Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia
67 (2), julio-diciembre 2015, p104
ISSN-L:0210-4466
http://dx.doi.org/10.3989/asclepio.2015.22
DOSSIER: EL NACIMIENTO DE LA PSIQUIATRÍA: UN MOVIMIENTO EUROPEO /
THE BIRTH OF PSYCHIATRY: A EUROPEAN MOVEMENT
INTRODUCCIÓN: EN TORNO AL ORIGEN DEL PRIMER
ALIENISMO
Juan Carlos Stagnaro (Coordinador)
Profesor Regular Titular, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental y Docente e Investigador del
Instituto de Historia de la Medicina, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires
jcstagnaro@gmail.com
Recibido: 12 de abril de 2015; Aceptado: 10 de mayo de 2015.
Cómo citar este artículo/Citation: Stagnaro, Juan Carlos (2015), “Introducción: En torno al origen del primer alienismo”, Asclepio, 67
(2): p104. doi: http://dx.doi.org/10.3989/asclepio.2015.22
INTRODUCTION: ABOUT THE ORIGIN OF THE FIRST ALIENISM
Existe toda una tradición historiográfica que identifica el nacimiento de la psiquiatría con la figura de
Philippe Pinel (1745-1826), cuyo nombre quedó registrado como epónimo del origen de la especialidad.
Aunque investigaciones posteriores matizaron ese
lugar mítico del clínico francés, en el imaginario colectivo se le sigue atribuyendo todo el crédito del origen
de la medicina mental, tanto en lo referente a la famosa “liberación de los locos de sus cadenas” como,
utilizando la expresión foucaultiana, del «nacimiento
de la clínica (psiquiatría)», sin tener suficientemente en cuenta que dicho momento fundacional de la
psiquiatría respondió a un proceso complejo que se
desarrolló de manera más o menos simultánea en diversos lugares de Europa, en un marco intelectual (fi-
lantrópico e ilustrado) que propició una nueva forma
de entender la locura y de actuar sobre el loco.
En efecto, se acepta situar el comienzo de una nueva especialidad médica —primero conocida como
alienismo y luego como psiquiatría— orientada al estudio y tratamiento de la locura, hacia 1800, en París,
en la época en la que Pinel, profesor de Nosographie
de la Facultad de Medicina de Paris, fue designado director del hospicio de Bicêtre por el Comité de Salud
Pública de la Revolución Francesa.
Sin embargo, como lo señala el historiador de la
psiquiatría Jacques Postel (1981), la atribución exclusiva a Pinel de ese fenómeno histórico tiene algo de
excesivo. Efectivamente, corría a la sazón en Europa
un viento de reforma social que también tuvo su ex-
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JUAN CARLOS STAGNARO
presión en el pensamiento médico sobre la locura;
y esa corriente de opinión se plasmó antes, durante
y después de la producción pineliana, en las obras y
acciones institucionales de médicos de diversos lugares del viejo continente: Johann Christian Reil en
Alemania, Vincenzo Chiaruggi en Florencia, Joseph
Daquin en Chambery, William Tuke en “El Retiro” de
York, J. Theodor Held en Praga y, tiempo después,
F. Sabler en Moscú, entre los más importantes. Todos ellos hicieron aportes a una nueva clínica de la
locura, denunciaron la situación de los enfermos
mentales y propusieron cambios y, en algunos casos,
lograron plasmar experiencias en las que aplicaron
los principios del Movimiento Filantrópico en coincidencia con las ideas de enciclopedistas y librepensadores del siglo XVIII que proponían una suerte de
secularización de la caridad.
Sin embargo, el mérito de ese movimiento quedó
ligado al médico francés: durante más de un siglo, gracias a los escritos laudatorios de su hijo Scipión y de su
sobrino bisnieto René Semelaigne (1888), se difundió
y se mantuvo el mito pineliano.
Aunque debe aceptarse también que la atribución
a Pinel del acontecimiento que estudiamos también
se debe, en gran medida, al lugar central que ocupaba Francia dentro de la cultura europea en los años
de la Revolución Francesa y a que él logró sintetizar,
como ningún otro de sus contemporáneos, los presupuestos de una nueva forma de concebir la locura
y su tratamiento.
