Sergio karakachoff

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PRESENTACION Sergio no tuvo un cumpleaños feliz. Ese 27 de junio cumplía veintisiete, y a la tarde le llegaron las primeras noticias del golpe contra don Arturo. Hacía diez meses que se había estrenado como jefe de redacción de El Sureño y los teletipos de las agencias no dejaban lugar para la duda. El golpe estaba cantando. Esa noche, Sergio fue el último en irse del diario. Agarró el sobretodo y la bufanda y se los cargó al hombro. El portero de noche estaba medio dormido: - Abríguese doctor, que esta noche hiela. Bueno, hasta mañana. - ¿Hasta mañana? Esteban, ¿quién le dijo que llegamos a mañana? Sergio Karakachoff se fue caminando por el centro de Bahía Blanca, frío y neblinoso. Cuando llegó, esa ciudad había sido un sueño; ahora le parecía un espanto. En el último mes había denunciado las maniobras golpistas y le habían sacado lectores a La Nueva Provincia, el diario pro militar de la familia Massot, pero ahora le parecía que todo se derrumbaba. Se sacó los zapatos a la entrada del departamento para no despertar a Elsa, su mujer. Se acostó pero no podía dormirse; a las siete de la mañana, cuando todavía no había amanecido, seguía moviendo la perilla de la radio entre Nacional y LV2. En la radio oficialista había música y noticias con contadotas, todas a confirmar; en la de los Massot, en cambio, parecía que llegaba la liberación de París. Lo sobresaltó la campanilla del teléfono: - Señor, desde Buenos Aires le van a hablar. - Ruso, ¿me oís? - Sí, Ricardo, ¿qué carajo pasa? - Estoy acá, frente a la Plaza de Mayo. Ya está, Ruso. Su amigo Ricardo Cornaglia, asesor de la Dirección Nacional de Justicia, se había cruzado hasta una oficina del Banco Nación para detener un buen panorama de la chirinada, y ahora le constaba su bronca cuando los coroneles Premoli y Pelinger, subían por la explanada de la Rosada a desalojarlo a Illia.


- Ruso, a las once van a dar un comunicado. Ahora están reunidos en el Comando en Jefe del Ejército, después se cruzan a Rosada. Están Alzogaray, López Aufranc, todos esos hijos de puta… Mientras lo oía, Sergio pensaba que ni siquiera había un final con drama: era una caída sin el menor estrépito. - ¿El Viejo está bien? - Sí, salió con Zavala Ortiz y se fue en un auto para la casa del hermano, en Martínez. Ahora empieza otra, Ruso. El Ruso ya era abogado, periodista y ahora se sumaba a los desplazados del gobierno. Trato de consolarse pensando que siempre había sido poco así. -…En el tren que va a Madrid, / se engancharon dos vagones, / uno para los fusiles y otro para los cojones…-canturreaba poco después, frente al espejo del baño, mientras se afeitaba, como cada vez que las cosas se ponían feas. Elsa le acercó un café bien cargado y Sergio decidió que era mejor irse al diario. En el camino, pensó que el golpe era el desenlace de lo que ya percibía unos meses antes: por un lado una sociedad que miraba con bastante indiferencia la alianza entre grandes empresas, curas y sindicalistas que depositaban su esperanza en algún general de la Nación; por el otro, una conducción radical que no se jugaba por defender su propio gobierno. La semana anterior, el diario El Día había publicado un plan de la SIDE con todos los detalles de las acciones emprendidas para voltear a Illia y nadie había reaccionado. Al mediodía habló con su hermano Diego y se enteró de que en La Plata el golpe había sido casi un trámite. A las siete y media el general Federico von Stecher le dijo en tono muy prusiano al gobernador radical Anselmo Marini que su hora había llegado. Marini, antes de cruzar la plaza a pie hasta la Legislatura, cantó el Himno con sus amigos y colaboradores. Al rato pasaron por el diario el Gordo Mugica y Juan Cabirón, también radicales. Karakachoff y Mugica vivían en el mismo edificio. El Ruso tenía tanta cara de desconcierto como el Gordo, pero bastante mejor humor: - Perdimos por puntos, Gordo. No es tanto, ya se nos va a ocurrir algo. El 29, a la tarde. Después de consultar con sus amigos y de escuchar la opinión de los dueños de El Sureño, Sergio se sentó frente a la Olivetti, y escribió el editorial para el otro día. Trato de que la prudencia primara sobre la bronca. El artículo se titulaba “…la sensación a la que nos referíamos es la de una general expectación. Se percibe la urgente necesidad de encontrar de una vez el camino de la comprensión y de la armónica convivencia en un plano de razonable y concreto equilibrio, de respeto a todos los derechos, de vigencia cabal de la justicia y de imperio pleno de las libertades.


En una palabra garantizar y lograr la seguridad, la paz y el bienestar material y espiritual de todos los habitantes, que es la suprema aspiración de una comunidad organizada. Sin esas condiciones y sin esas vivencias efectivas, el futuro no se nos mostrará a nosotros y a las nuevas generaciones con los rasgos deseables. “Quienes, por propio designio y a las designio y a las impulsos de sus sentimientos y preocupaciones expuestos en documentos públicos que invocan el patriotismo y el porvenir de la Nación, han asumido la grave responsabilidad de interrumpir una legalidad muy esforzadamente conseguida, tiene frente a sí un país expectante. Mensajes y proclamas de este movimiento revolucionario han expuesto en términos generales objetos de nuestra vida nacional, con especial acento en lo económico y lo social. Los actos concretos encaminados a esos resultados, que comportan aspiraciones por todos compartidas, dirán sobre la forma en que quedara salvada aquella responsabilidad. Su satisfacción, dentro de un clima de libertad, es asimismo fundamental para la Argentina deje de vivir en tan permanente angustia, en tanta incertidumbre, en tantas frustraciones y en tan renovada como riesgosa inestabilidad institucional”. Para ser el editorial de una víctima del golpe, era bastante moderado. Quince años antes, cuando Ricardo Balbín era un preso del Gobierno Peronista, el Ruso voceaba el periódico radical Adelante, con voz de canillita: ¡Desde la cárcel de Olmos, escribe Ricardo Balbín…! Ahora, de Balbín lo separaba un abismo y él era un periodista a punto de quedarse sin diario, a ochocientos kilómetros de su lugar.-Sergio tenía el pelo rojo y la cara triangular rematada por un cráneo importante. Una nariz roma y ojos completaban un aspecto que su padre, Sergei, solía considerar “inteligentes”. Sergei era ingeniero, platense y conservador, hijo de una inmigrante rusa que no dudaba en votar a los conservadores y apoyar a los comunistas, por el placer de recordar sus mozos en la Rusia de la revolución: - Lenin fue un gran hombre, como solo puede haber en Rusia –les decía a sus nietos y les contaba que había sido militante, que había conocido a Malenkov y que algunos de sus hermanos formaron parte del gobierno de aquella vieja federación socialista. La Plata es una ciudad recorrida por diagonales y los barrios están divididos por las plazas. Los Karakachoff eran de la Plaza España, peor no iban a la Escuela 55, que tenían cerca, sino a la de la Universidad, la “anexa” –o la “nexa”, como decían los platenses- que dependía de la Facultad de Ciencias de la Educación y era para gente importante; uno de sus compañeros era Enrique Balbín, el hijo del Chino. Cuando estaba terminando la primaria, de repente, al colorado le dio la vocación de ser marinero. Sergio empezó a joder con que quería ir al Liceo Naval Almirante Brown. En su casa no estaban muy contentos: nadie entendía el motivo pero el Colorado preparó el examen de ingreso y se sacó el segundo puntaje. Le dieron una beca y el primer año no le iba a costar nada. No habían pasado seis meses cuando dos marineros lo llevaron a casa, prácticamente en el aire.


-Usted, grumete, comete tropelía contra la disciplina militar –le había dicho muy serio el profesor ultra nacionalista Tomás Bernard. Sergio había sido arrestado un par de veces por pedirle a un marinero que le comprara el diario. El problema no era que usara al marinero: lo que estaba prohibido era leer el diario. Pero además, el Colorado dio algunos motivos: en una clase Bernard le tomó lección, el alumno Karakachoff había puesto el libro abierto cerca del escritorio donde estaba sentado el profesor. Sus compañeros al principio contuvieron la risa, después se descontrolaron y Bernard descubrió el truco. Fue la gota que colmó el vaso. Sergio decía que él en realidad sabía la lección, pero que le había parecido buena joda. Así que lo expulsaron y tuvo que prepararse para dar libre el primer año del Colegio Nacional, que dependía de la Universalidad. Ahí también mostró que no se quedaba atrás. Con un poco más de sutileza, a sus catorce años, el 26 de julio del 53, se le ocurrió romper el ritual por el primer aniversario de la muerte de Evita. En el patio estaban formados todos los chicos con una flor en la mano; por orden, iban pasando y la depositaban sobre una placa de la finada. Cuando le tocó que le llegaba hasta las rodillas y sacó una flor bastante ajada, que tiró sin inclinarse. -Carmen era profesora de música, ya criaba cuatro hijos varones y le importaba poco el culto a la abanderada de los humildes. En una ciudad con bastantes pitucos, el Ruso, ya desde chico, eligió mostrar gustos de grasas. No era una cuestión de indiferencia: el Ruso imitaba la remera que usaba un morocho de Berazategui o del viaducto e Sarandí, antes que comprarse un casimir como los que usaban los chicos del Jockey Club. Estaban en contra de Perón pero le gustaban los peronistas. Uno de los tipos que Sergio admiraban, entre sus ideas a la ancha de Estudiantes o las reuniones del hipódromo de La Plata, era el Toto Stagnaro, obrero de la carne, delegado del Swift de Berisso, peronista de siempre. Del Toto le habían quedado algunas frases que lo acompañarían por años: En la Facultad de Derecho, Sergio volvió a coincidir con Enrique Balbín y empezó a ir a menudo a la casa de don Ricardo. El Chino le tomó cariño y, en esos años, dijo más de una vez, en público, el joven Karakachoff era una sorpresa -Fierro que mata, fierro que muere, Sergio. Es así, no hay que dejarse atropellar. En la Facultad de Derecho, Sergio volvía coincidir con Enrique Balbín y empezó a ir a menudo a la casa de don Ricardo. El Chino le tomó cariño y, en esos años, dijo más de una vez en público, que el joven Karakachoff era una promesa para el radicalismo. Con Enrique se llevaba bien, aunque eran muy distintos: Sergio era un tipo capaz de cualquier desparpajo, mientras Enrique era un Balbín tímido. Esa amistad constituyó a que Sergio, ante la división del radicalismo entre intransigentes y del pueblo, en las elecciones del 58, apoyara Balbín, que perdió contra Frondizi, con el peronismo proscripto. Ese año, Sergio fundó una agrupación, Unión Universitaria, que se estreno ganando las elecciones del Centro de Estudiantes de Derecho. Pero en Unión había gente de todos


los pelajes. Sergio había inventado un término para describir la presencia de anarquistas, socialistas e independientes: -Somos anarsigenes; hay anarquistas, intransigentes, independientes, además estoy yo, que soy radical. En realidad, los radicales eran mayoría y Unión se oponía fuerte al gobierno frondicista. Eran los años en que el radical intransigente Oscar Alende gobernaba Buenos Aires y cuando, por mandato de Frondizi, aplicaba el plan CONINTES, la represión abarcaba a peronistas, comunistas y también a radicales o independientes. Año en los que el enfrentamiento podía ser por laico o libre, tacuara o judío, bolche o nazi, pero sobre todo por gorila o peronista. Para los peronistas y los comunistas del ambiente universitario, Karakachoff era gorila. No sólo por antiperonista y los comunistas del ambiente universitario también lo eran Llamarlo gorila era también una forma de tratarlo de conservador. Sergio, en vez de ni yanqui ni marxista, solía decir ni plaza ni Kruschov. La Plaza era de Mayo, por las convocatorias de Perón; Kruschov representaba a la Unión Soviética. La Estrategia de los radicales en la universidad para crear una alternativa a las agrupaciones de izquierda era impulsar en cada facultad grupo con nombres distintos. En Humanidades, por ejemplo, Osvaldo “Bebín” Papaleo creó Impulso: Bebín era de familia anarquista y tuvo mucha aceptación entre los estudiantes. En Medicina, la agrupación reformista era ADER, donde militaba Elsa Carrebedo, una morocha de buen ver. A medida que se acercaba, el viejo hincha de Estudiantes pensó su frase de impacto inspirada en el Tablón. -¡Adén/ Unión/ un solo corazón! Cantó el ruso mientras se adelantaba a Elsa, le dedicaba una mirada tierna empezaba una charla que, días después, se transformó en noviazgo. Unión y las demás agrupaciones radicales siguieron ganando las elecciones estudiantiles y en el 60 pudieron designar al presidente de la Federación Platense de Estudiantes. Sergio también militaba en el comité de los radicales del pueblo de su ciudad, que era un bastón de Balbín. -¿Por qué no es usted el candidato, don Ricardo? –le preguntó el colorado en el patio de su casa cuando la fórmula para las elecciones del 63 fue Illia –Perette. Pero Balbín no le podía explicar que los cordobeses habían caminado la provincia para dejarlo de lado. Carlos Becerra y Conrado Storani, entre otros, habían caminado la provincia de Buenos Aires y él había tenido que ceder. Además, el Chino se reservaba como un referente, el único que podría hacerle frente al general de la Puerta de Hierro. Con gobierno radical, Sergio tuvo su primer cargo público como secretario legislativo del Consejo Deliberante de La Plata. -Yo voto por usted si Karakachoff es el secretario, si no, me corto solo. Los concejales radicales no estaban muy de acuerdo con los términos de la alianza que les proponía Emir Salvioli, el único concejal socialista. El Ruso y Emir compartían tablón de Estudiantes de La Plata. Iban a la cancha de la calle Uno y Cincuenta y siete,


donde se juntaban con los changarines del mercado municipal. Los concejales radicales necesitaban del socialista y no pudieron oponerse. El problema era que Miguel Szelagowski, el nuevo intendente radical, no lo toleraba. -Qué suerte, yo no soy galerita como ese. Mírenme bien, yo tengo un pañuelo atado en el bocho, con cuatro nuditos. Los galeritas eran los radicales patricios de Alvear, lo que se enfrentaron con Yrigoyen y dejaban entrever que don Hipólito no era de linaje, Szelagowski era hijo de polacos nobles, estaba siempre engominado y no le caía en gracia que Karakachoff tuviera un puesto clave en el Concejo Deliberante. Además, el Ruso le había dicho al Polaco alguna vez que ello habían llegado a ser gobierno por la proscripción de los peronistas. Hastiado, cuando a mediados del 65 a Illia lo acosaban de todos lados, Sergio empezó a soñar con un proyecto propio. Elsa se recibió ese año de médica, él de abogado y decidieron casarse. La propuesta le había llegado de un amigo Raúl Kraiselburd, hijo de David, el director de El Día de la Plata: que fuera jefe de redacción de un nuevo diario en Bahía Blanca. Querían competir con La Nueva Provincia. No era fácil enfrentarse con los Massot, que tenían el emporio de los medios locales. Ese desafío, para el Ruso, hacía más atractiva la oferta. Como La Nueva Provincia era sabana y matutino, ellos iban a salir tabloide y vespertino. Como el otro era provinciano y pesado, la fórmula sería lectura ágil, un poco de policiales, deportes y una sección política más picante. El Ruso se sentía a la altura. Había estudiado periodismo en la Escuela de La Plata y se probó escribiendo en El Correo de la Tarde, del dirigente conservador Julio Cueto Rúa, pariente de su madre y seguidor del capitán de navío retirado Francisco Manrique. También había escrito algunas notas en El Día. Así se largó El Sureño. Elsa se quedo en La Plata y Sergio fue a instalarse. Alquilo un departamento en el mismo edificio donde vivía el Gordo Mugica, primo de su amigo bahiense Juan Carlos Cabirón. En La Plata, el Ruso y Cabirón fogoneaban juntos el radicalismo universitario. También habían aprendido a reconocer un buen caballo cuando lo vareaban. En Bahía la vida era más sedentaria, la política eran anécdotas de punteros y caudillos, así que esa noche la carta que le había llegado al Ruso de su grupo platense, merecía una ronda de amigos. Estaba fechada el 12 de Octubre: “Querido Ruso. El viejo Balbín estuvo jugando en contra del acto que quiere organizar Illia para el 12 de Octubre en la Plaza Colón, detrás de la Rosada. Entonces fuimos a verlo al mismísimo Comité Nacional pero no nos recibió. Enrique Vanoli nos abrió la puerta y, Balbín, que estaba cerca le preguntó ‘¿Quiénes son esos pajarracos?’. Cuando Vanoli le dijo: ‘La Juventud Radical de La Plata’, el Chino le contestó sonriente: ‘La Juventud Radical de La Plata no golpe puertas, las tira abajo’. Nos fuimos y decidimos trabajar para el acto en las facultades y los colegios. Vamos a ir al acto de


apoyo a Illia, más allá de los inservibles de intereses mezquinos… A ver cuándo reapareces, se te extraña, Ruso…”. -La puta madre… Cabirón lo palmeó y quería consolarse a sí mismo. -Ruso, hay peleas que se ganan por puntos, vos siempre la querés por knock-out. En abril de 1966, el Ruso volvió a La Plata. Tenía fecha en el registro civil para el día. Se puso un saco chillón y Elsa un traje sastre oscuro. La boda fue breve y no hubo luna de miel: al otro día salieron para Bahía Blanca. Ella iba a hacer la especialidad de Patología en un hospital público y él tenía que seguir adelante con El Sureño.Cuando se fueron, mes y medio, los despidió Ricardo Illia, hermano del entonces presidente. Pero el 1 de julio, cuando volvieron a Ezeiza, los esperaba el secretario de Prensa del nuevo gobierno, coronel Luis Premoli, para llevarlos a Olivos a visitar al nuevo presidente. Entre una y otra fecha, los 22 seleccionados argentinos habían participado en el mundial de fútbol que se jugó en Inglaterra. Se clasificaron ganándole a España y Suiza y empatando con Alemania: en el partido siguiente, por los cuartos de final, el equipo formo con Roma; Ferreyro, Albrech, Perfumo y Marzolini; Solari, Rattín, Alberto González y Herminio Anega; Artime y Más. El DT era Juan Carlos Lorenzo. Era sábado por la mañana y el país lo siguió a través de los tics radiofónicos de José Maria Muños. Iba cero a cero cuando un árbitro alemán expulsó al capitán argentino Antonio Ubaldo Rattin que, famosamente, escupió frente a la reina Isabel antes de sentarse en su alfombra roja. El partido terminó uno a cero para los ingleses, la prensa inglesa llamo animales a los argentinos y la delegación volvió con el deber patriótico cumplido. La Nación los consagraba “Campeones Morales”. En el aeropuerto los recibió una turbamulta de hinchas que cantaban “Aserrín, aserrán, queremos la cabeza de ese referí alemán” o “Cicuta, cicuta, ingleses hijos de puta”, mientras sonaba banda de la Aeronáutica ejecutaba Days of Glory, una marcha británica de la Primera Guerra Mundial. Ya en Olivos, el General Onganía les dijo que “el gobierno de la Revolución se complace y les agradece esto que han hecho. Ustedes pusieron el nombre de la Argentina donde debía estar, y la Republica se regocija”. Dicho lo cual, le pidió al capitán Rattin que diera los clásicos hurra que todo buen sportsman ingles sabe lanzar. En las reuniones de la Federación Internacional de Fútbol Asociado que acompañaron al Mundial inglés, la Argentina consiguió que la designaran como sede del campeonato de 1978. La noticia no fue muy comentada faltaban tantos años…UN DIARIO EN BAHÍA BLANCA Marzo de 1967 -Lo que dicen es que no sirve para diario.


