Sobre Eurocomunismo

El fin de este artículo es mostrar cómo el eurocomunismo fue una ideología al servicio de la burguesía y una de las corrientes más descarada y anticomunista del revisionismo moderno.

Me centraré más concretamente en la vertiente española y su máximo exponente, el PCE de Carillo. Sin embargo, todas las vertientes del eurocomunismo coinciden en lo esencial: negar la contradicción principal entre la clase obrera y la burguesía, renegar de la lucha armada contra esta y apostar por un supuesto “socialismo” “democrático” y “pluralista” que no es más que capitalismo con toneladas de purpurina rancia por encima.

 

Contexto histórico del Eurocomunismo

Los inicios del eurocomunismo hay que buscarlos en los partidos comunistas de Italia y Francia, durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, después de que la Komintern en 1934, en su VII Congreso, desarrollará la política del Frente Popular contra el fascismo.

La política del Frente Popular consistía, a groso modo, en agrupar en la lucha contra el fascismo y con la hegemonía del proletariado, a todas las capas progresistas de la sociedad, incluyendo en su base organizativa a las masas campesinas, a los intelectuales y a la pequeña burguesía democrática y aprovechar esta coyuntura para el establecimiento de democracias obreras y campesinas en vías al socialismo.

El Partido Comunista de España, bajo el liderazgo de José Díaz,  supo llevar la política del Frente Popular a la práctica y a pesar de errores en algunos asuntos en concreto, por lo general, al contrario que los partidos comunistas vecinos de Francia e Italia supieron hacer del Frente Popular una alianza de clases en la base, donde  en muchos casos, como la amnistía política y la expropiación de tierras en el campo, el gobierno tenía que ir a la zaga del movimiento popular y el Partido Comunista de España no esperó a este para la toma de decisiones.

Sin embargo, la pérdida de la guerra y la posterior represión franquista acabaron con una gran cantidad de cuadros marxistas-leninistas, lo que posibilitó que Carrillo y la Pasionaria hicieran del partido revolucionario de la clase obrera un partido inservible para la revolución y vendido a los intereses de la burguesía.

Así, los partidos de la Europa occidental entre 1978 y 1979 renunciaron formalmente en sus estatutos al marxismo-leninismo, a pesar de que ya lo habían hecho de facto hace mucho tiempo. El Eurocomunismo no es más que un intento de justificar teóricamente esta traición.

 

Las “nuevas condiciones”

El eurocomunismo basa su traición al movimiento obrero en unas supuestas “nuevas condiciones” que se daban en los países de la Europa Occidental después de la II Guerra Mundial, en un supuesto cambio en la naturaleza del Estado capitalista que Marx, Engels y Lenin no pudieron conocer, debido al grado de desarrollo de las fuerzas productivas.

“En cambio hoy el Estado aparece, cada vez más claramente, como el Estado gestor, y particularmente en el de la economía. Y como es el Estado gestor que no sirve ya los intereses del conjunto de la burguesía, sino de la parte de ésta que controla los grandes grupos monopolistas -económicamente fundamental, pero humanamente muy reducida -, ya no se enfrenta sólo, como tal Estado, con los proletarios avanzados, sino que lo hace directamente con las más amplias clases y capas sociales, incluida parte de la burguesía: entra en conflicto directo con la mayor parte de la sociedad.”

“Eurocomunismo” y Estado. Santiago Carillo

Podemos ver como de un soplo, Carrillo esfuma la contradicción principal entre la burguesía y el proletariado, olvida que, a pesar de las contradicciones existentes dentro del propio grupo de los capitalistas, los intereses objetivos como clase de la burguesía son opuestos a los de la clase obrera. Mientras los parásitos burgueses solo buscan reforzar la explotación con el fin de extraer más plusvalía, la clase obrera lucha cada día por resistir y liberarse del yugo del capital y acabar con la explotación del hombre por el hombre.

Carrillo pone en plano de igualdad a explotados y explotadores. Contrapone a un grupo muy reducido de capitalistas financieros con toda la sociedad, incluida gran parte de la burguesía, y grita a los cuatro vientos que los intereses de toda la masa que no entra dentro de ese grupo se han homogeneizado y se ven interesados en la lucha por el socialismo.

Sin embargo, la realidad dista mucho de esta idea. A pesar de los cambios económicos y sociales que se han producido, las clases sociales siguen siendo en lo sustancial las mismas que conocieron Marx, Engels, Lenin y Stalin.

