La serpiente de verano de los pinchazos

Luis Alfonso Gámez

Nadie ha vuelto a hablar de las agresiones a mujeres jóvenes para someterlas químicamente que causaron una gran alarma social en España en 2022 ni se ha demostrado la realidad de un solo caso

«Por fin una serpiente de verano», decía el título.1 Firmaba el artículo un periodista científico en un importante diario español. Era agosto de 2022. Cuando leí el titular, creí que por fin alguien se atrevía a decir sin tapujos en un medio de alcance nacional lo que sosteníamos cuatro gatos en las redes sociales y yo en mi periódico, el diario El Correo. No era así. El autor no hablaba de los pinchazos a mujeres jóvenes que, según la prensa, la radio y la televisión, se registraban por toda España en locales de ocio nocturno y fiestas patronales desde hacía semanas. Unas agresiones cuyos autores, decían los grandes medios, querían someter químicamente a las víctimas para abusar sexualmente de ellas. No, la reflexión periodística que había llamado mi atención iba de Nessie porque, ironizaba mi escéptico colega, el monstruo escocés había reaparecido en un «verano interminable y fatigoso». El autor ignoraba la histeria que crecía en aquellos momentos en el jardín ibérico.

El verano de 2022 fue en España el de los pinchazos a mujeres en discotecas, conciertos y romerías. No hubo día en que los medios no se hicieran eco de un ataque de ese tipo. Algunas jóvenes dijeron ante las cámaras de televisión haber sido víctimas de un pinchazo y después sentirse mal, pero ninguna presentó pruebas que demostraran que le habían inyectado algo. Lo más que hubo fueron denuncias de supuestos ataques ante la Policía, que se desvanecieron con el tiempo. Como España es todos los años una juerga desde junio hasta septiembre, los pinchazos recorrieron el país al ritmo de los festejos locales y del alarmismo mediático.

Poco después de registrarse los primeros casos, Javier Meana, catedrático de Farmacología de la Universidad del País Vasco, explicó en El Correo que «la administración de una sustancia mediante un pinchazo necesita unos segundos. Se necesita tiempo para pinchar, pero también para que esa sustancia actúe».2 Tiempo y una jeringuilla. ¿Cómo era posible que, en espacios abarrotados de gente, nadie hubiera visto algo así ni ninguna cámara lo hubiera grabado? ¿Tiene sentido que un agresor sexual actúe así en medio de una multitud arriesgándose a que le pillen? ¿Dónde estaban las pruebas de los intentos de sumisión química en forma de análisis clínicos?

Periodismo acomodadizo

No importaba lo que dijeran los científicos. No importaba que no hubiera pruebas. Se sucedieron los reportajes, las entrevistas y las tertulias televisivas donde periodistas, portavoces de asociaciones de mujeres y hasta responsables políticos aseguraron que los ataques buscaban amedrentar a las jóvenes para que se quedaran en casa. Recuerdo cómo, en el principal informativo de la televisión pública española, se ilustró una información sobre el tema con la imagen de una gigantesca jeringuilla detrás de la presentadora. Que, en medio de esa locura, hubiera mujeres que una noche creyeran sentir un pinchazo en medio de la multitud durante una fiesta, me parece normal. Como me lo parece que después la mente les jugara una mala pasada y les hiciera sentirse mal, aunque no les hubieran pinchado ni inyectado nada. Cuando esas mujeres denunciaban los hechos y los casos llegaban a los medios, la bola seguía creciendo. Todo apuntaba a un fenómeno de psicosocial. Sin embargo, aunque no había ninguna prueba más allá de los testimonios, se asumió que pasaba algo grave.

La ministra de Justicia, Pilar Llop, defendió en los medios que con los ataques se intentaba «expulsar a las mujeres de los espacios públicos y de ocio». Foto: RTVE.

La ministra de Justicia, Pilar Llop, dijo que los pinchazos eran un delito de lesiones de carácter «machista» con el que se pretendía «expulsar a las mujeres de los espacios públicos y de ocio».3 «Esto no puede ser la anécdota del verano de 2022 y es la señal de alarma. El machismo busca otra vez espacios donde hacerse visible, amedrentar, asustar y sacar a las chicas de espacios de ocio en este caso», coincidió Esperanza Bosch, profesora de Psicología de la Universidad de las Islas Baleares y especialista en violencia contra las mujeres.4 No podemos descartar que, animados por el eco mediático, hubiera graciosos que puntualmente pincharan a chicas con alfileres; pero ¿de verdad creen en el Gobierno y en la Academia que los hombres jóvenes odian compartir la fiesta y la noche con el otro sexo? Me sorprendió tanto esa afirmación como que, en general, mis colegas la dieran por buena.

De repente, con la llegada del otoño, los pinchazos se acabaron.  Desaparecieron como Nessie. Hasta hoy. Y los tertulianos volvieron a hablar de la guerra de Ucrania, del último escándalo político o de lo que tocara en ese momento.

