Curiosidades

Lo que sabemos de las cosquillas (y cómo es posible evitarlas)

¿Sirven para algo? ¿Por qué no todos los animales las tienen?
cosquillas
¿Para qué necesitas tener cosquillas en la planta de los pies?Cordon Press

Pese a que casi todos podemos ser víctimas de ellas, aún no tenemos ni idea de por qué tenemos cosquillas. Es un mecanismo extraño que incluye la participación de varias cosas a la vez: los sentidos, varias zonas del cerebro y, lo más importante, alguien que te las haga. Porque tú no puedes hacértelas a ti mismo.

¿Todas las cosquillas son iguales?

Para empezar, hay dos tipos de cosquillas. La primera la tenemos en común con muchísimos animales: es esa sensación de picor, hormigueo y sensación intensa y hasta desagradable. Se llama knismesis, y es la razón por la que más odias a las moscas a la hora de la siesta.

La teoría predominante es que la knismesis es un rasgo evolutivo perfecto para reaccionar al instante ante una situación de alarma o peligro potencial. Por ejemplo: escorpiones, arañas, insectos venenosos y toda la cantidad de cosas pequeñas que no quieres tener sobre tu piel. Por eso las moscas pueden ser más efectivas a la hora de estropearte la siesta que el ruido de las obras de la calle: es una alerta instantánea e inmediata.

Menos extendidas en la naturaleza están las que nos hacen reír. La gargalesis, que se halla únicamente en humanos y en primates, los simios con los que compartimos mucho más que antepasados comunes. Y que pudo surgir, según una de las teorías más extendidas, para fomentar vínculos sociales, algo bastante útil cuando vives en manada y el mundo exterior es hostil.

En los humanos, en concretos, la gargalesis estimula la risa, que es otra de nuestras respuestas más complejas y desconocidas. Y sabemos que reírse estimula a todos los participantes en un juego o situación similar a prolongarlo. Así que un puñado de críos y familiares haciéndose cosquillas entre ellos formaría parte de ese fortalecimiento de lazos que necesitamos los animales sociales para sobrevivir.

¿Por qué nos hacen reír?

Respuesta corta: no tenemos ni idea. Respuesta corta dos: puede que sea parte de nuestro entrenamiento de combate. Que, respuesta larga, es una de las ideas que se barajan para explicar tanto la función de las cosquillas como el origen de nuestra risa. Las cosquillas provocan una respuesta extrema en zonas de nuestro cuerpo que no están directamente relacionadas con la sensibilidad de la piel. Si así fuera, las palmas de las manos sería nuestro punto más vulnerable. Pero, ¿las axilas? ¿Las plantas de los pies, preparadas para que caminásemos siempre descalzos entre rocas y multitud de terrenos chungos? ¿Los lados del torso? ¿El cuello? ¿Ciertas articulaciones?

Vaya, si son las zonas de nuestro cuerpo más vulnerables. Las que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte cuando te ataca un bicho salvaje. De ahí la teoría de que la gargalesis sea una forma evolucionada de esa sensación antibichos que mencionábamos antes. Y que la risa surgiese como jadeos exacerbados de juegos infantiles, un “basta, me estoy quedando sin aliento” entre cachorros competitivos que juegan para aprender a matar y que no les maten. Y luego aprenderíamos a reír aparte, sin necesidad de tener a otra persona que nos haga cosquillas, pero eso ya es otra historia evolutiva.

¿Y por qué no nos podemos hacer cosquillas a nosotros mismos?

Esta es más o menos fácil. El cerebro de niños y adultos es capaz de rastrear nuestro propio movimiento: es útil saber dónde tienes tu mano o tu pierna en un momento dado. Las cosquillas incluyen un factor de sorpresa, de no saber por dónde te va a venir la sensación. Así que intentar hacerte cosquillas no funciona: ya sabes dónde te vas a tocar y, de hecho, la actividad cerebral relacionada con las cosquillas decae cuando intentas hacértelas a ti mismo. Es como hacerte trampas al solitario. No funciona (excepto en ciertos casos de esquizofrenia y síntomas esquizotípicos).

Y también demuestra que las cosquillas van por su propia carretera de lo sensorial: imagínate que la masturbación no funcionase porque tu cerebro supiese que eres tú el que se toca.

¿Se pueden evitar las cosquillas?

La doctora Emily Grossman, una divulgadora británica, explica visualmente en este vídeo del Royal Institute cómo evitar las cosquillas.

Utilizando el mismo truco que evita que nos las hagamos a nosotros mismos: pon las manos sobre las manos del que te intente hacer cosquillas y conseguirás eliminar ese factor sorpresa y alarma. Tu cerebelo ya sabrá por dónde van a venir las cosquillas y te convertirás en una criatura inmune a las mismas.

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