Academia.eduAcademia.edu
PONENCIA / 22 SEPTIEMBRE DE 2022 JORNADA CEFIRE SAGUNT: EL PORT IBERO-ROMÀ DE SAGUNT: EL GRAU VELL PONENCIA: ARSE (SAGUNTO), LA MÁS MEDITERRÁNEA DE LAS CIUDADES IBERAS Presentación: El objetivo de esta ponencia es demostrar la importancia de la ciudad ibérica de Arse, llamada Saguntum por los romanos. En relación con la existencia de un puerto mayor en el Grau Vell, tal como se ha expuesto en la ponencia anterior, podemos afirmar que la existencia de un gran puerto conlleva, a mi juicio, necesariamente la existencia de tráfico comercial intenso y lucrativo, tanto para justificar la fuerte inversión inicial como los gastos de mantenimiento de la infraestructura portuaria, y también conlleva la existencia de una gran ciudad. Empezaremos planteándonos dos importantes cuestiones: ¿Qué puede considerarse una gran ciudad en el marco del mundo mediterráneo antiguo? Y ¿cuál era la extensión de Arse? La interpretación arqueológica dominante, la de Martí Bonafé y Aranegui, considera que Arse tenía una extensión de entre 8 y 12 ha. (Fig 1 y 1 Bis). Comparada con las grandes ciudades mediterráneas (Fig 2) (con las 426 de la Roma protegida por el muro serviano, las 1.000 ha de Alejandría, las 1.814 de Siracusa…) la ciudad de Arse sería liliputiense. Utilizando términos de comparación más adecuados como los oppida célticos (Fig 3) o iberos (fig 4) de nuestra península sería una ciudad de rango medio, pero no principal. En el caso ibero, obsérvese que queda lejos de las 44 ha de Carmo y de las 50 de Córduba y Cástulo. En esta ponencia defenderé que la ciudad de Arse no era de rango medio, sino de rango principal dentro del mundo ibero y que no tenía unas 10 ha de extensión sino en torno a 100 ha y unos 30.000 habitantes. Existe una amplia conjunción de pruebas que así lo demuestra. Pasamos a analizarlas: Fuentes (fig 5): Respecto a las fuentes, Polibio, Livio y Apiano coinciden en describir una ciudad poderosa y rica, tanto que mereció la alianza de Roma, que fue la única ciudad situada al sur del Ebro capaz de afrontar a Aníbal, después de que éste derrotara a una coalición de vacceos y ólcades en la batalla del Tajo y que resistió durante ocho meses el asedio activo de Aníbal Barca. Aranegui insiste en que las fuentes exageran. Pero su argumento se debilita cuando se aceptan las cifras para lo inmediatamente anterior (la expansión bárquida en Iberia) y lo inmediatamente posterior (la Segunda Guerra Púnica o Guerra de Aníbal), pero no para los acontecimientos vinculados a Sagunto. Numismática (fig 6): Según P.P. Ripollés, Arse fue la primera ceca ibera y acuñó moneda hacia el 350 a.C. La acuñación de moneda exige la existencia de un tesoro estatal y de artesanos especializados. Es importante señalar que en la Antigüedad no existía un sistema de pesos y medidas universalmente aceptado. Arse podía haber acuñado moneda siguiendo un patrón monetario foráneo (como el ático-euboico, el focense-massaliota o el del shekel tirio), para integrarse fácilmente en los grandes círculos redistributivos mediterráneos, pero acuñó siguiendo su propio sistema de pesos y medidas (con un patrón en torno a los 3 gramos), posiblemente porque pretendió constituir un círculo productivo y redistributivo propio. Esto nos habla de una comunidad cívica próspera y segura de sus fuerzas Alfares. (Fig 7 y 8) El territorio arsetano cuenta con una importante concentración de alfares. Parece que especializan su producción en recipientes anfóricos aptos para el almacenamiento, el envasado y transporte de productos alimenticios como higos, miel, vino y cerveza. (figs 9 y 10). Existía un tipo anfórico específicamente saguntino, el Ribera I-8. Evidentemente, esta producción cerámica se orientaba hacia la exportación de los excedentes agrícolas, para lo cual era fundamental