LA CRÍTICA DEL MOVIMIENTO FILANTRÓPICO A LOS
HOSPITALES GENERALES: COLOMBIER Y DOUBLET
A lo largo de los siglos XVII y XVIII en Europa, los
locos o bien eran cuidados por sus familias en condiciones muy precarias, tratados por la medicina con los
métodos clásicos heredados de la tradición hipocrático-galénica combinada con los más diversos y iatrogénicos recursos, o vagaban por campos y ciudades
mendigando la ayuda pública o bien eran recluidos,
junto a prostitutas, ancianos indigentes, niños abandonados, delincuentes comunes y vagabundos en
condiciones miserables en los Hospitales Generales —
verdaderas prisiones con un alto índice de mortalidad
y no pocas fugas— que habían creado las monarquías
para sacar de circulación a los considerados “perturbadores” del orden social.
Los enfermos mentales formaban una suerte de
casta estigmatizada como indigna de la condición humana. Algunas de las instituciones que los albergaban
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eran visitadas por los curiosos a cambio de una propina para sus cuidadores.
En la Francia del Ancien Régime el encierro de los
locos en los Hospitales Generales estaba legalmente
pautado. Las familias podían solicitar al soberano el
encierro de sus deudos delirantes, furiosos, libertinos, pródigos, escandalosos, etc., por medio de la
emisión de una Orden del Rey (Lettre de cachet),
procedimiento expeditivo que conducía a la internación del señalado como enfermo. En el caso de los
sujetos errantes, generalmente indigentes y sin familia, era la autoridad policial, en Paris, o los intendentes en las provincias, quienes podían acudir a la
autoridad real con el mismo propósito.
A comienzos del reinado de Luis XVI había irrumpido en la escena política un movimiento que, inspirado
en el ideario de Jean-Jacques Rousseau, se definirá
por “una repugnancia innata” a ver sufrir al semejante. Era el denominado movimiento filantrópico que,
en el marco de una creciente conflictiva política con
la monarquía, al calor de las ideas divulgadas por los
enciclopedistas y sinérgico con las reivindicaciones
del Tercer Estado, desveló, entre otras denuncias, las
miserables condiciones en las que se encontraban los
recluidos en los Hospitales Generales del reino. En
1776, cuando Jacques Necker sucedió a Turgot en el
cargo de Primer Ministro, el problema de la asistencia
estaba a la orden del día: para los filántropos la miseria era producto de las condiciones de vida de la sociedad y, por lo tanto, era ella quien debía reparar el mal
que causaba, y el Estado, responsable de la política
social, no podía abandonar la provisión de asistencia
solamente a la caridad.
En ese tormentoso contexto social pre-revolucionario el ministro Necker designó, en 1780, a Jean Colombier (1736-1789) en el cargo de Inspector General de
Hospitales civiles y Prisiones del reino.
Poco antes de su caída, Luis XVI, bajo la presión de severas denuncias presentadas por los simpatizantes del
movimiento filantrópico, encomendó a Colombier y a
su adjunto, François Doublet (1751-1795), la redacción
de un informe sobre el estado de los locos internados
en los Hospitales Generales del reino. Como resultado
de una gira por todas las instituciones de Francia destinadas a alojar alienados, ambos médicos presentaron,
en 1785, su famoso texto: Instruction sur la manière de
gouverner les insensés, et de travailler à leur guerison
dans les asyles qui leur sont destinées, que sentó las bases esenciales del modelo del asilo terapéutico que se
pondrían en práctica a principios del siglo XIX.
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INTRODUCCIÓN: EN TORNO AL ORIGEN DEL PRIMER ALIENISMO
Un elocuente pasaje de la Instruction… da una idea
de la miserable existencia en la que se encontraban
las personas recluidas en los Hospitales Generales:
“ millares de insanos son encerrados en las prisiones
sin que nadie piense en el menor de los remedios. El
semiinsano que se confunde con el insano perdido; el
furibundo con el loco tranquilo: a unos se los encadena, a otros se les deja en libertad en su cárcel; en resumidas cuentas, a no ser que la naturaleza acuda en
su auxilio y los cure, el término de sus males es el de
sus días, y desgraciadamente hasta entonces, la enfermedad no hace sino aumentar en lugar de disminuir”
(Colombier y Doublet, 1785, p. 4).
