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En función de su emplazamiento las fortificaciones cristianas europeas de la Edad Media podían

ser motas o rocas.

Se da el nombre de mota a los castillos levantados sobre tierra.

En función de su distribución, las fortalezas se pueden clasificar en concentradas y dispersas. Las


primeras presentan todos sus elementos constructivos centralizados y agrupados mientras que las
dispersas van agregando elementos defensivos como corachas o torres albarranas, más o menos
alejados del núcleo central y principal.

El principal elemento de defensa de las fortalezas cristianas medievales eran las murallas que las
rodeaban.

Las murallas solían ir flanqueada por torres de muy diversas formas y tamaños. La torre del
homenaje era la torre mayor y principal del castillo sirviendo de residencia y último reducto de
resistencia.

La muralla tenía almenaje y adarve, una especie de terraza o camino de ronda, normalmente
descubierto, por donde circulaban las tropas para la defensa de la fortaleza.

En la parte más alta aparecía el matacán, obra que sobresale en voladizo en la fachada de la
fortificación, lo que permitía a los sitiados arrojar proyectiles o líquidos al enemigo que se acercaba
al muro.

Otro elemento del muro de la fortificación que permitía disparar proyectiles a los que intentaban
sitiarla era la saetera. Se trataba de una abertura vertical y estrecha hecha en el muro, a través de
la cual se disparaba, con arco o ballesta. Con la aparición de las bombardas y otras máquinas de
artillería, a fines de la Edad Media, las fortificaciones se dotaron de troneras, aberturas en la pared
del castillo que permitían colocar un cañón y dispararlo con precisión.

En el interior del recinto amurallado se sucedían las distintas dependencias destinadas al


acuartelamiento de las tropas, al almacenaje de víveres y pertrechos de guerra, y la residencia del
alcaide o gobernador de la fortaleza.

Para asegurar sus defensas, la fortificación contaba con una serie de elementos situados fuera de
la cerca o muralla principal: torres albarranas, corachas, barbacanas, fosos, etc.

Los castillos no solamente eran la residencia de los señores sino también el símbolo de su poder.
Desde fines del siglo IX se convirtieron en los elementos dominantes del paisaje rural de Europa
Occidental.
 

 
Estructura arquitectónica del castillo
 

los castillos se componían en su mayoría por:

Muros gruesos: que podían tener unos sus 2,5 metros de ancho y los de las torres podían ser
todavía más anchos.

Foso: gran zanja llena de agua que rodeaba al castillo por los lados que no estaban protegidos por
el precipicio. Los peces y aves del foso servían de alimento.
Puente levadizo: en su posición normal él punte se extendía sobre el foso lleno de agua, cuando el
peligro acechaba la guardia lo levantaba.

Murallas: rodeaban al castillo. Eran altas y desde sus torres los defensores podían ver si alguien se
aproximaba para dispararle con los arcos o las maquinas de asedio.

Puertas: por lo general era el primer sitio por donde atacar, era fuerte y tenía trampas crueles que
esperaban los intrusos.

Rastrillo: protegía a la puerta de los ataques invasores. Tenía forma de reja y estaba hecho con
madera de roble, recubierto con láminas de hierro para prevenir que fuera incendiado.

Aspilleras: abertura por las que disparaban los arqueros, se ensanchaban hacía el interior para que
el arquero pudiera disparar sin exponerse a que le disparasen, también servían para dejar pasar la
luz y el aire.

Torre del homenaje: en ella vivían el señor y su familia situada en corazón del castillo, si el castillo
era atacado los defensores se retiraban a ella y luchaban hasta el final.

El castillo era el edificio defensivo más significativo en la Edad Media pero su origen es más antiguo

y tiene precedentes en la Grecia clásica. Así se utilizaba como cerco defensivo una mera empalizada

de madera, pero la evolución del armamento y de las técnicas militares hicieron inservible este

procedimiento; más adelante, se confió en la solidez de las construcciones en piedra y en la altura

de los muros que con este material podía alcanzarse.

Durante la Edad Media, el castillo era la edificación que no sólo cumplía funciones militares, sino

que servía también de residencia a los señores de la nobleza y a los propios reyes, derivando con el

tiempo en un auténtico palacio fortificado. Si bien podía estar enclavado en los núcleos urbanos, lo

común es que se situase en lugares estratégicos, normalmente en puntos elevados y próximos a un

curso de agua para su abastecimiento, desde donde pudiera organizarse la propia defensa y la de

las villas o aldeas que de él dependían. A partir del siglo XVI, con el ocaso del feudalismo y la

consolidación de las monarquías absolutistas, la nobleza propietaria de los castillos los fue

abandonando a cambio de mansiones palaciegas en la corte. Por este motivo, y porque quedaron

obsoletos en su función militar, los castillos perdieron todo interés y decayeron hasta la actual ruina

de la mayor parte de ellos.

Las partes principales de un castillo son:

La muralla. Un alto y grueso muro rodea todo el recinto con un camino que la recorre en su parte

superior, adarve. De trecho en trecho, se intercalan en la muralla cubos o torreones que permiten

diversificar los ángulos de tiro y defenderse. Todos los lienzos suelen estar rematados por almenas
para la protección de los defensores. También es habitual disponer garitas voladas para mejorar las

condiciones de tiro sobre los asaltantes. Al pie de la muralla y rodeándola por el exterior se abre a

veces un foso para impedir la aproximación del enemigo; se salva con puentes levadizos. Puede

haber más de un anillo defensivo amurallado.

Torre del homenaje. Es la torre principal, la que sirve de residencia del señor y cumple con las

funciones más destacadas del castillo, albergando las estancias principales y, en ocasiones, los

almacenes de víveres. Se encuentra en la posición más abrigada en relación con un posible ataque

exterior, de forma que si sucumbiese el resto de las defensas, esta torre proporcionase un último

refugio.

Torre barbacana: Es una obra de fortificación situada frente a las murallas y protegiendo una puerta
de acceso. Podían contar con portales propios fortificados de paso obligatorio para acceder a la

puerta principal

El rastrillo o peine suele ser una pesada reja, rematada abajo en puntas que formaba parte de las

fortificaciones de la puerta, junto al puente levadizo y la barbacana.

Almenas: Salientes de las murallas o torreones que tenían como función proteger a los defensores,

algunas tenían orificios, como troneras (para las armas de fuego) o saeteras (para lanzar armas

arrojadizas

Adarve o camino de ronda, donde se parapetaban los defensores.

Matacán: Parapeto y puesto de defensa de un castillo, adosado a la muralla a cierta altura y


en voladizo, situado sobre la puerta principal u otros accesos de la fortaleza, desde donde a través

del suelo dejaban caer piedras o  sustancias tóxicas o incandescentes sobre los atacantes

El patio de armas:  Es un espacio central en torno al cual se distribuyen determinadas edificios o

estancias, como la capilla (cuando la hay), la sala de recepciones, las naves para acuartelamiento de

la tropa, etc. La entrada al castillo se produce a través del patio de armas; desde él se accede al

resto de las dependencias.

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