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El cine mexicano padece un problema de hipermetropía, sostiene Jorge Ayala Blanco. Al año se producen una gran cantidad de películas en el país —tan sólo en 2015 se produjeron 150—, entre óperas primas, documentales y nuevas producciones que, al no llegar más allá del circuito de festivales o de ocupar los peores espacios en las carteleras comerciales, pasan desapercibidas, por lo tanto, no existen para el público mexicano. “Hay una cantidad de películas espléndidas y no nos damos cuenta porque lo tenemos demasiado cerca, es un problema de hipermetropía”, asegura el crítico de cine en entrevista con EL UNIVERSAL.

“Creo que hay una nueva época de oro del cine mexicano, pero hasta cierto punto, porque sí, hay muchas producciones, pero ni siquiera nos damos cuenta de eso porque no hay éxito comercial, no hay una identificación con el espectador, ese lazo está roto”, añade Ayala Blanco.

Por eso este incansable estudioso del cine nacional y también profesor del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) en la UNAM se ha propuesto en su nuevo libro, el número 11 de la serie que comenzó en 1968 con La aventura del cine mexicano, hacer trascender 110 películas producidas en el país entre 2010 y 2012, época en que la Cineteca Nacional estaba en el “exilio” por las obras de remodelación que emprendió la anterior administración del entonces Conaculta. Fue una época contradictoria para el cine mexicano porque aunque su espacio de exhibición por excelencia no estaba en funciones, se produjeron varias películas, señala.

La khátarsis del cine mexicano (UNAM, 2016), que busca contar la historia viva del cine nacional a través de estos textos inéditos, se presentará este miércoles 21 de septiembre, a las 19 horas, en la Casa Universitaria del Libro, en la colonia Roma.

De ese conjunto de cintas producidas en esos dos años, el también colaborador del suplemento cultural Confabulario seleccionó 110 para convertirlas en ensayos literarios que, dice, buscan darle una nueva vida, más allá de las carteleras.

“No solo están analizadas, sino reelaboradas a partir de lo que realmente dicen. Son películas que ya se puede ver con cierta distancia, cuatro años después. Ya hicieron su lucha en la cartelera, eran buenas, malas, pésimas, eso no importa, importa lo que dicen”, comenta.

“Es como la segunda oportunidad de existencia de estas películas, pero ahora en un ensayo literario”, dice el autor y agrega que escribir este volumen de más de 450 páginas fue una verdadera “catarsis, una liberación”.

Con 53 años de trayectoria como crítico de cine y 51 impartiendo clases sobre el séptimo arte, este ingeniero químico de profesión cuenta que dejó de ofrecer crítica de cine mexicano en publicaciones periódicas hace 15 años precisamente para tomar distancia y apreciar las cintas no sólo bajo el esquema de si es buena o mala: “Dejé de publicar sobre cine mexicano para tener más perspectiva, para no involucrarme. O sea, me da exactamente lo mismo que la película haya tenido éxito o no, si tuvo premiecitos, que haya estado en los festivalitos o tenido éxito económico. A mí lo que me interesa es la película en sí y para lograr eso debía dejar de publicar cada semana y así, con toda la calma de la tierra, puedo escribir mis libros. Es más gratificante porque si alguien se molesta porque dije que su película es muy mala, ni modo. Bueno, si esa conclusión sacó leyendo el capítulo que le dedico a la película en este libro, pues lo siento mucho, es irrelevante”.

“No escribo un libro para desmadrar películas, para juzgarlas, sino para escarbar qué dicen. A veces las más malas son las que te dicen más cosas sobre la imaginación del realizador, aunque sea una imaginación muy alucinada”, añade entre risas.

Desde que comenzó a publicar crítica de cine en 1963, en México en la cultura, suplemento del hoy extinto periódico Novedades, sus textos provocadores, siempre escritos con un peculiar sentido del humor, han levantado ampollas a más de un cineasta o actor. “En términos generales  no existe mucha crítica real en México, existen las capillitas y cuando alguien se atreve a disentir, hay desolladeros... Muchos cineastas se molestaban conmigo porque siempre querían la alabanza”.

En 2000, relata, “cayó la guillotina” semanal destinada a las películas mexicanas y decidió dedicarse a publicar únicamente crítica de cine extranjero. Aún así, dice, no ha escapado a un par de linchamientos virtuales. “De pronto veo una polvadera impresionante en el Confabulario. Los últimos dos linchamientos mediáticos han sido porque escribí sobre Guillermo del Toro y de González Iñárritu; veía y tenía una cantidad enorme de entradas en Facebook, la gente protestaba e insultaba. Cuando veo eso me pregunto qué pasaría si cada semana escribiera sobre las películas mexicanas, creo que hoy en día sería intolerable”, señala.

Hay más que narco en cartelera.  Concebido como la primera entrega de una serie que continuará con la Lucidez del cine mexicano, el cual saldrá a la luz en octubre, La khátarsis del cine mexicano ofrece también un panorama del cine nacional producido durante los dos años señalados. “Se dice que de lo que se habla ahora o en este momento es del narcotráfico, pero no es así, si ves, en ese periodo sólo hay dos o tres que hablan del tema, hay muchas otras que van por otro lado”, expresa.

“Uno de los géneros más ricos que tiene ahora el cine nacional es el documental”, afirma. “Hay documentales espléndidos”, dice. Entre ellos destaca Morir de pie, de Jacaranda Correa, y El paciente interno, dirigido por Alejandro Solar Luna. Éste último aborda la vida de Carlos Castañeda de la Fuente, el hombre que intentó asesinar al presidente Gustavo Díaz Ordaz en venganza por la masacre del 2 de octubre de 1968; fue detenido, torturado y recluido en un psiquiátrico durante más de 20 años. “El personaje vaga por las calles todavía, Alejandro lo investigó, lo encontró y lo fue a seguir por las calles y asilos de indigentes, la película es absolutamente demencial, es una de las cosas más atroces que han pasado en la historia de México y la película es impecable”, comenta.

Por producciones como ésta, Ayala Blanco está convencido que el documental es lo mejor del cine mexicano actual, pero también considera que los jóvenes cineastas están proponiendo nuevos temas. Hay una variedad en el cine mexicano. El problema, dice, es la falta de exhibidores y la continuidad de los proyectos públicos que nacen con la idea de fortalecer el cine nacional, como ha sido el caso de la Cineteca Nacional, cuyo proyecto de remodelación también pretendía fortalecer la producción fílmica nacional.

“El proyecto era más interesante, quizá utópico, pero hubo una ruptura y no hubo continuidad... El problema son los vaivenes políticos, ahora parece que estamos viviendo un regreso... Ya sabemos que siempre, lo primero que se afecta es a la cultura, ya lo vemos ahora con el anunciado recorte a la cultura para el siguiente año”.

Por otro lado, comenta, está el problema de la exhibición. Hasta ahora, dice, sólo se ha solucionado el tema de la producción, pero faltan los más importantes: la distribución y la exhibición. “Para exhibir, hay de dos sopas: Cinepolis y Cinemex, si te rechazaron de lo dos, no existe tu película y si te la aceptan, te dan la sala más horrible”.

Por ello, dice, La khátarsis del cine mexicano puede leerse como “la segunda oportunidad de existencia de estas películas”. “El libro tiene una dimensión lúdica, también lo puedes leer como una burla gigantesca al cine mexicano, hay un humor que no hay en la academia; está dedicado a cualquiera que quiera conocer y saber un poco más sobre estas 110 películas. Negado para todos los que crean que todo lo que se produce de cine mexicano es basura”, expresa.

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