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Modernismo, cuerpo y fantasía: La narrativa de Leopoldo Lugones Author(s): Miguel Gomes Source: Latin American Literary Review, Vol. 32, No. 64 (Jul. - Dec., 2004), pp. 79-99 Published by: Latin American Literary Review Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20119930 Accessed: 20-07-2018 20:56 UTC JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact support@jstor.org. Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://about.jstor.org/terms Latin American Literary Review is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Latin American Literary Review This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms MODERNISMO, CUERPO Y FANTAS?A: LA NARRATIVA DE LEOPOLDO LUGONES MIGUEL GOMES 1 El sentido que estos apuntes dan a la noci?n de "cuerpo" se aproxima al esbozado por Michel Foucault en Surveiller et punir: naissance de la prison, libro cuyo prop?sito era tratar de descubrir si la entrada del alma en el escenario de la justicia penal y, con ella, la inserci?n en la pr?ctica legal de todo un corpus de conocimiento cient?fico, no es el efecto de la transformaci?n del modo en que se dota el cuerpo con relaciones de poder [...]. El cuerpo no es ajeno a lo pol?tico; las relaciones de poder lo dominan; lo revisten, lo marcan, lo entrenan, lo torturan, lo fuerzan a desempe?ar tareas, a participar en ceremonias, a emitir signos. (24) Es decir, intentar? visualizar lo corporal como "campo" donde conviven o entablan combate corrientes ideol?gicas1. La elecci?n de dicho campo imaginario no es gratuita, sino necesaria. Los vestigios art?sticos m?s primitivos, de hecho, lo emplean como tema y como medio (Korte 40; Gill 44-5); el arte de los ?ltimos decenios tambi?n acude a representaciones corporales, ahora "destruidas" y "fragmentadas", como corresponde a la cosmovisi?n apocal?ptica de una transici?n entre milenios (Gill 327-82) o, seg?n David Harvey, a la acci?n alienadora del capitalismo triunfante, que priva a la persona de su sensaci?n de integridad psicosom?tica (104-6). This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 80 Latin American Literary Review La instrumentalizaci?n del cuerpo humano se relaciona con la infusi?n en ?l de significados socialmente convenidos, lo que equivale a su recategorizaci?n como espacio comunicativo, "textualizado", tal como lo sugiere Irvin Schick (59), o "semiotizado", seg?n Peter Brooks, para quien, por cierto, dicho proceso corre paralelo a una "somatizaci?n" de la escritura (xii). Partiendo de ese marco te?rico, me centrar? en un asunto muy concreto: la plasmaci?n del cuerpo humano en la narrativa breve del modernismo y, m?s espec?ficamente, de uno de sus representantes m?s influyentes, Leopoldo Lugones. La selecci?n del movimiento y del autor obedece al inter?s que la coyuntura ideol?gica de fines del siglo XIX y principios del XX ofrece al conocimiento de la cultura hispanoamericana: crisis de la modernidad; no su cuna o su momento de introducci?n en la regi?n, desde luego (Gomes 1995,192), sino uno de los instantes en que con mayor apremio se vio la urgencia de adquirir una condici?n "presente" sentida como propia m?s bien de los nuevos centros de poder del mundo capitalista moderno ?o sea, el que sigui? a la liquidaci?n definitiva de viejas potencias coloniales como la espa?ola (Rama 26ss). Lugones, como pocos otros modernistas, prest? atenci?n al gran fetiche de la modernidad y su progreso: la ciencia ? materia o c?digo simb?lico de muchos de sus cuentos, en particular los catalogados por sus cr?ticos con la r?brica de "fant?sticos". Las referencias lugonianas al cuerpo humano o las fabulaciones que crea en torno a ?l se involucran en una controversia de poder, pol?tica en un sentido lato: ?tico y est?tico tambi?n (Aching 1-26). El destino latinoamericano se debat?a en ese entonces entre dos opciones, que Rod? ?aunque no s?lo ?l? cifraba en la conocida dicotom?a de lo idealista y lo utilitario. Creo que un an?lisis detenido de varios cuentos de Lugones aporta indicios de que un recurso a motivos art?sticos en apariencia universales est? regido por elementos netamente hist?ricos, es decir, indisociables de un tiempo y unas circunstancias sociales. El cuerpo humano tiene en estas narraciones el papel, a mi entender evidente, de lo que podr?a denominarse alegorema, unidad m?nima de un discurso aleg?rico cuya articulaci?n no es expl?cita ?al estilo de Le Roman de la Rose o The Pilgrim's Progress?, sino s?lo insinuada, reconstruible no con el apoyo de dogmas, pero s? de sistemas de ideas modernos del dominio com?n; en otras palabras, me referir? a un ejemplo de lo que Carolynn Van Dyke ha descrito como "post-alegor?a" (291). Si bien las pautas interpretativas no siempre se reconocen a primera vista en los textos de Lugones, aqu? tratar? de delinearlas tomando en cuenta los lazos que existen entre los diversos cuentos del autor y entre ?stos y los grandes modelos de su ?poca2. This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones El modernismo debe a Jos? Mart? el retrato m?s completo, por no decir dram?tico, de la modernidad. En ?l ya se encontraba la tensi?n, central en las inquietudes del movimiento, entre espiritualidad y materialismo: ?Ruines tiempos, en que no priva m?s arte que el de [...] sentarse en silla de oro [...] sin ver que [...] con sacar el oro afuera, no se hace sino quedarse sin oro alguno adentro! ?Ruines tiempos, en que son m?rito eximio y desusado el amor y el ejercicio de la grandeza! [...] ?Ruines tiempos, en que los sacerdotes no merecen ya la alabanza ni la veneraci?n de los poetas, ni los poetas han comenzado todav?a a ser sacerdotes! (206) El "Pr?logo al Poema del Ni?gara" (1882) contin?a sus disquisiciones vali?ndose de una descripci?n de la humanidad contempor?nea, rep?rese bien, en la que lo ps?quico se concreta en una tropolog?a som?tica, no s?lo llena de pathos, sino tambi?n, casi al pie de la letra, patol?gica: No hay obra permanente, porque las obras de los tiempos de reenquiciamiento y remolde son por esencia mudables e inquietas; no hay caminos constantes [...]