COMENTARIOS SOBRE LA TEORIA PSA DEL YO- HARMANN DEFINICION YO
El yo de la psico del yo es el yo de la segunda tópica (1923 con el yo y el ello), su origen es a
partir de una fase indiferenciada. Definición del yo: el yo psicoanalíticamente no es sinónimo de
personalidad, ni de individuo, ni tampoco de sujeto, como tampoco es el saber o el sentimiento de
nuestra propio ser. El yo es una subestructura de la personalidad y se define por sus funciones.
Funciones del yo: El yo organiza y controla la movilidad y la percepción del mundo exterior como
también del si mismo. Barrera protectora de los estímulos externos e internos.
CARACTERISTICAS DEL YO Diremos que el yo tiene: 1. Función de síntesis 2. Función
organizadora. Ahorro de energía, factores diferenciadores a partir de la especialización de la
función. 3. Rasgos de carácter. Resultado de procesos defensivos. Ej. Neurosis obsesiva
antiguamente sintió placer en la suciedad e intervino una función reactiva. 4. Neutralización. El
mecanismo defensivo exitoso es la sublimación, donde se canaliza esa energía, no al servicio del
ello sino al cambiar de meta, se pone al servicio del yo. En vez de decir sublimación (ligado a la
pulsión sexual) vamos a decir neutralización. Se produce un cambio de meta de la pulsión, por
uno más valorado y aceptado socialmente (fracaso exitoso), permitiendo un cambio
cualitativo de la función. 5. Actividad de ajuste y rodea de la acción. 6. Función inhibitoria
7. Función anticipatoria. En relación a la angustia señal. 8. Relacion con la realidad. Al
momento de atender a un paciente hay que preguntarse ¿Cómo funcionan o no estas
funciones del yo.
ORIGEN DEL YO
Hay un enfoque del desarrollo del yo que es un tanto descuidado en la teoría psa. El desarrollo
temprano del yo refiere que el yo puede ser algo más que un subproducto de desarrollo de la
influencia de la realidad sobre impulsos instintivos. De que el yo tiene un origen en parte
independiente. Esto no quiere decir que el yo sea innato. Diremos entonces que tanto el yo como
el ello se desarrollaron como productos de diferenciación, siendo el enajenamiento de la realidad
un resultado de esta diferenciación. ´ Por consecuente el desarrollo del yo como resultante de tres
grupos de factores: las características hereditarias del yo y sus interacciones, las influencias de
los impulsos instintivos y las influencias de la realidad exterior. Hacia 1923 freud dirá que al
comienzo hay ello y el yo surgirá a medida que medie la percepción y la consciencia. Hacia 1937
(psico del yo) se dirá que al comienzo no hay ni yo ni ello, sino que ambos surgen de una matriz
indiferenciada, de lo cual hay rudimentos que luego darán origen al yo y al ello. Es decir, que no
nacen del conflicto, sino que surgen los dos a la vez. El yo se desarrolla a lo largo de toda la vida,
no en un momento determinado. Para la psico del yo existe un ALC, donde apela a que no todas
las funciones del yo nacen del conflicto. Sino que existen dos tipos de funciones del yo: unas que
nacen del conflicto por ej la defensa, otras que no por ej la memoria, el pensamiento. A pesar de
que una función no nazca del conflicto, puede entrar en conflicto (pierna de Elizabeth), y un área
que está en conflicto puede no entrar en conflicto (obsesivo que se lava las manos). A las
funciones que no nacen del conflicto las llamaremos APARATO DE AUTONOMIA PRIMARIA: son
innatos y entran en conflicto si son tomados por el ello. Dejando el ALC para pasar al AC. A las
funciones que nacen del conflicto se lo llamara APARATO DE AUTONOMIA SECUNDARIA: son
adquiridos, producto de la experiencia. Al sublimar o neutralizar se produce un cambio de función:
la función que estaba en conflicto pasa a estar en ALC y estar al servicio del yo.
En psa no siempre se distinguió adecuadamente las diferencias entre yo- mismopersonalidad.
Es fundamental diferenciarlos para definir el concepto de narcisismo, donde dos de ellos se
encuentran fundidos en uno: el mismo (a nuestra propia persona) y el yo (sistema psíquico).
NEUTRALIZACION. Tanto la energía agresiva como la sexual pueden ser neutralizadas, el cual
tiene mediación del yo
En la Psicología del Yo de Hartmann,
El Yo desplaza en importancia al Ello y al Super-Yo. Freud afirmaba que el Yo se diferencia a
partir del Ello, mientras que Harman decía que el Yo no surge a partir del Ello, sino que Yo y Ello
provienen de una matriz común, la llamada fase indiferenciada. Por lo tanto, según sus teorías los
aparatos rudimentarios del Yo ya están presentes en el momento de nacer. Heinz Hartmann
distinguió dos grupos de funciones del Yo: las funciones específicamente involucradas en los
conflictos y las funciones que constituyen la esfera del Yo libre de conflictos. Éstas funciones del
Yo, afirmaba Hartmann, son de importancia fundamental en la adaptación de la persona a su
ambiente. Hartmann concebía la estructura de la personalidad como el resultado de la interacción
entre la herencia y el ambiente, y añadía que en el curso del desarrollo del individuo se
diferenciaban los rasgos del carácter. Heintz Hartmann postuló la existencia de funciones
primarias autónomas del Yo, “la autonomia del Yo“, cuyo desarrollo sería independiente de los
impulsos. Las funciones comprendidas en este área eran la percepción, la intuición, la
comprensión, el pensamiento, el lenguaje, ciertas fases del desarrollo motor, el aprendizaje y la
inteligencia. Pero, cada una de estas funciones puede también participar de forma secundaria en
conflictos durante el curso del desarrollo del sujeto. Hartmann creía que el yo incluye capacidades
innatas para funciones tales como la percepción, atención, memoria, concentración, coordinación
motriz, y lenguaje. Bajo condiciones normales, lo que Hartmann llamaba ambiente esperable
promedio, estas capacidades se desarrollaban en funciones yoicas y poseen autonomía de las
pulsiones libidinales y agresivas, esto es, no eran producto de frustración y conflicto como Freud
creía en 1911. Hartmann reconoció, sin embargo, que la tarea del psicoanalista era neutralizar
impulsos en conflicto y expandir las esferas libres de conflicto de las funciones yoicas. Haciendo
eso, Hartmann pensaba que el psicoanálisis facilita la adaptación del individuo a su ambiente.