-No se puede creer, ¿pero qué dicen del contenido, de los títulos…? -Bueno, hay cosas que gustan, pero acá están acostumbrado a los diarios grandes que al otro día te sirven para la basura, hacer paquetes, o vendérselos a los botelleros. Sergio Karakachoff se agarra la cabeza y gritaba “urr diooó; dónde estooó…”. Para El Sureño el viento soplaba decididamente en contra. La dictadura censuraba y La Nueva Provincia apretaba a los anunciantes para que no le dieran avisos a la competencia. Cuando hicieron una encuesta y vieron que a los bahienses no le gustaba el formato, empezaron a darse cuenta que el vespertino se caía. Kraiselburd y Marín, su socio local, no podían bancar mucho más un proyecto que iba a contrapelo. Era noviembre del 66 y, para colmo, Elsa había dejado los estudios de especialización, extrañaba Tolosa y no podía disimular su depresión. Terminaba el día y el único refugio era cenar con los amigos. El Gordo Mugica vivía en el sexto y ellos en el cuarto. Esa noche, los Karakachoff habían subido a comer pollo al horno. -Basta, ya nos tomamos hasta el pulso... Sergio se quedó charlando en la puerta, mientras Mugica terminaba de contarle algo poco trascendente y Elsa, bamboleándose, empezó a bajar las escaleras. Nadie miró si se agarraba del pasamano, apenas si se escuchaba su taconeo sobre los mosaicos. Lo único que se oyó fue un ruido tremendo y los últimos quejidos. Elsa se había caído por el hueco de la escalera, y se murió al golpear contra el piso; nunca se supo si fue un suicidio o un accidente. Sergio quedó sumido en una tristeza incomparable. Se hicieron las pericias de rigor y la policía caratuló suicidio. Karakachoff cerró su año en Bahía Blanca poco antes de las fiestas. En el entierro de Elsa lo rodearon sus padres, sus hermanos y las primeras noche durmió en la casa familiar. -Mamá, me voy a quedar en lo de mi suegra; le voy a hacer un poco de compañía a la vieja. La suegra también se llamaba Elsa y vivía en Tolosa en una casa sencilla, de frente blanco. Sergio se llevó unas pocas cosas y ese verano casi no salía. Sus hermanos lo iban a buscar para que pasara los domingos en Punta Lara con la familia; los amigos de la política le contaban sobre el día del golpe: -Nosotros hubiéramos salido a la calle Ruso, pero éramos cuatro gatos locos. Vos no sabes la vergüenza; ese día Lavalle llevó a los milicos a la legislatura. El muy turro hizo un acto y nosotros afuera, le gritamos abajo la dictadura y no teníamos ni quien repita abajo… -Pero Marini estuvo bien; y no es sólo un consuelo, se pueden hacer cosas, Ruso… Pablo Pinto, Horacio Palacios y otros amigos le contaban cómo ese día, mientras el gobernador Anselmo Marini se fueron con la frente en alto, el vivo Mario Lavalle, se había sacado la careta. Los amigos del Ruso no querían quedarse en los lamentos y empezaron a formar una corriente propia. La base del grupo estaba formuladas por ex estudiantes platenses; la mayoría venía del interior de la provincia. También estaba Pepe Pozzio, Polilla García y Federico Storani, que era bastante más joven pero activo. El Ruso estaba cambiando algunas de sus posturas de los años de la universidad:


-Acá hay que arrancar desde el treinta, hay que recordar quiénes eran los radicales que criticaban a Yrigoyen y terminaron haciéndole el caldo gordo a Uriburu. Y hacia fuera hay que dejarse de joder con el antiperonismo, acá hay que unir a las fuerzas populares, punto. Por teléfono o en reuniones informales empezaron a proyectar una estructura provincial. En una reunión del Comité Provincial, hecha en Avellaneda y con bastante discreción, se encontraron con que los disconformes eran bastante más. La convocatoria había partido de Raúl Alfonsín. -Parece que éste ya empezó a distanciarse del Chino Balbín, Ruso –le dijo Ricardo Cornaglia, con quien no se veía desde hacia unos cuatros meses y le contó que estaba dedicándose a hacer derecho laboral en su estudio de Quilmas. Raúl Alfonsín era un abogado de cuarenta años que había empezado su carrera política como concejal en Chascomús durante el primer gobierno peronista; después fue diputado provincial durante los gobiernos de Frondizi y Guido y durante el gobierno de su correligionario Arturo Illia fue vicepresidente del bloque de diputados nacionales de la UCR. Desde 1966 era el presidente del comité Provincia del radicalismo. Era una opción posible. En esos días, su hermano Diego lo invitó a la cancha. A Sergio, el fútbol le despertaba tanta pasión como la política. -Dale, es contra el Racing de Pizzuti. Ese domingo empezaba el campeonato y Estudiantes jugaba de visitante: -Bueno, vamos, que este año vamos a hacer buena campaña. Contra los pronósticos de muchos, Estudiantes ganó tres a cero, si problemas. Se empezaba a preparar el campeón del mundo, con Zubeldía en el banco y Madero, Malbernat, Bilardo y Verón.RUPTURA CON BALBÍN -Mire, nosotros necesitamos armar un nuevo radicalismo en la provincia de Buenos Aires, de lo contrario no habrá ninguna clase de cambios. Hay que darse cuenta hasta qué punto el Chino Balbín tiene controlada la estructura partidaria. Mientras él siga presidiendo el Comité Nacional, vamos a ser a los radicales a la calle. Por eso, doctor Karakachoff, necesitamos que usted tome un rol activo en este proyecto. Tras gruesos anteojos, con tono cordobés y catedrático, hablaba Conrado Storani. Hasta el golpe, un año antes, Storani, que se sentía uno de los herederos del sabattinismo, había sido secretario de Energía del Gobierno de Illia. Sus frases eran ceremoniosas:


-Nosotros tenemos que marcar claramente la diferencia. El Plan de Kreiger es la entrega del patrimonio y contra eso hay que levantar a todos los sectores. Cuando nosotros anulamos los contratos petroleros que firmó Frondizi a espaldas del país, sabíamos que nos oponíamos a los monopolios. Ahora que somos perseguidos, necesitamos debatir ideas y unificar la acción. Tomaban café en la casa de un correligionario de La Plata. Aunque Sergio no veía muchas salidas, sabía que se necesitaban caudillos y le parecí que Storani era un hombre firme y de un pensamiento profundo. Con él estaba otro viejo cordobés radical, Carlos Becerra. Días después, Karakachoff supo que los cordobeses hablaron con Juan Carlos Cianni, un ex diputado provincial, bastante fogueado pero que no se sentía en condiciones de salir a hacer punta en Buenos Ares, dominada por Balbín. También supo que bajaban el nombre de Alfonsín, pero los cordobeses desconfiaban. -Nos se olviden que Balbín sigue apostando a Chascomús- dijo Becerra. Alfonsín difundía su línea en los editoriales de la revista Inédito, que dirigía. Y solía eludir las definiciones tajantes: “Debemos alistarnos todos para un combate en el que triunfaremos sobre el escepticismo, la sumisión y la nueva moral deformada al gusto de los que viven e acuerdo a una moderna psicología del éxito”, escribía Alfonsín a un año del golpe y, como mucho, recomendaba “negarnos a aceptar la realidad de hoy como la fatalidad de un proceso histórico, porque lo niega, y porque importaría intentar justificar tras un conformismo negligente la renuncia a defender los fundamentos mismos del ser nacional”. Hacia fines de julio, Sergio Karakachoff, Pepe Pozzio, Ricardo Cornaglia, Federico Storani, Juan Cavalari, Luis Menucci, Juan Carlos Cabirón, Horacio Palacios, entre otros lanzaron el Movimiento de Afirmación Popular (MAP). El Ruso fue uno de los redactores del manifiesto: “Hay que determinar con la antinomia peronista-antiperonista que trozan al pueblo”, Decía la propuesta y para el pueblo contra el imperialismo y la oligarquía, por una universidad del pueblo y para el pueblo, por la reforma agraria y la independencia económica. La cúpula radical supuso que el nuevo grupo era un poco extremo, temió que la política decidiera intervenir. Los jóvenes del MAP fueron convocados a una reunión con el propio Balbín. Durante más de seis horas estuvieron encerrados en la casa de Jorge Autino, en 48 y 14. el Chino trato de ir desarmando uno a uno los argumentos de los desafiantes. -Vean, con Perón no se puede llegar a ningún lado. Hablarle a través de interlocutores como Paladino es perder el tiempo, hoy lo designa, mañana lo desautoriza. El médico Jorge Daniel Paladino había sido nombrado delegado personal de Perón y mantenía diálogos infructuosos con la conducción radical. Pero el Ruso sabía que en la reunión tenia que lograr dos cosas: imagen de decisión frente a sus compañeros y una censura no muy grande de la cúpula.


-En los sindicatos, donde estábamos defendiendo a cientos de trabajadores cuyos derechos han sido conculcados, saben que somos radicales. Los que están al frente, que son peronista en la mayoría de los casos, están marginados como nosotros…La cuestión es sacar el partido de los comités. Esa es la manera de lograr la unidad en la acción. Balbín los escuchó, cara de pócker, pero empezaba a quedar claro que sus posiciones ya no tenían muchos puntos de contacto. Sus caminos se separaban definitivamente.ABOGADO LABORALISTA -Ruso, ¿pero éste es Uriburu? - Si, Ricardo; y el de allá también. -Viejo, éste es un energético histórico… -Anda a contárselo a mi abuela, Ricardo. Ricardo Cornaglia tenía una idea un poco más prolija que Sergio Karakachoff de las identidades históricas argentinas, en esos días, Sergio estaba concentrado es su trabajo. Había montado el estudio de abogado en la casa de su abuela materna, en la calle 1. Su abuelo, Diego Jiménez, ya había muerto, pero le había dejado a su familia la impronta de comisario conservador de Ramallo junto a dos cuadros del general Uriburu en el comedor de la casa. En uno vestía uniforme de general de artillería, en el otro estaba de civil con la banda de presidente. Doña Rosa, la viuda del comisario, no veía nada mal que el Ruso usara la casa como comité del MAP, o que desfilara cantidad de gente que iba a buscar apoyo jurídico. Pero, para espanto de la abuela, los clientes eran casi todos peronistas. Ella tenía una visión muy futbolera del peronismo: en el 45 vivía atrás de la cancha de Quilmes, y repetía que todo aquello del 17 de Octubre había empezado con la hinchada del club y que lo que paso en la Plaza no había sido más que la unión de todas las hinchadas. En realidad, los primeros casos de Sergio había salido de la popular de Estudiantes; otros aparecían de los changarines del mercado de La Plata o de alguna noche de copas. Era casi una noble señora acusada de brujería. En el acta policial constaba que la mencionada tenía una foto de la Bruja Verón luciendo la camiseta de Estudiantes con alfileres pinchados en los pies y en la cabeza. El descargo de la mujer fue que “era un trabajo hecho por encargos”. Sergio fue alterarnando su trabajo entre pasadores de juego, mujeres de la noche y trabajadores accidentados o despedidos. De sus recorridos por la provincia de Buenos Aires con Conrado Storani había sacado varios contactos y una vez por semana agarraba su Citroën 2CV y se iba a Chascomús a atender a astronómicos, metalúrgicos y mecánicos. A la casa de la calle 1 llegaba gente del Swift de Berisso amenazada por la reducción constante del personal. Los del gremio de aguas gaseosa de La Plata tenían pleitos


permanentes entre ellos por los recorridos del reparto de soda. Los dirigentes del gremio de la Sanidad y de ATE le completaban el perfil de un verdadero abogado laborista. Sergio tenía un antecedente familiar: su tío Roberto Guaresti, un abogado peronista, amigo de John William Cooke, casado con la hermana de su madre. Que un día de mediados del 68 lo fue a ver con el Ñato Carlos Pierini, un sindicalista de la YPF en Ensenada: -esta es otra dictadura, pero en esencia es la misma, Onganía hace lo mismo que hacía Aramburu en materia petrolera: achicar YPF para que engorden las multinacionales les decía Pierini. -Sergio, acá con Pierini y los muchachos del SUPE sabemos que es inminentes una reducción de personal en la destilería de Ensenada y van a necesitar apoyo legal. A los pocos días Sergio se conectó con los del Taller Naval de Berisso, que eran más combativos, y terminaron comiendo un asado en la casa del dirigente del taller, el Gordo Walter Pastor, otro peronista con fama de revolucionario. Mientras analizaban alternativas legales y no legales, estaba de visita la hermana del Gordo, una mujer enérgica, alta y de anteojos grandes, llamada Hebe Pastor de Bonafini, que mostraba mucho interés por lo que decían. El Gordo le proponía que los ayudara: -Mira, Karakachoff, las cosas se están poniendo muy duras, el SUPE nacional no nos apoya, el secretario de la sección se hace el burro y acá se viene una pesada. En el área del taller tenemos las cosa claras porque es la gente más capacitada, con más manejo sindical, pero tenemos que ir armando una estrategia que abarque a todas las secciones y necesitamos apoyo legal. ¿Me entendes? ¿Contamos con vos? El Ruso no dudo ni un momento y, al día siguiente, se metió a estudiar convenios y estatutos. Poco Después participaba de las reuniones y asambleas de los petroleros que comenzaban con desencadenar la huelga en cualquier momento.ESTUDIANTES CAMPEÓN -Despertate, Ruso, que es la final del mundo… Gustavo Karakachoff zamarreaba a su hermano Sergio en el medio de la popular de Boca. Sergio se despertó, se restregó los ojos y con voz de trueno empezó a alentar a Estudiantes: -¡Pincha, campeón…Pincha campeón…! -¿Cómo te podes quedar apolillado? Hijo de puta, nunca vi a nadie que se durmiera en plena tribuna. Mirá, mirá. ¡Vamos, Verón, carajo! La tribuna retomó uno de sus cantos habituales: -Si ve una bruja, montada en una escoba, / ese es Verón, Verón, que está de joda… -Si casi no duermo, Gustavo, ando todo el día como loco.


Ese miércoles 25 de septiembre, Estudiantes le ganó al Manchester por uno a cero en el partido de ida y acariciaba la copa del mundo. Los trenes que volvían a La Plata iban cargados hacia la maceta y Sergio le hacía acordar a Gustavo cuando, en el 54, se hacían la plata del pasaje vendiendo caramelos en el tren que iba a Santa Fe, cuando Estudiantes se mataba por volver a primera. Al otro día, temprano, ronco y con las venas del cuello que se le hinchaban cada vez que abría la boca, el Ruso leía la carta que Raúl Alfonsín le había hecho llegar a Raimundo Ongaro. Estaban en la CGTA de La Plata frente a un auditorio de sindicalistas y militantes mayoritariamente peronistas. El Ruso estaba flanqueado por otros dos abogados radicales, Pablo Pinto y Ricardo Cornaglia: -…Quiero hacer mis expresiones de solidaridad a usted y a los muchachos dirigentes gremiales que han sabido defenderse con valentía contra la dictadura. Ustedes han sido leales al mandato de las bases y se colocan junto al pueblo… Cuando terminó, sabía que con los muchachos tenían que ir al grano: -Bueno, acá en La Plata, nosotros estamos con ustedes. Y no sólo para los juicios laborales, acá estamos todos en la misma… a los sindicalistas, el apoyo del abogado de Chascomús les importaba más o menos, pero Sergio y su grupo trataban de mover el partido, sacar la militancia radical a la calle, a las fábricas. -Estuviste bien, Ruso, pocas palabras, nada de guitarra. -Si, Pablo, pero si estos te ven como un changuito humilde que viene a ayudar; cagaste. Pablo Pinto y el Ruso se habían ganado un lugar entre los abogados de la CGTA La Plata y hasta atendían a veces en su sede, el sindicalista de Sanidad, en 5 y 53. ese mismo día se largaba la huelga petrolera, así que el local hervía de expectativas y tenían que ir a cosas concretas. Arreglaron para llevar a Conrado Storani a participar de un debate sobre el petróleo y la racionalización, que era lo que interesaba en el momento. -Esta es la manera de acercarse a la masa sudorosa y dejarse de joder con la retórica de comité. Les decía Karakachoff a algunos militantes del MAP, radicales de tradición familiar que se iban habituando a esta nueva versión del partido. Sergio los llevó a una reunión con los delegados del Taller Naval de YPF, en una casa de Ensenada. Mientras iban, les advertía: -Hay que coordinar, centralizar, sin organización se nos dispersa todo. La cosa está en la calle.FUNDACIÓN DE LA JUNTA COORDINADORA La noche del miércoles 16 de octubre, La Plata estaban a puertas abiertas, con las radiosas todo volumen. Salvo los Gimnasia, que se encerraban en la casa. A los seis minutos de empezar el partido, Fioravanti pegó el grito.


