Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

Licuando al ahorrista en pesos: una estrategia muy riesgosa y con final incierto

Castigar al ahorro en moneda local puede complicar más el escenario. 

Foto: archivo La Nueva.

A horas del anuncio del dato de inflación de diciembre, que se descuenta malo, el gobierno de Javier Milei sigue sin definiciones claras acerca de cual es el objetivo final detrás del impiadoso castigo a los pequeños ahorristas, quienes tratan de escapar, cual preso de Alcatraz, de la feroz licuación que los persigue.

Es que más allá de que la mayoría de los argentinos apenas puede llegar a fin de mes, los pocos que tienen ahorros, generalmente, provenientes de la venta de algún inmueble o auto, complementaban sus ingresos con la renta del plazo fijo, el vehículo más utilizado por una clase media recelosa de opciones mucho más rentables, como las que brinda el mercado de capitales, producto de la falta de educación financiera o el temor a lo desconocido.

En ese contexto, la baja de la tasa de interés por los depósitos a plazo (que pasó del 133 por ciento al 110% anual) explica el despertar de la brecha cambiaria (ver gráfico abajo), que se disparó desde el 8% a más del 30% en pocos días, esmerilando parte del principal logro del gabinete económico que encabeza Luis Caputo.

El ensanchamiento de la brecha, aunque no sea, por ahora, demasiado preocupante en comparación con el casi 200% que supo alcanzar bajo la gestión de Sergio Massa allá por noviembre, no sorprende: se sabe que en un país en un país donde la gente se espabiló a fuerza de devaluaciones, corralitos, corralones, defaults y licuaciones del más variado tipo, color, tamaño y gusto, la huida del peso es la opción más racional.

Así es como los escurridizos ahorristas tratan de pasarse al “verde”, lo que apuntala las cotizaciones de los financieros (como el dólar MEP, cada vez más conocido por el gran público) o el informal. No en vano los datos del BCRA reflejan que al 9 de enero, las colocaciones a plazo crecieron muy por debajo de la inflación esperada para el período, una de las huellas que deja la huida.

Todo parece apuntar para el lado de la dolarización o la adopción de un esquema cambiario similar a la Convertibilidad de los años 90, algo que ya estaría ocurriendo, según declaraciones del exministro Martín Guzmán.

Sin embargo, la estrategia dolarizadora necesita, precisamente, dólares. Y pese a la racha compradora de los últimos días, todavía hacen falta  U$S 41.500 millones para poder canjearlos para poder hacerla realidad, según cálculos del economista Emiliano Libman. 

Lo que puede salir mal

El gran riesgo de esta jugada es que la falta de dólares y una demanda en crecimiento producto de la huida del peso apuntale, aún más, la brecha cambiaria, a lo que se suma la aceleración inflacionaria generada por el aumento (¿reacomodamiento?) de precios relativos, en el marco de una liberalización total de combustibles, prepagas y alimentos.

En este contexto, poco tardará en desatarse la puja distributiva entre sindicatos y empresas para recuperar poder de compra de los salarios, que, de acuerdo con el legislador correntino y contador público Martín Barrionuevo, cayó nada menos que un 13% en menos de un mes de gestión actual.

Ante este cóctel de aumentos, Caputo no tendría más remedio que ensayar una nueva devaluación, lo que desataría más y nuevos aumentos de precios relativos, que derivarán, a su vez, en más inflación, una suerte de loop eterno que en la Argentina ya se sabe de memoria.

Sólo una fuerte recesión que desplome la demanda interna podría compensar ese efecto alcista y esos es, precisamente, lo que sostiene el marco teórico del Gobierno actual, que no oculta su intención de seguir por ese pequeñísimo desfiladero donde el precipcio del elevado desempleo acecha. 

Mientras tanto, pequeños ahorristas, trabajadores, jubilados y empresarios pyme tendremos que seguir haciendo cintura, como los boxeadores, para tratar de esquivar los golpes de una economía que no da tregua ni respiro.