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FACTORES SOCIO-CULTURALES Y ÉTNICOS EN LA OPRESIÓN DE LA MUJER

factores socio-culturales y étnicos en la opresión de la mujer

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I C o n g r e s o d e l a A s o c i a c i ó n C á n t a b r a d e M a t r o n a s<br />

I X C o n g r e s o N a c i o n a l d e M a t r o n a s<br />

<strong>FACTORES</strong> <strong>SOCIO</strong>-<strong>CULTURALES</strong> Y <strong>ÉTNICOS</strong> <strong>EN</strong> <strong>LA</strong> <strong>OPRESIÓN</strong> <strong>DE</strong><br />

<strong>LA</strong> <strong>MUJER</strong><br />

Fernando Tena Díaz<br />

(Matrona. Antropólogo. Beca ALJABIBE de investigación social)<br />

I. Introducción<br />

Existen pocas sociedades donde la dominación masculina no se muestre de forma evidente. No<br />

existe aún acuerdo sobre sus causas, y las diferentes explicaciones oscilan entre dos paradigmas:<br />

Naturaleza versus Cultura.<br />

Disciplinas como la Biología, Sociobiología y Etología explican la inferioridad de la mujer basándose<br />

en el sustrato corporal: el cuerpo del macho se diseñó para el dominio y el de las hembras para la<br />

subordinación, por lo tanto la opresión de las mujeres es “natural”. Las Ciencias Sociales proponen<br />

que son los diversos sistemas culturales, a través de distintos mecanismos, quienes oprimen a las<br />

mujeres: las mujeres “no son inferiores”, “son inferiorizadas”, y la opresión se podría explicar en<br />

término de estructura económica, disposiciones políticas y simbologías asimétricas del sexo. Ello<br />

supone aceptar la posibilidad del cambio y entender que el cuerpo de las mujeres no explica la<br />

opresión sino que es su escenario.<br />

Analizar los factores socioculturales en la opresión de las mujeres es una empresa ambiciosa que<br />

necesita varios Congresos y Enciclopedias. Se hace imprescindible, por tanto, priorizar una relación<br />

de contenidos y una estrategia explicativa. Por ello sólo podré hacer referencia a algunas obras y<br />

Escuelas teóricas.<br />

II. Modelos explicativos “naturales” de la “inferioridad natural”<br />

1. Mitológicas y aristotélicas<br />

En los mitos bíblicos y en la filosofía ateniense, pilares de nuestra civilización, se avanza una<br />

explicación acerca del domino de los hombres. Nuestros mitos nos fueron legados por una tribu de<br />

pastores del desierto, auténtico patriarcado, donde las mujeres eran poco valoradas. Evidentemente,<br />

contemplamos que el mito es antiguo, simplista y metafórico. Sin embargo, eso no significa que sea<br />

neutro. El Génesis cuenta cómo Eva desobedeció al Dios- Hombre y arrastró a Adán a la<br />

desobediencia. Esto provocó un castigo, diferente según el sexo. Los hombres fueron condenados a<br />

ganar el pan con el sudor de su frente (trabajo público) y las mujeres a parir con dolor (ámbito<br />

doméstico, reproducción) y sufrir el domino de los hombres. Quedan así legitimados la división<br />

sexual del trabajo y el orden patriarcal.<br />

Junto a la división sexual del trabajo, que se traduce en asimetría económica, existen unas<br />

asimetrías política - gobierno de los adultos ancianos- y simbólica. Al respecto, un argumento<br />

cultural frecuente para “inferiorizar” a las mujeres es presentarlas como naturalmente “malévolas”,<br />

“impuras” o “contaminantes”. Así las conciben las tres grandes religiones monoteístas procedentes<br />

de estas tribus pastoriles. Los Padres de la Iglesia Cristiana que se suceden mantuvieron esta visión<br />

de la mujer durante siglos.<br />

Por otro lado, la filosofía ateniense y el modelo de la polis griega han sido invocados por los<br />

gestores de la identidad paneuropea. Uno de sus máximos representantes, Aristóteles, en La<br />

Política, utilizó el modelo animal para legitimar no sólo la diferencia sino la superioridad, la jerarquía.<br />

Aristóteles vendría a concluir unos seres habrían sido destinados a dominar por su superioridad<br />

“natural”: los humanos a los animales, los ciudadanos a los esclavos y los hombres a las mujeres.<br />

