Guía de lectura de autores clásicos y modernos

Anuncio
GUIA DE LECTURAS
DE A U T O R E S C L Á S I C O S Y M O D E R N O S
V
D e a c u e rd o c o n e l p ro g ra m a d e 3 .o a ñ o d e Id io m a C a s fe lla n o
d e la U n iv e rs id a d d e M o n fev íd eo ,
......................................
v
ILDEFONSO PEREDA VALDÉS
P r o f e s o r de L it e r a t u r a C a s t e l l a n a de la U n iv ersid ad de M o nte v id e o
NICOLAS FUSCO SANSONE
Profesor d e
I n s titu to N orm al d e S e ñ o r i ta s
GUIA DE L E C T U R A S
DE AUTORES CLÁSICOS
Y MODERNOS
De acuerdo con el Programa de\3. ° año de Idioma
Castellano de la Universidad de Montevideo
1.a P ar t e
Selección, n otas y com entarios por
Ildefonso
Pereda
Valdés
CLAUDIO GARCIA y Cía. - Editores
CALLE SA RA ND I 441
M O N T E V ID E O
1936
Dos autorizadas opiniones
sobre esta obra
D e l D r . E m ilio F ru g o n i
E x - c a t e d r á t i c o de L it e r a t u r a de l a Univ ersid ad de M o ntevid eo
M ontevideo, Marzo 18 de 1936.
Señores Dr. Ildefonso Pereda Valdés y Nicolás F u s­
co Sansone.
V
M is estimados amigos'. Considero que la “ Guía de L ec­
turas de Autores Clásicos y M odernos’ ’ que han confeccio­
nado V d s. ‘¡para enseñanza de la literatura castellana en
los Liceos, constituye un laudable esfuerzo y reúne excelen­
tes valores.
Las reseñas sintéticas de los ciclos literarios que abar­
ca y de los géneros que por ella desf ilan, están escritas con
claridad pedagógica y con método expositivo.
Las notas que marginan la selección de lecturas son
eruditas, y las transcripciones bien seleccionadas. Tal vez
pequen éstas por exceso en algún caso, dada la necesidad
lógica de guardar las proporciones en relación con la impor­
tancia de los escritores.
E11 cuanto,. a haber mantenido la lengua antigua en,
quienes la usaron, punto es a discutirse sin duda si ello con­
curriere o no 0 la preparación del estudiante liceal; pero rnc
inclino a creer que conviene poner ante sus ojos las etapas
de la evolución idiomàtica a través de textos fam osos y ha­
cerle ver cómo era en realidad el idioma en que escribieron
los primeros grandes forjadores de nuestra lengua.
Le estrecha cordialmente la mano su afmo.
Em ilio Frugoni.
0 4 721
*
6
PEREDA VAI,DES — EUSCO SANSONE
De
C a r lo s S a b a t E rc a s ty
P r o f e s o r da L i t e r a t u r a de la U n iv ersid ad de M o n te v ide o
Señor P ro feso r D r . Ildefonso Pereda Valdcs.
H e leído algunos capítulos de su “ Guía de Lectura de
A utores Clásicos y M odernos", y he tratado de abarcar,
auque en form a muy rápida, el plan general de Su obra.
Pienso que se trata de un trabajo claro, pedagógico y orde­
nado, de acuerdo con su finalidad docente, y que se adapta
muy bien a los actuales programas de primer año1 de L ite­
ratura de Enseñanza Secundaria y del Instituto N orm al.
Aunque no he podido leer su obra con el detenimiento de­
bido, a los efectos de form ular un juicio respecto a todos
ais valores, compulsando todo su material hasta en sus más
menudos detalles, puedo asegurarle que de m i primera im ­
presión llego a la seguridad de que será útil a la enseñanza
de la Literatura en las mencionadas instituciones.
Saludo a Vd. muy atte.
C . Sabat Ercasty.
(
Prólogo de la 1.a edición
Este libro pretende ser una guía de lecturas de autores
clásicos y modernos para los estudiantes de tercer año de
Idioma Castellano. Para ello, hemos tenido en cuenta en
primer termino una rigurosa selección de lecturas, recogien­
do ide cada autor lo que nos ha- parecido más característico.
D ifícil tarca la de seleccionar; si hemos acertado en ello,
habremos cumplido nuestro primer propósito.
Piemos precedido a los qutores en particular de una
breve reseña, que s ó lo ' pretende dar una orientación gene­
ral de cada período literario: la Literatura¡ Española en la
Edad M edia; el Renacim iento; la novela picaresca, etc. N o
se puede pretender exigir en cada panorama un estudio ana­
lítico de las obras de los autores que .en ella figuran, nues­
tra labor se reduce a una reseña, que por la síntesis que re­
quiere puede pecar de superficial.
Las notas son explicaciones sobre la evolución de la
lengua castellana a través de las épocas, referencias a la
historia literaria, particularidades de estilo y puntos gra­
maticales que se refieren a cada página co'mentada.
L os comentarios, al margen de cada página de lectura,
ayudarán a la tarea de desentrañar el sentido de cada autor
y a referirlo a la época en que escribe. Las biografías y bi­
bliografías, son auxiliares necesarios de la enseñanza. S i
nuestro libro es útil habrá cumplido su finalidad, si no lo
es, se debe a la Magnitud de la tarca emprendida.
Dice Rodó: “ E n parte alguna ese humilde libro que
^ueño se ha hecho tal corno lo imagino y corito sólo podría
realizarlo quien, teniend\a el criterio, el sentimiento y el gus­
to de un verdadero entendedor de la belleza literaria, tu­
viese al propio tiempo la vocación evangélica de hacer a las
8
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
almas nuevas e ignorantes esa obra de misericordia que con­
siste en abrir los ojos ajenos a la luz de lo bello” . Leyendo
estos párrafos de “ E l M irador de Próspero” , nos hemos
inspirado. Rodó anhelaba que un poeta, un creador de be­
lleza fuera al mismo tiempo el autor de ese modesto ensayo
didáctico. Con ese espíritu nos hemos aventurado a la obra
ingrata y d if ícil. L os lectores y la crítica dirán la última pa­
labra a ese respecto.
Algunas notas las hemos tomado al muestro M enéndez y Pidal y en la parte de selección hemos tenido en
cuenta su “ A ntología de prosistas españoles
E n el comentario de los textos, reproducimos las opi­
niones de grandes escritores como A zorín, Unamuno, M adariaga, etc., que permiten al alumno formarse un juicio
propio a través de las distintas interpretaciones que los ci­
tados autores nos dan de las m ejores páginas de la lengua
castellana.
Ildefonso Pereda Valdés.
N icolás Fusco Sansone.
(
Panorama de la Literatura Espa­
ñola en la Edad Media
S e caracteriza la sociedad en la Edad M edia por una
comunidad patriarcal en la cual las clases: nobles, villanos,
burgueses y clero, conviven bajo una misma jerarquía, a
cuya cabeza se encontraba la iglesia, ejerciendo su poder
espiritual. L a unidad espiritual dentro de la diversidad de
naciones, ciudades, condados y soberanías, la establecía la
iglesia, que adoptó en su organización la misma estructura
económica. A esta jerarquía, a esta organización social, se
le ha llam ado: feudalismo. E l cristianismo comenzó a e x ­
tenderse en el imperio romano, bajo Diodeciano y N erón
pero se convirtió en religión de estado con el Emperador
Constantino.
Cuando el imperio romano se transformó \en el estado
feudal, el cristianismo se hizo jerárquico, y la iglesia adqui­
rió la misma organización del ¡etsado feudal, príncipes, reyes,
emperadores, señores feudales, tuvieron su equivalencia en
las jerarquías de la iglesia, en los obispos, arzobispos, con­
cilios y órdenes religiosas, y el Papa como suprema autori­
dad, infalible vicario de Cristo. E n la Edad M edia aparece
el cristianismo como una fuerza de cohesión entre el monarca
y el pueblo, o de conciliación entre la nobleza y los reyes.
A l final de la Edad Media-, la iglesia será el auxiliar más
útil para consolidar el poder real. E l cristianismo conver­
tido en dogma, le quitó al hombre toda esperanza de re­
dención terrenal; creó un sistema de recompensas y castigos,
un cielo y un infierno para distraer al hombre de sus pro­
blemas terrenales, para igualar en el cielo al noble y al
plebeyo, al paisano y al señor, acentuando al mismo tiempo
en la tierra las desigualdades y las clases. E n esta “ noche
10
PEREDA v a i ,DES — FUSCO SANSONE
oscura de la Edad M e d ia ’ la iglesia lo era todo; uA arte
poderoso y atormentado creó las catedrales góticas, la esen­
cia v la form a geométrica de lo místico. La sociedad feudal
se distraía en torneos y en justas caballerescas. E l caballe­
ro —- del cual fu e suma esencia Rolando, el A quiles de la
Edad M edia — constituyó el modelo de toda una literatura
épico-lírica, cuyas manifestaciones más salientes fueron la
Canción de Rolando, los 'Nibelungos, éj, Poem a del M ío
Cid y el romancero. Pero al lado de esta épica narrativa,
paralelamente, se desenvolvía una poesía lírica que tuvo por
■motivos principales, el amor cortesano, el refinamiento pla­
tónico y el arte del “ gay saber” . A l lado de la Edad M e­
dia-, bárbara y brutal, florecía una- Edad Media “ enorme y
delicada” , que dijera Verlaine, “ E n esos tiempos bárbaros
florecía el culto a la dama, y trovadores entonaban un cán­
tico” , agrega B crdiaeff. E l influ jo de la m ujer dió a. la
Edad M edia una delicadeza de sentimientos que no habían
conocido los griegos, ni los romanos. E l código de la ga­
lantería sustituyó al verdadero amor. E sta poesía trovado­
resca hacía del amor un convencionalismo , caballeresco, re­
ducido a reglas y protocolos y este amor codificado produjo
una poesía insincera, “ el poeta no cantaba porque estaba
enamorado, sino que sentíase enamorado porque cantaba” .
L os poetas eran caballeros y los caballeros poetas, como
Thibaut de Champagne. Las cruzadas despertaron el espí­
ritu religioso y aventurero de los señores, pero en el fondo
de las cruzadas se escondía un interés económico, el de abrir
nuevas rutas al comercio. E n la sociedad feudal la econo­
mía era primitiva; el campo y el cultivo de la tierra las
fuentes de toda la riqueza. Recién con el nacimiento de una
clase social, la burguesía, que se va formando en las ciu­
dades — ; ( y al principio burgués y habitante de la ciudad
viene a significar lo m isino ) — se desarrolla el comercio y
una incipiente industria. Esta sociedad asaz com pkja crea
a la servidumbre que sustituye a la esclavitud, el puntal eco­
nómico de la sociedad antigua. E l siervo estaba sujeto a la
gleba y se vendía con la tierra, el noble cedía la tierra a
cambio de servicios. E l siervo se comprometía a entregar
parte de los frutos, a pagar una renta perpetua, y a servir
gratuitamente al señor según su profesión. E n las ciudades,
los artesanos estaban sometidos al régimen de las corpora­
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CI.ASICOS Y MODERNOS
11
ciones. N o e x is tía la libertad de trabajo y cada■artesano
d eb ía someterse a una corporación. Se recuerda que Dante
d eb ió in sc rib ir se en Florencia entre los farmacéuticos. Las
ciudades tenían sus libertades municipales, que habían
arrancado a los nobles laicos o eclesiásticos por medio de
ca rta s. Elegían sus 'magistrados, sus jurados, sus alcaldes.
S e n tía n s e orgullosos de su m\ilicia y de su ju s tic ia , pero
poco a poco debieron ir perdiendo estas libertades municipa­
les. Se recuerda en España, en la época de Carlos V , la úl­
tima derrota que los comuneros sufrieron en VM alar. Los
d r a m a s “ municipales” de Calderón y Lope de Vega, nos
n a rra n algunos de estos episodios. Un hecho evidente fué
que en- medio de esta sociedad feudal se fortaleció una clase
poderosa, la burguesía, que iba a servirse en provecho pro­
pio de los errores de la nobleza y de su creciente debili­
tamiento.
La literatura medieval se caracteriza por ser una lite­
ratura para todas las clases, aunque represente y refleje los
intereses de una sola: la nobleza. Despertaba una misma
emoción, porque tendía a ser eminentemente nacional. La
nación era la prolongación de la gens y de la fam ilia, era
un conglomerado artificial, d\onde las clases se confundían
aparentemente, pero en realidad el espíritu colectivo de esa
literatura era e{ epos: la- poesía épica. Estas sociedades re­
mozaron la épica de los griegos primitivos bajo el espíritu
cristiano y los N ibelungos, la Canción de Rolando y el P o e ­
ma del Cid, fueron sus manifestaciones más vigorosas. E n
España se conservó, y se conserva aún ese espíritu épico,
porque España fu é con su economía rudimentaria, la re­
presentación más fie l de la Edad Media. España se mantuvo
aislada como tina isla del restp de Europa, cuando apareció
esc movimiento transformador que fu é el Renacim iento,
que pocas huellas dejó en España. Absorta en su lucha con­
tra los moros y en sil ideal de la contrareforma, desempe­
ñando con la política de la casa. de Ausburgo el papel de
Q uijote de la Historia, desangrándose en luchas que le cos­
taron la ruina de su economía; batallando en países extran­
jeros por su ideal cristiano, que se refleja en su literatura
mística, en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz, España
vivió al margen de la época moderna, en plena Edad M e­
dia. España había precedido a otros países en conquistar las
12
rEREDA VALDIÍS — FUSCO SANSONE
libertades que lograron los germanos. L os reyes españoles
debieron luchar encarnizadamente para constituir la unidadnacional. Se aprovecharon de los caballeros y de los hidal­
gos para sus guerras contra los moros y éstos hicieron va­
ler sus derechos. ‘ ‘Fuente O vejuna” de Lope de Vega nos
ilustra como los señores dominaban en las aldeas, y de como,
también, los reyes se sirvieron de l o s . campesinos para ir
destruyendo su poder. Las Cortes eran convocadas a me­
nudo por los reyes, porque éstos no podian prescindir de los
nobles para procurar los recursos que necesitaban para sus
guerras.
La poesía épica de los siglos X , X I y X I I . no se pierde
en España, ni queda interrumpida por el mester de clerecía,
por la poesía erudita. U n poeta erudito como el Arcipreste
de H ita tendría que rendir culto al “ mester de joglaría” y
las canciones de gesta se prolongan a través del romancero
y del teatro. N o existió esa continuidad histórica en Fran­
cia, donde la poesía erudita mata el germen de la poesía po­
pular, donde el teatro en el siglo X V y X V I imita a la an­
tigüedad clásica, donde el Renacimiento se consolida en las
obras de Ronsard, de Rabelais y de Montaigne. E n España,
apenas si aparece en el teatro con Torres Náharro el lumi­
noso espíritu rer\acentista, pero este espíritu no llega a cua­
ja r en el teatro de Lope de Vega y de Calderón.
M enéndez y Pelayo al referirse a la poesía heroico-popular nos dice que esta era la poesía del pueblo, porque era
la poesía de todos y no había quien dejase de colaborar en
ella como autor, como oyente o como recitante. Pero si bien
la poesía épica aparece como la manifestación de un espí­
ritu colectivo y de ideas nacionales, no lo ficé en el sentido
que se supone lo fueran los poemas homéricos. Tuvo un
creador individual que recogió el sentir nacional; así fu e ­
ron poetas de talento, los que compusieron obras como el
poema del M ío Cid, del cual M enéndez Pidal supone, con
bastante razón, autor a un juglar de M edinaceli. ¿Q u é pa­
pel desempeñaban estos juglares? A los trovadores y jugla­
res se les compara con los aedos y rapsodas priegos. ¿Pero
eran los trovadores y compositores, y los juglares recita­
dores? E n Castilla se emplea la palabra juglar para desig­
nar al poeta. Sobre el origen de estos poemas reina casi la
misma incertidumbre. L os investigadores de los cantos pri-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
13
initivos franceses llegaron a la conclusión que el origen de
las canciones de gestas eran las cantilenas, pequeños poe­
mas que yuxtapuestos formaban un poema completo. Falsa
teoría. M ilá Fontanels demostró que los romances — y esta
era la tínica base probable de la aseveración — no eran sitio
hojas de un gran árbol común — el cantar de gesta. S e de­
mostró que los romances no eran anteriores a las gestas
(los romances viejos son siglo X V ) , y además, la unidad de
los poemas demuestra lo contrario.
E n Alemania, Grimm y H erdcr — elaboran sus teorías
casi semejantes (para Grimm la épica germánica nace de
una gran leyenda anónima popular — para Herder, que
modifica ligeramente la teoría de Grimm la leyenda anónima
es la generadora del epos). E n resumen, ambos identifican
la leyenda y el epos. Gastón París toma la teoría alemana
y la completa haciendo desaparecer toda frontera entre la
leyenda y la poesía. Para Bedier, en cambio, la leyenda tiene
una importancia secundaria en la form ación de los grandes
poemas épicos. E stos poemas se form an en el siglo X I I —
se refiere a la Canción de Rolando — sin que haya necesi­
dad de recurrir para la explicación a una leyenda conser­
vada en el pueblo en los mismos tiempos en que vivieron los
héroes. N o puede explicarse de una manera clara la relación
entre la leyendfl y el ep o s..
¿C uál es ef\ orige¡ii de la épica castellana? ¿E s un pro­
ducto espontáneo del alma nacional o el fruto de la influen­
cia extranjera? E s más admitida la teoría que supone a la
épica castellana derivada del mismo origen germánico que
se admite para la francesa, pues muy difícil resulta estable­
cer el entronque entre las leyendas y tradiciones de las ra­
zas primitivas que poblaban la península ibérica y la poesía
épica, como es también poco probable la relación entre la
poesía épica popular y la poesía latina popular de la Edad
Media, poesía de carácter lírico, cuya única analogía con
aquélla aparece en la métrica y la rima ( contrariamente a
las reglas de la poesía latina clásica, la pre-medieval admi­
tía el sistema métrico fundado en el acento, número de sí­
labas y en la rima).
Sobre la influencia arábiga y francesa mucho se ha es­
crito. Sobre las primeras las teorías están desacreditadas,
salvo un resurgimiento de ellas con la del arabista Ribera
14
PEREDA VALDES — EUSCC SANSONÉ
que afirm a"que en Andalucía en- los siglos I X - y X existía
una poesía épica romanceada que debió influir en la épica
castellana. Sobre la influencia francesa se ha exagerado de­
masiado. M enéndez P idal en su magistral estudio sobre el
Poema del M ío Cid, ha establecido en sus justas proporcio­
nes la influencia francesa. Pila se reduce e la repetición del
indefinido “ tanto” , la oración de Jimena pidiendo al cielo
la protección al Cid y algunos otros detalles menores. S i
en cuestiones exteriores la influencia es clara, en su esencia
difieren ambas creaciones del alma popular; el carácter histórico-rcalista del Cantar del M ío Cid, y en general de toda
la poesía heroica popular española difiere de la épica fran­
cesa- dada a exagerar las cualidades física i de los persona­
jes, a valerse de lo maravilloso. E l concepto de la lealtad
del vasallo a su rey, es más riguroso que el de aquellos ba­
rones franceses más díscolos y más independientes con res­
pecto a su soberano.
Paralelamente a esta poesía heroico-popular cuyas ca­
racterísticas generales hemos señalado, se desarrolla en E s ­
paña una. poesía erudita, cultivada por los clérigos, que en
medio de la caballería m,edieval, de las guerras y torneos,
conservaban en sus monasterios los tesoros de la cultura
antigua. La nueva escuela recibió el nombre de “ M ester de
Clerecía” en oposición al “ mester de joglaría” , arte vulgar,
arte del pueblo, tenido a menos por estos clérigos cultivado­
res de un arte culto, erudito. ¿ E n qué consiste el M ester de
Clerecía? E n cuanto a la versificación usaba esta escuela,
la “ cuaderna vía” , versos de catorce sílabas con acento pro­
sódico en la sexta, siendo cada estrofa monorrimada. E n
cuanto al asunto, el M ester de Clerecía pertenece a la poesía
didáctica que trataba de difundir entre el pueblo la vida y
milagros de los santos. Pero cuando se pretende llegar has­
ta el pueblo hay que emplear un legua je popular. ÍJe ahí
que los escritores eruditos recurran al “ román paladino, en
el cual cuele el pueblo foblar a su vecino” . L os asuntos de
sus libros no eran siempre religiosos. A lgunos poemas como
el “ Libro de A lcxa n d re” , tratan un lema griego cristiani­
zado. E n España fu é muy popular la leyenda de Alcxandre.
E l libro de-A lcxandre, que la populariza, es obra anónima
que ha sido atribuida a A lfo n so el Sabio, a Berceo y otros
escritores medievales. S u más probable autor fu é Juan L o-
CUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
15
,<■0 Segura, de Astorga. También se difundió la leyenda
de A le randre entre los árabes españoles, como lo ha demos'tralla en sus in te r e s a n te s estudios Em ilio G arda Gómez, pro­
fesor de la Universidad de Madrid. E l poema de A lexandre influyó en el poema de Fernán González, en el A r c i­
preste de Hita, en la Crónica de Pero N iño y en el roman­
cero general que recoge los “ Consejos de Filipo moribundo
a s u h ijo A lejan dro” , “ A lejandro vencedor y Darío fu g i­
tivo ” ’1 V “ A lejandro y la doncella tebana” . E s obra llena de
a n a c r o n is m o s que nos presenta un A lejandro caballero,
acompañado de sus doce pares. Demóstenes aparece con el
título de Conde y Aristóteles como un clérigo erudito.
E l más destacado de los poetas del M estcr de Clerecía
fu é Gonzalo de Berceo (1180-1247) clérigo del monasterio
de San Millán de la Cogulla, que escribió libros devotos,
vidas de santos como las de San M illón, y Santa Oria, el
sacrificio de la misa y el martirio de San Lorenzo. Berceo,
como e l Arcipreste de H ita, rinde culto al habla popular,
es un clérigo alegre y sano que sabe gustar de “ Un vaso de
bom vin” , que ama a la naturaleza como lo demuestra su
graciosa introducción alegórica a los M ilagros de Nuestra
Señora.
A l par que es%a poesía erudita se desarrolla, crece un
incipiente lirismo que tiene su primera manifestación en el
poema “ La razón de amor” , del siglo X I l l . E l lirismo pri­
mitivo encuentra en la lengua gallega y portuguesa, lengua
común a los reinos de Galicia y Portugal, un clima cálido
que hace brotar una lírica abundante, al in flu jo de la es­
cuela de los trovadores provenzales. Tres centros monopoli­
zan el naciente lirismo, de in flu jo provenzal: Cataluña, que
dió el más grande de los trovadores españoles, Ansias March,
Galicia y Portugal. L a lengua galaica-portuguesa <más des­
arrollada entoncesi que el castellano, más dulce y melodiosa,
fue el idioma de la poesía lírica en España, a excepción de
Cataluña, desde 1200 a 1350. L a expresión más alta de ese
lirismo fueron las Cantigas a Santa María, de A lfo n so el
.Sabio. 7 oda esta poesía se recoge en Cancioneros o colec­
ciones gallego-portuguesas, siendo las tres más importantes
el Cancionero de la Biblioteca Vaticana, el de A ju d a y el
Colocci-Brancuti. Con A lfo n so el Sabio la prosa castellana
adquiere una importancia considerable. Las anteriores nía-
16
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE,
nifestaciones son pobres y mosquinas: los Anales Toledanos
la refundición del Fuero Juzgo y algunas traducciones de
libros árabes como el Libro de K alila y Digma. Las dos obras
más importantes de A lfo n so el Sabio fueron la Crónica
General y la Siete Partidas, fruto de la colaboración de sa­
bios españoles y árabes, verdaderos monumentos jurídicos
e históricos. N o fu é A lfo n so el Sabio un escritor original,
pero 'tuvo el mérito inmenso de agrupar a su alrededor a los
más destacados ingenios de su época y refundir en una
“ summa” de conocimientos, la ciencia rudimentaria de en­
tonces, las leyes y preceptos anteriores, y las crónicas y le­
yendas desde la antigüedad hasta la época de su reinado.
La importancia de las Siete Partidas se puede considerar
desde distintos puntos de vista: como fuente del derecho
moderno, por su documentación sobre la sociedad medieval,
por su riquísimo vocabulario y finalm ente, por la rica va­
riedad de su estilo.
E n el siglo X I V observamos un principio de decaden­
cia de la epopeya y del M ester de Clerecía, y el resurgimiento
de la prosa didáctica y la recreativa. Tres escritores sobre­
salen en este siglo: el Infante D on Juan Manuel, el A r c i­
preste de H ita y el Canciller Pero L ópez de Ayala.
“ E l Conde Lucanor” , del Infante D on Juan Manuel,
es la obra en prosa más importante del siglo X I V . Consta
■de cincuenta y un capítulos llamados ejem plos y tres bre­
ves capítulos más llamados partes. Escrita en form a de con­
versaciones que el Conde 'tiene con Su consejero Patronio:
el Conde le consulta acerca de casos de moral social y po­
lítica y éste le contesta aplicando al caso un apólogo, una
alegoría o una parábola. L a prosa se hace en la obra de
Infante D on Juan M anuel más precisa y brillante, hay m a ­
yor riqueza de expresión que en sus antecesores, más sol­
tura y naturalidad.
Sin entrar a analizar el siglo X V y comienzos del X V I ,
siglos de transición entre la Edad M edia y la Moderna,
terminaremos esta reseña, con la figura más extraordina­
ria del siglo X I V : el Arcipreste de H ita. E n el Arcipreste
se ref unden dos tendencias opuestas, el mester de clerecía y
el mester de juglería. D el mester de juglería toma el metro
de la cuaderna vía, que adopta para la parte narrativa del
“ Libro del Buen Am or” — aquella que probablemente era
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
] 7
r e c ita d a — , los elementos eruditos del mester de juglería,
los metros populares, el estribóte, las cantigas de serranas,
los cantares de ciegos. Pero al mérito indudable de vigo­
rizar con su humorismo sano que recuerda a Chaucer, la
enclenque poesía- clerical, une el de haber esbozado los pri­
meros caractere* de la novela española la Trotaventos, ma­
dre de la Celestina, F urón — el criado “ mintrooso, debdo,
la d r ó n e mesturero, etc.” . Con el Arcipreste de H ita pene­
tra un soplo de vitalidad en la literatura española de la
Edad Media, soplo de vitalidad precursor ya del Renacimien­
to. E s el Goya del siglo X I V — vigoroso pintor de carac­
teres que es fe liz y genial cuando tiene que pintar un tipo
popular o caricaturizar un personaje real, pero que fracasa
cuando quiere expresar un sentimiento místico. L os santos
de Goya se parecen a los loores de la Virgen M aría del A r ­
cipreste: suenan a falso y convencional en medio de un inun­
do “ muy humano, demasiado humano” para no ser verda­
dero.
El Poema del Mió Cid y el Medio
Social de la Época
E l P oem a del M ió Cid re fleja adm irablem ente las cos­
tum bres, clases sociales e instituciones de la época. N o se
com prende bien el significado nacional del poem a, su vasto
aspecto de tapiz de una época, su carácter em inentem ente
g u errero y caballeresco, si no se le estudia en relación con
las costum bres y usos del siglo X II.
E l carácter nacional del poem a se expresa en su fide­
lidad com o p in tu ra de la época y del pueblo a que pertenece.
Com o observa M enéndez y P idal, 110 es el patriotism o ex al­
tad o que alienta en 'la Canción de R olando, aunque p u ra ­
m ente m ilitar, que se apoya en el irrazo n ad o entusiasm o
p ara a firm a r el propio valer y el desprecio al enemigo, lo
que caracteriza al P oem a del M ío Cid, puesto que no hay
en el P oem a una idea p atriótica tan precisam ente concebida,
como en la Canción de R olando. E n cambio — agrega el
m ismo au to r — en el Cid se re fle ja n las más nobles cuali­
dades del pueblo que le hizo su héroe: el am or a la fam ilia,
que anim a la ejecución h asta de las m ás altas y absorbentes
em presas; la fidelidad inquebrantable; la generosidad m ag­
nánim a y altan era aun p ara con el R ey; lz intensidad del
sentim iento y la leal sobriedad de la expresión.
Las clases sociales. — L as clases sociales están b astan ­
te bien definidas en el poema. L as clases b ajas no partici­
pan de la a c c ió n : relegadas a una categoría inferior, ape­
nas aparecen. Los burgueses y los judíos adinerados, que
ejercían el com ercio y hacían de prestam istas — únicos re ­
presentantes de las clases b ajas — los vem os en algunos
episodios (arcas del Cid, e tc .). El poem a es esencialm ente
un poem a de la nobleza. L a clase superior, de los fijo s dal-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
19
o se dividía en c a te g o ría s: en la escala m ás in ferio r se
los escuderos (jóvenes que se ejercitaban para
ser m ás tard e caballeros). D e m ayor categoría eran los ca­
balleros, que necesitaban p a ra poder ser llam ados así, la ce­
rem onia de “ arm arse caballeros” ; el rito consistía en ceñir
la espada el p adrino al bis,oño caballero. Los caballeros, a
su vez, eran de v arias c a te g o ría s: los de m ayor jera rq u ía
eran los infanzones, que criaban en su casa algunos escude­
ros y caballeros (ten ía n una especie de escuela de caballe­
ría. A esta categoría pertenecía el C id ). Superiores a los
infanzones eran los ricos om nes — que pertenecían a las
fam ilias m ás linajudas — y tenían com o vasallos a m uchos
caballeros. P ertenecían a la corte del R ey y entre ellos éste
escogía sus condes y potestades.
e n co n trab an
N o obstante, esta división de clases (que resulta m ás
com pleja en las clases alta que en la b a ja ) existía en aque­
lla época una convivencia p atriarcal, que en cierto m odo
suavizaba las asperezas de las categorías sociales. Sin em ­
bargo, el poema revela cierta anim osidad hacia la nobleza.
L os condes de C arrión — ricos hom bres — aparecen en
el poem a como tipos afem inados y cobardes. U n simple in­
fanzón como el Cid, tiene m ás potestad de hecho que ricos
hom bres como los de C arrión. E l R ey no vacila entre el
Cid y los Condes, en ponerse del lado del prim ero. El es­
píritu dem ocrático del poem a es una cualdiad que debe te­
nerse en cuenta al estu d iar este aspecto. El R ey — como
suprem a potestad de la nación — ejerce la función de equi­
librar las diferencias sociales: él es el m ediador — y así
aparece en la obra — de las querellas entre infanzones y
ricos hom bres. Sin duda, se aprovechará de las disputas
de los nobles p ara afia n z a r su poder, pero en apariencia
por lo m enos, es el m oderador poderoso de las contiendas
entre las subclases de la nobleza.
A rm a s: Se dividen en ofensivas y defensivas. L as ofen­
sivas e ra n : “ la lanza que tenía el astil de fresno, un fierro
ta ja d o r y un pendón. L a espada e ra ancha (de 50 a 75 m i­
lím etros, o m á s), de dos filos y con una canal en su eje,
que co rría desde cerca de la pu n ta hasta la m ism a espiga;
al ser levantada la espada después de haber herido, corría
la sangre por esa canal hacia la em puñadura, y m anchaba
20
PEREDA VALDES — fü S C O SANSONE
la m ano y el antebrazo del caballero. A sí se explican aque­
llos v e rs o s:
espada ta ja d o r, sangriento el braqo
p o r el cobdo ayuso la sangre destellando' (7 8 0 ).
A rm as defensivas: E l escudo. E ra grande (1.20 por
0.62 m etro s) de tabla, fo rra d a con cuero de caballo. Iba
guarnecido con u n a bloca o ad o rn o m etálico en el centro,
de donde p artía n radios, tam bién de m etal, hacia el borde
del escudo ; a veces esta guarnición e ra de" oro o plata. La
loriga e ra una túnica tejid a de m allas férreas o hecha de
cueros con escamas o anillos cosidos encim a. A veces tenía
tres dobleces, p a ra m ás defensa (3 6 3 4 ). P a ra evitar el roce
de la lo riga se vestía debajo de ella un belmez o túnica acol­
chada (3073, 3636) que en las representaciones g ráficas se
ve salir p or fuera del borde in ferio r de la loriga cosa de un
palm o m ás largo que ella. L a loriga se prolongaba en un
alm ó fa r o capucha de m alla que cubría la cabeza y la barba,
subiendo a veces h asta m edia n a riz ; p ara evitar su roce so­
bre los cabellos, se recogían éstos con una co fia de lino,
fru n cid a sobre la cara, '7789, 2436, 7 4 4 4 ). E ncim a del
alm ó far se ponía un yelmo atado a las m allas con m uchos
lazos de cuero o m oncluras (3 6 5 2 ) ; el yelmo solía tener en
su p arte an terio r un nasal o b a rra descendente, p a ra p ro ­
teger la nariz. L as piernas del caballero iban cubiertas de
a rrib a ab ajo con las calzas, y sobre éstas, se ponían las hue­
sas o botas fuertes y altas, propias p ara cam paña o v ia je ” .
E l tra je de paz era éste: “ prim ero se ponían la camisa,
después las calzas de paño cubierta to d a la pierna y los za­
patos, que solían ir adornados de labores (3 0 8 5 -8 8 ). Inm e­
diatam ente sobre la cam isa se ponían el brial, túnica hecha
por lo com ún de una tela de seda en tre tejid a con oro, lla­
m ada ciclatón, así que el brial y ciclatón venían a ser voces
sinónimas. L legaba el brial h asta los pies e iba hendido de­
lante y detrás p ara poder cabalgar cóm odam ente, dejando
caer cada m ita d de su fald a por uno y o tro lado del ca­
ballo. E ncim a del brial se ponía la piel o pellizón, abrigo
m ás corto que el brial, con m anga ancha o perdida, hecho
de arm iño (3 0 7 5 ) o de piel ele conejo, cordero y abortones
y fo rrad o el ex terio r con seda; el Cid llevaba siem pre se-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
21
m elar,I una rpiel de , berm ejo con bandas
de oro
g u' n cu
s il JLig*“
, .
7 oq-7 ) Sobre la piel se pom a el m anto, anudado o pren ­
dido en el hom bro derecho; iba forrado con arm iño (3 3 7 4 )
como el que se ve en el re tra to del Conde R am ón o con pie­
les” (M enéndez Pidal. V alo r histórico y arqueológico del
poem a del C id ).
(2 )
Métrica. — L a m étrica usada en el P oem a es m uy
prim itiva. Los versos se distribuyen sin ningún orden, en
m onorrim os asonantados de variad a extensión. H a y versos
de 20 sílabas y otros no pasan de 10. T iende a predom inar
la f o r m a : 7 -j- 7 y 8 + 8, divididos en dos hem istiquios.
H a y A lejandrinos auténticos (con hiato en la pausa
interm edia) :
“ Del agua fezist vino e déla piedra pan...
Con vocablo agudo en la pausa in te rm e d ia :
“ Cid, enel nuestro m al” ous non ganades n ad a
“ M as dezid nos deñ C id” ¿de que sera fagado?
“ Resugtest a L áz aro ” ca fue tu voluntad...
Teoría de Pedro H enriquez Ureña. — “ P. H enriquez
U reña lia dem ostrado, que frente a la versificación reg u ­
lar, existió siem pre en la poesía castellana una rítm ica, irre ­
gular, atenta, no al núm ero de sílabas, sino a. la d istribu­
ción de los acentos. E sta versificación llega a practicarse
h asta el siglo de O ro, pero fué sustituida por la absoluta
regularidad de la m edida, por el isocronism o silábico, y
hoy resurge con el m etro libre de las últim as escuelas
poéticas” .
Tesis de M ax H enriquez Ureña. — “ Lo fundam ental
p aia estudiar la versificación del P oem a del Cid es apreciar
que el verso castellano' se divide en verso simple y verso
com puesto, y que el sim ple se subdivide en cláusulas rítm i­
cas, según L a B arra, o en períodos prosódicos, según J a i­
me
reyre, atendiendo a la ley del acento, atendiendo al
ritm o, que es el que preside e in fo rm a todo verso” .
M ax H enriquez U re ñ a aplica a la versificación del
°em a las reglas- que se usan p a ra analizar un verso com­
puesto.
PEREDA VAT.DES — FUSCO SANSONE
22
De los sos ojos tan fuertem ientre llorando,
to rn av a la cabega y estávalos catando.
V ió puertas abiertas e ugos sin cañados,
alcánras vazias sin pielles e sin m antos
e sin falcones e sin adtores m udados.
Sospiró m ió Cid, ca m ucho avié cuidados.
Fabló m ió Cid bien e tam m e s u ra d o :
“g rad o a ti, señor p adre” , que estás en alto!
E sto me an bouolto mios enem igos malos.
Se p aran d o los dos períodos prosódicos de que se com ­
pone cada verso, tendrem os que, por el procedim iento ante­
rio r, unos pueden com binar en igualdad de m edida con
o tr o s :
D e los sos ojos...
e sin falcones...
Fabló mió Cid...
que estás en alto...
esto m e an boulto...
O, p o r o tra p a r te :
T a n fuertem iente llorando...
e sin adtores m udados...
m ios enem igos malos...
O b ie n :
to rn av a la cabega...
y estábalos catando...
V ió puertas, abiertas...
e u q o s s i n cañados...
O b ie n :
Sospiró m ió Cid...
grado a ti, señor padre...
P o r el m ism o procedim iento se obtiene el fracciona­
m iento del verso largo de las gestas en dos octosílabos p ara
fo rm a r el rom ance, y el proceso se explica, según el m ism o
procedim iento.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
23
(3 )
Otros cantares de gesta. — El ca n ta r de gesta más
im portante es el P cem a del M ío Cid, pero no es el único.
E l cantar1 de lo<\ Infantes de Lara. — E s uno de lo's
más antiguos. L a g u erra de reconquista co n tra los árabes
inspiró este cantar, que, sin em bargo, tiene por núcleo p rin ­
cipal un asunto fam iliar entre D oña L am bra — cruel y
vengativa — y su esposo, R uy V elazques y los sobrinos de
éste, los infantes de L ara, por o tra parte. F ué escrito p ro ­
bablem ente hacia el año 986. E n el siglo X I I I se compuso
un segundo cantar, que se halla prosificado en la Crónica
de 1344. E xisten varias refundiciones del cantar, pues el
tema ha dado m otivo de inspiración a cantares y rom ances.
Bernardo del Carpió. — P ertenece a la leyenda de Carlom agno que se difundió en E sp añ a en el siglo X II. B er­
nardo del C arpió es un héroe español. P erso n aje legenda­
rio, aunque al parecer hay indicios de que existió un B er­
nardo histórico.
Mainete. —■ Con el nom bre de M ainete se difundieron
las hazañas de C arlom agno en España. E ste poem a perte­
nece al ciclo legendario de C arlom agno.
Don Rodrigo o la Perdida España. — Sé supone h a ­
ya existido un viejo cantar de gesta sobre la P e rd id a E s­
paña y el últim o rey visigodo. F u é tem a de algunos rom an­
ces. Según el texto de la C rónica General parece haber
existido un viejo ca n ta r de gesta sobre la h isto ria del in­
fante Don Garcíá, asesinado en León en 1029.
Ronsespalles. — Así h a titu lad o M enéndez P idal a unos
cien versos, m onorrim os, de versificación irreg u lar al es­
tilo de los cantares de gesta. P arece haber sido escrito en
el siglo X III.
Cantar de Fernando I. Cantar del Cerco de Zamora. —
Con el poem a del M ío Cid fo rm a ría u n a trilogía épica. El
prim ero, n a rra la infancia del Cid y term ina con la m uerte
de F ern an d o I. E l C antar del Cerco de Z am ora es una re­
fundición p rosificada de la C rónica General. Se refiere al
Cerco de Z am ora y term ina con el destierro del Cid. El
Poem a del M ío Cid sería, pues, u n a continuación de este
cantar.
Poema del Mio Cid
C A N T A R D E L D E S T IE R R O
— 1 140 — ?
1
De los sos o jo s tan fuertem ientre llorando, (1 )
to rn a va la cabega i estávalos catando. (2 )
V io puertas ab iertas e ugos sin cañados, (3 )
alcándaras (4 ) vazias sin pielles (5 ) e sin m antos
e sin falcones e sin adtores (6 ) m udados.,
Sospiró m ió Cid, ca (7 ) m ucho avié grandes cuidados.
Fabló mió Cid bien e tan m esu rad o : (8 )
“ G rado a ti, señor padre, que estás en alto ” !
“ E sto m e an buolto (9 ) m ios enem igos m alos” .
2
A güeros en el Camino de Burgos
Allí piensan de ag u ijar, (1 0 ) allí sueltan las riendas.
A la ex id a (1 ) de B ivar, ovieron la co rn eja (1 2 ) diestra,
e en tran d o a B urgos oviéronla siniestra.
Megió m ió Cid los om bros y engram eó la tiesta. (1 3 )
“ A lbricia, A lv ar Eañez, ca echados somos de tie rra ” .'
“ m as a g ran d o n d ra tornarem os a C astiella” . (1 4 )
3
E l Cid entra en Burgos
M ió Cid R oy Díaz, por B urgos entróve, (1 5 )
E n sue com paña sessaenta pendones; (1 6 )
g u ia
de lectura s
dé a u to res
CLASICOS y MODERNOS
25
pxien lo veer m ugieres e varon es,
burgeses e burgesas, ( i 7 ) P °r las fm iestras (1 8 ) soné,
plorando de los ojos, (1 9 ) ta n to avien el dolore.
D e las sus bocas todos d izían una ra zo n e:
“ D ios, qué buen vassallo, si oviesse buen se ñ o re !”
N adie hospeda al Cid. Sólo una niña le dirige la pala­
bra p ara m andarle alejarse. E l Cid se ve obligado a acam ­
par fuera de la población, en la Glera.
Com bidar le ien de g rad o, m as n in gu n o non o s a v a :
el rey don A lfo n s so tan to a v ie le g ra n d saña. (2 0 )
A ntes de la noche en B urgos dél entró su carta,
con grand recabdo e fuertem ientre seellada: (2 1 )
que a m ió Cid R oy D íaz que nadi nol diessen posada,
e aquel que gela diesse sopiesse vera palabra
que perderie los averes e m ás los ojos de la cara,, (2 2 )
e aun demás los cuerpos e las almas.
G rande duelo avien las yentes cristian a s; (2 3 )
as;cóndense de mió Cid, ca nol osan dezir nada.
E l Cam peador adeliñó (2 4 ) a su p o sa d a;
así como llegó a la puorta, fallóla bien perrada,
por miedo del rey A lfons, que assí lo p a ra ra n : (2 5 )
que si non la quebrantáa, que non gela (2 6 ) abriessen por
[nada.
Los de mió Cid, a altas vozes llam an,
los de dentro non les querién to rn a r (2 7 ) palabra.
A guijó mío Cid, a la p u erta se llegaua,
sacó el pie del ;e stribera, una feridal d av a;
non se abre la puerta, ca bien e ra gerrada.
U n a nina de n u ef años a ojos se p a ra v a :
((^ a C am peador, en buena ginxiestes espada!
((
rey 1° h a vedado, anoch dél en tró s/li carta,
«
§ ran recabdo e fuertem ientre seellada,
" on vos osariem os ab rir nin coger p o r n a d a ;
„ S1 llon' Perderiem os los averes e las casas,
u p .aun dem ás los ojos de las caras,
,¡ U ’ en el nuestro m al vos non ganades n ad a ;
m as el C riad o r vos vala con todas sus vertudes san tas” .
26
p iír S d a
v a i .d iís
—
fusco
s a n s o n ií
E sto la niña dixo e tornos p o ra su casa.
Y a lo vede el Cid que del rey non avie gracia,
P artio s déla puerta, por B urgos aguijaua,
llegó a S an ta M aría, (2 9 ) luego descav alg a;
fingó los inojos, (3 0 ) de corazón rogava.
L a oración fecha, luego cavalgava;
salió p o r la p uerta e A rlanqón (3 1 ) passava.
Cabo B urgos essa villa en la glera posava,
fincava la tienda e luego descavalgava,
Mió C¡d R oy Díaz, el que en buena ginxo espada,
posó en la glera quando nol coge nadi en casa;
d erred o r dél una buena conpaña.
A ssí posó m ió Cid como si fosse en m ontaña.
V ed ad a l’an conpra dentro en B urgos la casa
de todas cosas quantas son de v ian d a;
nol osarien vender al m enos dinarada. (3 2 )
NOTAS
(1 )
E s ta e x p re s ió n “ t a r fu e r te m e n te llorando*' re c u e rd a a la C h a n s o n d e
R o la n d .
(2 )
C a ta n d o — m ira n d o .
(3 ) u c o s s in c a ñ a d o s — p u e r ta s s in ca n d ad o s.
(4 ) a lc á n d a ra s . — .P e r c h a s d o n d e se p o s a b a n la s av e s d e c e tr e r ía .
(5 ) p ie lle s — tú n ic a de p ie l.
(6 ) a d to r e s — fo rm a m u y a rc a ic a p o r az o re s.
(7 ) c a — p u es.
(8 ) m e su ra d o . — E l fa b la r ta m m e su ra d o , ta n c o m e d id a m e n te , e ra v ir tu d
m u y e s tim a d a e n u n c a b a lle ro .
( 9 ) b u o lto . — U rd id o . E ! C id a lu d e a
q u e le a c u s a ro n fa ls a m e n te a n te el R ey .
(1 0 ) a g u i ja r — p ic a r el ca b a llo p a ra
q u e a n d e d e p ris a .
(1 1 ) E x id a . — sa lid a .
(1 2 ) C u a n d o en el c a m in o v o la b a la c o rn e ja de la d e re c h a a la iz q u ie rd a
e ra
b u e n a g ü e ro . E l a g ü e ro q u e o b s e rv a b a el C id e ra , p u es, ad v e rs o .
(1 3 ) M o v ió los h o m b ro s y s a c u d ió la c a b e z a , a d e m á n u e p a re c e d e s tin a d o
a re c h a z a r e l m a l a g ü e ro .
(1 5 ) L a p a ra g o g e d e e s ta c o p la s e u s a b a e n el c a n to d e la p o e s ía n a r r a tiv a
p a ra n iv e la r la s te rm in a c io n e s a g u d a s ( e n tr ó ) c o n las lla n a s ( p e n d o n e s ) . E s ta f o r ­
m a d e p a ra g o g e a n t ig u a e n tro -v e ( a s í u s a d a e n la G e s ta d e los I n f a n t e s d e E a r a ,
p e ro e n los ro m a n c e s d el sig lo X V s e r ía e n tr o -e ) se h a lla b a sin d u d a e n el o r i­
g in a l q u e se sirv ió P e d r o A b a d , p u e s é s te c o p ió e n tr a v a , e s tr o p e a n d o el a s o n a n te . ‘
(1 6 ) A q u í la g 'en te del C id se c u e n ta p o r el n ú m e ro de p en d o n e s, lílá s co ­
m ú n e s c o n ta r p o r e l n ú m e ro d e la n z a s.
( 7 ) b u r g é s — v e c in o d e u n a c iu d a d o villa.
(1 8 ) fin ie s tr a s — v e n ta n a s .
(1 9 ) p lo ra n d o d e los ojos. E x p re s ió n im ita d a de !a C h a n s o n de R o la n d .
(2 0 ) s a ñ a — com o a c tu a lm e n te .
(2 1 ) c o n
d e l rey .
p re v e n c io n e s
m u y s e v e ra s
y a u to r iz a d a en
to d o r ig o r
p o r e l sello
(2 2 ) E s te v e rso y el s ig u ie n te re s u m e n la c lá u s u la p e n a l q u e s o lía p o n e rs e
e n la s c a rta s d e la E d a d M e d ia m a ld ic ie n d o c o n c e g u e ra
y e x c o m u n ió n a l q u e
v io la se lo d is p u e s to e n a q u e lla s y c o n d e n á n d o le a d e m á s a u n a m u l ta . A lfo n so
VI
GUIA
DE LECTURAS
DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
27
d e e s ta c lá u s u la e n su s d ip lo m a s , p e ro s u n ie to A lfo n so V I I la
c o r lo ta n to , iba y a h a c ié n d o s e a rc a ic a c u a n d o s e e s c rib ió el c a n ta r .
a b a “ ( 2 3 ) ° i a s y e n te s c ris tia n a s , s ig n if ic a : to d o s.
(2 4 ) a d e l i ñ ó — se e n c a m in ó .
(2 5 ) a s s í lo p a r a r a n — a s í lo h a b ía n
d is p u e s to .
re a lm e n te
US°
a
'
(2 6 )
(27)
(2 8 )
(2 9 )
(3 0 )
(31)
e s ta r
v
« e la — se ,a to r n a r — d ev o lv er.
E n b u e n a o m itie n d o el s u s ta n tiv o h o ra , e ra m u y c o rrie n te .
S a n ta M a r ía e ra la c a te d ra l de
B u rg o s .
fin c ó los in o jo s — se h in c ó d e ro d illa s.
E l C id p a só el r'jo A r la n z ó n p o r el p u e n te de S a n ta M a r ía ( a s í llam a d o
in m e d ia to a la ig le s ia c a te d ra l, d o n d e el C id a c a b a b a de h a c e r o ra c ió n )
T a c a m p a e n la E'lera o a re n a l d e l río .
(3 2 ) d in a r a d a — c a n tid a d de co m e stib le s q u e se c o m p ra co n
u n d in e ro .
COMENTARIO
El Ci<i llam a a sus parientes y vasallos y les dice cómo el rey lo
m anda salir de sus tierras, dándole un plazo de nueve días. L es pregunta
quiénes quieren ir con él y quiénes quieren q u e d ar. E n nom bre de sus
leales, habla A lfa r Fañez — su prim o corm ano — ; “C ontigo irem os, Cid,
por yerm os y por poblados, pues nunca os abandonarem os m ientras sea­
mos sanos, y con vos defenderem os las m uías y los caballos, los haberes
y los paños. Siempre te servirem os com o leales vasallos.
El M ió Cid (m i s e ñ o r) se dirige de B ivar para B urgos. E n el ca­
mino malos agüeros le esperan. L a corneja siniestra volaba de izquierda
a derecha, lo que era presagio de m ala ventura. E l Cid entra en B urgos
y le acom pañan sesenta pendones.
La exclam ación de las “yentes cristianas'’ : “Dios, que buen vasallo,
si oviesse buen señore” es indicio de la solidaridad del pueblo para con
el Cid y al mismo tiem po una crítica al rey que no había sabido ser buen
señor con tan excelente caballero y vasallo suyo.
El Cid no se queja de su señor, el rey A lfo n so V I, sino de los corte­
sanos que no supieron ser leales, intrigaron al rey y lo indispusieron para
con el Cid. A quí — com o en otros aspectos del poem a — se aprecia la
lealtad del Cid p a ra con su señor, su calidad de buen vasallo, que con­
trasta con ese tipo díscolo de caudillo o de señor tan frecuente en los
poemas épicos e x tra n je ro s y aún en algunos españoles.
N adie hospeda al Cid. Se cum ple estrictam ente la orden del rey, su
c arta con gran recabdo y fuertem ientre seellada”. Sólo una niña le di'■ge la palabra para m andarle alejarse.
Las palabras de la niña son conm ovedoras de te r n u r a :
Y a Cam peador (b a ta lla d o r), en buena ginxiestes espada.
El rey lo ha vedado, anoch del entró su carta
con grand recabdo e fuertem ientre sellada.
N on vos osariem os a b rir nin coger por n a d a ;
si non, perderiem os los averes e las casas,
e aun demás los ojos de las caras.
Cid, en el nuestro m al vos non ganades n a d a s :
m es el C riador vos vala con todas sus vertudes” .
28
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
E l E l Cid pasa el río A rlanzón por el puente de Santa M aría y acam ­
pa en el arenal del río.
R U T A D E L CI D
“N o tiene el Cid un paisaje definido como podía esperarse. E l pai­
saje fuerte, escueto, erizado, que todos hemos llegado a adjudicarle den­
tro de la im aginación. P e ro sí un am biente dócil a la sugerencia, un aire
de fácil evocación. E l paisaje de sus andanzas v aría de tono con la m ism a
sencillez que el poem a, donde a las duras cabalgaduras se suceden los epi­
sodios tiernos y jugosos. Lo que nos presenta el Cid como un buen padre
de nuestra leyenda medioeva. M ío Cid no redujo su labor a la hazaña
guerrera, a la conquista, a la c o rre ría medieval. Sino que adem ás expandió
su personalidad por los cam inos, empapó de ella la tie rfa go rd a de las
heredades.
P o r eso es muy sencilla hacerle surgir. P o r eso todos los cronistas
le han oído cabalgar por C astilla a medida de su deseo. P orque basta incarle, en medio de los cam pos predispuestos al juego d e m agia, para que
la tie rra estíre su sueño y vuelva tcdo el color — desvaído de aquellos días.
V IS T A DE BURGOS
E l valle del A rlanzón tiene un aire risueño y transparente. Poco
denso. A su trav és se distinguen los colores de C astilla con singular dia­
fanidad. V erdes secos, ocres, rojos, como conviene a su elem ental suges­
tión guerrera.
Q ue desbarata la entrada en B urgos. A g u ja s góticas. A ntenas, hilos
telegráficas. N i un atisbo de bélico perfil, a pesar de la cresta terre ra
que se yergue sobre los tejados. A pesar del río con ncm bre sonoro — A r ­
lanzón — , pero de aguas tranquilas, casi joviales.
P a ra buscar el cam ino del Cid es necesario volver la espalda a la
ciudad, envolverse con las m ás em pinadas callejas. Subir a la p a rte an­
tigua, desnivelada y pintoresca.
A llí, en el m ás viejo rincón, defendido por m urallones, está el Solar
del Cid, desde donde el buen R u y D íaz diestro sus ojos infantiles m i­
rando cara a cara la llanura que se inicia a los pies.
“H a sta 1712 estuvo en frente la parroquia de San M a rtín de V e jarrú a , en la que fué bautizado”, dice una vieja gula de la ciudá't¡. A hora
no quedan m ás que unas casas encorvadas, de pacífico aspecto labrantío,
apoyado su vejez en una puerta m u d éja r.
D etrás, el antiguo cem enetrio burgalés, tam bién reposante y olvidado,
afianzando sím bolos. Y encima el castillo, donde celebraron sus bodas
M ió Cid y D oña Jim ena. T o d o perdido, caído, desm oronado. Sin vigor,
pero con silencio.
“L a Rut a del Cid". — E d u ard o de O ntañón.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
29
j}¡ Cid empobrecido acude a la astucia de Martín A n ­
tolínez. — Las arcas de arena
p abló m ió 'Cid, el que en buen o ra cinxo e s p a d a :
“ M artín A n to lín ez, sodes a rd id a langa!
“ si y o v i b o ,
doblar vo s he la soldada.
( i)
« Espeso e el oro e to d a la plata,
“ bien lo veedes que yo rio trayo nada,
“ huebos (2 ) me serié p o ra toda m i com paña ;
“ fer lo he am idos, de grado non avrié nada. (3 )
“ Con v u estro consejo, b astir (4 ) quiero dos arcas;
“ ¡lidiárnoslas d ’arena, ca bien serán pesadas,
“ cubiertas de guadalm egi ( 5 ) e bien enclaveadas” .
7
Las arcas destinadas para obtener dinefo
burgaleses
de dos Judíos
“ L os guadam egís ve rm ejo s e ios clavo s bien dorados.
“ P o r R aquel e V id a s vayád esm e p r iv a d o :
“ quando en B urgos me vedaron com pra y el rey me a ayrado
“ non puedo tra e r el aver, ca m ucho es pesado,
“ enpeñar gelo he por lo que fore guisado; (7 )
“ de noche lo lieven, que non lo vean cristianos.
“ Véalo (8 ) el C riad o r con todos los sios santos,
“ yo m ás non puedo e am idos lo fag o ” . (9 )
8
Martín A ntolínez vuelve a Burgos en busca de los judíos
M artín A ntolínez non lo detard av a (1 0 )
passó por B urgos, al castiello entrava, (1 1 )
por R aquel e V idas apriessa dem andava.
9
Ti ato de M artín A ntolínez con los judíos. —- E stos van a
la tienda del Cid. — Carga con las arcas de arena
R aquel e V idas en uno estavan amos, (1 2 )
en cuenta de sus averes, de los que avien ganados.
30
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
L legó M artín A ntolínez a guisa de m enbrado: (1 3 )
“ ¿O sodes, R aquel e V idas, los m ios am igos caros?
“ E n p o rid ad (1 4 ) fab lar q u erría con am os” .
N on lo detardan, todos tres se apartaron.
“ R aquel e V idas, am os me d at las m anos, (1 6 )
“ que non me descubrades a m oros nin a cristianos; (1 7 )
“ p o r siem pre vos fa ré ricos, que non seades m enguados.
“ E l C am peador por las parias (1 8 ) fo entrado,
“ grandes averes priso e m ucho sobejanos, (1 9 )
“ retovo dellos quanto que fo alg o ; (2 0 )
“ p o r en vino a aquesto p o r que fo acusado.
“ Tiene dos arcas llennas de o ro esm erado. (2 1 )
“ Y a lo veedes que el rey le a ayrado.
“ D exado h a heredades e casas e palacios.
“ A quellas non las puede levar, sinon, serié v en tad o ; (2 3 )
“ el C am peador dex ar las ha en v u estra m ano,
“ e prestalde de aver, lo que sea guisado.
“ P rended las arcas e m etedlas en vuestro salvo; (2 4 )
“ con g ra n d ju r a m eted i las fedes am os, (2 5 )
“ que non las catedes en todo aqueste añ o ” .
R aquel e V idas seiense c o n se ja n d o :
.
“ N os huebos avernos en todo de g an a r algo.
“ Bien lo sabem os que él algo a gañado,
“ quando a tie rra de m oros entró, que g ra n aver a sa c a d o ;
“ non duerm e sin sospecha qui aver trae m onedado. (2 7 )
“ E stas arcas, prendám oslas amos,
“ en lo g rar las m etam os que non sea ventado.
“ M as dezidnos del Cid, de qué será pagado,
“ o qué ganancia nos d ará por todo aqueste a ñ o ? ”
R espuso M artín A ntolínez a guisa de m e n b ra d o :
“ m yo Cid q u errá, lo que ssea ag u isa d o ;
“ pedir vos a poco por d ex ar so aver en salvo.
“ Acógensele omnes de todas partes m enguados,
“ a m enester seygientos m arcos” .
<,
D ixo R aquel e V id a s: “ d ar gelos hem os de g ra d o ” .
— “ Y a vedes que en tra la noc'h, el C 'd es pressurado,
“ huebos avernos que nos dedes los m arcos” .
D ixo R aquel e V id a s : “ non se faze assí el m ercado,
“ sinon p rim ero prendiendo e después dando” .
D ixo M artín A n to lín e z : “ yo desso me pago.
“ A m os tred al C am peador contado, (3 0 )
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
31
“ e no.s vos ayudarem os, que assí es aguisado,
“ por ad u cir las arcas e m eterlas en vuestro salvo,
“ que non lo sepan m oros nin cristianos” . (3 1 )
D ix o R aqu el e V id a s : “ non desto nos pagam os.
“ L as archas aduchas, prendet seyesgientos m arcos” ,
M artín A n to lín ez cau algó p riva d o
con R aquel e V idas, de voluntad e de grado.
N on viene a la puent, ca por el agua a passado, (3 2 )
que gelo non ventassen de B urgos ornne nado.
A févoslos (3 4 ) a la tienda del C am peador contado;
assí comino entraron, al Cid, estávalos fa b la n d o :
S onrrisós m ió Cid, estávalos fa b la n d o ;
“ !ya don R aquel e V idas, avédesm e o lb id a d o !
“ Y a me exco (3 5 ) de tierra , ca del rey so ayrado.
“ A lo quem sem eja ,( 3 6 ) de lo m ió avredes algo;
“ m entra .que vivades non seredes m enguados” ,
R aquel e V idas a m ío Cid besáronle las m anos. (3 7 )
M artín A ntolínez el pleyto a parado, (3 8 )
que sobre aquellas arcas d ar la ien seyscientos m arcos
e bien gelas g u ard arien fa sta cabo del año,
ca assil dieran la fed e gelo auien ju rad o ,
que si antes1 las cantassen que fossen perjurados,
non les diesse m ió Cid de ganancia (3 9 ) un dinero malo.
D ixo M artín A ntolínez: “ carguen las arcas privado. (4 0 )
“ Levaldas, R aquel e V idas, ponedlas en vuestro salvo;
“ yo iré convusco, (4 1 ) que adugam os (4 2 ) los m arcos,
“ ca a m over h a m ió Cid ante que cante el gallo” . (4 3 )
Al carg ar de las arcas veriedes gozo t a n t o :
Non las podien poner en som o m aguer eran esforzados. (4 4 )
G rádanse R aquel e V idas con averes m onedados,
ca m ientras que visquiessen refechos (4 5 ) eran amos.
NOTAS
(1 ) a rd id o , ía rd id o . V a lie n te , d e n o d a d o : a r d id a l a n c a : ca b alle ro v a lie n te .
(2 ) h u e b o s : N e c e s id a d , m e n e s te r.
(3 ) >de g ra d o n o n a v r ié n a d a — “ m e lo p ro c u ra r é (el o ro y la p la ta ) a la
fuerza, p u e s d e g ra d o no lo t e n d r ía .”
(4 )
b a s tir . D is p o n e r, p re p a ra r.
(5 )
(7 )
(8 )
g u a d a lm e c í : cu e ro c u rtid o
g u is a d o : ju s to , ra z o n a b le .
v é a lo : jú z g u e lo .
y a d o rn a d o d e
d il'u os.
(9 ) L a re fu n d ic ió n d el C a n ta r c o n o c id a a fin es del sig lo X I I I p o r la P r iP aV b ^ r ° n *Ca ^ e n e ra l» m o ra liz a b a m á s lo s p e n s a m ie n to s del C id , a ñ a d ie n d o a sus
J ia s e s ta s o t r a s : “ m a s si D io s m e d ie se co n sejo (e s to e s : m e a y u d a s e ) , yo
k e o e n m e n d a ré e g e lo p e c h a ré e o d o ” .
PEREDA VALDUS — FUSCO SAN SONE
32
(1 0 ) d e t a r d a r : re ta rd a r .
(1 2 ) a m o s : am b o s.
(1 3 ) a g u is a d e m e m b ru d o : com o h o m b re
(1 4 )
P o r id a d : p u rid a d , se c re to , re s e rv a .
p ru d e n te .
(1 6 ) E l a p re tó n d e m a n o s e ra u n a c to s im b ó lic o e q u iv a le n te a u n a p ro m e sa
iu ra d a , m u y d ifu n d id o e n la a n tig ü e d a d y a ú n v ig e n te en a lg u n o s p u eb lo s. H a s ta
lle g ó a h a c e rs e la fra s e d a r la m a n o q u e . . . , com o s in ó n im a d e “ p r o m e te r q u e . . . ”
seg'ún se v e en s s te v erso .
,
(1 7 ) a m o ro s n in a c ris tia n o s “ a n a d ie ” .
(1 8 ) p a r ia s : trib u to s .
(1 9 )
s o b e ja n o : s o b ra d o , e x tra o rd in a rio .
(2 0 ) M a r tín A n to lin e z , p a ra e x p lo ta r a los ju d ío s , a p ro v e c h a
la ca lu m n ia
q u e los m e s tu re ro s h a b ía n le v a n ta d o al C id.
(2 1 )
o ro e s m e ra d o : o ro p u ro , e s c o g id o .
(2 3 )
(2 4 )
(2 5 )
v e n ta d o : d e s c u b ie rto .
en v u e s tro s a lv o :
en v u e s tro p o d e r.
m e te d i las fed es — “ p o n ed a h í p ro m e s a s ” p ro m e te d lo —
fejle
o fe
es
p ro m e sa fie l.
(2 7 ) a v e r m o n e d a d o — “ m o n e d a ” .
(3 0 )
A m o s tr e s — “ v e n id a m b o s ” . E l v e rb o t r a e r en im p e ra tiv o
sig n ifica
“ v e r / ’ ; a s í el F u e r o d e P la s e n c ia tr a d u c e “ v en i m e c u m ” p o r tr a c c o n m ig o .
(3 2 ) N o q u :iere p a s a r el p u e n te de S a n ta M a r ía p a ra n o ser
v is to .
(3 4 ) afev o slo s “ h é o s lo s ” .
A fé es el a d v e rb io d e m o s tra tiv o h e ( d e o rig e n á r a ­
be) que
g e n e ra lm e n te se u s a se g u id o d e u n p ro n o m b re
p e r s o n a l e n c lític o ,
h em e, h e te , h e o s .
(3 5 ) m e exco d e tie r r a — “ m e s a lg o d e s te r ra d o ” ;
(3 6 ) s e m e ja — s e m e ja r, p a re c e r, d a r in d ic io s d e lo
(3 7 ) L o s ju d ío s b e s a n de n u ev o la m a n o d e l C id
el fa v o r q u e les a c a b a de p r o m e te r . T a m b ié n se besa' la
d e e x ir, s a lir .
que es.
en s e ñ a l d e g ra c ia s p o r
m a n o al ir a p e d ir u n
fav o r.
(3 8 ) a p a ra d o . H a c o n c e rta d o .
(3 9 ) g a n a n c ia s ig n ific a a q u í el in te ré s del q a p ita l q u e lo s
ju d ío s p re s ta b a n
al C id .
(4 0 ) p riv a d o — p r o n to .
(4 1 ) C o n v u sco — c o n v o s o tro s . F o r m a a n tig u a d el d ia le c to le o n é s del p r o ­
n o m b re p e rs o n a l s e g u n d a p e rs o n a d el p r u r a l.
(4 2 ) q u e es a q u í c o n ju n c ió n
fin a l.
(4 3 ) p u e s h a d e p a r t ir m ío C i d ; m o v e r, reflex iv o n e u tr o s ig n ific a “ p o n e rse
en m a r c h a ” .
(4 4 ) m ag-uer e r a n esfo rc a d o s — “ a u n q u e e ran fo rz u d o s ” .
(4 5 ) refec h o — e n riq u e c id o .
COMENTARIO
E l Cid em pobrecido acude a lá astucia de M a rtín A ntolinez, y le
sugiere llenar dos src a s de arena “ca bien serán pesadas” . Con las arcas
intentan obtener dinero de dos jud ío s burgaleses, R aquel y V idas. M artín
A ntolinez vuelve a B urgos en busca "de los judíos, éstos van a la tienda
del Cid y cargan con las arcas de «.rena. Los jud íos consienten en darle
seiscientos m arcos. E l Cid provisto de dineros se dispone a m arch ar.
E l episodio de las arcas de arena es uno de los elem entos ficticios
del poema, adem ás de la aparición del ángel Gabriel y el episodio del león.
Se encuentra este episodio en varios cuentos de la antigüedad y de la
E d ad M edia. H ero d o to , cuenta que el persa O retes tentó la ccdicia de
P olícrates de Sam os con ocho arcas lleras de piedras y rellenas de oro
por encima. Dido para engañar a su herm ano, a rro jó al m ar fa rd o s de
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
33
arena, sim ulando los tesoros de su m arido (E pitom e de Justino. X V I I I ) .
O tra caja de arena es el P o rtacu en to s de T im oneda (R evue H íspanique).
P e ro quien m ás contribuyó a popularizar este tem a fu é el ju d ío converso
P e d ro A lfonso, coetáneo del Cid. E n su disciplina Clericalis incluye P e ­
dro A lfcnso un cuento de origen árabe,, donde se re fie re cómo un p erga­
mino de la M eca se hace pagar una deuda, despertando nueva codicia en
el deudor m ediante el engaño de diez cofres líenos de piedras, bien pin­
tados p o r fu e ra y con h e rra jes plateados. E ste cuidado en el buen as­
pecto e x te rio r de los co fre s es algo sem ejante al que el Cid pone en el
de sus arcas, cubiertas de guadam ecí berm ejo y con c'avos dorados y no
sería dificíl que el ju g ’a r conociese el cuento de la D isciplina Clericalis,
dada la gran difusión que éste tuvo. P o r lo dem ás el engaño se p ra c ti­
caba efectivam ente, pues lo vemos descrito en las partidas. (M enéndez
P id a l) .
El ju g la r ha representado en R aquel y V idas el tipo de ju d ío presta­
mista característico de aquella época y de todas las épocas. L os judíos
no eran entonces víctim as de las persecuciones antisem itas com o lo fue­
ron en los siglos X V y X V I. G ozaban de ciertas consideraciones, pero
se refugiaban en la posesión del dinero lo único que podía darles cierta im ­
portancia, cuando los nobles andaban escasos de dineros y acudían a el'os,
com-' en este caso el Cid y M a rtín Antolínez. L a respuesta de R aquel y
V idas: “'N on se faze assí el m ercado, sinon prim ero prendiendo e des­
pués dando ’, dem uestra la seguridad que exigían para conceder el prés­
tamo, pero la esperanza en las riquezas que conquistaría el Cid en sus
cam pañas y la confianza que el caudi'lo les inspira, les determ ina a entre­
g a r el dinero. N o debe tom arse este episodio com o una dem ostración de
antisem itism o m edieval por las razones ya apuntadas.
R esulta discutible la actitud del Cid, tipa del leal caballero castellano,
engañando a los judíos. Cabe p reguntarse ¿H u b o m ala fe de pa rte del
Cid? ¿ N o contradice su carácter este episodio? E l ju g la r se ap resu ra a
ju stific a r la conducta del Cid. E l héroe se encuentra sin dineros, nece­
sita un préstam o, no tiene fianza, ni objetos valiosos que d a r en prenda.
Adem ás tiene la absoluta certeza que devolverá lo prestado. ‘ M e lo pro­
cu raré a la fu erza pues de grado no lo tendría. A quí el Cid se sincera
ante D ios de acudir a un engaño en estado de necesidad. N i siquiera pien­
sa en la absolución que las bulas de los Papas; y los privilegios de los R e­
yes adm iten de las deudas contraídas con los judíos. L a actitud d el Cid
resulta perfectam ente justificada. L a refundición del cantar conocida a
fines del siglo X I I I p o r la P rim e r C rónica G eneral m oralizaba m ás los
pensam ientos del Cid, añadiendo a sus palabras estas o tr a s : “M as si D ios
diese consejo (esto es me ayudase) vo gelo enm endaré e gelo pecharé todo’'.
E l C antar nada nos dice de qué m anera el Cid recom pensó a los j u ­
díos. L a om isión fué subsanada en la refundición del C antar, suponiendo
que el Cid al enviar a M artín A ntolínez, el m ism o que había contratado
el préstam o, y por consiguiente el au to r del engaño, para, que éste pague
a los judíos lo que les es debido. E sta enmienda era necesaria para con­
servar en la m em oria de los lectores lo inalterable del carácter caballe­
resco del Cid y de su fiel amigo, M a rtín Antolínez.
5
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
34
C O F R E D E L CI D
“L a catedral burgalesa está co n stru id a sobre la prim itiva de S anta
M aría de ls que R uy D íaz se despide en el can tar con tan sabrosos de­
cires :
D ’aquí quito a C astiella — pues que el rey he en i r a ;
son sé si en traré m ás — en todos los míos días.
P o r tanto, sio gu ard a ni un solo re fle jo del tiem po. Solam ente en
una de las capillas del c laustro, casf ju n to al techo, está colgado un viejo
arcón que se enseña como el co fre del Cid, ‘'antigualla que no lo es
tanto ccmo para m erecer la singular estim ación que obtiene, dice A m ador
de los Ríos. Y a ñ a d e : "L as c errajas pueden ser a lo m ás del siglo X V I I ”.
>
“La Ruta del'Cid". — E d u ard o de O ntañón.
C antar de las Bodas
E l Cid no quiere entregar las hijas por sí mismo. — Minaya
será representante del Rey
105
“ Y o vos pido merged a vos, rey n a tu ra l:
“ pues que casades m is fijas, así com ino a vos plaz,
“ dad m añero (1 ) a qui las dé, quando vos las to m a d e s;
“ non gelas daré yo con m i m ano, nin dend non se alab arán ” .
R espondió el re y : “ afé aquí A lbar F añ ez ;
“ prendellas con vuestras m anos e daldas a los ifantes,
“ assí commo yo las prendo daquent, (2 ) comino si fosse
[delant,
“ sed p ad rin o dellas a tod el v elar; (3 )
“ quando vos ju n táred es com igo quem digades la v erd at” .
D ixo A lbar F a ñ e z : “ señor, afé que me plaz” .
106
E l Cid se despide del rey. — Regalos.
“
“
“
“
T o d esto es puesto, sabed, en gran d recabdo.
Y a rey don A lfons, señor tan ondrado,
destas vistas que oviemos, de mi tom edes algo.
T ráy o v o s trein ta p alafrés (4 ) estos bien adobados,
e trein ta cavados corredores, estos bien enssellados;
“ tom ad aquesto, e beso vuestras m anos” .
D ixo el rey don A lfo n s: “m ucho me avedes enbargado. (5 )
“ Regibo este don que m e avedes m an d ad o ; (6 )
“ plega al C riador, con todos los sos santos,
'E s te plazer quem fechas (7 ) que bien sea galardonado.
36
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
“ M io Cid R oy D íaz, m ucho me avedes ondrado,
“ de vos bien so servido, e tengon (8 ) por p agado;
“ aun bivo sediendo, de mi ayades algo!
“ A D ios vos acom iendo, destas vistas m e parto.
“ A fé Dios del gielo, que lo ponga en buen re c a b d o " !
E l Cid anuncia a Jimena el casamiento
108
T odos esa noch foron a sus posadas (9 )
nrio G d el C am peador el alcáger en tra v a;
recibiólo doña X im ena e sus fija s am as:
“ ¿V enides, C am peador, buena cinxiestes espada!
“ m uchos dias vos veam os con los ojos de las caras!"
— “ G rado al C riador, vengo, m ugier o n d ra d a !
“ yerm os vos adugo (1 0 ) de que avrem os ondranqa (1 1 )
“ gradídm elo, mis fijas, ca bien vos he casadas” .
109
Doña Jimena y las hijas se muestran satisfechas
B esáronle las m anos la m ugier e las fijas
e todas las dueñas de quien son s e rv id a s :
“ G rado al C riad or e a vos, Cid, barba v e llid a !
“ todo lo que vos feches (1 2 ) es de buena guisa.
“ N on serán m enguadas en todos vuestros d ías!”
— “ Q uando vos nos casáredes bien serem os ricas” .
110
E l Cid recela del casamiento
— “ M ugier doña X im ena, grado al C riador.
“ A vos digo, mis fijas, don E lv ira e doña Sol;
“ deste v u estro casam iento crearem os (1 3 ) en o n o r;
“ m as bien sabet verdad que non lo levanté y o :
“ pedidas vos h a e rogadas el mió S eñor A lfons
“ atan firm e m ientre e de todo corazón
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
37
que yo m ulla cosa nol sope dezir de no.
“ M etivos en sus m anos, fijas, am as ados
“ bien me lo creades, que él vos casa, ca non y o ”.
NOTAS
(1 ) d a d m a ñ e ro -— “ d e s ig n a d u n re p re s e n ta n te o a p o d e ra d o ( p a r a d a r ) . M ás
g e n e ra lm e n te se d e c ia d a r p o r m a ñ e ro a u n o ” .
(2 ) d a q u e n t •—• a q u í. E l re y s im u la e n t r e g a r , e fe c tiv a m e n te a la s h ija s d el
C id, c o g ié n d o la s d e la s m a n o s, com o si e s tu v ie s e co n e lla s en V a le n c ia , co m m o si
fosse d elan t.
(3 ) e l v e la r —r la ce re m o n ia d e las velacio n e s.
(4 )
p a la fr é s : c a b a llo s d e c a m in o y d e lujo.
(5 )
e m b a rg a d o — a b ru m a d o a fu e rz a d e a te n c io n e s.
(6 )
q u e h a b é is o to rg a d o .
(7 )
q u e n fe c h e s : d e faces.
(8 )
te n g o n — té n g o m e .
( 9 ) a lc a c e r: la to r r e m á s a lta d e la s fo rtific a c io n e s d e ur. lu g a r.
(1 0 ) o s a d u g o — os tra ig o .
(1 1 ) o n d ra n c a — h o n o re s , d e m o s tra c ió n de re s p e to .
(1 2 ) feches “ to d o lo q u e v o s h a c é is e s tá b ie n h e c h o ” .
(1 3 ) c re s c e m o s : a u m e n ta m o s e n h o n o r.
(1 4 ) ro g ’a d a — r e c u é rd e s e q u e el re y fué r o g a d o r del m a trim o n io .
COMENTARIO
E l rey resuelve c asar a las hijas del Cid. D oña E lvira y D oña Sol
ccn los Infantes de C arrión. E l Cid accede por com placer al rey “pues
que casades m is fijas, sí com m o a vos plaz” . E l Cid y el rey se entre­
vistan a orillas del T a jo ; y el rey perdona al Cid.
E l Cid anuncia a Jim ena el casam iento, D o ñ a Jim ena y sus h ijas,
reciben alborozadas la noticia, pues “cuando vos nos casárades bien se­
rem os ricas” .
E l Cid recela del casam iento: ‘ bien me lo creades, que él vos casa,
ca non y o ”.
C antar de Corpes
Preparación del Cid en San Servando para ir a la Cor­
te. E l Cid va a Toledo y entra en la Corte. E l Rey le ofrece
asiento en su escaño. E l Cid■rehúsa. E l Rey abre la sesión.
Proclama la paz entre los litigantes. E l Cid expone su deman­
da. Reclama Colada y Tizón. L os de Carrión 'entregan las
espadas. E l Cid las da a Pedro Verm údez y M artín A ntolínez. Segunda demanda del Cid. E l ajuar de sus hijas. L os
infantes hallan dificultad para el pago.
M atines e prim a dixieron faza los albores, ( i )
suelta fo la m issa antes que saliesse el sol,
e ssu o fren d a han fecha m uy buena e a sazón
“ V os M inaya A lbar Fañez, el m ió braga m ejor.
“ vos iredes (2 ) com igo e obispo don Jerom e
“ e P e r V erm udoz (3 ) e aqueste M uño Gustioz (4 )
“ e M artín A ntolínez, (5 ) el B urgalés de pro,
“ e A lb ar A lbaroz (6 ) e A lbar Salvadórez (7 )
“ e M artín M uñoz, (8 ) que en buen punto nació,
“ e m ió sobrino Félez M uñoz;' (9 )
“ com igo irá M al A nda, (1 0 ) que es bien sabidor,
“ e G alin d G argiez, el bueno d ’A r a g ó n ;
“ con estos cúm plansse giento de los buenos que i son.
“ Velmezes vestidos p o r s u frir las guarniziones ( n )
“ de suso (1 2 ) las lo rig a s (1 3 ) tan blancas com o el so l;
“ sobre las loriga s, arm iños e pelligones, (1 4 )
“ e que no parescan la s arm as, bien presos los cordones
“ so los m antos las espadas dulges e ta ja d o r e s:
“ d ’aquesta guisa quiero ir a la cort,
“ por dem andar m ios d erech os e d ezir m íe ( 1 5 ) razón.
.Si desobra (1 6 ) buscaren in fan tes de C a rrió n ,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
39
“ do tales giento tovier, bien seré sin p av o r” .
R espondieron to d o s : “ nos esso querem os, señor” .
A ssí com ino lo h a dicho, todos adobados son.
, N os detiene por nada el que en buen o ra nagió
caigas de buen p añ o .en sus cam as (1 7 ) m etió,
sobrellas unos gapatos que a g ra n t huebra son. (1 8 )
V istió cam isa de rangal (1 9 ) tan blanca com o el sol,
con oro e con plata todas las/ presas (2 0 ) son,
al puño bien están, ca él se lo m andó (2 1 )
sobrella un brial prim o de giclatón, (2 2 )
obrado es con oro, paregen p o r o son.
S obresto una piel verm eja, las bandas (2 3 ) d ’oro son,
siem pre la viste el m ió Cid el C am peador.
U n a cofia sobre los pelos d 'u n escarin de pro, (2 4 )
con oro es obrada, fecha por razón,
que nol contalassen los pelos (2 5 ) al buen Cid C am peador
la barba avie luenga e prísola con el cordón, (2 6 )
p or tal lo faze esto que recabdar quiere todo lo so. (2 7 )
De suso cubrió un m anto que es de g ra n t valor, (2 8 )
en elle abrien que veer cjuantos que i son. (2 9 )
Con aquestos gientos que adobar m andó,
apriessa cavalga, de S an S erván salió
assí iva m ió Cid adobado a lia cort.
A la p u erta de fu era descavalga a sabor;
cu erd am ien tra (3 0 ) e n tra mío Cid con todos los sos;
elle v a en m edio, elos giento aderredor.
Q uando lo vieron e n tra r al que en buena o ra nagíó,
levantós en pie el buen rey don A lfbns
e el oomde don A n rric e el comde don R em ont
e desi adelant, sabet, todos los otros de la cort
e g ra n t o n dra lo regiben al que en buen ora nagió.
N os quisto levantar el C respo de G rañón, (3 1 )
nin todos los del bando de ifantes de C arrión.
E l rey a m ió C id: a las manosi le to m ó :
“ V enid acá seer comigo, C am peador,
“ en aqueste escaño q u em diestes vos en d o n ;
“ m aguer que algunos pesa, m e jo r sodes que nos” . (3 2 )
E sso ra dixo m uchas m ergedes el que V alcngia gañ ó :
“ eed en v u estro escaño comino rey e señ o r;
“ acá posaré con todos aquestos m ios” .
Lo que dixo el Q d al rey plogo de coragón.
40
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
E n un escaño (3 3 ) torn iñ o esSora m ió C id posó,
los giento cjuel a gu ard an posan aderredor.
C atando están a m ió Cid quantos lia en la cort,
a la b arba que avié luenga e presa con el c o rd ó n ;
en sos aguisam ientos bien sem eja varón.
Nol pueden catar de vergüenza ifantes de C arrión.
E sso ra se levó en pie el buen rey don A lf'ons:
“ Oid, m esnadas, si vos vala el C ria d o r!
“ Yo, de que fu rey, non fiz m as de dos c o r te s :
“ la una fo en B urgos, e la o tra en C arrión,
esta tergera a T oledo la vin fe r oy,
“ por el am o r de m ió Cid el que en buen o ra nagió,
“ que regiba derecho de ifantes de C arrión.
“ G rande tu erto le han tenido, sabérnoslo todos nós;
“ alcaldes (3 4 ) sean destos comde don A n rric comde don
[ R em ond (3 5 )
“ a estos otros com des que del v an d o non sodes.
“ T odos m eted i m ientes, ca sodes coñoscedores, (3 6 )
“ por escoger el derecho, ca tu e rto non m ando yo. (3 7 )
“ D ella e della p a rt en paz seamos oy. (3 8 )
“ J u ro p ar S an t E sidre, el que bolviere m i cort
“ q u itarm e a el reyno, perderá mi am or.
“ Con el que toviere derecho yo dessa parte me so
“ A g o ra dem ande m ió Cid el C a m p e a d o r:
“ sabrem os qué responden ifantes de C arrión.
M ió C id la m ano besó al rey e en pie se levantó. (3 9 )
“ M ucho vos lo gradesco commo a rey e señor,
“ p or quanto esta cort fiziestes por mi am or.
“ E sto les dem ando a ifantes de C a rr ió n :
“ p o r mis fijas que dexaron yo nan e desonor,
“ ca vos las casastes rey, sabredes qué £er oy;
“ m as quando sacaron mis fijas de V alengia la m ayor
“ yo bien los q u ería d ’alm a e de coragón
“ diles dos espadas a C olada e a T izón
“ — estas yo las gané a guisa de v aró n —
“ ques ondrassen con ellas e sirviessen a vos;
“ quando d exaron m is fija s en el robredo de Corpes,
“ com igo no n quisieron aver n ad a e perdieron mi am o r;
“ denm e m is espadas quando m ios yernos 110 son’’.
A to rg a n los alcald es: “ tod esto es ra zó n ” .
D ixo com de don G a rc ía : “ a esto fablem os nos” .
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
41
E sso ra salién ap arte ifantes de C arrión,
con todos sos parientes y el bando que i son ;
apriessa lo ivan trayendo e acuerdan la ra zó n : (4 1 )
“ A un g ra n d am o r nos faze el Cid C am peador (4 2 )
“ quando desondra de su fija s no nos dem anda oy;
“ bien nos abendrem os con el rey don A lfons.
“ Démosle sus espadas, quando assí finca la boz, (4 3 )
“ e quando las toviere, p a rtir se a la c o r t;
" ya m as non av rá derecho de nos el C 'd C am peador” .
Con questa fabla to rn aro n a la c o rt;
“ M erced, ya rey don A lfons, sodes nuestro señor!
“ N o lo podem os negar, ca dos espadas nos dió;
“ quando las dem anda e dellas h a sabor, (4 4 )
“ dárgelas querem os delant estando vos” .
S acaron las espadas C olada e T izón,
pusiéronlas en m an o del rey so señor;
sacan las espadas e relum bra to d a la cort,
las m aq au as(4 5 ) e los arriazes (4 6 ) todos d ’oro son;
m arav íllam e dellas los omnes buenos de la cort.
A m ío Cid llam ó el rey las espadas le dió;
recibió las espadas, las m anos le besó,
tornos al escaño dont se levantó.
E n las m anos las tiene e am as las cató ;
non las pueden carnear, ca el Cid bien las connosge;
alegrósle to d el cuerpo, sorrisós de coragón,
algava la m ano, a la barba se tom ó;
“ p ar aq u esta barba que nadi non messó,
“ assís irán vengando don E lv ira e doña S ol” .
A so sobrino don P ero por nóm brel llam ó;
tendió el brago, la espada T izón le dió;
"P re n d etla, sobrino, ca m ejora en señor” .
A M artín A ntolínez, el B urgalés de pro,
tendió el brago, el espada C oladal dió;
“ M artín A ntolínez, m ió vassallo de pro,
“ prended a Colada, ganéla de buen señor,
“ de R em ont V erenguel de Bargilona la m ayor.
P o r esso vos la do que la bien curiedes vos. (4 7 )
“ Sé que si vos agaciere o viniere sazón,
“ con ella ganaredes gran d prez e g ra n d v alo r” .
Besóle la m ano, el espada regibió.
E uego se levantó mió Cid el C am peador;
PEREDA VAI,DÈS •— EUSCO SANSONE
42
“ G rado al C riador e a vos, rey señor !
“ ya pagado so de mis espadas, de C olada e de Tizón.
“ O tra rencura he de ifantes de C arrión :
“ quando sacaron de V alencia m is fija s am as a dos, (4 8 )
“ en oro e en plata tres mil m arcos les dió ;
“ yo faziendo esto, ellos acabaron lo so; (4 9 )
“ denm e m ios averes quando m ios yernos non so n ”.
A quí veriedes quexarse ifantes de C arrión!
Dize él comde don R em ond : “ dezid de assi o de n o ” .
E sso ra responden ifantes de C arrión :
“ P o r essol cliemos sus espadas al Cid C am peador,
“ que al 110 nos dem andasse, que aquí fincó la hoz” . (5 0 )
A llí les respondió el com de don R em ond :
“ Si ploguiere al rey, assi dezim os nos :
“ a lo que dem anda el Cid recudades (5 1 ) vos” .
D ixo el buen rey : “ assi lo otorgo yo” .
NOTAS
(1 )
a lb o r e s :
lu z
d el
a lb a .
(2 ) v o s ire d e s — iré is .
(3 ) P e r V e rm u d o z — s o b rin o d el C id y su p o r ta e s ta n d a r te , fu e p e rs o n a je
r e a l q u e e je r c ía c a rg o s en la c o rte de S a n c h o I I y fig u ra b a en la de A lfo n so V I
por
los a ñ o s d e 1069 y 1085.
(4 )
M u ñ o G u stio z , c ria d o del Cid y su v a s a llo d e p ro , c o n s ta p o r d o c u ­
m e n to s h is tó ric o s q u e era cu ñ a d o d e J im e r.a y q u e a c o m p a ñ ó a é s ta en C erdeñ a e n 1113.
(5 ) M a r t í n
A n to lin e z
—
el b u rg a lé s
de p ro , u n o
ta c a d o s d e l C id .
(6 ) A lb a r A lb a ro z — v a s a llo d el C id a p a re c e
A rra s d e .d o ñ a J im e n a .
(7 ) A lb a r S’a lv a d ó re z — v asallo del C id c ita d o
A rra s d e d o ñ a J im e n a .
de los
v a sa llo s m á s
c ita d o
en
tm b ié n
en
la s
la s
des­
c a rta s
de
c a rta s
de
(8 )
M a r tí n M u ñ o z , el q u e m a n d ó a M o n t M a y o r, fu é u n c a b a lle ro q u e
g o b e rn ó e s a c iu d a d p o rtu g u e s a co n e lt itu lo de A lg u a c il y lu eg o fué n o m b ra d o
p o r A lfo n so V I , c o n d e d e C o im b ra .
(9 )
F e le z
M u ñ o z , s o b rin o d el
C id .
(1 0 ) M a l A n d a , d e b ió s e r p e rs o n a je re a l, al m e n o s u n “ m o lin o d e M al
A n d a ” se m e n c io n a en u n a e s c f itu r a d e 1140, e n V illa h iz á n d e T r e v iñ o , al Ñ or»
te d e B u rg o s . E r a M a l A n d a u n o d e lo s m uchosj s a b id o re s q u e c o n c u rr ía n a
la c o r t e .
(1 1 )
(1 2 )
(1 3 )
(1 4 )
(1 5 )
g u a rn iz io n e s — p a rte de la e sp a d a q u e d efien d e la
d e s u s o - — d e b a jo .
lo r ig a s : c o ra z a de lá m in a s . .p eq u e ñ as de a c e ro .
p e llic o n e s : s in ó n im o de p ie le s .
d e z ir m ié — d e c irm e .
m ano.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
43
(1 6 ) d e s o b ra — voz d e sc o n o c id a q u e p a re c e “ d e m a s ía , d e s m á n ” . .
(1 7 ) c a m a s — “ p ie rn a s ” .
(1 8 ) a g r a n t h u e b ra — “ c o n m u c h a s la b o re s o a d o r n o s ” .
(1 9 ) ra n c a l “ te la de h ilo ” .
(2 0 ) p re s a
“ p r e s illa ” .
(2 1 )
ca
él se lo m a n d ó :
(2 2 )
b ria l p rim o d e c ic la tó n :
u n b ria l p rim o ro so
(2 3 )
“ la b ra d o
la b o re s
(2 4 ) te la
es con
p u es
o ro
él se
la s
lo m a n d ó .
re lu m b r a n
d e seda.
por donde
e s tá n ” .
m u y fin a de lo m e jo r.
(2 5 ) A l v e s tirs e tier.e el C id e sp e c ia l c u id a d o en p r o te g e r lo s ca b ello s p o n e
la cofia p a ra re c o g e rlo s y q u e no p u e d a n a rris c á rs e lo s ( e s to d e b e s ig n if ic a r conta la s s e n , v e rb o d es c o n o c id o ) y a d e m á s s u je ta la b a rb a co m o dice el v erb o si-¡
g u íe n te .
(2 6 ) E l m e s a r la b a rb a e r a
C id u n in s u lto , re c o g e la b a rb a
e lla su s en e m ig o s . L a b a rb a a s í
d e s a fío q u e p re o c u p a b a a lo s q u e
u n a de la s m á s g r a v e s in ju r ia s y te m ie n d o el
c o n u n c o rd ó n p a r a e v ita r q u e p u e d a n a s ir d e
re c o g id a e ra u n g e s to b elico so , u n a esipecie de
m ira n al C id en la c o rte .
(2 7 ) re c a b d a r, p u e d e te n e r a q u í el s e n tid o d e “ lo g r a r , c o n s e g u ir” .
(2 8 ) c u b rió
sig lo X V I I .
un
m a n to
“ v is tió
(2 9 ) h a b r ía q u e v e r c u á n to s
(3 0 ) los a d v e rb io s
en v ez d e m ie n te .
(3 1 ) E l C resp o
un
m a n to ”
c o n s tru c c ió n
usual
h a s ta
en
el
son.
te rm in a d o s er.
m ie n tra
so n
ra ro s ,
p ero
ex iste
e s ta
fo rm a
de G ra ñ ó n , el c o n d e G rc ía O rd o ñ e z .
(3 2 ) m e jo r s o d e s q u e n o n ; p a re c e e x c esiv o en boca del
u s u a l d e c o r t e s ía : el q u e m á s v a le q u e nos.
(3 3 ) e s c a ñ o to rn iñ o — “ to rn e a d o ” .
rey , p e ro
era
fra se
(3 4 ) a lc a ld e s — v o z á ra b e s in ó n im a d e la la tin a ju e c e s. L o s a lc a ld e s de la
c o r te d e b ía n s er ric o s h o m b re s y e ra r, g e n e ra lm e n te co n d es. P o r eso a q u í el rey
n o m b ra ju e c e s a to d o s los c o n d e s s in m á s d is tin c ió n q u e e x c lu ir a los q u e p e rte n e c e n
a l b a n d o d e los d e C a rrió n .
(3 5 ) E l c o n d e d o n R a m ó n , com o y e rn o p rin c ip a l d el re y (d o n A n ric e s ta b a
c a sa d o c o n la h ija b a s ta r d a d e l m o n a rc a ) es el q u e lle v a la v o z d e lo s a lc a ld e s.
(3 6 ) co ñ o s c e d o re s — “ e n te n d id o s ” .
(3 7 ) “ p a ra
h a lla r
el d e re c h o ,
que
yo no m a n d o in ju s tic ia ” .
(3 8 ) “ D e u n a y o tr a p a r t e ” .
(3 9 ) L o s litig a n te s d e b ía n e s ta r d e p ie p a ra h a c e r su s ale g a c io n e s.
«
(4 0 ) E l c a m b io de a rm a s e r a s e ñ a l d e p a r e n te s c o y a m is ta d . E l C id ,
n o só lo
h a b ía d a d o la s dos e s p a d a s , C o la d a y T iz o n a a lo s in fa n te s , sin o o tr a s d o s a n ­
te rio r m e n te .
(4 1 )
“ a p ris a lo ib a n tr a ta n d o y
c ilm e n te , p u e s , com o co b a rd e s, n o e s tim a n
e s p a n to . E s te a d v e rb io a p r ie s s a c o n tra s ta
d e s p u é s los in fa n te s p a ra r e s p o n d e r a la
co n la s q u e ja s en q u e p ro rru m p e n .
C42) g r a n d
(4 3 ) fin c a
a m o r, “ g r a n
la b o z
“ acaba
(4 4 ) d e lla s h a s a b o r —
(4 5 ) m a c a n a s : pom o.
(4 6 ) a r r ia z —
c o n v ie n e n la r e s p u e s ta ” . A cced e n m u y
la s e s p a d a s , q u e d e s p u é s les in f u n d ir á n
c o n la s g ra v e s d ific u lta d e s q u e h a lla n
o tr a d e m a n d a d el C id , la d el d in e ro y
f a v o r” .
la d e m a n d a " .
“ la s
d esea” .
“ g v ilá n ” .
(4 7 ) lite r a lm e n te — “ so la d o y p a ra q u e la c u id é is b ie n ” .
(4 8 ) d io — “ d i y o ” .
(4 9 ) a c a b a r o n — “ lle v a ro n a ca b o , h ic ie ro n ” .
(5 0 ) fin c ó la b oz. L o s in f a n te s a le g a n q u e el C id d e b ió
d e u n a v e z , e n u n solo ac to . L a p rá c tic a fo r m a lis ta e x ig ía q u e
p u s ie s e c o n s e c u tiv a e in m e d ia ta m e n te to d o s lo s p u n to s d e la
d e p e rd e r su s d erec h o s. P o r e s o e s n e c e sa rio q u e lo s a lc a ld e s
h acer su dem anda
el d e m a n d a n te e x ­
d e m a n d a , so p e n a
o ju e ces y el rey
fá­
44
PEREDA VALDtfS — FUSCO SANSON#
m ism o a u to ric e n e s ta s e g u n d a p a rte de la d e m a n d a civ il del C id y q u e
se p o n g a o tr a v ez d e p ie y re p ita la d e m a n d a que. a n te s se ju z g ó in ú til.
(5 1 ) r e c u d a d a s — “ r e s p o n d ía is ” “ deis s a tis fa c c ió n ” .
el
C id
COMENTARIO
El rey convoca la corte en T oledo para atender la dem anda del C id :
“el rey fué quien casó mis hijas, dice el Cid, toda m i deshonra es tam ­
bién de mi señor”. A la corte acuden les infantes de C a m ó n muy de m ala
gana, pero van escudados en sus poderosos parientes a la cabeza de los
cuales se encuentra el conde G arcía O rdoñez, reconocido enemigo del
Cid. A l abrirse la sesión de la corte, el Cid expone sus agravios c o n tra
los infantes, exigiendo en prim er térm ino la devolución de sus dos fa ­
m osas espadas, después la entrega de la dote de las hijas y a am bas de­
m andas se ven obligados a acceder los dem andados.
/
El infante Don Juan Manuel
( 1282-1348)
U n o de los m ás ilustres representantes de la lite ratu ra
española en el siglo X IV fue el In fan te Don Ju a n M anuel,
nieto de F ern a n d o I I I y sobrino de A lfonso el Sabio. Se
educó al lado de su tro, el sabio e ilustre rey de Castilla, y
él, sin duda, debió trasm itirle ese am or a las letras que hizo
de estos príncipes hom bres cultos e la p ar que juiciosos po­
líticos. E n su ju v en tu d participó en las luchas contra los
sarracenos y en las negociaciones políticas de A lfonso X
con Jaim e el C onquistador, por cuestiones de fronteras. A
la m uerte de A lfo nso X siguió al lado de Sancho IV —
que lo distinguió con el títu lo de A delantado M ayor de
M urcia. M uerto Sancho IV don Ju a n M anuel se declaró
p artid ario de F ern a n d o IV , el que prem ió sus servicios
nom brándolo M ayordom o M ayor de Castilla. Al m orir este
rey, don Ju a n M anuel aspira a la regencia d u ran te la m i­
no rid ad de A lfonso X I. Q uiso sostener sus pretensiones con
las arm as, haciéndolas valer aún en la m ayor edad del In ­
fante. H u b o de refu g iarse en A ragón y al fin concertar
una paz con su m onarca, distinguiéndose luego en la batalla
de S alado y en el sitio de Algeciras.
Como se ve, su vida, como la de A lfonso el Sabio, se
deslizó como d ijera de sí G arcilaso: “ tom ando ra la plu­
ma, o ra la espada” . Sus inquietudes políticas no le im pi­
dieron dedicarse afanosam ente a las letras, legándonos una
obra tan im portante como “ E l Conde L u ca n o r” .
Su s obras perdidas , — El libro de los C antares, R e­
glas de T ro v a r, el L ibro de los Sabios y el L ibro de los
Engarnios. L a pérdida de estas obras ha im pedido apreciar
el v alo r pético del In fa n te don Ju an M anuel, pues sólo
46
PEREDA v a l d E s —
fusco
sansone
restan de su labor como poeta, las estrofas que agrega al
fin al de cada capítulo del libro de P atro n io , a m anera de
glosa edificante o m oraleja. Los versos de cuatro, ocho,
doce y catorce sílabas y los prim eros ensayos del endeca­
sílabo castellano, nos perm iten ubicarlos en la escuela g a ­
laica- portuguesa. E s lástim a ignorem os sus teorías sobre
arte poético que debió explicar en su libro perdido “ R eglas
de T ro v a r” .
Otras obras. — L ibro del Caballero et del E scudero,
L ibro de los E stados, C rónica abreviada, C rónica Com plida,
T ra ta d o sobre las arm as, E l libro de los Castigos, libro in­
finido (n o acab ad o ), E l libro de la Caza, el el L ibro de P a ­
tro n io o el Conde L ucanor.
Biblografía. — O bras del In fa n te don Ju a n M anuel,
en la Biblioteca de A utores Españoles de R ivadeneyra. —
Biblioteca de Clásicos A m enos. —• E l Conde L ucanor, por
D on J u a n M anuel (reco m en d ad a), M enéndez P idal. — A n ­
tología de prosistas castellanos, M adrid, 1917, pág. 29. —
E l libro de los E nxiem plos del C onde L ucanor, Leipzig,
1900, pág. 1, D on Ju a n M anuel. —• H alle 1880. — R om ero
N av arro . — H is te ria de la L ite ra tu ra E spañola, pág. 44.
L ite ra tu ra Castellana, por M anuel de M ontoliu, pág. 99. —
B arja. —■ A u to res Clásicos.. — R am ón M enéndez Pidal,
“ P oesía ju g laresca y ju g lare s” , de las influencias sem íticas
en la lite ra tu ra española. — P o r M arcelino M enéndez y Pelayo. — C rítica literaria, tom . 2~, pág. 400.
Libro del Patronio
o del Conde Lucanor
Enxiem plo X I. — Délo que ontescio a un deán de S an ­
tiago con don Illán, el g ra n d m aestro de Toledo.
O tro día fablava el conde L ucanor con P atro n io , su
consejero, et contaval su fazienda en esta guisa, ( i ) “ P a ­
tronio, un om ne vino a m e ro g a r ( 2 ) quel ayudasse en un
fecho que avía m ester mi ayuda, et prom etióm e que faría
por mí todas las cosas que fuessen tmi pro et mi onra, et
yo comengel a ay u d ar quanto pude en aquel fecho, et ante
que el pleito fuesse acabado, teniendo (3 ) él y a que su
pleito era librado, (4 ) acaesíió una cosa en que cunplía
que la fiziesse por mí et él púsom e escusa ; et después acaesq í ó o tra cosa que pudiera fazer por m í et púsom e escusa
com ino a la o tra ; et esto me fizo en todo lo quel rogué
i|iie fiziesse por mí. E t aquel fecho por que él me rogó non
es aun librado, nin se lib ra rá si yo non quisiere; et por la
fiuza (5 ) que yo he en vos et en el vuestro entendim iento
ruégovos que me consejedes lo que fa g a en esto” .
“ S eñor conde, dixo P atro n io , “ p ara que vos fagades en
esto lo que de vedes, m ucho q u erría que sopiésedes (6 ) lo
que c o n te s tó a un deán de S antiago con don Illán, el grand
m aestro que m o rav a en Toledo.
E t el conde le preguntó como fuera aquello.
“ S eñor conde, dixo P atro n io , “ en S antiago avía un
deán que avía muy g ra n t talan te (7 ) de saber el arte déla
nigrom ancia, (8 ) et oyó decir que don Illán de T oledo sa­
bía ende (9 ) m ás que ninguno que fuesse en aquella sazón
et p o r ende vínose p ara Toledo p ara aprender de aquella
sgiencia” .
' ‘E t el día que llegó a T oledo enderezó luego a casa de
Don Illán et fallólo que estava leyendo en una cám ara m uy
48
PEREDA v a i . d Ks —
E U SCO s a n s o n E
apartada. E t luego que llegó a él, recibiólo m u y bien, et
d ix o l que non quería quel d ixiese nin gu na cosa de lo por que
ven ía fa sta que oviese com ido. E t pensó ( 1 2 ) m u y bien dél
et fiz o l d ar m u y buenas posadas et todo lo que o vo m ester,
et d iól a entender quel p lazía m ucho con su v e n id a ” .
“E t después que ovieron comido, apartósse con él (1 3 )
et contól la razón por que allí viniera, et rogól m uy a f i n ­
cadam ente (1 4 ) quel m ostrasse aquella sgiencia que él avía
muy g ra n t talante de la aprender. E t D on Illán dixol que él
era deén et om ne de g ra n t guisa et que podría llegar a g ra n t
estado, et los om nes que g ra n t estado tienen, de que todo
lo suyo an librado a su voluntad, olbidan m ucho aína (1 6 )
lo que o tre a fecho por e llo s; et él que se recelava que de
que él oviesse apprendido dél aquello que él q uería saber,
(1 7 ) que non le fa ría tan to bien com ino él le prom etía. E t
el deán le prom etió et le asseguró que qualquier bien que él
oviesse que nunca fa ría sino lo que él m andasse; et en es­
tas fablas estudieron desque ovieron yantado fa sta que fué
ora de cena. E t de que su pleito fue bien assossegado (1 8 )
entre ellos, dixo D on Illán al deán que aquella sQÍencia non
se podía ap render sinon en lugar m u d io apartado, et que
luego essa noche le quería am o strar do avían de estar, fasta
que oviesse apprendido aquello que él quería saber. E t tom ól
por la m ano et levól a una c á m a ra ; et en apartandose de la
o tra gente, llam ó a una m anceba de su casa et dixól que tuviesse perdizes para que qenassen aquella noche, m as que
non las pusiessen a assar fa sta que él gelo m andasse.”
‘E t desque esto ovo dicho, llam ó al deán, et en tra ro n
entram os p o r u n a escalera de piedra m uy bien labrada, et
fueron descendiendo por ella m uy gran pieqa, en guisa que
paresQÍa que estavan tan baxos que passava el río de T a jo
p or gima dellos. E t desque fueron en cabo del escalera, fa ­
llaron una possada m uy buena, et una cám ara m ucho apues­
ta que y avía, o estavan los libros et el estudio en que avia
de leer” .
“ De que se assentaron, estavan p aran d o m ientes en quales libros avían de com encar; et estando ellos en esto, en­
tra ro n dos om nes por la puerta, et diéronle ( [ 9 ) una carta
quel enviava el arzobispo su tio, en quel fazía saber que es­
lav a m uy mal doliente, et quel enviava ro g a r que sil quería
veer vivo, que fuesse luego p ara él. Al deán pesó m ucho con
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
49
estas nuebas, lo uno por la dolencia de su tío, et lo al por que
reSeló que avía que d ex a r su estudio que avía comengado.
P ero puso en su coragón (2 0 ) de non dexar aquel estudio
tan aína, et fizo sos cartas de repuesta et enviólas al argobispo su tío ” .
“ E t dende a tres o cuatro días llegaron otros om nes a
pie que traía n o tra s cartas al deán, en quel fazían saber que
el argobispo era finado, (2 1 ) et que estavan todos los de
la eglesia en su eslección, et que fiavan por la m erced de
D ios que eslerían (2 2 ) a él. E t por esta razón que non se
quexasse de ir a la eglesia, (2 3 ) ca m ejor era p a ra él en
aquel esleyessen seyendo en o tra parte que non estando en
la eglesia” .
“ E t dende a cabo de siete o de ocho días, vinieron dos
escuderos m uy bien vestidos et m uy bien aparejados, et
quando llegaron a él, vesárónle la m ano et m ostráronle las
cartas en com m o le avían esleído por argobispo. E t quando
D on Ulán esto oyó, fue al electo et díxol com m o gradescía (2 4 ) m ucho a Dios por que estas buenas nuevas le lle­
g aran a su casa, et pues D ios tan to bien le fiziera, quel pe­
día por m erced que el deanasgo, (2 5 ) que fincaba vagado,
que lo diesse a un su fijo. E t el electo díxol quel rogava
quel quisiesse consentir que aquel deanasgo que lo oviesse
un su herm ano,a m as que él le fa ría bien en la iglesia en
guisa que él fuesse pagado, et quel rogava que fuesse con
él p ara S an tiag o et que levasse con él aque su fijo, E t Don
U lán dixo que lo fa ría ” .
“ E t fuéronse p ara S an tiag o ; et quando i llegaron, fu e­
ro n m uy bien regebidos et m ucho onradam ente. E t desque
m o raro n i un tiem po, un día llegaron al argobispo m anda­
deros del papa con sus cartas cómmol dava el obispado de
Tolosa et quel fazía gracia que pudiesse d ar el argobispado
a qui quisiesse. O uando D on Iílán oyó esto, retrayéndol
(2 7 ) m ucho a fin c a d a m e n te lo que con él avía passado,
(2 8 ) pidiól m erced que lo diesse a su fijo. E t el argobispo
le rogó que consentiesse que lo oviesse un su tío, herm ano
de su padre. E t Don Illán dixo que bien entendie quel fa ­
zía g ran tu erto, pero que esto que lo* consintía en tal (2 9 )
que fuesse seguro que gelo em endaría adelante, E t el argo­
bispo le prom etió en toda guisa que lo fa ría assí, et rogól
que fuesse con él a T olosa et que levasse su fijo ” .
4
50
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
“ E t desque llegaron a T olosa, fueron m uy bien rebe­
bidos de condes et de cuantos om nes buenos avía en la
tierra. E t desque ovieron i m orado fasta dos años, llegá­
ronle m andaderos del papa con sos cartas en comm© le fazía el p apa cardenal, et que le fazía gracia que diesse et
obispado de T olosa a qui quiesiesse. Entonge fué a él D on
Illán et dixol que pues tantas vezes le avía fallesQÍdo (3 0 )
de lo que con él pusiera, que ya aquí non avía logar del po­
ner escusa nin g u n a que non diesse alguna de aquellas dig­
nidades a su fijo. E t el cardenal rogól que consentiesse que
oviesse aquel obispado un su tío herm ano de su m adre, que
era oírme bueno anciano, m as que, pues el ca rd en a l'era , que
su fuese con él p ara la corte que asaz avía en que le fazer
bien. E t Don Illán quexósse ende m ucho, pero consintió en
lo que el cardenal quiso, et fuesse con el para la corte .
\ ‘E t desque i llegaron, fueron m uy bien recibidos de
los cardenales et de quantos en la corte eran, et m oraron y
m uy g ran d tienpo. E t D on Illán affin can d o cada día al ca r­
denal quel fiziese alguna gracia a su fijo, et él ponial sos
escusas. E t estando assi en la corte, finó (3 1 ) el papa;
et todos los cardenales esleyeron aquel cardenal por papa.
E sto n ie fué a él D on Illán et dixol que ya non podía poner
escusa de no conplir lo quel avía prom etido. E t el papa le
dixo que non lo affincasse tanto, que siem pre avía lugar
en quel fiziesse m erced, segund fuesse razón. E t Don Illán
se comengó a qu exar m ucho retrayéndol quantas cossas le
p rom etiera et que nunca le avía conplido ninguna, et diziéndol que aquello rebelara él la p rim era vegada (3 2 ) que
con él fablara. E t pues aquel estado era llegado et noi
cunplía lo quel prom etiera, q u e ,y a non le fincava (3 3 ) lo­
g a r en que atendiesse dél bien ninguno. D este a f in c a m ie n ­
to se quexó m ucho el papa et com encóí a m altraer, diziéndol
que si m ál le affincasse, quel fa ría echar en una cárcel, que
era ereje et encantador, et que bien sabía él que non avía
o tra vida nin o tro officio en Toledo, do él m orava, sinon
bivir p o r aquella a rte de nigrom ancia. E t desque D on Illán
vió quanto m al le gu alard o n av a el papa lo que por é l ’avía
fecho, espidióse dél; et solam ente (3 4 ) noi quiso d ar el
papa qué comiese por el cam ino” .
“ Estonce D on Illán dixo al papa que pues al non tenía
de comer, que se av ría de to rn a r a las perdizes que m an d ara
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
51
assar aquella noche. E t llamó ala m uger et dixol que asasse
las perdizes. E t quando esto dixo D on Ulán, fallóse el papa
en T oledo deán de S antiago, com m o lo gra quando í bino;
et ta n g ra n d fué la vergüenza que ovo que non sopo quel
dezir. E t D on Illán díxol que fuesse en bueno ventura, et
que assaz avía provado lo que tenía en él, et que tern ía por
m uy m al enpleado si comiesse su p arte de las perdizes.”
“ E t vos, señor conde L ucanor, pues veedes que tan to
fazedes por aquel om ne que vos dem anda ayuda, et 11011 vos
da ende m ejores gragias, tengo que non avedes por qué
tra b a x a r nin aventurarvos m ucho por llegarlo (3 5 ) a lo g rar
que vos dé tal galardón commo el deán dió a D on Illán .”
E l conde tovo esto por buen consejo, et fízolo assí, et
fallósse ende bien. E t por que entendió D on Jo h an que
era este m uy buen exienplo, fízolo poner en este libro, et
fizo estos viessos (3 6 ) que dicen assí:
Al que m ucho ayudares et non te lo conosgiere, m e­
nos ayuda abrás desq’en gran 011ra subiere.
NOTAS
( 1 ) g u is a — m a n e ra .
( 2 ) a m i r o g a r . — L o s p ro n o m b re s e n c lític o s tlel im p e ra tiv o d e s c e n d e n te
p o r m e d io de p re p o s ic ió n , p o d rá n ir o co n el v erb o r e g e n t e : b ó rv o le s a c a ta r
o e n tr e la preposición- y el in fin itiv o , com o se v e en el te x to .
(3 ) te n ie n d o . T e n e r s ig n ific a p e n s a r com o en fra s e s m o d e rn a s “ te n g o
mi que” .
p a ra
(4 )
lib ra d o 1— d el v erb o lib ra r, ju z g a r, s e n te n c ia r.
(5 )
fuiza —• c o n fia n z a .
(6 )
O e b ie ra e s ta r e s c rito s o p ie s s e d e s ; s ig u ie n d o la o r to g r a fía del p rin c i­
p al d e los m a n u s c rito s c o n s e rv a d o s d e la s o b ra s de D o n J u a n . E s tá e s c rito e n ­
tr e los sig lo s X I V y X V y re fle ja la g ra n v a c ila c ió n en el u so d e la s y la ss
q u e e x is tía e n m u c h a s r e g io n e s d e E s u a ñ a . L a im p re n ta v e n d r á a re g u la r iz a r e s ta s
o scilacio n es y a s e g u ir u n a o r t o g r a f a m á s p re c is a , se m e ja n te a la d e A lfo n so
el S a b io .
(7)
ta la n te — v o lu n ta d , d e s e o .
(8 ) n ig ro m a n Q \a — n ig ro m a n c ia .
( 9 ) e n d e m á s q u e n in g u n o — p o r
(1 0 ) fallolo — h a llo lo , e n c o n tr o lo .
ello
m ás
que
n in g u n o .
(1 1 ) d ix o l. O b s é rv e s e la u n ió n d e l v erb o y el p ro n o m b re lo m ism o e n fizo l.
(1 2 ) P e n s a r d e u n o s ig n ific a b a “ c u id a r d e é l” ; “ e p e n s ó d é l’’ tr a d u c ie n d o
»1 l a tín “ e t c u ra m e p is g i t ” . A n á lo g o e s el s e n tid o d el v e rb o e n “ p e n s a r el c a ­
b allo . p e n s a r b ie n su s c a n e s” , e t c . , d e d o n d e se d e riv a el s u s ta n tiv o p ie n s o .
(1 3 ) A d v ié rta s e c o n tin u a m e n te la a m b ig ü e d a d en el uso del p ro n o m b re é l.
(1 4 ) A ffin c a r — p e d ir c o n a h in c o .
(1 5 ) G u is a s ig n ific a e n g e n e ra l m a n e ra , y a q u í sig n ific a m a n e r a de s e r o
co n d ic ió n . S e d e c ía ta m b ié n “ o m n e d e a lta g u is a ” , p o r h o m b re d e e lev ad a p o ­
sició n so cial.
(1 6 ) a in a .
E s c ríb e s e
ta m b ié n
ayna
—
p ro n to .
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
52
(1 7 ) E s ta
re p e tic ió n
de
la
c o n ju c ió n
que
fue
c o rrie n te
aún
en
el
p e río d o
c lá s ic o .
(1 8 ) assosseg-ado — as s o ss e g a r, a s e n ta r , p a c ta r . E l sig n ific a d o m á s c o rrie n te
del v e rb o e r a ya e n to n c e s el m o d e rn o d e s o se g a r, c a lm a r, p a c ific a r.
(1 9 ) I g u a l a n tig ü e d a d q u e re s p e c to d e él, p u e d e n o ta r s e en el u so de la
fo rm a e n c lític a d e l p ro n o m b r e .
v
(2 0 ) P o n e r s ig n ific a “ c o n v e n ir, c o n c e rta r y p o n e r en su c o ra c ó n ” s ig n if i­
ca b a lite ra lm e n te “ c o n v e n ir c o n sig o m ism o ’,, es d e c ir, re s o lv e r, d e c id ir .
(2 1 ) H a s ta el sig lo X V I I , e l a u x ilia r u s a d o con el p a rtic ip io d e los v e r ­
bos n e u tr o s — re fle x ió n e ra s er en lu g a r d e o n e r ; así se d fccia: “ fu é n ac id o , so n
lle g a d o s, ya e ra n id o s, es le v a n ta d o " .
(2 2 ) T a m b ié n se d e c ía e s le a r ia n . E s el v erb o esle ír fo rm a p o p u la r, en
vez de la m o d e rn a y c u lta e le g ir, se c o n ju g a b a com o el m o d e rn o d e s le ír o co n
v a ria n te s p ro p ia s d e e sto s v e rb o s c o n h i a t o .
(2 3 ) L a — p u e s .
(2 4 ) g ra d e s c e r — g ra d e s c e r, a g r a d e c e r .
(2 5 ) D e a n a z g o . D ig n id a d d e D e á n .
(2 6 ) v a g a d o . E s ta fo rm a v a g a r, q u e e ra
la p o p u la r,
fu é
s u s titu id a
por
la
c u lta
a
v ac ar.
(2 7 ) R e tr a e r , a d e m á s de r e fe rir, c o n ta r s ig n ific a r e c o rd a r, e c h a r en c a ra .
(2 8 ) “ L o q u e co n él a v ia p a s a d o ’’, lo q u e h a b ía tra ta d o con él, a lu d ie n d o
la p ro m e sa p rim e ra q u e el D e á n h a b ía h e c h o .
(2 9 ) E n ta l — p o r co n ta l.
(3 0 ) E s to e s “ ta n ta s v ec es le h a b ía fa lta d o en lo q u e con él c o n v in ie ra ” .
(3 1 ) fin ó •—• m u rió .
(3 2 ) v e g a d a —
vez.
(3 3 ) fin c a ra — q u e d a b a .
(3 4 ) S o la m e n te n o n , n i s iq u ie ra .
(3 5 ) L le g a r p o r “ h a c e r lle g a r,
c o n d u c ir” .
(3 6 ) v erso s
COMENTARIO
Capítulo tomado de “E L L IB R O DF, P A T R O N ID o E L C O N D E
L U C A N O R ", la obra m aestra del In fan te Don Ju a n M anuel. Se com ­
pone de cincuenta apólogos o exiemplos, en su m ayoría de origen oriental.
Sus fuentes m ás conocidas fueron :
►
1.—A pólogos medievales ("Fernán Gonzáles. G arcilaso de la V e g a).
2.—A pólogos internacionales. L eyendas d e las cruzadas (S a'adino.
Ricardo C orazón de L eó n ).
3.— F abulistas griegos y latinos (L a zo rra y el c u erv o ).
4.— L ibres
castellanos de procedencia árabe (L a lec h era ).
5.— D irectam ente de la lengua árab e (D on Illá n ).
6.— H isto rias
de origen provenzal.
7.— P aráb alo s del E vangelio (C ieg o s).
X.—A ntigüedad clásica (V id a de las h o rm ig a s).
COMPOSICION
A prepósito de ella dice M eiiéndez P id a l: “A tento a acum ular en
la frase trabazón lógica y fuerza didáctica, se detiene en d esarro llar los
-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
53
sentim ientos que pone en juego, se esm era en preparar las situaciones
a que la narración ccnduce; pero, en cam bio, m ira con m anifiesto desvío
la ornam entación externa, del relato. T anto propende a 110 apartarse de
\-¿. n arración seguida que, a pesar de su fin didáctico, ni siquiera se entre­
tiene en intercalar 1111 discurso sentencioso o una m áx im a; deja por lo
com ún que la m oralidad se desprenda del flu ir de la acción, y sólo le
dá una form a aforística al final de cada cuento. N o obstante, aunque siem ­
pre en form a fugaz, 110 descuida dar viveza al relato ;' véase, por ejem plo,
la rápida pero feliz descripción de la bajada al subterráneo de don Illán,
en el relato que aquí se inserta.
ESTILO
‘En m u ltitud de rasgos el lenguaje de D on Juan M anuel se parece
al de la segunda parte de la C rónica gen eral; en am bos textos se ven
los m ismos defectos de la época arcaica, tales com o la g ran inhabilidad
q ue revela el abuso del pronom bre él. A dem ás, ni uno ni o tro suelen em ­
plear el diálogo; lo corriente es que el personaje principal hable 1111 dis­
curso directo y el que contesta lo h ag a en fo rm a
indirecta, o. sea ente r­
cera persona. P e ro sin em bargo, fácil es observar un gran progreso entre
los d ;s autores. D on Ju a n construye el período en m odos m ás variados
q ue la Crónica, y a la ingenua viveza de ésta, sustituye una expresión más
intencionada, que sabe lo g rar ya efectos m uy variados, entre los que so­
bresale la ironía.
E n fin, por su m ayor originalidad de com posición y por la serena
y sencilla eficacia de su lenguaje, D en Ju a n se nos m uestra indisputable­
m ente como un estilista m uy superior.”
'V
*
Jorge Manrique
( 1440-1478)
¿Cóm o era Jo rg e M anrique? se p re g u n ta A zorín. “J o r­
ge M anrique es una cosa etérea, sutil, frágil, quebradiza” .
N o lo im aginam os así. P a ra nosotros, Jo rg e M anrique no
era u na cosa etérea, sutil, frágil y quebradiza; era recio,
m elancólico, grav e y valiente. S oldado y poeta, vivió so­
ñ ando y m urió peleando ante el castillo de G arci-M uñoz,
se dice que con unas coplas escondidas en el pecho. E sas
coplas eran como una saeta que el poeta se arrancó. T res
aspectos, p ara A ugusto C ortina, ofrece la personalidad de
M an riq u e : reflex ió n serena y h o n d a; ligereza mundan¡a
(que suele resu ltar galante en las obras am atorias y grosera
en las burlescas) y valor personal p o r el que vivió y m urió.
V ivió M anrique d u ran te el reinado de E nrique IV y
com ienzo del de los Reyes Católicos. Pertenece, por consi­
guiente, a la époco lite raria de Gómez M anrique, de A lva­
rez Gato, de R odrigo Cota, de los “ C laros V aro n es” reuni­
dos p o r F ern a n d o del P ulgar. Presenció hechos m em orables
com o la decapitación del fa v o rito D on A lvaro de L una,
a quien alude en sus “ C oplas” y a quien se refiere com o
ejem plo de m oralidad el M arqués de S antillana en su “ D oc­
trin al de P riv a d o s” .
F u é un espectador de la m u e rte : la grave y edificante
de D on A lv aro de L u n a ; la de su m adre, M encía de F ig u e­
ro a ; la de su m adrasta, B eatriz de G uzm án y la m ás senti­
da y celebrada, la de su padre, el Conde de P aredes, llam ado
el segundo (Cid, que le inspiró sus fam osísim as coplas. Lo
fué igualm ente de las vanidades del m undo con la m uerte
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
55
del p rivado , las turbulencias del reinado de E n riqu e IV , su­
cesos que debieron fo rta lecer en él cierto sentido g ra v e y
concentrado de la vida.
Casó con G uiom ar de M eneses y tuvo con ella dos hi­
jos : Luis M anrique de L a ra y L uisa M anrique, señora de
Jav alq u into y Espeluy. M urió ante el castillo de G arci-M uñoz, en el año 1478.
Jo rg e M anrique es un caso de excepción dentro de la
lite ratu ra universal; es el poeta de una sola obra que lo in­
m ortalizó. C ervantes, al no escribir “ El Q u ijo te” , hubiera
sido lo m ism o un escritor de p rim er orden, pero M anrique,
juzgado solam ente por sus poem as alegóricos, 110 pasa de
ser un m ediocre versificador.
Obras — “ C oplas” de Jo rg e M anrique a la m em oria de
su padre. — I. Versos amatorios. — a ) alegóricos, acrós­
ticos y varios, b) canciones, c) esparzas d ) notes y glosas,
e) preguntas |y respuestas. — 11. Versos burlescos. — III.
Versos doctrinales. — IV . Versos atribuidos a Manrique. —
O h m undo! pues que nos m a t a s .. . Coplas en m enosprecio
del m undo y contra la desordenada co b d icia: Coplas sobre
el desorden del mundo.
BIBLIOGRAFIA
Coplas de Jo rg e M anrique, en las “Cien m ejores posías de la lengua
castellana”, recogidas por M. M enéndez y Pelayo. — Jo rg e M anrique.
Cancionero. E ditado por A u g u sto C ortina. — Ediciones de '‘L a lectu ra” .
M adrid. — M ontoliú, H ist. de la Lit. Cast. pág. 161. — R om ero N a v a ­
rro , H isto ria de la L ite ratu ra Española, pág. 71. — V . J . N ieto. E studio
biográfico de Jo rg e M anrique e influencia de su obra en la lite ra tu ra
española. — Coplas que fizo \don Jo rg e M anrique por la m uerte de su
padre. T ex to ordenado por R. F oulché Delbosc. B arcelona, T ip, A ca­
dém ica. — O bras de don Jo rg e M anrique. Edic. R. F oulché D elbosc en
C ancionero Castellano del siglo X V . M adrid. Poesías de Jo rg e M anrique.
~ E n la antología de poetas líricos de M enéndez y Pelayo. I I 1-95-116.
I> aducción francesa de algunas coplas por J. B oudet, Conde de P uym agre,
1863. — T raducción inglesa de un fragm ento de las coplas, atribuida a
R ichard F o rd , E dim burgo, 1824.
56
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
C O P L A S D E D O N JO R G E M A N R IQ U E
PO R LA M U E R T E D E SU PA D R E
I
R ecuerde el alm a dorm ida,
avive el seso e 'd e sp ie rte ( i )
contem plando
cómo se passa la vida,
cóm o se viene la m uerte
tan callando ( 2 ) ,
quáu presto se va el plazer,
cómo, después de acordado (3 )
da d olor;
cómo, a nuestro parescer,
qualquiere tiem po passado (4 )
fue m ejor. (5 )
II
Pues si vem os lo presente
cóm o en un punto s’es ydo
e acabado,
si juzgam os sabiam ente
(6 )
darem os lo non venido
por passado.
N on se engañe nadie, no,
pensando que a de d u ra r
lo que espera
m ás que duró lo que vió,
pues que todo a de passar
por tal m anera.
III
N uestras vidas son los ríos (7 )
que van a d ar en la m ar,
qu’es el m o rir ;
allí van los señoríos (8 )
derechos a se acabar
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
e consum ir (9 ) ;
allí los ríos caudales, (1 0 )
allí los otros m edianos
e m ás chicos,
llegados (1 1 ) , son yguales
los que viven p o r sus m anos (1 2 )
e los ricos.
IN V O C A C IO N
IV
D exo las invocaciones (1 3 )
ele los fam osos poetas
y o rad o res;
non curo (1 4 ) de sus fictiones,
que trah en yerbas secretas
sus sabores;
aquél sólo m ’encomienclo, (1 5 )
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este m undo viviendo
el m undo non conoció
su deydad (1 6 ).
V
E ste m undo es el cam ino
para el otro, qu’es m o rad a (1 7 )
sin p esar;
m as cumple tener buen tino
p a ra a n d a r esta jo rn a d a
sin e rrar.
P artim o s quando nascemos,
andam os m ientras vivim os (1 8 )
y llegam os
al. tiem po que fenecem os;
assi que quando m orim os
descansamos.
57
58
PEREDA VALDES — EU SCO SANSONE
VI
E ste m undo bueno fue
si bien usásem os dél
com o debemos, (1 9 )
porque, según n u e stra fé
es p ara g an a r aquél
que atendem os. (2 0 )
H a u n aquel fijo de Dios
p ara sobirnos al cielo,
descendió
a nascer acá entre nos, (2 1 )
y a vivir en este suelo
do m urió.
*
V II
»
Ved que quánd poco valor (2 2 )
son las cosas tra s que andam os
y correm os,
que, en este m undo traydor,
haun prim ero que m uram os
las p erd em o s:
dellas (2 3 ) des'haze la edad
dellas casos desastrados (2 4 )
que aca'hegen,
dellas, p o r su calidad,
en los m ás altos estados (2 5 )
desfallescen.
V II I
D e zid m e: L a herm osura,
la gentil frescu ra y tez (2 6 )
de la cara,
la color (2 7 ) e la blancura,
quando viene la vejez,
¿Q uál se p ara? (2 8 )
L as m añas e ligereza
e la fuerga corporal
de juventud,
todo se to rn a graveza
quando llega al arrab al
de senectud.
IX
Pues la sangre de los godos,
i el linaje e la nobleza
ta n crescida (2 9 ),
¡ p o r quántas vías e m odos
se pierde su gran d alteza (3 0 )
en esta v id a !
U nos, por pocos valer,
por quán baxos e abatidos
que los tie n e n ! (3 1 )
otros, que p o r no tener,
con officios non debidos (3 2 )
se m antienen.
X
Los estados e riqueza,
que nos dexen da dehora
¿Q uién lo duda?,
non les pidam os firm eza
pues son d ’u n a señora (3 3 )
que se m uda.
Q ue bienes son de F o rtu n a
que rebuelben con su rueda
presurosa,
la qual non puede ser una
ni estar estable ni queda (3 4 )
en una cosa.
XI
P ero digo c’acom pañen
e lleguen fa sta la fuessa (3 5 )
con su dueño (3 6 )
GO
PEREDA VAEDES — FUSCO SANSONE
por esso non nos engañen,
pues se va la vida, apriessa
com o sueño; (3 7 )
e los deleytes d ’acá
son, en que nos deleytam os,
tem porales, (3 8 )
e los torm entos d ’allá,
que p o r ellos esperam os,
eternales.
XTI
Los plazeres e dulzores
desta vida tra b a ja d a
que tenem os,
non son sino corredores,
e la m uerte, la gelacla (3 9 )
en que caemos.
N on m iran d o a nuestro daño,
correm os a rienda suelta
syn p a ra r;
desque (4 0 ) vemos el engaño
e querem os d ar la buelta,
non ay lugar.
XTTT
Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara ferm osa
corporal, (4 1 )
como podem os fazer
el alm a tan gloriosa,
angelical,
que diligencia tan viva
to u jéram o to d a hora,
e ta n presta,
en com poner la cativa (4 2 )
dexándonos la señora
descom puesta! (4 3 )
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M ODERN OS
X IV
E sos reyes poderosos
que vem os por escripturas (4 4 )
y a pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
tra s to rn a d a s ;
assi que non ay cosa fuerte,
que a papas y em peradores
e perlados (4 5 ),
assi los tra ta la M uerte
como a los pobres pastores
de ganados. (4 6 )
XV
D exem os a los troyanos,
que sus m ales non los vimos
ni sus glorias (4 7 ) ;
dexem os a los rom anos,
haunque oym os e leymos .
sus estorias, (4 8 )
non curem os (4 9 ) de saber
lo d'aquel siglo- passado
que fue d ’ello; (5 0 )
vengam os a lo d ’ayer,
que tan bien es olvidado
como aquello. (5 1 )
XVI
¿Q ué se fizo el rey D on J o a n ? (5 2 )
los infantes de A ragón
¿que se fizieron?
¿Q ué fué de tan to galán,
que de ta n ta invención
que tru x e ro n ,(53) ?
¿F u ero n sino devaneos,
que fu ero n sino verduras,
de las eras,
QJ
62
P É R liB A VALDÜS —
FU SCO
SAN SON É
las ju stas e los torneos,
param entos (5 4 ) , b o rd ad u ras (5 5 )
e gijneras?
X V II
¿Q ué se fizieron las dam as,
sus tocados e vestidos,
sus olores?
¿Q ué se fizieron las llamas
de los fuegos encendidos
tram ad o res ?
¿Q ué se fizo aquel trobar, (5 6 )
las m úsicas acordadas
que tra y a n ?
¿Q ué se fizo aquel dangar,
aquellas ropas chapadas (5 7 )
que tra ín ?
X V I II
Pues el otro, su heredero
don E nrique, (5 8 ) ¡qué poderes
alcan g av a!
¡Q uánd blando, ¡quánd alagiiero (5 9 )
el m undo con sus plazeres
se le d a b a !
