Cultura en Facilito, 09 de Agosto de 2016

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Trinidad, martes 08 de agosto de 2016 • Año 2 • Nº 29 JUVENTUD

Ihara Roca Tanaka: La niña que hizo de la gimnasia un arte Pág. 1

TURISMO

Ichapekene Piesta, Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad Pág. 2

CUENTO

Francisco y el camino a [...] Pág. 3

HISTORIA

‘La historia del mar boliviano’, de Carlos Mesa Pág. 4

IHARA ROCA TANAKA

La niña que hizo de la gimnasia un arte

T

iene apenas 7 años de edad, “es pequeña”, dirían muchos, incluso cuestionarían el hecho que se la tome en cuenta dentro de un espacio cultural, ya que ella hace gimnasia, “eso es deporte, no cultura”, seguramente podrán decir. Pero claro, acaso ese deporte (la gimnasia, y la gimnasia rítmica) ¿no es también una manifestación cultural?, y para los que puedan decir que no, no hay más que evocar a la pequeña Nadia Comaneci, que con tan solo 14 años de edad, demostró al mundo, cómo la gimnasia también puede ser un arte. Y así como Comaneci logró demostrarnos eso, sin duda alguna Ihara también lo hace, porque al igual que Nadia, Ihara lo hace con gusto, con algo muy parecido a la pasión, una pasión que la lleva a sonreír todo el tiempo, a lanzarse sin miedo a esos giros y vueltas que algunos solo con ver, nos ponemos nerviosos. Nadia consiguió la “perfección” olímpica siendo lo que era, una niña, una niña que con toda la honestidad que su cuerpo le permitió, saltó, giró, bailó, como ninguna otra atleta lo había hecho jamás. Y al ver a Ihara, es imposible no evocar el mismo cúmulo de sensaciones, porque ella brinca, salta, gira, baila con la honestidad de una niña, que hace lo que le gusta, porque le gusta, y eso, contagia algo tan sublime, que parece irreal. Ihara recibe toda esa gracia que después utiliza en sus rutinas, de años en el Ballet, según su madre, fue gracias al ballet que ella puede desgonzarse, girar, hacer vueltas, en fin, hacer lo que mejor hace. Ihara misma admite que es un

poco difícil hacer las rutinas, que hay una en particular que le da algo de miedo y que nunca la ha hecho sola. “El Flip, que es como un mortal pero con las manos, nunca lo hice sola, siempre me ayudan”, confesó Ihara, que como toda niña se pone nerviosa con un micrófono cerca. Pero claro, ella no es de entrevistas, es de ritmo, de vueltas, porque admite que la gimnasia rítmica es más fácil. Y vaya que lo demuestra, otra vez en su rutina, baila, y sonríe y baila, sus manos y sus pies, perfectas líneas, nunca las pierde, sus terminaciones, la forma en la que se levanta del piso, sí, al verla a ella, uno puede evocar a Comaneci. Ihara ganó la de oro en los plurinacionales, y ahora en octubre viaja a Sucre, para jugárselas representando al Beni. su familia siempre está con ella, la apoyan en todo y al resto de nosotros, nos queda esperar que nuestra pequeña representante no pierda la sonrisa para que de la capital, nos traiga la dorada.


SUPLEMENTO

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Ichapekene Piesta

TURISMO

Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad N

acio, Nacio, Nacio, ¡Que viva San Ignacio!, la Ichapekene Piesta conmemoró los 327 años de fundación de la población mojeña. Se dice desde las crónicas jesuíticas, que los mojeños fueron un pueblo de músicos talentosos que le daban gran importancia al ritmo y la lírica. La Ichapekene es un lugar al que llegan miles de personas, extranjeros y nacionales para deleitarse con esta verdad, comprobando con sus propios ojos, que el pueblo mojeño lleva la música y el baile grabado en lo más recóndito de su ser. La UNESCO define la Ichpekene como un espacio en el discurso que logra la construcción a partir de la interpretación y por supuesto la unión de creencias. “La Ichapekene Piesta es una festividad sincrética que reinterpreta el mito

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fundacional moxeño de la victoria jesuítica de San Ignacio de Loyola, asociándolo a las creencias y tradiciones indígenas”, reza la declaratoria de la UNESCO. Pero es simple, podemos definir la Ichapekene como la representación del sentir mojeño proyectado en música, fiesta, alegría y baile. Sobre los bailes la UNESCO escribiría: “Estos rituales constituyen un acto de fe y renovación constante que permiten a los moxeños renacer al cristianismo en presencia de sus espíritus ancestrales” reza la definición de la organización internacional. Pero tal vez, y sólo tal vez, la verdad es que el pueblo ignaciano renace en la estética de la belleza, de gente que sabe que la vida, es en escencia, música, baile y alegría.


