única parte

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Steve cuenta con la suerte de tener descargados un par de juegos en su teléfono, y Eddie sufre la desgracia de haber perdido su plan de internet media hora antes, sin recibir aviso alguno de que su único entretenimiento estaba pronto a vencer y dejarlo en una de las peores circunstancias en las que ha podido encontrarse luego del incidente de su pueblo natal.

Los dos están aburridos en sus lugares y en el fondo están necesitando saber cuándo es que todo este circo que protagonizan se va a acabar. Un suspiro se escurre de sus labios individualmente, pero al mismo tiempo, y cualquiera que mire la escena desde una perspectiva ajena encontraría sumamente gracioso lo que sucede entre ellos dos: cada uno en el cubículo de un baño de restaurante, uno al lado del otro, con las espaldas pegadas a los laterales del compartimiento y con una pierna rebotando al unísono en un claro gesto de desesperación sincera.

Están cansados de esa noche, quieren regresar a sus casas y les molesta inmensamente saber que todavía no pueden salir, por lo menos no hasta que alguien los rescate o las razones por las que están allí encerrados en primer lugar se desvanezcan de la faz de la tierra.

Steve está en una cita, o por lo menos estaba en una hasta el instante en que la chica con la que estuvo intercambiando mensajes durante la semana entera a través de la aplicación de mensajería y citas, decidió abrir la boca y un olor peculiar salió de su cavidad.

Hizo todo lo posible por dejarlo pasar, por fingir que no se trataba de un inconveniente con relevancia, hasta el punto en el que aguantó la respiración en más de una ocasión, con la esperanza de que así podría aminorar el repugnante olor que emanaba de ella con cada palabra que soltaba. Y lo intentó, Steve realmente lo hizo, pero sus pulmones no llegaron a aguantarlo por demasiado tiempo y pronto, su rostro estaba tomando un color poco natural y definitivamente rojo.

No entiende qué fue lo que hizo tan mal para terminar en una circunstancia como esa y una parte de él llega a sentirse extremadamente culpable por el hecho de que, por un inconveniente como el mal aliento —que supone que no se trata de ningún hábito de ella y solo un episodio desafortunado para ambos— ya no le guste tanto Heather como lo estuvo haciendo durante el tiempo en que estuvieron hablando por mensajes.

No quiere será así de superficial, así de quisquilloso considerando que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que consiguió una cita —un completo contraste a sus años después de la secundaria, en los cuales salía casi todos los fines de semana con chicas que nunca parecían ser las indicadas—, pero es que no puede evitarlo, no cuando no se trata solamente de su mal aliento, sino también, del hecho de que Heather no se parece a las fotografías que tiene en su perfil de Tinder.

Sí, su rostro es el mismo en la medida de lo posible, pero la forma de su nariz es completamente distinta y los mechones azul eléctrico que adornan su abellotado definitivamente no son algo que haya expuesto en ninguna de esas imágenes. Steve quiere creer que son extensiones o algo parecido y, aun así, su necesidad de justificarla no impide que la decepción se abra paso en su espíritu y lo colme de algo bastante parecido a la desolación e idéntico a la desilusión.

Durante esas semanas que estuvo platicando con ella, realmente pensó que ella podría ser la indicada, estaba casi seguro de que lo era, pues había estado interactuando con varios chicas dentro de la aplicación, rechazando a las que fueran menores que él, haciendo muecas de indignación a las que pedían fotografías de él desnudo y quedando un poco horrorizado con las mujeres demasiado mayores que pedían por cosas que Steve definitivamente no podía darles por muy atractivas y educadas —no todo el tiempo— que llegaran a ser.

Había perdido las esperanzas hasta cierto punto, hasta que se topó con Heather y las cosas parecieron ir por un rumbo agradable hasta que dejaron de parecerlo. Ahora, no le queda nada más que la decepción y el hecho de estar atrapado en un cubículo de baño, sintiéndose un completo cobarde por no haber dejado las cosas claras y haber preferido esconderse hasta que la muchacha se dé cuenta de que no va a regresar y que esto es lo último que sabrá de él por lo que les queda de vida.

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