Festival de Cine de Málaga

Un documental trae de vuelta a la madre de la poesía mexicana que inspiró a Roberto Bolaño

'Alcira y el campo de trigo' está dirigido por el sobrino-nieto de la poeta Agustín Fernández Gabard

Captura de pantalla de una película sobre una poeta Alcira Soust

Captura de pantalla de una película sobre una poeta Alcira Soust / agencia

Elena Hevia

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De entre los muchos episodios que pueblan ‘Los detectives salvajes’, de Roberto Bolaño es bueno detenerse en uno, aquel en el que la poeta Auxilio Lacouture, durante las revueltas estudiantiles del 68 se quedó encerrada en los lavabos de la Universidad Autonóma de México (UNAM) a lo largo de 12 días, en los que se alimentó -si eso puede llamarse alimento- de papel higiénico, mientras el ejército tomaba el campus universitario. Poco después de la aparición de esa gran novela, Bolaño publica una especie de spin-off de ese episodio en una 'nouvelle' llamada ‘Amuleto’, protagonizada por la voz delirante de esa mujer, activista, al borde la indigencia, que se autodenominaba la madre de la poesía mexicana y que no, no sale de la imaginación del escritor chileno. Auxilio se llamó realmente Alcira Soust, era una maestra uruguaya, reconvertida en mito enloquecido y rebelde del momento, y los hechos que la rodearon no están deformado por la literatura. Soust era pura poesía combativa.

Ahora un documental presentado en el Festival de Málaga, 'Alcira y el campo de espigas', recupera la figura de la poeta a través de una investigación casi policiaca llevada a cabo por su director y sobrino-nieto, Agustín Fernández Gabard, pues no es poco lo que se sabía de ella y muchas las lagunas que todavía existen en una biografía empañada por la leyenda.

Captura de pantalla de una película sobre una poeta Alcira Soust

Alcira Soust, en sus últimos años. / Archivo Alcira Soust.

Amiga de León Felipe

De Soust se sabe que muy joven y ejerciendo como maestra en Uruguay,  ganó una beca de la Unesco para cursar un postgrado en México. Gran amante de la literatura francesa, amiga de León Felipe y del muralista Rufino Tamayo, muy radical en sus opiniones políticas -no tuvo en menor empacho en llamar burócratas a los profesores que juzgaron su tesis-, llegó a casarse con un médico, a quien el sobrino-nieto no ha logrado identificar. La ruptura de ese matrimonio y la pérdida del hijo que esperaba, asociado a un accidente tráfico, supuso la primera y gran transformación de la poeta que a partir de entonces se convirtió en una nómada, instalada en los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras, donde ofrecía sus poemas a los estudiantes. Bien cumplidos los 40 años, sin domicilio fijo, durmiendo en casas de amigos, lavándose la ropa en el lavabo y poniéndosela mojada para que se secara,  se convertía llegado el caso en una más de las huelgas estudiantiles que entonces eran el pan de cada día y para ella la felicidad más absoluta.

Sobrevivir con orgullo

“Ella entró en la universidad para dar allí unos talleres de poesía a los que asistió Roberto Bolaño, pero nunca tuvo un vínculo formal con la UNAM, nunca fue profesora allí. Los docentes le ofrecían alguna traducción al francés y algún rector llegó a hacerle un contratito para ayudarla. Sobrevivía, con orgullo, de hecho ya era una leyenda antes del famoso encierro”, explica Fermández Gabard.

En aquella facultad, los estudiantes iban pasando -en el documental muchos de ellos recuerdan sus excentricidades aunque predomine el cariño- y Soust los iba olvidando y permanecía. Lo hizo durante 20 años. Hasta que un último ataque de “psicosis delirante con características paranoides” la devolvió a Uruguay. Allí murió en 1997. La investigación del sobrino-nieto ha logrado no solo recuperar algunas lagunas oscuras de su vida sino también su producción poética que extraviada en una caja en las dependencias de la universidad ha aparecido recientemente para nutrir una exposición sobre ella que un diario saludó como "Alcira Soust vuelve a la UNAM".