en.el sarcófago<br />
<strong>de</strong> aus mayores. Pero seamos indiscretos y contemos<br />
lo que vimos, ocultos en la estancia inmediata<br />
y sin ser vistos por ellas. Inés, en quien<br />
primeramente se fijaron mis ojos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta,<br />
estaba eu la reja, como eu acecho, mirando<br />
ora ú ]a calle, ora a<strong>de</strong>ntro, sin duda para<br />
dar la voz <strong>de</strong> alarma en cuanto el pomi^so<br />
perfil y los temidos espejuelos <strong>de</strong> Durla María<br />
volviesen la esquina <strong>de</strong> la calle Ancha. Le oí<br />
<strong>de</strong>cir claramente:<br />
— No seáis locas.., que va á venir.<br />
Presentación, la más pequeña <strong>de</strong> las dos hermanas,<br />
estaba en medio <strong>de</strong> la pieza. ¿Creerán<br />
uste<strong>de</strong>s que rezando, cosiendo, ú ocupada en<br />
algún otro grave menester? Nada <strong>de</strong> eso, pues<br />
uo estaba sino bailando; sí, señoi-es, bailando.<br />
¡Y qué zorongo, qué zapateado tan hechicero!<br />
Qué<strong>de</strong>me absorto al ver cómo aquella criatura<br />
había aprendido á mover ca<strong>de</strong>ras, piernas y<br />
brazos con tanta sal y arte tan divino oual las<br />
más graciosas majas <strong>de</strong> Triana. Agitada por<br />
la danza, chasqueando los <strong>de</strong>dos para imitar<br />
el ruido <strong>de</strong> las castañuelas, su vocecita sonora<br />
y dulce <strong>de</strong>cía con lánguida y soñolienta<br />
música:<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ<br />
Toiiiii, üiña, esta narauja<br />
Que lie cogiiio <strong>de</strong> mi liuerto;<br />
Nü la |)¡irtjs (íou cuuhiUo,<br />
Oue está mi torazóii <strong>de</strong>niro.<br />
137<br />
Asuncióu, que era la mayor, <strong>de</strong> una hermosura<br />
menos picante y graciosa que su liennaua,<br />
pero más acabada, más seria, digámoslo<br />
asi, en una palabra, mucho más hermosa, ae<br />
había puesto ajguuas cíe las joyas y preseas <strong>de</strong><br />
lués. Cogió una gran rosa <strong>de</strong> p^pel <strong>de</strong> las que<br />
adoruaban el aliar, y púsosela orgullosamente<br />
en el mono; tomó <strong>de</strong>spués tres varas <strong>de</strong> aquellos<br />
encajes fiüisiraos <strong>de</strong> Brujas, <strong>de</strong> tan sutil<br />
urdimbre que parecen hechos por moscas ó<br />
arañas, pálidos ya y amarillados por el tiempo,<br />
y agitándolos eu sus manos, los echó hacia<br />
arriba, <strong>de</strong>jándolos caer sobre su cabeza y<br />
hombros, con tanta, con tantísima gracia,<br />
aeñores, cual si toda au vida hubiese estado<br />
midiendo en las tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> primavera las baldosas<br />
<strong>de</strong> calle Ancha, plaza <strong>de</strong> San Antonio<br />
y alameda <strong>de</strong>l Carmen.<br />
Yo estaba asombrado contemplando talas<br />
trausformadoues, y me sorprendía su extraordinaria<br />
belleza, cuando la vi realzada con<br />
los atractivos que el arte presta tau hábilmente<br />
á la hermosura. \Y qué bien sabia ella aplicarlos<br />
á su persona! ¡Qué singular talento el<br />
suyo para poner cada objeto en el sitio don<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>bía estar, y don<strong>de</strong> las leyes más rigurosas <strong>de</strong><br />
ia estética querían y mandaban que estuviesel<br />
Después <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>ar su cabeza con las blondas,<br />
colgóse <strong>de</strong> ias orejitas los más hermosos<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
11¿S B. PEUeZ GALDOS<br />
pendientes qae creo hau salido <strong>de</strong> manos <strong>de</strong><br />
artífice platero. Lnego esi-uvo mirándose un<br />
rato en el vidrio qne enbna cierta eslampa<br />
<strong>de</strong>l Purgatorio, llena toda <strong>de</strong> ánimas, diablos,<br />
llamas, culebrones, sapos, cocodrilos, ruedas,<br />
Biirtenes, peroles, etc., y contempló allí su<br />
imagen confusa, por no haber en la estancia<br />
espejo ni vidrio azogado que hícieso sus veúes.<br />
Después volvió la cabeza para verse la<br />
caída <strong>de</strong> faldas por <strong>de</strong>trás; tomó un abanico;,<br />
dio el meneo á las varillas, qne chillaron <strong>de</strong>sarrollando<br />
un vasto paisaje poblado <strong>de</strong>amorcitos,<br />
y echándose aire con él, comeiiKÓ á pasear<br />
por la habitación, riéndose <strong>de</strong> sí misma<br />
y <strong>de</strong> la risa que á las otras dos cansaba.<br />
Viendo tal profanación, escándalo y <strong>de</strong>sacato,<br />
penetró el insigne D. Paco en la pieza,<br />
diciendo:<br />
—¿Qué alboroto es éste? Asnncioucita, Presentación<br />
cita, todo se lo contaré á mamá cuando<br />
venga, todo, todito.<br />
Presentación cesó <strong>de</strong> cantar, y tomando al<br />
preceptor por un brazo, le dijo:<br />
—8r. D. Paquito mío, si no le dieea nadaá.<br />
mamá, te doy un beso. '<br />
Y en el acto se lo dió en sus secas y arrugadas<br />
mejillas,<br />
—A mí no sfi me seduce con besitos, nifias<br />
—repuso el viejo vacilando entre el rigor y la<br />
tolerancia.—Cada una á su puesto, á leer, á<br />
coser, Asuueioncita <strong>de</strong> todos laa <strong>de</strong>monios,<br />
¿qué <strong>de</strong>scaro es ese?<br />
—Calle usted, so bruto,—dijo Asunción<br />
con muchísima sai.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
cÁniü . 129<br />
—Si es un auimal,—añadió Presentaeióu<br />
dándole un sopapo con su suave manecita.<br />
—Más respeto á mía canas, niñas—nmnifestó<br />
afligido el anciano.—Si uo fuera porque<br />
las be visto nacer, porque las he criado á mía<br />
pechos, porque las he cautudo el rro rro...<br />
Presentación, haciendo gestos <strong>de</strong> <strong>de</strong>licada<br />
urbanidad, remedando á una persona que durante<br />
ei paseo encuentra en la calle á un conocido,<br />
paróse ante D. Paco, hizo uua graciosa<br />
revei'enciíi, y le dijo:<br />
•—^¡Oii! Sr. I). Protocolo. ¿Usted por aquí'?<br />
¿Cómo está la señora Doña Cireuíispecta? ¿Va<br />
usted al baile <strong>de</strong>l barón <strong>de</strong> Siiniriugau<strong>de</strong>?<br />
¿Qué dice hoy la Gaceta <strong>de</strong> Pliquisburgur o<br />
—Eh.,. eh...—chilló D, Paco, queriendo<br />
contenef la risa que le embobaba.—Miren la<br />
mocosa CÓLUO habla, haciéudose la señora mayor.<br />
Buena pieza tenemos en casa. ]Qué escándalo,<br />
qué piofanidadl ¿De dón<strong>de</strong> liabrá<br />
sacado esta niña tales picardías?<br />
Y luego, insistiendo e!la en llevar a<strong>de</strong>lante<br />
el chistoso papel que estaba <strong>de</strong>sempeñando,<br />
llegóse á Inés, que también se morin <strong>de</strong> risa,<br />
y le dijo:<br />
—¡Hola, madama! ¿Cómo la porta bu...?<br />
¿Ha visto bu á Ja Con<strong>de</strong>sa? ¡Qué niflgnffico ha<br />
estado el concierto y la ópera <strong>de</strong> MiLrídates!<br />
|Ohl madama... andiamo alocare il fiirtepiano.,.<br />
Aquí viene il maestro siñor D. Paquitini...<br />
tan, tárala, tan, tiii, tan.<br />
Y 36 puso á bailar uu minueto.<br />
—Vaya—<strong>de</strong>claró P. Paco, echándoselas <strong>de</strong><br />
benévolo, pero afectando mucha seriedad,—<br />
SeXTA EDICIÓN O<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
130 B. PÉREZ tíALDOS<br />
les perdono lo que iia pasado si se acaba este<br />
jaleo, y va eada uua á su puesto. La señora<br />
vieue.<br />
Inés continuaba en la reja atisbando afuera,<br />
y tainbién á ratos <strong>de</strong>cía:<br />
— iQiie va á llegar!<br />
Presentación volvió á cantar, y luego dijo:<br />
—Paqnito <strong>de</strong> mi alma, si bailas conmigo te<br />
doy otro beso.<br />
y sin es[ierar respuesta <strong>de</strong>l anciano, le tomó<br />
por los brazos, haciéndole dar rápidas vueltas,<br />
—iQue uie atonta, que me mata esta con<strong>de</strong>nadül—exclamaba<br />
el maestro, <strong>de</strong>scribiendo<br />
curvas sin po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse ni soltarse.<br />
—|Ay, Piiquito <strong>de</strong> mi alma y <strong>de</strong> mi vida,<br />
cuánto te quiero!—<strong>de</strong>cía Presentación,<br />
El preceptor, abandonado <strong>de</strong> los ágiles brazos<br />
<strong>de</strong> su pareja, cayó al suelo, pidiendo al<br />
cielo justicia; la mucliacha le enredó una flor<br />
entre las blancas gue<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> su peluca <strong>de</strong> ala<br />
<strong>de</strong> pichón, y dijo así:<br />
—Touja, amor mío, esta flor en memoria<br />
<strong>de</strong> lo que te quiero.<br />
Quiso levantarse, y empujado por Asunción,<br />
cayó al suelo. Quiso tirar <strong>de</strong> él Pi'eseutacióu,<br />
y quedóse con un pedazo <strong>de</strong> solapa en<br />
la mano. Levantóse al fin, y persiguiéndole<br />
las dos con risas y festejo, trató una <strong>de</strong> ellas<br />
<strong>de</strong> darle uu latigazo con una varita <strong>de</strong> sacudir<br />
teins; mas lo liiao con tan mala suerte, que,<br />
dando un cachiporrazo al altar, toda la uiáquiua<br />
<strong>de</strong> santos, velas y juguetes se vino al suelo<br />
con estrépito, ^íientras acudían áremediar el<br />
<strong>de</strong>sperfecto, D. Paco estaba en tierra <strong>de</strong> rodi-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
'i:<br />
'..•M
CÁDIZ 131<br />
lias, con los brazos en cruz, la mirada fija en el<br />
techo, y con voz eompiiiigida y eutrecuitada,<br />
mientras gruesos lagrimones lustraban sus mejillas,<br />
clamaba;<br />
—jSeñor Omnipotente y Misericordioso, que<br />
€Stas agonfas aeaii eu <strong>de</strong>scargo <strong>de</strong> mia pecados!<br />
Mucho pa<strong>de</strong>ciste en la crua; ¿pero y esto.<br />
Señor; esto uo es cruz, esto uo son clavos?<br />
¿éstas uo sou espinas? ¿éstos uo sou bofetones<br />
y hiél y vinagre? üastigo es éste <strong>de</strong>l grau pecado<br />
que cometí ocultaudo á mi señora las<br />
travesuras <strong>de</strong> estas niñas, y las mil picardías<br />
que bau apreudido siu qae uadie se las enseñe;<br />
pero por la lanzada que te dieron. Señor,<br />
juro que aeré leal y fíel con mi querida ama,<br />
y que uo he <strong>de</strong> ocultarle ni tanto así <strong>de</strong> lo<br />
que pasa,<br />
D, Diego y yo, que habíamos permanecido<br />
observando aquel espectáculo sin sur vistos,<br />
quisimos entrar; pero vimos que Inés se apartó<br />
vivamente <strong>de</strong> la reja, y en el mismo instante<br />
pasó por Ja calle una figura, una sombra, eu<br />
•quien reconocimos á Lord Gray. Apenas habíamos<br />
tenido tiempo <strong>de</strong> reconocerle, cuando<br />
un objeto, entrando por la reja, vino áeaer en<br />
medio <strong>de</strong> la sala. Al punto se abalanzó hacia<br />
ei pequeño bulto D. Paco,'y observándolo y<br />
recogiéndolo dijo:<br />
—¿Una eartita, eh? La ha arrojado un<br />
hombre.<br />
Inés, que se acercó <strong>de</strong> nuevo á la reja, ex-<br />
«laoiió con terror:<br />
—¡Doña María, Doña María viene ya]<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
133 B. PÉREZ GALDOS<br />
XIII<br />
Quedárouse muertas, petrificadas; pero coa<br />
presteza extraordinaria ias tres empezaron á<br />
or<strong>de</strong>nar los objetos, para que cada cosa estuviera<br />
en su sitio. Arreglaron el altar atropelladamente,<br />
<strong>de</strong>spojóse la una <strong>de</strong> loa atavíos que<br />
96 había puesto, compuso la otra su vestido en<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n; pero por más prisa que se daba»,<br />
tales eran k confusión y <strong>de</strong>sconcierto producidos<br />
allí por la anarquía, que no había medio<br />
<strong>de</strong> volverlo todo á sn primitivo estado. D. Diego<br />
me dijo, al ver que las muchachas iban á<br />
ser sorprendidas antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r borrar laa<br />
huellas <strong>de</strong> su rebelión:<br />
—Amigo, huyamos.<br />
—¿Adon<strong>de</strong>?<br />
—A la Patflgonia, é. las Antípodas. ¿No<br />
adivinas tú lo que va á pasar aquí?<br />
—Quedémonos, amigo, y tal vez hagamos<br />
una bueua obra <strong>de</strong>fendiendo á, estas infelices,<br />
ei el preceptor las <strong>de</strong>lata,<br />
—¿Viste que pasó uu hombre y arrojó <strong>de</strong>ntro<br />
un billete?<br />
—Era Lord Gray. Veamos en qué para esto,<br />
—Pero mi madre viene; y si te ve aquí en<br />
acecho...<br />
Ni esta consi<strong>de</strong>ración me hizo apartar déla<br />
estancia que nos servía <strong>de</strong> observatorio; pero<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
4
CÁDIZ 133<br />
afortviuadámente Doña María no entró por<br />
allí, y pasando primero á an alcoba, penetró<br />
por ésta á la funesta habitación don<strong>de</strong> ocurriera<br />
el saínete que iba á terminar en tragedia.<br />
Nosotros nos pusimos en disposición <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r oirlo todo sin ser vistos, aunque también<br />
sin ver nada. Sepulcral silencio reinó por<br />
breve tiempo en la pieza, y al fin interrumpióle<br />
la Con<strong>de</strong>sa, diciendo con la mayor severidad<br />
:<br />
—¿Qué <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n es éste? Inés, Asunción,<br />
Preseulación.,. ese aliar <strong>de</strong>strozado, esos vestidos<br />
por el suelo... Nifias, ¿por qué estáis tau<br />
soi^oeadas, por qué tenéis tan encendido el<br />
rostro.,.? Tembláis... Vamos á ver, señor<br />
D. Paco, ¿qué ha pasado aquí?... ¿Pero qué<br />
veo? Sr. D. Paco, señor preceptor, ¿por qué<br />
tiene usted <strong>de</strong>strozada la ropa?... ¿Pues y ese<br />
gran car<strong>de</strong>nal en el carrillo...? ¿Ha estado usted<br />
quitando telarañas cotí la peluca?<br />
—8e.,. se... señora Doña María <strong>de</strong> mi alma<br />
—dijo el ayo con voz trémula y cierto hipo<br />
producido por su gran noxobra y la lucha que<br />
diversos senLimientos sosteiiiau sin duda ea<br />
su pobre alma.—yo no puedo callar más... Mi<br />
conciencia no me lo permite. Yo... hace cuarenta<br />
años que co... co... como el pan <strong>de</strong> esta<br />
casa... y no puedo...<br />
No pudiendo seguir, prorrumpió en llanto<br />
copiosísimo.<br />
—Pero ¿á qué vienen esos lloros?... ¿Qué<br />
han hecho las niñas?<br />
—Señora—dijo al fin D. Paco entre sollo-<br />
. zos, hipidos y babeos,—me han pegado, me<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
134 B. PÉRBZ GALDdS<br />
han arrastrado, inehan... Ásnucioncita se puso<br />
á imitar á la geute <strong>de</strong> los paseos; Preseiitaeioncita<br />
bailó el zorongo, el bran <strong>de</strong> Inglaterra<br />
y la Barabauda... Luego pasó por la calle<br />
un eabalierito, miró a<strong>de</strong>ntro, y les arrojó este<br />
bülete.<br />
Hubo un inomeuto <strong>de</strong> silencio, <strong>de</strong> esos sileneitia<br />
angustiosos como el que prece<strong>de</strong> al cañonazo,<br />
<strong>de</strong>spués que se lia visto la mecha próxima<br />
al cebo. Durante aquel intervalo <strong>de</strong> mudo<br />
terror, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la escena don<strong>de</strong> tal dra-ma<br />
pasaba se comunicó á nosotros, liaeiéadouos<br />
temblar como quien aguarda un terremoto,<br />
se sintieron los tenues chasquidos <strong>de</strong>nn<br />
papel que se <strong>de</strong>sdobla, y luego una esclamaciÓD<br />
<strong>de</strong> sorpresa, asombro ó no sé si <strong>de</strong> fiereza<br />
inaudita que salió <strong>de</strong>l tempestuoso seno<strong>de</strong><br />
Doña María,<br />
—Esta letra es <strong>de</strong> Lord Gray.,. —exclamó.^<br />
iQué <strong>de</strong>svergonzado atrevimieutol ¿A quién<br />
<strong>de</strong> vosoti'as se dirige la carta? Dice: aldoiatrado<br />
amor mío: Si tus promesas no son vanas,..»<br />
¡Pero una persona como yo no pue<strong>de</strong><br />
leer tales iu<strong>de</strong>eeiiciasl... ¿A quién <strong>de</strong> vosotras<br />
dirige Lord Gray esta esquela?<br />
Continuó el silencio, «no <strong>de</strong> esos aileucios<br />
que parecen anunciar el <strong>de</strong>splome <strong>de</strong>l mundo.<br />
—Presentación, ¿es á tí? Asunción, ¿es á tí?<br />
.Inés, ¿es á tí? Respon<strong>de</strong>d al momento. ¡Señor<br />
miserico; dioso! ¡Si alguna <strong>de</strong> mis bijas, si alguien<br />
nacido <strong>de</strong> mis entrañas hadado motivo<br />
para que un hombre le dirija estas palabras,<br />
preliero que muera ahora mismo y yo <strong>de</strong>trás,<br />
antes que tolerar tal <strong>de</strong>shonral<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
».-X
CA.DIZ 135<br />
La imprecaeicín retumbó en la sala como<br />
una voz <strong>de</strong> los pasados siglos que clamaba en<br />
<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> cien generaciones ultrajadas. Oyéronse<br />
luego llantos comprimidosy el resoplido<br />
<strong>de</strong> D. Paco, que así <strong>de</strong>sfogaba lus ardores <strong>de</strong><br />
su corazón, inflamado ya por nobles impulsos<br />
<strong>de</strong> generosidad.<br />
—Señora—dijo moqueando y babeando,—<br />
perdone usía á las niñas. Eso no habrá sido<br />
nada. Tal vez mi tuno qvie pasó por la calle.<br />
Ellas se han estado muy calladitas.<br />
—Se me figora—dijo Doña María sin per<strong>de</strong>r<br />
la dignidad en su cólera, — que no tendré<br />
que hacer gran<strong>de</strong>s averiguaciones para saber<br />
quién ha motivado esta amorosa epístola. Tú,<br />
Inés, tú has sido. Hace tiempo que sospechaba<br />
esto...<br />
Nuevo silencio.<br />
—Respon<strong>de</strong>—prosiguió Doña María.-:-Yo<br />
tengo <strong>de</strong>recho á saber en qué emplea su tiempo<br />
la que va á casarse con mi hijo.<br />
Entonces oí la voz <strong>de</strong> Inés, que claramente<br />
y no muy turbada respondía:<br />
—Sí, señora Doña María. Lord Gi'ay escribió<br />
para mí. Perdóneme usted.<br />
—iDe modo que íúl...<br />
—Yo no tengo culpa... Lord Gray...<br />
—Te ha trastornado el juicio—dijo Doña<br />
María.—¡Bonita y ejemplar conducta <strong>de</strong> una<br />
ciña <strong>de</strong> tu condición, que representa una <strong>de</strong><br />
las más principales cosas <strong>de</strong> EspaDa! ¡Inés,<br />
vuelve en tí, por Dios; repiira quién eres! ¿Es<br />
posible que una joven <strong>de</strong>stinada al matrimonio?...<br />
Observo que es tu natural <strong>de</strong> suyo ape-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
186 B. PlÍREK GALOÓS<br />
gado á las mundauida<strong>de</strong>s. Ya supieron lo que<br />
se Ijacfan <strong>de</strong>stinándote á ser casada y á ocupar<br />
alto puesto en la Corte; que si por artes <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>monio hubiérante consagrado al claustro ó<br />
á un <strong>de</strong>coroso celibato... ¡pobre criatura! tiemblo<br />
<strong>de</strong> pensarlo.<br />
Mi ansiedad y zozobra no me permitieron<br />
reflexionar sobre las peregnuas i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> Doña<br />
María.<br />
—No has sido tú educada por mí—prosiguió<br />
ésta,-—que <strong>de</strong> haberlo sido... otra sería<br />
tu conducta.<br />
—Stífiora madre—dijo Asunci
CÁDIZ 137<br />
Inesita en lo íntimo <strong>de</strong> su corazón <strong>de</strong>plora el<br />
disgusto que la ha dado. ¿No es verdad, señora<br />
Doña InesitH? Vaya, señora Doña María,<br />
perdón al canto, y todo se acabó.<br />
—No se meta usted en lo que no le importa,<br />
Sr, D. Paco—manifestó la Con<strong>de</strong>sa.—Y<br />
tú, Inés, ten entendido que serás perdonada,<br />
si tas cosas no siguen a<strong>de</strong>lante. Y no digo más<br />
sobre el particular. Ya saben uste<strong>de</strong>s que soy<br />
benévola hasta la exageración, tolerante liasta<br />
la <strong>de</strong>bilidad. Ciérrense esas rejas al putito, y<br />
vamos á trabajar y á rezar... Inés, te lo repito,<br />
respira trauquilamente. Con tal qng no vuelva<br />
á repetirse...<br />
Oyéronse voces <strong>de</strong> las muchachas, que, si no<br />
alegría y completa bonanza, indicaban que el<br />
temporal iba pasando.<br />
D. Diego me dijo:<br />
—Vamonos, uo sea que mi madre quiera<br />
salir por aquí y nos sorprenda.<br />
Nos apartamos <strong>de</strong> allí.<br />
—¿Qué te parece lo que hemos oído?<br />
—Una iufamiu, una alevosía, un crimen siu<br />
ejemplo,—<strong>de</strong>claré sin po<strong>de</strong>r refrenar la cólera<br />
que me dominaba.<br />
—¿Qué te parece la Inesita?... Baeca pieza<br />
en verdad...<br />
—Ese inglés <strong>de</strong> los <strong>de</strong>monios, ese monstruo<br />
que nos ba enviado aquí la Gran Bretaña es<br />
el ser más odioso, más abominable que existe<br />
en la tierra. Por mi parte, digo que le aborrezco,<br />
que le abomino; que sin piedad le mataría,<br />
que me bebería su snugre... Adiós,<br />
me voy.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
138 11. PüBEZ CALDOS<br />
—¿Te vas?<br />
—Sí: no quiero estar nnás en esta casa.<br />
-—Pero, hombre, tú estás tonto. ¡Si te betraído<br />
aquí para que me amparesl Tú no sabes<br />
que ahora mi seüora mamá, <strong>de</strong>spués qu&<br />
ponga fin á la justiciadíi <strong>de</strong> allá, ha <strong>de</strong> venir áempien<strong>de</strong>rla<br />
coninigo por la escapatoria <strong>de</strong><br />
ayer tsr<strong>de</strong>? ¿Olvidas, hombre ligero y frivolo,<br />
que haa <strong>de</strong> atestiguar que me viste ayer ocupado<br />
en ver dar vueltas á la noria?<br />
—No quiero farsas, ni falsos testimonios, ni<br />
tengo para qué ver á Dofia María... Adiós.<br />
—Hombre cruel, <strong>de</strong>teTite. Mi madre sale.<br />
En efecto: en el corredor atrapóme la señora<br />
Con<strong>de</strong>sa, lacual,<strong>de</strong>sj)ués<strong>de</strong>mostrarse sorpreudida<br />
y no muy agradablemente con mi presencia,<br />
me saludó, obligáTidome á pasará la sala,.<br />
—¿Estabas aquí?—prí'guiUó á su hijo.<br />
—Sí, señora: Gabriel y yo estábamos en mi<br />
cuarto leyendo unos libros <strong>de</strong> aj-itmética, y él<br />
me enseñaba á encontrar ]a quinta parte por<br />
un medio nuevo; y como ayer, cuando estuvimos<br />
viendo dar vueltas á la noria, yo aposté<br />
á que no podía ser tal cosa, vino hoy A <strong>de</strong>mostrármelo.<br />
—¿Con que estuvieron uste<strong>de</strong>s ayer tar<strong>de</strong> en<br />
Ja noria?<br />
—Sí, señora: dando vueltas á la noria.....<br />
quiero <strong>de</strong>cir, viendo...<br />
—Es un entretenimiento inofensivo...<br />
-—Sí, señora... é instructivo.<br />
—Propio <strong>de</strong> jó venes <strong>de</strong> cabeza sentada—dijo<br />
Doña María.—Sin embargo, he oído que á la<br />
noria va mucha gente <strong>de</strong> mal vivir.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
•íS
CÁDIZ 139<br />
—No, señora, <strong>de</strong> ninguna manera. Candiiigos,<br />
militares <strong>de</strong> coronel para arriba, señoras<br />
mayores, frailes...<br />
—Mi hijo es algo distraído, y por eso temo...<br />
Pronto será libre y dueño <strong>de</strong> sus acciones,<br />
porque eu loa asuntos <strong>de</strong> un hombre casado,<br />
sobre todo si está en cierta posición, no <strong>de</strong>ben<br />
entrometerse las madres.<br />
— Exaetaicente. ¿Y cuándo ss casa Dea<br />
Diego?<br />
—Ya no hay día seguro,—respondió Doña<br />
María con firmeza.<br />
—Y en verdad, Sr. D. Diego—dije yo volviéndome<br />
hacia mi amigo,—que se heva usted<br />
la mÓB liermosa niña que hay en todo<br />
Cádiz.<br />
—Lo que es eso... — dijo la Con<strong>de</strong>sa con<br />
afectación,—mi hijo pue<strong>de</strong> estar satisfecho <strong>de</strong><br />
la suerte que le ha cabido en su elección, mejor<br />
dicho, en nuestra elección, pues iioaotras<br />
lo hemos arreglado todo para que nada falte<br />
á esa niña. Posee Im^ta Jas sutiles cvialida<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> ingenio y amabilidad que la harán uno<br />
<strong>de</strong> los más bellos adornos <strong>de</strong> la Corte, cuando<br />
la haya. Y no se diga que á una joven mayoruzga,<br />
<strong>de</strong>stinada á easurae con otro mayorazgo,<br />
se la <strong>de</strong>be sujetar y comprimir para<br />
que ni hable ni trate con personas <strong>de</strong> inundo.<br />
Eso no: sería ridículo; nada hay más contrario<br />
á la alteza y sonoridad <strong>de</strong> ciertas familias<br />
que verlas representadas en la Corte poc<br />
una damisela encogida, vergonzosa, que se<br />
asusta <strong>de</strong> lagenteyíio sabe <strong>de</strong>cir más que<br />
buenas tar<strong>de</strong>s y buenas noches.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
140 B. PÉREZ GALDÓS<br />
—Pnea maldita la gracia que me hace—dijo<br />
D. Diego coD <strong>de</strong>sabrimiento,—ver á mi novia<br />
muy amartelada cou Lord Gray eu este<br />
saJóu.<br />
Doña María se puso encendida.<br />
—Este joven—dije yo,—no eleva su entendimiento<br />
hasta los altos principios <strong>de</strong> la educación<br />
castiza. ¿Pues acaso so mujer va á ser<br />
monja? A las que son criadas para monjas ó<br />
solteras, bueno que se las enseñe á no levantar<br />
los ojos <strong>de</strong>l suelo; pero á las que van á casarse<br />
y áser gran<strong>de</strong>s señoras... Pero, hombre, ¿está<br />
usted loco? Mi amigo es un necio, un caviloso,<br />
señora. ¿Apostamos á que por éstas y otras<br />
imuginaciones ridiculas va á dar en la ñor <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>cir que no se casa?<br />
—lOómol—exclamó la dama.—Mi hijo no<br />
.será capaz <strong>de</strong> tal simpleza.<br />
—81, señora, sí aere capaz,—dijo D. Diego<br />
sin po<strong>de</strong>r contener el ímpetu <strong>de</strong> sus celos,<br />
—¡Diego, hijo míol<br />
—Bi, señora: lo que dice Gabriel es verdad.<br />
No quiero casarme, al menos hasta ver...<br />
—No pue<strong>de</strong> darse necedad mayor—dije.—<br />
Porque Lord Gray haya conseguido cou su<br />
buena apostura, sus finos modales, sn talento...<br />
—Mi hijo no me dará tan gran pesadumbre-<br />
La Con<strong>de</strong>sa, por hallarse en presencia <strong>de</strong>un<br />
extraño, no soltó la ira que á borbotones<br />
quería escapársele <strong>de</strong>l pecho, al ver en su hijo<br />
la obstinada genialidad, que amenazaba echar<br />
por tierra todos sus proyectos; mas conociendo<br />
yo que aquel volcán necesitaba cumplido<br />
<strong>de</strong>sahogo por el cráter <strong>de</strong> la boca y quiaás por<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CA.D1Z 141<br />
el <strong>de</strong> las manos, juzgué pru<strong>de</strong>nte retirarme.<br />
—¿Se marcha usted?—me dijo.-—^|Yal uua<br />
persona discreta no pne<strong>de</strong> soportar las bachillerías<br />
y antojos <strong>de</strong> este inconsi<strong>de</strong>rado niño.<br />
— Señora—repuse,—D. Üiego es nu niño<br />
"obediente y hará lo que su madre le man<strong>de</strong>.<br />
Beso á usted los pies.<br />
Quiso 1). Diego salir eoninigo; pero la COQ<strong>de</strong>sa<br />
le <strong>de</strong>tuvo diciendo cou enojo:<br />
—Oaballerito, tenemos que hablar.<br />
Yo anhelaba respirar fuera <strong>de</strong> aquella casa.<br />
XIV<br />
Al encontrarme en la calle miré á las rejas<br />
y las vi cerradas. Atormentado por el recuerdo<br />
<strong>de</strong> lo que había visto y oido, revolvieudo<br />
en mi cabeza pensamientos <strong>de</strong> veuganaa, proyectos<br />
<strong>de</strong> barbarie y no só quó i<strong>de</strong>as impías y<br />
locas, dije para mí:<br />
—Ya no me queda duda. Mataré á ese maldito<br />
inglés.<br />
En las mil alternativas y viciaito<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mi<br />
•vida, büjé, subí, caí y levantóme; creí tocar<br />
cou mis manos fatigadas el fondo <strong>de</strong> aquel mar<br />
<strong>de</strong> la borrascosa <strong>de</strong>aventura, don<strong>de</strong> transcurrió<br />
mi niñez, y fuerzas ignoradas me sacaron <strong>de</strong><br />
uuevo á la superficie; luché y pa<strong>de</strong>cí, <strong>de</strong>seé la<br />
muerte y amé la vida; gran<strong>de</strong>s vaivenes y sa-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
143 B. PEBEZ liALDOS<br />
elididas experimenté; pero cuaudo subía, y bajaba,<br />
y iucbaba, y vivía, y moría, jamás <strong>de</strong>jé<br />
<strong>de</strong> percibir aqnella luz, encendida ante la <strong>de</strong>sgracia;<br />
lejana estrella, á quien consi<strong>de</strong>raba como<br />
expresión <strong>de</strong> lo divino y sobrenatural que<br />
hay en la existencia. Pero ya la luz ee Había<br />
apagado, y volviendo los ojos en <strong>de</strong>rredor, yo<br />
no veía sino espantosas obscurida<strong>de</strong>s. Lo que<br />
yo creía perfecto, ya no lo era; lo que yo juzgué<br />
mío, tampoco era nslo; y pensando en esto,<br />
no cesaba <strong>de</strong> exclamar:<br />
—Mataré á ese con<strong>de</strong>nado Lord Gray, Abora<br />
comprendo la satisfacción <strong>de</strong> malar á un<br />
hombre.<br />
Turbado por ios celos, mi corazón,- que hasta<br />
entonces había como florecido, <strong>de</strong>spidiendo<br />
nn sentimiento apacible y dulce, cual el <strong>de</strong> la<br />
religión, ardía ahora con apasionado centelleo,<br />
y lo que había amado, poj' extraordinaria contradicción,<br />
más digno <strong>de</strong> ser amado le parecía.<br />
Sentía ansia <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción, y mi amor propio,<br />
mi orgullo herido clamaban al cielo liaciendo<br />
á toda la creación solidaria <strong>de</strong> mi agravio. Yo<br />
creía que el universo entero estaba ofendido, y<br />
que el cielo y tierra respiraban anhelo <strong>de</strong> venganza.<br />
Crucé varias callea, repitiendo:<br />
—IVIataré á ese inglés, le mataré.<br />
Al volver una esquina creí distinguirle y<br />
apresuré el paso. Sí, era él. Dios me le ponía<br />
<strong>de</strong>lante: le vf <strong>de</strong> espaldas y corrí; mas cuando<br />
estaba junto á él y antes que me viera, peuaé<br />
que no era pru<strong>de</strong>nte precipitar un hecho que<br />
<strong>de</strong>bía tener justificaeióu completa, Procurando<br />
serenarme, dije para ini:<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 143<br />
—Tengo ia seguridad <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rle <strong>de</strong>atro<br />
<strong>de</strong> la caaa. Entre tanto esperemos.<br />
Le toqué eu el hombro, y él al volverse me<br />
miró impasible sia mostrar iii alegría iii <strong>de</strong>sagrado.<br />
—Lord Gray—le dije,—há tiempo queestoy<br />
esperando la última lección <strong>de</strong> esgrima.<br />
—Hoy no tengo humor para lecciones.<br />
—La iieceaitaré pronto.<br />
—¿Va usted á batirse? ¡Ciaé feheidadl ¡Hoy<br />
tengo yo lio humorl... Deseo atravesará cualquiera.<br />
—Yo también, Lord Gray.<br />
— Amigo mío, proporcióneme usted uii<br />
hombre cou quieu romperme el alma.<br />
— ¿Tiene usted spleeiú<br />
^Horroroso.<br />
—Y yo. Los españoles también solemos pa<strong>de</strong>cer<br />
esa enfermedad.<br />
—Es muy raro. Eu buena ocasión me ha<br />
salido usted hoy al encuentro.<br />
—¿Por qué?<br />
—Porque tenía una mala tentación. Estaba<br />
en ¡o más uegro <strong>de</strong> la negrura <strong>de</strong>l spleen, y<br />
pasó por mí la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pegarme uu tiro, ó <strong>de</strong><br />
-arrojarme <strong>de</strong> cabeza al mar.<br />
—Todo por un amor <strong>de</strong>sgraciado. Cuénteme<br />
usted eso y le daré buenos consejos.'<br />
—No me hacen falta. Yo me entiendo<br />
solo,<br />
—Yo conozco á la mujer que le trae á usted<br />
á tan lastimoso estado.<br />
—Usted no conoce nada. Dejemos esa cneatióu<br />
y no hablemos más <strong>de</strong> ella.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
144 B. PERKZ ÍÍALDÜS<br />
Aquella vez, como otras muchas. Lord<br />
Graj» esquivaba tratar el asunto.<br />
—¿Cou que quiere usted que le dé uua leeeión?—me<br />
dijo <strong>de</strong>spués.<br />
—Sí; peto tal, que COQ ella aprenda <strong>de</strong> una<br />
vez todo lo que encierra el noble arte <strong>de</strong> la<br />
esgrima, porque, Milord, tengo que matar á<br />
«no.<br />
—Es cosa fácil. Le matará usted,<br />
—¿Vamos á cusa <strong>de</strong> Míiord'?<br />
—No, varaos al veiiLorrilio <strong>de</strong> Poenco. Beberemos<br />
uü poco. ¿Y cuáudo [uata usted á ese<br />
hotabre?<br />
—Cuando tenga la certeza <strong>de</strong> su alevosía.<br />
Hasta hoy tengo indicios que casi sou dalos<br />
evi<strong>de</strong>ntes, <strong>de</strong> los cuales resultan sospechas<br />
que casi son la misma certidumbre. Puro necesito<br />
más, porque mi alma, ci'édula hasta lo<br />
sumo, foíja sutilezas y escrúpulos. La picara<br />
quieie in'olougar su felicidad.<br />
El calló y yo también. Silenciosamente Ilegamos<br />
á Puerta <strong>de</strong> Tierra.<br />
Plabía en casa <strong>de</strong>l Sr. Poecco gran remesa<br />
<strong>de</strong> majas y gente <strong>de</strong>l bronce, y las coplas picantes<br />
con el guitarro y las palmadas formaba<br />
estrepitosa música <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la casa,<br />
—^Entremos—me dijo Lord Gray.—-Esta<br />
graciosa canalla y sus costumbres rae cautivan.<br />
Poeijeo, llévanos al coarto <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro.<br />
—Aquí viene lo güeno—clamó Poeuco,—<br />
Desapartarse todo el mundo. Abran calle, calle,<br />
sulores.,. espejen, que pasa su niHJestad<br />
mÜoro,<br />
—Muchachos, ¡viva miloro y las Cortes <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 145<br />
la Isla!—gritó el tío Lombrijón levantándose<br />
<strong>de</strong> su asiento y saludándooos, sombrero en<br />
mano, con aqnel garbo majestuoso que es tan<br />
propio <strong>de</strong> gente andaluza.—Y en celebración<br />
<strong>de</strong>l santo <strong>de</strong>l día, que es la santísima libertad<br />
<strong>de</strong> la imprenta, señó Poenco, suelte usted la<br />
espita y que corra nn mar <strong>de</strong> mauzaailla. Todo<br />
lo que beba miloro y la compaña ¡o pago yo,<br />
que aquí esta nn caballero pa otro caballero.<br />
El tío Lombrijón era un viejo robusto y<br />
po<strong>de</strong>roso, <strong>de</strong> voz bronca y gestos gallardos y<br />
eaballereacos. Era traficante en vinos y gozaba<br />
opinión <strong>de</strong> hombre rico, así como <strong>de</strong> gran<br />
galanteador y mujeriego, á pesar <strong>de</strong> la madurez<br />
do sus años.<br />
Lord Gray ¡e dio las gracias, pero sin imitarle<br />
ni eu el tono ni en los movimientos,diferenciándose<br />
en esto <strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> los<br />
ingleses que visitan las Andalucías, los cuales<br />
tienen empeño en hablar y vestir como la<br />
gente <strong>de</strong>l país.<br />
—0¡gastó,tio Lombrijón—dijo otro á quien<br />
llamaban Vejai'rueo, y que era joven y curtidor<br />
en el Puerto.-—A mí no me falta ningán<br />
hombre nado,<br />
—¿Por qué lo dices, camaraiya, y en qué te<br />
he faltado?—dijo Lombrijón.<br />
—Bien lo sabes, camaraiya^repuso Vejarruco.—En<br />
que asina que vi venir á miloro y<br />
la compañía, dije al Sr. Poenco: «Lo que beba<br />
miloro y la compañía, corre <strong>de</strong> mi cuenta,<br />
que aquí hay un caballero pa otro caballero.»<br />
—¡Zorongol—gritó Lombrijóu.^¿Pero di,<br />
Vejarmco, eso es conmigo?<br />
SexTA EDrcíó.'í ^0<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
146 B. PÉREZ CALDOS<br />
-—¡Cachirtilol contigo es.<br />
.—Estira más esa estampa, que no te veo<br />
bien.<br />
-^Alai'ga el joeieo pa que te tome el mol<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> é!.<br />
— ¡Cai'ambitn! ¿Usté no sabe que cuando<br />
me pica un mosquito le <strong>de</strong>smondongo al momeuto?<br />
— ¡Sousoniche! ¿Usté no sabe que cuando<br />
le pego un pezco á un hombre, tiene que pedir<br />
prestaos dientes y muelas pa comer?<br />
—Basta ya, que se me van regolviendo los<br />
eeotidos garrofales—dijo Lombrijón.—Señores,<br />
empiecen á cantar el regiiieternam. por ese<br />
probesitü Vejarrueo.<br />
—Alentaito está el viejo.<br />
—Pues allá va la lezna.<br />
Lombrijón se llevó la mauo al cintnrón en<br />
a<strong>de</strong>man <strong>de</strong> sacar la navaja, y todos los pre-<br />
?eutes, principalmente las mujeres, empeaaron<br />
á gritar.<br />
—Señoras, no tiemblen,—indicó Vejarruco.<br />
—No se batirán —me dijo Lord Gray.—Todos<br />
los días hacen lo mismo, y <strong>de</strong>spués no<br />
hay nada.<br />
•—No he traído el escarbador <strong>de</strong> dientes,—<br />
dijo Lombrijón, encontrándose sin armas,<br />
—Pues ni yo tampoco,—aSadióVejarruco.<br />
—Oamaraiya, por eso noha <strong>de</strong> quedar. Usté<br />
está aniarillo, éeñores, cuando eclié mano<br />
al cinturón, me relucieron las «fias, y peusó<br />
.que era jierro.<br />
—¡Zorongo! Cámara, usté ha escondido la<br />
lezna para que no haya compromiso.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 147<br />
—Tú te la habrás metió en el garguero.<br />
—Yo no la traigo, por humaniá—repuso<br />
Vejarruco,aporque como tengo esta mano<br />
tan peaá, se necesita mucha pruencia pa no<br />
matar caá momento,<br />
—Vaya, déjeulo para <strong>de</strong>spués—dijo Poeuco,—y<br />
k beber.<br />
—Lo que hace por mí, no tengo prisa... Si<br />
Vejarruco ae quiero confesar antes que le endiñe...<br />
—Lo que es por mí... euaudo Lombrijón<br />
quiera el pasaporte para la sécula culorum, se<br />
la daré.<br />
—Pelillos á la mar—dijo Poenco,—y pos<br />
que los dos han <strong>de</strong> morir, mueraa amigos.<br />
—No hay por qué oEeu<strong>de</strong>rse, eomparito.<br />
¿UsLé se ha ofeudio?—preguntó LombrijOn á<br />
BU aDtfigonista.<br />
— ¡CachiruLo! Yo no, ¿y usté?<br />
—Tampoco.<br />
^Pues vengan esos cinco mandamientos.<br />
•—Allá van, y vivan laa Cortes y viva miloro.<br />
—Para cortar la cuestión—dijo Lord Gray,<br />
—yo pagaré á todo eí mundo. Poenco, sírvenos.<br />
Las majas que allí había obsequiaron á<br />
Lord Gray con sonrisas y dichos graciosos;<br />
pero el inglés no tenia humor <strong>de</strong> bromas.<br />
—¿Ha venido María <strong>de</strong> las Nieves?—-preguntó<br />
á una.<br />
—Pesaíto está con María <strong>de</strong> laa Nieves,<br />
¿Nosotras somos aljofifas?<br />
'—Si miloro va esta noche á mi casa—dijo<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
148 B. PÉREZ CALDOS<br />
en VOZ baja otra, que era, si no me engaño,.<br />
Pepa Higadillos,^—verá lo bueno. Mi marío ha<br />
ido á comprar burros, y me divierto pa matar<br />
la soleá.<br />
—A don<strong>de</strong> irá miioro esta noche es á mi<br />
casa—indicó otra que era ya matrona.—A mi<br />
casa va toda iíi. sal <strong>de</strong>l, mundo; y si mikiro<br />
quiere poner un par <strong>de</strong> pesetas á un caballo,<br />
no tengo comeniente... Mi casa ea tony principal,..<br />
Lord Gray se apartó con hastío <strong>de</strong> aquella<br />
gente, y entramos en un cuarto, don<strong>de</strong> el tabernero<br />
recibía tan sólo á cierta clase <strong>de</strong> personas;<br />
y la mesa junto á la cual nos sentamos,<br />
viíae al punta.cnb¡erta <strong>de</strong>l rico tributo<br />
<strong>de</strong> aquellas viñas coataneras, que no tuvieron<br />
ni tienen igua! en el mundo.<br />
XV<br />
"—Hoy voy á beber mucho—me dijo el inglés.—Si<br />
Dios no hubiera hecho á Jerez, jcuán<br />
imperfecta sería su obra! ¿En quódia lo iiiz
1<br />
t<br />
CÁDIZ 149<br />
'luz, amigo mío, y quien dice la luz, dice el<br />
•eiiteud ¡miento.<br />
—Señó miloro—dijo Poenco acercándose á<br />
mi amigo para hablarle con oficioso sigilo,^<br />
María <strong>de</strong> las Nieves está ya loquita por bu-<br />
•cencía. Se hizo todo, y ya tiene su pañolón,<br />
sus zarcillos y su basquina. Si no Hay nada<br />
•que resista á. ese jociquito rubio, y como bucencia<br />
siga aquí, nos vamos á quedar sin don-<br />
•ceyas.<br />
—Poenco—dijo Lord Gray,—déjame eu paz<br />
con tus.doncellas, y lárgate <strong>de</strong> aquí, ai no quieres<br />
que te rompa ana botella en la cara.<br />
—Pues uajeucia; me voy. No se enfa<strong>de</strong> mi<br />
•niño. Yo soy hombre discrelo. Pero sabe bucéncia<br />
que ofrecí dos duros á la tía Higadillos<br />
• que llevó el pañolón, cétera, celera.<br />
Lord Gray sacó dos duros y los tiró al suelo<br />
sin mirar al tabernero, quien tomándolos tuvo<br />
á bien <strong>de</strong>jarnos solos.<br />
—Amigo—me dijo el inglés,:—ya uo me<br />
• queda nada por ver en las negras profundi-<br />
•da<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l vicio. Todo lo que se ve allá abajo<br />
es repugnante. Lo único que vale algo es este<br />
vivífico licor, que uo engaña jamás, como proceda<br />
<strong>de</strong> buenas cepas. Su generoso fuego, en-<br />
-eendieudo llamas <strong>de</strong> inteligencia en nuestra<br />
mente, nos sutiliza elevándonos sobre la vulgar<br />
superficie eu que vivimos.<br />
Lord Gray bebía con arle y elegancia, i<strong>de</strong>alizando<br />
el vicio como Anaereoute. Yo bebía<br />
•también, iudacido por él, y por primera vez<br />
en la vida sentía afáu <strong>de</strong> adormecimiento, <strong>de</strong><br />
olvido, <strong>de</strong> modificación en las i<strong>de</strong>as, que im-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
150 B. PÉREZ GA-r.DO>y<br />
pulsa en sus iucontinencias á Jos buenos bebedores<br />
.ingleses.<br />
Hesoiió un caüonazo en el fondo <strong>de</strong> la bahía,<br />
—Los franceses arreciau el bombar<strong>de</strong>o,—<br />
dije asomátidoine al ventanillo.<br />
—Y al son <strong>de</strong> esta müsica, los clérigos y<br />
los abogttdos <strong>de</strong> las Cortes se ocupan en <strong>de</strong>moler<br />
á España para levantar otra uueva. Están<br />
borrachos.<br />
—Me parece que los borrachos son otros,<br />
Milord.<br />
—Quieren que haya igualdad. Mijy bien.<br />
Lombrijón y Vejarruco serán ministros.<br />
—Si viene la igualdad y se acaba la religión,<br />
¿quién le impedirá á usted casarse con<br />
una española?—dije regresando.junto á la<br />
mesa.<br />
—-Yo quiero que me lo impidan.<br />
—¿Para qué?<br />
—Para arrancarla <strong>de</strong> las garras que la sujetan,<br />
para romper las bai'reras que la religiÓQ<br />
y la nacionalidad ponen entre ella y yo, para<br />
reirme en las barbas <strong>de</strong> doce obispos y <strong>de</strong> cien<br />
nobles finchados, para <strong>de</strong>rribar á puntapiés<br />
ocho conventos, y hacer burla <strong>de</strong> la gloriosa<br />
historia <strong>de</strong> diez y siete siglos, y restablecei' el<br />
estado primiüvo.<br />
Decía esto en plena efervescencia, y no pu<strong>de</strong><br />
menos <strong>de</strong> reirme <strong>de</strong> él,<br />
—Hermoso país es España—continuó.—<br />
Esa canalla <strong>de</strong> las Cortes lo va á echar á per<strong>de</strong>r.<br />
HLIÍ <strong>de</strong> Inglaterra para que mis paisanos<br />
no me rompieran los oídos con sus chillidos<br />
en el Parlamento, con sus pregones <strong>de</strong>l precio<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
•i!
