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Voces

chilenas de los reinos


animal y vegetal
José Toribio Medina

1917

Exportado de Wikisource el 11/20/19

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VOCES CHILENAS
DE LOS

REINOS ANIMAL Y VEGETAL


QUE PUDIERAN INCLUIRSE

EN EL

DICCIONARIO DE LA LENGUA CASTELLANA


Y PROPONE PARA SU EXAMEN

A LA

ACADEMIA CHILENA
J. T MEDINA

SANTIAGO DE CHILE
IMPRENTA UNIVERSITARIA
Bandera 130
1917

2
Capítulos (no listados originalmente)

Prólogo · A · B · C · Ch · D · E · F · G · H ·
J · L · Ll · M · N · Ñ · O · P · Q · R · S · T ·
V · Z

3
DOS PALABRAS A MODO DE PRÓLOGO

os españoles, al hallar un mundo nuevo, encontraron en


él hombres nuevos, animales, peces, plantas y flores que
les eran desconocidas. A las que de estas cosas nuevas para ellos
tenían alguna semejanza con las que existían en España, les
dieron los mismos nombres: observación que hacía ya el P.
Acosta, respecto de las frutas, diciendo: «A muchas de estas de
Indias los primeros españoles les pusieron nombres de España,
tomadas de otras cosas a que tienen alguna semejanza, siendo en
la verdad diversísimas»; estableciendo así desde ese momento
una confusión que aun hoy en gran parte perdura en el habla
vulgar y que la ciencia ha ido poco a poco deshaciendo, hasta
señalar a cada una de ellas el verdadero lugar que les
corresponde en el orden de la naturaleza. Pero aquellas que eran
del todo diferentes de las que ellos conocían, forzosamente
tenían que designarlas con los nombres que les daban los

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aborígenes americanos, y cuando no lograron saberlos, hubieron
de limitarse a describirlos por sus cualidades características,
relacionando, en cuanto les fué posible, sus analogías o
diferencias con las que les eran familiares.

No faltaron desde los primeros años del descubrimiento curiosos


observadores que fueron consignando en sus relaciones o en sus
obras algunas noticias acerca de los seres que poblaban los
reinos animal y vegetal americanos que se les presentaron a la
simple vista como más extraños comparados con los que ellos
conocían. A Colón y sus compañeros les lleno de sorpresa el ver
que los indios andaban con tizones encendidos en la boca, que no
eran otra cosa que el tabaco, y sabido es que el gran genovés,
ademas de los hombres del Nuevo Mundo, llevó también a
España, pintados papagayos de los que poblaban sus selvas. Así
fué como poco a poco se fueron incorporando en el habla
castellana y enriqueciéndola ciertas voces americanas,
primeramente de las islas nuevamente descubiertas, como areito,
bejuco, buhío, cacique, canoa, macana, etc., y más tarde las que
procedían del continente mismo. En el limitado campo de las
presentes apuntaciones, esto es, de las palabras que en Chile se
conocen procedidas de los reinos animal y vegetal, recordaremos
que Pedro Mártir de Anglería, el primero de los historiadores
del Nuevo Mundo, habló ya en su carta de 29 de abril de 1494
del maíz, que llamó «trigo con que los indios hacen el pan»; de
las piñas, que el rey Fernando fué el primero que probó en
España; del cacao y del chocolate, del ají, las batatas, los
cocos, la yuca, la pita, del mamey y de los cucuyos.

Siguióle después en la descripción de los animales y plantas el

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gran cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, que en una fecha tan
cercana al descubrimiento como el año de 1535, publicó una
obra especialmente destinada a tratar en sumario de la natural
historia de las Indias, que en la parte que a los chilenos puede
interesar recordó también la piña, el guayabo, el guayacán, que
el Diccionario acogió bajo el nombre de guayaco; la tonina, la
tuna y la jaiba (que aun no aparece en el léxico oficial); y luego
después, cuando escribió su Historia General, describió el ají,
el alcatraz, la barata (aun no consignada, a no ser por la
designación de «cucaracha de Indias», bajo la voz fótula); la
batata, el pájaro carpintero. que se decía pito en España, pero
que no aparece bajo tal nombre en el Diccionario; el cardón, que
se da como sinónimo de cardencha, o sea de la carda que
llamamos, tomando la parte por el todo; la guayaba, la llama, el
maguey, el maní, la nigua, la papa (cambiada sin fundamento
alguno y con prescindencia de su etimología indígena, en patata);
el sagú, el tabaco, la tuna, el vagre (escrito ahora con b e
incorporado por fin en la última edición del léxico) y de la yuca.

López de Gómara fué tanto más retórico cuanto menos curioso


que Oviedo en materia de vocablos indígenas (como que no puso
jamas los pies en América) y apenas si recuerda la nigua y las
«chinches con alas», las vinchucas, que aun no aparecen en el
léxico; si bien pudo hablar del tomate, cuya procedencia
mexicana, ya que historió a Cortés, debió recordar.

Cieza de León apuntó la tuna, también de aquel país; la coca, la


gallinaza o gallinazo, como se dice generalmente; las papas y
las paltas; el guanaco, la vicuña, el paco y la viscacha.

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Agustín de Zarate menciona el alcatraz y es el primero que habla
del cóndor, que hoy aparece al cabo en el léxico con el acento
que le corresponde.

Siguiendo siempre el orden cronológico, tenemos a continuación


al gran médico y naturalista Nicolás Monardes, que describió y
dibujó el armadillo, por el ejemplar que disecado conservaba en
su casa en Sevilla, Gonzalo de Molina, y que esta ya en el léxico
bajo su nombre harto mas conocido de quirquincho, aunque sin
establecer su sinonimia ni su etimología; la coca, la guayaba, la
piña, la que llamó «yerba del sol», de origen peruano, como el
paico, que también estudia, y que el Diccionario, dándolo como
de procedencia chilena, lo describe bajo el nombre de pazote,
forma en que nadie lo conoce aquí.

Don Bernardo de Vargas Machuca en su Milicia y descripción de


las Indias, impresa en Madrid en 1599, trata del cacao, la coca,
el capulí, el cóndor, el guanaco, el molle, la piña, la tuna y la
vicuña: y casi al mismo tiempo que aquella obra salía a luz la
Historia natural y moral de las Indias del P. José de Acosta,
que a su espíritu observador, añadía el estar bien preparado para
tratar de esas materias, por haber residido no poco tiempo en el
Perú y en México, y que así pudo hablar con perfecto
conocimiento del cacao, del camote, capolíes, coca, coco, cuy,
cóndor, chinchilla, flor del sol, frísoles y pallares (voz esta
ultima que acaba de entrar en el léxico como «judía del Perú»);
de la granadilla, del guanaco, del guayacán, maguey, molle;
del maiz moroche (incorporado en el léxico en su forma
corriente de morocho): de la palta, la papa y sus derivados
culinarios chuño y locro (que también consulta ahora el léxico);

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de la piña (que nadie, sea dicho de paso, llama en estas partes
con el nombre brasileño de ananás): la tuna y el tunal, la
viscacha, la vicuña y el zapallo, que aun no logra la suerte de
otras voces de hallar el sitio que tan justamente le corresponde
en el habla castellana. De dos frutas de Chile habla también el
curioso jesuíta: la frutilla y los coquillos, nuestros coquitos: y
con él se cierra el número de los escritores que de cosas
americanas trataron hasta finalizar el siglo XVI. El XVII puede
decirse que pasó, si exceptuamos la obra del cronista Antonio de
Herrera, escrita muy a sus principios y que contiene la noticia de
algunas plantas americanas, y por lo que a Chile toca, la muy
curiosa que da de la teca de los araucanos, único cereal que
hasta hoy haya desaparecido del globo terrestre; si exceptuamos
ese libro, digo, pasó sin que la literatura general aportase dato
alguno a la lexicografía americana, siendo necesario esperar
hasta los últimos años del XVIII para ver aparecer el
Diccionario geográfico de la América de don Antonio de
Alcedo, en el que muy de propósito se insertó al final una
nomenclatura de voces indígenas de ella, con sus respectivas
definiciones, que en la parte que a Chile interesa, por tratarse de
las que aquí son conocidas, contiene las siguientes:

Calaguala, camote, cachanlagua, chinchilla, chirimoya, coca,


condór (de donde sin duda el acento, originado quizás de un
yerro de imprenta, que se ha mantenido durante tiempo en el
léxico); coyote,—de donde cidra coyote, por alcayota,—voz
mejicana de significado genérico que se da a las producciones de
la tierra; cucaracha, culén, cuy, chonta, diuca, durazno, que tal
procedencia le atribuye; gallinazo, guayaba, guayacán, loro,
lucúma (con el acento grave), llama, madi, maguey, maitén,

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maíz, maní, maqui, molle, murtilla, níspero, que como sinónimo
amecano de zapotillo nos da el léxico; pájaroniño, palta, papas,
papaya, pericote, picaflor, piña, pique o ñigua, pita, piuquén,
puma, quinchamalí, tril (que escribe trillis), tutuma, viravira,
vizcacha, zapallo (con y) zancudo, zapote.

Tenemos, pues, así, que por primera vez salen a plaza las voces
chilenas diuca, madi, maitén, maqui, piuquén, quinchamalí y
tril: que de las otras de tal procedencia contenidas en esa
enumeración ya veremos que lo estaban de antes.

Por lo que he podido averiguar, la primera alusión a un producto


natural, una planta, de Chile se encuentra en la obra de Monardes
ya recordada, en el siguiente párrafo de la carta que Pedro de
Osma y Xara y Cejo le escribió desde Lima a 26 de diciembre de
1568, que dice así: «El año de cincuenta y ocho, en Chile se
cortaron ciertos indios presos las pantorrillus para comérselas, y
las usaron para ello, y lo que es mas de admiración, que se
pusieron en lo cortado ciertas yerbas. y no les salió gota de
sangre; y lo vieron esto muchos entonces, en la ciudad de
Santiago, presente el señor don García de Mendoza, que fué cosa
que admiró a todos.

Y es lástima que no se expresara el nombre de tan maravillosa


planta, cuya virtud corre parejas con la de aquella otra de que
hacen mención el P. Rosales y Gómez de Vidaurre, «que ablanda
el hierro de modo que puede manejarse con las manos del mismo
modo que la cera!»

Después de esto, se impone el tratar de los que en ese orden de


nuestro país han escrito, y pues se ha nombrado a Hurtado de

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Mendoza, luego ocurre a los puntos de la pluma el nombre de
don Alonso de Ercilla, que estuvo en Chile cerca de tres años y
que aquí escribió gran parte de su Araucana, según de todos es
sabido, en la cual es de creer que se hallaran algunas noticias de
los objetos naturales de esta tierra. ¡Desilusión profunda! Ya
Humboldt achacaba al poeta su falta de observación de la
naturaleza del país en que se desarrollaron las hazañas de los
héroes de su epopeya, reproche que repetía después don Miguel
Colmeiro, llegando a decir que, en materias de botánica, aun le
superaba don Diepo de Santisteban Osorio, el pedestre
continuador de su Araucana, y en verdad que les sobra razón
para ello. Esa obra, salvo unas cuantas voces americanas, como
son, apó, bejuco, cacique, canoa, chaquira, escaupil, inca,
llanto, mangle, palla, vicuña, en todo lo demás bien manifiesta
que, en ese orden, bien pudo ser escrita por alguien que no
hubiese salido de Madrid. Así, de animales, habla del león, del
tigre, de la onza, del pardo, de los venados; en términos poéticos,
de la golondrina y del ruiseñor (Progne y Filomena); en igual
forma, de «la mustia Clicie» (el girasol o nuestra maravilla); de
plantas, apenas si de la frutilla de la murta y de las ovas
marinas; y en cuanto a Mores, de las que se daban en España:

El blanco lirio y encarnada rosa,


Junquillos, azahares y mosquetas,
Azucenas, jazmines y violetas.

Pero, chilena, ni una sola! Sin duda que en esto le hizo ventaja
nuestro Pedro de Oña, que comprendió cuánto ganaría su relato
con insertar en él vocablos que propendiesen a darle el

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conveniente sabor local, según tuvo cuidado de advertirlo en su
prólogo al lector, al prevenir que en sus versos iban «mezclados
algunos términos indios, no por cometer barbarismo, sino
porque, siendo tan propria dellos la materia, me pareció
congruencia que en esto también le correspondiese la forma»;
cuidando, además, de aclararlos en notas que puso a ellos al final
de su obra. Y así fué cómo y por qué habló en ella de apó,
callana, cóndor, chaquira, chicha, huincha, llanto, macana,
muday, pérper, pillán, ulpo y yole, y, dentro del orden de voces
de que tratamos, de la cortadora, del madi, del molle y del
pacay, nombre que da a un árbol de que se hacía el mejor
carbón, que perdura en el Perú y en algún lugar geografico y que
hoy ya no se conoce en Chile, en cuanto yo sepa.

De los otros poetas que escribieron de las guerras de Chile,


Alvarez de Toledo menciona el pangue, y Mendoza Monteagudo
el lanco, pero sus obras permanecieron inéditas hasta nuestros
días.

Poca cosa es todo esto, como se ve, y no puede uno menos de


sorprenderse también al notar que el P. Alonso de Ovalle, tan
chileno que era, al paso que se extiende en pintar con subidos
colores la fertilidad del suelo de este país en producir las plantas
europeas frutales y la hermosura de los arboles a que se daba los
nombres que tenían en Europa, como el roble, el laurel, el
avellano y otros; de las llores del viejo mundo que aquí se
cultivaban en los jardines y de las que espontáneamente, de allí
procedidas, habían invadido los campos, de las propias de la
tierra apenas si habla del quinchamalí, del culén y de la
cachanlagua (que describe sin nombrarla), la patagua,—hoy ya

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colocada en el léxico,—el pengu (peumo), el maqui, el molle, el
huigán (huingán), la murtilla, el quelu (queule) y la frutilla; el
luche y el cochayuyo; de las aves, la lloica (loica), el peucu i
(peuco) y el qulten (queltehue); de los mariscos, los choros, los
locos y los picos; y de los animales, el cuy, el guanaco y el
quirquincho.

Verdad es que, ya casi medio siglo antes, Alonso González de


Nájera había escrito su Desengaño y reparo de la guerra de
Chile, obra en la cual se enunciaban algunas aves y unas pocas
plantas de este país; de aquéllas, el alcatraz, el piuquén y el
traro, la vandurria, y el flamenco, que debo recordar por el
curiosísimo dato que respecto de estos pájaros da, cual es, que
eran «según dicen en aquella tierra, nuevamente aportados a
aquellas marinas»; de los mariscos, describe el pico, y del reino
vegetal, la frutilla, la murtilla, el maqui, el quinchamalí, la
pichoa, la quinua, el maguey, el pangue, los quiscos y los coleos
(colihues).

De los cronistas anteriores a él que escribieron en prosa,


Góngora Marmolejo, el más notable, sin duda, de los del siglo
XVI y el que mas de cerca sigue a Ercilla, no contiene, como
éste, ni una sola línea respecto a las producciones naturales
chilenas, si exceptuamos las perdices y los halcones (sin sus
nombres chilenos), demasiado ocupado en referir los sucesos de
la guerra araucana, que era, ciertamente, lo primero en un tiempo
en que por causa de ella los españoles se jugaban la vida casi a
diario; y Mariño de Lobera, el otro de los cronistas de esa época,
cualquiera diría, al ver la enunciación que consigna de las aves y
plantas de Chile, que describe una provincia de España,

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excepción hecha de cuando, al hablar de la ciudad de Valdivia,
dice que «es abundosa de todos los mantenimientos que siembran
los indios para su sustentación, así como maíz, papas, quinua,
madi, ají y frísoles»; y cuando enumera el cori, (corecore),
lanco, cuilén (culén), la lepichoa (pichoa) y otras tres plantas
que llama quedanque, chopeichope y megue, que no se sabe hoy
en día cuales sean; y de «unas matas de una vara de altura, de tal
calidad, que cayendo en ellas el rocío, a ciertos tiempos del año
se sazona de manera, que se vuelve en sal menuda», fenómeno
sobre el cual Gómez de Vidaurre había de llamar también la
atención más tarde.

Por los días en que el P. Ovalle daba a la prensa en Roma su


libro, otro jesuíta, el madrileño Diego de Rosales, estaba
empeñado en escribir aquí una Historia general del Reino de
Chile, en la cual dedicó varios capítulos a los animales, aves y
plantas del país, estas últimas, sobre todo, que constituían a su
decir, y con razón, la botica de los naturales, dándonos en sus
descripciones noticias preciosas acerca de los nombres
indígenas de muchas yerbas y de sus virtudes medicinales, hasta
aluna sólo en pequeña parte aprovechadas, cuya enumeración
llegaría a ser fatigosa por lo extensa, pero que se vera
consignada en hartos lugares de este opúsculo.

Y así en seguida, durante el siglo XVIII, todos los cronistas, cual


mas, cual menos, Córdoba y Figueroa, Núñez de Pineda,
Olivares, Gómez de Vidaurre, Carvallo y Goyeneche, alguna
noticia consignaron, sobre todo el penúltimo de los nombrados,
de las producciones naturales de Chile, que quedaron punto
menos que sepultadas en el olvido por no haberse impreso esas

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obras hasta nuestros días. No así la del sacerdote francés Luis
Feuillée, a quien le fué dado visitar las regiones vecinas a
Concepción en un viaje de estudio realizado en 1710, cuando con
el cambio de política seguido por España con el acceso al trono
de Felipe V estos remotos países se abrieron al comercio de la
Francia. Publicó Feuillée su Relation du voyage, etc., en París,
en 1714, dando en ella a conocer al mundo sabio algunas plantas
chilenas con descripciones científicas y laminas grabadas en
cobre, cuales fueron, aunque con graves yerros en los nombres,
como no pudo menos de ser para un oído extranjero: (cullé)
culén, clincín, chanco-laguén (cachanlagua), illen, itíu, ligtu
(liuto), llanpanke (pangue), nillgue (ñilhue), pichua (pichoa),
pillabileum, quellgón, tupa, y alguna otra.

Pero, por muy apreciable que para su tiempo y el reducido


terreno explorado fuera la obra del sabio francés, no puede
compararse con la que nuestro compatriota el abate don Juan
Ignacio Molina dió a la estampa en italiano en 1787, vertida que
fué en el año siguiente al castellano por Arquellada y Mendoza,
en la que, al par de una clasificación científica, sobre todo en lo
referente a las plantas conforme al sistema de Linneo, se
consignaron abundantes noticias de las producciones naturales de
Chile, mínimas en verdad, comparadas con la riqueza de nuestra
flora, pero tan estimables, por lo demás, que hasta hoy se
consultan y se leen siempre con agrado.

Otra fuente valiosa de información para el estudio de las plantas


chilenas se debió a los botánicos españoles Ruiz y Pavón, cuyos
trabajos se dieron a luz por el Gobierno de la Península, con
suscripciones recogidas en toda América, en cuatro volúmenes

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en gran folio, con el título de Flora Peruviana et Chilensis, en
los que, junto con descripciones acabadas, se puede disfrutar de
la vista de las especies en láminas admirablemente grabadas y de
tamaño casi siempre del natural. Como es obra escasa ni
adquirible aun a mucho costo, no esta de mas que apunte aquí los
nombres indígenas de plantas chilenas que en ella se consignan,
algunas de las cuales ya no se conocen con los que en aquel
tiempo llevaban.

Tomo I: achira: amor seco: incolae nuncupant, quoniam fructus


transeuntium vestibus adhaerent. Arguenilla (Jovellana punctata)
Broquín (y no proquín, como dice Feuillée). (Aeaena argentea).
Cabellos de ángel (Cuscuta corymbosa). Cebadilla: congona:
chachaul o arguenita (Calceollaria rugosa); chonta: nebú o
avellano (Quadria heterophyla); Pagnhin (el palquín de
Feuillée), el pañil o parguín; (Buddieja globosa). Pangue: piñol
(Embotherium dentatum); sandia-lahuen (Verbena multifida);
voqui (Cissus striata): «Nomen non solum omni plantae
scaudenti, sed metaphorice etiam obtrectationi bus chilenses
applicant».

Tomo II: Capulí (Physalis pubescens), que no es el árbol de que


habla el Diccionario, pero que trae Salva. Quinchamalí:
uñuperguén (Campánula filiformis).

Tomo III: Cardón o puya: codocoipu (Myoschilos oblonga): id


est, fructus cujusdam animalis amphibii, a Molina mus coipus
dicti, quia ejus fructibus praesertim nutritur». Copihue: chilco o
thilco; chupón (Bromelia sphacelata); «vulgo chupón, et fructus
chupones». Guadalahuén, «id est, yerba de la apostema».

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Guillipatagua (Villaresia mucronata); esto es, el árbol del
huillín». Ictriho o itíu (Loranthus verticillatus); illen,
(Anthericum caeruleum); illmu (Conanthera bifolia); lintu, ligtu,
según Feuillée; lúcumo (Achras lucuma) «et fructus lúcumas
appellantur». Lun o liun o sietecamisas (Stereoxylon revolutum),
«quia cortex in laminulas septem, tenues dipescituir»; maitén;
ñipa; quila, vulgo zarzaparrilla (Herreria stellata).

Durante la primera mitad del siglo XIX aparecieron también en


las obras de viajeros extranjeros, una que otra descripción de
animales y plantas chilenos, siendo de notar entre ellas, por la
especialidad de su tema, las Plantae rariores de Bertero,
publicadas por A. Colla, libro en el que se habla de la cebolleta
(Ornithrogalum aequipetalum, y del oreganillo (Gardoquia
obovata); pero ni todas juntas encierran una mínima parte
siquiera del material que abarca la gran obra de don Claudio
Gay, que honraría a cualquiera nación, de escaso valor en su
parte histórica, a no ser por los documentos que la ilustran, como
no podía menos de ser, pero verdadero monumento científico en
su conjunto, del estudio de las producciones de la naturaleza en
Chile, en su parte botánica especialmente, que es la que
constituye su riqueza. Gay vivió en Chile por muchos años, viajó
por todo el país, oyó y acogió de boca del pueblo los nombres de
las especies que había de describir científicamente, dejándonos,
así, una de las mejores y más abundantes fuentes de información
con que contamos para el estudio lexicográfico, materia de estas
notas, y que se completa por los trabajos sobre la historia natural
de Chile que realizó después el sabio doctor don Rodulfo A.
Philippi, mi amado maestro que fué, cuya memoria debemos
conservar los chilenos con la gratitud que merecen su desinterés,

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su amor sin limites al trabajo y su bondad nunca desmentida,
siempre tan claro como conciso en sus descripciones, que he de
seguirlas con preferencia a todas.

Alguna mención merecen también para nuestro objete el estudio


acerca de las plantas medicinales de Chile del doctor don Adolfo
Murillo, y los varios de don Carlos Reiche sobre nuestra
botánica, especialmente el que dedicó a las malezas de Chile.

Tal era el caudal de fuentes escritas (para no hablar de elude


menor importancia) que existía cuando el doctor don Rodolfo
Lenz comenzó la publicación de su Diccionario Etimológico,
terminado de imprimir en 1910, vasto arsenal de nombres
indígenas chilenos, tratados con método científico,
abundantísimo en citas de las fuentes atendibles y lleno de
observaciones casi siempre muy atinadas, que habrían sido de
mas fuerza, en cuanto se refiere a la parte castellana, si no
estuviesen emitidas a veces con cierta acrimonia... Cierto es
también que los medios de información de que de ordinario se
valió, cuando faltaban los testimonios escritos, cuáles eran, los
datos que le suministraron sus jóvenes alumnos chilenos, pecan
en ocasiones por yerros de pronunciación, que su calidad de
extranjero no le permitió siempre salvar, y que el método a que
se ajusta en la escritura de las voces, que le lleva a desechar
siempre la g para reemplazarla por la h, no puede aceptarse
como norma invariable; pero todo eso es nada, comparado con lo
mucho, muchísimo de provecho que de su obra puede sacarse.

Honra asimismo de nuestras letras es el Diccionario de


Chilenismos de mi doctísimo compañero de Academia, don

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Manuel Antonio Román, cuyo tomo IV. que comprende hasta la
letra Q, acaba de publicarse.

No escaseaban, en verdad, los estudios sobre nuestros


chilenismos, que por ser bien conocidos, no necesito enumerar;
pero todos ellos resultan de poco alcance comparados con este
libro, por las muchísimas voces y frases que contiene de nuestra
habla, en las que se nos enseña a distinguir lo correcto de lo que
no lo es, con ejemplos y digresiones filológicas que acusan tanto
su saber como su tesonera labor, siempre llevando por norte tan
ciego respeto al léxico oficial, que conoce hasta en sus minucias,
como seguramente nadie le profesa en la propia España.

Con tales elementos de trabajo, ha sido fácil apuntar las voces


chilenas que pudieran incorporarse en el Diccionario, —que
hubiéramos aumentado en muchas más a no prescindir de
aquellas menos conocidas o de uso puramente regional,—y bien
poco lo que he puesto de mi cosecha; y para que la Real
Academia disponga de los medios de información, reunidos, eso
sí, en pocas líneas, que acrediten aquella pretensión, he anotado
el nombre científico que corresponde a cada una de esas voces,
para manifestar prima facie que son especies diversas de por sí;
los pasajes de antiguos cronistas que las recuerdan, para exhibir
su antigüedad, llevando las citas solamente hasta donde he creído
que basten al intento; una descripción, tomada de los naturalistas,
del animal o planta de que se trata; en cuanto ha sido posible, su
etimología, de ordinario araucana; y finalmente, la referencia a
los Diccionarios de Lenz y Román en que se pudieran hallar mas
detalles relativos a esas voces.

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Presentado así éste que llamaría banquete chileno de trescientos
y tantos platos, la Academia elegirá entre ellos los que guste,
que, me imagino, sera en su mayor parte, puesto que están
llamados a enriquecer nuestra lengua de lo que da buen indicio la
tendencia ya claramente manifestada en su última edición del
léxico, incorporando en ella voces chilenas que en las anteriores
no figuraban, y si ya tienen lugar en él, como no puede menos de
ser, tantas americanas, y entre ellas, las chilenas que en este
momento recuerdo, como son, frutilla, frutillar, murtilla, mote,
palqui, patagua, etc., ¿por qué dudar de que en una edición
venidera no se dé cabida a tantas otras no menos acreedoras a
ese título?

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VOCES CHILENAS
QUE PUDIERAN INCLUIRSE EN EL DICCIONARIO DE LA
LENGUA.

A
Achira. f. (Canna indica).

Planta de nuestros jardines, que alcanza a mas de un metro de


altura, con flores rojas o amarillas, epíginas, con un solo
estambre petalóideo, cuya antera es de una sola celdilla, sin
aroma, con rizomas gruesos, feculáceos.

Es originaria de América, y en Chile era ya conocida a mediados


del siglo XVII, pues el P. Rosales habla de ella para preconizar
la virtud madurativa de sus raíces. Parece ser la que en España
llaman cañacoro: pero en abono de su nombre americano cuenta
con la autoridad de Arona en el Perú, de Granada en la Argentina
y de Uribe en Colombia. Su etimología es quichua. En Chile han

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hablado de ella Ortúzar, Cañas y Lenz. Traela Zerolo.

Agachadera. f. (Geobamon nigrofasciatus).

Avecilla que se halla en las cordilleras de la provincia de


Santiago, siempre más allá de los mil metros de altura. Viénele
su nombre de la costumbre que tiene de apacharrarse.

Alcatraz, m.

El Diccionario lo da como sinónimo de pelícano; muy bien; pero


se pregunta si no vendrá su etimología del latín onocrotalus,
duda que no puede caber cuando se sabe que tal voz es de
procedencia americana, que registraron Oviedo, Zarate, y en
Chile González de Nájera: «Hay... otros pajarazos grandes como
gansos, a que llaman alcatraces...» Pág. 35, segunda edición.

Alfilerillo f. (Scandix chilensis).

«...las plantas más abundantes son... una de peine de venus,


llamada vulgarmente loiqui-lahuén o alfilerillo, de que gustan
mucho los animales.» Molina. «Llámase así, porque del centro
de las hojas nace uno como pistilo, en forma de alfiler.» Román.

Algarrobilla, f.

Fruto del arbusto llamado algarrobo (Balsamocarpum

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brevifolium). «Las algarrobillas son los únicos [frutos] que se
usan en las curtidurías. Los arbustos que producen estas
legumbres o vainas, se hallan en las provincias de Atacama y
Coquimbo, huyendo la costa. Su cantidad últimamente ha
disminuído, porque los troncos se usan de leña y las vainas se
agarran en proporción tan desmesurada (hasta en estado verde),
que la reproducción de la planta se dificulta cada año más.»
Reiche.

Angelito, m. (Charadrius trifasciatus).

Ave zancuda, de la familia de los carádridos, de unos 18


centímetros de largo, con plumaje coloreado de un gris de tierra
por el dorso, y blanco inferiormente (de donde el nombre con
que se le distingue); tiene sobre la frente una faja negra y
estrecha, sobrepuesta por otra más ancha y blanca, y un medio
collar negro en la parte inferior del cuello.

