El lujo desconsiderado y desvergonzado es una ofensa vergonzosa a los pobres.

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En este vigésimo sexto domingo del Tiempo Ordinario, la Palabra continúa con la temática sobre el tratamiento de los bienes materiales con un ejemplo concreto y simple, la parábola del pobre ante la puerta del rico. Es la respuesta de Jesús a las burlas de los fariseos, amigos del dinero, tras oír su discurso sobre el uso de las riquezas (Lc 16,14). Llegamos al centro del viaje a Jerusalén, y percibimos los dos temas principales que atraviesan el evangelio: la ternura y la misericordia de Dios acogiendo a todos (Lc 15), y el comportamiento a tener ante el problema de la pobreza y la injusticia social (Lc 16). La parábola tiene dos escenas, el antes y el después de la muerte, con tres actores: Abrahán y dos personajes opuestos y clásicos en el Antiguo Testamento: el rico y el pobre.

a-18Vv19-21: Presentación de los actores: Abrahán representa el pensamiento de Dios. Es padre de los dos y los ama. Habla al rico que está en el Sheol, pero no consigue que cambie de opinión y se convierta. Es claro en sus respuestas que parecen duras, pero en realidad van en la lógica divina. El pobre tiene un nombre común en el judaísmo: Lázaro, que significa «Yahvé viene en ayuda». Pero no habla; apenas existe. Hasta pedir li­mosna le resulta difícil pues está enfermo y lleno de llagas, lo que lo hace abomi­nable ante los demás y no hay quien se inte­rese por él. Sus únicos amigos son los perros, que viendo lo que el rico no ve, lamen sus heridas. Pasa­ría por un maldito de Dios, pero la parábola al colo­carlo en el seno de Abraham, lo trata como a piadoso hombre de Dios. Representa el grito de los pobres de todos los tiempos.

El contraste con el rico es grande. No tiene nombre pero habla, quiere imponerse pero no lo consigue. Representa la ideología de los poderosos de todas las épocas. Para el a-28-1judaísmo, el nombre expresa la realidad de la persona y su historia. Rico no tiene nombre porque su realidad es vaciedad y no tiene historia. Ha perdido el nombre al perder las verdaderas razones de vivir; es un hombre de este mundo y para este mundo, simplemente un epulón, alguien que come y se regala mucho. Reconoce su inmoralidad  pues ad­mite su fin; no piensa que se le haya tratado injustamente. La opinión, común entonces, de que la riqueza es el premio divino a las buenas acciones, queda malparada. Aunque es un judío devoto que conoce a Abrahán y lo llama Padre, es un ateo práctico. No parece que tratara mal al mendigo, en realidad ni siquiera existe en su vida teniéndolo tan cerca. Cerrado en el egoísmo, es un separado de los otros. Empeñado en mirar su plato colmado, no ve al pobre a su puerta. Él es el verdadero pobre, que recuerda a aquel hacendado rico que se entusiasmaba en el “descansa, come, bebe…” y a quien Dios le dijo ¡Idiota! (Lc 12, 19). Aquí resuenan con fuerza las palabras de Jesús: “Ay de vosotros, los ricos” (Lc 6,20-24).

Vv22-23: La suerte final del rico y del pobre en la otra vida: La parábola no describea-27-1 el más allá, nos habla de la diversidad de sus destinos posibles, muy presente en toda la narración lucana, y enseña que la suerte futura se juega aquí y ahora. Es como una ventana sobre el otro lado de la vida, el verdadero, el lado de Dios, descubierto sólo por la fe y que el rico sin fe no percibe. Tiene como finalidad fundamental presentar un cambio de situación, una verdad que estaba escondida: la eternidad no es la prolongación de la situación presente, pero sí que es la fijación definitiva de lo que se es y se vive hoy. El pobre muere y es llevado al seno de Abrahán, que es la fuente de la vida de donde nace el pueblo de Dios, y expresa, más que el lugar para los justos, el estado de aprecio del padre de los creyentes. Lázaro forma parte del pueblo de Abrahán, del cual parecía excluido; Rico, que se tenía por hijo, no va al seno de Abrahán porque no es su hijo. Las bienaventuranzas evangélicas han invertido los valores: la vida opulenta del rico, mientras otros pasan hambre, se cambiará en la muerte.