disponer de puerto. Además del Puerto Mayor situado en el Grau Vell, el territorio arsetano dispuso de varios fondeaderos y desembarcaderos. (Fig 11). Posiblemente, el de Arse fuera el único puerto importante desde la desembocadura del Francolí en Kesse, futura Tárraco, hasta el Portus Sucronensis en la desembocadura del Xúquer. Con la destrucción del Tos Pelat, en el siglo IV a.C., salida al mar de Edeta, Arse se aseguró el monopolio comercial en una amplia zona litoral. El de Arse era un puerto mayor sólo superado por establecimientos coloniales como Emporion, Ebussus, Cartago Nova o Gadir. Sagunto era una encrucijada (Fig 12), pues confluían las rutas marítimas focense, la de las islas, a través de Ebussus, un ramal de la ruta norteafricana, y la gadirita que remontaba la costa mediterránea, además de la vía heraclea, antecesora del Camino de Aníbal y de la Vía Augusta, y la ruta Celtibérica, hoy fosilizada en el camino viejo de Teruel. Santuarios: A menudo están asociados a establecimientos portuarios porque, dado el infradesarrollo del derecho de gentes, se intentaba ofrecer a los comerciantes la seguridad de la protección divina. En el caso saguntino, conocemos el de Afrodita/Venus, en la zona portuaria, y el de Artemisa/Diana, en la parte baja de la ciudad (infra oppidum según noticia de Plinio), que pudieron ejercer ese papel de garante de los intercambios. Contamos asimismo con arquitectura monumental (fig 13) (el muro de la calle Sagrario): En realidad, se discute sobre qué es. Para unos, como Olcina, se trata de una estructura defensiva; para otros, como García Bellido o Corell, se trata del pódium del Templo de Diana. Los defensores de que se trata de una muralla se apoyan en su sólida morfología de opus siliceum o aparejo poligonal de grandes bloques, estilo III-IV de Lugli, donde sin llegar a ser un aparejo isódomo, permite al menos reconocer y contar hiladas de regularización, la ubicación de los bloques más gruesos en las hiladas intermedias y el carácter muy rústico de su cincelado perimetral o anathyrosis. Si este cincelado fuera muy cuidado podría tener una función ornamental, pero al ser muy rústico su finalidad es que sobresalga la parte central del bloque y que sea ésta la que reciba los impactos, para preservar las frágiles junturas entre bloques. Quienes defienden que se trata del Templo de Diana argumentan que, en los alrededores inmediatos apareció la cabeza de Diana y numerosas inscripciones dedicadas a la diosa, y que los espacios religiosos tienden a fosilizarse, de tal manera que, andando el tiempo, allí estuvo la sinagoga (se conserva la mikhvé), la mezquita alhama y sobre ella, como era costumbre, se instaló la Iglesia de Santa María, que prácticamente se encuentra al lado de nuestro muro. Los defensores de que se trata de una muralla remiten como paralelo al muro romano-republicano de Olérdola y los del Templo de Diana al monumento funerario iberio de Tútugi en Galera, Granada. En cualquier caso, formalmente podemos destacar el posible uno de opus africanus, la anathyrosis, los bloques de contorno recortado, para asentar mejor los bloques inmediatamente superiores, el encaje en seco, a hueso, esto es sin argamasa, aunque utilizando numerosas piedras de calce. Según Carlos de Juan, algunos de los bloques muestran similitudes con los del muelle de Trencatimons. También contamos con escultura monumental (fig 14 y 15) (el toro ibérico de la partida del Terrer, Montíber, al que se atribuye una función apotropaica o protectora de almas, y el relieve del domador de caballos; el tema de la denominada Potnia Hippon es muy conocido en el Mediterráneo), obras de orfebrería (fig 16 ) como la espada decorada del Museo de Prehistoria de Valencia), así como numerosos epígrafes y ricas importaciones (fig 17 y 18), como el aplique