Pero las intenciones de reforma se vieron interrumpidas por la Revolución de 1789.
El informe de Colombier y Doublet, que fue ampliamente difundido por todo el reino, conserva una gran
importancia histórica por ser el primer documento
oficial de carácter reformador que, poco antes de producirse la Revolución, se ocupó de la situación de los
enfermos mentales en Francia, indicando los criterios
que la medicina de fines del siglo XVIII debía observar
en relación a ellos. A pesar de su breve vigencia, debido
a la caída de la monarquía, la Instruction tuvo una gran
repercusión porque su contenido fue retomado por el
Comité de Mendicidad de la Asamblea Constituyente.
Los miembros de ese estamento, sobrecogidos ante
los miles de personas que habían alojado los Hospitales Generales entre 1768 y 1789, pusieron en práctica
las recomendaciones de Colombier y Doublet, designando a Pinel en el hospicio de Bicêtre con la misión
de reformarlo de manera acorde con las exigencias de
los nuevos Derechos del Hombre instaurados por la
Revolución (Weiner, 2002, pp. 109-110). Sin embargo,
antes de estudiar la obra de Pinel es necesario, a fin
de tener una visión de conjunto de lo señalado antes,
pasar revista a lo que estaba ocurriendo en otros lugares de Europa.
GRAN BRETAÑA: WILLIAM BATTIE Y JOHN MONRO,
JOHN HASLAM, ALEXANDER CRICHTON
Tres décadas antes de la elaboración de la Instruction de Colombier y Doublet, tuvo lugar una áspera
polémica pública entre los médicos londinenses William Battie y John Monro. A poco de comenzar su
tarea como director del Saint Luke’s Hospital for Lunatics de Londres1, el doctor William Battie (1703-1776)
inició su prédica en defensa de un tratamiento más
humano de los enfermos mentales que plasmó en su
Treatise on Madness (1758), que fue la primera mo-
nografía médica inglesa dedicada al tema. Adscribiendo a las ideas del Iluminismo, Battie abogó por una
visión optimista sobre el modo de tratar los trastornos
mentales, oponiéndose a la utilización indiscriminada
de laxantes, eméticos y sangrías profusas e ineficaces
habitualmente practicadas en el Hospital de Bethlem
(popularmente llamado Bedlam), a la sazón la institución para alienados más antigua y conocida de Londres. En su opúsculo, además de criticar los métodos
utilizados en esa institución, a la que tachaba de reducto de la barbarie y la coerción, Battie denunció
la práctica de permitir las visitas de los vecinos de la
ciudad, quienes por unas monedas podían espiar las
celdas en las que estaban recluidos los enfermos.
Se dice que durante su carrera, Battie había examinado a más de mil enfermos mentales por lo que no
cabe duda de que debió acumular una gran experiencia clínica y de que su célebre libro constituyó un interesante ejemplo de teorización médica en torno a la
explicación del desvío y la intensidad de las pasiones
como causa de la locura. Battie también abogaba en
su obra por un trato más humano de los pacientes,
proporcionándoles mejores condiciones de habitación en celdas aireadas, buena alimentación y distracciones mediante la visita de sus familiares y amigos.
Ese libro inglés marcó un hito decisivo en el enfoque médico de la enfermedad mental; y su promoción
del optimismo terapéutico, a través del compromiso con el paciente, en lugar de la restricción u otras
maniobras físicas, prefiguró el tratamiento moral que
pusieron en práctica los Tuke en “El Retiro” de York, a
finales del siglo XVIII, y que aplicó, inicialmente, Daquin en Chambèry y, finalmente, perfeccionaron Pinel
y Esquirol (1772- 1840) en los hospitales de París.
El libro de Battie suscitó la inmediata y airada réplica del doctor John Monro (1715-1791), director,
como su padre, del Bedlam. Monro interpretó el escrito de Battie como un ataque a la memoria y buen
nombre de su progenitor, y de él mismo y respondió
inmediatamente con un texto intitulado Remarks on
Dr. Battie’s Treatise on madness (1758).
