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El afrancesado más realista del pueblo! I - ¡Toma! ¡Como que vendía en la botica retratos del príncipe Fernando! En la pequeña villa del “Padrón”, sita en territorio gallego, y allá por el año del 1808, vendía sapos y culebras y agua llovediza, a fuer de legítimo boticario, un tal GARCÍA DE PAREDES, misántropo solterón, descendiente acaso, y sin acaso, de aquel varón ilustre que mataba un toro de una puñada. - ¡Y ahora los vende de Napoleón! - Antes nos excitaba a la defensa contra los invasores.... - Y desde que vinieron al Padrón se pasó a ellos.... Era una fría y triste noche de otoño. El cielo estaba enca- - ¡Y esta noche da de cenar a todos los jefes! potado por densas nubes, y la total carencia de alumbrado - ¡Oíd qué algazara traen! ¡Pues no gritan "¡viva el Emterrestre dejaba a las tinieblas campar por su respeto en perador!" todas las calles y plazas de la población. - Paciencia.... (murmuró el fraile.) Todavía es muy temA eso de las diez de aquella pavorosa noche, que las lúgu- prano. bres circunstancias de la patria hacían mucho más sinies- Dejémosles emborracharse.... (expuso una vieja.) Destra, desembocó en la plaza que hoy se llamará de la Conspués entramos... ¡y ni uno ha de quedar vivo! titución un silencioso grupo de sombras, aun más negras que la obscuridad de cielo y tierra, las cuales avanzaron - ¡Pido que se haga cuartos al boticario! hacia la botica de García de Paredes, situada en un rin- - ¡Se le hará ochavos, si queréis! Un afrancesado es más cón próxima al Corregimiento, y cerrada completamente odioso que un francés. El francés atropella a un pueblo desde las Ánimas, o sea desde las ocho y media en punto. extraño: el afrancesado vende y deshonra a su patria. El - ¿Qué hacemos? -dijo una de las sombras en correctísimo francés comete un asesinato: el afrancesado ¡un parricidio! gallego. - Nadie nos ha visto... -observó otra. II - ¡Derribar la puerta! -añadió una tercera. - ¡Y matarlos! -murmuraron hasta quince voces. Mientras ocurría la anterior escena en la puerta de la botica, García de Paredes y sus convidados corrían la francachela más alegre y desaforada que os podáis figurar. - ¡Yo me encargo del boticario! -exclamó un chico. - ¡De ése nos encargamos todos! Veinte eran, en efecto, los franceses que el boticario tenía a la mesa, todos ellos jefes y oficiales. - ¡Por judío! - ¡Por “afrancesado"! García de Paredes contaría cuarenta y cinco años; era alto y seco y más amarillo que una momia; dijérase que su piel estaba muerta hacía mucho tiempo; llegaba la frente a la nuca, gracias a una calva limpia y reluciente, cuyo brillo tenía algo de fosfórico; sus ojos, negros y apagados, hundidos en las descarnadas cuencas, se parecían a esas lagunas encerradas entre montañas, que sólo ofrecen obscuridad, vértigos y muerte al que las mira; lagunas que nada reflejan; que rugen sordamente alguna vez, pero sin alterarse; que devoran todo lo que cae en su superficie; que nada devuelven; que nadie ha podido sondear; que no se alimentan de ningún río, y cuyo fondo busca la imaginación en los mares antípodas. - Dicen que hoy cenan con él más de veinte franceses.... - ¡Ya lo creo! ¡Como saben que ahí están seguros, han acudido en montón! - ¡Ah! Si fuera en mi casa! ¡Tres alojados llevo echados al pozo! - ¡Mi mujer degolló ayer a uno!... - ¡Y yo... (dijo un fraile con voz de figle) he asfixiado a dos capitanes, dejando carbón encendido en su celda, que antes era mía! - ¡Y ese infame boticario los protege! - ¡Qué expresivo estuvo ayer en paseo con esos viles ex- La cena era abundante, el vino bueno, la conversación comulgados! alegre y animada. - ¡Quién lo había de esperar de García de Paredes! ¡No Los franceses reían, juraban, blasfemaban, cantaban, fuhace un mes que era el más valiente, el más patriota, el maban, comían y bebían a un mismo tiempo. 1 2 Quién había contado los amores secretos de Napoleón; - ¿Habéis oído? -preguntaron los franceses. quién la noche del 2 de Mayo en Madrid; cuál la batalla García de Paredes se sonrió. de las Pirámides; cuál otro la ejecución de Luis XVI. - ¡Vendrán a matarme! -dijo. García de Paredes bebía, reía y charlaba como los demás, o quizás más que ninguno; y tan elocuente había estado - ¿Quién? en favor de la causa imperial, que los soldados del César - Los vecinos del Padrón. lo habían abrazado, lo habían vitoreado, le habían impro- ¿Por qué? visado himnos. - ¡Señores! (había dicho el boticario): la guerra que os ha- - ¡Por “afrancesado"! -Hace algunas noches que rondan cemos los españoles es tan necia como inmotivada. Voso- mi casa.... Pero ¿qué nos importa? -Continuemos nuestra tros, hijos de la Revolución, venís a sacar a España de su fiesta. tradicional abatimiento, a despreocuparla, a disipar las tinieblas religiosas, a mejorar sus anticuadas costumbres, a enseñarnos esas utilísimas e inconcusas «verdades de que no hay Dios, de que no hay otra vida, de que la penitencia, el ayuno, la castidad y demás virtudes católicas son quijotescas locuras, impropias de un pueblo civilizado, y de que Napoleón es el verdadero Mesías, el redentor de los pueblos, el amigo de la especie humana....» ¡Señores! ¡Viva el Emperador cuanto yo deseo que viva! - Sí... ¡continuemos! exclamaron los convidados. ¡Estamos aquí para defenderos! - ¡Bravo, vítor! -exclamaron los hombres del 2 de Mayo. - ¡Celedonio! El boticario inclinó la frente con indecible angustia. Y chocando ya botellas contra botellas, que no vasos contra vasos. - ¡Viva Napoleón! ¡Muera Fernando! ¡Muera Galicia! gritaron a una voz. García de Paredes esperó a que se acallase el brindis, y murmuró con acento lúgubre: El mancebo de la botica asomó por una puertecilla su caPronto volvió a alzarla, tan firme y tan sereno como antes. beza pálida y demudada, sin atreverse a penetrar en aquella caverna. Bebióse un vaso de vino, y continuó: - Celedonio, trae papel y tintero -dijo tranquilamente el - Un abuelo mío, un García de Paredes, un bárbaro, un boticario. Sansón, un Hércules, un Milón de Crotona, mató doscientos franceses en un día.... Creo que fué en Italia. ¡Ya veis El mancebo volvió con recado de escribir. que no era tan “afrancesado” como yo! ¡Adiestróse en las - ¡Siéntate! (continuó su amo.) -Ahora, escribe las cantilides contra los moros del reino de Granada; armóle caba- dades que yo te vaya diciendo. Divídelas en dos columllero el mismo Rey Católico, y montó más de una vez la nas. Encima de la columna de la derecha, pon: “Deuda”, guardia en el Quirinal, siendo Papa “nuestro tío” Alejan- y encima de la otra: “Crédito”. dro Borja! ¡Eh, eh! ¡No me hacíais tan linajudo! -Pues este DIEGO GARCÍA DE PAREDES, este ascendiente - Señor... (balbuceó el mancebo.) -En la puerta hay una mío..., que ha tenido un descendiente boticario, tomó a especie de motín.... Gritan "¡muera el boticario!"... Y Cosenza y Manfredonia; entró por asalto en Cerinola, y ¡quieren entrar! peleó como bueno en la batalla de Pavía! ¡Allí hicimos - ¡Cállate y déjalos! -Escribe lo que te he dicho. prisionero a un rey de Francia, cuya espada ha estado en Madrid cerca de tres siglos, hasta que nos la robó hace Los franceses se rieron de admiración al ver al farmatres meses ese hijo de un posadero que viene a vuestra céutico ocupado en ajustar cuentas cuando le rodeaban la muerte y la ruina. cabeza, y a quien llaman Murat! Aquí hizo otra pausa el boticario. Algunos franceses de- Celedonio alzó la cabeza y enristró la pluma, esperando cantidades que anotar. mostraron querer contestarle; pero él, levantándose, e imponiendo a todos silencio con su actitud, empuñó convul- - ¡Vamos a ver, señores! (dijo entonces García de Paresivamente un vaso, y exclamó con voz atronadora: des, dirigiéndose a sus comensales). Se trata de resumir - ¡Brindo, señores, porque maldito sea mi abuelo, que era nuestra fiesta en un solo brindis. Empecemos por orden un animal, y porque se halle ahora mismo en los profun- de colocación. dos infiernos! ¡Vivan los franceses de Francisco I y de - Vos,Capitán, decidme: ¿cuántos españoles habréis maNapoleón Bonaparte! tado desde que pasasteis los Pirineos? - ¡Vivan!... -respondieron los invasores, dándose por sa- - ¡Bravo! ¡Magnífica idea! -exclamaron los franceses. tisfechos. - Yo.... (dijo el interrogado, trepándose en la silla y retorY todos apuraron su vaso. ciéndose el bigote con petulancia.) Yo... habré matado... Oyóse en esto rumor en la calle, o, mejor dicho, a la puerta personalmente... con mi espada... ¡poned unos diez o doce! de la botica. 3 - ¡Once a la derecha! -gritó el boticario, dirigiéndose al - ¡Somos unos héroes! -exclamó al terminarla. Nos hemos bebido setenta botellas, o sean ciento cinco libras y media mancebo. de vino, que, repartidas entre veintiuno, pues todos hemos El mancebo repitió, después de escribir: bebido con igual bizarría, dan cinco libras de líquido por - “Deuda”... once. cabeza. ¡Repito que somos unos héroes! - ¡Corriente! (prosiguió el anfitrión.) -¿Y vos?... -Con vos Crujieron en esto las tablas de la puerta de la botica, y el hablo, señor Julio.... mancebo balbuceó tambaleándose: - Yo... seis. - ¡Ya entran!... - ¿Y vos, mi Comandante? - ¿Qué hora es? -preguntó el boticario con suma tranquilidad. - Yo... veinte. - Yo... ocho. - Yo catorce. - Yo... ninguno. - Las once. Pero ¿no oye usted que entran? - ¡Déjalos! Ya es hora. - ¡Hora!... ¿de qué? -murmuraron los franceses, procurando levantarse. - ¡Yo no sé!...; he tirado a ciegas....--respondía cada cual, Pero estaban tan “ebrios”, que no podían moverse de sus según le llegaba su turno. sillas. Y el mancebo seguía anotando cantidades a la derecha. - ¡Que entren! ¡Que entren!... (exclamaban, sin embargo, - ¡Veamos ahora, Capitán! (continuó García de Paredes). con voz vinosa, sacando los sables con mucha dificultad y -Volvamos a empezar por vos. ¿Cuántos españoles espe- sin conseguir ponerse de pie.) ¡Que entren esos canallas! ráis matar en el resto de la guerra, suponiendo que dure ¡Nosotros los recibiremos! todavía... tres años? En esto, sonaba ya abajo, en la botica, el estrépito de los - ¡Eh!... (respondió el Capitán.) -¿Quién calcula eso? botes y redomas que los vecinos del Padrón hacían pedazos, y oíase resonar en la escalera este grito unánime y - Calculadlo...; os lo suplico.... terrible: - Poned otros once. - ¡Muera el “afrancesado"! - Once a la izquierda.... -dictó García de Paredes. Y Celedonio repitió: III - “Crédito”, once. Levantóse García de Paredes, como impulsado por un re- ¿Y vos? -interrogó el farmacéutico por el mismo orden sorte, al oír semejante clamor dentro de su casa, y apoyóseguido anteriormente. se en la mesa para no caer de nuevo sobre la silla. Tendió en torno suyo una mirada de inexplicable regocijo, de- Yo... quince. jó ver en sus labios la inmortal sonrisa del triunfador, y - Yo... veinte. así, transfigurado y hermoso, con el doble temblor de la - Yo... ciento. muerte y del entusiasmo, pronunció las siguientes palabras, entrecortadas y solemnes como las campanadas del - Yo... mil -respondían los franceses. toque de agonía: - ¡Ponlos todos a “diez”, Celedonio!... (murmuró irónicamente el boticario.) -Ahora, suma por separado las dos - ¡Franceses!... Si cualquiera de vosotros, o todos juntos, hallarais ocasión propicia de vengar la muerte de doscolumnas. cientos ochenta y cinco compatriotas y de salvar la vida El pobre joven, que había anotado las cantidades con su- a otros doscientos más; si sacrificando vuestra existencia dores de muerte, vióse obligado a hacer el resumen con pudieseis desenojar la indignada sombra de vuestros anlos dedos, como las viejas. Tal era su terror. tepasados, castigar a los verdugos de doscientos ochenta Al cabo de un rato de horrible silencio, exclamó, dirigién- y cinco héroes, y librar de la muerte a doscientos compañeros, a doscientos hermanos, aumentando así las huestes dose a su amo: del ejército patrio con doscientos campeones de la inde- “Deuda”..., 285. “Crédito”..., 200. pendencia nacional, ¿repararíais ni un momento en vues- Es decir... (añadió _García de Paredes_), ¡doscientos tra miserable vida? ¿Dudaríais ni un punto en abrazaros, ochenta y cinco muertos, y doscientos sentenciados! ¡To- como Sansón, a la columna del templo, y morir, a precio tal, cuatrocientas ochenta y cinco víctimas!!! de matar a los enemigos de Dios? Y pronunció estas palabras con voz tan honda y sepulcral, - ¿Qué dice? -se preguntaron los franceses. que los franceses se miraron alarmados. - Señor..., ¡los asesinos están en la antesala! -exclamó CeEn tanto, el boticario ajustaba una nueva cuenta. ledonio. 