Andar por la vida a un ritmo acompasado

Share Button
Por Yelandi Milanés Guardia | 17 diciembre, 2021 |
0
La velocidad no siempre es una buena aliada/FOTO tomada de BBC News

Hay personas adictas a que todo ocurra a la velocidad de la luz, sin percatarse que de esa forma muchas veces alteran el tiempo necesario para cada proceso, y eso siempre-inevitablemente- trae consecuencias nefastas.

En varios casos eso sucede porque piensan que la existencia no les alcanzará, y aunque no sabemos cuándo moriremos, eso tampoco justifica ir apresurados por la vida, sin a veces detenernos en los pequeños detalles, o en esos escasos momentos -que aunque son mínimos- nos prodigan gran felicidad.

A veces la realidad nos impone ser polifacéticos en el día para ganarnos el sustento, pero si reflexionamos bien, podemos prescindir de algunos quehaceres y dedicar tiempo a nuestras predilecciones, y a compartir más con nuestros seres queridos.

Varias personas luego de la cuarentena impuesta por la Covid-19, se han percatado del poco tiempo destinado a su familia y lo importante que es disfrutar de su compañía, a la cual la celeridad y las múltiples ocupaciones estaban desmembrando y minando la necesaria interrelación.

He leído historias sobre los días finales de algunos seres humanos, en los cuales se quejan porque hicieron muchas cosas en la vida, pero no las preferidas, y que por el ajetreo constante, se dedicaron poco a analizar su rumbo, y por eso equivocaron la ruta y dejaron de apreciar lo verdaderamente valioso.

Evidentemente cuando hacemos todo apresuradamente habrán cosas que las haremos a medias, o en otros  casos no saldrán bien. Y es mejor hacer una o dos de forma magnífica, y no cinco o seis carentes de calidad.

A veces erróneamente vemos a la rapidez como aliada del buen hacer, pero recordemos que no siempre cantidad es calidad. Las grandes obras legadas por los genios a la humanidad son fascinantes porque son únicas en su género, pero si algo tienen muchas en común es que demandaron gran tiempo al creador para concretarlas, y en algunos casos casi toda una existencia.

La naturaleza sabiamente enseña que todo tiene sus ciclos y apresurarlos, lejos de beneficiarnos, nos perjudica. Muchos coincidirán conmigo que cuando adelantamos por varias vías la maduración de una fruta, su sabor no es tan delicioso como cuando respetamos ese proceso natural.

Cómo podremos gozar las maravillas de este mundo si muchas de ellas necesitan de nuestra completa atención, y si estamos haciendo otras acciones en ese momento, es muy difícil disfrutar de las bellezas terrenales.

Afortunadamente todavía muchos están a tiempo de correr menos y deleitarse más, porque la vida no se mide solo por la cantidad de cosas realizadas, sino por la intensidad experimentada. Sería muy triste llegar a la conclusión de que hemos pasado por la tierra, sin darnos cuenta de nuestro paso.

Tengamos siempre presente a la necesaria pausa, pues gracias a ella podemos recargar las energías y analizar quienes hemos sido hasta ahora, y si lo logrado se corresponde con vivir plenamente. Debemos liberarnos de esos malabares que muchas veces nos estresan, y los cuales solo son admirables en el circo.

Si corremos siempre tendremos grandes posibilidades de tropezar con las piedras del camino, pero si andamos a un compás adecuado, no solo veremos las irregularidades y protuberancias que nos pueden hacer caer, sino que indudablemente nuestro paso por la vida será menos accidentado y, por consiguiente, más feliz.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *