Catalepsia y catatonía: enfermedades peligrosas

De acuerdo a la ciencia médica, se denomina Muerte aparente al estado en el cual el cuerpo presenta funciones vitales abolidas, pero es posible le reviviscencia con maniobras terapéuticas extraordinarias. Es decir, con las denominadas Maniobras de Resucitación, en las que el profesional emplea en la actualidad una serie importante de elementos para intentar recuperar la vida.

En épocas lejanas, cuando la medicina era una disciplina apenas desarrollada, como lo era a principios del Siglo XX, los especialistas contaban con escasísimas herramientas para determinar el deceso de una persona. Por ello pues, es innegable que se ha enterrado gente con vida. Hay una importante cantidad de documentos que registran casos dentro de la especialidad forense que así lo testifican. Noticias sobre personas enterradas con vida abundan en la prensa del pasado.

El término clásicamente asociado a estas circunstancias en el saber popular es la catalepsia, aunque no sea la causa mayoritaria de los casos comprobados de entierros prematuros. Según los diccionarios y las enciclopedias médicas, la catalepsia es un Fenómeno nervioso repentino caracterizado por la pérdida de la contractibilidad voluntaria y de la sensibilidad, en el cual la persona afectada da la impresión de hallarse muerta. Los músculos no oponen ninguna resistencia, la respiración y el pulso se tornan más lentos, los miembros adquieren y mantienen rígida la posición que se les da, como si fuese un muñeco de cera (flexibilidad cérea) y el cuerpo se enfría. Se observa en determinadas alteraciones graves del cerebro como estados de hipnosis, ataques de histeria, un fuerte estímulo emocional como el estrés o el miedo y en cierto tipo de esquizofrenias o psicosis diversas. Los ataques de catalepsia pueden durar unos minutos, unas horas o varios días. En algunos casos queda suspendida la actividad cerebral, sensaciones, emociones, etcétera, mientras que en otros hay percepciones, sensibilidad y determinaciones voluntarias, hasta conciencia plena, pese a lo cual el paciente no puede hacer movimiento alguno ni expresarse, aunque a veces, ve, oye y entiende perfectamente. En algunos casos se han llegado a efectuar enterramientos de personas en estado cataléptico.

            La catalepsia está fuertemente ligada a la catatonía, que es una enfermedad cerebral que se manifiesta a través de ataques de inmovilidad más o menos frecuentes. En estos estados transitorios de quietud y mutismo, el enfermo mantiene su mirada clavada en algún punto vacío, con una expresión idéntica a la de una persona sana que se encuentra en shock, asombrada, estupefacta, atónita.

El estado atónico suele surgir a partir de una melancolía más ligera, que puede originarse sin motivo aparente o a través de algún evento extraordinario que afecte la estabilidad psíquica del paciente. La impresión suele ser la de un congelamiento posterior al espanto más agudo. Es una reacción instintiva a un estímulo principal que altera drásticamente los mecanismos cerebrales. La catatonía, o Síndrome de Kahlbaum, es una psicosis pasajera que suele ser benigna. Kahlbaum publicó su monografía sobre esta enfermedad en 1874. Recién en la última década del Siglo XIX se hizo conocida entre los especialistas de Europa, por lo tanto, es probable que haya demorado en trascender a otras latitudes hasta bien empezado el Siglo XX. Es decir que en la Argentina de 1902, donde la medicina psiquiátrica era casi nula, habría sido muy poco probable que un profesional médico pudiese reconocer un ataque catatónico.

La dificultad para diagnosticar correctamente la enfermedad radica en la variedad de sucesos durante el ataque, que no siempre se registran de igual modo. Se pueden presentar accesos de risa incontrolable, exaltaciones maníacas, confusión, la repetición monótona de una palabra reciente o clave en el desencadenamiento del estupor, e incluso pueden derivar en un estupor cataléptico o una crisis epiléptica. En algunos casos, la catatonía lleva a la demencia o a la esquizofrenia.           

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Emil Kraepelin

Según Emil Kraepelin, erudito en psiquiatría, la catatonía debe ser considerada una señal de probable demencia precoz. De acuerdo a sus estudios, los ataques catatónicos suelen darse entre tres y cuatro veces separados entre sí por muchos años, aunque en excepciones puede llegar a producirse en una única oportunidad en toda la vida. En general, entre el primer incidente y el último suelen transcurrir unos diez años. En algunos pacientes, pueden aparecer fenómenos breves, donde la víctima permanece un corto tiempo como petrificado y luego, abruptamente, retoma la actividad interrumpida, como si fuese una imagen de video en pausa y en algún momento se reanudara la reproducción. Estos episodios son muy difíciles de apreciar incluso para alguien que acompaña al afectado, con lo cual, un claro síntoma puede pasar inadvertido para todos. Se han registrado casos muy infrecuentes donde el brote es tan prolongado que conduce a una existencia catatónica permanente.

El síndrome de la catatonía es mucho más frecuente en las mujeres.

Ante el diagnóstico de catatonía, es imprescindible tomar las medidas que impidan nuevas complicaciones derivadas de la afección. La persona atacada puede deshidratarse, sufrir de inanición o escaras (lastimaduras cutáneas), por la falta de movimiento. Es fundamental realizar un riguroso control de los signos vitales, hidratar al sujeto, alimentarlo por una sonda, rotarlo en diferentes posiciones en intervalos de dos horas y, de ser preciso, administrarle medicamentos.