-…Veróooon…Veróooon…por la punta… ¡Goooolll! -¡Golazooooo…! –repitió el Ruso Karakachoff y salió con sus hermanos a festejar a la calle. Era el partido de vuelta: Estudiantes y Manchester por la copa del mundo. A los pincha les alcanzaba con el empate, pero el último minuto del segundo tiempo Morgan, delantero del Manchester, metió un bombazo en el arco de Poletti. Pero el empate fue la copa y La Plata era una fiesta. A los pocos días, el Ruso y Cornaglia estaban metidos de lleno en la preparación de la reunión donde tratarían de unificar a los grupos combativos del radicalismo de todo el país fuera del control del comité nacional. La apuesta era fuerte. - Yo ya tengo equipo campeón, ahora lo único que quiero es un radicalismo que juegue para adelante. - Sergio, ya sellamos un acuerdo entre las distintas corrientes: Agitación y Lucha, FRAGUA, Crisólogo Larralde, Hipólito Yrigoyen, están todos los centro más o menos comprometidos. Tenemos que avanzar. Habían creado una Comisión Coordinadora, con el compromiso de hacer una reunión nacional en no más de sesenta días. Cornaglia le pasó el borrador de declaración que habían negociado y Sergio lo recibió con reparos: no estaba muy convencido de la necesidad de una organización de este tipo. A medida que iba leyendo se interesaba más. Ya en el primer párrafo, los radicales combativos decían que su nueva corriente debía “servir a los objetos de la liberación nacional” y que el “el radicalismo no debe aceptar como solución política ni el golpe de Estado ni un salida electoral condicionada”. Sergio también estaba muy de acuerdo con el punto que convocaba a “la coincidencia activa de los movimientos populares en la lucha por la liberación”, porque dejaba la puerta abierta a la izquierda y sobre todo al peronismo. Poco después, Karakachoff y Cornaglia se subieron al Cintroën del Ruso y pusieron a Santa Fe. Las especulaciones sobre el resultado del encuentro eran el tema obligatorio: -Esto no es más ni menos que una autoconvocatoria, Ricardo. Es lo que venimos planeando nosotros desde hace dos año. Poner el radicalismo de pie, con una idea militante. Y si no lo hacemos se pasa el tren. Además, vos y yo sabemos bien que la CGTA requiere una política del partido y no sólo cartas de adhesión. -Si esto sale bien, será la hora en que Alfonsín tenga que enfrentar al Comité Nacional. Si no, es laburo al pedo y nos comen los punteros de comité. El 31 de Octubre, cuando llegaron a Santa Fe, se encontraron con tres compañeros que, en un clima medio conspirativo, les dijeron cómo llegar hasta una quinta en Setúbal, no muy lejos de la ciudad. La quinta pertenecía al padre de uno de los participantes. Había unos ciertos veinte militantes de todo el país. El Changüí Cáceres y Leopoldo Moreau eran los que aparecían referentes y, de hecho, ambos habían estado entre los


convocantes más entusiastas. También estaban Mario Losada y Héctor Velásquez de Misiones, Miguel Molinero y Ramón Mestre de Córdoba, Marcelo Stubrin por la Capital, Jorge Mathos y Hugo Lanci por Mendoza, Carlos Muiño por Tucumán. De Buenos Aires se encontraron con Maricarmen Banzas y Víctor Martino. No había mucho tiempo y los debates ocuparon dos días intensos. El calor y e hacinamiento se mezclaba con el clima de conspiración que vivían los asambleístas. El 3 de noviembre redactaron las resoluciones y decidieron bautizarse como Junta Coordinadora Nacional; después eligieron una Junta Ejecutiva, donde estaban Cáceres, Molinero y Moreau. Cuando la comisión redactora terminó el primer documento, el Changüí Cáceres leyó el denunciado y los seis programáticos. El silencio se rompió con aplausos y mueras a la dictadura cuando el santafesino leyó que le había decidido “exigir al Comité Nacional que se manifieste públicamente en el enfrentamiento contra la dictadura militar oligárquica y pro imperialista, dirigiendo la acción a través de una perspectiva nacionalista, popular y revolucionaria, en coincidencia con todos los sectores populares, con el objetivo de derrotar a la dictadura e instaurar un gobierno demótico y popular en el camino de la definitiva liberación nacional y social de nuestra patria”. Era el tercer punto. En el quinto, lo fundadores de la Coordinadora decidieron “exigir (al partido) la modificación de su estructura burocrática y electoralista, para dotarlo de una dinámica revolucionaria que posibilite la estructuración de un partido de masa en el poder”. Y, para aclarar a qué modelo se oponían, los jóvenes radicales definían que “la extranjerización que viene sufriéndole país en forma acentuada, como resultado de una política entreguista, sistemática y preordenada por organismos internacionales al servicio del imperialismo, ha llevado al país a una profunda recesión económica, a un creciente traslado de ingreso a los sectores del privilegio, a una disminución del poder adquisitivo de la clase trabajadora, a una inmensa penetración de los monopolios foráneos en los resortes básicos de nuestra economía, al paulatino proceso de privatización de las empresas estatales, a un ataque al progresista movimiento cooperativo nacional, en beneficio de la banca extranjera”. Decididos a iniciar una etapa de lucha frontal, los congregados en Setúbal, propusieron por fin que “desde hoy, el meridiano filas conjuntamente con todos los sectores populares (Obreros, trabajadores rurales, universitarios, intelectuales, profesionales) para la constitución de un gran Frente de Resistencia Civil con un programa mínimo de coincidencias para cumplir la tarea primigenia de derrotar la actual dictadura al servicio del imperialismo”. Sergio Karakachoff estaba feliz. Pero antes de retomar la lucha por la liberación tenía que conseguir que su Citroën recorriera los quinientos kilómetros que lo separaban de La Plata. Cornaglia no paraba de comentar lo que había pasado: -En serio, Sergio, fuera de joda, es un acontecimientos históricos. Desde el golpe del 66, éste es el primer pronunciamiento de una corriente nacional del partido. Sergio necesitaba que su amigo se callara un rato:


-Sí, la verdad es que esta bárbaro…A mí lo único que no me convence mucho es la elección del Changüí al frente, vos sabes que es medio filo pecé…ESCONDIENDO GENTE -Sergio, me va a tener que hacer un favor. -Sí, Hipólito, lo que diga. -Vea, le he sugerido a Ongaro que tome alguna precauciones; y me gustaría que usted tenga la gentileza de acompañarlo…No sé, algún lugar donde la policía no le encuentre. -Cómo no, Hipólito. Los modales de Hipólito Solari Yrigoyen eran tan sobrios, tan caballerescos, que ese 30 de mayo infundían tranquilidad. Sergio Karakachoff y Ricardo Cornaglia estaban en el estudio de Jorge Garland, en Viamonte y Suipacha, impresionados con los sucesos de Córdoba. Solari Yrigoyen, que era abogado de los gráficos y de la CGTA, se había llevado de la sede de Paseo Colón a Raimundo Ongaro y a Antonio Scipione y los tenía en un barcito a la vuelta del estudio. Scipione era secretario general de la Unión Ferroviaria, radical. Honesto, combativo, querido por los peronistas y mirado con recelo por la cúpula partidaria cuando se largaban los conflictos. En una mesa del fondo, Scipione estaba escondido detrás del diario La Nación; el camuflaje de Ongaro era un par de anteojos negros. Los dos se subieron con Cornaglia y Karakachoff al Citroën del Ruso y encararon para el sur. Al cruzar a la provincia, el vigilante de la garita del puente Pueyrredón les puso ojo, pero el Ruso hizo rugir el motor del 2CV y lo metió atrás de un camión con acoplado. Cuando llegaron a una casa en Quilmas, Scipione lo sorprendió: -El que quedó muy conforme con usted, Karakachoff, fue Chanchito. -La ley de contrato de trabajo es muy clara… Sergio había defendido a un delegado ferroviario echado con los planes de racionalización. Presentó su demanda amparado en los fueros gremiales y Cachito Pérez recuperó su puesto de trabajo. Pero con las condenas de los tribunales militares en Córdoba y el pedido de captura que pesaba sobre la dirigencia de la CGTA, Scipione sabía que las cosas se habían puesto más pesas. -Sí, pero ahora no hay ley ni Cristo que nos ampare. Ongaro tampoco la veía fácil: -Si al Gringo Tosco le dieron más de ocho años, ¿a nosotros qué te crees que nos van a hacer? Karakachoff y Cornaglia escuchaban en silencio y sabían que no era momento para intentar consuelos. La tarde se hizo larga, hablaron de fútbol y de caballo, pero Ongaro


no se prendía mucho en cosas triviales y se mantenía bastante callado. Los abogados al rato se fueron y lo dejaron en la habitación del fondo, con promesas de que les iban a llevar una muda de ropa limpia. Cuando Cornaglia se despidió del amigo de Quilmas que escondió a Ongaro y Scipione, le recomendó el más estricto silencio: -Ojo, que nadie se entere. Mañana acompáñalos a la estación. Tres días después, Ongaro y Scipione y Ricardo De Luca, del gremio naval y secretario de prensa de la CGTA, decidieron afrontar las consecuencias de la represión sin pasar a la clandestinidad. Una comisión policial, de civil, los detuvo cerca de la sede de Paseo Colón. Los soltaron pocos días después.UN JUICIO LABORAL -¿De parte de quién? -De Jacinto Gaibur. -Un momento, doctor. -Yo no soy doctor, pibe… -Sergio, teléfono. Diego Karakachoff tenía que dar los turnos en el estudio de su hermano Sergio, pero la mayoría de los llamados eran un embrollo de militantes, sindicalistas, algunos intrigantes. El Gordo Gaibur era peronista y había dado unas cuantas materias de Derecho en la misma época de Sergio. Y ahora lo llamaba urgente porque le habían librado orden de captura al Gallego Héctor Garay, dirigente y secretario general de la CGTA La Plata, donde él también colaboraba: -Che, Ruso, al Gallego ya lo guardaron, pero hay que armar quilombo… En ese momento, la Unión Ferroviaria estaba intervenida y varios dirigentes están presos en Villa Devoto. -Bueno, Gordo, llamá vos a los de El Día, que voy a Tribunales a ver qué pasa. Sergio se fue con otros dos estudió. Domingo Teruggi y el Colorado Luis Menucci eran estudiantes de Derecho y militantes de Unión Universitaria, la agrupación formada por Sergio años atrás. Mingo era el presidente del Centro de Estudiantes. Aunque Teruggi venía de una familia socialista y tenía muy buena relación con los del peronismo de base, seguía los pasos de Karakachoff. El Colorado sí era radical, pero del lado tradicional. Los tres miraron la causa, presentaron un recurso de amparo y se fueron a la confitería París a tomar un café. Unos meses atrás, las agrupaciones estudiantiles radicales de todo el país se habían unificado con el nombre de Franja Morada. La iniciativa había surgido de un grupo de militantes de Derecho de Buenos Aires, entre los que se destacan Leopoldo Moreau, Maricarmen Banzas y Coti Nosiglia. El Colorado y Mingo no estaban entusiasmados


con la idea de perder ala identidad de Unión. Aunque Sergio había sido el padre de Unión, trataba de convencerlos de que la Franja estaba bien: -Pero, Mingo, lógico, ahora hay que ir aglutinando fuerzas. Además, ¿sabés de dónde salió Franja Morada? -Qué sé yo, Ruso… -Ah, ¿no sabés? En el 18, en Córdoba, cuando los estudiantes de la reforma se subían a los techos de las facultades tomadas, hacían flamear las estoras moradas de los obispos. -¿Las que se ponen alrededor descuello? –a Teruggi le salió una sonrisa de anarquista y le parecía cómico que, cincuenta años después, para recuperar la autonomía universitaria, los radicales le dedicaran el nombre a las estoras de los monseñores. La Franja de ahora se había aliado con los reformistas que seguían a Guillermo Estévez Boero las primeras elecciones de la FUA. Estévez Boero habían presidido la FUA década atrás, cuando era legal, pero estas elecciones se hacían en plena intervención: la FUA estaba prohibida y los favoritos para ganarlas eran los del FAUDI (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda), que respondía al PCR. -Miren, muchachos, si no consolidamos una fuerza universitaria nacional, tampoco vamos a poder presentar una alternativa dentro del partido. Hay que meterle con la Franja todo lo que sea necesario, ponerse en serio con eso. -Los de Capital buscan apoyo por arriba…-dijo Menucci refiriéndose a Moreau, Nosiglia y compañía, que recibían el espaldarazo de Alfonsín. Si, Colorado, y a nosotros nos mira Moisés desde abajo –retrucó el Ruso. Hablaba de Moisés Lebensohn, modelo del radicalismo antipersonalista de los años 30 y fundador del grupo FORJA, con Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y Homero Manzi. Sergio tenía que cortar la charla universitaria, porque en el estudio había gente esperando. Llegó, se metió en su despacho y su hermano Diego le dijo que los del Taller Naval de YPF habían llegado hacía rato. Los petroleros entraron disimulando la molestia de la espera. -Señores, café, mate… Diego era un asistente muy prolijo y respetuoso. -Deciles muchachos que no se van a ofender…Pasen, pasen. El sistema que había ideado Sergio parecía muy astuto. La empresa había empezado a reincorporar despedidos, con cuentagotas y condiciones. Una de ellas era que renunciaran al juicio y a la consiguiente indemnización. Para la mayoría de los abogados laboristas, la reincorporación ya era un triunfo, pero el Ruso quería más: -¡Minga! Ustedes no van a renunciar a nada.


Los del Taller Naval miraban azorados. La huelga había sido larguísima y plagada de traiciones de la burocracia. Un año con el único apoyo del fondo de huelga era demasiado. Los petroleros querían trabajar y miraban a Karakachoff como si los mandara al muere. -Va a salir bien. Esto es así: ustedes van y firman que renuncian al juicio, pero antes me venden el juicio a mí, ¿entienden? No hay ninguna cláusula que les impida vender el juicio antes. Después voy yo y lo cobro. -¿Usted? -No, todo eso se hace con testaferros. Al miedo se sumó la confusión. El Ruso les explicaba que era una piratería muy menor para las cosas que se ventilaban en los tribunales. Elsa Marchese, la novia de su hermano Gustavo, era la que figuraba como compradora del juicio. Todo en regla, con escritura pública. -Es lo mismo que cuando un gitano compra bronce o un usurero compra relojes de oro. Pero también firmaros un contradocumento para que ustedes no pierdan la plata de la indemnización… Cuando le digan que ustedes renunciaron al juicio, ella les dice “¿cómo que renunciaron? Si me los vendieron, no tenían un mango y me los vendieron”. -¿Y no le puede traer problemas, doctor? -¿Problemas? No querido, yo voy a cobrar los honorarios por la reincorporación y por el juicio. Ganó el doble. Un mes después de la reincorporación, Elsa se presentó a YPF como la titular de los juicios. El método resultó y hasta Gustavo y Elsa se ganaron unos pesos. Sergio juntó lo suficiente para arreglar el Citroën y se fue Río Cuarto con su hermano Diego. Tenía que ocuparse de la sucesión y el almacén de ramos generales del abuelo Martín Karakachoff. -Me vas a tener que aguantar un día en Córdoba –le dijo Sergio a Diego. El Ruso quería saber detalles, anécdotas, precisiones del Cordobaza y apretó varias citas en pizzerías del centro con gente de todo pelaje. Se sentó con sindicalistas, estudiantes, radicales, marxistas, peronistas, jóvenes, no tan jóvenes. Al fin de la jornada, Diego le preguntó que había sacado en limpio: -Qué sé yo. Por la décima parte de lo que me contaron, ardió Troya. Acá todos quemaron colectivos, todos corrieron a la montada, todos lo echaron a Caballero. Cuando hay que sumar estos te mandan la tercera potencia… Pero me parece que la mayoría no tienen idea del real quilombo en el que estuvieron metidos.-


CIERRE DE LA REVISTA DE ALFONSÍN A García Lorca le hicieron fama los republicanos y los comunistas pero por cuestiones políticas, no literarias, Marimé. Te lo dice el mismo Borges: era un andaluz profesional. -Mira, Diego, Borges lo bastardea porque fue un poeta que vivió y murió por sus ideas mientras que él se la pasa mirando a Londres y Ginebra, déjame de joder. -Para, ¿de qué hablamos?, ¿de política o de literaturas? María de las Mercedes- Marimé- Arias Noriega estaba en un ping- pong con Diego Karakachoff. Sergio miraba a su novia y a su hermano discutir y no se le movía ni una arruga. Era domingo en la casa familiar: padres, hermanos, arroz con pollo y vino con soda. El contrapunto seguía. Cuando Marimé defendió la cantidad de Sputnik que mandaban los soviéticos, Diego le dijo que los satélites norteamericanos eran más pequeños y versátiles, que estaban mejor programados: -Además el combustible norteamericano es mejor. -No me digas que la falta soviética es mala, Diego… -Nafta rusa, no me vengas con eso de soviética. Aunque Sergio se adormilaba con esas discusiones, esos días se sentía reconfortado. Tres años atrás había enviudado. Ahora, a los treinta, tenía ganas de casarse de nuevo. Marimé era linda, atrevida, comprometida. Y no le preocupaba que hubiera sido la esposa de su amigo Raúl Kraiselburd. Primero porque ya se había separado hacía un tiempo; se habían casado muy jóvenes y casi por negocios: los Arias Noriega eran los otros dueños del diario El Día. Segundo, porque Raúl ahora andaba en la pavada –chicas bonitas, coche deportivo-, mientras que a ellos los unía la pasión de la política, por más que ella fuera de izquierda y él radical. Además, el padre de Marimé y el de Sergio habían sido compañeros de la primaria en Río Cuarto, casi como un presagio. En eso pensaba cuando lo llamaron por teléfono: -¿La cerraron? -Sí, Ruso. Le pusieron la faja y secuestraron la edición. Raúl está a las puteadas, que quiénes se creen que son, que a él no se la van a hacer de arriba. Venite, quiere que vos estés… Ricardo Cornaglia le contaba que habían cerrado Inédito, la revista de Alfonsín. Mario Monteverde, el jefe de redacción, le hizo un reportaje a Agustín Tosco no bien salió de la cárcel, donde el cordobés proclamaba a los cuatro vientos que iba a seguir luchando. Los de la revista temían por las consecuencias: se rumoreaba que además iban a meter preso a Monteverde. Esa noche, una barra grande de radicales se encontró con Alfonsín en un bar de Moreno y Entre Ríos y, desde ahí caminaron hasta el Departamento de Policía. Ahí los


esperaban Karakachoff y Cornaglia. Alfonsín estaba serio, engominado, con traje gris topo, pañuelo blanco en el bolsillo del saco y la corbata metida dentro del pantalón. Con pasos muy resueltos cruzó entre los guardias de infantería. Al cabo de un par de horas salió más distendido: -Bueno, a Mario no lo van a detener, en eso yo me puse firme; dentro de todo su pudo negociar algo. Lo que dicen es que secuestran esta edición, no que cierran la revista… Alfonsín los invitó a seguir conversando al estudio de un arquitecto amigo en la esquina de Pueyrredón y Santa Fe. Como ya estaban distendidos, la charla giraba en especulaciones sobre el futuro de Onganía y, por supuesto, de Inédito. Cormaglia habló con confianza: -Mire, Raúl, ellos quieren provocar la autocensura. Saben manejar las cosas: primero represión, después lo dejan actuar solo pero con miedo, ¿no? Lo que digo es que no hay que aceptar la amenaza y si la volvieran a cerrar, hay que sacarla clandestinamente. La cara de Alfonsín, que ya estaba marcada por las orejas de la madrugada, empeoró: -Vea, nosotros no vamos a caer en lo que hacen esos grupos sin historia, que no tienen una verdadera vocación democrática. Por favor, no volemos. Alfonsín les dijo que se iba presentar a la justicia, a la Sociedad Interamericana de Prensa, y Cornaglia y Karakachoff entendieron que no era momento ni lugar para proponer esas cosas. Al mes siguiente, como siempre, Alfonsín escribió el editorial: “…Inéditos –el lector lo sabe- tiene una línea definida en la política argentina: democracia integral, Estado justo, promoción del cambio, nacionalismo defensivo, desarrollo por vías no capitalistas, son los parámetros de su prédica modesta y difícil. Fácil es suponer entonces cuán distante se halla de un régimen que liquidó la democracia, ampara la injusticia, sirve al privilegio, conduce al atraso y a extranjerizar el país. “Pero también a Inédito le ocurre lo que cada habitante de la República. En el episodio del secuestro de su número setenta y uno no le irrita la arbitrariedad, supuesto indispensable de todo régimen autoritario. Le ofende y humilla, en cambio, la grotesca teoría que sobre el desenvolvimiento de la prensa sostiene y hace pública el gobierno a través de sendas manifestaciones del Ministro del Interior y del titular del Poder Ejecutivo. …(esta opinión se vio) al tomar estado público los conceptos vertidos por el general Onganía en una entrevista concedida al ex presidente de la SIP, John O’Rourke. En efecto, según el dialogo aparecido en distintas publicaciones, no deja lugar a dudas acerca de su concepción sobre las relaciones de la prensa y el gobierno. “Sostuvo: ‘Las revistas clausuradas son subversivas. Y nada más que subversivas. No publican lo que no es cierto. Estas perturban a mi gobierno. De hecho toda cosa que perturbe la estabilidad gubernamental es subversiva. Si no beneficia a mi gobierno, entonces quiere decir que beneficie a los comunistas. (…) Sigo sin entender la actitud