. De todas partes solicitan la mente ideas diversas ?y las ideas son como p?lipos. (207) Y hay ahora como un desmembramiento de la mente humana. Otros fueron los tiempos de las vallas alzadas; ?ste es el tiempo de las vallas rotas [...]. As?stese como a una descentralizaci?n de la inteligencia... (208-9) Es obvia la visi?n moralizante: la modernidad, por una parte apetecida, resulta ser no menos monstruosa, portadora de enfermedad y sufrimiento. El temor a lo "desmembrado" o "roto" podr?a explicarse en primer lugar por la inquietud que todo individuo siente ante lo que represente una violaci?n de su identidad, alcanzada luego de un dificultoso desarrollo mental en el que la ilusi?n del sujeto de constituir un todo es antecedida por lo que Jacques Lacan entend?a como "imagen fragmentada del cuerpo" (4). La condici?n parad?jica de lo moderno, entonces, radicar?a en la amenaza de regresi?n que acompa?a al r?pido progreso. This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 81 82 Latin American Literary Review Para la mutabilidad exacerbada se necesita alg?n tipo de resistencia o remedio. En el ensayo de Mart? ?stos se encuentran en la poes?a: arma de combate caballeresco que elige el esp?ritu para sobrevivir al caos y mantener la integridad de lo que amenaza con perder su "centro" o su "unidad". Con un guerrero santo, de hecho, se compara a Jos? Antonio P?rez Bonalde, autor del Poema del Ni?gara. A?os despu?s, muchos textos narrativos de Lugones coinciden con ese ?mbito imaginai o se insertan en ?l siguiendo las dos secuencias que esboza el Pr?logo martiano: la de "desmembramiento" o padecimiento f?sico y a la vez mental, y la respuesta a la agresi?n de los "ruines tiempos". Atenci?n pormenorizada requieren los cuentos donde la primera se hace m?s evidente; comenzar? deteni?ndome en ellos. "?Una mariposa?", publicado por primera vez en 1897, es uno de los relatos fant?sticos m?s tempranos del autor. Como muchos otros del modernismo tiene una estructura enmarcada semejante a las de piezas de Poe, Maupassant y otros cl?sicos del g?nero. El narrador en primera persona refiere a Alicia la historia de Lila y Alberto, primos unidos por v?nculos sentimentales y separados por el viaje de Lila a un colegio franc?s. La atm?sfera melanc?lica de los amores recuerda la de obras rom?nticas como laMar?a de Jorge Isaacs ?Alberto, incluso, es hu?rfano de padre y madre. S?lo que un detalle, a la larga central, acaba invirtiendo los patrones usuales; el infeliz amante, que se queda, desarrolla una afici?n de naturalista: colecciona mariposas. Paulatinamente, la tarea lo absorbe y el narrador tiene el cuidado de enfatizar que reemplaza sus sentimientos de p?rdida: Aquello le [sic] distra?a, por m?s que ciertas veces, sobre todo en la tarde, llorase un poco recordando palabras de Lila [...]. Pero no lloraba mucho en verdad, y cada vez lloraba menos [...]. Pronto Lila no fue para ?l sino un recuerdo [...]; ya no experimentaba necesidad de llorar. Ahora pensaba: ??Si viera mi colecci?n!... Nada m?s pensaba... (Lugones 1987, 80) Cuando se completa la transformaci?n de Alberto de enamorado folletinesco en maniaco aprendiz de naturalista sobreviene el suceso fant?stico de la an?cdota: caza un d?a una mariposa de especie desconocida, que se le acerca con excesiva confianza. Como a las dem?s, la clava con dos alfileres y espera a que muera. La agon?a se prolonga m?s de la cuenta ?"seis d?as justos (?que tanto dur? el martirio de la pobre!)" (81). La abuela de Alberto intercede y ?ste, no por compasi?n, sino ya "sin ning?n This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones 83 inter?s en conservar aquel modesto animalucho", lo deja ir. En Francia, mientras tanto, Lila ha ca?do enferma de "melancol?a", so?ando que sigue en su pa?s. La encuentran muerta una ma?ana: el m?dico constata en el cad?ver la presencia de "dos min?sculas picaduras rojas" en su pecho y en la espalda. Tras la conclusi?n, de vuelta al marco dialogal entre el narrador y Alicia, ?sta intentar? averiguar el destino de Alberto, anhelando un final rom?ntico que, obviamente, no llegar?: ?Alberto continu? viviendo con la abuela, muy contento, aunque lamentando que su colecci?n hubiera perdido una mariposa. ?...?Una mariposa?... (83) Cuesta poco dar con una interpretaci?n de los eventos que condene el progresivo encanecimiento del lado humano del protagonista: la alegorizaci?n de la Psique como mariposa se remonta a la Antig?edad y no fue inusitada en el modernismo3. Por otra parte, el parecido entre el tratamiento de los insectos (o Lila) y un "martirio", persecuci?n de lo divino, es expl?cito. La substituci?n del amor por una faena prosaica ser?, con todo, m?s memorable, as? como el hecho de que ?sta se relacione con afanes cient?ficos. La edad de Alberto ?diecisiete a?os? le impide todav?a una profesionalizaci?n. ?se no ser? el caso de otro personaje de Lugones que figura en "K?bala pr?ctica", texto publicado el mismo a?o que "?Una mariposa?", tambi?n en las p?ginas de El Tiempo. Como en el cuento anterior, nos topamos aqu? con una estructura enmarcada. El narrador en primera persona conversa con una mujer, Carmen, y le relata la historia de un amigo, Eduardo, m?s maduro que Alberto, ya formalmente entregado a las ciencias naturales. Mi amistad con el joven naturalista fue ?ntima casi desde su comienzo. Ambos ?ramos j?venes, y la indispensable cola de paja de los cuarenta a?os no pod?a excitar a?n nuestra desconfianza. ?l recog?a entonces los primeros ejemplares de sus colecciones; yo empezaba a redactar mis primeros versos. Ambos ?ramos tambi?n materialistas, no hay que decirlo. La adolescencia es pedante, y el primer ensayo de su ciencia consiste en negar a Dios y a las mujeres. (97) Las tendencias de coleccionista de Eduardo s?lo difieren de las de This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 84 Latin American Literary Review Alberto en que se orientan macabramente, con "fruici?n perversa" (96). Gran empe?o, por ejemplo, ha puesto en colocar en su gabinete el esqueleto de una mujer, al que llama Mademoiselle Squelette. La negaci?n de todo lo que signifique idealismo es otro rasgo de Eduardo anticipado en Alberto ?capaz de suplantar a Lila con insectos?, a lo que se a?ade que Eduardo exagera su perversi?n a conciencia y humor?sticamente, conversando con la Mademoiselle