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Image credit: Benny Sieu-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

En la primera parte de esta serie, ilustré que los abridores están lanzando con menos frecuencia—con más días de descanso—que nunca antes. En la segunda parte, señalé que los innings por apertura, tanto si se mide por la duración de la salida media como por el porcentaje de salidas que duran al menos cinco innings, también están en mínimos históricos. En la tercera parte, después de considerar varias explicaciones posibles, concluí que esto fue probablemente por diseño, e incluso si la pandemia ha exacerbado algunas de estas tendencias de uso, dichas tendencias están intactas.

Para poner un moño a esta investigación: ¿Qué significa todo esto?

Ciertamente, el papel de los lanzadores abridores de la MLB está cambiando. Hace apenas 10 años, 12 lanzadores tiraron al menos 225 innings. Ningún lanzador ha igualado esa carga de trabajo desde 2016. Solo Zack Wheeler, Walker Buehler, Sandy Alcántara y Adam Wainwright están en ritmo de tirar 200 este año—hasta los juegos del martes—, una marca que 39 lanzadores eclipsaron en 2011.

Por supuesto, el papel de los jugadores ha cambiado a lo largo de la historia del béisbol. En las 30 temporadas entre 1904 y 1933, los segundas bases superaron en imparables a los de tercera (usando el wRC+ de FanGraphs) en todas las temporadas menos en seis. Eso nos parece raro hoy en día. No ha ocurrido en los casi 90 años transcurridos desde 1933. Pero durante mucho tiempo, la tercera base era una posición en la que el guante era lo primero para los defensores ágiles que podían manejar un aluvión de toques y roletazos. Los jugadores de segunda base no eran valorados por sus habilidades en el pivote en una época en la que los doble plays eran poco frecuentes.

Del mismo modo, la imagen mental de un parador en corto como un jugador delgado, ágil y acrobático progresó desde Luis Aparacio (1.75m, 72kg) a Mark Belanger (1.82m, 77kg) y a Ozzie Smith (1.80m, 68kg). Hoy en día, con la ayuda de los cambios, tipos más grandes como Carlos Correa (1.90m, 100kg), Corey Seager (1.90m, 98kg), Fernando Tatis Jr. (1.93m, 98kg) y Xander Bogaerts (1.88 m, 98kg) forman parte de los equipos de Estrellas y se sitúan en la cima de las tablas de clasificación ofensiva, ya que la importancia del alcance de los jugadores de cuadro disminuye si te posicionas en el lugar donde se batea la pelota.

Pero en estos casos, hubo un intercambio de valores. A medida que la Era de la Bola Muerta avanzaba hasta la Era de la Bola Viva, los jugadores de tercera base cambiaban la defensa por la ofensiva. Los de segunda base hacían lo contrario. Los cambios están permitiendo un intercambio entre los jugadores de cuadro similar al de los de tercera base hace un siglo. El guante se cambia por el bate o el bate se cambia por el guante. Es algo así como la primera ley de la termodinámica aplicada a los jugadores de posición. El valor de los jugadores de tercera base, de segunda base y de corta distancia se mantiene. La forma en que obtienen ese valor cambia.

Esto no ocurre con los lanzadores abridores. Al tomar la pelota con menos frecuencia, y no lanzar tan profundamente en los juegos, están renunciando a su valor. En 1998, el primer año de la era de los 30 equipos, tres lanzadores (Kevin Brown, Curt Schilling y Randy Johnson) acumularon más de 10.0 WARP. En las últimas cuatro temporadas completas, solo dos lanzadores (2018 Jacob deGrom, 2019 Stephen Strasburg) han ganado 8.0 WARP. Los lanzadores abridores de alto WARP han disminuido constantemente durante la era de 30 equipos.

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El valor no se está transfiriendo a los abridores en el límite siguiente; ellos se encuentran en declive también.

El valor no se está transfiriendo a los abridores en el límite siguiente; ellos se encuentran en declive también.

En lo que va de 2021, el número de lanzadores con WARP alto se ha reducido. Nadie está cerca de siete o más WARP; eso no tiene precedentes en una temporada completa. Wheeler está en camino a 6.0. Él, Corbin Burnes y Brandon Woodruff están a punto de alcanzar al menos cinco. Otros ocho están a punto de conseguir al menos cuatro. Y eso es todo. Once lanzadores con cuatro WARP, comparado con el mínimo anterior de 19.

¿A dónde va el valor? Se está dividiendo entre los ocho o nueve relevistas en los bullpens contemporáneos. No va a parar a lanzadores concretos; el último relevista que obtuvo 4.0 WARP fue Brad Lidge en 2004. El valor que pierden los abridores no va a ningún relevista en particular; va a la masa amorfa que comprende un grupo de relevistas de una entrada, muchos de los cuales pasan la temporada alternando entre Triple-A y Ligas Mayores.

Eso no significa que el acto de lanzar sea menos valioso. Lo que ha cambiado es la distribución de ese valor. Al principio de la Era Divisional, el valor del picheo residía principalmente en los cinco abridores, con algunos residuos para los cuatro o cinco relevistas de los equipos. Desde entonces, el valor de los abridores ha disminuido y el cuerpo de relevistas ha aumentado. Así que mientras el valor de cada abridor se ha erosionado, el valor de cada relevista no ha incrementado. Nadie se ha vuelto más valioso, y los abridores se han vuelto todavía menos.

Esto tiene tres repercusiones. La primera es el juego. No hace falta que te diga que los ponches han aumentado y las bolas en juego han disminuido. Todos sabemos que la penalización de las veces que un lanzador se enfrenta a cada bateador es algo real. Como ya he escrito, es peor de lo que la gente piensa. Pero con los abridores sacados de los juegos más temprano, esas oportunidades de enfrentarse por tercera vez para los bateadores están desapareciendo. En lugar de un abridor cansado, los bateadores se enfrentan a relevistas de máximo esfuerzo, de 15 a 20 lanzamientos a la vez. Esto perjudica a la ofensiva.

La segunda es la compensación. Si los abridores generan menos valor, se podría argumentar que merecen una compensación menor. Esos dólares deberían fluir hacia los relevistas, manteniendo las nóminas en sus niveles actuales. Pero no es así. Muchos de los lanzadores fungibles en el bullpen están ganando salario mínimo de Grandes Ligas. Muchos ni siquiera pasan el año completo en la plantilla de Grandes Ligas. Su papel limitado les impide acumular los totales que justificarían aumentos más allá del factor de inflación incorporado en el mínimo de la MLB.

La tercera es el valor de carrera. De 1981 a 2000, la BBWAA votó a 18 jugadores de posición y 12 lanzadores abridores al Salón de la Fama. En las dos décadas siguientes, esa proporción pasó a 28 jugadores de posición y sólo 8 abridores (9 si se cuenta a Dennis Eckersley). Es cierto que el voto del Salón de la Fama es un indicador imperfecto del talento, pero el declive de los abridores es notable. Tal vez sea un reflejo de que los reporteros todavía se aferran a los viejos estándares de carreras de 300 triunfos y temporadas de 20 victorias. O tal vez sea porque el valor que los abridores—incluso los mejores—aportan a sus equipos se está erosionando.

Un gran bateador no puede aportar tanto a su equipo en 450 apariciones al plato como en 600. Un gran lanzador no puede aportar tanto a su equipo en 180 entradas como en 240. La definición del lanzador abridor ha cambiado. A falta de un cambio significativo en las reglas del béisbol (sigo siendo partidario de limitar las plantillas de lanzadores), ese cambio significa necesariamente que el papel de los abridores y su contribución al éxito de los equipos está disminuyendo.

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