capacidad para tolerar angustias y tensiones, ha sido ampliamente estudiado por la psicología del
yo. Los procesos de defensa pueden servir simultáneamente tanto al control de los impulsos
instintos como a la adaptación al mundo externo. El yo efectúa simultáneamente la adaptación, la
inhibición y la síntesis. El neonato humano normal y su ambiente esperable promedio están
recíprocamente adaptados desde el primer momento. El hecho de que ningún infante pueda
sobrevivir en ciertas condiciones atípicas y que los traumas constituyan una parte integral del
desarrollo típico, no contradice esta proposición. No obstante, esta relación constituye
centralmente un estado de adaptabilidad; los procesos de adaptación en sentido restringido
todavía no desempeñan ningún papel. El individuo está en relación con el mundo externo desde el
principio. El recién nacido está en contacto estrecho con su ambiente, no solo por su necesidad
de cuidado continuo, sino también por sus reacciones a los estímulos, aunque, desde luego, esas
reacciones en un primer momento suelen no estar adaptadas. Los primeros signos de
intencionalidad aparecen hacia el tercer mes de vida y signan una fase crucial del desarrollo, pero
la verdadera comprensión del objeto aparece definidamente solo hacia el quien o sexto mes y no
se completa. No se debe asumir, partiendo del hecho de que el niño y el ambiente interactúan
desde el principio, que el niño está desde el nacimiento psicológicamente dirigido hacia el objeto
en tanto objeto. Ballnt adujo que no se justificaba utilizar la circunstancia de que una experiencia
no sea consciente como prueba en contra de su existencia mental.
El desarrollo estructural del individuo también le sirve a la adaptación. Esto es cierto por
definición con respecto a la diferenciación del yo y del ello, pero también vale para las
identificaciones que constituyen el superyó, donde resulta particularmente clara la relación entre lo
que es un logro y lo que es una perturbación en la adaptación. Rado opta por hablar de un
“impulso de conciencia”, en este texto se subraya que tal “impulso” posee también una función
adaptativa. El superyó no es solamente antitético del to y ello, también es en alguna medida un
prototipo ideal de ese estado hacia el cual tienden todos los esfuerzos del yo, una conciliación de
sus múltiples alianzas; además es el resultado de una adaptación y contribuye a la síntesis. No
obstante, el desarrollo estructural también acrecienta la labilidad del aparato mental, y por lo tanto
se esperan fenómenos de desdiferenciacion temporarios. A su vez las diferenciaciones en el
yo también crean condiciones específicas para la adaptación; las formas de adaptación
dependen, entre otras cosas, del nivel mental y de la riqueza de la extensión y diferenciación del
mundo interior, esta diferenciación dentro del yo conduce a una adaptación y una síntesis optima
solamente si el to es fuerte y puede disponer de ella libremente; no obstante, la diferenciación
desempeña un papel independiente entre los procesos de adaptación. La diferenciación es
contrarrestada por una tendencia aun mundo cerrado que puede ser expresión o de la función
sintética o bien de una regresión ya sea a etapas más tempranas de la armonización en el
desarrollo, o a un sentimiento de ser uno con el objeto, o a un estado narcisista primario. Incluso
esta tendencia regresiva, en ciertas condiciones, puede estar al servicio de la adaptación.
El desarrollo de esta función de diferenciación encuentra expresión psicológica no sólo en la
formación de las instancias mentales, sino también en la prueba de realidad, en el juicio, en la
extensión del mundo de la percepción y la acción, en la separación de la percepción respecto de
la fantasía, de la cognición respecto del afecto. El equilibrio de estas dos funciones puede
verse quebrado, por ejemplo, por la precocidad de la diferenciación, por el retardo relativo
de la síntesis. La diferenciación, junto con la síntesis, debe reconocerse como una importante
función del yo. La conferencia de Spitz sobre diferenciación e integración es importante, ya que
de alguna manera vinculamos la función sintética del yo con la libido, resulta plausible dar por
sentada una relación análoga entre diferenciación y destrucción, en particular desde las
inferencias que hizo Freud acerca del papel de la agresión libre en la vida mental. Las