Sería ridículo reducir todas las clases y los estratos de las mismas a clase obrera y burguesía. Nadie puede negar la existencia del campesinado, de la pequeña burguesía, de intelectuales o de la capa de funcionarios, de aristocracia obrera y de profesionales liberales sobornados por el propio Estado, y sería simplista homogeneizar sus intereses.

De hecho, es deber del propio Partido Comunista no hacer un análisis superficial y profundizar en este estudio, hacer un análisis específico de la situación concreta, saber aprovechar las contradicciones existentes entre las propias capas de la burguesía, tener en cuenta el carácter vacilante de la pequeña burguesía, los funcionarios y la aristocracia obrera, saber arrastrar a los intelectuales y al campesinado pobre a la lucha por el socialismo y en definitiva, explotar al máximo el potencial revolucionario de todas las capas de la sociedad en pro de la lucha por el socialismo.

Sin embargo, resulta aún más ridículo promulgar que toda burguesía que no pertenezca a un grupo muy reducido de capitalistas financieros está interesada por el socialismo, que el proletariado tiene que renunciar a su papel histórico como clase, de ser la vanguardia de las demás clases explotadas por la conquista del socialismo.  Y no resulta solo ridículo, sino que es de hecho una traición a la clase obrera, pues supone reducir la lucha y las aspiraciones de la clase obrera a las de la burguesía. Supone renunciar al socialismo, ponerse del lado del capitalista y bajo simbología y fraseología marxista embaucar a las masas trabajadoras para que luchen por los intereses de sus explotadores.

 

La toma del poder

Como ya hemos avanzado y no era de sorprender, los eurocomunistas en general y Carrillo en particular, renuncian a la toma del poder por medio de la violencia, renuncian a todo aquello que el marxismo-leninismo tiene de revolucionario y lo convierten en una ideología asumible para la burguesía. Su pretexto de las “novísimas condiciones” apuestan por una vía “democrática al socialismo”.

“La solución que tenemos que abordar es, en substancia, la lucha por conquistar posiciones, en la medida de lo posible dominantes para las ideas revolucionarias en lo que lo son aparatos ideológicos de la sociedad, sobre los que se asienta la autoridad y la fuerza moral y material del Estado capitalista (…). No se trata de conquistar estas posiciones para un partido sino para el conjunto de las fuerzas revolucionarias y progresistas que cada vez deben identificarse más con la democracia”

“Eurocomunismo” y Estado. Carrillo.

Así, la estrategia política del eurocomunismo es parasitar el estado, conquistar posiciones en este y apoderarse de los aparatos ideológicos para así, no defender los intereses de la clase obrera, sino los intereses de las “fuerzas revolucionarias y progresistas”, donde entra toda la burguesía que no pertenezca a ese grupo reducido de monopolistas.

Para Carrillo, la dominación de los aparatos ideológicos es el primer paso para iniciar una “democratización del Estado”, y hacer que este deje de servir a los intereses del capital financiero para empezar a servir a los intereses de las “fuerzas del trabajo y de la cultura” y paulatinamente se desarrolle hasta el socialismo.

Esto, dice Carrillo, es posible hoy en día y no en tiempos de Marx, Engels y Lenin porque el proletariado ha dejado de ser la única clase revolucionaria y ahora toda la sociedad exceptuando un grupo de capitalistas se ve interesada en la lucha por el socialismo.

La cuestión principal a la hora de abordar la toma del poder, la cuestión de la revolución proletaria, es la de si se ha de destruir la máquina estatal de la burguesía, o si por el contrario esta se puede tomar y reformar, por vía pacífica, en pro de los intereses de la clase obrera.

Marx, Engels y Lenin hablaron extensamente sobre esta cuestión y desmontaron en su día lo que hoy los eurocomunistas sacan del cajón de los renegados. La clase obrera no puede limitarse a parasitar el Estado burgués con el objetivo de conquistar el poder político en sus propias instituciones, sino que ha de destruirlo y suplantarlo por un nuevo poder, cualitativamente distinto al del Estado burgués: la de la dictadura del proletariado.

La burocracia y el ejército permanente del aparato burgués estatal se van reforzando día sí día también. Este hecho toma aún más relevancia durante el imperialismo, donde el estado burgués refuerza su aparato burocrático-militar hasta límites insospechados. Esta maquinaria estatal se forma y se desarrolla para la dominación de la burguesía sobre el proletariado, y por su esencia y sus formas es inservible para la dictadura del proletariado, para la dominación de una mayoría social sobre una minoría, para la dominación del proletariado sobre la burguesía.