de la SIP a favor de revistas que perjudican a mi gobierno. Y que favorecen al comunismo’.” Al final, el editorial hablaba de la existencia de otra Argentina: “Por el otro lado está el país de veras. El que por encima de toda falsedad muestra su fuerza, su miedo y su ira. El que no aguanta más. El de los que luchan. El que resiste. El que triunfará. Nuestro país. Para servirlo, salio Inédito. Por sobrevivir, no lo traicionará”.APARECE SU REVISTA “EN LUCHA” -El cambio de nombre ya te de muestra todo; dejemos el sermoneo de lado. Pacemos radicales. -Pero En Lucha no indica nada programático, Sergio. -¿Te parece que luchar contra la dictadura no es un programa? ¿Qué es, un carnaval? En abril de 1970 habían pasado suficientes cosas para que Sergio Karakachoff quisiera bautizar al Movimiento de Afirmación Radical como Movimiento Radical En Lucha. Y junto con eso lanzarían el periódico, que por supuesto se llamaría En Lucha, “órgano de la militancia radical”. -No es un manijaso; es así, punto. Y que no me vengan con eso de que “órgano” le llaman los bolches, porque eso es una boludez. Yo no fui a Moscú a aprender cómo hacer política. Acá hay que sumar a todos los sectores y con una revista vas al sindicato, a una comisión de fomento; donde quieras, vas y te metes. Los muchachos de Franja que escuchaban y querían sumarse a En Lucha tenían escuela para discutir. Y el Ruso era caudillo: sumaba, empujaba. Además, aunque todo era a pulmón, Palacios, Pinto, Menucci, Cabirón, Fredi Storani eran buenos cuadros. El primer número de En Lucha tenía que estar listo para el 1º de Mayo, como correspondía. Así que llevaron al estudio un mimeógrafo y juntaron la plata para el papel y la tinta. -Pero eso así, tenemos que dar la cara por lo que decimos. Abajo del título de tapa decía “correspondencia” y figuraba la dirección del estudio de Sergio. Antes que estudio y comité, ésa era la casa de la abuela y de su hermano Gustavo, que la veía negra: -Dale, Sergio, al lado de correspondencia a 1 y 60 pone: “Bombas a 1 y 60”. ¡Nos van a hacer saltar a la mierda! El primer ejemplar tenía un editorial de coyuntura, una nota sindical, una crónica de un congreso de la UCR llevado a cabo “en la más rigurosa clandestinidad” –aunque aclaraba que fue en la localidad cordobesa de Villa del Dique entre el 27 y 29 de marzo-


y un artículo titulado “La época del gran camelo”. También había una nota de polémica contra Arturo Frondizi: “En la actualidad, es imposible lograr un desarrollo nacional independiente dentro del marco de la economía mundial capitalista. (…) En consecuencia, la única salida es la ruptura franca con la dependencia imperialista en le plano económico, político y cultural. Y eso sólo es posible iniciando un cambio radical en el sistema de producción vigente. (…) Solamente una transformación de este tipo tiene derecho a llamarse revolución nacional. Porque la revolución será antioligárquica y antiimperialista o no será nada. (…) Y si las cosas se dan así en la República, nuestra posición de radicales no puede ser dudosa: estamos y estaremos con la auténtica revolución popular, al lado del pueblo y hasta la victoria final”. Sergio cargaba En Lucha en el Citroën y los iba repartiendo por todos lados. Un día, mientras desempacaba en Quilmes, Ricardo Cornaglia lo esperaba con una novedad: -Me vino a ver Athos Fava. Me habló de los frentes populares en la Europa antifascista, qué se yo. Estos ya están pensando en una salida electoral… -Ah, a mi me mandó llamar Rubén Iscaro. Es lo del encuentro ese de los argentinos, ¿no? Iscaro y Fava eran del comité central del PC y estaban convocando gente, fundamentalmente radicales y peronista, con la idea de lanzar el Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA) para una fecha bien patria, el 20 de Junio. Sergio fue a la reunión con Iscaro en unas oficinas de Diagonal Norte. -Compañero Karakachoff, qué alegría… En la oficina no había emblema ni identificación partidarias; cada tanto, Iscaro hacía las referencias de rigor al trabajo que estaban haciendo los “camaradas” para lograr un frente único antidictatorial: -Pretendemos salir con estos ocho puntos, nada más. Sergio los leyó. Eran los mismo que levantaban todo el mundo, y el sabía que lo del PC lo llamaban programa mínimo. -Sí, está bien, Iscaro, pero acá no da ninguna salida. -Bueno, son coincidencias básicas… Sergio sacó la lapicera y le dejó anotado el número de libreta cívica. Cuando volvió a ver a Cornaglia, Sergio le dio su impresión sobre el invento: -Está bueno lo de la ENA, pero el programa era tan mínimo que el último punto reintentar el ejemplo de la Asamblea del año trece, disponiendo quemar en plaza pública todos los siniestros instrumentos de tortura, incompatibles con nuestra tradición de libertad y justicia.


Así y todo, la calidad de las firmas no le había parecido mínima. Sergio le contó que estaban Jesús Porto –ex juez y primera del ENA-, Raúl Bustos Fierro –ex diputados- y Ricardo Obregón Cano –ex gobernador de Córdoba-. Radicales había varios: los más notables eran los cordobeses Conrado Storani y Carlos Becerra y el santafesino Aldo Tessio. También estaban Roberto Cabiche, Florentina Gómez Miranda, Ricardo Campero, Luis Brasesco. Había, además, demócrataprogresista, sindicalistas, profesores, representante de sesco. Había, además, democrataprogresistas, sindicalistas, profesores, representantes de las amas de casa, de centros campesinos, de todas las provincias y localidades. -Mira, Ricardo, al lado de los negocios que están haciendo el Chino Balbín y Paladino, esto es la panacea.LANZAMIENTO DE RENOVACIÓN Y CAMBIO -Nosotros proponemos la renovación y el cambio en paz… Alfonsín estaba preparando el lanzamiento de Renovación y Cambio, su corriente interna para pelear la conducción nacional del radicalismo. Sergio Karakachof lo apoyaba, pero no dejaba pasar una oportunidad. Estaban en un local de la calle 48, en La Plata, y Alfonsín sabía los puntos que calzaban los de En Lucha. Pero tenían que sumar voluntades, y la escuela del comité le había dejado una buena dosis de tolerancia: -…Ese es el modelo de democracia socialista… El abogado de Chascomús sabía de ironías y una vez más eludió los dardos de Sergio. Después justificó su dureza recordamos que él, que presidía el Comité Provincia, había expulsado a Arturo Mor Roig del partido cuando aceptó ser ministro del Interior, mientras que los seguidores de Balbín no mostraban disgusto por tener un hombre de sus filas al lado de Lanusse: -No vamos a transigir, no vamos a agacharnos, queremos un radicalismo de pie… Al auditorio, la retórica de Alfonsín lo seducía. Pero a Sergio, cuando veía la maquinaria electoral que se ponía en marcha lo atacaba el escepticionismo. Era sábado a la tarde y, después de la reunión, se fue a tomar un café con Cornaglia: -Mirá, ésta ya la conocemos de la época de Frondizi: en vez de sacar el partido a la calle, se encierran en los comités. El próximo paso es juntar fichas, y para eso valen más los punteros que nosotros, Ricardo. El próximo número de En Lucha yo me voy a tirar a fondo contra el cotillón electoral. En La Plata, el apoyo del grupo de Karakachoff a Alfonsín era noticia, y el martes 12 de octubre El Día mandó un cronista al estudio de Sergio. -¿Cuándo la publican? -Mañana mismo. -Bueno, pero me publican todo lo que digo, ¿no?


El periodista redobló el interés y el Ruso de entrada habló de la necesidad de un cambio revolucionario y de la liberación, el periodista quiso saber más: -¿Y los medios para concretarla? “-Lo fundamental es concretar la coincidencia de todos los sectores que plantean la cuestión desde el mismo ángulo y que son mayoría en el país. Esa coincidencia se tiene que dar primero en la lucha contra el régimen. El régimen es la dictadura, la oligarquía y el imperialismo. Y después un programa básico que concite la adhesión y el entusiasmó de las grandes mayorías. Es función de esto para lograr el poder, los medios pueden ser cualquiera, los más aptos en su momento. Las elecciones son uno de esos métodos; evidentemente el más pacífico y uno de los más recomendables. Todo esto no significa guerrillerismo ni tremendista, sino un partido con su pueblo en aptitud de luchar en la calle, o donde sea, en defensa de sus derechos fundamentales. La historia del radicalismo nos brinda muchos ejemplos en ese sentido. “-La revolución que usted propone, desde el punto de vista económico, ¿mantiene los marcos del actual sistema que rige en la Argentina? “-El actual sistema que rige en la Argentina es el capitalismo. En esta fase, ese capitalismo es monopolista y dependiente porque los monopolios tienen su desarrollo en el exterior. En ese aspecto, opuestamente, el sistema deberá cambiarse y abrirse una vías que el encamine hacia el socialismo.” Al final, el cronista quiso nombres. “-Y Raúl Alfonsín? “-Alfonsín ha sido el hombre que ha mantenido durante estos cinco años la vivencia del partido en la provincia de Buenos Aires. En este momento, la estructura que responde al Comité Nacional y al ministro del Interior, paralelamente, lo ha defenestrado. Tal vez él no se dé cuenta de esto. Nosotros creemos que el marco de la estructura tradicional tiene todos los caminos cortados. Su futuro político depende de que actúe con claridad y se ubique en una clara línea combativa.” PRESO -Gustavo, si llama Marimé decile que me espere que me espere, que ya paso a buscarla. Si vienen a buscar revista, recién el lunes o martes. Sergio Karakachoff le dejaba encargos de último momento a su hermano menor, que lo miraba con bastante desgano. Sergio, después de noviar un año, se había casado no Marimé Arias Noriega; aunque seguía ocupadísimo no quería faltar al almuerzo familiar. Ella también tenía mucha actividad: era docente de Filosofía y pasaba las horas entre la cátedra y los grupos de estudio de Néstor García Canclini. Sergio volvió salir a la ventana con gestos de que se estaba apurando.


-Si, Segundo, es un minuto nada más. Segundo Torres Molina era abogado, un hombre mayor y de modales pausados, pero esa mañana estaba más que inquieto. Su hijo Ramón, también abogado, uno de los pocos argentinos que había tenido contacto con la guerrilla del Che en Bolivia, acababa de cumplir una condena de tres años, acusado de participar en el intento guerrillero de Taco Ralo. Sergio había sido uno de sus defensores y ahora don Segundo y su esposa lo pasaban a buscar por parte de Ramón, que creía que la policía quería agarrarlo de nuevo. Era el 20 de noviembre. Sergio y los Torres Molina se subieron al Citroën, pasaron a buscar a Marimé y al rato llegaron a la casa de la diagonal 74 donde vivía Ramón. Cuando quisieron tocar timbre, la puerta se abrió desde adentro con una patada: el departamento estaba ocupado por tipos de civil: -¡Coordinación Federal! ¡Quietos ahí! Gritó uno. Ramón Torres Molina se les había escapado y querían llevarse algo, lo que afuera. A Sergio lo agarraron entre dos, con algunas trompadas, y lo arrestaron hasta el Citroën. -Usted vieron que este paquete adentro del auto, ¿no? ¿Lo vieron, no? –el policía de civil les gritaba a un grupo de chicas y muchachos para que salieran de testigos. Pero los pibes se fueron rápidamente. Dos de ellos eran estudiantes de Derecho y reconocieron a Karakachoff. Enseguida llamaron a la Facultad para que le avisaran al doctor Nápoli, su decano, sobre la maniobra de las pruebas falsas. Nápoli difundió la noticia y al rato ya había abogados en la seccional 5ª, adonde habían llevado a los cuatro detenidos. Esa misma noche, los separaron: los hombres a los calabozos de la 9ª, las mujeres a la Brigada Femenina. En el interrogatorio de Sergio, los policías empezaron preguntándole por unas pistolas. Al rato, el oficial dijo: -No, basta, eso no va más. La acusación de tener armas no se sostenía. Los policías cambiaron de rumbo: -Bueno, decimos dónde está Torre Molina… Al rato le estaban gritando que Marimé estaba vinculada al grupo del GEL que había caído esos días, que él tenía relaciones con la FAP, que le habían allanado el estudio y habían encontrado papeles muy comprometedores, y que confesara si no quería pasarla muy mal. Pero no lo torturaron. El lunes, cuando llegaron Solari Irigoyen, Pinto y otros abogados, les comunicaron que su defendido estaba a disposición de la Cámara Federal en lo Penal. El escándalo crecía. Notas y telegramas de denuncia, actos en la escalinata de Tribunales, en Derecho y Humanidades, declaraciones de sindicatos y de grupos radicales.


El miércoles, Gustavo, el hermano menor de Sergio, se encontró con Solari Yrigoyen y Pinto en el bar de la esquina de la 9ª. Los abogados le dijeron que todavía no había podido ver a Sergio. Hasta ese momento, sólo habían soltado a la señora de Torres Molina. Pinto estaba indignado: -Lo único que le dijo Mor Roig a Alconada Aramburú es que no lo van a poner a disposiciones del PEN. Pero el muy turro le dijo que ellos no podían parar la causa en el Camarón, porque ése era un tema de la justicia y no del Ejecutivo. Es ministro de un gobierno ilegal y nos quiere correr con legalismos. ¿Y ese era radical? Mamma mía! Ese día tenía que ir el juez Munilla Lacasa a interrogarlos. Los acusados de violación a la ley 17.401, que prohibía las actividades comunistas. Mientras todos salían a repudiar el atropello, un cronista del diario platense La Gaceta quiso conocer la opinión de Ricardo Balbín: -El radicalismo ya ha hecho varias declaraciones con respectos a los presos políticos y para nuestro partido no existen nombres, sino presos políticos… -Pero, doctor Balbín, ¿van a sacar alguna declaración del Comité Nacional por el caso Karakachoff? -Vea, habrá que reunirse…-fue toda la respuesta del presidente del Comité Nacional de la UCR. El jueves a la noche, Munilla Lacasa tomó declaración a Sergio y Marimé. A Segundo Torres Molina no llegó a interrogarlo, porque se descompuso y tuvieron que intentarlo. El juez dejó a los tres en libertad. Sergio y Marimé pasaron, tardísimo, por el estudio, donde los esperaban familiares y amigos. En el allanamiento, como siempre, la policía había revuelto todo. Cuando empezaron a ordenar apareció el cronista de La Gaceta: -¿Qué le sacaron, Karakachoff? -Dos libros, una lista de afiliados radicales, otra de los alumnos de Marimé, el texto de un discurso que di hace unos meses…Ah, y una cinta de grabador. ¿Y qué contiene, doctor? -Es el discurso que dio Balbín en el 63, cuando Arturo Illia asumió la presidencia. Noviembre de 1971. Sergio Karakachoff escribió el editorial de la revista En Lucha pocos días antes de su detención. Se titulaba “Impostergables definiciones”. “Desde esta publicación hemos de ciertos sectores dirigentes del radicalismo frente al régimen, así como nuestra oposición a los contubernios de hoy y de siempre, entre ellos el mismísimo GAN. Esta postura marca la postura de los sectores yrigoyenistas y combatientes del radicalismo frente a la actual coyuntura política-institucional. Creemos convenientes desde esta base hacer algunas reflexiones sobre el papel de la UCR en la hora actual, no ya en lo que hace a lo estratégico sino a la ubicación en el contexto sociopolítico del país y a su envergadura como movimiento de masas y como


expresión de ideas. Es claro que la filiación yrigoyenista que proclamamos define nuestra ubicación en dicho contexto: el radicalismo es la causa frente al régimen. Es decir, expresión emanada de las mayorías populares y a su servicio, en tanto que definitivamente enfrentada con los sectores del privilegio. Esta afirmación que podría resultar pueril por obvia no parecería ser la tónica dominante de a actitud política de cierto sectores de la dirección partidaria. Surge de dicha actitud para psicosis de sentirse minoría, una suerte de complejo hacia las masas a las que se considera ajenas y, esto es lo más grande, una revalorización de los sectores del privilegio como eventual clientela política y electoral. No se trata por cierto de negar un hecho evidente y que es que el radicalismo es efectivamente una minoría. Todos sabemos que por algo lo es, como sabemos también quién es la mayoría. De lo que se trata de de reivindicar el concepto, de la más pura estirpe yrigoyenista, de que el destino del radicalismo está indisolublemente unido al de las mayorías populares. Si ambos se han separado es porque el radicalismo no ha sabido interpretar no conducir a las mayorías; es decir, no ha a la altura de su cometido histórico. (…) “En materia económica, las enormes concentraciones de capital y el neocolonialismo en su etapa más descarnada de penetración hace menester formular y redefinición del concepto de propiedad privada, la participación obrera con poder de decisión en el proceso de producción de bienes, y muchos otros que hacen a una actitud moderna y de vanguardia frente a la realidad actual, deben ser ampliamente discutidos dentro del partido y con los demás sectores populares para incorporar las conclusiones a nuestro acervo programático. De esta manera, y reafirmando nuestra vocación humanística y nacional y ejerciendo todo el baraje de ideas, con dignidad militante y combatiente, lograremos recuperar nuestra condición momentáneamente perdida de intérpretes y conductores de mayorías. De lo contrario, el radicalismo estaría definitivamente muerto.”ALFONSÍN Y EL “RADICALISMO OBRERO” En el partido radical todo sucedía vertiginosamente. En abril habían sido las elecciones internas para renovar autoridades en la provincia de Buenos Aires y Balbín le había ganado a Alfonsín por mil votos sobre un total de cien mil. En ese proceso, Sergio Karakachof había consolidado su liderazgo en Renovación y Cambio en La Pata y tenia dos batallas por delante. La primera era la Convención Nacional Radical que se reunía en junio, donde iría como convencional. La segunda, en noviembre, eran las elecciones internas para elegir la fórmula presidencial. La convención se hizo en la Casa Radical de la calle Tucumán las elecciones internas para elegir la fórmula presidencial. La convención se hizo en la Casa Radical de la calle Tucumán al 1600. Después de la sesión maratónica, de acuerdo al estatuto, tenían que votar la plataforma electoral y elegir al Comité Nacional. Para los jóvenes de la Franja y algunos militantes de origen sindical o del interior que estaban en la barra, el Ruso se destacaba por varias cosas: era el más joven de los convencionales, el más desprolijo en su aspecto y el que había


planteado que en esa reunión se enfrentaban dos radicalismos. Cosechó algunos aplausos y, sobre todo, influyó para que se votaran varios puntos en el programa. La convención decidió incluir en su plataforma la nacionalización de la banca y el comercio exterior, un nuevo marco regulatorio para las inversiones extranjeras y límites a la injerencia del FMI y el resto de los organismos de créditos internacional. Pero a la hora de elegir la conducción, Balbín consiguió que los votos se volcaran a su favor y siguió presidiendo el partido y controlando el Comité Nacional. Llegó agosto y, en la primera reunión del flamante Comité, Balbín planteó que la plataforma votada por la convención iba a espantar a parte del electorado y que, además, dificultaría la relación con el gobierno. Para indignación de los renovadores, sugirió que tenían que atenuar los puntos que sonaran demasiado nacionalistas. Además, insistió en que el radicalismo tenía que llevar una fórmula de unidad. Dos días después, el sábado 19, la Juventud Radical había convocado a asamblea nacional en Tucumán. Alfonsín era el orador de fondo y cuando subió al escenario. La barra quería una réplica a Balbín. -¡Ricardo, seguro, / al Chino dale duro! El líder de Renovación y Cambio gesticuló con decisión. -…Hemos elaborado un programa de gobierno capaz de remover la situación de dependencia en que se encuentra la economía nacional. Alrededor de esta plataforma girarán las formas de defensa de los intereses populares… La militancia juvenil estaba eufórica: -¡Radicalismo/ es antiimperialista! Una semana después, aunque las posiciones entre los dos radicales parecían en irreconciliables, Balbín seguía haciendo esfuerzo para seducir al abogado de Chascomús y lograr una fórmula de unidad. Del otro lado, los renovadores cordobeses, que eran muy fuertes, se reunieron reservadamente con Alfonsín y barajaron una fórmula con Conrado Storani en segundo término. La conducción renovadora platense sabía que o tenia la fuerza e los cordobeses, pero querían jugarse a fondo. Karakachoff, Horacio Palacios, Miguel D’Elía, Albino González Colombo, Carlos Cherkoff y Fredi Storani, coincidieron en llevar el debate afuera del partido. El Ruso hizo punta: -Bueno, salgados a desarmar la galleta. Hay que promover las candidaturas de Alfonsín con él o sin él. Y hacerlo públicamente. A los pocos días pidieron el local de la junta central de la calle 48. El 31 de agosto, Ocón la sala colmada por unas trescientas personas y la barra estudiantil en la calle, el Ruso subió al escenario con el documento en la mano y pidió silencio. Atrás se veían los retratos de Alem e Yrigoyen, pero Alfonsín no estaba en el acto.


