Cómo ayudar a los niños a manejar el enfado: estrategias para que aprendan a calmarse

Gestión de las emociones

No puedes decirle "no te enfades", porque no lo puede evitar; pero sí puede elegir qué hacer con ese enojo

No puedo decirle a una persona “no te enojes”. No lo puede evitar.

No puedo decirle a una persona “no te enojes”. No lo puede evitar.

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Ya lo decía Aristóteles: “Todos nos enfadamos, eso es normal. Pero enfadarse con la persona justa, en el momento oportuno, y en el grado justo, ¡eso es lo difícil!” Manejar el enfado es una habilidad muy importante que deben aprender los niños para tener una vida satisfactoria, y cuanto antes lo hagan, mejor.

¿Qué son las emociones?

Las emociones son reacciones de nuestro organismo frente a un estímulo que nos brindan información muy valiosa.

Son automáticas, inevitables, inconscientes y primitivas. Es decir, no puedo decirle a una persona “no te enfades”. No lo puede evitar. Lo que sí puede hacer, es elegir qué hacer con ese enfado. Es decir, cómo manejarlo, cómo autorregular el enfado. Autorregularse significa regular de manera exitosa los impulsos, emociones, atención y comportamiento para lograr un objetivo.

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Hay 6 emociones básicas. Una manera fácil de recordarlas es con el acrónimo MATIAS:

  • Miedo
  • Alegría
  • Tristeza
  • Ira o enfado
  • Asco
  • Sorpresa

Si bien a priori puede parecer que algunas de estas emociones son negativas, otras neutras y algunas positivas, ¡son todas positivas!

Si pensamos que el objetivo de una emoción es brindar información y de alertarnos, el asco nos permite saber que una comida, por ejemplo, está en mal estado y no debemos seguir comiendo. Gracias al miedo, no nos sentamos en el borde de una ventana.

No hay que decirle al niño que no llore

No hay que decirle al niño que no llore

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Pero, a tener cuidado: cuando las emociones pueden lastimarnos, o se prolongan en el tiempo (vivir con miedo), entonces sí se convierten en tóxicas.

Algo interesante de explicarles a los niños -especialmente a aquellos que son muy impulsivos- es que primero viene la emoción y después, la acción.

Es decir, un niño se enfada (emoción), y le pega a un compañero o al hermano (acción). Para muchos chicos, ese binomio se da de manera simultánea: me enfado y te pego, y después me doy cuenta de lo que hice.

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Lo que ocurre es que el cerebro emocional o límbico responde con mayor velocidad, con respuestas impulsivas que no llegan a ser analizadas por la parte más racional del cerebro que es el neocórtex.

Lo que debo enseñarles es que de la emoción a la acción hay un tiempo, que va a ser tan corto o tan largo en función de la autoconciencia de cada niño. Es decir, si le enseño a los chicos a reconocer sus emociones, tienen un tiempo para autorregularlas antes de que salte la acción negativa (antes de que les salte la térmica).

Por ejemplo, un chico se enfada, sabe que se está enfadado porque siente sus cachetes calientes o aprieta los puños. En ese momento, puede parar, y decidir ir a tomar agua, o agarrar un poco de fuerza para descargar la tensión o el enfado, o si permite que la emoción siga creciendo y termine en una pelea. Es decir, la autoconciencia nos brinda un tiempo para hacer algo con ese enfado(calmarnos), y esa calma nos permita una respuesta más racional o controlada.

¿Por qué hacemos o decimos cosas cuando estamos enfadados y después nos arrepentimos? La amígdala es una estructura con forma de almendra que se activa con el enfado o el miedo. Una vez que se activa, entramos en una especie de secuestro emocional, que no es ni más ni menos que un desborde de emociones. En pocas palabras, nos convertimos en King Kong.

Es muy difícil pensar o tomar decisiones en ese estado. Ahora bien, la amígdala, una vez que se activó, necesita tiempo para ir bajando.