Pero, lo más importante, aparte del valor anecdótico de esa controversia, es que el cruce entre ambos
médicos constituyó el primer debate acerca de la teoría de la locura y de su tratamiento en suelo inglés
(Morris, 2008).
John Haslam (1764-1844), médico londinense,
muy distinguido en su medio en razón de sus trabajos científicos y sus notas periodísticas, adquirió una
gran reputación por su moderación en el tratamiento
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de los enfermos mentales. En 1795 se hizo cargo de
la botica del hospital de Bethlem, introduciendo los
más modernos criterios científicos en la farmacopea
del establecimiento. Esa tarea le dio la oportunidad
de observar, cotidianamente, el comportamiento de
los pacientes internados en su libro Observations on
Insanity With Practical Remarks on the Disease and
an Account of the Morbid Appearances on Dissection
(1798), en el que incluyó las descripciones detalladas
de las enfermedades más habituales que sufrían, así
como el resultado de las disecciones cerebrales de
aquellos que morían.
Pero la trayectoria profesional de Haslam se vio
marcada por un acontecimiento conflictivo. En mayo
de 1814, Edward Wakefield (1774-1854) un reformador y filántropo, miembro del Parlamento británico, realizó una visita de inspección al hospital
de Betlhem y descubrió en una de sus celdas a un
ciudadano norteamericano, de apellido Norris, encadenado por indicación de Haslam, quien lo juzgaba
peligroso a partir de un altercado que había tenido
con él, a un dispositivo de hierro que lo mantenía
permanentemente desde hacía una decena de años
en atroces condiciones.
Alertados por Wakefield varios miembros del Parlamento visitaron al paciente y estuvieron de acuerdo
en que era un hombre racional y tranquilo. Aunque
liberado de sus ataduras el norteamericano, ya agotado físicamente por los malos tratos recibidos murió
en el hospital pocos meses después. El caso de Norris
produjo una gran conmoción en la opinión pública y
contribuyó al movimiento de reforma de los asilos del
Reino Unido, plasmado en la legislación de 1828 que
regularizó el funcionamiento de las instituciones para
los enfermos mentales. A la base de estas iniciativas
estuvieron, precisamente, Edward Wakefield, William
Hone, escritor político y editor, y James Bevans, arquitecto, quienes se preocuparon por la condición y el
mal trato de los pacientes en los asilos y formaron un
comité destinado a visitar a ese tipo de instituciones
de todo el país y a confeccionar informes sobre los hallazgos (Andrews et al, 1997, pp. 415-435).
En 1798, otro médico escocés, Alexander Crichton
(1763–1856), publicó An Inquiry into the Nature and
Origin of Mental Derangement (1798) que fue traducido al holandés, alemán y, en parte, al francés. La obra
de Crichton, constituyó un antecedente singular para
el nacimiento de la psiquiatría y ejerció una gran influencia en los pioneros franceses de la especialidad,
como Pinel y Esquirol (Berrios, 2006; Charland, 2008).
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LA EXPERIENCIA DE CHAMBÉRY Y EL PENSAMIENTO
DE JOSEPH DAQUIN
En Chambéry, capital del antiguo ducado de Saboya (Reino de Piamonte-Cerdeña), Joseph Daquin
(1732-1815) publicó, en 1791, la primera edición de
su libro intitulado Philosophie de la folie, que tuvo
una segunda edición, en 1792, en Paris, idéntica a
la primera en su contenido, pero con una modificación en el título: Philosophie de la folie ou essai philosophique sur le traitement des persones attaqués
de folie y, tres años más tarde, en 1804, una tercera
edición “revisada, aumentada y apoyada en un gran
número de observaciones”.
En su obra, Daquin sostiene que la enfermedad
mental debe ser tratada por medio del tratamiento
moral, término que retoma Pinel, y comunica sus investigaciones sobre la influencia de la luna en la génesis de la locura.
Daquin falleció discretamente, sin que sus opiniones y propuestas terapéuticas sobre la locura alcanzaran una difusión particular. La repercusión de la
obra de Pinel opacó sus anticipaciones, sobretodo
porque el gran maestro parisino, así como su discípulo Esquirol, nunca reconocieron la contribución
pionera de Daquin.
