¿Qué puede ser más doloroso que ser una de las mujeres más odiadas de Hollywood? Ser consciente de que esa inexplicable repulsión que generas, una sensación que tan solo los villanos pueden abrazan con orgullo y que ha acompañado a Anne Hathaway desde se alzara con el Oscar. Se enteró de que medio mundo la detestaba cuando invitó a unas amigas a su casa para grabar un sketch acerca de los constantes rumores de embarazo que persiguen a las celebridades. Cuando buscó en Google qué se decía de ella, se topó con una dolorosa pregunta: "¿Por qué todo el mundo odia a Anne Hathaway?". Prueba del nivel de ‘hate’ alcanzado es que existe un término bajo el que se esconden quienes han encontrado en las redes sociales el escenario de maniobra perfecto para expresar su desdén: los ‘hathahaters’. Por muy orgullosos que estén de haber encontrado a un grupo de personas con el que compartir sus energías negativas, lo que sin lugar a dudas no les va a gustar es descubrir que Anne asegura que encontró en su legión de trolls una inesperada arma empoderadora. "No quiero navegar en el pasado, pero realmente me encontré con un verdadero monstruo. El que internet volcara sobre mí su odio fue algo tremendo… Aunque para mí fue algo positivo”, explica ahora a ‘The Sun’, donde asegura que salió reforzada de la experiencia y aprendió una lección digna de mensaje que acompaña a la bolsita de té: “Cuando ocurra algo malo, no le tengas miedo. Déjate llevar”.

"Hay gente que se siente más cómoda sabiéndose herida que sintiéndose libre"

Habituada a que en cada entrevista le pregunten qué se siente al ser tan odiada, Anne se ha reapropiado del odio y lo ha llevado con cierto orgullo, algo que nos hace preguntarnos si quizás Hathaway sucumbió al fenómeno al que alude Jia Tolentino en ‘Falso espejo’, donde asegura que hay gente que se siente más cómoda sabiéndose herida que sintiéndose libre. Quienes así actúan son, por descontado, los que no son victimizados de forma sistemática. Tal vez, cuando todo el mundo te odia, es más fácil abrazar ese desagrado que intentar liberarte de él.

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Albert L. Ortega//Getty Images
Anne Hathaway vestida de David Koma

El doble filo de la perfección

“No intento cambiar a los demás, es mucho más fácil cambiarme a mí misma”

Fue una frase de Susan Sontag la que le hizo encauzar la narrativa: “No intento cambiar a los demás, es mucho más fácil cambiarme a mí misma”. Esas palabras ayudaron a la actriz comprender que el odio que despertaba en la gente rara vez tenía que ver, en realidad, con ella. Sin embargo, cuando algunas de las críticas realmente hacían alusión a algún aspecto que podía mejorar, tomaba nota y lo cambiaba. “Por eso lo considero un atajo hacia mi crecimiento. Aunque jamás diría que volvería a pasar por eso, he sabido encontrar la forma de estarle agradecida a lo ocurrido”, señala. Teniendo en cuenta que estas palabras proceden de la mujer que tras presentar los Oscar con James Franco en 2011, ostentó el dudoso honor de haber presentado “la gala de los Oscar más vergonzosa de la historia” (el titular lo dio LA Weekly), cada sílaba ha de ser aplaudida con esmero. Por si fuera poco, su compañero de ceremonias, James Franco, no solo no pidió perdón por cómo condujo la gala (algo que ella sí hizo), sino que en el programa de David Letterman, se mofó de la actriz sin pudor. “Anne Hathaway es tan energética que creo que el demonio de Tasmania habría parecido estar colocado a su lado”. Nadie odió a James Franco (incluso cuando años después, fue acusado de abuso sexual), porque Anne ya era el 'punching bag' preferido de los 'haters'.

"Todo lo que hace parece calculado, prefabricado y ensayado"

Su dulzura, su emoción sin límites y su aparente perfección (¡si hasta canta como los ángeles!) resultaron insoportables para una sociedad hambrienta de tropiezos. Al parecer, si la actriz de moda es incapaz de tropezar, la única forma de que se caiga al suelo es ponerle la zancadilla, y eso es lo que el mundo se apresuró a hacer. El experto en cultura pop Neal Habler aseguró que la razón por la que hay millones de realities es que la gente ama la realidad… “Y entonces, nos encontramos con Anne Hathaway. Todo lo que hace parece calculado, prefabricado y ensayado. Su inautenticidad es ahora viral”, escribió Habler. ¡Auch! Al parecer, la teoría sobre la identidad esbozada por el sociólogo Ervin Goffman en 1959, que asegura en ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’ que todos ponemos en marcha una especie de actuación para creare una impresión sobre el público, era demasiado evidente, e incluso exagerada, en la actriz.