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Cuando un niño tiene una rabieta o está muy enfadado, muy frustrado o con miedo, primero debemos calmarlo y nutrirlo. Su cerebro no puede pensar con claridad hasta no estar calmado. Está en un secuestro emocional. Es King Kong. Una vez que se calmó, recién ahí podemos razonar y aprender de lo sucedido.

Niño enfadado mientras juega

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Primero hay que calmar a los niños

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El frasco de las emociones

Una buena actividad para hacer con los chicos pequeños es el frasco de las emociones. Esta actividad la deberán realizar bajo estricta supervisión de un adulto, ya que utilizaremos purpurina, que puede ser peligrosa si es inhalada por los niños. Vamos a ayudarlos a comprender cómo se manejan las emociones.

Utilicen un frasco de vidrio vacío, sin etiquetas. Coloquen agua, casi hasta arriba. Agreguen una gran cucharada de purpurina o de pegamento para pegar con purpurina. Tapen el frasco y agítenlo para que la purpurina se mezcle.

La idea es que los chicos imaginen que la purpurina representa sus emociones. Pueden ser emociones de enfado, de rabia, de frustración o de ansiedad.

Primero viene la emoción y después, la acción

Primero viene la emoción y después, la acción

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Cuando la purpurina está revuelta, es difícil ver con claridad a través del frasco; lo mismo sucede con las emociones. Pero, si bajamos el frasco, lo dejamos reposar y dejamos que la purpurina se asiente, veremos con más claridad el interior del frasco. Es decir, cuando nos calmamos, podemos ver las cosas con mayor claridad, pensar mejor y tomar mejores decisiones. Debemos enseñarles a los chicos a reconocer sus emociones y a autorregularlas.

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Lo primero que deben hacer es reconocer la emoción. Podemos preguntarles qué sienten ellos cuando se enfadan y dónde lo sienten. Por ejemplo, al enfadarse, algunos sienten calor en las mejillas, una opresión en el pecho, otros sudoración, etc.

Una vez que pueden reconocer el enfado, debemos trabajar la autorregulación. Es decir, cómo lo manejamos.

Les propongo algunas ideas que pueden compartir con ellos:

  • Respirar profundamente (sin dudas, una excelente propuesta para calmarnos rápido).
  • Contar pausadamente.
  • Salir a caminar: lo importante es poder despegarnos de la situación para poder calmarnos y pensar mejor.
  • Tomar agua.
  • Tratar de que puedan identificar la emoción: “Uy, me estoy enfadando”. Esta conversación interna debilita el secuestro emocional y les permite elegir alguna respuesta más racional.
  • Buscar alguna forma de descargarse que sea sana (no pegarle un puñetazo a la puerta, por ejemplo), pero sí correr, patear una pelota en el jardín, etc.
  • Ayudarlos a replantear la situación. No nos olvidemos que muchas de las cosas que sentimos pasan por la interpretación subjetiva que le damos a las situaciones más que por las intenciones del otro.

Como adultos, validar las emociones de los chicos es crucial. Podemos no estar de acuerdo con las emociones que sienten a veces, pero esto no es motivo para descalificar esa emoción. Lo que sí podemos hacer es mostrar nuestra empatía: “Entiendo que Juan te pegó en el recreo y que debes estar muy enfadado. Cuéntame qué pasó”. Este tipo de interacción hace que el niño se sienta comprendido.

Cuando un niño tiene una rabieta o está muy enojado, muy frustrado o con miedo, primero debemos calmarlo y nutrirlo.

Cuando un niño tiene una rabieta o está muy enojado, muy frustrado o con miedo, primero debemos calmarlo y nutrirlo.

Una lección importante que debemos enseñar es que ellos tienen todo el derecho del mundo a enfadarse, pero que eso no les da derecho a tratar mal a las personas. Es muy importante que dejemo claro qué no está permitido en casa o en el aula: insultar, faltar el respeto, pegarle a un compañero, romper cosas, etc.

¿Qué hacer cuando un niño se enfada y entra en cólera?