Si bien, como lo afirma el historiador Claude Quétel
(1987), es ocioso, y hasta incorrecto históricamente,
discutir la preeminencia de Pinel en la invención completa del tratamiento moral, también es cierto que él
no menciona la contribución de Daquin, la cual, por
muy incipiente que fuera, no carecía de originalidad.
Como también es cierto que la Philosophie de la foliefue el primer libro consagrado íntegramente al estudio de la locura que se haya publicado en Francia.
VINCENZO CHIARUGI EN FLORENCIA
El Duque de la Toscana Pedro Leopoldo, promulgó,
a finales de 1774, en el marco de profundas reformas
sociales y administrativas que caracterizaron su gobierno, la primera ley sobre los enfermos mentales
de Europa (Legge sui pazzi), que codificaba la relación de la sociedad con esas personas y el modo de
su hospitalización. Según ese decreto Real nadie, ni
siquiera pagando, podía ser admitido en el Manicomio para su custodia o cura, sin previa certificación
de la enfermedad firmada por médico y sin una licencia soberana para internarlo.
La nueva administración había realizado cambios y
reformas en las instituciones florentinas destinadas a
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recibir enfermos mentales y, en ese proyecto incluyó
el Regolamento dei Regi Spedali di Santa Maria Nuova
e di Bonifacio, inspirado por Vincenzo Chiarugi (17591820) y puesto en vigencia en 1789, que constituyó la
prolongación de las legge sui pazzi en el plano sanitario.
El Regolamento concebido por Chiarugi representó el primer texto en el que el reformismo del siglo
XVIII se plasmó en una institución de ese tipo. En la
práctica, las directivas promulgadas fijaban como una
prioridad, con un fin tanto ético como terapéutico, el
respeto del enfermo bajo los aspectos físico y psicológico; lo cual significó la abolición de los malos tratos
con pretensión curativa. Cesaron así la inmovilización
con cadenas —aunque se la mantuvo para los más
agitados o con riesgo de suicidio empleando solo cintas de tela y muñequeras de cuero adecuadamente
puestas para evitar heridas y dolor—, las sangrías
profusas y/o repetidas y las inmersiones en agua fría;
y, sobre todo, se dispuso la presencia constante de
un médico en el hospital y la supervisión del personal
auxiliar. En su conjunto quedó fuertemente marcada
la diferencia entre la finalidad sanitaria de la nueva
institución y el objetivo meramente cautelar y segregatorio del antiguo asilo (Stagnaro, 2014).
En la misma época en la República de Luca se inauguraba, en 1773, el hospital de San Luca della Misericordia, y poco después el de Fregonaia, con el mismo
propósito de mejorar la atención de los alienados.
Como afirma Georges Lanteri-Laura (1998), estos
acontecimientos muestran que la tesis de Michel Foucault ubicando al “gran encierro” como el origen de la
psiquiatría moderna debe ser revisada en ese sentido,
y no puede tener la pretensión de dar cuenta de todo
lo que se pensaba y pasaba en ese momento en la
Europa de las Luces.
En 1793 se publicó en la imprenta de Luigi Carlieri el
primer Tomo del libro de Chiarugi Della Pazzia in genere,
e in specie. Trattato médico-analitico con una centuria di
osservazioni, al que le siguió, en 1794, un segundo volumen conteniendo los Tomos II y III, que fueron traducidos al alemán dos años después (1793-1794 [2014]).
Ese texto, que dejó marcado indeleblemente el
nombre de Chiarugi en la historia de la psiquiatría, fue
profundamente modificado por su autor para una segunda edición aparecida en Florencia en 1808. Pero,
para esa fecha, ya estaba circulando la primera edición del Traité médico-philosophique sur l’aliénation
mentale ou La manie de Pinel (1800), y muy pronto a
salir la segunda edición de esa obra (Pinel, 1809) que
se había difundido por toda Europa.