Sin embargo, Carrillo da un paso más. Para él no se trata de parasitar el Estado y “tomarlo” por vía pacífica con el fin de instaurar un Estado proletario, sino un Estado que represente los intereses de todas las capas sociales que no entren dentro de la burguesía monopolista y según él, este Estado irá paulatinamente disolviendo las contradicciones de clases.

Este absurdo monumental no se sostiene por ningún lado. En el supuesto Estado en vías al socialismo la propia burguesía contaría con sus propios partidos, es decir, la propia burguesía contaría con total libertad con sus propias herramientas para la defensa de sus intereses. Es más, seguiría poseyendo los medios de producción y por lo tanto, el poder económico, a pesar de que se hubiesen nacionalizado los sectores estratégicos.

La propia nacionalización de los sectores estratégicos de la economía tampoco cambiaría la esencia de estas empresas, pues como nos ha mostrado la historia en más de una ocasión sería la nueva burocracia estatal la que explotaría a los trabajadores. Poner la palabra “público” delante de una empresa no cambia su esencia, solo la enmascara. Hace creer a los trabajadores que los beneficios que se extraen de la producción de estos sectores van destinado luego a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Nada más lejos de la realidad, estos beneficios se los apropia la burocracia estatal, que explota a los trabajadores igual que cualquier otro capitalista.

Carrillo no quiere asumir que los intereses de la burguesía no se pueden conciliar con los del proletariado, que no se trata de una cuestión de voluntad, que, empujados por la sed de ganancias y por la competencia, los capitalistas no pueden hacer otra cosa que explotar más y más a la clase obrera. Que, en el caso de haberle arrebatado el Estado al capital financiero, la propia burguesía que Carrillo mete en las “fuerzas del trabajo y de la cultura” acabaría por formar nuevos monopolios, con sus propios intereses imperialistas, pues la propiedad privada engendra capitalismo y el capitalismo se desarrolla hasta su fase de descomposición, el imperialismo.

En definitiva, la teoría eurocomunista sobre la “vía pacífica al socialismo” no es más que un engaño a las masas trabajadoras para embaucarlas y desviarlas del camino de la revolución, para que defiendan los intereses de sus explotadores, pues, al fin y al cabo, para los eurocomunistas el “socialismo” es de hecho capitalismo.

La burguesía jamás abandonará sus privilegios y cederá los medios de producción a la clase obrera por la gracia de Dios, por el contrario, librará una lucha encarnizada por sus intereses hasta el final. Solo la lucha revolucionaria de la clase obrera en alianza con el campesinado y con el Partido Comunista a la vanguardia, podrá destruir este sistema putrefacto y decadente e instaurar un Estado socialista

 

La cuestión del partido

Como los eurocomunistas no quieren hacer ni harán nunca una revolución, su “partido comunista” tampoco es, por ende, una herramienta de la clase obrera para la revolución. Así, vuelven al estilo de partido de la II Internacional.

“El partido es a la vez un partido de masas y de cuadros, de afiliados y de militantes. (…) El partido no se propone convertirse en la fuerza dominante del Estado y la sociedad, ni imponer su ideología a éstos con carácter oficial. La misión del partido es contribuir a que las fuerzas del trabajo y de la cultura conquisten la hegemonía político-social. Por eso, el partido no aspira a conquistar el poder para él, sino a un poder en el que participen y cooperen, según su peso real, los diferentes grupos políticos representativos de esas fuerzas, en una emulación por el progreso, el socialismo y la democracia.”

“Eurocomunismo” y Estado. Santiago Carillo

En primer lugar, vemos como renuncia a todo atisbo de centralismo democrático, como echa por tierra toda la teoría elaborada por Lenin sobre el partido de nuevo tipo y su necesidad en la época histórica del imperialismo.

Así, para el ilustrado eurocomunista, que acusa de “dogmáticos” e “inmovilistas” a los verdaderos marxistas-leninistas, ante la continua profesionalización del Estado burgués y su burocratización y militarización en la época imperialista, no ve la necesidad de profesionalizar a su vez el Partido Comunista y vuelve al modelo organizativo de los partidos de la II Internacional.

De esta forma, acaba con la unidad ideológica y por lo tanto con la unidad de acción dentro del Partido, pues la única condición para entrar en este es querer entrar en él. A fin de cuentas, al renunciar a la revolución, renuncia también a un partido revolucionario.

En segundo lugar, a pesar de hablar en otros extractos sobre el papel de vanguardia del Partido, en la práctica renuncia a él, pues pone en pie de igualdad al Partido Comunista con cualquier otro partido burgués.

