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Catherine Walsh es una intelectual-militante involucrada durante muchos años en los procesos y luchas de justicia y transformación social, primeramente, en Estados Unidos (donde trabajó de cerca con Paulo Freire) y, en los últimos más de 20 años, en Abya Yala (América Latina) y Ecuador, donde tiene una trayectoria larga de acompañamiento a los procesos de los movimientos indígenas y afrodescendientes.

AGRIETAR LA UNI-VERSIDAD es una selección de textos publicados durante las últimas dos décadas por la intelectual-militante, pedagoga y sembradora Catherine E. Walsh desde diversas geografías. En ellos reflexiona crítica y dialógicamente acerca de la disputa histórica por el sentido y proyecto ético-político-existencial de uno de los principales territorios que como docentes, estudiantes y autoridades de los sistemas educativos nacionales habitamos cotidianamente: las universidades en América Latina. Walsh nos provoca a reflexionar colectivamente sobre preguntas hoy fundamentales en un contexto donde las diversas guerras del despojo, incluyendo la del imaginario, van avanzando: ¿Qué representan hoy las universidades, principalmente las públicas, como proyecto ético-político-existencial? ¿De qué formas y en qué ámbitos se han articulado en la construcción y despliegue del proyecto colonial-capitalista-moderno-patriarcal? ¿Es posible desde nuestros respectivos lugares de enunciación dentro de ellas imaginar y hacer grietas en la cuales se siembren conocimientos, saberes, intervenciones desde, por y para la vida digna? ¿De qué manera la justicia epistémica, la decolonialidad y la interculturalidad crítica aportan a tal desafío?
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Home Explore Agrietar la Uni-versidad. Reflexiones interculturales y decoloniales por/para la vida
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P:04

DIRECTORIO:

Gobernador del Estado de Querétaro

Mauricio Kuri González

Secretaria de Educación

Martha Elena Soto Obregón

Coordinadora de Desarrollo Educativo

María Begoña Corona Ortega

Director de Educación

Juan Francisco Ledesma Meré

Director de la UPN 22-A Qro

J. Guadalupe Rivas Guzmán

Subdirector Académico de la UPN 22-A Qro

Juan Ignacio Briseño Pérez

Jefe Administrativo de la UPN 22-A Qro

José Alejandro Cabello Moya

Primera edición: abril de 2023

Agrietar la Uni-versidad.

Reflexiones interculturales y decoloniales por/para la vida

Una edición de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 22A Qro y

Lengua de Gato Ediciones

© 2023 de la obra, Catherine Walsh

© 2023 de esta edición, Universidad Pedagógica Nacional, unidad 22A Qro

Universidad Pedagógica Nacional 22-A Querétaro

Av. Pie de la Cuesta esq. Playa Rincón, Col. Desarrollo San Pablo, CP. 76130,

Santiago de Querétaro, Querétaro, México.

http://upnqueretaro.edu.mx/

© 2023 de esta edición, Lengua de Gato Ediciones

Coordinación editorial y diagramación de interiores

Rene Olvera Salinas

Compiladorxs

Rene Olvera Salinas, Victor Torres Leal y Patricia Roitman Genoud

Diseño de portada

Martín Villarroel Bogna

Fotografía en portada

Mille Rodrigues Fernandes, Salvador da Bahía, Brasil, 2018

ISBN 978-607-8696-64-2

P:05

KRÍSIS

Es una serie editorial de la Universidad

Pedagógica Nacional, unidad 22A

Querétaro, que en colaboración con otras

casas editoras, se propone la publicación

digital e impresa de obras históricas y

presentes cuyo horizonte sea la reflexión

crítica sobre el estado de incertidumbre de

nuestros propios (o ajenos) territorios, en un

afán de abrir posibilidades de futuro desde

nosotros y nosotras mismas, tal como lo

sugiere el vocablo griego que hemos elegido

para nombrarla.

P:07

Índice

Presentación 9

A manera de prólogo. Pintar la universidad

Por: Víctor Torres Leal 17

¿Son posibles unas ciencias sociales/culturales otras?

Reflexiones en torno a epistemologías decoloniales 31

Estudios (inter)culturales en clave de-colonial 55

Universidades, seres, saberes y (geo)poder(es)

en Ecuador y América del Sur 85

¿Interculturalidad y (de)colonialidad?

Gritos, grietas y siembras desde Abya Yala 113

Educación superior y conocimiento en

América Latina: Justicia epistémica, descolonización

y las potencialidades de la educación intercultural 155

Sembrar academia de otro modo.

(Mis) Encrucijadas de/con la Educación Superior 173

P:09

9

Presentación

Agrietar la Uni-versidad. Reflexiones interculturales

y decoloniales por/para la vida, es un homenaje

al caminar existencial, político, pedagógico,

intelectual de nuestra compañera Catherine E. Walsh,

caracterizado por el afán permanente, necio, de

aprender a pensar colectivamente desde y con (y no

sólo sobre) lxs sujetxs1

y realidades que nos rodean,

siempre en plural, tratando de entender como diría

Stuart Hall “qué es lo que hace que nuestras vidas y

sociedades en las que vivimos sean tan profundamente

antihumanas”2

y en el proceso, procurar a toda costa

abrir, ensanchar, conectar posibilidades de existencias

más justas y dignas.

Un afán, una necedad por la construcción de un nosotrxs

por la vida, que tiene raíz ancha y profunda. Desde

muy joven, durante los años 70´s, Catherine participó

políticamente en colectivos multirraciales y feministas

en la Universidad de Massachusetts (UMASS) Amherst,

luchando en contra de la máquina de guerra y el sistema

racista-patriarcal del capital y de conocimiento, lo cual

materializó en la organización de una escuela alternativa

de educación básica antirracista y antisexista. Es también

en esta década cuando conoció por vez primera el país que

la acogería durante las últimas casi tres décadas, Ecuador,

1 El uso del “x” va en consonancia con el lenguaje desobediente y mi- litante, promovido de manera particular por los y las zapatistas, que

pretende señalar la co-presencia femenina y masculina, y de hombres y

mujeres.

2 Stuart Hall, “Estudios culturales y sus legados teóricos”, en Stuart

Hall. Sin garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, eds. Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Víctor Vich. Quito: Corporación Editora Nacional, Universidad Andina Somón Bolívar, Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar-Pontificia Umiversidad

Javeriana-Bogotá e Instituto de Estudios Peruanos-Lima, 2013.

P:10

10

donde trabajó enseñando danza y como cocinera en un

restaurante-proyecto colectivo cultural.3

En la década siguiente, Walsh regresó a la Universidad

de Massachusetts, esta vez para realizar sus estudios de

posgrado bajo la tutela del historiador y activista de los

derechos civiles Meyer Weinberg, impulsando a su lado

el “Centro Horace Mann Bond para la Educación de la

Igualdad”, integrándose poco después como profesora

y directora de la oficina regional que promovía la

educación bilingüe, la formación de maestras y maestros

y los derechos lingüísticos y culturales. Dentro, fuera

y/o a pesar de la universidad4

, como suele decir ella,

se dedicó al trabajo con activistas y comunidades

africano-americanas, boricuas, latinas, haitianas,

asiáticas y caboverdianas, así como con organizaciones

de defensa legal en casos contra el racismo y a favor de

los derechos culturales, lingüísticos y educativos.

A finales de esa misma década, Walsh trabajó en

Estados Unidos durante tres años, junto con el pedagogo

brasileño Paulo Freire, co-facilitando seminarios de

educación popular en la comunidad latina y seminarios

en la Universidad. Ambos, junto con otrxs intelectuales

comprometidxs formaron la primera Red Nacional

de Pedagogía Crítica, participando activamente en

proyectos colectivos para la formación de jóvenes

investigadorxs, personas migrantes y refugiadas y

de alfabetización bilingüe, proyectos que comienzan

a construir el sueño de migrar hacía “el sur”, lo cual

ocurriría en los años 90´s.

3 Los diversos datos de la información biográfica en esta presentación han sido retomados de distintas fuentes. Véase principalmente:

http://catherine-walsh.blogspot.com/

4 En adelante, usaremos esta tipografía diferente, para referir afirmaciones hechas por la propia Catherine Walsh a lo largo del libro.

P:11

11

En 1993, y siendo becaria de Fulbright Ecuador,

participó con la Confederación de Nacionalidades

Indígenas del Ecuador (CONAIE) en el proceso de

lucha por la educación bilingüe como demanda

histórica del movimiento indígena, colaborando en

la conceptualización de un proyecto de universidad

indígena, a tan solo tres años del Levantamiento del Inti

Raymi de 1990 del movimiento indígena ecuatoriano,

referente mundial en la lucha por la reivindicación de

la autodeterminación de los pueblos y nacionalidades

indígenas.

A partir de 1996 Catherine Walsh ha vivido

permanentemente en Ecuador, desempeñándose, hasta

el 2022, como profesora de la Universidad Andina

Simón Bolivar (UASB), institución de posgrado,

pública y de carácter internacional, así como directora/

fundadora del Doctorado en Estudios Culturales

Latinoamericanos, un programa de estudios culturales

concebido no desde la teoría en sí sino con relación a las

prácticas y luchas políticas, perspectiva que trastoca las

relaciones intersubjetivas entre sus actores, el currículo,

la relación con las comunidades de sus diversos

integrantes, entre otros aspectos, reconociendo la

subjetividad e historicidad siempre presente en lo cultural

desde una perspectiva de conocimiento que se esfuerza por

construir puentes de convergencia entre; entre proyectos

político-intelectuales dentro y fuera de la universidad,

pensares críticos y conocimientos, sus racionalidades y

localizaciones geopolíticas, particularmente con relación

al enlace íntimo de lo cultural con lo económico, social

y epistémico, programa a partir del cual reflexionan

algunos de los textos contenidos en este libro.

Desde “la mitad el mundo”, Walsh ha hecho propios

diversos encargos, como ella los llama, realizados por

P:12

12

parte de colectivos, organizaciones, movimientos

indígenas y afrodescendientes, como por ejemplo, la

fundación en el 2002 del Fondo Documental AfroAndino, convertido en el archivo más grande de

América Latina de la memoria colectiva negra, oral y

visual; encargo hecho por el Proceso de Comunidades

Negras, de la mano del maestro, obrero del proceso

y hoy ancestro, Juan García Salazar. Otro de los

encargos significativos de Catherine Walsh fue la

asesoría a la Asamblea Constituyente, encargada de

dar forma a la Constitución de la República del Ecuador

de 2008, específicamente en el tema de derechos

afroecuatorianos, así como la concepción práctica del

Estado Plurinacional e Intercultural, en su momento

detonante de la esperanza por una transformación de

los Estados mononacionales en todo el continente,

y cuya implementación ha criticado con fuerza ante

la continuidad del modelo económico y político

extractivista de los gobiernos en turno, incluidos

los de la izquierda institucional que la impulsaron.

A pesar de ese largo camino de experiencias, Cathy,

como algunos la llamamos, rechazó el camino

Académico (con mayúsculas) hegemónico, y entre

cruces y conflictos constantes con él, asumió un papel

de aprendiz permanente de los pueblos y procesos en

resistencia por la vida. Constancia de ello, además de

lo ya relatado, fue la invitación que en 2013 recibiera

por parte de los Subcomandantes Marcos (ya finado) y

Moisés, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,

a participar como escucha en el Primer Grado de la

Escuelita Zapatista “La Libertad según lxs zapatistas”,

en las comunidades autónomas rebeldes del estado de

Chiapas, México.

P:13

13

Es desde y con este ancho camino de más de medio

siglo de pensares y haceres colectivos, que Walsh ha

configurado una forma propia de leer/hacer el mundo,

como intelectual militante, pedagoga y sembradora de,

por y para la vida, ante las violencias en sus múltiples

manifestaciones: racistas, machistas, heteropatriarcales,

capitalistas, epistémicas, existenciales, territoriales,

corporales e institucionales, todas presentes también en

el territorio desde el cual ha sido su lugar de enunciación

como estudiante, profesora, investigadora, durante

la mayor parte de su vida, la universidad, lugar de

enunciación también de quienes lanzamos hoy este libro

como botella a la mar, desde la urgente e importante

necesidad encarnada de reflexionarnos críticamente en

ella.

En cada uno de los textos que presentamos en

esta compilación, la mayoría de ellos conferencias

y ponencias presentadas en espacios universitarios,

Walsh coloca sobre la mesa la necesidad de pensar

la universidad, la práctica educativa en general, y

particularmente de las ciencias sociales y humanidades,

no de manera neutral y uni-versal, sino como un

territorio donde lxs sujetxs que participamos en ella

disputamos permanentemente dentro, fuera y más allá

del mismo, proyectos existenciales, éticos, políticos

respecto a qué es y/o como deberían ser, para quiénes

están siendo y/o para quiénes deberían ser, y desde

qué perspectivas epistemológicas se construyen

y/o deberían construirse. Una disputa, no obstante,

desigual, donde el proyecto de uni-versidad que

funciona como empresa científica, profesionalizante y

deshumanizante al servicio de la acumulación de capital

y del fortalecimiento del Estado mono-nacional, ha

sido el predominante histórica y hegemónicamente,

P:14

14

produciendo la negación de la pluralidad de voces

críticas de seres, saberes, cosmologías y visiones prácticas

de vida, y en las últimas décadas en el desmantelamiento

de la educación pública y comunitaria, la privatización,

estandarización, el control político, ideológico, religioso

y de conocimiento, así como la aplicación de políticas

estatales corporativas, dando paso a practicas de violencia

epistémica, ética, social, cultural, lingüística, étnico racial

y existencial.

Con el titulo que hemos dado a esta publicación,

Agrietar la Uni-versidad, ponemos énfasis en la

necesidad de posicionarnos política, ética, epistémica

y estratégicamente frente a la realidad desplegada por

dicho proyecto sobre nuestros propios territorios y

lugares de enunciación como docentes, estudiantes y

autoridades universitarias, apostando a la defensa de las

grietas en ella existentes -aunque de manera marginal y

siempre al borde de la imposibilidad- donde se construyen

y caminan formas de estar-hacer-sentir-pensar-saber-vivir,

que abrevan de horizontes no capitalistas, no estatistas,

no patriarcales y no coloniales, y que como apuntamos

en el caminar colectivo de Walsh, existen en las formas

de estrategias, prácticas y metodologías-pedagogías que se

entretejen con y se construyen en las luchas de resistencia,

insurgencia, cimarronaje, afirmación, re-existencia,

rehumanización y liberación, así como en las acciones

sociales, políticas, performáticas, espirituales -todas

pedagógicas- que empleamos para in-surgir y construir, y

también para ensanchar y profundizar las grietas.

Entendemos este libro no como un catecismo

de lo que deberíamos hacer, sino como un espejo

para mirarnos a nosotrxs mismxs desde los diversos

problemas que los textos proponen, para ser discutidos,

repensados y aporten herramientas en la construcción

P:15

15

colectiva, insistimos, colectiva, del sueño de agrietar

la Uni-versidad, un sueño eminentemente político,

como decía Paulo Freire, situado en el contexto y por

los sujetxs que lo producen, encarnado, coherente

entre lo que dice y lo que hace, al tiempo que reconoce

sus contradicciones para superarlas, y que nos exige

“comprender el presente no solo como un presente

de limitaciones sino también de posibilidades”5

, insurgidas en el transcurrir del proceso mismo de su

hacer.

¡Va esta botella a la mar!

Lxs compiladorxs

5 Paulo Freire y Antonio Faundez. Por una pedagogía de la pregunta.

Crítica a una educación basada en respuestas a preguntas inexistentes. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2013, p. 99.

P:17

17

Prólogo

Pintar la universidad

Por: Víctor Torres Leal

“¿Qué tengo que decirle a la Universidad…?

Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de

mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los

profesores; que se pinte de obrero y de campesino,

que se pinte de pueblo…”

-Ernesto “Che” Guevara (1958)

El escenario de exacerbada convulsión social que

vivimos como país México y en el mundo en

general no es sino la manifestación descarnada

de un continuum en la ruta de deshumanización del

sistema geopolítico. Concomitantes a los crímenes en

contra del pueblo, en nuestro país las tecnologías de

poder capitalista se objetivan en prácticas sociales que

ponderan el consumismo y el individualismo como ejes

estructurantes de lo social en detrimento de la condición

humana y con cargo a la Madre Tierra. Es el paradigma

moderno de la guerra6

, el que pauta las formas actuales

de socialización. Este es el marco referencial histórico en

el que la universidad despliega su ser, el cual, atravesado

por dinámicas complejas, se va decantando cada vez

más hacia la vertiente empresarial que demanda de ella

el capitalismo para la extracción de ganancia. También

6 Sistema las jerarquías de raza, género y sexualidad, que fueron

creadas o fortalecidas por la modernidad europea, en el proceso de

conquista y esclavización de un sinnúmero de pueblos en el planeta.

Maldonado-Torres, N. (2007). Sobre la colonialidad del Ser: Aportes

al desarrollo de un concepto. En Castro-Gómez, S. y Grosfoguel, R.

(eds.) El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica

más allá del capitalismo global. (p. 161). Bogotá: Siglo del Hombre

Editores.

P:18

18

es el lugar de enunciación de quienes afirmamos que

otra universidad es posible.

Quienes hacemos parte de las comunidades

universitarias, estamos frente al desafío de repensar

y replantear la agencia social de la universidad frente

a la decadencia generalizada de los estados nacionales

modernos que, sin distinción de signos políticos, han

impulsado una reconfiguración de la universidad y

su consecuente refuncionalización en el contexto del

capitalismo global. Me interesa plantear en estas líneas

un esbozo de problematización para pensar en torno a

los modos de subjetivación, las formas de conocimiento

y los procesos de organización en la universidad.

Aspectos que dan forma a nuestras historias y

trayectorias, así como también estructuran los lugares

institucionales que habitamos y que nos habitan.

Para problematizar la universidad, acudo a los

referentes que me permiten procesar las inquietudes

éticas y cognitivas que emergen en el camino; en este

caso, una aproximación en clave pedagógica desde

mi perspectiva como profesor universitario formado

en las aulas de una universidad pública que, como en

tantas otras se reproduce el modelo epistémico de la

modernidad y se da forma al tejido de las sociedades

docilizadas y despolitizadas. Sin embargo, dicha

reproducción enfrenta resistencia, que por minúscula

que aparezca, hace grietas, abre espacios, muestra los

intersticios entre trama y urdimbre del tejido que serán

el lugar de la pregunta, las condiciones de posibilidad

del pensamiento crítico.

P:19

19

Con la universidad, siempre. A pesar de ella.

Es más o menos compartida la visión diagnóstica de

las universidades occidentales y occidentalizadas, que

arroja como resultado la afirmación de que éstas son

objeto de la colonialidad7

, y que su condición colonial

se manifiesta en las formas de subjetivación, las formas

de organización social y las formas de conocimiento

que se legitiman en el ámbito universitario. La

estructura y funciones de la universidad, constructo

medieval afianzado en la modernidad ilustrada, se

reorganizan a partir del dispositivo epistémico, político

y óntico moderno-colonial, validando discursos y

prácticas orientados a la inferiorización -cuando

no al borramiento- de otras maneras de conocer, de

organizarse y de existir en el mundo.

La configuración de la norma social en la modernidadcolonialidad demanda garantías para su reproducción y

perfeccionamiento, desde el espacio educativo se han

impulsado los mecanismos para dar respuesta a dicha

demanda; hablo entonces de una educación colonial. El

discurso pedagógico colonial y las prácticas en las que

se materializa favorecen un tipo deseado de sociedad

y de individuo sometidos. Los establecimientos de la

modernidad han definido complejos mecanismos de

disciplinamiento de mentes y cuerpos, sin que nada

7 Sobre la a noción de colonialidad: “…no obstante que el colonialis- mo político fue eliminado la relación entre la cultura europea, llamada

también “occidental”, y las otras, sigue siendo una relación de domina- ción colonial. No se trata solamente de una subordinación de las otras

culturas respecto de la europea, en una relación exterior. Se trata de

una colonización de las otras culturas, aunque sin duda en diferente

intensidad y profundidad según los casos. Consiste, en primer término,

en una colonización del imaginario de los dominados. Es decir, actúa en

la interioridad de ese imaginario. En una medida, es parte de él.” (p. 12)

Quijano, A. (1992). Colonialidad y modernidad/racionalidad. En Perú

Indígena. 13(29), 11-20.

P:20

20

obste el cruel ejercicio de la violencia unas veces sí y

otras también. En el terreno educativo, los aparatos

burocráticos declaran enemigos a todos aquellos que

no se ajustan a la norma pedagógica, criminalizando

las expresiones disidentes a dicha norma. La gama de

matices que tiene el ejercicio de violencia simbólica y

tácita de la matriz de poder colonial es amplia y diversa.

Basta con mirar las políticas educativas en nuestro país

a lo largo de su historia para saber que la impronta

que llevan los diferentes momentos de la educación en

México es la de la colonialidad. La educación de las y

los educadores por supuesto no es la excepción a la

norma pedagógica-colonial. En estos días en los que

un pretencioso aparato conceptual y sus derivaciones

metodológicas avanzan para moldear desde las

aulas, las oficinas gubernamentales y los think tanks

empresariales, mentes, manos y corazones de quienes

tendrán el encargo de perpetuarlo; las universidades

participan de la reedición continua de la historia del

despojo, del silenciamiento y negación de toda forma

no eurocéntrica del ser, del poder y del saber.

En el momento histórico actual donde el capitalismo

a escala global no es ninguna novedad en nuestras vidas,

tampoco es nueva la tendencia a la corporativización

empresarial de las universidades. Existen numerosas

investigaciones que dan cuenta de cómo los discursos de

la productividad, la eficiencia, la calidad y el desarrollo

han tomado el papel protagónico en la configuración

de las políticas educativas en educación superior. Se

observa que la tendencia es generalizada (con destacadas

excepciones) y es posible verificar empíricamente que

el quehacer universitario se vincula cada vez menos

con las procesos y luchas de los sectores sociales más

postergados, mientras que sus tareas sustantivas se

P:21

21

asimilan a procesos fabriles gobernados por criterios

de rentabilidad. Pienso en los posgrados en educación o

en ciencias sociales con enfoque crítico, antes reductos

de la intelectualidad rebelde en las universidades,

que fueron condicionados a ser autosustentables

financieramente forzando su reconversión a partir de

políticas de calidad y, en algunos casos orillados a su

desaparición. Y, sin embargo, se mueve. La universidad

todavía resiste el embate.

¿Qué le da lugar a la esperanza de una universidad

otra en este contexto tan adverso a la humanización

de la sociedad? El pensamiento crítico en el siglo XX

denunció el estado de crisis de la universidad concebida

desde los parámetros de la modernidad como faro del

progreso y reserva moral de los pueblos; así también

posicionó una agenda de refundación del modelo de

universidad que reivindicara el carácter popular de

la educación pública. Hoy somos testigos de que no

sólo ese proyecto sigue sin concretarse, sino que se

suman nuevos desafíos político-pedagógicos que

diversas vertientes renovadas del pensamiento crítico

han sabido trazar y llevar al terreno teórico-conceptual:

descolonización, justicia epistémica, relacionalidad,

diálogo de saberes, trasnsdisciplinariedad,

transculturalidad, agrietamientos, y otros que se

identifican con la defensa de la vida digna. Pensar

críticamente la universidad nos lleva a visibilizar

la condición deshumanizada de la educación en el

orden colonial, y esto, aunque indispensable, presenta

riesgos como los de caer en el cinismo snob de quien

ha perdido la capacidad de indignarse y se abraza a la

indolencia, o en la pereza fatalista de los resignados.

También corremos el riesgo de hacer lecturas ingenuas

o maniqueas de una dinámica compleja que exige que

P:22

22

la intelectualidad crítica se piense a sí misma, y haga

de esta reflexión el alimento de la esperanza, que

como afirmó Paulo Freire8

(p. 71) es el condimento

indispensable de la experiencia histórica ya que sin ella

no hay historia sino puro determinismo.

Los colores de la universidad.

En diciembre de 1958 en un discurso a la comunidad

académica de la Universidad Central de las Villas,

Ernesto Guevara “el Che”, pronunció desde su lugar

como líder triunfante de la revolución cubana, palabras

que resuenan hoy al problematizar la universidad que

somos. Pidió a estudiantes, pero especialmente a

docentes que abran la universidad, que la pinten de los

colores del pueblo cubano. Pienso en la vigencia de tal

mandato y sus implicaciones en el contexto y condición

actual de la universidad occidentalizada; pienso en el

contenido semántico actual de las categorías presentes

en el epígrafe de este texto: las de corte político (pueblo,

trabajadores obreros y campesinos), las étnico/raciales

(negro, mulato), las pedagógicas (estudiantes, docentes).

Las claras ausencias de categorías que hoy no podríamos

dejar de lado son comprensibles en el contexto de

producción del discurso. Pero el pensamiento crítico

no se agota en el interés por comprender, aspira a

transformar; esto exige actualizar el potencial analíticocrítico de nuestros marcos de referencia. Retomando

la metáfora, ¿qué significa para estudiantes y docentes

pintar de pueblo la universidad? ¿cuáles son hoy los

colores del pueblo? ¿qué metodologías y pedagogías

debemos construir para pintar la universidad de pueblo?

8 Freire, P. (1997). Enseñar no es transferir conocimiento. En Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica. México.

Siglo XXI editores.

P:23

23

¿cuál es el papel de la intelectualidad crítica y de los

movimientos sociales en este proyecto? ¿cuáles son los

límites que se nos presentan a quienes asumamos la

tarea? ¿cuál es la voz que nos insta a seguir pugnando

por una universidad popular?

Como ejercicio de situar en diversos planos de la

colonización de la universidad, propongo algunas

consideraciones que derivan preguntas, como

incipientes vías para la resignificación del “pintar la

universidad”:

1. El proyecto de razón ilustrada encontró en la

Universidad el escenario idóneo para su concreción

seleccionando y clasificando el conocimiento,

diferenciando episteme y doxa, es decir,

jerarquizando. El surgimiento en los años 60 y

70 del siglo XX de una corriente de pensamiento

crítico que reivindica los saberes populares y

reconoce la agencia política de los pueblos; así

como la emergencia de movimientos indígenas,

afrodescendientes y fronterizos en los años 90,

que como planteó Catherine Walsh9

dibujan un

mapa “otro”, abren vías de posibilidad hacia la

descolonización epistémica en la universidad.

Gobiernos de diversos países, sobre todo los

llamados progresistas, han incorporado estos

legados para revestir con conceptos de la teoría

crítica e incluso del pensamiento decolonial

(para ejemplo el nuevo Plan de estudios de la

educación básica 2022), un proyecto político

sostenido en el extractivismo y el despojo

en los territorios de los pueblos originarios.

9 Universidades, seres, saberes y (geo)poder(es) en Ecuador y América

del Sur.

P:24

24

Lo anterior encuentra su correlato en la vida

en las universidades tanto en el contexto de

la producción de conocimiento, como en las

prácticas educativas. Existe una apropiación

en los espacios académicos de conocimientos

y símbolos populares, que son tomados como

materia prima a transformar en la universidadfábrica del conocimiento válido, objetos

a sancionar en el tribunal de la razón que

legitima los saberes. También observamos esta

apropiación en el uso descontextualizado de

conceptos y narrativas de los pueblos, práctica

que simula un compromiso con éstos para la

obtención de beneficios materiales y simbólicos

en el campo universitario; palabra inauténtica

la llamó Freire10. Problematizar la producción y

circulación de los saberes subalternizados en

la universidad conlleva, entre otras cuestiones,

a preguntarnos por la valoración que tienen en

el proceso educativo: ¿hemos reconocido su

estatuto epistemológico o son la doxa popular

a la que habremos de diseccionar para su

comprensión e intervención iluminista? ¿cómo

hacer del espacio universitario un lugar en

el que los saberes populares sean valorados

como epistemológicamente autónomos y no

únicamente objetivizados para su estudio por

las disciplinas científicas? ¿cuál es nuestra labor

como agentes pedagógicos en la universidad

para hacer efectivo el reconocimiento de los

sujetos históricamente negados como actores

políticos productores de conocimiento válido?

10 Freire, P. (2005). Capítulo III. En Pedagogía del oprimido. México:

Siglo XXI editores.

P:25

25

Aunque parece que persiste la hegemonía

de las prácticas extractivistas en la producción

de conocimiento en el espacio universitario,

se están incorporando cada vez más miradas

desde nuevos paradigmas de pensamiento que

proponen un giro que saque a la universidad de

sus taras coloniales. De los intersticios que abre

el pensamiento crítico surgen nuevos colores

que poco a poco van pintando el monocromo

que pretende la racionalidad moderna-colonial.

2. Cuando pensamos la universidad

ontológicamente, observamos que es necesaria

una transformación en las formas de ser/estar en

y con el mundo. En la ontología de la modernidad

en donde todo -personas incluidas- es un recurso

por extraer, un territorio por conquistar para su

mercantilización; el sujeto afirma su existencia

en la medida en que concreta los valores del

sujeto eurocéntrico, que no son otros que los de la

competitividad y el individualismo. Si bien, desde

hace tiempo el proyecto colonial ha quedado

expuesto en sus efectos manifestados como

racialización, dominación, opresión, explotación

y devastación de la vida; en los espacios

educativos las experiencias de resistencia siguen

siendo marginales. El aparato universitario en

tanto se asume como entidad proveedora y

vigilante del desarrollo social, cumple con la

tarea de funcionalizar la educación de los sujetos

en los términos del mercado. Esto se resume en

los rasgos que caracterizan hoy la gran mayoría

de los ámbitos universitarios, como afirma

P:26

26

Walsh11: disciplinamiento, la despolitización

y des-subjetivización, la no intervención.

La universidad no se ha desvinculado de

la sociedad, es cada vez más evidente la

profundización del vínculo con cierto sector

minoritario y privilegiado de la sociedad;

mientras que su vinculación con movimientos,

procesos y luchas de los sectores marginados se

percibe muy acotado. ¿Para qué y para quién debe

ser la universidad hoy? ¿cómo habilitar el espacio

universitario como lugar en el que quepan todas

las formas de existir? ¿cómo garantizar que la

diversas formar de ser, sentir y pensar sean

respetadas en su dignidad? ¿cómo hacer de la

universidad un camino hacia la humanización de

las formas de existir deshumanizadas? Considero

que, ante estas inquietudes, son los movimientos

sociales-populares- contrahegemónicos, los

actores que más han interpelado pedagógicamente

las formas existenciales deshumanizadas/

deshumanizantes, y han construido mecanismos

teóricos y políticos para resistir sus efectos.

Un marcador en la historia de los movimientos

sociales en México fue la histórica movilización

en la que cientos de personas originarias de

los pueblos indígenas del sureste mexicano,

recorrieron en 2001 buena parte del territorio

nacional, para llegar a la capital, tomar la

mayor plaza pública y ante miles de personas

ahí presentes y millones que fueron testigos a

la distancia pronunciar ¡Nunca más un México

sin nosotros! El color de la tierra es la expresión

que dio nombre ese acontecimiento, pero es

11 Op. cit.

P:27

27

mucho más. Es una convocatoria a pensar nuestra

existencia por fuera de las formas de ser/estar

occidentalocéntricas, y a reconocer en las dignas

luchas de los pueblos que resisten el embate voraz

del proyecto de guerra capitalista, el ineludible

desafío de humanizarnos, de “ser más”, aun en el

contexto de guerra en el que vivimos. “Es la hora

de los pueblos indios, del color de la tierra, de

todos los colores que abajo somos y que colores

somos a pesar del color del dinero”12 Habremos

de pintar la universidad también del color de la

tierra.

3. Si partimos de la de que el proyecto moderno

de universidad se encuentra en crisis, que

gramscianamente definiremos como el hecho

de que lo nuevo no termina por nacer y lo

viejo no termina por morir, nos encontramos

entonces en un interregno (p.37)13; es ahí

donde se verifican los fenómenos morbosos

más variados. Hoy presenciamos cómo la

universidad “faro” que iluminaba la ruta del

progreso fue alcanzada por los efectos del

sistema social que sustentó; es causa y efecto

de la matriz de poder que siembra violencia y

cosecha muerte disfrazada de ganancias. El viejo

orden en descomposición muestra sus peores

caras también en el espacio de la universidad:

violencia de género, fraudes financieros, despojo

y eliminación de saberes subalternizados,

cooptación de movimientos sociales,

extractivismo, entre otros síntomas mórbidos.

12 Discurso del Subcomandante Marcos pronunciado en el Zócalo de la

Ciudad de México el 11 de marzo de 2001.

13 Gramsci, A. (1981). Cuaderno 3. Cuadernos de la cárcel. Tomo II.

México: Era.

P:28

28

Antonio Gramsci advirtió también que este

interregno es el sitio donde se da la posibilidad más

abierta a la agencia social y la acción colectiva al

encontrarnos frente a un debilitamiento del poder

estructural, así como ante la aparición de nuevos

actores y la reaparición de otros. Tal vez aquí

hallemos elementos explicativos de la emergencia

de diversas colectividades que disputan el poder

en el espacio educativo desde coordenadas otras,

generando agrietamientos, trayendo nuevos

colores a la arena política en la universidad.

Lo anterior mencionado, acarrea el histórico

problema político de la organización social y

por consiguiente, la necesidad de pensar nuestra

relación con el problema desde los espacios

académicos. Situar el problema de la organización

en los sujetos docentes, es un elemento clave para

derrumbar el andamiaje institucional y normativo

de la universidad occidentalizada y comprometer

nuestros esfuerzos con el surgimiento de una

universidad otra, más justa y libre. Sabemos

que este quehacer político lleva en su núcleo la

necesidad de construir un diálogo auténtico, con

las dificultades que esto impone. En el desarrollo

freireano14 sobre el diálogo encontramos diversas

claves que lo problematizan y lo sacan del terreno

del sentido común. Quiero hacer referencia

a un elemento en particular: la humildad.

La carencia de humildad es tal vez, el rasgo

más claro de la herencia colonial en las academias

universitarias y a su vez, el más grande límite

para la organización docente frente al proyecto

capitalista de guerra contra la vida. Es la humildad

14 Op. cit.

P:29

29

la que nos permite reconocernos ya no en el yo sino

en el nosotros. La soberbia individualiza al sujeto.

Las y los zapatistas15 lo han advertido de manera

clara: el sistema capitalista por su capacidad

de mutación y supervivencia, su habilidad para

regenerarse y sus múltiples recursos para cumplir

su propósito de muerte, excede las posibilidades

del yo individual aún para la comprensión de sus

dinámicas. Preguntan los zapatistas: “¿Están

dispuestos, dispuestas, dispuestoas quienes

luchan con el pensamiento crítico a diluirse y

potenciarse en un colectivo? ¿Cederían gustos@s

las semillas orgánicas que han conseguido para

que en los distintos semilleros provoquen el

pensamiento, la discusión, la imaginación, la

creatividad?” Pregunto, ¿estamos dispuesto(a)s

a pintar la universidad del color de la humildad?

Comparto estas reflexiones que surgen en el diálogo

con intelectuales críticos y sobre todo con movimientos

sociales contrahegemónicos, que a su tiempo y en

sus formas emergen no para ser modelos ejemplares,

sino para invitar a pensar-sentir-hacer luchas propias,

aventurar la búsqueda por nuevos métodos de lucha en

nuestros territorios. Valoro altamente sus legados y su

agencia pedagógica no en una dimensión prescriptiva,

sino en su capacidad de inspirar formas otras de existir,

estar y pensar en la universidad.