Si bien el francés formuló una teorización del fenómeno psicopatológico más avanzada, el toscano
llevó adelante una transformación hospitalaria más
audaz y precoz, pero ambos fueron participes del movimiento médico europeo que revolucionó la recepción y el tratamiento de los enfermos mentales en la
segunda mitad del siglo XVIII y los albores del siglo
XIX (Stagnaro, 2014)
ALEMANIA: LAS RAPSODIAS DE REIL
Finalmente, en Alemania, los conceptos y argumentaciones incluidos en el famoso trabajo de Johann
Christian Reil (1759-1813) de 1808, en el que defiende la creación de una disciplina médica independiente denominada Psiquiatría (Reil, 1808), se basaron en
gran medida en sus Rhapsidien uber die Anwendung
der psychischen Kurmethode auf Geisteszeruttungen
(1803) Muchos de esos argumentos continúan siendo
claves para definir la especialidad en el presente. Reil
reflexionó sobre sus aspectos principales e incluso
planteó los derechos de los enfermos mentales, denunció los efectos del estigma que portan, defendió
la creación de hospitales humanizados para ellos y
enfatizó la responsabilidad del gobierno y la sociedad
toda ante sus ciudadanos aquejados de esos trastornos. Y, fundamentalmente, describió a la psicoterapia
como un tratamiento esencial, tanto para las enfermedades mentales como para las somáticas, equivalente a los tratamientos farmacológicos y a la cirugía
(Garrabé, 2008).
LA INTERPRETACIÓN DE LA OBRA DE PINEL
El libro de Gladys Swain Le Sujet de la folie (1977),
y el publicado junto a Marcel Gauchet La pratique
de l´esprit humain, l´institution asilaire et la révolution démocratique (1980), retoman la investigación
sobre los orígenes de la psiquiatría, dedicándose a
mostrar que los comienzos del saber psiquiátrico,
alrededor de 1800, representan una fecha decisiva
para las ciencias del hombre. Los autores mencionados inauguraron una nueva interpretación sobre el
tema de la sinrazón en el Occidente moderno, que M.
Foucault había descrito como una vasta reducción al
silencio que culminaba con la pretensión de la razón
de proveerse una ciencia objetiva para el alienado.
La reconstitución que aportó Swain, del momento
fundacional de la clínica psiquiátrica en sus términos
exactos, nos ofrece una imagen profundamente diferente: allí donde la tradición veía un loco encerrado
en la soledad de su delirio o la ceguera de su furia,
los médicos descubrieron bruscamente un ser que no
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está cerrado a los otros ni a lo que le acontece. Ni
encierro en sí ni ausencia de sí en el alienado, sino
una desgarrante presencia que se interroga sobre el
sentido de su trastorno y una constante preocupación por el otro. De allí la posibilidad de acceder a
un intercambio terapéutico con ese sujeto que sabe
algo de su alienación y se defiende contra ella. En
otras palabras, Swain y Gauchet pusieron el acento
sobre el concepto fundamental de la empresa de Pinel: cualquiera sea el grado de locura del alienado,
este último no está nunca completamente ajeno a sí
mismo; el paciente no adhiere jamás totalmente a su
propia alienación. Es precisamente esa distancia entre el loco y su propia locura lo que hace posible en
los hospicios de Bicêtre y La Salpêtriere emprender el
“tratamiento moral”; ya que se podrá establecer con
esa parte sensata del insensato el diálogo terapéutico. Mientras Michel Foucault en su Histoire de la folie
à l’âge classique (1961) hace de Pinel un heredero directo de toda una tradición, Swain y Gauchet subrayan, por el contrario, el valor de ruptura teórica de su
propuesta. Si bien es cierto que retirar a los locos del
Hospital General para alojarlos en asilos específicos
dio testimonio de una voluntad de exclusión, también
debe reconocerse que ese aislamiento en las instituciones monovalentes constituyó a la locura como
objeto teórico a parte entera. Y es, entonces, en ese
momento, en el que el loco devino el objeto de una
verdadera investigación científica que se impuso la
presencia de la parte inalienable de su subjetividad.
