Esta investigación arbitrada por pares académicos se privilegia
con el aval de la institución editora.
Diseño Editorial: Policromía Servicios Editoriales
Portada: Miguel Ángel Cid
Nueva España insólita.
Imaginario y peculiaridad en el mundo novohispano
Primera edición, 2017
© Alberto Ortiz
© María Isabel Terán Elizondo
© Víctor Manuel Chávez Ríos
© María del Carmen Fernández Galán Montemayor
© Universidad Autónoma de Zacatecas
“Francisco García Salinas”
Departamento Editorial UAZ
Torre de Rectoría, 3er piso, Campus UAZ
Siglo XXI, Carretera Zacatecas-Guadalajara
km. 6, Col. Ejido La Escondida
C.P. 9800, Zacatecas. Zac.
investigacionyposgrado@uaz.edu.mx
ISBN: 978-607-8368-54-9
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio electrónico o mecánico, sin la autorización de la institución editora.
Impreso y hecho en México
Presentación
Como es sabido por los investigadores de la cultura, la permanencia social del libro se encuentra al centro de una
polémica especializada que intenta dirimir su futuro y pertinencia ideológica para el mundo actual. Es cierto que el
libro se ha diversificado y por lo tanto no es más el mismo
vehículo ideológico que la tradición muestra, los factores a su alrededor, desde el lector hasta su promoción comercial, han cambiado; en ese sentido el libro constituye
un acontecimiento cultural distinto, cuya metamorfosis
acontece día a día, no termina por definirse de una vez
y para siempre. La transición durante el movimiento lo
identifica más correctamente. Voces más osadas proclamaron su muerte, cedieron a la tentación de asimilarlo a los
avances tecnológicos y al deterioro que su inherente papel en la construcción del conocimiento le ha conferido,
pues dado que todo aporte de sabiduría es relativo y sustituible por uno nuevo, más certero y pertinente, el decir de un libro caduca, y termina siendo, como sucede al
diario en el célebre cuento de Julio Cortázar, “un montón
de hojas impresas”. Tal vez una de las amenazas supuestas
en su contra esté ubicada en la omniabarcante presencia
del uso y el abuso tecnológicos. El tiempo, vertiginoso en
estos asuntos, nos ha mostrado que el formato electrónico
del libro sólo abre una variante de contacto entre lector y
obra, mediando ahorros en el proceso mercantil y modificando la producción y el manejo administrativo editorial.
El texto virtual no terminará con la existencia del libro impreso, sólo la hará más dinámica y accesible.
5
De tal manera que resulta loable —aún en medio del
debate sobre la validez de la perennidad conceptual de
las emisiones preceptivas del conocimiento— todo esfuerzo individual y colectivo por aderezar un volumen con
ideas que inspiren y promuevan el trabajo alrededor del
pensamiento social, histórico, literario, es decir, que reinstale a las humanidades como un acontecer implícito en
el quehacer de los líderes de opinión, los inquisidores
de la historia y los intérpretes de la obra de arte. Y no
sólo tiene sentido continuar el esfuerzo para difundir las
ideas, sino que además es necesario ante las posibilidades
reales de automatización del hombre. En otras palabras,
dar a conocer un libro reúne el esfuerzo de muchos actores culturales y, lo más importante, renueva la confianza
social de su trascendencia como guía cultural.
Desprendido del contexto general predicho, se puede
afirmar que la iniciativa difusora que constituye el presente volumen confirma las preocupaciones, las actividades
y las propuestas acerca de la pertinencia del texto académico como difusor ideal del pensamiento novohispano,
producto valioso de la labor tesonera que los estudiosos
de la época virreinal continúan desempeñando a pesar de
los avatares históricos.
El hombre piensa, habla, escribe, revela su identidad a
través de estas tareas, es imposible coartar las inquietudes que le identifican. Con cada esfuerzo por propagar el
pensamiento humano, mediante la fijación del lenguaje,
adviene un sentido universal de la palabra que desemboca en el sujeto beneficiario. Un lector no es un extraño sino
un copartícipe de la escritura, un cómplice de los autores,
una regeneración festiva del saber.
6
Durante las últimas décadas, los investigadores de la
cultura novohispana han dado a conocer textos, autores
y acontecimientos relevantes para reivindicar la herencia
del pasado colonial, otrora oscurecido por leyendas negras y prejuicios seudopatrióticos. La historia y los mitos
alrededor de esa época han sido analizados y explicados
en su justa dimensión, la tarea sigue, ya que cada día se
fortalece el esquema metodológico para rescatar, analizar y difundir el corpus enorme que afortunadamente
todavía se conserva en repositorios civiles y conventuales.
En tanto época rica en acontecimientos sociales y religiosos, el periodo novohispano tiene aristas insospechadas, emergentes incluso ahí donde la más recia ortodoxia
intentó conservar el orden, la moral y las buenas costumbres. La posibilidad de la maravilla está inserta en la documentalia colonial a manera de una pervivencia contigua
al canon y el dogma. No puede ser de otra forma, el propio sistema religioso alentó las creencias supra terrenales
y basó su funcionamiento pragmático en la espera dinámica de lo trascendente, lo mesiánico y lo milagroso.
Por medio de la investigación y el rescate de textos poco
a poco hemos descubierto una extensa y variopinta gama
de posibilidades interpretativas alrededor del imaginario
colectivo y las ilusiones novohispanas. Se trata de un campo que se creía casi desierto y falto de originalidad o, en
el peor de los casos, inexistente por causas de represión y
exceso de control ideológico. Ahora sabemos que la fantasía y lo extraordinario también sirvieron como argamasa
en la construcción de supuestos culturales; por otro lado,
aspectos necesarios para otorgar identidad y contingencia histórica a una sociedad de cuyas fuentes abrevamos
7
hoy en día, reactualizando y apropiándonos en sana comprensión fenomenológica de sus temores, sus intereses y
sus pasiones. En términos llanos, la cultura novohispana
está presente y goza de cabal salud.
El presente volumen abona al trabajo analítico e inquisitivo respecto a las peculiaridades del imaginario colectivo
novohispano. Desde su línea de trabajo individual cada
investigador participante colabora en la conformación de
una radiografía que en suma da cuenta de una Nueva España diferente a aquella de gesto adusto y actitud severa
que el conservadurismo académico nos ha legado. Ciertamente muchos lineamientos de protocolo, orden y restricción moral identifican a la sociedad colonial; no obstante,
igual de cierto es que la magia, el milagro, la extravagancia, la maravilla y otros aspectos inusitados fortalecieron
el esquema de su idiosincrasia, e incluso permanecen hasta nuestros días como parte esencial de las creencias populares y eruditas. El hombre es el acontecimiento de la
ficción, y ninguna cultura, época o sociedad puede renunciar a la fantasía.
Como toda comunicación en busca de receptores entusiastas, la presente abre para el lector la puerta de la interpretación, el acuerdo y la disensión. El volumen ofrece
una gama de enfoques y temas que acercan hechos y personajes extraordinarios del pasado novohispano a preocupaciones históricas de la realidad contemporánea. Parte de dos ejes principales: el estudio de ideas, acontecimientos y personajes raros y/o heterodoxos, enfocado a
diversos ámbitos culturales y el análisis metodológico de
textos marginales. De tal amanera que es posible conocer
8
las paradojas novohispanas a través de las premisas de la
investigación, lo cual otorga voz a aquellos agentes históricos que no han sido considerados parte coyuntural de
nuestro pasado por un error metodológico y acaso un sistema positivista prejuiciado. Por otro lado, la aplicación
concreta de sistemas reconocidos por el análisis y la teoría literaria en textos concretos no sólo indica la permanencia de la interpretación y el concurso estilístico en la
obra literaria, sino que la resignifica ante los ojos de los
especialistas.
No es todo lo que el presente trabajo ofrece. También
debe considerarse la inclusión de discusiones nodales para la comprensión de los aportes cognitivos de personas
cuyo reconocimiento había que impulsar porque su opinión ha dejado una huella contrastante en el esfuerzo por
pulir el intelecto humano, es el caso de Fernández de Lizardi. Muchos de esos autores nos han ayudado a pensar
mejor, a centrar nuestras ideas y a trabajar en los estudios
humanísticos de acuerdo a su propia naturaleza. Siempre
vale la pena difundir sus opiniones.
El aspecto general centrado en lo insólito abre las fronteras del conocimiento y acierta de nuevo como el enlace
que las disciplinas de las humanidades presentan invariablemente. Ser hombre en el mundo novohispano conllevó más pluralidad e imaginación de lo que se cree; así
que hoy puede discutirse tal visión por medio de estudios
multidisciplinarios.
El presente trabajo colectivo incursiona en los enlaces
naturales de los temas y presenta un crisol que parece
discutir asuntos particulares cuando en realidad cada voz
9
incluida llama al sentido existencial humano como espejo
y eco del arte, la literatura, la historia y el ficticio “otro”.
Es este renovado significado de la otredad instalada en el
imaginario colectivo lo que da cohesión a la obra. En cada caso el diálogo implícito enseña la capacidad del pensamiento plural y la búsqueda por establecerlo en tanto
valor humanístico.
Como se indicó antes, el libro sigue siendo un factor
sólido de transmisión, aunque haya roto sus propios límites, hasta consolidarse, gracias a los esfuerzos patentes en
este ejemplo, a manera de una fuente diversa que alimenta la conciencia colectiva y alienta el trabajo intelectual.
La única identidad que prevalece, luego de la violencia
vulgar, es la del hombre creativo. Bienvenidos, entonces,
los libros, que, como el presente, proponen una relectura
del mundo insólito novohispano y distinguen claramente
entre los resabios de la malignidad y el esfuerzo constructor; aspectos, a fin de cuentas, propios de la prerrogativa
inscrita en el libre albedrío. Se elige editar un libro frente
a la evaporación de las quimeras.
El consolidado Cuerpo Académico UAZ-180 «Historia y
crítica de la relación entre la Literatura y la Nueva España» espera que este esfuerzo por desentrañar las laberínticas ilusiones y peculiaridades de la cultura novohispana
agraden, emocionen e inviten a la reflexión a todos aquellos lectores que saben de la importancia que la imaginación tiene en la identidad de los pueblos.
Alberto Ortiz, Isabel Terán,
Víctor Chávez y Carmen Fernández
10
¿Quimera o esfinge?
figuras fantásticas en un Pliego
del siglo XVi
Perla Ramírez Magadán
1. La Quimera (Esfinge)
2. La Quimera (Esfinge)
L
a teratología sagrada y la mitología generan sus
criaturas fantásticas y terroríficas a partir de animales reales e imaginarios, tal es el caso de la Quimera y la Esfinge, conformadas por diferentes partes de
bestias. La primera aterrorizaba a las poblaciones y devoraba animales o rebaños enteros, mientras que la segunda, de acuerdo al mito de Edipo, presentaba acertijos imposibles de resolver a los viajantes antes de comerlos, y
si estos respondían correctamente desistía de devorarlos.
Dichos seres monstruosos los encontramos en Nueva
España en un pliego de naipes que corresponde a las
impresiones realizadas en el estanco arrendado a Alonzo
Martínez de Orteguilla en 1583. El pliego cuenta con dieciocho imágenes, probablemente impreso por Francisco
Flores los naipes fueron realizados utilizando la técnica
de Xilografía. Actualmente se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla —AGI—.
Es posible que por medio de estas xilografías se intentara dejar testimonio de personajes, actividades y conceptos
13
observados distintos o exóticos a los ojos del receptor o
de su creador y que tales imágenes tuvieran un espíritu de
“cámara de maravillas” sobre la cual se tiene que
...la creación de un programa teórico en torno al gabinete es muy temprana. Uno de los primeros testimonios
que se conservan es el tratado de Samuel Quiccheberg,
Inscriptiones vel tituli theatri amplisimi (1565), en el que se
propone un plan destinado al gabinete de Albrecht V
de Baviera, en Munich. Lo que parecía un tratado práctico escondía una visión política, entendido como un
instrumento de gestión y aprendizaje para príncipes y
nobles. El gabinete era el microcosmos en el que se destilaba el macrocosmos, un mecanismo como el theatrus
mundi clásico, para ver, recordar observando y entender
la realidad.1
A finales del siglo XVI abundaron en Europa colecciones privadas donde el propietario se encargaba de reunir
gran variedad de objetos en los que destacaba una cualidad rara o extraordinaria. En los gabinetes o cámaras de
maravillas se exponían objetos extraños y se dividían en
Artificialia: donde se agrupaban objetos creados o modificados por el hombre, Naturalia: aquí se exponían objetos y
criaturas de la naturaleza. Exótica: donde se reunían plantas y animales exóticos y Scientífica: en la que se agrupaban los instrumentos científicos.
En el pliego se encuentran impresos personajes reales y
fantásticos, los primeros parecen atender a rituales, bailes
y un ser contrahecho que vivió en Nueva España, y los
segundos lindan entre personajes mitológicos fantásticos
y emblemáticos.
1 Alberto CASTÁN y Delia SAGASTE, Todo lo raro y hermoso. Las «cámaras de maravillas»,
pervivencia estética y museográfica del modelo en academia.edu [citado el 26 de diciembre de
2016]. Recuperado de https://www.academia.edu/23760143
14
En el pliego se observan dos figuras similares que parecen atender a un ser cuyas partes del cuerpo son una
mezcla entre humano y animal. Las figuras se encuentran
dispuestas a modo de pares, ya que son dos las imágenes
de este ser fantástico, sin embargo, si se observa a detalle,
éstas no son iguales: la figura 1 corresponde a la de un
personaje alado con perfil humano, cuerpo entre dragón
y caballo, cola de león y pechos de mujer. Sus facciones
son finas, más cercanas a las de una cara femenina que a
la de una masculina, su cabello está recogido con lo que
semeja ser una corona y en la parte superior del cuello,
próximo a la barbilla le cuelga una especie de grillete;
el cuello es alargado con forma de “s” invertida; el plumaje de las alas es detallado y tupido; del pecho con pelaje le sobresalen unos senos y entre estos simula surgir
otra ala; el torso está cargado hacia la derecha y tiene el
tipo del de un caballo pues sus pezuñas son similares; su
cola es delgada con un pelaje al final equivalente al del
león y está enroscada entre una de las piernas; la figura
posa sobre una tierra árida donde se asoman una planta y
una piedra.
La figura 2, a diferencia de la primera, posee un rostro
más tosco y próximo al masculino, está barbada, de la
cabeza le asoma un gran cuerno largo y torcido del que
cuelga una especie de lazo; el cuello es grueso, el torso girado hacia la izquierda del que le sobresalen unos pechos
de una piel aparentemente rugosa, al contrario de la piel
de la fig. 1 de textura peluda; las alas son de plumaje distinto al de la primer carta, la cola es gruesa, con escamas,
semejante a la de un dragón, las pesuñas se encuentran
15
divididas en dos partes como las de los toros y la imagen
se halla enmarcada en un recuadro que genera el efecto
de estar saliendo del marco.
En el texto Hermes y Moctezuma, un tarot mexicano del siglo XVI2 se expone que la imagen del pliego corresponde
a la de una Quimera y que esta simbolizaba una variedad de vicios, sin embargo, al tratar de corroborar dicho
supuesto se tiene que la imagen generalmente conocida
como Quimera de acuerdo a G. C Cooper en Diccionario
de símbolos3 corresponde a la de un monstruo conformado
por cabeza, melena y patas de león, cuerpo de cabra y
cola de dragón; Jean Chevalier en Diccionario de símbolos4
la presenta con las mismas características sumándole la
capacidad de escupir llamas. Por lo que de acuerdo a lo
observado la imagen del pliego se ciñe más a la de una Esfinge: ser mitológico alado, con cabeza humana, pechos
de mujer y cuerpo de león.5
Dentro de la categoría de lo monstruoso la Esfinge, como muchos otros seres híbridos, surge en el mundo oriental para más tarde integrarse en el imaginario, la mitología y el arte.6 Como referente simbólico ha tenido gran
riqueza sobre todo en el mundo griego. En la época Medieval y en el Renacimiento la Esfinge aparece
…cargada de valores negativos y limitada a los capiteles
de los claustros y a las partes altas de las iglesias, sobre
2 María Isabel GRAÑÉN PORRÚA, “Hermes y Moctezuma, un tarot mexicano del siglo
XVI” en Estudios de Cultura Náhuatl, v. 27, 1997.
3 J.C. COOPER, Diccionario de Símbolos, Barcelona: GG, 2007, p. 203.
4 Jean CHEVALIER, Diccionario de Símbolos, Barcelona: Herder, 1986, p.1093.
5 G. C. Cooper reseña que existen tres variedades en su tipo: la Androsfinge, que posee
cabeza humana; la Crisesfinge, con cabeza de carnero; y la Hieracosfinge, que presenta
cabeza de halcón.
6 Cristóbal MACÍAS, “Algunas consideraciones sobre el simbolismo de la Esfinge”, Revista
Mirabilia, Universidad de Málaga Vol. 15, No. 2, pp. 250-287, 2012, [citado el 15 de octubre
de 2016]. Recuperado de https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2190496
16
todo en Italia. Además, al menos en apariencia, parece
borrarse la diferencia que la Antigüedad mantuvo entre
la esfinge griega y la egipcia en beneficio de la primera,
si bien con cabeza unas veces masculina y otras femenina, aunque el cuerpo siempre solía presentar alas de
águila como en la versión tebana. […] En la etapa del
Renacimiento la esfinge vio cómo volvía a enriquecerse la panoplia de sus valores simbólicos −no siempre
positivos−, desarrollo éste que continuó prácticamente
hasta nuestros días. Así, en la tradición emblemática,
la esfinge, por supuesto ya identificada exclusivamente
con la tebana, es considerada símbolo de la ignorancia,
al menos en los Emblemata de Alciato, quien dedica al
ser híbrido el emblema CLXXXVII. En él la caracteriza
por tener el rostro cándido de la virgen, las alas de ave
y las patas de león, aspecto triforme éste que, según el
autor, es el que adopta la ignorancia, mal que tiene un
triple origen: el ingenio leve, la suave voluptuosidad y
el corazón soberbio.7
Emblema CLXXXVI
Tanto la Esfinge como la Quimera, seres conformados por distintos animales, en la mitología son parte
de la categoría de lo monstruoso: entendida como todo
aquello que es distante y hostil, al cual se le da una mirada
deformante y aterradora.8
7 Ibid., p. 20.
8 Cfr. Ana Karen GRÜNIG, “Estilización de la Monstruosidad: nuevas concepciones del ser
17
…al contrario y a diferencia de otros pueblos (del cercano y/o lejano Oriente), y de otras mitologías, observamos que las divinidades griegas se enfrentaron contra
cualquier ser que presentara alguna anormalidad anatómica. Los dioses, todos ellos antropomórficos, y los
héroes helenos lucharon y ganaron las batallas emprendidas contra seres monstruosos y de formas caprichosas
y extrañas, […] Criaturas espantosas, mixtas, a veces
mitad humanas y mitad animales, de proporciones descomunales, de múltiples órganos repartidos por todo su
cuerpo […] Es decir, seres que se oponen a la “norma”,
a la lógica y a la normalidad de un orden legítimo y patriarcal, porque toda desmesura (“Hybris”) será objeto
de persecución y asesinato. Y la monstruosidad es una
especie de desmesura física, que, se opone a la norma,
al canon, que los escultores clásicos consideraron apropiado para representar la figura humana ideal.9
De acuerdo a Teresa Ma. Mayor Ferrándiz en Monstruos
femeninos en la mitología griega10 la Esfinge era conocida
como la mujer–bestia que se encargaba de portar enigmas, en sus representaciones muchas veces se le dota de
una extraña belleza y sexualidad salvaje y se le ha llegado
a considerar como una hembra fálica que asume roles del
quehacer masculino opuestos al tradicional femenino, de
modestia, pasividad y castidad. Mientras que la Quimera11
Mitológico y su resignificación como otredad Amenazante en series televisivas fantásticas”
en Bruman. Revista de investigación sobre lo fantástico, Vol. II, n.° 1 -primavera/ spring-, [citado
el 11 de septiembre de 2016]. Recuperado de http://www.raco.cat/index.php/Brumal/article/
view/289244, p.109.
9 Teresa MAYOR FERRÁNDIZ, “Monstruos femeninos en la mitología griega”, en Claseshistoria, publicación digital de Historia y Ciencias Sociales, Artículo No 287, marzo de 2012,
[citado el 10 de septiembre de 2016]. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/
articulo/5170734.pdf, p. 9.
10 Idem.
11 “La Quimera aparece, generalmente, como hija de Tifón y Equidna, aunque para
Hesíodo, […] era hija de la Hidra de Lerna, hija, a su vez, de la citada Equidna. El héroe
Belerofonte, hijo del dios Poseidón, con la estimable ayuda del caballo alado Pegaso, le
dio muerte por orden de Yóbates, rey de Lidia, porque arrasaba su territorio y robaba
los rebaños. Belerofonte le lanzó un pedazo de plomo que, al ser tragado por la Bestia,
acabó derritiéndose, matando a la Quimera. El joven héroe, por ésta y por otras hazañas,
acabó casándose con la hija del rey lidio, llamada Anticlia o Filónoe, según los distintos
18
según la descripción de Hesíodo: fue parida por Hidra,
exhalaba fuego, era violenta y ágil, y tenía tres cabezas:
una de león, otra de cabra y la tercera de serpiente.12 La
Esfinge en el emblema CLXXXVI retoma parte del acertijo dicho a Edipo y versa así:
¿Qué monstruo es este? –Es la Esfinge– Que tiene cándido rostro de virgen y alas de ave y patas de león. Este
aspecto asumió la ignorancia, porque triple es la causa
y origen de tanto mal. Hay a quienes hace rudos un
ingenio leve, a otros la suave voluptuosidad, a otros
su corazón soberbio. Pero los que saben que prescribe
la letra délfica, cortan la cruel garganta del peligroso
monstruo. Y puesto que el hombre mismo es bípedo,
trípode y tetrápodo, la primera corona del prudente es
conocer al hombre.13
Mayor Ferrándiz expone que el enigma de la Esfinge
define al hombre por la evolución de su forma de andar,
y que la pregunta de la Esfinge oculta una más profunda:
“¿Sabes quién eres tú en realidad? pregunta enlazada con
el apotegma del templo de Apolo en Delfos: Conócete a
ti mismo”.14
En el pliego se observa que las imágenes no son iguales,
una posee facciones de mujer, la otra de hombre y los
elementos de las que está conformadas son distintos: una
posee cola de león, la otra la tiene de dragón, etcétera.
Pero en general los elementos que la componen son de
una Esfinge y no de una Quimera.
autores.” Teresa MAYOR FERRÁNDIZ, “Monstruos femeninos en la mitología griega”,
en Claseshistoria, publicación digital de Historia y Ciencias Sociales, Artículo No 287, marzo
de 2012, [citado el 10 de septiembre de 2016]. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/
descarga/articulo/5170734.pdf, p. 24.
12 Cfr. Ibidem, p. 24.
13 Andrea ALCIATO, Emblemas, edición y comentario Sebastián, Santiago, traducción actualizada de los emblemas, Pedraza, Pilar, Madrid: Akal, 1985, p. 86.
14 Cfr. Op. cit., p. 9.
19
Posiblemente una de las lecturas que se le pudo dar a
la figura fue como símbolo de la ligereza, voluptuosidad
y soberbia, aspectos con los que se le vinculaba en los
emblemas, pero en este caso atendiendo a un aspecto encontrado y reconocido en América ya fuera de sus mujeres o de sus habitantes. O bien, como un intento de mostrar el exotismo de animales y seres considerados fantásticos encontrados en América a manera de una cámara
de maravillas.
20
BiBliografía
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Santiago, traducción actualizada de los emblemas, Pedraza,
Pilar, Madrid: Akal, 1985.
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Ciencias Sociales, Artículo No 287, marzo de 2012. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5170734
22
Persecución y silencio.
los moros en nueVa esPaña
Irma Elizabeth Castañeda Candelas
Presentación
Actualmente las investigaciones en torno a la presencia
de moros en las Indias han sido escasas y no han logrado
profundizar sobre los medios, las condiciones y las razones por las cuales este sector poblacional proveniente de
España, llegó a América, específicamente al territorio novohispano y cómo se condujeron en éste. Los pocos estudios al respecto han hallado limitaciones, debido a la presunción de la existencia de poca documentación que posibilite confirmar cifras o estadísticas acerca de los mahometanos que arribaron a Nueva España luego de la conquista hispánica.
Ante tal panorama, el presente estudio busca determinar bajo qué condiciones los moros peninsulares llegaron
y se integraron a la estructura social de la Nueva España, enfocando el tratamiento a la situación de esclavitud
a la que fueron sometidos, y las prácticas religiosas que
manifestaron a su llegada a territorio novohispano y que
evidenciaron su establecimiento, y con ello conocer más
sobre el papel que desempeñaron en dicho territorio pese
a la constante persecución de su dogma. Además, se intenta ampliar el conocimiento sobre el tema y promover
el interés sobre el mismo.
Pese al poco tratamiento en torno al tema de los moros en la Nueva España, éste ha encontrado cabida en los
trabajos de investigadores como Hernán G.H. Taboada:
La sombra del Islam en la conquista de América1, o su artículo
1 Hernán G. H. TABOADA, La sombra del Islam en la conquista de América, México: FCE/
UNAM, 2004.
25
El moro en las Indias2, en los cuales señala cómo se manifestó la influencia árabe en América. Otro estudioso
es Manuel Toussaint, quien a través de El arte mudéjar en
América no sólo se limita a exponer el predominio árabe
en el ámbito artístico americano, sino que amplía su estudio al influjo social y cultural de los árabes en las colonias americanas.
Otra obra es Herejías y supersticiones en la Nueva España —Los heterodoxos en México—3 de Julio Jiménez Rueda,
quien compila diversos casos inquisitoriales, algunos relacionados con “moros” y “mahometanos”, y en su artículo
“Una morisca en el Santo Oficio de México” estudia uno
de esos procesos. De igual manera Antonio Garrido, con
su texto El morisco y la Inquisición novohispana —actitudes
antiislámicas en la sociedad colonial—4 señala la percepción
que tenía la Inquisición sobre los moros, a quienes consideraba peligrosos.
Las aportaciones recientes son las del hispanista Aziz
Amahjour, quien a través de su artículo “Mestizajes enriquecidos. Elementos árabes y orientales en la tradición y
literatura oral mexicanas”5 expone cómo pudo suscitarse el cruce de moros de España hacia América, y señala
las influencias de estos no sólo en algunas expresiones
2 Hernán G. H. TABOADA, “El moro en las Indias”, Latinoamérica 39 Revista de Estudios
Latinoamericanos, México: CIALC-UNAM, 2004, p. 115-132.
3 Julio JIMÉNEZ RUEDA, Herejías y supersticiones en la Nueva España (Los heterodoxos en México), México: Imprenta Universitaria UNAM, 1946, p. 306. Recuperado de https://archive.
org/details/herejiasysuperst00jime, [10 de marzo de 2017].
4 Antonio GARRIDO ARANDA, “El morisco y la Inquisición novohispana (actitudes antiislámicas en la sociedad colonial)”, II Jornadas de Andalucía y América-Universidad Internacional
de Andalucía, Andalucía, p. 504.
5 Aziz AMAHJOUR, “Mestizajes enriquecidos. Elementos árabes y orientales en la tradición y literatura oral mexicanas”, en: Reverte Bernal, Concepción (Ed.), Diálogos culturales
en la literatura iberoamericana, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Madrid: Verbum, 2013, pp. 129-148.
26
literarias de México, sino en la manera en cómo se ha
concebido a la figura mora en el territorio.
Buscando profundizar en el tema sobre la llegada mora a la Nueva España, lleva a este trabajo a plantear las
siguientes interrogantes: ¿Pueden las ordenanzas de la
Corona y la Inquisición confirmar la presencia mora en
territorio novohispano, dadas las constantes solicitudes de
expulsarles de este territorio?, y, ¿la esclavitud y la práctica del mahometismo expuestos en la documentación
de las mencionadas autoridades peninsulares y novohispanas representan una prueba de la estadía mora en la
Nueva España?
Nuestro supuesto parte de la idea de que las primeras
Ordenanzas Reales restrictivas, y las posteriores licencias
de viaje como esclavos demuestran cuáles eran las expectativas de los moros en América, donde luego de las revocaciones legales emitidas por la Corona y la constante persecución de la Inquisición, se generó un clima de
asecho que motivó el anonimato y discreción con que los
moros se condujeron, específicamente en Nueva España,
donde los casos de mahometismo,6 aunque pocos, quedaron evidenciados en los expedientes del Santo Oficio.
Contexto
Al tiempo del proceso de colonización de América, España
había culminado un largo periodo bélico en contra de los
musulmanes, con el objetivo de recuperar su territorio.
6 El mahometismo, sinónimo de islam o islamismo, es una religión monoteísta que alude
a los preceptos establecidos por el profeta Mahoma. “El islam, basado en el Corán, se presenta a sí mismo como un renuevo o restauración de la religión de Abraham en su forma
original […] el credo fundamental para el musulmán es que ‘no hay más dios que Dios’.”,
en: Burckhardt, Titus, La civilización hispano-árabe, p. 31.
27
La reconquista de Granada, el último dominio árabe en
la península, significó el fin del reino al-Andalús,7 a principios de 1492, mismo año de la firma de las Capitulaciones de Santa Fe, a través de las cuales los Reyes Católicos
aprobaron el proyecto de navegación de Cristóbal Colón.
Ante dicho escenario, los musulmanes o moros8 y sus
descendientes radicados en la península se enfrentaron
a prohibiciones y señalamientos que encontraron la posibilidad de solución en la convocatoria de conversiones
masivas, promovidas, primero, por las Capitulaciones de
la entrega de Granada en 1499, y segundo, la Pragmática de 1516 instaurada por el Cardenal Cisneros. Ambas
leyes empujaron a muchos moros a convertirse y con ello
intentar contener las represiones establecidas por el gobierno español, mismas que no se confinaron al territorio
ibérico, sino que se extendieron hasta las nuevas regiones
conquistadas en América.
Por ordenanzas de los reyes Isabel y Fernando, se limitó
la entrada de moros a las Indias como medida precautoria “para que no se pueda sembrar ni poblar en ella la secta de Mahoma”.9 Para 1530 el paso como esclavos hacia
América obligaba a los moros a obtener una licencia real,
que en años posteriores afectaría incluso a los moriscos,
sus descendientes convertidos en la península.
7 “A comienzos del siglo VIII, la Península Ibérica fue conquistada por un ejército compuesto de bereberes y árabes […] los árabes llamaron a la Península al-Andalus, nombre
que se le aplicaba siempre en la medida en que estaba bajo el dominio árabe-islámico”, en:
Burckhardt, T., op. cit., p. 43.
8 Término del que se exponen los siguientes significados que pueden apoyar mejor su
comprensión. En España “solía denominarse moro al individuo de cultura árabe o en
general al musulmán”; en: Taboada, Hernán, G.H., El moro en las Indias, p. 115; -“Los
conquistadores musulmanes eran llamados por los españoles moros, es decir ‘mauros’ o
‘mauritanos’ […] el término moro ha llegado a ser, de hecho, equivalente a árabe islámico:
en el habla común, los moros son sencillamente magribíes, o sea habitantes del magrib,
del ‘occidente’ del mundo islámico, que comprende desde España hasta Túnez.”, en: Burckhardt, T., op. cit., p. 9-10.
9 Ibid., p. 117.
28
Finalmente después de 1578, luego de recomendaciones
de autoridades americanas, que señalaban los graves inconvenientes de la llegada de moros a América “se eliminó toda licencia especial y ningún morisco ni berberisco
libre o esclavo pudo legalmente pasar a América”,10 situación que frenó el libre flujo de estos a dicho continente,
pero no eliminó por completo las posibilidades de hacerlo, aún con la constante vigilancia de la Inquisición,
establecida en México desde 1571, de entre cuyas funciones principales estaba el cuidar la “limpieza de sangre” y
evitar la mezcla con moros, judíos y otros infieles.
Esclavitud “blanca” en las Indias
Durante los procesos del descubrimiento y la conquista
española ninguna prohibición reguló de manera eficaz el
paso de moros hacia América y México,11 ni las primeras
restricciones hechas por los reyes católicos en 1501 evitaron sus viajes. Existe información de que incluso Colón,
en 1492, zarpó a las Indias con individuos moros, específicamente un judío arabizado llamado Luis de Torres y el
morisco Rodrigo de Triana.12 Partiendo de ese momento,
puede advertirse que mínimamente fueron treinta años
los que la población mora pudo trasladarse sin reservas
a las Indias, ya que la primera reglamentación que obstaculizó plenamente su libre viaje se promulgó en 1522,
cuando por mandato del Emperador Carlos V se advirtió
la imposibilidad de hacerlo:
Ytem, ordenamos y mandamos que ningún nuevamente convertido a nuestra santa fe de moro o de judío,
10 Ibid., p. 118.
11 Aziz AMAHJOUR, op. cit., p. 134.
12 Ibid., p. 133.
29
ni hijo suyo, pueda pasar ni pase a las nuestras Indias
sin nuestra expresa licencia, y ansí mismo defendemos
y mandamos que ningún reconciliado ni hijo, ni nieto
de que públicamente hubiese traydo sambenito, ni hijo
nieto de quemado, o condenado por hereje por el delito de la herética pro vedad por línea masculina ni femenina pueda pasar ni pase a las dichas Indias, so pena de
perdimiento de todos su bienes para la nuestra cámara
y fisco, y sus personas a la nuestra merced y de ser desterrados perpetuamente de las nuestras Indias, y sino
tuviese bienes que le den cien acotes públicamente.13
Sin embargo, tampoco estas restricciones impidieron
que los moros llevaran a cabo sus planes de viaje o permanencia en América, tal como lo demuestran las constantes solicitudes de la Corona de expulsarlos del territorio americano y con ello impedir cualquier perjuicio a
los indígenas.14
sepades que Nos somos ynformados que a esas partes
an pasado e de cada día pasan algunos esclavos y esclavas beberiscos e otras personas libres nuevamente
convertidos de moros, e hijos dellos, estando por nos
prohibido que en ninguna manera pasen, por los muchos inconvenientes que por experiencia an parecido.15
De acuerdo a Amahjour, no es difícil suponer la posibilidad de que muchos moros se embarcaran hacia América y
México ante la campaña de conversión forzosa promulgada por la Corona desde 1492, y que fue ejecutada por la
Inquisición en la península. A partir de lo cual, puede suponerse que buscando huir, muchos moros se embarcaran
13 Diego ENCINAS, Cedulario indiano, vol. I, Madrid: Edición de Cultura Hispánica, 19451946, p. 455.
14 Antonio GARRIDO ARANDA, op. cit., p. 504.
15 Fragmento retomado de: Manuel TOUSSAINT, Arte Mudéjar en América, p. 119-120, de
la copia de la Cédula Real de 1543 promulgada por Carlos V.
30
hacia las nuevas colonias españolas, y que “entre los conquistadores de la Nueva España pasaran descendientes de
moros”, de lo que dejan indicio los nombres de algunos
de ellos, como Diego de la Mezquita, Velázquez Mudarra,
Hernando Tarifa, Alonso de la Mora.16
En 1543 la Corona comenzó a otorgar permisos especiales bajo licencia Real para el paso de los moros hacia
América y México en calidad de esclavos, conformando
el grupo de los llamados “esclavos blancos”: berberiscos y
moros, hombres y mujeres en su mayoría:
La presencia de blancos en el tráfico esclavista del siglo
XVI, de acuerdo con las licencias expedidas por la Casa
de la Contratación, se documenta a partir de 1532, y
permanece hasta 1540…dan un total de licencias que se
puede evaluar en torno a las 68, con los años cumbres
de 1535, con 34 esclavos, y 1536, con 20, y los mínimos
de 1532, 1533, 1537, y 1540, con una sola licencia.17
Para la obtención de licencias de transporte de estos esclavos, los solicitantes o “cargadores de esclavos” debían
probar que estos habían sido bautizados antes de los diez
o doce años.18 Las constantes regulaciones Reales en relación a los moros se emitieron con la intención de frenar
los frecuentes levantamientos moriscos; dos de los más
importantes suscitados en Granada en 1500 y en las Alpujarras en 1568; persecución que se agudizó luego de que
se emitiera la orden Real de expulsión morisca en 1609, y
que se extendió a todos los dominios españoles, incluidas
sus posesiones americanas.
16 Manuel TOUSSAINT, Arte Mudéjar en América, p. 9.
17 Antonio GARRIDO ARANDA, op. cit., p. 506.
18 Ibid., p. 508.
31
La Corona, en constante vigilancia debido al temor de
que tanto las prácticas religiosas moras, así como los actos de insurrección influyeran en las colonias americanas,
en 1578 solicitó a la Audiencia de México averiguar el
número de esclavos moriscos que había en la capital del
virreinato, resultando la cantidad de solamente cuatro mujeres, que finalmente fueron retornadas a la península.19
Estas cifras menores pueden representar un indicio de
cómo los moros intentaban no dejar huella, por temor a
caer en manos del Santo Oficio del que huían, y que parecía perseguirles.20
Otros porcentajes estadísticos sobre la población mora
en Nueva España señalan que dicho sector por alguna
razón fue ignorado y desestimado por las autoridades virreinales. Los moros integraron las llamadas “castas olvidadas”, así denominadas por Ben Vinson debido a que la
mayoría de los censos realizados desde 1790 se aplicaban
a partir de un formato estándar en el que los datos raciales estaban organizados en columnas y en los que ellos
no figuraban.21
Mahometismo e influencia mora en Nueva España
La persecución en contra del mahometismo fue una de
las principales misiones de la Corona, para lo cual se sirvió de las autoridades inquisitoriales establecidas en territorio americano, específicamente las de Santo Domingo,
México y Lima.22 El Santo Oficio se encargó de investigar
19 Ibid., p. 509.
20 Aziz AMAHJOUR, op. cit., p. 137.
21 Ben VINSON, “Estudiando las razas desde la periferia; las castas olvidadas del sistema
colonial mexicano (lobos, moriscos, coyotes, moros y chinos)”, p. 291.
22 Vasco DE PUGA, op. cit., p. 504.
32
cualquier sospecha de prácticas islámicas en América y, a
partir de esto, se enjuició a algunos individuos sospechosos de realizarlas.
Del compendio que ofrece Jiménez Rueda en Herejías y
supersticiones acerca de los procesos inquisitoriales, destacan algunos sobre sospecha de mahometismo, aunque el
propio autor señala que “raros fueron los que cayeron en
las cárceles del Santo Oficio por mahometanos”.23 Jiménez Rueda señala dos casos al respecto: el de Alejo de Castro, acusado de “hechicero y moro”, y el de María Ruiz,
la única mujer que en Nueva España se indica fue “penitenciada” por el Tribunal de México por ser “morisca” y
practicar la fe islámica,24 aunque al final, este último caso
se mantuvo en secreto y no hubo sentencia condenatoria.
Otros documentos reveladores en torno a la influencia
o sospecha de arribo moro en territorio novohispano son
una serie de documentos ubicados en el Archivo General
de Centro América, en Guatemala, antes perteneciente a
la jurisdicción de la Nueva España. En un primer expediente denominado: “Juegos y Diversiones. Bailes de los
moros” se exhiben prohibiciones y solicitudes de permiso
para presentar los “bailes de moros” llamados “Del Tun o
Tum”, y otro denominado: “La tradición de Ganalón y la
muerte de Roldán”.
En este archivo además se encuentra una disposición
que advierte que los moros convertidos al cristianismo
debían ser enviados desde las Indias a España, y que los
recién llegados no podían “ser capturados o subastados”;
23 Julio JIMÉNEZ RUEDA, Herejías y supersticiones en la Nueva España (Los heterodoxos en
México), p. 206.
24 Ibidem.
33
dicha orden emitida el 13 de noviembre de 1550 con base
en la ordenanza Real de 1543.25
Como conclusión
El poco tratamiento al tema de los moros en Nueva España no debe inferir falta de pruebas sobre su llegada y permanencia en el territorio. Casos como el de la morisca
María Ruíz, la sospechas sobre Alejo Castro y las constantes ordenanzas de la Corona, preocupada por el arribo e
influencia mora en sus colonias americanas, resultan fuentes probatorias de la presencia mahometana en territorio
novohispano, que puede deducirse, no pudo manifestarse de forma expresa, debido a la permanente persecución
y censura de la que fueron objeto por el Santo Oficio.
La exclusión de la que eran objeto y que se evidencia
en la omisión de su figura en varios censos poblacionales
coloniales, así como el acecho inquisitorial que derivó en
su ocultación, limitan la posibilidad de conocer de forma
objetiva el porcentaje de moros establecidos en América
y específicamente en la Nueva España, aunque debe insistirse en que los distintos testimonios en relación al traslado
de estos a las Indias en calidad de esclavos, y la ratificación de ello en los propios documentos Reales e inquisitoriales reafirman su estancia en la demarcación colonial.
Resulta necesario promover nuevos estudios sobre el
tema aquí desarrollado, escrutar nuevas fuentes que permitan acrecentar lo hasta ahora escrito en torno a los mahometanos en Nueva España, y en general, su vida en
América y su influencia cultural y social en ella.
25 Expediente localizado en el Archivo General de Centro América −AGCA−, en la ciudad
de Guatemala, en el expediente: A1.23-leg.- 4575. fol. 155.
34
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y orientales en la tradición y literatura oral mexicanas”, en:
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36
el mundo eXtraordinario de la Brujería
en el Zacatecas noVohisPano
Graciela Rodríguez Castañón
Viejo oficio el suyo donde los haya, a la bruja se le
insulta pero se le consulta, se le ataca y se le condena, se le respeta, persigue e ignora. A la bruja se
le margina en las callejas más oscuras y se le busca
en las encrucijadas de los caminos, pues en unas
y en otras cumple el cometido de descubrir quiénes
somos, de alentar nuestras esperanzas y de adivinar
nuestro futuro.
Rafael M. Mérida Jiménez
Q
ue escuchó decir sobre la denunciada que era
bruja y que junto con Felipa Canchola se transformaban en palomas y viajaban a Zacatecas, y
a esta
última en una ocasión quisieron golpearla y al
querer tomarla por los cabellos se trasmutó en vaca.1 Esta
afirmación motiva a preguntarse si en efecto estos seres
demoníacos, las brujas, habitaron en estas tierras, e inevitablemente recurrimos a un esquema ideológico que se
ha ido recomponiendo, utilizando elementos recogidos de
toda una tradición cultural, que va desde las historias que
escuchábamos de niños, pasando por la literatura con los
personajes de cuento, la plástica, hasta el cine y demás representaciones que ayudan a conformar y fijar una idea
sobre algo desconocido.
En nuestro imaginario colectivo se ha confeccionado
una figura alrededor del estereotipo de la bruja, delineada como una mujer vieja, fea, sumergida entre la oscuridad de la noche y el follaje de un bosque, al frente de un
gran perol en el que prepara pócimas mientras lleva a cabo invocaciones a los habitantes del averno.
1 Archivo General de la Nación −en adelante AGN−, año −en adelante A.− 1666, Volumen −en adelante Vol.− 482, Expediente −en adelante Exp.− 3; Vol. 605, Exp. 7, 13, 16,17.
39
Con el fin de realizar y analizar someras explicaciones
se da cuenta enseguida de algunos datos que nos ayudarán en el reconocimiento de los orígenes y la operación
del fenómeno sobre la brujería en un proceso inquisitorial de nuestro entorno histórico.
Las diosas-brujas
Una de las vías que nos permitirán reconocer los orígenes de prácticas de bujería serán las marcadas dentro de
la tradición grecorromana; en ella se señala que existieron
diosas como Hécate, Circe, Medea, a las que por medio
de la literatura se les conceden prácticas con rasgos mágicos. La figura de la diosa Hécate aparece por primera vez
en la obra de Hesíodo llamada Teogonía, quien representaba a las prácticas mágicas, cuyos orígenes literarios la
remontan como protectora de los magos y brujas con una
fuerte influencia en conjuros e invocaciones.
La imagen de mujer como fuente de maleficios es la
que se construye a partir de la influencia que la diosa Circe logra trasmitir a través del cristianismo y que perdura
hasta estos días en la civilización occidental. En la Odisea,
Homero recurre a Circe, maestra en filtros y brebajes y la
describe llena de mañas, ardidez y perfidia de las que se
vale para, por medio de brebajes que sirve en las comidas,
poder encantar a los hombres o convertirlos en animales
con sus pociones, elementos que posteriormente formarían parte de la brujería.
Medea es un personaje investido de poderes sobrenaturales que oscilan entre la magia y la brujería, es considerada provocadora de muertes mediante encantamientos y
40
tretas. Al igual que Circe que se enamora de Ulises, Medea se enamora de otro héroe llamado Jasón, y es a partir
de que se da cuenta de la traición de su esposo que se refugia en sus recursos hechiceriles para cobrar venganza.2
Estas diosas-brujas son apenas el inicio de una tradición
que con el tiempo se fue definiendo y retomando para la
construcción de personajes literarios que antologaron las
características de las brujas.
Tal vez de esta herencia divinidad-mujer es que al tema
de la brujería a través de los tiempos se le va ligando al
sexo femenino, idea que además va adaptándose a las aportaciones que realizaron destacados filósofos, literatos,
religiosos, en torno a la figura de la mujer y su naturaleza.
En este sentido, la mujer era considerada vulnerable para
mantener y conservar la fe, y en cambio con una gran credulidad en las cosas sobrenaturales, por esta credulidad se
consideraba impresionable y se decía que podía recibir la
influencia de algún mal espíritu con mayor facilidad, además de tener habilidad para trasmitir el conocimiento sobre la elaboración y práctica de las artes mágicas.3 Es por
esto que hablaremos sobre la bruja —mujer—, sin pretender descalificar al sexo masculino, quien también ha
participado de esta materia, pero sin papel protagónico.
La bruja es el sustantivo de origen celta que se utilizaba para denominar fenómenos meteorológicos violentos,
pero sobre todo tenía que ver con la facultad de volar,
también es el nombre que se le otorga a una variedad de
lechuza. Las principales características de las brujas son:
2 Rafael M. MÉRIDA JIMÉNEZ: El gran libro de las brujas, México: Océano, 2004, pp. 13-37.
3 Heinrich KRAMER, Jacobus SPRENGER, Malleus Maleficarum, Argentina: Ed. Orión, 1975.
41
el pacto con el demonio, la propiedad de volar, la reunión nocturna secreta, la orgía y el infanticidio sacrificial,
entre otras.
El castigo del mal. Las penas contra brujas
Son variados los registros que conforman un marco legal para la penalización del delito de brujería y hechicería, para la sanción de las prácticas mágicas en general.
En el devenir del tiempo el tratamiento que se les ha dado
en materia jurídica ha sido variado, es decir, estas prácticas se castigaban en mayor o menor medida, de acuerdo
a la valoración de su gravedad.
Estas prácticas fueron materia punible dentro de las
normas de imperios y estados, en la Edad Media nacieron
dos tipos de legislaciones para su condena: la civil y la
eclesiástica, la presencia de brotes normativos en varios
lugares se sintetizó en uno de los documentos jurídicos
más importantes relativo a la brujería, ubicado en la primera mitad de la Edad Media, redactado hacia el año 900
llamado Canon Episcopi, su principal fundamento era que
el diablo inculcaba fantasías en las mentes de las personas carentes de fe, como la de creer que salían de noche
sobre animales en compañía de la diosa Diana, —siempre
bajo una orientación femenina—, señalaba también que
Satanás las hacía sus esclavas y se apoderaba de sus mentes haciéndolas ver cosas extrañas que sólo ocurrían en
su imaginación, e incluso ayudó a fijar conceptos como
el Sabbat.4
4 Jeffrey B. RUSSELL, Historia de la brujería. Hechiceros, herejes y paganos, Barcelona: Pai-
dós, 1998, p. 68.
42
La brujería se hizo acreedora a sanciones jurídicas más
severas conforme se establecía la noción de que ésta implicaba pacto con el demonio, este pacto representaba
una herejía y por lo tanto era la Inquisición quien tenía
la obligación de procesar a los herejes, y también a las
brujas —en un principio también los tribunales seculares
y eclesiásticos intervenían en los procesos sobre todo durante los siglos XIV y XV en Francia, Alemania, Suiza e
Italia, países donde los brotes brujeriles se desarrollaron
y tomaron un tinte político y religioso—.
Cabe señalar que se reenfocan los principios instalados
por el Canon Episcopi y después de considerar a los actos
de brujería como una invención, se ordenó castigar a las
brujas con la pena de excomunión y la relajación a las autoridades civiles —pena de muerte— mediante un edicto
incorporado al Concilio de Letrán celebrado en 1215, lo
cual fue retomado posteriormente por la Inquisición española para condenar estas prácticas.
El impulso que tuvo la brujería hacia el Renacimiento
fue sustentado por una teoría demonológica alrededor
de la cual se llevaban a cabo grandes debates por intelectuales, teólogos, filósofos, con interpretaciones a veces
misóginas, a favor y en contra de la existencia de las brujas. Esta polémica se encontraba vigente en el momento
en que se descubre el nuevo continente, y es el Tribunal
Inquisitorial de México uno de los que se encargan de vigilar estas tierras, para detectar prácticas mágicas entre
otras herejías.
En nueva España, la discrepancia jurídica alrededor del
delito que se cometía por brujería además de considerarse
43
como una ofensa contra la sociedad, era un crimen contra
Dios porque mediaba pacto demoníaco, por lo que el proceso contra la brujería era el mismo aplicado a los herejes,
pero sin el derecho de defensa.
Como se ha venido comentando, el origen mitológico
del fenómeno indica que la nigromancia es la magia ritual mediante la cual se invoca a los demonios utilizando
conjuros, abjuraciones o exorcismos con la finalidad de
llamar a algún ser espiritual maligno para ordenarles que
ejecuten ciertas acciones. Una segunda técnica es la realizada mediante el trazo de círculos mágicos en los que se
inscriben signos y objetos para invocar a los demonios.
Una tercera técnica es el ofrecimiento de sacrificios o regalos mediante los cuales se les impele y persuade para
que respondan a las órdenes.5
De acuerdo con Nathan Bravo, los nigromantes eran generalmente gente culta, clérigos que tenían conocimiento
del latín y de los ritos. Al parecer la práctica de la nigromancia en los siglos XIII y XIV influyó de manera importante en la creación del concepto europeo de bruja;6 sin
embargo, consideramos que no fue así, ya que el concepto de brujería se aplicaba a la población de bajo estrato,
es decir a los sectores populares, y no entre los sectores
cultos, a estos se les atribuía la magia, más bien consideramos que la nigromancia sería una derivación negativa
5 Elia Nathan BRAVO, Territorios del mal. Un estudio sobre la persecución europea de brujas,
México, UNAM, 2002, pp.56-57. Los nigromantes usualmente pedían a los espíritus que
alguien sintiera odio, amor o amistad, que hicieran aparecer y hablar a los muertos, que encontraran objetos robados, que informaran sobre parientes que se encontraban lejanos, que
provocaran guerras o que proveyeran conocimientos de cosas desconocidas.
6 Idem, pp. 56-59. Bruja es el sustantivo de origen celta que se utilizaba para denominar
fenómenos meteorológicos violentos, pero sobre todo tenía que ver con la facultad de
volar, también es el nombre que se le otorga a una variedad de lechuza. Las principales
características de las brujas son: el pacto con el demonio, la propiedad de volar, la reunión
nocturna secreta, la orgía y el infanticidio sacrificial, entre otras.
44
de la magia, es decir, el trato con los demonios era lo que
la convertía en un crimen o delito. Las brujas estaban al
servicio del demonio, por esto mediaba pacto con él, pero
el nigromante tomaba una postura imperativa al tratar de
someterlos a su voluntad para que realizaran lo que quería.
Desde el análisis de Baschwitz el fenómeno de la brujería surgió como un foco de persecuciones contra herejes albigenses,7 al sur de Francia,8 cuando se abrió una
cruzada en su contra.9 Y alrededor de este hecho se fue
creando una imagen de secta brujeril a cuyos miembros
se les inculpaba de adorar al demonio y embrujar a sus
prójimos; este modelo de persecuciones traspasó fronteras, se incubó en Alemania, y se extendió a otros países.
En nombre de las cruzadas también se persiguieron
cátaros, valdenses y templarios,10 a estos últimos, de acuerdo con el mismo autor, por ejemplo, la Inquisición
los obligó mediante la tortura a declarar que veneraban
a un fetiche y a sus superiores besándoles el trasero y
7 Es importante señalar que los albigenses no eran miembros de una religión distinta al
cristianismo, pertenecían a él, pero eran considerados herejes porque renegaban del dogma de la Iglesia; por esto más adelante veremos que se les podía hacer imputaciones sobre
el crimen de brujería, ya que jurisdiccionalmente pertenecían a la Iglesia cristiana porque
habían sido bautizados en su seno. Los albigenses −procedentes de Albi, Francia− eran
una rama secundaria de los cátaros. Los cátaros −o puros− cuya doctrina era de origen
maniqueo −porque consideraban al mundo terrenal como el infierno−.
8 Idem, pp. 61-62. Dentro del fenómeno persecutorio contra los herejes, este autor percibe una evolución en el inicio de la cruzada contra los albigenses del Mediodía de Francia
−llevada a cabo de 1209 a 1229−, estas persecuciones que iniciaron contra los albigenses
se extendieron a los católicos también, el delirio persecutorio de herejías pronto rebasó el
límite contra sectarios herejes y se regresó contra prácticas heréticas católicas.
