El Papa Francisco: “Superar la lacra del clericalismo. En la Iglesia debe prevalecer la lógica opuesta, la lógica del abajamiento”

© Vatican Media

“El camino principal a seguir es el indicado por el Concilio Vaticano II, que entendió el diaconado como ‘grado propio y permanente de la jerarquía’. La Lumen Gentium, después de describir la función de los presbíteros como una participación en la función sacerdotal de Cristo, ilustra el ministerio de los diáconos, que reciben -dice- la imposición de las manos «no en orden al sacerdocio, sino en orden al servicio». Esta diferencia no es insignificante. El diaconado, que en la concepción anterior se reducía a una orden de paso al sacerdocio, recupera así su lugar y su especificidad. El mero hecho de subrayar esta diferencia ayuda a superar la lacra del clericalismo, que sitúa a una casta de sacerdotes ‘por encima’ del Pueblo de Dios. Este es el núcleo del clericalismo: una casta sacerdotal ‘por encima’ del Pueblo de Dios. Y si esto no se resuelve, seguirá el clericalismo en la Iglesia. Los diáconos, precisamente por estar dedicados al servicio de este Pueblo, nos recuerdan que en el cuerpo eclesial nadie puede elevarse por encima de los demás”, subrayó el Papa Francisco en el amplio discurso que les dirigió a los diáconos permanentes de la diócesis de Roma, a quienes recibió en audiencia este sábado, junto con sus familias.

“En la Iglesia debe prevalecer la lógica opuesta, la lógica del abajamiento. Todos estamos llamados a abajarnos, porque Jesús se abajó, se hizo siervo de todos. Si hay alguien grande en la Iglesia es Él, que se hizo el más pequeño y el siervo de todos. Todo comienza aquí, como nos recuerda el hecho de que el diaconado es la puerta de entrada al Orden. Y diácono se permanece para siempre. Recordemos, por favor, que siempre para los discípulos de Jesús amar es servir y servir es reinar. El poder reside en el servicio, no en otra cosa”, recalcó el Papa, quien explicó que “el diaconado, siguiendo el camino marcado por el Concilio, nos lleva así al centro del misterio de la Iglesia”.

“Así como he hablado de ‘Iglesia constitutivamente misionera’ y de ‘Iglesia constitutivamente sinodal’, digo que deberíamos hablar de ‘Iglesia constitutivamente diaconal’. Si no se vive esta dimensión del servicio, todo ministerio, en efecto, se vacía por dentro, se vuelve estéril, no produce frutos. Y poco a poco se vuelve mundano. Los diáconos recuerdan a la Iglesia que lo que descubrió Santa Teresita es cierto: la Iglesia tiene un corazón quemado por el amor. Sí, un corazón humilde que palpita con el servicio. Los diáconos nos lo recuerdan cuando, como el diácono San Francisco, llevan a los demás la cercanía de Dios sin imponerse, sirviendo con humildad y alegría. La generosidad de un diácono que se entrega sin buscar las primeras filas huele a Evangelio, nos habla de la grandeza de la humildad de Dios que da el primer paso siempre, Dios da siempre el primer paso para salir al encuentro incluso de los que le han dado la espalda”, reiteró Francisco.