de casco en forma de jabalí alado y la crátera de Orleyl. A mi juicio, estos datos autorizan a ofrecer una propuesta topográfica alternativa. Partiremos de la concepción de Martí-Bonafé y Aranegui (fig. 19). Ésta es su propuesta de recinto ibero. A mi juicio, esta propuesta podría ser válida para los siglos VI-IV a.C., es decir, el núcleo primigenio, organizado alrededor de la Plaza de Ciudadela, la más alta del Castillo con 178 m snm, pero no para finales del siglo III a.C., no para el 219 a.C. cuando se produjo el ataque de Aníbal Barca. En primer lugar, justificaremos la ampliación de la acrópolis hacia el este. Aranegui sitúa el límite oriental de la ciudad de Arse en la Plaza de Estudiantes. Esta propuesta es insostenible para el siglo III a.C., porque, es la época de pleno desarrollo de la artillería de torsión. En este momento, la artillería estaba perfectamente estandarizada existiendo piezas de diferentes tipos (litobolos, petrobolos, gastraphetes, oxibeles, catapultas, onagros…), de diferentes tamaños, de tiro tenso o de tiro curvo, que lanzaban flechas o venablos (pila catapultaria) o bolaños, de muy diferentes calibres, los mayores de los cuales podían pesar 3 talentos, es decir, unos 75 kg. Se conocía perfectamente el rango o alcance de cada pieza en función de la munición que utilizaras. En consecuencia, la instalación del enemigo en las plazas de Armas y de Almenara, con 130 y 146 m sobre el nivel del mar (fig 20), suponía la inmediata defunción de la resistencia en la parte baja de la Plaza de Estudiantes a 118 m snm. (fig 21). Aranegui defiende su límite argumentando que estas plazas estaban separadas del resto del Tossal del Castell por una fuerte vaguada, la que fue aterrazada para edificar el foro augusteo, pero tal vaguada imposibilitaría cualquier contraataque de infantería para desalojar de posición tan ventajosa a las baterías de Aníbal, por lo cual se imponía ocupar y fortificar no sólo la Plaza de Armas y la de Almenara, sino también el acceso a las mismas a través de las plazas de Conejera y Tres Castellets. Tres Castellets dispone de un triple recinto defensivo (fig 22), que cuenta con muros de doble paramento, con torres proyectadas hacia el exterior, para proporcionar fuego de enfilada, y con caminos de ronda. Los griegos utilizaban un sistema de construcción denominado emplekton (fig 23), consistente en doble paramento con relleno. Los iberos imitaron el sistema, aunque aplicándolo con medios más modestos. Obsérvese con el lienzo desemboca en la parte posterior de una torre cuadrada de unos 5 m de lado. (fig 24). Sería ibera la planta, evidentemente no el alzado actual. A pocos metros podemos documentar una torre gemela de similares dimensiones. (fig 25) Obsérvese también como el sistema defensivo prosigue en la Plaza de Conejera, donde encontramos unos enormes bloques situados sobre roca recortada para añadir altura relativa. (fig 26). La torres proyectadas hacia el exterior ofrecían la ventaja de proporcionar fuego cruzado o de enfilada, es decir, el atacante que asaltara el lienzo murario recibiría fuego frontal, proveniente del lienzo asaltado, y lateral, proveniente de la torre proyectada. Estas torres tenían dos importantes inconvenientes. Por un lado, suponían un estiramiento del trazado defensivo y, por otro, sus esquinas eran los lugares preferidos por el atacante para colocar sus escalas de asalto, pues el defensor apenas podía situarse allí para empujarlas con perchas y las aristas vivas eran muy vulnerables a los golpes del ariete, pero la ventaja de disponer de fuego de enfilada compensaba con creces. Posteriormente, explicaremos la función de los caminos de ronda. (Fig 27). Ahora, justificaremos la ampliación de la acrópolis hacia el oeste. El resto clave es este muro que está situado a media ladera de