El documento explica que Atlacatl y Atonal no fueron figuras históricas reales, sino errores de traducción e interpretación. El abate Charles-Etienne Brasseur de Bourbourg cometió errores al traducir documentos en cachiquel que llevaron a creer que estas figuras existieron, cuando en realidad se referían a nobles indígenas. Posteriormente, historiadores y artistas perpetuaron estos errores representando a Atlacatl y Atonal como líderes indígenas.
El mito de Atlacatl: una figura inventada por errores de traducción
1. El mito de Atlacatl: una figura inventada.
Atlacatl no existio. Este es el producto de la mala interpretación y
traducción de las palabras Atla y Tlacatl, palabras que, juntas,
significan "noble" o "persona con poder".
El abate Charles-Etienne Brasseur de Bourbourg hizo una traducción erronea de esa palabra.
En su libro él dice que Pedro de Alvarado "dio muerte a Atlacat, rey de Cuxcatan", cuando en
realidad se hacía referencia a que Alvarado había matado a los nobles caciques de Cuzcatlan,
y no a una persona en particular que tenía dicho nombre.
Atlacatl y Atonal fueron producto de un error de traducción que sobre el “Memorial de Sololá” o
“Memorial de Tecpán-Atitlán”, escrito en cachiquel, hiciera en 1856 el religioso francés
Brasseur de Bourbourg. El Memorial recoge las tensiones de los quichés y cachiqueles contra
los pipiles, en alianza con los zutujiles. Los relatos del Memorial coinciden en términos
generales con las narraciones que el propio Pedro de Alvarado hace en sus "Cartas de
Relación" a Hernán Cortés.
En el párrafo 150 del Memorial, Brasseur de Bourbourg confunde el nombre "Atlacat", utilizado
para denominar la región actual de Escuintla, Guatemala, donde había entonces un importante
asentamiento Pipil. Arbitrariamente, el monje francés inventa el de Atlacatl, “hombre de agua”.
En otra interpretación posterior, de mal en peor, sustituye el "Atlacatl" por el de "Atonal", “sol
de agua”.
Posteriores ediciones del Memorial reiteraron uno u otro error de Brasseur de Bourbourg, pues
se mantuvieron fieles a su traducción francesa hasta la traducción directa que del cachiquel
hiciera Adrián Recinos al español en 1950. A finales del Siglo XIX, a sabiendas que por las
características de la conquista aquí y el grado de civilización escrita de los pipiles, los nombres
de los líderes indígenas se habían perdido posiblemente para siempre, Atlacatl comenzó a ser
presentado como parte indiscutible de la mitología indígena y de la leyenda cuscatleca.
2. Jorge Lardé, en su obra de 1925, “Historia de Centroamérica”, llegó al extremo del delirio al
inventar la existencia de dos Atlacatl: uno viejo, muerto por Alvarado, y otro joven, líder de la
resistencia anti-castellana. A Atonal lo convirtieron en el guerrero indígena desconocido que
en la batalla de Acaxutla hirió gravemente a Alvarado en su pierna, como él mismo lo
reconoce en sus cartas a Cortés.
Un artista de aquella generación, Valentín Estrada, que tuvo la oportunidad de estudiar bellas
artes en Madrid en los años veinte, forjó en 1928 una monumental escultura en bronce de
Atlacatl, la cual fue traída al país por gestiones del gobierno español, como lo narra en su
biografía un alumno suyo, Armando Solís: la escultura era su propio retrato, le confesó
Estrada a Solís, por ello éste tituló la biografía: “Yo, Atlacatl, memorias de un escultor”. La
escultura fue instalada antes del genocidio en el Paseo Independencia, entonces la más
importante arteria de San Salvador, y luego removida a la Colonia Atlacatl donde aún
permanece. La que se localiza en el centro de Antiguo Cuscatlán, posiblemente más conocida
que la original, es solo una copia.
Colmo de la confusión, el plumaje que corona a Atlacatl, que Estrada esculpió, no tiene nada
que ver con los usos y costumbres de los pobladores originales de esta parte de América,
sino, más bien, con los usos y costumbres de los indios Apaches y Siux del territorio de
América del Norte.