M as verás quánd enemigo,
q u án d contrario, quánd cruel
se le m ostró;
H abiéndole sido am igo,
¡quánd poco duró con él
lo que le d ió !
X IX
L as dádivas desm edidas,
los edificios reales
llenos de oro,
L as baxillas ta n febridas, (6 0 )
los enriques (6 1 ) e reales
del th eso ro ;
’’S
C U IA
DE L E C T U R A S
;
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
los jaezes, los caballos
de sus gentes y atavíos
tan «obrados,
¿dónde irem os a buscallos?
qué fueron sino rocíos
de los prados?
XX
Pues su herm ano el inocente,
qu ’en su vida sucessor
le fizieron
¡qué corte tan excellente
tuvo y quánto gran d señor
le sig u ie ro n !
M ás, com o ifu'esse m ortal,
metióle la M uerte luegoen su fragua.
¡O h juicio divinal!
C uanto m ás ard ía el fuego,
echaste agua.
XXI
Pues aquel g ra n d condestable, (6 3 )
m aestre que conoscimos
tan privado, (6 4 )
no cumple que d ’él se hable, (6 5 )
m as sólo como le vim os
degollado.
Sus infinitos thesoros,
sus villas y sus lugares,
su m andar,
¿Q ué le fueron sino lloros?
¿Q ué fueron sino pesares
al d ex ar?
X X II
E los otros dos herm anos, (6 6 )
m aestres tan prosperados (6 7 )
como reyes,
03
64
PEREDA VALDES —
FU SCO SA N SO N E
C ’a los grandes e m edianos
tru x iero n tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad (6 8 )
qu’en tan alto fue subida
i ensalmada
¿qué fue sino claridad
que puando m ás encendida
fué a m ata d a? (6 9 )
X X I II
T antos duques excelentes,
tan tos m arqueses e condes
e varones (7 0 )
com o vim os tan potentes,
di, M uerte, ¿do los escondes
e traspones? (7 1 )
E las suas (7 2 ) claras fazañas
que fizieron en las guerras
i en las pazes,
quanclo tú, cruda (7 3 ) t ’ensañas,
con tu fuerga las atierras (7 4 )
e desfazes
X X IV
L as huestes innum erables
los pendones, estandartes
e vanderas,
los castillos im pugnables (7 5 )
los m uros e valuarte?
e barreras,
la cava honda, chapada (7 6 )
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
Q uando tú vienes ayrada,
todo lo passas de claro
con tu flecha.
G U IA
DE L E C T U R A S DE A U T O R E S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
XXV
A quél de buenos abrigo,
am ado por v irtu o so
de la gente,
el m aestro D on R odrigo (7 7 )
M anrique, tan to fam oso
e ta n valiente;
sus hechos grandes e claros
nos cumple que los alabe,
pues lo vieron,
ni los quiero hacer caros (7 8 )
pues q u ’el m undo todo sabe (7 9 )
quáles fueron.
XXVI
¡Q ué am igo de sus am igos
¡Q ué señor p a ra criados
e p a rie n te s !
¡O ué enem igo d ’enem igos!
¡Q ué m aestro d ’esforgados
e valientes!
¡Q ué seso p a ra discretos!
¡Q ué g racia p a ra donosos!
¡ Q ué ra z ó n !
¡Q ué benigno a los sujetos (8 0 )
¡A los bravos u dañosos,
un le ó n !
X X V II
E n v en tu ra O ctaviano (8 1 )
Ju lio C ésar en vencer (8 2 )
e b a ta lla r;
en la v irtud, A ffric a n o ; (8 3 )
H aníbal en el saber
e tra b a ja r; (8 4 )
en la bondad, un T ra ja n o ;
66
PEREDA v a l d e s
—
FU SCO
SA N SO N ®
T ito en liberalidad
con aleg ría;
en su brago, A u relian o ; (8 5 )
M arco T ulio en la verdad
que prom etía...
X X V III
A ntonio P ío en clem encia;
M arco A urelio en igualdad
del sem blante;
A d rian o en la elocuencia;
Teodosio en hum anidad
e buen talante.
A urelio A lexandre fué (8 6 )
en deciplina e rig o r
de la g u e rra ;
un C onstantino en la fe,
C am ilo en el grand am ol­
de su tierra.
X X IX
N on dexó grandes thesoros
ni alcangó m uchas riquezas
ni baxillas;
m as fizo g u erra a los m oros,
ganando sus fortalezas
e sus villas;
i en las lides que venció,
quántos m oros e cavallos
se perdieron;
i en este oficio ganó
las rentas e los vasallos
que le dieron.
XXX
Pues por su honra i estado,
en o tro s tyenpos pasados
¿cóñio s’uuo?
* v
G U IA
DÉ
LECTURAS
DE
AUTORES
C L A S IC O S
Y
Q uedando desm anparado,
con herm anos e criados
se sostuvo.
Después que fechos fam osos
fizo en esta m ism a g u erra
que fazía,
fizo trato s tan honrosos
que le dieron aun m ás tierra
que tenía.
XXXI
E stas sus viejas estorias
que con su braco pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ag o ra las renovó
en senectud.
P o r su g ra n habilidad,
por m éritos e ancianía
bien gastada,
alcangó la dignidad
de la g ra n d cavallería
dell E spada. (8 7 )
X X X II
E sus villas e sus tierras
ocupadas de tyranos
las halló;
m as por cercos e por gu erras
e por fuerga de sus m anos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró,
fué servido,
dígalo el de P o rto g al
i en C astilla quien siguió
su p artido1.
M ODERNOS
68
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON É
X X X III
Después de puesta la vida
tan tas veces p o r su ley;
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
v e rd a d e ro ;
después de ta n ta fazaña
a que non puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa d ’O caña
vino la m uerte a llam ar
a su puerta.
(habla la M u erte) (8 8 )
X X X IV
d iz ie n d o : “ Buen cavallero
dexad el m undo engañoso
e su h alag o ;
v u estro corazón d ’azero,
m uerte su esfuerco fam oso
en este tra g o (8 9 )
e pues de vida e salud
íeziste ta n poca cuenta
por la fam a, (8 9 )
esfuércese la v irtu d
p o r so frir esta a fre n ta
que vos llam a” .
XXXV
“ N on se vos haga tan am arga
la batalla tem erosa
q u ’esperáys,
pues o tra vida m ás larga
de la fam a gloriosa
acá dexáys,
(aunque esta vida d ’onor
tam poco non es eternal
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
ni v erd ad era) ;
m as, con todo, es m uy m ejor (9 0 )
que la .otra tem poral
peresqedera” .
XXXVI
“ E l vivir q u ’es perdurable
non se g an a con estados
m undanales,
ni con vida delectable (9 1 )
donde in o ran los pecados
in fern ales;
m as los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
e 0011 llo ro s :
los cavalleros fam osos,
con tra b a jo s e affictiones
contra m oros” . (9 2 )
X X X V II
“ E pues vos, claro varón,
tan ta sangre d erram astes (9 3 )
de paganos,
esperad el galardón
que en este m undo ganastes
por las m an o s;
e con esta confianza
e con la fe ta n entera
que tenéys,
p artid con buena esperanza
qu’esto tra (9 4 ) vida tercera
g an aréy s” .
Oración
R eza (el m aestre ) a la M U E R T E .
69
70
PEREDA VA LD E S —
FU SCO SA N SO N E
X X X V III
i
“ N on tengam os tiem po ya (9 5 )
en esta vida m ezquina
p o r tal m odo,
que mi voluntad está
conform e con la divina
p a ra todo : (9 6 )
e consiento1 en mi m o rir
con voluntad plazentera (9 7 )
clara e pura,
que querer hom bre vivir
quando D ios quiere que m uera,
es locura” . (9 8 )
(D el m aestre a Jesú s)
X X X IX
“ T ú que,por n u estra m aldad,
tom aste fo rm a servil
e baxo ho m b re; (9 9 )
tú, que a tu divinidad
ju n ta ste cosa tan vil (1 0 0 )
como es el ho m b re;
tú que tan grandes torm entos
so friste sin resistencia
en tu persona, (1 0 1 )
no p or m is m erescim ientos,
m as p o r tu sola clemencia
me p erd o n a” . (1 0 2 )
(H a b la el poeta)
XL
Cabo. —
Assí, con tal entender,
todos sentidos hum anos
conservados,
cercado de su m u jer
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
71
i de sus hijos e herm anos
e criados,
dió el alm a a quien ge la dió
(el qual la dió en el cielo
en su g lo ria ),
que aunque la vida perdió,
dexónos h arto consuelo
su m em oria. (1 0 3 )
NOTAS
(1 )
seso —
(2 )
T an
s e n tid o ,
adv.
d is c re c ió n , p r u d e n c ia .
ta n to :
callando ta n to .
( 3 ) a c o rd a d o : d e a c o rd a r : r e c o rd a d o .
(A) q u a l q u ie r a : a d j . in d e í.
C u an d o p re c e d e a u n n o m b re m a sc u lin o o
fem én in o , p u e d e a c o p o p a r s e : c u a lq u ie r tie m p o , c u a lq u ie r ép o c a o c u a lq u ie ra tie m ­
po, c u a lq u ie ra é p o c a . P o sp u e sto al n o m b re , n o se a p o c o p a .
.(5 ) m e jo r : M a n r iq u e no a firm a , c o n s ta ta ú n ic a m e n te q u e , a n u e s tro p a ­
re c e r,
fue
(6)
(7 )
m ana a
(8 )
m e jo r
lo
sabiam ente:
pasado.
prudentem ente.
N u e s tr a s v id a s s o n los r í o s : la id e a p o é tic a de c o m p a ra r
la v id a h u ­
u n r ío e s u n o d e los a c ie rto s m á s felices d e
M a n r iq u e .
s e ñ o r ío s : d o m in io o m a n d o s o b re u n a co sa, te r r ito r io del
se ñ o r, d ig ­
n id a d d e ta l.
(9 )
s e : p ro n o m b re
p e rs o n a l
usado
com o
p ro c l/tic o ,
cu al
e ra
e n to n c e s
co­
r r ie n te .
(1 0 ) c a u d a le s : p rin c ip a l, c a p ita l.
(1 ) lle g u a d o s : a lle g a d o s .
(1 2 ) los los q u e v iv e n p o r su s m a n o s : los sie rv o s , los la b rie g o s . M a n riq u e
d is tin g u e a q u í la s c la s e s com o y a s e d is tin g u ía n e n to n c e s , lo s q u e e x p lo ta n el
tr a b a jo a je n o y v iv e n en la h o lg a n z a d e l ric o y d el n o b le, y lo s “ q u e v iv e n po£
su s
m anos” .
(1 3 ) v erso to m a d o d el P la n to de las V ir tu d e s e P o e s ía de G ó m ez M a n ­
r iq u e . L o s p o e ta s y o ra d o re s s o lía n c o m e n z a r su s p o em as o d is c u rs o s
c o n in ­
v o ca cio n es a u n d io s com o H o m e ro o a u n se ñ o r, com o V ir g ilio . M a n riq u e p r e s c in ­
d ir á d e e lla s p o rq u e “ tr a e n y e rb a s s e c re ta s s u s s a b o re s ” . S e re fie re , ta l v e z a
los s in s a b o re s q u e la a d u lo n e r ía de c ie rto s p o e ta s p u e d e tra er, (caso d e O v id io ,
d e s te rra d o p o r A u g u s to , s u p r o t e c t o r ) .
(1 4 ) N o n c u ro — C u id a r, s a n a r, g u a rir, g u a re s c e r.
(1 5 ) a q u e l solo m e en c o m ien d o — J e s u c ris to .
(1 6 ) el m u n d o n o n c o n o c ió su d e y d a d : la d iv in id a d d e J e s u c r is to d e sc o n o c id a
p o r los h o m b re s.
(1 7 ) p a ra el o tr o q u e es m o r a d a : la d o c trin a r e p re s e n ta b a e s te m u n d o
com o u n c a m in o d e tr á n s ito p a r a el o tr o , la m o ra d a e te rn a .
(1 8 ) a n d a m o s m ie n tra s v iv im o s : p a r tir , a n d a r y lle g a r, r e p r e s e n ta n las tre s
e ta p a s d e la v id a , n a c im ie n to , v id a y
m u e rte .
(1 9 ) c o n c e p c ió n m o ra l d e la v id a q u e h a c e d e n u e s tr a c o n d u c ta , de
n u e s tro
m é rito o d e m é rito de e s ta v id a , c a s tig o o re c o m p e n s a de la o tr a .
(2 0 ) a te n d e m o s ; a t e n d e r : a g u a rd a r, e s p e ra r, e s c u c h a r, o ir.
(2 1 ) e n tr e n o s : e n tre n o so tro s.
(2 2 ) v ed q u e q u n a d p o co v a l o r : r e c u e r d a a l E c le s ia s té s .
(2 3 ) d ellas — de e lla s ; a p ó c o p e d e la p re p o s ic ió n d e y el p ro n o m b re p e rso n a l.
(2 4 ) d e s a s tr a d o s : in fa u s to , infeliz.
PEREDA VALDES —
72
(2 5 )
(2 5 )
(2 8 )
(2 9 )
(3 0 )
(3 2 )
(3 3 )
(3 4 )
(3 5 )
(3 6 )
v id a es
(3 7 )
(3 9 )
(4 0 )
(4 1 )
ca m b io s.
(4 2 )
FU SCO
SAN SON E
d e los m á s a lto s e s ta d o s : d e la c o n d ic ió n so cia l m á s a lta .
la 'c o lo r: a r t íc u l o la p o r el.
p a r a r : q u e d a r a lg u ie n o a lg o e n e s ta d o d ife re n te d el q u e le e r a h a b itu a l.
ta n c r e s c i d a : ta n a lta , elev ad a.
g r a n d a l te z a : n iv e l s o c ia l a lc a n z a d o .
n o n d e b id o s : im p ro p io s , in d e co ro so s.
pues s o n d ’u n a s e ñ o r a : re p re s e n ta a la f o r tu n a com o u n a s e ñ o ra v o lu b le.
q u e d a : q u ie ta .
fu e s s a ; fosa.
re p re s e n ta M a n riq u e a la v id a com o u n
sueño. Y a nos re c u e rd a
“ la
s u e ñ o í’ d e C a ld e ró n .
te m p o ra le s : s e c u la re s , p ro fa n o s o q u e d u ra n u n tie m p o .
c e la d a : tra m p a .
D e s q u e : d e s d e que.
E l c u e rp o n o p u e d e
m o d ific a rs e com o el a lm a , q u e e s su sc e p tib le
de
c a t i v a : m a la ,
d e s d ic h a d a ,
vil.
(4 4 ) L a s c ró n ic a s.
(4 5 ) p e rla d o s, m e t. p relad o s.
(4 6 ) L a m u e rte ig u a la a to d o s, a los ric o s y a los p o b re s , a los e m p e ra d o re s
y a los p a s to re s de g a n a d o s . R e c u é rd e s e el a rg u m e n to d e la “ D a n z a s d e la m u e r te '’,
re p re s e n ta c ió n a le g ó ric a d e la m u e rte , q u e a p a re c e p ro c la m a n d o s u p o d e r u n i ­
v e rs a l in v ita n d o a los h o m b re s d e to d a « la s clases so c ia le s, a to m a r p a r te e n su
d a n z a m a c a b ra , d ig n a d e la m ú s ic a d e S a in t-S a e n s .
G óm ez M a n r iq u e : C o p la s p a ra el s e ñ o r D ieg o A r i a s :
M ir a lo s E m p e r a d o re s ,
los R ey e s y P a d re s S a n t o s ;
so lo s r iq u ís im o s m a n to s
tr a b a jo s tie n e n y ta n to s
com o los c u l t i v a d o r e s ...
P u e s m ira los C a rd e n a le s
A rc o b is p o s y perlad o s.
L a im ita c ió n de G óm ez M a n riq u e e s e v id e n te e n
la cop la X I V .
(4 8 )
su s e s to r i a s : M a n riq u e no q u ie re re fe rirs e al p a s a d o , s in o a l ejem p lo del
p re s e n te .
(5 0 ) I s a í a s : N o os a c o rd é is d e la s cosas! pasadas; y no m iré is a la s a n tig u a s .
( P r o f e c ía X L I I I ) .
(5 1 ) q u e ta n b ie n es o lv id ad o com o a q u e llo . L a s
g lo ria s v a n a s
del m undo
se o lv id a n p ro n to y n o e s p re c is o re m o n ta rs e a l a y e r m u y re m o to p a r a c o n s ta ta rlo .
(5 2 ) G óm ez
M a n r iq u e :
C o p la s p a ra el s e ñ o r
D ie g o
A ria s d e A v ila :
P u e s sy p a s a s las y s to ria s
d e los v a ro n e s ro m a n o s
de los g rie g o s y tro y a n o s
d e los g o d o s y p e rsia n o s.
(5 2 ) D o n J u a n
TI d e C a s tilla (1 4 0 6 -1 4 5 4 ) ¿ Q u é
se fiz o ? E s ta
fo rm a in tev ro g a tiv a es lu g a r c o m ú n e n la a n tig ü e d a d .
(5 3 ) q u e tr u x e r o n ? : t r u x i r : D el a n tig u o c a s te lla n o tr a e r . M u y u s a d o en: to d a
la m o n ta ñ a e n v a rio s d e s u s tie m p o s , c o m o truj!*endo, tr iji, tru je , tr u jie r a .
(5 4 ) p a ra m e n to s : s o b r e c u b ie r ta s d e l cab allo .
(5 5 ) b o r d a d u r a s : la b o r d e re lie v e e je c u ta d a en te la .
(5 6 ) tr o v a r : co m p o n er tro v a s , v e rs ific a r.
(5 7 ) c h a p a d a s : d o ra d a s ,
o c u b ie rta o g u a rn e c id a de c h a p a s, o b o rd a d u ra d e
lá m in a s o s e d a s de c o lo res.
(5 8 ) E n r iq u e I V d e C a stilla .
(5 9 ) a l a g ü e r o ; h a la g ü e ñ o .
G U IA
DE LE C TU R A S
DE AUTO RES C LA SIC O S
Y
M ODERNOS
73
(6 0 ) ta n í e b r i d a s : f a b rid a o f e b r i d a : b ru ñ id a , re s p la n d e c ie n te .
(6 1 ) e n r i q u e s : m o n e d a d e o ro a c u ñ a d a p o r orden, d e E n r iq u e I V .
(6 1 ) a : ¿ Q u e f u e ro n sin o r o e o s de lo s p ra d o s ? U n a d e la s m á s fin a s c o m ­
p a ra c io n e s d e M a n riq u e , p ero era u n lu g a r c o m ú n q u e se v e n í a r e p itie n d o d e s d e
la a n tig ü e d a d .
(6 2 ) P u e s a q u e l g ra n d c o n d e s ta b le :
D o n A lv a ro d e L u n a , c é le b re fa v o rito
de D o n J u a n I I d e c a p ita d o e n V a lla d o lid e n 1453. L a fo rm a a q u e a lu d e M a n ­
riq u e , a l . C o n d e s ta b le es m á s b e n é v o la q u e el ju ic io d e l M a r q u é s d e S a n tilla n a ,
en eí “ D o c trin a l de P r iv a d o s ” y ta n to m á s n o b le a p a re c e c u a n to e x is tía e n tr e él
y su fam ilia u n a la rg a e n e m is ta d . S a n tilla n a m o ra liz a s o b re el h ec h o , M a n r iq u e se
lim ita a c o n s ta ta rlo . E s u n ejem p lo m á s de la fra g ilid a d de la s p o m p a s m u n d a n a le s
<?n su y a la rg a e n u m e ra c ió n .
(6 4 ) T a n p r iv a d o : q u e g o z a b a d e ta n ta p riv a n z a .
(6 5 ), no c u m p le q u e d ’él se h a b le :
e lu d e to d o ju ic io s o b re el d e s v e n tu r a d o
fav o rito .
(6 6 ) E los o tro s do s h e rm a n o s : a lu d e a lo s fa v o rito s d e E n r iq u e I V : D o n
J u a n d e P a c h e c o , m a rq u é s de V ille n a y d o n B e ltrá n t d e la C u ev a , p r im e r d u q u e de
A lb u q u e rq u e . A m b o s f u e ro n m a e s tre s d e S a n tia g o .
(6 7 ) m a e s tre s ta n p ro s p e ra d o s : q u e h a b ía n lle g a d o a ta n ta p r o s p e rid a d .
(6 8 ) a m a ta d a : a p a g a d a , e x tin g u id a .
(7 1 ) tr a s p o n e s : o c u lta s .
/ 7 2 ) e la s s u s : L a s fo rm a s tó n ic a s
de los' p ro n o m b re s p o sesiv o s cu a n d o se
e m p le a n
com o ta le s p ro n o m b re s, p u e d e n lle v a r h o y a r t íc u l o , p u e s e n to n c e s se
s o b re n tie n d e el s u s ta n tiv o e n tre el a r tíc u lo y el p ro n o m b re . L a s fo rm a s á to n a s
v an s ie m p re sin a r t íc u l o ; p e ro la le n g u a a n tig u a n o h a c ía d is tin c ió n e n tr e u n a s
y o tra s y em p le a b a el a r tíc u lo a n te e l l a s : de los su s o jo s, u n s u y o n o m b re , e la s su s.
(7 3 ) c r u d a : c ru e l, á s p e ra , d e sp ia d a d a .
(7 4 ) a t i e r r a s : e c h a r p o r tie r ra .
(7 5 ) im p u g n a b le s : in e x p u g n a b le s .
(7 6 ) C h a p a d a : se re fie re a lo s fosos d e lo s c a stillo s, c h a p a d o s p a ra su d efen sa.
(7 7 ) el m a e s tre D o n R o d r ig o : D o n R o d rig o M a n riq u e , C o n d e d e P a re d e s ,
lla m a d o el se g u n d o C id . S u b io g r a f ía se e n c u e n tr a en lo s “ C la ro s V a ro n e s ’' d e
H e rn a n d o d e l P u lg a r .
(7 8 ) n i los q u ie ro h a z e r c a ro s : g ra v o s o o d ific u lto so .
(7 9 ) p u e s q u ’el m u n d o to d o s a b e : las h a z a ñ a s de D o n R o d rig o M a n riq u e
e ra n n o to ria s .
(8 0 ) q u e b e n ig n o a
los s i r e t o s :
a los re n d id o s.
^
(8 1 ) O c ta v ia n o : A u g u s to , p rim e r e m p e ra d o r ro m a n o . L a id e a d e e s te c a tá lo g o
ae c e le b rid a d e s , q u e d e s e n to n a c o n l a s e n c ille z d e l c o n ju n to e s tá to m a d a d el P r o e ­
m io en p ro sa y de a lg u n o s v e rs o s del P la n to de G ó m ez M a n riq u e .
(8 2 ) C o m p a ra el a r te m ilita r d e l C o n d e de P a re d e s co n el d e J u lio C ésar.
C o m p a ra c ió n e v id e n te m e n te e x a g e ra d a com o to d a s la s d e este c a tá lo g o d e celeb rid a d e s. L a h is to r ia no r e g i s t r a los h e c h o s d e R . de M . c o m o p a ra m e re c e r ta n
s u b id a s c o m p a ra c io n e s y p o r o tra p a rte , si el p a d re d e M a n r iq u e h u b ie ra p o s e íd o
ta n ta s v irtu d e s s e r ía u n d e c h a d o de p e rfe c c io n e s.
(6 3 ) a f f r ic a n o : E scip io n , el A fric a n o .
(8 4 ) H a n íb a l no fu é u n m o d e lo d e s a b e r, sino u n g u e r r e r o g en ial.
(8 5 ) A u re lia n o . E m p e ra d o r ro m a n o , v e n c e d o r d e T é tr ic o y Z e n o b ia . Se
d is tin g u ió p o r su se v e rid a d . (2 1 2 -2 7 5 ),
(8 7 ) dell e sp a d a . E l m a e s tra z g o d e la O r d e n de C a b a lle ría d e S a n tia g o d e la
E spada.
(8 8 ) M a n riq u e d e ja d e h a b la r en p rim e ra p e rso n a p a ra d e ja r la p a la b ra a
la M u e r te , q u e in te rv ie n e com o u n p e rs o n a je a le g ó ric o . D esd e a q u í e n a d e la n te ,
salv o a l fin a l q u e re to m a la p a la b ra M a n riq u e , se e s ta b le c e
u n d iá lo g o e n tr e la
M u e rte y D o n R o d rig o en el cu a l é s te a c e p ta re s ig n a d a m e n te a la M u e rte , com o
ca b e a u n b u e n c ris tia n o .
(8 9 ) e n e s te t r a g o : e n e s te tra n c e .
(8 9 a ) fe z is te ta n poca c u e n ta p o r la
p o r la g lo ria .
fa m a :
d e s p re c ia s te
la v id a y la
salu d
PEREDA VATvDES —
74
FU SCO
SA N SO N E
(9 0 ) e s m u y m e jo r: m u c h o m e jo r.
(9 1 ) n i c o n vicia d e le c ta b le . L o s p la c e re s no a b r e n el c a m in o d e la salv a ció n ,
sin o los sa c rific io s.
(9 2 ) ta n ta s a n g re d e r ra m a s te ! M a n riq u e , e s p ír i íu “ c r is tia n o ” , h a c e
la a p o ­
lo g ía d e la g u e r r a !
(9 4 ) a p ó c o p e ; d e e s ta o tra .
(9 6 ) la c o n fo rm id a d d e lo d iv in o es u n a d e
c ristia n o .
(9 7 )
(9 8 )
la s
C on v o lu n ta d p la z c r .te r a : el c r is tia n o
q u e q u e re r h o m b re v iv ir
c u a n d o D io s q u ie ra q u e m u e ra ,
es locura.
R e c u e rd a la s m e jo re s p á g in a s d e la p o e s ía
(9 9 ) tu q u e — J e s u c ris to .
m a n ife s ta c io n e s
del
a c e p ta la m u e rte
m ís tic a
e s p ír itu
co n re s ig n a c ió n .
c a ste lla n a .
C O M E N TA R IO
C O M P O S IC IO N — En cuarenta coplas desarrolla M anrique el terna
principal de la composición, la m uerte de su padre, D on R odrigo M an­
rique, Conde de Paredes, que pasa a ser secundario, adjetivo, pues e!
tem a principal es en verdad una larga m editación sobre la frag ilid ad de
las cosas hum anas, sobre la vida y la m u erte y una composición reiterada
sobre lo ¡perecedero de la hum ana existencia, y la eternidad de la o tra
vida. N o tienen por consiguiente, las coplas, el carácter de una elegía, en
sentido estricto. La vanidad de las ferias m undanales es subrayada con
ejem plos. D esde la copla I a la X V , se extiende M anrique en m edita­
ciones scbre la fragilidad de las cosas hum anas, que nos recuerda a m e­
nudo al E clesiastés: “N u e stras vidas son los ríos que van a dar a la m a r” ;
“'D ezidm e: la herm osura, la gentil frescu ra y tez, de la car», las color e
la blancura,” etc. D esde la copla X V a la X X V refiere una serie de
ejem plos de cómo se esfum a !a gloria de los grandes, sus riquezas y es­
tados, ccmo vana pom pa de ja b ó n : F,1 Rey D on Juan, D on E nrique, Don
A lvaro de L una.
E n la copla X X V comienza el elogio de su padre, que se extiende
hasta la copla X X X IX , en la que habla la M uerte. Contesta el m aestre
con una oración en la copla X X X V I II, a la m u erte; y en la X X X IX
invoca a Je sú s. Y al final, en la oopla X L , habla o tra vez el poeta.
C A R A C T E R DF. L A S C O P L A S Y S E N T I M I E N T O — U na
grave melancolía, un sentido m oral y didáctico de severo estoicism o p re ­
dom ina en la o b ra. E L poeta se eleva desde el tem a personal e íntim o del
sentim iento que lo expresa, hasta el dolor universal, pasando el tem a ele­
giaco a segundo térm ino. M uchos de sus conceptos sobre lo e fím ero
de nuestro trán sito en el m undo, sus ideas sobre la v id a y la m u erte
fu ero n lugares comunes de la lite ratu ra universal desde la Biblia, pero
M anrique su p o . expresar tales ideas con un sentido personal y en una
fo rm a nueva.
L as coplas de M anrique son la obra más, g rave y seria del' siglo X V ,
contrasta éste su c ará cte r severam ente m elancólico con el hum orism o
travieso y retozón del A rcipreste, con las poesías jugosam ente hum anas
G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C LA SIC O S Y
M ODERN OS
75
de B erceo o con k s coplas satíricas de M ingo R evulgo. Y es que estas
coplas de M anrique representan un aspecto del alm a española, ese a s­
pecto grave y m elancólico que se expresa en el "E n tierro del Conde de
O rg a z ” del Greco, en el ‘ C risto de V elázquez ’ y en, las p in tu ras de V eldes
Leal, el pintor que parecería destinado a ilu stra r con sus tonos ocres y
som bríos las coplas de M anrique, y m ás adelante en la m ística de S anta
T eresa, San Ju a n de la C ruz y F ra y L uis de León, y en la epístola mo-i
ral a F abio o en las obras ligeram ente senequitadas de Quevedo. M ien­
tra s el otro aspecto está representado én el A rcipreste de H ita, en la
Celestina, en el Q uijote, en la novela picaresca, que resum en el ansia de
vivir de un pueblo oprim ido por la religión y sus dogm as, el espíritu del
renacim iento que lucha por expresarse en una am plia efusión vital las
ideas de E rasm o y los principios de L u tero pujando por vencer a la
co n trarefo rm a im puesta por la religión y el estado.
T o d a la ascética del cristianism o, una concepción de la vida que
desprecia lo hum ano por lo divino, el pesim ism o que em ana del líclesiastés y enseña a desdeñar los valores hum anos, encontró en las coplas
de M anrique su m ás exacta expresión. T anto en el Eclesiastés, como en
la Im itación de Jesu cristo de T om ás de K em pis y en tantas otras obras
m orales y ascéticas del cristianism o encontram os el m ism o “ leit m otiv”
del contraste entre lo tem poral y lo eterno.
F U E N T E S — E l P lan to de k s V irtudes e Poesía- y las Coplas'
p a ra el Señor D iego A rias de A vila, de Góm ez M anrique.
El E clesiastés, Isaías. B aruch, P ró sp ero de A quitania y en De Consolaticne Philosophie de Boecio.
O R IG IN A L ID A D — Se discute la originalidad de las Coplas de
M anrique. E l fondo de sus ideas se puede decir que ¡pertenecen a un
m odo de ver general de todo un ciclo del pensam iento europeo.
D on Ju a n V alora fué uno de los im pugnadores de la originalidad de
las coplas, inventando la peregrina teoría de que las coplas eran una im i­
tación poco menos que servil de unai elegía de A bul-B eka, poeta árabe-es­
pañol, a la pérdida de Córdoba, Sevilla, V alencia y M urcia. L a circuns­
tancia de haber hecho V alera una traducción del m odelo árabe en el mismo
m etro que escribiera M anrique sus'coplas, le dió a esta teoría cierta acep­
tación entre los eruditos. P e ro M enéndez y Pelayo re fu tó la falaz teoría,
basándose en los siguientes a rg u m e n to s:
l 9— E s inverosím il que un poeta castellano de fines del siglo X V haya
im itado una poesía arábiga artística, y sólo podría adm itirse hecho
tan excepcional en la historia literaria castellana, eti caso de que
únicam ente en la .poesía de A bul-B eka hubiese podido encontrar M an­
rique los pensam ientos y la fo rm a de expresión que hallam os en sus
coplas, b ) N o hay idea, sentencia, imagen o giro en composición de
M anrique que no proceda de las fuentes m ás n aturales de su ins­
piración, corrientes en su época, de la Biblia, de los S antos Padres,
de los m oralistas y poetas clásicos y de los trovadores castellanos,
entre ellos, el propio tío, Gómez M anrique, c ) L as fuentes principales
de los pensam ientos expresados en las Coplas las hallam os en el Ecle-
PEREDA V A LD E S —
76
siastés, en
en el libro
castellanos,
de F e rn á n
E U SCO S A N S O N E
Isaías, en B aruc, en P ró sp ero de A quitania, y sobre todo
de Consolatione Philosophiae, de Boecio y entre los vates
en ciertos pasajes de las obras del M arqués de Santil'.ana,
Sánchez de T alay era y Góm ez M anrique”.
N o obstante haber tom ado M anrique tan tas ideas e im ágenes del
acervo universal de la cu ltu ra, su originalidad radica en el tono, en la
m anera personal de expresar ideas m anidas o lugares com unes del peiv
samiento, adem ás de la fo rm a m étrica adm irable escogida por el poeta,
E L M IS T IC IS M O D E M A N R IQ U E — L a copla X X X IX es una
anticipación a las m ejores poesías m ísticas del siglo X V I. ¿M anrique, in­
vocando a Jesu cristo en un tono tan hum ilde, no nos recuerda el “N o
me mueve mi Dios para q uererte" o a las lam entaciones de San Ju an de
la C ruz? E n todas las coplas de M anrique habla en un lenguaje .piadoso*
un espíritu altam ente c ristia n o ; pero es en la citada copla donde a d ­
quiere una elevación y un tono lírico m ás ex altado el alm a atorm entada
de M anrique, que ha visto d erru irse las grandezas hum anas y empeque­
ñecerse a los que m ás alto subieron.
V E R S IF IC A C IO N — E stro fa s de doce versos com puestas de cua­
tro grupos, en cada uno de los cuales los dos prim eros versos son octo­
sílabos y el tercero es un quebrado de cuatro, alternando en las estrofas
la rim a grave y la aguda con la siguiente disposición: A B c A Bc, D E f D E f.
L a copla del pie quebrado o e stro fa de Jo rg e M anrique se compone1
de c u atro versos que rim an alternadam ente y dos hem istiquios tetrasílabos
que rim an entre sí. E sta E stro fa se encuentra ya en el A uto ’de los Reyes
M agos en form a im p e rfe c ta :
E s? N on es?
Cudo que u erdad es.
Y
en fo rm a m ás definida en las cantigas del A rcipreste de H i t a :
en el A ve M aría y en los G o zo s: “V irg en del cielo re y n a '\ L a cultivaron
los poetas del siglo X V ; pero fué Jo rg e M anrique quien al crea r una
obra inm ortal, le dió a la com binación del octosílabo con su quebrado
un brillo sin par.
C O M E N TA R IO D E A Z O R IN
“Jo rg e M a n r iq u e ... ¿C óm o era Jo rg e M anrique? Jo rg e M anrique
es una cosa etérea, sutil, frág il, quebradiza. Jo rg e M anrique es un es­
calofrío ligero que nos sobrecoge un m om ento y nos hace pensar. Jo rg e
M anrique es una rá fa g a que lleva n uestro espíritu allá hacia una lon­
tananza ideal. L a crítica no puede apoyar m ucho sobre una de estas fi­
g u ra s; se nos a n to ja que exam inarlas, descom ponerlas, escrutarlas, es h a ­
cerlas perder su encanto. ¿C óm o podrem os expresar la impresión, q u e nos
produce el son rem oto de un piano en que se toca un nocturno d e Chopin,
o la de una rosa que comienza a alejarse o la de las finas ro p as de una
m ujer a quien hem os am ado y ha desaparecido hace tiem po, p a ra siempre”.
A Z O R I N . — " A l margen de los clásicos”.
El Romancero
L os rom ances, dice M enéndez P idal, son poem as épico-lírioos, que se cantan al son de un instrum ento, sea en
danzas corales, sea en reuniones tenidas p ara recreo sim ­
plem ente o p ara el tra b a jo en com ún.
Antigüedad del Romancero. — Los rom ances perte­
necen a un género em inentem ente popular español. ¿E s E s ­
paña, el pais del rom ancero, se p re g u n ta M enéndez P id al?
A esta p reg u n ta la contesta afirm ativam ente, el ilustre p ro ­
fesor español, recordando el consejo de cierto viajero que
p ara v ia ja r por E sp añ a recom endaba llevar en la m aleta 1111
R om ancero y un Q uijote. Si bien en otros países, F rancia,
A lem ania, Suecia, etc., existen narraciones épico-líricas m uy
análogas a los rom ances, a ningún país le cuadra m ejo r que
a E spaña, ser el país del R om ancero. A dem ás, los ro m an ­
ces tienen un carácter esencialm ente nacional. R eflejan ad ­
m irablem ente el espíritu caballeresco de la nobleza española.
E l rom ancero, corno los cantares de gesta, fu e ro n la lite­
ra tu ra de una clase so c ia l: la nobleza, tra ta ro n de ex altar
las v irtudes guerreras, el valor de dicha clase. Com o p ara
los griegos de la época de M enelao, la v irtu d m ás alta de
los señores era el valor, pero en E spaña, en la poesía heroicopopular, tam bién lo son la nobleza, la hidalguía, la caballe­
rosidad. Excepcionalm ente, como en la leyenda de los In ­
fantes de L a ra encontram os la exaltación del tem a de la
venganza, es m ás com ún, el perdón, los m edios legales.
U11 tra id o r com o Bellido es ra ro ; el noble detesta la tr a i­
ción. El Cid era un buen vasallo y acude a las form as le­
gales p ara re p a ra r su afren ta. H a y una idealización de la
vida caballeresca en toda la poesía heroico-popular. L a li­
te ra tu ra m edieval es una lite ra tu ra de la clase aristo crá­
78
PEREDA VA LD E S —
FU SCO
S A N SO N E
tica y p a ra la clase aristocrática, al servicio de sus intereses,
y ésta la im pone al pueblo, la populariza desde arriba. F ue
arte popular p o r re flejo y como que era tam bién un espejo
de la aristo cracia gustaba a ésta. De ahí su carácter nacio­
nal, p ara todas las clases.
Antigüedad del Romancero. — Los m ás antiguos ro ­
m ances conocidos datan del siglo X V . L a p rim era vez que
en una o b ra se habla de los rom ances es en la C artaP roem io del (M arqués de S an tillan a (1445-1448). E l M a r­
qués no disim ula su desdén por esta clase de creaciones- p o ­
p u la re s : “ ínfim os poetas son aquellos que sin ningún o r­
den, regla ni cuenta facen estos cantares o rom ances de
que la gente b a ja de servil condición se alegra. L a posteri­
dad rectificará el juicio del aristó c ra ta escritor, del poeta
de gabinete, que 110 hace sino expresar el ju icio de una
clase social sobre el arte popular. N o ínfim os, sino grandes
poetas anónim os fueron los autores de los rom ances.
E l origen de los rom ances es asunto m uy debatido y
todavía sin solución. Dos tendencias opuestas tra ta n de ex­
plicar s.u origen. P o r una parte, M ilá E ontanals, M enénclez Pelayo y M enéndez P idal, con m ás acierto, los creen
derivados m ás o m enos directam ente, de los cantares de
gesta. R estori, C arolina M ichaelis, P ío R a jn a y C ejador
les atribuyen origen m ás rem oto, o presentan serias obje­
ciones a la teo ría de( los prim eros.
E s indudable que no todos los rom ances .proceden de
los cantares de g esta; m uchos proceden de prosificaciones
que hacen de éstos las crónicas an tig u as y otros son de ins­
piración puram ente novelesca o lírica. Los rom ances conti­
n uaron la tradición de los antiguos cantares de gesta p er­
m itiendo que no se interrum piera ésta, salvando del olvido
las principales figuras de la poesía heroica, B ernardo del
C arpió, el rey R odrigo, los siete In fan tes de L a ra , el Cid,
etcétera, el teatro p ro lo n g ará esa tradición heroica con los
dram as de Ju a n de la Cueva, de G uillén de C astro y de
Lope de V ega que p e rd u ra rá h asta nuestros días en los
dram as de M arquina, de G rau y en los rom ances de G ar­
cía L orca. H a sta A m érica llegarán los ecos del rom ancero
con las versiones de D elgadina, etc.
Clasificación, — C lasificación de W o lf. — 1® época.
R om ances v iejo s: I R om ances viejos nacionales; I I R o ­
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O D ERN O S
79
manees viejos m oriscos; I I I R om ances viejos juglarescos
caballerescos (tran sició n a la 2,J época).
2® época. R om ances e ru d ito s : IV Im itaciones serviles
de los viejos nacionales; V R efundiciones de los viejos y
juglarescos en general; V I R om ances nuevos sem iartísticos
(tran sició n a la 3'1 época).
3» época. R om ances artístico s: V II R om ances a n ti­
guos im itados por los poetas del siglo X V y prim eras dé­
cadas del X V I ; V I I I R om ances de poetas conocidos de las
tres últim as décadas del siglo X V I y del X V II.
C lasificación de W o lf de los rom ances basada en los
a s u n to s :
I
a)
c)
d)
e)
f)
g)
h)
II
III
rV
A,r
R om ances históricos.
E l rey D on R odrigo y la pérdida de E sp añ a.
E l Conde F e rn á n González y sus sucesores.
Los infantes de L a ra .
El C id.
R om ances históricos varios.
E l rey Don Pedro.
R om ances fronterizos.
R om ances del ciclo carolingio.
R om ances del ciclo bretón.
R om ances novelescos sueltos.
R om ances líricos.
Métrica. — Los rom ances viejos eran de 16 sílabas
(divididos en 2 h em istiquios: 8 + 8 de uniform e asonan­
cia. Los que se com pusieron después im itándolos son de
ocho sílabas, rim an d o los versos pares (2, 4, 6, etc.) y que­
dando libres los versos im pares (1, 3, 5 ). E n realidad el
pie del m etro es el m ism o octosílabo.
V eam os como puede descom ponerse un rom ance v ie jo :
D e 16 sílabas:
‘‘A fu era, a fu e ra R odrigo, — el soberbio castellano
acordársete debría — de aquel tiempo ya pasado
cuando fuiste caballero — en el altar de S an tiag o ” .
80
PEEIÍBA VALDÉS —
FU SCO
S A N S O N lt
Separando los dos hem istiquios en en líneas diferentes
quedará así:
D e 8 síla bas:
“ A fu e ra, afu era, R odrigo,
el soberbio castellano,
acordársete debría,
de aquel tiem po ya pasado
cuando fuiste caballero
«n el a lta r de S an tiag o ” .
Romances del Cid
Ese buen D iego L aínez— después que hubo yantado, ( i )
hablaba de sobre m esa— con sus h ijo s todos cuatro.
Los tres son de su m u jer,— pero el otro era bastardo,
v aquel que b astard o era,— era el buen Cid castellano.
L as palabras que les dicen— son de hom bre lastim ado.
— H ijo s, m irad p o r la ho n ra,— que yo vivo deshonrado,
'que porque quité una liebre— a unos galgos que cazando
hallé del conde fam oso,— llam ado conde Lozano,
palabras sucias y viles— me h a dicho y u ltrajad o .
¡ A vosotros toca, hijos— no a mí que soy a n c ia n o !
E stas palabras diciendo,— al m ayor había tom ado :
queriendo hablarle en secreto,— m etióle en un a p a rtad o ;
tom óle el dedo en la boca,— fuertem ente le h a apretado,
con el g ran dolor que siente,— un grito terrible h a dado.
E l padre que aquesto vido,— grandes abrazos le ha dado.
A los dos m etiera ju n to s,— que de los tres han quedado,
la m ism a prueba les hizo,— el m ism o g rito habían dado.
A l Cid m etiera el postrero,— que era el m enor y bastardo.
Tom óle el dedo en la boca,— m uy recio se lo h a apretado,
con el g ra n dolor que siente,— un bofetón le h a am agado.
— A flo jad , padre, le dijo,— si no, seré m al criado.
E l padres q ue aquesto vido,— grandes abrazos le ha dado.
— V en acá tú, h jio m ío,— ven acá tú, hijo am ado,
a ti encom iendo mis arm as,— m is arm as, y aqueste c a rg o :
que tú m ates ese conde,— si quieres vivir honrado.
E l Cid cayó y escuchólo,— respuesta no le ha tornado.
A cabo de pocos días— el Cid al conde h a to p ad o ;
hablóle de esta m anera— como v aró n e s fo rz a d o :
■
—-Nunca lo pensara, el conde,— fuérades ta n mal criado,
que porque quitó una liebre— mi padre a vuestro galgo,
6
p h rE d a v a ld B S
82
—
ÍU S C O
0
S A N S NIÍ
de palabras ni de obras— fuese de vos denostado.
Cómo cjueredes que sea— que tiene de ser vangado.
E l conde tom ólo a b u rlas;— el Cid presto sa lia en o jad o ;
apechugó con el conde,— de puñaladas le ha dado.
NOTAS
(1 )
(2 )
y a n ta d o — com ido.
d e n o s ta d o — in ju r ia r g ra v e m e n te ,
in fa m a r
de
p a la b ra .
C O M E N TA R IO
E ste rom ance pertenece al ciclo de los que se inspiraron en las gestas
del C id Cam peador, Ruiz D íaz de V ivar. E l tem a es un episodio de las
mocedades del Cid. D iego Lainez — padre del héroe — es agraviado por
el Conde Lozano, m ientras aquél quitaba una liebre a unos galgos que
cazando halló del Conde. Convoca a sus hijos, porque vive deshonrado.
C uatro son ellos y de los cuatro, uno, el Cid, es hijo bastardo. A los
tres, empezando por el m ayor, les tom a el¡ dedo en la boca y aprieta fu e r­
temente. N ada dicen los tres, sino quejarse. M as el Cid, am agando un
bofetón le dice: A flo jad , padre, si no, seré m al criado. A l Cid le enccm ienda la m isión de vengarlo, lo que hace éste m atando al Conde L o ­
zano, padre de Jim ena D íaz. E ste rom ance tiene por continuación aquel
en que Jim ena D íaz pide justicia ante el Rey por la a fre n ta de la m uerte
de su padre. A fre n ta que es b o rrad a con el casam iento del Cid con Jimena.
E l episodio de la juventud del Cid no aparece en el Poem a del M ío
Cid que tra ta solam ente el destierro, la a fre n ta de Corpes y el casam iento
de las hijas del Cid. Probablem ente este rom ance — que es indiscuti­
blem ente un rom ance viejo — deriva de las C rónicas o del C antar de
Rodrigo. Se publicó por prim era vez en la F lo r de varios y nuevos ro ­
mances. Valencia, 1591. Guillén de C astro lo p arafraseó en la prim era
jo rn ad a de sus M ocedades del Cid.
M E T R IC A — E l verso es de diez y seis sílabas (dividido en dos
hem istiquios: 8 - |- 8) de uniform e asonancia.
R O M A N C E D E A B E N A M A R Y E L R E Y D O N JU A N
— ¡ A benám ar, A benám ar,
m oro de la m orería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
E stab a la m ar en calma,
la luna estaba crecida;
m oro que en tal signo nace
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERNOS
no debe decir m entira.
Allí respondiera el m oro,
bien oiréis lo que d e c ía :
— Y o te la diré, señor,
aunque m e cueste la vida,
porque soy hijo de un m oro
y una cristiana cautiva;
siendo y niño y m uchacho
mi m adre me lo d e c ía :
qué m en tira no dijese,
porque era grande villanía :
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
— N o te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.
— Y o te agradezco, A benám ar,
aquesta tu cortesía.
¿Q ué castillos son aquéllos?
¡A ltos son y relucían!
— E l A lh am b ra era, señor,
y la o tra la m ezquita;
los otros los A lixares, ( x)
labrados a m aravilla.
E l m oro que los labraba
cien doblas (2 ) ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tan tas se p erd ía ;
desque los tuvo labrados
el rey le quitó 1a, vida
porque no labre otros tales
al rey del A ndalucía,
el otro G eneralife, (3 )
h u erta que p ar no- tenía.
E l otro es T o rres B erm ejas,
castillo de g ra n v alía;
A llí hab lara el rey don J uan,
bien oiréis lo que decía:
— Si tú quisieras, G ranada,
contigo me casaría;
daréte en a rra s y dote
a Córdoba y a Sevilla.
83
PEREDA VALDES —
84
FU SCO
SANSON K
-^ C a s a d a soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el m oro que a mí me tiene
m uy grande bien me quería.
NOTAS
(1 )
p a r te
A lix a re s :
a l i x a r : c in ta
o
fris o
d e a z u le jo s
de
d ife re n te s
c o lo re s
en
la
in fe rio r d e la s p a re d e s.
(2 )
d o b la s :
m oneda
a n tig u a
e s p a ñ o la d e
o ro
que
e q u iv a le a
p esetas.
m ás
de
d ie z
r
( 3 ) G e n e ra life : p alacio y ja rd in e s de los m o ro s, ce rc a de
G ra n a d a , m o n u m e n to v a lio s : sim o d e la a r q u ite c tu r a á ra b e .
la A lh a m b ra , en
C O M E N TA R IO
Dice M enéndez Pidal, refiriéndose a este rom ance: “El año 1451
el rey Ju a n I I de C astil'a llega ante G ranada acom pañado del infante
m oro Abenalm ao, a quien había ofrecido colocar en el trono nazarí, la
ciudad se rinde y el in fan te es reconocido rey en ella.
E l rom ance tiene evidente inspiración m orisca. I<cs poetas árabes
l’am an frecuentem ente “esposo” de una región al señor de el!a. y de aquí
elrom ance tom ó su im agen de la ciudad vista com o una
novia a cuya
m ano aspira el sitiador. E sta im agen no se halla en ninguna lite ratu ra
medieval sino en la castellana. Sólo después cuando los soldados españoles
llevan consigo el rom ancero a A lem ania y P aíses B ajos, vemos su rg ir
la concepción de la ciudad sitiada como un;y novia, ya refiriéndose a M agdeburgo y a su sitiador W a l’estein (1629), ora a otras m uchas ciudades
holandesas, danesas y suecas.”
Pertenece este rom ance a los “ fronterizos”, que relatan los episodios
de las luchas entre m oros y cristianos, en la fro n te ra del reino m oro de
G ranada, por lo cual se llam an fronterizos. Los tem as eran entonces de
actualidad y debieron despertar g ra n interés, porque tratab a n de sucesos
que apasionaban a m eros y c ris tia n o s: desafíos entre caba leros, conquistas
y reconquistas de ciudades.
R O M A N C E DE D O Ñ A A L D A
E n P a rís está doña A lda,
la esposa de don R oldán,
trescientas dam as con ella
p a ra bien la a c o m p a ñ a r:
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a u n a m esa,
todas com ían de un pan.
L as cientos hilaban el oro,
las ciento tejen cendal, ( i )
ciento tañen instrum entos
p ara a doña A lda A legrar.
A l son de los instrum entos
doña A lda adorm ido se h a ;
ensoñado había un sueño,
un sueño de g ra n pesar.
D espertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba ta n grandes
se oían en la ciudad.
— Q ué es aquesto, mi señora,
qué es lo que os hizo m al?
— U n sueño soñé, , doncellas,
que me ha dado g ra n p e s a r :
que me veía en un m onte,
en un desierto lugar,
y de so (2 ) los m ontes altos
un azor (3 ) vide ( 4 ) v o lar;
tras dés viene un aguililla
que lo ahincaba (5 ) m uy mal.
E l azor con grande cuita
m etióse so mi b rial;
el águila con g ra n ira
de allí lo iba a sacar:
con las uñas lo desplum a,
con el pico lo deshace.
A llí habló su cam arera,
bien oiréis lo que d i r á :
— Acjuese sueño, señora,
bien os lo entiendo' s o lta r :
el azor es vuestro esposo,
que de E sp añ a viene y a ;
el águilas sodes (6 ) vos,
con la cual h a de casar,
y aquel m onte era la iglesia
85
86
PEREDA VALDES —
ÍU S C O
SAN SON E
donde os han de velar.
— Si es así, m i cam arera,
bien te lo entiendo pagar.
O tro día de m añana
cartas de lejos le tra e n ;
tin tas venían de fuera,
de den tro escritas con sangre,
que su R o ld an era. m uerto
en la caza de Roncesvalles.
C uando tal oyó doña A lda
m uerta en el suelo se cae.
NOTAS
( 1 ) ce n d al ;— te la de s e d a o lin o m u y d e lg a d a y tra n s p a re n te .
( 2 ) d e so — y d e b ajo .
( 3 ) a z o r — a v e d e ra p iñ a .
( 4 ) v id e — fo rm a a n tig u a d e l v erv o v e r : in d e fin id o , s in g u la r , p rim e ra p e r­
s o n a : v id e , v id e , v id .
( 5 ) a h in c a b a — p e rs e g u ía , h o s tig a b a .
(6 ) so d e s — p re s e n te d e in d ic a tiv o , s e g u n d a p e rs o n a d el v e rb o s e r en su
fo rm a a n tig u a .
C O M E N TA R IO
Se publica por prim era vez en 1550. Se creía que este rom ance p ro ­
cediera de u n a e stro fa de la C hanson de Roland, referente a la m uerte
de doña A lda. E n realidad el rom ance — según M enéndez P id al — no
conoció el poema francés sino una gesta española derivada de las re fu n ­
diciones francesas, en las cuales la m uerte de A lda se contaba en m uy
diluidos episodios de tono m elodram ático.
E l asunto del rom ance es de c ará cte r simbólico. Se tra ta de la in­
terpretación del sueño de D oña A lda que su cam arera descifra. L a in­
terpretación es la sig u ien te:
E l a z o r : es el esposo de D oña A lda, D on R oldan. E l á g u ila : D oña
Alda. E l m o n te : la iglesia donde han de velar a D oña A lda.
E ste sueño parece tener un significado freudiano (1 ) : el deseo del
m atrim onio de D oña A lda con don R oldán, pero su fin es la m uerte.
Se d iría que el am or y la m uerte se lanzan a danzar como en los
viejos diálogos medievales.
(1 )
F re u d ia n o , de S e g is m u n d o F re u d , c é le b re p s iq u ia tr a a u s tría c o , fam o so
p o r su s tra b a jo s s o b re e l p s ic o a n á lisis, co n o c id o c o n el, n o m b re d e f r e u d is m o . U n a
d e su s o b ra s m á's fam o sas, s e t i tu la “ I.a in te rp re ta c ió n d e los s u e ñ o s ” . F,I su eñ o
d e D o ñ a A ld a p u e d e te n e r u r.a in te rp r e ta c ió n c ie n tíf ic a p s ic o a n a lític a , d e c a ­
r á c t e r s e x u a l: e l d eseo d e l m a trim o n io d e D o ñ a A ld a c o n D o n R o ld á n , d eseo
in s a tis fe c h o q u e la m u e rte lleg a a t r u n c a r .
G U IA
DÉ L E C T U R A S
DÉ A U TO RE S C LA SIC O S
Y
M ODERNOS
87
ROM ANCE DEL CONDE ARNALD OS
¡Q uién hubiera tal ventura
sobre las aguas del m ar
como hubo el conde A rnaldos
la m añana de S an Ju a n !
A ndando a buscar la caza
p ara su falcón ( i ) cebar,
vió v en ir una galera
que a tie rra quiere lleg ar;
las velas tra e de seda,
la ejarcia (2 ) de oro torzal, (3 )
áncoras tiene de plata,
tablas de fin o coral.
M arin ero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la m ar ponía en calma,
los vientos hace a m a in a r;
los peces que andan al hondo,
arrib a los hace a n d a r;
las aves que van volando,
al m ástil vienen posar.
Allí habló el conde A rnaldos,
bien oiréis lo que d i r á :
— P o r tu vida, el m arinero,
digasm e o ra ese cantar.
R espondióle el m arinero,
tal respuesta le fué a d a r :
— Y o no digo mi canción
sino a quien conm igo va.
NOTAS
(1 )
(2 )
(3 )
F a lc ó n — H a lc ó n .
E .'a rc ia ; ja rc ia — a p a re jo s y ca b o s de u n b u q u e.
o ro to rz a l — c o rd o n illo de o ro p a ra c o s e r y b o r d a r .
C O M E N TA R IO
E l rom ance completo — dice M enéndez P idal — sé conserva en la
tradición de los judíos de M arru eco s^ es un rom ance de av en tu ras: el
In fa n te A rnaldos se em barca en la nave desconocida y encuentra en ella a
88'
PEREDA VALDES —
I'U SC O
SAN SO N E
.'sos fam iliares y criados que andaban buscándole, y esta filé la g ra n ventu ra aím nciada en el prim er verso. L as cuatro versiones antiguas que se
conservan son tedas incompletas. D os de ellas acaban con el corte re­
pentino que acepto como final de m ás tensión poética, pues da a la can­
ción del m arinero un m isterio inefable. E sta versión frag m en taria, tan
superior a la total, fué divulgada por cancioneros y pliegos sueltos en él
siglo X V I, y desde entonces es tenida como obra m aestra del rom ancero.
U n crítico inglés ju zg a nuestro rom ance del In fan te A rm ld o s superior a la
célebre balada de H eine, de la m ágica canción de Loreley. L ongfelow lo
glosa en T he secret o f the sea (el secreto de la m a r) : los líricos y no
rim ados versos del rom ance le encantan con sti dulce y m onótona cadencia
como las am plias olas que en la playa se tienden sobre la arena reverbe­
rante de p lata ; al evocar la m ística canción del m arinero, los abism ales
secretos del m ar em bargan el alm a del poeta y el corazón del g ran océano
le ccm unica su latido estrem ecedor”.
Dice A zorín, glosando este ro m a n c e : “E l Conde A rnaldos ha salido
en la m añana de San Ju a n a d a r un paseo por la dorada playa. A nte él
se extendía el m ar inmenso y azul. L a m añana está lim pia y fresca. F u l­
ge el añil del c ie lo ; unas aves pasan volando blandam ente sobre las
aguas. E l Conde ve avanzar una galera. D esde la rem ota lejanía en que ha
aparecido como un puntito, ha ido poco a poco avanzando hasta la costa.
L as velas son b la n c a s: blancas com o las redondas nubes que ruedan por
el a zu l; blancas ccmó las. suaves espum as de las olas. E n el E n el bajel
viene un m arinero entonando una c an c ió n ; su voz es llevada por el ligero
viento hacia la playa. E s una voz que dice contentam iento, expansión, jo vilaidad, salud y esperanza.
Q ué cuitas íntim as tiene el Conde? ¿ P o r qué al oir esta voz j u ­
venil y vibrante, se queda absorto ? U na honda correlación hay entre la lu­
m inosidad de la m añana, el azul del m ar, la transparencia de los cielos
y esta canción que entona al llegar a la costa quien viene acaso de re ­
m otas y e x tra ñ as tierras.
— P e r Dios te ruego, m arinero, digasmé ora ese cantar — exclam a
el Conde.
Y el m arinero re p lic a :
— Y o no digo e sta canción sino a quien conm igo va.
N ad a m á s; aquí term ina el rom ance.
A quien conm igo va. ¿D ónde? ¿H ac ia el m ar infinito y proceloso?
¿ H ac ia los países de ensueño y alucinación?”
M O R IA N A C A U T IV A
M oriana en un castillo
con ese m oro G alván
ju g an d o estaba a las tablas
por m ayor placer tom ar.
C ada vez que el m oro pierde
bien p erd ía u n a cibdad;
cuando M o rian a pierde
la m ano le d a a besar.
Del placer que el m oro tom a
adormesciclo se cae.
T endió la vista a los m ontes,
caballero vió asom ar.
L lorando viene y gim iendo
p alabras de g ra n p e s a r :
— ¡A rriba, canes, arrib a !
que m ala rabia os m ate;
en jueves m atáis el puerco
y en viernes coméis la carne,
¡A y, que hoy hace los siete años
que ando p o r aquestos valles,
tray endo los pies descalzos,
las uñas corriendo sangre,
buscando triste a M oriana,
la, h ija del em perante! ( i )
C ap tiváronla los m oros (2 )
la m añ an a de S an Juan,
cogiendo rosas y flores
en las h u ertas de su padre.
Bien le conoce M oriana,
con alegría y p esar;
lágrim as en los ojos
en la faz del m oro dan.
NOTAS
(1 )
(2 )
E m p eran te — Em perador.
C aptiváronla — la tom aron prisionera.
C O M E N TA R IO
E l tem a de M oriana h a sido tratad o en tres rom ances, uno de los
m ás interesantes es el de M oriana cautiva. Su asunto es com pletam ente
novelesco. Se publicó este rom ance en los cancioneros del siglo X V I. Cuen­
ta el suplicio a que es condonada M oriana y cóm o es libertada tpor su
esposo.
L os rom ances m oriscos, a cuyo género pertenece éste, en su m a­
yoría pueden clasificarse entre los novelescos. E sto s rom ances evocan la
PEREDA VAEDES —
90
vida fastuosa y
plendorosa: sus
dos por el brillo
E l rom ance
traord inaria.
l'U S C O
SAN SON E
sensual de los m usulm anes, su civilización rica y es­
fiestas, torneos, trajes, costum bres, cerem onias, realza­
y ef colorido de la poesía oriental.
de M oriana cautiva es de una intensidad dram ática e x ­
R O M A N C E D E F O N T E -F R ID A Y C O N A M O R
F o n te -frid a , fo n te-frid a,
fo n te-frid a y con am or,
do todas las avecicas
v an to m ar consolación,
si n o es la T ortolica,
que está viuda y con dolor.
P o r allí fu e ra a pasar
el tra id o r de R u iseñ o r;
las palabras que le dice
llenas son de tra ic ió n :
— Si tu quisieses, señora,
yo sería tu servidor.
— V ete de ahí, enemigo,
m alo, falso, engañador,
que ni poso en ra m o verde
ni en prado que tenga flo r;
que si el ag u a hallo clara
tu rb ia la bebía yo ;
que no quiero haber m arido
porque hijo s no haya, n o ;
no quiero placer con ellos,
ni m enos consolación.
¡D éjam e, triste enemigo,
m alo, falso, ru in traid o r,
que no quiero ser tu am iga
ni casar contigo, no!
C O M E N TA R IO
E l rom ance de “F onte F rid a y con A m o r” puede considerarse como
un m odelo de los rom ances esencialm ente líricos, en los cuales el tem a
épico-narrativo es sustituido por una divagación. E n los a u to re s a n ti­
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AUTO RES C L A S IC O S Y
M O DERN O S
91
guos y m edievales es frecuente en cen trar el tem a de la tó rto la v iuda que
se posa en las ram as secas para llo ra r su dolor y en turbia el agua cía.
antes de bebería.
R O M A N C E D E L A C O N Q U IS T A D E A I-D A M A
O c u rrid a el 28 de F ebrero de 1482, con la cual se comenzó
la ú ltim a g u erra de G ranada
Paseábase el rey m oro
p e r la ciudad de G ranada
desde la p u e rta de E lv ira
h asta la de V ivarram bla.
C artas le fu ero n venidas
cómo A lham a era ganada.
¡A y de mi A lham a! (1 )
L as cartas echó en el fuego
y al m ensajero m a ta ra ;
echó m ano a sus cabellos
y las sus barbas m esaba; (2 )
apeóse de la m uía
y en un caballo cabalga;
p or el Z acatín (3 ) arrib a
subido había a la A lh am b ra;
m andó to car sus trom petas,
sus añafiles (4 ) de plata,
porque lo oyesen los m oros
que andaban por el arada. (5 )
¡A y de m i A lham a!
C uatro a cuatro, cinco a cinco,
ju n ta d o se ha gran com paña.
A llí habló un viejo alfaquí, (6 )
la b arb a bellida (7 ) y cana
— ¿ P a ra qué nos llam as, rey,
a qué fue n u estra llam ada?
— P a ra que sepáis am igos,
la g ra n pérdida de A lham a.
¡A y de m i A lham a!
¡B ien se te emplea, buen rey.
92
PERÉPA VALDES —
EUSCO S A N SO N E
buen rey, bien se te em pleara;
m ataste los bencerrajes, (8 )
que eran la flo r de G ra n ad a;
cogiste los tornadizos
de C órdoba la nom brada.
P o r eso mereces, rey,
u na pena m uy doblada,
que te pierdas tú y el reino
y que se acabe G ranada.
¡A y de mi A lham a!
NOTAS
(1 ) A lb a n ia — N o m b re m o ro c o n q u e s e d e s ig n a b a a G ra n a d a . H o y tr e s
c iu d a d e s en la s p ro v in c ia s d e M u rc ia , G ra n a d a y A lm e ría lle v a n e s te n o m b re .
L a s tr é s c iu d a d e s s o n fam o sa s p o r su s b a ñ o s m in e ra le s, q u e e s te es el sig n ific a d o
de la p a la b ra A lh a m a .
( 2 ) Y la s s u s b a rb a s m e sa b a — a c a r ic ia rs e las b a rb a s co n las m a n o s.
(3 ) Z a c a tín — P la z a o ca lle do n d e e n a lg u n o s p u eb lo s se v e n d e n ro p a s.
( 4 ) A ñ a file s — tro m p e ta re c ta m o risc a.
( 5 ) A ra d a — p o rc ió n d e tie rra la b r a d a co n el arad o .
( 6 ) A lfa q u í — D o c to r d e la ley e n tr e los m a h o m e ta n o s .
(7 ) L a b a rb a b e llid a — h e rm o sa b a rb a .
(8 )
B e n c e rra je ís ; o a b e n c e rra je s — I lu s tr e fam ilia d el re in o de G ra n a d a
q u e fue d e s tr u id a p o r B o a d il en 1484.
C O M E N TA R IO
E l P a d re M ariana alude a este ro m an c e : “Sobre la tom a de Alhr.ma
anda un rom ance en lengua v ulgar que en aquel tiem po fu é m uy loado y
en éste, en que los ingenios están m ás limados, no se tiene p o r grosero,
antes por elegante y de buena tonada’’. B uen gusto dem ostró M ariana al
lo ar este herm oso rom ance, uno de los m ás bellos del Rom ancero,
E s de origen m orisco y estuvo m uy de moda en el siglo X V I.
L O S R O M A N C E S E N A M E R IC A
E l rom ancero cruzó los m ares y llegó a las tierras de
A m érica. Los colonizadores lo im portaron a M éjico y al
P erú en el siglo X V o principios del X V I. B ernal D íaz del
Castillo ya hace una referencia a los rom ances am ericanos
en su “ C onquista de la N ueva E sp añ a” . — ¿Cóm o llegaron
los rom ances a nuestra A m érica?. — Sin duda los rom an­
ces tradicionales españoles su friero n evidente tra sfo rm a ción al ser asim ilados por la m usa popular vernácula.
L as versiones recogidas por el Sr. M enéndez P idal en
P erú, E cuador, Chile, A rg en tin a y U ru g u ay , ofrecen serias
varian tes com paradas con sus m odelos peninsulares. El ro ­
m ance de L a M agdalena, p o r ejem plo, tom a los dos prim e­
ros versos del rom ance del Conde A rn a ld o s :
¡ Q uien hubiera tal ventura sobre las aguas del m ar
como la hubo el C onde A rnaldos la m añana de San Ju an !
P ero el asunto se refiere a la historia bíblica de Jesús
y la M agdalena.
E n Chile los rom ances se llam an corrido o corrío, el
m ism o nom bre que en A ndalucía em plean los cam pesinos
p ara designar a los rom ances tradicionales.
R eproducim os una de las tan tas versiones recogidas por
M enéndez Pidal. Se tra ta de un rom ance m ontevideano:
M UERTE DE ELENA
( Versión de M ontevideo)
E stan d o una niña bordando corbatas,
con ag u jas de oro y dedal de plata,
pasó un caballero pidiendo posada.
94
PERJÍDA VA LD E S —
F U S C O S A N S O N IÍ
— “ Si mi padre quiere, le doy buena g a n a ’’.
E x ten d ió una cam a en m edio la sala,
sábanas de seda y colchas de holanda.
A la m edia noche él se le v a n tó ;
de las tres herm anas, a E lena eligió;
la m ontó a caballo, con él la llevó.
Al subir la sierra ahí la b ajó ;
sacó puñal de oro, y allí la m ató ;
hizo un ugerillo, y allí la enterró.
A los trece años pasó por allí
'
— “ P astorcillo bello, ¿qué haces a h í? ”
— "C uidando la E lena que ha m uerto por t i ” .
E l rom ancero ha encontrado eco tam bién, entre los es­
critores cultos, que en A m érica se inspiran, en el folklore
para, crear una obra artística de fresco sabor popular. R e­
cordem os el R om ancero de niñas de Luis Cañé, los “ R o­
m ances chucaros” de F ern án Silva V aldés y el R om ancero
de Sim ón B olívar, de Ildefonso1 P ereda Valdés.
Advertencia sobre la lengua
medieval
L a an tig u a lengua castellana, aunque 110 difiere consi­
derablem ente del español m oderno, presenta como es de su­
poner, bastantes caracteres distintos. P o r de pronto dire­
m os sólo que, en cuanto a la pronunciación, la lengua an ­
tigua era m ás rica en sonidos que la m oderna.
D istin g uía una s sorda y o tra sonora (con analoga di­
ferencia que la que existe en francés entre poisson y poison) ;
la s so rd a se escribía doble entre vocales ( passar, escriv iesse),
y sencilla cuando era inicial o iba tras consonante (señor,
m an sag e), o delante de consonante sorda (estar, E s p a ñ a );
la s so n o ra se escribía sencilla en tre vocales (casa, cosa).
D istinguía tam bién la Q (o ce, ci) sorda, de la z sonora;
aquélla era sonido parecido al que hoy pronunciam os en za,
ce, ci, zu ; y la z antigua e ra el m ism o sonido, pero acom ­
pañado de sonoridad en las cuerdas vocales. P o r la p ronun­
ciación y la o rto g ra fía se diferenciaban, por un lad o : hace
haces, singular y plural del sustantivo m oderno “h a z ” , y por
otra p a rte : haze, hazes, del verbo “h a z e r” , m oderno “ hacer” .
Se distinguían tam bién la sorda x de la sonora j (con
análoga diferencia a la que existe en el francés en tre las
iniciales de cham bre y de jo u r ) .
P o r la pronunciación y la o rto g ra fía se distinguían
an tes: rex a de ventana y re ja de arado.
Se distinguía tam bién una b oclusiva, es decir, pro­
nunciada ju n tan d o com pletam ente los labios, como cuando
pronunciam os hoy con energía el im perativo basta, y una
v m eram ente fricativa, p ronunciada con los labios a me­
dio c e rra r solam ente, como cuando hoy decim os saber, ave.
96
PEREDA VA LD E S —
P U S C O S A N SO N E
L a distinción existe, pues, hoy d í a ; pero hoy la pronuncia­
ción de una u o tra b no se atiene a la o rto g ra fía , y a que
ésta se escribe ora b, ora v, según la escritura latina, sin
atender a la pronunciación m o d ern a; adem ás, la distinta
pronunciación hoy ,depende sólo de la posición m ás o m enos
débil de la conosnante (oclusiva, cuando va inicial o tras
co n so n a n te: b a s ta !, v e n !, am bos, e n v id ia ; fricativa, cuan­
do va entre vocales; la bestia, la voz, h a b e r). P o r el con­
trario , en la lengua antigua la pronunciación de la b o. la
v dependía de la etim ología de la voz, y a veces entrañaba
diversa significaión en los v o cables: cabe, cave, de los v er­
bos caber, y cavar” , se distinguían antes por la pronuncia­
ción, hoy tan sólo por la o rto g ra fía ; y antiguam ente se
escribía y se pronuciaba la v en m uchos vocablos que hoy
se escriben con b, como cavallo, bever, y viceversa bivfr,
bívora.
Si en la lectura no se acierta a producir o no se quiere
hacer estas distinciones, pronúnciase la ss y la s com o la s
m o d ern a; la q y la z, como la z m oderna; la x y la j, como
la j m o d ern a; la b y la v, com la b m oderna.
M enéndes P id al.
( “ A ntología de prosistas españoles” ) .
Panorama de la Literatura
Española del Renacimiento
E l R enacim iento es un periodo de la historia de la cul­
tu ra que presenta una gran variedad de m atices y se extiende
del .siglo X V al X V I. E l R enacim iento contribuye a reno­
v a r la concepción pagana de la vida y el arte de la antigüe­
dad clásica, que parecía ahogado, por varios siglos de inva­
siones b árb ara s. E l resurgim iento del arte de la antigüedad
de la libertad de pensam iento, de un deseo de vivir — que
sim bolizan les cuentistas italianos y el re fin ad o arte de
A rio sto — adquiere la fu erza de un “ allegro” lum inoso. El
esp íritu dé renovación y a se había m anifestado en el h u ­
m anism o, o .sea el estudio de la cultura antigua, a lo que con­
tribuyó el descubrim iento de los m anuscritos de los poetas
griegos y latinos y la creencia de que ese fervor p o r las le­
tra s antig u as contribuye a civilizar y a ennoblecer a la h u ­
m anidad .
P a ra la m ayor p arte de los pensadores, el R enacim iento
fue un período de prosperidad y un renacer genuino del
espíritu hum ano, una superación de la E d ad M edia, el des­
p e rta r de 1111 m undo nuevo, dorm ido en el largo' sueño de
u n a noche o scura. U n gran sector del pensam iento, explica
este período de resurgim iento espiritual por el desarrollo
m aterial, la prosperidad económ ica y el desarrollo de la
ciencia. N o todos los pensadores m odernos interpretan al
R enacim iento como un despertar del espíritu h u m a n o ; así
el filósofo ruso B erdiaeff, considera que el hum anism o no
h a fortalecido, sino h a debilitado al hom bre, y que el R en a­
cim iento es el fin del hum anism o, y no su continuación.
T erm in a diciendo: “ espíritus dotados de alguna intuición
98
PEREDA V A L L E S —
F U SCO
SAN SON É
retrocederán gustosam ente a la E dad M edia” . E sta con­
cepción coincide con algunas doctrinas m odernas que
quieren re tro tra e r a la hum anidad a una m entalidad m edie­
val, restringiendo la cultura con fines políticos. E stas ideas
no tienen aceptación, sino, por quienes interesadam ente
quieren convencernos de que la hum anidad h a entrado en
un período catastrófico, cuya única salida sería volver h a­
cia el pasado, al régim en corporativo y a la servidum bre m e­
dieval. H acem os el elogio del R enacim iento como despertar
de la hum anidad, pero entendiendo que ese renacim iento ha
de ser superado cuando la hum anidad reintegre a todos los
hom bres en sus am plios derechos al tra b a jo y a la cu ltu ra.
El R enacim iento se explica como una m anifestación
superior de la prosperidad económica de una clase
social •— la burguesía — que empezaba a rom per las a ta ­
duras a que el régim en feudal la som etiera. A lgunos
inventos ex tra o rd in ario s — com o la im prenta, el h a ­
llazgo de nuevas ru tas comerciales, el descubrim iento de
A m érica (1 4 9 2 ) y el de la ru ta m arítim a de Asia por el
Cabo de B uena E speranza (1 4 9 7 ) — contribuyen a esta
tran sfo rm ació n . E l espíritu crítico, (y el R enacim iento no
hubiera podido desarrollarse sin el libre exam en y la liber­
ta d de conciencia), som ete a una severa revisión todos los
valores m edievales. E l ascetism o m edieval, la censura a la
ciencia, el “ tab ú ” de representar el desnudo en el arte, sen
sustituidos p o r el espíritu científico, por el libre exam en y la
libertad en el a rte . A dem ás, los períodos m ás brillantes del
desarrollo cultural corresponden a una m ayor prosperidad
económica y política. El rápido desenvolvim iento de la clase
dom inante en In g laterra, perm itió en aquel país el adveni­
m iento de la revolución nacional, adelantándose a la gran
revolución fran cesa. E n España, la lite ra tu ra y el arte co­
nocen su m áxim a prosperidad antes de la d erro ta de la In ­
vencible A rm ada, el canto del cisne del im perio español.
V eam os ah o ra cuales fueron los caracteres generales
del R enacim iento español.
Con el triu n fo sobre los árabes y la expulsión de los
ju d ío s (1 4 9 2 ) la E spaña cristiana adquiere la unidad de­
fin itiv a. Los diversos reinos se funden en un solo im pe­
rio, consolidándose la unidad política y religiosa de la n a­
ción española. E l im perio español — bajo los reinados de
C arlos V y Felipe II — com prendía vastísim os te rrito rio s :
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M ODERNOS
99
C erdeña y Sicilia, parte de la Italia M eridional, e l -xvosellón, el A rtois, el C harolais y el F ranco Condado, Luxem burgo, Bélgica y H o la n d a ; p arte del continente A fricano,
A m érica, las F ilipinas y algunas Islas de O ceanía. A p a rtir
de 1587 em pieza la decadencia ele este vasto im perio, que
se perdió en luchas religiosas p ara c o n tra rre sta r los efec­
tos de L a R efo rm a .
E sta lucha estéril en sus resultados económicos cons­
tituye la esencia de su grandeza espiritual. E sta lucha d ra ­
m ática y sin igual, se re fleja en toda la lite ra tu ra española.
L a caballería heroica se convierte al pretender E spaña ci­
v ilizar A m érica por m edio del cristianism o, en caballeiía
m ística. L a m ística española, es la expresión de esa lucha.
T ie rra de caballeros y frailes fué la E sp añ a de los felipes,
tie rra de autos de fe y de inquisidores. F u é paladín de la
c o n tra rre fo rm a ; re sta u rad o ra de la fe esa E sp añ a que se
desangró en L ep an to . Y E sp añ a luchaba contra los ene­
m igos de su fe, contra el turco y contra los protestantes.
Si políticam ente E sp añ a tendía a la E d ad M edia, en su in­
terio r penetraban las ideas renacentistas. Se creaban nue­
vas universidades, siendo la de S alam anca y la de Alcalá,
las m ás fam osas entonces. E sta ú ltim a p ro d u jo la obra
m ás valiosa del R enacim iento español, com o obra de eru­
dición, la B iblia políglota com plutense. E l pensam iento es­
pañol adquiere un g ra n realce en el campo de la especula­
ción con las obras de Ju a n Luis Vives (1 4 9 2 -1 5 4 0 ), de
M elchor C ano (15 0 9 -1 5 6 0 ), y D iego R uiz de M ontoya,
el fu n d a d o r de la teología positiva. L a filosofía mística,
que trató de arm onizar la fe y la ciencia, estuvo represen­
tad a p or dos grandes filósofos: los jesuítas, L uis M olina
(1 5 36-1600) y Francisco S uárez (1 5 4 8 -1 6 1 7 ). F ra y L uis
de León es o tro representante brillante del R enacim iento en
E spaña, con su tendencia h oraciana en la poesía, y sus
ideales platónicos y neo-platónicos en filosofía.
E l intercam bio cultural frecuente en tre Italia y E s­
paña crea una serie de influencias del R enacim iento ita ­
liano sobre España, que em pieza en los orígenes del teatro'
español, con el precursor Ju an de la E ncina y el prelopista
B artolom é de T o rres N a h a rro . E l triu n fo del R enaci­
m iento sobre el ascetism o se m anifiesta m ás librem ente a
fines del siglo X V I en las églogas de “ P lácida y V itoria n o ” y de “ C ristino y F ebea” , de Ju an del E ncina, y en el
100
PERÉDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
prólogo de la “ P ro p alad la” de T o rres N a h arro , una v er­
d ad era sátira p re rre fo rm ista contra los abusos del P apa,
que según expresa M enéndez y P elayo eran un lu g ar co­
m ún de la época, pero que dem uestran la m ay o r libeilad
de expresión en los poetas del p rim er período del R enaci­
m iento. E sta libertad desaparece en el siglo X V I, donde el
ascetism o triu n fa de nuevo sobre la libre expresión. Los
escritores del siglo X V I — en su m ayor parte — S anta
T eresa, F ra y Luis, San Ju a n de la C ruz, reanudan la tr a ­
dición didáctico m o ra l'd e M anrique, que es uno de los as­
pectos del alm a española que ya hemos señalado. L a in­
fluencia italiana se ejerce m ás fuertem ente en B oscán y
Garcilaso, y con ella entra m ás intensam ente el espíritu lu­
m inoso del R enacim iento italiano. Ni en Boscán, ni en G ar­
cilaso, encontram os una concepción ascética o m ística de la
vid a. E n ellos triu n fa el am or a través de' P e tra rc a y de la
escuela provenzal, pero el am or sublim ado y vitalizado por
el R enacim iento. Ju n to a la tendencia mística que repre­
senta la heroicidad española, el espíritu em prendedor de
S an ta T eresa — o la oscura arquitectura de San Ju a n de
la C ruz — tran sp o rta d a a las em presas divinas, con la de­
cadencia española, penetra una concepción realista de la
vida, que tiene sus representantes en la novela picaresca y en
C ervantes. A' la novela pastoril — cuyo apogeo puede seña­
larse hacia fines del siglo X V I con la D iana de M ontem ayor,
y m ás tarde con la C alatea de C ervantes — sucede la novela
picaresca y una refundición ele todos los géneros en el Q u ijo ­
te. L a épica española no estáj a la a ltu ra de lo« hechos heroi­
cos de la E sp añ a de entonces. L a “ A ra u can a” de E rcilla y la
“ A u striad a” de Ju an R ufo, son creaciones m ediocres com ­
p arad as con el p anoram a de las luchas religiosas. E s en la
m ística, en la novela picaresca, en la poesía lírica, donde se
m an ifiesta la g randeza del R enacim iento español: en C er­
vantes, en S an ta T eresa, en F ra y Luis de León y en San
Ju an dé la C ru z. El teatro, cuyos orígenes señalarem os
m ás adelante, adquiere con C ervantes y Ju a n de la Cueva,
1111 com ienzo de vitalidad, pero será Lope de Vega, con su
genio creador em inentem ente popular, el que ha de tra n s­
fo rm arlo p ara llegar con él a la plenitud.
Garcilaso de la Vega
( 1509- 1536 )
L a vida de Garcilaso, breve y lum inosa, tran sc u rre en
1111 am biente de cortesanía, de fiestas, de g u erras y to r­
neos. N o conoce jam ás la pobreza, com o otros escritores
—- C ervantes, por ejem plo — y desde .1520 goza del favor
del E m p erad o r C arlos V — que lo nom bra “ C ontino” —•
aunque tam bién ha de experim entar la pérdida del favor
im perial al intervenir en el casam iento de un sobrino del
E m p erad o r desaprobado por éste, por lo cual debió cono­
cer el d estierro en cierta isla del D anubio. D anubio “ rio
divino” , d irá G arcilaso recordando su no m uy desagrada­
ble d estierro . E n 1525 co n trajo m atrim onio con una dam a
perteneciente a la nobleza española. De este hecho nada
nos dice en sus versos. Su esposa no le inspiró al parecer,
las dulces lam entaciones am orosas que despertó en él Isabel
E reyre, casada con A ntonio Fonseca, el gordo, lá Elisa, de
la p rim era égloga, la in sp irad o ra del isoneto ¡O h, dulces
p re n d a s .
E l am o r y la g u erra llenan toda su breve existencia.
La vida fué pródiga y generosa para Garcilaso, que pudo
v ia ja r: Italia, F rancia, A lem ania; dedicarse a los placeres
de la corte, a las fiestas y galanteos y no descuidar su edu­
cación : m úsica, equitación, esgrim a, lengua y lite ratu ra la­
tin a. M urió en él asalto' a una to rre francesa en M uy, en
el O toño de 1536.
OBRAS
T re s églogas, una epístola (dedicada a B oscán) dos elegías, la pri­
m era dedicada al D uque de A lba, en la m uerte de D on B ernardino de
102
PEREDA VALDES —
F U S C O S A N S O N fi
Toledo, la segunda, a Boscán, escrita en Sicilia, cinco canciones, treinta
y ocho sonetos, ocho coplas (las únicas en que emplea los m etros trad icio ­
nales castellanos), poesías latinas, una c a rta que fig u ra en la traducción
de “E l Cortesano ’, de Castiglione, hecha |por B oscán y o tra al E m perador
Carlos V . L a p rim era edición de las poesías de G arcilaso la publica des­
pués de la m uerte del poeta, la viuda delB cscán, A na G irón de Rebolledo,
conjuntam ente con las de su esposo.
B IB L IO G R A F IA
O bras de G arcilaso, edición y notas de T . N a v arro T om ás, edic.
“L a L ec tu ra ” . —• Poesías de G arcilaso, en la edición de “A utores clá­
sicos españoles” de R yvadeneyra. — G arcilaso y B cscán, edición, prólogo
y notas de E . Diez Cañedo (recom endada). — O bras de G arcilaso de la
V ega. M adrid. L ib rería de Sancho. 1821. — L as E glogas de G arcilaso
de la V ega, con las anotaciones de H e rrera . B iblioteca económ ica de clá­
sicos castellanos. -— O bras de G arcilaso. Biblioteca U niversal (recom en­
d a d a ). — R om era N a v arro . H isto ria de la L ite ra tu ra E spañola, pág.
133. — M enéndez y Pelayo, A ntología, t. X III', pág. 379. — V . H a y w a rd
K eniston. G arcilaso de la V eg a. — Benedettc^ C roce. L a E spaña en la
vida italiana del Renacim iento. E d. española. — E ugene M elé. L as
poesías latinas de G arcilaso de la V ega. — Garcilaso de la V ega. W o rk s.
(T h e H ispanic Society o f A m erica-, N ew Y ork. — B arja. A utores C lá­
sicos. — M anuel A ltolaguirre. Garcilaso de la V ega.
Garcilaso de la Vega
1534 (?)
Egloga primera
A D on Pedro de Toledo, marqués de Villafranea, virrey
de Nápoles
S A L IC IO , N E M O R O S O
E l dulce lam entar de dos pastores,
Salicio (1 ) juntam ente y N em oroso, (2 )
H e de cantar, sus quexas im ita n d o ;
C uyas ovejas al ca n ta r sabroso
E staban m u y atentas, los am ores,
De pacer olvidadas, escuchando.
T ú , que ganaste obrando>
U n nom bre en todo el m undo,
Y un grado sin ségundo,
A g o ra estés atento, sólo y dado
Al ínclito gobierno del estado
A lb an o ; (3 ) agora vuelto a la o tra parte,
Resplandeciente, arm ado,
R epresentando en tie rra el fiero M arte ;
A g ora de cuidados enojosos
Y de negocios libre, p o r ventura
A ndes a caza, el m onte fatigando
E n ardiente jinete, que apresu ra
E l curso tra s d ó s ciervos tem erosos,
Q ue en vano su m o rir van dilatando;
E spera, que en to rn an d o
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
iA ser restituido
A l ocio y a perdido,
L uego verás ejercitar mi plum a
P o r la in fin ita innum erable sum a
De tus v irtudes y fam osas o b ras;
A ntes que me consum a, (4 )
F altan d o á tí, que á todo el m undo sobras.
E n tan to que este tiem po que adivino
V iene á sacarm e de la deuda un día,
Q u e se debe á tu fam a y á tu g lo ria;
Que es deuda general, 110 sólo mía,
M as de cualquier ingenio peregrino
Q ue celebra lo dino (5 ) de m em o ria;
E l árbol de v ito ria (6 )
¡Que ciñe estrecham ente
T u gloriosa frente
D é lu g ar á la hiedra que se planta (7 )
D ebaxo de tu som bra, y se levanta
Poco a poco, arrim ad a á tus loores;
Y en cuanto esto se canta,
E scucha tú el ca n ta r de mis p astores.
Saliendo de las ondas encendido.
R ay ab a de los m ontes el altu ra (8 )
E l sol, cuando Salicio, recostado
A l pie de una alta haya, (9 ) en' la verdura,
P o r donde un ag u a (1 0 ) clara con sonido
A trav esab a el verde y fresco p ra d o ;
Él, con canto acordado
A l ru m o r que sonaba
Del agua que pasaba,
Se q uexaba tan dulce y blandam ente ( r )
Como si no estuviera de allí ausente
L a que de su dolor culpa tenía;
Y asi, com o presente,
R azonando con ella, le decía.
— S A L IC IO
¡O h m ás d u ra que m árm ol á m is quexas, (1 2 )
Y al encendido fuego en que m e quem o
M ás helada que nieve, C alatea! (1 3 )
E sto y m uriendo, y aun la vida tem o;
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
T em óla con razón, pues tú me d exas;
iQue no hay, sin tí, el vivir para qué sea.
V erg ü enza he que m e vea
N in g u no en tal estado,
D e tí desam parado,
Y de sí m ism o yo me corro agora.
¿D e un alm a te desdeñas ser señora,
D onde siem pre m oraste, no pudiendo
Della salir un h o ra ? (1 4 )
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. ( 1 5 )
E l sol tiende los rayos de su lum bre
P o r m ontes y p o r valles, despertando
L as aves y anim ales y la gente;
C uál p or el aire claro v a volando,
C uál por el verde valle ó alta cum bre
Paciendo va segura y librem ente,
C uál con -el sol presente
V a de nuevo al oficio,
Y al usado ejercicio
D o su natura ó menester le inclina.
Siem pre está en llanto esta ánim a m esquina, (1 6 )
C uando la som bra el m undo va cubriendo
O la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
¿ Y tú, desta ( 1 7 ) mi vida olvidada?
Sin m ostrar un pequeño sentimiento
De que por tí S a lid o triste muera,
D exas llevar, desconocida, al viento
El amor y la fe que ser guardada
Eternamente sólo á mí debiera?
¡O h D ios! ¿P o r qué siquiera,
Pues ves desde tu altura
E sta falsa perjura
C ausar la m uerte de 1111 estrecho am igo, (1 8 )
N o recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del am or y o estoy muriendo,
¿O ué h a rá el enem igo?
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
P o r tí el silencio de la selva um brosa,
P o r tí la esquividad (1 9 ) y apartam iento
Del solitario m onte me a g ra d a b a ;
P o r tí la verde hierba, el fresco viento,
105
106
PEREDA VALDES — l'USCO SANSONE
E l blanco lirio y colorada rosa
Y dulce p rim avera deseaba.
¡A y, cuánto me engañaba!
¡A y, cuán d iferen te era
Y cuán de o tra m anera
L o que en tu falso pecho se esco n d ía!
Bien claro con su voz me lo decía
L a siniestra corneja, repitiendo (2 0 )
L a desventura mía.
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
¡C uántas veces, durm iendo en la floresta,
R eputándolo $0 por desvarío,
V i m i m al en tre sueños, d esd ich ad o !
Soñaba que en el tiem po del estío'
Llevaba, p o r pasar allí la siesta,
A beber en el T a jo mi g anado; (2 1 )
Y después de llegado,
Sin saber de cuál arte,
P o r desusada parte
Y p o r nuevo cam ino el agua se iba;
A rdiendo yo con la calor estiva.
E l curso, enajenado, iba siguiendo
D el ag u a fugitiva.
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. (2 2 )
T u dulce habla ¿en cuya o re ja suena?
.Tus claros ojos ¿á quién los volviste? (2 3 )
¿ P o r quién tan sin respeto me trocaste?
T u q u eb rantada fe ¿dó la pusiste?
¿C uál es el cuello que, como en cadena
De tus herm osos brazos anudaste?
N o h ay corazón que baste,
V iendo mi am ada hiedra,
De m í arran cada, en o tro m uro asida,
Y m i p arra en otro olm o entretejida,
¡Que no esté con llanto deshaciendo
H a sta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
¿Q ué no se esperará de aquí adelante,
P o r difícil que sea y p o r incierto?
O ¿qué discordia no será ju n ta d a ?
Y ju n tam en te ¿qué ten d rá por cierto,
O qué de h oy m ás no tem erá el am ante,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Siendo a todo m ateria por tí d ad a ?
C uando tú en ajen ad a (2 4 )
D e mí, cuitado, fuiste, (2 5 )
N otable causa diste
Y ejem plo a todos cuantos cubre el cielo,
Q ue el m ás seguro tem a con recelo
P erd e r lo que estuviere poseyendo.
Salid fu e ra sin duelo,
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
M ateria diste al m undo de esperanza
De alcanzar lo im posible y 110 pensado,
Y de hacer ju n ta r lo diferente, (2 6 )
D ando á quien diste el corazón m alvado,
Q u itán dolo de mí con tal m udanza
O ue siem pre sonará de gente en gente.
L a cordera paciente
Con el lobo ham briento (2 7 )
H a rá su ayuntam iento,
Y con las simples aves sin ruido
H a rá n las brav as sierpes ya su n id o ;
Q ue m ayor d iferencia com préhendo
De ti al ([lie has escogido.
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
Siem pre de nueva leche en el verano
Y en el invierno ab u n d o ; en m i m ajad a (2 8 )
L a m anteca y el queso está so b ra d o ;
D e m i cantar, pues yo te vi agradada,
T an to , que no pudiera el m antuano
T ítiro (2 9 ) ser de ti m ás alabado.
N o soy, pues, bien m irado,
T an d isform e ni feo;
Q u e aun agora m e veo
E n esta agua que corre clara y pura,
Y cierto no tro c a ra mi fig u ra (3 0 )
Con ese que de mí se está riendo (3 1 )
¡ T ro c a ra mi v e n tu ra !
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
¿Cóm o te vine en tanto m enosprecio?
¿Cóm o te fui tan presto aborrecible?
¿C óm o te faltó en mí el conocim iento?
Si no tuvieras condición terrible,
Siem pre fu e ra tenido de tí en precio,
107
108
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
Y no v iera de tí este apartam iento.
¿N o sabes que sin cuento
B uscan en el estío
M is ovejas el frío (3 2 )
De la sierra de Cuenca, (3 2 ) Y el gobierno
Del abrigado E strem o en el invierno?
M as ¡qué vale el tener, si derritiendo
M e estoy en llanto eterno!
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo
Con mi llo rar las piedras enternecen (3 4 )
Su n atu ra l dureza y la q u ebrantan; (3 5 )
Los árboles parece que se inclinan;
L as aves que me escuchan, cuando cantan,
Con d iferente voz se condolecen,
Y mi m o rir cantando me adivinan.
Las fieras que reclinan
Su cuerpo fatigado,
D ejan el sosegado
Sueño p o r escuchar mi canto triste.
T ú sola co ntra mí te endureciste,
L os ojos aun siquiera no volviendo
A lo que tú hiciste (3 6 )
Salid sin duelo, lágrim as, corriendo.
M as ya que a socorrerm e aquí no vienes,
N o dexes el lugar que tanto am aste,
Que bien podrás venir de mí seg u ra,
Y o dexaré el lu g ar do m e d exaste.
Ven, si p o r sólo é jto te detienes.
V es aquí un prado lleno de verdura,
V es aquí u na espesura,
V es aquí un agua clara,
E n otro tiempo cara,
A quien de tí con lágrim as me quexo.
Q uizá aquí hallarás, pues yo me alexo,
A l que todo mi bien quitarm e puede;
O ue pues el bien le dexo,
N o es m ucho que lu g ar tam bién le quede.
A quí dió fin a su ca n ta r S alid o ,
Y suspirando en el postrero acento,
Soltó de llan to una p ro fu n d a vena,
Q ueriendo el m onte al g ra v e sentim iento
De aquel dolor en algo ser propicio,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Con la pesada voz retumba y suena.
L a blanda Filom ena, (3 7 )
Casi com o dolida
Y a com pasión m ovida,
D ulcem ente responde al són lloroso.
L o que cantó tra s esto N em eroso
D ecidlo vos, P iérid es; (3 8 ) que tan to
N o puedo yo ni oso,
Que siento enflaquecer mi débil canto.
— NEM OROSO
C orrientes aguas, puras, cristalinas; (39®)
A rboles que os estáis m irando en ellas,
V erde prado de fresca som bra lleno,
A ves que aqui sem bráis vuestras querellas,
H ie d ra que por los árboles cam inas,
T orciendo el paso por su verde seno;
Y o me vi tan ajeno
Del grave m al que siento,
O ue de puro contento
Con vuestra soledad m e recreaba,
D onde con dulce sueño reposaba,
O con el pensam iento discurría
P o r donde no hallaba
S ino m em orias llenas de aleg ría.
Y
en este m ism o valle, donde agora
M e en tristesco y m e canso, en el reposo
E stu v e ya contento y descansado,
¡O h bien caduco, vano y presuroso!
A cuérdom e durm iendo aquí algún hora, (4 0 )
Q ue despertando, a E lisa vi ’a mi lado. (4 1 )
¡O h m iserable hado! (4 2 )
¡O h tela delicada,
A ntes de tiem po dada
A los agudos filos de la m uerte!
M ás convenible suerte
A los cansados años de mi vida,
Q ue es m ás que el h ie rro fuerte,
Pues no la ha quebrantado tu partida.
¿D ó están ag o ra aquellos claros ojos
Que llevaban tra s de sí como colgada
109
110
TERÜDA VAT.DES — FUSCO, SANSON!?
M i alm a doquier que ellos se volvían?
¿D ó está la blanca m ano delicada,
L lena de vencim ientos y despojos (4 4 )
Q u e de mí mis sentidos le ofrecían ?
L os cabellos que vían (45.)
Con g ra n desprecio al oro,
Como á menor tesoro,
¿A donde están? ¿A donde el blando pecho?
¿D ó la coluna (4 6 ) que el dorado techo
Con presunción graciosa sostenía?
A questo todo ag o ra ya se encierra,
P o r desventura mía,
E11 la fría, desierta y d u ra tierra. (4 7 )
¿Q uién me dixera, E lisa, vida m ía,
C uando en aqueste valle al fresco vientoA ndábam os cogiendo tiernas flores,
Q ue había de ver con largo ap artam ien to
V en ir el triste y solitario día
Q ue diese am argo fin a mis am ores?
E l cielo en mis dolores
C argó la m ano tanto, (4 8 )
'Que á sem piterno llanto
Y á triste soledad me ha co n d e n ad o ;
Y lo que siento m ás es verm e atado
A la pesada vida y enojosa,
Solo, desam parado,
Ciego sin lum bre en cárcel tenebrosa. (4 8 ’ )
Después que nos dexaste, turnea pace
E n h a rtu ra el ganado ya, ni acude
E l campo al labrador con m an o llena,
N o hay bien que en m a l'n o se convierta y m ude;
L a m ala h ierb a al trigo ahoga, y nace
E n lu g ar suyo la infelice avena;
L a tierra, que de buena
Gana nos producía
Flores con que solía ‘
■Quitar en solo vellas mil enojos,
P roduce ag ora en cam bio estos abrojos,
Y a de rig o r de espinas in tratab le;
Y o hago con m is ojos
Crecer, lloviendo, el fru to m iserable.
Com o al partir del sol la sombra crece,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Y en cayendo sus rayos se levanta
Le n egra escuridad que el m undo cubre,
De do viene el tem or que nos espanta,
Y la m edrosa fo rm a en que se ofrece
A quella que la noche nos encubre, (4 9 )
H a sta que el sol descubre
Su luz p u ra y herm osa;
T a l es la tenebrosa
Noche de tu p artir, en que he quedado
De som bra y de tem or atorm entado,
H a sta que m uerte el tiem po determ ine
■Que a ver el deseado
Sol de tu clara vista me encamine.
C ual suele el ruiseñor con triste canto
O uexarse, entre las hojas escondido,
Del d u ro labrador, que cautam ente
L e despojó su caro y dulce nido
De los tiernos hijuelos entre tanto
O ue del am ado ram o estaba ausente, (5 0 )
Y aquel dolor que siente
Con diferencia tan ta
P o r la dulce garg an ta
Despide, y a su canto el aire suena,
Y la callada noche no re fre n a
Su lam entable oficio y sus querellas,
T ray en d o de su pena
Al cielo por testigo y las e stre lla s;
D esta m anera suelta y a la rienda
A mi dolor, y así me quexo en vano
De la dureza de la m uerte airada.
E lla en mi corazón m etió la m ano,
Y de allí me llevó mi dulce pren d a;
Q ue aquel era su nido y su m orada.
¡A y m uerte arreb atad a!
P o r tí m e estoy quexando
A l cielo y enojando
Con im portuno llanto al m undo to d o :
el desigual dolor no sufre m odo.
N o me podrán q u itar el dolorido
Sentir, si ya del todo
P rim ero no me quitan el sentido.
T engo una parte aquí de tus cabellos,
111
112
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
E lisa, envueltos en un blanco puño,
O ue nunca de mi seno se me a p a rta n ;
Descójolos, y de un dolor tam año
E nternecerm e siento, que sobre ellos
N unca mis ojos de llo rar se hartan.
S in que de allí se partan,
Con sospiros calientes,
M ás que llam a ardientes, (5 1 )
L os enjugo del llanto, y de consuno
Casi los paso y cuento uno a u n o ; (5 2 )
Ju n tándolos, co im tn cordón los ato.
T ra s esto el im portuno
D olor me deja descansar un rato.
M as luego a la m em oria se me ofrece
A quella noche tenebrosa, escura,
Q ue siem pre aflige esta ánim a m esquina
Con la m em oria de mi desventura.
V erte presente agora me parece (5 3 )
E n aquel duro trance de -Lucina,
Y aquella voz divina,
Con cuyo son y acentos
A los áridos vientos
P u d ieras am ansar, que agora es m uda,
M e parece que oigo que a la cruda,
Inexorable diosa dem andabas
E n aquel paso ay u d a ;
Y T ú , rú stica diosa, ¿dónde estabas?
¿Ib ate tan to en p erseguir las fieras? (5 4 )
¿Ib ate tan to en un pastor dorm ido?
¿C osa pudo b astar a tal crueza, (5 5 )
Que, conm ovida a com pasión, oido
A los votos y lágrim as 110 dieras
P a ra 110 ver hecha tie rra tal belleza,
O no ver la tristeza
E11 que tu N em oroso
Q ueda, que su reposo
E ra seguir tu oficio, persiguiendo
L as fieras por los m ontes, y ofreciendo
A tus sag radas aras los despojos?
¿Y tú, ingrata, riendo
D ejas m o rir mi bien ante m is ojos?
D ivina Elisa, pues agora el cielo
GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
¡ ]3
Con inm ortales pies pisas y mides,
Y su m udanza ves, estando queda,
¿ P o r qué de mí te olvidas, y no pides
Q ue se apresure el tiem po en que este velo
R om pa del cuerpo, y verm e libre pueda,
Y en la tercera rueda
C ontigo m ano a m ano
Busquem os o tro llano,
B usquem os otros m ontes y otros ríos,
O tros valles floridos y .sombríos,
D onde descanse y siem pre pueda verte
A nte los ojos míos,
Sin m iedo y sobresalto de perderte?
N unca pusieran fin al triste lloro
Los pastores, ni fu eran acabadas
L as canciones que sólo el m onte oía,
Si m irando las nubes coloradas,
Al trasm o n tar def sol, bordadas de oro,
N o vieran que era ya pasado,el día.
L a som bra se veía
V en ir corriendo apriesa
Y a p or la falda espesa
Del altísim o m onte, y recordando
A m bos como de sueño, y acabando
E l fugitivo sol, de luz escaso,
Su ganado llevando,
Se fueron recogiendo paso a paso,
t
NOTAS
(1 )
D ed ic ó e s ta é g lo g a G a rc ila so a su p ro te c to r D . P e d ro d e T o le d o ;
p rim e r M a rq u é s de V illa fra n c a y V irr e y d e N á p o le s d esd e 1532 a 1553 ; fu e
h ijo se g u n d o d e F a d riq u e d e T o le d o y tí o c a rn a l d el gran- D u q u e d e A lb a , d o n
F e r n a n d o . G a rc ila s o p a s ó la rg a s
te m p o ra d a s en N á p o le s
a la s ó rd e n e s d e l
V ir r e y D . P e d r o .
E s ta p rim e ra
é g lo g a d e b ió seri c o m p u e s ta
er.
N á p o le s
h a c ia 1534.
(2 )
S a lic io la m é n ta s e d e c e lo s : N e m o ro s o llo ra la m u e rte de s u p a s to ra ,
E lis a . S alicio es a n a g ra m a de G a rc ila so y E lis a , es Is a b e l F r e y r e , d a m a p o r ­
tu g u e s a , esp o sa de A n to n io d e F o n se c a , a p o d a d o “ el g o r d o ” . D ic e H e r r e r a e n
su s c o m e n ta rio s a la s é c l o g a s : “ E s de d o b la d o tí tu lo q u e se in tro d u z c a n en ella
do s p a s to r e s : u n o celoso, q u e se q u e x a p o r v e r a o tr o p r e f e r id o ; é s te s e lla m a
S alicio y es y a c o m ú n o p in ió n q u e se e n tie n d e p o r G a rc ila so m is m o . E l o tr o
q u e llo ra la m u e rte d e su N ir.fa , e s N e m o ro s o , y n o , co m o p ie n s a n a lg u n o s , es
B o s c á n , a lu d ie n d o a l n o m b re , p o rq u e N e m u s es b o s q u e , p u es v em o s e n la é g lo ­
g a se g u n d a , d o n d e re fie re N e m o ro s o a S alicio la h is to r ia q u e m o s tró T o rm e s
a S ev ero , q u e el m ism o N e m e ro s o a la b a a B o s c á n , y en la te r c e r a llo ró N e m o ­
ro s o la m u e rte de E l i s a :
“ e n tr e
8
la
v e rd e
ie rv a
d e g o lla d a ”
114
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
la cu a l e s d o ñ a I s a b e l P r e tr e , q u e m u r ió d e p a rto , y a s í se d e ja e n te n d e r si
no4
m e e n g a ñ o , q u e e s te p a s to r es su
m a rid o d o n A n to n io d e F o r.s e c a ” .
D e m o d o q u e p a ra F e rn a n d o de H e r r e r a , N e m o ro s o es A n to n io
de F o n s e c a .
M á s ce rc a d e la v e rd a d e s tá la h ip ó te s is de M a n u e l F a r í a
y Souza
cu a n d o
d ic e : “ L o c ie rto q u e no fu é B o s c á n n i o tr o a lg u n o , s,ino q u e G a rc ila s o se p r e ­
s e n ta en a m b o s n o m b re s, e n to n c e s c o m ú n e n tre los e s c r ito r e s d e é g lo g a s . E l in ­
tr o d u c ir n o m b re s s irv e al d iá lo g o ; p e ro la p e rs o n a es u n a s o la ” .
E s ta h ip ó te s is m e p a re c e v e ro s ím il. L a p rim e ra é g lo g a re p r e s e n ta u n a c r ó ­
n ic a s e n tim e n ta l de los a m o re s d e l p o e ta s im u la d o s en la fo rm a e x te r io r d e la
ég lo g a, en q u e no h a b la el p o e ta , s in o la s p ers o n a s in tro d u c id a s . Los- p e rs o n a je s
S a li d o y N e m o ro s o , s o n el p re te x to p a ra e x p r e s a r u n so lo s e n tim ie n to : el d e su s
a m o r e s . E l h ec h o q u e u n o c a n te y se la m e n te p o r los desdenes) y el o tr o , p la ñ o
la m u e rte de la a m a d a , no es u n m o tiv o p a ra s u p o n e r a d o s p e rs o n a s d is tin ta s .
G arcilaso co m ie n z a la m e n tá n d o s e d e los d e s d e n e s y d e la c o q u e te r ía d e su a m a ­
d a, se s ie n te celoso, lu e g o s a b e la im ie rte de ella, d e a h í ese a c e n to e le g ia c o del
final. L a ég lo g a se tra n s fo r m a en u n a elegía^ A q u é p e n s a r en B o s c á n o en
F o n se c a , s i e n ese m o m e n to no p e n s a b a m á s q u e en él y e n su a m a d a . H e a q u í
e x p re s a d o s d o s a s p e c to s de u n m ism o s e n tim ie n to : el a m o r.
( 3 ) A lb a n o . — D . P e d ro de T o le d o ; el p o eta le llam a a s í com o a m ie m ­
b ro
d e la ca sa d e A lb a .
(4 )
s o b r a s : s u p e ra s .
(5 ) d in o , d ig n o . D e m u e stra q u e e n a q u e l tie m p o se p ro n u n c ia b a d in o , a ú n
en le n g u a je c u lto , el h ec h o de e n c o n tra r e n b u e n o s p o e ta s rim a s co m o co n tin o ,
d in o , e t c . ( F . R o d ríg u e z M a r ín : L u i s F a r a h o n a de S o to ) .
(6 )
á rb o l d e v it o r ia : el la u re l.
(7 )
la h ie d ra s im b o liz a afec to y h u m ild a d 1
(8 ) el a l tu r a . E n tie m p o s de G a rc ila s o e ra líc ita e s ta c o n s tru c c ió n , p e ro
lu e g o se a d m itió el con fe m e n in o ta n solo en el caso q u e s ig u ie s e a á a c e n ­
tu a d a : el a l m a .
(9 y 10) H e r r e r a
e sc rib ió U n ’a lto h a y a . E n o tr a s e d ic io n e s : u n a a lta ,
una agua.
(1 1 ) ta n d u lc e y b la n d a m e n te : a d je tiv o y a d v e rb io fa m ilia re s a G a rc ila s o .
(1 2 ) O h m á s d u ra q u e el m á rm o l a m is q u e x a s . E s ta b le c e el c o n tr a s te e n tr e
la f ria ld a d m á rm o re a de su a m a d a , y el fu e g o e n q u e se q u e m a el p o e ta .
(1 3 ) m á s h e la d a q u e n ie v e . R e p ite la m ism a id e a . G ala t e a : G a la te a , E lisa ,
C am ila , G ra v in a y F ilis son la s p a s to ra s de G a rc ila s o .
(1 4 ) della, a c o p o . D e e lla .
(1 5 ) S a lid sin d u elo , lá g rim a s c o rr ie n d o . E s te v erso se r e p ite al fin al de
e a d a e s ta n c ia .
(1 6 ) m e sq u in a , com o e n tris te s c o .
(1 7 ) d e s te , a c o p o . D e e s ta .
(1 8 ) e s tre c h o a m ig o : am xgo ín tim o .
(1 9 ) E s te m ism o p e n s a m ie n to e n c o n tró H e r r e r a en D a n te , A rio s to y J o r ­
ge de R ezende.
(1 9 a .) e s q u ív id a d : ita lia r.is m o .
(2 0 ) la s in ie s tr a c o r n e j a : la c o rn e ja e ra u n sig n o de a g o r e r ía y n o h a d e s ­
a p a re c id o ja c re e n c ia v u lg a r e n lo s a g ü e ro s de la s aves. V é a se P o e m a del M ío
C id, n o ta 12.
(2 1 ) A b e b e r e n el T a jo m i g a n a d o .
E l r í o T a jo q u e a tr a v ie s a la ciu d a d
d e T o le d o , lu g a r de n a c im ie n to d e G a rc ila so , a p a re c e a m e n u d o e n lo s
v e rs o s del
p o e ta . E g l . I I I , I I y so n e to X X I V .
(2 2 ) en c u y a o re ja s u e n a . — E l u so d e c u y o , in te rro g a tiv o , h a d e sa p a re c id o
de la le n g u a c a s te lla n a .
(2 3 ) T u s c la ro s o jo s, ¿A q u ié n los v o lv iste ? E n d e c a s íla b o d a c tilic o de. cu y a
a c e n tu a c ió n h a y v a rio s e je m p lo s en G a rc ila s o .
(2 4 ) e n a je n a d a : a p a rta d a , r e tir a d a .
(2 5 ) d e m i c u ita d o : e n tris te c id o h u is te .
(2 6 ) H a y q u e le e r Y -d e -h a -c e r. . . p a ra q u e el v erso re s u lte c a b a l.
(2 7 ) con el lobo h a m b rie n to : p e n s a m ie n to b íb lic o .
(2 8 ) H e r r e r a p u n tú a a q u í de e sta m a n e r a : “ a b u n d o e n m i m a ja d a : — la
m a n te c a y el q u e s o e s tá so b ra d o ” .
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
1]5
:
•
(2 9 ) T í ti r o . D iv in id a d c a m p e s tre de la c o rte d e B a c o . L o s p o e ta s b u c ó li­
c o s u s a b a n e ste n o m b re com o sin ó n im o de p a s to r . P e rs o n a je d e u n a ég lo g a de
V ir g ilio .
(3 0 ) co n ese q u e d e m í s e
e s tá rie n d o . E s ta ing 'en u a d e c la ra c ió n a b u n d a
en lod p a s to re s d e é g lo g a s . L o p e d e V e g a p a ro d ió e s te p a s a je e n su “ G a to m a q u ia ” .
(3 1 ) d e la s ie rra d e C u e n c a .
S ie rr a de C a s tilla la N u e v a . Y el g o b ie r n o :
s u s te n to .
(3 2 ) E s t r e m o : E x tr e m a d u r a .
(3 4 ) R e c u e rd a a e s ta a n tig u a
c a n c ió n q u e c ita H e r r e r a :
“ L a s tr is te s lá g rim a s m ía s
e n p ie d ra h a c e n s e ñ a l
Y en v o s n u n c a p o r m i m a l” .
(3 5 ) S u n a tu ra l d u re z a y la
q u e b r a n ta n : h ip é rb o le .
(3 6 ) A lo q u e tú h ic is te . — E n H e r r e r a , com o e n la s d e m á s e d ic io n e s
del
s ig lo X V I , se lee p o r e rro r, a los q u e tu h e c is te .
(
(3 7 ) L a b la n d a F ilo m e la . B la n c a d ic e la e d ic ió n p rín c ip e , p e ro F ilo m e la es
el r u is e ñ o r , y el ru is e ñ o r no es b la n c o .
(3 8 ) P ié r id e s . — L la m á ro n s e P ié rid e s o P ie ria s la s m u s a s
d el m o n te P ie r io .
(3 9 ) c o rrie n te s a g u a s , p u ra s ,
c ris ta lin a s . P e tr a r c a
en una
c a n c ió n
que
tr a d u jo
B oscán, d ic e :
í
“ C la ro s y fresco s r ío s ,
q u e m a n sa m e n te va-is
s ig u ie n d o ” ,
(4 0 )
(4 1 )
F o n seca
(4 2 )
h o m b re s
(4 4 )
a lg ú n h o r a : a c o p o p . d e a lg u n a .
E lis a . D o ñ a I s a b e l F r e y r e v in o a E s p a ñ a en 1526, c a só cor. A n to n io
d o s o tre s a ñ o s d e sp u é s y m u rió h a c ia 1533.
O h m ise ra b le h a d o . D iv in id a d o fu e rz a d e sc o n o c id a q u e o b ra s o b re los
y lo s s u c e s o s .
lle n a
d e v e n c im ie n to s y d e s p o jo s . U n o d e
lo s v e rs o s m á s h erm o so s
d e G a r c ila s o .
(4 5 ) q u e v ía n — v e ía n .
(4 6 ) d o la c o lu n a : E v o lu c ió n ta r d ía d el c u ltis m o c o lu m n a . E l g ru p o d e
c o n s o n a n te s m n d ió ñ , com o es sa b id o , e n su p rim itiv a e v o lu c ió n : d a m n u , d a ñ o ,
so m n u , s u e ñ o . (M e n é n d e z P id a l. G ra m . H i s t . )
( 4 7 ) E n la f r ía , d e s ie rta y d u ra t i e r r a — e je m p lo d e la a d je tiv a c ió n p r e ­
c isa d e G a rc ila s o . E s ta e s ta n c ia tie n e 15 v e rso s e n v ez d e 14 com o lo s d e m á s .
(4 8 ) c a rg ó
la m a n o ta n t o : c a rg a r la m a n o , e x p r e s ió n fa m ilia r .
( 4 8 a .) C iego, s in lu m b re e n c á rc e l te n e b r o s a . — U n o
de lo s e n d e c a s íla b o s
m á s h e rm o so s
de G a r c ila s o .
(4 9 ) a q u e lla : e n o tra s e d ic io n e s a q u e llo .
(5 0 ) q u e d e l am ad o ra m o e s ta b a a u s e n te . — E s te b a n
M a n u e l de V ille g a s
h izo p o p u la r e s te te m a , c o n su c a n til e n a : “ Y o v í s o b re u n to m illo — q u e ja rs e
u n p a ja r illo ” .
(5 1 ) m á s a r d ie n te q u e la lla m a : e x p re s ió n p o p u la r com o m á s d u r a q u e el
m á rm o l.
(5 2 ) p u e d e e s c a n d irse a s í : “ c a -si-lo s-p a -so y cu e n -to u -n o a u -n o ” o b ie n
“ ca -si-lo s-p a -so y -c u e n -to u-no a -u -n o ” u n a le c tu r a e n fá tic a
p r e f e r ir ía , s in d u d a ,
la s e g u n d a fo rm a .
( 5 3 ) L u c in a . — S u p o n ía la fá b u la q u e D ia n a -L u c in a
— n a c id a m o m e n to s
a n te s q u e A p o lo — h a b r ía p re s e n c ia d o los d o lo re s yi p a d e c im ie n to s d e su m a ­
d re L a to n a y q u e esto le in sp iró ' ta l h o r ro r a l m a trim o n io y c p m p assó n a. la s
m u je re s e n e l tra n c e de s e r m a d re s , q u e im ploró' d e J ú p ite r el d o n de p e rp e ­
tu a v irg in id a d y la f a c u lta d de fa v o re c e r los a lu m b ra m ie n to s d if íc ile s . P u e d e
h a b e r ta l v e z u n a a lu s ió n a la m u e r te d e Is a b e l d e F re y re , q u e m u rió d e p a r to .
116
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
(5 4 ) ib a te
ta n to en un p a s to r d o rm id o . — E l p a s to r E n d im ió n , h ijo de J ú ­
p ite r, tie n e la
f a c u lta d d e d o rm ir
e te rn a m e n te ,
sin e n v e je c e r ni m o rir.
(5 5 ) D iv in a E lis a , p u es a g o ra el c ie lo . — C a n ta a su a m a d a m u e rta y la
im a g in a en el p a ra ís o com o la B eatriiz d e l D a n te .
>
C O M E N TA R IO
L A S E G L O G A S . — Llam óse bucólico este g énero de poesía, dice
F e m ad o de H e rrera , en sus com entarios, del nom bre de los boyeros, que
los latinos apellidaban B ubulcos. La m ateria de esta poesía es las cosas
y las obras de los pastares, m ayorm ente sus a m o re s; pero simples y sin
daños, no funestos con rabia de celos, no m anchados con a d u lte rio s; com ­
petencias de rivales, pero sils m uerte y sangre. L os dones que dan a sus
am adas tienen m ás estim ación por la voluntad que por el precio; porque
envían m anzanas doradas o palom as cogidas del nido. Ls costum bres
representan el siglo dorado. La dicción es simple, e le g a n te ; los sentim ien­
tos afectuosos y su a v e s; las -palabras saben a l cam po y a la rusticidad de
la aldea,pero no sin gracia ni con p rofunda inocencia y v e je z; porque se
tem pla su rusticidad con la pureza propia del estilo.
L as églogas son el m ás antiguo género de poesía. E n nuestro idioma
quieren decir, escojo, como versos escogidos y bien com puestos y aunque
la m ateria de ellas es variada, parece que es m ás antigua la am atoria
y consta que el verso exám etro se el prim ero de todos, porque ninguna
cosa se lee m ás vieja en ctro g énero de v e rso ; y el Bucólico y -el de los
héroes se tra ta en é l ; así se sigue que el uno y otro sean antiquísim os,
porque am bos atribuyeron los antiguos a A polo, el heroico a P itio y el
Bucólico a N om o, que habiendo m uerto aquella terrible y espantosa fiera
de D elfos, cantó con el uno su victoria y con el otro sus am ores, g u a r­
dando en T esalia las vacas de A dm eto.” — H e rre ra . — Comentarios a las
Eglogas de Garcilaso.
Los m ás antiguos poetas bucólicos fueron Mosco, T eó crito y Bion.
A T eó crito im itó V irgilio en sus fam osas, ég lo g as; adem ás, entre los
latinos se distinguieron T ito C alpurnio y O lim pio Nem esiano.
E n Italia se destacaron en este género Sannázaro — a quien im ita
G arcilaso en la I I égloga — y Gerónim o V ida. Bocaccio y P e tra rc a cul­
tiv aro n tam bién el género, pero sus églogas sen inferiores a las de S an­
názaro. T asso, en cam bio, sobresale con su “A m inta” .
E n E spaña G arcilaso supera a todos con sus tres églogas, obras
m uestras en el género bucólico. Son. m uy estim ables las églogas de Juan
del E ncina, representables en el teatro. L a I I égloga
de
G arcilaso lo
-puede ser tam bién, puesto
que tiene algo de la comedia, tragedia, fábula,
coro y elegía.
ASUNTO
Dedicada esta égloga al V irrey de N ápoles, tiene por asunto el “dulce
lam entar de dos pastores” : uno, Salicio, se queja de los desdenes de su
am ada; el otro, N em oroso, llora su m uerte.
E scrita probablem ente a la m uerte de Isabel de F rey re, Garcilaso
en ella expresa su am or sin esperanza, con un tono de suave m elancolía
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
1]7
de que está im pregnada toda su obra. B landa y dulce es su poesía, de., '.da
y fina, como un cristal. G arcilaso fué un g u e rre ro y un poeta a la vez;
entre la gu e rra y la poesía se deslizó su breve vida, tom ando "o ra la
espada, o ra la plum a”.
A lgunos críticos deploran que G arcilaso no haya sido el cantor de
las tradiciones heroico-populares de los españoles, que la g u e rra en que
le tocó actuar no le hubiera sugerido la epopeya al estilo de la A raucana
— en la que E rcilla actuaba com o acto r y a u to r — y que el con­
trario , su poesía idílica, de suaves paisajes virgilianos, ex p resara un sen­
tim iento c o ntrario al de quien vivió m ás en la g u e rra qúe en la paz,
m ás en el sobresalto que en la tran q u ilid ad riente, de las corrientes aguas,
puras, cristalinas. Se asom bran de que la m ism a m ano que em puñó la
espada, hubiera escrito versos llenos de ternura, de m elancolía y de d u l­
zura idílica. P e ro G arcilaso era un poeta que por su cu ltu ra clásica,
form ado en la escuela de Bem bo, ponía su ideal en la im itación de los
modelos de la antigüedad y en la creación de una form a perfecta. E ra
incapaz de trad u c ir la a c tu a lid a d : su pensam iento poético s.e transportaba
?, o tras regiones ideales. Si bien en algunas de sus églogas hay entrela­
zados fragm entos de su vida — especialm ente en la I I 9-: viajes, la re ti­
rada de los T urcos, el regreso de D on F ernando — el tem a principal son
las escenas y les idilios de los pastores. Lo m ás perdurable en Garcilaso es
la form a, siem pre exquisita, siem pre e le g an te ; de ahí su afán de per­
feccionar el endecasílabo. M úsico y de la m ejor calidad, es ante todo G ar­
cilaso, m ucho m ás que pintor, porque sus paisajes aparecen esfum ados
y nada plásticos. E l sentim iento e s casi siem pre artificioso y convencional.
E n la segunda égloga, al representar bajo el m anto rústico de los pasto­
res a los nobilísim os señores de la casa de A lba, ha im itado Garcilaso
el procedim iento de V irgilio, que hizo de la égloga una pastoral artificiosa
y elegante. T eó crito , el creador del género, 110 obstante pertenecer a una
época decadente (A le ja n d rin a ), supo conservar la sencilla atm ósfera
y el lenguaje g rosero de los pastores, m anteniendo a la égloga dentro
de su cam po natu ral y espontáneo. Al im itar a T eócrito, V irgilio tra n s­
fo rm ^ esa rusticidad en artificio. F a lta averiguar si G arcilaso im itó di­
rectam ente al .poeta latino o, si su bucolism o le vino por interm ediarios —
los poetas italianos de su época: S annázaro, B ernardo Tasso, etc. E s más
fácil aceptar que la im itación es d ire c ta ; G arcilaso era un buen latinista
y si bien imita, tam bién a los poetas italianos — a los que cultivaron el
género pastoril, com o S anázaro — lo hace de sus partes prosi ficadas.
E n cambio, im ita al B eatus lile de H oracio. Si tenía tan excelente m o­
delo en V irgilio, ¿ por qué vam os a suponer que im itara a Sannázaro,
convirtiéndose así en im itador d e im itadores?
Con Garcilaso penetra la lum inosidad del Renacim iento en la lírica
castellana, im pregnada hasta entonces, como en M anrique, de un ascetism o
cristiano. G arcilaso puebla los bosques españoles de sonrientes y ju v e ­
niles ninfas, de los dioses paganos, de los faunos silvestres. N ad a hay del
espíritu cristiano, ni de m isticismo, en la poesía de este poeta que ama
los paisajes apacibles, los rincones de los bosques poblados de trinos, de
esa “soledad sonora”, cuyo apartam iento es g ra ta a su espíritu abatido de
com bates de g u e rra y de am or. Va; recorriendo, como el P e trarc a, los
— í'USCO SANSONlí
lugares que pisó su am ada, fam iliares a su recuerdo; evoca todo ese pa­
n oram a agradable, cnn adverbios, com o “dulcem ente” , “blandam ente”, que
nos hablan de su tern u ra y de su m elancolía. G arcilaso trae a la poesía
española los sím bolos de la m itología pagana, com o D afn e, Lucina. E n dim ión, y en ella e ntran esas fig u ras prohibidas, como el desnudo en. los
cuadros de los pintores renacentistas. A m a la vida y la celebra en cantos
de lum inosidad y de tierna y apenas velada melancolía. N o es la ale­
g ría violenta y sana, como en Ju a n Ruiz, sino un dulce am or por las fo r­
mas agradables de la vida.
V E R SIF IC A C IO N
E stá escrita en e stro fas de catorce versos, de siete y once sílabas
(estan cias), salvo una que tiene quince versos en vez de catorce.
IN N O V A C IO N E S D E B O SC A N Y G A R C ILA SO
M E TR IC A C A ST E L L A N A
EN
LA
“E l em bajador veneciano, A ndrés N avagero, hallándose en G ranada
ju n to a C arlos V , anim ó con palabras a B o sc á n : me dijo por qué no
probaba en lengua castellana sonetos y o tras artes de trovas usadas por
les autores de Italia. A lgo m enguado queda el papel de iniciador que a
B oncán se adjudica, con el ejem plo de G arcilaso, el cual de ipor sí con­
siguió versificar a la m anera de los italianos con tal fluidez y te rs u ta ,
que nadie le ha superado después con haberse asentado firm em ente la
nueva m anera en E spaña. Casi al m ism o tiem po, Sa de M iranda en P o r­
tugal, de vuelta de Italia, se daba a v ersificar en caste'lano y en portugués
como aquellos m aestros. P ro n to em pezaban otros m uchos poetas a dar
leyes al endecasílabo y a establecer las nuevas form as dándole fijeza y
esplendor.
A sí, de m odo sencillo, por una conversación entre literatos, surge la
reform a m ás trascendental de la m étrica española: la introducción del
verso endecasílabo y de algunas principales form as e stró fic a s: el soneto,
la canción de estancia larga, el terceto, la octava rima y el verso suelto',
la rima interior.'’
E JEM PLO S
,
R im a i n te rio r:
“A lbanío, sí tu mal com unicaras
con otro, que pensaras que tu pena
juzgaba com o ajena o que este fuego”
Verso su e l to :
“ Señor Boscán, quien tanto gusto tiene
de daros cuenta de los pensam ientos
hasta en las cosas que no tienen nom bre”
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
] 19
Tercetos: véase E gloga I I .
Octava r i m a : véase E gloga I II.
E st anci a: véase E gloga I.
“E n la carta a la duquesa de Som a, Boscán sostiene im plícitam ente
que ha sido el prim ero que h a aclim atado en la -literatura castellans, los
géneros y la form a de. la m étrica italiana, la prim era novedad que intro­
duce es el endecasílabo.
Castillejo, que capitaneó la, ru d a oposición contra los italianizantes,
fustigó las pretensiones de innovador de Boscán. C itaba a los siguientes
poetas que habían usado el endecasílabo antes que é l: Juan de Mena,
D on Ju a n M anuel, A usías M arch y el M arqués de Santillana. Si bien
es verdad que el M arqués de Santillana im itó deliberadam ente el ende­
casílabo italiano en sus “sonetos fechos al itálico m odo”, es tam bién
cierto que su ensayo de aclim atación no pasó -de un ensayo poco a fo r­
tunado y que sus endecasílabos son sum am ente defectuosos y faltos de la
m usicalidad característica de e ste -m e tro italiano. P o r lo que respecta a
Ju a n de M ena, les versos de once silabas, que andan m ezclados con sus
dodecasílabos de arte m ayor, nada tienen que ver con el endecasílabo ita ­
liano y lo m ismo puede decirse del m etro de A usías M arch (decasílabos en
m étrica catalana con censura obligatoria en la cuarta sílab a), que la
escuela catalana había heredado de las antiguas escuelas provenzal y
francesa. Podem os, pues, m uy justificadam ente, abonar la pretensión de
Boscán al presentarse en la palestra literaria com o innovador de las fo r ­
m as poéticas de la lite ratu ra castellana. E l endecasílabo italiano, em­
b rionario e indeciso en los s.cnetos del M arqués de Santillana, ensayado
también, con poca fortuna por M icer Francisco Im perial, es usado con
regularidad y sistem áticam ente por Boscán en sus sonetos, tercetos, oc­
tavas y versos sueltos, por m ás que n o fué él, sino G arcilaso, el prim ero
que encontró su genuina m usicalidad y le im prim ió su cabal perfección.
L as innovaciones que introdujo B oscán no se lim itaron a la m étri­
ca propiam ente dicho, sino a la estru ctu ra m isma de la composición poé­
tica y a los géneros poéticos. L as principales novedades que tra jo de Italia
al P arn aso castellano fueron el soneto, la canción, el terceto, la octavai
rim a y el verso suelto. P e r lo que respecta a los sonetos, no hay que
olvidar que le precedió en su tentativa, así com o en la adopción del en­
decasílabo italiano, el M arqués de Santillana en sus “sonetos al itálico
m odo”. Pero, com o o c u rrió en sus endecasílabos, el ensayo del M arqués
no pasó de una tentativa aislada. E l tipo del .soneto con la rig u ro sa co­
locación y repetición de sus estro fas y rimas, 110 está seguido con re g u ­
laridad y constancia en los del M arqués de Santillana, el cual dió en los
suyos cuatro tipos diferentes por lo que respecta a la colocación de las
rim as de los c uartetos. Sea como sea, el ensayo de Santillana no fru c ­
tificó y quedó com o, una tentativa aislada hasta que vino B oscán a inau­
g u ra r con los suyos la brillante familia/ de los sonetos castellanos, en
cuyo cultivo habían de distinguirse los principales ingenios de esa lite ratu ra.”
J -E K 1 V U A
VAUHSS
— FUSCO, SANS0NI5
E L E X T R A N JE R ISM O DE GARCILASO
A lgunos críticos, el alem án K lem perer y el Señor C ejador han visto
en la im itación form al de G arcilaso de la poesía italiana, una tendencia
e x tra n je ra que apartó a este a u to r de la corriente tradicional española.
E l prim ero dice que Garcilaso quiso “escapar (a lo español” . E s indudable
que lo esencial en Garcilaso es español, pues llam ar a G arcilaso un poeta
italiano es “tan falso — dice M anuel A lto la g u irre — com o decir que
una española que viste según la moda de P a rís es una francesa” .
Los m etros que introdujeron G arcilaso y B oscán se aclim ataron a
la lírica española de tal m anera, qu pasaron después a ser cosa propia.
F ra y L uis de León, H e rre ra y otros poetas lo cultivaron con igual arte
y sólo 110 prosperó la rim a interior, dem asiado artificiosa, si bien es cierto
que la poesía española no abandonó los m etros tradicionales que defendía
Castillejo.
GARCILASO
VISTO POR A Z 0R 1 N
“A los treinta y tres años, el poeta fu é herido gravem ente en una
acción m ilitar m uchos días estuvo entre la vida y la m uerte. Al calió
logró vencerse el peligro. La convalecencia fué larga. G arcilaso veía el
mundo, sentía el mundo, vivía en el mundo como otro hom bre. E ra el
mismo de antes, y, sin em bargo, las cosas eran distintas para é l ; todo
p ara él m ás nuevo, m ás p ro fu n d o , m ás poético, ¡C óm o recordaba en estas
horas tenues y flúidas de la convalecencia, los lugares en que sus ojos
s t habían gratam ente apacentado 1 Los P irineos, en que la nieve blan­
queaba; los sotos de la abrigada E x tre m a d u ra ; el viejo T o rm e s; el T ajo ,
el D anubio. Los ríos han tenido la dilección del poeta; tres ríos ha can­
tado G arcilaso: el T orm es, el T a jo y el Danubio. ¿ N o es verdad que,
al lado de los dos viejos ríos tan españoles — que pasan bajo seculares
puentes ro m an o s; que re tra ta n paisajes áridos, param eras, pueblecillos
de adobes, m ilenarias ciudades llenas de conventos y de caserones de hi­
dalgos ; que sen cruzados per carrom atos con largas ringleras de m uías
y por corsarios con sus re c u a s; — no es verdad que nos produce una in­
definible sensación al ver, al lado de estos ríos, este otro río tan lejano,
tan rem oto, que lleva sus aguas a un m ar que no es ni el M editerráneo
ni el A tlántico, y que bordea ciudades m isteriosas y ex trañ as para
nosotros ?
