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EN EL MAR AUSTRÁL

Són capaces de quitárle hasta la séd si lo agarra otra como la de ayer.

Efectivamente, cuando en la madrugada me levanté para desayunarme, yá estaba allí, enfriándose sobre un pedazo de lona, un gran pan dorado que tenia la forma del balde en que se coció y cuyo olor apetitoso traía la saliva a la boca.

—No lo mires así,—exclamó Oscar:—ese es para el viaje; para el café tenemos este otro.

Y todos se reían viendo mi asombro.

—Mira,—dijo La Avutarda,—con los loberos no hay desierto!... Són capaces lle improvisar hasta un discurso!

Cómo descansó mi oído cuando a las dós horas de marcha hicimos nuestro primer alto, allá al pié de las sierras que debíamos faldear con rumbo al súr y no escuché más aquél fatídico rumor del mar, ligado para siempre á escénas y á sucesos que no se borrarán jamás de mi memoria .