Habita las costas desde las de Santiago hasta las del Perú.

Avellano, m. (Guevina avellana).

Diverso del europeo. Árbol de la familia de las protáceas, de


hojas alternas, coriáceas, pinadas, pinas doblemente aserradas,
cortamente pecioladas, ovaladas, subcordiformes. Flores blancas
de a pares, en racimos axilares. Fruto: nuez, llamado avellana,
comestible.

22
Azulejo, m. (Carcharias glaucus).

Pez chileno, «que tiene como cuatro pies de longitud; la cabeza y


el cuerpo son de un hermoso color azul, más obscuro en el dorso;
las aletas dorsales, pectorales y la caudal son también azules; las
ventrales y anales tienen un tinte mucho mas claro; lo demás del
cuerpo es azulado.» Román. Gay lo clasifica como especie
diversa del tollo. «En cuanto al nombre castellano, observa
Román, debería cambiarse por azulenco o azulado».

23
B

Bailahuén. m. (Haplopappus baylahuen).

Planta compuesta, de las tubulifloras, que crece en la provincia


de Atacama, «con hojas cuneadas en la base, oblongas, con las
márgenes crespas y desde el medio aserradas; son de
consistencia rígida y barnizadas.» Así Reiche. Se da como
remedio contra la puna o soroche.

Su etimología es ciertamente indígena, alterado el primer


componente tailn, traspirar, en baila; y liaweri, remedio.

Lenz, n. 1439.

Bailarín, m. (Elanus dispar).

Ave de rapiña bastante común en las provincias centrales de


Chile, y se le halla también en el Uruguay y en el Brasil.
Corresponde a la especie que en España se llama neblí.

«El macho adulto es de un color blanco limpio, en la parte


inferior del cuerpo; en la espalda, de color negro, y el resto de la
parte superior del cuerpo, exceptuando la cabeza, es de un color
gris claro, mas cargado en unas partes que en otras... Su nombre
vulgar le viene muy bien, en atención a su costumbre de
mantenerse en un mismo punto en el espacio, batiendo
rápidamente las alas cuando ha logrado ver algún animalito que
puede servirle de alimento. Los movimientos que hace cuando se

24
mantiene así en el aire, son sumamente rápidos y se asemejan a
un baile.» Reed.

Barata. f. «Nombre vulgar que se da en Chile a la cucaracha o


blata de los naturalistas. Salta a la vista que es corrupción de
esto último.» Advertiremos, con todo, que el nombre de
cucaracho se aplica en Chile a un coleóptero de la familia de los
carabus, negro, que vive en la tierra en lugares húmedos. Es, así,
muy diverso de la barata, que es un ortóptero.

Belloto. m. (Bellota Miersii).

«Árbol chileno, perteneciente a la familia de las lauríneas.


Produce una nuez silvestre que sirve de alimento a los animales.
Vea la Academia si ha llegado el caso de admitirlo en su
Diccionario.» Román.

«El belloto es un árbol hermoso, de la cordillera de la costa en


la provincia de Aconcagua.» Reiche.

Blanquillo. m. (Latilus jugularis).

«Pez chileno, de trece a quince pulgadas de longitud y de color


rojizo, más o menos pardo sobre el dorso y plateado bajo el
vientre. Merece admitirse en el Diccionario. Llamamos también
blanquillo, m., un durazno parecido al de Zaragoza, pero de
cascara y corteza blancas.» Román.

25
Boldo m. (Boldoa fragans).

Arbusto o árbol siempre verde, de la familia de las monimiáceas,


diclino dioico, de hojas pecioladas, opuestas cruzadas, ovalado-
elípticas, coriáceas, ásperas, enteras y aromáticas: son
medicinales. Flores blancas en racimos axilares. Fruto: drupa
amarilla, comestible.

«...aunque en esto se le aventaja la corteza del boldo...» Córdoba


y Figueroa: «Los labradores llaman boldo a esta última especie,
y se valen de su corteza para sahumar las vasijas en que envasan
sus vinos.» Molina. «El boldo es de mucha y apacible fragancia
en la corteza, hojas y fruto, y éste, que es semejante en el color a
una aceituna verde e igual en el tamaño, es de un dulce muy
gracioso; su huesecillo, por la dureza, color y figura, es de
mucho aprecio para cuentas de rosario.» Olivares.

«El boldo, cuyos carpidios son unas pequeñas drupas


comestibles, últimamente recomendado como remedio en las
enfermedades del hígado». Phillippi.

Lenz, n. 69. Román: «Ya es tiempo de que el Diccionario acoja


esta voz».

Zerolo trae, erradamente, boldo y boldu como especies diversas,


y boldoa como planta originaria de México.

De las hojas del boldo, cuya eficacia en las enfermedades


hepáticas está hoy perfectamente comprobada, se extrae la
boldina.

26
Bollén, m. (Kagenekia oblonga).

Arbusto o arbolito de altura de tres a cuatro metros, de la familia


de las Rosáceas, lampiño, siempre verde, de hojas coriáceas,
oblongas, a veces trasaovadas, obtusas o agudas, con dientes
glanduliformes poco marcados. Inflorescencias axilares; fruto
folículo.

«El bollén es un árbol que da la hoja muy parecida a la del


belloto, da la flor a modo de una estrella, y allí cría en los rayos
de la estrella una telita blanca, delgada como papel.» Rosales.
«En las playas del país crece también otro árbol grande y de
bellísimo aspecto, llamado bollén, el cual me parece un
verdadero veneno. Sin embargo, en ciertas circunscias críticas
usan los médicos de los polvos y de sus renuevos disueltos con
agua, administrándolos como vomitivo y como purgante, pero no
pasando la dosis de medio escrúpulo, por cuanto estos polvos
son uno de los eméticos más terribles que se conocen en el reino
vegetal.» Molina. «Las hojas de estos árboles son semejantes por
la figura a las del limón, pero el color es más vivo, y
especialmente las del bollén, que son de un verde luciente y muy
alegre.» Gómez de Vidaurre.

Lenz. n. 1459, que escribe esta voz con v. Puesto que no hay
certidumbre de su etimología araucana y todos los escritores
emplean la b, conservamos esta letra. Así también Román, quien
dice: «Aboguen los naturalistas porque sea admitida en el
Diccionario».

27
Boqui. m. (Lardizabala biternata).

«Género de plantas sarmentáceas, de las cuales la más común en


Chile es el voqui (vitis striata) colorado de las provincias
centrales y meridionales.» Phillippi. Con tal nombre designa el
abate Molina a las yedras en general, voz que encuentra su
semejante en los bejucos Así, dice Rosales: «.. para atarlos y
juntarlos [haces de enea, totora...] ha proveído Dios de unas
sogas naturales que llaman boqui, largas y delgadas, flexibles y
de mucha fortaleza y duración en el agua. Hállanse colgadas de
los árboles en abundancia, que como yedra trepan por ellos, de
que también hacen gruesas maromas torciendo unas sogas con
otras... »

Ya se ve poresto, según decía, que el boqui es como el bejuco.


«El boqui nace en los bosques más sombríos y húmedos, en
donde serpenteando al rededor de los árboles, sube hasta la rama
más alta...» Molina.

Su etimología es araucana.

Lenz, n. 1460, que escribe con v, ajustándose a su procedencia


indígena; pero ya el propio Febrés tradujo boqui, y así
escribieron Rosales y Molina, seguidos en esto por Román.

Véase CÓGUIL.

28
C
Caballo del Diablo, m. (Bacunculus phyllopus.)

Ortóptero, de que hay varias especies en Chile; tiene la cabeza


pequeña y oblonga, con ojos fascetados y salientes, el cuerpo
alargado, cilíndrico, sin alas ni elitros; antenas largas, filiformes
y patas bastante largas y sencillas. Vive en los arboles y al andar
parece un palito que se mueve.

«El vulgo, siguiendo la antigua y errónea opinión de atribuir al


espíritu maligno todas las cosas que parecen mal hechas llama
caballo del diablo a esta especie....» Molina.

«Nuestros rústicos, que probablemente han bautizado el Bacteria


con el pomposo nombre de caballo del diablo, por su figura
extraña y deforme, tienen respecto a él creencias las mas
absurdas.» Medina. Los insectos enemigos, etc, lug. citado.

Oviedo lo llamó cervatica, que el léxico define langostón.

Cabello de ángel, m. (Cuscuta speciosa.)

Bajo tal designación trae el Diccionario el dulce de almíbar que


se hace con la cidra cayote», pero falta el nombre de esta
convolvulácea, parásita, que trepa sobre los árboles y cubre sus
copas con sus ramas y flores. Todas las especies tienen tallos
rojizos o amarillentos, desprovistos de hojas verdes, que por
medio de raíces adventicias (chupadores) explotan al patrón.
Reiche.

29
Cabinza. f. (Mendosoma coerulescens y Fernandeziana.)

Es pequeño, apenas de unas cinco pulgadas de largo, con toda la


parte superior del cuerpo pardusca y la inferior plateada, con
seis o siete líneas longitudinales obscuras a lo largo de los
flancos; de forma oval, boca medianamente hendida, con
quijadas iguales en largo; el ojo es mediano y se halla a casi
igual distancia entre la punta del hocico y el opérculo.

«Cabinza, que es el nombre vulgar, debe figurar en el


Diccionario.» Román.

Lenz, n. 166, que escribe cavinsa y apunta otras variantes, pero


no la que damos, que es la más ajustada a su pronunciación.

Cachampa. f. (Mugil cephalus.)

«Pez parecido a la liza, que se cria en la desembocadura de


algunos de los ríos de Chile.» Román. Según Delfín, tal nombre
se daría al pez cuando no alcanza aún su entero desarrollo.

Lenz, n. 76, escribe cachamba, cuya etimología cree con razón


que será probablemente quichua; al menos el segundo
componente champa, tal como lo entendemos,—y en esto
seguimos a Román,—«el césped con tierra;» y el segundo sería,
quizás, la partícula araucana cad, muy, mucho; resultando así,
«muy abundante en las champas.»

Cachanlagua. f. (Erythraea chilensis).

30
Rosales escribe cachalagua; Molina y Córdoba y Figueroa,
cachanlaguén; Olivares, canchalagua.

Amunátegui, Al través del Dicc.

Hay que corregir cachanlagua, que es la forma corriente y la que


mas se ajusta a su etimología araucana: «cachán, dolor de
costado; cachanlahuén, la centaurea, hierba conocida, amarga y
fresca.» Así Febrés, y así también Lenz y Román.

Cachudito. m. (Culicivora parvulus).

Llamado también torito por las dos plumas sobresalientes que


adornan su cabeza a manera de pequeños cuernos. Abunda en
Chile y se le halla asimismo en Patagonia.

Pertenece este pajarillo a la familia de los tiránidos; sobre la


cabeza tiene largas plumas negras y manchadas de blanco en el
medio, que se elevan en forma de cresta o cuernos,—cachos, que
se dice en América,—de donde su nombre; tiene de 11 a 12
centímetros de largo, su plumaje es pardo oliváceo por encima y
blanco inferiormente, hasta dar en amarillento hacia la cola.

Cague, m. (Anser antarcticus).

En araucano, del cual procede esta voz, se escribe caghe, según


Febrés, que Molina convirtió en cage y otros también malamente
en cagüe.

31
«El cague es una especie de oca que habita los mares de Chiloé,
y cuya particularidad consiste en la absoluta diferencia de color
que se nota entre el macho y la hembra, porque aquél está vestido
de blanquísimas plumas, y tiene pico y pies amarillos, y ésta es
totalmente negra, y sus pies y pico son pardos.» Molina.

Lenz, n. 87; Román, I, 512.

Tanto el cague, como el piuquén, el canquén y el gansillo de


que hemos de hablar, pertenecen al género bernicla de los
palmípedos. El Diccionario incluyó en la penúltima edición la
voz barnacla, sacada, evidentemente, de ese género y aplicada a
un «pato marino de Hibernia.»

Véase PIUQUÉN.

Cáhuil, m. (Larus dominicanus).

«Las gaviotas en Chile se llaman algunas veces cáhuil y chille.»


Philippi.

El doctor Lenz escribe cagüil, pero advierte que «no está seguro
si no es más bien cáhuil.» Tal es, en efecto, la forma verdadera,
y con ella registra Asta-Buruaga en su Diccionario la aldea y
laguna así llamadas.

Es voz indígena onomatopéyica.

Román, I, 512.

32
Cala. f. (Cala aethiopica).

La flor de la cala, muy conocida en Chile, aunque no es indígena


del país. El Diccionario, observa Román, ha admitido el nombre
de la planta, pero se ha olvidado de consignar el de su flor, que
así se llama. Seguramente de la forma que reviste el pistilo de
esta flor, procede la cala de la medicina casera.

Calabazo, m.

Llámase así el tiesto que se forma de la calabaza una vez madura


y despojada de sus semillas, y con tal nombre era conocido en
Chile por lo menos desde mediados del siglo XVII. Núñez de
Pineda escribe (Cautiverio feliz, p. 140.) «...y nos brindamos
con algunos licores que las mujeres habían traído en sus
calabazos...»

Véase ZAPALLO.

Callampa, f.

El hongo comestible que en España llaman setas. La que es


venenosa (?) se denomina en Chile callampa del diablo: en
España, cagarria y crespillar. Rodríguez, y Zerolo, advierte
Lenz, escriben malamente cayampa. Es voz de procedencia
quichua.

No creemos, como Román, que tal chilenismo no merezca


mención en el Diccionario.

33
Caminante, m. (Certhilauda cunicularia).

Pajarillo dendrocoláptido, de unos 15 centímetros de largo, de


cuerpo esbelto, con el pico tan largo como la cabeza y
ligeramente encorvado; el plumaje de un color gris rojizo, que se
armoniza perfectamente con el del suelo, las alas medianas, la
cola curta y los tarsos largos.

«...en Chile no hay ninguna de las alondras propiamente tales; los


caminantes se aproximan, sin embargo, mucho a ellas.» Philippi.
«Encuéntrase comunmente esta ave en medio de los caminos
buscando coleópteros, de que se alimenta. Sumamente familiar,
se le ve marchar adelante de las personas y caballos, y sólo
cuando se está a muy pequeña distancia, se decide a tomar el
vuelo.» Gay. Esto explica, observa Lenz, el nombre castellano
caminante.

Lenz, n. 1505, da la forma caminanche, como vocablo castellano


en boca de indios.

Román, I, pp. 244 y 514.

Canastero, m. (Sinallaxis sordida).

Avecilla así llamada por la habilidad con que fabrica su nido


colgado de los arbustos en forma de un alargado canasto. Otras
especies de este mismo género reciben en Chile los nomines de
comecebo, trabajador y bullicioso. «De un bruno ceniciento por
cima, y por bajo de un ceniciento obscuro; los carrillos y la

34
garganta amarillentos; la barba es blanquizca; una leve ceja
amarillenta se extiende desde los respiraderos nasales hasta la
nuca; pico y pies de un bruno obscuro. Longitud total: 8
pulgadas.» Gay.

Román, 1, p. 518. para canastero.

Canelo, m. (Drymis chilensis).

«Hay un árbol célebre de los indios en este reino, que ellos le


llaman en su lengua boyque (léase voyghe, forma araucana) y los
españoles canelo, porque se parece al canelo que hay en
Zumaco, de las provincias de Quito, como lo notó Francisco de
Gómara en la Historia general de las Indias. Esta muy
autorizado de los naturales, así porque sirve de salvoconducto de
unas provincias a otras, como de estandarte en las
confederaciones de paz... Y demás de servir a estos indios de lo
que a los romanos la oliva, es singularmente dedicado al
demonio, el altar de sus sacrificios y el trono de sus oráculos y
respuestas.» Rosales. «...que salían al camino a recebirlos con
canelos, que son insignias de paz...» Núñez de Pineda, p. 336.
«Los chilenos llaman boighe y los españoles canelo. Su tronco
tendrá cincuenta pies de alto y echa las ramas contrapuestas de
cuatro en cuatro en forma de cruz; sus hojas son grandes,
alternantes y parecidas a las del laurel real; las flores blancas,
cuadripétalas y olorosas, y las bayas ovales y de un color negro
azulado...» Molina. «El canelo ha sido así llamado por los
españoles, porque se asemeja en todo al árbol de que se saca la
canela oriental. Los indios lo llaman boighe.» Gómez de

35
Vidaurre. Hoy sólo se conoce con el nombre de canelo.

Lenz, n. 1458. Román: «El canelo chileno pertenece a la familia


de las magnoliáceas y no debe confundirse con el de Ceilán,
perteneciente a las lauríneas y único que figura en el
Diccionario.»

Capi, m.

Se dice especialmente de la vaina tierna de las leguminosas,


como porotos, arvejas, etc.

Su etimología es araucana. Febrés: «capi, vainitas tiernas o


porotos nuevos con vainas.»

Lenz, n. 135. Román, I, 258.

Cardón, m. Cardonal, m.

Cardón, planta. Cardonal, sitio poblado de cardones. Estos


vocablos deben admitirse, opina Román.

Advertiré que Oviedo (I, 312), llamó cardones a nuestros


quiscos.

Véase CHAGÜAL.

Cauquén, m. (Anser poliocephalus).

36
Es el mas hermoso de los gansos silvestres de Chile. El macho
tiene la cabeza y la parte superior del cuello de color ceniciento;
la región inferior del pescuezo, el pecho y las plumas de la cola,
bermejas; las patas negras y anaranjadas. La hembra, que es un
poco más pequeña que el macho, tiene fajas negras en el pecho,
en el dorso, las espaldas y la parte inferior del cuello.

Abunda mucho en Chiloé, donde con frecuencia se le ve


domesticado en los corrales.

Viene del araucano canqueñ, que registra Febrés.

Lenz, número 132, con citas de Gay, Maldonado y Fonck.

Véase PIUQUÉN.

Carpinterito. m. (Picus melanocephalus).

«...los pájaros carpinteros... unos son negros con abultado copete


en la cabeza y del tamaño de una codorniz...» Molina. Voz que
trae el Diccionario, pero no el diminutivo carpinterito, que se
aplica al Picus melanocephalus.

«.. y los demás van también, como el carpinterito, que pica en


los arboles para extraer de su seno carcomido el propio sustento,
a dar guerra, en unión con sus aliados los syrfus, a los
inagotables pulgones.» Medina, ubi supra.

Cata, f (Psittacus erytrifrons).

37
«La catita de Chile, que se extiende hasta Magallanes...»
Phillippi. Es una especie de papagayo pequeño.

Tenemos por probable que su etimología venga de catálinica o


catalnica, como solía llamarse antaño en España a las cotorras.
Así lo cree también Román. Asimismo se le conoce con el
nombre de yahuilma.

Catanga, f. (Megathopa villosa).

Una especie de pololo (véase esta voz) de color verde.

Lenz, n. 152, opina que su etimología puede ser araucana, del


verbo catan, agujerear, porque efectivamente este coleóptero
vive durante el estado de larva en agujeros que horada en los
troncos carcomidos de los árboles; pero no es así, pues el Inca
Garcilaso nos enseña que acatanca quiere decir escarabajo,
«nombre con mucha propriedad compuesto deste nombre aca,
que es estiércol, y deste verbo tanca (pronunciada la última
sílaba en lo interior de la garganta) que es empujar: acatanca
quiere decir el que empuxa el estiércol.» Lib. II, cap. V.

Caucha, f. (Eringium rostratum).

Esta planta es de la familia de las umbelíferas, con hojas rígidas,


casi todas radicales, angostadas en la hadas, de hasta veinte
centímetros de largo. Considérase como antídoto, aunque al
parecer sin fundamento, contra la picadura de la araña venenosa
de Chile.

38
Lenz, n. 158. que cree, con razón, que la etimología de esta voz
debe ser araucana.

Caucha, m.

«El cauchau es fruta de la luma (véase esta voz), semejante en la


figura y gusto a la murtilla, con la diferencia de ser negra; hacen
de ella los indios bebida que luego embriaga... Olivares.»

El doctor Lenz adopta la forma cauchahue.

Preferimos atenernos a la de Olivares, a quien corresponde la


prioridad al escribirla.

Cauque, m. (Cyprinus caucus).

«Es muy regalado de pescado, principalmente de robalos,


cauques, truchas, lenguados y pejerreyes.» Rosales «De peces
menores o conocidos en otros mares o propios de este, son
varias las especies, como de... cauques...» Olivares.

Lenz. n. 172, que cita también los testimonios de Córdoba y


Figueroa, Molina y Carvallo.

La etimología de esta voz es, indudablemente, araucana: kauke.

Rosales, como se ve, distingue entre el cauque y el pejerrey;


según Román (I, p. 522) aquel nombre se da en muchas partes de
Chile y se aplica al pejerrey grande, de lomo plateado, «aunque

39
algunos naturalistas pretenden que es otro pez parecido a éste.»

Cedrón, m. (Lippia citriodora).

«Planta de la familia de las verbenáceas, olorosa y medicinal.


Aunque originaria del Perú, se produce abundantemente en Chile.
Debe figurar en el Diccionario.» Román.

Cebolleta. f. (Ornitogalum aequipetalum).

Habla de ella y la describe Bertero en sus Plantae rariores,


publicadas por A. Colla.

Centella, f. (Ranunculus muricatus).

«Planta perenne, ranunculácea, pelada, con los tallos cortos,


derechos o tendidos. Hojas radicales, casi orbiculares,
trilobuladas, acorazonadas... Flores solitarias, aparentemente
opuestas a las hojas, actinomorfas. Las flores con cinco pétalos,
de un amarillo pálido.» Reiche. Planta del sur de Europa, que se
ha convertido en maleza en los sitios húmedos de Chile.

Cineraria, f.

«Planta de jardín y de la cual hay en Chile muchas varieriedades;


flor de esta planta Es la misma que describe el Diccionario
Enciclopédico Hispano-Americano; pero que todavía no ha sido
admitida en el de la Academia.» Román.

40
Ciruelillo. m.

«Árbol con flores de color de escarlata muy hermosas.» «Merece


admitirse.» Román. Véase NOTRU.

Clarín, m.

«Las conocidas planta y flor de nuestros jardines designadas con


este nombre se llaman en castellano guisante de olor.» Román.
Convendría admitir tal voz como chilenismo.

Clonqui. m. (Xanfhium spinosum).

La fruta o semilla de esta planta y de otras sus congéneres, que es


enteramente análoga, aunque muchísimo más pequeña que la que
da la cardencha (en Chile simplemente carda), que Febrés,
traduciendo su nombre araucano concùll, llamaba cepacaballo, y
que en España, según Román, se dice arzolla; pero nos parece
que se acerca mas al cadillo. En todo caso, no se habla de que
así se llame al fruto, o sea, nuestro clonqui.

Lenz, n. 173.

Cochayuyo. m. (Durvillea utilssima).

«De estos troncos nacen unas vainas muy largas, de más de tres y
cuatro varas, y algunas anchas de cuatro, seis y ocho dedos: éstas
llaman cochayuyo, y son de dos suertes y especies...» Ovalle.
«...éstos andaban vestidos de unas mantas largas, con los

41
cabellos largos, y los que no los tenian, los traían postizos de
cochayuyo...» Pineda y Bascuñan. p. 361.

Lenz, n. 182, que cita otros comprobantes de Molina, Córdoba y


Figueroa, Gómez de Vidaurre (que escribe cochayuyu), Arona,
Palma y Rodríguez.

Viene del quichua, en sus dos componentes: kocha, laguna; y


yuyu, el nabo, en general, hortaliza.

Observa Román: «No basta el nombre genérico de alga a ova


que nos dan todos los Diccionarios fiara designar nuestro
cochayuyo, que es planta marina especial y comestible... Como
el nombre se usa en todo Chile y otras partes y no tiene
equivalente en castellano, creemos que debe admitirse en el
Diccionario tal como lo trasmitieron los aborígenes chilenos».

Cóguil. m. (Lardizabala biternata).

Es el fruto de la coguilera o boqui (escrito también voqui),


enredadera voluble de hojas biternadas glabras, enteras o
festonadas o trilobuladas. Flores masculinas en racimos, las
femeninas solitarias. Fruto: baya amarilla cilíndrica, comestible.
Familia de las Lardizabaláceas.

De origen araucano, en cuya lengua se escribe cohgùll, según


Febrés. Entre la gente del pueblo se pronuncia malamente colle;
en Molina y Gómez de Vidaurre, de quienes la tomo Zerolo,
cogul, todo a consecuencia de no observar el valor de la ù
araucana, que se aproxima al de la u francesa.

42
«La más útil de todas estas especies es el cogul... Luego que
llega a la copa, se pasa al árbol más inmediato, o baja
perpendicularmente, volviendo a subir y a bajar tantas veces,
enredándose consigo mismo y con los demás voquis, que forma
una especie de confusión de cuerdas pendientes muy parecidas a
los aparejos de un bajel... Su fruto es una baya de una pulgada de
grueso y de seis o siete dedos de largo, dentro de la cual se
contiene una pulpa blanquecina, mantecosa y de sabor
agradable.» Molina.

Celebrado en poesía (Vial Solar, El caballero de la gloria,


Santiago de Chile, 1916, 8.°, p. 53):
el grano de oro del maizal florido,
del cóguil dulce el fruto suspendido...

Lenz, n. 186. Román dice: «Encargúense los naturalistas de


describirlo con todos sus pormenores; nosotros sólo pediremos
que su nombre sea incluído en el Diccionario.»

Véase BOQUI.

Coicoy, m. (Cystignathus Bibronii).

Cierta especie de sapo muy pequeño y saltador.

Lenz, n. 188, que considera tal voz de origen araucano. En


araucano: koiwilla, cierto sapo.

«Sin duda por el grito o canto que le es propio y que parece


repetir la voz coy, se llama así en Chile un sapo pequeño que

43
tiene en la espalda unas cuatro protuberancias que parecen otros
tantos ojos, por lo cual lo llaman también sapo de cuatro ojos.»
Román.

Coihue. m. (Fagus Dombeyi).

Árbol de la familia de las Fagáceas, de hojas aovado-


lanceoladas, romboidales, coriáceas, glabras, ligeramente
pecioladas, doblemente aserradas; flores de a tres en un
pedúnculo.

«...el coihue crece desde Chillán para el sur, y aun en la isla de


Chiloé, árbol inmenso, cuya madera es apenas inferior a la del
roble pellín.» Philippi.

De origen araucano, voz registrada por Febrés, y mal escrita por


varios autores, entre otros, por Pérez Rosales: «...debió su
salvación al asilo que encontró en un carcomido coigüe...»; si
bien más adelante está correctamente: «pasé en el rústico
aposento que me proporcionó el hueco tronco de un gigantesco
coihue...»

También le recuerda Vial Solar, obra citada, p. 148:


El majestuoso coihue se estremece
a los golpes de hachas y de espadas,
y no se abate...

Lenz, n. 190. «Su nombre, araucano en su origen, observa


Román, debe figurar en el Diccionario.»

44
Coipo. m. (Myopotamus coipu).

«Los coipus se parecen mucho al castor y salen aún menos del


agua, pero tienen la cola larga, casi cilíndrica.» Philippi.

«El coipú es un topo o rata acuática del tamaño de la nutria, a la


cual se parece mucho en la construcción de su cuerpo y en el
color de su pelo; tiene las orejas redondas; el hocico largo y
cubierto de mostachos; las patas cortas y la cola gruesa, mediana
y peluda.» Molina. «Otro animalejo hay llamado coipú, que en el
pelo y obras se parece a la nutria; en la hechura, a la raposa
terrestre.» Rosales.

Por asimilación de vocales, hoy se dice siempre coipo, tal como


escribía esta voz Olivares: el coipo y el guillín son animales
anfibios.» Zerolo, siguiendo casi seguramente a Molina, escribe
erradamente acentuada esta voz. Su etimología es araucana:
«coypu, animal de río como gato.» Febrés.

Lenz, n. 193. «Su nombre debe tener cabida en el Diccionario.»


Román.

Coirón, m. (Andropogon argenteus).

«El coirón es muy conocido por ser tan semejante al esparto.»


Rosales. Y su conocimiento data entre nosotros de tan antiguo,
que Cortés Ojea menciona esta gramínea en la Relación del viaje
que hizo al Estrecho de Magallanes en 1557. Hállase en Zerolo.

45
Lenz, n. 194. Román dice: «Gramínea muy abundante en Chile,
de hojas duras y punzantes, y usada para techo de casas en los
campos. Su nombre debe tener cabida en el Diccionario.»

Colegial, m. (Lichenops perspicillatus).

Vive esta avecita en todo Chile a orillas de los ríos y lagunas de


agua dulce. Se le suele designar también con el nombre de
runrún; el que se le da generalmente procede, según es de creer,
del color de su plumaje, por cuanto en él imita el traje que
antiguamente usaban ciertos colegiales en Chile, con la beca
roja.