CUENTO

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Francisco y el camino a [...] Por: Luis Fernando Galindo Hurtado

A

llá, a principios de los años noventa, se situaba la historia de Francisco, joven de 16 años, de buen parecer, vivía entre un grupo de tres mujeres, su abuela, su madre y su tía. La matriarca del grupo era su abuela, se llamaba Aida, quien había quedado viuda y endeudada por la enfermedad de su marido desde antes del nacimiento de Francisco. Esto provocó que toda la familia se desplazara en su totalidad a la pequeña estancia que tenían ubicada a cincuenta kilómetros de distancia del pueblo, esto es a dos horas del pueblo por camino carretero y a siete minutos por aire. Francisco desde muy pequeño creció en la hamaca escuchando las historias que su abuela Aida le contaba, que a decir de ella, eran reales y había sucedido en otros tiempos no muy lejanos. Esta fue la razón para que Francisco confundiera la realidad con la ficción. Sin embargo, esto produjo que fuera miedoso y tuviera miedo a la oscuridad y al diablo. Con el pasar del tiempo Francisco se mudó al pueblo, pero continuo visitando la estancia de su abuela todos los días, incluso empezó a trabajar con ella apoyando con la venta de carne al frial de la localidad. Un día, Franciso tenía que realizar la misma rutina de todos los dias, para el iba a ser como lo era siempre, iba a realizar las mismas cosas que hacía tantas veces desde sus catorce años. Salió del pueblo a las dos de la tarde –previendo que llegaría a la estancia a las cuatro y que cargarían la res carneada en el lapso de una hora para llevarla al frial, lo que suponía un retorno a más tardar de las cinco de la tarde, pudiendo volver al pueblo a las siete de la noche, cuando empezaba a oscurecer-. Sin embargo, ese día, las cosas no salieron como lo tenía previsto. Un pequeño percance, el pinchado de una llanta demoró su llegada a la estancia, pues apareció en ella un poco más tarde de las cinco. Saludó a la familia, abrazó a su abuela, y pidió que le carguen la res carneada, ya que venía atrasado e inevitablemente tenía que retornar ese día. No podía quedarse allí. Cuando terminaron de cargar la res carneada ya el reloj daba las seis de la tarde. Él sabía que era demasiado tarde. Su familia le pidió que se quedara, que era demasiado tarde, que no alcanzaría a llegar al pueblo, que era muy peligroso adentrarse por las pampas y el monte a partir de las siete de la noche; pero lo que no decía Francisco es que era mayor el miedo que sentía al quedarse a dormir en la estancia. En ese momento invadió a Francisco el recuerdo que a sus cinco años se escapó de ser llevado por el duende y la viudita, aunque esto fuera una paradoja. Un día de surazo se le apareció una mujer vestida todo de blanco, acompañada de un niño con un sombrero demasiado grande, que incluso le llegaba a tapar el rostro. Si no fuera porque lo rescataron los trabajadores, hubiera sido una parte más de la estadística de los desaparecidos. Por este motivo y bajo el recuerdo que lo perseguía como su sombra, no quería dormir en la estancia, aún bajo el riesgo de adentrarse en el monte a largas horas de la noche. Su decisión fue firme. Subió al vehículo y comenzó a acelerar, mientras su familia se alejaba por el retrovisor. En el momento de su partida, sintió escalofrío, atemorizado, sus vellos se encontraban sometidos al principio de la gravedad como si la fuerza estuviera en el cielo. A los dos minutos de su partida, y cuando ya no se veía rastros de la estancia, porque los árboles del monte la habían sepultado, las historias contadas por su abuela Aida comenzaron a invadirlo. Recordaba que cuando su abuela era una niña de cinco años, vivía en el campo con sus padres, y fueron invitados por sus tíos –fiesteros en sobremanera- a pasar carnaval a una Comunidad distante a cinco leguas de la parcela donde vivían. Con gusto asintieron, y una vez allá esperaban que llegase la banda que habían contratado, pero esta no llegaba, hasta que todos ansiosos comenzaron a escuchar cómo la música desde el monte se acercaba, y con el pasar de los segundos el sonido era más fuerte y más intenso, lo que llevaba a la convicción de que los músicos ya estaban cerca. No pasó un par de minutos, cuando todos los que se encontraban adentro de la casa a la espera, vieron asomarse por la entrada principal a lo que parecía un hombre de dos metros de altura, casi desnudo, con cuernos en la cabeza, que humeaba por todo

