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8 consejos para noveles escritores en cuarentena

Daniel Hidalgo Por Daniel Hidalgo

No todo es tan terrible en cuarentena. Es, de hecho, pese a lo trágico del contexto, un llamado a reinventarse, a ponerse creativos. A escribir, por ejemplo, esa obra literaria que siempre quisiste pero, como te costaba quedarte en casa, nunca podías concretar. El escritor Daniel Hidalgo nos entrega en este taller intensivo de narrativa en cuarentena una serie de recomendaciones para embarcarse en la escritura que de seguro te van a ayudar. O, tal vez, no.

1. Introducción (o advertencia)

Antes de desarrollar esta guía de escritura, me gustaría dejar en claro una cosa: nadie te puede enseñar a escribir un texto literario. Nadie tiene esa receta. Porque la literatura se basa justamente en eso. En que no tiene receta alguna y su existencia proviene de algo más parecido a la alquimia. Es combustible y espontánea, casi mágica. Cualquiera que te diga lo contrario y te ofrezca el gran taller que te conducirá al olimpo de los narradores, te está estafando, es un charlatán.

Y antes de que nadie diga cualquier cosa, reconozco que también he sido un charlatán, pero a mi manera. He ofrecido muchos talleres de escritura, en los que prácticamente no he enseñado nada. Solo he compartido mis sospechas, mis incertidumbres, mis frustraciones y pasiones. En esas sesiones he hablado bien de los autores que me gustan y he hecho pedazos a los que me disgustan. Y sí, he escuchado y leído muchas veces cada uno de esos manuscritos y ejercicios de principiante –todos los escritores lo somos, por siempre– de los talleristas, atentamente y dando ideas sin certeza alguna, solo por instinto.

2. Sobre lo previo: la lectura

Cuando niño, en el colegio, de seguro tus profesores te enseñaron a leer –digamos a juntar una letra con otra y los sonidos que estas producen–, antes de enseñarte a escribir. Esta idea es crucial: ningún escritor se crea de forma automática. Debe ser, ante todo, un lector. No un lector de pasatiempo, sino uno obsesivo, conocedor, culto. Debe afiebrarse de tanto leer. Debe habitar esos libros y cada una de sus palabras. Leerlos una y otra vez. Es la única forma de aprender su lengua.

Hace unos años, un escritor chileno se vanagloriaba de haber dejado de leer. Era honesto, porque eso era evidente en sus escritos, los que distaban mucho de ser literatura y eran, más bien, un conjunto de chimuchina barata y chistes escatológicos mal redactados. Lo cierto es que este escritor se arrepintió de ese período, pero su caligrafía había sido herida a muerte, y nunca más pudo sobreponerse, ni yéndose a vivir a otro país. Por eso, si no has leído unos cien libros en tu vida, puedes correr a conseguir algunos antes de seguir leyendo esto.

3. ¿Qué escribir?

Si no tienes claro eso, va a ser muy complicado. Por más que creas que poner escritor de medio tiempo en tu bio de Instagram te da algún tipo de atractivo, o por más amigos escritores que tengas en Facebook, o por más que te dejes la barba, las patillas, el bigote, uses el abrigo largo, o la polera de rock, o te rapes o te tiñas el pelo, o estudies literatura, o te fumes doscientos cigarrillos, o decir que escuchas trap, que eres marginal o que militas en cinco partidos y mil causas, nada de eso te convierte en escritor. Lo único que sí lo hará es tener una historia que contar. Si no tienes esa historia, no escribas, sigue leyendo, hasta encontrarla. En días de cuarentena, me dirán que es difícil salir a buscar historias, pero calma: una buena historia la puedes encontrar hasta preparando el pan con mantequilla en la cocina. Solo basta observar, fijarse en los detalles que nadie más mira. Te deseo suerte. Encuentra esa historia y recién ahí pensemos en cómo escribirla. Si eres un escritor o no, se verá cuando ya tengas un buen puñado de ellas. Escritas, claro.

En días de cuarentena, me dirán que es difícil salir a buscar historias, pero calma: una buena historia la puedes encontrar hasta preparando el pan con mantequilla en la cocina. Solo basta observar, fijarse en los detalles que nadie más mira. Te deseo suerte.

4. ¿Cómo escribirla?

¿Y cómo va a ser? Con las manos, con un teclado, con un lápiz. Ponte a escribirla, no te cuestiones tanto. Ármate una rutina, ponte riguroso, este encierro te ayuda. Escribe un párrafo diario, una página diaria, pero sobre todo, termínala. Llega al fin. Es la única manera de escribir una historia. No hay gran secreto ni técnica en esto, solo hazlo. Si es tu primera vez, probablemente no esté tan buena, pero si es tu segunda ya será mejor, y la tercera y la cuarta ya tendrás algunas cosas más claras, o quizá no, pero serás mejor que al comienzo. Te irás dando cuenta de que escribir literatura es un ejercicio de ensayo y error que nunca termina. Que es como practicar un deporte. Uno de corregir, corregir, corregir. Entrenar. Esculpir cada detalle. Uno se la pasa más arreglando sus propios textos que buscando otras historias.