La espiral del odio

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El problema del odio focalizado en Anne Hathaway es que no se basaba, como la actriz aseguró, en ella misma, sino en un misógino círculo vicioso que dominó los 2000, el mismo que afectó a Lindsay Lohan, Britney Spears y a Taylor Swift. La dinámica siempre es la misma: una mujer joven, bella y talentosa pasa de ser amada por todos a estar hasta en la sopa. Después, inevitablemente, es empujada al fondo del plato por una enorme cuchara blandida por una sociedad sexista y hambrienta que tras escarbar en el fondo, vuelve a tomar una última cucharada con la que parece arrepentirse de semejante atracón de gula y desdén. Es entonces cuando la narrativa de que todo el mundo odia a esa persona se desvanece y en su lugar, se señala a quienes la odian como machistas y crueles, olvidándose de que primero fueron ellos los que la odiaron. El problema es que cuando la gente, empachada de odio, quiere defender a quien lleva años siendo atacado, la estrella en cuestión ha de haber permanecido un tiempo fuera de los focos para que la gente sea consciente de cómo se comportó con ella en el pasado. Ese fue el caso de Anne, que en 2014 justificó el parón de su carrera al decir que "la gente necesitaba un descanso de Anne Hathaway” y cómo no, el de Taylor Swift, que hasta que no se ha abierto en canal en su documental, no ha recibido el perdón de una sociedad que parece no aprender de sus errores.

"Tenemos que reflexionar sobre qué tipo de Internet queremos"

¡The Atlantic' llegó a publicar “Guía para que Anna Kendrick no acabe como Anne Hathaway”, un texto jocoso que en realidad, venía a confirmar el carácter cíclico de la cultura del odio y cómo las mujeres famosas, cuando alcanzan un nivel de popularidad determinado, pueden convertirse en su siguiente objetivo. ¿La guía que en realidad necesitamos? Una para aprender a dejar de odiar... Como explica Camino Rojo, Directora de Políticas Públicas y Filantropía de Twitter España, "ante todo, debemos ser ciudadanos digitales responsables. Como sociedad, tenemos que reflexionar sobre qué tipo de Internet queremos y luchar por ser ciudadanos digitales responsables a la hora de hacer uso de nuestra libertad de expresión".

¿Qué mejor forma de regresar al mundo que con una historia que narra una caída en picado?

¿Cuáles fueron los motivos por los que el mundo odió tanto a Hathaway, Swift y Lawrence tras haberlas ensalzado? Ser jóvenes, guapas y tener talento. Todas fueron víctimas de lo que los ingleses llaman “el síndrome de la amapola alta”, es decir, el síndrome de la alta exposición, que hace alusión a aquellas personas que son odiadas porque sus logros las colocan por encima del resto. Tras un tiempo en la sombra, Anne Hathaway regresa junto a Jared Leto con ‘We Crashed’, la serie de Apple TV que habla del fallido pelotazo de la compañía multimillonaria WeWork. ¿Qué mejor forma de regresar al mundo que con una historia que narra una caída en picado?

"El pecado de Hathaway fue su perfección"

Aunque por fin somos capaces de entonar el ‘mea culpa’ al ver cómo tratamos a las mujeres famosas en los 2000, rara vez hemos logrado reconciliarnos con las celebridades que no quisieron ser las chicas malas de la industria. En el libro ‘Trainwreck: The Women We Love to Hate, Mock, and Fear . . . and Why’, Sady Doyle habla de cómo con el libro intenta “reclamar el descarrilamiento no solo para darle voz a todas esas mujeres que prefieren guardar silencio, sino también como una chica que suele pintar fuera de las líneas que ha marcado esta sociedad sexista”. Ahora, lo que toca es darle voz también a esas mujeres que no pintaron por fuera de las líneas, sino que precisamente por querer pintar por dentro y hacerlo con maestría, fueron insultadas por su vocación perfeccionista. El pecado de Hathaway fue su perfección. El nuestro, haber convertido en nuestro don la infinita capacidad de odiar. Ahora que Anne ha logrado volver a ser querida, nos preguntamos si la siguiente en caer en la espiral del odio será Rosalía. Lo sabemos, C.Tangana también está hasta en la sopa, pero los consomés aderezados con odio tienen una clara fijación con las mujeres.