Así, éstas quedan excluidas de la polis. El “zoo politikon” es el hombre.<br />

2. El modelo biomédico: Sexo, ontología y “mujer enferma”.<br />

La Revolución Francesa y la estadounidense, que anticipan un nuevo orden social, propugnan los<br />

valores de igualdad entre los seres humanos: los ciudadanos. Sin embargo, la “ciudadanía” con<br />

derecho al Sufragio Universal tenía nación, clase y sexo: ciudadanos eran los nacidos en un<br />

territorio, varones casados y propietarios. La dominación masculina reciclaba así sus estructuras


políticas. En E.E.U.U., los abolicionistas norteños pedían el voto para los negros, pero nada decían<br />

de las mujeres.<br />

La Nueva Ciencia también traicionó a las mujeres. La inferiorización de las mujeres ya no puede ser<br />

sostenida de forma hegemónica por argumentos religiosos ni filosóficos. El episteme no permitía<br />

argumentar con conceptos como “impureza” y “maldad”. ¿Cómo legitimar ahora la opresión, cómo<br />

justificar que las mujeres no puedan acceder a la educación superior y la política institucional? La<br />

inferioridad de las mujeres la explicará la Ciencia a partir de dos elementos principales:<br />

a) Hay que demostrar que los hombres y las mujeres son “esencialmente” diferentes;<br />

b) Hay que demostrar que el cuerpo y la mente de las últimas es “naturalmente” inferior. Ambas<br />

cuestiones se ilustran en el axioma de Freud y del modelo biomédico: Anatomy is destiny.<br />

La hipótesis freudiana abundará en el proceso de socialización y en la estructura psíquica diferente<br />

de hombres y mujeres al superar el complejo de Edipo los primeros y el complejo de Electra las<br />

segundas. Sin embargo, no debemos perder de vista, que los varones serán explicados por lo que<br />

tienen (el pene) y el miedo a perderlo (miedo a la castración) y las mujeres por aquello de lo que<br />

carecen (el pene) y su deseo de tenerlo (envidia del pene) modelo de mujer es un modelo basado en<br />

la carencia .<br />

Para el modelo biomédico, el par de cromosomas más político -XY ó XX- y las hormonas “sexuales”<br />

determinan lo que “el hombre es” y “la mujer es”. El sexo es ontológico: “ser hombre” o “ser mujer”<br />

explicará buena parte de la ruta biográfica de una persona. Este modelo científico hegemónico nos<br />

construye como “esencialmente diferentes”. En palabras de Laquer (1994:43):”La ciencia no se limita<br />

a investigar sino que ella misma genera la diferencia (...): la de la mujer en relación con el hombre”.<br />

Pero no basta con eso. Los discursos clínicos decimonónicos se impregnan de jerarquía al proyectar<br />

un modelo de mujer en estado de “crónica enfermedad” que la infantiliza, la explica como débil, la<br />

destina a la reproducción. Esto renueva la legitimidad de su dependencia económica, política y<br />

simbólica del varón. Hablamos aún de una época histórica en la que las mujeres no tenían derecho<br />

a votar, gestionar bienes personales, acceder a la Universidad o disfrutar con su sexualidad.<br />

3. La ciencia no es neutra: ¿babuinos, chimpancés o bonobos?<br />

La Etología y la Sociobiología han intentado renovar la explicación de la opresión de las mujeres<br />

utilizando el modelo animal. La fuerza y agresividad del macho, la cooperación de los machos para<br />

la caza o el control de la reproducción de las hembras se esgrimen como causas. Pero, ¿qué<br />

modelo animal utilizar para demostrar esto?<br />

Los babuinos son primates superiores con un notable dimorfismo sexual a favor del macho. La<br />

sociedad babuina se conforma alrededor de grupos de machos adultos que mantienen la jerarquía<br />

sobre otros machos jóvenes, las hembras y sus crías. Las investigaciones de Washburn y DeVore<br />

(1961) sobre estos animales concluían que la cooperación entre los machos y la estrategia de la<br />

caza fueron los elementos fundamentales de la hominización.<br />

Pero hay otros primates de los que obtener conclusiones...Jane Goodall (1986) estudió a los<br />

chimpancés y observó que las hembras eran bastante independientes, el lazo madre-cría era el más<br />

fuerte y una hembra en estro podía copular con varios machos. Por otro lado, entre los bonobos (de<br />