•
Del T orm es recuerda el poeta una vega grande y espaciosa, que hay
en su r ib e r a ; siempre la verdura, invierno y verano, es perenne en ella.
D el T a jo am a tam bién G arcilaso, una espesura de verdes sauces, toda
revestida de hiedra que se enrosca por los troncos de los árboles y sube
hasta las alturas. P e ro en los días largos de su convalecencia, en este
resu rg ir de una vida nueva, todo el am or de Garcilaso, toda su tern u ra,
toda su efusión era para aquel río, ancho y claro, que allá lejos, m uy
lejos, deslizaba su corriente entre la arboleda.” — A Z O R I N . — A l margen
de los clásicos.
GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Canción Quinta
A L A F L O R D E C. NI DO (1 )
Si de mi baxa lira (2 )
T an to pudiese el son, que un m om ento
Aplacase la ira
Del anim oso viento,
Y la fu ria del m ar y el m o v im ien to ;
Y en ásperas m ontañas
C cn el suave canto enterneciese
L as fieras alim añas,
Los árboles moviese,
Y al son confusam ente los trax ese;
N o pienses que cantado
Sería de mí, herm osa flor de Gnido, (3 )
El fiero M arte airado,
A m uerte convertido,
De polvo y sangre y de sudor -teñido;
N i aquellos capitanes (ty)
E n las sublimes ruedas colocados,
P o r quien los alem anes
E l fiero cuello atados,
Y los franceses van dom esticados.
M as solam ente aquella
F u erza de tu beldad sería cantada,
Y alg una vez con ella
T am bién sería notada
E l aspereza de que estás a rm a d a;
Y cómo por tí sola,
Y p or tu gran valor y herm osura,
C onvertida en viola, (5 )
L lora su desventura
E l m iserable am ante en su figura.
H ablo de aquel cativo (6 )
De quien tener se debe m ás cuidado,
Q ue está m uriendo vivo,
Al rem o condenado,
E n la concha de V enus am arrad o .
P o r tí, com o solía,
Del áspero caballo no corrige
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
L a fu ria y gallardía,
N i con freno le rige,
N i con vivas espuelas ya le aflig e.
P o r tí, con d iestra m ano
N o revuelve la espada presurosa,
Y en el dudoso llano
H uye la polvorosa
P a lestra com o sierpe ponzoñosa.
P o r tí, su blanda m usa,
E n lu g ar de la cítara sonante,
T ristes querellas usa, (8 )
Oue con llanto abundante
H acen b añ ar el ro stro del am an te.
P o r tí, el m ayor am igo
Le -es im portuno, grave y enojoso;
Yo puedo ser testigo,
Que ya del peligroso
N a u frag io fui su puerto y su reposo.
Y ag o ra en tal m anera
V ence el dolor a la razón perdida,
Q ue ponzoñosa fiera
N unca fue aborrecida
T a n to como yo dél, ni tan tem ida.
N o fuiste tú engendrada
N i producida de la d u ra tie r r a ;
N o debe ser notada
Q ue ingratam ente y erra
Q uien todo el otro e rro r de sí destierra (1 0 )
H á g ate tem erosa
el caso de A najerete y cobarde,
Q ue de ser desdeñosa
Se arrep intió m uy ta rd e ;
Y así, su alm a con su m árm ol arde.
Estábase alegrando
Del mal ajen o el pecho em pedernido,
C uando abajo m irando,
el cuerpo m uerto vido
Del m iserable am ante, allí tendido.
Y al cuello el lazo atado,
Con que desenlazó de la cadena
E l corazón cuitado,
Q ue con su breve pena
C U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IL U S
Y
M U üttKiNua
1 C.KJ
Com pró la eterna punición a jen a .
Sintió allí convertirse
E n piedad am orosa el aspereza.
¡O lí ta rd e arrepentirse!
¡O lí últim a terneza!
¿C óm o te sucedió m ayor dureza?
Los ojos .se enclavaron
E n el tendido cuerpo que allí vieron,
L os huesos se to rn aro n
M ás duros y crecieron,
Y en sí toda la carne c o n v irtie ro n ;
L as en trañ as heladas
T o rn a ro n poco a poco en piedra d u ra ;
P o r las venas cuitadas
L a sangre su fig u ra
Iba desconociendo y su n a tu r a ;
H a sta que, finalm ente,
E n duro m árm ol vuelta y tran sfo rm ad a,
H izo de sí la gente
N o tan m aravillada
C uanto de aquella in g ratitu d v e n g a d a .
N o quieras, tú, señora,
De Némesis aira d a las saetas
p ro b a r; por Dios, agora,
B aste que tus perfetas
obras y h erm o su ra a los poetas
D en inm ortal m ateria,
Sin que tam bién el verso lam entable
Celebren la m iseria
D e algún caso notable
que por tí pasé triste y m iserable.
NOTAS
(1 )
D ed ic ó G a rc ila s o e s ta c a n c ió n a la F lo r de G n id o , D a . V io la n te S anse v e rin o , h ija d e dor. A lfo n so S a n s e v e rin o , D u q u e d e S o m m a , tr a ta n d o d e v e n ­
c e r s u e s q u iv id a d p a ra con M a rio G a le o ta , <au c o r te ja n te , g ra n a m ig o d e l p o e ta .
H a h a b id o u n a c o n fu s ió n e n tr e e s tá D a ., V io la n te , y a id e n tific a d a p o r el B ró ­
c e n se y o tr a d a m a n a p o lita n a , D a . C a ta lin a S a n s e v e rin o , a m ig a d e G a rc ila s o , y
r e c o rd a d a p o r los p a rie n te s d e é s te p o r f ig u ra r en el te s ta m e n to d el p o e ta co m o
a c re e d o ra a 300 escu d o s, p re s ta d o s p o r ella a G a rc ila s o . H e r r e r a , co n el te s ­
tim o n io de d o n A n to n io P o r ta c a r r e r o , y ern o de G a rc ila so , cre y ó q u e la S a n s e ­
v e rin o d e la F lo r de G n id o , fu é D a. C atalin a^ (E).' M ele . L a s p o e s ía s la tin a s
d e G a r c ila s o ) .
(2 )
E s ta e s tro f a , G arcilaso la in tro d u jo en la m é tric a c a s te lla n a , to m á n d o la
d e B e rn a rd o T a ss o , ta l vez d el P sa lm o V I I I , q u ie n con e s ta c o m b in a c ió n tr a tó d e
PÜRKda VALDÉS — I-ÜSC'O SANSON^
124
r e p ro d u c ir el ritm o d e las o d a s de H o ra c io , q u e d a n d o en la m é tr ic a c a s te lla n a co n
el n o m b re de lira , p o r a p a re c e r e s ta p a la b ra en el p rim e ro d e los v e rs o s d e e s ta
c a n c ió n .
(3 )
D o ñ a V io la n te p e rte n e c ía a u n a
n o b le fam ilia n a p o lita n a , cu y o n o m ­
b re N id o o G n id o , p ro c e d ía d e u n o d e lo s b a rrio s de Ñ a p ó le s : seg’g’io di G n id o .
( 4 ) a lu s ió n a los c a p ita n e s ro m a n o s y
a lo s c a rro s
triu n f a le s , de lo s c u a ­
les
A n to n io d e G u e v a ra , en su reloj de prín c ip es., d e c í a :
“ Y al tie m p o q u e los
tr u h a n e s v a n d e la n te de los c a rro s tr iu n f a le s d ic ie n d o : ¡V iv a , v iv a la in v e n ­
c ib le R o m a ! p o r o tra p a r te los p o b re s c a u tiv o s v an , en su s c o ra z o n e s , d ic ien d o
a los d io s e s : ¡ J u s t ic i a , j u s t i c i a ! . . . ”
( 5 ) v io la — a lu s ió n al n o m b re d e D o ñ a V io la n te .
( 6 ) c a tiv o — c a u tiv o .
(7 ) V e n u s , com o es sab id o , a p a re c ió e n el m a r flo ta n d o en u r.a c o n c h a ” .
“ A la co n ch a d e V e n u s a m a rr a d o ” , p a re c e a lu s ió n a G ale o ta, com o si d ije ra
g a le o te , fo rz a d o a la g a le ra d e V e n u s . (B ró c e n s e y H e r r e r a ) .
( 8 ) D e e s to s v e rs o s se d e d u c e q u e el c o r te ja n te d e la F lo r d e G n id o e ra
p o e ta , lo c u a l d ebió in c lin a r a l B ró c e n se a c re e r q u e se tr a ta b a de, F a b io G a le o ta .
( 9 ) “ N o m e re c e el n o m b re de in g ra ta q u ie n ca re ce d e to d o s los d e m á s
v ic io s” . ( H e r r e r a ) .
(1 0 ) E l caso d e A n a je re te . — “ E n su m a e s q u e I f is a n d a b a m u y e n a m o ­
r a d o d e A n a je re te y n o p u d ié n d o la e n te rn e c e r co n s u s p le g a ria s , a m a n e c ió u n
d ía ah o rc a d o a la p u e r ta . Y e lla lo v ió , q u e d ó s e h e la d a y fu é v u e lta en m á r ­
m o l” . ( B r ó c e n s e ) .
(1 1 ) v id o — v ió .
(1 2 ) el c o ra z ó n c u ita d o . E l c o ra z ó n a p e n a d o .
(1 3 ) p u n ic ió n — c a s tig o .
(1 4 ) el a s p e re z a — el en e l lu g a r d e la d e la n te de a a c e n tu a d a .
(1 5 ) te rn e z a — te r n u r a .
(1 6 ) N é m e s is . — D io s a g rie g a e n c a rg a d a de la s v e n g a n z a s .
í
COMENTARIO
L a canción a la flo r de Gnido, escrita según el m odelo de H oracio,
sirvió para que V iolante Sanseverino correspondiese en am ores a M ario
Galeota, de quien se m ostraba tan esquiva, según lo hace n o tar Garcilaso.
E s una bellísim a lección de am istad e sta de ocupar las arm as propias
para enternecer el corazón de una dam a ajena p a ra el am or de o tro poeta.
G arcilaso podia exhibir el propio caso, que expone en la I*3, égloga y
tenía que sentir esta situación com o cosa suya. A sí se explica, tam bién,
el fervor que pone en esta canción para cantar el desdén y el capricho
del am or con tan tierno acento. G arcilaso, todo tern u ra, se siente con­
m ovido por las desventuras am orosas de su am igo italiano, y acude al
extrem o de explicar el. caso de A najerete, para que le sirva de ejem plo
a la ingrata de corazón helado.
>
F ra y L uis de L eón im itará la form a de esta canción en la m ayor
parte de sus odas.
SONETO X
¡O h dulces prendas, por mi m al halladas,
dulces y alegres cuando Dios q u e ría !
Ju n ta s estáis en la m em oria mía,
y con ella en mi m uerte co n ju ra d as.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
125
¿Q uién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tan to bien por vos me vía, ( i )
que m e habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en un h o ra ju n to m e llevastes
todo el bien que por térm inos me distes, (2 )
llevadm e ju n to al m al que me d ejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verm e m o rir entre m em orias tristes.
M O T I V O ' . Se supone con cierto fundam ento fuera escrito a la m u er­
te de Isabel F rcyre.
T E M A : el amor.
D E S A R R O L L O : Se lam enta de haber perdido dulces prendas por
su m al h alladas; (dulces y alegres cuando Dios q u e ría ). Su destino am o­
roso depende de Dios. A hora esas prendas están ju n ta s en su m em oria
y con ellas, en su m uerte conjuradas. R ecuerda el am or pasado, la dicha
que fué, con ese sentim iento de triste z a que encontram os en D a n te:
. ..N e ss u n m aggior dolore,
Che ricordarsi del tem po felice
N ella m is e ria ...
y en el M arqués de S a n tilla n a :
L a m ayor cuyta que aver
Puede ningún am ador
E s m em brarse del placer
E n el tiem po del dolor.
1
y piensa que nadie le hubiera dicho que esas horas .pasadasdeberían
ser
representadas en tan grave dolor. Y a que en una hora ju n to se lleva el
destino todo el bien en térm inos dado, el poeta pide ser llevado ju n to al
mal que le dejaron.
C ienfuegos com enta con estas palabras este so n e to : “A cordábase el
cisne que sus plum as habían vestido m ás color de fuego que de n ie v e . . .
que su corazón había quem ado m uchas veces las alas en to rn o de unas
luces m entidas y comenzó a llorar lo que antes había cantado, porque
derribando de su m em oria las im ágenes que habían ocupado sus aras,
deshojando esperanzas y prendas antiguas, decía inspirado de
m ejor nu­
men : ¡ oh dulces prendas por mi m al halladas 1”
126
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
S E N T I M I E N T O : M elancolía. C ontraste sentim ental.
M E T R I C A ' . T ipos de endecasílabos usados por G a rcilaso : el m ás
frecuente es el que lleva acento en la sílaba décim a, prim er tiem po m ar­
cado en segunda y tiempo débil m arcado en s e x ta :
1
i
2
lus
3
trey
4
her
5
mo
6
sí
7
si
8
ma
9
Ma
10
rí
11
a
M uv usado, tam bién, es el endecasílabo que lleva el tiempo m arcado en
tercera o en cuarta, m anteniendo el tiem po débil en sexta.
1
A
2
des
3
pe
4
5
6
choy
pe sar
7
8
9
de
la
ven
^0
tu
11
ra
E s m ás bien ra ra la acentuación en prim era, sexta y décima.
1
Ni
2
se
-
3
quen
4
her
5
mo
6
su
7
8
ra
9
par
no
10
tie
11
ne
L a form a m ás ordinaria es el acentuado en cuarta, octava y décima.
1
En
2
tre
3
las
4
5
ar
6
mas
7
del
8
San
9
g ri ento
10
M ar
11
te
M ás ra ro es aún el que lleva tiem po débil en séptim a, con prim er tiem ­
po m arcado en cuarta.
1
H in
2
chen
3
el
4
ai
5
re
6
de
7 8
dul
ce
9
arm o
(E g o g la II. V erso 69).
SONETO X X V
¡O h hado esecutivo en mis dolores,
cóm o sentí tus leyes rig u ro s a s !
C ortaste el árbol con m anos dañosas,
y esparciste por tie rra fru ta y flores.
E n poco espacio yacen mis am ores
y toda la esperanza de mis cosas,
to rn ad as en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quexas y clam ores.
L as lágrim as que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron
recibe, aunque sin fru to allá te sean,
10
ni
11
a
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
] 2r
h asta que aquella eterna noche escura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándom e con otros que te vean.
COMENTARIO
Sin igualarle en la perfección de form a, supera, acaso, este soneto en
emoción al de "¡O h, dulces prendas por mi m al.halladas 1” ; no seria ex trañ o
que uno y otro se refiriesen a la m u e rte 'd e D oña Isabel F re y re ; el poeta
alude aquí a una visita a la sepultura de su d a m a ; esta visita pudo
tener
lugar en el viaje que Garcilaso hizo a E spaña, con una com isión del
V irrey de Ñ ápeles, en 1539, pcco después de la fecha en que debió m orir
D oña Isabel. (K eniston. L ife ).
SO N ETO X X V III
Boscán, ( i ) vengado estáis, con hiengua mía,
de mi rig o r pasado y mi aspereza, (2 )
con que reheprerideros la terneza
de vuestro blando corazón solía.
A gora me castigo cada día
d e tal salvatiquez (3 ) y tal to rp eza;
m as es a tiem po de que m i baxeza
correrm e y castigarm e bien p o d ría.
Sabed que en mi perfecta edad (4 ) y arm ado
con mis ojos abiertos me he rendido
al niño que sabéis, ciego y desnudo.
De tan herm oso fuego consum ido
nunca fué corazón. Si preguntado
soy lo dem ás, en lo demás soy m udo. (5 )
NOTAS
(1 ) J u a n B o sc á n , h e rm a n o g em elo d e G a rc ila s o e n la p o e s ía . B o s c á n , n o
p o see la fin e z a a c e n d ra d a de G arcilaso , es to sco fre c u e n te m e n te , in h á b il ca si s ie m ­
p re. I n tro d u c e en la lír ic a c a s te lla n a la o c ta v a rim a , el te rc e to , la c a n c ió n , el so ­
n e to y el v erso s u e l t o L a a m is ta d de G a rc ila s o c o n B o sc á n u n ió a lo s d o s p o e ­
ta s en u n m ism o d e s tin o . J u n to s in n o v a ro n e n la lír ic a c a ste lla n a / y ju n t a s se
p u b lic a ro n su s o b r a s : la c r ític a d e s p u é s s e p a ró e s to s d o s n o m b re s, p a r a c o n ­
c e d e rle a G a rc ila so la p r im a c ía . C o m p á re se e s te s o n e to , co n la e p ís to la a B o s ­
cá n : a m b o s so n la e x p re s ió n d e la a m is ta d ( s e n tim ie n to d o m in a n te ) u n id a a la
a n é c d o ta y a la a v e n tu r a a m o ro s a .
(2 )
G a rc ila so se a rre p ie n te d e h a b e r sid o á s p e ro co n su a m ig o a q u ie n a c u ­
s a ra de e x c e siv a te rn u ra , al s e n tirs e h o y d o m in a d o p o r el a m o r .
( 3 ) S a lv a tiq u e z . Ita lia n is in o d e s a lv a tic h e z z a .
(4 )
Seg-ún K e n is to n , a los tr e in ta y c in c o a ñ o s .
(5 )
P ro b a b le m e n te G a rc ila so se re fie re a s u s am o re s co n u n a d am a n a ­
p o lita n a . “ S i p re g u n ta d o soy e n lo d e m á s, en lo d e m á s so y m u n d o ” . D is c re ­
ció n , re c a to a m o r o s o .
128
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
E PIST O LA
S eñor Boscán, quien tanto gusto tiene
en daros cuenta de los pensam ientos
h asta en las cosas que no tienen nom bre,
no le podrá con vos fa lta r m ateria,
ni .será m enester buscar estilo
presto, distinto, de ornam ento puro,
tal cual a culta epístola conviene.
E n tre m uy grandes bienes que consigo
el am istad perfecta nos concede,
es aqueste descuido suelto .y puro,
lejos de la curiosa pesadum bre;
y así, de aquesta libertad gozando,
digo que vine, cuanto a lo prim ero,
tan sano com o aquel que en doce días
lo que sólo veréis ha cam inado
cuando el fin de la ca rta os lo m ostrare, ( i )
A largo y suelto a su placer la rienda,
m ucho m ás que al caballo, al pensam iento,
y llévame a las veces por cam ino
tan dulce y agradable, que me hace
o lv id ar el trab a jo del pasado.
O tras me lleva por tan duros pasos,
que con la fuerza del afá n presente,
tam bién de los pasados se m e olvida.
IA veces .sigo un agradable m edio
honesto y reposado en que el discurso
del gusto y del ingenio se ejercita
Iba pensando y discurriendo- un día
a cuántos bienes alargó la m ano
el que de la am istad m ostró el cam ino:
y luego vos, de la am istad ejem plo,
os me ofrecéis en estos pensam ientos.
Y con vos a lo m enos m e acontece
una g ra n cosa, al parecer e s tra ñ a ;
y porque la sepáis en pocos versos,
es que, considerando los provechos
las h o n ra s y los gustos que me vienen
desta v u estra am istad, que en tan to tengo, (8 )
n inguna cosa en m ayor precio estimo,
ni me hace g u star del dulce estado,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNO^,
tanto como el am or de parte m ía,
E s te com igo tiene tan ta fu erza,
que sabiendo m u y bien las otras partes
de la am istad de la estrecheza nuestra,
con sólo aqueste el alm a se en tern ece;
y sé que otram ente m e aprovech a,
que el deleite, que suele ser pospuesto
a las útiles cosas y a las g ra v e s .
Llévam e a escudriñar la causa desto
ver contino tan recio en m í el efeto,
y hallo que el provecho, el ornam ento,
el gusto y el placer que ise me sigue
del vínculo de am or que nuestro genio
enredó sobre nuestros corazones,
son cosas que de mí no salen fuera,
y en mi provecho sólo se convierte.
M as el am or, de donde por ventura
nacen todas las cosas, si hay algunas
que a vuestra utilidad y gusto m iren,
es razón grande, que en m ayor estim a
tenido .sea de mí, que to d o el resto,
cuánto m ás generosa y alta p arte
es el hacer el bien que el recibillo; (2 )
así que am ando me deleito, y hallo,
que no es locura £ste deleite m ío.
¡O h cuán corrido estoy y arrepentido
de haberos alabado el tratam iento
del cam ino de F ran cia y las posadas!
C orrido de que ya por m entiroso
con razón me ten d réis; arrepentido
de haber perdido tiem po en alabaros
cosa tan dina ya de v ituperio;
donde no hallaráis sino m entiras,
vinos acedos, (3 ) cam areras feas,
•varíetes (4 ) codiciosos, m alas postas,
g ra n paga, poco argén, (5 ) largo cam ino;
llegar al fin a Nápoles n o habiendo
dejado allá enterrado algún tesoro
salvo si no decís que es enterrado
lo que nunca se halla ni se tiene.
A mi señor D ural ( 6 ) estrecham ente
abrazad de mi parte, si pudierdes.
9
]29
130
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
Doce del mes de octubre, de la tierra
do nació el claro fuego del P etrarca, (7 )
y donde están del fuego las cenizas.
NOTAS
(1 )
G a rc ila s o h a b ía v e n id o d esd e Ñ a p ó le s a B a rc e lo n a e n v ia d o p o r el V i­
r r e y D o n P e d r o , p a ra in fo rm a r al E m p e ra d o r de los d e s a s tre s q u e h a b ía c a u ­
sad o en la s c o s ta s d e I t a l i a la a rm a d a d e B a r b a rr o ja . D e b ió lle g a r a
B a rc e lo n a '
po co d e s p u é s d el 4 d e s e p tie m b re d e 1534, e stu v o er. ella h a s ta el 10
d e o c tu ­
b re , en q u e e m p re n d ió su re g re s o a Ñ a p ó le s, h a c ie n d o e n d oce d ía s el ca m in o ,
a c a b a llo , d e s d e B a rc e lo n a a A v iñ ó n ., ( V . N a v a r re te , p á g . 2 3 7 ) .
(2 )
d ic h o v u lg a r :
M e jo r e s d a r q u e re c ib ir.
(3 )
v in o s a c e d o s :
a g rio s .
( 4 ) v a r ie té s : c ria d o s.
(5 )
a r g é n : d in e ro . E s co lo r b la n co , ta m b ié n , en los b laso n es.
(6 )
ü u r a l : M o n s íe u r D u ra d , u n o d e los m e jo re s am ig o s d e
B o scán . e ra
m u y g o rd o y p o r eso d ic e G a r c ila s o : “ a b r a z a d a m i p a d re si p u d ie r d e s ” .
(7 )
d o n a c ió el cla ro fuego d el P e tr a r c a . S e re fie re
a la c iu d a d de A v iñ ó n ,
d o n d e P e tr a r c a c o n o c ió
a L a u ra y d o n d e n a c ió el fu eg o
d e P e tr a r c a , q u e
filé
el
am o r q u e
llen ó to d a su vida.
(8 )
L a a m is ta d e n tr a G a rc ila so y B o s c á n e ra cosa c o n o c id a.
COMENTARIO
M O T I V O : Boscán. E pístola de am istad.
D E S A R R O L L O : E scrita en A vignon “do nació el cla ro fuego de
P e tra rc a y donde están del fuego, la^ cenizas, a ¡doce del mes de O ctubre,
probablem ente en el año 1534. L a prim era parte, hasta el verso 43, es
una afirm ación de am istad hacia B cscán, am istad per encima de todo,
aún del a m o r :
D esta nuestra am istad, que en tanto tengo
N inguna cosa de m ayor precio estim o.
H a sta el verso 65 toca el tem a a m o ro s o ; del verso al final, la anéc­
dota, el hum orism ?, el re a lism o : posadas francesas con vinos acedos,
cam areras feas, valetes codiciosos, m alas postas, gran paga, poco argén,
largo camino. Saludos fam iliares (a l S eñor D u ra n d ) y un recuerdo final
p ara P etrarca.
S E N T I M I E N T O : P redom ina la amistad.
O B S E R V A C I O N E S : O bsérvese el hum orism o de Garcilaso, la g ra ­
cia y el realism o de la últim a parte, que revelan un aspecto poco estudiado
de G arcilaso; la espontaneidad sencilla, tan alejada del artificioso acaram e’am iento de las elegías.
E S I R U C T U R A : V erso libre. Lo emplea Boscán por p rim era vez.
G arcilaso, sólo en esta epístola.
Literatura mística española
L a palabra m ística tiene su erigen en una raíz griega
de! verbo “ c e rra r” . Su etim ología nos llevaría a definir la
m ística com o algo eculto, inaccesible para el hom bre sin
la ayu d a de las potencias sobrenaturales, como algún se­
creto rincón apenas visitado por los elegidos. E ste concep­
to de p o r sí estrecho de la m ística, no es aceptado ni aun
p or los P ad res de la Iglesia que adm itieron una m ayor la­
titu d p ara la m ística, aceptando como místicas, a ú n expe­
riencias que no rebasarían el límite de la experiencias co­
m unes .
L a m ística nace del sentim iento religioso, es la expre­
sión m ás sublim ada de ese sentim iento, pero no tiene ex ­
clusivam ente una raíz religiosa. M ísticos los hay fuera de
los conventos y las iglesias. Cabe la m ism a distinción de
la poesía m ística, h ay que distinguirla de la poesía sagrada,
devota, ^scética y m oral con que se le confunde. A este
respecto dice M enéndez y P e la y o : “ P oesía m ística n o es
sinónim o de poesía c ris tia n a : abarca m ás y abarca m en o s.
P o eta m ístico es Ben Gabirol, y con todo eso no es poeta
c ristia n o . Rey de los poetas cristianos es P rudencio, y no
hay en él som bra de m isticism o. P orque p ara llegar a la
inspiración m ística, no b asta ser cristiano ni devoto, ni
g ra n teólogo ni santo, sino que se requiere un estado psi­
cológico especial, una efervescencia de la voluntad y del
pensam iento, una contem plación ahincada y h o n d a de las
cosas divinas y una m etafísica o filosofía prim era, que va
p or cam ino diverso, aunque no contrario, al de la teología
d ogm ática. El m ístico, si es ortodoxo, acepta esta teolo­
gía, la da com o supuesto y base de todas sus especulacio­
nes, pero llega m ás adelante: aspira a la posesión de Dios
132
PEREDA VAI.DÉS — FUSCO SANSON1Í
p o r u n i ó n de am or, y precede como si Dios y el alm a es­
tuviesen solos en el m undo. E ste es el m isticism o como es­
tad o del alm a, y su virtud es tan poderosa y fecunda, q u e
de él nacen una teología m ística y una ontología mística,
en que el espíritu, ilum inado por la llam a del am or, colum ­
bra perfecciones y atrib u to s del Ser, a que el seco razo n a­
m iento no lle g a ; a una psicología m ística, que descubre y
persigue h asta las últim as raíces del am or propio y de los
afectos hum anos, y una poesía mística, que no e.s m ás que
la traducción en fo rm a de arte de todas estas teologías y
filosofías anim adas por el sentim iento personal y vivo del
poeta que canta sus espirituales am ores” .
A doptarem os la definición de Sainz R odríguez de que
la m ística debe aplicarse p ara designar las relaciones sobre­
naturales secretas por las cuales se eleva a D ios la criatu ra
sobre las lim itaciones de su naturaleza y la hace conocer un
m undo superior, al que es imposible llegar por las fuerzas
naturales, ni por las ord in arias de la gracia.
Lc.s trata d istas religiosos distinguen entre la m ística
doctrinal y la m ística experim ental. L a m ística experim en­
tal estaría fo rm ad a por la experiencia y las obras, por los
ejercicios espirituales; la m ística doctrinal, en cambio, es
un capítulo de la T eología. E n la m ística experim ental sólo
cabe la experiencia subjetiva, el conocim iento que sólo a los
ilum inados le es dable obtener, por gracia so b ren atu ral; la
m ística doctrinal es una disciplina accesible a los hom bres
a través de la experiencia m ística.
A l lado ele la T eología m oral encontram os la ascética
o ascetism o. E l ascetism o es el cam ino que conduci: al m is­
ticism o. P o r el ascetism o se llega h asta las escalas del m is­
ticism o; pero el asceta y el m ístico recorren distintos cam i­
nos. L a ascética depende de la voluntad hum ana y está vin­
culada al esfuerzo que nos lleva p o r el espinoso cam ino de
la perfección, h asta el castillo interior, usando la m etáfo ra
de S an ta T eresa. P a ra algunos, el ascetism o y el m isticis­
mo son distintos aspectos o cam inos de un mismo f i n : la
unión del alm a con Dios, p ara otros, no; así p a ra R ousselot, P ascal acabo por ser un asceta sin haber sido nunca un
m ístico; y M m e. Gouyon, m ística, jam ás cayó en el as­
cetismo .
E n algunos escritores m ísticos se ve m ejo r que en otros
las relaciones entre la ascética y la m ística; así en S anta
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
153
T eresa, to da su experiencia ascética se expresa en las tres
prim eras m oradas y en el “ C am ino de P erfección” ; y su
doctrina m ística, en las cu atro m oradas restantes. S an ta
T eresa es el ejem plo m ás claro de la fusión de am bas doc­
trinas, m ientras San Ju a n de la Cruz fué el verdadero poeta
del m isticism o.
L a m ística y la novela picaresca son. las dos creaciones
m ás originales del espíritu español en el siglo X V I. La m ís­
tica y la novela picaresca sólo podían nacer en ese siglo, si­
glo de la co n trarrefo rm a, de 'heroicidad, de ard o r vertical.
E n carn an al héroe y al an tih éro e; porque la caballería an ­
dante y terrestre es sustituida por la caballería celeste, y así
sfe explica la afición de S anta T eresa y San Ignacio de Loyola, por los libros de caballerías. Ellos quisieron crear
una m ilicia al servicio de C risto, de verdaderos caballeros
andantes del cielo en la tierra, y fundan órdenes religiosas
p ara tal fin . E l picaro es el reverso del m ístico; porque con
la novela picaresca penetran las ideas eram istas en España,
y con ella un hálito del R enacim iento; la vuelta al realism o
m edieval de Ju a n R uiz y de F ern a n d o de R ojas, como si
dijéram o s la b ajad a del M onte C arm elo. E l picaro nace de
la situación angustiosa de la econom ía española en el si­
glo X V I y X V II, y la novela picaresca del escepticism o de
la E sp añ a de los Felipes, que los m ísticos y los héroes ele­
varon a una gloria pere'cedera. Con la d erro ta de la inven­
cible arm ada, com ienza tam bién, la decadencia del m isticis­
mo y dq toda la lite ratu ra de oro.
E sp añ a fué terreno propicio para que en ella se des­
arro lla ra lozanam ente la ex tra ñ a plan ta del m isticism o como
cosa p ro p ia. Los m ísticos españoles apenas recibieron in­
fluencias e x tra n je ra s. D e los m ísticos alem anes, salvo
R uysbrack, m enos aún de los italianos. E spaña perm aneció
casi insensible a la R efo rm a y al Renacim iento. Si éste y
aquélla p en etraron en E sp añ a fué sin producir una conm o­
ción capaz de tra n sfo rm a r las ideas y las costum bres espa­
ñolas que se m antenían todavía en el m edioevo. A lgunas
inteligencias superiores su friero n la influencia de los re fo r­
m adores de la filo so fía. E s cierto que por los escritos m ís­
ticos de F ra y Luis de León y de M alón de Chaide, penetra­
ran en E sp aña las ideas platónicas y neo-platónicas y con
ellas el espíritu renacentista m ás acendrado; que Ju a n de
V aldés introduce el m isticism o protestante, y M iguel de M o­
154
PEREDA VAEDES ---- FUSCO SANSON®
linos, el quietism o, estos últim os representando el m isticism o
hetero d o x o . Y no es como dice R ousselot que los filósofos
se convirtieran en m ísticos; eran los m ísticos que no desde­
ñaban estudiar la filosofía.
E l estudio de la m ística española, siguiendo una clasi­
ficación de S aínz R odríguez, se divide en cuatro- p e río d o s:
i ) de im portación e iniciación desde los orígenes m edieva­
les h asta 1500; 2 ) de asim ilación (de 1500 a 1560) ; 3) de
aportación y producción nacional (de 1560 a 1600) 4 ) de
decadencia o com pi’ación doctrinal (1600 a 1 7 0 0 ).
E n cuanto al contenido de la m ística se pueden distin­
g u ir tres corrientes, una afectiva, caracterizada p o r el pre­
dom inio del isentimiento sobre el conocim iento, o tra intelectualizada o escolástica, y finalm ente, una corriente ecléc­
tica que tra ta de conciliar los extrem os.
E n la lite ratu ra m ística española tres figuras aparecen
en el prim er p lan o: San Ju an de la Cruz, S anta T eresa de
Jesú s y F ra y L uis de L eón. S ería interesante un estudio so­
bre las relaciones de los tres m ísticos entre sí, lo que cada
uno le debe al otro. R epresentan tres aspectos de una es­
cala tendida en tre la tie rra y el cielo; S an Ju an de la C ruz
ha perdido el sentido de lo terrestre p ara elevarse en un su­
blime ferv o r m ístico ; es todo alm a y ascen sió n ; llam a que
se alarg a hacia el cielo como las atorm entadas figuras del
G reco; S an ta T eresa está vacilando entre el ascetism o y
el m isticism o, en tre el cam ino de perfección y las m oradas,
es hum ana y divina a la vez, de ella se podía decir lo que
de sí m ism a dice D elm ira A g u s tin i: “ a veces soy toda al­
m a, a veces soy toda carne", p o r la carne S anta T eresa se
siente cerca del pecado y recuerda a S an A gustín, por el
alm a cerca de D ios; en F ra y L uis el m isticism o se hum a­
niza, se hace renacentista y se expresa en un platonism o
que sustituye el am or a lo caballeresco por el am or a la
n atu raleza; es apenas un vago deseo de ascender, un deseo
contem plativo sin m ayor pasión, que no recuerda los a rre ­
batos m ísticos de S an Ju a n de la C ruz, ni los am o ro so s idi­
lios del alm a con Dios.
E n un plano algo in ferio r de elevación y grandeza
debemos colocar a F ra y Luis de G ranada, en quien el estilo
elocuente de o ra to ria sagrada, que escribe como habla, pe­
ro con un h ablar ornado y m ajestuoso, encubre las ideas
sin sublim idad y las expresiones que no pasan de la hu-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
135
m ana elocuencia, a M alón de Chaide, discípulo de F ra y
L uis de León, fam oso como predicador, y no m enos céle­
bre como poeta. Su obra m ás considerable fué El libro de
la C onversión de la M agdalena (1 5 8 9 ), a F ra y Luis de
los Angeles, notable erudito, pero m ás valioso aún como
poeta delicado, como m ístico y m oralista. De él dice M e'
néndez y P elayo que “ E ra uno de los m ás suaves y rega^
lados prosistas castellanos y que su oración es río de leche
y m iel” .
Pertenecen al período de decadencia del m isticism o,
P e d ro de R ivadeneira, au to r de una V ida de S an Ignacio
y de una au to b io g rafía im itada de San A g u stín ; Ju a n E n ­
sebio N ierem berg (1595-1658) au to r entre o tras obras,
de un tra ta d o de la herm osura de Dios y su am abilidad por
las in fin itas perfecciones del ser divino; Luis de la P uente,
autóY de una guía espiritual, José Siguenza y otros.
i
San Juan de la Cruz
(1542-1591)
N ació S an Ju a n de la C ruz en O ntiveros (S alam a n ca)
en el año 1542. Se llam aban sus padres G onzalo de Yepes,
tejed o r de oficio ; su m adre, C atalina A lvarez, “ h u érfan a
pobre, honesta y de buen parecer” . Al m o rir Don G onza'o,
la viuda se traslad ó a la villa de A révalo con sus tres hijos :
Francisco, L uis y Juan.
Ju an de Yepes, m ás tarde San Ju a n de la C ruz, fué
protegido por el caballero A lonso A lvarez de Toledo, ad ­
m in istrad o r del hospital de la villa. A los trece años com en­
zó Ju an a servir y atender a los enferm os del hospital. A
los veintiún años entró como novicio siguiendo su voca­
ción que despertaba, en el m onasterio de S an ta A na, de los
P ad res C arm elitas descalzos, adoptando el nom bre de F ra y
Ju a n de S an ta M aría. E n el m ism o año lo enviaron a es­
tu d ia r teología a la U niversidad de S alam anca. .V olvió a
M edina y cantó su p rim er m isa en 1567. S an ta T eresa,
que lo conoció entonces, cuando iba a ingresar a la C ar­
tu ja de P au lar, de Segovia, le aconseja seguir su refo rm a
y fu n d a con él y con F ra y A ntonio de H eredia, el prim er
m onasterio de descalzos. E ntonces adopta el nom bre dje
San Ju a n de la Cruz.
G randes disputas surgieron en tre los religiosos de la
observancia y los descalzos. De resultas de estas disputas
su fre prisión con su com pañero F ra y G erm án de S an ta M a­
ría. E n la cárcel escribe “ El C ántico E sp iritu a l’’. E n 1579
lo nom bran R ector del Colegio de Baeza ; m ás tarde, prior
del convento de G ranada y vicario de Segovia,
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
137
R etirad o al desierto de la Peñuela, m uere el 14 de D i­
ciem bre de 1591.
OBRAS
Subida al M onte Carm elo y N oche obscura. — Llam a de A m or Viva.
C ántico E spiritual. — T ra ta d o de las espinas del espíritu, o coloquios entre
C risto y la Esposa. — T ratad o breve del conocim iento obscuro de Dios.
Escritos menores'. Instrucciones y cautelas para un verdadero religioso.
A visos de un religioso. — A vises y sentencias espirituales. — C artas y
poesías m ísticas. .
Obras perdidas : E xplicación de las palabras “B úscate en m í” , dichas,
a lo que se entiende, por D ios a Santa T eresa de Jesús. — R eglas para
ccnocer los verdaderos y falsos m ilagros. — P ropiedades del p ájaro so­
litario. — D iscurso sobre la contem plación.
Obra apócrifa : B reve compendio de la em inentísim a perfección cris­
tiana.
BIBLIOGRAFIA
(
O b ras de San Ju a n de la C ru z ; edición de G erardo de San Ju a n de
la C ruz. — San Ju a n de la Cruz. — C ántico E sp iritu a l; M . M artínez
B urgos. — M . D om ínguez B e rru e ta : ‘‘E l m isticism o de San Ju a n de la
C ru z 'e n sus poesías” . Jean B aruzzi : “Saint Jean de la C roix et le problem e de l’eperience m ystique”. -— A rth u r Sim ons : “T he poetry od Santa
T eresa and San Ju a n de la C r u z ’. — F . C risòstom o: “ San Ju a n de la Cruz.
El Cántico Espiritual
Canciones entre el alma y el esposo
ESPO SA
1.
¿A donde te escondiste,
A m ado, y me dejaste con gem ido?
Como el ciervo huiste,
H abiéndom e herido ;
Salí tras tí clam ando, y ya eras ido.
2.
P astores, los que fuerdes
A llá por las m ajad as al otero,
Si por v en tu ra vierdes
Aquel que yo m ás quiero,
Decidle que adolezco, peno y m uero.
138
PEREDA VAI.DES — 1;USC0 SANSONti
3.
Buscando mis am ores
Iré p e r esos m ontes y riberas
Ni cogeré las flores
N i tem eré las fieras,
Y
4.
pasaré los fuertes y fronteras.
¡O lí bosques y espesuras
P la n ta d o s por la m ano del ¿Viñado!
¡O h prad o de verd u ras,
D e flo res e s m a lta d o !
Decid si por vosotros ha pasado.
R E S P U E S T A D E LA S C R IA T U R A S
5.
Mil gracias derram ando,
P asó por estos sotos con presura,
Y yéndolos m irando,
Con sóla su fig u ra
V estidos los dejó de su herm osura.
ESPO SA
6.
¡ Ay, quién podrá sanarm e!
A caba de en treg arte ya de vero;
N o quieras enviarm e
De hoy m ás ya m ensajero
O ue no saben decirme lo que quiero.
7.
Y todos cuantos vagan
De ti me van mil gracias refiriendo,
Y todos m ás m e llagan
Y déjam e m uriendo
U n no sé qué que quedan balbuciendo.
8.
M as ¿cóm o perseveras,
¡ O h v id a ! no viviendo d o n d e. vives,
Y haciendo porque m ueras,
las flechas que recibes
D e lo que del A m ado en ti concibes?
9;
¿ P o r qué, pues has llagado
A queste corazón no le sanaste?
GUIA DÉ LECTURAS Dlí AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Y pues me le has robado
¿ P o r qué así le dejaste
Y no tom as el robo que robaste?
10. A paga mis enojos,
Pues que ninguno 'basta a deshacellos
Y véañte mis ojos,
P ues eres lum bre de ellos
Y sólo para ti quiere tenellos.
1 1 . D escubre tu presencia,
Y m átem e tu vista y h erm o su ra;
M ira que la dolencia
De am or, que no se cura
Sino ccn la presencia y la figura.
12. ¡O h cristalina fuente,
Si en esos tus sem blantes plateados
F orm ases de repente
Los ojos deseadosO ue tengo en mis en trañ as d ib u ja d o s !
13. A pártalos, A m ado
Que voy de vuelo.
ESPO SO
V uélvete, palom a,
Q ue el ciervo vulnerado
P o r el otero asom a
Al aire de tu vuelo y fresco tom a.
ESPO SA
14. Mi A m ado, las m ontañas,
Los valles solitarios nem orosos,
Las ínsulas extrañas,
Los ríos sonorosos,
E l silbo de los aires am orosos,
15. L a noche sosegada,
E n p ar de los levantes de la aurora.
139
140
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
L a m úsica callada,
L a soledad sonora,
L a cena que recrea y enam ora.
16. C azadnos las raposas,
Que está ya florecida nuestra viña
E n tan to que de rosas
H acem os una piña,
Y no parezca nadie en la m ontiña.
17. D etente, cierzo m uerto.
Ven, austro, que recuerdas los am ores,
A sp ira p or mi huerto,
Y co rran tus olores,
Y pacerá el A m ado entre las flores.
18. ¡O h ninfas de Judea!
E n tan to que en las flores y rosales
El ám b ar perfum ea
M ora en los arrabales,
Y no queráis tocar nuestros um brales.
19. E scóndete, C arillo,
Y m ira con tu haz a las m ontañas
Y no quieras decillo;
M ás m ira las cam pañas
De la que va por ínsulas extrañas.
ESPO SO
20. A las aves ligeras
Leones, ciervos, gam os saltadores,
M ontes, valles, riberas,
A guas, aires, ardores
Y miedos, de las noches veladores
2 1 . P o r las am enas liras
Y cantos de sirenas os conjuro
Que cesen vuestras iras
Y no toquéis al m uro
P o rq u e la Esposa duerm a más seguro.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
22.
E n trádose ha la esposa
E n el am eno huerto deseado,
Y á su sabor reposa,
E l cuello reclinado
Sobre los dulces brazos del Amado.
23. D ebajo del m anzano
Allí conmigo fuiste desposada,
A llí te dí la m ano
Y fuiste reparada
D onde tu m adre fuera violada.
C
2 4. N u estro lecho florido
De cuevas de leones enlazado
E n p ú rp u ra tendido,
De paz edificado,
De mil escudos de oro coronado.
25.
A zaga de tu huella
Los jóvenes discurren al camino,
A l toque de centella,
A l adobado vino,
Em isiones de bálsam o divino.
26. E n la in terio r bodega
De mi A m ado bebí, y cuando salía,
P o r toda aquesta vega
Y a cosa no sabía
Y el ganado perdí que antes seguía.
27. Allí me dió su pecho
Allí me enseñó ciencia m uy sabrosa,
Y yo le dí de hecho
A mí, sin d e ja r cosa;
Allí le prom etí de ser su esposa.
28. Mi alm a se ha em pleado,
Y todo mi caudal en su servicio;
Y a no guardo ganado,
Ni ya tengo otro oficio,
Que ya sólo en am ar es mi ejercicio
141
142
PEREDA VAEDES — FUSCO SANSONÉ
2 9 . P ues ya si en el ejido
De hoy más no fuere vista ni hallada
D iréis que me he perdido,
Que, andando enam orada,
M e hice perdidiza y fui ganada.
30. De flores y esm eraldas,
E n las frescas m añanas escogidas,
H arem os las guirnaldas,
E n tu am or florecidas,
Y en un cabello m ío entretejidas.
31.
E n sólo aquel cabello,
Q ue en mi cuello v elar consideraste,
M irástele en- mi cuello,
Y en él preso quedaste,
Y en uno de mis ojos te llegaste.
32. C uando tú me m irabas,
S u gracia en mí tus ojos im prim ían;
P o r eso me adam abas.
Y en eso m erecían
L os míos ad o rar lo que en ti vían.
33. N o quieras despreciarm e;
Q ue si color m oreno en mí hallaste,
Y a bien puedes m irarm e
Después que me m iraste,
Q ue gracia y h erm o su ra en mí dejaste.
ESPO SO
34. L a blanca palom ica
A l arca con el ram o se ha tornado
Y ya la tortolica
A l socio deseado
E n las riberas verdes ha hallado.
35. E n soledad vivía,
Y en soledad ha puesto ya su nido,
Y en soledad la guía
A solas su querido
T am bién en soledad de am or herido.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
145
ESPO SA
36. Gocémonos, A m ado,
Y vám onos a ver. en tu herm osura
Al m onte y al collado
D o m ana el ag u a p u ra ;
E ntrem os m ás adentro en la espesura.
3 7. Y luego á las subidas
C avernas de las piedras nos iremos,
Que están bien escondidas,
Y allí nos entrarem os,
Y el m osto de g ran ad as gustarem os.
38. Allí me
A quello
Y luego
Allí tú,
A quello
m ostrarías
que mi alm a pretendía,
me darías
vida mía,
que me diste el otro día.
39. E l asp irar del aire,
E l canto de la dulce Filom ena,
E l soto y su donaire,
E11 la noche serena
Con llam a que consume y 110 da pena.
4 0. Q ue nadie lo m iraba
A m inadab tam poco parecia,
Y el cerco sosegaba.
Y la caballería
A vista de las aguas descendía.
COMENTARIO
Interpretación dada por San Ju a n de la C ruz en las glosas al Cántico E s­
piritual, donde se explica el sentido oculto (m ístico) de su cántico. “E l o r ­
den que llevan estas canciones es desde que 1111 alm a com ienza a servir a
D ios hasta que llega al últim o estado de perfección, que es m atrim onio espi­
r i tu a l ; y así en ellas se tocan los tres estados o vías del ejercicio espiritual
por los cuales pasa el alm a h asta llegar a l dicho estado, que son purgativa,
ilum inativa y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades
y efectos de ellas. E l principio de e'las tra ta de los principiantes, que es la
144
PEREDA VAI.DES — ÍUSCO S A N S O N f i
vía purgativa (1*-' parte de la e stro fa I a la X I I ) . L as de m ás adelante tr a ­
tan de los aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual, y esta es la
vía ilum inativa (2^ parte de la e stro fa X I I I a la X X I ) . D espués de és­
tas las que siguen tratan de la vía unitiva, que es la de los perfectos, donde
se hace el m atrim onio espiritual (3 ^ p arte de la estro fa X X II a la X X X V ).
L a cual vía unitiva y de perfectos se sigue
la ilum inativa, que es de los
aprovechados; y las últim as canciones tra ta n del estado beatífico, que sólo
ya el alm a en aquel estado perfecto pretende. (L a 4^, va de la X X X V I
a la ú ltim a estrofa y tra ta del estado b e atífic o ).
F o rm a adoptada y m odelo. — L a profunda doctrina m ística de San
Ju a n de la Cruz ha sida en garzada en un idilio p astoral, que tiene induda­
blem ente por m odelo, el C antar de los Cantares, atrib u id o a Salom ón.
Los personajes del idilio son el Esposo, la Esposa y las criaturas,
que
responden a la estro fa quinta.
E n cuanto a la form a m étrica : la lira, e stro fa predilecta de F ra y
L uis de León e introducida en E spaña por G arcilaso, dem uestra la p re ­
dilección de San Juan de la C ruz por el lirism o de G arcilaso y Boscán,
sus poetas p re fe rid o s.
Se encuentra en el C ántico E sp iritu al versos enteros de G arcilaso
c o m o : “la soledad sonora”, y otros que recuerdan indudab’emente su
fresca in sp irac ió n :
“¡ O h bosques y espesuras
p'antados por la m ano del A m ado I
¡ O h prado de verduras
de flores e sm altad o !”
E l lenguaje poético de San Ju a n de la C ruz. -— E l estilo de San
Ju a n de la C ruz se adapta m aravillosam ente al asunto tra ta d o ; hay una
arm onía evidente de fondo y form a, que se funde sin violencia ninguna en
la resultante de la e x p re sió n : en la “L lam a de am or vivo” es sublime,
m ajestuoso, de una elevación que recuerda a los p ro fe ta s. E n cambio*,
“E l Cántico E sp iritu a l” exigía un estilo m ás delicado, estilo de epita­
lamio, de arru llo am oroso. E n las cartas, encontram os un estilo fam i­
liar, como en Santa T eresa. E sta Variedad de estilos no.’ ¡conspira contra
la unidad espiritual de la obra de San Ju a n de la C ru z ,'q u e aparece una
a través de las escalas espirituales que va recorriendo, desde el llano h a­
blar de las cartas, pasando por el delicado coloquio del “C ántico” , hasta
el encendido am or de la “L lam a” en que se consum e su alm a.
E l lenguaje figurado es la expresión m ás fam iliar a San Ju a n de
la C ruz en el “C ántico E sp iritu a l’’ y en otras eb ras. -Ndl hay casi un
versó donde no ' se, haya empleado la alegoría. L a alegoría adquiere en
el lenguaje de San Ju a n de la C ruz un valor tan necesario com o en la
D ivina Com edia. A San Ju a n de la Cruz se le debe la incorporación
al lenguaje poético de una serie de alegorías que pertenecen a la jerg a
ascético-m ística, com o “N oche oscura”, “L u z”, “L lam a”, e tc ., y cuyo
sentido resulta clarificado. D ifícil sería, sin em bargo, in te rp reta r el
“Cántico E sp iritu a l” sin las glosas que ilum inan el esotérico lenguaje
que habla el alm a cuando se acerca a D ios. P ero al lado de la interpre-
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
145
tacción esotérica, está la exotérica, y al lado del lenguaje figurado, el
lenguaje natu ra!. Y es así que para nosotros el “Cántico E spiritual’'
sólo tiene un sentido poético, y son estos valores los que nos interesa
destacar. P a ra los m ísticos ese divorcio no es concebible: para el qua
se encanta con la arm onía y la dulzura de las e stro fas de San Ju a n de
la Cruz, sí. Lo notable en este sentido es cómo San J u a n de la C ruz no
ha caído en un lenguaje científico, abstruso, y generalm ente de m al gus­
to ; sus m etáfo ras son sencillas: “la blanca palom ica” , con la cual e x ­
presa la pureza del a lm a ; y sus tropos sugestivos, como aquellas “ínsu­
las e x tra ñ a s’’ y “la m úsica callada”, que evocan sensaciones1 de recogi­
miento o e x tra ñ as vidas lejanas.
Lo fundam ental en San Ju a n de la C ruz no es lo que llam aríam os
la e'ocución externa, sino el sentim iento. Sin em bargo, nadie lo puede
¿ v en taja r en la pureza del lenguaje, de un casticism o acrisolado, en la
arm onía de los acentos, en la com binación de voces fu ertes y débiles.
N o quiere decir esto que el lenguaje de S.an Ju a n de la C ruz sea per­
fecto, utiliza a m enudo voces ásperas o expresiones fo rza d a s. E s mucho
m ejor que no sea pe rfe c to . Q uien escribía m ás por fe rv o r religioso que
por vocación artística, podía descuidar a veces lo últim o, pero justam ente
la intuición poética, una de las cualidades m ás agudas en San Ju an de
la C ruz, suple lo aprendido; y así su lenguaje es m aravillosam ente
es­
pontáneo .
Santa Teresa de Jesús
( i 5 i S~i 583)
T eresa Sánchez de Cepeda y Blázquez de A hum ada,
nació en A vila el 28 de M arzo de 15 1.5. S obre sus padres y
herm anos nos habla en el libro de su V ida. ¿Cóm o era S an­
ta T eresa? De buena estatura y m uy gallarda, ro stro re­
dondo y lleno, tez blanca, ojos negros, vivos y graciosos.
F u e herm osa en su ju ventud, y aún en la ancianidad, cuan­
do estaba en oración, se le encendía el ro stro y parecía h er­
m osísim a. M aestría en los bordados y labores de m ano,
habilidad en el juego del ajedrez y sum a destreza era la
suya en
m o n tar a caballo. M adurez de juicio y capacidad
para les negocios. C onversación alegre y graciosa
(tenía
la alegría de la v irtud, que d iría San A g u stín ), llena de san­
ta y apacible libertad. Inflexible en hacer cum plir las reglas
de su orden, pero gustaba ver gozar del santo esparcim iento
y ella misma- hacía coplas p a ra que las cantasen.
M u rió en A lb a de Torrn es el 4 de O ctu b re de 1582,
a la edad de sesenta y siete años.
OBRAS
L ibro de lss Relaciones. — L ibro de las Fundaciones. — C a rta s.
— L ibro de su V id a . —• Conceptos del A m or de D ios sobre algunas pa­
labras de
los C antares de Salcm ón. — Camino de P e rfec c ió n . — 1 Las
M oradas.
— L ibro de las C onstituciones. — M odo de visitar los con­
ventos de religiosas. — E xclam aciones del jjtn a a su D ios. — Poesías.
BIBLIOGRAFIA
O bras de S anta T eresa en la Biblioteca de A utores E spañoles de
Rivadeyra. — M enéndez y P e la y o : L a poesía m ística en los E studios
GUIA DE LECTURAS Dfi AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
] 4J
L iterarios, T . I v — P ed ro Saínz R o d ríg u ez : Introducción a la H isto ­
ria de la L ite ratu ra M ística en E spaña, pág. 29. — B e rth ie r: Oeuvrea
de S ainte T herese. — R om era N a v a rro : H ist. de la L it. E spañola,,
pág. 182. — L as M oradas, edición T . N a v a rro T om ás. — L as Cien
M ejores Poesías L íricas, de M . M . Pe!ayo. — M iguel 'M ir: Santa
T ere sa . — O bras E scogidas de S anta T eresa, anotadas por el P . Silverio de S anta T eresa C . D ., B urgos, 1916. — A m érico C a stro : Santa
T eresa y o tro s ensayos. — Santa T e re sa : P áginas Escogidas, E d. M er­
gos, L uis M iracle, editor, B arcelona. —■ S anta T e re sa : E l C astillo In ­
te rio r; edición co tejad a por L . V iada y L luch, Barcelona (recom enda­
d a ) . — Cam ino de Perfección, editor M aucci. —• S anta T e e rsa : L ibro
de su vida, 2 tom os, p rólogo del O . Jesús D elgado, M adrid, (recom enda­
d a ) . — Edm ond C a z a l: Saint T herese.
V ID A
CA PITU LO I
Cuenta cómo pasó su primera edad
E l tener padres tan virtuosos y tem erosos de Dios
me bastara, si yo nq fuera tan ruin, con lo que el Señor me
favorecía, p ara ser buena. E ra mi padre aficionado a leer
buenos libros, y ansí los tenía en rom ance para que leyesen
sus hijos. E stos, con el cuidado que mi m adre tenía de h a ­
cernos rezar y ponernos en ser devotos de N u estra Seño­
ra y de algunos Santos, com enzó a despertarm e de edad,
a mi parecer, de seis u siete años. A yudábam e no ver en
m is padres favor sino para la v irtu d : tenían m uchas. E ra
mi padre un hom bre de m ucha caridad con los pobres y
piedad con los enferm os y an con los criados, tan ta, que
jam ás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque les
había g ra n piadad, y estando, una vez en casa de un su
herm ano le regalaba como a sus hijos. Decía, que desde que
no era libre, no lo podía su frir de piadad. E ra de gran v er­
dad, jam ás nadie le vió ju ra r, ni m orm urar, m uy honesto
en g ra n m anera. M i m adre tenía tam bién m uchas virtudes
y pasó la vida con grandes enferm edades, grandísim a ho­
nestidad. Con ser de h a rta herm osura jam ás se entendió
que diese ocasión a que ella hacia caso de ella, porque con
m o rir de trein ta y tres años, ya su tra je era como de per­
sona de m ucha edad, m uy apacible y de h arto entendim iento.
F u ero n grandes los trab a jo s que pasaron el tiem po que
v iv ió : m urió m u y cristianam ente.
148
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONÉ
E ra m o s tres herm anas y nueve h erm an es; tocios pa­
recieron a sus padres, por la bondad de D ios, en ser v ir ­
tuosos, isi no fu i yo, anque era la m ás querida de m i pa­
dre : y antes que com enzase a o fen d er a D ios, parece tenía
alg u n a razón, porque y o he lástim a cuando me acuerdo ( i )
las buenas inclinaciones que el S eñ o r me había dado y cuán
m al me supe ap ro vech ar de ellas.
P u es ( i ) m is herm anos nin gu n a cosa me desayudaban
a se rv ir a D ios. T en ía uno casi de m i ed ad : juntábam on os,
entram os ( 2 ) a leer vid a de santos, — que era el que yo
m ás quería, anque ( 3 ) a todos tenía g ra n am or y ellos a
mí. C om o v ía los m artirio s que por D io s las santas pasaban,
parecíam e com praban m u y barato- el ir a g o za r de D ios,
y deseaba y o m ucho m orir ansí ( 4 ) , 110 por am or que yo
entendiese tenerle, sino por g o z a r tan en b reve de los g ra n ­
des bienes que leía haber en el cielo ; y jun tábam e con estt
herm ano a tra ta r qué m edio h ab ría para esto. C o n certába­
m os irnos a tierra de m oros, pidiendo por am or de D ios,
para que allá nos d esca b eza sen : y parécem e que nos daba el
S e ñ o r ánim o en tan tiern a edad, y si viéram os algú n m edio,
sino que ( 5 ) el tener padres nos parecía el m ayo r em barazo.
E span tábanos m u cho el decir que pena y g lo ria era para
siem pre en lo que leíam os. A ca ecía n o s estar m uchos ratos
tratan d o de esto; y gustábam os de decir m u ch as ve ces: “ P a ­
ra siempre, siem pre ¡¡S ie m p r e !!” E n pron u nciar esto m u ­
cho rato era el S eñ o r servido m e quedase en esta niñez im ­
prim id o el cam ino de la verdad.
D e que vi que era im posible ir adonde me m atasen por
D ios, ordenábam os ser erm itaños, y en una huerta que h a ­
bía en casa procurábam os, com o podíam os, hacer erm itas,
poniendo unas piedrecillas ( 6 ) , que luego se nos caían ; y
ansí no hallábam os rem edio en nada p a ra nuestro d eseo ;
que ahora m e pone devoción ver cóm o m e daba D io s tan
p resto lo que yo perdí por mi culpa. H a c ía lim osna com o
ped ía, y podía poco ; p rocuraba soledad para rezar mis de­
vociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi
m adre era m u y d evo ta y ansí nos hacía serlo. G u staba m u­
cho cuando ju g a b a con otras niñas hacer m onasterios, como
que éram os m o n ja s ; y y o me parece deseaba serlo, anque
no tanto com o las cosas que he d ich o.
A cu érd o m e que, cuando m u rió m i m adre, quedé yo de
doce años poco m enos. C om o yo com encé a entender lo que
GUIA Dí, LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
149
había perdido, a flig id a ( 7 ) fu ím e a una im agen de N u es­
tra S eñ o ra y supliquéla fuese mi m adre con m uchas lá ­
g rim as ( 8 ) . P arécem e que, anque se hizo con sim pleza que
me ha valid o , porque conocidam ente he hallado a esta V i r ­
gen soberana en cu anto me he encom endado' a ella y, en
fin , me ha tornado a sí. F a tíg a m e a h ora ver y pensar en
qué estu vo el no haber yo estado en tera en los buenos de­
seos que com encé, ¡ oh, Señ or M í o ! P u es parece tenéis de­
term inad o que y o me salve, p leg a a V u e s tra M a jesta d sea
a n s í; y de hacerm e tantas m ercedes com o me habéis he­
ch o ! ¿ N o tu viérad es ( 9 ) por bien, no por mi gan an cia, sino
p er vu estro acatam iento que n o se en su ciara tanto posada
a donde tan contino habíade,s de In orir? F a tíg a m e,
Señor, anque decir esto, porque sé que fu é m ía tod a la
cu lp a; porque 110 m e parece os quedó a V o s nada que h a­
cer para que desde esta, edad no fu era toda vuestra. C u a n ­
do v o y a q u ejarm e de m is padres tam poco puedo, porque
110 v ía ( 1 0 ) en ellos sino todo bien, y -cuidado de m i bien.
P u es pasando de esta edad, que com encé a entender
las g ra cia s de natu raleza, que el Señ o r m e había dado, que
según decían eran m uchas, cuando por ellas le había de dar
g racias, de todas me com encé a ayu d ar para, o fe n d e rle. . .
P arécem e que com enzó a h acerm e m ucho daño lo que
ah ora d iré. C onsidero algu nas veces cuán m al lo hacen
los padres que no procuran que vean sus h ijo s siem pre co ­
sas de v irtu d de todas m an eras; porque con serlo tanto
mi m adre, de lo bueno 110 tom é tanto en llegando a uso de
razón, ni casi nada, y lo malo- m e dañó m u ch o. E r a a fic io ­
nada a libros de C aballerías ( 1 1 ) y no tan m al tom aba este
pasatiem po, com o y o lo tom é p ara mí, porque no perdía su
labor, sino d esenvolviém onos para leer en e llo s ; y por ven ­
tu ra lo h acía para no pensar en gran d es tra b a jo s que tenía,
y ocupar sus h ijo s, que no anduviesen en otras cosas per­
didos. D esto le pesaba tan to a m i padre, que se había de
tener aviso a que no lo viese. Y o com ncé a quedarm e ei.
costum bre de leerlos, ( 1 2 ) y aqu ella pequeña fa lta , que en
ella ( 1 3 ) vi, me com enzó a e n fr ia r los deseos y com en­
za r ( 1 4 ) a fa lta r en los d em ás; y parecíam e n o era m alo,
con g asta r m uchas h oras del día y de la noche en tan vano
ejercicio, aunque escondida de mi p a d re. E r a tan en e x tre ­
mo lo que en esto me em bebía, que si no tenía libro- nuevo,
110 me parece tenía conten to.
PEREDA VALDÉS — FUSCO SANSONE
150
NOTAS
(1 )
A c o rd a rs e ,
c o n s tr u id o
com o
r e c o rd a r
co n
un
d a tiv o
re fle x iv o
y
un
a c u sa tiv o , es poco u sa d o .
( 2 ) A n tic u a d o p o r e n tr a m b o s . E s ta c lá u s u la ju n tá b a m o s e n tr a m o s a le er
v id a d e s a n to s e s tá sin d u d a tr a s tr o c a d a , d e b ie n d o co lo carse d e tr á s de g r a n am o r
y ello s a m í .
( 3 ) an q u e , fo rm a v u lg a r p o r “ a u n q u e ” .
( 4 ) a n s í, fo rm a v u lg a r d e a s í, to d a v ía se u s a en n u e s tro h a b la v u lg a r
c a m p o . V é a s e el F a u s to C rio llo d e E s ta n is la o d e l C a m p o :
del
“ A n s í es el m u n d o , a m ig a s o ;
N a d a d u ra , d o n L a g u n a ,
H o y n o s r í e la fo rtu n a ,
M a ñ a r.a n o s da u n g u a s c a s o ” .
( 5 ) S in o q ue, e n el se n tid o d e p ero .
( 6 ) L o s d im in u tiv o s s o n m u y fre c u e n te s en el le n g u a je d e S a n ta T e re sa :
p o b re c ic a , m a rip o s illa , p a lo m ic a , e tc .
( 7 ) a flo g id a : a flig id a .
( 8 ) co n m u c h a s lá g r im a s : n ó te s e a ca d a
p aso la a u s e n c ia de r e t o q u e ;
este
c o m p le m e n to d e b ie ra ir in m e d ia ta m e n te d e s p u é s d el v e rb o #
(9 )
tu v ié r e d e s : fo rm a a n t . F u t . I m p . S u b j . P l .
d e l v e rb o te n e r .
(1 0 ) v í a : f o r n i. a n t . d e l v e rb o
v e r ; p r e té r ito im p e rfe c to q u e se ca m b ia
d e s p u é s : v ía , v e ía .
(1 1 ) E r a a fic io n a d a a los lib ro s de c a b a lle ría s . S u a fic ió n a los lib ro s de
ca­
b a lle r ía s d e m u e s tra q u e S a n ta T e re s a flu c tu a b a e n tr e la s d o s v o ca cio n es d e
los
e s p a ñ o le s de e n to n c e s : la m ilic ia y el m istic ism o , en ella se u n ir ía n a m b a s , p u es
se rá la m ilic ia n a d e l am o r d e D io s . S u p re d ile c c ió n p o r la im a g e n d e l “ c a s tillo ”
en la s M o rad as, ¿ n o d e m u e s tra su a fic ió n a los lib ro s d e c a b a lle ría s ? R e m in is ­
ce n cia le.'ana, s u b c o n c ie n te .
“ E s m u y c o m ú n d e c ir lib ro s de c a b a lle r ía ; h a d e d e c irs e c a b a lle ría s e n p lu ­
r a l, q u e e s te n o m b re
se d a a la s h a z a ñ a s lle v a d a s a c a b o p o r u n c a b a lle ro . L a
a fic ió n a la s n o v elas c a b a lle re s c a s fu é p re d o m in a n te s e n E s p a ñ a p o r el
esp acio
in c re íb le d e m á s de tr e s s ig lo s . Er¿ el s ig lo X I V el C a n c ille r P e r o L ó p e z d e
A y a la , e n tr e su s y e rro s m á s g ra n d e s , se la m e n ta b a de h a b e r sid o v íc tim a d e ta n
d e s a tin a d a afició n :
P ló g ’o m e o tr o s í o ír m u c h a s v e g a d a s
L ib ro s d e d e v a n e o s e m e n tira s r o b a d a s :
A m a d la s , L a n z a lo te e b u rla s asa c a d a s,
E n u e p e rd í m i tie m p o a m u y m a la s jo r n a d a s .
(R im a d o d e P alacio;.
C o p la 1 6 2 ).
A m e d iad o s d e l s ig lo X V I S a n ta T e re s a se a c u sa d e ig u a l p e c a d o y a p r in ­
c ip io s d e l X V I I e ra
to d a v ía ta n d e s m e d id o el a p e g o a ta le s n o v e la s u e C e rv a n ­
te s, p a ra a m e n g u a rlo , rid ic u liz ó
en su Q u ijo te los e x tra v ío s q u e ta n
dañosa
le c tu ra c a u s a b a ” . — ( M . P i d a l ) .
( 1 2 ) D e s p u é s d e o ra c io n e s te m p o ra le s , u e p u e d e u s a rs e en vez d e la fra se
a d v e rb ia l d e tie m p o , lu e g o q u e , d e s p u é s q u e ; p o r e je m p lo : “ e n e s ta n d o lejo s
d e a q u í, q u e m e v e a lib re
d e l p e lig ro , m e m e te ré y o e n o tr a ” . S'i la o ra c ió n
te m p o ra l n o lle v a el
v e rb o en g e ru n d io n i in fin itiv o , s in o e n fo rm a p e rs o n a l, el
q u e e s u n ta n to p le o n à s tic o , p u e s p u d ie r a re e m p la z a rs e p o r la sim p le c o n ju n ­
c ió n c o p u la tiv a : “ c u a n d o e s té lejos de a q u í, q u e ( y ) m e v ea lib re ” . P o r este
m ism o g ir o se e x p lic a n m o d ism o s ta le s c o m o e s to s : “ ju r a q u e a l v o lv e r q u e
V uelva al A n d a lu c ía , se h a d e e s ta r dos m e se s en T o le d o ” ; “ en lle g a n d o q u e
lle g u e ” .
(1 3 ) E l p ro n o m b re e lla s e r e f ie re a la m a d re , a u n q u e no se le h a y a n o m ­
b ra d o in m e d ia ta m e n te a n te s . O tr a vez ca b e la o b s e rv a c ió n d e la n o ta a n te r io r .
(1 4 ) N u e v o d e s c u id o d e la a u to ra , q u e p e n s a b a h a b e r e s c rito a n te s m e h izo
e n fria r o co sa p a re c id a .
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
151
COMENTARIO
E l libro de la V ida de Santa T ere sa fue éscrito dos veces. L a p ri­
m era V ida la acabó en 1562. Se ignora su paradero. L a segunda, escrita
ccn m ayor orden y m étodo, es la ah o ra conocida y la redactó entre
1565 y 1566. U na y o tra la escribió por orden de sus confesores. El
m anuscrito original se halla en el E scorial. E l libro es una auto b io g ra­
fía de la escritora m ística, salvo los prim eros capítulos que en buena
pa rte es relación de actos e x tern o s. E sta a u to b io g rafía se re fie re «.si
exclusivam ente a la vida interior de la a u to ra . T o d o el dram a espiri­
tual de la lucha de su alm a para alcanzar las últim as m oradas del C asti­
llo Interior, e stá expuesta en fo rm a ex altada y personal. L a a u to ra no
se lim ita al análisis minucioso y hondo de sus estados de alm a, ni
con la descripción objetiva de sus éxtasis y revelaciones, su relato ad­
quiere por m om entos el tono lírico de un psalm o, su exaltación es la
expresión de la -pasión de S anta T eresa por lo divino, de su am or a J e ­
sucristo, de su auto-desprecio y su hum illación, J e Ja exhibición de sus
defectos y pecados. T ono éste de lirism o y de confesión que n o s re ­
c uerda las C onfesiones de San A gustín, en cuya obra se ve “la misma
alternancia de observación interior y de lirism o m ístico, de especulación
ilulinativa y de efusión sentim ental” .
R etrato m o ral del p a d re : “H om bre de m ucha caridad para con los
pobres y piedad con los e nferm os” .
R e tra to m oral de la m a d re : “G randísim a h o n e stid a d : con ser de
h asta herm osura, jam ás se entendió que diese ocasión a que ella hacía
caso de ella; porque con m o rir de trein ta y tres años, ya su tra je era
com o de persona de m ucha edad, m uy apacible y de h a rto entendimiento.
F u e ro n grandes los trabajos que pasó en el tiem po que v ivió; m urió muy
c ristia n am en te ’.
H erm anos: T res herm anas y nueve herm anos.
Ju e g o s: “ C oncertábam os irnos a tie rra de m oros, pidiendo o ir am or
de Dics, para que allá nos d e sc ab e za se n ... Vocación ascética desde la
infancia .
O tro s ju e g o s: “G ustaba m ucho, cuando ju g ab a con o tras niñas, h a ­
cer m onasterios, como que éram os m onjas y yo me parece deseaba serlo,
aunque no tanto como las cosas que he dicho” .
Inclinación a la vida práctica, a la acción desde la infancia. L as
dos clases de juegos señalan las dos tendencias distintas de la1 vida de
S an ta T e re s a : A scetism o, m isticismo, tendencia contem plativa y deseo
de m artirio y sentido) práctico, fundaciones de m onasterios.
V ID A
C A P IT U L O
III
E n este tiem po, anque ( i ) yo no andaba descuidada
de mi rem edio, andaba m ás ganoso el S eñor de disponer­
152
PERIÍDA VAI.DES — EUSCO SAN SONE
me p ara el estado que me estaba m e jo r. Dióm e una gran
enferm edad, que hube de to rn a r en casa de mi p ad re. En
estando buena lleváronm e en casa <le mi herm ana, que re­
sidía en una aldea, p ara v erla; que era extrem o el am or
que me tenía, y, a su querer, no saliera yo de con ella; y su
m arid o tam bién me am aba m ucho, al menos m ostrábam e
todo regalo, regalo, que an esto debo m ás al Señor, que en
todas partes siem pre le he tenido, y todo se lo servía como
1a que soy. E stab a en el cam ino un herm ano de mi pa­
dre, (2 ) m uy avisado (3 ) y de grandes virtudes, viudo, a
quien tam bién andaba el S eñor dispuniendo p a ra sí, que en su
m ay o r edad dejó todo lo que tenía y fué fraile, y acabó de
suerte que creo goza de D io s : quiso que me estuviese con él
unos días. Su ejercicio era buenos libros de rom ance, y su h a­
blar era lo m ás o rd in ario de Dios y de la vanidad del m un­
do : hacíam e le leyese, y anque no era am iga de ellos, m os­
trab a que s í : porque en esto de d ar contento a otros he te­
nido estrem o, anque a mí me hiciese pesar, tanto que en
o tras fu era v irtu d , en mí ha sido gran falta, porque, iba m u­
chas veces m uy sin discreción. ¡O h. válam e Dios, por qué
térm inos me andaba Su M ajestad dispuniendo p ara el es­
tado en que se quiso servir de mí, que, sin quererlo yo, me
forzó a que me hiciese fu e rz a ! Sea bendito por siem pre,
am én.
A nque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza
que hacían en mi corazón las palabras de Dios, ansí leídas co­
m o oídas, y la buena com pañía, vine a ir entendiendo la v er­
dad de cuando niña, de que no era\ todo nada, y la vanidad
del m undo, y como acababa en breve, y a tem er, si me hubie­
ra m uerto, como me iba a (4 ) el in fie rn o ; y anque no acababa
mi voluntad de encim arse a ser m onja, vi era el m ijo r y m ás
siguro estado, y ansí poco a poco me determ iné a forzarm e
para tom arle.
E n esa batalla estuve tres meses, forzándom e a m í mesm a con esta razón, que los trab a jo s y pena de ser m onja
no podía ser m ayor que la del purg ato rio , y que yo había
bien m erecido el in fiern o ; que 110 era m ucho estar lo que
viviese como en purg atorio, y que después rae iría derecha a
el cielo, que este era mi deseo; y en este m ovim iento de to­
m a r estado, m ás me parece me m ovía un tem or servil, que
am or. P oníam e el dem onio que no podría s u frir los tra b a ­
jos de la relisión p o r ser tan re g alad a; a esto me defendía
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
153
con los trab a jo s que pasó C risto; porque no era m ucho yo
pasase algunos por É l. Oue lil me ay u d a ría a llevarlos de­
bía pensar, que esto postrero no me a c u e rd o : pasé h artas
tentaciones estes días. H abíam e dado con unas calenturas
unos grandes desm ayos, que siem pre tenía bien poca salud.
Dióm e la vida haber quedado ya am iga de buenos libros:
leía las E pístolas de San Jerónim o, (5 ) que me anim aban
de ¡suerte que me determ iné a decirlo a mi padre, que casi
era como a to m ar el háb ito ; porque era tan honrosa que m e
parece que no to rn a ra a trá s de ninguna m anera, habiéndolo
dicho una vez. E ra tan to lo que m e quería, que en ninguna
m anera lo pude acabar con él, ni bastaron ruegos de perso­
nas, que procuré le hablasen. Lo que m ás se pudo acabar
con él fué que después de sus días liaría lo que quisiese. Yo
ya me tem ía a mí y a mi flaqueza no tornase atrás, y an
sí no me pareció m e convenía esto, y procurélo por otra
vía, como ahora diré.
NOTAS
(1 )
A nque — fo rm a v u lg a r d e a u n q u e .
( 2 ) u n h e rm a n o de m i p a d r e : D o n P e d ro , h e rm a n o de D o n A lfo n so Sán-cfyez de C e p e d a , p a d re d e T e re s a de A h u m a d a .
(3 ) a v is a d o : p ru d e n te , d is c re to , s a g a z .
(4 ) a el — m á s ta r d e se h iz o la c o n tra c c ió n a l.
(5 E p ís to la s d e S an J e r ó n im o . ¿ Q u é lib ro s le ía S a n ta T e r e s a ? : I*a B i­
b lia , V id a s d e S a n to s , S a n J e r ó n im o , S a n G re g o rio el M a g n o , L u d iifo de SaX onia, K e m p is, A lfo n so d e M a d rid , F ra n c is c o d e O su n a , B e r n a rd in o de I*are d o , A n to n io de G u e v a ra , S a n P e d r o d e A lc á n ta ra , L u is d e G r a n a d a .
C AM IN O D E P E R F E C C IO N
*
C A P I T U L O VI
H a rto me he divertido, m as im porta tanto Lo que q(.te­
da dicho, que quien lo entendiere no me culpará. T ornem os
ah o ra al am or, que es bueno y lícito que nos tengam os. Del
que digo es puro espiritual, no sé si sé lo que m e digo, (T)
al m enos parécem e n o es m enester m ucho hablar en él, p o r­
que tem o le ternán pecas, a quien el Señor se le hubiere dado
alábele m ucho, porque debe ser grandísim a perfección. E n
fin, quiero tra ta r algo dél, (2 ) por v en tu ra h a rá algún p ro ­
vecho, que poniéndonos delante de los ojos la vertud (3 )
aficiónese a ella quien la desea y pretende g a n a r. P legue a
Dios yo ,sepa entenderle, cuantim ás (4 ) . decirle, que ni creo
154
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
sé cuál es espiritual, ni cuándo se m ezcla sensual, ni sé cómo
me pongo a h ablar en ello. E s como, quien oye h ablar desde
lejos, que 110 entiende lo que dicen, ansí soy yo, que algu­
nas veces no d e l» entender lo que digo, y quiere el S eñor
sea bien dicho: si o tras fuere dislate, es lo m ás natural a
mí 110 acertar en nada.
P arécem e ah ora a mí que cuando una persona ha ilegádola (5 ) Dios a claro conocim iento de lo que es el m u n ­
do, y cine h ay otro m undo, la diferencia que hay de lo uno
a lo otro, y que lo un o es eterno y lo otro soñado, y que cosa
es am ar al C riad o r o a la c ria tu ra ; (esto visto por experien­
cia, que es o tro negocio que sólo pensarlo y creerlo ) y ver,
y p ro b ar que se gana con lo uno, y se pierde con lo otro, y
([lié cosa es C riador, y qué cosa es c ria tu ra ; y o tras m uchas
cosas que el S eñor enseña, con verdad y claridad a quien
se quiere d ar a ser enseñado de Él en la oración, o a quien
Su M ajestad quiere, que am an m uy d iferen tem en te.d e los
que n o hemos llegado aquí. P o d rá ser, herm anas, que os
parezca im pertinente tra ta r en esto, y que digáis que estas
cosas eme lie dicho to d as las sabéis. Plegue al Señor sea an ­
sí, que lo sepáis de la m anera que hace al caso, im prim ién­
dolo en las en tra ñ as. P ues si lo sabéis, veréis que 110 m iento
en decir, que a quien el Señor llega aqui, tiene este am o r.
.Son estas personas (las que Dios llega a este estado) almas
generosas, alm as reales. N o =e contentan con am ar cosa tan
ru in como estos cuerpos, por herm osos que sean, por m u­
chas gracias que tengan, bien que aplace a la vista, y alaban
al C ria d o r; m as p a ra detenerse en ello, n o . D igo detenerse
de m anera, que por estas cosas les tengan am or, parecerles
ya que am an cosa sin tom o, y que se ponen a querer som bra,
correrse hían (6 ) de sí m ismos, y 110 tem ían cara, sin gran
afre n ta suya, p ara decirle a Dios que le am an.
D iréism e, esos tales no sabrán querer, ni pagar la vo­
luntad que les tuviere. Al m enos dáseles poco de que se la
tengan, y ya que de presto algunas veces el n atu ral lleva a
holgarse de ser am ados, en tornando sobre sí, ven que es
disbarate ( 7 ) , si 110 son personas que han de aprovechar
a su alma con doctrina, u con oración. T odas las o tras vo­
luntades les cansan, que entienden les hacen nin g ú n prove­
cho, y les podría d a ñ a r: no porque las d ejan de agradecer
y p ag ar con encom endarlos a Dios, tom ándolo com o cosa
que echan cargo al Señor los que las am an, que entienden
GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORAS CLASICOS Y MODERNOS
155
viene de allí. P orqu e en sí no les parece que h a y que querer,
y luego les parece las quieren, porque las quiere D ios, y de­
ja n a S u M a jesta d lo pague, y se lo suplican, y con esto
quedan libres, y paréceles que no les toca. Y bien m irado,
si no es con las personas que d igo, que nos pueden hacer
bien p a ra g a n a r bienes perfetos, yo pienso algu nas veces
cuán g ra n ceguedad se trae en este querer que nos quieran.
A h o ra noten que com o en el am or, cuando de algu n a perso­
na le querem os, siem pre pretendem os a lg ú n interese de p ro ­
vecho y contento nuestro, y estas personas p e ríeta s y a tie­
nen d eb ajo de los pies todos los bienes que el m undo les
pueden hacer, y los regalos, y les contentos, y están de su er­
te que anque ellas quieran, a m anera de decir 110 le pueden
tener, que lo sea fuere de con D ios, y en tratar de D ios,
no hallan qué provecho les puede v e n ir de ser am adas, y ansí
110 curan de serlo. Y com o se les representa esta verd ad,
de sí m esm os se ríen de¡ la pena que algú n tiem po les ha
dado, si era p agad a o no su v o lu n ta d : que anque sea
buena la volun tad , luego n o os
es m u y n atural querer ser
pagada. V e n id a a cobrar esta paga, es en p a ja s, que todo
es aire, y sin tom o, que se lo lleva el viento ; porque cuando
m ucho nos hayan querido, ¿qué es esto que nois queda?
A n sí que si no es para p rovech o de su alm a con las p'ersonas que tengo dichas, porque ven ser tal nuestro natu ral, que
si no h a y algú n am or luego se cansa, no se les da m ás ser
queridas que 110. P areceres ha que estos tales no quieren a
nadie, ni saben sino a D ios. M ucho m ás quieren, y con
más verd ad ero am or y m ás provechoso, y con más inten­
ció n ; en fin, es am or. Y estas tales alm as son siem pre a f i ­
cionadas a dar m uchos m ás, que no a recibir, y an con el m is­
m o C ria d o r les acaece eso. E sto d igo que m erece este nom bre
de am or, que estotras aficion es b a jas le tienen usurpado el
nom bre.
T am b ién os parecerá,, que si no am an por las cosas
que ven, ¿que a qué se a ficio n a n ? V e rd a d es que lo s .q u e
ven am an, y a lo que oyen se a fic io n a n ; m as es a cosas que
ven son estables. L u e g o éstos, si am an, pasan por los cu er­
pos, y ponen los o jo s en las alm as, y m iran si h a y que a m ar;
y si no lo h ay, y ven algún principio 11 dispusición, para que
si cavan h allarán oro en esta m in a ; si la tienen am or, 110
les duele el trabajo. N in gu n a cosa se les pone delante, que
de buena gan a no lo harían por el bien de aquella alm a,
156
PÉRIÍDA VAT.DÉS —
FUSCO SAN SO N É
porque desean d u ra r en am arla, y saben m uy bien que si
no tiene bienes, y am a m ucho a Dios,que es imposible. Y
digo que es imposible, anque m ás le obligue, y se m uera
queriéndola, y le haga todas las buenas obras que pueda,
tenga todas las gracias de naturaleza ju n tas, no tern á fu e r­
za de voluntad, ni la podrá hacer estar con asiento. Y a
sabe y tiene experiencia de lo que es todo, no la echarán
dado falso. V e qué no son para en uno ( 8 ) , y que es im ­
posible cosa que dure al quererse el uno al o t r o ; porque es
am o r que se lia de acabar con la vida, si el o tro no va g u a r­
dando la ley de D ics, y entiende que no le am a, y que ha
de ir a diferentes partes. Y este am or, que sólo acá dura,
alm a destas, a quien el S eñor ha infundid© verdadera sa­
biduría, no le estim a en m ás de lo que vale, ni en ta n to ;
porque p ara los que gustan de g u star de cosas del m undo,
deleites, honras y riquezas, algo v aldrá si es rico, o tiene
partes p ara d a r pasatiem po y recreación; m as quien todo
esto aborrece, ya poco o nada se le d ará de aquéllo. A ho­
ra, pues, aquí ,si tiene am or, es la pasión del am or p ara
hacer esta alm a p ara ser am ada (porque, como digo, sabe
que no ha de d u ra r en q uererla de o tra m anera, y que es
am o r m uy a su co sta) 110 deja de poner todo lo qüe puede,
porque se a p ro v ech e: perdería m il vidas por un pequeño
bien suyo. ¡ O, precioso am or, que va im itando al capitán
del am or Jesús n u estro b ie n !
NOTAS
(1 ) no sé si sé lo que d ig o : la construcción es v u lg a r. T eresa de A hu­
m ada confiesa su ignorancia de las cosas del am or de D ios y del saber hum a­
no. E n un escéptico sería la confesión de la du d a. “ Solo sé que no se n a d a ” ,
en ella, es confesión de hum ildad.
(2) d é l: el a rtic u lo y la preposición parecen apocopados.
(3 ) v e r tu d : virtud.
(4) c u an tim ás: cuanto m ás. E n el habla v u lg ar se emplea el c uantim ás.
(5) ha llegádola D io s: construcción defectuosa.
(6) liía n : h a b ía n .
(7) d is b a ra te : d isp arate.
(8) N o son para en u n o : el uno para el o tro.
COMENTARIO
Guía espiritual que es el camino hacia su doctrina mística, la que
tendrá su más arquitectada continuación e,n “Las* Moradas’'. La escri­
bió a ruego (como siempre escribía) de San José de Avila y con anuen­
cia de su confesor de entonces, el P . Báñez, en el período de 1562 a
1566. Dos redacciones tuvo, la primera (1565), más espontánea, se ccn-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
157
serva en El Escorial; la segunda, la definitiva, en el Carmen Descalzo
d;; Val'adolid, más simplificada y clara, pierde el contacto de su inge­
nuidad y frescura. La edición príncipe, es de Teutonio de Braganza en
su sede arzobispal de Evora, en 1S83.
Se refiere el “Camino de Perfección” — ruta difícil y tortuosa que
lleva al creyente a las cercanías de lo divino -— a los bienes de la po1breza, al amcr que deben profesarse unas monjas ai otras; a la virtud
de la humildad, “reina de las virtues”, a la mortificación y a la con­
templación. Beviario ascético más que místico, es el “Camino de Per­
fección”, donde encontramos un comentario y una exposición de la ora­
ción del padrenuestro. Al explicar las rutas de la perfección espiritual
lo hace ccn ideas precisas y concretas, vehemente cuando se trata de
pensamientos elevados, familiar y sencilla cuando se trata de pormeno­
res de la vida diaria.
Su estilo es de madurez. Hay mayor cuidado de la forma, sobre
todo en la segunda redacción, pero abundan en ella las características
de su estilo corriente: frases familiares y prodigalidad de diminutivos.
M ORADAS CUARTAS
C A PITU LO I
P a ra com enzar a hablar de las cuartas m oradas, bien
he m enester lo que he hecho, que es encom endarm e al E s­
p íritu Santo, y suplicarle de aquí adelante hable por mí
p ara decir algo de las que quedan, de m anera que lo enten­
dáis, porque com ienzan a ser cosas sobrenaturales y es d ifi­
cultosísim o de d ar a entender, si S u M ajestad no lo
hace, como en o tra parte que se escribió, h asta donde yo
había entendido, catorce años ha, poco m ás u m enos; a n ­
que un poco m ás luz me parece tengo destas m ercedes que
el S eñor hace a algunas almas, es diferente el saberlas de­
cir. H á g alo Su M ajestad, si se h a de seguir algún prove­
cho, y sino, no. Como ya estas M oradas se llegan m ás ad o n ­
de está el Rey, es grande su herm osura, y hay cosas tan
delicadas que ver y entender, que el entendim iento no es
capaz p ara poder d ar traz a como se diga siquiera algo que
venga tan al ju sto que no quede bien escuro p a ra los que
110 tienen esp irien d a ( 1 ) , que quien la tiene m uy bien en­
tenderá, en especial si es m ucha. P arecerá que para llegar
a estas M oradas se ha de haber vivido en las otras"m ucho
tiem po, y anque lo ord in ario es que se ha de haber estado
en la que acabam os de decir, 110 es regla cierta, como ya
habréis oído m uchas veces, porque da el Señor cuando quiere
158
PEREDA VALDÉS — EUSCO SANSONE
y com o quiere y a quien quiere, como bienes suyos, que
no hace ag ravio a nadie.
Pues hablando de lo que dije que diria aquí de la dife­
rencia que hay en tre contentos, en la oración u gustos, (2 )
los contentos me parece a mí se pueden llam ar lo que nososo tros adquirim os con n u estra m editación y peticiones a
N u estro Señor, que procede de nuestro natural, anque, en
fin, ayuda p ara ellos Dios, que base de entender en cuanto
dijere que 110 podem cs n ad a sin El, m as nacen de la m esm a
obra virtu o sa que hacem os, y parece a nuestro tra b a jo lo
hemos ganado, y con razón nos da contento habernos, emplado en cosas sem ejantes. M as si lo consideram os, los mes1110 contentos tem em os en m uchas cosas que nos pueden su ­
ceder en la tierra. A nsí en una gran hacienda que de presto
se provea a lg u n o ; como de ver una persona que m ucho am a­
mos, de p resto ; como de haber acertado en un negocio im­
p o rtan te y cosa grande, de que todos dicen b ie n ; com o si
a alguna le han dicho que es m uerto su m arido u herm ano
u hijo, y le ve venir vivo. Y o be visto' d e rram ar lágrim as
de un g ra n contento, y an m e ha acaecido alguna vez. P aréceme a mí que ansí como estos contentos son naturales,
ansí en los que nos dan las cosas de Dios, sino que son de li­
naje m ás noble, anque estotros no eran tam poco m alos,
en fin, com ienzan de nuestro natu ral m esm o y acaban en
D io s : los gustos com ienzan de D ios y siéntelos el natural,
y goza tan to dellos como gozan los que tengo dichos y
m uchos más. ¡O, Jesús, y qué deseo tengo de saber deciarm e en e s to ! P orque entiendo a mi parecer m uy conoci­
da diferencia, y 110 alcanza mi saber a darm e a entender;
hágalo el Señor. A h o ra me acuerdo de un verso que deci­
mos a prim a al fin del postrer salmo, que al cabo del verso
dice: Cun dilatasti cor m eum ( 3 ) . A quien tuviere m ucha
espiriencia, esto le b asta para ver la diferencia que hay de
lo uno a lo otro, a quien no, es m enester m ás. Los conten­
tos que están dichos no ensanchan el corazón, antes lo m ás
o rd inariam ente parece que aprietan un poco, anque con con­
ten to todo de ver que se hace por D ios; m as vienen unas
lágrim as congojosas que en alguna m anera parece las m ueve
la pasión. Y o sé poco de estas pasiones del alm a, que quizá
me d iera entender, y lo que procede de la sensualidad y de
nuestro natu ral, porque soy m uy to rp e ; que yo me supiera
declarar, si como he pasado por ello lo entendiera. G ran
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
]59
cosa es el saber y las letras p ara todo. Lo que tengo de espiriencia de este estado, digo de estos regalos y contentos
en la m editación, es que si com enzaba a llorar por la Pasión,
no sabía acabar h asta que se me quebraba la ca b eza; si por
m is pecados, lo m esm o; h a rta m erced me hacía N uestro
Señor, que no quiero y o ah o ra exam inar cuál es m ejor lo
uno u lo otro, sino la diferencia que h ay de lo uno a lo o tro
q u erría saber decir.
NOTAS
(1) espiriencia : e x p erie n cia .
(2 ) u g u s to s: la conjunción disyuntiva o, sólo se usa por razón eufónica
para su stitu ir a la o, cuando la palabra sig u ien te com ienza con la m ism a letra :
escrito r u orador, p or ejem plo. S an ta T eresa emplea la nom brada conjunción
en una form a que actualm ente sería in co rrecta.
(3) “ C o rrí por el cam ino de tu s m andam ientos cuando ensar.chastes mi
co razó n ” . — Salmo C X V I I I . 32.
COMENTARIO
“Para Santa Teresa, los diversos grados de la oración son otros
tantos grados de perfección evangélica. No concibe la Santa el ejercicio
de la oración de una manera abstracta y teórica y no prescinde de la
abnegación ni del dominio de las pasiones. Por eso nos interesa ahora,
la doctrina de la Santa expuesta en las M ORADAS, porque en ella ve­
mos las relaciones entre la M ISTICA y la ASCETICA, mejor que
en otras obras.
■Considera Santa Teresa el alma como un castillo todo de un diamante
o muy claro cristal ?. donde hay 'muchos aposentos, como moradas hay
en el c ielo .. . unes en lo alto, otras en lo bajo, otras a los lados y en el
centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es a donde pa­
san las cosas de muchos secretos entre Dios y el alma.
Santa Teresa, luego, nos había nada más que de siete moradas; pero
las considera ccmo siete órdenes o tipos de moradas, pues las que con­
tiene el alma son en número infinito, “y están no una en pos de otra,
como cosa enhilada, sino. . . ccmo un palmito, que para llegar a lo que
es de comer tiene muchas cuberturas que todo lo sabroso cercan’’.
Tres primeras moradas: puramente ascética, complemento doctrinal
del primer grado de oración que expone en la V ID A y un compendio
de la que más extensamente declara en el CAM INO DF, PERFEC­
CION, verdadero doctrinal ascético de la Santa.
l ‘J Morada: pertenecen los que “detestando el pecado mortal, viven
asides a los placeres no prohibidos, olvidados de evitar los pecados ve­
niales.
2^ Morada: moran las almas que comienzan a aborrecer el pecad?
venial y a amar la penitencia, pero que todavía no tienen fuerza para
renunciar en busca de la perfección a las H O N R A S Y V A N ID A D E S
del mundo.
160
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
3!,' Morada: llegan a la tercera lo s .que arrancan de su alma el afec­
to de estas riquezas y halagos, pero sin llegar al sacrificio de sí mismos,
en aras de la humildad y sintiendo mucho la privación de los goces so­
brenaturales que rara vez le ofrece Dios.
Puente en el que se definen las diferencias entre los contentos na­
turales y les consuelos sobrenaturales: los goces naturales nacen <le
nosotros mismos y acaban en D io s; los • otros nacen en Dios y redun­
dan en nosotros. Aquellos son adquiridos y como conquistados por el
ejercicio de nuestras potencias, ayudados del auxilio divino, y como na­
cen de k obra virtuosa, parecen ganados ccn nuestro trabajo. Los so­
brenaturales son producidos inmediatamente y exclusivamente por Dios,
con gran quietud, sin que las potencias intervengan en ellos con su acti­
vidad propia.
4^ Morada: comprenden la cración de recogimiento y de quietud.
Cuatro grados de oración, que compara con cuatro maneras cada vez
más fáciles de regar un jardín.
1^ Sacando agua del pozo a fuerza de brazos (rudo trabajo) .
2» Secándola ccn una noria (obteniendo así con menor fatiga una
mayer cantidad de agua).
3^ Haciendo venir el agua desde un río o de un arroyo.
451 Una lluvia abundante (la mejor de tod as).
5^ Morada: la oración de .unión en sus tres grados.
1® unión : Está el alma como un niño que aún mama, cuando está
a los pechos de su madre y ella, sin que él paladee, échale la.,leche en la
boca para regarle. Así es que, sin trabajo del entendimiento, está aman­
do la voluntad y quiere el señor que, sin pensar, lo entienda que está!
con él y que sólo trague la leche que su Majestad le pone en la boca y
goce de aquella suavidad, que conozca le está el Señor haciendo esta
merced y se goce de gozarla.
2¡» unión: Dios se enseñorea de la voluntad y aún del entendimiento,
porque el alma no discurre, sino que está ocupada gozando de Dios, co­
mo quien está mirando y ve tanto que no sabe a dónde mirar. . .
3^ unión: Más perfecta, especie de marasmo de todas las poten­
cias, de tal modo, que ni del todo se pierden, ni, sin embargo, llegan a
entender como obran. La suavidad y el deleite es mucho mayor que en
las maneras anteriores: “es un glorioso desatino, es una celestial locura,
a donde se aprende la verdadera sabiduría” .
6® Morada: desposorio espiritual del alma con Dios, que sobrepuja
con mucho los favores propios de la oración de unión, asemejándose ya
al matrimonio espiritual que se consuma en la 79' y última morada.
El desposorio se celebra por medio del éxtasis, que puede ser de dos
clases: éxtasis ordinario, en que las potencias están absortas y como
muertas, y los sentidos lo mismo, no obstante, “ven” cosas y misterios
del cielo y la seguna clase de éxtasis que se llama vuelo del espíritu o
rapto se diferencia del anterior en la intensidad.
7^ Morada y últim a: matrimonio espiritual, la unión perfecta no se
logra, mientras dure la vida. Lo más que se consigue es la anticipación
de lo que ha de ser y por esto el alma se siente como desterrada de su
morada última, en tanto se ve obligada a morar en el cuerpo.
GUIA DË LECTURAS DË AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
CARTA
D e Santa Teresa a su confesor Fray Jerónimo Gracián,
llorando la muerte del General de los Carmelitas Fray Juan
Bautista Rúbeo. Fecha en Avila a íg de Octubre de 1578.
Jesú s:
Sea con vuestra paternidad el E sp íritu Santo, mi pa­
dre ( 1 ) . Ccm o le veo quitado de esas baraúndas, báseme
quitado (2 ) la pena de lo dem ás, venga lo que viniere.
H a rto grande me h a dado (3 ) las nuevas, que me escriben
de nuestro padre general. T ernísim a estoy; y el prim er día
llo rar que llorás ( 4 ) , sin poder hacer o tra cosa, y con
g ran pena de los trab a jo s que le hem os dado, que cierto
110 los m erecía; y si hubiéram os ido a él, estuviera todo
llano. Dios perdone a quien siem pre lo h a estorbado, que
con v uestra p aternidad yo me aviniera, anque, en esto, poco
me lia creído. E l S eñor lo tra irá todo a b ie n ; m ás siento lo
que digo, y lo que vuestra paternidad ha padecido; que cier­
to son tragos de la m uerte los que me escribió en la carta
prim era, que dos he recibido después que habló al nuncio.
Sepa, mi padre, que yo me estaba deshaciendo, porque
no daba luego aquellos papeles, sino que debe ser aconseja­
do de quién le duele poco lo que vuestra paternidad pade­
ce ( 5 ) . H uélgom e, que quedará bién experim entado, para
llevar los negocios por el cam ino que han de ir, y no agua
arriba, como yo siem pre d e c ía : y a la verdad lia habido co­
sas por dónde im pedían todo, y ansí no h ay que tra ta r de
esto, porque ordena Dios cosas p a ra que padezcan sus sier­
vos.
Y a quisera escribir m ás largo, y han de llevar esta no­
che las cartas, y casi lo es ya, que lo he sido (6 ) con el O bis­
po de O sm a (7 ) p ara que trate con el presidente y con el
padre M ariano lo que le escribí, y dije enviase a vuestra p a­
ternidad. A hora he estado con m i herm ano (8 ) y se le en­
com ienda mucho.
NOTAS
(1 ) "V o cativ o ” . Con el posesivo antepuesto.
(2 ) “ Q u ita r” tiene aq u í el sentido anticuado de libertar,
siste en la frase “ libre y q u ito ” .
exim ir, que sub­
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
162
(3 ) Concordancia viciosa.
(4 )
F ra se adverbial, como llora que llora
o llora que llorarás, para deno­
tar la continuidad de la acción.
(5 )
H ab la aq u i de las persecuciones de
que era objeto la reform a de la
O rden que entonces se llevaba a cabo. E l e n treg ar los papeles de la visita al
P resid en te del Consejo de C astilla fué un paso poco acertado, que dio lugr.r a
conflictos en los que G ra d a n quedó com prom etido.
(6 ) El lo se refiere a larga en escribir, es d e c ir: “ que lie sido larga en
escribir al O bispo” . E a a u to ra pensaba liaber p uesto a n te s: “ ya quisiera ser
m ás larga er. e sc rib ir” , en vez de “ quisiera escribir má¡( largo” .
(7)
E l O bispo de O sm a, D on A lonso V ázquez, confesor de la
S anta
de Toledo.
(8)
Don L orenzo de Cepeda.
COMENTARIO
Las cartas de Santa Teresa llegan a más de cuatrocientas. S_n una
importante fuente de información de la vida íntima de Teresa de Ahu­
mada y además nos permiten seguir en tocio su desarrollo su labor, in­
cansable de reformadora de órdenes religiosas, en cuya labor encontró
tantos trcpiezos entre las altas autoridades eclesiásticas. Una vez más
Teresa de Ahumada, nos demuestra en sus cartas como pudo conciliar la
vida contemplativa y la vida activa. Su acción fué infatigable y cons­
tante. Recorría pueblecitos y ciudades en busca de apoyo para su mi­
sión ; más de una vez hubo de luchar con la terquedad de los que en ma­
teria de organización religiosa eran más conservadores que ella. Aun­
que en ella predomina casi siempre la obediencia sumisa, tan frecuente
entre la gente de hábitos, no deja de tener palabras de dureza y de in­
dignación para sus impugnadores. Es lamentable para el mejor conoci­
miento espiritual de Teresa de Ahumada, se haya 'perdido la correspon­
dencia que sostuvo con San Juan de la Cruz.
En sus cartas, crnio es natural, se encuentran los modelos de su
estilo más desaliñado y espontáneo. La literatura epistolar tiene un mo­
delo precioso en las . cartas de Teresa.
Fray Luis de León
(1528-1591)
F ra y Luis de León, “el hom bre m ás callado que se ha
conocido” , era de tem peram ento m elancólico y bilioso co­
mo el m ism o se define por boca de M arcelo en “ De los
N om bres de C risto” . V ivió una vida de apartam iento en el
convento de los A gustinos y en la U niversidad de S alam an­
ca, donde dictó la cátedra de T eología E scolástica; m ás
tard e la de S agrada E scritu ra y la de T eología M oral. 110
sin su frir las envidias de sus enemigos, León de C astro,
F ra y B artolom é de M edina y o t r o s : “ aquí la envidia y m en­
tira me tuvieron encerrado” , dice en una de sus poesías, y
fué en verdad victim a de fe “ envidia em ponzoñada, del en­
gaño agudo y de la lengua fem en tid a” . Sus enem igos con­
siguieron al fin que la Inquisición tom ara cartas en las acu­
saciones que se le hacían, por haber atacado la autoridad
de la V u lg ata (la versión latin a de la B iblia) y por haber
traducido el “ C antar de los C an tares” , contrariando una p ro ­
hibición de la Iglesia de trad u c ir los libros sagrados en len­
gua vulgar. A bsuelto por el tribunal de la Inquisición después
de dos procesos, fué reintegrado a su cáted ra con todos los
honores. Al to m ar posesión de su cátedra tras larg a au ­
sencia, ,se le atribuye la fam osa frase “ com o decíam os a y e r” .
Sus am igos f u e ro n : Salinas, El Brócense, G rajal, Grial,
P o rto carrero , D iego O loarte y Felipe R uiz. A lgunos g an a­
ron in m ortalidad en sus poesías como Felipe R uiz y D iego
O loarte, a éste últim o dedica F ra y L uis su fam osísim a
“ N oche S erena” .
164
PgRBDA VALDTÍS — FUSCO s a n s o n é
M urió F ra y Luis de León el 23 de A gosto de 1591, a
la edad de 64 años.
OBRAS
Obras en castellano. —1 Exposición del libro de Job. — De los Nom­
bres de Cristo. — La perfecta casada. — Obras poéticas. — Traduc­
ción literal y declaración del cantar de los cantares. — Obras en latín.
— Sus obras poéticas se dividen en tres grupos: poesías originales, tra­
ducciones e imitaciones de poetas clásicos e italianos y traducciones de
la Biblia.
BIBLIOGRAFIA
Poesías de Fray Luis de León, en la Biblioteca de Autores Espa­
ñoles de Rivadeneyra. — Poesías de Fray Luis de León, Bib’ioteca de
Clásicos Amenos, Ed. Razón y Fé, Madrid (recomendada). — Poe­
sías originales del Maestro Fr. Luis de León, 1926, en el Cuarto cen­
tenario de su nacimiento. — El Gran Poeta del Siglo de Oro Español,
Fray Luis de León, por el Abate A . Dugan, Instituto de las Españas.
— Tres poesías inéditas de Fray Luis de León, Menéndez Pidal, Estu­
dios literarios, pág. 159. — De la poesía mística, Est. L it., T. I. pá­
gina 50. — B'anco García, Fray Luis de León. — Azorin, Fray Luis
de León, en “Al Margen de los Clásicos”, pág. 35. — De ios nombres
de Cristo, Fray Luis de León, edición de “La Lectura Anotada”, por
Federico de Onís. — A . F . G. Bell, “Luis de León’’, un estudio del
Renacimiento Español, Ed. Araluce, Barcelona. — Pablo Rousse’ot,
“Los místicos españoles”, T . II, pág. 5. — Pedro Saínz Rodríguez, In­
troducción a la Historia de la Literatura Mística en España, página 230.
— Manuel de Montoliú, Historia de la Literatura Caste'lana, pág. 255.
— Romera Navarro, Historia de la Literatura Española, pág. 147. —
Fitznif.urice Kelly, Fray Luis de León, A Biographical Fragment. —
V- A . Coster, Notes pour une edition e des poesies de Luis de Leófi,
Salamanca, 1907. — Menéndez y Pelayo, Horacio en España, T . I,
paga. 11-24. — La perfecta casada, Edo. Bonil'a y San Martín. — Ge­
rardo Diego, “Actualidad de Fray Luis de León”, en la revísta “Criterio”.
V ID A R E T IR A D A
¡Q ue descansada vida
la del que huye el m undanal ruido,
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el m undo han s id o !
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se adm ira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
N o cura ( i ) si la fam a
can ta ccn voz su nom bre pregonera,
ni cura, si encaram a
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Q ué presta á mi contento
si soy del vano dedo señalado ?
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas, y m ortal cuidado?
¡O h campo, oh m onte, oh río ! (2 )
¡oh secreto seguro deleitoso!
roto casi el navio,
á vuestro alm o (3 ) reposo
huyo de aqueste (4 ) m ar tem pestuoso.
U n no rom pido (5 ) sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanam ente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.
D espiértenm e las aves
con su can tar suave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siem pre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.
V iv ir quiero conm igo1,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas sin testigo
libre de am or, d e celo,
de odio, de esperanza, de recelo,
166
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
Del m onte en la ladera (6 )
p o r mi m ano plantado tengo un huerto
que con la prim avera
de bella flor cubierto
ya m uestra en esperanza el fru to cierto.
Y como codiciosa,
de ver y acrecentar su herm osura,
desde la cum bre airosa
u na fo n tan a pura
h asta llegar corriendo se apresura.
Y luego sosegada
el paso en tre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de v erd u ra vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.
E l aire el h u erto orea,
y ofrece m il olores al sentido,
los árboles m enea
con un m anso rüido
que del oro y del cetro pone olvido.
T énganse su tesoro
los que de un flaco lefio se c o n fia n :
no es m ió ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
E a com batida antena
cru je, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la m ar enriquecen a porfía.
A m í una pobrecilla (7 )
m esa de am able paz bien abastada
me baste, y la b ax illa (8 )
de fino oro labrada
sea de quien la m ar no teme airada,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
*
Y
m ientras m iserable- (9 )
m ente se están los otros abrasando
en sed insaciable
del no durable m ando
tendido yo a la som bra esté cantando.
A la som bra tendido
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado
del plectro (1 0 ) sabiam ente meneado.
NOTAS
(1 ) E s ta poesía de F ray L u is ha c o n tribuido a la leyenda de u n F ray
L u is de I Yeón bien d istin to a la realidad de lo que fue su agitada vida que tra n s ­
cu rrió en tre d isputas teológicas y rencillas de e n claustrados: u n F ray L uis
de
L eó n apacible, sereno, am ante de la paz, resignado a “ una pobrecilla mesa
de
pan b ie n ab astad a” . l a publicación de los docum entos relativos a su
pro­
ceso y las últim as investigaciones, nos dem uestran que la vida de F ray
L uis
de
L eó n fué e x trao rd in ariam en te activa y que no siem pre huyó del m undanal
ru id o , p or lo co n trario , se vió m ezclado en sus contiendas, cuyo eco llegaba
hasta el clau stro de la U n iv e rs id a d .
(2 ) no c u ra : cuidar de.
(4 ) F ray L u is usa a m enudo la ex clam ación:
¡ O h cam pos verdaderos
¡ O h prados cor* verdad frescos y a m e n o s!
(N o ch e S e re n a ).
¡ O h desm ayo dichoso !
¡ O h m u erte que das v id a ! J O h dulce o lv id o !
(A S alin as).
(3 a.) alm o : benéfico.
(4 ) a q u e ste : se usaban como pronom bres dem ostrativos en el antiguo cas­
tellano. aq u este, aq u esti, aquesta, a q u esto .
(5 ) del m onte en la la d e ra : “ L a F le c h a ” , huerto donde s o l'a descansar
F ra y L u is de L eón, que describe, tam bién, en su obra “ D e los N om bres de
C risto” .
(6 ) b a x illa : b a jilla.
(7) m iserable. — “ M uy censurada ha sido esta licencia de F ray L uis al
co rtar el adverbio en form a tan an tig ra m a tic al; no nos atrevem os a in sistir en la cen­
sura, si atendem os a la intención que pudo m over al p o e ta : ese corte hace
sospechar una atención reconcentrada en el valor enfático subrayado del v o c a b lo /’
COMENTARIO
“Vida retirada” es una de las composiciones más famosas de Fray
Luis, su inspiración, sin embargo, es mediocre. No hay en ella la ele­
vación espiritual que encontramos en \z. Oda a Salinas o en Noche Se­
rena, apenas la expresión de un sentimiento que fué más ideal de vida
que exacta realidad. Expone un lugar común de la poesía que viene des­
168
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
de Horacio a Garcilaso (2® E gloga), y al cual nada nuevo agrega nues­
tro poeta.
“Vida retirada” es imitación del Beatus Ule de Horacio, y una de
las composiciones de Fray Luis donde éste rinde culto al gran retórico
del Arte Poética. En algunos fragmentos la imitación horaciana no es
directa, sino a través de la segunda égloga de Garcilaso. Esta imita­
ción no es servil; si en la letra coinciden ocasionalmente Horacio y Fray
Luis, en el espíritu difieren: Fray Luis ensalza la soledad de la vida re­
tirada (descripción de La Flecha) por puro espiritua'.ismo, en Horacio
se mezcla un sentimiento de egoísmo epicureista, de hombre que le gusta
gozar opíparamente de los placeres de la vida y de la mesa, con tran­
quilidad de “gourmet” . En uno sobriedad:
a mi una pobrecilla
Mesa, de amable paz bien abastada
Me basta y la baxilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada,
en Horacio, esa frugalidad no existe.
VERSIFICACION
Toma de Garcilaso la Lira, estrofa de cinco versos; 1, 3 y 4 heptasílabos; 2 y 5 endecasílabos. Su rima es: 1 con 3; 2 cen 4 y 5:
A F R A N C IS C O S A L IN A S
E l aire se serena
y viste de herm osura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la m úsica extrem ada
p or vu estra sabia m ano gobernada.
A cuyo son divino
mi alm a que en olvido está sum ida,
to rn a á co brar el tino,
y m em oria perdida
de su origen prim era esclarecida.
Y
como se conoce,
en suerte y pensam iento se m ejo ra ;
el oro desconoce
que el vulgo ciego adora,
la belleza caduca engañadora.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
T rasp asa el aire todo
h asta llegar a la m ás alta esfera,
y oye allí o tro m odo
■de no" perecedera
música, que es de todas la prim era, ( i )
Ve cóm o el gran m aestro
a aquesta inm ensa cítara aplicado,
con m ovim iento diestro
produce el son sagrado
con que este eterno tem plo es sustentado. (2 )
Y
como está com puesta,
de núm eros concordes, luego envía (3 )
consonate respuesta,
y entram bas a p o rfía
m ezclan una dulcísim a arm onía.
A quí la (4 ) alm a, navega
por un m ar de dulzura, y finalm ente
en él así se anega,
que ningún accidente
ex tra ñ o ó peregrino oye ó siente.
¡ O h desm ayo dich o so !
¡oh m uerte que das vida! ¡oh dulce olvido!
¡durase en tu reposo
sin ser restituido
jam ás á aqueste baxo y vil sentido!
A este bien os llamo,
gloria del A políneo sacro coro,
am igos, á qu ien am o
sobre todo tesoro;
que todo lo dem ás es triste lloro.
¡ Oh ! suene de continuo,
Salinas, vuestro son en mis oidos,
p o r quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando á lo dem ás am ortecidos.
170
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
NOTAS
(1) Francisco S alin as.
— M úsico esp añ o l, nació en B urgos en 1513 y
m urió en Salam anca en 1590. F u é catedrático de m úsica en la U niversidad de
Salam anca, donde lo conoció F ray L u is ta l vez en 1577, después de su prisión. S a ­
linas llegó a ser uno de los hombres) m ás ilu stres de su época y la obra que le dió
m ayor fam a y que reú n e toda la cienoia m usical de aq u el tiem po es la titu la d a
“ D e M úsica L ib ri S ep te” , que se im prim ió en S'alanmanca en 1577. Salinas era
tam bién co m p o sito r. ¿Cóm o era su m úsica que ta n g ran d e emoción despierta
en F ray I<uis? Poco sabem os de e llarq u e era sublim e y com parable a la de
V ito ria o P alestrin a cabe suponer, y a que “ el aire se seren a y viste de herm o­
su ra y luz no u sad a” cuando suena aquella m úsica “ ex trem ad a” .
(2 ) m úsica, que es de todas la p rim era: in terp retació n lírica de concep­
tos platónicos.
(3) su sten tad o : so sten id o .
(4) de n ú m ero s co n co rd es: rem iniscencia de las| doctrinas pitag ó ricas.
(5) la a lm a : la p o r el delante de a a cen tu ad a.
COMENTARIO
En la Oda a Salinas ncs describe Fray Luis el efecto que produce
sobre el alma, la música. El alma se inunda de un gozo, de un arroba­
miento, que h saca del olvido en que está sumida, volviendo a recobrar
el tino y la memoria de su origen. Es un arrobamiento semejante al que
sintieran les místicos, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, al acercarse
a la posesión del alma con Dios. Esa música se mezcla a la música de las
altas esferas, en una armenia universal, y un gran maestro, que puede ssr
el demiurgo de Platón o Dios, a la cítara aplicado produce el son sagrado.
Y como está compuesta de númeres concordes (la armonía de los núme­
ros que se suma a la armonía de la música) recibe consonante respuesta
y entrambos mezclan una dulcísima armonía. De lo particular de la mú­
sica de Salinas, se eleva Fray Luís, por una especie de inducción poética
a lo universal. La música de Salinas, le sugiere la música de las esferas,
éste vuelve a la tierra como cdisonante respuesta. ¡Oh desmayo dicho­
so! ¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido! H e aquí expresa la sen­
sación que produce la música. Camille Mauclair nos habló de una reli­
gión de la música, que Fray Luis de León había sentido, ya al oir a Sa­
linas. Fray Luis quisiera prolongar el efecto de ese éxtasis y no ser res­
tituido a la percepción vulgar de las cosas de “aqueste baxo y vil sentido ’.
A F E L I P E RUTZ ( i )
¿C uándo será que pueda
libre desta prisión volar al cielo,
Felipe, y en la rueda
que huye m ás del suelo,
contem plar la verdad p u ra sin velo?
Allí, á mi vida junto
en luz resplandeciente convertido,
■
GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
9
veré distinto y ju n to
lo que es y lo que ha sido,
y su principio propio y escondido.
E ntonces veré cómo
el divino poder echó el cimiento
tan a nivel y plomo,
dó estable eterno asiento
posée el pesadísim o elemento.
V eré las inm ortales
colum nas dó la tie rra está fundada, (2 )
las lindes y señales
con que a la m ar airada
la Providencia tiene aprisionada.
P o r qué tiem bla la tierra,
p o r qué las hondas m ares se em bravecen,
dó sale á m over g u erra
el cierzo, y por qué crecen
las aguas del O céano y descrecen.
*
' De dó m anan las fu e n te s;
quién ceba y quién bastece (3 ) de los ríos
las perpetuas corrientes;
de los helados fríos
veré las causas, y de los estíos.
L as soberanas aguas
del aire en la región quién las so stien e;
d e los rayos las frag u as;
dó los tesoros tiene
de nieve Dios, y el tru en o dónde viene.
¿N o ves cuando acontece (4 )
tu rb arse el aire todo en el verano?
el día se ennegrece,
sopla el Gallego insano,
y sube h asta el cielo el polvo vano :
Y
entre las nubes m ueve
su carro Dios, ligero y reluciente,
\" f\
172
PEREDA VALDÉS — FUSCO SANSONE
horrible son conmueve,
relum bra fuego ardiente,
trem e la tierra, hum illase la gente;
L a lluvia baña el techo,
envían largos ríos los co llad o s;
su trabajo, deshecho,
los campos anegados
m iran los labradores, espantados.
Y
de allí levantado,
veré los m ovim ientos celestiales,
así el arreb atad o
como los naturales,
las causas de los hados, las señales.
Q uién rige las estrellas
veré, y quién las enciende con herm osas
y eficaces centellas;
por qué están las dos osas,
de bañarse en el m a r siem pre m edrosas.
V eré este fuego eterno
fuente de vida y luz dó se m antiene;
y por qué en el invierno
tan presuroso viene,
por qué en las noches largas se detiene.
V eré sin m ovim iento
en. la m ás a lta esfera las m oradas
del gozo y del contento,
de oro y luz labradas,
de espíritus dichosos habitadas. (5 )
TI
¿Q ué vale cuanto vee
do nace y do se pone el sol luciente,
lo que el indio posee,
lo que da el claro O riente,
con todo lo que a fa n a la vil gente?
GUrA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
E l uno, m ientras cura
d e ja r rico descanso a su heredero,
vive en pobreza dura,
y perdona al dinero,
y co n tra sí se m uestra crudo y fiero.
E l otro, que sediento
anhela el señorío, sirve ciego;
p er subir su asiento
abájase a vil ruego,
y de la libertad va haciendo entrego.
O uien de dos claros ojos
y de un cabello de oro se enam ora,
com pra con mil enojos
una m enguada hora,
un gozo breve, que sin fin ise llora.
Dichoso el que se mide,
Felipe, y de la vida el gozo bueno
a sí solo lo pide,
y m ira como ajeno
aquello que 110 está dentro de su seno.
Si resplandece el día,
si Eolo su reino turba en saña,
el ro stro no varía,
y si la alta m ontaña
encim a le viniere, 110 le daña.
Bien como la ñudosa
carrasca en alto risco desm ochada
con 'hacha poderosa,
del ser despedazada
del hierro to rn a rica y esforzada.
Q u errás hundille, y crece
m ayor que de prim ero, y si p o rfía
la lucha, m ás florece,
y firm e al suelo envía
al que por vencedor ya se tenía.
]75
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
174
E x en to a todo cuanto
presum e la fo rtu n a, sosegado
está y libre de espanto
ante el tira n o airado,
de hierro, de crueza y fuego arm ado.
“ E l fuego, dice, enciende,
aguza el h ierro crudo, rom pe y llega.
Y si me hallares, prende,
y da a tu ham bre ciega
su cebo deseado y la sosiega.
“ ¿Q ué estás? ¿N o ves el pecho
desnudo, flaco, abierto ? ¡ O h !, no te cabe
en puño ta n estrecho
el corazón que sabe
c e rra r cielos y tierras con su llave.
“ A honda m ás adentro,
devuelve las entrañas, el insano
puñal penetra al cen tro ;
m as es trab a jo vano,
jam ás me alcanzará tu corta mano.
“ R om piste m i cadena
ardiendo p or prenderm e; al gran consuelo
subido he por tu p e n a ;
ya suelto, encum bro el vuelo,
traspaso sobre el aire, huello el cielo” .
NOTAS
(1) F elip e R uiz, a quien in m o rtaliza F ra y L u is en la d edicatoria de esta
oda, se llam aba Felipe L u is de la T o rre y M ota, y puede h aber sido herm ano
del agustin o F ra y J u a n R uiz de la M o ta. Sólo sabemos que F elipe R uiz era
poeta y que v iv ía aún e n el año 1582.
(2) colum nas do la tie rra está fu n d ad a: ¿C reía F ray L u is de L eón que la
tie rra estaba sostenida p o r colum nas, como lo im aginaba el conocim iento v u l­
g a r de entonces, o es ésta una m etáfora? N o s inclinam os a creer lo segundo.
(3 )
b astece:
(4)
¿N o ves cuando acontece
tu rb arse el aire en el verano?
el d ía se ennegrece,
sopla el gallego insano (5)
y sube hasta el cielo el polvo
ab astecer.
vano;
GUIA DE LECTURAS’ DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
]75
Y e n tre las nubes mueve
su carro D ios ligero y reluciente,
h orrible só n conm ueve,
trem e la tierra, hu m íllase la g ente
L a lluvia baña el techo,
e n v ía n largos río s los co lla d o s;
su trab ajo deshecho,
los campos anegados
.m iran los labradores esp an tad o s.
D escripción de una to rm en ta en e l cam po tom ada de L as G eórgicas de. V ir­
g ilio . L a descripción de F ray L u is es m ás so b ria .
Prim ero , la serenidad precursora de la to rm en ta . E l d ía
se ennegrece, las
nubes se am ontonan en el cielo, sopla el gallego insano (elem enta de color lo­
c a l: el gallego es el vien to cau ro o N o ro e s te ). L o s truenos, representados por
la m etáfo ra de u n carro que ru e d a . D ios adelántase sobre un carro ligero y lu ­
ciente (la luz de los relám pagos) que reem plaza al "p a d re J ú p ite r” de V irgilio
arro jan d o rayos y oculto tra s las nubes. lín la ú ltim a e stro fa, de buena inven­
tiva de F ra y L uis, nos p in ta so b ria y adm irablem ente, los. efectos de la lluvia
y el espanto de los labriegos p o r su trab ajo deshecho y sus cam pos anegados.
(5 ) de e sp íritu s dichosos h ab itad o s: nos recuerda la concepción de las
M oradas de S an ta T e re sa.
COMENTARIO
En esta poesía Fray Luis mezcla su deseo de explorar regiones donde
se contempla la verdad pura, sin velo, guiado por su ímpetu vertical de
l'egar hasta las regiones donde se ve lo que es y lo que ha sido a una des­
cripción realista de la naturaleza. El sentimiento de la naturaleza se mezc'a
aquí y en otras poesías, a su afán de cumbres espirituales, a las cuales
asciende en usía especie de alpinismo celeste.
Fray Luis de León es pocas veces descriptivo y realista, casi siempre
su poesía se funda en una arquitectura de imágenes abstractas, de vi­
siones irreales.
El sentimiento de la naturaleza en Fray Luis de León: El amor a la
naturaleza es un elemento esencial en la poesía de Fray Luis de León. No
hay ningún aspecto hermoso de la tierra o del cielo que no haya sida
observado y traducido en imágenes por el poeta. Su amor a las flores
es caracteristico en él. Les ríos, el monte, el campo, ornamentan su poe­
sía no solamente como una visión literaria a través de imitaciones clá­
sicas, sino por la observación directa. Sabemos que amaba la soledad del
campo como Garcilaso. Oh, campo, oh, monte, oh, río, exclama emo­
cionado; e' canto de los pájaros “con su nueva y más suave melodía ’ :
Despiértanme las aves
con su cantar suave, 110 aprendido”
No se tienen pruebas de que haya visto el mar, pero a menudo gusta
expresar su impetuosidad y braveza (a Felipe Ruíz). Dice G. Bell que
en Fray Luis apenas hay mención alguna de los colores: todos vibran
en una deslumbrante blancura; sin embargo, en sus obras en prosa en­
contramos un vivo amor por les colores.
176
PEREDA VAX.DES — EUSCO SANSONE
La forma en Fray Luis de León: La forma en Fray Luis de León
es de una difícil sencillez. Sencillez labrada y elaborada en la ardua tarea
de la creación poética. Cuando elige 1111 vocablo lo ha seleccionado entre
mil, pero ese vocablo expresa sin rebuscamiento la exacta idea que quiso
sugerir. Tiene frases gráficas y fecundes epítetos que sintetizan en pocas
palabras una observación prolija. Sus expresiones son elegantes y sobrias;
véase cuando dice “y la vajilla—de oro fino labrada”. En “y la embatida
antena— cruje y en ciega noche el claro día” emplea esa palabra cruje cuya
gracia imitativa nos recuerda el ruido del viento. A veces mezcla lo con­
creto y lo abstracto: ‘paz abastada”. Quevedo esgrimió las poesías de
Fray Luis de León como respuesta al culteranismo. El ejemplo, sin duda,
fué bien elegido, pero 110 nos debe engañar esa aparente sencillez y fa­
cilidad de la poesia de Fray Luis. Ella fué uní», cristalización finísima
de corrientes distintas del pensamiento renacentista y cristiano (una con­
junción de tres corrientes opuestas) y desde el punto de vista formal,
su poesia es un ejemplo de honestidad artística, de trabajosa y heroica
labor interior en la lucha por la conquista de la forma.
N O CH E SERENA, A OLOARTE
C uando contem plo el cielo,
de innum erables luces adornado,
y m iro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido .sepultado;
El am or y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ard ien te;
despiden larga vena
los ojos hechos fu e n te ;
la lengua 'dice al fin con voz d o lie n te :
“ M o ra d a de grandeza,
tem plo de claridad y herm osura,
mi alm a que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baxa, escura?
¿Q ué m ortal desatino
de la verdad aleja asi el sentido,
que, de tu bien divino
olvidado, perdido,
sigue la vana som bra, el bien fingido?
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
E l hom bre está entregado
kl sueño, de su suerte no cuidando,
y con paso callado
el cielo vueltas dando
las horas del vivir le va hurtando.
¡ O h ! despertad, m o rta le s;
m irad con atención en vuestro daño;
¿las alm as inm ortales
hechas a bien tam año,
¿podrán vivir de som bra, y de engaño?
¡A y levantad los ojos
a aquesta celestial etern a esfera,
burlaréis los an to jo s
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto tem e y cuanto espera.
¿E s m ás que un breve punto
el baxo y torpe suelo, com parado
a aqueste gran trasum pto, (3 )
do vive m ejorado
lo que es, lo que será, lo que h a pasado?
Q uien m ira el g ra n concierto
de aquestos resplandores eternales,
su m ovim iento cierto,
sus pasos desiguales,
y en proporción concorde tan ig u a le s:
L a luna cómo m ueve
la plateada rueda, y v a en pos de ella
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de am or le sigue, reluciente y b e lla :
Y
cóm o otro cam ino
prosigue el sanguinoso M arte airado,
Y el Jú p ite r benigno,
de bienes mil cercado,
serena el cielo con su rayo am ado.
12
PfiRÉDA VALDES — FUSCO SANSON!}
178
Rodéase en la cum bre
S atu rn o , padre de los siglos de o r o ;
tra s él la m uchedum bre
del reluciente coro
su luz va rep artien d o y su tesoro.
. ¿O uién es el que esto m ira,
y precia la bajeza de la tierra,
y no gim e y suspira,
por rom per lo que encierra
el alm a, y destos bienes la destierra?
A quí vive el contento,
aquí rein a la paz, aquí asentado
en rico y alto asiento
está el am o r sagrado,
de h o n ra y de deleites rodeada.
#
_
Inm ensa herm osura
aquí se m u estra te d a ; y resplandece
clarísim a luz pura,
que jam ás anochece ;
eterna prim avera aquí florece.
¡ Oh, cam pos verdaderos
¡ riquísim os m in e ro s !
¡oh, p rados con verdad frescos y am enos
¡oh, deleitosos senos,
repuestos valles, de mil bienes llenos!
NOTAS
(1 ) N o c h e s e re n a la d e d ic ó F r a y L u is d e L e ó n a D ie g o d e L o a r te (u
O lo a r te ) , a rc e d ia n o de L e d e s m a a q u ie n h a b ía con o cid o en. S a la m a n c a , cu a n d o
O lo a rte c o n ta b a v e in te añ o s.
(2 )
a lte z a : a l tu r a .
(.3)
b a j a : b a ja .
(4 )
tr a s u m p to :
fig u ra
o
r e p r e s e n ta c ió n
de
una
co sa.
( 5 ) el sa n g u in o s o M a rte - a ir a d o . E n la p o e s ía de F r a y L u is d e L e ó n a b u n ­
d a n la s a lu sio n e s m ito ló g ic o s . E l R e n a c im ie n to p a g a n o y lu m in o s o , a p a re c e n en
e s ta s re m in is c e n c ia s de la c u ltu r a c lá s ic a m e z c la d o a e le m e n to s tra d ic io n a le s
d e la lír ic a c a s te lla n a y a u n a c o n c e p c ió n m ís tic a d e la vida- h u m a n iz a d a p o r
el R e n a c im ie n to . E s to s re c u e rd o s de le c tu ra s c lá s ic a s , e s to s e le m e n to s p o s ti­
zo s d e u n a re tó r ic a y a m u e r ta , s u e n a n a falso e n la p o e s ía de F r a y L u i s .
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
179
c o m e n t a r io
L a visión de F ra y L uis en “N oche serena” es lum inosa, clara, serena,
m uy cerca está ya de la poesía m ística de la que ha dicho M enéndez y
P e la y o : “N o es sinónim a de poesía cristiana; abarca menos y abarca más.
P a ra llegar a la inspiración m ística, no basta ser cristiano devoto, ni gran
teólogo, ni siquiera santo; hace fa lta un estado psicológico especial, una
efervescencia de la voluntad y del pensamiento, una contem plación a r ­
dorosa y honda de las cosas divinas, una m etafísica o filosofía prim era
que sigue camino diferente, pero no opuesto al que sigue la teología d o g ­
m ática. . . ”
Com ienza con una p rofunda m editación e sp iritu a l: la contem plación
del cielo de “innum erables luces ad o rn ad o ’’. L a vida, el am or y la pena
llenan su pecho de un ansia ardiente. E stá atado a las cosas del mundo,
pero quiere volar con “ím petu ascensional” como d ije ra G erardo Diego.
Y ante la m agnificencia del cielo com o un himno sub'im e se alza su ala­
banza : “M orada de grandeza, tem plo de c ’a rid ad y herm osura” . Los
hom bres están entregados al sueño, descuidados de su suerte, olvidados,
m ientras el cielo les va hurtando las horas del vivir dadas al sueño, que
es una m anera de no vivir, m ientras se desarrol'a ante ellos, en la noche,
el herm cso p a n o ra m a -d e las estrellas. F ra y L uis de León, que tantas
veces nos ha hecho la~~x3esci'ipción del cielo, les pide que despierten,„que
levanten lo j- e j^ s a “aquesta celestial eterna e sfe ra ”. E l fie'o y la tie rra
no tienen com paración p a ra F ra y L u is : ‘'es m ás que un breve punto, el
baxo y torpe suelo”, do vive m ejorado lo que es, lo qüe será lo que ha
pasado”. Y a en la oda a Felipe Ruiz, se siente preocupado por investigar
las causas de todas las cosas y aquello es una im agen de lo existente y
de lo preexistente. L a luna m ueve su plateada rueda, herm osa imagen,
del astro en pos del cual la graciosa estrella de am or (V e n u s) le sigue
“ reluciente y bella” . E n aquel cielo, en aquellas praderas “campos v e r­
d a d e ro s ’ vive el contento y reina la p az: y allí, está el am or divine, da
"honra y de deleites rodeado” .