Lo primero es ayudarlo a calmarse a través de cualquiera de las opciones que te compartí más arriba. Una vez que se calmó, debemos hablar con él para intentar ver qué disparó ese enfado, y aprender de la situación para que pueda manejarla de una manera diferente si una situación parecida se llegara a repetir.

Más que el castigo, que es externo, lo impone el adulto y es arbitrario, lo que podría ayudarnos es trabajar con consecuencias. En vez de decirle un niño, “¿le pagaste a tu hermano? Vete a la habitación y no salgas hasta que yo te lo diga”, que genera más enfado , frustración y bronca, podemos decirle: “Le pegaste a tu hermano, y yo sé lo que te gusta jugar con él. Sería una pena que ahora él no quisiera jugar contigo”.

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Aquí la consecuencia se desprende de sus actos, deriva de su comportamiento. La diferencia puede ser sutil, pero es lo que hará que quiera mejorar su conducta por sí mismo.

Algunos niños solo se enfadarán de vez en cuando, pero otros tal vez lo hagan cada vez que no logren lo que quieran y necesitarán aprender a manejar estas situaciones.

Como adultos, validar las emociones de los chicos es crucia

Como adultos, validar las emociones de los chicos es crucia

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Ahora bien, ¿cómo enseñarles a los chicos a mantener la calma cuando las cosas no salen como ellos quieren, si nosotros mismos nos enfadamos cuando no conseguimos que ellos hagan lo que nosotros queremos?

Controlar nuestro propio enfado cuando las cosas se ponen tensas hará que les resulte más fácil enseñarles a sus hijos a hacer lo mismo.

Quiérelos cuando menos se lo merezcan, porque será cuando más lo necesiten.

Niños enfadados: a qué prestar atención

  • Comprobar que duermen bien. El cansancio hace que los niños tengan menos paciencia y se irriten más fácilmente.
  • Reafirmar a su hijo el concepto de que el enfado es normal, que todos nos enfadamos a veces, y debemos aprender a manejar estas emociones. Es parte del proceso de crecimiento.
  • Anticiparse: si por ejemplo a tu hijo le cuesta ir a dormirse cuando se le pide, acuerden un horario y pongan una alarma para avisarle que se está acercando el tiempo de ir a dormir unos minutos antes que llegue el horario.
  • Compartir con su hijo algunas anécdotas en las que se enfadaron y cuéntenle cómo haber mantenido el control hubiese sido más positivo.
  • Cuando su hijo se enfade, ayúdelo a calmarse, y entonces háblele acerca de lo ocurrido.
  • No pierdan el control sobre su propio enfado en presencia de su hijo. Modelar es una manera de enseñar y, como padres, ejercemos una influencia muy grande en ellos.

“¡Vete a tu habitación a pensar sobre lo que hiciste!”

Enviar a un niño “a pensar” para corregir esas conductas que el adulto quiere corregir no tiene ningún sentido. Se siente avergonzado o enfadado. El “ponerlos a pensar” no funciona.

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Lo que el niño necesita es que le enseñemos a calmarse, no a sentirse mal consigo mismo. Al enviarlos castigados, mostramos una relación de superioridad (adulto) - inferioridad (niño) que los enfada, los aleja, además de hacerlos sentir abandonados, lo que resquebraja su confianza en nosotros. Y, por si fuera poco, nos ponemos una coraza para poder alejarlos, lo que nos hace menos empáticos.

No se trata de mandarlos a la habitación a pensar (¿en serio creen que se ponen a pensar?), sino mandarlos a su habitación a calmarse.

Lo que buscamos es que los niños puedan tener un lugar a donde ir cuando necesiten volver a la calma. La idea es que ellos eligen si quieren ir, y lo utilicen como un lugar especial de reconexión con ellos mismos.

Podemos proveerlos de una caja con arena, un palo de lluvia, dibujos para colorear, música, o lo que ellos necesiten para volver a su estado de calma. Como padres, debemos brindarles herramientas para gestionar sus emociones, para que puedan explicar su enfado, en vez de demostrarlo.

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