la Lloma de les Basses. (fig 28 y 29). Su existencia es incompatible con la propuesta de Martí Bonafé-Aranegui y dinamita su hipótesis, porque queda fuera del recinto amurallado, en posición excéntrica, extraña, sin defender nada, sin sentido alguno. (fig 30 y 31). De cada lienzo de muralla tenemos que hacer un análisis táctico para determinar cuál fue su función exacta. Para ello, necesitamos estudiar la topografía, tanto del lugar donde se asienta como la del entorno inmediato, para comprender qué espacios pudo dominar, qué direcciones de aproximación y avance del enemigo pudo bloquear y desde qué espacios pudo ser dominado, pudiendo estar seguros de que tales espacios también fueron ocupados y protegidos, puesto que lo contrario hubiera supuesto condenar al muro documentado a una segura destrucción, al anular su valor defensivo. Efectuar dicho análisis táctico requiere conocer la concepción teórica de la época en que tales defensas fueron erigidas, es decir conocer las tácticas y el desarrollo técnico. Finalmente, habrá que realizar un examen de conjunto, sin ignorar ninguna pieza del puzzle. Volviendo al muro sito a media ladera de la Lloma de les Bases, es evidente que el muro sólo puede defender el área que queda más arriba que no es otra más que la Loma de les Bases que, por tanto, había de estar ocupada en época ibérica. A mi juicio entre la muralla que se situaría en la cresta de la Lloma de les Basses y ésta que protege la parte exterior de la Senda de les Lladres, quedaría una puerta de entrada de tenaza abierta (fig 32), lo que explica el aspecto cuidado de estos bloques bien escuadrados, pues estaban destinados a ser vistos con frecuencia. (Figura 33). La nueva propuesta explicativa, en lugar de ignorar esta realidad, intentará integrarla. Pero para entender el funcionamiento de todo el sistema defensivo hemos de trasladarnos hasta el muro occidental de Rouillard (Fig 34 y 35), al pie de la Senda dels Lladres. Podemos comprobar la solidez de su morfología, pero no de su posición, porque este muro no domina, sino que está dominado por las Alturas de Aníbal (fig 36). Por tanto, si las Alturas de Aníbal no estuvieran ocupadas, ese muro sería indefendible. Ahora, si suponemos que están ocupadas la Lloma de les Basses, como indican los muros situados allí a media ladera, y las Alturas de Aníbal, entonces la Senda dels Lladres estaría fortificada y actuaría como cierre frontal a cualquier avance que remontara el barranco del Cuiro. (fig 37). La conclusión es que la acrópolis arsetana ocuparía no sólo el Tossal del Castell, sino también la Lloma de les Bases y las Alturas de Aníbal, desde las que se controla el Palancia en el punto en el que la montaña se asoma al río y la propia ciudad baja, cuya existencia demostraremos más adelante. ¿Cuál es la razón de ser de una acrópolis tan extensa? Podemos encontrarla en la evolución de los sistemas defensivos griegos. Inicialmente sólo se fortificaba la acrópolis. Después, cuando aumentaron los recursos disponibles, se protegió toda la ciudad con un muro de diateichisma. Pero, cuando en el siglo IV a.C., los ingenieros de Dionisio de Siracusa desarrollaron la artillería de tensión, perfeccionada por los ingenieros de Filipo II de Macedonia, artillería de torsión, esto era insuficiente. Era necesario ocupar también cualquier elevación cercana desde la que el enemigo pudiera instalar sus piezas y dominar la ciudad. Nació así el denominado gran recinto. Su desventaja era que obligaba al defensor a sobreextender sus fuerzas. Para aprovecharse de ello, el atacante desarrollo la táctica de lanzar repetidos ataques en diversos puntos alejados entre sí. La respuesta del defensor fue la de crear una reserva táctica y caminos de ronda que permitieran llevar refuerzos rápidamente a cualquier lugar especialmente