CA.D1Z 151<br />
<strong>de</strong>l, algodón y <strong>de</strong> la harina, y aquí encontró<br />
las mayores <strong>de</strong>licias, porque no huy fábricas<br />
Jii fabricantes panzudos, sino grüciüsos uiitjos;<br />
ni polixoütea estirados, sino chnsquisinaos<br />
ladrones y contrabandistas; porque no hay<br />
boxeadores, sino toreros; porque no hay generales<br />
<strong>de</strong> aca<strong>de</strong>mia, sino gueniileros; porque no<br />
hay fondas, sino conventos llenos <strong>de</strong> poesía, y<br />
en vez <strong>de</strong> lores secos y amojamados poria etiqueta,<br />
estos nobles que van á las tabernas á<br />
emborracliarae con las majas; y en vez <strong>de</strong> filósofos<br />
pedantes, frailes pacíficos que no hacen<br />
nada; y en vez <strong>de</strong> amarga cerveza, vino, que<br />
ea fuego y luz, y sobrenatural espíritu,,. jOh,<br />
amigoi Yo <strong>de</strong>bí nacer eu España. Si yo liubiera,<br />
nacido bajo este sol, habría sido gnerrüleio<br />
hoy y mendigo mañana, fraile al amanecer y<br />
torero por la tar<strong>de</strong>, majo y sacristán <strong>de</strong> conventos<br />
<strong>de</strong> monjas, abate y petimetre, contrabandista<br />
y salteador <strong>de</strong> caminos... España es<br />
el país <strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong>snuda, <strong>de</strong> las pasiones<br />
exaltadas, <strong>de</strong> los sentimientos enérgicos,<br />
<strong>de</strong>l bien y el mal sueltos y libres, <strong>de</strong> los privilegios<br />
que traen las luchas, <strong>de</strong> la guerra coritiuua<br />
<strong>de</strong>l nunca <strong>de</strong>scausar... Amo todita esas<br />
fortalezas qno ha ido levantando la Historia<br />
para tener yo el placer <strong>de</strong> escalarlas; amo loa<br />
caracteres tenaces y testarudos para contrariarlos;<br />
amo los peligros para acometerlos; amo lo<br />
imposible para reírme <strong>de</strong> la lógica, facilitándolo;<br />
amo todo lo que es inaccesible y abrupto<br />
eii el or<strong>de</strong>n moral, para vencerlo; amo las tempesta<strong>de</strong>s<br />
todas para lanzarme en ella?, impelido<br />
por la curiosidad <strong>de</strong> ver si salgo sano y sal-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
152 B. PERBZ SALDOS<br />
vo <strong>de</strong> SUS tremendos remoliuos; gusto <strong>de</strong> que<br />
me digan «<strong>de</strong> aqaf uo pasarás,» para contestar<br />
«pasaré, n<br />
Yo seotia inusitado ardor eu mi cabeza, y<br />
la sangre se rce infiaaiaba <strong>de</strong>utro <strong>de</strong> las veiiae.<br />
Oyendo á Lord Gray, sen time inclinado á abatir<br />
su estupendo orgullo, y con altanería le dije:<br />
—Pues no, no pasará usted,<br />
—¡Pues pasarél—me contestó.<br />
—Yo amo lo recto, lo justo, lo verda<strong>de</strong>ro, y<br />
<strong>de</strong>testo los locos absurdos y las intenciones soberbias.<br />
Allí don<strong>de</strong> veo un orgulloso, le humillo;<br />
allí don<strong>de</strong> veo un ladrón, le mato; allí don<strong>de</strong><br />
veo uu intruso, le arrojo fuera.<br />
•—Amigo^me dijo el inglés,—me pai-ece<br />
que á usted se le van los humos <strong>de</strong> la manzanilla<br />
á la cabeza- Yo le digo como Lambrijóa<br />
á Vejarruco: «Camarafta, ¿eso que ha dicho es<br />
conmigo?!»<br />
^Con usted,<br />
•—¿No somos amigos?<br />
—No; no somos ni po<strong>de</strong>mos ser amigos—<br />
grité con la exaltación <strong>de</strong> la embriaguez.—<br />
]Lord Gray, le odio á usted!<br />
—Otro traguito—^dijo el inglés con socarronería.—Hoy<br />
está usted bravo. Antes <strong>de</strong> beber<br />
habló <strong>de</strong> matar á un hombre,<br />
—Si, sí... y ese hombre es usted.<br />
—¿Por qué he <strong>de</strong>monr, amigo?<br />
— Porque quiero, Lord Gray; ahora mismo.<br />
Elija usted sitio y armas.<br />
—¿Armas? Un vaso <strong>de</strong> Pedro Jiméuez-<br />
Me levanté fuera.<strong>de</strong> raí, y asi una silla coa<br />
resolución hostil; pero Lord Oray penuanecid<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 153<br />
tan impasible, tan indiferente á mi cólera, y<br />
^I mismo tiempo tan eereuo y risueño, que me<br />
sentí sin bríos para <strong>de</strong>scargarle el golpe.<br />
—Despacio. Nos batiremos luego-—dijo rompiendo<br />
á reir cou expansiva jovialidad,—Ahora<br />
voy á <strong>de</strong>clarar la eaoaa <strong>de</strong> ese repentino enfado<br />
y anhelo <strong>de</strong> matarme. jPobrecito <strong>de</strong> mí!<br />
—¿Cuál ea?<br />
—Cuestión <strong>de</strong> faldas. Una supuesta rivalidad,<br />
Sr. D. Gabriel.<br />
—Dígalo usted todo <strong>de</strong> una vez,—exclamé<br />
sintiendo que se redoblaba mi coraje,<br />
—Usted está celoso y ofendido, porque su-<br />
,pone que le he quitado su dama.<br />
No ie contesté,<br />
—Pues no hay uada <strong>de</strong> eso, amigo mío.<br />
Respire usted tranquilo las auras <strong>de</strong>l amor.<br />
-Me parece haberle oído <strong>de</strong>cir á Poenco que<br />
anda usted á caza <strong>de</strong> esa Mariquilla, que no<br />
<strong>de</strong> las Nieves, sino <strong>de</strong> los Fuegos <strong>de</strong>bería llamarse.<br />
A usted le han dicho que yo,,, pues,<br />
diré como Poenco.,. «cétera, cétera.s Amigo<br />
•mío, cierto es que me gustaba esa muchacha;<br />
pero basta que un camaraiya haya puesto los<br />
ojos en ella, para que yo no intente seguir<br />
a<strong>de</strong>lante. Esto se llama generosidad: no es el<br />
primer caso que se encuentra en mi vida. En<br />
celebración <strong>de</strong> paz, acabemos esta botella.<br />
Al frenesí que antes había yo sentido, sucedió<br />
tal entorpecimiento y obscuridad <strong>de</strong> mis<br />
faculta<strong>de</strong>s intelectuales, qae no supe qué respon<strong>de</strong>r<br />
á Lord Gray, ni realmente le respondí<br />
—Pero, amigo mío—prosiguió él, menos<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
154 B. PÉREZ QALDÓS<br />
afectado que yo por la bebida,—hemos sabido<br />
que á Mariqíiilla <strong>de</strong> las Nieves la eofteja...<br />
]coi'tejarl bermosa palabra que uo tieue igual<br />
en ningún idioma... Pues <strong>de</strong>uía que la corteja<br />
un guapo <strong>de</strong> Jerez, qne se me fi^um más<br />
afortuuado que nosutios. Sin duda ese es el<br />
que usted quiere matar.<br />
— ¡A ese, á ese!—-dije sintiendo que se me<br />
<strong>de</strong>spejaban un tanto los aposentos altos.<br />
—Cuente usted conmigo. Carrito Báez, que<br />
así llaman al jerezano, es nn necio presumido<br />
y matasiete, que con todo el mundo arma ca-.<br />
morra. Deseo tener caestión con él. Le provocaremos.<br />
—[Le provocaremos, ai, señor, le provocaremos<br />
!<br />
—Le mataremos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todala gente <strong>de</strong>l<br />
bronce, para que vean cómo sucumbe un tonto<br />
á manos <strong>de</strong> nn caballero... Pero no sabía que<br />
estuviera usted enamorado, ¿Des<strong>de</strong>' cuándo?<br />
—Des<strong>de</strong> bace mucbo, mucho tiempo—respondí<br />
viendo cómo daba vueltas la babitacióu<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos.—Eramos niños: elia y yo<br />
estábamos abandonados y solos en el mundo,<br />
La <strong>de</strong>sgracia nos impelió á compa<strong>de</strong>cernos, y<br />
compa<strong>de</strong>ciéndonos, sin saber cómo, «os amamos.<br />
Pa<strong>de</strong>cimos juntos gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sventuras,<br />
y fiando en Dios y en nuestro amoi', vencimos<br />
inmensos peligros. Llegué á consi<strong>de</strong>rarla<br />
como indisolublemente unida á mí por superior<br />
<strong>de</strong>stino, y mi corazón, fortalecido por una<br />
fe sin límites, no pa<strong>de</strong>ció en mucbo tiempo<br />
los martirios <strong>de</strong> celos, <strong>de</strong>sconfianzas, temores<br />
ui amorosos sobresaltos.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
i
CÁDIZ 155<br />
—Hombre: eso es extraordinai'io, jY todo<br />
por María <strong>de</strong> las Nieves!...<br />
—Peio todo se acabó, amigo mío. El mundo<br />
8H me ha caído siiciraa. ¿N() lo ve usted, uo<br />
lo ve usted caer á pedazos sobi'e mi cabeza?<br />
¿No ve usted estas moutafiaa que me machacan<br />
los sesos? Mi cerebrn hecho trizas salta eii<br />
piltrafas mil, y salpicando se esparce por laa.<br />
pare<strong>de</strong>s.., aquí... allí... más allá. ¿No lo ve<br />
usted?<br />
—Ya lo veo...—repuso Lord Gray, rematando<br />
una botella.<br />
—El mundo se me cayó encima. Se apagó<br />
el sol... ¿No lo ve usted, hombre; no advierte<br />
las horribles tinieblaa que nos ro<strong>de</strong>an? Todo<br />
ae obscureció, cielo y tierra, y el sol y la luna<br />
cayeron, como ascuas <strong>de</strong> un cigarro... Ella y<br />
yo nos separamos: leguas y más leguas, días<br />
y días y más días se pusieron eutre nosotros;<br />
yo alargaba los brazos ansiaudo tocarla con<br />
mis manos; pero mis manos no tocaban sino<br />
el vacío. Ella subió y yo me quedé don<strong>de</strong> estaba.<br />
Yo miraba y no veía uada... Estaba escondida:<br />
¿dón<strong>de</strong>? dirá usted.,, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cerebro.<br />
Yo me metía lüs manos eu la cabeza y<br />
escarbaba allí <strong>de</strong>ntro; pero uo la podía coger.<br />
Era uua burbuja, una partícula, uu átomo<br />
bullicioso y movible que me atormentaba en<br />
sueños y <strong>de</strong>spierto. Quise olvidarla y no pu<strong>de</strong>.<br />
De nocbe cruzaba lo3 brazos y <strong>de</strong>cía: «aquí la<br />
tengo; nadie me la quitará...» Cuando me dijeron<br />
que me había olvidado, yo no lo quería<br />
creer. Salí á la calle, y todo el mundo se reía<br />
<strong>de</strong> mí. ¡Espantosa nochel Escupí al cielo y lo<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
156 B. PÉREZ CALDOS<br />
<strong>de</strong>jó sombrío... Me metí la mano en el pecho,<br />
saqué el corazón, lo estrujé como «na naranja<br />
y se lo arrojé á los perros.<br />
— jQué inmenso é i<strong>de</strong>al amorl—exclamó<br />
Lord Gray.—Y todo eso por Mariquilla délas<br />
Nieves... Beba usted esa copa.<br />
—Supe que amaba á otro—afiadí sintiendo<br />
que uii cerebro <strong>de</strong>spedía una lumbre vagorosa<br />
y <strong>de</strong>sparramada, llama <strong>de</strong> alcohol que<br />
trazaba mil figuras eu el espacio con sus lenguas<br />
azules.—¡Amaba á otrol Una noche se<br />
me apareció. Iba <strong>de</strong> brazo con su nuevo amante.<br />
Pasaron por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y no n:ie miraron.<br />
Yo me leviinlé, y tomando !a espada<br />
herí en el vacío, y eo el vacío surgió un manantial<br />
<strong>de</strong>sangre. La vi que se llegaba hacia<br />
mí pidiéudoine perdón. La manga <strong>de</strong> su vestido<br />
tocó mi rostro, y me quemó. ¿Ve-usted la<br />
quemadura, la ve usted?<br />
—Si, la veo, la veo. |Y todo esto por María<br />
<strong>de</strong> las Nieves!,.. Hombre, es gracioso. A ver<br />
Á qué sabe este Moutilla.<br />
—Yo quiero matar á ese hombre, 6 que él<br />
me matea mí.<br />
—No: áél, á él. ¡Pobre Gnrrito Báezl<br />
, —Le mataré, le mataré, sí—clamaba yo<br />
con fui'or, ponieudo mi puño cerrado en el<br />
pecho <strong>de</strong> Lord Gray.—¿No siente usted cómo<br />
baila el mundo bajo nuestros pies? El mar eutra<br />
por esa ventana. Ahoguémonos juntos, y<br />
todo eonchiirá.<br />
•—¿Ahogarme? No—dijo e! inglés.—Yo también<br />
amo.<br />
A pesar <strong>de</strong> mi lastimoso estado intelee-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ<br />
157<br />
tual, presté atención ílsii palabr<br />
—Yo también amo^prosiguió.—Mi amor,<br />
ea secreto, misterioso y oculto, como las perlas,<br />
que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una concha<br />
yacen en el fondo <strong>de</strong>l mar. No tengo celos<br />
<strong>de</strong> nadie, porque su corazón es todo mío.<br />
No tengo celos más que <strong>de</strong> la publicidad; odio<br />
<strong>de</strong> muerte á todo el que <strong>de</strong>scubra y propale<br />
mi secreto. Antes me arrancaré la lengua que<br />
pronunciar su nombre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> otra persona.<br />
Su nombre, su casa, su familia, todo es<br />
misterioso. Yo me <strong>de</strong>slizo eu la obscuridad,<br />
eu obscuridad profunda qne no proyecta sombra<br />
alguna, y abro mis brazos para recibirla,<br />
y los cuerpos se confun<strong>de</strong>n en el negro espacio.<br />
Bullen átomos <strong>de</strong> luz, como éstos que<br />
ahora nos ro<strong>de</strong>an, y en laa puntas <strong>de</strong> nuestros<br />
cabellos palpita, con galvánica fuerza, embriagadora<br />
sensibilidad. ¿No percibe usted<br />
estas ondas que vienen <strong>de</strong>l cielo; no siente usted<br />
cómo se abre la tierra y <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> cien mii<br />
vidas uuevas, creadas eu esta corola don<strong>de</strong><br />
estamos, y en cuyos bor<strong>de</strong>s nos movemos á<br />
impulsos <strong>de</strong> la suave y embalsamada brisa?<br />
—|S1, lo veo, lo veo!—respondí llevando el<br />
vaso á mis labios.<br />
—Amigo mío, Dios hizo perfectamente al<br />
amasar este barro <strong>de</strong>l mundo. Habría sido<br />
lástima que no lo hiciera. La materia vivificada<br />
por el amor ea sin duda lo mejor que existe<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l espíritu. Yo adoro el universo<br />
Heno <strong>de</strong> luz, pintado con lindos colores, sombreado<br />
por amorosas opacida<strong>de</strong>s que cubre el<br />
discreto amor; yo adoro la Naturaleza que to-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
158 B. PÉREZ GALBOS<br />
do lo hizo hermoso, y <strong>de</strong>testo á los hombres<br />
corruptores <strong>de</strong>l elemento dou<strong>de</strong> habitan, como<br />
eusuciau los sapos la laguna. Mi ahna se<br />
arroja fuera <strong>de</strong> este lodnzid y busca los aires<br />
puj'os; huye <strong>de</strong> las infectas madrigueras fie la<br />
eivilÍKación, abiertas en fango pestilente, y se<br />
baüa en los rayos <strong>de</strong> oro que eriizau los espacios.<br />
Olvidaba <strong>de</strong>cir á usted que para hacer<br />
más encantadora mi aventuní, la historia, es<br />
<strong>de</strong>cir, diez, y siete siglos <strong>de</strong> guerra, <strong>de</strong> tratados,<br />
<strong>de</strong> privilegios, <strong>de</strong> tiranía, do fanatismo<br />
religioso, se oponen á que sea mia. Necesito<br />
<strong>de</strong>moler las torrea <strong>de</strong>l orgullo, aba.tir los alcázares<br />
<strong>de</strong>l fanatismo, burlarme <strong>de</strong> la fatuidad<br />
<strong>de</strong> cien familias que cifran su orgullo en <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />
<strong>de</strong> un Rey asesino, D, JSnriqueJI, y <strong>de</strong><br />
una Reina liviana, Doña UiTaca <strong>de</strong> Castilla,<br />
apalear cien frailes, azotar cieu dueñas, profanar<br />
la casa llena <strong>de</strong> piíitarreados blasones,<br />
y baata el mismo templo lleno <strong>de</strong> sepulcros, si<br />
la refugian en él.<br />
—¿La va usted á robar, Milord?—pregunté<br />
en un instante <strong>de</strong> rápida luci<strong>de</strong>z.<br />
—Sí, la robaré y me la llevaré á Malta,<br />
dou<strong>de</strong> tengo un palacio. He pedido un barco<br />
á Ingiateri'a.<br />
Sentí súbito estremecimiento, oomo si mi<br />
conturbada naturaleza hiciera an esfuerzo-colosal<br />
para recobrar su perdido aliento.<br />
^Lord Gray—dije, — somos amigos. Soy<br />
discreto. Yo le ayudaré á usted en esa empresa,<br />
que no será fácil por <strong>de</strong>sgracia.<br />
—No lo será... veremos —repuso exaltado,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> beber con ardiente anhelo.—<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADig 159<br />
Yo le ayudaré á usted amatar á Currito Báez."<br />
—Si, le mataré, asi tuviera mil vidas. Pero<br />
permítame usted que le pague su auxilio, ofreciéndole<br />
el mío pura robar á esa mujer, y burlarnos<br />
<strong>de</strong> diez y siete siglos <strong>de</strong> guerras, <strong>de</strong> tratados,<br />
<strong>de</strong> privilegios, <strong>de</strong> fanatismo, <strong>de</strong> religióo,<br />
<strong>de</strong> tiranía,<br />
-—iBien, amigo Gabriel; venga esa mano!<br />
iViva lo imposible! Jíl placer do acometerlo es<br />
el vínico placer real.<br />
—Yo quiero estar en los secretos <strong>de</strong> usted,<br />
Mi lord.<br />
—Lo estará usted.<br />
•—Yo mataré á mi hombre.<br />
'—Y pronto. Venga esa mano.<br />
—Allí va.<br />
—Abora bajemos,—dijo Lord Gray en el<br />
apogeo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>lirio.<br />
—¿A dón<strong>de</strong>?<br />
—Al mundo.<br />
—El mundo se ba hecho pedazos, uo exis-'<br />
te,—dije yo.<br />
—Lo compren<strong>de</strong>mos. Una vez se me rompió<br />
en mil pedazos un vaso etruseo que compré<br />
en Ñapóles. Yo recogí lo.s trozos uno á<br />
uno, y los pegué perfectamente... (Oh, amada<br />
míal ¿Dón<strong>de</strong> estás que no te veoV Este perfume<br />
<strong>de</strong> ñores, esta música me annneiau que no<br />
estás lejos. Sr. <strong>de</strong> Araeeli, ¿uo la oye usted?<br />
—Sí, una música encantadora,^respondí, y<br />
era verdad que creí oiría.<br />
—Ella viene envuelta en la nube 'que la ro<strong>de</strong>a,<br />
¿No advierte usted la <strong>de</strong>slumbradora claridad<br />
que entra en la estancia?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
160 B. PERGZ GALDOS<br />
—Sí, la veo.<br />
—Mi amada viene, Sr. <strong>de</strong> Araeeli; ya entra,<br />
aquí está.<br />
Miré á la puerta y la vi; era ella misma ro<strong>de</strong>ada<br />
<strong>de</strong> uua luz dorada y pálida couio ia<br />
manzanilla y el jerez que habíamos bebido.<br />
Quise levantarme; pero mi cuerpo se hizo <strong>de</strong><br />
plomo; mi cabeza pesó más que una montaña,,<br />
y cayó entre mis brazos sobre la mesa, peudieudo<br />
<strong>de</strong> súbito toda uocióu <strong>de</strong> existencia.<br />
XVI<br />
AI recobrarla lenta y obscura, la voz <strong>de</strong>l<br />
Sr. Poeneo fué el acci<strong>de</strong>nte que me dio á conocer<br />
que había muudo. Lord Gray había<br />
<strong>de</strong>saparecido. Recouocíme y me encontré estúpido;<br />
pero la vergüenza motivada por el recuerdo<br />
<strong>de</strong> mi envilecimiento vino más tar<strong>de</strong>.<br />
jY que vergüenza aquélla, sefioreel Muchotiempo<br />
tardé en perdonarme.<br />
Pero echemos un velo, como dicen los historiadores,<br />
sobre el infausto suceso <strong>de</strong> mi embriaguez,<br />
y sigamos el cuento.<br />
Des<strong>de</strong> tal día, el servicio en la Cortadura y<br />
en Matagorda me entretuvo algúu tiempo, y<br />
no me fueron posibles aquellas visitas, ya tristísimas,<br />
ya alegres, que á Cádiz hacía; pero al<br />
fin, como el asedio no era penoso, disfruté <strong>de</strong><br />
algún vagar, y un día púseme eu camino d&<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 161<br />
la calle Ancha, con intento <strong>de</strong> resolver allí<br />
qné dirección tomar.<br />
En tiempos nonnales, era la calle Ancha<br />
el sitio don<strong>de</strong> se reunía la caterva <strong>de</strong> mentirosos,<br />
<strong>de</strong>socupados, noveleros y toda la gente<br />
curiosa, alegre y holgazana. Allí iban también<br />
<strong>de</strong> paseo á la hora <strong>de</strong>l mediodía en invierno<br />
y por las tar<strong>de</strong>s eu verano las damas á<br />
ia moda y los petimetres, abates y enamorados,<br />
ocurriendo con esto mil lances y escenas<br />
<strong>de</strong>que nos ha <strong>de</strong>jado retrato muy vivo D. Juan<br />
<strong>de</strong>l Castillo en sus saínetes urbanos, no menos<br />
graciosos y verda<strong>de</strong>ros que los populares y<br />
consagrados á la ujajeza.<br />
l'ero en 1811, y <strong>de</strong>spués que las Cortes se<br />
trasladaron á Cádiz, la calle Ancha, a<strong>de</strong>más<br />
<strong>de</strong> UD paseo público, era, si se me permite el<br />
símil, el corazón <strong>de</strong> España. Allí se conocían,<br />
antes que eu ninguna parte, los sucesos <strong>de</strong> ¡a<br />
guerra, las batallas ganadas ó perdidas, los<br />
proyectos legislativos, los <strong>de</strong>cretos <strong>de</strong>l Gobierno<br />
legitimo y las disposiciones <strong>de</strong>l intruso, la<br />
pohtica toda, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más gran<strong>de</strong> á la más<br />
menuda, y lo que <strong>de</strong>spués se ha llamado chismes<br />
políticos, marejada política, mar <strong>de</strong> fondo<br />
y cabil<strong>de</strong>os. Conocíanse asimismo ios cambios<br />
<strong>de</strong> empleados y el inovimiento <strong>de</strong> aquella ad-<br />
Eoinistración que con sa enorme balumba <strong>de</strong><br />
consejos, secretarlas, coutadurfas, real sello,<br />
juntas superiores, superinten<strong>de</strong>ncias, real giro,<br />
real estampilla, renovación <strong>de</strong> vales, medios<br />
arbitrios, etc.. se refugió en Cádiz <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
la invasión <strong>de</strong> las Andalucías. Cádiz reventaba<br />
<strong>de</strong> oficinas y estaba atestada <strong>de</strong> legajos.<br />
SEXTA EDICIÓN 11<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
102 li. PliREZ GALUÜS<br />
A<strong>de</strong>más, la calle Aecha obtenía la primacía<br />
eu la edición y propaganda <strong>de</strong> los diferentes<br />
impresos y maonscriLos cou qoe entonces<br />
S6 apacentaba la opinión; y lo mismo las rencillas<br />
<strong>de</strong> los literatos, qne las discordius délos<br />
políticos; lo mismo los epigramas, quo las<br />
diatribas, qne los vejámenes, qne laa cüricatulas,<br />
allí siilieron por primera vea á la copiosa<br />
Inz <strong>de</strong> la publicidud. En la calle Ancha se recitaban,<br />
pasaiido <strong>de</strong> boca en boca, los malignos<br />
versos <strong>de</strong> Arriaza, y laí biliosas diatribas<br />
<strong>de</strong> Capmnny contra Quintana.<br />
Allí apaj'ecieron arrebatados <strong>de</strong> nna á otra<br />
mano los primeros números <strong>de</strong> aquellos periodiqnitos<br />
tan inocentes, mariposas nacidas al<br />
tibio calor <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> la imprenta en su<br />
crepúsculo matn tino; aquéllos que se Humaron<br />
El Revisor Polílieo, El Telégrafo Americano,<br />
El Conciso, La Gaceta <strong>de</strong> la Regencia, El Robespierrc<br />
Español, El Amigo <strong>de</strong> las Leyes, El Censor<br />
General, El Diario <strong>de</strong> la Tar<strong>de</strong>, La Abeja.<br />
Española, El Duen<strong>de</strong> <strong>de</strong> los Cafés y El l'roeii,<br />
rador general <strong>de</strong> la Nación y <strong>de</strong>l Rey, algunos<br />
, absolutisías y enemigos <strong>de</strong> las reformas, los<br />
más liberales y <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> las nuevas leyes.<br />
Allí se trabaron las primeras disputas, <strong>de</strong><br />
las cuales hicieron luego escandalosa síntesis<br />
los autores respectivamente <strong>de</strong> los dos célebres<br />
libros Diccionario manuid y Diccionario<br />
crítico burlesco, ambos signo claro <strong>de</strong> la gran<br />
reyerta y cachetina que en el resto <strong>de</strong>l siglo<br />
se había <strong>de</strong> armar entre los dos fanalismos<br />
que há tiempo vienen luchando y lucharán por<br />
largo espacio todavía.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
M
CÁDIZ 163<br />
EH la calle Ancha, en suma, se congrpgaba<br />
todo el patriotismo con todo el faiuiíisnio<br />
<strong>de</strong> los tiempos; alií !a iiioeeucia <strong>de</strong> aquella<br />
,edad, allí sa bullicioso <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> noveda<strong>de</strong>s,<br />
allí la voluble peLuluucia española con el lieróico<br />
espíritu, lalraoqueza, el donaire, la fuufarronada,<br />
y también, la virtud mo<strong>de</strong>sta y callada.<br />
Teuía la calle Ancha mucho <strong>de</strong> lo que<br />
llamamos Salón <strong>de</strong> coníerencias, <strong>de</strong> lo que<br />
hoy es Bolsa; Bolsín, Ateneo, Circulo, Tertulia.<br />
Era también un Club.<br />
Cualquiera que entonces entrase en ella por<br />
las calles <strong>de</strong> la Verónica ó Novena, y la atravesase<br />
en dh'eccióii á la plaza <strong>de</strong> San Antonio,<br />
habríase creído transportado á la capital<br />
<strong>de</strong> un pueblo eiT pleno goce <strong>de</strong>l más acabado<br />
bienestar, y aun <strong>de</strong> la paz más completa, si<br />
no moatrarii otra cosa la multitud <strong>de</strong> uniformes<br />
militares, tan varios como alegres, que<br />
abundantemente se veían. Gastaban las damas<br />
gaditanas ostentoso lujo, no sólo por .hacer<br />
alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> tranquilidad ante las amenazas<br />
<strong>de</strong> los franceses, sino porque era Cádiz entonces<br />
ciudad <strong>de</strong> gran riqueza, guardadora <strong>de</strong> los<br />
tesoros <strong>de</strong> ambas ludias. Casi-todos los petimetres<br />
y la juventud florida en masa, lo mismo<br />
<strong>de</strong> la aristocracia que <strong>de</strong>l alto comercio,<br />
se habían alistado en los diferentes cuerpos<br />
<strong>de</strong> voluntarios que en Febrero <strong>de</strong> 1810 se formaron;<br />
y como en tales cuerpos lia dominado<br />
siempre por lo común la vanidad <strong>de</strong> lucir uniformes<br />
y arreos <strong>de</strong> gran golpe <strong>de</strong> vista, aquello<br />
fué nna bendiciOn <strong>de</strong> Dios para el Uicimiento<br />
<strong>de</strong> sastres y costureras, y los lüi-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
164 B. PÉREZ OALDOS<br />
Hcianos <strong>de</strong> Cádiz estaban que ni pintados^<br />
Debo advertir que se portaron bien y cotíverda<strong>de</strong>ro<br />
espíritu militar en todo lo muy difícil<br />
y arriesgado que duraute el sitio se lea-,<br />
confió; pero su principal triunfo estaba en !a<br />
calle Ancha entre muchachas solteras, casadas<br />
y viuditas.<br />
Llamábanse unos los guacamayos, por haber<br />
elegido el color <strong>de</strong> grana para su uniforme,<br />
y éstos formaban cuatro batallones do 11^<br />
nea. Menos vistosoy <strong>de</strong>slumbrador era el vestido<br />
<strong>de</strong> loa dos batallones <strong>de</strong> ligeros, á quienes<br />
llainaron cana-neos, por usar cananas en^<br />
vez <strong>de</strong> cartucheras. Otros, por haber aplicado<br />
profusamente á sus personas el color ver<strong>de</strong>,,<br />
fueron <strong>de</strong>signados con el nomSre <strong>de</strong> Ucheguinoa,<br />
si bien hny quien atribuye este apoyo á<br />
la circunstancia <strong>de</strong> pertenecer los tales lechiigumos<br />
á los barrios <strong>de</strong> Puerta <strong>de</strong> Tierra y extramuros,<br />
don<strong>de</strong> se crían lechugas. Ooo loamozos<br />
<strong>de</strong> cuerda y trabajadores formóse unregimiento<br />
<strong>de</strong> artillería; y como eligieran pata<br />
<strong>de</strong>corarse ei morado, el rojo y el ver<strong>de</strong> en episcopal<br />
coinbiuaeiÓD, fueron llamados los obis^<br />
pos, y no hubo quien les quitara el nombre<br />
durante todo el transcurso <strong>de</strong> la guerra. Oírosque<br />
militaron en la infantería y eran mo<strong>de</strong>stísimos<br />
en estatura y traje, fueron <strong>de</strong>signadoscon<br />
el mote <strong>de</strong> jwegilcs, y a las personas gravee<br />
que habían formado una mihcia urbana<br />
y exornádose con un levitón negro y cuello<br />
encatnado, se les tituló los pavos. Todos llevaban<br />
nombre contrahecho, y hasta el cuerpo<br />
que se formó con los <strong>de</strong>sertores polacos, nO'<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 165<br />
ipudo llamarse nuuca <strong>de</strong> los polacos, sino <strong>de</strong><br />
ÍSLS -polaeras.<br />
Todo este ininenso, variado y pintoresco<br />
:personal <strong>de</strong> guacamayos, cananeos, obispos, pe-<br />
' regiles y pavos discurría por la calle Ancha y<br />
plaza <strong>de</strong> San Antonio, llamada entonces Golfo<br />
<strong>de</strong> las damas, en las horas qne <strong>de</strong>jaba libres el<br />
eerpicio, menos penoso y arriesgado allí que en<br />
Zaragoza. Formaban loa variados uniformes,<br />
á ios cuales se añadían los nuestros y los délos<br />
ingleses, la más auiraada_y alegre mezcolanza<br />
que pue<strong>de</strong> ofrecerse á la vista; y como las señoras<br />
no llevaban sus guardapiés y fal<strong>de</strong>liinaa<br />
<strong>de</strong> luto, sino, por el contrario, <strong>de</strong> los más brillantes<br />
rasos blancos, amarillos ó rosa, con<br />
mantillas quier blancas, quier negras, y cin-<br />
'tas emblemáticas, y cucardas patrióticas á<br />
falta <strong>de</strong> flores, juzgúese <strong>de</strong> cuan bonita sería<br />
aquella calle Ancha, la cual como calle, y aun<br />
<strong>de</strong>sierta y abandonada por el alegre gentío, es,<br />
- con sólo el adorno <strong>de</strong> sus lindas casas, <strong>de</strong> sus<br />
ibalcoues siempre pintados y <strong>de</strong> sus mil vidrios,<br />
lo más bonito que existe en ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Mediodía,<br />
Des<strong>de</strong> que llegué hube <strong>de</strong> encontrar muchos<br />
^amigos, y comenzó el preguntar y respon<strong>de</strong>r<br />
•<strong>de</strong> esta manera:<br />
—¿Qué dice hoy El Diario Mercantil?<br />
—Llama ladrones á todos los amigos <strong>de</strong> las<br />
•reformas, y dice que llegará día en que el<br />
Obispo <strong>de</strong> Orense ponga un grillete al pie á<br />
los picaros que le encausaron por no querer<br />
jurar.<br />
—Pues para ser enemigo <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
1( li. PEKE2 GALBOS<br />
la imprenta, El Diario Mercantil no se muer<strong>de</strong><br />
la lengua.<br />
—[Pero qué bien le contesta boy El Conci-<br />
¡to! Le dice que los matacan<strong>de</strong>las dr, toda luz<br />
<strong>de</strong> la ratón, no quisieran que ahimbrase al inundo<br />
más luz que la <strong>de</strong> las hogueras inquisitoriales.<br />
—Peor lea trata .Eí Robespierré Español,<br />
que diue: "El antigito edijhio romanesco'góticomornno<br />
<strong>de</strong> las preocupaciones caerá, y quedaránse<br />
á la luna <strong>de</strong> V-alencia tanto vampiro, cárabo<br />
y lechuzo como..^.<br />
Jiiiiipnras mata y cl aceile cimpa.>j<br />
—Pero veamos qué dice Sí Concisin.<br />
Y sacaron un diminuto papel, búmetio aún,<br />
como recién salido <strong>de</strong> la prensa, el cual era<br />
una especie <strong>de</strong> suplemento, hijuela y lugarteuiente<br />
<strong>de</strong> El Conciso gran<strong>de</strong>, y en su lenguaje<br />
íiguiaba un uiño que venía á contarle á su<br />
papá !o que ocurría por las Cortes.<br />
—Kl Concisin dice; «Después <strong>de</strong>l Sr, Arigüeiles,<br />
que habló con tanta elocuencia como<br />
»<strong>de</strong> costumbre, antojósele á Ostolaza dar al<br />
svienlo e! repiqueteo <strong>de</strong> su voz clueca y bencerril,<br />
y entre las risas <strong>de</strong> las tribunas y el<br />
^alborozo <strong>de</strong>l paraíso, <strong>de</strong>fendió á los uñilargos<br />
»y panzirrellenos que viven <strong>de</strong>l arcaboba <strong>de</strong><br />
ala Iglesia, í<br />
—Hombre, lea trata con <strong>de</strong>masiada benevolencia.<br />
—Ellos nos llaman á nosotros kerejotes y<br />
calabazonef.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
\<br />
%<br />
,Jf^
CA.01Z<br />
167<br />
—¡Si no se pue<strong>de</strong> sufrir á eaa canallñ! Hay<br />
que poner una liorca en el Golfo <strong>de</strong> las Da-,<br />
mas para colgar serviles, empezando por loB<br />
<strong>de</strong> capilla y acabando por los <strong>de</strong> í'alclón.<br />
—Dej'í usted qne uos sacndaraos á Soult, y<br />
los cananeos <strong>de</strong>jaremos á Eppbña eoino una<br />
balsa <strong>de</strong> aceite. ¿Y qué se sabe <strong>de</strong>l Lord?<br />
—Va sobre Badajoz.<br />
—Massena viene en retirada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Portugal,<br />
—-Los franceses han abandonado á Campomayor.<br />
—Pronto se vuiirá Castaños áWelliugíon.<br />
—Señora Doña Flora <strong>de</strong> Ciniesga, tenga usted<br />
íelices días.<br />
—-Felices, señores guacamayos. Lord Gray,<br />
felices, y usted, Sr. <strong>de</strong> Araoeli, téngalos muy<br />
buenos, auuque no sea sino por lo caro qiie se<br />
ven<strong>de</strong>.<br />
Al mismo tiempo que Doña Flora, se presentó<br />
ante mí Lord Gray. Hablóme la dama<br />
con cierto sonsonete reprensivo que me hizo<br />
muclia gracia. Recibía al mismo tiempo plácemes<br />
y finezas <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>l corrillo, y cortesía<br />
va, cortesía viene, la ro<strong>de</strong>amos, llevándola<br />
calle a<strong>de</strong>lante como en procesión, con cola<br />
<strong>de</strong> cortesanos.<br />
•—^Señores—dijo Doña Flora,—la libertad <strong>de</strong><br />
la imprenta es cosa que ba <strong>de</strong> darnos ranchas<br />
jaquecas. ¿No han visto uste<strong>de</strong>s cómo se atreve<br />
El Revisor Político á ocuparse <strong>de</strong> mis tertulias,<br />
y <strong>de</strong> si van 6 no van á ellas filósofos y jacobinos?<br />
¿Pues acaso entra en mi casa persona<br />
que no sea digna <strong>de</strong>l mayor res[)etu? Nu se han<br />
atrevido esos picaros diaristas á nombrarme;<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
168 B. PBREZ GALDOS<br />
pero harto se conoce á quién va dirigido el<br />
dardo.<br />
—Señora—dijo uu guacamayo,—ÍB. libertad<br />
<strong>de</strong> la iuipreuta, según dijo Arguelles en las<br />
Cortes, allí don<strong>de</strong> tiene el veneno, tiene también<br />
la triaea. Pues ellos se andan con alnsioueitas,<br />
<strong>de</strong>volvámoselas, y no pequeñas como<br />
nueces, sino gordas como calabazas, y no rellenas<br />
<strong>de</strong> plomo frío cual las bombas <strong>de</strong> Villantroys,<br />
sino <strong>de</strong> fuego y metralla cnal las nuestras.<br />
—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir eso, amiguito?<br />
—Que á nuestra disposición tenemos JHH Eobespiene<br />
jE^pnñol, El Díien<strong>de</strong> <strong>de</strong> los Cafés y el<br />
picaro Concisin, que se encargarán <strong>de</strong> poner<br />
cual no digan dueñas á los apagacan<strong>de</strong>las.<br />
—La alusión, señora Doña Flora—dijo un<br />
«ftispo,—lia salido sin duda <strong>de</strong> la tertulia <strong>de</strong><br />
Paquita Larrea, .la esposa <strong>de</strong>l Sr, Bobl <strong>de</strong><br />
Faber.<br />
—¿Qué más que escribir una sátira <strong>de</strong> la tal<br />
tertulia cou mucha sal y pimienta, retratando<br />
á todos loa que van á ella, y mandarla al Molespierre<br />
para que la estampe?^añadió un ¡)avo.<br />
— No quiero que se diga que la ."fátira se ha<br />
fraguado en mi casa—dijo Doña Flora.—En<br />
paz con todo el mundo es mi mote; y si á mis<br />
tertulias van tantas personas honradas y discretas,<br />
es por pasar el tiempo cultamente-, y no<br />
para enredos é intriguillas.<br />
—Es preciso <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la libertad hasta eu<br />
]aa tertulias,—dijo un obispo, ó nu lechuguino,<br />
que esto no lo recuerdo bien.<br />
—En las tiincheras es mejor—repuso Doña<br />
Flora.—No quiero reñir con Paquita Larrea,<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 169<br />
•que si ella recibe á los Valientes, Ostolazas,<br />
Tenreyros, é. los Morros y Borulles, yo tengo<br />
•el gusto <strong>de</strong> que vayan á mi casa los Arguelles,<br />
Toreaos y Quintanas, y no porque los<br />
haya escogido en el haz <strong>de</strong> los que llaman liberales,<br />
sino porque casualmente concordaron<br />
•en idí-as,<br />
—No nos prive usted <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> hacer<br />
•una letrilla al menos eu honor <strong>de</strong> los tertulios<br />
<strong>de</strong> la Larrea,—dijo un peregil.<br />
—No, señor peregil—repuso ella:—reprima<br />
usted sus bríos liberales, que ya voy viendo<br />
que la dichosa libertad <strong>de</strong> la imprenta es un<br />
azote <strong>de</strong> Dios, y un castigo <strong>de</strong> nuestros pecados,<br />
como dice el Sr. Congosto.<br />
Debo iudicar que Doña Fraucisca Larrea,<br />
•esposa <strong>de</strong>l entendido y digno alemán Bohl <strong>de</strong><br />
Faber, era mujer <strong>de</strong> mucho enteud¡miento,<br />
•escritora, lo mismo que su marido, á quien<br />
eran muy familiares los primores <strong>de</strong> la lengua<br />
•castellana. De este matrimonio nació Elisa<br />
, Bohl, á quien <strong>de</strong>bemos las mejores y más bellas<br />
pinturas <strong>de</strong> las costumbres <strong>de</strong> Andalucía,<br />
•oveiista sin igual y <strong>de</strong> fama tan gran<strong>de</strong> como<br />
¡merecida <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> España (1).<br />
Luego que la nube <strong>de</strong> guacamayos, cana/neos<br />
y <strong>de</strong>más tropa voluntaria <strong>de</strong>scargó e! nublado<br />
<strong>de</strong> sus adulaciones y cortesías, Dofia Flora,<br />
-aprovechando un claro <strong>de</strong> la conversación,<br />
me dijo:<br />
—[Muy bien, Sr. D. Gabriell ¡Días y más<br />
•días sin pasar por casal Después <strong>de</strong> aquella<br />
(1) Feraán Caballero.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
170 ](. PBRE¿; GALUÚíí<br />
tremenda y borrascosa escena con D. Pedro,<br />
pocas veces has-ido por ullá, Y que no quedó<br />
[xico comprometido mi honor...<br />
— Señora, i'rancatiiente, temo que el señor<br />
D. Pedro me ensarLo con au gran espadón,<br />
[lorque <strong>de</strong> que está celoso como un turco no<br />
me queda duda alguna. Sa señoría el gran<br />
cruzado, va á tomar una venganza terrible<br />
por el grandísimo agravio que le liíce.<br />
Conté >á Lord Gray eu breves palabras lo<br />
ocurrido.<br />
—No temas nada^dijo-Doña Flora.-—Ahora<br />
te agra<strong>de</strong>ceré que vayas á casa á llevar á<br />
la señoril Con<strong>de</strong>sa un recadito que me importa<br />
niuclio.<br />
—Con mil amores. ¿Pero está allí D. Pedro?<br />
—iQué La <strong>de</strong> estar!<br />
—Respiro.<br />
—Pues bien. Corres á casa al momento, y<br />
dices á Amaranta que si quiere ver á Inés y<br />
ami hablarla, vaya á las Cortes. Ella tiene<br />
cédula para la tribuna.<br />
—iQué dice usted!—exclamé con asombro.<br />
—¡Que Inés está en las Cortes!<br />
—Sí, se han plantado eu Sau Felipe las<br />
tres Jiifias beatas. ¿Qué te parece? Hace un<br />
rato volvía yo <strong>de</strong> la secretaría <strong>de</strong> Consolidación<br />
y Cojitaduría general, en la plazAielii <strong>de</strong><br />
San Agustín, y me las encontré con D. Paco.<br />
Díjome el buen preceptor que las pobrecitas<br />
hacía dos'semanas que estaban suplicando á<br />
la señora Doña María que las <strong>de</strong>jase salir á<br />
dar un paseíllo por la muralla; y por último,<br />
parece que ¡os mtichos ruegos y continuas la-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
?<br />
1
I<br />
m'<br />
]<br />
CÁDIZ<br />
171<br />
ineutaciones ablandaron la roca <strong>de</strong> las terqueda<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> la Con<strong>de</strong>sa, que permitió á sus tres<br />
cautivas esparcirse un j)oco en el díti <strong>de</strong> hoy,<br />
duraule liora y media. Bajo lii tutela <strong>de</strong> Don<br />
Paco, 611 quien tiene couíiauza sin límites la<br />
sefiürii, <strong>de</strong>jólas ésta salir, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vestirlas<br />
á io moiijil. en tales modos, que parece van<br />
pidiendo para la ArcMcofradía <strong>de</strong> los Clavos<br />
y Sagradas Esjnnas <strong>de</strong> Kennanas Siervitas con<br />
voto <strong>de</strong> pobreza. Dióles or<strong>de</strong>n expresa <strong>de</strong> pasearse<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la. Aduana hasta el baluarte <strong>de</strong> la<br />
Can<strong>de</strong>laria, yendo y viniendo tres veces, sin<br />
que por causa alguna intringiesen esta premátiea<br />
paseantil, ni traspasasen la lineaindicada,<br />
ni menos se internasen en las calles <strong>de</strong><br />
Cádiz, por don<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tenemos Cortes,<br />
discurren, como dice el Si'. Teureyro, todos<br />
los pecados y vicios en en<strong>de</strong>moniada procesión...<br />
Pero ¿qué hacen mis uiQas? Verás.<br />
En cuanto llegaron á la calle <strong>de</strong>! Baluarte<br />
amotináronse, empeñándose en que D. Paco<br />
las había <strong>de</strong> llevar á las Curtes, porque tenían<br />
gran curiosidad, sed <strong>de</strong>voradora <strong>de</strong> ver tan<br />
bonito espectáculo; gruñó él pobre preceptor,<br />
chillaron ellas, se aferró él al programa que<br />
le trazara su ama, rebeláronse las chicas, negándose<br />
á ir á la muralla, y luego le acribillaron<br />
á pellizcos y alfilerazos. Presentación<br />
propuso á las otras dos arrojar á D. Paco al<br />
mar, y <strong>de</strong>spués le quitaron el sombrero para<br />
guardarlo en rehenes y privarle <strong>de</strong> tan útil<br />
prenda, si uo las llevaba al Congreso nacional.<br />
Una <strong>de</strong> ellas tenía una papeleta <strong>de</strong> tribuna,<br />
que sin duda algúu galán travieso le dio<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
172 lí. PBREZ CALDOS<br />
con el fin que pue<strong>de</strong> Hiiponerae. Antaño los<br />
galanes, cuando no podían comunicarse con<br />
sus amadas, IHS citaban en las iglesias, don<strong>de</strong><br />
la religiosa obscuridad protegía el trasiego <strong>de</strong><br />
las cartilasi el apretón <strong>de</strong> manos, ú otro <strong>de</strong>sahogo<br />
<strong>de</strong> peor especie, mientraa los padres<br />
embobados contemplaban las llamaradas <strong>de</strong>l<br />
cuadro <strong>de</strong> Animas <strong>de</strong>l Purgatorio. Hoy, cuando<br />
no pue<strong>de</strong> haber reja ui correo, los amantes<br />
se suelen citar en la tiibuua <strong>de</strong> las Cortes. Es<br />
ésta lina invención donosísima,.¿no es verdad,<br />
Lord Gray? Sin duda está muy en baga en ios<br />
Parlamentos <strong>de</strong> Inglaterra, y ahora nos la introducen<br />
enEspaQapara mejoramiento <strong>de</strong> las<br />
costumbres.<br />
Lord Gray, que había prestado escasa atención<br />
á lo que Doña Flora nos contaba, repuso<br />
con malicia:<br />
—Sfñora mía, déme usted licencia para retirarme,<br />
porque tengo una ocupación, im quehacer<br />
imprescindible no lejos <strong>de</strong> aquí,<br />
—Sí, vaya usted, vaya usted. Aliora <strong>de</strong>ben<br />
estar eñ la discusión <strong>de</strong> los señoríos jurisdiccionales.<br />
Mucho ruido, mucho barullo en las<br />
tribunas. Usted entrará en la <strong>de</strong> los diplomáticos,<br />
que está mano á mano con la <strong>de</strong> señoras.<br />
Corra usted, adiós.<br />
Dejóme Lord Gray en las garras <strong>de</strong> Doña<br />
Flora, la cuai continuó ftsí:<br />
—El pobre D, Paco se <strong>de</strong>fendió hasta que<br />
no pudo más. ¡Pobre seflorl No tuvo más remedio<br />
que bajar la cabeza ante el número y<br />
llevarlas á las Üortes. Guando le encontré y me<br />
contó el lance, iba el pobre tan carientriste-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 173<br />
cido, cual si Je llevaran á ajusticiar, y me dijor<br />
•—]Ay <strong>de</strong> mí, si Doña María llega á saber ésto...i<br />
¡Malditas aeau las Cortes y el peiTO que las<br />
ÍD ventó!<br />
—¿Estarán todavía allá?<br />
—Sí: corre á avisárselo á la Con<strong>de</strong>sa. La pobrecita<br />
hace tiempo que está arando la tierra<br />
por ver á Inés <strong>de</strong>ntro ó fnera <strong>de</strong> su cárcel, y<br />
no pue<strong>de</strong> conseguirlo, pues á ella no la admiten<br />
allá, y ae pasan meses y meses sin que ae<br />
les permita dar un paseo cou el ayo. Con que<br />
ve á <strong>de</strong>círselo, y lú mismo la acom^pafiarás á<br />
San Felipe. No tar<strong>de</strong>s, hijo, y en seguida á<br />
casa <strong>de</strong>recbito, que tengo que hablarte. ¿Comerás<br />
hoy con nosotros?<br />
Me <strong>de</strong>spedí con grau precipitación <strong>de</strong> Doña<br />
Flora, <strong>de</strong>jándola en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los guacamayos,<br />
y me alejé <strong>de</strong> allí; pero en vez <strong>de</strong> correr hacia<br />
la calle <strong>de</strong> la Verónica, mi curiosidad, mi pasión<br />
y un afán invencible, me impulsaron hacia<br />
la plaza <strong>de</strong> San Felipe, olvidando á Ainaranta<br />
y á D< ña Flora, fija el alma y la vida<br />
toda en las tres muchachas, en D. Paco, en.<br />
Lord Gray, en las Cortes, en loa diputados y<br />
en la discusión sobre señoríos jurisdiccionales.<br />
XVII<br />
Llegué, y eu la plazoleta que hay á la entrada<br />
<strong>de</strong> Ja iglesia, entonces convertida en Congreso,<br />
había, como <strong>de</strong> coatumbre, gran geutío.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
174 Ü. PlíREZ GALBOS<br />
Exteudí coD avi<strong>de</strong>z la vista por ia multitud <strong>de</strong><br />
caras "que allí se cmifiiiidíau, y no vi ninguna<br />
<strong>de</strong> las que buscaba. Pensando que estarían todos<br />
arriba, traspasé ia puertecilla que eondneía<br />
á la escalera do las tribunas; pero eu el vestibulo,<br />
ó más bien pasadizo, la gente que bajaba,<br />
tropezando cou la que quería subir, formaba<br />
remolinos y marejada. Pugnaba yo por<br />
entrar cuaudo vi cerca <strong>de</strong> mi á Piesentación,<br />
que estruJLida por espaldas y hombros muy robustos,<br />
mostraba gran aflicción y pesadumbre<br />
<strong>de</strong> haberse metido en tal fregado. Las otras<br />
dos y D. Paco DO estaban allí.<br />
Al punto acudí á sacarla <strong>de</strong> apreturas, y al<br />
reconocerme se alegró mucho y me dio las<br />
gracias.<br />
—-¿Dón<strong>de</strong> están las otras dos y D. Paco?—<br />
le pregunté.<br />
—|Ayl no sé...—replicó con aoKobra.—Entre<br />
el gentío, Inés y Asuucióii se separaron <strong>de</strong><br />
mí. Después las vimos con Lord G-ray en el<br />
foudo <strong>de</strong> este pasadizo. D. Paco fué tras eilas,<br />
y á uingUDo veo,<br />
—Pues avaucemos — dije resguardándola<br />
cou mis brazos.—Ya parecerán.<br />
Despejóse algo ei local cou la salida <strong>de</strong> una<br />
fuerte masa <strong>de</strong> gente, cansada <strong>de</strong> oir discursos,<br />
y entonces vi venir á D.'Paco, como que<br />
bajaba <strong>de</strong> la escalera <strong>de</strong> las tribunas reservadas,<br />
'—No están—<strong>de</strong>cía el pobre viejo con ia mayor<br />
ansiedad.—Asuucioncifca é luesita han <strong>de</strong>saparecido.<br />
Deben <strong>de</strong> liaber salido otra vez á ia<br />
calle. Lord Gray se juntó á eilas. ¡Dios miol<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAUíz 175<br />
¿Qué nueva tribulación es ésta? Sr. <strong>de</strong> Araeeli,<br />
¿las ha visto usted?<br />
—Subamos, que arriba han <strong>de</strong> estar,<br />
—Que no csti\ii. ¡En buena nos han melidol...<br />
El Santo Ángel <strong>de</strong> la Guarda me acompañe,<br />
iístas niñas me harán cou<strong>de</strong>uar, Sr. <strong>de</strong><br />
Ai'aceU... ¿Se habrán metido abajo, eu el salón<br />
<strong>de</strong> sesiones?<br />
—Yo lio he traído papeleta" para las trihiiiiaa<br />
reservadas; pero subamos á la pública, y<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí veremos si están.<br />
—]i\.y, me muei;o<strong>de</strong>peua!—exclamó el buen<br />
profesor con lastimosos appavientos.—¿Dón<strong>de</strong><br />
estarán esas dos niñas? El gentío las separó <strong>de</strong><br />
nosotros por casualidad... ¿
176 B. PÉREZ GALOÓS<br />
Presentación se aferró á mi brazo, y lejos<strong>de</strong><br />
hacer peso en él, parecía que me impulsaba<br />
y aligeraba, según era su impaciencia y afán<br />
<strong>de</strong> sabir pronto. Cuando llegamos arriba y entramos,<br />
no sin trabajo, en la tribuna, la pobre<br />
muchacha mostraba en sus asombrados ojos y<br />
en el encendido color <strong>de</strong> sus mejillas, la viva<br />
emoción que espectáculo tan nuevo para ella<br />
le produjera. Al abarcar con la vista la iglesia,<br />
salón, observó la tribuna <strong>de</strong> sefloras, la <strong>de</strong> diplomáticos,<br />
y no YÍ á las dos niüas ni á Lord<br />
Gray. Asombrado <strong>de</strong> esto,pensé retirarme para<br />
buscarles fuera; pero Presentación, arrobada y<br />
suspensa con la gravedad <strong>de</strong>l Congreso y el<br />
hablar dolos diputados, me dijo <strong>de</strong>teuiéndome:.<br />
—D, Paco les buscará. Yo he venido aquí<br />
para ver esto, Sr. <strong>de</strong> Araceli. Acompáñeme usted<br />
un momento. Mi hermana é Inés pue<strong>de</strong>n<br />
parecer cuando quieran. ¿Quién les mandó separarse?<br />
—¿Pero no vio usted hacia qué parte fueron<br />
con Lord Gray?<br />
—No sé—repuso sin po<strong>de</strong>r apartar su atención<br />
<strong>de</strong> lo que estaba viendo,—¿Sabe usted, saíior<br />
<strong>de</strong> Araceli, que esto es muy bonito? Me<br />
gusta tanto como los toros.<br />
Traté <strong>de</strong> acomodarla en un asiento, y para<br />
esto me fué forzoso molestar á algunas personas<br />
<strong>de</strong> las que se habían iustalado allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong>'<br />
el principio <strong>de</strong> la sesión, y asistían con <strong>de</strong>votísimo<br />
recogimiento á los <strong>de</strong>bates. Gruñeron,<br />
unos, murmuraron otros; pero al fin Presentación<br />
obtuvo un puesto y yo otro ásu lado. Mi<br />
inquietud y ansiedad eran tales, que me levan-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 177<br />
taba con frecuencia para alargar el cuerpo fuera<br />
<strong>de</strong> las barandillfls con objeto <strong>de</strong> examinar<br />
todo el ámbito <strong>de</strong>l salón y las pobladas tribunas.<br />
Fáltame <strong>de</strong>cir que el gentío que nos acompañaba<br />
en la pública, era compuesto en parte<br />
<strong>de</strong> gente <strong>de</strong> baja esfera, y en parte <strong>de</strong> personas<br />
graves <strong>de</strong>l comercio menudo, <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>ros, periodistas,<br />