antes de ir a dormir: de hecho, le propone una resurrecci?n inspirada en los contenidos de ciertos libros ocultistas (100). Poco despu?s, cuando deber?a estar en su lecho, el naturalista se encuentra m?s bien sentado a su mesa de trabajo y ante s? tiene el esqueleto transformado en ser humano. Al d?a siguiente, Eduardo se lo cuenta a su amigo, pero ?ste s?lo ve el esqueleto sentado en una silla. El narrador, sard?nicamente satisfecho de dar un giro realista al acontecimiento ?"Eduardo debe estar loco" (101)?, se sorprende de que su amada Carmen se desmaye. Los concurrentes a la velada la llevan a la cama y el poeta materialista advierte entonces, con horror, que el cuerpo de la mujer, "fofo" y "sin coyunturas" de s?bito, carece de esqueleto. N?tese el juego de palabras onom?stico: el poeta incapaz de arranques de fantas?a pierde su canci?n {carmen) ?la t?cnica es caracter?stica de la alegor?a (Quilligan 33) y ya la hemos percibido en la historia de la mariposa-psique martirizada por la ciencia. Las coincidencias entre ambas narraciones no son pocas y las tensiones entre fuerzas espirituales y racionalistas se imponen como eje did?ctico no muy velado. "K?bala pr?ctica", eso s?, ha intensificado la moraleja al castigar a un artista, es decir, un individuo que en principio deber?a haber estado comprometido con las causas del ideal, por una flagrante traici?n: ?l tambi?n ha cedido a la tentaci?n positivista del amor a la materia. La negatividad de la figura del hombre de ciencia se repetir?, mucho m?s compleja y elaborada, en cuentos del decenio siguiente. Dos de ellos, "La fuerza Omega" e "Yzur", figuran en Las fuerzas extra?as (1906); otro m?s, "El descubrimiento de la circunferencia" aparece poco despu?s, en 1907, en Caras y caretas. Con respecto al primero de ellos, nos enfrentamos con una de las incursiones de Lugones en el subg?nero fant?stico de las "ficciones cient?ficas" o "fantaciencia" ?en el decir de algunos como Pedro Luis Barcia (Lugones 31-4)?, m?s pol?micamente conocida como "ciencia ficci?n" (Hartwell 159-69). "La fuerza Omega", no obstante, posee la particularidad de combinar nociones cient?ficas con ocultistas, mezcla, por otra parte, frecuente en su ?poca (Barcia en Lugones 32). Marco y relato central est?n aqu? mucho m?s interpenetrados y llegan a fundirse: el narrador en primera persona pasa, junto con unos amigos, a ser testigo This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones 85 parcial de los experimentos del descubridor protagonista, a quien sobrevive despu?s de haber o?do sus revelaciones. ?stas consisten en los experimentos con ondas sonoras dirigidas por un arma desintegradora con la participaci?n del "?ter", substancia primordial que, seg?n la teosof?a, proven?a del pensamiento divino y presuntamente hab?a sido dominada por el norteamericano M. J. W. Keely (Marini-Palmieri 175). La maravilla mec?nica del cuento de Lugones puede ser manipulada s?lo por su inventor: ?Es que aqu? est? el misterio de mi fuerza. Nadie, sino yo, puede usarla [...]. Sin verlo, sin percibirlo en ninguna forma material, yo s? d?nde est? el cuerpo que deseo desintegrar, y en la misma forma proyecto mi ?ter contra el volante. Prueben ustedes cuanto quieran. Quiz? al fin... Todo fue en vano. La onda et?rea se dispersaba in?til. En cambio, bajo la direcci?n de su amo, llam?mosle [sic] as?, ejecut? prodigios. (140) Los prodigios consisten en la pulverizaci?n de un adoqu?n y varios trozos de hierro. El efecto del aparato sobre un vaso de agua resulta m?s curioso a?n: el l?quido sale convertido en roc?o que se dispersa en la habitaci?n, mientras que el recipiente se mantiene intacto por no participar de la misma substancia. Un buen d?a, el narrador y sus amigos hallar?n al cient?fico muerto, aparentemente sin heridas; pero su masa cerebral salpica las paredes. El suicidio se debe a las consecuencias morales de su peligrosa invenci?n; ya antes el inventor hab?a advertido que prefer?a "no causar dolor a ning?n ser viviente" (141). La disyuntiva que lo hab?a impulsado a suicidarse la asocia f?cilmente el lector a la parad?jica condici?n del personaje: cient?fico, s?, pero no menos en deuda con un ?mbito sobrenatural, no sometido a explicaciones racionales o emp?ricas. Una parte de s? mismo termina censurando a otra y cumple en el cuerpo del hombre de ciencias lo que su saber mal usado puede ocasionar: literalmente, un "desmembramiento de la mente humana". El desmembramiento o la desintegraci?n adopta en "Yzur", como suced?a en "?Una mariposa?", el aspecto de tortura, mucho m?s expl?citamente ahora. El cuento, que supone un ataque modernista frontal al cientificismo, como ha se?alado la cr?tica (Fraser 8ss), rebasa las meras constataciones manique?stas para elaborar una verdadera teor?a de la opresi?n y la monstruosidad a la que los excesos del This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 86 Latin American Literary Review positivismo, con su adoraci?n por la ciencia, pueden conducir. El narrador, de intereses antropol?gicos y conocedor de Darwin, as? como de las teor?as regresivas que circulaban profusamente, con gran atractivo para la narrativa g?tica y la ciencia ficci?n decimon?nica (Hurley 66ss), decide llevar a cabo un experimento: probar que los monos pueden hablar, pero han decidido no hacerlo. Tras adquirir a Yzur en el remate de un circo quebrado, lo somete a un entrenamiento ling??stico que denominar? primero "gimnasia de los labios" (158), luego "educaci?n fon?tica" (160) y, cuando empieza a exasperarse por su fracaso aparente, "empleo de la fuerza" (161) o "imposici?n por obediencia" (162). C?lera, azotes: el simio cae enfermo; su resistencia a pronunciar la palabra "amo" s?lo se quebrantar? segundos antes de morir, cuando el narrador cree escuchar, en el ?ltimo suspiro, la frase "Amo, agua. Amo, mi amo..." (165). La progresi?n de la gimnasia o la educaci?n a la violencia es una involuci?n paralela a la que se supone que ha afectado a los monos, lo que ya bastar?a para recalcar el bestialismo, la obscuridad que parad?jicamente encierra el abuso de la modernidad cientificista. Esa regresi?n desanda el camino que ha recorrido la sociedad occidental: desde el castigo directo de los cuerpos como manifestaci?n