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Carmelo Jordá

Cómo puede ganar y cómo puede perder Abascal su debate

Ganar, al cabo, no es tan difícil: basta con que Abascal –¡y Vox!– vuelvan a ser los que eran hace poco más de un año.

Ganar, al cabo, no es tan difícil: basta con que Abascal –¡y Vox!– vuelvan a ser los que eran hace poco más de un año.
Santiago Abascal, en una entrevista en televisión. | Flickr/CC0/VOX España

Hasta el pasado día diez, la campaña del PP –por entonces todavía precampaña–estaba pasando sin grandes penas pero tampoco sin demasiadas glorias. En esa noche, el debate entre Feijóo y Sánchez cambió el panorama y desde entonces los populares han consolidado una subida constante, que les ha colocado ya por encima de 150 escaños en muchos sondeos y en una trayectoria ascendente que, con casi una semana por delante, podría darles un resultado –¿160 diputados?– que ni los más optimistas de Génova habrían soñado hace sólo unos meses.

Por el contrario, para Vox la campaña está siendo un camino de espinas: su política de comunicación es incomprensible, por decirlo de una forma suave, y parece que el partido está volviendo a cometer el mismo gran error que ya les llevó a dos resultados muy malos en las autonómicas de Madrid y en las de Andalucía: un enfrentamiento directo contra el PP que acaba beneficiando a los populares. Así, los sondeos colocan a Vox en un resultado poco menos que paupérrimo: todos muy por debajo de los 52 diputados que obtuvo en 2019 y algunos incluso con menos de 30.

Sin embargo, este miércoles Santiago Abascal tiene la oportunidad de revertir esa trayectoria o, al menos, frenar en seco lo que empieza a parecer un desplome: el debate con Pedro Sánchez y Yolanda Díaz puede tener para su partido un efecto similar al que ha tenido el anterior para el PP… si Abascal sabe aprovecharlo.

Y es una oportunidad única: él sólo frente a los dos líderes de los dos partidos de extrema izquierda y sin Feijóo al lado, lo que le facilitará ser el rival directo tanto de Sánchez como de Díaz y alejará, espero, las tentaciones de seguir confrontando con el líder de los populares.

Pero como toda oportunidad, ésta esconde también riesgos: si el de Vox incide en los mensajes más desnortados que está lanzando su partido sobre cuestiones económicas o políticas, como su ataque de este lunes a las encuestas; si se enreda en la batalla contra la "redes globalistas y Soros" que más de la mitad del electorado ni entiende ni comparte; si se empeña, en suma, en volver a ser el líder de un partido excéntrico, chillón y estrambótico que podía permitirse ser cuando estaba fuera de las instituciones pero no con 52 diputados, lo más probable es que el debate sea el golpe de gracia definitivo de un partido que puede perder casi toda su capacidad de influencia a nivel nacional.

Sin embargo, si Abascal vuelve a ser el líder razonable que ha sido durante sus mejores momentos –que no son los últimos, dicho sea de paso–; si se olvida del partido al que más critica, pero con el que quieren gobernar, si recuerda que la principal razón de existir de Vox es luchar contra esa izquierda que va a tener delante; si lucha con firmeza y sin titulares para Twitter por esos principios en cuya defensa su partido se ha distinguido como ninguno y que compartimos muchos españoles –la enseñanza en español, la batalla contra los separatismos, el mundo rural y los que cada día se ganan la vida en él…– tiene muchas posibilidades de obtener una victoria que casi toda la prensa le negará, pero que seguro que es muy rentable para Vox.

Al cabo, no es tan difícil: basta con que Abascal –¡y Vox!– vuelvan a ser los que eran hace poco más de un año.

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