Pertenece a la familia de los tiránidos y es ave dimórfica, pues el


macho, de plumaje negro en gran parte, es de color rojo
acanelado por encima, y la hembra, un poco menor que el macho,
toda ella es cenicienta. Tiene de largo de 13 a 14 centímetros.

Coliguacho, m. (Tabanus o Pangonia depressus).

«Muy común en la provincia de Valdivia, en donde la llaman


coliguacho, negro, con los bordes laterales del coselete y el
extremo del abdomen cubierto de pelos anaranjados.» Philippi.

Febrés, seguido por Gay, escriben colliguacho. El doctor Lenz


cree que «tal vez los dos elementos del nombre y quizás el
compuesto mismo, vienen del quechua: colicoli y huacho.» En
mi concepto, tal nombre vendría de colù, rojo, y huacho, voz
esta última que implica la idea de solo, y que se habría aplicado

46
al insecto de que se trata por tener una franja única amarilla en el
extremo del abdomen, todo de color negro. Posiblemente sería
designado así por las tropas peruanas que llegaron a poblar a
Valdivia a mediados del siglo XVII.

«Es digno de figurar en el Diccionario.» Román.

Colihue. m. (Chusquea).

La forma primitiva fué coleo; así González de Nájera escribía:


«Llaman los indios a estas cañas, coleos, y los nuestros cañas
bravas,» y así también Rosales: «y los indios de guerra, aunque
haya mucha nieve, pasan poniéndose unos zapatos que hacen de
coleos...» Molina la convirtió en coliu: «La caña más digna de
observación entre cuantas merecen con propiedad este nombre,
es la sólida chilena, de la cual se encuentran varias especies...
comprendidas todas ellas bajo el nombre general de coliu.» Los
indígenas decían culiu, según lo establecen los padres Valdivia y
Febrés, si bien este último advierte que «las llamadas colehues
tienen otro nombre en araucano.» Olivares dijo colihues, que es
el término usado hoy: «...se ponen de una a otra margen, distante
uno de otro pocas varas, y armados con unas cañas sólidas
aguzadas, que en su idioma llaman coligües...»

De tal forma proceden los derivados coligual, encoliguado y


encoliguar.

Lenz, n. 199. «Debe admitirse en el Diccionario.» Román.

47
Colilarga, f. (Synallaxis aegythaloides).

«Dase este nombre en las provincias centrales de Chile, a varias


especies de pajarillos insectívoros pertenecientes al género
Synallaxis de los ornitólogos. En la provincia de Chiloé se
designa con este mismo nombre otra especie originaria de sola
aquella región, que lleva en Ornitología el nombre de
sylviothorynchus Desmurii. Es un pajarillo elegante, cuya cola
lleva dos plumas dos veces más largas que todo el cuerpo. En el
Diccionario aparecen el rabilargo y el rabo de junco, pájaros
muy parecidos o iguales al nuestro. Decídanlo los especialistas.»
Román.

Por mi parte, añadiré que entra dentro del género que en España
llaman paro, a que pertenecen los que allí se designan con los
nombres de alionín, herrerillo y pájaro moscón; pero el nuestro
es diverso de todos ellos: «de color gris bermejo por cima, su
capucha bermeja, estriada de negro, con una especie de collar de
estrías detrás de la nuca; alas de un bruno obscuro; cola negra,
muy recortada; la garganta blanca; los carrillos y los costados
del cuello, variados de manchas blancas y brunas; el pecho y su
medio de color gris; los pies negros. Longitud total, 8 pulgadas.»
Gay.

Colliguay. m. (Coliguaya odorífera).

Arbusto de la familia de las Euforbiáceas, aromático, de hojas


alternas, elíptico-lanceoladas, obtusas mucronuladas, aserradas,
glandulosas en los dientes, coriáceas, pecioladas; cápsula
triédrica.

48
«El colliguay, arbusto común en nuestras provincias centrales,
cuya leña da un olor agradable al quemarse.» Philippi. «El
coliguay es una mata de una vara de alto y su raíz, partida, echa
una leche tan venenosa, que los indios de esta tierra enherbolan
con ella sus flechas.» Rosales. «Y el tronco del colliguay echado
en el fuego, exhala un olor agradable a rosa, que no lastima la
cabeza.» Molina. «Lo mimo hace la madera del colliguay, pero
su fragancia luego se disipa.» Olivares.

Zerolo registra la forma coliguayo; Lenz quiere que se diga


colihuai, porque tal es, según dice, la pronunciación que ha oído
entre el pueblo. Preferimos atenernos a los testimonios de los
autores que escriben colliguay.

Voz de procedencia araucana, aunque no registrada en los


diccionarios de esa lengua.

«Puede admitirse en el Diccionario.» Román.

Congona, f. (Seperomia inaequalifolia).

Hierba glabra, ascendente, de la familia de las Piperáceas y


originaria del Perú; con hojas verticuladas, pecioladas, enteras,
algo pestañosas en la punta; las inferiores obovadas y las
superiores espatuladas o líneo-espatuladas; flores en espigas
terminales.

«La congona, que es una yerba que mascada huele mucho y se


parece a la verdolaga.» Rosales.

49
Planta de origen peruano, de muy frecuente cultivo en Chile,
sobre todo entre la gente del pueblo.

Lenz, n. 225.

Copihue. m. (Lapageria rosea).

La flor verdaderamente nacional de Chile y que al declararse tal,


según de ello se trata al presente, bien pudiera llevar al pie la
siguiente inscripción latina de Ruiz y Pavón: «Planta ad hortorum
ornamentum insigni pulchritudine sua comendatur,» y que en
idioma araucano se llama copiu, como aparece en los
diccionarios de esa lengua, aunque no aplicada a la flor
propiamente tal. Así escribía todavía Molina, acentuando el
vocablo: «De esta clase [arbustos sarmentosos] es el copiú, el
cual lleva una flor de tres pulgadas de largo, compuesta de seis
pétalos, y cuyo color es un bellísimo carmesí manchado
interiormente de blanco.» «La forma copihue, observa Lenz, (n.
232) es el singular analógico sacado de copihues, que es el
plural normal de copiu...»

«La voz copihue debe, pues, ingresar en el Diccionario oficial.»


Román.

Coquito, m.

El fruto de la palmera chilena, de que hablaba ya el P. Acosta:


«Estos cocos que digo serán del tamaño de un meloncete
pequeño; otros hay que llaman coquillos y es mejor fruta y la hay

50
en Chile; son algo menores que nueces, pero más redondos.»
Tomo I, p. 250, ed. de Madrid, 1790, 8.°

De ellos hace también mención el cronista Antonio de Herrera y


el P. Ovalle los describe así: "... la mesma naturaleza parece que
da a antender su preciosidad en la variedad de cubiertas con que
los envolvió, porque, lo primero, rodeó la carne de dentro con un
hueso más duro que el de la almendra y la nuez; luego le puso una
gruesa tela o capa tejida como de estambre, de color verde y
amarillo, y tan fuerte, que aun cuando está fresca, se rompe
difícilmente, y el coco que no le despidió a su tiempo, es mas
fácil quebrarle que desnudarle de ella. Críanse pegados a un
racimo, que tendrá más de mil, y éste se engendra dentro de una
como concha cerrada, que va creciendo juntamente con el
racimo, hasta que llegando ya éste a sazón, engruesa de manera,
que no cabiendo dentro de su claustro, la hace reventar y rompe
en dos partes, que quedan como dos barcos, cada uno de más de
una vara de largo y dos palmos de diámetro por lo más ancho, y
el racimo todo amarillo, que es muy de ver, queda colgando hasta
que, sazonándose la fruta, se viene al suelo...»

El Diccionario trae esta voz coquito como sinónima de cuculí,


pero haría bien, me parece, en consultar también la acepción que
le corresponde en Chile.

Corecore. m. (Geranium rotundifolium).

Planta citada ya por Marino de Lobera con sólo el nombre de


cori, y a la que probablemente aludía Rosales al decir que las
raíces de coro eran excelente remedio para el pasmo, y así, con

51
alteraciones más o ménos variadas, aparece en otros escritores.
Es hierba usada en la medicina casera y muy abundante en todo
Chile, con flores pedunculadas dos a dos, muy pequeñas, que se
acercan al color de rosa; cáliz velludo, con sépalos terminales
espinudos; pétalos enteros, obtusos; carpelos peludos, y con
hojas radicales redondeadas, divididas en siete lóbulos. Florece
durante gran parte del verano.

Lenz opina que su etimología debe ser araucana.

Coronta, f.

Corazón de la mazorca del maíz ya desgranado. Voz usada


también en el Perú (Arona y Palma), de donde procede: en
quichua k'oronta. Así se llamaba en Chile por lo menos desde
mediados del siglo XVIII. en cuya forma la trae Febrés al
traducir el equivalente castellano maslo, anticuado hoy, según el
léxico.

Observa Román la confusión que en éste se nota respecto de las


definiciones de los provincialismos españoles carozo, garojo y
tusa, que responden a la forma castellana zuro, y continúa así:
«Comparando el número de personas que usan cada una de estas
voces con el de los que usan a coronta, que son varias repúblicas
de Sud-América, y considerando que esta voz es mucho mas
antigua, comoquiera que de América pasó el maíz a Europa,
creemos que la Academia no debe ya vacilar un momento sino
apresurarse a recogerla para la próxima edición del
Diccionario.»

52
Corontillo. m. (Escallonia illinita).

«Planta del género de las saxifragáceas, del género escallonia.


Se llama illinita, por la resina de que aparece como untada.. El
nombre de corontillo es porque su flor, en forma cilíndrica y
áspera, semeja una coronta. Es planta medicinal para
enfermedades del hígado y su nombre debe figurar en el
Diccionario.» Román, I. p. 531.

Arbusto de uno a dos metros de altura, de la familia de las


Saxifragáceas, pelado, resinoso, muy oloroso; hojas rígidas,
barnizadas en la cara superior o en ambas, glanduloso punteadas
por debajo, oblongas, trasaovado oblongas o trasaovado-
lanceoladas, almenado-dentadas, de 3 a 5 centímetros de largo;
capsula lampiña, trasovoide-turbinado.

Cortadora, f.

Yerba que se cría en lugares húmedos, con hojas largas y


angostas, de bordes ásperos y cortantes. Las hay de vanas
especies en Chile, pero la más frecuente es la que nuestro pueblo
llama cortadera y cuyos tallos, desmenuzados en tiras angostas,
aprovecha para torcer y fabricar cuerdas y sombreros. Román la
ha consignado bajo el nombre vulgar, si bien correctamente
escrito debe ser cortadora, en cuya forma la empleó Pedro de
Oña en su Arauco domado (canto IV) en un pasaje doblemente
curioso porque habla de las demás hierbas similares que los
españoles encontraron al desembarcar en la isla de Quiriquina:

53
Quién el desierto albergue trastornando
En término más breve que de un hora
Cargado vuelve y crespo de totora
Do están las camaradas aguardando;
Quién con la verde juncia minorando;
Quién con la paja seca cortadora;
Quién por allá cubierto de carrizo.
Más erizado asoma que un erizo.

Y en nota puesta a esa voz cortadora, agrega: «Especie de paja


como cuchillos.»

Enredadera voluble, de la familia de las Liliáceas, con hojas


alternas aovadas, acuminadas, coriáceas, cortamente pecioladas;
flores rosadas o rojas, acampanadas; fruto, baya amarillo.

«Parece, añade Román, que no hay en castellano otras voces


propias (citando la juncia y la chufa y el papiro) para denominar
estas especies chilenas...: en vista de esto, debe admitirse en el
Diccionario nuestra cortadera», o cortadora, digo yo.

Coscoroba, f. (Cygnus coscoroba).

Especie de cisne así llamado, que se distingue del que habita en


las provincias centrales de Chile en que tiene el cuello más corto
y todo blanco: es también más pequeño. Vive en las regiones del
sur y abunda en esa misma latitud de la Argentina. «El nombre
vulgar con el cual debe entrar en el Diccionario» es
onomatopéyico. Román, I, p. 533

54
Corvinilla. f. (Corvina trispinosa).

Dase el nombre de corvinilla en Chile, ya al pez indicado con


aquella designación científica, ya a otras dos especies del género
Umbrina. Con el más generalmente conocido, se representa un
pez de unas quince pulgadas de longitud, de un verde blanquizco
por cima y plateado por bajo, que, como su nombre lo indica,
tiene alguna semejanza con la corvina.

Cuca. f. (Ardea cocoi).

«Tenemos varias especies de garzas en Chile: la cuca... La ave


que en Europa se llama garza se parece muchísimo a la cuca,
pero es más chica.» Philippi.

La cuca es ave zancuda, de la familia de los ardeidos, con ojos


rodeados de una piel calva, de tal modo que parecen que están
situados en el pico mismo, dándole así un aspecto muy estúpido.
Es más grande que la garza europea, y ceniciento azulada como
ésta, con las plumas grandes de las alas negras, y en la cabeza
con un penacho del mismo color, el cual es más largo en el
macho.

Ave que debe su nombre, probablemente, a su graznido.


Regístrala Román.

Cuchareta, f. (Platalea ajaja).

55
Se da este nombre a un ave zancuda, de pico largo, recto, muy
aplanado horizontalmente y ensanchado en forma de cuchara en
el extremo. Pertenece a la familia de los plataleidos, y es de
color generalmente rosado, con la cabeza, el cuello y el pecho
blancos. Aunque se halla esparcida por las dos Américas, sólo
de cuando en cuando suele encontrarse algún ejemplar en Chile.

«Hay en América y también en Chile, una especie de espátula de


color de rosa o rojo muy subido, llamada planeta en el país.»
Philippi. Es la misma conocida con el nombre más general de
cuchareta, traducción que el pueblo ha hecho en esa forma por
serle mucho menos conocida la espátula, a la cual se parece
bastante el pico de esa ave.

Planeta procedería de la pequeña plana que usan los albañiles, a


la cual se asemeja también el pico de la cuchareta. Román, I, p.
534.

Cuculí, m.

«Los peruanos y el Diccionario de Zerolo hacen femenino este


nombre; nosotros lo hacemos masculino.» «Es paloma silvestre
del tamaño de la doméstica, aunque más esbelta y aristocrática en
su corte. Es de color cenizo y alrededor del ojo lleva una
bellísima órbita azul subido. Como todos los nombres
onomatopéyicos, en la primera etapa de su formación, cuculí
imita directamente el canto del ave, sin sílaba de más o de
menos, de esas que la eufonía o la analogía gramatical van
añadiendo o cercenando a las palabras de este origen, a medida
que se labran con el trascurso del tiempo. El canto de esta

56
paloma es tan bello y tan rotundo, los golpes de su pecho tan
acompasados, que es muy solicitada para la jaula, donde se cría
perfectamente, no obstante lo arisco y soberbio de su carácter.»
Arona. «Y en esta cita, concluye Román, tiene la Academia los
datos suficientes para la aceptación de este vocablo.»

Culén, m. (Psoralea glandulosa).

Arbusto de la familia de las Leguminosas, oloroso, las hojas y


los cálices glandulosos; hojas casi de un decímetro de largo, con
tres hojuelas lanceoladas, u oval lanceoladas, acuminadas,
tiernas y de un verde claro; flores en racimos axilares; corola
blanco-azulada o purpurina. Medicinal.

«El culén es un arbusto indígena apreciado como remedio


casero.» Philippi. «La segunda yerba sea la que llamamos
albahaquilla y los indios culén.» Ovalle. <El culñen es
provechosísimo para muchos remedios; llaman a esta mata los
españoles albahaquilla, por la semejanza que tiene a la albahaca
de Europa en lo que toca a la forma y a la figura de las hojas, si
bien muy contraria en el olor y en el sabor y diferente en las
virtudes.» Rosales, «...porque estaba [el valle] sembrado de
espesos arbolitos de culenes, que nosotros llamamos
albahaquillas del campo.» Núñez He Pineda, p. 77. «El culén es
árbol pequeño, sus hojas semejantes a la albahaca.» Olivares.

Adviértase que nadie en Chile la conoce hoy por el nombre de


albahaca o albahaquilla, a que aluden aquellos autores.

Voz de origen araucano, de la cual ha salido el colectivo culenar.

57
Lenz, n. 263, que cita también, entre los modernos, a Vicuña
Mackenna, a Barros Arana, a Bello, que usó de esa voz en verso,
y a Amunátegui. Al través del Diccionario, pp. 235 y siguientes.
Concluye Román: «No hay más remedio que incluir en el
Diccionario su verdadero nombre araucano (culén), que es el
que le damos en Chile...» Y otro tanto opina respecto a culenar.

Culpeu, m. (Canis culpeu).

Culpeu, «raposa grande», nos dice Febrés; de donde su origen


netamente araucano. «Hay muchas y diferentes raposas, con
diversos nombres; a las muy grandes llaman culpeu.» Rosales.
«El culpeu es una zorra grande, que sólo se distingue de la
común en la magnitud, en el color, que es más fusco, y en la cola,
que es larga, derecha y poblada de pelos cortos hasta su
extremidad, como la del perro común.» Molina.

Lenz, n. 266; Román escribe culpeo, y dice respecto de esta voz


que «debe pasar al Diccionario.»

Cuncuna. «Sus larvas [de las mariposas] llamadas orugas y en


Chile cuncuna. Philippi. Es voz netamente araucana. Febrés:
cuncuna, un gusano del todo parecido a los de seda, menos en el
color y en morder.» Se usa también en la República Argentina.
En Chile se aplica especialmente a la larva de la mariposa que
se cría en los álamos.

Lenz, n. 277. Hallase en Salva, que define esta voz: «Gusano de


Chile, parecido a los de seda.»

58
Román cree que corresponde en todo a la oruga castellana, si
bien agrega que «será difícil desterrar de Chile el popular
nombre de cuncuna, que es usado por toda clase de personas,
mientras que el de oruga solo es conocido de las personas muy
instruídas.» Pero añadiremos más: la oruga es cualquiera larva
en forma de gusano, al paso que la cuncuna es la que esta
cubierta de pelos, a modo de ortigas, como ya lo advirtió Febrés.
Es, por tanto, una clase especial, aquella que hace daño al
tocarla.

Curagua, f.

Bien que para esta operación [de tostar el maíz] prefieren otra
especie que llaman curagua, que aunque mucho menor en todas
sus partes, se hincha de tal modo en el baño de arena, que
adquiere un volumen mucho mayor que los otros, y da una harina
mas ligera y mas blanca...» Molina.

«A este fin [de hacer harina] destinan la especie de maíz que


llaman curagua, la cual aunque en todas sus partes sea más
pequeña, con el reventar que hace con el calor de la arena,
adquiere un volumen dos veces mas grande que el otro, y rinde
una harina mas blanca y mas ligera y muy de gusto de las
personas del mas delicado paladar...» Gómez de Vidaurre.

Zerolo aplica esta voz a cierta «especie de maíz del Brasil.»

Llámase en Chile curagüilla al sorgo, de cuyas panículas se


hacen generalmente las escobas.

59
Según Lenz, n. 285, la etimología araucana de curagua (que
escribe curahua) vendría de cura, piedra, y de hua, maíz, es
decir, maíz (duro como) piedra.»

«Curagua debe admitirse, observa Román, ya que designa una


cosa que no tiene otro nombre en castellano.»

Cururo. m. (Poephagomys ater).

Ratón del campo, de un color negro uniforme y brillante, que


vive en cuevas que fabrica en los cerros con muchas
ramificaciones, haciendo en ocasiones el trafico peligroso para
las caballerías.

Lenz, (n. 295) cree que la voz procede del araucano y que será
onomatopéyica.

Cuy. m. (Cavia Cobaya).

«Otro género hay de conejitos..., pero son domésticos y se llaman


cuyes, que son también muy regalados y de mejor vista, porque
son de varios colores y manchas...» Ovalle. «Discurren por el
campo ciertos conejitos llamados cuyes, blancos y pardos y otros
negros y blancos...» Rosales. Molina, que describe a este roedor
con el nombre de lepus minimus, advertía que en su tiempo se
aplicaba en América el nombre de cuy a varias especies de
animales pequeños, «semejantes a los conejos, que son, por lo
general, del género de la cavia». Consignan esta voz Alcedo los
lexicógrafos peruanos y Lafone en la Argentina. Tráela también

60
Zerolo. En Chile, Carvallo, Rodríguez, Gay, Philippi, Lenz y
Román, de quien son las palabras que siguen: «En toda la
América del Sur es conocido con el nombre quichua cui, que ya
debe escribirse a la castellana, cuy, e incluirse en el
Diccionario, porque no es propio que en España sigan diciendo,
como en tiempo de la conquista, conejillo (o cochinillo de
Indias...). El plural castellano, como se ve, no puede ser otro que
cuyes; el femenino, que entre la gente educada es invariable,
porque el nombre es epiceno, tiende entre el pueblo a la forma
cuya...»

61
Ch
Chacay, m. (Discaria trinervis).

Arbusto pelado, de la familia de las Ramnáceas, con las ramas


algo colgantes, desprovistas de espinas o a veces terminadas en
espinas; hojas elípiticas o lanceolado-oblongas, obtusas,
cortamente mucronuladas, de uno a dos centímetros de largo;
flores solitarias o ternadas; por fruto, tres coquillos.

Voz de origen araucano, que Febrés traduce: «un árbol


conocido». Con el plural chacayes se conocen en Chile una
hacienda de campo y un riachuelo, denominados, sin duda, así
por abundar en sus vecindades esta planta.

Román cree que el chacay parece ser la aladierna castellana;


pero no es posible olvidar que se trata en este caso de una planta
chilena, conocida y designada por los indígenas con un nombre
característico.

Lenz, n. 306.

Chagual. m. (Puya coarctata).

«Bromeliácea grande con troncos escamosos y flores verdosas,


muy frecuente en los cerros del centro». Lenz, n. 316. El tronco
se llama especialmente cardón y por sus fibras se parece al
corcho, al que suple en ocasiones. En el Perú y la Argentina se
conoce con la ligera variante de chaguar, que es la forma que le
corresponde en la lengua quichua, de que procede. Y así también
trae esta voz Zerolo.

62
Chamico', m (Datura stramonium).

«El chamico, planta narcótica usada en la medicina, cuyo origen


es problemático.» Philippi. Conocida con tal nombre en México,
Cuba, Perú y Argentina, y en Chile por lo menos desde mediados
del siglo XVII, pues la menciona Rosales. «El chamico, puesta la
semilla en las muelas dañadas y cuando se enchamican, que es
una enfermedad que azonza a uno dándole el chamico, se quita
con moler porotos crudos...» Es de procedencia quichua, en cuya
lengua se llama chamimcu o chamicu.

Lenz, n. 336.

Champa. f.

Román dio ya a conocer los equivalentes castellanos de esta voz,


que son, raigambre, barbas, césped, cepellón, tepe, que aquí son
del todo desusadas y se reemplazan por champa, que viene del
quichua ch'ampa: el césped con tierra. Se usa tal vocablo en el
Perú, en el Ecuador y Argentina.

Chanchito. m. (Oniscus).

Dópodo, de color plomizo, que vive en la tierra y que al ser


tocado se envuelve, formando una bola. Tendrá un centímetro de
largo. Es difícil atinar con la etimología que le corresponda; tal
vez, diminutivo de chancho, como se llama en Chile al puerco.
Lenz cita los testimonios de los Padres Febrés y Havestadt, que

63
escriben respectivamente, chanchu y chancu como términos
castellanos usados en Chile a mediados del siglo XVIII.

También se da este nombre en Chile a cierta avecilla parecida a


la rara (véase esta voz), descrita por los naturalistas con la
designación de Chlorospiza fruticeti.

Chañar, m. (Gourlica decorticans).

«En la misma provincia se dan los árboles que llaman chañar;


dan una fruta como ciruelas zaragocíes con un hueso dentro como
hueso de aceituna; la carne es algo dulce, al modo de azufaifa; el
árbol se da en los montes secos y es del tamaño y hechura del
olivo y se le parece en las hojas; es espinoso como el cidro y su
cascara es amarilla.» Rosales.

«Los habitantes del país conocen las lúcumas silvestres bajo los
nombres de bellota, queule y chañar...».

El chañar arroja un tronco de treinta pies de alto, poblado de


ramas espinosas y de hojas casi ovales y sin pezoncillo, sus
frutas son redondas como las del queule, mantecosas y de muy
buen sabor...» Molina.

El nombre Chañar aparece ya en los documentos de la época de


la conquista, pues en una información de testigos levantada en
1557 se menciona varias veces el lugar de ese nombre, situado
no lejos de Copiapó. Medina, Documentos inéditos. t. XXVIII,
p. 121 y 124. Aun permanece su nombre, y cambiado también en
Chañaral y en su diminutivo Chañarcillo.

64
Lenz, n. 348.

Chaura. f. (Gauttheria crespitosa).

Arbusto de las ericáceas, con frutos comestibles, parecidos a la


murta. «La provincia se llamó Chauracaguín, por nacer allí
muchas matas llamadas chaura.» Rosales. Hay otra especie que
no se come, y es la que Febrés y Hernández definen
respectivamente: «Chaura, una murta que no se come.» «Chaura,
mata rosada que da murtilla, pero no comestible.»

Lenz, n. 370.

Chépica. f. (Paspalus vaginatus).

«La chépica es una yerba pequeña, sus hojas al modo de las de la


zanahoria.» Rosales, «...grama, aquí chépica.» Olivares. En
araucauo, de cuyo idioma procede, se llama chedpica.

Lenz, n. 376, y Sup. II, donde observa con razón que «el
sustantivo chépica se usa generalmente como colectivo, y raía
vez en plural.»

Derivado: chepical; y compuesto deschepicar. Véase este


ejemplo de aquel derivado: «Encontrarás una aguada que tiene un
chepical muy grande.» Jotabeche.

Cualquiera que sea el nombre castellano de esta maleza, el de


chépica es tan generalizado en Chile, que no es posible omitirlo.

65
Chequén. m. (Eugenia chequen).

Arbusto de las mirtáceas, cuyas hojas son eliticas, atenuadas en


los extremos, de un mismo color por ambos lados y puntadas en
el inferior. Se extrae de ellas una droga que se halla en el
comercio y es conocida científicamente con el nombre de
chequentina.

Febrés define: «chequeñ, un arrayán blanco»; ya había dicho


antes el P. Valdivia, que tal voz araucana era cierta especie de
arrayán.

Lenz, n. 378.

Chercán, na. f. (Troglodytes platensis).

Esta diminuta avecilla, de movimientos sumamente graciosos y


de canto por extremo alegre, que frecuenta especialmente las
enredaderas de las casas de nuestros campos, deriva su nombre
del araucano chedcañ. Aproximándose a esta forma, el P.
Rosales dice: «...los ruiseñores, que aquí llaman chedcan...» La
generalmente usada hoy es chercán.

Este pajarillo, incluído en la familia de los troglodítidos, es uno


de los más pequeños de Chile, pues su longitud no pasa de 9
centímetros; tiene el plumaje muy tupido y blando, de un color
rojo castaño en el dorso y claro debajo, con rayas trasversales
negruzcas. Su vuelo es corto y está en continuo movimiento;
saltando de acá para allá, lleva casi siempre la cola levantada;

66
prefiere a los bosques, los parajes cubiertos de matorrales, y
casi no hay ninguno como él que viva tan cerca del hombre, hasta
penetrar confiadamente en las casas. Es insectívoro y uno de los
principales bienhechores de la agricultura, porque destruye
prodigiosas cantidades de insectos, arañas y otros animalillos
nocivos.

Lenz, n. 380. «La hembra se llama chercana.» advierte Román.


«Ambos nombres deben entrar en el Diccionario».

Chilca, f. (Baccharis).

«Tenemos en Chile muchas especies del género, notable por ser


dioico, todas arbustos y subarbustos, conocidas con los nombres
de... chilca, chilquilla, etc» Philippi. «La chilca es una yerba
muy conocida, de una vara de alto y muy melosa.» Rosales. «La
hierba o mata que llaman chillca, calentada en una cazuela de
barro, hace maravillosos efectos en las coyunturas donde ha
entrado frío...» Inca Garcilaso. Tráela también el P. Velasco, en
su Historia del Reino de Quito, como lo advierte Román, quien
añade que «debe entrar en el Diccionario Académico en forma
de chilca, que es la única castellana.»

«...jamás habría nadie dudado de que la gran cantidad de pez que


se saca en Coquimbo de la célebre chilca, que es una especie de
conicia u orégano, no fuese una resina destilada de algún
arbolillo.» Molina.

Su etimología, tanto puede ser araucana, como quichua o aimará,


pues en las tres lenguas se registra esta voz. Probablemente, fué

67
introducido su nombre en Chile en tiempo de la conquista
incásica.

Lenz, n. 390.

Derivado: chilcal, paraje abundante de chilcas.

Chilco, m. (Fuchsia magellanica).

Arbusto lampiño, de la familia de las Anagráceas, de renuevos


rojos; corteza amarillento-cenicienta, que se desprende
fácilmente en placas; hojas pecioladas, ovaladas u oval-
lanceoladas, acuminadas, denticuladas; flores colgantes con el
cáliz rojo y la corola violácea; fruto, una baya roja, comestible.

«Semejante al granado es el chilco en las hojas y en la estatura, y


para el mal de orina es la mexor mediciua que se halla...»
Rosales.

Lenz (n. 391) cree que ha debido existir una voz semejante en
araucano, y en efecto, en el Diccionario de Hernández está en la
forma chillco, tomada de Febrés, quien la anota como «hierba
fresca medicinal y sirve [a los indios] para teñir sus mantas.»
«Es muy común en la mayor parte de Chile el thilco o chilco de
los campesinos.» Philippi. Y aquella primera forma sería la
netamente indígena.

Después de esto, observa Román, no queda sino pedir a la


Academia que incluya en su Diccionario la voz chilco (fucsia
silvestre), con que se conoce en todo Chile una de las plantas y

68
flores más hermosas de nuestra flora de costa, lo cual hizo que
algunos la llamaran jazmín del Papa, como puede verse en Gay.»

Chilla, f. (Canis Azarae).

«En Chile hay dos especies de zorras, la zorra pequeña o chilla,


y la grande o culpeo.» Philippi. Hay muchas y diferentes raposas,
con diversos nombres; a las muy grandes llaman culpeu...; a las
pequeñas, chilla.» Rosales. «La chilla o zorra montaraz.»
Molina. Es voz araucana.

Lenz, n. 398. «El nombre chilla es general en Chile y debe entrar


en el Diccionario,» dice Román.

Chincol. a. (Fringilla matutina).

Pajarillo que frecuenta los poblados, de cantar agradable,


parecido al gorrión europeo, muy común y conocido en Chile.

Lenz (n. 406) cree que debe de ser voz araucana, aunque no se
halle en los diccionarios, por cuanto existe entre nosotros el
lugar llamado Chincolco: agua del chincol. «La hembra se llama
chincola.» Román.

Advertiré, con todo, que los araucanos llaman a esta avecilla


pueldiuka.

Chinchimén. m. (Lutra felina).

69
«... el chinchimén o chungungo, gato de mar...» Philippi. «El
chinchimén es un animalejo que tendrá 20 pulgadas de largo,
midiéndolo desde la punta del hocico hasta el origen de la cola.
Diéronle los españoles el nombre de gato marino.» Molina.

Es voz araucana, que se halla en Febrés.

Lenz, n. 410, y Román, II, 38.

Chingue, m. (Mephitis chilensis).

«El chingue... todas las especies son negras, rayadas de blanco,


y tienen en las manos uñas fuertes y cavadoras.» Philippi.
«Además de estas diferencias de vulpejas, se halla aquí otra muy
notable; llámase chinigue... Es pequeña, de negro y blanco, con
velloso cuerpo y dilatada de cola; hace su albergue en las
cavernas de los riscos; si alguna vez la encuentran los perros en
la campaña y no puede escaparse por sus pies, viéndose ya en el
último riesgo de la vida, los rocia con orines y otra evacuación
de humor, tan pestilencial y hediondo, que los desalienta e
inficiona el aire por muy grande trecho al rededor...» Rosales.
«El chingue... tiene en Chile la misma estatura que un gato
común, y su color es un color azulado, menos sobre la espalda,
en la cual tiene una lista de manchas redondas y blancas, que se
extienden desde la frente hasta la cola...» Molina. «El chingue es
una zorra pequeña taraceada de blanco y negro con hermosa
proporción; se defiende de los que intentan cogerlo con la
inmundicia de su orín, que es en extremo fétido.» Olivares.

Es voz araucana, que castellanizada parece de una sola

70
terminación, por más que alguien haya escrito chinga, por la
hembra del chingue.

Lenz, n. 410 Román cree que el nombre castellano de nuestro


chingue, moefta, viene del italiano; la última edición del
Diccionario la deriva del neerlandés muf, pero, puesto que se
trata de una voz de procedencia de la América del Sur, única
región del globo en que habita este mamífero, opino por que no
se debe prescindir del nombre que aquí se le da, derivado del
araucano chinghe, que registra Febrés. Los cronistas españoles
que primeramente describieron este animalejo no le señalaron
ninguno.

Chinita. f. (Coccinella).

Pequeño coleóptero del género indicado, «que en Chile se llaman


chinitas.» Philippi.

Lenz, n. 405, sexta acepción, en la cual la traen también Zerolo y


Román.

«La chinita (Coccinela connexa), con toda su pequeñez causa


grandes destrozos entre los pulgones, y no hay nadie quien no
aprecie sus asiduos cuidados en la policía de los vegetales,
impidiendo que esos huéspedes nocivos tomen un incremento
poco conveniente.» Medina, Los insectos enemigos en Chile, en
la revista Sud-América, Santiago. 1873, p 707.

Chirguatera. f.

71
Sinónimo de molinera. Véase esta voz.

Chirihue. m. (Grithagra brevirostris).

Avecilla que se encuentra en grandes bandadas en ciertas épocas


del año en los terrenos cultivados, común en todo el país, cuyo
nombre, sin duda de origen araucano proviene del grito peculiar
que tiene. «Por encima es de color aceituna obscuro y las plumas
marcadas de una raya morena en medio; los escapularios, las
alas y remigias de un negro obscuro, bordeados ampliamente de
ceniciento oliváceo: el ovispillo es verdoso; la garganta, el
pecho, el abdomen y las cubiertas inferiores de la cola son
amarillos; pico y patas brunos.» Gay.

Lenz, n. 431. Román quiere que se escriba chirigüe, para


uniformarlo con la terminación femenina.»

Choclo, m.

«... cada caña de maíz ordinariamente tres o cuatro mazorcas, o


como en dicho reino dicen, choclos, bien grandes y
perfectamente granados.» «¿Qué harían ellos, cuandos los
veían... sin tener un trapo con que cubrir sus carnes, ni un pedazo
de pan, ni aun tal vez un choclo de maíz para matar su hambre?»
Ovalle.

Lenz, n. 436. Román, después de advertir que el Diccionario ha


admitido el equivalente mexicano elote, con más razón debió
hacerlo respecto de choclo, dice, «que se usa en más naciones y

72
tiene en su favor más respetables autoridades.»

Voz corriente en Colombia, Ecuador, Perú y Argentina, de que ya


han hablado los lexicógrafos de esos países. Tráenla también
Salva y Zerolo. Viene del quichua y aimará.

Choco. ca.

«Especie de perros, chicos de cuerpo, de lana crespa y


abundante, muy nadadores y aficionados al agua, de la cual
afición les viene, sin duda, el nombre de perros de agua, con que
en España se conocen.» Z. Rodríguez. Con el mismo nombre de
chocos se designan también estos perros en la Argentina y en el
Perú (Lafone y Arona). Respecto a la etimología de esta voz, al
paso que Lenz opina que se «trata de varias palabras que se han
confundido y contaminando» y que el elemento fundamental es el
castellano zoco, nota que en quichua existe la voz ch'acu, que
Middendorf define «perro crespo de aguas», que seguramente es
la misma palabra que el peruano y chileno perro choco. Román
deriva la etimología de tal voz del verbo araucano chocón,
«entumirse de frío y agua.»

Sea como quiera, no podrá negarse que la voz choco, que en


Chile ha pasado a significar también a la persona de cabello
corto y ensortijado, sobre todo si por ser roma y arremangada de
narices y de facciones recogidas, se asemeja a los perros de que
se trata (Rodríguez), es de uso corriente entre nosotros y puede,
por tal causa, figurar, al menos, como chilenismo.

73
Cholgua. f. (Mytilus chilensis).

«En las cholguas se crían perlas y algunas de buen criente.»


Córdoba y Figueroa. «También son comunes en aquel mar las
llamadas cholgua...» Molina. Error manifiesto en el nombre,
pues, sin el uso general, en araucano, de donde procede, es
chollhua.

Molusco muy parecido al choro, del cual se distingue por su


menor tamaño y el color más pálido de su carne.

Lenz, n. 442, que cita también bajo el número 195 la voz colhue,
asimismo de un molusco de concha blanquecina, en araucano
collhue, que Febrés traduce «unos choros de cáscara blanca.» Y
bajo la voz chollhua «cáscara de choros blancos.» Román acepta
también a colhue; pero, en verdad, basta comparar las dos
definiciones de Febrés para caer en cuenta, al menos tal me
parece, que ambas voces significan una misma cosa, y en el
hecho eso es lo que ocurre. Aplicando lo dicho a cholgua,
concluiremos con Román: «Como el molusco existe y sólo se
conoce con este nombre en todo Chile, es tiempo ya de admitirlo
en el Diccionario.»

Chonta, f. (Juania australis.)

«Las islas de Juan Fernández producen una especie de palma


llamada chonta, cuyo tronco es interiormente cóncavo como el
de todas las demás palmas, negro y más duro que el ébano.»
Molina.

74
Lenz, n. 447 y Román, quienes notan que la etimología de esta
voz proviene del quichua chunta. Regístranla también Tobar, en
el Ecuador y Arona, en el Perú. Alcedo la describió, advirtiendo
que esta palma abunda en todos los bosques de América, y los
botánicos españoles Ruiz y Pavón la incorporaron, asimismo, en
su Flora. Hay, pues, sobradas razones, apunta Román, para que
esta voz figure en el Diccionario, por lo menos como
americanismo.

Choro, m. (Mytilus chorus).

Hay mariscos de los que en nuestras costas se hallan, como son


erizos, mosellones o almejas, que cada uno es mayor que diez de
los de España, de excelente comida, especial mente los
mosellones, a que allá llaman choros...» González de Nájera.
«Es también muy regalado marisco el que llaman choros.»
Ovalle. «Muy abundante es en toda esta costa un marisco que se
llama choro, encerrado entre dos conchas cubiertas de una costra
negra; por una parte son largas y anchas, y por otra rematan en
una punta redonda; sírvenles a los indios de cucharas y de
cuchillos para cortar, donde no alcanzan hierro.» Rosales. «... los
muchachos y chinas andaban de ordinario, por vía de
entretenimiento, mariscando y pescando con redes y trasmallos,
que con gran facilidad sacaban choros...» Núñez de Pineda, p
329. «El choro tiene cerca de siete pulgadas de largo y tres y
media de ancho...» Molina.

Lenz, (n. 452), citando a Middendorf, le atribuye una etimología


quichua, chhuru. «Usada esta voz: por todos los chilenos, por los

75
historiadores antiguos y por los naturalistas, tiene ya pleno
derecho a figurar en el Diccionario.» Román.

Choro maico: llámase así a los muy pequeños que se hallan fuera
del agua asentados en las peñas, y que, por tal causa, no llegan a
desarrollarse. De ahí su significado araucano de «imperfecto».

Choroy. m. (Psittacus rectirostris).

«En América hay muchas especies de loros, de la cuales tres en


Chile: el choroy y la catita...» Philippi. «Los papagayos de paso
son el choroy...; tiene la parte arriba del cuerpo verde, el vientre
ceniciento...» Molina.

Su etimología es araucana: choroy.

Lenz, (n. 453) que al afirmar que hoy en la región central de


Chile «se dice más bien catita» por el choroy, creemos se
equivoca, pues ambas voces corresponden a diferentes especies.
Román, II, 51.

Chucao. m. (Pteroptochus rubecula).

Pajarillo de 16 a 17 centímetros, de plumaje bruno rojizo, que


pasa a ferruginoso en la garganta y en el pecho (de donde su
designación científica). Prefiere los sitios más obscuros y
retirados de los bosques.

En araucano se llama chucau. Es tenido por los indios y hasta

76
por los campesinos en Llanquihue como pájaro de bue« o mal
agüero. Es ave peculiar a Chile.

Lenz, n. 456. Román, II, 52.

Chucho, m. (Noctua pumila).

Voz que la gente culta pronuncia de ordinario chuncho, pero que


en araucano es chuchu, cambiado hoy por los indios en chucho,
según afirma Gay, y con tal forma es conocida en los campos. Es
la más pequeña de las lechuzas y tiénesela por de mal agüero. De
chuncho proviene el verbo achunchar, que se dice de lo que trae
mala sombra, o por avergonzarse, correrse.

Lenz, n. 462.

El Diccionario de Autoridades definió esta voz «Ave nocturna


semejante al mochuelo,» refiriéndose a Covarrubias, que «le da
la etimología por la figura onomatopeya de la voz chuchú.»
Fundado en tales antecedentes, Román niega al vocablo una
derivación araucana, suponiendo que los indios lo tomaron del
castellano; si bien, a nuestro entender, tratándose de una voz
onomatopéyica, nada se opone a que también la tuvieran los
araucanos en su lengua.

Chuchoca, f.

«Luego que el maíz adquiere su madurez, le guardan los indios,


para sustentarse en el invierno, de dos modos distintos, porque, o

77
le dan una ligera cochura, y entonces le llaman chuchoca...»
Molina.

«Cuando el maíz se ha puesto duro, lo dejan madurar para


cosecharlo y susténtase de él en el invierno, en una de dos
maneras; porque, o le dan un ligero cocimiento al horno, le
rompen gruesamente, en cuyo estado lo llaman chuchoca, o lo
dejan entero y crudo.» Gómez de Vidaurre. p. 110.

Es voz que tanto puede proceder del quichua, como del aimará, y
aun del araucano, pues Febrés dice: chuchoca o cunarquén.
Regístrala Zerolo y se halla empleada en muchos autores y
lexicógrafos americanos, que cita Lenz bajo su número 463. Y.
pues, como advierte Román, «aunque el pueblo pronuncia aquí, a
veces, chichoca y en el Ecuador chuchuca, en el Perú y la
Argentina, chuchoca, «en esta forma debe entrar en el
Diccionario.»

Chupón, m. (Bromelia sphacelata).

«El chupón, en nuestras provincias del sur, con frutos


comestibles.» Philippi.

«...y otras especies muy afines de las bromeliáceas, dan los


chupones... Los frutos chupones se hallan amontonados en
cabezuelas del porte de un puño de hombre y están ocultos entre
bracteas anchas y puntiagudas...» Reiche.

Su etimología, según Lenz (n. 481), no sería otra que la de un


derivado castellano de chupar, porque los frutos dulces de esa

78
planta se chupan.

«También se llama chupón (y esto sí que debe admitirse), una


planta chilena... «yerba grande, cespitosa, con hojas lineales,
muy espinosas en su borde; espigas de flores sésiles muy cortas,
escondidas entre las hojas, multifloras, con las brácteas color
castaño, corolas rosadas; bayas muy sabrosas. Común en las
provincias del Sur.» Philippi. Baya o fruto de esta planta, que se
come chupándolo; de donde le ha venido el nombre.» Román.

Churrín. m. (Scytalopus obscurus).

Churín, escribe Philippi, pero debe ser churrín. Avecilla que


habita desde Magallanes hasta las provincias centrales, y que se
eleva a bastante altura en la cordillera. Es una especie de
chercán. Véase esta voz. Su nombre es también onomatopéyico.

Es el pajarillo teroptóquido más pequeño que hay en Chile, pues


no pasa su longitud de 10 centímetros. Como lo indica su nombre
específico obscurus, su plumaje es negro lustroso, con reflejos
metálicos azulados. Habita los parajes húmedos, en las
vecindades de los bosques, y se mantiene de insectos que busca
en las plantas.

Lenz, n. 484.

79
D

Daudá. f. (Flaveria contrayerba).

«Planta anual, de treinta o sesenta centímetros de alto,


enteramente lampiña, con hojas opuestas, lanceoladas, trinervias;
cabezuelas reunidas en pequeños corimbos compactos de tres a
cinco florecillas tubulosas, amarillas; invólucro de tres a cuatro
hojuelas. Bastante común en Chile, sirve, principalmente para
teñir de amarillo. En medicina se la usa como un ligero
estimulante en los casos de digestiones perezosas, y como
emenagoga.» Philippi.

Proviene del araucano daldal, en cuya forma la empleó ya el P.


Rosales.

Lenz, n. 494, y Román, que advierte que se parece a la española


contrahierba y al eupatorio.

Dengue, m. (Mirabilis jalapa).

Planta que se cultiva en los jardines, y da comunmente flores


rojas y con las cuales refregándolas en las mejillas se pintan las
campesinas; de sus semillas, sacadas la corteza, hacen también
un aceite de color blanco: ¡útilísima, como se ve, para el tocador
barato...!

Descríbela Gay: «Planta herbácea, vivaz, con tallo de como dos


pies de alto, nodoso, ramoso, erguido, glabro o muy velloso.

80
Hojas opuestas, pecioladas, ovaladas, acuminadas, a veces algo
carnosas, obtusas por la base o subcordiformes, muy agudas en la
punta, enteras, glabras o apenas pestañosas en sus contornos, de
una a cuatro pulgadas de largo, sin incluir el pecíolo, que mide
seis a doce líneas. Flores cortamente pedunculadas, reunidas de
tres a seis en fascículos terminales. Perigonio tubuloso-
campanulado, de como una pulgada de largo, purpúreo, amarillo
o blanco sin olor.» Flor de esta planta, añade Román.

Debe proceder de la misma voz castellana dengue, aplicada a la


flor, y de ahí a la planta, por la facilidad con que se mar chita.

Dicha, f. (Soliva sessilis).

Llevan el nombre de dicha varias yerbas con hojas y frutos


espiuosos. Philippi describe así la especie que apuntamos:
«Planta anual muy pequeña, con hojas pinatífidas, lóbulos
triaquinquelobados, lacinias lineares, con cabezuelas axilares
sésiles. Muy común en Chile. Es singular porque su estilo es
persistente y se vuelve leñoso y punzante. No tiene vilano.» Hizo
ya de ella mención Rosales: «Otra yerba llamada dichalahuén
(por yerro de imprenta laquén) es buena para estancar las
cámaras de sangre, cocidas sus raíces en agua».

Procede el nombre del araucano dichon o dùchon, ensartar omo


con lanza, y de ahí dùcho, achupalla, según Febrés.

Lenz, n. 501, que registra también el diminutivo dichillo,


aplicado a varias umbelíferas con hojas o frutos punzantes.
Román cree que el nombre puede ya figurar en el Diccionario,

81
así como también dichillo.

Dihueñe. m.

Del araucano dihueñ, hongo parásito de los robles, en cuya


acepción es de uso general en Chile. Es, propiamente, el hongo
que se cría en aquellos árboles, que es comestible y de que los
indios fabrican también cierta especie de chicha.

«El roble, dice Rosales, es árbol alto, copado, que lleva una
fruta que llaman diguen, de el tamaño de un puño, sin hueso
ninguno, toda ella esponjada y los poros llenos de un licor dulce
como almíbar, con que la fruta parece un buñuelo natural; su
color es entre blanco y amarillo.» «Sobre sus ramas tiernas [las
del roble] se forman ciertas excrecencias, que llaman dihueñes,
blanco-rojas, al principio todas lisas, y después forman hojas
amarillas cuasi redondas, en cuyo estado es común encontrar
dentro un gusano. Estos dihueñes llegan a tener más de una
pulgada de diámetro, son dulces y delicados... y los comen con
delicia los campesinos. Tienen tantos en una rama que cuasi
forman un racimo.» Gómez de Vidaurre.

Lenz, n. 503, y Román, II, p. 148.

Adviértase que el hongo que nace en los colihues es tambien


comestible, pero que en araucano se llama changle.

Diuca, f. (Fringilla diuca).

82
«La diuca canta con grande armonía al primer albor del día...»
Córdoba y Figueroa. «...la diuca, su canto es delicioso,
especialmente al amanecer, viviendo alrededor de las casas, al
modo que los gorriones, cuyas propiedades tiene.» Molina. «La
diuca, ave de color celeste, poco mayor que un jilguero, cauta al
comenzar el día...» Olivares. Hallase asimismo en Alcedo, y don
Andrés Bello la incorporó al lenguaje poético en su Oda al 18 de
Septiembre.

¡Día feliz! cuando asomó la aurora


sobre la agigantada
cabeza de los Andes, y la diuca
te canta la alborada.

Voz de procedencia araucana, que en su aumentativo castellano


diucón se aplica también a un pajarillo que se parece mucho a la
diuca y es un poco más grande (Taenioptera pyrope).

Lenz, n. 506, y Román, que trascribe íntegra la descripción de


esta avecilla que trae Gay; «para que la Academia, dice, se
forme idea cabal de este pajarillo y admita su nombre en el
Diccionario» bastará con bosquejar aquí: de color gris
apizarrado, barba y garganta blancas, con una lista longitudinal
del mismo color por medio del vientre hasta las cubiertas
inferiores de la cola, llameadas de bermejo. Mide siete pulgadas.

Doca. f. (Mesembrianthemum chilense).

Planta de la familia de las aizoaceas, que crece en los arenales

83
de la costa desde Coquimbo hasta Valdivia, y cuyos frutos son
comestibles, aunque un tanto purgantes; tienen gusto a grosellas.

Lenz, n. 507, considera esta voz de etimología a todas luces


araucana. Román cree que bien puede ser gallego, la dióica de
Cuveiro. Véase DOKA en el Diccionario del P. Augusta.

Dormilón, m. (Muscisaxicola macloriana).

Nombre de una avecilla muy abundante en Chile, y cuya área de


habitación se extiende desde Magallanes hasta el Perú. Se la
halla también en las Islas Malvinas. Derívase, probablemente, su
nombre vulgar de la actitud tranquila en que suele permanecer
por algún tiempo cuando se la observa.

Este pajarillo chileno pertenece a la familia de los Tiránidos; su


cuerpo, de cerca de 17 centímetros de largo, es de color
ceniciento bruno; tiene el pico relativamente delgado y un poco
más corto que la cabeza, la cola larga, que mantiene en continuo
movimiento, y las alas con la primera y segunda remigias mucho
mas prolongadas que las otras. Se le encuentra en los sitios
húmedos, y fabrica su nido entre las hierbas altas.

84
E

Enredadera del suspiro.

Parece ser la que el Diccionario llama de campanillas. Flor de


la misma planta: acepciones ambas que podrían considerarse
como chilenismos.

Estoquillo, m. (Malacochaete riparia).

Planta de la familia de las ciperáceas, con el tallo triangular y


cortante, que crece en lugares húmedos; diminutivo del mimbre
de la similar española conocida con el nombre de estoque.

Román, II, p. 315

85
F

Fiofío. m. (Elainea albiceps).

Nombre de un pajarillo bastante abundante en Chile, que debe su


designación a su canto triste y agudo, en que parece repetir las
sílabas fío, fio. Pertenece a la familia de los Tiránidos; es de
tamaño de 13 a 15 centímetros; su plumaje es verde oliváceo,
que tira a ceniciento en el dorso y al gris blanquizco en el
vientre; y su nota distintiva consiste en una cresta de color blanco
detrás de la cabeza, de donde su designación de albiceps. Vive
de insectos y habita casi toda la América Meridional, con
excepción de Colombia.

Lenz, n. 516, y Román, que transcribe un hermoso e inspirado


artículo publicado en una revista acerca de la vida de este
pajarillo, que se cree ha dado su nombre al famoso río Biobío.

Véase VIUDITA.

Flor del Caracol.

«También se encuentran allí... la flor de el caracol... » Molina.


Es una enredadera de procedencia extranjera. (Lathirus
caracola).

Flor del lazo. «Planta de jardín, de bulbo y parecida a la


azucena. Da una flor blanca, aterciopelada, salpicada de rojo y
de tres hojas (pétalos) retorcidas para afuera como la flor de lis

86
heráldica.» Román: Flor de esta planta.

Flor de la pasión. «Así se llama aquí la pasionaria, que ha


recibido su nombre porque han creído encontrar en la flor los
instrumentos de la Pasión de Cristo. Los estigmas son los clavos;
la corona de hilos, la corona de espinas; el ovario pedicelado, el
cáliz; las anteras, las heridas; los zarcillos, los látigos.» Philippi.

«La flor de esta planta se llama también en castellano granadilla


o muruculla.» Román.

Flor de la perdiz. «La oxalis lobata de los naturalistas y el rimu


de los araucanos. «Flor amarilla que comen las perdices,» dice
Febrés; y Philippi agrega que es «sin tallo, con un pequeño
bulbo, hojas trifolioladas, y flores amarillas, que hermosean los
pastos en otoño desde Santiago hasta Valdivia.»

Flor de la perla. (Symphorcarpus racimosus). Así llamada


porque sus frutos, redondos, blanquecinos, semejan perlas.

Flor de la pluma. «Enredadera de las más crecidas y poderosas


(Wisteria chinensis).» «Arbusto trepador de la China, con hojas
imparipinadas y flores grandes moradas, muy fragantes, que se ve
con frecuencia en los jardines de Chile.» Philippi.

Frutilla, f. (Fragaria chilensis).

El Diccionario dice: «En algunas partes de América, fresa.» No


hay tal, ni es dado confundir a ésta con aquélla, ni aun con el

87
fresón. Y siendo esto así, habrá que cambiar también la
definición de frutillar que es sitio donde se crían las frutillas y
no las fresas. Ejemplo del uso de frutillar: «...porque de la
suerte que entre nosotros se benefician las viñas, de la propia y
aun con más cuidado labran ellos sus frutillares, porque hacen
pasa mucha cantidad de ella para sus bebidas.» Núñez de Pineda,
Cautiverio feliz, p. 495.

Convendría también añadirla voz frutillero, el que la cultiva o la


vende.

88
G
Gallinaciega. f. (Caprimulgus bifasciatus).

Esta avecilla, llamada también bocón y plastilla en Chile, por la


forma de bosta de vaca que afecta y su color, se halla en todo el
país y también del otro lado de los Andes en la provincia
argentina de Mendoza. Distinguese la hembra del macho,
principalmente en que, en lugar de la faja blanca que éste tiene en
el pecho, la de aquélla es amarilla.

«Las gallinasciegas son aves solitarias y nocturnas, solamente


en la primavera se las suele encontrar en parejas... Durante la
noche son excelentes voladoras, pero en el día vuelan con un
vuelo incierto y corto...» «Para procurarse su alimento les ayuda
mucho su boca, que es muy hendida, y unos pelos negros
dirigidos hacia adelante, semejantes a cerdas negras, que tienen
en la base del pico, y una secreción viscosa que tienen dentro de
la boca, la que durante el vuelo llevan abierta.» Gay.

Román la apunta bajo el nombre de plastilla.

Gallina trintre.

Que se dice también, naturalmente, del pollo o del gallo, que


tiene el plumaje crespo, como si estuviera vuelto al revés.

Es voz que han estudiado Rodríguez, Cañas y Lenz. Su etimología


es araucana: thinthi.

89
«Me refiero a las gallinas rizadas o trintres... no me cabe duda
de que hay en ese tipo sangre propia del continente americano...»
Castelló, Curso de Avicultura, p. 130.

Gallineta, f.

Único nombre con que es conocida en Chile la gallina de Guinea,


y, según entiendo, en otros países americanos en que se la ha
propagado.

Gansillo, m. (Bernicla dispar).

Ganso silvestre de Chile, notable por su marcado dimorfismo


sexual, hasta el punto de que muchos naturalistas han considerado
especies diversas al macho de la hembra. Esta tiene todo su
plumaje superior de un pardo gris, con visos metálicos, y aquél
ostenta la cabeza y el cuello blancos, y tiene en el lomo, el pecho
y los flancos fajas ondeadas negras, de modo que estas partes
aparecen como escamadas. Vive en las lagunas de la cordillera
de los Andes de las provincias centrales de Chile.

Guairabo. m. (Ardea naevia).

«El guairabo y el chuid también son nocturnos.» Córdoba y


Figueroa.

Lenz escribe Huairavo y huairavillo (por la especie más


pequeña de esta ave zancuda nocturna), y respecto de su

90
etimología observa, que, aunque falta tal voz en los diccionarios
araucanos, pudiera relacionarse con algún verbo de esa lengua.
Román cree que se trata de un nombre onomatopéyico, como
parece lo natural cuando se ha oído el graznido del guairabo.

Descríbelo así Philippi: «Plumaje muy variado; cabeza, dorso y


escapularios negros, con visos bronceados; el macho adulto tiene
tres plumas blancas... que desde la nuca caen por bajo del cuello
unas tres a cuatro pulgadas; el obispillo, las alas y la cola, de
color blanco, la frente, los lados hasta lo superior de la cabeza,
la garganta, la delantera del pescuezo y todo el resto del cuerpo
por bajo, de un blanco puro...; pico negro, con la base amarilla;
iris rojo, sanguíneo. Longitud: total 21 pulgadas y seis líneas.»

Guanaco. ca.

Falta en el léxico el nombre de la hembra, y no parecería demás


incluir a guanaquear, que empleó ya Febrés y que es corriente
en Chile por cazar guanacos. Guanaquero se dice también por el
que se dedica a este ejercicio.

Convendría, apunta Román, que el Diccionario admitiera ambos


vocablos, al menos como chilenismos.

Guarén, m.