\
E L E M E N T O S T R A D IC IO N A L E S D E L A LIR IC A C A S T E L L A N A
Q VE A P A R E C E N E N F R A Y LU IS DE LE O N
“E stoicism o tradicional del alm a de la raza. Desaparece el plato­
nismo erótico de Boscán, G arcilaso, H e rre ra y dem ás poetas de la escuela
italianizante. Sentido didáctico-m oral. E lem ento perm anente e inm utable
de los m om entos m ás originales de la poesía, castel’ana m edieval, f;lan í'ique, Santíl’ana, que continuará en Q uevedo, E pístola M oral, etc. F e ­
nece con F ra y Luis el sentim entalism o lacrim oso y el alam bicam iento del
conceptism o erótico, que había puesto de m oda la pléyade p e tra rq lista.
E l m isticism o radical v trascendente de S a n ta T eresa de Jesús y San
J uan de la Cruz,* antes de extinguirse se hum aniza, adaptándose al medio
am biente de las ideas im perantes. E l anhelo m ístico tem pló sus ardores
y se tran sfo rm ó en un arrobam iento lírico m ás sereno, m ás’ razonable,
m ás asequible al entendim iento hum ano y perfectam ente conciliable con
182
PEREDA VAEDES — EUSCO SANSON!?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no ten d rá por sordo y desventura?
A queste m ar turbado
¿quién le p o ndrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero aislado?
estando tu encubierto
¿qué n o rte g uiará la nave al puerto?
¡A y! nube envidiosa
aun deste b re v e 'g o z o ¿qué te aquexas?
¿dó vuelas presurosa?
■¡ cuán rica tú te a le x a s !
¡cuán pobres y cuán ciegos ¡ay! nos dexas!
C O M E N TA R IO
E n la Ascensión, de tono m ístico, es donde m ás se nota, como en
“M orada del C ielo ’ la im itación de los autores bíblicos. C anta F ra y Luis
de L eón la desolación en que C risto — P a sto r santo — ha dejado a sus
ovejas. H a y una expresión de profundo am or cristiano, de devoción hacia
Cristo, en esta pequeña composición, que por su tono elevado puede com ­
pararse a las m ejores creaciones de los psalm istas bíblicos.
De los nombres de Cristo
L IB R O P R IM E R O
Dirigiéndose al Obispo de Córdoba, d on P ed ro Portocarrero,
introduce Fray L u is [los personajes que figurarán en el
diálogo de la obra, y supone que son tres amigos suyos, de
su misma Orden de San A gustín
E ra p or el mes de junio, a las vueltas ( i ) de la fiesta
de S an Ju an , al tiem po que en S alam anca com ienzan a cesar
los estudios, cuando M arcelo, el uno de los que digo, (que
así le quiero llam ar con nom bre fingido, por ciertos respetos
que tengo, y, lo m ismo haré a los d em ás), después de una ca­
rre ra tan larga, como es la ele un año en la vida que allí se
vive ( 2 ) , se retiró, com o a puerto sabroso, a la soledad
de una g ra n ja que, corno vuestra m erced sabe, tiene mi
m onasterio en la ribera de T orm es ( 3 ) ; y fuéronse con
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
183
él, p o r hacerle com pañía, y p er el m ism o respeto, los otros
dos. A donde habiendo estado algunos días, ac o n íftió que
una m añana, que era la del día dedicado al apóstol San
P edro, después de haber dado al culto divino (4 ) lo que
se le debía, todos tres ju n to s se salieron de la casa a la
h u erta que se hace (5 ) delante della. E n la h uerta g ra n ­
de ( 6 ) , y estaba entonces bien poblada de árboles, aunque
puestos sin o rd e n ; m as eso m ism o hacía deleite en la vista,
y sobre todo, la h o ra y la sazón.
Pues entrados en ellas, prim ero, y por 1111 espacio pe­
queño ( 7 ) , se anduvieron paseando y gozando del frescor,
y después se sentaron ju n to s a la som bra de unas p arras y
ju n to a la corriente de una pequeña fuente, en ciertos asientos.
N ace la fuente de la cuesta que tiene la casa a las espaldas,
y entraba, en la h u erta por aquella parte, y corriendo y tro ­
pezando (8 ) parecía reirse. T en ían tam bién delante de los
o jo s y cerca dellos una alta y herm osa alam eda. Y m ás ade­
lante, y no m uy lejos, se veía el río T orm es, que aún en
aquel tiem po hinchiendo bin sus riberas, iba torciendo el
paso p or aquella vega. E l día era sosegado y purísim o, y la
h o ra m uy fresca, Así que, asentándose y callando por un
pequeño tiempo, después de sentados, Sabino (que así me
place llam ar al que de los tres era el m ás m o zo ), m irando
hacia M arcelo y sonriéndose, comenzó a decir a s í ;
“ A lgunos hay a quien la vista del campo los enmudece
( 9 ) , y debe ser condición de espíritus de entendim iento
p ro fu n d o ; m as yo, com o les p ájaro s, en viendo lo verde,
deseo o can tar o h a b la r” .
“ Bien entiendo por qué lo decís — respondió al punto
M arcelo — y no es alteza de entendim iento, como dais a
entender por lisonjearm e o por consolarm e, sino cualidad
de edad ,y hum ores diferentes que nos predom inan y se des­
p iertan con esta vista, en vos de sangre, y en mí de m elan­
colía (1 0 ). M as sepam os — dice — de Juliano (1 1 ) (que
éste era el nom bre del tercero) si es p ájaro tam bién o si es
de o tro m etal”.
“ No soy siem pre de uno m ism o — respondió Ju lia ­
no — , aunque ag o ra al h u m o r de Sabino me inclino algo
, m ás y pues el no puede agora (1 2 ) ra zo n ar consigo m ism o
m iran d o la belleza del cam po y la grandeza del cielo, bien
será que nos diga su gusto acerca de lo que podrem os h a ­
b lar.”
184
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONÉ
E ntonces Sabino, sacando del seno un papel escritc
y no m uy g r a n d e : “ Aquí, dice, está mi deseo y m i espe­
ra n za” .
M arcelo que reconoció luego el papel, porque estaba
escrito de su m ano, dijo, vuelto a S abino y riéndose: “ No
os ato rm e n ta rá m ucho el deséo a lo menos, Sabino, pues tan
en la m ano tenéis la esperanza; ni aún deben ser ni lo une
ni lo o tro m uy ricos, pues se encierran en tan pequeñe
papel.”
“ Si fueren pebres — d ijo S abino — m enos causa ten­
dréis p ara no satisfacerm e en una cosa tan pobre.”
“ ¿E n qué m anera — respondió M arcelo — o qué parte
soy yo p ara satisfacer a vuestro deseo, o qué deseo es el que
decís ?”
E ntonces Sabino, desplegando el papel, leyó el título,
que decía: De los nom bres de C risto ; y no leyó m ás, y dijo
lu e g o : “ P o r cierto caso hallé hoy este papel, que es de M ar­
celo, adonde, com o parece, tiene apuntados algunos de los
nom bres con que C risto es llam ado en la S ag rad a E scritu ­
ra, y los lugares de ella adonde es llamado' así. Y com o( 13)
le vi, me puso, codicia de oirle algo sobre aqueste argum en­
to, y p o r eso d ije que mi deseo estaba en este papel; y está
en él mi esperanza tam bién, porque, como parece (1 4 ) dél,
éste es argum ento que le debe tener en la lengua; y así; no
p odrá decirnos agora lo que suele decir cuando se excusa,
y el tiem po es nuestro, y el día santo, y la sazón tan a p ro ­
pósito de pláticas sem ejantes, 110 nos será dificultoso el ren­
d ir a M arcelo, si vos, Juliano, me favorecéis.”
NOTAS
(1 ) a v u e lta s d e : s ig n ific a “ a lr e d e d o r d e ” , “ c e rc a d e ’’ ; a s í fija n d o d e s ­
p u é s el d ía e n q u e e sto s u c e d ía , di ce se q u e e r a e l de S a n P e d r o , q u e es en
29 d e J u n io , cin co d ía s d e s p u é s d e S a n J u a n . K n e s ta fra s e el a r tic u lo s e u sa
ra r ís im a v e z : “ a las v u e lta s ” .
( 2 ) C u a n d o el a c u sa tiv o es de ig u a l r a íz que1 el v e rb o e x ig e a lg ú n c o m ­
p le m e n to q u e le esp e c ifiq u e , p u es d e lo c o n tr a r io s e r ía u n a c u sa tiv o d e l to d o
in ú t il: v iv ir u n a v id a fa tig o s a , a q u í s e s o b re e n tie n d e c o n la v id a ( ta n fa tig o s a )
q u e a llí s e v iv e .
(3 ) “ H o y r.o e x is te el ed ific io a n tig u o del co n v e n to d e S . A g u s tín , d e
S a la m a n c a , d e s tr u id a p o r los fra n c e se s e n 18 1 2 ; o c u p a h o y u n s o la r la ca lle
lla m a d a d e O liv a . I*a g r a n ja q u e e s te m o n a s te rio te n ía , a le g u a y m e d ia de
d is ta n c ia , i':!o a r rib a , s e lla m a b a “ L a F le c h a ” . U n a im p re s ió n m o d e rn a d e l p a i­
sa je d e la F le c h a p u e d e le e rs e e n la o b r a “ P a is a je s ” d e M ig u e l d e U n a r n u n o .
(3 a .) L o s n o m b re s d e r ío s n o lle v a b a n a r tíc u lo e n el c a ste lla n o a n t ig u o ;
“ p a s a d o L o r o le ” . Q u e v e d o B u s c ó n . “ S u b ir to d a el a g u a de T a jo a T o le d o ” , id em .
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
185
(4 ) D e s tin a d a al c u lto e s tá d esd e a n tig u o u n a c a p illa c e rc a d e
f r e n te a la a c e ñ a de la F le c h a y c o n tig u a a la c a s a d el m o l i n e i ^
(5 ) H a c e r s e e r a m u y u s a d o c o n n o m b re d e
“ e x te n d e rs e , h a lla rs e , o sea e s ta r s itu a d o ” .
(6 ) V é a s e la
en la la d e ra , e tc .
(7 )
(8 )
c u e n tra
d e s c rip c ió n
esp acio d e tie m p o .
de
L,a
F le c h a
la
h u e rta
lu g a r en el m ism o se n tid o q u e
en
“ V id a
r e t ir a d a ” :
D el
m o n te
C o n fu n d e m á s en e s te ca so el u so a n tic u a d o d e p o r.
e s tr o p e z a r : tr o p e z a r .
P a ra
e n el P o e m a d e l C id .
C o v a rru b ia g
es
v o ca b lo
b árb aro .
Se
en­
(9 )
L,os, dice la e d ic ió n d e S a la m a n c a 1585. E s el a c u sa tiv o q u e d eb e
p o n e rs e c o n p r o p ie d a d g r a m a ti c a l; p e ro d is u e n a a lg o a c a u sa d el u so g e n e ra lís im o
d e l d a tiv o le p o r el a c u s a tiv o , c u a n d o se t r a ta d e p e rs o n a s .
(1 0 ) h u m o r d e s a n g r e
m e la n c ó lic o o b ilio s o .
y
m e la n c o lía :
s ig n ific a
te m p e ra m e n to
s a n g u ín e o
y
( 1 ) S e p a m o s d e J u lia n o s i es p á ja r o , e n v ez d e s e p a m o s si J u lia n o e s p á ­
ja ro , e s u n c a so d e a tr a c c ió n d e l sujetdi d e la p ro p o s ic ió n d e p e n d ie n te q u e se
c o n s tru y e co n el v e rb o p rin c ip a l com o e n p rie g o y e n la tín .
(1 2 ) a g o r a :
a h o ra , a rc a ís m o q u e a ú n se u s a en el R ío de la P la t a .
(1 3 ) ¡c o m o
“ así
(1 4 ) p a r e c e r :
co m o ,
a p a re c e r,
asit
que,
cuando” .
v e rs e .
C O M E N TA R IO
“D e los N om bres de C risto” es la obra m ás im portante de las es­
critas en prosa, por F ra y L uis de León. O bra de exégesis, no solo posee un
alto valor como tal, sino que es un modelo de excelente prosa literaria
y una v erdadera creación artística en la fo rm a dialogada en que fuá
com puesta. E n ella se estudia el significado de los nom bres sim bólicos
que se le dan a C risto en las E sc ritu ras, tales como los de P a sto r, H ijo
de D ios, Am ado, Jesús, Pimpollo,, F azes de D ios, Camino, M onte, P a d re
del Siglo F u tu ro .
T re s agustinos — los tres interlocutores del diálogo — Sabino, J u ­
liano y M arcelo, se encuentran p o r el mes de Junio, “a las vueltas de la
fiesta de San Ju a n ” en la g ra n ja que la orden posee en las a fu era s de
Salam anca. E s la gran ja, llam ada “L a F lech a” , que F ra y L uis de L eón
nos describe en “V ida R e tira d a ”. L u g ar apacible y propicio para el d iá ­
logo filosófico. A rboles abundantes, aunque colocados sin orden, ñero
ese m ism o desorden arm onioso “hacía deleite en la vista” . “N ace la fuente
de la cuesta que tiene la casa a las espaldas, y entraba, en la h u e rta por
aquella parte, y corriendo y tropezando parecía r e ír s e ’. M ás adelante»
y no m uy lejos, se veía el río T erm es. E l d ía era sosegado y purísimo',
y la hora m uy fresca. E l sentim iento n aturalista de F ra y L uis de Leó'n
lo encontram os definido por Sabino, cuando dice, m irando hacia M arcelo,
so n rién d o se: “A lgunos hay a quien la vista del campo enmudece y debe
ser condición de espritus de entendim iento p ro fu n d o ; m ás yo, com o los
p ájaro s, en viendo lo verde deseo o cantar o h a b la r ’. M arcelo, que es el
propio F ra y Luis de León, le contesta que no es “alteza de entendim iento,
sino cualidades de edad y hum ores diferentes qu nos predom inan y se
despertan en esta vida, en ves de sangre y en mí de m elancolía”, con lo
186
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
cual define su tem peram ento m elancólico o bilioso, en contraposición al
tem peram ento sanguíneo, en el cual predom ina la integración de Sabino.
F ra y L uis de L eón sigue aquí la teoría de H ipócrates sobre los tem pera­
m entos por la prcporcíón y mezcla en el organism o de cuatro hum ores
(sangre, pituita, biles y atrabiles) y de las cuatro cualidades fundam en­
tales de la naturaleza (agua, aire, tierra, fu e g o ). E stas pueriles hipó­
tesis sobre los tem peram entos fueron abandonadas por k- psicología cuando
ésta se hizo m ás científica.
Las dos ideas filosóficas fundam entales que desarrolla F ra y Luis
de L eón en su obra, son la de la unidad, que tom a éste de P lotino, para
quien el plan del m undo es la “variedad en la unidad”. P a ra F r a y Luis,
el S er Suprem o representa “la reducción a la unidad de la m uchedum bre
de las diferencias”. Y la doctrina m etafísica del nom bre. P a ra F ra y
L uis el fin de los nom bres "es el hacer que, por su m ediación, las cosas
que se designen estén en nosotros”. M ás adelante nos da la definición
den n o m b re : “E l nombre, si avernos de dezirlo e pocas palabras, es una
palabra breve, que se sustituye por aquello de quien se dize, y se tom a
p o r ello mismo. O nom bre es aquello m ism o que se nom bra, no en el
ser real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que. le da nuestra boca
y entendim iento” .
E l nom bre sustituye a la cosa m ism a que se nom bra. A quí notam ci
el in flu jo de la doctrina platónica y alejandrina. P e ro el m étodo qui»
utiliza en “D e los N om bres de C risto” y en otras obras, no es el p lató ­
nico, sino el escolástico.
F ra y Luis de León exalta en sus “N om bres de C risto” la persona del
C risto-H om bre, fin fundam ental de la obra. P a ra ello se sirve deí d iá ­
logo, no a la m anera platónica como se ha repetido tantas veces, sino
como lo afirm a el A bate M archena, teniendo en cuenta el modelo de lo»
diálogos de Cicerón.
A lgunas ideas filosóficas de P latón, la doctrina de P lotino, San
Clem ente A lejandrino, de quien im ita la digresión que hace en la p ri­
m era E pístola a los Corintios sobre los beneficios de k paz revelados
por las arm onías del m undo físico, el m étodo escolástico, m odificado por
el R enacim iento a la m anera de V itoria, Cano y Suárez, los diálogos de
Cicerón, constituyen las fuentes m ás inm ediatas de las ideas de F ray
Luis de León sobre el tem a que desarrolla en “D e los N om bres de C risto”.
Sobre su estilo dice M enéndez y Pelayo “que es superior al de cual­
quier o tro libro castellano, por el tem ple arm ónico de las ideas y el m is­
terioso y sereno fu lg o r del pensamiento, que presenta a vecei el más
acabado modelo de belleza intelectual y por el plácido señorío con que
en las páginas de este escritor singular, la razón se levanta y recobra
su derecho y su fu erza y concibe pensam ientos altos y dignos de sí, aj
m ism o tiem po que los deseos y afecciones turbadas que confusam ente m o­
vían ru id o en nuestros pechos, se van aquietando poco a poco, y como
adormeciéndose, se reposan, tom ando cada cosa su asiento y reduciéndose
a su lugar propio.”
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
187
De los nombres de Cristo
L IB R O I I , C A P I T U L O I I I
%
Marcelo, explicando a sus amigos por qué el nombre de
Principe de Paz es aplicado a Cristo, declara qué cosa es paz.
Calló M arcelo un poco, luego que dijo esto. . . y des­
cansando, y com o recogiéndose todo en sí m ism o p o r un
espacio pequeño, alzó después los ojos al cielo, que ya esta­
ba sem brado de estrellas, y teniéndolos en ellas com o encla­
vados, comenzó a decir a s í :
“ C uando (2 ) la razón no lo dem ostrara, ni por otro
cam ino se pudieran entender cuán am able cosa sea ( 3 ) , la
paz, esta vista herm osa del cielo que se nos descubre agora,
y el concierto que tienen -entre sí aquestos resplandores que
lucen en él, nos dan suficiente testim onio. P orque, ¿qué otra
cosa es, sino paz, o ciertam ente una im agen p erfecta de paz,
esto que agora vem os en el cielo v que con tanto deleite se
nos viene (4 ) a los ojos? Que (5 ) si la paz es, como San
A g u stín breve y verdaderam ente concluye, una orden sose­
g ad a o un tener sosiego y firm eza en lo que pide el buen o r­
den, eso m ism o es lo que nos descubre agora esta imagen.
A donde el ejército de las estrellas, puesto como en ordenan­
za y como concertado por sus hileras (6 ) luce herm osísi­
m o ; y adonde cada una dellas inviolablem ente g u ard a su
puesto ; adonde no usurpa ninguna el lugar de su vecina ni
la tu rb a en su oficio, ni m enos, olvidada del suyo, rom pe
jam ás la ley eterna y santa que le puso la P rovidencia; a n ­
tes com o herm anadas todas y como m irándose entre sí, y co­
m unicando sus luces las m ayores con las m enores, se hacen
m u estra de a m o r; y como en cierta m anera (7 ) se reveren­
cian unas a otras, y todas ju n ta s tem plan a veces sus rayos
y sus virtudes, reduciéndolas a una pacífica unidad de vir­
tud, de p artes y aspectos diferentes com puesta, universal
y poderosa sobre toda m anera. (8 )
“ Y( si así se puede decir, no sólo son un dechado de paz
clarísim o y bello, sino un pregón y un loor que con voces
m anifiestas y encarecidas nos n o tifica cuán excelentes bie­
nes son los que la paz en sí contiene y los que hace en todas
las cosas. L a cual voz y pregón sin ruido se lanza en núes-
188
PEREDA VALDES — EUSCQ SANSONE
tras alm as, y de lo que en ellas lanzada hace ( 9 ) , se ve y en­
tiende bien la eficacia suya y los m ucho que las persuade.
P o rq u e luego, como convencidas de cuanto les es útil y h er­
mosa la paz, se com ienzan ellas a pacificar en sí m ism as y a
p cn er a cada (1 0 ) una de sus partes en orden.
P orque si estam os atentos a lo secreto que en nosotros
pasa, verem os que este concierto y orden de las estrellas,
m irándolo, pone en nuestras alm as sosiego, y verem os que
con sólo tener los ojos enclavados en él con atención, sin
sentir en que m anera, los deseos nuestros y las afecciones
tu rb ad as que confusam ente m ovían ruido en nuestros pe­
chos de día, se van quietando poco a poco, y cómo adorm e­
ciéndose, se reposan, tom ando cada una su asiento, y redu­
ciéndose a su lu g ar propio, se penen sin sentir en sujeción
y concierto.
“ Y verem os que, así como ellas se hum illan y callan,
así lo principal y lo que es señor en el alm a, que es la razón,
se levanta y recobra su derecho y su fuerza, y com o alen ta­
da con esta vista celestial y herm osa, concibe pensam ien­
tos altos y dignos de sí, y como en una cierta m anera se re ­
cuerda (1 1 ) de su p rim er origen, y al fin pone todo lo que
es vil y bajo en su parte, y huella sobre ello. (1 2 ) Y así pues­
ta ella en su tro n o como em peratriz, y reducidas a sus lu­
gares todas las dem ás partes del alm a, queda todo el hom ­
bre ordenadla y pacífico.
“ M as ¿qué digo de nosotros que tenem os razón? E sto
insensible y aquesto rudo del m undo, los elem entos y la tie­
rra y el aire y los b rutos se ponen todos en orden y se quie­
tan luego que, poniéndose el sol, se les representa aqueste
ejército resplandeciente. ¿N o veis el silencio que tienen ago­
ra todas las cosas, y cómo parece que m irándose en este es­
pejo bellísimo, se com ponen todas ellas y hacen paz entre sí,
vueltas a sus lugares y oficios, y contentas con ellos?
“ E s sin du d a el bien de todas las cosas universalm en­
te la p a z : y así, donde quiera que la ven, la am an. Y no sólo
ella, m as la vista de su im agen de ella las enam ora y las en­
ciende en codicia de asem ejársele, porque todo se inclina
fácil y dulcem ente a su bien. Y aun si confesam os, como
es ju sto confesar, la verdad, no solam ente la paz es am a­
d a generalm ente de todos, m as sola ella es am ada y seguida
y procurada p or todos. P orque cuanto se obra en esta vida
p o r los que vivimos en ella, y cuando se desea y afana, es
-i.» .. .
, .
.----------—
G U IA
DE
— ------.......................................... ............................................................. ................................................
LECTURAS
DE A U TO RES
C L A S IC O S
Y
M ODERNOS
.........
ii
1 8 9
por conseguir este bien de la paz, y este es el blanco adonde
enderezar su intento y el bien a que aspiran todas las cosas.
P o rq u e si navega el m ercader y si corre los m ares, es por
tener paz con su codicia, que le solicita y guerrea. Y el la­
brad o r en el sudor de su cara y rom piendo la tierra busca
paz, alegando de si cuanto puede al enem igo duro de la po­
breza. Y por la m ism a m anera, el que sigue el d<4 ,eite y el
que anhela la h o n ra y el que bram a por la venganza y, final­
m ente todos y todas las cosas buscan la paz en cada una de
sus pretensiones, porque, o .siguen algún bien que les falta,
o huyen algún mal que les en o ja.”
NOTAS
(1 )
N ó te s e el u so q u e tie n e el a d v e rb io
com o;
c o m o re c o g ié n d o s e
a firm a q u e s e re c o g ie ra , s in o q u e to d o s|u a s p e c to y s e m e ja n z a e r a com o la d el
q u e se r e c o g e ; com o e n c la v a d o s , se m e ja n d o e n c la v a d o s : co m o v ie n e a s e r e n
a m b o s ejem p lo s u n sim p le a fijo o p a r tíc u la p re p o s itiv a p a r a d e n o ta r m e ra s e ­
m e ja n z a con la voz q u e le s ig u e , s e n tid o q u e se v e m á s cla ro si el com o se r e ­
fie re a u n s u s ta n tiv o : “ e n c o n tró D o n Q u ijo te c o n d o s com o c lé rig o ” .
(3 )
E n la s in te rro g a c io n e s in d ire c ta s la p re p o s ic ió n s e c u n d a ria p u e d e lle v a r
s u v erb o e n in d ic a tiv o (co m o b o y es lo o rd in a rio ) oi e n s u b ju n ti v o ; a q u í se
d ir í a b o y m á s b ie n : “ ¡ C u á n a m a b le c o s a e s la p a z ! ” E n lo s s i g l o | X V I y X V I I
e ra m á s c o m ú n el s u b ju n tiv o : “ D íc e s e q u e c o sa «ea| la p a z , lo q u e v a lg a la p a z ” .
( 4 ) v e n irs e a los o jo s e q u iv a le a “ s a lt a r a la v is ta ’’ o p re s e n ta rs e .
(5 ) q u e , c o n ju n c ió n c a u sa l, e n vez de p o rq u e .
(6 )
R e sp e c to a l com o repetidas» veces u s a d o a q u í v é a se la n o ta 1 ; com o
m irá n d o s e , s e m e ja n d o q u e s e m ira n . C o n c e rta d o p o r s u s h ile ra s (o se a d is tr i­
b u id o e n h ile ra s ) s in el p o s e s iv o ; é s te in d ic a q u e e l c o n c ie rto le s es a la s e s ­
tre lla s p ro p io y n a tu r a l. E sí m o d ism o a n t ig u o ; d o n A lfo n so el S a b io d ic e : “ fa b la
el A rz o b is p o p o r su l a tín ” e s d e c ir : e n el l a t :¡n q u e u s a b a sie m p re al e s c rib ir.
( 7 ) H o y e s te com o q u e d e n o ta se m e ja n z a , n o s e s u e le u s a r a n te p u e s to a
v e rb o s y p ro p o s ic io n e s e n te ra s , sin o d e s p u é s 1 d e v e rb o s q u e d e n o ta n u n a a p r e ­
c ia c ió n o fig u ra c ió n , es d e c ir, s e g u id o d e u n q u e e n u n c ia ti v o : “ S e m e f ig u ra b a
co m o q u e q u e r ía n a c e rc a rs e a u e llo s h o m b re s ” , “ h a c e c o m o q u e n o q u ie r e ” .
(8 )
E s ta a d m ira b le d e s c rip c ió n re c u e rd a
O d a X I I d el m ism o a u t o r : “ N o c h e S e r e n a ” .
y
a m p lía
a lg u n o s
v e rs o s
de
la
“ Q u ie n m ira e l g r a n c o n c ie rto
de a q u e s to s re s p la n d o re s e te rn a le s,
►
su m o v im ie n to c ie rto ,
s u s p aso s d e sig u a le s ,
y en p ro p o rc ió n c o n c o rd e ta n
(9 )
L a n zar,
e c h a r p re g ó n
o voz
ig u a le s .”
se e m p le a n
por
los
sim p le s “ p r e g o n a r ”
o
“ v o ce ar” #
(1 0 ) A c a d a se le e e n la e d ic ió n d e S a la m a n c a . 1585. A n te s se a d m itía n
m á s a c u s a tiv o s com p re p o s ic ió n ; h o y a p e n a s se le p o n e a sin o c u a n d o e.' a c u ­
s a tiv o s e n o m b re de p e rs o n a d e te rm in a d a , p e rs o n ific a c ió n a n im a l o n o m b re^ p r o ­
p io d el l u g a r : a s í q u e se d i r í a : “ a p o n e r c a d a u n a d e su s p a r t e s ’ , l a m b i é n se
d ir í a c o n m á s r i g o r : “ C o m ie n z a n e lla s a p a c ific a rs e y a p o n e r su s p a r te s e n
o r d e n ” p u e s la a c c ió n re fle x iv a n o s e re fie re p a r a n a d a a p o n e r y sí só lo a
p a c ific a r, p o r lo c u a l no d eb e a g re g a rs e e l p ro n o m b r e refle x iv o a c o m ie n z a n ,
y a q u e e s te v erb o rig e lo m ism o a p o n e r q u e a p ac ific a r.
nr»
.
PEREDA VALDES — I'U SC O SANSONÉ
190
(1 1 ) P a r a el g ir o c o m o en c ie rta m a n e r a s e re c u e rd a , v é a se n o ta
d a r s e y r e c o rd a r s e te n ía n , com o se v e aqult u n a m is m a c o n s tru c c ió n y
H o y se d ife re n c ia s m u c h o , p u e s s e d ic e a c o rd a r s e d e u n a co sa y r e c o r d a r
(1 2 ) I g u a l p e n s a m ie n to e x p u s o F r a y L u is d e L e ó n en v e rs o y
ig u a le s
p a la b ra s
en
la
O da
a
6. A c o r ­
ré g im e n .
u n a cosa.
c a si co n
S a lin a s .
De los nombres de Cristo
I N T R O D U C C I O N A L L IB R O I I I
Declara Fray Litis en qué procuró mejorar el lenguaje de
escritos sobre el ordinario y familiar
M as a los que dicen que no leen aquestos m is libros
p e r estar en rom ance ( I ) y que en latín los leyeran, se les
responde que les debe poco su lengua, pues, por ella abo­
rrecen lo que, si estuviera en otro, tuvieran por bueno. Y
no sé yo de dónde les nace el estar con ella tan m al; que
ni ella lo merece, ni ellos saben tan to de latina (2 ) que no
sepan m ás de la suya, por poco que della sepan, com o de he­
cho saben della poquísim o m uchos. Y destos son los que
dicen que no hablo en rom ance, porque no hablo desatad a­
m ente y sin orden, y porque no pongo en las palabras con­
cierto y las escojos y les doy su lu g a r; porque piensan que
h ab lar rom ance es h ablar comoi habla en el vulgo, y non
conocen que el bien h ablar no es com ún, (3 ) ansí en lo que
se dice, como se dice ; y negocio de p articu lar juicio, (4 )
ansí en lo que se dice, como en la m anera como se d ic e ;
y negocio que de las palabras que todos hablan elige las que
convienen y m ira el sonido dellas, y aun cuenta a veces
las letras, y las pesa y las m ide y las com pone, p ara que, no
solam ente digan con claridad, con arm onía y dulzura.
Y si dicen que no es estilo para los hum ildes y simples,
entiendan que así como> simples tienen su gusto, así los sabios
y los graves y los n aturalm ente com puestos no se aplican
bien a lo que se escribe mal y sin o rd e n ; y confiesen que de­
bemos tener cuenta con ellos, y señaladam ente en las es­
critu ras que son p ara ellos solos, com o aquesta lo es.
Y si acaso d ijeren que es novedad, yo confieso que es
nuevo, y camino no usado por los que escriben en esta len­
gua, poner en ella núm ero, levantándola del decaim iento
ordinario. E l cual cam ino quise yo abrir, (5 ) no por la pre-
GUIA D í LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
191
sunción que tengo de mi que sé bien la pequeñez de mis fu e r­
zas, sino p ara que los que las tienen se anim en a tra ta r de
aquí adelante su lengua como les sabios y elocuentes pasa­
dos, (6 ) cuyas obras por tantos siglos viven, tra ta re n las
suyas, y p ara que 1a, igualen en esta parte que le falta, con
las lenguas m ejores, a las cuales, según mi juicio, vence el i»
en o tras m uchas virtu d es.
^
NOTAS
(1 )
S e c e n s u ró a F r a y L u is d e L e ó n p o r h a b e r e s c rito en c a s te lla n o los
d o s p rim e ro s lib ro s d e los N o m b re s d e C ris to , im p re s o s e n 1 5 8 3 ; p u e s a u n q u e
y a h a b ía n e s c r ito el P a d r e A v ila y el P a d r e G ra n a d a , m u c h o s s e g u ía n c re y e n d o
q u e u n te ó lo g o n o d e b ía e m p le a r p a ra su s o b ra s sin o e l la tín . F r a y Liuis c o n ­
te s tó r e p rim ie n d o los N o m b re s de C ris to , en 1585, a d ic io n a d o s co n u n te r c e r l:b ro
a cu y a in tro d u c c ió n p e rte n e c e el p re s e n te e x tra c to .
(2 )
de l a tin a : de la le n g u a la tin a .
(3 )
“ E s d ec ir, q u e n o es co sa c o m ú n a to d o s los q u e h a b la n
u n a le n g u a ,
sin o q u e e ix g e p a rtic u la r d is p o s ic ió n y e s tu d io . E s a n tig u a en E s p a ñ a la c re e n ­
cia d e q u e la le n g u a p ro p ia n i m e re c e n i re q u ie re a te n c ió n n i t r a b a j o ; J u a n de
V a ld é s se q u eja de lo s q u e con ta n ta n e g lig e n c ia y ta n in m e rc id o d e s d é n la t r a ­
ta n , y A m b ro s io d e M o ra le s , en 1546, d e c ía : “ S ie m p re h a q u e d a d o n u e s tr a le n ­
g u a en la m is e ria y co n la p o b re z a q u e a n t e s t e n í a . . . q u e to d o n a c e d el g r a n
m e n o sp re c io e n q u e n u e s tro s n a tu ra le s tie n e n n u e s tr a le n g u a , p o r lo c u a l n i se
a fic io n a n a ella, n i s e a p lic a n a a y u d a rla ” . ( I n tr o d u c c ió n al d iá lo g o de la d ig n i­
d a d del h o m b re , d el M . H e r n á n P é r e z d e O liv a ) .
(5 )
F r a y L u is d e L e ó n al p r in c ip io d e e s ta in tr o d u c c ió n h a b la p o co m en o s
com o si fu e ra el p rim e ro e n a p lic a r el c a s te lla n o a a s u n to s s e rio s , q u e já n d o s e “ de
lo m a l q u e u s a m o s d e n u e s tra le n g u a n o la e m p le a n d o sin o en c o sas s in
ser” .
(6 )
“ com o los sab io s y e lo c u e n te s p a s a d o s ” Se re fie re a lo s s a b io s y o r a ­
d o res del p asad o .
LA P E R F E C T A CASADA
L IB R O
V II
■
Comentando el versículo de los P ro ­
verbios, X X X I , 15; "madrugó y tepartió a sus gañanes las raciones’’,
hace |Fray Luis una primorosa des­
cripción del alba y encarece las de­
licias del madrugar.
E l m ad ru g a r es tan saludable, que la razón sola de la
salu d ; aunque no despertare el cuidado y obligación de la
casa, había de levantar de la cam a en am anesciendo a las
casadas. Y g u ard a en esto Dios, com o en todo lo dem ás, la
dulzura y suavidad de su sabio gobierno, en que aquello a
que nos obliga es lo m ism o que m ás conviene a nuestra n a­
192
rEREDA VALUES — FUSCO SANSONE
tu raleza y en que recibe por su servicio lo que es nuestro
provecho, ( i ) A sí que, no sólo la casa, sino tam bién la sa­
lud, pide a la m u jer que m ad ru g u e. P orque cierto es que es
nuestro cuerpo del m etal de los otros cuerpos, y que la o r­
den que g u ard a la naturaleza p ara el bien y conservación
de los dem ás esa m ism a es la que conserva y da salud a los
h o m b res.
Pues ¿quién no ve en aquella hora despierta el m undo
todo ju n to , y que la luz nueva saliendo, abre los ojos de los
anim ales todos, y que si fuese entonces dañoso d e ja r el sue­
ño, la naturaleza (que en todas) las cosas generalm ente, y en
cada una p er sí, esquiva y huye el daño, y sigue y apetece
el provecho, o que, para, decir la verdad, es ella eso m ism o
a que a cada una de las cosas conviene y es provechoso) no
rom piera tan presto e1 velo de las tinieblas que nos adorm e­
cen y ni sacara p o r el oriente los claros rayos del sol, o si los
sacara, no les diera ta n ta fuerza p ara nos d esp ertar? (2 )
P orque si no despertase naturalm ente la luz, no le cerrarían
las ventanas tan diligentem ente los que abrazan el sueño.
P o r m anera que la naturaleza, pues nos envía la luz, quie­
re, sin duda, que nos despierte. Y pues ella nos despierta,
a nuestra salud conviene que despertem os.
Y
no contradice a esto el uso de las personas que ah o ­
ra el m undo llam a señores, cuyo principal cuidado es vivir
para el descanso y regalo del cuerpo, las cuales guardan la
cam a h asta las doce del día. (3 ) A nte esta verdad, 'que se
toca con las m anos, condena aquel vicio del cual, ya por
nuestros pecados o por sus pecados de ellos m ism os, (4 )
hacen h o n ra y estado, (5 ) y ponen parte de su grandeza en
no g u a rd a r ni aun en esto el concierto que Dios les pone.
C astigaba bien una persona, que yo conocí, esta torpeza, y
nom brála con su m erecido vocablo. Y aunque es ta n vil como
lo es el hecho, d arám e v u estra m erced (6 ) licencia p a ra que
lo panga aquí, porque es palabra que c u a d ra. A sí que, cuan­
do le decía alguno que era estado en los señores este d o r­
m ir, solía él responder que se e rrab a la letra (7 ) y que por
decir establo decía estado. Y ello a la verdad es así, que
aquel desconcierto de vida tiene principio y nasce de o tro
m ayor desconcierto, que está en el alm a y es causa él tam ­
bién y principio de m uchos otros desconcierto.1- torpes y
feos. P o rq u e la sangre y los d em ás hum ores del cuerpo,
y con el calor del día y del sueño, encendidos dem asiada­
GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
195
m ente y dañados, no solam ente corrom pen la salud, m as
tam bién aficionan e inficionan el corazón feam ente. Y es
cosa digna de adm iración que, siendo estos señores en todo
lo dem ás grandes seguidores, o por m ejor decir grandes
esclavos de su deleite, en esto sólo se olvidan dél, y pier­
den por un vicioso do rm ir lo m ás deleitoso de la vida, que
es la m añana.
P orque entonces la luz, corno viene después de las ti­
nieblas y se halla com o después de haber sido perdida, p a­
rece ser o tra y hiere el corazón del hom bre con una nueva
alegría, y la vista del cielo entonces, y el colorear de las
nubes y el descubrirse el au ro ra (que no sin causa los poe­
tas la coronan de ro sa s), (8 ) y el aparecer la herm osura
del sol, es una cosa bellísim a. Pues el can tar de las aves,
¿qué duda hay sino que suena entonces m ás dulcemente,
y las flores y las yerbas y el campo, todo despide de sí un
tesoro de olor? Y como cuando e n tra el R ey de nuevo en
alguna ciudad se adereza y herm osea toda ella, y los ciu­
dadanos hacen entonces plaza (g ) y como alarde de sus
m ejores riquezas; así los anim ales y la tie rra y el aire, y
todos los elem entos, a la venida del sol se alegran, y como
p ara recibirle, se herm osean y m ejoran y ponen en público
cada uno sus bienes. Y com o los curiosos suelen poner cui­
dado y tra b a jo por v er sem ejantes recibim ientos, así los
hom bres concertados y cuerdas, aun por sólo el gusto, no
h an de perder esta fiesta que hace toda la naturaleza al sol
p o r las m añ an as; porque no es gusto de un solo sentido,
sino general contentam iento de todos, porque la vista se de­
leita con el nascer de la luz y con la fig u ra ( t o ) de1 aire
y con el v a ria r de las nubes; a los oídos las ave? hacen a g ra ­
dable arm o n ía ; p ara el oler, el olor que en aciuella sazón el
cam po y las yerbas despiden de sí es olor suavísim o, pues
el fresco del aire de entonces tem pla con grande deleite el
h um or calentado con el sueño, y cría salud y lava las tris ­
tezas del corazón, y no sé en qué m anera le despierta a pen­
sam ientos divinos antes que se ahogue en los negocios del
día. P ero, si puede tan to con estos hiios de tinieblas el am or
del'as, que aun del día hacen noche, v pierden el fru to de
la luz con el sueño, y ni el deleite, ni la salud, ni la nece­
sidad y provecho que dicho habernos, son poderosos nara
los h acer levantar, vuestra m erced nue es h ija de la luz,
levántese con ella y abra la claridad de sus ojos cuando des­
194
PERÉBA VAMES — FUSCO SANS0NE
cubriere sus rayos el sol, y con pecho puro levante sus m a­
nos limpias al D ad o r de la luz, ofresciéndole con santas y
agradescidas p alabras su corazón, y después de hecho esto,
y de haber gozado del gusto de nuevo día, vuelta a las cosas
de su casa, entienda su oficio, que es lo otro que pide en
esta letra el E sp íritu Santo a la buena casada, com o fin a
quien se ordenó lo prim ero que habernos dicho del m ad ru ­
gador.
NOTAS
(1 )
E s to e s “ en q u e a g ra d e c e com o u n se rv ic io lo q u e d eb e m o s h a c e r por
n u e s tr o p ro v e c h o ” ,
(2 ) H o y los p ro n o m b re s p e rs o n a le s á to n o s n u n c a se a n te p o n e n al in fi­
n itiv o , sin o q u e s e p o s p o n e n e n c lític o s .
(3 )
E s te e s a n tig u o d e fe c to esp añ o l,
a te s tig u a d o p o r a lg u n o s e x tra n ie ro s ,
co m o el b a ró n
a le m á n C o n ra d o d e B e m e lb e rg , q u e p a r a p e rfe c c io n a rse e n el c a s ­
te lla n o v ia jó p o r E s p a ñ a o ch o a ñ o s d e s p u é s d e m u e rto F r a y L u i s d e L e ó n .
(4 )
E n su s p e c a d o s de ello s, n o es d e ello s u n in ú til p le o n a s m o , sin o q u e
e s tá e x ig id o p o r la v a g u e d a d d el su, q u e n o d e te rm in a s i el p o s e e d o r es m a s ­
c u lin o o fem en in o , n i s in g u la r o p lu r a l. H o y e s a d o b le in d ic a c ió n del p o sesiv o
n o se c o n s e rv a sino c u a n d o el p o s e e d o r e s u s t e d : “ s u p a d re d e u s te d ” , “ s u cas?,
de u s te d ” .
( 5 ) N ó te s e la fra se , n o re g is tr a d a e n lo s D ic c io n a r io s ; h a c e r h o n ra y e s ­
ta d o d e u n a cosa, “ f u n d a r en e lla su c o n d ic ió n y s u d ig n id a d ” .
(6 ) V u e s tra m e r c e d : se d irig e a d o ñ a M a r ía V a re la O ss o rio , a la cu a l d e ­
d ic ó s u
o b ra F r a y L u is d e L e ó n .
(7 )
E r r a r la le tr a e s fra s e f ig u r a d a : to m á ra s e en s e n tid o p ro p io “ e q u iv o ­
ca rs e e n la e s c r itu r a o le c tu ra ” , cu a n d o se t r a ta d e a lg ú n d o c u m e n to e s c rito s o b re
c u y a in te r p r e ta c ió n se d is c u te . E l u so d e e s ta e x p re s ió n u o tr a s a n á lo g ’a s , e ra
m u y c o r rie n te .
(8) H om ero calificó a la A urora de dedos de rosa y seg ú n él, todos los
poetas clásicos. O vidio llám ala rosea dea. C laro está que er. el R enacim iento esta
denom inación era u n lu g a r com ún. C ervantes la llam ó ro sada a u ro ra . (Q u i­
jote, 1-2).
.
(9 ) H a c e r p la z a n o e s tá re g is tr a d o e n lo s d ic c io n a rio s c o n e l se n tid o q u e
a q u í tie n e d e “ h a c e r o s te n ta c ió n ” . S ó lo s e le a p u n ta el' sig n ific a d o d e ‘V acar
a la p la z a o p u b lic a r a lg u n a co sa” .
(1 0 ) F ig u r a dice la e d ic ió n d e S a la m a n c a , 1586, p e ro d eb e s e r e r r a ta p o r
f in u r a .
C O M E N TA R IO
La P e rfe c ta Casada es un verdadero breviario de m oral práctica.
E stá dedicada a señalar los deberes de la m ujer en estado de m atrim onio.
Cada capítulo es una p a ráfra sis de un proverbio de Salom ón tom ado del
ultim o capítulo del “L ibro de los P ro v e rb io s” del A ntiguo T estam ento.
Conoce, sin duda, F ra y L uis de L eón las debilidades de la m ujer,
su frivolidad, su ligera coquetería y su am o r por los afeites. Si bien su
concepto de la m u je r es dem asiado estrecho, no deja de ridicu’izar a las
que abandonan los cuidados dom ésticos p a ra “ calentar el suelo de la
iglesia tard e y m añana” lo que parecería e x tra ñ o en un religioso.
%
Fernando de Herrera
(1 5 3 4 - 1 59 7 )
N ació en Sevilla en 1534. C ursó la ca rre ra eclesiásti­
ca sin haber llegado, según parece, a ordenarse como sacer­
dote. F ué el je fe indiscutido de la escuela sevillana, y m e­
reció ser apodado, ej D ivino. Se enam oró de la Condesa
de Gelves, esposa de D on A lvaro de P o rtu g al, a la que
cantó en sus poesías am orosas con los nom bres de Luz, Sol,
L um bre y otros m ás. Su vida presenta un contraste m uy
grande con su inspiración de poeta. H e rre ra se valía de sí­
miles m arciales y fué el cantor de la epopeya g u errera de
los españoles y portugueses (O d a a D on Ju a n de A ustria,
al R ey D on S ebastián) m ientras su vida se deslizó tra n ­
quila y silenciosa consagrada a la erudición y a la. poesía.
Sus anotaciones a las poesías de Garcilaso, la relación de la
g u erra de C hipre, nos dem uestran la pasión erudita de H e ­
rre ra — sus sonetos y canciones — la pasión am orosa que
llenó toda su vida.
OBRAS
Sonetos, elegías y canciones. — “A notaci:n es a k s poesías, de G ar­
cilaso” . — R elación de la g u e rra de C hipre” .
B IB L IO G R A F IA
F . R odríguez M arín, E l D ivino H e rre ra y la Condesa de Gel­
ves. — F ernando de H e rre ra , Poesías, E dic. G arcía de D iego ( r e c o m .) — T raducción inglesa de sonetos de H e rre ra , E d . T hom as
W alsh, H ispanic A n th o lo g y . — A dolphe Coster, Fernando de H e rre ­
196
PEREBA VALDES — FUSCO SANSONE
ra, “E l D ivino”, R elación de la g u e rra de C hipre y suceso de la batalla
de Lepanto, en docum entos idénticos para la H isto ria de E sp a ñ a. T o ­
m o X X I, págs. 242-382.
C A N C IO N S E G U N D A ( i )
P o r la Pérdida del Rey D on Sebastián
V oz de dolor y canto de gem ido (2 )
y espíritu de m iedo, envuelto en ira,
hagan principio acerbo a la m em oria
de aquel día fatal, aborrecido. (3 )
Que L u sitan ia m ísera suspira,
desnuda de valor, fa lta de g lo ria ; (4 )
y la llorosa h isto ria
asom bre con h o rro r funesto y triste
dende el Á frico A tlante y seno1 ardiente
h asta do el m ar de otro color se viste,
y do el lím ite ro jo de O riente, (5 )
y todas sus vencidas gentes fieras
ven trem o lar de C risto las banderas.
¡A y de los que pasaron, confiados
en sus caballos y en la m uchedum bre
de tus carros, en tí, L ibia desierta ;
y en su vigor y fuerzas engañados,
no alzaron su esperanza á aquella cum bre
de eterna lu z; m as con soberbia cierta
se ofrecieron la incierta (6 )
v ito ria ; y sin volver a D ios sus ojos,
con yerto cuello y corazón ufano
sólo atendieron siem pre a los despojos!
Y el S an to de Israel abrió su m ano, (7 )
y los dexó, y cayó en despeñadero
el carro, y el caballo y caballero. (8 )
V ino el día cruel, el día lleno
de indinación, de ira y fu ro r, que puso (9 )
en soledad y en un profundo llanto
de gente, y de placer el reino ajeno. (1 0 )
E l cielo no alum bró, quedó confuso (1 1 )
el nuevo sol, presagio de m al ta n to ;
y con terrible espanto
CUIA DÉ LECTURAS d e a u t o r e s c l a s ic o s y m o d e r n o s
el S eñor visitó sobre sus males, (1 2 )
p a ra hum illar los fuertes arrogantes,
y levantó los bárbaros no iguales,
que con osados pechos y constantes
110 busquen oro, m as con hierro airado
la ofensa venguen y el e rro r culpado.
L os im píos y robustos, indinados,
las ardientes espadas desnudaron
sobre la claridad y herm osura
de tu gloria y valor, y no cansados
en tu m uerte, tu honor todo afearon,
m ezquina L u sitan ia sin v en tu ra ;
y con fren te segura
rom pieron sin tem or con fiero estrago
tus- arm adas escuadras y braveza.
L a aren a se tornó sangriento lago,
la llan u ra con m uertos, aspereza;
cayó en unos vigor, cayó denuedo,
m as en otros desm ayo y torpe m iedo.
¿S on estos, por ventura, los fam osos (1 3 )
los fuertes y belígeros (1 4 ) varones
que co nturbaron con fu ro r la tierra,
que sacudieron reinos poderosos, (1 5 )
que dom aron las h ó rrid as naciones,
que pusieron desierto en cruda g u erra
cuanto enfrena y encierra (1 6 )
el m ar Indo, y feroces destruyeron
g randes ciudades? ¿dó la valentía?
¿cóm o así se acabaron, y perdieron
tan to heroico valor en sólo un d ía;
y lexos de su p a tria derribados,
no fueron ju stam en te sepultados? (1 7 )
T ales fueron aquestos, cual herm oso (1 8 )
cedro del alto Líbano, vestido
de ram os, ho jas con excelsa alteza;
las aguas lo criaron poderoso, (1 9 )
sobre em pinados árboles subido,
y se m ultiplicaron en grandeza
sus ram os con belleza;
y, extendiendo su som bra, se an idaron
las aves que sustenta el grande cielo,
y en sus h o jas las fieras engendraron,
198
PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE
e hizo a m ucha gente um broso v e lo :
no igualó en celsitud y herm osura
jam ás árbol alguno á su fig u ra .
P ero elevóse con su verde cima,
y sublimó la presunción su pecho, (2 0 )
desvanecido todo y confiado,
haciendo de su alteza sólo estim a.
P o r eso D ios lo derribó deshecho,
á los im píos y ajenos entregado,
po r la raíz co rtad o ; (2 1 )
que opreso de los m ontes arro jad o s,
sin ram os y sin hojas, y desnudo,
huyeron dél los hom bres espantados,
que su som bra tuvieron p o r escudo;
en su ru in a y ram os cuantas fueron
las aves y las fieras se pusieron.
T ú, in fan d a Libia, en cuya seca arena (2 2 )
m urió el vencido reino L usitano, (2 3 )
y se acabó su generosa gloria,
no estés alegre y de u fan ía llena,
porque tu tem erosa y flaca m ano (2 4 )
hubo sin esperanza tal vitoria (2 5 )
indina de m em oria;
que si el ju sto dolor m ueve a venganza
alguna vez el E spañol coraje,
despedazada con aguda lanza,
com pensarás m uriendo el hecho u ltra je ;
y Luco am edrentado al m ar inm enso
p ag ará de A frican a sangre el censo. (2 6 )
NOTAS
(1 )
C a n c ió n I e n la e d ic ió n d e 1582. H e r r e r a c a n ta e n ella la loca a v e n ­
tu ra,- la s a n g rie n ta d e r r o ta d e A lc a z a rq u iv ir, a c u y a d e s g ra c ia d a e x p e d ic ió n d e ­
d ic a ig u a lm e n te los s o n e to s L X V I I d el I . I y X V I I I , X X y X X I d e l l . I I I .
E n la e d ic ió n d e P a c h e c o lle v a p o r t í t u l o : ‘‘P o r las P é rd id a s del R e i D o n S e­
b a s ti á n ” . C o m o e n la c a n c ió n d e L ,ep an to , a m o ld a a e s te h ec h o h is tó r ic o p e n ­
s a m ie n to s y frases b íb lic a s , p re s e n ta n d o u n a p o e s ía de a d m ira b le fre s c u ra e in s ­
p ira c ió n .
( 2 ) R e c u e r d a el v e rs íc u lo 15, c a p . X X X I : “ E n lo a lto se h a o íd o la voz
g e m id o , d e d o lo r y de lla n to d e R a q u e l” . ( I d e m ) .
(3 ) L a b a ta lla tu v o lu g a r el 4 de A g o sto d e 1578.
( 4 ) M á s q u e a la fa lta de v a lo r, la d e rr o ta fu é d e b id a a la im p re v is ió n e n
lo s p re p a r a tiv o s y el d es c o n o c im ie n to tá c tic o d e q u e d ió
p ru eb as
el te m e ra ­
r io R e y D o n S e b a s tiá n . C o n v a lo r o s in él, no p o d ía p ro s p e ra r u n a e m p re s a
que de a n te m a n o c a lific a ro n d e a b s u rd a sus tío s el C a rd e n a l y e l R e y F e lip e I I ,
de
GUIA Mí LECTURAS Dfi AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
199
y a la q u e se o p u so Ja noble-za y el clero d e P o r tu g a l . N o só lo ib a n a p e l e a r
en d ifíc ile s c o n d ic io n e s p o r las co m u n ic a c io n e s y fa lta s d e m e d io s, sin o q u e h a ­
b ía n d e h a b é rs e la s c o n u n e jé rc ito q u e , al d e c ir d e lo s c r o n is ta s , c o n s ta b a d e
4 0 .0 0 0
jin e te s y u n in m e n so n ú m e ro d e a lá ra b e s y “ v e n tu r e r o s .
— L u is C a­
b re ra d e C ó rd o b a . — “ F e lip e I I , R e y de E s p a ñ a ” .
(5 )
E l M a r R o jo .
(6 )
L a c ieg a c o n fia n z a e n su solo v a lo r le h iz o v e r al R e y com o c ie r ta u n a
v ic to ria
ta n d ifíc il. Q u e rie n d o c o n su e sfu e rz o “ v e n c e r él to d o s s in d a r p a r te
d e la v ic to ria a o tr o n i a la in d u s tr i a ” , n o só lo re c h a z ó to d o Wfcxilio, sin o que!
a ú n e n el m ism o tra n c e d e la b a ta lla , c o n f a tu a a rro g a n c ia , n o q u js o a d m itir la
“ e n c a m is a d a ” q u e D o n D u a r te d e M etieses le p ro p o n ía p a ra a t r a e r s e d e s e r to ­
re s d e la s tr o p a s d el X e rif e .
(7 ) A d a p ta c ió n de I s a ía s . — X X X I - I - j A y
de a q u e llo s q u e,
co n fia d o s e n
su s c a b a llo s y en la m u c h e d u m b re d e s u s c a rro s y e n el v a lo r d e su s jin e te s , p a ­
s a ro n a E g ip to p a ra a u x ilia rle , s in c o n fia r e n el S a n to d e I s r a e l y s in b u s c a r
a D io s !
(8 )
E l p o e ta ju e g a con. u n z u rc id o d e frases b íb lic a s . Y e l S e ñ o r a b r ir á
su m a n o , — A l c a b a llo y a l c a b a lle ro los p re c ip itó e n el m a r .
(9 )
A q u í se in s p ira en e l v . 9, c a p . X I I I
d e I s a í a s : “ H e a q u í q u e lle ­
g a r á el d ía d e l S e ñ o r, c ru e l, llen o d e in d ig n a c ió n , d e ir a y d e fu ro r, p a ra p o n e r
la tie rra en so le d a d y p a ra b a r r e r d e e lla a los p e c a d o re s ” .
(1 0 ) L a e d ic ió n d e R iv a d e n e y ra p u n tú a : ‘‘e n u n p ro fu n d o lla n to , d e g e n te
y d e p la c e r
el re in o ag e n o ” ; p e ro es c o rre c ta la p u n tu a c ió n d el te x to
d e 1582,
p o rq u e el p o e ta h a b la d e l “ lla n to de g e n te ” y d e l “ re in o ag*eno d e p la z e r ” , e sto
es “ p riv a d o d e a le g r ía ” .
(1 1 ) T ra d u c c ió n d e I s a í a s : “ P u e s la s e s tr e lla s d el cielo y su fu eg o no la n ­
z a rá n s u lu z : el sol a l n a c e r se h a o s c u re c id o ” .
(1 2 ) I s a í a s . — “ D e s p u é s e x a m in a ré s u s m a ld a d e s y h u m illa r é lo s fu ertes
a r r o g a n te s ” . H e r r e ra ,
a q u í d e m a s ia d o a te n to
a la le tr a d e l te x to b íb lic o , h a
c o m e tid o u n a p e q u e ñ a im p ro p ie d a d c a s te lla n a tr a d u c ie n d o v is ita r é y u n a n o m u y
p e q u e ñ a la tin a tra d u c ie n d o s u p e r
p o r s o b re .
(1 3 ) A lu d e al v . 25, c p . I d el lib ro I I d e los R e y e s : “ C o m o c a y e ro n los
fu e rte s en el c o m b a te ” .
(1 4 ) P o é ti c o : b e lic o so .
(1 5 ) L o s p o rtu g u e s e s h a b ía n h ec h o r e c ie n te m e n te im p o rta n te s c o n q u is ta s en
la s I n d ia s y h a b ía n to m a d o G o a y O r m u z .
(1 6 ) E n la e d ic ió n d e 1619 — ‘‘c u a n to el m a r I n d o e n c ie r r a ; i so b e rv ia s
c iu d a d e s d e s tr u y e ro n — ¿ d ó el c o ra z ó n se g u ro y la o s a d ía ? ”
(1 7 ) E l s e n tid o e s : “ fu e ro n in ju s ta m e n te s e p u lta d o s ” , e sto es “ s e p u lta d o s
en lu g a r n o d eb id o ” .
(1 8 ) E l c e d ro d e l L íb a n o com o s ím b o lo o b lig a d o de la a r r o g a n c ia e n los
lib ro s b íb lic o s .
(1 9 ) “ C om o los c e d ro s ju n t o al a g u a ” . N ú m e ro s X X I V .
(2 0 ) i s u b lim ó la p r e s u n e jó n su p e c h o . — E s ta p e rs o n ific a c ió n de u n a a b s ­
tra c c ió n es fre c u e n te e n lo s p o e ta s d el s ig lo X V I e n su s m e tá f o r a s m á s r e t ó r i ­
cas. V é a s e la p e rs o n ific a c ió n d el r í o T a jo e n el p o e m a “ P r o f e c ía d e l T a jo ” , d e F r a y
L u is d e L e ó n .
(2 1 ) S ig u e H e r r e r a la p a rá b o la de D a n ie l, c a p . I V — “ V e ía q u e h a b ía u n
á rb o l en m e d io d e la tie rra , q u e e ra s u m a m e n te a lto , á rb o l g ra n d e y v ig o ro s o y
c u y a a ltu r a lle g a b a h a s ta el c ie lo : su a n c h u ra a b a rc a la ti e r r a . H e rm o s ís im a s
e ra n s u s h o ja s y a b u n d a n te s s u s f r u t o s : to d o s e n él h a lla b a n a lim e n to , b a jo él
se c o b ija b a n lo s a n im a le s y la s b e s tia s y e n s u s r a m a s sie a g ita b a n las av e s d el
cielo y d e él to d a c a rn e s e a lim e n ta b a ” .
(2 1 ) I n s p ir a d o e n D a n ie l — C a p . I V .
(2 2 ) E n lo s a re n a le s d e L u c u s y el M u c a s ín y en el e sp acio so ca m p o de
A lc á z a r es d o n d e tu v ie ro n lu g a r lo s e p iso d io s de e s ta b a ta lla .
(2 3 ) S in g r a n h ip é rb o le p u d o d e c ir e l p o e ta q u e m u rió L u s ita n ia , p u e s a llí
su c u m b ie ro n el R e y y lo m e jo r d e la n o b le z a .
(2 4 ) E n la e d ic ió n d e 1582, s e lee m a la m e n te c o n in te n o g a c j< 5 n ,
(2 5 ) E s to es “ s in e s p e ra rla ” .
(2 6 ) cen so — t r i b u to . ( N o ta s d e G a rc ía de D ie g o ) .
/
200
PEREDA VAEDÉS — PUSCO SANSONE
C O M E N TA R IO
E sta O da o Canción, por el tem a que tra ta tiene cierto carácter ele­
giaco. H e rre ra se lam enta de la m uerte del R ey lusitano D on Sebas­
tián y la flo r de la nobleza de P o rtu g al, que pereció en la emboscada que
le prepararon los m oros.
Pred cm ina en ella la hipérbole. C ontrasta esta m anera de H e rre ra ,
grandilocuente, hiperbólica, ccn la poesía íntim a de sus sonetos, elegías
y canciones am atorias. E sa diferencia entre las dos fo rm as de H e rre ra ,
radica m ás que nada en los te m a s : porque la am pulosidad y gran d ilo ­
cuencia en las O das se tran sfo rm a en conceptism o y alam bicam iento en
los sonetos y elegías am orosas.
E l cerebralismo de H e r r e r a ■ — H e rre ra es un poeta de gabinete, que
tra b a ja sus versos con la glacial serenidad con que un e ru d ito elabora sus
investigaciones, y erudito fué de am plios conocim ientos en las lenguas
latina y hebrea.
A plicó sus profundos conocim ientos de la Biblia a sus odas, como
se ha observado en esa Canción I I . D el arsenal de Isaías h a recogido las
m ás encendidas de sus m etá fo ra s.
E n esta Oda de H e rre ra se nota el esfuerzo^ del gram ático y del e ru ­
dito ju n to a la inspiración del poeta, que por m om entos adquiere cierta
grandeza y sublim idad. P e ro ya con H e rre ra la poesía — cristal tra n s­
parente en F ra y L uis de L eón y Garcilaso — empieza a tra n sfo rm a rse en
la expresión de un afectado retoricism o, que tendrá por principal obje­
tivo la frase brillante o la m etáfo ra a b strac ta .
SONETO
¿ P o r qué renuevas este encendimiento',
tira n o am or, en mi herido pecho?
que ya, casi olvidado del m al hecho,
vivía en soledad de mi to rm en to .
C uando m ás descuidado y m ás contento,
revuelves a m eterm e en tan to estrecho;
obligarm e, cruel, que a mi despecho
procure co n trastar tu fiero intento.
L as arm as, en el tem plo y a colgadas,
visto, y el acerado escudo em brazo
y en mi venganza salgo a la b atalla.
M as ¡ay! que a las saetas, que tem pladas
en la luz de m i E strella están, y al brazo
tuyo, no puede resistir la m alla.
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
201
C O M E N TA R IO
O bsérvese en este soneto, cuyo tem a es el am or, la abundancia de
com paraciones tom adas del a rte de la g u e r ra : “las arm as en el tem plo ya
colgadas”, “el acerado escudo em brazo”, “que á las saetas” , “N o puedo
resistir la m alla” . — B arja, b a tenido el acierto de com parar la vida
tranquila, de gabinete o de claustro, de F ernando de H e rre ra con la vida
breve, inquieta y batallad o ra de G arcilaso — y la tendencia de aquél de
representar sus sentim ientos am orosos por medio de im ágenes dinám i­
cas — y la de éste, cuyos paisajes y cuyas m etá fo ra s y adjetivos estám
inspirados en una tranquila visión de A rcadia que c o n tra sta con su vida.
SONETO
E l Betis que contigo fué dichoso,
pero y a desdichado que te pierde
y triste y sin el ancho curso ondoso;
E n m edio de su fértil cam po verde
H a rá que el coro todo se levante,
de n infas, que con dulce voz concuerde.
•Y m etiendo en el piélago de A tlante
'la frente p o r su abierto y hondo seno
con ím petu extendido resonante.
H a rá ocasión, que el m ar de peñas lleno
Alce el canto en tu gloria, rodeando
sus bandas, de o tra alguna voz a jen a .
H a sta que el claro son m ultiplicando,
E n tre volviendo el paso en el Egeo,
en el últim o E u x in o R eparando.
C O M E N TA R IO
E ste soneto fué escrito con m otivo de la m uerte de su querida. O b­
servación : E l am or se expresa en versos que descubren elestudio,
la
erudición (m ito lo g ía) y en que no habla el corazón, sino el ingenio y la
eru d ic ió n : menos todavía em plea el dolor frases afectadas, pensam ientos
ingeniosos e im ágenes brillantes, cuando sólo le esta bien la sencillez! y
la naturalidad. N in g u n a persona que sienta una verdadera y pro fu n d a
pena de am or se expresa hablando de la m uerte de su querida, com o F . de
H e rre ra en este soneto, que sólo respira afectación.
SONETO
P ierdo, tu culpa A m or, pierdo engañado,
siguiendo tu esperanza prom etida,
202
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
el m ás florido tiem po de mi vida,
sin nom bre, en ciego olvido sepultado.
Y a no m ás, baste haber siem pre ocupado
el pensam iento y la razón perdida
en tu gloria, mi infancia aborrecida;
que quien m uda la edad, trueca el cuidado.
Y o he visto á los pies puesto un d u ro hierro,
y torcello la m ano del cativo,
y desatarse d e aquel nudo fuerte.
M as ¡oh, que ni el desdén, ni mi destierro
pueden b o rra r del corazón esquivo
lo que nunca podrá g astar la m u e rte !
C O M E N TA R IO
E l petrarquism o español tuvo en H e rre ra a su m ás legítim o repre­
sentante. L a ebra que iniciaran Boscán y G arcilaso encuentra en H e rre ra
el a rtista refinado capaz de engarzar las corrientes venidas de Italia en
una fo rm a impecable. P o r o tra parte, la m einseridad de los im itadores de
P e tra rc a m ás dados a anteponer al sentim iento espontáneo y n atu ral, la
postura obligada de quienes se sienten enam orados porque cantan el am or
y se posesionan de un platonism o artificioso, encuentra en H e rre ra , m ás
cerebral que intuitivo, un campo propio.
LA ESCUELA SE V IL L A N A
Sevilla, puerto de intenso com ercio en el siglo X V I, fu é el foco de
un m ovim iento artístico y literario, que tiene por representantes, y en la
p in tu ra y la escultura a Pacheco y a M ontañés y en la poesía, s. F ern an d o
de H e rre ra y B altazar de A lcázar. E l Cabildo M unicipal pro teg ía la pro­
ducción literaria, existiendo num erosas academ ias y centros docentes, por
lo cual Sevilla fué llam ada entonces, la A tenas española.
Pertenecen a la segunda generación de la E scuela Sevillana, F . J.
M edrarlo, A rguyo, Ju a n de Juaregui, R odrigo C aro y Francisco de R ioja.
¿Q u é in flu jo pudo ejercer el exaltado y melancólico .tem peram ento
andaluz en los poetas de esta escuela? Sin duda, la exuberancia que
se a p arta de la sencillez de la escuela salm antina, el deseo de bus­
car la pompa, y m agnificencia en la exterioridad vistosa de la versifica-
_
—
_
—
.
G U IA
.
DE
LECTURAS
.
DE
AUTORES
C L A S IC O S
Y
M ODERNOS
2 0 5
ción y en un refinado lenguaje poético que abrió la puerta a nuevos de­
fecto s. E n este sentido H e rre ra es el p r.c u rs o r acl gongorism o o cul­
teranism o.
Son características de esta e sc u ela : la exuberancia, b ril'a u tez y pompa
en el leguaje. A bundancia y riqueza en lo descriptivo y en los epítetos.
U so no sólo de la e stro fa co rta sino de la e stro fa larga. A esta escuela
se debió la perfección form al del endecasílabo.
«»
Rodrigo Caro
(1573-1647)
Canción a las ruinas de Itálica.
E stos, F abio, (1 ) ¡ay dolor! (2 ) que ves ahor
campos de soledad ,m ustio collado,
fu ero n un tiem po Itálica fam osa; (3 )
aquí de Cipión la vencedora (4 )
colonia fu é ; p or tierra derribado
yace el tem ido honor de la espantosa
m u rralla, y lastim osa
reliquia es solamente.
De su invencible gente.
Sólo quedan m em orias funerales,
donde e rra ro n ya som bras de alto ejemplo.
E ste llano fué plaza, allí fué tem plo;
de todo apenas quedan las señales.
D el gim nasio y las term as regaladas
leves vuelan cenizas d esdichadas;
las torres, que desprecio al aire fueron
a su g ra n pesadum bre se rindieron. (5 )
E ste despedazado an fiteatro ,
im pío (6 ) h onor de los dioses, cuya afren ta
publica el am arillo jaram ago,
ya reducido a trágico teatro,
¡ oh fábula del tie m p o !, representa
cuanta fué su grandeza y es su estrago.
¿C óm o en el cerco vago
de su desierta arena
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
205
el g ra n pueblo no suena ?
¿D onde, pues fieras hay, está el desnudo
lu ch ad o r? ¿D ónde está el atleta fu e rte?
T o d o despareció, cambió la suerte
voces alegres en silencio mudo.
m as aun el tiem po dá en estos despojo«1
espectáculos fieros a los o jo s;
y m iran tan confuso lo presente
que voces de dolor el alm a siente.
A quí nació aquel rayo de la guerra,
g ran p adre de la p atria, honor de España,
pío, felice, triu n fa d o r T ra ja n o , (7 )
ante quien m uda se postró la tie rra
que ve del sol la cuna y la que baña
el m ar, tam bién vencido gaditano.
A quí de E lio A driano, (8 )
de Teoclosio divino, (9 )
de Silio peregrino, (1 0 )
ro d aro n de m arfil y oro las cunas, (1 1 )
aquí, y a de laurel, ya de jazm ines,
coronados los vieron los jardines,
que ah o ra son zarzales y lagunas.
L a casa p ara el C ésar fabricada,
¡ a y !, yace de lagartos vil m o ra d a ;
casas, jardines, césares m urieron,
y aun las piedras que de ellos se escribieron.
Fabio, si tú no lloras, pon atenta
la vista en luengas calles destruidas;
m ira m árm oles y arcos destrozados,
m ira estatuas soberbias que violenta
Ném esis (1 2 ) derribó, yacer tendida",
y ya en alto silencio sepultados
sus dueños celebrados
Así a T ro y a fig uro
así a su antiguo m u ro ;
y a tí, R om a, a quien queda el nom bre apenas,
¡ oh p a tria de los dioses y los re y e s !
Y a tí, a quien no valieron ju stas leyes,
fábrica de M inerva, sabia A tenas,
em ulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades,
^
206
. .......
-
PEREDA VALUES — EUSCQ SANSONE
r
que no os respetó el hado, no la m uerte,
¡ay!, ni p o r sabia a t i , ni a t i por fuerte.
M ás ¿para qué la m ente se d erram a
en buscar al dolor nuevo argum ento ?
B asta ejem plo m enor, b asta el presente,
que aún se ve el hum o aquí, se ve la llam a,
aún se oyen llantos hoy, hoy ronco acento.
T al genio o religión fuerza la mente
de la vecina gente,
que refiere adm irada
que en la noche callada
u na voz triste se oye que, llorando,
Cayó (1 3 ) Itálica, dice, y lastim osa,
eco reclam a Itálica en la hojosa
selva'que se le opone, resonando
Itálica, y el claro nom bre oído
de Itálica, renuevan el gem ido
mil som bras nobles de su gran r u in a ;
¡tan to aun la plebe a sentim iento inclina!
E sta corta piedad que, agradecido
huésped a tus sagrados m anes debo,
Ies dó y consagro, Itálica fam osa.
T ú, si lloroso don han adm itido
las in g ratas cenizas, de que llevo
dulce noticia asaz, si lastim osa,
perm ítem e, piadosa
u su ra a tierno llanto,
que vea el cuerpo santo
de G eroncio (1 4 ), tu m á rtir y prelado.
M u estra de su sepulcro algunas señas,
y cavaré con lágrim as las peñas
que ocultan su sarcófago s a g ra d o ;
pero m al pido el único consuelo
de todo el bien que airad o quitó el cielo.
Goza en las tuyas sus reliquias bellas
p ara envidia del m undo y sus estrellas.
NOTAS
(1 )
F a b io . — C o m o e n la E p ís to la M o ra l, F a b io , o c u lta e l n o m b re d e l a m i­
p re d ile c to d e l p o e ta .
(2)
¡ a y d o lo r I L a in te rje c c ió n en m e d io d el v e rs o le d a m á s fu e rz a al
s e n tim ie n to d e do lo r q u e q u ie re e x p re s a r e í poefca.
go
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
207
(3 )
I t á l i c a . — C iu d a d fu n d a d a ju n to a S e v illa p o r el g ra n P u b lio C o rn etio
E s c ip ió n . E s tá s itu a d a a o rilla s d e l B e tis
(.G u a d a lq u iv ir).
(4)
C ip ió n . — E s c ip ió n .
(5)
A su g r a n p e s a d u m b r e . — P e s a d u m b re e s tá a q u í e m p le a d a en el
sen­
tid o de p e s o .
• (6 )
im pio — y no im p ío . G arcí.a d e D ie g o d ic e : ‘‘Im p io co n s u a c e n tu a c ió n
p r o p ia ; im p ío p re v a le c ió a l fin , p o r a tra c c ió n d e l sim p le p ío ” .
(7 ) T r a ja n o . — E m p e ra d o r ro m a n o d el 98 al 117 d . de J . C . N a c ió
en
I tá lic a . V e n c e d o r d e los dacios y d e los p a r to s . P ió , felice, tr iu n f a d o r . C o n
e s to s tre s a d je tiv o s e x p re s a s in té tic a m e n te R o d rig 'o C aro , la p ie d a d d e T r a ja n o ,
su re in o feliz (fe lic e , lie . p o é tic a ) y triu n fa d o r ( d e lo s d ac io s y i le s o s p a rto s) .
(8 ) E lio A d riano. — H ijo adoptivo y sucesor de T ra ja n o : fom entó 1as
artes, las letras, reform ó la ad m in istració n y construyó en R om a el mausolec
de A d riano.
(9)
T eodosio. — T eodosio I el G rande. •— E m p erad o r rom ano de 379 a
3 9 5 . A presuró el triunfo del cristianism o sobre el paganism o y se som etió a
la
penitencia de San A m brosio, con ocasión de la m atanza de los rebeldes de Tesaló n ic a ; d e rro tó repetidas veces a los bárb aro s y consiguió re tra s a r la caída
del im perio.
(1 0 ) Silio. — Siliu Itá lic o . — A utor de una epopeya sobre la Segunda G ue­
rra P única, im itación de N evius.
(1 1 ) ro d aro n de m arfil y o ro las cunas. — P e rífra sis.
(1 2 ) N e m e s is . — L a d io s a d e la v e n g a n z a e n tr e los
(1 3 ) C ay ó I t á l i c a . — A r m o n ía im ita tiv a d el ec o .
(1-t) G e re n c io . A p ó sto l de S e v illa .
g r ie g o s .
H IST O R IA
L a Canción
López de Sedaño
éste, a R ioja, por
poesías de R io ja
R . C. (R o d rig o
y Caro el a u to r.
a las ruinas de Itálica fu é descubierta por Juan José
en un m anuscrito de la Biblioteca R eal y atribuida por
haberla encontrado copiada con la m ism a letra de o tras
que se encontraban en el m ism o códice. L as iniciales
C aro ) hicieron suponer que R io ja fuera un refundidor
Más tarde se descubrió en El Memorial de Utrera, obra de Rodrigo
Caro, una doble copia en la que éste manifestaba en una nota al pie, ha­
ber escrito una canción a Itálica en 1S9S y que por variar un poco la lec­
ción, la copiaba,.
Q uintana y E stala la atribuyeron tam bién a R io ja . Se explica la con­
fusión por ser R io ja un po eta de la escuela sevillana, y por haber tratado
el mismo tem a en el soneto ‘‘A las ruinas del A n fite a tro de Itálica’ , te ­
ma que, tam bién, cantó M edrano en otro célebre soneto. P e ro leyendo
el soneto de R io ja y la canción de Caro se com prende que sólo un es­
pecialista en arqueología y poeta a la vez, podía haberla escrito. E l asun­
to hoy no ofrece lugar a d u d as. Como lo dem ostró A ureliano F ernández
G uerra, la Canción a las ruinas de Itálica es de R odrigo C aro.
C O M E N TA R IO
L* y 2^ estancia:
1°) R construcción im aginativa de la ciudad de Itálica, a ) prim er
elem ento. R ealidad, “cam pos d e ' soledad” “m ustio collado" “el tem ido
honor de la espantosa m u ralla yace por tie rra derrib ad o ’’ “m em orias fu ­
nerales". 2^) Im aginación. R econstruya m entalm ente la ciudad de Itálica.
208
PEREDA VALDES —
FUSCO SAN SO N E
E n la im aginación del poeta se dibujan claram ente plazas, tem plos, torres,
estatuas, el gim nasio, las term as, el anfiteatro y aun atletas y esp.ctadores. “E ste llano fu é plaza” “allí fu é tem plo” “el gim nasio y las term as
regaladas” ¿D ónde está el atleta fu rte?
3» e stan c ia :
H ijo s de Itálica.
T rajan o , pío felice y triu n fa d o r.
E lio A driano.
Teodosio.
S ilio ; em peradores y poetas.
Sentim iento de lo e fím ero de la vida. ■
“casas, jardines, Césares m urieron
y aun las piedras que de ellos se escribieron
“T o d o desapareció bajo la piqueta del tiem po, hasta las p iedras'' ( E n ­
c an o ).
4^ estancia.
O tra vez, Fabio.
Ném esis. diosa de la venganza.
R ecuerdo de T rcy a, A tenas y Rom a.
R o m a : patria de los dioses y los reyes. A t ñ a s : fábrica de M inerva,
sabia A tenas. A tenas representa la sabiduría, R om a la fuerza.
5 a y g?. e stan c ia : E l eco en la noche callada repite. Itálica. Supone
C aro que el vulgo de las inm ediaciones cree oir en la callada ncche, una voz
lastim era que dice y re p ite : ¡ Cayó I tá lic a !
U ltim a estancia: G eroncio. Invocación al m á rtir y prelado G eroncio. E lem ento cristiano que atenúa la evocación pagana y el elogio de la
an tigüedad.
San Geroncio, obispo m ártir, parece 1111 elem ento postizo. Se duda
de la autenticidad de esta ú ltim a estancia.
Sentim iento que predom ina en la canción: La arqueología. Senti­
m iento personal en Caro, aunque el tem a e ra com ún a otros poetas. E l
am or por las ruinas rom anas es la pasión dom inante en C aro y sólo un
arqueológo-poeta podia haber escrito esta célebre canción.
¿S e puede colegir algo sobre el a u to r por la lectura de la o bra? Se
puede saber que era un erudito, un estudioso de la antigüedad, un am a­
do r de las ruinas. A Caro un capitej derruido, 1;' dice m ás que un sen­
tim iento hum ano. A m a el pasado y le g u sta com pararlo con el presente.
C aracteres g e n e ra le s:
1°) O bra de inspiración difícil, cuidada en la form a y ordenada en
la concepción. H a y esfuerzo y no espontaneidad. “E s un ejem plo de los
m ilagros que obra la paciente y p é rfid a labor de lim a cuando el que la
realiza, consciente de su endeblez poética, es un g ran artista que a fuerza
de estudio y de constancia puede llegar a suplir con los recursos de su
arte, la cortedad de su vuelo líric o . L a canción de C aro es un dechado
de plástica perfección, de sobria arquitectura, de estudiado juego de
c o n stratc. N o podía ser sino la única poesía de un arqueo'ógo que tenía
una rica sensibilidad poética para las ruinas, pero no genio cread o r, ni ins­
piración auténtica".
2 Q) E spiritualización dél cuadro con am argas consideraciones:
G U IA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
209
“T odo desapareció, cr ció la m uerte” .
39) E vocación del pasado: Grecia, R om a.
4 *?) Si el profano no puede contem plar con el mismo doloroso in ­
terés que el arqueólogo la urbe m uerta, el poeta nos la pone delante con
su poderosa facultad de evocación y nos hace ver, de paso, pretéritos re ­
cuerdos de otras grandes ciudades.
59 ) L a fantasía inventa la leyenda de que en el silencio de la noche
se oye una voz que r e p ite : ¡ Itálica cayó 1
P articularidad; s :
19) E l empleo de los verses cortos (heptasilabos) en medio de la
estancia como para am enizar algún tanto con gracia y arm onía la so­
brada austeridad que resultaría si todos fu eran m ayores.
2 °) L a riqueza de im ágenes y epítetos de g ran fuerza expresiva:
"A quí nació aquel rayo de la gu e rra
ante quien m uda se postró la tie rra ” .
39) Juste z a de los epítetos. A dm irable síntesis de toda una vida
en “pío, felice, triu n fad o r, T ra ja n o .
F o rm a : Com binación de endecasílabos y heptasilabos. E l poeta
puede construir la prim era e stro fa con entera lib ertad en la com bina­
ción de heptasilabos y endecasílabos. C onsideram os un verdadero acierto
de Caro, el colocar a los heptasílabes ju n to s.
A N O N IM O S E V IL L A N O
(i)
Epistola moral
Fabio, ( i ) las esperanzas cortesanas
prisiones son do el am bicioso m uere
y donde al m ás astuto nacen canas.
E l que no las lim are o las rom piere,
ni el nom bre de v aró n h a m erecido,
ni subir al h onor que pretendiere.
E l ánim o plebeyo y abatido
elija, en sus intentos tem eroso,
p rim ero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la fren te
antes que la rodilla al poderoso.
M ás triu n fo s, m ás coronas dió al prudente
que supo retirarse, la fortu n a,
que al que esperó obstinada y locamente.
E sta invasión terrible e im portuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el prim er sollozo de la cuna.
(1)
P ro b a b le m e n te
de
F e rn á n d e z
de
A n d ra d a .
210
PEREDA VALDES —
FUSCO SA N SO N E
Dejém osla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis (2 ) cuando airado
dilata h asta los m ontes su ribera.
Aquél entre los héroes es contado
que el prem io mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado.
Peculio (3 ) propio es ya de la privanza
cuando de A strea (4 ) fué, cuanto regía
con su tem ida espada y su balanza.
E l oro, la m aldad, la tiranía,
del inicuo procede, y pasa al bueno.
¿Q ué espera la v irtud o qué confía?
V en y reposa en el m aterno seno
de la an tig u a Rom úlea, (5 ) cuyo clim a
te será m ás hum ano y m ás sereno;
adonde p o r lo menos, cuando oprim a
n u estro cuerpo la tierra , d irá alguno:
“ B landa le sea”, al d erram arla encim a;
donde no dexarás la m esa ayuno (6 )
cuando te falte en ella el pece ra ro
o cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como en la oscura noche del E geo
busca el piloto el em inente fa ro ;
que si acortas y ciñes tu deseo,
d ir á s : “ L o que desprecio he conseguido;
que la opinión vulgar es devaneo” .
M ás precia el ruiseñor su pobre nido
de plum a y leves pajas, m ás sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que h alagar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el m etal de las doradas rejas.
T riste de aquel que vive destinado
a esa an tigua colonia de los vicios,
a u g u r de los sem blantes del privado.
Cese el ansia y la sed de los oficios;
que acepta el don y burla del intento,
el ídolo a quien haces sacrificios.
Ig uala con la vida el pensam iento;
y no le p asarás de hoy a m añana,
ni quizá de un m om ento a o tro m om ento.
G UIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Casi no tienes ni una som bra vana
de nuestra antigua Itálica, (7 ) y ¿esperas?
¡ oh e rro r perpetuo de la suerte h u m a n a !
L as enseñas grecianas, las banderas
del senado y rom ana m onarquía
m urieron y pasaron sus carreras.
¿Q ué es n u estra vida m ás que un breve día
do apenas sale el sol cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría ?
¿qué m ás que el heno, a la m añana verde,
seco a la tard e ?■ ¡ O h ciego d e sv a río !
¿será que de este sueño m e recuerde?
¿S erá que pueda ver que m e desvío
de la vida, viviendo, y que está unida
la cauta m uerte al sim ple vivir m ío?
Com o los ríos, que en veloz corrida
se llevan a la m ar, tal soy llevado
al últim o suspiro de mi vida.
De la pasada edad ¿qué me h a quedado?
o ¿qué tengo yo a dicha en la que espero,
sin ninguna noticia de mi hado?
¡Oh, si acabase, viendo cómo m uero,
de aprender a m o rir antes que llegue
aquel forzoso térm ino postrero,
antes que aquesta m ies inútil siegue,
de la severa m uerte, d u ra mano,
y a la com ún m ateria se la e n tre g u e !
P asáronse las flores del verano,
el otoño pasó con sus racim os,
pasó el invierno con sus nieves c a n o ;
las hojas que en las altas selvas vimos,
cayeron, ¡y nosotros a p o rfía
en nuestro engaño inmóviles v iv im o s!
T em am os al Señor, que nos envía
las espigas del año y la h a rtu ra ,
y la tem prana pluvia (8 ) y la tardía.
N o im item os la tie rra siem pre dura
a las aguas del cielo y al arado,
ni la vid cuyo fru to no m adura.
¿P iensas acaso tú que fué criado
el varón p ara ray o de la guerra,
p a ra surcar el piélago salado,
212
PEREBA VAEDES —
FUSCO S A N S 0 N É
¿p ara m edir el orbe de la tierra
y el cerco donde el sol siem pre cam ina?
¡oh, quien asi lo entiende, cuánto y erra!
E sta n u estra porción alta y divina
a m ayores acciones es llam ada,
y en m ás nobles objetos se term ina.
A sí aquella, que al hom bre sólo es dada,
sacra razón, y pura, me despierta,
de esplendor y de rayos coronada;
y en la fría región dura y desierta
de aqueste pecho enciende nueva llama,
y la luz vuelve a ard er que estaba m uerta.
Q uiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente,
que no afecto los nom bres ni la fam a.
E l soberbio tirano' del O riente,
que m aciza las torres de cien codos
del cándido m etal puro y luciente,
apenas puede y a com prar los m odos
del pecar; la v irtud es m ás b a ra ta :
ella consigo m esm a ruega a todos.
¡ P obre de aquél que corre y se dilata
por cuanto son los climas y los m ares,
perseguidor del oro y de la plata!
U n ángulo me basta entre m is lares,
un libro y un am igo, un sueño breve
que no perturben deudas ni pesares.
E sto tan solam ente es cuanto debe
N atu raleza al sim ple y al discreto,
y algún m a n ja r común, honesto y leve.
No, porque así te escribo, hagas cónceto
que pongo la v irtud en ejercicio;
que aun esto fué difícil a E píteto. (9 )
B asta al que empieza, aborrecer el vicio,
y el ánim o enseñar a ser m o d e sto :
después le será el cielo m ás propicio.
D espreciar el deleite no es supuesto
de sólida v ir tu d ; que aun el vicioso
en sí propio le nota de m olesto.
M as no podrás negarm e cuán forzoso
este cam ino sea el alto asiento,
m o rad a de la paz y del reposo.
GULA
de
LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS V MODERNOS
N o sazona la fru ta en un m om ento
aquella inteligencia que m ensura
la duración de todo a su talento.
F lo r la vimos prim ero, herm osa y p u ra ;
luego, m ateria acerba y desabrida;
y perfecta después, dulce y m a d u ra ;
tal la hum ana prudencia es bien que m ida,
y dispense, y com parta las acciones
que han de ser com pañeras de la vida.
N o quiera D ios que im ite estos varones
que m oran nuestras plazas, m acilentos,
de la v irtud infam es histriones,
esos inm undos trágicos, atentos
al aplauso común, cuyas entrañas
son infaustos y oscuros m onum entos.
¡C uán callada que pasa las m ontañas
el au ra, respirando m ansam ente!
¡ qué g árru la y sonante p o r las c a ñ a s !
¡Q ué m u d a la v irtu d p o r el prudente!
¡qué redundante y llena de ruido
p o r el vano, ambicioso y a p a re n te !
Q uiero im itar al pueblo en el v e stid o ;
en las costum bres, sólo a los m ejores,
sin presum ir de roto y m al ceñido.
N o resplandezca el oro y los colores
en n uestro tra je ni tam poco sea
igual al de los dóricos cantores.
U n a m ediana v ida yo posea,
un estilo com ún y m oderado,
que no lo note nadie que lo vea.
E n el plebeyo b arro m al tostado,
hubo ya quien bebió tan ambicioso
como en el vaso m úrice preciado;
y alguno tan ilustre y generoso
que usó, com o si fuera •plata neta,
del cristal tran sp aren te y luminoso.
S in la tem planza ¿viste tú p erfeta (1 0 )
alguna cosa? ¡O h m uerte! ven callada,
como sueles venir en la s a e ta ;
no en la tonante m áquina preñada
de fuego y de ru m o r; que no es mi puerta
de doblados m etales fabricada.
21 í
PËRËDA VALDËS —
214
FUSCO SAN SO N Ë
Así, F abio, me m uestra descubierta
su esencia la verdad, y m i albedrío
con ella se com pone y se concierta.
N o te burles de ver cuánto confío;
ni al a rte de decir, vana y pom posa,
el a rd o r le atribuyas de este brío.
¿E s p o r v en tu ra m enos poderosa
que el vicio la v irtu d ? ¿es m enos fuerte?
no la arguyas de flaca y tem erosa.
L a codicia, en las m anos ele la suerte,
se a rro ja al m a r; la ira, a las espadas;
y la am bición se ríe de la m u erte;
y ¿no serán siquiera tan osadas
las opuestas acciones, si las m iro
de m ás ilustres genios ayudadas?
Ya, dulce am igo, huyo y me retiro
de cuanto sim ple am é; rom pí los lazos.
Ven, y verás al alto fin que aspiro,
antes que el tiem po m uera en nuestros brazos.
NOTAS
( 1 ) F a b io . — E r a fre c u e n te e n tr e los p o e ta s del sig lo X V I y X V I I o c u l­
ta r b a jo e l n o m b re d e F a b io , al a m ig o a q u ie n d ir i g ía n s u s p o e s ía s d id á c tic a s ;
o m o r a le s . L o e n c o n tra m o s e n L o p e d e V e g a , e n R io ja , en C a ro , e tc .
(2 )
E l g'rar. B e t i s : R ío al q u e los á ra b e s d ie ro n el n o m b re d e G u a d a lq u i­
v ir , ta l com o e s h o y c o n o c jd o .
( 3 ) p ec u lio tie n e a q u í el sig n ific a d o d e b ie n e s , v a lo re s .
( 4 ) A s t r e a : H ija d e J ú p ite r y T e m is , se le c o n fu n d e c o n la d io s a d e la J u s ­
tic ia . H a b itó e n la tie r r a en la E d a d de O ro , p e ro los c rím e n e s h u m a n o s 1a
o b lig a ro n a v o lv e r a l c ie lo .
(5 )
R ó m u le a . — U n o d e los n o m b re s d e S e v illa b a jo el im p e rio ro m a n o .
(6 )
p e c e ; ilicencia p o é tic a
po r pez.
(7 ) I t á l i c a . — A n tig u a c iu d a d ro m a n a
c e rc a d e S e v illa . ‘‘L a c a n c ió n a las
r u in a s d e I t á l i c a ’’, n o s h a b la d e e s ta a n tig u a c iu d a d y d e sug
r u in a s .
(8 )
p lu v ia , la tin ism o , p o r llu v ia .
(9)
E p íte to ,
e s to ic a .
(1 0 ) p e r f e t a :
E p ite c to .
lic e n c ia ,
—
F iló s o fo
g rie g o . q u e
p e rte n e c ía
a
la
esc u e la
p e rf e c ta .
H IST O R IA
A trib u id a por Sedaño a B artolcm é L eonardo de A rgensola, m ás tarde
Q uintana y el P a d re E stala, creyeron fu e ra de Francisco de R ioja, nresunto au to r de la “C anción a las ruinas de Itálica ”.
E n 1875, A d o lfo de C astro, en su obra “ L a E pístola M oral a Fabio
no es de R io ja ’' dem ostró acabadam ente lo absurdo de tal afirm ación de
GUIA DE LECTURAS
de
AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
215
Q uintana y E stala . O tro s la atribuyeron ccn m ás probabilidad a A ndré:
F ernández de A ndrada. Con la denom inación de “A nónim o Sevillano’
fig u ra en las "Cien m ejores poesías de la lengua castellana” seleccionadas
por M arcelino M enéndez y Pelayo y así se le considera h asta tanto nc
aparezca su verdadero autor.
C O M E N TA R IO
E s la obra m ás interesante de la poesía española en el género didáctico
m oral, que cu ltivaron B artolom é L eonardo de A rgensola y su herm ano
Lupercio, Q uevedo, en su fam osa “E pístola satírica y censoria”, R odrigo
C aro en la “ Canción a las ruinas de Itálica ” y en la E dad
M edia y el Renacim iento, Sem Tob, Berceo, e! M arqués de Sr.ntillana, Ju an de M ena, M anrique y F ra y L uis de León. E l estcicism o cas­
tellano había dado en las “Coplas” de Jo rg e M anrique su expresión m ás
alta. L a escuela sevillana, que tuvo en F ernando de H e rre ra su cultor
más grave y dolorido, adquiere un vuelo y elevación m áxim o en la E pístola
M oral. L a escuela Senequista española, cuyo m ás alto representante fu e ra
Quevedo, adopta el espíritu de una filosofía trad u cid a en aforism os poé­
ticos en los versos de bronce, en' los tercetos disciplinados de la E pístola
M oral, donde la filosofía p ráctica de la vida adquiere m ayor relieve poético.
L a influencia H oraciana, que tiene sus modelos clásicos en las liras
de G arcilaso y F r a y L uis de León, se re fle ja en este anónim o sevillano
cuya lum inosidad cálida evcca la Sevilla soleada y a frican a.
Se pueden señalar en el curso de la E pístola que estudiam os las di­
versas influencias y lugares com unes de la poesía didáctica m oral desde
M anrique, expresados, sin em bargo, en fo rm a b astante personal.
“como los ríos, que en veloz co rrid a
se llevan a la m ar, tal soy llevado
al últim o suspiro de mi vida.”
L a m etáfo ra en la que se com para la vida hum ana a los ríos que corren
y m ueren en el m ar como nuestra vida, la encontram os en las coplas de
M a n riq u e :
“N u estras vidas son los ríos
que van a d a r a la m ar
que es el m orir
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consum ir”
L a frugalidad de la vida, su exaltación insistentem ente am orosa, la
habíam os com prendido anteriorm ente a trav és de “V ida re tira d a ” de F ra y
L uis de L eó n ; este
216
PEREDA VALDES —
FUSCO SA N SO N É
“U n ángu'.o me basta entre mis lares
un libro y un amigo, un sueño breve
que no perturben deudas ni pesares”
N os evoca el decir de F ra y L u is:
“A mí una pobrecilla
m esa de am able paz bien abastada
me baste y la baxilla
de fino oro labrado
sea de quien la m a r no teme airada” .
L a concepción horaciana del “aureas m ediocritas”— una do rad a m e­
diocridad — se expresa en este te rc e to :
"U na mediana vida yo posea,
un estilo com ún y m oderado,
que no lo note nadie que lo vea ’.
E l haber adoptado Quevedo en su “E pístola satírica y censoria” —
que tiene m ás de epístola m oral que de satírica — el m ismo m etro del
autor de la “E pístola M oral” y la sem ejanza en las ideas, nos hacen
sospechar en am bas cierta continuidad de pensam iento. V eam os tales coin­
cidencias :
“A la seda pomposa siciliana,
Q ue m anchó ardiente m úrice, el rom ano
Y el oro hicieron áspera y tira n a ”
.
( Q uevedo)
“E s el plebeyo b a rro m al tostado
hubo ya quien bebió tan ambicioso
como en el vaso m úrice preciado”
( A nó nim o sevillano)
“P retende el alentado joven gloria
P o r de ja r la vacada sin m arido
Y de Ceres ofende la m em oria”
( Q u evedo )
¡ P obre de aquél que corre y se dilata
por cuanto son los clim as y los m ares
perseguidor del oro y de la p lata”
( A nó nim o sevillano)
M áxim as de Séneca — ya anteriorm ente señalam os dicha influencia —
las encontram os poetizadas en la’ E pístola M o r a l:
G UIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
217
“Oh, si acabr.se, viendo com o m uero,
de aprender a m orir antes que llegue
aquel forzoso térm ino p ostrero”
en
“A ntes de ser viejo pensaba en vivir bien; a hora que lo soy, pienso
m orir,
y m orir bien es m o rir sin pesar” .
(.Epístolas Morales. — Séneca. — L X I )
Pueden señalarse a través de la E pístola frecuentes im itaciones de
H o racio y algunos pensam ientos bíblicos, si no fu e re ello caer en p ro li­
jidad erudita.
g a s t a recordar que, el fondo de las ideas m orales de la epístola lo
constituye una serie de lugares com unes filosóficos, de
una filosofía vul­
gar, preceptiva, que elogia la tranquilidad de la vida retirad a de toda va­
nidad cortesana, de los sinsabores de la ambición, de los engaños de la
suntuosidad, tal como en síntesis se expresa en el p rim er terceto :
“Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son cío el am biente m uere
y donde al m ás astuto nacen canas”
V eam os ahora algunas innegables bellezas p o é tic a s:
¡ Cuán callada que pasa las m ontañas
el aura, respirando m an sam en te!
¡ qué g á rru la y sonante por las cañas ¡
,
L a idea de com parar a la am bición con el a u ra que cruza las m on­
tañas sin ningún provecho, y el aire que en la flau ta se traduce en m elo­
día, es herm osísim a. Y esos adjetivos, g á rru la y sonante, tienen algo de la
cristalina voz de la flauta en su exactísim a a rm o n ía ’im itativa.
M ás a d e la n te :
‘‘Sin la tem planza ¿V iste tú perfecta
alguna cosa ? \ O h m u e rte ! ven callada
como sueles venir en la saeta;
Pensam iento elevadisim o, profundo, que se agudiza en la com para­
ción con la m uerte callada que viene en la saeta.
L a cu arteta final, que rom pe en un crescendo m agnifico la arm onía
cerrada de los tercetos es de una elevadisim a inspiración, y da punto
final con aguda penetración m ística a la gravedad de la epístola, en la
cual sólo excepcionalm ente aparece un pensam iento v u lg a r:
“Y a dulce amigo, huyo y m e re tiro
de cuanto sim ple am é; rom pí los lazos
ven, y verás al alto fin que aspiro,
antes que el tiem po m uera en nuestros brazos.”
PEREDA VALDES —
218
FUSCO SAN SON E
E n cambio, ¡ qué desm ayado nos resulta el terceto sig u ien te !:
“No, porque asi te escribo, hagas concreto
que pongo la virtu d en ejercicio;
que aun esto fu é difícil a E píteto"
V u lg ar es este terceto :
“estos inm undos trágicos, atentos
al aplauso común, cuyas entrañas
son infaustos y oscurcs m onum entos”
Con el adjetivo “inm undo” aplicado a los histriones, y esa com para­
ción poco feliz de las entrañas con “oscuros m onum entos'’.
T am bién el terceto
“M as 110 podré negarm e cuán forzoso
E ste cam ino sea el alto asiento
M o rad a de la paz y del reposo”.
en su segundo verso presenta con la sinalefa y la cacofonía de sea el alto,
un verso defectuoso que suena m al al oído.
E LE M EN TO S LO CALES DE LA
E P IST O LA
L es elem entes locales de la E pístola los encontram os en la evocación
del río Betis, q u e :
“dilata hasta los m ontes su rib era”.
I
E l río B etis es fam oso por sus inundaciones; de ahí la g rá fic a ex ­
presión de dilatar hasta el m onte la ribera, que tan adm irablem ente y
con tan ta precisión nos da la idea del fenóm eno natural.
E n el recuerdo de Itálica, la a ntigua ciudad rom ana cercana a Sevi­
lla, que fu é m otivo de inspiración de tantos poetas de la escuela sevillana,
— R. Caro, R ioja, — está asim ilado aquí, como otras veces, las cosas
que el tiem po destruye y que ayer fueron vanas p om pas:
“L as enseñas grecianas, las banderas
del Senado y rom ana m onarquía
m urieron y pasaron sus c arreras”
L a antigua ciudad de Ju lia Rom ulea, de la época rom ana, es
evocada aquí, cuyo clima es denom inado “hum ano” .
La novela picaresca
N i la novela pastoril, ni la novela de caballerías, fu ero n géneros li­
terario s oriundos de E spaña. D el e x tra n je ro llegaron y como propios s :
aclim ataren, dejando traslu c ir el origen exótico. N o sucede lo mismo.
con un género genuinam ente español, la novela picaresca, nacido en E s­
paña com o una consecuencia de la observación directa de la realidad, de
esa realidad española de los siglos X V I y X V II, que se m anifestaba rica
en episodios de caballería y de picarism o. F u é la novela picaresca el
único género literario no tem ado en préstam o de otros países y el que
irradió su inusitada fo rtu n a a los vecinos estados, principalm ente a
F ra n c ia , donde Le Sage pone a la m oda el género, im itando al "E scu­
dero M arcos de O bregón en su gracioso “Gil B l as de S antillana’ , y
"E l diablo cojuelo” de V élez de G uevara, en “Le B oiteux” .
ANTECEDENTES
E l personaje del picaro, lo encontram os ya en el criado F u ró n , tal
como lo describe el A rcipreste de H ita en el L ibro de B uen A m or :
‘ E ra m introso, bebdo, ladrón, é m esturero
T a fu r, peleador, goloso, re fe rte ro
R eñidor e adevino,
Sucio e a g o rero ” .
N o todo es picaresco en la tragicom edia de “ Calixto y M eli­
bea-’, com o creen algunos autores equivocadam ente. N i la C elestina es
una novela, ni el fondo profundam ente tragicóm ico de la obra tienen
m ucho que ver con el género picaresco. Celestina, personaje que podría pa­
sar p o r genuinam ente picaresco, 110 reúne todas las cualidades de la psicolo­
gía del p ic a ro : ni el desinterés, ni la nobleza, ni la poesia realista del tro ­
tacalles. Celestina es m u je r de un oficio determ inado, el picaro es h om ­
bre de m uchos oficios; Celestina es venal y tra b a ja el am or venal, el
picaro es generoso y nd se v e n d e ; el picaro puede ser caballero, por lo
cual se decía que entre el picaro y el caballero no había m ucha diferencia;
había picaros caballeros y caballeros picaros.
L a prim era de las novelas picarescas, en orden cronológico, fu é “L a
lozana andaluza” de Francisco D elicado, cuyo asunto escabroso y m o­
vido se desarrolla en Ita lia . N o es propiam ente una novela picaresca,
220
PEREDA VALDES —
FUSCO SA N SO N E
pero se la puede tener como un esbozo del g é n ero . L a prim era novela,
realm ente picaresca, es, pues, el “L azarillo de T o rm es” .
O R IG E N D E L A P A L A B R A
Según F o u lch é Delbcsc, picaro viene de pinche de c o c in a ; otros
au to res hacen derivar la palabra de P icardía, pero de picardía d e rivaría
picardo y no p ica ro ; otros, de P ic a. Finalm ente, B onilla y S an M a rtín
cree que proviene del árabe, p o r la sem ejanza etim ológica de algunas pa.
labras como bikarón (m ad ru g ad o r) y otras con el vccablo picaro, y por.
que los ganapanes eran árabes.
P SIC O LO G ÍA D E L P E R S O N A JE
E l héroe de la novela de caballerías e ra m uy distinto al personaje
de la novela picaresca; he aquí las diferen cias:
N o vela de caballerías
N ov ela picaresca
— Realista
— N i siente el am or, sino como
un accidente secundario
—T iene m uchos am os y de ahí le
viene la experiencia vital
— E s un personaje v u lg ar y un
antihéroe-
-Id ealista
-E nam orado
-E s un g ra n Señor
-E s un héroe
E l personaje de la novela picaresca se hace hom bre al contacto
de la realidad, en la escuela de la vida. T iene por m aestros a sus
amos y a la g ra n m aestra, la re a lid a d . E s un cínico, un desvergonzado,
que no se preocupa de la m oral y se burla de la pedantería. Soporta les sin­
sabores de la existencia con fé rre o estoicismo, no m ira al porvenir y se
preocupa únicam ente del presente. V ive para com er y odia el tra b a jo .
L a holganza española, el tedio de esperar unai plaza nunca en vacancia,
la m iseria aprem iante, c rearo n este tipo del picaro, m edularm ente espa­
ñol y espejo de la realidad de la E spaña de los F e lip e s, ¡Q u ién sabe
si C ervantes, a no ser por su entereza de c ará cte r y su am or a la v e r­
dad, no se habría convertido en un picaro! ¿ N o hubo caballeros que
lo fueron? E l am or en la vida del picaro es un episodio secundario, no
■ama sino por interés y casi siempre resulta engañado por las m ujeres,
de b a ja estofa, seguram ente. E s a lo Sumo interm ediario en am oríos,
com o G uzm án entre la señora del D r. Sequeda y su am ante.
LA
R E A L ID A D
L a novela picaresca es la m ejor fo to g ra fía de la vida esp añ o 'a en
los siglos X V I y X V I I . E stá n allí retratad o s el hidalgo pobre ( T r a ­
tado I I I de L azarillo ) ; el m édico logrero (C a p . de G uzm án) ; el clé­
rigo avaro ( I I tratad o de L a z a rillo ), etc.
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y M C O S K B us
T odos los personajes de la vida española desfilan por la novela
caresca, en una procesión interm inable. L a atm ó sfera de la novela
caresca es tan interesante com o el personaje de la m ism a. E l cam po
acción del picaro es m ás am plio en algunas novelas com o G uzm án
A lfa ra c h e.
pi­
-pi­
de
de
I N D I C E D E L A S P R I N C I P A L E S N O V E L A S P I C A R E S C A S >NO
C O M E N T A D A S, CON R E F E R E N C IA A S U S A U T O R E S
“A lonso, mozo de m uchos am os” , de Jerónim o de A lcalá, médico segoviano. Se publicó en 2 p a rte s: en 1624 la prim era, y l a segunda en 1626.
“E l viaje entretenido”, de A gustín de R ojas (1572-¿ 1612?), relato
de la vida del a u to r y de los com pañeros cóm icos.
“L a h ija de Celestina o L a ingeniosa E lena” , de A lonso de Salas
B arbadillo (1581-1635).
‘ L a G arduña de Sevilla”, de A lcnso de C astillo Solórzano (¿15841647?).
“V ida y hechos d, E stebanillo González” , de a u to r desconocido.
“P eriquillo el de las gallineras” (1668), de Francisco S antos.
Señala la decadencia del género.
El Lazarillo de Tormes
T R A T A D O P R IM E R O
Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fué. Asiento de Lázaro
con un ciego
Pues sepa vu estra m erced ante todas cosas, que a
mí me llam an L ázaro de Torm es, h ijo de T om é González
y de A n to ñ a Pérez, naturales de T ejares, aldea de S ala­
m anca. M i nascim iento fué dentro del río T orm es, por la
cual causa tom é el sobrenom bre, y fué desta m anera. Mi
padre (que Dios p erdone) tenía á cargo de proveer una
m olienda de una aceña ( i ), que está ribera de aquel río, en
la cual fué m olinero m ás de quince añ o s; y estando mi
m ad re u na noche en la aceña, preñada de mí, tom óla el
p arto y parióm e a llí; de m anera, que con v erd ad me puedo
decir nacido en el río. P ues siendo yo niño de ocho años,
achacaron a mi padre ciertas sangrías (2 ) m al hechas en
los costales de los que allí a m oler venían, por lo cual fué
preso, y confesó, y no negó, y padeció persecución por
justicia. E spero en Dios que estará en la g lo ria; pues el
E vangelio los llam a bienaventurados. E n este tiem po se
hizo cierta arm ad a (3 ) contra m oros, en tre los cuales fué
mi p ad re que a la sazón estaba d esterrad o por el desastre
ya dicho, con cargo de acem ilero (4 ) de un caballero que
allá fu é ; y con su señor, como leal criado, feneció su vida.
Mi viuda m adre, com o sin m arido y sin abrigo se
viese, determ inó arrim a rse a los buenos, por ser uno dellos,
y vínose á v iv ir á la ciudad, y alquiló u n a casilla, y m etióse
a g u isar de com er á ciertos estudiantes, y lavaba la ropa
á ciertos mozos de caballos del com endador de la M agda­
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
223
lena. D e m anera, que frecuentando las caballerizas; ella
y un hom bre m oreno de aquellos que las bestias curaban,
vinieron en conocim iento. E ste algunas veces se ve­
nía á n u estra casa, y se iba á la m añ an a; otras veces de día
llegaba á la puerta, en achaque (5 )
de com prar
huevos y entrábase en casa. Y o al pricipio de su entrada,
pesábame con él y habíale m iedo, viendo el color y m al ges­
to que ten ía; m as desque (6 ) vi que con su venida m ejo ra­
ba el com er, fuíle queriendo bien, porque siem pre tra ía
pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, á que nos
calentábam os. D e m anera, que continuando la posada y
conversación, mi m adre vino á darm e dél un negrito m uy
bonito el cual yo brincaba (7 ) y ayudaba á acallar. Y acuérdom e que estando el negro de mi padrasto treb ejan d o (8 )
con el m ozuelo, como el niño veía á mi m adre y á mi blan­
c o s ^ á él no, huía dél con m iedo p ara m i m adre, y seña­
lando con el dedo decía: m am á, coco. Y él respondió rien­
do : ó hideputa ruin. Y o, aunque bien m ochadlo ( 9 ) ,
noté aquella palabra de mi herm anico, y dije entre m í:
cuántos debe de haber en el m undo que huyen de otros p o r­
que no se ven á sí m esm os (1 0 ).
Q uiso n u estra fo rtu n a que la conversación del Zayde,
que así se llam aba, llegó á oídos del m ayordom o, y hecha
pesquisa, hallóse que la m itad por m edio de la cebada que
para las bestias le daban hurtaba, y salvados (1 1 ) , leña
alm ohazas (1 2 ), m andiles (1 5 ) y las m antas, y las sába­
nas de los caballos hacía perdidas, y cuando o tra cosa no
podía las bestias desherraba, y con todo esto acudía á mi
m adre p ara c ria r a mi herm anico. N o nos m aravillem os de
un clérigo, ni de un fraile (1 4 ) , porque el uno h u rta de
los pobres, y el otro de casa p ara sus devotas, y p ara ayuda
de o tro tanto, cuando á un pobre esclavo el am o r le ani­
m aba a ésto; y probósele cuanto digo, y aún m ás porque á
mí con am enazas me preguntaban, y com o niño respondía,
y descubría cuanto sabía con m iedo, hasta ciertas h errad u ­
ras, que p o r m andado de mi m adre á un h errero vendí. Al
triste de mi p ad rastro azotaron y prin g aro n (1 5 ) , y á mí
m adre pusieron pena por justicia sobre el acostum brado
centenario, que en casa del sobredicho com endador no en­
trasen ni al lastim ado Zayde en la suya acogiese. P o r no
echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y cum plió
la sentencia; y p o r evitar peligro y q u itarse de m alas len­
224
PEREDA VALDES —
EUSCO SAN SO N E
guas, se fué á servir a los que al presente vivían en el mesón
de la S o lan a; y allí padeciendo 'mil im portunidades1, se
acabó de criar mi herm anico, h asta que supo andar. Y a yo
era buen m ozuelo, que iba á los huéspedes por vino y can­
delas, y por lo dem ás que me m andaban.
E n ese tiem po vino á posar al m esón un ciego, el cual
pareciéndole que yo sería p ara adestrarle, me pidió a mi m a­
dre, y ella m e encomendó á él, diciéndole como era h ijo de
un buen h o m b re; el cual por ensalzar la fé había m uerto
en la de los Gelves (1 6 ), y que ella confiaba en Dios no sal­
d ría peor hom bre que m i padre, y que le rogaba me tra ta ­
se bien, y m irase por m í, pues e ra huérfano. E l respondió
que así lo h aría, y que me recibía nó por m ozo sino por hi­
jo. Y a s i, le comencé á servir y ad e strar á mi nuevo y vie­
jo am o : com o estuvim os en S alam anca algunos días pare­
ciéndole á m i am o que no era la ganancia á su contento,
determ inó irse de allí y cuando nos hubim os de p a rtir, yo
fui á ver á m i m adre, y ambos llorando, me dió su bendicición y d ijo : — H ijo , ya sé que no te veré m ás; p ro c u ra de
ser bueno, y D ios te guíe ; criado te he, y con buen am o te
he puesto, válete para t í ; y así me fui p ara mi am o, que
esperándom e estaba. Salim os de S alam anca, y llegando á
la puente (1 7 ), está á la entrada del'la un anim al de piedra,
que .casi tiene fo rm a de toro, y el ciego m andóm e que lle­
gase cerca del anim al, y allí puesto, m e d i j o :
— L ázaro, llega al oído á ese toro, y o irás g ra n ru i­
do dentro dél.
Y o sim plem ente llegué, creyendo ser a s i ; y com o sin­
tió que tenía la cabeza p ar de la piedra, afirm ó recio la m a­
no y dióm e una gran calabazada (1 8 ) en el diablo del to­
ro, que m ás de tres días me duró el dolor de la cornada, y
di jo m e :
— Necio, aprende, que el m ozo del ciego un pu n to ha
de saber m ás que el diablo, y rió m ucho la burla. P areció­
me que en aquel instante desperté de la sim pleza en que co­
mo niño dorm ido estaba, y dije entre m í: verdad dice este,
que cumple av iv ar el o jo y avisar, pues soy solo, y pensar
cómo me sepa valer.
NOT AS
(1 )
(2 )
A c e ñ a . — M o lin o m o v id o p o r e l a g u a .
c ie r ta s s a n g r ía s . — C ie rto s h u r to s .
GUIA DIv LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
225
(3 ) a r m a d a . — E jé r c ito fo rm a d o p a ra c o m b a tir a lo s m o ro s .
( 4 ) a c e m ile ro . — E l q u e c u id a d e la s a c é m ila s .
( 5 ) E n a c h a q u e . — C o n p re te x to de.
(6 ) D esq u e. — D esde q u e.
( 7 ) b rin c a b a . — E n t r e te n í a .
( 8 ) tr e b e ja n d o . — J u g a n d o .
(9 ) m ochacho. — M uchacho.
(1 0 O b se rv a c ió n q u e d e m u e s tra el s e n tid o m o ra liz a d o r d el a u t o r q u e o b s e rv a
d ire c ta m e n te la v id a .
(1 1 ) s a lv a d o s .
— C á s c a ra d el g ra n o q u e
q u e d a m e z c la d a c o n la h a r in a .
(1 2 ) A lm o h a z a s . — I n s tr u m e n to d e h ie rro c o n s e rre z u e la s p a ra lim p ia r las
c a b a lle r ía s .
(1 3 ) m a n d ile s .
— P e d a z o d e b a y e ta co n
q u e se lim p ia e l c a b a llo .
(1 4 ) O b sé rv e s e
la c r ític a re fo r m is ta q u e
im p lic a n e s ta s p a la b ra s .
(1 5 ) p r in g a r o n . — C o lg a ro n .
C O N D IC IO N S O C IA L D E L A Z A R O
P ertenecía L ázaro de T erm es a esa clase subsocial que la m iseria
a rro ja a “vivir la vida” a la buena de D io s. E n su m ilicia se form an los
ham pones; en la escuela de M onipodio se educan y se adiestran. A m ­
biente adm irablem ente descripto por C ervantes en “ R inconete y C ortadi­
llo” . P e ro L ázaro no había caído tan abajo, no llega al h u rto que m e­
rezca punición. Son las suyas diabluras m ás que delitos. N o es por con­
siguiente L ázaro un delincuente, ni un degenerado. S u buen hu m o r lo
salva de todo y el ham bre es el m ejo r acicate para sus diabluras..
E n la novela picaresca, el' picaro — personaje cen tral y espejo de la
picardía — es siem pre un m uchacho o un hom bre ya m aduro de in fe­
rio r condición, nunca es un hidalgo venido a menos, ni un profesional
do la delincuencia. L a novela picaresca ha sum inistrado arquetipos de
toda índole siem pre en la clase in fe rio r. A veces, el picaro, m e jo ra de
condición com o el G uzm án de A lfarache, o el mismo L azarillo, al final
de la obra, pero es una excepción en su eterna c a rre ra de m iserable, sin
ninguna salida en una sociedad en decadencia, cuando ya el oro se ha
bía evaporado de las arcas reales y los Felipes habían m algastado la
H acienda española en ajenas e infructuosas contiendas.
E X P E R IE N C IA
L a experiencia el picaro la adquiere en la vida y no en los libros
¡ L a vida, he ahí la g ra n m aestra de L ázaro 1 P e ro el m udar de am os es
condición del picaro y al m ismo tiem po aprovechada lección. “Alonso,
m ozo de m uchos am os” , se titu la la novela picaresca de Jerónim o de
A lcalá Y áñez y R iv era . E l ciego es el prim er m aestro de L ázaro y de
él aprende lecciones difícilm ente olvidadas, puesto que a la prim era opor­
tunidad las retribuye (episedio del pilar. T ra ta d o p rim e ro ).
C A R A C T E R A U T O B IO G R A F IC O DE L A N O V E L A
P IC AR E SC A
T o d a novela picaresca es una a u to b io g rafía . E l picaro n a rra su
vida con toda llaneza (com o en el L az arillo ) y sus aventuras por el m u n ­
do constituyen la tram a de la novela. A veces el escenario es m ezquino
com o en el L azarillo, o tras veces es amplio, y com prende viajes, paisajes y
descripciones por otros países, com o en “G uzm án de A lfarach e” .
15
R EA LIS M O
La novela pastoril y k caballeresca eran idealistas. Idealizaban la
vida ya sea con ornam entos de paisajes apacibles (arc a d ia s) o con es­
cenas caballerescas, m ilagros y fantásticas visiones. C on la novela pi­
caresca penetra m ás hondam ente el realism o en la lite ratu ra castellana
(fu e re n cuadros realistas “E l C orbacho” y ‘‘La Celestina”, pero no tan
c o m p le to s). L a novela picaresca es un espejo o una c ám ara fo to g rá ­
f i c a : reproduce la realidad de la vida española en el siglo X V I . E l es­
cudero del L azarillo es la m ejor pin tu ra de un hidalgo pauperizado, que
necesita aparentar una vida fastuosa para m antener el rango, aunque la
m iseria lo corroa por dentro.
EL A N T IH E R O E
E l personaje de la novela picaresca es el antihéroe típico. L a no­
vela de caballerías tuvo su héroe, A m adis de Gaula o P alm erín de I n ­
g la te rra . U n antihéroe típico de esa clase de novelas podría parecer D on
Q uijote, escarnio de la heroicidad caballeresca, parodia grotesca de los
caballeros andantes, pero justam ente D on Q uijote, el ú ltim o caballero
y el m ás sublime de todos, es la superación del género. E l antipolo del
caballero es el picaro, que acude a llenar las necesidades aprem iantes de
la vida, y para quien, el am or, es apenas un'episodio secundario, que des­
deña la gloria y el am or para vivir como puede. Y precisam ente la no­
vela de caballerías era novela de gloria y de am or.
T R A T A D O III
D e como Lázaro se asentó con un escudero, 3,' de lo que le
acaesció con él
D esta m anera me fue forzado sacar fuerzas de flaque­
za, y poco á poco, con ayuda de las buenas gentes, di conm i­
go en esta insigne ciudad de Toledo, adonde con la m erced
de Dios, dende á quince días se m e cerró la herida, y (1 )
m iéntras estaba m alo siem pre m e daban alguna lim osna;
m as después que estuve sano todos me d e c ía n :
—’ T ú , bellaco y gallofero (2 ) eres; busca, busca, un
am o á quien sirvas.
¿Y adonde se h allará ése, decía yo entre mí, si Dios
ag o ra de nuevo (com o crió al m undo) no le criase? A nda­
do así discurriendo de p uerta en puerta, con harto' poco
rem edio (p o rque ya la caridad se subió al cielo), topóme,
Dios con un escudero (4 ) que iba por la calle con razona­
ble vestido, bien peinado, su paso y compás en ord en ; m i­
róm e y yo á él, y d íjom e:
— M ochacho, ¿buscas am o?
Y o le d ije :
— Si, señor.
—•“ Pues vente tras mí, m e respondió, que Dios
te ha hecho m erced en to p ar conm igo; alguna buena o ra­
ción rezaste hoy.”
Y
seguile, dando gracias á D ios p o r lo que le oí, y tam ­
bién que (5 ) me parecía, según su hábito y continente, ser
el que yo había m enester. E ra de m añana cuando este mi
tercero am o topé, y llevóme tras sí gran parte de la ciu­
dad. P asabam os por la plaza donde se vendía pan y o tras
provisiones; yo pensaba y aún deseaba que allí m e quería
c a rg a r de lo que se vendía, porque esta era propia hora (6 )
cuando se suele proveer de lo necesario; m as m uy á tendi­
do paso pasaba por estas cosas. P o r ventura no lo ve aquí
á su contento, decía yo, y q u errá que lo com prem os en otro
cabo.
D esta m anera anduvim os h asta que dió las once (7 ) ;
entonces se entró en la iglesia m ayor, y yo tras é l ; y m uy
devotam ente le vi oir m isa y los otros oficios divinos; has­
ta que todo fué acabado y la gente ida. E ntonces salim os
de la iglesia, y á buen paso tendido com enzam os á ir p o r
una calle abajo ; yo iba ya el m ás alegre del m undo, en ver
que no nos habíam os ocupado en buscar de com er; bien
consideré que d e b ía ser hom bre m i nuevo am o, que se pro­
veía en ju n to ( 8 ) , y que ya la com ida estaría á punto, y
tal como yo la deseaba y aun había m en este r. E n este tiem ­
po dió el reloj la una, después de m edio día ( 9 ) , y llega­
m os á una casa, ante la cual mi am o se p aró y yo con él, y
d erribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo (1 0 ) ,
sacó una llave de la m anga, y abrió su p u erta y entram os
en casa, la cual (1 1 ) tenía la en trad a obscura y lóbrega,
de tal m an era que parecía que ponía tem or á los que en
ella en traban, aunque dentro della estaba un patio peque­
ño y razonables cám aras ( 1 2 ) . D esque (1 3 ) fuim os e n tra ­
dos, quita de sobre sí su capa, y preguntando (1 4 ) sí ten ía
las m anos lim pias, la sacudim os y doblam os y m uy lim pia­
m ente soplando un poyo que allí estaba, la puso en él; y
hecho esto, sentóse cabe della, preguntándom e m uy por
extenso de dónde era y cómo había venido á aquella ciu­
dad, y yo le clí m ás larg a cuenta que quisiera (1 5 ) porque
me parecía más conveniente h o ra de m an d ar poner la m esa
228
PEREDA VAI,DES —
FUSCO SAN SO N E
y escudillar (1 6 ) la olla', que de lo que me pedía; con todo
eso, yo le satisfice de mi persona lo m ejor que m en tir su­
pe, diciendo mis bienes y callando lo dem ás, porque me pa­
recía 110 ser p ara en cám ara ( 1 7 ) .
E sto hecho, estuvo ansí un poco, y yo luego (1 8 ) vi
m ala señal, p or ser ya casi las dos y no le ver m ás alien­
to (1 9 ) de com er que á un m uerto. Después desto, consi­
deraba aquel tener cerrada la p u erta con llave ni sentir (2 0 )
a rrib a ni ab ajo pasos de viva persona por la casa; todo lo
que había visto eran paredes, sin ver en ella silleta (2 1 ),
ni ta jo (2 2 ) , ni aun tal arcaz y com o el de m arras (2 3 ) , fi­
nalm ente ella parecía casa encantada. E stan d o así, di jo m e:
— T ú, mozo, ¿has com ido?
— N ó, señor, dije yo, que aun no eran dadas las
ocho cuando con vuestra m erced encontré.
— Pues, aunque de m añana, yo había alm orzado, dice,
y cuando ansí como algo, hágote saber que h asta la noche
m e estoy an sí; por eso, pásate com o pudieres, que después
cenaremos.
V u estra m erced crea, cuando esto le oí, que estuve en
poco de caer de mi estado (2 4 ), no tan to de ham bre como por
conocer de todo en todo la fo rtu n a serme adversa.
Allí se m e representaron de nuevo m is fatigas, y to r­
né á llo rar m is tra b a jo s; allí se me vino á la m em oria la
consideración que hacía cuando me pensaba ir del clérigo,
diciendo que aunque aquel era desventurado y m ísero, por
v en tu ra to p aría con o tro p eo r; finalm ente, allí lloré mi
trab a jo sa vida pasada y mi cercana m uerte venidera, y con
todo, desim ulando lo m ejor que pude, le d ije :
— Señor, m ozo soy, que no me fatigo m ucho por co­
m er, bendito D ios (2 5 ) : deso (2 6 ) m e podré yo alabar
entre todos m is iguales, por de (2 7 ) m ejo r g arganta, y así
fui yo loado della h asta hoy día de los am os que y.o he te­
nido.
—-V irtud es esa, dijo él, y por eso te querré yo m ás;
porque el h a r ta r es de los puercos, y el com er regladam en­
te es de los hom bres de bien.
Bien te he entendido', dije yo entre mí, m aldita sea ta n ­
ta m edicina y bondad com o aquestos (2 8 ) m is am os, que
yo hallo, hallan en la (2 9 ) ham bre. Púsem e á un cabo del
portal, y saqué unos pedazos de pan del seno, que me h a ­
bían quedado de los de p o r D ios (3 0 ).
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
229
E l, que vió esto, di jo m e:
— V en acá, mozo, ¿qué com es?
Y o lleguéme á él, y m ostréle el p a n ; tom óm e él un
pedazo de tres que eran, el m ejor y m ás grande (3 1 ) , y
d íjo m e :
— P o r mi vida, que parece éste buen pan.
— ¿Y cómo agora, dije yo, señor, es bueno?
— Y á fe, dijo él: ¿adonde le hubiste? ¿Si es (3 2 )
am asado de m anos lim pias?
— “ N o sé yo eso, le d ije, m as á mí 110 me pone asco
el sabor dello.”
— A nsí plega á Dios, dijo el pobre de mi ajno, y
llevándolo á la boca comenzó á d ar en él tan fieros (3 3 ) bo­
cados como yo en el otro. ¡S abrosísim o pan está, dijo,
p or D io s !”
Y
como le sentí de qué pié coxqueaba (3 4 ), dim e prie­
sa, porque le vi en disposición á si acababa antes que yo, se
com ediría (3 5 ) á ayudarm e á lo que m e quedase, y con
esto acabam os casi á una (3 6 ). Comenzó á sacudir con
las m anos unas pocas de (3 7 ) m ig ajas y bien m enudas,
(3 8 ) que en los pechos se le habían quedado, y entró en
una cam areta (3 9 ) que allí estaba, y sacó un ja rro desbo­
cado y 110 m uy nuevo, y desque hubo bebido, convidóm e
con él. Yo, por hacer del continente (4 0 ), d ije :
— Señor, no bebo vino.
— A gua es, me respondió, bien puedes beber.
Entonces tom é el ja r r o y bebí, nó m ucho, porque de
sed no era mi congoja. A nsí estuvim os h asta la noche, h a ­
blando en cosas que me preguntaba, á las cuales yo le res­
pondí lo m ejor que m en tir supe. En este tiem po m etióm e en
la cám ara donde estaba el ja rro de que bebimos, y d íjom e:
— Mozo, pásate (4 1 ) allí, y verás cóm o hacem os esta
cama, p a ra que la sepas hacer de aquí adelante.'
Púsem e de 1111 cabo y él del otro, y hecimos (4 2 ) la
n egra cama, en la cual no había m ucho que hacer, porque
ella tenía sobre unos bancos un cañizo (4 3 ) , sobre el cual
estaba tendida la ropa encim a de un negro colchón que por
no estar m uy costum brado á lavarse, no parecía colchón, aun­
que servía dél con h a rta m énos lana que era m e n e ste r: aquel
tendim os, haciendo cuanta de ablandalle, lo cual era im­
posible, porque de lo duro mal se puede hacer blando. E l
diablo de enjalm a m aldita la cosa tenía dentro de sí, que
puesto sobre el cañizo todas las cañas se señalaban, y p a­
recían á lo propio entrecuesto (4 4 ) de flaquísim o puerco;
y sobre aquel ham briento colchón un alfa m a r del m ismo
jaez, del cual el color yo no pude alcan zar. H echa la cama,
y la noche venida, di jo m e:
— “L ázaro, ya es tarde, y de aquí á la plaza hay gran
trech o ; (4 5 ) tam bién en esta ciudad andan m uchos lad ro ­
nes, que siendo de noche capean; (4 5 ) pasemos com o po­
dam os, y m añana, viniendo el día, D ios h a rá m erced; p o r­
que yo p or estar solo no estoy proveído; ántes he com ido
estos dos días por allá fuera, m as ah o ra hacerlo hemos de
o tra m anera (4 6 ) .
— “ S eñor, de mí, dije yo, ninguna pena tenga vuestra
m erced que bien sé p asa r una noche, y aun más, si es m e­
nester, sin com er.”
— “ V ivirás m ás sano, me respondió, porque, como de­
cíam os hoy, no h ay tal cosa en el m undo p ara vivir m u­
cho que (4 7 ) com er poco.”
“ Si p or esta vía es, dije entre mí, nunca yo m oriré,
que siem pre he g u ard ad o esta regla por fuerza, y aun es­
pero en mi desdicha tenella toda mi vid a.”
Y
acostóse en la cama, poniendo por cabecera las cal­
zas (4 8 ) y el jubón (4 9 ), y m andóm e echar á sus piés, lo
cual yo h ice; m as m aldito el sueño que yo dorm í, porque las
cañas y mis salidos huesos en toda la noche d ejaro n de ri­
fa r y encenderse (5 0 ) , que con m is trabajos, m ales y ham ­
bres, pienso que en m i cuerpo no había libra de carne. Y
tam bién, como aquel día no había com ido casi nada, ra ­
biaba de ham bre, la cual con el sueño no tenía am istad ;
m aldíjem e m il veces, Dios m e lo perdone, á mi ru in fo r­
tuna. A llí lo m ás de la noche y lo peor, no osándom e re­
volver p o r no despertalle pedía a Dios m uchas veces la
m uerte.
I
NOTAS
(1 ) N ó ta s e p o ca h a b ilid a d e n la u n ió n d e los p á r r a f o s . E)n vez d e e s ta
c o n ju n c ió n y, ta n poco a p ro p ia d a , p u s o J u a n de L u n a , c o r r e c to r d e la o b ra ,
“ q u e fu e ra m e jo r no s e m e c e ra rr a p o fq u e m i e n t r a s . . . ” — ( N . de M . P.*)
(2 )
G a llo fa es la c o m id a q u e r e p a r t e n e n los c o n v e n to s a ’o s p o b re s y
g a llo fe ro , s e g ú n C o v á rru b ia s (1 6 1 0 ) “ el p o b r e tó n q u e sin te n e r e n fe rm e d a d se
a n d a h o lg a z á n y o cio so , ac u d ie n d o a las h o ra s d e c o m e r a la9 p o r te r ía s d e lo s
c o n v e n to s ” . ( N . de M . P . )
N ó te s e la s im ilitu d d e l g a llo fe ro c o n el d e s o c u p a d o de la h o r a a c tu a l a
q u ie n la c risis d el c a p ita lis m o o b lig a a la m e n d ic id a d o al so c o rro del E s ta d o ,
o
X
j.v i.v/jL »r,JtiiN U S
¿SO I
in c a p a z de fa c ilita rle tr a b a jo . E n to n c e s la m ise ria de la n a c ió n e s p a ñ o la o b lig a b a
a los m á s a u n a d e s o c u p a c ió n p e rm a n e n te .