Estos cambios en la organización y en el papel del Partido Comunista solo hacen de este una organización inofensiva para la burguesía y sobre todo suponen abandonar a la clase obrera, arrebatarle su Partido, su herramienta para la toma del poder.

Por último, veamos que papel tienen que tomar los comunistas y su Partido frente a la clase obrera  y en cuanto sus reivindicaciones y sus luchas.

“En esta perspectiva, la clase obrera, las fuerzas avanzadas de la cultura y, concretamente, los comunistas tenemos que habituarnos a hablar en nombre de la mayoría de la sociedad no sólo por palabras, sino por los conceptos que expresamos. (…) Sobre este terreno los partidos de la burguesía suelen llevarnos ventaja”

Solo le falta decir abiertamente que el Partido Comunista tiene que servir a los intereses de la burguesía. Hablar en nombre de la “mayoría social” en una sociedad de clases, meter en el mismo saco a explotados y explotadores equivale a hacerle el juego a los explotadores. Con razón apunta que “los partidos de la burguesía suelen llevarnos ventaja”, pues su intención es también la misma que la de la burguesía, esconder los antagonismos de clase y frenar la lucha de explotados contra explotadores.

Veamos hasta que punto llega la traición que supone el eurocomunismo de Carillo para la lucha de la clase obrera.

“Las huelgas deben negociarlas los representantes patronales y obreros. El orden de las manifestaciones debe ser asegurado por sus organizadores. (…) Si en algún caso no pueden (los capitalistas) ceder a lo que se les pide, que lo demuestren a los trabajadores a través de un sistema de negociación que permita a éstos conocer en todo momento, claramente, el estado de las finanzas de cada empresa”

“Eurocomunismo” y Estado. Santiago Carillo

No contento con destruir el Partido Comunista y volverlo contra los intereses de la clase obrera, se dispone a intentar desvirtuar el arma más elemental y básica que la clase obrera tiene contra los constantes ataques del capital. Así, intenta hacer de la huelga un arma inofensiva para la burguesía, que no suponga transvasar las barreras de la legalidad y negociada con la patronal. Llega hasta el punto de suponer que si el capitalista se ve apretado en las finanzas y este se lo demuestra a los trabajadores, estos tendrían que abandonar la lucha y resignarse a ser despedidos o trabajar en las nuevas y más precarias condiciones de trabajo.

¿No es acaso esto la defensa más clara y evidente de los intereses del capitalista? La huelga no es un pacto entre la patronal y los trabajadores, es en primera instancia una amenaza en la negociación que se materializa en una herramienta de presión de los trabajadores cuando la patronal no cede ante sus demandas. Una huelga no solo supone paralizar la producción y por lo tanto los beneficios de los capitalistas, sino que supone un sin fin de acciones más, tanto legales como ilegales, que fuerzan al patrón a ceder ante las demandas de los trabajadores. La huelga es además un paso adelante de la clase obrera hacia la revolución, una experiencia de lucha mediante la cual los trabajadores toman cada vez más conciencia de su condición de clase y de la necesidad de la revolución socialista.

Una huelga pactada con la patronal y que se adscriba estrictamente a la legalidad, a las normas burguesas, no puede ser nunca un arma de lucha que sirva para arrancarle de las manos a la burguesía los derechos de la clase obrera.

 

El marxismo-leninismo sigue más vivo que nunca

A pesar de las traiciones del eurocomunismo y tantos otros revisionistas, que intentaron hacer del marxismo-leninismo una ideología aceptable para la burguesía, el marxismo-leninismo como teoría revolucionaria del Partido Comunista y guía indispensable de su acción, como ciencia viva de la clase obrera que se profundiza y desarrolla en cada experiencia revolucionaria, está más viva que nunca.

La revolución socialista es hoy en día una necesidad histórica de primer orden a nivel mundial, el Estado capitalista es hoy más que nunca un sistema decadente que se arrastra agonizando hacia su final necesario. Las contradicciones del capitalismo se profundizan cada vez más y empujan a toda la clase obrera mundial a luchar por el fin de la explotación del hombre por el hombre, a la lucha por el socialismo.

“Las situaciones no se presentan fáciles, pero recordemos las palabras optimistas de Stalin <<no hay fortaleza que no sea tomada por los comunistas>>. Este optimismo revolucionario emana de las propias leyes objetivas del desarrollo de la sociedad. El capitalismo es un sistema que la historia ha condenado a sucumbir. Nada, ni la rabiosa resistencia de la burguesía, ni la traición de los revisionistas modernos, pueden salvarlo de su inevitable fin”

Enver Hoxha, Eurocomunismo es anticomunismo