Nombre que se da a la rata mas grande que existe en Chile, que


vive de ordinario a orillas de las corrientes de agua, en las que
encuentra su alimento en los sapos y ranas; es gran nadador y

91
cuando se le observa, para despistar atraviesa sumergido grandes
espacios de agua.

Al paso que Lenz estima que la etimología de esta voz debe de


ser araucana, Román ve en ella un origen francés y acaso
castellano, procedida de agua, de donde aguareno y por
aféresis, guareno o guarén. Sea comoquiera, es término
correntísimo en Chile.

Guaucho, m. (Baccharis concava).

«Arbusto de las costas de Chile, de hoja menuda y gruesa, y que,


por ser resinoso, arde en estado verde.» Román, que esto dice,
refiriéndose a la descripción que de la planta trae Gay, cree que
su etimología bien pudiera venir de wau, valle y chod, amarillo.
Véase WAUTRO en el Dic. del P. Augusta.

Guayacán. m. (Porlieria hygrometrica).

Arbusto de la familia de las Zigofiláceas, con ramas torcidas,


cortas; hojas paripinadas, de cinco a nueve pares de pinas,
lineales oblongas, obtusas y de cuatro a cinco milímetros de
largo; flores solitarias axilares; fruto, cápsula morada.

«Esta misma duración conserva también el guayacán en el


mar...» Solórzano, Política Indiana, lib I, cap. IV, n. 14., dando
como autoridad a Monardes en el capítulo del Guaiaco. «El
guayacán se cría en los montes y cordilleras, y así toma de ellos
lo duro, pesado y denso de su madera...» Ovalle. «Hallase otro

92
árbol llamado guayacán en los términos de la ciudad de
Santiago, cuya madera es fortísima y dura para obras de dura,
curiosas y perpetuas, y es eficaz remedio para el humor gálico
bebiendo el agua cocida de sus astillas.» Rosales. Citan también
al guayacán Córdoba y Figueroa y Olivares, Alcedo, etc. El
anotador de Fernández de Oviedo advierte que «la Academia de
la Lengua lo describe con el nombre de guayaco, que recibió en
España durante el siglo XVI, al aplicarse a la medicina.» Pero
bien se deja entender que por lo menos se trata de dos diversas
especies.

Guevín. m. (Guevina avellana).

«... guevín, árbol hermosísimo, cuyo fruto se come y se parece


algo por su gusto a la avellana verdadera.» Philippi.

De muy diversas maneras se ha escrito esta voz. Molina y Gómez


de Vidaurre, gevuin; Carvallo, guehnin; Lenz, guevuin.
Preferimos la forma empleada por Philippi, que la da como
corriente, y responde, por lo demás, a la primera que dice Febrés
le corresponde en araucano: gevùn. Véase AVELLANO.

Guillave, m.

Llámase así el fruto de los quiscos, que suele venderse en los


mercados. Tiene bastante semejanza con el higo chumbo llamado
en América tuna, que da el nopal. Debe entrar en el Diccionario,
opina Román, que escribe el vocablo con b. Lenz ha oído,
indudablemente, mal esta voz, cuando la escribe guyave. Cree
este lexicógrafo que tal voz procede de los conquistadores, que

93
así denominaron el fruto del quisco por cierta semejanza que
reviste con la guayaba; por mi parte, me inclino a pensar que
proceda del araucano gùyun, estrujar como ordeñando por la
manera como hay que comer el fruto de que se trata.

94
H

Hierbaloca. f. (Astragalus elatus).

Pertenece a la familia de las Papilionáceas y se baila en las


cordilleras de Santiago. «Arroja unos vástagos de figura angular,
que tendrán pie y medio de alto, y cuyas hojas contrapuestas, de
hechura de lanzas, enteras, carnosas y de color ceniciento, tienen
una pulgada de largo y están pegadas a las ramas sin ningún
género de pezón.» Reiche.

«Entre unos pastos tan excelentes, se crían dos o tres plantas


harto dañosas a los ganados, siendo la más perjudicial y nociva
la que metonimícamente llaman allí yerba-loca, porque cuantos
animales la comen, y con particularidad los caballos, se
enfurecen sobremanera.» Molina.

«Es también conocida en Chile por nociva y muy perniciosa, la


que allí llaman metonimícamente yerbaloca, porque cuando los
animales, y particularmente los caballos, comen de ella, vienen
furiosos como los locos.» Gómez de Vidaurre.

Hierba del sapo. f. (Myriophylum verticillatum).

Acuática, de la familia de las Halorragidáceas, con todas las


hojas de igual forma, verticiladas, sésiles, pectinadas con las
lacinias delgadísimas; monoica; a veces algunas flores
hermafroditas.

95
Higuerilla, f. (Xanthium italicum).

Planta anual, de la familia de las Compuestas, áspera, robusta


ramosa, hojas pecioladas, aovado-triangulares, algo lobuladas;
diclina monoica; de treinta centímetros a un metro cincuenta de
altura; los frutos rodeados por un invólucro cubierto de pelos
rígidos y de púas terminadas en gancho. Es originaria del Sur de
Europa y abunda bastante en la región de la costa vecina a
Valparaíso.

En araucano se la llama trun.

Huala. f. (Podiceps).

«Los grebos tienen el pico recto, puntiagudo, alas cortas, pero


aptas para el vuelo; a la vista no tienen cola, y las patas echadas
tan atrás, que al andar han de tenerse en situación vertical. La
membrana natatoria es profundamente escotada entre los dedos.
Viven en las aguas dulces, y hay varias especies en Chile, que
llaman hualas, hualitas, pimpollos, blanquillos.» Philippi.

Celebrada por Sanfuentes en sus Leyendas Nacionales:


Oís de rato en rato como exhala
su lúgubre gemido alguna huala.

Su etimología es araucana; huala, «unos patitos,» traduce Febrés.


Lenz, n. 559. Román da como hipotética cierta etimología
castellana, que tenemos por improbable, y escribe guala.

96
Hualputa. f. (Medicago).

«Otras especies [de alfalfa] originarias de la Europa Meridional,


son ahora una maleza de nuestros campos, y se conocen por el
nombre de hualputa.» Philippi. «Las plantas más abundantes en
aquellos prados son: el trébol vulgar, que los indios llaman
gualputhe, y de que hay once o doce especies.» Molina. «Esta
abunda mucho en los prados, valles y dehesas, y mucho más el
trifolio o trébol, llamado por los indios gualputa. Gómez de
Vidaurre. «Trébol rastrero», lo definió Marty Caballero, aunque
cometiendo el error de hacerlo m. y de escribirlo en la forma
gualputra, que es la menos usada en Chile,» observa Román.
«Lo mismo repitió el Dicc. de Zerolo.» Id.

Lenz, n. 565, que escribe el vocablo con h, que parece lo


correcto en vista de su probable etimología araucana, cuyos
componentes serían huall y putha.

Hualtata. f. (Senecio hualtata).

Hierba de los pantanos, de la familia de las Compuestas,


perenne, robusta, peluda, cuando nueva, en la punta; tallo
cilíndrico, hueco; hojas muy grandes, glabras, las inferiores
pecioladas, las tallinas, abrazadoras, y las superiores sésiles;
cabezuelas numerosas, con flores amarillas.

Hualle. m. (Fagus obliqua).

97
«Árbol que puede alcanzar a 50 metros de altura, de hojas
caedizas, aovadas oblongas, oblicuas, doblemente aserradas, de
dos y medio a cuatro centímetros de largo; invólucro poco
erizado. Su madera es muy pesada, dura, preciosa para
construcciones.» Philippi.

Viene del nombre araucano hualle: «roblecito pequeño,» según


traduce Febrés. Lenz y Román. El P. Augusta duda que sea
término araucano, y dice que en Panguipulli lo llaman allfis-
kachu.

Huañil. m. (Proustia pungens).

«El huañil, arbusto común en las provincias centrales, singular


porque las ramitas de la inflorescencia se vuelven espinas.»
Philippi.

Su etimología debe ser araucana, aunque no esta tal voz en los


diccionarios.

Lenz, n. 582, que cita en comprobante los testimonios de Murillo


y de Saavedra.

Suele escribirse guañil. Así Román, que aboga porque esta voz
sea admitida en el léxico. Véase WANILKELEN en el Diccionario
del P. Augusta.

Huemul, m. (Cervus antisiensis o chilensis).

«En Chile hay sólo dos especies de ciervos: el huemul, con

98
cuernos ahorquillados, que se halla desde el Perú hasta
Magallanes en los lugares abiertos de la alta cordillera.»
Philippi. «Hay también corsos pequeños o venados, que los
chilenos llaman pudú, y otros animales semejantes a los ciervos
que en la lengua de los indios se llama guamul.» Rosales. La
descripción que de este ciervo da Molina es del todo imaginaria
y conforme a ella se dibujó en el escudo nacional de Chile.
También es errada la que trae Zerolo bajo la voz guemul.

Viene del araucano, huamul, según el P. Valdivia, si bien Lenz (n.


621) cree que también huemul «es forma primitiva india.»
«Actualmente, dice, a este respecto, Román, todos escribimos
huemul y el Dicc. no podrá menos de aceptarlo.»

Véase el curioso e interesante artículo sobre la Sinonimia del


huemul, publicado por el doctor Philippi en las pp. 377-388, de
la revista Sud-América, Santiago, 1873.

Hállasele en poesía. Vial Solar, ob. cit., p. 68:


al huemul que alza su cabeza airosa
de caprichosas crines adornada...

Huevetero. m. (Circus macropterus).

Ave de rapiña que habita gran parte de la América del Sur y se la


encuentra también en la región central de Chile, aunque en todas
partes escasea. Philippi.

Su plumaje, bastante vistoso, está sujeto a muchas variaciones,


pero lo que siempre lo distingue es tener una mancha blanca en

99
forma de collar debajo de los ojos. Prefiere para vivir los
lugares pantanosos. Es de doble tamaño que el vari. Véase esta
voz.

Huévil, m. (Vestia lycioides).

«Debe también tener aquí algún lugar el matorral que llaman


huévil, que usan por medio de lavativas en las calenturas
ardientes.» Gómez de Yidaurre. Es una planta solanácea, de
gusto por extremo amargo; alcanza unos noventa centímetros de
altura, es lampiño «con hojas apretadas, casi sésiles; oblongas
enteras, pedúnculos biacuadri-floros, corola embudada, tubulosa,
amarilla, capsula oblonga.»

Proviene sin duda del araucano, aunque no figura en los


diccionarios de esa lengua. Los araucanos lo llaman yefùlko,
yefùlkon ifelkoñ. «Sea lo que fuere de su etimología, merece
estar en el Diccionario.» Derivado: huevilina, nota Román.

Lenz, n. 629.

Huilte. m.

El tallo del cochayuyo cuando está en vía de crecimiento y antes


de ramificarse, que es comestible, en la forma que recordaba el
P. O valle: «Al pie dellas [peñas] se crían unas raíces, de donde
nace un tronco como la muñeca, que llaman ulten [que en algunas
provincias de Chile suelen llamar hoy ulte], éste se corta, y

100
estando un poco al fuego, se monda como un tronco de lechuga, o
como el de alcachofa, aunque tiene muy diferente sabor.» El uso
más constante exige hoy huilte, voz evidentemente, araucana,
aunque no consignada en los léxicos de esa lengua.

Lenz, n. 640, y Román, III, p. 156: «La voz debe admitirse en el


Diccionario, porque representa algo que no puede tener otro
nombre en castellano, por no ser conocido de los españoles.»

Huille. m. (Leucoryne).

Género del cual existen en Chile varias especies de la familia de


las Liliáceas, que se distingue por su «perigonio
hipocraterimorfo; tres estambres fértiles alternan con tres
estériles, que se parecen a una glándula claviforme.:» «Es muy
común, añade Philippi, en la primavera, en las provincias
centrales, la leucoryne ixioides.» Vicuña Mackenna ha empleado
el plural huillis, de la forma huilli, con que también se conocen
estas plantas: «Los huillis vienen después, sobre sus tallos de
medio metro, balanceándose en el aire, que llenan de perfume.»

La etimología de esta voz es seguramente araucana.

Lenz, n. 641, y Román, III, p. 156.

Huillín, m. (Lutra Huidobria).

"El huillín, que el abate Molina tomó equivocadamente por un


castor...» Philippi. «Entre los animales anfibios que aquí

101
conocemos, uno es el que los indios llaman huillín..., que los
españoles llaman nutria.» Rosales.

Su etimología araucana se comprueba por el aserto del P.


Havestadt.

Lenz, n. 643, que enumera los autores que traen la voz en sus
diferentes variantes ortográficas. «... Como la especie chilena no
es en todo igual a la nutria, conviene incluir el vocablo en el
castellano.» Román.

Huillipatagua. f. (Villarezia mucronata).

Árbol de la familia de las Icacináceas, con ramas amarillo


vellosas cuando nuevas; hojas ovalado-oblongas, muy tiesas,
mucronadas, con el borde espinoso dentado en las que salen de
los brotes de los troncos viejos; pecíolos cortos y gruesos;
inflorescencias terminales; pétalos amarillos; fruto, drupa
ovoide.

«La guillipatagua tiene la hoja que se equivoca con la yerba del


Paraguay.» Córdoba y Figueroa. «La guillipatagua dicen muchos
ser la misma yerba del Paraguay, que se da aquí mas elevada y
frondosa y de efectos más eficaces...» Olivares. «Durante una
carestía de la yerbamate se había recomendado el uso de las
hojas de la huillipatagua...» Reiche.

Su etimología araucana la da Febrés: huyli, la uña, patagua. «la


patagua de uñas», «porque sus hojas, advierte Lenz, n. 644,
tienen el borde espinoso, que tiene cierta semejanza con uñas o

102
garras.»

Huingán. m. (Duvana dependens).

«Arbusto siempre verde, inerme o poco espinudo, con flores muy


pequeñas, blancas, dispuestas en racimos axilares, y frutos
negruzcos, de una y media o dos líneas de diámetro, con color de
enebro. Se cría en los lugares secos desde Coquimbo hasta
Osorno, y su resina tiene mucha fama contra las fracturas,
hernias, etc.» Philippi. Pertenece a la familia de las
Anacardiáceas, y de ella, a las Zumaquíueas.

«Los campesinos hacen una especie de chicha de los frutos del


huingán y del molle.» Philippi. «Otras frutas de arboles ordenan
los indios al mismo fin, como huingán (escrito güingan), molle,
maqui...» Olivares. La ortografía de esta voz en Rosales es varia;
así, por ejemplo, dice: «El quigán es árbol alto y copado, que da
por frutos unos granos menudos, muy sabrosos, dulces y
olorosos, de que hacen una chicha muy suave, que parece aloja.»
Ovalle: «otra [bebida] hacen del que llaman huigán, y los
españoles molle, que es del color y figura de pimienta, y el árbol
que la lleva no es muy crecido, pero carga más que hojas.»

Lenz, n. 649. Román: «Bien puede admitirse en el Diccionario de


la Academia.»

Huiña. f. (Felis tigrina).

«La guiña, un poco más grande que el gato doméstico, llamada


también guiña o gato montes...» Philippi. «La guiña es de un

103
color atabacado, graciosamente variado de manchas negras
redondas, las cuales se extienden hasta la cola.» Gómez de
Vidaurre. Y en la misma forma guiña, Molina (que también
escribe güiña), Carvallo, Gay y Philippi, como se ha visto.
Huina, dice Román, que opina porque tal voz es corrupción del
castellano fuina; Lenz, a la inversa, la supone procedente del
araucano, relacionándola con huyñán, que significa tenderse de
largo a largo; etimología que no acepta el P. Augusta.

Huira, f.

Es la tira de la corteza de ciertos arboles, especialmente del


maqui y del espino, que se emplea para atar a modo de cuerda o
que trenzada sirve para formar cordeles.

Observa Román que esta voz nada tiene que ver con el árbol
güira, que trae el léxico, y en cuanto a su etimología, que bien
pudiera tener su origen en vira, «tira de tela, badana o vaqueta.»
Rodríguez y Lenz piensan que viene del verbo araucano huyrun,
desollar, mondar; y esto es lo que tengo por más probable.

Vial Solar ha llevado a la poesía este vocablo (ob. cit., p. 57):

La víctima inocente maniatada


por los flexibles y apretados lazos
de verdes huiras en los tiernos brazos
espera sin saberlo.

Huiro. m.

104
Las ramas largas del cochayuyo, a modo de lazos o cordeles,
algunas hasta de varios metros de largo, y menos generalmente
las de otras algas marinas de las fucáceas.

Es, a nuestro juicio, de procedencia indígena, probablemente


quichua, uiru o viru, aplicado en su origen a la caña del maíz, y
por extensión, por la forma que afectan, a estas ramas de algas.
Véanse en Lenz y Román las acepciones que en otras naciones
americanas se da al güiro y güira. «Pedimos, dice ese último
autor, la admisión de esta voz.»

105
J

Jaiba, f.

«... Los cangrejos marinos son notables entre los mariscos por su
delicado sabor, las jaibas...» Molina. Es un crustáceo semejante
al que en España llaman cámbaro y cabrajo.

«Cuanto a la etimología de jaiba, dice Pichardo, observa Román,


que es voz indígena (de Cuba), sin explicar nada más.» Oviedo
la trae como voz corriente: «langostas, cangrejos, xaybas,
camarones», (libro XIII, cap. I.). Como en tal acepción se usa en
varios países de América, es justo que la acepte ya el
Diccionario.»

Jerguilla, f. (Aplodactylus punctatus).

«Las jerguillas son particulares a Chile. Pez osteacanto del orden


torácico, tiene una sola aleta dorsal y los radios inferiores de las
pectorales libres.» Philippi. «Basta con esto, dice Román, para
que lo acepte el Diccionario.»

Su longitud total es de 11 pulgadas, llega a pesar cuatro y cinco


libras y es uno de los buenos pescados chilenos.

Jote. m. (Cathartes aura).

Ave de rapiña bastante parecida al gallinazo, aunque un poco


más grande, y con el cual no debe confundirse. Ambos viven en

106
la mayor parte de la América del Sur, especialmente en las
vecindades de las costas.

Discrepan los autores acerca de la procedencia de esta voz: Gay


opina porque bien puede venir del baile llamado jota; Lenz, que
del idioma mexicano; Román, que es posible que se derive de
aligote, buitre, en ciertas regiones de Aragón.

El Diccionario consigna la voz aura como sinónima de


gallinaza, (que en Chile y en Lima, donde tanto abunda, es
masculino), tomándola, evidentemente, del lenguaje cubano, en el
cual así se llama al gallinazo. Por el nombre técnico que
corresponde al jote, parece que de ahí vendría la denominación
aceptada por el léxico.

107
L
Lahue. m. (Roterbe bulbosa).

«Planta pequeña, bulbosa, con flores bastante grandes, azules,


parecidas a las del lirio.... Los bulbos se comen.» Philippi.

Córdoba y Figueroa escribía lagüe: «comida gustosa...» Otros


dicen hoy lahui, pero es de preferir la forma usada por el antiguo
cronista de Chile, cambiada la g en h.

Román, quien advierte que la planta es muy conocida de Chillan


al Sur; Lenz, n. 686, que cita los varios testimonios de autores
que, en una grafía más o menos diversa, la dan como voz
araucana.

Lauco. m. (Bromus stamineus).

«...pero también hay en la tierra yerbas medicinales, como el


lauco para heridas...» Marino de Lobera. «El lauco es una yerba
de grande virtud, muy semejante a la grama.» Rosales. Hierba
celebrada en poesía por Pedro de Oña:
Con lauco, yerba le ellos usitada,
Que en Chile por cualquier lugar se cría;

y por Alvarez de Toledo en el Purén indómito:

Los caballos sin freno sueltos pacen


La verde grama y granujento lauco,
Yerbas que dondequiera en Chile nacen...

108
Lenz, n. 692, quien añade que se llama también «yerba de los
perros», porque los perros enfermos la comen mucho.» Sup. II.
Román, que copia la siguiente descripción de Philippi: «Especie
perenne, cespitosa, cuya paja alcanza a 60 centímetros de alto; la
panoja es grande, floja; las espiguillas, muy comprimidas, de 16
a 26 milímetros de largo, con cuatro o seis flores; la palea
inferior tiene 10 a 13 milímetros de largo, y su arista, 8 a 10.»

Latúe. m. (Lycioplesium puberulum).

«Latúe, palo de los brujos, arbusto de las provincias de Valdivia


y Chiloé, con dos espinitas en las bases de las hojas, y con flores
bonitas; es muy venenoso, sobre todo la corteza.» Philippi.

Su etimología es araucana.

Lenz, n. 698.

Laucha, f. (Mus musculus).

«...y el ratoncillo, llamado laucha en Chile...» Philippi.

Los araucanos decían laucha o llaucha; voz que, probablemente,


tomaron del quichua ucucha, nombre que, según el Inca
Garcilaso, se daba en el Perú a «los ratones de los chicos». Por
más que en castellano tengamos el ratón, no estaría de más
consignar como chilenismo esta voz laucha, única con que se
conoce al mus musculus.

109
Lenz, n. 700; Román, que considera simplemente incorrecta tal
voz.

Lengua, f.

Llamase así en Chile a cada uno de los ovarios (cinco) del erizo
de mar; comida exquisita y muy rica en fósforo.

Lengua de gato: nombre que se da también al relbún. Véase esta


voz.

Lengua de loro: llámase así a la flor de una orquídea chilena


(Chloraea) por la semejanza que con ella reviste; tiene «raíces
fasciculadas; las tres hojuelas del cáliz casi iguales; el ginostenio
alargado... El labelo tiene con frecuencia verrugas o pelos o
lacinias en forma de hoz o lamelas.» Philippi.

Lengua de vaca: planta chilena de la familia de las Alismáceas


(sagittaria chilensis), de la que se conocen dos o tres especies.

Román, III, p. 289

Liguano, na.

Carnero liguano, y de ahí montura liguana, etc. Se da aquel


nombre al producto híbrido del cabro con la oveja, cuya lana es
áspera, larga y de color plomizo, mas resistente y fuerte que la
del carnero. Proviene el nombre, muy probablemente, de la
provincia de la Ligua, donde debió de tener origen aquella
mezcla.

110
Lenz, n. 1604, que establece la etimología araucana de ligua:
«maíz blanco».

Niégase ahora que exista tal cruzamiento híbrido, pero, cierto o


no, el hecho es que liguano, en la acepción dicha, es corriente en
Chile y no hay con que reemplazarla.

Lile. m. (Graculus Gaymardi).

Pato lile es una especie de cuervo de mar, muy común en la costa


de Chile.

Lenz, n. 711, cree que esta voz se deriva probablemente de una


araucana de igual significado, aunque no se registra en los
diccionarios; si bien esta ahora comprendida en el del P.
Augusta.

Véase YECO.

Lingue, m. (Persea lingue).

«...el lingue, excelente madera, la corteza muy buena para curtir,


común en nuestras provincias del sur.» Philippi. En tal forma se
halla esta voz en Carvallo y Goyeneche, y en Rosales con la de
ligue y lige, ajustándose con esta última en un todo al nombre del
árbol en araucano.

El lingue pertenece a la familia de las Lauríneas, es árbol grande


y hermoso, con hojas elíticas, aovadas y el perigonio tomentoso,
bermejo. Tal es el que crece en las provincias del sur de Chile;

111
el de las centrales, dice Phillippi, «tiene las hojas más
acuminadas en su base, mas pálidas en la cara inferior, el
perigonio blanco y sedoso.» Su madera es excelente para
muebles, y la corteza se usa para curtir las pieles. «Así, pedimos,
dice Román, que se admita este vocablo con las dos acepciones
de árbol chileno (ya descrito y clasificado), y corteza de este
árbol.»

Lenz, n. 719.

Litre. m. (Litrea venenosa).

«Es muy conocido el litre, de tan maligna sombra, que si bien


por ser tan frondoso y copado, convida a ella; pero es tal, que
luego que uno se pone debaxo della, se hincha y entumece
disformemente, y mucho más los que manosean la corteza,
madera o las ramas.» Rosales. Con el mismo nombre lo trae
Córdoba y Figueroa, y así también Philippi: «el litre, que a pesar
de su nombre y del miedo que le tiene mucha gente, parece ser
dañino sólo en casos particulares y excepcionales.» Con la forma
liti lo menciona Olivares, y Molina con la de lithi. De este
último es la siguiente descripción: «El lithi, que se encuentra en
todo el reino de Chile, es una especie de laurel de mediana
altura, que echa las hojas alternativas, ovales, rugosas, de más de
una pulgada de largo, y de un color verde que toca en oscuro,
cuyas hojas, aunque harto pequeñas, y cuyas frutas se parecen
enteramente a las del laurel común.»

Procede del araucano, en cuyo idioma se llama como lo escribe


Molina. Alcedo describe el árbol bajo el nombre de pilco,

112
advirtiendo que en Chile se le da el de lithy.

Lenz, n. 720.

De la familia de las Anacardáceas.

Descríbelo Philippi: «arbusto y aun árbol grande, con


1¡enteiisimas, marginadas, muy nerviosas, flores amarillas
numerosas, reunidas en panoja, drupas amarillentas del tamaño
de un grano de pimienta.» «Es indispensable, dice Román, que el
Diccionario admita la voz litre con las acepciones de árbol
chileno y enfermedad que produce su sombra o su contacto.»

Liuto. m. (Alstroemeria ligtu).

«Esta planta, que los indios llaman liuto... la raíz produce cierta
pulpa o tubérculo que, cocido, es de muy buen alimento.»
Molina. Liutu escriben Córdoba y Figueroa y algún otro autor
moderno; y así también Zerolo al hablar de la voz chuño.

Pertenece esta planta a la familia de las Amarilídeas; tiene «las


flores umbeladas, de color de rosa, con las hojuelas del
perigonio oblongas-lanceoladas. De las provincias centrales y
sobre todo de Concepción. De sus tubérculos se prepara el
chuño de Concepción.» Philippi.

Román cree que su etimología puede ser del araucano ligh,


blanco, y tue, la tierra, con pérdida de la e final inacentuada.
«Excusado parece decir, agrega, que la voz liuto debe entrar en
el Diccionario.»

113
Lenz, n. 721.

Loco. m. (Concholepas peruviana).

«Pertenecen también a este marisco en concha los que llaman


locos.» Ovalle. «... mereciendo particular estimación el loco, por
el buen sabor de su carne, que es blanca y un poco dura... Este
múrice tiene cuatro o cinco pulgadas de alto; su concha es casi
oval y está llena de nudos y puntas.» Molina. «La misma
variedad hay en los peces testáceos, entre cuyas especies los de
nombres castellanos o indios de mas blanda pronunciación, son
el piur, la taca, el pico de papagayo, el loco...» Olivares. Febrés
da el nombre como araucano.

Lenz, n. 723 «Como, según parece, dice Román, (y así es la


verdad) no hay completa igualdad entre nuestro loco, y el pie de
burro español, convendría admitir el vocablo...»

Loica, f. (Sturnella militaris).

«La loica es muy notable por el rojo vivo de su garganta, y


abunda en Chile.» Philippi. «Dos pajarillos hay, entre otros....; el
segundo se dice loica; es canelado, de puntas negras, el pecho
vestido de finísima escarlata....» Rosales. «... la loica y el tordo,
que es de tanto cariño a su dueño, que, suelto, vuelve al amor de
su prisión.» Córdoba y Figueroa. «La loica es un pájaro algo
mayor que los estorninos...; el macho es de color gris oscuro,
manchado de blanco, a excepción de la garganta y del pecho, que
son de color de escarlata; el color general de la hembra es un

114
gris más claro, y el de su pecho, un rojo pálido y desleído. »
Molina. Ovalle escribió la voz de manera algo diversa: «los
pájaros que llaman los indios lloicas son muy célebres entre
ellos.» En tal forma, alternando con loica, aunque ambas escritas
con y, se encuentra en el Calepino araucano de Febrés. Desde la
octava edición del Diccionario de la Real Academia apareció
lloica, forma que está errada. Véase Amunátegui, Al través, etc.
En la décimacuarta, al mencionar esa voz, la da como sinónima
de pardillo, al cual con efecto se parece, pero son dos especies
diversas bien estudiadas. «Debe, pues, la Academia, concluye
Román, enderezar el entuerto, escribiendo loica como
provincialismo de Chile, dándole su etimología araucana y
describiendo el pájaro como distinto del pardillo, pechirojo o
pechicolorado.»

González de Nájera nos informa que el nombre que le dieron en


un principio los españoles fué el de comendador, «porque tienen
todo el pecho de color de un muy encendido carmesí.»

Lenz, n. 725.

Lora. f.

«Hembra del loro. Papagaya y cotorrera nos da solamente el


Diccionario, siendo que lora es más suave de pronunciar y que
tiene el uso de todo Chile. En Colombia, Costa Rica y el Perú
dicen también lora, pero como única forma para designar la
hembra y el macho. Mas natural y lógico es el uso chileno.» Así
Román.