También propuso el concepto de Neutralización que sería como una generalización del concepto
freudiano de Sublimación. Según el concepto de Neutralización la medida en que se neutraliza la
energía instintiva está en función de la fuerza del Yo. Proceso en que se transforma energía
libidinal y/o agresiva, en energía neutra… y por lo tanto, utilizable por el Yo. La aprovecha en
su proceso de estructuración tanto interna como de interacción con el ambiente, y en activación
de mecanismos defensivos (mecanismos de adaptación).
Desarrollo del yo y adaptación capitulo 4
El bebe recién nacido no es totalmente una criatura de impulsos, posee aparatos innatos que
realizan adecuadamente una parte de las funciones que, después de la diferenciación entre el yo
y el ello, le atribuimos al yo. Hay un estado de adaptabilidad previo a que se inicien los procesos
intencionales de adaptación. El desarrollo del yo es una diferenciación en la cual los factores
reguladores primitivos son progresivamente reemplazados o complementados por regulaciones
yoicas más eficaces. Lo que originalmente estuvo anclado en los instintos puede ulteriormente ser
ejecutado por el yo y a su servicio, aunque desde el curso del desarrollo del yo y el ello surgirán
nuevas regulaciones. La diferenciación progresa por nuevos aparatos que reemplazan en un nivel
superior funciones originalmente realizadas por medios más primitivos. El individuo humano
posee en el momento de su nacimiento un inventario aun inexplorado de disposiciones mentales,
que incluyen factores constitucionales importantes en el desarrollo del yo; por ejemplo, las
diferencias individuales en la tolerancia a la angustia están determinadas por un factor
constitucional de ese tipo. El aprendizaje progresivo del yo en el curso del desarrollo de la
capacidad para tolerar angustias y tensiones, ha sido ampliamente estudiado por la psicología del
yo. Los procesos de defensa pueden servir simultáneamente tanto al control de los impulsos
instintos como a la adaptación al mundo externo. El yo efectúa simultáneamente la adaptación, la
inhibición y la síntesis. El neonato humano normal y su ambiente esperable promedio están
recíprocamente adaptados desde el primer momento. El hecho de que ningún infante pueda
sobrevivir en ciertas condiciones atípicas y que los traumas constituyan una parte integral del
desarrollo típico, no contradice esta proposición. No obstante, esta relación constituye
centralmente un estado de adaptabilidad; los procesos de adaptación en sentido restringido
todavía no desempeñan ningún papel. El individuo está en relación con el mundo externo desde el
principio. El recién nacido está en contacto estrecho con su ambiente, no solo por su necesidad
de cuidado continuo, sino también por sus reacciones a los estímulos, aunque, desde luego, esas
reacciones en un primer momento suelen no estar adaptadas. Los primeros signos de
intencionalidad aparecen hacia el tercer mes de vida y signan una fase crucial del desarrollo, pero
la verdadera comprensión del objeto aparece definidamente solo hacia el quien o sexto mes y no
se completa. No se debe asumir, partiendo del hecho de que el niño y el ambiente interactúan
desde el principio, que el niño está desde el nacimiento psicológicamente dirigido hacia el objeto
en tanto objeto. Ballnt adujo que no se justificaba utilizar la circunstancia de que una experiencia
no sea consciente como prueba en contra de su existencia mental.
El desarrollo estructural del individuo también le sirve a la adaptación. Esto es cierto por
definición con respecto a la diferenciación del yo y del ello, pero también vale para las
identificaciones que constituyen el superyó, donde resulta particularmente clara la relación entre lo
que es un logro y lo que es una perturbación en la adaptación. Rado opta por hablar de un
“impulso de conciencia”, en este texto se subraya que tal “impulso” posee también una función
adaptativa. El superyó no es solamente antitético del to y ello, también es en alguna medida un
prototipo ideal de ese estado hacia el cual tienden todos los esfuerzos del yo, una conciliación de
sus múltiples alianzas; además es el resultado de una adaptación y contribuye a la síntesis. No
obstante, el desarrollo estructural también acrecienta la labilidad del aparato mental, y por lo tanto
se esperan fenómenos de desdiferenciacion temporarios. A su vez las diferenciaciones en el
yo también crean condiciones específicas para la adaptación; las formas de adaptación
dependen, entre otras cosas, del nivel mental y de la riqueza de la extensión y diferenciación del
mundo interior, esta diferenciación dentro del yo conduce a una adaptación y una síntesis optima
solamente si el to es fuerte y puede disponer de ella libremente; no obstante, la diferenciación
desempeña un papel independiente entre los procesos de adaptación. La diferenciación es
contrarrestada por una tendencia aun mundo cerrado que puede ser expresión o de la función
sintética o bien de una regresión ya sea a etapas más tempranas de la armonización en el
desarrollo, o a un sentimiento de ser uno con el objeto, o a un estado narcisista primario. Incluso
esta tendencia regresiva, en ciertas condiciones, puede estar al servicio de la adaptación.
El desarrollo de esta función de diferenciación encuentra expresión psicológica no sólo en la
formación de las instancias mentales, sino también en la prueba de realidad, en el juicio, en la
extensión del mundo de la percepción y la acción, en la separación de la percepción respecto de
la fantasía, de la cognición respecto del afecto. El equilibrio de estas dos funciones puede
verse quebrado, por ejemplo, por la precocidad de la diferenciación, por el retardo relativo
de la síntesis. La diferenciación, junto con la síntesis, debe reconocerse como una importante
función del yo. La conferencia de Spitz sobre diferenciación e integración es importante, ya que
de alguna manera vinculamos la función sintética del yo con la libido, resulta plausible dar por
sentada una relación análoga entre diferenciación y destrucción, en particular desde las
inferencias que hizo Freud acerca del papel de la agresión libre en la vida mental. Las
perturbaciones de la adaptación pueden convertirse en logros adaptativos cuando son
apropiadamente elaboradas. El desarrollo normal involucra conflictos picos, y con ellos la
posibilidad de trastornos en la adaptación. Aunque el concepto de salud mental tanga
necesariamente que permanecer vago, Waelder, planteo que no puede considerarse a la salud
mental como un producto del azar. Una de sus premisas se refiere a un estado de preparación
tanto para las situaciones ambientales en promedio esperables como la en promedio esperables.