y también machos vagos <strong>de</strong> calle Ancha,<br />
y algunas mozas <strong>de</strong> diferente estofa.<br />
La iglesia, convertida en salón, no era gran<strong>de</strong>.<br />
Ocupaban loa diputados el pavimento; la<br />
presi<strong>de</strong>ncia el presbiterio, y los altares estaban<br />
cubiertos con cortinones <strong>de</strong> damasco que los<br />
escondían, lo mismo que alas imágenes, déla<br />
vista <strong>de</strong>l público, como objetos que no habían<br />
<strong>de</strong> tener aplicación por el momento. El arquitecto<br />
Prast, reformador <strong>de</strong>l edificio, discurrió<br />
también SÍQ duda que á los santos no les haría<br />
aquello mucha gracia. Algunos ¡lan creído<br />
que los diputados subían al pulpito p.ira hablar;<br />
pero DO es cierto. Loa diputados hablaban,<br />
como hoy, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus asientes, y loa pulpitos<br />
Do servían para nada más que para apoliüarse.<br />
Tenía la iglesia sus tribunas laterales,<br />
qne fueron <strong>de</strong>stinadas á los diplomáticos, á las<br />
señoras y al público distinguido; y en los pies<br />
<strong>de</strong>l edificio abriéronse dos unevas, con barandal<br />
<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, que se <strong>de</strong>dicaron a! pueblo en<br />
general, y que éste invadicí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las primeras<br />
sesiones, alborotaudo más <strong>de</strong> lo que parecía<br />
GODvemente al <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> au recién lograda aobei'auia.<br />
Presentación no tenía ojos más que para observar<br />
la presi<strong>de</strong>ncia, loa diputados y muy<br />
SEXTA asiciÓM 12<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
178 B. váRBZ GALUÓS<br />
principalmente al que hablaba, las tribunas,<br />
loe ugieres, el dosel, el retrato <strong>de</strong>l Key; ni tenía<br />
alma más que para aten<strong>de</strong>r ó. aquellos io<strong>de</strong>fiuibles<br />
bullicios propios <strong>de</strong> todo cuerpo <strong>de</strong>liberante,<br />
y que pon
CÁDIZ 179<br />
hacerme preguntas tan originales á veces, y á<br />
veces tan inocentes, que me era muy difícil<br />
couteatarle. Carecía en absoluto <strong>de</strong> toda i<strong>de</strong>a<br />
exacta respecto á lo que estaba presenciaudu;<br />
y aquel espectáculo la coumíivía hondamente,<br />
sin que las i<strong>de</strong>as políticas tuviesen ni anu pacte<br />
mínima en tal emoción, hija sólo <strong>de</strong> la fuerte<br />
impresionabilidad <strong>de</strong> ana eriatura educada<br />
en estrechos encierros y con ligaduras y ca<strong>de</strong>nas,<br />
mas con po<strong>de</strong>rosas alas para vular, si alguna<br />
vez rompía su esclavitud.<br />
Era tienia, sensible, voluble, traviesa, y por<br />
efecto <strong>de</strong> la educación, disimuladora y come-<br />
.dianta como pocas; pero eu ocasiones tan ingemia,<br />
que no había pliegue <strong>de</strong> su corazón<br />
que ocultase, ni escondrijo <strong>de</strong> su alma que no<br />
<strong>de</strong>scubriese. Por esto, que era sin duda efecto<br />
<strong>de</strong> wn anhelo irresistible <strong>de</strong> libertad, aparecía<br />
á veces <strong>de</strong>scomedida y <strong>de</strong>senvuelta con exceso.<br />
Poseía en alto grado el don <strong>de</strong> la fantasía;<br />
la falta <strong>de</strong> instrucción profana, unida á aquella<br />
cualidad, hacíala incurrir eu <strong>de</strong>satinos encantadores.<br />
No sólo en aquella ocasión, sino<br />
en otras varias, observé que al separarse Doña<br />
María y al sentirse libre <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> aquella<br />
gran losa <strong>de</strong> la autoridad materna, <strong>de</strong>sbordábanse<br />
en ella, con <strong>de</strong>sentrenada impetuosidad,<br />
fantasía, sentimiento, i<strong>de</strong>as y <strong>de</strong>seos. Presen^<br />
ciando la sesión, no cabía en sí misma; tan inquieta<br />
estaba, y tan sublevados sus nervios y<br />
tan impresionados sus sentidos.<br />
—8r. <strong>de</strong> Araceli—me dijo <strong>de</strong>spués que por<br />
iun instante meditó,—¿y esto para qué es?<br />
—Las Cortes.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
180 B. PEKEZ GALDOS<br />
—Sí, eso es; quiero <strong>de</strong>cir qne para qné airven<br />
las Cortes.<br />
^Sirven para gobernar á los pueblos, juntamente<br />
con el Bej'.<br />
—Comprendido, comprendido—repuso vivamente<br />
agitando su abauiquillo.^Quiere <strong>de</strong>cir<br />
qne todos estos caballeros vienen fiquí á<br />
predicar, y asi como los curas <strong>de</strong> las iglesias<br />
predican diciendo que seamos buenos, ios procuradores<br />
<strong>de</strong> Ja nación predican otras cosas:<br />
viene la gente, los oye y ]iada más. Sólo que,<br />
según dicen los que van <strong>de</strong> noche á casa, los<br />
diputados predican que seamos malos, y esto<br />
es Jo que no entiendo,<br />
—Esos discursos—le contesté risuefio,—no<br />
son sermones, son <strong>de</strong>bates.<br />
—Efectivamente, me ha parecido que no son<br />
sermones, sino que uno dice una cosa, otro<br />
otra, y parece como que disputan.<br />
—Justamente. Disputan: cada uno dice lo<br />
que cree más conveniente, y <strong>de</strong>spués...<br />
—El disputar me gusta mucho. ¿Sabe usted<br />
que me estaría aquí las horas muertas oyendo<br />
esto? Pero me agradaría que hablarau fuerte y<br />
se insultaran, tirándose ¡os bancos á Ja cabeza.<br />
—AJgnua vez...<br />
—Pues yo quiero venir ese día. ¿Se anunciará<br />
por caj'teles e» las esquinas?<br />
—Nada <strong>de</strong> eso. La política no es una función<br />
<strong>de</strong> teatro.<br />
—¿Y qué es !a política?<br />
—Esto.<br />
—Ahora me parece que lo entiendo menos.<br />
¿Pero quién es ese hombre alto, moreno y <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CA.BIZ ISI<br />
aspecto temeroso que está hablaodo ahora? Le<br />
aseguro á usted que ese modo <strong>de</strong> cbat'lar me<br />
gusta.<br />
—Es el Sr. García Herreros, diputado por<br />
Soria.<br />
La atención <strong>de</strong>l Congreso estaba fija en el<br />
orador, uno <strong>de</strong> los más severo? y eloeueutes<br />
<strong>de</strong> aquella primera feeuuda hornada. Profundo<br />
silencio reinaba en el salón, lo mi^mo que<br />
en las tribunas. Callamos Presentaeióu y yo,<br />
y atendimos también, ambos absortos y suspensos,<br />
porque la palabra <strong>de</strong> García Herreros,<br />
enérgica y sonora, era <strong>de</strong> las que imperiosamente<br />
se hacen oír y acallan todos los rumores<br />
<strong>de</strong> una Asamblea.<br />
Combatiendo las servidumbres, exclamaba:<br />
«¿Qué diría <strong>de</strong> su representante aquel pueblo<br />
numantino, que por no sufrir la servidumbre<br />
quiso ser pábulo <strong>de</strong> la hoguera? Los padres<br />
y tiernas madres que arrojaban á ellas á<br />
sus hijos, ¿me juzgarían digno <strong>de</strong>l honor <strong>de</strong><br />
representarles, si no lo sacriiicase todo al ídolo<br />
<strong>de</strong> la libertad? Aúu conservo en mi pecho<br />
el calor <strong>de</strong> aquellas llamas, y él me inflama<br />
para asegurar que el pueblo uumantiuo no<br />
reconocerá ya más sefiorío que el <strong>de</strong> la imeión.<br />
Quiere ser libre y sabe el camino <strong>de</strong> serlo.»<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
182 B. PÉREZ GALDÓS<br />
XVIII<br />
Ruidosos aplausos <strong>de</strong> abajo, y aplausos, patadüs<br />
y gí'itoB <strong>de</strong> arriba, ahogaron las ultimaspalabras<br />
<strong>de</strong>l orador. Presentación me miró: sus<br />
mejilias estaban iiumdiidas <strong>de</strong> lágrimas.<br />
— ¡Oh, Sr. <strong>de</strong> Aracelil—me dijo.—Ese hombre<br />
me ha liecho llorar. ¡Qiió hermoso es lo<br />
que ha dichol<br />
—Señora Doña Preseutacioncita, ¿no repara<br />
usted que ui su hermana, ni Inés, ui Lord<br />
Gray parecen por ningún lado?<br />
—Ya parecerán. D, Paco ha ido á buscarlas<br />
y dará con ellas... Ahora está hablando otro,<br />
y dice que aquél DO tiene razóu. ¿Cómo enten<strong>de</strong>mos<br />
esto?<br />
Otro orador usó <strong>de</strong> Ja palabra, pero por poco<br />
tiempo.<br />
—Parece que ahora tratan <strong>de</strong> otro asunto—<br />
observó la muebaclm, observando siempre.—<br />
Y allí se ha levantado uuo que saca uu papei<br />
y lo lee.<br />
—Se me figura que ese.es D. Joaquín Lorenzo<br />
Villanueva. ei diputado por Valencia.<br />
-^Ea clérigo. Parece que lee un papel impreso.<br />
—Sin duda un periódico <strong>de</strong> los que ponencomo<br />
chupa <strong>de</strong> dómine á IHS Cortes. Aqufc<br />
acostumbran leer las picardías que los pape-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADia 183<br />
les públicos dicen <strong>de</strong> los diputados, y las contestiieioiiee<br />
que éstos se sirven dirigirles.<br />
En efecto: Villauueva, furioso porque El<br />
Conciso se reía <strong>de</strong> sus proyectos <strong>de</strong> ley, lo <strong>de</strong>nunciaba<br />
al Congreso Nacional, y luego nos<br />
regalaba la coütestación. Era óata una <strong>de</strong> las<br />
anomalías y rarezas <strong>de</strong> aquélla nuestra primera<br />
Asamblea, bastante inocente para <strong>de</strong>tenerse<br />
en disputar con los periódicos, dictaudo<br />
luego Severas penas que Coutra<strong>de</strong>eiaü la libertiid<br />
<strong>de</strong> la imprenta.<br />
—Parece que va á liaber turanito—me dijo<br />
Presentacióu.—[Oielos divinos! Se levanta á<br />
hablar otro pr6dicadoiv,.iPerosie3 Ostolaza...!<br />
¿no le ve usted? el mismo Ostolaza. ¿No ve<br />
Usted Su cara redunda y eiiearuada?... Si su<br />
voz pai'ece una matraca... y |qué gestos, qué<br />
miradas...!<br />
Rompió á hablar Ostolaza, y con su discurso<br />
empezaron las risas y burlas, arriba y abajo,<br />
sin que el Presiilente acallarlas pudiera,<br />
ni el orador hacerse oir con claridad. Volvióse<br />
á las tribunas, y cou el gesto <strong>de</strong>senfadado<br />
las <strong>de</strong>spreció, y crecieron tumultos y voces,<br />
sobre todo eu nuestro balcón, don<strong>de</strong> varios<br />
individuos <strong>de</strong> sombrero gauho y marsellés no<br />
podían convencerse <strong>de</strong> que estaban eu lugar<br />
muy distinto <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Toros,<br />
—Dice que nos <strong>de</strong>sprecia—observó Presentación<br />
eu voz muy baja.—Se ha puesto rojo<br />
como un tomate. Amenaza alas tribunas porque<br />
nos reímos <strong>de</strong> su facha. Sf, Sr. Ostolaza,<br />
nos reimos <strong>de</strong> usted... ¡Miren el mamarracho,<br />
espantajo! ¿Por qué no le retiran las liceu-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
184 B. PÉREZ GALDOS<br />
GÍas? Si es un predicador <strong>de</strong> al<strong>de</strong>a... InsuUa á<br />
loa <strong>de</strong>más. ¿Usted qué sabe, so bruto? Porque<br />
en casa le oímos con la boca abierta cnaado<br />
EOS sermonea, cree que le van á tolerar aquí...<br />
Uu individuo <strong>de</strong> las tribuuas gritó:<br />
— ¡Afuera el apagacau<strong>de</strong>las!<br />
Y el barullo y vocerío tomaron proporciones<br />
tales, que los porteros nos amenazaron<br />
GOo echarnos á todos á la calle.<br />
—Sr. <strong>de</strong> Áraeeü—me dijo Presentación,<br />
encendida y agitada por el entusiasmo,—tendría<br />
un grandísimo placer... ¿en qué creerá<br />
usted? Me regocijaría muchísimo... ¿<strong>de</strong> qué<br />
pensará usted? De que ahora se levantara <strong>de</strong><br />
su asiento el señor Presi<strong>de</strong>nte y le diera dos<br />
palos á Ostolaza.<br />
—Aquí no es costumbre que el Presi<strong>de</strong>nte<br />
•apalee á los diputados.<br />
-'¿No?—dijo con extrañeza.—Pues <strong>de</strong>biera<br />
hacerlo. Me estaría riendo basta mañana: dos<br />
palos, sí, señor, ó mejor cuatro. Los merece.<br />
Aborrezco á ese hombre con todo mi corasóu.<br />
El es quien aconseja á mamá que no nos <strong>de</strong>je<br />
salir, ni hablar, ni reir, ni pestañear, Asunción<br />
dice que es uu zopenco. ¿No cree usted<br />
lo mismo?<br />
— ¡Que le <strong>de</strong>n morcilla!—gritó una voz becerril<br />
en el fondo <strong>de</strong> la galería.<br />
—Comparito—dijo otra voz dirigiéndose al<br />
orador,-—¿todo ese enfao es verdá ó conversaeión?<br />
— ¡Señores—exclamó, volviéndose á todos<br />
lados, un diarista almibarado, pelicrecido y<br />
amarillentc^-estos escándalos no son propios<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 18í<br />
<strong>de</strong> un pueblo culto! Aquí se viene á oir y no<br />
á gritar.<br />
—Camaraíta—preguntóle con sorna uu viejo<br />
chusco que allí cerca había,—eso que osté<br />
ha dicho, ¿ee jabla ó rebuzno?<br />
—Sóplenme ese ojo,—gritó otro.<br />
—Señores, que el Presi<strong>de</strong>utenos va á echar<br />
á la CHlle, y per<strong>de</strong>mos lo mejoc <strong>de</strong> la sesión.<br />
—Stífiora Doña Presenfcacioucita—dije yo á<br />
¡a muchacha,—bueno será que nos marclielaos.<br />
La tribuna se alborota, y no es pru<strong>de</strong>nte<br />
seguir aquí. A<strong>de</strong>más, los extraviados no parecen<br />
y <strong>de</strong>bemos buscarlos afuera.<br />
—Esperemos aún... iCn suma, Sr. D. Gabriel—me<br />
dijo con eocantadora inocencia,-—<br />
¿todos esos hombres para qué están aquí, para<br />
qué hablan, para qué gritau?<br />
Lexontesté lo que me parecía y no me entendió.<br />
—Ostolaza sigue hablando. Sus brazos semejan<br />
aspas <strong>de</strong> molino... Todos se ríen <strong>de</strong> é!.<br />
Veo que las Cortes, como los teatros, tienen<br />
•su gra{:ioso.<br />
—Así es, en efecto.<br />
—Y el gracioso es Ostolaza... Pues rae parece<br />
que junto á él está el Sr. <strong>de</strong> Tenreyro..,<br />
iQué par! ¡Si querrá también hablar...! Dfgame<br />
usted otra cosa: ¿quién es ese señor Preopinante<br />
<strong>de</strong> quien todos hablan tan mal?<br />
— Jíl Preopittíinte es el que ha liablado<br />
antes.<br />
—Dígame usted. Y cuando tengamos Rey,<br />
¿Su Majestad vendrá también á predicar aquí?<br />
—No lo creo.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
186 B. PÉREZ SALDOS<br />
—¿Y en qué consiste eso que dicen <strong>de</strong> que<br />
con las Cortes hay iiliertad?<br />
— ILs una cosa difícil <strong>de</strong> explicar en pocas<br />
palabras.<br />
—Pues yo lo entiendo <strong>de</strong> este modo... Pongo<br />
por caso... las Cortes dirán; or<strong>de</strong>no y mando<br />
que todos los espaflnles salgan á paseo [>or<br />
las tar<strong>de</strong>s, y vayan una vea al mes al teatro,<br />
y se asomen al balcón <strong>de</strong>ppués <strong>de</strong> haber hecho<br />
sus obligaciones... Prohibo que las familias<br />
re(;en más <strong>de</strong> un rosario completo.al día...<br />
Prohibo que ae case á nadie contra su voluntad,<br />
y que se <strong>de</strong>scase á quien quiere hacerlo...<br />
Todo el mundo pue<strong>de</strong> estar alegre siempre<br />
que no ofenda al <strong>de</strong>coro.<br />
—Las Cortea harán eso y mucho más.<br />
— ¡Oh, Sr. <strong>de</strong> Araceli, yo estoy muy alegre!<br />
—¿Por qué?<br />
—No sé por qué. Siento <strong>de</strong>.seos <strong>de</strong> reir á<br />
carcajadas. Siempre que salgo <strong>de</strong> casa, y voy<br />
á alguna parte don<strong>de</strong> pnedo estar con alguna,<br />
libeitad, me parece que el alma quiere salírseme<br />
<strong>de</strong>l cuerpo y volar, bailando y saltando por<br />
el mundo; me embriaga la atmósfera, y la luz<br />
me embelesa. Todo cnanto veo paréceme hermoso,<br />
cnanto oigo elocuente (menos lo <strong>de</strong> Ostoliiza),<br />
todos los hombres, jnstoa y buenos;<br />
todas las mujeres, guapas, y llego á creerme<br />
que las casas, la calle, el cielo, las Cortes con<br />
BU Presi<strong>de</strong>nte y su preopinante me saludan<br />
sonriendo. ¡Oh, qué bien estoy aquíl Inés y<br />
Asunción no parecen; D. Paco tampoco. Cuanto<br />
ináa tar<strong>de</strong> vengan, mejor. Otra cosa... ¿per<br />
qué no ha seguido usted yendo á caaa pot' las<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 187<br />
noches? Nosotras nos hemos reido <strong>de</strong> usted.<br />
—¿De mi?—preguiité con turbación.<br />
—-Sí, porque se la echaba usted <strong>de</strong> <strong>de</strong>voto<br />
para agradar á mamá. ]Qué bieu hacia usted<br />
su papel! Lo mismo, lo mismito hacemos nosotras.<br />
Me asombré <strong>de</strong> la frescura con que la infeliz<br />
niña <strong>de</strong>cía claramente que engañaba á su<br />
mamá.<br />
—Vaya usted á casa. A nosotras no nos <strong>de</strong>jaban<br />
hablar con usted; pero nos entretuvimos<br />
mirándole.<br />
— jMiráudpme!<br />
—Bí, si: á todo el que va á casa le examinamos<br />
y le medimos las facciones linea por línea.<br />
Después, cuando nos quedamos solas, <strong>de</strong>cimos<br />
cómo tiene el pelo, los ojos, la boca, los<br />
dientes, las orejas, y disputamos sobre cuál <strong>de</strong><br />
las tres se acuerda mejor.<br />
— ¡Bonita ocupación!<br />
Las tres estamos siempre juntas. La señora<br />
Marquesa <strong>de</strong> Leiva está muy enferma; y como<br />
mamá dice que quiere tener á Inés líajo su vigilancia,<br />
ha mandado que viva en casa. Las<br />
tres dormimos en una misma alcoba y charlamos<br />
bajito por las noches. [Ahí ¿Sabe usted lo<br />
que me ha dicho Inés? Que usted está enamorado.<br />
— [Qué bromazo! Tal cosa no es verdad.<br />
—8i, nos lo dijo; y aunque no me Jo dijera...<br />
Eso se conoce.<br />
—¿Lo conoce usted?<br />
—Ai instante. En cuanto veo. á una persona.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
Wi:<br />
188 B. PÉREZ GALDOS<br />
—¿Dón<strong>de</strong> ha aprendido usted eso'í ¿Lee usted<br />
novelas?<br />
—Jamás. No las leo, pero las invento.<br />
—Eso es peor.<br />
—Todas las noches saco <strong>de</strong> mi cabeza una<br />
distinta.<br />
—Las novelas inventadas son peores que las<br />
leídas, señora Doña Presentación cita.<br />
—Vuelva usted á casa por las noches.<br />
—Volveré. Lord Gray las entretiene á uste<strong>de</strong>s<br />
bastante.<br />
—Lord Gray nova tampoco,—dijocou pena.<br />
—¿Y si supiera Doña María que usted ha<br />
Tenido aquí?<br />
—Creo que nos mataría,. Pero uo lo sabrá.<br />
Inventaremos algo muy gordo. Diremos que<br />
venimos <strong>de</strong>l Carmen, don<strong>de</strong> Fray Pedro Advíncula<br />
nos entretuvo contándonos vidas <strong>de</strong><br />
santos. Otras'veces le hemos dicho esto, y luego<br />
Fray Pedro Advíocula no nos ha <strong>de</strong>smentido.<br />
Es uti santo varón, y yo lequiero mucho.<br />
Tiene las manos blancas y finas, los ojos dulces,<br />
Ja voz suave, el habla graciosa; sabe tocar<br />
el ole eñ un orgauito muy mono, y cuando<br />
no está mamá <strong>de</strong>lante, habla <strong>de</strong> cosas mundanas<br />
con tanta gracia como <strong>de</strong>cencia.<br />
—¿Y Fray Pedro Adviucula, va á casa <strong>de</strong><br />
usted?<br />
—8í... es amigo <strong>de</strong> Lord Gray. Es e! que<br />
hace la preparación espiritual <strong>de</strong> Inés para el<br />
matrimonio, y <strong>de</strong> Asunción para el monjío...<br />
Se me figura (y esto es reservado) que él llevó<br />
la papeleta <strong>de</strong> la tribuna.<br />
—Y á usted, ¿uo la prepara para algo?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CA.DIZ 189<br />
—A mí—contestó la chiquilla coa profundo<br />
<strong>de</strong>sconsuelo,—á mi, para nada.<br />
Yo estaba absorto, pasmado y lelo, contemplando<br />
la seductora ignorancia, la infantil malicia,<br />
la franqueza sin freno <strong>de</strong> aquella alma,<br />
á quien la falta <strong>de</strong> toda educación mundana<br />
presentaba en la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su inocencia.<br />
Como era linda <strong>de</strong> rostro, y había tal viveza<br />
en su hablar espontáneo y armonioso, raeeueantaba<br />
verla y oiría. Como vulgarmente se<br />
dice con respecto á los niños, me la hubiera<br />
comido. No hallo otra frase mejor para expresar<br />
la admiración que aquel raudal <strong>de</strong> gracia<br />
y travesura, <strong>de</strong> sentimiento y dulce ingenuidad,<br />
me producía. Nombre antes á loa niños, y<br />
aquí repito que aunque Presentacioncita había<br />
<strong>de</strong>jado <strong>de</strong> serlo, á mí me hacía el efecto <strong>de</strong><br />
uno <strong>de</strong> esos chiquillos sentenciosos, que con<br />
sus verda<strong>de</strong>s como puños nos causan asombro<br />
y risa. Verdad es que la <strong>de</strong> Rumblar, aun haciéndome<br />
reír, me causaba al mismo tiempo<br />
tristeza.<br />
XIX<br />
De pronto miré á la tribuna <strong>de</strong> señoras, que<br />
estaba al lado <strong>de</strong> la epístola, en lo qne po<strong>de</strong>mos<br />
llamar el proscenio <strong>de</strong> la iglesia, y creí<br />
distinguir á las dos muchachas.<br />
—lAlh están, allí estáni.,.—dije á mi acompañante.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
h \<br />
190 tí. PÉREZ- SALDOS<br />
—Sí, y en la tribuna iumediata, que es la<br />
<strong>de</strong> los diplomáticos, está Lord Gray. ¿No le ve<br />
usted?... Está con la cabeza entre las manos,<br />
pensativo y meditabundo.<br />
—-No habla con eüas, DÍ pue<strong>de</strong> hablar, porque<br />
una tabla les separa. Acaban <strong>de</strong> entraren<br />
este momento.<br />
Llegó á la sazón D. Paco, rojo como un pimiento,<br />
y abriéndose paso por entre la apiñada<br />
mueliedumbre óe gaíerios (asi llamaban á<br />
los <strong>de</strong>votos <strong>de</strong> aquella reíigióu, y así les nombraron<br />
<strong>de</strong>spués en son <strong>de</strong> remoquete en el<br />
tiempo <strong>de</strong> las persecuciones), aeercóseuos y<br />
nos dijo:<br />
—-iGracias á Dios que han parecido...! Lord<br />
Gray las llevó engañadas al campanario <strong>de</strong> la<br />
iglesia... <strong>de</strong>spués a<strong>de</strong>ntro... <strong>de</strong>spués á la calle...<br />
¿Hase visto infamia semejante?... ¡Estoy bramando<br />
<strong>de</strong> furorl... ¡Qué habrán hecho, Sr. <strong>de</strong><br />
Araceli, qué habrán hechol... La señora Dona<br />
Inesita estaba más pálida que una muerta,<br />
y la señora Doña Asuucioncita más roja que<br />
una amapola... Vamonos, niña, vamonos <strong>de</strong><br />
aquí.<br />
—Sí, vamonos,—repetí yo.<br />
—Yo no me muevo <strong>de</strong> aquí, Paquito. Esto<br />
me gusta mucho. Ya han acabado <strong>de</strong> leer periódicos<br />
y papeles, y vuelven los discursos...<br />
¿Quién habla?<br />
—El Sr. <strong>de</strong> Arguelles. ¡Buen pájaro eatál<br />
¡Pues bonitas cosas está oyendo Ja niñal^—•<br />
dijo D. Paco en voz más alta que ia que á la<br />
respetabilidad <strong>de</strong>l sitio correspondía.—¡Tratar<br />
<strong>de</strong> abolir las juriadlccioues, los señoríos, los<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 191<br />
fueros, el tormento y el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> poner la<br />
horL-ii á la entrada <strong>de</strong>l pueblo, y <strong>de</strong> nombrar<br />
juK'esI Quiere») cjnitar las prestaciones y <strong>de</strong>más<br />
sabias prácticas en que consiste la gran<strong>de</strong>za<br />
<strong>de</strong> estos reinos.<br />
—Pues que lo supriman todo—dijo Presentaron<br />
con enfado,—De aquí no me muevo<br />
hasta que no lo supriman todo-<br />
—La niña no sabe lo que habla—observó<br />
D. PILCO suscitando ios murmullos <strong>de</strong> los circunstantes<br />
con lo <strong>de</strong>stemplado <strong>de</strong> su VOK.—•<br />
Abura la señora Doña María no podrá nombrar<br />
el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Peña Huradada, ni cobrará<br />
tanto <strong>de</strong> fanega en el molino <strong>de</strong> Herromblar,<br />
ui las doce gallinas <strong>de</strong> Baeza, ni podrá prohibir<br />
la pesca en el arroyo, ni los asnos <strong>de</strong> casa<br />
podrán meterse en las hereda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l vecino á<br />
comerse lo que se les antoje.<br />
—Señó abate—gritó una voz, mientras una<br />
manf> pesaba con formidable empuje sobce los<br />
hombros <strong>de</strong>l preceptor,—siéntese y calle.<br />
— Ciiballero^—dijo otro,—¿se podría saber<br />
•quién es usted?<br />
—Soy D. Francisco Xavier <strong>de</strong> Jindama,—<br />
repuso con timi<strong>de</strong>z y urbanidad ei viejo.<br />
—Lo digo porque en cuanto le vi á usted y<br />
le oí, dióme olor á lechucerfa.<br />
•—Quiere <strong>de</strong>cir que es usted <strong>de</strong> la hermandad<br />
<strong>de</strong> los bobos—añadió una moza que frontera<br />
á D. Paco estaba.—Con su voz <strong>de</strong> matraca<br />
no nos <strong>de</strong>ja oir los escursos.<br />
—Haya paz, señores—clamó un tercero,—y<br />
silencio. Aquí no se viene á lamentarse <strong>de</strong> que<br />
los asnos no pne<strong>de</strong>u entrar en la heredad ajeua.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
192 ». PERBZ CALDOS<br />
•—El asoo será él.<br />
—¡Or<strong>de</strong>n y convenieucial—gritó el portero.<br />
•—Si no, 611 Dombre <strong>de</strong> Su Majestad, les echo<br />
¡I todos á la calle.<br />
•—Aquí DO hay ninguna majestad,—dijo<br />
D. Paco.<br />
—La majestad son Jas Cortes, señor esparaván,—afirmó<br />
con enfado un galerio.<br />
—Es <strong>de</strong> loa que vienen á aplaudir cuando<br />
rebuzna Ostoloza,—dijo otro señalando á Doo<br />
Paco.<br />
Viendo que la cuestión se agriaba, empéñeme<br />
en romper por medio <strong>de</strong>l gentío, y esto causó<br />
nueva eoufusión y reconvenciones. Al mismo<br />
tiempo entre los diputados sonó rumor <strong>de</strong><br />
disgusto por lo que pasaba en la tribuna; habló<br />
el Presi<strong>de</strong>nte imponiendo silencio á los galenos,<br />
y acallados éstos un tanto, el diputado<br />
Tenreyro tomó la palabra. Como si la jirimera<br />
pronimciada por el bueo cura <strong>de</strong> Algeciras<br />
fuera señal convenida, <strong>de</strong>satóse una tempestad<br />
<strong>de</strong> risas y <strong>de</strong>mostraciones, y cuanto más<br />
el orador alzaba la voz, más la ahogaban entre<br />
sus murmullos los <strong>de</strong> arriba. Repetir el<br />
sinnúmero <strong>de</strong> dichos, agu<strong>de</strong>zas y apodos que<br />
salieron como avalancha <strong>de</strong> la tribuna pública,<br />
fuera imposible. Jamás actor aborrecido ó<br />
antipático recibió tan atroz silba en corralea<br />
<strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>. Lo extraño es que siempre pasaba<br />
lo mismo. Ya se sabía; hablar Tenreyro y alborotarse<br />
el pueblo soberano, eran una misma<br />
cosa. ¡Y qué ceceo el suyo, qué a<strong>de</strong>manes tao<br />
graciosos, qué ira olímpica para apostrofar á<br />
las tribunas, qué lastimoso gesto, qué cruzar<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 193<br />
<strong>de</strong> brazos, qué arrugada cata, qué singular<br />
donaire para <strong>de</strong>cir disparates, ya abogando<br />
por la Inquisición, ya por una soberanía popular<br />
A la moda, representada por una especie<br />
<strong>de</strong> concilio <strong>de</strong> párrocos y goerrillei-os!<br />
Vamos, francamecte, era cosa <strong>de</strong> morir <strong>de</strong><br />
risa.<br />
El Presi<strong>de</strong>nte sabía que sesión en la cual<br />
Teiireyro babiase, era sesión perdida, por no<br />
ser posible contener á las tribunas: trabábanse<br />
disputas iiisvitables entre ciertos procuradores<br />
y el público, y el escándalo obligaba á.<br />
<strong>de</strong>spejar los altos <strong>de</strong> la iglesia.<br />
Esto ocurrió en aquel día, cuando el Cicerón<br />
<strong>de</strong> Algeciras, volviéodcae hada arriba, con<br />
a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong>scompuestos y lengua balbuciente,<br />
gritó:<br />
—Ya sabemos que esa es gente pagada.<br />
Al oír esto, los <strong>de</strong>nuestos, los improperios<br />
que lanzó el pueblo llenaron el ámbito <strong>de</strong> la<br />
iglesia, en términos que aquello parecía una<br />
jaula <strong>de</strong> locos. Agitábanse los diputados,<br />
echáudose unos á otros la culpa <strong>de</strong>l alboroto;<br />
nos apostrofaban también <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo llamándonos<br />
canalla soez, y los porteros dieroa<br />
principio á la expulsión. Aquí <strong>de</strong> ios apuros.<br />
Presenl^aeión y yo queríamos salir sin po<strong>de</strong>r<br />
lograrlo, por tener <strong>de</strong>lante una muralla <strong>de</strong><br />
carue humana que resistía la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte.<br />
Algunos se ecbarou fuera; mas no por<br />
eso se acalló el tumulto, y lo peor fué que<br />
aparecieron <strong>de</strong> súbito dos ó tres personas que<br />
tomaron el partido <strong>de</strong>l orador silbado contra<br />
el silbante pueblo.<br />
SKXTA EDICIÓN- M<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
194 K. l'EEGZ (JALDOS<br />
—iQue uste<strong>de</strong>s son uiios servUoues, mataean<strong>de</strong>las!<br />
—iQue uste<strong>de</strong>s son unoa afraucesados!<br />
—[Que uste<strong>de</strong>s son...I—imagíneae el lector<br />
lo peor que haya oído en plazas, presenciado<br />
eo tabernas, y aprendido en garitos.<br />
Y no paró aquí el <strong>de</strong>sastre, sino que Don<br />
Paco, viendo que alguien tomaba á pedios la<br />
<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l pobre Tenreyro, arriesgóse, como<br />
leal amigo y contertulio, á ponerse <strong>de</strong> su parte.<br />
•—^lEnvidia. no es más que envidia y rabia<br />
por las verda<strong>de</strong>s como pufioa que dice!—exclamó.<br />
En mal hora lo dijera. Vimos <strong>de</strong>saparecer<br />
su enjuta fignra entre una masa informe <strong>de</strong><br />
brazos y manos. Presentaeióo gritó:<br />
—¡Que matan al pobre D. Pacol<br />
Salió el infeliz, ó le sacaron, es <strong>de</strong>cir, allá so<br />
íué todo junto, víctima y verdugos, por la<br />
puerta afuera. Con esto se <strong>de</strong>spejó un tanto la<br />
tribuna, y pudimos salir <strong>de</strong> los últimos tras la<br />
oleada <strong>de</strong> gente que mal <strong>de</strong> su grado abandonaba<br />
la sesión. Quisimos auxiliar al maestro;<br />
pero no nos era posible por hallarse distante,<br />
y aunque el infeliz no recibió golpe <strong>de</strong> arma<br />
alguna, las herramientas <strong>de</strong> pufios y codos le<br />
hacían mnclio daño. Al fin, acosado por todos,<br />
huyó corriendo velozmente por la escalera<br />
abajo, dando no pocos tumbos y costaladas.<br />
Nuestra gran contrariedad consistía en que<br />
nos separaba <strong>de</strong> él una masa enorme <strong>de</strong> gente<br />
que nunca acababa <strong>de</strong> salir; así es que cuando<br />
llegamos abajo, en vano mirábamos á todos lados.<br />
D. Paco uo estaba. Hacíamos preguntas<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAOIZ 195<br />
á todos; pero nadie uos daba razóu satisfactoria.<br />
Quién <strong>de</strong>cía: ale han llevado a<strong>de</strong>utro;»<br />
quiéu: «le han llevado afaera.»<br />
—¡Qué siliiacii^n, qué comproraisol—<strong>de</strong>cía<br />
la mucbaclia.—¿Peto dóu<strong>de</strong> está el pobre Don<br />
Paco? Ahora tendré que ir á casa sola ó con<br />
usted.<br />
En la calle había también apiñado gentío,<br />
entre el cual vi á uno <strong>de</strong> esos individuos que<br />
36 aparecen como llovidos eu toda escena <strong>de</strong><br />
agitación popular, dispuestos á echar el peso,<br />
no <strong>de</strong> su autoridad, sino <strong>de</strong> sus garrotes en la<br />
balanza <strong>de</strong> las contiendas políticas. jDesgraciado<br />
Tenrej'ro, <strong>de</strong>sgraciado Ostolazal ]Qué<br />
ovación les esperaba!<br />
La hermandad <strong>de</strong> la porra no es tan antigua<br />
como el mundo, no; pero entradilla en<br />
años es.<br />
—Bi-isquemos, busquemos á ese infeliz—me<br />
<strong>de</strong>cía mi linda pareja,—[De modo que tengo<br />
que ir sola á casa... ¿Y qué voy á <strong>de</strong>cir?... Y<br />
mi hermana é Inés, ¿dón<strong>de</strong> están?... lOh, señor<br />
<strong>de</strong> AraeeU, más vale que se abra la tierra<br />
y me traguel<br />
Al fin nos dio razón <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sgraciado preceptor<br />
uu soldado, dicióndouos:<br />
—Se le llevaron entre cuatro.<br />
—¿Pero á dón<strong>de</strong>, no se sabe á dón<strong>de</strong>?<br />
El soldado, encogiéndose <strong>de</strong> hombros, fijó<br />
su vista en la puerta <strong>de</strong> San Felipe por don<strong>de</strong><br />
salían bastantes diputados. Felizmente y gracias<br />
á la intervención <strong>de</strong> D. Juan María Villavieeucio,<br />
los que se disponían á obsequiar é.<br />
Teoreyto y Oslaiaza no pasarou á vías <strong>de</strong> he-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
196 B. PÉREZ GALDOS<br />
cho; mas con la agu<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus silbidos y el<br />
mugir <strong>de</strong> sus insultos fueron dando inüsica áaüibos<br />
personajes por largo trecbo <strong>de</strong> la calle.<br />
Fué aquel lance uno <strong>de</strong> los muchos que<br />
afearon la pi'imera época constitucional; pero<br />
no llegó á ser tan escandaloso como el ocurrido<br />
poco <strong>de</strong>ppués, con motivo <strong>de</strong>l famoso inci<strong>de</strong>nte<br />
Lardizábal, y que puso en gran peligro<br />
la vida <strong>de</strong> T>. José Pablo Valiente, diputiido<br />
absolutista, el cual hubiei'a sido <strong>de</strong>spedazado<br />
por el pueblo, si Villavieencio no le librara<br />
hei-óicameiite <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> aquél, embaí--candóle<br />
al instante.<br />
—[Virgen Santísimal — repetía Presentación.—jY<br />
esas niñas no pareceul... Vamonos<br />
al punto <strong>de</strong> aquí. Allí sale el Sr. Ostolaza....<br />
Me va á conocer.<br />
Marchamos por la ealie <strong>de</strong> San José paratomar<br />
la <strong>de</strong>l Jardín illo; pero no nos fué posible<br />
esquivar las miradas y la persecución <strong>de</strong>l señor<br />
Ostolaza, que llamándonos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos noa<br />
obligó á <strong>de</strong>tenernos.<br />
—Señora mía—dijo el taimado clérigo,—<br />
eso está muy bien... En la calle con un mozalbete...<br />
Por fuerza ha muerto la señora-<br />
Con<strong>de</strong>sa...<br />
—Por Dios y la Virgen—exclamó Ja muchacha<br />
llorando,—Sr, <strong>de</strong> Ostolaza... no díga usted<br />
nada á mamá. Yo le explicaré á usted....<br />
Salimos á paseo, y como nos perdiéiamos,<br />
pues... No diga usted nada á mamá. ¡Ayl señor<br />
<strong>de</strong> Ostolaza: usted es un bueu sujeto y tendrá<br />
lástima <strong>de</strong> mí.<br />
—En efectOj siento lástima <strong>de</strong> la señorita..<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 197<br />
—Quiero <strong>de</strong>cir... Lléveme usted á casa...<br />
.Amigo—añadió esforzándose eu aparecer jo-<br />
•yial,—oí su discurso y me pareció muy bonito...<br />
¡qnébieu habla usted, q\ié bien!... Da gusto...<br />
—Basta <strong>de</strong> lisonjas—dijo el clérigo; y luego<br />
mirándome añadió;^Y usted, señor militar teólogo,<br />
¿<strong>de</strong> qué arterías se lia valido para sacar<br />
<strong>de</strong> su casa á esta señorita?<br />
—Yo DO he sacado <strong>de</strong> su casa á esta señorita—repuse:—la<br />
acompaño porque la he encontrado<br />
sola,<br />
—A causa <strong>de</strong>l gentío, nos perdimos Don<br />
:Paeo y yo... quiero <strong>de</strong>cir, se perdieron ellas.<br />
—Comprendido, compremlido.<br />
—¿Silbe usted, señor oficial teólogo—rae<br />
dijo con aviesa mirada,—que antes <strong>de</strong> poner<br />
esto en conocimiento <strong>de</strong> Doña María, voy á dar<br />
.parte á la justicia?<br />
—¿Sabe usted—respondí,—señor elerigón<br />
•entrometido, que si no se me quita <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante<br />
ahora mismo, le enseñuré á ser comedido y á<br />
no meterse en camisa <strong>de</strong> once varas?<br />
—Comprendido, comprendido^repnso, popiéudose<br />
cumo<strong>de</strong> aliHMgre su abominable rostro,<br />
y echándome <strong>de</strong> lleno su insolente mirada.<br />
—Sigan los pimpollitos su camino. Adiós...<br />
Marchóse á toda prisa, y cuando le perdimos<br />
<strong>de</strong> vista, Presentación me dijo dando uu<br />
suspiro;<br />
—Nos llamó pimpollitos, y cree que somos<br />
novios, y que-nos hemos escapado... Ahora<br />
.¿qué diré á mamá cuando me vea entrar con<br />
usted? Necesito inventar algo muy ingenioso y<br />
•bien urdido.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
198 B. PÉREZ GALBOS<br />
—Lo mejor es <strong>de</strong>cir la verdad clara y <strong>de</strong>snuda.<br />
Esto ofen<strong>de</strong>rá menos ala señoraqnelas<br />
invenciones con que usted pretendaengafiarla.<br />
—jLa verdadl... ¿está usted loco? Yo no digo<br />
la verdad aunque me maten... Corramos...<br />
¿Habrán llegado las otras dos? ]Jesús divino?<br />
|Si ellas dicen inia tneiiliradistintads la mía...!<br />
—Por eso lo mejor es <strong>de</strong>cir la verdad.<br />
—Eso ni pensailo. Mamá nos mataría... A<br />
ver qué le parece á usted mi proyecto. Yo entraré<br />
llorando, llorando mucho. •<br />
—Malo,<br />
—^Pues me <strong>de</strong>smayaré, diciendo que usted<br />
es un traidor que quiso robarme.<br />
—Peor. Diga usted que se perdiei'on, que<br />
encontraron á Lord Gray...<br />
—No nombraré al inglés: eso jamás.<br />
—¿Por qué?<br />
•—Porque ahora nombrar en casa á Lord<br />
Gray y nombrar al <strong>de</strong>monio, es lo mismo.<br />
—Yo sé la cansa: Lord Gray es amado por<br />
una <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s.<br />
—|0h, qué cosas dice usted!—exclamó muy<br />
turbada.—Nosotras,.,<br />
—Usted.<br />
—No; ni mi hermana tampoco.<br />
—Sé que la señora Inesita está loca por él.<br />
—¡Obi |Sí.,. loca, loca!... Dios mío, ya llegamos...<br />
Estoy medio muerta.<br />
Al entrar en la calle y acercarnos á la caga,<br />
alcé la vista, y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l vidrio <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />
miradores, diatitigní un bulto siniestro, <strong>de</strong>spués<br />
dos ojos terribles separados por el curvo filo<br />
<strong>de</strong> una nariz aguileña, <strong>de</strong>spués un rayo <strong>de</strong>in-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
GADI2<br />
199<br />
dignación que pai-tia <strong>de</strong> aquellos ojos. Presentación<br />
vi6 también la fatídica imagen y estuvo<br />
apunto <strong>de</strong> <strong>de</strong>smayarse en mis brazos.<br />
—Mi mamá nos ha visto—d)jo,^Sr. <strong>de</strong> Áraceli.<br />
Escápese usted, sálvese usted, pues todavía<br />
es tiempo.<br />
—Subamos, y diciendo la verdad, nos salvaremos<br />
los dos.<br />
XX<br />
En el corredor, Presentación cayó <strong>de</strong> rodillas<br />
ante su madre que al encuentro nos salía,<br />
y exclamó con ahogada voz: •<br />
—Seflora m
200 S. PÉREZ SALDOS<br />
la sala.—|Señores... ya no hay nada seguro...<br />
no pne<strong>de</strong>n las persones <strong>de</strong>centes salir á lactllel<br />
En la sala esLiiban O-stolaza, D. Pedro (iel<br />
Congosto y un joven como <strong>de</strong> treinta y cuatro<br />
años y <strong>de</strong> buena presencia, á quien yo no conocía.<br />
Miróme el primero OOD penetrante en-<br />
cono el ludc altauero <strong>de</strong>sdén<br />
tercero con curiosidad.<br />
—Señora—dije á la Con<strong>de</strong>sa,—usted se ha<br />
exaltado sin rasou, interpretando mal un hecho<br />
que en si DO tiene mnhcia ülguna,<br />
Y le conté lo ocurrido, disfrazando <strong>de</strong> un<br />
modo discreto los acci<strong>de</strong>ntes que pudieran ser<br />
<strong>de</strong>sfavorables á las pobres niñas.<br />
—Caballero—me contestó con acrimonia,<br />
—dispénseme usted, pero no puedo darle crédito.<br />
Yo me enten<strong>de</strong>i'é <strong>de</strong>spués coa estas iiiconai<strong>de</strong>i'adas<br />
y locas niñas; y en tanto, no<br />
puedo menos <strong>de</strong> creer que usted y Lord Gray<br />
han urdido un abominable complot para turbar<br />
la paz <strong>de</strong> mi casa. Señores, ¿uo hablo con<br />
razón? Estamos en una sociedad don<strong>de</strong> se hallan<br />
íu<strong>de</strong>fensos y <strong>de</strong>samparados el honor <strong>de</strong><br />
las familias y el <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> bis personas raayorea.<br />
iNo se pue<strong>de</strong> vivirl... Me quejaré al<br />
Gobierno, ala Regencia... ]pero áqué, si todo<br />
esto proviene <strong>de</strong> las altas i'egione.^, don<strong>de</strong> no<br />
86 alberga más que alevosía, <strong>de</strong>svergüenza,<br />
escóndalo y <strong>de</strong>spreocupación!<br />
Los tres pei'sonajes, que cual tres estatuas<br />
exornaban con simétrica coloeacióü el testero<br />
<strong>de</strong> la sala, movieron sus venerables cabezas<br />
cou a<strong>de</strong>mán afirmativo, y alguno <strong>de</strong> eüos golpeó<br />
con ];i maciza mano el braao <strong>de</strong>l sillÓP.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 201<br />
—-Si', <strong>de</strong> Áraceli, siento <strong>de</strong>cir á usted que<br />
•ya reconozco la lameiitable equivocación ea<br />
que iucuní refpecto al carácter <strong>de</strong> usted.<br />
—Señora, usteil pue<strong>de</strong> juzgarrae como guste;<br />
pero eu el suceso <strong>de</strong> hoy no ha habido la<br />
menor inalieia por mi parte.<br />
—Yo me vuelvo loca-—repuso la señora.—<br />
por todas partea asechanzas, celadas, inicuos<br />
planes. No hay <strong>de</strong>fensa posible; son inútiles<br />
las precauciones; <strong>de</strong> uad^ sirve el aislamiento,<br />
<strong>de</strong> nada sirve el apartarse <strong>de</strong> ese corruptor<br />
bultii'iíi. En nuestro secreto asilo viene á buscarnos<br />
la traidora maldad que todo lo inva<strong>de</strong>,<br />
y hasta eu lo más recóndito penetra.<br />
Los tres personajes dieron nuevas señales<br />
<strong>de</strong> su unánime asentimiento.<br />
-—Basta <strong>de</strong> farsas—dijo Ostolaza.—La señora<br />
Dofla María no neyesila que usted se<br />
disculpe ante ella, porque le conoce. ¿Cóíno<br />
ya. <strong>de</strong> Teología?<br />
—Con la poca que sé—-repuse,—cualquier<br />
sacristán podía pronuiiciar en las Cortes discursos<br />
dignos <strong>de</strong> ser oídos.<br />
—El seDor es <strong>de</strong> los que van todos ¡os diaa<br />
-é. alborotar á la tribuua. Es uu oficio con el<br />
cual viven muchos.<br />
—iQué aberraeiónl ¿Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tal sitio y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
tales tribunas se pieusa gobernar el Reino?<br />
—No quiero hacer aquí apologías <strong>de</strong> mi<br />
conducta—respondí con calma,—ui las injurias<br />
<strong>de</strong> ese hombre me harán olvidar el hábito<br />
que viste y el respeto que <strong>de</strong>bo á la casa ea<br />
que estoy. Aquí está una persouaque, si pue<strong>de</strong><br />
haber formado ds mí juicio <strong>de</strong>sfavorable<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
202 B. TERIÍZ GALDOS<br />
en ciertas cuestiones, conoce muy bien mia<br />
antece<strong>de</strong>ntea y mi reputación como hombre<br />
honrado. El Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto me<br />
oye. y yo apelo á su lealtad, para que Doña<br />
María sepa si ha admitido eu an casa á una<br />
persona indigna.<br />
Oyendo esto D. Pedro, que indolentemente<br />
se apoyaba en el respaldo <strong>de</strong>l sillón, irguióse,<br />
atusó loa largos bigotea, y gravemente babló<br />
<strong>de</strong> esta manera:<br />
—Señora, señorita y caballeroa: puesto que<br />
este joven apela á mi lealtad, probada en cien<br />
ocasiones, <strong>de</strong>claro que no una, sino muchísimas<br />
veces, he o(do elogiar aii buen comportamiento,<br />
su caballerosidad, sn valor como militar,<br />
con otras diatiuguidas prendas <strong>de</strong> paisano<br />
qne le han creado abundante número <strong>de</strong><br />
amigos en el ejército y fuera <strong>de</strong> él.<br />
— ¡Pues qué dnda tiene!—exclamó Preseutftcióu,<br />
<strong>de</strong>scuidándose en manifestar sus sentimientos.<br />
—Calla tú, necia—dijo la madre. — Tu<br />
cuenta se ajiistni'á <strong>de</strong>spués.<br />
—Nnoca—continuó el estafermo,—ha llegado<br />
á mis oídos noticia alguna <strong>de</strong> este joven<br />
qne no le sea favorable. Bien quisto <strong>de</strong> todos,<br />
ha lieeho su carrera por el mérito, no por la<br />
intriga; por el valor, no por la astucia; y como<br />
esto es verdad y yo lo sé, y me cousta, y lo<br />
afirmo y lo sostengo, y soy hombre que sabe<br />
sostener lo que dice, estoy dispuesto á <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rle<br />
contra todo agravio que en este terreno<br />
se le haga. Señora, señorita y caballeros; como<br />
hombre qne ama á ese don <strong>de</strong>l cielo, esa in-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 303<br />
maculada virgeu <strong>de</strong> la verdad que es norte <strong>de</strong><br />
los bueiioa, he dicbo todo lo que pue<strong>de</strong> favorecer<br />
á este joven: aliora voy á <strong>de</strong>cir, lo que le<br />
<strong>de</strong>sfavorece...<br />
Mientras D. Pedro tosía y sacaba el infinito<br />
pañuelo encarnado y azul para limpiarse boca<br />
y narices, reinó solemne Bilenoio eo Ja sala, y<br />
todos me miraba» con afauosa curiosidad.<br />
—Es, pues, el caso—continuó el cruzado,—<br />
que este joven, si bajo un aspecto es la misma<br />
virtud, bajo otro es nti monstruo, señores, un<br />
monstruo; el mayor .enemigo <strong>de</strong>l sosiego doméstico,<br />
el corruptor <strong>de</strong> las familias, el terror<br />
<strong>de</strong> lapudorosa amistad.<br />
Nueva pausa y asombro <strong>de</strong> todos. Presentación<br />
me miraba _eon la mitad <strong>de</strong> su alma en<br />
cada ojo. ^<br />
—Si: ¿qué otro nombre merece quien posee<br />
un ai'te inleriial para romper lazos do mny antiguo<br />
tvaba'dos entre dos personas, y que resistieran<br />
durante veinticinco años á las asechanzas<br />
<strong>de</strong>l mundo y á la persecución <strong>de</strong> los<br />
más diestros cortejos?... Permítanme los pre-•<br />
seutes que na nombre personas. Básteles saber<br />
que este joven, poniendo en juego sus malas<br />
artes amorosas, embaucó y en^jañó y arrastró<br />
tras sí á quien había sido la misma firmeza, el<br />
pudor mismo y la mismísima lealtad, <strong>de</strong>jando<br />
burlada la i<strong>de</strong>al adoración <strong>de</strong> un hombre que<br />
la había sido el <strong>de</strong>chado <strong>de</strong> la constancia y<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. El <strong>de</strong>sairado lloraba en silencio<br />
su <strong>de</strong>sgracia, y el victorioso mozalbete goza<br />
eio reparo <strong>de</strong> las incomparables <strong>de</strong>licias que<br />
pue<strong>de</strong> ofrecer aquel tesoro <strong>de</strong> hermosura. Pero<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
304 B. PÉREZ SALDOS<br />
¡gnayl que no es bueno confiar en las <strong>de</strong>licias<br />
<strong>de</strong> un día; iguayl que en la iiora menos pensada<br />
encontrará!) los crimiimles <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí<br />
ia aterradora iinagen <strong>de</strong>l hombre ofendido, que<br />
está diapnesto á vengar su alrenta,,. Con qne<br />
díganme si el que tal ha iiecho, si el qne en la<br />
dilfcil conquista <strong>de</strong> esa humana fortaleza, jamás<br />
antes rendida, ha probado su travesura,<br />
¿qué no liará dii'igitíridoia contra inexpertas<br />
joveuzuelas? Abrirle las puertas <strong>de</strong> una cusa<br />
es abrirlas á la liviandad, á la seducción, á la<br />
impru<strong>de</strong>ncia. Esto es lo que sé acerca <strong>de</strong>l sefioi'<strong>de</strong>Araeelr,<br />
sin quitar ni poner cosa alguna,<br />
PresentadÓD estaba absorta, y Doñailaría<br />
aterrada.<br />
^Señora, señorita y caballeros—repuse yo,<br />
no disimulando la risa.-—Ai Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l<br />
Congosto han informado mal respecto al suceso<br />
que últimamente ha contado. Ese portento<br />
<strong>de</strong> hermosura habrá caído en las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
otra persona, que no en las mías.<br />
— ¡Yo sé lo que me digo—exclamó D. Pedro<br />
con atronadora voz,—y bastal Denme licencia<br />
para retirarme, que avanza Ja hora y<br />
esta tar<strong>de</strong> he <strong>de</strong> embarcarme con la expedición<br />
que va al Condado <strong>de</strong> Niebla á. operar contra<br />
los franceses. La ociosidad me enfada, y <strong>de</strong>seo<br />
hacer algo en bien <strong>de</strong> ia patria oprimida. No<br />
tenemos Grobierno, no tenemos generales; las<br />
Cortes entregarán maniatado el Reino al picaro<br />
francés... Sr. <strong>de</strong> Araceli, ¿va usted al Condado?<br />
—No, señor; guarneceré á Matagorda en<br />
todo el mes que vieue... Pero yo también me<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAOIZ 205<br />
retiro, porque la señora Doña María DO ve<br />
con buenos ojos que entre en su casa.<br />
—La verdad, Sr. <strong>de</strong> Araceli, si hubiese sabido...<br />
Aprecio BUS buenas prendas <strong>de</strong> militar<br />
y <strong>de</strong> caballero; pero... Presentación, retívate.<br />
¿No te da vergüenza <strong>de</strong> oÍr estas cosas?... Pues,<br />
como <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>seo aclarar el puuto obscurísimo<br />
<strong>de</strong>l encuentro <strong>de</strong> usted en la calle con mi<br />
hija. Aún creo que hay tribunales en España,<br />
¿no es verdad, Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong>?<br />
Esto lo dijo mirando al joven que antes he<br />
mencionado.<br />
—Señora — repuso éste, <strong>de</strong>splegando para<br />
aoureir toda su boca, que era grandísima,—á<br />
fe <strong>de</strong> jurisconsulto diré á usted que aúu pue<strong>de</strong><br />
arreglarse. Estoy acostumbrado á presenciar<br />
lances muy chuscos en mi carrera, y nada me<br />
asusta. ¿Ha habido noviazgo?<br />
—¡ Jesúsl qué abominación—exclamó con in<strong>de</strong>cible<br />