115
Lúcuma f.

«Y como por este tiempo hay tanta abundancia de legumbres...,


particularmente membrillos... y otro género que llaman lúcumas
de que se hacen regaladas viandas...» Ovalle. «En este género de
membrillos hay una especie particular llamada lúcuma.... la cual
es siempre dulce, de figura cónica algo umbilical, de color
naranjado no menos afuera que por dentro...» Molina. «No sé si
efectivamente se usa este nombre», dice Lenz; pues si se usa y es
fácil distinguir este membrillo dulce del agrio, en que tiene la
corteza verdosa y la carne menos compacta y mas oscura. A esta
clase se aproxima el membrillo agrio corcho.

Llámase mas generalmente con este nombre al fruto del lúcumo.


Véase esta voz.

Lúcumo, m. (Lucumo obovata).

Árbol muy hermoso, originario del Perú, que se cultiva en Chile


en las provincias del norte y especialmente prospera bajo el
clima templado de Quillota. A su fruto, de todos conocido y
gustado de muchos, se llama hoy día lúcuma.

El lúcumo pertenece a las familia de las Sapotáceas; tiene las


hojas «casi membranáceas, trasaovadas, adelgazadas hacia el
pecíolo; fruto del tamaño de una manzana pequeña, globular,
verde, con carne amarilla; semillas muy parecidas a las del
castaño de la India. Es del Perú, pero se cultiva en las provincias
del norte de la República y hasta en Santiago.» Philippi.

116
El Inca Garcilaso nos habló ya de su fruta, «que los indios
llaman rucma, dice, y los españoles lucma...»

Su etimología parece ser mas bien aimará que quichua.

Lenz, n. 731.

Luche, m. (Ulva latissima).

«Críase en toda la costa una yerba a manera de escarolas que


llaman luche, la cual se arranca de las peñas donde crece... y
puesta a secar al sol, se hace unos panes grandes que se estiman
por gran regalo... porque sirve para muchos géneros de
guisados... » Ovalle. «Críase en las peñas una yerba que se llama
luche, de cuarta o tercia, más o menos, crecida por primavera,
que es su tiempo, y entonces se arranca de ellas, y seca es vianda
gustosa.» Córdoba y Figueroa.

«En las rocas del mar chileno crece bajo del agua una yerba que
llaman luche, cuyas hojas son bislungas, lisas y de un verde muy
oscuro. Los nacionales del país comían dicha yerba frita, o con
la carne, y gustándola los españoles, se ha extendido entre ellos
su uso, de tal suerte, que no sólo se interna en el Reino sino que
se lleva al Perú, y en todas partes se recibe con aprecio...
Forman de ella unos grandes panes, y duran mucho tiempo sin
corromperse ni descomponerse.» Gómez de Yidaurre.

El mismo nombre de esta alga marina se ha dado a varias plantas


acuáticas: luche de rio, luchecillo.

Lenz, n. 732, que en apoyo del empleo de esta voz por autores

117
modernos, cita el siguiente pasaje de la Historia de Santiago de
Vicuña Mackenna: «Albas ninfas, las unas como las espumas del
mar, morenas y encantadoras; Venus, nacidas del luche, las
otras.»

Es voz araucana que trae Febrés en sus formas luche y lluche.

Luma. f. (Myrtus luma).

Árbol de la familia de las Mirtáceas, que puede llegar a


veinticinco metros de altura; con los renuevos, los peciolos y
pedúnculos pubescentes; hojas pecioladas, elíptico-oblongas, o
bien aovado-oblongas, atenuadas en ambos extremos; ramas
axilares, con dos o seis flores; fruto, una baya lampiña globosa,
comestible.

«...luma, con la madera dura y preciosa...» Philippi. «Muchos


otros árboles hay en este reino particulares dél, de maderas
excelentes, y duras como un hierro, como el boldu.... luma.»
Rosales. «... la luma, que puede competir con la fortísima tiga de
Filipinas...» Córdoba y Figueroa. «En lo restante del reino se
encuentran... la luma, especie de mirto...» Molina. Podrían
multiplicarse las citas de textos en que aparece empleada esta
voz de origen araucano, pero no debemos omitir la de los
marinos españoles Juan y Ulloa: «El puerto de Valdivia es poco
frecuentado de las embarcaciones del Perú por su corto
comercio, reduciéndose éste a alguna madera de luma que se
lleva al Callao, la cual, por no tener nudos, sirve para varas de
calesas, y otros destinos donde se requiere de semejante
calidad.» Noticias secretas de América, p. 46.

118
Lenz. n. 736. «Es voz que debe entrar en el Diccionario sin duda
alguna... » Román.

Con el diminutivo lumilla se conoce también en Chile una planta,


asimismo de las mirtáceas, que se halla en las islas de Juan
Fernández.

119
Ll
Llaca. f. (Didelphus elegans).

De los marsupiales, «la especie mas chica, dice Philippi, es la


que se halla en Chile; es del tamaño de un ratoncito y se llama
llaca o comadreja.» «¿Vendrá del quichua llaclla, cobarde,
tímido», se pregunta Román.

Llaullau. m.

Hongo comestible. «Los habitantes antiguos de Chile usaban toda


clase de fruta azucarada y, por lo tanto, susceptible de
fermentación: el maqui, la frutilla, el molle, la murtilla, los frutos
de la luma y hasta un hongo (una especie de cyttaria) llaullau,
eran de uso corriente.» Reiche.

Lenz, n. 755, que da a esta voz como seguramente de procedencia


araucana, y lo prueba Román trayendo a colación a Febrés, quien
dice: «laulau o llaullau: fruta que da el coyhue.»

Llaupangue. m. (Francoa sonchifolia).

«Plantas vivaces, que tienen las hojas amontonadas en la base,


liradas, peludas, y tallos en forma de bohordos, con flores
bastante grandes, rosadas o rojas, de modo que se cultivan en los
jardines. La raíz contiene mucho tanino.» Philippi. «Con el zumo,
dice Espinoza, se hace tinta, que sirve para teñir el pelo.»

120
Cítanla todos los botánicos chilenos, a contar desde Feuillée.

Lenz, n. 756, y Román, que están de acuerdo en su etimología


araucana: llagh, parte o pedazo, + pangue, esto es, pedazo de
pangue o medio pangue.

Lleivún. m. (Cyperus).

Nombre vulgar de varias ciperáceas, que se crían en lugares


húmedos y que se emplean, sobre todo las que tienen tallos
largos, a guisa de cuerdas para atar los sarmientos de las vides, y
para hacer lazos, si bien, como nota Reiche, no son muy
resistentes. El acento parece vacilar en esta voz; preferimos el
agudo, que tenemos por el más corriente.

Los lexicógrafos chilenos están de acuerdo, como no puede


menos de ser, en que tal voz es araucana; aunque discuerdan en la
manera de interpretarla. «Será araucana, pero no la conozco», me
escribe el P. Augusta.

Lleuque, m. (Podocarpus andina).

Árbol de la familia de las Taxáceas, de hojas tiesas lineales,


puntiagudas en los extremos, lustrosas en la cara superior,
glaucas en la inferior y con el nervio medio muy saliente;
inflorescencias femeninas axilares; semilla verde drupácea,
globosa.

Su madera es estimadísima para muebles y entablados.

121
«El lleuque... los frutos están dispuestos en pequeños racimos, y
parecidos en forma y tamaño a pequeñas guindas y tienen una
carne comestible.» Philippi.

Sin duda de origen araucano, aunque faltaba la voz en los


diccionarios, que está ahora en el del P. Augusta: lleuke. En
cambio, nota Román, se le ve en algunos nombres toponímicos».

Lluellucha. f.

«Planta de la familia de las nostoquinas, que son unas gelatinas


orgánicas que encierran glóbulos o hilos, sencillos o ramosos,
continuos o articulados. El llullucha o cassuro (nostoc
vesiclosum), que se cría en el Perú, se usa como alimento.
(Philippi).» Román, quien advierte que la voz es quichua:
llulluchha: ova de los charcos. Torres Rubio.

122
M

Macha, f. (Solen macha).

«La macha, cuya concha tendrá de seis a siete pulgadas de largo,


está variamente pintada de celeste y de pardo.» Molina. Molusco
comestible, conocido con este nombre araucano desde los
primeros tiempos de la conquista, pues se le encuentra ya citado
en la Relación del viaje de Cortés Ojea al Estrecho de
Magallanes, en 1557; y lo han recordado después Rosales, Núñez
de Pineda y Gómez de Vidaurre, quien se expresa así: «De este
mismo género hay otras que llaman machas..., aunque gustosas,
son duras y su figura es longitudinal, porque tienen de cinco a
seis pulgadas de largo, y ocho a nueve líneas de ancho, por lo
que algunos las llaman navajuelas.»

Tiene este molusco semejanza con el que el Diccionario llama


navaja. La voz es araucana: macha, que Febrés traduce: «cierto
marisco.»

Lenz, n. 785. Román, que copia la descripción de Gay (Zoología,


t. VIII. p. 369).

Machuelo, m. (Clupea maculata).

Pez de color azul verdoso por el dorso, con tintes dorados y


manchitas verdes poco marcadas; «la parte superior del vientre y
los flancos son de un blanco plateado, con unas veinte manchas

123
grandes, verdes, y de forma mas oblonga; las aletas son
uniformemente morenas; pero la dorsal y la caudal tienen un viso
dorado, sobre todo la primera. Longitud total: llega a un pie.»
Gay.

Madi o Melosa, f. y m. (Madia mellosa).

El madi es planta anua de la familia de las sinanteras, suborden


de las tubilifloras: sus tallos, que alcanzan a tres o cuatro pies de
alto, son velludos, revestidos de hojas oblongas, también
velludas, muy viscosas; sus flores son amarillas y nacen en lo
alto del tallo.

«El madi o la melosa, muy común en todo Chile. Las semillas


dan un aceite muy bueno para la comida. Philippi. «El
mantenimiento [de los indios] es harina de trigo, cebada o maíz
tostado, mezclada con madi, semilla sabrosa, la cual es todo su
matalotaje o cocaví, como ellos le llaman.» Nájera. «También
tenía la tierra muy buen aceite, que se hace de una semilla
llamada madi, y es de muy buen sabor, aunque ya se saca muy
poco, porque el de olivas ha llenado la tierra.» Ovalle, «El madi
es una semilla que da una yerba de media vara de alto, y molida
la semilla da un aceite tan bueno y tan gustoso para comer como
el de oliva.» Rosales. Núñez de Pineda emplea la forma made, v.
g., en este pasaje, que cito especialmente porque en él aparecen
también las voces frutilla, quínua y uminta, que hoy llamamos
invariablemente uma: «Lo segundo que me pusieron delante,
fueron dos zurrones de frutilla seca y bien pasada, y otros dos de
harina tostada de maíz, revuelta con quínua y made, con unos

124
bollos en medio de porotos, linaza tostada y otras legumbres
gustosas de que ellos usan por regalo, dos docenas de rosquetes
de huevos y otras dos de panes de maíz, que llaman umintas y
nosotros tamales...» Pag. 288. «El madi es una planta de cuya
semilla se saca un aceite bueno para comer.» Molina. Tal voz
araucaua ha sido empleada también en poesía por Pedro de Oña
(Arauco domado, cauto XIII):
Sacáronle piñones, avellanas,
Frutilla seca, madi enharinados,

con la siguiente nota respecto al significado de tal voz araucana:


«Madi es una semilla negra, que seca y molida se hacen de ella
unas bolas envueltas en harina; son de gran regalo y sustento para
los indios.»

Lenz, n. 789. Román, III, p. 383.

Maitén, m. (Maitenus boaria).

«A esta pequeña familia (Colastrineae) pertenece nuestro


maitén, árbol de los más hermosos.» Philippi. «El maitén es muy
pomposo, de linda y apacible sombra, la hoja semejante al
sen...» Rosales. «El maitén es un árbol hermosísimo y siempre
verde...; las muchas ramas que arroja forman una bellísima copa;
sus hojas, ya contrapuestas y ya alternativas, son dentelladas y
punteadas por ambos extremos, espesísimas, de un verde alegre y
brillante...; lleva unas flores monopétalas, en forma de
campanillas y de color de púrpura, pero tan pequeñas, que no se
distinguen a muy corta distancia...» Molina. «El maitén es un

125
árbol de copa muy hermosa, la hoja de un verde desmayado, que
nunca se le cae...; es tenido por el sen.» Olivares. Descríbelo
también Alcedo, y don Andrés Bello lo ha celebrado en poesía:

Donde, en vez del movimiento


de políticos vaivenes,
susurrar óyese el viento,
entre robles y maitenes.

Y Vial Solar en su obra citada (p. 33:)

El maitén que en sus ramas retenía


al ave desalada y pasajera...

Su etimología es araucana.

Lenz, n. 796 y Román III. 389: «La etimología es el araucano


maghtùn o mañtun... No hay para qué advertir que el Dicc. debe
apresurarse a recoger este vocablo con sus derivados,» que son:
maitenal, sitio poblado de maitenes, y maitencillo (jonidium
parviflorum): «subarbusto de pocas pulgadas de alto, con flores
pequeñas, blancas o rosadas, de la familia de las violáceas.»

Mallico, m. (Psychropila andícola).

Algunos escriben maillico o mellico, del araucano melico.


«hierba medicinal.» (Febrés).

En Chile se conocen varias especies de esta planta de la familia

126
de las Ranunculáceas, que forman la sección de las
phychrophila, caracterizada por estar dotada de pedúnculos
radicales unifloros y hojas con apéndices, que viven en las
vecindades del Estrecho de Magallanes y en las partes elevadas
de la Cordillera de los Andes; «su raíz, dice Philippi, se
considera como un remedio excelente contra los dolores de
estómago y la neumatosis.»

Mango. m. (Bromus mango).

A las acepciones de esta voz que trae el Diccionario convendría


añadir la de la gramínea así llamada, que los antiguos indios de
Chile cultivaban como cereal y de que hacían una especie de pan
que llamaban covque. «El mango parece que es el único cereal
del globo que se perdió completamente por su falta de cultivo;
pero parece posible que investigaciones posteriores por
naturalistas competentes hagan reaparecer aquella gramínea
interesante.» Y así se asegura hoy, ha sucedido ya.

Traen esta voz araucana Febrés: «magu, un centeno que tenían


antes que viniesen los españoles;» y Havestadt. También Gómez
de Vidaurre.

Lenz, n. 818; Román, III, p. 413, y Cavada, que dice que en


Chiloé se da este nombre a «una clase de pasto indígena.»

Manzanillón. m. (Anthemis cotula).

Planta anual, de tallo ramoso, de olor bastante pronunciado,

127
aunque desagradable; con cabezuelas solitarias en el extremo de
las ramas, pedunculadas; de color blanquecino amarillento.
Maleza sumamente abundante en todo Chile y de procedencia
europea.

Reiche, p. 24.

Mañehue. m. (Fissurella speciosa).

«Mañehue: molusco del género de los escabriones, que se


llaman mañehues en el sur de Chile, y que tienen una concha
formada de una fila de ocho piezas con un borde coriáceo. Hay
en Chile muchísimas especies y muy grandes.» Philippi. «Otro
género de marisco llaman mañegues y está encerrado en dos
conchas redondas, de la figura de los que sirven de modelo para
los nichos de los retablos.» Ovalle. Con la misma ortografía
aparece en Rosales, pero la verdadera es la que dan Philippi,
Gay, Román y Lenz. n. 823.

Procede del araucano.

Mañíu. m. (Saxegothea conspicua).

«Árbol de la familia de las Taxáceas, con hojas lineales


apiculadas, tiesas, cortamente pecioladas, debajo con dos líneas
glaucas separadas por el nervio medio; conos globosos del
tamaño de un garbanzo, con escamas gruesas y tubérculos afuera.
«El maniu es un árbol de especie de alerce, que se halla en la
cordillera, pero más correoso; es blanco, oloroso, recio y
correoso; hácense de él instrumentos músicos muy sonoros, como

128
son vihuelas, arpas...» Rosales. «El mañiu (que tal es su
ortografía correcta,) crece desde el Nuble para el sur.» Philippi.

De evidente procedencia araucana, aunque tal voz no se


registraba en los léxicos, hasta ahora, que se halla en el del P.
Augusta.

Lenz, n. 825. Román dice: «No necesitamos recomendarlo a la


Real Academia, sobre todo si toma en cuenta que la madera de
mañíu se anuncia y vende públicamente en todo Chile.» También
recomienda este autor la voz mañigal, sitio o lugar poblado de
mañíus.

Maqui. m. (Aristotelia maqui).

«El maqui es un arbolito siempre verde, de diez a doce pies de


alto, rollizo, lampiño, con cascara lisa; las hojas son opuestas o
sub-opuestas, aovado lanceoladas; las flores son de un amarillo
bajo, completas, dispuestas en racimito en la axila de las hojas;
el fruto tiene de dos a tres líneas de diámetro; es redondo, liso,
muy morado...» Gay.

«Otros árboles se llaman maques y son muy hermosos y frescos.»


Ovalle. «El maque es árbol mediano y de corteza lisa, la hoja
como la morera, algo más gruesa y glutinosa.» Rosales. Y en tal
forma en la generalidad de los cronistas; si bien Molina escribe
maqui, que es la única en que hoy se conoce. El nombre se aplica
al árbol, cuya corteza y varillas se emplean en industrias
domésticas, y a su fruto, que se usa como astringente en medicina
casera y en la preparación de los vinos para darles color. Al

129
fruto propiamente es el que llaman los indios maqui, voz que ya
en tiempo de Febrés se consideraba incorporada al castellano.

Zerolo y el Diccionario de la Academia (décimatercia edición)


acentúan malamente la voz; en la última se ha suprimido, y debe,
pues, restablecerse bajo su verdadero nombre y significado.

Lenz, n. 828.; Román, III, p. 431.

Matapiojo. m. (Libellula).

«El neuróptero llamado en otras partes doncellita de agua.»


Philippi. «Feo es el nombre de matapiojos, dice Román, pero
tiene el uso de Colombia y de Chile por lo menos; por lo cual
convendría aceptarlo.» «El insecto perfecto es el ser más
inofensivo que cabe; no tiene armas de ningún género y no es raro
verlo envuelto entre los despojos que la araña amontona en su
tela. Es, en su forma general, como un matapiojo...» Medina,
opúsculo citado.

Mate. m.

No se trata bajo este nombre de la yerba mate (Ilex


paraguayensis), ni de la bebida que de ella se prepara, así llama
da, sino de «una calabaza, que llamamos mate en las Indias,»
como observa el P. Ovalle, que, ya entera, o ya partida por
medio, se usa entre nosotros, especialmente en los campos, a
modo de vasija para acarrear el agua, o para vaciarla de un tiesto
a otro.

130
Marinero, m. (Rhyephenes).

Insecto. «El género marinero, particular a Chile, puede esconder


su pico bastante largo en un surco del esternón entre las caderas,
y tiene los pies anteriores mucho más largos que los demás. Se
les ve andar lentamente en el tronco de los árboles, en cuyo
interior viven las larvas.» Philippi. Su nombre les viene,
indudablemente, de la costumbre que tienen de ir subiéndose por
los troncos de los árboles.

Matico. m. (Piper angustifolium).

El Diccionario de la Real Academia hace esdrújuia esta voz,


acento que Ortúzar condenó ya como falso.

Parece que a dicha planta alude el Inca Garcilaso con la que


llama matecllu. Sería, entonces, de procedencia quichua.

Mayu. m. (Edwardsia chilensis).

Árbol de la familia de las Leguminosas; de poca altura, que


crece especialmente en los montes de la costa de Chile, con
hojas siempre verdes y flores amarillas muy vistosas. Rosales lo
califica de hierba: «Y para lo mismo sirve la yerba que llaman
mayu.» Pero no así Molina: «... las cortezas y las hojas del mayu
sirven para hacer una muy buena tinta de escribir.»

Seguramente, y así opina también el P. Augusta, que la voz


procede del araucano, aunque no se halla en los léxicos. En el

131
sur los indios llaman a este árbol traftrafon.

Lenz, n. 842; Román, III, 465.

Melón, m.

Escrito: «el que tiene la corteza llena de señales o rayas a


manera de letras.» Cita de Román, que completaremos diciendo
que tal especie es particularmente apreciada por lo dulce, jugosa
y sabrosa; su carne tira al verde pálido.

Limenso: Muy pequeño, casi del tamaño de una lima, de donde


su nombre, que Román no quiere que se acepte por considerarlo
como corrupción de limenso, oriundo de Lima en el Perú. Es
sumamente oloroso, amarillo, con vetas verdosas, y madura muy
temprano.

También se conoce en Chile el ají limenso, que algunos han


creído ser de una clase especial; pero no hay tal, pues su nombre
se le aplica porque se envasa en una calabacita muy pequeña,
parecida al melón limenso.

A mi entender, el vocablo procede de lima, a la cual se asemeja


esta fruta en el tamaño, la forma y la fragancia.

Melonhue. m.

Nombre usado especialmente en Chiloé y que se da a ciertos


moluscos gastrópodos del género trochus, de color muy oscuro.

132
Viene del araucano múlon, caracoles del mar, y hue, lugar: sitio
en que abundan los caracoles, pasando así del todo a la parte.
Román y Cavada.

Mero m. (Dasycephala livida).

Nombre que se da en Chile a una avecilla algo más grande que el


zorzal, del araucano meru, que los españoles hemos convertido
en mero, como el pez así llamado en la Península.

«Dos pajarillos hay, entre otros, en que tienen depositados sus


agüeros y abusiones estos indios, y cada uno es pequeño y del
tamaño de un zorzal; el primero se llama meru, de color pardo...»
Rosales.

Lenz, n. 870; Román, que cita el mero de la cordillera.

Michay. m. (Berberis).

«El michay, amarillo, y de flor muy fragante...» Córdoba y


Figueroa. Mencionan también este arbusto, Carvallo, Gay y el
doctor Murillo. Lenz, n. 877, dice: «Del fruto los indios se
aprovechaban para una chicha, que todavía se hace en Nuble;
infusión de hojas y frutos se usan contra inflamaciones; la raíz y
la corteza para teñir de amarillo...»

Su etimología es araucana, muchay, con el valor de u francesa,


de donde el vulgar michay, que Román no acepta, en vista de que
Philippi advierte que tal planta es el bérbero español; pero,

133
ciertamente que se trata de especie diversa, tanto, que en Chile
tenemos más de veinte, y pues que con tal nombre es conocida
entre nosotros, consérvese el vocablo por lo menos como
chilenismo.

Miñumiñi. m. (Rubus geoides).

Nombre que en Chiloé se da a una especie de zarza de «tallo


herbáceo, rastrero, hojas trifolidadas y frutos verdes o
amarillentos, gustosos; única especie indígena, que se cría desde
Valdivia hasta Magallanes.» Philippi.

Román, que le da una etimología araucana, aunque advierte que


tal voz no la traen los diccionarios.

Véase la voz meñu-piru en el del P. Augusta.

Mitahue. m.

Llámase así al fruto de la planta silvestre conocida generalmente


con el nombre de pitra. Véase esta voz.

Del araucano mùtha, cosa burda, y hue, partícula de abundancia.


Así Román. Véase META o MECHAN, en el Diccionario del P.
Augusta.

Mitihue. m. (Euxenia mitique).

Arbusto de la familia de las Sinanteráceas, suborden de las


tubilifloras, de que se conocen dos especies peculiares a Chile,

134
ambas fruticosas y que se emplean para combatir la gonorrea.
Varían los autores en cuanto a la grafía de esta voz; unos quieren
que se diga mitriu, otros mitique; mas cercana a su probable
derivación araucana, parece la que empleamos, que es también la
que Román dice haber oído.

Molinera, f. (Upucerthia nigrofumosa).

Avecilla de color café obscuro, con manchas blancas en el


pecho, que vive a orillas de las corrientes de agua, y cuyo
nombre le viene, por tal circunstancia, de hallársele con
frecuencia en las carcabas de los molinos. Dásele también el de
churrete por la manera con que defeca, bajo cuyo nombre aboga
Román porque se admita: prefiero el que apunto.

Mollaca. f.

Del quichua molle y akca, chicha, a causa que de este fruto del
quilo se hace una de las clases del licor así llamado. Es voz que
se usa en las provincias del norte de Chile, aquellas que las
primeras y más profundamente sufrieron la influencia incásica.

Lenz, n. 901, y Román, III, p. 532.

Mollar, adj.

Se conocen en Chile el higo y la uva mollar, según lo notó


Román.

135
Molle. m. (Schinus latifolius).

Arbusto peludo o tomentoso, con ramas viejas morenas, de la


familia de las Anacardiáceas; hojas subcoriáceas o
membranosas, con la laminia ovalada, u ovalado-oblonga, obtusa
o un poco aguda y el borde irregularmente aserrado-dentado;
inflorescencias axilares o extra-axilares, frutos violáceos.

«Otra bebida hacen del que llaman huigán y los españoles molle,
que es del color y figura de pimienta...» Ovalle. «El molle es un
árbol que se cría con mucha lozanía en estas provincias; es de
moderada estatura y esparce mucho las ramas, vestidas de
menudas y prolongadas hojas, como el lentisco, y nunca las
pierde...» Rosales. «El peumo es fruta gustosa, el maque, el
molle... aplican para sus bebidas los indios...» Córdoba y
Figueroa. «En lo restante del reino se encuentran... el molle...»
Molina.

Este árbol es diverso del que procede del Perú (Schinus molle)
llamado vulgarmente en Chile pimiento, que han descrito y
celebrado Cieza de León y Alcedo, entre otros. El originario de
Chile lo recuerda Pedro de Oña en su Arauco domado (canto
XIII):
Y en copas de madera no medianas
Les dan licor de molle regalado...

Su etimología es quichua: mulli.

Lenz, n. 902. Román, que trae una larga cita del Inca Garcilaso

136
sobre el árbol peruano de este nombre, pide que el Diccionario
incluya la voz con las acepciones correspondientes a las dos
especies.

Monroy. m.

«La sphinx cestri es común en Chile. Su oruga la llaman


monroy». Philippi. Vive en el palqui. «Como el nombre monroy,
dice Román, es de uso general en Chile y hasta los mismos
naturalistas lo aceptan, porque, según parece, esta oruga es
exclusivamente chilena, debe también el Diccionario acogerlo en
sus columnas.»

Mostazal, m. «Terreno poblado de mostaza. Hace falta esta voz


en el Diccionario.» Román. Usóla el P. Alonso de Ovalle: «...he
andado muchas leguas por mostazales, que cubren los hombres a
caballo, donde nidifican las aves y se crían pájaros.»

Mi residencia veraniega se halla en los lindes del pueblo de San


Francisco del Mostazal.

Mote. m.

Román observa que la definición del Diccionario sólo


comprende el mote de maíz, y que faltan el mote de trigo (el mas
usado de todos); el mote de cebada (que corresponde de cerca al
farro castellano); y el mote sancochado, sin otros menos
acostumbrados.

137
Muermo, m. (Eucryphia cordifolia).

«Muermo, en Chiloé, ulmo, en Valdivia, es un árbol muy grande


que da excelente leña y madera buena para varios usos.»
Philippi.

Tiene este árbol las «hojas cortamente pecioladas, oblongas,


acorazonadas, lustrosas por encima, blanquizcas por debajo, y
flores blancas de casi dos pulgadas de diámetro; su madera es
bastante buena, y se busca principalmente para remos; su leña,
excelente para quemar; la corteza sirve para curtir, etc.» Philippi.

Lenz, n. 914, cree que el nombre es seguramente araucano,


aunque no figura en los diccionarios, si bien se pregunta «si hay
contaminación con castellano muermo.»

Los indígenas llaman nulnu al ulmo.

Mulita, f. (Hydrometra).

«Las hydrometra, que llaman mulitas en Chile, de cuerpo


alargado, con patas largas, corren en la superficie del agua, como
si ésta fuese un cuerpo sólido, para cazar los insectitos de que se
alimentan.» Philippi.

También se da el nombre de mulita, que trae ya Alcedo, a una


especie de los armadillos.

«...el geris chilensis anda y corre sin sumergirse en el líquido

138
elemento... Mulitas los llaman en Colchagua, y en realidad que
justifican su nombre, porque por los grandes grupos que forman y
el color café obscuro de su cuerpo, son cual las recuas que el
arriero conduce por los caminos al sonoro toque del cencerro.»
Medina, Los insectos enemigos en Chile, apud Sud- América, p.
719.

Román observa que el diminutivo de muía es en castellano


muleto, ta (mulo pequeño, de poca edad, o cerril).

Multiflor. f.

El Diccionario consulta el adjetivo multifloro. En Chile tenemos


el sustantivo multiflor (que el vulgo pronuncia malamente
mutiflor), nombre que se da a un rosal de los trepadores, de
flores de diversos colores, blancas, amarillas y rojas, según la
variedad, y a la flor misma. «Parece ser, observa Román, la
misma planta que Pichardo llama en Cuba milflores y milrosas,
nombres que tampoco aparecen en el Diccionario.

Murtillo. m. (Ugni Molinae).