a-10Vv24-26: La primera conversación entre el rico y Abrahán. El rico sufre indeciblemente. Cuando ya ha pasado el abismo, y ya no es tiempo, cae en la cuenta de que necesita a los otros, a Abraham, y también a Lázaro, a quienes desconoció prác­ticamente durante su vida. También con retraso, se preocupa por sus hermanos. Pide encuentros con Lázaro, pero son para esta tierra y hoy. Descubre que tanto el daño que hace, como el bien que deja de hacer, se lo está haciendo a sí mismo. Por eso, recibe exactamente lo mismo que da. Le ha faltado garantizarse su futuro en el aquí y ahora con las riquezas, que han sido inútiles, no garantizan la vida ni el más allá. Solamente a la luz de la muerte, cuando todo se acaba, despunta el verdadero valor de la vida, también para Rico que, ahora sí, ve a Lázaro y descubre, demasiado tarde, que el pobre es su único benefactor posible y único intermediario entre Dios y los ricos.

Un abismo infran­queable, creado por la indiferencia, que es ceguera e inconsciencia, a-14separa para siempre a los dos protago­nistas. Ese abismo es el que causa el dolor de Lázaro, y el dolor del rico que no pudo llevarse nada de sus riquezas y falsas seguridades. Todos sus goces y deleites quedaron atrás, aquí en la tierra. No le ha va­lido ser rico, ni ser tenido por bendito, ni ser hijo de Abraham. La vida que ha llevado en este mundo, lo ha sepul­tado en el abismo de la deses­peración y el sufrimiento, y ha acabado desastro­samente.

Vv27-31: La segunda conversación entre el rico y Abrahán;  los argumentos de uno y otro. Se insiste en lo difícil de la conversión para quien anda metido en las riquezas y los a-24placeres, y presenta la enseñanza central de la parábola: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen… Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.» Para el que quiere oír y obedecer a Dios, su Palabra basta; para el que está cerrado a Dios y a su Palabra porque las riquezas han endurecido su corazón, ni el mayor prodigio o milagro puede abrir sus ojos embotados para ver (Mt 13,15). Lo único que lo sacará de esa inconsciencia e indiferencia es la Palabra de Dios, ese otro modo de ver, que nos lleva a reconocer que no somos el centro de nada y que no se trata de pensar sólo en sí mismo y en sus intereses, sino que el núcleo de la vida es la toma de consciencia y la compasión que nos hace vibrar ante el dolor ajeno y nos mueve a darle una respuesta.

Rico, al ver dónde acaba su frívola vida, reconoce que se ha equivocado, lo que jamása-11 se había planteado, y se preocupa por sus hermanos, también ricos. Quiere un milagro, pero la inconsciencia profunda no se remedia ni viendo un resucitado, porque encontraríamos una explicación que nos permitiera seguir adormecidos en el bienestar. El único milagro es descubrir al pobre, al que no tiene derechos, al que no tiene tierra, al que no tiene qué comer, al que no tiene techo, al que no tiene salud; ellos son la clave para entender el sentido de la Biblia y la salvación. La auténtica fe no existe sin amor a los pobres y sin desprendimiento de los propios bienes en beneficio de toda la comunidad. No es cuestión de avisos extraordinarios, sino de una recta actitud moral. El rico tenía la Biblia; la conocería hasta de memoria, pero no entendía que la Biblia tuviese algo que ver con el pobre a su puerta, que es precisamente la clave con la que el rico puede entender la Biblia.