su cuerpo y que lo que sonaba como instrumentos musicales eran sus uñas largas, todos –anfitriones e invitados-, comenzaron a invocar el nombre de Jesús, otros lo hicieron a la Virgen y unos cuantos buscaban velas mientras se escondían; mientras se aproximaba este ente que todo el mundo manifestaba era el diablo. Llegó hasta la casa, ingresó mientras que trotaba al ritmo del sonido, era como si bailara, humeaba por todos lados; mientras los gritos de los asistentes a la fiesta eran más intensos, abrazaban a los niños, y los gritos se hacían más intensos entre rezos y oraciones. Satanás, ingresó a todos los espacios de la casa, luego salió y desapareció, pero el olor a azufre que dejó impregnó el ambiente. Todos atemorizados se olvidaron del carnaval. Después de unos meses el setenta por ciento de los miembros de esa familia fallecieron trágicamente. Desde ese momento el lugar quedó maldito. En ese instante, Francisco, fue abruptamente extraído de dicho recuerdo aterrador, se fijó que ya había anochecido y como una estrella fugaz pareció como si una persona se hubiera abalanzado sobre el vehículo. Pero al volver en sí completamente se dió cuenta que solo era una ilusión de su mente, pero aún así sus reflejos le permitieron frenar secamente, porque de no hacerlo, se hubiera llevado la reja que tenía por delante. Justo para colmo de males, tenía que bajarse a abrir la reja, el problema no era abrirla, puesto que la luz de la camioneta le permitía ver todo lo que sucedía a su alrededor, el problema era cerrarla cuando la luz no llegaba siquiera para mirar la forma de cerrar la reja, lo cual lo hacía a tientas. Al terminar de cerrar la reja, sintió que una mano lo agarró del hombro, gritó y corrió al vehículo, cerró la puerta y aceleró, sintiendo la mano en su hombro derecho, ni siquiera se atrevía a mirar al costado, solo aceleraba, evitando chocar con cuanto árbol se encontraba al costado del camino. Cuando se calmó, y dejó de sentir la mano fría que se posó sobre su hombro, ya había llegado a la mitad del camino y ya era más de las siete de la noche, la oscuridad había invadido el ambiente, invadiendo su mente otra escena de las historias de terror que había escuchado. Esta se la había contado un compañero de colegio suyo, quien había llegado de la ciudad de Guayaramerín. Según se cuenta entre los lugareños, en el camino que une la ciudad de Guayaramerín y Cachuela Esperanza, camino único, hay un sector debajo de un árbol donde todo transeúnte se niega a pasar solo, debido a que si pasa en motocicleta, al conductor se le aparece sentada en el asiento trasero una mujer rubia de bello parecer, y al que pasa en vehículo se le aparece en la carrocería del mismo, cual puede ser vista por el retrovisor. Su compañero le contaba que si la aparecida no se bajaba se lo llevaba al más allá, donde Satanás mora con los demonios. Por eso quienes pasaban por ese camino nunca debían hacerlo solo. En ese instante como si fuera una pesadilla, una fuerza gravitacional le obliga a Francisco mirar el retrovisor de la camioneta, y al hacerlo vio que en la carrocería se encontraba la sombra de una mujer, en lo que podía miraba el camino y con temor lo hacía hacia atrás, la sombra se fue acercando hacia el vidrio de atrás del vehículo, y se fue haciendo clara la imagen –aunque nunca la había visto, era la mujer que se subía a los vehículos en el camino Guayaramerín – Cachuela Esperanza. Francisco, perplejo y con las manos frías, aceleró el vehículo y se encomendó a Dios, y como si hubiera recibido una revelación divina, frenó en seco la camioneta e inmediatamente aceleró, miró por el retrovisor y pudo ver a un par de metros afuera del vehículo que la mujer se había caído y venía corriendo tras del vehículo, era como si sobrenaturalmente no se cansara. Cuando faltaban unos dos kilómetros para llegar al pueblo, sorpresivamente pudo ver en la oscuridad a unos cien metros de distancia a una sombra negra como de dos metros de estatura que le levantaba el brazo llamándolo, mientras más se acercaba aceleradamente más escalofríos sentía, en milésimas de segundos tuvo que tomar una decisión, puesto que se encontraba en un dilema, enfrentar a esa sombra que era del más allá, o retornar a la estancia donde metros atrás lo seguía la desaparecida, para volver a recorrer más de una hora y media de viaje por la pampa, el monte y la oscuridad. Francisco tomó una decisión, y fue su propia decisión.