del poder hasta la actual obtenci?n de "cuerpos d?ciles" mediante t?cnicas m?s sofisticadas, el entrenamiento militar y sus jerarqu?as o las intrincadas normas disciplinarias, f?sicas y mentales, de los institutos de ense?anza (Foucault 135-94). No en vano, Yzur es comparado por su mentor torturador con un ni?o (159). Pero la iron?a mayor radica en que el objetivo "antropol?gico" de desarrollar las facultades comunicativas del mono s?lo se alcanza conden?ndolo a callar para siempre, con el martirio y la muerte, lo cual se ci?e a la descripci?n que ha ofrecido Elaine Scarry de las siniestras artes del interrogatorio, cuyo prop?sito es destruir el lenguaje a trav?s de la obtenci?n y la desarticulaci?n de la voz del prisionero (20,34ss). La conversi?n de la palabra en silencio definitivo, as? pues, puede entenderse como una mordaz s?tira de la filantrop?a del progreso: lo que se destina te?ricamente al bien de la humanidad se transforma en mal cuando el Prometeo de turno da el breve paso que separa al titanismo de la locura ?el tono del relato lugoniano deja entrever, en efecto, la p?rdida de raz?n del narrador, asediado por una "obsesi?n dolorosa" (161). La ciencia, en sus manos, se anula a s? misma, se suicida, tal como al pie de la letra hab?a decidido hacerlo el protagonista de "La fuerza Omega". Pero hay m?s. Yzur no s?lo es equiparado a un ni?o, sino tambi?n a un esclavo. Igualmente significativos resultan otros dos pasajes: This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones Los monos tienen [...] el gusto por aprender [...]. El m?o era joven adem?s, y es sabido que la juventud constituye la ?poca m?s intelectual del mono, parecido en esto al negro. (158) Yzur entr? [...] en una dulce agon?a a ojos cerrados [...] que s?lo interrump?a para volver de cuando en cuando hacia m?, con una desgarradora expresi?n de eternidad, su cara de viejo mulato triste... (164-5) El absurdo m?ximo del positivismo se insin?a si se tiene en cuenta el contexto latinoamericano, donde pesimistamente se sol?a condenar a la poblaci?n al atraso con respecto a Europa y Norteam?rica por el alto porcentaje de mezcla con razas que la ciencia decimon?nica ten?a por inferiores. "Yzur", sin duda, es uno de los cuentos de Lugones m?s agresivos desde el punto de vista pol?tico. Aquella "gran cobard?a de la vida que encorvar?a eternamente, como en distintivo bestial, [las] espaldas de dominado" del simio ( 164) puede leerse sin demasiados inconvenientes como alegor?a social. Menos obvia es la par?bola que encontraremos en "El descubrimiento de la circunferencia", donde la denuncia del cientificismo se lleva a cabo en un plano simb?lico m?s general y arcaico que roza casi los contenidos del inconsciente objetivo. Tambi?n aqu? surgen tanto la tortura y el maltrato como las relaciones de poder. Clinio Malabar, el protagonista, es un paciente de un sanatorio mental "cuya locura consist?a en no adoptar una posici?n cualquiera, sentado, de pie o acostado, sin rodearse previamente con un c?rculo que trazaba con una tiza" (174). Ese cuerpo defendido contra el espacio il?mite, porque "la circunferencia era la raz?n misma del ser" (175), pronto se ve atacado por un practicante de la cl?nica que, como el narrador de "Yzur", pierde la cordura ?"buen aficionado del manicomio, era a su vez un poco mani?tico" (176)? y hostiliza al enfermo. Una noche, borra el c?rculo de tiza; como resultado, Clinio Malabar amanece muerto. La voz del difunto volver? desde ultratumba para pedirles a los otros locos que se subleven. He dicho que el relato de Lugones remite a la esfera del inconsciente objetivo. C. G. Jung dedic? al simbolismo del c?rculo innumerables reflexiones que deben recordarse, siquiera sucintamente, por su coincidencia con el lenguaje al que recurre el cuento: M?ndala significa 'c?rculo'. [Las variantes del motivo comparten] la premonici?n de un centro de la This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 87 88 Latin American Literary Review personalidad, una especie de foco de la psique con el que todo se relaciona, por medio del cual todo se organiza y que es ?l mismo una fuente de energ?a. Dicha energ?a se manifiesta en la casi irresistible urgencia de llegar a ser lo que somos, tal como todo organismo necesita adoptar la forma que caracteriza a su naturaleza, sin que importen las circunstancias. El centro no se percibe o concibe como el Ego [componente de la psique volcado hacia el exterior], sino como el S? Mismo [arquetipo nuclear de la psique]. (9,1, 634) Si el hostigamiento del practicante est? primariamente dirigido a la disoluci?n del "ser" de Clinio Malabar, es decir, su "desintegraci?n", como la llamar?an otros cuentos de Lugones, o "desmembramiento", siguiendo los t?rminos psicof?sicos de Mart?, las consecuencias de esa operaci?n racionalista se vuelven m?s graves a?n si tenemos en cuenta que el objetivo final del lun?tico no era simplemente conservar una identidad material. De hecho, su persistente deseo de trazar circunferencias apuntaba m?s alto: "Propon?ase, en esta forma, ser inmortal" (175) o, lo que es lo mismo, alcanzar la condici?n divina. No olvidemos lo que "K?bala pr?ctica" hab?a se?alado como meta del materialismo: la negaci?n de Dios ?rasgo observado tambi?n por el Pr?logo al Poema del Ni?gara, donde, como se recordar?, se echan de menos las actitudes religiosas. En este punto, nuevamente, conviene verificar la convergencia de la imaginer?a de Lugones y las meditaciones junguianas; porque el c?rculo y su cuadratura son visualizaciones de uno de los muchos arquetipos que conforman los patrones b?sicos de nuestros sue?os y fantas?as. Pero se distingue porque es de los m?s importantes desde el punto de vista funcional. Dicho arquetipo, ciertamente, podr?a incluso denominarse de la totalidad. Por esa ?ndole, es el esbozo de todas las im?genes de Dios [...]. Un ejemplo hist?rico es el m?ndala de Jakob B?hme, en su tratado Cuarenta preguntas sobre el alma. Se trata de una imagen de Dios y es designada como tal [...]