9 Kurt BASCHWITZ, Brujas y procesos por brujería, Barcelona: gráficas sigma, 1998, pp.
64-65. Esta cruzada se desató por el asesinato de un legado de Inocencio III, quien publicó
una bula en la que lanzó anatema contra el conde de Toulouse, así se predica cruzada contra albigenses de la Provenza, representando una amarga experiencia porque la situación
se salió de control.
10 Los cátaros eran una religión dualista cuyas afirmaciones fueron que el Diablo era tan
poderoso como Dios; de aquí la idea de los católicos y su presencia en muchos fenómenos,
la introducción de esta creencia es importante por la forma en que luego concibieron a
la nigromancia, que pone al hombre como servidor y adorador del Diablo por su enorme poder. Los valdenses eran identificados en Francia con el concepto de brujería. Los
templarios era una orden fundada para proteger a los peregrinos que visitaban los Santos
Lugares. Los caballeros de la orden pertenecían en su mayoría a la nobleza francesa.
45
otras partes del cuerpo; que realizaban orgías, además
de ser miembros de una diabólica conspiración mundial.11
Como vemos, ya desde entonces se van perfilando elementos que participarían en la conformación de la imagen brujeril.
Una vez iniciadas las persecuciones, las ideas obsesionantes y la preocupación de la población en general y de
sus dirigentes se ampliaron, dando cabida a la idea de la
existencia de sectas brujeriles, orgías diabólicas y aquelarres.12 Además, ligadas indirectamente a estas ideas, aparecieron sectas como los Flagelantes, que solían azotarse
para templar la ira de Dios, y los Danzantes —de San
Juan o de San Vito— que se caracterizaban por su odio
al sacerdocio, criticaban la corrupción de los sacerdotes
y su ignorancia, y afirmaban que la administración de los
sacramentos no tenía validez. En este contexto se dieron
varios procesos contra herejes por brujería en Francia,
Italia y Alemania principalmente, pero fue en 1478, cuando apareció el Martillo de Brujas que compiló una serie de
instrucciones que darían el soporte procesal a los casos
de brujería, además de ofrecer pistas importantes para la
detección de brujas a partir de su caracterización.13
En el siglo XV se produjo la transición de las persecuciones por herejía hasta constituirse poco a poco, con los elementos conocidos, en procesos por brujería, pero con una
constante: cada vez más las causas recaían en mujeres.14
11 Kurt BASCHWITZ, Brujas y … Op. cit., p. 73.
12 Hacia el año 1335 en Toulouse se llevó a cabo por el Tribunal del Santo Oficio un
proceso en el que se muestra en todo su esplendor la idea del aquelarre; en este proceso
intervinieron sesenta y tres hombres y mujeres acusados de herejía. Luego en otro proceso un año después se exhibieron las danzas en los actos demoníacos.
13 Kurt BASCHWITZ, Brujas y ... Op. cit., pp. 76-89.
14 Idem, pp. 89-90.
46
Con respecto al pacto con el demonio, autoridades de la
Iglesia como San Agustín y Santo Tomás nos legaron sus
percepciones. A pesar de que la Iglesia católica combatió
el catarismo, se estima que es de ellos de quien toma la
idea de que el diablo era tan importante como Dios, por
lo que como explicó Santo Tomás, el hombre no podía dominarlo y por lo tanto se postraba a reverenciarlo y obedecerlo realizando un pacto con él.15
Como parte de este origen mítico, se tiene noticia de
una historia griega que cuenta que el primer pacto formal con el demonio fue el realizado en el siglo VI por
un sacerdote llamado Teófilo, quien ganó un episcopado
tras haberle prometido solemnemente al diablo que renegaría de Cristo. La leyenda transitó por la cultura europea alrededor de la magia y la demonología como un
ejemplo, un prototipo, hasta llegar a nuestros días a manera de muestra de la complejidad de este mito. De tal
manera que es posible reconocer que las necesidades de
realizar un pacto con el demonio tendrán causas y objetivos económicos, sensuales o de sabiduría, en ese orden.
De esto nos dan cuenta las obras que sobre otro hito de
la construcción narrativa mágica, el doctor Fausto, se escribieron Christopher Marlowe en el siglo XVI y especialmente el Fausto de Goethe, del siglo XIX.16
La brujería ha significado a través de los tiempos el sometimiento y manipulación de los demonios malos para
15 NATHAN, Territorios del mal … Op. Cit., pp. 67-69. La existencia del Diablo en estos
términos fue reconocida oficialmente por la Iglesia Católica en el Concilio de Letrán, celebrado en 1215. En la presente investigación se estudiará el pacto con el demonio por ser
un compromiso siempre voluntario, a diferencia de la posesión, donde el diablo se apropia
de una persona contra su voluntad.
16 Jeffrey B. RUSSELL, Historia de la brujería. Hechiceros, herejes y paganos, Barcelona: Ed.
Paidós, 1998, pp. 69-73.
47
su propio beneficio, Simón Pieters señala que se estructuró la demología cristiana para que las autoridades pudieran realizar una clasificación y como consecuencia la captura de quienes causaran males con la brujería,17 de esta
manera se tipificó el delito y por consecuencia a quienes
causaran males mediante la brujería.
Zacatecas sirvió de escenario en la aplicación de las penas extraordinarias por los delitos de prácticas mágicas
que comprendían desde la comparecencia, el auto de fe
con vela, la coroza blanca, la lectura de sentencia con méritos, la abjuración de levi, la vergüenza pública, las galeras, los azotes, el destierro, las multas y penitencias espirituales, dependía de la gravedad del delito, la calidad
de la persona y las circunstancias del caso para que se
impusieran en parte o en su totalidad.18
El territorio novohispano escenario de prácticas
brujeriles
A través del Tribunal Inquisitorial de México, tenemos
constancia de que las prácticas mágicas pervivieron en el
territorio virreinal, y también es que a través de estudios
sobre los expedientes levantados por los delitos de brujería, podemos dar cuenta que el ambiente vivido en torno
a esta materia dista en mucho del fenómeno que se produjo en Europa; el territorio novohispano recreó formas
de brujería más comunes, como lo señala Solange Alberro más familiares, con un toque ritual y culinario, basado
en recetas mágicas que contenían instrucciones diversas,
17 Simón PIETERS, Diabolus: las mil caras del diablo a lo largo de la historia, Barcelona: Planeta, 2006, p. 29.
18 Antonio M. GARCÍA MOLINA–RIQUELME, El régimen de penas y penitencias en el Tribunal de la Inquisición de México, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1999,
pp. 83-348.
48
como la localización de cosas extraviadas, formas para
asegurar relaciones amorosas, por ejemplo, además de
que no se registró un progreso en los planteamientos sostenidos por la teoría demonológica.
De la misma manera, hemos constatado que el delito de
brujería no alcanza las cifras de los registrados en Europa,
donde la gente era quemada por cientos. María Águeda
Méndez llevó a cabo un Catálogo de textos marginados19 para
los siglos XVIII y XIX, en el que después de haber revisado 81 expedientes que tuvieran que ver con este delito
sólo se encontraron 6 casos en los que se enuncia la brujería. La cantidad de expedientes en contra de personas
señaladas por hechicería, supersticiones o curanderismo
rebasa en mucho a los procesos de supuesta brujería.
Así se asoma un poco la vida rutinaria de nuestros protagonistas que en 1666 y teniendo como escenario a la
Villa de Llerena Real y minas del Sombrerete, en un caluroso mes de mayo por la mañana llegó ante Antonio de
Valdés Comisario del Santo Oficio, Miguel Costilla y Espinoza, casado, de oficio labrador, para levantar denuncia
por descargo de su conciencia contra María de Valenzuela por ser bruja. Al parecer este declarante lo hace bajo
el sustento de haber escuchado de voz del Vicario Pedro
Flores de Rivera y cuñado de la propia María de Valenzuela que era bruja, así conforme se da la investigación
del caso, se involucran otros personajes como Felipa Canchola y Alonso Flores bajo la misma acusación, el proceso
se instruyó por sospechas de pacto con el demonio y por
decirse públicamente que era bruja.20
19 María Águeda MÉNDEZ, (Coord.), Catálogo de textos marginados. Inquisición, siglos XVIII y
XIX, México: AGN-COLMEX-UNAM, 1992.
20 AGN, A. 1666, Vol. 482, Exp. 3; Vol. 605, Exp. 7, 13, 16,17.
49
A través del proceso declararon ocho testigos en contra
de los denunciados, uno de ellos Luisa Ponce de León de
23 años, viuda de Christobal de Castañeda, señaló que escuchó decir al licenciado Pedro Flores de Rivera, sobre la
denunciada María de Valenzuela que era bruja y que junto
con una mujer mestiza llamada Felipa Canchola, se transformaban en palomas y viajaban de la Villa de Sombrerete a Zacatecas, y que en uno de sus viajes a Zacatecas,
según escuchó decir de Francisca Flores, mestiza, Felipa
Canchola había dicho Jesús y se cayó en una Ciénega y
que su compañera la sacó.21
El testigo Miguel de Ontiveros, viudo, de edad de 53
años, declaró contra Felipa Canchola que Sebastián Jiménez, fallecido, que era de oficio sastre y que comunicaba
ilícitamente a Felipa Canchola, en una ocasión quiso golpearla y al querer tomarla por los cabellos, de improviso
se halló con un cuerno en las manos y se le volvió vaca.
Estando en artículo de muerte llevaron a Felipa frente a
Sebastián, para que si con enojo había levantado falso testimonio contra ella le pidiera perdón y que había respondido que no tenía por qué ya que todo lo que había dicho
era verdad. Miguel de Ontiveros sigue declarando haber
escuchado que María de Valenzuela junto con Felipa y otra
mujer llamada María de Angulo salían al campo y bailaban alrededor de un chivato y le besaban el culo.22
Como se puede apreciar, los elementos que constituye
el proceso son: los acusados tomaban aspecto de animal
—paloma y vaca—, y ante la pronunciación de palabras
evangélicas regresaban a su estado normal; podían volar
21 Idem, f. 553.
22 Idem, f .554, 554 v.
50
y trasladarse de Sombrerete a Zacatecas; ejecutaban un
baile en el campo alrededor de un chivato al cual le besaban el trasero, y colocaban huesos de muerto debajo de la
cabecera de los familiares dormidos para salir a realizar
sus prácticas sin que se dieran cuenta. De acuerdo a la
teoría que se había construido, en este caso mediaba pacto diabólico, e implicaba algunos de los principios componentes de la brujería.
Sin embargo, este caso no deja de llamar nuestra atención, por cómo se desarrollan estos elementos, ya que lo
común dentro de la narrativa popular era que si alguna
bruja resultaba lastimada en algún vuelo nocturno o por
haber sido agredida mientras estaba convertida en animal, al día siguiente se le podía identificar mediante las
lesiones, pero estamos frente a un suceso diferente en el
que de manera directa y momentánea la bruja se transforma en animal.
María de Ochoa y Ugarte de 52 años, viuda del capitán
Joan Flores de Rivera, declaró que había escuchado a diferentes personas y en diferentes ocasiones que había muchas brujas y que también escuchó al Licenciado Pedro
Flores de Rivera que Felipa Canchola, María de Valenzuela, el hijo de ésta y un negro salían de noche e iban a un
corral donde había ganado cabrío, bailando y adorando a
un chivato rosillo que salía bailando de entre los demás y
le besaban el culo; también volaban a diferentes lugares
y que en una ocasión, en uno de sus vuelos, Felipa Canchola dijo Jesús y se cayó en una Ciénega y se quedó ahí
hasta que doña María fue por ella y la llevó a su casa.23
23 Idem, f. 555, 555 v.
51
Pedro de Rivera Flores y la anterior testigo coinciden
en su declaración acusando a María de Valenzuela, Felipa
Canchola y Alonso Flores de bailar y adorar a un chivato,
además de que Pedro también los acusa de poner huesos
de muerto bajo la cabecera de las personas dormidas para
que no se dieran cuenta cuando salían de noche.24
En el proceso después de haber sido calificado por alguna autoridad, se reconoció la existencia de factores que
implicaban brujería, así, trece años después de la denuncia, fue reabierto. Sin embargo los denunciados y testigos,
a excepción de uno de ellos, habían fallecido y el caso no
pudo ser terminado, nunca se llegó a comprobar si efectivamente se trataba de actos pertenecientes a la brujería,
o si el vicario acusó falsamente a su cuñada, a quien pudo
haber guardado algún rencor y siendo persuadido por las
teorías que sobre esta manifestación se conocían interpuso
denuncia; no debemos olvidar que el periodo en que se
da este fenómeno con más reviviscencia en Europa es entre 1560 y 1660, y en la Colonia es el siglo XVII en el que
se levanta un mayor índice de casos.
No cabe duda que la hipotética existencia de las brujas
en el Zacatecas novohispano sólo se trató del predominio
de rituales y actos en un ambiente doméstico cubierto de
recetas amatorias, cédulas de donación del alma al diablo
—por pactantes arrepentidos—, uso de amuletos de la
suerte y hechicerías para doblegar la voluntad. En este
espacio las prácticas hechiceriles cotidianas mermaron
eficacia a la teoría europea acerca de la presencia constante de las brujas.
24 Idem, f. 556, 557.
52
BiBliografía
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la historia, Barcelona: Planeta, 2006.
russel, Jeffrey B., Historia de la brujería. Hechiceros, herejes
y paganos, Barcelona: Paidós, 1998.
53
túmulos y dedicatorias noVohisPanas:
entre la corona y la noBleZa en la
nueVa esPaña1
Salvador Lira y Nathalia Castañeda
1 El presente ensayo es resultado de la ponencia del mismo título, presentada en el XXIX
Encuentro Nacional de Investigadores del Pensamiento Novohispano “Roberto Heredia
Correa”, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México −UNAM− y la
Universidad Autónoma de Aguascalientes −UAA− en noviembre de 2016.
I. Introducción
La elaboración de celebraciones fúnebres y de lealtad en
la Nueva España no sólo se conformó por la edificación y
escritura de túmulos o piras funerarias, sino también de
la participación de diversos círculos novohispanos en actos públicos —que podían consistir en procesiones, misas,
cantos, dedicatorias, oraciones, entre otros—. Las manifestaciones de lealtad a la monarquía, al rey y a la religión
se manifestaron bajo el cariz de la fiesta barroca.
La mayoría de los túmulos y celebraciones de lealtad se
levantaban a favor del rey. Para el caso de la Nueva España, como para el resto de las colonias españolas en América, estas expresiones configuran un tremendo poder
simbólico —pues se encontraba en otro continente— por
lo que la primera intención del túmulo fue mostrar el
amparo y la supervivencia que las colonias y sus propias
instituciones debían a la institución real en la península
ibérica. Diversas cédulas reales confirman los mandatos
enviados de España a las colonias, con el fin de aclamar el
ascenso del nuevo monarca o las exequias de su muerte.
Del mismo modo, se pueden encontrar impresos o manuscritos que dan cuenta de las celebraciones de las bodas
reales, el deceso de la reina o el nacimiento del príncipe.2
La formación de túmulos y piras funerarias tenía como principio el recordar y exaltar los valores de España,
como un ascenso y formación de la España Ideal en las
colonias. El poder de las imágenes era tal que se mantenía una línea de interpretación Regis imago, Rex est o
2 El Archivo General de la Nación y la Biblioteca Nacional de México albergan la mayoría
de este tipo de documentos. El catálogo de María Águeda Méndez tiene un apartado especial de túmulos novohispanos, ya sea de forma manuscrita o impresa.
57
Imagen Real, Rey es; es decir, en las colonias españolas a
cualquier guiño de imagen real se le consideró como al rey
mismo, en poder, presencia y respeto. Uno de los fines
del aparato simbólico de los túmulos imperiales fue la de
elaborar una propaganda política, enalteciendo un poder
que se centraba en la figura del monarca.
Cabe destacar que este tipo de celebraciones pronto
fueron adoptadas y apropiadas por la sociedad novohispana, no sólo para celebrar a los personajes regios; existen manuscritos o impresos que dan cuenta de celebraciones fúnebres dedicados a personajes célebres de la sociedad novohispana.3
Ahora bien, el túmulo que se erigió a la muerte de un
noble guarda dos similitudes fundamentales con el túmulo regio. En primer lugar los estilos de dedicación que,
dado a que es una celebración bajo la doctrina católica,
se realiza ya sea a partir de oraciones fúnebres y/o sermones para el ofrecimiento de misas, rosarios, etcétera.
En segundo lugar, la imagen real auspicia el derecho de
erigir el túmulo del noble, es decir, se exalta al rey y al
noble. Hecho en el que sobresale el principio de relación
y/o línea directa con la realeza, tanto en uso, forma, líneas
genealógicas, como en la conducta del noble y su percepción ideal. Resta decir que la sociedad novohispana
conocía en persona, hechos y/o favores al noble al que se
le dedicaba el túmulo. No obstante, las condiciones y la
3 Francisco de la Maza da cuenta de las piras hechas al marqués del Villar del Águila en
Querétaro −1744−, al obispo Álvarez de Abreu en Puebla −1764−, al arzobispo Rubio y
Salinas en la ciudad de México −1765−, al virrey Matías de Gálvez en la ciudad de México
−1785−, al virrey Revillagigedo en la ciudad de México −1799−, al arzobispo Núñez de
Haro en la ciudad de México −1802−, al obispo San Miguel Iglesias en la antigua ciudad
de Valladolid −1810− y al arzobispo y virrey Francisco Xavier de Lizana −1812−. Véase:
Francisco de la Maza, Las piras funerarias en la historia y en el arte de México, pp. 73, 97, 101,
105, 115, 123, 127, 133, 141 y 145.
58
propaganda política de dichos personajes van más allá
del favor y el reconocimiento social; se instituían así una
propaganda de hechos y actividades políticas entre los
grupos de poder novohispanos. Por lo tanto, las condiciones del imaginario colectivo y exaltación son de alguna
manera diferentes, ya que se producía un encuentro entre
la imagen regia y la imagen del noble.
El objetivo del presente ensayo es explicar el encuentro
entre la imagen regia y la imagen de la nobleza novohispana, como parte de un proyecto propagandístico de su
época. A partir de un breve repaso del túmulo imperial
en la Nueva España, se mostrarán algunos aspectos del encuentro entre la imagen regia y la imagen de la nobleza
novohispana en el túmulo noble de doña María Rosalía
Dozal celebrado en Zacatecas; donde se resaltará el proyecto propagandístico y el valor de las genealogías nobles.
II. La España Ideal en las representaciones fúnebres novohispanas
La fiesta barroca se caracterizó por la participación de
la sociedad en general. Ya fuese en los autos de fe, en la
fiesta de Corpus Christi, en las celebraciones de lealtad, o
en procesiones como la del viernes santo o el camino a
Jericó; la sociedad española estipuló estas solemnidades
como días “geniales”4 que se distribuían en el calendario
litúrgico, así como en el imaginario colectivo. La imagen
temporal y política residía precisamente en los retratos
4 Antonio Bonet Correa se refiere a las fiestas barrocas como días geniales, ya que estipulaba una motivación política por los organizadores y un deseo lúdico e irrefrenable en
la dinámica de la fiesta por parte de la colectividad. De ahí que diversas fiestas, aunque
tuvieran un pretexto fúnebre, terminaran en un evento de amplio colorido, participación
lujo y gloria. Véase Antonio Bonet Correa, “La fiesta barroca como práctica del poder”, en
El arte efímero en el mundo hispánico, V Coloquio del Instituto de Investigaciones Estéticas, p. 45.
59
del rey, de la religión y de la patria, elementos fundamentales en la creación de una especulación ideal del poder político.
Para el caso de los túmulos regios, la edificación de la
piedra tallada a favor de un monarca español significó la
legítima representación del más allá en la tierra. Pronto
en la Nueva España se imitaron las actitudes funerarias
que se hacían en la península ibérica, que además se revistieron de un sentido de la muerte, ligado a la distancia
del rey —con trono y figura en otro continente—. El uso
de determinados símbolos tenía la función de irradiar la
exención de las élites patrocinadoras y de consignar el espacio social que le correspondía a cada individuo.
La primera celebración fúnebre imperial en la Nueva España fue la de Francisco Cervantes de Salazar y el túmulo
imperial al rey Carlos I.5 Cabe destacar que, en la procesión que se realizó para dicha manifestación de lealtad,
la distribución contempló a la gobernación de México en
un mismo nivel con el gobernador de la provincia de Tlaxcala “a la cual se le dio por su fidelidad”,6 como parte de
un reconocimiento y posible convivencia entre los vencedores en la conquista de Tenochtitlán. Es también importante recalcar que las empresas libradas por Hernán
Cortés, en la Nueva España de 1559, seguían muy presentes en el imaginario social, ostentando el perfil de legítimo conquistador por la gracia y mano del rey Carlos I.
Al otro lado, hacia la capilla mayor, estaba la ciudad de
México sobre una laguna con muchos ídolos quemados
5 Véase Francisco CERVANTES DE SALAZAR, México en 1554 y túmulo imperial.
6 Ibid., México en 1554…, p. 207.
60
y quebrados arrojados del templo y al otro lado muchos
indios hincados de rodillas, adorando una cruz rodeada de rayos de sol, dando gracias a Dios porque en el
tiempo de César, y con industria de Hernando Cortés,
fueron alumbrados de la ceguera en que estaban.7
Serge Gruzinski8 argumenta que existieron demasiadas
dificultades en el siglo XVI, al establecer un orden cosmogónico, jerárquico y cultural entre españoles e indígenas en la ciudad de México. Los ecos de la caída de Tenochtitlán y el imperio azteca seguían resonando, de ahí
la necesidad de consolidar instituciones, como el Santo
Oficio, con el objetivo de cuidar la conducta y la fe. La
edificación del túmulo a Carlos I en 1559 debe ser considerada, a partir de los planteamientos de Gruzinski, como
una excelente plataforma de mediación y construcción de
temporalidad española que, de alguna manera, dio traza
y luz a las confusiones espaciales, jerárquicas y cosmogónicas en la ciudad de México —tales como la concepción
del tiempo, la lucha entre imágenes religiosas y el uso de
plazas públicas, privadas y de exclusivo orden religioso,
político, entre otros—. De tal modo, cada túmulo regio
contiene niveles de contención de tradición, irradiados
en procesos políticos determinados, así como representaciones exclusivas a la ciudad que alberga.
Tres niveles determinan el programa simbólico: la evangelización y el establecimiento de un orden colonial; la
omnipotencia del rey; y el deber del conquistador, alimentado con los arquetipos heroicos del noble caballero, retratado en la novela caballeresca. Con el paso del
7 Ibidem, p. 190.
8 Véase Serge GRUZINSKI, El pensamiento mestizo, p. 74.
61
tiempo y con el establecimiento de las instituciones regias, la cultura española tomó deslices peculiares como
resultado de la hibridación de contextos.
Gracias al proceso de adaptación, tanto de las instituciones españolas en las colonias americanas, como de un
proceso de apropiación y legitimación de la Corona, se
estableció un orden ideal e incluso una serie de patrones
para la organización de las fiestas funerarias. El ritual solemne en el túmulo correspondía a un día especial, en el
que se hacían vísperas y vigilia. En cada uno, en imagen
de “cuerpo presente” por la pira funeraria, se realizaba la
oración latina y el sermón fúnebre. En este punto, coincidían tanto exequias reales como nobles.9
Es claro que las determinaciones se hacían, en la medida de lo posible, conforme a lo estipulado en España
y las imágenes oficiales del poder —tales como el águila
de la casa de Austria o el sol y la flor de lis para la casa
Borbónica—.10 No obstante, en los túmulos imperiales de
la Nueva España se hacían alusiones propias y relevantes de la élite que instituía, frente a la sociedad que leía
y participaba en la celebración. Si los valores simbólicos,
como argumenta Agustín González Enciso —a propósito
del ensayo de Víctor Mínguez—11, se establecen del estrato más alto hacia abajo, la elaboración de dichos espacios está pensada para otorgar una continuidad y construcción metafísica del poder. No es únicamente el aparato del poder monárquico lo que prevalece, también
existe una especulación de la sociedad novohispana. La
9 Salvador CÁRDENAS GUTIÉRREZ, “A rey muerto, rey puesto. Imágenes del derecho y
del estado en las exequias reales de la Nueva España (1558-1700)”, p. 171.
10 Véase Agustín GONZÁLEZ ENCISO, “Del rey ausente al rey distante”, p. 15.
11 Ibidem, p. 16.
62
lealtad en sus ceremonias “geniales” son un intercambio
de relaciones: por un lado es el trabajo cotidiano en las
colonias españolas en América, que da fruto a la estabilidad y empresas del poder centrado en la monarquía;
y por otro es el favor y la vida misma en que se da la
pervivencia cotidiana en la Nueva España, mediante las
acciones del monarca. La presencia de la España Ideal en
los virreinatos americanos no es sólo una estrategia para
establecer las sociedades, sino también la de dialogar y
relacionar elementos culturales —lengua, comercio, arte,
entre otros—, que formarán expresiones apuntando a la
península y con elementos latentes de la sociedad y encargos novohispanos.
III. Poder político en el túmulo a la noble Rosalía
La celebración de exequias y el túmulo a la noble doña
María Rosalía Dozal se llevó a cabo el 17 de noviembre de
1724, en el Colegio de la Sagrada Compañía de Jesús en
la ciudad de Zacatecas. Meses antes se llevó a cabo la jura
a Luis I, al año siguiente se realizaron sus exequias, con
participación de su hijo Juan Manuel Olivan Rebolledo.
Posteriormente, en 1729, se imprimió el sermón fúnebre,
el túmulo y la dedicatoria a la muerte de señora noble.12
12 Se trata de: Sermon fvnebre, que en las sumptuosas exequias qve en honra de la muy noble, y piadosa señora Doña Maria Rosalia Dozal hijar de la Madriz, Celebrò el Sr. D. Fernando de la Campa
y Cos; Conde de San Matheo de Val-Parayʃo (ʃu Eʃposo) Cavallero del Orden de Alcantara, Coronel
de Infanteria Eʃpañola de los Reales Exercitos de S. Magd. En el Colegio de la Sagrada Compañia
de Jesvs de Zacatecas, en el día 17. de Noviembre de 1724. Y dixo el R. P. Antonio Arias de Ybarra,
Profeʃʃo de la miʃma Compañia, Viʃitador de las Miʃʃiones de el Nayarith Nuevo Reyno de Toledo.
Dedicado al S. D. Jvan de Olivan Rebolledo, Colegial de el Mayor de Santa Maria de todos los Santos
de México, de el Conʃejo de S. Magd. Oydor de la Rl. Audiencia de Guadalaxara: Governador eleƈto,
y Capitan General de la Provincia de los Texas, ʃus Payʃes, y Conquiʃtas: Oydor de eʃta Rl. Audiencia,
y Auditor General de la Guerra de eʃta Nueva Eʃpaña. Con licencia en México: por Joʃeph Bernardo
de Hogal, en la Calle de Monterilla. Año de 1729. El documento impreso se resguarda en la
Biblioteca Nacional de México. Hasta el momento no existe una edición crítica de la totalidad del impreso. Cabe destacar que Alicia Bazarte Martínez y Miguel Ángel Preigo Gómez
únicamente reproducen, en El gran teatro de la muerte: las piras funerarias en Zacatecas,
63
El impreso está dividido en cuatro partes. Una dedicatoria por el bachiller Juan María Sarmiento al hijo de
doña María Rosalía Dozal y de Fernando de la Campa
y Cos, conde de San Mateo, el oidor de la Audiencia de
Guadalajara Manuel Olivan Rebolledo; el parecer del Dr.