La sanción legal del nuevo orden de la locura
La obra clínica y terapéutica de Pinel se completó
con una legislación que sancionó, diez años después
de su muerte, el marco jurídico de la internación psiquiátrica. Dos de los principales alumnos de Pinel, Esquirol y Ferrus (1784 - 1861) fueron los promotores de
la famosa ley promulgada el 30 de junio de 1838 bajo
la monarquía de Julio que reglamentó por más de 150
años en Francia (recién fue modificada en 1990) la
hospitalización de los enfermos mentales en los establecimientos privados y públicos, su protección y la
de sus bienes. Inspirados en los ideales filantrópicos y
humanistas del siglo XVIII se creó así una doctrina de
la psiquiatría en Francia (que sirvió como modelo para
numerosos países) con las siguientes características:
a) Creó condiciones decentes de recepción y de tratamiento para los enfermos mentales, imponiendo a cada Departamento geográfico de Francia la
organización y la carga financiera de esas estructuras hospitalarias: los asilos de alienados.
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b) Dictaminó una serie de medidas de protección
social contra los riesgos de la peligrosidad de los
enfermos mentales sobre la población general.
c) Reglamentó de manera precisa las circunstancias
en las cuales un ciudadano podía ser encerrado
en un asilo de alienados contra su voluntad, y las
medidas de protección legal para la persona, tanto en lo relativo a sus bienes como a su libertad
individual.
La ley de 1838 se propuso poner fin, definitivamente, a las prácticas brutales de tratamiento de la enfermedad mental que prevalecían hasta entonces. Podría
decirse, y a justo título, que dicho instrumento legal
respondía, simultáneamente, más allá del espíritu humanista de sus mentores, a una lógica que puede calificarse de represiva; fundamentalmente creada para
proteger al cuerpo social del efecto desestabilizador
del trastorno social provocado por la locura. Pero deberá reconocerse también que entre los beneficios novedosos que otorgó se cuenta la legitimación de la medicina para el tratamiento de la enfermedad mental.
En efecto, el reconocimiento legal del médico alienista y de la disciplina psiquiátrica revistió una importancia capital: la medicina limitada por una deontología profesional debió reconocer en el enfermo mental
el derecho a la calidad de los cuidados que debía recibir y el respeto a su dignidad como persona.
EL PSIQUIATRA Y LA INSTITUCIÓN
La institución psiquiátrica formó así, desde su origen, parte indisoluble de un dispositivo terapéutico
pensado para modificar la conducta desviada designada por Pinel y sus contemporáneos como alineación mental. Su disposición edilicia, su estructura
organizativa (médico jefe, enfermeros guardianes),
la admisión, salida y circulación de sus internos (“secuestro” y encierro obligado hasta el alta decidida por
la autoridad médica), sus actividades internas (clinoterapia, tratamientos biológicos, tratamiento moral,
laborterapia, recreación y visitas dosificadas de los
allegados), no surgió del capricho autoritario de sus
creadores sino de una serie de maniobras terapéuticas enderezadas a modificar, a restablecer el estado
previo de lucidez y razonamiento claro de los considerados enfermos de alienación mental.
Fue así como, en un entrelazamiento inextricable, la
especialidad nació entre los muros del asilo del Ancien
Régime, el cual se transformó, a su vez, en función de
una teoría de la locura que lo utilizó como herramienta, en el hospital psiquiátrico.