(3 ) E l d e m o s tra tiv o s ó lo in d ica m u c h a s c o sa s,
e n el u so fa m ilia r
(p o r
e s to J u a n de L u n a lo s u p rim ió a q u í ) , e x tr a ñ e z a o d e s c o n o c im ie n to d e la c o sa
a q u e se re f ie r e . R e c u é rd e s e la in u rb a n id a d d e
la p r e g u n ta “ ¿ q u ié n
es é s e ? ” ,
p o r “ q u ié n e s ese s e ñ o r ” . — ( N . de M . P . )
(4 )
E s c u d e ro , s e g ú n C o v a rru b ia s , q u e e s c rib ía a p rin c ip io s del sig lo X V I I ,
e ra el h id a lg o q u e llev a el e s c u d o a l ca b a lle ro en ta n to q u e é s te no p elea c o n é l.
E n la p az los e sc u d e ro s s irv e n a los s e ñ o re s d e a c o m p a ñ a r d e la n te s u s p e r s o ­
n a s , a s is tir a la a n te c á m a ra o s a l a : o tr o s se e s tá n en su s casas) y lle v a n a c o rta m e n to ( o s a la rio ) d e los señ o res, ra n c h a d o s a su s o b lig a c io n e s a tie m p o s c ie r ­
to s . H o y d í a m á s se s irv e n d e llo s la s s e ñ o ra s y lo s q u e tj e n e n a lg u n a p a s a d a '
h u e lg a n m á s d e e s ta r e n s u s c a sa s q u e d e s e rv ir p o r lo po co q u e m e d r a n y lo
m u c h o q u e los o c u p a n . R e c u é rd e n s e b ie n to d a s la s p a la b ra s d e C o v a rru b ia s ,
p a ra e n te n d e r m e jo r las c o n v e rs a c io n e s q u e L á z a r o te n d r á con su a m o . — ( N .
de M . P . )
(5 ) H o y
tie n e ta m b ié n q u e el se n tid o u s u a l de p o rq u e . ( I d e m ) .
(6)
H o y h a b r ía q u e p o n e r el a r t íc u l o : la h o ra p r o p ia . ( I d e m ) .
( 7 ) A q u í se s o b re e n tie n d e com o s u je to “ el ’r e lo j” , s e g ú n
d ic e n
unas lí­
n ea s m á s a b a jo : “ E n e s te tie m p o d ió e l relo j la u n a ” . H o y to m a m o s co m o s u ­
je to el q u e re a lm e n te es a c u sa tiv o y d e c im o s : “ d ie ro n la s o n c e ” . ( N . d e M . P . )
(8 )
“ M á s co m ú n es p o r ju n t o ” . ( N . de M . P . ) — L a e d ic ió n d e G a rn ie r
H e rm a n o s p o n e p o r ju n to .
(9 )
E s ta p e rífra s is e ra y a a n tic u a d a e n tie m p o
d e J . d e L u r.a , q u e p o n e
s im p le m e n te “ d ió la u n a y lle g a m o s ” . ( N .
de M . P .)
(1 0 ) E l cabo d e la c a p a . — L a e x tre m id a d d e la c a p a : só lo el lad o iz q u ie rd o .
(1 1 ) c u a l a p a re c e u s u rp a n d o c a si co m p le ta m e n te el p u e s to d e su sin ó n im o
q u e , s in o q u e se u s a m u c h o cu a n d o p a r a n ad a h a rá f a lta lig a r d o s m iem b ro s,
c o n los lazos d e re la tiv o y a n te c e d e n te , y s e r ía m e n o s p esad o , p o r ejem p lo , e n ­
la z a rlo s p o r la sim p le c o p u la tiv a y cor. d e m o s tr a tiv o . ( M e n é n d e z P i d a l ) .
(1 2 ) P a r a
Luna
era
ya
d e su sa d o
e s te
s u s ta n tiv o ,
p u es
pone
apo­
s e n to s . ( M . P . )
(1 3 ) L o s p ro n o m b re s d e m o s tra tiv o s cu a n d o ib a n p re c e d id o s d e la p re p o s i­
c ió n d e a d e s d e se u n ía n é s ta s al p ro n o m b re .
(1 4 ) E s ta a m b ig ü e d a d la
s a lv a L u n a : y m e
p r e g u n tó . ( N .
d eM .P . )
(1 5 ) q u e q u is ie r a : de la q u e q u is ie ra .
(1 6 ) e s c u d illa s : r e m o ja r la s o p a .
(1 7 ) N o s e r p a ra e n c á m a ra , s ig n ific a ‘‘no ser c o rre c to o c o r t é s / ' E r a m u y
c o rrie n te en to n c e s un c a n ta rc illo p a ra m o te ja r a lo s p o co c o r te s a n o s :
“ N o so is vo s p a ra en c á m a ra , P e d r o ;
no s o is vos p a ra en c á m a ra , n o n ,
s in o p a ra en c a m a ra c h ó n .”
( N de M . y P .) .
(1 8 ) L u e g o sig n ific a “ e n to n c e s ” , y no “ d e s p u é s ” . ( N . d e M . y P #).
(1 9 ) N ó te s e
la fra s e m o s tra r a lie n to d e h a c e r a lg o , p o r ‘‘te n e r a ir e s d e " o
“ tr a z a s d e ” . N o
s e h a lla en lo s d ic c io n a rio s y no e ra ta m p o c o co n o c id a d e L u n a ,
q u e p u s o “ no te n ía m á s ta lle d e c o m e r” . . . (N . d e M . P ) .
(2 0 ; L a c o n ju n c ió n n i e q u iv a le a v ec es a y n o , a u n c u a n d o la p ro p o s ic ió n
a n te c e d e n te no llev e n e g a c ió n ; si la lle v a e s te s e n tid o es e v id e n te : N o q u iso n i
q u e r rá es lo m ism o q u e N o q u is o y no q u e r r á . (N . d e M . y I \ ) .
(2 1 ) S ille ta . S illa p e q u e ñ a .
(2 2 ) P e d a z o d e tro n c o q u e se a s ie n ta s o b re tre s p alo s.
(2 3 ) A rc a g r a n d e . — M e n é n d e z P id a l d ic e q u e a lu d e al a rc a del c lé rig o de
M aqueda.
(2 4 ) “ C ae r
de su e s ta d o ” , el q u e, tu r b a d a la ca b eza, cae en ti e r r a a m o r te ­
cido ( C o v a r r u b ia s ) . H o y m á s b ie n s ig n ific a “ v e n ir a m e n o s ” o “ d esc a e c e r d e su
é s ta d o ” . ( N . d e M . P . )
(2 5 ) E lip s is m u y u s u a l e n v e z de “ b e n d ito sea D io s p o r e llo ’. ( N . d e M_ P .) .
(2 6 ) d eso. p o r de eso. d e m o s tra tiv o .
(2 7 ) E l d e m o stra tiv o d eso, se g u id o d e a la b a r , a n u n c ia to d a la p ro p o s ic ió n
232
PUREDA VALDÜS —
tfUSCO S A N S O N #
p o r d e m e jo r g a rg a n ta . L a c o n s tru c c ió n e s : ‘‘m e p o d ré a la b a r d e e s to : p o r s e r
d e m e jo r g a r g a n t a ” . ( N . d e M . P .) .
( 2 8 ) A q u e s to s . S e u s a b a n e n el a n tig u o c a ste lla n o los p ro m e d io s d e m o stra tiv o s
a q u e s to s , a q ü e s te s y a q u e s ta s ,
( 2 9 ) E n el sig lo X V I e ra líc ita e s ta c o n s tru c c ió n .
(3 0 ) d e los d e p o r D io s. P u e d e e n te n d e rs e d e los q u e h a b ía m e n d ig a d o .
(3 1 ) N ó te s e la d e s c u id a d a n a tu ra lid a d d e e s te g iro , q u e L u n a tro c ó im p e r­
tin e n te m e n te a s í : “ to m ó m e el m e jo r p e d a z o de tr e s q u e te n ía ” . ( N . d e M . y P . ) .
(3 2 ) E s ta c o n ju n c ió n co n d ic io n a l a n u n c ia n d o u n a in te rr o g a c in e ra y a d e s ­
u s a d a e n tie m p o de L u n a ( N . d e M . y P .) .
(3 3 ) F ie r o te n ía el sig n ific a d o g-enera.1 de g ra n d e . ( N . d e M . y P . ) .
(3 4 ) C o x q u a b a : c o je a r.
(3 5 ) C o m e d irs e : “ a n tic ip a r s e a h a c e r a lg ú n se rv ic io s in q u e se lo a d v ie r ta n ” .
(3 6 ) C a si a u n a , e q u iv a le a ca si a u n m ism o tiem p o ..
(3 7 ) U n a s p o c a s de m ig a ja s . L a p re p o s ic ió n d e s e r ía h o y r e d u n d a n te .
(3 8 ) L u n a v e ía , c o n r a z ó n , e s te p á rra fo s u p e ra b u n d a n te , y p u s o “ a c a b a m o s
ca si a u n a , sa c u d ió se u n a s m ig a ja s m e n u d a s q u e e n losi p e c h o s s e le h a b ía n q u e ­
d a d o ” . E n lo q u e n o e s tu v o a c e rta d o fu é e n n o h a c e r re s a lta r , co m o el te x to , q u e
la s m ig a ja s e r a n p o ca s y m u y m e n u d a s . ( N . d e M # P .) .
(3 9 ) C á m a ra p e q u e ñ a , q u e a llí e s ta b a e q u iv a le a “ q u e a llí h a b í a ” .
(4 0 ) P o r h a c e r d el c o n tin e n te . P o r h a c e rm e el ab ste m io .
(4 1 ) P a s a r te n ía en lo a n tig u o casi to d a s la s a c e p c io n e s d e p o r .e r : p a s a rs e
en
p ie , p a ra rs e d e la n te .
(4 2 ) h ec im o s. In d e f in id o p lu ra l p r im e ra p e rs o n a del v e rb o h a c e r.
(4 3 ) c a ñ iz o : te jid o o z a rz o de c a ñ a .
(4 4 ) e n t r e c u e s to : e sp in a z o .
(4 5 ) C a p e a r es lo q u e h o y d ec im o s a t r a c a r ; s e g ú n C o v a r r u b ia s : “ Q u ita r p o r
fu e rz a la capa a l q u e to p a d e n o c h e e n e s c a m p a d o ; e s to se h a c e d e n tr o d»e 'losj
lu g a re s y de n o c h e ; y si les d a n lu g a r , quitar» c o n la s c a p a s los s a y o s y siempire»
la s b o ls a s , si tr a e n alg o d e e lla s .” ( N . de M . P ) #
(4 6 ) H o y s e d ir í a h a ré m o s lo o lo h a re m o s. E l fu tu r o h a ré , h a rá s , se c o m ­
p o n e d e h a c e r h e , h a c e r h a s , p u e s el in fin itiv o se c o n t r a ía a n tig u a m e n te en
fe r o h e r, lia r, y e n t r e e l in fin itiv o y el v e rb o a u x ilia r se p o d ía n c o lo o a r los p r o ­
n o m b re s e n c lític o s com o a q u í s u c e d e .
(4 7 ) E l c o rre la tiv o p r o p io d e ta l es c u a l; p e ro ta m b ié n se u sar, ( q u e a m e n a z ó
h a c e r ta l co sa q u e s e r ía m u y so n a d a ) y co m o , q u e e m p le a ría m o s h o y e n el c a so
d el te x to , a n o ser c a c o fó n ic o a n te s de c o r re r. (N .. d e M .
P ).
(4 8 ) C alzas. Lias ca lzas e ra n el a b rig o d e la s p ie rn a s , e n lu g a r d e n u e s tro s
p a n ta lo n e s , q u e p o r s e r m á s a n c h o s q u e la s a n tig u a s
c a lz a s s e lla m a ro n
c a lz o n e s .
( N . d e M . P .) .
(4 9 ) ju b ó n : v e s tid o ju s to y ce ñ id o q u e se p o n e
s o b re la ca m isa y se a ta c a
(o
a ta p o r m e d io d e a g 'u je ta s con la s ca lzas. ( N . d e M . P ) ,
(5 0 ) E s to e s se e n c e n d ía n de ira los h u e s o s d e L á z a r o y r e ñ í a n co n el ca ñ izo
del le ch o , p o r e s ta r el co lch ó n ta n fa lto de lan a. “ E n to d a la n o ch e d e ja ro n d e
r if l a r ” , g iro fa m ilia r q u e L u n a c o rrig ió a ñ a d ie n d o la n e g a c ió n o m i t i d a : n o d e ja ro n
d e . . . ( N . d e M . P .)
C O M E N TA R IO
Puede considerarse con razón el capitulo I I I del L azarillo de T o rmes como el cuadro m ás adm irable de 1 a realidad española en el si
glo X V I. L a vida m iserable del escudero es el re fle jo de la condición
y estado de los hidalgos españolas venidos a menos, que aspiraban a con­
se rv a r su rango y categoría en lo e x te rio r, aunque el interior de sus ca­
sonas y la vida que d entro o fu e ra llevaran, revele lo c o n tra rio . E l señor
que se pasea por las calles con el palillo en, los dientes sin probar bocado,
la m ísera disputa con L ázaro por unos m endrugos de pan son exponeiites de una grandeza que se desplom a cem o la de E spaña m ism a, como
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS V MODERNOS
'¿ÓÜ
sus ejércitos y sus santos. E l único consuelo es el ham bre de L azarillo
o el ascetism o de Santa T eresa, y de ham brientos y de m ísticos está col­
m ada la E spaña cuyo velo descorre la novela .picaresca. E l asom bro de
L ázaro ante la penuria de su am o, lo m ueve a piedad, pero él vive re­
corriendo de am o en am o una vía crucis cuya única m eta es el ham bre.
¡ C uadro adm irable de costum bres, vigoroso de vida y de realism o,
es éste, que nos pinta un personaje tan característico de la vida española
111 el siglo X V I 1
1
E STILO
E stilo 'llano, sobrio, casi el estilo usual de una correcta y castiza
conversación del siglo X V I, es el de esta obra c|tie nos recuerda el estilo
natural y espontáneo del Q uijote. M enéndez P id al nota cierta falta de
habilidad en la construcción de una frase un poco larga y alguna d ifi­
cultad en las transicicnes em barazadas en adverbios y conjunciones in ú t:les o pesados.
P e ro estos defectos propios del habla del siglo X V I nos desm ejo­
ran el estilo purísim o de este obra, equivocadam ente atribuida :p or m u ­
cho tiem po a H u rta d o de M endoza, q u i:n en la G uerra de G ranada re­
vela un estilo elíptico, de una concisión un tanto oscura, que recuerda a
su m odelo: T á c ito .
E n tre las atribuciones m ás o m enos felices d ; esta obra, preferim os
la que supone sea su a u to r verdadero, Sebastián de Orozco.
UN
A U T E N T IC O
P IC A R O
CASTELLANO
E n “L a Celestina” se anuncia ya el picaro, com o se había anunciado
antes en los R om anceros, en las C rónicas y en las páginas del donoso
A rcipreste de H ita . E s que el picaro está ya en C astilla. A nda m ero­
deando por sus cam inos y ventas, dispuesto a en co n trar aventuras de
provecho.
E s en 1SS4 cuando nace, hijo de molinero, en Salam anca, el autén­
tico “L azarillo de T orm es” . E ste ya no es un picaro vergonzante, un
personaje de segunda categoría que se anda por los aledaños de la n o ­
vela española disfrazado de escudero, m ozo de ru fián , grum ete de la ca­
ñ e r a de Indias, mochilero, m ozo de m uías, rezador de oraciones, cóm ­
plice de tah ú r o farsante de c o rra l. L ázaro de T orm es es ya un au tén ­
tico personaje principal. U n picaro que se tiene por tal y que a sus pi­
cardías y tru h an erías debe, su vida y su gloria y la gloria que dió a las
letras castellanas. L a breve h isto ria de “E l lazarillo ”, su itinerario pi­
caresco desde Salam anca h a sta Toledo, donde al fin en cu en tra vida tr a n ­
quila com partiendo su m u jer con un canónigo protector, se convierte ev¡
un poderoso ag u afu e rte de la vida castellana del siglo X V I, en una pe­
ripecia literaria de categoría universal. Y es que “E l lazarillo de T o r­
m es”, prim er vastago de una larga- estirpe de picaros españoles, es, m ás
que un libro, una representación literaria de toda una realidad nacional.
¡co^±
TOW UA
VALDIÍS —
FU SCO
UN RESU LTADO
SA N SO N E
SO C IA L
P ro fu n d a s y p ro fu sas investigaciones han realizado los eruditos para
lo g rar una pista satisfactoria del au to r de '‘E l lazarillo”, y todas han
resultado sin f r u to . A sí, sin a u to r conocido, el libro de ‘‘E l lazarillo’
participa de una m aycr consustancialidad con la tie rra y el cielo de C as­
tilla. A sí es m ás elem ento cósmico, ferm ento activo y espontáneo de
jq u e lla tie rra y de aquella vida. E so prueba que “E l lazarillo” no es
sólo una ingeniosa invención personal, sino la síntesis de un desequilibrio
espiritual de un país desgarrado por am biciones im perialistas y sueños de
dom inio teológico. E n una E spaña en que se persigue y se lleva colec­
tivam ente a las hogueras púb’icas a los hijos de la p ropia tie rra ,por la
sola sospecha de que puedan ser judaizantes o p artidarios — m uchcs.
por afinidad de sangre — de las creencias islám icas. E n una E spaña do­
lorida de estos desgarrones fam iliares y em pobrecida interiorm ente por las
aventuras coloniales en busca de una fabulosa ‘ quim era del e ro ”, nece­
sariam ente había de producirse esa cíase de parias escépticos que ya no
creen ni en C risto ni en M ahom a, escuderos o aduladores de una m ino­
ría de nobles y m ilitares.
EL A N TIP IC A R O
Sin em bargo, “ D on Q uijote” supone en el siglo X V II lo contrario
que “La Celestina” y “E l lazarillo de T o rm es” suponen en el siglo a n ­
te rio r. “D on Q uijote" no es la conform idad estoica y a veces cínica del
picaro con el m edio ambiente de su tie rra y de su tiem po. ‘ Don Q uijo­
te" es la m ás viril reacción de la m ente hum ana contra ese am biente y
ese m edio. “D on Q u ijo te” es el antipícaro español. E s una p ura e x alta ­
ción del ideal hum anístico, que consiste en q u e rer “hum an izar un poco a
la H um anidad” , en imponer por la razón, la justicia, el bien y la belleza
esa ideal aspiración del alm a hum ana, que vive y hierve en el fondo de
nuestro “yo” m oral y que a pesar de s u frir periódicas crisis vuelve a
m anifestarse en cada época de nuevo por medio de los cerebros cum ­
bres ; ni m ás ni m enos que esa fuerza eruptiva de la N a tu raleza, que
oprim ida por la d ura corteza terre stre, busca las eminencias topográficas
p a ra p roducir esas trág ica s rebeliones geológicas que son los volcanes.
P o r eso porque “D on Q uijote" es un sueño hum anista, no tra n si­
ge, como el picaro, con el m undo de la venta. E l seguirá inadaptado e
ir.adaptable, seguro de haber recibido su bautism o de caballero en aquells
burla del espaldarazo del burdo y socarrón ventero.
Juan A n to n io Cabezas
Mateo Alemán
GUZM AN DE A L FA R A C H E
L ib ro I.
—
Cap. I
L o que le vi en el tiem po que le conocí, te-puedo de­
cir. E ra blanco, rubio, colorado, rizo, y creo de naturaleza
tenía los ojos grandes, turquesados. T ra ía copete y sienes
en so rtijad as. Si esto era propio, 110 fu era justo dándoselo
Dios, que se tizn ara la cara ni a rro ja ra en la calle sem e­
jan tes prendas. P ero si es verdad, com o dices, que se valía
de untos y artificios de sebillos, que los dientes y m anos,
que tan to le loaban, era a poder de polvillos, hieles, jab o ­
netes y o tras porquerías, confesaréte cuando dél dijeres
y seré su capital enem igo y de todos los que de cosa seme­
ja n te tra ta n ; pués adem ás que son actos de afem inados
m aricas, dan ocasión p a ra que clellos m urm uren y se sos­
peche to d a vileza, viéndolos em barrados y com puestos con
las cosas sólo a m ujeres perm itidas que, p o r no tener bas­
tan te herm osura, se ayudan de pinturas y barnices a cos­
ta de su salud y dinero. Y es lástim a de ver que no sólo las
feas son las que de aquesto hacen; sino aun las m uy h er­
m osas; que pensando parecerlo m ás, com iezan en la cama
por la m añana y acaban a m ediodía, la m esa puesta. De
donde no sin razón digo que la m u jer, cuanto m ás m irare
la cara, tan to m ás destruye la casa. Si esto aun en m u je­
res vituperio, ¿cuanto lo será m ás en los hom bres?
O h! fealdad sobre toda fealdad, afre n ta de todas las
a f re n ta s ! N o me podrás decir que am or paterno me ciega
ni el n atu ra l de la p a tria me cohecha, ni me hallarás fuera
zoo
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
de razón y verdad. P ero si en lo m alo hay descargo, cuando
en alg u n a p arte hubiera sido mi p ad re culpado, quiero de­
cirte una curiosidad, por ser este su lugar, y to d o sucedió
casi en un tiem po. A ti se servirá de aviso y a mi de consue­
lo, como m al de m uchos.
E l año de m il y quinientos y doce, en R avenna, poco
antes que fuese saqueada, hubo en Italia crueles g u erras;
y en esta ciudad nació un m onstruo m uy extraño, que pu­
so g randísm a adm iración. T en ía de cin tu ra p a ra arrib a
todo su cuerpo, cabeza y rostro de c ria tu ra h u m a n a ; pero
un cuerno en la frente. F altábanle los brazos y dióle n a tu ­
raleza por ellos en su lugar dos alas de m urciélago. T enía
en el pecho fig u rad o la Y p itagórica y en el estóm ago hacia
el vientre una cruz X bien fo rm a d a. E ra h erm a fro d ito y
m uy form ad o s los dos naturales sexos. N o tenía m ás de
un m uslo y en el una pierna con su pie de m ilano y las g a­
rra s de la m ism a form a. E n el ñudo de la rodilla tenía un
ojo solo.
De aquestas m onstruosidades tenían todos m uy g ra n ­
de a d m ira ció n ; y considerando personas m uy doctas que
siem pre sem ejantes m onstruos suelen ser prodigiosos, pu­
siéronse a especular su significación. Y entre la m ás que se
dieron, fué sola bien recebida la sig u ien te: que el cuerno
significaba orgullo y am bición; las alas inconstancia y li­
gereza; fa lta de brazos, fa lta de buenas o b ras; el pie de
ave de rapiña, robos, usuras, .av aricias; el ojo en la ro d i­
lla, afición a vanidades y cosas m u n d an as; los dos sexos,
sodom ía y bestial b ru tez a; de todos los cuales vicios abun­
daba p or entonces toda Italia, por lo cual D ios la castiga­
ba con aquel azote de guerras y disensiones. P ero la cruz
y la Y eran señales buenas y dichosas, porque la Y en el
pecho significaba v irtud, y la cruz sobre el vientre, que si,
reprim iendo las torpes carnalidades, abrazasen en su pe­
cho la virtud, les daría Dios paz y ablandaría su ira.
V es aquí — en caso negado — que cuando todo co­
rra turbio, iba mi p ad re con el hilo de la gente y no fué
solo el que pecó. H a rto m ás digno de culpa serías tu, si
pecases, p or la mejo>r escuela que has tenido. T énganos
Dios de su m ano p a ra no caer en o tras o sem ejantes m i­
serias, que todos somos hom bres.
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
237
C O M E N TA R IO
G uzm án de A lfarach e se compone de dos p a rte s: la p rim era apa­
rece en 1599, la segunda en 1604, un año antes de la aparición de k
l®-1 pa rte del Q uijote. E s como el L azarillo de T o rm e s, la au to b io g rafía
do un picaro. Ccm o el L azarillo, G uzm án com ienza contándonos el lugar
de su nacim iento, Sevilla, y quiénes eran sus padres. Com o L ázaro, G uz­
m án conoce la m iseria y huye acosado por ésta. R ecorre pueblecitos,
donde, m ás que engañador, es engañado y llega a M adrid, “castillo
fam oso” . Como lo ven rotoso y desaliñado, nadie le da tra b a jo . Su in­
tención es la de tra b a ja r honradam ente, pero la desocupación lo lleva
’ a ju n ta rse con otros picaros y se dedica a la, picardía. N o s recu erd a a
R m conete perdido en tre ham pones y logreros. “P erd ím e con las m alas
com pañías. Cuando com encé a servir, p rocuraba tra b a ja r, y d a r g u sto ;
después los m alos am igos me perdieron dulcem ente. L a ociosidad ayu­
dó gran p arte y aún fu é la causa de todos m is daños”. D e M adrid
se va a T oledo y de T oledo a Génova, víctim a unas veces de las m u­
jere s, burlador de am os, o tra s ; llega por fin a R om a ingresando en la
c o fra d ía de mendigos. M e jo ra de suerte sirviendo a un C ardenal y a un
E m b a jad o r de Francia, para caer de nuevo en la cárcel. V uelve a E s ­
paña y en M adrid, se hace negociante en joyas y contrae m atrim onio.
E nviuda y se dedica a los estudios de teología, pero los abandona para
casarse con una herm osa m uchacha a quien explota. V íctim a o tra vez
de las m ujeres, se ve nuevam ente solo, pobre y abandonado. T erm in a
su triste existencia en galeras y asi acaba la segunda p arte con la espe­
ranza de una tercera que nunca se escribió.
G uzm án de A lfarach e posee m ás amplio horizonte que L azarillo.
H a y en la obra capacidad para varias novelas e innum erables anécdotas.
E s rica en episodios, m ás rica aún en digresiones filosóficas, mas todo
ello form a una tram a dem asiado confusa y desordenada; le fa lta la
clásica claridad y sobriedad del L azarillo. L as clases sociales son m ás
abundantes y variadas en G uzm án de A lfa ra c h e ; m ayor experiencia
adquiere de la vida de G uzm án, que aquel L azarillo que 110 sale del m a r­
co de tres o cuatro am os. G uzm án casi siem pre es burlado, especialm ente
por las m u je res; de ahí su pesimismo que no se cura con nada. S u f i­
nal es lam entable. D espués de m uchos altibajos en su condición se hunde
en lóbrega m iseria. L ázaro padeció penurias y ham bre, cada vez m ás
acentuada (con el e scudero), pero al fin m ejora de condición. E n m edio
de su hum orism o, hay cierta a le g ría y lum inosidad en su v id a; no m o­
raliza nunca, no piensa en la religión, ni en la rem ota salvación de su:
alm a. L ázaro es m ás la novela del Renacim iento, cierto hum orism o
eram ista late en toda e lla ; la alegría de vivir fu e ra de toda preocupa­
ción m oral o teológica, que hace posible su atribución a Sebastián de
O rozco, son sus características. G uzm án de A lfa ra c h e es m ás la novela
de la decadencia española con todo su pesimismo desalentador, con la
esperanza de la religión o la m uerte, últim o refu g io del picaro. R efu g io
que buscaron algunos poetas aventureros después de sus fracasos, com o
'2 3 8
PE R E PA V A I.D SS —
FU SCO
SAN SON g
Lope de V ega, per ejemplo. E l hábito religioso le sentaba m al a Lope de
V ega, como a G uzm án y ambos lo abandonan por el am or constante­
m ente renovado en aventuras fáciles y transitorias. B asta re co rd a r las
fechas para establecer la diferencia entre la novela puram ente renacen­
tista y la novela de la decadencia, ccmo el Buscón, que señala el acabar
del R enacim iento. L ázaro es. de 1SS4, G uzm án de 1604.
Vicente Espinel
R E L A C IO N E S D E L A V ID A D E L E S C U D E R O
MARCOS D E OBREGON
1618
Al fin, por abreviar el cuento', llegué a M álaga, o por
m ejo r decir, parém e a vista della en un alto que llam an la
cuesta de Zam bara. F u é tan grande el consuelo que recibí
de la vista della, y la frag an cia que tra ía el viento re g a­
lándose por aquellas m aravillosas huertas, llenas de toda
especie de n aran jo s y limones, llenas de azahar todo el año,
que m e pareció ver un pedazo de p araíso ; porque no hay
en to d a la redondez de aquel horizonte cosa que me deleite
los cinco sentidos. Los ojos se entretienen con la vista del
m ar y tierra, llena de tan ta diversidad de árboles herm o­
sísim os como se hallan en las partes que producen sem e­
jan tes p lan tas; con la vista del sitio y edificios; así de casas
particulares como de templos excelentísim os, especialm ente
la Iglesia M ayor, que no se conoce m ás alegre tem plo en
todo lo descubierto. A los oídos deleita con g ra n adm iración
la abundancia de los pajarillos, que im itándose unos a otros,
no cesan en todo el día y la noche su dulcísim a arm onía,
con una arte sin arte, que como no tienen consonancia, es
una confusión dulcísim a que m ueve a contem plación del
U niversal hacedor de todas las cosas. Los m antenim ientos,
abundantes y substanciosos p a ra el gusto y la salud. E l tr a ­
to de la gente, m uy apacible, afable y cortesano, y todo es
de m anera que se pudiera hacer un g ra n libro de las exce­
lencias de M álaga, y no es mi intento re p ara r en esto.
( Descanso diez y siete. — Fragm ento )
240
PE R E B A VA LD E S —
LA
PU S C O S A N S O N fi
OBRA
D en tro del género picaresco ocupan mi lugar im portante las "R e ­
laciones de la vida del E scudero M arcos de O bregón”, publicadas en
1618 por V icente M artínez E spinel, dividida en tres “relaciones” y al­
gunos “descansos” .
D e carácter autobiográfico en parte, hay m ucho de invención al
lado de los episodios verídicos de la vida de Espinel, fam oso p o r tries
co sas: por haber, si no creado, adoptado exitosam ente la décim a o E s ­
pinela, por a g reg a r la quinta c u erd a a la g u ita rra y por haber sido lau ­
reado com o ‘ único poeta castellano y latino de estos tiem pos” . C uenta
la vida y andanzas de un escudero — M arcos de O bregón — yai viejo yi
desengañado, reflex iv o y prudente. L as aventuras, aunque bien n a rra ­
das — E spinel era un excelente n a rra d o r — carecen de la fre s c u ra y
naturalidad de las hazañas del L azarillo. Como en G uzm án de A lfarache,
la reflex ió n m oral ccupa un lu g ar im portante, sin la extensión que A le­
m án pone en tales digresiones m orales.
EL FRAGM ENTO COMENTADO
E s una visión de M álaga vista desde un altozano. L a ciudad m e­
diterrán ea aparece aquí “sentida” , m ás que vista p o r el au to r. E l m ar,
la tie rra rodeada de huertas llenas de lim oneros y naranjos, se vislum ­
bran desde la altura. V isión poética que en nada hace recordar la rea­
lidad picaresca de otros fragm entos, m ás que el E spinel satírico es el
Espinel poeta, el que expresa este him no frag a n te de una ciudad.
Diego Hurtado de Mendoza
1503-1575
N ació H u rta d o de M endoza en G ranada en 1503. Su
padre, Iñigo López de M endoza, gobernador de G ranada en
1492, era nieto del M arqués de S antillana. D estinado por
su fam ilia al estado eclesiástico, cursó estudios en la
U niversidad de Salam anca, donde se perfeccionó en filoso­
fía, derecho, griego y latín. Le eran fam iliares la lengua á ra ­
be y el hebreo. E n B olonia y P ad u a escuchó las lecciones de
los grandes m aestros de dichas universidades. E n 1538, el
E m p erad o r C arlos V lo nom bra E m b ajad o r ante la R epú­
blica de A-^enecia. E n 1534, después de cum plir con
habilidad e inteligencia su m isión diplom ática se le designa
como capitán general de Siena, con e.1 objeto de pacificar
la ciudad disturbada por dos bandos rivales. E l P apa, P a u ­
lo I I I convocó, inquieto por los progresos de la reform a,
el Concilio de T rento. H u rta d o de M endoza, con el canci­
ller G ranvell y el Obispo de A rras, fueron designados para
d efender los intereses del Im perio. P o r su elocuencia y
p ro fu n d o conocim iento en las m aterias tratad as, descolló
H u rta d o de M endoza, en su im portantísim a m isión. E n
1547 abandona la em b ajad a de V enecia por la de Rom a.
Al año siguiente C arlos V abdica en fav o r de su h ijo F e ­
lipe II. M endoza no gozó de las m ism as prerrogativas con
el h ijo de Carlos V , su p ro tecto r. V ivió desde entonces en
la corte alejado de la política, cultivando las bellas letras.
E n la corte tu v o una disp u ta m uy grave con el cortesano
D iego de Leiva. F u é un ruidoso escándalo y se le acusó
de com eter crim en de lesa m ajestad . Som etido a prisión,
16
242
PEREDA VALDES —
FU SCO SA N SO N #
lo declararon culpable, a pesar de sus p ro testas. Se retiró
a G ranada, donde escribió, docum entándose am pliam ente,
su m ejo r obra, “ L a G uerra de G ran ad a” , probablem ente
hacia 15 7 1. V iejo y enferm o vuelve a M adrid, donde m ue­
re en 1575.
OBRAS
“La G uerra de G ranada” , F áb u la de Adonis, H ipóm enes y A talanta,
epístolas, sonetos, elegías, himnos .villancicos, letrillas. C arta al capitán
S a laz ar; C arta de relación al príncipe D on F elipe; C arta a D on D iego
de E spinosa; D iálogo entre C arente y el ánim a de P edro L uis F a rn e sio ;
Conquista de la ciudad de T únez, B atalla naval, C om entarios políticos,
P a rá fra sis de A ristóteles (P a rap h ra sis in to tu m a ris to te le m ).
B IB L IO G R A F IA
Colecc. M erim ée. — G uerra de G ranada. E x tra c to y análisis, por
— O bras de H u rta d o de M etidrza. En la biblioteca de A ut.
E sp. de R ivadeneyra. — F oulché D elbosc. E tu d e su r la G uerra de
Granada. — L ’authenticité de la G uerra de G ranada, idem. — Edición
de k “G uerra de G ranada”. V iuda de H ernando, M adrid (1881). Idem,
en la Biblioteca de escritores granadinos. — idem, p o r V icente Salvá. —
idem. B enito M onfor. — Valencia.
H . D u ffo .
GUERRA DE GRANADA
E l M arqués, hom bre de estrecha y rig u ro sa disciplina,
criado al fa v o r de su abuelo y padre en g ra n oficio, sin
igual ni contradictor, im paciente de (1 ) to m ar com pañía,
com unicaba sus consejos consigo m ismo, y algunos con las
personas que tenía cabe sí, (2 ) pláticas en la guerra, que
eran pocas. D e las apariencias, aunque eran com unes a
todos, a ninguno daba p a rte ; antes ocasión a algunos (es­
pecialm ente a mozos y v anos) de m ostrarse quejosos. T o ­
mó la em presa sin dineros, sin m unición, sin vitualla, con
poca gente y ésa concejil, m al pagada y por esto no bien
disciplinada; m antenida del robo y a trueco (3 ) de alcan­
zar y conservar éste, m ucha libertad, poca vergüenza, y
m enos h o n r a ; excepto los particulares que a su costa venían
de toda E sp añ a a servir al Rey, y eran los prim eros a po­
n er (4 ) las m anos en los enemigos. T uvo siem pre por p rin ­
cipal fin pegarse con ellos; no d ejar que se afirm asen en
lu g ar ni ju n tasen cuerpo; acometellos, apretallos, seguillos;
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
243
no dalles ocasión a que le siguiesen, ni m ostrarles las es­
paldas aunque fuese p ara su provecho; recibir los que de
ellos viniesen a ren d irse; dism inuillos y desarm allos, y a
la fin oprim idos; p ara que poniéndoles guarniciones con
un pequeño ejército, pudiese el Rey castigar los culpados,
d esterrar los sospechosos, deshabitar (5 ) el reino, si le pil­
güese p asar los m oradores a o tra p a rte ; todo con seguri­
dad y sin costa, antes a la de ellos m ism os. H izo m uchas
veces al R ey cierto del térm ino en que las cosas se halla­
b an ; y aunque guiando ejércitos no hubiese venido o tras
veces a las manos, con los enemigos, todavía con la plática
que ten ía de la m anera del g u errear de éstos, aprendida de
padres y abuelos y otros de su linaje que tuvieron continuas
g u erras con los m oros, los tra jo a tal estado y en tan breve
tiem po como el de un mes, no em bargante que m uchas
ve­
ces se le escribiese que procediese con ellos aten tam en te.
P u esta la g u erra en estos térm inos, túvola por acabada, fa ­
cilitando lo que estaba por h ac er; con que se hizo m ás odio­
so, pareciendo a hom bres ausentes cuerdos y de experien­
cia que había de retoñecer con m ayor fuerza, como el tiem ­
po diese lugar, (6 ) y las esperanzas de B erbería se calen­
tasen, y los castigos y reform aciones com enzasen a ejecu­
ta rse ; y tuvieron por largo (7 ) el negocio, por ser de m on­
taña, co ntra gente suelta y plática de ella, y otras causas,
que por nuestra parte se les habían de d a r.
( Fragmento del Libro II ) .
NOTAS
(1 )
(2 )
(3 )
(4 )
(5 )
I m p a c ie n te d e — la tin ism o .
C ab e s í : p rep . a rc a ic a ,
A tru e c o d e, o a tr u e q u e d e : a fin de.
L o s p rim e ro s a, m e n o s u sad o q u e p rim e ro en.
D e s h a b ita r : d e s p o b la r. A rc a ís m o en ese se n tid o .
(6)
co m o d ie se — d e s d e q u e el tie m p o lo p e rm itie r a . Como
con el subjuntie n e el s e n tid o d e : a c o n d ic ió n q u e , e n s e g u id a q u e.
(7 )
tu v ie ro n p o r la r g o : e s d e c ir q u e p e n s a ro n y no s ¡„ r a z 6 n
que
s e ría u n a a rd u a em p resa.
tiv o
GUERRA
DE GRANADA
M andó (el D uque de A rcos) apercibir la gente de la
A ndalucía y de los señcres de ella, de a pie y de a caballo,
244
PEREDA VALDES —
EU SCO
SAN SON E
con vitualla p ara quince días, que era lo que parecía
que bastase p ara d ar fin a esta guerra. E n el en tretan to que
la gente se ju n tab a, le vino voluntad de ver y reconocer
el fu erte de C alalui en S ie rra B erm eja, que los m oros lla­
m an G ebalham ar, adonde en tiem pos pasados ( i ) se per­
dieron don A lonso de A g u ilar y el C onde de U re ñ a ; don
A lonso, señalado capitán, y ambos, grandes príncipes en­
tre los andaluces; el de U reña, abuelo suyo de parte de su
m ad re; y don Alonso, bisabuelo de su m ujer. Salió de C a­
sares, descubierto y asegurando los pasos de la m ontaña,
provisión necesaria por la poca seguridad en acontecim ien­
tos de g u e rra y poca certeza de la fortuna. C om enzaron a
subir la sierra, donde se decía que los cuerpos habían queda­
do sin sep u ltu ra: triste y aborrecible vista (2 ) y m em oria;
habían entre los que m iraban, nietos y descendientes de
los m uertos, o personas que por oídas (3 ) conocían y a los
lugares desdichados. L o prim ero dieron en la parte donde
paró la van g u ardia, con su capitán, por la escuridad de la
noche, lu g ar h a rto extendido y sin más fortificación que
la n atural, e n tre el pie de la m ontaña y el alojam iento de
los m oros. B lanqueaban (4 ) calaveras de hom bres y huesos
de caballos am ontonados, desparcidos, según cómo y dónde
habían p a ra d o ; pedazos de arm as, frenos, despojos de ja e ­
ces. V ieron más adelante el fuerte de los enemigos, cu­
yas (5 ) señales parecían pocas y b ajas y aportilladas ( 6 ) .
Ib an señalando, los pláticos de la tierra, dónde habían caí­
do oficiales ( 7 ) , capitanes y gente p artic u la r; referían có­
m o y dónde se salvaron los que quedaron vivos, y entre
ellos el Conde de U reñ a y don P edro de A guilar, hijo
m ay o r de don A lonso; en qué lugar y dónde se re tra jo don
A lonso y se defendía entre dos peñas; la herida que el F erí,
cabeza de los m oros, le dió prim ero en la cabeza y después
en el pecho, con que cayó; las palabras que le dijo andando
a brazos (8 ) : yo soy don A lonso; las que el F erí le respondió
cuando le h e r ía : tú eres don Alonso m as yo soy el F erí de
B enastepar, y que no fueron tan desdichadas las heridas que
dió don Alonso, como las que recibió, dónde to m aro n los
estandartes, dónde los despedazaron y escarnecieron, como
lloraron a don Alonso am igos y enemigos. M as en aquel
punto renovaron los soldados el sentim iento : gente desa­
gradecida, sino en las lágrim as. M andó el general hacer me­
m oria por los m uertos y rogaron los soldados que estaban
presentes que reposasen en paz, inciertos si rogaban por deu­
dos o por e x tra ñ o s ; y esto les acrecentó la ira y el deseo de
h allar gente contra quién to m ar venganza.
NOTAS
( 1 ) 3$n tie m p o s p a s a d o s : C u a n d o la in s u rre c c ió n d e lo s m o ro s e n 1500-1501,
b ajo el re in a d o d e F e rn a n d o e I s a b e l.
(2 T riste y aborrecible. T o d o este pasaje es un recuerdo de T ácito, T á ­
cito dice, “ A trav esaro n lu g ares odiosos a la vista y al recuerdo’’, A naies I. 61.
(3 )
(4 )
c ito ).
(5 )
(6 )
P o r o íd a s y m á s fre c u e n te m e n te d e o íd a s.
B l a n q u e a b a n ... “ E n m e d io del ca m p o , la s o s a m e n ta s b la n q u e a b a n ” . ( T á ­
se ñ a le s — v e s tig io s .
a p o r tilla d a s : d e p o rtillo .
B rec h a.
(7 ) D onde h a b ía n caído, etc, — “ A quí Cayeron los lu g a rte n ie n te s; allí to­
m aron las ág u ilas” . (T á c ito ).
(8 )
A n d a r a b ra z o s —
v e n ir a las m a n o s.
CO M P O SIC IO N
R e tra to del M arqués de M ondéjar. E s un retrato m o ra l: habla del
carácter del M arqués, de su autoritarism o, ‘ hom bre de estrecha y ri­
gurosa disciplina”, criado al favor de su abuelo. N os representam os per­
fectam ente bien a uno de aquellos generales españoles, nobles de origen,
que deben m ás a la fam ilia y al. linaje que a sí mismo. Poco am igo de
v e rsj contradicho, “im paciente de to m ar com pañía com unicaba sus ne­
gocios consigo m ism o” . E l consejo de e x tra ñ o s e ra poco para é l: apenas
lo necesario. G ran organizador, tom ó la em presa sin dineros, sin m u­
nición, sin vituallas, con poca gente, m al pagada, y por ser en aquella
épcca el ejército de enganche, m al disciplinada: com o consecuencia de la
m ala paga. E ra enérgico y castigaba los desórdenes e indisciplinas seve­
ram ente: “T u v o siem pre por principal fin pegarse con ellos; 110 d ejar
que se afirm asen en lu g ar ni juntasen c u erp o ; acom etellos, apretallos,
seguillos”, facilitando de todas m aneras el castigo de los culpables.
Se hizo odioso, dando p o r acabada una g u e rra que “pareciendo a
hom bres ausentes cuerdos y de experiencia que había de retoñecer con
m ayor fu e rz a ”.
ESTILO
Conciso, sin olvidar por eso lo esencial.
Se ha com parado su estilo con el de T á c ito ;
sem ejanza en el estilo, sino en los conceptos,
palabras, como lo observarem os m ás adelante.
suyo, de colorido y vibración hum ana.
F ra se s m ás bien breves.
no solam ente existe e sta
y a veces en las m ismas
E s un estilo nervioso el
LA M ORAL E N H U RTAD O DE M END O ZA
M endoza es un m oralista arm ado de una grandeza e independencia
de espíritu ex trao rd in aria. Su im parcialidad, su veracidad histórica, ta.
246
PÜRIÍDA V A L D É S '—
FU SCO
S A N S O N Ii
independencia que tiene para juzgar , a sus contem poráneos, como a este
M arqués de M ondejar, hacen de él un m odelo de historiadores. A d e­
m ás posee penetración psicológica m uy afinada, com o lo vem os en este
re tra to .
V eam os un ejem plo de la im itación de H u rta d o de M endoza del es­
tilo y el procedim iento de T á c ito :
H U R T A D O DE M E N D O ZA
“C om enzaron a subir la sierra, donde se decía que los cuerpos ha­
bían quedado sin s e p u ltu ra : triste y aborrecible vista y m e m o ria ; había
entre los que m iraban nietos y descendientes
de los m uertos, o per­
sonas que por oídas conocían ya los lugares desdichados. Lo prim ero
dieron en la p arte donde paró la vanguardia, con su capitán, por la
escuridad de la noche, lu g ar h arto extendido y sin m ás fortificación que
la natural, entre el pie de la m ontaña y el alojam iento de los m eros.
B lanqueaban calaveras de hom bres y huesos de caballos am ontonados,
desparcidos, según cómo y dónde habían p a r a d o : pedazos de ram as, fre ­
nos, despojos de jaeces” . (E l fu erte de C alalui. F ra g m en to del l i b r o ) .
TA C IT O
“E l prim er cam po de V arus, en su vasta extensión, en las dim ensio­
nes de su plaza de arm as, anunciaba la obra de tres legiones. U n poco,
m ás lejos un atrincheram iento semi d .rru íd o , un foso poco profundo, in­
dicaba el lugar donde se habían am ontonado los débiles despojes. En
medio de la llanura blanqueaban las osam entas, esparcidas o am onto­
nadas, según hubieran huido o com batido, con m iem bros de caballos y
arm as quebradas” .
( Fragmento de ¡os “A n a le s”. Libro I.)
O bsérvese la sem ejanza de los últim os p á rra fo s: los m ism os ele­
m entos decorativos, calaveras, despojos de caballerías, etc. O bsérvese
la sem ejanza del e stilo : frases breves, vivo colorido en la descripción
dentro de la m ayor sobriedad.
Miguel de Cervantes de Saavedra
( 1547 - 1616 )
Ignórase la fecha exacta del nacim iento de C ervantes;
sábese que fué bautizado en 9 de O ctubre de 1547. ¿Cóm o
era físicam ente C ervantes? El nos lo dice, en el prólogo de
las “ Novelas E jem p lares” : “ E ste que veis aquí de ro stro
aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desem barazada,
de alegres ojos y de nariz corva, anque bien p ro p o rcio n ad a;
las barbas de plata, que no ha veinte años fueron de o ro ;
los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni m enu­
dos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos m al acon­
dicionados y peor puestos, porque no tienen corresponden­
cia los unos con los o tro s; el cuerpo entre dos extrem os
ni g ran d e ni 'p eq u eñ o ; la color viva, antes blanca que m ore­
n a ; algo cargado de espaldas y no m uy ligero de piés; este
digo que es el rostro del a u to r de la C alatea y de D on Q ui­
jo te de la M ancha” .
D u ran te m ucho tiem po siete ciudades, como a H om e­
ro, disputaban el lugar de su nacim iento ; p o r últim o se ave­
riguó con certeza ser A lcalá de H enares.
Su educación no fué m uy cuidada. E n varias obras
C ervantes se lam enta de su fa lta de preparación en los es­
tudios universitarios. E s problem a m uy debatido entre los
cervantistas, si C ervantes fué un ingenio lego, como le lla­
m aron algunos o un erudito. Se han escrito m uchos libros
sobre la ciencia de C ervantes, sobre su p ro fu n d o conoci­
m iento en diversas m aterias. S obre este asunto h ay una ex­
celente docum entación en “ El pensam iento de C ervantes”
de A m érico C astro.
E s indudable que C ervantes no aprendió en las aulas
universitarias, su conocim iento p ro fu n d o de la vida, su sa­
biduría em pírica; que no fueron los libros solam ente los
que le dieron su m aestría en descubrir y exponer las debi­
lidades de los hom bres, sino su constante tra jin a r por pla­
zas, pueblos y cam inos; su propia desventura. A sí “ Rinconete y C o rtad illo” dem uestra su p ro fundo conocim iento del
ham pa andaluza, “ L a G itanilla” , sobre la vida de los g ita­
nos. Adem ás, C ervantes poseía el don de obtener una visión
objetiva de las cosas. Si bien en algunas de sus obras, com o
en “ Persiles y S egism unda” , com o en algunas de sus “ N o­
velas E jem p lares” , predom ina la fantasía, la im aginación,
sobre la visión directa de las cosas, es esta últim a, es ese
realism o de carácter social y hum ano, el que hace de él el
g ra n escritor universal, que se eleva sobre el particularism o
nacional p ara d o tar a su obra de ese elem ento hum ano, uni­
versal, que es la propia vida.
Sobre su infancia nada nos dice C ervantes en sus obras,
en cambio, algo sabemos sobre su vocación de escritor que
se despertó en él desde m uy joven. E ncontrándose C ervan­
tes en M adrid, el 24 de O ctubre de 1568, en circunstan­
cias en qite celebrábanse las exequias de la rein a Isabel de
V alois, m u jer de Felipe II, el A yuntam iento encargó a
Ju a n López de H oyos — m aestro de C ervantes — la re­
dacción de las inscripciones que habían de fig u ra r en la de­
coración de la iglesia. C ervantes escribió algunas de las
composiciones y esta fué su iniciación en las letras. E n D i­
ciem bre de 1568, C ervantes acom paña a Italia, al C ardenal
A cquaviva, legado del P ap a P ío V, en calidad de cam are­
ro . A p a rtir de este m om ento de su vida se puede decir que
com ienza p a ra él una serie de aventuras y desventuras que
pondrán una nota som bría en el decurso de su existencia.
E l 15 de Setiem bre de 1571 p a rtía D on Ju a n de A u stria
con una flo ta del puerto de M esina para com batir a los
turcos. E n ella iba C ervantes com o voluntario. E l 7 de O c­
tubre se en co ntraron turcos y cristianos en la ra d a de Lepanto, donde se libró una encarnizada batalla. Cervantes'
se batió valientem ente y en la jo rn a d a le quedó estropeado
un brazo. De esa m iseria y de esa incapacidad física se en ­
vaneció C ervantes y el hecho le valió el apodo de “ M anco
de L ep an to ” . M as la realidad debió dem ostrarle bien p ro n ­
to que había sido llevado como en todas las gu erras de con­
quistas com o veja al m atadero. Después de cinco años de
v id a m ilita r: L epanto, N avarino, C orfú, Túnez, C ervan­
tes cosecha el desengaño. Con cartas de recom endación de
D on Ju a n de A u tria y del V irrey de Nápoles, em barcóse
p a ra E sp añ a en esta ú ltim a ciudad, con el fin de recibir
alg u n a recom pensa p o r sus leales servicios. L a suerte te­
n ía que ju g arle una m ala p asad a: la galera “ E l S ol” en que
v iajab a fué apresada por corsarios berberiscos, sufriendo
cautiverio du ran te cinco años en la ciudad de Túnez. De
estos hechos hace m ención C ervantes en la novela del cau­
tivo (caps. 39, 40, 41. I parte. Q u ijo te ).
R escatado p o r el fraile redentorista Ju an Gil, regresó
a E spaña, abandonando las arm as p a ra dedicarse exclu­
sivam ente a las letras. E ste dualism o del escritor-soldado
lo ex p resa C ervantes en fo rm a de paralelo en el fam oso
discurso de D on Q uijote, de las arm as y las letras (cap.38.
I parte. Q u ijo te ).
Su p rim era obra de im portancia, “ L a C alatea” , la te r­
m ina a fines de 1583. E n ella rinde tributo C ervantes al
género pastoril, como en el Q u ijo te ren d irá culto a las no­
velas de caballerías p ara crear la m ás sublime de todas ellas.
E n 1588 se dirige C ervantes a A ndalucía en busca de
trab ajo . C onsigue allí el cargo de proveedor de la A rm a­
da, que tantos sinsabores le debía costar. Suplica una pla­
za en A m érica, “ rem edio a que se acogían otros m uchos
perdidos en Sevilla, que era el pasarse a las Indias, re fu ­
gio y am paro de los desesperados de E sp añ a” . Su solici­
tu d fué desestim ada y como dice F itzm aurice Kelly, “ fué
un fav o r p a ra el m undo : hizo posible la creación del Q u i­
jo te ” . L a frase del escritor inglés es la expresión de la
creencia falsa de que las grandes obras se crean en la in­
digencia. L a desventura de. C ervantes no fué el acicate
de su genial creación, que igualm ente hubiera nacido en
condiciones económicas m ás prósperas y tranquilas.
E n 1597, p o r ciertas irregularidades de que se le acu­
só, fué detenido y encarcelado. R ecobró a los tres meses
la libertad, pero fué expulsado ele los servicios públicos.
V ivió algunos años en Sevilla en com pleta esterilidad cre­
ad o ra. D esde 1598 su vida se eclipsa h asta 1603, pero en
1605 sale im presa la prim era parte del Q uijote. Después
del éxito alcanzado por su “ Don Q u ijo te” , perm anece inac­
tivo d u ran te 8 años, pero hubo de s u frir entonces nuevas
■ ¿ su
PEREDA VALDES —
PU S C O
SAN SON E
contrariedades con m otivo de la m uerte de G aspar de Ezpeleta, en cuyo enojoso suceso se vió com prom etido ju n ­
to a otros fam iliares. E n 1609 vuelve a la actividad con sus
novelas ejem plares que term inó en 1612. E n 1615 publica
la segunda p arte del Q uijote, teniendo que su frir la des­
leal com petencia del Q u ijo te de A vellaneda. L a dedica­
to ria de Persiles tiene fecha en 19 de A bril de 1616. E l
23 de A bril de 1616, m uere C ervantes, obscura y pobre­
mente.
Su vida fué un ejem plo de austeridad, de grandeza h u ­
m ana en lucha con la adversidad y el destino.
OBRAS
L a Galatea. — T ea tro . — Poesías. — V ia je al P arnaso. — D on
Q uijote de la M ancha. — N ovelas ejemplares.. — Persiles y Segism unda.
B IB L IO G R A F IA
Vida y hechos del ingenioso hidalgo D on Q uixote de la M ancha.
E d. P rin. —■ V ida y hechos del ingenioso hidalgo D on Q uixote dei 'n
M ancha. 1765. 4 tem os, en la Im prenta de M anuel M artín. — Vidai de
M iguel de C ervantes. E d. R. Schevill. — B io g rafía docum entada de
M iguel de Cervantes por F itzm aurice K elly. — P ersiles y Segism unda.
E d. Schevill y Bonilla. M adrid. — N ovelas E jem plares. E d. R odríguez
M arín. — L a gitanilla. — E l licenciado. — V idriera. — Poesias sueltas.
E d. Schevill y Bonilla. — Comedias y E ntrem eses, Edic. J. G arcía. —
E studio crítico del entrem és 'E l vizcaíno fingido. — H isto ria de la
L ite ratu ra Española. F itzm aurice K elly .— P ró lo g o de D on Q uijote
edición crítica de R odríguez M arín. — C otarelo y M ori. — U ltim es estu­
dios cervantinos. — M enéndez y Pelayo. — C ultura literaria de M iguel
de C ervantes y elaboración del Q uijote. T om o IV , ,pág. I de C rítica
L iteraria. — "L as interpretaciones del Q u ijo te ”, tomo V , idem. pág. 191.
A m érico C astro. — E l pensam iento de C ervantes. — Julio C ejador. —
L a lengua de Cervantes. M adrid. 1905. — B ibliografía c rític a de las
ediciones del Q uijote desde 1605 hasta 1917 recopilada por J. S uñé. —
Icaza. E l Q uijote d urante tre s siglos. M adrid, 1918. —- S upercherías
y errores cervantinos, por Francisco A. de Icaza. — Savj. — López.
C ervantes. — A udré S uárez. — C ervantes. — Ildefonso P ered a V aldés.
L os antiquijotes. — E studios literarios. R o d ríg u ez M arín. — E l “Q u i­
jo te y D on Q uijote en A m érica. Salvador de M adariaga. — Guía del
lector del Q uijote. R am iro de M aetzu. — D on Q uijote, D on Ju a n y la
Celestina. — Cervantes. — P áginas escogidas. E dit. M undo L atino (re c o m .). — Ju sto de L ara. — C ervantes y el Q uijote. H abana, 1905. • —
C ervantes. —- T eatro. E dic. L uis M ichaud. — Ju n a M illé y Giménez.
S obre la génesis del Q uijote. — A dolfo Bonilla y San M artín.
G U IA
DE L E C T U R A S
dE
A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
251
C ervantes y su obra. — M iguel de Cervantes. — E ntrem eses. —
L as cien m ejores obras de la lite ra tu ra española, tom o 21. —• R om era y
N a v arro . L ite ratu ra E spañola, pág. 234. — M anuel de M ontoliú. L it.
Cast. pág. 358. —• B ar ja. A utores Clásicos. — A zorín. ‘A l m argen de
los clásicos”. — A l m argen del Q uijote, pág. 73. — A l m argen del P e rsiles. — A l m argen de la fu erza d e la sangre, pág. 97 y 107. — A zorín.
“L a ru ta del Q u ijo te”. — M iguel de U nam uno. ‘ Vicia de Don Q uijote y
Sancho” . — R icardo R ojas. “C ervantes” . — C ervantes. — N ovelas e je m ­
plares. E d . G arnier H nos. — Cervantes. “P ersiles y Segism unda” . E d.
Col. U niversal.
Q U IJO T E
Parte I. — Capítulo I
E n un lugar de la M ancha de cüyo nom bre no quie­
ro acordarm e ( i ) , no ha m ucho tiem po que vivía un hi­
dalgo de los de lanza en astillero ( 2 ) , a d a rg a antigua,
rocín flaco y galgo co rred o r. U n a olla de algo m ás vaca
que carnero ( 3 ) , salpicón ( 4 ) , las m ás noches, duelos y
quebrantos los sábados ( 5 ) , lentejas los viernes, algún p a­
lom ino de añ ad id u ra los dom ingos consum ían las tres p a r­
tes (6 ) de su hacienda. E l resto della concluían sayo de
velarte ( 7 ) , calzas de velludo ( 8 ) , p ara las fiestas con sus
pan tu flo s (9 ) de lo mismo, y los días de entre sem ana se
ho n rab a con su vellorí (1 0 ) de lo m ás fin o . T en ía en su
casa un am a que pasaba de los cuarenta y una sobrina que
no llegaba a los veinte y un m ozo de cam po y plaza, que así
ensillaba el rocín como tom aba la podadera. F risab a la
edad de n u estro hidalgo con los cincuenta a ñ o s ; era de com­
plexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, g ra n m a­
d ru g ad o r y am igo de la caza. Q uieren decir que te­
nía el sobrenom bre de Q u ijad a o Q uesada, (que en esto hay
alguna d iferen cia'en los autores que de este caso escriben).
A unque por conjeturas verosím iles se deja entender que se
llam aba Q u ija n a . P ero esto im porta poco a nuestro cuen­
to : basta que en la n arración del no se salga un punto de.
la verdad. E s, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los
ratos que estaba ocioso (q u e eran los m ás del a ñ o ), se daba
a leer libros de caballerías, con ta n ta afición y gusto, que
olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la
adm inistración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad
y desatino en esto, que vendió m uchas hanegas de tie rra
PEREDA VALDES —
l'U S C O
SAN SON É
de sem bradura para com prar libros de caballerías en
que leer, y así llevó a. su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que
com puso el fam oso Feliciano de Silva, porque la cla­
ridad de su prosa y aquella^ entrincadas razones su­
yas le parecían de perlas, y m ás cuando llegaba a leer aque­
llos requiebros y cartas de desafíos, donde en m uchas p a r­
tes hallaba e s c rito : “ L a razón de la sinrazón que a mi ra ­
zón se hace, de tal m anera mi razón enflaquece, que con
razón me quejo de la vuestra fe rm o su ra” ; y tam bién cuando
le ía : “ Los altos cielos que de vu estra divinidad divinam en­
te con las estrellas os fortifican, y os hacen m erecedora del
m erecim iento que m erece la v u estra g ran d eza” . Con estas
razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase
p o r entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo
sacara ni las entendiera el m ism o A ristóteles si resucitara
para sólo ello.
NOTAS
(1 )
C e rv a n te s a lu d e p ro b a b le m e n te a A r g a m a s illa d e A lb a.
(2 ) H id a lg o e q u iv a lía a n o b le, p e ro d e s ig n a b a m á s c o n c re ta m e n te el ín fim o
g ra d o de la n o b le za.
(3 )
A s tille ro . — E s ta n te e,n q u e se p o n ía n las a s ta s o la n z a s, a d o rn o del
p o rta l de la ca sa de u n h id a lg o .
(4 )
L a v ac a e ra c o m id a m á s b a r a ta q u e el c a rn e r o .
(5 )
R e s to s d e la c a rn e d e la c o m id a q u e e ra se rv id a de n o c h e .
(6 ) M a n ja r d e h u ev o s y to rre z n o s .
(7 )
E q u iv a le a tr e s c u a rta s p a r te s d e la h a c ie n d a .
(8 )
V e la rte . — I 'a ñ o de fin a c a lid a d .
(9 )
V e llu d o . — E s p e c ie d e te rc io p e lo .
(1 0 ) P a n tu f lo . — C a lz a d o de g e n te a n c ia n a , q u e se p o n ía e n c im a de lo s
b o rs e g u íe s o z a p a to s p a ra a b rig o , y p a ra lib ra rs e d e l lo d o .
(1 1 ) V e llo r í. — P a ñ o e n tre fin o , d e color p a rd o c e n ic ie n to , d e la n a s in te ñ ir .
C O M E N TA R IO
Cervantes nos describe la condición y ejercicio del fam oso hidalgo
D on Q u ijo te de la M ancha, el am biente que lo rodea, sus m e­
dios de vida, sus peregrinas aficiones. E ra un hidalgo, por consiguiente,
pertenecía a una clase acom odada, que si bien no era de alto linaje g o ­
zaba de ciertos privilegios, sus casas y personas estaban exentas de j u ­
risdicción señorial. C ervantes no ha querido describirnos la persona de
un hidalgo pobre, del cual se encuentra una descripción en A ntonio de
G uevara en su “M enosprecio de C orte y A labanza de aldea’’, sino de
una persona acom odada condición, cuyas “tres cuartas p artes de la h a ­
cienda” se consum ían en el comer.
U saba saya de velarte, calzas de velludo y un vellorí de lo m ás fino,
lo que significa que vestía con distinción y aseo.
,
' , '
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
253
Retrato físico de Don Quijote: era de complexión recia, seco de
carnes, enjuto de rostro. (Algunos han querido, ver en este retrato una
gran semejanza con el de Cervantes) .
L A L O C U R A DE D O N Q U IJO TE
Su locura consistía en leer libros de caballerías y creerse caballero
andante. Don Q u ijo te presenta una doble faz de locura y cordura. E n
él alternan, c ordura y lo cu ra; intervalos lúcidos y m om entos de o f u s ­
cación. E n lo tocante a asuntos
de caballería andante su locura se des­
borda y m anifiesta tantas veces
se le habla de ello, al m ism o tiempo
abundan sus razones ingeniosas, sus juicios acertadísim os, sus conse­
jo s sensatos.
C O M E N TA R IO
DE
UNAMUNO
‘‘E ra pobre, de com plexión recia, seco de carnes, enjuto de ro stro ,
g ra n m adrugador y am igo de la caza. D e lo cual se saca que era de
tem peram ento colérico, en el que predom inaba c alo r y sequedad, y
quien lea el ya citado E xam en de Ingenios que com puso el D r. D. Juan
H u a rte, dedicándoselo a S . M . el Rey D on Felipe II, verá cuán bien
c uadra a D on Q uijote lo que de los tem peram entos calientes y se á is
dice el ingenioso físico.
E ra D on Q uijote am igo de
la caza, en cuyo ejercicio se aprende
astucias y engaños de g u erra, y
así es cóm o tras las liebres y perdices
c orrió y recorrió los aledaños de su lu g ar y debió de reco rrerlo s soli­
tario y escotero bajo la .tersu ra sin m ancha del cielo m anchego.
L a ociosidad y aun am or desgraciado de que hablaré m ás adelante,
le llevaron a darse a leer libros de caballerías “con tanta afición y
gustó que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la a d ­
m inistración de su hacienda y hasta vendió m uchas fanegas de tie rra
de sem bradura para com prar libros de caballerías, pues no sólo de pan
vive el hom bre. Y apacentó su corazón su corazón con las hazañas y
proezas de aquellos esforzados caballeros que desprendidos de la vida
que pasa, aspiraron a la g lo ria que queda. E l deseo de la gloria fu é su
resorte de acción."
M ig u el de Unamuno. — "Vid a de Don Quijote y Sancho"
C A P IT U L O I I — P A R T E i*
Que trata de Ja primera salida que de sil tierra hizo el inge­
nioso D on Q uijote
H echas pues, estas prevenciones, no quiso a g u a rd a r
m ás tiem po a poner en efecto su pensam iento, apretándole
a ello la falta que él pensaba que hacía en el m undo su tardanza^-según eran los agravios que pensaba deshacer, y
tu erto s que enderezar, sinrazones que enm endar, y abu­
254
PEREDA V A I í DES —
EUSCO S A N SO N É
sos que m ejo rar, y deudas que satisfacer. Y así, sin d ar p a r­
te a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese,
una m añ an a antes del día (que era uno de los calurosos del
mes de Ju lio ), se arm ó de todas sus arm as, subió sobre
R ocinante, puesta su m al com puesta celada, em brazó su
adarga, tom ó su lanza, y p o r la p u erta falsa de un corral
salió al cam po con grandísim o contento y alborozo de ver
con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo.
M as apenas se vió en el campo cuando le asaltó un pen­
sam iento terrible, y tal, que p o r poco le hiciera d e ja r la
com enzada em p re sa; y fue que le vino' a la m em oria que no
era arm ado caballero, y que conform e a ley de caballe­
ría, ni podía ni debía to m ar arm as con ningún caballero:
Y puesto que lo fuera, había de llevar arm as blancas ( i ) ,
como novel caballero, sin em presa (2 ) en el escudo, h as­
ta que p o r su esfuerzo la ganase. E stos pensam ientos le
hicieron titu b ear en su proposito; m as pudienclo m ás su
locura que o tra razón alguna, propuso de hacerse arm a r
caballero del prim ero que topase, a im itación de otros m u ­
chos que así lo hicieron, según él había leído en los libros
que tal le tenían. E n lo de arm as blancas, pensaba lim ­
piarlas de m anera, que teniendo lugar, que lo fuese m ás
que un arm iñ o : y con esto se quietó (3 ) y prosiguió su ca­
m ino, sin llevar otro que aquel su caballo quería, creyen­
do que en aquello consistía la fuerza de las aventuras.
Y endo pues cam inando nuestro flam ante aventu­
rero, iba hablando consigo m ism o y diciendo: ¿Q uién d u ­
da sino que en los venideros tiem pos, cuando salga, a luz
la verd ad era histo ria de mis fam osos hechos, que el sabio
que lo escribiere, no ponga, cuando llegue a contar esta
mi prim era salida tan de m añana, desta m an era? “A pe­
nas (4 ) había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la
ancha y espaciosa tie rra las doradas hebras de sus h er­
m osos cabellos, y apenas los pequeños y pintados paj a ri­
llos, con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce
y m eliflua arm onía la venida de 1a. rosada au ro ra, que de­
jan d o la blanda cam a del celoso m arido ( 5 ) , por las puer­
tas y balcones del m anchego horizonte a los m ortales se
m ostraba, cuando el fam oso caballero D on Q uijote de la
M ancha, dejando las ociosas plum as, subió sobre su fam o­
so caballo R ocinante, y comenzó a cam inar por el antiguo
y conocido campo de M ontiel” . Y era la verdad que por él
G U IA
DE L E C T U R A S
DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERNOS
255
cam inaba; y añadió d ic ie n d o : “ ¡D ichosa edad y siglo dicho­
so aquel adonde saldrán a luz las fam osas hazañas m ías,
dignas de entallarse en bronce, esculpirse en m árm oles y
pintarse en tablas p ara m em oria en lo futuro. ¡Oh tú, sa­
bio encantador, quien quiera que seas, a quien h a de tocai
el ser coronista (6 ) desta peregrina histo ria!, ruégote que
no te olvides de mi buen R ocinante,' com pañero eterno
m ío en todos mis cam inos y carreras. Luego volvía dicien­
do, como si verdaderam ente fuera en am orado: ¡Oh p rin ­
cesa Dulcinea, señora deste cautivo c o ra z ó n ! m ucho a g ra ­
vio me habedes (7 ) fecho en despedirm e y reprocharm e
con el riguroso afincam iento de m andarm e no parecer a n ­
te la v u estra ferm osura.
Plágaos, señora, de m enbraros deste vuestro sujeto
corazón, que tantas cuitas por vuestro am or padece” .
Con éstos iba ensartando otros disparates, todos al
m odo de los que sus libros le habían enseñado, im itando
en cuanto podía su len g u aje; y con esto cam inaba tan des­
pacio, y el sol entraba ta n apriesa y con tanto ard o r, que
fu era bastante a d erretirle los sesos si algunos tuviera.
Casi todo aquel día cam inó sin acontecerle cosa que
de co n tar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisie­
ra to p ar luego con quien hacer experiencia del valor de su
fuerte b razo. A utores hay que dicen, que la prim era aven­
tu ra que le avino (8 ) fué la del P u erto L ápice; otros di­
cen que la de los m olinos de viento ; pero lo que yo he po­
dido av eriguar en este caso, y lo que he hallado escrito
en los anales de la M ancha, es que él anduvo todo: aquel
día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y
m uertos de ham bre; y que m irando a todas partes por ver
si descubría algún castillo o alguna m ajad a de pastores
donde recogerse, y adonde pudiese rem ediar su m ucha ne­
cesidad, vió, no lejos del cam ino por donde iba, u n a ven­
ta, que fué como si viera una estrella que no a los portales,
sino a los alcázares de su redención le encam inaba ( 9 ) . Dióse priesa a cam inar, y llegó a ella a tiem po que anochecía.
E stab an acaso a la p u erta dos m ujeres mozas, destas
que llam an “ del p a rtid o ” (1 0 ), las cuales iban a Sevilla
con unos arriero s que en la venta aquella noche acertaron
a hacer jo rn a d a : y como a nuestro aventurero todo cuan­
to pefísaba, veía o im aginaba le parecía ser hecho, y pasar
al m odo de lo que había leíck>, luego que vió la venta, se le
256
PE R É B A VALDES ---- F U S C O S A N SO N ®
representó que era un castillo con sus cuatro to rre s y cha­
piteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y
honda cava con todos aquellos adherentes que sem ejantes
castillos se pintan.
F uese llegando a la venta (que a él le p a re c ía 'castillo),
y a poco trecho della detuvo las riendas a R ocinante, es­
perando que algún enano se pusiese entre las alm enas a d ar
señal con alguna trom peta de que llegaba caballero al cas­
tillo. P ero com o vió que se tardaban, y que R ocinante se d a­
ba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la p u erta
de la venta, y vió a las dos d istraíd as m ozas que allí esta­
ban, que a él le parecieron dos herm osas doncellas o dos
graciosas dam as, que delante de la p uerta del castillo se es­
taban solazando.
E n esto sucedió acaso que un porquero que andaba
recogiendo de unos ra stro jo s una m an ad a de puercos (que,
sin perdón, así se llam an) tocó un cuerno, a cuya señal.
ellc:s se recogen, y al instante se le representó a D on Q ui­
jo te lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal
de su v en id a; y así con ex trañ o cdntento llegó a la venta y
a las dam as, las cuales como vieron venir un hom bre de
aquella suerte arm ado, y con lanza y adarga, llenas de m ie­
do se iban a e n tra r en la v en ta; pero D on Q uijote, coligien­
do por su huida su m iedo ( n ) , alzándose la visera de p a­
pelón ( 1 2 ) , y descubriendo su seco y polvoroso rostro,
con gentil talante y voz reposada les d ijo :
— N on fuyan las vuestras m ercedes (1 3 ) , nin tem an
desaguisado alguno, ca a la orden de caballería que p ro ­
feso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto m ás
a tan altas doncellas com o vuestras presencias dem uestran.
M irábanle las mozas, y andaban con los ojos buscán­
dole el ro stro que la m ala visera le encubría: m as com o se
oyeran llam ar doncellas, cosa ta n fu e ra de su profesión,
no pudieron tener la risa, y fué de m anera que D on Q u i­
jo te vino a correrse y a decirles:
— B ien parece la m esura en las ferm osas, y es m u ­
cha sandez adem ás la risa que de leve causa procede; pero
non vos lo digo porque os acuitedes ni m ostredes mal ta ­
lante, que el m ío non es de al que de serviros (1 4 ) •
E l lenguaje no entendido por las señoras, y el m al ta ­
lle de n u estro caballero acrecentaban en ellas la risa y en
él el enojo, y p a s a r a . m uy adelante, si a aquel punto
G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
257
no saliera el ventero, hom bre que por ser m uy gordo era
m uy pacífico, el cual, viendo aquella fig u ra contrahecha,
arm ad a de arm as tan desiguales, como eran la brida, lan­
za, ad arg a, y coselete (1 5 ) , no estuvo en n ad a en acom pa­
ñ a r a las doncellas en las m uestras de su contento. M as
en efecto, tem iendo la m áquina de tantos pertrechos, de­
term inó de hablarle com edidam ente, y así le d i j o :
— Si vuestra m erced, señor caballero, busca posada
am én del lecho (1 6 ) (porque en esta venta no hay ningu­
n o ), todo lo dem ás se h allará en ella en m ucha abundancia.
V iendo D on Q uijote la hum ildad del alcaide (1 7 ) de
la fortaleza (que tal le pareció a él el ventero y la v en ta),
re sp o n d ió :
— P a ra mí, S eñor castellano (1 8 ) , cualquiera cosa
basta, porque mis arreos son las arm as, mi descanso el pe­
lear, etc.
P ensó el huésped que el haberle llam ado castellano
había sido p or haberle parecido de los sanos de Castilla,
aunque el era andaluz y de los de la playa de Sanlúcar,
no m enos ladrón que Caco, ni m enos m aleante que estu­
diante o paje.
Y así, le re sp o n d ió :
— Según eso, las cam as de vuestra m erced serán du­
ras peñas, y su dorm ir siem pre v e la r : y siendo así, bien
se puede apear con seguridad de hallar en esta choza oca­
sión y ocasiones para no do rm ir en todo un año, cuanto
m ás en una noche.
Y diciendo esto, fué a tener del estrib o a D on Q u ijo ­
te, el cual se apeó con m ucha dificultad y trab a jo , como
aquel que en todo el día no se había desayunado. D ijo lue­
go al huésped que le tuviese m ucho cuidado de su caba­
llo, porque era la m ejor pieza que com ía pan en el m undo.
M iróle el ventero, y no le pareció tan bueno como Don
Q u ijo te decía, ni aun la m ita d ; y acom odándole en la ca­
balleriza, volvió a ver lo' que su huésped m andaba, al cual
estaban d esarm ando las doncellas (q u e ya se habían re ­
conciliado con é l), las cuales, aunque le habían quitado el
peto (1 9 ) y el espaldar, jam ás supieron ni pudieron des­
encajarle' la gola (2 0 ) , ni qu itarle la contrahecha celada,
que tra ía a ta d a con unas cintas verdes, y era m enester cor­
tarlas p o r n o poderse q u itar los ñ udos; m ás él no lo quiso
consentir en n inguna m a n e ra ; y así se quedó toda aquella
258
TEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON É
noche con la celada puesta, que era la m ás graciosa y ex­
tra ñ a fig u ra que se pudiera p e n s a r: y al desarm arle, como
él se im aginaba que aquellas traíd a s y llevadas que le desar­
m aban eran algunas principales señoras y dam as de aquel
castillo, le dijo con m ucho donaire:
— N unca fuera caballero (2 1 )
de dam as tan bien servido,
como fü e ra D on Q uijote
cuando de su aldea v in o :
doncellas curaban dél,
princesas de su rocino,
o Rocinante, que éste es el nom bre, señoras mías, de mi
caballo, y D on Q uijote de la M ancha el m ío: que puesto
que no quisiera descubrim e fasta que las fazañas fechas en
vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de aco­
m o d ar al propósito presente este rom ance viejo de Lanzarote ha sido causa que sepáis mi nom bre antes de toda sa­
zón; pero tiem po vendrá en que las vuestras señorías me
m anden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el
deseo que tengo de serviros.
L as m ozas, que no estaban hechas a oír sem ejantes re­
tóricas, no respondían p alab ra; sólo le p reguntaron si que­
r í a com er alguna cosa.
—C ualquiera y an taría yo — respondió Don Q uijote,
— porque a lo que entiendo me h aría m ucho al caso.
A dicha acertó a ser viernes aquel día, y no había en
toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Cas­
tilla llam an abadejo, y en A ndalucía bacallao y en otras
partes curadillo, y en otras, truchuelas. P reg u n táro n le si
p o r v en tu ra com ería su m erced truchuelas, que no había
o tro pescado que darle a com er.
— C om o haya m uchas truchuelas — respondió D on
Q uijote, — podrán servir de una tru c h a ; porque eso se me
da que me den ocho reales sencillos, que una pieza de a ocho.
C uanto m ás, que podría ser que fuesen estas truchuelas co­
mo la ternera, cjíte es m ejo r que la vaca, y el cabrito que
el cab ró n . Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el tra ­
bajo y peso de las arm as no se puede llevar sin el gobierno
de las trip as.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
259
M ODERN OS
P usiéronle la m esa a la p u erta de la venta por el fres­
co, y tru jó le el huésped una porción de mal rem ojado y peor
cocido bacallao, y un pan tan negro y m ugriento como sus
arm a s; pero era m ateria de gránde risa verle com er, pprque com o tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía
p oner n ada en la boca con sus m anos, si otro n o se lo daba
y ponía y así una de aquellas señoras servía deste m enes­
te r. M as el darle de beber no fué posible, ni lo fuera, si
el ventero no h o ra d ara una caña, y puesto el un cabo en la
boca, p o r el o tro le iba echando el v in o : y todo esto lo re­
cibía en paciencia a trueco de no rom per las cintas de la ce­
lada .
E stan d o en esto, llegó acaso a la venta un castrad o r
de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas cua­
tro o cinco veces: con lo cual acabó de co n firm ar Don
Q u ijo te que estaba en algún fam oso castillo, y que le ser­
vían con m úsica; y que el abadejo eran tru ch a s; el pan,
ca n d ia l; y las ram eras dam as, y el ventero, castellano del
castillo; y con esto daba p o r bien em pleada su d eterm ina­
ción y salid a. M as lo que m ás le fatigaba era el no verse
arm ad o caballero, por parecerle que no se podría poner
legítim am ente en av en tu ra alguna sin recibir la orden de
cab allería.
NOTAS
(1 ) a rm a s b la n c a s. E r a n las q u e no lle v a b a n e m p re s a n i in s ig n ia a lg u n a .
(2 )
E m p re s a . E m b le m a .
»
(3 )
Se q u ie tó — S e tra n q u iliz ó .
(4 ) A p e n a s h a b ía el ru b ic u n d o A p o lo p o r la faz d e la a n c h a y e sp a c io sa
tie rra la s d o ra d a s , etc^ — E je m p lo d e e s tilo c u id ad o y b r illa n te , d o n d e n o apat'ece la e s p o n ta n e id a d , c o m o c u a n d o h a b la n su s p e rs o n a je s.
(5 )
E l ce lo so m a rid o . — T i tó n o T ito n o , m a rid o d e la A u ro ra . A lu s ió ji
m ito ló g ic a .
(6 )
C o ro n is ta —• c ro n ista .
(7 )
M u c h o a g ra v io m e h a b e d e s
de
fecho,
etc.
A quí
C e rv a n te s
im ita
el
e stilo
los lib ro s de c a b a lle ría s .
(8 ) A v in o — D e a v e n ir, a c o n te c e r.
(9 )
q u e no a los p o rta le s , si no a lo s a lc á z a re s d e su r e d e n c ió n le en c am in a b a.
D e b e e n te n d e rs e e s ta •expresión e n el se n tid o q u e no a c o m e n z a r su r e d e n c ió n ,
s in o a c o lm a rla to ta lm e n te lo en c am in a b a.
(1 0 ) D el p a rtid o — ra m e ra s . Y a se e n c u e n tra e s ta e x p re s ió n e n u n lib ro del
A rc ip re s te d e T a la v e r a s o b r e los e n g a ñ o s d e la s m a la s m u je re s .
* ( 1 1 ) c o lig ie n d o p o r su h u id a su m ied o . D e d u c ie n d o p o r su h u id a su m ie d o <
(1 2 ) P a p e ló n — c a rtó n d elg ad o .
edes. A q u í C e rv a n te s im ita el e s tilo a rc a ic o .
e n c u e n tra u s a d o en la s o b r a s m á s an tig u as*
d e la le n g u a c a s te lla n a . Er* la s c é d u la s y ó rd e n e s d e lo s R e y e s lleg ó a s e r fó r-fc
m u ía o r d in a r ia c o n c lu ir d ic ie n d o a los q u e se e n c a m in a b a n : e t n o n fa red e en d e al
260
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
(1 5 ) C o s e le te . A r m a d u r a c o m p u e s ta d e fióla, p eto , e s p a ld a r, esc a rc e la , b r a ­
ce te y c e la d a .
(1 6 ) A m én del lecho. D ebe e n t e n d e r s e : fu e ra d e ; a d e m ás.
( 1 7 ) A lc a id e . L a p e rs o n a q u e e s tá a c a rg o d e u n ca stillo .
(1 8 ) P a r a m i s e ñ o r c a ste lla n o . C e rv a n te s hac e u n g ra c io s o ju e g o d e p a la b ra s
con la s d o s ac e p c io n e s de la p a la b ra c a s te lla n o : 1.a A lc a id e o g o b e r n a d o r de
a lg ú n c a stillo .
2 .a N a tu r a l d e C a stilla . E l v e n te ro e n tie n d e q u e D o n Q u ijo te ha
q u e rid o lla m a rle de los “ san o s de C a s tilla ” , es d ec ir, en le n g u a je d e g e rm a n íia
“ la d ró n d is im u la d o ” , m ie n tra s él e r a d e la p la y a de S 'a n lú car — u n o d e lo s lu g a re s
q u e e n tie m p o
de C e rv a n te s e ra m u y c o n c u rrid o d e v a g a b u n d o s y h a m p o n e s ,
(1 9 ) P e to
— a r m a d u ra q u e c u b r ía el p e c h o ; y e s p a ld a r la q u e c u b r ía
la
capa Ida.
(2 0 ) G o la — a rm a d u r a q u e c u b r ía la g a rg a n ta .
(2 1 ) N u n c a fu e ra c a b a lle ro . R o m a n c e de L a n z a r o te d el L a g o , m o d ifica d o p o r
C e rv a n te s . P e r te n e c e al ciclo d e los c a b a lle ro s d e la m esa re d o n d a .
C O M E N TA R IO
P rim era salida de D on Q uijote. E scenario de una v ieja venta
española que Don Q u ijo te tom a por castillo y al ventero por
castellano. D on Q uijote interpreta los elem entos de la realidad de acuer­
do con su fantasía. V e castillo donde hay una venta, doncellas donde
ram eras. Las rectificaciones corresponden a los que 110 viven su realism o
superior. Sus verdades fo rm an parte de una realidad fu era de la m is­
m a realidad, tie n :n valor por sí m ism as. A sí la realidad de D on Q uijote
adquiere una existencia independiente.
E l ventero es un personaje tom ado de la realidad y no de los li­
bros de caballerías. “H om bre que por ser m uy gordo era m uy pacífico”.
S o carró n y chistoso tom a a brom a todo lo referente a D on Q uijote.
Lo arm a caballero haciendo una parodia de la caballería. Son persona­
jes que integran esta decoración dos m ozas del partido, la T olosa y la
M olinera. Don Q uijote las idealiza llam ándolas doncellas ‘ Cosa ta n fuera
de su p rofesión” y les pide que se llamen en adelante, D oña T olosa y
D oña M olinera.
“H e aquí la prim era aven tu ra del hidalgo, cuando responde la risa
a su cándida inocencia, cuando al verter sobre el inundo su corazón l'a
pureza de que estaba henchido, recibe de rechazo la risa, m atadora de
tedo generoso anhelo. Y ved que las desgraciadas sei ríen precisam ente del
m ayor honor que pusieral hacérseles. Y él, corrido, les reprendió su san­
dez y arreciaron a reir ellas, y él a enojarse, y salió el ventero, hom bre
que por ser m uy gordo era m uy pacífico, y le ofreció, posada. Y a n te
la hum ildad del ventero hum illóse D on Q uijote y se apeó. Y las mozas,
reconciliadas con él, pusiéronse a desarm arle. Dos mozas del partido
hechas por D on Q uijote doncellas, ¡oh poder de su lo cura red en to ra!
fueron las prim eras en servirle con desinteresado cariño.
N unca fuera* caballero
de dam as tan bien servido.
MigueI de U nam uno.. — " Vida de Don Quijote y Sancho”
G U IA
Dl¡ L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
261
C A P IT U L O X X IV — P R IM E R A P A R T E
Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena
Dice la historia que era grandísim a la atención con
que Don Q u ijo te escuchaba al astroso caballero de la Sie­
rra, el cual prosiguiendo su plática d ijo :
— P o r cierto, señor, quienquiera que seáis, (que yo no
os conozco), yo os agradezco las m uestras de cortesía que
conm igo habéis usado, y quisiera yo hallarm e en térm inos,
que con m ás que la voluntad pudiera servir ( i ) la que h a­
béis m ostrado tenerm e en el buen acogim iento que me h a ­
béis h e c h o ; m as no quiere mi suerte darm e o tra cosa con
que corresponda a las buenas obras que m e hacen, que bue­
nos deseos de satisfacerlas.
— Los que yo tengo, respondió Don Q uijote, son de
serviros, tan to que tenía determ inado de no salir destas sie­
rras hasta hallaros, y saber de vos si al dolor que en la extrañeza de v u estra vida m ostráis tener, se podía h allar género
de rem edio, y si fu era m enester buscarle, buscarle con la
diligencia posible. Y cuando vuestra desventura fu e ra de
aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de
consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y a plañiría (2 ) co­
m o m ejo r pudiera, que to d av ía es consuelo en las desgra­
cia h allar quien se duelas dellas. Y si es que m i buen in­
tento m erece ser agradecido con algún género de cortesía,
yo os suplico, señor, por la m ucha que veo que en vos se
encierra, y juntam ente os co n ju ro por la cosa que en esta
vida más habéis am ado o am áis, que me digáis quién sois,
y la causa que os ha traíd o a vivir y a m o rir entre estas
soledades como bruto anim al, pues m oráis entre ellos tan
ajen o de vos m ism o cual lo m u estra vuestro tra je y perso­
n a. Y ju ro — añadió D on Q uijote — por la O rden de ca­
ballero que recibí, aunque indigno y pecador, y por la p ro ­
fesión de caballero andante, que si en esto, señor, m e com ­
placéis, he ele serviros con las veras (3 ) a que me obliga
ser quien soy, ora rem ediando v u estra desgracia si tiene
rem edio, ora ayudándoos a llorarla como os lo he prom e­
tid o .
E l c a b alk ro del Bosque, que de tal m anera oyó h a­
blar al de la T riste F ig u ra, no hacía sino m irarle y rem i­
262
PEREDA VALDES —
FU SCO s a n s o n e
rarle y to rn arle a m irar de arrib a abajo, y después que lo
hubo bien m irado, le d ijo :
— Si tienen algo que darm e a com er por am or de Dios,
que me lo den, que después de haber comido, yo h aré todo
lo que se me m anda, en agradecim iento de tan buenos de­
seos com o aquí se me han d em o strad o .
Luego sacaron, Sancho de su costal (4 ) y el cabrero
de su zurrón, (5 ) con que satisfizo- el R oto su ham bre, co­
m iendo lo que le dieron como persona atontada, tan aprie­
sa, que no daba espacio de un bocado al otro, pues antes
los engullía que tra g a b a ; y en tan to que comía, ni él ni los
que le m iraban hablaban p alab ra. Como acabó de com er
les hizo de señas que le siguiesen, com o lo hicieron, y él les
llevó a un verde pradecillo que a la vuelta de una peña poco
desviada de allí estaba. E n llegando a él se tendió en el
suelo encima de la yerba, y los demás hicieron lo mismo,
y todo esto sin que ninguno hablase h asta que el R oto, des­
pués de haberse acom odado en su asiento, d ijo :
— Si gustáis, señores, que os diga en breves razones
la inm ensidad de m is desventuras, habeism e de prom eter de
que con n in guna pregunta ni o tra cosa no interrum piréis
el hilo de mi triste historia, porque en el pum o que lo h a ­
gáis, en eso se quedará lo que fuere contando.
E stas razones del R oto (6 ) tra je ro n (7 ) a la m em o­
ria de D on Q u ijo te el cuento que le había contado su es­
cudero, cuando no acertó el núm ero de las cabras que habían
pasado el río, y se quedó la histo ria pendiente. P ero vol­
viendo al R oto, prosiguió d icien d o :
— E sta prevención que hago es porque q uerría pasar
brevem ente por el cuento de mis desgracias, que al tra e r­
las a la m em oria no me sirve de o tra cosa cjue a ñ a d ir otras
de nuevo, y m ientras menos me pregúntaredes, m ás presto
acabaré yo de decilla?, puesto que no dejaré por contar cosa
alguna que no sea de im portancia, p ara satisfacer del todo
a vuestro deseo.
Don Q u ijo te se lo prom etió en nom bre de los demás,
y él con este seguro comenzó de esta m a n e ra :
— -Mi nom bre es C ardenio, mi p a tria una ciudad de las
m ejores desta A ndalucía, mi lin aje noble, mis padres ricos,
mi desventura ta n ta que la deben haber llorado m is padres,
y sentido mi linaje, sin poderla aliv iar con su riqueza; que
p ara rem ediar desdichas del cielo poco suelen valer los bie­
G U IA
DÉ L E C T U R A S
DE AU TO RES C LA S IC O S Y
M O DERN O S
263
nes de fo rtu n a . V ivía en esta m ism a tie rra un cielo, don­
de puso el am or toda la gloria que yo a c ertara a desearm e;
tal es la herm osura de Luscinda, doncella tan noble y tan
rica com o yo, pero de m ás ventura, y de m enos firm eza de
la que a mis honrados pensam ientos se debía. A esta Luscinda am é, quise y adoré desde mis tiernos y prim eros años,
y ella me quiso a mí con aquella sencillez y buen ánim o que
su poca edad p erm itía. Sabían nuestros padres nuestros in­
tentos, y no les pesaba dello, porque bien veían que cuando
p asaran adelante no podían ten er otro fin que el de ca­
sarnos, cosa que casi la concertaba la igualdad de nuestro
linaje y riquezas. Creció la edad, y con ella el am or de
entram bos, que al padre de L uscinda le pareció que por
bu-einos respetos estaba obligado a negarm e la entrada de
su casa, casi im itando en esto a los padres de aquella Tisbe
tan decantada (8 ) de los p oetas; y fue esta negación añadir
llama a llam a y deseo a deseo, porque aunque pusieron silen­
cio a las lenguas no le pudieron poner a las plum as, las cua­
les, con m ás libertad que las lenguas, suelen dar a en­
tender a quien quieren lo que en el alm a está ence­
rrado. que m uchas veces la presencia de la cosa am a­
da tu rb a y enmudece la intención m ás determ inada y
la lengua más atrevida. ¡ Ay, cielos y cuántos billetes
la escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve!
¡C uántas canciones compuse, y cuántos enam orados .versos,
donde el alm a declaraba y trasladaba sus sentim ientos, p in ta­
ba sus encendidos deseos, entretenía sus m em orias y recreaba
su voluntad! E n efecto, viéndom e apurado y que mi alm a se
consum ía con el deseo de verla, determ iné poner por obra y
acabar en un punto lo que me pareció que m ás convenía
p ara salir con mi deseado y m erecido prem io y fué el pe­
dírsela a su padre por legítim a esposa, como lo hice, a lo
que él me respondió que me agradecía la voluntad que m os­
trab a de honrarle y de querer honrarm e con prendas suyas,
pero que siendo mi padre vivo, a él tocaba de ju sto dere­
cho h acer aquella dem anda, porque si no fuese con m ucha
voluntad y gusto suyo, no era L uscinda m u je r p ara to m a r­
se ni darse a h u rto . Y o le agradecí su buen intento1, pareciéndome que llevaba razón en lo que decía, y que mi padre
ven d ría en ello com o yo se lo dijese: y con este intento lue­
go en aquel m ismo instante fui a decirle a mi padre lo que
deseabáT; y al tiem po que entré en un aposento donde esta-
264
PKKIvDA VALDBS —
FU SCO
S A N S O N IÍ
bá, le hallé con una ca rta abierta en la m ano, la cual, antes
que yo le dijese p alabra me la dió, y me d ijo : P o r esa ca rta
verás, C ardenio, la voluntad que el duque R icardo, tiene
de hacerm e merced. E ste duque R icardo, como ya vosotros,
señores, debéis de saber, es un grande de E spaña, (9 ) que
tiene su estado en lo m ejor de esta A ndalucía. T om é y leí la
carta, la cual venía tan encarecida que a mí m ism o me pa­
reció mal, si mi padre dejaba de cum plir lo que en ella se
le pedía, que era que me enviase luego donde él estaba, que
q uería que fuese com pañero, no criado, de su hijo el m ayor,
y que él tom aba a cargo el ponerm e en estado que corres­
pondiese a la estim ación en que m e ten ía. Leí la carta y
enm udecí leyéndola, y m ás cuando oí que mi padre me de­
cía : De aquí a dos días te p artirás, C ardenio, a hacer la
v oluntad del D u q u e ; y da gracias a D ios que te v a abriendo
cam ino por donde alcances lo que yo sé que m ereces; añ a­
dió a éstas o tras razones de padre consejero. Llegóse el
térm ino de mi partida, hablé una noche a Luscinda, díjele
todo lo que pasaba, y lo m ism o hice a su padre, suplicándole
se entretuviese algunos días, y dilatase el d arla estado has­
ta que yo viese lo que R icardo me q u ería. (1 0 ) E l m e lo
prom etió, y ella me lo confirm ó con m il juram en to s y mil
desm ayos. Vine, en fin, donde el D uque R icardo estaba,
fui dél tan bien recibido y tratad o , que desde luego com en­
zó la envidia a hacer su oficio, teniéndom ela los criados an ­
tiguos, pareciéndoles que las m uestras que el D uque daba
de hacerm e m erced, habían de ser en perjuicio suyo; pero
el que m ás se holgó (1 1 ) con mi ida, fué un h ijo segundo
del D uque, llam ado F ern a n d o . M ozo gallardo, gentilhom ­
bre, liberal y enam orado, el cual en poco tiem po quiso que
fuese tan su am igo, que daba que decir a todos; y aunque
el m ayor m e quería bien y me hacía m erced, no llegó al
extrem o con que don F ern an d o me quería y tra ta b a . Es,
pues, el caso, que como entre los am igos no hay cosa secre­
ta (pie 110 se com unique, y la privanza que yo tenía con don
F ern an d o d ejaba de serlo por ser am istad, todos sus pen­
sam ientos m e declaraba, especialm ente uno enam orado que
le tra ía con un poco de desasosiego. Q uería bien a una la­
b ra d o ra vasalla de su padre, y ella los tenía m uy ricos, y
era tan herm osa, recatada, discreta y honesta, que nadie que
la conocía, se determ inaba en cuál de estas cosas tuviese
m ás excelencia, ni m ás se av e n ta jase. E stas tan buenas p a r­
G U IA
DIv I.IiCTU R AS
DE A U T O R E S C L A S IC O S
Y
M O DERN O S
265
tes de la herm osa lab rad o ra redu jero n a tal térm ino los de­
seos de don F ernando, que se determ inó, p ara poder alcan­
zarlo y conquistar la entereza de la labradora, a darle p a­
lab ra de ser su esposo, porque de o tra m anera era procurar
lo im posible. Yo, obligado a su am istad, con las m ejores
razones que supe, y con los m ás vivos ejem plos que pude
p rocuré estorbarle y ap a rtarle de tal propósito; pero viendo
que no aprovechaba, determ iné de decirle el caso al duque
R icardo, su p ad re; m as don F ernando, com o astuto y discre­
to, se receló y tem ió desto, por parecerle que estaba yo obli­
gado, en vez de buen criado, a no tener encubierta cosa que
tan en p erjuicio de la honra de mi señor el D uque venia; y
así p or divertirm e y engañarm e, (1 2 ) me dijo que no h a­
llaba o tro m ejor rem edio p ara poder a p a rta r de la m em oria
la h erm osura que tan sujeto le tenía, que el ausentarse por
algunos m eses; y que quería que el ausencia fuese que los
dos nos viniésem os en casa de mi padre, con ocasión que
darían al D uque que venía a ver y a fe riar (1 3 ) unos m uy
buenos caballos que en mi ciudad había ,que es m adre de los
m ejores del m undo. A penas le oí yo decir esto, cuando m ovi­
do de mi afición, aunque su determ inación no fuera tan bue­
na, la ap ro b ara yo por una de las m ás acertadas que se pbdían im aginar, por ver cuán buena ocasión y coyuntura se
me ofrecía de volver a ver a mi Luscinda. Con este pensa­
m iento y deseo aprobé su parecer y esforcé su propósito, diciéndole que lo pusiese por obra con la brevedad posible, p o r­
que en efecto la ausencia hacía su oficio, a pesar de los más
firm es pensam ientos. Y cuando él me vino a decir esto, según
después se supo, había gozado a la labradora con título de
esposo, y esperaba ocasión de descubrirse a su salvo, te­
m eroso de lo que el D uque, su padre, h aría cuando supiese
su d isp arate. Sucedió, pues, que como el am or en los m o­
zos por la m ayor parte no lo es, sino apetito, el cual como
tiene por últim o fin el deleite, en llegando a alcanzarle se
acaba y ha de volver a trá s aquello que parecía am or, por­
que no puede pasar adelante del térm ino que le puso n a­
turaleza, el cual térm ino no le puso a lo que es verdadero
am o r. Q uiero decir que así como don F ern an d o gozó a la
labradora, se le aplacaron sus deseos y se re sfriaro n sus
ahíncos, y si prim ero fingía quererse au sen tar por rem e­
diarlos, ah o ra de veras procuraba irse por no ponerlos en
ejecucióm ^D ióle el Duque licencia, y m andóm e que le acom ­
266
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
p a ñ a s e : venimos a mi ciudad, recibióle mi padre como quien
era, vi yo luego a Luscinda, to rn aro n a vivir (aunque no
habían estado m uertos ni am o rtig u ad o s) mis deseos, de los
cuales di cuenta por mi m al a don F ernando, por parecerm e
que en la ley de la m ucha am istad que m ostraba, no le debí
encubrir n ad a . Alábele la herm osura, donaire y discreción
de Luscinda, de tal m anera, que mis alabanzas aum entaron en
él los deseos de querer ver doncella de tan buenas partes a d o r­
nada. Cum plíselos yo por mi corta suerte, enseñándosela una
noche a la luz de una vela por una ventana por donde los dos
solíam os h a b la rn o s: viola en sayo, tal, que todas las belle­
zas h asta entonces por él vistas las pusiese en olvido. E n m u ­
deció, perdió el sentido, quedó absorto, y finalm ente tan
enam orado, cual lo veréis en el discurso del cuento, de mi
desventura. Y para encenderle m ás el deseo (q u e a mí ce­
laba, (1 4 ) y al cielo a solas descubría) quiso la fortuna
que hallase un día un billete suyo pidiéndom e que la pidiese
a su padre por esposa, tan discreto, tan honesto y ta n ena­
m orado, que en leyéndolo me d ijo que en sólo L uscinda se
encerraban todas las gracias de herm osura, y de entendi­
m iento que en las dem ás m ujeres del m undo estaban re p ar­
tid as. Bien es verdad que quiero confesar ahora, que puesto
que yo veía con cuán ju stas causas don F ern an d o a L u s­
cinda alababa, me pesaba de oír aquellas alabanzas de su
boca, y comencé a tem er, y con razón a recelarm e dél, p o r­
que no se pasaba m om ento donde no quisiese que tratásem os
de L uscinda y él m ovía la plática aunque la trú jese por los
cabellos; cosa que despertaba en mí un no sé qué de celos,
no porque yo tem iese revés alguno de la bondad y de la fe
de L u scinda; pero con todo eso me hacía tem er mi suerte
lo m ismo que ella me aseguraba. P ro cu rab a siem pre don
F ern an d o leer los papeles que yo a L uscinda enviaba, y los
que ella me respondía, a título que de la discreción de los
dos gustaba m ucho. Acaeció, pues, que habiéndom e pedido
L uscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era
ella m uy aficionada, que era el de A m adís de G aula. . .
f
NOTAS
(1 )
(2 )
(3 )
d a n te .
S e rv ir en e s ta a c e p c ió n a c tiv a es lo m ism o q u e p a g a r.
a llo ra rla y a p la ñ ir ía : p a re c e r e d u n d a n te .
c o n las v e c e s : co n la v e rd a d o s in c e rid a d de su oficio d e c a b a lle ro a n ­
G U IA DE L E C T U R A S
(4 )
(5)
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
267
c o s t a l : saco o b o lsa p a ra g u a r d a r o b je to s.
z u r r ó n : b o lso o p e lle jo q u e u s a n los p a s to re s p a ra c o n s e rv a r su s co m es-
tibies^
(6 ) r o t o : p o r llev ar los v e s tid o s ra s g a d o s . C on e s ta m ism a p a la b ra se desig'na e n C h ile al p o b re y al d eso cu p ad o .
(7 ) tru je ro n . F o rm a a n tig u a d e l in d e fin id o del v erb o tra e r.
(8 ) d e c a n ta d a : p o n d e ra d a , e n s a lz a d a p o r los p o e ta s.
(9 )
G ra n d e de E s p a ñ a . N o m b re q u e s u s titu y ó o fic ia lm e n te , d e s d e 1520, al
de R ic o s h o m b re s, p a ra d e s ig n a r a los m ie m b ro s de la p r im e ra n o b le za de E s p a ñ a .
U n o de su s p rin c ip a le s p riv ile g io s e ra el p o d e r c u b r ir s e d e la n te d el rey .
(1 0 ) E n e s ta o ca sió n q u e re r no e s a m a r, com o e n o tr a s : q u e re rm e sig n ific ó
d e s e a r de m í o d e s e a r q u e yo h ic ie se . E l re la tiv o lo qu© y n o el p ro n o m b re m e, es
el o b je to q u e d e te rm in a la a c c ió n d e l v e rb o . L¿o c o n tr a r io s u c e d e ría en la a c e p c ió n
de a m a r : el p ro n o m b re p e rs o n a l s e r ía el o b je to y el re la tiv o e q u iv a ld r ía al a d v e r ­
bio c u a n to .
(1 1 ) h o ’g a r s e : a le g ra rs e , recrearse^
(1 2 )
L a a c e p c ió n del v erb o d iv e rtir no es la q u e d e o rd in a rio tie n e . A q u í
e q u iv a le a e x tr a v ia r, h ac er p e r d e r el ca m in o .
(1 3 ) F e r ia r . C o m p ra r e n la feria.
(1 4 ) E l v erb o c e la r e n el te x to se to m a p o r o c u lta r o e n c u b rir. H o y se u s a
en el s e n tid o de p ro c e d e r c o n celo.
C O M E N TA R IO
‘‘N o hay quizá en lodo el Q uijote escena m ás prim orosam ente pre
parada que la del encuentro entre el caballero de la T ris te F ig u ra y
el R oto de le Malr. F ig u ra, aquel Cardenio cuya locura interm itente
y furiosa contrasta con la locura continua y consecuente de D on Q uijote.
L a técnica de Cervantes, m ás artificio sa que brillante cuando el autor
pone atención en lo que hace (véase por ejem plo, E l C urioso Im p erti­
nen te), es portentosa cuando se deja llevar de la inspiración creadora.
O bsérvese el contraste entre la presentación de D o ro tea y la de Car-,
denio. D orotea se nos apareée en una escena pastoral. U na escena baste
para revelárnosla entera, como e s: decidera, franca, im pulsiva, inteli­
gente y graciosa. C ardenio, en cambio, es un m isterio que se va acla­
ran d o poco a poco, en series de súbitas apariciones, co rta d as por in te r­
valos de ausencia y som bra. Su historia es tan “ ro ta ” como su figura
E l personaje entra en la novela por el azar de una m aleta perdida, ‘ no.
sé qué bulto, que estaba caido en el suelo”, y que D on Q uijote procu­
raba alzar con la punta del lanzón. La m aleta revela en el perso n aje ri­
queza i— los escudos de o ro que Sancho se apropia — y m al de am ores —
el librillo de apuntes que Don Q u ijo te escudriña. Del estilo a rtificial
y conceptuoso del soneto y de la carta que lee D on Q u ijo te podrían de­
ducirse o tro s rasgos del carácter de C ard en io ; pero el lector, que ya co­
noce la debilidad de Cervantes, prefiere atribuirle a prurito del lector
y pasa. Y a entretanto se va dibujando el personaje en las conversaciones
y con jetu ras que pasan entre D on Q u ijo te y Sancho, y concretándose
prim ero con el hallazgo de la m uía m uerta y m edio comida de perros
y picada de g rajo s, y después de la conversación del cabrero que se apa­
rece por cim a de las m ontañas. Silbos, voces, gritos, riscos, toda lai in­
quietud y m ovilidad del personaje que se acerca está ya en la técnica
de la pj^Séíitación. P rolóngase este brillan te acercam iento en el relato
del cabrero, que nos describe al personaje en una serie de .«cuentros
dram áticos y dram áticas desapariciones. Y por últim o, el personaje
m ismo se parece por una quebrada de una sierra, “hablando entre sí
cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuando m ás de lejos’’ C á r­
denlo se llega al grupo y saluda con una voz desentonada y) bronca. Y
entonces tiene lugar aquella m aravillosa escena en que los dos locos
se m iran largam ente buscándose el uno al otro la razón de su sinrazón.
E ste contraste entre la aparición instantánea y clara de D orotea y la
tortuosa, g rad u al y entrecortada de Cardenio es adm irable trasunto de
sus respectivos caracteres. D orotea es la lis te z a ; Cardenio, la cobardía.
Salvador de Madaria</a. — ''Cardenio o la Cobardía’.
DO N FERN AN D O , PERSO N AJE
SE C U N D A R IO
D E L Q U IJO TE
Don F ernando, noble galante y frívolo personaje, es una de las
creaciones m ás confusas y menos vivas de la obra inm ortal. T ipo de
seductor, que se aprovecha de sus condiciones privilegiadas^ para seducir
doncellas, tiene todo el aspecto de un galán joven. "M ozo gallardo, gen­
tilhom bre, liberal y enam orado”. C ardenio define la naturaleza de su
am or, que es puro deleite carnal sin ninguna e sp iritu a lid ad : “que com o
el a m o r en los mozos por la m ayor p arte no lo es, sino apetito, el cual
como tiene por últim o fin el deleite, en llegando a alcanzarlo se acaba
y ha de volver a trá s aquello que parecía am or, perqué no puede 'pasar
adelante del térm ino que le puso' naturaleza, el cual térm ino no le puso
a lo que es verdadero am or” . C ardenio, representa el po'o opuesto de
ese am o r: es el am o r —- sacrificio que conduce hasta la divina locura.
P oca sim patía inspira este personaje que ni siquiera tiene el privi­
legio de la listeza de D c r o te a : cae envuelto en sus propias redes. A l­
gunos críticos pretendieron ver en D on F ernando una pintura m ás o m e­
nos exacta de Lope de Vega. Si algunos rasgos coinciden en D on F¡ernando con el g ra n peeta español, es indudable que a éste le sobra g ra n ­
deza y aquél apenas representa un ejem plar v ulgar de una clase privi­
legiada y cínica.
P A R T E I. — C A P IT U L O S X L IX Y L
1
“ Y si todavía llevado de su natu ral inclinación qui­
siere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sa­
cra E scritu ra el de los Jueces; que allí hallará verdades
grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes. U n
V iriato tuvo L u sitan a; un C ésar R om a; un A níbal ( i )
C artago, un A lejandro, G recia; un Conde F ern á n G onzá­
lez, C astilla; un Cid, V alencia ( 2 ) ; un Gonzalo F e r­
nández ( 3 ) , A ndalucía; un Diego G arcía de P aredes ( 4 ) ,
E x tre m a d u ra ; un Garci Pérez de V arg as ( 5 ) , Je re z ; un
G arcilaso ( 6 ) , T oledo; un don M anuel de León ( 7 ) , Se­
G U IA DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M ODERN OS
269
v illa; cuya (8 ) lección de sus valerosos hechos puede en­
tretener. enseñar, deleitar, y ad m ira r a los m ás altos inge­
nios que los leyeren.
E sta si será lectura digna del buen entendim iento de
v uestra m erced, señor Don Q uijote m ío; de la cual saldrá
eru d ito en la historia, enam orado de la virtud, enseñado en
la bondad, m ejorado en las costum bres, valiente sin te­
m eridad, osado (9 ) sin cobardía y todo esto p ara honra
de Dios, provecho suyo y fam a de la M ancha, do (1 0 )
según he sabido, tra e vuestra merced su principio y origen.”
A tentísim am ente estuvo D on Q uijote escuchando las
razones del ca n ó n ig o ; y cuando vió que ya había puesto fin
a ellas, después de haberle estado un buen espacio m iran ­
do, le d ijo : “ Parécem e, señor hidalgo, que la plática de vues­
tra m erced se ha encam inado a querer darm e a enten­
der (1 1 ) que no ha habido caballeros andantes en el m un­
do, y que todos los libros de caballerías son falsos, m en­
tirosos, dañadores e inútiles p ara la república, y que yo he
hecho mal en leerlos y peor en creerlos y, m ás mal (1 2 ) en
im itarlos, habiéndom e puesto a seguir la durísim a profesión
de la caballería andante (1 3 ) que ellos enseñan; negándom e
que no lía habido (1 4 ) en el m undo A m adises ni de G aula
ni de Grecia (1 5 ) ni todos los otros caballeros de que las
escrituras están llenas” .
— “ T odo es al pie de la letra, como vuestra m erced
lo va relatan d o ” — dijo a esta sazón el canónigo. A lo cual
respondió Don Q u ijo te : “ A ñadió (1 6 ) tam bién v u estra
m erced diciendo, que me habían hecho m ucho daño tales
libros, pues me habían vuelto el juicio y puéstom e (1 7 )
en una jau la y que me sería m ejor hacer la enm ienda y
m u d ar de lectura, leyendo otros m ás verdaderos y que m e­
jo r (1 8 ) deleitan y enseñan” — “ así es” — dijo el canó­
nigo — “ P ues yo — replicó Don Q u ijo te — hallo por mi
cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra m erced,
pues se ha puesto a decir tan tas blasfem ias contra una co­
sa tan recibida en el m undo y tenida por tan verdadera,
que el que la negase, com o vuestra m erced la niega, m ere­
cía la m ism a pena que vuestra m erced dice que da a los librqs cuando los lee y le e n fa d a n . P orque querer d ar a
entender a nadie que A m adís no fué en el m undo, ni
todos^T os otros caballeros aventureros de que están
colm adas las historias, será querer persuadir que el'
270
PEREDA VALDES —
F U S C O SA N SO N ®
sol no alum bra, ni el hielo enfría, ni la tie rra s u s te n ta :
porque, ¿qué ingenio puede haber en el m undo que pueda
p ersu ad ir a otro que no fué verdad lo de la in fan ta F lo ripés y Gui d e'B o rg o ñ a (1 9 ) , y lo de F ierab rás con la puen­
te de M antible (2 0 ), que sucedió en el tiem po de C arlom agno? Q ue ¡voto a tal! que es ta n ta verdad como ahora es
de d ía; y si es m entira, tam bién lo debe ser que no hubo
H éctor, ni Aqitiles, ni la g u erra de T roya, ni los doce P a ­
res de F rancia, ni el rey A rtú s de In g late rra, que anda h as­
ta ah ora convertido en cuervo y le esperan en su reino por
m om entos (2 1 ) ; y tam bién se atreverán a decir que es
m entirosa la historia de G uarino M ezquino (2 2 ) y la de
la dem anda del S an to G rial (2 3 ), y que son apócrifos los
am ores de don T ristá n y la reina Iseo (2 4 ) , como los de Gi­
nebra y L anzarote (2 5 ) , habiendo personas que casi se
acuerdan de haber visto a la dueña Q uintañona, que fué la
m ejo r escanciadora de vino que tuvo la G ran B retañ a. Y es
esto tan así (2 6 ), que me acuerdo yo que me decía una
mi (2 7 ) agüela de partes (2 8 ) de mi padre, cuando veía
alguna dueña con tocas reverendas. A quella, nieto, se parece
a la dueña Q uintañona (2 9 ) , de donde arguyo yo que la de­
bió de conocer ella, o p o r lo menos debió de alcanzar a ver^
algún re trato suyo. ¿P ues quién po d ría negar no ser verda­
dera la historia de P ierres y la linda M agalona. pues un
hasta hoy día se ve en la arm ería de los reyes la clavija (3 0 )
con que volvía a! caballo de m adera, sobre quién iba el va­
liente P ierres por los aires, que es un poco m ayor que un ti­
m ón de carre ta ? Y ju n to a la clavija está la silla de B a­
bieca y en Roncesvalles está el cuerno de R oldan (3 1 ) , ta ­
m año como una grande v ig a ; de donde se infiere que h u ­
bo doce P ares, que hubo P ierres, que hubo Cides, y otros
caballeros sem ejantes.
destos que dicen las gentes
que a sus aventuras van ( 3 2 ) .
Si n o . . . digan que fueron burla las ju stas de Suero
de Q uiñones del Paso (3 3 ) , las em presas de mosén Luis
de Falces (3 4 ) contra don Gonzalo de Guzm án, caballero
castellano, con o tras m uchas hazañas hechas por caballe­
ros cristianos destos y de los reinos ex tranjeros, tan a u ­
ténticas y verdaderas, que to rn o a decir que el que las ne­
gase carecería de toda razón y buen discurso.”
G U IA
Dfi L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
271
A dm irado quedó el canónigo de oir la mezcla que dc.n
Q u ijo te hacia de verdades y m entiras, y de ver la noticia
que tenía de todas aquellas cosas tocantes y concernientes
a les hechos de su andante caballería, y así le re sp o n d ió :
“ No puedo yo negar, señor don Q uijote, que no sea ver­
dad algo de lo que vuestra m erced ha dicho, especialm ente
a lo que toca a los caballeros andantes españoles; y ani­
m ism o quiero conceder que hubo doce P ares de F ra n c ia ;
pero 110 quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que
el arzobispo T u rp ín (3 5 ) dellos d e s c rib e ... E n lo de que
hubo Cid 110 hay duda, ni m enos B ernardo del C arpió ( 3 6 ) ;.
pero que hicieron las hazañas que dicen, creo que la hay
m uy grande. E n lo otro de la clavija que vuestra m erced
dice del conde P ierres, y que está ju n to a la silla de Babie­
ca en la arm ería de los reyes, confieso mi pecado; que soy
tan ignorante o tan corto de vista., que aunque he visto la
silja, no he echado de ver la clavija, y m ás siendo ta n g ra n ­
de como vuestra m erced ha dicho” .
— “ P ues allí está, sin duda alguna — replicó don Q u i­
jote — ; y, por m ás señas, dicen que está m etida en una fu n ­
da de vaqueta, porque no se tom e de m oho” .
— “ T odo puede ser — respondió el canónigo — ;
pero p o r las órdenes que recebí, que no me acuerdo haber­
la v is to ; m ás puesto que conceda que está allí, no por eso me
obligo a creer las historias de tantos A m adises ni las de
ta n ta tu rb am u lta de caballeros como p o r ahí nos cuentan,
ni es razón que un hom bre como vuestra m erced, tan hon­
rado y de tan buenas partes, y dotado de tan buen enten­
dim iento, se dé a entender que son verdaderas tan tas y tan
ex trañ as locuras como las que están escritas en los dispa­
ratad o s libros de caballerías” .
— “ ¡B ueno está eso! —• respondió don Q uijote.
L es libros que están im presos con licencia de los re­
yes y con aprobación de aquellos a quien se rem itieron (3 7 )y que con gusto general son leídos y celebrados de los g ra n ­
des y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados
e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalm ente, de
todo género de personas de cualquier estado y condición
que sean, ¿habían de ser m entira, y m ás llevando tan ta ap a­
riencia- de verdad, pues nos cuentan el padre, la m adre, la
p átria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, pun­
to p or pu n to y día por día, que el tal caballero hizo o ca-
272
PEREDA VALDES —
PU SCO S A N SO N É
bulleros hicieron? (3 8 ) Calle vuestra m erced; no diga tal
blasfem ia, y créam e, que le aconsejo en esto lo que debe de
h acer como discreto, — si no léalos y verá el gusto que reci­
be de su leyenda (3 9 ). Si no — dígam e: — hay m ay o r con­
tento que ver, como si dijésem os, aquí (4 0 ) ahora se m ues­
tra delante de nosotros 1111 gran lago de pez hirviendo a
borbollones, y que andan nadando y cruzando por él m u­
chas serpientes, culebras y lagartos, y otros m uchos géne­
ros de anim ales feroces y espantables, y que del m edio del
lago sale u n a voz tristísim a, que dice: T ú, caballero, quien­
quiera que seas, que el tem eroso lago estás m irando, si quie­
res alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se en­
cubre, m uestra el valor de tu fuerte pecho, y a rró ja te en
m itad de su negro y encendido licor; porque si así no lo h a­
ces, 110 serás digno de ver las altas m aravillas que en sí
encierran y contienen los siete castillos de las siete fadas (4 1 ) , que debajo desta negregura (4 2 ) yacen? ¿Y que
apenas el caballero no h a acabado de oir la voz tene­
brosa, cuando, sin e n tra r m ás en cuentas consigo, sin po­
nerse a considerar el peligro a que se pone, y au n sin des­
p ojarse de la pesadum bre fie sus fuertes arm as, encom éndandose a Dios y a su señora, se a rro ja en m itad del bú­
hente lago, y cuando 110 se cata ni se sabe dónde ha de pa­
ra r, se halla entre unos floridos campos, con quien los E lí­
seos no tienen que ver en ninguna cosa? Allí le parece que
el cielo es m ás transparente, y que el sol luce con claridad
m ás n u ev a; ofrécele a los ojos una apacible floresta de
tan verdes y frondosos árboles com puesta (4 3 ) , que ale­
g ra a la vista su verdura, y entretiene los oídos el dulce y
no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pin­
tados pajarillos, que por los intrincados (4 4 ) ram os v an
cruzando. A quí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas,
que líquidos cristales parecen, corren sobre m enudas are­
nas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas
sem ejan. A cullá ve una artificio sa fuente, de jaspe v aria­
do (4 5 ) y de liso m árm ol com puesta; acá ve o tra a lo brutesco (4 6 ) ordenada, adonde las m enudas conchas de las
alm ejas con las torcidas casas blancas y am arillas del ca­
racol, puestas con orden desordenada, m ezclados entre ellas
pedazos de cristal luciente y de contrahechas esm eraldas,
hacen una v ariad a labor, de m anera que el arte, im itan­
do a la n aturaleza, parece que allí la vence. Acullá, de im ­
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U T O R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
275
proviso, se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar,
cuyas m urallas son de, macizo o r o ; las alm enas, de diam an­
tes; las p uertas, de jacin to s; finalm ente, él es de tan adm i­
rable com postura, que con ser la m ateria de que está fo r­
m ado no m enos que de diam antes, de carbuncos, de rubíes,
de perlas, de ero y de esm eraldas, es de m ás estim ación
su h ech u ra; y ¿hay m ás que ver después de haber visto es­
to, que ver salir por la p u erta del castillo un buen núm ero
de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pu­
siese ah o ra a decirlos como las historias nos lo cuentan,
sería nunca acabar, y tom ar luego lo que parecía principal
de todas por la m ano al atrevido caballero, que se a rro ­
jó en el ferviente lago (4 7 ) . y llevarle sin hablarle palabra
d en tro del rico alcázar o c a s ti l l o ..., y bañarle con tem ­
pladas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüen­
tos, y vestirle una camisa de cendal delgadísim o, toda olo­
rosa y p erfum ada, y acudir o tra doncella y echarle un m an­
tón sobre los hom bros, que, por lo menos (4 8 ) , dicen que
suele valer u n a ciudad (4 9 ) , y■aún m ás? ¿Q ué es ver, pues,
cuando nos cuentan que tras todo esto le llevan a o tra sa­
la, donde halla puestas las m esas con tanto concierto, que
queda suspenso y a d m ira d o ? ,
¿Q ué el verle echar agua a las m anos (5 0 ), toda de
ám bar y de olorosas flores distilada? ¿Q ué el hacerle sen­
ta r sobre una silla de m a rfil? ¿Q ué verle servir todas (5 1 )
las doncellas, g uardando un m aravilloso silencio? ¿Q ué el
traerles ta n ta diferencia de m anjares, tan sabrosam ente
guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de a larg ar la
m ano? ¿C uál será o ír (5 2 ) la música, que en tanto que co­
me suena, sin saberse quien la canta ni adonde suena? ¿Y
después de la com ida acabada y las m esas alzadas, quedar­
se el caballero recostado sobre la silla] y quizá m ondán­
dose los dientes, como es costum bre, e n tra r a deshora por
la p u erta de la sala o tra m ucho m ás herm osa doncella que
ninguna de las prim eras, y sentarse al lado del caballero,
y com enzar a darle cuenta de que castillo es aquél, y de
cómo ella está encantada en él, con o tras cosas que suspen­
den al caballero y adm iran a los leyentes que van leyen­
do s u 'h is to ria ? No quiero alarg arm e m ás en esto, pues de11o se puede-colegir que cualquiera parte que se lea de cual­
quiera Historia de caballero andante ha de causar gusto y
m aravilla a eualqiera que la leyere; y vuestra m erced cré18
274
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
am e y, ccm o o tra vez le he dicho, lea estos libros, y verá
com o le d estierran la m elancolía que tuviere, y le m ejo­
ran la condición, si acaso la tiene m ala".
NOTAS
(1 )
S e p ro n u n c ia b a A n ib á l h a s ta el sig lo X V I I ; “ N o d ic en q u e C ep ió n
X e rx e s , P ir r e s y A n ib á l tu v ie ra n riq u e z a ta l, ta l
tie rra , ta l p o s e s ió n .” ( L o p e
de
V ega, E l Conde
F e r n á n G o n z á le z )
(2 )
E l C id no tu v o p o r p a tria a V a le n c ia , sin o B iv a r, p e ro com o c o n q u is tó
de los m o ro s la ciu d a d y el re in o de V a le n c ia , se llam ó a é s ta V a le n c ia d el C iri
( p a r a d is tin g u ir la d e V a le n c ia de d o n J u a n y o t r a s ) , p o r d o n d e lu e g o s e d is tin ­
g u ió al h é ro e , y a d e s d e el sig lo X I I , con el e p íte to d e s e ñ o r d e V a le n c ia o el
q u e V a le n c ia g a n ó y luego s im p le m e n te el C id d e V a le n c ia .
(3 ) G o n zalo F e r n á n d e z d e
C ó rd o v a , el G ra n C a p itá n , n a tu r a l de M o n tilía .
(4 )
G a rc ía de P a re d e s n ac ió en T ru jillo , 1469, m u rió en B o lo n ia , 1533. E ra
de g r a n d e s fu e rz a s, p o r lo q u e a lg u n o le lla m ó el S a n s ó n d e E x tr e m a d u r a ; a á l
s e a tr ib u y e n g ra n p a rte d e lo s c a so s de fu e rz a p r o d ig io s a q u e se c u e n ta n v u l­
g a r m e n te , com o el p a r a r u n a ru e d a de m o lin o . R e a liz ó h a z a ñ a s in c re íb le s en
la
g u e r r a d e N á p o le s, a lis ta d o en el e jé r c ito d el G ra n C a p itá n .
(5 )
E s te C a b a lle ro no e ra de J e r e z , sino d e
T o le d o , s e g ú n M a ria n a . S irv ió
en la c o n q u is ta de S e v illa a S an F e rn a n d o . E l h í'o de é s te , A lfo n so X , y su n ie to
d o n J u a n M a n u e l, c u e n ta n e n la C ró n ic a G e n e ra l y en E l C o n d e L u c a n o r v a r ia s
h a z a ñ a s d e G a rc ía
P é r e z ; la m á s fam o sa v a p u e s ta a r r i b a .
( 6 ) A u n q u e el g ra n p o eta
to le d a n o fu é v a lie n te s o ld a d o , no es de s u p o n e r
q u e se le m e n c io n e com o h o m b re de v id a h a z a ñ o sa
(7 )
D o n M a n u e l P o n c e d e L e ó n h a lló s e en la c o n q u is ta
del rein o d e G ra ­
n a d a , y de él se c u e n ta n h a z a ñ a s p o rte n to s a s .
(8 )
C e rv a n te s nos o fre c e a q u í u n o de lo s e je m p lo s m á s e x tra ñ o s del u so
d e c u y o ; ca re ce d e to d o v a lo r p ro n o m in a l y e q u iv a le a u n a sim p le c o n ju n c ió n .
N o re s p o n d e m á s q u e al a fá n de lig a r en fo rm a de o ra c ió n d e re la tiv o la q u e
b a s ta b a q u e fu e ra co n la s im p le có p u la : “ y* la le c c ió n d e su s h e c h o s v
(9 )
A sí e s c rib ió C e rv a n te s . C le m e n c ín , y la e d ic ió n de H a r z e n b u s c h c o rrig ’er.
‘‘c u e rd o sin c o b a rd ía ” .
(1 0 ) D e o d o n d e , p o r d e o do o de d o n d e es g iro c o m u n ís im o d e la le n g u a .
(1 1 ) H o y , p o r e l e s tilo co m ú n es m e n o s g e n ia l, p e ro m á s a tild a d o q u e en
los s ig lo s d e o ro , se p o d r ía c e n s u r a r la r e u n ió n de e s to s tre s in fin itiv o s. S in
e m b a rg o , s e r ía c o rre c c ió n d e s d ic h a d a la s u p re s ió n de q u e re r, p u e s a n u n c ia el
n in g ú n efec to q u e en D o n Q u ijo te h iz o 1a p e ro ra c ió n d e l b u e n c a n ó n ig o .
(12) El último término de la gradación mal, peor, más mál, es hoy: pero,
y antes era también : mucho más peor : ‘‘y aun peor, perdición de las personas ; y
mucho más peor, perdición de las tristes de las almas;.” (Arcipreste de Talavera.
Corbacho).
(1 3 ) I n c a b a lle r ía e r a u n a esp ecie de sa c e rd o c io m ilita r, en el q u e se in ­
g r e s a b a m e d ia n te la c e re m o n ia d e a rm a r al c a b a lle ro n o v el, o sea d e c o n fe rirle
la d ig n id a d de ca b alle ro o tr o q u e y a lo fuese, c o sa s e m e ja n te al s a c ra m e n to d el
o rd e n . E l c a b a lle ro e s ta b a e s p e c ia lm e n te o b lig a d o a g u a r d a r le a lta d a su se ñ o r,
fid e lid a d a su a m ig o , a a m p a r a r
p o r d o n d e q u ie ra la ju s tic ia y v e d a r el m a l, s-er
la rg o , d e s p re n d id o , etc .,
etc. E n
los P o e m a s c a b a lle re s c o s
ita lia n o s se h a b la de
c a v a lie ri e r r a n ti y en la s n o v elas e s p a ñ o la s , d e c a b a lle ro s a n d a n te s .
(1 4 ) P u d ie ra h a b e r
d ic h o ta m b ié n n e g á n d o m e q u e h a y a
h ab id o la re p e tic ió n
p le o n à s tic a d e n e g a c io n e s q u e en
o tra s le n g u a s se d e s tr u y e n
u r.a a o tr a , es m u y
p e c u lia r del c a s te lla n o ; u n a s lín e a s m á s a d e la n te se h a lla r á ta m b ié n “ no p u e d o yo
n e g a r q u e n o sea v e r d a d ” , etc.
(1 5 ) A m a d ís d e G au la , el m á s a n tig u o y fam o so lib ro d e c a b a lle r ía s , e ra
m u y le íd o p o r el c a n c ille r A y a la a n te s de su p r is ió n e n la b a ta lla d e N á je ra .
G U IA
Dl£ LE C TU R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
275
(1 6 )
H o y d ir ía m o s a ñ a d ió q u e y no a ñ a d ió d ic ie n d o q u e ; a ñ a d ir se u s a b a e n
ig u a l m a n e ra 'iu e hoy p r o s e g u ir : p ro s ig u ió d ic ien d o q u e. U n a r e u n ió n p a re c id a d e los
v erb o s a ñ a d ir y d ecir.
(1 7 ) H o y no se ju n t a el p ro n o m b re e n c lític o a los p a rtic ip io s p a s iv o s , p e ro
sí en los s ig lo s de o ro d e n u e s tr a li te r a tu r a .
(1 8 ) H o y s e e m p le a el a d v e rb io m á s e n v e z d e m e jo r c o n lo s v e rb o s q u e
d e n o ta n a c c io n e s ú tile s o a g ra d a b le s , a g ra d a m á s, a p ro v e c h a m á s.
(1 9 ) F lo r ip é s , h ija d el a lm ir a n te sa rra c e n o B a lá n , e n a m o ra d a del c a b alle ro
fra n c é s G u i de B o rg ’o ña, lib e rtó le d e la p ris ió n en q u e y a c ía c o n o tro s P a r e s de
F r a n c ia , g u a re c ié n d o le s en u n a to r r e d o n d e se m a n tu v ie r o n c o n tra to d o el p o d e r
d e los in fie le s, h a s ta q u e C arlo m ag r.o los s o c o rrió .
(2 0 ) F ie r a b r á s (e n fra n c é s “ el d e los fie ro s b r a z o s ” ) e ra , s e g ú n lo s p o em as
fran ce se s d e la E d a d M e d ia , u n d e s c o m u n a l g ig a n te , q u e p e le ó en s in g u la r co m ­
b a te c o n el c a b a lle ro de C a rlo m a g n o , O liv e r o s : v e n c id o p o r é s te , fu é su m e jo r
am ig o d e s p u é s d e h a c e rse b a u tiz a r.
(2 1 ) L a le y e n d a de T ro y a fu é p o p u la r en la E d a d M e d ia , y en su s h é ro e s
s e b u s c ó a s c e n d e n c ia p a ra los m o d e r n o s ; A r tu s e ra d escen d ien te í d e E n e a s. E s te
re y b re tó n , lla m a d o ta m b ié n A r tu r o , fu é c e n tro de u n ‘ g r a n ciclo d e le y e n d a s d i­
v u lg a d a s p o r to d a E u r o p a ; es el f u n d a d o r de la fa b u lo sa c a b a lle r ía d e la T a b la r e ­
donda o m e sa redonda a que se sentaban los caballeros. A 9u metamorfosis! «-n,
'c u e rv o a tr ib u y e C e rv a n te s en o tr o lu g a r d e l Q u ijo te , y¡ e n el P e r s ile s y S ig is m u n d a , el q u e los in g le s e s se a b s tu v ie s e n de m a ta r cu e rv o s.
(2 2 ) O tr o h é ro e d e poem as fra n c e se s en la E d a d M e d ia ( G a r ín M e s q u ín ) q u e
s u frió ta m b ié n u n a a d a p ta c ió n al c a ste lla n o e n u n o de ta n to s lib ro s, q u e s e g ú n
d e c ía J u a n de V a ld é s en tie m p o d e C arlo s V , “ a d e m á s d e s er m e n tiro s ís im o s
tie n e n ta n m a l e s tilo q u e no h a y b u e n e s tó m a g o q u e lo s p u ed e le e r.”