Las funciones yoicas tienen, además de su coordinación, también un orden jerárquico. La
terapia psicoanalítica puede cambiar las bases de ese orden jerárquico induciendo una nueva
división del trabajo; por ejemplo, el yo puede asumir tareas previamente realizadas por otras
instancias. La estabilidad y eficacia de una persona son decisivamente influidas por la
coordinación propositiva y por el orden jerárquico de las funciones dentro del yo, y no sólo por la
plasticidad o fuerza del impulso instintivo, y por la tolerancia a la tensión, en cuyos términos suele
definirse la fuerza del yo. Es totalmente coherente con estas consideraciones hablar de la
primacia de la regulación por la inteligencia.
Primera evaluación parcial Psicoanálisis: Psicología del Yo (2021)
1- Dos de los conceptos que me han resultado dificultosos han sido el de Fase Indiferenciada
y la Autonomía relativa del Yo. 2- El concepto de Fase Indiferenciada propuesto por
Hartmann surge como una contraposición a una formulación plateada por Freud dentro de
lo que corresponde a su concepto de estructura psíquica, donde planteaba una
diferenciación gradual del yo a partir del ello; como resultado final de este proceso de
diferenciación el Yo, es decir que este se forma como una organización estructurada que
se opone al ello. Hartmann discierne de esta formulación ya que, según él, esto implicaría
que la dotación del niño al nacer es parte del ello, siendo que los mecanismos psíquicos
innatos y los reflejos, no pueden ser todos parte del ello. Es por esto autor sugiere una
hipótesis distinta, en la que plantea a la denominada Fase Indiferenciada, una fase durante
la cual tanto el ello como el yo se forman gradualmente, y no uno a partir del otro. Durante
esta fase maduran mecanismos que más tarde se pondrán bajo la regulación del yo y que
sirven a la motilidad, a la percepción y a algunos procesos de pensamiento. Una vez que
se verifica la diferenciación, el hombre está provisto de un órgano especializado de
adaptación, este órgano es el yo. Con respecto a la autonomía del yo, Rapaport plantea
que es imposible que el hombre responda solo a sus fuerzas internas, es decir, que quede
totalmente a expensas del ello; de la misma forma que es imposible que fuera el exacto
reflejo del mundo exterior. Es por esto que este autor va a plantear que el hombre posee
ciertas estructuras internas que le van a permitir interponer y retrasar ciertas respuestas a
los estímulos internos y externos, de modo que el Yo mantiene cierta autonomía respecto a
los impulsos del ello y los provenientes del medio. Entonces existe una autonomía relativa
del yo que es pensada por Rapaport en dos instancias: respecto al ello y respecto al medio
exterior, ambas con sus garantías que van a ser finales/primarias y proximales/secundarias
y van a permitir este funcionamiento relativamente autónomo respecto a ambos. Por su
parte, tenemos a las garantías de autonomía relativa que tiene el Yo respecto del ello. Las
garantías finales, a la que comprenden los aparatos de autonomía primaria, es decir, los
aparatos de memoria, perceptores, motores, que garantizan desde la constitución que el
individuo pueda relacionarse con el medio y no quedar a expensas del yo en su totalidad.
Por otro lado, los aparatos de autonomía secundaria son aquellos que se adquieren, no
están desde la constitución, y también incluye una relación con la realidad externa. Por otro
lado, tenemos a las garantías de la autonomía del Yo con respecto al medio ambiente que
los rodea, que también se dividen en finales y proximales. En las primeras vamos a
encontrar a los instintos del individuo (como el hambre) y también están presentes desde
su constitución, siendo las ultimas capacidades en perderse; mientras que en las
segundas, adquiridas tardíamente, es el grupo en el que se encuentran las estructuras
superiores del y del superyó tales como los valores o intereses del individuo, es decir,
corresponden a aquellas estructuras que hacen al sujeto mismo y a su subjetividad. Estas
estructuras, mientras estén presentes, van a permitir que el sujeto no quede en su totalidad
sometido al avance del medio exterior. 3- Las dudas que me surgieron en relación al
concepto de Fase indiferenciada tenía que ver con una definición dada en el Practico n°2
en el que se explica que Hartmann tira por la borda la idea de que el Ello preexista al yo
“dando lugar a la idea del yo que surge independientemente del conflicto y en una relación
de indiferenciación con el Ello”, llegando así a la idea de Fase Indiferenciada. La duda que
en su momento me surgió es ¿A qconflictos se refería Hartmann? Por otro lado, lo visto
en relación a la autonomía relativa del yo, Hartmann plantea que con el rmino “relativo”
se refiere a que esta autonomía va variando, no es estática, depende de las influencias del
mundo externo, de la constitución del Yo y de las garantías. El interrogante que entonces
se me presentó fue ¿En qué sentido la estructura del yo afecta a su propia autonomía? 4-
Ambos interrogantes los pude resolver exitosamente a partir de relacionarlos con los
conceptos de Área libre de conflicto y aparatos de autonomía primaria (motilidad,
percepción, memoria): Hartmann explica que la génesis de la estructura psíquica no se
entiende solo a partir de pulsiones (el ello) y no solo a partir de conflictos entre pulsiones y
realidad, sino que van participar también los aparatos de autonomía primaria que van a
participar como variable independiente en la génesis del yo. Ahora bien, al primer
interrogante pude responder que los conflictos a los que Hartmann se refería entonces era
el que se daba entre las pulsiones y la realidad. Mientras que, en el caso de la autonomía
relativa del yo, pude resolver que parte contribuyente de que esta autonomía sea relativa
tenía que ver con lo dicho por Hartmann acerca de que los aparatos de autonomía primaria
participan como variable independiente del yo, los cuales, como se vio posteriormente,
constituyen a las garantías primarias de la autonomía del yo con respecto al Ello. 5-
Finalmente, puedo concluir que, pude ver un avance que se logra a través, no solo con
simplemente leer y escuchar las clases, sino relacionando todo lo visto hasta comprender
en su totalidad una o más teorías. Además, un gran aporte a la comprensión de estas
teorías siempre es conveniente compararlo con escritos de Freud.