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INTRODUCCIÓN: EN TORNO AL ORIGEN DEL PRIMER ALIENISMO
A este respecto, en el prólogo a la obra Miserables y
locos. Medicina mental y orden social en la España del
siglo XIX, de Fernando Alvarez Uría, Robert Castel señala que “El nacimiento de la psiquiatría en el siglo XIX
fue, sin duda alguna, una innovación considerable: la
creación de una nueva institución —el manicomio—,
de una legislación especial nueva, de un cuerpo de
nuevos especialistas —los médicos psiquiatras—, de
un estatuto del loco convertido ahora en enfermo,
etc. En estas decisivas transformaciones, los historiadores de la medicina suelen ver de buen grado una
«revolución» y el comienzo de una era radicalmente
nueva. La importancia del cambio no debe, sin embargo, ocultar que tal cambio reconduce determinados
rasgos fundamentales de dicha situación y que estas
permanencias tienen, por lo menos, tanto peso como
las innovaciones, en la comprensión del significado
del fenómeno. Así, la necesidad del «aislamiento terapéutico», en cuyo nombre todo el nuevo sistema se
pone en marcha, reconduce la segregación anterior
de los alienados en los hospitales generales y en las
prisiones; el estatuto de minoría legal del enfermo
mental es homólogo al estatuto del condenado, tal
como aparece en el código penal, puesto que tanto
uno como el otro se ven privados de sus derechos;
la tutela médica de la razón sobre la locura se ejerce
con la misma buena conciencia que la tutela jurídica
del juez sobre el delincuente, etc. La primera `revolución psiquiátrica´, la que se produjo en el momento
de Pinel […] supone el paso de una lógica directamente represiva (salvaguarda del orden público – arresto
– juicio – secuestro) a una lógica médico-humanista
(interés del enfermo – aislamiento – ingreso en un
establecimiento especial – tratamiento médico). Sin
embargo, «¿es lo mismo una cosa que otra?» —se interroga Castel— «en absoluto» —afirma— «se trata
de un desplazamiento esencial que permite la emergencia de ese conjunto considerable de prácticas nuevas que van a desarrollarse bajo el label de la medicalización» (Castel, 1983, pp. 9-10).
CONCLUSIÓN
Es necesario analizar más de cerca, con instrumentos historiográficos más adecuados, los conceptos
que, cargados de un fardo ideológico frecuentemente
no explicitado, tienden a presentar el nacimiento de
la psiquiatría exclusivamente como una maniobra de
apropiación de la locura en el campo de la medicina
con fines de control social. Un correcto estudio de los
hechos puede permitirnos descubrir que el surgimiento de la especialidad, aunque no se desembarazó de
ciertas dimensiones heredadas inspiradas en el miedo a la locura y su marginación, que estaban y están
inscritos en nuestra cultura, constituyó una transformación positiva de la forma en que la sociedad occidental comenzó a ocuparse de la locura en las últimas
décadas del siglo XVIII y primeras del XIX.
El Dossier monográfico que se propone en este número de Asclepio, pretende —sin agotar la lista de los
protagonistas— a través de determinados estudios de
caso: Joseph Daquin en el Piamonte, Alexander Crichton en Gran Bretaña, Vincenzo Chiarugi en Italia y Johann Christian Reil en Alemania, analizar la obra institucional y los conceptos centrales de esos autores, los
cuales desempeñaron un papel central en el proceso
que se pretende estudiar.
La tesis que este conjunto de investigaciones pretende sustentar es que las nociones que dieron lugar
a la medicalización de la locura, al tratamiento moral
y al inicio del movimiento alienista, se fue delineando desde mediados del siglo XVIII y que la psiquiatría
surgió de nuevos conceptos y prácticas diversas y convergentes desarrolladas en diversos países europeos
cristalizando, finalmente, en la obra de Pinel con la
segunda edición de su Traité en 1809: punto de llegada y no tanto de partida del pensamiento médico
moderno sobre las enfermedades mentales.
Este Dossier se originó en un simposio intitulado:
«The birth of psychiatry: an European movement» celebrado en el marco del XVI Congreso Mundial de Psiquiatría realizado en Madrid en septiembre de 2014.
El éxito de convocatoria y las valoraciones de los asistentes nos han animado a escribir las ponencias allí
presentadas. Los autores, especialistas en historia de
la psiquiatría, forman parte de la Red Iberoamericana
de Historia de la Psiquiatría y llevan años trabajando y
debatiendo conjuntamente sobre las relaciones entre
historia y clínica en el ámbito de la psiquiatría.
NOTAS
1 El historiador inglés Richard Hunter ha afirmado que el Saint
Luke fue el primer hospital en el que “se trató de hacer un
acercamiento más racional a la locura”. La cita corresponde
a Hunter Richard; Macalpine, Ida (1962), “Introduction”. En
Hunter Rilliam A. Treatise on Madness. London, Dawsons of
Pall Mall., y está tomada de Berrios (1993, p. 32).
Asclepio, 67 (2), julio-diciembre 2015, p104. ISSN-L: 0210-4466. http://dx.doi.org/10.3989/asclepio.2015.22
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JUAN CARLOS STAGNARO
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