Francisco Anselmo y la aprobación del jesuita Francisco
Ignacio Ubiarco; la descripción del túmulo y los emblemas, por el jesuita García Ramón, “sacados del olvido”; el
sermón dictado por el jesuita Antonio Arias.
El impreso muestra dos aspectos que responden a una
relación de continuidad con las instituciones reales y procuran una estabilidad de las instituciones novohispanas:
la nobleza de sangre y acto, y el orden jerárquico entre la
nobleza, basado en el ejercicio del poder y otorgado por
el monarca mismo.
En el caso de la dedicatoria, el impreso hace mención a
un principio de nobleza. La conformación de héroes, como sistema de valores, confirma un modelo ideal que se
explota o se agota, dentro de la representación simbólica.
El criterio de representación varía de la situación cultural
en la que se propone el símbolo, así como la forma de
mostrarse. Un ejemplo claro son las divinidades griegas
y los héroes: los dioses en el mundo griego se asemejan a
los hombres, son ellos los que bajan al lugar de los humanos. La escritura de La Eneida de Virgilio proporcionó el
cambio de paradigma al comparar a los hombres, héroes
“Descripcion de la svmptvosa pyra que se erigiò a las debidas honras de la Señora Doña
Maria Rosalia Dozal Hijar de la Madriz…”. No obstante, la reproducción no es completa.
Para el presente trabajo se optará por una transcripción fiel al impreso original. Además,
Alicia Bazarte Martínez publica el ensayo “Piras funerarias y mitos mortuorios reales en
la ciudad de Zacatecas”, que resulta ser un resumen de El gran teatro de la muerte: las piras
funerarias en Zacatecas. Véase Alicia Bazarte Martínez, “Piras funerarias y mitos mortuorios
reales en la ciudad de Zacatecas”.
64
y reyes con los dioses.13 En este sentido, las genealogías
heroicas juegan un papel fundamental ya que instauran
un sistema de valores que recuerdan al lector el programa político, teológico y propagandístico.
La formación de los estados modernos en Europa condicionó la reelaboración de los programas iconográficos.
En este sentido, la situación cultural condiciona las representaciones y formas en la “Dedicatoria” —hecha por don
Juan María Sarmiento— a don Juan de Oliván Rebolledo
hijo de María Rosalía Dozal, puesto que responde a la
legitimidad política y marcial, estipulada por la corona.
La “Dedicatoria” hace referencia a la pureza de sangre
que tiene don Juan de Oliván Rebolledo.14 De tal forma,
el impreso remonta hacia don Oliván conde de Besalú y
Cerdeña y abre una larga lista de nombres y cargos, entre los que destacan: don Bernardo Guillén quien luchó
junto a Godofredo de Bouillón, rey de Jerusalén; don
Martín de Oliván que tuvo la honrosa asistencia de Clemente VII y el rey Carlos V a su investidura de grado de
doctor; o don Gerónimo Pérez de Oliván, fundador del
Colegio de la Compañía de Jesús en Huesca.15 Los valores
que se representan en la genealogía Oliván responden a
tres elementos: la función y relación real; el ejercicio eclesiástico y el trabajo inalcanzable a favor de la Iglesia; y
13 W. K. C. GUTHRIE, a propósito del Eliseo y los héroes, argumenta: “«Eliseo» permane-
ció como el nombre de la morada de los bienaventurados y la entrada en ella quedó reservada para la clase privilegiada. Más aún, aquellos que se consideraban con derecho a ello
seguían basando ese derecho en un parentesco con los dioses. […] Si un héroe homérico
podía adjudicarse parentesco divino, ello se debía a la humanidad de los dioses. Edades
posteriores aprenderían a basarlo en la divinidad del hombre.” W. K. C. Guthrie, Orfeo y la
religión griega, Estudio sobre el «movimiento órfico», p. 208.
14 Sermon fvnebre…, op. cit.
15 El templo adjunto al Colegio de la Compañía de Jesús en Huesca lleva por nombre
Martín de Oliván. Queda para futuras investigaciones la relación genealógica de don Juan
Oliván Rebolledo.
65
la carrera militar respondiendo tanto a empresas monárquicas como a empresas de la Iglesia.
La segunda legitimación que la “Dedicatoria” otorga al
Gobernador de la Nueva Galicia y Texas es el poder de
dispensa y acción que —a partir de unas reales cédulas—
debiera atenderse, en caso necesario, sin permisión del
virrey de la Nueva España, las audiencias o algún ministro. Juan María Sarmiento apunta las próximas diligencias a la beatificación de Francisco de Mendiola, primer
gobernador de Texas, quien hizo la guerra contra los
franceses en Misisipi y estableció los límites entre la Nueva Francia y la Nueva España. Es así que la misma actividad de gobernador otorga el camino hacia la santidad,
uno de los principales dogmas de la Iglesia Católica. Así,
la “Dedicatoria” impone a Juan Manuel Oliván Rebolledo
en ese camino santo gracias a su labor gubernamental.
La propagada propuesta es que la actividad del gobernador es favorecida por el rey, se encuentra llena de gracia,
cuenta con una larga tradición inmemorial y está por encima de cualquier otra autoridad.
Por otro parte, Juan María Sarmiento realiza una dura
crítica en la celebración fúnebre a Doña María Rosalía
Dozal. La única relación que encuentra entre don Juan
Manuel de Oliván y la esposa del conde de Valparaíso
y Cos son las pinturas al óleo fabricadas “en la OLIVA
generoʃa de V.S. [don Juan Manuel Olivan] con eʃta Dedicatoria al P. Alonʃo Garcia Ramon, […] pero muerto,
eʃtuvieron como ʃepultadas entre ʃus cenizas haʃta aora
[…].”16 Más aún, reprocha que se hubiese celebrado un
16 Sermon fvnebre…, op. cit.
66
túmulo a una mujer, ya que la nobleza femenina debe
únicamente dedicarse a los actos de caridad, mientras que
el noble novohispano debe seguir con la lucha y conquista
de nuevos mundos.
Eʃto ʃupuesto (Señor) ʃi ʃegun el parecer del Philoʃopho,
las funerales Exequias ʃe deben conʃagrar a vn Varon,
ʃingular en la ʃabiduria, y ʃeñalado en la nobleza: Viro
nobilate, & ʃcientia prædito dicabant, yá no le queda â mi
mente que diʃcurrir; porque las Exequias, que â honra
de mi Señora Doña Maria Roʃalia Dozal Hijar de la Madriz […] ʃe ʃolemnizaron, ʃon acreedoras de el ʃagrado,
y ʃombra de V.S. pues es vn Varon como el Philoʃopho
lo pide: ʃingular, y mucho, en las letras: ʃeñalado, grandemente, en la nobleza […].17
El túmulo y la celebración fúnebre no sólo propagan
una idea de buen gobierno y legitimidad del poder, sino
que difunden la distribución ideal a la que hombres y
mujeres nobles deben dedicarse. Si la pira a la noble novohispana es revestida de elementos emblemáticos, estos
juegan a favor de un orden que supera su propia actividad. El túmulo noble a doña María Rosalía del Dozal es
un claro pretexto para la demostración del poder real, de
la nobleza novohispana y del orden institucional a favor
del gobernador de la Nueva Galicia y Texas.
IV. El túmulo
Las exequias fueron solemnizadas el 17 de noviembre
de 1724. La pira funeraria fue colocada en la iglesia del
colegio de la Sagrada Compañía de Jesús en Zacatecas.
Estuvo formada por cuatro cuerpos. En la parte alta se
17 Idem.
67
colocaron las coronas de las Armas de la Casa de Montañas de Burgos y Aragón, de Dozal, y las de Hijar, Dávalos, Bracamont.
El primer escaño tuvo ocho emblemas por adornos; el
segundo, al centro, se le colocó un emblema con un epigrama latino; el tercero, una tarja con un emblema constituido por otro epigrama latino; la última tuvo un emblema que encerró el sistema simbólico del túmulo: una rosa
desprendida por el vástago y la diosa Belleza en llanto.
La temática central del túmulo fue en torno a tres símbolos en los emblemas: la rosa-azucena, las estrellas y la
flor de lis. Estos emblemas mostraron un concepto peculiar, que unía dos elementos alejados. El primer significado era sin duda alguna la alusión al nombre de Rozalía,
de allí su forma. Por ejemplo un mundo, del cual detrás
una rosa.
En vano de tu destreza,
Parca, tu aljaba blasona,
Pues no quitas la Corona
Aunque cortes la cabeza:
Era esta Rosa, Princesa
Del prado, y en esto fundo
El desdén, conque confundo
Tu tiro, aún cuando acertó
Pues si en una Era reinó,
Está ya encima de un Mundo.18
La segunda, era un emblema que recordaba el poder
de la casa dinástica reinante. De hecho, las primeras exequias regias, solemnizadas a la esposa de Felipe V en la
Nueva España —María Gabriela de Saboya—, estipulaban
18 Idem.
68
la formación total de un túmulo como rosa.19 El factor
astronómico era total, pues la flor de lis es significado a
la vez de rosa-azucena, así como la estrella más alta que
mira al empíreo. De hecho, ese es el significado de la Orden del Espíritu Santo de los Borbones. Un año más tarde, las juras y exequias a Luis I, en las que asistió el mismo Juan Manuel de Olivan Rebolledo, conformaron a la
flor de lis y a las estrellas como el mismo programa emblemático.20 Se trataba entonces de un programa simbólico del poder. Así, el primer emblema que trató de una
medio Rosa, medio estrella, cerca del signo de Tauro.
Esa exhalación hermosa,
Que ya casi Signos huella,
Es una Rosa de Estrella,
Que ya deja de ser Rosa:
No admires que vagarosa
Destine al Toro su anhelo,
Si su lucido desvelo
Cuando flor nace en la Esfera
Verdad hace la quimera,
Que se haya de arar el cielo.21
19 Llanto de flora, deʃatado en ʃephulcrales roʃas ʃobre el Mageʃtuoʃo Tumulo, que la Imperial Corte
Mexicana erigio al obʃequio, y voto á la memoria de ʃu Florida Reyna DOÑA MARIA LUISA GABRIELA DE SABOYA, Amada Eʃpoʃ dell Inclyto Rey de las Eʃpañas DON PHELIPE QUINTO,
(Que Dios Guarde) Pompa exequial, que celebrò en ʃu Metropolitano Templo, y funebres endechas,
que para llorar ʃu muerte, diʃpuʃo el Padre Lucas del Rincon de la Compañia de Jesvs. Con licencia
en Mexico, Por los Herederos de la Viuda de Miguel de Ribera.
20 Llanto de las estrellas al ocaso del sol anochecido en el oriente. Solemnes exeqvias que a la augusta
memoria del serenissimo, y potentissimo señor Don Luis I. Rey de las Españas, celebró el Excmo. Sr.
D. Juan de Acuña, Marquès de Caʃa-Fuerte, Cavallero del Orden de Santiago, y Comendador de
Adelfa de Alcantara, General de los Reales Exercitos; Virrey Governador, y Capitan General de eʃta
Nueva-Eʃpña, y Preʃidente de la Real Audiencia, &c. A cuya disposicion asistieron por comiʃʃion
de ʃu Exc. los Señores DD. D. Geronimo de Soria Velasquez, Marquès de Villa-hermoʃa de Alfaro, y
D. Pedro Malo de Villavicencio, Cavallero del Abito de Calatrava, ambos del Conʃejo de S. M. y ʃus
Oydores en eʃta Real Audiencia, &c. Y cuya relacion escribe D. Joseph de Villerias, Bachiller en
la Facultad de Leyes por la Real Vniuerʃidad. En Mexico: Por Joʃeph Bernardo de Hogal, en
la calle de la Monterilla. Año de 1725.
21 Sermon fvnebre…, op. cit.
69
V. Consideraciones finales
Los estudios en torno a las celebraciones fúnebres en la
Nueva España contemplan dos caminos de estudio que,
más que separarse, deben unirse para una justa interpretación de estas solemnidades: 1) el rescate filológico y la
crítica textual de las relaciones de exequias, túmulos o celebraciones fúnebres; y 2) la reconstrucción de referentes históricos, ya sea desde la historia cultural o la historia
de las mentalidades.
En primer lugar, el rescate del texto debe ir acompañado de un trabajo filológico que dé solidez a cualquier
otro tipo de estudio, sea literario, hermenéutico, histórico o antropológico. Queda para futuras investigaciones
la edición crítica del túmulo a doña María Rosalía Dozal, conjuntado con el estudio de referentes históricos y
antropológicos.
En segundo lugar, las investigaciones sobre túmulos y
celebraciones fúnebres deben tomar en cuenta las manifestaciones de lealtad hechas a la nobleza novohispana.
En el túmulo de doña María Rosalía Dozal se percibe, no
sólo el repertorio literario y simbólico, sino el uso de valores y organización que se mantenía en la cultura novohispana. Las miradas de los futuros estudios deben centrarse en la relación de exequias a virreyes, obispos y nobles; con un exhaustivo ejercicio de recolección y análisis
de referentes de la época.
Finalmente, es importante realizar un ejercicio de interpretación, valoración y aculturación que supusieron
las imágenes reales en las solemnidades fúnebres, con
el fin de notar su recepción y alcances en la sociedad
70
novohispana. La celebración no quedaba conformada con
la simple edificación de la pira funeraria, sino que se realizaba toda una fiesta barroca con la participación plena
de la sociedad. Es en dicho espacio donde se podrá notar, en una justa medida, la convivencia de imágenes regias en el mundo novohispano, ya sea desde la edificación
del túmulo, la oración fúnebre o las dedicatorias hechas
por la sociedad en la Nueva España.
71
oBras citadas y consultadas
a) Fuentes documentales
Llanto de flora, deʃatado en ʃephulcrales roʃas ʃobre el Mageʃtuoʃo
Tumulo, que la Imperial Corte Mexicana erigio al obʃequio, y
voto á la memoria de ʃu Florida Reyna DOÑA MARIA LUISA
GABRIELA DE SABOYA, Amada Eʃpoʃ dell Inclyto Rey de las
Eʃpañas DON PHELIPE QUINTO, (Que Dios Guarde) Pompa
exequial, que celebrò en ʃu Metropolitano Templo, y funebres
endechas, que para llorar ʃu muerte, diʃpuʃo el Padre Lucas del
Rincon de la Compañia de Jesvs. Con licencia en Mexico, Por los
Herederos de la Viuda de Miguel de Ribera.
Llanto de las estrellas al ocaso del sol anochecido en el oriente.
Solemnes exeqvias que a la augusta memoria del serenissimo, y
potentissimo señor Don Luis I. Rey de las Españas, celebró el Excmo.
Sr. D. Juan de Acuña, Marquès de Caʃa-Fuerte, Cavallero del
Orden de Santiago, y Comendador de Adelfa de Alcantara, General
de los Reales Exercitos; Virrey Governador, y Capitan General de
eʃta Nueva-Eʃpña, y Preʃidente de la Real Audiencia, &c. A cuya
disposicion asistieron por comiʃʃion de ʃu Exc. los Señores DD. D.
Geronimo de Soria Velasquez, Marquès de Villa-hermoʃa de Alfaro,
y D. Pedro Malo de Villavicencio, Cavallero del Abito de Calatrava,
ambos del Conʃejo de S. M. y ʃus Oydores en eʃta Real Audiencia,
&c. Y cuya relacion escribe D. Joseph de Villerias, Bachiller en
la Facultad de Leyes por la Real Vniuerʃidad. En Mexico: Por
Joʃeph Bernardo de Hogal, en la calle de la Monterilla. Año de
1725.
Sermon fvnebre, que en las sumptuosas exequias qve en honra de
la muy noble, y piadosa señora Doña Maria Rosalia Dozal hijar
72
de la Madriz, Celebrò el Sr. D. Fernando de la Campa y Cos;
Conde de San Matheo de Val-Parayʃo (ʃu Eʃposo) Cavallero del
Orden de Alcantara, Coronel de Infanteria Eʃpañola de los Reales
Exercitos de S. Magd. En el Colegio de la Sagrada Compañia de
Jesvs de Zacatecas, en el día 17. de Noviembre de 1724. Y dixo el
R. P. Antonio Arias de Ybarra, Profeʃʃo de la miʃma Compañia,
Viʃitador de las Miʃʃiones de el Nayarith Nuevo Reyno de
Toledo. Dedicado al S. D. Jvan de Olivan Rebolledo, Colegial
de el Mayor de Santa Maria de todos los Santos de México, de el
Conʃejo de S. Magd. Oydor de la Rl. Audiencia de Guadalaxara:
Governador eleƈto, y Capitan General de la Provincia de los Texas,
ʃus Payʃes, y Conquiʃtas: Oydor de eʃta Rl. Audiencia, y Auditor
General de la Guerra de eʃta Nueva Eʃpaña. Con licencia en México:
por Joʃeph Bernardo de Hogal, en la Calle de Monterilla. Año
de 1729. (Biblioteca Nacional de México).
b) Fuentes bibliográficas
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73
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74
las religiosas noVohisPanas y el
santo oficio: el caso contra antonio
rodrígueZ colodrero
Laura Elena de Jesús Ramírez Ramírez y Alberto Ortiz
Introducción. Las religiosas y la confesión
La vida espiritual normada en la Nueva España fue el eje
conductor en la vida de las mujeres que decidieron seguir
el camino de la espiritualidad y recluirse en el claustro1,
debían ser ejemplo de virtud, así como las mujeres que
elegían el camino de la contemplación a Dios sin ser parte de alguna congregación y sin tomar los votos que a las
monjas se les exigía, como se sabe, a estas mujeres se les
llamó beatas, mujeres recluidas, en su mayoría, dentro de
la casa paterna o que habían enviudado y deseaban seguir
en una vida de entrega religiosa y rigurosa moralidad. Estuvieran las mujeres fuera del convento o dentro de él, las
instituciones religiosas y las autoridades mantenían una
estrecha vigilancia sobre su comportamiento, entre otras
formas de control y tutoría se les asignaba un guía espiritual quien, supuestamente, las llevaría por el camino
adecuado de la fe.
Las religiosas tenían reglas, ya dictadas en el siglo
XIII,2 para entablar contacto y comunicación con el guía
espiritual, pues a las autoridades les preocupaba que la
cercanía de un sacerdote con su hija espiritual pasara de
un plano espiritual a uno carnal, y ambos o alguna de las
1 “A par del nacimiento del deseo por parte de los hombres para servir a Dios, las mujeres
hacen lo propio siguiendo los pasos para formar las congregaciones femeninas, donde
realizan los mismos votos y llevan una vida de retiro, rigor y austeridad. Sujetándose a
reglas como las de San Jerónimo y San Agustín, especialmente a las de este último, ya que
recomendaba lo que más tarde serían principios fundamentales religiosos femeninos: pobreza, castidad, vida común y obediencia”. Muriel, Josefina, Conventos de monjas en la Nueva
España, México: Editorial Santiago, 1946, p. 9.
2 “Después de la complicada consolidación del sacramento de la penitencia como el remedio para obtener el perdón de los pecados, a partir del siglo XIII y XVI se comenzó a dar
una situación hasta entonces desconocida: la difusión de Manuales de confesión y de las Sumas morales. Se puede afirmar que estos textos fueron utilizados por los predicadores y los
moralistas para insistir sobre la necesidad que la gente tenía de frecuentar la confesión”.
Jorge René GONZÁLEZ MARMOLEJO, Sexo y confesión: La Iglesia y la penitencia en los siglos
XVIII y XIX en la Nueva España, México: CONACULTA-INAH, 2002, pp. 28-29.
77
partes olvidaran que las metas de su relación era principalmente la redención de los pecados y la enseñanzaaprendizaje de los preceptos divinos.
En el año de 1796 fue denunciado, ante el Santo Oficio, Antonio Rodríguez Colodrero por una de sus hijas
espirituales. El clérigo nació en Antequera, obispado de
Málaga, fue “[…] sacerdote, confesor y predicador, con
licencias generales en este Arzobispado, capellán del
convento de San Lorenzo […]”,3 viajó a Sevilla, Málaga
Buenos Aires y a las Filipinas, llegó a la Nueva España
alrededor del año 1790-1791. Considerado por los inquisidores, según Edelmira Ramírez como “[…] creador,
sustentador y guía de un foco de pseudo-alumbradas bastante venido a menos, cuyo centro de operaciones debió
ser el olvidado convento de San Lorenzo de la ciudad
de México”.4 Fue el 31 de octubre de 1794 cuando una
de sus confesadas y además religiosa del dicho convento, se presentó ante el Santo Oficio para denunciar a dicho capellán.
Obvia recordar que no se trataba de una relación entre
iguales. Las religiosas debían obedecer y consultar con su
padre espiritual sus dudas, comportamiento religioso y
obligaciones que tenían con la Iglesia y sus instituciones
religiosas. Precisamente, esta comunicación describe e intenta analizar aspectos de los vínculos entre hermanas de
la orden conventual y un guía espiritual, para ejemplificar las posibles rupturas y convencionalismos que privaban en varios otros casos de la época.
3 Edelmira RAMÍREZ LEYVA, María Rita Vargas, María Lucía Celis, beatas embaucadoras de la
colonia, México: UNAM, 1988, p. 10.
4 Op. cit. María Rita Vargas, María Lucía Celis… p. 11.
78
Sor María Dolores de San Miguel y su confesor
El convento de San Lorenzo perteneció a la orden de
San Jerónimo y fue construido durante el siglo XVII, está
ubicado en la ciudad de México. Fue en este convento
donde se generó una de las tantas historias inquisitoriales que involucran a Antonio Rodríguez Colodrero, confesor, y algunas religiosas de la orden. Sor María Dolores
de San Miguel penitente de este confesor se enteró por
pláticas del mismo sacerdote que él “[…] tenía bajo […]
su dirección almas de mucha virtud, pero que la reina de
todas era una […] que en su concepto no era un ángel
sino un serafín […]”,5 la monja estaba segura que estos
comentarios, sobre mujeres llenas de virtud, eran falsos
y presumiblemente “faltaban a las leyes divinas”, así que
luego de recibir consejo del marqués de Castañiza decidió denunciar al clérigo.
La religiosa declaró que después de la confesión el sacerdote le contaba cómo y por qué otras hijas de confesión eran casi santas, entonces los papeles se invertían ¿el
confesor se convertía en penitente y la monja en guía? Si
esto era cierto de acuerdo con los preceptos respectivos
ambos cometían una falta contra los lineamientos, ya que,
“[…] la Iglesia afirmaba […] desde [el Concilio] Letrán
que la confesión era el único medio que se disponía para
reconciliarse con Dios”,6 y dicha potestad estaba a cargo
solamente de los clérigos y el sacramento era justamente el descargo de los pecados y actos inapropiados, por
lo que se puede pensar que Rodríguez Colodrero descargaba su consciencia cuando platicaba con las religiosas,
5 Op. cit. María Rita Vargas, María Lucía Celis…, p. 53.
6 Op. cit. Sexo y confesión…, p. 34.
79
se trataba de alardear que él era capaz, con su guía, de
formar beatas que se acercaran a la santidad.
La relación entre María Dolores y Antonio Rodríguez
al parecer sólo se daba cuando ella acudía al confesionario, sin embargo las charlas entre la monja y el confesor señalan que sus interlocuciones iban de lo espiritual
a lo personal, ya que él insistía en decirle que una de sus
alumbradas —María Rita Vargas— que vivía en la casa
de la capellanía, —o sea con él—, donde además recibía
instrucciones del clérigo, eran cada vez más virtuosas. La
inversión confesional es más compleja de lo que aparenta,
a tal grado que el receptor de las confidencias parece no
relacionar a tiempo, pues si Sor María Dolores sabía que
esa situación era algo incorrecta, ¿por qué no lo reportó
desde la primera vez que el sacerdote se lo contó?
¿Qué sentimientos movieron a la religiosa cuando acudía al confesionario?, ¿era realmente el descargo de sus
pecados?, ¿o esto fue suplido eventualmente por la curiosidad y tal vez algo de envidia?, ya que de acuerdo a
la declaración de la monja ante el Santo Oficio fueron
muchas las cosas que el confesor compartió con ella, tales
como: “Que habiendo estado mala dicha persona, [o sea
la supuesta alumbrada] a costa de su trabajo, había descubierto, que la causa era haberse detenido la evacuación
mensual”,7 con esta declaración es probable que el sacerdote estuviera cierto de que su relación iba más allá de
la guía espiritual. A pesar de estos comentarios o justamente gracias a ellos, u obligada por la sujeción oficial al
confesor, es difícil saberlo, María Dolores continuó yendo
7 Op. cit. María Rita Vargas, María Lucía Celis…, p. 55.
80
al confesionario con el capellán y siguió escuchando los
detalles acerca de cómo su guía espiritual estaba involucrado con una mujer. Es posible que la curiosidad de la
religiosa fueron en aumento. Algo que los inquisidores
no consideraron cuando la monja fue a denunciar a su
confesor. Al menos el expediente del proceso no da información al respecto.
Se nota en los legajos, que el testimonio de María Dolores es extenso, pues a diferencia de las otras religiosas
que fueron llamadas por el Santo Oficio para hablar sobre Antonio Rodríguez Colodrero; la denunciante explicó
con detalle los sacrificios que exigía el capellán para que
ella y sus demás confesoras imitaran la pasión de Cristo,
al tiempo que exigía entrega total a sus mandatos, pues
afirmaba que era necesaria para conseguir la verdadera
absolución de los pecados. Para efecto recurrió a varias
estrategias, incluso se sabe “que la penitencia de la confesión se la mandó por escrita en un papel […]”8 estas
indicaciones constan de diecisiete puntos en los que se
incluían sacrificios de sangre, actos de humillación, lecturas obligatorias entre otras acciones que concluían al
“[…] hacer una cruz en el suelo como una cuarta de largo, con la lengua […]”,9 acciones que la religiosa debía
repetir tres veces al día, y sólo podía ir a dormir hasta
terminar lo que se le había pedido, pues según Rodríguez
Colodrero la mujer que él consideraba un serafín lo hacía
todos los días sin descanso.
En las declaraciones que hizo María Dolores, relata
la cercanía que existía entre Rodríguez Colodrero y esa
8 Idem, p. 59.
9 Idem, p. 60.
81
“alma piadosa” de la que tanto hablaba; narró algunos
pasajes en los que se daba el contacto físico entre la mujer y el clérigo, denunció además cómo el sacerdote se
negaba, por petición de María Rita, a atender a otras mujeres, en su papel de guía espiritual. La relación entre la
religiosa y el capellán comenzó a ser álgida cuando otras
monjas del convento de San Lorenzo corroboraron o se
dieron cuenta de las actividades que el sacerdote realizaba fuera del confesionario. El confesor comenzó a levantar sospechas y escándalo, pues su comportamiento con
otras supuestas alumbradas provocaron disconformidades y críticas entre las monjas del convento.