-Nosotros lanzamos la precandidatura de Raúl Alfonsín en el marco de la lucha por la liberación nacional, para arrebatar e poder político y económico a los grandes monopolios internacionales y al imperialismo, y transferirlos al pueblo. Además, proponemos la reforma agraria, exigimos la libertad de todos los presos políticos y gremiales, sin excepción… -¡Grande, Ruso! Pasó menos de un mes y, en Rosario, el binomio Alfonsín-Storani se lanzó al podio. Era el domingo 24 de septiembre y los dos candidatos subieron al escenario del Teatro Real, de riguroso traje, mientras unos tres mil radicales llegaron de todo el país los vitoreaban. Alfonsín exaltó a esa nueva militancia: -…Ustedes reverdecen y llenan de pueblo al viejo radicalismo… La barra, entusiasmada, intentaba raras amarguras: -¡Y luche, luche, luche, no deje de luchar/ por un gobierno obrero, obrero y radical!INTERNAS RADICALES I En dos casos, al frente había un abogado bonaerense. Las dos precandidaturas radicales tenían, además, un cordobés corno segundo. En la recta final de la campaña interna del radicalismo, Balbín había elegido un slogan donde su candidato a vice, Eduardo Gammond, pasaba a segundo plano: Balbín solución. Los renovadores también ofrecían una frase de campaña mesurada, pero compartida: Alfonsín-Storani: la fórmula. El domingo 25 votaron en todo el país unos 300.000 radicales. Balbín ganó por un margen de 15.000 votos. Alfonsín había sido decisivo a favor de Balbín. Sergio Karakachoff estaba agotado de tanta campaña. Aunque en La Plata ganó el balbinismo, Renovación y Cambio hizo una buena elección en el total de la provincia de Buenos Aires: sobre más de 110.000 electores, Balbín había sacado 2.700 votos de ventaja. Ese domingo, en la Casa Radical, Balbín recibió un abrazo de su oponente y ex delfín, que le dijo que, hasta las elecciones de marzo al menos, no habría renovadores ni unionistas ni intransigentes populares, sino sólo radicales. El lunes a la noche, terminado el recuento, el Ruso se fue del comité a su casa. Se quedó charlando un rato con Marimé, que le daba la teta a Matilde, la hijita que habían tenido dos semanas antes. Estaba agotado pero había quedado en tomar un café con Ricardo Cornaglia. Se subió a la Recoleta que había cambiando por el viejo Citroën y enfiló para Quilmes: -Si no nos hubiera cagado la lluvia en Misiones y si Pissarello nos apoyaba en Tucumán, capaz que ganábamos, Ricardo. La lluvia en Misiones fue tan fuerte que tuvieron que suspender los comicios. Ahí Alfonsín perdió algunos miles de votos. En Tucumán, Ángel Pissarello, un viejo abogado unionista que defendía obreros en conflictos y guerrilleros presos, no quiso


legarse a Renovación y Cambio y por eso el balbinismo duplicó a Renovación y Cambio en la provincia. -Sí, Sergio, pero ahora ya está, perdimos. -Perdimos, y te podés imaginar que yo no me pienso mover para hacerle campaña a Balbín. Cuando el radicalismo bonaerense hizo las listas de candidatos a diputados nacionales, a Renovación y Cambio le tocaron los puestos por la minoría. Así fue que el Ruso Karakachoff, sobre 68 titulares, entró con el número 33 demasiado lejos. El ferroviario Antonio Scipione quedó en el 26, que en los hechos era lo mismo que el 33. Leopoldo Moreau estaba en el 42.LAS CUENTAS PENDIENTE Después de las elecciones, En Lucha, como muchos otros grupos de Renovación y Cambio, pidieron la renuncia de Balbín. El grupo de Sergio Karakachoff, además, quería hacer pública su visión de las cosas: -Mirá, a mi no me vengan con el apoyamos a Montoneros. Porque esos se creen que a este ejército lo van a poder voltear como al de Batista; este es un ejército sólido, bien organizado, y no le va a ganar con la guerrilla. Pero, saben que pasa, ellos tienen más quilombos internos que nosotros, pero el día que nosotros movamos esa cantidad de gente… El viejo estudio de la calle 1, de La Plata, era el refugio donde el Ruso se juntaba con los más allegados. Ya no tenía a su hermano Diego, que estaba estudiando en Paris, para que le alcanzara café, así él mismo lo calentaba. Horacio Palacios, Fredi Storani, el Colorado Menucci, los de siempre, habían estado haciendo correcciones al borrador. No era, precisamente, neutral “…Al levantar la justa bandera de la conciliación, la UCR no dedicó la importancia debida a la difusión del modelo de país que formulaba a través de un proyecto de liberación. A mitad de camino, apareció como neutral en todo. Neutral entre civiles y militares, neutral entre peronista y antiperonista, neutral entre gobernantes y opositores. Pareció no advertir que la verdadera conciliación radicaba en el camino requerido por las grandes mayorías argentinas…”. SIN FESTEJOS -Déjame de joder, Colorado, yo no voy a salir a festejar. Yo te lo digo siempre: el ridículo es el único lugar del que nunca se vuelve. -Eh, pero no es para tanto, si nosotros salimos no es por peronistas sino porque cayo la dictadura, Ruso. -Si, y cuando estos cantan la marcha peronista, nosotros no quedamos mudos, con la sonrisa pintada. ¿No viste que ahora al que no canta lo miran fijo y se la gritan al oído? No, Colorado, hagamos nuestro trabajo de hormiga, ahora tenemos de nuevo En


Lucha, y sobre todo trabajaremos hacia adentro, porque si nos desinflamos, el Chino Balbin se hace un picnic. El 25 se ha han quedado encerrados, pero dos días después Sergio Karakachoff, el Ruso, y Luis Menucci, el Colorado, retomaron sus actividades. El domingo 27 se encontraron en la casa de Sergio y compartieron el salame y el queso que quedaba en la heladera y una sopa que preparo Marime, la mujer de Sergio. Ella no estaba tan abatida: era de izquierda y habia votado a Cámpora. -Miren, yo en Perón no confío pero el proceso de liberación de alguna manera pasa por el peronismo, al menos por el hecho de que tiene pueblo, tiene historia de lucha. Lo que sigo sin entender es como ustedes lo votaron a Balbin. Perdón, muchachos pero ¿ese tipo que aporto para el proceso de transformación? ¿Eh? Mientras Sergio buscaba argumento, Luis pensaba en ciertas paradojas: Marime Arias Noriega venia de una de las familias elegantes de La Plata; su familia materna tenia casi la mitad de las acciones de El Dia, su padre era un medico prestigioso, y ella enseñaba en la Facultad de Humanidades, leía marxismo, simpatizaba con el Peronismo de Base. Aunque los acompañaba en su militancia y, de vez en cuando, los corría un poco por izquierda. Pese a todo, Sergio y Luis estaban recuperando terreno: días atrás habian vuelto a sacar el periódico En Lucha, suspendido tras la derrota del Movimiento de Renovación y Cambio en las internas partidarias de noviembre de 1972. El editorial prometía mucha lucha, al menos interna: "Estos cuatro meses, nuestro periódico no salio porque preferíamos callar la critica y optar por el silencio. Pero hoy rompemos de nuevo el silencio". Y pedían la renuncia de la conducción del UCR. Su argumento era directo: si el 80 por ciento del electorado había votado programas de liberación nacional, no habia espacio para una conducción conservadora. -Colorado, la plataforma partidaria y el programa se lo impusimos nosotros en la Convención Nacional, más o menos es el mismo programa del FRUJULI o de APR. Y Balbin no es justamente el que va a defender ese programa. Lo habian debatido ampliamente el fin de semana anterior, el plenario de la Junta Coordinadora Nacional en la sede del radicalismo platense, en la calle 48. Ahi estuvieron los cuatro grupos que conforman en la Coordinadora: sus dirigentes mas reconocidos eran Changui Caceres y Marcelo Stubrin de Santa Fe, Karakachoff, Menucci y Fredi Storani de La Plata, Leopoldo Moreau de Capital y Carlos Becerra de Cordoba. Los coordinadores adaptaron una actitud de apoyo crítico: en el documento final saludaban la llegada de la democracia y llamaban a sus correligionarios a movilizarse junto al pueblo en la lucha por la liberación nacional y social. Eso explicaba su participación en la Juventudes Políticas Argentinas, donde mandaron como delegado titular a Moreau y a Menucci de suplente. Sergio Karakachoff, a sus 34 años, no era un protagonista de primera línea en la


Juventud Radical. Más bien era maestro y consejero de Luis, de Fredi Storani y del resto de la Coordinadora platense. Los coordinadores aceptaban a unos pocos dirigentes de Renovación y Cambio: Mario Amaya, Hipólito Solari Yrigoyen, Ricardo Barrios Arrechea y, más arriba en la jerarquía Aldo Tessio y Conrado Storani, Raúl Alfonsín les despertaba sentimientos encontrados: Sergio solía elogiar su oratoria, su llegada a la gente, su capacidad de llegar a acuerdos internos, pero siempre marcaba su costado ramplón: - Mirá, Colorado, vos sabes que yo voy todas las semanas a Chascomús, ahí tengo clientes desde peones y dirigentes gremiales hasta ganaderos, y cada vez me convenzo más que Raúl es un producto de los pueblos de esta provincia ricachona, de esa clase media agropecuaria hecha de la ventajita y las lealtades personales. Todos hacen la parada de compadrito y saben cuentos picantes pero en esta, necesitamos otra clase de dirigentes… - Sí, Ruso, ¿pero en qué país vivimos? ¿O me vas a decir que Cámpora, que es un dentista de Giles, tiene algo más que Alfonsín? - No, si a Raúl yo también lo sigo, Colorado… Pero mirá sus pollos, mirá lo que es el comité provincia. Sergio enumeró a los que acompañan a Alfonsín desde la ruptura con Balbín, apenas un año atrás: Balbino Zubiri, Juan Manuel Casella, Rubén Di Cio, Juan Carlos Azzari, Julio Ginzio. - Todos abogados del interior de la provincia; la mayoría, un año atrás, ni se animaban a romper con el Chino. Tipos que le hablas de la nacionalización de la banca y de la reforma agraria y te miran como si fueras de otro planeta. Y ese Casella, que lo presentan como la joven promesa, si no hubiera sido por Garaicochea se quedaba con el Chino. Déjame de joder Colorado, saben juntar fichas, entienden de punteros y candidaturas y, a la hora de las internas, ven a quién siguen: no les hables de programas, y si les mencionas la palabra ideología te acusan de bolche. ¡Qué partido que tenemos, Colorado! – GOLPE EN CHILE - Decíme, Ruso, ¿qué necesidad tiene de andar con un fierro en la cintura? Y encima, viste que por ahí se corren el saco como al descuido para que vos lo veas y pienses ojo, que está calzado… -Pero, Colorado, hubieras puesto cara de boludo y le decías: Che, Gullo, ¿por qué llevás un arma en la reunión de las Juventudes Políticas? ¿De que te cuidás? Luis Menucci volvía un poco indignado de la reunión de las Juventudes Políticas para coordinar la marcha por Chile. El encuentro había sido en el local de la calle Chile y la decena de agrupaciones aceptaron las propuestas de Gullo y Añón, los dueños de casa.


Además de radicales y socialistas, había representantes juveniles de varios socialismos, cristianos populares, intransigentes, de UDELPA y conservadores populares. Moreau y Menucci sintieron que, por más que representaran a la segunda fuerza electoral del país, los de JP los trataban como si fueran los conservadores de Tinogasta. - Ruso, éstos se sienten que son la selección y que todos somos equipos de barrio. Encima tienen manijeados a todos esos sellitos que no existen, y los llevan de las narices y a la hora de votar son incondicionales de ellos. Pero, además de cada palabra de la declaración, que se lo ponemos los monopolios o el imperialismo, y cosas así, nos pasamos horas discutiendo las consignas, en qué orden van las columnas… - ¿Y al final, qué resolvieron? - No, quedó bien: primero la JP, después, nosotros, después la Fede y después no sé, el resto… Lo importante es que se haga algo, que ayudemos a la resistencia chilena. Hay que contribuir a parar ese golpe. - Ya te dije que para mí esto es mucho más grave, que se está viviendo otro proceso reaccionario de Latinoamérica, que los yanquis están volviendo a la política del garrote. Hay un viraje, Colorado, y para verlo tenemos que dejar por un momento de analizar con el corazón y con la bronca… Por eso yo te decía que, al final, los del MIR jugaron en contra, terminaron catalizando el proceso. Yo no voy a salir a putearlos, pero a la hora del análisis hay que tener más rigor y no dejarse llevar por políticas sin salidas. Las manifestaciones seguían: la calle parecía ocupada por la solidaridad con Chile. Eduardo Sigal marchaba a la cabeza de la columna de la Fede, cerca de Jorge Pereyra, el secretario general, y Patricio Etchegaray, José Antonio Díaz y Enrique Drackman, los delegados de la Fede ante las Juventudes Políticas Argentinas. Miraban hacia atrás, satisfechos de su convocatoria. Un militante de la secretaría de organización llegó con un informe: - Más o menos, debemos llevar entre diez y quince mil compañeros. Entre grandes carteles rojos, con hoces y martillos, con megáfonos y cordones de seguridad, los del PC insistían en un grito de origen chileno: - ¡El pueblo, / unido, / jamás será vencido! En medio de la columna radical, Luis Menucci y Sergio Karakachoff se sentían un poco escuálidos. Apenas llegaba a una cuadra, la mayoría con las camisas bien planchadas y muy pocas pancartas. La explicación de vario dirigentes de Franja Morada estaban en la columna de la JP? Tienen por lo menos veinte cuadras, y los de la Fede deben haber metido como diez… LAS FUA El fin de semana del 15 y 16 de diciembre, finalmente, la FUA- Córdoba pudo hacer su congreso en la Facultad de Ciencias Económicas de Córdoba. Los radicales estaban


entusiasmados: Franja Morada había crecido mucho; al menos, más que los socialistas del Movimiento Nacional Reformista, con quienes compartían la dirección de la FUA. - ¡Franja/ Morada/ La patria liberada! Gritó la barra cuando anunciaron la nueva conducción de la Federación, y Fredi Storani, el nuevo presidente, levantó los brazos hasta que Miguel Godoy, el vice, del MNR, lo abrazó. Habían votado a Franja Morada en 1972, habían pasado a 22.000, y de 8 Centros de estudiantes que dirigían un amigo suyo montonero: Pablo Fornasari le decía que la JUP crecía porque había asumido la identidad peronista, que era hora de simplificar tanta sigla universitaria y que si los de Franja Morada no dejaban de hacer ese juego de agrupación amplia, que cobijaba anarquistas, independientes y apartidistas, no iban a crecer: que al pan pan y al vino vino. Por eso, Luis Menucci largó una consigna clara: - ¡Juventud/ Radical, / en la lucha popular! Y enseguida, como en el congreso estudiantil estaban René Salamanca y varios dirigentes sindicales, todos cantaron. - ¡Obreros y estudiantes, / unidos adelante! El congreso de la FUA- Córdoba reunía a la mayoría de los Centros de Estudiantes, pero el mapa del movimiento estudiantil era complejo: el Movimiento de Orientación Reformista -Comunista- manejaba una porción de Centros estudiantiles en la llamada FUA- La Plata. La división venía de 1969, cuando el MOR no podía tolerar que la mayoría de los centros los dirigieran los del FAUDI, la agrupación del Partido Comunista Revolucionario, desprendimiento del Partido Comunista. Y junto al FAUDI, con menor peso, habían quedado el MNR y Franja Morada que, con los años, habían logrado quedarse con la conducción de la FUA. Pero a los radicales siempre les pasaba algo: 1973 había sido un año explosivo en las facultades y el mayor caudal de votos se había ido a la JUP. Y los dirigentes de la JUP aceptaban la FUA tal como estaba. Por eso, hacía el cierre del congreso de Córdoba llegó la delegación peronista encabezada por Miguel Talento e Ismael Salame. Talento, que presidía la FULBA – Federación Universitaria de Liberación Nacional de Buenos Aires-, hizó público el propósito de la JUP. - Compañeros, para el año próximo tenemos que lograr la unidad del movimiento estudiantil organizado, porque con las divisiones el único que se favorece es el proyecto de universidad oligárquica al servicio de los monopolios que hoy estamos derrotando, mientras que con el movimiento estudiantil unificado y en la lucha vamos a contribuir al cambio de liberación que ha emprendido el pueblo argentino protagonizado por las grandes mayorías… Terminaba el año, y Luis Menucci sentía que la Juventud Radical ya tenía forma. Un paso importante era la salida de un periódico nacional, que dirigía el entrerriano Ricardo Laferriere: Militancia Radical aclaraba en tapa que era el “Órgano de la Junta


Coordinadora Nacional”. De vuelta en La Plata, Luis le transmitía su optimismo a Sergio Karakachoff. Que hacía, una vez más, de abogado del diablo: - Colorado, todo eso está muy bien, pero, ¿Quéres que te diga una cosa?: lo de la juventud en un invento de los mayores para que no les escupan el asado. No hablemos de Balbín o de Perón, el mismo Alfonsín nunca militó en la juventud. Y si nosotros no logramos consolidar Renovación y Cambio vamos a seguir teniendo un partido de punteros, que siguen haciendo las listas por los favores que se deben. Mirá, Colorado, de los doce senadores radicales hay nada más que dos como la gente, y de los 51 diputados radicales, sacas sólo cinco buenos… Sergio se refería a los senadores Hipólito Solari Irigoyen y Antonio Nápoli, y los diputados Mario Amaya, Teresa Meciardi de Moroni, Placido Nosiglia, Raúl Borrás y Adolfo Gass. INTERNAS PERDIDAS - Sin tener aún la conducción del radicalismo, hemos visto cómo en las universidades del país, donde hace algunos años que no se conjugaba el verbo radical, nuestra gente aumenta incesantemente. Hoy, a través de las elecciones de Centro, no sólo tenemos el nivel de votos más alto obtenido en todo el país, sino que tenemos la mayor cantidad de Centros y además tenemos el orgullo de decir que preside la FUA un hombre nuestro, el señor Federico Storani… Raúl Alfonsín pasó su mano sobre el hombro de Storani y el plenario de Renovación y Cambio estalló en aplausos. Sergio Karakachoff y Luis Menucci se sentían a sus anchas: Fredy crecía y con él crecía el grupo de La Plata dentro de la Coordinadora. Un mes después, los radicales tenían elecciones internas. -… porque la actual conducción partidaria está equivocada… -¡Raúl, / seguro, / al Chino dale duro! -... y a los radicales nos queda un solo camino, y no ha de ser el de acercarse al gobierno, que ya aparece ante todos como dique de contención frente a las aspiraciones populares de cambios, que ya aparece regiminoso por el entrismo que la derecha está haciendo en el movimiento popular que es el peronismo, desplazando a los sectores progresistas. Todo lo contrario: nosotros debemos trabajar por la unión nacional en el marco de la civilidad, hablando todos los días con nuestro pueblo, para decirle sencillamente que un 1973 estábamos todos de acuerdo… Alfonsín se tomó un respiro, miró de un lado a otro a la concurrencia y se preparó para rematar su concepto: -¡Queríamos desarrollar en la democracia la posibilidad de realizar un proceso de liberación en la Argentina y ahora no podemos permitir que esa posibilidad se nos esté escapando de las manos!