. En los m?ndalas de la cultura occidental, la scintilla o chispa del alma, la esencia m?s profunda del ser humano, se caracteriza mediante s?mbolos que igualmente expresan im?genes de Dios que abarcan el mundo, la naturaleza, el hombre. (9,1,715-7) This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones 89 De las aproximaciones recientes al modernismo, quiz? una de las m?s certeras sea la de Rafael Guti?rrez Girardot, quien sugiere que el movimiento, lejos de la frivolidad que cierta cr?tica superficial y chauvinista ?Salinas, Lain Entralgo, D?az Plaja, etc.? le atribuye (1987, 11-23), se distingu?a por una n?tida postura ideol?gica que a la secularizaci?n del pensamiento cada vez m?s intensa durante el siglo XIX respond?a con la b?squeda sistem?tica de "substitutos de religi?n", fuesen ?stos el ocultismo, la deificaci?n del arte o, sin m?s, la elaboraci?n de un nuevo misticismo (91-122). No cuesta demasiado considerar el regreso de la voz de Clinio Malabar como una de esas persistencias. Varios de los cuentos representativos de Lugones se valen de referencias b?blicas, sobre todo veterotestamentarias. ?stas, a mi modo de ver, m?s que situarnos en paisajes ex?ticos "escapistas", reformulan con gran tino y desfamiliarizadoramente moralejas pol?ticas similares a las que hemos tenido oportunidad de revisitar. Pienso en dos casos memorables: "La estatua de sal" y "La lluvia de fuego", ambos recogidos en Las fuerzas extra?as*. Los dos textos se mueven en un ?mbito en el que bien y mal, Dios y Satan?s luchan, y en el que los oponentes son tambi?n el esp?ritu y la materia. En "La estatua de sal", el cenobita Sosistrato contrar?a al maligno gan?ndose perseverantemente la santidad; la tentaci?n final del enemigo ser? conducirlo a los restos de la mujer de Lot. En este punto vuelve a surgir la fabulaci?n del cuerpo como ingrediente fundamental de los procedimientos lugonianos, s?lo que con una diferencia importante respecto de los relatos donde lo demon?aco encarnaba en el cientificismo: ahora lo f?sico act?a como aliado de la obscuridad, ajust?ndose as? a c?digos judeocristianos. Lo que impulsa a Sosistrato a buscar a la mujer de Lot es la supervivencia del cuerpo de ?sta, "espantosa amalgama de carne y pe?asco" (120), que a?n suda y "ha seguido siendo fisiol?gicamente mujer" (118). Cuando vierte sobre ella agua bendita, una vieja milenaria resucita; Sosistrato, recuperando memorias del pasado, acaso una existencia sodomita anterior, acaso la identidad de Lot ?quien tambi?n se habr?a sentido tentado a mirar la cat?strofe sagrada, pero que no se habr?a atrevido a hacerlo? (122), le exige a la mujer que le revele el secreto de lo que hab?a visto. Ese conocimiento emp?rico mata al eremita y lo despoja seguramente de su santidad: la materia triunfa, con la salvedad de que no ha de herman?rsela con lo sensual o placentero ? materialidad no utilitaria, enriquecedora del ideal y por tanto apreciada por el modernismo?; aqu? ha adquirido, por el contrario, las formas intersticiales propias de lo abyecto, tal como lo captaba la narrativa g?tica de fines del siglo XIX y sus herederos literarios o cinematogr?ficos This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 90 Latin American Literary Review del siglo XX (Carroll 32-3; Hurley 24-8). "La lluvia de fuego", si bien ampl?a el mismo marco b?blico ? desde el M?s All?, un testigo describe la destrucci?n de Gomorra?, se las arregla para traer a un terreno contempor?neo las implicaciones ideol?gicas del relato. En efecto, el narrador, un depravado hedonista rendido por la gota, pero no por ello convertido al mundo espiritual, tiene veleidades cient?ficas y emp?ricas, que confiesa mientras contempla, m?s o menos impasible, la destrucci?n de su ciudad: Sin ser grande mi erudici?n cient?fica, sab?a que nadie mencion? jam?s esas lluvias de cobre incandescente. ?Lluvias de cobre! En el aire no hay minas de cobre. Luego aquella limpidez del cielo no dejaba conjeturar la procedencia. Y lo alarmante del fen?meno era esto. (146) La "negaci?n de Dios" de los materialistas modernos en ?l es a?n m?s radical, pues no vincula en ning?n momento el portento a la ira divina. En sus sentidos est? el principio y el fin de su imagen del universo. Es m?s, el desprecio por todo lo sobrenatural queda claro cuando comenta, casi por descuido, que los animales de cierta pintura parec?an amaestrados "por no s? qu? hechicer?a b?rbara" (147). Desde luego, perecer? tambi?n, sin ni siquiera colegir la causa del desconcierto de la materia. Antes, desfilan frente a sus ojos los efectos de la inmoralidad en los cuerpos, descritos por ?l con morbosa detenci?n: El esclavo que atravesaba el jard?n [...] ten?a en su desnuda espalda un agujerillo, en cuyo fondo sent?ase chirriar a?n la chispa voraz que lo hab?a abierto. (145) Quemada en sus domicilios, la gente hu?a despavorida, para arderse en las calles, en la campi?a desolada; y la poblaci?n agoniz? b?rbaramente, con ayes y clamores de una amplitud, deunhorror, de una variedad estupendos. Nada hay tan sublime como la voz humana. (150) Era un tropel de leones, las fieras sobrevivientes del desierto [...]. Pelados como gatos sarnosos, reducida a escasos chicharrones la crin, secos los ijares, [...] goteando sangre ?todo aquello dec?a a las claras sus tres d?as de horror bajo el azote celeste [...]. Lloraban qui?n sabe qu? This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones dolores de inconciencia y de desierto a alguna divinidad oscura [...]; sus rugidos preguntaban ciertamente algo a la cosa tremenda que causaba su padecer. (153-4) Las bestias llegan a entrever a Dios, pero el narrador racional no. Lo ?nico que realmente ha parecido conmoverlo es la posible p?rdida de sus bienes: "?Huir! [...] ?Y mi mesa, mis libros, mis p?jaros, mis peces que acababan precisamente de estrenar un vivero, mis j ardines ya ennoblecidos de antig?edad [?]" (146). Como he adelantado, el redescubrimiento modernista del erotismo (Jrade 22ss) poco tiene que ver con el abandono sensorial patente en "La lluvia de fuego". El cuerpo placentero de tantos versos y prosas del movimiento es uno que conduce a "un camino de perfecci?n" ?la frase ser? empleada emblem?ticamente por Manuel D?az Rodr?guez como t?tulo de su c?lebre libro-manifiesto de 1908. Dar?o mismo hab?a preconizado una entrega al "reino de este mundo" que, sin embargo, estaba orientada por una religiosidad sui generis de la que carec?a el narrador que Lugones sit?a en Gomorra; recu?rdense las palabras de "Los colores del estandarte" (1896), muchas veces variadas en escritos posteriores rubenianos: Creo en Dios, me atrae el misterio [...]