(2 3 ) D e m a n d a , en té rm in o s ca b a lle re sc o s, es el a c to d e e m p e ñ a rs e en u n a
e m p re s a . E l G rial e r a la co p a e n q u e h a b ía re c o g id o la s a n g r e d e C ris to J o s é
d e A r im a te a ; c u a n d o é s te fu é a e v a n g e liz a r la B r e ta ñ a llev ó co n s ig o e l G ria l,
p ero a n d a n d o el tiem p o h e re d ó la re liq u ia u n re y in d ig n o ; e n to n c e s se e m p e ñ a ro n
en la d e m a n d a del S a n to G ria l A r tú s y lo s c a b a lle ro s de la T a b la r e d o n d a ; P e rce v al (e l P a rs ifa l d e la ó p e ra d e W a g n e r ) m e re c ió p o r s u c a s tid a d y d em ás v ir ­
tu d e s d a r fin a la a v e n tu ra , g a n a n d o la s a n ta re liq u ia , q u e d e s p u é s d e su m u e rte
fué a r r e b a ta d a al cielo .
(2 4 ) O tr a fic ció n b re to n a co m n la d e A r tú s y el S a n to G r ia l. T r i s t á n e s ­
p e ra b a u n a n av e q u e le tr a ía n o tic ia s de I s e o ; lo s n a v e g a n te s se o lv id a n de p o ­
n e r en el m á s til la s e ñ a l c o n v e n id a p a ra a n u n c ia r q u e la s n o tic ia s e r a n b u e n a s ;
pero en la n a v e v e n ía la m ism a Is e o , la c u a l al v e r a su a m a n te m u e rto , c a e a
su Jado s in v id a .
(2 5 ) O tr a le y e n d a d el cic lo b r e t ó n . G in e b ra e r a la m u je r d el re y A r tú s ,
L a n z a r o te su a m a n te , y la d u e ñ a o a y a Q u in ta ñ o n a la q u e fa v o re c ía su s am o -'
re s . B ien co n o c id o es el ro m a n c e c u y o co m ie n z o r e c u e r d a el m ism o Q u ijo te :
N u n c a f u e ra c a b a lle ro
de d a m a s ta n b ie n s e rv id o ,
com o fu e ra L a n z a ro te
cu a n d o de B r e ta ñ a v in o ,
q u e d u e ñ a s c u id a b a n dél
d o n ce llas d e su ro cin o .
E s a d u e ñ a Q u in ta ñ o n a
esa le e s c a n c ia b a el v in o .
(2 6 ) M u c h o s d i r á n : y ta n es a s í e s t o ; c o n s tru c c ió n in c o rre c ta , p u e s p a ra
q u e se p u e d a u s a r ta n e n v ez d e ta n to , e s p re c is o q u e le s ig a in m e d ia ta m e n te ur.
a d je tiv o o a d v e rb io . S e p u e d e d ec ir, p o r ta n to , ta n a s í es o ta n to e s a s í, p e ro
no
ta n es a s í .
(2 7 ) G iro m u y c o m ú n e n los s ig lo s X V I y X V I I , u n m i a m ig o , p o r lo
q u e h o y d ec im o s u n a m ig o m ío . A g ü e la p o r a b u e la es m u y v u lg a r , com o g ü e lta ,
g ü e n o , g o m i t a r . ^ - o t r a s v o ces q u e la g s u s titu y e a la b o v .
(2 8 ) A s i ^ í í c e n to d a s las e d ic io n e s a n tig u a s . L a s d e e s te sig lo m o d e rn iz a ro n
de p a r te . E s g ir o a rc a ic o q u e hallam os* en el F u e r o de N a v a r r a : “ d e partfcs
d e la m a d re ” , “ d e p a rte s d e s ie rz o n in d e b u c h u r n o ” .
276
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
(2 9 ) E r a p e rs o n a je ta n p o p u la r, q u e d u e ñ a Q u in ta ñ o n a s e r v ía p ara d e n o ­
m in a r a c u a lq u ie r d u e ñ a : “ ¡ M ir e n la d u e ñ a Q u in ta ñ o n a I”
D a c a la d u e ñ a
Q u in ta ñ o n a !’’ L a to c a e ra d is tin tiv o de v iu d a s y d u e ñ a s, co m o h o y lo e s de
m o n ja s .
(3 0 ) L a n o v ela d e P ie rre s , h ijo d el C o n d e d e P ro v e n z a , y d e M a g d a le n a ,
h ija d el R e y d e N á p o le s , tra s la d a d a en 1526, p ro ced e d e u n a n tig u o p o em a f r a n ­
cés d e l sig lo X I I .
(3 1 ) S e g ú n la h is to ria c ie rta , R o ld á n iba e n la r e ta g u a r d ia d el e jé rc ito de
C a rlo m a g n o , q u é fué d e s h e c h a en R o n c e s v a lle s ; la s le y e n d a s fra n c e sa s (p o p u la ­
r iz a d a s d e s d e a n tig u o en E s p a ñ a ) a ñ a d ía n q u e R o ld á n , a l v e rs e e n p e lig ro , h a ­
b ía q u e rid o a v is a r a la v a n g u a rd ia ta ñ e n d o su c u e rn o . P e ro s o p ló e n él con ta n ta
fu e rz a , q u e re v e n tó las v e n a s d e su s s ie n e s y m u r ió . E s te c u e rn o se p r e te n d ía
c u s to d ia r e n la ig lesia d e R o n c e sv a lle s .
(3 2 ) V e rs o s d e A lv a r G ó m ez, d e C iu d a d
R eal, en su tr a d u c c ió n de
los
T riu n fo s del P e tr a r c a .
, (3 3 ) E s to e s : el d el P a s o H o n ro s o , p e rs o n a je h is tó r ic o .
E r a u n v a lie n te
le o n é s, q u e en 1434, y p re v ia lic e n c ia d e J u a n I I , m a n tu v o ju n t o al p u e n te del
r ío O rb ig o el p a s o h o n ró so , e n el q u e se h a b ía c o m p ro m e tid o , p a r a h o n ra d o
su d a m a , a ro m p e r 300 la n z a s con. los c a b a lle ro s q u e se p r e s e n ta r a n ; a c u d ie ro n
a
e s ta q u ijo te s c a e m p re s a 68 a v e n tu re r o s d e E s p a ñ a ,
P o r tu g a l, F r a n c ia , I ta lia
y B r e ta ñ a .
(3 4 ) M a y o rd o m o de A lfo n so V de A ra g ó n , q u e
c o rte de d o n J u a n TI c o n tra G o n zalo d e G u z m á n .
en
1428 c o m b a tió
a n te
la
(3 5 ) O b isp o d e R e im s , m u e rto en el a ñ o 700 a q u ie n las fá b u la s c a ro lin g ia s
s u p o n en in s e p a ra b le c o m p a ñ e ro d e C a r lo m a g n o ; es el a u to r fin g id o d e u n a c r ó ­
n ic a la tin a d e l E m p e ra d o r y su s P a r e s , fo rja d a en el sigilo X I I p o r a lg ú n c lé ­
rig o de n a c ió n fra n c e sa .
(3 6 ) E l c a n ó n ig o
R e rn a rd o d el C a rp ió ,
e x is tió u n B e rn a rd o
c o n q u is tó h a z a ñ a s a
c ree m á s e n B e r n a rd o q u e en el C id , y
sin e m b a rg o , el
v e n c e d o r d e R o n c e sv a lle s , es de to d o p u n to f a b u l o s o ; sólo
C o n d e d e R ib a g o rz a , q u e , a u x ilia d o p o r g e n te fra n c a , r e ­
la le y en d a d el fab u lo so le o n é s o d el C a r p ió .
(3 7 ) E s to e s : “ se re m itie ro n p a r a s e r ju z g a d o s y
a p r o b a d o s ” . C u e n ta M e l­
c h o r C ano d e u n b u e n c lé rig o , a q u ie n no c a b ía e n la m o lle ra q u e u n lib ro im ­
p re s o c o n la s licen cias n e c e sa ria s c o n tu v ie r a m e n tira s, a s í q u e te n ía p o r ta n
v e rd a d e ra s y a p ro b a d a la h is to r ia d e A m a d ís com o la s F á b u la s d e E s o p o .
(3 8 ) H a r ts z e n b u s c h c o r rig ió con g r a n d e s e n f a d o : o ta le s c a b a lle ro s, sin d u d a
p o rq u e hoy se h a r ía re s a lta r m á s la d u p lic id a d d el s u je to p o n ie n d o : “ q u e tal
c a b a lle ro
h iz o o ta le s c a b a lle ro s h ic ie r o n ” .
(3 9 ) L e y e n d a es h o y d e su sa d o en a c e p c ió n d e le c tu ra , p o r m á s q u e el D ic ­
c io n a rio
de la A c ad em ia n o s eñ ala e s ta a c e p c ió n com o a n tic u a d a .
(4 0 ) A
la v iv e z a c o n , q u e h a b la d o n Q u ijo te c u a d ra b ie n la s u p re s ió n del
s e g u n d o q u e e n : “ h ay m a y o r c o n te n to q u e v e r a q u í n u e s tr a d e la n te d e n o s o tro s
un
la g o ” .
(4 1 ) E l h a d a (v o z d e riv a d a del la tín fa ta , p lu ra l d e l n e u tro fa tu m , h ad o )
es u n s e r fa n tá s tic o de *la m ito lo g ía m o d e rn a b ie n c o n o c id o . E l n ú m e ro s ie te ,
co m o el
tre s , a p a re c e c o n s a g ra d o e n m u ltitu d de in v e n c io n e s p o p u la re s (s ie te
in fa n te s
de L a r a ; u n v a n a b lo c o rta d o r, s ie te v e c e s fu é te m p la d o
e n la s a n g re
d e u n draóg'n, e t c . ) ; el b e llís im o ro m a n c e d e la I n f a n t in a e n c a n ta d o r a d ic e :
F ija soy yo d el b u e n rey
y la r e in a d e C a s ti lla ;
s ie te fad as m e fa d aro n
en b ra z o s d e u n am a m ía
q u e a n d a se lo s sie te a ñ o s
so la en a q u e s ta m o n tiñ a .
(4 2 ) N e g re g u ra , h o y a n tic u a d a p o r n e g r u r a .
(4 3 ) E n c o n s o n a n te s com o flo re sta y c o m p u e s ta , no re p a r a b a n n u n c a n u e s ­
tro s g ra n d e s p r o s is ta s ; hoy so m o s m á s m e tic u lo s o s y la e v ita m o s c u id a d o s a m e n te .
G U IA
DE L E C T U R A S
de
autores
c l a s ic o s
y
m odernos
277
T a m b ié n hoy se e v ita ría r e p e tir tre s v ec es s e g u id a el v e rb o v e r :
“ h ay m á s
q u e v e r d e s p u é s de h a b e r v is to , q u e v e r s a lir
(4 4 ) In tr in c a d o s , co m o el in trin c a d a s q u e e s c rib ió a n te s.(4 5 ) J a s p e v a ria d o . E s to e s : “ de v a rio s c o lo re s ” ,
(4 6 ) A c o rd á n d o s e de b ru to , se dijo b ru te sc o p o r g ru te s c o , o co sa h ec h a a
m o d o de la ru s tic id a d d e la s g r u t a s : h o y g r o te s c o .
C47) F e rv ie n te p o r h irv ie n te , com o a n te s fa d a s p o r h a d a s, e ra n a rc a ís m o s
y a m u c h o tie m p o a n te s de C e rv a n te s q u ie n d e in te n to lo s p o n e , r e m e d a n d o e l
e s tilo de lo s lib ro s d e c a b a lle r ía s , q u e u s a b a n d e . e sto s a rc a ís m o s p a ra d a r as»
pecto d e
a n tig ü e d a d a la n a r ra c ió n .
(4 8 )
M enos m e n o s es re fie rz o p o r r e p e tic ió n .
(4 9 ) A R e c u e rd a g ra c io s a m e n te C e rv a n te s u n
lu g a r c o m ú n d e
ro m a n c e s
b ro s d e c a b a lle ría s u s a d o s p a ra p o n d e ra r el v a lo r de u n a c o sa .
(5 0 ) E s ta e x p re s ió n a n tic u a d a q u e h o y e x ig ir ía el u so d e l a r tíc u lo ‘‘a g u a
a las m a n o s '’ se h a fu n d id o e n u n a so la p a la b r a : a g u a m a n o s .
(5 1 )
“ V e rle se rv ir to d a s ” , e s to e s : “ ve to d a s las d o n c e lla s s e r v ir le ” .E l d a ­
tiv o e n c íc lic o , cu a n d o u n in fin itiv o r ig e a o tro ,
se co lo c a in d is tin ta m e n te
en
c u a lq u ie ra d e los d o s in fin itiv o s .
(5 3 ) C u ál s e rá o i r ; C le m e n c ín yH a rz e n b u s c h d ic e n q u e c u á l
d eb e c o r r e ­
g irs e en q u e p a ra u n ifo rm a r é s ta con la s a n te r io r e s in te r r o g a c io n e s .
y li­
( N o ta s de M . P .)
C O M E N TA R IO
‘ Sacáronle a Don Q uijote de la jau la para que hiciese lo que no se
excusa, y limpio ya su cuerpo, pasó por o tra m ás d u ra prueba y fué
tener que oir las hueras sensateces del canónigo, em peñado en dem ostrarle
que ni iba encantado ni había caballeros
andantes en el
m undo. Y ¡a
ello respondió m uy bien Don Q uijote que si no -era cierto
lo de A m adís
y F ierab rás, no lo sería m ás lo de H é c to r y los Doce P ares y R o ld áu
y el Cid. Y así, es como ya he dicho, pues hoy ¿hay m ás realidad e n el
Cid que en A m adís o en Don Q uijote m ism o? M as el canónigo, hom bre
de dura cerviz y tupido de bastísim o sentido común, se salió corno to ­
dos los ergotistas m ás o m enos canónigos, con sim plezas como la de no
haber duda de que hubo Cid, iii menos
B ernardo del Carpió, pero sí
de que hicieran las hazañas que de ellos se cuenta. E ra, al parecer, el
tal canónigo uno de estos pobres hom bres que m anejan la critica o ce­
dazo y se ponen a puntualizar, papelotes en m ano, si tal cosa fu é o no
como se cuenta, sin a dvertir que lo pasado no es ya y que sólo existe
de verdad lo que obra, y que una de esas llam adas leyendas cuando m ue­
ve a obrar a los hom bres, encendiéndoles los corazones, o les consuela
de la vida, es mil veces m ás real que el relato de cualquier acta que se
pudra en un archivo.”
M iguel de Uuamuno. — “V ida de D o n Quijote y Sancho
P A R T E II. C A P IT U L O X V I
Don Q uijote en su camino se halla con un discreto caba­
llero de la Mancha
^ E r r estas razones estaban cuando los alcanzó un hom ­
bre, que detrás dellos por el m ism o camino venia sobre una
278
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SO N E
m uy herm osa yegua tordilla, vestido un gabán ( i ) de pa­
ño fino verde, jironado' (2 ) de terciopelo leonado, con
una m o n tera del m ism o terciopelo; el aderezo de la yegua
era de campo y de la jineta, asim ism o (3 ) de m o rad o y
,v erd e; tra ía un a lfa n je m orisco pendiente de un ancho ta ­
halí de verde y oro, y los borceguíes eran de la labor del
ta h a lí; las espuelas no eran doradas, sino dadas con un b ar­
niz verde, tan tersas y bruñidas, que por hacer labor con to ­
do el vestido, parecían m ejo r que si fu eran de oro puro.
C uando llegó a ellos el cam inante los saludó cortesm ente y picando la, yegua se pasaba de largo, pero don Q ui­
jo te le d ijo : “ Señor, galán, si es que vuesa m erced lleva
el cam ino que nosotros, y no im porta el darse priesa, m er­
ced recibiría en que nos fuésem os ju n to s” . . . D etuvo la
rien d a el cam inante, adm irándose de la ap o stu ra y rostro
de don Q uijote, el cual iba sin celada, que la llevaba S an ­
cho como m aleta en el arzón (4 ) delantero de la albarda (5 )
del rucio; y si m ucho m ás m iraba don Q uijote al de lo V e r­
de, pareciéndole hom bre de chapa ( 6 ) ; la edad m ostraba
ser de cincuenta años; las canas, pocas, y el rostro, aguileño, la vista entre alegre y g ra v e; finalm ente, en el tra je
y ap o stura daba a entender ser hom bre de buenas pren­
das ( 7 ) . Lo que juzgó de don Q uijote de la M ancha el de
lo V erde fué que sem ejante m anera ni parecer de hom ­
bre no le había visto ja m á s; adm iróle la longura de su cabe­
llo ( 8 ) , la g randeza de su cuerpo, la flaqueza y ■am a­
rillez de su ro stro, sus arm as, su adem án y com postura,
fig u ra y re trato no visto por luengos tiem pos atrás en aque­
lla tierra.
N o tó bien don Q uijote la atención con que el cam inan­
te le m iraba, y leyóle en la suspensión su d eseo ; y como era
tan cortés y tan am igo de d ar gusto a todos, antes que le
preguntase nada, le salió al cam ino, d icién d o le: “ E sta fi­
g u ra que vuesa m erced en mí ha visto, por ser tan nueva
y tan fu e ra de las que com unm ente se usan, no me m a ra ­
villaría yo de que le hubiese m aravillado; pero d ejará vue­
sa m erced de estarlo cuando le diga, como le digo, que soy
cab allero :
destos que dicen las gentes
que a sus aventuras van.
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
279
Salí de mi patria, empeñe mi hacienda, dejé mi rega­
lo, y entreguém e en los brazos de la fo rtu n a, que me lle­
vasen dónde m ás fuese servida. Q uise resucitar la ya m uer­
ta an d an te caballería, y h a m uchos días que tropezando
aquí, cayendo allí, despeñándom e acá, y levantándom e acu­
llá, he cum plido g ra n p arte de mi deseo, socorriendo viu­
das, am p arando doncellas y favoreciendo casadas, h u ér­
fanos y pupilos, propio y n atu ra l oficio de caballeros an ­
d an tes; y así por mis valerosas, m uchas (9 ) y cristianas
hazañas he m erecido an d a r ya en estam pa (1 0 ) en casi to ­
das o las m ás naciones del m undo. T re in ta mil volúm enes
se han im preso de mi historia, y lleva cam ino de im prim ir­
se trein ta mil veces de m illares, si el cielo no lo remedia.
F inalm ente, por encerrarlo todo en breves palabras o en
una sola, digo que soy don Q uijote de la M ancha, por otro
nom bre llam ado el Caballero de la T riste F ig u ra ; y pues­
to que (1 1 ) las propias alabanzas envilecen, esme forzoso
decir yo tal vez las m ías, y esto se entiende, cuando no se
halla presente quien las d i g a : así que, señor gentil-hom bre,
ni este caballo, ni esta lanza, ni este escudo, ni escudero,
ni todas ju n ta s estas arm as, ni la am arillez de mi rostro,
ni la aten u ad a flaqueza os podrá ad m ira r de aquí en ade­
lante, habiendo ya sabido quién soy y la profesión que
h ag o ” ( 1 2 ) .
Calló en diciendo esto don Q uijote, y de lo V erde, se­
gún se tard a b a en responderle, parecía que no acertaba a
h acerlo; pero de allí a buen espacio le d ijo : “ A certastes,
señor caballero, a conocer por mi suspensión mi deseo; pe­
ro no habéis acertado a quitarm e la m aravilla que en mi
causa (1 3 ) el haberos visto, que puesto que como vos, se­
ñor, decis que el saber ya quién sois me lo p o d ría quitar, no
lia sido así, antes ah o ra que lo sé, quedo m ás suspenso y m a­
ravillado. Cómo, ¿y es posible que hay (1 4 ) hoy caballe­
ros andantes en el m undo y que hay historias im presas
de verdaderas caballerías? N o me puedo persuadir que haya
hoy en la tie rra quien favorezca viudas, am pare don­
cellas, ni honre casadas, ni socorra huérfanos, y no lo cre­
yera, si e¡n vuesa m erced 110 lo hu b iera visto con mis o jo s.
B endito sea el cielo, que con esa historia que vuesa m erced
dice que está im presa de sus altas y verdaderas caballerías,
se hab rán -puesto en olvido las innum erables de los fingidos
caballeros andantes de que estaba lleno el m undo, tan en
FÜKEDA VALDES —
FU SCO
SAN SON É
daño de las buenas costum bres, y tan en perjuicio y descré­
dito de las buenas h isto rias.” — “ H a y m ucho que decir —
respondió don Q uijote — en razón de si son fingidas o no
las historias de los andantes caballeros” . — ¿P ues hay
quién dude — respondió el V erde — que no son falsas ta ­
les h isto rias? —• “ Y o lo dudo — respondió don Q u i j o t e —•
y quédese esto aquí, que si n u estra jo rn a d a dura, espero en
D ios de dar a entender a vuesa m erced que h a hecho ma|l
en irse co¡n la corriente de los que tienen por cierto que no
son v erd ad eras” .
D esta últim a razón de don Q u ijo te tom ó b arruntos el
cam inante de que don Q uijote debía de ser algún m entecato,
y ag u ard ab a que con otros lo co n firm ase; pero antes de que
se divirtiesen en o tras razonam ientos, don Q u ijo te le rogó
le dijere quién era, pues le había dado p arte de su condi­
ción y de su v id a . A lo que respondió el del V erde G a b á n :
“ Yo, señor Caballero de la T riste F ig u ra, soy un hidalgo,
n atu ral de un lugar donde irem os a com er hoy, si Dios fue­
re servido; soy m ás que m edianam ente rico, y es mi nom ­
bre don Diego de M iran d a ; paso la vida con mi m u je r y con
mis hijos y con mis a m ig o s: m is ejercicios son el de la caza
y pesca, pero no m antengo ni halcón ni galgos, sino algún
perdigón m anso o algún hurón atrevido ; tengo h asta seis do­
cenas de libros, cuáles de rom ance, cuáles de latín, de his­
to ria algunos y de devoción o tr o s : los de caballerías aún no
han entrado por los um brales de m is puertas. H ojeo m ás los
que son p ro fan o s que los devotos, y como sean de honesto
entretebim iento, que deleitan con el lenguaje, y adm iren y
suspendan con la invención, puesto que (1 6 ) desto hay m uy
pocos en E sp añ a ; alguna vez con m is vecinos y am igos, y
m uchas veces los c o n v id o : son mis convites limpios y asea­
dos, y no nada escaso s: ni gusto de m u rm u rar, ni consiento
que delante de mí se m u rm u re; no escudriño las vidas a je ­
nas, ni soy lince de los hechos de los o tro s; oigo m isa cada
d ía; rep arto de mis bienes con los pobres sin hacer alarde
de las buenas obras, por no d ar en trad a en mi corazón a la
hipocresía y vanagloria, enemigos' que blandam ente se apo­
d eran del corazón m ás recatad o ; procuro poner paz en los
que sé que están desavenidos; soy devoto de nuestra Seño­
ra y confío siem pre en la m isericordia in fin ita de Dios nues­
tro S eñ o r” .
G U IA
DE L E C T U R A S
DÉ A U T O R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
281
A tentísim o estuvo Sancho a la relación de la vida y
entretenim iento del hidalgo; y pareciéndole buena y santa,
y que quien lo hacia debía hacer m ilagros, se a rro jó del ru ­
cio y con g ra n priesa le fué a asir del estribo derecho, y con
deveto corazón y casi lágrim as le besó los pies una y m u­
chas veces. V isto lo cual por el hidalgo, le p reg u n tó : ‘‘¿Q ué
hacéis, h erm ano? ¿Q ué besos son esto s?” — “ D éjenm e be­
sar — respondió Sancho — , porque me parece vuesa m er­
ced el p rim er santo a la j ineta que he visto en todos los días
de mi v id a” — ‘‘N o soy santo — respondió el hidalgo — ,
sino p ecad or; vos sí, herm ano, que debéis de ser bueno, co­
mo v uestra sim plicidad lo m u estra” .
V olvió Sancho a cobrar la albarda, habiendo sacado a
plaza la risa de la p ro fu n d a m elancolía (1 7 ) de su amo, y
causado nueva adm iración a don D iego.
NOTAS
(1 )
E l g a b á n u s á b a s e p a ra a n d a r en el ca m p o y d e c a m in o ; en la ciu d ad
s e rv ía d e ro p a de c a s a .
(2 ) L la m á b a s e jiro n e s , o com o * d ic e C o v a rru b ia s , g ir o n a s , “ c ie rto s p ed a zo s
tria n g u la re s q u e in g e ría n en el ru e d o d e lo s sa y o s p a r a q u e h ic ie s e n m á s ru e d o ,
y e n lo s q u e e ra n d e te rc io p e lo e c h a b a n e s to s jiro n e s d e b ro c a d o s o te la s , y se
lla m a b a n s a y o s a g ir o n a d o s v .
(3 )
E l a sim ism o se re fie re sólo al co lo r v e rd e , q u e e ra el q u e p r e d o m in a b a
en el v e s tid o d el c a m in a n te , p u e s n a d a tie n e n q u e v e r los dos co lo res ac c e so rio s
le o n ad o y m o r a d o .
(4 ) a rz ó n — fu s te d e la n te ro o tra s e ro d e la s illa de m o n ta r .
(5 )
a lb a r d a — p ie z a p rin c ip a l d e l a p a re jo d e la s b e s tia s d e c a rg a , q u e se
com pone d e do s a lm o h a d a s r e lle n a s de p a ja y u n id a s p o r la p a rte q u e d a
sobir*
el
lom o de las c a b a lle r ía s .
(6 ) se lla m a c h a p a d o “ el h o m b re d e h ec h o y d e v alo r, p o rq u e v a
g u a r­
necido c o n su v ir tu d y e s f u e rz o ” . ( C o v a r r u b ia s ) .
(7 )
A q u í p re n d a s no p a re c e sig n ific a r “ p a rte s o d o te s n a tu ra le s'* , s e g ú n
sólo
*
co stu m b re , sin o ‘‘p o s ic ió n s o c ia l” .
(8 )
R o d ríg u e z M a r ín c o rrig e “ de su c u e llo ” , e n m ie n d a r e c h a z a d a p o r la
en u m e ra c ió n s e m e ja n te q u e lueg*o h a c e d o n Q u ijo te , en la c u a l se re p ite n los
té rm in o s “ c a b a llo ” , “ a m a rille z ” , “ F la q u e z a ” y se h a b la de la s a r m a s .
C o n o cid a
e s la lo n g u ra de R o c in a n te , c a b a llo 1 “ la rg o y te n d id o ” , com o se d ic e en el c a ­
p ítu lo I X .
(9 )
p o r m is v a le ro s a s, m u c h a s y c ris tia n a s h a z a ñ a s . E l a d v e rb io m u c h as
d e b e ría ir a n te s del a d je tiv o v a l e r o s a s : m is m u c h a s v a le ro sa s y c r is tia n a s h a z a ñ a s.
(1 0 ) E n e s ta m p a . — E q u iv a le a “ e n le tra s d e m o ld e ” .
(1 1 ) T u e s to q u e s ig n ific a b a a n tig u a m e n te “ s u p u e s to q u e ” , “ p o r
m ás que”
o “ a u n q u e ” . H o y se
u s a co n la s ig n ific a c ió n d e “ p u es q u e ” .
(1 2 ) H o y d ir ía m o s “ la p ro fe s ió n q u e s ig o ” , e s to e s : “ a la cu a l m e d e d i­
co . H a c e r p ro fe s ió n de u n a co sa es ( ‘p re c ia rn o s d e lla y c u m p lirla a
to d o t r a n ­
c e ” . ( C o v a r r u b ia s ) .
(1 3 ) ‘C a u s a r m a ra v illa , p o r “ c a u s a r a d m ira c ió n o s o r p r e s a ” e s
e x p re s ió n
v u lg a r n a c id a p o r c o n fu s ió n de las d o s e q u iv a le n te s : c a u s a r a d m ira c ió n y m a ­
r a v i lla r. ______ __
(1 4 )
Ilo y
se
p o n d r ía
en
s u b ju n tiv o .
I 'W U A
DON
VALDES —
FU SC O
Q U IJO TE E S
SAN SON E
CERVANTES
A h o ra bien. D on Q uijote es el m ism o Cervantes. L a concepción
del ingenioso hidalgo inexp'.icabíe de o tro m odo, se hace lógica y clara
cuando se piensa en la vid?, de C ervantes y se fu n d an en una sola im a­
gen sus esperanzas juveniles, las del soldada de L epanto y el cautivo de
A rgel, con los desengaños de su vejez, de su in fru ctu o sa labor de d ra ­
m aturgo, de sus fracasadas ambiciones de poeta, de sus vanas jiesquisas
de empleo, de sus m alandanzas de cobrador de alcabalas, hasta dar con
los huesas dos veces en la cárcel y verse envuelto en larguísim o pro-i
ceso, en cuyo tran ce concibió a su héroe. T o d o lo que es fundam ental
en Don Q uijote se encuentra ya en el tipo que resulta de sobreponen
em presas, que es Cervantes joven, con la fig u ra del viejo achacoso, des->
con la fantasía la imagen del m ancebo intrépido y soñador de grandes,
encantado y m elancólico que es C ervantes viejo. Don Q uijote no es sino
un viejo ccn anhelos e ilusiones de mozo, que 110 advierte que está viejo,
y que proyecta sobre las circunstancias esta inconciencia de sí mismo.
E11 esta mezcla incongruente de j|uventud y de vejez está ya im plícito el
espíritu cómico, porque hace reir el viejo que em prende una c arre ra sin
acordarse de la dureza de sus huesos y de la cortedad de su aliento,
ccm o tam bién, el galán de pelo blanco que se las echa de R om eo o e>
hom bre de voz cascada que quiere d a r un do de pecho y se queda en la
m itad de la escala. Y cuando m ás excesivo y trascendental sea el inten­
to y ninguno p o d rá parangonarse al de querer restablecer la edad de
oro en nuestra edad de hierro,tanto m ás risibles re su lta rá la im potencia del
g e s to ; pero como al propio tiem po 110 podrem os por menos de sim patizar
con el propósito, la desprporción e n tre el intento y el re su lta d o nos h a rá
unas veces reir entre las lágrim as y otras llorar entre las risas, que es
el consuelo y la grandeza del "Q u ijo te” .
Pensem os en Cervantes cuando se hallaba cautivo e n . A rgel. Y a de
soldado había m erecido el aprecio de don Ju a n de A u stria por su he­
roísm o en la batalla de L epanto. El rey de A zán de A rgel lo consideraba
com o el m ás peliglroso e im portante de sus m iles de prisioneros. Le sor­
prendió repetidam ente en intentos de fu g a y a un en algunas que Se p ro ­
ponía nada menos que alzarse con A rg e l para la C ristiandad y el Rey
Felipe. E n el capítulo X X I sueña en voz alta Don Q u ijo te c o n que sus
hazañas le harán tan conocido que al verlo en tra r los m uchachos p o r la
puerta de la ciudad, le ro d e ará n dando voces d icie n d o : “E ste es el ca­
ballero del Sol (o de la Serpiente o de o tra insignia alguna debajo de la
cual hubiera acabado grandes azadas) ; éste es, dirán, el que venció en
singular b atalla al gigante B rocabruno de la g ra n fu e rz a ; el que des­
encantó al g ra n M am eluce de P ersia, del largo encantam iento en qjue
había estado casi novecientos años” . A l alboroto de los chicuelos se pa­
ra rá en las fenestras de su real palacio el rey de aquel reino y h a rá
pasar al caballero, saliéndole a recibir en la escalera; le p resen tará a la
reina y a la infanta, que será una de las m ás herm osas y acabadas don­
cellas de todo el descubierto de la tie rra y el caballero y la in fan ta se
enam orarán de súbito, así que cuando tenga el caballero que m andar los
G U IA
DE L E C T U R A S
DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERNOS
2«ó
ejército s con que aquel rey haya de pelear contra otro Soberano, será,
enternecedora la despedida con la infanta, hasta que el caballero regrese
vencedor y se averigüe es tam bién hijo del rey y se celebre la boda en
medio de la m áxim a pom pa y con dignas circunstancias.
¿Q u é duda cabe de que cuando C ervantes está preso en A rg e l y
era considerado como el m ás im portante y de m ayores m éritos de todos
los m iles de cautives, soñaba con una recom pensa análoga a la de Don
Q u ijo te ? Y no sólo soñaba sino que la buscó con ansia y vivió varios
años la vida del pretendiente en la C orte y siguió a los reyes a Lisboa
para alcanzar la recom pensa m erecida, y no halló sino privaciones y
desengaños, h asta que en la h o ra de escribir este capítulo y otros pare­
cidos, todas aquellas ilusiones y ambiciones no le parecen ya sino sueños
de leeos.
Ram iro de M aetsu
Don Quijote de la Mancha
C A P IT U L O
X X X I. — 2* P A R T E
Que trata de muchas y grandes cosas
E l Eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones
y de encantos, cayó en la cuenta de que aquél debía de ser
Don Q u ijo te de la M ancha, cuya historia leía el D uque de
o rd inario, y él se lo había reprendido m uchas veces, diciéndole que era d isparate leer tales d isp arates; y enterándose
ser verdad lo que sospechaba, con m ucha cólera, hablando
con el Duque, le d ijo :
— V u e stra excelencia, señor mío, tiene que d ar cuen­
ta a NTuestro Señor, o lo que hace este buen hom bre. E ste
D on Q uijote, o D on T onto, o como se llam a, im agino yo
que no debe ser ta<n m entecato como V u e stra Excelencia
quiere que sea, dándole ocasiones a la m ano para que lleve
adelante sus sandeces y vaciedades.
Y volviendo la plática a D on Q uijote, le d ijo :
— Y a vos, alm a de cántaro, ¿quién os ha encajado
en el cerebro que sois caballero andante, y que vencéis gi­
gantes y prendéis m alandrines? A ndad enhorabuena y en
tal se os d ig a : volveos a vuestra casa, y criad vuestros hi­
jos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de
an d a r vagando por el m undo papando viento y dando que
reír a cuantos os conocen y no conocen. ¿E n dónde ¡ñora
t a l ! habéis vos hallado que hubo ni hay ah o ra caballeros an ­
dantes? ¿D ónde hay gigantes en España, o m alandrines en
la M ancha, ni D ulcineas encantadas, ni toda la caterva de
las sim plicidades que de vos se cuentan? A tento estuvo Don
Q u ijo te a las razones de aquel venerable varón, y viendo
G U IA
D Í LECTURAS
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
285
que ya callaba, sin g u a rd a r rsepeto a los D uques, con sem ­
blante airad o y alborotado rostro se puso, en pie, y d ijo . . .
P ero esta respuesta, capítulo p o r sí m erece.
C A P IT U L O X X X II. — 2» P A R T E
' D e la respuesta que dió Don Q uijote a su reprensor, con
otros graves y graciosos sucesos
Levantado, pues, en pie D on Q uijote, tem blando de los
pies a la cabeza como azogado, ( i ) con presurosa y tu r­
bada lengua, d ijo :
— El lu g ar donde estoy y la presencia ante quien me
hallo, y el respeto que siem pre tuve y tengo al estado que
vuesa m erced profesa, tienen y atan las m anos de mi ju sto
en o jo ; y así, por lo que he dicho, como por saber que saben
tocios que las arm as de les togados son las m ism as que las
de la m u jer, que son la lengua, en traré con la m ía en igual
batalla con vuesa merced, de quien se debían esperar antes
buenos consejos que infam es vituperios. L as reprensiones
santas y bien intencionadas o tras circunstancias requieren }
otro s puntos p id e n ; a lo menos, el haberm e reprendido er.
público y tan ásperam ente, ha pasado todos los lím ites de
la buena reprensión, pues las prim eras m ejo r asientan sobre
la blan d u ra que sobre la aspereza, y no es bien, sin tener
conocim iento del pecado que se reprende, llam ar al peca­
dor, sin m ás ni más, m entecato y to n to . Si no, dígam e vue­
sa m erced: ¿por cuál de las m entecaterías que en mí ha
visto me condena y vitupera, y me m anda que me vaya a
mi casa a tener cuenta en el gobierno della y de mi m ujer
y de mis hijos, sin s a b e r si la tengo o los tengo? ¿N o hay
m ás sino a trochem oche (2 ) en trarse por las casas ajenas
a g o b ernar sus dueños, y habiéndose criado algunos en la
estrecheza de algún pupilaje, sin haber visto m ás m undo
que el que puede contenerse en veinte o trein ta leguas de
distrito, m eterse de rondón (3 ) a d ar leyes a la caballería,
y a juzgar, a los caballeros andantes? ¿ P o r v en tu ra es asun­
to vano o es tiem po mal gastado el que se gasta en v ag a r por
el m undo,—Tto^buscando los regalos dél, sino las asperezas
por donde los buenos suben al asiento de la inm ortalidad?
Si me tu vieran por tonto los caballeros, los m agníficos, los
286
PEREDA VALDES —
FU SCO SA N SO N E
generosos, los altam ente nacidos, tuviéralo por a fre n ta irre ­
p arable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes,
que nunca en traro n ni pisaron las sendas de la caballería,
no se me da un ard ite : (4 ) caballero soy, y caballero he
de m o rir si place al A ltísim o ; unos van por el ancho cam ­
po de la am bición so b erb ia; otros, por el de la adulación
servil y b a ja ; otros, por el de la hipocresía engañosa, y al­
gunos p or el de la v erd ad era re lig ió n ; pero yo inclinado de mi
estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante,
por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la h o n ra .
Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado in­
solencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos; yo soy
enam orado, no m ás de porque es forzoso que los caballe­
ros andantes lo s e a n ; y siéndolo, no soy de los enam orados
viciosos sino de los platónicos continentes. M is intenciones
siem pre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien
a todos, y mal a nin g u n o ; si el que esto entiende, si el que
esto obra, si el que desto tra ta merece ser llam ado bobo, dí­
ganlo vuestras grandezas, D uque y D uquesa excelentes.
— ¡Bien por D ios! — dijo Sancho — N o diga m ás
vuesa m erced, señor y am o mío, en su abono, porque no
h ay m ás que decir, ni m ás que pensar, ni m ás que perseve­
ra r en el m undo. Y m ás que negando este señor, como ha
negado, que no h a habido en el m undo, ni los hay, caballe­
ros andantes, ¿qué m ucho que no sepa ninguna de las co­
sas que h a dicho? — P o r v en tu ra — dijo el Eclesiástico, —
¿sois vos, herm ano, aquel Sancho P an za que dicen, a quien
vuestro am o tiene prom etida una ínsula?
— Si soy •—■ respondió S ancho; — y soy quien lo m e­
rece tan bien com o otro cualquiera; soy como quien jú n tate
a los buenos y serás uno dellos, y soy de aquellos no con
quien naces, sino con quien paces; y de los, quieta a buen
árbol se arrim a, buena som bra le cobija. Yo m e he arrim ado
a buen señor, y h a m uchos meses que ando en su com pañía,
y he de ser o tro como él, D ios queriendo; y viva él y viva
y o : que ni a él le fa lta rá im perios que m an d ar ni a mí ín­
sulas que g o b ern ar.
— N o por cierto, S ancho am igo, — d ijo a esta sazón
el D uque; — que yo, en nom bre del señor D on Q uijote, os
m ando el gobierno' de una que tengo de nones (5 ) de no
pequeña calidad.
G U IA DE LE C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
287
— H ín cate de rodillas, Sancho — dijo D on Q uijote, —•
y besa los pies a su excelencia por la m erced que te ha hecho.
H ízolo así S a n c h o ; lo cual, visto por el Eclesiástico,
se levantó de la m esa m ohino adem ás, d icien d o :
— P o r el hábito que tengo, que estoy por decir que es
tan sandio vuestra excelencia como estos pecadores. ¡M i­
rad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan
sus lo c u ra s! Quédese vu estra excelencia con ellos, que en
tan to que estuvieren en casa, me estaré yo en la m ía, y me
excusaré de reprender lo que no puedo rem ed iar.
Y
sin decir m ás ni com er m ás, se fué, sin que fuesen
parte a detenerle los ruegos de los D uques, aunque el D u­
que no le dijo m ucho, im pedido de la risa que su im perti­
nente cólera le había causado.
A cabó de reír, y dijo a Don Q u ijo te:
— V uesa m erced, señor Caballero de los Leones, lia
respondido por si tan altam ente, que no le queda cosa por
satisfacer deste, que aunque parece agravio, no lo es en
ninguna m anera, porque así como no ag ravian las m u je­
res, no ag rav ian los eclesiásticos, como vuesa m erced m ejor
sab e.
— Así es — respondió D on Q u ijo te ; — y la causa es
el que no puede ser agraviado no puede ag rav iar a nadie.
Las m ujeres, los niños y los eclesiásticos, como 110 pueden
defenderse aunque sean ofendidos, 110 pueden ser a fre n ta ­
dos, porque entre el agravio y la a fre n ta hay esta d iferen­
cia, como m ejor vuestra excelencia s a b e : la a fre n ta viene
de p arte de quien la puede hacer y la hace y la su sten ta; el
agravio puede venir de cualquier parte sin que afrente. Sea
ejem plo: está uno en la calle descuidado; llegan diez con
m ano arm ada, y dándole de palos, pone m ano a la espada,
y hace su deber; pero la m uchedum bre de los contrarios se
le opone y no le deja salir con su intención, que es de ven­
g arse; este tal queda agraviado, pero no a fre n ta d o . Y lo
m ismo co n firm a rá otro ejem plo: está uno vuelto de espal­
das ; llega otro, y dale de palos, y en dándoselos, huye y no
espera, y el otro le sigue y no le a lc a n z a ; éste que recibió
los palos, recibió agravios, m as no a fre n ta ; porque la a fre n ­
ta h a.d e ser sustentada. Si el que le dió los palos, aunque se
los dió a h u rta cordel, (6 ) pusiera m ano a su espada, y se
estuviera quedo haciendo ro stro a su enemigo, quedara el
apaleado ag raviado y afre n ta d o ju n tam en te; agraviado, p o r­
288
pereda
values
—
fusco
san so n e
que le dieron a traic ió n ; afrentado, porque el que le dió
sustentó lo que había hecho, sin volver las espaldas y a pie
quedo. Y así, según las leyes del m aldito duelo, yo puedo
estar agraviado, m as no a fre n ta d o ; porque los niños no
sienten, ni las m ujeres, ni pueden huir, ni tienen p ara que
esperar, y lo m ism o los constituidos en la sacra re lig ió n ;
porque estos tres géneros de gente carecen de arm as ofen ­
sivas y d efen siv as; y asi, aunque naturalm ente estén obli­
gados a defenderse, no lo están para ofender a nadie. Y
aunque poco lia dije que yo podía estar agraviado, ahora
digo que no en n inguna m anera, p o rq u e quien no puede re ­
cibir afren ta, m enos la puede d a r ; por las cuales razones
yo no debo sentir ni siento las que aquel buen hom bre me
ha dicho; sólo quisiera que esperara algún poco, p ara d ar­
le a entender el e rro r en que está en pensar y decir que no
ha habido ni los hay caballeros an d an tes en el m u ndo; que
si lo tal oyera A m adís, o uno de los infinitos de su linaje,
yo sé que 110 le fu era bien a su m erced.
— Eso ju ro yo bien — dijo S a n c h o : — cuchillada le
hubiera dado, que le abrieran de arrib a a b a jo como una
g ran ad a o com o un m elón m uy m a d u ro . ¡ B onitos eran ellos
p ara s u frir sem ejante cosquillas! P a ra mi santiguada, (7 )
que tengo por cierto que si R einaldos de M ontalván hubiera
oído estas razones al hom brecito, tapaboca le hubiera dado
que no h ablara m ás en tres años. ¡N o sino tom árase con
ellos, y viera cómo escapaba de sus m a n o s !
NOTAS
(1 )
A z o g a d o . — D e a z o g u e , b u llic io , in q u ie tu d , v iv e z a .
(2 )
T ro c h e m o c h e . — D is p a r a ta d a m e n te , s in o rd e n ni c o n c ie rto .
( 3 ) D e r o n d ó n . — In tr é p id a m e n te y s in r e p a ro .
(4 )
M o n ed a de p o co
v a lo r q u e h u b o en C a s tilla . E q u iv a le a
no m e im ­
p o r ta n a d a .
( 5 ) ur.a q u e te n g o de n o n e s . —
Q u ie re d e c ir q u e es s in g u la r, q u e n o hace
p a re ja co n o tra , o m á s b ie n , q u e e s tá d e s c a b a la d a o de s o b ra .
(6 ) A h u r ta c o rd e l. ■
— A tr a ic i ó n ; h a c ie n d o el d a ñ o y h u r ta n d o o r e t i­
ra n d o el c u e r p o : e x p re s ió n to m a d a del ju e g o d el tr o m p o o
p e ó n , e n q u e le h ac e
b a ila r a l ju g a d o r re tira n d o h a c ia sí y com o e s c o n d ie n d o
el c o rd e l con q u e le
d a el im p u ls o .
( 7 ) P a ra m i s a n tig u a d a . — P o r m i fé .
C O M E N T A R IO
L a disputa entre el eclesiástico y D on Q u ijo te es ocasión para que
D on Q u ijo te confirm e su fe en la caballería andante. Sublim e profesión
G U IA DE L E C T U R A S
de
A U TO RE S
C L A S IC O S Y
M O DERN O S
289
de fe que contrasta con la negación de la m ism a, en las proxim idades
de su m uerte. E ste eclesiástico que así habla, que llam a a D on Q u ijo te
D on T o n to , tiene la enem iga m ás encarnizada contra todo quijo tism o :
e x tra ñ o es que 110 haya sido notado antes su anti-quijotism o. E l cura
inventariador de los libros de caballerías es un sim plote, un cándido cos­
tal de buenas intenciones, am ante si se quiere de la buena caballería. E s­
te cura prendido a las faldas de la duquesa, vividor, socarrón y torpe es
un redom ado tonto. Insoportable en su petulancia, repugnante en su des­
creim iento, no ve en D on Q uijote sino a un tonto digno de conm isera­
ción. S us consejos desbordan de m alevolencia; 'V o lv e o s a vuestra casa
y cu id ad de vuestros hijos, y cuidad de vuestra hacienda y dejad de an­
dar vagando por el mundo, papando viento y dando de re ir a cuantos os
conocen y n o os conocen”. ¡A h, c u rita de poca sal en la m o llera! ¿C o ­
m o puedes creer que D o n Q uijote abandonara su noble caballería, 'la
m isión universal de enderezar tuertos, de am parar viudas para en cerrar­
se burguesam ente entre las cuatro paredes de su casa, a c u id a r de sus hi­
jos, a cuidar de su hacienda? Sus hijos son sus hazañas, su hacienda la
andante caballería. B astante tiene con cuidar a los h ijo s ajenos, con de­
fender el honor de las doncellas y desagraviar a los agraviados. E sta dul­
ce m isión es la de un “C risto a la jin e ta ’ como d ije ra Rodó.
P ero, D on Q uijote con to d o el respeto debido a los duques y al lu­
gar en que se encontraba debió c o n testar lo que se lee en el texto.
A dm irable respuesta la de D on Q uijote al antiquijotism o del h om ­
bre fam iliar de les duques, afirm ación de fe y afirm ación de v i d a : tales
son las palabras de D on Q u ija te : “C aballero soy y caballero he de m o­
rir, si place al altísim o.” F re n te a las vacilantes palabras del eclesiástico,
a los consejos pueriles del sentido com ún dom éstico, estas palabras po­
sitivas de Don Q uijote suenan como el llam ado p ro fundo de un a’m a que
se siente herida por el desprecio de la necedad. A nte el Credo de la caba­
llería, fervorosam ente expresado por D on Q uijote, cae derrum bada la
crítica m ezquina de este A ntiquijote, pobre diablo incapaz de sentir la
grandeza del alm a hum ana. Si lo tuvieran por tonto los caballeros, los
m agníficos, los generosos, los altam ente nacidos, tjuviéralo por a fre n ta
irrep a rab le ; pero que lo m otejen de sandio los estudiantes, los curas y los
bachilleres C arrascos, se le da un ardite al g ra n m anchego ique ha puesto
la flo r de la caballería por encim a de la censura de les necios.” Ildefonso
P ereda Valdés. — “L o s Antiquijotes?’. R evista “Síntesis”, Buenos A ires.
O bsérvese cóm o Sancho P a n z a se m anifiesta encendido por la m is­
m a fe caballeresca de D on Q uijote. A quí no es el escudero que expone
ante su am o las razones del bjuen sentido, que tra ta de apartarlo de sus
locuras exponiéndole la percepción exacta de la realidad. E s el escu­
dero que se entusiasm a con las palabras de D on Q u ijo te y se anim a de
espíritu caballeresco, operándose en él lo que U nam uno ha llam ado quijotizacíón de Sancho.
E n fad o sa resulta y redundante la distinción que hace C ervantes entre
a fre n ta y^agravio, digna de un código del honor y no de la m ás excel.n te obra de la lengua castellana. E stas enfadosas digresiones son frecuen­
19
290
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON B
tes en el Q uijote. ¿ N o em plea el ventero una larga tira d a que parece
no recobrar aliento para convencerlo a D on Q uijote que todo caballero
andante debe llevar cam isas limpias y blanca?
C A P IT U L O X L V . — 2’ P A R T E
D e como el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ín­
sula y del modo que comenzó a gobernar
¡O h perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del
m undo, o jo del cielo, m eneo dulce de las cantim ploras!
( i ) ¡T im brio (2 ) aquí, Febo allí, tira d o r acá, médico acu­
llá, padre de la poesía, inventor de la m úsica, tú que siem pre
sales, y aunque lo parece, nunca te p o n e s! A ti digo, ¡ oh s o l!
con cuya ayuda el hom bre engendra al h o m b re : a ti digo, que
me favorezcas y alum bres la oscuridad de mi ingenio, p ara
que pueda d iscu rrir por sus puntos en la narración del go­
bierno del g ran Sancho Panza, que sin ti yo me siento ti­
bio, desm azalado (3 ) y confuso.
Digo, pues, que con todos su acom pañam iento llegó
Sancho a un lu g ar de h asta mil vecinos, que era de los m e­
jo res que el duque ten ía. D iéronle a entender que se llam a­
ba la ínsula B ara ta ría, o ya porq u e,el lugar se llam aba B a­
rata rlo , o ya por el b arato (4 ) con que se le había dado el
gobierno. Al llegar a las puertas de la villa, que era cer­
cada, salió el regim iento del pueblo a re cib irle; tocaron las
cam panas, y todos los vecinos dieron m uestras de general
alegría, y con m ucha pom pa le llevaron a la iglesia m ayor
a d ar gracias a Dios, y luego con algunas ridiculas cerem o­
nias le en tregaron las llaves del pueblo, y le adm itieron por
perpetuo g o b ernador de la ínsula B a ra ta ría . El traje , las
barbas, la g o rd u ra y pequeñez del nuevo gobernador tenía
ad m irad a a to d a la gente que el busilis (5 ) del cuento 110
sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran m uchos.
F inalm ente, en sacándole de la iglesia le llevaron a la silla
del juzgado, y le sentaron en ella, y el m ayordom o del d u ­
que le d i j o : E s costum bre antigua en esta ínsula, señor go­
bernador, que el que viene a to m ar posesión desta fam osa
ínsula está obligado a responder a una pregunta que se ie
hiciere, que sea algo in trin cad a y dificultosa, de cuya res­
puesta el pueblo tom a y toca el pulso del ingenio de su nue­
G U IA
DÉ LE C TU R A S
Dfi A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
291
vo g o b ern ad o r; y así, o se alegra o se entristece con su ve­
n id a. E n tan to que el m ayordom o decía esto a Sancho, es­
taba él m irando unas grandes y m uchas letras que en la pa­
red fro n te ra de su silla estaban escritas, y como él no sabía
leer preguntó, que qué eran aquellas pinturas que en aquella
pared estab an. Fuéle respondido: Señor, allí está escrito
y notado el día en que vuestra señoría tom ó posesión de esta
ínsula, y dice el e p ita f io : “ H oy a día tantos de tal mes y de
tal año tom ó la posesión desta ínsula el S eñor D on Sancho
P anza, que m uchos años la goce” . ¿ Y a quién llam an don
Sancho P an za ?— preguntó Sancho. — A vuestra señoría —
respondió el m ay o rd o m o ; — que en esta ínsula no ha e n tra ­
do o tro P an za sino el que está sentado en esa silla.
— Pues advertid, herm ano, dijo Sancho, que yo no
tengo “ don” , ni en todo mi lin aje le ha h abido: Sancho
P an za me llam an a secas y Sancho se llamó mi padre, y S an ­
cho mi agüelo y todos fueron Panzas, sin añadiduras de
dones ni d o n a s; y, .yo imagino' que en esta ínsula debe de
haber m ás dones que p ie d ra s; pero b a s ta : Dios me entiende,
y podrá ser que si el gobierno me d u ra cuatro días, yo es­
cardaré ( 6 ) estos dones, que, por la m uchedum bre deben de
e n fa d a r como los m osquitos. P ase adelante con su pregunta
el señor m ayordom o, que yo responderé lo m ejo r que su­
piere, o ra se entristezca o no se entristezca el pueblo. A
este instante, entraron en el ju zg ad o dos hom bres, el uno
vestido de labrador, y el otro de sastre, porque tra ía unas
tije ras en la mano, y el sastre d ijo : S eñor go b ern ad o r: yo
y este hom bre labrador venimos ante vuesa m erced en ra ­
zón que este buen hom bre llegó a mi tienda ayer (que yo
con perdón de los presentes, soy sastre exam inado, que
Dios sea b en d ito ), y poniéndom e un pedazo de paño en las
mataos me p re g u n tó : “ Señor, ¿habría en este paño h arto
p ara hacerm e una caperuza?” Y o, tanteando el paño, le res­
pondí que s í : él debióse de im aginar, a lo que yo im agino,
e im aginé bien, que sin duda yo le quería h u rta r alguna
p arte del paño, fundándose en su m alicia y en la m ala opi­
nión de los sastres, y replicóme que m irase si habría p a ra
d o s:.a d iv in éle el pensam iento, y díjele que sí; y el caballe­
ro en su prim era y d añada intención, fué añadiendo caperu z a s> y yo añadiendo síes, hasta que llegam os a cinco ca­
p eruzas; y ah o ra e n este punto acaba de venir por ellas;
yo se las doy, y no m e quiere pag ar la h echura; antes me
292
PERfiD A VALDES —
FU SCO
SAN SON E
pide que le pague o vuelva el paño. ¿E s todo esto así, h er­
m ano? — preguntó Sancho — . Sí, señor, respondió el
h o m b re; pero hágale vuesa m erced que m uestre las cinco
caperuzas que me ha hecho. De buena gana, respondió el
sastre. Y sacando encontinente la m ano debajo del h erre­
ruelo, (7 ) m ostró en ella cinco caperuzas puestas en las
cinco cabezas de los dedos de la m ano, y d i j o : H e aquí las
cinco caperuzas que este buen hom bre me pide, y en Dios
y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño,
y yo daré la obra a vista de veedores del oficio. T odos se
rie re n de la m ultitud de las caperuzas y del nuevo pleito.
Sancho se puso a considerar un poco-, y d i j o : Parécem e que
en este pleito, no h a de haber largas dilaciones, sino ju z g a r
luego a juicio de buen varón, y así yo doy por sentencia,
que el sastre p ierda las hechuras, y el labrador el paño, y
las caperuzas se lleven a los presos de la cárcel, y no hay
m ás. Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero (8 ) m o­
vió a adm iración a los circunstantes, esta les provocó a risa ;
pero en fin, se hizo lo que m andó el g o b ern ad o r; ante el
cual se presentaron dos hom bres a n c ia n o s: el uno tra ía una
cañaheja (9 ) por báculo, y el sin báculo, d ijo : — Señor, a
este buen hom bre le presté días ha diez escudos de' oro por
hacerle placer y buena obra, con condición que me los vol­
viese cuando se los p id iese: pasáronse m uchos días sin pe­
dírselos p o r no ponerle en m ayor necesidad de volvérm e­
los que la que él tenía cuando yo se los p re s té ; pero por parecerm e que se descuidaba en la paga, se los he pedido una
y m uchas veces, y no solam ente no me los vuelve, pero me
los niega, y dice que nunca tales diez escudos le p re s té ; y
que si se los presté, ya me los h a vuelto. Yo no tengo tes­
tigos ni del prestado ni de la vuelta, porque no m e los ha
v u elto : q u erría que vuesa m erced le tom ase juram ento, y
si ju ra re que me los h a vuelto, yo se los perdono p ara aquí
y p a ra adelante de D ios. ¿Q ué decís vos a; esto, buen viejo
del báculo? — dijo S ancho. A lo que d ijo el v iejo : — Yo,
señor, confieso que me los prestó ; y b aje vuesa m erced esa
v a ra ; y pues él lo deja en mi juram ento, yo ju ra ré com o se
los he vuelto y pagado real y verdaderam ente. B ajó el gob ern ard o r la vara, y en tanto, el viejo del báculo dió el
báculo al o tro viejo que se le tuviese en tanto que juraba,
como si le em barazara m ucho, y luego puso la m ano en la
cruz de la vara, diciendo que era verdad que se le habían
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M ODERN OS
295
p restado aquellos diez escudos que se le pedian; pero que
él se los había devuelto de su m ano a la suya, y que p o r no
caer en ello se los volvía a pedir por m om entos. V iendo lo
cual, el g ra n gobernador preguntó al acreedor qué respon­
día a lo que decía su contrario, y dijo que sin duda alguna
su deudor debía de decir verdad, porque le tenía por hom ­
bre de bien y buen cristiano, y que a él se le debía de haber
olvidado el cómo y cuándo se los había vuelto, y que desde
allí en adelante jam ás le pediría n ad a. T o rn ó a to m ar su
báculo el deudor, y bajan d o la cabeza se salió del ju zg ad o .
V isto lo cual por Sancho, y que sin m ás ni m ás se iba, y
viendo tam bién la paciencia del dem andante, inclinó la ca­
beza sobre el pecho, y poniéndose el índice de la m ano dere­
cha sobre las cejas y las narices, estuvo como pensativo un
pequeño espacio, y luego alzó la cabeza, y m andó que le
llam asen al viejo del báculo, que ya se había id o . T ru jé ronsele, y en viéndole Sancho le d i j o : D adm e, buen hom bre,
ese báculo, que le he m enester. De m uy buena gana, res­
pondió el v iejo : hele aquí señor, y púsosele en la m an o :
tom óle Sancho-, y dándosele al otro viejo, le d ijo : A ndad
con Dios, que y a vais pag ad o . — ¿Y o, señor? — respon­
dió el viejo, ¿pues vale esa cañaheja diez escudos de oro?
Sí, d ijo el gobernador, o si no soy el m ás porro del m un­
d o ; y ah o ra se verá si tengo yo caletre para gobernar todo
un reino, y malndó que allí delante de todos se rom piese y
abriese la caña. H ízose así, y en el corazón della hallaron
diez escudos de o ro . Q uedaron todos adm irados, y tuvieron
a su gobernador por un nuevo S alom ón. P reg u n táro n le de
dónde había colegido que en aquella cañaheja estaba aque­
llos diez escudos, y respondió que de haberle visto d ar al
viejo que ju rab a a su contrario aquel báculo en tanto que
hacía el juram ento, y ju r a r que se los había dado real y
verdaderam ente, y que en acabado de ju r a r le tornó a pe­
dir el báculo, le vino a la im aginación que dentro dél estaba
la p aga de lo que pedía. De donde se podía colegir que los
que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los enca­
m ina Dios en sus juicios; y m ás que él había oído contar
o tro caso como aquel al cura de su lugar, y que él tenía tan
g ra n m em oria, que a no olvidársele todo aquello de que
quería acordarse, no hubiera tal m em oria en toda la ínsula.
F inalm ente, el viejo corrido y el o tro pagado, se fueron
y I5s\p rese n te s quedaron adm irados, y el que escribía las
294
PEREDA VALDES —
FU SCO SA N SO N E
palabras, hechos y m ovim ientos de Sancho, no acababa de
determ inarse si le ten d ría y pondría por tonto o por dis­
creto .
L uego, acabado este pleito, entró en el juzgado una
m u jer asida fuertem ente de un hom bre vestido de ganade­
ro rico, la cual venía dando grandes voces, d icien d o : —
¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la
tierra, la iré a b uscar al cielo. S eñor gobernador de mi áni­
m a, este mal hom bre me ha cogido en la m itad dése cam ­
po, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trap o
m al lavado, y ¡ desdichada de m í !, me ha llevado lo que yo
tenía g u ard ad o m ás de veintitrés años ha, defendiéndolo de
m oros y cristianos, de naturales y ex tran jero s, y yo siempre
d u ra como un alcornoque, conservándose entera como la sa­
lam anquesa ( u ) en el fuego, o como la lan a entre las. z a r­
zas, p a ra que este buen hom bre llegase ahora con sus m a­
nos limpias a m an o searm e. — A ún eso está por averiguarse
si tiene lim pias o no las m anos este galán — dijo Sancho,
y volviéndose al hom bre le dijo qué decía y respondía
a la querella de aquella m u je r. E l cual todo tu rb ad o res­
pondió : — Señores, yo soy un pobre ganadero de ganado de
cerda, y esta m añ ana salía deste lu g ar de vender (con p er­
dó n sea dicho) cuatro puercos, que me llevaron de alcaba­
las (1 2 ) y socaliñas (1 3 ) poco m enos de lo que ellos valían;
volvíam e a mi aldea, topé en el cam ino a esa buena
dueña, y el diablo que todo lo añasca (1 4 ) y todo lo cuece,
hizo que yogásemos, j u n to s : paguéle lo suficiente, y ella m al
contenta asió de mí, y no m e lia dejado h asta traerm e en
este pu esto : dice que la forcé, y m iente p ara el ju ram en to
que hago o pienso h acer; y esta es la verdad sin fa lta r
m e a ja . E ntonces el gobernador le preguntó si tra ía consigo
algún dinero en p la ta : él dijo que h asta veinte ducados
tenía en el seno de u n a bolsa de cuero. M andó que la sa­
case, y se la entregase así como estaba a la q u erellan te: él
lo hizo tem blando; tom óla la m u jer, y haciendo m il zale­
m as a todos, y rogando a Dios por la vida y salud del se­
ñ o r gobernador, que así m iraba por las h u érfan as m eneste­
rosas y doncellas con esto se salió del ju zg ad o llevando la
bolsa asida con entram bas m anos, aunque prim ero m iró si
era de de p lata la m oneda que llevaba dentro . .
A penas salió, cuando Sancho dijo al ganadero, que ya
se le saltaban las lágrim as, y los ojos y el corazón se iban
CUlA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
295
tras su b o ls a : —- Buen hom bre, id tras aquella m ujer, y qui­
tadle la bolsa aunque no quiera, y volved aquí con ella. Y
ni lo dijo a tonto ni a sordo, porque luego partió como un
rayo, y fué a lo que se le m andaba. T odos los presentes es­
taban suspensos esperando el fin de aquel pleito y de allí a
poco volvieron el hom bre y la m u jer m ás asidos y a f e rra ­
dos que la vez p rim e ra : ella la saya levantada, y en el re­
gazo puesta la bolsa, y el hom bre pugnando por quitársela;
m as no e ra posible según la m u jer la defendía la cual daba
voces diciendo: — ¡Justicia de Dios y del m undo! M ire
vuesa m erced, señor gobernador, la poca vergüenza y el po­
co tem or dese desalm ado, que en m itad de la calle me ha
querido q u itar la bolsa que vuesa m erced m andó darm e. Y
¿liáosla quitado? —• preguntó el gobernador — . ¿Cóm o qui­
ta r? — respondió la m u jer — . A ntes me dejaré q u itar yo
la vida que me quiten la b o lsa. ¡ B onita es la n iñ a ! ¡ O tros
gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado
y asqueroso! ¡T enazas y m artillos, mazos y escoplos no se­
rán bastantes a sacárm ela de las uñas; ni aun g arras de leo­
nes : antes el ánim a de m itad en m itad de las c a rn e s ! —
E lla tiene razón, dijo el hom bre, y yo me doy por rendido
y sin fuerzas, y confieso que las m ías no son bastantes para
quitársela, y dejóla. E ntonces el gobernador dijo a la m u­
je r: M ostrad, honrada y valiente esa bolsa. E lla se h dió
luego y el gobernador se la volvió al hom bre, y dijo a la
esforzada y no fo r z a d a : — H erm an a m ía, si el m ism o
aliento y valor que habéis m ostrado p ara defender esta bol­
sa le m o9trárades, y aun la m itad menos, p ara defender
vuestro cuerpo, las fuerzas de H ércules no os hicieran fu e r­
zas : andad con D ios y m ucho de enhoram ala, y no paréis
en toda esta ínsula, ni en seis leguas a la redonda,, so pena
de doscientos azotes. ¡A ndad luego, digo, churrillera, (1 5 )
desvergonzada y em baidora! (1 6 ) E spantóse la m u jer y
fuése cabizbaja y m al contenta, y el gobernador dijo al
h o m b re: — Buen hom bre, andad con Dios a vuestro lugar
con vuestro dinero, y de aquí adelante si no lo queréis p er­
der, p ro curad que no os venga en voluntad de yogar con
nadie. E l hom bre le dió las gracias lo peor que supo, y fué­
se, y los circunstantes quedaron adm irados de nuevo de los
juicios y sentencias de su nuevo g o b ernador. T odo lo cual
notado de su coronista (1 7 ) fué luego escrito al D uque,
que cbta g ran deseo lo está e sp e ra n d o : y quédese aquí el buen
X£296
PI2RÜDA VALDES — *‘USCO SAN SONÉ
Sancho, que es m ucha la priesa que nos da su amo, alboro­
zado con la m úsica de A ltisidora.
' t
NOTAS
(1 )
Q u ie re d e c ir q u e el c a lo r d el so l e x c ita en el v e ra n o el m e n e a r las
c a n tim p lo ra s e n q u e se p o n e a e n fia r el ag-ua.
(2 ) T im brio: sobrenombre de Apolo, derivado de la ciudad de Timbra, en
Tróade.
( 3 ) d e s m a z a la d o : d e s a liñ a d o , flojo, d e lg a d o , p u s ilá n im e .
(4 ) b a r a t o : g ra tif ic a c ió n e n e l ju e g o .
( 5 ) b u s ilis : p u n to en q u e e s tr ib a a lg u n a d ific u lta d .
(6 ) E s c a r d a r : a p a r t a r lo m a lo d e lo b u e n o ; e n tr e s a c a r .
(7 ) h e r r e r u e lo : ca p a c o n cu e llo y s in c a p illa .
(8 ) L a A c a d e m ia , en s u s n o ta s , o b s e rv ó la eq u iv o c a c ió n en q u e in c u r r ió
C e rv a n te s e n e s te p a s a je , p o r q u e la s e n te n c ia de la b o ls a del g a n a d e r o fu é la
te r c e ra q u e d ió S a n c h o en la p rim e ra m a ñ a n a d e su g o b ie r n o .
(9 ) c a ñ a h e ja . — C a ñ a fé ru la , u s a d a p o r lo s m a e s tro s , m u y liv ia n a , p a ra
c a s tig a r a los a lu m n o s .
(1 0 ) P o r r o . — S u je to t o r p e ; ru d o , n ecio, g r o s e r o .
(1 1 ) s a la m a n q u e s a . — L a g a r tij a g ra n d e , s a la m a n d r a .
(1 2 ) a lc a b a la s . — D e re c h o re a l q u e p a g a b a el v e n d e d o r.
(1 3 ) s o c a liñ a s : d e re c h o s, c o n trib u c io n e s .
(1 4 ) a ñ a s c a : a ñ a s c a r, e n r e d a r ; e m b ro lla r.
(1 5 ) c h u r r ille ro . — C h a rla tá n , h a b la d o r, e m b u s te ro .
(1 6 ) e m b a id o ra : e m b u s te r a .
(1 7 ) c o r o n is ta : c r o n is ta , p a ra g o g e .,
COMENTARIO
Se presenta generalm ente — y esto es y a un lu g ar com ún de la
interpretación cervantina a Sancho P anza — como el ccntrapolo de Don
Q uijote. E l dualism o, Sancho-Q uijote, contraposición del idealism o con
el m aterialism o. D en Q uijote desinteresado, Sancho logrero, D o n Q ui­
jo te valiente, Sancho cobarde y apocado. S u psicología no es de una
línea tan sim ple; su análisis nos revela un Sancho Panza m ás com plejo.
N i es Sancho P a n z a un interesado, pues sigue a D on Q uijote p o r la
hipotética paga de una ínsula, ni es un cobarde, com o lo dem uestra don
S alv ad o r de M adariaga en su interesante estudio sobre la supuesta co­
bardía de Sancho. E l tipo del cobarde es C árdenlo y no Sancho- H ay
un proceso lento de ‘‘quijotización de Sancho P anza” y de ‘ Sanchización de D on Q u ijo te ”, o m ás acertado sería decir que los dos persona­
jes se funden en uno so'o y que, cuando le falla a uno la fe en el ideal
caballeresco, la adquiere el otro, como lo vem os en el capítulo final. D e
la prim era pa rte a la segunda se nota ese lento proceso en que un per­
sonaje se va trasm u tan d o en otro': Sancho m ás discreto, adoptando las
m aneras corteses de D on Q uijote, como cuando en casa de, los duques
cuenta el cuento de la cabecera, oportuno y a pelo, y cuyo único defecto
a reprochársele sería la serie de incidencias, de disgresiones ajenas, que
re ta rd an su desarrollo, y D on Q u ijo te m ás con el sentido com ún de
Sancho hasta la etapa final de su m uerte, y éste cada vez m ás co n ta­
giado de la locura de su amo.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
297
Sancho es la representación del sentido com ún, de la sabiduría pi
pular con su rosario de refra n e s, dichos casi siem pre a troche y mocl
pero que encierran una sabiduría c e r te r a ; pero el contacto con D on Q
jo te lo convierte en divagador, en loco-cuerdo tan in fluido de qu ijo ti
mo como su propio amo, pero cuando se encuentra a n te lo concret
ante los m olinos de viento o ante los casos que se le presentan para de­
cidir com o gobernador y juez, adquiere de nuevo su conocim iento vulgar,
que lo hace discreto y justo en sus pareceres. Sancho PanzS. gobernador
— com o lo vemos en este capítulo — es un ejem plo de buen sentido, de
sagacidad y sabiduría que 110 ha m enester de libros, ni de códigos, que
se basta a sí m ismo con la experiencia, que ju zg a con los datos inm e­
diatos de la conciencia. Sancho Panza, m ás agudo que Salom ón, es un
gobernador ejem plar y en nada se distingue de m uchos gobernadores de
las ínsulas b a rataría s de A m érica, que no conocen de la “ciencia polí­
tica” nada m ás que lo experim entado en la vida.
¿C ual es el juicio que tiene Don Q u ijo te de su escudero?. A veces
lo ju zg a discreto y a veces, tonto, “costal de refran es, m alicioso”, le lla­
ma, y en otras ocasiones, Sancho am igo, Sancho herm ano. Sancho no es
m aterialista com o se d ice; es desinteresado, agradecido, noble; su am bi­
ción no es el dinero, sino el peder. A spira a go b ern ar una ínsula como los
políticos un p aís; com o cree en las locuras caballeriles de su amo, se so r­
prende que las cosas no sean m ás grandiosas, ni los fru to s m ás pingües,
pero ante la realidad se resigna al cabo y acepta lo m ism o una ínsula, que
el im perio de T repisonda. E s m ás la suya am bición de curiosidad, que
verdadera am bición de mando.
C A P IT U L O L I . — 21J P A R T E
Carta de Sancho Panza a D on Q uijote de la Mancha
“ L a ocupación de mis negocios es tan grande, que no
“ tengo lugar (1 ) p ara rascarm e la cabeza, ni aun p ara cor“ tarm e las uñas, y así las tra ig o tan crecidas cual Dios lo
“ rem edie.
“ D igo esto, señor mío de mi alm a, porque vuesa m er“ ced no se espante si h asta ahora no he dado aviso de mi
“ bien o mal estar en este gobierno, en el cual tengo más
“ ham bre que cuando andábam os los dos por las selvas y
“ por los despoblados.
“ E scribióm e el D uque mi señor el otro día, dándom e
“ aviso que habían entrado en esta ínsula ciertas espías (2 )
“ p ara m atarm e, y h asta agora, yo no he descubierto o tra
“ que un cierto doctor, que está en este lu g ar asalariado pa“ r e m a t a r a cuantos gobernadores aquí vinieren; llám ase ei
“ D octor P edro Recio, y es natu ral de T irte a fu e ra ; ¡porque
298
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
vea vuesa m erced qué nom bre p ara no tem er que he de
m orir a sus m a n o s ! E ste tal doctor dice él mismo de si m is­
m o que él 110 cura las enferm edades cuando las hay, sino
que las previene p a ra que no vengan, y las m edicinas que
usa son dieta y m ás dieta, h asta poner la persona en los
huesos m ondos, como si no fuese m ayor m al la flaqueza
que la cale n tu ra. F inalm ente, él m e va m atando de ham ­
bre, y yo me voy m uriendo de despecho, pues cuando pen­
sé venir a este gobierno a com er caliente y a beber frío, y
a recrear el cuerpo entre sábanas de holanda sobre colcho­
nes de plum a, he venido a hacer penitencia y como si fu era
erm itaño, y como no lo hago de mi voluntad, pienso que
al cabo m e ha de llevar el diablo.
" H a sta ahora no he tocado derecho ni llevado cohecho (3 ) y no puedo pensar en qué va esto; porque aquí
me han dicho que los gobernadores que a esta ínsula suelen
venir, antes de e n tra r en ella, o les han dado o les han
prestado los del pueblo m uchos dineros, y que ésta es o r­
d inaria usanza en los dem ás que van a gobiernos; no sola­
m ente en éste.
“ Anoche andando de ronda topé una m uy herm osa
doncella en tra je de varón, y un herm ano suyo en hábito
de m u je r: de la m oza se enam oró mi m aestresala, (4 ) y
la escogió en su im aginación p ara su m ujer, según él ha
dicho, y yo escogí el m ozo para mi y e r n o : hoy los dos pon­
drem os en plática nuestros pensam ientos con el padre de
entram bos, que es un tal Diego de la L lana, hidalgo y cris­
tiano viejo cuanto se quiere.
“ Yo visito las plazas, como vuesa m erced me lo acon­
seja, y ayer hallé una tendera que vendía avellanas nuevas
y averigüele que había mezclado con una hanega (5 ) de
avellanas nuevas o tra de viejas, vanas y p o d rid as: apliquélas todas p ara los niños de la doctrina, que las sabrían
bien distinguir, y sentenciéla que por quince días no en tra­
se en la p la z a ; hanm e dicho que lo hice v alero sam en te: lo
que sé decir a vuesa m erced es, que es fam a en este pue­
blo que no hay gente m ás m ala que las placeras, (6 ) p o r­
que todas son desvergonzadas, desalm adas, atrevidas y yo
así lo creo por las que he visto en otros pueblos.
“ De que mi señora la D uquesa haya escrito a mi m ujer
T eresa Panza, y enviádole el presente que vuesa merced
dice, estoy m uy satisfecho, y p ro cu raré dem ostrarm e agra-
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
¡¿ y y
“ decido a su tiem po; bésele vuesa m erced las m anos de mi
“ parte, diciendo que digo yo, que no lo h a echado en saco
“ roto, como lo verá por la o b ra. N o q uerría que vuesa
“ m erced tuviese trabacuentas (7 ) de disgusto con esos
“ mis señ o res: porque si vuesa m erced se enoja con ellos,
“ claro está que ha de red u n d ar en mi daño, y no será bien
“ que pues se da a mí por consejo que sea agradecido, que
“ vuesa m erced no lo sea con quien tan tas m ercedes le tiene
“ hechas, y con tan to regalo ha sido tra ta d o en su castillo.
“ Aquello del gateado no entiendo; pero im agino
“ debe de ser alguna de las m alas fechorías que con vuesa
“ m erced suelen usar los m alos en c an tad o re s; yo lo sabré
“ cuando nos veam os. Q uisiera enviarle a vuesa m erced al“ guna c o s a : pero no sé qué envíe, si no es algunos cañutos
“ de jerin g as, (8 ) que p ara con vejigas los hacen en esta
“ ínsula, m uy curiosos; aunque si me d u ra el oficio yo bus“ caré qué enviar de haldas o de m angas. (9 ) Si me escribie“ re mi m u je r T eresa Panza, pague vuesa m erced el porte,
“ y envíem e la carta, que tengo grandísim o deseo de saber
“ del estado de mi casa, de mi m u jer y de m is h ijo s. Y con
“ esto, D ios libre a vuesa m erced de mal intencionados en“ cantadores y a mi me saque con bien y en paz deste go“ bierno, que lo dudo, porque le pienso d ejar con la vida, se“ gún m e tra ta el doctor P e d ro R ecio.
C riado de vuesa m erced,
S A N C H O P A N Z A , el g o b ern ad o r'’.
NOTAS
(1 ) no te r.g o l u g a r : no te n g o tie m p o .
(2 ) c ie r ta s e s p ía s : c ie rto s e s p ía s se d ic e h o y .
(3 ) c o h e c h o : s o b o rn o o c o rru p c ió n a d m in is tr a tiv a .
(4 )
m a e s tre s a la : c ria d o q u e r e p a r te . y p re s e n ta lo s m a n ja re s en la s g r a n ­
d es c a s a s .
(5 ) h a n e g a : m e d id a a n tig u a .
(6 )
la s p la c e ra s : p e rs o n a o cio sa , a fic io n a d a a c h a rla r en las p la z a s .
(7 ) tr a b a c u e n ta s : e r r o r , e q u iv o c a c ió n , d is p u ta s , c o n tr o v e r s ia s ,
( 8 ) c a ñ u to : c a ñ a o p a lo h o ra d a d o .
( 9 ) h a ld a s : d e re c h o s q u e p e r c ib ía n los g o b e rn a d o r e s .
/
COMENTARIO
Pertenece esta carta al capítulo cincuenta y uno de la segunda p arte
del Q uijote. Sancho Panza, ya investido com o gobernador de la tan a n ­
siada ínsula B arataría, le escribe a su am o y caballero D on Q uijote de la
M ancha, com unicándole algunas de sus aventuras y peripecias en el g o ­
bierno.
300
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
Le cuenta su m ala ven tu ra con la presencia constante a su lado del
D o cto r 'Pedro Recio de T irte afu e ra, inquisidor de sus comidas, “asala­
riado para m atar a cuantos gobern ad o res aquí vinieren”.
H a sta ahora el gobernador Sancho Panza no h a tocado derecho, ni
llevado cohecho. N o es honrado Sancho P in z a , sino por necesidad. Bien
deseara él aprovecharse como todos los gobernadores de lo que es ordinaria
ganga, 110 sólo en la ínsula, m icrccosm os del gobierno de E spaña, sino
en E spaña misma. Le dice a D on Q uijote que visita plazas como éste le
aconsejara, y allí tiene ocasión de castigar abusos a su m anera, con cuyo
episodio de las avellanas tom a ocasión para generalizar sobre las gentes
que frecuentan las plazas, que pí.ra él son todas atrevidas, desalm adas y
desvergonzadas. N o es Sancho P an za lerdo en m antener la am istad de
quienes queden oto rg arle mercedes, y es as! que le aconseja a D on Q ui­
jo te frecu en tar siem pre la am istad de los señores duques.
Se refiere D on Q uijote en su carta, — de la que ésta es respuesta —
a cierto gateaniiento que le sucedió ño m uy a cuento de sus narices, de lo
cual Sancho da m uestras de 110 entender, pero supone, no sin razón, que
se trate de fechorías de m alos encantam ientos. L a fé de Sancho en los
m ilagros de la caballería y su incapacidad para razo n ar sebre abstraccio­
nes, se observa en la ingenua afirm ación de que el asunto que n o llega
a com prender es uno de los tantos encantam ientos de que es víctim a D on
Q uijote. N o siem pre Sancho llega a creer en tales encantam ientos; sus
dudas aparecen a m enudo y así su protesta cuando lo del yelm o de M am b rin o : ‘ V ive Dios, señor C aballero de la T ris te F ig u ra , que no puedo
su frir ni llevar en paciencia algunas cosas que vuestra m erced d ic e ; y
que p o r ellas vengo a im aginar que todo cuanto me dice de caballerías
y de alcanzar reinos e im perios, de d a r ínsulas y de hacer o tras m erce­
des y grandezas com o es de uso de caballeros andantes, que todo debe ser
cosa de viento y m entira, y todo, pastrañ a o p atrañ a, o com o lo llam are­
mos, porque quien oyese decir a vuesa m erced que una bacía de barbero
es el yelm o de M am brino, y que 110 salga deste e rro r en m ás de medio
día, ¿qué a de pensar sino que quien tal dice y afirm a debe tener huero
el ju ic io ? ” Y así tam bién en la escena en que Sancho se entera de quién
es en realidad aquella que su am o llam a Dulcinea, la propia que él h'a
inventado como tal.
D espués de varias recom endaciones fam iliares y m uchos saludos y
cortesías se despide el fie! escudero de su amo.
C A P IT U L O L X X IV . — 2* P A R T E
D e como D on Q uijote cayó malo, y del testamento que hizo ,
y su- muerte
Como las cosas hum anas no sean eternas, yendo siem ­
pre en declinación de sus principios h asta llegar h asta su úl­
tim o fin, especialm ente las vidas de los hom bres; y como la
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
301
de don Q u ijote no tuviese privilegio del cielo p ara detener
el curso de la suya, llegó su fin y acabam iento cuando él me­
nos lo pensaba, porque o ya fuese de la m elancolía que le
causaba el verse vencido, o ya por la disposición del cielo,
que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tu ­
vo seis día en la cam a, en los cuales fué visitado m uchas ve­
ces del cura, del bachiller y del barbero, sus am igos, sin qui­
társele de la cabecera Sancho P an za su buen escudero. E s­
tos, creyendo que la pesadum bre de verse vencido, y de no
ver cum plido su deseo y en la libertad y desencanto de D ul­
cinea le tenía de aquella suerte, por todas las vías posibles
procuraban alegrarle, diciéndole el bachiller que se anim ase
y levantase p ara com enzar su pastoril ejercicio, p ara el cual
tenía ya com puesta una égloga, que m al año p ara cuantas
S an n ázaro había com puesto; y que ya tenía com prados de
su propio dinero dos fam osos perros p a ra g u a rd a r el g an a­
do, el uno llam ado B arcino y el otro B utrón, que se los h a ­
bía vendido un ganadero de Q u in ta n a r. P ero no por esto
d ejaba don Q uijote sus tristezas. L lam aron sus am igos al
médico, tom óle el pulso y no le contestó m ucho, y dijo que
p o r sí o por no, etendiese a la salud de su alm a, porque la
del cuerpo corría peligro. D íjolo D on Q uijote con ánim o
sosegado; pero no lo oyeron así su am a, su sobrina y
su escudero, los cuales com enzaron a llo rar tiernam en­
te, como si ya le tuvieran m uerto delante. F u é el
parecer del médico, que m elancolías y desabrim ientos
le acababan. Rogó don Q uijote que le dejasen solo, por­
que q u ería d orm ir un poco. H iciéronlo así, y durm ió de un
tirón, com o dicen, m ás de seis horas, tan to que pensaron
el am a y la sobrina que se había de quedar en el sueño.
D espertó al cabo del tiem po dicho, y dando una gran voz,
d ijo :
B endito sea el poderoso Dios, que tanto bien m e ha
hecho. E n fin, sus m isericordias no tienen límite, ni las
abrevian ni im piden los pecados de los hom bres.
E stu v o atento la sobrina a las razones del tío, y p are­
ciéronle m ás concertadas que él solía decirlas, a lo m enos
en aquella enferm edad, y preguntóle: — ¿Q ué m isericordias
son éstas o que pecados de los hom bres? Las m isericordias
— respondió don Q uijote — sobrina, son las que en este
instante ha usado Dios conmigo, a quien como dije, no las
im piden m is pecados. Y o tengo juicio ya libre y claro sin
302
PEREBA VALDES — PUSCO SANSONÉ
las som bras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me
pusieron am arg a y continua leyenda de los detestables li­
bros de caballerías. Y a conozco sus disparates y sus embe­
lecos, y no m e pesa, sino que este desengaño ha llegado tan
tarde, que no me d eja tiem po p a ra hacer alguna recom pen­
sa, leyendo otros que sean luz del alm a. Y o me siento so­
brina, a p u n to de m u e rte : q u erría hacerla de tal m odo que
diese a entender que no había sido m i vida tan m ala, que de­
jase renom bre de loco; que puesto que lo he sido, no que­
rría co n firm ar esta verdad en mi m u erte.
Llám am e, am iga, a mis buenos am igos el cura, el b a­
chiller S ansón C arrasco y a m aese Nicolás el barbero, que
quiero confesarm e y hacer mi testam en to . P e ro deste t r a ­
bajo se excusó la sobrina con la e n tra d a de los tre s. A pe­
nas los vió don Q uijote cuando d ijo : — D adm e albricias,
buenos señores, de que ya no soy don Q uijote de la M an­
cha, sino Alonso Q uijano, a quien mis costum bres m e die­
ron renom bre de Bueno. Y a soy enemigo de A m adís de
G aula y de toda la in fin ita caterva de su lin a je : ya me son
odiosas todas las historias p ro fan as de la andante caballe­
ría : ya conozco mi necedad, y el peligro en que me pusieron
haberlas le íd o : y a por m isericordia de Dios, escarm entando
en cabeza propia, las abom ino. C uando esto le oyeron de­
cir los tres, creyeron sin duda que alguna nueva locura le
había tom ado. Y Sansón le d ijo : — ¿A hora, señor don
Q u ijo te, que tenem os nueva que está desencantada la se­
ñ o ra Dulcinea, sale vuesa m erced con eso, y ah o ra que es­
tam os tan a pique de ser pastores, p a ra pasar cantando la
vida com o unos príncipes, quiere vuesa m erced hacerse e r­
m itañ o ? Calle por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos.
Los de h asta aquí, replicó don Q uijote, que han sido v er­
daderos en mi daño, los ha de volver mi m uerte con ayuda
del cielo en mi provecho. Yo, señores, siento que me voy
m uriendo a toda p rie s a : déjense burlas aparte, y tráiganm e
un confesor que me confiese, y un escribano que h ag a mi
testam ento, que en tales trances com o este no se ha de b u r­
lar el hom bre con el a lm a : y así suplico que en tanto que el
señor cíira me confiesa, vayan por el escribano.
M irán ro nse unos y otros adm irados de las razones de
don Q u ijo te y aunque en duda, le quisieron creer; y una
de las señales por donde se co n jeturaron se m oría, fué el
GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
303
haber vuelto con tan ta facilidad de loco a cuerdo, porque a
las ya dichas razones añadió otras m uchas tan bien dichas,
tan cristianas y con tan to concierto, que del todo les vino a
qu itar la duda, y a creer que estaba cuerdo. H izo salir la
gente el cura, y quedóse solo con él y confesóle. E l bachi­
ller fué por el escribano y de allí a poco volvió con él y con
Sancho P anza, el cual Sancho (que ya sabía por nuevas del
bachiller en que estado estaba su señor) hallando a la am a
y a la sobrina llorosas, comenzó a hacer pucheros y a d erra­
m ar lág rim as.
COMENTARIO
D on Q uijote vivió loco y m urió cuerdo. ¿ F u é su cordura in ex tretnis la renuncia a su ideal caballeresco? “ C aballero soy y caballero he de
m orir, si place al altísim o” , le había dicho al entrem etido eclesiástico.
P e ro he aquí que en sus últim os m om entos reniega de la caballería y d ic e :
“Y a soy enemigo de A m adís de G aula y de to d a la infinita caterva dej
su lin a je: ya me son odiosas las historias profanas de la andante caballea
ría ”. A m argo y decepcionante final, que pudo ser el del propio C ervan­
tes desengañado de los porrazos y sinsabores de la vida, si no fu e ra por-,
que Sancho Panza, ya en el final de su aguda quijctización se m uestra/
aún en las proxim idades de la m uerte de su am o, m ás encendido que n u n ­
ca en el ideal caballeresco cuando le d ic e : “M ir e : 110 sea perezoso, sinci
levántese desa cam a y vám onos al cam po vestidos de pastores, como te ­
nemos c o n c e rta d o ; quizá tras de alguna m ata hallarem os a la señora D u lj
cinea desencantada que no haya m ás que ver. Si es que m uere de pesar
de verse vencido, écheme a m í Ja culpa, diciendo que por haber yo cin­
chado m al á Rocinante !e d e rrib a ro n ; cuanto m ás que vuesa m erced h a J
b rá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria d erribarse unos
caballeros a otros, y el que es vencido hoy, ser vencedor m añana” . Una-«
muño en su “V ida de D on Q u ijo te y Sancho” tom a las palabras de San-i
són C arrasco por las de Sancho. (V éase pág. 447). L as de aquél son pa­
labras de b u r l a ; las de éste de plena fe en un ideal que ya lo vé perdido
en su creador. H e aquí de trasm utación del creador a la creatu ra, supe-,
rada por ésta.
D on Q u ijo te tom a las providencias para un acto tan solemne, se des­
pide de sus fam iliares, dicta su testam ento, se prepara para una buena
m uerte, pues com o dice U n a m u n o : “una m uertü buena y gloriosa abona y
glorifica la vida toda por m ala e infam e que ésta hubiese sido y una
m uerte m ala m alea la vida al parecer m ás buena”.
¿.Pero m uere en realidad D on Q uijote? N o , porque su ideal no m ue­
re, es inm ortal y Sancho, su heredero único, su universal heredero, sigue
llevando encendida la antorcha de su ideal.
E l epitafio de D on Q uijo te:
304
PEREDA VALDES — FUSCO SANSON«
Y ace aquí el hidalgo fu e rte
que a tanto extrem o llegó
de valiente, que se advierte
que la m uerte no triu n fó
de su vida con su m uerte.
N os habla de su inm ortalidad. La m uerte 110 ha podido vencerlo, p o r­
que superó a la m uerte con la gloria. Y él no será de los anónim os, de
los que no dejan nada. Su ideal lo recoje la E spaña llena de hidalguía,
aunque haya tenido y siga teniendo sus e nterradores y sus en em ig o s: los
Sansón C arrasco, los duques, los A ntonio M creno.
Novelas ejemplares
C O LO Q U IO
C IPIO N
QUE
Y
PASO
ENTRE
P E R C A N Z A
Perros del H ospital de la Resurrección ( i )
I
f
B E R G A N Z A . — P erdónam e, porque el cuento es bre­
ve y 110 sufre, dilación y viene aquí de m olde.
C IP IO N . — Si perdono; concluye presto, que a lo
que creo, 110 debe estar m uy lejos el día.
B E R G A N Z A . — Digo que en las cuatro cam as que
están al cabo desta enferm ería, en la una (2 ) estaba un
alquim ista, (3 ) en la o tra un poeta, en la o tra 1111 m atem á­
tico y en la otra uno de los que llam an arb itrista s. (4 )
C IP IO N . —• Y a me acuerdo haber visto a esa buena
g e n te .
B E R G A N Z A . — Digo, pues, que una siesta de las
del verano pasado, estando cerradas las ventanas, y yo co­
giendo el aire debajo de la cam a del uno dellos, (5 ) el poe­
ta se comenzó a q uejar lastim osam ente de su fo rtu n a y p re­
guntándole el m atem ático de qué se quejaba, respondió que
de su corta suerte. “ ¿Cóm o, y no será razón que m e queje,
prosiguió, que habiendo yo guardado lo que H oracio m an­
da en su Poética, que no salga a la luz la obra que después
de com puesta no hayan pasado diez años por ella, (6 ) y
que tenga yo una de veinte años de ocupación y doce de
pasante, (7 ) gran d e en el sujeto, (8 ) adm irable y nueva
en la' invención, grave en el verso, entretenida en los episo­
dios, m aravillosa en la división, porque el principio respon­
de al m edio y al fin, de m anera que constituyen el poem a
20
306
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
alto, sonoro, heroico, deleitable y sustancioso, y que con
todo esto no hallo un príncipe a quien dirigille? Príncipe,
digo, que sea inteligente, liberal y m agnánim o. ¡M ísera
edad y depravado siglo nuestro! —7 “ ¿D e qué tra ta el li­
b ro ? ” , preguntó el alquim ista. R espondió el poeta: “ T ra ta
de lo que dejó de escribir el arzobispo T u rp ín del rey A rtús
de In g late rra, con o tro suplem ento de la H isto ria de la de­
m anda del Santo E rial, (9 ) y todo en verso heroico, (1 0 )
parte en octava y p arte en verso suelto; pero todo esdrújulam ente, digo, en esdrújulos de nom bres sustantivos, sin ad ­
m itir verbo alg u n o ” . (1 1 ) — “ A mí, respondió el alqui­
m ista, poco se me entiende de poesía; (1 2 ) y así no sabré
poner en su punto la desgracia de que vuesa m erced se que­
ja que, puesto aunque fu e ra m ayor, no se igualaba a la mía,
que es, que p or faltarm e instrum ento o un príncipe que me
apoye y me dé a la m ano los requisitos que la ciencia de la al­
quim ia pide, no estoy ah o ra m anando en oro (1 3 ) y con
m ás riquezas que los M idas, que los Crasos y C resos” . -—“ ¿ H a hecho vuesa m erced, dijo a esta sazón el m atem ático,
señor alquim ista, la experiencia de sacar plata de otros m e­
tales?’ . — “ Yo, respondió el alquim ista, no lo he sacado
h asta a h o ra ; pero realm ente sé que se saca, y a mi no me
faltan dos meses p ara acabar la piedra filosofal, con que se
puede hacer p lata y oro de las m ism as piedras” . — “ Bien
han exag erad o vuesas m ercedes sus desgracias, dijo a esta
sazón el m atem ático, pero al fin, el uno tiene libro que di­
rig ir, y el o tro está en potencia propincua (1 4 ) de sacar la
piedra filo so fal; m as, ¿qué diré yo de la mía, que es tan
sola que no tiene donde a rrim a rse? V einte y dos años ha
que ando tras h allar el punto fijo, (1 5 ) y aquí lo dejo, y
allí lo tom o, y pareciéndom e que ya lo he hallado y que
no se me puede escapar en ninguna m anera, cuando no me
cato me hallo tan lejos dél, que m e ad m iro . Lo m ism o me
acaece con la c u a d ra tu ra del círculo, que he llegado tan
al rem ate de hallarla, que no sé ni puedo pensar cómo no
la tengo ya en la fa ld riq u e ra; (1 6 ) y así es mi pena sem e­
jable (1 7 ) a las de T ántalo, (1 8 ) que está cerca del fruto
y m uere de ham bre, y propincuo al ag u a y perece de sed;
po r m om entos pienso d ar en la coyuntura de 1a. verdad, y
por m inutos me hallo ta n lejos della, que vuelvo a subir el
m onte que acabé de b a ja r con el canto de mi tra b a jo a cues­
tas, como otro nuevo S ís ifc " . (1 9 )
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
3Q 7
H ab ía hasta este punto g uardado silencio el arbitrista,
y aquí le rom pió d icien d o :
__“ ¡C uatro quejosos, tales que lo pueden ser del G ran
T urco, ha ju n tad o en este hospital la pobreza, y reniego
yo de oficios y ejercicios que ni entretienen ni dan de co­
m er a su s'd u eñ o s! Yo, señores, soy arb itrista, y he dado a
su M ajestad en diferentes tiem pos m uchos y diferentes a r­
bitrios, todos en provecho suyo y sin daño del reino; y aho­
ra tengo hecho un m em orial, donde le suplico me señale p er­
sona con quien com unique un nuevo arb itrio que tengo tal,
que ha de ser la total restauración de sus em peños; pero por
lo que me ha sucedido con los otros m em oriales, entiendo
que este tam bién ha de p arar en el carn ero . (2 0 ) Mas, p o r­
que vuesas m ercedes no me tengan por m entecato, aunque
mi arb itrio quede desde este punto público, le quiero decir
que es é s te : liase de pedir en C orte que todos los vasallos
de su M ajestad, desde la edad de catorce años, sean obliga­
dos a a y u n a r una vez ^n el mes a pan y agua, y esto h a de
ser el día que se escogiere y señalare, y que todo el gasto
que en otros condum ios de fruta, carne y pescado, vino, hue­
vos y legum bres, que han de g astar aquel día, se reduzca
(2 1 ) a dinero y se dé a Su M ajestad sin defraudalle un a r­
dite (2 2 ) , so cargo de ju ra m e n to ; y con esto en veinte años
queda libre de socaliñas (2 3 ) y desem peñado, porque si
se hace la cuenta, como yo la tengo hecha, bien hay en. E s­
paña m ás de tres m illones de personas de la dicha edad (2 4 ),
fuera de los enferm os, más} viejos o m ás m uchachos, y nin­
guno destos d ejará de gastar, y esto contado el m enore­
te (2 5 ) , cada día real y m edio, y yo quiero que sea no m ás
de un real, que no puede ser menos, aunque coma alholvas (2 6 ). Pues ¿paréceles a vuesas m ercedes que sería barro (2 7 ) tener cada mes tres m illones de reales como ahe­
chados (28. “ Y esto antes sería provecho que daño a los
ayunantes, porque con el ayuno ag rad arían al cielo y ser­
v irían a su rey, y tal (2 9 ) podría ayunar, que le fuese
conveniente p ara su salud. Ese es el arbitrio limpio de polvo
y de p a ja (3 0 ) , y podríase coger por parroquias sin costa de
com isarios, que destruyen la república” . R iyéronse (3 1 )
todos del a rb itrio y del arbitrante, y él tam bién se riyó de
sus disparates, y yo quedé adm irado de haberles oído y de
ver que por la m ayor parte los de sem ejantes hum ores v e­
nían a m o rir en los hospitales.
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
308
NOTAS
(1 )
E van p e rr o s q u e se g u a rd a b a n en el H o s p ita l d e la R e s u rre c c ió n en
V a lla d o lid , fu n d a d o en tie m p o de C a rlo s V en 1553. L o s p e rro s a c o m p a ñ a b a n ,
ta m b in de n o ch e , a los h e rm a n o s d e la c a p a c h a , p a ra p e d ir lim o s n a y les a lu m ­
b ra b a n llev an d o en su b o ca u n a lin te rn a .
(2 ) H oy los indefinidos uno, o tro, no suelen llevar
m an i¿na cláusula d istrib u tiv a de m ás de dos miem bros.
artic u ló ,
cuando
for­
(3 )
A lq u im is ta e ra el q u ím ic o a n tig u o q u e se e m p eñ ab a e n h a lla r la p ie d ra
filo so fa l, o sea c ie rta s u b s ta n c ia co n la cu a l p u d ie se c o m p o n e r y s a c a r a r t if i­
c ia lm e n te el o ro d e o tr o s m in e ra le s.
(4 ) L o s a r b itr is ta s e ra n e c o n o m is ta s ra m p lo n e s , q u e se d e d ic a b a n a im a ­
g in a r a r b itrio s o p ro y e c to s ta n s e n c illo s com o d is p a ra ta d o s , co n lo q u e p re te n ­
d ía n c u r a r lo s m á s c o m p lic a d o s m a le s de la h a c ie n d a y la a d m in is tr a c ió n d e los
ú ltim o s re y e s d e la ca sa d e A u s tria .
(5 )
V ase n o ta 2. H o y de uno.
(6 )
H o ra c io — A rte P o é tic a .
( 7 ) Esto es, que le había costado veinte años de ocupación y que había
pasado más de los diez años consabidos esperando la publicidad; esta espera le
llama con juego de palabras estado de pasante
(8) Sujeto por asunto pasa hoy por galicismo
a o:os de muchos.
(9 )
(1 0 )
B ria l, tú n ic a u s a d a en la a n tig ü e d a d p o r h o m b re s y m ujeres^
e n v e rs o h ero ico , el v e rs o d e la e p o p e y a ,
en c a s te lla n o la o c ta v a real.
i'll) Es decir, sin valerse para el consonante del verso de las fáciles ter­
minaciones esdrújulas, que ofrece la conjugación como mandábamos, mandán­
dome, mándale.
(1 2 ) De la conjunción de las dos expresiones poco se me alcanza mas
poco se me entiende, resultó la frase extraña, de Cervantes, poco se me entiende.
(1 3 ) L a c o n s tr u c c ió n : m a n a n d o en o ro es r e s u lta d o d e la c o n fu s ió n d e las
d o s frases m a n a n d o e n o ro y n a d a n d o en oro.
(1 4 ) P o te n c ia p ro p in c u a p ro x im id a d , a p iq u e , m u y cerca.
(1 5 ) E l punto fijo o de longitud es el medio de determinar la longitud
en alta mar.
(1 6 )
fa ld riq u e ra , f a ltriq u e ra ,
bolsillo^
(1 7 ) s e m e ja b le : sem e jan te.
(1 8 ) T á n ta lo . — H ijo de J ú p ite r , rey d e P la fa g o n ia y
L id ia y p a d re de
N iO be, P é lo p e y B ro te a s. S irv ió a los d io ses de la c a rn e del s e g u n d o d e é s to s y
en c a stig o fué co n d e n a d o a p e rm a n e c e r d e n tr o de u n lag o cu y a ag'ua se e s ­
c a p a b a de su b o ca cu a n d o q u e r ia b e b e r y ro d e a d o d e fr u ta s q u e se d e sliz a b a n
de s u s m a n o s al in te n ta r c o g e rla s.
(1 9 ) S ís ifo — R e y y fu n d a d o r de C o rir.to . T e se o le m a tó
fu é c o n d e n a d o a s u b ir e te rn a m e n te a u n a p ie d ra q u e al lle g a r
p lo m ab a.
y en los in fie rn o s
a lo a lto se d e s ­
(2 0 ) c a rn e ro es la s e p u ltu r a co m ú n d e s tin a d a en lo s c e m e n te rio s a lo s c a ­
d á v e re s q u e no tie n e n e n te r ra m ie n to p ro p io ( M . P id a l, n o ta s ) o sea la fo s a c o m ú n ;
e n tr e n o s o tro s se e m p le a la e x p re s ió n “ c a n tó p a ra el c a rn e ro ” p a ra e x p re s a r q tu
u n a p e rs o n a se m u rió .
(2 1 ) R e d u z g a p o r re d u z c a es fo rm a e x tr a ñ a
de c o n ju g a r los in c o ativ o s
q u e se c o n s e rv a hoy e n y az g o . N a c ió p o r a n a lo g ía co n v e rb o s ta le s com o v a lg o ,
te n g o .
(22) Sin defraudalle ün ard ite — sin defraudarle nada.
(2 3 ) s o c a liñ a s : a rtific io s co n q u e se le sa c a a u n o lo q u e
n o e s tá o b li-}
a d ar.
(2 4 )
L a p o b la c ió n d e E s p a ñ a a p rin c ip io s del siglo* X V I I , a n te s d e la ex ­
p u ls ió n de los m o risc o s, se calculaba- en n u ev e m illo n e s y pico^ ( D . J o s é G a rc ía
B a rz a n a lla d a . L a p o b la c ió n d e E s p a ñ a ).
(2 5 ) al m e n o re te , e q u iv a le a “ p o r lo b a jo , p o r
lo
poco” .
(2 6 ) allio lv as — a lh o lv a , p la n ta le g u m in o sa.
gado
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
309
(2 7 )
H o y se e s c rib e a e c h a r, lim p ia r en el h a rn e ro la s se m illa s, q u itá n d o le s
e! p olvo, p a ja o p ie d ra s.
(2 8 ) q u e s e r ía b a rr o , co sa d e s p re c ia b le , n o n a d a ,
(2 9 ) E l d e m o s tra tiv o t a l tie n e a q u í el v a lo r d el in d e fin id o a lg u n o . N ó te s e
la e lip s is s ig u ie n te : q u e (e l a y u n a r) le fu ese c o n v e n ie n te .
;
(3 0 ) lim p io de po lv o y p a .'a : c la ro , sen cillo .
(3 1 )
R iy e s e n : en n u e s tra c a m p a ñ a se em p ica d e fe c tu o s a m e n te h o y e n d ía
riy e se n p o r rie se n .
COMENTARIO
E l coloquio de los perros es la m ás m editada de sus novelas, aquella
donde C ervantes hace gala de un hum orism o m ás fino. E ir realidad, no
es una novela sino un diálogo, en el -cual los interlocutores, dos perros
— Cipión y B erganza — filisofan sobre les hom bres y sus vicios. L a fa n ­
tasía y la realidad se funden en esta novela, pero predom ina esta últim a,
pues el único elem ento de fantasía que introduce C ervantes es1 el haber
dotado de personalidad y vida a dos anim ales.
E n verdad, es un pretexto •— un fino pretex to — para la sá tira so­
cial, que en fo rm a tan adm irable prodiga C ervantes en este diálogo.
Los personajes que aparecen hablando en el fragm ento reproducido
son tres lo c c s : un poeta, un m atem ático y un arbitrista. Los tres preten­
den ser oídos en sus locuras, pero el menos loco es, sin duda, el a rb itris­
ta, que tiene m ucha sem ejanza con esos m inistros de la H acienda de los
países sudam ericanos, que buscan todos los medios im aginables para equi­
librar, con planes fantásticos, los presupuestos que 110 pueden cubrirse
con los recursos, por estar éstos hipotecados al capital ex tran jero .
R IN C O N E T E Y C O R T A D IL L O
Y
adelantándose un poco el mozo, entró en una casa
no m uy buena, si no de muy m ala a p a rie n c ia ; y los dos se
quedaron esperando a la puerta. El salió luego y los llamó,
y ellos entraron, y su guía les m andó esperar en un ñequeño patio ladrillado que de puro limpio y a ljo fifa d o ( i )
parecía que vertía carm ín de los m ás fin o : al un lado estaba
un banco de tres pies, y al otro un cántaro desbocado, con
1111 jarillo encim a no menos falto que el cá n ta ro ; a otra
p arte estaba una estera de enea (2 ) y en el medio 1111 tiesto
que en Sevilla llam an m aceta de albahaca ( 3 ) . M iraban
los mozos atentam ente las alh ajas de la casa ( 4 ) , en tanto
que b ajaba el señor M onipodio y viendo que tardaba, se
atrevió R incón a e n tra r en una sala b aja de dos pequeñas
que en patio estaban, y vió en ella dos espadas de esgrim a
y dos broqueles (5 ) de corcho pendientes de cuatro cla­
vos, y una arca grande sin tapa ni cosa que le cubriese, y
310
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
o tras tres esteras de enea tendidas por el su e lo ; en la pa­
red fro n te ra estaba pegada en la pared una im agen de N ues­
tra Señora, destas de m ala estam pa ( 6 ) , y m as abajo pen­
día una esportilla (7 ) de palm a, y encajada en la pared
una alm ofía (8 ) blanca, por do coligió R incón que l es­
portilla servía de cepo p ara limosna, y la alm ofía de tener
agua ben d ita; y así era la verdad. E stando en esto en traro n
en la casa dos mozos de h asta veinte años cada uno, ves­
tidos de estudiantes, y de allí a poco dos de esportilla y un
ciego, y sin h ablar palabra ninguna, se com enzaron a p a­
sear por el patio. N o tard ó m ucho cuando en tra ro n dos
viejos de bayeta (9 ) con antojos que los hacían graves y
dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras
cuentas en las m anos. T ra s ellos entró una vieja halduda (1 0 ) , y sin decir n ad a se fue a la sala, y habiendo to ­
m ado agua bendita con grandísim a devoción, se puso de
rodillas ante la im agen, y al- cabo de una buena pieza, h a­
biendo prim ero besado tres veces el suelo, y levantando los
brazos y los ojos al cielo o tras tantas, se levantó y echó su
lim osna en la esportilla, y se salió con los dem ás al patio.
E n resolución, en poco espacio se ju n ta ro n en el patio h as­
ta catorce personas de diferentes traje s y oficios; llegaron
tam bién de los postreros dos bravos y bizarros m ozos, de
bigotes largos, som breros de grande falda, cuellos^ a
la valona (1 1 ) m edias de color, ligas de gran balum ba
espadas de m ás de m arca, sendos pistoletes cada
uno en lu g ar de dagas, y sus broqueles pendientes de la
p re tin a ; los cuales así como en traro n , pusieron los ojos al
través en Rincón y C ortado a m odo que lo si etrañaban y no
conocían, y llegándose a ellos les p reguntaron si eran de
la cofradía. R incóñ respondió que sí y m uy servidores de
sus mercedes.
NOTAS
(1 ) a ljo fifa d o — d e a ljo fifa r. F r e g a r el su elo co n
aljo fifa . A ljo fifa e ra u n
p e d a z o d e b a y e ta o de o tr o p a ñ o b a s to p a ra f r e g a r el su elo e n lo sa d o o e n la d rila d o .
(2 ) e s te ra d e e n e a — enea, p la n ta h e rb á c e a , de h o ja s m e d io c ilin d r ic a s y en
to d o lo d em ás m u y p a re c id a a la e s p a d a ñ a .
(3 )
(4 )
(5 )
(6 )
(7 )
(8 )
m a c e ta de alb a h a c a . E s te d e ta lle local
la s a lh a ja s d e la ca sa, los a d o rn o s d e
b ro q u e le s — escu d o s.
d e s ta de m a la e s ta m p a — o rd in a ria s .
e s p o r tilla : c e sta có n c a v a , casi p la n a ,
a lm o fía : jo fa in a .
es m u y c a ra c te r ís tic o d e S ev illa.
la ca sa.
con
dos
asas
p e q u e ñ a s.
Guía de lecturas dE autores clasicos y modernos
511
(9 )
do s v ie jo s de b a y e ta , v e s tid o s d e b a y e ta , te la de la n a flo ja y p o co tu p id a .
(1 0 ) h a ld u d a — q u e tie n e m u c h a h a ld a . H a ld a : falda.
(1 1 ) c u e llo s a la v a lo n a : cu ello g ra n d e y v u e lto so b re la e sp a ld a , h o m b ro s y
p e c h o s, q u e se u s a b a a n tig u a m e n te .
.
COMENTARIO
Rinconete y C ortadillo tiene como protagonistas a R incón y C o r­
tado, dos m uchachos de hasta quince o diez y siete años, que se encuentran
por casualidad en una venta en cierto día caluroso del verano.
L a form a cerem oniosa, a im itación del habla de los caballeros, con­
que se saludan m utuam ente ambos perillanes, es m uy g ra c io sa :
— “¿D e qué tie rra es vuesa m erced, señor gentilhom bre, y para adún­
de bueno cam ina?”
¡— “M i tierra, señer caballero — respondió el preguntado — no lo
sé,, ni para dónde cam ino tam poco.’’
A m bos se cuentan porm enores de su vida y se conciertan para p ro ­
bar ju n to s suerte por la ciudad. Juegan a la' veintiuna con unos naipes
“limpios de polvo y de paja, mas no de grasa y m alicia” . Como prim era
hazaña roban en el ju eg o a un a rrie ro y luego h u rtan una valija a. sus
com pañeros de viaje. A hora están en Sevilla, la ciudad de la luz, puerto
de E spaña, vena por donde penetra la riqueza de las Indias, pero ta m ­
bién ciudad de truhanes, de aventureros, de ganapanes, de descuidistas
y hábiles rateres. L os ladrones tienen allí una academ ia, dond(e se
g radúan en las artes de caco. Se cursa un bachillerato de truhanería, con
grados y recom pensas. M onipodio es el m aestro y pro tecto r de los ru ­
fianes y aquella su escuela, a la que llegan como novatos Rincón y C o r­
tado. A llí se enseña y se reparte el trab a jo de cuchilladas por cuenta
ajena, palos, m atracas, espantos, cuchilladas fingidas, clavazón de c u er­
nos y otro s m enesteres propios de aquel discipulado. C ervantes nos p re ­
senta en casa de M onipodio una serie de tipos del ham pa sevillana, pin­
tados con pincelada m aestra. M onipodio, d irector y je fe de la c o fra d ía ;
la vieja P ipota, devota, borracha y lad ro n a ; la E scalanta y la C ariharta,
m ozas del p artid o ; M aniferro, bravucón y testaferro . Tod;. esa hum ani­
dad subsocial aparece hum anam ente viva y pintoresca en las páginas de
Cervantes. M ás que una novela es ‘ Rinconete y C ortadillo” una serie
de escenas de la vida picaresca. Le fa lta para ser novela picaresca, un
personaje central que cuente en form a a u tobiográfica su vida, pero le
sobra ‘ am biente” picaresco, a tm ó sfe ra de picardía.
N o es novela ejem plarizante en el sentido que pretendió dar C er­
vantes a sus breves novelas. Se acuerda dem asiado tarde, al final, de sus
intenciones m oralizadoras.
P e ro si en Cervantes existió tal intención, se le olvidó m uy pronto.
H abía en él demasiado indulgencia para el vicio y ninguna adm iración
ciega por la virtud, frecuente dolor en su vida, para no contem plar ese
am biente de o tra m anera que con una sonrisa benévola. Su novela n o
es am arga, ni decepcionante com o el G uzm án de A lfarache, quizá porque
C ervantes conocía m uy bien las causas de la m iseria social de la época,
péro no se atrevía a explicarla por tem o r a lá censura eclesiástica.
PA N O RA M A D EL TEA TR O ESPA Ñ O L H A STA
F IN E S D E LA E D A D D E O RO
L a p rim era pieza de teatro representada en E spaña
parece ser, según las m ayores probabilidades, “ El auto de
los Reyes M agos” . “ M isterios” o “ au to s” llam ábanse los
prim eros ensayos teatrales que se representaban en la E d ad
M edia, dentro del escenario de las iglesias, siendo actores los
clérigos y representándose églogas o com posiciones m uy
simples sobre asuntos religiosos tom ados generalm ente de
la Biblia. E ra n de dos clases las piezas allí re p re se n ta d a s:
los autos — por lo general sobre tem as de 1a, pasión —- y
las farsas de esc a rn io ; estas últim as, licenciosas por demás,
m otivaron escándalo y a la larga suprim iéronse por orden
eclesiástica dichas farsas, desterrándose la com edia de la
iglesia. E ste hecho p rodujo la decadencia del naciente tea­
tro y el escenario se trasplanta de la iglesia a los salones
de los nobles.
A Ju a n del E ncina (¿14 6 8 -1 5 2 9 ?) puede considerár­
sele como el creador del teatro español. F u é m úsico y poeta
del D uque de A lba, y p ara el duque com puso sus prim eras
églogas, como puede verse en la introducción que precede
a la p rim era é g lo g a : “ E gloga representada en la noche de
N avidad de nuestro S alv ad o r: adonde se introducen dos
pastores, “y uno de ellos” entró prim ero en la sala adonde
estaban el duque y la duquesa oyendo m aitines, y en nom bre
de Ju a n del E ncina llegó a presentar cien coplas de aquella
fiesta a la señora duquesa” .
E l cancionero de E n cin a publicado en 1496 es un
conjunto de églogas de los m ás variados asuntos, desde el
asu n to sacram ental, como las dos representaciones sobre “ la
pasión de N uestro R ed en to r” , donde se introducen dos e r­
m itaños y una m u je r llam ada V erónica, que habla de su
preciosa pasión y m uerte, al asunto festivo y p ro fan o de
o tras églogas. E n ediciones posteriores del C ancionero en­
contram os églogas como la “égloga de las grandes lluvias” ,
“ T riu fo de am o r” , “ L a égloga de tres pastores” , que re­
presentan no solam ente evidente progreso sobre las ante­
riores, sino tam bién, un d ra m a em brionario. El “ auto del
repelón” , de la m ism a época, sería la prim era m anifesta­
ción del paso y del entrem és, que cultivaran posteriorm ente
L ope de R ueda y C ervantes.
E n cina llevó el teatro de la iglesia a los salones de
los nobles; creó personajes que hablaban el lenguaje tosco
de los pastores como en las églogas de T eócrito y no un len­
g u aje literario y am an erad o ; no es todavía un dram ático,
pues el elem ento lírico predom ina en sus obras, que
term in an con un villancico adaptado a la m úsica; en
cambio, tiene el m érito que en él se encuentran en germ en
todas las form as del teatro español que m ás adelante al­
canzarán un desarrollo tan notable. ■C ontinuadores de la
obra de E ncina fueron Lúeas F ernández, discípulo suyo,
a u to r de farsas y églogas publicadas en 1514, y Gil Vicente,
portugués de nacim iento, pero que com puso en castellano
piezas teatrales como la com edia del viudo (1 5 1 4 ), donde
encontram os ya la p in tu ra de caracteres, que no habíam os
encontrado en E ncina, ni en Lúeas Fernádez.
Bartolom é de T o rres N a b arro , clérigo y soldado, pu­
blicó en Ñ ápeles, en 1517, un volum en de com edias que
tituló “ P ro p alad ia” . E n el prólogo de la “ P ro p alad ia” ex­
pone T o rres N a h a rro sus ideas estéticas sobre el teatro y el
concepto personal que se lia form ado sobre el mismo. D i­
vide las piezas en jo rn ad as, cinco como m áxim o. Sobre los
personajes dice que no deben ser tan pocos que parezca la
fiesta sorda, ni tantos que engendren confusión, y, final­
mente, en “ com edia a noticia" y “ com edia a fa n ta sía ".
De todas sus com edias la m ejor es la “ Com edia H im en ea” ,
em brión de una com edia de capa y espada, precursora ya
del teatro de Lope de Vega. E scribió adem ás “ C alam ita",
“ T ro fea” , “ T in elaria", “ Ja c in ta ” , “ S e ra fin a ” y “ A quilan ia” , en las cuales la intriga a veces p ro fan a, a veces reli­
giosa, se desarrolla a través de un plan regular concebido
de antem ano. E n T o rre s N a h a rro el teatro se perfecciona :
crea los prim eros m odelos de la com edia de costum bres y
de la com edia de intriga, introduce el gracioso y la gracio­
sa que encontram os en el teatro posterior, crea caracteres,
hace viva y dram ática la acción, agregando interés hum ano
a su desarrollo.
¿Cóm o era el teatro prim itivo? C uando el teatro vivía
en las iglesias, el d ram a litúrgico representábase ente el al­
ta r o b ajo el coro, aunque para ay u d ar a la interpretación
de los cantos litúrgicos entonados por los coros, se im pro­
U 1T
jrr,j\E,uA vAiyUi^b --- FUSCO SANSONE
visa u n a sencilla representación, utilizándose el alta r y por
m edio de sillones dispuestos en fila se representaban d ife ­
rentes lugares. E l paraíso se situaba a cierta altura, gene­
ralm ente en la arcada del coro alto. Las escenas eran a veces
hum orísticas, como la disputa entre P ed ro y J u a n sobre
quién corre m ás, y provocaba la hilaridad de los fieles, por
cuya causa y por el abuso que se hacía de las farsas o es­
carnios, sé prohibió la representación en el recinto de la
iglesia y se trasp o rtó el teatro a la plaza. El dram a litúrgico
continuó bajo la dirección de los sacerdotes, pero los acto­
res fueron m imos, juglares, etc.
Los escenarios m edievales eran, o bien la ca rre ta am ­
bulante o “ ch a rio t” , típica de los circos, o bien la escena
sim ultánea que se levantaba sobre un catafalco im provi­
sado en el m ercado de la ciudad; allí aparecían todos los
lugares de la acción. A veces tenían esos catafalcos tres o
cu atro pisos, según algunos investigadores, no siendo vero­
símil sino que tuvieran dos, para representar, por ejem plo,
arrib a el cielo y debajo la tierra o el infierno. E stas con­
cepciones de escenarios sim ultáneos no distan m ucho de
las de los actuales innovadores del teatro m oderno, las del
italiano B rag aglia o las del ruso E v re in o ff. E ste últim o,
m erced a un esfuerzo notable de reconstrucción escénica,
ba restau rad o en la U. R. S. S. el antiguo teatro español.
E n el teatro m edieval no existía la separación entre los
actores y el público, ya que el espectáculo se desarrollaba
en una plaza pública y no eran posibles, por consiguiente,
los efectos de perspectiva, debiendo tra b a ja r el actor en la=
m ism as circunstancias que el actor de cine lo hace ante la
m áquina, tom ando vistas o sea a una distancia que varía
de dos a diez m etros. N o siendo posible representar en aque­
llos reducidos com partim entos, campos de batallas
sel­
vas, se recu rría a un cartel — procedim iento m uy prim iti­
vo — que representaba el lugar que se quería evocar, o
bien el acto r se encargaba de explicar la decoración.
R epresentém onos estos personajes como m arionetas en
el tinglado de la farsa, y tendrem os u n a idea clara del tea­
tro medieval.
Después de una obra seria se representaba una obra
bufa. E l adorno del teatro, dice C ervantes, en el prólogo de
sus ocho com edias y ocho entrem eses nuevos (1 6 1 5 ) ‘era
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS V MODERNOS
010
una m a rta vieja, tira d a con dos cordeles de una parte a
o tra que hacían lo que se llam a vestuario” .
De Lope de R ueda nos dice C ervantes: “ Yo dije que
m e acordaba de haber visto representar al g ra n Lope de
R ueda, varón insigne de la representación y en el entendi­
miento. F u é natural de Sevilla y de oficio “ b alih o ja” , que'
quiere decir de los que hacen panes de oro. F u é adm irable
en la poesía pastoril y en este modo ni entonces ni después
acá ninguno ha llevado ventaja. L a s 1com edias eran unos
coloquios com o églogas entre dos o tres pastores y alguna
pastora. A derezábalas y dilatábalas con dos o tres entrem e­
ses, ya de negra, ya de ru fiá n , ya de bobo y ya de v izcaín o ;
que todas estas cuatro fig u ras y o tras m uchas hacía e' tal
Lope con la m ayor excelencia y propiedad que pudiera im a­
ginarse. M urió Lope de R ueda y por hom bre excelente y fa ­
m oso lo en terraron en la iglesia m ayor de Córdoba entre
los coros” .
Lope de R ueda es el precursor del género chico del
teatro español. E n sus pequeñas obras, llam ados “ pasos"
recoge tipos y expresiones’ populares. E n sus comedias es
m ás italiano que español, y m ás latino que italiano. E n sus
pasos recoge retazos de la vida española en las aldeas y en
los pueblos, de la realidad vulgar, casi fotográficos. Lo m ás
destacado en Lope de Rueda, como dice M enéndez y Pelayo, es el arte del diálogo, un tesoro de dicción popular,
pintoresca y sazonada.
E l entrem és y la loa, dos form as m enores del teatro
español m erecen detenim iento. E l entrem és se desarrolla
y vive en el siglo X V I. Pocos personajes, cuatro o cinco
a lo sum o, diálogo cómico, sin in trig a : lo m ás vivo en el
entrem és es el diálogo. Tom em os como ejem plo, el en tre­
més : “ los dos habladores” de C ervantes. U n entrem etido,
un hablador en dem asía, contratado por el m arido p ara
acallar a su m ujer, la m ás singular habladora del barrio.
T o d a la gracia del entrem és, gira alrededor de las conver­
saciones y diálogos chispeantes. El entrem és es h ijo del
“ paso” del siglo X V , que cultivó Lope de R u ed a; pero los
“ pasos” m ás sencillos en su estructura, son apenas un brevo
diálogo entre dos o tres personajes, a lo sum o cuatro, como
en “ el paso de las A ceitunas” , en el cual disputan padre y
m adre sobre el precio a que debe vender la h ija las ceitunas, cuando éstas no han verdecido aún. El sainete que
cu ltivara don R am ón de la C ruz en el siglo X V I II y revive
en nuestros días, no es sino la continuidad del “ paso” y del
“entrem és” . E l entrem és vive de lo cómico, y de lo cómico
re al; no existe el sim bolism o de los autos sacram entales en
donde los personajes son abstracciones, desapareciendo la
persona p ara cubrirse con el disfraz del sím bolo: la sabi­
duría, el am or, la som bra, la luz. R epresenta el “ entrem és”
el aspecto sano y llano de la vida, m ientras el auto esceni­
fica los tem ores del hom bre ante Dios, el tem or de la m uer­
te, la penitencia y el castigo. T odo un dram a teológico se
d esarrolla en los autos sacram entales y es C alderón, si no
el creador, el an im ad o r de ese teatro de abstractas concep­
ciones, que llenara la escena española de fantasm as teoló­
gicos. A pesar de la abstracción, C alderón supo corporizar
estos personajes abstractos, darles form as vivas.
L a loa es herm ana del entrem és; m enos anim ada que
éste, no llega a d efin ir dentro de la realidad sus persona­
jes, aunque ellos aparezcan despojados de su abstracción.
Sevilla, centro de gracia, soleada ciudad del m ediodía
y em porio de las riquezas de las Indias, fué en el siglo X V I,
lug ar de nacim iento de varias escuelas, entre otras, la de un
teatro nuevo, en oposición a la tendencia sacra, que encon­
tró allí eruditos cultores de una escuela de im itación clá­
sica. Ju a n de M al L ara, es el precursor de la escuela d ra m á­
tica sevillana, pero Ju a n de la C ueva fué su m ás alto re­
presentante. Ju a n de la Cueva nació en Sevilla en 1550. Sus
com edias recuerdan, por sus títulos, los personajes de la
m itología o de la lite ra tu ra griega y ro m a n a : La m uerte
de V irginia, L a trag ed ia de A yax, L a-C om edia de la liber­
tad de R om a por M u d o Escévola, L a com edia del saco de
R om a, L a C onstancia de A rcelina y E l P ríncipe T irano.
E l m érito m ás sobresaliente de Ju an de la Cueva fué
haber introducido el rom ance popular en el teatro, perm i­
tiendo de ese m odo que 110 se perdiese para siem pre la
trad ició n heroico-popular en sus d ra m a s: M uerte del Rey
Don Sancho, B ernardo del C arpió y Los Siete Infante? de
L ara.
E l teatro español le adeuda a Ju an de la Cueva las
siguientes in novaciones: la reducción de las jo rn ad as a cua­
tro ; la introducción del estilo épico-lírico y la incorpora­
ción al teatro de los principales m etros y estrofas de I3 poe-
GUIA DF. LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
317
sia lírica (redondillas, octavas, tercetos, quintillas, cancio­
nes y sonetos).
Cabe incluir en este período a C ervantes. Q uizá su
teatro no h aya sido estudiado todavía como se merece. Si
bien C ervantes como d ra m a tu rg o no puede colocarse a la.
p ar de Lope de V ega o C alderón, ni siquiera frente a Ju a n
de la C ueva o a M oreto, sus cualidades de d ram atu rg o no
son desdeñables. H a y en las obras del prim er período, 1581T588, “ E l tra to de A rgel" y la “ N um ancia” , escenas vigo­
rosas y m aravillosas aventuras. P e ro es en el género chico
del entrem és donde sobresale. “ E l ru fiá n dichoso” “ La
casa de los celos” , “ El gallardo español” , “ L a gran sulta­
n a ” , “ Los baños de A rg el” y P ed ro de U rd em alas” , son pe­
queñas obras m aestras del género.
M enéndez y Pelayo resum e la evolución del teatro cas­
tellano del siguiente m o d o : “ D u ran te la p rim era m itad del
siglo X V I lucharon entre sí d o s escuelas dram áticas. U na
se deriva de Ju an del E ncina y a ella pertenecen los géne­
ros de églogas, farsas, autos y representaciones que se su­
cedieron a p a rtir de la obra de aquel autor. L a escuela d ra­
m ática, no tan seguida ni acreditada como la prim era, su r­
ge, en parte, de la corriente realista representada por la Ce­
lestina, y en parte, de las com edias de T o rre s N a h arro , con
influencias secundarias del teatro latino, del hum anístico
y de la com edia italiana, nacionalizada por Lope de R ueda,
T im oneda, Sepúlveda y Alonso de la V e g a; triu n fó lai
prosa en el teatro y con ella se entró en un período de im i­
tación de la Celestina. Lope de R ueda es la fig u ra central
de ese período e im pone en la com edia un sentim iento neta­
m ente realista. P ero esta escuela tuvo m uy corta vida. V olvió
a triu fa r la com edia en verso p a ra afirm a rse como la form a
exclusiva del dram a nacional. V irués, R ey de A rtieda y
Ju an de la C ueva afia n zaro n en el gusto del público, en el
últim o tercio de ese siglo “ una especie de tragi-com edia lí­
rica, m edio clásica, m edio rom ántica, con incorporación de
elem entos históricos y tradicionales, cuya vitalidad fué tan
g ran d e que, el genio de Lope de V ega, hizo su rg ir del caos
fecundo de la antigua d ra m atu rg ia la form a definitiva de
la com edia española” .
Lope de V ega es, sin disputa, el creador del teatro espa­
ñol. L a variedad de su obra aparece en la clasificación de
M enéndez y Pelayo en toda su vastedad, genial. Cultivó
Ó18
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
desde las com edias religiosas y m itológicas a las pastoriles,
caballerescas y de costum bres, hasta los autos sacram entales
y d ram as históricos.
M enéndez P id al dice que Lope de V ega hizo revivir
en la escena todos los tipos, todas las costum bres, todas las
regiones de E spaña que nadie ha conocido ta n íntim am ente
como é l ; y al m ismo tiem po ha vuelto a tra ta r por su cuenta
todos los tem as de la an tig u a epopeya, porque reconocía en
ellas la poesía h ered itaria de su raza.
Pueden resum irse del siguiente m odo las características
de Lope como d ram atu rg o :
i 9— Lope refu n d e con su genio nacional todas las inno­
vaciones de los prelopistas, unificando definitivam ente el
teatro español en un molde nacional.
29— Mezcló lo cómico y lo patético, lo sublim e y lo ri­
dículo, borrando la distinción aparentem ente del dram a y
la comedia.
39— F u e el d ram atu rg o m ás em inentem ente nacional y
se aprovechó de todos los aspectos de la vida española.
4"— A provechó como Ju an de la C ueva el elem ento épi­
co-popular y mezcló lo lírico con lo épico, perm itiendo con­
serv ar la continuidad a través del tiem po del alm a de la
raza, expresada en el Poem a del Cid y el rom ancero.
59— Perfeccionó el tipo del gracioso y la graciosa, aven­
tajan d o a otros dram atu rg o s en este tipo inconfundible, del
teatro español.
ó9— In tro d u jo en el teatro toda clase de m etros y es­
tro fa s populares, particularm ente los rom ances, a los que
les dió calidad artística.
7°— E studió todas las clases sociales, sobresaliendo en
la p in tu ra de la nobleza y de los tipos populares.
89— F u é un p ro fundo conocedor del folklore nacional,
que se d ram atizó en sus obras, sacando del olvido herm o­
sas canciones.
o9— R edujo los cuatro o cinco actos de una com edia a
tres.
10. -In te n tó el teatro de m asas en “ F u en te O v e ju n a”
llevando a escena a la m uchedum bre y creando un persona­
je colectivo innom inado.
T irso de M olina (f r a y G abriel T ellez) ocupa un lugar
excepcional en el panoram a del teatro español. E s T irso de
M olina el m ás ex tra o rd in ario creador de caracteres de la
GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
319
escena española. A su genio se debe un personaje in m o rta l:
D on Ju an . P o r esa óptim a v irtu d m erece fig u ra r a la ca­
beza de los grandes dram áticos u n iv ersales; pero, además,
fué un lírico excelso y un poeta cóm ico de prim er orden.
Su inventiva es fecunda. N adie lo excede en crear
una in trig a llena de sorpresas, donde las situaciones cómicas
se suceden unas a otras, en la m ad eja m ás hábil que la in­
ventiva escénica pueda im aginar. Su “ V ergonzoso en P a ­
lacio” es la astucia puesta al servicio del am or. H a escrito
Schack que “ T irso es un encantador que sabe to m ar las
form as m ás opuestas. C ando creemos conocer perfectam en­
te los rasgos de su fisonom ía, nos m uestra otros com pleta­
m ente diversos” .