La universidad otra no espera a nacer sobre las

ruinas de la universidad occidentalizada; la lucha

por abrir espacios para el pensamiento crítico es un

proceso que subvierte el orden impuesto en tanto

15 Comisión Sexta del EZLN. (2015). Una guerra mundial. En El pensamiento crítico frente a la Hidra capitalista (pp. 328-329). México.

P:30

30

proyecta acciones liberadoras. Implica derrumbar las

estructuras y engranajes del dispositivo epistémico,

óntico y político que coloniza la universidad, al tiempo

que hace resurgir la vocación por la humanización en

quienes la conformamos.

P:31

31

¿Son posibles unas ciencias sociales/

culturales otras? Reflexiones en torno a

epistemologías decoloniales1

…Es necesario ‘descontruir’ lo pensado

para pensar lo por pensar.

Para desentrañar lo más entrañable

de nuestros saberes y para dar curso

a lo inédito, arriesgándonos a desbarrancar

nuestras últimas certezas y a cuestionar

el edificio de la ciencia.

- Enrique Leff (2004)

En América Latina, como en otras partes del

mundo, el campo de las ciencias sociales ha sido

parte de las tendencias neoliberales, imperiales

y globalizantes del capitalismo y de la modernidad.

Son tendencias que suplen la localidad histórica por

formulaciones teóricas monolíticas, monoculturales y

“universales” y que posicionan el conocimiento científico

occidental como central, negando así o relegando al

estatus de no conocimiento, a los saberes derivados

en lugar y de racionalidades sociales y culturales

distintas. Claro es que en esta jeraquización, existen

ciertos supuestos como la universalidad, neutralidad

y no-lugar del conocimiento científico hegemónico

y la superioridad del logocentrismo occidental como

racionalidad única de ordenar el mundo.

Son estos supuestos asumidos como verdad que

han venido organizando y orientando las ciencias

sociales hegemónicas desde su origen. No obstante,

y desde los años 90, se observa en Latinoamérica un

fortalecimiento de estos supuestos como parte de la

1 Originalmente publicado en Nómadas, No.26, abril 2007, 102-113.

P:32

32

globalización neoliberal extendida a los campos de

ciencia y conocimiento. Es en este fortalecimiento,

evidente en la mayoría de las universidades de la

región, que la escisión cartesiana entre el ser, hacer y

conocer, entre ciencia y práctica humana se mantiene

firme, que el canon eurocéntrica-occidental de teoría

se reposiciona como marco principal de interpretación y

que el borramiento del lugar (incluyendo la importancia

de experiencia basada-en-lugar) se asume sin mayor

cuestionamiento. Las consecuencias, como argumenta

Arturo Escobar (2005), se encuentran, por un lado, en

las asimetrías promovidas por la globalización (donde

lo local se equipara al lugar y a la tradición, lo global

al espacio, al capital y a la historia) y, por el otro

lado, en los entendimientos de conocimiento, cultura,

naturaleza, política y economía y la relación entre ellos.

Cierto es que en los últimos años la ciencia, el

conocimiento especializado de la academia en general

y de las ciencias sociales en particular y las posturas

políticas, sociales y culturales dominantes en torno a

su teorización han sido temas de debate global2

. Sin

embargo, y a parecer, el impacto de estos debates en

el pensamiento y la ciencia social latinoamericana

y su práctica ha sido casi nulo. En contraste con las

iniciativas de los años 60 a 70 a construir unas ciencias

sociales propias y críticas, promover diálogos Sur-Sur

e impulsar una praxis y un pensamiento de América

2 Estas discusiones empezaron a visibilizarse con la publicación del

Informe de la Comisión Gulbenkian en 1996 Abrir las ciencias sociales, aunque se evidenciaban anteriormente en algunos autores europeos

como Foucault y Bourdieu, y autores latinoamericanos como Stavenhagen, González Cassanova y Quijano, entre otros. Para debates más

recientes y partiendo del problema de la modernidad/colonialidad, ver

Castro-Gómez (2000), Lander (2000ª), Walsh, Schiwy y Castro-Gómez

(2002).

P:33

33

Latina desde adentro3

, actualmente se evidencia en

la región un regreso a los paradigmas liberales del

siglo XIX, incluyendo a las metanarrativas universales

de modernidad y progreso y una posición de no

involucramiento (Lander 2000). Pero también se

evidencia la instalación de una nueva racionalidad

científica que “niega el carácter racional a todas las

formas de conocimiento que no parten de sus principios

epistemológicos y sus reglas metodológicas (Santos

1987, 10-11).

Por lo tanto, el problema no descansa simplemente

en abrir, impensar o reestructurar las ciencias sociales

como algunos estudios sugieren, sino más bien poner

en cuestión sus propias bases. Es decir, refutar los

supuestos que localizan la producción de conocimiento

únicamente en la academia, entre académicos/

as y dentro del cientificismo, de los cánones y de

los paradigmas establecidos. También refutar los

conceptos de racionalidad que rigen el conocimiento

mal llamado “experto”4

, negador y detractor de las

prácticas, agentes y saberes que no caben dentro de la

racionalidad hegemónica y dominante. Tal refutación

no implica descartar por completo esta racionalidad,

sino hacer ver sus pretensiones coloniales e imperiales

3 No obstante, y como argumenta Lander (2000b), ésta producción

teórica todavía permanecía dentro de las metanarrativas universales de

modernidad y progreso; poco consideraba “las implicaciones enormes

de la pluralidad de historias, sujetos y culturas que caracterizan Amé- rica Latina” (521), como también los conocimientos de estos sujetos y

culturas y su producción intelectual. Eso es porque su locus central de

atención fue enfocado en la economía como el lugar de dominación, pa- sando por alto otras esferas, particularmente la de raza como base tanto

de la clasificación social como del Estado-nación (ver Quijano 2000).

4 Como argumenta Mignolo (2003), el conocimiento “experto” sirve

como base no sólo de la epistemología y la “ciencia” sino también de

la filosofía económico-política, incluyendo los conceptos de “democracia”, “libertad” y su conexión con el “desarrollo” y “progreso”, todos

ligados al mercado.

P:34

34

y disputar su posicionamiento como única, de esta

manera cuestionan también la supuesta universalidad

del conocimiento científico que preside las ciencias

sociales, en la medida en que no capta la diversidad

y riqueza de la experiencia social ni tampoco las

alternativas epistemológicas contra-hegemónicas y

decoloniales que emergen de esta experiencia.

¿Pueden las ciencias sociales hegemónicas ser

reconcebidas y reconstruidas desde la perspectiva

de la pluri-versalidad epistemológica y la creación de

vínculos dialógicos dentro de esta pluri-versalidad?

¿Qué implicaría considerar con seriedad las

epistemologías que encuentran sus bases en filosofías,

cosmovisiones y racionalidades distintas, incluyendo

en ellas las relacionadas con la experiencia social,

con el territorio y la naturaleza, las luchas políticas y

epistémicas vividas y con lo que Escobar (2005) llama

prácticas-en-lugar? ¿Es posible la construcción de

ciencias sociales/culturales “otras” que no reproduzcan

la subalternización de subjetividades y de saberes, ni

el eurocentrismo, el colonialismo y la racialización

de las ciencias hegemónicas, sino que apunten a una

mayor proyección e intervención epistémica y social

decoloniales? Son estas preguntas que guían la presente

discusión.

La modernidad/colonialidad y la relación raza-saberser-naturaleza

Un punto de partida para esta indagación se encuentra

en los orígenes y desarrollo de la modernidad y

en el colonialismo y capitalismo como sus partes

constitutivas. Entendemos modernidad no como

fenómeno intra-europeo sino desde su dimensión

P:35

35

global, vinculada con la hegemonía, dominación,

periferización y subalternización geopolítica, racial,

cultural y epistémica que la modernidad ha establecida

desde la posición de Europea como centro. La

colonialidad es el lado oculto de la modernidad, lo

que articula desde la llamada Conquista los patrones

de poder desde la raza, el saber, el ser y la naturaleza

de acuerdo con las necesidades del capital y para el

beneficio blanco-europeo como también de la elite

criolla. La modernidad/colonialidad entonces sirve, por

un lado, como perspectiva para analizar y comprender

los procesos, las formaciones y el ordenamiento

hegemónicos del proyecto universal sistema mundo (a

la vez moderno y colonial) y, por el otro, para visibilizar,

desde la diferencia colonial, las historias, subjetividades,

conocimientos y lógicas de pensamiento y vida que

desafían esta hegemonía.

Dentro de la colonialidad podemos distinguir

cuatro esferas o dimensiones interrelacionadas de

operación que, a partir de su articulación, contribuyen

a mantener la diferencia colonial y la subalternización.

La primera es lo que Aníbal Quijano (1999) ha llamado

la colonialidad del poder, entendida como los patrones

del poder moderno que vinculan la raza, el control del

trabajo, el Estado y la producción del conocimiento.

Esta colonialidad del poder instauró en América Latina

una estratificación social que ubica al blanco europeo

en la cima mientras el “indio” y “negro” ocupan los

últimos peldaños –estos dos grupos son construidos

como identidades homogéneas y negativas—. Fue este

uso e institucionalización de la raza como sistema y

estructura de clasificación el que sirvió como base

para posicionar jerárquicamente ciertos grupos

sobre otros en los campos del saber. Esta segunda

P:36

36

dimensión la de la colonialidad del saber que no sólo

estableció el eurocentrismo como perspectiva única

del conocimiento, sino que al mismo tiempo, descartó

por completo la producción intelectual indígena y

afro como “conocimiento” y, consecuentemente, su

capacidad intelectual.

La promoción de este enlace entre raza y saber, a lo

que Eze (2001) se refiere como “el color de la razón”, se

encuentra claramente en el pensamiento que, desde el

siglo XVIII ha venido orientando la filosofía occidental

y la teoría social. Tal vez el ejemplo más descarado

es del Immanuel Kant, quien en su antropología

filosófica señala que “La humanidad existe en su

mayor perfección en la raza blanca… Los negros son

inferiores y los más inferiores son parte de los pueblos

[nativos] americanos” (Kant citado por Eze, 2001, 231).

Esta perspectiva también se encuentra en el

pensamiento latinoamericano. Para Sarmiento, por

ejemplo, el indio representa “la barbarie y, por tanto,

hay que eliminarle para abrir paso al progreso y la

civilización… definitivamente existe la superioridad

de unas razas sobre otras; entre ellas, de la raza

anglosajona (citado por Sacoto, 1994, 9). El mismo

José Carlos Mariategui, conocido como uno de los

pensadores latinoamericanos más progresistas del siglo

XX, fue impulsor de esta colonialidad que propagó la

idea de una jerarquía racial y epistémico, en este caso,

en torno a los pueblos negros, justificando su exclusión

social, cultural, política y económica, como también

su silenciamiento dentro de la construcción teórica y

discursiva de la modernidad. Para Mariategui, mientras

que los indígenas sí podrían hacer una contribución

social y cultural a la sociedad moderna, los negros

no estaban en condiciones, “por la influencia cruda

P:37

37

y viviente de su barbarie”, a contribuir a la creación

de cultura ninguna (Walsh 2004, 336). Hasta el

antropólogo Fernando Ortiz, quien hizo mucho por

visibilizar las prácticas culturales de los afrocubanos,

tuvo en su trabajo temprano un pensamiento negativo

sobre los pueblos negros: “una raza que bajo muchos

aspectos ha conseguido marcar característicamente la

mala vida cubana comunicándole sus supersticiones,

sus organizaciones, sus lenguajes, sus danzas, etc.”

(Ortiz, 1917, 38).

Es a partir de esta racialización moderno-colonial

que se forjó la idea que los indios y negros por sí

mismos no piensan; cualquier saber viene simplemente

de la práctica de/con la naturaleza, así clasificado y

nombrado como “tradición”, nunca como ciencia o

conocimiento. De hecho, para Kant, la “raza” se basaba

en un principio no histórico de la razón. Es decir, la razón

(el pensamiento y conocimiento) estaba directamente

ligada al estatus humano; los considerados menos

humanos —los indios y negros— no tenían razón o la

capacidad de pensar.

Es en esta ligazón entre humanidad y razón la que

apunta a una tercera dimensión del carácter ontológico,

la colonialidad del ser, que ocurre cuando algunos seres

se imponen sobre otros, ejerciendo así un control

y persecución de diferentes subjetividades como

una dimensión más de los patrones de racialización,

colonialismo y dominación que hemos discutido. En

este sentido, lo que señala la colonialidad del ser no es la

violencia ontológica en sí, sino el carácter preferencial

de la violencia que está claramente explicado por la

colonialidad del poder; es decir, la cuestión del ser

colonizado tiene un arraigamiento en la historia y el

espacio: “La concepción del espacio invita a la reflexión

P:38

38

no solamente sobre el Ser, sino más específicamente

sobre su aspecto colonial, el que hace que los seres

humanos sientan que el mundo es como un infierno

ineludible” (Maldonado-Torres, 2006, 103). Esta

atención al espacio es importante para evidenciar cómo

la supuesta neutralidad de las ideas filosóficas y teorías

sociales esconde “una cartografía imperial implícita

que fusiona la raza y el espacio… en las formas de

olvido de la condenación, racismo epistémico y muchas

otras…en la cartografía de lo que se suele considerar

como trabajo filosófico y pensamiento crítico” (Ibíd,

128-129). Pero también es importante por lo que sugiere

en término de estrategia opuesta. Escobar (2005) hace

muy claro eso cuando argumenta que la mejor manera

de contrarrestar estas tendencias imperializantes del

espacio propio —las que producen la mirada desituada

y desprendida propia del cartesianismo y la ciencia

moderno— es activar la especificidad del lugar como

noción contextualizada y situada de la práctica humana.

Esta localización de seres y de sus conocimientos

no solo desafía la noción del vacío y no-lugar del

conocimiento científico, sino que también lleva a la

discusión la cuarta dimensión de la colonialidad (no

identificado o considerado por Quijano), la que refiero

aquí como la colonialidad de la naturaleza. Con esta

dimensión de la colonialidad, hago referencia a la

división binaria cartesiana entre naturaleza y sociedad,

una división que descarta por completo la relación

milenaria entre seres, plantas y animales como también

entre ellos, los mundos espirituales y los ancestros y las

ancestras (como seres también vivos). De hecho, esta

colonialidad de la naturaleza ha intentado eliminar la

relacionalidad que es base de la vida, de la cosmología

y del pensamiento en muchas comunidades indígenas

P:39

39

y afros de Abya Yala5

y América Latina. Es esta lógica

racionalista, como sostiene Noboa (2006), la que niega

la noción que la tierra como “el cuerpo de la naturaleza”,

como ser vivo con sus propias formas de inteligencia,

sentimiento y espiritualidad, como también la noción

de que los seres humanos son elementos de la tierranaturaleza.

Por lo tanto, la colonialidad de la naturaleza añade

un elemento fundamental a los patrones del poder

discutidos (partiendo así de ellos y constantemente

conectándoseles); el dominio sobre las racionalidades

culturales, las que en esencia forman los cimentos del

ser y del saber. Es la relación continua del ser con el

pensar, con el saber y el conocer, que parte de un enlace

fluido entre tres mundos: el mundo biofísico de abajo,

el mundo supranatural de arriba y el mundo humano

de ahora, así como las formas y condiciones tanto

del ser como del estar en ellos. El control que ejerce

la colonialidad de la naturaleza es el de “mitoizar”

esta relación, es decir, convertirla en mito, leyenda y

folclor y, a la vez, posicionarla como no racional, como

invención de seres no modernos. De esta manera,

intenta eliminar y controlar los sustentos, los sentidos

y las comprensiones de la vida misma que parten de

lugar territorio-pacha mama, reemplazándolos con una

racionalidad moderna-occidental deslocalizada que

desde las escuelas, los proyectos del desarrollo y hasta

la universidad procura gobernar a todos y todas.

5 Abya Yala es el nombre acuñado por los cunas de Panamá para referirse al territorio y las naciones indígenas de las Américas. Significa

“tierra en pleno madurez”. Para Muyulema (2001), esta forma de nombrar tiene un doble significado: como posicionamiento político y como

lugar de enunciación, es decir, como manera a confrontar el peso colonial presente en “América Latina” entendida como proyecto cultural de

occidentalización articulado ideológicamente en el mestizaje.

P:40

40

En forma similar, Leff (2004) pone en discusión

el problema del logos científico que intenta regir la

racionalidad ambiental desde las condiciones del ser

—el ser constituido por su cultura en los diferentes

contextos en los que significa a la naturaleza—. Por

ambiente se entiende,

El campo de relaciones entre la naturaleza y la cultura,

de lo material y lo simbólico, de la complejidad del ser

y del pensamiento; es un saber sobre las estrategias

de apropiación del mundo y la naturaleza a través de las

relaciones de poder que se han inscrito en las formas

dominantes de conocimiento. [Es] el saber ambiental

que entreteje en una trama compleja de conocimientos,

pensamientos, cosmovisiones y formaciones discursivas que

desborda el campo del logos científico, abriendo un dialogo

de saberes en donde se confrontan diversas racionalidades

y tradiciones. (Leff, 2004, 4- 5)

Tanto el saber ambiental del que habla Leff como la

naturaleza como la entendemos aquí, abren otras vías

para entender y enfrentar el problema del conocimiento

construido por la modernidad/colonialidad; plantean

perspectivas distintas de comprensión y apropiación del

mundo que encuentran sus bases en la experiencia social

y las epistemologías que se construyen a partir de ella.

En estas perspectivas la experiencia humana no queda

subsumida bajo la aplicación práctica, instrumental y

utilitarista del conocimiento objetivo, como ocurre en

las ciencias sociales hegemónicas. Tampoco quedan

fijados estos elementos dentro del proyecto epistémico

de la modernidad: la representación de lo real a través

del concepto, la voluntad de unificación del ser y la

objetivación y transparencia del mundo a través del

conocimiento (Leff 2004). Mas bien, estos campos

de saber marcan una “apertura” (en contraste con el

P:41

41

cierre que hace el “conocimiento científico”), donde la

creencia y el precepto epistémico-vivencial central es

que se llega al conocimiento desde el mundo —desde la

experiencia, pero también desde la cosmología ancestral

y la filosofía de existencia que da comprensión a esta

experiencia y a la vida6

—. En cambio, la perspectiva

moderno-occidental asume que se llega al mundo

desde el conocimiento. Y es ésta última perspectiva ya

asumida y naturalizada como abstracto universal, que

se puede observar tanto en la esfera política (incluyendo

en la relación civilización-progreso-mercado) como en

la universidad, particularmente en su tendencia actual

neoliberal corporativa, donde la localidad histórica

es suplida por formulaciones teóricas monolíticas,

monoculturales y “universales”.

En esencia, lo que están en juego entonces, son

sistemas distintos de pensar y de construir conocimiento.

¿Qué implicaría para las ciencias sociales no limitarse

a un sistema —mal posicionado como universal—

sino poner en consideración una pluri-versalidad de

perspectivas epistemologías, buscando de este modo

un diálogo entre ellas? ¿Qué ofrecería dar visibilidad

y credibilidad a la experiencia social, a las prácticas y

a los agentes y saberes no tenidos en cuenta por la

racionalidad hegemónica? ¿Son estas consideraciones

suficientes o, más bien, necesitamos ser más radicales,

contemplando la construcción de ciencias sociales/

culturales “otras”, que apunten hacia una mayor

6 Un ejemplo concreto se encuentra en las luchas de los movimientos

indígenas en contra del TLC. Más que simplemente un desacuerdo con

las políticas del Estado y la imposición capitalista-imperial del control del mercado, estas luchas forman parte de una resistencia histórica

en defensa de la existencia y de la vida en la cual el entretejido entre

ser-naturaleza-saber tiene una posición clave.

P:42

42

proyección e intervención epistémica, sociopolítica y

cultural decoloniales?

Reflexiones en torno a epistemologías decoloniales y

ciencias sociales y culturales “otras’

Existen distintas perspectivas desde las cuales podemos

empezar a pensar la epistemología y las ciencias

sociales de otra manera. Una perspectiva propuesta

por Boaventura de Sousa Santos (2005) en el marco

de la experiencia del Foro Social Mundial y desde la

operación epistemológica y ontológica efectuada por

los movimientos y organizaciones sociales, apunta

la necesidad de “una epistemología del sur” que

de credibilidad a las nuevas experiencias sociales

contrahegemónicas y a los supuestos epistemológicos

alternativos que estas experiencias construyen y

marcan. Para Santos, esta operación epistemológica

consiste en dos procesos que podrían enfrentar el

sentido común de las ciencias sociales hegemónicas,

lo que él llama la “sociología de las ausencias” y la

“sociología de las emergencias”. Mientras la primera

se basa en el reconocimiento y la valorización de

diferentes racionalidades, conocimientos, prácticas y

actores sociales moviéndose así en el campo de las

experiencias sociales, la segunda pretende “identificar

y ampliar los indicios de las posibles experiencias

futuras, bajo la apariencia de tendencias y latencias

que son activamente ignorados por la racionalidad y

el conocimiento hegemónicos” (38), actuando de esta

manera en el campo de las expectativas sociales a partir

de posibilidades radicales y concretas7

. Conjuntamente,

7 Interesante anotar aquí el argumento del autor de que es la misma

modernidad occidental que ha creado la discrepancia entre experiencias

y expectativas, principalmente, por medio del concepto de progreso.

P:43

43

estas dos sociologías por su inconformismo y sus

dimensiones sociales, políticas, éticas, subjetivas y de

provenir, permiten comprender, actuar e imaginar el

mundo de otra manera, lo que no hacen las ciencias

sociales tradicionales. Además, sugieren formas otras

de involucramiento, de análisis e investigación como

también de elaboración y producción de teoría.

Claramente, la perspectiva anterior pone sobre el

tapete el rol de la universidad tradicional, tanto por

su aislamiento de las nuevas prácticas de los y las

actores emergentes —lo que resulta en conceptos y

teorías que no adecuan a las realidades actuales—

como por su academismo, elitismo, falta de interés

y de capacidad de apoyar procesos de teorización y

reflexión con los movimientos y otros y otras actores

sociales. Es a partir de esta realidad que se ha venido

planeado la Universidad Popular de los Movimientos

Sociales como una red del conocimiento con dos

argumentos centrales: (1) promover el encuentro entre

gente dedicada predominantemente a las prácticas de

transformación social y otras dedicadas principalmente

a la producción teórica, y (2) avanzar en el desarrollo

de un espacio para la formación de activistas y líderes

de los movimientos sociales y de cientistas sociales

dedicados y dedicadas al estudio de la transformación

social (Santos 2003).

Otra perspectiva está reflejada en los procesos

políticos y epistémicos de las comunidades y

organizaciones indígenas y afros de la región, procesos

que parten de la racialización, colonialismo y dominación

con la exigencia de enfrentar lo que Manuel Zapata

Olivella ha denominado como las cadenas que ya no

están en los pies sino en las mentes. Con este objetivo,

se pueden presenciar iniciativas emergentes enfocadas

P:44

44

en la construcción y fortalecimiento de pensamientos y

epistemologías propias. Estas iniciativas “casa adentro”

ponen en debate y discusión la producción de saber local

y ancestral, incluyendo sus consecuencias filosóficas,

identitarias, ontológicas (subjetivas) y políticas8

.

Estas iniciativas también han venido poniendo en

consideración la producción intelectual-activista de

personajes rara vez incluidos en las ciencias sociales

nacionales y latinoamericanas, como Zapata Olivella y

Manuel Quintín Lame en Colombia, Fausto Reinaga en

Bolivia, Dolores Cuacuango y Juan García en Ecuador,

entre otros, cuyos actos, discursos y escritos se dirigen

a los procesos de liberación de su propia gente. Como

he argumentado en otra parte (Walsh 2004), buscar

la manera que estos conocimientos y perspectivas

epistemológicas penetren los espacios académicos de

la universidad, rompiendo así los silencios e ingresando

en el diálogo de pensamiento, tanto de las ciencias

sociales como de otros campos disciplinares, es un reto

enorme.

Un ejemplo de llevar las epistemologías propias no

sólo a casa adentro sino casa afuera y en el contexto de

la educación superior, se encuentra en la propuesta

de la Universidad Intercultural Amawtay Wasi de las

Nacionalidades y Pueblos Indígenas del Ecuador,

conceptualizada y pensada desde la filosofía y

cosmología de Abya Yala. Amawtay Wasi considera su

tarea central de la siguiente manera:

Responder desde la epistemología, la ética y la política a

la descolonialización del conocimiento (…), un espacio

de reflexión que proponga nuevas formas de concebir la

construcción de conocimiento (…) potenciar los saberes

8 Ver por ejemplo el CRIC-Consejo Regional Indígena de Cauca

(2004), Walsh (2004), Walsh y García (2002) y Walsh y León (2006).

P:45

45

locales y construir las ciencias del conocimiento, como

requisito indispensable para trabajar no desde las respuestas

al orden colonial epistemológico, filosófico, ético, político

y económico; sino desde la propuesta construida sobre la

base de principios filosóficos [andinos]. (Amawtay Wasi,

2004, 165)

A partir del ejemplo de Amawtay Wasi, podemos

empezar a visualizar “un proyecto-otro” de educación

universitaria que toma como punto de partida una

lógica y pensamiento enraizados en el entendimiento

y uso renovados de la cosmovisión y teoría filosófica

de Abya Yala, cuyo principio clave es la relacionalidad:

la integración, articulación e interconexión entre todos

los elementos de la Pachamama. Esta relacionalidad

vivencial simbólica implica asumir una perspectiva

epistémica y sociocultural que dé cuenta de la unidad

en la diversidad, la dualidad complementaria y la

reciprocidad o Ayni que apunta al rol fundamental del

intercambio de saberes y la construcción colectiva del

conocimiento como responsabilidad compartida.

Es a partir de esta perspectiva epistémico-filosófica

que Amawtay Wasi construye su propuesta intercultural

basada en la necesidad de reconocer e interrelacionar

diversas racionalidades que articulan y responden

a cosmovisiones, experiencias colectivas, “mitos

fundantes”, lógicas y axiomas distintos, “de acuerdo a los

cuales dan respuestas reflexivas y prácticas a preguntas

claves relacionadas con la naturaleza de la realidad

(pregunta ontológica), las relaciones y posibilidades de

conocimiento de esa realidad (pregunta epistemológica)

y el o los caminos posibles de conocimiento (pregunta

metodológica)” (173). Es a partir de tal perspectiva que

la Amawtay Wasi intenta retar la fragmentación entre

saber-ser-naturaleza característica de la racionalidad

P:46

46

científica occidental (enfocando en sentido colectivo

de pertenencia, la propia racionalidad y sabiduría

como bases necesarias para el encuentro con el otro),

buscando la complementariedad, la decolonialidad y la

promoción de un diálogo intercultural permanente entre

racionalidades distintas9

. El hecho de que Amawtay Wasi

ha sido concebido como parte del proyecto político del

movimiento indígena y como respuesta a los legados

coloniales, evidencia una comprensión y práctica de la

interculturalidad que radicalmente se diferencia de la

que está asociada al Estado y sus políticas sociales y

educativas. Aquí la interculturalidad es un paradigma

de disrupción, pensado por medio de la praxis política

y la construcción de un mundo más justo (Walsh, 2004).

Una última perspectiva por mencionar en esta

construcción de ciencias sociales/culturales de otro

modo es la que orienta el Doctorado de Estudios

Culturales Latinoamericanos de la Universidad

Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, cuyo enfoque

central se orienta alrededor de la problemática de las

geopolíticas del conocimiento, es decir, de la relación

entre conocimiento, modernidad y colonialidad.

A diferencia de la mayoría de programas de posgrados,

este doctorado tiene características muy especiales, tal

vez por el perfil de los y las estudiantes —la mayoría

con una larga trayectoria de trabajo comprometido con

movimientos y procesos sociales— y tal vez por el

perfil de los y las profesores —algunos/as vinculados/as

con el proyecto colectivo de modernidad/colonialidad

latinoamericano y otros/as más ampliamente con las

luchas de transformación social—. Por eso y casi

9 Claro es que un problema central con la propuesta es la falta de atención que da a otras nacionalidades indígenas no kichwas, y a los pueblos afroecuatorianos. La Universidad misma acepta está falencia pero

hasta el momento no ha buscado manera de resolverla.

P:47

47

desde su inicio, el programa se convirtió en un espacio

de reflexión colectiva tanto sobre la problemática de

la supuesta universalidad de las ciencias sociales y

humanas, como sobre la realidad latinoamericana en

tiempos de capitalismo transnacional, imperialismo

neoliberal y global, y de lo que Frei Betto recientemente

ha llamado la “globocolonialización”10. Buscar y trabajar

hacia la configuración de espacios-otros de análisis,

intervención y de producción de conocimientos ha sido,

entonces, parte central de la praxis del programa.

De hecho, estos procesos han implicado la resignificación de lo que entendemos por “estudios

culturales latinoamericanos”11. Como he descrito en

otra parte,

Es abrir un espacio de diálogo desde Latinoamérica y

específicamente desde la región andina sobre la posibilidad

de (re)pensar y (re)construir los ‘estudios culturales’ como

espacio de encuentro político, crítico y de conocimientos

diversos. Un espacio de encuentro entre disciplinas y

proyectos intelectuales, políticos y éticos que provienen

de distintos momentos históricos y de distintos lugares

epistemológicos, que tiene como objetivo confrontar el

empobrecimiento de pensamiento impulsado por las

divisiones disciplinarias, epistemológicas, geográficas,

etc. (Moreiras) y la fragmentación socio-política que cada

vez más hace que la intervención cívica y el cambio social

aparezcan como proyectos de fuerzas divididas. (Walsh,

2003, 12)

En este sentido, “los estudios culturales” nombra un

proyecto intelectual dirigido al (re)pensamiento crítico

10 Entrevista El Comercio, 1 de agosto del 2004.

11 Esta re-significación se diferencia de lo que muchas veces se ha referido como la “primera generación” de los estudios culturales en América Latina reflejado en los trabajos de Néstor García Canclini, Jesús

Martín Barbero y Renato Ortiz, entre otros, pero también de las trayectorias despolitizadas de los estudios culturales en los Estados Unidos.

P:48

48

y transdisciplinar, a las relaciones íntimas entre cultura,

poder, política y economía y a las problemáticas a la vez

locales y globales reflejo de la actual lógica multicultural

del capitalismo transnacional y tardío. También

representa una fuerza de enfrentar las tendencias

dominantes en las universidades latinoamericanas,

especialmente en los últimos años, orientadas a la

adopción y reinstalación de perspectivas eurocéntricas

del saber (Lander, 2000b). Estudios culturales en este

programa, refleja entonces el interés de articular desde

América Latina, en conversación con otras regiones del

mundo, proyectos intelectuales y políticos que ponen en

debate pensamientos críticos con el objetivo de pensar

fuera de los límites definidos por el neoliberalismo y la

modernidad, y con el propósito de construir mundos y

modos de pensar y ser distintos.

Reflexiones finales

A retomar la perspectiva de Santos, Escobar (2005)

ha argumentado que la tarea no es la búsqueda de

soluciones modernas a problemas modernos, sino

imaginar soluciones realmente novedosas con base

en la práctica de los y las actores sociales de mayor

proyección epistemológica y social. En sí, la producción

del saber tiene consecuencias políticas.

¿Es posible pensar unas ciencias sociales/culturales

“otras”? Y, ¿qué implica este pensar en relación con

epistemologías decoloniales? Para terminar, propongo

unas consideraciones e interrogantes críticas:

1. Primero se debe considerar, tal como lo ha

afirmado el intelectual-activista afroesmeraldeño

Juan García (Walsh y García 2002), los conocimientos

que han sido considerados no-conocimientos. Es

P:49

49

decir, poner en cuestión y tensión los significados

mantenidos y reproducidos por las universidades en

general y las ciencias sociales en particular, sobre

qué es conocimiento, conocimiento de quiénes, y

conocimiento para qué, es decir, con qué propósitos.

También significa poner en cuestión y tensión la utilidad

de teorías eurocéntricas para comprender la condición

colonial, pasado y presente.

2. Igualmente, es necesario considerar el

posicionamiento de pensamientos/ conocimientos otros,

entendidos no como un pensamiento o conocimiento

más que podría ser sumado o añadido al conocimiento

“universal” (una suerte de multiculturalismo

epistémico), sino como un pensamiento/conocimiento

plural desde la(s) diferencia(s) colonial(es), conectado

por la experiencia común del colonialismo y marcado

por el horizonte colonial de la modernidad. ¿Es posible

posicionar seriamente estos conocimientos en las

universidades en general y en las ciencias sociales/

culturales en particular? De posicionarlos, ¿cómo

podemos asegurar que no llegarán a ser simplemente

un conocimiento más, un elemento de la folclorización

y, peor aún, una herramienta de manipulación y control

político?

3. ¿Cómo pensar nuevos lugares de pensamiento

dentro y fuera de la universidad? Lugares de

pensamiento que permitan trascender, reconstruir y

sobrepasar las limitaciones puestas por “la ciencia”

y los sistemas de conocimiento (epistemología) de la

modernidad. Lugares, que a la vez, pongan en debate,

diálogo y discusión lógicas y racionalidades diversas.

Hace 35 años Rodolfo Stavenhagen público un

texto con el título: “¿Cómo descolonizar las ciencias

sociales?” Como antropólogo, el interés de Stavenhagen

P:50

50

fue, sobre todo, pensar las ciencias sociales no sólo

desde las formas dominantes de la organización social

de su época (el pensamiento social y político de la

ilustración), sino también como un espacio de expresión

de “contracorrientes radicales y de la conciencia

crítica” (Stavenhagen, 1971, 39). Según argumenta

él, el conocimiento que produce el científico social,

“puede y debe volverse un instrumento para el cambio

que, mediante el despertar y desarrollo de la conciencia

crítica creativa, capacite a los que no tienen poder, a los

oprimidos y colonizados, a cuestionar primero, luego a

subvertir, y modificar el sistema existente” (39).

No obstante, lo que Stavenhagen no tomó en

consideración es la existencia de estos modos “otros”

de saber. En la lucha de la decolonialidad del poder,

saber, naturaleza y ser, lo que los movimientos y

grupos afros e indígenas necesitan no es un “despertar

y desarrollo de conciencia crítica creativa”, ni tampoco

recibir capacitación por intelectuales “concientes” de

la izquierda. Las ciencias sociales/culturales tampoco

necesitan simplemente una nueva inyección de enfoques

izquierdistas del posmarxismo o posmodernismo,

aunque sean radicales. Lo que necesitamos todos y

todas, es un giro distinto, un giro que parta no de la

lucha de clases (o solamente de ahí), sino de la lucha

de la decolonialidad, haciendo ver de este modo la

complicidad modernidad-colonialidad como marco

central que sigue organizando y orientando “las

ciencias” y el pensamiento académico-intelectual.