Mientras tanto, Ricardo Balbín se proclamaba en contra de la discordia y a favor de la unidad nacional, el viejo radical, que unos meses antes había acariciado la ideal de acompañar a Perón en la fórmula presidencial, se mantenía cerca del gobierno. Los rumores sobre la salud del presidente le daban la posibilidad de ser, quizás a corto plazo, “el hacedor del reencuentro de los argentinos”. Para eso, Renovación y Cambio lo molestaba. En esos días, Balbín se fue de boca en un discurso de campaña en La Pampa: - Son unos estúpidos los que no entienden nuestra política de diálogo. Siguiendo la tónica de época, aparecieron balbinista que denunciaban infiltrados en el radicalismo: el comité provincial de Mendoza pidió a la conducción nacional que expulsara a Hugo Lanci y otros militantes de la Coordinadora “porque responden a concepciones marxistas y comunistas”. Las internas se celebraron un par de semanas más tarde, en ese clima confuso. En la provincia de Buenos Aires, Línea Nacional sacó 70.974 votos, y Renovación y Cambio 39.319. Con la misma cantidad de electores, los seguidores de Balbín habían ganado las internas de noviembre de 1972 por una diferencia de 2.700 votos; esta vez la diferencia era de 30.000. Una vez más, en el resto del país también se había impuesto la Línea Nacional. UN DIARIO - Sergio, con la experiencia periodística que tenés no te podés quedar afuera de este proyecto… - Sí, Rafael, a me habló Conrado del asunto, pero me decía que todavía estaban dudando del momento para lanzarlo. Rafael Marino, un diputado intransigente muy amigo de Sergio Karakachoff, quería convencerlo de que trabaja en un nuevo diario. Lo lanzaría un grupo liderado por el Partido Comunista e integrado también por sus socios de la Alianza Popular Revolucionaria. Se llamaría La Calle, y Felipe Bezrodnik sería el dirigente del PC encargado de los aspectos políticos y empresarios, mientras que Isidoro Gilbert Norberto Vilar manejarían la cuestión periodística. Bezrodnik conservaba una amistad de años con dirigentes de primera línea de Renovación y Cambio: había sumado a Conrado Storani y Aldo Tessio al Encuentro Nacional de los Argentinos en 1970. Gilbert era corresponsal de la agenda soviética TASS y Vilar era directos de la agencia DAN –Distribuidora Argentina de Noticias- que traía a la Argentina informaciones de Europa Oriental y la URSS. Marino también estaba en el proyecto: esa noche, en el Tropezón, ante un puchero de gallina, se entusiasmaba con los detalles del asunto: - Algunos quieren sacarlo a la tarde, como salía El Mundo, pero los del PC dicen que un vespertino va a durar poco tiempo, que los que forman opinión son los matutinos y te traen todo fundamentado, con documentos escritos que traen horario de salida, todo. Mira, acá tengo el informe que hicieron de la tirada de cada diario… Sergio dejó de pelearse con el muslo de gallina y agarró el papel que le daba Marino:


“En miles redondeados, la venta neta pagada, es: Clarín, 359; Crónica matutino, 365; La Nación, 258; La Opinión, 36; La Prensa, 155; Noticias, 80; Mayoría, 10;Crónica vespertino, 254; y La Razón 443”. - Lo que decía Gilbert es que hay un mercado potencial que no está expresado ni en Noticias ni en La Opinión, de unos 400.000 lectores. - Estos rusos siempre tan exagerados. Dijo Sergio, y Marino le contó: “Dicen que traen el papel de Finlandia muy barato y que tienen plata para aguantar lo que sea necesario. Nosotros hablamos con Alende y dijo que va a conseguir algunos aportes empresarios, pero el grueso corre por parte de ellos. Lo que quieren es un comité editorial que tenga la pata radical y la pata intransigente. Vilar, que cuando entran en confianza es bastante charleta, cuesta que Orestes Gioldhi siempre les dice que “no dejen que la puerta se cierre, tenemos que poner un pie antes, tenemos que lograr que la puerta quede abierta…”. - Mira vos, estos tipos se creen que nosotros les podemos abrir la puerta al capitalismo… Días después, la cena fue en un restaurante caro de Lavalle y Esmeralda: Sergio Karakachoff se había puesto un saco oscuro y una corbata: en esas ocasiones le parecía mejor que lo vieran como a un radical clásico. Los del PC ya estaban sentados en una mesa del fondo, y partido pero con una educación burguesa que servía para las relaciones sociales. Hablaban en voz baja y comentaban la muerte de Rubén Poggioni, un militante de la Federación Juvenil Comunista, baleado el 3 de Junio mientras pegaba carteles en la calle. - Un chico de veinte años asesinado por la espalda. Una provocación típica de la ultraderecha, justo cuando estamos haciendo el Décimo Congreso de la Fede… Pero nosotros tenemos que responder con serenidad y no seguirles el juego. - Para eso sirve una prensa libre y valiente. Completó Vilar. Pidieron la comida y enseguida pasaron revista de los acuerdos que ya tenían: el diputado intransigente Rafael Marino sería el presidente del consejo de administración, secundado por dos hombre del PC, el propio Bezrodnik como vice y el cineasta Raúl de la Torre como secretario. Los radicales Conrado Storani, Tessio y Karakachoff integrarían la Sociedad Anónima junto a intransigentes y algunas personalidades vinculadas al PC, como el músico Osvaldo Pugliese y su apoderado, el escribano Natalio Etchegaray. Para los radicales le quedaba, además, la dirección del diario: Martha Mercader era una escritora sin experiencia en los cotorreos de las redacciones periodísticas. Por eso los del PC pensaban que eran una buena elección: le tenían destinado un rol consular, lo más alejado posible del ajetreo de la noticia. Pero Bezrodnik quería ser cuidadoso a la hora de hablar del plantel de periodista: - Todos sabemos que ellos son los que hacen un buen diario o un mal diario, ¿no?


Bueno, Norberto les va a dar los nombres de los que hemos convocado; ustedes dirán qué les parece. Vilar, que iba a ser uno de los secretarios de redacción, se cuidó de nombrar primero a los que no tenían vinculación, al menos conocida, con el PC: - Salvador Samaritano en espectáculos, Carlos Somigliana en policiales, Eduardo Suárez en gremiales, Gustava Capdevilla en internacionales. Y después están Mabel y Susana Itzcovich y Juan José Panno, que son periodistas que pueden estar en cualquier sección, son gente con mucho oficio… Cuando Vilar dijo que Luis Sicilia iba a ser jefe de redacción o secretario de política, Sergio se dijo que el PC apostaba a manejar la redacción con Gilbert, Sicilia el propio Vilar. - Con el que está conversando Gilbert es con Pablo Giusanni, que se peló con Bonasso, así que probablemente lo vamos a sumar… Dijo Vilar para contar alguna infidencia y desviarse de los temas de fondo. Sergio pensó que debía mostrar conformidad. - Claro, claro, Giussani sería un aporte interesante. El alquiler de las oficinas de la calle Humberto 1º y los demás gastos que ya están haciendo no eran temas de conversación: se daba por sentado que la plata la ponía el PC. Sergio sabía que no podía meter mucha cucharada en la noticia. A lo sumo haría entrar a algunos periodistas amigos. Aprovecho para decirle a Vilar que Leopoldo Moreau podía estar en la redacción. Antes de irse, y sin sacarse el palillo de la boca, Bezrodnik quiso confirmar la jugada: Bueno, entonces hacemos la gran cena de presentación, ¿no? La noche del martes 18 de junio, en un salón para más de 300 personas, La Calle se presentaba ante los amigos: si todo andaba bien saldría a la calle en agosto. El PC había organizado todo, y fijado las condiciones en un memorándum interno. Los comensales debían estar distribuidos en seis grupos diferenciados: 1) eventuales inversores – 88 invitados- , 2) contactos para inversores – 55-, 3) políticos, gremialistas y universitarios –44-, 4) medios de comunicación -35-, 5) cooperativistas -43- 6) interior -25-. Para la mesa de cabecera, habían previsto una docena de pesos pesados: Raúl Alfonsín, Oscar Alende, Rafael Marino, Sergio Karakachoff, Felipe Bezrodnik, Martha Mercader, Raúl de la Torre, Natalio Etchegaray, Rubens Iscaro, Oreste Ghioldi, Aldo Tessio y Corado Storani. Todo salió como estaba previsto. Tessio, Karakachoff y Storani llegaron un poco tarde y, no bien entraron, Iscaro y Ghioldi fueron a la puerta a recibirlos. Storani les dio la mano y les pidió disculpas por una ausencia:


- El doctor Alfonsín me pidió que les transmita sus saludos pero tuvo compromisos de último momento que le impidieron venir.RUPTURA EN LAS JUVENTUDES POLÍTICAS Sergio Karakachoff había sido uno de los enemigos acérrimos de Arturo Mor Roig dentro del radicalismo, pero seguía sin entender que los Montoneros lo hubieran matado: - Colorado, vos te acordás cuando Alfonsín lo desafilió y Balbín se la tuvo que morfar. Ahora los que nos la vamos a morfar somos nosotros: vamos a sacar una declaración pública de repudio. Estos tipos están locos, ¿Qué justificación pueden tener para matar a Mor Roig? Si el tipo ya era un muerto político… Luis Menucci estaba de acuerdo. Salían de las oficinas de Raúl Kraiselbuld, el nuevo director del diario El Día. Habían empezado por darle sus condolencias por la muerte de su padre, y después pasaron a los negocios: Menucci iba a dirigir Militancia Radical y Sergio tenía una vieja relación Kraiselburd, así que le pidieron que la imprimiera en sus talleres. Era un arreglo comercial, pero necesitaban cierto apoyo porque no querían que trascendiera: trataban de despistar a la Triple A y al CNU, que estaban amenazando. - Colorado, estamos en un país de locos: desde que se murió Perón, a varios les agarró el delirio de la hegemonía. Nosotros lo sufrimos a Balbín, que se quiere plantar en el medio de la escena y, encima, están locos de los Montoneros que se creen que pueden matar a cualquiera, que pasan a la clandestinidad y se piensan que van a poder enfrentar al aparato represivo con la acción directa… Pocos días después, Luis Menucci fue a una reunión de dirigentes de la Junta Coordinadora, donde tema central era la actitud de los jóvenes radicales frente al pase a la clandestinidad de Montoneros. Todos coincidieron en que tenían que romper las alianzas que todavía tenían. Changui Cáceres, que seguí siendo el número uno, fue tajante: - El problema lo crearon ellos. Son ellos los que se autoexcluyen, y nosotros no tenemos por qué seguirlos o hacerles el juego en ese camino. Es hora de tomar distancia. Al día siguiente, ante de pasar a los hechos, Cáceres fue con Marcelo Stubrin a consultar con Alfonsín. - Me parece bien lo que ustedes plantean. Los Montoneros eligieron un rumbo suicida y la furia represiva se va a descargar sobre todos los sectores honestos y democráticos. Nosotros tenemos que prevenir a la juventud y a toda la ciudadanía que ése no es el camino. Stubrin sostuvo la postura radical en la reunión de la Juventudes Políticas. La JP había cerrado su local de la calle Chile, donde solía encontrarse: la reunión se hizo en la sede Gullo –que pocos días atrás habían acompañado a Firmenich anunciado el pase de sus estructuras clandestinas- propusieron sacar un declaración conjunta contra la acción de


la Triple A y contra la amenaza del golpe de Estado. Gullo, que estaba al tanto de la postura radical, trató de persuadir: - Hagamos una comisión redactora, que traiga un borrador y lo sometemos a la discusión. Stubrin, como siempre, argumentó contra la soberbia: - Las juventudes políticas se desnaturalizaron por el “hegemonismo” de una única fuerza. Y ustedes quieren que firmemos un documento contra el golpismo. Bueno, entonces repudiemos también la violencia y el terrorismo que le hacen el juego a la derecha… - “Mirá, hay que frenar a la derecha, y para eso hay que valerse de todos los métodos posibles. Nos están matando compañeros en todos lados. Nosotros no le pedimos que suscriban nuestra estrategia…” contestó Gullo, y la discusión siguió un rato largo. El documento nunca salió, y las Juventudes Políticas empezaron a convertirse en un sello de goma.SALE EL DIARIO LA CALLE - Che, Ruso, nos están amenazando compañeros en todos lados… La nómina incluía, entre otros, a Fredi Storani, Mario Amaya, Aníbal Reynaldo y Luis Romero. Además la policía les había hallado el local de la calle San José donde funcionaba la sede de la Juventud Radical. Luis Menucci le mostraba los originales del primer número de Militancia Radical y Sergio Karakachoff le decía que, por seguridad, no pusiera su nombre en la tapa de la revista. - Ruso, ¿qué te parece si firmo como Jorge Pelayo? - De primera. Sergio corría todo el día. Acababa de nacer su segunda hija, seguía viajando a Chascomús una vez por semana y, con la salida de La Calle, por lo menos dos veces a la Capital. La salida del diario se había atrasado demasiado. Varias veces, Luis lo había visto volver bastante cabreando, quejándose de que ese diario tenía demasiados caciques y pocos indios. - ¿Y, Ruso, para cuándo? - Que sé yo, es el diario de los números cero… En agosto en vez de salir, sacando un cero, a mediados de septiembre otro cero y el tercer cero sale el jueves. Así que, si Dios y la Chabela lo permiten, el primer número del diario financiados por los moscovitas sale el próximo sábado. Era el sábado 5 de octubre: una semana antes el Poder Ejecutivo había clausurado Satiricón. Era el tercer medio en treinta días: una revista de humor. El viernes la redacción de La Calle hervía. Ya era tarde a la noche y Sergio seguía mirando páginas terminadas.


Martha Mercader atendía teléfonos, pedía notas y. al final, tendría que decidir el título de tapa. Gilbert y Sicilia le habían llevado algunas alternativas. Antes de dar el visto bueno, le mostró a Sergio una foto de Carlos Monzón, que acababa de retener su título dándole un paliza a Tony Mundine. Arriba, con letras gordas, decía “Monzonazo”. - ¿Te gusta éste? A mí me parece un pavada, muy simplote, pero ellos dicen que es un título vendedor. - Sí, está bien, dejálo así, tenemos que hacer un diario popular, y ése es el lenguaje que entiende la gente. Sergio recordó en ese momento que Norberto Vilar había escrito unas cuantas páginas llamadas “normas de estilo”, y que, en el párrafo titulado lenguaje a emplear, decía: “Será siempre de fácil acceso, sencillo, claro, preciso y directo. Los usos vulgares a que es afecto el periodismo populista (ejemplo: “Perón y Balbín, cabeza a cabeza” o “le bajaron la caña a los precios”) sólo serán permitidos con expresa autorización del jefe de redacción”.CIERRE DE LA CALLE - Que cacareen todo lo que quieran, no hay que dar el brazo a torcer, Martha. - Se viene, la clausura, Sergio. - Que se venga, nomás... - Yo voy a escribir una carta en tapa, dirigida directamente a Isabel. Sergio Karakachoff y Martha Mercader se lamentaban de que todo hubiera durado tan poco, pero estaban convencidos de que no podían hacer otra cosa. La Calle del lunes 16 de diciembre tituló grande y en tapa “Aparecen otros tres ejecutados”. Eran Jorge Fisher y Miguel Bufaro –militante de Política Obrera y delegado de la fábrica Miluz- y Juan Campos, un ex militante que había estado preso durante la dictadura de Lanusse: los habían acribillado comandos parapoliciales. Otra de las noticias de tapa de ese día era el secuestro de dos militantes de la Federación Juvenil Comunista. El martes 17 el título principal fue “Inquietud por la situación de los presos políticos”, con denuncias de golpe y poca comida en las cárceles. Aclaraba que, por suerte, los dos militantes comunistas habían aparecido; abajo a la derecha estaba la carta de la directora. El lenguaje, tal como recomendaba el manual de estile de La Calle, era directo. El primer párrafo decía: “Señora Presidenta: dicen que las mujeres tenemos capacidad innata para el amor. De mujer a mujer: haga todo lo que esté es sus manos para investigar y detener el macabro plan entreguista que utiliza como método esta matanza de argentinos”. El viernes 20 de diciembre los policías llegaron con orden del gobierno y sacaron a todo el mundo a la vereda. Mientras ponían fajas en las oficinas de La Calle, otro grupo fue a los talleres de Crónica con otro decreto de clausura: en momentos en que el gobierno argentino negociaba con la corona británica sobre las Islas Malvinas, el diario de Héctor Ricardo García instaba a sus lectores a recuperarlas del modo que fuera.


