El Descubridor y El Fundador

ebook Bogotá, biblioteca digital

By Soledad Acosta de Samper

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El Descubridor y El Fundador son dos de las pequeñas biografías que Soledad Acosta de Samper dedicó a los personajes históricos relacionados con Colombia, colección que contaba con los siguientes avisos:
Biografías de hombres ilustres o notables, relativas a la época del Descubrimiento, Conquista y colonización de la parte de América denominada actualmente Estados Unidos de Colombia por doña Soledad Acosta de Samper.
La patente de privilegio, dada el 12 de diciembre de 1882, estaba firmada por Francisco Javier Zaldúa, presidente de Colombia y por el respectivo secretario de fomento, Felipe F. Paúl.
En la breve biografía de Colón, conforme al comienzo de las revisiones propias de su época, la autora trata de cuestionar conceptos dogmáticos: ¿Cristóbal Colón descubrió el continente americano o hubo otros navegantes antes que él?, como abrebocas.
El revolucionario inicio de su tesis pronto queda cobijado bajo el manto eufemístico de las explicaciones tranquilizadoras. El reto intelectual baja el tono y decide orientar sus notas hacia la obediencia conceptual y punto.
La autora escribió:
Puede decirse realmente que la ciencia, como la comprendemos hoy, no data sino del siglo XV; y aún los vislumbres que antes de aquella época se tenían, no habían bajado a las masas, y sólo vivían en la mente de algunos seres privilegiados.
La armazón de su prosa, entre poética y literaria, crea una apología que justifica al despistado almirante, que nunca supo en donde desembarcó. Parece que el objetivo de Acosta es salvar la imagen de una época desvencijada. Ella promueve la piadosa mentira con puntual religiosidad. Colón se convierte en descubridor y Europa disimula su ignorancia. El Colón que navega entre su tintero es un irrepetible héroe y mártir que merece un tributo perenne.
El escrito, desde la óptica moderna, abre una brecha para insertar la polémica histórica.
La segunda parte presenta un bosquejo biográfico titulado Gonzalo Jiménez de Quesada, conquistador del Nuevo Reino de Granada.
Jiménez se convierte, por obra y gracia de sus talentos literarios, en un cruzado invencible que enfrentó a la naturaleza, las fieras y las enfermedades. El paladín colocó, iluminado por su varonil luz interior, el fuego civilizador dentro de una comunidad de salvajes ateos.
Doña Soledad lo describe, según su imaginación, así:
Quesada rayaba en los cuarenta años entonces: no era muy alto, pero sí fuerte y ágil, audaz y parco en la guerra, sufrido y paciente en los trabajos, atento y comedido con sus soldados, pero rígido por extremo cuando la disciplina lo demandaba así.
Y luego la justificación de la brutalidad, previa al etnocidio, por parte del temerario soldado-jurista: “Si fue injusto y cruel algunas veces, no lo fue por temperamento, sino acaso porque lo creyó necesario, según las costumbres y las ideas de su tiempo”.
La ingenuidad de doña Soledad, tan dueña del espíritu foráneo que caracterizó a las elites intelectuales del siglo XIX colombiano, convierte su bosquejo en lo que algunos eruditos denominan una “rareza bibliográfica”.
El volumen es divertido y ameno. Fue compuesto con la claridad que retrató al tormentoso proceso del aprendizaje nacional. Algunos jamás lo olvidarán porque lo repasaron a punta de férula. Doña Soledad redactó “según las costumbres y las ideas de su tiempo”, lo que convierte su serie de biografías en tema de estudio.
El Descubridor y El Fundador