4 - ¡Que entren!... (gritó García de Paredes). -Ábreles la de García de Paredes, el cual de allí a poco devolvió su puerta de la sala.... ¿Qué vengan todos... a ver cómo mue- espíritu al cielo, bendecido por un Ministro del Señor y re el descendiente de un soldado de Pavía! llorado de sus hermanos en la Patria. Los franceses, aterrados, estúpidos, clavados en sus sillas Madrid, 1856. por insoportable letargo, creyendo que la muerte de que hablaba el español iba a entrar en aquel aposento en pos Regresar a Novelas cortas de los amotinados, hacían penosos esfuerzos por levantar los sables, que yacían sobre la mesa; pero ni siquiera conseguían que sus flojos dedos asiesen las empuñaduras: parecía que los hierros estaban adheridos a la tabla por insuperable fuerza de atracción. En esto inundaron la estancia más de cincuenta hombres y mujeres, armados con palos, puñales y pistolas, dando tremendos alaridos y lanzando fuego por los ojos. - ¡Mueran todos! -exclamaron algunas mujeres, lanzándose las primeras. - ¡Deteneos! -gritó García de Paredes con tal voz, con tal actitud, con tal fisonomía, que, unido este grito a la inmovilidad y silencio de los veinte franceses, impuso frío terror a la muchedumbre, la cual no se esperaba aquel tranquilo y lúgubre recibimiento. - No tenéis para qué blandir los puñales.... (continuó el boticario con voz desfallecida.) -He hecho más que todos vosotros por la independencia de la Patria.... ¡Me he fingido “afrancesado"!... Y ¡ya veis!... los veinte Jefes y Oficiales invasores... ¡los veinte!no los toquéis... -¡están envenenados!... Un grito simultáneo de terror y admiración salió del pecho de los españoles. Dieron éstos un paso más hacia los convidados, y hallaron que la mayor parte estaban ya muertos, con la cabeza caída hacia adelante, los brazos extendidos sobre la mesa, y la mano crispada en la empuñadura de los sables. Los demás agonizaban silenciosamente. - ¡Viva García de Paredes! -exclamaron entonces los españoles, rodeando al héroe moribundo. - Celedonio.... (murmuró el farmacéutico.) El “opio” se ha concluido.... Manda por opio a la Coruña.... Y cayó de rodillas. Sólo entonces comprendieron los vecinos del Padrón que el boticario estaba también envenenado. Vierais entonces un cuadro tan sublime como espantoso. Varias mujeres, sentadas en el suelo, sostenían en sus faldas y en sus brazos al expirante patriota, siendo las primeras en colmarlo de caricias y bendiciones, como antes fueron las primeras en 15 pedir su muerte. Los hombres habían cogido todas las luces de la mesa, y alumbraban arrodillados aquel grupo de patriotismo y caridad.... Quedaban, finalmente, en la sombra veinte muertos o moribundos, de los cuales algunos iban desplomándose contra el suelo con pavorosa pesantez. Y a cada suspiro de muerte que se oía, a cada francés que venía a tierra, una sonrisa gloriosa iluminaba la faz 5 1 Origen del texto y las imágenes, colaboradores y licencias 1.1 Texto • El afrancesado Fuente: https://es.wikisource.org/wiki/El_afrancesado?oldid=494142 Colaboradores: LadyInGrey, Freddy eduardo, LadyBots y Anónimos: 2 1.2 Imágenes • Archivo:Anterior.jpg Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikisource/es/5/57/Anterior.jpg Licencia: ? Colaboradores: ? Artista original: ? • Archivo:Siguiente.jpg Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikisource/es/3/3c/Siguiente.jpg Licencia: ? Colaboradores: ? Artista original: ? 1.3 Licencia del contenido • Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0