. Tengo s?, un epicureismo a mi manera: gocen todo lo posible el alma y el cuerpo sobre la tierra y h?gase lo posible para seguir gozando en la otra vida. (Gull?n 51) Ese cuerpo indisociable del alma, instrumento del idealismo, por consiguiente, ser? el lugar que los modernistas defender?n contra los asedios de los "ruines tiempos" que intentan desintegrarlo y lo someten a tortura. A continuaci?n hemos de comprobar c?mo escenifican los cuentos de Lugones tal resistencia. 3 Las primeras historias fant?sticas donde la atenci?n se centra en las respuestas a los ataques del materialismo se sirven, como "La estatua de sal" y "La lluvia de fuego", de discursos religiosos aunque, en esta ocasi?n, hagiogr?ficos o cercanos a ese campo. "El milagro de San Wilfrido", publicado en 1897 y despu?s incluido en Las fuerzas extra?as, se remonta a las cruzadas y refiere el suplicio del This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 91 92 Latin American Literary Review santo por los infieles. La mano, cercenada por uno de ellos y a?n clavada en la cruz, consumar? la venganza. Esa porci?n de cuerpo, desde luego, se convertir? en reliquia, objeto de adoraci?n cristiana. Pero ya antes, a lo largo de la narraci?n, hallaremos una contraposici?n imaginai entre la anatom?a o la vestimenta del santo y la de sus captores. La de aqu?l es descrita en t?rminos sublimes: "Era ?l rubio y fuerte como un arc?ngel" (87); "el nasal de aquel casco, dividi?ndole exageradamente el entrecejo y bajando por entre sus ojos como un pico, daba a su faz una expresi?n de gerifalte" (88). Incluso en sus ?ltimos instantes hay algo en ?l de elevado y est?tico: Clavado en una cruz muy baja, parec?a estar muerto en pie. Desnudo enteramente, cruzado su cuerpo de rayas rojas, la cabeza doblada, los cabellos rubios cubri?ndole los ojos, las manos y los pies como envueltos en p?rpura, semejaba una efigie de altar. La muerte no consegu?a ajar su juventud, realz?ndola m?s bien como una escarcha fina sobre un m?rmol art?stico. (92) Abu-Djezzar, el gobernador de la ciudadela, en cambio, se define desde el principio con trazos violentos o grotescos: "Era ?ste un musulm?n de ojos aguilenos y perfil en?rgico como un hachazo" (91); "Nadaban en sus ojos dos chispas, y bajo su labio crispado, la dentadura fijaba un brillo siniestro" (94). La metamorfosis de los contrincantes en aves ?uno "gerifalte", otro "?guila", advi?rtase? proporcionar? ganancias tropol?glcas a los objetivos morales del narrador, pues la mano del santo, una vez dejada a solas en la cruz y aprovechando la cercan?a de Abu Djezzar, se abrir? "como una garra" para asir "la presa enemiga" (95). "Gemas dolorosas", publicado en 1898 y jam?s recogido por Lugones en volumen, coloca en un plano hist?rico mucho m?s claro el combate entre la fe y la falta de fe, revertido ahora en el molde equivalente de Ariel contra Calib?n ?como lo concibi? antes de Rod? el Dar?o de Los raros y otros textos, agregando a dichas dicotom?as la de lo parisino contra lo neoyorquino (Lastra 45). El cuerpo vuelve a intervenir de manera notoria. El narrador se refiere a los acontecimientos que precedieron a la muerte de su prima Eulalia, monja conocida como Sor In?s del Sagrado Coraz?n, cuyo ?ltimo proyecto devoto consisti? en bordar para el Obispo una casulla en cuyo suntuoso tejido quer?a "simbolizar [...] el cuerpo de Nuestro Se?or Jesucristo, por medio de piedras preciosas [...] donadas para tal obra" (111). La religiosa se caracteriza sin tapujos como "monja simbolista" (110) y a su empresa se This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones 93 le asigna un marco geopol?tico que ahorra mayores lucubraciones: El simb?lico vestido result? una joya verdaderamente maravillosa. Ya no se borda as? en estos malos d?as de la Iglesia. Horribles trapos de fabricaci?n protestante cuelgan de los hombros de los sacerdotes. Norteam?rica exporta casullas como exporta arados, y la m?s brutal ignorancia de lapidarios de almac?n viola toda m?stica armon?a de aquellos antiguos poemas de brillantes .(111) Arte franc?s versus utilitarismo estadounidense; est?tica y espiritualidad versus pragmatismo y progreso. "Malos d?as" o, lo que es lo mismo, "ruines tiempos". La monja, luego de su tarea, ofrenda a Dios, mediante plegarias, su cuerpo. Muere sin "una sola gota de sangre" (113), pero, como recompensa, sus miembros gozar?n de una nueva eternidad obtenida por un milagro: "la casulla del se?or Obispo tuvo desde ese d?a un carbunclo flameante, cuyo resplandor quemaba las pupilas, marcando el sitio del Sagrado Coraz?n" (113). A?os despu?s, "El origen del diluvio", pieza de Las fuerzas extra?as, pone en un contexto tambi?n actual el debate. Los contrincantes no son ahora santos o beatas enfrentados a la hostilidad de los enemigos de Dios, sino un esp?ritu que a trav?s de una m?dium relata la creaci?n del mundo ?siguiendo, eso s?, disquisiciones de la teosof?a? y Mr. Skinner que, al acabar el trance, no puede menos que exclamar su desprecio: "?El cono de sombras!... ?El diluvio!... ?Disparatada supercher?a!" (Lugones 1996, 179). Desde luego, la referencia del esp?ritu a gigantes y sirenas, antepasados de los hombres, contraviene su formaci?n positivista. Pero, al encenderse la luz, un vestigio palpable de la sesi?n espiritista sorprende a la concurrencia: el cuerpo de una peque?a sirena muerta, en la palangana del lavabo. En otras obras de Lugones la rivalidad esbozada se somete a modificaciones, pero su esencia sigue siendo la misma. Incluso pasados los a?os, muy modificado en otros aspectos el ideario del autor ?de un socialismo inicial se acercaba al fascismo? (Garc?a Ramos en Lugones 1996,30), lo som?tico ocupa el centro de la trama, volvi?ndose a retomar las an?cdotas de cient?ficos que irrespetan lo sagrado o lo espiritual en "El vaso de alabastro" y "Los ojos de la reina", dos de sus Cuentos fatales (1924). El d?ptico narrativo tiene como motivo principal la "venganza de la momia" de mucha literatura de terror, s?lo que aqu? se combina con el ideologema