María Dolores de San Miguel concluye su testimonio
exonerando de alguna forma al confesor, asegurando que
la falsa beata engañaba al clérigo con el fin de mantener
los beneficios que él le proporcionaba y que en su inocencia el confesor no podía ver tal fraude. Es posible que la
monja sintiera finalmente un afecto genuino por el confesor o respeto por tratarse de una figura de autoridad.
Las religiosas del convento de San Lorenzo
Era común que el confesor solicitara o permitiera que las
religiosas escribieran sobre sus experiencias espirituales.
“La historia de cada monja, beata o visionaria es pues
una narración progresiva de las acciones que generó en
ellas este don, y sus avatares en búsqueda de la unión
espiritual”.10 Sin embargo las pretensiones de Antonio Rodríguez Colodrero iban encaminadas al reconocimiento
10 Asunción LAVRIN y L. Rosalva LORETO, Monjas y beatas: La escritura femenina en la
espiritualidad barroca novohispana siglos XVII y XVIII, México: Universidad de las Américas/
AGN, 2002, p. 8.
82
personal, estaban más motivadas por el deseo de convertirse en biógrafo y guía espiritual de santas.
El capellán fue asignado como confesor de algunas religiosas del convento de San Lorenzo con quienes presumía acerca de sus pseudoalumbradas, en especial de
María Rita Vargas, —a la que nunca mencionaba por su
nombre— Rodríguez Colodrero al parecer desvió el camino, y a consecuencia de esto se adentró en un mundo
de fingimientos y relatos falsos, pues las fingidoras crearon relatos fantásticos en torno a las figuras divinas, ya
sea por incitación de él o por conveniencia de ellas, las
que vieron una oportunidad para mantenerse en una zona de prestigio social.
Fueron llamadas a declarar ante el Santo Oficio siete
monjas del convento de San Lorenzo, más dos mozas y
tres mujeres familiares de religiosas de mismo claustro y
que vivían también en el convento, con el fin que testificaran sobre el comportamiento y acciones del confesor.
Es interesante observar dos situaciones, la primera cómo
surgen los nombres de María Rita Vargas y María Faustina, otra fingidora y además moza del capellán, quien
vivía en el convento de San Lorenzo con las monjas profesas, y cómo el clérigo se las arregló para realizar un ritual parecido al que realizaban las novicias para tomar
los hábitos y así hacerla pasar por religiosa. La segunda
es que ninguna de las que fueron a dar testimonio conocían o al menos nunca mencionaron a María Lucía Celis,
otra elegida de Dios y de la que no se supo nada hasta que
los comisarios inquisitoriales le recogieron los papeles
al sacerdote.
83
Los testimonios de las religiosas giraron sobre las mismas declaraciones que hizo María Dolores de San Miguel,
por un lado aseguran que los comentarios o ejemplos que
utilizaba el confesor giraban en torno a la supuesta alumbrada que vivía en la capellanía, empero el testimonio
de las religiosas se dividen en dos aspectos: uno que el
sacerdote era un iluso al creer que esta mujer se acercaba realmente a Dios en su representación del Niño Dios,
y dos, que la supuesta alumbrada lo estaba engañando
con el único propósito de seguir recibiendo los beneficios
que el clérigo le proporcionaba. Incluso, aseguró una de
las declarantes que “María Rita por envidia, las puso en
mal concepto con dicho padre, levantándolas el testimonio de que en la iglesia la mofaban y le hacían burla”,11
con lo que consiguió que el confesor retirara su guía a
algunas religiosas.
Conclusiones
A reserva de encontrar más datos para probar algunos de
los supuestos hipotéticos aquí sugeridos, es posible reiterar que el funcionamiento normado de las relaciones
entre guías espirituales e hijas de confesión, fueran estas
monjas o mujeres seculares, presentó serios conflictos de
interacción personal durante todo el periodo novohispano. Lo cual nos remite, de nuevo, a las dificultades entre
la teoría que pretende controlar la intimidad y la conducta de las personas, y la realidad trasgresora y falible
natural en todo ser humano.
En cuanto al caso descrito, resulta evidente que la figura masculina, aunque sometida a escrutinio inquisitorial,
11 Op. cit. María Rita Vargas, María Lucía Celis…, p. 212.
84
mantiene ascendencia entre las mujeres involucradas en
el caso. El confesor fue considerado como una víctima ingenua, de acuerdo con la declaración de varios testigos,
pero en realidad él está conformando una competencia
de celos y elecciones entre confesadas, con el ambicioso
fin de construir santas, un escaño social muy trascendente para la sociedad de entonces.
85
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gonzález MArMolejo, Jorge Rene, Sexo y confesión: La Iglesia y la penitencia en los siglos XVIII y XIX en la Nueva España, México: CONACULTA-INAH, 2002.
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lAvrin, Asunción y loreto L. Rosalva, Monjas y beatas: La
escritura femenina en la espiritualidad barroca novohispana siglos XVII y XVIII, México: Universidad de las Américas /
AGN, 2002.
Muriel, Josefina, Conventos de monjas en la Nueva España,
México: Santiago, 1946.
rAMírez leyvA, Edelmira, María Rita Vargas, María Lucía
Celis, beatas embaucadoras de la Colonia, México: UNAM,
1988.
86
el discurso imagográfico en L’Inferno
Aperto y su recuPeración en las ediciones
PoBlanas del siglo XViii
Anel Hernández Sotelo
Una de las obras escatológicas más conocidas en el mundo
moderno iberoamericano de principios del siglo XVIII
fue El Infierno Abierto. Se trata —como el lector podrá
imaginar— de un librito que retrata el infierno como un
espacio físico bien ubicado en el centro de la Tierra y condensa el imaginario occidental sobre los suplicios de las
almas encerradas en ese lugar de penalidades eternas.
El Infierno Abierto se compone de siete meditaciones que
giran en torno a la cárcel del infierno, el fuego, la compañía de los condenados, la pena de daño, el gusano de
la conciencia, la desesperación y la eternidad de las penas. Como lo ha demostrado Abraham Villavicencio, este
discurso infernal fue heredero de los Ejercicios espirituales
escritos por Ignacio de Loyola y uno de los objetivos de
su publicación fue “combatir posturas consideradas heréticas como el quietismo, divulgado por el español Miguel de Molinos”.1
Si bien es cierto que el argumento de la obra que nos
ocupa no tiene desperdicio, aquí nos interesa estudiar El
Infierno Abierto desde la sociología de los textos propuesta
por McKenzie quien postula, grosso modo, que el concepto
“texto” debe superar el vínculo tradicional que lo asocia
con la cultura impresa y con las grafías occidentales; y
que las diferentes formas de hacer público un texto están
determinadas por dispositivos específicos que pretenden
determinar su recepción y controlar su comprensión, es
decir, que los textos deben también estudiarse desde su
1 Abraham VILLAVICENCIO, “Suplicios eternos: El inferno abierto al cristiano de Pablo
Señeri” en Alexandre Coello de la Rosa y Teodoro Hampe Martínez (Eds.), Escritura, imaginación política y la Compañía de Jesús en América Latina (siglos XVI-XVIII), Barcelona: Bellaterra, 2011, p. 186.
89
propia materialidad.2 En este sentido, la intención de las
siguientes páginas es delinear algunos problemas inherentes a la autoría de la obra que estudiamos y al origen del texto figurativo que acompañó sus impresiones
novohispanas.
¿Quién fue el autor de El Infierno Abierto?
Tradicionalmente se ha escrito que el autor de El Infierno
Abierto fue el misionero jesuita de origen italiano Paulo o
Paolo Segneri (1624-1694) —nombre que fue castellanizado como Pablo Señeri— y que el texto fue publicado
póstumamente. Sin embargo, existen algunas inconsistencias al respecto. Entre las primeras ediciones de la obra
que bajo la autoría de Segneri circularon en el mundo hispano, se encuentra la traducción del italiano al castellano
realizada “por un Zeloso del bien de las Almas” impresa
en Valencia por Diego de Vega en 1701; otra, impresa en
Mallorca por el Real Convento de Santo Domingo hacia
1704; y una más, realizada en la imprenta madrileña de
Gabriel Ramírez en 1751. Además, el texto también se divulgó como epílogo a los cuatro tomos del Maná del alma
escrito por Segneri originalmente en italiano y traducido
al castellano por Francisco de Rofrán en 1702.3 Los cuatro volúmenes del Maná del alma conocieron ediciones y
reimpresiones hasta el último cuarto del siglo XVIII.
No menos importante resulta la edición que el jesuita
Maximiliano Rassler hizo imprimir en latín hacia 1706
2 D. F. McKENZIE, Bibliografía y sociología de los textos, Madrid: Akal, 2005.
3 Pablo SEÑERI, Mana del alma o exercicio facil, y provechoso para quien desea darse de algun
modo á la Oracion […] Traducido del italiano en español por el Doctor Francisco de Rofrán […]
Añadese al fin de ella El infierno abierto, discurso póstumo del mismo autor, Madrid: Herederos
de Antonio Roman, 1702, 4 vols.
90
bajo el título Infernus Apertus4 en donde la referencia a
Segneri como autor no aparece más en la portada y solamente se le menciona en el proemio, lo que nos conduce
a deducir que El Infierno Abierto fue escrito originalmente
en lengua italiana. En efecto, las ediciones italianas más
antiguas que hemos rastreado de la obra se publicaron
durante la última década del siglo XVII lo que evidencia
una singular operación de traducción: la obra fue concebida en lengua vulgar y, más tarde, traducida al latín.
Pero las peculiaridades no terminan aquí.
En su original italiano L’Inferno Aperto conoció al menos cuatro ediciones entre finales del siglo XVII y principios del XVIII: una publicada en Roma en 1691; otra,
en Milán y Parma de 1693; una más, publicada en Venecia, que carece de fecha y de impresor; y, finalmente,
la que realizó el impresor Domenico Antonio Parrino
en sus prensas de Milán y Nápoles en 1707. Cabe destacar que, mientras en la edición veneciana5 y en la versión de Parrino6 se lee simplemente que la autoría le
pertenece a “un Religioso della Compagnia di GIESV”,
en las portadas de las ediciones de 16917 y 16938 se
4 Infernus Apertus Hominibus Christianis ut in illum non descendant. Sive considerationes de
Pœnis Infernalibus propositæ. Et per totius hebdomadæ diez distributæ. Italico sermone à quodam
Patre Societatis Jesu. Latiné redditæ a P. Maximiliano Rassler […], Monachii: Joannis Caspari
Bencard, 1706.
5 L’Inferno Aperto al Christiano. Perche non v’entri overo considerazioni delle pene infernali […]
Da un Religioso della Compagnia di GIESV […], In Venetia, & in Bassano, s/f. Cabe destacar que en el portal Post-Reformation Digital Library, esta obra aparece rubricada con
la autoría de “Paolo Segneri” y fechada hacia 1700, en http://www.prdl.org/author_view.
php?s=0&limit=20&a_id=891&sort=#, última consulta: 19 de marzo de 2017.
6 L’Inferno Aperto al Christiano. Perche non v’entri overo considerazioni delle pene infernali […]
Da un Religioso della Compagnia di GIESV […], In Milano & in Napoli: Domenico Antonio
Parrino, 1707.
7 Al parecer esta edición es rarísima pues no hemos encontrado registros de ella en los
catálogos digitales italianos. Sin embargo, en el Catáleg Col.lectiu del Patrimoni Bibliogràfic de
Catalunya se registra la entrada PINAMONTI, Giovanni Pietro, L’Inferno Aperto al Cristiano
[…], Roma: Domenico Antonio Ercole, 1691.
8 Pietro PINAMONTI, L’Inferno Aperto al Cristiano […], In Milano & In Parma: Alberto
Pazzoni e Paolo Monti, 1693
91
señala que el autor de L’Inferno Aperto fue el jesuita italiano Giovanni Pietro Pinamonti (1632-1703), contemporáneo de Paulo Segneri. Un elemento más que pone en
entredicho la autoría atribuida a Segneri es que, apenas
tres años después de la muerte de Pinamonti fueron compiladas sus Obras —entre las que se incluye L’Inferno Aperto9—, además de una reseña de su vida gracias a la cual
sabemos que Pinamonti y Segneri fueron compañeros de
misión y promovían similares ideales ascéticos.
Ahora bien, es probable que el hecho de que en 1706
se publicasen las Obras de Pinamonti y la versión en latín
de Rassler titulada Infernus Apertus —en donde la figura
del autor queda obnubilada— fuese un síntoma de algunas vicisitudes y polémicas generadas al interior mismo
de la Compañía de Jesús. Sin embargo, resulta inquietante que cinco años antes se conociera en la Península Ibérica la traducción al castellano de L’Inferno Aperto atribuyéndosela al jesuita Segneri,10 lo que nos conduce a formular la hipótesis de que la metamorfosis de la autoría
estuvo ligada a las políticas de la monarquía hispánica.
Sin afán exhaustivo, aquí sólo apuntamos que desde el
último cuarto del siglo XVI la monarquía de los Austria
y el papado sostuvieron fieros encontronazos pues tras la
muerte de Francisco de Borja en 1573, Gregorio XIII instó a los padres de la Compañía de Jesús a no continuar
con la sucesión de españoles como ministros generales
de la congregación, con la finalidad de reducir el poder
9 Pietro PINAMONTI, Opere, Parma: Paolo Monti, 1706, pp. 295-311.
10 Pablo SEÑERI, El Infierno Abierto para que le halle el Christiano cerrado. Dispuesto en varias
consideraciones de sus penas distribuidas por los siete dias de la semana. Su autor el M. R. P. Pablo
Señeri, de la Compañia de Jesus […] y traducido de Italiano en Español, por un Zeloso del bien de
las Almas, Valencia: Diego de Vega, 1701.
92
de los jesuitas hispanos tanto en el gobierno de la Compañía como en la política romana. Este fue el inicio de
un cisma entre quienes favorecían la “italianización” de la
Compañía de Jesús y quienes defendían la consolidación
de los jesuitas dentro de la política de la monarquía católica hispana, tomando en cuenta que su fundador fue
el vasco Ignacio de Loyola.11 Y es que, como afirma Sabina Pavone:
fue durante el generalato de [Claudio] Acquaviva cuando las incomprensiones y las aspiraciones de autonomía
manifestadas por las distintas provincias se combinaron
con las reivindicaciones de los nacientes Estados nacionales, hondamente afectados por el carácter internacional de la Compañía, que la convertía casi en un poder
alternativo, en competencia con el fortalecimiento del
poder estatal. Los jesuitas terminaron, en numerosas
ocasiones, por ser una presencia extraña, observada
con suspicacia porque quedaba fuera de toda reglamentación nacional y de los acuerdos directos entre los Estados y el Papa. En otros casos, en cambio –a pesar de la
reiteradas incitaciones de Acquaviva a que se mantuvieran alejados de la política–, supieron conjugar sus propias exigencias apostólicas con las de los países donde
se los había acogido, de modo que lograron alcanzar la
posibilidad de desarrollar una acción más capilar sobre
el territorio.12
En este sentido, habría que realizar un estudio a profundidad sobre las posturas políticas y morales que al respecto tomaron Pinamonti y Segneri, para que el primero fuese sustituido por el segundo como autor de las traducciones castellanas de L’Inferno Aperto. En cualquier caso,
11 Javier BURRIEZA SÁNCHEZ, “La Compañía de Jesús y la defensa de la monarquía
hispánica” en Hispania Sacra, vol. LX, núm. 121, 2008, pp. 181-229.
12 Sabina PAVONE, Los jesuitas desde los orígenes hasta la supresión, traducción de Rosa Corgatelli, Buenos Aires: Libros de la Araucaria, 2007, p. 46.
93
lo cierto es que en el mundo hispano esta obra circuló
bajo la autoría de Segneri, a pesar de que hemos comprobado que las versiones francesas de la obra —traducidas
con el título L’Enfer ouvert— respetaron hasta el siglo XIX
a Pinamonti como el creador del texto original impreso
en italiano.13 Incluso, hemos detectado que en la época
decimonónica se reivindicó al verdadero autor de la obra
en Italia, pues conocemos una impresión de 1836 en la
que se asegura que el autor de L’Inferno Aperto fue Giovanni Pietro Pinamonti.14
El discurso imagográfico en L’Inferno Aperto de Pinamonti
Además del problema sobre la autoría de la obra que nos
ocupa, otra de las características que hacen la diferencia
entre la versiones italianas de finales del siglo XVII y las
traducciones al castellano que circularon en la Península
Ibérica desde principios del siglo XVIII es que las últimas carecieron de los siete grabados sobre la penalidades infernales contenidas en L’Inferno Aperto firmado por
Pinamonti. Aunque no hemos tenido la oportunidad de
ver físicamente la edición de 1691 indexada en el Catáleg
Col.lectiu del Patrimoni Bibliogràfic de Catalunya, la entrada
arroja una nota relevante: el impreso circuló con grabados
calcográficos en la portada y en los diferentes capítulos.
Con toda seguridad, estos grabados fueron similares a los
que acompañó la edición de 1693 que hemos consultado
y que fue realizada por Alberto Pazzoni y Paolo Monti.
13 Giovanni DOTOLI y otros, Les traductions de l’italien en français au XIXe siecle, Fasano
(Italia): Schena Editore / Presses de l’universite de Paris-Sorbonne, 2004, p. 596.
14 Pietro PINAMONTI, L’Inferno Aperto al Cristiano perchè non v’entri. Considerazioni delle pene
infernali proposte a meditarsi per evitarle […], Monza: Tipografia Corbetta, 1836.
94
Sin embargo, las imágenes desaparecen de las versiones
italianas justamente cuando la autoría de la obra queda
reducida a la frase “da un Religioso della Compagnia di
GIESV”, como lo demuestra la edición veneciana carente
de fecha y de impresor y la realizada por Parrino en 1707.
Esta operación fue la misma que se realizó en la compilación de las obras de Pinamonti impresa por Paolo Monti
y en la traducción al latín de Rassler, ambas impresas en
1706. Más importante resultan las modificaciones realizadas para el lector del mundo hispánico pues, hasta donde
hemos podido investigar, ninguna de las traducciones al
castellano impresas en la Península contienen dichos grabados. Así, en el mundo hispano la instrumentación de la
obra toma otro carácter: se le concibe a Paulo Segneri la
autoría incuestionable de El Infierno Abierto y se despoja a
la obra del texto figurativo que componía un “discurso
total” —escritural e imagográfico— en el original italiano.
Antes de ocuparnos de los grabados que acompañaron
L’Inferno Aperto de Pinamonti es necesario realizar algunos
apuntes sobre lo que aquí llamamos discurso imagográfico. En sus excelentes trabajos sobre la ontología propia
del barroco hispano, Fernando Rodríguez de la Flor ha
evidenciado que durante la Época Moderna existieron, al
menos, dos modelos visuales. El primero, el de la óptica experimental barroca forjada por Descartes, Leibniz, Pascal y
Spinoza, que generó un “ocularcentrismo” a partir de que
“la fascinación por los principios e instrumentos de la óptica —la llamada en la época ‘ciencia holandesa’— pone
de relieve la existencia de una voluntad de saber esta vez
libre de cualquier metafísica, orientada sólo hacia objetos
95
posibles, observables, medibles, clasificables; objetos cuya
característica principal es que pueden ser verificados por
la observación ocular, simple o mediante prótesis instrumentales”. El segundo, el de la totalidad imperial hispana,
en el que “el campo de lo fenomenológico aparece sujeto
a una fuerte moralización que, en sus versiones más extremas, tratará de desautorizar y reducir a nada la relación que pueda existir entre sentidos y mundo”, debido
a que el saber científico iniciado por los cristianos reformados del norte europeo dedicados a explorar la creación de Dios fue entendido, en el mundo hispano, como
“la ruina de la cosmogonía aristotélica reafirmada en la
Contrarreforma”.15
En este sentido, en los territorios de la monarquía hispánica de los Austria —incluyendo también a los reinos
de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Flandes y las mal llamadas
“Indias Occidentales”— la experiencia del objeto, es decir, la visualidad de la realidad, fue reducida a una suerte de interpretación jeroglífica sobre la creación divina;
a una interpretación dogmática en la que lo simbólico
resultaba más acorde con las estructuras del imaginario
colectivo hispano que desdeñaban las impresiones, sensaciones y preguntas que planteaba la lógica del mundo
como el continente de la experimentación.
Pero, ¿por qué fue justamente en la metrópoli de la totalidad imperial hispana donde se mutiló el texto figurativo de L’Inferno Aperto de Pinamonti que funcionaba como pivote interdiscursivo con el texto escrito? En la zonas de Sicilia y Palermo la Inquisición española tuvo que
15 Fernando RODRÍGUEZ DE LA FLOR, Imago. La cultura visual y figurativa del barroco,
Madrid: Adaba, 2009, pp. 8-10.
96
enfrentar herejías y blasfemias vinculadas con las continuas tensiones políticas y religiosas, debido a la cercanía
de estos pueblos con las confesiones judías, islámicas, luteranas y calvinistas. Como consecuencia de este proceso,
la sociedad siciliana cayó en una crisis de conciencia y
de credibilidad que permitió el auge de la doctrina del
materialismo religioso.16 Jurar por el hígado y el vientre
de Dios, leer libros luteranos, describirse como El Mesías,
personificar a Cristo como un salteador de caminos, creer
que la sodomía era un pecado venial, que la homosexualidad no era pecado, y que el cielo y el infierno no existían,
formaron parte de un amplio abanico de blasfemias que
reforzaban la doctrina del materialismo. La Inquisición,
entonces, endureció sus métodos punitivos.17
Así, resulta probable que, ante la difusión del materialismo en los reinos hispanos de la Península Itálica, los
16 “El Materialismo es un sistema filosófico que considera a la materia como a la única
realidad en el mundo, que intenta explicar todo evento en el universo como un resultado
de las condiciones y actividades de la materia y que, en consecuencia, niega la existencia
de Dios y del alma […] La Cristiandad desarrolló un dique vigoroso en contra del Materialismo, y fue sólo con el retorno a la antigüedad durante la así llamada restauración de
las ciencias que los humanistas de nuevo lo convirtieron en un factor poderoso. Giordano
Bruno, el panteísta, fue también un materialista: ‘la Materia no es sin sus formas, pero
las contiene todas; y ya que lleva lo que está envuelto en ella misma, es en verdad toda la
naturaleza y la madre de todo lo viviente’. Pero la edad clásica del Materialismo empezó
en el siglo XVIII, cuando de la Mettrie −1709-1751− escribió su Histoire naturelle de l’âme
−Historia natural del alma− y L’homme machine −El Hombre máquina−. Sostiene que todo
lo que se siente debe ser material: ‘El alma se forma, crece y disminuye con los órganos
del cuerpo, por lo tanto debe compartir también la muerte del cuerpo’ –una falacia evidente, ya que aun cuando el cuerpo es tan sólo el instrumento del alma, el alma debe ser
afectada por las condiciones variables del cuerpo. En el caso de este Materialista encontramos las consecuencias morales del sistema reveladas sin fingimiento. En sus dos obras La
Volupté −La Voluptuosidad− y L’art de jouer −El arte de jugar− glorifica el libertinaje. La
obra más famosa de este periodo es el Système de la nature −Sistema de la naturaleza− del
Barón Holbach −1723-1789−. Según esta obra, no existe nada más que la naturaleza, y
todos los seres que se cree deben estar más allá de ella, no son más que un producto de la
imaginación. El Hombre es una parte constitutiva de la naturaleza; sus atributos morales
no son más que una modificación de su constitución física, derivada de su organización
característica”. Véase Enciclopedia Católica Online, entrada: “Materialismo”, Recuperado de
http://ec.aciprensa.com/wiki/Materialismo, última consulta: 31 de marzo de 2017.
17 Ignacio RUIZ RODRÍGUEZ, “La Inquisición siciliana” en Revista de la Inquisición, núm.
9, 2000, pp. 101-112 y Vittorio SCIUTI-RUSSI, “La Inquisición española en Sicilia” en
Studia historica. Historia moderna, núm. 26, 2004, pp. 75-99.
97
miembros de la Compañía de Jesús decidieran incorporar a L’Inferno Aperto de Pinamonti una serie de “retratos”
en los que vívidamente el lector pudiera contemplarse al
interior mismo de ese horroroso lugar y asumirse como
el protagonista de las imágenes que acompañan las descripciones de las penas del infierno. De esta operación
surgió entonces una imago infernal, es decir, un retrato,
una representación o una imagen que deviene en una
aparición fantasmagórica del ojo de la mente. Y es que la
imago está relacionada con “el funcionamiento simbólico
del sistema de la visión, de sus aberraciones y sus rarezas
[como] un rasgo identitario de la cultura hispana, como
se sabe abundante en las figuras del sueño, del delirio, el
trampantojo, el engaño/desengaño, la visión interior, la
profecía marginal, el jeroglífico visual, el doble viso, las
combinatorias verbo-visivas, los retruécanos ópticos, pinturas giratorias y paradojas visuales”.18
La imago infernal que presenta y representa L’Inferno
Aperto de Pinamonti comienza desde la primera página.
La obra cuenta con una anteportada donde se muestra
la entrada al infierno personificada por un monstruo híbrido de rostro cuasihumanoide cuyas fauces están delimitadas por seis seres reptilianos con cabeza de ave. La
gran apertura de las fauces evidencian la profundidad del
ardiente infierno. [Figura 1] El lector, en suma, al abrir el
libro, antes de encontrar las referencias propias incluidas
en una portada típica de finales del siglo XVII [Figura 2],
es colocado frente a la entrada del infierno y empujado
a penetrar en él con el paso de las páginas. Este será el
18 RODRÍGUEZ DE LA FLOR, Imago, pp. 31-32.
98
modelo discursivo que seguirá el resto de la obra: todas
las consideraciones diarias sobre las penas infernales están precedidas por un grabado que hace las veces de una
aparición fantasmagórica que funciona, así mismo, como
el arquetipo del ojo que lee los jeroglíficos visuales y escriturales, y de la mente que retiene la imago de lo que el
infierno es.
Figura 1
Figura 2
No nos detendremos en analizar el discurso escritural
que acompaña a las imágenes con las que se abre cada
una de las consideraciones sobre las penas del infierno.
Aquí solamente queremos evidenciar cómo es que su disposición en la obra completa condiciona al lector a generar una imagen mental previa de las condenas infernales
que se describirán después en cada uno de los apartados del libro. Estos apartados o consideraciones versan
sobre La Prigione dell’Inferno [Figura 3], Il fuogo [Figura
4], La Compagnia de’Dannati [Figura 5], La Penna di Danno
99
[Figura 6], Il Verme della Consciencia [Figura 7], La Disperazione [Figura 8] y L’Eternita delle Pene [Figura 9].