trastorno Doña María.—[Noviazgol...<br />
Presentación, retírate ai instante.<br />
La damisela no obe<strong>de</strong>ció.<br />
—Pues si ha habido noviazgo, y loa dos ee<br />
quieren, y han dado un paseíto juntos, y el<br />
señor es un buen militar, ¿á qué audat con farándulas<br />
y mojigatería? Lo mejor es casarles<br />
y en paz.<br />
Doña María, <strong>de</strong> roja que estaba, volvióse<br />
pálida, y cerró los ojos, y respiró con fuerza,<br />
y el torbellino <strong>de</strong> su diguidad se le subió á la<br />
cabeza; se mareó y estuvo á puuto <strong>de</strong> caer <strong>de</strong>smayada.<br />
—No esperaba yo tales irreverencias <strong>de</strong>l señor<br />
D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong>—dijo con voz en-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
306 B. PÉREZ GALBOS<br />
treeortada por la ira.—El Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong><br />
no sabe quiéu soj; el Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Caloroar<strong>de</strong><br />
recuerda los planea casameuteros que<br />
servían paia hacer fortuua en los tíeoapos <strong>de</strong><br />
Godoy. Mi dignidad uo me permite seguir este<br />
asuQto. Ruego al Sr. D. Ta<strong>de</strong>o Calomar<strong>de</strong> y<br />
al Sr. D. Gabriel Áraceli que se sirvau abandouar<br />
mi casa.<br />
Caíomar<strong>de</strong> y yo uos levantamos. Preseotacióu<br />
me miró, y con toda su alma eu los ojos<br />
me dijo en mudo lenguaje:<br />
—Lléveme usted consigo.<br />
Ouaudo uos retirábamos, entraron en la saía<br />
Inés y Asnucióu, conducidas por un fraile.<br />
—Fray Pedio Advíucula, ¿qué es esto?—dijo<br />
Doña María.—¿Me explicará usted al fin el<br />
singular suceso <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> ¡as uiñas?<br />
—Señora... nada más natural—repuso jovialmente<br />
el fraile, que era joven por más señas,—Una<br />
bomba.,, ¡pobre D. Pacol No se lia<br />
sabido más <strong>de</strong> él... ¡Iban por la murallal... Las<br />
dos niñas corrieron, corrieron... pobreeitas...<br />
Las recogimos eu casa,., se las dio agua y vino,.,<br />
iqué sustol pobrecillas,,, Á la señora Doña<br />
Presentaeioucita no se la pudo encontrar.,.<br />
—La picara se fué á las Cortes cou... [Justicia,<br />
cielos divinos, justicial<br />
No oí más porque salí <strong>de</strong> la casa. Des<strong>de</strong><br />
aquel momento fui amigo <strong>de</strong> Caíomar<strong>de</strong>, ¿Hablaré<br />
<strong>de</strong> él aigúu día? Creo que sí.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 307<br />
XXI<br />
Pasaron días, y Snn Lorenzo <strong>de</strong> Puntales me<br />
vio ocupado en su <strong>de</strong>feusa duiaute un mes, en<br />
compañía <strong>de</strong> los valientes eauat'ios <strong>de</strong> Alburqoerque.<br />
Allí ni un instante <strong>de</strong> reposo; allí ni<br />
siquiera noticias do CAdiz; allí ni la compañía<br />
<strong>de</strong> Lord Gray, ni cartas <strong>de</strong> Araarauta, u¡ mimos<br />
<strong>de</strong> Doña Flora, ni ameuüzas <strong>de</strong> D. Pedro<br />
<strong>de</strong>l Congosto.<br />
Dentro <strong>de</strong> Cádiz el sitio era una broma y los<br />
gaditanos se reían <strong>de</strong> las bombas. La alegre<br />
ciudad, cuyo aspecto es el <strong>de</strong> una perpetua<br />
sonrisa, miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus murallas el vuelo <strong>de</strong><br />
aquellos mosquitos, y aunque picaran, los recibía<br />
con coplas donosas, como los bilbaínos<br />
<strong>de</strong> la presente época. Cuando el bombar<strong>de</strong>o<br />
hizo verda<strong>de</strong>ros estragos, los llantos y lágrimas<br />
perdiéronse en el bullicioso rumor <strong>de</strong><br />
aquel hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> chistes. Pero eran contadas<br />
las <strong>de</strong>sgracias. Una bomba mató á un inglés,<br />
y estuvo á punto <strong>de</strong> ser victima <strong>de</strong> otra, en los<br />
mismos brazos <strong>de</strong> su nodriza, D. Dionisio Alcalá<br />
Gflliano, hijo <strong>de</strong> D. Antonio. Fuera <strong>de</strong><br />
estos casos y otros que no recuerdo, los efectos<br />
<strong>de</strong> la artillería enemiga eran risibles. Un proyectil<br />
penetró en cierta iglesia, arrancando las<br />
narices á un ángel <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que sostenía la<br />
lámpara; otro <strong>de</strong>strozó el lecho <strong>de</strong> un frailo <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
208 B. PERBZ GALDOS<br />
San Juan <strong>de</strong> Dios, que afortunadamente se<br />
hallaba fuera en el instante ciítico.<br />
Cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> auseucia tan larga fui á.<br />
visitar á Aiuaranta, la eiieonti'é <strong>de</strong>sesperada,,<br />
porque el aislamiento <strong>de</strong> lués eu la casa <strong>de</strong> la<br />
calle <strong>de</strong> la Atnargni'a había tomado el cai'ácter<br />
<strong>de</strong> una esclavitud horrorosa, Oerj'adii lapuerta<br />
á los exLrHfloa con rigor ínquisitoiial,<br />
era Jocura aspirar ya á burlar vigilancias, á.<br />
engañar suspicacias y menos á romper la fatal<br />
clausura. La <strong>de</strong>sgraciada Con<strong>de</strong>sa me expresócon<br />
estas palaljras sus pensamientos:<br />
—Gabriel, no puedo vivir más tiempo en<br />
esta triste soledad. La anseiieia <strong>de</strong> lo que más<br />
amo en el mundo, y más que su auseucia, la<br />
consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia, me cansan un<br />
dolor inmenso. Estoy <strong>de</strong>cidida á intentar por<br />
cualquier medio una entrevista con mi hija, enla<br />
cual, revelándole lo que iguoia, espero conseguir<br />
que ella misma ronipa espontáneamente<br />
los hierros <strong>de</strong> su esclavitud, y se <strong>de</strong>cida á<br />
vivir, á huir conmigo. No me queda ya más<br />
recurso que el <strong>de</strong> la violencia. Yo esperé que<br />
tú me sirvieras en este negocio; pero con la necedad<br />
<strong>de</strong> tus celos no has hecho nada. ¿No<br />
sabes cuál es mi proyecto ahora? Conflarme á<br />
Lord Gray, revelarle todo, suplicándole que<br />
me facilite lo que tanto <strong>de</strong>seo. Ese inglés tiene<br />
nna audacia sin límites, eu nada repara y será<br />
capaz <strong>de</strong> traerme aquí la casa entera cou Doña.<br />
María <strong>de</strong>ntro, cual una cotorra eu eu jaula,<br />
¿No le crees tii capaz <strong>de</strong> eso?<br />
—De eso y <strong>de</strong> mucho más,<br />
—Pero Lord Gray oo parece. Nadie sabe su<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 209<br />
para<strong>de</strong>ro. Fué á la expedición <strong>de</strong>l Condado,<br />
y auuqne se cree que regresó á Cádiz, no se le<br />
ve por ninguna parte. Búscamele por Dios,<br />
Gabriel; ti'aémele aquí, 6 dile <strong>de</strong> mi parte que<br />
me interesa hablar con él <strong>de</strong> uu asunto que es<br />
<strong>de</strong> vida ó muerte para mí.<br />
Efectivamente, nadie sabía el pai'a<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>i<br />
noble inglés, aunque ae suponía que estuviese<br />
en Oádia. íTabía tomado parto en la expedición<br />
que fué al Condado <strong>de</strong> Niebla con objeto <strong>de</strong><br />
hostilizar á los franceses por su fila <strong>de</strong>recha, y<br />
que, si menos célebre, no fué menos lastimosa<br />
que la <strong>de</strong> Ghiclana, con su célebre batalla <strong>de</strong>l<br />
Gervo iU la Cabeza <strong>de</strong>l Puerco. Acaeció ea la<br />
jornada <strong>de</strong>l Condado un suceso digno <strong>de</strong> pasar<br />
á la historia, y fné que en ella <strong>de</strong>scalabraron<br />
<strong>de</strong>l modo más lamentable á nuestro heroico y<br />
por tautos títulos afamado D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto,<br />
quiái en lo más recio do nn combate<br />
,que cerca <strong>de</strong> San Juau <strong>de</strong>l Puerto trabaron<br />
con los nuestros los franceses, metióse <strong>de</strong>nodadamente,<br />
llevando en pos á sus cruzados <strong>de</strong><br />
rojo y amarillo, con lo cual dieeu hubo gran<br />
risa en el campo francés. Trajéronlo todo molido<br />
y quebrantado á Cádiz, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>cía que<br />
por haber perdido nua herradnra su caballo<br />
uo se ganó la batalla, pues cuando el maldito<br />
jaco tropezó, ya empezaban á Iiuir cual bandadas<br />
<strong>de</strong> conejos los batallones franceses; y fija<br />
esta i<strong>de</strong>a en su ardorosa mente, no cesaba <strong>de</strong><br />
repetir; *¡Si no me hubiese faltado la hej'radural.,.»<br />
Lord Gray también fué ál Condado, y se<br />
contaban <strong>de</strong> él maravillas; pero á su regreso<br />
SEXTA EDÍCIÓN ' 14<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
210 B. PÉREZ GALDÓS<br />
<strong>de</strong>sapareció sii persona <strong>de</strong> todos los sitios públicos,<br />
y aun íiubo quien le cn^yese muorto,<br />
Fui á su casa y el criado me dijo:<br />
^Milord está vivo y sano, aunque no <strong>de</strong>l<br />
juicio. lísLuvo encerrado quince días sin querer<br />
ver á midie. Después me insindó que reuniese<br />
á todos los mendigos <strong>de</strong> Cádiz; y cuando<br />
lo hice, juntólos en el comedor y allí les<br />
obsequió con un banquete como para reyes.<br />
Dióies á beber <strong>de</strong> los ujejores vinos: ios pobres<br />
se reían unos y lloraban otros; pero todos se<br />
emborracliaron. Luego fué preciso echarles á<br />
puntapiés <strong>de</strong> la casa, y trabajamos tres días<br />
para limpiarla, porque <strong>de</strong>jaron por fauegas las<br />
puIgHS y otra cosa [)eor.<br />
—Pero ¿dón<strong>de</strong> eslá en este momento Milord?<br />
— Milord <strong>de</strong>be andar nliora allá por el<br />
Carmen.<br />
Dirigfme hacia el Carmen Calzado, cuyo<br />
grau prtitico, frontero á la Alameda, admiran<br />
los forasteros. !No es una obi'a maestra <strong>de</strong> los<br />
buenos tiempos <strong>de</strong> nuestra arquitectura la tal<br />
fachada; pero los mil acci<strong>de</strong>ntes con que lujosamente<br />
ia adornó la imaginación <strong>de</strong>l artif^ta,<br />
le dan cierta belleza que el mar allí cercano<br />
parece que fantasea ásu antojo. No sé [lOr qué<br />
siempre encontié semejanza enUe dicho frontispicio<br />
y las popas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s navios antiguos:<br />
hasta parece que se mece gallardamente<br />
impulsado por el viento y las olas. Loa<br />
santos que lo adoj'nau semejan turóles gigantescos;las<br />
horuacinas,troneras, los barandajes,<br />
los nichos, las mórbidas roscas <strong>de</strong> las coJuin-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAUIZ 211<br />
mas salomónicas, todo se me antoja como peuteuocioiito<br />
al domiuio <strong>de</strong> ia vieja arquitectura<br />
naval.<br />
Caía la tar<strong>de</strong>. Entraban mansamente los<br />
buenos frailes, como ovejas que vuelven al<br />
aprisco; los pobres árboles <strong>de</strong> la Alameda apenas<br />
sombi-eiiban el espacio que media entre el<br />
edificio y ia muralla, y el sol iluminaba el<br />
frontis, dorándolo completamente. En línea<br />
recta se extendía la pequeña pared <strong>de</strong>l convento;<br />
y en su extremo una puerteeilla estrecha<br />
que servia <strong>de</strong> ingreso al claustro, estaba<br />
completamente obstruida por un regubif gentío<br />
que hormigueaba allí en formas obscuras<br />
y movedizas, acompañadas <strong>de</strong> un rumor sordo,<br />
ó gruñido chillón, como <strong>de</strong> plebe menuda<br />
que se impacienta. Eran los pobres que esperaban<br />
la sopa boba.<br />
En Cádiz no han abundado tanto como eu<br />
otros lugares loa mendigos haraposos y medio<br />
<strong>de</strong>snudos; esos escuadrones <strong>de</strong> gente llagada,<br />
sarnosa é inválida que aun hoy nos sale al encuentro<br />
en ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Aragón y Castilla.<br />
Pueblo comercial <strong>de</strong> gran riqueza y cultura,<br />
Cádiz carecía <strong>de</strong> esa lastimosa hez; pero en<br />
aquellos tiempos <strong>de</strong> guerra, muchos pedifrüe-<br />
•ños que pululaban en los caminos <strong>de</strong> Andalucía,<br />
refugiáronse en la improvisada Corte.<br />
Para que nada faltase y fuese Cádiz en tales<br />
días compendio <strong>de</strong> la nacionalidad espafiola,<br />
puMO allí sus reales hasta la liermandad <strong>de</strong> pan<br />
.y piojos, que tanto ha figurado en nuestra historia<br />
social, y tanto, tantísimo dado que ha-<br />
'bJar á propios y extranjeros.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
213 - B. PÉREZ GALDOS<br />
Aeerquéme á Jos infelices, y les vi <strong>de</strong> todas<br />
ciases: unos mutilados, otros entecos, <strong>de</strong>macrados<br />
y aiidi'ajosos los más, y todos chillones,<br />
<strong>de</strong>senfadados, resueltos, como si la mendicidad,<br />
más que <strong>de</strong>sgracia, fuese en ellos un<br />
oficio, y gozasen, á falta <strong>de</strong> rentas, <strong>de</strong>l fuero<br />
ioalienable y sagrado <strong>de</strong> pedir al resto <strong>de</strong>l<br />
humano linaje, tíaiió el lego con el cal<strong>de</strong>rón<br />
<strong>de</strong> bazofia, y allí era <strong>de</strong> ver cómo se empujaban<br />
y revolvían unos contra otros, dispaláadose<br />
Ja vez, y con qué bríos y con qué altivo<br />
lenguaje alargaban el cazuelillo. Kepartia e!<br />
cogulla á diestro y siniestro golpes <strong>de</strong> cuchara,<br />
y ellos se aporreaban para quitarse Ja ración,<br />
y entre manotadas y coces iban logrando<br />
la pai'te correspondiente, para retirarse <strong>de</strong>spués<br />
á un rincón, don<strong>de</strong> pacíficameute se lo<br />
comían.<br />
Yo les miraba con lástima, cuando divisé<br />
en el hueco <strong>de</strong> una puerta una figura que me<br />
hizo quedar perplejo y aturdido. No creyendo<br />
ó mis ojos. Ja miréy reniii'é, sin convencerme<br />
<strong>de</strong>que era realidad lo que ante mí tenía. El<br />
mendigo que así llamaba mi atención [pues<br />
mendigo era) vestía con los andrajos más <strong>de</strong>sgarrados,<br />
más rotos, más sucios y extravagantes<br />
que darse pue<strong>de</strong>. Aquel vestido no era<br />
vestido, sino una informe hilacha que se <strong>de</strong>shacía<br />
al compás <strong>de</strong> los movimientos <strong>de</strong>l individuo.<br />
La capa no era capa, sino un mosaico<br />
<strong>de</strong> diversas y <strong>de</strong>scoloridas telas; pero tan mal<br />
hilvanadas, que el aire se entraba por las mil<br />
puertas, ventanas y rejas, obra <strong>de</strong> la tosca<br />
aguja. Su sombrero no era sombrero, sino un<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 213<br />
mueble in<strong>de</strong>finido, una cosa entre plato y fuelle,<br />
entre forro y cojín vacío; y por este estilo<br />
las <strong>de</strong>más prendas <strong>de</strong> su cuerpo anunciaban<br />
el último grado <strong>de</strong> la miseria y abandono, cual<br />
si todas hubiesen sido recogidas entre aquello<br />
que la misma mendicidad arroja <strong>de</strong> ai; materias<br />
que se <strong>de</strong>vuelven á la masa geueral <strong>de</strong> lo<br />
inorgánico, para que <strong>de</strong> nuevo tomen forma<br />
en las revoluciones <strong>de</strong>l universo.<br />
También me causó sorpresa ver el garbo<br />
con que el hi... <strong>de</strong> mala iniijer se terciaba la<br />
capita, y echaba sobre la ceja el sombrerete, y<br />
guiñaba el ojo á los compañeros, y <strong>de</strong>cía donaires<br />
al bueu lego, Pero ¡ayl lo que más que<br />
traje y sombrero me asombró, <strong>de</strong>jándome lelo<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> tan esclarecido concurso, fué la<br />
cara <strong>de</strong>l mendigo; sí, señores, su cara, porque<br />
sepan uste<strong>de</strong>s que era la <strong>de</strong>l mismísimo Lord<br />
Gray.<br />
XXU<br />
Creí soñai-; le miré mejor, y hasta que no<br />
me llamó saludándome, no me atreví á hablarle,<br />
temiendo pa<strong>de</strong>cer una equivocación.<br />
—No sé, Milord—le dije,—si <strong>de</strong>bo reírme<br />
ó enfadarme <strong>de</strong> ver á un hombre como usted<br />
con ese traje y llenando su escudilla en la<br />
puerta <strong>de</strong> un convento.<br />
—El mundo es asi—me respondió. — Un<br />
día arriba y otro abajo. El hombre <strong>de</strong>be re-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
914 15, PiÍRBZ GALDOS<br />
correr toda la escala. Muchas veces paseando<br />
por estos sitios, me <strong>de</strong>tenía á contemplar<br />
con envidia la pobre geule que me ro<strong>de</strong>a. Su<br />
tranquilidad <strong>de</strong> espíritu, su carencia absoluta^<br />
<strong>de</strong> cuidados, <strong>de</strong> necesida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> relaciones, <strong>de</strong><br />
compromisos, <strong>de</strong>spertiiron en miel <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />
cambiar <strong>de</strong> estado, probando por algún tiempo<br />
la inefable satisfacción que proporciona,<br />
este eclipse <strong>de</strong> la personalidad, este verda<strong>de</strong>ro<br />
sueño social.<br />
•—Es verdad, Milord, que tan <strong>de</strong>scomunal<br />
extravagancia no la he visto jamás en ningún<br />
inglés ni en hombre nacido.<br />
—Parece esto una aberración—me. dijo.—<br />
La abciTaciíín está en usted y en los que <strong>de</strong><br />
ese modo piensan. Amigo, aunque parezca,<br />
contradictorio, es cierto que para ponerse encima<br />
<strong>de</strong> todo lo creado, lo mejores bajar aquí<br />
don<strong>de</strong> yo estoy... Lo explicaré mejor. Yo tenía<br />
la cabeza loca <strong>de</strong>l ruido <strong>de</strong> los martillos<br />
<strong>de</strong> Londres, y venía maldiciendo la ingrata<br />
tierra en que el hombre para po<strong>de</strong>r vivir necesita<br />
hacer clavos, bisagras y cacerolas. ¡Bendita<br />
tierra ésta, don<strong>de</strong> el sol alimenta y don<strong>de</strong><br />
lleva la atmósfei'a en sn inmensa masa ignoradas<br />
snbstaneissi... Mi cuerpo se rebela hace<br />
tiempo contralos repugnantes bodrios <strong>de</strong> nuestros<br />
cocineros, inmundos envenenadores <strong>de</strong>l.<br />
humano linaje. Yo sentía tiempo há profnndo<br />
rencor hacia los sastres, que serían capaces <strong>de</strong><br />
ponerle casaqníu, chupa y corbata al Apolo<br />
<strong>de</strong> Fidiaa si se lo permitieran. Yo experimentalm<br />
profunda aversión bacía las casas y ciuda<strong>de</strong>s,<br />
que, según vamos viendo en uuestra.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 215<br />
gracioaa época, sólo sirven para que se luzcan<br />
y diviertan los artilleros <strong>de</strong>struyéndolas.<br />
Yo <strong>de</strong>testíiba cordialmente la socie
216 B. PBRE2 GALDOS<br />
Giiidarse <strong>de</strong> su persona, ui <strong>de</strong> ios molestos acci<strong>de</strong>ntes<br />
<strong>de</strong>l escenario Inimano, qne se llaman<br />
posición, representación, nombre, fortuca, gloria...<br />
Quise saciar uii ardiente anhelo <strong>de</strong> conocer<br />
este beatífico estado, y aquí roe tiene<br />
usted eu él. Amigo mío, dorante <strong>de</strong>s días he<br />
vivido, tau lejos <strong>de</strong> Ja sociedad, coal si me hubiera<br />
traus^iortado á otro pliiueta; he podido<br />
apreciar la rara hermosura <strong>de</strong> un dia <strong>de</strong> sol,<br />
la piu'eza <strong>de</strong>l ambiente, )a profunda melancolía<br />
<strong>de</strong> la noche, mar don<strong>de</strong> el pensamiento<br />
navega ásu antojo sin llegar jamás á uingoua<br />
orilla; he experimentado la in<strong>de</strong>cible satiafaecidn<br />
<strong>de</strong> que centenares <strong>de</strong> hombies con casaca,<br />
eiitorcfiados y sombreros <strong>de</strong> distintas formas,<br />
pero todos más feos qoe los qne en Egipto<br />
ponen ai buey Apis, pasen juntos á mí síu<br />
saludarme; he conocido el purísimo <strong>de</strong>leite <strong>de</strong><br />
ver pasar los minutos, las horas, ios días, cual<br />
cortejo <strong>de</strong> dulces sombras que llevan eu sus<br />
suaves manos la vida, á la manera <strong>de</strong> aquellas<br />
<strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s hermosísimas qne pintaron los<br />
antiguos, transportando eu sus brazos las almas<br />
<strong>de</strong> los jnstos al cielo; he saboreado las<br />
<strong>de</strong>licias <strong>de</strong> no ir á ninguna parle <strong>de</strong>liberadamente,<br />
<strong>de</strong> sentir mía hombros libres <strong>de</strong> toda<br />
obligación, <strong>de</strong> no sentir en mi pensamiento<br />
ese hierro can<strong>de</strong>nte cnya quemadura significamos<br />
en el lenguaje con la palabra <strong>de</strong>spués,<br />
y que encierra un mundo <strong>de</strong> <strong>de</strong>beres, <strong>de</strong> ocupaciones,<br />
<strong>de</strong> molestias sin fin.<br />
Después <strong>de</strong> una breve pausa, prosiguió así:<br />
—lista gente que me ro<strong>de</strong>a tiene las mismas<br />
pasiones que laa <strong>de</strong> allá arriba; pero no disi-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
GADIZ 217<br />
muía nada. Es uua ventaja. Prendas diversas<br />
les caracterizan; pero aquí todo es abrupto y<br />
primitivo, como las rocas, don<strong>de</strong> no ha golpeado<br />
aun el martillo <strong>de</strong>l hombre para labrar<br />
un camino. Los hay más crueles que Glocester,<br />
más mentirosos que Walpole, más orgullosos<br />
que Cromwell, más poetas que Shakespeare,<br />
y casi todos son ladrones. Yo me <strong>de</strong>leito<br />
cou la salvaje manifestación <strong>de</strong> sus pasiones,<br />
y me finjo ignorante <strong>de</strong> sus truhanerías.<br />
Aquel viejo que allí se ve haciendo cruces<br />
encima <strong>de</strong> la escudilla, me ha robado todos<br />
los doblones <strong>de</strong> oro que yo llevaba en mi bolsillo.<br />
Juntos pasábamos largas horas por las<br />
noches en la muralla. El me contaba vidas<br />
<strong>de</strong> santos españoles; yo fingía dormitar embelesado<br />
por los místicos encantos <strong>de</strong> su relato,<br />
y entonces metía bonitamente sus manos en<br />
mi bolsillo para sacarme él dinero. Yo lo observaba<br />
y callaba, gozándome en eu avariciosa<br />
concupiscencia, como so goza hiendo un<br />
abismo, una tempestad, un incendio ó cualquier<br />
aparente <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la Naturaleza.<br />
Aquellos gitanos que están ailí rezando el rosario,<br />
me han entretenido dulcemente contándome<br />
sus ingeniosas maneras <strong>de</strong> robar. Amigo<br />
mío: aquí también hay una especie <strong>de</strong> alta<br />
sociedad, y se pasa el rato alegremente ea<br />
conciertos, fiestas y representaciones. Los romances<br />
moriscos qne recita aquella vieja que<br />
parece exacto traslado <strong>de</strong> la Tía fingida, y en<br />
efecto lo es, han producido en mí mayor sensación<br />
que las fanfarronadas <strong>de</strong> todos loa cómicos<br />
mo<strong>de</strong>rnos. Hay allí una muchacha cíe-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
218 B. PÉREZ GALDOS<br />
ga, á quien llaman la Tinosa, la cual canta ei<br />
jaieo yel olecon tanto primor, que oyéndola liegeutido<br />
emociones dulcísimas y me he transportado<br />
á las últimas, á las ináa renaotas regiones<br />
<strong>de</strong> lo i<strong>de</strong>al. Aquellos niños cojos y maacos,<br />
en cuyos gran<strong>de</strong>s ojos negros parece ceutellear<br />
el genio <strong>de</strong>l gran pueblo que guerreódurante<br />
siete siglos con los moros, y <strong>de</strong>scubrió,<br />
conquistó y dominó legiones y continentes<br />
hasta que ya no había más mundo para,<br />
saciar su ambición; aquellos niños, digo, sou<br />
la más graciosa pareja <strong>de</strong> pilletes que lie vistoen<br />
mi vida, y cuanta sal, ingenio y travesura,<br />
ha <strong>de</strong>rraiviado la Naturaleza en granujas do-<br />
<strong>Madrid</strong>, léperos <strong>de</strong> Méjico, lazzaronis <strong>de</strong> Ñápales,<br />
lipendis <strong>de</strong> Andalucía, pilludos <strong>de</strong> Pa-^<br />
rís, pic-'poche.ts <strong>de</strong> Londres, es nada en comparación<br />
<strong>de</strong> su gran ciencia. Si les educaran, es<br />
<strong>de</strong>cir, ai les corrompieran torciendo el natural<br />
curso <strong>de</strong> sus instintos, yo quisiera ver dón<strong>de</strong><br />
se quedaban Pitt, Tiilleyrand, Bonaparte, y<br />
todos los gran<strong>de</strong>s políticos <strong>de</strong> la época.<br />
—Amigo^—^^le dije sin po<strong>de</strong>r reprimir mi enfado,—-me<br />
da compasión verle á usted entre<br />
esta <strong>de</strong>sgraciada gente, y más aún oirle eucomiar<br />
su triste eslado.<br />
—No parece sino que nosotros somos mejores<br />
que ellos. |A!i! Des<strong>de</strong> que hay en E.spaña.<br />
filósofos y políticos cbarlataiies, y escritores<br />
con pujos <strong>de</strong> estadistas, se ha empezado á <strong>de</strong>clarar<br />
ominosa guerra á éstos mis buenos amigos,<br />
lo mismo que á los salteadores <strong>de</strong> caminos,<br />
que no son otra cosa que una protesta<br />
viva contra los privilegios <strong>de</strong> los cosecheros;.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 219<br />
á los bneooa frailes, que son lapiedrrt fnudamental<br />
<strong>de</strong> csla armonía envidiable, <strong>de</strong> este<br />
sistema benéfico eu que todos viveu mo<strong>de</strong>stamente<br />
sin molestarse unos á otros.<br />
Esto <strong>de</strong>cía, cuando una vieja que acababa<br />
<strong>de</strong> llenar su escudilla, llegóse á nosotros, y<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pedirme una limosna, que le di,<br />
puso la <strong>de</strong>scarnada mano en el hombro <strong>de</strong>l par<br />
<strong>de</strong> Inglaterra, y cariñosamente le dijo:<br />
—^Niñito querido, ¡qué buenas jjuevaa te<br />
traigo esta tar<strong>de</strong>l Alégrate, picarón, y escupe<br />
otra moneda amarilla, otro pedazo <strong>de</strong> sol como<br />
el que ayer lee diste en premio <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>sinteresados<br />
servicios.<br />
—¿Qué me cuentas, tía Alacrana, espejo <strong>de</strong><br />
las busconas?<br />
— A mí no se me hnn <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir esos feos vocablos.<br />
¿Pues qné? ¿Acaso en mi vida he hecho<br />
algo que tenga olor <strong>de</strong> alcahuetería? Aquí<br />
don<strong>de</strong> me ven, yo, Doña Eufrasia <strong>de</strong> Hinegtrosa<br />
y Membiilleja, aoy muy principal, y mi<br />
difunto fué empleado en la renla <strong>de</strong>l Noveno<br />
y el Excusado, l'ero vamos á ló que importa.<br />
—¿Fuiste allá, brujita mía?<br />
—Por séptima vez, jY qué buena que es mi<br />
Dofla María! Hemos brindado juntas muchos<br />
paternóster, á modo <strong>de</strong> copas <strong>de</strong> vino, en esta<br />
iglesia <strong>de</strong>l Carmen, y en obsequio <strong>de</strong> nuestros<br />
respeciivos difuntos. Señora más enae-<br />
Bornda no la hay en todo Cádia. En generosía<br />
dad no; pero en principalidad se monta por<br />
encima <strong>de</strong> cuanta gente conozco, que es medio<br />
mundo. Me da algunos ochavoay lo que sobra<br />
<strong>de</strong> la olla, que es (dicho sea sin incurrir en el<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
230 B, PÉREZ GALDOS<br />
feo vicio <strong>de</strong> la muríauraeióu) bíeu poco substaucíosa.<br />
Me lia eooifrado algunas crucecitaa<br />
<strong>de</strong> los Padres meudicuutes y aignuos hiiesecilíos<br />
benditos para hacer rosarios, Hoy le llevé<br />
ini comercio, y la noble seflora hizo que le coutara<br />
mi historia; y como ésta es <strong>de</strong> laa más patéticas<br />
y conmovedoras, lloró uu táctico. Después,<br />
como ella saliera <strong>de</strong> la aala para ir á sus<br />
quebaceres, qué<strong>de</strong>me £ola eou laa tres cifias,<br />
y allí <strong>de</strong> las mías. En cuareuta años <strong>de</strong> piadoso<br />
ejercicio en este ajetreo <strong>de</strong> ablandar umchaciiiis,<br />
avivar iücliüacÍDnes y hacer el recado,<br />
¿qué no habré aprendido, iiiQito mío; qué<br />
trazas no tendré, qué maquiu ación es no inventaré,<br />
y qué sutilezas no me serán tan familiares<br />
como los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>.la mano? Así es<br />
que si me hallo con bríos para pegársela al<br />
mismo Satanás, <strong>de</strong> quien estos picaros dicen<br />
que soy sobrina carnal, ¿cómo no be <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />
pegársela á Doña María, que, aunque priucipaiota,<br />
se <strong>de</strong>ja embobar por un credo bien rezado<br />
y por una parla sobre la gente antigua,<br />
siempre que cui<strong>de</strong> uuo <strong>de</strong> adornar el rostro<br />
con dos lagrimones, <strong>de</strong> cruzarlas mauosy mirar<br />
el techo, diciendo: «¡Sefior, líbranos ds las<br />
malda<strong>de</strong>s y vicios <strong>de</strong> estos mo<strong>de</strong>rnos tiempos! a<br />
—Tu charlatanería me enfada. Alacrana.<br />
¿Qué recado me traes?<br />
—¿Qué recado? Tres días <strong>de</strong> santa conferencia<br />
,lie empleado, mi niOo. ¿Qué ha <strong>de</strong> hacer<br />
la pobrecila? Creo que está dispuesta á<br />
echarse fuera y huir contigo á don<strong>de</strong> quieras<br />
llevarla. Para entrar en la casa y en el sagrado<br />
tabernáculo <strong>de</strong> su alcoba, ya tienes las lia-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
GA.IHZ •221<br />
veeitas qne haa forjado poí el mol<strong>de</strong> <strong>de</strong> cera<br />
qne te truje, ¡Olí, dichoso, mil veces dichoso<br />
niño! Ya sabes que la Doña María duernie en<br />
aquella alcobaza <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, y las tres niñas<br />
en iní coarto interior. La sala y dos piezas<br />
más separan un dormitorio <strong>de</strong> otro: no hay<br />
peligro ninguno.<br />
—¿Pera no te ha dado recado escrito ó <strong>de</strong><br />
palabra?<br />
—Me lo ha dado, sí, señor; á fe que es la<br />
niña poco cortés para no contestarte. En esta<br />
hoja do libro que aquí traigo, marca, apunta<br />
y especifica el día, hora y punto en que caerá<br />
en los brazos <strong>de</strong> este haraposo la más...<br />
—Calla y dame.<br />
—Paciencia, Hoy me ha dicho Doña María<br />
que tiene un dormir tan profundo como el <strong>de</strong><br />
los muertos. Eso prueba una conciencia tranquila.<br />
¡Dios la bendigal... Ahora, para darte el<br />
documento, <strong>de</strong>ja caer sobre mí el rocío <strong>de</strong>esas<br />
monedas <strong>de</strong> oro que me fueron prometidas.<br />
Lord Gray dio varias monedas á la vieja, recogiendo<br />
luego un papel que guardó en el seno.<br />
Después se levantó, dÍR¡mestoápartir conmigo.<br />
—Vamonos—le dije,—6 estrangulo á esa<br />
maldita bruja.<br />
—Es una respetable señora esta Doña Eu-"<br />
frasia—me contestó con ironía.—Admirable<br />
tipo que hace revivir á mi lado la incomparable<br />
tragicomedia <strong>de</strong> Rodrigo Cota y Fernando<br />
<strong>de</strong> Rojas.<br />
Y luego, volviéndose hacia la miserable<br />
turba, con voz entre grave y burlona le dijo:<br />
—Adiós, España; adiós, soldados <strong>de</strong> Plan-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
822 13. TEREZ GAMOS<br />
<strong>de</strong>s, eoiiquistadorea <strong>de</strong> Europa y América, cenizas<br />
animadas <strong>de</strong> unageuteque teuía el fuego<br />
por alma y se lia quemado eu su propio calor;<br />
adiós, poetas, Jjérues, autores <strong>de</strong>l Romaucero;<br />
adiós, picaros redomados que ilustráis Almadrabas<br />
<strong>de</strong> Tarifa, Triaua <strong>de</strong> Sevilla, Polio <strong>de</strong><br />
Córdoba, Vistillas <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>, Azoguejo <strong>de</strong> Segovia,<br />
Mantería <strong>de</strong> VaÜadoüd, Perchel <strong>de</strong> Málaga,<br />
Zocodover <strong>de</strong> Toledo, Coso <strong>de</strong> Zaragoza,<br />
2/iicati'n <strong>de</strong> Granada y lo <strong>de</strong>más que no recuerdo<br />
<strong>de</strong>l mapa <strong>de</strong> la picaresca. Adiós, holgazanes<br />
que en uu siglo habéis causado á la bistoi'ia.<br />
Adiós, mendigos, aventureros, <strong>de</strong>votos, que<br />
vestís con harapos el cnei'po y con púrpura y<br />
oro la l'antusfa. Vosotros habéis dado al mundo<br />
más poesía y más i<strong>de</strong>as que Inglaterra clavos,<br />
cal<strong>de</strong>ros, medias <strong>de</strong> laua y gorros dtí algodóü.<br />
Adiós, gente grave y orgullosd, tiuvíesa<br />
y jovial, fecunda eu artificios y trazas,<br />
tan pronto sublime como vil, llena <strong>de</strong> imagiuflciÓHi<br />
<strong>de</strong> dignidad, y con más chispa eu la<br />
mollera que lumbi'e tiene en su masa el sol. De<br />
vuestra pasta se han hecho sautos, guei'reros,<br />
poetáis y mil hombres emiuentes. ¿Es ésta una<br />
masa podrida que no sirve ya para uada? ¿Debéis<br />
<strong>de</strong>saparecer para siempre, <strong>de</strong>jaudo el<br />
puesto á otra cosa mejor, ó sois capaces <strong>de</strong><br />
echar fuera la levadura picaresca, oh uobles<br />
<strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> Guzmó» <strong>de</strong> Alfarache?...<br />
Adiós, Sr, Monipodio, Celestina, Garduña. Justina,<br />
Estebanillo, Lázaro, adiós.<br />
Indudablemente Lord Gray estaba Joco. Yo<br />
no pu<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> reir oyéndole, en lo cual me<br />
imitaron los pilietes á quienes se dirigía, y<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 223<br />
pensé que las i<strong>de</strong>as expresadas por él erati fre-<br />
•cuentcs entre los extranjeros qne venían áEapaña.<br />
Si eraii exactas ó no, mis lectores lo<br />
sabrán.<br />
—Amigo—me dijo el Lord,—uno <strong>de</strong> los placeres<br />
más balagüefioa <strong>de</strong> mi vida es pasar Jargas<br />
horas entre las ruiuas<br />
Marchábamos <strong>de</strong>spacio por la muralla a<strong>de</strong>lante<br />
hacia las Barquillas <strong>de</strong> Lope, cuando<br />
encontraniüs á dos Padres <strong>de</strong>l Carmen que vol-<br />
•vían apresuradamente á su casa.<br />
—Adiós, Sr. Advíncula,—dijo Lord Gray.<br />
— iSan Simeóü bendito!—exclamó perplejo<br />
lino <strong>de</strong> ios frailes,—[Es Milordl ¡Quién le había<br />
<strong>de</strong> conocer en semejante traje!<br />
Uno y otro carmelita .riwrou á carcajada<br />
tendida.<br />
•—Voy á soltar el manto real.<br />
— Creíamos que Milord se habia marchado<br />
:á Inglaterra.<br />
—Y me alegré, si, señor, me alegré—dijo el<br />
'más joven,—porque no quiero eouj pro misos,<br />
y Milord me está comprometiendo. Acabáronse<br />
ias con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncias peligrosas.<br />
•—Bueno,—dijo Gray cors <strong>de</strong>sdéo.<br />
Ei más anciatio preguntó:<br />
•—¿Entró al íiii Milord en el seno <strong>de</strong> la Iglesia<br />
católica?<br />
—"¿Para qué?<br />
—Ese traje—dijo Fray Pedro <strong>de</strong> Advíncula<br />
•con sorna,—-indica que Milord se prepara á<br />
•ello con dolorosas penitencias... Veo que ahora<br />
se las arregla usted por sí mismo, y que no<br />
uecesita amigos.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
234 B. l'liREii GAiDOS<br />
—Sr. Advíncnla, ya no Jos necesito. ¿Sabe<br />
usted qne mañana me marcho?<br />
—¿Si? ¿Para dón<strong>de</strong>?<br />
—Para Malta. Nada tengo qne hacer en<br />
Cádiz. Va}'an al diablo loa gaditanos.<br />
—Me alegro. La señora se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> bien. Su<br />
casa es una fortaleza á piaeba <strong>de</strong> galanes-<br />
¿Sabe usted que lo lia hecho por consejo mío?<br />
—¡Picarón!,..<br />
—¿De veras que ya. no hay nada?<br />
—Nada.<br />
~~Ks una <strong>de</strong>terminación acertada. Hágase<br />
usted católico y le prometo arreglado todo.<br />
—Ya DS tar<strong>de</strong>.<br />
Advincula rió <strong>de</strong> muy buena gana, y apretando<br />
las manos al Lord, ambo-s frailes se <strong>de</strong>spidieron<br />
<strong>de</strong> él con cariflosas <strong>de</strong>mostraciones,<br />
XXIII<br />
Dos horas <strong>de</strong>spués. Lord Gray estaba en el<br />
salón <strong>de</strong> su casa, vestido como <strong>de</strong> co.?tumbre,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber borrado con abundantes<br />
ablaciones la huella <strong>de</strong> sus aventuras picarescas.<br />
Vestido al fin con la elegancia y el lujo qne<br />
le eran comunes, mandó qne pusiesen la cena,<br />
y en tanto qne venían dos personas, á quienes<br />
dirigití verbal invitación por conducto <strong>de</strong><br />
sus criados, paseábase inny agitado en la lar-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 325<br />
ga estancia, A ratos me dirigía algunas palabras,<br />
preguntas iiicoiígnientes y sin sentido;<br />
á ratos se sentaba junto á mí como intentando<br />
hablarme, pero sin <strong>de</strong>cir nada.<br />
Como el oro improvisa maravillas en la casa<br />
<strong>de</strong>l rico, la nie^a (sólo habla en ella cualio cubiertos)<br />
ofi'ecia esplendi<strong>de</strong>z portentosa. Centenares<br />
<strong>de</strong> luces brillaban en dorados can<strong>de</strong>labros,<br />
reflejándose en mil eliispas <strong>de</strong> varios colores<br />
sobre los vasos tallados y los vistosos ja.rros<br />
llenos <strong>de</strong> flores y frutas. El mismo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />
que alli había, como en todo lo perteneciente<br />
áLord Gray, hacia más<strong>de</strong>slumbi'adora<br />
la extraíla perspectiva <strong>de</strong>l pre[)arario festín.<br />
Al fin, naostrando impaciencia, dijo el iaglés:<br />
^Ya no pue<strong>de</strong>n tardaf.<br />
—¿Los amigos?<br />
—Son amigas. Dos muchachas.<br />
—¿Las que dan que hacer á la señora Alacrán<br />
a?<br />
—Araceli—dijo con inquietud,—¿usted oyó<br />
el coloquio que conmigo tuvo aquella mujer?...<br />
lis una indiscreción. Los buenos amigos<br />
cierran los oídos al susurro <strong>de</strong> lo que no<br />
les importa.<br />
—Yo estaba tan cerca, y la señora Alacrana<br />
se cuidaba tan poco <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> un<br />
extraño, que iio pu<strong>de</strong>, cerrar loa oídos. Milord,<br />
lo oí todo.<br />
—^Pues muy mal, muy mal—afirmó coaacritud.—Todo<br />
aquél que se jaete <strong>de</strong> conocer<br />
lo que yo quiero ocultar basta <strong>de</strong> Dios, es mi<br />
enemigo. ¿No he dicho lo mismo otra vez?<br />
SEXTA EDIUIO.V 13<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
226 K. PÉREZ OALDOS<br />
—Entonces reñiremos, Lord Gray.<br />
—Reñiremos. '<br />
—¿Por tan poca cosa? —dije afectando buen:<br />
humor, pues uo me convenía chocar con él en<br />
ocasión ten inoportuna.—Yo soy el más discreto<br />
y pru<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los hombres. Usted mismo<br />
me ha puesto al corriente <strong>de</strong> sus aventuras.<br />
Vamos, amigo mío, seamos francos. ¿No<br />
me dijo usted mismo que pensaba llevársela á<br />
Malta?<br />
Lord Gray sonrió.<br />
—Yo no he dicho eso,^murmur(3 vacilaudo.<br />
—Usted... usted mismo, Y yo prometí ayudarle<br />
ea la empresa, á cambio <strong>de</strong> su auxilio<br />
para matar á mi aborrecido rival, Carrito<br />
Báez.<br />
—Es verdad—dijo riendo.—Bien, amigo<br />
mío. Mataremos á Currito y robaremos á la<br />
muchacha. Eu caso <strong>de</strong> que necesite ayuda,<br />
¿puedo contar con usted?<br />
•—Sin duda. Sólo me falta saber para cuándo<br />
se dispone el gran golpe.<br />
—¿Qué golpe?<br />
—El <strong>de</strong>l rapto.<br />
Lord Gray meditó largo rato. Sin duda ve.-'citaba<br />
en fiarse <strong>de</strong> mí. '<br />
-—Para el rapto no necesito <strong>de</strong> nadie—aseguró<br />
al fin.—Necesitaré, sí, para huir <strong>de</strong> Cádiz,<br />
lo cual no es cosa fácil.'<br />
•—Yo le sacaré á usted <strong>de</strong>l apuro. Sepamos'<br />
cuándo... ' •. '<br />
^¿Cuáudo? . '• '<br />
•f—Para ayudar al amigo necesito pedir li-'<br />
cencía coa anticipacióii. ! ',.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 337<br />
—Es verdacj. Pues bieu: antes nae aiTaiiea-'<br />
té la leugua que revelarle á usted todavía el'<br />
lugar y la persona...<br />
—Ni yo quiero saberlo: lo que me importa<br />
es la hora...<br />
—Es cierto... Bien: repito que ui lugar ni<br />
persona los sabrá usted. Diré ñuicameote...<br />
Sacó un papel, que reconocí como el mismo<br />
que le entregara la Alacrana, y añadió:<br />
-—Este papel fija día y hora. Será mañana<br />
por la noche.<br />
—Basta. Es todo lo qvie necesito saber. Mañana<br />
por la noche.<br />
—Lo <strong>de</strong>más no lo diré ui á mi sombra. Temo<br />
traiciones y emboscadas, y <strong>de</strong>sconfío hasta<br />
<strong>de</strong> mis mejores amigos.<br />
—Ni yo quiero ser indiscreto preguntando...<br />
No me importa. Me basta saber que mañana<br />
á la noohe íeugo que venir á Cádiz para ponerme<br />
á disposición <strong>de</strong> un amigo á quien estimo<br />
mucho.<br />
Yo pensé que Lord Gray escon<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> mis<br />
ojos el papel que tau extraños avisos traía'<br />
para él; pero con gran sorpresa mía, me lo<br />
mostró. Era una hoja <strong>de</strong> un libro, en cuya<br />
margen había algunas rayas con lápiz.<br />
—¿Esta es la carta? A fe que no puedo enten<strong>de</strong>r<br />
lo que dice, ni es fácil conocer ei carácter<br />
<strong>de</strong> la escritura.<br />
—Yo !o entiendo bien... Estas rayas se refieren<br />
á <strong>de</strong>terminadas letras <strong>de</strong> los renglones<br />
impresos, y con un poco <strong>de</strong> paciencia se <strong>de</strong>scifra.<br />
Pero me parece que sabe usted bastante.<br />
Silencio, pues, y no se nombre más este.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
i<br />
S28 B. PÉKEZ GAÍ.DÓS<br />
asunto. Me mortifica, me pone nervioso y colérico<br />
el ver que Lay lilguien que posee una.<br />
parte <strong>de</strong> mi secreto. Ahoi'a !io peusemos más<br />
que en Currito Báez. Amigo, siento <strong>de</strong>seó<br />
irresistible, anhelo profundo <strong>de</strong> matar á un<br />
hombre.<br />
—Yo también.<br />
—¿Cuándo le <strong>de</strong>spachamos?<br />
—MHfiaua por la noche se lo diré á usted.<br />
—¿Quiere usted que le ejercite un poco en<br />
la esgrima?<br />
—Nada más oportuno. Vénganlos floretes.<br />
Espero adquirir <strong>de</strong> aquí á mañana tanta <strong>de</strong>streza<br />
como mi maestro.<br />
Empezamos á tirar.<br />
— ¡Olí, qué fuerte está usted, amigol—dijoai<br />
recibir una estocada medianijla.<br />
—No estoy mal, no.<br />
—[Pobre Currito Báezl<br />
—Si. ¡Pobre Curritol Mañana veremos.<br />
Sonó en la escalera gran estrépito; suspendimos<br />
a! punto ei juego, permaneciendo con<br />
los floretes en la mano en actitud observadora,<br />
y he aquí que entran metiendo ruido, y<br />
cual brazos <strong>de</strong> mar que todo lo arrollan é inundan<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> si, dos mozas <strong>de</strong> lo mt-jor que<br />
pue<strong>de</strong> criar Andalucía. ¿Las conocéis? Erau<br />
Maria Encarnación, llamada la Churriana, y<br />
Pepilla la Poenca, á quien nombraban así^<br />
por ser sobrina <strong>de</strong>l Sr. Poenco.<br />
—]EndiuoteI—exclamó una cori'ieiido ligerfsima<br />
hacia mi amigo.—-¿Cónio tanto tiempo<br />
sin verte? ¿No sabías que esta probé se estaba.<br />
murieodo?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ •2-29<br />
—Miloro está eiicalabiiuao por aquí <strong>de</strong>ntro,<br />
•y ya uo quiare Dada con la geute <strong>de</strong> la Viüa,<br />
—Amable canalla—dijo el inglés,—seutaog.<br />
Seutaos y cenemos.<br />
Los cuatro tomamos asiento, y no pasó<br />
<strong>de</strong>spués nada digno <strong>de</strong> contarse, por lo cual<br />
me abstengo <strong>de</strong> quitar espacio y atención á<br />
asuntos <strong>de</strong> mayor importaiicia.<br />
XXIV<br />
D. Diego <strong>de</strong> Rumblar fué á <strong>de</strong>spertarrhs á<br />
'ini alojamiento en la Lar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l siguiente día.<br />
.No liabieiido podido dormir en la noche, había<br />
yo pasado en calentiu-ientos suefios parte<br />
<strong>de</strong>l día, y me hallaba al <strong>de</strong>spertar afectado <strong>de</strong><br />
gran postración. Mi alma, llena <strong>de</strong> tristeza, ae<br />
abatía, iuoapaa <strong>de</strong>l menor vuelo; y encontrándose<br />
inferior á si misma, hasta parecía per<strong>de</strong>r<br />
aquella antigua peua que le producían sus<br />
.propias faltas, y se adormecía en torpe iiidlferencia.<br />
Tolerante con los errores, con loa<br />
extravíos, con el vicio mismo, iba <strong>de</strong>gradándose<br />
<strong>de</strong> hora en hora, D. Diego me dijo:<br />
—Te participo que el sábado <strong>de</strong> esta sema-<br />
-na tendrán lugar en casa dos acoütecimientos.<br />
Yo me cano, y mi hermana entrará <strong>de</strong><br />
.novicia en las Capuchiuas <strong>de</strong> Cádiz.<br />
—Lo celebro.<br />
—Ya he perdido aquellos escrúpulos, liijoa<br />
-<strong>de</strong> una <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za excesiva y ridicula. Mi ma-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
230 a. PÉREZ CALDOS<br />
má me dice que soy uu asDo si al punto na<br />
me <strong>de</strong>cido.<br />
—Tiene razÓLi.<br />
—-A<strong>de</strong>oaás, chico, has <strong>de</strong> saber que mi macuá<br />
me ha sitiado por hambre.<br />
— |Por hambre!<br />
—Sí, hombre. Asegura que nuestra fortuna<br />
está por ¡os suelos á cansa <strong>de</strong> la guerra, y luego<br />
aña<strong>de</strong>: «Como no te cases, hijo, ¡no aé cómo<br />
podremos vivirla A todas éstas ni un real<br />
para mis gastos. Eminente joven, gloria <strong>de</strong> la<br />
patria, si le prestaras cuatro duros al señor<br />
Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Kumblar, Püuropa entera te lo agra<strong>de</strong>cería.<br />
Le di los cuatro duros.<br />
—Gracias, gracias, benemérito soldado. Te<br />
los pagaré cuando me caae. Dime, ¿no te parece<br />
que hago bien en <strong>de</strong>sechar vanos escrúpulos?<br />
—¿Eao qué duda tiene?<br />
•—Lord Gray no ha vuelto por casa; nadie<br />
sabe dón<strong>de</strong> está, y es probable que haya marchado<br />
á Inglaterra.<br />
—Creo que, en efecto, se ha marchado á eu<br />
país.<br />
—Te advierto que mi novia no me pue<strong>de</strong><br />
ver ni pintado; pero eso no hace al caso. Mi<br />
madre me ha bloqueado por mar y tierra, y<br />
yo me rindo, chico, me rindo á discreción,<br />
Oou mi señora mamá no hay burlas, amiguito.<br />
[Si vieras qué coscorrones meda...l He tenido<br />
que hacer llaves nuevas para po<strong>de</strong>r salir<br />
<strong>de</strong> noche. Pues ¿y mis hermanitas y mi novia?<br />
Hace lo menos dos meses que no saben<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
i í
• t<br />
r<br />
CÁDIZ 331<br />
<strong>de</strong> qué colores la calle. Ni siquiera salen á<br />
misa; en paseos no hay que pensar. Han sido<br />
plavados por <strong>de</strong>ntro los cristales <strong>de</strong> los balcoaies,<br />
y no se Íes permite que tengan á la raauo<br />
papel, tiuta ni plumas. Las tres infelices están<br />
que da lástima verlas <strong>de</strong> marchitas y acongojadas,<br />
y <strong>de</strong> seguro preferirían la peor vida<br />
<strong>de</strong>l mundo á la que ahora llevan, aguantando<br />
con gusto palos <strong>de</strong> marido 6 rigores <strong>de</strong> aba<strong>de</strong>sa,<br />
con tal <strong>de</strong> abandonar las sombrías mazmorras<br />
<strong>de</strong> mi casa. No ven á otros hombrea<br />
que á mí y á D. Paco. ¿Te parece que estarán<br />
divertidas?<br />
—¿Usted sale por las noches <strong>de</strong> su casa?<br />
—Bí: ¿no sabes que ahora voy todas las<br />
joches á una renniíSn <strong>de</strong> hombres solos, dondo<br />
se trata <strong>de</strong> política? (Encantadora, <strong>de</strong>liciosa<br />
es la polítieal Pues te diré: nos juntamos<br />
en una casa <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> la Santísima Trinidad,<br />
y allí estamos horas y más horas hablando<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia y <strong>de</strong>J servilismo, diciendo<br />
perrerías <strong>de</strong> los frailes, escribiendo á trozos el<br />
graciosísimo papel satírico que se llama El<br />
Diten<strong>de</strong> <strong>de</strong> los cafés. Nos ocupamos <strong>de</strong> la vida<br />
y milagros <strong>de</strong> todo giásque, y criticamos sia<br />
piedad. Pero lo más salado es aquella parte en<br />
la cual con mucho donaire nos burlamos <strong>de</strong><br />
los clérigos, <strong>de</strong> la Inqnisición, <strong>de</strong>l Papa, <strong>de</strong> la<br />
Santa Iglesia y <strong>de</strong>l Concilio <strong>de</strong> Treuto. Átame<br />
esa mosca...<br />
—Por fnerza anda en ese lío el gran Gallardo.<br />
—Si mi madre supiera eeto, me colgaría <strong>de</strong>l<br />
techo <strong>de</strong> la sala, ya que no tenemos almenas<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
232 B. PKKKZ GALÜOS<br />
en qne hacer coiimigoun escarmiento. Vamos<br />
ahora á la terLiiIia, Tambíé» nos reuuimoa <strong>de</strong><br />
día. Hoy van á leer nu folleto que ha escrito<br />
uno en eontestauióu al Dicciunaño manual<br />
para iiitelic/enciíi <strong>de</strong> ciertos escritores que por<br />
equivocación han nacido en España. ¿Conoces<br />
eae iíbrito? Es iiua sarta <strong>de</strong> neceda<strong>de</strong>s. Oatolaza<br />
lo lia llevado á casa, y por ias uoclies él,<br />
el '8r. Tenreyro y mamá lo leen, y celebran<br />
luneho sns sancüos chistes y groserías. Verás<br />
el que va á salir en contestación,<br />
— Por pasar el rato iremos allá,—dije disponiéndome<br />
á salir,<br />
—Esta noche—añadió,^—iremos á casa <strong>de</strong><br />
í*oeiico. Te convido á tinas copas..,<br />
—¡iViHgnifica i<strong>de</strong>al Coando la señora Doña<br />
María dnernia, ss<strong>de</strong> nsterí, se mete la llave en<br />
«1 bolsillo, y á casa <strong>de</strong> Poeiioo... Pasaremos<br />
«na buena noche. Sé qne estarán allí María<br />
Eiicarn9C!