1_ Mencione en que momento y por qué razones Freud pasa a la segunda
tópica. Describa por qué este pasaje es importante para la Psicología del Yo.
¿En que momentos y cuales son las razones que pasa Freud en la primera y
segunda tópica? Explique la importancia de este pasaje para la psicología del
Yo.
2_ Que es para Hartmann, Kris y Loewenstein la fase indiferenciada. Describa
las diferencias con la concepción de origen del Yo de Freud en 1923.
En la
descripción de las funciones del desarrollo, la psicología infantil y el psicoanálisis
emplean los conceptos de diferenciación e integración. La diferenciación indica la
especialización de una función; la integración la emergencia de una función nueva,
nacida de conjuntos previamente incoherentes de funciones o reacciones. Los
términos maduración y desarrollo no están siempre tan diferenciados. Se usa en el
sentido de que maduración indica el proceso de crecimiento que se verifica con
relativa independencia de las influencias del medio, y desarrollo, el proceso de
crecimiento en el cual e ambiente y maduración se influyen más íntimamente.--Fase
indiferenciada supone que los elementos esenciales de la estructura de la
personalidad existen ya, en los niños a la edad de cinco a seis años. Los procesos
del desarrollo que se producen después de esta edad pueden describirse como
modificaciones, enriquecimiento. Los procesos del desarrollo anteriores a esta edad
son susceptibles de describirse en términos de formación de esta estructura. Al
introducir sus conceptos de estructura psíquica, Freud habla de una diferenciación
gradual del yo a partir del ello; como resultado final de este proceso de
diferenciación el to, como organización estructurada, se opone al ello. La
formulación de Freud tiene desventajas obvias. Implica que la dotación del niño al
nacer es parte del ello. Parece que los mecanismos psíquicos innatos, y los reflejos,
no pueden ser todo parte del ello, en el sentido aceptado en psicoanálisis. Este
autor sugiere una hipótesis diferente, es decir la de una fase indiferenciada durante
la cual tanto el ello como el yo se forman gradualmente. Durante la fase
indiferenciada maduran mecanismos que más tarde se pondrán bajo la regulación
del yo y que sirven a la motilidad, a la percepción y a algunos procesos de
pensamiento. En estos campos la maduración se efectúa sin la organización toral
de lo que se llama yo: solo después de la formación del yo se integrarán
completamente estas funciones. En el momento en el cual se verifica la
diferenciación, el hombre está provisto de un órgano especializado de adaptación,
del yo. Esto no significa que no persistan en el ello algunos elementos relativos al
“mantenimiento” del individuo. La diferenciación explica la naturaleza de los
impulsos instintivos del hombre. Los conceptos estructurales--Los precedentes de
los conceptos estructurales aparecieron en los trabajos de Freud al final del siglo
IXX. El estudio de los conflictos psíquicos en general surgió que las fuerzas
opuestas en las situaciones conflictuales típicas no se ordenaban al azar, sino más
bien en grupos que poseían una cohesión u organización interna. Estas
impresiones se vieron estimuladas por un tema que desempeñó un papel
considerable en la psiquiatría francesa entre los años 1880 y 1890: el de la
personalidad múltiple. Las irrupciones intermitentes observadas en estos casos
sustentaron la idea de que también otras manifestaciones menos dramáticas d
enfermedad mental podían comprenderse “considerando al hombre dividido, contra
si mismo” El primer enfoque que Freud hizo de esta división fueron guiados
por la escuela de la fisiología alemana de su tiempo y por el pensamiento
evolucionista del darwinismo. Bajo estas influencias surgió sus primeras
formulaciones sobre la naturaleza del “aparato psíquicoFreud estableció su
definición de los sistemas psíquicos después de la investigación cuidadosa y
repetida de su material clínico. Este material le sugirió que en un conflicto
psíquico típico, un conjunto de funciones se halla más frecuentemente “de un
lado” del conflicto que “del otro”. Las funciones que encontramos “agrupadas
de un lado” tienen características o propiedades comunes. La relación está de
acuerdo con la frecuencia.--Las funciones del ello se centralizan en las
necesidades básicas del hombre y de sus exigencias de gratificación. Estas
necesidades están arraigadas en los impulsos instintivos y en sus vicisitudes.
Las funciones del ellos se caracterizan por la gran movilidad de las cargas de
las tendencias instintivas y sus representaciones mentales. Sus
manifestaciones son la condensación, el desplazamiento y el uso de
símbolos.--Las funciones del yo se centralizan en la relación con la realidad. En
este sentido hablamos del yo como de un órgano específico de equilibrio.
Regula el aparato de motilidad y percepción; efectúa la prueba de las
cualidades de la situación presenta, es decir de la “realidad presente” y prevé
las cualidades de las situaciones futuras. El yo media entre estas cualidades y
necesidades y las exigencias de las otras organizaciones psíquicas.--Las
funciones del superyó se centralizan en las exigencias morales. Las
manifestaciones esenciales del superyó son la autocrítica, a veces exaltada
hasta estimular el autocastigo y la génesis de los ideales.
Al adoptar como criterio decisivo para la definición de los sistemas psíquicos a las
funciones ejercidas en los procesos mentales, Freud se valió de la fisiología como
modelo en la formación de los conceptos. Sin embargo, esto no implica correlación
alguna entre los sistemas y organizaciones fisiológicas o grupos de órganos
determinados, aunque Freud consideraba esta correlación como la aspiración final
de la investigación psicológica. Freud sostiene que el yo se presente a si mismo
ante el superyó como objeto amoroso. Esta metáfora expresa las relaciones de
estas dos organizaciones psíquicas comparándolas con una relación amorosa entre
individuos, de los cuales uno es el amante y el otro el amado. Pero la frase expresa
un importante hallazgo clínico: el amor a si mismo puede fácilmente, y lo hace en
ciertas condiciones, sustituir al amor de otra persona. En esta formulación el amor a
si mismo indica que la aprobación de “uno mismo” por el superyó se refiere a “uno
mismo” en el lugar de otra persona. Este autor sustituye la palabra “yo” de los
textos de Freud por “uno mismo (“self”). Lo hace porque el yo es definido
como parte de la personalidad y porque el uso que Freud hace de la primera
es ambiguo. Emplea la palabra “yo” refiriéndose a una organización psíquica
y asimismo a la totalidad de la persona.