Si bien es cierto que no podemos asegurar que estos grabados fueron realizados exclusivamente para L’Inferno Aperto de Pinamonti, pues cabe la posibilidad de que circulaban antes en forma de estampas independientemente del
texto, lo que sí podemos asegurar es que —al menos para
la edición de 1693, que es la que hemos consultado— el
grabador firmó con las iniciales “MD”, como puede verse
en la parte inferior izquierda de algunas de las imágenes.
Figura 3
Figura 4
Figura 5
Figura 6
100
Figura 7
Figura 8
Figura 9
En consecuencia, L’Inferno Aperto deber ser comprendido como un engranaje verbo-visivo, como un dispositivo
interdiscursivo entre el texto figurativo y el texto escrito
que moldeó la imago de las penas eternas del infierno y
que —como veremos enseguida— trascendió al mundo
novohispano, a pesar de la mutilación imagográfica que
sufrió entre las traducciones al castellano que circularon
en la metrópoli hispana.
La recuperación poblana de la imago infernal de
Pinamonti
Hemos evidenciado que el jesuita Paolo Segneri, contemporáneo de Giovanni Pietro Pinamonti, fue solamente el
traductor del italiano al castellano de L’Inferno Aperto y
que la tradicional atribución de Segneri como autor de
la obra se consolidó en la Península Ibérica gracias a la
impresión realizada por Diego de la Vega en la ciudad de
Valencia hacia 1701, en donde Segneri aparece como autor, mientras que del traductor sólo se menciona que fue
101
“un Zeloso del bien de las Almas”. Además, como bien lo
ha señalado Abraham Villavicencio,19 hemos comprobado que las ediciones hispanas de El Infierno Abierto —tanto las que aparecieron como anexo al Maná del alma, así
como las que fueron publicadas como obra independiente—, sufrieron una mutilación textual: el texto figurativo
desapareció por completo.
Antes sugerimos la posibilidad de que la metamorfosis
del autor se debiera a las tensiones políticas entre los miembros de la Compañía de Jesús, la monarquía de los Austria y la pretendida “italianización” de la congregación
desde el papado romano. Ahora cabe preguntarnos las razones por las que las traducciones castellanas que circularon en la Península Ibérica fueron mutiladas. Si bien
se reconoce “oficialmente” a Carlos III como el monarca
del absolutismo hispánico, lo cierto es que la política reformadora de los Borbones comenzó con Felipe V (17001746) y Fernando VI (1746-1759) y se consolidó —aunque muy parcialmente— con Carlos III (1759-1788). La
reforma monetaria, “la anulación del centro y la expansión de las regiones periféricas” y la unificación de España “reducida a sus posesiones peninsulares y a su imperio
colonial” fomentaron, desde el inicio del siglo XVIII, que
Europa comenzara a “hablar realmente de España y ya
no de una yuxtaposición de sus reinos”.20 En este sentido, como afirma Joseph Pérez, el siglo XVIII hispano
no cronológico, es decir, analizado desde las fluctuaciones
19 Abraham VILLAVICENCIO, “El infierno abierto al novohispano. Las penas del infierno a la luz de Pablo Señeri” en Erik VELÁSQUEZ GARCÍA (Ed.), Estética del mal: conceptos
y representaciones (XXXIII Coloquio Internacional de Historia del Arte), México: UNAM-IIE,
2013, pp. 283-321.
20 Joseph PÉREZ, Historia de España, Barcelona: Crítica, 2006, p. 311.
102
económicas, las políticas monárquicas y los imaginarios
colectivos, comenzó hacia 1680 con la revolución de las
ideas introducidas por los novatores y la recuperación de
las finanzas públicas; terminando en 1789 con los ecos de
la Revolución Francesa y, principalmente, con la ejecución de Luis XVI.
Fundándose en la doctrina del regalismo, según la cual
el buen monarca debía influir en los asuntos eclesiásticos,
el reformismo borbónico intentó restarle poder al clero,
principalmente al clero regular. Es por eso que desde
tiempos de Felipe V se le exigió a Roma el Patronato Universal21 y desde 1738 se establecieron prácticas de censura gubernamental personificadas en la figura del Juez
Privativo de Impresiones, quien tenía jurisdicción sobre
cualquier tribunal laico.22 Así, el tradicional poder de la
Inquisición sobre la producción y circulación de impresos
fue debilitándose a lo largo del siglo XVIII hasta perder,
en tiempos de Carlos III, el otorgamiento de censuras,
21 “Patronato Regio. Regalía concedida por la Santa Sede a los reyes españoles, consistente en el derecho de nombramiento o presentación de dignidades eclesiásticas. Su origen es la bula Ortodoxae fidei (1486) de Inocencio VIII, que otorgaba a los Reyes Católicos
el derecho de presentación de aquellos eclesiásticos que los monarcas quisieran colocar
en los obispados hispanos. El siguiente paso fue la obtención del Patronato Universal
sobre los territorios de Granada y Canarias a través de la bula Eximiae devotionis sinceritas
(1501), ampliado a Indias en 1508 con la bula Universalis ecclesia regiminis, incluyéndose
todas las dignidades y beneficios mayores y menores. En 1511, la bula Romanus Pontifex
otorgaba derechos decimales americanos a la Real Hacienda y ya en época de Carlos V,
Adriano VI con la bula Eximiae devotionis affectus (1523) aumentaba el derecho de presentación para todas la abadías y prelacías consistoriales del reino; pero hubo que esperar
hasta el siglo XVIII para que las aspiraciones monárquicas se vieran cumplidas por completo. Los Borbones consideraban el Patronato Regio más como un derecho inherente
a la soberanía regia absoluta que como una gracia pontificia y desde Felipe V hasta Fernando VI se entablaron negociaciones con la Santa Sede para conseguirlo. Finalmente,
la firma del Concordato de 1753 con Benedicto XIV ratificó dicho derecho y concedió
definitivamente tan ansiada prerrogativa a la Corona española” en Enrique MARTÍNEZ
RUIZ, (dir.), Diccionario de Historia Moderna de España, Madrid: Istmo, 1998, Tomo I.
La Iglesia, voz: “patronato regio”, p. 209.
22 Ceferino CARO LÓPEZ, “Censura gubernativa, Iglesia e Inquisición en el siglo XVIII”
en Hispania Sacra, núm. 56, 2004, pp. 479-511.
103
licencias y tasas en los libros que salían a la luz pública.23
Por otro lado, es necesario reconocer que los Borbones lucharon en contra de modelo visual de la totalidad imperial
hispana utilizado por los misioneros jesuitas, a quienes estadistas como Bernardo Tanucci calificaba de impostores,
avaros, ambiciosos, crueles y soberbios desde 1760.24 En
este sentido, escribe Sigmund Méndez que
en la ciencia del siglo XVII e inicios del XVIII encontramos las líneas maestras del nuevo canon de pensamiento que relegará al viejo código figural y sus postulados hermenéuticos fundamentales (la unidad divina
y la concordia mundi) a emblemas arqueológicos de lo
ya superado por la conciencia, y la alegoría, según estimaban desdeñosamente aquellos con quienes disputaba Erasmo, aparece como “cosa arbitraria, y semejante a un sueño” (“res arbitraria, somniique simillima”);
apostar por ella, como hizo España, era condenarse a
sí misma a vivir fuera de la modernidad científica e industrial, en un limbo inmovilizador fuera del paraíso
terrenal del progreso.25
Sin embargo, la España “unificada” como centro del
imperio borbónico no podía compararse con la riqueza
étnica y cultural de la periferia americana, ni con sus controversias propias. Es por ello que la sensibilidad barroca
basada en el funcionamiento de lo simbólico, la podemos
prolongar en los virreinatos americanos hasta las últimas
décadas del siglo XVIII, e incluso hasta el siglo XIX.26
23 Jesús CAÑAS MURILLO, “Inquisición y censura de libros en la España de Carlos III:
la Real Cédula de junio de 1768” en Anuario de Estudios Filológicos, vol. XXVII, pp. 5-11.
24 Maximiliano BARRIO GOZALO, “El clero regular en la España de mediados del siglo
XVIII a través de la «Encuesta de 1764»” en Hispania Sacra, núm. 47, 1995, pp. 121-163.
25 Sigmund MÉNDEZ, “Del Barroco como el ocaso de la concepción alegórica del mundo”
en Andamios, vol. 2, núm. 4, 2006, p. 159.
26 Para el caso de México, el excelente estudio de Antonio Rubial sobre la centenaria
lucha novohispana por elevar a la categoría de santos a los venerables de la región evidencia esta prolongación: “La puerta de la santidad, cerrada por la Iglesia oficial y por
104
Así, independientemente de las versiones hispanas que
circularon mutiladas en América, existieron al menos dos
ediciones novohispanas de El Infierno Abierto publicadas
en la ciudad de Puebla de los Ángeles, en las que se rescató el texto figurativo del original de Pinamonti pero se
conservó la atribución de la obra al jesuita Segneri.
La primera de ellas corrió a cargo de la viuda de Miguel
Ortega y fue publicada en 1719; la segunda, fue impresa
por Pedro de la Rosa en 1780. Según Abraham Villavicencio, la obra de 1719 “circuló por Tlaxcala, México y
San Miguel el Grande, incluso es probable que haya sido
conocida en las misiones jesuitas de California y Perú”;
mientras que la de Pedro de la Rosa “reforzó la doctrina del infierno en la zona céntrica del virreinato, nuevamente arribó a la ciudad de México y se conoció hasta la
sierra de Oaxaca”. Sin embargo, al parecer Villavicencio
no tuvo noticia del original italiano, por lo que en sus publicaciones reitera que el autor de El Infierno Abierto fue
Paolo Segneri y afirma con contundencia que fue en estas ediciones poblanas donde “por primera vez en su historia bibliográfica, el libro de Señeri fue ilustrado «con
estampas que en algún modo» expresaban visualmente
las penas”.27 Los grabadores de estas ediciones poblanas
el racionalismo ilustrado, abrió otra, la de los héroes nacionales. Muy posiblemente, la
frustración de no tener santos propios propició en el México independiente el gran desarrollo del culto a los héroes libertarios del siglo XIX. Con todo, como hemos visto en
los casos de los mártires del Japón, de la monja poblana y del misionero franciscano, los
«pseudosantos» novohispanos continuaron haciéndose presentes a lo largo de los conflictos
entre liberales y conservadores. En nuestros días ni los santos, ni los héroes libertarios y
liberales, convertidos en estatuas de cartón, con modelos dignos de imitar o de admirar.
Su lugar lo ocupan hoy los actores y cantantes promovidos por el cine y la televisión; esto
es tan sólo una muestra de la pobreza espiritual que vive nuestro tiempo” en La santidad
controvertida. Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados de Nueva
España, México: UNAM/FCE, 2001, p. 301.
27 VILLAVICENCIO, “El infierno abierto al novohispano…”, p. 294.
105
fueron Diego Villegas —para la edición de 1719— y
Manuel Villavicencio —quien trabajó en la publicación
de 1780—.
No obstante el arduo trabajo de Abraham Villavicencio
para encontrar referentes estilísticos sobre el origen de
los grabados que acompañaron a las ediciones poblanas,
el historiador hierra de nuevo al afirmar que
las imágenes que ideó Villegas para acompañar la edición poblana de 1719 de El infierno abierto fueron las
primeras que interpretaron gráficamente estas meditaciones [y] por lo que corresponde a las estampas de
Villavicencio se puede sostener que fueron una actualización de los grabados hechos 61 años atrás (cabe recordar que Villavicencio ilustra la edición de 1780), ya que
es evidente como el artífice siguió de manera puntual
los diseños del propio Diego Villegas para realizarlas. Si
bien es cierto que Villavicencio no ideó imágenes, tampoco se puede negar que en lo referente al dibujo y la
representación de estados anímicos, sus piezas resultan
más naturalistas que las de 1719, incluso se ha dicho
que destacan «por la energía con que están dibujadas
y por los tormentos y desesperación que expresan».28
A pesar de estas afirmaciones en las que se tiene a Diego
Villegas como el creador del texto figurativo que acompaña la obra y a Manuel Villavicencio como el actualizador
de las mismas, resulta evidente que el modelo utilizado
por ellos fue el de las ediciones italianas de finales del
siglo XVII. Singularmente, la edición poblana de 1780
contiene, además de los ocho grabados sobre las penalidades infernales, uno más con la imagen de la Virgen de
Guadalupe.29 [Figuras 10 a 19]
28 Ibid., “El infierno abierto al novohispano…”, p. 297.
29 Agradezco a Abraham Villavicencio su disposición para compartirme la digitalización
de estas imágenes.
106
Figura 10
Figura 11
Figura 12
Figura 13
Figura 14
Figura 15
107
Figura 16
Figura 17
Figura 18
Figura 19
La cuestión que aquí queda por dilucidar es la razón
por las que las imprentas poblanas recuperaron el texto
figurativo del original italiano. Al respecto, tenemos algunas hipótesis. Como esbozamos antes, la empresa jesuita
en América explotó el recurso imagográfico de carácter
misional hasta los tiempos de la expulsión de la Compañía (1767), considerando las singularidades étnicas y
culturales de la feligresía americana.30 Así, es probable
30 Al respecto consúltese los trabajos incluidos en Perla CHINCHILLA, y Antonella ROMANO (Coords.), Escrituras de la modernidad. Los jesuitas entre cultura retórica y cultura científica, México: UIA, 2008.
108
que la edición de 1719 hubiese servido a predicadores,
misioneros y confesores jesuitas y de otras congregaciones, para continuar con la producción y el consumo de
imágenes en una América que se resistió a ser evangelizada a cabalidad. El uso de la imagen que deviene en imago,
en representación mental interna, milagrosa y fantasmal
reactivaba, en el siglo XVIII americano, lo que Facundo
Tomás ha llamado la hipermanifestación de la metáfora, es
decir, “la supervivencia de la magia de las imágenes en
la medida que aceptaban la sumisión a los esquemas racionales impuestos por el dominio de la escritura”.31 Los
ejemplos de esta instrumentación son vastos:
hacia 1730, unos jesuitas presentaron a la Santa Muerte bajo los rasgos de un cráneo de piedra verde con
dientes enormes, adornado con arracadas. La imagen
recibía el incienso y las ofrendas de los enfermos incurables, cualquiera que fuese su origen étnico. El culto
del Justo Juez es una variante del anterior: se dirigía a
un esqueleto colorado, cuyo cráneo mostraba una corona y tenía en la mano un arco y una flecha. A finales
del siglo XVIII, bajo la presión de los indios de su parroquia, un franciscano aceptó decir una misa al Justo
Juez. Por la misma época, los habitantes de Querétaro
reverenciaban los grabados y los retratos de un condenado a muerte, «como si se hubiese tratado de un santo
canonizado».32
Sin embargo, resulta curioso que después de trece años
de expulsada la Compañía de Jesús, el impresor Pedro de
la Rosa estuviese dispuesto a publicar nuevamente El Infierno Abierto con las nueve imágenes que hemos señalado.
31 Facundo TOMÁS, Escrito, pintado (Dialéctica entre escritura e imágenes en la conformación del
pensamiento europeo), Madrid: La balsa de Medusa, 2005, p. 261.
32 Serge GRUZINSKI, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-
2019), México: FCE, 1999, p. 162.
109
¿No quisieron los Borbones eliminar las profundas huellas del jesuitismo en sus territorios? ¿Quién o quiénes financiaron la impresión de esta marca imagográfica jesuita? ¿Con qué finalidad? Aunque carecemos de respuestas
contundentes, es posible que la edición poblana de 1780
estuviese relacionada con la política reformista de los Borbones en América iniciada, para el caso de la Nueva España, con la presencia del visitador general José de Gálvez
desde 1765. Las reformas de Gálvez supusieron la desautorización del virrey, la aparición de las intendencias, el
monopolio del Estado sobre el tabaco, el aguardiente, los
naipes y el papel sellado, el aumento de la tributación,
entre otras cosas. Estas gestiones le valieron que hacia
1771 se le otorgara el cargo de director general de los asuntos americanos bajo el título de Ministro Universal de
Indias, que conservó hasta 1787.33
Ante estas fuertes reformas, los americanos se rebelaron. Desde la Patagonia hasta la Luisiana, negros, indígenas, mestizos y criollos protagonizaron tumultos, motines
y revueltas que fueron acalladas con suma violencia. Estos
movimientos sociales tuvieron su auge durante la década de 1780 y “dan cuenta de un incuestionable deseo de
autonomía —que no es lo mismo que separatismo— por
parte de unos grupos sociales que se preocupaban al ver
sus intereses ignorados o sacrificados por una administración colonial lejana y por unos funcionarios demasiado
celosos de su deber”.34 En este sentido, “recetarle” a la
feligresía un revival de la imago infernal resultaba muy útil
para someter a la masa que aun no se rebelaba.
33 PÉREZ, Historia de España, p. 357.
34 Ibid., Historia de España, p. 361.
110
El Infierno Abierto como una reseña visual masificada
Si a principios del siglo XVIII el mundo hispano mutiló el
texto figurativo de El Infierno Abierto, a finales de la misma
centuria un pintor anónimo novohispano mutiló el texto
escrito de la obra y masificó el discurso sobre las penas del
infierno siguiendo el modelo de los grabados de Manuel
Villavicencio contenidos en la edición de 1780, que a su
vez son una reapropiación de la edición poblana de 1719
y que tuvieron su origen en la Península Itálica de finales
del siglo XVII. Nos referimos al lienzo que actualmente se
encuentra en la Iglesia de San Rafael, ubicada a un costado de la Parroquia de San Miguel Arcángel —San Miguel
de Allende, Guanajuato—. Como el lector podrá corroborar, la disposición de las penas infernales y el lugar que
ocupan dentro del lienzo corresponde al orden argumentativo de L’Inferno Aperto de Pinamonti. [Figura 20]
Figura 20
Si bien es cierto que el discurso imagográfico de El Infierno Abierto lo podemos observar en una variada serie
111
de pinturas novohispanas,35 desde nuestro punto de vista la reproducción pictográfica más fiel de los grabados
de la edición poblana de 1780 está concentrada en este
lienzo. Sin lugar a dudas, la pintura no es otra cosa que
una reseña visual y masificada de esa imago que sirvió,
durante muchos siglos, para controlar las conductas y los
comportamientos, para reforzar el mito del memento mori
y para intentar, por todos los flancos, mantener el statu
quo político y económico en una América colonizada por
el imaginario del Otro y de lo otro.
35 Abraham VILLAVICENCIO, Las penas del infierno en el contexto de la pintura escatológica
novohispana, Tesis de licenciatura, México: Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2009.
112
fuentes anteriores al siglo XX
Infernus Apertus Hominibus Christianis ut in illum non
descendant. Sive considerationes de Pœnis Infernalibus propositæ.
Et per totius hebdomadæ diez distributæ. Italico sermone à
quodam Patre Societatis Jesu. Latiné redditæ a P. Maximiliano
Rassler […], Monachii: Joannis Caspari Bencard, 1706.
L’Inferno Aperto al Christiano. Perche non v’entri overo
considerazioni delle pene infernali […] Da un Religioso della
Compagnia di GIESV […], In Venetia, & in Bassano, s/f.
L’Inferno Aperto al Christiano. Perche non v’entri overo
considerazioni delle pene infernali […] Da un Religioso
della Compagnia di GIESV […], In Milano & in Napoli:
Domenico Antonio Parrino, 1707.
PinAMonti, Pietro, L’Inferno Aperto al Cristiano […], In
Milano & In Parma: Alberto Pazzoni e Paolo Monti, 1693.
_________, Opere, Parma: Paolo Monti, 1706.
_________, L’Inferno Aperto al Cristiano perchè non v’entri.
Considerazioni delle pene infernali proposte a meditarsi per
evitarle […], Monza: Tipografia Corbetta, 1836.
señeri, Pablo, Mana del alma o exercicio facil, y provechoso
para quien desea darse de algun modo á la Oracion […]
Traducido del italiano en español por el Doctor Francisco de
Rofrán […] Añadese al fin de ella El infierno abierto, discurso
póstumo del mismo autor, Madrid: Herederos de Antonio
Roman, 1702, 4 vols.
113
_________, El Infierno Abierto para que le halle el Christiano
cerrado. Dispuesto en varias consideraciones de sus penas
distribuidas por los siete dias de la semana. Su autor el M.
R. P. Pablo Señeri, de la Compañia de Jesus […] y traducido
de Italiano en Español, por un Zeloso del bien de las Almas,
Valencia: Diego de Vega, 1701.
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Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2009.
116
el caso del loco ¿o reBelde?
fray Bernardo clemente de sala, autor
del manuscrito ProhiBido reIno eterno
Sonia Ibarra Valdez
Introducción
Identificar al autor de una obra resulta determinante para
conocer el contexto y la intención por la cual ésta fue realizada. En el caso de España y la Nueva España de los
siglos XVI al XIX, cuando la Inquisición vigilaba la ortodoxia católica, fue común que los escritos, que de alguna
manera atentaban contra la fe y la doctrina católica, las
buenas costumbres o las regalías de su majestad, circularan de manera anónima y clandestina, pues de este modo
sus autores podían exponer ideas subversivas, inmorales
o satíricas sin ser identificados y perseguidos.
Es así como identificar la posible autoría del manuscrito
Reino eterno, texto en el que se hace una severa crítica a la
Iglesia católica y a la monarquía española de inicios del
siglo XIX, no ha resultado fácil, sin embargo, la investigación bibliográfica y documental ha develado como posible
autor a un personaje interesante y polémico: el agustino
fray Bernardo Clemente de Sala, quienes algunos consideraron sedicioso, y otros, desequilibrado mental.
Algunas noticias sobre el manuscrito prohibido
Reino eterno es un manuscrito confiscado por la Inquisición
de la Nueva España en 1806 por expresar inconformidad
contra la Corona española y las supuestas acciones con
las que la Iglesia católica reafirmaba su poder. El texto se
encuentra en el AGN, en el Fondo Inquisición, volumen
1430, expediente 19, y está fechado en el año 1806. El expediente en el que se incluye, se formó con motivo de haberse denunciado el manuscrito por el bachiller don José
Manuel Guerrero y Erenchun, en Huachinango, Puebla.
119
El principal supuesto del manuscrito es que el amor de
Dios al hombre es incondicional, sin distinciones y sin recompensa, por lo que el autor no justifica que a través
de su historia la Iglesia católica actúe no para sino contra
la humanidad. En ese sentido, una de las cuestiones que
trata de demostrar es cómo la Iglesia ha manipulado las
Sagradas Escrituras para controlar a los fieles, quienes,
confiando en su autoridad, han aceptado los dogmas que
se les han impuesto. Coincidiendo además con algunos
filósofos de la época, vinculados a las ideas ilustradas, el
autor no acepta la veracidad de la Biblia, porque considera que, como no fue escrita por Dios, no contiene lo que
realmente él quiso comunicar.
Otro aspecto que el autor de Reino eterno critica es la
contradicción entre el lujo de los eclesiásticos y la miseria
en la que vivía la mayor parte de la población, a la que
supuestamente mantenían engañada con la promesa de
que al alejarse de las cuestiones materiales, obtenía como premio, en la “próxima vida”, la gracia del Señor y
la felicidad en el Paraíso. A los obispos, a quienes en repetidas ocasiones el autor llama “zoquetes”,1 los acusa
de ignorantes, y de aprovecharse de sus fieles, pues “sin
saber obrar ni contestar a la verdad, priva[n] al que sabe
y quita[n] al de su inmediación al verdadero, sin otro motivo que dar gusto al César de su gusto, y comerse la vida
del inocente lo mismo que Pilatos”.2
Para el autor, Dios no es cruel y no castiga; es de todos
y está en todos; pero asegura que el Dios que venera la
1 Zoquete: Persona fea y de mala traza, especialmente si es rechoncha. Persona tarda en
comprender.
2 Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, Vol. 1430, Exp. 19,
1806, f. 8, r.
120
Iglesia católica fue creado e impuesto por el Imperio romano para conservar su poderío. Él cree en “Cristo porque se da él, no lo quiero porque lo da Roma. Crea Roma
como yo, y convendremos en la misma fe”.3 Asimismo,
señala que los católicos predican una fe que no practican,
y esto proviene desde la propia institución de la Iglesia,
pues es “cochinísima [...] sin espíritu de amor, y de llamarse santa, católica y apostólica es ladrona por espíritu
de piedra”.4
De este modo el autor concibe en su texto una especie
de utopía a medio camino entre la Ilustración y la religión: un Reino eterno en el que todos los individuos sean
iguales, donde no exista una institución intermediaria entre el hombre y el todopoderoso, ni persona que gobierne sino el propio Dios amoroso; por lo que no habría guerras por el poder y, por ende, sería un lugar, justo, libre
y pacífico.
¿Loco o rebelde?
La investigación que se realizó para identificar a quien
aquí se propone como el más probable autor del texto Reino eterno tuvo dos vertientes, por un lado, a través de los
documentos inquisitoriales de dos procesos que se siguieron por distintas causas a un mismo personaje: uno sobre
el propio manuscrito, y otro sobre una denuncia contra la
moral, por besar en la boca a una feligresa; y por el otro,
una vez que fue posible localizar el nombre completo del
personaje en cuestión a través de otras fuentes de archivos y bibliográficas, la identificación y sistematización de
3 Idem, f. 9.
4 Idem, f. 18.
121
algunos datos sobre su vida, su quehacer sacerdotal y algunas otras de sus obras.
Al inicio de esta búsqueda sólo se contaba con los datos
proporcionados por el Catálogo de textos marginados novohispanos Inquisición: siglos XVIII y XIX, donde se menciona que el autor del manuscrito Reino eterno fue un padre
agustino de apellido De Sala,5 quien, de acuerdo a los
documentos del proceso que se le siguió, se lo entregó a
Anna María de Nava a cambio de víveres, y ésta a su vez se
lo dio al padre don José Guerrero, quien lo llevó al Santo
Oficio por considerar que su contenido era impropio; sin
embargo, en la documentación inquisitorial no se especifica que De Sala fuera el autor del texto.
En las averiguaciones de otro proceso encontrado en el
Archivo General de la Nación —AGN—, fechado en 1796,
sección de Instituciones Coloniales del ramo Inquisición,
volumen 1350, expediente 9, un agustino de nombre fray
Bernardo Clemente de Sala es acusado por besar dos veces en la boca a una mujer y por confesar de manera “impropia” y en un lugar improvisado por él mismo en sus
aposentos. El nombre de este personaje, su filiación con
la orden agustina, pero también su irreverencia, brindaron las primeras pistas para suponer que podría ser el
autor de Reino eterno.
En las indagaciones del proceso se da cuenta de que el
agustino había estado involucrado en otras acusaciones,
como predicar sermones con proposiciones contrarias a
la fe y ofensivas a las autoridades eclesiásticas y civiles;
5 En los diferentes documentos donde se investiga al autor del manuscrito Reino eterno,
su apellido tiene tres variantes: Salas, De Salas y De Sala, y como este último es el más
empleado, en esta investigación nos referiremos al autor de este modo.
