Madrid

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, regresó ayer del horror de Bombay. Una hora y media después de bajarse del avión que la trajo de vuelta a España, vía Zurich, confesó que el miércoles nunca pensó estar viviendo un atentado terrorista, aunque, en medio del caos que se desató en el hotel Oberoi Trident, llegó a perder los zapatos y pisó «bastante sangre» mientras trataba de escapar del lugar.

A su llegada al aeropuerto fue recibida por su marido y sus hijos, y pudo hablar con su madre de esta experiencia, de cuyo peligro dijo que no fue totalmente consciente hasta que leyó la prensa internacional en el avión y supo que la oleada de atentados había dejado un saldo de al menos 120 muertos y tres centenares de heridos.

Con buen aspecto, aunque sin cambiarse de ropa en las últimas 24 horas, Aguirre fue recibida en la sede del Gobierno por sus consejeros con besos y abrazos. La presidenta, muy tranquila, preguntó a su equipo, en tono de broma, «qué es lo que pasa» y si «hoy (por ayer) no se celebra el Consejo de Gobierno» habitual de los jueves.

La Presidenta relató que hacia las diez menos cuarto de anteanoche, hora local, la delegación madrileña llegó al hotel, donde «todos» pasaron por el arco de seguridad y fueron recibidos por el personal con el tradicional «punto rojo en la frente, el collar de pétalos de rosa» y un zumo. En el vestíbulo, Aguirre se encontró con el alcalde de Majadahonda, Narciso de Foxá, que no formaba parte de la delegación, pero estaba allí para repatriar el cadáver de un hermano, fallecido el día anterior.

La presidenta, amiga de Foxá desde la infancia, dijo que estaba escuchando el «dramático relato» del regidor cuando percibió «un ruido de cristales que caían del techo» que se tornó en «una ráfaga de metralleta, un tiroteo continuo, seguido de una gran confusión entre el personal, que corría en medio de gritos y empujones».

El Alcalde y ella se refugiaron detrás del mostrador de la recepción y, «cuando arreciaron los tiros», escaparon por la cocina del hotel, desde donde alcanzaron la calle, no sin que antes Aguirre perdiera una de las alpargatas que acostumbra a ponerse entre actos.

«Pisé bastantes charcos de sangre, pero no vi terroristas, armas ni muertos, solo una mujer herida», explicó Aguirre, que alcanzó la calle medio descalza y subió a un coche junto a tres integrantes de la delegación y el propio Foxá. «Sólo fuimos conscientes de lo que sucedía cuando vimos el pánico en sus caras», añadió.

Mientras, el resto de la delegación pudo escapar por otra puerta del hotel para alcanzar el malecón de la playa, donde «la Policía les cercaba y no les dejaba moverse».

El peor momento que Aguirre vivió el miércoles fue cuando su coche quedó atrapado en un atasco cerca del aeropuerto de Bombay porque acababa de explotar un coche-bomba y pensó: «Aquí nos hemos quedado y, encima, no estamos libres de que haya otra bomba».

Aguirre logró finalmente tomar un avión hacia Zurich y fue entonces cuando se calzó los zapatos de tacón que ayer lucía encima de unos calcetines que se puso en Suiza porque «había 6 grados bajo cero».

Ahora, dijo, espera «dormir un poquito» y descansar, aunque apuntó con ironía que, «cuando se acerque el final de noviembre o el mes de diciembre, pienso poner en casa un antideslizante en la ducha», pues en esta época fue cuando ocurrió el aparatoso accidente de helicóptero que sufrió con Mariano Rajoy en Móstoles, hace tres años.