Waal, 1995) , las relaciones entre machos y hembras son bastante igualitarias, las conductas<br />

sexuales trascienden la mera reproducción para resolver problemas políticos y, por último, las<br />

relaciones sexuales se pueden observar entre individuos de distintas generaciones y del mismo<br />

sexo.<br />

Una reflexión. Vemos cómo según el modelo animal seleccionado obtendremos unos u otro<br />

resultados. Para evolucionistas y neo-evolucionistas, el control de la sexualidad de las mujeres y la<br />

actividad de la caza, son priorizados para explicar el “progreso” evolutivo y el dominio. Por cierto,<br />

relacionan ambos aspectos (domino masculino = progreso evolutivo). Sin embargo, sabemos que los<br />

productos obtenidos mediante la recolección suponen para distintas poblaciones un mayor número<br />

de calorías que las provenientes de la caza; además, ¿la recolección no necesita una transmisión y<br />

aprendizaje de conocimientos complejos para distinguir especies comestibles de venenosas, las<br />

funciones de cada especie, las épocas y zonas de madurez de cada una?, ¿no necesita cooperación<br />

entre las mujeres?, ¿no son importantes los inventos del cesto y los métodos para trasportar a las<br />

crías?.<br />

III. Grandes teorías y respuestas insatisfactorias


¿Qué han dicho teorías omniexplicativas como el materialismo histórico, el funcionalismo y el<br />

estructuralismo sobre la opresión de las mujeres?. En los tres casos la respuesta sobre la opresión o<br />

no existe o es insatisfactoria:<br />

En El Capital (1867) Marx plantea que existiría una primigenia división sexual del trabajo en función<br />

de la capacidad reproductiva de la mujer. Las funciones que desempeñan las mujeres son<br />

“naturales” y, por lo tanto, no son objeto del análisis social. Engels, en El origen de la familia, la<br />

propiedad privada y el Estado (1988, [1884]), aporta una causa económica: la opresión de las<br />

mujeres estaría vinculada a la acumulación de capital y la aparición del Estado. Pero para él, la<br />

lucha de los sexos era una lucha secundaria supeditada a la lucha de clases: al eliminar las clases<br />

sociales finalizaría la opresión de las mujeres.<br />

El materialismo histórico no era útil para analizar el problema de estudio porque:<br />

1. La realidad social muestra que las mujeres han sido explotadas en sociedades sin organización<br />

política estatal.<br />

2. En cuanto al concepto de clase social, ¿qué clase social es la de una ama de casa: la de su<br />

padre, su marido, su hijo?.<br />

El funcionalismo, teoría hegemónica durante buena parte del siglo XX, no estaba interesado en el<br />

cambio social sino en las Instituciones y todo aquello que sirviera al orden social. Así, el<br />

funcionalismo planteará que un cambio en el rol de las mujeres podría suponer un conflicto, una<br />

alteración (1975, [1963]). La opresión de las mujeres es una cuestión que obvia.<br />

El estructuralismo de Lévi-Strauss (1949) explicaba la subordinación de las mujeres mediante dos<br />

ideas principales:<br />

el tabú de incesto y el intercambio de mujeres. El tabú de incesto, como regla universal en los límites<br />

entre la Naturaleza y la Cultura, provocaba la exogamia. Mediante el matrimonio, y el intercambio de<br />

mujeres que éste suponía, los grupos de hombres establecían alianzas. Sin embargo, la asimetría y<br />

subordinación de la mujer al varón aparece en esta Teoría como una pre-condición para su<br />

explicación de la sociedad. Es decir, Lévi-Strauss presupone cuestiones que su misma teoría no<br />

explica, v. gr., ¿Por qué los varones tienden a la poliginia, y no las mujeres a la androginia?, ¿por<br />

qué las mujeres aceptan ser objeto de intercambio?, ¿cómo las mujeres se convirtieron<br />

en objeto?. Lévi-Strauss naturaliza la subordinación de las mujeres, pero no la explica.<br />

IV. Feminismo: Teoría y Política<br />

En el siglo XIX el movimiento feminista, bajo la conciencia de ser mujer y la petición del voto –ser<br />

ciudadanas-, reivindica un nuevo lugar en el mundo para la “minoría del cincuenta por ciento” .<br />