122
además, hace alusión a una penitencia previa que había
tenido que cumplir por blasfemo, lo cual, probablemente,
pudo haber influido en su posterior actitud ante las cuestiones religiosas.
En el primer informe que se solicita del padre De Sala
en este proceso, donde se da cuenta de la opinión que
tienen de él tanto feligreses como otros sacerdotes, se le
describe como un “Religioso de muy buenos talentos y
capacidades, pero al mismo tiempo […] de raras producciones e irregular procedimiento”.6 Otros adjetivos que
dan cuenta de esa ambivalencia de carácter son: valiente,
transgresor, loco, rebelde, trastornado y atrevido.
Según estos documentos, en 1792 había sido desterrado del obispado de Puebla por predicar unos sermones
de salve7 los sábados de cuaresma de “particular recomendación”, en los cuales, una de las primeras cosas que
afirmó fue que “para hablar con libertad en púlpito no
miraba respetos ni de papa, ni de rey, ni de obispo, ni
de cabildo”.8
Al parecer, fue por esta razón que el padre De Sala vivía separado de su comunidad religiosa, sin embargo, el
notario que participó en la denuncia dijo también que ya
se había reconciliado en una ocasión haciendo penitencia en un lugar público, donde le mandaron “postrarse
hasta el suelo, ahuese9 y extendiese en forma de cruz
los brazos, como admirando la Gloria”.10 Por lo que el
6 Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 1350, exp. 9, f. 4.
7 Los sermones de salve son los discursos dedicados a la Virgen María. El “Dios te salve”
es el saludo que se le da a María a través de la oración.
8 Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 1350, exp. 9, f. 4.
9 Ahuesarse: quedarse inútil o sin prestigio.
10 Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 1350, exp. 9, f. 5.
123
informante opinó que probablemente De Sala estaba “lastimado del juicio”.
En el mismo expediente se incluye otro informe sobre
unas pláticas que el padre De Sala dio en el santuario de
Loreto. El informante refiere que el orador provocaba la
risa y el murmullo del auditorio con sus “propuestas disonantes”, por lo que en su opinión el religioso padecía algo
de demencia, pues, además de lo que decía, su comportamiento en el púlpito era demasiado extravagante pues
“[…]se rio, […] lloró y […] hizo cincuenta mil zapatetas,11
porque su acción es de lo más descompuesta y desarreglada, muy distante de la que exige la santidad del lugar”.12
Incluso, el reverendo padre doctor fray Ramón Casaus,
dijo que el padre De Sala había estado en una ocasión en
su celda y le fue imposible entenderlo por el desorden
con que tenía en la cabeza las ideas de Dios, de la predestinación y de la mística, por lo que, al igual que los demás
religiosos, opinó que estaba loco.
Según estos informes, en las pláticas mencionadas, el
padre De Sala hizo una apología de san Agustín y de santo Tomás, sin respetar “la fe divina que merecen los libros
de Moisés o la reverencia hacia los padres de la Iglesia” de
los cuales los concilios prohíben hacer cualquier interpretación fuera del dogma católico.
Como resultado de las denuncias y las indagaciones, se
llegó a la conclusión de que el padre De Sala estaba loco,
por lo que le fueron retiradas las licencias para predicar y
confesar, “por convenir así al servicio de Dios, del Santo
11 Zapateta: Golpe o palmada que se da en el pie o en el zapato, brincando al mismo
tiempo en señal de regocijo.
12 Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 1350, exp.
9, f. 6.
124
Oficio y honor de su religión”;13 y, por lo mismo, fue separado también de la orden agustiniana.
Sin embargo, el testimonio del doctor don Luciano José
Medina y Ledos, catedrático de filosofía en el Colegio de
san Idelfonso, es el que proporciona la información más
útil para vincular al padre fray Bernardo Clemente de
Sala como el autor de Reino eterno, pues la mayor parte
de las proposiciones que denuncia sobre lo que supuestamente dijo el religioso en un sermón —no especifica en
cuál, ni dónde fue predicado—, aparecen en el manuscrito,
no sólo en cuanto al sentido de lo que dijo sino también
en la forma como lo expuso.
A continuación, sólo se mencionan las cuestiones en las
que coinciden tanto el sermón aludido como el manuscrito. Según Medina y Ledos, el padre De Sala “oprimió,
ultrajó y vilipendió” tanto a san Agustín como a santo
Tomás, llamándolos unos pobretes y exhibiéndolos como
ignorantes, e incluso al segundo lo ridiculizó llamándolo “Tomasillo”.
Al parecer, De Sala acusó a Moisés de botarete14 por no
haber entendido lo que había escrito en el Génesis.15 Además, aseguró que “la infinita sabiduría de Dios no está sujeta a lo que había revelado en las Santas Escrituras”. Resulta importante señalar que esta última aseveración se
expone varias veces en el manuscrito Reino eterno.
Otra de las coincidencias entre el sermón mencionado
por Medina y Ledos y el manuscrito, es que, De Sala
13 Idem, f. 9.
14 Botarete: Persona que tiene poco juicio y actúa de manera alocada o insensata.
15 Antes del siglo XVI Moisés era considerado, sin cuestionamientos, como el único autor
del Génesis, aún y cuando en este libro nunca se menciona su nombre. Véase Biblia de
bosquejos y sermones. Génesis 12-50, p. 9.
125
asegura que a él se le había revelado el saber divino, por
lo que podía enseñar muchas cosas a los mortales como
el que “María fue concebida en gracia porque fue concebida en cruz”. Otra idea en la que coinciden es que De
Sala llamó a Jesucristo criatura, lo que según santo Tomás no podría ni pensarse, así como que “Jesucristo no
haría sino lo que el eterno Padre quisiese; que para eso
era Padre”.16
Del mismo modo, en el sermón parece que habló sobre
el infierno, dando a entender que no lo imagina como
lo creen los niños, y por ende los católicos, mientras que
en el manuscrito lo equipara con la propia Iglesia católica, donde el diablo y diablillos serían los miembros de
la institución.
Otra cuestión que se plantea repetidamente en Reino
eterno es la de la humildad de María, y tal parece que en
el sermón dijo que “Dios no había elegido a la Virgen santísima para madre porque había querido, sino porque halló en ella tanta humildad, que no pudo menos que elegirla”.17 Por otro lado afirma que la virgen María aborreció lo alto y elevado donde no está Dios, pues, según él,
el Dios que los mortales se habían creado no era tal ni
estaba donde lo buscaban.
Así, conforme a lo que denuncia Medina y Ledos, el
sacerdote De Sala ultrajó al santo templo, violó el respeto debido a los santos padres y prelados de la Iglesia,
“oprimió” a la religión en sus más venerables dogmas
y escandalizó a los creyentes que lo escuchaban sin dar
16 Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 1350, exp.
9, f. 10.
17 Idem, f. 11.
126
crédito a tan peculiar orador, pues además de lo dicho,
acompañaba su prédica con gestos y movimientos corpóreos exagerados.
Por último, el denunciante concluye que en su opinión
el padre Bernardo Clemente de Sala estaba falto de juicio, ya que sólo una persona demente podría decir tantas
blasfemias y vituperios en contra de la Iglesia, sus dogmas y sus miembros.
El ambiguo carácter de este religioso puede constatarse
a través de otra denuncia en la que se describe cómo una
persona se lo encuentra y le pregunta sobre su proceso,
a lo cual De Sala le respondió, yéndose “Lo dicho, dicho,
vaya la fe a la mierda”.18 Esta actitud y blasfemia le costó la reclusión en el convento por orden del general del
Santo Oficio.
Existe una denuncia posterior, de 1802, en la que el
predicador Juárez acusa a De Sala de escandalizar la ciudad viviendo en todas partes menos en el convento. Y de
todos los denunciantes, él es el primero que lo culpa no
de loco sino de blasfemo y “ateísta”, solicitando que se le
castigara como tal y se le recluyera en el convento donde
sólo tuviera contacto con sus compañeros de orden.
A partir de dicha denuncia, se le solicita al prior del
convento de san Agustín de Puebla que hiciera un nuevo
informe para saber si el padre De Sala estaba realmente loco o no, y éste en su reporte dijo que desde 1799
el religioso en cuestión vivía de propia voluntad en unas
cuevas ubicadas en el cerro de Guadalupe, a orillas de la
ciudad, negándose a regresar al convento. Enteradas las
18 Idem, f. 13.
127
autoridades de la situación le mandaron al prior internarlo en el convento, pero el religioso huyó las dos veces
que intentaron llevárselo por la fuerza.
En las declaraciones recabadas en 1802 por los inquisidores entre distintos feligreses y sacerdotes, se mantenía la
común opinión de que De Sala estaba loco, por lo que solicitaron al provincial del convento de san Agustín que lo
remitiera al convento de México, por lo que fue recluido
allí el 13 de septiembre del mismo año.
En el último informe del expediente se acusa al padre
De Sala de soberbio y ambicioso y de promover doctrinas
heréticas, “negando las potestades superiores” tanto eclesiásticas como civiles: “lleva la doctrina de los puritanos,
de los ilustrados y otras muchas”,19 hablaba mal del Santo
Tribunal, denigrando el honor y respeto con que se debía
mirar a la religión y a la fe. El informante opina además
que De Sala no estaba loco, y por tanto no debían tratarlo
como tal para liberar su espíritu de herejías y perversión.
Finalmente, el 31 de enero de 1805, se ordena la reclusión del religioso.
No obstante, dado que Reino eterno fue confiscado en
1806, es muy probable que De Sala hubiera escapado del
convento o que no se dejó recluir. El manuscrito —intercambiado por víveres— fue recogido en una tienda que se
ubicaba en la calle de Alfaro en Huachinango, Puebla, y
la capilla de Loreto, justo donde acostumbraba predicar
el padre De Sala, ambos lugares cercanos a las cuevas donde solía vivir, de allí la probabilidad de que sea el autor
del texto.
19 Idem, f. 22.
128
Incluso en el mismo manuscrito aparecen algunos indicios de la precaria situación en la que al parecer vivía o
había vivido el sacerdote:
Yo que lo he dado todo, ya no tengo más que dar, ya
soy un total oprobio, la objeción plebeya, el varón insano, dolorido, flaco, lívido, débil, nada, sin amigos, sin
manos, sin queja, sin labios, sin habla, sin hombre, y no
sólo la fama, honra, vida, carácter, sacerdocio, y todas
las cosas si también hasta el entendimiento que de una
potencia espiritual por naturaleza inquitable, me han
quitado mis hermanos. Ultrajado, […] visto en América
por loco. Sin giro en parte alguna, privado de libertad,
clavado en una cruz, inundado de ignominia, vuelto
arco de las nubes, […] desconocido en la tierra, ignorado mi sello, temido por el otro religioso y seglar, lego y
sacerdote, músico y teólogo, pobre y operario, escondido y público; refugiado por las grutas, subterráneo, perseguido por los montes, inquietado en las cavernas, […]
trabajador de balde, sin salario, expatriado perpetuo,
viajador continuo, rapiñado incesante, desnudo, engañado, vilipendiado común, estropajo, versal, desamparado de dios, abandonado de sí, despreciado de mi
alma, […] hecho nada de todo, hecho todo de nada, soy
tenido ya por todos en tan general hidibrio, que mejor
me hubiera sido no ser nunca y nunca se dijera de mí,
concebido es el hombre, jamás me metieran en el alma
la brujería del bautismo, jamás profesara, hiciera, ni dijera la verdad […]20
En este sentido, después de valorar la información localizada en los documentos inquisitoriales, cotejándola con
el manuscrito Reino eterno, y obteniendo el nombre completo del posible autor, fray Bernardo Clemente de Sala,
se comenzó la búsqueda de otros datos biográficos, descubriendo a un personaje fuera de lo común.
20 Idem, f. 32 r.
129
Suponiendo que no se trata de un homónimo, las fuentes consultadas señalan que Bernardo Clemente de Sala
nació en la villa de Alcira, Valencia, cerca del año 1746, su
padre fue Juan Sala y su madre Rosa Magraner. Cuando
tuvo edad suficiente tomó el hábito de san Agustín y una
vez ordenado presbítero pasó al convento de su orden en
la Habana, Cuba, donde ejerció como lector de teología.21
En otra fuente se indica que después de su servicio en la
Habana se incorporó a la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de México el 18 de agosto de 1771. Se doctoró en la Facultad de Teología de la Universidad de México y en ésta fue profesor hasta su jubilación de la cátedra
en Teología.22
Regresó a España entre 1778 y 1779, y en Cádiz predicó
e imprimió algunos elogios y sermones, entre los cuales
cabe destacar La gran madre de piedad: María dolorosa, La
memoria eterna de la Real Isla de León, La mayor felicidad de
España y el Sermón para la fiesta de Pentecostés, este último
impreso en Puebla, México y Cádiz. 23
Según la elogiosa opinión de José Beristáin, el Sermón
para la fiesta de Pentecostés es:
[…] una pieza capaz por sí sola de hacer sensible la
muerte de su autor. Al leerla delante de mí en el Colegio de san Fulgencio de Valencia los sabios agustinos
Molla, Coll y Sidro Villaroig dijeron: “Siembre tuvo talento Sala, pero jamás le creímos capaz de hacer una
oración como esta, sin duda que las plantas racionales
trasplantadas a la América mejoraran allí sus frutos.” 24
21 Justo Pastor FUSTER y Vicente XIMENO, Biblioteca valenciana de los escritores que florecieron hasta nuestros días y de los que aún viven, pp. 90-91.
22 Alipio RUIZ ZAVALA, Historia de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de
México, p. 628.
23 Rafael LAZCANO GONZÁLEZ, Agustinos españoles escritores de María, pp. 259-260.
24 José Mariano BERISTÁIN DE SOUZA, Biblioteca Hispano América septentrional, vol. 4, p. 277.
130
En 1779 viajó a Roma para pedir permiso de regresar a
la provincia mexicana, concediéndoselo el general de la
orden el 24 de octubre de 1780 “una vez absuelto de apostasía,25 por el que pueda separarse de Roma y presentarse a ejercer el cargo de capellán en las naves reales, […]
y si alguna vez fuese dado de baja de tal cargo, para que
pueda y tenga facultad de volver por el camino más corto
al p[adre] provincial de nuestra provincia mexicana”.26
En una de las denuncias analizadas antes, se hace mención de que el sacerdote posiblemente estaba “lastimado
del juicio” por una penitencia que realizó en público, probablemente sea por el caso de apostasía que aquí se menciona, aunque no se han encontrado más datos sobre ello.
Por otro lado, las fuentes consultadas señalan que, mientras realizaba su labor como capellán en la nave real san
Miguel, se le confiscaron, entre otros documentos, los
diez tomos de las obras de Voltaire, pese a que fundamentó que tenía permiso del papa Pio VI.27 Este dato aporta
información sobre las lecturas que le interesaban y que
por lo tanto debieron influir en su forma de pensar sobre
la Iglesia católica y la monarquía, instituciones que por
un lado respetaba y admiraba, tal y como lo muestran los
sermones y panegíricos, pero que, por otro, quizá hacia el
final de su vida y habiendo caído —o no— en algún tipo
de demencia, cuestionaba, como se puede observar en las
actitudes y opiniones referidos en las denuncias, así como
en el manuscrito Reino eterno.
25 Apostasía: abandonar voluntariamente la religión, o la fe. Diccionario de religiones.
26 No hemos encontrado información sobre la supuesta apostasía mencionada. Archivo
General de la orden de san Agustín, Roma, Dd 214, 47; 223, 67 v. −Texto tomado de Ruiz
Zabala, II, p. 628−.
27 Josep María SALA-VALLDAURA, De amor y política: la tragedia neoclásica española, p. 405.
131
En la reseña que Beristáin realiza, dice que Bernardo
Clemente de Sala “fue de talento extraordinario, de incansable estudio, y de una fantasía viva y fecundísima, que le
hicieron producir frutos sazonados, pero exaltándosele
de día en día el fuego de la imaginación, después de mil
extravagancias, en que se dejaba ver rasgos de ingenio y
erudición, y de una conciencia pura y timorata, perdió enteramente el juicio”.28
Este bibliógrafo da cuenta de dos anécdotas que denotan el peculiar carácter y espíritu del agustino. En la primera cuenta que, estando “aún” en su juicio, ayudó a un
hombre, a quien supuestamente no conocía, a salir de prisión, pagando doscientos pesos a su acreedor; en la segunda, menciona que, “hallándose ya demente” en el hospital de san Hipólito, dejó ir a un sujeto que le había hurtado la vestimenta y aunque ya había sido detenido por el
portero del nosocomio expresó: “Déjelo ir que ese tiene
más necesidad que yo”. Además, según Beristáin, el piadoso sacerdote sabía varias lenguas y era diestro en música, incluso compositor.29
En cuanto a su fallecimiento, Lazcano y Beristáin coinciden en que De Sala murió en su convento agustino de
México en 1820.
En la Biblioteca Hispano América septentrional, Beristain
se refiere a Bernardo Clemente de Sala como un erudito
cuyo talento lo llevó a la “locura”, y probablemente fue en
este estado de “demencia” cuando escribiera el manuscrito Reino eterno, en el cual, paralelamente a juicios y opiniones descabelladas, el autor expone una reflexión crítica
28 José Mariano BERISTÁIN DE SOUZA, Biblioteca Hispano América septentrional, vol. 4, p. 277.
29 Ibidem.
132
sobre la Iglesia católica como institución y sobre asuntos
de teología, además de mostrar un hartazgo de la injusticia y de las manipulaciones del poder y las autoridades.
Esta característica de “loco versus rebelde” es común
tanto en los documentos inquisitoriales como en las referencias biográficas que del religioso se encontraron, así,
después de lo expuesto, en esta artículo se asume que el
autor del manuscrito Reino eterno es fray Bernardo Clemente de Sala, a reserva de encontrar información que
nos sugiera lo contrario, quien fue un personaje religioso sedicioso que propagó sus reflexiones y algunas ideas
deístas e ilustradas entre sus feligreses, disfrazándose —o
no— con la máscara de la locura.
Reflexiones finales
Saber la posible autoría del manuscrito Reino eterno ha
sido revelador, pues a partir de ello se puede comprender,
por ejemplo, el manejo de pasajes bíblicos y el conocimiento de los padres y doctores de la Iglesia dentro del
texto; además, es trascendente analizar cómo un religioso
criticó tan enérgicamente a la institución católica, pues
saber que pertenecía a ella hace suponer que cierta parte de su postura es cierta y razonable, ya que conocía en
carne propia lo que sucedía desde el interior de la Iglesia.
Como señala Gabriel Torres Puga, documentos como
Reino eterno en los que se critica al imperio español y la
Iglesia, “revelan una actividad política mucho mayor de
la que generalmente se concede al mundo novohispano,
no sólo por la presencia constante de grupos disidentes
sino también por la existencia de un público crítico que
133
participaba en los debates clandestinos”,30 quizá como
hizo fray Bernardo Clemente de Sala.
En este sentido, es interesante estudiar cómo varios textos clandestinos como Reino eterno y discusiones secretas,
de las que probablemente germinaron las ideas revolucionarias cuya cúspide fue el inicio de la guerra de independencia en 1810 y cuya consumación tuvo lugar en
septiembre de 1821, liberando a México del imperio español, surgieron desde el interior de la Iglesia católica.
30 Gabriel TORRES PUGA, “Inquisición y literatura clandestina en el siglo XVIII” en
VOGELEY y RAMOS, Historia de la Literatura Mexicana, tomo 3, p. 170.
134
fuentes consultadas y/o citadas
AGN, Inquisición, vol, 1430, exp. 19, fs. 204-237 Denuncia del documento manuscrito Reyno eterno donde
se discurre sobre la Iglesia, la Inquisición, el Imperio, la
mujer, etcétera.
AGN, Inquisición, vol. 1350, exp. 9, ff. 1-25. El señor inquisidor fiscal del Santo Oficio denuncia al fray. Bernardo
Clemente de Sala, definidor de la orden de s. Agustín,
por proposiciones sediciosas. Padre tachado de loco, está
en el cerro nombrado nuestra señora de Guadalupe, a
orillas la ciudad de Puebla.
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136
liZardi ante el fin del mundo
Alberto Ortiz
Por más pronto que se acabe
el nieto de mi bisnieto,
este mundo, a mi entender,
juro que no lo ha de ver.
José Joaquín Fernández
de Lizardi.
Alrededor de 1821 José Joaquín Fernández de Lizardi escribió el opúsculo “Chanzas contra facetadas y desengaño
de viejas” con el fin de censurar y corregir el pensamiento
supersticioso que se difundía a través de hojas volantes,
cartas y noticias, las cuales versaban acerca de asuntos
calificados hoy correctamente de “extraordinarios”, pero
que durante la época novohispana e independentista no
se concebían por la mayoría alfabetizada sino como parte
obligada de la idiosincrasia, la información social y hasta
la dogmática religiosa; por otro lado, al correr del tiempo
unos cuantos ilustrados, como Benito Díaz de Gamarra,
José Antonio Alzate y el propio Lizardi procuraron replantear los enfoques alrededor de los errores comunes,
o difundir los avances científicos, o encarar el complejo
entramado de supuestos, consejas, mitos y falsedades que
la ignorancia y el fanatismo tradicional recreaban en los
pobladores novohispanos.
A propósito del título del folleto y su marcado énfasis
peyorativo, no está de más recordar, para introducirnos
en su dictamen de mejor manera, que la definición tradicional de la palabra superstición, asentada en el diccionario de Sebastián de Covarrubias, de 1611, adjudica precisamente a las mujeres de avanzada edad la generación,
creencia y propalación de las falsedades que se súper
139
ponen a las verdades oficiales. La superstición, se indica,
consiste en “una falsa religión y error necio, que comúnmente suele caer en vejezuelas embaucadoras, que hacen
de las muy santas.”1 Así pues, el periodista, literato y
censor se adhiere al prejuicio tradicional al remitir la posibilidad de inculcar fácilmente engañifas en la mente de
las dichas viejas, tanto por su condición de mujeres, en
lo cual encontramos otro eco de diferenciación de género, como en su situación de ancianas, en cuyo caso la reminiscencia prejuiciosa llama a la imagen femenina de
la fanática, la falsa beata, la trotaconventos, la celestina,
e incluso la bruja. Todo ello entre líneas, pues el asunto
que le importa criticar al ilustrado estriba en el exceso de
credulidad que generó una carta enviada de Barcelona
a Veracruz y publicada el jueves 11 de enero de 1821 en
el Suplemento al Diario Constitucional de México, la cual da
cuenta a su vez de una noticia seudo científica que diera a
conocer un año antes el diario Estrenof de San Petersburgo
en la cual se anuncia, de acuerdo a las observaciones de
un astrónomo llamado Wissing, una vez más, el inminente advenimiento del fin del mundo, con todo el horror y
parafernalia que eso implica. He aquí la nota:
Estimado amigo Martín: si conforme van los asuntos
del nuevo sistema constitucional, fuera todo lo demás,
estuviéramos bien; pero amigo mío, sabe que a consecuencia de un barco ruso que vino del Báltico, y ha venido corriendo el Mediterráneo y ancló ayer, ha llenado de confusión a esta ciudad, y en su consecuencia se
han dictado ya por este gobierno rogaciones públicas, y
otras demostraciones de piedad para aplacar la divina
ira que nos amaga formidablemente. Es el caso que en
1 Sebastián DE COVARRUBIAS, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Madrid, 1611.
140
el Diario que sale en Petersburgo, nombrado el Estrenof, hay la noticia siguiente. “Petersburgo, 3 de agosto de 1820.— En el observatorio del barón Clinsquer,
después de veinticuatro días de observación, denunció
Wissing, célebre astrónomo de esta ciudad, haber deducido la consecuencia siguiente. Debe infaliblemente
suceder que el 21 de octubre de 1822, a las doce del
día, debe quedar a obscuras toda la Tierra; esta terrible novedad debe causarla un formidable choque que
recibirá el Sol por un planeta opaco que viene descendiendo del vacío, y camina cien años hace con rectitud
hacia el Sol: la enorme masa vitrificada del Sol se hará
muchos pedazos y dispersará por el vacío, y las formidables llamas que forman aquellos abismos de fuego se
apagarán para siempre, y quedará toda la Tierra sin luz
seis o siete meses. Pero entretanto descenderá del vacío
otro planeta mayor que el Sol, que a mayor distancia
de la Tierra alumbrará con mayor claridad. Si dichos
formidables trozos fueren impelidos para otros planetas
el daño de la Tierra será menor; pero siempre, al cabo
de trece años llegarán estas enormes masas candentes y
abrasarán al mundo todo; y tres años antes de llegar, la
vecindad de este calor secará los ríos y todos los montes
de la Tierra. Aquí tienes, por un efecto natural, verificada la profecía del fin del mundo”.2
El tema tiene una larga tradición discursiva, incluso no
ha perdido actualidad, en nuestros días, eventualmente
aparecen profetas catastróficos, que repiten los mismos
vaticinios amparados ya sea por el milenarismo, la debilitación de las religiones principales, la libertad de culto
o el morbo alentado por los medios electrónicos de información y desinformación. Como se sabe, el episodio,
2 Citado por Irma Isabel FERNÁNDEZ ARIAS, Nota a pie de página 3 a “Chanzas contra facetadas y desengaño de viejas” en José Joaquín FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Obras.
XI – Folletos (1821-1822), p. 16. No sobra llamar la atención al curioso parecido que tiene la
carta con los guiones de las películas contemporáneas de desastres naturales y destrucción
del mundo mediante agentes externos, como cometas o cualquier otro acontecimiento
caótico del cosmos.
141
aparte de constituir una estructura antropológica y cultual
de la cosmovisión, forma parte de la zaga mítica y narrativa judeocristiana, aparece principalmente en el Apocalipsis, el libro de Daniel y en las cartas de Juan: I, 2, 22; I,
2, 18 y I, 4,3. A partir del libro onírico de Juan, muchas
obras literarias y didácticas han glosado el asunto escatológico hasta armar una tradición textual.
Según Guadalajara Medina la literatura apocalíptica en
su desarrollo y popularización medieval se presentó como la confluencia de dos dimensiones: la religiosa-espiritual y la política-social.3 Por ejemplo el Ludus de Antichristo o Drama del Anticristo, que data del siglo XII, traducido
por Luis Astey y publicado póstumamente en edición bilingüe con la Epístola de Adso a la Reina Gerberga acerca de
la aparición y el tiempo del Anticristo, del siglo X, en el apéndice.4 Mientras que la carta del monje Adso de Montier
constituye una vigorosa síntesis de los terribles acontecimientos profetizados alrededor de la personalidad y actitud del maligno líder que aparecerá al final de los tiempos; el drama pone en escena la feroz y auto destructiva
lucha por el poder que las naciones representantes de la
tierra llevarán a cabo hasta la aparición del Anticristo,
personaje central de la narrativa finitemporal.