E n “ M arta la P ia d o sa ” y en “ El V ergonzoso en P a la ­
cio” , resalta la agudeza psicológica de T irso. E n el estudio
de la hipocresía (si bien es cierto se tra ta de una hipocre­
sía sim u lad a) sólo M oliere lo aventajó en su “T a r tu f o ” ,
y en cuanto a la creación de D on Ju an , en “ El B urlador de
Sevilla y C onvidado de P ie d ra ” , es una de las cuatro o
cinco fig u ras universales insuperables.
E s en “ E l B u rlad o r de Sevilla y C onvidado de P ie d ra ”
donde T irso de M olina llega a superar todas sus creaciones
anteriores. “ E l B u rlad o r” está inspirado en una leyenda po­
p u lar española, como parece haberlo dem ostrado M enéndez
P id al 'contra la opinión de E arinelli, que cree se tra ta
de una leyenda e x tra n je ra aclim atada en España. El final
dram ático de la leyenda de Don Juan, dice M enéndez Pidal,
el convite hecho a un d ifunto, es tem a abundante en el fol­
klore. E n la leyenda poular el convite se hace a una cala­
vera y no a una estatua sepulcral. E n todo caso, agrega M.
Pidal, la leyenda hubo de ser notablem ente ensanchada por
T irso (tam bién como en el caso de “ E l C ondenado por D es­
co n fiad o ” ) con los episodios que fo rm an el tipo del B u r­
lador de m u jeres; este tipo, si apuntaba ya en el germ ei
tradicional, sería de un m odo em brionario, como se ve, por
ejem plo, en algunas variantes del rom ance popular. Sea
nacional o e x tra n je ra la leyenda, lo cierto es que los Don
Ju an es han salido de E spaña, ya el de B yron, el de M o­
liere, y el personaje parece engendrado por la sensualidad
árabe y el fanatism o español. T am bién eu E spaña el perso­
n aje encontró eco en el teatro , en “ E l C onvidado de P ie ­
320
PEREDA VAEDES — FUSCO SANSON®
d ra ” de Z am ora y en el popular “ D on Ju a n T en o rio ” de
Z orrilla.
L a genial creación de T irso consiste en haber creado
un tipo universal de diletante del am or, que es am ado sin
am ar nunca, y busca en m chas m ujeres el placer que una
sola no puede proporcionarle. P a ra Don Ju an no existe el
goce m etafísico del am or, sino el goce físico. E s distinto de
F au sto , cuyo d ram a radica en su doble n atu ra leza : por un
lado su afá n de conocim iento, su naturaleza m etafísica, y
por el otro el deseo de gozar la vida, de probar sus néc­
tares y sabrosos m anjares. D on Ju a n ha saboreado el pla­
cer y ha vivido; F au sto vive el d ram a del conocim iento y
el anhelo de v iv ir : lo hum ano de F au sto consiste precisa­
m ente en su doble naturaleza. F au sto es un seductor nada
donjuanesco. E n tre D on Ju an y F au sto hay la diferencia
que m ientras D on Ju a n es un insaciable sensual como un pozo
que no acabara de llenarse, F au sto sacia su curiosidad sen­
sual en una sola m u je r y la am a, F au sto es un insatisfecho de
conocimiento. P a ra Don Ju an la m u jer no tiene m ás valor que
una carta de la b araja y la juega como D on F élix de M ontem ar — el p ersonaje de E spronceda, que es un segundo D on
J u a n T enorio — con la m ism a azaro sa tranquilidad. A D on
J u a n poco le im porta la suerte de D oña A na de U lloa, de la
D uquesa Isabela, de la pescadora T isb ea; no hace distingos de
clases en cuanto a la elección de sus víctim as y h asta se hace
pasar por otro con tal de conseguir su o b jeto : b u rlar a las m u­
jeres. A bandona a sus víctim as con indiferencia y olvido de
piedra, y es el hom bre p ara quien la palabra rem ordim iento
110 existe. E s el hom bre sin nom bre, que, cuando se le am ena­
za con castigos u ltraterren o s, exclam a in créd u lam en te:
“ ¡T an largo me lo fiáis!”
T irso , al crear la psicología del incrédulo que goza del
placer de la vida breve, pone frente a él el problem a teoló­
gico del rem ordim iento y del castigo. P o r eso, D on Ju an es
castigado. E n su final, T irso debió obedecer a sus preo­
cupaciones teológicas. B audelaire, conocedor p ro fundo de
la psicología donjuanesca, coloca a D on Ju an en el infierno
atrav esan d o con sus víctim as el som brío A queronte, en ta n ­
to aquellas som bras am enazan con sus recuerdos y se le­
v an tan crispadas p ara condenar, D on Ju an es una som bra
de piedra, im pasible, que nada contesta, ni nada se digna
ver.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
321
P ero la psicología de D on Ju an es m ás com pleja que
la del Don Ju a n trad icio n al; en el de B yron, por ejem plo,
encontram os un Don Ju an rom ántico, que se conmueve y
llora y se confunde con su creador y está m uy lejos de aquel
indiferente Don Ju an tan de piedra cómo su convidado'.
E n síntesis, T irso de M olina desem peña en el teatro
español este im portante p a p e l: i" E s el continuador del re a ­
lismo de Lope de V ega. 2’ Rom pe con la tradición medieval
caballeresca. 3<J C rea caracteres sin separarse del teatro n a­
cional y universaliza sus personajes.
El m ejicano Ju a n R uiz de A larcón fue uno de los m e­
nos fecundos d ram a tu rg o s en una época de excesiva fecun­
didad. M ientras a Lope se le atribuyen m ás de mil com e­
dias, R uíz de A larcón publicó apenas veinte. L a calidad
com pensa en él la cantidad, pues, con A larcón, el m ás dis­
cutido y envidiado de los dram aturgos, sucede que á m e­
dida que el tiem po pasa, su obra adquiere m ás estim ación
entre los críticos. C orneille seinspiró en “ L a verdad sospe­
chosa” p ara com poner su com edia “ Le m entuer” , y M o­
liere lo consideraba u n m aestro de la comedia.
A larcón fué en verdad un m aestro en hacer una exce­
lente comedia. Adem ás su teatro se c a ra c te riz a : i 9 P o r h a ­
ber introducido en él caracteres m orales. E s un teatro el
suyo, m oralizador. 2V P o r haber seguido la tradición de
T irso al crear caracteres. 39 P o r crear hom bres y no sola­
m ente españoles.
C alderón es el últim o gran d ram atu rg o de la E d ad de
Oro. Llena el siglo X V II con su fig u ra d e atleta intelectual.
C alderón cultiva todos los géneros te a tra le s : el dram a
religioso, los autos sacram entales, com edias de capa y es­
pada, com edias filosóficas, dram as históricos. Su fam a fué
sim ilar a la de Lope de V ega en su época. C alderón, como
Lope, ofició de d ra m a tu rg o nacional. M ás tarde, en el si­
glo X V III, su fam a su írió un eclipse, explicable por la bo­
ga del pseudo-clasicism o que reivindicaba para el teatro
principios y reglas convencionales. E n cambio, los ro m án ti­
cos, Guillerm o y F ederico Schlegel en particular, exaltaron
a C alderón más allá del panegírico. C alderón satisfacía el
ideal rom ántico, católico y caballeresco y era reverenciado
como una catedral gótica.
Sus piezas dram áticas pueden dividirse en autos sa­
cram entales, dram as religiosos; com edias de capa y espa­
21
322
PEREDA VALDES — EUSCO s a n s o n E
da y géneros sec u n d ario s: entre estas últim as se destacan
sus loas y entrem eses.
D os estilos caben destacar en C a ld e ró n : uno claro, el
que sigue la tradición lopesca de la com edia de capa y es­
p ad a ; otro, barroco y oscuro, afectado de culteranism o, que
d esarrolla en su teatro religioso y en sus dram as filo só fico s:
representados am bos por “ E l Alcalde de Z alam ea” y “ L a
vida es sueño” ; es en esta últim a m anera donde encontra­
mos al verdadero Calderón.
E l teatro español le debe a C alderón algunas innova­
ciones y entre sus virtudes se e n c u e n tra n :
i 9— L a de fija r de un m odo definitivo el género d ra­
m ático en E spaña, llevando a su perfección a los autos sa­
cram entales.
29— In troduce la alegoría, dotando de carácter alegó­
rico a los m isterios de la E ucaristía.
3’— Lleva a la perfección la obra de Lope, -fijando de­
finitivam ente el género dram ático, que caracteriza a sus
obras.
49— N o se ap a rta de la tradición del teatro español. L a
aceptó tal como existía som etiéndolo a un trab a jo depu­
rad o r, perfeccionando la técnica dram ática.
59— R ealiza un teatro elevado, de grandes ideas y con­
ceptos teológicos, apartándose de la trivialidad.
69— Crea un teatro subjetivo, llegando a la idealiza­
ción de los personajes y creando un m undo ideal y abrtracto p or encim a de lo real y hum ano.
7°— F ortalece el concepto' del honor en una concepción
propia, calderoniana.
T erm inam os este panoram a del teatro español hasta
fines de la E d ad de O ro, refiriéndonos a dos d ra m a tu r­
gos de la época de C alderón, de m enos valor que é s te : F ra n ­
cisco de R o jas Z orrilla y A gustín M oreto.
E l principio calderoniano del h onor adquiere en R o­
ja s Z orrilla una interpretación nueva. E s la m u jer la lla­
m ada a vengarlo. E n sú obra “ N o hay burlas con las m u­
jeres o casarse y vengarse” la m u jer A rm inda m ata a un
galán que la abofeteó.
Pueden resum irse así los rasgos m ás salientes de R o ­
jas Z o rr illa : : i 9 Su teatro es de caracteres. 29 C ultiva con
igual m aestría la trag ed ia y la comedia. 39 Le da una gran
GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
323
im portancia al elem ento picaresco. 4’ Sobresale en las co­
medias de costum bres.
A gustín M oreto, finalm ente, fué el d ram atu rg o de gus­
to m ás refin ad o y de sensibilidad m ás p a re ja de su época-.
Su obra no presenta el aspecto im ponente, m onum ental de
la obra de C alderón; es un pequeño ja rd ín bien cultivado.
Su com edia m ás fin a es “ E l desdén con el desdén” .
Juan del Encina
E gloga representada la m esm a noche de A n tru e jo o
C arnestolendas; adonde se introducen los pastores, llamados B eneito y B ras, L loriente y Pedruelo. Y prim ero Beneito entró en la sala adonde el D uque y D uquesa (de A lb a),
estaban, y tendido en el suelo, de gran reposo comenzó a
cen ar; y luego B ras, que ya había cenado, entró diciendo:
“ C arnal fu e ra ” ; m as im portunado por Beneito, tornó otra
vez a cenar con él, y estando cenando y razonándose sobre la
venida de C uaresm a, en traro n L loriente y Pedruelo, y codos
cuatro juntam ente, com iendo y cantando con m ucho placer,
dieron fin a su festejar.
BRAS
¡C arnal fu era! ¡C arnal fu era!
B E N E IT O
E spera, espera,
que aún no estoy repantigado. ( i )
BRAS
¡Y a estoy tan ancho, Dios loado!
B E N E IT O
A ún som era
tengo mi gorgom illera.
BRAS
H id ep erra, ¡ quién pudiera
com er m á s !
B E N E IT O
Siéntate, siéntate, B ras;
come un bocado siquiera.
BRAS
N o me cum pre, ju ro a m í;
ya comí tanto, que ya estoy tan ancho
que se me rehincha el pancho. (2 )
B E N E IT O
Sienta tí.
BRAS
Pues me acusas, hem e aquí.
¿Q ué tienes de com er? Di.
B E N E IT O
B uen tocino,
y aqueste barril con vino
del m ejor que nunca vi.
BRAS
P ues daca, (3 ) daca, com amos
y bebamos.
M uera g ata y m uera harta.
A parta, Beneito, aparta,
que quepamos
por que bien nos estendam os.
B E N E IT O
Estiéndete, Bras, y hayam os
gran solaz,
hoy qu’es san Gorgom ellaz,
que así hacen nuestros amos.
BRAS
N uestros am os ya han cenado
bien chapado. (4 )
B E N E IT O
Y aun h asta traque restraque. (5 )
BRAS
Q uien me diese agora un baque, (
¡ m al p ec ad o !
diéseme por reventado.
B E N E IT O
Calca, calca buen bocado.
BRAS
N o me cabe.
B E N E IT O
¡H id ep erra, y cómo sabe
esto que está co llo ra d o !
Come, come, come, com e;
no nos tom e
la C uaresm a rellanados. (7 )
H arvem os estos bocados.
BRAS
A unque asome,
no tem o que me deslióme.
B E N E IT O
M ía fe, B ras, a mi espantóm e
de tal suerte,
que, aunque cenemos m uy liuerte,
ju ró te que ella nos dome.
V IL L A N C IC O
H o y com am os y bebamos
y cantem os y holguem os,
que m añana ayunarem os.
P o r honra de San A n tru ejo
parém onos hoy bien anchos,
em butam os estos panchos,
recalquem os el pellejo.
Que costum bre es de concejo
que todos hoy nos hartem os,
que m añana ayunarem os.
H onrem os a tan buen santo,
porque en ham bre nos a c o rra ;
com am os a calca porra,
que m añana hay g ra n quebranto.
Com am os, bebam os tan to
hasta que nos reventem os,
que m añana ayunarem os.
Bebe, B ras; m ás tú, B eneito;
beba P edruelo y L loriente;
bebe tú prim eram ente ;
quitarnos has dese preito.
E n beber bien m e deleito;
daca, daca, beberemos,
que m añana ayunarem os.
NOTAS
(1 ) r e p a n tig a r s e : a rr e lle n a rs e en e l a sie n to .
(2 ) r e h in c h a r el p a n c h o : lle n a rs e e n d e m a s ía la p an z a.
(3 ) p u e s d a c a d a c a : v o z c o m p u e s ta d e v e rb o y a d v e rb io . D a o d a m e a c á ;
daca tu d in e r o ; a n d a r al d ac a y to m a , a n d a r e n d a re s y to m a re s .
( 4 ) b ie n c h a p a d o . B a s ta n te , h a r to s . •
(5 ) a to d o tiem p o .
(6 ) b a q u e — g o lp e .
( 7 ) re lla n a d o s — llen o s.
TORRES
NAHARRO
Comedia soldadesca
i
Introito y argumento
Dios m antenga y rem antenga
m ia fe, a cuantos aquí estáis,
y tan to pracer os venga
como creo que deseáis.
¿Q ué hacéis?
A postá que más de seis
estáis el ojo tan luengo, ( i )
y entiendo que no sabréis
adevinar a qué vengo.
Y a mi ver,
¿qué decís?
328
PEREDA VALDES —
FU SCO SA N SO N E
T odo cuanto presum ís
es un aire loco y vano.
¿V eis? A quí todos venís
ascuchar (2 ) este villano.
¡ B o b arro n es! (3 )
Oue cegáis con presunciones,
y vivís todos ascuras ,(4) ;
que Dios reparte sus dones
p o r todas las creaturas.
Y ansí siento
que reparte con tal tiento
las m ercedes su grandeza,
que dió a m í en contentam iento
m ás que a otros en riqueza.
P ues pobretos,
¿Q ué queréis vivir sujetos
al m undo y a su cebico?
Q ue en mi tierra los discretos
al contento llam an rico.
P o r probar,
h o ra os quiero p re g u n ta r:
¿Q uién duerm e m ás satisfecho?
¿Y o de noche en un p ajar,
o el P ap a en su rico lecho? (5 )
Y o diría
qu’él no duerm e todavía
con m il cuidados y e n o jo s ;'
yo recuerdo a medio día,
y aún no puedo ab rir los ojos.
M as verán,
que dais al P ap a faisán,
y no come d ’él dos gran o s;
yo tras los ajos y el pan
me quiero engollir las m anos.
T odo cabe;
m as aunque el P apa me alabe
sus vinos de gran natío, (6 )
menos cuesta y m ejor sabe
el ag u a del dulce río.
Y o, villano,
vivo m ás tiem po y m ás sano
y alegre todos mis días.
G U IA
DK L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
329
Vos, señores,
vivís en m uchos dolores
y sois ricos de m ás penas,
y coméis de los sudores
de pobres m anos ajenas (7 ) .
C o n cru sió n : (8 )
pues os dem ando perdón
m e los debéis conceder,
y pues hu mi intinción
venir a daros pracer.
Y será,
que una com edia verná
la Soldadesca llam ada;
sabed que no fa lta rá
de graciosa o desgraciada.
Si atendéis,
mil cositas llevaréis
no sé si bien o rd e n a d a s;
y porque m ejor notéis
se parte en cinco jo rn ad as ( 9 ) .
NOTAS
(1 )
lu e n g o — largo.
(2 ) a s c u c h a r — e s c u c h a r.
( 3 ) b o b a rro n e s — bo b o s.
( 4 ) a s c u ra s — o s c u ra s >
(5 )
E l P a p a e n s u ric o lecho. E r. T o rre s N a h a r r o se e n c u e n tr a n ejem p lo s
d e la s á tir a p re r re fo r m is ta com o e n e s te v e rso d o n d e c e n su ra las r iq u e z a s del P a p a .
(6 ) v in o d e g r a n n a t í o : v in o n a tu r a l.
(7 )
S e o b s e rv a a q u í u n p rin c ip io de c r ític a so cial.
(8 ) c o n c ru s ió n — co n c lu sió n .
( 9 ) s e p a r te en cinco jo rn a d a s . T o r r e s N a h a rro d iv id ió la s c o m e d ia s en
5 jo r n a d a s ; L,ope d e V e g a , m á s ta rd e , la s re d u jo a 3.
Lope de Rueda
Paso muy gracioso, en el cual se introducen las personas
siguientes: Tontvio, simple v iejo; Agueda de Toruégano,
su m ujer; Mcncigüela, su hija; A lo xa , vecino
Toritvio .— ¡V álam e Dios y que tem pestad ha hecho desdel requebrajo ( i ) del m onte acá, que no parescia sino quel
cielo se quería h u n d ir y las nubes venir ab ajo ! Pues decí
a g o ra : ¿qué os terná aparejado de com er la señora mi m u­
je r? ¡A sí m ala rabia la m ate! ¿O islo? ¡M ochacha, M encigiiela! Si todos duerm en en Zam ora. ¡A gueda de T oruégano! ¿O islo?
Mencigüela.— ¡Jesús, padre! ¿Y habéisnos de quebrar
las puertas?
Toruvio. — ¡M irá qué pico, m irá qué pico! ¿Y adonde
está v uestra m adre, señora?
Mcncigüela.— A llá está, en casa de la vecina, que le ha
ido a y u d ar a coser unas m adej illas.
Toruvio. — ¡M alas m adej illas vengan p o r ella y p o r
vos! A n d ad y llam alda.
Agueda. — Ya, ya, el de los m isterios; ya viene de h a­
cer u n a n egra carguilla de leña, que no hay quien se averigüe
con él.
Toruvio. — S í; ¿carguilla de leña le paresce a la señora?
J u ro al cielo de Dios que éram os yo y vuestro ah ijad o a
carg ab a y no podíam os.
Agueda. — Y a, noram ala sea, m arido, ¡y qué m ojado
que v e n ís !
Toruvio. — V engo hecho una sopa dagua. M u jer, por
vida vuestra, que me déis algo de cenar.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERNOS
OOl
A gueda .— ¿Y o qué diablos os tengo de dar, si no ten­
go cosa n in guna?
M eneigüela.— '¡Jesús, pacire, y qué m o jad a que venía
aquella le ñ a !
Toruvio. — Sí, después d irá tu m adre ques el alija.
Agueda. — C orre, m ochadla, adrézale un p ar de hue­
vos p ara que cene tu padre, y hazle luego la cama. Y os
aseguro m arido, que nunca os acordé de p lan tar aquel re­
nuevo de aceitunas que rogué que plantásedes.
Toruvio .— ¿P ues en qué me lie detenido sino en plantalle com o me rogastes?
Agueda. — C allad, m arido, ¿y dónde lo plantastes?
Toruvio. — Allí, ju n to a la higuera breval, adonde, si
se os acuerda; os di un beso.
M eneigüela.— P adre, bien puede e n tra r a cenar, que ya
está adrezado todo.
Agueda. — M arido, ¿no sabéis qué he pensado? Q u t
aquel renuevo de aceitunas que plantastes hoy, que de aquí
a seis o siete años llevará cu atro o cinco hanegas (2 ) de
aceitunas, y que poniendo plantas acá y plantas acullá, de
aquí a veinticinco o trein ta años, tem éis un olivar hecho y
drecho ?
Toruvio .— Eso es la verdad, m ujer, que no puede d ejar
de ser lindo.
A gueda.— M irá, m arid o ; ¿sabéis qué he pensado? Que
yo cogeré la aceituna y vos la acarraréis con el asnillo, y
M eneigüela la venderá en la plaza. Y m ira, m ochadla, que
te m ando que no me des m enos el celemín de a dos reales
castellanos.
Toruvio .— ¿Cóm o a dos reales castellanos? ¿N o veis
ques cargo de conciencia y nos llevará al asm otazen cadaldía
la pena, que basta pedir a catorce o quince dineros por ce­
lemín ?
Agueda. — Callad, m arido, ques el veduño de la casta de
los de Córdoba.
Toruvio .-— Pues aunque sea de la casta de los de C órdo­
ba, basta pedir lo que tengo dicho.
A gueda .— O ra no me quebréis la cabeza. M ira, m ochacha, que te m ando que no las des m enos el celem ín de a dos
reales castellanos.
Toruvio .— ¿Cóm o a dos reales castellanos? V en acá
m ochadla, ¿a cómo has de pedir?
\UKJC*
Mcncigüela .— A com o quísiéredes, padre.
Toruvio. —-A catorce o quince dineros.
M cncigüela .— Así lo haré, padre.
A gueda .— ¿Cóm o "así lo haré, p ad re” ? Ven acá m o­
ch ad la, ¿a cómo has de pedir?
Mcncigüela. — A como m audáredes, m adre.
Agueda. — A dos reales castellanos.
Toruvio. — ¿C óm o a dos reales castellanos? Y os p ro ­
m eto que si no hacéis lo que yos m ando, que os tengo de
d ar m ás de doscientos correonazos. ¿A cómo has de pedir?
M encigüela .— A como decís vos, padre.
Toruvio. —«A catorce o quince dineros.
Mencigüela.— Así lo haré, padre.
Agueda. — ¿Cóm o “ así lo haré, p ad re” ? T om á tom á,
liacé lo que yos m ando.
Toruvio. — D ejad la m ochadla.
Mcncigüela.— ¡A y, m ad re; ay, padre, que me m ata!
A lo sa . — ¿Q ués esto, vecinos? ¿ P o r qué m altratáis an ­
sí la m ochacha?
Agueda. — ¡ Ay, s e ñ o r! E ste m al hom bre que me quiere
d ar las cosas a m enor precio y quiere echar a perder mi ca­
sa ; ¡ unas aceitunas que son como n u ec es!
Toruvio. — Y o ju ro a los huesos de mi linaje que no son
ni aun como piñones.
Agueda. — Sí son.
Toruvio. — N o son.
A lo x o .— O ra, señor vecino; hacem e tam año placer que
os entréis allá dentro que yo lo averiguaré todo.
Agueda. —¡Averigüe o póngase todo del quebranto.
A lo xa , — Señor vecino, ¿qué son de las aceitunas? Sacaldas acá fuera, que yo las com praré, aunque sean veinte
hanegas.
Toruvio. — One no, señor ; que 110 es desa m anera que
vuesa m erced se piensa, que no están las aceitunas aquí en
casa, sino en la heredad.
A lo xa , — Pues traeldas aquí, que las com praré todas al
precio que ju sto fuere.
Mencigüela,—A dos reales quiere mi m adre que se
vendan el celemín.
A lo xa , — C ara cosa es esa.
Toruvio. — ¿N o le paresce a vuesa m erced?
Mcncigüela.— Y mi padre a quince dineros.
G U IA DÉ LE C T U R A S
DÉ A U TO RÉ S C L A S IC O S Y
M O DÉRN O S
533
A lo s a .— T en g a yo una m uestra dellas.
Toruvio .— ¡V álam e Dios, señor! V uesa m erced no me
q uiere entender. H oy he plantado yo un renuevo de aceitu­
nas, y dice mi m jer que de aquí a seis o siete años llevará
cu atro o cinco hanegas de aceituna, y quella la cogería, y
que yo la acarrease, y la m ochadla la vendiese, y que a fu e r­
za de dreclio y la había de pedir a dos reales por cada cele­
m ín ; yo que no y ella que sí, y sobre esto ha sido la quistión.
A lo xa . — ¡O h, qué graciosa quistión! N unca tal se ha
visto. L as aceitunas no están plantadas y ¿ha llevado la
m ech a d la tarea sobre ellas?
M eneigüela .— ¿Q ué le paresce, señor?
Toruvio .— N o llores, rapaza. L a m ochadla, señor, es
com o un oro. O ra andad, h ija, y ponedm e la mesa que yos
prom eto de hacer un sayuelo de las prim eras aceitunas que
se vendieren.
A lo xa , — A hora, andad vecino, entraos allá adentro y
tened paz con vuestra m ujer.
Toruvio. — Adiós, señor.
A lo x a .— O ra por cierto; ¡Q ué cosas vemos en esta vida
que ponen esp a n to ! L as aceitunas 110 están plantadas, ya
la habernos visto reñidas. R azón será que dé fin a mi em ­
bajada.
NOTAS
R e q u e b ra jo •*— h e n d e d u ra .
H a n e g a s — p o rc ió n re d u c id a
de
te r r e n o #
Félix Lope de Vega Carpio
( 1562- 1634 )
La vida de Lope de V ega es una m adeja de aventuras,
de audacias inauditas, de éxitos continuados, de grandezas
y m iserias. N ace en M adrid el 25 de N oviem bre de 1562
y M adrid será su ciudad favorita. E m pieza por ca n ta r en un
extenso poem a a su patrono, S an Isidro labrador. Su vida
está estrecham ente vinculada a toda su obra. E stu d ia de
niño en el colegio de los T eatinos y después en el de los
jesuítas. P o r el año de 1577 cursa estudios en Alcalá. E n
su p rim era época com ienzan sus aventuras am orosas. Sus
am ores con E lena O sorio son m otivo de fecunda inspira­
ción p ara Lope. E lena O sorio es la F ilis de sus poesías,
y en “ L a D o ro tea” , no hace sino contarnos estos am ores n a ­
da edificantes. F ern an d o es Lope y don Bela, el C ardenal
G ran v ela,'co rte jan te de la O sorio, y por consiguiente, rival
de Lope. L a fam ilia O sorio se oponía a las relaciones de
Lope con E len a por razones económicas. L a ru p tu ra fué
la consecuencia de la oposición de la fam ilia O sorio. Lope
se venga publicando v arias sátiras baju n as contra su ex
am ante y su fam ilia. P o r ese m otivo fué procesado y más
tard e condenado a un destierro de dos años fu e ra del reino.
Después de cum plir la condena, se casa con Isabel de U rbina. E n 1588 se alista como soldado en la arm ad a inven­
cible. E n 1590 se traslad a a T oledo donde e n tra al servicio
del D uque de A lba; en casa de éstos escribió “ L a A rcad ia”
y unas cuantas com edias; sirve m ás tard e al Conde de L e­
ntos y en 1598 casa en segundas nupcias con J u a n a de
G uardo, h ija de un abastecedor. S irve después al D uque
de Sessa, de secretario y de alcahuete, y es aquí donde vemos
la servidum bre y poca grandeza de Lope con sus cartas,
G U IA DÉ L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
355
llenas de b aja zalema. Sirviendo a grandes, enam orando a
m ujeres casadas, cum pliendo tercerías en am ores ajenos,
tran sc u rre su larg a vida, llena de borrascas. Cree Lope en­
c o n tra r la tran quilidad en los hábitos, y se ordena sacerdote
en 1614, pero no por eso deja de tentarle el dios del am or,
pues en esa m ism a época andaba en am ores con Jerónim a
de B urgos, la G erarda de sus poesías. E n el ocaso de su
vida en tra en am ores con M arta de N evares Santoyo. T em ­
peram ento co n tradictorio fué el de Lope, en el cual parece
desarrollarse una dram ática lucha entre sus instintos y . su
afá n de eternidad y gloria, pero donde vence la vida y el
am o r sobre la reflexión y la conciencia. Su obra, vastísim am ente co n struida con m ateriales hum anos, re fleja el d ra­
m a de su vida, y es no solam ente expresión de sus in stin ­
tos y sus pasiones, sino del alm a colectiva, del alm a nacio­
nal y del pueblo con su rudeza, su salud y su lozanía.
E l 25 de A gosto de 1634 cayó enferm o de gravedad
y m urió a los dos días cristianam ente en la ciudad de M adrid
OBRAS
Piezas cortas. — Com edias religiosas. — Comedias m itológicas. —
Comedias sobre historia e x tra n je ra . — Comedias sobre historia clásica.
— Comedias sobre historia o leyenda nacional. — Comedias pastoriles.
— Com edias caballerescas. — Com edias tom adas de novelas. — Com e­
dias de enredo, de c o n te x tu ra novelesca. — Com edias de costum bres. —
Novelas, dram as, poesías, etc.
BIBLIOGRAFIA
P érez de M ontalbán. F am a postum a a la vida y m uerte de Lope
de V ega. — La D orotea, ed. A m éríco Castro. — R ennert y C astro. V ida
de Lope de V ega. — M arcel Crayon. L ope de V ega. E d. Rieder. —
W illiam F itcher. L ope de V eg a’s. — E l C astigo del D iscreto. In stitu to
de las E spañas. — N ueva biografía de Lope de V ega, por Cayetano A.
de. la B arrera. — F rancisco A . de Icaza. Lope de V ega, sus am ores y sus
odios. — M enéndez. H ist. de las Ideas E ste en E spaña, t. I I I , pág. 449.
— Lope de V ega. Poesías líricas. Ed. J. F . M ontesinos. — R im as c’lj
Lope de V ega. E d. fascimil. — N ew Y ork. H u g o R ennert. T h e liíe of
Lope de V ega. — M enéndez y Pelayo. E studios sobre el teatro de Lope
de V ega. P ublicadas por 1a R eal A cadem ia. — Catálogo de las Comedias
de Lope de V ega. P o r R ebbert y C astro. — T ra ta d o h istó ric a sobre el
origen y progresos de la com edia y del histrionism o en E spaña. P o r C.
Pellicer. M adrid 1804. — T ickncr. H isto ry o f Spanish L ittera tu re . Lo.11don. — Ed. crítica de Fouché Delbosc en la R evue H ispanique. Ed.
B onilla y San M artín. 1916. — Ed. A. C astro (colección u niversal) (re ­
com endada). — O bras de Lope de V ega: Publicadas por. la Real Academ ia.
#■
Peribañez y el Comendador
de Ocaña
A cto Primero. —- Sala en casa de Peribáñez, en Ocaña
T R A G IC O M E D IA
E S C E N A P R IM E R A
P eribáñez y Casilda, de novios; Inés, de m ad rin a; el C ura
C ostanza, M úsicos, L abradores y L abradoras
IN E S
L argos años os gocéis.
COSTANZA
Si son como yo deseo,
casi inm ortales seréis.
C A S IL D A
P o r el de serviros, creo
que m erezco que me honréis.
CURA
A unque no parecen m al,
son .excusadas razones
p ara cum plim iento igual,
ni puede haber bendiciones
que igualen con el misal.
H a rta s os d ije : no queda
cosa que deciros pueda
el m ás deudo, el m ás amigo.
G U IA DÉ L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
IN E S
S eñor doctor, yo no digo
m ás de que bien les suceda.
CURA
Espérolo en Dios, que ayuda
a la gente virtüosa.
Mi sobrina es m uy sesuda.
P E R IB A Ñ E Z
Sólo con no ser celosa
saca este pleito de duda.
C A S IL D A
N o m e deis vos o casió n ;
que en mi vida tendré celos.
P E R IB A Ñ E Z
P o r m í no sabréis qué son.
IN E S
Dicen que al am or los cielos
le dieron esta pensión.
CURA
Sentaos, y alegrad el día
en que sois uno los dos.
P E R IB A Ñ E Z
Y o tengo h a rta alegría
en ver que me ha dado Dios
tan herm osa com pañía.
CURA
Bien es que a Dios se a trib u y a ;
que en el reiño de T oledo
no hay cara como la suya.
C A S IL D A
Si con am o r pagar puedo,
esposo, la afición tuya,
de lo que debiendo quedas
me estás en obligación.
337
338
PÉRÉDA VALDUS —
FU SCO SA N SO N É
P E R IB A S E Z
Casilda, m ientras no puedas
excederm e en afición,
no con palabras me excedas.
T oda esta villa de O caña
poner quisiera a tus pies,
y aun todo aquello que baña
T a jo h asta ser portugués,
entrando en el m ar de España.
E l olivar m ás cargado
de aceitunas m e parece
m enos herm oso, y el prado
que por el m ayo florece,
sólo del alba pisado.
N o hay cam uesa ( i ) que se afeite
que no te rinda ventaja,
ni rubio dorado aceite
conservado en la tin aja,
que me cause m ás deleite.
N i el vino blanco im agino
de cuarenta años tan fino
como tu boca olorosa;
que como al señor la rosa,
le huele al villano el vino.
Cepas que en diciem bre arranco
y en octubre dulce mosto,
ni m ayo de lluvias franco,
ni por los fines de agosto
la p arv a de trigo blanco,
igualan a v er presente
en mi casa un bien, que ha sido
prevención m ás excelente
p ara el invierno aterido
y p a ra el verano ardiente.
C ontigo, Casilda, tengo
cuanto puedo desear,
y sólo el pecho prevengo;
en él te he dado lugar
ya que a m erecerte vengo.
V ive en él; que si un villano
por la paz del alm a es rey,
G U IA DÉ L E C T U R A S
DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
que tú eres reina está llano,
y a porque es divina ley,
y ya por derecho hum ano.
Reina, pues, que tan dichosa
te h a rá el cielo, dulce esposa,
que te diga quien te v e a :
L a v en tu ra de la fea
pasóse a Casida herm osa.
C A S IL D A
P ues yo ¿cómo te diré
lo m enos que m iro en ti,
que lo m ás del alm a fue?
Jam ás en el baile oí
son que m e bullese el pie,
que tal placer me causase
cando el tam boril sonase,
p or m ás que el tam borilero
chillase con el garguero
y con el palo tocase,
E n m añana de S an Juan
nunca m ás placer me hicieron
la verbena y arrayán,
ni los relinchos me dieron
el que tus voces me dan.
¿Cuál ad u fe (2 ) bien tem plado,
cuál salterio te ha igualado?
¿Cuál pendón de procesión,
con sus borlas y cordón,
a tu som brero chapado?
N o h ay pies con zapatos nuevos
como ag rad an tus am ores;
eres entre m il m ancebos
h ornazo (3 ) en pascua de E ores
con sus picos y sus huevos.
P areces en verde prado
to ro bravo y ro jo echado;
pareces cam isa nueva,
que entre jazm ines se lleva
en az a fa te (4 ) dorado.
Pareces cirio pascual
y m azapán (5 ) de bautism o,
540
PEREDA VA LD E S —
FU SCO
SAN SON É
con capillo de cendal, (6 )
y paréceste a ti mismo,
porque no tienes igual.
CURA
E a, bastan los a m o re s;
que quieren estos m ancebos
b ailar y ofrecer.
*
P E R IB A Ñ E Z
Señores,
Pues no sois en am or nuevos,
perdón.
U N LABRADOR
A m a h asta que adores.
( Cantan los músicos y bailan los labradores y labradoras )
M U S IC O S
Dente parabienes
el m ayo garrido,
los alegres campos,
las fuentes y ríos.
Alcen las cabezas
los verdes alisos. (7 )
y con fru to s nuevos
alm endros floridos.
E chen las m añanas,
después del rocío,
en espadas verdes
guarnición de lirios.
Suban los ganados
p or el m onte m ism o
que cubrió la nieve,
a pacer tomillos.
(F o lia )
(8 )'
Y a los nuevos desposados
eche Dios su bendición;
parabién les den los prados,
pues hoy para en uno son.
( Vuelven a danzar )
M ontañas heladas
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M ODERN OS
3 4 1
y soberbios riscos,
antiguas encinas
y robustos pinos,
dad paso a las aguas
en arroyos limpios,
que a los valles bajan
de los hielos frío s.
C anten ruiseñores,
y con dulces silbos
sus am ores cuenten
a estos verdes m irtos.
F abriquen las aves
con nuevo artificio
p ara sus hijuelos
am orosos nidos.
(F o lia )
Y a los nuevos desposados
eche Dios su bendición;
parabién les den los prados,
pues h o y -p a ra en uno s o n .
( Suena adentro gran ruido )
NOTAS
(1 )
c a m u e s a : fru to del c a m u e so , v a rie d a d del m a n zan o .
( 2 ) ad u fe — p an d e ro .
( 3 ) h o rn a z o : ro s c a o to r t a g u a rn e c id a de h u ev o s co cid o s ju n ta m e n te co n
ella e n el h o rn o , ta m b ié n es a g a sa jo q u e e n los
lu g a re s h a c e n los v e c in o s a l p r e ­
d ic a d o r q u e h a n te n id o en la c u a re sm a , el d ía
de P ascua.
( 4 ) a z a f a te : c a n a stillo te jid o d e m im b re s , llan o y c o n b o rd e d e p o ca a ltu r a .
(5 ) m a z a p á n : p a s ta h e c h a co n a lm e n d ra s m o lid a s y a z ú c a r c o c id a a l h o rn o .
(6 )
ca p illo de c e n d a l: c u b ie rta o p a ñ o co n q u e se c u b r ía la o fre n d a d e
p a n q u e s e h a c ía a la I g le s ia .
( 7 ) lo s v e rd e s a lis o s : A rb o l b e tu lá c e o con tro n c o ro llizo , c o rte z a p a rd u s c a ,
h o ja s alg o v isc o sa s, flo re s b la n c a s y fr u to s ro jiz o s . L a m a d e ra de e s te á r b o l es
m u y b la n c a y d u ra , s e em p le a en la c o n s tru c c ió n d e in s tr u m e n to s m u sic a le s,
v a rilla s de a b a n ic o s , e tc .
( 8 ) F o l i a : ta ñ id o y m u d a n z a de u n b a ile
e s p a ñ o l q u e s o lía b a ila r u n o so lo
co n c a sta ñ u e la s. E¡s, ta m b ié n , u n b a ile p o r tu g u é s
d e g r a n ru id o .
COMENTARIO
E scena prim era del acto prim ero. Sala en casa de P eribáñez en
O caña. P ersonajes que intervienen en esta escena: P E R IB A Ñ E Z , hon­
rado lab rad o r de la villa de O caña. C A S IL D A , su prom etida, tam ­
bién labradora. IN E S , la m adrina de la boda. U N C U R A . C O N S T A N -
342
PEREDA VAI.DÉS —
EUSCO
SAN SON E
Z A , am iga de Casilda. E l coro lo integran m úsicos, labradores y lab ra ­
doras.
L a escena tiene el carácter de un gracioso epitalam io con gran sa-.
bor popular. E l diálogo entre P eribañez y Casilda es un con trap u n to am o­
ro so de ternuras, en el cu al las com paraciones en su lenguaje popular
son adecuadas a los personajes. L a escena está siem pre anim ada
de vida
y es de una inspiración fresca y espontánea. L a vida y las)costumbres,
de los labradores aparece con teda su realidad fu e rte y sana, robusta y1
verdadera. N ada hay de artificioso, ni de culterano. A quí se m u estra el
verdadero Lope con todo su poder de creación y de objetividad. Los.
labradores ofrecen la alegría de la música, con sus cantos y su folia.
L a canción que L ope pone en boca de los labradores es de legitim o cuño
popular y posee un ex tra o rd in a rio valor folklórico.
L a com paración que hace C asilda de las virtudes de P eribañez con
alim entos caseros tienen el arom a del pan recién sacado del horno. N o se
le ocurre a la cam pesina otras com paraciones para su am ado que lla m a rle :
“toro bravo y ro jo echado;
pareces cam isa nueva,
que entre jazm ines se lleva”
y m azapán de bautism o
con capillo de cendal” .
»
B ie n distintas de las que usa la Sulam ita — tam bién pastora —
para llam ar de diferentes m aneras a su amado. A quéllas son, m ás r e fi­
nadas, m ás c u lta s ; éstas son rústicas, naturalistas, com o cabe a una
campesina y a un campesino.
E S C E N A V II. — A C T O II
B artolo, C haparro. — Llórente, M endo
LLORENTE
M uesam a acude a la puerta.
A n d ará dándonos prisa,
por no estar aquí su dueño.
BARTOLO
A l alba he de haber segado
todo el repecho del prad o .
CH A PA RR O
Si diere licencia el sueño, —
B uenas noches os dé Dios,
M endo y Llórente.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C LA SIC O S Y
M O DERN O S
343
M ENDO
E l sosiego
no será m ucho, si luego
habernos de an d a r los dos
con las hoces a destajo, ( i )
aquí m anada, aquí corte.
CH A PA RR O
Pardiez, M endo, cuando im porte,
bien luce el ju sto tra b a jo .
Sentaos, y antes de dorm ir,
o cantem os o contem os
algo de nuevo, y podrem os
en esto nos d iv ertir.
BARTOLO
¿T an dorm ido estáis, L lórente?
LLORENTE
P ardiez, B artolo, que quisiera
que en un año am aneciera
cuatro veces solam ente.
E S C E N A X X r. — A C T O II
M endo, B artolo, L lórente y otros segadores, d en tro . —
Peribáñez
M ENDO
( D entro )
D ate m ás priesa, B arto lo ;
m ira que la noche baja,
y se va a poner el sol.
BARTOLO
( D entro )
Bien cena quien bien tra b a ja ,
dice el re frá n español.
U N SEG A D O R
(D entro )
E chóte u n a pulla, A n d ré s :
que te bebas m edia azum bre, ( i )
O TRO SEGA DOR
( D entro )
E cham e o tras dos, Ginés.
P E R IB A Ñ E Z
^
T odo me da pesadum bre,
todo mi desdicha e s .
M ENDO
(Dentro)
C anta, L lórente, el cantar
de la m u jer de m uesam o. (2 )
P E R IB A Ñ E Z
¿Q ué tengo m ás que esperar?
L a vida, cielos, desamo.
¿Q uién m e la quiere q u itar?
LLORENTE
( Canta dentro )
L a m u je r de P eribáñez
herm osa es a m arav illa;
el C om endador de O caña
de am ores la requería.
L a m u jer es virtüosa
cuanto herm osa y cuanto lin d a;
m ientras P edro está en Toledo
desta suerte re sp o n d ía :
“ M ás quiero yo a Peribáñez
con su capa la pardilla,
que no a vos, C om endador,
con la vuesa guarnecida.”
P E R IB A Ñ E Z
N otable aliento he cobrado
con oír esta cación,
porque lo que éste ha cantado
las m ism as verdades son
que en mi ausencia habrán pasado.
¡O h cuánto le debe al cielo
quien tiene buena, m u je r! —
Q ue el jo rn a l dejan recelo.
A quí m e quiero esconder.
¡O ja lá se abriera el suelo!
Q ue aunque en gran satisfacción,
Casilda, de ti me pones,
pena tengo con razón,
porque h onor que an d a en canciones
tiene dudosa o p in ió n .
( Vase) .
I
NOTAS
(1 )
co n
la s
h oces
a
NOTAS
(1 )
a z u m b re:
16 m ililitro s^
DE
LA
ESCENA
d e s ta jo :
DE
m e d id a
LA
de
sin
V II. —
d escanso
ESCENA
y
2.o A C T O
a p risa .
X X I. —
c a p a c id a d
p a ra
2.o A C T O
litro s ,
e q u iv a le n te
a
dos
litr o s
COMENTARIO
E scena X X I. D e n tro : M E N D O , B A R T O L O , L L O R E N T E y otros
segadores. F u e r a : Peribañez.
P eribáñez que había sido nom brado capitán al mando de cien la ­
bradores por el Com endador de O caña con cargo de ir donde el Rey.
ordenara, pretex to que aprovecha el C om endador p a ra a le jar a P e r i­
báñez, cum pliendo órdenes reales, vuelve de su m isión, y al pasar por la
casa de unos labradores oye una canción. E lla se re fie re a su m u jer,
Casilda, requerida de am ores por el Com endador. A cuyas instancias
ella c o n te s ta :
“M ás quiero yo a P eribáñez
con su capa la pardilla,
que no a vos Com endador
con la vuesa guarnecida.
P erib áñ ez se siente re co n fo rtad o al oírla. Lo que los labradores
cantan, las m ismas verdades son. ¡ O h, cuánto le debe al cielo quien
tiene buena m u je r! — exclam a — pero al m ism o tiempo la duda le
a sa lta : ¡O ja lá se abriera el suelo! — porque el honor que anda en can­
ciones—tiene dudosa opinión” .
y
346
PEREDA VALDES —
E U SCO S A N SO N E
E S C E N A X X V II. — A C T O I I I
Peribáñez, de labrador y con capa la rg a ; Casilda. — Dichos
P E R IB A Ñ E Z
Dame, gran señor, tus pies.
REY
H abla, y no estés de rodillas.
P E R IB A Ñ E Z
¿Cómo, señor, puedo hablar,
si me ha faltad o la habla
y turbado los sentidos
después que m iré tu cara ?
P ero siéndom e forzoso,
con la ju sta confianza
que tengo de tu justicia,
com ienzo tales palabras.
Y o soy Peribáñez.
REY
¿Q uién?
P E R IB A Ñ E Z
P eribáñez, el de O caña.
REY
M atadle, guardas, m atadle.
R E IN A
N o en mis o jo s. Teneos, g u a rd a s.
REY
Tened respeto a la Reina.
P E R IB A Ñ E Z
Pues ya que m atarm e m andas,
¿no me oirás siquiera, Enrique,
pues Justiciero te llam an?
.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
R E IN A
Bien d ic e : oilde, señor.
REY
Bien decís; no me acordaba
que las partes se han de oír,
y m ás cuando son tan flacas, —
pro sig u e.
P E R IB A Ñ E Z
Y o soy un hom bre
aunque de villana casta,
lim pio de sangre, y jam ás
de hebrea o m ora m anchada.
F u i el m ejo r de mis iguales,
y en cuantas cosas trata b an
me dieron prim ero voto,
y tru je seis años vara, ( i )
Caséme con la que ves,
T am bién limpia, aunque villana;
virtuosa, si la h a visto
la envidia asida a la fam a.
E l com endador F adrique,
de vuesa villa de O caña
señor y com endador,
dió, com o m ozo, en am arla.
F ingiendo que por servicios,
honró m is hum ildes casas
de unos reposteros, que eran
cubiertas de tales carg as.
D ióm e un p ar de m uías b u e n a s. . .
m as no ta n b u e n a s; que sacan
este carro de mi h o n ra
de los lodos de mi in fam ia.
Con esto intentó u n a noche,
que ausente de O caña estaba,
fo rzar mi m u je r; m as fuése
con la esperanza b u rlad a .
V ine yo, súpelo todo,
y de las paredes b ajas ,
quité las arm as, que al toro
pudieran servir de capa.
347
548
PEREDA VAEDES —
PU S C O
SAN SON É
A dvertí m ejo r su in ten to ;
m as llam óme una m añana,
y díjom e que tenía
de vuestras altezas cartas
p a ra que con gente alguna
le sirviese esta jo rn a d a ;
en fin, de cien labradores
me dió la valiente escu ad ra. ( a )
Con nom bre de capitán
salí con ellos de Ocaña,
y como vi que de noche
era mi deshonra clara,
en una yegua a las diez
de vuelta en mi casa estaba;
que oí decir a un hidalgo
que era bienaventuranza
tener en las ocasiones
dos yeguas buenas en casa. (3 )
H allé mis puertas rom pidas
y mi m u je r destocada, (4 )
como corderilla simple
que está del lobo en las g a rra s.
D ió voces, llegué, saqué
la m ism a daga y espada
que ceñí p a ra servirte
no p ara tan triste h azañ a;
paséle el pecho, en entonces
dejó la cordera blanca,
porque yo, como pastor,
supe del lobo q u itarla.
V ine a Toledo, y hallé
que por mi cabeza daban
mil escudos, (5 ) y así, quise
que mi C asilda me tra ig a .
H azle esta m erced, señor;
que es quien ag o ra la gana,
porque viuda de mí,
no pierda prenda tan alta.
REY
¿O ué os parece?
G U IA DE LE C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
R E IN A
Q ue he llorado;
que es la respuesta que basta
p a ra ver lo que no es delito,
sino v alo r.
REY
¡ Cosa e x tr a ñ a !
¡Q ue un lab rad o r tan hum ilde
estim e tan to su f a m a !
¡V ive Dios, que no es razón
m atarle! Y o le hago gracia
de la v id a. . . M as ¿qué digo?
E sto ju stic ia se llam a.
Y a un hom bre deste valor
le quiero en esta jo rn a d a
p or capitán de la gente
m ism a que sacó de O caña.
D en a su m u je r la renta,
y cúm plase mi palabra,
y después desta ocasión,
p ara la defensa y g u a rd a
de su persona, le doy
licencia de tra e r arm as
defensivas y ofensivas.
P E R IB A Ñ E Z
Con razón todos te llam an
don E n riq u e el Ju sticiero .
R E IN A
A vos, labradora honrada,
os m ando de mis vestidos
cuatro, porque andéis con galas
siendo m u je r de soldado.
P E R IB A Ñ E Z
Senado, con esto acaba
la tragicom edia insigne
del C om endador de O caña.
3 49
PE R E B A VALDES —
350
EUSCO SA N S O N E
NOTAS
(1 )
(2 )
p a ñ ía d e
(3 )
(4 )
(5 )
v a r a : in s ig n ia d e ju ris d ic c in
e s c u a d r a : “ se llam a e n la
o rd e n a n z a co n su c a b o ” . —
ro m p id a s : r o ta s .
d e s to c a d a : q u ita r o d e s h a c e r
e s c u d o s : m o n e d a antigua-.
'
i
de u n a lc a ld e o m in is tro
d e ju s tic ia .
m ilic ia c ie rto n ú m e ro de s o ld a d o s
en
D icc . d e A u to rid a d e s .
com ­
el to c ad o .
COMENTARIO
E scena X X V I I del acto I I I . — P erso n ajes en escena: P E R IB A Ñ E Z ,
de labrador y con capa la r g a ; C A S I L D A ; Dichos.
P eribáñez relata al Rey en defensa de su hónor conyugal toda la
historia de su desdicha. Peribáñez le ha quitado la vida al C om endador
de O caña y puesta a precio su cabeza se presenta ante el rey D on E n ­
rique I I I , el Doliente. Le habla con un tono elocuente y verdadero. H ace
valer sus derechos. P o n e fren te a frente, com o en “F u e n te O vejuna” , “E l
m ejor A lcalde el R ey” , 'E l A lcalde de Zalam ea”, las dos potencias rivales:
el pueblo, vejado, desconocido en suá derechos y los nobles, caprichosos,
inhum anos, b árbaros, sintiéndose fu ertes por el am paro de sus fueros. E l
Rey es el llamado a decidir. E sta vez — lo c o n tra rio de la actitud real en
“L a E strella de Sevilla” — Lope coloca al R ey en su posición de á rb itro ,
dándole la razón a Peribáñez y favoreciéndole con el grado de capitán.
“P e rib áñ ez” es uno de los m ejores dram as sociales de L ope de V ega.
E n él abundan las escenas populares, las fiestas y danzas de labradores.
Lope, gran conocedor de las costum bres populares, prodiga las tintas pin­
torescas, las escenas alegres y anim adas, con las alternativas1 de la pasión,
del am or y los celos, ambos sentim ientos ta n adm irablem ente estudiados
en todas sus com edias.
N o hay en esta tragicom edia un m ovim iento de .masas, una acción
revolucionaria de conjunto1 com o en “F uente O v eju n a”. L a rebelión está
representada aquí por la quisquillosa reacción del honor de un labrador
que se cree con tanto derecho a ella, com o cualquier noble ofendido. Cos­
tum bre pcco frecuente en la época cuando el rey exclam a:
“Cosa e x tr a ñ a !
¡ ¡ que un labrador tan hum ilde
estim e tanto su fam a 1”
,
Fuente Ovejuna
E S C E N A X II . — A C T O I
El C om endador — Frondoso
COM ENDADOR
¡ Oh, mal haya el hom bre loco,
que se desciñe la espada!
Que, de no espantar m edroso
la caza, me la quité.
FRO N D O SO
Pues pardiez, Señor, si loco.
L a nuez, que os he de apiolar ( i )
COM EN DADOR
Y a es ida, infam e, alevoso.
S uelta la ballesta (2 ) luego.
Suéltala, villano.
FRO N D O SO
¿ Cómo ?
Q ue m e quitaréis la vida .
Y advertid que am or es sordo,
Y que no escucha palabras
El día que está en su tro n o .
COM ENDADOR
Pues ¿la espalda h a de volver
U n hom bre tan valeroso
A un villano? T ira, infam e,
352
PEREDA VALDES —
FU SCO
SANSON E
T ira, y g u á rd a te : que rom po
L as leyes de caballero.
FRO N D O SO
E so no. Y o m e conform o
con mi estado, y pues me es
G u ard ar la vida forzoso,
con la ballesta me voy. ( V ase ) .
7.
COM ENDADOR
¡ P eligro ex tra ñ o y notorio !
M as yo tom aré venganza
Del ag rav io y del estorbo.
¡O ué 110 ce rra ra con él!
¡Vive el cielo que me corro!
NOTAS
(1)
(2 )
a p io la r — fig . y fam . p r e n d e r, m a ta r.
b a l le s ta : a rm a p a ra d is p a r a r fle ch as, s a e ta s
y
b o d o q u es.
COMENTARIO
E scena X II, del acto I. — P e rso n a je s: E L C O M E N D A D O R y F R O N ­
D O SO .
F rondoso, el prom etido de L aurencia, am enaza al Com endador con
lina ballesta. E l C om endador lo am enaza con quitarle la vida y lo ha<
de cumplir. N o quiere m edir su espada con el villano, por no rom per
las leyes de caballero, que prohibían al villano batirse con el señor. Su
venganza es m ás e x p ed itiv a : la horca. T a l era el procedim iento que usa­
ban los señores para lim piar agravios y vengar ofensas, cuando tenían
poder, como en el caso de este C om endador que es dueño y señjor de
vidas y honras en “F u e n te O v eju n a”, el pueblecito que parece llevar tai
nom bre por la m ansedum bre de sus m oradores, dóciles como ovejas a los
caprichos del am o. P e ro las escenas finales nos dem o strarán que aquel
pueblecito saldrá de su apatía para adoptar una actitud revolucionaria.
E S C E N A V . — A C T O II
E l C om endador, O rtuño, F lores
COM ENDADOR
¿ Q ué os parece desta gente ?
ORTUÑO
No saben disim ular;
G U IA DE L E C T U R A S
DÉ A U T O R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
Y no queréis escuchar
E l disgusto que se siente.
COM EN DADOR
E stos ¿se igualan conm igo?
FLORES
Q ue no es aqueso igualarse.
COM ENDADOR
Y el villano ¿ha de quedarse
con ballesta y sin castigo ?
FLORES
Anoche pensé que estaba
A la p u erta de L aurencia,
Y a otro, que su presencia
Y su capilla im itaba,
De o re ja a o re ja le di
U n beneficio fam oso.
COM EN DADOR
¿D ónde estará aquel F ro n d o so ?
FLO RES
Dicen que anda por ahí.
COM EN DADOR
¡ P o r ahí se atreve a an d a r
H om bre que m atarm e q u iso !
FLORES
Com o el ave sin aviso,
O como el pez, viene a d ar
Al reclam o o al anzuelo.
COM ENDADOR
¡ Q ue a un capitán cuya espada
Tiem blan C órdoba y G ra n a d a .
U n labrador, un m ozuelo
P onga una ballesta al p ec h o !
E l m undo se acaba, F lo res.
FLO RES
Com o eso pueden am ores.
23
353
354
PEREDA VALDES —
EUSCO
SAN SON E
ORTUÑO
Y pues que vives, sospecho
O ue gran d e am istad le debes.
COM EN DAD OR
Y o he disim ulado, O rtuño,
Q ue si 110, de punta a puño,
A ntes de dos horas breves,
P a sa ra todo el lu g a r;
Q ue h asta que llegue ocasión
Al freno de la razón
H a g o la venganza estar —
¿Q ué hay de P ascuala?
FLORES
Responde
Que anda agora p o r casarse.
COM ENDADOR
¿ H a sta allá quiere fiarse?
FLORES
E n fin, te rem ite donde
T e p ag ará de contado.
COM ENDADOR
¿Q ué hay de O lalla?
ORTUÑO
U n a graciosa
R esp u esta.
COM ENDADOR
E s m oza briosa
¿ Cómo ?
ORTUÑO
Q ue su desposado
A nda tras ella estos dias
Celoso de mis recados,
Y de que con tus criados
A visitaba venías;
P ero que si se descuida,
E n tra rá s como p rim ero.
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
355
COM EN DAD OR
¡Bueno y a fe de caballero!
P ero el villanejo cuida.
ORTUÑO
C uida y an d a p o r los aires
COM ENDADOR
¿Q ué hay de Inés?
FLO RES
¿C uál?
COM ENDADOR
L a de A n tó n .
t
FLO RES
. P a ra cualquier ocasión
T e ha ofrecido sus donaires.
H áblela por el corral,
P o r donde has de e n tra r si q u ie re s.
COM EN DAD OR
A las fáciles m ujeres
Q uiero bien y pago m al.
Si estas supiesen ¡O h F lores!
E stim arse en lo que v a le n . . .
FLO RES
N o hay disgustos que se igualen
A .c o n tra sta r sus fav o res.
R endirse presto' desdice
D e la esperanza del bien;
M as h ay m ujeres tam bién
P o rq u e el filósofo dice
Q ue apetecen a los hom bres
Como la fo rm a desea
L a m a te ria ; y que esto sea
Así, no hay de que te asom bres.
COM EN DADOR
U n hom bre de am ores loco
H uélgase que a su accidente
Se le rin d an fácilmente,
356
PfiRÉDA V A LD E S —
ÍU S C O
SANSON 0
M as después las tiene en poco;
Y el camino de olvidar
Al hom bre m ás obligado,
E s haber poco costado
L o que pudo desear.
COMENTARIO
E scena V del acto II. — P e rso n a je s : E L C O M E N D A D O R , Qf i TU Ñ O , FLO R ES.
Lope de V ega nos presenta al C om endador en esta escena como un
m ujeriego, una especie de T enorio sin pasión, que sólo desea quitarle la
honra a las cam pesinas de F u en te O vejuna por odio de clase, para hum i­
llar a los villanos. F lo re s aparece com o su alcahuete, el que le tra e nuevas
de tedas las m u jeres que corteja el C om ;ndador, unas fáciles y otras
difíciles y algunas casi imposibles, com o L aurencia, la que tiene un
concepto m ás firm e del honor y lo defiende con m ayor tesón.
E l C om endador se expresa sobre los am ores fáciles a sí:
“A las fáciles m ujeres
Q uiero bien y pago mal.
■Si éstas supiesen! O h F lo res !
E stim arse en lo que v a le n ...
Y m ás a d e la n te :
“Y
Al
Es
lo
el camino de olvidar
hom bre m ás obligado,
haber poco costado
que pudo desear."
Despótico, m ujeriego, vanidoso y b ravucón: tal es el Com endador
F em an d o Gómez, dueño y señor de F uente O vejuna, un c aracterística
tipo de noble m edieval que los reyes utilizaron en sus luchas c o n tra los
m oros, pero que re su lta un personaje m olesto, díscolo, como esos señores
feudales que retardaban la unificación del reino. E l rey se aprovecha de
ellos en sus g u e rra s por la unidad nacional y a su vez, aprovecha el
descontento de los cam pesinos c o n tr a . los señores feudales para aniquilar
el poder de éstos. D e ahí qué la fig u ra del rey aparezca en las com e­
dias de Lope de V ega como la fig u ra principal, dispensadora de justicia
y de honores.
E S C E N A II I . — A C T O I I I
L aurencia (d e sm e le n a d a ). —■ Dichos
L A U R E N C IA
D ejadm e en tra r, que bien puedo,
E n consejo de los hom bres;
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
Q ue bien puede una m ujer,
Si no á d ar voto, á d ar voces.
¿Conoceism e ?
ESTEBA N
¿N o es mi h ija ? ,
J U A N R O JO
¿N o conoces
a L aurencia ?
L A U R E N C IA
V engo tal,
Q ue m i diferencia os pone
E n contingencia quien soy.
ESTEBA N
¡H ija m ía!
L A U R E N C IA
N o m e nom bres
T u hija.
ESTEBA N
¿ P o r qué, mis ojos?
¿ P o r qué?
L A U R E N C IA
P o r m uchas razones,
Y sean las principales,
P orque dejas que me roben
T iran o s sin que me vengues
T raid o res sin que me cobres.
A ún no era yo de F rondoso,
P a ra que mej digas que tome
Como m arid o venganza;
Q ue aquí por tu cuenta corre;
Q ue en tan to que de las bodas
N o haya llegado la noche
Del padre y no del m arido,
L a obligación presupone;
Q ue en tanto no me entregan
357
358
PEREDA VAEDES —
l'U S C O S A N S O N E
U n a jo y a aunque la compre,
N o han de co rrer por m i cuenta
L as g uardas ni los ladrones.
Llevóm e de vuestros ojos
A su casa F ern á n G óm ez:
L a oveja al lobo dejasteis,
Com o cobardes pastores.
¿Q ué dagas no vi en mi pecho?
¡ Q ué desatónos enorm es,
Q ué palabras, qué am enazas,
Y qué delitos atroces,
P o r re n d ir mi castidad
A sus apetitos to rp e s !
M is cabellos ¿no lo dicen?
L as señales de los golpes
¿N o se ven aquí y la sangre?
¿V osotros sois hom bres nobles?
¿V osotros padres y deudos?
¿V osotros, que no se os rom pen
L as entrañas de dolor
D e verm e en tan to s dolores?
O vejas sois, bien lo dice
D e F u en te O vejuna el nombre.
D adm e unas arm as a mí,
Pues sois piedras, pues sois bronces,
Pues sois jaspes, pues sois t i g r e s . ..
T igres no, porque feroces
Siguen quien roba sus hijos ,
M atando los cazadores
A ntes que entren por el m ar,
Y por sus ondas se arro jen .
Liebres cobardes nacistes:
B árbaros sois, no españoles.
Gallinas, ¡vuestras m ujeres
S u frís que o tro s hom bres gocen!
Ponéeos ruecas en la c in ta :
¿ P a ra qué os ceñís estoques?
¡V ive Dios, que he de tra z a r
Q ue solo m ujeres cobren
L a h o n ra destos tiranos,
L a sangre destos traidores,
Y que os han de tira r piedras,
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C LA S IC O S Y
M O DERN O S
H ilanderas, m aricones,
A m ujerados, cobardes,
Y que m añana os adornen
N uestras tocas y basquiñas ( i )
Solim anes (2 ) y colores!
A F rondoso, quiere ya,
sin sentencia, sin pregones,
Colgar el C om endador
De una alm ena de la t o r r e :
De todos h ará lo m ism o;
Y yo me huelgo, m edio-hom bres
Porque quede sin m ujeres
E sta villa ho n rad a y to rn e
Aquel siglo de am azonas ( 3 ) ,
E tern o espanto del orbe.
ESTEBA N
Yo, h ija, no soy de aquellos
Q ue perm iten que los nom bres
Con esos títulos viles.
Iré solo, si se pone
T odo el m undo contra mí.
J U A N R O JO
Y yo por m ás que me asom bre
L a grandeza del contrario.
R E G ID O R
M uram os todos.
B A R R IL D O
Descoge
U n lienzo al viento en un palo,
Y m ueran estos ¡normes ( 5 ) .
JU A N R O JO
¿Q ué orden pensáis tener?
M ENGO
I r a m atarle sin orden.
Ju n ta d el pueblo a una voz;
359
360
PEREDA VA LD E S —
ÍU S C O
SAN SON E
Q ue todos están conform es
E n que los tiranos m ueran.
ESTEBA N
T om ad espadas, lanzones,
Ballestas, chuzos y palos.
M ENGO
f
¡Eos reyes nuestros señores
v iv a n !
TODOS
¡V ivan m uchos años!
M ENGO
¡M ueran tiran o s traid o res!.
TODOS
;
¡T raid o res tiran o s m ueran!
( Vanse todos los hombres >)
L A U R E N C IA
C am inad; que el cielo os oye.
¡A h m ujeres de la villa!
A cudid por que se cobre
V uestro honor, acudid todas!
COMENTARIO
E scena I I I del acto I I I . — P e rso n a je s: L A U R E N C IA . Dichos.
E n tra L aurencia — h ija de E steban, A lcalde — desm elenada, con
las ropas deshechas. E l padre no la reconoce, tan cam biada está.
“V engo tal,
que mi diferencia os pone
E n contingencia quien soy.”
L aurencia, en un largo discurso, increpa a su padre y a los vecinos
de F u en te O vejuna al ser débiles y cobardes en la defensa del h o nor de
sus m ujeres. L os com para con ovejas. Los llam a hilanderas, m aricones,
m edio-hom bres. E l discurso es fogoso y entusiasta. L aurencia aparece
en esta escena como el tip o de un caudillo, que en el caso de que los
hom bres no reaccionen, apelará a las m ujeres y recuerda a las A m azo ­
nas “eterno espanto del O rbe” .
G U IA
DÉ L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O D ERN O S
361
A l g rito d e : “ ¡ M ueran tiranos tra id o r e s !” el pueblo se am otina, en­
cendido por el arreb ato de L aurencia y resuelve hacerse justicia por propia
m ano.
E n otros d ra m a s: “ P eribáñez” , “E l m ejo r A lcalde el R ey”, L ope deV ega nos p resenta la reparación del ho n o r por medios individuales. E n
esta obra el procedim iento es distinto.. A quí aparecen las m asas cam pesi­
nas sublevadas c ontra los tiranos. U n personaje colectivo, cuyo nom bre
com ún es "F uente O vejuna” el que acude clam ando por la justicia po­
pular de los pueblos oprimidos.
E S C E N A V. — A C T O I I I
E l C om endador, F lores, O rtuño, Cím branos, F rondoso
con las m anos atadas
COM ENDADOR
D e ese cordel que de las m anos sobra,
Q uiero que le colguéis, por m ayor pena.
t
FRO N D O SO
¡Q ué nom bre, g ra n Señor, tu sangre cobra!
COM ENDADOR
Colgalde luego de la p rim era alm ena
FRO N D O SO
N unca fué mi intención poner por obra
T u m uerte entonces.
( alboroto adentro)
FLO RES
G rande ruido suena.
COM EN DAD OR
¿R uido?
FLORES
Y de m an era que interrum pen
T u justicia, Señor.
ORTUÑO
L as puertas rompen.
562
PpREDA VAr.DES
—
FU SCO
SANSONE
COM ENDADOR
¡L a p uerta de mi casa y siendo casa
D e la E ncom ienda!
FLORES
E l pueblo ju n to viene.
E SC E N A V I . — ACTO III
f
J u a n R o jo, dentro. — Dichos. — Después M engo
JU A N
( Dentro )
Rom pe, derriba* hunde, quem a, abrasa.
ORTUÑO
U n popular m otin m al se detiene.
COM EN DAD OR
¡ E l pueblo contra m í ,!
FLORES
L a fu ria pasa
T an adelante, que las puertas tiene
E chadas por la tierra.
COM ENDADOR
Desatalde.
Tem pla, F rondoso, ese villano alcalde.
FLORES
Y o voy, Señor, que am or.les h a m ovido. (F a s e)
M ENGO
( Dentro )
¡V ivan F ernando e Isabel, y m ueran los traidores!
FLO RES
Señor, por Dios te pido
Que no te hallen aquí.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
565
COM ENDADOR
Si perseveran
E ste aposento es fuerte y defendido.
E llos se volverán.
FLORES
C uando se alteran
los pueblos agraviados y resuelven,
N unca sin sangre o sin vergüenza vuelven.
COM ENDADOR
E n esta puerta, así como rastrillo,
Su fu ro r de las arm as defendam os.
FRO N D O SO
(.Dentro)
¡V iva F uente O vejuna!
COM ENDADOR
¡ Q ué ca u d illo !
E stoy porque a su fu ria acom etam os.
FLORES
De la tuya, Señor, me m aravillo.
COMENTARIO
E scenas V y V I del acto I I I . — P e rso n a je^ de la eJceiia V : E L
C O M E N D A D O R , F L O R E S , O R T U Ñ O , C IM B R A N O S , F R O N D O ­
S O . — P e rso n a jes de la escena V I : J U A N R O J O ; Dicho, después
M ENGO.
E n la escena V el C om endador ordena colgar a F ro n d o so en la
prim era alm ena. Y a se siente el alboroto de las m asas sublevadas.
E n la escena V I el pueblo sublevado rom pe las puertas de la casa
de la E ncom ienda donde se encuentran el C om endador, F lo re s y sus
acom pañantes.
E S C E N A X V II
r.
— ACTO III
E steban, U n Juez, U n niño, P ascuala y Mengo, en la cárcel
in m ed iata. — Dichos
JU E Z
( De n tr o )
Decid verdad, buen viejo.
562
PJÍREDA VAU3IÍS —
l'U S C O
SAN SON E
CO M END A DO R
¡L a p u erta de mi casa y siendo casa
D e la E ncom ienda!
FLO RES
E l pueblo ju n to viene.
E S C E N A V I . — A C T O II I
r
Ju a n R ojo, dentro. — Dichos. — Después M engo
JU A N
(Dentro)
Rom pe, derriba, hunde, quem a, abrasa.
ORTUÑO
U n popular m otin m al se detiene.
COM EN DADOR
¡ El pueblo contra m í ,!
FLO RES
L a fu ria pasa
T a n adelante, que las puertas tiene
E chadas por la tierra.
COM ENDADOR
Desatalde.
Tem pla, F rondoso, ese villano alcalde.
FLO RES
Y o voy. Señor, que am or les h a m ovido. (F a s e )
M ENGO
(Dentro)
¡V ivan F ern an d o e Isabel, y m ueran los traidores!
FLORES
Señor, por Dios te pido
Q ue no te hallen aquí.
G U IA
DIÍ L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
365
COM ENDADOR
Si perseveran
E ste aposento es fuerte y defendido.
E llos se volverán.
FLORES
C uando se alteran
los pueblos agraviados y resuelven,
N unca sin sangre o sin vergüenza vuelven.
COM ENDADOR
E n esta puerta, así como rastrillo,
Su fu ro r de las arm as defendam os.
FRO N D O SO
(Dentro)
¡V iva F uente O vejuna!
COM ENDADOR
¡ Q ué ca u d illo !
E stoy porque a su fu ria acom etam os.
FLO RES
D e la tuya, Señor, me m aravillo.
COMENTARIO
E scenas V y V I del acto I I I . — Personajesi de la eJceiia V : E L
C O M E N D A D O R , F L O R E S , O R T U Ñ O , C IM B R A N O S , F R O N D O ­
S O . — P e rso n a jes de la escena V I : J U A N R O J O ; D icho, después
M ENGO.
E n la escena V el C om endador ordena colgar a F rondoso en la
prim era alm ena. Y a se siente el alboroto de las m asas sublevadas.
E n la escena V I el pueblo sublevado rom pe las puertas de la casa
de la Encom ienda donde se encuentran el C om endador, F lo re s y sus
acom pañantes.
E S C E N A X V III. — A C T O I I I
E steban, U n Juez, U n niño, P ascuala y M engo, en la cárcel
inm ediata. — Dichos
JU E Z
( D e n t r o)
Decid verdad, buen viejo.
364
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
FR O N D O SO
U n viejo, L aurencia mía,
A torm entan.
L A U R E N C IA
¡ O ué p o r f ía !
ESTEBA N
(Dentro)
D éjenm e un poco.
JU E Z
Y a os dejo.
Decid, ¿Q uién m ató a F ern an d o ?
ESTEBA N
F u en te O vejuna lo hizo.
L A U R E N C IA
T u nom bre, padre, eternizo.
FRO N D O SO
¡B ravo caso!
JU E Z
E se m uchacho
A p rieta. P erro , yo sé
Que lo sabes. Di quién fué.
¿C allas? A prieta, borracho.
N IÑ O
(Dentro)
F u e n te O vejuna, Señor.
JU E Z
¡ P o r vida del Rey, villanos,
Q ue os ahorque con m is m anos!
!¿Q uién m ató al C om endador?
FR O N D O SO
¡Q ue á un niño le dén torm ento,
Y niegue de aquesta s u e rte !
G U IA DÉ L E C T U R A S
DÉ A U TO RÉ S C L A S IC O S Y
M O DÉRN O S
L A U R E N C IA
¡ B ravo pu eb lo !
FRO N D O SO
B ravo y fuerte.
JU E Z
E sa m u je r al m om ento
E n ese potro tened.
D adle esa m ancuerda ( i ) luego
L A U R E N C IA
Y a está de cólera ciego.
JU E Z
Q ue os he de m atar, creed,
E n ese potro ( 2 ) , villanos.
¿Q uién m ató al C om endador?
PA SC U A LA
(Dentro)
F u ente O vejuna, Señor,
JU E Z
Dale.
FRO N D O SO
P ensam ientos vanos.
L A U R E N C IA
P ascuala niega, Frondoso.
FRO N D O SO
N iegan niños; ¿qué te espantas?
JU E Z
P arece que los encantas.
'Aprieta.
PA SCU A LA
¡ A y cielo p ia d o so !
565
JU E Z
A prieta, infam e. ¿E stás sordo?
PA SCU A LA
F u en te O vejuna lo hizo.
JU E Z
T raedm e aquel m ás rollizo,
E se desnudo, ese gordo.
L A U R E N C IA
¡P obre M engo! E l es sin duda.
FRO N D O SO
T em o que h a de confesar
M ENGO
( D e n tr o )
¡Ay, ay!
JU E Z
Com ieza á apretar.
M ENGO
¡A y!
JU E Z
¿E s m enester ayuda?
M ENGO
¡Ay, ay!
JU E Z
¿Q uién m ató, villano,
A l Señor C om endador?
M ENGO
¡ A y, yo lo diré, S e ñ o r!
JU E Z
A flo ja un poco la mano.
FRONDOSO
E l confiesa.
JU E Z
Al palo aplica
L a espalsa.
M ENGO
Q uedo; que yo
L o diré.
JU E Z
¿Q uién lo m ató?
M ENGO
Señor, F uente O vejunica.
JU E Z
¿ H ay tan g ra n bellaquería?
Del dolor se están burlando
. E n quien estaba esperando
N iega con m ayor porfía.
D ejad lo s; que estoy cansado.
FRO N D O SO
¡ O h M engo, bien te h ag a D io s !
T em o r que tuve de dos,
E l tuyo me lo ha quitado.
COMENTARIO
Escena X V I I I del acto I I I . — P e rs o n a je s : U N JU E Z , E S T E B A N ,
U N N IÑ O , P A S C U A L A y M E N G O . E scenario: una cárcel. L lega
un ju ez enviado por el R ey p a ra iniciar el sum ario p ara investigar quién
fu é el asesino del Com endador.
E l juez, empleando los procedim ientos de to rtu ra que se usaban en­
tonces para obligar a confesar a los acusados, y que aún hoy en día se
em plean en las inquisiciones policiales, interroga en prim er térm ino a
E steban, el viejo alcalde, luego a un niño, a P ascu ala y finalm ente a
M engo. T odcs contestan al unísono a la pregunta de quién m ató al Co­
m endador : ‘ F uente O vejuna, señor1’. E l m atad o r es un personaje inno­
m inado, colectivo, imposible de id e n tific a r: F uente O vejuna. E l juez,
cansado, abandona la inquisición del proceso. E n la escena final, éste
in fo rm a al rey del resultado de sus investigaciones. E l rey c o n te s ta :
368
PEREDA v a e d ES —
EUSCO
SAN SON E
“P u e s no puede averiguarse
E l suceso por escrito,
A unque fu é grave el delito,
P o r fu erza ha de perdonarse.
Y la villa es bien se quede
E n mí, pues de mí se vale,
H a sta ver si acaso sale
C om endador que la herede.”
Lope de V ega, ideólogo de la nobleza m edia ha escrito varios d ra ­
m as inspirados en la de'fensa de los intereses de las clases b a ja s: los cam ­
pesinos. P e ro en verdad, todo su teatro tiende a defender los derechos
y prerrogativas del Rey y de la Iglesia, las dos fu erzas dom inantes en­
tonces. Los reyes aprovecharon estas luchas entre los campesinos y los
nobles, sem ejantes a las “jacqueries”, verdaderas sublevaciones arm a ­
das del cam pesinado, para debilitar el poder de los señores. Lope de V e ­
ga al final de “F uente O vejuna” , como o c u rre en todos sus dram as, crea
entre los cam pesinos la ilusión que el rey los re in teg ra rá en sus derechos
y libertades. L a realidad fu é otra. E l rey, una vez elim inada -laí soberanía
de los nobles, acrecentaba m ás el poder real, som etiendo a los cam pesinos
a una m ayor opresión y a un m ás cerrado absolutism o.
E l interés m ayor que presenta este dram a p a ra nosotros es su ca­
rá cter em inentem ente popular, de m asas. Lope de V ega no escribió un
teatro de cám ara, para m uy pocos. P o r lo contrario, nadie interpretó
m ás cabalm ente el sentir p o p u la r; nadie com o él presenta una escena m ás
objetiva y realista. L a vida y las costum bres de los cam pesinos, sus fiertas y cantares, nadie las representó m ás fielm ente que L ope de V ega.
E n tre el público y L ope de V ega no existió jam ás ese abism o tan fre ­
cuente entre el a u to r y sus oyentes. P a r a L ope no tienen sentido las pa­
labras de desdén para el público con que encabeza el tom o de sus co­
m edias, su rival y enemigo R uiz de A larcón. N o obstante, Lope en su
“A rte nuevo de hacer com edias” pretende congraciarse con los eruditos
y académ icos, ajustándose a los cánones del teatro convencional, y rene­
gando de la espontaneidad caprichosa de su obra m onum ental. P e ro la
realidad de su tea tro desm iente al Lope de V ega teórico, que quiere ser
lo contrario de Lope da V ega autor. L ope de V ega fué un im provisador
genial que sacó de la vida y la realidad los elem entos esenciales de su
teatro . E s cierto que mucho le debe a la cultura, que g ra n pa rte de sus
obras se inspiran en la historia nacional, que hay m ucho de la m oda de
lo fantástico o de lo religioso en su teatro, pero nada fu é m ás contrario,
que lo m aravilloso, a su m odalidad de observador realista y objetivo de la
vida nacional de su tiempo.
Pedro Calderón de la Barca
( 1600-1681)
Nace C alderón en M adrid el 17 de E nero de 1600.
Com ienza sus estudios en el Colegio Im perial, entre jesu í­
tas, y lös term ina en la ciudad de Salam anca. Fue soldado
en F landes e Italia. Señálase su precocidad, como la de -Lo­
pe de Vega, y se dice que a los trece años escribió “ El ca­
rro del cielo” . Sin duda ya a esa edad, C alderón pensaba
en el cielo, en un cielo que él poblaría de alegorías y de fan ­
tasm as.
C oncurre con otros poetas, en los certám enes lite ra­
rios con m otivo de la beatificación de San Isidro y Lope
lo alaba en su “ L aurel de A polo” . Felipe IV lo favoreció
con el nom bram iento de poeta de corte y el hábito de S an ­
tiago. P o r deber de los caballeros del hábito de S antiago
debió to m ar p a rte en la g u e rra de C ataluña. P a ra obligar­
lo a desistir de sus propósitos Felipe IV le ordenó que no
abandonase la corte hasta term in ar su com edia (C ertam en
de am or y de celos), pero él la term inó en ocho días y sa­
lió p ara C ataluña donde hizo toda la cam paña. A los cin­
cuenta años se ordenó como sacerdote y m urió el 25 de m a­
yo de 1681 a la edad de ochenta años.
OBRAS
Autos sacramentales. ■
— Dramas religiosos. — Dramas trágicos.
Comedias de capa y espada y géneros secundarios.
BIBLIOGRAFIA
Ediciones y catálogos de las obras de Calderón. — H . B reym ui.
M ünchen und B erlín. — Ed. M enéndez y Pelayo. T e a tro selecto de Cal-
24
370
pereda
v aldEs
—
EUSCO .S A N S O N E
deron. — A . V albuena P ra t. Clásicos Castellanos. — M orel F atio. “ E l
M ágico P rodigicso”. — A. Sánchez M oguel. E l M ágico Prodigioso y sus
relaciones con el F austo. — A. Lasso de la V ega. C alderón de la Barca.
—• M . M enéndez y Pelayo. E l teatro de Calderón. — A. V albuena. "H is­
toria de la L ite ratu ra D ram ática E sp añ o la”. Colee. L abor. — C arlos Cas­
tillo. “A cerca de las fuentes de ‘‘E n la vida todo es verdad y todo t s
m entira” . -— A rtu ro F arinelü. La vita é un sogno. T orino. 1926. — A r ­
tu ro F arin e'li. “C alderón y la m úsica en A lem ania”. — J. P ereira. Cal­
derón y S h ak esp eare; en R evista de E spaña. — R icardo M onner Sans.
E l am or en la vida es sueño. Buenos A ires, 1924. — Ild efo n so P ered a
V aldés. “U na obra poco conocida de C ald eró n ; en E st. L iterarios. —
V. C otarelo y M ori, E nsayo sobre la vida y obras de C alderón de la
B arca. — A m érico C astro. A lgunas observaciones acerca del conceptZ
del honor en los siglos X V I y X V II,; en R evista de Filología. — Cal­
derón. T eatro. E d. P rom eteo (re c c m ). — Calderón. T e a tro selecto. 4
tom . Bibl. Clás. E d. P erlad o . P áez (rec o m .). — M enéndez y Pelayo.
El A lcalde de Z alam ea; en Crítica L iteraria, tom . 11
E L A L C A L D E D E Z A L A M E A (1)
E S C E N A X V I. — J O R N A D A P R IM E R A
C RESPO
¿C om o es eso, caballero?
C uando pensó mi tem or
hallaros m atando un hom bre,
os hallo. . .
IS A B E L
(Aparte)
¡V álgam e D ios!
CRESPO
¿R equebrando una m u je r?
M uy noble, sin duda, sois,
pues que ta n presto se os pasan
los enojos.
C A P IT A N
Qien nació
(1 )
C on el m ism o tí tu lo L o p e d e Vegla h a b ía
s e rv ó in é d ito . l a o b ra de C a ld e ró n fu é co n c e b id a sin
L o p e ; p e ro C a ld e ró n tu v o la h a b ilid a d d e sim p lific a r la
p ita n e s , los re d u jo a u n o , re d u jo ta m b ié n a u n a s o la
e s c rito tir. d ra m a q u e se cond u d a , s o b re el o r ig in a l d e
t r a m a : en v ez d e d o s c a ­
la s d o s d o n c e lla s v io la d a s .
G U IA
DE
LECTURAS
DE A U TU K E5
UlvA& iV-U a
x
j » wj
con obligaciones, debe
acudir a ellas, y yo
al respeto desta dam a
suspendí todo el furor.
. CRESPO
Isabel es h ija mía,
y es labradora, señor,
que no dam a.
JU A N
( Aparte)
(¡V iv e el cielo,
que todo ha sido invención
para, haber entrado a q u í!
C orrido en el alm a estoy
de que piensen que m e engañan,
y no ha de ser.) Bien, señor
C apitán, pudierais ver
con m ás segura atención,
lo que m i padre desea
hoy serviros, para no
haberlo hecho este disgusto.
CRESPO
¿Q uién os mete en eso a vos,
R apaz? ¿O ué disgusto ha habido?
Si el soldado le enojó,
¿N o había de ir tras él? Mi h ija
E stim a m ucho el favor
del haberle perdonado,
y el de su respeto yo.
C A P IT A N
C laro está que no h abrá sido
O tra causa, y ved m ejor
Lo que decís.
JU A N
Y o lo he visto
M uy bien.
V_»I
A
372
PEREDA
va ld es
—
EUSCO SAN SO N E
CRESPO
P ues ¿cómo habláis vos
Así ?
C A P IT A N
P orque estáis delante,
m ás castigo no le doy
a este rapaz.
CRESPO
Detened,
señor C apitán; que yo
puedo tra ta r a mi hijo
como quisiere, y no vos.
JU A N
Y yo su frirlo a mi padre,
más a otra persona no.
C A P IT A N
¿O ué habíais de hacer?
JU A N
P erd er
la vida por la opinión.
C A P IT A N
¿Q ué opinión tiene un villano?
JU A N
A quella m isma que vos;
que no hubiera un capitán
si no hubiera un labrador.
C A P IT A N
¡ Vive Dios, que ya es bajeza
s u frir lo !
CRESPO
V ed que yo estoy
de por medio.
( Sacan las espadas.)
GUIA I)E LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
373
REBOLLEDO
¡V ive C risto,
Chispa, que lia de haber h u rg ó n !
C H IS P A
( voceando)
¡Aquí del cuerpo de guardia!
REBOLLEDO
¡D on Lope! ( A p a rte .) O jo, avizor,
EL ALCALDE DE ZA LA M E A
Jo rn a d a p rim e ra : E n la aldea de Zalam ea hay gran revuelo por la
llegada de un escuadrón al m ando del capitán A lvaro de A taide. P e d ro
Crespo — honrado lab rad o r — recibe en su casa a don A lv aro . Crespo
tiene una hija llam ada Isabel. P a ra defenderla contra posibles tropelías
de la soldadesca, la m antiene re tirad a en sus habitaciones. D on A lvaro,
que ya le ha echado el ojo a Isabel, aprovechando com o pretexto una fin ­
gida persecución de un soldado, se introduce en las habitaciones -de aqué­
lla. O ye ru id o C respo y su hijo, y adivinando lo que sucede suben a las
habitaciones y tienen una seria disputa con don A lvaro en el m om ento
en que llega el jefe de las fuerzas, don L ope de F ig u e ro a.
U bicación del frag m e n to : E scena X V I de la prim era jo rn ad a .
P e rso n a je s: IS A B E L , h ija de P e d ro C resp o ; P E D R O C R E S P O ,
lab rad o r; JU A N , hijo de é ste; el capitán P E D R O D E A T A I D E ; R E ­
B O L L E D O , soldado; C H IS P A .
IS A B E L : E s una joven campesina, rústica, pero sincera en sus sen­
tim ientos. E s buena hija, obediente.
A L V A R O D E A T A I D E : T iene la insolencia del soldado español
del siglo X V I I . De origen noble, m ira al plebeyo como una cosa ruin
y no vacila en arrebatarle sus derechos, así sean los del h o n o r.
P E D R O C R E S P O : L ab rad o r honrado, de una solia pieza, tipo del
español apegado a su honor y al cum plim iento de las leyes. E s un re­
presentante típico de la clase baja española en el siglo X V I I . D efiende
los fueros m unicipales contra las pretcnsiones de la nobleza.
E s ta escena representa los comienzos de una lucha que h a de cuL
m inar m ás adelante. D irem os que es la chispa inicial del elem ento d ra ­
mático, pues la intensa dram aticidad está en germ en. E l capitán revela
su perfidia y su mendaz condición al disim ular — so pretexto de galan­
tería — sus verdaderas intenciones. L a lucha no es a d e sc u b ie rto ; pa­
rece que cada cada uno quisiera tra n s fe rir para m ás adelante el desenlace
dram ático. D on A lvaro cede ante la presión h onrada de Crespo, y desaho­
ga su fracaso contra Ju a n a quien trata de reprender y echa en cara su
PEREDA VAI.DES —
374
FUSCO SAN SON E
plebeyez. P ero, Crespo, lo a ta ja a tiem po diciéndole:
V
Detened,
Señor C apitán; que yo
puedo tra ta r a mi hijo
como quisiere y no vos.
A
opinión
La
entrada
su vez,
de los
escena
de don
Juan, hace valer los derechos
villanos a, la de los nobles.
term ina con un sim ulacro de
Lope de F ig u ero a.
delpueblo,equiparando
duelo, interrum pido
E S C E N A X V II. — J O R N A D A P R IM E R A
DON LO PE
¿O ué es aquesto? L a prim era
cosa que he de en contrar hoy
acabado de llegar,
¿h a de ser una cuestión?
C A P IT A N
( Aparte )
¡A qué mal tiem po don Lope
de F igueroa llegó!
CRESPO
( Aparte )
P o r Dios que se las tenía
con todos el rapagón.
DON LO PE
¿Q ué ha habido? ¿Q ué ha sucedido?
H ablad, porque, ¡vive Dios,
que a hom bres, m u jeres y casa
eche p o r un corredor!,
¿N o me basta haber subido
h asta aquí, con el dolor
d esta pierna, que los diablos
llevaran, am én, sino
no d e c irm e : “ A questo ha sido” ?
CRESPO
T odo esto es n ad a,'señ o r.
la
por la
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS V MODERNOS
DON LO PE
H ablad, decid la verdad.
C A P IT A N
P ues es que alojado estoy
en esta c a s a : un so ld ad o . . .
DON LO PE
*
Decid.
C A P IT A N
Ocasión me dió
a que sacase con él
la espada. H a sta aqui se entró
h u y en d o ; entrém e tra s él
donde estaban esas dos
la b ra d o ra s ; y su padre
y su herm ano, o lo que son,
se han disgustado de que
entrase h asta aquí.
DON' L O P E
P ues yo
a tan buen tiem po he llegado,
satisfaré a todos hoy.
¿Q uién fué el soldado, decid,
que a su capitán le dió
ocasión de que sacase
la espada?
REBOLLEDO
( Aparte )
¿A que pago yo
por todos?
IS A B E L
A queste fué
el que, huyendo, h asta aquí entró.
DON LO PE
Denle dos tra to s de cuerda.
REBOLLEDO
¿ T ra . . . qué han de darm e, señor?
375
376
PEREDA VALDES —
ÍU S C O SAN SO N E
DON L O PE ’
T r a to s de cuerda.
REBOLLEDO
Y o hom bre
de aquesos trato s no soy.
C H IS P A
( Aparte)
D esta vez me lo estropean.
C A P IT A N
( Aparte a él)
¡A h, R ebolledo!, por Dios,
que nada d ig a s : yo haré
que' te libren.
REBOLLEDO
(Aparte al capitán)
(¿C om o no
lo he de decir, pues si callo,
los brazos me pondrán hoy
atrás como mal soldado ?)
E l C apitán me m andó
que fingiese la pendencia,
p ara tener ocasión
de e n tra r aquí.
CRESPO
V ed ah o ra
si hem os tenido razón.
DON LO PE
N o tuvisteis para haber
así puesto en ocasión
de perderse este lugar.
H ola, echa un bando, tam bor,
^
.
que al cuerpo de g u ard ia vayan
los soldados cuantos son,
y que no salga .ninguno,
pena de m uerte, en todo hoy.
Y p a ra que no quedéis
G UIA Dtí LIÍC'ÍURAS DÉ AU'l'ORlSS CLASICOS Y MOD1ÍKNOS
377
con aqueste em peño vos,
y vos con este disgusto,
y satisfechos los dos,
buscad otro alo jam ien to ;,
que yo en esta casa estoy
desde hoy alojado, en tanto
que a G uadalupe no voy,
donde está el Rey.
C A P IT A N
T us preceptos
órdenes precisas son
p ara mi.
(Vanse el Capitán, los soldados y
la Chispa.)
CRESPO
E n tra o s allá dentro.
( Vanse Isabel, Inés y Juan,)
U bicación de la escena: E scena X V I I de la prim era jo rn ad a .
P ersonajes que intervienen en esta e sc en a : D O N L O P E , con hár
bito muy galán y b e n g ala ; C R E S P O ; el capitán de so ld ad o s; un tam ­
b o r. D a. IN E S , IS A B E L y J U A N , perm anecen en la escena y se van
al term in ar é sta.
,
Com o se desarrolla la e sc e n a : E n tra don Lope de F ig u ero a rabiando
contra su pierna, acosado por la g o ta . D en Lope de F igueroa es un tipo
representativo de la nobleza m ilitar española. N o adm ite que 1111 villano
puede hacerse justicia por su propia m ano y se indigna cuando contem pla
la escena que se desarrollaba a su llegada. E s un cascarrabias, pero en el
fondo noble, generoso y cede ante el carácter fé rre o y noble de Crespo,
sem ejante en eso al suyo. Pide se le relate el hecho, el capitán lo hace
sim ulando los sucesos tal como convenía a su interés, fingiendo la per­
secución del soldado (Isabel delata a Rebolledo) hasta la pieza de Isa ­
bel. D on Lope ordena se le den dos tra to s de cuerda, pero R ebolledo
viéndose castigado sin razón relata la verdad de los hechos. Interviene
D on L ope para ju stific ar la verdad de su afirm acióií, y term ina la escena
con la orden de D on Lope de buscar otro alojam iento, quedándose en
él com o huésped de C respo.
E S C E N A X V III. — JO R N A D A P R IM E R A
C RESPO
Mil gracias, señor, os doy
p or la merced que me hicisteis
378
pered a
VALDES —
rusco
sa n so n e
de excusarm e la ocasión
de perderm e.
DON LO PE
¿Cóm o habíais,
decid, de perderos vos?
CRESPO
D ando m uerte a, quién pensara
ni aun el ag rav io m e n o r. . .
DON LO PE
¿Sabéis, ¡vive Dios!, que es
C apitán ?
CRESPO
¡Si, vive D io s!;
y aunque fuera general,
en tocando a mi opinión,
le m atara.
DON LOPE
A quien tocara,
ni aún al soldado m enor,
sólo un pelo de la ropa,
¡vive los cielos!, que yo
le ahorcara.
CRESPO
A quien se atreviera
a un átom o de mi honor,
¡ viven los cielos tam b ién ,!
que tam bién le ah orcara yo.
DON LO PE
¿Sabéis que estáis obligado
a su fir, por ser quien sois,
estas cargas?
CRESPO
Con mi hacienda
pero con mi fam a no.
A l Rey la hacienda y la vida
se ha de d a r ; pero el honor
es patrim onio del alm a,
y el alm a sólo es de Dios.
G UIA
de
lectura s
de
autores
c l a s ic o s
y
MODERNOS
379
DON LO PE
¡ Vive C risto, que parece
qvie váis teniendo ra z ó n !
CRESPO
Si, ¡vive C risto!, porque
siem pre la he tenido yo.
DON LO PE
Yo vengo cansado*, y esta
pierna, que el diablo me d'ó,
ha m enester descansar.
CRESPO
Pues ¿quien os dice que no?
A hí m e dió el diablo una cama,
y servirá p ara vos.
DON LO PE
¿Y dióla hecha el diablo?
CRESPO
Sí.
DON LO PE
Pues a deshacerla voy,
que estoy, ¡ voto a D io s,! cansado.
CRESPO
Pues descansad, ¡voto a D ios!
DON LO PE
( Aparte )
T estaru d o es el v illa n o ;
y tan bien ju r a como yo.
CRESPO
( Aparte )
C aprichudo es el don L ope:
no harem os m igas los dos.
U bicación de la escena: E scena X V I I I de la p rim era jo rn ad a .
P e rso n a je s: C R E S P O y D O N L O P E D esarrollo de la e sc e n a : E sta escena no tiene a cc ió n . E s un sim­
ple diálogo entre Don Lope y C respo. Los dos discuten, am bos dem ues- tran su carácter firm e y te n a z : “testarudo es el villano", “caprichudo es
el D on Lope” . Llegan a una m utua sim patía porque ninguno se doblega,
580
PJiRlCDA VALDUS —
FUSCO SANSON1S
cada cual expone su punto de vista personal sobre el honor y la vida.
E l acuerdo se verifica porque están frente a fren te dos fuerzas de igual
v alor tem peram ental,- si hubiera uno m ás débil prevalecería una sobre
otro, pero la testarudez del uno y el capricho del otro hace que el enten­
dim iento se opere. E l noble y el villano no se defirencian porque la no­
bleza los iguala, no la nobleza de sangre, sino la de alm a. A m bos reac­
cionan igual ante la injusticia, pero el uno defiende el principio del Rey,
la fo rm a legal y el otro, Crespo, el sentido del honor a la m anera calde­
roniana, elevado a la categoría de fueros que están por encim a de] Rey
m ismo tocante a ese punto en que la quisquillcsidad del español de! si­
glo X V II es m áxim a, as! Crespo dice:
“Con mi h a cien d a;
pero con mi fam a no.
A l Rey la hacienda y la vida
se ha de d a r ; pero el honor
es patrim onio del alma,
y el alm a solo es de D ios” .
D on Lope inbuído de sus ideas de rancia nobleza cree que el villa­
no debe soportar, como cargas propias y por su condición b aja, las ofen­
sas al h o n o r; pero, el villano, que en lo tocante at honor tiene ideas bien
precisas, le contesta en fo rm a que define la actitud que deberá asum ir
m ás adelante, cuando los hechos lo obliguen a hacerse justicia, aún en
ausencia del rey.
E sta escena, y la escena de la segunda jornada son las dos m ejores
de toda la o b ra : por la concisión, la viveza del diálogo y la fina estili­
zación de los dos personajes.
Jo rn a d a segunda: D on Lope y Crespo vuelven a d isc u tir. Crespo
devuelve descortesía por descortesía, y cortesía por cortesía. Cuando de
buen talante, D on L ope le habla con respeto, C respo se hum illa y es cor­
tés! y obsequioso, pero cuando aquél se m uestra o fensor y altivo, él m onta
en altivez y o rg u llo . A l fin llegan a quererse, y Don Lope, que ha sim ­
patizado tam bién con el hijo de Crespo, Juan, lo lleva a la g u e rra . A n ­
tes de p a rtir, C respo adoctrina a su hijo con los sensatos consejos que
fo rm an el contenido de la escena X X I, tran scrip ta y com entada m ás ade­
lante. E n tre tanto, el capitán D on A lvaro c o rte ja con resultado negativo
a Is a b e l; le envía recados, presentes, pero lo fortaleza de su honor es
tan inconmovible como la firm eza de propósitos de su p ad re. D on A l­
varo, con el fin de conquistar definitivam ente a Isabel, concierta una se­
renata a su ventana, acom pañado de soldados y Rebolledo, este últim o
canta acom pañado con g u ita rra, lo m ism o hace C hispa. Sale D on Lope
y Crespo a hacer que se retiren los soldados, riñen en la oscuridad y al
fin se reconocen. D on Lope ordena a D on A lvaro que se retire de Z a­
lam ea con toda la tro p a. E l, tam bién, pa rte y se lleva a Ju a n Crespo
consigo. D on A lv aro aprovechando la ausencia de D on Lope y de Ju a n
Crespo, viene de- noche y rapta a Isabel, y así term ina la segunda jornada.
G UIA DB LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
E S C E N A V. — JO R N A D A
SEG U N D A
CRESPO
(Dentro)
E n este paso, que está
m ás fresco, poned la mesa
al señor don Lope. A quí
os sabrá m ejo r la cena,
que al fin los días de A gosto
no tienen m ás recom pensa
que sus noches.
DON LOPE
Apacible
e stancia en e x tr e m o es ésta.
CRESPO
U n pedazo es de jard ín ,
en que mi h ija se divierta.
S entaos; que el viento' suave
que en las blandas hojas suena
destas p arras y estas copas,
mil cláusulas lisonjeras
hace al compás desta fuente,
cítara de plata y perlas,
porque son en trastes de oro
las g u ijas tem pladas cuerdas.
P erdonad si de instrum entos
solo la m úsica suena,
sin cantores que os deleiten,
sin voces que os entretengan.
Que como m úsicos son
los p ájaro s que gorjean,
no quieren can tar de noche,
ni yo puedo hacerles fuerza.
Sentaos, pues, y divertid
esa continua dolencia.
DON LOPE
N o p o d ré; que es im posible
que divertim iento tenga.
¡V álgam e D ios!
581
382
PEREDA VAT.DES —
FUSCO S A N S O N «
CRESPO
V alga, amén.
DON LOPE
Los cielos me den paciencia.
Sentaos, Crespo.
CRESPO
Yo estoy bien.
DON LO PE
t
Sentaos.
CRESPO
Pues me dais licencia,
digo, señor, que obedezco,
aunque excusarlo pudierais.
( Siéntase )
DON LO PE
¿N o sabéis que he reparado?
Q ue ayer la cólera vuestra
os debió de en ajen ar
de vos.
CRESPO
N unca me enajena
a mí de mí nada.
DON LO PE
Pues
¿cómo ayer, sin que os d ijera
que os sentarais, os sentasteis,
y aun en la silla prim era?
CRESPO
P orque no me lo dijisteis;
y hoy, que lo decís, quisiera
no hacerlo; la cortesía,
tenerla con quien la tenga.
DON LO PE
A yer todo erais reniegos,
porvidas, votos y p esias;
y hoy estáis m ás apacible,
con m ás gusto y m ás prudencia.
GUIA DE LECTURAS, DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
CRESPO
Yo, señor, respondo siem pre
en el tono y en la letra
que me h a b la n . A yer vos
así hablabais, y era fuerza
que fueran de un m ism o tono
la pregunta y la respuesta.
Dem ás de que yo he tom ado
por política discreta
ju r a r con aquel que ju ra,
rezar con aquel que reza.
A todo hago co m p añ ía;
y es aquesto de m anera,
que en toda la noche pude
dorm ir, en la pierna vuestra
pensando, y am anecí
con dolor en am bas piernas;
que por no e rra r la que os duele,
. si es la izquierda o la derecha,
me dolieron a mí entram bas.
Decidme, por vida vuestra
cuál es, y sépalo yo,
porque una sola me duela.
DO N LO PE
¿N o tengo m ucha razón
de quejarm e, si ha ya trein ta
años que asistiendo en F landes
al servicio de la guerra,
el invierno con la escarcha,
y el verano con la fuerza
del sol, nunca descansé,
y no he sabido qué sea
estar sin dolor una h o ra ?
CRESPO
¡ Dios, señor, os dé p aciencia!
DON LO PE
¿ P a ra qué la quiero yo?
CRESPO
N o os la dé.
383
384
PEREDA VAT.DÉS —
EUSCO S A N S 0 N 8
DON LO PE
N unca acá venga,
sino que dos mil dem onios
carguen conm igo y con ella.
CRESPO
A m én, y si no lo hacen,
es por no hacer cosa buena.
DON LO PE
¡Jesús mil veces, Jesús!
CRESPO
Con vos y conm igo sea.
DON LO PE
¡ Vive Cristo, que m e m u e ro !
CRESPO
¡V ive C risto, que me pesa!
U bicación ele la escena: Escena V de la segunda jo rn a d a . Sala baja
de la casa de Crespo con vistas y salida a un ja rd ín . V entana a un lado.
P e rso n a je s: P E D R O C R E S P O y D O N L O P E D E E IG U E R O A .
D e sa rro llo : E s un diálogo que com plem enta en cuanto a la fo rm a­
ción de la psicología de C respo — que se revela poco a poco — el diá­
logo de la escena X V I II, de la prim era jo rn ad a . Crespo es C ortés con
quien dem uéstrale cortesía y es altivo con quien altiveces dem uestra.
C arácter fuerte, duro, tallado en cristal de roca, se revela en esta como
en la ya citada escena. Sintetiza su proceder constante en estos v e rso s:
“Yo, señor, respondo siem pre
e r f el tono y en la letra
que me h a b la n : ayer vos
asi hablabais, y era fuerza
que fueran de un mismo tono
la pregunta y la re sp u e sta ;
dem ás de que yo he tom ado
por política discreta
ju r a r cen aquel que ju ra,
re za r con aquel que reza” .
G UIA DB LECTURAS DB AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
E S C E N A X X I. — JO R N A D A S E G U N D A
C RESPO
E n tan to que se acom oda
el señor don Lope, hijo,
ante tu prim a y tu herm ana
escucha lo que te d ig o :
P o r la gracia de Dios, Ju an ,
eres de linaje limpio
m ás que el sol, pero villano;
lo uno y lo otro te digo,
aquello, porque no hum illes
tanto tu orgullo y tu brío,
que dejes, desconfiado,
de asp irar con cuerdo arbitrio
a ser m ás; lo otro, porque
no vengas, desvanecido,
a ser m e n o s: igualm ente
usa de entram bos designios
hum ilde, con recto juicio
acordaras lo m e jo r;
y com o tal, en olvido
pondrás cosas que suceden
al revés en los altivos.
¡ C uantos, teniendo en el m undo
algún defecto consigo,
le han borx-ado por hum ildes!
¡Y a cuantos, que no han tenido
defecto, se le han hallado,
por estar ellos m al vistos!
Se cortés sobrem anera,
se liberal y e sp a rcid o :
que el som brero y el dinero
son los que hacen los am igos;
y 110 vale tan to el oro
que el sol engendra en el indio
suelo y que conduce el m ar,
como ser uno bienquisto.
N o hables m al de las m u jere s:
la m as hum ilde,te digo
que es digna de estim ación,
25
385
porque al fin, dellas nacimos,
m uchos que a re ñ ir enseñan,
mil veces entre mí d ig o :
“A questa escuela no es
la que ha de ser, pues colijo
que no ha de enseñarse a un hom bre
con destreza, gala y brío
a reñir, sino a por qué
ha de re ñ ir; que yo afirm o
que si hubiera un m aestro solo
que enseñara prevenido,
no el como, el por que se riña,
todos le dieran sus h ijo s” .
Con esto, y con el dinero
que llevas para el camino,
y p ara hacer, en llegando
de asiento, un par de vestidos,
el am paro de don Lope
y mi bendición, yo fío
en Dios que tengo de verte
en otro puesto. Adiós, h ijo ;
que me enternezco en hablarte.
JUAN
H o y tus razones im prim o
en el corazón, adonde
vivirán, m ientras yo vivo.
D am e tu m ano, y tú, herm ana,
los brazos; que ya ha partido
don Lope, mi señor, y es
fu erza alcanzarle.
ISABEL
Los míos
bien quisieran detenerte.
JUAN
P rim a, adiós.
INES
N ad a te digo
con la voz, porque los ojos
G U IA
DE L E C T U R A S
DÉ A U TO RE S C L A S IC O S
y
M O DERN O S
387
h u rtan a la voz su oficio.
Adiós.
CRESPO
E a, vete p resto ;
que cada vez que te m iro,
siento m ás el que te vayas;
y haz por ser lo que te dicho.
JU A N
E l Cielo con todos quede.
CRESPO
El Cielo vaya contigo. (V ase Ju a n .)
U bicación de la escena: E scena X X I de la segunda jo rn ad a.
P e rso n a je s: C R E S P O , J U A N , IS A B E L , I N E S .
D e sa rro llo : L a escena es una alocución que dirige P e d ro Crespo a
su h ijo antes de p a rtir aconsejándole sobre su proceder en el futuro.
N c s recuerdan estos consejos a los que dirige Polonio a su hijo
L aertes antes de p a rtir ( “H am let” , acto I, escena I I I ) . H a y algunas coin­
cidencias. A lgunos consejos son parecidos: “G uárdate de e star en pen­
dencias’’, le dice Polonio' a L a e rte s; ‘‘no diñas por c ualquier cosa” , dice
Crespo a su h ijo ; Polonio aconseja a L aertes delante de O felia, su h e r­
m ana ; C respo lo hace antes Is a b e l; term ina P olonio bendiciendo a su
hij o ; lo propio hace C re sp o .
Los. consejes de Crespo son el trasu n to de su carácter y de sus
principios que quiere inculcar en J u a n : la altivez necesaria cuando se
tra ta de hum illar, la c ordura y la hum ildad y la cortesía como corres­
pondencia a la urbanidad ajena, etc.
E S C E N A V III. — JO R N A D A T E R C E R A
CRESPO
Y a que yo, com o justicia,
me valí de su respeto
p ara obligaros a oírm e,
la v ara a esta p arte dejo,
y como un hom bre no m ás
deciros mis penas quiero.
( Arrima la vara )
Y puesto que estam os solos,
señor don A lvaro, hablem os
388
PEREDA VALDÉS —
EUSCO
SAN SON É
m ás claram ente los dos,
sin que tantos sentim ientos
como han estado encerrados
en las cárceles del pecho
acierten a qu eb ran tar
las prisiones del silencio.
Y o soy un hom bre de bien,
que, a escoger mi nacim iento,
no d e ja ra (es D ios testigo)
un escrúpulo, un defecto
en mí, que suplir pudiera
la am bición de mi deseo.
Siem pre acá entre m is iguales
me he trata d o con re s p e to :
de mi hacen estim ación
el cabildo y el concejo.
T engo m uy b astante hacienda,
porque no hay, gracias al cielo,
otro labrador m ás rico
en todos aquestos pueblos
de la com arca. M i h ija
se lia criado, a lo que pienso,
con la m ejo r opinión,
v irtud y recogim iento
del m u n d o : tal m adre tu v o :
¡téngala Dios en el cielo!
Bien pienso que bastará,
señor, para abono desto,
el ser rico, y no haber quien
me m u rm u re; ser m odesto,
y no haber quien me b ald o n e ;
y m ayorm ente, viviendo
en un lugar corto, donde
o tra falta no tenem os
m ás que saber unos de otros
las faltas y los defectos,
y ¡plugiera a Dios, señor,
que se quedara en sab e rlo s!
Si es m uy herm osa mi h ija,
díganlo vuestros e x t r e m o s ...,
aunque pudiera, al decirk>,
con m ayores sentim ientos
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
llorarlo, porque esto fué
mi desdicha. N o apurem os
toda la ponzoña al v a s o ;
quédese algo al sufrim iento.
N o hem os de dejar, señor ,
salirse con todo al tiem po;
algo hem os de hacer nosotros
p a ra encubrir sus defectos.
Este, ya veis si es bien grande,
pues aunque encubrirle quiero,
no p u e d o ; que sabe Dios
^
que a poder estar secreto
y sepultado en m í mismo,
no viniera a lo que vengo;
que to d o esto rem itiera,
por no hablar, al sufrim iento.
Deseando, pues, rem ediar
agravio tan m anifiesto,
buscar rem edio a mi afren ta,
es venganza, no es re m e d io ;
y vagando de uno en otro,
uno solam ente advierto,
que a mí m e está bien, y a vos,
no m a l; y es, que desde luego
os tom éis toda mi hacienda,
sin que p ara mi sustento
ni el de mi hijo, (a quien yo
traeré a echar a los pies v u estro s),
reserve un m aravedí,
sino quedarnos pidiendo
limosna, cuando no haya
otro camino, o tro medio
con que poder sustentarnos.
Y si quréis desde luego
poner una S y un clavo
hoy a los dos y vendernos,
será aquesta cantidad
m ás del dote que os ofrezco.
R estaurad una opinión
que habéis quitado. N o creo
que desluzcáis vuestro honor,
porque los m erecim ientos
389
390
PEREDA V A LD E S —
FU SCO
SAN SON E
que vuestros hijos, señor,
perdieren por ser m is nietos,
g an arán con m ás ventaja,
señor, por ser lujos vuestros.
E n Castilla, el re frá n dice
que el caballo (y es lo cierto)
lleva la silla. M irad (D e rodillas.')
que a vuestros pies os lo ruego
de rodillas, y llorando
sobre estas canas, que el pecho,
viendo nieve y agua, piensa
que se me están derritiendo.
¿Q ué os pido? U n honor os pido,
Q ue me quitastéis vos m esm o;
y con ser mío, parece, '
según os lo estoy pidiendo
con hum ildad, que no es mío
lo que os pido, sino vuestro.
M irad que puedo tom arle
p o r mis m anos, y no quiero,
sino que vos me le deis.
C A P IT A N
Y a me falta el sufrim iento.
V iejo, cansado y prolijo,
agradeced que no os doy
la m uerte a m is m anos hoy,
por vos y por vuestro h ijo ;
porque quiero que debáis
no an d a r con vos m ás cruel,
a la beldad de Isabel.
Si vengar solicitáis
p or arm as v u estra opinión,
poco tengo que tem er;
si por ju sticia ha de ser,
no tenéis jurisdicción.
CRESPO
¿Qué, en fin, no os m ueve mi llanto?
C A P IT A N
L lanto no se ha de creer
de viejo, niño y m ujer.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
CRESPO
¡Q ué no pueda dolor tanto
m ereceros un co n su elo !
C A P IT A N
¿Q ué m ás consuelo queréis,
pues con la vida volvéis?
CRESPO
M irad que echado en el suelo,
mi honor a voces os pido.
C A P IT A N
¡Q ué enfado!
CRESPO
M irad que soy
alcalde en Zalam ea hoy.
C A P IT A N
Sobre mi no habéis tenido
jurisdicción: el consejo
de g u erra enviará por mí.
CRESPO
¿E n eso os resolvéis?
C A P IT A N
Sí,
caduco y cansado viejo.
CRESPO
¿N o hay rem edio?
C A P IT A N
Si, el callar
es el m ejo r para vos.
CRESPO
¿N o hay o tro?
C A P IT A N
No.
391
392
PEREDA V A LD E S —
FU SCO
SAN SON E
CRESPO
P ues ju ro a Dios
que me lo habéis de pagar.
( Levántase y toma la
vara.)
Ubicación de la escena: E scena V I I I de la jo rn ad a
tercera.
P e rso n a je s: C R E S P O y el C apitán.
D e sa rro llo : Crespo deja ncblem ente la v a ra de justicia para hablarle
al C apitán de hom bre a hom bre. Le ruega de rodillas que se case con
la hija para rep arar el deshonor de la doncella. L e ofrece su hacienda,
renuncia a todos sus bienes, y de rcdillas le suplica acepte el casam iento
ccm o única solución posib'e. E s intensam ente dram ática esta escena —
dentro de la línea de sencillez en que está concebida — en la que el pa­
dre se hum illa ante el ofensor de su honor para obtener la reparación del
m ism o. U n hom bre canoso, lleno de honor ‘aunque villano, querido y
respetado en varias leguas a la redonda, se arrodilla ante el Capitán que
ha violado a
su h ija para suplicarle una
solución que ev itará m ayores
m ales conociendo la firm eza de su decisión. D o n A lv aro no solamente
no accede, sino que se ríe de las pretensiones de Crespo a quien llam a
“caduco y cansado viejo” .
T erm in a la escena con estas palabras de C resp o : “P ues ju ro a Dios,
que me la habéis de pagar ’, el cual levántase y tom a la vara de alcalde.
ESCENA X V. —
JO R N A D A T E R C E R A
DON LO PE
(Dentro)
P ara , para.
CRESPO
¿Q ué es aquesto? ¿Q uién, quién hoy
se apea en mi casa así ?
P ero ¿quién se ha en trad o aquí?
( Salen D o n L o p e y sol dados. )
DON LO PE
¡O h, P edro Crespo! Y o soy,
que volviendo a este lugar
de la m itad del cam ino
(donde m e tra e im agino,
un grandísim o p esa r),
no era bien ir a apearm e
a o tra parte, siendo vostan mi am igo.
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
CRESPO
Guádeos D ios;
que siem pre tratá is de honrarm e.
DON LO PE
V uestro h ijo no ha parecido
por allá.
CRESPO
P resto sabréis
la o ca sió n ; la que tenéis
señor, de baberos venido,
me haced m erced de contar,
que venís m ortal, señor.
DON LO PE
L a desvergüenza es m ayor
que se puede im aginar.
E s el m ayor desatino
que hom bre ninguno intentó.
U n soldado me alcanzó
y me dijo en el cam ino. . .
— Que estoy perdido, os confieso,
de cólera.
CRESPO
P roseguí.
DON LO PE
Q ue un alcaldillo d e aquí
al C apitán tiene preso —
Y , ¡ vive D io s !, no he sentido
en toda aquesta jo rn a d a
esta pierna excom ulgada,
sino es hoy, que m e h a im pedido
el haber antes llegado
donde el castigo le dé.
¡V ive Jesucristo, que
al grande desvergonzado
a palos le he de m atar!
CRESPO
P ues habéis venido en balde,
393
594
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SON E
porque pienso que el alcalde
no se los d e ja rá dar.
DON LO PE
Pues dárselos, sin que deje
dárselos.
C RESPO
M alo lo
ni que haya en
quien tan mal
¿Sabéis porque
veo;
el m undo creo
os aconseje.
le prendió?
DON LO PE
N o ; m as sea lo que fuere,
justicia la p arte espere
de mí, que tam bién sé yo
degollar si es necesario.
CRESPO
V os no debéis de alcanzar,
señor, lo que en un lugar
es un alcalde ordinario.
DON LO PE
¿S erá más que un villanote?
CRESPO
U n villanote será,
que si cabezudo dá
en que ha de darle g arrote,
por Dios, se salga con ello.
DON LO PE
N o se saldrá tal, por D ios;
y si por ventura vos,
si sale o no, queréis vello,
decid donde vive o no.
CRESPO
Bien cerca vive de aquí.
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
DON LO PE
P ues a decirm e vení
quién es el alcade.
CRESPO
Yo.
DON LO PE
¡V ive Dios, que si s o s p e c h o !...
CRESPO
¡V ive Dios, como os lo he dicho!
DON LO PE
P ues, Crespo, lo dicho dicho.
CRESPO _
Pues, señor, lo hecho, hecho.
DON LO PE
Y o por el preso he venido,
y a castigar este exceso.
CRESPO
P ues yo acá le tengo preso
por lo que acá h a sucedido.
DON LO PE
¿V os sabéis que a servir pasa
al Rey, y soy su juez yo?
CRESPO
¿V os sabéis que m e robó
a mi h ija de m i casa?
DON LO PE
¿V os sabéis que mi valor
dueño de esta causa ha sido?
CRESPO
¿V os sabéis cóm o atrevido
robó en un m onte mi honor?
396
PEREDA V A LD E S —
FU SCO
SAN SO N E
DON LO PE
¿V os sabéis cuánto os prefiere
el cargo que he gobernado?
CRESPO
¿V os sabéis que le he rogado
con la paz y no la quiere?
DON LO PE
Q ue os entráis, es bien se arguy
en otra jurisdicción.
CRESPO
E l se entró en mi opinión,
sin ser jurisdicción suya.
DON LO PE
Y o sabré satisfacer,
obligándom e a la paga.
CRESPO
Jam ás pedí a nadie que haga
lo que yo me puedo hacer.
DON LO PE
Yo me he de llevar el preso.
Y a estoy en ello empeñado.
CRESPO
Yo por acá he sustanciado
el proceso.
DON LO PE
j.Q ué es proceso?
C RESPO
U nos pliegos de papel
que voy ju n tan d o , en razón
d e hacer k averiguación
de la causa.
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U TO R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
397
D O N LO PE :
Iré por él
a la cárcel.
CRESPO
N o em barazo
que v a is : sólo se repare,
que hay orden que al que llegare
le den un arcabuzazo.
DON LO PE
Como esas balas estoy
enseñado yo a esperar. . .
(M as no se ha de av e n tu rar
nada en esta acción de hoy.)
H ola, soldado, id volando,
y a todas las com pañías
que alojadas estos días
han estado y van m archando,
decid que bien ordenadas
lleguen aquí en escuadrones,
con balas en los cañones
y con las cuerdas caladas.
UN
f
SO LD A D O
N o fué m enester llam ar
la gente; que habiendo oído
aquesto que ha sucedido,
se han entrado en el lu g ar.
DON LO PE
Pues, ¡vive D ios!, que he de ver
si me dan el preso o no.
C RESPO
Pues, ¡ vive D io s !, que antes yo
haré lo que se ha de hacer. ( Vcinse).
U bicación de la escena: E scena X V , jo rn a d a tercera.
P e rso n a jes: D O N L O P E , Soldados y C R E S P O .
D e sa rro llo : D e nuevo se ponen frente z. fren te la testarudez de D on
598
pered a
v a i ,d e s
—
ru sco
sa n so n e
Lope y el tesón de C respo. D iálogo violento, fuerte, en el cual nadie
cede y cada uno defiende sus fu r o s : D on Lope, el del r e y ; Crespo, el de
su honor. Don Lope ignorando quién es el alcalde se expresa despecti­
vam ente y se indigna al saber que éste ha obrado sin su consentimiento,
en lo que cree de su jurisdicción, dice D on L ope:
‘‘Q ue es entráis, es bien que arguya,
en o tra jurisdicción” .
— Crespo
“E l se me entró en mi opinión
sin ser jurisdicción suya” .
E sta escena es una de las m ejores del d ram a.
Jo m a d a tercera. — A bandonada Isabel por el capitán A lvaro de
A taide, Crespo, que ha sido nom brado alcalde, prende al capitán y en
vaho le suplica repare con el m atrim onio el deshonor. D on Lope de F igueroa, sabiendo que uno de sus capitanes había sido preso, vuelve a Z a­
lam ea y se hospeda, nuevam ente, en la casa de Crespo ignorante de que
éste ha sido quien prendió a D on A lv aro .
Crespo casa forzadam ente al capitán con su h ija y le ahorca. Con la
ejecución coincide la llegada de Felipe I I a Zalam ea. L a figura de F e ­
lipe I I aparece brevem ente, pero es digna y augusta en su sencillez. A l
saber que el alcalde prendió a uno de sus soldados le pide el prisionero
y el alcalde le m uestra el cadáver. E xplica el caso al rey y éste lo nom ­
b ra alcalde perpetuo de Zalam ea.
L A V ID A B S SU B Ñ O
J O R N A D A P R IM E R A
A un lado un m onte fragoso y al otro una to rre cuya
planta b aja sirve de presión a Segism undo. L a puerta, que da
frente al espectador, está en treab ierta. L a acción principal
al anochecer.
E S C E N A P R IM E R A
R osaura, C larín
(Rosaura vestida de hombre aparece en lo alto de las
peñas, y baja a lo llano; tras ella viene Clarín) .
ROSAURA
H ip ó g rifo ( i ) violento
Que corriste p arejas con el viento,
G U IA
DE L E C T U R A S
DÉ A U TO R E S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
399
¿D ónde rayo sin llama,
P á ja ro sin m atiz, pez sin escama,
Y bruto sin instinto
N atu ral, al confuso laberinto
D estas desnudas peñas
Te desbocas, a rra stra s y despeñas?
Q uédate en este m onte,
D onde tengan los brutos su E aeto n te; (2 )
Que yo, sin m ás camino
Q ue el que m e dan las leyes del destino,
Ciega y desesperada
B ajaré la aspereza enm arañada
D este m onte em inente,
Que arru g a al sol el ceño de su |j¡ente.
Mal, Polonia, (3 ) recibes
A un ex tra n je ro , pues con sangre escribes
Su en trad a en tus arenas,
Y apenas llega, cuando llega a p e n a s:
Bien mi suerte lo dice ;
¿M as dónde bailó piedad un infelice? (4 )
CLARIN
Di dos, y n o me dejes
E n la posada a mí cuando te quejes;
Q ue si dos hem os sido
Los que de nu estra p atria hem os salido
A p ro b ar aventuras,
Dos los que entre desdichas y locuras
Aquí hemos llegado
Y dos los que del m onte hemos rodado,
¿N o es razón que yo1sienta
M eterm e en el pesar, y no en la cuenta?
ROSAURA
N o te quiero d ar parte
E n mis quejas, C larín, por no quitarte
L lorando tu desvelo,
E l derecho que tienes tu al consuelo
Q ue tanto gusto había
E n quejarse, un filósofo decía,
Que, a trueco de quejarse,
H abían las desdichas de buscarse.
400
PEREDA VAT.DES —
F U S C O SA N SO N ®
C L A R IN
E l filósofo era
U n borracho b a rb ó n : ¡oh! ¡quién le diera
M ás de mil bofetadas!
Q u éjarase después de m uy bien dadas
¿M as qué harem os, señora,
A pie, solos, perdidos y a esta h o ra
E n un desierto m onte,
C uando se parte el sol a otro horizonte ?
ROSAURA
¡Q uién ha visto sucesos tan ex tra ñ o s!
M as si la vista no padece engaños
t 5 ue hace la fantasía,
A la medrosa luz que aun tiene el día,
Me parece que veo
U n edificio.
C L A R IN
O m iente m i deseo,
O term ino las señas.
ROSAURA
R ústico nace entre desnudas peñas
U n palacio tan breve
Q ue el sol apenas a m ira r se a tre v e ;
Con tan rudo artificio
La arq u itectu ra está en su edificio,
Q ue parece, a las plantas
De tan tas rocas y de peñas tantas
Que el sol tocan la lum bre,
Peñasco que ha rodado de la cu m b re.
C L A R IN
V ám onos acercando;
Q ue este es m ucho m irar, señora, cuando
E s m ejo r que la gente
Q ue habita en ella generosam ente
Nos ad m ita.
ROSAURA
L a puerta
(m e jo r diré funesta boca) abierta
G U IA
DE L E C T U R A S
DÉ AU TO RES C L A S IC O S Y
M O DERN O S
401
E stá y desde su centro
N ace la noche, pues la engendra d en tro .
(Suenan dentro cadenas) .
CLARIN
¡Q ué e.; lo que escucho, cielo!
ROSAURA
Inm óvil bulto soy de fuego y hielo.
CLARIN
¿C adenita hay que suena?
M átenm e, si no es galeote en pena;
Bien mi tem or lo dice.
NOTAS
(1) H ip ó g rifo — anim al fabuloso, m itad caballo y m itad grifo, que figura
en las leyendas antiguas.
(2 ) F a e to r.te : o F aetó n . Ilijo del Sol y de Clim ene. H abiéndole dado s*«
.padre perm iso para g u iar e l carro del sol d u ran te un día, estuvo a punto, por
su inexperiencia, de ab ra sa r el U niverso. J ú p ite r lo precipitó en el E rídano.
C om páranse con frecuencia en la lite ra tu ra a F aetó n con los presuntuosos que
quieren em prender ur.'a obra superior a sus fuerzas. A quí C alderón la emplea
aplicada a los brutos.
Todo este breve discurso de R osaura tien e u n carácter culterano y en él,
como en o tro s fragm entos de “ L a V id a es Sueño” se n o ta la influencia del'
estilo de G óngora en n u e stro poeta.
(3) Polonia — L a escena se d esarrolla en Folor.ia, reino entonces inde­
pendiente, pero a m enudo codiciado por los soberanos extranjeros. T erm inó por
ser rep artid o en tre los reyes de P ru sia , A ustria y C atalina II.
(4) in felice — paragoge.
C om entario de la escena p rim era. — E sta prim era escena ya nos
m uestra la oposición de los contrarios, y una decoración que nos- recuerda
por su grandiosidad agreste la roca de P ro m eteo . A quí es un m ente f r a ­
goso y una planta baja que sirve de prisión a Segism undo. E n el dram a
de Esquilo, es el titá n encadenado que robó el fuego sagrado para ense­
ñanza de los hom bres, aquí un príncipe infeliz som etido a un duro e x p eri­
m ento p e r consejo de los astrólogos, de cuyas experiencias llega­
rá el príncipe a la conclusión que la vida es un sueño. L a oposicion
y el contraste está en el hipógrifo, que corren p arejas con el viento, y en
el deseo de R o sa u ra que se quede en el m onte donde tengan los brutos
su “E aetonte”, la oscuridad del anochecer en que se d esarrolla la escena,
con la luz tenue que brota de la prisión de Segism undo.
E l personaje de R osaura — que gusta vestirse de hom bre — y su
venganza, es asunto secundario en el d ra m a . Pueden considerarse com o
defectos indudables de la o bra el carácter ficticio de R osaura y el estilo
gongorino que ésta usa y el sentido anfibológico de su pensam iento.
2 6
402
rEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
E S C E N A X IX . — JO R N A D A S E G U N D A
S E G IS M U N D O
E s v e rd a d ; pues reprim am os
E sta fiera condición,
E sta furia, esta am bición,
P e r si alguna vez so ñ am o s;
Y así harem os, pues estam os
E n m undo tan singular,
Q u e el vivir sólo es so ñ ar;
Y la experiencia me enseña
Q u ^ e l hom bre que vive, sueña
Lo que es, hasta d esp ertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
Con este engaño m andando,
D isponiendo y gobernando;
Y este aplauso, que recibe
P restado, en el viento escrib e;
Y en cenizas le convierte
La. m uerte (¡desdicha fu e rte !) :
. ¿Q ué hay quien intente reinar,
V iendo que ha de despertar
E n el sueño de la m uerte?
Sueña el rico en su riqueza,
Que m ás cuidados le ofrece;
Sueña el pobre que padece
Su m iseria y su pobreza;Sueña el que a m edrar empieza,
Sueña el que a fa n a y pretende,
Sueña el que ag rav ia y ofende,
Y en el m undo, en conclusión,
T odos sueñan lo que son,
A unque ninguno lo entiende.
Y o sueño que estoy aquí
D estas prisiones cargado,
Y soñé que en otro estado
M ás lisonjero me vi.
¿Q ué es la vida? U n frenesí.
¿Q ué es la vida? U na ilusión,
U n a som bra, una ficción,
Y el m ayor bien es pequeño;
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
403
Que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños s o n .
COMENTARIO
E l soliloquio de Segism undo nos hace reco rd ar de inm ediato el m o­
nólogo de H am let, c tro príncipe que vive entre sueños y realidades. L a
sem ejanza entre la vigilia y el sueño — que señalan D escartes y P a s ­
cal — la establece Segism undo en su soliloquio. “N o todo es vigilia la'
de los ojos abiertos'’, ha titulado un g ra n escritor argentino, M acedonio
Fernández, a una de sus m ás herm osas disquisiciones sobre la vigilia y
el sueño. M ientras Hamleti duda de la realidad de la o tra vida, Segis­
m undo a firm a en la m uerte el único despertar de todos los sueños h u ­
manos. H am let d ijo : “m orir, tal vez dorm ir, acaso so ñ a r”, y para el prín ­
cipe cristiano m orir es despertar.
M enéndez y Pelayo al 'analizar el personaje de Segism undo, señala
en él tres estados de a lm a : prim ero, un estado salvaje, fer<$ y bravio,
en que todavía no conoce el mundo, n i se ha dado cuenta de la razón de
las c o sa s; especie de estado precientífico, como dicen los filósofos m o ­
dernos, en segundo lugar, y como segundo período de desarrollo psico­
lógico del carácter de Segism undo (si es que debe llam arse carácter,
puesto que m ás bien es un símbolo de toda la hum anidad) su época de
fu ro r y de dar rienda suelta a sus pasiones, m andando y gobernando, y
queriendo im poner su voluntad y albedrío a cuantos se le acercan; des­
pués el desengaño de que todo aquello ha sido sueño, y no por conse­
cuencia, esas afirm aciones escépticas de que hablam os antes, y por con­
clusión y rem ate de la obra, el convencim iento que Segism undo adquiere
de que siendo sueño la vida hum ana, o por lo menos no pudiendo tenerse
evidencia de n ada fenom enal ni sensible, porque es todo som bra y apa­
riencia, son sin em bargo, eternos la verdad, el bien, las ideas m adres y
los conceptos puros. D e aquí el dom ar sus pasiones, de aquí que procure
110 go zar de la ocasión del sueño de la vida, sabiendo lo poco que dura,
sino ob rar bien, que, como dice el poeta, “es siem pre lo m ás seguro para
cuando de sp e rte m o s’.
E l carácter de Segism undo — menos com plejo que el de H a m le t —
m ás abstracto y m ás sim bólico, su fre las diversas transform aciones que
señala M enéndez y Pelayo, pero no hay en él un desarrollo m etódico y
natural, sino un salto dem asiado impulsivo en el cual se tran sfo m a éste
rápidam ente de príncipe fe ro z en príncipe piadoso. E stos defectos des­
aparecen desde el m om ento que consideram os a Segism undo como un
sím bolo de la vida hum ana, o por lo m enos de una las concepciones fi­
losóficas sobre la existencia del m undo exterior, la del idealismo fenom enista de H u m e que reduce todo el conocim iento real a fenóm enos y
relaciones entre ellos, de m anera que 110 tom am os del espíritu nada m ás
que m odalidades, fenóm enos, jam ás esencias. E l escepticism o es la con­
secuencia de este sistem a, como el escepticism o sería la consecuencia de
la concepción del m undo e x te rio r que tiene Segism undo — sino fuera
por su tran sfo rm ació n final que lo convierte en a firm ativo — y en cier­
to medo, contradice toda su filosofía a n te rio r.