Empero, el movimiento sufragista no agota el proyecto feminista. El feminismo, que también es un<br />

movimiento teórico, fue el primero que planteó que “ser mujer” y “ser hombre” eran cuestiones que<br />

había que explicar.<br />

1. Margaret Mead y Simone de Beauvoir<br />

En los años veinte, la antropóloga Margaret Mead y en los años cuarenta la filósofa Simone de<br />

Beauvoir publican textos muy influyentes para combatir el esencialismo de la Academia. En su obra<br />

Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas (1935), al estudiar los rasgos asociados a<br />

hombres y mujeres en tres sociedades de Papúa- Nueva Guinea (arapesh , mundugumur y<br />

tchambuli ), utilizando el método científico, demuestra que no existenrasgos inherentes a los sexos:<br />

lo masculino y lo femenino –el género- es una construcción cultural.<br />

“No se nace mujer, se llega a serlo” (Beauvoir 1998 [1949], vol.2:13), es la frase más citada de El<br />

segundo sexo.<br />

Utilizando datos de la Historia, la Psicología, la Biología y la Antropología, Simone de Beauvoir<br />

(1908-1986), y con ella el feminismo, propone explicaciones científicas sobre la opresión de las<br />

mujeres (Valcárcel, 2001). Para la filósofa existencialista la causa de la opresión de las mujeres<br />

quizás se remonte a la Edad de Bronce, cuando las mujeres fueron excluidas de las expediciones<br />

guerreras. “La superioridad no la tiene el sexo que engendra sino el que mata” (Beauvoir, [1949],<br />

1998, Vol. 1:128). En realidad, la causa de la opresión de las mujeres no reside en que son<br />

inferiores sino en “[...] la interpretación cultural de la reproducción como un hecho que no procura la<br />

trascendencia” (Sánchez Muñoz, 2001:69).<br />

2. Mística, feminidad y “el problema sin nombre” (Betty Friedan)


Parecía demostrado, desde la Antropología y la Filosofía, que no habría diferencias insalvables entre<br />

hombres y mujeres salvo aquellas, pocas, que derivaran del hecho reproductor. Esto significaba<br />

aceptar la posibilidad de las mujeres de integrarse en todos los ámbitos sociales. Sin embargo, entre<br />

los años 40 y 60, muchas mujeres en E.E.U.U. abandonan las Universidades y los trabajos<br />

asalariados.<br />

Durante la IIª Guerra Mundial, las mujeres fueron convocadas por radios y periódicos para sustituir a<br />

los hombres en oficinas, fábricas, granjas, escuelas, etc., y demostraron que podían desempeñar<br />

cualquier trabajo. En la postguerra, con crisis económica y desempleo, se les pide a las mujeres que<br />

vuelvan al hogar, “Tu lugar natural”. El modelo de “ama de casa”, consumidora de electrodomésticos<br />

salidos de las fábricas “fordistas”, es la aspiración de muchas estadounidenses.<br />

En este contexto, la psicóloga Betty Friedan escribe La mística de la feminidad, donde intenta<br />

descubrir las causas de ese “problema que no tiene nombre”: “El problema permaneció latente<br />

durante muchos años en la mente de las mujeres norteamericanas. Era una inquietud extraña, una<br />

sensación de disgusto, una ansiedad que ya se sentía en los Estados Unidos a mediados del siglo<br />

actual. Todas las esposas luchaban contra ella [...] se hacían con temor esta pregunta: ¿Es esto<br />

todo?” (Friedan, 1974,[1963]).<br />

En otros países europeos democráticos, cada vez más mujeres accedían a la educación superior y<br />

se integraban en el mundo laboral retribuido. Pero en U.S.A., entre los años 40 y 60: La mitad de las<br />

mujeres están casadas antes de los veinte años, la natalidad se incrementa, y el modelo de mujer<br />

soltera, con educación superior y económicamente independiente es denostado por la publicidad. La<br />

investigación de Friedan descubre cómo las empresas de publicidad lanzan continuamente en todos<br />

los medios de comunicación una imagen de mujer-esposa-madre, “reina” del hogar.<br />

Las mujeres habían caído en la “tela de araña” de esa mística de la feminidad.<br />

¿Qué solución propondrá Friedan?. Siguiendo la línea de las mujeres ilustradas del siglo anterior,<br />