«El murtillo (de la familia de las Mirtáceas) es un arbusto bajo,


siempre verde y de crecimiento social en las provincias desde
Maule hasta Llanquihue y Chiloé. Sus frutos, las murtillas... son
bayas de color purpúreo claro, que en un lado tira al blanco... El
sabor de la pulpa blanca es dulce, aromático, recordando un
tanto la trementina. Esta fruta, que sazona en los meses de marzo
y abril, es una de las más deliciosas del país y de gran consumo

139
en las provincias respectivas...» Reiehe.

140
N

Nalca. f.

Hablando del pangue, dice Philippi: «Sus pecíolos o nalcas se


comen crudos, sirven para hacer helados y son muy
refrescantes.»

Procede esta voz del araucano, que Febrés traduce: «lo que se
come del pangue.»

Lenz y Román tráenla también.

Naranja capuchina, f.

«Una variedad notable, expresa Philippi, es la naranja de las


capuchinas o de Lima, que tiene el fruto muy pequeño.» En Chile
se destina especialmente para dulce. El nombre que se le da
proviene, quizás, de que la primera planta, de donde han debido
propagarse las demás, hoy relativamente vulgares, se cultivó en
el huerto de las Monjas Capuchinas de Santiago. No es,
evidentemente, la misma especie definida por el Diccionario con
el nombre de mandarina (conocida también entre nosotros) o
tangerina, porque ésta, aunque también pequeña y aplastada,
tiene la cascara gruesa.

Dase, asimismo, el nombre de capuchino al naranjo que la


produce.

141
Trae la voz Román.

Natri. m. (Solanum tomatillo).

Arbusto muy usado en la medicina casera por sus cualidades


antifebrífugas, citado sólo por los botánicos modernos, si bien su
nombre araucano indica que fué conocido por los indígenas.

El natri, solanácea, «de dos o tres metros de alto, pubescente,


con hojas mucho mayores, aovadas, oblongas, puntiagudas,
abunda en las provincias del centro y sur de Chile.»

Lenz, n. 927.

«No hay duda, dice Román, que debe ingresar en el Diccionario


oficial.

Notru. m. (Embothrium coccineum).

«Árbol mediano, de la familia de las Proteáceas, de hojas


oblongas o lineares, muy enteras; flores numerosas, de un rojo
vivo, dispuestas en pequeños corimbos flojos. Se cría desde el
estrecho de Magallanes hasta el grado 35 latitud sur, y sería de
gran ornato para cualquier jardín. Su madera es buena para obras
de ornamento, y el decocto de sus hojas sirve en las afecciones
glandulosas.» Philippi.

«...notru, ciruelillo, con flores numerosas, del color escarlata


más hermoso.» Philippi. Córdoba y Figueroa le menciona con el

142
nombre de notul: pero Philippi y Murillo con el de notru; Lenz,
n. 936, con el de notro, y así también Román. Preferimos la
forma más usada y que corresponde de cerca a su etimología
araucana notu o nothu.

Nuco, m. (Otus brachyotus).

El nombre indígena de esta ave de rapiña nocturna, parecida a la


lechuza, es nucu, que hoy, españolizada, se dice sólo nuco. Con
tal forma le citan ya los antiguos cronistas; por ejemplo, Córdoba
y Figueroa: «También previno la naturaleza que hubiesen algunas
nocturnas, como... el nuco, que canta en melancólico metro»; y
Olivares: «El nuco y el chonchón, aves semejantes a las lechuzas
en color y figura, y aborrecen la luz.»

Lenz, n. 937, y Román, que copia in extenso la descripción que


de este pájaro trae Gay.

143
N

Ñanculahuén. m. (Linum aquilinum).

Vuélvese a presentar en esta voz la duda de si debe escribirse


con n o ñ y con o o u. Si en araucano es ñamculahuén (lo que
nos ofrece todavía una tercera variante), cambiada sólo la m en
n, debemos preferir la forma con que damos el nombre de esta
hierba, llamada también retamilla entre los españoles. Está su
descripción en Molina, quien dice que su significado indígena es
el de «yerba medicinal del águila»: «arroja unos vástagos
ramosos, con hojas alternadas, aguzadas y pequeñas, y lleva unas
flores amarillas compuestas de cinco pétalos, asidos de dos en
dos a un piececillo común, y su pistilo pasa a ser una cápsula
membranosa y pentágona, que contiene varias semillas pequeñas.
Los naturales emplean esta planta con buenos efectos en las
fiebres intermitentes...»

Lenz, n. 946: ñancolahuén. Román, lo mismo, pero quiere que en


su lugar se diga retamilla.

Ñilhue, m.

El ñilhue es planta anual, lechosa, con las hojas abrazadoras


espinosas y dentadas; las flores amarillas, liguladas, y las
cabezuelas corimbosas. Esta maleza y otra especie llamada
oleraceus, son comunes en Chile y se consideran de procedencia
europea, por más que su nombre vulgar sea netamente araucano.»
Reiche. Las malezas que invaden los cultivos de Chile, p. 15.

144
La Jacobaea Leucantemi de Molina, de la cual dice: «El Padre
Feuillé, cuya memoria sera siempre grata a los chilenos, describe
difusamente un gran número de plantas medicinales del reino de
Chile, y entre las muchas que representa con la mayor exactitud
en bellísimas láminas, se encuentran elegantemente descritas la
pichoa... y el ñilhue, del cual usan mucho para purificar la
sangre.» Lenz prefiere la forma nilhue, que en todo caso,
cualesquiera que sean las variantes ortográficas de tal nombre, la
más corriente es la que emplea la ñ, mas ajustada a la etimología
araucana, que sin duda le corresponde. Así también Pérez
Rosales: «El ñilhue, que sube a la altura de un hombre a caballo,
ostenta un tallo tierno y jugoso, de dos pulgadas de diámetro...»

Estimando Román que el ñilhue corresponde a la cerraja


española, no quiere que se admita aquella voz; pero, ¿porqué no,
si su nombre araucano prueba que era conocido en Chile por los
indios y con él le designan en el país?

Ñipa. f. (Escallonia illinata).

«La ñipa es un arbolito que crece como un estado y a veces


estado y medio.» Rosales. Pertenece a la familia de las
Saxifragáeeas. Entre la gente culta se le da el nombre de verraco,
por el fuerte olor que despide. En terrenos cultivados (de lo que
soy testigo) adquiere un desarrollo extraordinario.

Lenz, n. 962. Román no acepta la voz, suponiéndola equivalente


a la nipa, que trae el Diccionario, pero no ha tenido presente que
esta última corresponde a la familia de las palmas, que ni de
cerca se aproxima siquiera al arbusto chileno de que se trata.

145
Ñire, m. (Fagus pumilio).

«Árbol de veinte metros de altura, pero que se muestra en forma


de arbusto en las inmediaciones de las nieves eternas. Las flores
masculinas, así como las femeninas, son solitarias; las hojas son
elípticas, obtusas, profundamente aserradas, con los dientes
obtusos, bífidos.» Philippi.

Tanto este autor como Gay, escriben ñirre, pero la forma correcta
es la que da Lastarria, ñire, que es con la que todos le conocen
en el sur, como observa Román.

Es indudablemente araucana, aunque no se halla en los


vocabularios de esa lengua, y parece muy aventurada la
etimología de gùrù, zorra pequeña, o gùren, que le señala ese
último autor. El P. Augusta tiene la voz por araucana, aunque no
la ha oído a los indígenas.

Ñocha, f. (Bromelia Landbecki).

Hierba chilena de la familia de las Bromeliáceas: «Las hojas


casi desprovistas de espinas, las espigas paucifloras, el caliz
blando, las flores blandas, frutos insípidos. Las hojas sirven para
hacer sogas, canastos, etc. En los montes de Valdivia.» Philippi.

La etimología de la voz es araucana, que Febrés traduce «hierba


de que hacen sogas.»

146
Román y Lenz.

Ñuño. m. (Sisyrinchium).

Planta de la familia de las Irídeas, «de que hay muchas especies


en Chile conocidas en el campo con el nombre de huilmo y ñuño.
Las raíces, que son fibrosas o fasciculadas, son bastante
drásticas, y se pretende que las especies con llores rosadas son
muy dañinas para los animales vacunos.»

Adviértase que otros dicen nuño, (bajo cuya forma la trae


Román), voz derivada del quichua nuñu, mamar, según lo
advierte el Inca Garcilaso en sus Comentarios Reales. Román
cree que de ella se formó el araucano nuyu, que Febrés traduce
«chupones que se comen.»

Prefiero la forma vulgar ñuño, que se conserva en el toponímico


Ñuñoa, barrio suburbano de Santiago, que así se llamaría por
abundar en tiempos pasados allí esa planta.

147
O
Olivillo. m. (Kageneckia angustifolia).

Diminutivo de olivo, nombre que se da en Chile a un arbolillo de


dos a tres metros de altura, de la familia de las Rosáceas, que,
según aserto de Philippi, es el que más se aproxima a las nieves
eternas. Tiene las hojas lineales-oblongas, o cuncado-lineales,
agudas, rígidas, fuertemente aserradas, pegajosas cuando nuevas,
hasta de siete centímetros de largo y uno de ancho.

Román, que corrobora lo dicho con la siguiente cita de Rossel


(Guía de Concepción): «su madera engruesa poco y crece muy
derecho; se emplea en cercos.»

También se da en Chile el mismo nombre de olivillo a un árbol


del sur del país, que se conoce igualmente con el de tique. Es el
Aaextoxicum punctatum, de la familia de las Euforbiáceas,
descrito que fué primeramente por los botánicos españoles Ruiz
y Pavón.

Oreganal, m.

Sitio plantado de orégano; lugar donde abunda esta planta. Falta


esta voz en el Diccionario.» Román.

Oreganillo. m. (Gardoquia Tilliesi).

Arbusto de la familia de las Labiadas, velloso, con ramas

148
rojizas; hojas pequeñas, lineares-oblongas u obovaladas, obtusas
y angostadas hacia la base en peciolo, enteras, borde encorvado,
glabras y coriáceas; cáliz tubuloso de sépalos tubulados, corola
un tercio mayor que el cáliz, peluda y roja.

La trae Bertero en sus Plantae rariores, publicadas por A. Colla.

Oveja, f.

El Diccionario al hablar de esta voz en su tercera acepción, dice:


«Chile. Llama, 3.er art.», esto es, que en Chile se denomina así a
la oveja; información del todo inexacta, y tanto, que son contadas
las personas que entre nosotros han visto siquiera ese
cuadrúpedo peruano y boliviano en algún jardín zoológico. Debe,
por tanto, suprimirse, como ya lo pidió Román.

149
P

Paguacha, f.

Nombre que se da a cierta especie de melón invernizo, de color


verde y carne amarillosa, de tamaño mediano y achatado; y se
aplica también a una de calabazas de forma parecida.

Viene del araucano pahua, que se dice de la hernia. Traenla


Lenz, (n. 989, cuarta acepción) y Román; pero este último autor
no la considera que merezca ser aceptada en el Diccionario, y la
escribe con g.

Paico. m.

Está en el Diccionario como chilenismo, sinónimo de pazote,


«voz americana». Adviértase que es quichua.

Del paico se extrae la paicolina, voz que «merece ser admitida


en el Diccionario.» Román.

Palhuén. m. (Adesmia arborea).

Arbusto de la familia de las Papilioneáceas, tribu de las


hedisáreas, «muy espinudo, de seis a ocho pies de alto, común en
las provincias centrales» (Philippi), al que se da también el
nombre de espinillo. Otros escriben palhuel, pero debe
preferirse como más general la que termina en n, por ser también

150
mas próxima a su derivación araucana, que es netamente tal,
aunque no se halla en los vocabularios indígenas.

Traen esta voz Lenz y Román.

Palometa, f. (Caranx georgianus).

Pez comestible de las islas de Juan Fernández, parecido al jurel.

Palpallén, m. (Senecio denticulatus).

Arbusto de la familia de las Sinantéreas, suborden de las


tubilifloras, «que puede alcanzara dos metros y más de altura,
con hojas aovadas, dentadas, más o menos cubiertas de un vello
blanquecino, y corimbos multifloros de cabezuelas radiadas,
amarillas Se cría desde Rancagua hasta Río Bueno.» Philippi.

Es araucana la etimología de esta voz, (palpalén) aunque no se


registra en los diccionarios.

Palpi. m. (Calceolaria thyrsiflora).

Arbusto de la familia de las Escrofularíneas, «de unos treinta


centímetros de alto, con hojas angostas, casi lineares, aserradas y
flores amarillas, dispuestas en un tirso alargado. Se halla en las
provincias de Coquimbo, Santiago y otras.» Philippi. Sus hojas
son muy dulces.

Su etimología, advierte Román, «puede ser el araucano pal, palo

151
mediano, y pùd, cosa espesa y también desparramada.»

Palqui. m.

Aunque admitido en el Diccionario, falta darle su etimología, que


es araucana, y añadir a la virtud que se le señala, que sus
raspaduras se emplean como sudorífico y la planta para hacer
jabón.

Debería incluirse también, como lo indica Román, su derivado


palquial, m., sitio poblado o abundante de palquis.

Pallar, adj. y ú. m. en pl. pallares. (Phaseolus pallar).

Cierta clase de fréjoles conocida con este nombre en Chile y la


Argentina (Catamarca) y procedente, según se dice, del Perú, en
cuya lengua quichua así se llama en efecto. Con el mismo nombre
le cita también Molina, que le señala como muy notable por el
tamaño de sus granos, que son de cerca de una pulgada.

Lenz, n. 1004, y Román, que trae el siguiente pasaje del Inca


Garcilaso, citando al P. Acosta: «Yo no he hallado que los indios
tuviesen huertos diversos en hortaliza, sino que cultivan la tierra
a pedazos para legumbres que ellos usan, como las que llaman
frisoles y pallares, que les sirven como acá garbanzos y habas y
lentejas.» La voz ha entrado en la última edición del léxico
oficial y sólo resta advertir que se usa más en plural y que su
etimología es quichua.

152
Pangue, m. (Gunnera chilensis).

«... planta sin tallo, pero cuyas hojas alcanzan a veces a un


tamaño extraordinario; los pecíolos se comen bajo el nombre de
nalca, y la raíz muy gruesa, que contienen mucho tanino, se usa
para varios objetos.» Philippi. «Planta grande, sin tallo, muy
áspera; las hojas largamente pecioladas, a veces enormes, de uno
y medio metro de diámetro, orbiculares, lobuladas; de su centro
nace un bohordo cilíndrico, que lleva muchas espigas de flores;
el fruto parece una pequeña drupa, porque el cáliz se vuelve
carnoso, el pangue es muy común en los lugares pantanosos, a lo
largo de los arroyos, etc.»

«Salía yo cada día en un barquillo que allí tenía, y iba el río


arriba, de cuyas riberas traía cantidad de pencas de áspera
comida, de unas grandes hojas mayores que adarga de una yerba
llamada pangue, cuyas raíces sirven allá a los nuestros de
zumaque, para curtir los cueros.» González de Nájera. «El
pangue, bien conocido por sus hojas, que son tan grandes, que
pueden servir de quitasol, se da en los cenagales como unas
cepas gruesas.» Rosales. «La raíz de aquella planta vivaz, que
los indios llaman el panke..., da un color negro bellísimo.»
Molina. Forma que se cambió por la que tiene actualmente, según
lo notó ya Carvallo: «en lengua del país, corrompido panque,
que debía ser panqué.» Pangui escribió Péres Rosales: «La hoja
de nalca o pangui, como la llaman en el norte, excede en tamaño
los límites de la ponderación en Llanquihue...: una de las hojas
midió tres varas y cerca de cuarta de diámetro...»

Celebrada también en su Purén Indómito por Alvarez de Toledo,

153
canto XIX:

Allí se vió después desamarrado


Y a una india taparle el cuerpo todo
Con las hojas del pangue, de manera
Que nadie no le vió desde acá fuera.
Mas él bien vido a todos claramente
Desde el pantano adonde oculto estaba
Y cómo por el rastro aquella gente
Entre los mismo pangues le buscaba.

De pangue se ha formado pangal: sitio donde viven agrupadas


muchas de esas plantas.

Abundantísimas noticias de ella ha dado Vidal Gormaz en los


Anales de la Universidad de Chile, t. XLV, p. 594. Sostiene con
razón que el nombre único que hoy le corresponde es pangue.
Lenz, n. 1009, y Román han invocado también la autoridad del
poeta chileno recordado.

Panul, m. (Ligusticum panul).

Nombre indígena de una umbelífera herbácea de la cual se


conocen por lo menos dos especies en Chile. Hierba lampiña,
con tallo ramoso, surcado y trifurcado y con umbelas terminales;
hojas pinatisectas con segmentos multífidos, lóbulos líneales-
agudos; pétalos blancos; fruto ovalado, con dos estilos reflejos.
Febrés traduce esta voz araucana por apio.

Lenz, n. 1011, y Román, «nombre que debe ya entrar en el


Diccionario, es araucano...»

154
Pañil, m. (Buddeleya globosa).

«Arbolito de unos tres metros de alto, con hojas grandes,


oblongas lanceoladas, acuminadas, almenadas, arrugadas,
cubierto de un bello amarillento afelpado en la cara inferior;
flores anaranjadas, dispuestas en cabezuelas globosas,
compactas. Sus hojas son muy vulnerarias, se usan en polvo o
decocción para las úlceras, etc.» Philippi.

Viene del araucano pagil, «mata medicinal, buena para curar


hinchazones, desconcertaduras, etc.»

Lenz, n. 1014, y Román.

Papa. f.

Doma, derivado del araucano domo, mujer, o aplicado en sentido


figurado a la madera que no tiene nudos. Una de las muchísimas
especies y de las más conocidas y mejores, para no citar otras,
que se cultivan en Chile.

Observa Román: «La etimología de papa, no es el latín papa,


comida, como dice el Diccionario, sino el quichua papa, raíz de
comer conocida. (Torres Rubio). El Inca Garcilaso dice «que
entrellas [las legumbres que fructificaban debajo de tierra] hay
una que llaman papa: es redonda y muy húmida, y, por su mucha
humidad, dispuesta a corromperse presto.» (Comentarios
Reales, parte I, lib. V. cap. V). Como la planta es americana y
consta que en quichua se llamaba y se llama papa, no hay para

155
que buscar su nombre en el latín.»

Al testimonio de Garcilaso podrían agregarse algunos mas


sacados de los antiguos cronistas.

De papa viene su derivado papal, m.. terreno sembrado de


papas.» Hace falta, continúa Román, esta voz en el Diccionario,
pues no se puede exigir a los americanos, que la usan casi
uniformemente, el que la sustituyan con patatal o patatar, únicas
que él registra.»

Papilla, f. (Valeriana papilla).

Como su nombre lo indica, pertenece a la familia de las


Valerianáceas; y el fuerte olor que despide su raíz, al acido
valeriánico, así la permite clasificar desde el primer momento;
su raíz es gruesa, carnosa, perpendicular, trasversalmente
arrugada. Crece la papilla (diminutivo de papa) en las
provincias centrales de Chile.

Pato correntero, m. (Merganetta armata).

Pato silvestre de Chile, que habita las aguas torrentosas de la alta


cordillera de las provincias centrales y que remonta con
maravillosa facilidad, de donde le ha provenido su nombre. Es
notable también por el espolón robusto y agudo que tiene en las
alas, lo que le ha valido el calificativo de armatus. El plumaje
del macho está matizado con tres listas negras en la cabeza. La
hembra tiene toda la cima de ésta y la mitad anterior de las alas

156
de un gris ligeramente apizarrado.

Jergón grande (Dafila spinicauda), contrapuesto a jergón chico,


que también se nombra en Chile. Aquél forma la especie más
común de las salvajes que habitan el territorio de Chile, y su área
de extensión comprende asimismo al Perú y al Brasil. Pertenece
a la categoría de los patos de «cola de flecha», por lo puntiaguda
que es, con dos rectrices del centro filiformes y prolongadas
como lanzas, sobresaliendo mucho de las demás, por lo que ha
recibido el nombre específico de spinicauda. Tiene cerca de 50
centímetros de longitud total, y su plumaje es de un moreno
bermejo, salpicado de manchas negras en el dorso, algo mas
claro en la parte inferior del cuerpo.

Juarjual (Anas cristata).

Pato silvestre de Chile, de mayor tamaño que el jergón grande,


del que se distingue especialmente por la cresta que forman las
plamas sobre la nuca. Su cabeza y pescuezo son de un flavo
finamente salpicado de negro; el pecho y vientre de un flavo
bermejo, la cola morena, y el pico y los tarsos negros. Habita las
provincias centrales de Chile.

Tripoca (Erismatura ferruginea).

«Pato tripoca, común en las lagunas de las provincias centrales.


Su plumaje es muy diverso según la edad y la estación. Se
conoce también del Perú.» Philippi. Descrito por Gay, Zoología,
VIII, p. 458.

Lenz, n. 1388, quien se manifiesta dudoso, aunque sin razón, de

157
que exista la forma tripoca, y añade respecto de la etimología de
esta voz: «Si tripoco es la primitiva, se podría analizar según
Febrés: thùpun, pegar, aporrear, azotar, + co, agua; sería «pato
azota-agua.»

Debo advertir que, sin estas especies, se conocen también en


Chile otras silvestres de anteojillo, capuchino, cuchara,
gargantilla y real.

Pejegallo. m. (Callorrhyncus antarcticus).

«El pejegallo tiene cerca de tres pies de largo; su cuerpo es


redondo y mas grueso por el medio que por los extremos,
cubriéndole enteramente un pellejo azulado y desnudo de
escama. Una cresta cartilaginosa, que, adornándole la cabeza, se
prolonga cinco o seis líneas más allá del labio superior, le ha
merecido el nombre de pejegallo...» Molina.

Por su parte, dice Philippi: «cuerpo cónico, alargado, desnudo;


cabeza gruesa, voluminosa, en declive, con los ojos a los lados;
el hocico con un apéndice o girón carnoso; la primera aleta
dorsal con el primer radio duro, la cola prolongada en un largo
filamento.» Román hace notar que «es pez distinto de los que el
Diccionario llama gallo y papagayo.»

En este orden se distinguen también en Chile, el Pejeluna, va.


(Mola mola); el Pejeperro, el Pejesol, el Pejesapo y el
Pejezorra.

158
Pejezorra. m. (Carcharias vulpes).

Advierte Gay que el pejezorra es bastante común en Europa y


que con este nombre se le conoce también allí; pero el hecho es
que no lo registra el Diccionario.

Pertenece a la familia de los Selacienoides, alcanza a una


longitud de ocho a diez pies, es de color verde aplomado, a no
ser por debajo, donde tiene alguna mezcla de blanquizco; las
aletas son un poco más obscuras; el cuerpo es fusiforme y
prolongado, la cabeza pequeña y redondeada, y la abertura de la
boca se halla debajo del hocico, que es corto y obtuso; en las
quijadas tiene dos hileras de dientes triangulares; ojos circulares
y grandes con relación a la cabeza; la cola esta dividida en dos
lóbulos, el superior, muy largo y en forma de hoz, y el inferior
corto, por extremo.

Pelú. m. (Sophora tetraptera).

Árbol o arbusto de la familia de las Leguminosas, con las ramas


nuevas con tomento rojizo; hojas con diez a veinte pares de pinas
trasaovado-orbiculares; flores en racimos; corola amarilla;
legumbre con cuatro alas longitudinales denticuladas.

«De las provincias del Sur, merece un lugar en los jardines por
sus hermosas flores doradas, y que tiene madera dura y
preciosa.» Philippi.

Lenz, n. 1032, y Román, que cree que su etimología araucana es


posible que sea la misma de pilo. Los indígenas dicen pelupelu.

159
«El pilo es una planta leguminosa, de que hay dos especies, que
viven a orillas de las aguas, de hojas menudas y ramas muy
flexibles, con flores amarillas; y el de las lomas, de pequeño
tallo y sin uso.» Rossel, Guía de Concepción.

El nombre araucano es pùlù, que en la segunda edición del


Vocabulario de Febrés aparece con la indicación de «arbusto
con flor amarilla; su cascara es vomitio eficaz, arranca
apostemas del pecho y costillas.»

Román observa que ninguno de nuestros naturalistas habla de


este arbusto,» debió decir, con ese nombre, pues el que le
corresponde de verdad es el de pelú.

Pellín, m. (Fagus oblicua).

«El roble... y su corazón pellín... es casi el único árbol que bota


sus hojas, de excelente madera para construcciones.» Philippi.
«Es mucha la diversidad que hay de robles y muchos los que de
ellos se aprovechan para los edificios, por ser tan fuertes, y
principalmente el que llaman pillin, que es colorado y se
inmortaliza enterrado y dentro del agua, y en la humedad refina
su nativo carmesí.» Rosales. Forma que se deslizó tal vez por
yerro de impresión, pues en otro lugar de su obra, el jesuíta
madrileño escribe en la única conocida hoy: pellín. «Su nombre
propio índico, advierte Gómez de Vidaurre es pellín, como
también lo suelen llamar algunos.»

Del nombre y cualidades de esta clase de roble procede el


chilenismo apellinarse: endurecerse, dicho también

160
metafóricamente.

Lenz, n. 1034, y Román.

Pequén, m. (Noctua cunicularia).

«...el pequén, poco nocturno, que vive en cuevas de la tierra...»


Philippi. «El pequén es un pájaro del género de las lechuzas, su
estatura como la de un palomo; acostumbra abrir grandes
agujeros en los campos rasos, donde hace su habitación...; su
graznido, que es lúgubre e interrumpido, parece que profiere las
sílabas de su nombre.» Molina.

En araucano se llama pequeñ, según Febrés.

Lenz, n. 1039, y Román.

Perdiz cordillerana, m.

Apenas necesito decir que nuestra perdiz es muy diversa de la


europea, y mas aún la cordillerana, que pertenece al genero
Attagis. Esta no sirve para comer, es mucho más pequeña que la
ordinaria, y, como observa Philippi, tiene las alas puntiagudas y
los tarsos robustos y reticulados por delante.» Su área de
habitación esta en lo alto de la cordillera de los Andes, y de ahí
su nombre.

Pericote, m.

161
«Rata grande. Asi lo definió Marty Caballero como
americanismo, y así se usa por lo menos en Chile, en la
Argentina y en el Perú. Convendría, pues, incluirlo en el
Diccionario. Román.

Gay opinaba que esta voz pericote es netamente indígena, y cita


varios pasajes de un manuscrito de fines del siglo XVIII en que
aparece empleada y que sería ocioso reproducir aquí.

Péril, m. (Tessaria absinthioides).

«La chilca, el péril y alguna que otra mancha de chépica y


esparto brotan con mucha dificultad por entre aquel terreno
suelto y cargado de costras salinas.» Pérez Rosales. «De la cual
se sacaba en el tiempo del coloniaje en las provincias del norte
una resina que se usaba en lugar de la brea europea, el género
senecio, del cual hay unas 150 especies en Chile.» Philippi. Cita
la planta con el nombre de brea. Es una de las malezas mas
perjudiciales, por la casi imposibilidad que hay para arrancarla
de raíz; suele alcanzar hasta un metro de altura; sus hojas son
alternas, con dientes en los bordes; las flores, de un color rojo
pálido.

En cuanto a su etimología, Román cree que pueda venir del


inglés peril; acaso, del araucano penulu, marchitarse, porque, en
efecto, esa yerba se marchita apenas arrancada.

Petaquito. m. (Tinochorus Orbignyanus).

162
Una especie de las llamadas perdicitas en Chile, que habita las
partes altas de la Cordillera de los Andes. El género a que
pertenece se caracteriza por tener «las alas puntiagudas, los
tarsos bastante delgados, y escutelados, es decir, que la
membrana que lo cubre por delante parece formar escudo en su
parte delantera,» y representa en Chile a las codornices de
Europa. Philippi.

Lenz, n. 1047; y Román.

Peuco. m. (Buteo unicinctus).

Del araucano peucu, ave de rapiña, parecida al gavilán. «Muy


semejantes a estos pájaros son otros que llaman peucus.» Ovalle.
«Hay otras aves rapaces y carniceros, singulares de esta tierra,
como el peucu...» Rosales.

Esa voz, castellanizada hoy, se dice peuco.

El diminutivo peuquito corresponde a la especie llamada


accipiter chilensis, peculiar de este país, que convendría no
olvidar.

Lenz, n. 1052, y Román.

Peumo, m. (Cryptocaria peumus).

