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Homenaje al Gran Almirante Padilla

195 años del fusilamiento del Gran Almirante José Padilla López.

195 años del fusilamiento del Gran Almirante José Padilla López.

Foto:Armada de Colombia

Con la muerte del Gran Almirante nació la leyenda del héroe naval más grande de Colombia.

El Presidente de la República, realizó la lectura y posterior sanción de la Ley por medio de la cual se asciende de manera póstuma y honorífica al Almirante José Padilla López al grado de Gran Almirante de la Nación.
  •  La Armada de Colombia realizó diferentes actividades en toda Colombia en homenaje a su memoria al cumplirse 195 años de su muerte.
  • Hoy se realizó un minuto de silencio a las 11:00 a.m., hora en que fue fusilado el 2 de octubre de 1828.
  • Imposición de una ofrenda floral en la Plaza Bolívar de Bogotá, ante la placa donde fue fusilado el Gran Héroe Naval.
  • El gobierno realizó la lectura de la Ley y la sanción presidencial.
  • Presentación un cuadro del Gran Almirante José Padilla López, develado por el Presidente de la República y el Comandante de la Armada de Colombia.
  • En Riohacha, tierra nativa del Gran Almirante, se honró su memoria con una eucaristía que contó con la presencia de sus descendientes y en la Plaza Padilla se realizó una ceremonia militar.
  • Por Decreto, en adelante, el 2 de octubre es Día Nacional en honor al héroe Independentista y Mártir de la Democracia.
Ofrenda floral en la Plaza de Bolívar, donde fue fusilado el máximo Héroe Naval de Colombia.

Ofrenda floral en la Plaza de Bolívar, donde fue fusilado el máximo Héroe Naval de Colombia.

Foto:Armada de Colombia

El 2 de octubre de cada año también se promoverá la prevención de toda forma de discriminación racial y étnica, así como el restablecimiento de derechos por parte de las entidades nacionales, departamentales y distritales.
La Ley también rinde homenaje a los grupos étnicos indígenas, negros afrocolombianos, palenqueros y raizales del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y Pueblo Rrom, quienes en situación de esclavitud y sin el pleno goce de sus derechos fundamentales, lucharon para lograr la independencia de nuestro territorio.
Homenaje en Riohacha, Guajira, cuna del Gran Almirante Padilla.

Homenaje en Riohacha, Guajira, cuna del Gran Almirante Padilla.

Foto:Armada de Colombia

En el Bicentenario Naval, Padilla vive en la memoria de todos los colombianos

Hace 195 años los ojos de José Padilla López miraron por última vez a los de otro hombre en la tierra, 44 años después de abrirlos a la luz el 19 de marzo de 1784 en su natal Riohacha, Guajira, donde fue concebido por el carpintero de naves sutiles, Andrés Padilla y la indígena Wayuu, Luisa López, de quien heredó su recio carácter.
“A las once de la mañana del 2 de octubre de 1828, José Padilla marchaba altivo, vestido con el uniforme de Almirante, escuchando las exhortaciones del cura que, con crucifijo en mano, lo acompañaba (…) Todos los supuestos implicados en la conspiración habían sido condenados a muerte por sentencias proferidas por un Consejo de Guerra (…) Los condenados marchaban hacia el patíbulo con los brazos atados a la espalda”.
“Atravesaron la Plaza Principal al sonido de un lúgubre tambor que marcaba el paso. En los costados de la Plaza estaban formados los batallones de la guarnición de la capital. En el centro del lado sur se levantaban las dos horcas detrás de los banquillos, los mismos que habían servido para las ejecuciones dos días antes. De repente, las tropas formadas en la plaza y las voces de mando de los jefes de los batallones guardaron silencio cuando los condenados llegaron al patíbulo”.
“Todos desatendieron sus ejercicios militares y fijaron sus miradas en el héroe del Lago de Maracaibo (…) El Almirante no permitió que le vendasen los ojos, y mientras lo ataban al poste, y antes de la descarga exclamó con voz de trueno, que resonó en los ámbitos de la plaza: “Viva la República! ¡Viva la libertad!”.
Este fue el fiero grito del valiente Guajiro a quienes se disponían a descargar los fusiles en su humanidad y la del Coronel Ramón Nonato Guerra, que había sido condenado a su misma suerte.
“El General Padilla sobrevivió a la primera descarga y fue necesaria una segunda. Su cuerpo fue destrozado a balazos”, reportó José María Cordovez Moure en su crónica publicada en Reminiscencias de Santa Fé y Bogotá, al referirse a su ejecución en la triste tarde del 2 de octubre de 1828.
José Padilla López pagó con su vida el precio de la inmortalidad que, casi dos siglos después, lo ha encumbrado como uno de los mayores próceres de la Independencia de la Gran Colombia y sin duda, el máximo Héroe Naval en la historia patria, por ser el artífice del triunfo definitivo de la República en la Batalla del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823, donde fueron expulsados definitivamente los reductos españoles y sepultada en sus aguas agitadas cualquier posibilidad de reconquista por parte de la Corona.
Cuadro de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo del Museo Nacional de Colombia.