Friedan entiende que el acceso a la educación y al mundo laboral retribuido, no incompatible con su<br />

trabajo doméstico, traerá la igualdad . Friedan creyó que bastaba modificar el espacio público para<br />

acabar con “el problema”, que lo político era lo público y no lo privado. Las mujeres obtuvieron un<br />

nuevo trabajo –público- y conservaron el anterior–doméstico-. Nació la “superwoman” con doble<br />

jornada laboral.<br />

3. Las dicotomías de la Antropología y la politización de lo privado<br />

A partir de los años sesenta y setenta los enfoques feministas se renuevan. La Antropología aporta<br />

tres modelos dicotómicos para explicar la opresión de las mujeres: Doméstico/Público (Rosaldo,<br />

1979 [1974]), Naturaleza/Cultura (Ortner, 1979 [1974]) y Producción/Reproducción (Sacks, 1979<br />

[1975]). Para Rosaldo, el hecho reproductor de lasmujeres hace que estén vinculadas al ámbito<br />

doméstico mientras que los varones se asocian al ámbito público;<br />

para Ortner, las mujeres son pensadas como más cercanas a la Naturaleza, es decir, inferiores a los<br />

hombres que son pensados más cercanos a la Cultura; para Sacks, la subordinación de las mujeres<br />

es consecuencia de su exclusión del trabajo público y social. Sin embargo, diferentes etnografías<br />

mostraban que estos modelos no eran universales, no podían explicar todas las situaciones de<br />

opresión.<br />

Por esta misma época, los estudios feministas y gays/lésbicos comienzan a politizar lo privado. La<br />

sexualidad también hay que explicarla. Aparecen brillantes trabajos de Millet (1995 [1969]), Oakley<br />

(1972), Firestone (1976, [1973]), Rubin (1986 [1975]) Foucault (1998, [1976]), Delphy (1987), Weeks<br />

(1993, [1985]), entre otras obras Comentaré algunas de ellas de forma breve. Para Millet (1995) el<br />

patriarcado no tendría raíces biológicas. En este sentido, la dominación masculina sería “aprendida”<br />

mediante la educación y los estereotipos y roles que valoran como positivo todo lo relacionado con<br />

los varones y la masculinidad. La categoría sexual, por otro lado, sería “interclasista”, atravesaría la<br />

división de clases sociales. El patriarcado se sostendría en el ejercicio de la fuerza sobre las mujeres<br />

–v. gr. la violencia sexual-, la dependencia económica de las mujeres que refuerza su sumisión<br />

y opresión (Millet, 1995:94), la religión, la literatura, etc..<br />

Para Firestone (1976) la opresión de las mujeres derivaría de su función reproductora y de la<br />

estructura de la familia patriarcal. Si para el marxismo el concepto “producción” era clave, para<br />

Firestone lo será el concepto “reproducción”.<br />

Para ella, en la interpretación de la Historia no se podía obviar el sexo (1976:15). Firestone<br />

desarrollará la idea de la mujer como clase sexual y dirá que en la reproducción hay relaciones de<br />

poder y económicas. Christine Delphy (1987) habla de un “Modo de Producción Doméstico” en el


que las mujeres realizan un trabajo no reconocido como tal y no remunerado. Y además, este<br />

trabajo doméstico y no remunerado de las mujeres constituye la base económica y material del<br />

patriarcado. Estamos viendo “explicaciones duales” que conjugan Patriarcado y Capitalismo.<br />

V. De mujer a mujeres. Diversidad de experiencias y matriz identitaria<br />

El movimiento feminista desnaturalizó el género y el movimiento gay/lesbiano desnaturalizó la<br />

sexualidad. El sexo se tambaleaba. Sin embargo, seguía siendo difícil explicar la situación de las<br />

mujeres, en plural. La categoría “mujer” catalizó el movimiento para reivindicar los derechos políticos<br />

de las mujeres pero fue esencializada. Se pensó que existía la mujer, pero la realidad social nos<br />

mostraba la experiencia de las mujeres. La mujer no es sólo mujer.<br />

Como sujetos sociales, las mujeres están atravesadas por otras identidades –raza social, etnia,<br />

clase o sexualidad que modifican la experiencia de “ser mujer”. Así, la identidad de sexo-género no<br />

agota el proyecto identitario de todas y cada una de las mujeres. Los problemas de las mujeres<br />

negras nigerianas de distintas etnias, de origen rural que emigraban a suburbios y que amaban a<br />

otras mujeres no tenían nada que ver con los problemas de las sufragistas inglesas.<br />