En la filosofía y pensamiento de los pueblos de Abya

Yala, estamos entrando una nueva era de Pachakutik,

la era de la claridad. La entrada a ésta era ya está

evidenciándose, tanto en los proyectos políticos y

epistémicos de los movimientos, como en los giros

P:51

51

decoloniales que estos proyectos están moviendo.

Por eso mismo, quiero terminar con las palabras de

Evo Morales pronunciadas en su ponencia inaugural:

“Estamos acá para decir, basta a la resistencia. De la

resistencia de 500 años a la toma del poder para 500

años, indígenas, obreros, todos los sectores para acabar

con esa injusticia, para acabar con esa desigualdad,

para acabar sobre todo con la discriminación, opresión

donde hemos sido sometidos…(Morales, 2006).

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P:55

55

Estudios (inter)culturales

en clave de-colonial12

“No es que hay una política inscrita en él;

sino que hay algo en juego en los estudios culturales,

[…] que no es exactamente igual en muchas otras

importantes prácticas intelectuales y críticas”.13

Las políticas de nombrar siempre han tenido

significado profundo en América Latina, parte

de raigambre y tradición imperial-colonial y la

hegemonía política y cultural en estas tierras invadidas

por foráneos, que subordinaron las diferencias a

cartografiar una imagen en su código heurístico del

nombramiento.14 Los “estudios culturales” en América

Latina también tienen y forman parte de una política

de nombrar; ciertamente sin la misma carga y horizonte

históricos, pero sí inscritos en legados y cartografiados

frecuentemente como totalidad, ocultando o dejando

pasar por alto las diferencias a su interior.

Al propósito de estas diferencias, muchas veces –y

particularmente recientemente con la emergencia en la

región de un creciente número de programas de estudios

culturales- he cuestionado si este nombramiento es

12 Ponencia presentada en el Simposio “Estudios Culturales en las

Américas: compromiso, colaboración, transformación”, organizado por

Universidad de California, Davis/Pontificia Universidad Javeriana, Bo- gotá, University of California, Davis, 26-28 de octubre de 2009.

13 Stuart Hall, “Cultural Studies and its Theoretical Legacies”, en

Lawrence Grossberg, Carry Nelson y Paula Treichler (eds.), Cultural

Studies. Londres: Routledge, 1992, p.278. Traducción en E. Retrepo, C.

Walsh y V. Vich (eds.), Trayectorias y problemáticas en estudios cul- turales. Stuart Hall, Buenos Aires: Clacso, Universidad Andina Simón

Bolívar, Pontificia Universidad Javeriana, 2010, en prensa.

14 Ver Iris Zavala, “El nominalismo imperial y sus monstruos en el

Nuevo Mundo,” en Discursos sobre la ‘invención’ de América, I. Zavala (coord.), Amsterdam/Atlanta: Rodopi, 1992.

P:56

56

lo más apropiado para el proyecto en que he estado

envuelta durante los últimos 12 años en la Universidad

Andina Simón Bolívar en Ecuador, proyecto que ahora

con sus egresados y graduados tiene circulación y

resonancia en otras partes de la región. No obstante

y como argumentaremos a continuación, los estudios

culturales siguen siendo uno de los muy pocos campos

nombrados y reconocidos en el mundo académico como

tal, que permite transgredir la hegemonía disciplinar

y abiertamente afianzar por lo político de lo cultural

y los entrelazamientos de ambos con lo económico,

los asuntos de poder, las luchas de enfrentamiento

simbólico y por el control de sentidos. Nombrar también

es luchar.

Por cierto, no hay una sola manera de entender los

estudios culturales o pensar, significar y construirlos

como proyecto político. Tampoco existe un acuerdo

sobre qué entendemos por “lo político” en los estudios

culturales y qué implica lucharla –incluyendo por qué y

para qué- dentro de la “uni”-versidad latinoamericana

con su estructura y visión típicamente monocultural,

eurocéntrica y universalizante. Explorar estos

entendimientos, significaciones, construcciones y

luchas a partir de experiencias concretas de varias

universidades ha sido eje de este seminario organizado

por la Universidad de California Davis y la Universidad

Javeriana en Bogotá y, por ende, es el enfoque

central de este texto que parte de las perspectivas y

experiencias construidas en nuestro contexto y más

específicamente en el Doctorado de Estudios Culturales

Latinoamericanos.

En su desarrollo el texto parte de tres preguntas:

P:57

57

• ¿Desde dónde nacen los estudios culturales en

América Latina en general y en la Universidad

Andina Simón Bolívar en Quito en particular, con

qué política de nombramiento, qué proyecto(s) y

qué bases y perspectivas de conocimiento?

• ¿Qué implica concebir y construir los estudios

culturales como proyecto inter-cultural, interepistémico y de orientación de-colonial?

• Y, ¿cuáles son las prácticas, experiencias, desafíos y

obstáculos que hemos tenido al respecto?

Los legados

Aquí partimos de cuatro legados que orientan “el

campo” de los estudios culturales en América Latina:

dos legados que vienen de lugares fuera de América

Latina y dos propiamente latinoamericanos. En el

primer caso, referimos al legado del problema de

disciplinamiento científico y el del proyecto de la

escuela de Birmingham; en el segundo caso: el legado

de los estudios sobre la cultura en América Latina (como

algo que siempre se ha hecho) y el de las luchas sociales

y movimientos político-epistémicos. Exploramos a

continuación cada uno.

El problema del disciplinamiento científico

El disciplinamiento científico es un problema que nace

en Europa y que luego se extiende a otras partes del

mundo, siendo impuesto y reconstruido durante el

siglo XX como modelo de la universidad moderna

latinoamericana. Nos referimos, por un lado, al

establecimiento de la ciencia natural como marco

central y normatizador del conocimiento entendido

P:58

58

como objetivo y neutral y, por el otro, a la emergencia

a finales del siglo XIX y principios de siglo XX de

las ciencias sociales en el contexto europeo y (luego

Estados Unidos) bajo este molde anterior “científico”

con un enfoque estado-céntrico. Es a partir de las

disciplinas de la economía, sociología y ciencia política,

que las ciencias sociales se organizan inicialmente con

la pretensión de fortalecer los Estados en este momento

hegemónicos (Gran Bretaña, Francia, Alemania e

Italia y luego Estados Unidos) y posicionarlos en

el marco organizador del mercado capitalista y de

conocimiento. En esta estructura disciplinar de las

“ciencias”, las humanidades se construyen como área

no de conocimiento sino de saber, como no-ciencia

arraigada a la producción cultural, mental, espiritual

de sociedades “civilizadas”, así importante en el

fortalecimiento de lo nacional desde la literatura y

arte, por ejemplo, y, a la vez, en la organización de lo

universal, estableciendo criterios desde la filosofía y el

pensamiento para la razón moderna.

Es este modelo de disciplinamiento que sigue

organizando la universidad; también es el modelo desde

el cual aun se estudia y piensa el mundo. Cuestionar,

desafiar y transgredir este modelo ha sido una de las

posibilidades de los estudios culturales –uno de sus

legados- , algo que la Comisión Gulbenkian hizo claro

en su crítica hace un par de décadas del disciplinamiento

estructural e institucional de las ciencias sociales (ver

Wallerstein, 1996).

¿Cómo podemos relacionar estos debates y

este legado de los estudios culturales al contexto

latinoamericano? Como he argumento en otro lugar

(Walsh, 2007), en América Latina el campo de las

ciencias sociales ha sido parte de las tendencias

P:59

59

neoliberales, imperiales y globalizantes del capitalismo

y la modernidad. Son tendencias que suplen la localidad

histórica por formulaciones teóricas monolíticas,

monoculturales y “universales” y que posicionan

el conocimiento científico occidental como central,

negando así o relegando al estatus de no conocimiento,

a los saberes derivados de lugar y producidos a partir

de racionalidades sociales y culturales distintas. Claro

es que en esta jerarquización existen ciertos supuestos

como la universalidad, la neutralidad y el no-lugar del

conocimiento científico hegemónico y la superioridad

del logocentrismo occidental como única racionalidad

capaz de ordenar el mundo.

Como hemos mencionado, son estos supuestos

asumidos como verdad los que han venido organizando

y orientando las ciencias sociales hegemónicas desde su

origen. No obstante, y desde los años 90, se observa en

Latinoamérica un fortalecimiento de estos supuestos

como parte de la globalización neoliberal extendida a

los campos de la ciencia y el conocimiento. A partir

de este fortalecimiento, evidente en la mayoría de las

universidades de la región, la escisión cartesiana entre

el ser, hacer y conocer, entre ciencia y práctica humana,

se mantiene firme; el canon eurocéntrico-occidental

se reposiciona como marco principal de interpretación

teórico; el borramiento del lugar (incluyendo la

importancia de las experiencias basadas-en-lugar) se

asume sin mayor cuestionamiento. Las consecuencias,

como argumenta Arturo Escobar (2005), se encuentran,

por un lado, en las asimetrías promovidas por la

globalización (en donde lo local se equipara el lugar

y a la tradición y lo global al espacio, al capital y a

la historia) y, por el otro, en las concepciones del

P:60

60

conocimiento, cultura, naturaleza, política y economía

y la relación entre ellas.

Cierto es que en los últimos años la ciencia, el

conocimiento especializado de la academia en general

y de las ciencias sociales en particular y las posturas

políticas, sociales y culturales dominantes en torno a

sus formas de teorización han sido temas de debate

global.15 Sin embargo, y al parecer, el impacto de

estos debates en el pensamiento y la ciencia social

latinoamericana y su práctica ha sido casi nulo.

En contraste con las iniciativas de los años 60 a 70

orientadas a construir unas ciencias sociales propias y

críticas, promover diálogos Sur-Sur e impulsar una praxis

y un pensamiento de América Latina desde adentro,16

actualmente se evidencia en la región un regreso a

los paradigmas liberales del siglo XIX, incluyendo las

metanarrativas universales de modernidad y progreso

y una posición de no involucramiento (Lander, 2000a).

Pero también se evidencia la instalación de una nueva

racionalidad científica que “niega el carácter racional a

todas las formas de conocimiento que no parten de sus

15 Estas discusiones empezaron a visibilizarse con la publicación an- teriormente mencionada del Informe de la Comisión Gulbenkian Abrir

las ciencias sociales, aunque si se evidenciaban anteriormente en algu- nos autores europeos como Foucault y Bourdieu, y autores latinoame- ricanos como Stavenhagen, González Casanova y Quijano entre otros.

Para debates más recientes y partiendo del problema de la modernidad/

colonialidad, ver Castro-Gómez (2000), Lander (2000ª y 2000b), Wal- sh, Schiwy y Castro-Gómez (2002).

16 No obstante y como argumenta Lander (2000b), ésta producción

teórica todavía permanecía dentro de las metanarrativas universales de

modernidad y progreso; poco consideraba “las implicaciones enormes

de la pluralidad de historias, sujetos y culturas que caracterizan Amé- rica Latina” (521), como también los conocimientos de estos sujetos y

culturas y su producción intelectual. Eso es porque su locus central de

atención fue enfocado en la economía como el lugar de dominación,

pasando por alto otras esferas, particularmente la de raza como base

tanto de la clasificación social como del Estado-nación.

P:61

61

principios epistemológicos y sus reglas metodológicas”

(Santos, 1987: 10-11).

Por lo tanto, el problema en América Latina no

descansa simplemente en abrir, impensar o reestructurar

las ciencias sociales como algunos estudios sugieren,

sino más bien poner en cuestión sus propias bases.

Es decir, refutar los supuestos que localizan la

producción de conocimiento solo en la academia, entre

académicos y dentro del cientificismo, de los cánones

y de los paradigmas establecidos. También refutar los

conceptos de racionalidad que rigen el conocimiento

mal llamado “experto”,17 negador y detractor de las

prácticas, agentes y saberes que no caben dentro de la

racionalidad hegemónica y dominante. Tal refutación

no implica descartar por completo esta racionalidad,

sino hacer ver sus pretensiones coloniales e imperiales

y disputar su posicionamiento como única, de esta

manera cuestionar también la supuesta universalidad

del conocimiento científico que preside las ciencias

sociales, en la medida que no capta la diversidad

y riqueza de la experiencia social ni tampoco las

alternativas epistemológicas contrahegemónicas que

emergen de esta experiencia. Como argumentaremos

luego, es esta visibilización y orientación que

consideramos céntricas en el pensar y construir de los

estudios culturales como proyecto inter-cultural, interepistémico y de orientación de-colonial. Pero antes de

llegar a este punto que es nuestra segunda pregunta,

analizaremos los otros legados también importantes a

nuestro proyecto.

17 Como argumenta Mignolo (2003), el conocimiento “experto” sirve

como base no sólo de la epistemología y la “Ciencia” sino también

de la filosofía económica-política, incluyendo de los conceptos de “democracia”, “libertad” y su conexión con el “desarrollo” y “progreso”,

todos ligados al mercado.

P:62

62

El proyecto de la escuela de Birmingham

Fue el proyecto de la Escuela de Estudios Culturales

Contemporáneos iniciada en los años 50 en Birmingham,

Inglaterra que dio a los estudios culturales su nombre

y su legado como proyecto político y práctica de

intervención.

Sin hacer un análisis completo o profundo,

podemos destacar algunos de sus contribuciones mas

importantes. Una de ellas es el repensar político con

relación a la cultura. Me refiero a las proposiciones de

E.P. Thompson, Richard Hoggart y Raymond Williams,

enraizadas en el afán de repensar el marxismo con

relación a lo cultural, así resaltando cuatro perspectivas

centrales:

• La clase es una formación social y cultural, y la

cultura nada más que experiencia vivida;

• El estudio de la cultura como actividad humana da

elementos para el cambio social;

• La cultura es uno de los lugares centrales de la lucha

por la hegemonía;

• Reivindicar elementos orgánicos y emancipatorios

de culturas populares e identificar con clases/grupos

oprimidos, son bases para un proyecto educativo

político distinto.

Una segunda contribución es en torno al proyecto

y perspectiva llevados por Stuart Hall claramente

enmarcados en la vocación política de los estudios

culturales. En este proyecto y perspectiva de Hall

podemos destacar cuatro ejes particularmente

pertinentes:

P:63

63

• La tensión entre políticas y teorías;

• La relación histórica y aun colonial entre cultura,

raza y poder;

• El régimen de representación;

• El concepto, práctica y posibilidad de articulación.

Tanto en la obra de Hall como en su trabajo dentro

del proyecto de Birmingham, la tensión entre política

y teoría, o políticas y teorías, ha sido consideración

permanente.

Me devuelvo a la seriedad fatal del trabajo intelectual. Es un

asunto fatalmente serio. Me regreso a la distinción critica

entre trabajo intelectual y académico; se superponen, son

adyacentes, se alimenta el uno del otro, el uno le suministra

los medios al otro. Pero no son la misma cosa. Me devuelvo

a la dificultad de instituir una práctica crítica y cultural

genuina cuya intención es producir alguna especie de trabajo

político intelectual orgánico que no trate de inscribirse en

la metanarrativa paradigmática de conocimientos logrados

dentro de las instituciones. Me devuelvo a la teoría y a

la política, la política de la teoría. No la teoría como la

voluntad de verdad sino la teoría como un conjunto de

conocimientos disputados, localizados, coyunturales

que tienen que debatirse en una forma dialógica. Sino

también como práctica que siempre piensa acerca de sus

intervenciones en un mundo en que haría alguna diferencia,

en el que tendría algún efecto. Finalmente, una práctica

que entienda la necesidad de modestia intelectual. Pienso

que allí se encuentra toda la diferencia en el mundo entre

entender la política del trabajo intelectual y sustituir el

trabajo intelectual por la política”.18

18 Stuart Hall, “Cultural Studies and its Theoretical Legacies”, en

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Studies. Londres: Routledge, 1992, p.286. Traducción en E. Retrepo, C.

Walsh y V. Vich (eds.), Trayectorias y problemáticas en estudios culturales. Stuart Hall, Buenos Aires: Clacso, Universidad Andina Simón

Bolívar, Pontificia Universidad Javeriana, 2010, en prensa.

P:64

64

Su proclama que “los movimientos políticos

provocan movimientos teóricos y coyunturas históricas

insisten sobre las teorías”,19 ayudó a la comprensión de

un proyecto de estudios culturales concebido no desde

la teoría en sí, sino con relación a la teorización desde

las prácticas y luchas políticas. Además a sostener que

“la única teoría que vale la pena tener es aquella con la

que uno tiene que luchar, no aquella de la que uno habla

con una fluidez profunda”20, abre una metodología

reflexiva que nos hace críticamente preguntar: ¿qué

teoría buscamos? ¿De quién(es) y para quién(es)? y

¿Cuál es la relación entre la opción teórica y las luchas

sociales, culturales y epistémicas?

Para nosotros en la región andina, como también

en otras partes de Abya Yala-América Latina, esta

perspectiva es clave. Reconocer que los movimientos

ancestrales político-sociales, particularmente los

movimientos indígenas, también producen teoría –

siendo por tanto no solo movimientos político-sociales

sino también epistémicos- es dar la vuelta de su

consideración dentro de la academia como poco más

que objetos de estudio. En este sentido, el legado de

Hall es útil.

El segundo eje de Hall -la relación histórica y aun

colonial entre cultura, raza y poder- nos da otras pistas.

Hall, en su trabajo en Birmingham, empezó a marcar

tempranamente su diferencia con Thompson, Hoggart

y Williams. A encaminar hacia posturas arraigadas no

solo en la crítica marxista (incluyendo de sus raíces

eurocéntricas), sino también en el reconocimiento

de subjetividades históricamente subordinadas por

estructuras de poder, especialmente las de género

19 Ibíd., p.283.

20 Ibíd., p.280.

P:65

65

y racialización, Hall abrió el proyecto de estudios

culturales a luchas hasta ahora entonces ocultadas o

negadas, luchando el mismo -como fue el caso con la

mujeres y el feminismo-, o enfrentando, en su propio

caso, la problemática de raza, racialización y racismo

y sus horizontes coloniales vividos, la que forma parte

de su “política de ubicación” o “localización” desde

donde piensa.21 Como decía,

Siendo preparado por la educación colonial, conocí Inglaterra

desde adentro. Pero no soy y nunca será ‘inglés’. Conozco

íntimamente los dos lugares, pero no soy completamente

de ninguno […] De manera curiosa, la poscolonialidad

me preparó para vivir en […] una relación diaspórica a la

identidad.22

El trabajo de Hall en el campo de representación

ofrece otro eje con que podemos dialogar. Hacer

evidente la manera que las prácticas de representación

construyen y contribuyen a la estereotipación y la

continua subalternización de afrodescendientes, por

ejemplo, y dentro de una estructura o régimen de

supuesta naturalización y verdad, Hall permite sobre

pasar el discurso de Barthes y Foucault para poner la

racialización como central a las estructuras de poder

entendiendo la representación como parte misma de

tales estructuras.23

21 Ver Stuart Hall, “Epilogue: through the prism of an intellectual life”,

en Brian Meeks (ed.), Culture, Politics, Race and Diaspora. Kingston:

Ian Randle Publishers, 2007. pp. 269-291.

22 Chen, Kuan-Hsing, “The Formation of a Diasporic Intellectual: An

Interview with Stuart Hall” En: David Morley y Kuan-Hsing Chen

(eds.), Stuart Hall. Critical Dialogues in Cultural Studies, London:

Routledge, 1996, p.492.

23 Ver particularmente “El trabajo de la representación” y “El espectáculo del “Otro”, en Stuart Hall (ed.), Representation: Cultural Representations and Signifying Practices. London, Sage Publications, 1997.

Traducción en E. Retrepo, C. Walsh y V. Vich (eds.), Trayectorias

P:66

66

Finalmente, la articulación concebida por Hall nos

parece significativa. Sin entrar en el análisis del concepto

complejo y la práctica enmarcada en él, resaltamos

aquí el distanciamiento importante que señala con los

postulados del posmodernismo y su discurso antiesencialista. Al asumir la articulación como esfuerzo

político-intelectual y también epistémico, es construir

y concebir alianzas y puntos (aunque tensionados) de

convergencia y encuentro; es encaminar hacia lo que

las mujeres de color en Estados Unidos se han referido

como “inter-seccionalidad”.24

Todo lo anterior para decir que cuando consideramos

con qué legados y con quién o con quiénes dialogar, la

Escuela de Birmingham en general y la contribución más

específicamente de Stuart Hall dentro y también más

allá de ella, son referentes significativos y estimulantes,

más que todo por sus posturas y perspectivas críticas,

políticas y comprometidas y por posicionar los estudios

culturales como práctica y proyecto de intervención.

Los estudios sobre “la cultura” en América Latina

Un tercer legado viene de los estudios sobre la cultura,

algo que algunos argumentan que siempre se ha hecho

en América Latina (ver Martín Barbero, 1997). Las obras

culturales del Inca Garcilazo de la Vega y Guaman

Poma, Bello, Sarmiento y Martí que contribuyeron

desde la literatura (hablando “por el pueblo”) a forjar

las identidades nacionales, de Vasconcelos, Zea y

Roig con la filosofía de lo cultural latinoamericano, y

y problemáticas en estudios culturales. Stuart Hall, Clacso, Universidad Andina Simón Bolívar, Pontificia Universidad Javeriana, 2010, en

prensa.

24 Ver María Lugones, “Colonialidad y género”, en Tabula Rasa. Revista de Humanidades, 9, julio-diciembre, 2008, 73-102.

P:67

67

de Mariategui, Fernando Ortiz y Gilberto Freyre que

desde su atención a la cultura popular como aporte a

lo nacional, forman parte, sin duda, a este legado. De

igual manera están Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar

y Néstor García Canclini, pioneros en teorizar sobre lo

cultural desde espacios epistemológicos intermedios.

Podemos también destacar los intelectuales que

desde sus disciplinas y particularmente en la década

de los 80 a 90s, contribuyeron a dibujar lo cultural

con relación al paradigma latinoamericano de la

posmodernidad periférica. Aquí nos referimos a Joaquín

Brunner desde la sociología de la cultura, Jesús Martín

Barbero desde la comunicación, Renato Ortiz desde

las industrias culturales, Nelly Richard y Beatriz Sarlo

desde la crítica cultural, Roberto Schwartz y Silvano

Santiago desde la literatura y filosofía cultural, entre

muchos otros.

Todas estas contribuciones marcan rutas de estudio

sobre lo cultural sin duda centrales en el pasado y presente

del conocimiento latinoamericano. No obstante y como

argumentos a continuación, este legado queda por si

limitado, tanto por sus raíces académicas y disciplinares

que pretenden estudiar sobre la cultura –haciendo la

cultura un objeto de estudio-, como por su lugar de

enunciación académico típicamente blanco o blancomestizo. Por eso y sin desestimar su aporte, partimos

de otro legado proveniente de las luchas pasadas y

presentes, las prácticas políticas de concientización y el

agenciamiento o iniciativa histórica de los movimientos

sociales. Como argumentamos a continuación, es en

este legado que arraigamos una perspectiva crítica y

proyecto otro de estudios culturales, una perspectiva

y proyecto que promueven lo inter-epistémico e intercultural como posicionamientos metodológicos y

P:68

68

políticos, apuntando un pensar desde, entre y con en

vez de un estudio sobre.

Las luchas sociales y movimientos político-epistémicos

Ahora bien, el último legado –el central para nuestro

proyecto- es el que pone al centro del debate el

problema estructural de las relaciones de poder

colonial-imperial, el que está presente en las luchas de

los movimientos sociales, y que emerge con fuerza en

los 60-70 con las prácticas políticas, epistémicas y éticas

de concientización. Nos referimos a las trayectorias

marcadas por la utopía socialista y la heterogeneidad

estructural de Quijano, la teología y filosofía de

liberación de Dussel, Hinkelammert, Leonidas Proaño,

entre otros, la pedagogía del oprimido de Freire, la

investigación acción participativa de Fals Borda, el

control cultural de Bonfil Batalla, el colonialismo

interno de González Casanova y Rivera Cusicanqui, y

los proyectos de pensamiento propio de-colonial de

Fanon, Cesaire, Zapata Olivella, Quintín Lame, Fausto

Reinaga, entre muchos otros. Es este legado de lucha,

cuestionamiento, pensamiento crítico e intervención

social, de intelectuales comprometidos y de diversa

procedencia que dibuja un mapa “otro” en el cual lo

cultural esta íntimamente enlazado con lo político,

social, económico, ético y epistémico; mapas y proyectos

con miras hacia la transformación y descolonización

que hoy, se refleja también en el proyecto colectivo de

modernidad/colonialidad/decolonialidad en el cual un

número creciente de intelectuales está involucrado.

Desde la década de los 90, emergen con fuerza

en América Latina los movimientos indígenas y

afrodescendientes proponiendo, desde sus luchas,

P:69

69

marcos referenciales históricos que superan lo étnicoidentitario, resaltan la interculturalidad como proyecto

político, y proponen conceptos, conocimientos, y

modelos de sociedad radicalmente distintos. Pensar

desde, junto y con estas luchas, sus marcos referenciales

y sus propuestas descolonizadoras de conocimiento,

pensamiento, acción e intervención ofrece, junto con

lo mencionado arriba, un legado y camino importantes

para (re)pensar los estudios culturales –o, mejor dicho,

estudios interculturales-, como proyecto político hoy

en el contexto latinoamericano pero con vistas hacia

-y en diálogo con- otros proyectos que apuntan a la

construcción de mundos más justos.

Los legados y la política de nombramiento

Como se ha argumentado en otros lugares25, llamar

“estudios culturales” estos esfuerzos de pensar

la cultura políticamente como sitio de diferencias,

luchas sociales y dejar al descubierto las prácticas y

producciones epistemológicas, sociales y culturales y

su relación con el poder, podría ser problemático. No

obstante, fue con el afán de nombrar e identificar una

rúbrica cuyo significado no parte de una singularidad

local o regional sino también de la problemática de la

totalidad, una manera de articular el trabajo crítico aquí

con otros lugares, y construir puentes y articulaciones

entre estos proyectos políticos, que pusimos a finales

de los 90 en la Universidad Andina Simón Bolívar

-inicialmente en el contexto de una mención de

maestría-, el calificativo “estudios culturales”. De

25 Ver, por ejemplo, los ensayos en Estudios culturales latinoamericanos. Retos desde y sobre la región andina, C. Walsh (ed.), Quito:

Universidad Andina Simón Bolívar/Abya Yala, 2003.

P:70

70

hecho, este nombramiento fue parte también de un

debate más amplio compartido con Santiago CastroGómez en el contexto de la Universidad Javeriana en

Bogotá, con el afán de hacer confluir nuevos proyectos

de estudios culturales en América Latina, proyectos

intelectuales políticos y críticos.

Es con esta política de nombrar que apuntalábamos

-en el caso de Ecuador- cuatro ejes importantes que

tienen relación directa con los legados descritos arriba:

lo transdisciplinar e indisciplinar de la actual geopolítica

del conocimiento, las luchas pasadas y presentes y

los movimientos sociales -entendidos también como

movimientos políticos y epistémicos-, la vocación

política de los estudios culturales, y la tensión continua

entre política y teoría.

El proyecto de estudios culturales que hemos

venido construyendo entonces –y ahora reflejado en el

Doctorado de Estudios Culturales Latinoamericanospretende cruzar, transgredir y traspasar las fronteras

de lo que tradicionalmente ha pensando la cultura

como poco más que un objeto de estudio. Es reconocer

la subjetividad e historicidad siempre presente en lo

cultural desde una perspectiva de conocimiento que se

esfuerza por construir puentes de convergencia entre;

entre proyectos político-intelectuales dentro y fuera

de la universidad, pensares críticos, y conocimientos,

sus racionalidades y localizaciones geo-políticas,

particularmente con relación al enlace íntimo de lo

cultural con lo económico, político, social y epistémico.

Y claro es esta perspectiva de proyecto que ha

provocado en nuestro entorno académico local, nacional

y regional, pugnas, debates y tensiones ligados, con

frecuencia, a la distinción que marca con los estudios

de (y sobre) la cultura que, sin tener un proyecto en sí,

P:71

71

asume “la cultura” como poco más que un mero objeto

de estudio dentro de una estructura disciplinaria, sea

de las humanidades o las ciencias sociales.26 Como

elaboraremos con más detalle a continuación, nuestro

proyecto pretende ser algo distinto.

Estudios Culturales como proyecto inter-cultural,

inter-epistémico y de orientación de-colonial

Más que campo de “estudio”, entendemos los estudios

culturales ampliamente como formación, como

campo de posibilidad y articulación, como espacio de

encuentro entre disciplinas y proyectos intelectuales,

políticos y éticos que provienen de distintos momentos

históricos y de distintos lugares epistemológicos, que

tiene como objetivo confrontar lo que Moreiras llamó

el empobrecimiento de pensamiento impulsado por las

divisiones (disciplinarias, epistemológicas, geográficas,

etc.) y la fragmentación social-política-cultural que

cada vez más hace que la intervención y el cambio social

aparezcan como proyectos de fuerzas divididas.27

Un campo dirigido al pensamiento critico plural,

inter, trans e in-disciplinar, las relaciones intimas entre

cultura, saber, política y economía, las problemáticas

a la vez locales y globales y a la búsqueda de formas

de pensar, conocer, comprender, sentir y actuar que

permiten incidir e intervenir; un campo que posibilita

la convergencia y articulación, particularmente entre

26 Para una discusión amplia de esta problemática del disciplinamiento

con relación al estudio sobre la cultura, ver Catherine Walsh, “Qué saber, qué hacer y cómo ver? Los desafíos, predicamentos disciplinares,

políticos y éticos de los estudios (inter)culturales desde América andina”, en C. Walsh (ed.), Estudios Culturales Latinoamericanos. Retos

desde y sobre la región andina, Quito: UASB/Abya Yala, 2003.

27 Ibid.

P:72

72

esfuerzos, prácticas, conocimientos y proyectos que se

preocupan por mundos más justos, por las diferencias

(epistémicas, ontológica-existenciales, de género,

etnicidad, clase, raza, nación, entre otras) construidas

como desigualdad dentro del marco de capitalismo

neoliberal, y por la necesidad de levantar respuestas y

propuestas.

De manera específica y con relación al proyecto del

doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos de

la Universidad Andina Simón Bolívar, esta descripcióndefinición amplia va tomando rastros concretos. Al

respecto, podemos identificar tres que sobre saltan

como distintivos: lo intercultural, lo inter-epistemico y

lo decolonial

Lo intercultural ha sido –y aun es- eje central de los

procesos y luchas de cambio social en la región Andina.

Planteado a finales de los años 80 por el movimiento

indígena ecuatoriano como principio ideológico de su

proyecto político y con relación a la transformación

de las estructuras, instituciones y relaciones de la

sociedad, no solo para los pueblos indígenas sino

para el conjunto social, la interculturalidad ha venido

apuntando a lo largo de estos años hacia un proyecto

y proceso social, político, ético y también epistémico.28

Un proyecto y proceso con miras hacia la refundación

de las bases de la nación y cultura nacional –entendidas

como homogéneas y monoculturalmente- para no

simplemente sumar la diversidad a lo establecido, sino

repensar y reconstruir haciendo que lo intercultural –y

el trabajo de interculturalizar- sean eje y tarea centrales.

Así nos interesan los espacios de agenciamiento,

28 Esta perspectiva también está presente en el proyecto del Consejo

Regional Indígena de Cauca-CRIC, ver CRIC, ¿Qué pasaría si la escuela…? 30 años de construcción de una educación propia, Popayán:

CRIC, 2004.

P:73

73

creación, innovación y encuentro entre sujetos, saberes,

prácticas y visiones distintos. Es en este sentido

que asumimos lo intercultural nombrando nuestro

proyecto estudios (inter)culturales, así pensando desde

esta región, desde las luchas, prácticas y procesos

que cuestionan los legados eurocéntricos, coloniales

e imperiales y pretenden transformar y construir

condiciones radicalmente distintas de pensar, conocer,

ser, estar y con-vivir.

De manera similar, lo inter-epistémico apuntala

la necesidad de cuestionar, interrumpir y transgredir

los marcos epistemológicos euro-usa-céntricos que

organizan y orientan las universidades latinoamericanas

e inclusive algunos programas de estudios culturales.

Pensar con los conocimientos producidos en América

Latina y el Caribe (como también en los otros “Sures”,

incluyendo los ubicados dentro del Norte) y por

intelectuales no solo provenientes de la academia

sino también de movimientos y comunidades, es paso

necesario y esencial tanto en la descolonización como

en la construcción de otras condiciones de saber. Por

tanto, nuestro proyecto se interesa con la tarea de invertir

la geopolítica del conocimiento, por dar atención a la

pluralidad de conocimientos, lógicas y racionalidades

presentes e históricamente subyugadas y negadas, y

por el esfuerzo político-intelectual de crear relaciones,

articulaciones y convergencias entre ellos.

Lo de-colonial está íntimamente relacionado con los

dos anteriores. Aquí nuestro interés es, por un lado,

evidenciar los pensamientos, prácticas y experiencias

que tanto en el pasado como en el presente, se han

esforzado por desafiar la matriz colonial de poder y

dominación, por existir a pesar de ella, en sus afueras

y hasta en su interior.

P:74

74

Entendemos por esta matriz colonial, el sistema

de clasificación jerárquica racial-civilizatoria, que

ha operado y opera en distintos ordenes de la vida,

incluyendo con relación a identidades sociales (la

superioridad del hombre blanco heterosexual), al

ámbito ontológico-existencial (la deshumanización

de pueblos indígenas y negros), epistémico (el

eurocentrismo como perspectiva única de conocimiento

así descartando otras racionalidades epistémicas),

y cosmológica (el control y/o negación de las bases

ancestrales-espirituales-territoriales-vivenciales que

rigen los sistemas de vida de los pueblos de la diáspora

Africana y de Abya Yala).29 En el centro o corazón de

esta matriz ubicamos el capitalismo como modelo

único civilizatorio; la clasificación social, la noción

de “humanidad”, la perspectiva de conocimiento y el

prototipo de sistema de vida impuestos que atañen

a y se definen a partir de este centro capitalísticocivilizatorio. Como bien argumenta Quijano, por servir

a los intereses tanto de la dominación social como

de la explotación del trabajo bajo la hegemonía del

capital, “la ‘racialización’ y la ‘capitalistización’ de

las relaciones sociales de estos patrones de poder, y

el ‘eurocentramiento’ del su control, están en la base

misma de nuestros actuales problemas de identidad”,

como país, “nación” y Estado.30 Por eso mismo,

consideramos esta perspectiva como fundamental.

Dentro de nuestro proyecto, lo de-colonial no

pretende establecer una nueva línea o paradigma de

29 Ver Quijano, op.cit., y Fernando Garcés, “De la interculturalidad

como armónica relación de diversos a una interculturalidad politizada”, en Jorge Viaña, et.al , Interculturalidad crítica y descolonización.

Fundamentos para el debate, La Paz: Convenio Andrés Bello / Instituto

Internacional de Integración, 2009.

30 Aníbal Quijano, “Estado-nación y ‘movimientos indígenas’ en la región Andina” cuestiones abiertas”, en Movimientos sociales y gobier-

P:75

75

pensamiento sino una comprensión críticamenteconciente del pasado y presente que abre y plantea

interrogantes, perspectivas y caminos por andar. Es

alentar metodologías y pedagogías que, por usar las

palabras de Jacqui Alexander31, cruzan las fronteras

ficticias de exclusión y marginalización para así contribuir

a la configuración de nuevas maneras de ser y conocer

enraizadas no en la alteridad en sí, sino en los principios

de relacionalidad, complementariedad y compromiso.