 Unas preguntas para profundizar más en esta palabra de Vida:

a-17-1¿Qué querrá decirte Dios con este texto en este momento concreto de tu vida? ¿Cuáles son las palabras, frases o actitudes que atraen tu atención y tu interés? ¿Qué sentimientos despierta en ti? ¿Qué le respondes al Señor que te habla en el texto? ¿Cómo haces tuyas propias las enseñanzas del texto?

¿Has experimentado cómo las riquezas y comodidades hacen que nos olvidemos de Dios y los demás? ¿Te está endureciendo el corazón las comodidades, el consumo y lo material?

¿Crees que el «banquetear» despreocupadamente, vestirse de lujo y acumular dinero es fuente de felicidad? ¿Cómo valoras las cosas materiales? ¿Realizas tus opciones según los valores evangélicos, o te dejas seducir por las apariencias?

¿A qué lado tiende tu fe: hacia el milagro o hacia la palabra de Dios? ¿Qué papel juega sua-16 palabra en tu vida de creyente?

¿Eres solidario o indiferente con los lázaros de hoy? ¿Está reprendiendo Jesús tu manera de vivir? ¿Es que Jesús nos quiere decir que el pobre debe soportar todo para poder merecer el cielo? ¿Tú que piensas?

Y unos propósitos (aunque la clave no está en muchos compromisos sino en no cansarse de amar). La propuesta es sencilla: Debe haber un cambio continuo en mi vida, pues si no cambio, entonces, no soy un verdadero cristiano.

a-2-1Asumir que la fe no nace de los milagros ni del miedo, sino de la palabra de Dios que nos abre los ojos para optar decididamente por el Reino. La Palabra es el milagro que puede provocar la conversión. Por eso Jesús reclama nuestra atención a lo allí escrito, y descubrimos que toda la historia de la salvación está al servicio del pueblo esclavizado, de los humillados por los poderosos, de los pobres y de los desamparados aun en sus más elementales derechos humanos y cívicos.

Comprender que el infierno no es otra cosa que la consagración del estado, vivido aquí abajo, de separación de Dios y de los hermanos, de los valores verdaderos, apegados al tener y placer egoísta. La posibilidad de conversión es abrir la puerta al pobre, al único que en nombre de Dios puede ayudar. Rechazarlo es rechazar a Cristo: «Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno porque tuve hambre y no me disteis de comer» (Mt 25, 42-42).

Denunciar, como Oseas, la mentalidad de quienes pretenden fiarse de la religión como a-8salvaguardia  y se empeñan en afirmar su amor a Dios, mientras viven en el derroche, el desprecio y el olvido a los que se duelen en sus desastres. Jesús no dice que todos los ricos se condenen ni que sea por haber disfrutado de sus riquezas. El verdadero pecado está en la insensibilidad con respecto a los necesitados.

Entender que Jesús no está de parte de ricos o pobres;  no hace acepción de personas, ni distinción de clases sociales; está por encima de las partes y se preocupa de unos y otros, incluso tal vez más de los primeros, más expuestos al peligro que los segundos. La parábola no se presenta por odio hacia los ricos o por el deseo de ocupar su lugar, como tantas revoluciones humanas, sino por una preocupación sincera a-20de su salvación. Dios quiere salvar a los ricos de su riqueza.

El aprendizaje cristiano es difícil. Cada cual tiene el peligro de acomodarse a su comodidad, a su estilo, a los suyos, sin querer mirar por la ventana, olvidándose de los demás, aunque estén a nuestra puerta. No hay nadie más difícil de ver que aquél a quien no queremos ver, porque nos complicaría la vida.

Y oremos: Señor Jesús, te pedimos que nos ayudes a que, conociendo tu palabra, busquemos hacer vida tus actitudes, que demos testimonio de nuestra fe en ti siendo sensibles y solidarios con los que más lo necesitan, y que seamos generosos y desprendidos con los que tenemos junto a nosotros. Amén.

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