En sus decretos, el gobierno hablaba de “la dirección superior de la defensa nacional” y del derecho que le correspondía por la “la suspensión de las garantías constitucionales existentes en razón del estado de sitio”. En el caso de La Calle, la orden señalaba que “el tenor con que presenta las noticias vinculadas con el terrorismo y la subversión implica su encubierta apología, así como la persistente denigración de la fuerzas de seguridad y del accionar de los órganos del gobierno, a los que pone en igual plano que la actividad de los grupos ilícitos”. Según Isabel, el diario Crónica “desarrolla una activa campaña en la que se arroga facultades se convocatoria a los ciudadanos para la defensa del territorio nacional, que implica claramente la conducta prohibida en el artículo 22 de nuestra Constitución (…) Esta sediciosa conducta implica el intento de suplantar a los órganos naturales de representación del pueblo argentino con la excusa de una noble causa, encubriendo evidentemente una actitud que tiene a desbaratar todo intento legal de reivindicación que el gobierno persigue con patriótico empeño”. Los abogados de La Calle hicieron presentaciones judiciales, sin éxito: los jueces decían que el estado de sitio habitaba, entre tantas otras cosas, al Poder Ejecutivo a cerrar diarios por decreto. Los legisladores de varios bloques trataron de hacer algo en el Congreso, pero empezaba el período de sesiones extraordinarias durante el cual sólo se trataban iniciativas del Poder Ejecutivo. La Calle, después de dos meses y medio tirando unos 20.000 ejemplares diarios Héctor Ricardo García dejaba el sillón de director y apareciera, en cambio, el nombre del periodista Jorge Lozano al frente de sus tres ediciones. SEMINARIO Y CAMPAÑA En el verano de 1975 la Junta Coordinadora Nacional hizo un seminario en Baradero: cerca de cien militantes, la mayoría de Franja Morada y unos pocos hacían trabajo barrial o gremial. Los dirigentes de la Coordinadora tenían claro que eso era un problema, y lo escribieron en un documento: “Nosotros, una organización surgida del radicalismo y siendo nuestra extracción social, mayoritariamente, proveniente de esas capas medias, debemos dirigir fundamentalmente nuestro accionar militante a lograr que tales sectores, a través de la visualización correcta del enemigo fundamental, se sumen a la clase trabajadora. Para consumar el programa común de la liberación nacional”. Para conseguirlo, los jóvenes radicales convinieron constituir “grupos” que debían estar “integrados por no más de cinco miembros –y no menos de tres-, los cuales no necesariamente debían ser afiliados del partido, quienes se reunirán una vez por semana”. La estructura piramidal era similar a la de las organizaciones revolucionarias y establecía que por encima de los grupos estarían los “núcleos, integrados por aquellos militantes que a partir de la comprensión de nuestra línea política y la afiliación al partido y el desarrollo de una militancia activa durante un período de tiempo en los grupos, han asumido disciplinadamente las tareas orgánicas”. Por sobre los núcleos estarían “las juntas”, que constituirían “el ladrillo sobre el cual debe apoyarse la organización en cada regional”.


El documento también fijaba criterios de estilo para los militantes: “Cada compañero que ingrese a nuestra organización debe ser consciente de lo que significa luchar por la independencia de nuestro pueblo. Entendiendo que el compromiso asumido, a medida que se va profundizando, requiere de mayores sacrificios propios y mayores obligaciones para con las mayorías. El trabajo en una organización política como la JR exige compañerismo, solidaridad, sinceridad y amistad de cada uno de sus miembros. El funcionamiento de nuestra organización determina el trabajo de cada uno de sus miembros. El funcionamiento de nuestra organización determina el trabajo colectivo, lo cual lleva a un nivel de convivencia que no admite la existencia de compañeros que perjudiquen a otros, porque de tal forma la convivencia se rompe, las tareas se interrumpen y la organización se resiente”. El documento estableció que para mayo se reuniría el congreso de la JR que, a su vez, elegiría una dirección que orgánica. Pero antes habría otros compromisos: - Che, Rusos, llegamos a un acuerdo con Cachito para mandarle a Misiones a Carlitos Cebey como responsable político de los militantes de la coordinadora, pero Cachito quiere que vos lo llames, quiere que seas el jefe de campaña… Le dijo Luis Menucci a Sergio Karakachoff. - ¡Uy Dios, Colorado! Me van a matar los mosquitos, me voy a morir insolado… ¿Te imaginas qué puedo hacer yo en la selva misionera? - No, vas a ver que a fines de marzo, el calor afloja. Luis a veces se quedaba pagado con el humor de Sergio. Cachito era Ricardo Barrios Arrechea, de Renovación y Cambio, el candidato radical para gobernar Misiones. El gobernador de la provincia se habría matando el año anterior en un accidente de aviación, y el 13 de abril habría elecciones para reemplazarlo. Para Alfonsín esas elecciones eran un doble desafío: ante el descrédito del peronismo era una buena oportunidad para testear el humor del electorado y para recomponer su fuerza dentro del radicalismo, con la idea de ganar por fin las internas de 1976. Cebey era miembro de la mesa nacional de la Coordinadora y hombre de confianza del Changüí Cáceres. La idea era mandar decenas de cuatros de todas las provincias para que ayudaran a pintar, repartir volantes, organizar actos. Los jóvenes radicales salieron a pedir pasajes a todos los legisladores del partido y a las pocas semanas habían una buena cantidad de militantes universitarios haciendo proselitismo en poblaciones rurales, quebrachales y rebátales. Sergio se pasaba el día con Barrios Arrechea, de acto en acto. Además del mensaje para el electorado, Sergio lo ayudaba a armar algunas frases dirigidas contra Balbín. - Che, Ruso, ¿así que el Chino ahora me dice el Loquito Barrios Arrechea? Tengo una buena: ¿viste que él dice que los radicales somos la reserva moral de la República? Yo


voy a decir que tenemos que dejar de ser reserva y convertirnos en el vino común para estar en la mesa que todos… - Sí, pero mejor queda para estar en el pico de todos, ¿no? - ¡Muy buena, Ruso! Ésa se la voy a decir en el próximo discurso… Barrios Arrechea estaba conforme con la marcha de la campaña. Los radicales tenían la clara sensación de que aumentaba su caudal electoral y que, además, los favorecía la división del peronismo. Tercera Posición y el Partido Auténtico llevaban sus propios candidatos y confiaban sacarle un importante caudal de votos al FREJULI. Tras el cierre de campaña del miércoles 9 de abril, Sergio tenía el pálpito de que podían hacer una elección histórica. Esa noche fue con Barrios Arrechea y varios más a comer un surubí asado en un restaurante a orillas del Paraná. - Metimos más de 2.000 personas, Cacho. Casi lo mismo que los peronistas que llenaron su acto con los empleados públicos que nombraron y los llevaron en los micros que les mandó López Rega. Nosotros lo llevamos con militancia, con trabajo en la masa, con laburantes, hacheros… - ¡Vamos, todavía! ¡Vino común para todos los radicales! Che, Ruso, ¿Y qué te parece? ¿Cómo les irá a los auténticos? - Para mí la embarraron metiendo bombas lanzapanfletos de los Montoneros y con la solicitada que sacaron de apoyo a la fórmula del Partido Auténtico. Se hicieron campaña en contra: la opción del cambio en paz somos nosotros, Cachito. Muchos peronistas nos van a votar a nosotros, estoy seguro. Capaz que damos un batacazo.VIENE EL GOLPE - Che, el seminario se hace la semana que viene, pero nos pidieron que no mandemos mujeres. - ¿Qué pasa? ¿Vamos a un encuentro de militantes o un congreso de sodomitas? - No, boludo, se hace en una casa de retiro de los curas y ahí no podemos caer con mujeres. Lo que pasa es que como están las cosas no tenemos muchos lugares seguros para reunir cien compañeros, por eso el paraguas de la Iglesia nos viene bien. - Si, Colorado, pero después andá vos a decirle a las pibas que no somos machistas… Luis Menucci trató de no sentirse ridículo al explicarle a los coordinadores de los grupos de la Juventud Radical de La Plata que el seminario de verano de la Junta Coordinadora no era apto para mujeres pero que eso no era una discriminación. El Changui Cáceres había conseguido la casa de retiros espirituales del Sagrado Corazón en Maciel, un pueblo apacible de Sante Fe. El encuentro estaba citado para el último fin de semana de enero y el tema excluyente era qué iban a hacer frente al golpe. Luis llegó a Maciel el jueves 29 a la mañana: fue de los primeros. Todos llegaban solos o de a dos: muchos conseguían parecer seminaristas. Los amenazaban a menudo, pero


los militantes de la Coordinadora preferían mantener ese disimulo a tomar medidas de autodefensa y arriesgarse a enfrentamientos armados. El alojamiento era austero: cuatro cuadras con muchas camas, un comedor grande, salones de oración, cancha de fútbol y tanque australiano. Ese mismo jueves, a la hora de cenar, ya estaban todos: entre tírios, Carlos Becerra, Fredi y Conrado Storani (Hijo), Marcelo y Adolfo Stubrin, Aníbal Reynaldo, Hugo Lanci, Coti Nosiglia, Leopoldo Moreau, Bebe Pinto, Facundo Suárez Lastra, Jesús Rodríguez, Carlos Cebey, que estaba a cargo de la organización, dio las indicaciones: - Bueno, vamos a trabajar viernes y sábado, así que como tenemos tiempo les vamos a pedir a todos que seamos estrictos con los horarios: diana a las siete y media, ocho y media el desayuno y de nueve a doce nos reunimos, después del almuerzo volvemos a reunirnos hasta las ocho y media… Al otro día, después de los informes de rigor de las distintas provincias, hablaron de la coyuntura. Changüí Cáceres dijo lo que todos suponían: - El golpe es seguro: por lo que sabemos tanto de adentro como de afuera del partido, es inevitable. Lo que no se puede precisar es si va ser un golpe para cubrir el vacío del gobierno de Isabel y llamar a elecciones en el 77 o va a ser un golpe fascista más duro… Luis Menucci veía caras tensas. Se decía que el calor lo hacía transpirar, pero también podía ser el miedo. El paisaje resultaba demasiado bucólico como para hablar de movimientos de tanques y golpes de Estado. Sabía que ellos, pasara lo que pasara, iban a quedar de la vereda de enfrente, pero que una parte importante del radicalismo, con Balbín a la cabeza, ya estaba tratando de sacar partido de lo que consideraban inevitable. El Changüí seguía hablando lento, sereno: - Nosotros no tenemos que abandonar la actividad militante en las universidades, en los sindicatos: tenemos que mantenernos atentos a lo que pase y actuar según se presenten las circunstancia. Nuestros militantes no deben abandonar el país no asilarse en embajadas. En la medida de lo posible. Que cada cual se guarde encasa seguras, por lo menos hasta que las cosas se aclaren. Estas preocupaciones son para todos los militantes de la Coordinadora y también para compañeros como Amaya, Solari Yrigoyen, Karakachoff y otros que están tan expuestos como nosotros a que les pase algo… Cáceres les informó que habían establecido contactos sólidos con las juventudes de la socialdemocracia de Alemania Federal, Francia y Suecia para contar con respaldo internacional una vez que los militares desalojaran al gobierno de Isabel. Entre otras cosas, los dirigentes coordinadores decidieron suspender por un tiempo el periódico: Luis Menucci se despedía de Militancia Radical, al menos hasta que cambiaran los vientos. Pensaba que lo más importante que le quedaba era la mística de lucha entre dos fuegos, a la expectativa de los que hacían otros. El domingo a la mañana, cuando llamaron a misa,


Luis decidió ir: no era una cuestión religiosa, la ceremonia lo tenía sin cuidado, pero creía que quedarse a la misa era una señal de reciprocidad, de agradecimiento hacia esos curas que los habían ayudado. El domingo siguiente Sergio y Luis se encontraron. El Día trascribía una declaración del Comité Nacional de la UCR que llevaba por título “grave emergencia nacional”. Luis la leyó en voz alta: - El país vive una grave emergencia nacional: ésta es la síntesis de nuestra evaluación de la realidad. Advertimos hoy, ante la evidente ineptitud del Poder Ejecutivo para gobernar, que angustia al pueblo, desconoce sus aspiraciones de liberación, rompe los causes morales y enferma la inseguridad de la Republica, que esta realidad es aprovechada para la reaparición de minorías que en la suma de los intereses creados. Intenta nuevamente utilizar a las Fuerzas Armadas para el rompimiento del orden institucional, cuya es indispensable… - El Comité Nacional siempre cuidando la retaguardia, no sea cosa que los generales se molesten… Lo interrumpió Sergio; Luis retomó la lectura: - Porque tenemos al pueblo unido en el mantenimiento de nuestro estilo democrático de vida es que esperamos alcanzar, entre todos, la solución digna que supere esta grave emergencia nacional. No perdamos el tiempo porque está en juego el destino del país. Urge cerrar el claro que deja la falencia del Poder Ejecutivo, aplicando los mecanismos legales y constitucionales pertinentes. Por ello, la Unión Cívica Radical hace un llamado a todos los sectores del país, al exclusivo servicio de los altos objetivos nacionales. En procura de coincidencias básicas, con toda urgencia, para crear un alternativa ante la grave situación que afecta al país, con el propósito de apuntalar el sistema republicano, representativo y federal, asegurar la vigencia plena de los derechos humanos, civiles y sociales, el afianzamiento exterior de nuestra Patria. - Mirá, Colorado, decir eso y decir nada es lo mismo, ¿te das cuenta? En vez de decir nos oponemos al golpe y punto, dan más vueltas que una calesita para tomar distancia pero no quedar afuera. La realidad es que los militares tienen el aval del Pentágono y van a meter mano dura: rentabilidad para los monopolios, domesticar los sindicatos a palo limpio, que acá no se mueve nadie; lo que quieren para todo el continente. Ésa es la verdad, pero Balbín es un zorro y trabaja para él, para pasar a la historia: apuesta a que el peronismo no tenga nunca más un caudillo y que, de una vez por todas, su estrella brille más que la de cualquiera. Están es ésa, Colorado, en la personal, en la chiquita… REPRESIÓN - Mingo, Sergio está convencido de que ésta es una buena oportunidad, que no lo podremos desperdiciar. Domingo Teruggi, el socio de Sergio Karakachoff, dejó los expedientes de lado, se restregó los ojos y se dispuso a escuchar a Marimé Arias Noriega, la mujer de Sergio. Domingo había sido presidente del centro de estudiantes de Derecho por Unión


Universitaria, una agrupación creada por Sergio, precursor de Franja Morada en La Plata. Pero no era radical: entonces era un poco anarquista, un poco sindicalista. Incluso llegó a ser presidente de la FUA-Córdoba y era un tipo conocido. Más tarde entró a militar en el Peronismo de Base, igual que Marimé. Marimé había tenido que dejar la docencia universitaria en la facultad de Humanidades y, para mejor sus magros ingresos, los dos querían encontrar algún trabajo más bien formal. Marimé leyó con cautela el aviso de El Día: - “CASFPI llama a concurso para cubrir vacantes de inspectores. Requisito indispensable: título universitario. Presentar currículum en nuestras oficinas centrales”. ¿Qué te parece? Hablé con una amiga. Dice que el interventor se rayó con que quieren gente eficiente, calificada y rajó a los que estaban. Los sueldos son buenos… - Pero, Marimé, ¿no sabés que el interventor es un milico? El tipo se va a hacer un picnic con nuestros antecedentes. - Ya lo sé, Mingo, vos fuiste presidente de la FUA, o fui juzgada por la Comisión…, pero ¿qué vamos a hacer? Yo lo hable con Sergio y él cree no tenemos que sentir que cada decisión es estar la sartén y el fuego… El interventor militar de la Caja de Subsidios Familiares para el Personal de la Industria –CASFPI- sostenía que quería terminar con los inspectores venales y que para eso no había nada mejor que los universitarios. El coronel Vacaro llamó a concurso y tanto Marimé como Mingo lo aprobaron. Pero a los pocos días hubo una reacción gremial: uno de los desplazados se quejo airadamente ante el nuevo interventor de que había sido víctima de una discriminación inaceptable. - Coronel, usted designó a dos zurdos en lugar de otros empleados que tenemos una clara concepción nacionalista. Pocas semanas después, a principios de agosto, en las oficinas de CASFPI, aparecieron unos panfletos con una leyenda muy breve: “Arias Noriega y Teruggi bolches. ¡Fuera de CASFPI!”. Mingo y, Marimé decidieron que, al menos por una noche, se olvidarían de todo: estaban invitados a la fiesta de casamiento de Marcelo Stubrin en un dúplex elegante de Belgrano, que le habían prestado. Marcelo y Marcela, su flamante esposa, saludaban a los que iban llegando, Sergio y Marimé se encontraron con Luis Menucci y tomaron la primera copa con un radical de Córdoba muy disgustado con el nombramiento de Ricardo Yofré como subsecretario general de la Presidencia - Es cierto que es radical, pero no es un hombre del partido, es un afiliado como muchos, que se ve que tiene una relación personal con Videla y ahora están ensuciándonos con que hay un radical en el gobierno… Sergio escuchaba con cautela. No quería entrar en una polémica justo el día que se casaba un amigo. Pero cuando el cordobés se fue lo comentó con Luis.