Y también es incitar otras maneras de leer, indagar e

investigar, de mirar, saber, sentir, escuchar y estar, que

desafían la razón única de la modernidad occidental,

tensionan nuestros propios marcos disciplinados de

“estudio” e interpretación, y hacen cuestionar desde y

con racionalidades, conocimientos, prácticas y sistemas

civilizatoros y de vivir radicalmente distintos.

Es a partir de estos tres ejes de lo intercultural, interepistémico y de-colonial, que procuramos comprender

los procesos, experiencias y luchas que están dándose,

contribuir a ellos y aprender –incluyendo el desaprender

para reaprender- sobre las complejas relaciones entre

cultura-política-economía, conocimiento y poder

presentes en el mundo de hoy.

Prácticas, experiencias y desafíos

En este último apartado intentaremos presentar algunas

de las particularidades de nuestro programa/proyecto

del doctorado, ahora en su tercera promoción, sus logros

nos en la región andina. Resistencias y alternativas, Lo político y lo

social. Revista del Observatorio Social de América Latina, Vol. 8, No.

19, Buenos Aires, CLACSO, 2006, 15-24.

31 M. Jacqui Alexander, Pedagogies of Crossing. Meditations on Feminism, Sexual Politics, Memory, and the Sacred, Durham, NC: Duke

University Press, 2005.

P:76

76

y avances, y los desafíos que encuentra en un contexto

académico –tanto de la región como del mundocaracterizado cada vez más por el disciplinamiento, la

despolitización y des-subjetivización, la no intervención,

el “no-me-importismo”, y el individualismo competitivo.

Sin duda, una de las particularidades del programa/

proyecto, son sus estudiantes: todos de media carrera,

provenientes principalmente de la región andina y de

disciplinas tan diversas como las ciencias sociales,

humanidades, artes, filosofía, comunicación, educación

y derecho. El vínculo que tiene la mayoría con procesos

y/o movimientos sociales y culturales junto con su

dedicación a la docencia o labores a fines, contribuye a

establecer dinámicas de debate y discusión no siempre

vistas en la academia y los programas de posgrado.

De manera similar, los profesores se destacan tanto

por ser intelectuales internacionalmente reconocidos,

como y en su mayoría, por su compromiso con luchas

de transformación social, pensamiento crítico y con

el proyecto del doctorado mismo. Sin embargo, de no

contar con una amplia base de profesores de planta

para el doctorado presenta una serie de dificultades

no ajenas a la situación de muchas universidades

latinoamericanas, incluyendo las que participaron en

este seminario.

La oferta curricular esta concebida a partir de

cursos y seminarios que pretenden impulsar un pensar

desde América Latina y con sus intelectuales -en su

diversidad-, para comprender, confrontar e incidir

en las problemáticas y realidades de la región, que

no son solo locales sino globales. La perspectiva

pedagógica-metodológica, mencionada anteriormente,

busca estimular procesos de pensamiento colectivo

que permiten pensar desde formaciones, experiencias,

P:77

77

y temáticas de investigación relacionadas y pensar con

las diferencias –disciplinares, geográficas, epistémicos

y subjetivas- , así rompiendo el individualismo,

dialogando, transgrediendo e inter-cruzando fronteras.

Por tanto, la transdisciplinariedad es práctica y

postura fundamental a nuestro proyecto. El hecho

de que los doctorandos provienen de un abanico de

formaciones da una pluralidad, la que en la práctica

metodológica-pedagógica se convierte en el desafío

de pensar colectivamente cruzando formaciones

disciplinares y creando posturas y perspectivas nuevas,

trans-concebidas y trans-corporalizadas. Los cursos,

seminarios y docentes, en su gran mayoría, también

asumen este desafío como necesario en el mundo de hoy

cuando ninguna disciplina sola –o ningún intelectual

solo- es suficiente para analizar y comprender la

realidad social o actuar dentro de ella.

No obstante, la ganancia de la transdisciplinariedad

sigue siendo punto de crítica y contención, punto

aun más dificultoso ante la tendencia actual de redisciplinar las universidades latinoamericanos. Tal

tendencia, como ha argumentado Edgardo Lander,32

es reflejo de la neoliberalización de la educación

superior, como también del creciente conservadurismo

de intelectuales, incluyendo los que se identificaban

(o aun se identifiquen) como progresistas y/o de la

izquierda. Sustentarse en la disciplina y asumir la

verdad desde ella, práctica común hoy en día, es reinstalar la geopolítica del saber, haciendo que el euro-

“usa”-centrismo se fortalezca como “el lugar” de teoría

y conocimiento. Por lo tanto, el problema de disputa

32 Edgardo Lander, “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en E. Lander (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires:

CLACSO, 2000a.

P:78

78

no es solo con la transdisciplinariedad de los estudios

culturales sino también su “indisciplinamiento”; aquí

me refiero al esfuerzo –central en nuestro proyectode dar presencia a perspectivas de conocimiento

provenientes de América Latina y de pensadores no

siempre ligados a la academia.33

Nuestro interés no es “facilitar agendas o agencia

cultural para grupos subalternos y movimientos

sociales”, promover el “activismo” o “incluir otros

saberes”,34 sino construir un proyecto políticointelectual otro, de aprender a pensar desde, junto y

con la realidad latinoamericana y sus actores (parte,

de hecho, de lo global), alentando de esta manera

convergencias, articulaciones e interculturalizaciones

que encaminan hacia una academia comprometida con

la vida misma. Tal perspectiva no elimina o niega el

conocimiento concebido desde Europa o América del

Norte -usualmente nombrado como “universal”- o

sus pensadores, sino que la hace parte de un corpus y

mirada más amplios que apuntalan la pluri-versalidad

y las distinciones importantes en sus lugares de

enunciación.

Uno de nuestros logros en este sentido ha sido las

relaciones establecidas de enlace intelectual entre los

que han pasado por el doctorado; construir y alentar

prácticas de pensamiento colectivo –así desafiando

el individualismo y competitivismo cada vez más

evidentes en las universidades- ha sido meta en gran

parte lograda. La continua colaboración entre egresados

y graduados ha permitido la formación de un proyecto

33 Ver C. Walsh, F. Schiwy y S. Castro-Gomez (ed.), Indisciplinar las

ciencias sociales: Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino. Quito: Abya Yala/Universidad Andina Simón Bolívar, 2002.

34 Citas tomadas de la convocatoria e introducción de este Simposio.

P:79

79

político-intelectual en red, con iniciativas de variada

índole incluyendo programas, investigaciones, proyectos

colectivos, espacios de reflexión, publicaciones,

eventos, etc.

Todo eso para resaltar la doble problemática que,

para nuestro proyecto, está en juego. Por una parte

es el significado negativo asociado hoy en día con la

transdiciplinariedad y los supuestos académicos que

la van acompañando, particularmente con relación a la

investigación, lo que implica que nuestras tesis tienen que

ser doblemente rigurosas. Por otra parte, es la limitación

geopolítica no solo de las disciplinas en sí sino también

del disciplinamiento académico. Argumentar, como

nosotros hacemos, que el conocimiento y pensamiento

están producidos también fuera de la universidad y,

así en diálogo con Hall, que los movimientos políticos

también producen y provocan momentos y movimientos

teóricos, es cuestionar y desafiar la lógica académica y

la autoridad de una razón –y ciencia- universal y única.

Tal desafío y cuestionamiento nos ponen en un lugar

siempre marginal, en los bordes, siempre bajo lupa,

crítica y en disputa.

Por tanto, los desafíos que hemos encontrado en el

camino son múltiples. Por un lado, son los que muchos

enfrentamos en el contexto académico latinoamericano;

me refiero a las dificultades reales de financiamiento,

infraestructura y apoyo de investigación. Por el otro lado,

son los que vienen presentándose debido al tradicional

disciplinamiento académico, su despolitización y

des-subjetivización, arraigados a los argumentos de

neutralidad, seriedad y objetividad donde la atención

a grupos, prácticas y conocimientos históricamente

subalternizados no tiene mayor relevancia; tampoco

tiene centralidad el entrelazamiento de raza, etnicidad,

P:80

80

género y sexualidades con las estructuras y patrones

de poder y conocimiento o con las luchas pasadas y

presentes en América Latina que dan sustento a los

argumentos de la heterogeneidad, la interculturalidad y

la colonialidad. Aquí la crítica y disputa viene de varios

lados: de los que caracterizan estos esfuerzos como

demasiados politizados (y por eso supuestamente

menos “académicos”), uni-paradigmáticos

(supuestamente encerrados en una sola “línea”),

fundamentalistas (supuestamente excluyentes de los

sujetos no marcados por la herida colonial) y ligados al

lugar de la conflictividad (así alejados de la tradición de

“la cultura”, sus letras y objeto de estudio).

Estos desafíos -junto con las tensiones, críticas

y disputas que marcan- , hacen muchas veces difícil

el andar. No obstante y a la vez, permiten aclarar

lo distintivo y particular de nuestro proyecto y sus

razones de seguir con su andar, construir, in-surgir

y luchar. En sí, no nos preocupamos tanto por la

institucionalización de los estudios culturales. Más bien

de forma mucho más amplia, la preocupación es por

la interculturalización epistémica, la de-colonización

y pluriversalización de la “uni”versidad desde el/los

Sur(es). Insertarla, como hemos hecho aquí, dentro de

una perspectiva: “estudios (inter)culturales en clave

de-colonial”, es abrir –y no cerrar- pistas.

A manera de cierre

Para ya ir cerrando las reflexiones presentadas aquí,

nos parece de utilidad retomar un punto fundamental

en Stuart Hall: el de la “intervención”. Nos referimos en

particular a la voluntad de intervención y transformación

sobre el mundo, intervención que no solo se piensa con

P:81

81

relación a los campos y contextos sociales y políticos

sino también en lo epistémico y teórico, para intervenir

en y transformar nuestros marcos y lógicas de pensar,

conocer y comprender. A comprometerse en mente,

cuerpo y alma, como argumentaba Frantz Fanon.

Considerar los estudios culturales hoy en día como

proyecto de vocación política y de intervención, es

posicionar –y a la vez construir- nuestro trabajo en los

bordes entre universidad y sociedad. Es reflexionar con

seriedad sobre a quiénes leemos y con quiénes queremos

y/o necesitamos pensar y dialogar, para así reconocer

las propias limitaciones de nuestro conocimiento. Y por

eso mismo, es actuar sobre nuestra propia situación,

estableciendo encuentros e intercambios de distinto

índole con el afán pedagógico-metodológico de pensar

desde y pensar con, lo que he nombrado en otros lugares

como parte de una interculturalidad crítica y pedagogía

de-colonial.35

En universidades y sociedades cada vez

mas caracterizadas por la no intervención, la

autocomplacencia, el individualismo y el no-meimportismo, la intervención señala, sugiere e impulsa

una postura y práctica de involucramiento, actuación y

complicidad. Asumir tal postura y práctica y hacerlas

integrales a nuestro proyecto político-intelectual, es

dar no solo un sentido ético al trabajo sobre cultura

y poder, sino también dar algo de corazón, es decir

dirigirlo a la necesidad y urgencia cada vez mayor de

vida. Llamar eso estudios culturales o estudios (inter)

35 Catherine Walsh, “Interculturalidade crítica y pedagogía de-colonial: In-surgir, re-existir y re-viver”, en Educação Intercultural hoje en

América latina: concepções, tensões e propostas, Vera Candau (Edit.),

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P:85

85

Universidades, seres, saberes y (geo)poder(es) en Ecuador y América del Sur36

El hoy en las universidades de America del

Sur huele y duele (Walsh, 2014). Huele por

sus complicidades con el capitalismo, con las

industrias extractivistas y con los intereses de estados

cada vez más de carácter y proyecto corporativo. Duele

por su ethos masculino, occidentalizante, patriarcal y

colonial; por la apatia, los silenciamientos forzados y

el sonambulismo intelectual que existen en su interior.

Duele, además, por la decadencia, marcada, como

dice el boliviano Raul Prada (2015, s.p.), por “un largo

proceso de declinación, decaimiento, hundimiento,

deterioro, caducidad, corrosión y corrupción, que

antecede a la ruina plena, al acabamiento pleno, […]

un laberinto espantoso de mediocridad institucional”

que deja en el olvido las utopías, luchas y ganancias de

relevancia y autonomía educativa.

La universidad así pasa de ser espacio donde produce

disidencias, criticidades, diversalidades y pluritopías —

lugar que se preocupaba por las realidades sociales—,

a una institución de indiferencia, conformidad y

titulación, funcional a las exigencias y necesidades

científicas y tecnológicas de la modernización. En

este escenario, las ciencias sociales y humanas entran

asimismo en un creciente decaimiento, mientras que la

apatía va ensanchándose en su interior.

Si no fuese suficiente todo eso, hay un aspecto

más que no podemos dejar de nombrar de este

36 Este texto fue orginalmente presentado en el Seminario Internacional “Educación superior latinoamericano y la geopolítica del conocimiento”, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 5-7 mayo 2015

y publicada en Revista lusófona de educação 48, 2020. La versión presentada aquí ha sido ligeramente ampliada y actualizada.

P:86

86

“desesperanzado sentir” (Borsani, 2014, 3); me refiero

al miedo de críticamente decir-hablar-pensar-actuar.

Pienso en Ayotzinapa: el asesinato y desaparición el 26

de septiembre de 2014 de los normalistas de Iguala, una

escuela históricamente conocida por su pensamiento

crítico y compromiso político social, y la política

cómplice de silenciamiento de las universidades públicas

mexicanas al respecto, una política que yo misma

atestigüé unas semanas después (Walsh, 2018). Pienso

en los escenarios universitarios de Brasil durante los

gobiernos neofascistas de Temer y Bolsonaro, y de Chile

y Argentina durante Sebastián Piñera y Mauricio Macri,

escenarios que hicieron revivir de distintas maneras

los tiempos de dictaduras. Pero también pienso en lo

vivido del llamado socialismo del siglo XXI, incluyendo

el autoritarismo, el control social y la sanción del

pensamiento crítico, algo que viví intensamente en los

10 años del gobierno de Rafael Correa (2007-2017) en

el Ecuador y en sus secuelas en mi propia universidad.

Por cierto, el “desesperanzado sentir” (Borsani, 2014,

3) sigue en crecimiento ante realidades cada vez más

nefastas y complejas, sobrepasando denotaciones de

derecha e izquierda.

En América del Sur, como ocurre a nivel global,

la universidad pública está en pleno proceso de

decadencia, desbarate y conmutación. Si una vez

existía la ligazon entre universidad y el sentido de la

vida con justicia social —es decir, la actoría social de

la universidad latinoamericana—, hoy estamos ante

otra cosa: la universidad convertiéndose en empresa

para avanzar la lógica, razón y mercadotécnica (Parilla,

2019) que requieren la colonialidad y el capitalismo en

sus complicidades y fases actuales.

P:87

87

Se mantiene relevante la pregunta de larga data: ¿qué

es y para qué es la universidad? Tal pregunta, sin duda,

es condicionada a procesos y momentos históricos

y (geo)políticos y, a la vez, a lógicas, preceptos y

supuestos sobre el universalismo del conocimiento

y el oficio mismo de la “universidad”, incluyendo

su misión de servicio al pueblo o a los pueblos, a la

gente, la sociedad y la humanidad. En este sentido, la

universidad es —y siempre ha sido— institución donde

se manifiesta de manera clara, las tensiones y pugnas

entre seres, saberes y (geo)poder(es).37

Sin embargo, el problema en debate y consideración

aquí va mucho más allá de las tensiones y pugnas de

siempre. Apunta, más bien, a la actual mercantilización

y tecnificación del conocimiento y de la educación

superior y, de manera íntimamente relacionada, a

la(s) deshumanidad(es) cada vez más constitutivas de

la institución-proyecto-empresa universidad, tanto

en países con gobiernos neoliberales como en ellos

identificados como posneoliberales, revolucionarios

y/o progresistas.

Son estos últimos que me interesa aquí. Mientras que

hay un creciente corpus de análisis e investigación sobre

la neoliberalización de la universidad latinoamericana

(ver Vega Cantor, 2015), hay poco conocimiento fuera de

los contextos locales y nacionales sobre la (geo)política

epistémica-educativa de la universidad en países de la

llamada “ola rosada” sudamericana de las primeras

dos décadas del siglo XXI, y su papel fundamental en

el (geo)poder del cambio económico-político-social.

En estos contextos la colonialidad y el capitalismo no

desaparecían, sino que se complejizaron, profundizaron

37 Mi uso de paréntesis aquí es estratégico; pretende evidenciar la

co-operación, co-presencia y simultaneidad, en este caso de poder-poderes, de poder-geopoder y de geopoder en singular y en plural.

P:88

88

y re-realizaron en nombre de la modernización, la

nacionalización y el nuevo proyecto-eje de la geopolítica

del saber.

Así pregunté en 2015 (preguntas, sin duda, aún

relevantes hoy): ¿Bajo qué proyectos políticos se están

re-orientando y re-organizando las universidades

públicas de América del Sur, los seres y saberes? Y, de

manera relacionada, ¿cómo leer el creciente interés y

control del Estado —en sus múltiples construcciones y

manifestaciones dentro de la región— con respecto a la

educación superior? ¿Estamos ante la re-formulación de

la universidad como nuevo-moderno-aparato estatalcorporativo?

¿Cuáles son las paradojas en los países llamados

“progresistas”, entre modernización, nacionalización y

la geopolítica del saber? ¿Entre un discurso que, por un

lado, pretende tomar distancia del (geo)poder imperialcolonial del Norte Global y su proyecto occidental y,

por el otro lado, alentar la captación y uso de la ciencia,

conocimiento y tecnología del norte –y algunos de sus

pensadores— para América del Sur? Y, en todo eso,

¿cuál es el papel emergente del Este, más notablemente,

de China y Corea del Sur?

¿Cómo y de qué manera construir apuestas a nivel

de universidad y sociedad (recreando la relación

entre ambas) ante las (geo)políticas actuales de

deshumanidad-deshumanización, interculturalidad

funcional, y del geo-poder de modernización? ¿Y qué

implica todo eso al respecto de la (de)colonialidad?

Estas preguntas abren y dan el fondo para el texto

que sigue a continuación, organizado en tres ejes o

momentos.

P:89

89

La deshumanización del humanismo racional

Desde hace un par de décadas atrás, pero cada

vez más hoy, las universidades suramericanas son

contribuyentes a la creciente deshumanización y

su raciocinio del humanismo racional. Las grandes

movilizaciones universitarias en Chile desde 2011 son

ilustrativas. Entre sus demandas, es la de una educación

más relevante y sujetada a la “otra-humanidad” que,

según el filósofo chileno Camilo Barriga (2012, 116),

“fue acallada violentamente por la modernidad”, otrahumanidad no ligada al mercado o al humanismo

racional, euro-usa-céntrico y pretendidamente universal

que sigue ordenando seres y saberes en un sistema

mundo de geopoder, un mundo moderno/colonial

deshumanizador. El movimiento estudiantil chileno no

es un hecho aislado, sino parte de las emergencias que

están encarnando los y las jóvenes en otras partes. Así

pone en evidencia tanto la crisis del sistema de educación

superior en Chile como, y a la vez, la crisis continental

y global enraizada en “la lógica de dominación de la

colonialidad misma: humanismo y capitalismo desde una

historia externa” (Barriga, 2010, 112-113); un humanismo

y capitalismo, podemos decir, que está hoy en el centro

de las políticas (educativas y otras) de gran parte de la

región suramericana.

El humanismo, como bien sabemos, ha sido

componente fundamental del poder imperial-colonialcapitalista, su racionalidad y proyecto occidental y

occidentalizante. Las acciones de “humanizar” (leer:

civilizar, domesticar y pacificar) a los “bárbaros

y salvajes”, “desarrollar a los subdesarrollados” e

instituir un modelo humano —de humanidad— que

jerarquiza seres y saberes, son solo parte del legado

P:90

90

“humanístico” (de humanismo y de humanidades) y

su dupla que ha sido —y es— la deshumanizacióndeshumanidad. Una relectura hoy de La carta sobre el

humanismo de Heidegger (1946) —y tal vez una relectura

de algunos de los trabajos del filósofo colombiano

Guillermo Hoyos sobre la misma (ver Hoyos, 2009)—

es, en este sentido, reveladora; nos hace pensar que,

a pesar de las discontinuidades históricas y nuevas

inflexiones, el humanismo racional permanece junto a

la dupla de deshumanización-deshumanidad.

La manifestación más clara se encuentra en algunas

de las tendencias de política nacional. A finales de la

primera y a inicios de la segunda década del siglo XXI,

por ejemplo, los gobiernos “progresistas” empezaron a

nombrar sus emergentes proyectos “humanismo social”.

En 2013, el presidente de la Cámara de diputados de

Argentina argumentó que “hay que profundizar este

modelo de humanismo social, donde se privilegian el

empleo, el trabajo, la producción y el consumo, que

es igualadora de oportunidades” (Página 12, 2013).38

Mientras tanto las leyes y políticas gubernamentales

argentinas rebajaban los derechos indígenas y derechos

humanos a favor de las industrias extractivas que

estaban ya avanzando sobre territorios ancestrales

(Aranda, 2012). La academia —más notablemente

las ciencias sociales y humanidades— cerraba los

ojos, vaciándose de lo humano y de lo social. Yo he

nombrado esta tendencia, presente a nivel continental

y tal vez mundial, como “deshumanidad(es)” (Walsh,

2014); de manera similar María Eugenia Borsani se

ha referido a las “deshumanizadas humanidades”,

las “humanidades deshidratadas del mundo” y la

38 “El modelo del ‘humanismo social’”, Pagina 12, El País, 30 de agosto

2013. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-227901-2013-08-30.

html (última consulta 24 de enero 2023)

P:91

91

deshumanización, desmundanización y deshidratación

de las ciencias sociales y humanas en general (en Walsh,

2014, 7).

Este humanismo social-racional también

fundamentó el proyecto del gobierno de la llamada

“Revolución Ciudadana” ecuatoriana (2007-2017), pero

con un discurso algo distinto. En repetidas ocasiones,

el Presidente Rafael Correa nombró el proyecto del

gobierno “humanista pero con los pies bien puestos

sobre la tierra”. El aporte de la nueva matriz productiva

—eje de su proyecto político— era “el ser humano por

encima del capital”. Es necesario mirar hacia la base

productiva, decía el Señor Presidente, “pero también

con humanismo, no como hacia el neoliberalismo:

salarios libres, competitividad en base a la fuerza

laboral. No, hay que hacer cosas nuevas y mejores” (en

Lizarazo, 2014, s.p.).

Una de estas “cosas nuevas y mejores” era la tripla

productiva: conocimiento, ciencia y educación superior.

Al trasplantar modelos y esquemas de “conocimiento

científico” de otras partes (especialmente de los Estados

Unidos, Europa, China y Corea del Sur) y suscitar una

falsa noción del “universalismo del conocimiento”

(Villavicencio, 2013ª), el sistema de educación superior

ecuatoriana instalado por el gobierno de Correa

marcó un claro distanciamiento con las realidades

locales, del proyecto de sociedad Estado Intercultural

y Plurinacional forjado en la Constitución de 2008, y

de los seres y saberes pactados con ancestralidades,

territorialidades y posturas-perspectivas de Abya

Yala/América del Sur. Con la modernización venía el

individualismo y la individualización del ser humano,

las necesidades del Estado (incluyendo el extractivismo

y tecnología) sobre las necesidades comunitarias

P:92

92

y colectivas, y la profundización de la “brecha entre

ciencia hegemónica y ciencia periférica” todo bajo una

mentalidad de desconfianza y una política de vigilancia,

disciplinamiento y control (Villavicencio, 2013ª, 219;

Ospina, 2013).39 Como decía el intelectual crítico Pablo

Dávalos: “ahora estamos en un proceso en que el

Estado copta la vida social y la política institucional,

salir del Estado significa desafiarlo y eso, en la actual

Constitución se llama terrorismo” (Dávalos, 2011, 9).

En eso, la incursión del Estado en la educación

superior era proyecto clave. Como describe Arturo

Villavicencio, docente y exdirector de lo que era el

Consejo de Evaluación y Acreditación de la Educación

Superior, apuntaba “la creación de una universidad

fragmentada en tipologías absurdas y con espacios

académicos limitados y jerarquizados (2013ª, 217).

La lógica clasificatoria, la decadencia disciplinar y la

inutilidad de estudios sociales, culturales y humanos

definían un camino que aún sigue en vigencia y

ejecución.

A partir de la Ley Orgánica de Educación Superior

(2010, y aún vigente), existen normativas y medidas de

evaluación que pretenden mejorar las universidades del

país y su empeño científico-académico, forjando un

modelo que desacredita la educación nacional, exalta

la del “primer mundo” y su conocimiento “universal,

y concreta la función práctica y productiva de la

universidad, función, sin duda, utilitaria al proyecto

39 Vale la pena considerar cómo el extractivismo —o mejor dicho los

extractivismos— se junta(n) con la ciencia, la tecnología y el conocimiento (todos en singular y con sentido y finalidad universal) como

ejes y motores de la dupla despojo-desarrollo con sus nuevas prácticas

geo-epistémicas, socioculturales, ontológico-existenciales y territoriales y su bandera de humanismo racional.

P:93

93

político, modernizante y neodesarrollista del gobierno

de Correa. Como afirma Villavicencio,

Una falta noción de universalismo del conocimiento […],

un inusitado entusiasmo por la investigación al borde de

conocimiento científico, como solución a los problemas del

país y la clave para alcanzar el buen vivir […]. Una suerte

del capitalismo académico que niega la universidad como

espacio público de debate, discusión, análisis y crítica.

[…] Una suerte de colonialismo académico que niega la

experiencia, la historia de la universidad ecuatoriana

[…] que la está haciendo perder su sentido y horizonte.

(Villavicencio, 2013b, 8-9).

La (neo-geo)-política del conocimiento

Con la Constitución de 2008, Ecuador tomó un paso

sin duda novedoso, a dar centralidad a la problemática

del conocimiento y reconocer los conocimientos, las

ciencias y las tecnologías en plural; incluidos son los

conocimientos ancestrales descritos como también

tecnológicas y científicas.

Es en este marco que la Secretaría Nacional de

Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación

(SENESCYT) puso en marcha su política que, según

esta entidad, pretendía enfrentar el capitalismo

cognitivo donde, como sostuvo el Secretario General de

SENESCYT René Ramírez, “los países del Sur nos queda

reservado tan solo el papel de ‘ser consumidores’ de la

ciencia, la creación y la innovación del Norte”.40 Esta

política, reflejada en tres enmiendas constitucionales

(de Artículos 57, 322 y 402),41 tomó forma en la ley del

Código Orgánico de Economía Social de Conocimientos,

40http://www.telegrafo.com.ec/cultura/carton-piedra/item/reneramirez-la-cultura-no-tiene-a-priori-mas-limites-que-los-eticos.html

41 El actual Art. 57 es él que da base a los derechos colectivos. En su

P:94

94

Creatividad e Innovación (conocido como INGENIOS),

la que

Busca llevar a nivel de norma las directrices establecidas

en la Constitución de la República y el Plan Nacional para el

Buen Vivir, los que llaman a la construcción de un sistema

económico social y solidario; y, a la transición desde

una matriz productiva excluyente y monopólica, basada

en la extracción de recursos finitos, a una incluyente y

democrática, basada en el uso intensivo de recursos infinitos

– los conocimientos, la creatividad y la innovación.42

Según el Sr. Presidente, “El principio fundamental

es que el conocimiento es universal, es patrimonio de

la humanidad. No puede ni debe ser privatizado” (El

Comercio, 2016). El Código así enfatiza el conocimiento

como un bien de interés público, que además incluye

“los saberes ancestrales y locales como elementos

fundamentales [útiles y apropiables] para generar valor

y riqueza para la sociedad” (Art.5). Apunta el desarrollo

de la “sociedad del conocimiento”. Y reconoce el

dialogo de saberes como el proceso de generación,

transmisión e intercambio de conocimientos científicos

y saberes ancestrales y locales para la concreción del

Estado Plurinacional e Intercultural” (Art. 4, Num.8).

numeral 12, establece el derecho a “Mantener, proteger y desarrollar

los conocimientos colectivos; sus ciencias, tecnologóas y saberes an- cestrales […]. El Art. 322 “prohíbe toda forma de apropiación de cono- cimientos colectivos en el ámbito de las ciencias, tecnologías y saberes

ancestrales […]”. Y el Art. 402, “prohíbe el otorgamiento de derechos,

incluidos los de propiedad intelectual, sobre productos […] obrenidos

a partit del conocimiento colectivo […].” Las enmiendas permitirán

“acceder, usar y aprovechar el conocimiento colectivo”, apropiar los

conocimientos colectivos y otorgar derechos, incluidos los de propie- dad intelectual.

42 Ver: http://coesc.educacionsuperior.gob.ec/index.php/Código_

Orgánico_de_Econom%C3%ADa_Social_del_Conocimiento_e_Innovación#De_las_disposiciones_comunes

P:95

95

Además, y entre otras disposiciones, conforma “El

Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología, Innovación

y Saberes Ancestrales” integrado por una serie de

instituciones y entidades, incluyendo, además de los

organismos del Estado, los actores generadores y

gestores del conocimiento, incluyendo las instituciones

de educación superior, entidades de investigación

científica, personas naturales y “comunidades, pueblos

y nacionalidades indígenas, a través de sus aportes en

el ámbito de los saberes”.

Sin entrar con profundidad al Código o aportar aquí

con un análisis de sus múltiples y complejas implicaciones

políticas, epistémicas, sociales y culturales, solo abro

algunos interrogantes críticos: ¿Qué sucede cuando el

Estado asume las facultades de rectoría, planificación

regulación y control de los conocimientos, incluyendo

en lo referente a investigación, transferencia, vigilancia,

difusión, propiedad intelectual, y uso y explotación de

los saberes ancestrales y locales?

¿Cómo concebir este giro geo-político en que el

conocimiento llega a ser política del Estado, parte

céntrica de la productividad y modernización, y de

claro interés nacional?

¿Es esta nueva política reflejo o manifestación de un

“giro decolonial” como algunos de sus proponentes en

o cerca al gobierno sostienen? ¿Hace dar la vuelta a la

geopolítica dominante del conocimiento y el capitalismo

cognitivo o, al contrario, y quizás más complicado

todavía, es reflejo y manifestación de un nuevo poder

estatal regidor y rector tanto de la soberanía como de

la autonomía?

¿Y, qué sugiere todo eso ante el tema de los

conocimientos-saberes ancestrales, ahora convertidos

P:96

96

en un bien separado/divorciado de seres colectivos y de

su base territorial vital?

La “modernización” académica intelectual

En el 2010, el gobierno de la “revolución ciudadana” inició

un programa de becas completas no reembolsables para

el estudio del posgrado en el exterior. Con este programa

Ecuador se posicionó como el país con el mayor nivel de

becas en función de la población, superando a países

como Brasil, Chile o México, y el tercero a nivel mundial

después de Alemania y Dinamarca (SENESCYT, 2014).

Las becas, que llegaban hasta $250,000, eran solo

dentro de universidades identificadas de “excelencia”

por el ranking internacional de Shanghái e Inglaterra, y

en campos considerados alineados con el Plan Nacional

de Desarrollo y el impulso de la matriz productiva.43

Respondían también a la exigencia de la Ley Orgánica

de Educación Superior y su requisito que los docentes

universitarios a tiempo completo tengan PhD. Con esta

política, los docentes “grandes” —es decir de edad—

ya no tenían otra opción que la jubilación; no importa su

“conocimiento” o experiencia acumulada, considerados

caducos ante la ciencia de la vida moderna, la tecnología

e innovación. ¿Esa no es una de las caras (cada vez más

jóvenes) de la modernización y del nuevo humanismo

político-social?

En 2013, un máximo de 10% de las becas estuvieron

destinadas a los campos de ciencias sociales y

humanidades; en la convocatoria de 2014 estos campos

43 Este programa de becas al exterior continuó, con algunas adaptaciones, en el gobierno de Lenin Moreno, con un presupuesto en 2019

de17 milliones de dólares. Ver: https://www.elcomercio.com/actualidad/senescyt-becas-educacion-universidades-ecuador.html (última

consulta 24 de enero 2023)

P:97

97

fueron simplemente eliminados (SENESCYT, 2014).

Así, podemos suponer que ya en el futuro cercano, las

áreas de estudios sociales y humanos y sus docentes en

las universidades del país, desaparecerán u ocuparán

un espacio marginal, de decadencia y minoría.

Hasta lograr que los becados y las becadas retornaban

al país con su título y conocimiento en mano —pero

también como parte del argumento del gobierno sobre

el bajo nivel académico intelectual de las universidades

del país—, el régimen de Correa introdujo una iniciativa

de importar de forma masiva a PhD extranjeros. Uno

de estas iniciativas fue el “Proyecto Prometeo” (2011-

2017) con un presupuesto inicial de $247 millones

y con la meta de incorporar a 5,000 docentes e

investigadores (de nivel junior y senior) hasta 2017 y en

áreas predominantemente relacionadas con la matriz

productiva (ciencia y tecnología). Según SENESCYT, al

cierre del programa en diciembre de 2017, gastaron $54

millones en 848 docentes, más de 25% que provenía de

España.44

Mientras que los docentes ecuatorianos “grandes” –

de edad— fueron desapareciendo de las universidades,

el programa “Prometeo Viejos Sabios” (2010-2014) buscó

incorporar docentes investigadores y expertos de alto

nivel internacional como “mecanismo de inversión social

para generar conocimientos que fomentan el desarrollo

económico, la competitividad y la producción de los

sectores estratégicos nacionales” (SENECYT, 2012).

Como afirmó Morales Ordoñez (2013), retomando la

justificación y descripción de SENESCYT:

44 https://www.primicias.ec/noticias/politica/becarios-proyecto-prometeo/ (última consulta 24 de enero 2023)

P:98

98

Desde la referencia a la mitología griega que inspira el nombre

del Proyecto, en este caso se posiciona al conocimiento

como el objeto a recuperar por ser el mecanismo más

potente y directo para alcanzar el buen vivir o “Sumak

Kawsay” que es la aspiración nacional consagrada en la

norma fundamental del Estado del Ecuador y ejecutada en

la cotidianidad pública y privada social de este país. […] El

Proyecto Prometeo Viejos Sabios, es uno de los programas

más lúcidos y visionarios. Se trata, en definitiva, de potenciar

la movilidad académica y científica inversa, es decir aquella

que recibe talentos en lugar de exportarlos, como ha sido la

práctica del Ecuador.

Similarmente, la “Convocatoria Ateneo” pretendía

solventar temporalmente las necesidades en docencia

con el fin de contribuir al desarrollo de la educación

superior, técnica y tecnológica en áreas especializadas

como Ciencias de la Vida, Ciencias Básicas, Ciencias

de la Producción e Innovación y Recursos Naturales,

pero también en las Ciencias de la Educación, Ciencias

Sociales y Arte y Cultura. A parecer, operó en las

esferas del gobierno el supuesto que los que vienen de

afuera, y particularmente de países del Norte Global,

saben mejor.