3_ Por qué para Rapaport, la autonomía del Yo es siempre relativa.
Las condiciones principales que obran en menoscabo de la autonomía del Yo
respecto al medio son: la obstrucción masiva intrapsiquica de los impulsos
instintivos que son las garantías finales de esta autonomía; la necesidad
exacerbada, el peligro, y el miedo que llevan a los impulsos a ocasionar una pronta
derrota de la misma; falta de retiro privado, privación de alimento de estímulos y
ayudas verbales, y de la memoria, todo lo cual parece ser necesario para el
mantenimiento de las estructuras que son las garantías proximales de esta
autonomía; una corriente constante de instrucciones e informes, los cuales con la
falta de otro alimento de estímulos, llegan a tener tanto poder que tienen al yo
completamente a su disposición. Tanto como pasa con las garantías de autonomía
respecto al Ello, tampoco las garantías finales ni proximales de autonomía respecto
al medio son absolutos. Ambas autonomías requieren de estímulos exteriores,
impulsivos o de los dos, de una intensidad específica para su mantenimiento.
Relaciones entre las dos autonomías del Yo en los estados hipnóticos resultan
disminuidas tanto la autonomía con respecto al Ello como la autonomía respecto al
medio. Para aclarar esta relación el autor considera aspectos de los desórdenes
compulsivos y obsesivos. Uno de los conocimientos de las condiciones obsesivo-
compulsivas es una mayor elaboración del proceso secundario. Esta elaboración
tiene dos aspectos: por una parte, facilita los medios para las defensas de
intelectualización y aislamiento; por otro lado hace posible la observación
intensificada y el análisis lógico como substitutos de las señales afectivas y de idea
que son los reguladores naturales del juicio y la decisión, ya que son suprimidas por
las defensas obsesivo-compulsivas. La defensa obsesivo-compulsiva eleva así la
autonomía del Yo con respecto al Ello. La supresión de las indicaciones afectivas e
ideales del origen impulsivo, hace que los juicios del Yo y sus decisiones dependan
cada vez más de indicaciones exteriores. Una forma extrema de la falta de gobierno
interior del obsesivo, es una duda paralizadora, a veces próxima a la esclavitud.
Pero al mismo tiempo que se reduce la autonomía del Yo respecto al medio, se
desarrolla otro fenómeno. Los impulsos y sus representaciones, cuyo acceso a la
motilidad y a la consciencia ha sido impedido en forma estricta, invaden la realidad
objetiva, consiguen linear el pensamiento y la percepción de la persona con magia y
animismo. Este aumento de la autonomía del Yo respecto al Ello, reduce la
autonomía del Yo respecto al medio y el resultado es esclavizarse a los
estímulos. La reducción de la autonomía del Yo respecto al Ello resulta en una
pérdida de contacto con la realidad. El aumento de esta autonomía resulta en una
reducción de la autonomía respecto al Ello, y una reducción de la autonomía del Yo
respecto al medio puede resultar en una autonomía superlativa respecto al Ello. Por
ejemplo, la privación de estímulos como autonomía aumentada. No es que la
autonomía del Yo respecto al medio llegue a su máximo, sino más bien que el Yo
tiene que conformarse con un medio que no posee el suficiente alimento de
estímulos para sus estructuras, la privación de estímulos da una manera de probar
los límites de la autonomía del Yo con respecto al medio. La autonomía del Yo
respeto al Ello puede ser disminuida, bien sea cuando aumenta excesivamente su
obligada dependencia del medio, o bien cuando el apoyo de este medio decrece en
forma considerable. Asimismo, la autonomía del Yo respecto al medio puede
resultar disminuida cuando se vuelve excesiva, ya sea su dependencia o su
independencia del Ello. Ya que estas autonomías son relativas, nunca se llega a
sus extremos. 9) Explique el aparato psíquico que desarrolla Freud en la
conferencia 31. En esta conferencia Freud nos habla de la descomposición de la
personalidad psíquica, comenzando con hacer referencia al punto de partida del
trabajo psicoanalítico, el síntoma, definiéndolo como lo más ajeno al Yo que se
encuentra en el interior del alma. El síntoma proviene de lo reprimido, subrogado
ante el Yo.
31° conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica. El síntoma proviene de
lo reprimido, es por así decir, su subrogado ante el yo; lo reprimido es para el yo tierra
extranjera, una tierra extranjera interior. Se sostiene que el ser humano enferma a raíz del
conflicto entre las exigencias de la vida pulsional y la resistencia que dentro de él se eleva
contra ellas, y en ningún momento habíamos olvidado a esa instancia que resiste, rechaza,
reprime, a la que imaginábamos dotada de sus fuerzas particulares, las pulsiones yoicas, y
que coincidía justamente con el yo de la psicología popular. El yo puede tomarse a sí mismo
por objeto, tratarse como a los otros objetos, observarse, criticarse. Para ello una parte del yo
se contrapone al resto. El yo entonces es escindible, se escinde en el curso de muchas de sus
funciones, al menos provisionalmente. La instancia particular que se empieza a distinguir
dentro del yo es la conciencia moral, pero es más prudente considerar autónoma esa
instancia, una de cuyas funciones sería la conciencia moral y otra la observación de sí,
indispensable como premisa de la actividad enjuiciadora de la conciencia moral. Y como
cumple al reconocimiento de una existencia separada dar a la cosa un nombre propio, se
designa en lo sucesivo “superyó” a esa instancia situada en el interior del yo. El niño
pequeño es notoriamente amoral, no posee inhibiciones internas contra sus impulsos que
quieren alcanzar placer. El papel que luego adopta el superyó es desempeñado primero por
un poder externo, la autoridad parental. El influjo de los progenitores rige al niño
otorgándole pruebas de amor y amenazándolo con castigos que atestigüen la pérdida de ese
amor y no pueden menos que temerse por sí mismos. Esta angustia realista es la precursora
de la posterior angustia moral; mientras gobierna, no hace falta hablar de superyó ni de
conciencia moral. Más tarde se forma la situación secundaria: en el lugar de la instancia
parental aparece el superyó que ahora observa al yo, lo guía y lo amenaza, exactamente como
antes lo hicieron los padres. El superyó de ese modo toma sobre sí el poder, la operación y
hasta los métodos de la instancia parental, no sólo el sucesor de ella, sino de hecho su
legítimo heredero. Proviene de ella en línea directa. En una elección unilateral, parece haber
tomado solo el rigor y la severidad de los padres, su función prohibidoras y punitoria, en
tanto que su amorosa tutela no encuentra recepción ni Continuación alguna. El superyó
puede adquirir su rigor despiadado aunque la educación fuera indulgente y benévola, y
evitara en lo posible amenazas y castigos. En cuanto a la trasmudación del vínculo parental
con el superyó: “La base de este proceso es una identificación, una asimilación de un yo a un
yo ajeno, a consecuencia de la cual ese primer yo se comporta en ciertos aspectos como el
otro lo imita (lo acoge dentro de sí). Se compara la identificación con la incorporación oral,
canibálica, de la persona ajena. Esta y la elección de objeto son en vasta medida
independientes entre sí. Empero, uno puede identificarse con la misma persona a quien se
tomó como obj sexual, alterar su yo de acuerdo con ella. Suele decirse que el influjo del
objeto sexual sobre el yo se produce con particular frecuencia en las mujeres y es
característico de la feminidad. Si uno pierde un objeto, es muy común que uno termine
identificándose con el, erigiéndolo de nuevo dentro de su yo, de suerte que aquí la elección
de objeto regresa, a la identificación. En el curso del desarrollo el superyó, cobra los influjos
de aquellas personas que han pasado a ocupar el lugar de los padres: educadores, maestros,
arquetipos ideales. Lo normal es que se distancie cada vez más de los individuos parentales
originarios, que se vuelva por a sí decir más y más impersonal. El superyó describe real y
efectivamente una constelación estructural y no se limita a personificar
10-Teniendo en cuanta a Kohut, explique y relacione los siguientes
conceptos: Self firme, Empatia, objetos del self, deficit. Para Kohut el self está
constituido como un concepto nuclear de la personalidad del ser humano, siendo el
lugar por el que transcurren sus experiencias; lo que permite dar sentido y
coherencia a los procesos psicológicos o la psique humana En un ensayo de 1959,
Kohut define la empatía como "introspección vicaria", ya que sólo mediante la
introspección en nuestra propia experiencia podemos aprender cómo se debe de
sentir otra persona en una circunstancia psicológica similar. la Empatía? La
capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, la empatía
nos permite ver las cosas desde la perspectiva del otro en vez de la nuestra. Kohut
la empatía era, más allá de un modo de observación, algo definitorio del campo
psicoanalítico desde mucho antes del desarrollo de la Psicología del Self, y que fue
de hecho un precursor de sus ideas posteriores y lo que le llevó a su reformulación
del psicoanálisis en términos definidos como cercanos a la experiencia. “Así es
como la empatía se entrelaza inextricablemente con la Psicología del Self de
Kohut” (p.199). Y así es como, afirma Ornstein, “este modo de observación,
cuando se combina con el modo en que los datos se obtienen y son interpretados,
define nuestro psicoanálisis: la Psicología del Self” (p. 201). Frente a las críticas
de que la Psicología del Self se apropió de la empatía, señala la falla corriente en
reconocer esta ligazón de origen entre la empatía y la Psicología del Self, de tal
forma que el método de observación inevitablemente condiciona los datos que se
obtienen (“el todo de observación y los datos son inseparables, mientras que la
comprensión del significado de los datos es lo que está abierto a la multiplicidad de
las interpretaciones” p. 200), así como la idea básica central de la empatía como
modo de observación, o por mejor decir, como elemento imprescindible de cualquier
modo de observación. Sostiene que siempre han defendido que la empatía es una
facultad humana universal que entra en juego en muy variados campos,
especialmente neurociencias, filosofía y humanidades. “La proclama de Kohut de
que él no introdujo un tipo distinto de empatía es válida” (p. 200), aun siendo cierto
también que la exigencia de inmersión prolongada en la experiencia interna del
paciente que se hace al analista la hace muy diferente en su uso y en su impacto
clínico. Pero esto no es diferente del uso de la empatía que hacen novelistas,
dramaturgos y biógrafos, que también se sumergen en la vida interior de las
personas sobre las que escriben como condición necesaria para su trabajo.
Destaca el hecho de que la empatía siempre es un proceso de dos, incluso en la
creación literaria, entre el autor y sus personajes, y que el diálogo continuo con un
otro, real o imaginario, es condición sine qua non. La propuesta clínica que nos
hace, sobre este rol central de la empatía, incluye al paciente y advierte contra la
altivez intelectual de los psicoanalistas: “Paciente y analista contribuyen cada uno a
lo que llega a ser un entendimiento compartido de la experiencia subjetiva del
paciente. El analista no puede pretender haber comprendido al paciente a menos
que el paciente se sienta comprendido y haya aportado su parte del proceso
explícitamente o a través de múltiples cauces no verbales” (p. 200). Ornstein añade
que reflejar este carácter bipersonal en el lenguaje y las metáforas que usamos es
una corrección necesaria al uso que el propio Kohut hizo de los términos de la
psicología unipersonal para referirse a la empatía, a pesar de que, sin nombrarlo
así, continuamente lo enfatizaba en sus supervisiones. Y cita de forma entusiasta la
respuesta a los críticos dada por Teicholz (1999): “La empatía como
posicionamiento frente a frente a la experiencia del paciente deja el campo entero
de la comunicación abierto al analista”, una vez que el analista ha entresacado
algunas ideas y constelaciones de sentimientos que piensa que se acercan a la
experiencia del paciente en el momento. Este campo entero de la comunicación y la
acción puede incluir, sin limitar al analista a ello, una expresión directa de lo que ha
entresacado de su lectura empática. “Las discusiones contemporáneas a menudo
entremezclan la experiencia y la expresión de la empatía, cuando de hecho la
experiencia de la empatía puede igual de fácilmente conducir a la decisión de no
expresarla”. Y afirma Ornstein, recalcando una vez más su idea cardinal de que no
hay comunicación posible que no pase por la empatía, que de hecho no es posible
ningún psicoanálisis sin ella, se reconozca o no: “Me adhiero a la idea de la
centralidad de la empatía sin disculpa a los críticos: Porque no tenemos opción” (p.
