Gestión de Negocios

En defensa de la ambición

La ambición suele asociarse con riquezas, poder o fama pero, en estricto sentido, se refiere a cualquier cosa se busque con vehemencia e intensidad.

Me es difícil contabilizar cuántas veces he escuchado alguien pretender descalificar a una persona con la pura afirmación: “es un ambicioso”.

Más en ausencia que en su presencia, la palabra emerge cuando alguien juzga que las metas o intenciones del aludido no resultan aceptables para el contexto o espacio que los une o su indubitable y agudo anhelo le resultan misteriosamente indigeribles.

En su definición más simple, la ambición es el deseo ferviente de conseguir o poseer algo que no se tiene. Suele asociarse con riquezas, poder o fama pero, en estricto sentido, se refiere a cualquier cosa se busque con vehemencia e intensidad.

Quienes sostenemos que la ambición es una virtud del ser humano productivo, proactivo y exigente consigo mismo, ¿qué debemos mantener en la meditación perpetua para asegurarnos no sólo tenerla sino mantenerla en los cauces correctos? Aquí tres puntos para la reflexión:

1) Somos lo que queremos.- Y querer no es la suma de tus deseos momentáneos, sino efecto de aspiraciones consistentes en distintas esferas de la vida y a las que estamos dispuestos a asignarles la energía, recursos y unidad de esfuerzo que se requieran hasta lograrlas.

Ambicionar no es sinónimo de avaricia, ni financiera ni intelectual. Es un afán –irremediablemente desmedido para algunos– de poseer, de sumar, de lograr y que es plausible cuando su personalísimo fin último es constructivo y enriquecedor.

2) Somos nuestras determinaciones.- Ni la aspiración enunciada, ni la acción simple construyen resultados por sí mismos. El mundo es ultra competitivo, tiende a ser excluyente y suele ser impaciente. El resultado es de quien lo trabaja con arrojo y consistencia.

El que entiende que no viene al mundo a que le regalen sino a ganarse la vida, a sumar logros y a hacer mucho bien para los más, irremediablemente necesita la osadía, el carácter y la audacia para construir incrementalmente.

3) Somos nuestras privaciones.- Y no sólo porque las más de las ambiciones de un ser humano tienen que ver con aquello que carece o en lo que la vida le ha mostrado los efectos de la escasez.

Ambicionar es decidir aquello que estás dispuesto a sacrificar para lograr ciertas cosas que has definido como clarísimamente prioritarias. La plenitud de esfuerzo en algo suele tener una cara contraria que es la insuficiencia de atención o placer en otras cosas.

Hace una década le escuché decir al filósofo mexicano Raúl Franchi que “la ambición no es buena ni mala por sí misma. Lo que la hace buena son sus motivos”. Y agregaría a esos motivos, las emociones que la impulsan.

Creo hasta la vena que el ser humano responsable es la suma de sus elecciones y si bien no todas las ambiciones nos son comprensibles en primera instancia, la ambición es sana y plausible cuando enfoca el esfuerzo y talento de un hombre o una mujer en estados superiores.

Dime qué ambiciones y te diré qué tipo de persona eres. Pero en tanto la vida nos permita esa conversación, nunca dejemos de ambicionar mayor bienestar, mejor capacidad de despliegue, mayor amplificación de nuestras acciones y un espacio de interacción cotidiano mucho mejor que el que la vida nos haya puesto enfrente.

Y la ANAM tendrá su XXII Congreso en Cancún

Ya no se ve lejos mayo 16 al 18. Es la fecha en que la Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas convoca al Royalton Splash a los protagonistas de la cadena logística que le da la vida a la distribución de las poco más de 635 mil tiendas de abarrotes del país.

Dicen los que saben que su programa incluye las conferencias de Viridiana Ríos, Carlos Bravo Regidor, Claudio Flores, Engel Fonseca, Carolina Rocha y Millán Ludeña entre otro. Tendré el gusto de moderar el panel Evolución en el Negocio del Abarrote. ¡Ahí nos vemos!

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