404
PEREDA VALDES —
FUSCO SAN SO N E
E l arte de Calderón en “L a vida, es sueño” com o en “E sta vida
todo es verdad y todo es m entira” ■
— sus dos dram as filosóficos — com o
en ‘ E l Príncipe C onstante” es idealista. S u s personajes ju eg an ccn las
ideas, son intelectuales, y él los reviste de una grandiosidad que tra s ­
pasa los lím ites de la realidad (salvo en "E l A lcalde de Zalam ea”, y al­
gunas otras obras, que constituyen la excepción, de un tea tro realista
sim ilar al de L ope). “ Instintivam ente — dice F arinelli — los héroes calde­
ronianos ven presagios, avisos y m isterios en cuanto acontece o se m a­
n ifiesta en torno a ellos” . A lgunos son personajes freudianos — com o
el propio Segism undo, como C larín en el tercer acto — cuyos sueños
pueden ser analizados y disecados, o bien puras abstracciones, fantasm as
teológicos, como los de sus “A u to s sa c ra m .n tale s”.
F uentes de “L a vida es sueño” . — C om o posibles fuentes de “L a
vida es sueño” pueden señalarse el dram a “B aarlam y Jo s a fa t” de Lope
de V ega de asunto sem ejante. La idea de la vida es sueño la encontram os
en la literatu ra m ística, en las Coplas de M anrique, (1 ) y en otras obras
de la época.
,
E stilo de C alderón. — E n su teatro se señalan dos estilos, el de sus
dram as realistas, continuación de la obra de Lope, con sus recursos es­
cénicos, como en “E l A lcalde de Z alam ea” y “E l m édico de su ho n ra” .
E l segundo estilo se encuentra en sus com edias religiosas, filosóficas y
en sus autos, la form a poética m ás exquisita, el estilo alam bicado, las
ideas filosóficas y una creación m ás artística y m ás intelectual caracte­
rizan este segundo estilo. E n sus obras hay una riquísim a abundancia de
m etáforas, de hipérboles y alegorías casi siem pre brillantes, pero no siem ­
pre de buen gusto. E je m p lo : los prim eros versos de la “L a vida es sueño”.
E S C E N A I I I . — JO R N A D A T E R C E R A
Segism undo. — C larín, Soldados
S E G IS M U N D O
¿Q uién nom bra aquí a Segism undo?
C L A R IN
( A parte )
¡M as que soy príncipe huero!
(1)
assi que quando morimos
descansamos.
(Copla V I. — AJLanrique).
pues se va la vida apriessa
como un sueño#
(Copla X I. — M anrique).
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
SO LD ADO lv
¿Q uién es Segism undo?
S E G IS M U N D O
Y o.
S O L D A D O 20
( A Clarín)
¿P ues cómo, atrevido y necio,
T ú te hacías Segism undo?
C L A R IN
¿Y o Segism undo? Eso niego.
V osotros fuisteis los que
¡jt
Me segism undeasteis: luego
V uestra ha sido solam ente
Necedad y atrevim iento.
S O L D A D O I*?
G ran Príncipe Segism undo
(O ue las señas que traem os
T uyas son, aunque por fe
T e aclam am os señor n u estro ),
T u padre el gran rey Basilio,
Tem eroso que los cielos
C um plan un hado, que dice
Q ue h a de verse a tus pies puesto,
V encido de tí, pretende
Q u itarte acción y derecho
Y dársele a A stolfo, duque
de M oscovia. P a ra esto
Ju n tó su corte, y el vulgo,
P en etran d o ya y sabiendo
Q ue tiene rey natural,
N o quiere que un ex tra n jero
V enga a m andarle. Y asi,
H aciendo noble desprecio
De la inclem encia del hado,
Te ha buscado donde preso
Vives, para que, asistido
De sus arm as y saliendo
D esta to rre a re sta u rar
405
406
PEREDA VALDES —
EUSCO SAN SO N E
T u im perial corona y cetro,
Se la quites a un tira n o .
Sal, p u e s; que en ese desierto,
E jérc ito num eroso
de bandidos y plebeyos
T e aclam a: la libertad
T e espera; oye sus acentos.
VOCES D EN TRO
¡V iva Segism undo, viva!
S E G IS M U N D O
¿ O tra vez ( ¡ qué es esto, cielo»!)
Q ueréis que sueñe grandezas
O ue ha de deshacer el tiem po ?
¿ O tra vez queréis que vea
E n tre som bras y bosquejos
L a m ajestad y la pom pa
D esvanecida del viento?
¿O tra vez queréis que toque
E l desengaño o el riesgo
A que el hum ano poder
N ace hum ilde y vive atento?
P ues no ha de ser, no ha de ser
M irarm e o tra vez sujeto
A mi fo rtu n a ; y pues sé
que toda esta vicia es sueño.
Idos, som bras, que fingís
H o y a mis sentidos m uertos
cuerpo y voz, siendo verdad
Q ue ni tenéis voz ni cuerpo;
Q ue no quiero m ajestades
Fingidas, pom pas no quiero,
F an tásticas ilusiones
Que al soplo m enos ligero
Del au ra han de deshacerse,
Bien como el florido alm endro.
Q ue por m ad ru g ar sus flores
Sin aviso y sin consejo,
Al prim er soplo se apagan,
M architando y desluciendo
De sus rosados capillos
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
belleza, luz y ornam ento.
Y a os conozco, ya os conozco,
Y sé que os pasa lo mesmo
Con cualquiera que se duerm e
p a ra mí no hay fin g im ie n to s;
Que, desengañado ya,
Sé bien que la vida es sueño.
S O L D A D O 2?
Si piensas que te engañam os,
V uelve a esos m ontes soberbios
L os ojos, p ara que veas
L a gente que ag u ard a en ellos
P a ra obedecerte.
«I
S E G IS M U N D O
Ya
O tra vez vi aquesto mesmo
T an clara y distintam ente
Como ahora lo estoy viendo,
Y fué sueño.
S O L D A D O 2<>
Cosas grandes
Siem pre, gran señor, tra je ro n
A nuncios; y esto sería,
Si lo soñaste prim ero.
S E G IS M U N D O
Dices bien, anuncio fué;
Y caso que fuese cierto,
Pues que la vida es tan corta,
Soñem os, alm a, soñemos
O tra vez; pero h a de ser
Con atención y consejo
De que hemos de despertar
D este gusto al m ejor tiem po;
Q ue llevándolo sabido,
Será el desengaño m enos;
Que es hacer burla del daño
A delantarle el consejo.
Y con esta prevención
De que cuando fuese cierto,
407
408
PEREDA VALDES —
EUSCO SAN SO N E
E s todo el poder prestado
Y ha de volverse a su dueño,
A trevám onos a todo'.
— V asallos, yo os agradezco
L a lealtad; en mí lleváis
Q uien os libre, osado y diestro,
D e ex tra n je ra esclavitud.
T ocad al arm a, que presto
V eréis mi inm enso valo r.
C o n tra m i p ad re pretendo
T o m a r arm as, y sacar
V erdaderos a los cielos
P uesto ha de verle a mis p lantas. . .
(A p q p te . M as si antes desto despierto,
¿N o será bien no decirlo,
Supuesto que no he de hacerlo?)
TODOS
¡V iva Segism undo, viva!
C om entario de la escena I I I . — P e rso n a jes: S E G IS M U N D O , C L A ­
R IN y soldados.
E l despertar de Segism undo le parece a éste un sueño. Sueño ha
sido, sin duda, pues tan rápido fué el tránsito de la cárcel al tro n o y del
trono a la cárcel.
E l pueblo al saber que el rey proclam ará su heredero a un príncipe
e x tra n je ro , ya que la experiencia del narcótico no ha hecho sino c o n fir­
m ar los presagios de los astrólogos que p redijeron en concordancia con
los astros, el carácter desa’mado, ferez, de Segism undo, que éste ha re ­
velado en su breve reinado; se subleva y pone en libertad a Segism undo.
¿Q u é hace Segism undo ante un hecho concreto, que le revela el cariño
de su pueblo? La contención de sus im pulsos revelan en este caso el ca­
rácter intelectual de Segism undo, que lo asem eja a su herm ano H a m le t.
E n tre la realidad y el disipado sueño, entre su concepción ya form ada
que toda la vida es sueño — expresada en su soliloquio — Segism undo
opta y ve en la m uerte el único probable despertar y el final de la m a­
deja de los sueños en que se ve envuelta su vida, pero para bien prepa­
ra rse a m orir, se disciplina en una vida piadosa, que desm iente su ante­
rio r com portam iento, cambia a su personalidad y será otro Segism undo,
m ás cristiano y hum anizado.
DOS ESCUELAS LIT E R A R IA S: CONCEPTISMO
TERANISM O
Y CUL­
E n el siglo X V I I aparecen en E spaña dos escuelas aparentem ente an­
tagónicas, pero que presentan entre sí m uchos puntos de contacto: el con­
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
409
ceptism o y el culteranism o o g cngorism o. C ausas: rem ozar a la poesía
y a la prosa castellana, para evitar su am enazante decadencia. L a litera­
tu ra castellana había llegado a fines del siglo a su c é n it: fatal e ra que
em prendiera la curva de su decadencia. L a dram ática lucha de escuelas
que luego se produce, en la cual las críticas de am bos bandos llegaban a
térm inos violentos y agrios, se explicaba por el deseo de rem ozar lo que.
ya estaba envejeciendo, por d a r nuevos bríos a la poesía y a la prosa cas­
tellana, que parecía agotarse después de las experiencias sublim es de San
Ju a n de la C ruz, de Cervantes, F ra y Luis de L eón y Santa T ere sa .
Quevedo quiso tra e r a la lite ra tu ra castellana un destello de clari­
dad, publicando las poesías de F r a y L uis de L eón y del B achiller F ra n ­
cisco de la T o rre , com o ejem plo y espejo de la verdadera senda a seguir,
como en la época de la decadencia del tea tro griego, A ristó fan es erguía
la bandera de E squilo fren te a las innovaciones de E urípides que él con­
sideraba peligrosas, P e ro Quevedo en vez de tra e r m ás luz, agregó más
oscuridad a las tinieblas, cultivando el conceptism o. E n este sentido puede
decirse que la labor de Quevedo fué m ás negativa) que constructiva, y
su “A g u ja de N avegar C ultos” quedará como un ejem plo me crítica n e ­
gativa, com o la de C asares en el siglo X X ,
E l culteranism o o cultism o se explica por el deseo de crear un arte
aristocrático, en oposición al a rte popular que predom inaba entonces.
T endencia general en todas las épocas que quiere hacer del a rte un p ri­
vilegio para m uy pocos iniciados. L o principal era crear el álgebra de
un idioma indescifrable, de ahí que las innovaciones se re fe rían m ás que
n ada a la fo r m a : el hipérbaton latino iba a rom per con la sintaxis tra d i­
c io n a l; el lenguaje figurado iba a su stitu ir al lenguaje corriente y di­
recto ; las m etáfo ras audaces a simples tro p o s sin trascendencias, y la m i­
tología y la erudición al saber v u lg a r.
I Cómo y cuándo aparece el culteranism o en E spaña ? E l culteranis­
m o 110 fué una escuela originaria de E spaña, tuvo sus raíces e x tra n je ra s.
E n el “eu fism o ” inglés, creado por Lily, y en el ‘ m arinism o” italiano,
con* el “A done” de Ju a n B autista M arino, y el preciosism o francés. Si
bien es cierto que M arino publicó su breviario de estética nueva catorce
años después del “'P anegírico del D uque de L erm a“ , hay una indudable
influencia de aquella escuela sobre el gongorism o. A sí parece estable­
cerla L u d e n P aul T hom as en su obra “G ongora et le gongorism e con­
sideres dans les rapports avec le m arinism e” , c o n tra la opinión de H ildeb rand que considera el eufism o y m arinism o un derivado del culteranism o.
N o fué directo el contacto e n tre G óngora y M arino, sirvió de inter­
m ediario el poeta L uis de C arrillo y Sotom ayor, considerado por algu­
nos investigadores como el verdadero precursor del culteranism o. Ca­
rrillo y Sotom ayor d u ran te su perm anencia en Italia como soldado, cono­
ció la obra de M arino y tra jo sus innovaciones a E spaña. L as poesías
de Sotom ayor no dejan lu g ar a d u d a s: véase este fragm ento en el cual
la m anera de G óngora se observa .patente:
“P a ra el soberbio m ar, el sordo cielo
la ciega frente, cuando am enudo gime
410
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
agravios largos del bzjel que oprim e
bien ya ro to su enojado velo”.
D esde 1607 circulaban inéditas las poesías de C arrillo y Sotom ayor
en. el m anuscrito de la 1 Silva de erudición poética” y G óngora publicó
su prim era obra culterana en 1609. L as poesías de M arino, están fechadas
en 1623, pero m uchos años antes circulaban inéditas. A sí se explica la
precedencia de M arino sobre C arrillo y de éste sobre G óngora.
E l culteranism o se extendió rápidam ente por E spaña y a pesar de la
reacción de Lope de V ega, Q uevedo, V eléz de G uevara, atacó a toda la
lírica de la época. C alderón fué uno de los poetas más afectados por el
gongorism o. E n una o bra tan lum inosa como “ E l A lcalde de Zalam ea”,
encontram os la escena 1 IJ de la tercera jorn ad a de evidente filiación gong o rin a y hasta Lope de V ega en su poem a '“C irce” rinde culto a la m ism a
escuela.
<
E l conceptism o queriendo reaccionar
contra el culteranism o cayó
en sus m ism os excesos, sólo que el conceptism o fu é un vicio de la presa,
pero como, el culteranism o, reveló el m al gusto de la época. Si el culte­
ranism o expresó el rebuscam iento y el artificio verbal, el conceptism o
se traduce en rebuscam iento y artificio de los conceptos. L a agudeza de
las ideas, el abuso de los juegos de palabras, las frecuentes alusiones, y la
erudición recargada, hicieron del conceptism o el culteranism o de los con­
ceptos. Como dice M enéndez y Pelayo, refiriéndose a Quevedo “dejábanse
a rra stra r con frecuencia del to rren te del mal gusto, no por anhelo de dog­
m atizar, sino por genialidad irresistible, que le llevaba a oscuras m ora­
lidades sentenciosas, a rasgos de la fam ilia de los Sénecas, a tétricas
agudezas que convierten su estilo en una perenne danza de los m uertos
P e ro no ha de achacarse a Q uevedo los perniciosos efectos del m al gusto
en que cayeron sus discípulos y continuadores, él y G racián crearon obras
m aestras de conceptism o. Los precursores fueron A lonso de Ledesm a
B uitrage (1562-1643) y A lonso de Bonilla.
Francisco Gómez de Quevedo
y Villegas
( 1580- 1645)
L a vida de Q uevedo ha dado m otivo — como su obra
satírica ■
— a la fan tasía popular para te je r alrededor de su
persona un anecdotario falso y ab surdo. Su vida es rica en
algunas aventuras, como la que le aconteció el 31 de M ar­
zo de 1611, estando en la iglesia de San M artín . V io abo­
fetear a una dam a, tem ó al agresor, lo expulsó del templo
p ara no p ro fa n a r el santuario, sacó la espada y lo hirió m o r­
talm ente. H u y ó a Italia, al am paro del D uque de O suna, su
am igo, al que debió can tar en la desgracia, en aquel fam oso
soneto: “ F a lta r pudo su p atria el gran O suna” . O tra de
sus auténticas aventuras fué cuando debió huir, en Venecia, vestido de m endigo p ara no caer en las furiosas m anos
de los n a tiv o s. M ucho m ás rica en aventuras fué la vida de
Lope de Vega, sin em bargo, a cargo de Quevedo, están m a­
yores lances y am oríos.
A p a rtir de 1620, cuando O suna fué relevado del cargo,
la vida de Q uevedo conoce la adversidad m ás que la fo r­
tu n a . E n 1639, al sentarse Felipe IV a la mesa, encontró
debajo del plato un m em orial donde se exponían los’males
que s u fría la nación p o r culpa del favorito C onde-D uque de
O livares. Achacósele a O uevedo y sufrió prisión en el con­
vento de S an M arcos en León. E n cerrad o en un frío ca­
labozo, ya viejo y doliente, debió achicar su orgullo
dirigiéndose a su poderoso enemigo con estas p a la b ra s : “ Si
no es la esperanza en vuestra excelencia, todo m e f a l t a : la
salud, el sustento, la reputación. Ciego del ojo izquierdo,
4 I2
per ed a
VALUES — I-'USCO SANSONE
tullido y cancerado, ya no e s p id a la m ía sino prolijidad de
m uerte. N o pido a vuestra excelencia libertad, sino m udan­
za de tie rra y p risió n ” . E n verdad, poco tiem po después,
en Setiem bre de 1Ó45, m o ría.
OBRAS
Obras políticas.: “L a P olítica <lc D ios y G obierno de C risto — “L a
V ida de M arco B ru to ” (1644). — “Los grandes anales de quince días”
(1621). — ‘ E l m undo caduco y desvarios de la edad” . — “E l Lince de
Italia o el zahori español”. — “E l chitón de las T ara v illas” . — “E l R óm ulo”. — “ C arta al rey de Francia L uis X I I I ”.
Obras morales ^ f i l o s ó f i c a s : "D e los rem edios de cualquier fo rtu n a ” .
— “La cuna y la se p u ltu ra ’. — “ L as cuatro pestes del m undo y los cuatro
fantasm as de la vida” . — “L a P rovidencia de D ios” . — “ V ida de San
P ablo” y “V ida de F ra y T om ás de V illanuéva” .
Obras festivas: “P ragm áticas y aranceles generales” . — “Inventivas
contra los necios” . — “El libro de todas las cosas y otras m uchas m ás”.
— “C artas del C aballero de la T en aza” . — “Capitulaciones de la vida de
la corte y oficios entretenidos de ella”. — “Capitulaciones m atrim oniales”.
N o v eTl a s : “L a V ida del B uscón”.
Sátiras literarias: “C uentes de cuentos”. — ‘ L a culta la tin ip a rla ’. —
“A g u ja de navegar cu lto s” . — “La P e rin o la ” .
Obras satírico-morales: “E l sueño de los C alaveras” . — “E l alguacil
alguacilado” . — “I,as zahúrdas de P in tó n ” . — “E l m undo por dentro” .
— “V isita de los chistes”. — ‘ Casa de los locos de am or” . — “E l entre­
tenido, la dueña y el soplón”. — ‘ L a h o ra de todos y la F o rtu n a con seso” .
B IB L IO G R A F IA
O bras de Q uevedo. E dición Princeps. 2. v. M . D . C. L X X . F ra n ­
cisco Foppens, im p r e s r . — O bras de Quevedo. E n la edición de R ivadeueyra. — Quevedo. “L os sueños ’. E d. económica clásicos castellanos.
M ichaud (recom endada). — P áginas escogidas de Quevedo. E d. C alleja.
Selección, notas y prólogo de A lfonso Reyes (recom endada). — Pedro
P é re z C lotet. L a “política de D ios” de Quevedo. Su contenido ético-jurídico. —- Prem áticas, desenfados y entrem eses, de Quevedo. E d. A gilar.
— A ureliano Fernández G uerra. O bras ccm pletas de Quevedo. — Julián
Juderías. D on Francisco de Quevedo y V illegas. L a época, el hombre,
las doctrinas. M a d rid 1922. — Q uevedo, obras satíricas y festivas. Ed.
José M aría S alaverría (C lásicos C astellanos). — V ida del Buscón. P a rt. I.
cap. I I . Ed. Foulché-D elbosc. — N . A lonso C ortés. N oticias de una
corte literaria. — M erim ée. E studios sobre el Buscón. E n 1? R evue H ispanique.
,
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
LOS
413
SU E ÑO S
( Las zahúrdas de Pintón)
V i una senda por donde iban m uchos hom bres de la
m iám a suerte que los buenos, y desde lejos parecía que iban
con ellos m ism o s; y llegando que hube, vi que iban entre
n o sotros. Estos, m e dijeron que eran los hipócritas, gente
en quien la penitencia, el ayuno, que en otros son m ercan­
cía del cielo, es noviciado del in fiern o . Iban m uchas m u je­
res tras éstos, los cuales, siendo enredo con barba, y m araña
con ojos, y embeleco, ( i ) andaban s a lp ic á n d o le m entira
a todos, siendo estanques donde pescan adrollas (2 ) los embustidores. O tros se encom iendan a ellos, que es como en­
com endarse al diablo p e r tercera p e rso n a . E stos hacen o fi­
cio la hum ildad y pretenden h o n ra yendo de estrado en es­
trad o y de mesa en m esa. Al fin conocí que iban arreboza­
dos (3 ) p ara n o sotros; m as p ara los ojos eternos, que
abiertos sobre estos ju zg an el secreto m ás escuro de los re­
tiram ientos del alm a, no tienen m áscara; bien que hay m u­
chos b u e n o s; más son diferentes destos, a quien antes se
les ve la disim ulación que la cara, y alim entan su ambiciosa
felicidad de aplauso de los pueblos; y diciendo que son unos
indignos y grandísim os pecadores y los m ás m alos de la tie­
rra,, llam ándose jum entos, engañan con la v erd ad ; pues sien­
do hipócritas, lo son al fin. Iban éstos solos aparte, y re­
putados por m ás necios que los m oros, m ás zafios (4 ) que
los b árb aro s y sin ley, pues aquéllos, ya que no conocieron la
vida etern a ni la van a gozar, conocieron la presente y hol­
gáronse en e lla ; pero los hipócritas ni la una ni la o tra co­
nocen, pues en ésta se ato rm en tan y en la o tra son atorm en­
tados ; y en conclusión, de éstos se dice con toda verdad
que ganan el infierno con tra b a jo s. T odos íbam os diciendo
mal unos de o tro s; los ricos tras la riqueza, los po­
bres pidiendo a los ricos lo que Dios les quitó. V an por un
cam ino los discretos, por no dejarse gobernar de o tro s; y
los necios, por 110 entender a quien los gobierna, aguijan a
todo a n d a r. L as justicias llevan tra s sí los negociantes; la
pasión, a las m al gobernadas ju sticias; y los reyes desvane­
cidos y ambiciosos, todas las repúblicas. Vi algunos solda­
dos, pero pocos; que por la senda infinitos iban, en hileras
414
PEREDA VALDES i— FUSCO SANSONP.
ordenados, honradam ente triu n fa n d o ; pero los pocos que
nos cupieron acá era gente que si como habían extendido
el nom bre de Dios ju ra n d o lo hubieran hecho peleando, fue­
ran fam osos. Dos corrilleros (5 ) solos iban m uy desnudos;
que por la m ayor parte de los tales, que viven por su culpa,
traen los golpes en los vestidos, y sanos los cuerpos. A nda­
ban contando entre sí las ocasiones en que se habían visto,
los m alos pasos que habían andado (q u e nunca estos andan
en buenos p a s o s ). N ada los oíam os; sólo cuando por en­
carecer sus servicios dijo uno a los o tro s: “ ¡Q ué digo, ca­
m arad a! ¡Q ué trance hemos pasado y qué trag o s!", lo de
los trag o s se les creyó. M iraban a estos pocos los m uchos
capitanes, m aestres de campo, generales de ejércitos que
iban por el c a m in a de la m ano derecha, enternecidos. Y oí
decir a uno de ellos, que no lo pudo su frir, m irá n d o la s ho­
ja s de lata llenas de papeles inútiles que llevaban estos cieT
g o s: “ ¿Q ué digo, soldados por acá? ¿E sto es de valientes:
d ejar cam ino de m iedo de sus dificultades? V enid, que por
aquí de cierto sabemos que sólo coronan al que vence. ¿Q ué
vana esperanza os a rra s tra con anticipadas prom esas de los
reyes? N o siem pre con alm as vendidas es bien que tem ero­
sam ente suene en vuestros o íd o s: “ M ata o m uere” . R epren­
ded la ham bre del prem io, que de buen varón es seguir la
v irtu d sola; y de cudiciosos, ( 6 ) , los prem ios no m ás; y
quien no sosiega en la virtud, y la sigue por el interés y m er­
cedes que se siguen, m ás es m ercader que virtuoso, pues lo
hace a precio de perecedores bienes. E lla es don de sí m is­
m a; quietaos en ella” . Y aquí alzó la voz y d ijo : “ A dver­
tid que la vida del hom bre es g u erra consigo mismo, y que
toda la vida nos tienen en arm as los enem igos del alm a, que
nos am enazan m ás dañosos vencim ientos; y advertid que
ya los príncipes tienen por deuda nuestra sangre y vida,
pues perdiéndolas por ellos, los m ás dicen que los pagam os,
y no que los servim os: volved, volved” . O yéronlo ellos m uy
atentam ente y enternecidos y enseñados, se encam inaron
bien con los dem ás soldados. Iban las m ujeres al infierno
tras el dinero de los ham bres, los hom bres tras ellas y su
dinero, tropezando unos con o tro s. N oté, cómo, al fin del
cam ino de los buenos, algunos se engañaban, y pasaban al
de la perdición; porque como ellos saben que el cam ino es
angosto, y el del infierno ancho, y al acabar veían al suyo
ancho y el nuestro angosto, pensando que habían errad o o
GUIA D Í LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
415
trocado los cam inos, se pasaban acá, y de acá allá los que
se desengañaban del rem ate del nuestro. Vi una m u jer que
iba a pie; y espantado de que m u jer se fuese al infierno sin
silla o coche, busqué un escribano que me diera fe de ello.
Las zahúrdas de Pintón
&
Y
Lleguém e a unas bóvedas donde comenzé a tin ta i
de frío y d a r diente con diente, que me helaba. P regunté,
m ovido de la novedad de ver frío en el infierno, qué era
aquello; y salió a responder un diablo zambo, ( i ) con es­
polones (2 ) y grietas, lleno de sabañones, y d ijo : “ Señor,
este frío es de que en esta parte están recogidos los bufones,
tru h an es y ju glares chocarreros, (3 ) hom bres por de m ás v
que sobran en el m undo, y que están aquí retirados, porque
si an d u vieran por el in fiern o sueltos, su fria ld a d es tan ta
que tem plaría el dolor del fuego” . Pedíle licencia p ara lle­
g ar a verlos; dióm ela, y calofriado (4 ) llegué y vi la m ás
infam e casilla del m undo, y una cosa que no h ab rá quien
lo c r e a : que se atorm entaban unos bufones, que se a to r­
m entaban unos a otros con las gracias que habían di­
cho acá. Y entre los bufones vi m uchos hom bres hon­
rados, que yo había tenido por tales; pregunté la cau­
sa, y respondióm e un diablo que eran aduladores, y que
por esto eran bufones de entre cuero y carne. Y repliqué
yo, cómo se co n d en ab an ; y me re sp o n d ie ro n : “ Gente es que
se viene acá sin avisar, a m esa puesta y a cam a hecha, como
en su casa. Y en parte los querem os bien, porque ellos son
diablos p ara sí y para otros, y nos a h o rran trabajos, y se
condenan a sí m ism os; y por la m ayor parte en vida los
m ás ya andan con m arca del infierno, porque el que 110 se
d eja arra n c a r los dientes por dinero, se deja m atar h a­
chas en las nalgas o pelar las cejas y así, cuando acá los
atorm entam os, m uchos dellos, después de las penas, sólo
echan m enos las pagas. ¿V éis aquél— me d ijo — pues mal juez
f u é ; (5 ) y está entre los bufones, pues por d ar gusto no
hizo justicia, y a los derechos que 110 hizo tuertos, los hizo
bizcos. Aquél fué m arido descuidado; y está tam bién entre
los bufones, porque por d ar gusto a todos vendió el que
tenía con su esposa, y tom aba a su m ujer en dineros, como
ración, y se iba a s u frir. A quella m ujer, aunque principal,
fué ju g lar, y está entre los truhanes, porque por d a r gusto
416
PEREDA VAI.nES — FUSCO SANSONE
hizo plato de sí m ism a a todo apetito. Al fin, de todos esta­
dos entran en el núm ero de los bufones; y por eso hay ta n ­
tos, que, bien m irado, en el m undo todos sois bufones, pues
los unos os andáis riendo de los otros, y en todos, como
digo, es naturaleza, y en unos pocos oficio. F u e ra destos,
hay bufones desgranados (6 ) y bufones en racim os. Los
desgranados son los que de uno en uno y de dos en dos an ­
dan a casa de los señores . Los en racim os son lós fa ra n d u ­
leros m iserables de bululú; (7 ) y de éstos os certifico que
si ellos no se nos viniesen por acá, que nosotros no iríam os
por ellos.
(L a s zahúrdas de P in tó n )
(H a b la un d iab lo :) “ ¿P ues qué diré de la honra m un­
d an a? O ue m ás tiranías hace en el m undo y más daños, y
la qué más gustos estorba. M uere de ham bre un caballero
pobre; no tiene con qué vestirse: ándase roto y rem endado,
o da en la d ró n ; y no lo pide porque dice que tiene h o n ra ;
ni quiere servir, porque dice que es deshonra. T odo cuanto
se busca y afan a, dicen los hom bres que es por sustentar
h o n ra . ¡O h lo que gasta la h o n ra ! Y llegado rt ver lo que
es la ho n ra m undana, 110 es n ad a . P o r la honra 110 come
el que tiene gana, donde le sabría bien. P o r la h o n ra se
m uere la viuda entre dos paredes. P o r la honra, sin saber
que es hom bre ni qué es gusto, se pasa 'la doncella trein ta
años casada consigo misma. P o r la honra la casada se qui­
ta a su deseo cuanto pide. P o r la honra pasan los hom bres
el m a r. P o r la honra m ata un hom bre a o tro . P o r la hon­
ra gastan todos m ás de lo que tie n e n . Y es la h o n ra m un­
dana, según esto, una necedad del cuerpo y alm a, pues al
uno quita los gustos y al otro el descanso. Y porque veáis
cuáles sois los hom bres, desgraciados, y cuán a peligro te­
néis lo que m ás estim áis, liase de ad v e rtir que las cosas de
más valor en vosotros son la ho n ra, la vida y la hacienda.
L a h o n ra está en arb itrio de las m ujeres, la vida en m anos
de los doctores, y la hacienda en las plum as de los e s c r í ­
banos". "D esvaneceos, pues, bien, m ortales, dije yo entre mí,
¡cómo se echa de ver que esto es el infierno, donde poi
ato rm e n ta r a los hom bres con am arguras, les dicen las ver­
dades !’’
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
4 J
~f
( Las zahúrdas de P in tó n )
Ju n to a éstos estaban unos pocos dando voces y que­
ján d o se de su desdicha. “ ¿Q ué gente es ésta ” p re g u n té ; y
respondióm e uno d ello s: “ Los sin ventura, m uertos de
repente” . “ M entís — dijo un diablo — que ningúiW iom bre m uere de repente: de descuidado y divertido sí. ¿Có­
m o puede m o rir de repente quien desde que nace ve que va
corriendo por la vida, y lleva consigo la m uerte? ¿Q ué otra
cosa véis en él m undo sino entierros, m uertos y sepulturas?
¿O ué o tra cosa oís en los púlpitos, y leéis en los libros? ¿A
qué volvéis los ojos que no os acuerde de la m uerte? V ues­
tro vestido que se gasta, la casa que se cae, el m uro que se
envejece, y h asta el sueño, cada día, os acuerda de la m uer­
te, re tratán d o la en sí. Pues ¿cómo puede haber hom bre
que se m uera de repente en el m undo si siem pre lo andan
avisando tan tas cosas? N o os habéis de llam ar, no. gente
que m urió de repente, sino gente que m urió incrédula de
que podía m o rir así, sabiendo con cuán secretos pies en tre la
m uerte en la m ayor m ocedad, y que en una m ism a hora,
en d ar bien y m al, suele ser m adre y m ad ra sta .”
V i un ham bre asentado en una silla a solas, sin fuego
ni hielo ni dem onio ni pena alguna, dando las m ás deses­
peradas voces que oí en el infierno, llorando, el propio co­
razón haciéndose pedazos a golpes y a vuelcos. ¡V álgam e
D ios! — d ije en mi alm a, — ¿de qué se o ueia éste, no a to r­
m entándole nadie? Y él cada punto doblaba sus alaridos y
voces. “ D im e — dije yo — ¿qué eres y de qué te queias,
si ninguno te m olesta, si el fuego no te arde ni el hielo
te cerca” . “ ¡A y! — dijo dando voces---- que la m ayor pena
del in fiern o es la m ía : ¿verdugos te parece que me faltan?
¡T riste de mi, que los m ás crueles están entregados a mi
alm a! ¿N o los v es?” — d ijo ; y empezó a m o rd er la silla y
a d ar vueltas alrededor y gem ir : “ Velos, que sin piedad van
m idiendo a descom pasadas culpas, eternas penas. ¡A y, qué
terrible dem onio eres, m em oria del bien que pude hacer
y de los consejos que desprecié y de los m ales oue hice!”
¡Q ué representación tan continua! D éjasm e tú, y saie
el entendim iento con im aginaciones de que hay gloria, que
pude gozar, y que otros gozan a m enos costa que yo mis
penas! ¡O h, qué herm oso que pintas el cielo, entendim iento,
27
418
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONtí
p ara acabarm e! D éjam e un poco siquiera. ¿E s posible que
m i voluntad no ha de tener paz conm igo un pu n to ? ¡Ay,
huésped, y qué tres llam as invisibles, y qué sayones incor­
póreos me ato rm entan en las tres potencias del a lm a ! Y
cuando éstos se cansan, entre el gusano de la conciencia,
cuya ham bre en com er del alm a nunca se acaba; vesme aquí
m iserable y perpetuo alim ento de sus dientes” . Y diciendo
esto, salió la-v o z : “ ¿ H a y en todo este desesperado palacio
quien trueque sus alm as y sus vidas a m is penas? Así, m o r­
tal, pagan los que supieron en el m undo, tuvieron letras y'
discurso, y fueron discretos: ellos que son infierno y m a rti­
rio y de sí m ism os” . T ornó, am ortecido, a su ejercicio con
m ás m uestras de dolor. A partém e de él, m edroso d icien d o :
“ ¡V ed de lo que sirv«fcaudal de razón y d octrina y buen en­
tendim iento mal ap ro v ech ad o ! ¡ Q uién se lo vió llo rar solo,
y tenía d en tro de su alm a aposentado el in fiern o ” .
(L a s zahúrdas de P intón)
F u ím e adelante, y dejélos, con deseo de llegar adonde
estaban los que no supieron pedir a D ios. ¡O h, qué m uestras
de dolor tan gran d e hacían! ¡O h, qué sollozos tan lastim o­
sos! T odos tenían las lenguas condenadas a perpetua cár­
cel, y poseírlos del silencio. T al m artirio, en voces ásperas
de un demonio, recibían por los oídos: “ ¡O h, corvas alm as
inclinadas al suelo, que con oración logrera y ruego m erca­
der y com prador os atrevistéis a D ios y le pedisteis cosas que
de vergüenza de que otro hom bre las oyese, aguardábades
a coger solos los re ta b lo s! ¿ P ues cómo ? ¿ M ás respeto tuvistéis a los m ortales que al S eñor de todos? ¡Q uién os ve
en un rincón, m edrosos de ser oídos, pedir m orm urando,
sin d a r licencia a las palabras, que se saliesen de los dientes
cerrados de o fe n s a s : “ Señor, m uera mi padre, y acabe yo
de suceder en su h ac ie n d a; lleváos a vuestro reino a mi m ayor
herm ano, y aseguradm e a mí el m ay o ra zg o ; halle yo una m i­
na debajo de m is pies; el rey se incline a favorecerm e, y véa­
me yo cargado de sus favores” ; y ved, dijo, a lo que llegó una
desvergüenza que osastes d e c ir: “ Y haced esto, que si lo
hacéis, yo os prom eto de casar dos huérfanos, de vestir seis
pobres y de claros fro n ta le s” ¡Q ué ceguedad de hom bres,
p rom eter dádivas al que pedís, con ser la sum a riqueza!
P edistes a D ios p or m erced lo que él suele d ar por castigo;
GUIA DE LECTORAS' DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
y si no os la da, o pesa de haberlo tenido cuando m o rís ; y si
no os lo da, cuando v iv ís; y asi, de puros necios siem pre te­
néis q u ejas. Y si llegáis a ser ricos por votos, decidme ¿cuá­
les cum plís? ¿Q ué tem pestad no llena de prom esa los san­
tos? Y qué bonanza tras ella no los to rn a a desnudar, con
olvido de toques de cam panas? ¡Q ué de preseas ha ofrecido
a los altares la espantosa cara del golfo! ¿Y qué cfénas
ha m u erto y quitado de los m ism os tem plos el puerto? N a ­
cen vuestros ofrecim ientos de necesidad, y no de devoción.
¿P edistéis alguna vez a Dios paz en el alm a, aum ento de
gracia, favores suyos o inspiraciones? N o, por cierto ; ni aun
sabéis p ara qué son m enester estas cosas ni lo que son. Ig ­
noráis que el holocausto, sacrificio y oblación que Dios re­
cibe de vosotros, es de la p u ra conciencia, hum ilde espíritu,
carid ad ard ie n te; y esto acom pañado con lágrim as es m o­
neda, que aun Dios (si p u ed e), es cudicioso de nosotros.
Dios, hom bres, p o r vuestro bien gusta que os acor­
déis de él; y como, (sin o es en los tra b a jo s ), no os acordáis,
p o r eso os da trab a jo s, porque tengáis de él m em oria. C on­
sid erar vosotros, necios dem andadores, cuán brevem ente se
os acabaron las co=as que im portunos pedistéis a D ios.
¡Q ué presto os d ejaron, y cómo, ingratos, no os fueron com ­
pañía en el p o strer paso! ¿V éis cómo vuestros hijos aun
no gastan de vuestras haciendas un real en obras pías, di­
ciendo que no es posible que vosotros gustéis dellas, p o r­
que si gustárades, en vida hiciérades algunas? Y pedís ta ­
les cosas a Dios, que m uchas veces por castigo de la desver­
güenza conque las pedís, os las concede. Y bien, como sum a
sabiduría conoció el peligro que tenéis en saber pedir, pues
lo prim ero que os enseñó en el P a te r N oster fue pedirle:
pero pocos entendéis aquellas palabras desde donde Dios
enseñó el lenguaje con que habéis de tra ta r con él.
LO S SUEÑOS
S á tira s m orales, escritas en form a de sueños o visiones, a la m a­
n era de Luciano, presentan un panoram a completo de la vida españn1 a, y
de sus personajes que, com o títeres, se m ueven en el tinglado de la farsa.
D esfilan en vertiginosa danza m acabra, libreros, escribanos, jueces, m é­
dicos, taberneros, ladrones, etc., no perdcnando en su sátira imp acable,
como se ha dicho en ex acta observación, nada m ás que a los pobres y
a los soldados.
420
PEREDA VALDES — ÍUSCO SANSONÉ
L A S ZAH U RD AS DE PLUTON
V isión total y plena del infierno. “A llí están las m ujeres que van
tra s el dinero de los hom bres, y los hom bres tras de ellas y su d in e ro ;
los libreros condenados por las m alas obras de o tro s; los zapateros, no
p o r sus pies, sino por los a je n es; los cocheros pidiendo algún dinero por
ser a to rm e n ta d o s; los bufones y graciosos, encerrados en una cueva para
que 110 apaguen con sus frios chistes el fuego infernal, atorm entándose
los unos a los otros con sus' g ra c ia s; los taberneros bien vigilados para
q u e 'n o agüen el fu e g o ; les pasteleros tam bién, porque, ¿cuántos estóm a­
gos no lad rarían si resucitaran los perros que hieron com er? U na m u­
chedum bre de m ujeres, pero bien grande, poblando sus calvas con cabe­
llos que son suyos, per haberlos com prados; los poetas, que m ientras
los dem ás lloran sus pecados, ellos cantan los suyos, y cuando quieren a
una dam a lo m ás que le dan esun soneto, y lo m enos que le dejan
cuando la aborrecen es una sátira. (E jem p lo de Lope de V ega y E lena
O so rio ).
'W
E STILO
E l estilo de los sueños es ágil, fresco, aunque to rtu o so a v eces; pero
es m uy distinto, en su expresión vital y lozana, al recargado y laberíntico
de ‘L a P olítica de D ics y Gobierno de C risto ” . A bundan las expresiones
populares, las frases vivas, las m etá fo ra s bizarras, los contrastes im pre­
vistos, los juegos de palabras.
P O L IT IC A D E D IO S Y G O B IE R N O D E C R IS T O
P reg u n taro n a Jesús si era el P rom etido el que había
de venir. Y C risto respondió con obras, sin palabras, pues
luego resucitó m uertos, dió vista a ciegos,pie a tullidos,
habla a los m udos, salud a los enferm os, libertad a los po­
seídos del dem onio. Y después d ijo : “ Id, y diréis a J u a r
que los m uertos resucitan, los ciegos ven, los m udos hablan,
los tullidos andan, los enferm os guarecen.” ( i ) Q uien a to­
dos da y a nadie q u ita ; quien a todos da lo que les f a l t a ;
quien a todos da lo que h an m enester y desean, ése R ey es,
ése es el P rom etido, es el que se espera; y con él 110 hay
m ás que esperar. Pobladas están de coronas y cetros estas
acciones. N o d ijo : “ Yo soy rey ”, sino m ostróse re y . No
d ijo : “Y o soy el P ro m etid o ” , sino cum plió lo prom etido.
N o d i j o : “ N o h ay que esperar a o tro ” , sino obró de suerte,
que no dejó qué esperar de o tro .
S acra Católica, Real M ajestad, (2 ) bien puede alguno
m o strar encendido su cabello en corona ardiente en dia­
m an tes; y m o strar inflam ada su persona con vestidura, no
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
solo teñida, sino em briagada con repetidos hervores de la
p ú rp u ra ; y ostentar soberbio el cetro con el peso del o ro ;
y d ificultarse a la vista, rem ontando en trono desvanecido; y
atem orizar su habitación, con las am enazas bien arm adas de
su g u a rd a ; llam arse rey y firm arse rey ; m as serlo y m ere­
cer serlo, si no im ita a C risto en d ar a todos lo que ldfttfalta, no es posible, Señor. Lo contrario, m ás es ofender que
re in a r. Q uien os dijere que vos no podéis hacer estos m ila­
gros, d ar vista y pies y vida y salud y resurrección y liber­
tad de opresión de m alos espíritus, ése os quiere ciego y tu ­
llido y m uerto y enferm o y poseído de su m al espíritu.
V erd ad es que no podéis, Señor, obrar aquellos m ilagros;
m as tam bién lo es que podéis im itar sus efectos. O bligado
estáis a la im itación de C risto.
Si os descubrís donde os vea el que no dejan que pueda
veros, ¿no le dáis vista? Si dáis en tra d a al que, necesitando
de ella, se la negaban, ¿no le dáis pies y pasos? Si oyendo
a los vasallos, a quien ten ía oprim ido el m al espíritu de los
codiciosos, los rem ediáis, ¿no les dáis libertad de tal mal
dem onio? Si oís al que la venganza y el odio tiene conde­
nado al cuchillo o al cordel, y le hacéis justicia, ¿no resu­
citáis un m uerto? Si os m ostráis padre de los huérfanos, y
de las viudas, que son m udos y p ara quien todos son m u­
dos, ¿no les dáis voz y palabras? Si socorriendo los pobres,
y disponiendo la abundancia con la blandura del gobierno,
estorbáis la ham bre (3 ) y la peste, y en una y o tra todas
las enferm edades, ¿no sanáis los enferm os? Pues, ¿cómo,
Señor, estos m alsines (4 ) de la doctrina de C risto os des­
acred itarán los m ilag ro s de esta im itación, que sola os pue­
de hacer rey verdaderam ente, y pasar la m ajestad de los
cortos lím ites del nom bre? P o r esto, soberano Señor, dijo
C risto : “ M ayor testim onio tengo que Ju a n B autista, porque
las obras que hago dan testim onio de m í” . Y reconociendo
esto S an Ju an , no dijo lo que sabía, sino m andó a sus dis­
cípulos le preguntasen quién era, para que, respondiendo
sus obras, viese el m undo m ayor testim onio que el suyo.
P ues si no puede ser buen rey, im itador del verdadero
Rey de los reyes el que no diere a los suyos salud, vida,
ojos, lengua, pies y libertad, ¿qué será el que les quitare
todo esto? S erá sin duda m al espíritu, enferm edad, ceguera
y m uerte. Considere V u e stra M ajestad si los que os ap a r­
tan de hacer estos m ilagros quieren ellos solos veros y que
422
PEREDA VAtDES — FUSCO SANSONE
los veáis, acom pañaros siem pre, que no habléis con otros,
y que otros no os hablen, que no obréis salud vida y liber­
tad, sino con ellos; y sin o tra advertencia conoceréis que
os ciegan y os enferm an y os tullen y os enm udecen; y os
hallaréis obseso de m alos espíritus vos, cuyo oficio es obrar
en todos los vuestros lo contrario. ¡Insensatos electores de
im perios son los nueve meses! Q uien debe la m ajestad a las
anticipaciones del p arto y a la prim era im paciencia del vien­
tre, m ucho hace si se acuerda, p ara vivir como rey, de
que nació como hom bre. Pocos tienen por grandeza ser re­
yes por el g rito de la com adre; pocos, aun siendo tiranos,
se atribuyen a la n a tu ra le z a : todos lo hacen deuda a sus
m éritos. Dichoso es quien nace p ara ser rey, si reinando
me ece serlo; y no se merece sino con la im itación de las
obras con que C risto respondió que era rey. ( Política de
D ios v Gobierno dé" Cristo. — 2® parte. — Fragmento del
Cap. I V ) .
LA OBRA
“L a Política de D ios y gobierno de C risto” consta de dos partes.
L a prim era fu é com enzada hacia 1617, habiéndola re form ado su au to r
en 1620 estando preso en la T o rre de Ju a n A bad. L a dirige al Conde
D uque de O livares, fechando su dedicatoria en S de A bril de 1621. La
segunda p arte, term inada a los nueve años de com enzada la prim era
(1635), no se publica sino después de la m u erte de su a u to r y está de­
dicada a! P a p a U rb an o V I II.
C O N T E N ID O
P resenta Q uevedo en esta o bra un sistem a de gobierno basado en
la Sagrada E sc ritu ra. E l Evangelio es el m ejo r tratad o político para la
gobernación de los estados. C risto, según el au to r, al dictar su Evangelio
lo señaló como el Código político de todas las naciones.
R ecuerda la P olítica de Dios a la ‘ P olitique tirée de l’E sc ritu re Sainte”’
de B ossuet, pero, como hace n otar M erim ée, le fa lta a Quevedo el “be!lo
orden arm onioso y tranquilo de B ossuet” . U no de los defectos de esta
obra, es la fa lta de orden en la exposición de las ideas políticas. L a
P o lítica de Dios y gobierno de C risto es un ideario político de acuerdo
con la realidad social de la época; pero para com prender las ideas po­
líticas de Q uevedo, es necesario conocer sus ideas filosóficas y m orales,
pues Quevedo es un m oralista y u n filósofo, aunque sea, com o dice
A zorín, el espíritu m enos m etafísico de su época.
Se h a restado valor a las obras políticas de Quevedo, fu e ra de la
época para que fueron escritas, así dice A lfonso R e y e s : “L as obras
políticas de Quevedo no proponen una nueva interpretación de las arte s
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
políticas, no tienen ya m ás que un valor retórico. O son panfletos de
oportunidad o son obras de declam ación académ ica” .
E STILO
El estilo de Q uevedo es en esta o bra m ás conceptuoso aún que. en
las obras satíricas. Seco, lleno de verícuetcs, recargado de sentencias, de
antítesis, de frases elípticas, no tiene la frescura, ni el sabor popular de
“L os Sueños” de Buscón. H a y páginas enteras de m al gusto,
inas
repletas de citas, adornadas de sentencias Senequistas.
NOTAS
(1 )
(2 )
(3)
(4)
(5 )
(6 )
em beleco. E m b u s te , e n g a ñ o , ilu sió n .
a d ro lla s — pez.
a rre b o z a d o s — e n v o lv er, c u b rir.
za fip s — g ro s e ro , to s c o .
c o rrille ro s . — V a g a b u n d o , q u e a n d a
cu d icio so s — c o d ic io so s.
d e c o rrillo
en
c o r r illo .
NOTAS
(1 )
a fu e ra .
(2)
(3)
(4)
zam b o —
el q u e tie n e ju n ta s
la s ro d illa s y s e p a ra d a s las p ie rn a s h a c ia
esp o lo n e s — a p ó fisis ó s e a , q u e tie n e n
en
el ta rs o v a ria s g a llin á c e a s .
ju g la r e s c h o c a rre ro s . — J u g la r e s c h isto so s ,
g r a c io s o s.
c a lo fria d c — c a lo fr ia rs e ; s e n tir c a lo frío s .
p u e s m a i ju e z fu e . — E ra s e e líp tic a , c a ra c te r ís tic a
d e l e s tilo
de
(5)
Q uevedo.
(6)
B u fo n es d e s g ra n a d o s . — D e s g ra n a r , s a c a r el g r a n o d e u n a c o s a . B u ­
fones s u e lto s s e r ía el v e rd a d e ro s ig n ific a d o .
( 7 ) b u lu lú — fa rs a n te q u e re p re s e n ta b a él so lo u n a co m ed ia, loa o e n tr e ­
m és, m u d a n d o la voz s e g ú n la c a lid a d de las p e rs o n a s q u e ib a n h a b la n d o .
NOTAS
(1)
lo s en fe rm o s g u a r e c e n . — L o s en ferm o s e n c u e n tr a n r e f u g io .
(2 )
S a c ra , C a tó lic a , R e a l M a je s ta d . — A sí
se lla m a b a al R e y d e E s p a ­
ñ a . L a fra s e e s e líp tic a .
(3)
la h a m b re . — L a p o r el d e la n te de a
a c e n tu a d a .
(4)
m a ls in e s d e la d o c trin a de?' C r is to . — L o s q u e h a b la n m a l de
la d o c ­
tr in a de C r is to .
V ID A D E L B U S C O N
LLAM AD O D O N PABLOS
Ejem plo de vagabundos y espejo de tacaños
C A P IT U L O I
E n que cuenta quién es y de dónde
Yo, señor, soy de Segovia; mi padre se llamó Clemente
Pablo, n atu ra l del m ism o pueblo — D ios lo tenga en el
cielo. Fué, tal como todos dicen, de oficio barbero; a u n ­
que eran tan altos sus pensam ientos, que se co rría le lla­
m asen asi, diciendo que él era un tu n d id o r de m ejillas ( i )
424
PEREDA VALDÉS —
FUSCO SAN SO N E
y sastre de barbas. Dicen que era de m uy buena cepa (2 ) ,
y, según él bebía, es cosa p a ra creer. E stuvo casado con Aldonza S atu rn o de Rebollo, h ija de O ctavio de Rebollo Co­
dillo y nieta de Lépido Ziuraconte.
Sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja,
aunque ella, por los nom bres de sus pasados ( 3 ) , esforzaba
que descendía de los del triu n v irato rom ano. T uvo m uy
buen parecer, y fué tan celebrada, que en el tiem po que ella
vivió todos los copleros de E spaña hacían cosas sobre
ella ( 4 ) . Padeció grandes trab a jo s recién casada, y aun des­
pués, porque m alas lenguas daban en decir que mi padre m e­
tía el dos de bastos por sacar el as de o ro ( 5 ) . Probósele
qué, a todos los que hacía la barba a nav aja, m ientras les
daba con el agua, levantándoles la cara p ara el lavatorio, un
mi herm ano de siete años les sacaba m uy a su salvo, los tu é­
tanos de las faldriqueras ( 6 ) . M urió el angélico de unos
azotes que le dieron en la cárcel. Sintiólo m ucho mi padre,
por ser tal que robaba a todos las voluntades ( 7 ) .
P o r estas y por o tras niñerías estuvo p re so ; aunque,
según a mi me han dicho después, salió de la cárcel con to­
da honra, que le acom pañaron doscientos cardenales ( 8 ) ,
sino que a ninguno llam aban señoría. L as dam as diz que
salían por verle a las ventanas, que siem pre pareció bien
mi padre, a pie y a caballo. N o lo" digo por vanagloria, que
bien saben todos cuán ajeno soy de ella.
Mi m adre, pues, no tuvo calam idades. U n día, alabán­
dom ela una v ieja que me crió, decía que era tal de su a g ra ­
do, que hechizaba a todos cuantos la tra ta b a n ; sólo diz que
le d ijo no sé que de un cabrón ( 9 ) , lo cual la puso: cerca de
que la diesen plum as con que lo hiciese en público (1 0 ).
H ubo fam a de que reedificaba doncellas; resucitaba cabe­
llos, encubriendo canas. U nos la llam aban zurcidora de gus­
tos, otros.; algebrista (1 1 ) de voluntades desconcertadas, y
p or mal nom bre alcahueta y flu x (1 2 ) p ara los dineros de
todos. V er, pues, con la cara de risa que ella oía esto de
todos, era para m ás atraerles sus voluntades. N o me deten­
d ré en decir la penitencia que hacía. T enía su aposento, don­
de sola ella en traba y algunas veces yo, que como era chico
podía, todo rodeada de calaveras, que ella decía eran pa­
ra m em orias la m uerte y otros, por v ituperarla, que p a­
ra voluntades de la vida. Su cam a estaba arm ada sobre so­
gas de ahorcado, y decíame a m í: “ ¿Q ué piensas? Con el
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
4 2 5
recuerdo de esto aconsejo a los que bien quiero que, para
que se libren ellas (1 3 ), vivan con la barba sobre el hom ­
bro ( 1 4 ) , de suerte que ni aún con m ínim os indicios se les
averigüe lo que hicieren” .
H u b o grandes diferencias entre mis padres sobre i ?
quién había de im itar en el oficio; m as yo, que siem pre tu ­
ve pensam ientos de caballero desde chiquito, nunca me apli­
qué ni a uno ni a otro. Decíame mi p ad re: “ H ijo , esto de
ser ladrón no es arte m ecánica, sino liberal” ; y de allí a un
rato, habiendo suspirado, decía de m anos (1 5 ) : “ Q uién no
h u rta en el m undo, no vive. ¿ P o r qué piensas que los algua­
ciles y alcaldes nos aborrecen tan to ? U nas veces nos destierran , o tras nos azotan y o tras nos cuelgan, aunque nun­
ca haya llegado el día de nuestro s a n to ; no lo puedo decir
sin lág rim as” lloraba como un niño el buen viejo acordán­
dose de las veces que le habían bataneado (1 6 ) las costillas;
“ porque 110 querrían que adonde están hubiese otros ladrones
sino ellos y sus m inistros;, m as de todos nos libra la bue­
na astucia. E n mi m ocedad siem pre andaba por las igle­
sias (1 7 ) , y no por cierto de puro buen cristiano. M uchas
veces me hubieran llevado en el asno (1 8 ) si no hubiera
cantado en el potro. N unca confesé (1 9 ) sino cuando lo
m anda la santa m adre Ig lesia; y así, con esto y mi oficio he
sustentado a mi m adre lo m ás honradam ente que he podido.”
“ ¿Cóm o me habéis sustentado?, dijo ella con gran cólera,
que le pesaba que yo no me aplicase a b ru ja. Y o he susten­
tado a vos y sacándoos de las cárceles con industria, y m an­
tenido en ellas con mi dinero. Si no confesábades, ¿era por
vuestro ánim o o por las bebidas que os daba? G racias a mis
botes (2 0 ). Y si no tem iera que me habían de oir en la ca­
lle, yo d ijera lo de cuando entré por la chim enea y os saqué
por el tejad o .” M á sdijera, según se había encolerizado, si
con los golpes que daba no se le desensartara un rosario
de m uelas de difuntos que tenía. M etidos en paz, yo les di­
je que quería aprender v irtu d resueltam ente e ir con mis
buenos pensam ientos adelante, y así, que m e pusiesen a la
escuela; pues sin leer ni escribir no se podía, hacer nada.
Parecióles bien lo que yo decía, aunque lo g ruñeron un ra ­
to entre los dos. Mi m adre tornó a ocuparse en en sartar las
muelas, y mi padre fué a ra p ar a uno---- así lo dijo él — 110
sé si la barba o la bolsa; yo me quedé solo, dando gracias
426
PEREDA VALDES —
FU SCO
SAN SO N E
a D ios que me hizo hijo de padres tan hábiles y celosos de
mi bien.
NOTAS
( 1 ) tu n d id o r : el q u e c o rta e l pelo d e l p a ñ o c o n la tije r a .
(2 ) d e m u y b u e n a c e p a : de b u e n lin a je ; a q u í Q u e v e d o h a c e u n ju e g o
d e p a la b ra s co n la d o b le a c e p c ió n d e la p a la b ra c e p a : d e lin a je y tro n c o d e la v id .
(3 ) p o r lo s n o m b re s de su s p a s a d o s : de s u s a n te p a s a d o s .
(4 )
O b sé rv e s e la m a lic ia d e Q u e v e d o al e m p le a r c o sa s, en lu g a r d e c o ­
p la s o v erso s in s p ira d o s e n e lla .
(5 ) m e tía el do s d e b a s to p a r a s a c a r el a s de orosi. — E r a c o rn u d o
p o r in te r é s .
(6 )
los tu é ta n o s de la fa ltr iq u e ra — el d in e ro de los b o ls illo s ; el chioio
e ra la d ro n z u e lo .
( 7 ) J u e g o d e p a la b r a s - co n el v erb o r o b a r ; ro b a r v o lu n ta d e s es s im p le ­
m e n te h a c e rse s im p á tic o , a g ra d a b le .
(8 )
O tr o re tr u é c a n o c o n la d o b le a c e p c ió n del vo ca b lo c a r d e n a l: m iem b ro
d el S acro C o le g io y e q u im o s is .
(9 )
“ E s s ím b o lo d el d e m o n io y e n su fig u ra ' c u e n ta a p a re c e rs e a I03 b r u ­
jo s y s er lic e n c ia d o d e lle s ” . ( C o v a r r u b i a s ) .
(1 0 ) E s d e c ir “ a fin d e q u e h e c h iz a s e a la g e n te e n p ú b lic o -’ .
(1 1 ) E l c iru ja n o q u e p ro fe s a el a r te d e c o m p o n e r lo s h u eso 9 y r e d im irlo s
a
sus lu g a re s p ro p io s, c u a n d o p o r a lg ú n a c c id e n te se d e s e n c a ja n o d e sc o m p o n e n .
(1 2 ) té rm in o d el ju e g x ): el c o n c u rs o de to d a s las c a rta s d e u n m ism o palo .
(1 3 ) d e la s s o g a s .
(1 4 ) v iv ía n re c a ta d a s y c o n re c e lo .
(1 5 ) de m a n o s . — J u n ta r s e las m a n o s o sea con h u m ild a d , p id ie n d o p e r d ó n .
(1 6 ) b a ta n e a d o . —- S a c u d ir d e g o lp e s las c o s tilla s .
(1 7 ) P o rq u e é s ta s o fre c ía n asilo a los d e lin c u e n te s .
(1 8 ) E n u n as n o e r a n a z o ta d o s lo á d e lin c u e n te s q u e no h a b ía n p o d id o c a ­
lla r e n el p a tio d el to r m e n to .
(1 9 ) E n el to r m e n to .
(2 0 ) L o s b o te s q u e c o n te n ía n los h e c h iz o s .
EL BUSCO N
C A P IT U L O T E R C E R O
E l era un clérigo cerbatana, ( i ) largo sólo en el talle,
u na cabeza pequeña, pelo berm ejo. N o hay m ás que decir
para quien sabe el re frán que d ic e : ni gato ni perro de aque­
lla color. Los ojos, avecinados (2 ) en el cogote, que p are­
cía que m iraba p or cuévanos; (3 ) tan hundidos y oscuros,
que era buen sitio el suyo para tienda de m ercaderes; la n a­
riz, entre R om a (4 ) y F rancia, porque se le había comido
de unas búas de re fria d o ; que aun no fueron de vicio, p o r­
que cuestan d in e ro ; las barbas, descoloridas de m iedo de la
boca vecina, que de p u ra ham bre, parecía que am enazaba
a com érselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso
que p o r holgazanes y vagabundos se los habían d esterrado;
el gaznate, largo, como avestruz, con una nuez tan salida
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U T O R E S C L A S IC O S Y
M ODERN OS
4 2 7
que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesi­
d ad ; los brazos, secos; las m anos, com o un m an o jo de sa r­
m ientos cada u n a ; m irado de m edia abajo, parecía tenedor
o com pás con dos piernas largas, y fla c a s; su andar, m uy de
espacio; si se descom ponía algo, se sonaban los huesos co­
m o tablillas de S an L á z a ro ; (5 ) la habla, hética; la barba,
grande, por nunca se la cortar, por no g a sta r; y él decía que
era tan to el asco que le daba ver las m anos del barbero por
su cara, que antes se d ejaría m a ta r que tal perm itiese; co r­
tábale los cabellos un m uchacho de los otros. T ra ía un bo­
nete los días de sol, rato n ad o ( 6 ) , con mil gateras y g u a r­
niciones (7 ) de g ra sa ; era’ de cosa que fué paño, con los
fondos de caspa. L a sotana, según decían algunos, era m ila­
grosa, porque no se sabía de que color e ra ; unos, viéndola
tan sin pelo, la tenían por cuero de ra n a ; otros decían que
era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos entre
azu l; llevábala sin ceñidor ( 8 ) ; no tra ía cuellos ni puños;
parecía con los cabellos largos y la sotana m ísera y corta,
lacayuelo de la m u erte; cada zapato podía ser tum ba de fi­
listeo ( 9 ) . Pues ¿su aposento? A un arañ as no ¡había en él;
co n ju rab a los ratones, de m iedo que no le royesen algunos
m endrugos que guardaba. L a cam a tenía en el suelo, y d o r­
m ía siem pre de un lado por no g astar las sábanas; al fin
era pobre y protom iseria. (1 0 )
NOTAS
(1 )
E r a u n c lé rig o c e rb a ta n a . — C e rb a ta n a , tu b o la rg o y m u y estre*
c h o . Q u ie re d e c ir q u e e ra a lto y fla c o .
( 2 ) a v e c in a d o s : c e rc a d el c o g o te .
(3 ) c u é v a n o a : c e sto d e m im b re .
( 4 ) n a riz R o m a , p o r su fo rm a a c h a ta d a y F r a n c ia , p o r su s b u b a s o s e ñ a ­
les d el m a l fra n c é s .
( 5 ) ta b lilla s de S a n L á z a ro , las q u e so r.a b a n los le p ro so s al p e d ir lim o sn as
p a r a los h o s p ita le s d e S a n L á z a r o .
(6 ) r a to n a d o : color de r a t ó n ; g r is .
(7 ) g u a rn ic io n e s d e g r a s a : m a n c h a d a s de g r a s a .
(8)' tu m b a d e F ili s t e o : p o r lo g r a n d e .
(9 ) a r c h ip o b r e : m u y p o b r e ; es n eo lo g ism o d e Q u e v e d o .
(1 0 ) p ro to m is e ria (p r o to — d e l g rie g o p r im e r o ) . E s te p re fijo d e n o ta su*
p e rio rid a d o p re e m in e n c ia .
P ro to m is e ria es n eo lo g ism o c rea d o p o r Q u e v e d o ,
aquí
sig n ific a el m á s m ise ra b le .
C A P IT U L O V II
D e la ida de D on Diego v nuevas de la muerte de mis pa­
dres, y la resolución que tomé en mis cosas para adelante.
E n este tiem po vino a Don Diego una carta de su p a­
dre, en cuyo pliego venía o tra de un tío mío, llam ado A lón-
428
PEREDA VALUES —
FU SCO
SANSON É
so Ram plón, hom bre allegado a toda virtud, y m uy conocido
en Segovia, por lo que era allegado a la ju stic ia ; pues cuantas
allí se habían hecho de cuatro años a esta parte, han pasado
por sus m anos. V erdugo era, si va a decir la verdad, pero
un águila en el oficio. Vérsele hacer, daba gana de dejarse
ahorcar. E ste, pues, m e escribió una carta á A lcalá desde
Segovia, en esta form a.
CARTA
H ijo Pablos (que por el m ucho am or que me tenía
me llam aba así) las ocupaciones grandes desta plaza, en que
-me tiene ocupado su M ajestad, no me han dado lugar á
hacer esto; que si algo tiene m alo el servir al Rey, es el tr a ­
bajo, aunque se desquita con esta negra honrilla de ser sus
criados. Pésam e de daros nuevas de poco gusto. V uestro
padre m urió ocho días ha, con el m ayor valor que ha muer*
to hom bre en el m undo: dígolo como quién lo guindó ( i ) .
Subió en el asno, sin poner pie en el estribo; veníale el sa­
yo baquero ( 3 ) , que parecía haberse hecho para él: y como
tenía aquella presencia, nadie le veía con los cristos delan­
te, que no le ju zg ase por ahorcado. Iba con gran desenfado
m irando á las ventanas, y haciendo cortesías á los que de­
jab an sus oficios por m irarle. H ízose dos veces los bigotes.
M andaba descansar a los confesores, y íbales alabando lo
que decían bueno. Llegó a la de palo ( 4 ) , puso el un pie
en la escalera, 110 subió a gatas ( 5 ) , ni de espacio: y viendo
un escalón hendido, volviose a la justicia, y dijo. O ue m an­
dase aderezar aquel para otro, que no todos tenían su h íg a­
do. No sabré encarecer cuan bien pareció á todos. Sentóse
arriba, y tiró las arru g as de la ropa atrás. T om ó la soga, y
púsola en la nuez; y viendo que-el T eatino le quería predi­
car, vuelto á él le dijo. “ P adre, yo lo doy por predicado, y
vaya un poco de Credo, acabem os presto, que no q uerría p a­
recer p ro lijo .” H ízole así; enconm endom e que le pusiera la
caperuza de lado, y que le lim piase las babas; yo lo hice así.
Cayó sin encoger las piernas, ni hacer gestos. Q uedó con
una gravedad, que 110 había más que pedir. H ícele cuartos,
y dile por sepultura los ca m in o s; Dios sabe lo que á mi me
pesa de verle en ellos, haciendo m esa fran ca a los g ra ­
jos (6 ) ; pero yo entiendo que los pasteleros de la tierra
desta tierra nos consolarán, acom odándole en los de á cua­
G U IA
DÉ L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M O D ERN O S
429
tro ( y) . De vuestra m adre, aunque está viva ahora, casi
os puedo decir lo mismo, que está presa en la Inquisición
de Toledo, porque desenterraba a los m uertos, sin ser m u r­
m uradora. Dícese, que daba paz cada noche a un cabrón ( 8 ) ,
en el ojo que no tiene niña. H a lláro n la en su casa m ás pier­
nas, brazos y cabezas, que a una capilla de m ilagros; y lo
menos que hacía era sobrevirgos, y contrahacer doncellas. D i­
cen que representaba en el auto el día de la T rin id ad , con
cuatrocientos de m u erte; pésame, que nos deshonra a todos;
y a mi principalm ente, que al fin soy M inistro del Rey, y
m e están m al estos parentescos. H ijo , aquí ha quedado 110
sé que hacienda escondida de vuestros p ad res; será en todo
h asta cuatrocientos ducados': vuestro tío soy lo que ten­
go ha de ser p ara vos. V ista esta, os podréis venir aquí, que
con lo que vos sabéis de latín y retórica, seréis singular
en el arte de V erdugo. Respondedm e luego, y entre tanto
Dios os guarde.
N o puedo negar que sentí mucho la nueva a fre n ta ;
holgué lile en parte (ta n to pueden los vicios en los padres,
por grandes que sean los h ijo s) F ui me corriendo a Don
Diego, que estaba leyendo la carta de su padre, en que le
m andaba que se fuese, y no me llevase en su com pañía, m o­
vido de las travesuras m ías, que había oído decir. D íjom e,
como se determ inaba ir, y todo lo que le m andaba su p a d r e ;
que a él le pesaba d ejarm e; y a mí más. D íjom e, que me aco­
m o d aría con otro caballero, am igo suyo, p ara que le sirvie­
se. Y o en eso, riéndom e, le d ije : “ Señor, yo soy otro y otros
mis pensam ientos, m ás alto pico, y m ás autoridad me im­
p o rta ten er; porque si h asta ahora tenía, como cada cual,
mi piedra en el rollo, ah o ra tengo mi p ad re.” Declárele, co­
mo había m uerto tan honradam ente, como el m ás estirado.
Como le trin charon (9 ) e hicieron m oneda, y como había
escrito mi Señor T ío el V erdugo desto, y de la prisioncilla
de M am a, que á él, como quien sabía quien yo soy, me pu­
de descubrir sin vergüenza. L astim óse m ucho, y preg u n tó ­
me, que pensaba hacer. Dile cuenta de mis determ inaciones,
y con esto al otro día él se fué a Segovia, h arto triste, y yo
m e quedé en la casa, disim ulando mi desventura. Quemé
la carta, porque perdiéndosem e acaso, no la leyere a lg u n o ;
y comencé á disponer mi p artid a para Segovia, con inten­
ción de cobrar mi hacienda, y conocer mis parientes, para
h u ir dellos.
430
PEREDA V A I.n E S —
FU SCO SA N SO N E
L A OBRA
‘ E l B uscón ’ y el “L azarillo de T o rm es” son las dos obras m ás re­
presentativas del realism o picaresco. F o rm an grupo aparte, “G uzm án de
A lfarache, ‘E l escudero M arcos de O bregón”, y o tras obras m enores, en
las cuales predom ina la intención m oralista del a u to r sobre la observacinó directa de la realidad. “E l B uscón” y “L azarillo de T o rm e s” son
novelas picarescas in te g rale s; ni didácticas, ni reflexivas, cuentan y tra ­
zan al picaro como es, no para ejem plo de los demás, sino para solaz del
lector.
\
FRAG M ENTO DEL CAPITULO III
R etrato físico y m oral del licenciado Cabra. Cóm o era física m en te :
largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo berm ejo. L os ojos, ave­
cinados en el cogote, que parecía que m iraban por cu év a n o s; la n ariz en­
tre R om a y Francia, etc. L a descripción no es sintética, sino m uy de­
tallista, porque Q uevedo quiere e x ag e rar los detalles para darnos una
caricatura del Licenciado Cabra.
C óm o iba v e stid o : traía un bonete los días de sol, ratonado, con mil
g aleras y guarniciones de p la ta ; no tra ía cuellos, ni puños, etc.
.Cómo era m o ralm en te : dorm ía siem pre de un lado para no g a star
las sá b a n a s; »ste dato .es suficiente para tra z a r uno de los rasgos de su
fisonom ía iru rral: e ra un g ra n tacaño, adem ás, sucio, feo y repugnante.
Obsérvese el procedim iento m etafórico de Q u e v e d o : para decir que
la n ariz era chata y llena de bubas no lo expresa directam ente, sino di­
ciendo que la nariz entre R om a y Francia.
E n sín tesis: cuadro exagerado, caricatu ra m ás que retrato.
E P IS T O L A S A T IR IC A Y C E N S O R IA
C O N TR A LAS C O STU M B RES P R E S E N T E S D E LOS
C A S T E L L A N O S , E S C R IT A A L C O N D E -D U Q U E D E
O L IV A R E S
N o he de callar, por m ás que con el dedo,
Y a tocando la boca, ó ya la frente,
Silencio avises ó am enaces miedo.
¿N o ha de haber un espíritu valiente?
¿S iem pre se ha de sentir lo que se dice?
¿N unca se h a.d e decir lo que se siente?
G U IA
DE L E C T U R A S
DE A U T O R E S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
H oy sin m iedo que libre escandalice
Puede hablar el ingenio, asegurado
De que m ayor poder le atem orice.
E n otros siglos pudo ser pecado
Severo estudio y 1a verdad desnuda,
Y rom per el silencio el bien hablado.
Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
Q ue es lengua la verdad de D ios severo
Y la lengua de Dios nunca fué m uda.
Son la verdad y Dios, D ios verdadero:
Ni eternidad divina los separa,
Ni de los dos alguno’ fué prim ero.
Si Dios a la verdad se adelantara.
Siendo verdad, im plicación hubiera
E n ser y en que la verdad de ser dejara.
L a ju sticia de Dios es verdadera,
Y la m isericordia, y todo cuanto
E s Dios todo ha de ser verdad entera.
S eñor Excelentísim o, mi llanto
Y a 110 consiente m árgenes ni orillas:
Inundación será la de mi canto.
Y a sum ergirse m iro mis m ejillas,
L a vista por dos urnas derram ada
Sobre las aras de _las dos Castillas.
Y ace aquella virtu d desaliñada
Q ué fué, si rica menos, m ás tem ida,
E n vanidad y en sueño sepultada.
Y aquella libertad esclarecida
Que en donde supo hallar h o n ra d a m uerte
N unca quiso tener m ás larg a vida.
Y pródiga del alm a, nación fuerte
C ontaba por a fren tas de los años
E nvejecer en brazos de la suerte.
Del tiem po el ocio torpe y los engaños
Del paso de las horas y del día
R eputaban los nuestros por extraños.
N adie contaba cuanta edad vivía,
Sino de qué m an era: ni aun un hora
L ograba sin afá n su valentía.
L a robusta v irtud era señora,
431
432
PEREDA VAJ.DÉS —
P U S C O SA N SO N ®
Y sola dom inaba al pueblo ru d o ;
E dad, si m al hablada, vencedora.
E l tem or de la m ano daba escudo
Al corazón, que, en ella confiado,
T odas las arm as despreció desnudo
M ultiplicó en escuadras un soldado
Su honor precioso, su ánim o valiente,
D e sola honesta obligación arm ado.
Y debajo del cielo aquella gente,
Si no á m ás descansado, á m ás honroso
S ueño entregó los ojos, no la m enteH ilab a la m u jer para su esposo
L a m o rta ja prim ero que el vestido;
M enos le vió galán que peligroso.
A com pañaba el lado del m arido
M ás veces en la hueste que en la cam a;
Sano le aventuró, vengóle herido.
T o das m atronas y ninguna dam a,
Q ue nom bres del halago cortesano
N o adm itió lo severo de su fam a.
D erram ado y sonoro el Oceáno
E ra divorcio de las rubias m inas
Q ue u su rp aro n la paz del pecho hum ano.
N i los tru jo ( i ) costum bres peregrinas
E l áspero dinero, ni el O riente
C om pró la honestidad con piedras finas.
Jo y a fué la v irtu d p u ra y ard ien te;
Gala el -merecimiento y alabanza;
Sólo se codiciaba lo decente.
N o de la plum a dependió la lanza,
Ni el cántabro (2 ) con cajas y tinteros
H izo el campo heredad, sino m atanza.
Y E spaña con legítim os dineros,
No m endigando el crédito a L ig u ria ( 3 ) ,
M ás quiso los turbantes que los ceros.
M énos fuera la pérdida y la in ju ria
Si se volvieran M uzas los asientos ( 4 ) ,
Q ue esta usura es peor que aquella furia.
C aducaban las aves en los vientos,
Y esperaba decrépito el v e n a d o :
G rande vejez duró en los elementos.
Q ue eL vientre entonces, bien disciplinado,
G U IA
DE L E C T U R A S
DE AU TO RES C L A S IC O S Y
M ODERN OS
43 3
Buscó satisfacción y no h a rtu ra ,
Y estaba la g arg an ta sin pecado. (5 )
Del m ayor infanzón (5 ) de aquella pura
R epública de grandes hom bres, era
U n a vaca sustento y arm adura.
N o había venido al gusto lisonjera
L a pim ienta arru g ad a, ni del clavo
L a adulación frag an te forastera.
C arnero y vaca fue principio y cabo,
Y con ro jo s pim ientos y ajo s duros
T an bien como el señor comió el esc'avo.
Bebió la sed los arroyuelos p u ro s :
Después m o straro n del carchesio a Baco
E l cam ino los brindis m al seguros.
E l ro stro m acilento, el cuerpo flaco,
E ra n recuerdo del trab a jo honroso,
Y h o n ra y provecho andaban en un saco.
P udo sin nr’edo un español ve'loso
L lam ar a los tudescos bacchanales, (6 )
Y al holandés hereje y alevoso.
P u d o acusar los celos desiguales
A la Ita lia ; pero hoy de m uchos m odos
Somos copias, si son originales.
L as descendencias gastan m uchos godos,
T odos blasonan, nadie los im ita,
Y no son sucesores, sino apodos.
V ino el betún precioso que vom ita
L a ballena o espum a de las olas
Q ue el vicio, no el olor, nos acredita.
Y
quedaron las huestes españolas
Bien perfum adas, pero m al regidas,
Y alhajas las que fueron pieles solas.
E stab an las hazañas m al vestidas,
Y aún no se h arta b a de buriel y lana (7 )
L a vanidad de fem bras presum idas. (8 )
A la seda pom posa siciliana,
Que m anchó ardiente m úrice, el rom ano (9 )
Y el oro hicieron áspera y tirana.
N unca al duro español supo el gusano,
P ersu a d ir que vistiese su m o rtaja,
Intercediendo el C an por el yerano.
H o y desprecia el honor al que trab aja,
28
434
PEREDA VALDES —
FU SCO
S A N S O N IÍ
Y entonces fué el trab a jo ejecutoria,
Y el vicio graduó la gente baja.
P reten d e el alentado joven gloria
P o r d ejar la vacada sin m arido,
Y de Céres ofende la m em oria. (1 0 )
U n anim al á la labor nacido
Y símbolo celoso á los m ortales,
Que á Jo v e fué d isfraz y fué vestido;
Q ue un tiem po endureció m anos reales,
Y d etrás de él los cónsules gim ieron,
Y ru m ia luz en campos celestiales,
¿ P o r cuál enem istad se persuadieron
A que su apocam iento fuese hazaña,
Y á las mieses tan grande ofensa hicieron ?
¡Q ué cosa es ver un infanzón de E sp añ a
A breviado en la silla á la jineta,
Y g a sta r un caballo en una caña ?
Q ue la niñez al gallo le acom eta
Con sem ejante m unición apruebo;
M ás no la edad m ad u ra y la perfecta. ( i x)
E jerc ite sus fuerzas el mancebo
E n frentes de escuadrones, no en la frente
Del últim o b ru to la asta de acebo.
E l tro m peta le llame diligente,
D ando fuerza de ley el viento vano,
Y al son esté el ejército obediente.
¡Con cuánta m ajestad llena la mano
L a pica, y el m osquete carga al hom bro, (1 2 )
Del que se atreve a ser buen castellano.
. Con asco entre las o tras gentes nom bro
A l que de su persona, sin decoro,
M ás quiere nota d ar que d ar asom bro. •
G ineta y cañas son contagio m o ro ;
R estitúyanse ju stas y torneos,
Y h agan paces las capas con el toro.
P asadnos vos de juegos a tro fe o s;
Q ue sólo grande rey y buen privado
Pueden ejecutar estos deseos.
V os, que hacéis repetir siglo pasado
Con desem barazarnos las personas
Y sacar á los m iem bros de cuidado,
Vos disteis libertad con las valonas, (1 3 )
G U IA DE L E C T U R A S
DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
4 3 5
P a ra que sean corteses las cabezas,
D esnudando el enfado a las coronas,
Y, pues vos enm endastes m as cortezas,
D ad a la m ejo r p arte m e d ic in a :
V uélvanse los tablados fortalezas.
Q ue la cortés estrella que os inclina
A privar, sin intento y sin venganza,
M ilagro que a la envidia desatina,
T iene por sola bienaventuranza
E l reconocim iento te m e ro so :
N o presum ida y ciega confianza.
Y
si os dió el ascendiente generoso
Escudos, de arm as y blasones llenos,
Y por tim bre el m artirio glorioso,
M ejores sean p o r vos los que eran buenos
G uzmanes (1 4 ), y la cum bre desdeñosa
Os m uestre a su pesar campos serenos.
L ograd, señor, edad ta n v e n tu ro sa ;
Y cuando nuestras fuerzas exam ina
Persecución unida y belicosa.
L a m ilitar valiente disciplina
T enga m ás platicantes que la plaza;
D escansen tela falsa y tela fina.
Suceda a la m arlo ta (1 5 ) la coraza,
Y si el C orpus con danzas no los pide,
Velillos y oropel no hagan baza.
E l que en trein ta lacayos los divide,
H ace suerte en el toro, y con un dedo
L a hace en él la v ara que los mide.
M andadlo así; que aseguraros puedo
Q ue habéis de re sta u ra r más que Pelayo
Pues valdrá por ejércitos el miedo,
Y os verá el cielo ad m in istrar su rayo.
M E M O R IA IN M O R T A L D E D O N P E D R O G IR O N
D U Q U E D E O S U N A , M U E R T O E N L A P R IS IO N
F a lta r pudo su p atria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus h az añ as;
cliéronle m uerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava la fortuna.
436
PERÉDA VALDGS —
FU SCO
S A N S O N tí
L loraron sus envidias una a una
con las propias naciones las ex tra ñ as;
su tum ba son de F landes las campañas,
y su epitafio la sangrienta Luna.
E n sus exequias encendió el Vesubio
P arténope, y T rin a c ria al M ongibelo;
el llanto m ilitar creció en diluvio.
Dióle el m ejor lugar M arte en su cielo:
la M osa, (1 7 ) el R hin, el T a jo y el D anubio
m u rm uran con dolor su desconsuelo.
L E T R IL L A S A T IR IC A
Poderoso caballero
Es don Dinero.
M adre, yo al oro me h u m illo :
E l es mi am ante y m i am ado,
Pues de puro enam orado,
De contino (1 8 ) anda am arillo;
Que pues, doblón ó sencillo,
H ace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
E s don D inero.
N ace en las Indias (1 9 ) honrado,
D onde el m undo le ac o m p a ñ a;
Viene á m o rir a E spaña
Y es en Genova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
E s herm oso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
E s don Dinero.
E s galán y es como un oro,
T iene quebrado el color,
P ersona de gran valor,
T an cristian a como m oro;
P ues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
P oderoso caballero
E s don Dinero.
Son sus padres principales
G U IA DE L E C T U R A S
DE A U TO RE S C L A S IC O S Y
M O DERN O S
Y es de nobles descendiente,
P orque en las venas de O riente
T odas las sangres son reales:
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
P oderoso caballero
E s don D inero.
M as ¿á quién no m aravilla
V er en su gloria sin tasa
Q ue es lo m enos de su casa
D oña B lanca de C astilla? (2 0 )
P ero pues da al baxo (2 1 ) silla
Y al cobarde hace guerrero,
P oderoso caballero
E s don Dinero.
Sus escudos de arm as nobles
Son siem pre tan principales,
Q ue sin sus escudos reales
N o hay escudos de arm as dobles;
Y pues á los mismos robles
D á codicia su m inero,
P oderoso caballero
E s don D inero.
P o r im p o rtar en los tratos
Y d ar tan buenos consejos,
E n las casas de los viejos
G atos le g u ard an de gatos.
Y pues él rom pe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso caballero
E s don Dinero.
Y
es tan ta su m ajestad
(A unque son sus duelos h arto s)
Que con haberle hecho cuartos
N o pierde su au to rid a d ;
P ero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
P oderoso caballero
E s don D inero.
N unca vi dam as ingratas
A su gusto y afición,
Que á las caras de un doblón
4 3 7
438
PEREDA V A L D tS —
F U SCO S A N S O N E
H acen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
D esde una bolsa de cuero,
P oderoso caballero
E s don Dinero.
M ás valen en cualquier tierra,
M irad si es h a rto sagaz,
Sus escudos en la paz
Q ue rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le e n tierra
Y hace propio al forastero,
P oderoso caballero
E s don D inero.
NOTAS
( 1 ) t r u ; o : tr u j ir , tr a e r .
( 2 ) c á n ta b r o . — L o s c á n ta b r o s e ra n u n p u e b lo a n tig u o de la p e n ín s u la
ib é ric a , a l E)ste de A s tu r ia s , q u e lu c h ó la rg o tie m p o c o n tra lo s ro m a n o s p a ra
c o n s e r v a r su in d e p e n d e n c ia .
( 3 ) L i g u r i a : co m a rc a d e I t a l i a q u e lin d a c o n el g o lfo d e G é n o v a y c o m ­
p re n d e las p ro v in c ia s d e G é n o v a y P o i.to M a u riz io .
( 4 ) M u z a s : c a p itá n m o ro q u e se d is tin g u ió p o r su v a lo r e n el s itio d e
G ran ad a.
( 5 ) d e l m a y o r in f a n z ó n : el in fa n z ó n e ra n c a b a lle ro s d e s u p e rio r je r a r ­
q u ía , llam a d o s e n A ra g ó n “ m e sn a d e ro t.” , q u e c ria b a n en su c a s a a lg u n o s e s c u ­
d e ro s y c a b a lle ro s . A e s ta c a te g o r ía p e r te n e c ía el C id .
( 6 ) lla m a r a lo s tu d e sc o s b a c a n a le s.. S e r e fie re a los a le m a n e s d a d o s a
b e b e r e n d e m a s ía .
( 7 ) b u r ie l: p a ñ o b u rie l de co lo r r o jo .
IR ) fe m o r a s : nem u r« # .
( 9 ) m ú ric e : m o lu sc o m a rin o de co n c h a e riz a d a d e es p in a s d el <i.ue s a c a ­
b a n la p ú rp u ra lo s a n tig u o s .
(1 0 ) C ere s, h ija d e S a tu r n o y d e C ib e les, d io s a la tin a d e la a g r ic u ltu r a .
(1 1 ) p e r f e t a : p e rfe c ta , lic e n c ia fre c u e n te m e n te e m p le a d a .
(1 2 ) el m o s q u e te : a rm a de fu eg o a n tig u a , a lg o m á s p e s a d a q u e el a r c a b u z .
(1 3 ) v a lo n a : cu ello g ra n d e q u e se u s a b a e n a q u e lla é p o c a .
(1 4 ) G u z m a n e s : se r e fie re a G u z m á n el B u e n o , c a p itá n c a ste lla n o q u e se
d e s ta c ó e n la g u e rr a c o n tr a los m o ro s (1 2 5 8 -1 3 0 9 ).
(1 5 ) m a r I o ta : v e s tid u ra m o ris c a .
(1 6 ) v e lillo s : te la s u til m u y d e lg a d a .
(1 7 ) L a M o s a : r í o fra n c é s, el M o sa .
(1 8 ) c o n tin o : c o n tin u a m e n te .
(1 9 ) E n la s I n d i a s ; A m é ric a .
(2 0 ) B la n c a d e C a s tilla : m u je r de L u is V I I I de F r a n c ia y m a d re d e S a n
L u i s . F u é d o s veces re g e n ta d e F ra n c ia y s e d e s ta c ó p o r su p ru d e n c ia . 1188-1252.
(2 1 ) al b a x o : al b a jo .
C O M E N TA R IO
Q U E V E D O P O E T A . — N o fué Q uevedo un gran poeta. L e faltaba
grandeza, inspiración elevada y sublime. Cultivaba con m ás acierto el
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
459
género satírico dentro de la poesía, y en sus poesías ligeras, chispeantes,
en sus letrillas y en sus jácaras, sobresale m ás que en sus obras serias.
Como en la prosa, en la que es m aetro consum ado, m ariposea en varios
géneros, y así le vem os cultivar en las ochocientas poesías suyas, desde
el ligero y breve epigram a a la epístola m oral o al poem a heroico, desde
la já c a ra escrita en lenguaje de germ anía hasta el poem a sagrado o a la
canción m itológica. E n algunas de sus poesías, com o en la silva a R om a
antigua y m oderna, o en el soneto a la m em oria inm ortal de P e d ro G irón
no carece de cierta m ajestad y elevación, peroi es en la E pístola satírica
y censoria al Conde D uque de O livares donde encontram os el aspecto
más personal de su poética, allí donde alternan la sá tira y la a ltu ra m o­
ral, la risa y la austeridad. £>u espíritu e ra dem asiado crítico y agudo
para poseer las condiciones necesarias de un verdadero poeta. L a letrilla
satírica al poder del dinero es una m u estra de ingenio y de c rítica social.
E l poder del dinero que crea virtudes, privilegios de clases y fom enta
injusticias, está adm irablem ente presentado en la letrilla de Quevedo, tan
cáustica, tan verdadera y tan adecuada a n u e stra sociedad actual.
Luis de Góngora y Argote
( 1561, 1627)
N ació en Córdoba en el año 1561. F ueron sus padres,
Francisco de A rgote y doña L eonor de Góngora. E studió
en la U niversidad de Salam anca, pero abandonó sus estu­
dios jurídicos p ara ab razar la ca rre ra eclesiástica. F ué nom ­
brado canónigo de la catedral de Córdoba, tom ando las
órdenes sagradas en 1606.
Su vida la consagró exclusivam ente a las letras. Co­
m o otros escritores recibió la protección de grandes perso­
najes, com o el duque de L erm a y el Conde- D uque de O li­
vares. Felipe I I I lo hizo su capellán de H onor.
M uere el 23 de M ayo de 1627 en C órdoba de un a ta ­
que cerebral.
OBRAS
Poesía lír ic a : Sonetos heroicos, religiosos, eróticos, m orales y b u r­
lescos.
Canciones heroicas, am orosas, líricas, sacras y fúnebres.
G randes poem as: L a F á b u la de P olifem o y G a 'a te a ; el P clifem o y
las “Soledades’'.
Composiciones de carácter p o p u la r: décim as, letrillas, rom ances y
epigram as.
T e a tro : ‘ L a destrucción de T ro y a ”, en tre m é s; “L as firm ezas de Isa ­
bela ’, comedia y dos fragm entos d ra m á tic o s: ' ‘L a Com edia V en ato ria”
y “E l doctor C arlino”,
4
B IB L IO G R A F IA
O bras poéticas de G óngora. F oulché. N ew Y ork. Ed. de D ám aso
A lonso (reco m en d ad a). — O bras poéticas. H om enaje en su tercer cen­
GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
441
tenario. E d. P rom eteo. — M anuel Cañete. Observaciones acerca de G ón­
gora y el culteranism o. — Lucien P a u l T hom as. “G óngora et le gongorism e consideres dans leur ra p p o rts avec le m arinism e’’. — A lfonso R e­
yes. “Cuestiones gongorinas” . — Francisco Ichaso. “G óngora y la nueva
poesía” . — E m ilio O ribe. “ Poética y P lástica” .
SONETO X
A l E scorial, convento de San Jerónim o, dedicado a San Lorenzo, á
quien llam an octava m aravilla, por haberlo erigido con grandísim as e x ­
pensas el rey Felipe I I para sepulcro de los reyes de E spaña.
Sacros, altos, dorados capiteles,
que a las nubes robáis los arreboles,
Febo os tem e por más lucientes soles.
Y el cielo por gigantes m ás crueles.
Depon tus rayos, J ú p ite r: no celes
los tuyos, sol; de un tem plo son fa rd e s ,
O ue al m ayor m á rtir de los españoles
E rigió el m ayor rey de los infieles.
R eligiosa grandeza del m onarca
C uya diestra real al N uevo M undo
A brevia y el O riente se le humilla.
P erdone el tiem po, lisonjee la parca
L a verdad desta octava m aravilla,
Los años deste Salom ón segundo.
C O M E N TA R IO
i
Predom ina la hipérbole: “sacros, altos, dorados, capiteles—que a
la s nubes robáis los a rre b o le s’. Puede ubicarse este soneto en la época
de im itación h e rre ria n a ; pertenece, pues, a la prim era m anera de G ón­
g o ra : “el mundo a través de su personal visión, aparece hinchado hasta
térm inos m cn stru o so s; todo aparece convulsionado por un frenesí he­
roico y un delirio de sublim idad que contagia la m ism a naturaleza ina­
nim ada, a rra stra d a por la turbulenta fantasía del poeta a servir de de­
coración barroca a la m agnificencia de los tem as cantados por el poeta’ .
S O N E T O X X IX
A la ciudad de Córdobo y su fertilidad
¡ O h excelso m uro, Oh torres levantadas
De honor, de m ajestad, de gallardía!
442
PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE
¡O h g ra n rio, gran rey de A ndalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!
¡O h fértil llano, O h sierras encum bradas,
Q ue privilegia el cielo y d o ra el d í a !
¡O h siem pre gloriosa p atria m ía,
T an to por plum as cuanto por espadas!
Si entre aquellas ruinas y despojos
que enriquece Genil y D a rro baña
T u m em oria 110 fué alim ento mío.
N unca m erezcan mis ausentes ojos
V er tus m uros, tus to rres y tu río,
T u llano y tu sierra, ¡ O h patria, oh flor de E s p a ñ a !
NOTAS
(1)
¡o lí g r a n río , g r a n
rey de A n d a lu c ía !
Se re f ie re al r io
G u a d a lq u iv ir.
(2) Tanto por plumas cuanto por espadas: alude a la fama de su ciudad
natal, célebre tanto por sus escritores desde la antigüedad como Séneca, Lucano, Avicer.a, Averroes, etc., como por sus guerreros.
(3) Genil: afluente del Guadalquivir, que nace en el picacho de Veleta
y riega la vega granadina. D arro : rio de la provincia de Granada, afluente
dei Genil.
C O M E N TA R IO
G óngora era cordobés. E x a lta en este soneto a la ciudad natal. N o s
im aginam os las “altas to rre s” levantadas, los m uros, la h u e rta de los
arcos, el A lcázar y el puente árabe sobre el G uadalquivir. D esde las altas
m urallas don L uis contem pla la vega y el fé rtil llano y jun tam en te con
la fortaleza canta la fertilidad y canta el llano y la sierra, los dos efectos
de contraste del c laroscuro de su poem a; paisaje en lejanía com o en los
viejos cuadros.
S O N E T O X X III
A U N A F IE S T A DE C A Ñ A S Y TO R O S EN LA PLA ZA
DE V A LL A D O LID
L a plaza un ja rd ín fresco, los tablados
U n encañado (1 ) de diversas flores,
L os toros doce tigres m atadores,
A lanza y á rejón (2 ) despedazados.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
L a jin eta dos puestos coronados
De príncipes, de grandes, de señores;
L as libreas bellísim os colores,
A rcos del cielo, ó propios ó im ita d o s;
Los caballos, fabonios andaluces,
G astándole al P erú oro en los frenos,
Y los rayos al sol en los jaeces,
A l trasponer de Eebo ya las luces
E n m ejores adargas, aunque m enos,
P isuerga (3 ) vió lo que Genil mil veces.
NOTAS
(1) encañado: enrejado
que se hace con cañas.
(2) rejón: varilla con
una moharra que usar, los toreros para rejonear
(herir al toro) .
( 3 ) P u iserg a: río afluente del Duero.
C O M E N TA R IO
B ellísim a descripción de una corrida de toros. N o faltan los colores
vivos, ni la sangre, ni la arena. B rillante visión de una E spaña pintoresca
que nos ofrece uno de sus m ás lum inosos poetas, en cuya paleta abundan
los cálidos m atices, y se entrem ezclan con las tintas frías.
E l poeta español R afael A lberti, en bellos tercetos glosa un tem a
idéntico, de indudable filiación gongorina.
SO N ETO XXX T
r
A una rosa
A yer naciste, y m orirás m añ an a;
P a ra ta n .b re v e ser, ¿quién te dió vida?
¡ P a ra vivir tan poco estás lucida,
Y p ara no ser nada estás lo z a n a !
Si te engañó tu herm osura vana,
Bien presto la verás desvanecida,
P orque en esa herm osura está escondida
L a ocasión de m orir m uerte tem prana .
C uando te corte la robusta m ano,
L ey de la ag ricu ltu ra perm itida,
G rosero aliento acabará tu suerte.
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
444
No salgas, que te ag u ard a algún tiran o ;
D ilata tu nacer p ara tu v id a;
Que anticipas tu ser para tu m uerte.
C O M E N T A R IO
E ste soneto es de una sencillez de expresión que no recuerda por
cierto la m anera culterana de Góngora. E stán ausentes de él las trasposi­
ciones violentas, las m etá fo ra s inconexas o el abuso de los artificios re ­
tóricos. E l asunto es tradicional en la lírica castellana, desde M anrique.
C alderón glosa u n tem a análogo en su fam oso soneto “A las flores” .
SONETO
La
un
y a
que
dulce boca que a g u star convida
h um or entre perlas destilado,
no envidiar aquel licor sagrado
a Jú p iter m inistra el G arzón de Ida,
A m antes, no toqéis, si queréis vida;
porque en tre un labio y otro colorado
’A m or está, de su veneno arm ado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
N o os engañen las rosas, que al au ro ra
diréis que alfo ja rad as y olorosas
se le cayeron del púrpureo seno.
M anzanas son de T ántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ora,
y sólo del am or queda el veneno.
C O M E N TA R IO
“Y a en este soneto, no obstante su clásica envergadura, se observa
en germ en, el a fá n de la adjetivación celosa, la obsesión im aginista, cua­
jad a felizm ente en este verso m adrigalesco:
U n hum or entre perlas destilado,
y finalm ente la propensión m itológica, que ha de constituir m ás tard e
Un “leit-m otiv” en la obra gongorina, en la alusión al copero de Júpiter.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
La hipérbaton, si bien en su form a menos audaz, tam bién la sor­
prendem os y a :
porque entré un labio y otro labio colorado
am or e s t á . . . ”
Francisco Ichaso. — " Góngora y la nueva poesía
L E T R IL L A
L loraba la niña
Y tenia razón,
L a p ro lija ausencia
D e su ingrato am or.
D ejóla tan niña
Q ue apenas creyó
Que tenía los años
Que h a que la dejó.
L lorando la ausencia
Del galán traid o r
L a halla la luna
Y la deja el sol;
A ñadiendo siem pre
P asión a pasión,
M em oria á m em oria
D olor a dolor.
“ Llorad corazón ;
Que tenéis razón.
Dícele su m a d re :
"'H ija, por mi am or,
Que se acabe el llanto
O me acabo yo.”
E lla le re sp o n d e:
“ N o podrá ser, n o ;
Las causas son m uchas.
Los ojos son dos.
“ S atisfagan, m adre,
T a n ta sinrazón,
Y lágrim as lloren.
E n esta ocasión,
'‘T an ta s como dellos
U n tiem po tiró
446
PEREDA VAT.DES — FUSCO SANSON«
Flechas am orosas
E l arquero dios.
“ Y a no canto, m adre,
Y si canto yo.
M uy tristes endechas
Mis canciones s o n ;
“ P orque el que se fué,
Con lo que llevó
M e dejó el silencio
Se llevó la voz.
“ Llorad corazón;
One tenéis razón,”
L E T R IL L A
Las flores del romero,
Niña Isabel,
Lio y son flores azules,
Mañana serán miel.
Celosa estás la niña,
Celosa estás de aquél
Dichoso, pues lo buscas
Ciego, pues no te ve.
In g rato , pues, te enoja
Y confiado, pues
N o se disculpa hoy
De lo que hizo ayer.
E n ju g u en esperanzas
L o que lloras p o r él;
Q ue celos entre aquellos
Q ue se han querido bien
H oy son flores azules,
Mañana serán miel.
A u ro ra de tí m ism a,
Q ue cuando am anecer
A tu placer empiezas,
T e eclipsas tu placer.
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Serénense tus ojos.
Y m ás perlas nos des,
P o rq u e al sol le está m al
Lo que al au ro ra bien.
D esata como nieblas
T odo lo que no ves;
Q ue sospechas de am antes
Y querellas después
H oy son flores azules,
Mañana serán miel.
L E T R IL L A D E N E G R O S
— ¡O h qué vim o, Mangaleña,
Oh qué virnol
— ¿D ónde, prim o?
— N o portalo de Belena.
— ¿Q ué fu ? E n tre la hena
M ucho sol con m ucha raya.
—-Caya, caya,
P o r en D iosa que no m iento.
— V am o allá. T oca instrum ento.
— E lam ú, calam bú, calambú,
Elam ú.
—T u prim a sará al m om ento
E scrav ita do nacim ento.
— E ¿qué será, prim o, tú ?
— S aro bu,
Se chora, ó m enín Iesu
— E lam ú, calam bú, calambú,
Elam ú.
— Cosa vim o que creya
P a n ta ra m ucha gerquía,
C antando con m elodía
A un niño, que é Diosa, é ya Reya.
M a tan desnuda, que un bueya
Le está contino vahando.
— Veam o, prim o, V olando.
T an ta g ro ria é tan ta pena.
¡O h qué vim o, etc.
4 4 7
448
PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE
— Somerne, é vendo me á rosa,
De Gericongo M aría,
— E n tra , dijo, prim a mía,
Que negra so, ma herm osa.
— ¿ E n tra ste ? Sí é m aliciosa
A m uía un eos me tiró.
— Caya, que non fu coz, no.
— Pos ¿qué fu ? Invidia, m orena
— ¡O h qué v iv ió , M an galeña,
Oh qué vim o!
C O M E N TA R IO
E l tem a negro ha sido tratado por G óngora en esta letrilla con e x ­
quisito sabor popular. Im ita el lenguaje deform ativo de la raza negra y
hasta utiliza la onom atopeya para im itar el sonido del tam bor. L a im i­
tación del lenguaje de los gitanos y el aljam iado de los m oriscos aparece
en otras letrillas, que dem uestran la predilección de G óngora por las m o­
dalidades de ciertas razas hum ildes o trash u m an tes.
G óngora en esta letrilla presenta un cuadro burlesco de la N a tiv i­
dad, visto e interpretado por un gru p o de n egros. E l episodio bíblico
deform ado por la m entalidad ingenua de los negros adquiere perspecti­
vas jocosas, y G óngora le agrega deform aciones de lenguaje — pintores­
cas, como la de unir la palabra Jericó al Congo — para designar a M a­
ría de G ericongo. Los negros norteam ericanos tienen sus interpretaciones
personales de los serm ones de la Biblia, como se aprecian a trav és de
los serm ones negros o de * Green P a stu re s” , el Génesis visto por la m en­
talidad supersticiosa y prim itiva de un creyente de color.
E l tem a del negro no era nuevo en la lite ra tu ra clásica española. E n
la com edia “Los engañados” , de L ope de V ega, encontram os a la negra
G uiom ar que tiene un hijo en las A n tilla s: “Ay, siñora, no me la m ien­
tes, que m e face lágrim as y o ra r. T éngclo, siñora, la India, le San Ju a n
de P in ito Rico, y ag o ra por un mes lagoso m e cibió una c arta aquela
ringlonsito tan fresco como una flo r de aquese cam po” . E l tipo de la
negra será en la época de Lope de V ega un tem a de entrem és.
H E R M A N A M A R IC A
H erm an a M arica,
M añana que es fiesta,
N o irás tú á la am iga
N i yo iré a la escuela.
P ondráste el corpiño
Y la saya buena,
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Cabezón ( x ) labrado,
T oca y alba n eg ra;
Y á mí m e pondrán
M i camisa nueva,
Sayo de palm illa ( 2 ) ,
M edia de estam eña (3 ) ;
Y si hace bueno,
T ra eré la m ontera (4 )
Q ue me dió la P ascua
Mi señora agüela.
Y el estadal (5 ) ro jo
Con lo que le cuelga,
Q ue tru jo el vecino
C uando fué a la feria.
Irem os á misa,
V erem os la iglesia,
D arános un cuarto
M i tía la ollera.
C om prarem os dél,
Que nadie lo sepa,
Chochos y garbanzos (6 )
P a ra la m e rie n d a ;
Y en la tardecita,
E n nuestra plazuela,
Ju g a ré yo al toro
Y tú a las m uñecas
Con las dos herm anas,
J u a n a y M adalena,
Y las dos prim illas,
M arica y 1a tu e rta ;
Y si quiere m adre
D a r las castañetas ( 7 ) ,
P o d rás tan to clello
B ailar en la p u erta ;
Y al son del ad u fe (8 )
C an tará A n d re g ü e la :
“ N o me aprovecharon,
M adre, las yerbas” ;
Y yo de papel
H a ré una librea,
T eñida con m oras
P orque bien parezca,
29
449
450
PEREDA VAEDES —
ÏU SC O SAN SO N E
Y una ca p e ru z a •
Con m uchas alm en a s;
P o ndré por penacho
L as dos plum as negras
Del rabo del gallo,
O ne acullá en la huerta
A naranjeam os
L as C arn esto len d as;
Y en la caña larga
P o n d ré una bandera
Con dos borlas blancas
E n sus tranzaderas (9 ) ;
Y en mi caballito
P o n d ré una cabeza
De guadam ecí (1 0 )
D os hilos por riendas;
Y en tra ré en la calle
H aciendo corvetas ( t i )
Y o y otros del barrio,
O ue son m ás de treinta.
Jugarem os cañas
Ju n to á la plazuela,
P o rque B artolilla
S alga acá y nos v e a ;
B artola, la h ija
D e la panadera,
L a que suele darm e
T o rta s con m anteca,
P o rque algunas veces
H acem os yo y ella
L as bellaquerías
D etrás de la puerta.
NOTAS
C a b e z ó n . — L is ta d e lien zo d o b la d o q u e se cose a la p a r te s u p e r io r
(1 )
d e la c a m is a .
(2 ) p a lm illa . — C ie rto g é n e ro de p añ o , q u e p rin c ip a lm e n te se la b ra b a en
C uenca.
(3 )
E s ta m e ñ a . — T e jid o de e s ta m b re , se n c illo y o r d in a rio .
(4 ) m o n te r a . — P re n d a p a ra a b rig o d e la c a b e z a .
(5 ) e s ta d a l. - — C in ta ro ja q u e se u sa en el c u e llo .
(6 )
C h o ch o s. — E s p e c ie d e f r ijo l.
(7 )
c a s ta ñ e ta s . — C a s ta ñ u e la s .
(8 )
A d u fe . —- P a n d e r o .
GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
(9 ) tr a n z a d e r a . — E s p e c ie d e lazo q u e se fo rm a trc n z a r.d o
(1 0 ) g u a d a m e c í. — C u ero a d o rn a d o c o n d ib u jo s .
(1 1 ) c o r v e ta s . — Im ita n d o el m o v im ie n to del ca b allo q u e <
b ra z o s e n el a ire .
ROM ANCE
S ervía en O ran al Rey
U n español con dos lanzas,
Y con el alm a y la vida
A una gallarda africana,
T a n noble como herm osa,
T an am ante como am ada,
Con quien estaba una noche
C uando tocaron el arm a.
T rescientos Zenetes eran
D este rebato la c a u s a ;
Q ue los rayos de la luna
D escubrieron las a d a rg a s ;
L as adarga* • avisaron
A la m udas atalayas,
L as atalayas los fuegos,
L os fuegos á las cam panas;
Y ellas al enam orado,
Q ue en los brazos de su dam a
O yó el m ilitar estruendo
De las trom pas y las cajas.
E spuelas de honor le pican
Y freno de am or le p a ra ;
No salir es cobardía,
In g ra titu d es dejalla.
D el cuello pendiente ella,
Viéndole te m a r la espada,
Con lágrim as y suspiros
Le dice aquestas palab ras:
“ S alid al campo, Señor,
B añen m is ojos la cam a;
Que ella me será tam bién,
S in vos, campo de batalla.
’’V estios y salid apriesa,
que el general os ag u a rd a ;
yo os hago a vos m ucha sobra
451
ia cu e rd a
in a
con
PEREDA
va ld es
—
FUSCO
sa n so n
E
y vos a él m ucha falta.
“B ien podéis salir desnudo
pues mi llanto no os ab lan d a;
que tenéis de acero el pecho
y no habéis m enester arm a s.”
V iendo el español brioso
cuánto le detiene y habla,
le dice a s í : “ Mi señora,
tan dulce como enojada,
porque con h o n ra y am or
yo me quede, cum pla y vaya,
v ay a a los m oros el cuerpo,
y quede con vos el alma.
“ Concededme, dueño mío,
licencia p ara que salga
al rebato en vuestro nom bre,
y en vuestro nom bre com bata.”
'“E ntre los sueltos c a b a llo s ...”
E n tre los sueltos caballos
de los vencidos Zenetes,
que p or el campo buscaban
en tre lo ro jo y lo verde,
aquel español de O rán
un suelto caballo prende,
p or sus relinchos lozano
y p o r sus cernejas fuerte,
p ara que lo lleve a él,
y a un m oro cautivo lleve,
que es uno que ha cautivado,
capitán de cien Zenetes.
E n el ligero caballo
suben am bos, y él parece,
de cuatro espuelas herido,
que cuatro vientos lo mueven.
T riste cam ina el alarbe,
y lo m ás bajó que puede
ardientes suspiros lanza
y am argas lágrim as vierte.
A d m irado el español
de ver cada vez que vuelve
GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
que tan tiernam ente llore
quien tan duram ente hiere,
con razones le pregunta
com edidas y corteses
de sus suspiros la causa,
si la causa lo consiente.
E l cautivo, como tal,
sin excusarlo, obedece,
y a su piadosa dem anda
satisface desta suerte:
“ V aliente eres, capitán,
y cortés, como valiente;
por tu espada y por tu trato
me has cautivado dos veces.
"P re g u n ta d o m e has la causa
de mis suspiros ardientes,
y débote la respuesta
por quien soy y por quien eres.
“ Yo nací en Gélves el ano
que os perdisteis en los Gélves,
de una berberisca noble
y de un turco m ata-siete.
“ E n T rem ecen me crié
Con mi m adre y mis parientes
Después que m urió m i padre,
C orsario de tres bajeles.
“Ju n to á mi casa vivía,
P orque m ás cerca m uriese,
U na dam a de linaje
De los nobles M elioneses:
“ E x trem o de las herm osas,
C uando no de las crueles,
H ija a l fin de estáis arenas
E n g en d rad o ra s de sierpes.
E ra tal su herm osura,
Q ue se hallaran claveles
M ás ciertos en sus dos labios
Que en los dos floridos meses.
“ C ada vez que la m iraba
Salía el sol por ;su frente,
De tantos rayos vestido
C uantos cabellos; contiene.
455
454
PEREDA
va ed es
—
EUSCO
sa n so n e
“Ju n to s así nos criam os,
Y A m or en nuestras niñeces
H irió nuestros ¡corazones
Con arpones diferentes.
“ L abró el oro en m is entrañas
Dulces lazos, tiernas redes,
M ientras el plomo en las suyas
L ibertades y desdenes.
“ M ás, ya la razón sujeta,
Con palabras me requiere
Oue su crueldad le perdone
Y de su beldad me acuerde;
“ Y apenas vide trocada
L a dureza desta sierpe
C uando tú me cautivaste;
M ira si es bien que lamente.
“ E sta, español, es la causa
Q ue á llanto pudo m overm e;
M ira si es razón que llore
T an to s males ju n tam en te.”
C onm ovido el capitán
De las lágrim as que vierte,
P ara n d o el veloz caballo,
Oue paren sus. males quiere.
“ G allardo m oro, le dice,
Si adoras como refieres,
Y si como dices am as,
D ichosam ente padeces
“ ¿Q uién pudiera im aginar,
V iendo tus golpes crueles,
Q ue cupiera alm a tan tierna
E n pecho tan duro y fuerte
“ Si eres del A m or cautivo,
D esde aquí puedes v o lv e rte ;
Q ue me pedirán por robo
L o que entendí que era suerte.
“ Y no quiero por rescate
Q ue tu dam a me presente
N i las alfom bras m ás finas
N i las granas m ás alegres.
“A nda con Dios, su fre y ama,
Y vivirás si lo hicieres,
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
Con tal que cuando la veas
P ido que de mí te acuerdes.”
Apéose del caballo,
Y el m oro tras él desciende,
Y por el suelo postrado,
L a boca á sus pies ofrece.
“ V ivas m il años, le dice,
Noble capitán valiente,
O ue ganas m ás con librarm e
Q ue ganaste con prenderm e.
“A lá se quede contigo
Y te dé v ito ria siem pre
P a ra que extiendas tu fam a
Con hechos tan excelentes.”
C O M E N TA R IO
Los preceptistas señalan en las - letrillas, rom ances y epigram as de
G óngora un segundo estilo del g ra n poeta cordobés. E sta segunda m a­
nera de G óngora, sencilla, lum inosa, popular, estaría en contraste evi­
dente con la m anera del G óngora del ‘ Panegírico del D uque de L erm a”
y de las “soledades’’ abstruso, intrincado, como una selva im penetrable.
P re ferim o s no descom poner la personalidad de G óngora en tantos
com partim entos como lo hacen los preceptistas para ver en él uno s o lo :
el G óngora poeta de las soledades y a rtista extrao rdinario.
Q ue G óngora quiso ap artarse del lugar com ún y llevar a la poesía
p or no trillados caminos, eso es indudable; para ello se fo rjó un estilo
personalísim o, un vocabulario escogido y una m anera de construir en la
que predom inan ciertas fo rm as poco usadas entonces (apenas esbozadas
en H e rre ra y reveladas por C arrillo S o to m ay o r), apartándose en eso de
la claridad lum inosa del clacisismo para e n tra r de lleno a ser el p recu r­
sor de la m etáfo ra m oderna.
P ero G óngora, g ra n poeta y espíritu amplio, no podía apartarse del
pueblo. L o amaba, en su soledad y abandonó su aislam iento m inoritario
p ara acudir a beber de sus fuentes p rístin a s. P o r eso sus letrillas y ro ­
m ances se confunden con el habla del pueblo, con la poesía anónim a que
adquiere a m enudo caracteres artístico s. L o malo es separar lo popular
artístico, de lo artístico e ru d ito : tanto vale lo uno como lo otro en m a­
teria de creación artística. L a separación conduce a confundir y a esta­
blecer divisiones a rtificiale s: G óngora poeta popular y luminoso, es el
mismo G óngora oscuro y refinado de “L as soledades”, que ha dejado
pen etrar un rayo de luz en su d ram ática o scuridad. E s sorprendente para
algunos que Góngroa, el m aestro de la poesía culta, el poeta de “L as so­
le d a d e s’ que buscó un estilo para diferenciar la suya de la poesía tra d i­
cional, para rom per con la herencia de C astillejo, haya dejado un con­
456
PfiRliDA VAl.DÜS —
PUSCO SANSONES
ju n to de composiciones de corte popular, que constituyen sin duda, un
aporte valioso a ese género de poesía; pero esa m odalidad gongorina fué
el últim o hom enaje del poeta que dejaba para siem pre el cam ino que o tro s
siguieron para conducirse por el laberinto de su verdadera personalidad.
E s en “L as soledades” y en “P o life m o ” donde encontram os al verdadero
G ó n g o ra .
SO LED A D SEGUNDA
E n trase el m ar por un arroyo breve
Q ue á recibillo con sediento paso
D e su roca natal se precipita,
Y m ucha sal no sólo en poco v a s o ;
M as su ruina bebe
Y su fin, cristalina m ariposa,
N o alada, sino undosa.
E n el farol de T etis ( i ) solicita.
M uros desm antelados, pues, de arena,
C entauro ya espum oso el Océano,
M edio m ar, m edio ría,
D os veces huella la cam paña al día,
E scalar pretendiendo el m onte en vano,
D e quien es dulce vena
E l tard o ya torrente
A rrepentido, y aun retrocediente.
E ra l (2 ) lozano, así novillo tierno,
De bien nacido cuerno
M al lunada la frente,
R etró g rado cedió en desigual lucha
A d u ro toro, aun contra el viento arm ado.
N o, pues, de o tra m anera
A la violencia m ucha
Del p adre de las aguas, coronado
De blancas ovas (3 ) y de espum a verde,
R esiste obedeciendo, y tie rra pierde.
E n la incierta ribera,
G uarnición desigual á tanto espejo,
D escubrió el alba á nuestro peregrino
Con todo el v illanaje ultram arino,
Que a la fiesta nupcial, de verde tejo,
T oldado, ya capaz tra d u jo pino,
Los escollos el sol rayaba cuando
Con rem os gem idores
457
G U IA D 6 LECTURAS D í AUTORES CLASICOS Y
MODERNOS
Dos pobres se aparecen pescadores,
N udos al m a r de cáñam o fian d o ;
R uiseñor en los bosques no m ás blando,
E l verde roble que es barquillo agora.
S alu d ar vió a la au ro ra,
Q ue al uno en dulces quejas y no pacas,
O ndas endurecer, liquidar rocas.
Señas m udas la dulce voz doliente
P erm itió solam ente
A la tu rb a, que d ar quisiera voces
A la que de un ancón segunda haya,
C ristal pisando azul con pies veloces.
Salió im provisa, de una y o tra playa
V ínculo desatado, instable puente.
L a p ro ra diligente
N o sólo dirigió á la opuesta orilla,
M as red u jo la m úsica barquilla
Que en dos cuernos del m ar caló 110 breves
Sus plom os graves y sus corchos leves.
Los senos ocupó del m ayor leño
L a m arítim a tropa,
U sando al e n tra r todos
C uantos les enseñó corteses m odos
E n la lengua del agua ruda escuela,
Con nuestro fo rastero, que la popa
Del canoro escogió batel (4 ) pequeño;
Aquél las ondas escarchando, vuela,
E ste, con perezoso m ovim iento,
E l m ar encuentra, cuya espum a cana
Su p ard a aguda p ro ra
R esplandeciente cuello
H ace de augusta coya (5 ) peruana,
A quien hilos el sur trib u tó ciento
D e perlas cada h o ra ;
L ág rim as no enjugó m ás de la au ro ra
Sobre violas negras la m añana,
Q ue arrolló su espolón con pom pa vana
Caduco a lfó ja r, pero a lfó ja r bello (6 )
D ando el huésped licencia p ara ello,
R ecurren no á las redes, que m ayores
M ucho Océano y pocas aguas prenden,
Sino á las que am biciosas m enos penden,
458
PgRfiDA VALDÉS —
ÍU SC O SA N SO N E
L aberinto undoso do m arino
Dédalo, si de leño no, de lino,
F áb rica escrupulosa, y aunque incie:ta,
Siem pre m urada, pero siem pre abierta.
L iberalm ente de los pescadores
Al deseo al estero corresponde
Sin valelle al lascivo ostión (7 ) el justo
Arnés de hueso, donde x
L iso n ja breve al gusto.
C ontagio original quizá de aquella
Que, siem pre hija bella,
D e los cristales, una
V enera fué su cuna.
M allas visten de cáñam o al lenguado,
M ientras en su piel lúbrica fiado,
E l congrio, que viscosam ente (9 ) liso,
Las telas b u rlar quiso,
T ejid o en ellas, se quedó burlado.
L as redes califica menos gruesas,
Sin rom per hilo alguno,
P om pa el salm ón de las reales mesas,
C uando 110 de los cam pos de N eptuno,
Y el travieso robalo ( 9 ) ,
Goloso de los cónsules regalo,
E sto s y m uchos más, unos desnudo.:;,
O tros de escam as fáciles arm ados,
Dió la ría pescados,
Oue nadando en un piélago de nudos,
No ag rav an poco el negligente robre.
E spaciosam ente dirigido
Al bienaventurado albergue pobre,
Oue de carrizos (1 0 ) frágiles tejido,
Si fabricado 110 de gruesas cañas,
Bóvedas le coronan de espadañas C u ) .
E l peregino, pues, haciendo en tanto
In stru m en to el batel, (1 ) cuerdas los remos,
Al céfiro encom ienda los extrem os
D este m étrico lla n to :
NOTAS
(1 )
(2 )
T e tis . — D e id a d
E r a l. — N o v illo
m a rin a , m a d re
m e n o r de d o s
de la s
años.
O c é a n ic a s .
459
(3 )
(4 )
(5 )
s ig n ific a
(6 )
(7 )
(8 )
(9 )
(1 0 )
G UIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
O v a . — A lg ’a fila m e n to s a de las a g u a s co rrie i.c e s.
o tr o s leen b a je l.
S e g ú n P e llic e r, los in c as del P e r ú lla m a b a n a su e m p e ra triz co y a , q u e
señ o ra.
D é d a lo . — L a b e r in to .
v is c o s a m e n te . — O tr o s leen v is to s a m e n te .
ro b a lo . •— P e z m a rin o , de c a rn e m u y p re c ia d a .
C a rr iz o s . — P la n ta g r a m ín e a q u e se c r ía en los lu g a re s p a n ta n o s o s .
e s p a d a ñ a . — P la n ta tifá c e a con la q u e se h ac en e s te r a s .
C O M E N TA R IO
“L as soledades”, “ P o lifem o ” y el “ Panegírico del D uque de Lerm a"
y algunos sonetos, entre otros, el bellísim o que empieza ‘ la dulce boca
que a g u sta r convida'’, son señalados por los preceptistas com o las obras
características del G óngora cu lte ra n o . G óngora se presenta aquí, sin du­
da, en su aspecto m ás b rillante y personal.
Se han señalado como características de elocución ex te rn a de esta
m anera escura y tenebrosa las sig u ien te s: 1<? U so de vocablos latinos que
no se entienden en castellano y de otros italianos. 2? A rcaísm os y neolo­
gism os. S9 Vocablos castellanos con significado especial, distinto del co­
rrien te. 4 9 E n vez de una palabra expresiva una p a ráfra sis oscura y
T ara. S9 T ransposiciones violentas, colocando los verbos y adjetivos a
larg a distancia de los sujetos y de los nom bres o de tal m anera que no
guardan estricta correspondencia. 6° Supresión de artículos y c o n ju n ­
ciones. 7 9 P aréntesis largos e intem pestivos. 8 ° A fectada erudición y
profu n d id ad . 9Q A buso de alusiones m itológicas. 10. Conceptos sutiles
y extravagantes. 11. M e táfo ra s que no guardan clara analogía con la
idea principal. 12. A buso de la antítesis y de las fig u ras retó ricas.
E sta m odalidad de G óngora, la m ás personal y gongorina, ha sido
agriam ente criticada en su época y en las siguientes. Su contem poráneo
Ja u reg u i ya expresaba este juicio dem asiado severo sobre el culteranism o
en su aspecto de perfección f o r m a l: “ Creen que la poesía no es habla
conversada y concepto ingenioso, sino un sonido e stu p e n d o ... N o in q u ie­
ren m ás en las obras que un ex terio r fantástico, aunque carezca de alm a
y de c u e rp o ___ N o procuran ni saben valerse de grandes argum entos
y vivas sentencias; para aventajarse en esta p a rte esencial a otros buenos
escritores ocurren a la extrañeza sola del lenguaje, por si con ella pueden
com pensar el d e fe c to . . . A s! vienen a s e r . . . siervos y esclavos de la lo­
cución, que los desvía y a rra s tra donde quiere, habiendo de ser dueños
y señores para servirse de ella con m agisterio” .
Pero la Dueña estrella de G óngora empezó a b rilla r ya en su época,
sus detractores m ás enconados fu ero n Q uevedo y Ja u re g u i. E n cam ­
bio, Cascales le llam a “el cisne que m ás bien cantó en estas rib eras” ; P e ­
dro de V alencia adm ira “ su ingenio n atu ral, generoso y lozano’1, y L ope
de V ega, que en otras oportunidades satirizó su) obra culterana con un
criterio casi com prensivo, dice de é l : ‘‘Sea lo que fuere, yo lo he de es­
tim ar y am ar tom ando de él lo que entendiere con hum ildad y adm irando
lo que no entendiere” .
460
PKKIÍDA VALUES —
I'USCO SA N SO N tí
Como aconteció con Calderón, su gloria lia fu lg u rad o algunos siglos
después de su m uerte con m ás brillo que en vida. L os poetas españoles
actuales adm iran en G óngora a un m aestro y a un ex tra o rd in a rio poeta.
E n tre los poetas de indudable filiación gongorina cabe c ita r a Jo rg e Guillén, a R afael A lberti, a E m ilio P ra d o s y a G erardo D iego. E sta dé­
cim a de Jo rg e Guillén — el m ás gongorino de aquellos poetas — nos
dice hasta que punto G óngora inspira a la actual poesía española:
‘ Y o vi la r o s a : clausura
prim era de la arm onía,
tranquilam ente fu tu ra .
Su perfección sin porfía
serenaba al ruiseñor,
cruel en el esplendor
espiral del g o rg o rito .
Y ciñó al aire el espacio
con plenitud de palacio,
y fué ya imposible el g rito " .
O en R afael A lberti, hoy com pletam ente desgongorizado en sus poe­
m as re v o lu c io n a rio s:
“C uatro vientos de pólvora y platino,
la libre al sol z afira condenada
fiera del dócil m ar del sur latin a'’.
•
P a ra los críticos de G óngora, el g ra n poeta español, como dice M ontoliú, viste túnica de p ú rp u ra cubriendo un esqueelto. Se ha exagerado
negando a G óngora riqueza interior de sentim ientos y de ideas al ver sólo
en él una m aravillosa exhuberancia verbal. E n G óngora hay una riqueza
poética que corre a raudales y que no es ajena al sentim iento — tildado
de artificioso— ni a las ideas, de las que se le supone pau p érrim o . Los
que así hablan sólo han visto los defectos de G óngora y no sus claras
v irtu d e s.
Sin duda, hay m ucho de ininteligible en su poesía. ¿Q uién entiende
esta estro fa tem ada al a z a r :
“N o en tí la am bición m ora
hidrópica de viento,
ni la que su alim ento
el áspid es g ita n o ;
110 la que, en vulto com enzando hum ano,
acaba en m o rtal fiera,
esfinge bachillera,
que hace hoy a N arciso
ecos solicitar, desdeñar fuentes” .
Se encuentran en sus poesías expresiones de mal gusto y p ro sa sim o s:
G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS
461
“E ste que B abia al m undo hoy ha ofrecido
poema, si no a núm eros atado,
de la disposición antes lim ado
y de erudición después lam ido” .
E xceden a los defectos de G óngora sus m etáfo ras audaces, sus be­
llísim as expresiones, sus adm irables hallazgos poéticos. Centenares de
versos ilustres y de valientes m etá fo ra s pueden citarse. N os lim itam os £.
señalar algunos de sus m ás bellcs h a lla z g o s:
“A batallas de am or, cam pos de plum a”
S u bellísim a m etáfo ra, cuando llam a a los m o n te s :
“gigantes de cristal, los tem e el viento”
O cuando d ic e :
“con m anos de cristal nudos de h ie rro ”
O esta evocación v irg ilia n a :
“A rde la juventud, y les arados
peinan la tie rr a ''.
V igorosa y violenta es esta m etáfo ra sobre el b o sq u e :
“V elero, bosque de árboles poblado
que visten h o jas de inquietante lino” .
G óngora supo dar a las palabras un significado nuevo, así D ám aso
A lonso, nos d ic e : “R esultan así en la poética de G óngora unas ex trañ as
series en las que elem entos m uy dispares quedan reunidos por una sola
designación. P e ro será la palabra que exprese todos los objetos poseedo­
res de una m ism a propiedad com ún, la de ser dorados, ya sean cabellos
de m u jer, miel de abeja, aciete de olivas, mieses de trig o ; nievq será
'todo lo que coincida en b lan cu ra. Cuando el lector encuentra en las “ So­
ledades” una de estas palbras, tiene ya la llave — género próxim o — para
un tropel de conceptos. Son habituales en poesía com paraciones de este
t ip o : la barca salió sobre las aguas azules y de una te rsu ra de cristal,
como si pisase la superficie con los veloces pies que fingían los rem os.
E n G óngora ..sólo aparecen los térm inos irreales ‘‘Salió cristal pisando
azul con pies veloces” .
FE DE E R R A T A S
E n la
pág. 9, línea 15, donde dicc etsado, debe decir estado.
E n la
pág. 14, línea 5, donde dice Poem a del M ío Cid, debe
decir P o e ­
m a de M ío C id.
lín la
pág. 14, línea
11. donr'fc dice
C artas del Mío
Cid,
debe decir
C artas de M ío Cid.
E n la pág. 14, linea 12, donde dice heroica-popular, debe decir heroico-popular.
E n la pág.
15, línea 32, donde dice galaica-portuguesa, debe decir ga-
laico-portuguesa.
E n la pág. 16, línea 39, donde dice m estes de ju g lería, debe decir mestes de ju g la ría .
E n la pág. 16, linea 41, c.!o nde dice L ibro del Buen A m or, debe d ecir
L ibro de Buen A m or.
E n la
pág. 18, donde dice Poem a del M ío Cid, debe decir
P oem a de
M ío Cid.
E n la pág. 23, línea 27, dónele dice Ronsesvalles, debe decir Roncesvalles.
E n la p á g .47, donde dice L ibro del P atro n io , debe decir L ibro de P a tro n io .
E n la pág. 65, copla X X V , verso 10, debe decir “ni los quiero hazer coros” .
E n la pág. 75, línea 14, donde dice VelcJés, debe decir V aldés.
E n la pág . 71, línea 14, donde dice acopoparse, debe debir apocoparse.
E n la pág. 117, línea 8, donde dice y que el contrario, debe d ecir y que
por el contrario.
E n la p á g . 117, línea 39, donde dice S anázaro, debe decir S a n n a za ro .
E n la pág. 118, línea 22, donde dice Sa de M iranda, debe decir S aa dte
M ira n d a .
E n la pág. 119, línea 31, donde dice propiam ente dicho, debe decir propia­
m ente dicha.
E n la pág'. 151, línea 19, donde dice ilulinativa, debe decir ilum inativa.
E n la pág. 157, línea 9, donde dice B eviario, debe decir B rev iario .
E n la pág. 168, la nota (1 ) corresponde a F ran cisco S alinas. E n la p á ­
gina 169, la nota (2 ) al verso “nunca, que es de todos la p rim e ra ’.
L a nota (3 )
al verso “con que este eterno tem plo es sustentado” .
La nota (4 ) al verso “de núm eros concordes luego em ía”, y la no­
ta (5 ) al verso “aquí la alm a navega” .
En
la pág.
169, línea 13. donde dice consonate respuesta, debe decir
consonante re sp u esta .
D os autorizadas
P rólogo
................................................
5
..............................................................................
7
opiniones sobre esta obra
de la 1^ edición
P an o ram a
de la lite ratu ra española
El Poem a
de M ío Cid y el
Poem a de M ío
Cid.
El
Ju a n
In fan te
D on
.....................
9
-Medio social de la época ......................
en
18.
— C antar del
M anuel
la E d ad M edia
D estierro
......................................
...................................................................
24
45
L ibro de P a tro n io o del Conde L u can o r .....................................................
4/*
Jo rg e
54
M anrique
..................................................................................................
Coplas ¿fe Don Jo rg e M anrique por la m u erte de su P ad re ..................
56
F,1 Rom ancero
77
.................................................................................... .................
Los rom ances en A m érica
A dvertencia sobre
.............................................................................
la lengua m edieval
.......................................................
P an o ram a de la
L ite ratu ra E spañola del Renacim iento
G arcilaso de la
V ega
L ite ra tu ra
.........................
93
95
97
.......................................................................................... 101
m ística española
...........................................................................
131
San Ju an de la C ruz ......................................................................................••• 136
El
Cántico E spiritual
S an ta T ere sa
F ra y Luis
................................................................. ....................... 137
de Jesús
de L eón
Fernando de H e rre ra
Rodrigo C aro
E pístola
La
M oral
novela
•• ..................................................................................... 146
................................................................................................ 163
...........................................................................................
...................................................................... .................................. 209
picaresca
.............................................................................................. 219
L azarillo de Torm es. — T ra ta d o
M ateo
A lem án
V icente
Espinel
Ditego
H u rta d o
19J
........... ............................................................................................... 204
I. .................................................. ............ 222
................. .................................................................................... 235
.................... ................................................................................ 239
de
M endoza
M iguel de C ervantes S aavedra
......................................................... ................241
.................................................................. 247
N ovelas ejem plares. — Coloquio de los perros ............................................. 303
P an o ram a del teatro español hasta fines de la E dad de O ro .................. 312
Juan del Encina
T o rres
................................................................... ................................ 324
N a h arro
................................................................................................... 327
Lope de Rueda
...................................................................................................... 330
F é lix Lope de V ega Carpió ........... .................................................................. 354
P ed ro C alderón de la B arca ............................................................................. 369
Dos escuelas literarias
....................................................................................... 408
Francisco Gómez de Quevedo y V illegas
L u is’ de G óngora y A rg o te
..................................................... 411
................................................................................ 440
Descargar