Las teorías pretendían explicar la explotación/opresión de todas las mujeres. Pero las formas de<br />

explotación/opresión responden a una cultura y un tiempo histórico: la opresión que sufren las<br />

mujeres yanomami, o las indias parias barrenderas en Bombay o las emigrantes ecuatorianas<br />

empleadas domésticas en España, son diferentes. Por ello, al estudiar la opresión de las mujeres,<br />

en un tiempo y un espacio cultural, debemos incluir identidades estructurales como la identidad de<br />

sexo-género, la identidad socio-profesional y la identidad étnico-nacional .<br />

Pongamos un ejemplo práctico. Las inmigrantes que viven en España, procedentes del Magreb,<br />

República Dominicana, Perú, Ecuador, o Filipinas podrían enseñarnos mucho sobre lo que significa<br />

ser “otra mujer”, en este caso con una etnicidad “poco valorada” en España. Las mujeres<br />

inmigrantes se insertan en condiciones de precariedad básicamente en dos sectores: el servicio<br />

doméstico y la prostitución.<br />

En un informe publicado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales titulado “Mujer, inmigración<br />

y trabajo”, se denuncia que las inmigrantes procedentes de países empobrecidos están sometidas a<br />

“situaciones propias de regímenes de servidumbre, que a veces rayan la esclavitud” . Algunos de los<br />

resultados de este Informe sobre las inmigrantes son estremecedores:<br />

- El 81 % trabajan sin papeles.<br />

- Cobran de media 3.38 euros frente a los 6 euros/hora de una española. Es decir, necesitan trabajar<br />

casi un 50 % más que las españolas para ganar lo mismo.<br />

- Jornadas laborales medias más largas que las españolas, sobre todo las internas.<br />

- Con mayor frecuencia sufren insultos, desprecios, maltratos y abusos sexuales.<br />

- 150.000 son prostitutas. En los clubes de carretera representan el 90 %.<br />

¿Basta la identidad de sexo-género para explicar la opresión de las mujeres inmigrantes en el<br />

servicio doméstico?<br />

No, hay que estudiar cómo funcionan la identidad étnico-nacional y socio-profesional. En el modelo<br />

económico actual, el mercado aprovecha las segmentaciones de la población para obtener mayores<br />

plusvalías. Las mujeres inmigrantes, sobre todo las “sin papeles”, engrosan las filas de los en<br />

precario. Las mujeres españolas se integran en el mercado laboral en condiciones peores que los<br />

varones. No son sustituidas por hombres: son sustituidas fundamentalmente por “otras mujeres” –<br />

otra clase, otra etnia, otra nacionalidad- que cobran aún menos que las españolas por el mismo<br />

trabajo.<br />

VI. Un ejemplo etnográfico. Intraútero: géneros proyectados y sexos pre-vistos<br />

Los Manuales de Embriología y Obstetricia suelen referirse al feto como producto biológico.<br />

Indudablemente el sustrato corporal es un material biológico. Sin embargo, la formación fetal se ve<br />

afectada en cantidad y cualidad por diversos elementos extra-fetales que, junto a sus propias<br />

posibilidades genéticas, condicionarán sus características en el nacimiento .<br />

No sólo la formación física (material) del feto responde a las coordenadas históricas y culturales,<br />

sino también la forma de pensarlo. Esta forma de pensar el feto en cada cultura proyecta<br />

significados que nos hablan de la lógica cultural y las bases que sustentan el sistema social. Voy a<br />

poner un ejemplo en dos sociedades muy cercanas y que mantienen relaciones comerciales:<br />

1. Entre los dobu (patrilineales), se cree que el semen es leche de coco expulsada que “[...] al<br />

penetrar en el vientre de la mujer provoca la coagulación de la sangre y da forma al feto...” (Hoebel,


1985:341). Piensan en el cuerpo de la mujer como un “receptáculo”, igual que lo hacían Aristóteles y<br />

las teorías monoseminales que sustraían a la mujer su capacidad generativa.<br />

2. Entre los trobiandeses (matrilineales) el padre no desempeña ningún papel en la fecundación. “<br />

[...] el espíritu de un antepasado del clan penetra en el vientre de la mujer cuando ésta se está<br />

bañando en la laguna” (Hoebel, 1985:341).<br />

En el año 2000 recibí el encargo de redactar dos capítulos para la Enciclopedia de Andalucía, uno<br />

de ellos sobre las costumbres relativas al embarazo, parto y puerperio en Andalucía. Al iniciar el<br />

trabajo de campo me sorprendió la gran cantidad de técnicas adivinatorias del sexo del feto. Va de<br />

suyo que el conocimiento del sexo de la futura persona es extremadamente importante y<br />

