METROPOLI
ECOS DE VERBENA (XVI)

María Trinidad Cotilla, la mujer que dio nombre al 'salseo'

Actualizado

En la Década Ominosa, esta vecina de Madrid puso en su punto de mira a todo sospechoso de simpatizar con la ideología liberal

'Las cotillas'. LOUIS LÉOPOLD BOILLY ©Museo Nacional del Prado
'Las cotillas'. LOUIS LÉOPOLD BOILLY ©Museo Nacional del Prado

"Con motivo de las desagradables ocurrencias del día 17 de agosto del año pasado de 1835 en el cuartel de las Maravillas, en que una porción de hombres se sublevaron, y dando gritos subversivos contra el orden y seguridad interior, cometieron diferentes atentados, se formó la correspondiente causa con averiguación de los delincuentes, así por la autoridad militar como por la civil; y reunidos los sumarios la ha seguido y completado su instrucción el Sr. D Juan José Rodríguez Baldeosera, juez togado y de primera instancia de esta corte, contra María Trinidad (alias la Cotilla)".

Publicadas en El Correo Nacional, los hechos a los que aluden estas líneas provocaron una fuerte conmoción en el Madrid de aquel entonces. "En los escandalosos y horribles atentados cometidos resultaron varios robos y heridos", prosigue el periódico en su relato del suceso, que también hace alusión a "la muerte alevosa cometida en la persona del tambor de la Milicia nacional Francisco Rauro".

Cuentan las crónicas de la época que no había en la Villa y Corte mujer más entrometida que María Trinidad, especialmente conocida en los barrios altos. Con los absolutistas en el poder, durante el reinado de Fernando VII, en la Década Ominosa, puso en su punto de mira a todo aquel sospechoso de simpatizar con la ideología liberal. Cuentan también que tal fue su fama que, en su afán por difundir chismes y supercherías a favor del régimen absolutista, su mote acabó dando lugar a la expresión hoy por todos conocida. Así lo corrobora el colectivo Etimos Directos, en su libro La vida secreta de las palabras (La Esfera de los Libros), donde recopilan ésta y otras 2000 etimologías en clave de anécdota.

En la actualidad, la palabra "cotilla" figura en la RAE como "persona amiga de chismes y cuentos" en la segunda de sus acepciones, mientras que la primera de ellas describe un "ajustador que usaban las mujeres, formado de lienzo o seda y de ballenas". De ahí que, según otras versiones que circulan en torno al origen del mote de nuestra protagonista, fuese el uso habitual que hacía de esta prenda.

El nombre de la Cotilla también aparece mencionado en el título Páginas de sangre. Historia del Saladero, de Francisco Morales, quien describe a María Trinidad de la siguiente manera: "Su maquiavélica y ágil mente era de tal calibre que, puesta al frente de una sanguinaria pandilla, acometía a cuantos liberales indefensos hallaba a su paso. De las declaraciones recogidas en el sumario se deduce que era la mujer más inmoral que ha visto el sol y la más infame e indigna de vivir en sociedad". Según reza este mismo texto, que también señala que ya había estado previamente encausada por haber cometido varios robos, fue ella quien estuvo a la cabeza de las turbas apedreando las puertas de las casas donde sabía que habitaba algún urbano y gritando frenética: "¡Viva Carlos V y la Guardia! ¡Mueran los picaros negros!".

De María Trinidad, quien pasó a ser conocida como la tía Cotilla, se sabe que acabó sentenciada al garrote vil en 1838, con 64 años, en tiempos ya de Isabel II, por ser considerada la principal instigadora de los atentados de 1835. Junto a ella también fueron condenados Juan Álvarez García y Cayetano Iglesias. Además, varias fuentes apuntan los nombres de otros dos encausados: Ramón Pérez, que fue condenado a seis años de presidio en el Canal de Castilla, y Manuel Pérez, que cumplió cuatro años de prisión en el mismo lugar. "Mostró García impavidez y aun descaro brutal, oyendo la notificación con indiferencia, al parecer, y dando una vuelta de desprecio al interior de la capilla a las últimas palabras de la sentencia fatal. No así Iglesias, quien en el momento de sacarle del encierro, cayó en el desfallecimiento y poseído de terror, solo pronunciaba algunas quejas acompañadas de continuos 'ayes'.

En cuanto a María Trinidad, la información que trascendió en El Correo Nacional fue la siguiente: "Llegó al extremo de ensangrentar sus manos en el cadáver del infeliz Rauro, enseñándolas después a otros de su jaez con feroz sonrisa, jactándose de haber tenido el gusto de matar a un negro, según su propia expresión (...). Oyó la notificación con semblante frío y sereno al paso que inflexible y estúpido, dijo que los jueces eran injustos (frases comunes a todos), y a corto rato la idea de la muerte cambió su serenidad en llanto y confusión, escuchando con docilidad las exhortaciones cristianas".

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