El redescubrimiento de la predicación expositiva | Richard L. Mayhue


La autenticidad de la predicación bíblica se empaña de modo significativo debido a que los comunicadores contemporáneos están más preocupados de la relevancia personal que de la revelación de Dios. La Escritura inequívocamente requiere una proclamación centrada en la voluntad de Dios y en la obligación que tiene la humanidad de obedecer. 

El patrón expositivo se recomienda a sí mismo, mediante hombres totalmente comprometidos con la Palabra de Dios, como predicación que es fiel a la Biblia. La exposición presupone un proceso exegético que extrae el significado que Dios le dio a la Escritura y una explicación de ese significado en una manera contemporánea. Es necesario recapturar la esencia bíblica y el espíritu apostólico de la predicación expositiva en el entrenamiento y la predicación de hombres que están dedicados a «predicar la Palabra».

El Seminario de Maestros se une a otros en aceptar la urgente responsabilidad de trasmitir el legado paulino de «predicar la Palabra» (2 Ti 4:2). Este volumen señala un esfuerzo por inspirar en los predicadores del siglo veintiuno un patrón de predicación bíblica heredado de sus predecesores.
Cada generación sufre las críticas circunstancias que Amós le profetizó a Israel: «He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová» (Am 8:11). Los siglos recientes han probado nuevamente esta necesidad.

UN REPASO DE LAS TENDENCIAS RECIENTES

En una explicación de Hebreos 8:10, el comentarista puritano William Gouge (1575–1653) destacaba: Los ministros han de imitar a Dios y realizar su mejor esfuerzo para instruir al pueblo en los misterios de la santidad y enseñarles qué creer y practicar, para entonces conducirlos a obrar, de que practiquen lo que se les enseñó. De otra manera es posible que su labor sea en vano. El no hacer esto es una de las razones principales por las cuales muchos hombres caen en tantos errores como lo hacen en estos días.

A este editorial de Gouge, Charles Spurgeon (1834–1892) añade una palabra acerca de la Inglaterra del siglo diecinueve: Podría añadir que esta última declaración ha adquirido más fuerza en nuestros tiempos; es entre los rebaños no instruidos que los lobos del papismo crean caos; la enseñanza sólida es la mejor protección contra estas herejías que causan desolación a diestra y siniestra entre nosotros.

Juan Broadus (1827–1895) también lamentaba la muerte de la buena predicación en los EE.UU., y G. Campbell Morgan (1863–1945) notó: La obra suprema del ministro cristiano es la obra de la predicación. Este es un día en el cual uno de nuestros mayores peligros es hacer un millar de cositas mientras ignoramos una cosa, la predicación.

Los siguientes lamentos, típicos de la época, muestran que las cosas habían mejorado muy poco para la mitad de siglo: Excepto por la creciente mundanalidad de sus miembros, el púlpito es punto débil de la iglesia.

Pero la gloria del púlpito cristiano es un brillo prestado […] La gloria se está marchando del púlpito del siglo veinte de forma alarmante […] A la Palabra de Dios se le ha negado el trono y se le ha dado un lugar desmerecido. Empero todavía es cierto que «cualesquiera sean las señales del púlpito contemporáneo, la centralidad de la predicación bíblica no es una de ellas».

En una tradición enfocada en la centralidad de la Palabra escrita, pocos temas son más importantes que la interpretación y la proclamación de esa Palabra. Todo el mundo enfatiza la necesidad de una exégesis sólida del texto, pero pocos tienen la pericia para proveer tal exégesis y predicar efectivamente en base a la misma.

Para mediados de los años ochenta se reunió el Congreso Nacional sobre Exposición Bíblica para demandar el regreso a la verdadera exposición bíblica. El tema del congreso demandaba que la iglesia estadounidense volviera a la verdadera predicación bíblica o de otra manera, el mundo occidental continuaría su descenso hacia una cultura desvalorizada. Os Guiness, comentando acerca de la singularidad de los EE.UU. en la cultura contemporánea, declaró preocupado que: «En todos mis estudios todavía no he visto una sociedad occidental en donde los bancos de la iglesia estén tan llenos y los sermones tan vacíos».

El estudio de John MacArthur acerca de los patrones de predicación a finales de los años ochenta, le llevó a observar: Específicamente, la predicación evangélica debe reflejar nuestra convicción de que la Palabra de Dios es infalible. Con demasiada frecuencia no es así, Es más, hay una tendencia perceptible en el ambiente evangélico contemporáneo a apartarse de la predicación bíblica y arrastrarse hacia un acercamiento temático en el púlpito basado en la experiencia y el pragmatismo.

En los albores de los noventa, parece surgir un ímpetu irresistible a enfocar el púlpito a lo relevante. Siegfried Meuer alertó a los cristianos en los años sesenta en cuanto al mismo «peligro contemporáneo». Él comparó la dirección de sus días a las tendencias anteriores de Harry Emerson Fosdick, quien en la década del veinte escribió: «El sermón es aburrido porque no tiene conexión con los verdaderos intereses del pueblo […] El sermón debe ocuparse de un verdadero problema»15. Meuer aseveró que Fosdick abrió las puertas para que la filosofía y la psicología inundaran el púlpito moderno con incredulidad.

La filosofía de Fosdick suena alarmantemente parecida al consejo ofrecido en una reciente publicación acerca de la relevancia en la predicación contemporánea: Las personas que no asisten a la iglesia hoy en día son los consumidores definitivos. Quizás no nos guste, pero por cada sermón que predicamos, ellos preguntan: «¿Estoy interesado en ese tema o no?» Si no lo están, no importa cuán efectiva sea su exposición; sus mentes se marcharán.

La conclusión implicada es que los pastores deben predicar lo que el pueblo desee escuchar en lugar de lo que Dios ha proclamado. Ese consejo activa la alarma de 2 Timoteo 4:3, que advierte: «Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias».

¿Cuál es la respuesta adecuada? Declaramos que estriba en el redescubrimiento y la reafirmación de la predicación expositiva para la generación venidera de predicadores que enfrentarán todas las oportunidades espirituales y los obstáculos satánicos de un nuevo milenio. Concordamos con la evaluación de Walter Kaiser: Independientemente de qué nuevas directrices y énfasis se ofrezcan con regularidad, lo que hace falta, sobre todo, para hacer que la Iglesia sea más práctica, auténtica y efectiva, es una declaración de las Escrituras con un nuevo propósito, pasión y poder.

_____________________

Mayhue, R. L. (2009). El redescubrimiento de la predicación expositiva. (J. A. Q. Ortiz, Trad.) (pp. 19–23). Nashville; Dallas; México DF; Río de Janeiro; Beijing: Grupo Nelson.

Comentarios