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5 min readAug 20, 2015

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Enciclopedismo e Ilustración: La verdad de la ciencia a la luz de las creaciones literarias (Primera Parte)

Por Alan Talgham

Esta es la primera parte de mi ensayo sobre “Enciclopedismo e Ilustración”. Su extensión me obliga a dividirlo en varias entregas que publicaremos en el transcurso de las semanas siguiente. A continuación, comienza el inicio de esta etapa

El propósito de este trabajo es analizar el movimiento del enciclopedismo en el seno de la Ilustración — y más precisamente el “afán enciclopédico” y el imperativo de saber — a la luz de algunas representaciones artísticas que lo retoman dese una postura crítica y superadora, planteando en algunos casos la imposibilidad de todo saber concebido como totalidad. Se analizará principalmente la novela póstuma e inconclusa de Gustave Flaubert, Bouvard et Pécuchet, y en menor medida otras obras como el cuento de Borges Tlon, Uqbar, Orbis Tertius, Bartleby y Compañía de Enrique Vila-Matas y algunos poemas de Roberto Juarroz. Cada una de estas obras aborda un aspecto de lo que se ha denominao enciclopedismo (ya sea como sátira, como crítica o como simple alusión) y contribuye a construir su representación para la subjetividad.

Etimológicamente, la palabra enciclopedia proviene de los términos griegos enkyklios (en ciclos) paideia (educación, formación, instrucción) también paidos (niño — paidagogos eran aquellos esclavos que llevaban a los niños al colegio — pedagogía). Enciclopedia vendría a ser algo así como instrucción en un círculo. Reúne en general alfabéticamente y de forma organizada información según ciertos criterios de agrupamiento. Se podrían citar numerosos ejemplos de enciclopedias, desde la Naturalis Historia de Plinio en la antigua Roma hasta la Enciclopedia Británica, incluso actualmente la enciclopedia en su versión digital como Encarta y Wikipedia. De todas formas, el sentido que hoy damos a la palabra enciclopedia deriva fundamentalmente de aquel movimiento y de aquella obra que se ubica en el centro de este trabajo, L ‘Encyclopédie.

El proyecto de la Enciclopedia nace en el seno de la Ilustración francesa con el propósito de agrupar y ordenar la suma de los conocimientos humanos, la ciencia y el arte, y dar cuenta de ellos de una manera universal a través de la publicación de lo que terminaron siendo veintiocho volúmenes. Constituye la culminación intelectual (la culminación material fue la Revolución Francesa) de ese período histórico marcado por la búsqueda de la primacía de la razón en detrimento de la fé y la superstición como fundamentos de la ciencia. Sus principales impulsores fueron Diderot y d’Alembert. Célebre escritor, dramaturgo, novelista y crítico el primero; importante matemático el segundo. Filósofos ambos, grandes eruditos, contaron con la colaboración de algunas de las figuras más destacadas de las artes y el pensamiento de la época, entre ellos Voltaire, Montesquieu y Rousseau.

Para ubicarla cronológicamente, podríamos establecer que la Ilustración abarca el período comprendido entre la mitad del siglo XVII y finales del XVIII. Es interesante analizar someramente el cambio de paradigma que se opera respecto a los siglos anteriores. Michel Foucault, en Las palabras y las cosas, marca el traspaso del siglo XVI al XVII como el viraje epistemológico de la semejanza a la representación (Foucault, 2008). El concepto de semejanza es tomado fundamentalmente en relación a las signaturas, aquellas marcas inscriptas en las cosas mismas de las que derivan sus signos, su agrupamiento, su estudio. El conocimiento estaba regido por estos principios del juego de las semejanzas. La episteme de esta época está, por ende, fuertemente ligada a la imaginación, haciendo surgir del objeto mismo y de sus cualidades visibles sus propiedades intrínsecas, como su utilidad para curar tal o cual enfermedad de tal órgano, su relación con otros objetos, su nombre mismo.

Se constituye en figura insigne de este paradigma el alquimista Paracelso, con su De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas) y más específicamente el libro De signatura rerum naturalium, sustentando la idea de que Dios ha dejado intencionalmente marcas en todas las cosas, “del mismo modo que un hombre que ha enterrado un tesoro señala el lugar a fin de poder volver a encontrarlo (Paracelso,1559)” (Foucault, 2008, p. 44). Postula Giorgio Agamben que “La idea de que todas las cosas llevan un signo que manifiesta y revela sus cualidades invisibles es el núcleo de la episteme paracelsiana.” (Agamben, 2008, p. 47). En ese universo prebabélico, las cosas portan en sí mismas su nombre, su marca, su signo, y el trabajo del hombre es simplemente ir a buscarlos.

Contra todo esto se manifiesta la Ilustración. Contra todo lo que de mágico, supersticioso, poco metódico y arbitrario tiene este tipo de conocimiento. Concretamente, pretende distanciarse del fundamento religioso del saber, de la referencia última (hasta ese entonces e inclusive en Descartes, padre de la Ilustración) a un Dios, y postular la razón como facultad humana primordial y como sustento de todo saber. Si bien el gérmen de la secularización del conocimiento se puede localizar en los siglos XV y XVI, en tanto se emprende un estudio “empírico” de la naturaleza, a través de la experimentación y abandonando paulatinamente los textos sagrados y la exégesis, este estudio de las semejanzas es abandonado y rechazado en pos de lo que Foucault denomina una ciencia general del orden en el siglo XVII, con todo lo que ésta implica.

Foucault se refiere a la historia natural como uno de los ejes del cambio. Linneo, Buffon y Tournefort son algunos de los grandes naturalistas que lo encarnan, criticando entre otras cosas esas “similitudes oscuras” a las que nos referíamos. La historia natural tiene como condición de posibilidad la pertenencia de las palabras y las cosas a la representación, pero es necesario que el lenguaje esté separado de las cosas, que ya no sea concebido como parte de ellas. Es decir, su surgimiento es correlativo al de la historia del lenguaje. La observación sigue en el centro pero se realiza un recorte sistematizado de la misma, y la puesta en serie de los elementos deriva de una articulación. La historia natural está ligada a una mathesis, un lenguaje “más perfecto” que el lenguaje de la naturaleza, que permite designar lo visible. Subyace a todo este proceso la noción de estructura. Aparece entonces la taxinomia, presuponiendo necesariamente una continuidad (Ibid.) (retomaré brevemente el tema de las taxonomías más adelante)

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