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Barranquilla

Un viaje en bus de Sur a Norte, a 38 grados

7:30 de la mañana, nevada de Sobusa. El recorrido arrancó lento, parco, el viejo bus de carrera 54 Uninorte de la línea de Sobusa, rodaba lerdo como pidiéndole permiso a la calzada para transitar sobre ella. Bajo un cielo cargado y denso la pequeña comunidad fue ingresando como a cuentagotas, cargando rostros somnolientos por donde se asomaba un spleen sutil con el que los escasos pasajeros abordaban la mañana.Nada más local y urbano que un bus de la 54 atravesando de sur a norte la ciudad soltando sonidos onomatopéyicos de forma monocorde que recuerdan una grande y sonora flatulencia cada vez que se detiene. A la altura del barrio Las Moras, un enjambre de buses se peleaban su espacio en la vía como uno de los síntomas de esa guerra diaria de los pocos pesos. Los oficinistas, estudiantes, despachadores, obreros, vigilantes y demás pasajeros que a esa hora se dirigían a su destino, iban ensimismados rumiando pensamientos en medio de un sopor gradual que poco a poco se iba apoderando del ambiente.“¡Nojoda qué calor! Si siguen estos calores nos vamos a morir achicharrados”, se lamentó con desparpajo un sujeto de edad mediana agarrado de la baranda, como esperando respuesta de sus compañeros de viaje.Un sujeto que viajaba a mi lado silbaba un vallenato viejo como para romper el tedio. La vieja máquina subió la velocidad a la altura del bulevar que atraviesa como un tajo el popular barrio Simón Bolívar.El grito desesperado de la sirena de una ambulancia nos rebasó con su urgencia y la mayoría de ojos que en ese momento miraban para adentro posaron su mirada en aquella estela blanca con rojo que rodó como un presagio.“Yo siempre te lo he dicho: ese hombre no sirve pa’ ná’, no tiene para darle a la niña pero sí para tomarse las cervezas”, interpelaba una madre preocupada a una joven que cargaba a una bebé sobre sus piernas. La madre prematura solo alcanzaba a asentir con la cabeza mientras la angustiada abuela volvía al ataque. “Ese hombre no sirve, qué va a trabajar, que una cosa que la otra, pura habladuría y más ná”, a lo que la joven madre ripostó, “A mí lo único que me interesa es que le dé lo que le corresponde a la niña”, se defendió, en medio de un asomo de trancón que nos alcanzó en pleno Centro de la ciudad.Esta vez, tres morenas rollizas suben riendo a carcajadas haciéndose burlas entre sí y conversando en voz alta. “Pa’ ve’ qué foto esa más maluca, no te da pena mostrar eso”, bromeó una de las juguetonas morenas.Las jóvenes bromeban y forcejeaban con unas carpetas blancas donde reposaban sus hojas de vida. “Deja de estar revisando eso ya, niña, que se van a arrugar las hojas de vida, deja eso quieto si no quieres que llame al bizcoreto ese que se cree yo no sé qué”, la alusión volvió a robarle carcajadas al pequeño grupo que se distinguía entre todo ese personal serio y un tanto huraño que en ese momento y a la altura de la Plaza de la Paz iba apretujado como sardinas en lata en medio de un sopor sofocante.Del lado opuesto del bus llegaban otras voces que se referían a una de las series de moda en la televisión nacional. “¿Viste lo de Pablo Escobar? Ese tipo repartía plata entre los pobres y los ayudaba, hacía el mal por un lado y el bien por el otro”, acotó otra voz sin identificar”.Destruida la bruma de las primeras horas de la mañana, las voces de los pasajeros se dejaban escuchar de forma esporádica. Poco a poco al irnos adentrando en la zona norte de la ciudad, el automotor volvió a quedar vacío y así terminaríamos el primer trayecto de la ruta donde atravesamos de sur a norte, de polo a polo, la ciudad, hasta terminar en la sede de la Universidad del Atlántico, en el corredor de la 51B.10 de la mañana, de norte a sur, bus de Granabastos. En compañía de un grupo de universitarios iniciamos el camino de vuelta. Ay hombe olvidarte es imposible, ay hombe, eso para mí es terrible…escapaba la voz de Jorge Celedón del reproductor de sonido del bus que bajaba raudo y con prisa por todo el corredor universitario, mientras unas jovencitas conversaban sobre amores inconclusos y fotos de perfil de redes sociales.“Esta es La Reina 100. 1 y a esta hora de la mañana los invitamos a que nos acompañen con lo mejor del vallenato”, salían como ráfagas las palabras de una locutora que con su intervención a toda prisa intentaba animar la calurosa mañana.En un parpadeo estábamos rodeando la Universidad Metropolitana y al viejo perol no le cabía un alma más. Un joven le cede su puesto a una mujer de edad avanzada en una muestra de caballerosidad que se suponía perdida en esta generación de chats, redes sociales, teléfonos inteligentes y sensibilidad electrónica.Ay corazón mira bien, de qué vale recordar momentos de aquel querer si ya nunca volverán… Jesús Rico, el reportero grafico del periódico, se levanta de su puesto para que se siente una mujer embarazada. “estos buses me dan miedo porque casi siempre van rápido”, comentó la mujer cuando nos acercábamos al barrio Las Nieves“Venga, varón cien pesitos para que nos apoye, 2 en 100, tres en 200, que Dios lo bendiga varón, gracias varón”, se movía entre la maraña de personas el infaltable vendedor de confites que hacía tintinear unas monedas en su mano derecha.-Que tenga buen viaje, varón- se despidió el hombre agradecido con las pocas monedas que logró recolectar entre los pasajeros. -¡Aguántalo aguántalo!- Gritó una voz impaciente que tocaba el timbre con desespero.Cuando el sol y sus lenguas de fuego indicaban la inminente llegada del mediodía con sus 38 grados, se completó el cuadro al hacer su entrada el consabido cantante en plan rebusque con una vieja guitarra terciada en el hombro.La exseñorita no ha decidido qué hacer...en su clase de geografía… El improvisado intérprete terminó su versión particular de la canción del maestro Blades y remató su actuación con el discurso aprendido que siempre se repite en estos casos. “Señoras y señores yo a diario me gano la vida de esta forma, le doy las gracias por su apoyo y les deseo un buen viaje”.Un viaje que en nuestro caso ya llegaba a su final al irrumpir por segunda vez en la entrada del bulevar de Simón Bolívar a las 12 del mediodía, donde la megabandera nos sonreía ondeante, silenciosa, dándonos la bienvenida una vez más a esta otra parte de la ciudad, el lado B de esta canción que no siempre es tropical, jacarandosa, procera o inmortal. Allí terminaba la travesía por esta Barranquilla nuestra de vitalidad y contrastes palpables. Por Carlos Polo  

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