201).
Comentarios sobre la formación de la estructura psíquica (Hartmann) 4_
Explique y diferencie los conceptos de Yo y mismo de Hartmann. Los
conceptos estructurales--Los precedentes de los conceptos estructurales
aparecieron en los trabajos de Freud al final del siglo IXX. El estudio de los
conflictos psíquicos en general surgió que las fuerzas opuestas en las situaciones
conflictuales típicas no se ordenaban al azar, sino más bien en grupos que poseían
una cohesión u organización interna. Estas impresiones se vieron estimuladas por
un tema que desempeñó un papel considerable en la psiquiatría francesa entre los
años 1880 y 1890: el de la personalidad múltiple. Las irrupciones intermitentes
observadas en estos casos sustentaron la idea de que también otras
manifestaciones menos dramáticas d enfermedad mental podían comprenderse
“considerando al hombre dividido, contra si mismo” El primer enfoque que Freud
hizo de esta división fueron guiados por la escuela de la fisiología alemana de su
tiempo y por el pensamiento evolucionista del darwinismo. Bajo estas influencias
surgió sus primeras formulaciones sobre la naturaleza del “aparato psíquico” Freud
estableció su definición de los sistemas psíquicos después de la
investigación cuidadosa y repetida de su material clínico. Este material le
sugirió que en un conflicto psíquico típico, un conjunto de funciones se halla más
frecuentemente “de un lado” del conflicto que “del otro”. Las funciones que
encontramos “agrupadas de un lado” tiene características o propiedades comunes.
La relación está de acuerdo con la frecuencia.--Las funciones del ello se
centralizan en las necesidades básicas del hombre y de sus exigencias de
gratificación. Estas necesidades están arraigadas en los impulsos instintivos y en
sus vicisitudes. Las funciones del ellos se caracterizan por la gran movilidad de las
cargas de las tendencias instintivas y sus representaciones mentales. Sus
manifestaciones son la condensación, el desplazamiento y el uso de símbolos.--Las
funciones del yo se centralizan en la relación con la realidad. En este sentido
hablamos del yo como de un órgano específico de equilibrio. Regula el aparato de
motilidad y percepción; efectúa la prueba de las cualidades de la situación presenta,
es decir de la “realidad presente” y prevé las cualidades de las situaciones futuras.
El yo media entre estas cualidades y necesidades y las exigencias de las otras
organizaciones psíquicas.--Las funciones del superyó se centralizan en las
exigencias morales. Las manifestaciones esenciales del superyó son la autocrítica,
a veces exaltada hasta estimular el autocastigo y la génesis de los ideales. Al
adoptar como criterio decisivo para la definición de los sistemas psíquicos a las
funciones ejercidas en los procesos mentales, Freud se valió de la fisiología como
modelo en la formación de los conceptos. Sin embargo, esto no implica correlación
alguna entre los sistemas y organizaciones fisiológicas o grupos de órganos
determinados, aunque Freud consideraba esta correlación como la aspiración final
de la investigación psicológica. Freud sostiene que el yo se presente a si mismo
ante el superyó como objeto amoroso. Esta metáfora expresa las relaciones de
estas dos organizaciones psíquicas comparándolas con una relación amorosa entre
individuos, de los cuales uno es el amante y el otro el amado. Pero la frase expresa
un importante hallazgo clínico: el amor a si mismo puede fácilmente, y lo hace en
ciertas condiciones, sustituir al amor de otra persona. En esta formulación el amor a
si mismo indica que la aprobación de “uno mismo” por el superyó se refiere a “uno
mismo” en el lugar de otra persona. Este autor sustituye la palabra “yo” de los
textos de Freud por “uno mismo (“self”). Lo hace porque el yo es definido
como parte de la personalidad y porque el uso que Freud hace de la primera
es ambiguo. Emplea la palabra “yo” refiriéndose a una organización psíquica
y asimismo a la totalidad de la persona.
La formación de la estructura psíquica Siempre que en psicoanálisis se usen
conceptos biológicos, nos enfrentamos con uno de los tres casos. Primero, el de la
equiparación inmediata: un fenómeno biológico o fisiológico y se usan términos
corrientes en estas ciencias. En segundo lugar, se puede adoptar un término, pero
cambiar su significado por el contexto en el cual se lo usa, pudiéndosele agregar
nuevas aceptaciones. En tercer lugar, los términos biológicos pueden usarse en un
contexto diferente. Su definición se toma del contexto antiguo, ya que los
requerimientos del nuevo son similares a aquellos en los cuales se originó.En la
descripción de las funciones del desarrollo, la psicología infantil y el
psicoanálisis emplean los conceptos de diferenciación e integración. La
diferenciación indica la especialización de una función; la integración la emergencia
de una función nueva, nacida de conjuntos previamente incoherentes de funciones
o reacciones. Los términos maduración y desarrollo no están siempre tan
diferenciados. Se usa en el sentido de que maduración indica el proceso de
crecimiento que se verifica con relativa independencia de las influencias del medio,
y desarrollo, el proceso de crecimiento en el cual e ambiente y maduración se
influyen más íntimamente.--Fase indiferenciada supone que los elementos
esenciales de la estructura de la personalidad existen ya, en los niños a la edad de
cinco a seis años. Los procesos del desarrollo que se producen después de esta
edad pueden describirse como modificaciones, enriquecimiento. Los procesos del
desarrollo anteriores a esta edad son susceptibles de describirse en términos de
formación de esta estructura. Al introducir sus conceptos de estructura psíquica,
Freud habla de una diferenciación gradual del yo a partir del ello; como resultado
final de este proceso de diferenciación el to, como organización estructurada, se
opone al ello. La formulación de Freud tiene desventajas obvias. Implica que la
dotación del niño al nacer es parte del ello. Parece que los mecanismos psíquicos
innatos, y los reflejos, no pueden ser todos parte del ello, en el sentido aceptado en
psicoanálisis. Este autor sugiere una hipótesis diferente, es decir la de una fase
indiferenciada durante la cual tanto el ello como el yo se forman gradualmente.