Otra estrategia de la “revolución ciudadana”,

de más larga duración, fue contractual, dirigida de

manera particular a las cuatro nuevas universidades

conceptualizadas, planificadas y administradas por

el Estado y que abrieron en 2014.45 Así y por medio

del Plan Internacional de Captación y Selección de

Educadores, se ofreció 500 puestos para profesores

españoles (anunciados en el periódico español El País)

dentro de la nueva Universidad Nacional de Educación.

45 Entre estas cuatro univeridades se encuentran la Universidad Nacional de Educación, localizada en Cuenca y la Universidad Yachay

Tech en Imbabura, ambas discutidas aquí, y la Universidad Ikiam en

la Amazonía ecuatoriana y la Universidad de las Artes en Guayaquil.

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99

Se proyectaba, además y desde 2013, la contratación

dentro de los próximos años de 5,000 docentes

españoles para ocupar puestos a nivel de primaria y

secundaria. Según el Ministerio de Educación, España

fue el primer país en recibir esta oferta tanto por el alto

nivel de los españoles como por “las afinidades tanto

del idioma como históricas entre los dos países”.46

Al parecer, la pretensión aquí era traer gente que

sepa para que enseñe a los que no saben; a diferencia

de hace más de 500 años, los españoles ahora vienen

invitados y bien pagados. Durante el gobierno de Correa,

la geopolítica dominante del conocimiento era política

nacional. ¿Una nueva configuración de la colonialidad

del saber dentro de un gobierno autodefinido como

“progresista”?

La instrumentalización de todo eso se concretaba en

el Yachay, “la Ciudad de Conocimiento”47:

Ciudad planificada para la innovación tecnológica y

negocios intensivos en conocimiento, donde se combinan las

mejores ideas, talento humano e infraestructura de punta,

que generan las aplicaciones científicas de nivel mundial

necesarias para alcanzar el buen vivir… configurando de

esta manera el primer hub del conocimiento de América

Latina. (http://www.yachay.gob.ec)

Con la inauguración oficial en marzo 2014 de la

Ciudad de Conocimiento y su proyecto de educación

superior, el director de SENESCYT René Ramírez hizo

un paralelo abrumador:

46 Ver: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/22/actuali- dad/1374496004_364310.html (Ultima coinsulta 24 de enero 2023)

47 Yachay no es el único proyecto de “ciudad de conocimiento” en

América Latina. Otro ejemplo es Pachuca, Ciudad del Conocimiento

y la Cultura en Hidalgo, México, descrito en 2013 como “un concepto

integral, diseñado para privilegiar la MenteFactura sobre la ManoFactura, a fin de lograr productos con alto valor agregado” (https://www.

gob.mx/epn/articulos/pachuca-ciudad-del-conocimiento-y-la-cultura).

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100

Si un lunes 26 de julio de 1972 se llenó el primer barril de

petróleo para la exportación y nació el boom petrolero en el

país, simbólicamente y de manera análoga podría señalar

que hoy, 31 de marzo de 2014 arranca la primera generación

de Yachay y con ello inicia un ciclo que, esperemos genere

un nuevo boom, el boom del conocimiento.48 (en Walsh,

2014, 12-13)

Yachay fue el proyecto emblemático de la “Revolución

Ciudadana”, con una inversión de corto plazo de más

de 500 millones de dólares (1.034 millones de dólares

para la primera fase, hasta el 2017), incluyendo cinco

millones en marzo 2015 de Corea del Sur, parte de

una relación estrecha de asesoramiento basado en

la experiencia de Songdo, la cuidad de conocimiento

coreano.49 La apuesta era de entrelazar economía y

conocimiento en una “Universidad de clase mundial”.

Yachay así responde a la “repetida promesa de que

la ciencia, la investigación de punta y una educación

superior funcional son el camino más seguro para el

buen vivir” (Villavicencio, 2013a: 220).50

En su organización académica, Yachay Tech —

construido en 4,270 hectáreas que pertenecían a

tierras ancestrales afroecuatorianas e indígenas—

se fundamenta en cinco áreas del conocimiento

48 Esta cita fue tomada originalmente de http://www.yachay.gob.ec/

inicia-el-boom-del-conocimiento-en-ecuador/ página actualmente no

disponible.

49 Ver: http://www.elciudadano.gob.ec/corea-del-sur-financiara-y-co- operara-tecnicamente-en-yachay/

50 El proyecto de Yachay Ciudad del Conocimiento ha estado en se- rio cuestionamiento desde 2019, incluyendo por asuntos de corrupción

(https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/sociedad/6/yachay-contralo- ria-fiscalia), fue finalmente terminado por medio de Decreto Ejecutivo

639, firmado el 6 de enero de 2023 por el presidente de la República

Guillermo Lasso. Según el pronunciuamiento del gobierno, la Universidad Yachay Tech seguirá en funcionamiento. Ver https://www.primicias.ec/noticias/sociedad/yachay-ciudad-conocimiento-cierre/

P:101

101

priorizadas y enfocadas en el cambio de la matriz

productiva del país y en resolver problemas de la

sociedad: ciencias de la vida (tecnologías, bio-fármacos,

biodiversidad y recursos genéticos), tecnologías de

información y comunicación, nanociencias, energía y

petroquímica. Con una planta académica conformada

por “los mejores perfiles de PhD” en ciencias básicas a

nivel internacional, en su gran mayoría extranjeros (con

salarios que pasan por mucho el salario docente del

resto de las universidades ecuatorianas), Yachay Tech

pretende revolucionar la educación superior ecuatoriana;

es decir desarrollar, modernizar y universalizarla. De

esta manera, va desplazando carreras y programas

existentes en las universidades nacionales y sus

docentes, promulgando a su vez, y cada vez más, la

reificación de las ciencias tecnológicas, productivas

y “universales”, y la inutilidad de las humanidades y

ciencias sociales.

En su conjunto, estas políticas de universidades, de

becas y de ofertas con el extranjero hace pensar que el

verdadero conocimiento todavía está afuera. Becados

extranjeros y jóvenes nacionales recién vueltos del

estudio en el exterior asesoraban las instituciones y

altas esferas del gobierno, incluyendo en materia del

“buen vivir”.

Al mismo tiempo, proyectos de investigación como

el de Flok Society (Free/Libre Open Knowledge)/Buen

Conocer, buscó durante este periodo reunir esfuerzos

entre la sociedad ecuatoriana, expertos extranjeros y

movimientos globales de procomún, para así establecer

un plan de transición y políticas de Estado para alcanzar

el ‘buen vivir’, inspirada y enraizada en un conocimiento

libre y abierto y en un próspero procomún con miras a

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102

desafiar el capitalismo cognitivo. Según lo publicado

en su página web en 2015 (y aún disponible),

Esta es la primera vez que un estado-nación y el presidente

de un país ha legitimado el deseo de los trabajadores del

procomún, los cooperativistas de todo el mundo para crear

una civilización más justa y sostenible, utilizando los

principios inspirados en el procomún. (http://floksociety.

org/carta-abierta/)

¿Qué sugiere todo eso al respecto de la geopolítica

de conocimiento? No estábamos en Ecuador, pregunté

en este tiempo, ante una simultanea deconstrucción

y reconfiguración de la geopolítica epistémica?

¿Ante una nueva (geo)política que pretendía usar los

conocimientos y el know how de otras partes a construir,

fortalecer y encaminar el proyecto estatal, y tal vez el

Estado Plurinacional e Intercultural, así dando la vuelta

de la geopolítica dominante-imperial que imponía el

conocimiento del Norte en el Sur? O, al contrario: ¿ante

una (geo)política no tan nueva, que pretendía regir “el

buen conocer” del Sur a partir del conocimiento del

Norte, conocimiento que aunque podría ser considerado

hasta crítica, todavía forma parte de la modernidad

y su proyecto occidental? O, de manera simultánea:

¿ante estas dos geopolíticas a la vez, pero en manos

del Estado nacional?

Se puede preguntar, además, sobre el significado

y las implicaciones de todo eso para la educación

superior, para los seres y saberes, incluyendo los

que transgreden y traspasan las “rayas” de fronteras

nacionales, y se enraízan no en la academia sino en

territorios-como-vida.

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103

A manera de conclusión

En la Introducción a este texto, planteé una serie de

interrogantes, no con el afán de ostentar respuestas sino

con un tenor interpelativo de abrir una reflexión crítica

sobre universidades, seres, saberes y (geo)poderes en

Ecuador y América del Sur. Preguntaba acerca de la

creciente interés y control del Estado con respecto a

la educación superior, particularmente en los países

llamados “progresistas”, y acerca de la captación y uso

de la ciencia, conocimiento, tecnología del Norte, y de

sus pensadores, para América del Sur. Adicionalmente,

indagaba sobre las (geo)políticas, las deshumanidad(es)

y el geo-poder de la modernización.

A concluir el texto, los sentires expresados al inicio

se profundizan, y las preguntas se multiplican aún más.

En cuestión y tensión central es la UNIversidad misma,

su oficio de responder a y de estar al servicio de la

gente, la sociedad, la humanidad y la realidad social.

Por tanto, existe hoy, tal vez más que en cualquier

otro momento histórico, la urgencia de re-enraizar y

repensar la universidad pluri e inter-versalmente, desde

la pluralidad de seres y saberes de estas tierras abyayalenses/suramericanas y la posibilidad de su interrelación y conjunción, incluyendo con los que provienen

de otras partes. Es de recordar que todo conocimiento

y todo ser humano se originan en un lugar, y que este

lugar sí importa.

La “urgencia” mencionada aquí responde no solo al

actual disciplinamiento epistémico, político y social que

cada vez más rige nuestras instituciones de educación

superior, sino también, y a la vez, al capitalismo refortalecido en el eje y política de la modernización, ejepolítica presente tanto en los gobiernos de derecha como

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104

en los de la llamada “izquierda”. En el ámbito actual,

los Estados se miran a sí mismos en disposición del

conocimiento científico-tecnológico “universal”, como

promotores, gestionadores y administradores de ello,

incluyendo, y de manera particular, en los ámbitos de la

educación superior. Cuando se toma en consideración

los saberes ancestrales, es —como vimos en el caso del

Ecuador— desde su utilidad a la ciencia, la tecnología

y el mercado.

Hace más de dos décadas atrás, Edgardo Lander

argumentaba que todo de nuestras universidades,

desde la formación profesional, la investigación, los

textos circulados y difundidos hasta los regímenes de

evaluación, apuntan “hacía la sistemática reproducción

de una mirada del mundo desde las perspectivas

hegemónicas del Norte” (Lander, 2000, 65).

Aunque esta mirada sin duda persiste, su hechura y

configuración hoy son más complejas todavía por ser

partes sustantivas de las mismas políticas del Estado,

estados, como argumenta el intelectual añuu-wayuu

José Ángel Quintero Weir (2019), cada vez menos

nacionales y más corporativos.

Mientras la descolonización de la universidad sobre

la cual Lander y varios otros escribíamos en las décadas

pasadas sigue como proyecto vigente y pendiente (ver,

Castro-Gómez, 2007; Santos, 2005; y Walsh 2007, la

lucha de ahora tiene que partir de la comprensión del

complejo entretejer contemporáneo del (geo)poder

político-económico-social-epistémico-existencial,

la decadencia universitaria (Prada, 2015) y la apatía,

indiferencia y “desesperanzado sentir” (Borsani, 2014,

3) que actualmente caracterizan la educación superior

y la(s) creciente(s) deshumanidad(es) dentro de ella

(Walsh, 2014).

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105

Todo eso señala otra cuestión y tensión: las reales

dimensiones y horizontes de los momentos políticosepistémicos-existenciales presentes y las limitaciones de

las palabras y conceptos para su nombrar. ¿Neoliberal,

posneoliberal, postcapitalista, progresista, izquierdista,

des o re occidental? Palabras y conceptos insuficientes

para la América del Sur actual. Al respecto, debemos

considerar, además, a qué mismo significa hoy, en los

contextos explicitados aquí, hablar de lo moderno/

colonial y sus patrones de (geo)poder(es) que persisten

a la vez que se desordenan, re-constituyen y enredan en

maneras crecientemente difíciles a, por todo, descifrar.

Desde luego, preguntar sobre los nuevos escenarios

nacionales, regionales y globales y el papel de la

universidad al respecto, ayudaría trazar el largo

horizonte de la universidad dentro del marco analítico

de la modernidad/colonialidad. Igualmente, ayudaría

auscultar las formas, configuraciones y alineaciones

presentes y emergentes que van más allá del Occidente,

y de las designaciones de Norte y Sur Global, ahora

con la agencia de geo-poderes provenientes también

de China, Sur Corea, el mundo árabe y Rusia, entre

otros. En todo eso, es necesario también poner en

consideración las nuevas reconfiguraciones de la matriz

de poder colonial, incluyendo el poder evangéliconeopentecostal ya presente en la mayoría de los

gobiernos de la región y en sus proyectos de reforma

política-epistémica-educativa.

Ante la complejidad del problema que nos confronta,

este preguntar, trazar y auscultar son, de hecho,

insuficientes. Más crítico y urgente aún es promulgar y

caminar, en nuestros respectivos países, pero también

como región, el cómo y qué hacer decolonial de un

“otro” pensar-actuar. Me refiero a un pensar-actuar

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106

que se fundamenta —como punto de partida— en

los seres y saberes de esta región, en la preocupación

por la cuestión sobre la “humanidad” aún vigente: la

sobrehumanidad de algunos, la subhumanidad de

otros y las prácticas de deshumanización que no solo

subordinan a ciertos grupos humanos, sus culturas,

conocimientos y visiones de estar en y con el mundo,

sino que apelan por su eliminación. Un pensar-actuar

que se fundamenta en los aprendizajes de las luchas

pasadas y presentes, en el principio y práctica de la

autonomía universitaria, y en el enraizamiento de la

educación en las realidades sociales con vista hacía una

mayor justicia sociopolítica, epistémica y existencialvital.

Me refiero a un pensar-actuar-hacer de actitud,

carácter y praxis decolonial,51 que despierta

sonambulismos, aviva sentires esperanzadores, y

batalla por una visión y praxis de educación superior

que afirma la vida y el vivir integral. Un pensar-actuar

y hacer decolonial que nombra y afronta las actuales

(geo)políticas-epistémicas-existenciales y los crecientes

geo-poderes de la modernización con sus matrices

(modernos-coloniales-capitalistas) productivas que

apuntan hacia el dolor y el mal olor, hacia la cultura

de muerte. Un pensar-actuar-hacer que aboga por y

51 Para una discusión sobre la idea y postura de “actitud decolonial”

véase Nelson Maldonado-Torres, Against War. Views from the Under- side of Modernity, Durham, NC: Duke University Press, 2008. Desde el

pensamiento ancestral afroecuatoriano reflejado en la persona de Juan

García Salazar, se habla de una “actitud cimarrona”, entendida como

una postura de resistencia e insurgencia que dialogo con lo decolonial.

Sobre praxis decolonial véase Catherine Walsh, “Decoloniality in/

as Praxis”, en Walter Mignolo y Catherine Walsh, On Decoloniality.

Analytics, Concepts, Praxis, 15-102. Durham: Duke University Press,

2018, y “Lo pedagógico y lo decolonial; Entretejiendo caminos”, en

Pedagogías decoloniales. Prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y

(re)vivir. Tomo I, 23-68. Quito: Abya-Yala Ediciones, 2013.

P:107

107

encamina la re-invención de la universidad suramericana

y latinoamericana y de su qué y para qué, interrumpiendo

y transgrediendo fronteras disciplinares y poderíos

disciplinantes, y abogando por y encaminando a la vez,

la creación de espacios intelectuales-senti-pensanteseducativos radicalmente distintos, más allá de la “UNIversidad”.

Para ir cerrando, vale la pena recordar el argumento del

filósofo-pedagogo brasileño Paulo Freire (severamente

desprestigiado y atacado durante el gobierno

Bolsonaro en Brasil), que la educación siempre es un

quehacer político. “No hay práctica social más política

que la práctica educativa”, dijo Freire. “En efecto, la

educación puede ocultar la realidad de la dominación

y la alienación o puede, por el contrario, denunciarlas,

anunciar otros caminos, convirtiéndose así en una

herramienta emancipatoria” (Freire, 2003, 74).

Sin duda, uno de los desafíos más grandes que nos

confronta hoy en la educación superior, es re-construir,

re-constituir y re-vivir este quehacer y práctica política.

Cómo hacerlo, con qué visión y comprensión de seres,

saberes y (geo)poderes, y con qué proyecto y relación

de conocimiento-educación-sociedad son interrogantes

no solo de discusión sino también de “pensacción”,

algo que este texto pretende animar.

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P:113

113

¿Interculturalidad y (de)colonialidad?

Gritos, grietas y siembras

desde Abya Yala52

A Paulo Freire

Dedico este texto a Paulo Freire, amigo, colega,

compañero, abuelo-guía ancestral. En los años

80, tuve el privilegio a trabajar, pensar-luchar y

co-enseñar a su lado. Juntos en estos años y con otros

y otras colegas, formamos la primera red de pedagogía

crítica en los Estados Unidos cuyo legado permanece

hasta hoy.

A recordar a Paulo es especialmente significativo en

esos momentos ante el intento, supuestamente de la red

informática SERPRO del gobierno federal brasileiro, a

desprestigiar y difamar su nombre, legado y biografía

en Wikipedia, acto que ocurrió el 28 de junio de 2016.

“No hay una educación neutra”, decía Paulo. A partir

de esta afirmación, podemos así argumentar que el

acto arriba mencionado conjuntamente con los intentos

del movimiento “Escola sem partido” de despolitizar

y desideologizar la educación brasileira –lo que este

movimiento llama la educación sin indoctrinación

política y de género-, tampoco son neutrales. A difamar

el nombre y legado de Paulo, y a la vez desmantelar las

ganancias de los derechos y las políticas culturales de

los últimos años (incluyendo, por ejemplo, la enseñanza

de la historia de África y Afro-Brasil y el establecimiento

del sistema de cuotas en la educación superior) es reinstalar la colonialidad del poder. Los ataques a Paulo

son ataques a todos y todas que luchamos por una

52 Una versión resumida de este texto fue presentada como conferencia magistral en el Congreso Brasileiro de Hispanistas, agosto 2016.

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educación intercultural, democrática, descolonizadora,

una educación de liberación. Esta lucha, como mostraré

en este texto, sigue hoy; es una lucha en la que estoy

activamente involucrada y comprometida; una lucha

que siento y sentipienso, una lucha encarnada frente a la

geopolítica y corpo-política del sistema de capitalismo/

modernidad/colonial actual.

Pienso y escribo desde Abya Yala. Así llamo a la

atención a las políticas de nombrar; “América hispana”

y “América Latina” son parte del peso colonial, de las

políticas impuestas que en su nombrar hacen poseer,

controlar y eliminar. Abya Yala, que significa “tierra en

plena madurez” en la lengua de los pueblos kuna-tule

originarios de las tierras ahora llamadas Colombia y

Panamá, es el nombre que existió antes de la invasiónconquista. Y es el nombre que los pueblos originarios

de todas las Américas colectivamente propusieron de

nuevo en 1992, para contrarrestar las celebraciones del

“descubrimiento” y la continuidad colonial. Abya Yala

es una opción (no eurocéntrica, no antropocéntrica y

no patriarcal), una opción con enraizamiento territorial

en la cual todos los seres formamos parte.

Desde este territorio-lugar, exploro a continuación

las luchas presentes y cada vez más emergentes hoy,

que ponen en tensión el tema central de este texto: la

interculturalidad y la decolonialidad. El propósito es

considerar el significado de esos términos en una región

donde la violencia, silenciamiento, guerra y muerte

caracterizan de manera creciente la vida cotidiana. Es

frente a esta realidad que hablo desde y con los gritos,

pero también desde y con las grietas y siembras.

El texto está organizado en tres partes. Primero,

introduzco mi entendimiento de la interculturalidad y

su relación con la decolonialidad. A partir de cuatro

P:115

115

puntos de partida, explico brevemente de dónde viene

y a dónde va el concepto. Considero su significado y

proyecto contemplados e impulsados “desde abajo”,

con aras transformativas, y su uso actual “desde arriba”

que es funcional al poder. Segundo, pregunto sobre

cómo hablar de la interculturalidad y decolonialidad

ante la violencia-silenciamiento-guerra-muerte actual,

la situación que de manera creciente caracteriza Abya

Yala en su conjunto. En esta parte comparto los gritos,

los gritos míos que se confunden, se comunican, se

mezclan y se tejen con los otros gritos; gritos desde,

con, por y para la vida. La tercera parte pone en

consideración la posibilidad de las grietas y siembras.

Aquí pregunto: ¿cómo sembrar, cultivar y hacer crecer la

interculturalidad y decolonialidad desde las grietas del

orden capitalista/moderno/colonial, y cómo agrietar?

Interculturalidad y decolonialidad

Hoy la interculturalidad es palabra de moda. Con su

uso creciente, inclusive por las instancias del poder,

preguntamos tanto por su proyecto como su significado.

De manera especial, preguntamos por sus raíces y

conceptualización no desde arriba, sino desde las luchas

por la transformación social, en contra de la matriz de

poder colonial y hacia la construcción de condiciones

de saber, ser y existir radicalmente distintas.

En su sentido crítico, la interculturalidad no apunta

el problema de diversidad étnica, sino el problema

de la diferencia colonial. Es decir, una diferencia

ontológica, política, epistémica, económica y de

existencia-vida impuesta desde hace más de 500 años

atrás, y fundamentado en intereses geopolíticos y

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geoeconómicos, en criterios de “raza”, “género” y

“razón”, y en la inherente –y naturalizada- inferioridad.

Con la instalación de lo que Aníbal Quijano ha

llamado la “colonialidad del poder” en estas tierras

de Abya Yala, empieza un sistema de clasificación

de superior a inferior de seres, saberes, y visiones

modos y prácticas de vida, a partir de las ideas de

“raza”, “género” y “naturaleza”, y como parte de un

proyecto civilizatorio, eurocéntrico y cristiano cuyo eje

–o corazón- ha sido –y todavía es- el capital. Así se

estableció una sola manera de entender el conocimiento:

desde la racionalidad o razón eurocéntrica, fijando

supuestos sobre quiénes podrían pensar, razonar y

producir conocimiento (el hombre blanco europeo). De

manera similar, se clasificó como bárbaro, salvaje y nocivilizado las formas originarias indígenas y africanas

de concebir la naturaleza como el entretejer integral

de seres (humanos y no humanos, tangibles y no

tangibles, vivos y muertos), territorio, espiritualidad, y

cosmo-existencia-vida; se impuso el antropocentrismo

del hombre sobre (y superior a) la naturaleza y, con

ello, se naturalizó el derecho de su uso y explotación.

La decolonialidad empieza en el mismo momento de

la colonialidad, como manera de no solo resistir sino

sostener y (re)construir.

Cuando las organizaciones indígenas en Colombia

(Consejo Regional Indígena de Cauca-CRIC) y Ecuador

(Confederación Nacional de Indígenas del Ecuador–

CONAIE) asumieron la interculturalidad en los años

80 como un eje de su lucha política, tenían muy claro

el problema de la colonialidad y la diferencia colonial.

Ambas organizaciones significaron la interculturalidad

como principio ideológico, proceso y proyecto de

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transformación radical del orden social, es decir de las

estructuras, instituciones y relaciones de poder.

“Desde abajo” la interculturalidad y la decolonialidad

caminan juntas. Más que sustantivos (que sugieren

una condición estable y descriptible, y/o un punto

de llegada), ambas son “verbalidades”, para usar

la expresión del mexicano Rolando Vázquez. Son

verbalidades porque caminan la lucha y acción tanto en

contra de los patrones de poder que pretenden negar,

controlar y/o dominar el ser, estar, saber, pensar, sentir

y vivir, como al favor de la construcción de prácticas

y posibilidades distintas, prácticas y posibilidades

“muy otras”. La interculturalidad pensada y accionada

“desde abajo” siempre ha tenido una intencionalidad

transformativa. Esta intencionalidad se dirige, por un

lado, hacia la afirmación de lo propio, la afirmación

de lo que ha sido oprimido y negado. Algunos llaman

esa la “intraculturalidad”. Y por el otro lado, se dirige

hacia la inter-relación, realmente posible solo cuando

se logra derrumbar la diferencia colonial. Por eso, la

interculturalidad y decolonialidad van de la mano.

Sin embargo, la interculturalidad también es

funcional al poder. Desde que emergió en los proyectos

políticos de organizaciones indígenas, las instancias

de poder (Banco Mundial, organismos multilaterales y

no-gubernamentales, y los mismos estados de países

con poblaciones indígenas grandes) empezaron a

cooptar el término. Así llega a ser adjetivo de políticas

y legislación, siempre con enfoque étnico y en aras

de reconocimiento e inclusión y, como veremos más

luego, hasta en algunos casos de desterritorialización,

etnocidio y fusión. Por eso mismo, me hace difícil

hablar de la interculturalidad hoy. Forma parte, como

mostraré a continuación, de mis gritos.

P:118

118

Gritos

Últimamente hablo, escribo, pienso, siento –sentipienso

(para usar la expresión de los hombres “hicotea” de

Colombia y difundida por Orlando Fals Borda)- gritando.

No es un grito que necesariamente o siempre puede oír.

No viene de un análisis académico sino de unos sentires

sentidos y vividos, que nacen de la indignación, rabia,

dolor y horror. De unos sentires sentidos y vividos que

empezaron a rebasarse ante la desaparición de los 43

de la Escuela Normal de Ayotzinapa (en el Estado de

Guerrero de México) el 26 de septiembre de 2014, los

silencios cómplices al respecto en las universidades

mexicanas donde estuve unas semanas después, y

también las amenazas que viví a mi persona.

Son sentires que encuentran raíz, desde luego, en el

contexto de Ecuador, mi lugar de vida y lucha desde

hace muchos años. Allí los sentires sentidos y vividos

empezaron, hace un tiempo atrás, tornarse en gritos.

Gritos de reacción, por ejemplo, a la desmantelación de

la esperanza tan presente en la Constitución de 2008, la

que algunas consideran la más radical del mundo por su

reconocimiento de los derechos de la naturaleza, su eje

transversal de buen vivir, su pluralización de ciencias y

conocimientos (que incluye las ciencias y conocimientos

ancestrales), y por su explicito distanciamiento de lo

que el presidente Rafael Correa llamó “la larga noche

neoliberal”. El significado para mi de esta Carta Política

no es casual; tuve el privelgio de participar en sus

procesos pedagógicos y conceptualización, procesos

que caminaron lógicas y visiones muy otras, muchas de

ellas “desde abajo”, por eso mi gritar.53

53 Para una discusión de este proceso (con consideraciones también de

Bolivia), véase C. Walsh, Interculturalidad, Estado, Sociedad: Luchas (de)

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119

Hoy en Ecuador, similar al contexto de todos los

países latinoamericanos con gobiernos llamados

“progresistas”, el proyecto capitalista-modernzadorextractivista está en pleno ascenso, igual que la lógica

patriarcal, paternal y colonial, la criminalización de

la protesta y la violencia, represión y fragmentación

social. El sometimiento, despojo y eliminación de

seres, saberes, y memorias colectivas, de territorios,

epistemologías y espacios habitados desde donde se

construye la vida, hace gritar. ¿Qué hacer –y cómo

gritar– ante este proyecto, lógica y violencia y también

ante el silenciamiento de un crítico pensar?

Mientras que los países neoliberales agrupados en la

Alianza de Pacífico (México, Chile, Colombia y Perú),

entidad que controla 52% del comercio de América

Latina, apuntan el crecimiento económico, los llamados

“progresistas” claman por la eliminación de la pobreza.

Para ambos, el extractivismo es el medio fundamental

y central. Venezuela, por ejemplo, ya pasó del rentismo

petrolero al rentismo extractivista minero. En Bolivia

y Ecuador, los estados designados “plurinacionales

e interculturales”, y con reconocimiento de derechos

colectivos y principios de protección ambiental

(incluyendo el uso prioritario de agua para la vida), se

dedican hoy a la megamineria. Como es sabido, no hay

megamineria sin contaminación y sin conflicto social.

El modelo extractivo no es solo el principal modelo

depredador de América Latina hoy, sino también el

principal modelo integrador. Según IIRSA (la Iniciativa

para la Integración de la Infraestructura Regional

Sudamericana),54 la mejor estrategia para integrar la

región entre sí y al comercio internacional, es conectar

coloniales de nuestra época. Quito: UASB/Abya-Yala Ediciones, 2009.

54 Para una descripción de IIRSA véase https://es.wikipedia.org

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120

las zonas donde se encuentran los recursos naturales,

como gas, agua, petroleo, mineria y biodiversidad,

con las grandes ciudades y ambas con los principales

mercados del mundo. No es fortuito que los territorios

más afectados por la mineria, el petroleo, la extracción

de gas, el fracking, los monocultivos, la agroindustria

y el megaturismo, son los territorios, en su mayoría,

afrodescendientes, indígenas y campesinos. Son

territorios donde moran los epistemes de seres y saberes

colectivos, las estructuras de memoria colectiva y de la

existencia-vida, donde la naturaleza -entendida como

una relacionalidad integral en el cual los seres humanos

junto con los otros seres forman parte – juego un rol

fundamental. Hoy la colonialidad de la naturaleza

representa la conjunción de la colonialidad del poder,

saber y ser; es la colonialdad de la existencia-vida.

El 3 de marzo de 2016 asesinaron a Berta Cáceres,

lideresa lenca y fundadora (en 1993) -junto a una

docena de mujeres y hombres- del Consejo Cívico de

Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras

(COPINH); Berta, luchadora incansable en contra de las

empresas transnacionales y las políticas neoliberales

extractivistas, luchadora por la Madre Tierra y vida.

Como dijo ella en 2015 a recibir el premio Goldman

del Medio Ambiente, el aparato represivo armado

en Honduras protege los intereses de las empresas

transnacionales vinculadas al sector poderoso

económico, político y militar del país. Explicó Berta que

las políticas neoliberales extractivistas han provocado

un aumento de persecución y violencia, la represión,

criminalización y despojo de las comunidades, al

desplazamiento forzado (citado en Hernández, 2016).

Ella fue víctima de la misma violencia que denunció,

violencia que también y en la misma semana, terminó

P:121

121

con la vida de cuatro líderes campesinos en Cauca,

Colombia y una irrisoria condena (de solo 5 años

de cárcel) al asesino del comunero mapuche José

Quintriqueo en Chile. Menos de dos semanas después,

fue asesinado Nelson García, otro activista hondureño

de COPINH.

Berta Cáceres, Nelson García, los compañeros de

Cauca y José Quintriqueo son unos y una más en la larga

lista que crece por día, la lista de las eliminadas y los

eliminados en el proyecto-guerra en contra de la vida,

un proyecto-guerra que marca las y los desechables

por su condición de empobrecimiento y racialización,

y por sus luchas a defender sus tierras, ríos, bosques y

dignidad frente a la codicia, destrucción, explotación e

intereses del capital, a lo que los y las zapatistas llaman

la “hidra capitalista” (EZLN, 2015). Muchas y muchos

conocemos a alguien en la lista, o a alguien que “ellos”

quieren añadir. Así es de reconocer las amenazas que

viven cotidianamente lideresas-luchadoras como doña

Máxima Acuña en Perú (ganadora en abril 2016 también

del premio Goldman) y Relmu Ñamku, autoridad Inan

Lonko de la comunidad mapuche Winkul Newen

en Neuquén Argentina (quien lucha en contra de la

explotación hidrocarburífera), 55 para mencionar solo

dos entre muchas y muchos.

En Brasil los amenazados por muerte en el conflicto

agrario y minero en Pará, y las luchas territoriales

continuas de los Quilombolas en varios estados, también

son solo unos ejemplos en este gigante país donde la

violencia del capital ha aumentado bajo gobiernos del

PT; ahora con el gobierno de la ultra derecha amenaza

ser mucho peor. De hecho, los pactos de la “nueva

derecha” en la región van a sembrar nuevos mapas

55 Ver Borsani y Ñamku, 2016.

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122

de alianza al favor de capital y en contra de pueblos,

territorios, y naturaleza-vida. Un ejemplo es el acuífero

guarani en la triple frontera de Argentina, Paraguay y

Brasil. En agosto 2016, se anuncia el acuerdo para la

instalación de dos bases militares estadounidenses

en territorio Argentino, una en la Tierra del Fuego y la

otra en el acuífero, lo que “responde a una estrategia

militar del Pentágono para apoderarse de uno de los

más grandes reservorios de agua dulce del mundo.”56

Apoderarse del agua y a la vez del territorio, en gran

parte territorio ancestral indígena, es adueñarse de

la vida; así es hoy la violencia y el sistema de guerramuerte del capital.

La vida versus el sistema guerra-muerte

Hablar de un sistema de guerra-muerte recuerda lo que

Nelson Maldonado-Torres ha llamado el “paradigma

de guerra”, un paradigma “que está profundamente

conectado a la producción de raza y colonialismo

y la perpetuación, expansión y transformación del

patriarcado” (Maldonado-Torres, 2008: 4). Este

paradigma marca una forma de concebir la humanidad,

el conocimiento, el orden y las relaciones sociales

centrales al mundo-vida moderno. “Violencia y guerra…

no son resultados contingentes de unos proyectos

históricos particulares,” dice Maldonado-Torres, sino

“dimensiones constitutivas de las concepciones

dominantes de civilización y procesos civilizatorios”

(Maldonado-Torres, 2008: 5), dimensionesconcepciones que no solo definen sino también abogan

56 Ver: http://katehon.com/es/news/argentina-macri-regala-eeuu-latercera-reserva-de-agua-dulce-del-mundo (visitado últimamente 8 de

diciembre 2016).

P:123

123

por eliminar “los otros”, ellos y ellas que disturben,

amenazan y resisten esta “civilización”.

El sistema de guerra-muerte actual se enraíza en

el proyecto-lógica civilizatorio-patriarcal-modernocolonial-occidental y en su corazón de capital. Este

proyecto-lógica es constitutiva del sistema guerramuerte (en su presente y su larga duración); así pretende

moldear y permear todos los modos y las posibilidades

de vivir, estar, ser, saber, sentir, pensar y actuar.

Vilma Almendra (comunicadora nasa-misak de

Cauca, Colombia) nos recuerda que, “con la instalación

de la Conquista, de los señores de las guerras, de los

comerciantes de la palabra, de los mercaderes de la

vida, de los saqueadores de los bienes comunes y de

mucho más” empezaron los procesos y prácticas de

sometimiento, desprecio, fragmentación, despojo,

violencia, guerra y muerte. Son procesos y prácticas

que continúan con las actuales “estrategias del

proyecto de muerte: sometimiento con terror y

guerra, sometimiento con legislaciones de despojo,

sometimiento con captación y cooptación de los

movimientos,…sometimiento ideológico para colonizar

el territorio del imaginario…para garantizar y legitimar

el modelo económico del capitalismo al servicio de

los las transnacionales.”57 Sometimiento, despojo y

eliminación.

