El «sí es no» de un desaprensivo sin principios

Sánchez desaprensivo

Por no escribir directamente responsabilidad criminal, término éste para ser debatido mejor en cualquier tribunal de Justicia. En primeras nupcias: no se engañen, en todo este tremendo y bochornoso asunto del beneficio de penas a agresores sexuales, la aún ministra de yo-qué-sé-qué, Irene Montero es caza menor. El depredador, la caza mayor, es su jefe: Pedro Sánchez. Ahora mismo, la estremecedora cifra de 943 delincuentes aligerados de cárcel por la aplicación estricta del bodrio más grande, que se haya aprobado nunca en el Parlamento, debería hundir la chepa política del todavía presidente del Gobierno. Son 1.000 los malhechores que gozan ya de una reducción imponente de sus castigos, y nada menos que 103 los reos ya excarcelados, tipos que, según adelantaba este periódico, están ya en condiciones de repetir sus fechorías. Tanto que la Policía se teme que, al menos, el 25% de ellos cometan próximamente el mismo o peor delito por el que un día fueron condenados.

Se repite tópicamente en estos días, en los medios libres (a los demás, mejor castigarlos con la ignorancia) que en cualquier otro país occidental, un escándalo de estas proporciones, éste que tiene a gran parte de la población ahíta de terror, no vaya a ser que los forajidos vuelvan a las andadas, llevaría a la dimisión decente, sin paliativos, de los auténticos causantes de tanto mal. Cuando se repite esta declaración todavía existen conmilitones que afean la conducta a los denunciantes porque olvidan/olvidamos -dicen- que los auténticos agresores son los que violentan con extrema violencia la voluntad de sus víctimas. El argumento es una forma nítida de salvar la responsabilidad de los legisladores (PSOE, Podemos y hasta Ciudadanos) que suscribieron esta ley, la ley que ahora pretende reformar Sánchez con la multa del PP. Ahora el «sí es no».

La verdad: la respuesta perpetrada por estos voceros del sanchismo es francamente repugnante. Y en la defensa de su protegido político llevan la carga de su culpabilidad. Porque, vamos a ver: claro está que los infractores son los que han efectuado las acciones pérfidas, pero ¿cómo llamar a quienes han favorecido que tales transgresores gocen del beneficio de la tal ley? ¿Será mucho denominarles cómplices? Pues ahí realmente nos quedamos. En todo caso: lo que se ha hecho desde el Gobierno, desde una facción minoritaria, la de los comunistas, y la de otra mayoritaria de los socialistas radicales, no ha tenido nada que ver con un reconocimiento del error, menos aún con la petición de perdón ante las personas perjudicadas; ha sido, en primer lugar un sostenella e no enmendalla, en segundo, volcar sobre los jueces la culpa de esa diablura culposa y, en tercero, anunciar una promesa de reforma dilatada en los meses que ni siquiera va a contar con el voto de una de las partes implicadas. O sea, un real desatino, o sea, una vergüenza descomunal.

Encima, mientras los tirios de Sánchez y sus secuaces y las troyanas de Podemos siguen enzarzados/as en una pelea barriobajera por el alcance de la modificación legal. Las noticias no pueden ser más alarmantes: de todos los lugares de España -y escribo conscientemente todos- se está avisando que los delitos menudean con brutal frecuencia, sobre todo porque los violadores se han venido arriba pensando, con razón, que sus atentados tienen ya una consideración penal mucho más liviana. Mírese por dónde y en resumidas cuentas, la ley del desaprensivo Sánchez y la sectaria ágrafa Montero está estimulando y no frenando la comisión de estos crímenes de lesa humanidad. Así, como suena.

Esta sociedad anestesiada por este psicópata político ya no se estremece por nada: ni por indultos repulsivos, ni por cambios en el Código Penal para sobar el lomo a los sediciosos, ni por la rebaja de la malversación que ha favorecido a quienes han robado fondos públicos para barrenar el Estado, ni por el asalto a cuchillo de las instituciones básicas del Estado, ni por el establecimiento, como normal conducta, de las mentiras más procaces, ni por la injerencia totalitaria del Estado en la propiedad privada, ni por la desobediencia a las sentencias judiciales, ni por la confiscación fiscal de nuestros ahorros, ni por el establecimiento de leyes que agreden directamente al concepto elemental de vida.

Este pervertido presidente ha logrado que el diseño de su malvada ingeniería social haya triunfado entre el silencio, la inanidad, el terror o la connivencia de un Cuerpo social que se limita a bramar contra él en los bares o, a lo más, a apagar la televisión cada que vez que el prójimo aparece atacándonos con una de sus insufribles homilías. De esta situación se aprovecha este Gobierno tripartito dedicado solamente a gozar de un poder que le permite viajar gratis en nuestro avión o veranear a nuestra costa. Pero, por Dios: ¿es que alguien desde la postrada sociedad civil se ha preguntado por qué la pregonada reforma del sólo sí es sí se está retrasando en el tiempo mientras se ha trastornado el Código Penal por otras causas en menos de 24 horas? La respuesta es tan pedestre como ésta: porque sus actores tienen como valor supremo la continuación en sus poltronas, lo demás les trae exactamente por una higa.

Por volver atrás un segundo: en cualquier democracia asentada hoy Pedro Sánchez y todo su Gobierno no es que ya estarían enviados a las tinieblas exteriores, no; es que permanecerían sentados en masa en los banquillos por haber logrado que los delincuentes más asquerosos de nuestra sociedad o estén ya en libertad (más de 100) o a la espera de salir del trullo porque la nueva Ley les ha reducido las penas en casi la mitad de lo sentenciado por los tribunales. Cinco años después de su arremetida al poder, el desaprensivo ha hecho de España, sobre todo con adefesios parlamentarios como el que glosamos, un país menos libre (lo es más para los asesinos), menos seguro (Escrivá ha condenado a la inanidad nuestras pensiones) y menos rico (un sesenta por ciento de la población no llega a final de mes). Ésta es la herencia que va a dejar este desaprensivo si en 40 días la nación no reacciona, recupera la dignidad y le expulsa definitivamente de nuestro ámbito. Primera oportunidad, 28 de mayo. No le dejen para más tarde.

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