“políticamente significativo”.<br />

Entonces clasifiqué estos signos y señales para distinguir el sexo fetal en fases del ciclo lunar,<br />

adivinaciones por azar, características maternas y características fetales. Algunas características<br />

fetales para pre-ver el sexo fetal eran el tiempo de gestación cuando se inicia la percepción de los<br />

movimientos fetales (M.F.) y su número, y la frecuencia cardíaca fetal (F.C.F.). En todos y cada uno<br />

de estos casos ya está prevista una diferencia y una jerarquización sexual.<br />

Esto ilustra cómo nuestra cultura piensa la superioridad del macho y cómo se “naturaliza” la<br />

diferencia entre los sexos desde la vida intrauterina.<br />

En relación con la percepción de los movimientos fetales, que nuestra tradición establecía entre el<br />

tercer y cuarto mes de gestación, se creía adivinar el sexo fetal. La literatura médica establecía que<br />

las partes espermáticas, las primeras en el desarrollo embrionario, completaban su formación en<br />

treinta días en los machos y en cuarenta días en las hembras. Las partes carnosas del feto,<br />

pensadas como procedentes de la sangre menstrual, se perfeccionaban en el varón al tercer mes y<br />

en la mujer al cuarto mes. Cuando el feto alcanzaba la perfección, comenzaba a moverse.<br />

“De la teoría expuesta se derivaba que los fetos masculinos iniciaban su movilidad de forma más<br />

precoz que los femeninos” (Tena, 2002) . Y esto es coherente con nuestro mito de origen que asigna<br />

un tiempo generativo anterior a Adán.<br />

También la cuantificación de los movimientos habla del sexo fetal: Si un feto se movía mucho es<br />

porque era varón, algo que aún se escucha en las consultas de embarazo. Si reflexionamos sobre<br />

cómo educamos de forma diferencial a los niños y las niñas, cómo se ejercitan de modo diferente<br />

sus cuerpos mediante los juegos asignados según los sexos, y cómo esto se traduce en la edad<br />

adulta en un diferencial en el dominio del espacio y el movimiento , entenderemos cómo<br />

proyectamos sobre los fetos características que nada tienen que ver ni con hormonas ni con<br />

genes. Estamos mostrando cómo la teoría “científica” y la tradición popular legitimaban y legitiman la<br />

superioridad masculina. “Lo que subyace bajo la teoría y las creencias es la mayor perfección del<br />

varón sobre la mujer. Supone una proyección al sistema explicativo sobre el sexo del recién nacido<br />

de la división de sexo-género de la sociedad y de las supuestas características “naturales”<br />

correspondientes a cada género. A saber, la “naturalización” de cualidades atribuidas al varón como<br />

la mayor agilidad, movilidad o mayor dominio del espacio y la no menos “naturalizada” pasividad de<br />

la mujer “ (Tena, 2002:). Parece anacrónico, pero aún se escucha en las consultas de embarazo.<br />

VII. A modo de conclusión<br />

A través de las instituciones más importantes de nuestra cultura –la familia, la escuela, la iglesia, el<br />

estado, el derecho, la ciencia, entre otras- los individuos, hombres y mujeres, hemos sido<br />

enculturados dentro de los esquemas de nuestro sistema de sexo-género. Estas prácticas de<br />

enculturación, ocultas bajo diversos velos, dificultan la percepción del incansable trabajo cultural<br />

realizado, aún desde la vida fetal, para construir a hombres y mujeres como cuerpos, sexos, géneros<br />

y sexualidades diferentes pero complementarias. La construcción descansa en la añeja y perversa<br />

idea de “la verdad de la naturaleza humana”.<br />

La relación entre sexo y género es homológica (Mathieu, 1989) y nuestros genitales externos son<br />

genitales culturales. Quiere esto decir que por nacer macho o hembra tendremos pre-vistos<br />

culturalmente distintas posiciones, derechos, obligaciones, símbolos, sexualidades...: un neonato<br />

con pene, un macho, tiene reservado culturalmente una ventajosa posición en la estructura social,<br />

las esferas económica y política, y el universo simbólico. Por el contrario, nacer sin pene–dato<br />

políticamente más significativo que nacer con vagina- se traduce en inferiores posiciones en la<br />

estructura social, en las esferas económica y política, y en el universo simbólico.<br />