La violencia-guerra-muerte caracteriza cada vez más

la realidad de Abya Yala hoy, una realidad que entre

sus campos de batalla, está el cuerpo de la mujer. Las

violencias poco imaginables que han vivido cientos de

mujeres en el territorio-región del Pacífico colombiano,

incluyendo “escarmientos”, degradaciones y

descuartizamientos, resaltan; mujeres eliminadas

57 Almendra en Walsh.

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124

simplemente por ser mujeres y portadoras de las luchas

de y por la vida (Lozano, 2016).

En una entrevista reciente, la intelectual

comprometida argentina Rita Segato se refirió a la

creciente “pedagogía de crueldad”. La referencia

específica de Segato es al contexto de Guatemala

(aunque desde luego no termina ahí) y al caso conocido

como “Sepur Zarco”, donde agentes del estado en un

cuartel militar de “descanso”, sometieron durante

seis años (y cuando ya empezaban en este país los

procesos de paz) a un grupo de 15 mujeres maya

queqchies a la esclavitud sexual y doméstica, después

de desaparecerles a sus maridos porque aspiraban a

los títulos de su tierra ancestral (Segato en Gago, 2016).

Para Segato, quien realizó el peritaje antropológico

de género en el caso, “la pedagogía de crueldad es la

estrategia de reproducción del sistema”.

La crueldad expresiva denota la existencia de una soberanía

para-estatal que controla vidas y negocios en un determinado

territorio y es particularmente eficaz cuando se aplica al

cuerpo de las mujeres. Este “método” es característico de las

nuevas formas de la guerra no convencionales, inauguradas

en nuestras dictaduras militares y guerras sucias contra

la gente, en las guerras internas, en las guerras llamadas

“étnicas”, en la soldadesca asalariada de las empresas

militares privadas, en el universo de los sicariatos que

trabajan para las mafias, y en el accionar para-estatal de las

fuerzas estatales de seguridad en tiempos de “democracia

real”. Por eso hablo de una nueva conflictividad informal y

de guerras no-convencionales que configuran una escena

que se expande en el mundo y, en especial, en América

Latina, con muchas fases. Allí, la crueldad expresiva es la

estrategia, y el cuerpo de las mujeres y niños es el objetivo

táctico, para alcanzar, por la ejemplaridad y truculencia,

el tejido social en su centro de gravedad. (Segato en Gago,

2016: 3)

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125

Este juicio, histórico por exponer un crimen de

género como un crimen de estado, puso en escena la

operación de la pedagogía de crueldad y el cuerpo de

las mujeres como campo de batalla. Las condenas a 240

y 120 años de prisión a los dos militares responsables

son, sin duda, hitos importantes, inclusive para resaltar

“las múltiples formas de guerra que hoy se despliegan

contra las mujeres, haciendo su cuerpo el principal

territorio de la contienda” (Gago, 2016: 1). Además y

como explica Segato,

Un aspecto muy importante de la reparación material,

moral y comunitaria que ellas reclaman, entendida desde

su propia perspectiva, es que el [e]Estado, a través de la

sentencia ejemplar, declare y establezca públicamente su

inocencia, condición indispensable para que la comunidad

las reintegre y pueda reconstituirse y sanar el tejido social.

Lo más impresionante fue su gran coraje todo este tiempo,

sin asustarse –pues el enemigo nunca dejó de ser truculentoy sin desistir. (en Gago, 2016: 4)

Así pregunto si además de la “pedagogía de

crueldad” a que fueron sometidas, ¿no ejercieron estas

mujeres su propia pedagogía de resistencia-existencia

de y por la vida? Con esta pregunta estoy recordando el

sentido que Paulo Freire dio a la resistencia-existencia

en su libro Pedagogía de indignación. La supervivencia

física y cultural de los oprimidos y oprimidas, decía

Paulo, no está enraizada en la resignación o adaptación

a la lesión destructiva del ser o en la negación de vida.

Más bien, está fundamentada en la rebelión en contra

de la injusticia –la rebelión como auto-afirmación-, y

en la resistencia física a la cual se suma la resistencia

cultural, “la resistencia que nos mantiene vivos” (Freire,

2004: 61). Enrique Dussel (2002: 436), en su pensar

con Freire, resalta esta “>>acción<<-en-la-que-se-va-

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126

tomando-conciencia-ético-transformativa:liberación”

cuyo proceso ético y material y objetivo es “la vida”.

Recordada aquí también es la re-existencia de que

habla el colombiano Adolfo Albán: los mecanismos y

prácticas que procuran la re-definición y re-significación

de vida en condiciones de auto-determinación y

dignidad (Albán, 2008).58 ¿No sería todo eso parte de

la pedagogía propia de estas mujeres, su pedagogía de

lucha –y de gritos- por la vida?

Los gritos no son solo reacciones y expresiones

de susto. Son también mecanismos, estrategias y

acciones de lucha, rebeldía, resistencia, desobediencia,

insurgencia, ruptura y transgresión ante la condición

impuesta de silenciamiento, ante los intentos de

silenciar y ante, también, los silencios -impuestos y

estratégicos- acumulados59. Los gritos reúnen silencios

y reclaman –se apoderan de nuevas- voces secuestradas

(Garzón, 2014), subjetividades negadas, cuerpos,

naturaleza y territorios violados y despojados. Como

bien explica Maldonado-Torres, el grito del espanto

del colonizado o colonizada no es simplemente una

expresión de horror y terror, se puede ser entendido,

así más críticamente, como una práctica e intervención

(política, epistemológica, ontológica-existencial) que

58 Decía Freire: “El hacer el mundo ético es una consecuencia nece- saria de producir existencia humana, o la prolongación de la vida en la

existencia. […]Existencia es vida que se conoce a sí misma como tal”

(Freire, 2004: 98, traducción mía).

59 No es de olvidar que mientras el silenciamiento ha sido empleado

históricamente como un dispositivo de disciplinamiento y dominación,

el silencio estratégico ha sido parte, también a lo largo de la historia, de

las prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y (re)vivir. La estrategia

del silencio así se contempla y construye en las pedagogías y pedago- gizaciones “casa adentro” –de carácter político-epistémico, performativo, cultural-ancestral, cimarrón, rebelde, humanizante y afirmante (ver

García y Walsh, 2016; Garzón, 2014; Haymes, 2013; y Villa y Villa,

2013)- que afinan posturas propias y colectivizan la palabra, la escucha,

el saber y el hacer.

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127

apunta y camina una actitud decolonial y la idea y

posibilidad de decolonización.

Los principios del giro de-colonial y la idea de decolonización se fundan sobre el “grito” del espanto del

colonizado ante la transformación de la guerra y la muerte

en elementos ordinarios de su mundo de vida, que viene

a transformarse, en parte, en mundo de la muerte, o en

mundo de la vida a pesar de la muerte. […]Son muchos

los tipos de intervenciones críticas de los colonizados/

racializados. […]La orientación fundamental de este tipo

de intervenciones, y la actitud correspondiente, se remiten

al espanto y al grito de la subjetividad viviente y donadora

frente a la modernidad/colonialidad. (2007: 159-160)

Mi grito, desde luego, no es el mismo grito de

las mujeres y hombres que han vivido –que viven- la

herida colonial y su entretejer de patrones de poder

que racializan, empobrecen, sexo-generoizan, violan,

deshumanizan y desterritorializan. No grito “por” esas

sujetas y esos sujetos, no grito “por” los pueblos o las

comunidades. Ellas y ellos tienen sus propios gritos. Mi

grito es parte de un espanto relacionado y relacional;

es un grito frente al sistema capitalista-extractivistapatriarcal-moderno-colonial que nos está matando a

todxs (aunque no necesariamente de la misma manera),

frente a la desesperanza que desespera, y frente al

qué y al cómo hacer (hacer pensar, hacer actuar, hacer

luchar, hacer gritar) en y desde los contextos míos y con

otros contextos y colectividades de abajo.

Tengo que desatascar el grito, hacerlo salir de mi

pecho, sentir, escuchar y caminar su vibrar. Así deja de

ser solo mío; empieza a mezclarse con las “sonoridades

de ligazón y resistencia frente a la disminución de la

vida[…], se replica[…]” (Estévez, 2016: 82). A “salir

de la piel de [mi] grito. Meter[me] en la piel del mundo

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por [mis] poros”, como decía el martiniquense Edouard

Glissant (1981/2010: 16), es ser parte de esa nosotras y

nosotros que con y desde los distintos contextos “de

abajo” no dejan resonar. Ya no puedo, ya no podemos,

retener más la indignación y rabia, el horror y dolor ante

todos estos hechos aun presentes y cercanos, ante la

estrategia del proyecto-guerra de muerte que está en

plena operación y con “la tormenta” que, como dicen

los zapatistas, ahora nos viene encima (EZLN, 2015).

Los mexicanos hablaban hace un par de años de

150,000 muertos, 50,000 desaparecidos y 50,000

secuestrados. ¿Cuántos son hoy? Ayotzinapa ha sido

borrado de las noticias, pero la lucha de lxs familiares y

amigxs por encontrar rastros de los normalistas sigue

sin cesar. En eso, los medios de comunicación, sin

duda, son cómplices: cómplices en hacer desaparecer

las luchas de vida. Algo similar ocurre al respecto

de los y las zapatistas; el no estar en los medios de

comunicación (incluyendo los medios “alternativos”)

hace pensar que ya no existen, que su resistencia rebelde,

su digna rabia, y su práctica de autonomía, libertad y

pensamiento crítico ante el sistema capitalista y el mal

gobierno mexicano, se han esfumado.

Pero claro, el problema no descansa allí. En México,

como también y ya hace tiempo en Colombia, la guerra

de muerte ha llegado a caracterizar la vida cotidiana de

la mayoría, la que hace aterrorizar, espantar y callar.

Esta guerra es parte de lo que algunos, incluyendo

el presidente venezolano Nicolás Maduro, llaman el

“capitalismo paramilitar”, una clara tendencia global

del modelo neoliberal de desarrollo promocionado

principalmente por América del Norte (Anaya, 2015).

De hecho, es una guerra bien equipada, con su cuadrilla

compleja de aparatos, armas, herramientas y actores

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que aunque cambian de cara, estrategia y territorio

nacional, mantienen el mismo propósito y objetivo.

La explica muy bien el Subcomandante Insurgente

Galeano:

[...]La guerra también viene en los escudos y toletes de las

distintas policías en los desalojos; en los misiles israelíes

que caen sobre escuelas, hospitales y barrios civiles de

Palestina; en las campañas mediáticas que preceden

invasiones y juegos las justifican; en la violencia patriarcal

que invade los rincones más íntimos; en la intolerancia

heterosexual que estigmatiza la diferencia; en el fanatismo

religioso; en los modernos mercados de la carne humana

viva y sus órganos; en la invasión química del campo;

en los contenidos de los medios de comunicación; en el

crimen organizado y desorganizado; en las desapariciones

forzadas; en las imposiciones del gobiernos; en los despojos

disfrazados de “progreso”. En suma: en la destrucción de la

naturaleza y de la humanidad (en EZLN, 2015: 326)

Como también he argumentado en otra parte

(Walsh, 2016), es una guerra hecho proyecto cuyos

efectos sobre la población llegan a radicalmente

alterar -y hasta eliminar- la vida y la fábrica social.

Silencios y silenciamientos extremos de individualismo

e indiferencia en la gente, rupturas de tejidos

comunitarios, organizativos, colectivos y a nivel de

lucha política-social son solo algunas de las alteraciones

que caracterizan los momentos actuales, parte también

de una hegemonía ideológica y de pensamiento que

está invadiendo a todas las esferas.

No es casual que las mujeres seamos parte del eje

del ataque, particularmente si consideramos que son

las mujeres quienes están liderando hoy muchas de las

luchas en contra del sistema capitalista/heteropatriarcal/

moderno/colonial, el extractivismo y la destrucción

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de la naturaleza-vida.60 Lourdes Huanca, lideresa

campesina peruana del FEMUCARINAP, habló en 2013

sobre este liderazgo y lucha de mujeres en contra de

la violación e invasión de “los territorios de nuestros

cuerpos”. Para ella, esta invasión y violación (física,

simbólica, cultural y territorial) tienen que ver tanto

con la presencia en las comunidades de proyectos e

industrias extractivistas como con los cambios que esta

presencia ha impulsado en las relaciones, estructuras y

dinámicas comunitarias. El incremento de alcoholismo,

la fomentación de comportamientos machistas, y el

uso distorsionado de conceptos cosmogónicos como

dualidad y paridad hacen el juego a la superioridad del

hombre y “el poder de los testículos”, dice Huanca,

justificando el uso del poder masculino sobre cuerpos

femeninos como “naturaleza” (en Walsh, 2015: 120).

Argumenta la filósofa, teórica y feminista decolonial

María Lugones que la actual violencia hacia las mujeres

y el creciente feminicidio tienen que ver con “la

devaluación total del trabajo y de los cuerpos que antes

producían plusvalía y ahora no valen nada” (Lugones en

Hevia, 2012). La Comisión Interamericana de Mujeres

informó en 2012 que el feminicidio en América Latina

alcanza “niveles cercanos a los de pandemia.” Añado

yo: a niveles de horror. Dependiendo del país, se estima

que entre 60 a 90% de los homicidios de mujeres son

feminicidios, es decir muertes de mujeres por parte de

hombres que las matan por el hecho de ser mujeres. Me

refiero a esas mujeres que mueren prácticamente cada

60 Ver, y solo como ejemplos de 2016, las múltiples movilizaciones

y manifiestos de mujeres de comunidades y organizaciones de base el

8 de marzo 2016, incluyendo la Coordinadora Feminista de Temuko

(http://www.mapuexpress.org/?p=7819), las mujeres amazónicas en

defensa del territorio (http://www.corape.org.ec/mujeres-amazonicas-realizaran-una-marcha-en-defensa-de-su-territorio/); páginas visitadas últimamente el 10 de diciembre 2016.

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cuatro días en Bolivia, cada 31 horas en Argentina, 15

por día en Brasil (5,500 al año de las cuales 60% son

mujeres afrodescendientes), 54 por mes en Honduras,

y en México más de 2,000 al año. En Colombia, los

datos públicos reportados varían entre una mujer cada

tres días a 1,351 feminicidios solo en el año entre 2014

y 2015.61 En el Ecuador, y pesar de un código penal en

contra de la violencia hacia la mujer, los feminicidios

siguen en aumento a nivel semanal.

Sin duda, el feminicidio es una herramienta del

capital-patriarcado, como afirmaba el Pronunciamiento/

Posicionamiento de Movilización “Mujeres habitantes

del Estado de México”, el 24 de abril de 2016.62

Las mujeres, en general y especialmente mujeres

jóvenes, populares urbanas, campesinas, indígenas y

afrodescendientes no son solo desechables hoy, son

además blancos de eliminación, subordinación, captura,

silenciamiento, destierro y desterritorialización ante el

sistema buldozer-excavador- arrastrador del capital y

su matriz – patriarcal/moderno/colonial- del poder.

¿Cómo hablar de la interculturalidad y la

decolonialidad ante esta realidad? Además, ¿cómo

hablar de la humanidad, incluyendo las “humanidades”

de nuestras universidades? ¿No son las universidades

y los sistemas educativos también, y cada vez más,

cómplices?

61 Ver: http://www.eltiempo.com/politica/justicia/feminicidios-en-colombia/15856225 y http://www.elcolombiano.com/colombia/entre2014-y-2015-van-1-351-feminicidios-medicina-legal-1-IC2352039,

consultados 11 de marzo 2016.

62 Ver http://pueblosencamino.org/?p=2759

P:132

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(Des)humanidad(es) y (des)educaciones

Todo lo señalado arriba hace preocuparse de la

humanidad, entendida en su forma más amplia (y

no antropocéntrica) como seres-vida. Así he venido

argumentando, desde hace algunos años atrás, sobre el

problema de las crecientes “des-humanidad(es)”. Incluida

aquí es la deshumanización-desmundanización de las

ciencias sociales y humanas de la UNI-versidad, UNI por

su concepto-proyecto que, y de manera creciente, niega

las diferencias, las voces críticas y la pluriversalidad de

seres, saberes, cosmologías y visiones-prácticas de vida.

Hoy la Uni-versidad funciona como empresa científica,

profesionalizante y deshumanizante con complicidad

directa con el poder del capital. Con su enfoque en el

“conocimiento útil”, las letras, humanidades y ciencias

sociales van desapariciendo; en el mejor de los casos

están relegadas al último peldaño de interés y prioridad.

El interés y preocupación por lo que sucede en el

mundo (incluyendo a nivel local, nacional, regional y

global) desavenecen ante la miopia del consumerismo

e individualismo; el sonambulismo intelectual tanto de

docentes como de estudiantes, ahora es lo más usual

(Walsh, 2014a).

La educación, desde luego, es uno de los principales

campos de batalla. El movimiento “Escola sem

partido” es ejemplificador. También ilustrativos son

los procesos de reforma educativa en varios países

(además de Brasil, y entre otros, México, Argentina,

Chile y Ecuador) donde el desmantelamiento de la

educación pública y comunitaria, la privatización y

estandarización, el control político, ideológico, religioso

y de conocimiento, y la aplicación tanto de medidas del

mercado como del autoritanismo estatal, dan paso a la

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violencia (epistémica, ética, social-cultural, linguística,

étnico-racial y existencial) del capital global. Las luchas

educativas a lo largo de Abya Yala hoy, incluyendo la

ocupación -mientras que escribo– de cientos de escuelas

en Brasil, y la movilización durante practicamente todo

el 2016 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores

de Educación-CNTE en México hacen presentes los

gritos y su actuar. Sin embargo, el poder no se queda

callado. La represión brutal del gobierno mexicano,

policia federal y paramilitares el 19 junio de 2016 en

Nochitxlan-Oaxaca donde 11 docentes perdieron la vida

y el desalojo violento el día siguiente del campamento

del CNTE y de la sociedad civil en San CristobalChiapas, son muestras de la guerra actual.

En Ecuador, el gobierno llamado “progresista”

de Rafael Correa impulsa la acelerada eliminación

de la educación comunitaria, espacio central en el

tejer colectivo de las comunidades campesinas,

afrodescendientes e indígenas. En los últimos dos

años, más de 10,000 escuelas comunitarias han sido

cerradas, reemplazas por una nueva fusión educativa

modernizante e “intercultural”. Las llamadas

“Escuelas del Milenio” con sus edificios grandes,

modernos y tecnologicamente avanzados (donde

acaban, en algunos casos, hasta 1000 estudiantes o

más), pretenden masificar y estandarizar la educación.

Eliminada es la educación intercultural bilingüe (hasta

hace poco semi-autónoma y una de las mayores

ganancias del movimiento indígena), el uso de lenguas

propias y cualquier relación communitaria-cultural.

Por la distancia larga entre estas nuevas Escuelas

y las communidades, las familias están forzadas a

relocalizarse; también optan por simplemente no

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134

mandar sus hijos a la Escuela, por no participar en la

educación “intercultural”.

El hecho de que estas Escuelas están concentradas

en zonas que históricamente se han mantenido mayor

resistencia y movilización social, política y cultural,

incluyendo zonas adyacentes a recursos naturales

estrategicos, no es fortuito. Tampoco es fortuito que

forman parte de un plan capitalista-modernizadorurbanizador más amplio. Las nuevas “Ciudades del

Milenio” hasta ahora concentradas en la Amazonia,

forman parte de la nueva política “intercultural” de

sacar los pueblos indígenas de la pobreza y ofrecerles

los beneficios de la modernidad. Con casas de bloque

uniformadas, servicios básicos y caminos pavimentados,

desprovisto de árboles, chacras (huertas) y animales,

con la Escuela del Milenio en en el centro y una pared

para mantener la selva afuera, estas Ciudades pretenden

eliminar la relación milenaria cultural de seres-saberesterritorio-vida. A más, pretenden vaciar el territorio,

redistribuir la población y dejar libre acceso a la

exploitación de la naturaleza y sus recursos. “Se trata

de un tipo de desarrollo y urbanización de la Amazonía

que vuelve a complemenar a la acumulación del capital

transacional a través del despojo territorial y de los

bienes comunes de los pueblos indígenas (Bayón, 2013).

Así son las nuevas políticas ecuatorianas de

modernizar, desterritorializar e interculturalizar,

que junto con el discurso estatal del “buen vivir”

y la retórica de la descolonización, reconstituyen y

refortalecen la matriz moderno/colonial del poder. Hoy

en Ecuador, como en muchos otros países de Abya Yala,

la interculturalidad en manos del Estado es funcional

el poder.

P:135

135

Grito, gritas, gritamos. Los decibeles, el eco y

la resonancia van en crescendo. Se confunden, se

comunican, se mezclan y se tejen con otros gritos –con

todos los gritos del mundo y desde abajo- incluyendo

los gritos de lxs otrxs seres, con lxs del agua, los

ríos y la mar, las montañas, los árboles, los pájaros y

animales, con los gritos y las gritas de las ancestras y

los ancestros cuya presencia y memoria siguen vivas.

Son gritos de horror, dolor, bravura, rabia e indignación,

gritos en contra del proyecto de guerra-muerte.

Pero también, son gritos de, desde, con, por y para

la vida, por y para el re-existir, re-vivir y con-vivir con

justicia y dignidad. Son gritos que reunen silencios

y silenciamientos y que reclaman subjetividades y

conocimientos negados, cuerpos, territorio y naturaleza

violados y despojados. Son gritos que llaman, imploran

y exigen un pensar-sentir-hacer-actuar, que claman

por prácticas (políticas, epistémicas, ontológicoexistenciales) no solo de resistir sino también de insurgir e intervenir, de actitudes cimarronas y actitudes

decoloniales, de prácticas en contra del paradigma de

la guerra (Maldonado-Torres) como forma de concebir

la humanidad, el conocimiento, el orden y las relaciones

sociales desde dimensiones-concepciones que definen

y abogan por eliminar “los otros” que disturben,

amenazan y resisten, o que solamente ya no tienen

utilidad. Gritos que claman por prácticas “al favor”

de algo “muy otro”; prácticas como pedagogíasmetodologías de creación, invención, con-figuración y

co-construcción –del qué hacer y cómo hacer- de luchas,

caminares y siembras dentro de las fisuras o grietas del

sistema capitalista-moderno-colonial-antropocéntricoracista-heteropatriarcal. Es desde las grietas, juntando

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los gritos desde abajo, que se puede realmente empezar

a construir la interculturalidad y decolonialidad.

Las grietas y siembras

Dejé desde hace un tiempo atrás la Esperanza Grande,

la ESPERANZA con mayúsculas. Me refiero a la

ESPERANZA de cambiar o transformar el sistema

capitalista/moderno/colonial/heteropatriarcal en su

conjunto y totalidad, y de creer que otro mundo a nivel

global realmente es posible.

Mi apuesta hoy en día está en y por las esperanzas

pequeñas. Es decir, en y por esos modos-muy-otros

de pensar, saber, estar, ser, sentir, hacer y vivir que

sí son posibles y, además, existen a pesar del sistema,

desafiándole, transgrediéndole, haciéndole fisurar. No

dejo de querer un cambio en todo el mundo o para toda

la región, como también dice la Comandanta Dalia

del EZLN. “Si no luchamos, el sistema capitalista va a

seguir hasta que nos acaba todos, y nunca va a haber

un cambio” (EZLN, 2015: 121). Así retomo las palabras

del Subcomandante Insurgente Galeano: “Nuestra

rebeldía es nuestro NO al sistema. Nuestra resistencia

es nuestro SI a otra cosa es posible” (EZLN, 2015: 221).

Pensar y actuar al respecto de esta “otra cosa”, así para

reconocerla, lucharla, caminarla y multiplicarla desde

abajo –desde los abajos– son actividades políticoepistémicas que desmontan, desplazan e interrumpen

los universalismos de totalidad, incluyendo los que

orientan nuestras universidades y también los que

han venido orientando la izquierda y el feminismo

eurocentrados.63

63 Ver la importante crítica al feminismo eurocentrado que hacen Espi-

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137

Mi apuesta entonces es desaprender a pensar desde

el universo de la totalidad y aprender a pensar y actuar

en sus afueras, fisuras y grietas, donde moran, brotan y

crecen los modos-otros, las esperanzas pequeñas. Las

grietas se han convertido en parte de mi localización y

lugar. Son parte integral de cómo y dónde me posiciono

política, epistémica, ética y estratégicamente.

Son parte integral también de las transgresiones,

indisciplinamientos, rupturas y desplazamientos que

me obligan a mirarme críticamente, a aprender a

desaprender para reaprender a pensar, actuar, sentir

y caminar decolonialmente, a nivel individual y en

colectividad. Así son constitutivos de cómo concibo,

construyo y asumo mi praxis, incluyendo en la

universidad (ver Walsh, 2014b).

Pongo mi energía, esfuerzo y atención en lo encarnado,

situado y local, en las resquebraduras existentes

-en proceso y por venir- que desafían, transgreden,

interrumpen y desplazan el sistema dominante, en las

fisuras de abajo donde se encuentran, se construyen

y caminan formas de estar-hacer-ser-sentir-pensarsaber-vivir muy otras, y en las posibilidades mismas

de “hacer agrietar”. Me refiero tanto a las estrategias,

prácticas y metodologías-pedagogías que se entretejen

con y se construyen en las luchas de resistencia,

insurgencia, cimarronaje, afirmación, re-existencia,

re-humanización y liberación (Walsh, 2013), como

a las acciones sociales, políticas, epistémicas,

artísticas, poéticas, performáticas, espirituales -todas

pedagógicas- que empleamos para resquebrar y fisurar,

para in-surgir y construir, y también para ensanchar y

nosa, Gómez y Ochoa (2014) y su libro de compilación de intelectuales,

activistas, pensadoras y académicas provenientes de Abya Yala: Tejiendo de otro modo. Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales

en Abya Yala.

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138

profundizar las grietas. Es a todo eso a que me refiero

cuando hablo del espacio, lugar, incidencia y el hacer de

las grietas decoloniales (ver Walsh, 2013).

Las grietas dan luz a esperanzas pequeñas.64 Las

grietas que pienso revelan la irrupción, el comienzo,

la emergencia, la posibilidad y también la existencia de

“lo muy otro” que hace vida a pesar de –y agrietandolas condiciones mismas de su negación.65 Para muchos,

estas grietas pasan inadvertidas, desapercibidas e

invisibles, fuera de las esferas de percepción, atención y

visión. Esto se debe, en gran medida, a la naturalización

miope de la vida y el vivir contemporáneo. Pero

también se debe a la inhabilidad, incluso entre muchos

de la llamada izquierda, de imaginar y comprender los

modos-otros que existen y podrían existir en los bordes

y quiebras (Walsh, 2014b). Las grietas así requieren un

re-afinar del ojo, de los sentidos y de la sensibilidad para

poder ver, oír, escuchar y sentir lo muy otro deviniendo

y siendo, y para reconocer en ello la esperanza pequeña

que no solo grita sino también afirma y camina la vida.

“Nuestro caminar, aunque existe siempre al borde

de la imposibilidad, existe”, nos recuerda el Colectivo

Grietas. Su caminar y luchar son los de muchos colectivos

e individuos en Abya Yala hoy que buscan, generan y

se sitúan en, desde y con las grietas, agrietando para

construir, diariamente y desde diferentes espacios,

geografías y tiempos, formas de estar, hacer, ser, sentir,

pensar, saber, existir y vivir muy otras. “Ensanchamos

64 Así pienso en la luz de la que habló Gloria Anzaldúa (2015: 8), “la

luz que alumbra la oscuridad”, la luz que es la luna, la sombra y sueño.

65 De hecho, esta no es la única forma de pensar las fisuras o grietas. En

las comunidades negras del Pacífico, dice Juan García, la gente habla

de las fisuras en el sentido de amenazas y peligros, como estas resquebraduras donde puede entrar lo foráneo, el bicho (real o simbólico) que

va comiendo y destruyendo desde adentro (conversación personal, abril

2016).

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un poco más la grieta que habitamos en el muro de

las imposibilidades económicas y políticas”, dice el

Colectivo, “y hacemos más profunda la resquebrajadura

dentro del gran muro del capitalismo. […] En fin, damos

cabida a todo lo que se oponga al shock sistémico y

existencial que inmoviliza las ganas de cambiar al

mundo” (Colectivo Grietas, 2012: 6).

Las grietas, por supuesto, son la consecuencia en

gran medida de las resistencias e insurgencias ejercidas

y en marcha. Se abren y toman forma en la lucha

misma, en levantamientos, rebeliones y movimientos

pero también en prácticas creativas y cotidianas. Me

refiero a las prácticas no basadas en la lógica de la

modernidad/colonialidad capitalista-patriarcalheteronormativa-racializada con su “monólogo de la

razón moderno-occidental” (Bautista, 2009), negación

ontológica-existencial, epistémica y cosmogónicaespiritual, explotación de la naturaleza y proyecto

de guerra-muerte, sino en sus exterioridades, bordes

y fisuras. Son esas, construidas, creadas, moldeadas

y vividas desde abajo, desde los bordes, margenes y

grietas, que dan cabida a procesos y prácticas que el

sistema del poder, jamás pudieron y podrían imaginar

o comprender.

Para Gustavo Esteva, pensador méxicano y rectorfundador de a Universidad de la Tierra en Oaxaca,

tenemos que “salir de las cárceles intelectuales

e ideológicas,…liberar la esperanza de su prisión

intelectual y política” (Esteva, 2014: 65) y construir

“nuevas formas de lucha transformadora” (p.7). Tal

apuesta hace recordar la llamada de Paulo Freire, casi

al final de su vida, a “reinventar las formas de acción

política” (Freire, 2003: 50). Decía Freire que “hay

que reinventar la forma de pelear, pero jamás parar

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140

de pelear”; hay que buscar nuevos caminos de lucha,

nuevas formas de rebeldía (Freire, 2003: 55, 59). Así

hablaba Paulo de las pedagogías de indignación, la

rebelión como auto-afirmación, la resistencia que nos

mantiene vivos.

En el libro El pensamiento crítico frente a la hidra

capitalista, resultado de un reunión/seminario/semillero

de pensamientos y con la participación de la Comisión

Sexta del EZLN, los subcomandantes insurgentes

Moisés y Galeano resaltan la necesidad de nuevas

formas y métodos de lucha, resistencia y rebeldía

ante las múltiples cabezas actuales y cambiantes del

capitalismo -la “hidra” capitalista capaz de mutarse,

adaptarse y regenerarse- y ante el catástrofe o tormenta

que está por venir. “Están cambiando las cosas y los

compañeros y compañeras están cambiando las formas

de lucha. Tenemos que buscar cambiar para poder

sobrevivir” (EZLN, 2015: 355).

En esta búsqueda de cambiar, los y las zapatistas

emplean su metodología -que es una pedagogíade caminar y preguntar. Preguntando se camina.

Preguntando también agrietan el muro de la historia.

“Si no hay grieta, bueno, pues a hacerla arañando,

mordiendo, pateando, golpeando con manos y cabeza,

con el cuerpo entero hasta conseguir hacerle a la

historia esa herida que somos” (EZLN, 2015: 198). “Las

zapatistas y los zapatistas han aprendido que si paras

de arañar la grieta, ésta se cierra. El muro se resana a

sí mismo. Por eso tienen que seguir sin descanso. No

sólo para ensanchar la grieta, sobre todo para que no

se cierre. …Ahora lo importante es la grieta” (EZLN,

2015: 201).

Durito, un pequeño escarabajo que usa lentes y

fuma pipa, protagonista de mucho de los cuentos del

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ya finado Subcomandante Insurgente Marcos, también

ha tenido mucho que decir sobre el muro y las grietas.

Dice Durito:

Ya achatado, los poderosos han colocado el mundo como si

fuera una pared que divide a unos de otros. Pero no es una

pared así como lo conocemos, no. Es una pared acostada.

O sea que no sólo hay un lado y otro lado, sino que hay

un arriba y un abajo. […]El muro y los que están arriba

pesan mucho, y que, entonces, los que están abajo se

inconforman, murmuran, conspiran. Además el gran peso

ha provocado que se haga una gran grieta en el muro. […]

Los de abajo, es decir, la inmensa mayoría de la humanidad,

trata de asomarse por la hendidura para ver qué es lo que

pesa tanto y, sobre todo, por qué es que debe soportar

ese peso. […]La rebeldía en el mundo es como una grieta

en un muro: su primer sentido es asomarse al otro lado.

Pero después, esa mirada debilita el muro y termina por

resquebrajarlo por completo. La rebeldía va más allá de lo

que va el “cambio” moderno, [el que] aprovecha la grieta

para colarse al otro lado del muro, al de arriba, olvidando,

consciente o inconscientemente, que por la grieta no pueden

pasar todos. […]La rebeldía, en cambio, va mucho más allá.

No pretende asomarse al otro lado, ni mucho menos pasar

allá, sino lo que quiere es debilitar el muro de tal forma

que acabe por desmoronarse, y, así, no haya ni uno ni otro

lado, ni un arriba ni un abajo. (Subcomandante Insurgente

Marcos, 2003 en Colectivo Grietas, 2012: 7-8)

En su texto Agrietar el capitalismo, John Holloway,

intelectual irlandés radicado desde hace mucho tiempo

en México, argumenta que “las grietas siempre son

preguntas, nunca respuestas. […]Es allí desde donde

comenzamos, desde las grietas, las fisuras, los cismas,

los espacios de negación-y-creación rebelde [...]de

otro-hacer. La grieta es una insubordinación del aquí-yahora, no un proceso para el futuro” (Holloway, 2011:

22-23, 28-29). Su importancia, en este sentido, es en

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142

su propio hacer, en su hacer siendo y haciendo. Es a

eso que resalta Holloway cuando habla del método y la

actividad práctico-teórica de la grieta:

Un arrojarnos físicamente contra las paredes y también un

detenernos a reflexionar y buscar las grietas o las fallas en

la superficie. Las dos actividades son complementarias,

la teoría sólo tiene sentido si se la entiende como parte

del esfuerzo desesperado por hallar una salida, por crear

grietas que desafíen el avance aparentemente imparable

del capital, de las paredes que nos están empujando

hacia nuestra destrucción. […]La apertura de las grietas

es la apertura de un mundo que se nos presenta como

cerrado. […]El método de la grieta es el método de la crisis:

quisiéramos comprender a la pared, pero no a partir de su

solidez, sino desde sus grietas. (Holloway, 2011: 8-9)

Las grietas entonces son lugar del hacer prácticoteórico y, sin duda, político-pedagógico, de las

esperanzas –de esperanzares- pequeñas. Son parte del

cómo de las rupturas, transgresiones y desplazamientos

de la razón y lógica occidental y monocultural, de la

desobediencia a esta razón y lógica como únicas y,

a la vez, la desobediencia al orden moderno/colonial.

Ahí en las grietas es donde empieza a entretejerse y

sembrarse, sin duda, procesos, prácticas y posibilidades

de lo intercultural y decolonial, no como sustantivos

fijos sino como “verbalidades” (para usar la expresión

de Vázquez) que suscitan su hacer activo, su acción.