- Ese Yofre es un vendido. Aunque no lo conozca nadie quiere se el Mor Roig de Videla. Esos son los que dan vuelta y encima ha algunos que les importa un pito, Colorado… Al rato se les acercó otro militante de la Coordinadora. Parecía desconcertado. -¿Ven a ése que está cerca del espejo? Es el General D’Elía, que pasó a retiro para que Videla pudiera asumir como comandante en jefe del Ejército. El tipo estaba contando recién que le ofrecieron una embajada en Europa, así que se va dentro de poco… La música era buena y, cuando llegó la hora de comer, los invitados pasaron al piso de arriba. - Si ustedes son observadores, se deben haber dado cuenta de que los dueños de casa desconfían de los amigos de Marcelo… - Ay, Sergio, qué prejuicioso que sos, de qué estás hablando, qué ganas de buscar el pelo en la leche… Dijo Marimé. - Miren bien, no hay un solo adorno chico en ninguno de los dos pisos, apenas dejaron ceniceros, y ni siquiera los de porcelana o de plata… ¿Quiénes son los prejuiciosos? Ustedes tienen que aprender a mirar más. LOS DOS RADICALISMOS Sergio Karakachoff no quería darle mucha importancia a los panfletos que lo acusaban de comunista. Los habían tirado cerca de Tribunales y en la cuadra de su estudio. Esa tarde se encontró con Luis Menucci en la puerta del comité radical de La Palta. - Che, Sergio, ¿te parece que será una amenaza seria? - Qué sé yo, Colorado. Ya la vez pasada habían sacado unos volantes parecidos, y no pasó nada… - Si, pero además, los servicios de la Fuerza Aérea ya anduvieron preguntando por vos, te anduvieron husmeando… - Mira, si le das bola a cada provocación, terminas loco. Luis no quería insistir. Ya se lo había dicho pocos días atrás, durante el casamiento de Fredi Storani. Fredi y él lo habían llevado aparte para plantearle que saliera de circulación durante unos días, pero Sergio no les hizo caso: no le parecía que su situación fuera diferente de la de muchos otros. Cuando llegaron a la antesala, mientras saludaban a sus correligionarios, Sergio agarró al Colorado del brazo: - Hoy vamos a calentar el ambiente. Tenemos que plantear claramente que no va más esto de que en el radicalismo haya dos partidos: el de los que tienen amigos generales y el de los perseguidos. ¿No se puede creer! Escuché a varios tipos del partido decir que


el Negro Amaya y a Hipólito los blanquearon porque son radicales y no tiene nada que ver con la subversión. Algunos dicen que no los mataron porque Harguindeguy no quiere quilombo con los radicales y que hay militares que saben diferenciar entre un subversivo y un tipo honesto… - Sí, Ruso, o lo que es peor: algunos por lo bajo dicen que los levantaron por estar vinculados a la subversión… ¿Qué querés con estos tipo, si algunos hasta son intendentes de los milicos, hermano? - Bueno, son los mismos que, cuando se levantan a alguien, dicen que algo habrá hecho… El miércoles 17 de agosto, comandos del Quinto Cuerpo de Ejercito, vestidos de civil, secuestraron a Solari Yrigoyen en su casa de Puerto Madryn y a Amaya en Trelew. Los llevaron al Batallón 181 de Comunicaciones de Bahía Blanca y los interrogaron y torturaron. Enseguida empezaron las denuncias internacionales, y varios radicales usaron sus contactos. Raúl Alfonsín hablo con su ex compañero de promoción del Liceo Militar, Albano Harguindeguy. Trece días después, el martes 30, Amaya y Solari fueron “liberados” por una patrulla, también del Ejército pero de uniforme, que fraguó un tiroteo con el grupo de captores anteriores, que seguían de civil. La nueva patrulla los llevó a otro cuartel y los dos ex legisladores quedaron a disposición del Poder Ejecutivo en el penal de Rawson. Esa noche, en el comité. Sergio quiso hablar del tema: - Los militares no hacen diferencia a la hora de secuestrar, pero si nosotros logramos salvar la vida de dos correligionarios a través de la denuncia, es porque las presiones les duelen. No sin tan fuertes, los militares. Son fuertes en la medida que nosotros cedemos espacios y mostramos nuestras debilidades… Mientras algunos se escandalizaban en silencio, Sergio sentía que retomaba un espacio de lucha. Después de la reunión fue con sus amigos a un bodegón por plaza Italia. Luis Menucci se fue antes del postre porque se le iba el último micro para la Capital. Al otro día tenía que trabajar. - Sergio, me rajo… Te veo el otro jueves, así vamos terminando las notas para la revista. Desde el mes anterior, los dirigentes de la Coordinadora de La Plata habían sacando un nuevo periódico: en realidad era la continuación de Militancia Radical, pero ahora les parecía que “militancia” sonaba provocativo, y le pusieron La Causa. Cualquiera entendería: la causa contra el régimen, como decía don Hipólito Yrigoyen. Sergio pasó un fin de semana tranquilo, y aprovechó para jugar con Sofía y Matilde. Las nenas lo sacaban de la vorágine. Y se hizo tiempo para escribir las dos notas que le faltaban. Fue al estudio y se sentó un vez más ante la vieja Rémington. El título de la primera parecía un lugar común: “Acerca de la violencia”:


“El propio presidente de la Nación sostuvo hace pocos días en Puerto Iguazú, en el confín de la República, que en Argentina rigen plenamente los derechos humano, y denunció también una campaña de difamación contra nuestro país en el exterior. Cabe, frente a esto, preguntarse: ¿Quiénes difaman? ¿Los que matan o los que denuncian las muertes? “La preocupación del general Videla es loable, pero requeriría un mayor empeño –y no decimos que no lo haya, pero es obviamente insuficiente- para aprehender a los culpable del desprestigio internacional del país y de la conculcación de los derechos humanos. “La necesidad de frenar el deterioro de la confianza ciudadana mediante una firme conducción que devuelva al Estado la plenitud de los atributos que lo caracterizan, ha sido reiterada desde diversos medios de opinión. Y ninguno de ellos pede siquiera ser sospechado de concomitancia política o ideológica con la otra forma de terrorismo. Esta coincidencia de criterios surge de la atenta lectura de sendos discursos del presidente (…) Todos de acuerdo con los conceptos. Falta que las acciones se encaminen a la concreción de los mismos. Es el clamor popular. Es la única salida. Caso contrario, nadie tiene derecho a quejarse de pretendidas campañas difamatorias. “Por otra parte, la falta de difusión de diversos hechos –y los nombres que no se han dado de los muertos de Pilar son una entra tantas omisiones- pone una sombra de dudas sobre el real propósito del gobierno de terminar con esta lacra. ¿Por qué no se publican esos datos? “¿A quién se beneficia con el silencio? Sería bueno que el Presidente de la Nación dedicara aunque más no fuera breves conceptos a responder estas acuciantes preguntas. Los ex legisladores de la UCR han aparecido. En un confuso episodio el gobierno rescata, de mano de delincuentes, a los doctores Solari Yrigoyen y Amaya. Y como corolario de este lamentable episodio, ambos son arrestados y puestos a disposición del Poder Ejecutivo. “¿Quién los tuvo? ¿Para qué los tienen ahora? ¿No los rescataron de manos de delincuentes? Esperamos también una repuesta a esto. “El secuestro de los ex legisladores de la UCR, justamente con la aparición de 30 cadáveres dinamitados en la localidad de Pilar, a pocos kilómetros de la sede del gobierno nacional, han sido los picos fundamentales de la escalada terrorista de los últimos años. (…) “Pero hay otro terrorismo que nunca he tenido baja alguna, ni mucho menos aún, siquiera un apresado o un detenido. Y no cabe duda de que ese terrorismo hace más daño al país que el otro, el definido y perseguido. Porque aquel –el que secuestra a legisladores radicales, entre muchas otras personases el que siembra la duda sobre la real acción de las Fuerzas Armadas y de seguridad a favor del orden y la paz perturbadas.


“Recientemente el Episcopado Argentino se ha reunido con la presencia del representante papal para pedirle el esclarecimiento de los hechos que también han costado la vida de varios sacerdotes en Buenos Aires y La Rioja y también para manifestar su preocupación por todos los hechos similares en todo el país.” SECUESTRO Y MUERTE - Nos vemos el fin de semana, Colorado. El jueves 9 de septiembre Luis Menucci llamó a Sergio Karakachoff a su estudio para avisarle que no podía ir, que se le había complicado el trabajo. Y quedaron en verse el sábado. El viernes, Sergio, Marimé y las nenas, almorzaron en la casa de los padres de Sergio. Después, él se fue al estudio y Marimé llevó a Sofía y Matilde a la guardería que quedaba a la vuelta de la casa, en la calle 61. - Sofi, Mati, un beso a la mamá... Sergio lidiaba con expedientes y su hermano Gustavo estaba pendiente del buen clima que había en La Plata. - Se viene la primavera, Sergio - Está bárbaro, che. Decime, ¿sabés algo de Mingo? - No. Todavía no apareció. Sergio dejó el café a medio tomar, como siempre que se concentraba en sus papeles. No le gustaba interrumpir, y dejó sonar el teléfono: que lo atendiera Gustavo. - Sergio, levantá el tubo, es de la guardería. Tuvo un escalofrío. La voz de su hermano era urgente: quizás alguna de las nenas se habría dado un porrazo. - Doctor, vea, dos señores entraron de mal modo, preguntando se acá estaban las hijas de Karakachoff. Nosotros no les quisimos decir nada, pero tampoco nos animábamos a mentirles. Además, después que se fueron, los vecinos dijeron que había varios autos a la vuelta, rondando por su casa. - ¿Y las nenas? - No. Sólo querían saber, ni las vieron. Ellas siguen acá. Entre la indignación y el pánico, Sergio colgó el teléfono. - ¡Estos hijos de puta son capaces hasta de seguir a las nenas! - Tranquilo, Sergio, ¿qué pasa?


Gustavo lo agarró del hombro y trató de calmarlo. Después de discutir la situación, decidieron que le convenía poner distancia. - Rajate, Sergio, yo me ocupo de ir a buscar a las nenas- Bueno, me voy hasta lo del cuñado de Marimé. Ahí no va a ir nadie. Después te llamo. - Andá. Pero rajate ya, a ver si aparecen por acá. Sergio salió enseguida y se fue a avisarle a Domingo Teruggi, por si acaso. Cuando llegó a su casa no vio que había dos Falcón estacionados a media cuadra. Estaba apurado, y tocó el timbre. - Entrá y quedate quietito. Sergio no pudo reaccionar frente al desconocido que abrió de un golpe, lo encañono con una pistola y lo entró de un empujón. Había ocho o diez más, todos de civil pero con borceguíes, camperas y, sobre todo, armas. Domingo estaba esposado en una habitación contigua. En otra habitación estaba María Rosa, su esposa. La casa era un revuelto de libros, lámparas, muebles dados vuelta. A Sergio lo esposaron y lo dejaron tirado. Los tíos se quedaron callados, como si esperaran algo. Sergio, boca abajo, trataba de imaginar que pasaría: le era difícil no suponer que estaban por matarlo. Poco antes de las diez de la noche uno abrió la puerta, ¿entendiste? ¡Contesta! ¿Entendiste o querés que te llevemos a vos también?. Ella movió la cabeza para decir que sí, y le cerraron la puerta. Escuchó gritos y golpes: el comando estaba metiendo a Domingo y Sergio en dos autos; un tercero los siguió como apoyo. Los tres arrancaron chirriando ruedas. Los vecinos miraban desde las ventanas de sus casas con las luces apagadas. En cuanto se fueron, María Luisa llamó al estudio. -Gustavo. ¡Estoy desesperada! ¡Se los llevaron a los dos, a Mingo y al Ruso! - ¡La puta que los parió! ¿Eran policías? - No lo sé. Me dijeron que eran de inteligencia. Tipos muy pesados, llenos de armas. Mientras tanto, Marimé tratando de atar cabos, fue con su hermana hasta la casa de Mingo. Cuando vió el auto de Sergio estacionado en la puerta, se dio cuenta que había caído en una trampa, y se imaginó lo peor. De vuelta, habló con Gustavo y confirmó sus sospechas. Entonces, quiso tocar timbres. Se dijo que el primero debía ser el de Ricardo Balbín: Se presentó en la casa de la calle 49, le contó todo lo que sabía. El viejo caudillo radical se sentó, con poca convicción, le contestó: - Voy a llamar a un amigo mío que está en el Regimiento 7, un viejo correligionario, quizás él pueda hacer algo… Balbín se paró con lentitud y Marimé supo que terminaba la entrevista. Al cabo de un rato habían alertado a todos: Gustavo llamó a Luis Menucci, Menucci a Conrado Storani, Storani a su hijo Freddy, que estaba en Santa Fe, en una reunión, y


salió urgente para Buenos Aires. También se enteró Leopoldo Moreau, que fue a buscar a Facundo Suarez Lastra. Le avisaron a Alfonsín a Chascomús y en una hora estuvo en La Plata, en la casa de Marino. Lo supo Balbín. Varios de ellos empezaron a hacer llamados esa misma noche. Algunos decían que había que tener fe, que si habían aparecido Solari Yrigoyen y Amaya también aparecería Sergio. Otros decían que a lo mejor se cobraban con Sergio lo que no habían hecho con los otros dos. Todos tenían terror. No faltó la hipótesis de que quizás los buscaban a Mingo y a Marimé por su militancia en el peronismo de base, como cuando los echaron del Casfpi, pero que la cosa no debía ser con Sergio: Sergio era radical. El polilla García y el ex diputado intransigente Rafael Marino buscaron al juez de turno, Pedro Soria, y le presentaron el Habeas Corpus de rigor. Cuando caía la noche, un comando llegó al estudio de Sergio y Domingo. Como no había nadie tiraron la puerta abajo, dieron vuelta todo y se llevaron unas pocas cosas: una colección de En Lucha, algunos libros de ediciones soviéticas en castellano que Domingo había comprado en Montevideo años antes, cartas de Alfonsín dirigidas a la militancia, y el pasaporte de Gustavo. Marimé y sus hijas se refugiaron en una casa en las afueras de La Plata. Esa noche, en la casa de los padres de Sergio, los Karakachoff estaban en vigilia. El juez mandó los radiogramas y las respuestas de la policía bonaerense, de la Armada y del Primer Cuerpo de Ejército fueron rápidas: nadie sabía nada del secuestro. Mientras tomaban whisky y café, y entrabas y salían sólo los íntimos, los tres hermanos varones trataban de darse ánimos. Gustavo y Carlos tenían esperanzas o, al menos, querían tenerlas. Diego, que había estudiado en Francia, aunque era mas bien conservador, resultó el más pesimista: conocía muchas historias del nazismo. - Yo creo que estos tipos no le van a perdonar a Sergio todo lo que hizo en la dictadura anterior, defendiendo a los presos de la guerrilla. No se olviden que Smart y Munilla Lacasa lo odian desde la época del Fuero Especial Antisubversivo y hoy tiene cargos claves. Que quieren que les diga: cuando uno ve lo que fue la derecha fascista en Europa, te agarran escalofríos. Y estos aprendieron de los franceses que reprimieron en Argelia… En tiempos de Lanusse, Jaime Smart y Enrique Munilla Lacasa habían integrado el Fuero Especial Antisubversivo – El Camarón- ; Ahora Smart era el ministro de gobierno de la provincia, y Munilla Lacasa el Subsecretario de Justicia. Al mediodía del otro día, el teléfono sonó una vez más. La voz de oficial de la comisaría de Magdalena era displicente: - ¿Con los Karakachoff? - Sí. - ¿Con quién hablo? - Gustavo Karakachoff


- Vea, a un costadote la ruta 36, en zona correspondiente a nuestra jurisdicción, fue hallado el cuerpo sin vida de un hombre con una credencial de abogado que responde al nombre de Sergio Karakachoff. El oficial pidió que algún familiar directo fuera reconocer el cuerpo. Todos se abrazaron, lloraron. Como un zombi, Gustavo salió para Magdalena con Rafael Marino y el polilla García. Ahí se encontraron con los familiares de Domingo Teruggi. - ¿Ustedes lo van a identificar? Gustavo le dio sus documentos y el oficial lo acompañó. Sergio tenia los ojos abiertos y proyectiles de metralleta por todo el cuerpo. Y un tiro de escopeta Itaka, tirado en la cara desde cerca: pura saña. El forense dictaminó que la muerte había sido a las once de la mañana de ese sábado once de septiembre y el polilla García dijo que era el mismo día de la muerte de Sarmiento. Y que ya lo había dicho el prócer, que las ideas no se matan. El oficial que llevaba la voz cantante opuso cara de vaca: - Oigan, ¿Este hombre no tendría algún juicio contra alguien importante? - No le entiendo… - Si, porque esto puede ser una venganza, ¿sabe? De alguien que se sintiera jodido en un pleito. Pocos días después un agente que trabajaba en la jefatura policial y que apreciaba mucho a Sergio llamó a Gustavo, le pidió reserva absoluta y le contó todo: - Eso que dicen algunos de que el grupo de Tareas fue solo por Teruggi, descártenlo. Los comandos tenían transmisores; cuando llegaron a lo de Teruggi, informaron que lo tenían y recibieron la orden de seguir esperando. Al rato pasaron la nueva: que lo habían agarrado a Karakachoff, y les dijeron que se quedaran esperando… - ¿Para agarrar a Marimé? - No sé, pero a las diez de la noche, les ordenaron que se retiraran con los dos. - ¿Sabés quienes participaron? - Ojo; esto es muy confidencial… es un grupo de tareas que tiene oficiales del Regimiento 7, gente de la policia de la provincia y también civiles del CNU. Más tarde, Gustavo se enteró que el oficial de policía que los había interrogado con cara de vaca en Magdalena era un oficial del Regimiento 7 de Ejército, disfrazado de policía. Además supo que los que secuestraron y mataron a Sergio eran el mismo grupo de tareas que unos días después secuestraron a los estudiantes secundarios de lo que se llamó la “Noche de los Lápices”. Entre ellos estaban dos civiles que pertenecían al CNU


–patricio Erracalde Pueyrredón y Carlos “El Indio” Castillo-, el oficial de policía Sibuet y el coronel Muñoz. El domingo velaron a Sergio en la casa familiar. Ese día, las radios se indignaban con el “feroz atentado que segó la vida de once agentes del orden en Rosario”. - Las victimas se desplazaban en ómnibus policial cuando un coche bomba, probablemente manejado por control remoto exploto, produciendo la muerte de once de ellos. La organización declarada igual en segundo terminó de adjudico el atentado en un comunicado de prensa. El lunes salió el cortejo: en el camino hacia el cementerio de La Plata pasaron por la sede de la Junta Central de la Unión Cívica Radical, en la calle 48, donde Sergio había militado su vida. El local estaba cerrado, no tenía carteles, pero Fredy Storani se subió al balcón. Esta tenso, con los puños cerrados y la voz de rabia: - Compañeros, Sergio no ha muerto. Nos dejo el mejor ejemplo militante que tenemos los radicales de La Plata. Su memoria va a perdurar siempre entre nosotros. Y que sepan sus asesinos que vamos a seguir adelante, que vamos a luchar por la dignidad, por este gigante que se llamó Sergio Karakachoff… - ¡Se siente,/ Se siente,/ Sergio esta presente! Coreaba la barra de la Juventud, mientras Raúl Alfonsín, Ricardo Balbín, Raúl Alconada Sempé, Conrado Storani y otros aplaudían. La policía los siguió desde cerca hasta el cementerio. Y siguieron tirando al aire hasta que enterraron el cajón. El expediente de Karakachoff y Teruggi tuvo solo tres folios: el hallazgo de los cadáveres, los certificados de defunción y el sobreseimiento por no haberse hallado a los responsable. La justicia no lo investigo. A Marimé Arias la tenían escondida en una casa en las afueras de La Palta y le ocultaron la muerte de Sergio: Gustavo Callejas y Pincho Orruma, dos íntimos de Sergio, le dijeron que la trasladaban a la capital para mayor seguridad. Pensaron que de saber la verdad, hubiera ido al velorio y ahí la habrían agarrado. Balbín ayudo para que obtuviera un pasaporte. Alfonsín le consiguió un visa venezolana. Cuarenta días después se fue con sus hijas. Gustavo Karakachoff siguió viviendo en el estudio de Sergio, en la calle 1, y se ocupó de varios, de lo juicios que Sergio tenia en los tribunales. Le llamo la atención que, de los 26 recursos extraordinarios que su hermano había presentado ante la Corte Suprema, 24 tuvieron dictamen favorable. Amaya y Solari Yrigoyen seguían presos en Rawson. Pero, apenas un mes después, el asma cardiaca de Mario Amaya no soporto los fríos de los calabozos del penal. Tuvo un paro y, en estado desesperante lo trasladaron al hospital de la cárcel de Villa Devoto, donde murió. Fredy Storani y Luis Menucci, que estaban viviendo en la Capital, se dijeron que algo había que hacer y decidieron, al menos, llenar de volantes la ciudad de La Plata. Los volantes decían que no iban a bajar los brazos, que Sergio y el Negro eran un ejemplo para los radicales y para el pueblo argentino. Lo firmaron como Juventud


Radical-Junta Coordinadora Nacional y lo dejaron en pilas a la entrada de Colegios, Facultades, Fabricas. Unas semanas más tarde Luis Menucci se entero de que las nuevas autoridades del Consejo Federal de Inversiones habían decidido no renovarle contrato. Estaba seguro que los Servicios de Inteligencias habrían pasado su ficha, y no se habían equivocado: él era un militante y estaba marcado. Se dijo que no importaba, que si sus mejores compañeros habían dado su vida en la pelea, perder un trabajo no era nada. Fuente: La Voluntad, Tomo I y II “Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina (1966 – 1973). Eduardo Anguita - Martín Caparrós. Grupo Editorial NORMA S.A. Año 1998.


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