C^VDIZ 233<br />
«imo, había hasta dos docenas <strong>de</strong> personas <strong>de</strong><br />
diferentes eda<strong>de</strong>s, aunque abundaban más qae<br />
los viejos los jóvenes, todos alegt'es y bidlieiosos,<br />
como grey estudiantil, vestidos <strong>de</strong> voluntarios<br />
los unos y con sotana un par <strong>de</strong> ellos,<br />
si no estoy trascordado. Describir la confusita<br />
y bulla que allí reinaba, fuera imposible; piuiarla<br />
variedad <strong>de</strong>sús fachas, la movilidad <strong>de</strong><br />
:8UB gestos y la comezón <strong>de</strong> hablar y reir que<br />
les poseía, fuera prolijo. Unos se sentaban eii<br />
Jas <strong>de</strong>svencijadas SÍUJIR; otros <strong>de</strong> pie sobre las<br />
•mesas, haciendo <strong>de</strong> éstas tribuna, se a<strong>de</strong>straban<br />
en el ííjercicio pai jamentario; algunos disputaban<br />
furiosíunente en los rincones, y no<br />
faltaba quien en las rodillas, ó sobre el breve<br />
•espacio <strong>de</strong> mesa'que <strong>de</strong>jaban libre los pies <strong>de</strong><br />
los oradores, emborronara cuartillas. Era<br />
•aquello no nido, nua ecliadura <strong>de</strong> políticos, <strong>de</strong><br />
.periodistas, <strong>de</strong> tribunos, <strong>de</strong> agitadores, <strong>de</strong> ministros,<br />
y daba gusto ver con cuánto donaire<br />
a-ompíiin el cascarón los traviesos polluelos.<br />
Aquello era club incipiente, redacción <strong>de</strong> periódico,<br />
aca<strong>de</strong>mia parlamenlaria, todo esto y<br />
.algo más, |Qué bervi<strong>de</strong>rol iCuántas pasiones,<br />
cuántas crisis, cuántas revohiciones, .cuánta<br />
historia, en fin, bullían <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel pastel<br />
•que acababa <strong>de</strong> ponerse al fuegol Los hueveci-<br />
Uos que <strong>de</strong>posita la mariposa para dar vida al<br />
gusano, no se abren, no echan fuera la diminuta<br />
ciiatara, ni ésta se <strong>de</strong>sarrolla con más<br />
presteza al calor déla primavera, que aquellos<br />
inocentes embriones <strong>de</strong> gente poljiiea. Su pre-<br />
•cocidad alfombraba, y oyéndoles hablar se les<br />
«reía capaces <strong>de</strong> dar guerra al universo entero.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
234 B. PÉREa CALDOS<br />
Al puuto D, Diego y yo fuiuaos tratados<br />
como antiguos amigos.<br />
— Aliora va á venir ese insigne bibliotecario<br />
<strong>de</strong> las Cortea—dijo uuo,—y nos acabará <strong>de</strong><br />
leer su obra.<br />
—Ya veo cómo tiemblan loa frailea panzados<br />
y tos rollizos canónigos. Yo he dicho que<br />
<strong>de</strong>be grabarse letra por letra con oro y plata<br />
en las esqniuas <strong>de</strong> las calles.<br />
—¡Aquí está, aquí está el insigne Gallardo!<br />
Era altísimo, flaco, <strong>de</strong>sgarbado, amarilleuto,<br />
aieudo <strong>de</strong> notar en au rostro la viveza <strong>de</strong> los<br />
ojoa, así como la regular longitud <strong>de</strong> las abanicadas<br />
orejas. iSingular hombrel Cincuenta<br />
años <strong>de</strong>spués le habéis visto en las callea <strong>de</strong><br />
<strong>Madrid</strong> <strong>de</strong>sfigurado por el rfiedio síglo;- pero<br />
siempre diatinguiéndose muy bien por la prolongación<br />
lougitndinal <strong>de</strong> sn persona; le habréis<br />
viato siempre ñaco, siempre amarillo,<br />
pero autes atrabiíiario que jovial, marchando<br />
á prisa con loa bolsillos <strong>de</strong> un como redingot<br />
gris, llenos <strong>de</strong> libros viejos, con su sombrero<br />
<strong>de</strong> hule hecho i\ laa injurias <strong>de</strong> aguas y soles;<br />
,y ai por acaso diiigísteis vuestros pasos á la<br />
Alberquilla, <strong>de</strong>hesa próxima á Toledo, le veríais<br />
allí sepultado en una biblioteca, don<strong>de</strong> le<br />
<strong>de</strong>voraba, como á D. Quijote la caballería, la<br />
estupenda locura <strong>de</strong> los apuntes; veríaiale encerrado<br />
semanas enteras, sin tomar otro ali-<br />
:mento que el mo<strong>de</strong>stísimo <strong>de</strong> una diaria ración<br />
:<strong>de</strong> sopaa <strong>de</strong> leche. Algo faltaba en aquella cabeza,<br />
para ofrecer e¡ fenómeno <strong>de</strong> que sabiendo<br />
¡cuanto había que saber en materia <strong>de</strong> libros, y<br />
siendo el almacén <strong>de</strong> apuntes y datoa y noti-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 235<br />
cias más colosal que ha existido en el mundo,<br />
jamás hiciese cosa <strong>de</strong> provecho.<br />
Pero uste<strong>de</strong>s no conocieron á Gallardo como<br />
yo !e conocí, en la plenitud <strong>de</strong> su frenesí elerofóbico;<br />
uste<strong>de</strong>s no le oyeron leer como yo las<br />
célebres páginas <strong>de</strong>l Diccionario burhsco, el libro<br />
más atroa y más insolente que contra la<br />
religión y los religiosos se había escrito en España.<br />
Hallábase poseído <strong>de</strong> un estro impío, y<br />
fué la primera musa <strong>de</strong> esa gárrula poesía progresista<br />
que durante muchos aílos atontó á la<br />
juveotud, persuadiéndola <strong>de</strong> que la libertad<br />
consiste en matar curas.<br />
—\A. leer, á leerl—gritaron seis ó siete<br />
voces.<br />
—¿Has acabado el párrafo <strong>de</strong>l Cristianismo?<br />
—Oalma y no me vuelvan loco—dijo Gallardo<br />
sacando «nos papelotes.—No se pue<strong>de</strong><br />
ir tan á prisa,<br />
—Si estás á la mitad, insigne bibliotecario,<br />
habrás llegado al parrafillo <strong>de</strong> la Inquisición,<br />
que caerá en la I.<br />
—No, porque pongo la Inquisición en ía y<br />
griega.<br />
Gran<strong>de</strong>s y estrepitosas y retumbantes risas.<br />
—Aten<strong>de</strong>d un poco, A ver qué os parece esto<br />
do la Constitución—dijo sentándose, mientras<br />
se formaba corrillo en torno sayo.—Ya sabéis<br />
que el asno hilvauador <strong>de</strong>l Diccionario manual<br />
<strong>de</strong>cía que la Constitución será una taracea <strong>de</strong><br />
párrafos <strong>de</strong> Condillac cosidos con hilo gordo...<br />
Pero mirad antes cómo <strong>de</strong>fino el Cristianismo.<br />
•Digo así: aAmor ardiente á las rentas, honores<br />
y maudos <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> Cristo. Los que<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
236 B. PÉREZ SAtDlis<br />
poseen este amor saben unir todos loa extremos<br />
y atar todos los cubos, y son tan diestros, que<br />
á fnerza <strong>de</strong> amor á la esposa <strong>de</strong> Jesucristo, lian<br />
logrado teñera su disposición dos tesorerfüs,<br />
que son la <strong>de</strong>l arca boba <strong>de</strong> la corte <strong>de</strong> Empuña,^<br />
y la <strong>de</strong> loa tesoros <strong>de</strong> las gracias <strong>de</strong> la coi'te <strong>de</strong><br />
Roma.» Ya' veis que he parafraseado lo que<br />
^iijo el Manual en el párrafo <strong>de</strong>l Patriotismo,<br />
—Bartolillo—preguntó uno,—¿y no le lias<br />
contestado nada á aquello <strong>de</strong> que el alma es<br />
un huesecillo ó ternilla que hay en el. celebro, 6,<br />
seqún, otros, en el diafi'dgma, colocado así como<br />
el palitroquillo que se pone <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los violines?<br />
—Paciencia. Allá va lo que pongo á la voz<br />
Fanatismo... ^Enfermedad fisieo-moral, cruel,<br />
y <strong>de</strong>sesperada, porque los que la pa<strong>de</strong>cen,<br />
aborrecen más la medicina que la enfermedad.<br />
Es una como rabia caniua que abrasa las entrañas,<br />
especialmente á, los que arrastran hopalandas.<br />
Los síntoinaa son bascas, convulsión,<br />
<strong>de</strong>lirio, frenesí; eu su último período <strong>de</strong>genera<br />
en licantropía y misantropía, en cuyo<br />
estado el enfermo se siente con arranques <strong>de</strong><br />
hacer una gran hoguera para queiDa.rá medio<br />
linaje humano.<br />
—Eao está bien diclao; pero algo frío, Bartolo.<br />
—Duro, más daro en ellos. Veamos cómo<br />
íte <strong>de</strong>senvuelves en la voz Fraile.<br />
—«Frailes... Ateneión^contiuuó el lector.<br />
—Una especie <strong>de</strong> animales viles y <strong>de</strong>spreciables<br />
que viven en la ociosiiiad á costa <strong>de</strong> los<br />
eudores <strong>de</strong>l vecino en una especie <strong>de</strong> café-fon-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
T<br />
..
CADIZ: 237<br />
das,, don<strong>de</strong> se entregan á todo género <strong>de</strong> placeres<br />
y <strong>de</strong>leites, siii más que hacer que raaearse<br />
la barrigii...»<br />
Aqní no pudieron contener los mozalbetes<br />
Bu entusiasmo, y í'ué tal la algazara y el jaleo<br />
<strong>de</strong> pies y manos, que los transeúntes se <strong>de</strong>tenían<br />
en la calle sorprendidos por el eateuLórt-o<br />
ruido.<br />
—Vaya, señores, que no leo más—dijo Gallardo<br />
guardando sus papeles con orgullo,—<br />
Esto va á per<strong>de</strong>r la novedad cuando se publique.<br />
—Bartolo, echa el Ohhpo.<br />
—-Bartolo, léenos el Papa.<br />
' —Eso se quedará para mañana.<br />
—Ya andan por ahí los Zampatortas con la<br />
cabeza inclinada coinohigo maduro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
saben va á salir tu Dicciünaiio.<br />
—Bartolo, ¿escribes hoy algo contra Lardizábal?<br />
Lardizábal, individuo <strong>de</strong> la Regencia que<br />
había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> fimcionar el año anlerior, i)Ublicó<br />
en aquellos días un tremendo folleto contra<br />
las Cortes.<br />
— ¿Yii? Jamás le he echado paja ni cebada<br />
al Sr. Lardizábal.<br />
—Hombre, <strong>de</strong>fendamos la soberaola <strong>de</strong> la<br />
nación.<br />
—iSi no tiene más enemigos que Lardizáball...<br />
Sopla, y vivo te lo doy,,.<br />
—Miiñaua saldrá bueno nuestro Duen<strong>de</strong>.<br />
—Cuando sea diputado—dijo uno que pollo<br />
enteco parecía sietemesino,—pediré que lodos<br />
los frailes que hay en España sean <strong>de</strong>ati-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
•238 B. PÉREZ GALDOS<br />
Dados á dar vueltas á las norias para sacar<br />
agua.<br />
—De ese modo se regará muy biea a<br />
Maucba.<br />
— Señores, uo olvidarse <strong>de</strong> que mañanahabla<br />
Oatolftza y quizás D. José Pablo Valiente.<br />
—Hay que ir á la tribuna,<br />
—Yo esperaré en la calle pai'a ver la función<br />
<strong>de</strong> salida,<br />
—Bb,., Antonio, échanos mi discurso.<br />
—Uu discurso como el <strong>de</strong> anoche, y sobre el<br />
mismo tema <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia.<br />
—Pero no digas, como el Diccionario ma"<br />
nual, que la <strong>de</strong>mocracia *es una especie <strong>de</strong><br />
guardarropa en don<strong>de</strong> se amontonan confusamente<br />
medias, polainas, botas, zapatos, calzones<br />
y chupas, cou fraques, levitas y ehaquetas,<br />
casacas, sortúes y capotes ridículos,<br />
sombreros redondos y tricornios, mauteoa y<br />
unos monstruos <strong>de</strong> la naturaleza que se llaman<br />
abates.»<br />
—De ese modo ha querido pintar á las<br />
Cortes-<br />
—La <strong>de</strong>mocracia—dijo otro mozalbete con<br />
voz elocuente, aunque ceceosa,—es aquella'<br />
forma <strong>de</strong> gobierno en qae el pueblo, en uso <strong>de</strong> su<br />
soberanía, se rige poy sí mistno, siendo todos los<br />
ciudadanos tan iguales ante la ley que ellos se<br />
imponen, como lo somosdos <strong>de</strong>sterrados ¡lijos <strong>de</strong>-<br />
Eva á los ojos <strong>de</strong> Dios,<br />
—Hombre, repíteme eso, que es muy bonito,<br />
y quiero apren<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong> memoria para <strong>de</strong>círselo<br />
á mi papá esta noche al tiempo <strong>de</strong> ce-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
T
CÁDIZ 339<br />
Dar. A mi papá, que es muy liberal, ie gustan<br />
«stes cosas.<br />
Yo me aburría entre aquella gente, SÍD po<strong>de</strong>r<br />
sacar substancia <strong>de</strong> tan inaguantable coufusión<br />
<strong>de</strong> voces diversas, ni <strong>de</strong> aquel laberinto<br />
<strong>de</strong> opiniones, <strong>de</strong> insensateces, <strong>de</strong> puerilida<strong>de</strong>s,<br />
manifestadas en coro inarmónico, cuyo<br />
susurro hubiera enloquecido la cabeza más<br />
fuerte. Dije á D. Diego que me ruarchaba, y<br />
él se empeñó en que le acompaBase hasta<br />
el fin.<br />
—Yo oigo atentamente todo lo que hablan<br />
—me dijo,—para aprendérmelo d» memoria, y<br />
soltarlo <strong>de</strong>spués ea los cafés y en los ventoirillos.<br />
De este modo voy adquiriendo fama <strong>de</strong><br />
grau político, y cuando me acerco á la mesa<br />
<strong>de</strong>! café, todos mñ dicen: «á ver, D. Diego,<br />
qué pieuaa usted <strong>de</strong> la sesión <strong>de</strong> hoy.»<br />
Nos <strong>de</strong>tuvimos uu poco más; pero al fin pu<strong>de</strong><br />
sacarle <strong>de</strong> allí con grsiu<strong>de</strong>a esfuerzos, y nos<br />
marchauíos á tomar el fresco á la muralla,<br />
—¿Qué diría Doña María^e pregunté,—<br />
si ahora me presentase yo en la casa?<br />
—Hombre, se me figura que lai señora mamá<br />
uo te juzga <strong>de</strong>l todo mai. Ostolaza dice <strong>de</strong><br />
tí mil herejías; pero mamá se opone á que<br />
hablen mal <strong>de</strong> nadie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella... Sin embai^go,<br />
tieues en casa fama <strong>de</strong> ser un terrible •<br />
conquistador <strong>de</strong> hermosuras. Más vale qneuo'<br />
vayas allá, jAh, picaro! ya sé que te gusta<br />
mi hermanita Presentación. Todos los días me<br />
pregunta por tf,.. Por mi parte, si la quieres...<br />
yo sé que eres un hombre honrado,<br />
—En efecto, me agrada.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
240 B. PÉBE^ GALDÓS<br />
—Como que te la Hevaste á las Cortes ana<br />
tar<strong>de</strong>... Sf, cuando salieioii y cayó la bomba,<br />
y les dio auxilio el Padre Pedro Advíueiila...<br />
El pobre D. Faoo estuvo enfermo cinco días...<br />
volvió á casa lleno <strong>de</strong> bizmas, porque eí estallido<br />
déla boinba, ]aaónibrate, chico! le molió<br />
como si le hubieran dado una paliza.<br />
— ¡Desgraciado preceptorl... No olvi<strong>de</strong> usted,<br />
amiguito, que esta uocba hemos <strong>de</strong> ir á<br />
caaa <strong>de</strong>Poeuco.<br />
—Si; |á olvidarme Íbal Las carnes me tiemblan<br />
ya <strong>de</strong>l gusto. ¿Dices que va Pepilla la<br />
Poenca?<br />
—Y toda lafíor <strong>de</strong> la müjeza.<br />
—Me parece que no lia <strong>de</strong> llegar el momento<br />
en que mi señm'a mamá cierre los ojos,<br />
—Aguardo en Puerta <strong>de</strong> Tierra.<br />
—Puerta <strong>de</strong>l Cielo <strong>de</strong>ijía llamarse. ¿Irá también<br />
la Churriana?<br />
•—-También.<br />
—Pues auuque supiera que mi mamá estaba<br />
eu vela toda la noche.,. Adiós,,. me voy á<br />
cenar y á rezar el rosario; <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> hora y<br />
media estaré allá.,.. Tunante, diré á Presentación<br />
que te he visto. iQué conteuta se va á<br />
pouer!<br />
Cuando nos separamos visité <strong>de</strong> nuevo é.<br />
Lord Gray, y como le encontrara dispuesto á,<br />
sahr á la calle, le dije:<br />
—Milord, la señora Con<strong>de</strong>sa (Amaranta)<br />
me encargó ayer que rogase á usted pasase á<br />
verla.<br />
—Ahora marcharé allá,,. ¿Está, usted libre<br />
esta noche?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADTZ 241<br />
—Libre y ala or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> usted.<br />
—Será algo tar<strong>de</strong> cuando yo necesite <strong>de</strong>sa<br />
auxilio, ¿Díin<strong>de</strong> nos encontraremos?<br />
—No espreciso fijar sitio—repuse.—Yo tengo<br />
la seguridad <strong>de</strong> que nos encontraremos. Una<br />
súplica tengo que hacer á usted. Mi espada no<br />
es buena, ¿Quiere usted prestarine esa magnífica<br />
hoja toledana que está en la panoplia?<br />
-—Con mil amores: ahí va.<br />
Diómela, y cambió su arma por la mía.<br />
—jPobre Currito Báezl—dijo riendo.—Han<br />
fijado uste<strong>de</strong>s el duelo para esta noche. Pero,<br />
amigo mío, yo no puedo estar en todas partes.<br />
Esta noche no podré asistir ala muerte <strong>de</strong> ese<br />
hombre.<br />
—¿Pues no ha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r? Hay tiempo para<br />
todo.<br />
—Fijemos horas,<br />
—No es preciso. Ya nos encontraremos.<br />
Adiós.<br />
—Pnes adiós.<br />
Era <strong>de</strong> noche y corrí a! ventorrillo. D. Diego<br />
tardó mucho: pasó una hora, pasaron dos,<br />
y yó no cabía en mí <strong>de</strong> ansiedad y afán. Por<br />
fin le vi aparecer, y calmóse mi febril impaciencia<br />
coa su llegada.<br />
—Poenco^—-gritó dando manotadas sobre la<br />
mesa,—trae manzanilla. ¿Hay algo <strong>de</strong> pescado<br />
para hacer sed?... Querido Gabriel, hombre<br />
benévolo y caritativo, pongo en tu conocimiento<br />
que ahora, al pasar por la calle <strong>de</strong>l<br />
Burro, me dieron ganas <strong>de</strong> entrar en casa <strong>de</strong><br />
Pepe Caifas, y allí perdí los cuatro duros que<br />
me diste esta tar<strong>de</strong>. ¿Llevarías tu lougauimi-<br />
SEXTA BDIGIÓH Ifi<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
242 B. PÉREZ GALDÓS<br />
dad hasta el eslretiio <strong>de</strong> darme otros cuatro?<br />
Ya sabes qne me i:aa
CÁDIZ 343<br />
•brijón,—[Qué gomitaeras teuía aquel diputao<br />
alto, berreudo, quereucioso, y qué cosas les<br />
dijo cuando le dio aquel súpito, engrimpoláudose<br />
tiiol,..<br />
—¿Qué entien<strong>de</strong>s tú <strong>de</strong> eso, Lonabrijóu?...<br />
:Si lo que dijo fué que el pnebra...<br />
—iCn las oi'ejaa tengo el voquible, Vejarru-<br />
00. Fué lo <strong>de</strong> la mococrasia...<br />
—Apostad á cuál es más bruto—dijo Don<br />
Diego con pedantería.—La <strong>de</strong>mocracia, y uo<br />
la mococrasia, es aquella forma <strong>de</strong> gobierno en<br />
que el pueblo, en uso <strong>de</strong> su soberanía, se rige por<br />
.si misnio, siendo todos los ciudadanos iguales<br />
-ante la If-y...<br />
—Justo y cabal, [Qué bien parla este angelilol<br />
Si eo mi poer estuviera, mañana seria<br />
diputado.<br />
—Altíún día me votaréis, amigos Vejarrueo<br />
y Looibrijóii, — dijo mi amigo sintiendo ya en<br />
su cabeza, con los vapores <strong>de</strong>l generoso licor,<br />
el humo <strong>de</strong> la vana ambición.<br />
-—¡Viva el puebro soberauol—gritó Vejarrueo.<br />
— ¡Vivau las .Cortesl—gruñó Lombrijóu batiendo<br />
palmas con el ritmo <strong>de</strong> la malagueña.<br />
— Lo que igo es que un ruedo <strong>de</strong> mucliachas<br />
bailando, con un par <strong>de</strong>guitari'aa y otros tantos<br />
mozos güeuos y un tonel <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Trebujeiía<br />
que dé güelta d la reonda, me gustan<br />
más que las Cortes, don<strong>de</strong> no hay otra música<br />
que la <strong>de</strong>l cencerro que tuca el Presiente, y el<br />
rom-rom <strong>de</strong> los escursos.<br />
—Que vengan las muchachas, que vengan<br />
•las guitarras,—gritó Runjblar, dueño ya t,a,n<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
244 B. PBKEZ GALDOS<br />
sólo <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> aii corto entendimiento.<br />
—Poético, si las traes te hacemos...<br />
—Te hacemos diputao...<br />
—¿Qué es eso? ¡Menistroi ]Viva la libertad<br />
<strong>de</strong> la imprenta y el meuistro señó Poeiieo!<br />
Mientras <strong>de</strong> este modo se enar<strong>de</strong>cía el espíritu<br />
y se exaltaban loa sentidos <strong>de</strong> aquellos<br />
bárbaros, iba pasando mucho tiempo, más<br />
tiempo <strong>de</strong>l que yo quería que pasase sin poner<br />
en ejecución mi peuaamieiito. Hablan sonado<br />
las nueve, las diez, casi las once.<br />
Más fuerte que si twviera algo <strong>de</strong>ntro, la<br />
cabeza <strong>de</strong> mi amigo D. Diego resistía á frecuentes<br />
trasiegos <strong>de</strong>l ardiente líquido; pero<br />
cuando vinieron las mozas y comeuzú la música,<br />
el noble vastago perdió los estribos, y dio<br />
con su alma y su cuerpo en el torbellino <strong>de</strong><br />
la más grosera orgía que ventorrillo andaluz<br />
pne<strong>de</strong> ofrecer al sibaritismo. Bailó, cantO, pronunció<br />
discursos políticos sobre una mesa,<br />
imitó el pavo y el cerdo, y por último, ya muy<br />
tar<strong>de</strong>, cuando el afán me <strong>de</strong>voraba y la impaciencia<br />
me tenía nervioso y aturdido, dio<br />
con su noble cuerpo en tierra, cayendo inerte,<br />
como un pellejo <strong>de</strong> vino. Las mozas formaban<br />
elegantes parejas con Vejarrueo y Lombrijóu;<br />
los guitarristas se divertían por sn cuenta en<br />
otro extremo <strong>de</strong> la taberna; roncaba como una<br />
bestia enferma el gran Poeiico, y la ocasión<br />
era propicia para mí. Tomé las dos llaves que<br />
el durmiente D. Diego llevaba en su bolsillo,<br />
y corrí como un insensato fuera <strong>de</strong> la taberna.<br />
La repugnante zambra habíase alargado<br />
bastante, porque eran ya casi las doce.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADiZ<br />
XXV<br />
245<br />
Yo no corría, volaba, y eu poco tiempo llegué<br />
ala calle <strong>de</strong> la Amargura, morLificado<br />
por el recelo <strong>de</strong> acudir tar<strong>de</strong>. Un hombre que<br />
ee lauza <strong>de</strong>sesperado al crimen, uo experimenta<br />
eu el iustaute <strong>de</strong> perpetrar su primer robo,<br />
su primet asesiuato, emoción tau viva como<br />
la que yo experimenté cuando introduje la<br />
llave; cuando le di vueltas poco á poco para<br />
evitar todo ruido; cuando empujando la puerta,<br />
ya abierta, ésta cedió ante mí sin rechinar,<br />
merced á las precauciones que con este ñn<br />
había tomado D. Diego. Entré, y por un rato<br />
hálleme <strong>de</strong>sorientado en la profunda obscuridad<br />
<strong>de</strong>l zaguán; pero atientas y cnidadoaameute<br />
pu<strong>de</strong> llegar al patio, don<strong>de</strong> la claridad<br />
<strong>de</strong>l cielo que por la cubierta <strong>de</strong> vidrios entraba,<br />
me permitió marchar con pie más seguro.<br />
Abriendo la segunda puerta que daba paso á<br />
la escalera, subí muy <strong>de</strong>spacio asido ai barandal.<br />
El corazón me latía con loca presteza, pareciéndome<br />
tan <strong>de</strong>smesuradamente ensanchado,<br />
que experimenté la sensacióu <strong>de</strong> llevar <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong>l pecho uu objeto mayor que la casa en que<br />
estaba. Me tenté la espada, por ver si estaba<br />
en mi cintura, y probé si salía con holgura <strong>de</strong><br />
la vaina. En las sombras que me ro<strong>de</strong>aban,<br />
creía ver á cada instante la imagen <strong>de</strong> Lord<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
346 B. PÉREZ GALDÓS<br />
Gray y otra imagen, corrieudo ambas fLiera^<br />
<strong>de</strong> la casa proTanada. Vei'ila<strong>de</strong>ramente, señores,<br />
discurriendo con serenidad, no podía darme<br />
cuenta <strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong> mi arriesgada expedición<br />
allí <strong>de</strong>ntro. ¿Iba á sfitisfacer en la persona<br />
<strong>de</strong> Lord Gray mi aidielo <strong>de</strong> venganza;:<br />
iba á gozarme en mi propio <strong>de</strong>saire, ó á impedir<br />
la violenta <strong>de</strong>ternjinación <strong>de</strong> ¡os locos<br />
amantes? Yo no lo sabía En mi pecho bulliaii<br />
ardientes furores, y se quemaba mi frente circundada<br />
por anillo <strong>de</strong> can<strong>de</strong>nte hieri'o. Los<br />
celos me llevaban en sus alas negras llenas <strong>de</strong><br />
agudas ofias que <strong>de</strong>sgarran el pecho, y <strong>de</strong>jándome<br />
arrastrar no podía prever cuál serla el<br />
término <strong>de</strong> mi viaje.<br />
Al llegar al corredor <strong>de</strong> cristales qtie daba<br />
vuelta á todo el patio, percibí con claridad losobjfitos,<br />
por la mucha luz <strong>de</strong> luna que allí penetraba.<br />
Entonces medité, y formulando vagamente<br />
un plan, dije:<br />
—Aquí buscaré un sitio don<strong>de</strong> ocultarme..<br />
Lord Gray no pue<strong>de</strong> haber llegado todavía. Le<br />
espero, y cuando venga le saldi'é al paso.<br />
Puse atento el oído, y creí sentir uu rumor<br />
vago. Parecíame ruido <strong>de</strong> faldas y pasos muy<br />
tenues. Aguardando un rato, al cabo distinguí<br />
una forma <strong>de</strong> mujer que salía al corredor por<br />
la puerta menos próxima al sitio don<strong>de</strong> yo me<br />
encontraba. Había ailí un alto, pesado y negro<br />
ropero que proyectaba sombra muy obscura<br />
sobre sus costados, y junto á él me guarecí.<br />
Atisbé la figura que se acercaba, y la reconocí<br />
al punto. Era Inés. Acercábase más, y<br />
al íiu pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi. Yo me aplastó-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 247<br />
contra la pared: hubiera querido ser <strong>de</strong> papei<br />
para oiaqiar el nienoi' espacio posible.<br />
A la escasa luz pu<strong>de</strong> advertir en ella uua<br />
gran confusión. Inés ibu. hacia la escalera, volvía,<br />
tornaba á a<strong>de</strong>lantar, retrocediendo <strong>de</strong>spués.<br />
Sus a<strong>de</strong>manes indicaban zozobra vivísima;<br />
más qne zozobra, <strong>de</strong>aespeíación. Exhalaba<br />
hondos puspiros, miraba al cielo como<br />
implorando taisericordia, refloxionaba <strong>de</strong>spués<br />
con la barba apoyada en la mano, y ai fin<br />
volvía á sus anteriores inquietu<strong>de</strong>s.<br />
—Es que le espera—dije para mi.—Lord<br />
Gray no ha venido.<br />
Inés enlrd <strong>de</strong> repente en las habitaciones,<br />
y salió al poco rato con un largo mantón negro<br />
sobre la calicza. Andaba con gran cautela,<br />
y sus <strong>de</strong>licados pies parecía que apenas<br />
esfloraban los lailrillos <strong>de</strong>l piso. Volvió á pasar<br />
junto á mí, dirigiéndose ala escalera; pero<br />
retrocedió otra vez.<br />
—Está loca—pensé;—se dispone á salir sola.<br />
Sin duda él le espera en la calle.<br />
La uuicliaeha <strong>de</strong>scendió dos ó tres peldaños,<br />
y tornó á siiliir. Entonces observé claramente<br />
su rostro: estaba muy inmutada. Balbucía ó<br />
ceceaba, y su aolihiquio, en que se le escapabau<br />
voces articuladas, era <strong>de</strong> lus que indican<br />
una gran agitación <strong>de</strong>l alma. Algunas voces<br />
tenues y, confusas que salían <strong>de</strong> sus labios llegaron<br />
á mi oído, y percibí cuj toda claridad<br />
estas dos palabras: «-Tengo miedo.a<br />
Al pasar cerca <strong>de</strong> mí, no sé ai sintió mi respiración<br />
ó el roce <strong>de</strong> mi cuerpo contra la pared,<br />
porque me era imposible permanecer en abso-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
•#-—-
CÁDIZ 249<br />
—Esta casa está <strong>de</strong>shonnida... ¡Qué vei'giieuzal<br />
Si ma£ía»a <strong>de</strong>spierta Doña María y no<br />
la euciieutra aquí... Vamos, vamos. Yo espero<br />
que me obe<strong>de</strong>cerá,<br />
—¿Quién?<br />
—Asuudón. Voy á buscarla.<br />
—¿En dón<strong>de</strong> está?<br />
—Se ha marchado... Ha huido... Vino Lord<br />
Gray... En la calle te contaré...<br />
Hablábamos tan bajo, que nos <strong>de</strong>cíamos las<br />
palabras en el oído. En un instante, y andando<br />
con toda la prisa que permitía la obscuridad<br />
<strong>de</strong> ia casa, bajamos, abrimos las puertas<br />
y nos encontramos en la calle.<br />
— ¡AjI—exclamó al verme cerrar por fuera<br />
la puerta.—En mi aturdimiento se me olvidaba,<br />
al querer salir, que no teuía llaves para<br />
abrir la puerta.<br />
—¿Pero á dón<strong>de</strong> vas tú, á dón<strong>de</strong> vamos?<br />
—Corramos,—dijo aferrándose ámibrazo.<br />
—¿A dón<strong>de</strong>?<br />
-—A la casa <strong>de</strong> Lord Gray.<br />
Aquel nombre encendió <strong>de</strong> nuevo mi sangro,<br />
y pregunté á Inés con <strong>de</strong>sabrimiento:<br />
—¿Y á qué?<br />
—A buscar á Asunción. Tal vez lleguemos<br />
á tiempo para impedir su fuga <strong>de</strong> Cádiz...<br />
Está loca esa mnehacba, loen, loca, loca... Gabriel,<br />
¿con qué objeto entrabas esta noche en<br />
la casa? ¿Ibas á buscarme..,? ¿Ibas <strong>de</strong> parte <strong>de</strong><br />
mi prima?<br />
—Pero Lord Gray... Explícame eso.<br />
—Lord Gray entró esta noche. Asunción le<br />
esperaba... levantóse callandito <strong>de</strong> su cama y<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
250 B. PÉREZ GAÍJJÓS<br />
se vistió. Yo <strong>de</strong>sperté tanibiéu... Asunción se<br />
llegó á mi cama, cuando iba á partir, y besáudome,<br />
en voz ujuy bajitii me dijo: «Inés <strong>de</strong> mí<br />
coraíón, adiós: me voy <strong>de</strong> esta casa.» Yo salté<br />
<strong>de</strong> mi cama, quise <strong>de</strong>teuerla; pero ia picara lo<br />
teuía todo muy bien dispuesto y salió con grau<br />
ligereza. Quise gritar; pero tuve miedo... La<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que <strong>de</strong>spertase Doña María ea aquel<br />
instaute, me hacía temblar... Se fueron muy<br />
<strong>de</strong>spacito, y eiiaudo me quedé sola... |Ayl lainsensatez<br />
(ie esa chiquilla á quien todos tienen<br />
por santa, me enar<strong>de</strong>cía la sangre. Lord<br />
Gray la i¡a engañado; Lord Gray la abandonará...<br />
Vamos, vamos pronto.<br />
T<br />
— ¡Me parece que estoy soñando! De modo<br />
que AsuncióíJ... ¿Pero qué iiacemos, qué vamos<br />
á <strong>de</strong>cir á Asviiición y á Lord Giay?<br />
—¿Y eso dice un hombre, un caballero, un<br />
militar que lleva espada? Cuando les vi aalir,<br />
sentí Hn impulso <strong>de</strong> cólera... quise correr tras<br />
ellos... luego me ocurrió llamar á los <strong>de</strong> casa...<br />
pero <strong>de</strong>spués, pensando que lo Loejor seria impedir<br />
la fuga <strong>de</strong> Asunción, discurrí si podría<br />
traerla <strong>de</strong> nuevo á casa, con lo cual la Con<strong>de</strong>sa<br />
no se enterará <strong>de</strong> nada... Yo pedí auxilio<br />
al cielo y dije: «Dios mío, ¿qué'pue<strong>de</strong> hacer<br />
una mujer, una pobre y <strong>de</strong>svalida mujer, contra<br />
la pei'fidia, la astucia y la fuerza <strong>de</strong> ese<br />
maldito inglés? Dios po<strong>de</strong>roso, ayúdame en<br />
esta empresa.» Guando yo <strong>de</strong>cía esto, te me presentaste<br />
tú. I<br />
—fi,Y cuál es tu intención?<br />
—Yo dudaba si salir ó no. Era una locura<br />
aaljr... ¿Qué hubiera podido lograr sola? Nada.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
oLmz 251<br />
Ahora es distinto. Me presentaré en casa <strong>de</strong><br />
ese bandido; procúrale convencer á esa <strong>de</strong>sgraciada<br />
<strong>de</strong> la miserable suerte que le espera.<br />
[Olil nunca le creí capaz <strong>de</strong> acto tau abominable...<br />
Haré lo posible por traérmela conmigo...<br />
Un hombre ine acompaña; no temo á Lord<br />
Gray, y veremos si persiste en sus viles proyectos<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti.<br />
—-No persistirá. Lo que está pasando es un<br />
plan admirable déla Provi<strong>de</strong>ncia.<br />
—La pobre Asnumóii es una tonta. Su fondo<br />
es bueno; pero cou la santidad, con el encierro<br />
y con Lord Gray se le ba convertido la imaginación<br />
en un hervi<strong>de</strong>ro. Nos queremos muelio.<br />
Varias veces he conseguido <strong>de</strong> ella con mis<br />
calinosas amonestaciones más que su madre<br />
con el rigor y toda la Iglesia católica con sus<br />
santida<strong>de</strong>s... Volverá, volverá con nosotros...<br />
[qué peligroso paso!... ¡Ella y yo fuera <strong>de</strong><br />
casa!... Corramos, corramos. La casa <strong>de</strong> ese<br />
hombre está en el fin <strong>de</strong>l mundo.<br />
—Lord Gray abandonará su presa. Ya pronto<br />
llegamos. Lord Gray tendrá el castigo que<br />
merece.<br />
—¡Así te oyera Dios! ¡Pobre Asunción! ¡Pobre<br />
auiigal ]Tan buena y tan loca! Se me parte<br />
et corazón al consi<strong>de</strong>rarla <strong>de</strong>shonrada y perdida<br />
para siempre. La arrancaremos <strong>de</strong> manos<br />
<strong>de</strong> su seductor... No, no huirá <strong>de</strong> Cádiz.,. Aún<br />
faltan muchas horas para el día... Vamos,<br />
corramos pronto.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
. 353 B. PÉREZ QALDÓS<br />
XXVI<br />
Llegamos por fin á casa <strong>de</strong> Lord Gray, Toqué<br />
fuertemente á Ja puerta, y un criado soñoliento<br />
y inallíamorado bajó á abrirnos.<br />
—El señor no está,-—nos dijo.<br />
Creyendo que nos engañaba, empujé puerta<br />
y portero para abrir paso, y entramos diciendo<br />
Í<br />
—Sí está. Me consta íjue está.<br />
Como la casa <strong>de</strong> Lord Gray era centro <strong>de</strong><br />
aventuras, y allí entraban con frecuencia hombres<br />
y mujeres á distintas horas <strong>de</strong>l día y <strong>de</strong><br />
la noche, el criado no puso obstáculo á que<br />
invadiéramos imperiosaineute la casa, y guiándonos<br />
á la sala, encendió luces sin cesar <strong>de</strong><br />
repetir:<br />
—El sefíor no está; el señor no ha venido<br />
esta noche.<br />
Inés, <strong>de</strong>sfallecida, <strong>de</strong>jóse caer en un sillón.<br />
Yo recorrí la casa toda, y, en efecto. Lord Gray<br />
EO estaba. Después <strong>de</strong> mis pesquisas, Inés y<br />
yo nos miramos con angustiosa perplejidad,<br />
confandidos ante lo inútil <strong>de</strong>l arriesgado paso<br />
que habíamos dado.<br />
—No están, Inés. Lord Gray ha tomado sus<br />
precauciones, y es inútil pensar en impedirla<br />
fuga.<br />
—¡Inútil! —exclamó con dolor.—No sé qué<br />
peusar. Llévame otra vez á mi casa, ¡Dios mío<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CA.DIZ 253<br />
santíaimo, si nie sienten llegar contigo!... ¡Si<br />
Doña María se levanta y ve que A.9nnci(^u y<br />
yo no estamos allí!... ¡Esto ha sido una locural<br />
iDesgi'aciada Asuneiónl |Tau buena y tan<br />
loca!<br />
Inés lloraba con vivo dolor la pérdida <strong>de</strong> su<br />
amiga.<br />
—Para mí es como ai hubiera muertoañadió.—iQueDios<br />
la perdone!<br />
—Engañado por su aparente santidad, jamás<br />
creí que tuviera tan ciega pasión por un<br />
hombre.<br />
—Sn hipocresía es superior á todo lo que<br />
pue<strong>de</strong> concebirse. Ha aprendido á disimulac<br />
con tal arte sus sentimientos, que todos se engañan<br />
respecto á ella.<br />
—Para <strong>de</strong>círtelo todo <strong>de</strong> una vez, Inés, yo<br />
creí que la que amabaá Lord Gi-ay eras tú, Todos,<br />
iücluBo Amarunta, creían lo mismo.<br />
—Ya lo sé. Yo misma tengo la culpa <strong>de</strong><br />
esto, porque <strong>de</strong>seando evitar á mi amígalas<br />
crueles reprensiones y castigos <strong>de</strong> su madre,<br />
callaba y sufría siempre, y las sospechas caían<br />
sobre mí. Conmigo tenían cierta tolerancia, y<br />
como sólo se trataba <strong>de</strong> carlitas y tonterías,<br />
<strong>de</strong>jé corree el engaño pasando por casquivana...<br />
Algunas veces me apropiaba <strong>de</strong>liberadamente<br />
las faltas <strong>de</strong> Asunción, por el beneficio<br />
que me traían... ¿no entien<strong>de</strong>s? mi mayor<br />
gusto era ver rabiar á D. Diego, diciendo que<br />
no se casaría nunca conmigo.<br />
—El espera que pronto le darás tu mano.<br />
Por primera vez en aquella noche la vi reir.<br />
—Yo sabía—añadió <strong>de</strong>spués,—que todas<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
254 B. PISRBZ GALDOS<br />
las sospechas cafan sobre mí, y callaba. Jamás<br />
hiibiara <strong>de</strong>latado á la pobre Asunción... Esperaba<br />
anaiicarle <strong>de</strong> la cabeza esa locura, y en<br />
una ocasióii creí cojjseguirlo... Lord Gray ¡jo-<br />
DÍa-en juego oiil ingeniosas estratagemas...<br />
¿Tú sabes todo lo que ¡lasó eí día que fuimos<br />
fe las Cortes?... [Hombre más origÍDal!,., Yo<br />
esperaba que siguieías yendo á casa por la noche...<br />
te hubiera infürniado <strong>de</strong> todo... PasaVou<br />
días y meses, y entre lauto, sola y abandoriüda<br />
<strong>de</strong> todos, necesitaba valeioie <strong>de</strong> mis propios<br />
esfuerzos para ir prolougando, prolongando<br />
mi situación, con la esperanza <strong>de</strong> verme libre<br />
algún día... Pero marchemos al punto <strong>de</strong> aquí.<br />
¡Dios mío, qué tar<strong>de</strong>l<br />
—Inés, te he recobrado, te be reconquistado<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> creerte perdida para siempre—afirmé,<br />
olvidando la situación en que no9 encontrábamos.—Has<br />
resucitado para mí. jQuerida.<br />
mía, imitemos la conducta <strong>de</strong> Asunción y Lord<br />
Gray, y vamonos por esos mundos!<br />
Me miró con severidad.<br />
—¿Deseas volver á aquella horrible prisión,<br />
más cerrada y más sombi'ía que la casa <strong>de</strong> los<br />
BequejosP^le dije con exaltación, estrujando<br />
sus manecitas enire las mías.<br />
— Más vale esperar—me contestó.—Llévame<br />
á mi casa.<br />
—lOtra vez allól^exclamé <strong>de</strong>teniéndola en<br />
su marcha con la barrera <strong>de</strong> mis bi'azos, que<br />
hubieran querido ser muralla in<strong>de</strong>structible<br />
para separarla <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l mundo. —]Oi.ra<br />
vez allá! Ya no te volveré á ver más. Se ce-'<br />
rraráu las puertas <strong>de</strong> ese purgatorio presidí-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADTZ 255<br />
•do por Doña María, y adiós para siempre,<br />
Querida mía, vamos A casa <strong>de</strong> Amarauta: allí<br />
te coi¡venceremos. Sabias lo que te importa<br />
más que uada en el mundo.<br />
Inés <strong>de</strong>mostraba gran impaciencia,<br />
—|Pero uü momento máa, un momentol<br />
Pasau meses sin veile. Sabe Dios hastaciiáudo<br />
no nos veremos. ¿No sabes lo qae me pasa?<br />
El Gobierno ha dispuesto que salga una expedición<br />
para <strong>de</strong>seinbnrcar en Cartagena y socorrer<br />
A las pui-Lidas <strong>de</strong> Castilla. j\Je hau <strong>de</strong>signado<br />
para formar parte <strong>de</strong> ella. Pobre soldado,<br />
tengo que obe<strong>de</strong>cer. ¿Cuándo nos volveremos<br />
á ver? Nimca. No te separes <strong>de</strong> mí esta<br />
noche. Salgamos <strong>de</strong> aquí, y le llevaré al lado<br />
<strong>de</strong> la Cím<strong>de</strong>sa tu prima.<br />
—iNo, á casa, á casal<br />
—La puerta <strong>de</strong> aquella mausión me parece<br />
que es la losa <strong>de</strong> tu sepulcro. Cuando se cierre,<br />
<strong>de</strong>jándote <strong>de</strong>ntro, todo se acabó.<br />
-^No, yo no quiero salir como Asunción,<br />
acecliando el sueño <strong>de</strong> su madre para escapar.<br />
Yo no quiero salir así <strong>de</strong> mi encierro, sino en<br />
pleno día, con las puertas abiei-tas y á la vista<br />
<strong>de</strong> todos. Vamonos. ¡Qué locura he hecho<br />
•esta noche. Dios mlol Asunción, ¿dón<strong>de</strong> estás?<br />
.¿Hfis muerto ya para mí y para lus <strong>de</strong>más?...<br />
No puedo estar aquí ni ün instante más. Me<br />
parece que siento la voz <strong>de</strong> Doña María llamándome,<br />
y los cabellos se me erizan <strong>de</strong> espanto.<br />
Inés se dirigió á la salida. En el mismo instante<br />
oímos ruido <strong>de</strong> un coche en la calle.<br />
Aguardamos, sintiendo que alguien subía, y<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
256 B. PI5RHZ GALUOS<br />
por fin abrióse la puerta <strong>de</strong> la sala, y apareció<br />
Lord Grray. Estaba fosco, agitado, soiubrío.<br />
Nos miró con asombro; qaiso reír, pero sa<br />
colérico serablaute no echaba <strong>de</strong> sí más que<br />
rayos. Temblaba <strong>de</strong> ira; iba <strong>de</strong> un lado para<br />
otro <strong>de</strong> la sala, como uu tigre en su jaula; uos<br />
miraba; nos <strong>de</strong>cía algo inconexo, risible, estúpido,<br />
y luego hablaba consigo mismo en<br />
monosílabos incomprensibles, mezclando la<br />
lengua inglesa con la española.<br />
—Sr, <strong>de</strong> Araeeli, buenas noches... Y usted,<br />
nifia, ¿qué hace aquí? ¡Abl ya... Mi casa sirve<br />
<strong>de</strong> refugio á los amantes... Sois más afortunados<br />
que yo... ¡Con<strong>de</strong>nación eterna para las<br />
niñas mojigatas!... Uu hombre como yo... No<br />
<strong>de</strong>bí acce<strong>de</strong>r... ¡Por San Jorge y San Patriciol...<br />
^Lord Gray—dije,—hemos venido á esta<br />
casa con móvil uauy distinto <strong>de</strong>l que usted<br />
supone.<br />
—¿En dón<strong>de</strong> está Asunción?—-preguntó<br />
Inés con vehemencia.—No, no saldrán uste<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> Cádiz. A'^oy á alborotar toda la ciudad.<br />
—¿Asunción?—repuso el inglés pateando<br />
con cólera y elevando el puño.—He sido un<br />
necio... pero mañana veremos... El <strong>de</strong>monio<br />
me lleve si cedo,., ¿Qué <strong>de</strong>cía usted? Asunción...<br />
es una niña honradita y formalita...<br />
¡Maldito bigotismf.,. Macho lloro, mucho hipo,<br />
mucho suspirito... ¡Mala pestel,.. ¿Qué <strong>de</strong>cía<br />
usted?... Perdone usted... Estoy nervioso...<br />
<strong>de</strong>spido fuego y electricidad,,. Pues como <strong>de</strong>cía,<br />
Asunción...<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 257<br />
—Sí, ¿dón<strong>de</strong> esfá? Es usted UQ malvado, ,<br />
—La ^íobrecita niña está j'a <strong>de</strong>vuelta en su<br />
casa rezando el Confiteor con ks iiiaiieeitas<br />
cruzadas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l allarejo... ]Maldila3 sean<br />
las uiñüs piadüsasl... Parece que su volimtad<br />
ha <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> roca, y es cera <strong>de</strong> iglesia. Están<br />
buenas pai'a sacristanes... Pues sí. En su casa<br />
está ya <strong>de</strong> regreso. El seráfico arcangeliHo se<br />
asustó al veíae solo coumigo en lugar extraño...<br />
[No se encuentran más que en la sacristía!...<br />
Lloró, rabió, quiso matarse, escandalizó<br />
la casíL <strong>de</strong> aquella ilustre Doña Mduiea, á don<strong>de</strong><br />
la llevé... Jamás me iia pasado otra como<br />
ésta... [Pobre gatita, cómo mayabal ¡Qué lastimeros<br />
ayesl [Qué gritos para clamar por su<br />
honorl... Nada, es preciso ser fraile ó sacristán...<br />
En fin, ya está otra vez en su casa, á<br />
don<strong>de</strong> acabo <strong>de</strong> llevarla sigilosamente, lo mismo<br />
que la saqué... Señora Doña Inesita, veo<br />
que es usted nuijer resuelta... usteii se ha<br />
echado ala calle con este insigne mancebo...<br />
No hay que hacer aspavientos <strong>de</strong> honor y <strong>de</strong>-r.<br />
más bambolla,,. La señora Con<strong>de</strong>sa me lo ha<br />
contado todo esta tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cruz á la fecha...<br />
Ella quería que yo me comprometiese<br />
á librarla á usted <strong>de</strong> su cautiverio, y convino<br />
en ello... Pero uste<strong>de</strong>s lo han sabido arreglar.<br />
Así se hace... Esta noche las contrarieda<strong>de</strong>s<br />
y las <strong>de</strong>sdichas son para mí... Pero mañana...<br />
tomaré precauciones... O hizo Lucifer á laa<br />
mojigatas para reírse <strong>de</strong> los enamorados, ó las<br />
hizo Dios para castigarlos... Recapacitemos.<br />
[Dios, Diosi...<br />
—Salgamos al iostanfce <strong>de</strong> aquí—dijo Inés.<br />
SBXTA EmciÓN 47<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
258 B. PÉRKZ GA.LDÓS<br />
•—Este hombre está loco. Si es cierto que la<br />
iDfeiiz ha vuelto á casa, pronto lo f abremos.<br />
Impulsado por una daterminacióu súbita,<br />
dijt! al inglés:<br />
—iMilord, ¿me presta usted su coche?<br />
—Está á lu puerta.<br />
—Pues vamos.<br />
Elijamos. Cogí á Inés en mía brazos, y subiéndülii<br />
en la ¡dta caiToza (una <strong>de</strong> las singularida<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong>l Cádiz <strong>de</strong> entonces, introducida<br />
por Lord Gray), dije al cochero:<br />
—A casa do la señora <strong>de</strong> Cisniega, en la<br />
calle <strong>de</strong> la Verónica.<br />
XXVII<br />
—¿A. dón<strong>de</strong> me llevas?—preguntó Inés con<br />
•espanto cuando me senté junto á ella <strong>de</strong>utro<br />
<strong>de</strong>l coche, que empezó á rodar pesadamente.<br />
— Ya lo has oído. No me preguntes por<br />
qué. Allá lo sabrás. He tomado esta resolución<br />
y no liay fuerza humana que me aparte<br />
<strong>de</strong> ella. No es una calaverada: es un <strong>de</strong>ber.<br />
— iQné dicesl Yo ssli por salvar á mi amiga<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>shonra, y la <strong>de</strong>shonrada soy yo.<br />
—Inés, oye lo que te digo. ¿Estás <strong>de</strong>cidida<br />
á casarte con D. Diego?<br />
—Déjate <strong>de</strong> simplezas.<br />
—Pues entonces calla, y resígnate á ir á<br />
don<strong>de</strong> yo to llevo. Una serie <strong>de</strong> acooteeimien-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
M.
