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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Beto Ortiz,Pandemoniobortiz@peru21.com

Estimado Don Dios:

Quiera usted que al recibo de la presente se encuentre usted gozando de buena salud luego de que supiéramos, por boca del paisano Vallejo, que estuvo usted enfermo, grave y nos alarmáramos. Imagínese nomás el desasosiego que cundió la vez aquella en que el alharaquiento señor Nietzsche llegó al extremo de decirnos que usted había muerto. ¿Cómo se atreve a publicar semejante cosa sin la menor verificación de los hechos, por el amor de usted? No era verdad, gracias a usted. Qué irresponsable Friederich. Qué burdas calumnias de la oposición. Pero qué pronto se desmoronan si nos remitimos, por ejemplo, al fastuoso amanecer que hoy ha logrado producir usted en Machu Picchu. Caramba. Qué alarde de maestría el suyo. Qué derroche de genialidad. Qué manera de excederse en superpoderes. ¡Pasu Diablo! Perdón: ¡Pasu Dios! Qué contundente desmentido a sus detractores. Imposible estar seguro de algo, imposible dudar. ¿Cómo contemplar este azul inalcanzable y no dudar de mi presente fulgurante, de mi oscuridad y de mi luz, de mi agua y de mi desagüe? Siempre he preferido responder que soy independiente cada vez que me toca enfrentar la clásica pregunta de ¿en qué creo? Pero el salvaje poema de hoy te ha quedado tan excelso y cojonudo que no puedo menos que perder la objetividad y declararme tu simpatizante. Devoto no, tampoco hincha ni mucho menos fanático. Eso jamás. Nada de histeria. Nada de disfraces. Perfil bajo, más bien. Mejor ser tu infiltrado en los bajos fondos, tu doble agente, tu admirador secreto. No te prometo que me vaya a durar mucho pero por lo menos hoy puedes darlo por descontado. Hoy es esta clara mañana de resurrección en que me he sentado al filo de tu precipicio perfecto para mirarme. Para mirar mi vida y no por contemplarte. Por lo menos hoy me he detenido aquí en la roca más alta para cerrar el hocico de lobo y escuchar el silencio majestuoso de tu aullido. Para admirar tu talento, altísimo. No pido mucho. Solamente quiero que me respondas una pregunta. Una sola. Lo malo es que no sé cuál es. Hay entrevistados a los que es inútil preguntarles nada. ¿Escucharás acaso el eco de este torpe amago de plegaria?, ¿mi oración de labriego? Causa de todas las causas: dame una señal. Háblame. ¿Estás ahí? Habla, causa.

No sé si estés o te hayas ido pero prefiero equivocarme escribiéndole a quien no le importo que equivocarme no escribiéndole a alguien a quien sí. Y ya que nos hemos tardado tanto en fumar la pipa de la paz, hagamos que valga la pena y cantémonos todos los salmos de una vez. Cantemos aquella que ponía siempre a llorar en coro a las damas de San Borja: Señor, me has mirado a los ojos/sonriendo has dicho mi nombre/en la arena he dejado mi barca/junto a ti buscaré otro mar. Señor, señor del altar mayor. Señor ten piedad de tu hijo que es miope, asmático, neurótico, hipotiroideo. Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero siempre podemos sentarnos a conversar en un café. Se ha perdido la mística, señor, se ha perdido la ilusión, se ha perdido el do de mi clarinete. Se ha perdido el real sentido de las cosas, señor, pero dicen que lo tiene el bonete rojo. ¿Yo, señor? No, señor. ¿Pues quién lo tiene? Sabe Dios. Lo único que yo sé es que estoy en falta. Y cuando digo falta quiero decir deuda y no pecado que no sé lo que es. Estoy en deuda porque se me ha pasado agradecerte la generosidad y la gentileza. Se me ha pasado agradecerte por todas las maravillas que últimamente me caen del cielo. Por la lluvia fantástica de anoche, claro, pero también por las cosas buenas que me llueven, por los trabajos que me llueven, por los halagos que me llueven, por los abrazos que me llueven de tanta gente que ni conozco y que nada me debe, de tanta gente a la que yo debería pedirle autógrafos, de gente a la que yo debería prenderle todas mis velas porque cuando hablo me escucha y cuando escribo me lee y, a veces, hasta me cree. ¿Y quién carajo soy yo, animalito de vos, para que nadie me crea, ni me escuche ni me lea?

Se me ha pasado también agradecerte por algunas otras cosas. Por la soledad elegida. Por el requiem de Mozart. Por el helado de lúcuma. Por los años bisiestos. Por las sábanas limpias. Por el agua de mar salada que, después de un revolcón de ola, me salió por la nariz. Por la misericordia de los diarios chicha que nunca volvieron a interesarse por mi. Por todos los insultos que me engrosaron el cuero. Por todos aquellos que alguna vez me abandonaron para que los ilumines con la luz que cubre lo perdido. Por todos los amigos a los que no he dejado de querer aunque ya no nos hablemos. Por todos los amigos que me han durado décadas y sin embargo están como nuevos. Por la infinita bondad de los manatíes. Por las hortensias lilas. Por las burbujas del champán. Por los días en que junté los sencillos para comprarme una lata de café y por los grandes sueldos que me permitieron la extravagancia de dejar propinas absurdas. Por los aromas que me devuelven siempre a la cocina de mi vieja, el aroma de la albahaca de los tallarines, el aroma del maní tostándose en el fogón con la papa seca, el aroma del caramelo de la crema volteada que se horneaba en baño María, prodigiosos anuncios que preludiaban el festín de los domingos y que hacían olvidar todas las escaseces y toditas las tristezas. Por Rita y por Willy que llevan sobre sus hombros, sin quejarse nunca, una antigua y crepitante cruz que es solo mía. Por mis necesidades que se esfuman, día a día, porque no sé si ya tengo más de lo que necesito o porque no me doy mucha cuenta que lo que no tengo es porque no lo necesito. Por la gente a la que sigo amando aunque se fue porque cuanto más los tengo en mi interior, más los necesito. Pero sobre todas esas cosas, porque hoy subí con dolor hasta la cumbre del Huayna Picchu y, con el corazón en la boca, con el sudor mezclándose en los ojos con las lágrimas, contemplé tu creación. Y vi que todo lo que habías hecho era bueno. Por ejemplo, el silencio, el dolor, los besos, mis padres, la risa, mi país. Y vi que todo lo que habías hecho era bueno. Por ejemplo, yo.

Adiós, Dios. Vaya con usted. Y que usted se bendiga.