Cuadro de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo del Museo Nacional de Colombia.

Foto:Armada de Colombia

Unos años antes de su muerte, Padilla había defendido, como lo hacía en su dignidad de General, a bordo de sus buques, una disciplinada y férrea exposición ideológica ante Cámara de Representantes de Colombia, que pretendía trasmitir la visión del mayor experto sobre cómo debía organizarse la Marina Republicana.
Quizá este y otros antecedentes le valieron enemigos suficientes para provocar su desafortunado desenlace, pues el entonces Comandante del Tercer Departamento de Marina recomendó ese día en tono exigente la imperiosa necesidad de dotar las grandes extensiones costeras de la naciente República con suficientes navíos, fragatas, corbetas, bergantines, goletas, pailebotes, cañoneras y flecheras, agrupados en escuadras, divisiones y apostaderos.
“Mientras la Armada de Colombia no llegue a un estado que exija el establecimiento de un Almirantazgo, debe este suspenderse, y nombrarse solo un director general que, de conformidad con las atribuciones de la Ordenanza española, la dirija”, les dijo Padilla para contrariar el proyecto de Ley de la Comisión de Guerra y Marina, que en el artículo 6° proponía gobernar la Marina Nacional desde un Almirantazgo y cinco Estados Mayores departamentales, mandados por sus respectivos Almirantes.
Tampoco le gustó la idea de que existiera más de un tesorero en cada uno de estos departamentos de Marina y dijo que éste debía auxiliarse con un cuerpo de jóvenes Oficiales contadores, “para no depender de extranjeros que ni hablaban bien el idioma castellano ni daban cuentas”.
Su posición sobre el reclutamiento era inmodificable: había que introducir muchos jóvenes en la ciencia de la navegación, porque la Marina carecía de Oficiales de instrucción que mandasen los buques de la República. De sus escuelas náuticas debían salir instruidos en todos los ramos de la Marina y adelantar esos conocimientos con la práctica naval, de modo que en poco tiempo no hubiese que “mendigar extranjeros que desempeñasen unos empleos que deberían ser para los naturales de Colombia”.
Sin embargo, “la Marina necesitaba hombres instruidos en el arte de navegación y en su práctica, conseguida con trabajo. Pero no era posible obtenerlos entre la masa, reclutados con violencia para el servicio. Importaban más la vocación, la habilidad, el valor y el denuedo con que se miraba la muerte” y para ello, había que escoger los mejores hombres para marineros y separarlos de los peores para soldados. También debían establecerse brigadas de artillería porque el servicio en el mar era muy distinto que en la tierra.
Nada de esto, ni de lo demás expuesto por el héroe que hacía apenas seis días los había liberado del yugo español fue tenido en cuenta y, al contrario, le nombraron en contraposición al Oficial Mayor de la Secretaría de Marina, Rafael del Castillo y Rada como “Asesor de Marina”, quien llevaba 23 años en el servicio militar, pero de inmediato reconoció sus limitados conocimientos en la empresa que se le demandaba.
Sin embargo, su franqueza no fue el estorbo que le impidiera redactar y radicar cinco proyectos de ley, introduciendo todos los grados que el General de División José Padilla había descartado, clasificó los buques solo en mayores y menores e impuso los estados mayores generales y departamentales para la Marina, a la que quería llevar equivocadamente por el rumbo de las tradiciones culturales del Ejército.
Por supuesto, nunca hubo acuerdo, menos conciliación y el proyecto de Ley Orgánica de la Marina se diluyó en las siguientes legislaturas. Castillo renunció y en 1828 se desató la grave crisis política que comenzó en Ocaña y terminó con los fusilamientos de la Plaza Mayor y el destierro del General Santander quien, auxiliado por el clero, los diplomáticos acreditados y Nicolasa Ibáñez Arias, lograron salvar su vida. No corrieron con la misma suerte ante el Libertador, la familia Guerra Azuola y los escasos jueces que defendieron la vida del general José Padilla López.