CÁDIZ 259<br />
toa provi<strong>de</strong>riciales te Im puesto en mi po<strong>de</strong>r, y<br />
fivei'ia cometer un crimeu ai te llevara <strong>de</strong> nuevo<br />
A aquel aborrecido encierro, don<strong>de</strong> al ñu<br />
peiías victima <strong>de</strong>l egoísmo fanático, y <strong>de</strong> la<br />
idsopurLable autoridad <strong>de</strong> quien no tiene nia-<br />
};úii <strong>de</strong>recho á martirizarte... Pobi'ecilla, gca-<br />
Im en tu memorial lo que te estoy diciendo y<br />
más tar<strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cirás esta locura raía. No, no<br />
volvfirás allá. No pienses más en D;>ña María.<br />
Cciiilía en mí. Diuje: ¿te he engaíiado alguna<br />
vez? Des<strong>de</strong> que nos conocimos, ¿no has sido<br />
jiHia mí una criatura venerada á quien <strong>de</strong> uin-<br />
}!un modo se pue<strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r? ¿No has visto<br />
siempre en mi, junto con el cariño más vivo<br />
260 B. PÉREZ GALDÓS<br />
caso; lio pienses en eilss; considérate libre.<br />
Vivirás al amparo <strong>de</strong> la única persoua quetiene<br />
<strong>de</strong>recho á mandar eu t(; serás libre; disfrutarás<br />
<strong>de</strong> los goces inoceiiLeg, <strong>de</strong> los nobles<br />
placeres <strong>de</strong> la Naturaleza; podrás mirar al<br />
cielo, admirar las obras <strong>de</strong> Dios; podrás ser<br />
buena sin hipocresía, alegre sin <strong>de</strong>senfado,,<br />
vivir ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> peifonss que te adoren, y<br />
con la couc-ieneia en paz y tranquila. No interrumpirá<br />
til sueño la cavilación <strong>de</strong> los fingimieiilos<br />
que teudiás que hacer al día siguiente<br />
para que no te casLiguen. No te verás<br />
en el doloroso caso <strong>de</strong> mentir; no te aterrará<br />
la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dasposarte con un hombre aborrecido;<br />
uo estarás espuesla á la alteruativa <strong>de</strong><br />
que peligre tu virtud ó seus <strong>de</strong>sgraciada, <strong>de</strong>sgraciadísima<br />
y digna <strong>de</strong> lástima eu esta breve<br />
vida, y luego con<strong>de</strong>nada en la eteruidad <strong>de</strong> la.<br />
otra.<br />
— Gabriel—me dijo ella baflada el rostro en<br />
lágrimas,— no eiilitudo lo que me dices. Nopuedo<br />
creer que seas capaz <strong>de</strong> engafiarme.<br />
¿Lo que dices es una locura ó qué es...¥ ¿A.<br />
dón<strong>de</strong> me llevas?... Por Dios, no hagas una<br />
locura. Cochero, cochero, á la calle <strong>de</strong> la<br />
Amargura.<br />
^El cochero irá don<strong>de</strong> yo le man<strong>de</strong>—exclamé<br />
alzando la voz, porque el ruido <strong>de</strong>l qarriiBJe<br />
nos obligaba á hablar á gi-¡tos.—Regocíjate,<br />
Inés; alégrate, amiguita. El aspecto <strong>de</strong><br />
tu existencia va á cambiar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta noche.<br />
jCuántas penas, pobrecila; coáuias alternativas<br />
y vaivenes en lan pocos aSosIPorun lado<br />
tú, por otro yo. Ambos sujetos á mil fatigas^.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
' i-n-ntf-"-~>^"''"" - -<br />
CÁDIZ 261<br />
mecidos y arrastrados por este oleaje terrible<br />
que ya nos sube, ya nos baja, ya nos junta,<br />
ya nos separa...<br />
—Es verdad, es verdad.<br />
—jPobre amiga mfal ]Q,nién había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte<br />
que en tu f^i'an<strong>de</strong>za serías tan <strong>de</strong>sgraciada<br />
como en tu miserial<br />
—¡Sí, es verdad, es verdad.. .1 Pero me <strong>de</strong>jo<br />
• arrastrar por tu <strong>de</strong>mencia. |Llévame á mi casa,<br />
por Diosl Después concertaremos...<br />
—Ya está concertado...<br />
—Pero mi familia... Yo teogo nombre y fa-<br />
•milia...<br />
—A eso voy.<br />
—No, no puedo consentirlo. Es imposible<br />
-que me engafies... lA casa, á casal ;Qué dirán<br />
•<strong>de</strong> mil iVirgen Sautísimal<br />
—No dirán nada.<br />
—Yo tengo imaginado un gran plan...<br />
—Este plan es el mejor... Tu prima acabará<br />
•<strong>de</strong> dártelo á conocer. Al diablo Doña María y<br />
la <strong>de</strong> Leiva.<br />
—Es el jefe <strong>de</strong> la familia. Ella manda.<br />
—Aliora mando yo, Inés. Obe<strong>de</strong>ce y calla.<br />
,¿No recuerdas que en todos ios instantes supremos<br />
<strong>de</strong> tu vida has necesitado <strong>de</strong> mi ayuda?<br />
Ahora es lo mismo. Hace tiempo que buscaba<br />
esta ocasión... te atiababa con vigilante<br />
mirada... quería robai'te, como te robé en casa<br />
<strong>de</strong> los Requejos, y al fin lo he conseguido...<br />
•Que venga acá DoQa Macía á arrancarte <strong>de</strong><br />
mi po<strong>de</strong>r. Lo <strong>de</strong>más te lo dirá tu prima. Ya<br />
.llegamos.<br />
Fuera que confiaba en mí entonces como ea<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
262 B. PÉREZ GALÜÓS<br />
otras ocasiones <strong>de</strong> sa vida, abandonándose á<br />
aquel <strong>de</strong>stino suyo, <strong>de</strong> que yo hubía sido tuntas<br />
veces celoso ejecutor; fuera que un vtigo<br />
presentimiento la inclinaba á aprobar mi conducta,<br />
lo cierto es que no ¡ñzo esfuerzos pjirn<br />
resistir, cuando entré con ella en la capa y la<br />
condnje arriba, <strong>de</strong>spertando con el eatruemio<br />
<strong>de</strong> mi llegada á todos los señores y <strong>de</strong>pendientes.<br />
Gran susto tuvo Amaranta a! sentir tan á<br />
<strong>de</strong>shora los golpes y voces coii que yo me<br />
anuncié. Al salir á mi encuentro, Doña Fldra<br />
y la Con<strong>de</strong>sa estaban aturdidas <strong>de</strong> puro asombradas.<br />
—¿Qué es esto? ¿Cómo has salido <strong>de</strong> la cnsn?<br />
—exclamó Amaranta, besándoln con ternnia.<br />
—A Gabriel <strong>de</strong>bemos sin duda esta buena<br />
obra.<br />
—¡Qué placer estar junto á usted, querida<br />
primita!—dijo Inés sentámlose en el sofá <strong>de</strong> la<br />
sala tan cerca <strong>de</strong> Amaranta, que casi estaba<br />
sobre sus rodillas.—Me olvido <strong>de</strong> la falta que<br />
he cometido huyendo <strong>de</strong> mi casa, y los grilus<br />
<strong>de</strong> mi conciencia son ahogados por la gran felicidad<br />
que ahora siento. Estaré im ratito un<br />
ratito, nada más.<br />
—Gabriel—dijo Amaranta con el rostro<br />
inundado <strong>de</strong> lágrimas, —¿cuándo sale la expedición?<br />
Yo pediré permiso para marchar eii<br />
ella y nos llevaremos á Inés.<br />
—¡Huir!—exclamó !a muchacha con terror.<br />
—Yo apareceré á los ojos <strong>de</strong> todos como una<br />
criatura sin pudor qne <strong>de</strong>shonra y envilece á<br />
su familia... Volveré ó. casa <strong>de</strong> Doña Maifa.<br />
— ¡Fuera engañosas apariencias!—gritó yo^<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 2S3<br />
—Por más que vuelvas á todos lados la vistap<br />
no eiicoiilrarós más familia que la que eu estoa<br />
niomeutos te ro<strong>de</strong>a.<br />
La Con<strong>de</strong>sa con su mirada penetrante quiso<br />
imponerme silencio; pero j'o im podía cjiUnr, y<br />
los pensamientos que se agitabiiti con febnL<br />
empuje en mi cerebro, afluían precipitadamente<br />
á mis lnbios, dándome una locuacidad<br />
que uo podía contener.<br />
—El entrañable amor que te hamnnifestado<br />
siempre la pei'pona en cuyos brazos estás,<br />
¿uo te dice nada, Inés? Cuando pasaste <strong>de</strong> la<br />
humildad <strong>de</strong> tu niñez é la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> tu juventud,<br />
¿qué brazos te estrecharon con cariño?<br />
¿Qué voz te consoló? ¿Qué corazón respondió<br />
al tuyo? ¿Quién te ijizo llevailera la<br />
soledad <strong>de</strong> tu nobleza? Seguramente has comprendido<br />
que entre ella y tú existían lazos <strong>de</strong><br />
parentesco niiis estrechos que los qne leconoce<br />
el mundo. Tú Jo conoces, tú lo sabes: tu corazrtii<br />
uo pue<strong>de</strong> haberse engaííado en esto.<br />
¿Necesito <strong>de</strong>círtelo más claro? La voz <strong>de</strong> la<br />
Naturaleza antes <strong>de</strong> ahora, en todas ocasiones,<br />
y más que nunca ahora mismo, clamará <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong> tí para <strong>de</strong>clarártelo. Señora Con<strong>de</strong>sa,<br />
abrácela usted, porque nadie vendrá á arrancarla<br />
<strong>de</strong> manos <strong>de</strong> su verda<strong>de</strong>ro dueño. Inés,<br />
<strong>de</strong>scansa tranquila en ese seno, que no encierra<br />
egoísmo ni intrigas Ctmtra tí, sino solo<br />
amor. Ella es para ti lo más santo, lo más noble,<br />
lo más querido, porque es tu madre.<br />
Diciendo esto callé; <strong>de</strong>scansé, ciuno Dios<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber becbo el nuindo. Hallábame<br />
tan satisfecho <strong>de</strong> haber Labiado, que las lá-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
264 B. PÉREZ GALDÓS<br />
grimas, la tnrbaciói], la emoción silenciosa y<br />
profunda <strong>de</strong> ias dos mujeres, abrazadasy oprimidas<br />
una conti'a olracomo queriendo formar<br />
una solii persoua, me Imlngaban más que al<br />
orador elocuente los aplausos <strong>de</strong> la nuilUlud<br />
y el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong>l triunFo. Las últimas palabras<br />
ias solté como se eelia afuera algo que uos<br />
ahoga.<br />
XXVIII<br />
Mientras madre é hija espaciaban á sus anchas<br />
y á solas los setitimientos y ternezas <strong>de</strong><br />
Su conizóii, yo me encontraba (seis horas <strong>de</strong>spués<br />
délo contado y ya muy entrado el día)<br />
freote á frente <strong>de</strong> mi seQoía Dofia Flora, separada<br />
fu persona <strong>de</strong> la mía tan sólo por la<br />
breve snpeificie <strong>de</strong> una mesa, don<strong>de</strong> dos regulares<br />
tazniiea <strong>de</strong> chocolate nos servían <strong>de</strong> almuerzo.<br />
Hablamos un rato <strong>de</strong>l acontecimiento<br />
que mis lectores conoüen, y <strong>de</strong>spués, arrimando<br />
con'arte ia conversación hada asunto más<br />
<strong>de</strong> su gusto, me dijo:<br />
—Amaranta me asegura que no miras con<br />
malos ojos á esa jovenzucla que nos trajiste<br />
anoche, iBonita formalidad es la tuya! ¿Y qué<br />
dirán <strong>de</strong> un chiquillo que en vez <strong>de</strong> inclinarse<br />
á buscur apoyo para sus inexpei'ieneias en la<br />
compañía <strong>de</strong> personas mayores, se enloquece<br />
con las niñas <strong>de</strong> sa misma edad?... Vuelve en<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
-.
I<br />
C.IDIZ 265<br />
tí, hombre... oye la voz <strong>de</strong> la razón... penétrate<br />
bien <strong>de</strong>...<br />
—Vuelvo, oigo y penetro, señora Doña Flora.<br />
Estoy arrepentido <strong>de</strong> mi locura... Tentóme<br />
•el <strong>de</strong>monio y... Pero siento pasos, que se me<br />
.figura son <strong>de</strong>l Sr. D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto.<br />
—Jesús, María y José... ]y tá alii tan serio<br />
toiíiaudo chocolate conmigol,.. Pero, hombre,<br />
jy el pudor, y la <strong>de</strong>cencia)<br />
No pudo continuar porque entró D. Pedro,<br />
todo ileno <strong>de</strong> bizmas y parches, fruto amarguísimo<br />
<strong>de</strong> la brillante campaüa<strong>de</strong>] Condado.<br />
Levantóse azorada Doña Flora, y dijo:<br />
—Sr. D. Pedro... es una casualidad, créalo<br />
usted... que se encuentre aquí este mozuelo...<br />
Nunca está, una libre <strong>de</strong> calumniaa... Este<br />
chico es tan loco, tan imiiru<strong>de</strong>nte...<br />
Congosto me miró con ira, y tomando asiento,<br />
habló así:<br />
•—Dejemos á un lado esa cuestión. A su<br />
tiempo serA tratada... Ahora vengo á <strong>de</strong>cir á<br />
usted que se prepare á recibir ala sefiora COQ<strong>de</strong>sa<br />
<strong>de</strong> Rumblar, que vieue seguida <strong>de</strong> respetables<br />
personas para que le sirvan <strong>de</strong> tes-<br />
'tigos.<br />
—|D¡os mío! iLii justicia en rai casal<br />
—Parece que Lord Gray robó anoche á la<br />
seBora Doña Inesitn, <strong>de</strong>positándola aquí.<br />
—I Es uu error! ¿Pero <strong>de</strong> veras viene Doña<br />
María? Yo estoy temblando... Alguieii ha entrado<br />
en la C&3H.<br />
No había acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo, cuando sintióse<br />
ruido abajo, y arriba gran conmoeiÓQ.,<br />
Apareció Amaranta, apareció Inés, emitiéroQ-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
266 B. PÉREZ GALDOS<br />
se distintos parecereb; pero prevnleeid el <strong>de</strong><br />
que se recibiese <strong>de</strong>corosamente á la <strong>de</strong> Runablar,<br />
contestando á sus cargos eu el terreno<br />
legal, si eüa en el mismo los bacía.<br />
Todos, menos Inés, nos reunimos en la sala,<br />
y á poco entró el lúgubre cortejo, presidido<br />
por Doña Í\íarfa, con una pompa y severa majestad<br />
que le habrían envidiado reinas y emperatrices.<br />
Profundo silencio reinó en la sala<br />
por un instante; mas rompiólo al fin, sin gastar<br />
tiempo en saludos, Duna María, no ¡ludiendo<br />
contener el volcán qne bramaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
las cavida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su peclio.<br />
—Señora Con<strong>de</strong>sa—dijo,—venimos íl casa<br />
<strong>de</strong> usted eo busca <strong>de</strong> nna doncella puesta á<br />
mi cuidado, la cual ha sido robada esta noche<br />
<strong>de</strong> mi casa por un hombre que se supone sea<br />
Lord Gray.<br />
—Aquí está, sí, señora—repuso Amarauta.<br />
—Es Inés. Si estaba puesta a! cuidado <strong>de</strong><br />
personas extrafías, yo la reclamo porque ea<br />
mi bij^.<br />
—Señora-—dijo Doña María temblando <strong>de</strong><br />
cólera,—ciertas supercherías im producen efecto<br />
ante la <strong>de</strong>claración cutegórica <strong>de</strong> la ley. La<br />
ley no la reconoce á usted por madre <strong>de</strong> esa<br />
joven.<br />
—Pnes yo me reconozco y <strong>de</strong>claro aquí <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> los que me escuchan, pai'a que conste<br />
con arreglo á <strong>de</strong>recho. Si usled alega una<br />
l®yi yo alego otra, y entre tanto, mi hija no<br />
saldrá <strong>de</strong> mi casa, porque á ella ha venido espontáneamente<br />
y por sn propia voluntad, no<br />
seducida por un cortejo, sino con <strong>de</strong>liberado<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
'<br />
CÁDIZ 267<br />
propósito <strong>de</strong> vivif ároi ¡ado, como hija obediente<br />
y cariniisa-<br />
—No me sorpren<strong>de</strong> !a eondncla <strong>de</strong> Lord<br />
Gray—dijo U^fui M(iria.—Los nobles <strong>de</strong> Inglaterra<br />
suelen C"rrea[ion<strong>de</strong>f <strong>de</strong> este modo 6.<br />
la hospitalidad que se,lea da en las capas honradas...<br />
Pero no <strong>de</strong>bo entpar tan sólo á él,<br />
hombre <strong>de</strong> mundo, privadi) do i<strong>de</strong>as religiosas,<br />
y ciego ante la luz <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra y única<br />
Iglesia: no. ¿Qué ha <strong>de</strong> hacer el ciego sino<br />
tropezar? A quien principalmente acuso es á<br />
ella: !o que más que nada me asombra es la<br />
liviandad <strong>de</strong> esa machucha casquivana... Verda<strong>de</strong>ramente,<br />
señora Cun<strong>de</strong>sa, voy creyendo<br />
qvie tiene usted razón en llamarla BU bija. Arbid<br />
y fruto con iguales propieda<strong>de</strong>s se distinguen<br />
.<br />
—Señora Doña María—replicó Amaranta<br />
con la voB tan temblorosa á causa <strong>de</strong> la cólera,<br />
que apenas se entendían sus |)(dnhras,—no<br />
vino mi hija sedui:ida por Lord Gray. Viuo<br />
acompañada por él ó por otro, que esto no<br />
hace al caso, y movida <strong>de</strong> propia inspiratiÓQ<br />
y <strong>de</strong>seo. Me congratulo <strong>de</strong>slio, poique así la<br />
persona que mas amo en el nmndo estará libre<br />
<strong>de</strong> corromperse con el mal ejumplo <strong>de</strong>dos<br />
conocidas ninas mojigatas, que escon<strong>de</strong>n á<br />
sus novios bHJo las faldas <strong>de</strong> brocado <strong>de</strong> loa<br />
santos que tienen en su oratorio.<br />
Doüa María se levantó como si el sillón eu<br />
que estaba sentada se sacudiera repelido por<br />
subterránea explosión. Sus ojos fulminaban<br />
rayos; su curva nariz, afilándose y tiiiéudose<br />
<strong>de</strong> uu ver<strong>de</strong> lívido, parecía el cortante pico<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
268 B. PÉREZ GALDÓS<br />
• _ -'MI<br />
<strong>de</strong>l águila majestuosa; movióse convulaivameiile<br />
BU barba picuda, reliquia <strong>de</strong> la aTitigua<br />
casta celtíbera á que pertenecía; IIÍKD ñ<strong>de</strong>máü<br />
<strong>de</strong> querer liablar; mns cou gesto majestuoso<br />
seini-jaute al <strong>de</strong> las reinas <strong>de</strong> la dinastía goda<br />
cuando muudabau baeer aJgiiiia gran justicia,<br />
sefialó á la otra Cou<strong>de</strong>aa, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosamente<br />
dijo:<br />
—Vamonos <strong>de</strong> aquí. No es éste mi lugar.<br />
Me equivoqué. Seüora Con<strong>de</strong>sa, quise que uo<br />
fl6 agiiara esta cuestión; quise evitar á usted<br />
la visita <strong>de</strong> los emisarios <strong>de</strong> la ley. Pero usted<br />
DO merece otra cosa, y no seré yo qiiieu <strong>de</strong>setiijiefie<br />
en esta CHsa el papel que correspon<strong>de</strong><br />
á alguaciles y golillas.<br />
—Como experta en pleitos—repuso Amaranta,—y<br />
conocedora <strong>de</strong> tal laya <strong>de</strong> gente,<br />
pue<strong>de</strong> usí.ed bLi.=car en la familia <strong>de</strong> éstos una<br />
esposa para sn digno hijo el aeñiu- Con<strong>de</strong>, varón<br />
insigne en las tabernas y garitos <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>.<br />
Jugando al monte podrá restablecer el<br />
mermado patrimonio, sin verse en el caso <strong>de</strong><br />
solicitar un enlace violento con unajoveu majorazga.<br />
—Salgamos <strong>de</strong> aquí, señores: son uste<strong>de</strong>s<br />
testigos <strong>de</strong> lo que aquí lia pasado,—dijo Doña<br />
María dirigiéndose á la puerta.<br />
Y sin esperar á más, resueltamente y bramando<br />
<strong>de</strong> ira, que expresaba con olímpico<br />
fruLicimiento <strong>de</strong> cejas, salió <strong>de</strong> la sala y <strong>de</strong> la<br />
casa, seguida <strong>de</strong> los mismos qne le habían<br />
acompañado, á cuya cola iba D. Paco.<br />
Por lai'go rato reinó profundo silencio en la<br />
sala, Amarautaj <strong>de</strong>sahogadas las antiguas có-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 269<br />
leras <strong>de</strong> su pecho, estaba meditabunda y aun<br />
diié que arrepentida <strong>de</strong> todo lo que liabía dicho;<br />
Doña Fiura preocupada, y Gongoí^t», con<br />
loa ojoa fijos eu el suelo, revolvía BÍU duda en<br />
su cabeza altos y caballerescos peusaniieiilos.<br />
Sacó á todos <strong>de</strong> su perplejidad una visita que<br />
nadie esperaba, y que causara general asombro.<br />
Eu la sala se presentó <strong>de</strong> improviso Lord<br />
Gray.<br />
Advertí en su fisonomía las huellas <strong>de</strong> la<br />
agitación <strong>de</strong> la pasada noche, y lo turbado <strong>de</strong><br />
BU liabhir indicaba que aquel singular espíritu<br />
no había recobrado su asiento.<br />
—Eu ¡nal hoia viene, Milord—le dijo secamente<br />
D. Pedro,—Aboi'a acaba <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />
aquí DuGa María, cuyo enojo por las picardías<br />
<strong>de</strong> usted es tan fuerte como justo.<br />
—La he visto salir—repuso el inglés.—Por<br />
eso he entrado. Deseo saber... ¿Se syspecba<strong>de</strong><br />
mí, señora Con<strong>de</strong>sa; se me acusa?...<br />
—¡Pues lio se le ha <strong>de</strong> acusar, hombre <strong>de</strong><br />
Diosl...—dijo D. Pedro.— Pues á fe que le<br />
echó requiebros la señora Doña María... y con<br />
mucha razón por cierto. ¡Pues qué, robar á<br />
la se&ora Duíla luesita, aun COD consentí miento<br />
<strong>de</strong> la que se llama su madrel...<br />
—Vamos, estoy tranquilo—dijo Lord Gray.<br />
—Veo que me imputan las hazaaas <strong>de</strong> este<br />
picaro Araceii, <strong>de</strong>jando en el olvido las mías<br />
propias. Desvaneceré el engaño, aunque, en<br />
realidad, yo acepto todas laa glorias <strong>de</strong> esta<br />
clase que me adquieran adjudicar... La señora<br />
Con<strong>de</strong>sa estara ya contenta. ^-¡^.^<br />
Amaranta no contestó, j<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
370 B. PÉREZ GALDÓS<br />
—Disiiuuie usted—añadió D. Pedro.—Eche<br />
usted sobre el prújiíuo sus uboniiiiables cul]mg.<br />
—Veo con dultir—repuso Lord Gray jovialiiieuLe,—que<br />
en el rostro <strong>de</strong> usted, señor<br />
<strong>de</strong> Congosto, esliiu escrltHs con parches y ungüentos<br />
las giuriüsas págiuas <strong>de</strong> la expedici
CÁDIZ •371<br />
Y aquf está D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto para sosteuer<br />
lo que ha dicho, aquí y fuera <strong>de</strong> aquí,<br />
eu la forma y niauera que usted lo crea conveuieiite.<br />
—¡Oh, Sr. D. Pedro!—exclamó Lord Gray<br />
con jiihiio.—[Qué gran placer me proporcioua<br />
ustetll Des<strong>de</strong> que por primera vez visité esta<br />
noble tierra, he buscado ansiosamente al gran<br />
D, Quijote <strong>de</strong> la Mancha: yo quería verle, yo<br />
quería hablarle, yo quería medir la fuerza <strong>de</strong><br />
mi bra/.o con la <strong>de</strong>l suyo; pero \ay\ hasta íihora<br />
lo he buscado eu vano. I-Ie revuelto media<br />
Península buscando áD. Quijote, y D. Quijote<br />
no aparecía por iiiiiguna parte. Yo creí que<br />
tan noble tipo se había extinguido, disipáadose<br />
eu la corruptora sociedad <strong>de</strong> los mo<strong>de</strong>rnos<br />
tiempos; pero no, aquí está: al fin le encuentro<br />
con idéntico traje y rostro; un Quijote<br />
algo <strong>de</strong>generado en verdad, pero Quijote al<br />
fin, que no se encuentra ni pue<strong>de</strong> encontrarse<br />
más que en España.<br />
—Si usted bromea, señor Lord, yo soy hombre<br />
serio—replicó D. Pedro.—Yo tomo á mi<br />
cargo la <strong>de</strong>funsa <strong>de</strong> esa ultrajada señora que<br />
acaba <strong>de</strong> salir; yo <strong>de</strong>sharé su agravio, y me<br />
tomo á pechos el castigar esta gran injuria que<br />
ha recibido, limpiando con la saugre <strong>de</strong>l traidor<br />
la infame mancha. Esto digo sin uada <strong>de</strong><br />
quijotería. Ya se ve... en esta casa no me entien<strong>de</strong>n.<br />
Es indudable que han entrado aquí<br />
las i<strong>de</strong>as filosóficas, ateas y masónicas, segúu<br />
las cuales ya se acabé el honor y la gran<strong>de</strong>za,<br />
lo noble y lo justo, para que no hayamás que<br />
pillería, liberalismo, libertad <strong>de</strong> la imprenta,<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
273 B. J'EBBZ GALDOS<br />
igualdad y <strong>de</strong>más corruptelas... Lo dicho, dicho.<br />
Juste traje que visto prueba que he tomado<br />
á mi cargo la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> los priueípioa<br />
en cuyo nombre se ha ievautado la uación<br />
contra Bouaparte. |01i, si todos me iniitaranl,.,<br />
¡Si todos, empezando por el traje, acabaran<br />
por las obras!... Pero basta <strong>de</strong> palabras. Elija<br />
usted hora y sitio. AccitJu tau aleve iio pue<strong>de</strong><br />
quedar aiii castigo.<br />
—D. Quijote, sí, es el inismo^dijo el inglés.—D.<br />
Quijote <strong>de</strong>gpiíerado y nacido <strong>de</strong> cru-<br />
'^zamieutos; pero que algo conserva <strong>de</strong> la generosa<br />
sangre <strong>de</strong>l padre, como el mulo lleva<br />
eu sí UQ poco <strong>de</strong> la dignidad y nobleza <strong>de</strong>l<br />
caballo.<br />
—¡Cómol ¿Llama usted mulo á un hombre<br />
como yo?—exclamó Cougosto requiriendo coléricamente<br />
la eepada,<br />
—No, caballero insigne: <strong>de</strong>cía que el quijotismo<br />
español <strong>de</strong> hoy se parece al antiguo<br />
como se parece e¡ mulo al caballo. Por lo <strong>de</strong>más,<br />
acepto el reto <strong>de</strong> usted, y nos batiremos<br />
á la jineta, á pie, con sable, espada, lanza,,<br />
honda, ballesta, arcabuz ó como usted quiera.<br />
Prouto partiré <strong>de</strong> Cádiz, quizá Inañana<br />
mismo. Disponga usted <strong>de</strong> mí cuando guste.<br />
—¿De veras se marcha usted?—dijo Amarauta<br />
saliendo <strong>de</strong> su atonía.<br />
•—Sí, señora, estoy <strong>de</strong>cidido... Vendré á<br />
<strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> usted... Con que, Sr. D.Pedro...<br />
—Lo dicho, dicho. Enviaré mi padrino.<br />
—Lo dicho, dicho. Enviaré el mío.<br />
Salió D. Pedro miráudouos con altanera<br />
soberbia que nos hizo sonreír á todos menos<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
•^
f<br />
CÁDIZ 373<br />
á Doña Flora, la que reprendió al inglés su<br />
<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> sajelar á nuevas pniebíis la quebrantada<br />
osamenta <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong>! Condado. Después<br />
la Con<strong>de</strong>sa, que no participaba <strong>de</strong> nues-<br />
• tro humor festivo por la escena cómicíi que<br />
había seguido ala trágica, cual ordinariamente<br />
ocurre eu el mundo, llevóme aparte, y con<br />
aflicción me dijo:<br />
—Temo haberme <strong>de</strong>jado arrastrar <strong>de</strong>masiado<br />
lejos por la ira que me produjo la pi'esencía<br />
<strong>de</strong> aquella mujer. Le dije cosas <strong>de</strong>masiado duras,<br />
y cada palabra me pesa sóbrela conciencia.<br />
Exasperada por loqueladije, tomará venganza<br />
<strong>de</strong> mí; y si acu<strong>de</strong> á la ley, no creo que<br />
la ley me sea fiivorable. Yo no tomé precaución<br />
alguna cuando se verificó el reconocimiento<br />
<strong>de</strong> lüés.<br />
—Venceremos esas y otras diñeulfca<strong>de</strong>s, señora.<br />
—Yo transigiría con ella y con mi lín, con<br />
tal que me <strong>de</strong>jaran á Inés. Creo que cediendo<br />
á Doíia Myría parte <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>rechos mayoraKguiles,<br />
sería fácil aplacar esa furia. La <strong>de</strong> Leiva<br />
no es ni con mucho tan inconquistable-<br />
—¿Quiere usted que lo proponga álti señora<br />
Duna María?... Nada se pier<strong>de</strong>... No sé si<br />
me recibirá; pero intentaré habkrla. Me favorece<br />
el que no sospecha <strong>de</strong> mí eu el suceso <strong>de</strong><br />
anoche.<br />
—Es una buena i<strong>de</strong>a. Si... tampoco sería<br />
malo que yo me mostrase arrepentida <strong>de</strong> las<br />
atrocida<strong>de</strong>s que le dije,.. Le escribiré... no...<br />
]0h, qué confusión, Dios míol No sé qué<br />
hacer...<br />
SlíXTA EWCrÓN 18<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
274 B. PIíREZ GiLDOS<br />
—Cualquiera <strong>de</strong> esos actos me parece aceptable.<br />
—¿Te parece que <strong>de</strong>bo ir allá?<br />
—Hoy lio es eouveiiiente. Se reanudaría al<br />
punto la reyerta, porque aquel volcán en erupción<br />
estará echando fuego, humo y lava por<br />
algún tiempo. Será pru<strong>de</strong>nte que yo me anticipe,<br />
é indique á Doña María esa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> transaccÍDu<br />
que usted le prepone, con tal que no la<br />
priven <strong>de</strong> su hija.<br />
—8í, hazlo lú primero. Yo me arriesgaré á<br />
tratar con mi lí«, que es el jefe <strong>de</strong> la familia;<br />
pero antes conviene tantear á la <strong>de</strong> Üuinhlar,<br />
á ver qué tal sepreaeuta.<br />
—Ante todo, <strong>de</strong>bo indicar pru<strong>de</strong>utemente á<br />
Doña María que usted reccuoce haber estado<br />
algo dura en la entrevista.<br />
—Sí... lo eiieoiiiiendo á tu habilidad, y me<br />
quedo tranquila... Si te recibe mal, no te importe.<br />
Con tal que te <strong>de</strong>je hablar, aguanta d_esprecioa<br />
y <strong>de</strong>sairea.<br />
Hugo ineucióu <strong>de</strong> este diálogo que tuvimos<br />
la Con<strong>de</strong>sa y yo, para que comprenda el lector<br />
la razón <strong>de</strong> la extraña visita que hiee á<br />
Doña María un día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquél tan ruidoso<br />
eu que ocurrió lo que acabo <strong>de</strong> contar.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ Si75<br />
XXIX<br />
'EQ efecto: traslá<strong>de</strong>me á hora que me pare-<br />
•ció oportuna ácasa <strong>de</strong> Duna María, recelando<br />
no ser recibido, pero cnn el firme propósito <strong>de</strong><br />
•no salir <strong>de</strong> allí SÍÜ intentar por todos los medios<br />
ver y hablar á la orgullosa dama. Eucontré<br />
á D. Diego, quien, euiitra mi creeucia, recibióme<br />
muy bien, y me dijo:<br />
— Ya sftbráa los escándalos <strong>de</strong> esta casa.<br />
•Lord Gray es uu canalla. Guando yo dormía<br />
en casa <strong>de</strong> Poeuco, fué allá y uie sacó las lla-<br />
'ves <strong>de</strong>J bolsillo... No podía haber sido otro. ¿Le<br />
viste tú entrar?<br />
—Sr. D. Diego, quiero ver á la señora Con<strong>de</strong>sa<br />
para hablarle <strong>de</strong> un asunto que á esta<br />
familia, lo mismo que á Ja <strong>de</strong> Leiva, importa<br />
mucho. ¿Teudrá la aeflora ¡a bondad <strong>de</strong> reci-<br />
'birme?<br />
Madre é hijo conferenciaron á solas un rato<br />
•allá <strong>de</strong>ntro, y por fin la señora se dignó or<strong>de</strong>nar<br />
que me llevaran á su presencia. Estaba la<br />
•<strong>de</strong> Riimblar en la sala acompañada <strong>de</strong> sus dos<br />
hijas. La madre tenía eu el altanero semblante<br />
lia huella <strong>de</strong> la gran pesadumbre y borrasca<br />
<strong>de</strong>l día anterior, y la penosa impresión se traducía<br />
en una especie <strong>de</strong> repentino euvejeeilaleuto.<br />
De las dos muchachas, Presentacióu<br />
a'evelaba al verme cierta alegría iufautil, que<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
276 B. PÉllEZ GiLDÓS<br />
ni aun ía proximidad <strong>de</strong> sw madre podía domar,<br />
y Asuueiñn una tristeza, una <strong>de</strong>csi<strong>de</strong>ncla,<br />
una langui<strong>de</strong>x taciturna y sombría, seíial propia<br />
<strong>de</strong> los místicos ó apasionados.<br />
La señora <strong>de</strong> Rvimblar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar<br />
á Presentación que se alejase, me recibió con<br />
un exordio severísiino, y luego aOadió:<br />
—No <strong>de</strong>bía ocuparme <strong>de</strong> nada referente á<br />
esa casa don<strong>de</strong> uyer por mi <strong>de</strong>sgracia estuve;<br />
pero la cortesía me obligaá oírle á usted, nada<br />
más que á oirle, por breve tiempo.<br />
—Señora—dijo,—yo me marcharé pronto.<br />
Recuerdo que usted me rogó que no volviet^e<br />
más á su casa. Hoy me trae un <strong>de</strong>ber, un <strong>de</strong>seo<br />
vehemente <strong>de</strong> restablecer la p.iK y armonía<br />
entre personas <strong>de</strong> una misma familia, y...<br />
—¿Y á usted quién le mete en tales asuntos?<br />
—Señora, aunque extraño á la casa, me ha<br />
afectado tan profundamente el agravio recibido<br />
por esta augusta familia, á quien respeto y<br />
admiro (aunque mis enemigos calumniadores<br />
haynu hecho creer á usted lo contrario), que me<br />
sentí vivamente inclinado á terciar <strong>de</strong> parte<br />
<strong>de</strong> usted. Señora Doña María, vengo á <strong>de</strong>cir á<br />
«sted que la Con<strong>de</strong>sa se muestra hoy arrepentida<br />
<strong>de</strong> las duras palabras.,.<br />
—¿Arrepentimientos?... Yo DO lo creo, caballero.<br />
Suplico á usted que no me hable <strong>de</strong>esa<br />
señora. Si es eso lo que usted quería <strong>de</strong>cirme...<br />
La justicia está ya encargada <strong>de</strong> esto<br />
y <strong>de</strong> <strong>de</strong>volver á Inés al jefe <strong>de</strong> la familia.<br />
Asunción alzó la vista y miró á su madre.<br />
Parecía <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> hablarle, pero con tanto<br />
miedo como <strong>de</strong>seo. Al fiu, cobrando valor, se<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
~^::—.- ^^.-.^cjj,n»aoo--jj.^ •<br />
CÁDIZ 277<br />
expresó <strong>de</strong> este modo con voz quejumbrosa y<br />
trisüsima, que producía extraña sensación en<br />
mi oído:<br />
—^Stíñora madre, ¿me permite usted que hable<br />
una palabra?<br />
—Hija mía, ¿qué vas á <strong>de</strong>cir? Tú no entien<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> esto.<br />
—Señora madre, déjeme usted <strong>de</strong>cirle una<br />
•cosa que pienso.<br />
—Está <strong>de</strong>lante una persona extraña y no<br />
puedo uegártelo. Habla.<br />
—Pues yo pienso, señora, que Inés es inoceu<br />
te.<br />
—He aquí, Sr. D. Gabriel, lo que es la limpieza<br />
<strong>de</strong> corazón. Esta tierna y piadosa criatura,<br />
á qufeu una celestial ignorancia <strong>de</strong> las<br />
Mialdu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la tierra eleva sobre el valgo <strong>de</strong><br />
los mortales, es incapaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r que<br />
huya ruines pasiones en ia sociedad. Hga mía,<br />
bendita sea tu ignorancia.<br />
—Inés es inocente, lo repito—afirmó Asunción,—Lord<br />
Gray no pue<strong>de</strong> haberla sacado <strong>de</strong><br />
esta casa, porque Lord Gray no la quiere.<br />
—No la quiere porque no te lo ha dicho...<br />
¿Qué sabes tú <strong>de</strong> eso, hija mía? ¿Tienes acaso<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los ardi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la perfídia, <strong>de</strong> los disimulos<br />
y malignas artes que usa la seducción?<br />
—Inés es inocente—repitió cruzando las<br />
manos.—Algún otro motivo la habrá impulsado<br />
é, abandonarnos, pero no el amor <strong>de</strong><br />
Lord Gray. No; Lord Gray no la ama. ¿Cree<br />
usted en los Evangelios? Pues tan verdad como<br />
los Evangelios es esto que estoy diciendo.<br />
—En otra ocasión me enfadaría—dijo la<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
278 B. PÉREZ GALDOS<br />
madre,—al ver la exageración <strong>de</strong> tu benevolencia.<br />
Hoy mi eajiíritu está quebrantado; anhelo<br />
la trauquilidad, y te perdono.<br />
—¿No me <strong>de</strong>ja usted <strong>de</strong>cir otra cosita queme<br />
falta?<br />
—Acaba <strong>de</strong> nna vez.<br />
—Yo qniero ver á Inés.<br />
—¡Verlal—exclamó con enfado Doña María.—Mis<br />
hijas no estiman sin duda su dignidad.<br />
—Señora, yo quiero verla y hablarla—prosiguió<br />
Asunción con suplicante acento.—Si'<br />
hay eu ella pecado, estoy segura <strong>de</strong> que me<br />
lo confesará. Si no lo hay, como creo, tendré<br />
la dicha <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubi'ir la verda<strong>de</strong>ra causa <strong>de</strong><br />
su fuga, y reconciliarla con la familia.<br />
'—No pieusea en eso. QUK cada cual se entienda<br />
con su conciencia. Si tú á fiierza <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción<br />
y reconcentración, y gracias tambiéU'<br />
al rigor <strong>de</strong> mi pru<strong>de</strong>nte autoridad, has logrado<br />
elevar tu alma á cierto grado <strong>de</strong> beatitud,,<br />
concedido á pocos, no te achiques empefiáudote<br />
en disculpar á los <strong>de</strong>más. La perfecta virtud<br />
anda muy escasa por el mundo. Si eu algunas<br />
honestas moradas, inaccesibles á las<br />
profanida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hoy, se conserva encerrada,<br />
como el más precioso tesoro, no <strong>de</strong>be contaminarse<br />
con el roce <strong>de</strong> la <strong>de</strong>senvoltura. En infausta<br />
hora vino Inés á mi casa. Renuncia éi<br />
verla y hablar con ella, mientras esté fuera <strong>de</strong><br />
aquí. Tu sublimada virtud <strong>de</strong>be quedar satisfecha<br />
con perdonarla.<br />
— No: yo quiero verla, yo quiero ir allá—<br />
clamó la joven <strong>de</strong>rramando <strong>de</strong> súbito un to—<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
I
I<br />
-:.• .- ^,L^.,.:x--^.^_|-^i.<br />
CÁDIZ 279<br />
rreiite <strong>de</strong> lágrimas.—Yo quiero verJa. Inés ea<br />
u!ia buena alma. Estamoa engañados. Ella<br />
no piiedfi haber cometido uiuguiia iiiaia accióu.<br />
Señnra, Lord Gray no la ama ni pue<strong>de</strong><br />
amarla. Quien lo dijese es uu infame que merece<br />
ar<strong>de</strong>r en el iníierno por toda la eternidad,<br />
traspasada la lengua con un hierro can<strong>de</strong>nte.<br />
—Asunción, sosiégate^dijo la nia
280 B. PERBZ GALDOS<br />
sn virtud; yo Lue siento ofeudida y lastimada<br />
por la mala opinióu que hoy se tieue <strong>de</strong> ella<br />
en esta casa. Quiero liacer una buena obra y<br />
volverle su hoour. ¿Por qué ha <strong>de</strong> intervenir<br />
en esto la justicia, si yo cuníío en que la traeré<br />
á cnsn? La justicia es el escándalo... Yo<br />
quiero ver á Inés, y conseguiré <strong>de</strong> ella, con<br />
una palabra, más que toda la curia con una<br />
montaDa <strong>de</strong> papeles. Señora madre, eato que<br />
digo es inspiracióu <strong>de</strong> Dios; me salen esLas<br />
palabrea <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l alma; siento <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
mi un blando susurro, como si la voz <strong>de</strong> un<br />
ángel me las dictara. No se oponga usted á es-.<br />
ta divina voluntad, pues vohmtad divina es<br />
en este momento la mía,<br />
Lft sefioia <strong>de</strong> Rumbiar reflexionó, miró al<br />
techo, <strong>de</strong>spués á mí, luego á su hija, y al fio,<br />
exhalando un ¡londo suspiro, dijo:<br />
—La dignidad yentereza tienen sn límite,<br />
y la razón no pue<strong>de</strong> á veces resistir á las súplicas<br />
<strong>de</strong>l sentimiento y la piedad reunidos.<br />
Asunción, pue<strong>de</strong>s ir á ver á Inés, Te llevará<br />
D. Paco.<br />
La muchacha corrió ligera á vestirse.<br />
—Pues como indiqué á usted, señora Con<strong>de</strong>sa...—-dije,<br />
reanudando mi interrumpida<br />
oonfereucia diplomática.<br />
—Haga usted cuenta <strong>de</strong> que no ha indicado<br />
nada, caballero. Todo ea inútil. Si el objeto'<strong>de</strong><br />
su visita es traerme recados ó proposiciones<br />
<strong>de</strong> la Con<strong>de</strong>sa, pue<strong>de</strong> usted retirarse.<br />
—La señora Con<strong>de</strong>sa se apresara á conce<strong>de</strong>r<br />
á usted...<br />
—No quiero que me conceda nada. El jefe<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
/
CÁDIZ 381<br />
<strong>de</strong> !a fíiinilia es la ^eüora Marquesa <strong>de</strong> Leiva,<br />
y á estas horas ha tomado la? provi<strong>de</strong>ncias<br />
necesarias para que todo vuelva á su lugar.<br />
Nada me correspon<strong>de</strong> hacer.<br />
—¡La señora (Joii<strong>de</strong>sa está tan arrepentida<br />
<strong>de</strong> aí^uellas palabrasl<br />
—Que Dios la perdone... Declino toda responsabilidad..,<br />
¿Pero á qué estos artificios, señor<br />
<strong>de</strong> .Iraceli? ¿Cree usted que no le comprendo?<br />
—Suñora, no liuy artificio en loque digo.<br />
—Vamos, que á mí no se me engaña fáeiíoieuLe.<br />
¿Me faltará entendimiento para compren<strong>de</strong>r<br />
que todos esos supuestos recados <strong>de</strong><br />
la Con<strong>de</strong>sa, son pretexto que usted toma para<br />
«ntrar aquí y ver á mi hija Presentación, <strong>de</strong><br />
quien está tan enamorado?<br />
•—Señora, la verdad, unnea pensé...<br />
—Un ardid amoroso.,, en efecto, no es ningún<br />
crimen, Pero ha <strong>de</strong> saber usted que he<br />
<strong>de</strong>stinado á mi hija al celibato. Ella no quiere<br />
casarse... A<strong>de</strong>más, aunque <strong>de</strong> mis repelidos<br />
inl'ormes resulta que no es u.sted niahí persona,<br />
uo basta... porque, veamos, ¿ijuién es<br />
asted?... ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> ba salido usted?<br />
—Creo que <strong>de</strong>l vientre <strong>de</strong> mi mijdre.<br />
—Bueno será, pues, que renuncie á sns locas<br />
esperanzas.<br />
—Señora, usted pa<strong>de</strong>ce una equivocación.<br />
—Yo sé lo que digo. Ruego á usted que se<br />
retire.<br />
—Pero... si me permitiera usted que acabara<br />
<strong>de</strong> exponerle...<br />
—Ruego á usted que se retire,—repitid coa<br />
grave acento.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
asa ]). PÉREZ GALDÓS<br />
Me retiré, pues, y eu el Corredor una puerta<br />
ae entreabrió para <strong>de</strong>jarme ver el lindo rostro<br />
<strong>de</strong> Presentación y una blanca macecita,<br />
que me saludaba,<br />
XXX<br />
A poeo <strong>de</strong> esto entraba en casa <strong>de</strong> Doña-<br />
Flora. Después <strong>de</strong> enterar á la Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong>l<br />
resultado <strong>de</strong> mi visita, dije á Inés:<br />
—Asuncióo vendrá aquí. Ahora salía coa<br />
D. Paco.<br />
Un momento <strong>de</strong>spués, Asunción entró, y<br />
las dos amigas se abrazaban llorando. Salimos<br />
<strong>de</strong>l gabinete Amarantay yo, <strong>de</strong>jándolas solas<br />
para que hablaran á su gusto; pero ia Con<strong>de</strong>sa,<br />
apostándose tras <strong>de</strong> la puerta, me dijo coa<br />
malicioso acento:<br />
—Yo me quedo aquí para oirlo todo. Serácurioso<br />
lo que hablen. Ya sabes que en palacio<br />
he realizudo gran<strong>de</strong>s cosas escuchando<strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> las cortinas.<br />
—No es ningún negocio <strong>de</strong> Estado loque<br />
•van á tratar. Yo me voy.<br />
—Quédale, necio, y oye... Por no querer<br />
ojr rompimos las amista<strong>de</strong>s en líl Escorial...<br />
Consi<strong>de</strong>ra que han <strong>de</strong> hablar algo <strong>de</strong> tí.<br />
Verdad es que si la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za me or<strong>de</strong>naba<br />
cerrar ios oídos, ia curiosidad me impulsaba<br />
á abrirlos. Venció la curiosidad, mejor dicho^<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
]
CÁDIZ 283<br />
venció !a picara Auiaranta, qne no podía <strong>de</strong>jar<br />
<strong>de</strong> ser cortesana. Las njucbacbas hablaban<br />
alto, y lo oímos todo, y aun veliiinos algo.<br />
—No quería mamá que te viera, Inés—<strong>de</strong>claró<br />
Asunción. — ¡Qué raro acontecimíeutol<br />
Yo me <strong>de</strong>spedí creyendo no verte más... y<br />
ahora yo estoy en casii y tú fuera. ]Hipócrita,<br />
tan preparado lo tenías, y uome habías dicho'<br />
nada!<br />
•—^Te equivocas—repuso loes,—yo no he<br />
salido como tú... Pero no quiero acusarte ahora,<br />
puesto que arrepentida <strong>de</strong> tu gran falta,<br />
volviste á casa <strong>de</strong> tu madre. ¿Has conocido<br />
tu error, has abierto los ojos compreudieudo<br />
el abismo <strong>de</strong> perdición en que ibas á caer, en<br />
que quizás has caído ya?<br />
—No sé lo que me pasa—dijo AsnnciÓQ<br />
apretando las manos <strong>de</strong> su amiga.—Estoy horrorizada<br />
<strong>de</strong> lo que hice. Me volví loca; se me<br />
enceudieron eu la imagiuacióu uuas llamas<br />
que no me <strong>de</strong>jaban vivir, y conociendo el mal,<br />
érame imposible evitarlo. Lord Gray há tiempo<br />
que queiía sacarme <strong>de</strong> la casa: yo me resistíu;<br />
mas al fin tanto pensé eu ello, tanto<br />
discurrí sobre aquel gran pecado á. que él me<br />
quería inducir, que se me clavó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />
cabeza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cometerlo, y sin saber cómo<br />
!o cometí, ¿l'or qué no teechastes en mis brazos<br />
para impedii'me salir? Ah(ira vengo á que<br />
me fortalezcas. Yo no puedo vivir lejos <strong>de</strong> tí;<br />
y si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho antes no caí en el lazo, lo<br />
<strong>de</strong>bo á tu buena amistad. ¿Nos separaremos<br />
ahora? Entonces voy á ser muy <strong>de</strong>sgraciada,<br />
querida mía. Vuelve á casa, por Dios, y yo te<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
384 B. PÉREZ GALDOS<br />
juro que lucharé con todas las fuerzas <strong>de</strong> mi<br />
alma para olvidar á Lord Gray, como tú <strong>de</strong>seas.<br />
—Yo DO podré lograr ahora lo que antes<br />
DO logré—replicó lués.—Asuucióu, entra eii<br />
el eoDveiito uiañaua mismo. Cuaudo traspases<br />
la puerta <strong>de</strong> la sauta casa, <strong>de</strong>ja fuera todos<br />
los pensanjieiitos <strong>de</strong> este mundo, pi<strong>de</strong> á<br />
Dios que te libre <strong>de</strong> la gran enfermedad que<br />
pa<strong>de</strong>ce tu ahua, procura formarte <strong>de</strong> nuevo, y<br />
ser otra mujer diferente <strong>de</strong> lo que boj' eres.<br />
— ¡Ayl^exclauíó la otra cou dnlor arrodillándose<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su amiga.-—Todo eso lo<br />
he intüiilado; pero cuanto más he querido DO<br />
pensar en él, más pienso. ¿De qué me vale<br />
rezar, si no puedo representarme imagen DÍÜguna<br />
<strong>de</strong> Dios ni <strong>de</strong> santo que sea distinta <strong>de</strong><br />
la suya...? ¡Ay, Inés! Tú sabes muy bien la<br />
vida que llevamos en casa <strong>de</strong> mi madre; tú<br />
sabes muy bieu la espantosa soledad, tristeza<br />
y fastidio <strong>de</strong> nuestra vida. Tú sabes muy bien<br />
que allí quiere una rezar 3' no pue<strong>de</strong>, quiere<br />