Es en este punto donde muchos novatos llegan a talleres que les ofrecen todo a cambio de un montón de dinero pero, como decíamos en el punto uno, la mayoría de esas cosas no sirven de nada salvo para una: que tu obra sea leída, por ti, por el tallerista escritor famoso que todo lo sabe, por tus compañeros de taller –que es mentira que deban ser mala onda. Se puede criticar, hacer observaciones, disentir sin caer en agresiones. Si alguien te hace sentir mal en un taller no vayas más, no es para ti–. Sin embargo, te puedes saltar todo eso del taller, haciendo circular tu obra entre amigos y familiares de confianza, entre gente lectora para ser precisos; probablemente tu mamá encuentre todo bueno, así que busca otros. Toma nota de sus opiniones, qué les funciona, qué no. Qué les gusta, qué no. Porque otra de las premisas de esto, aunque muchos no la reconozcan, es: uno escribe esas historias porque quiere que las lean otros y se emocionen.

5. Sobre los personajes

Que tus personajes sean tus padres, el primo mayor que de niño te hacía bullying en las fiestas de cumpleaños, tu jefe, el profesor que te humilló durante una clase, la señora que ves comprando el pan por las mañanas, los hijos insoportables de tus amigos, y tu ex, derrama todo lo que tengas que escribir de tu ex, sin pudor alguno. Estoy convencido de que nadie crea personajes, todos son prestados de la experiencia propia. Una vez que los tengas, vuélvelos caricaturas, exagéralos, hazles cirugía, déjalos irreconocibles. Cámbiales el nombre, el género, los sueños. Enfréntalos a cosas que jamás imaginaron, mézclalos. Vuélvelos un estudio sociológico.

6. ¿Cuento o novela?

Da lo mismo. Durará lo que tu historia tenga que durar.

7. Destruye tu propia obra

Cuando ya tengas tu borrador, con final incluido, tendrás que leerlo una y otra vez con una mirada crítica. Transfórmate en tu peor verdugo. Todo aquello que no te convenza, bórralo. Si una frase no se entiende, trata de arreglarla, pero si no puedes, bórrala de una. Saca todos los párrafos que te hagan sentir inseguro, todos aquellos que le quiten ritmo a tu historia. Elimina a esos personajes que no desarrollaste o que te quedaron mal. Deja pocos personajes, solo los que signifiquen algo relevante para la historia.

En los talleres, muchas veces hago que los talleristas eliminen el primer párrafo. Así la historia se inicia de forma más directa y tienen que rebuscárselas para que todo calce. A veces, hago que borren también el final. No hay que contar todo en las historias, confía en tu lector, respétalo, dale espacio a que él también vaya armando la historia. Sugiere, en lugar de detallar. Hemingway le llamaba a esto La teoría del iceberg, deja la mayor parte de la historia bajo el agua.

8. Conclusiones y dar vuelta la página

Te habrás dado cuenta de que la mayoría de las cosas que enseñan en las escuelas de literatura en realidad son innatas a todos nosotros. Tus relatos irán tomando solos la estructura aristotélica de principio, desarrollo y final, porque nuestro cerebro funciona así cuando de abordar una historia se trata o porque cuando contamos chistes o anécdotas también lo hacemos así, o porque así funcionan también las películas que vemos y los libros que leemos. Cuando ya tengas claridad de esto, podrás ir jugando con la cronología, haciendo narraciones in media res o llenando de flash backs y elipsis a gusto. No es necesario que te aprendas estos nombres técnicos porque pertenece más a los que estudian la literatura desde la Academia y no tanto a quienes la escribimos. Mientras más compartas tu manuscrito, más podrás ir mejorando tu novela o cuento, mientras más lo leas, releas y trabajes más panorámica tendrás sobre él, pero lo rotundamente importante es saber cuándo abandonarlo. Dar vuelta la página. Esto será cuando ya no puedas meterle más mano, cuando se te hayan acabado las ideas y cuando digas: “ya está, esto es, es la historia que quería contar”. Será el momento de ir a buscar más historias o seguir leyendo como loco.

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Daniel Hidalgo

Profesor y escritor (Valparaíso, 1983), es autor de "Canciones punk para señoritas autodestructivas" y de la novela "Manual para robar en el supermercado". Ha escrito en Paniko, Zona de Contacto, El Mostrador y El Dínamo. Hoy inaugura una nueva sección: Puño y Letra.

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