A tiempo contra las quemaduras (I)

El aceite que saltó encima al freír, la plancha que se quedó encendida y tocó por “casualidad”, el agua caliente o la sopa que se derramó, los fósforos que dejó al alcance de los más pequeños, ese desincrustante que usó sin proteger sus manos … Dedique un minuto a pensar ¿cuántas veces se ha quemado en casa tras un pequeño descuido? Muchas más seguramente que en cualquier otro sitio.

De acuerdo con los expertos, el mayor por ciento de las quemaduras que se atienden en los hospitales se producen en el hogar, y si bien muchos de estos accidentes domésticos no tienen gran importancia, otros sí pueden acarrear consecuencias de gran envergadura para la salud e incluso causar la muerte. Por ello es necesario no solo el saber cómo actuar, sino tener presente que evitarlos es esencial.

Sobre las quemaduras, Granma dialogó con el doctor Rafael Rodríguez Garcell, especialista de II grado en Cirugía Plástica y Caumatología, del Hospital Hermanos Ameijeiras, quien parte de explicar que la piel es el órgano más grande de todo el cuerpo, representa alrededor del 15 % del peso corporal del individuo y es vital para el cuerpo humano por las múltiples funciones que cumple en el organismo.

Al ser la barrera de comunicación con el medio externo, y gracias a sus complejos mecanismos celulares e inmunológicos, nos protege de infecciones, temperaturas extremas y lesiones como golpes y quemaduras, regula el metabolismo y la temperatura corporal, contribuyendo a mantenernos hidratados y saludables, y sintetiza la vitamina D que obtiene de la exposición al sol, la cual es fundamental para los tejidos óseos del cuerpo, explicó el experto.

“De ahí daños considerables en este órgano pueden ser mortales, y las quemaduras son el trauma más grande al que puede ser sometido el ser humano. Las alteraciones son tan numerosas y significativas que ninguna otra enfermedad o traumatismo produce el daño que provoca una quemadura grave, que puede afectar el sistema cardiovascular, respiratorio, metabólico, inmunológico, entre otros y deja secuelas psicológicas a veces irreversibles”.

Según el doctor Rodríguez Garcell, quien es además el presidente de la Sociedad cubana de Cirugía Plástica y Caumatología, la magnitud o gravedad de una quemadura está dada por la profundidad y la extensión de la misma. “Existen dos factores fundamentales que determinan el grado de quemadura que se tendrá: la temperatura del agente (agua, aceite, metal caliente), y por otra parte, el tiempo de exposición de la piel a ese agente”.

“A una temperatura de 44 grados no se produce quemaduras a menos que el tiempo de exposición supere las 6 u 8 horas, pero a partir de 45 grados por cada grado se duplica la intensidad de la lesión y a 70 grados es instantánea”, ejemplificó el especialista.

La piel, señaló, tiene dos capas fundamentales: la epidermis y la dermis. Cuando se daña la primera es lo que se conoce como quemadura de primer grado, y cuando se afecta la dermis se consideran de segundo grado. Las de tercer grado son aquellas en las cuales se afecta hasta el tejido celular subcutáneo y que puede comprometer los músculos.

Pero ello por sí solo—dijo-- no determina la gravedad de la quemadura, en tanto depende además del tamaño que estas tengan y del lugar del cuerpo afectado, pues hay zonas especiales como las manos, los pies, articulaciones, la cara, el periné, donde se consideran graves aunque sean de I grado, por las consecuencias que traen en cuanto a deformidades o discapacidad, por ejemplo.

“La epidermis es la única capa de la piel que se regenera totalmente”, aunque incluso las quemaduras por exposición prolongada al sol pueden ser graves de acuerdo con la extensión que adquieran, además de que provoca deshidrataciones. Es imprudente, por ejemplo, dormirse al sol en la playa”, explicó.

Asimismo, “cuando las quemaduras abarcan más de un 10 % de la superficie corporal en el niño y son mayores a un 20 % en el adulto, se clasifican como graves ya que representan peligro para la vida de los pacientes, pues hay una repercusión sistémica en el organismo”, señaló el profesor Rodríguez Garcell.

Este tipo de lesiones, agregó, pueden ser térmicas (por contacto de la piel con líquidos o metales calientes como la típica producida por el tubo de escape de las motos, líquidos inflamables o las llamas), las químicas (producidas por álcalis y ácidos), y las eléctricas.

“Las más frecuentes se producen por accidente en el hogar, aunque también en los centros de trabajo, con predominio en diferentes profesiones”, comentó el entrevistado, quien al respecto abunda en que sobresalen las quemaduras por agua caliente tanto en niños como adultos, pero también por líquidos inflamables, sobre todo por mala manipulación de los mismos cerca de una fuente de calor, los cuales suelen ser de mayor envergadura.

“Después de la revolución energética, en que se pasó de las cocinas de keroseno a las eléctricas, disminuyeron drásticamente la incidencia de quemaduras por esta causa, pero han ido aumentando poco a poco las quemaduras por gas propano (de la balita), que casi siempre son resultado de utilización errónea o por mantener el recipiente del gas en locales cerrados. Habitualmente las personas cierran herméticamente las casas y una sola chispa, como la que siempre genera el interruptor de la luz al activarse, basta para que ocurra una detonación”, alertó el doctor Rodríguez Garcell.

Sobre las quemaduras eléctricas, dijo el entrevistado que si bien son las menos frecuentes se consideran las más graves de todas, y entre estas se encuentran las descargas eléctricas por rayos (que generalmente mata de forma instantánea), así como el flash de una explosión, o aquellas en las que mayor daño se genera, donde la descarga entra por un lugar del cuerpo y sale por el otro ante el contacto con un cable eléctrico. “Se comporta como una herida de bala, donde la entrada es pequeña y la salida es mayor. Pero, es en el recorrido, que no se conoce a exactitud, donde está el reto de diagnóstico, ya que por donde pase va destruyendo tejidos, vasos, órganos…”.

De ahí la importancia de cuidar que no ocurran accidentes en el hogar con los niños, o que los trabajadores de la empresa eléctrica utilicen los medios de protección, no salir en medio de inundaciones o evitar pisar cables de alta tensión caídos. A mayor voltaje, más gravedad. “Cuando la corriente entra por los pies y sale por las manos o viceversa, el daño es tan grande que a veces es necesario amputar miembros”, mencionó. Asimismo el especialista llamó la atención sobre imprudencias como poner antenas de televisión o tumbar frutas en árboles cercanos a las líneas eléctricas.

Cuba, apuntó, es dentro de la región uno de los países con menor número de incidencia de quemaduras. Alrededor de 40 mil pacientes acuden anualmente a los cuerpos de guardia con estas lesiones, e ingresan unos 1500, siendo baja la mortalidad. Pero por el costo social y psicológico que representa es una temática sobre la cual todo trabajo de prevención es poco. Sobre qué hacer y cómo debe manejarse un evento de este tipo, estaremos hablando en la próxima columna.