una trabujiir y DO pue<strong>de</strong>, quiere uua ser buena<br />
y no pue<strong>de</strong>. Obligadas por el rigor <strong>de</strong> mi<br />
madre, trabajan las manos, pero no el euteudimiento;<br />
reza la boca, pero no el alma; se<br />
ciegan y abaten los ojos, pero no el espíritu...<br />
Las mil prohibiciones que por todas partes<br />
DOS entürpeceD, <strong>de</strong>apiertau en nuestro pecho<br />
ardientes curiosida<strong>de</strong>s. Ya sabes que todo lo<br />
queremos saber, todo lo averiguamos, y <strong>de</strong><br />
todo hacemos un objeto <strong>de</strong> afanes é inquietu<strong>de</strong>s.<br />
Como sabemos disimular, vivimos eu<br />
realidad cou dos vidas, una para mamá y otra<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
cÁDiz 285<br />
para nosottas mismaa, una vida acá para una<br />
Fola, con sna pesares y sus <strong>de</strong>licias... Como<br />
nos apartan <strong>de</strong>l mundo, nosotras nos hacemos<br />
un mundito á nuestro modo, y ech-tudo fuego,<br />
mucho fuego al horno <strong>de</strong> la nnaginacióu, allí<br />
forjamos todo lo que nos hace falta. Ya lo ves,<br />
amiga, ¿Tengo yola culpa? ¡Sí no lo po<strong>de</strong>mos<br />
remediar; si se nos lia metido <strong>de</strong>ntro un <strong>de</strong>monio,<br />
un <strong>de</strong>monio grandísimo, Inés, al cual<br />
no es posihle eí;har fuera!...<br />
— Tú y tu hermana seréis muy<br />
ciadas.<br />
<strong>de</strong>sgra-<br />
—Sí: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que éi'amoschiquitas, mamá nos<br />
asignó á cada una el puesto que habíamos <strong>de</strong><br />
tener en la sociedad: yo monja; mi hermana<br />
nada. A mí me educaron para el claustro; íi<br />
mi hermana la criaron para no ser nada.<br />
Nuestro entendimiento, imestra voluntad, no<br />
podían apartarse ni tanto así <strong>de</strong>l camino que<br />
se les había trazado: á mí el camino <strong>de</strong>l monjío;<br />
á Presentación el camino <strong>de</strong> no ser nada.<br />
¡Ay, qué niñez tan tiiste! No nos atrevíamos á<br />
<strong>de</strong>cir, niá <strong>de</strong>sear, ni siquiera á pensar cosa alguna<br />
que antes no estuviera previsto é indicado<br />
por mamá. No respirábamos en su presencia,<br />
y nos infundían tanto, tanto pavor sus mandatos<br />
y reprimendas, que nos era impopihlo vivir.<br />
|Ay, para po<strong>de</strong>r vivir nos fué preciso engafiarla,<br />
y la engañamos!..• Dios ó no sé quién<br />
nos inspiraba un día y otro mil ingeniosida<strong>de</strong>s,<br />
y se <strong>de</strong>sarrolló en las dos un talento superior<br />
para el eiigaüo. Yo me esforzaba, sin<br />
embargo, en tener <strong>de</strong>voción, y pedía á Dios<br />
que me diera fuerzas para no mentir y que me<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
286 li. l'EKÜZ GALDOS<br />
hiciera santa; yo se lo pedia todas las noches<br />
cuando me querfabasola y podía rezar con el<br />
corazón. Delante <strong>de</strong> mamá no rezaba sino con<br />
los labios... Pues bien: en cierta época <strong>de</strong> mi<br />
vida llegué á conseguir lo que á Dios pedía:<br />
llegué á aficionarme á las cosas santas; llegué<br />
á sentir un etiLnsiasmo, una exaltación religiosa<br />
semejante á la que ahora siento por<br />
muy disliiito objeto. Me couai<strong>de</strong>raba feliz, y<br />
pedía á la Virgen que conservara en mí tan<br />
agradable estado. Entonces ine perfeccionó<br />
por algún tiempo; se acabaron los disinndos,<br />
y tuve la gran satisfacción <strong>de</strong> hablar repetidas<br />
veces con mi madre sin <strong>de</strong>cir cosa alguna<br />
que no saliese <strong>de</strong> mi corazón. Raudales <strong>de</strong><br />
verdad, <strong>de</strong> fe, <strong>de</strong> amor apacible y místico á<br />
les sanios y santas brotaban <strong>de</strong> él. Yo dije:<br />
«¡Qué fortuna he tenido en que me <strong>de</strong>stinaran<br />
al claustróla Mis insomnios erau dulces<br />
y placenteros, mi imaginación era como un<br />
celaje poblado <strong>de</strong> angelitos. Cerraba los ojos<br />
y veía á Dios... sí, á Dins, no te rías; á Dios .<br />
mismo con su barba blanca y su capa... pues,<br />
como ¡6 pintan...<br />
—Todo eso duró hasta que viste á Lord<br />
Gray con su pelo rubio y su capa negra... pues,<br />
como es,—dijo Inés.<br />
•—Me lo has quitado <strong>de</strong> la boca—prosiguió<br />
Asunción, siempre <strong>de</strong> rodillas y con los brazos<br />
apoyados en los <strong>de</strong> su amiga.—Lord Gray<br />
fué á casa: yo le miré y dije para mi que se<br />
parecía á un San Miguel que eslá pintado en<br />
mi <strong>de</strong>vocionario. Me dijerou que yo era muy<br />
piadosa, y él hizo <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> gran ad-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
1
CÁDIZ 287<br />
miración. Después, eu las noches sucesivas.<br />
empezó á contar las maravillosas aveuturas<br />
<strong>de</strong> sus viajes, y yo le ola con más religiosidad<br />
que si fuera el primer predicador <strong>de</strong>l mundo<br />
uarrando las hermosuras <strong>de</strong>l Cielo. En aquellas<br />
noches, yo no veía alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mí más<br />
•que tigres <strong>de</strong>l África, cataratas <strong>de</strong> Améiica,<br />
pirámi<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Egipto y lagunas <strong>de</strong> Venecia,<br />
Estaba encantada, y ben<strong>de</strong>cía á Dios por haber<br />
creado tantas cosas bellas, incluso á Lord<br />
Gray. |01il Lord Gray no se apartaba <strong>de</strong> mi<br />
imaginacióü. Al sentir sus pasos me era difícil<br />
disimular la alegría; si tardaba, me poiu'a<br />
triste; si hablaba con vosotras y no coniiiigo,<br />
memoria <strong>de</strong> rabia... Le <strong>de</strong>cían siempre que<br />
yo era muy piadosa: ya recordarás que él me<br />
alababa mucho por esto. Mamá nos permitía<br />
-á las tres que habláramos con él. Con el pretexto<br />
<strong>de</strong> la piedad, me <strong>de</strong>cía mil cosas sobre<br />
HSnntos <strong>de</strong> religióu <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vosotras. Una<br />
iiotbe que pudo hablarme asólas me dijo que<br />
me amaba... Yo sentí un sacudimiento; me<br />
pareció que el mundo se había abierto en dos<br />
pedazos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> nosotras. Le miré, y él clavaba<br />
los ojos en mí. Me sentía fascinada y uo<br />
acertaba á contestarle... Todas las noches hablaba,<br />
como sabes, <strong>de</strong> cosas santas; con dificultad<br />
me <strong>de</strong>cía algunas palabras á solas; me<br />
preguntó durante tres noches seguidas si le<br />
amaba, y á la tercera noche le contesté que<br />
si... Tú sabes muy bien cómo nos entendíamos.<br />
Lord Gray me dijo: ÍYO hablaré con<br />
lués cerca <strong>de</strong> tí. Pon ateueión á lo que le diga,<br />
y haz cuenta <strong>de</strong> que te lo digo á ti. Habla<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
288 B. PÉREZ Gfl-LDOS<br />
tú con tn hermano y procura contestarme con<br />
¡lalabras dirigidas á él... Teníamos a<strong>de</strong>más<br />
mil señales. Tú eras tan buena qnete confornntstea<br />
con tn papel. Ojidá no luibieras sido<br />
tan con<strong>de</strong>scencliente. Cuando Lord Gray me<br />
ari'(>jiU)a cartas por la ventana y lú te apriii)iabas<br />
la culpa para librarme <strong>de</strong> las crueles reprensiones,<br />
lejos <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerme en la pendiente,<br />
me hacías precipitar más por ella. Nada<br />
conoció ni ha conocido mamá. jOjalá lo conociei'a,<br />
aunque me hubiese matiidol... ¿Te acuerdas<br />
<strong>de</strong>l día en que fui con ella al convento <strong>de</strong>i<br />
Oiirinen, convidadas por Fray Pedro Advíncula<br />
pura ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una tribuna la función <strong>de</strong><br />
la Virgen? ¡Ay! Después <strong>de</strong> la función un legonos<br />
llevó á ver la sala <strong>de</strong> Capítulo. No sé cómo<br />
ni por qué causa me eucoutré separada<br />
<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más en una celdita sombría. Tuve<br />
miedo... <strong>de</strong> repente se me presentó Lord Gi'ay,<br />
quien me estrechó en sus brazos repitiéndome<br />
con ardientes palabras que me quería mucho.<br />
Fué uo segundo y nadsL más; pero en aquel<br />
segundo Lord Gray me dijo qne me era forzoso<br />
partir con él, porque si no moriría <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación...<br />
—Nada do eso me habías dicho,<br />
—Te tenía miedo. Verás lo <strong>de</strong>más. Me reuní<br />
al instante con mi madre y con el lego.<br />
Aquella súplica, ó más bien que súplica mandato<br />
<strong>de</strong> huir con él, se me clavó en el peupamiento<br />
como una espina. No dormía, no vivía,<br />
no pensaba más que en aquello. Me parecía<br />
«n <strong>de</strong>lito horroroso: echaba <strong>de</strong> mi esta i<strong>de</strong>a, y<br />
cuando me encontraba sin ella, salía volando<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAUIZ<br />
289<br />
Ó buscarla, porque ahí ella no podía vivir...<br />
No creas (|ue aborrecí la <strong>de</strong>voción, al contrario.<br />
La irieditaciÓQ era mi <strong>de</strong>licia y ineditaudo<br />
era feliz... |Ay! Lord Gray en todas partes:<br />
Lord Gray eu los altares <strong>de</strong> ia iglesia, en el<br />
<strong>de</strong> mi easa; Lord Giay en el breve espacio <strong>de</strong><br />
calle y <strong>de</strong> mundo qne se nos pennitía ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
nuestro cuarto; Lord Gray en nña rezos, en<br />
mi libro <strong>de</strong> oraciones, en la obscuridad, eu la<br />
iuz, en el bullicio y en el silencio. Las campanas<br />
tocando á misa me hablaban <strong>de</strong> él. JJH noche<br />
se llenaba toda con él. ¡Oh, Inés <strong>de</strong> mi<br />
corazén! ¡Cuan <strong>de</strong>sgraciada soy! ¡Tener esta<br />
enfermedad en el espíritu y DO po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>secharla;<br />
tener esta fj'agua <strong>de</strong> pensamientos en el cerebro<br />
y uo po<strong>de</strong>r echarle aguii, para que 39<br />
apague!...<br />
Bj'eve rato permanecieron las dos amigas en<br />
silencio, y <strong>de</strong>spués Asunción prosiguió <strong>de</strong> este<br />
modo:<br />
—Nos comunicábamos al fin por nn medio<br />
que tú no conociste ni llegaste á so,spochar.<br />
Parece imposible que por tanto tiempo pueda<br />
guardarse secreto tan peligroso sin que por<br />
nadie sea <strong>de</strong>scubierto. Yo le había dicho que<br />
8Í por indiscreción ó vanidad suya alguna persona,<br />
cualquiera que fuese, llegaba á conocer<br />
nuestro secreto, le aborrecerla... Después <strong>de</strong>l<br />
dia eu que hablé con él en las Cortes, cuando<br />
se empeñó en que le habíamos <strong>de</strong> seguir é. bordo<br />
<strong>de</strong> no sé qué barco, y al fin nos euvió á<br />
casa con Fray Pedro Advínculn; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
aquel día, digo, uo le habla vuelto á ver... Mi<br />
madre sospechaba <strong>de</strong> tí y le había prohibido<br />
SKXTA EDICIÓN 49<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
2£10 13. PÉREZ GALBOS<br />
entrar en ca?a. ¿Recuerdas aquella anciana<br />
pordiiipeía que iba á casa á ven<strong>de</strong>i' roKarioa?<br />
¡Pues ella me traía sus recados y le llevaba los<br />
míos. Yo le escribía poiiieiidu ciertos signos<br />
con lápia en nua hi'ja arrancada <strong>de</strong> la Guía <strong>de</strong><br />
Pecadores 6 <strong>de</strong>l Trtihido <strong>de</strong> la Tñhilanión; <strong>de</strong><br />
modo que el gran Fmy L\iis <strong>de</strong> Granuda y el<br />
Padre Riva<strong>de</strong>neyra ban sidonnestrasestafelas.<br />
El me <strong>de</strong>cía cosas liermosfsimas y a¡'asioiiadas<br />
que más me arrebataban y confundían. Jle<br />
pintaba su iní'elicidad lejos <strong>de</strong> nif y lus gran<strong>de</strong>s<br />
dicbas (¡ne Dios nos tenía leservadas. Por<br />
algún tienqio dudé. Yo creo (|ue viéndole, babkndule<br />
ó distrayendo con el trato <strong>de</strong> diversas<br />
gentes mi espíritu, se habría aplacado la<br />
efervescencia, el bullicio, la boi i-as(.'a que yo<br />
sentía <strong>de</strong>ntio <strong>de</strong> mí; peni ¡aylel largo encierro,<br />
la soledad, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sepultariue para siempre<br />
en el claustro, me [leidieron... Inés, figúrate<br />
que el coiazén se <strong>de</strong>stroza y se opiime; que<br />
con la opresión la naturaleza toda, alma y<br />
cuerjio eslallan; figúrate que se siente por <strong>de</strong>ntro<br />
una ibiminación, nua inquietud no corapavable<br />
á las <strong>de</strong>más inquietu<strong>de</strong>s, porque es la<br />
sed <strong>de</strong>l espíritu que quiere saciarse, uini quemazón<br />
que crece por grados, un mareo que <strong>de</strong>sfigura<br />
todo cnanto nos ro<strong>de</strong>a, un impulso, un<br />
frenesí, una necesidad, porque necesidad es la<br />
<strong>de</strong> romper el cerco <strong>de</strong> bierro qae nos estrecha;<br />
figúrate esto, y me compren<strong>de</strong>rás y mediseidparás...<br />
Yo <strong>de</strong>cía: «Sí, Dios mío, rae marcbaj'é<br />
con él, me marchará.» Momentos <strong>de</strong> alegiía<br />
loca sucedían á otros <strong>de</strong> tiii^leza más negra que<br />
el purgatorio. Gloriase infiernos se sucediau<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 291<br />
rápidamente unoa tras otros <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi pedio.<br />
Dudaba, <strong>de</strong>seaba y temía, basta que ua<br />
día dije: «Sé que me cou<strong>de</strong>naré, pero no me<br />
imiioria con<strong>de</strong>narme...B y <strong>de</strong>spués me poníaá<br />
llorar pensando en k <strong>de</strong>shonra <strong>de</strong> mi familia.<br />
Por último, pudo más mi amor que todas las<br />
consi<strong>de</strong>raciones, y me <strong>de</strong>cidí. Lord Gray, por<br />
unos mol<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cera que le envié, lalsificó laa<br />
llaves <strong>de</strong> la casa; le esciibí fijando bora, fué...<br />
salí... Pero ¡aj! al verme fuera <strong>de</strong> cas-a, parece<br />
que se me cayó el cielo encima con todas sus<br />
estiellas... Lord Gray me llevó á una casa que<br />
eplá muy cerca <strong>de</strong> la nuestra, en la calle <strong>de</strong> la<br />
Novena... No era aquélla su vivienda. Salió<br />
uniL señora <strong>de</strong> edad á recibirnos. Yo me sentí<br />
acongojada y aturdida, empecé á llorar, y pedí<br />
ariiieiitenienteáLünl Gray que me llevase otra<br />
Vez á mi casa. Quiso consolarme; el sentimiento<br />
<strong>de</strong> la honra se encendió eti mí con inusitada<br />
fiieiza, y la vergüenza me inflamaba el alma<br />
tomo antes la pasión. Deseé la muerte y bus-<br />
'qué un arma para extinguir mi vida; Lord<br />
Gcíiy fingió enojarse ó se enojo realmente. Dfjome<br />
algunas palabras duras. Prometí amarle<br />
con más vivo cariüo si me volvía á mi casa.<br />
Viendo que no accedía á mis súplicas, grité;<br />
acudió la señora anciana, diciendo que la vecindad<br />
se había alarmado y que nos fuéramos<br />
á otra parte. Irritóse Lord Gray y amenazó á<br />
¡a Ktüora vieja con aborcarla. Después pareció<br />
conlbrmarse con mi <strong>de</strong>seo, y dándome mil<br />
quejas llevóme sin dilación á mi casa. Por el<br />
camino me aseguró que partiría pronto para<br />
Inglaterra y que le concediera otra entrevista.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
292 ¡í. PÉREZ SA.LDOS<br />
Yo se lo prometí, porque al paso que meatenaha<br />
la i<strong>de</strong>a do mi dcslioiior, me liúda muellísimo<br />
dallo su <strong>de</strong>teJDiiiiaoióu <strong>de</strong> partir para<br />
IiiglaleiTa... |Ay, Inés, qué iiocliel Eiitré eu<br />
casa llena <strong>de</strong> miedo. Me ]>arecia ver á mi ma-dre<br />
epperáudome en la escalera emi una espada<br />
<strong>de</strong> fuego... Subí temblando... Tardé más <strong>de</strong><br />
una hora en volver á mi cuarto, porque uo<br />
andaba, sino que me arrastraba lentamente<br />
para no liaeer ruido. Al fin, llegsndo á la alcoba,<br />
corrí á tu cama para confesártelo todo: -<br />
no estabas allí. Figúrate cuál sería mi confusión.<br />
—Yo <strong>de</strong>sperté—dijo la otra.-—Creí sentir<br />
pasos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa. Te vi salir, y por uu<br />
iuslante el temor uo me permitió hacer ningim<br />
movimieuto ni tomar resolución alguna. Quise<br />
<strong>de</strong>s[tués corree tras <strong>de</strong> tí: yo sabía que tt-nía<br />
po<strong>de</strong>r bastante para <strong>de</strong>struir tu alucinación, y<br />
fiaba eu el cariño que no.s piofesiunos, en lo<br />
que me <strong>de</strong>bes, eu la <strong>de</strong>uda que tienes conmigo •<br />
por haberte librado <strong>de</strong> las sospechas <strong>de</strong> tu madre.<br />
La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tu oprobio me volvía loca...<br />
Salí eu busca tuya. Lo <strong>de</strong>más no necesitabas<br />
saberlo. Yo no soy esclava <strong>de</strong> la autoridad <strong>de</strong><br />
Doña Maria como lo eres tú; aquella casa no<br />
es la mía; mi casa es ésta. Asunción, queridaamiga<br />
y hermana mía, nos separamos hoy quizá<br />
para siempre.<br />
—No te separes <strong>de</strong> mí—clamó Asunción<br />
abrazando á su amiga y besáudola con ardiente<br />
cariflo. —Si te separas, no sé qué será<strong>de</strong><br />
mí, Recuerda loque hice anoche... Inés,<br />
no me <strong>de</strong>jes. Vaelve á mi casa, y prometo uo<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 393<br />
'•hacer cosa algiiLia sin tn permiso, esclavizando<br />
mi pensamiento al tuyo, y lograré üdijnirir<br />
mía parte al menos <strong>de</strong> la santa serenidad<br />
qne ts distingue. He venido sólo á rogarte qus<br />
vuelcas á mi casa. Prométeine que volvej'ás.<br />
•—Por distintos CJimínos nos lleva Dios á tí<br />
y á mf, Asunción. Por <strong>de</strong> procto no admitas<br />
cartüs, ni avisos, ní recados <strong>de</strong>LordGray.<br />
Levántate á la altura <strong>de</strong> tu dignidad; abraza<br />
con resignación ¡a vida <strong>de</strong>l claustro, y <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong> algún tiempo te verás libre <strong>de</strong> ese gran<br />
-peso.<br />
—No, no puedo. La vida <strong>de</strong>l claustro me<br />
aterra. ¿Sabes por qué? Porque tengo la seguridad<br />
<strong>de</strong> que en el convento he <strong>de</strong> amarle<br />
más, mucho más. Lo só por experiencia, sí:<br />
la soledad, el mucho rezar, las penitencias,<br />
las meditaciones, las vueltas y revueltas y<br />
dolorosos giros <strong>de</strong>l pensamiento, más y más<br />
avivan en mí la pasióu que me quema. Lo só<br />
• muy bien, lo veo, lo toco. Yo he amado á<br />
Lord Gray, porque en mis solitarias <strong>de</strong>vociones<br />
se ha apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> mi espíritu como el<br />
• <strong>de</strong>monio tentador... No, no iré al claustro,<br />
porque sé que lo tendré siempre <strong>de</strong>lante mezclado<br />
con aquella dulce poesía <strong>de</strong>l coro y el<br />
aliar. ¡Ay, amiga míal ¿Creerás esto que te<br />
digo? ¿üreerás esta profanacióu horrible? Pues<br />
sí, es verdad. Eu la Iglesia ha tomado cuerpo<br />
esta insensata inclinación. Tal efecto hace en<br />
mi espíritu turbado todo lo que se refiere á<br />
<strong>de</strong>vociones y pieda<strong>de</strong>s, que siempre que escucho<br />
el son <strong>de</strong> un órgano, tiemblo <strong>de</strong> emoción;<br />
.'las campanas <strong>de</strong> la Iglesia hacen palpitar mí<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
2SI4 B, PÉRE2 GALDÚS<br />
pecho con ardiente vivezn; la obseuridaf! <strong>de</strong><br />
los templos me marea, y Jesucristo crni'ificado<br />
uo pue<strong>de</strong> serme amable si no me )o represento<br />
con el mismo rostro que veo en todas<br />
partes... Esto espanta, ¿no es verdad? Pei'ono<br />
puedo remediarlo. Yo creo que es una enl'ermedad.<br />
¿Tendré yo nn mal incorable? Ojidá<br />
ine muera niíiñnna <strong>de</strong> él. Así <strong>de</strong>scansnríji...<br />
No, uo quiero cUmstro. Quiero dislraermecnii<br />
el trato <strong>de</strong> multitud <strong>de</strong> gentes; ver diversiila'i<br />
<strong>de</strong> espectáculos; visitar el mundo, la sociedad;<br />
asistir á tertulias, don<strong>de</strong> se jiable <strong>de</strong> mnclma<br />
cosas que no sean Lord Gray; quiero que mi<br />
pensamiento se enre<strong>de</strong> aquí y allí, se <strong>de</strong>sparrame<br />
pasando y repasando por distintos cnminos,<br />
para <strong>de</strong>jarse un vellón <strong>de</strong> lana en ctuin<br />
ílor, en cada espina. Lo que me lia <strong>de</strong> curar<br />
es el mundo, amiga querida; es el mundo con<br />
todo lo bueno qae encierra, la sociedad, la<br />
amistad, las artes, el viajur, el mucho vi-r y<br />
el mucho oir; que verda<strong>de</strong>ramente, aunque<br />
mi madre crea lo contrario, la mayor parte <strong>de</strong><br />
lo que vemos y oímos en el mundo es iicnrado,<br />
lícito y provechoso... Apártenme <strong>de</strong> !a soledad,<br />
que es causa <strong>de</strong> mi i>erdición¡ apártenme<br />
<strong>de</strong> las meditaciones, <strong>de</strong>l cavilar, dti este<br />
perenne volteo y constante rodar sobre el eje<br />
<strong>de</strong> una sola idua. Si he <strong>de</strong> curarme, no me<br />
curarán los conventos. Querida amiga, segura<br />
estoy <strong>de</strong> que, si entro en é!, amaré más locamente<br />
á Lord Gray, porque no habrá cosa alguna<br />
que le aparte <strong>de</strong> los vigilantes y calentnlientos<br />
ojos <strong>de</strong> mi espíríLu; y si ese houilire<br />
se empeña en perseguirme aun en la casa <strong>de</strong><br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 295<br />
Dios, como sabe hacerlo, no podré guardarla<br />
sautidnd <strong>de</strong> mis juramentos, y romiiieudo rejas<br />
y votop, me asiré á IB prituera cuerda que<br />
ponga en lii ventana <strong>de</strong> nú celda pai-a arrnjauine<br />
á la calle. Yo me conozco, (|ueriilfi. mía;<br />
sé leer claramente eiieste obscuro libro <strong>de</strong> mí<br />
alma, y iio'me pqnivoco, no.<br />
Oyendo estas paliibras en boca <strong>de</strong> la infelis<br />
joven, al paso que compa<strong>de</strong>cía su <strong>de</strong>sventurada<br />
pasión, admiraba la grau perspicacia <strong>de</strong><br />
su entíjudiniiento.<br />
—Pues ten valor. Di A tu madre que no<br />
quieres ser monja,—indicó lués.<br />
•—Aynílada por tu amistad podría liacerlo.<br />
Sola no nie atrevo. Ella considorará esto como<br />
una <strong>de</strong>shonra, y entonces tendía el claustro<br />
en cafia, porque me encerrará para siempre.<br />
—Todo eso pue<strong>de</strong> veucersc. Principia por<br />
i-ecliazar á Lord Gray.<br />
—Lo liaré si no le veo, si no me persigue...<br />
Asunción pronunciaba estas t^alabras, cuando<br />
sentimos los pasos <strong>de</strong> Lord Gray,<br />
—lT5l esl -dijo con terror.<br />
-—Ocúltate y sal <strong>de</strong> la casa.<br />
Aiimranta hizo pasar á Lord Gray á una<br />
estancia inmediata, y al instante me llamó á<br />
su ludo. Kl inglés al^ectabit tranquilidad; mas<br />
la Con<strong>de</strong>sa, adivinando sus propósitos, le <strong>de</strong>sconcertó<br />
al momento.<br />
—Ya sé á qué viene usted—le dijo.—Sabe<br />
que Ásun
296 B. PEÜEZ GAI.DOS<br />
., —Discreta amiga mía—reposo él con vehemeucia,—no<br />
me juzgue mal. ¿tnipedirá usted<br />
que me <strong>de</strong>spida <strong>de</strong> ella? líos paliibras nada<br />
más. ¿Saben que me voy esLa noche?<br />
—¿lis <strong>de</strong> veras?<br />
—Tan cierto como que nos ainmbva el soL,.<br />
|PobreeÍta Asunción!... Tanibiéu ella se aJegrai'á<br />
<strong>de</strong> verme... Vamos, no salgo <strong>de</strong> aquí<br />
sin <strong>de</strong>cirle adiós...<br />
—Francamente, Milord—indicó AmaTanta.<br />
—No cj-eo en su partida.<br />
—Señora, aseguro á usted que partiré <strong>de</strong><br />
madrngaita. Me ha <strong>de</strong>tenido tan sólo la broma<br />
que pensHirios dar á Congosto .. Sea teatigo<br />
Araeeli <strong>de</strong> lo que digo.<br />
La Con<strong>de</strong>sa, sin aguardar á más, abrió la<br />
mpmpara, y las dos mucbacbas aparecieroQ<br />
ante nosotros.<br />
Asunción no podía ocultar la angustia que<br />
la dominaba, y quiso retirarse.<br />
—¿Se marcha usted porque estoy aquí?—<br />
dijo secamente Lord Gray.—Pronto saldré do<br />
Cádiz y <strong>de</strong> España, para uo pisar más esta<br />
tierra <strong>de</strong> la ingratitud. Los <strong>de</strong>sengaños que<br />
aquí he pa<strong>de</strong>cido me im[)elen con luerKa á<br />
huir, aunque mi corazón no ba <strong>de</strong> encontrar<br />
ya reposo en ninguna parte.<br />
—Asunción uo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse para oírle<br />
á usted—dijo Inés.—Tiene que marcharse á<br />
su casa.<br />
—¿No merezco ya ni dos minutos <strong>de</strong> atención?—afirüJÓ<br />
con amargura el noble Lord.—<br />
¿Ya no se nie conce<strong>de</strong> ni el favor <strong>de</strong> una palabra?.,.<br />
Está bien; no me quejo.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CM>\Z<br />
397<br />
•—Ahora parece indudable que parte,—dijo<br />
Amaranta.<br />
—iSeñora, adióal—exclamó Lord Gray con<br />
eiTiocióii profunda, verda<strong>de</strong>ra ó fingida.—Araceli,<br />
adiós; Inés, amigos míos, procuren olvidar<br />
á este niiaerabie. Y usted, Asunción, á<br />
quien sin duda <strong>de</strong>bo haber ofendido, aegóu el<br />
encono con que me mira, adiós tambiéu.<br />
La inf.'liz se <strong>de</strong>shada en Irtgriiiias.<br />
—Había solicitado <strong>de</strong> usted el último favor,<br />
'Una entrevista para <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> la que tanto<br />
he amado; pero no espero coiiseguií'lo. He<br />
sido mi insensato... ha hecho usted bien en cobrarme<br />
<strong>de</strong> pronto ese aborrecimiento que me<br />
revelan sus bellos ojos... |M¡serabie <strong>de</strong> mí, he<br />
aspirado á lo que me era tan superior! En mi<br />
<strong>de</strong>mencia juzgué posible apartar esta noble<br />
aima <strong>de</strong> ia piedad á que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el nacer se inclina;<br />
aspiré á lo imposible: á luchar con Dios,<br />
único amante que cabe en la inconmensurable<br />
gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> ese. corazón... Adiós: vuelva<br />
usted á sus santida<strong>de</strong>s; remónte.se á las celestiales<br />
alturas <strong>de</strong> don<strong>de</strong> este infame quiso hacerla<br />
<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r. Entre usted en el claustro...<br />
entre... Perdóneme Dios mis arrebatados pensamientos...<br />
Cada cual á su puesto. Angeles<br />
al cielo, miseria y <strong>de</strong>bilidad á la tierra... Antes<br />
amor, locura, ardientes arrebatos; ahora<br />
respeto, culto. Mañana, como ayer, vivirá usted<br />
en n¡i corazón; pero ahora, santa mujer,<br />
está usted <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él canonizada. Adiós,<br />
adiós.<br />
y apretando calurosamente las manos <strong>de</strong> la<br />
joven, partid con tales modos, que todos lo<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
298 8. PÉREZ (.JALDOS<br />
creiraoa con e¡ corazón <strong>de</strong>spe(íazado, y tuvimos<br />
lástima <strong>de</strong> él.<br />
Poco <strong>de</strong>spués Asunción, acompañada tie su<br />
ayo, salió á IH calla, y la santa imagen, entrando<br />
en la casa materna, volvió á sn altar.<br />
Mis lectores creerán, juzgando á Lord Gray<br />
por las palabras arriba reproducidas, que el<br />
astuto seductor paiLía realmente lenonciando<br />
á la empresa fi'ustrada en la célebre noche.<br />
iQiié error! Sigan leyendo un poco más, y verán<br />
que aquella <strong>de</strong>spedida, admirable recurso<br />
estratégico empleado contra la alucinada niña,<br />
sirvirtle <strong>de</strong> preparación para el liecho (catástrofe<br />
po<strong>de</strong>mos llamarlo) consumado aquella<br />
misma noche, y con el cual da fin la curiosa<br />
aventura que estoy contando.<br />
XXXÍ<br />
Narraré punto por punto. Aconteció, pnea,<br />
que cerca ya <strong>de</strong>l obscurecer, en e! siguiente día,<br />
entraba yo con toda tranquilidad en casa <strong>de</strong><br />
Doña Flora, cuando ésta, Amaranta y sn hijasaliéronme<br />
al encuentro con gran sobresalto y<br />
alarma.<br />
—¿No sabes lo que ocurre?—dijo Doña Fio -<br />
ra.^Fl bribón <strong>de</strong> Lord Gray iia cargado con<br />
la santa y ia limosna. La Asuneioneita ha <strong>de</strong>saparecido<br />
anoche <strong>de</strong> la casa.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
1<br />
cimz 299<br />
—Pero ha aido violentamente—dijo Inés,—<br />
porque D, P
300 B. PÉREZ aALDOS<br />
—Pero no^piet-dfls tiempo... Yo me muero<br />
<strong>de</strong> impaeienda,—indicó Inéa.<br />
. —Ve pronto, que la niña está en ascuas.<br />
—Allá voy.,. De veras no creí volver á poner<br />
los pies en aquella casa... ¿Con que el Deucalion?...<br />
Uu bergantín inglés,.. Me parece que<br />
no les atraparán.<br />
Corrí á la casa <strong>de</strong> Rumblar, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
entré, todo me iniiicó que reirifrba allí la cousteruaeión<br />
más proíimda, D. Diego y D. Paco<br />
estaban sentados en el corredor, el uno frente<br />
al olro, mirándose como dos esfinges <strong>de</strong> la tristeza,<br />
y en las niano.^ <strong>de</strong>l último, los ver<strong>de</strong>s car-,<br />
<strong>de</strong>nates indicaban el suplicio <strong>de</strong> que liabía sido<br />
víctima. A ratos el infeliz anciano hendía ]o3<br />
aires con la ráfaga <strong>de</strong> sus fuertes suspiros, que<br />
habrían heclio navegar <strong>de</strong> largo á un navio ds<br />
línea. Cuando entré, levantáronse los dos y el<br />
ayo dijo:<br />
—Vamos á ver si la encontramos ahora. Es.<br />
el séptimo viaje.<br />
La Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar y su hija menor<br />
escondían sn dolor y vergüenza en un gabinete<br />
inmediato á la sala, y en ésta la Marquesa<br />
<strong>de</strong> Leiva, atada por el reúma á nn sillón portátil;<br />
Ostoiaza, Calomar<strong>de</strong> y Valiente sostenían<br />
viva polémica sobre el gran suceso.<br />
Cuando oí la voz <strong>de</strong> Leiva lleno <strong>de</strong> recelo, aunque<br />
sin arredrarme, dije pai'a mí:<br />
—Ahorfl va á ser la tuya, Gabriel. La Marquesa<br />
te conocerá, con lo cual, hijo, has hecho<br />
tu suerte.<br />
Entré, sin embargo, resueltamente.<br />
—De modo—<strong>de</strong>cía la Marquesa,—que un.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADíZ 301<br />
inglés se pue<strong>de</strong> burlar impuuemeute <strong>de</strong> toda<br />
España...<br />
^EQ la Embajada—iudkó Valiente,—rieroij<br />
uiucbo cuando les couté lo^ouiiido, y dijeron:<br />
«Cosas <strong>de</strong> Lord Giay.s<br />
—Yo be afirmado siempre—dijo Ostolaza<br />
con petulancia,—que la alianza con los ingleses<br />
sería á España muy funesta.<br />
Corlé <strong>de</strong> súbito el coloquio diciendo:<br />
—Ti'aigo UOIÍCÍHS <strong>de</strong> Lord Gray.<br />
LfÉMarquesa examinóme <strong>de</strong> pies é. cabeza,<br />
y luego, señalándome impertlneutemente con<br />
ía muleta que sus doloiidas piernas le obligaban<br />
á usar, preguntó:<br />
— Usted,.. ¿Y usted quién es?<br />
—Es el Sr. <strong>de</strong> Áiaceli,—dijo OsLolaza con<br />
soüsonete <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso.<br />
—Ya... ya"conozco á este caballero—-dijo la<br />
<strong>de</strong> Leiva cou malicia,^—¿Sigue usted al servicio<br />
<strong>de</strong> mi sobrina?<br />
^Me honro eii ello.<br />
— ¿Viene usted <strong>de</strong> allá? ¿Inés está ya dispuesta<br />
á volver d au casa? Ya sabrá que el<br />
Gobernador <strong>de</strong> Cádiz va esta noche misma por<br />
ella...<br />
—No saben nada,—repuse tan <strong>de</strong>sconcertado<br />
como sorpreudido.<br />
—Creo que, biijo el punto legal, la cosa no<br />
ofrecerá dificultad alguua: ¿no es verdad, señor<br />
<strong>de</strong>Caloinar<strong>de</strong>?<br />
—Absolutamente ninguna. La niña volverá<br />
á casa <strong>de</strong> usted, que es el jefe <strong>de</strong> la familia; y<br />
cuantas sutilezas se aleguen en contrario, no<br />
tieneu fuerza <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
:J02 B. PÉREZ GALDÜS<br />
—Tal vez Ja señora Con<strong>de</strong>sa—indiqué,—<br />
alegue algún motivo qne no et'i.é previsto.<br />
—Todo eftá, ¡nevisto: Sr. Calumar<strong>de</strong>, ¿no<br />
es vei'ditd? Y.j^giadézcame mi sobiina que no<br />
he solicitado se dit-Le noto <strong>de</strong> inisióii t-ontra<br />
ella,.. Peio á esta fecha, no nos ha diflio nsted<br />
lo que anunciiiba rtspecto á Lord Gi'ay.<br />
¿En qné piensa usted, seflnz- <strong>de</strong>... <strong>de</strong> qué?<br />
•—De Aiaceli,—repitió Oítoloza cou el EÜÍSmo<br />
sonsonete.<br />
Mny brevemente les dije lo qne aabíaí)<br />
—Pnea hay qne avilar á la Cumamiancia<br />
<strong>de</strong> Malina—replicó la <strong>de</strong> Leiva cou viveza.—<br />
PUunas, papel...<br />
En aquel instante entró en la sala uu personaje<br />
grave, al cual saludaron todos co iiel<br />
miiyor respeto. Era D. Juan María Villaviceneio,<br />
Gobernador <strong>de</strong> la ciniiad, varón estiroabilísiino,<br />
buen patriota, instruido, algo ülósofo,<br />
y hábil por <strong>de</strong>más eu el conocimiento y<br />
trato <strong>de</strong> gentes.<br />
—Ya tenemos datos, Sr. Villaviceneio,—•<br />
dijo la Marquesa contándole lo <strong>de</strong>l Deucalion.<br />
—Eu este negocio, señora—respondió el<br />
funcionario bajando la voz,—hay que andar<br />
con pru<strong>de</strong>ucia... Anles <strong>de</strong> ocuparme <strong>de</strong> Lord<br />
Gray, voy á cuaiplir el acto lej^jil, en cuya virtud<br />
la InesiUi volverá esta noche á su casa.<br />
El alma se me ]>art,ió al oir esto.<br />
—Pronto, pronto, amigo mío—dijo la reumática.—También<br />
temo quese me escapen.La<br />
gente <strong>de</strong> esta casa se marcha por el escotillón,<br />
y esto parece escenario <strong>de</strong> uu teatro... Y creí-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 303<br />
moa que había sido robada por Lord Gray.<br />
La picara se marchó sola...<br />
—lili cuando á Lord Gray—dijo Villavieencio<br />
en tono dubilativo y con cierto embarazo,<br />
—me pjirece que no po<strong>de</strong>mos hacer nada coatra<br />
él... La Asuucioucita volverá al lado <strong>de</strong> su<br />
madre, ó á dou<strong>de</strong> quieran llevarla; pero eso <strong>de</strong><br />
pren<strong>de</strong>r y castigar á Milord...<br />
—Pero...<br />
—Señiuii, no po<strong>de</strong>mos chocar cou la Embajada....Ya<br />
conoce usted las elreuustaucias:<br />
Welltísley es quisquilloso,,, laaliauza...<br />
—¡Maldita sea la aliauzal<br />
—\Y esto lo dice uua dama española—mauifesló<br />
Vilkviceucio cou entusiasmo,—el día<br />
en qne nos llega la noticia <strong>de</strong> una gloriosa<br />
batalla, <strong>de</strong>esa gran victoria, señores, ganada<br />
por españoles, ingleses y portugueses en loa<br />
campos <strong>de</strong> la Álbuera!<br />
^]OLra batalla!—exclamó la Marquesa con<br />
hastío.—Siempre batallas, y la guerra uo se<br />
acaba uuuca.<br />
—Creo que ha sido muy sangrienta,—dijo<br />
Caiomar<strong>de</strong>.<br />
—Como todas las que damos—repuso con<br />
orgullo Villavieencio.—Hemos perdido cinco<br />
mil hombres, y matado á los franceses más<br />
<strong>de</strong> diez mil... ¡Precioso resulladol... lían muerto<br />
dos generales franceses, dos iugleses, y <strong>de</strong><br />
los nuestros han quedado heridos D. Carlos<br />
España y el insigne Elake.<br />
— De todo eso se <strong>de</strong>duce que no po<strong>de</strong>mos<br />
hacer nada contra Gray,—dijo con disgusto la<br />
<strong>de</strong> Leiva.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
30^ B. PEItEZ GALUOS<br />
—Nada, señora... Se va á erigir un mouu-mentü<br />
á Jorge III... La Embiijada inglesa....<br />
Weliesley... jOl]! esta batallado la Albuera eatretliürá<br />
más aúu Jas relacioues eutre ambos<br />
países.<br />
—¡Gran victorial—fJijo Valieute.—En Extremadura<br />
DOS envalenidiianios nn poco.<br />
— Pero eslá muy maJ<strong>de</strong>la parte <strong>de</strong>l Ebro.<br />
Toitosa lia caído ya en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l enemigo...<br />
^Traición, pura traiciíin <strong>de</strong>l Con<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
Alacha.<br />
—También se lian apo<strong>de</strong>rado los franceses<br />
<strong>de</strong>l fuerte <strong>de</strong> San Felijie en el Coll <strong>de</strong> Balaguer^<br />
—Pero HÚii resiste Tarrügona.<br />
—Y resistii'á más todavía.<br />
—¿Y <strong>de</strong> iManresa, qné se ha dicho hoy?<br />
—Ya es seguro que ha sido incendiada.<br />
—Nada <strong>de</strong> eso nos importa por aiiora—observó<br />
la Mai'quesainLerrnmpiendo la chispeante<br />
conversación patriótica.—^Eu suma, señor<br />
Villíivieeiido, si Milord se escapa...<br />
—¿Qué Je hemos <strong>de</strong> hacer? Nadie sabe dón<strong>de</strong><br />
está.<br />
—Creo que esta nocJie se le podrá ver—di-
CA.DIZ 305<br />
—^¿Lo cree usted? Yo opino que Inés se ha<br />
marcliado sohi.<br />
—Pues yo creo que no.<br />
—O con Lord Gray. Ese señor inglés se<br />
pro[)oi!e (iesíicLipnr mi casa.<br />
—Algiiii otro piíjnro, aellovft, ftlgúu otro pájnro<br />
hii eurediulo nquí, y no pararé hasta averiguar<br />
quiéii es... Los dos raptos tieuen eutre<br />
si Intima conexión.<br />
—Busque usted, pues—dijo líi Marquesa,—<br />
á ese cómplice <strong>de</strong>sconocido, y h;iga caer sobre<br />
él todo el peso <strong>de</strong> la ley, si es quenada pue<strong>de</strong><br />
intenlarse conti'a Lord Gray.<br />
—Espero sacar mucbo partido <strong>de</strong> mis averiguaciones<br />
esta noche,<br />
— Verda<strong>de</strong>ramente—dijo Oa1omarr!e , •—-si<br />
luirleliaber un choque con hi Embajada inglesa,<br />
lo mejor es dar fuerte sobre el pobre<br />
cómplice, si ae <strong>de</strong>scubre, y <strong>de</strong>cir: «aquí que<br />
no peco.»<br />
—Así anda la justicia en España,—objetó la<br />
<strong>de</strong> Leiva.<br />
—V.eremos lo que saco en limpio—dijo Villavicencio-—Vaya,<br />
señora mía, me. voy á<br />
¡nieer una visita <strong>de</strong> cumplido á la calle <strong>de</strong><br />
la Verónica. Creo que bastará mi-autoridad..,<br />
De pronto presentóse D. Paco en la sala sofocad"<br />
y jii<strong>de</strong>aiite, y exchiuJÓ:<br />
—I Ahí está, ahí está yai... al ña la encontramos.<br />
—¿Quién?<br />
SEXTA IÍL>:GIÍÍM' 50<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
306 S. PlíREZ GALDÓS<br />
—La señora Doña Asuncioncita... iPohre<br />
Diña <strong>de</strong> mi almal... Está en la escalera... No<br />
quiere subir... iParece medio muerta la pobreeital...<br />
XXXII<br />
Reinó sepulcral silencio, y miramos todos á<br />
la pnerta <strong>de</strong>l fondo por don<strong>de</strong> aparedíj Doña<br />
María. Con <strong>de</strong>coroso silencio, qvie no con lágrimas,<br />
mobtruba esta señora su honda pena.<br />
El color blanco <strong>de</strong> su cara hablase convertido<br />
eo una pali<strong>de</strong>z pergaminosa; su frente estaba<br />
surcada <strong>de</strong> repentinas arrngas, y los secos ojos<br />
tan pronto irradiaban el fulgor <strong>de</strong> la ira como<br />
86 abatían amortiguados. Pero otro inci<strong>de</strong>nte<br />
llamóla atención más que el grave silencio y<br />
la amarillez y las arrngas, y fué que sus cabellos,<br />
entrecanos algunos dlasautes, estaban<br />
enteramente blancos.<br />
¡ —¡Esta abíl—repitió un sordo murmullo.<br />
— ¿Te negarás á recibirla?—dijo con emoción<br />
la Marquesa, adivinando los pensamientos<br />
<strong>de</strong> Doña María.<br />
—No... que venga aquí—repuso la madre<br />
con energía.—Veré á la que ha sido mi bija.,.<br />
¿La encontró neted? ¿Estaba sola?<br />
—|S«la, señoral—exclamó llorando D. Paco.—[Y<br />
en qué triste y lastimoso estadol Sus<br />
vestidos están rotos; en su preciosa eabecita<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
ciüiz 307<br />
tieue varias hendas, y eii su voz y a<strong>de</strong>manes<br />
<strong>de</strong>rimesti'a el Tnás gran<strong>de</strong> arrepentimiento. No<br />
ha querido subir, y yace exáuime y sin fuerzas<br />
en la escalera.<br />
—Que entre—dijo la <strong>de</strong> Leiva.—La infeliz<br />
empieza á expiar su culpa. María, pasó la<br />
ocaaiAii <strong>de</strong>l rigor, y ha llegado el momento <strong>de</strong><br />
la indulgencia. Recibe á tu hija, y si acabó<br />
para el mundo, no acübe ¡)ai'a tí.<br />
—ReLirén]onos para evitarle la vergüenza<br />
•<strong>de</strong> vei'se <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros,—dijo Valiente.<br />
—Uo: que<strong>de</strong>n todos aquí,<br />
— Sr. t). Francisco—dijo Doña María al<br />
•ayo,— traiga usted á Asunción.<br />
El ayo siilió <strong>de</strong>termiu indo fuertes eorrientea<br />
atmosféricas con la violencia <strong>de</strong> sus suspiros.<br />
Bien pronto oímos la voz <strong>de</strong> Asunclóa que<br />
•gritaba:<br />
—Mátenme, que lae maten: no quiero que<br />
'Eüi madre ine vea.<br />
l^or D, Diego y el ayo conducida, á intervalos<br />
suavemente arrastrada, casi traída á<br />
•cuestas, entró la infeliz niña en la sala. En ¡a<br />
puerta arrojóse al surlo, y sus cabellos eu<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n sueltos, le cubrían la cara. Todos<br />
acudimos á ella, la levantamos, la consolamos<br />
con palabras cariñosas; pero ella clamaba sin<br />
•cesar:<br />
—Mátenme <strong>de</strong> una vez. No quiero vivir.<br />
—La señora Doña María perdonará,—le<br />
•dijimos.<br />
—No: mi madre no me perdonará. Estoy<br />
•fion<strong>de</strong>nada para siempre.<br />
•Doña María, por largo tiempo lleua <strong>de</strong> en-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
308 B. PBRHZ GALDOS<br />
tereza y superioridad, comenzó á <strong>de</strong>clinnr, y<br />
au gran<strong>de</strong> ánimo ae nbRlió ante efiK-elái'uli)<br />
tan laraenlatiie. Después <strong>de</strong> mucho luL-imr con<br />
la senaibilidad y el caj'iño materno, pnpnó<br />
por sobreponerse á éste, y resueltamente exclamó:<br />
—¿He dicho que la traigan aquí? Nn„ me<br />
equivoqué. No quiero vei'la, no es mi liiju<br />
Vayase á los lugares <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ha venido. JMÍ<br />
bija ba muerto.<br />
—Señoia—gimió D, Paco poniéndose <strong>de</strong><br />
rodillas,—si la señora Duna Asuncionciln no<br />
se queda en la cusa, usted se con<strong>de</strong>nará, ¿l'nes<br />
qué ha hecho? Sitlir á dar un paseo. ¿Verdad,<br />
niña mía?<br />
—No: ¡mi madre no me perdonñl—gritócon<br />
<strong>de</strong>sesperación la muchacha.—Llévenme<br />
fuera <strong>de</strong> aquí. No merezco piaar esta casa...-<br />
Mi madre no rae perdona. Vale más que nie<br />
maten <strong>de</strong> una vez.<br />
^Sosiégate, hija raía—dijo la <strong>de</strong> Leiva.—<br />
Gran<strong>de</strong> es lu culpa; pero si no pue<strong>de</strong>s recunquistar<br />
el cariüo <strong>de</strong> tu madre y la estinmctón<br />
<strong>de</strong> todos, no serás abandonada á tu dolor. Levántate.<br />
¿Dón<strong>de</strong> está Lord Gray?<br />
—No sé.<br />
—¿Vino á buscarte con conocimiento y con-<br />
.sentimiento tuyo?<br />
La <strong>de</strong>sgraciada se cubría el rostro con las<br />
mauoa. i'<br />
—Habla, bija mía, es preciso saber la verdad—dijo<br />
la <strong>de</strong> Leíva.—Tal vez tu culpa no<br />
sea tan gran<strong>de</strong> como parece. ¿Saliste <strong>de</strong> buen<br />
grado?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADíZ 309<br />
La presencia <strong>de</strong> Ddña María se conocía por<br />
Pii rt-fjiiración, queeja como un sordo mugido.<br />
]jiipgij tu'inos diatiiitaujente estas palabras, quo<br />
jiartícíau salir <strong>de</strong> la caveruosagaiganta <strong>de</strong> uoa<br />
íeoiui:<br />
—Sí... <strong>de</strong> grado... <strong>de</strong> grado,<br />
—Lnrd Gray—afirmó Asunción,—mejnró<br />
que jil día siguiente abrazarla el catolicismo.<br />
—Y ([ue se casaría contigo, ¡¡jobrecíta!'—<br />
dijii cüu benevolencia la Maiquesn.<br />
—Lo <strong>de</strong>siempre... historia vieja,—balbució<br />
Caloniai<strong>de</strong> á mi oído.<br />
—yfüoiea—dijo Villavlcsucio, — retirémonos.<br />
JÍMtamos aumentando con luiestra presencia<br />
la confusión <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>sgraciada uiña.<br />
— lÍKfíito que se que<strong>de</strong>n todos—dijo la <strong>de</strong><br />
Kumi llar con lúnebi'eaceiito.—Qiueroqueasistiin<br />
á los fuiíeralfs <strong>de</strong>l houor <strong>de</strong> mi casa.<br />
A-uinióii, si quieie.s, no que te perdoue, sitio<br />
que tniere tu presencia acjuí, confiesa todo.<br />
—Í\le prometió abrazar el catolicismo... me<br />
dijo C|U6 niajcharía <strong>de</strong> Cádiz para siempre, si<br />
ijo... Yo cieí...<br />
—Biista—or<strong>de</strong>nó VillavícBDcio,—Que se retire<br />
á l)uscar algún reposo esta ci'iatura.<br />
—i L'ero ese iufame iiombre la ha abaodouadul<br />
—La iia arrojado <strong>de</strong> su casa,—dijo D. Paco.<br />
Jlúltipla exclamación <strong>de</strong> horror resouó eu<br />
la Sida.<br />
—Esta mañaiía—añadió Asunción sacando<br />
diíícilinente <strong>de</strong> su pecho el aliento necesario<br />
I>ara hablar,—Lord Gray salió dt-jándome sola<br />
«u casa. Yo temblaba <strong>de</strong> zonobra,.. Entraron<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