Así me interesa no solo a lo que despierta, despeja

y despliega en las grietas, sino también, y más

críticamente, el cómo de su hacer. Es decir, sobre

cómo se hace –cómo hacemos- las acciones, procesos,

prácticas metodológico-pedagógicas y luchas

praxísticas de agrietar, y sobre cómo estas actividades

empujan, provocan y avanzan formas otras de pensar,

P:143

143

estar, ser, saber, sentir, existir y vivir, formas que

interrumpen, transgreden y fisuran la matriz de

poder y su proyecto-guerra de muerte. Son estas

pedagogizaciones y agrietamientos que dan sustento

y andanza a las esperanzas pequeñas, esperanzas que

cuando empiezan a hablarse, aliarse y tejerse entre

ellas, se hacen más fuertes y más imparables en su

alentar, crecer y caminar.

Sin embargo, “pensar que la esperanza solo

transforma el mundo y actuar movido por esa

ingenuidad es un modo excelente de caer en la

desesperanza”, decía Freire. “La desesperanza nos

inmoviliza, nos hace sucumbir al fatalismo en que no

es posible reunir las fuerzas indispensables para el

embate recreador del mundo”. Por eso, “la esperanza

necesita de la práctica para volverse historia concreta”

(2002: 8). La lucha tiene que ser movida por la

esperanza, por el fundamento ético-histórico de su

acierto, sostenía Freire; la esperanza “forma parte de

la naturaleza pedagógica del proceso político del que

esa lucha es expresión” (p.9). La esperanza, en este

sentido, es por sí componente necesario y constitutivo

de la práctica pedagógica y la pedagogía práctica –es

decir, praxística- de las grietas y la acción, y su cómohacer agrietar. Pero también es parte de las prácticas

pedagógicas y pedagogías praxísticas de sembrar.

Desde luego, ambas prácticas (agrietar y sembrar) van

de la mano; a más, transversan territorios de distinto

tipo, incluyendo los de las academia que pretenden

(desesperadamente) desesperanzar y disciplinar.

¿Cómo, desde las disciplinas y su discipinamiento,

agrietar, indisciplinar y sembrar? Dentro del contexto

de este libro con su enfoque principal en el campo

de las llamadas letras hispanoamericanas, podemos

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indagar por las literaturas pensadas, escritas, habladas,

cantadas desde las grietas, y también por ellas que

hacen agrietar para así sembrar.

Hoy la apuesta de sembrar es fundamento central

de las insurgencias, resistencias y re-existencias

de muchos pueblos, comunidades y colectividades

enfrentando, desde y con lxs de abajo, la violencia, el

desmembramiento, el despojo, la desterritorialización

y la destrucción relacionadas con la acumulación del

capital global y su lógica y sistema de guerra-muerte,

desarrollista, occidentalizante, modernizante, y

patriarcal/moderno/colonial. No es de olvidar que al

respecto de esta lógica y sistema, el feminicidio, el

extractivismo y el exterminio de las fuerzas intercon-relacionales y vitales de seres, saberes, territorios,

memorias y comunidades -de la Madre Naturaleza

misma-, tienen un papel funcional. En este contexto y

frente a esta realidad, el acto de sembrar -la siembra- es

un acto insurgente. Insurgente por su in-surgir e incidir;

por hacer-nacer, renacer, resurgir, crear y construir

posibilidades, esperanzas y pericias de vida y vivir que

no solo afrontan la lógica-sistema dominante, sino que

también contribuyen a su agrietamiento, debilitamiento,

desmantelamiento y destrucción eventual, y al

crecimiento de algo radicalmente distinto.

La siembra, en este sentido, no es un acto

descontextualizado, desterritorializado, descorporizado

o individual. Es un acto persistente, consciente y situado

que en su práctica, proceso y continuidad invoca y

convoca memorias colectivas, rebeldías, resistencias e

insurgencias de todo tipo, incluyendo de lxs ancestrxs

y antepasadxs, y la colectividad-comunidad. En la

práctica, proceso y continuidad, se descubren, inventan

y realizan métodos de los cómo hacer, pedagogías

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vivas, de vida y dignidad renacientes, que cultivan

semillas de decolonialidad y sus gérmenes, brotes,

raíces y crecimientos “muy otros”.

Ahora bien, esta siembra, este hacer-sembrar y sus

cómo, no están solamente en -ni tampoco solamente

son de- la tierra. Tienen que ver con todas las esferas

de la vida, de la (re)existencia física, simbólica, social,

cultural, cosmológica-espiritual, como también de

saberes, sabidurías y conocimientos y del oficio mismo

de la educación o las “educaciones”.

El EZLN así argumenta, que ante la tormenta que

viene y ante las múltiples cabezas crecientes, cambiantes

y generativas de la hidra capitalista, necesitamos

cultivar nuevos semilleros de pensamiento crítico,

semilleros y semillas que podrían hacer crecer nuevos

métodos –nuevas pedagogías- de lucha.66 “La semilla

…que cuestione, provoque, aliente, impulse a seguir

pensando y analizando. Una semilla para que otras

semillas escuchen que hay que crecer y lo hagan según

su modo, según su calendario y geografía” (SupGaleano

en EZLN, 2015: 33). “Ahí véanlo qué semilla es buena”,

dice SupMoisés, “y qué semilla piensan que no es buena

o que no se puede poner en práctica, véanlo qué cosa

se tiene primero que hacer, y el segundo, el tercero, el

cuatro, así” (p. 179). “Se trata de agarrar las semillas y

escoger cuáles son las que nos sirven” (p.350) y de ahí

el qué y cómo hacer, sembrar y luchar.

Estas semillas, sembríos y semilleros apuntan,

sin duda, nuestro qué hacer en las universidades,

66 Dice el SupMoisés que “con el pensamiento crítico lo analizamos

sus modos del enemigo, de quien nos oprime, nos explota, nos reprime,

nos desprecia, nos roba. Pero también con el pensamiento crítico vamos viendo cómo es nuestro camino, cómo son nuestros pasos…Los

llamamos a que hagan sus propios semilleros y nos comparten lo que

ahí siembren” (EZLN, 2015: 349).

P:146

146

instituciones y espacios cada vez más desprovistas de

pensamiento, y de la consciencia y urgencia de actuar.

Universidades cada vez más serviciales (y al servicio)

al poder, a los discursos de la interculturalidad

funcional y a la matriz capitalista/moderno/colonial/

heteropatriarcal. Allí la urgencia de cultivar nuevos

semilleros de pensamiento crítico, de plantar la

semilla que cuestione, provoque, aliente e impuse a

seguir pensando y analizando. Semillas, sembríos y

semilleros que hacen cuestionar, desafiar, transgredir

e interrumpir las lógicas, racionalidades y monólogos

occidentales y occidentalizantes cuyo disciplinamiento

nos hace ciegos y ciegas a la realidad abya-yaleana,

a los otros modos, lógicas y racionalidades de

existencia y de saber, conocer y sentipensar. Semillas,

sembríos y semilleros que de esta manera críticamente

interculturalicen y descolonizan, que cultivan modosmuy-otros de aprender a desaprender para reaprender

a pensar, sentir, saber, expresar, actuar, agenciar y

también enseñar desde y con Abya Yala.

Entre-tejiendo a gritos, agrietando, sembrando y

haciendo caminar

De hecho, la siembra no se puede separar de los gritos

y de las grietas. Se entretejen en actitud, complicidad y

en el afán creativo, propositivo y “preguntativo” de qué

y cómo hacer; de qué y cómo gritar, agrietar, sembrar

y caminar.

Mis gritos no han parado, ni tampoco su espanto,

rabia e indignación, o vibrar. Lo que pasa es que ahora

no son solo míos. Forman parte de un entretejernos a

gritos, interrumpiendo y transgrediendo los silencios

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impuestos e implosionando desde su acumular. Oiga,

¿no pueden escucharlos en su sonorizar y luchar?

Desde las grietas, los gritos sonoros hacen temblar,

pero también hacen agrietar. Ahí están lxs gritonxs

y gritadorxs arañando, golpeando y resquebrando,

juntando fuerzas –como no basta con los gritos- para

actuar, pensar, luchar y también sembrar.

Así los gritos, grietas y siembras van entretejiéndose,

entretejiéndonos en un cada vez más crítico y urgente

caminar. Son los gritos, grietas y siembras de la

gente que, en parte, hacen el camino; las gentes que

logran plantar a pesar de y en las resquebraduras de la

estructura-sistema-lógica dominante, sí hacen camino,

y sí hacen caminar.

Como advierte Enrique Dussel (2014: 322), “sin la

praxis no se hace camino”. El camino no se puede

hacer sin referencias, “se necesita una brújula y saber

en qué dirección hay que caminar. La brújula son los

principios”, dice Dussel, “y la dirección se descubre

en su aplicación concreta, con el material de la praxis

cotidiana, militante, solidaria”. Es esta praxis que Freire

entendió como la acción y reflexión en el mundo para

cambiarlo, una praxis ético-política –significativa o de

sentido como decía la feminista afroamericana bell

hooks (1994: 47))- fundamentada en la lucha de, por

y para la vida. En su pensar con Freire, Dussel resalta

esta ética de praxis, conciencia y acción y su sentido

pedagógico:

La praxis de “transformación” no es el lugar de una

“experiencia” pedagógica; no se hace para aprender;

no se aprende en el aula con “conciencia” teórica. Es en

la misma praxis transformativa de la “realidad real” e

histórica donde el proceso pedagógico se va efectuando

como progresiva “concienti-zación (“acción”–en-la-que-se-

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148

va-tomando-conciencia-ético-transformativa: liberación) …Se

trata de un proceso realísimo, concreto, …ético “material”:

la vida. (Dussel, 2002: 436)

Es la ética de la lucha, la praxis de vivir lo que uno

o una afirma, y la pedagogía viva que se construye –

que construimos- en el camino de agrietar, sembrar y

cultivar, que van marcando y significando el entretejer

pedagógico de la interculturalidad y la decolonialidad.

Me refiero a las prácticas accionales, las apuestas

praxísticas-políticas y los procesos metodológicos y

organizativos que empleamos e inventamos tanto para

luchar en contra del proyecto guerra-muerte como para

crear, posibilitar y afirmar la vida fuera de la lógicaestructura-sistema imperante, o por lo menos en sus

fisuras.

Para el líder histórico kichwa Luis Macas, “vivimos

una interculturalidad colonizada, vista y creada desde

una lógica occidental y colonial”. Por tanto, argumenta

Macas, “tenemos la gran tarea de descolonizar

la interculturalidad, reciclar el eurocentrismo,

desmonopolizar la vida desde nuestras resistencias y

desde nuestros proyectos [para] llegar a la reconstitución

de los pueblos, de la sociedad, y de la vida” (Macas,

2012, 5).

Si la interculturalidad y la decolonialidad son

posibles hoy, su posibilidad descansa no en una

existencia sustantiva -como realidad, condición o

estado fijo, tangible y medible–, sino en su verbalidad.

Es decir, en los procesos de interculturalizar y de(s)

colonizar que toman aliento, fuerza y razón desde

abajo –desde “los abajos”- juntando y correlacionado

los gritos, agrietando los muros, sembrando esperanzas

y cultivando maneras-otras (inter-culturales, interepistémicas, inter-relacionales y decoloniales) de ser,

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149

saber, sentir, pensar y con-vivir en, desde y con esos

territorios de Abya Yala.

Referencias

Albán, Adolfo. 2008. “¿Interculturalidad sin

decolonialidad? Colonialidades circulantes y

prácticas de re-existencia”. En Wilmer Villa and

Arturo Grueso (Eds.), Diversidad, interculturalidad

y construcción de ciudad (pp. 64-96). Bogotá:

Universidad Pedagógica Nacional/Alcaldía Mayor.

Almendra, Vilma. 2016. “PalabrAndando: entre el

despojo y la dignidad.” En C. Walsh (Ed.), Pedagogías

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P:155

155

Educación superior y conocimiento

en América Latina: Justicia epistémica,

descolonización y las potencialidades

de la educación intercultural67

Comienzo recordando el grito de las protestas

estudiantiles hace una década en Ecuador,

protestas contra las políticas educativas del

entonces Estado “progresista”. “La universidad es

del pueblo, no del gobierno”, gritaban miles. “¿Qué

pueblo?” algunxs de nosotrxs preguntábamos,

cuando la educación superior sigue siendo una

empresa principalmente blanca y blanqueada con

un ethos claramente masculino y patriarcal. ¿Con

qué conocimientos? ¿Conocimientos de quiénes?

¿Y conocimientos para qué? ¿Conocimiento aliado a

los intereses del capital y al proyecto y lógica de la

colonialidad global? O, como argumentan muchxs en la

región: ¿conocimiento, más bien, de, por y para la vida?

Tales preguntas son, sin duda, pertinentes hoy en

muchas regiones del mundo. Pero lo son particularmente

pertinentes en América Latina/Abya Yala, el territorio y

lugar donde la colonialidad tomó forma hace 530 años

y continúa en sus configuraciones y reconfiguraciones,

muy especialmente en estos tiempos de pandemias:

pandemias del despojo de cuerpos, territorios,

existencia-vida, de racismo sistémico, de violencias

de género, del empobrecimiento y del COVID, todas

enlazadas.

67 Conferencia invitada y presentada orginalmente en inglés en el Webinar del Centro para la Educación Superior Global de la Universidad

de Oxford: “Educación Superior y Conocimiento en América Latina:

Justicia epistémica, descolonización y potencialidades de la educación

intercultural”, 12 de julio de 2022. El texto aquí ha sido ampliada y

traducida al español por la autora.

P:156

156

Mis reflexiones aquí se arraigan en esta realidad,

en la realidad de la educación superior tal como la

estamos viviendo en América Latina/Abya Yala hoy.

Se basan, además, en la presencia y posibilidad de

fisuras y grietas decoloniales; es decir, de espacios de

interculturalizaciones, descolonizaciones, insurgencias

y pluriversalizaciones epistémicas dentro, en contra y a

pesar del sistema de educación superior.

Organizo las reflexiones en tres partes.

Uno

La primera tiene que ver con la situación y condición

actual de la educación superior. Como comencé

a argumentar hace unos años, las universidades

públicas en América Latina duelen, indignan y también

huelen mal. Huelen por sus complicidades con el

capitalismo, los extractivismos de distinto tipo —

incluyendo epistémicos y de recursos naturales—,

el racismo estructural-sistémico, las violencias de

género y heteropatriarcado, y los intereses cada vez

más transnacionalizados del estado corporativo; por

sus crecientes alianzas con las matrices coloniales

de poder. Duelen por su razón y ethos masculinos,

occidentalizados, heteropatriarcales y coloniales;

por la apatía, los silencios forzados y la indiferencia

intelectual que hay en su interior; por su decadencia,

mediocridad y miopía que dejan en el olvido las utopías,

luchas y conquistas de pertinencia social, autonomía

educativa, interculturalidad, pensamiento territorial

crítico y la educación conectada con la vida misma.68 E

indignan por todo eso y mucho más, incluyendo por su

68 Ver el capítulo “Universidades, seres y saberes” en este libro.

P:157

157

acogimiento sin escrúpulos al modelo neoliberalizado

y globalizado de educación superior.

Si alguna vez hubo un vínculo entre la educación

superior pública latinoamericana y la realidad social

de las masas —un vínculo arraigado en la creencia del

papel de las universidades en la construcción de una

sociedad justa—, hoy nos enfrentamos a otra cosa: la

universidad pública como empresa que avanza en la

mercantilización y tecnificación del conocimiento, y con

ello, las lógicas y preceptos centrales de la colonialidad

y el capitalismo en sus configuraciones y mutaciones

actuales. Por eso mismo, ya no tiene sentido hablar de

universidades latinoamericanas sino de la universidad

y educación superior en América Latina, una ubicación

geográfica que tiene poco que ver con los pueblos,

territorios y vidas a su alrededor.

La creciente brecha en toda la región entre la realidad

social y la educación superior es llamativamente clara;

también lo es el surgimiento de lo que llamo las

deshumanidades. Es decir, la institucionalización e

institucionalidad de violencias feminizadas, raciales,

epistémicas, lingüísticas y existenciales y formas de

despojo-guerra-muerte que, en su conjunto, pretenden

a disciplinar, reformar y recolonizar a la humanidad;

arrancar la humanidad de la mayoría, pero también

redefinir y reformular la humanidad misma.

La eliminación y/o desfinanciamiento de las

humanidades y las ciencias sociales en muchas

universidades de la región es parte de esta tendencia.

El caso más visible es del Brasil; en 2019 Jair Bolsonoro

fortaleció su campaña en contra de las universidades

públicas y, de manera especial, de las ciencias sociales,

las humanidades y el pensamiento crítico, disminuyendo

drásticamente la inversión en carreras universitarias

P:158

158

como Filosofía, Sociología y demás Humanidades

para priorizar profesiones, en sus palabras, “que

generen retorno inmediato al contribuyente”.69 Unos

meses después, y como parte de su campaña del

control total sobre la educación, nombró una serie de

ultraconservadores al Consejo Nacional de Educación

y un nuevo ministro de educación: pastor de la

Iglesia Presbiteriana.70 Entre las tareas de la campaña

y nueva comitiva: declarar la guerra a la ideología

de género y otras ideologías asociadas a las ciencias

humanas y sociales y sus docentes. No es de olvidar las

iniciativas del gobierno de Bolsonaro de persecución

y criminalización de docentes, iniciativas facilitadas

por lxs mismxs estudiantes autorizadxs a filmar y

reportar docentes que criticaban el gobierno, animaron

el pensamiento crítico, y dieron espacio a las llamadas

“ideologías”: de género, diversidad y diferencia

sexual, y de religiones y espiritualidades no cristianas.

“Limpiar” las universidades públicas de estudiantes

y profesores negrxs, indígenas, homosexuales y de

mujeres “vagabundas”, como he dicho repetitivamente

Bolsonaro, y restablecer los “valores tradicionales”

(léase: valores “universales” blancos-cristianos

conservadores-heteropatriarcales-occidentales) era la

meta. En abril 2022, la red internacional Scholars at

Risk denunció el grave declive en Brasil de la libertad

académica y la autonomía institucional, incluido el

control gubernamental sobre bases ideológicas de

nombramientos y financiación.71

69 Ver “Bolsonaro plantea recortes a las facultades de humanidades”,

Semana, 28 de abril 2019. https://www.semana.com/educacion/articulo/bolsonaro-plantea-acabar-con-la-filosofia-la-sociologia-y-demas-humanidades-en-brasil/611270/

70 https://www.brasildefato.com.br/2020/07/11/a-herenca-de-weintraub-no-mec-bolsonaro-nomeia-olavistas-e-convervadores-para-cne

71 Scholars at Risk Network, “Brazil: Decline in Academic Freedom

P:159

159

De hecho, Brasil no es el único país que ha pretendido

eliminar o limitar los campos de las humanidades

y ciencias sociales argumentando su criticidad e

inutilidad. Algo así sucedió en México durante los

gobiernos de Fox y Peña Nieto, con una diminución

grande de becas en universidad públicas en los campos

de ciencias sociales y humanidades. No es casual

que existió también en esos gobiernos de proyecto

neoliberal la inversión de fondos públicos desde el

gobierno, y específicamente del Consejo Nacional de

Ciencia y Tecnología-CONACYT, a empresas privadas,

incluyendo Monsanto, entre otras.72

La tendencia de ninguna manera se detiene ahí. Se

extiende a las “Ciudades del Conocimiento”, incluyendo

Pachuca en Hidalgo-México y Yachay en ImbaburaEcuador (la última con financiamiento y know-how

tecnológico de Corea del Sur y su exitosa Ciudad de

Conocimiento “Songdo”). Tanto Pachuca como Yachay

tienen como su eje céntrico una universidad (Yachay

Tech en Ecuador y, en el caso de Pachuca, la Universidad

Autónoma del Estado de Hidalgo), universidades

concebidas y presentadas como de clase mundial con

enfoque en la Ciencia y Tecnología (ambas con letra

mayúscula). Ambos proyectos, y cada uno a su manera,

pretenden posicionar el conocimiento como una nueva

matriz productiva: la economía global de conocimiento.

Como decía Enrique Peña Nieto sobre Pachuca en 2013,

“La Ciudad del Conocimiento y la Cultura es un concepto

integral, diseñado para privilegiar la MenteFactura

Requires UN’s Attention,” April 20, 2022. http:/www.scholarsatrisk.

org/2022/04/brazil-decline-in-academic-freedom-requires-uns-attention/

72 Ver “Comparecencia de la directora general del Conacyt Dra. María

Elena Álvarez-Buylla Roces”, 26 oct 2022. https://www.youtube.com/

watch?v=xQg0Ki-BsjI&t=219s

P:160

160

sobre la ManoFactura, a fin de lograr productos con

alto valor agregado.”73 Durante el gobierno de Rafael

Correa en Ecuador —y paralelo al proyecto de Yachay—

se avanzó un paso más en eso de la economia de

conocimientos, mercantilizando los saberes ancestrales

de las comunidades indígenas y negras, sin necesidad,

por supuesto, de lxs ancestrxs, comunidades o pueblos

mismos; extractivismo epistémico llevado a nuevas

profundidades.74

Pienso también en cómo la pandemia de COVID

ha contribuido, en toda la región, a la privatización y

blanqueamiento de las universidades públicas. Con la

eliminación de las becas, la puesta en permanencia

de programas y cursos en línea que obligan el acceso

a internet y aparatos tecnológicos adecuados —

una virtualidad que, además, suprime el contacto,

relación y movilización social—, y la instalación de

nuevos mecanismos de ingreso, evaluación y control,

la pandemia de COVID ha ayudado a transformar la

universidad pública en lugar de privilegios y espacio

privilegiado. Sin duda, el COVID ha trabajado para

acelerar procesos encaminados a transformar la misión,

el espíritu y la práctica de las universidades públicas en

América Latina, incluyendo, y muy especialmente, su

pertinencia, conexión, función y vocación social y su

carácter población: es decir, a quiénes están permitidxs

a enseñar y estudiar. Una pandemia entrelazada, sin

duda, con las otras pandemias presentes y en camino.

No es sorpresa que el impulso de estas

transformaciones viene, en gran parte, de los bancos de

73 https://www.gob.mx/epn/articulos/pachuca-ciudad-del-conocimiento-y-la-cultura.

74 Sobre Yachay y la economia del conocimiento en Ecuador, ver el

capítulo “Universidad, seres y saberes”.

P:161

161

desarrollo y los organismos internacionales, incluyendo

la UNESCO y el IESALC-Instituto de Educación

Superior en América Latina, cuyos dictados, normas,

financiamiento, objetivos y lo que Luis Bonilla-Molina

denomina su “razón neocolonial”,75 se esfuerzan por

llevar a las universidades latinoamericanas al modelo

global de conocimiento y educación superior. Un

modelo, como bien sabemos, que fortalece el sistema y

sus estructuras, cuantifica la productividad intelectual,

favorece la privatización de la educación y aboga por el

nexo sistémico de la ciencia, el progreso, la innovación

y el crecimiento económico, un nexo en el que la

educación socialmente relevante y presencial se hace

parecer obsoleta y anticuada.

Si bien estas tendencias del capitalismo académicocognitivo no se limitan a América Latina, tienen un

significado particular aquí. No es de olvidar la lucha

de más de un siglo por la autonomía universitaria

que comenzó en Córdoba, Argentina en 1918, las

latinamericanizaciones de conocimiento y pensamiento

que tomaron fuerza con la teoría de dependencia en las

décadas de los 1950s y 60s,76 o las protestas masivas de

estudiantes en los años recientes en Chile y Colombia

en contra de la privatización universitaria y para una

educación superior pública de relevancia y relación

social.

A fines de junio 2022, el Consejo Nacional de

Ciencia y Tecnología de México-CONACYT anunció

un plan gubernamental para la transformación

75 Luis Bonilla-Molina, “La razón neocolonial de UNESCO,” Viento Sur, March 30, 2022. https://vientosur.info/la-razon-neocolonial-de-la-unesco/

76 Vistas desde la teoría de la dependencia, las estructuras educativas y

los contenidos educativos son medios esenciales por los cuales el centro

ejerce el control del pensamiento sobre la periferia, reproduciendo las

condiciones para la supervivencia y avance del primero.

P:162

162

social del sistema y estructura de la educación de

posgrado a nivel nacional desde una postura social,

política y epistémica de resistencia a las tendencias

globalizadoras. El objetivo: eliminar la privatización,

la simulación, los parámetros internacionales —

incluida la productividad cuantificable— y el círculo

vicioso de privilegio y exclusión, para así avanzar

hacia un sistema de educación superior basado en la

pertinencia social, la solidaridad y una noción distinta

de rigor científico. A través de foros nacionales, se ha

iniciado una reflexión y discusión sobre los procesos y

lineamientos propuestos de esta transformación que,

como era de esperar, ha suscitado la fuerte oposición

de educadores conservadores y sectores aliados con

entidades internacionales e intereses transnacionales.

La propuesta transformadora de México, concebida

como apuesta de resistencia en contra del modelo

globalizador-global, es, sin duda, una buena noticia.

Sin embargo, uno tiene que preguntarse cómo se

construirán, interpretarán y concebirán el rigor científico,

la relevancia social y también la interculturalidad crítica

(otro eje de la propuesta), particularmente por parte de

un gobierno nacional que continúa impulsando políticas

y prácticas que folclorizan y criminalizan a los pueblos

originarios; políticas y prácticas de violencia, violación,

extractivismo y despojo de y sobre las tierras indígenas

ancestrales, políticas y prácticas que, en demasiadas

formas, reproducen y mantienen las matrices coloniales

de poder.

Crucial a tener en cuenta también, es la versión estatal

mexicana de la “educación intercultural” que comenzó

hace más de dos décadas. Bajo esta etiqueta se incluyen

varias “universidades interculturales” concebidas y

controladas desde la institucionalidad gubernamental,

P:163

163

universidades que, en la práctica, ofrecen poco más

que un aprendizaje técnico deficiente para estudiantes

indígenas.

Si en México la educación intercultural ha hecho

poco hasta ahora para enfrentar el racismo sistémico, el

epistemicidio y la injusticia social, epistémica, existencial

y territorial, y si ha sido —en proyecto y práctica—

funcional a la estructura y al sistema establecidos,

¿qué podemos esperar de la nueva reforma enfocada en

la pertinencia social y el rigor científico en la educación

superior? Y, ¿cuál sería, en la práctica, el sentido de la

interculturalidad crítica en manos del gobierno?

Dos

“Una universidad del pueblo y para el pueblo” y “la

universidad pública con el pueblo” fueron los gritos

aquí en Ecuador durante el levantamiento-paro

nacional iniciado el 13 de junio de 2022, levantamientoparo liderado por el movimiento indígena y con la

participación activa de muchos otros sectores sociales,

incluyendo de educadorxs y estudiantes.

Con una lista de diez demandas pensadas para la

sociedad en su conjunto, el movimiento indígena

rompió la noción de una lucha “étnica” auto-centrada

demostrando, a la vez, cómo la interculturalidad debe y

puede funcionar en una plurinación como la ecuatoriana.

Así, y de manera particularmente significativa para

nuestra discusión aquí, el paro-levantamiento de 18

días de duración puso constantemente de manifiesto

el enorme abismo entre la realidad social y el estado

corporativo, y la enorme disparidad entre la realidad

social y la educación superior.

P:164

164

Mientras decenas de miles de comuneros indígenas

comenzaban, en el noveno día de la huelga, a llegar en

caravanas de camiones y a pie a la ciudad capital de

Quito, las universidades que en octubre de 2019 abrieron

sus puertas para recibir a miles de mujeres indígenas,

niñxs y personas de tercera edad en un levantamiento

similar, anunciaron que esta vez sus puertas iban a

permanecer cerradas, incluso para aquellos indígenas

manifestantes que eran sus estudiantes.

Dos universidades finalmente sucumbieron a la

presión docente y estudiantil, abriendo sus campus por

motivos humanitarios para albergar a miles de mujeres,

hombres y niñxs indígenas. El albergue, sin embargo, era

sólo una pequeña parte de lo que ocurría dentro. A lo largo

de los días, lxs estudiantes y docentes voluntarixs y lxs

miembrxs de las comunidades indígenas construyeron

juntos espacios de reflexión y pensamiento compartido

sobre la situación y condición del país y los motivos

de la protesta. Y juntxs construyeron espacios de coaprendizaje y convivencia en y con dignidad a pesar de

la severa represión autorizada por el Estado y ejercida

por fuerzas policiales y militares; las bombas de gas

lanzadas una y otra vez por las “fuerzas del orden”

dentro de las instalaciones universitarias, no lograron

impedir y contener lo que estaba en construcción.

Se estaba gestando una universidad de, para y con

el pueblo —los pueblos— de esta culturalmente

diversa plurinación. ¿No es esto parte del hacer de la

justicia epistémica, la descolonización y la educación

intercultural?

Mi universidad —la Universidad Andina Simón

Bolívar— alguna vez considerada la más progresista

del país y de la región andina por su fuerte relación

con los movimientos sociales, su anunciado enfoque

P:165

165

intercultural y sus espacios de pensamiento crítico,

socialmente arraigado y descolonizador, se negó a

abrir sus puertas. Nuestras peticiones, manifiestos

y pronunciamientos a las autoridades universitarias

fueron denegados.

Circuló en las redes sociales una ola continua

de mensajes expresando la indignación de muchxs

que habían estudiado allí y que habían sido parte

de actividades y eventos públicos, de lxs muchxs

que pensaban que esta universidad era de alguna

manera diferente. Como decía un tuit con el hashtag

#UASBAbreLasPuertas: “¡No abandonen el discurso!

¡El proceso más decolonial es abrir sus puertas ahora!”.

Los grandes papeles tamaño afiche pegados una

noche en la larga pared lateral de la institución parecían

decirlo todo:

En sus clases nos hablan de PRIVILEGIOS

En sus clases hablan de DERECHOS HUMANOS

En sus clases hablan de INTERCULTURALIDAD

En sus clases hablan de PENSAMIENTO DECOLONIAL

En sus archivos reposan: MILES DE

INVESTIGACIONES, TESIS, ESTUDIOS Y

ARTICULOS SOBRE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS,

LXS CAMPESINOS, LAS LUCHAS SOCIALES

Lo que pasa en la realidad es: SUS AULAS,

AUDITORIOS Y CAMPUS ESTAN VACIOS

P:166

166

Lo que pasa en la realidad es: MILES DE PERSONAS

DURMIENDO EN LAS CALLES

Lo que pasa en la realidad es: SUS PUERTAS ESTAN

CERRADAS.¡CUIDADO! EL PUEBLO NO OLVIDA

SU INDIFERENCIA

Las lecciones aquí son grandes, no solo para esta

universidad, mi lugar de enseñanza, lucha y pedagogía

política durante los últimos 25 años. ¿Qué sucede,

pregunto, cuando la indiferencia se convierte en el

rasgo característico de lo que alguna vez se consideró

una educación social, política y territorialmente

fundamentada? ¿Qué pasa con la noción-como grito

de las universidades de, para y con el pueblo? Y ¿cómo

ahora, en estos tiempos, cultivar y sostener los procesos

y prácticas de descolonizar e interculturalizar de otro

modo —de pluriversalizaciones e interculturalizaciones

y descolonizaciones epistémicas— que muchxs de

nosotrxs hemos luchado por construir dentro de estas

instituciones-sistemas de educación superior, en contra

y a pesar de ellas?

No puedo dejar de pensar en las masivas protestas

sociales ahora en Perú mientras que termino las

revisiones de este texto (los primeros meses de 2023)

y el casi centenar de muertxs, la mayoría indígenas

y campesinxs luchando por un país, gobierno e

instituciones sociales enraizadas en el pueblo —los

pueblos— y la realidad social. El 21 de enero del 2023

la policía peruana entró con fuerza a la Universidad

de San Marcos (la universidad pública más antigua de

América Latina) para desalojar manifestantes y reprimir

y humillar a lxs estudiantes; una entrada autorizada y

facilitada por la rectora en apoyo al gobierno de facto

P:167

167

de Dina Boluarte. ¿Qué educación superior pública?

¿Universidades de quiénes y en beneficio de qué?

Yo no soy —no somos— la institución universitaria,

decimos algunxs. Sin embargo, a los ojos de muchxs,

lxs profesores somos la institución. Allí radica la

realidad y el dilema.

Tres

Hace muchos años dejé de creer en la posibilidad de

una transformación social a gran escala, incluyendo

—pero no solo— el ámbito de la educación superior.

Mi postura, posición y atención están con las fisuras y

grietas decoloniales que existen dentro, fuera y a pesar

de la aparente totalidad del sistema, una totalidad que

se percibe con frecuencia como un muro de hormigón.

Así que mi labor político-pedagógica consiste en hacer,

abrir, ensanchar y conectar las grietas, labor que nunca

se hace solo sino siempre en compañía de otros.

Es dentro de las grietas donde existen las posibilidades

de algo muy distinto, incluyendo justicias epistémicas,

descolonizaciones e interculturalizaciones (los ejes de

este webinar),maneras muy otras de hacer educación

superior.

Pienso en las Universidades de la Tierra, universidades

abiertas, autónomas y comunitarias, que comenzaron

hace varias décadas en México, primero en Oaxaca y

Chiapas, y luego se extendieron en nombre y proyecto

a otros territorios y lugares. Estas son universidades

de, para y con el pueblo, sin incidencia o injerencia de

intereses privados o estatales, cada una con su propio

arraigo territorial, praxis y razón de ser.

Como explica la descripción del proyecto emergente

de la Universidad de la Tierra en Bogotá —nombrada

P:168

168

para recordar y dar vida a la memoria de Orlando Fals

Borda (un sociólogo colombiano fuertemente vinculado

a los procesos comunitarios y la investigación-acción

participativa)—: “esta es una red de colectivos,

organizaciones, activistas, artistas, feministas,

líderes y sabios y sabias comunitarias, educadorxs

populares y educadorxs universitarias de Colombia y

la región, que trabajan desde posturas pedagógicas

contrahegemónicas centradas en la defensa de la vida,

esta articuladora de los procesos emancipatorios de los

territorios y comunidades”.77

Pienso en URACCAN (Universidad de las

Autonomías Regionales de la Costa Caribe de

Nicaragua), constituida oficialmente a principios de

la década de 1990 como Universidad Comunitaria

Intercultural, un proyecto de vida institucional con

una filosofía y visión dirigidas a “revitalizar, promover

y fortalecer el ejercicio de derechos colectivos,

identidades, cosmovisiones, espiritualidades, formas

de organización, culturas, sistemas de conocimientos

y prácticas”. Proyecto dirigido también a “desarrollar

procesos desde la descolonización del pensamiento

hasta el fortalecimiento de las autonomías, la ciudadanía

intercultural y el buen vivir de los pueblos indígenas,

afrodescendientes, mestizos y otras comunidades

étnicas de Abya Yala”.78 URRACAN es reconocida como

parte del Sistema Educativo Nacional de Nicaragua,

bajo el Subsistema de Autonomía Educativa Regional.

Pienso también en la red de Universidades Indígenas

Comunitarias Interculturales de Abya Yala (RUIICAY)

de la que forma parte URACCAN y que a lo largo

de los años ha integrado universidades indígenas,

77 Ver: https:// https://www.unitierraofb.com/sobre

78 Ver: https://www.uraccan.edu.ni/uraccan/institucion/identidad-institucional

P:169

169

interculturales y comunitarias de México, Guatemala,

Ecuador, Bolivia, Panamá, Colombia, Venezuela, Chile,

Perú y Argentina.79 De consideración también son las

muchas otras experiencias enraizadas en lo colectivo y

comunitario en toda la región, experiencias autónomas

lejos del control de los sistemas estatales y de empresas

privadas.

