Oro violeta

Todo lo que hay que saber para disfrutar de los campos de lavanda de Provenza

El azul violeta de la lavanda inunda los campos provenzales entre junio y julio. Estos son los puntos donde se consiguen las panorámicas más inspiradoras.

En verano los campos de la Provenza se tiñen del azul violeta de la lavanda. Desde las faldas de los Alpes hasta las orillas del Ródano y las villas de la Costa Azul, las matas de flores azuladas se extienden en kilométricas ringleras, a veces enmarcadas por plantaciones de girasoles y el perfil de pueblos encaramados en colinas.

 

Los campos de lavanda de la Provenza

Abadía de Sénanque

La abadía cisterciense de Sénanque parece un barco navegando en un mar de color violeta. Son matas de lavandín, el híbrido de lavanda (Lavanda angustifolia) y espliego (Lavanda latifolia) que produce unas espigas más largas y de un violeta intenso.

 

En la década de los 70 los monjes benedictinos de la abadía decidieron cambiar el cultivo de cereal y manzanas por el de esta variedad de lavanda. Ahora elaboran aceites esenciales, miel de lavanda, perfumes e incluso galletas aromatizadas con lavanda. 

Abadía de Sénanque
Istock

El convento fue fundado en 1148, se finalizó en 1220 y tuvo una gran influencia en los siglos XIII y XIV. Hoy en día ofrece alojamiento y visitas guiadas. Además cuenta con una tienda en la que venden los productos elaborados por los monjes. Se llega desde el pueblo de Gordes por la carretera D177.

 

PARA LEER MÁS: Exotismo rural: los 16 pueblos medievales más bellos de Francia

Campos de Sault
istock

Campos de Sault

En el borde de un altiplano, a 776m de altitud, Sault es uno de los ejes del paisaje de lavanda provenzal. Además de paseos por los campos de lavanda, se organizan visitas a destilerías y en verano acoge un animado festival el 15 de agosto dedicado al llamado "oro azul". La vista de las rengleras de lavanda con el monte Ventoux de fondo es una de las más bellas de la región. Dentro del pueblo, merece la pena visitar la iglesia románica de Notre Dame de la Tour y entrar en sus tiendas de productos a base de lavanda.

Gordes
istock

Gordes

Encaramado en lo alto de una colina, frente al macizo del Luberon, Gordes es una etapa imprescindible por los campos de lavanda que lo rodean y por su cercanía a la abadía de Sénanque. El pueblo es también muy interesante, con su castillo del siglo X, la iglesia, los pasadizos excavados en el subsuelo y las referencias a Marc Chagall, que se instaló en un viejo molino del área de Fontaine Basse entre mayo de 1940 y abril de 1941.

 

PARA LEER MÁS: Francia en diez pueblos colgantes (y aptos para viajeros con vértigo)

Valensole
Foto: Shutterstock

Valensole

La Alta Provenza tiene en la meseta de Valensole uno de sus destinos más famosos para disfrutar del paisaje de lavanda. Entre mediados de junio y mitad de julio, decenas y decenas de kilómetros de campos violetas se extienden en torno a esta localidad medieval, situada en el extremo norte del Parque Regional del Verdon. Sus calles confluyen en la iglesia de San Blas, del siglo XI, que se alza en el punto más alto del pueblo. El festival de lavanda de Valensole tiene lugar el 3 de julio.

Les-Baronnies
Foto: Getty Images

Les-Baronnies

En esta zona es habitual ver campos de lavanda combinados con olivares, viñedos y plantaciones frutales. La destilación del llamado "oro azul", junto a las trufas y a la producción de miel forman parte de la cultura tradicional de los pueblos del entorno. Es un enclave perfecto para conocer explotaciones familiares como el Château de la Gabelle, en Ferrassières, cuyos propietarios cultivan lavanda y elaboran con ella productos naturales.

Digne-les-Bains
Foto: Getty Images

Digne-les-Bains

Las pequeñas aldeas de Mézel, Estoublon y Bras d’Asse, en el entorno de Digne-les-Bains, regalan panorámicas de campos de lavanda excepcionales. El Museo de la Lavanda, en el centro de Digne ofrece una buena introducción a la historia de este cultivo, así como las propiedades terapéuticas de esta flor, conocidas desde antiguo pero que no se explotaron de forma industrial hasta el siglo XIX. A finales de agosto, el centro de Digne-les-Bains acoge una animada feria de la lavanda.

 

El nombre de Digne-les-Bains, sin embargo, no se refiere a la famosa flor azul, sino a las aguas termales que brotan a 50 ºC de sus manantiales. El núcleo antiguo tiene un patrimonio monumental de categoría, con una catedral gótica con aires florentinos y un castillo. El entorno montañoso fue definitivo para que Alexandra David-Neel, la gran viajera himalayista se instalara en Digne a finales de los años 1920; su casa es hoy un museo.