Además de constar la preocupación de la época por el
resultado escatológico emanado del juego moral decadente, es decir, del pecado frente a la penitencia según los
dictámenes del cristianismo; la epístola de Adso y el drama anónimo instalan un telón de fondo repetido en cada
3 José GUADALAJARA MEDINA, “La venida del Anticristo…” p. 3.
4 Luis ASTEY (Ed.), Ludus de Antichristo. Drama del Anticristo, pp. 18-59 y 66-79, respec-
tivamente.
142
texto similar, dibujando el poder terrenal y las posibilidades de control social por un tirano, que, a más señas,
gobernará al mundo agónico durante tres años y medio
antes de su eliminación.5
La rica lista de obras relativas al apocalipsis y sus protagonistas recorre la historia del cristianismo. De trascendencia hispánica destacan el Comentario al Apocalipsis, escrito en el año 786 por el Beato de Liébana; el Libre qui es
contra Antichrist, de alrededor de 1274, autoría del insigne Ramón Llull; el Tractatus de tempore adventus Antichristi,
cerca de 1299, perteneciente a Arnaldo de Vilanova; y el
Libro del Anticristo, de 1496, redactado por Martín Martínez de Ampiés.6 Además otros reconocidos autores se ocuparon del tema: Isidoro de Sevilla, Hildegarda de Bingen,
Joaquín de Fiore, y Gonzalo de Berceo. Lo cual nos da visos claros del tratamiento erudito que tal preocupación
comunitaria generó.
Pieza rara en esta tradición, el Tratado del Apocalipsis, que
data del siglo XVI, redactado por el enigmático eremita
Gregorio López presenta la tesis que sostiene la identidad
de la Roma idolátrica y diez de sus emperadores persecutores de cristianos atrás de la metáfora onírica de Juan,
es decir, la bestia que emerge del mar sería el imperio,
y sus cuernos cada uno de los líderes que reprimieron al
cristianismo: Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio,
Severo, Maximino, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano. Según la exégesis del ermitaño en Nueva España
las características del Anticristo estarían compartidas y
distribuidas entre sus representantes romanos, así, por
5 Francisco TAUSTE ALCOCER, “La carta del monje Adsón de Montier…” p. 679.
6 Cfr. José GUADALAJARA MEDINA, El Anticristo en la España medieval, pp. 9-11 y ss.
143
ejemplo, la profecía acerca de la duración de su reinado
terrenal se cumpliría en Valeriano, quien gobernó, supuestamente, durante 42 meses.7 En este caso el fenómeno
del Anticristo y el Apocalipsis constituiría un problema
de tolerancia religiosa entre los césares romanos empeñados en evitar la propagación evangélica, y se trataría
también de un acontecimiento profetizado por San Juan
pero ya ocurrido justo en los tiempos de la conformación
y ubicación político-religiosa de la secta cristiana. “Ya he
dicho que la bestia es Roma con siete montes y los cuernos diez emperadores perseguidores […]”.8
Otro texto interesante es el Tratado del juicio final, escrito
por el fraile de la orden de los predicadores Nicolás Díaz
y publicado en 1588. Esta obra consta de las partes protocolarias iniciales, diez capítulos divididos en parágrafos y
un prólogo, en el que se especifica la intención autoral.9
A diferencia de otros tratadistas y glosadores del Apocalipsis juanino, Díaz no cita en latín y explica cada aspecto recurriendo a un estilo menos denso, subordinando
ideas pertenecientes al mismo campo semántico para
construir los párrafos, hasta rematar de manera inductiva
en conclusiones; así, su sintaxis es renacentista y no barroca, tal vez gracias a la idea de escribir para un público
más amplio.
Durante el siglo XVII, en 1634, el fraile dominico
oriundo de Murcia, Lucas Fernández de Ayala, publicó
una obra dividida en cinco tratados desglosados a su vez
en discursos, basada en la leyenda apocalíptica; algo que
7 Gregorio LÓPEZ, “Tratado del Apocalipsis”, ff. 1-121.
8 Ibidem, f. 61. En todos los casos de mención y cita de textos antiguos, como el presente,
se ha modernizado la ortografía y la puntuación.
9 Cfr. Nicolás DÍAZ, Tratado del juicio final, f. 3r.
144
podría considerarse una suerte de anti-hagiografía, la
Historia de la perversa vida, y horrenda muerte del Antechristo. Reimpreso en 1649, el libro en cuestión es más una
explicación erudita con base en autoridades eclesiásticas
de las vivencias y hechos alrededor del personaje representante de la maldad en los tiempos postreros, que una
narración de los trágicos acontecimientos que terminarán
con la vida en la tierra.10 También plantea la utilidad de
su trabajo por medio de los criterios de censura y crítica literaria que debió aplicar en su labor cotidiana como
inquisidor,11 y remata con una lamentación por la humanidad frente al futuro apocalíptico, usando un tono elegíaco-amonestador que mantendrá en todo el discurso.12
Al igual que en otros textos similares, el autor reúne el
conocimiento erudito y comunitario de la cultura cristiana occidental respecto a la idea o tópico del anti Mesías
apocalíptico y lo dispone, como en este caso, en una serie
de propuestas hipotéticas que se aprueban o corrigen de
acuerdo con la Patrística, la Tradición y la Autoridad; de
tal manera que se redondea y apuntala el mito con fines
moralizantes, al más alto nivel de comprensión.
El siglo ilustrado trajo consigo una serie de propuestas
en busca de reformulaciones respecto a las creencias populares, por ejemplo Voltaire hizo méritos para consolidarse como epítome del cuestionamiento clerical al preguntarse en su Tratado sobre la tolerancia acerca de la utilidad que dejaba a la Iglesia el mantener a la población en
estado de ignorancia supersticiosa y al criticar con dureza
10 Cfr. Lucas FERNÁNDEZ DE AYALA, Historia de la perversa vida, y horrenda muerte del
Antechristo, ff. 3-4.
11 Ibidem, f. 4
12 Ibidem, ff. 4-5.
145
toda forma de fanatismo.13 El papel que la crítica enciclopedista y liberal jugó para revisar los mitos y supersticiones occidentales, así fuera sin análisis y por mero anticlericalismo, ansió ser determinante. Como se nota en
la preocupación derivada de la nota periodística citada
y la continuidad de los mitos en las conciencias simples,
por supuesto que no lo logró.
Pero la crítica más relevante, porque a juicio de sus opositores cimbraba soterradamente los pilares eclesiásticos,
surgió desde el interior del sistema institucional. Obras
como el Teatro Crítico Universal del benedictino Benito
Jerónimo Feijoo, cuestionaron las creencias populares y
difundieron respuestas alejadas al conservadurismo y la
ingenuidad crédula del vulgo. Aunque se trata del pensador más connotado en la ilustración católica hispánica,
no fue el único, a su obra polígrafa le antecedieron textos
que buscaban abatir conceptos sociales falsos, como la
Censura de historias fabulosas, de Nicolás Antonio, los Antiaxiomas morales, médicos, filosóficos y políticos de Fernando
Diez de Leiva, la Pseudodoxia Epidémica o inquisiciones sobre
muchísimas aceptadas doctrinas y comúnmente presuntas verdades de Thomas Browne, los Errores celebrados, de Juan de Zabaleta y la Historia crítica de las supersticiones prácticas de
Pierre Le Brun.
El padre Feijoo disertó respecto al fin del mundo en su
discurso quinto del tomo séptimo de su citada obra principal.14 En cuanto a la posibilidad de conocer la fecha
del exterminio global sostiene que tal pretensión media
13 En especial diserta al respecto en el capítulo XX.
14 Para una rápida lectura de este discurso hay versión electrónica en: http://www.filosofia.
org/bjf/bjft705.htm
146
entre el ensueño y la falsedad, pues toda fecha o acontecimiento pronosticado hasta su tiempo no son más que
“revelaciones fabulosas” y “rumores vanos”.15
Gracias a la constante discusión erudita y a la difusión
doctrinal está claro que el tema interesaba y sobrecogía
a los católicos ibéricos y novohispanos. Los eventos escatológicos del mito apocalíptico cristiano —señales y avisos del fin, nacimiento y gobierno del Anticristo, retorno de Jesucristo, resurrección de los muertos, juicio final
y época divina— permanecen casi sin cambios en la mentalidad y el imaginario de la mayoría de los hombres que
observaron pasar a la Ilustración, no sin cierto escándalo
fariseo, como un acontecimiento transgresor de eruditos
con tintes políticos y religiosos.
Ahora bien, ciertamente el tratamiento general y el marco teórico-instrumental que se utiliza para referir el advenimiento del fin del mundo han cambiado en la noticia decimonónica. La Modernidad exige que la profecía
funesta se enuncie desde un esquema cientificista que le
da aparente validez y la instala al lado de las nuevas autoridades laicas: la razón empírica y el cientificismo. Lejos
están las expresiones retóricas sujetas a la narrativa bíblica, las oraciones y peticiones de misericordia y perdón
que solían acompañar a los textos descriptores del Apocalipsis. Hay cierta mesura y hasta frialdad materialista
en gramática de la noticia. Sin embargo el resultado entre
sujetos comunes, “incautos y sencillos” los llama Lizardi,
es similar a la recepción de antiguas proclamas. “El tal
papel ha escandalizado a unos, ha atemorizado a otros,
15 Cfr. Idem.
147
y ha dado qué decir a todos. El maravilloso expendio que
ha tenido, y lo bien que lo han pagado, prueba hasta no
más el interés con que lo ha recibido el público sencillo e
ilustrado de esta capital.”16
Lizardi no repara en el nuevo ropaje lingüístico y el
cambio de fuentes autorizadas para anunciar la tragedia,
su objetivo no tiene visos de debate o contra demostración científica, únicamente trata de tranquilizar a sus lectores y a aquellos que no lo son, pero cuya ignorancia los
obliga a la credulidad extrema, de que no hay verdad en
la noticia: “Es una humorada de algún ingenio ocioso que
dijo cuatro adivinanzas que él solo entiende, y cada uno
puede descifrarlas como quiera.”17 Usa, para el efecto, las
herramientas ordinarias del hombre ilustrado: la razón
y la experiencia.
Muchos siglos ha que se está anunciando el fin del
mundo en los púlpitos, y el mundo: estáte que te estarás. Ello es de fe que ha de tener fin; pero cuándo será
esto, nescitis diem neque horam. No lo sabemos; lo que nos
importa es el vigilate, el arreglar nuestra conducta ante
Dios, porque el día de nuestra muerte oiremos la trompeta del juicio y se acabará el mundo para nosotros.18
Si acaso el tono sermonario del autor sorprendiera al
lector común, recuérdese que su obra muestra constantes ambigüedades y habla desde un criterio que sólo roza
o sugiere la heterodoxia, pero que acata, en general, los
preceptos religiosos que componían la idiosincrasia novohispana: el culto mariano, la doctrina católica, la fe en
16 José Joaquín FERNÁNDEZ DE LIZARDI, op. cit., pp. 16-17.
17 Ibidem, p. 19.
18 Idem.
148
un único dios, la divinidad de Jesucristo, etcétera; aunque parecieran ingenuos o incluso contradictorios, los ilustrados católicos conocieron y respetaron los límites de su
contexto cultural.
Lo que sí es de esperar en Lizardi es la expresión mordaz de su crítica y cierto tono irónico que a veces raya en
la burla despreciativa. Así se explaya en frases admirativas, juegos de palabras, anatemas jocosos y preceptos
ejemplificantes con peso humorístico:
¡Pobres de las viejas tontas y de las tontas no viejas! ¡Qué
de sustos, qué de temores y congojas no les ha causado
su lectura! Unos se ríen al leerlo, otros suspenden el
juicio con prudencia, éstos proponen confesarse luego
que vean el principio del fenómeno, aquéllos ofrecen
restituir lo mal habido a los dos meses de las tinieblas
ofrecidas; unas muchachas preguntan si se acabará el
mundo sin tener el gusto de casarse; otras casadas dicen
que de aquí a quince años está muy lejos para salir de
sus malos maridos; […]19
Consciente de su papel de educador, Lizardi cierra el
folleto contando una graciosa anécdota respecto al poder
que tiene el anuncio del fin del mundo si lo profiere una
autoridad religiosa, así sea parte de otro contexto y referente, el pueblo llano lo interpretará como verdad absoluta. En tal conclusión, el pensador mexicano se adhiere a
la tradición didáctica del ejemplo, con lo cual su opúsculo
resulta más tradicional que moderno, al menos en cuanto
a su estructura. El contenido desacredita e inclusive ridiculiza la idea de que alguien pueda vaticinar con certeza
la fecha del fin del mundo, remitiéndolo a tontería, juego
19 Ibidem, p. 17.
149
o galimatías producto de una combinación de equívocos
entre el emisor y los receptores, especialmente sensibles
al tema. “No hay tal cercanía del fin del mundo. […] con
que no hay que asustarse, viejecitas.”20
¿Logra el autor contravenir y censurar las creencias supersticiosas respecto al apocalipsis?, ¿informar convenientemente y con fundamentos sólidos a sus suscriptores?,
¿tranquilizar a esa parte de los destinatarios informales e
indirectos que él llama “viejecitas”? Difícilmente. Lizardi
se cobija en su papel de emisor y difusor autoritario, de
tal manera que parece estar convencido de que basta con
que él lo diga para que los lectores y el pueblo supersticioso quede convencido de que el mundo no tiene final
predicho. Así muestra la otra cara de la Ilustración, el
despotismo ilustrado; mientras satiriza y juega con la noticia amparado por un dictamen teológico asentado entre
hombres de letras, modernos y antiguos: nadie conoce la
fecha del fin del mundo.
20 Ibidem, p. 19.
150
BiBliografía
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152
el modelo ideal de la mujer del siglo XiX
según fernándeZ de liZardi y Payno
Nancy Érika Acuña Aguayo y Víctor Manuel Chávez Ríos
El XIX fue un siglo de cambios vertiginosos, si bien es
cierto el XVIII es el de las luces de la Ilustración, los cambios se operaron en el decimonónico. Y aunque no fue lo
mismo en Europa que en Norteamérica, en América Latina las innovaciones se fueron dando lenta y paulatinamente. En el caso de México el desarrollo histórico parece ser una serie de sucesos bélicos que impactaron profundamente la cultura mexicana decimonónica.
Una de las preocupaciones más fuertes fue la situación
de las familias y más específicamente el de las mujeres
como pilares del hogar. Varios escritores mexicanos decimonónicos expresaron su preocupación y propusieron
modelos a seguir para que las mujeres fueran las depositarias de los valores familiares, como la manera más adecuada de salvaguardarlos.
Dos de los literatos del siglo XIX, considerados completamente distintos, y con una distancia temporal de 34
años, al parecer tuvieron la misma preocupación: escribir
acerca del tema de la mujer y su comportamiento en la
sociedad, por un lado José Joaquín Fernández de Lizardi
y por otro, Manuel Payno Cruzado.
No solamente los separan tres décadas, también los distancia una sociedad mexicana diferente. La sociedad que
preocupaba a Lizardi era aquella que no había logrado,
después de varios intentos, la independencia. La de Payno era la sociedad mexicana que buscaba su identidad
como nación.
Este ensayo se centra en la rara coincidencia que se
logra al comparar la lectura de una obra de cada autor
para identificar similitudes y diferencias. De Lizardi se ha
155
elegido, del volumen titulado Las fábulas del pensador mexicano1 publicado en 1817, específicamente la fábula denominada “La rosa y la amapola” y de Payno la obra publicada en 1840 Memorias sobre el matrimonio y otros escritos,
texto que da título al volumen referido. Por lo tanto, la
pretensión de este texto es dar a conocer a los lectores
actuales la curiosa y estereotipada expresión de dos modelos ideales de la mujer del siglo XIX que se complementan sin intención consciente o expresa.
José Joaquín Fernández de Lizardi fue un autor que dio
a conocer por varias vías su postura acerca de la educación, ya sea de manera general usando la forma periodística o en casos particulares, echando mano de la literatura, como en las novelas: La Quijotita y su prima (1818)
o El periquillo Sarniento (1816), por mencionar algunas.
Si bien Fernández de Lizardi no es el único escritor que
opina acerca de la educación de la mujer, sí intenta llegar
a un público más amplio al recurrir no sólo a la novela como medio de expresión, sino a la fábula, un género
breve, lúdico, fresco y sagaz que se puede mantener en
la mente del receptor casi de la misma forma que un refrán popular.
En estas obras el pensador mexicano se plantea la idea
de educación, muestra además un modelo de la mujer
mexicana de principios del siglo XIX, Fernández de Lizardi expone por lo menos tres tipos de mujeres en sus
obras: por una parte la mujer del hogar, que sabe actuar
conforme a lo establecido en la sociedad de su época,
por el otro, como en el caso de Calendario para el año de
1 José Joaquín FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Las fábulas del pensador mexicano, edición crítica
de Miguel Salinas, México: Universidad Popular Mexicana, 1918, p. 4.
156
1825 dedicado a las señoritas, especialmente a las patriotas por
el Pensador Mexicano presenta una mujer de batallas, con
espíritu de libertad y amor por la patria, por último en el
texto Cincuenta preguntas de El Pensador a quien quiera responderlas (1821) señala el modelo ideal de una mujer con
acceso a la política.2
Aproximadamente 20 años después de la publicación
de las fábulas de Fernández de Lizardi, en 1840, Manuel
Payno Cruzado en Memorias sobre el matrimonio y otros escritos retoma el tema que el pensador mexicano había expuesto en la fábula “La rosa y la amapola”, Payno lo hace
de manera más extensa y con más ejemplos, sin embargo,
los dos textos comparten en esencia el establecimiento
de un modelo a seguir por la mujer del siglo XIX, pero
en tiempos y contextos distintos.
Manuel Payno en sus obras recrea por lo menos la imagen de dos tipos de mujeres, la prostituta y la mujer del
hogar, en 18433 redacta un escrito breve donde con tono moralizante habla de la injusta sociedad en la que vive
la prostituta, pone como ejemplo el caso de una mujer
que es huérfana y su difícil situación de vida la hace tener
que sobrevivir vendiendo su cuerpo.
La otra imagen que Payno describe es la mujer dedicada
al hogar, recatada, buena compañera y ejemplo de vida,
además de ser servicial con el marido y acatar las reglas
establecidas, como lo muestran sendos fragmentos de Memorias sobre el matrimonio y otros escritos.
2 Cfr. Columba Camelia GALVÁN GAYTÁN, José Joaquín Fernández de Lizardi y la educación
de las mujeres: Notas sobre las heroínas mexicanas, AIH, actas XII, México: UNAM,1995.
3 Martha Elena MUNGUÍA ZATARAIN, “La imagen de la mujer caída en algunas obras
de la literatura mexicana”, en Nóesis revista de ciencias sociales y humanidades, volumen 25, número 49, México, 2016. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/859/85943066007.pdf,
marzo 2017.
157
En la fábula “La rosa y la amapola” se puede apreciar
el deber ser de la mujer ante la sociedad. Miguel Salinas4 ofrece una breve explicación de la fábula, en la que
advierte que las niñas deben de cuidarse para que no les
pase lo que a la amapola, sin embargo, la fábula va más
allá de instruir a las niñas, ya que no se limita al público
infantil, pues muestra un ejemplo del comportamiento
de la mujer y del hombre, con la intención de resaltar los
vicios para atacarlos.
Un muchacho maldito
en tal momento llega;
provoca su apetito
la Rosa, mas se pega
buen chasco, pues se espina
al cogerla, y la suelta y desatina.
Después de recobrado
de su dolor y susto,
contempla sosegado
todo el jardín con gusto,
se fija en la Amapola,
y la troncha y destroza su corola.
Fernández de Lizardi retrata en este caso a un muchacho que se quiere aprovechar de la flor, no es un niño,
sino un hombre que quiere obtener las delicias de la flor,
pero no forzándola, pues intenta que la rosa le ceda voluntariamente su hermosura y al no conseguirlo no insiste, no somete a la flor, no la posee, busca entre el jardín
una flor que sola le entregue, sin preguntas u oposición
alguna, su adornada virtud, así encuentra a la amapola.
4 José Joaquín FERNÁNDEZ DE LIZARDI, Las fábulas del pensador mexicano, edición crítica
de Miguel SALINAS, México: Universidad Popular Mexicana, 1918.
158
Víctor Manuel Chavéz Ríos5 explica que Payno muestra cómo se debe comportar una mujer y aunque el ejemplo que da sea el de una mujer casada, es la misma forma
de actuar recatada y seria que propone Fernández de Lizardi en su fábula. Payno considera a la mujer como un
pilar importante en la sociedad, como ejemplo a seguir
y reconoce que la mujer perfecta se aleja de la falsedad:
Una mujer no debe jamás exponerse a pervertir su
corazón, a desviar a su alma de esas ideas de religión
y piedad que santificarán aun a las mujeres perdidas.
Tampoco deberá buscarse una febril exaltación de sentimientos que la hagan perder el contenido y tranquilidad de la vida doméstica y ver a su marido como un
poltrón e insufrible clásico.6
Es el mismo comportamiento que Fernández de Lizardi
describe en “La rosa y la amapola” aunque no sea una
mujer casada, se está preparando de alguna manera para
ese momento, pues no quiere que su dignidad se vea comprometida o ultrajada por los muchachos curiosos, la mujer debe ser decente y mantener las emociones dentro de
sí misma:
Prima, si tú vivieras
de espinas bien cercada,
si recatada fueras,
no te vieras burlada,
ni de un pillo muchacho,
ni del indigno y necio populacho.
5 Víctor Manuel CHÁVEZ RÍOS, “La imagen de la mujer en el siglo XIX desde la visión de
Manuel Payno”, en Emilia RECÉNDEZ GUERRERO, (Coord.) Memorias del Primer Encuentro
de Investigación sobre Mujeres y Perspectiva de Género, México, UAZ, 2005, pp. 139–154.
6 Manuel PAYNO, Memorias sobre el matrimonio y otros escritos, México: Editorial Joaquín
Mortiz, Col. Clásicos Mexicanos, 2002, p. 42.
159
Chávez Ríos explica que en el siguiente fragmento Payno parece construir una sociedad que muestra su sentir
sin máscaras y que puede hablar y obrar de manera clara,
pues no se envuelve en la falsedad:
Corazones desangrados, ilusiones desvanecidas, esqueletos pálidos, y enfermos de amor son los que vagan en
torno de una coqueta, que con la alegría en los ojos y
la sonrisa en los labios mira satisfecha llorar, arrastrarse a sus pies, morir de rabia y de dolor a sus infelices
víctimas.7
Fernández de Lizardi explica cómo se muestran de manera abierta las intenciones de algunas personas que integran a esta sociedad convencional, es decir, cuando describe que una mujer es coqueta y condescendiente ante
los ojos del hombre, señala que ella no sólo atrae a un
hombre, sino a un grupo que son provocados por la hermosura de la flor, ya que las demás flores también son
bellas, pero no muestran la misma accesibilidad, como
dice la amapola: “a todos soy amable/ a todos accesible y
muy tratable”, de tal modo se muestra el contraste entre
el buen y mal comportamiento.
Sábete que las rosas
más bellas y fragantes,
las más lindas y hermosas
se preservan constantes
de cualquier mentecato
sólo con sus espinas y recato.
Por su parte, Payno insiste que la mujer debe ser una
persona decente con grandes cualidades para agradar al
7 Ibid., p. 64.
160
marido y retrata esa rosa de la que habla Fernández de
Lizardi: “bella, elegante, pulida, esquiva y llena de espinas” encaminada a lo que se considera buena moral, por
ser ejemplo para la familia y la sociedad:
[…] La mujer debe de ser amada por sus cualidades
morales y no por su belleza. Ríanse ustedes de todos
esos sermones: los duelos con pan son menos, y los
hombres tenemos más caprichos al cabo de un día , que
estrellas el firmamento, Si a la virtud, como se ha dicho,
se reúne la hermosura, bueno; y sí a la hermosura se
reúne el aseo, mejor […].8
Fernández de Lizardi da voz a dos mujeres que dialogan y que instruyen a las lectoras o escuchas de su fábula,
pues muestran el comportamiento contrastante de ambas
y el destino que pueden tener si se caminan por el lado
de la virtud o si son coquetas y llevan una vida libertina:
Una amapola ufana
a una Rosa decía:
-Mírame qué lozana
me ostento, prima mía;
a todos soy amable,
a todos accesible y muy tratable.
Mientras que tú, aunque bella,
arrogante y pulida,
aunque del campo estrella,
te ostentas presumida,
y esquiva, cuanto hermosa,
te resistes a todos espinosa.
Para Fernández de Lizardi la fortaleza de la mujer
parece residir en su capacidad de no caer en la tentación, antepone a dicha actitud la deseable alternativa de
8 Ibid., p. 35.
161
encarnar la entereza y ser salvaguardia de los valores de
la sociedad.
Esto parece cuento;
mas sin duda aseguro
que habló con gran talento
la rosa, y aún lo juro:
Óiganlo las doncellas
que tienen un lugar entre las bellas.
El deber ser de la mujer se plantea desde dos estructuras diferentes, una fábula y una narración más extensa,
desde dos cánones literarios, el primero el Neoclasicismo
de José Joaquín Fernández de Lizardi y el segundo el Romanticismo de Manuel Payno Cruzado, sin embargo, el
tratamiento que dos autores le dieron transita en un mismo sendero: convencionalismo, tradición y modelo moral
deseable en la configuración social de la mujer.
162
BiBliografía
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de Lizardi y la educación de las mujeres: Notas sobre las heroínas
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163
índice
Presentación
5
¿Quimera o Esfinge? Figuras fantásticas en un pliego del siglo XVI
Perla Ramírez Magadán
11
Persecución y silencio. Los moros en Nueva España
Irma Elizabeth Castañeda Candelas
23
El mundo extraordinario de la brujería en el Zacatecas novohispano
Graciela Rodríguez Castañón
37
Túmulos y dedicatorias novohispanas: entre la corona y la nobleza en la Nueva España
Salvador Lira y Nathalia Castañeda
55
Las religiosas novohispanas y el Santo Oficio: el
caso contra Antonio Rodríguez Colodrero
Laura Elena de Jesús Ramírez Ramírez y Alberto Ortiz
75
El discurso imagográfico en L’Inferno Aperto y su
recuperación en las ediciones poblanas del siglo
XVIII
Anel Hernández Sotelo
87
El caso del loco ¿o rebelde? fray Bernardo Clemente de Sala, autor del manuscrito prohibido Reino
eterno
Sonia Ibarra Valdez
117
Lizardi ante el fin del mundo
Alberto Ortiz
137
El modelo ideal de la mujer del siglo XIX según
Fernández de Lizardi y Payno
Nancy Érika Acuña Aguayo y Víctor Manuel Chávez Ríos
153
Nueva España insólita
Imaginario y peculiaridad en el mundo novohispano
Se terminó de imprimir el 3 de julio de 2017 en los
talleres de Integra, Arista número 2086 colonia Villaseñor,
44600 Guadalajara, Jalisco, México.
La edición constó de 300 ejemplares.
Este libro fue apoyado con recursos PROFOCIE 2015.
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98050 Zacatecas, Zacatecas, México.
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Cuidado de edición:
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Miguel Ángel Cid, diseño editorial
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