Durante la fase indiferenciada maduran mecanismos que más tarde se pondrán
bajo la regulación del yo y que sirven a la motilidad, a la percepción y a algunos
procesos de pensamiento. En estos campos la maduración se efectúa sin la
organización toral de lo que se llama yo: solo después de la formación del yo se
integrarán completamente estas funciones. En el momento en el cual se verifica la
diferenciación, el hombre está provisto de un órgano especializado de adaptación,
del yo. Esto no significa que no persistan en el ello algunos elementos relativos al
“mantenimiento” del individuo. La diferenciación explica la naturaleza de los
impulsos instintivos del hombre.
En el hombre la adaptación está confiada en su mayor parte a una
organización independiente. Uno mismo” y el ambiente si bien el autor de este
texto no desea establecer líneas cronológicas, resume algunas de las etapas del
desarrollo del niño que conducen a la formación del yo y representan parcialmente
las funciones más precoces. La primera de estas etapas se refiere a la capacidad
del niño para distinguir entre sí mismo y el mundo que lo rodea. En el nacimiento las
circunstancias ambientales cambian con brusquedad; el organismo ya no crece
totalmente al abrigo de las perturbaciones externas y comparativamente no tiene la
gratificación plena de todas sus necesidades básicas. El elemento esencial del
nuevo ambiente es la madre del niño; ella determina las características físicas del
medio, suministrando amparo, cuidados y alimentos. La naturaleza biológica del
niño y la naturaleza de su ambiente, explican el que sus primeras reacciones
se relacionen con la satisfacción y privación deparadas por la madre. Freud
supone que mientras se gratifiquen todas las necesidades el niño tiende a vivenciar
la fuente de satisfacción como parte de mismo; la privación parcial es
probablemente una condición esencial en la capacidad del niño para distinguir entre
mismo y el objeto. Por ejemplo, la relación del niño con el pecho que lo alimenta
o sus substitutos. La privación es una condición necesaria, pero sin duda no
suficiente, para el establecimiento de la distinción entre si mismo y el objeto.
El proceso de distinción tiene un aspecto cognoscitivo o perceptivo; depende
así de la maduración del niño. Además, el psicoanálisis trabaja con la hipnosis de
otra condición necesaria, la que se refiere a la distribución de la energía psíquica.
Freud supuso que en el recién nacido la energía psíquica se concentra sobre su
narcicismo primario (“mismidad”). Cuando se afirma que un objeto del mundo
externo se vivencia como parte de uno mismo, significamos que el objeto comparte
su catexis narcisistica. Cuando se habla de una distinción entre uno mismo y el
objeto externo, se supone que el objeto que se vivencia como independiente de uno
mismo ha retenido catexis a pesar de la separación, se infiere que la catexis
narcisistica primaria se ha transformado en catexis objetal. Las modificaciones de
maduración que se producen durante la segunda mitad del primer año dan al
niño mayor control de su propio cuerpo y lo capacitan parcialmente para
dominar los objetos inanimados de su espacio vital. En cada una de estas
operaciones desempeña su papel cierta clase de previsión de los acontecimientos
futuros. Tales operaciones representan una función central del yo; aquella que
posibilita el pasaje del principio del placer al principio de realidad. Los dos principios
reguladores del funcionamiento mental expresan dos tendencias del hombre. El uno
procura la gratificación inmediata e incondicional de las demandas; el otro acepta
las limitaciones de la realidad, posponiendo la gratificación a fin de hacerla más
segura.
Algunas influencias en la formación del yo el desarrollo del yo se verifica en
conjunto con el de las relaciones objetales del niño. Entre los factores que
amenazan a las relaciones de objeto y ponen por lo tanto en peligro la estabilidad
de las funciones del yo en el niño, se considera la ambivalencia. Las teorías sobre
el origen de la ambivalencia son en parte idénticas a la relacionadas con el origen
de la agresión. Freud en 1930 consideraba la posibilidad de que la ambivalencia se
origine como una protección necesaria del individuo contra los impulsos
destructivos confinados en la mismidad. Su externalización sería entonces un
prerrequisito de la supervivencia. Se puede decir que la ambivalencia del niño
hacia sus primeros objetos amorosos corresponde a su posición dentro de la
continuidad que va de la satisfacción a la privación. Todas las relaciones humanas
estarían de acuerdo con esta sugestión, tenidas por las circunstancias de que las
primeras relaciones amorosas del niño se establecieron en una época en que
aquello a quienes el niño amaba, eran los que le dispensaban satisfacción y
privación.
Las privaciones son inevitables en la primera infancia, porque la intensidad
creciente de las exigencias del niño que llora esperando a la madre, es
experimentada como una privación; en este nivel las privaciones son
incentivos esenciales para la diferenciación entre el mundo y uno mismo. En
una etapa ulterior, cuando el niño aprende a intercambiar la satisfacción inmediata
por la futura, está expuesto de nuevo a experiencias de privación, una de las cuales
es un prerrequisito para la formación del mundo del pensamiento y el desarrollo
ulterior de su yo. El niño posterga sus exigencias a fin de obedecer a los
requerimientos de la madre. Es casi indudable que cuanto más seguro esté el niño
de que la satisfacción seguirá a la postergación de las demandas, más fácilmente
tolerará la privación. No se puede ignorar que cada una de las demandas básicas
del niño cuya satisfacción se pospone, contiene impulsos libidinales y agresivos. El
niño no sólo experimenta privación cuando se le niega alguna de sus
exigencias (alimento, cuidado o atención) sino también cuando el adulto
interfiere algunas de sus actividades espontaneas, ya sirvan estas a la gratificación
de un impulso o a la solución de un problema. El niño tiende siempre a
reaccionar frete a la restricción mediante alguna manifestación agresiva. Sin
embargo, esta respuesta no es regular.
La tendencia del niño a las explosiones agresivas cuando experimenta restricciones
puede modificarse fácilmente por la conducta del adulto que restringe: las

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