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¿Por qué se representa a las brujas en los cuentos con verrugas y defectos físicos?
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¿Por qué se representa a las brujas en los cuentos con verrugas y defectos físicos?

A pesar de que la estética de la mujer herética ha cambiado en estos últimos años, las narraciones tradicionales siempre las dibujaron con defectos cutáneos nada agradables. Esta es la razón histórica

Foto: La bruja que más miedo da de la historia del cine. (Anjelica Houston en 'La maldición de las brujas')
La bruja que más miedo da de la historia del cine. (Anjelica Houston en 'La maldición de las brujas')

Quizá una de las mejores representaciones cinematográficas que se han hecho de las brujas en su sentido más general es la de La maldición de las brujas, una película estrenada en 1990 y dirigida por Nicolas Roeg. Una actriz tan bella y con tanto carisma como Anjelica Houston aparecía grotescamente maquillada en la gran pantalla para encarnar la pesadilla perfecta de miles de niños de la época: una calva resplandeciente con cuatro pelos andrajosos, ojos y nariz puntiaguda y una barbilla horrenda por la que se asomaba un cuello venoso y color sangre.

¿Por qué las brujas tienen que ser tan feas? La respuesta más fácil es que, al estar relacionadas culturalmente con todo lo maligno, dar miedo a los niños para que escojan el camino del bien. Lo cierto es que más allá de esos rasgos faciales ya descritos, si algo tienen en común todas las brujas del mundo de la ficción infantil y adolescente (salvo las de Harry Potter, por supuesto), es por tener una piel poco cuidada. ¿A qué venían tantas arrugas e imperfecciones faciales?

Se trataba de una representación misógina de las mujeres como lascivas e inferiores intelectualmente que se negaban a abrazar el dogma de la Iglesia

Como es obvio, no todas las hechiceras de cuento tienen por qué ser viejas ni muy feas. Sin embargo, de alguna forma obedece a su propia razón de ser. Como tal, las brujas nacieron en el siglo XV, cuando el cristianismo se impuso frente a otras creencias paganas mediante el argumento de que representaban lo demoníaco y diabólico. El primer caso de quema de una bruja data de 1275, en la región francesa de Toulouse, que no en vano, en aquella época era epicentro de la secta cristiana herética del catarismo. Ya teólogos de unas pocas décadas antes, como Santo Tomás de Aquino, se encargaron de empezar a demonizarlas, acusándolas ser fruto de un encuentro carnal entre mujeres y demonios.

Foto: Fuente: iStock.

La época de mayor apogeo de la caza de brujas fueron los siglos XVI y XVII, sobre todo en el centro de Europa y de las islas británicas. Al final, se trataba de una representación misógina de las mujeres como lascivas e inferiores intelectualmente y que se negaban a abrazar el dogma de la Iglesia. Pero más allá de estos detalles, ¿por qué la imagen más típica de una bruja tiene la piel llena de arrugas y verrugas?

Las marcas del diablo

Podría ser que el mal estado de su piel se debiera, tal vez, a los efectos de las llamas en su cuerpo tras la famosa quema en la hoguera a la que culturalmente se las tiene asociadas. Pero lo cierto es que alrededor del siglo XVI, las cazas de brujas que se organizaban por todo Europa venía legitimada por las muestras que el demonio hacía en su piel, y que se conocía como "la marca del diablo". Estas podían ser lunares, marcas de nacimiento, lunares, arañazos de animales o, incluso, melanomas.

Foto: Fuente: Wikimedia

Si una mujer era acusada de brujería, se la desnudaba en búsqueda de anomalías cutáneas, como asegura un reciente artículo de Mental Floss. En caso de encontrar alguna, se declaraba prueba de haber tenido contacto con el diablo y, por tanto, culpable de brujería. Algunos años más tarde, cuando llegó la Ilustración, por fin se puso fin a esta práctica machista y ultrarreligiosa, desterrando todo signo de superstición. No, las verrugas y demás imperfecciones no eran prueba de ningún contacto demoníaco.

Por fortuna, las representaciones de las brujas hoy en día ya no son mayoritariamente las de una mujer anciana y fea, con la piel hecha un harapo. Las nuevas ficciones infantiles y adolescentes las dibujan normales y corrientes, cuando no como mujeres seductoras y brillantes en las artes y las ciencias. Pero la bruja que hasta entonces hemos conocido siempre vendrá asociada a ese icono de fealdad que imprime terror solo con mirarla.

Quizá una de las mejores representaciones cinematográficas que se han hecho de las brujas en su sentido más general es la de La maldición de las brujas, una película estrenada en 1990 y dirigida por Nicolas Roeg. Una actriz tan bella y con tanto carisma como Anjelica Houston aparecía grotescamente maquillada en la gran pantalla para encarnar la pesadilla perfecta de miles de niños de la época: una calva resplandeciente con cuatro pelos andrajosos, ojos y nariz puntiaguda y una barbilla horrenda por la que se asomaba un cuello venoso y color sangre.

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