310 B. PÉREZ QA.LDÓS<br />
luego unas mujeres, unas mujerzuelaa,., ¡quéliovrible<br />
gente!... Con sus gritos me <strong>de</strong>svanecieron,<br />
y con sus manos me maltrataron... Todas<br />
se reían <strong>de</strong> mí, y tne <strong>de</strong>sgarraron los vestidos,<br />
diciéndose paiabras ignominiosas... Bebían<br />
y comíau en una mesa que el criado <strong>de</strong><br />
Milord les dispuso... Disputa-bau unas con<br />
otras sobre cuál <strong>de</strong> ellas era más ainada por<br />
é!.,. Entonces comprendí el abismo en queliabia<br />
Cuido... Lord Gray volvió... Le increpé ^lor<br />
su vil conducta... Estaba taciturno y sombrío...<br />
Tomó una chinela, y cini ella azotó la.<br />
cara <strong>de</strong> aquellas viles mujeres... Me cobnó <strong>de</strong><br />
cuidados. Me dijo que me iba á llevar A Malta...<br />
Yo me uegué á ello, y empecé á llorar<br />
amargamente invocando el nombre <strong>de</strong> JePÚs....<br />
"Volvieron las mujeres acompañadas <strong>de</strong> hombres<br />
soKces: uno <strong>de</strong> ellos quiso ultinjarme..<br />
Lord Gray le rompió la cnbeza con una silla,,..<br />
Corrió la sangre... iDios mío, qué borrorl<br />
Deteníase á cada rato, y luego, con gran ea-ñierzo,<br />
seguía:<br />
—Lord Gray me dijo <strong>de</strong>spués que él no podía<br />
hacerse católico, y que ae alegraba <strong>de</strong> que<br />
yo entrase en el convento para robarme. Quise<br />
eaUr, y el criado auunció la llegada <strong>de</strong> una sefioia...<br />
lOhl Entró una seüora principal qiie le<br />
llamó ingrato... La Keflora se reía <strong>de</strong> mi... ]Qué<br />
hora, Dios mío, qué horal... La señora dijo<br />
que yo era la más piadosa y <strong>de</strong>vota señorita<br />
<strong>de</strong> todo Cádiz, y luego me rogó que encomendase<br />
á Lord Gray á Dios en mis oraeioues,.^<br />
La vergüenza me inflamaba: bupqué un CUTchillo<br />
para acabar mis días... Después...<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CA.DIZ 311<br />
Estábamos todos conmovidos y aterrados<br />
COD la patética relacióu <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgraciada uiüa.,<br />
digna <strong>de</strong> mejor suerte.<br />
—Después... eutrarou unos hombres, iqué<br />
bombresl Vestían <strong>de</strong> cruzados como D. Pedro<br />
<strong>de</strong>l Congosto, y venían á recordar á Lord Gray<br />
que éste le liabia <strong>de</strong>sañado,.. Entraron loa<br />
amigos <strong>de</strong> Lord Gray, y todos se rieron mucho<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>safío con D. Pedro, Luego... Milord me<br />
rogó <strong>de</strong> nuevo que partiese con él á Malta...<br />
Yo le <strong>de</strong>cía que me hiciese el favor <strong>de</strong> matarme...<br />
Befase á carcajadas, y jugando con uu<br />
puñal hacía como que me quería matar... Me<br />
iuspiraba tal horror, que Ínií <strong>de</strong> su lado... Yo<br />
corrí por la casa dando gritos... él se reta... un<br />
criado me dijo: «Milord me ha mandado que<br />
la acompañe á usted á su casa.i Salimos á la<br />
calle, y en la puerta añadió: «No tengo ganas<br />
<strong>de</strong> ir tan lejos: vaya usted sola,» y cerróla<br />
puerta... Di algunos pasos... uua mujer fre-<br />
Dética que dijo haber perdido por mí los favores<br />
<strong>de</strong> Lord Gray, quiso castigarme... |Ay[<br />
yo estaba medio muerta y me <strong>de</strong>jé cast'gar...<br />
Libre al fin, recorrí varias calles... me perdí...<br />
buscaba lamuralla para arrojarme al mar... al<br />
fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar mil vueltas, volví jauto á<br />
la casa <strong>de</strong> Lord Gray... Encontráronme Don<br />
Paco y mi hermano... yo no quería venir aquí...<br />
pero me trajeron al fin á mi casa, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salí<br />
culpable y á don<strong>de</strong> vuelvo castigada, pues las<br />
penas todas <strong>de</strong>l Purgatorio y el Infierno no SOQ<br />
superiores á las que yo he pa<strong>de</strong>i^ido boy... Aua<br />
así ijo merezco perdón. Mi'falta es gran<strong>de</strong>.;.<br />
No merezco más que la muerte, y pido á Dioa<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
312 B. PBBEZ GALDÓS<br />
que me la conceda esta noclie misma, para<br />
que ni un (lía liiás soporte la verfíiit'üza j' el<br />
(<strong>de</strong>shonor que lian caído sobre mí. ]S^íillra madre<br />
mía, aditísl jHermaua lufa, adiótl ¡No quiero<br />
vivirl<br />
No dijo más, y cayó <strong>de</strong>smayada en el paviinento.<br />
Conmovidos y aterrados, contemplamos el<br />
semblando <strong>de</strong> D^¡ñti MurÍM, que reclinada en el<br />
sillón, con la barba a¡>(iy»da en la mano, silenciosa,<br />
ceñuda primero c(uno una sibila <strong>de</strong><br />
Miguel Ángel, y conmovida <strong>de</strong>spués, pues también<br />
las n)ontaflas se quebrantan al 9a(.-n
CÁDIZ ai 3<br />
que antes la he <strong>de</strong>scrito. El feuíaieuo <strong>de</strong> sa<br />
Iliiiito me llenaba <strong>de</strong> asombro. A mi lado la<br />
Wui'qiipsa <strong>de</strong> Leiva lloraba también.<br />
Pero lio estábamos solos los tres. Acababa<br />
<strong>de</strong> entrar una figura estrambótica, un mamarracbo<br />
<strong>de</strong> los antiguos tiempos, una oaricatnra<br />
<strong>de</strong> la caballería, <strong>de</strong> la nobleza, <strong>de</strong> la dignidad,<br />
<strong>de</strong>l valor español <strong>de</strong> otras eda<strong>de</strong>s. Mirando<br />
aquella figura sainetesca que se presentaba<br />
tan i]iii[iortunamente, riije para mf:<br />
—¿Qué vendrá á hacer aquí D. Pedro <strong>de</strong>l<br />
Congustu? ¿Si creerá que sus cabnllei'ías lidíciihis<br />
sirven <strong>de</strong> alguna cosa en estas circunstancias?<br />
La <strong>de</strong> Leiva abrid los ojos, vio al estafermo,<br />
y como si no diera importancia alguna á su<br />
persona, volvióse á mi y me dijoi<br />
— ¿Qué piensa usted <strong>de</strong> Lord Gray?<br />
—Que es un infame, señora.<br />
—¿Quedará sin castigo?<br />
— No quedará,—dije arrebntado por la ira.<br />
D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto dió algunos pasos,<br />
púsose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Duna María, y alzando el<br />
brazo, con voz y gesto que al mismo tiempo<br />
«rail trágicos y cómicos, habló así:<br />
—Señora Doña María... ¡esta riocbel... ¡á las<br />
oucel... ¡en la Caleta!<br />
•—]Ohl ¡Gracias á Díosl—exclamó la noble<br />
spfiora ievantáudose con Í!n¡ietu.—Gracias á<br />
Dios que hay en España un caballero... Cuatro<br />
personas han presenciado el lastimoso cuadro<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>shonra <strong>de</strong> mi hija, y á ninguna se le<br />
La ocurrido Lomar por su cuenta el castigo <strong>de</strong><br />
ese miserable.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
314 B. PÉREZ GALDOS<br />
—SeQora—dijo Cougoato coii voz hueca^<br />
que antes que lÍpa, como otras veces, me produjo<br />
un eppaiito in<strong>de</strong>fiuible.— Señora, Lord<br />
Gray morirá,.<br />
Aquellas palubras retumbaron en mi cerebro.<br />
Miré á D. Pedro y me pareció traiipfigurado.<br />
Aquel espantajo, recuerdo <strong>de</strong> los heroicos<br />
tiempos, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser á mis ojos una carieatnra<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que me lo represeuté<br />
como provi<strong>de</strong>ncial brazo <strong>de</strong> la justicia.<br />
^No es usted, D. Pedro—dijo-ton incredulidad<br />
la <strong>de</strong> Leiva,—quien ha <strong>de</strong> arreglar esto.-<br />
—Señora Doña María—repitió el estafeimosublimado<br />
por una alta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su propio papel;<br />
por la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la hidalguía, <strong>de</strong>l houor, <strong>de</strong><br />
!a justicia,—]e3ta noche!... ¡á las oncel... jeu la.<br />
Caletal Todo está dispuesto,<br />
—lOhl Bendita sea mil veces la única voz.<br />
que ha sonado en mi <strong>de</strong>fensa en esta sociedad<br />
indiferente. Abominables tiempos, aún hay<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> vosotros algo noble y sublime.<br />
Esto, que en otras circunstancias hubiera.<br />
BÍdo riiiiculo tratándose <strong>de</strong> D. Pedro, en aquéllas<br />
me ba
CÁDIZ 315<br />
—No puedo sosegar—repuso la dama.—No<br />
puedo dormir... lOh, Dios míol iSÍ permites<br />
que el miserable que<strong>de</strong> sin casligol... Si vieras,<br />
mujer... siento una 8alv«je complacencia al '<br />
recordar aquellas palabras «esta noche... á las<br />
ouce... en la Caleta.»<br />
—No esperes <strong>de</strong> D. Pedro más que ridicu- -<br />
leces... Sosiégate... HHU dicho aquí que el <strong>de</strong>safío<br />
<strong>de</strong> D. Pedro con Lord Gruy era una [unción<br />
quijotesca. ¿No es verdad, caballero?<br />
—Si, señora—rejmse.—Son ya las diez...<br />
Soy amigo <strong>de</strong> Lord Gi'ay y no puedo fallar.<br />
Respetuosamente me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> ellas y salí.<br />
Detúvome eu la escalera D. Diego, que á toda<br />
prisa y muy sofocado subia, y me dijo:<br />
—Gabriel, ahí me traen otra vez á la buena<br />
alhaja <strong>de</strong> Doña Inesita.<br />
—¿Qniéu?<br />
—El Gobernador. Esta noche todas las ovejas<br />
<strong>de</strong>scarriadas vuelven al redil... Vengo <strong>de</strong><br />
allá... si vieras. La Con<strong>de</strong>sa ha llorado mucho<br />
y se ha puesto <strong>de</strong> rodillas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Villaviceuoio;<br />
pero no pudo conseguir nada. La ley<br />
, y siempre la ley. Si es lo que yo digo: la ley...<br />
Por supuesto, chico, no puedo negarte que me<br />
dio lástima <strong>de</strong> la pobre Con<strong>de</strong>sa. ¡Lloraba tantol<br />
Inés estaba más serena y se conformaba.<br />
Aguárdate y la verás llegar. Sin embargo, más<br />
vale que no parezcas en tu vida por aquí. Vi-<br />
Uavicendo quiso averiguar el cómo y cuándo<br />
<strong>de</strong> la fuga <strong>de</strong> Liés, y allá le dijeron que la sacaste<br />
tú <strong>de</strong> la casa. Te anda buscando porque<br />
no te conoce. ,Üice. que eres cómplice d© Lord<br />
Gray y el verda<strong>de</strong>ro criminal. Calumnia, pura<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
316 B. PÉRGZ GALDÓS<br />
calumnia; pero no te metas en viudiear tu<br />
honra raancülada, y echa ji correr, qne Vilhivicencjo<br />
tiene malus puigiis, y aunque te escuda<br />
el fuero iníiitar... COD que eu marcha, y<br />
uo vuelvas á Cádiz eo tres meses.<br />
—Pues sí: yo ful quien sacó á Inés <strong>de</strong> la<br />
casa.<br />
—¡Tú!—exclamó con tanto aaombro como<br />
cólera.—Ya no me. acordaba que eres serviilor<br />
<strong>de</strong> mi famosa parienta la Cou<strong>de</strong>sa. ¿Con que<br />
la sacaste tú?<br />
—Y la Volveré á sacar.<br />
—Tú bromeas.,, no pienses que me apuro<br />
mucho... ¿Crees que insisto en casarme cou<br />
ella?... PutíS aliora, <strong>de</strong> mejores veras <strong>de</strong>bes poner<br />
los pies en polvorosa,„porque voy á ciiiitarle<br />
á mamá tu liHzafia... Fiancanieute, yo<br />
creí que era una calumniu, Abora me explico<br />
el furor <strong>de</strong> Viiluviceiicio contra tf. ¿Pues no<br />
dice que tú eres autor <strong>de</strong> todo y que es precisó<br />
sentarte iamauo?<br />
—¿A. mí?<br />
—Y disculpaba á Lord Gray... Se me figura<br />
que quieren hacer justicia en tu persuua<br />
siu laoIesUr para nada al si-ñor Milord,<br />
—¿Ha visto usted á Lord Gray?—le pregunté<br />
cou inquietud.—¿Dón<strong>de</strong> se le podrá encontrar?<br />
—Aliora mismo me han dicho que le seabau<br />
<strong>de</strong> ver -paseando solo por la mnrulla.<br />
]Maldito iiiglésl Las pagará todas juntas...<br />
Hace poco la Inesita me llamó vil y cobar<strong>de</strong><br />
por <strong>de</strong>jar siu castigo esto <strong>de</strong> auoclie, y aseguraba<br />
que 8Í ella fuera hombre,,, Estaba furio-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
C.1DIZ 317<br />
pa la niña. Por supuesto, yo pienso buscar íl<br />
Loi'd Gray, y cuando le vea he <strong>de</strong> <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>: «So<br />
ünuuite...» pURS... Con que márchate... tú<br />
lanihiéii erea buena pieza. Adiós-<br />
No me podía <strong>de</strong>tener á contestar sns maja<strong>de</strong>rías,<br />
porque un pensamiento fijo me atormcnlaba;<br />
y dirigida mi voluntad á un punto<br />
invariable con arrebatadora fuerza, nada podía<br />
apartarme <strong>de</strong> aquella corriente por don<strong>de</strong><br />
se precipitaba impetuosamente todo mi ser.<br />
XXXIII<br />
Un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong>spués tropezaba en la<br />
muialla, frente al Carmen, con Lord Grny, el<br />
cual, ileteuiendo la velocidad <strong>de</strong> su paso, me<br />
habló asi;<br />
—;0h, Sr. <strong>de</strong> Araeeli... gracias á Dios que<br />
viene alguien á hhcerme compañía!... He dado<br />
siete vueltas á Cádiz, corriendo todo lo largo<br />
<strong>de</strong> la muralla... lAburriraieuto y.<strong>de</strong>sesperücióii!...<br />
Mi <strong>de</strong>stino es dar vueltas... dar<br />
viiellaa á la noria.<br />
—¿Está usted triste?<br />
—Mi alma está negra... más negra que la<br />
noche—repuso con akicinación.—Camino sin<br />
cesar bascando la claridad, y no bago más<br />
quedar vueltas recorriendo un círculo fatal,<br />
Cádiz es una cárcel redonda, cuya pared circular<br />
gira alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nuestro cerebro... Me<br />
muero aquí.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
318 B. PElíEZ GALDOS<br />
—jTau feliz ayery'tau <strong>de</strong>sgraciado hoy!—<br />
le dije.<br />
—¿Yo feliz?—respondió mirándome con<br />
asombro.—|(Juáii limitada es la ereacitíu que<br />
está á nuestro alcaiicel ¡Cnáii pobre es el universol,..<br />
El Omnipotente se ha reservado para<br />
sí lo mejor, <strong>de</strong>jándonos la escoria... No po<strong>de</strong>mos<br />
salir <strong>de</strong> este maldito eírcnlo... no hay<br />
escape por la tangente... El ansia <strong>de</strong> lo iufinito<br />
quema nuestra alma, y uo es posible dar<br />
«n paso en busca <strong>de</strong> alivio... Vueltas y más<br />
"Vueltas... iMula <strong>de</strong> uoria... arre!... Otro circulito,<br />
y otro, y otro...<br />
—Lord Gray, Dios le ha dado á usted todo,<br />
y usted malgasta y arroja las riquezas <strong>de</strong> su<br />
alma haciénijose infortunado si[\ <strong>de</strong>ber serlo.<br />
—Amigo—me dijo apretándome la mano<br />
tan fuertemente que creí me la <strong>de</strong>shacía,—<br />
soy muy <strong>de</strong>sgraciado. Tenga usted lástima<br />
<strong>de</strong> mí.<br />
—-Si eso es <strong>de</strong>sgracia, ¿qué nombre daremos<br />
á la horrenda agouía <strong>de</strong> una criatura, á<br />
quien usted acaba <strong>de</strong> precipitar en la mayor<br />
<strong>de</strong>shonra y vergüenza?<br />
—^¿XJsted la lia visto?... ¡lufeliz niñal... Le<br />
he rogado que vaya conmigo á Malta y DO<br />
quiere.<br />
—Y hace bien.<br />
—¡Pobre Eauíital Cuando la vi, más que au<br />
hermosura que es mucha, más que su talento<br />
que es gran<strong>de</strong>, me cautivó su piedad... Todos<br />
<strong>de</strong>cíau que era perfecta, todos <strong>de</strong>cían que merecía<br />
aer venerada en los altares... Esto me<br />
inflamaba más. Penetrar los misterios <strong>de</strong> aque-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CXDIZ 319.<br />
lia arca santa; ver lo que existía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
aquel venerable estuche <strong>de</strong> rec
•330 B. PÉEG2 GAr.DÓS<br />
S6 <strong>de</strong>aeompuao, como nna imagen <strong>de</strong> má^ni-<br />
Dii óptica cnya Uiz sopla el bárbaro tJLirJtpro<br />
diciendo; ibiienaa noches...» Tudo <strong>de</strong>sapai'eció...<br />
Las alas <strong>de</strong> ángel agitándose zninbab;in<br />
en mi oído; pero yo me <strong>de</strong>sencajaba loa ojf>3<br />
mirando y no veía nada, absolutamente naiia<br />
Diiís que una mujer... una mujer como olra<br />
cualquiera, como la <strong>de</strong> ayer, como la <strong>de</strong> anteayer...<br />
—Hay que conformarse con lo que Dios<br />
nos ba dado y no aspirar á más. En resumen:<br />
iisted sacó á Asunción <strong>de</strong> su casa, jurándole<br />
que abrazaría el cutolicismo y se casarla con<br />
ella.<br />
—Es verdad.<br />
•—Y lo cumplirá usted.<br />
—No pienso casarme.<br />
—Entonces...<br />
—Ya le be dicbo que venga conmigo á<br />
Malta.<br />
—Ella no irá.<br />
—Pues yo sí.<br />
—Milord—dije dando á mis palabrns toda<br />
la serenidad posible,-—<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ese bumor<br />
melancólico, <strong>de</strong>bnjo <strong>de</strong> los oropeles <strong>de</strong> su imaginación<br />
tiiii brillante como loca, guarda usted<br />
sin duda un profundo sentido y un corazón<br />
<strong>de</strong> legitimo oro, DO <strong>de</strong> vi^-metal sobredorado<br />
como sus acciones.<br />
—¿Qué quiere usted <strong>de</strong>ciriae?<br />
— Qne una persona honrada como uated<br />
sabrá reparar la más reciente y la más grave<br />
<strong>de</strong> sus faltas.<br />
—Araeeli—mo dijo con mucha sequedad.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
; •-
CÁDIZ 321<br />
—es usted impei'titjeuto, ¿Acaso es usted hermano,<br />
esposo ó cortejo <strong>de</strong> la persona ofeadida?<br />
—Lo mismo que si lo fuera,—repuse obligándole<br />
á <strong>de</strong>tenerse en su marcha febril.<br />
—¿Qué sentimiento le impulsa á usted á.<br />
meterse eu lo que no le importa? Quijotismo,<br />
puro quijotismo.<br />
—Uu sentimiento que no sé <strong>de</strong>finir y que<br />
me mueve á dar este paso con fuerza extraordinaria—contestó.—Un<br />
sentimieuto que creo<br />
encierra algo <strong>de</strong> amor á la sociedad en que<br />
vivo, y amor á. la justicia que adoro... No le<br />
puedo contener ni sofocar. Quizás me equivoque;<br />
pero veo en usted una peligrosa, aunque<br />
gallarda bestia á quien es preciso perseguir y<br />
castigiir..<br />
—¿Es usted Doña María—me dijo eou los<br />
ojos extraviados y la faz <strong>de</strong>scompuesta,—es<br />
usted Doña María, que toma forma varouil<br />
pera ponéiseme <strong>de</strong>lante? Sólo á ella <strong>de</strong>bo dar<br />
cuenta <strong>de</strong> mis acciones.<br />
—Yo soy quien soy. Por lo <strong>de</strong>más, si parte<br />
<strong>de</strong> la responsabilidad correspon<strong>de</strong> á la madre<br />
misma <strong>de</strong> la víctima, eso no aminora la culpa<br />
<strong>de</strong> usted... Pero no es una sola la víctima: las<br />
víctimas somos varias. La salvaje pasión <strong>de</strong><br />
una furia loca y <strong>de</strong>senfrenada para quien no<br />
hay en el mundo ni ley, ni sentimiento, ni costumbre<br />
respetable, alcanza en sus estragos á<br />
cuanto la ro<strong>de</strong>a. Por la acción <strong>de</strong> usted personas<br />
inocentes están expuestas á ser mortificadas<br />
y perseguidas, y yo mismo aparezco responsable<br />
<strong>de</strong> faltas que uo he cometido.<br />
SEXTA EUICIÓH 21<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
332 B. PÉREZ GALDÓS<br />
—En ñn, Araceli, ¿en qué viene á parar toda<br />
esa música?—dijo con tono y modales que<br />
me recordaban el día <strong>de</strong> la borrachera en casa<br />
<strong>de</strong> Poeiico.<br />
—Esto viene á parar—repuse con vehemencia,—en<br />
que usted se me ba hecho proTundamente<br />
aborrecible, en que memortiíica verle<br />
ñ. usted <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi, en que ie odio á usted.<br />
Lord Gray, y no necesito <strong>de</strong>cir más.<br />
Yo sentía inusitado fuego circulando por<br />
mis venas. Deseaba sofocar aquel sentimiento<br />
exterminador y sanguinario; pero el recuerdo<br />
<strong>de</strong> la infeliz niña á quien poco antes había<br />
visto, me hacía crispar los nervios, apretar los<br />
puños, y el corazón quería saltárseme <strong>de</strong>l pecho,<br />
No había cálculo en mí. Todo lo que <strong>de</strong>terminaba<br />
mi existencia en aquel momenlo<br />
erapanióii pura.<br />
—Áraceli—añadió respirando con fuerza,<br />
—esta noche no estoy para bromas. ¿Crees<br />
que soy Currito Báea?<br />
—Lord Gray ^repuse,—tampoco yo estoy<br />
para bromas.<br />
—^Tudavía—dijo con amargo <strong>de</strong>sdén,—no<br />
he gustado el placer <strong>de</strong> matar á un <strong>de</strong>shacedor<br />
<strong>de</strong> agravios propios y amparador <strong>de</strong> doncellas<br />
ajenas.<br />
—Maldito sea yo, si no es noble y nuevo lo<br />
que inflama mi espíritu en este instante.<br />
—]Áraceli!—exclamó con súhita furia,—<br />
¿quieres que te mate? Deseo acabar con alguien.<br />
—Estoy dispuesto á darle á usted ese gusto.<br />
—¿Cuáudo?<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
OADIZ 323<br />
-^Áhora miarao,<br />
—I Ahí—dijo riendo á carcajadas.—Tiene la<br />
preferencia el Sr, D. Quijote <strong>de</strong> ¡a Maucha.<br />
España, me <strong>de</strong>spido <strong>de</strong> tí luchando con tu<br />
héroe.<br />
—No importa. Después <strong>de</strong> laa burlas pue<strong>de</strong>n<br />
venir las veras.<br />
—Nos batiremos... ¿Quiere usted antes recibir<br />
las últimas lecciones <strong>de</strong> esgrima?<br />
—Gracias: ya sé lo bastante.<br />
¡Pobre tiifiol... \Le mataré á ustedl...<br />
Pero son las diez y media.,, mis amigos me<br />
esperan...<br />
—A la Caleta.<br />
—¿Nombramos padrinos?<br />
—No nos faltarán amigos para elegir.<br />
—Vamos pronto.<br />
—Ahora mismo.<br />
— Creí—dijo con espontánea fruición,—<br />
que no había en Cádiz más Quijote que Don<br />
Pedro <strong>de</strong>l Congosto... jüb, Espafial |Delicioso<br />
paísl<br />
XXXIV<br />
La noche era obscura y serena. Al acercarnos<br />
á la puerta <strong>de</strong> la Caleta, vimos <strong>de</strong> lejos<br />
la iluminación que había en la plazuela <strong>de</strong> Jas<br />
Barquillas, junto al teatro y eu las barracas,<br />
lumensa multitud se apiñaba en aquellos itn-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
324 B. PÉREZ GALDÓS<br />
provisados sitios <strong>de</strong> recreo, y oíanse los gritosy<br />
vivas con que se celebraba el gran suceso<strong>de</strong><br />
la Albuera.<br />
Aguardamos largo rato. Los amigos <strong>de</strong><br />
Lord Gray y D. Pedro esperaban en la muralla<br />
en dos grupos distintos.<br />
—¿Se han traído los garrotes?—preguntó •<br />
sigilosamente uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Lord Gray.<br />
—Sí... son vergajos <strong>de</strong> cuero para que pueda<br />
ser vapuleado sin recibir golpes mortales...<br />
—¿Y las hachas <strong>de</strong> viento?<br />
—¿Y los cohetes?<br />
—Todo está—dijo uno sin po<strong>de</strong>r disimular<br />
su gozo.—El figurón vestido <strong>de</strong> todas armas ó.<br />
la.antigua que ha <strong>de</strong> presentarse en. higar <strong>de</strong>-<br />
Lord Gray, aguarda en aquella casa. Mamarracho<br />
igual lio le ha visto Cádiz.<br />
—Pero D. Pedro no parece...<br />
—Allá viene... sus amigoa los cruzados le<br />
ro<strong>de</strong>an.<br />
—Todo ha <strong>de</strong> hacerse como lo he dispuesto<br />
yo...—indicó el inglés;—quiero <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong><br />
Cádiz con uu buen bromazo.<br />
—¡Lástima que esto no pudiera hacerse en<br />
el esceaario <strong>de</strong>l teatro!<br />
—Señores, se acerca la hora. ¿Baja usted...<br />
Araceli?<br />
—Al instante voy.<br />
Bajaron todos, y me <strong>de</strong>tuve <strong>de</strong>seando aislarme<br />
por breve rato para recoger mi espíritu<br />
y dar alas á mi pensamiento. Habíame paseado<br />
un poco entre la puerta y la plataforma <strong>de</strong><br />
Capuchinos, cuando vi en la muralla una persona,<br />
uu bulto negro, cuya forma y figura no<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 335<br />
•podía distinguirse bien, y que se volvía hacia<br />
la playa, siguiendo con la vista á los espectadores<br />
y héroes <strong>de</strong>l burlesco <strong>de</strong>safío. Picábame<br />
• la curiosidad por saber quién era; mas teniendo<br />
prisa, lio me <strong>de</strong>tuve y biijé al iustaute.<br />
Dos gran<strong>de</strong>s grupos se formaron en la playa,<br />
y los <strong>de</strong> uno y otro bando, excepto algunos<br />
bobalicones que vestían el traje <strong>de</strong> cruzados,<br />
estaban en el ajo. Entre los <strong>de</strong> Lord Gray,<br />
vi un figurón armado <strong>de</strong> pies á cabexa, coü<br />
peto y espaldar <strong>de</strong> latón, celada <strong>de</strong> encaje,<br />
ro<strong>de</strong>la, y con tantas plumas en la cabeza que<br />
más que guerrero parecía salvaje <strong>de</strong> América.<br />
Dábanle instrucciones los <strong>de</strong>más, y él <strong>de</strong>cía:<br />
—Ya sé lo que tengo que baeer. Triste cosa<br />
es <strong>de</strong>jarse matar, manque sea <strong>de</strong> mentiríjiyas...<br />
Yo le diré que me pongo en guardia;<br />
luego hablaré inglés así: sPliíjuis miquis...» y<br />
<strong>de</strong>spués daré un berrido, cétera, céfcera...<br />
—Haz todo lo posible por imitar mis modales<br />
y mi voz,—le dijo Lord Gray.<br />
—Descui<strong>de</strong> miloro.<br />
Uno <strong>de</strong> los presentes acercóse al otro grupo<br />
y dijo en voz alta:<br />
—Su excelencia Lord Gray, Duque <strong>de</strong> Gray,<br />
está dispuesto. Vamos á partir el sol; pero<br />
como no hay sol, se partirán las estrellas.,.<br />
Hagamos una raya en la arena.<br />
—Por mi parte, pronto esto;-—dijo D. Pedro,<br />
viendo avanzar hacia el ruedo la espantable<br />
figura <strong>de</strong>l caballero armado.—Me parece<br />
• que tiembla usted, Lord Gray.<br />
Y en efecto, el supuesto Lord temblaba.<br />
—Dios venga en mi ayuda—clamó hueca-<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
i<br />
aaf;<br />
B. PÉREZ GALDOS<br />
mente Congosto,—y que este brazo, pronto á<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la justicia y á vengar un vergonzoso<br />
ultraje, sea más fuerte que el <strong>de</strong>l Cid... ¿Lord<br />
Gray, reconoce usted BU error y se dispone A<br />
reparar la afrenta que ha cansado?<br />
El Sr. Poenco (pues no era otro) creyó pru<strong>de</strong>nte<br />
contestar en inglés <strong>de</strong> esta manera:<br />
—Pliquis miquis... ¡ay! loool... Esperpeiitis<br />
Congosto... |Noool<br />
—;Pues seal—dijo D. Pedro sacando ¡a espada,-—y<br />
á quien Dios se la dé...<br />
Cruzáronse los terribles aceros: daba Don<br />
Pedro unos mandobles que habrían hendidO'<br />
en dos mita<strong>de</strong>s al Sr. Poenco, si éste con pru<strong>de</strong>ncia<br />
suma no se retirara dando saltos hacia<br />
atrás. Los presentes aguantaban con gran<br />
trabajo la risa, porque el <strong>de</strong>safío era una especie<br />
<strong>de</strong> baile, en el cual veíase á D. Pedro<br />
saltando <strong>de</strong> aquí para allí para atrapar bajo<br />
el filo <strong>de</strong> su espada al supuesto Lord Gray.<br />
Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> repetidas vueltas y revueltas,<br />
éste exhaló un rugido y cayó en tierra diciendo:<br />
—Muerto soy.<br />
Al punto D. Pedro vióse ro<strong>de</strong>ado por un<br />
lado y otro. Multitud <strong>de</strong> vergajos cayeron sobre<br />
sus lomos, y con loco estrépito repetían los<br />
circunstantes:<br />
—¡Viva el gran D. Pedro <strong>de</strong>l Congosto, el<br />
más valiente caballero <strong>de</strong> Espaflal<br />
Las hachas <strong>de</strong> viento se encendieron, y comenzó<br />
una especie <strong>de</strong> escena inferna!. Este le<br />
empujaba <strong>de</strong> un lado, aquél <strong>de</strong>l otro: querían<br />
llevarle ea vilo; pero fué preciso arrastrarle, y<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CÁDIZ 337<br />
ea tauto, llovían los palos sobre el infeliz ca^<br />
ballero, y los dos 6 tre,a cruzados que salieroa<br />
en su <strong>de</strong>feusa.<br />
—¡Viva el valiente, el invencible D. Pedro<br />
<strong>de</strong>l Congosto, que ha matado á Lord Grayl<br />
—I Atrás, can alia 1—gritaba <strong>de</strong>fendiéndose el<br />
estafermo.—Si ie maté á él, haré lo mismo con<br />
vosotros, gentuza vengativa y <strong>de</strong>svergonzada.<br />
Y apaleado, piuchado, empujado, arrastrado,<br />
fué conducido hacia !a puerta eotno en<br />
grotesco triunfo, hasta que, cotuloUdoa<strong>de</strong> tanta<br />
crueldad, le cargaron á cuestas, llevándole<br />
procesiónalmeute á la ciudad, Uaos tocaban<br />
cuernos, otros golpeaban sartenes y cacharros,<br />
otros sonaban cencerros y esquilas, y con el<br />
ruido <strong>de</strong> tales instrumentos y el fulgor <strong>de</strong> las<br />
hachas, aqnel cuadro parecía escena <strong>de</strong> brujos<br />
ó fantástica asonada <strong>de</strong>l tiempo en que había<br />
encantadores en el mundo. Ya en lo alto<br />
<strong>de</strong> la muralla, <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> mortificar al héroe,<br />
y llevado en hombros, su paseo por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
las barracas fué un verda<strong>de</strong>ro triunfo. La espada<br />
<strong>de</strong> D. Pedro quedó abandonada en el suelo.<br />
Era, según autes he dicho, !a espada <strong>de</strong><br />
Francisco Pizarro... A tal estado habían venido<br />
á parar las gran<strong>de</strong>zas heroicas <strong>de</strong> España.<br />
Lord Gray y yo con otros dos, nos habíamos<br />
quedado en la playa,<br />
—¿Otra broma?—preguntó Figueroa, que<br />
era uno <strong>de</strong> los padrinos sobre el terreno nombrados.<br />
—Acabemos <strong>de</strong> uua vez—dijo Lord Gray<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
338 B. PÉREZ GALDÓS ,<br />
con impaciencia. — Tengo que arreglar rai<br />
viaje.<br />
—Dense explicaciones—propuso el otro,—<br />
y se evitará un lance <strong>de</strong>sagradable.<br />
—Araeeli es quien tiene que darlas, no yo,<br />
—afirmó el inglés,<br />
^A Lord Gray correspon<strong>de</strong> hablar, sincerándose<br />
<strong>de</strong> su conducta.<br />
—En guardia—dijo él con frenesi:^me <strong>de</strong>spido<br />
<strong>de</strong> Cádiz matando á un amigo.<br />
—iCn guardia,—dije yo sncando la espada.<br />
Los preliminares duraron poco, y los do9<br />
aceros culebrearon con luz <strong>de</strong> plata en la obscniidiid<br />
<strong>de</strong> ia noche.<br />
De pronto oímos gritar á uno <strong>de</strong> los padrinos:<br />
—Alto: alguien nos ve... Por allí avanza una<br />
persona.<br />
—Un bulto negro... Maldito sea el curioso.<br />
—¿S¡ será Villavieeneio, que ha tenido noticia<br />
<strong>de</strong> la broma, y creyendo venir á impedirla<br />
sorpren<strong>de</strong> las veras?<br />
—Parece una mujer.<br />
—Más bien parece un hombre. Se <strong>de</strong>tiene<br />
allí.,, nos observa.<br />
—A<strong>de</strong>lante—dijo Lord Gray.—Que venga<br />
el miuulo entero á observarnos.<br />
—A<strong>de</strong>lante.<br />
Volvieron á cruzarse los aceros. Yo me sentía<br />
fuerte en 3a segunda embestida. LordGray<br />
era tirador habilísimo; pero ballábase.muy agitado,<br />
mientras que yo no había perdido mi serenidad.<br />
De pronto mi mano avanzó con rápido<br />
empuje; sintióse el chirrido <strong>de</strong> uu acero al<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
k<br />
CÁDIZ 329<br />
resbalar contra el otro, y Lord Gray, articulaudo<br />
una exclamación, cayó eu tierra.<br />
—Muero—murmuró llevándose la mano al<br />
pecho.—Araeeli... bueu discípulo... honra á su<br />
maestro.<br />
XXXV<br />
Arrojando la espada, mi primer impulso fuá<br />
correr hacia el herido y auxiliarle; pero Figueroa,<br />
lleno <strong>de</strong> turbación, me dijo:<br />
—Esto es hecho... Araeeli, hnye... uo pierdas<br />
tiempo. El Gobernador... la Embajada...<br />
"Wellesley.<br />
Comprendiendo lo arriesgado <strong>de</strong> mi situación,<br />
corrí hacia la muralla. Hondamente turbado<br />
y conmovido, andaba hacia la puerta,<br />
•cuando me <strong>de</strong>tuvo uua persona que resueltamente<br />
hacia el lugar <strong>de</strong> la catástrofe se dirigía.<br />
—]E1 Gobernador Villavicencio!—pensé antes<br />
<strong>de</strong> distinguir con claridad el bulto <strong>de</strong> aquel<br />
extraño espectador <strong>de</strong>l duelo.<br />
Mas reconociendo á la persona, al acercarme<br />
á ella, exclamé con asombro:<br />
—Señora Doña María... ¿Usted aquí á esta<br />
hora?<br />
—fia caído—dijo mirando coQ viva atención<br />
hacia don<strong>de</strong> estaba Lord Gray.—Acertó<br />
Ja Marquesa al asegurar que no era D. Pedro<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
3S0 B- PÉREZ OAL0ÓS<br />
hombre á propósito para llevar a<strong>de</strong>lante esta<br />
gran<strong>de</strong> empresa. Usted...<br />
Señora—respondí bruscamente,—uo alabe<br />
usted mi hazaña... Quiero olvidarla, quiero<br />
olvidar que esta mano...<br />
—Ha castigado usted la infamia <strong>de</strong> un malvado,<br />
y el alto priueipio <strong>de</strong>l honor queda triunfante.<br />
—Lo dudo mucho, señora. El orgullo <strong>de</strong><br />
mi hazaña es una llama que me quema el corazón<br />
.<br />
—Quiero verlo,—murmuró secamente la señora.<br />
—¿A quién?<br />
—-A Lord Gray.<br />
—Yo no,—dije cou espanto, <strong>de</strong>seando alejarme<br />
<strong>de</strong> allí.<br />
Doña María se acercó al cuerpo, y lo examinó<br />
atentamente, con gran sorpresa <strong>de</strong> los<br />
que daban auxilio al infeliz herido.<br />
—Una venda,—dijo uno.<br />
Doña María arrojó un pañuelo sobre el cuerpo,<br />
y quitándose luego un chai negro que bajo<br />
el raauto traía, bízolo jirones y lo tiró sobre<br />
la arena.<br />
Lord Gray, abriendo los ojos, con voz débil<br />
habló así:<br />
—¡Doña María! ¿Por qué tomaste la figura<br />
<strong>de</strong> este amigo.,,? Si tu hija entra eu el convento,<br />
la sacaré.<br />
La Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar se alejó con presteza.<br />
Movido <strong>de</strong> un sentimiento compasivo, acerquéme<br />
á Lord Gray. Aquella hermosa figura<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CAUIZ 331<br />
arrojada en tierra, aquel semblante <strong>de</strong>scolorido<br />
y cadavérico, me inspiraba profundo dolor.<br />
El herido se incorporó al verme, y alzando su<br />
mano me dijo algunas palabras que resonaron<br />
en mi cerebro con eco que no pu<strong>de</strong> nunca olvidar.<br />
[Extrañas palabras!<br />
Apárteme rápidamente <strong>de</strong> allí. Entraba por<br />
la puerta <strong>de</strong> la Caleta, cuando la <strong>de</strong> Rumblar,<br />
andando á buen paso tras <strong>de</strong> mi. me <strong>de</strong>tuvo.<br />
^Lléveme usted á mi casa. Si es preciso<br />
ocultarle á usted, yo me encargo. Villavicencio<br />
quiere pren<strong>de</strong>rle; pero no permito que tan<br />
buen caballero caiga en manos <strong>de</strong> la justicia.<br />
Ofrecíle el brazo y anduvimos <strong>de</strong>spacio. Yo<br />
no <strong>de</strong>cía nada.<br />
—Caballero — prosiguió, — ¡Oh, cuánto me<br />
complazco eu dar á. usted este nombre! La<br />
hermosa palabra rarísima vez tiene aplicación<br />
en esta corrompida sociedad.<br />
No le contesté. Seguimos andando, y por<br />
dos ó tres veces me prodigó los mismos elogios.<br />
Yo principiaba á cobrar aborrecimiento<br />
á mi estupenda caballerosidad. La sangre <strong>de</strong><br />
Lord Gray corría en surtidor espantoso <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong> mis ojos.<br />
—Des<strong>de</strong> hoy, valeroso joven, ha adquirido<br />
usted el último grado <strong>de</strong> mi estimación, y le<br />
daré una prueba <strong>de</strong> ello.<br />
Tampoco dije nada.<br />
—Cuando mi hija se presentó en casa, ea<br />
el lastimoso estado en que usted pudo verla,<br />
invoqué á Dios pidiéndole el castigo <strong>de</strong> ese<br />
verdugo <strong>de</strong> nuestra honra. Me indignaba ver<br />
que <strong>de</strong> tantos hombres como se reunieron eu<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
333 B. PÉREZ GA.LDOS<br />
casa, ni uno solo comprendió los <strong>de</strong>beres que<br />
e] honor impone á un caballero... Cuando vi<br />
al buen Congosto dispuesto á vengar mi ultraje,<br />
creí firmemente que Dios le había hecho<br />
ejecutor <strong>de</strong> su justicia. Dicen que D. Pedro es<br />
ridículo; pero ¡ay! como la hidalguía, la uoblezay<br />
la elevación <strong>de</strong> sentimientos son uua<br />
excepción en esta sociedad, las gentes llaman<br />
ridículo al que discrepa <strong>de</strong> su vulgaridad nauseabunda...<br />
Yo no sé por qué confiaba en el<br />
éxito <strong>de</strong>l valor dé Congosto... Anhelaba ser<br />
hombre, y me consumía en mi profundo dolor.<br />
Yo creía que la armonía <strong>de</strong>l mundo DO podía<br />
existir, mientras Lord Gray viviera, y una curiosidad<br />
intensa <strong>de</strong>voraba mi alma... No podía<br />
dormir; el velar me hacía daño... no se apartaba<br />
<strong>de</strong> nú pensamiento la escena que <strong>de</strong>spués<br />
he presenciado aquí, y cada minuto que pasaba<br />
sin saber el resultado <strong>de</strong> una contienda que<br />
juzgué seria, me parecía un siglo...<br />
—Sefiora Doña María — dije procurando<br />
echar fuera el gran peso que tenía sobre tni<br />
alma,^—el varonil espÍJ'itn <strong>de</strong> usted me asombra.<br />
Pero si vuelve usted á nacer y vuelve á<br />
tener hijas...<br />
—Ya sé lo que me quiere usted <strong>de</strong>cir, sí...<br />
que las tenga más sujetas, que no les permita<br />
ni siquiera mirar á un hombre. He sido <strong>de</strong>masiado<br />
tolerante... Pero apartémonos <strong>de</strong> aquí...<br />
el ruido <strong>de</strong> esa canalla rae hace dafio.<br />
—Son los patriotas que celebran la victoria<br />
<strong>de</strong> Albuera y la lectura <strong>de</strong> la Constitución en<br />
las Cortes.<br />
Detúvose un instante aute las barracas, y<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CADIií 333<br />
a! audac <strong>de</strong> mievo, habló así lágubremente:<br />
—Yo be muerto, he muerto ya.. El mundo<br />
acabó para mí. Le <strong>de</strong>jo eutregado á los charlataces.<br />
Al dh-igirle la última mirada, mi espíritu<br />
ae recoge en sí mismo, <strong>de</strong> sí oiismo sealimeiita,<br />
y no necesita más... Siento haber<br />
nacido en esta infame época. Yo no soy <strong>de</strong><br />
esta época, uo... Des<strong>de</strong> esta noche mi casa se<br />
cerrará como un sepulcro,,. Valeroso joven, al<br />
<strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> usted para siempre, quiero darle<br />
una prueba <strong>de</strong> raí gratitud.<br />
Tampoco dije nada... Lord Gray continuaba<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí.<br />
—Usted—prosiguió,—sepresenta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este<br />
instante á mía ojos ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una aureola. Ha<br />
respondido á mis i<strong>de</strong>as, como respon<strong>de</strong> el brazo<br />
al pensamiento.<br />
—¡Maldita aureola!—exclamó para mí,—<br />
maldito braxo y maldito penaaroiento.<br />
—Le premiaré á usted <strong>de</strong>l modo siguiente.<br />
Ya sé que usted ama á la estudianta... me lo<br />
ha dicho la <strong>de</strong> Leiva.<br />
—¿Quién es la estudianta, señora?<br />
—La estudianta es Inés, hija, como usted<br />
sabe... <strong>de</strong>jémonos <strong>de</strong> misterios... hija <strong>de</strong> la buena<br />
pieza <strong>de</strong> mi parienta la Con<strong>de</strong>sa y <strong>de</strong> un<br />
estudiantino llamado D. Luis. He querido sa^<br />
car algún partido <strong>de</strong> esa infeliz; pero uo es posible.<br />
Su Jiviana condición la hace incapaz <strong>de</strong><br />
toda enmienda. Vale bien poco. ¿Es cierto que<br />
la sacó usted <strong>de</strong> casa?<br />
—Sí, señora. La saqué para llevarla al lado<br />
<strong>de</strong> su madre. Me vanaglorio <strong>de</strong> esta acción,<br />
más que <strong>de</strong> la que usted acaba da ptesenciar.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
'334 B. PÉREZ GALDÜS<br />
—¿Y la ama usted?<br />
—Sí, señora,<br />
—Ea lina lilatima- La estudianta es indigna<br />
<strong>de</strong> usted. Yo se la regalo. Pne<strong>de</strong> usted divertirse<br />
con ella... Será como su madre... le han'<br />
dado una educación lamentable, y criada entre<br />
gente humildisima, tuvo tiempo <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r<br />
toda elape <strong>de</strong> malicias.<br />
Oí tales palabras con indignación, pero callé.<br />
—Me asombro <strong>de</strong> mi necedad. ]0h! Mi hijo<br />
no pue<strong>de</strong> casarse con tal chiquilla... La Con<strong>de</strong>sa<br />
la reclama, la llama su hija, <strong>de</strong>sbarátala<br />
admirable trama <strong>de</strong> la familia para asegurar<br />
el porvenir <strong>de</strong> la níSa y poner un velo al <strong>de</strong>shonor<br />
<strong>de</strong> la madre. La Con<strong>de</strong>sa la reclama,,,<br />
¿Qué nombre llevará? Des<strong>de</strong> este momento<br />
Inés ea una <strong>de</strong>sgraciada criatura espúrea, á<br />
quien ningún caballero podrá ofrecer dignamente<br />
su mano.<br />
Continué en silencio. Mi entendimiento estaba<br />
como paralizado y entumecido por el estupor.<br />
—Si—prosiguió.—Todo ha concluido. Pleitearé...<br />
porque el mayorazgo me correspon<strong>de</strong>.<br />
La casa <strong>de</strong> Leiva no tiene aucesióa... Supongo<br />
que usted no será capaz <strong>de</strong> dar su nombre á<br />
una... Llévesela usted, llévesela pronto. No<br />
quiero tener en casa esa <strong>de</strong>shonra... Una muchacha<br />
sin nombre.,, una infeliz espúrea. |Qné<br />
horrible espectáculo para mi pobrecita Presentación,<br />
para mi única hijal...<br />
Doña María exhaló un suspiro en que parecía<br />
haberse <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>su alma,<br />
y no dijo más por el camino. Yo tampoco hablé<br />
una palabra.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
CA.DI2 335<br />
Llegamos á ¡a casa, don<strong>de</strong> con impaciencia<br />
y xozobra esperaba D. Paco á su ama. Subimos<br />
en silencio; aguardé un iustaute eu la sala,<br />
y Doña María, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pequeña ausencia,<br />
apareció trayendo á Inés <strong>de</strong> la mano, y me dijo:<br />
, —Ahí la tiene usted... Pue<strong>de</strong> usted llevársela,<br />
huir <strong>de</strong> Cádiz... diverlirse, sí, divertirse<br />
con ella. Le aseguro á usted que vale poco...<br />
Después <strong>de</strong> la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> su madre, yo<br />
aseguro que ni la Marquesa <strong>de</strong> Leivani j'o haremos<br />
nada por recobrarla.<br />
—Varaos, Inés—dijeyo;-—huyamos <strong>de</strong> aquí,<br />
huyamos para siempre <strong>de</strong> esta casa y <strong>de</strong> Cádiz.<br />
—¿Van uste<strong>de</strong>s á Malta?—-me preguntó<br />
Doña María con una sonrisa, <strong>de</strong> cuya expresióu<br />
espautosa no pue<strong>de</strong>n dar i<strong>de</strong>a las palabras<br />
<strong>de</strong> nuestra lengua,<br />
—¿N-o me <strong>de</strong>ja usted—dijo Inés llorando,—<br />
entrar en el cuarto don<strong>de</strong> está encerrada<br />
Asunción, para <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> ella?<br />
Doña María, por única contestación, nos<br />
señaló la puerta. Salimos y bajamos. Cuando<br />
la Con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Rumblar se apartó <strong>de</strong> nuestra<br />
vista; cuando la claridad <strong>de</strong> la lámpara que<br />
ella misma sostenía en alto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> iluminar su<br />
rostro, parecióme que aquella figura se había<br />
borrado <strong>de</strong> un lienzo, que había <strong>de</strong>saparecido,<br />
como <strong>de</strong>saparece la viñeta pintada en la hoja<br />
al cerrarse bruscamenteeUibro que la contiene.<br />
—Huyamos, querida mía, huyamos <strong>de</strong> esta<br />
maldita casa y <strong>de</strong> Cádiz y <strong>de</strong> la Caleta,—dije<br />
estrechando con mi brazo la mano <strong>de</strong> lués.<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
336 B; PÉREZ GA.LDÓS<br />
—¿Y Lord aray?<br />
—Calla... lio me preguntes uada. Apártateos<br />
mi. Mis manos están manchadas <strong>de</strong> sangre.<br />
—Ya entiendo. La infame conducta <strong>de</strong> ese<br />
hombre ha sido castigada... ¿Ha muerto Lord<br />
Gray?<br />
—No me preguntes uada—repetí avivando<br />
el paso.—Lord Gray... Yo tuve más suerte<br />
que él eu el duelo. Maüaoa dirán que el honor...<br />
pues... me pondráu por las nubes... ¡Infeliz<br />
<strong>de</strong> mil,.. El <strong>de</strong>sgraciado cayó bañado ea<br />
sangre; acerquéme á él, j me dijo: «¿Crees<br />
que he muerto? ¡llusiónl... yo no muero... yono<br />
puedo morir... yo soy inmortal...»<br />
— ¿De modo que no ha muerto?<br />
—Huyamos... no te <strong>de</strong>tengas... estoy loco.<br />
¿Esa figura que ha pasado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros<br />
no es la <strong>de</strong> Lord Gray'?<br />
Inés, estrechándose más contra mí, afiadió:<br />
—Huyamos, sí... quizaste persigan... Mi<br />
madre y yo te escon<strong>de</strong>remos y huiremos contigo.<br />
Septiembre-Octubre 1874.<br />
riN DE CÁDIZ<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong>
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9<br />
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T íV<br />
BIBLIOTECA HISTÓRICA MUNICIPAL<br />
Ayuntamiento <strong>de</strong> <strong>Madrid</strong><br />
1200017505
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