Y todo ello nos es informado como “natural”. Sin embargo, resulta prometedor desde el punto de<br />

vista intelectual descubrir cómo todas las instituciones culturales apoyan desde muy temprana edad,


incluso desde la vida fetal, un delicado proyecto: que los hombres y las mujeres seamos “diferentes”.<br />

¿Por qué tanto esfuerzo si el destino denuestra diferencia es lo natural?. ¿Por qué utilizar distintos<br />

adornos y vestidos, maquillajes y peinados, dietas y cirugías, juegos y profesiones?. ¿Por qué ese<br />

interés en mostrar de forma “artificial” que los cuerpos son tan diferentes?. ¿Por qué ese continuo<br />

bombardeo de libros que “explican” las diferencias entre hombres y mujeres con títulos tan<br />

impactantes como: “Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas”, “Las<br />

50 diferencias entre los hombres y las mujeres”.<br />

Nuestro sistema es un sistema basado en la diferencia jerárquica: Es un modelo donde se piensa la<br />

superioridad del hombre sobre la mujer (machismo), del blanco sobre el negro (racismo), del<br />

nacional sobre el extranjero (xenofobia), del heterosexual sobre el homosexual (homofobia). Nuestro<br />

sistema fabrica y necesita las diferencias.<br />

El poder circula en esas diferencias. No puedo aportar una respuesta definitiva a cuál o cuáles son<br />

las causas de la opresión de las mujeres, pero a lo largo de esta Ponencia hemos planteado algunas<br />

pistas sobre los mecanismos de explotación de las mujeres: económicos, políticos, sociológicos,<br />

sexuales, ideológicos y simbólicos. En general, la pobreza y el analfabetismo afectan más a las<br />

mujeres; éstas presentan mayores tasas de desempleo y menores sueldos; sufren con mayor<br />

dureza los efectos de las catástrofes naturales; sus cuerpos son objeto de mutilaciones, acosos,<br />

maltratos, violaciones y celebraciones de victorias bélicas; en numerosas culturas se las piensa<br />

como “inferiores”, “impuras”, “malas”; se prohíbe que gestionen sus bienes y sus cuerpos, que<br />

accedan a la educación, al espacio público y al trabajo remunerado en igualdad de condiciones. En<br />

España, la proporción entre mujeres y hombres con depresión es 2:1, y las consecuencias más<br />

graves de la depresión, el intento de suicidio, afecta en mayor número a las mujeres . Son sólo unos<br />

pocos datos que muestran cómo esa opresión se traduce en la realidad social. El Programa de las<br />

Naciones Unidas para el Desarrollo, ya en 1993, denunciaba: “Ningún país trata a las mujeres tan<br />

bien como trata a los varones, lo que es un resultado decepcionante después de tantos años de<br />

discusiones sobre la igualdad entre hombres y mujeres, de tantas luchas femeninas y de tantos<br />

cambios en las legislaciones nacionales” .<br />

Como matronas, que trabajamos con mujeres y familias, debemos comenzar por auto-criticarnos por<br />

nuestro marcado biologicismo. Las mujeres no son sólo categorías biológicas: Son un producto<br />

histórico y cultural. Para analizar y entender los mecanismos de su opresión y explotación debemos<br />

formarnos en teoría feminista. Por otro lado, debemos desmitificar la “maternidad” y no incurrir en lo<br />

que Silvia Tubert (1991:167) señala cuando dice que la cultura patriarcal “[...] fija a la mujer en su<br />

papel reproductor y le niega toda otra posibilidad de representación”.<br />

Las mujeres son más que madres reales o potenciales.<br />

Quisiera terminar con unas palabras esperanzadoras de la antropóloga sueca Britt-Marie Thurén<br />

(1992:52): “[...]<br />

Es importante recordar que siempre existe la posibilidad de que lo que no ha existido nunca pueda<br />

empezar a existir. Esto ha pasado con muchos fenómenos en la historia de la humanidad [...]Por lo<br />

tanto, se equivocan tanto las feministas que buscan con desesperación algún matriarcado que haya<br />

existido realmente para poder mantener las esperanzas, como los anti-feministas, que se complacen<br />

con la aparente inevitabilidad de la dominación del hombre”.<br />

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