Escribo estas líneas a principios de noviembre de 2023. No he tenido noticias de que el pasado verano se haya registrado ninguna agresión a mujeres como las que hace un año decían que se sucedían una noche tras otra en la festiva España. No me extraña. A pesar de las decenas de ataques denunciados en los medios y de la alarma social creada, el saldo de la campaña veraniega de 2022 fue de ni un caso demostrado. Ni uno. Que yo sepa, a día de hoy, nadie ha pedido explicaciones a los expertos que pusieron el grito en el cielo por las presuntas agresiones ni a los responsables políticos que hicieron lo propio. Tampoco se han exigido a los informadores ni a los creadores de opinión que prefirieron nadar a favor de la corriente a pedir pruebas antes de alimentar el miedo. Desgraciadamente, la mayoría prefirió sumarse a la histeria a investigar los hechos. Era más cómodo. Evitaba críticas e insultos como los que algunos recibimos en las redes sociales.

¿Dónde están las pruebas?

«A falta de monstruos, extraterrestres, panteras fantasma y círculos de las cosechas, la serpiente de verano de 2022 son los pinchazos a mujeres en fiestas y espacios de ocio nocturno para someterlas químicamente. Sin embargo, aunque no haya pruebas, cuestionar la realidad de esos ataques está muy mal visto, como lo estaba en su día poner en duda la realidad de los efectos nocivos de las ondas de telefonía, otra histeria alimentada desde algunos medios y fomentada por expertos que hacen negocio vendiendo remedios mágicos a los supuestos afectados», escribí a principios de agosto del año pasado en una de mis cartas semanales a los lectores de El Correo.5 No hacía falta ser Sherlock Holmes para llegar a esa conclusión. Solo informarse un poco y analizar lo que estaba pasando.

La oleada de pinchazos española no había sido la primera. Ya había habido una en Reino Unido en otoño de 2021. Después de 1.300 presuntos ataques, las autoridades policiales británicas no habían encontrado ninguna prueba que respaldara la realidad de tales agresiones. Como apuntó el sociólogo Robert Bartholomew en Psychology Today en febrero de 2022, el episodio sonaba a «cuento con moraleja. El club nocturno es el bosque tenebroso. El maníaco de las jeringuillas es el Lobo Feroz. Y todos sabemos lo que les ocurre a las jóvenes que no hacen caso de las advertencias y se desvían del camino».6 Lo mismo pasó meses después en España, donde pocos medios optaron por ir más allá de repetir que había denuncias policiales y dar voz a expertos que casi siempre apoyaban la realidad de los ataques. Pedir pruebas se consideraba una agresión más a las supuestas víctimas, otra muestra de machismo. Y, claro, casi nadie se expuso a que le tildaran de machista.

Un testimonio es un testimonio, provenga de una joven de fiesta, de una empresaria, del presidente del Gobierno, de la presidenta de la Comisión Europea o del secretario general de la ONU. Las palabras por sí solas no demuestran nada. Que alguien diga que le han abducido no prueba que le hayan secuestrado extraterrestres, por mucho que él así lo crea y lo sienta. Que alguien crea que está poseída por el demonio no demuestra que eso suceda por mucho que ella sufra. Que alguien esté convencido de que las ondas de telefonía son la causa de sus dolores de cabeza no significa que lo sean. Ni un testimonio ni un sentimiento demuestran por sí solos la realidad de algo. Yo me siento joven, pero no lo soy. Da igual lo alto que lo grite y lo intensamente que lo sienta. Lo decisivo son las pruebas y hay que pedirlas. No tengo ninguna duda de que en casos como el de los pinchazos a mujeres es siempre más conveniente públicamente seguir el dictado de la mayoría, la misma que ha creído durante siglos en la astrología, la homeopatía y las brujas. Pero para eso no estamos los escépticos, ¿verdad?

1 Sampedro, Javier [2022]: «Por fin una serpiente de verano». El País (Madrid). 11 de agosto.

2 Olabarri, David S. [2022]: «Detrás de los pinchazos solo hay gamberros con muy mala leche». El Correo (Bilbao). 3 de agosto.

3 Servimedia [2022]: «El Gobierno advierte de que los pinchazos a chicas son un delito “machista” que pretende “expulsar” a las mujeres de los espacios públicos». Cadena Ser (Madrid). 3 de agosto. En https://cadenaser.com/nacional/2022/08/03/el-gobierno-advierte-de-que-los-pinchazos-a-chicas-son-un-delito-machista-que-pretende-expulsar-a-las-mujeres-de-los-espacios-publicos-cadena-ser/

4 Maldita.es [2022]: «Pinchazos en discotecas y fiestas: datos y contexto de la mano de expertos para entender qué pasó en verano de 2022». Fundación FAD Juventud. 23 de septiembre. En https://fad.es/ojos-abiertos/pinchazos-en-discotecas-y-fiestas-datos-y-contexto-de-la-mano-de-expertos-para-entender-que-paso-en-verano-de-2022/

5 Gámez Luis Alfonso [2022]: «Un pinchazo de histeria colectiva». Newsletter a los suscriptores. 10 de agosto.

6 Bartholomew, Robert [2022]: «The British needle-spiking panic». Psychology Today (Nueva York). 20 de febrero. En https://www.psychologytoday.com/intl/blog/its-catching/202202/the-british-needle-spiking-panic

 

 

Luis Alfonso Gámez


Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, de los textos publicados, excepto por autorización previa.

La revista Pensar y el Center For Inquiry no son responsables por las opiniones, ideas y otras expresiones vertidas por los autores de artículos, notas, reseñas y otros textos aquí publicados.