En el pasado, las complicaciones para diagnosticar la muerte sin equivocaciones, incrementó el miedo de las personas a ser víctima de una sepultura prematura. Por ello, se sancionaron leyes para prevenir tan macabra vía para hallar la muerte.

Catalepsia, problema resueltoSe prohibió la inhumación previa a las doce horas posteriores al fallecimiento. Para aquellos que morían en un hospital, se exigía la retención del cadáver dentro de la morgue al menos por seis horas, antes de entregarlo a los familiares, para comprobar que los procesos cadavéricos se manifestaran. Se dispusieron salones de observación, donde habría personal idóneo de manera constante. En el recinto, los cuerpos llevaban una campanilla adherida a las extremidades para denunciar cualquier tipo de movimiento.

la dolorosa, diario la rioja (esp)

En Argentina, la reglamentación vigente al momento que Rufina Cambaceres fue sepultada, regía desde el año 1868, y establecía que en casos de muerte repentina o con pocas horas de enfermedad, el cuerpo debía reposar durante treinta horas en algún salón de observación y con la tapa del ataúd sin cerrar. Rufina fue velada durante veinte horas.

No hay constancias que indiquen que ese procedimiento haya sido empleado en el cementerio durante el 1 de junio de 1902 ni en los días previos o subsiguientes. Todos los días fallecían personas de síncope. Por aquel entonces, un síncope era el equivalente a la actual muerte súbita. No obstante, tampoco hay en existencias ninguna documentación oficial que registre alguna incidencia posterior al sepulcro. De acuerdo a las actas de defunción del médico y del cementerio, Rufina murió de síncope alrededor de las seis y media de la tarde del 31 de mayo.

Acta defunción Rufina Cambaceres
Acta de defunción de Rufina Cambaceres.

Uno de los personajes de su época, Alfredo Gath (dueño de las tiendas Gath y Chaves), se obsesionó con el temor a ser enterrado vivo, y según la mitología cementeril, colocó en su bóveda de Recoleta un sistema que le permitía abrir el féretro desde adentro en caso que fuera necesario.

Algunos estudios científicos explican que una persona viva encerrada dentro de un ataúd podría sobrevivir de veinte a cuarenta y cinco minutos, aunque como suele suceder con la ciencia, también hay sendos profesionales como Lacassagne, que estiman que podría llegar a las tres horas, y otros, aseguran que mucho más.

Un factor que suele provocar confusión, es la impresión de los familiares, que durante inhumaciones tempranas, creen ver lesiones en el rostro y en las manos, y una expresión perturbadora que luego adjudican a la mala praxis. La mayoría de las veces, los parientes, que desconocen por completo los fenómenos cadavéricos, confunden los procesos naturales de la descomposición con lastimaduras propias de alguien que ha intentado escapar sin éxito. Hacia 1902 existía un creciente miedo colectivo a ser enterrado con vida.

Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe.

Por entonces, las novelas de Edgar Allan Poe, basadas en la tan temida forma de morir, eran muy populares y promovían a otros escritores o contadores de historias fantásticas a reproducir nuevos relatos que incrementaran la psicosis, y además, generaran la venta de libros y la atención mediática.

La improbable circunstancia aterradora de morir enterrado vivo se encuentra definida por un factor fundamental: la negligencia médica. Ya sea por no comprobar el fallecimiento o delegar la verificación en personal no idóneo, como también por circunstancias extraordinarias, como sucedió durante guerras, pestes o cataclismos, cuando se producen cantidades anormales de muertes y de entierros. El doctor Carlos Ruiz Huidobro fue uno de los profesionales de la medicina más prestigiosos de la ciencia nacional; un erudito; un pionero. Él certificó el deceso de Rufina Cambaceres.

Carlos Ruiz Huidobro junto a practicantes Casa de Expósitos, 1899 - Caras y Caretas
Carlos Ruiz Huidobro con practicantes de la Casa de Expósitos, 1899

Cualquier guardia de hospital está plagada de relatos de gente que fue dada por fallecida, que luego se levantó en la morgue y deambuló por los pasillos en búsqueda de ayuda. Hay cientos de juicios contra instituciones médicas que certifican esas fallas en el diagnóstico de la muerte.

De acuerdo a la investigación de B. Gaubert, denominada Les chambres mortuaires d’attente, publicado en 1895, se comprobaron en Alemania, durante un período de un año, catorce casos de personas declaradas legalmente muertas que despertaron en la morgue.

En todos esos casos, alguna falla en los procedimientos médicos fue la causante del evento. Nadie muere dos veces.

Osvaldo Raffo, especialista forense, consultado por la muerte de Rufina Cambaceres, afirmó que consideraba más probable un hipotético caso de necrofilia, que el de un error médico. La necrofilia es la práctica sexual de un individuo vivo con uno muerto. Es un trastorno psicosexual infrecuente, pero que existe, y está categorizada como perversión.

Para que se ordene una autopsia, que en el caso de Rufina no se realizó, debe tratarse de una muerte violenta, un asesinato —por ejemplo—, o una muerte dudosa. Cuando se trata de un fallecimiento natural, sin participación policíaca, no se solicita el procedimiento post mortem.

Catalepsia, artículo 1926 - Caras y Caretas
Artículo de Caras y Caretas, 1926.

Fotografía Ortuño, CyC 1901

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