Caminando al patíbulo

“Mi nombre es José Padilla, y edad de cuarenta y cuatro años, natural de Riohacha, católico, apostólico y romano”, respondió el Héroe Naval en interrogatorio al comandante Joaquín París, estando aislado y bajo arresto en una pieza del cuartel del Batallón Vargas en Bogotá, el 26 de septiembre de 1828.
Era la primera vez que el orgulloso Oficial, que fue descrito por Cordovez Moure como un hombre que, “además de ser General, era fuerte por naturaleza. Como su madre Luisa López era una indígena guajira y su padre Andrés Padilla, un hombre libre y mulato”, debía soportar la humillación de la acusación injustificada.
Era el mismo José Padilla a quien el viajero sueco Carl August Gosselman vio en Cartagena en 1825 y luego, en su diario de viaje, caracterizó como “un mulato grueso que se ganó la gratitud de sus compatriotas por sus triunfos sobre la flota española, bajo el mando de Morales, en el Lago de Maracaibo y alcanzó prestigio en Colombia por su forma y valentía para enfrentarse a barcos sutiles de la escuadra española. Era muy popular entre las clases bajas, lo que le valió ser elegido senador por Cartagena”.
A las seis de la tarde del 2 de octubre de 1828, por solicitud de don Martín Guerra y Villafañe, los cofrades de la Hermandad de la Santa Veracruz descolgaron de la horca los despojos mortales del General José Padilla y del Coronel Ramón Nonato Guerra Casal, fusilados a las 11 de la mañana en la Plaza Mayor de Bogotá, y los llevaron a la cercana iglesia de San Agustín, al amparo de las tinieblas de la noche y “extraviando algunas calles”.
Gran Almirante José Padilla López.

Gran Almirante José Padilla López.

Foto:Armada de Colombia

A la mañana siguiente, los frailes agustinos dijeron algunas misas y les rezaron las oraciones de difuntos, tras lo cual fueron depositados en la bóveda del altar de Santa Rita que existía en la nave izquierda del templo.
El 4 de julio de 1923, en el centenario de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, sus restos fueron inhumados en presencia de autoridades eclesiásticas, civiles y médicas, algunos familiares del Coronel Guerra y periodistas. A las 11 de la mañana del 9 de julio fueron colocados en una urna en la misma iglesia, preparada por el Ministerio de Guerra, que rezaba en una de sus caras: Restos del Almirante José Padilla. Riohacha, 19 de marzo de 1778 - Bogotá, 2 de octubre de 1828. Entregados por el Gobierno de la República al Concejo Municipal de Riohacha en julio de 1823.
Una vez cerrada, el General Alfonso Jaramillo, Ministro de Guerra, hizo entrega formal y solemne de esta urna a la comisión encargada de llevarla a Riohacha. El 25 de julio de 1923 a las 8 de la mañana, ante los concejales, la junta organizadora de los festejos del centenario de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, delegados del Gobierno, del Congreso y del cura párroco, la urna fue abierta nuevamente.
Dos médicos examinaron los restos y comprobaron que eran los identificados por los legistas de Bogotá. Después de la firma de un acta, fue cerrada y entregada al párroco para su custodia en el monumento que existe en la iglesia parroquial de Riohacha, “que guarda los restos venerados del egregio Almirante hasta nuestros días”.
En el libro “La Batalla Decisiva” se da cuenta de la siguiente historia en conmemoración de los 200 años de su ocurrencia: “En el momento en que se libraba la batalla decisiva, el Coronel José Padilla no había recibido el despacho por el cual el Consejo de Gobierno de Colombia lo ascendía al rango de General de Brigada. Después de la batalla, el Consejo tuvo que ofrecerle el título de General de División como recompensa por sus servicios a la Patria. Así que, en este año del Bicentenario, es cuando la Armada de Colombia realizó el reconocimiento dándole el título de Gran Almirante de la República”.
BIBLIOGRAFÍA
CÁMARA DE REPRESENTANTES, COMISIÓN DE GUERRA Y MARINA (José Miguel de Unda, Miguel Palacio, Francisco Montoya). Proyecto de Ley Orgánica de la Marina de Colombia Presentado a la Honorable Cámara de Representantes de Colombia, Bogotá, 30 de julio de 1823. Imprenta de la República, por Nicomedes Lora, 1823.
ACTA de exhumación de los restos del Almirante José Padilla, Riohacha, Imprenta La Divina Pastora, 1923.
PADILLA, José. Manifestación que hace el Comandante General del Tercer Departamento de la Marina de la República de Colombia, General de Brigada José Padilla, a la Honorable Cámara de Representantes, para que se dignen tenerla en consideración al establecer y sancionar la Ley Orgánica de este Cuerpo, cuyo proyecto se dio al Público en 30 de Julio del año próximo pasado de 1822. Cartagena de Colombia, 30 de diciembre de 1823. AGN, Archivo Histórico Legislativo, Senado, Asuntos Varios, 1820-1823, Tomo LXVII, folios 432r-446v.
PADILLA, José. Carta al Vicepresidente Santander, Apostadero de Barranco, al ancla, a bordo de la corbeta Comandante, 26 de julio de 1820. AGN, República, Secretaría de Guerra y Marina, tomo 331, f. 1303. Publicada por Cortázar en Correspondencia dirigida al General Santander, 1967, X, 9-10.
CORDOVEZ MOURE, José María. La ejecución del General José Padilla en Bogotá, el 2 de octubre de 1828, en Reminiscencias de Santafé y Bogotá, Bogotá, Gerardo Rivas Editor, 1997, 740-742.
Carl August GOSSELMAN. Viaje por Colombia, 1825-1826, Bogotá, Banco de la República, 1981.
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