amenazado. La movilidad del defensor podría compensar su inferioridad numérica. Estos Caminos de ronda pueden localizarse en diversos sectores del Tossal del Castell. Estos caminos de ronda habían de estar protegidos para prevenir un posible fuego de interdicción (fig 38). Cuando los Barca introdujeron la poliorcética mecanizada helenística (arietes, helépolis, artillería de torsión) en la Península Ibérica, en el 237 a.C., los oppida iberos no tenían más remedio que adaptarse o rendirse. La mayoría de las ciudades iberas no disponían de los ingentes recursos económicos necesarios, pero la opulentissima Saguntum, en expresión de Livio, disponía de recursos y de conocimientos conseguidos gracias a sus contactos mediterráneos. Dos son los argumentos fundamentales que nos permiten defender que la ciudad se extendía desde la acrópolis al Palancia. (Fig 39) En primer lugar, el testimonio arqueológico, porque las excavaciones efectuadas en la Iglesia del Salvador, en la Plaza de la Morería y en Solar de Quevedo han documentado abundantísima cerámica ibérica. En segundo lugar, tenemos un argumento hídrico. Como demuestra la llamada fórmula de Tsuk, una ciudad de clima mediterráneo no podía abastecerse exclusivamente de cisternas, por lo cual una resistencia de ocho meses exigiría disponer de pozos freáticos. Contamos con una información del Archivo del Antiguo Reino de Valencia, hallada por Bru i Vidal, referida al alumbramiento de aguas en el interior de la ciudad en el siglo XVIII. Bru i Vidal afirma que en su época todavía estaban en funcionamiento tales fuentes en EL Raval de S. Fransesc, en el de la Trinidad y en la Plaça Major. En el subsuelo saguntino contamos con dos acuíferos, el de Gaussa y el de la Plana litoral. A diferencia de la zona de acrópolis en la ciudad baja, los conocimientos técnicos de la época permitían alcanzar niveles freáticos. Por tanto, a mi juicio, contando la acrópolis y las zona urbana y periurbana, la ciudad de Arse se extendería por unas 100 ha y contaría con unos 30.000 habitantes. A modo de conclusión… Antonio García Bellido afirmaba que las ciudades habitadas desde la Antigüedad hasta hoy han practicado una especie de autofagia. Aquí tenemos, por ejemplo, un pedestal de una escultura utilizado como bloque esquinero de una torre. (figura 40 y 41). Por eso, los restos de la cultura fundadora son muy escasos, porque han sido reutilizados y procesados por las posteriores, y, por eso, cada uno de ellos es un pequeño tesoro. Pero las murallas arsetanas no sólo son impresionantes por sus dimensiones sino también por su sofisticación, ya que encontramos todos los elementos recomendados por los principales tratadistas griegos como Eneas el Táctico y Filón de Bizancio: torres proyectadas hacia el exterior (fig 42), murallas en cremallera, para conseguir fuego de enfilada sin necesidad de edificar torres (fig 43), roca recortada verticalmente para aumentar la altura relativa de la muralla (fig 44), roca recortada horizontalmente y en escalera para asentar la muralla sobre roca viva y salvar el desnivel, (Fig 45 A Y B) como en Tres Pouets, antemurales (fig 46) y poternas (fig 47) para efectuar salidas contra las máquinas del atacante, caminos de ronda, casamatas (fig 48)… Morfológicamente las murallas de compartimento pueden tener varias denominaciones: almacenes, casernas, si su función es albergar tropas y casamatas si su función es disparar desde las mismas. A mi juicio, dos elementos llevan a pensar las arsetanas eran casamatas: 1 que estén adosadas al exterior del muro principal (si fueran almacenes lo estarían al interior) y 2 que bajo amenaza no se rellenaran. Las murallas de compartimentos de El turó del Montgrós, en El Brull, ante inminente ataque se rellenaron para conseguir así una muralla de seis metros de espesor, pero