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SUPLEMENTO

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‘La historia del mar boliviano’, de Carlos Mesa Por: La Razón / Mitsuko Shimose / La Paz

L

as instalaciones de la planta alta de la Librería Gisbert estaban repletas de gente, tanto que los asistentes se ubicaron en las gradas de ingreso para escuchar a Carlos Mesa, quien presentó su libro La historia del mar boliviano. En el texto, el autor evoca a dos personajes: un héroe civil (Eduardo Abaroa) y un exministro (Daniel Sánchez Bustamante). “Destaco a Abaroa porque era un hombre de a pie, un contador que se encontraba circunstancialmente en Calama por el llamado de Ladislao Cabrera. Y a Sánchez Bustamante, porque siendo un ministro liberal establece una política post 1904”, dijo el expresidente, quien concluyó con las dos razones

por las que escribió el libro: la contribución a una mejor comprensión de la historia del mar boliviano y el compromiso de que Bolivia tenga un acceso libre y soberano, porque “tenemos que volver a nuestra casa”.

Noche de arte, vino y recaudación de fondos para Quilima Por: La Razón / Noche, Vino, Quilima

HISTORIA

Reconocen a profesor alemán de clarinete Por: Alejandro Aráoz/ ElPaís de Tarija El viernes 29 de julio en inmediaciones de la nueva casa de la Orquesta Infanto Juvenil de Tarija, se realizó la despedida del voluntario alemán y profesor de clarinete Alexander Patzelt. El director de la Casa de la Cultura, Nils Puerta Carranza, indicó que se siente muy contento porque la Orquesta Infanto Juvenil de Tarija, tiene una nueva infraestructura, y que se ha creado un espacio mágico y maravilloso. Asimismo, pidió a las autoridades del Departamento que realicen sus buenos oficios para darle continuidad y apoyo al proyecto de la Orquesta Infanto Juvenil. Voluntariado Puerta dijo que la Casa de la Cultura ha logrado hacer una movida artística para que el profesor Patzelt se haya podido quedar seis meses en la ciudad de Tarija y brindar a los niños sus conocimientos y saberes en la interpretación del clarinete, de forma gratuita y voluntaria. Para el director de la Casa de la Cultura, el resultado de las clases de Patzelt y el producto final de su labor han sido geniales, “creo que hay que seguir sembrando en esto, porque la cosecha será maravillosa”, agregó. Puerta destacó que es fundamental crear actividades en las cuales los niños y jóvenes disfruten de su tiempo libre y a la vez puedan fortalecer su espíritu a través de la música. El presidente de padres de la Sinfónica Departamental de Tarija, Manuel Hernández, mencionó que se ha culminado un ciclo de aprendizaje con el profesor. Recordó que Patzel mandó la solicitud para venir a Tarija y que hicieron un esfuerzo para poder traerlo. El profesional se sintió feliz y emocionado, está contento por retornar a su país y a la vez satisfecho por haber pasado medio año en la ciudad de Tarija impartiendo sus conocimientos. SUPLEMENTO

en facilito Gerente General Cynthia A. Vargas Melgar

Rosmery Mamani, Andrés Bedoya, Roxana Hartmann, Keiko González y Erika Ewel fueron los artistas y anfitriones en el encuentro para la recaudación de fondos organizado por Portal Urbano, una agrupación de profesionales multidisciplinarios, en favor de la comunidad de Quilima (Dragón dormido) que se encuentra a orillas del lago Titicaca. “Quilima nos ha parecido una comunidad que

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está en proceso de tomar un camino y nosotros queremos ayudar para que mantenga sus costumbres, sus rituales y su organización social y económica”, señaló Úrsula Bustillos, miembro de este grupo. Con ese propósito, los fondos que se lograron están dirigidos a la compra y colocación de la campana del pueblo y a la construcción del museo denominado la Casita de la Memoria.

Encargado Suplemento Cultural Ricardo Gutierrez Angulo • Cel. 75008139 Diseño y Digramación Editorial Tiempos del Beni S.R.L. Encargado de Publicidad Fernándo Tipuni Melgar • Cel. 72846746

La Palabra del Beni

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