t?picamente modernista de la oposici?n al materialismo. Cuando los arque?logos de "El vaso de alabastro" profanan sepulcros This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 94 Latin American Literary Review fara?nicos y el espacio de los cuerpos que preservan, no reparan en que las fuerzas sobrenaturales cuentan entre sus huestes con "esp?ritus materiales" capaces de perseguir y exterminar en el mundo f?sico a los incr?dulos que ofenden a los habitantes del M?s All? (1987, 200). Lord Carnavaron, en efecto, morir? de una "extra?a fiebre que no pudo la ciencia dominar" (205). Mr. Neale, que sobrevive a las excavaciones, empieza a temer por su seguridad al toparse, en la Argentina, con una desconocida cuyo perfume es el mismo que hab?a aspirado Carnavaron en el vaso de alabastro. Cuando en el segundo relato, despu?s de la muerte de Neale, el narrador descubre que dicha desconocida es la reencarnaci?n de la reina cuya tumba hab?a sido visitada por los exploradores, se le har? obvio su temor a revelar secretos incomprensibles; a?n indeciso entre creer y no creer en lo sobrenatural, resolver? deshacerse de un espejo donde se guarda la "mirada de la reina". Lo dona a un museo y la narraci?n se detiene all?, dejando al lector en suspenso con respecto a la posible muerte del incr?dulo o a su conversi?n. Al ceder disimuladamente a la supercher?a mediante el subterfugio de la donaci?n, con todo, triunfan los "esp?ritus materiales": lo inasible se impone a la materia y la usa para llevar a cabo sus metas. 4 Si Mart? contemplaba en la modernidad confusi?n, dispersi?n desmembramiento, tambi?n una soluci?n surg?a en el horizonte: el cultivo del alma a trav?s del arte, que permitir?a devolver a su unid primera lo que la ?poca desintegraba. El poeta del que hablaba "Pr?logo al Poema del Ni?gara", "lastimados los pies y los ojos de v y andar por ruinas que a?n humean", debe "reentrar en sf ' (210); o m tajantemente: "El primer trabajo del hombre es reconquistarse. Ur devolver los hombres a s? mismos [...]. Toca a cada hombre reconstr la vida: a poco que mire en s?, la reconstruye" (211). Siguiendo la l?gica de las im?genes de Lugones, podr?a arg?irse que para ?l la labor de detener las destrucciones consist?a en frenar avance de las manos que borraban el c?rculo trazado en torno al cuer y al ser. Y ello supon?a un rescate de lo misterioso, lo intangible, aquello que no se reduc?a a la comprobaci?n emp?rica o racional. En el caso d los intelectuales y artistas, una forma de poner en pr?ctica tal objetivo fu privilegiar g?neros poco cultivados antes en la tradici?n hispanoamerican Los modernistas, de hecho, no s?lo terminaron de inscribir el cuento los c?nones de la lengua espa?ola, sino que desarrollaron vertien This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones 95 suyas todav?a escasas en ella: la fantas?a cient?fica, la g?tica, las an?cdotas maravillosas no copiadas del folclor ni de la religi?n institucionalizada. El "cuerpo" de la literatura hisp?nica creci? y se fortaleci?; los modernistas evitaron la amputaci?n de lo fant?stico reivindicada por el exclusivismo realista5. Haya sido ?sa una alternativa socialmente funcional o no, lo cierto es que respalda la suposici?n de que los "escapismos" que se han cre?do ver en el modernismo han de considerarse, m?s bien, seudoescapismos, es decir, respuestas al entorno cuyas aparentes evasiones tem?ticas est?n "comprometidas" con un pensamiento social y pol?tico. Para llegar a esa conclusi?n puede seguirse la ruta dial?ctica con la cual Theodor Adorno conceptuaba el yo?smo l?rico como profundamente "colectivo" (1:42-3) o podemos atenernos a los argumentos con los cuales ?ngel Rama refut? las simplificaciones que enfatizan equ?vocamente lo que en Dar?o hay de horror ante la inmundicia de lo cotidiano (111). A la politizaci?n del proyecto modernista Gerard Aching ha dedicado un volumen que consolida lo que era una certidumbre fragmentaria en los escritos previos de Gull?n, Guti?rrez Girardot y el ya mencionado Rama. La del modernismo fue, en muchos casos, una postura contestataria: no pasemos por alto que el positivismo en esos a?os se perfil? como la fuerza no extra?a que orientaba las sociedades de la regi?n; una ideolog?a que, alimentando credos estatales ?hubo dictadores respaldados por camarillas de "cient?ficos"?, no s?lo constitu?a un modo de pensar "hegem?nico", sino tambi?n "dominante", para decirlo en t?rminos gramscianos (12, 55n). Si bien una literatura que se regodea en los terrenos que contradicen las verdades de la ciencia o juega con ellas no es del todo rebelde, al menos se desv?a de las normas aceptadas y propicia la duda. No sostengo que haya de verse en el modernismo la aguerrida empresa del "subalterno" ?todo lo contrario, su "subversividad" es superestructural y, en alguna ocasi?n, "reaccionaria"?, pero s? que el movimiento lejos se encontraba de la ingenuidad. Su espiritualismo, su ocultismo, su religiosidad hoy en d?a concebibles como sistema kitsch eran instrumentos ret?ricos de una voluntad de poder?o. Aunque fuese causa de antemano perdida desmentir o desautorizar los postulados cient?ficos, la sola resistencia a ellos engalanaba al artista con la aureola del h?roe maldito; cultivar esa modalidad de lo escandaloso significaba adquirir notoriedad: valor en una sociedad donde la imagen p?blica ya se consum?a y el arte era un mercado en que ?sta circulaba cargada de contradicciones (Fischer 61-2; Bourdieu 57-8). No olvidemos, adem?s, que hacia fines del siglo XIX los medios de comunicaci?n de masas hispanoamericanos empezaban a desarrollarse y conquistar lectores This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 96 Latin American Literary Review incluso en otros pa?ses de la regi?n, y que tanto revistas como peri?dicos, indisociables de la publicidad, eran el nuevo hogar del escritor modernista, ahora ansioso de "profesionalizarse" (Rama 53ss). Esc?ndalo era visibilidad y visibilidad era poder. Gabriela Nouzeilles ha ilustrado c?mo la narrativa del modernismo, cuando aceptaba las premisas cient?ficas de su ?poca, lo hac?a, en general, con prop?sitos deformadores. En el caso de las enfermedades, o lo que de ellas sol?a pensarse, queda muy claro: "a pesar de que se mantienen las posiciones y jerarqu?as caracter?sticas del an?lisis cl?nico (m?dico-paciente), en oposici?n a la escena originaria de la pr?ctica naturalista, la escena epistemol?gica del modernismo aparece desviada, pervertida" (153). Como resultado, hay novelas y cuentos que casi celebran lo que la sociedad tem?a e intentaba someter: la enfermedad. Sobre esas deformaciones se erige buena parte del efecto perseguido por muchos modernistas: ?pater le bourgeois. M?s concretamente en la narrativa de Lugones, ser?a pertinente apuntar a lo que Kelly Hurley ha aseverado con la mira puesta en la corriente g?tica inglesa de fines del siglo XIX: "es el reino del desorden, donde los c?digos de organizaci?n cultural se revelan siempre colapsados [...]. En su obsesi?n con todo tipo de abominaciones, lo g?tico puede decirse que manifiesta cierto regocijo ante la perspectiva de un mundo en el que no persiste la rigidez, s?lo una serie de transformaciones monstruosas" (28). Algo parecido podr?a entreverse en las historias modernistas de simios parlantes, voces que regresan de ultratumba, estatuas que menstr?an: un ensue?o, s?, pero en el que lo imaginado una y otra vez transgrede las reglas del universo tal cual la raz?n o la ciencia lo presentan. Si a ello se agregan las diatribas contra el progreso y sus m?quinas exterminadoras, as? como las iron?as a costa de lo importado de Norteam?rica, la red ideol?gica se completa. El modernista es el intelectual "combativo" usual en la literatura hispanoamericana moderna (Guti?rrez Girardot 1989, 90), s?lo que representando aquello que Raymond Williams convincentemente llam? "lo residual" en los procesos hist?ricos, o sea, elementos o valores formados en el pasado que siguen activos y ofrecen a la cultura dominante cierto grado de oposici?n nunca excesivamente radical, pues han sido sometidos a un proceso de domesticaci?n o "incorporaci?n" (122-3). "El esp?ritu", "el ideal" son las herramientas que provienen de mundos ya sepultados y sirven, sin embargo, para ejercer la cr?tica ?no revolucionaria? de la sociedad capitalista de los albores del siglo XX. Hurley tambi?n menciona como lugar com?n de muchos relatos fant?sticos una especie de "venganza de la materia" contra la cientifizaci?n del pensamiento decimon?nico (23ss). En el autor de Las fuerzas extra?as This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms Modernismo, cuerpo y fantas?a: La narrativa de Leopoldo Lugones 97 o los Cuentos fatales, el cuerpo como v?ctima, en unos casos, y como arma de combate del esp?ritu contra el enemigo descre?do o evidencia de sus errores, en otros, se adapta asimismo a esa constataci?n. Cuerpo almado, "esp?ritu material", integraci?n de idea y materia: la "celeste carne" a la que alud?an los poemas darianos modulando igualmente hacia lo escandaloso, aunque por intermedio de lo er?tico. No es Leopoldo Lugones el ?nico narrador modernista en el que se verifican esas preferencias. Un repaso de los cuentos fant?sticos de otros escritores del movimiento sin duda nos deparar?a conclusiones similares. Pero en tales indagaciones cabr? al argentino, por todo lo que hemos visto, un lugar destacado. THE UNIVERSITY OF CONNECTICUT NOTAS 1 Uno de los rasgos m?s caracter?sticos del pensamiento franc?s de la segunda mitad del siglo XX fue la creaci?n de una imaginer?a, lo que equivale a decir que buena parte de sus contribuciones consistieron en la consolidaci?n de una ret?rica. Me refiero a las discusiones en torno a la noci?n de cuerpo y varios otros t?rminos usualmente relacionados con ?l: placer, sexualidad, erotismo. No es sorprendente que tales conceptos est?n cargados de un enorme intelectualismo, lejano de las percepciones o experiencias que los producen ?despu?s de Derrida puede entenderse sin mayores obst?culos que la verbalidad de los discursos filos?ficos se alimente de s? misma tanto o m?s que de supuestas "verdades" o "realidades". La conversi?n de tal vocabulario en un conjunto de clich?s puede verificarse en la monoton?a, la abundancia abrumadora de su empleo en libros y art?culos cr?ticos a partir de 1980, aproximadamente, cuando dichas palabras abandonan los c?rculos especializados en que se produjeron para popularizarse en otros medios. Se trata de lo que Christopher Norris ha caracterizado con justicia como "a half-backed mixture of ideas picked up from the latest fashionable source" (31). Por supuesto, aunque de ninguna manera pueda considerarse su origen absoluto, mucho tiene que ver con este fen?meno el creciente prestigio de Foucault que, con t?tulos como el ya citado, contribuy? a poner el "cuerpo" en un lugar privilegiado de debate, luego de los estudios, entre otros, de Gilles Deleuze y F?lix Guattari, a quienes cita como sus principales est?mulos (309), y luego de la cr?tica feminista, como bien ha insistido en ello Susan Bordo (182ss). Lo cierto es que, pese a los manierismos, me parece que las lucubraciones foucaultnianas lejos est?n de haber agotado su caudal de sugerencias y por ello las he elegido como punto de arranque de este trabajo. 2 La bibliograf?a acerca del protagonismo de lo aleg?rico en la narrativa latinoamericana es extensa y abarca tanto el siglo XIX como el XX. A Fredric This content downloaded from 148.206.39.183 on Fri, 20 Jul 2018 20:56:27 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms 98 Latin American Literary Review Jameson se debe la actualizaci?n del tema en 1986 y a Doris Sommer, con una serie de art?culos que culminan en el volumen Foundational Fictions, su estudio m?s ambicioso. 3 Confr?ntese lo apuntado por Marini-Palmieri acerca de uno de los Cuentos de color de Manuel D?az Rodr?guez (96n). 4 Aunque el primero de ellos aparecido en una publicaci?n peri?dica en 1898, con recargos adjetivales despu?s suprimidos 5 Pi?nsese en la abierta condena que formulaba Alberto Blest Gana en 1861 a toda novela hispanoamericana que no fuese hist?rica o costumbrista (Klahn Corral 1: 53ss). OBRAS CITADAS Aching, Gerard. The Politics of Spanish American modernismo. By Exquisite Design. Cambridge: Cambridge University Press, 1997. Adorno, Theodor. Notes to Literature. Shierry Weber Nicholsen, tr. 2 vols. 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