las arsetanas no fueron rellenadas, porque su función era la de albergar pequeñas piezas de artillería de tiro tenso. Visión de conjunto del sector septentrional de la Plaza de Estudiantes (49), con asombrosas similitudes con las defensas púnicas del Tossal de Manises de Alicante. Buena parte de las murallas arsetanas conservadas son ciclópeas. (fig 50) Las murallas son el rostro de la ciudad y las murallas ciclópeas envían un muy importante mensaje simbólico: poder remontar su construcción hasta la época de los cíclopes denota su gran antigüedad y refleja no sólo su fortaleza sino también que somos los habitantes primigenios y tenemos un derecho preferente a los recursos de esta tierra. Si no venís en son de paz, marchaos. De hecho, contamos con una noticia de Bocco, recogida por Plinio, que afirma que el Templo de Diana era doscientos años anterior a la guerra de Troya. Aunque la noticia es inverosímil es evidente que atribuirle tal Antigüedad dotaba de prestigio. (A veces se ha defendido que Morvedre = murus vetus). Por tanto, primera conclusión: Arse/ Sagunto estaba inserta en la koiné poliorcética mediterránea. La segunda idea importante es que Arse era una ciudad ibérica, pero con la estructura tripartita típica de la ciudad mediterránea: acrópolis, ciudad y puerto. (Fig 51 y 52). La multiplicidad de contactos y la multiculturalidad que conlleva se evidencia también en los diferentes tipos de cisternas de la Sagunto Antigua: oblongas informes ibéricas (Figura 53) y a bagnarola de influencia púnica (Figura 54), fácilmente diferenciables de las posteriores cuadrangulares romanas, con la media caña en las esquinas y el revestimiento de opus signinum (Fig 55). A través del registro arqueológico de la zona portuaria, podemos conocer las distintas potencias comerciales que se disputaban el Mediterráneo y sus momentos de auge y de decadencia. Para el período antiguo, siglos VI-VI a.C., constatamos, en primer lugar, un claro predominio del material ibérico, lo que descarta cualquier origen colonial, descarta el origen zackynthio postulado por Polibio o Zakynthio-ardeatino, defendido por Livio. (Figura ). En segundo lugar, en esta época, entre el material importado, predomina el material fenicio (ánforas del círculo del Estrecho y púnico-ebusitanas) sobre el focense-massaliota y el etrusco. Durante el ibérico pleno, predomina el material ibérico, lo que demuestra la importancia del círculo productivo y distributivo arsetano, y por lo que respecta al material importado cómo el dominio comercial fenicio-púnico es amenazado por el aumento creciente de los intereses itálicos respaldados por Roma, reflejado en las ánforas greco-itálicas (magnogrecomassaliotas) y en la cerámica de barniz negro. (Campaniense A y de Cales). Durante el período ibérico tardío, se produce un gran desarrollo comercial, al tiempo que, tras la victoria romana en la Segunda Guerra Púnica, los materiales importados itálicos desplazan a los fenicios. Igualmente, para el Período Pleno, podemos ordenar la presencia de productos importados, de mayor a menor en este orden: Grau Vell, Arse, Edeta y asentamientos edetanos de rango inferior cono La Seña, la Monrravana, Puntal dels Llops o Castellet de Bernabé, es decir, puerto comercial, ciudad costera, ciudad interior de base agropecuaria, pero sede de la aristocracia consumidora de productos de lujo y poblados dependientes. Queda justificado, pues, a mi juicio, considerarla como la más mediterránea de las ciudades iberas. Y esto hubiera sido imposible, claro, sin su puerto. Estos contactos comerciales fueron tan importantes que justificaron el traslado de la población desde el Pic dels Corbs (principal núcleo durante la Edad del Bronce), a unos 3 km al norte del Palancia, hasta el Tossal del Castell de Sagunt (en la Edad del Hierro).