El silencio del acongojado matrimonio

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Desde que estalló el quilombo Begoña, in crescendo política y mediáticamente (se supone que pronto en legajos judiciales, que al fin y a la postre es lo que cuenta), ni el marido ni la esposa han dicho nada al respecto, seguramente bien asesorados, no como lo que hizo Díaz Ayuso, que por hablar antes de tiempo está metida en un embrollo.

La interfecta Begoña Gómez, una actora política como cualquier dirigente socialista a las órdenes de su marido, huye despavorida de cualquier escenario, pero como Sánchez no tiene más remedio que dar la cara de aquella manera en el Parlamento, se hace el loco en lo referente a su esposa para ir directamente a buscar el flanco del adversario, que él mismo ha convertido en enemigo porque amenaza su poder.

Resulta patético desde el punto de vista democrático que un primer ministro de un gobierno de la Unión Europea no haya abierto la boca respecto a un tema que es de conocimiento público urbi et orbi, incluso más allá de las meras fronteras españolas.

Begoña Gómez es un caso angelical de aprovechamiento del poder. Primero fue con el Instituto de Empresa (IE), luego fue la Universidad Complutense y, posteriormente, según se afirma en medios periodísticos, sus correrías por el siempre inquietante Marruecos.

La ministra de Igualdad, una tal Ana Redondo (escuela Puente), protagonizó un hecho parlamentario sin precedentes (de fondo, pero sobre todo, de forma) a grito pelado que pasará a los anales más despectivos de la Carrera de San Jerónimo. El marido de Begoña calla, la protagonista se mimetiza, y una empleada del marido sale blandiendo su coraje por una afirmación del bueno de Jaime de los Santos que, en su papel institucional de oposición, denuncia el fariseísmo y la incompetencia de este Gobierno.

Desde un punto de vista humano es comprensible el nerviosismo galopante del sanchismo en todos sus términos. La mujer del césareo pillada en una cátedra para la que no está capacitada, yendo y viniendo por el ancho mundo. Desde un punto de vista político su situación (sin explicación alguna) resulta insostenible. Aquí y acullá.

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