Entiendo todas estas instancias —URRACAN, la

Red RUIICAY y las Universidades de la Tierra— como

experiencias que agrietan el sistema estructural de

educación superior, sistema-estructura cada vez más

globalizado. Mientras que algunas de estas instanciasgrietas han optado por el reconocimiento estatal y

otras no, todas mantienen en su centro la relación del

saber y la vida y, a la vez, la urgencia de descolonizar

e interculturalizar preceptos, visiones y praxis. Todas

así trabajan para construir —cada una en su propio

territorio, contexto y manera—, una posibilidad

de modo muy otro de universidad y de la llamada

educación “superior”.

79 Incluidas en esta red han sido a lo largo de los años: la Pluriversi- dad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay

Wasi, Casa de la Sabiduría (Ecuador); la Universidad Autónoma Indí- gena Intercultural (UAIIN, Colombia); la Universidad Indígena Pro- ductiva Aymara Tupak Katari, Universidad Indígena Productiva Quec- hua “Casimiro Huanca”, Universidad Indígena Productiva Guaraní

y pueblos de tierras bajas Apiaguaiki Tupak en Bolivia; la UNISUR,

México (Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur); la Uni- versidad de Panamá, la Universidad Bolivariana de Venezuela, el In- stituto de Educación Superior Intercultural Campinta Guazu “Gloria

Pérez” de Argentina; y la Universidad de las Regiones Autónomas de

la Costa Caribe Nicaragüense (URACCAN). Ver: Alta Hooker Blan- ford, “Internacionalización e Interculturalidad desde la perspectiva de

la Red de Universidades Indígenas Interculturales y Comunitarias de

ABYA YALA, RUIICAY,” 2015. https://www.researchgate.net/publication/336454327_Interculturalidad_desde_la_perspectiva_de_la_

Red_de_Universidades_Indigenas_Interculturales_y_Comunitarias_

de_ABYA_YALA_RUIICAY

P:170

170

Si bien el sistema educativo dominante ha

funcionalizado la educación intercultural en términos

étnicos e inclusivos, es decir, como educación para

poblaciones indígenas y afrodescendientes dentro del

marco de políticas de inclusión —políticas educativas

que, en efecto, reproducen y mantienen la estructura

social establecida —, los ejemplos incluidos aquí

apuntan a una comprensión de educación intercultural

radicalmente distinta. En esta comprensión —la que he

referido como interculturalidad crítica para distinguirla

de la interculturalidad funcional80— se teje la relación

entre los procesos de interculturalizar y descolonizar

en educaciones de y para la defensa de la vida, de y

para lo colectivo y comunitario (frente al individualismo

imperante), y de y para el sustento y la construcción con

otrxs de existencias, re-existencias y formas de pensar,

saber, estar y ser-siendo enraizadas en la vida misma.

Sin embargo, para lxs muchxs en América Latina que

continúan enseñando y estudiando en universidades

cada vez más aliadas con el proyecto globalizador,

podemos preguntar ¿qué sugieren, despiertan, activan

y provocan las palabras claves de este webinar y texto:

“justicia epistémica, descolonización y educación

intercultural”?

Para mí, y como he enfatizado aquí, estas palabras

necesariamente evocan, suplican, incitan e invocan

el trabajo de agrietar; de hacer, ensanchar y conectar

las fisuras y grietas decoloniales y descolonizadoras

que existen dentro de las instituciones de educación

superior, y a pesar de la propia institucionalidad

sistémica y sus matrices de poder.

80 Para una discusión de la interculturalidad crítica ver Catherine Walsh,

Interculturalidad crítica y (de)colonialidad. Ensayos desde Abya Yala.

Quito: Abya-Yala, 2012. (Publicado también por la Universidad de la

Tierra-CIDECI, Chiapas, 2013).

P:171

171

Las grietas, en este sentido, son los espacios de

saberes y pensamientos “otros” que siembran y

cultivan la relación interepistémica e intercultural, que

propician un pensar desde y con (en vez de un estudiar

sobre), y que entretejen los procesos y prácticas de

aprender, desaprender, reaprender y co-aprender con

la realidad social vivida aquí en Abya Yala/América

Latina, fomentando a la vez conversaciones con otros

territorios, especialmente con las grietas presentes y

emergentes en todo el Sur Global y los “sures” presentes

en el Norte Global .

Desde luego, las grietas no son la solución al

capitalismo académico y cognitivo, las universidades

occidental-céntricas y neoliberales, la mercantilización

de conocimiento, y las siempre presentes y cambiantes

matrices coloniales de poder en las que el racismo,

sexismo y heteropatriarcado sistémicos y epistémicos

son engranajes centrales. Las grietas, en cambio, abren

y señalen la posibilidad de modos muy otros dentro, en

contra y a pesar del sistema. Son destellos de esperanza

en medio de la grisura de desesperanza y desesperación.

Pero, sobre todo, son un llamado a la acción contra

la indiferencia actual de demasiadas instituciones de

educación superior, incluida la universidad donde

dediqué 25 años de mi vida.

Las grietas existen, persisten y resisten; y, en una

multitud de formas —incluso a través de la praxis

político-pedagógica—, engendran un algo más —una

otra cosa— donde los cómos de las interculturalizaciones,

descolonizaciones y pluriversalizaciones epistémicas

pueden ser sembradas, cultivadas y permitidas a crecer.

Así termino con una musa y pregunta. Tal vez, solo

tal vez, si hacemos suficientes grietas en el sistema y

estructura actual de la educación superior, el muro

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comenzará a desmoronarse y caer. Allí está la musa y

también la posibilidad; como decía Angela Davis, “los

muros caídos vueltos hacia los lados son puentes”.81

¿No es esto de lo que se trata —o al menos debería

tratarse— la justicia epistémica, la descolonización y la

educación intercultural?

81 Angela Davis, An Autobiography. NY: Random, 1974, p.137.

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173

Sembrar academia de otro modo.

(Mis) Encrucijadas de/con la

Educación Superior82

Buenas tardes/noches a todas, todos, todes

presentes y las/los/les que están conectadas/os/

es en las redes desde sus propias geografías. Es

una alegría enorme para mí ver y sentir tanta gente

querida acompañándome en este acto, mi último como

profesora de la Universidad Andina Simón Bolívar, un

acto-evento en celebración de mi desinstitucionalización.

Digo desinstitucionalización y no jubilación porque

no voy a descansar o dejar de luchar acompañando,

conversando, escribiendo y sembrando. Apunto y

asumo la desinstitucionalización como una decisión

ética, política y de hecho personal. Es dejar la institución

académica de la que ya no me siento parte; una suerte

de acción de liberación.

Irónicamente, ésta no es mi última conferencia

magistral en esta Universidad sino la primera; la

primera en los 25 años que he enseñado y laborado

aquí. Como muches saben, mi pensamiento, y más

que todo mi pensar-hacer, caminar-andar y sembrarpensar-actuar junto con las/los/les estudiantes, con

la comunidad del Doctorado en Estudios Culturales

Latinoamericanos y con los movimientos indígenas y

afros, incluyendo especialmente al maestro, obrero del

proceso y ancestro Juan García Salazar83, han sido ejes

de conflicto con algunos de esta institución, focos de

82 Conferencia magistral presentada en el Homenaje a la Trayectoria

Intelectual de Catherine Walsh, Universidad Andina Simón Bolívar,

Quito, Ecuador, 8 de diciembre de 2022.

83 Juan García Salazar es reconocidido como el abuelo del movimiento

afroecuatoriano, el Bambero mayor y el guardian de la tradición oral; se

autonombró como “obrero del proceso”. En julio 2017, el maestro Juan

empezó su viaje al reencuentro con sus ancestros.

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discordia, disonancia, incomodidad y un desacomodar.

Un desacomodar que se extiende a este mismo actoevento.

Hablar no desde la mesa directiva y el podio

ubicados arriba sino desde aquí, desde abajo —un

posicionamiento que he asumido a lo largo de mi vida,

negando estar en los puestos o posturas de arriba—

sí produce, para algunos, un sentido de desacomodar.

Pero no me refiero solo a eso. Me refiero, además, a los

múltiples intentos por parte de algunas autoridades a

obstaculizar este acto-evento, a tratar de asegurar que

no se lleve a cabo. Por eso, mis gratitudes enormes a mi

colega-amiga Alicia Ortega, docente del área de Letras y

Estudios Culturales y a mi asistente-amiga Jacqueline

Pabón quienes mentalizaron, organizaron e insistieron

en ello a pesar de todo, y a Michael Handelsman,

estimado y apreciado colega-amigo, cuya presencia

y palabras me honren con su sentipensamiento,

perspicacia y complicidad. Así declaro —declaramos—

el acto de esta noche un acto-evento en resistencia y no

solo celebración.

Veinticinco años en esta institución resistiendo,

abriendo y ensanchando grietas, sembrando academia

de otro modo. De ahí el título de mi conferencia

esta noche y su carácter reflexiva-subjetiva-narrativa.

Aunque las experiencias, perspectivas y palabras son,

sin duda, mías, sospecho que tengan algo de resonancia

y relación con muchas, muchos y muches de ustedes.

Encrucijadas académicas

Nunca me he identificado como académica, aunque

si he pasado gran parte de mi vida en la educación

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175

superior. Si uno los años de profesora con los de

estudiante, suman más de 70% de mis años de vida.

No digo que la educación superior ha sido mi vida,

pero sí he vivido la educación superior, con-viviendo y

al mismo tiempo peleándome con ella. Aprendiendo,

desaprendiendo, reaprendiendo con, contra y a pesar de

ella, siempre con mis manos y pies en la tierra, siempre

con mi cuerpo, corazón, y cabeza en el pensar-sentirestar-hacer-luchar desde abajo por la transformación

social, política, epistémica, existencial. Y siempre con

el afán de sembrar y cultivar posibilidades muy otras de

pensamiento, conocimiento —y, por qué no, de sentipensamiento y senti-conocimiento— enraizados en y

con la existencia-vida y la realidad social.

Repito: No me identifico como académica. En

gran parte, eso es por todo lo que ésta identificación

significa en el sentido tradicional, patriarcal, blancoblanqueado, sistémico-institucional. Pero sí he

construido academia, sin duda, academia muy otra,

cumpliendo, al mismo tiempo, con todos los requisitos

y exigencias productivas de LA ACADEMIA (en letra

grande) sistémico-global. He cumplido, digo yo, de

forma magistral.

Por eso mismo, mi no-identificación académica

ha asombrado colegas y autoridades de las mismas

instituciones donde he laborado. No logran entender la

lógica ni tampoco lo que significa en términos éticos

y políticos. Hace muchos años fui la primera profesora

en no aceptar la permanencia laboral (tenure) en la

Universidad de Massachusetts Amherst después de

pasar con alta calificación todo el proceso externo

e interno de evaluación. Ser parte de la comodidad

académica nunca ha sido mi meta, propósito o

motivación.

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176

Me identifico como intelectual militante, pero

también como pedagoga y sembradora de, por y para la

vida ante las violencias en sus múltiples manifestaciones:

racistas, machistas, heteropatriarcales, capitalistas,

epistémicas, existenciales, territoriales, corporales

e institucionales, todas presentes también en la

universidad, incluyendo ésta. Violencias que muchas

veces apuntan la eliminación de todas, todos y todes

que obstaculizan —que obstaculizamos—, que

disturban —que disturbamos—, o que amenazan —

que amenazamos— los intereses del poder. Saben,

sabemos de lo que estoy hablando.

No niego que la educación superior ha sido, a lo

largo de mi vida, un espacio-lugar de aprendizaje. No

me refiero tanto a los aprendizajes de formación y

de-formación académica que, en mí caso, incluían la

sociología, el desarrollo humano, la sociolingüística, la

psicología cognitiva y la educación (con un paso también

por la danza y la agricultura orgánica); disciplinas que

logré en la práctica indisciplinar.

Me refiero, en forma mucha más amplia, a los

aprendizajes arraigados al hacer, incluyendo a las

tácticas y estrategias de resistencia, confrontación,

cuestionamiento, no-silenciamiento y no-sumisividad,

como también a las tácticas y estrategias de afirmación,

intervención, construcción, siembra y cultivo. Y

me refiero a los aprendizajes, desaprendizajes y

reaprendizajes enraizados en y provenientes de la

praxis. Juntos, la praxis y el aprender, desaprender y

reaprender haciendo son las motivaciones y razones de

mi larga trayectoria en la educación superior.

La praxis va mucho más allá de la práctica. Retomo

el sentido que le dio mi amigo, colega, maestro y

ancestro Paulo Freire con quien trabajé y co-enseñé en

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177

los Estados Unidos durante tres años en la década de los

ochenta; la praxis como el movimiento dialógico entre

acción y reflexión / reflexión y acción, un movimiento

que esfuerza por actuar en y sobre la realidad para

transformarla, decía Paulo. Es la praxis, digo yo, que

incita, anima y camina la práctica de teorizar, es

decir, la teorización, una teorización dirigida, como

argumentaba el intelectual crítico y educador popular

afrocaribeño Stuart Hall, “a movilizar todo lo que

podamos hacer en términos de recursos intelectuales

para comprender qué es lo que hace que nuestras

vidas y las sociedades en las que vivimos sean tan

profundamente antihumanas”.84 Teorización y praxis

así entretejidas: acción reflexiva y pensamiento

accional, algo que claramente aportó otro maestroancestro: Frantz Fanon.

Es eso que ha animado, provocado, incitado y

caminado mi labor a lo largo de medio siglo, incluyendo

mi escritura y “escrevivência”, para usar la expresión

de la maestra afrobrasileña Conceição Evaristo.85 Es

decir, a comprender no solo qué es lo que hace que

nuestras vidas, las sociedades en las que vivimos —y,

sin duda, las universidades en que laboramos— sean

tan profundamente antihumanas, sino movilizarnos

comprendiendo cómo el sistema —lo que podemos

nombrar capitalista, racista, machista, heteropatriarcal,

antropocéntrico, moderno/colonial, entre muchos otros

descriptores— invade y pretende controlar y determinar

84 Stuart Hall, “Estudios culturales y sus legados teóricos”, en Stuart

Hall. Sin garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, eds. Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Víctor Vich. Quito: Corporación Editora Nacional, Universidad Andina Somón Bolívar, Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar-Pontificia Universidad

Javeriana-Bogotá e Instituto de Estudios Peruanos-Lima, 2013.

85 Ver Conceição Evaristo, Becos da memória. Bello Horozonte: Massa,

2006.

P:178

178

la vida toda. Es esa comprensión y su indagación que

necesariamente apuntan un otro cómo —a lo que

mi amigo mexicano, compa de lucha, graduado de

la Universidad Andina y docente de la Universidad

Pedagógica en Querétaro-México, René Olvera Salinas,

llama “los cómo”.86

Así pregunto —tal vez preguntamos—: ¿Cómo y

hasta cuándo resistir? ¿Cómo interrumpir este sistema

de violencias dirigidas, me refiero, de manera especial,

a las violencias epistémicas, políticas, sociales,

corporales de la universidad —y de esta Universidad

en particular—, incluyendo la violencia lingüística que

ahora pretende prohibir el lenguaje inclusivo? ¿Cómo

transgredir, así recordando el enunciado praxístico

de la educadora-feminista africana-americana bell

hooks?87 ¿Cómo construir otras posibilidades de

pensamiento, conocimiento, vida y existencia? —de

re-existencia para usar la expresión de Adolfo Albán

Achinte, intelectual-artista, hermano de alma, y

graduado de nuestro doctorado en Estudios Culturales

Latinoamericanos. ¿Y cómo hacer esta construcción no

solo, pero también, en la universidad? …abriendo grietas

y fisuras en el estatuto y canon eurocéntrico, masculino

y profundamente autoritario y heteropatriarcal de

ciencia y conocimiento, en las deshumanizaciones

y deshumanidades académicas sobre las cuales mi

amiga-colega argentina María Eugenia Borsani y yo

86 René Olvera Salinas, “Pedagogías de la resistencia: De los cómo

sembrar vida donde está la muerte”, en Pedagogías decoloniales. Prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y (re)vivir, Tomo II, ed. Catherine Walsh. Quito: Abya-Yala, 2017.

87 Ver, en su traducción al español, bell hooks, Enseñar a transgredir: La educación como práctica de la libertad. Capitan Swing Libros,

2021.

P:179

179

hemos conversando tanto88, y en estas grietas y fisuras

sembrando modos otros de saber y pensar entrelazados

con la acción-reflexión.

Eso es —y ha sido— mi afán. Fue así en los años

que estudié y luego enseñé en la Universidad de

Massachusetts, siempre con un pie dentro de la

Universidad y el otro con comunidades, activistas,

movimientos y colectivos de lucha. Y ha sido así en los

25 años en la Universidad Andina Simón Bolívar.

La llegada y los encargos

Llegué al Ecuador por primera vez en 1977 (ya

jovencita). Era para hacer una pasantía como estudiante

docente en una escuela internacional. Lo que iba a ser

una estancia de cuatro meses en el país, terminó siendo

dos años; di clases de danza a niñas y niños, conocí mi

pareja y trabajé como cocinera en el primer restaurante

vegetariano de Quito; allí aprendí español.

A mediados de los 90s, hice la inmigración

permanente de Norte al Sur, eso después de algunas

experiencias acumuladas en Ecuador, incluyendo

proyectos de colaboración con la Confederación

de Nacionalidades Indígenas de Ecuador-CONAIE

enfocados en la educación intercultural bilingüe indígena

y la educación superior. En 1996, recibí una invitación

de un historiador, docente del proyecto emergente de

la Universidad Andina Simón Bolívar. La invitación era

de dar una charla a un grupo de colegas, algunos y

algunas presentes esta noche, sobre la diferencia entre

88 Ver Catherine Walsh “(Des)Humanidad(es)”, alter/nativas. Revista

de Estudios Culturales Latinoamericanos, 3, otoño 2014.

http://alternativas.osu.edu/es/issues/autumn-2014.html

P:180

180

lo posmoderno y lo poscolonial. Esta charla inició mi

relación con esta Universidad.

Unos meses después, otro docente de la Universidad

Andina me invitó a dar un par de cursos en el área

de educación y con enfoque en la interculturalidad.

Como muchos saben, la interculturalidad ha sido uno

de los enfoques centrales de mi trabajo, enfoque no

proveniente de la academia o los académicos, sino de las

conceptualizaciones de la CONAIE, de mis aprendizajes

en dialogo con el movimiento indígena, y de los

encargos que asumí en este tiempo —y que he seguido

asumiendo— a hacer caminar la interculturalidad como

proyecto social, político y epistémico de transformación

estructural, institucional y relacional.

En 1997-98 fui invitada a dar un curso en la nueva

maestría de Estudios Latinoamericanos, un curso que

por solicitud de las y los estudiantes (algunxs presentes

esta noche), se extendió a una segunda parte. A finales

de 1998 el rector-fundador de la Universidad Andina

me convenció integrarme como docente de planta de

tiempo completo.

Tengo buenos recuerdos de estos años iniciales: del

proyecto de educación superior participativo, creativo

y socialmente comprometido que era la Universidad

Andina, y también de los encargos que me llegaron

sin imaginar, pedir o buscar. Me refiero, por un lado,

a los encargos que el maestro, reconocido líder afro

y guardián de la tradición oral Juan García Salazar

empezó a darme en 1999 con relación a los procesos

afroecuatorianos, encargos que crecieron con los años,

incluyendo en crear juntos el Fondo Documental AfroAndino, el archivo más grande de América Latina de

la memoria colectiva afrodescendiente, el Fondo que

ahora lleva el nombre del maestro Juan.

P:181

181

Pero me refiero también al encargo que me dio

hace más de dos décadas el rector-fundador de esta

Universidad: el encargo de conceptualizar y organizar

uno de los primeros doctorados internacionales en

Ecuador, y con enfoque y raíz en la realidad Andina y

Latinoamericana. Un encargo-desafío grande en un país

que, en ese tiempo, no tenía fama académica, docentes

con PhD, o presupuesto para realmente apoyar tal

iniciativa. Como dije en la asamblea convocada por el

rectorado en 2008 y con el propósito de críticamente

evaluarme ante mis colegas —y como digo otra vez

esta noche— no solo he cumplido con este encargo y

cargo, sino también, y con este doctorado de Estudios

Culturales Latinoamericanos, he —mejor dicho

hemos— dejado una huella grande en esta institución,

incluyendo su reconocimiento internacional.

Con un grupo de profesores globalmente

reconocidos y reconocidas, incluyendo el mismo

Michael Handelsman, como también Aníbal Quijano,

Enrique Dussel, Walter Mignolo, Silvia Marcos, Edgardo

Lander, Nelson Maldonado-Torres y Rita Segato, entre

otras y otros; con un equipo docente regional y nacional

de lujo; y con más de 100 estudiantes y pasantes de

América Latina y varias partes del mundo, hay una

historia escrita en las paredes de esta Universidad

que la pintura no puede esconder. Y hay una memoria

colectiva en todas, todos y todes nosotrxs que

formamos parte de o identificamos con esta comunidad

cariñosamente nombrada por sus primeros integrantes

como “DECUL”.

P:182

182

La siembra y la grieta

¿Cómo sembrar academia de otro modo? Siempre he

mantenido presente esta pregunta, una pregunta que

recuerda lo que mi amigo-maestro Paulo Freire llamó

“la pedagogía de la pregunta”. De hecho, no hay una

receta o un manual para seguir; tampoco es de contar

con la supuesta pericia de un artículo publicado en una

revista indexada.

La pregunta misma pone en tensión y cuestión “la

academia”, incluyendo sus pretensiones de neutralidad,

autoridad, universalidad, objetividad y distancia:

distancia con los objetos de estudio, distancia con la

realidad social y distancia con nuestras subjetividades,

realidades, territorios, luchas, cuerpos, cuerpas, vidas.

Disputar estas pretensiones implica no solo contradecir

“LA ACADEMIA” (en letra grande), sino también fisurar

su sistema universalizado cada vez más naturalizado

en América Latina, incluyendo Ecuador. Un sistema de

cuantificación, mercantilización y tecnificación en el

cual las humanidades, ciencias sociales, el pensamiento

crítico y la reflexión-acción no tienen cabida. Tampoco

tienen cabida la llamada “ideología de género”, las

llamadas “disidencias sexuales”, las corporalidades,

perspectivas críticas de raza y racialización negra e

indígena, y peor aún, perspectivas enraizadas en la

decolonialidad que pone en relación todo que acabo de

mencionar. Pregunto: ¿no es eso lo que está sucediendo

hoy en la Universidad Andina?

La disputa es sobre qué enseñar y cómo enseñarlo,

y también sobre quién(es) deben estar frente a la

enseñanza y a las conceptualizaciones programáticas

y curriculares. Es, además, sobre desde dónde pensar,

P:183

183

con quiénes, porqué y para qué. Allí está la contienda y

el combate, y también la siembra y grieta.

Desde prácticamente su inicio, esta siembra que

es DECUL ha sido considerado, por algunos colegas

y autoridades, como disturbio, incomodidad y en

palabras de algunos: “mi secta y capilla”, eso en una

Universidad que siempre ha mantenido un discurso

sobre su carácter participativo, diverso, socialmente

comprometido e intercultural. La crítica al DECUL, ha

sido —tal vez y por lo menos en parte— por sus maneras

profundamente humanas de cultivar conocimiento

en colectivo y relación, por sus apuestas corpopolíticas, praxísticas e investigativas, y por su afán de

enfrentar las múltiples violencias de la matriz colonial

del poder —incluyendo las violencias epistémicas,

racistas, machistas— apuntando procesos, prácticas y

posibilidades descolonizantes y decoloniales.

Lo que muchos de los opositores no han logrado —o

no han querido— comprender, es que la apuesta mía y

del doctorado no ha sido de imponer una ideología o

manera única de pensar. Más bien, ha sido de construir

una práctica y praxis de sembrar academia de otro

modo, una construcción y siembra que apuntan, entre

otras prácticas y posibilidades, el análisis y la reflexiónacción decolonial: de analizar cómo la matriz colonial

de poder sigue tan presente en prácticamente todas

las esferas de vida, y de considerar cómo enfrentarla,

incluyendo en el pensamiento, conocimiento, escritura

e investigación.

En este doctorado hemos sembrado dentro y fuera

del aula otras formas de pensar y saber, rompiendo la

competitividad, verticalidad, titularidad y los simples

fines del cartón o título. También hemos sembrado

la inter-generacionalidad. En forma no típica de los

P:184

184

posgrados, han participado en cada promoción, las

hijas (siempre hijas y no hijos) de algunos y algunas

estudiantes, incluyendo Diana Sofia Albán Gómez

(ahora socióloga y presente esta noche) quien participó,

desde los tres años de edad, en la primera promoción

del doctorado con su papá Adolfo Albán y, unos años

después, en la tercer promoción con su mamá Camilia

Gómez. También participaran varias otras niñas: la hija

de Luis Fernando Villegas y la hija, ahora activistafeminista, de Betty Ruth Lozano; las dos Manuelas:

una hija de Albeley Rodríguez y la otra, quien nació

prácticamente en el aula, hija de Mónica Delgado; y la

wawa de Yamila Gutiérrez Calisaya, Kurmi, que empezó

el doctorado con pocas semanas nacidas pasando por

todos los brazos de DECUL 5. Una inter-generacionalidad

que no termina allí, sino que convirtió las primeras y los

primeros estudiantes DECULES en parientes de las/los

siguientes: en abuelas y abuelos, tías y tíos, y hermanas

y hermanos mayores; así empezamos hablar de las, los,

les deculotes y deculitos. Con cada nueva promoción,

las y los mayores han dado la bienvenida, sus consejos

y saludos. De hecho, todo eso es parte de la siembra de

academia de otro modo. Pero también es reflejo de la

labor de agrietar LA ACADEMIA, la educación superior

y ésta Universidad; a abrir grietas.

Sin duda, el DECUL ha sido —y es— una grieta en

esta Universidad. Creo que yo también he sido una

grieta, una grieta en el muro que es —o pretende ser—

la lógica y el monologo universal-universalizante de la

educación superior.

Como bien sabemos, la grieta por sí sola no hace que

el muro caiga. Tampoco proyecta la re-forma del muroinstitución. La grieta es la rendija, fisura, quebradura;

la que rompe, desafía, debilita la solidez, la unicidad

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185

y la totalidad del sistema-institución que se presenta

como consensuada y cerrada. Por las grietas entra la

luz, como dice un mural pintado recientemente en

las calles de Bogotá. Por las grietas podemos ver y

hacer los agujeros, ensanchándolos y allí sembrando

posibilidades otras de pensar-saber-estar-ser-sentiraprender-estudiar-hacer y también vivir. La grieta es

parte de la pedagogía de sembrar, parte de la praxis

que hace incomodar e indisciplinar.

No han faltado los intentos de esta Universidad

para tapar nuestra grieta, aislarla y asegurar que no se

ensanche o extienda más. A pesar de todo, la grieta —

las grietas— han seguido en su resistir multiplicador.

Ya basta, dicen algunos, que las tesis no solo doctorales

sino ahora de las maestrías siguan hablando de la

decolonialidad. “¡Ésta no es una universidad decolonial”!

gritan algunos. Claro, digo yo, no es. El proyecto de

la siembra decolonial no es institucionalizar, no es

convertir el pensar-hacer decolonial y descolonizante

en parte del sistema.

Así, y para estos “algunos”, mi salida de la

Universidad causa alegría. Cuando anuncié e inicié en

2019 los primeros pasos de esta partida, ellos hicieron

muy claro que el DECUL, como hemos construido y

conocido, dejará de existir. Lo mismo está sucediendo

con los programas afines: la maestría de Estudios de la

Cultura y recientemente la maestría en Gestión Cultural

y Políticas Culturales, cuya coordinadora, Paola de La

Vega (también de la comunidad DECUL), recientemente

fue despedida. La “limpieza” presente y por venir,

hecho visible también ante el gran paro nacional de

junio de 2022, de negar alojamiento a miembrxs de las

comunidades indígenas provenientes de las provincias,

P:186

186

específicamente mujeres, niñas y niños, y personas de

la tercera edad.

Veo ahora las sombras atrás de las puertas y veo

los baldes de cemento en preparación. Piensan que

al parchar, al eliminar la grieta —las grietas—, van

a extirpar el disturbio, el mal; es decir, mi presencia

y contribución, el legado DECUL y de los programas

afines y, de manera especial, las mujeres docentes

intelectualmente, políticamente y socialmente

comprometidas; mujeres públicas, mujeres no-sumisas.

Pero hay algo que no saben….

Somos semillas

Somos semillas, todas, todos, todes.

Recuerdo las palabras de la guardia indígena Nasa

de Cauca ante los asesinatos continuos de líderes y

lideresas comunitarias, ante la violencia-despojoguerra-muerte provocada, facilitada y sancionada por

el narco-estado corporativo criminal. Dice la guardia

Nasa: “Quisieron enterrarnos, pero no saben que somos

semillas”.

Palabras similares dichas, cantadas, gritadas por

mujeres indígenas de la Amazonía y Sierra ecuatoriana

frente a las violencias del despojo, extractivismo

y desterritorialización, las violencias de género y

heteropatriarcado incluyendo dentro de las mismas

comunidades y organizaciones indígenas, y las múltiples

violencias de poder estatal e institucional: Muyumi

kanchik …somos semillas.

En Brasil, somos semillas… somos sementes fue el

grito de Marielle Franco ante las políticas de violencia

perpetuadas por los gobiernos de Michel Temer y Jair

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Bolsonaro. Y somos semillas y seguimos siendo semillas

es la frase, lema, grito de muchas mujeres defendiendo

el legado de Marielle y luchando para que su memoria

nunca sea apagada, luchando por y para la vida ante las

políticas y prácticas de muerte.

Aquí en el Afropacífico esmeraldeño el maestro

obrero del proceso Juan García Salazar, el Abuelo

Zenón y sin duda también la Abuela Débora Nazareno89,

hablaron-hablan de las semillas culturales, de la

memoria colectiva y la vida misma que se llevan las

semillas, de las pedagogías y praxis de las sembradoras

y sembradores, y de las semillas y siembras de

autoafirmación y autoreparación, algo que no se

encuentra necesariamente hoy en la etnoeducación

afroecuatoriana institucional-estatal.

De hecho, las semillas y las siembras que estoy

hablando tienen poco o nada que ver con el modelo

de universidad que ésta y tal vez otras de la región

pretenden ahora moldear. Allí están las banderas

globales de “excelencia académica” con sus criterios

de contenido y evaluación, “limpias” en proyecto,

programa, conocimiento y hasta lenguaje de diferencias,

disidencias, insurgencias epistémicas, y con una misión,

que, a pesar de los discursos, está fundamentada

89 Abuela Débora y Abuelo Zenón eran los abuelos maternos de Juan

García Salazar. Sin embargo, en un momento y hace algunas décadas

atrás, las comunidades del norte de Esmeraldas empezaron a referirse

al Abuelo Zenón como el abuelo de todas y todos, como la voz de la

memoria colectiva que sigue en su pensar, guiar, enseñar y hablar. Pero,

y al final de su vida terrenal, el maestro Juan García Salazar empezó a

reflexionar sobre la ausencia de la voz-semilla de la Abuela Débora,

parte, en palabras del maestro Juan, “de la colonialidad de género que

hace pensar que el hombre también representa a la mujer. Reconozco

ahora la deuda pendiente”. En Juan García Salazar y Catherine Walsh

Pensar sembrando/sembrar pensando con el Abuelo Zenón. Quito:

Universidad Andina Simón Bolívar y Ediciones Abya-Yala, 2017.

P:188

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en reproducir el poder racializado, heteropatriarcal,

colonial global.

No estoy diciendo que las semillas no pueden

germinar y crecer en la educación superior. Tampoco

estoy diciendo que la siembra no debe o no puede

ocurrir allí/aquí. Como he hecho claro, esta siembra ha

sido mi labor, dentro de la Universidad y también a

pesar de ella.

Lo que sí estoy diciendo es que el modelo-proyecto

de la educación superior, en esta Universidad, en

este país, en la región y, por qué no, en todo Abya

Yala/América Latina, tiene que ser re-sembrada y no

simplemente re-formada. Pero al decir eso, no estoy

apuntando semilleros institucionalizados, semilleros

de institucionalización, o semilleros permitidos por

la institución. Mi argumento, más bien, es por las

siembras de otro modo, siembras insurgentes por su

intencionalidad y rebelión, por su haciendo, brotando,

reviviendo, resurgiendo, construyendo y creando

posibilidades, esperanzas y prácticas de vida y de

vivir que no solo desafían y desobedecen el sistema y

lógica dominantes y el orden global, sino que también

contribuyen a sus fisuras y grietas. Mi apuesta es por

las siembras de vida ante la muerte a nuestra, nuestro,

nuestre alrededor, ante las políticas y prácticas —que

también he confrontado a lo largo de muchos años en

esta Universidad—, de callarnos e impedir —o por los

menos atrofiar, controlar, determinar— las siembras.

Somos semillas y soy semilla. También soy cargadora

de semillas. Cargo dentro de mí las semillas que muchas,

muchos, muches han sembrado en mí. Las semillas

sembradas por mis ancestras mujeres, ellas provenientes

de territorios, genealogías, historias, sabidurías

diversas. Las semillas sembradas por mis maestras

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y maestros, especialmente mi maestro-hermanoancestro Juan García. Las semillas sembradas por los

colectivos multiraciales en que milité hace décadas en

los EEUU, por comunidades boricuas y caribeñas, y por

activistas y militantes jóvenes y adultas en este gigante

del norte; semillas también para no olvidar el privilegio

que cargo en mi piel, y la responsabilidad de usar este

privilegio para transformar, fisurar, agrietar el sistema.

También cargo dentro de mí las semillas sembradas

por muchas, muchos, muches de ustedes presentes:

estudiantes, colegas, amigues, compañeras, compañeros

de lucha y de vida. Me voy de esta Universidad con

estas semillas, semillas bien guardadas y protegidas,

cargadas y cargadoras de memoria y de vida, y de las

luchas por continuar y las luchas aún por hacer. Semillas

que me hacen a mí una nosotrxs.

Somos semillas, grito yo; somos semillas que

multiplican, que vuelan y entremezclan con el viento;

semillas cimarronas que no se olvidan y que siguen en

su sembrar y re-sembrar, en su levantarse y su continuar

desobediente, insurgente, rebelde, ”haciendo fuerza”,

como decía la cimarrona africana-americana Harriet

Tubman, “desde las experiencias”. Así recordando, lo

que también decía ella, que “se necesita toda una vida

para entender”.90

Así seguiremos nosotras/nosotrxs semillas, dentro,

fuera, a pesar de, y en las grietas y encrucijadas de

la llamada Educación Superior. Yo, por mi parte, ¡ya

felizmente desinstitucionalizada!

90 Palabras de Harriet Tubman en la película “Harriet”, dirección: Kasi

Lemmons, 2019.

P:191

Impreso y encuadernado en abril de 2023

en La Encuadernadora. Taller editorial,

Querétaro, México. 200 ejemplares.

[Contacto: 4423695537]

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