«Otros árboles hay también frutíferos de los silvestres, y se


llaman peugu; tienen la fruta colorada, un poquito más larguita y
ovada que la avellana, la cual comen los indios cocida con otros

163
ingredientes.» Ovalle. Y así en esta forma peugu por regla
general en los primeros cronistas, que tomaron la voz del
araucano pegu, convertida hoy invariablemente en peumo, desde
Molina acá: «el peumo comprende cuatro especies distintas.»
Advertiré, con todo, que en Núñez de Pineda, quizás por mala
lectura del manuscrito, salió con la variante pengu, que tengo por
yerro de la imprenta. Vale la pena de leer el párrafo que dedica a
este árbol: «Desmontamos de los rocines y a unos árboles
vistosos los atamos, que cerca de la puerta hermoseaban el sitio
y su contorno, por ser de calidad que todo el año conservan
verde y vistosísima la hoja, demás de ser crecidos y copados; y
cuando están con su fruta colorada, es a la vista apacible y
deleitable; a éstos llaman pengus, que su sombra también es
copiosísima y saludable de verano, y las hojas, batidas y
oprimidas, despiden de sí un fragante olor y muy suave, y puestas
en la cabeza, mitigan el dolor de ella causado del calor y de la
fuerza que el sol tiene de verano. Y la corteza y fruta son
medicinales para achaques del vientre y del estómago.» Pág. 85.

«Es árbol bastante grande, de hojas aovadas, finamente


reticuladas, que se cría en las provincias centrales de Chile...»
Su cascara sirve para curtir. El fruto, que cuando maduro es
encarnado, tiene la forma de una aceituna, aunque un poco menor;
se come después de una ligera cocción (que de ordinario se hace
en la boca misma) y tiene un olor característico peculiar también
a la madera y a sus hojas cuando ligeramente refregadas.

«No cocer peumo en la boca», frase figurada, que se aplica a las


personas que no saben callar a tiempo.

164
Lenz y Román.

Pico. m. (Balanus psittacus).

Molusco llamado antiguamente pico de papagayo y hoy


simplemente pico. «Pero el marisco de mayor estima, que
entiendo no se halla en nuestros mares, es uno a que llaman allá
pico de papagayo, porque descubre por un agujero de la concha
do está encerrado, un cierto pico». Nájera. «Los picos de
papagayos son otro género de marisco muy regalado...» Ovalle.
«Hay otras no menos sabrosas, que llaman pico de papagayo, y
aseméjase este marisco en la cobertura a un pedazo de peña
acanalada. Dentro está la carne blanca como una leche y ceñida
de una costra en forma de pico de papagayo, por lo cual le
pusieron este nombre.» Rosales. La verdad es que son las
mandíbulas del molusco las que revisten esa forma.

«Es más común decir pico solamente, y así debe entrar esta voz
en el Diccionario.» Román.

Pichi. m. (Fabiana imbricata).

«Arbusto chileno de la familia de las Solanáceas, con flores


bonitas, blancas, solitarias, muy numerosas en el extremo de los
ramos tiernos; es muy común al pie de la cordillera.» Se le
atribuyen cualidades anti-hepáticas y diuréticas.

Viene de la misma voz araucana pichi, pequeño, poca cosa.

165
Román, quien advierte que en la nueva edición de la Historia del
Paraguay, de Charlevoix, se llama a este arbusto «yerba de
orina o meona.»

De esta voz ha provenido su derivado pichinal, sitio poblado de


pichis, que Pérez Rosales escribió pichingal. «Puede admitirse
como chilenismo,» advierte también Román.

Pichihuén, m. (Umbrina ophicephala).ç

«El pichihuén es uno de los peces más apreciados en Chile; se


halla en la bahía de Coquimbo.» Philippi. Cítanlo también Gay y
Reed, que escriben malamente pichiguén. Pertenecen los
acantopterigios, orden de los torácicos. Alcanza a unas 16
pulgadas de largo. Su etimología es indudablemente araucana, tal
vez de pichi, pequeño, y huenu, arriba.

Lenz, n. 1065, y Román.

Pichoa. f. (Euphorbia chilensis).

«La pichoa, purgante que se debe usar con precaución.» Philippi.


«La pichoa es una yerba eficacísima para purgas... Su copa sigue
al sol como la maravilla.» Rosales. Mariño de Lobera, primer
autor en que aparece citada la planta, la llama lepichoa; pero
hoy sólo se conoce bajo aquel nombre.

«Púrganse con la raíz de la yerba lechetrezna, a que llaman


pichoa...» González de Nájera.

166
Pertenece a la familia de las Euforbiáceas; «la raíz es perenne,
gruesa y echa muchos tallos, largos, de cinco o seis pulgadas,
poblados de hojas alternas, sésiles, ovaladas oblongas y
acuñadas; se terminan en umbelas trífidas, con radios dicótomos;
las cápsulas son lisas; hay una variedad lampiña y otra vellosa.
La pichoa se cría casi en todo Chile, y desde el mar a la
cordillera.» Philippi.

Lenz, n. 1068, y Román creen que tal voz es araucana. Los


indígenas la conocen hoy con el nombre de lafqueri-lawen.

Pidén, m. (Rallus bicolor).

«Por cima del cuerpo, desde el occipucio hasta el crupión, de


color oliváceo, mezclado de bruno sobre las grandes cubiertas
alares; remigias y rectrices morenas; por bajo, de un ceniciento
uniforme gris ferrugíneo; pico rojo sanguíneo en la base, azulado
desde este punto hasta la primera mitad de su longitud, y verdoso
en la última mitad hasta la punta; ojos de un rojo purpúreo; tarsos
y pies rojos... Frecuenta las riberas y los sitios húmedos y se
alimenta de gusanos o vegetales; su marcha es ágil y corre con
velocidad; es sumamente tímido, y al menor ruido va a ocultarse
entre la hierba...» Gay.

«El pidén y el zorzal cantan al ponerse el sol, porque no falte


música a su ocaso.» Córdoba y Figueroa. «El pidén, pajaro de
color pardo.» Olivares. Advierte Carvallo y Goyeneche que tal
voz es indígena (pideñ, según Febrés) y que algunos españoles
suelen llamarla gallinilla.

167
Lenz, n. 1073, y Román.

Pidulle. m. (Oxiurus vermicularis).

Llaman así en Chile a un pequeño gusano o verme, nematodo, que


habita el intestino y produce prurito en el recto y anal, en los
niños especialmente. La longitud del macho es de tres a cuatro
milímetros, y la de la hembra de 9 a 12.

«Viene del araucano dulluy, lombriz, precedido de pu, signo de


pluralidad, y convertido en pi, quizás por contaminación con
pirhuín, del araucano pidhuiñ.» Román.

Pilapila. f. (Modiola caroliniana).

«Planta de la familia de las Malváceas, de tallo rastrero, a veces


levantado, rollizo, algo surcado, ramoso, lampiño o un poco
velloso, de dos o tres pies de largo y con nuevas raíces junto al
pecíolo de cada hoja inferior.» Gay.

Se usa en medicina casera como refrescante de la sangre.

El nombre es araucano, aunque Febrés lo trae como de cierta


especie de corvina pequeña.

Lenz, n. 1078, y Román.

Pilgao. m. (Amphidesma solida).

168
Molusco parecido a la taca, aunque de mayor tamaño, así
llamado en Chiloé. «Esta especie, dice Gay, la más grande del
género, es notable por su espesor, su forma orbicular, y, sobre
todo, la coloración rosada de la charnela al interior. La concha
es de un blanco amarillento.»

Traen esta voz Lenz, Cavada y Román. «El nombre tiene forma
de araucano, observa este último, pero no aparece en los
diccionarios.»

Pilme, m. (Cantharis femoralis).

«El pilme, negro, con los muslos rojos, causa a veces muchísimo
daño en las huertas.» Philippi. «Se encuentra un escarabajo
negro, de ocho líneas de largo, llamado pilmo, el cual arruina las
plantas leguminosas.» Molina. Forma esta última del todo
abandonada; en araucano es pùlmi.

Lenz, n. 1085, y Román.

Pilpil. m.

Llamado comunmente pilpilboqui, pertenece al género Boquila,


de las Lardizabáleas, común en las provincias del Sur; «tiene
hojas simplemente trifoliadas, flores blanquizcas y bayas
blancas, globosas, del tamaño de una arveja.» Philippi. Ya queda
dicho el significado de boqui, y de ahí que Febrés traduzca:
pùlpùl, cierto boqui, como lo nota Román.

169
Pilpilén. m. (Haematopus palliatus).

Ave zancuda, de la familia de los Carádridos, con pies que sólo


tienen tres dedos y carecen de pulgar. El plumaje, matizado de
negro y blanco a grandes manchas, le da extraordinario parecido
al ostrero de Europa. El pico, mas largo que la cabeza y
comprimido lateralmente, es de color rojo de fuego, y sus tarsos,
rojo claros.

«Los ostreros... se conocen tres especies en Chile, con los


nombres de pilpilén, tiratira.» Philippi.

Es voz indígena, de etimología onomatopéyica, por el grito de


estas aves.

Lenz, n. 1088.

Pilvén. m. (Trichomycterus).

Pez de agua dulce, muy parecido al bagre, aunque de tamaño


mucho menor, pues no excede de unos diez centímetros.

Lenz y Román estiman con razón que el nombre es araucano,


aunque difieren en la etimología que pueda corresponderle.

Pillo, m. (Ciconia maguaria).

Ave zancuda sumamente parecida a la grulla europea, pero que


en Chile es muy escasa y vive en las regiones pantanosas mas
apartadas, destinada prontamente a desaparecer quizás.

170
«Tenemos una especie en Chile muy parecida a la cigüeña blanca
de Europa, que se conoce en el país con el nombre de pillo.»
Philippi. «El pillu es una especie de ibis, de color blanco,
variado de negro, que habita en los ríos y en las lagunas. Este
pájaro es notable entre todos los acuáticos por la altura
desproporcionada de sus patas, que tienen dos pies y ocho
pulgadas de largo, comprendidos los muslos; y así dan los indios
el sobrenombre de pillu a aquellas personas que tienen de un
largo desproporcionado esta parte del cuerpo.» Molina.

Lenz, n. 1091, y Román.

Pillopillo. m. (Dafne pillopillo).

«Pequeño árbol de forma piramidal, de flores blanquecinas


dioicas. Su cascara interior es muy vomitiva y purgante...»
Philippi.

El nombre es araucano, si bien no se halla en los diccionarios:


pillupillu, sobre cuyo significado recuérdese lo dicho en el
artículo precedente.

Lenz, n. 1092, y Román.

Pingopingo. m. (Ephedra americana).

«El pingopingo, común en las provincias del norte y del centro.


Pertenece a la familia de las Coníferas, con flores y frutos
parecidos a los de las Taxíneas, pero las ramas articuladas, con

171
hojas opuestas, a veces parecidas a escamas.»

En Rosales aparece la voz escrita con el cambio de g por c (que


debe de haber sido la correcta, conforme a su etimología
araucana probable). «El pinco-pinco, yerba de media vara de
alto, que ni echa flor, ni hojas, ni semilla.»

Lenz. n. 1097.

Pintadilla. f. (Scyllium chilense).

Escualo chileno, parecido al que el Diccionario describe con el


nombre de lija, y que debe su nombre a que tiene el cuerpo
pintado de manchas redondas, de color obscuro; «tiene fístulas y
alcanza apenas a dos metros,» observa Philippi.

Román, que advierte que el léxico, bajo el artículo lija, lo da


como sinónimo de pintarroja.

Pinuca, f. (Pinuca edilis).

Holoturia que vive en Chiloé, de dos a tres pulgadas de largo y


como de una de ancho, de cuerpo subcilíndrico, un tanto mas
grueso hacia el medio y adelgazado hacia las extremidades;
cuero grueso, coriáceo, boca pequeña, redonda y arrugada. Los
habitantes de aquella isla lo comen después de asado en las
brasas.

Su etimología, dice Román, puede ser el araucano pinu, pajitas

172
pequeñas, y cùhuy, gusanito largo y delgado.

Piñón, m. (Araucaria imbricata).

Describe el Diccionario bajo este nombre un arbusto de la


familia de las Euforbiáceas que crece en las regiones cálidas de
América, y convendría añadir el árbol chileno del mismo
nombre, que ha pasado a llamarse así por el fruto que da, los
piñones, en araucano pehuen, de que tomaron su denominación
los indios pehuenches, esto es, los que habitan del lado de las
cordilleras, donde crece el árbol. «Es hermoso, densamente
cubierto de hojas lanceoladas, con punta espinosa, aplicadas
contra el tallo y las ramas.» Philippi.

Vial Solar, en su citado libro, trae el derivado piñonal (p. 136:)


los que se ocultan tras la obscura raya
del alto piñonal del Nahuelbuta...

Piquero, m. (Sula fusca).

«El llamado piquero en Chile habita en la costa de Chile, Perú,


etc., y de él proviene en su mayor parte el guano de las islas de
Chincha». Philippi.

Este palmípedo tiene el pico largo y puntiagudo (de donde


procede su nombre), anda en grandes bandadas y habita las
costas del Perú y Chile. «El nombre vulgar piquero, dice Román,
debe entrar en el Diccionario.»

173
Pircún, m. (Anisomeria drastica).

Dice el P. Rosales: «Es muy usada para purgas la yerba llamada


pincún laquén (por lahuén, hierba, en araucano). De todos
conocida, por lo menos de nombre, en Chile. «Difieren las
fitoláceas de las quenopodiáceas por tener cada flor varios
pistilos, que pasan a ser frutitos carnosos. A esta familia
pertenece nuestro pircún, purgante terrible.» Philippi.

«Pequeño sub-arbusto, cuya raíz, semejante a un nabo grueso,


casi siembre dividida en su extremidad, posee la virtud emética y
purgativa en el más alto grado.» Murillo, citando a Bertero.

Lenz, n. 1116, y Román, que propone otras etimologías, una de


ellas «puede ser también el araucano vircún, cosa fría, por los
efectos que produce su raíz como remedio.»

Pirhuín. m. (Hirudo).

«Se da este nombre a cierta especie de sanguijuelas que viven en


los remansos de los ríos o en las aguas dulces estancadas, y
también a la fasciola del hígado, llamada en Chile pirihuín o
pidihuín.» Philippi. Ambas formas y aun no menos de dos más,
suelen usarse: opto por la que pongo, que es la que siempre he
oído; la segunda i, parece una simple afectación. De dicha voz
pirhuín ha nacido en Chile el verbo apirhuinarse, que se dice
del ganado afectado por este parásito.

Lenz, n. 1117, y Román.

174
Apenas se necesita advertir que la voz es netamente araucana.

Pitao. m. (Pitaria punctata).

Árbol chileno de la familia de las Zantoxíleas, «de cinco o siete


metros de altura, siempre verde, con hojas sencillas oblongo-
aovadas, muy lampiñas, ligeramente aserradas, bastante graudes,
y con flores blancas, dioicas, paniculadas; el fruto compuesto de
cuatro drupas monospermas... Las hojas son resolutivas y
antihelmínticas. Otro nombre vulgar que tiene en Chile es
canelillo.» Philippi.

«La etimología es el araucano pithau o pithao, callo, porque el


fruto del árbol se parece a un callo». Román.

Pitihue, m. (Colaptes pitigus)

«El pitihue se halla también en las provincias centrales».


Philippi. «Los picos son de cuatro especies... el pitíu es del
tamaño de una paloma, y su color pardo, manchado de blanco.
Este pájaro no anida como los demás picos en los huecos de los
árboles, sino en las márgenes de los ríos.» Molina.

Su etimología, según lo advirtió Gay, proviene del grito o canto


de este pájaro. «No está en los diccionarios indios, observa por
su parte Lenz, pero es evidentemente mapuche: pitíu: de donde
se deriva pitihue por el plural.» Los indígenas le llaman pechiu.

Adviértase, con todo, que el Diccionario trae la voz pitío


«silbido del pito o de los pájaros».

175
Pitoitoy. m. (Totanus melanoleucus).

Hay dos especies en Chile de esta ave zancuda de las costas,


cuya área se dilata por todas las de la América del Sur y del
Norte: el pitoitoy grande y el chico, ambos de la familia de las
zancudas y de formas esbeltas y graciosas. El plumaje, compacto
y unido, es bruno por encima, y por debajo blanco, con manchas
obscuras. Tiene el pico más corto y los tarsos más altos que el
porotero, que luego mencionaré. Se halla siempre en las orillas
de las aguas corrientes o estancadas, y al emprender el vuelo
lanza el grito de que proviene su nombre.

Lenz, n. 1129.

«La etimología, observa Román, aunque parece araucana, no está


clara.»

Pitra, f. (Myrcengenia pitra).

Que algunos escriben petra, apartándose de su etimología


araucana pùtha, es una mirtácea chilena «de ocho a diez pies de
alto, pubescente y con muchas ramas, casi siempre también
pubescentes, y las más tiernas cubiertas de vello rojizo. Hojas
anchas, elípticas muy variables... Flores blancas, dispuestas en
una especie de panículo axilar a lo largo de las ramas.» Gay. «La
baya, que se llama mitahue, es negra, semejante a la del arrayán,
comestible y de un sabor agradable. Sus hojas y corteza son
medicinales.» Román.

176
Los polvos de pitra son de muy frecuente uso en la agricultura
como insecticidas y constituyen un ramo de comercio de alguna
importancia. La pitra corresponde, en ese orden, al pelitre
español.

Piune. m. (Lomatia ferruginea).

De la familia de las Proteáceas, «las más veces queda arbusto,


algo desnudo, con hojas grandes, bipinatífidas, muy elegantes,
cubiertas de vello color de orín por debajo, con racimos flojos
de flores amarillas. Se cría en los montes un poco húmedos de
Valdivia y Chiloé. Usan la decocción para lepidias
(indigestiones).» Philippi. Se le dan también los nombres de
huinque y romerillo, de acuerdo este último con su designación
araucana: piúne, como lo advirtió Román.

Piuquén. m. (Anser melanopterus).

«En Chile hay cuatro especies silvestres [de gansos] de los


cuales el canquén se ve con frecuencia en los corrales de Ancud;
el gansillo es de las cordilleras, así como el piuquén y el cague
de Chiloé y Magallanes.» Philippi. «El piuquén es una especie
de abutarda mayor que la europea, de color blanco y cuya cabeza
y cuchillos de las dos alas son cenicientas y negras las primeras
guías; la cola es corta y poblada de 18 plumas blancas; el pico es
proporcionado y semejante al de la abutarda; los pies, de cuatro
dedos bien gruesos.» Molina. «El piuquén es ave grande como el
pavo, su color blanquizco, su carne muy regalada...» Olivares.
Hablan también de esta ave González de Nájera, Córdoba y

177
Figueroa y Alcedo.

Su etimología es araucana; piùqueñ.

Lenz, n. 1140, y Román.

Piur. m. (Pyura Molinæ).

«Las ascidias propiamente tales son de bastante tamaño y viven


aisladas o agrupadas casualmente; a éstas pertenecen los piures
de Chile, que muchas personas comen como un alimento muy
delicado.» Philippi. «Entre los moluscos son notables los piures,
tanto por su figura, como por el modo con que alojan.» Molina.
Varios otros autores hablan también de los piures, forma de
plural que es la mas corriente.

Tal voz viene del araucano: piùr.

Lenz, n. 1141, y Román, que escribe piure, en singular.

Platero, m. (Chlorospiza alaudina).

No es raro en las provincias centrales de Chile y se le halla


también en Bolivia. Es del tamaño de la diuca, y como ésta,
pertenece a la numerosísima familia de los Fringílidos. Por
encima, sobre un fondo pardusco obscuro, tiene manchas en
forma de rayitas negruzcas; la garganta y el pecho, plomizos y el
vientre y la parte interior de la cola, blancos. Abunda en los
valles del interior de la Cordillera y anida en las ramas bajas de

178
los arbustos pequeños. Su nombre le viene del color de su
plumaje.

Pocha, f. (Percichthys melanops).

Llámase así una especie de trucha, de pequeño tamaño, muy


espinuda, y por eso, aunque comestible, de poca estima. Es muy
probable que tal nombre se le diera por su forma achatada, del
adjetivo pocho, cha, que se aplica a cierta clase de aluvias en
Álava, según lo recuerda Román.

Pololo, m. (Sulcipalpus elegans).

Se aplica especialmente a esta especie de fitófagos por ser la


más abundante en la región central de Chile. «Los sanjuanitos o
pololos de los chilenos pertenecen a esta sección.» Philippi.

Tiene la cabeza pequeña, el protórax con un surco longitudinal en


el medio, y cubierto, como aquélla, de pequeñas verrugas; los
élitros son de color verde y no cubren el extremo del abdomen,
que es ceniciento; patas anteriores, rojizas; medianas y
posteriores, verdes; longitud, 1.5 cms.

Viene del araucano, un tanto modificado. Véase Lenz, n. 1151.


Este mismo autor cita el siguiente pasaje de un escritor chileno:
«Comienzan a salir de entre las tejas los murciélagos y a
revolotear los pololos en torno de los naranjos...» Rodríguez. La
cueva del loro Eustaquio, p. 106. Ejemplo a que añadiremos el
siguiente: «La araña, encerrarla en el sepulcro formado por los

179
despojos de sus enemigos vencidos uno a uno, suspende su
enrejado castillo entre las ramas de los árboles. Ahí, por un
vuelo demasiado rápido, va a caer entre las redes un pololo...»
Medina, opúsculo citado.

«En esta acepción debe admitirse nuestra voz pololo.» Román.

Pollolla. f. (Podiceps Rollandii).

Pertenece al mismo género de las hualas, aves acuáticas de que


ya se trató, pero su color es diverso.

Escriben algunos, v.g. Rodríguez, polloyo.

Lenz, n. 1153, cree que la etimología de esta voz debe de ser


araucana, si bien falta en los diccionarios; pero Román opina que
está formada de polla.

Póquil. m. (Cephalophora glauca).

Pertenece esta hierba a la familia de las Sinantéreas, suborden de


las tubilifloras, de un género particular a Chile, que comprende
varias especies; «las de tallo por lo común sencillo, con hojas
superiores angostas; sésiles, tienen indistinta mente el nombre de
póquil.» Philippi.

«Póquil, que algunos llaman manzanilla cimarrona», dice


Philippi. Feuillé con el nombre de poquill; poquell, Carvallo, y
póquel, Zerolo. En araucano es pocull: una flor con que tiñen

180
amarillo, expresa Febrés.

Lenz, n. 1156, y Román.

Poroto, m.

«Alubia americana», se limita a decir el Diccionario. Viene del


quichua purutu. Se da ese nombre en Chile a la planta, al fruto, y
al guiso que de él se hace. Los hay de muchas especies, pero las
más conocidas son las que llaman bayos, burritos, caballeros,
colorados, coscorrones, mantecosos, etc.; de los pallares ya se
hizo mención. En tabla, los que no están todavía del todo
granados, que suelen también designarse como verdes.

De esta voz procede su derivado porotal, terreno sembrado de


porotos.

Véase para más detalles el libro de Román.

De paso advertiré que el nombre de burritos se dijo


primeramente en Chile borriquitos; así lo afirma Gómez de
Vidaurre:... «prefieren a todas las especies, las que han llamado
los españoles borriquitos, por lo aceitosos que ellos son. Estos
son esféricos, en la grandeza de su género medianos, mitad
blancos, mitad de color de burro, lo que les hizo dar el
sobredicho nombre.» I, p. 118.

Porotero. m. (Gallinago Paraguayae).

181
Ave zancuda, de la familia de los Escolopácidos, de formas
delgadas y largas, con el pico fino, prolongado y algo
redondeado en la extremidad. Por encima esta matizado de negro,
leonado y bruno; en el pecho tiene manchas de este último color,
y sobre la frente cuatro fajas longitudinales, también brunas. Del
grito que da, ha procedido su nombre.

Abunda en todo Chile y en la Argentina.

Es voz onomatopéyica.

Poto. m.

Criadilla de mar definió el Diccionario en su penúltima edición,


«pólipo de figura globosa, hueco y pegado por un solo punto a
las rocas, de las que se desprende fácilmente,» y citando ta!
definición dice Román: «Los naturalistas dirán si es el mismo
pólipo que en Chile se llama poto.»

Pudú. m. (Cervus pudu).

«El pudú o venado de Chile, la especie más pequeña del genero


Cervus, que es bastante abundante en las provincias del Sur; el
macho tiene un pequeño cuerno derecho, no ramificado.»
Philippi. «El pudú es una cabra montes del tamaño de un choto o
cabrito de seis meses de edad, de color pardo, y armada de unos
cuernos pequeños, de que carecen las hembras.» Molina. El
nombre, indígena, era ya conocido en tiempo de Rosales, que
dice: «Hay también corsos pequeños o venados, que los chilenos

182
llaman pudú...»

Lenz, n. 1168.

Puma. m. (Felis concolor).

El león de los españoles, que los indios de Chile llaman pagi «y


en el Perú es conocido con el de puma», advierte Molina, pero
que corresponde en todo a la familia de los gatos. Véase la
descripción de este carnicero en la obra de nuestro compatriota.

Lenz, n. 1178. y Román, que advierte que el Diccionario le da el


género femenino, contra el uso general.

Puya, f.

Son varias las especies de esta planta de la familia de las


Bromeliáceas, que se hallan en Chile. La puya coarctata,
descubierta por Philippi, la describe así: «tallo de dos a tres
metros, hojas tendidas o reflejas, blancas en la cara inferior,
pétalos de un azul que tira al verde.»

Viene del araucano puùya, que Febrés traduce «cardones de que


hacen boyas.»

Observa Román: «Las tres lenguas dominantes en Chile, la


española, la araucana y la quichua, han dado nombre a esta
planta, y hasta geográficamente se ve la influencia de ellas,
porque el nombre chagual domina en las provincias de

183
Aconcagua al Norte, cardón, en las del centro, y puya, en las del
Sur.»

Puye. m. (Atherina speciosa).

Pez muy pequeño, que vive en la laguna de Villarrica: los indios


los llaman puyes y los españoles cachuelos, dice Olivares. «En
el río Toltén... se encuentra un pececillo nombrado puye.»
Molina. Tal nombre, de origen araucano, es el único con que hoy
se le conoce.

Lenz, n. 1170, que da el singular pui, que parece no convenirle.

184
Q
Quelenquelén. m.

Son varias las especies de esta planta chilena, de la familia de


las Poligáleas; la stricta, «con racimos alargados de diez a
catorce pequeñas flores rosadas, etc. Se crian en Chile y se
conocen bajo el nombre de quelenquelén o clinclín. Su raíz es
muy diurética; la Monnina, que es la mas usada en medicina, se
emplea especialmente para la curación de la gastralgia y
dispepsia.» Murillo.

Lenz, n. 1198, que, como Román, estiman que la voz es de


procedencia araucana, aunque no están de acuerdo en su
etimología. Los indígenas pronuncian kelenkélen.

Queltehue. m. (Vanellus cayenensis).

«La especie que tenemos en Chile es muy conocida con los


nombres de queltehue o tregle, y se halla en toda la América del
Sur.» Philippi. «Otro género de pájaros que llaman los indios
qùlteu, tomando la denominación del modo de su canto, que
suena asi.» Ovalle. Véase la descripción que le consagra Molina,
que lo llama theghel; si bien debe advertirse por lo tocante al
nombre de este pájaro, netamente araucano y onomatopéyico, que
el P. Luis de Valdivia lo escribió, primero que todos, qlteu, de
donde el que hoy tiene de queltehue.

El queltehue se utiliza en Chile para que limpie los jardines de


los gusanillos, de que se alimenta, y, a la vez, de guardián, pues

185
en cuanto ve algún extraño a la casa, de día o de noche, denuncia
en el acto su presencia.

Lenz, n. 1202, y Román, quien dice: «la forma queltehue... debe


entrar en el Diccionario como chilenismo, y con referencia a
frailecico o frailecillo.»

Quetru. m. (Anser patagonica o Micropterus cinereus).

«En el sur de Chile hay un pato muy grande, con alas pequeñas
que no sirven para el vuelo, el quetru.» Philippi. «El quethu
(con aquella pronunciación) es del mismo género y casi de la
propia magnitud y figura del pingüino, del cual se distingue en
tener las aletas absolutamente sin pelo, sus pies están divididos
en cuatro dedos palmeados, y tiene vestido el cuerpo de una
especie de pluma espesa, larga y de color ceniciento, y tan
ensortijada y suave, que parece lana.» Molina.

Quetho, en araucano, es cualquier cosa destroncada.

Lenz, n. 1212, y Román bajo la forma quetro.

Queule. m. (Adenostenum nitidum).

«Acuerdóme del quelu, que es una fruta muy dulce, pequeñita,


entre colorada y amarilla.» Ovalle. «El queul es un árbol de
robusto tronco, que crece como el roble; es muy copado y da una
fruta parecida al limón ceuti en el tamaño y más amarilla que él;
cómese cruda o asada al rescoldo, y de cualquiera suerte es

186
gustosa; el hueso es sólido y liso, del tamaño de una avellana; la
madera es incorruptible, de que se hacen obras de
ensambladura..» Rosales.

«Los habitantes del país conocen las lúcumas silvestres bajo los
nombres de bellota, queule y chañar. El queule, que crece más de
cien pies en alto, echa las hojas ovales, de seis o siete pulgadas
de largo y de un color verde brillante; sus frutas son redondas, de
un hermoso color amarillo...» Molina.

Tal es la forma única que hoy prevalece. Alcedo escribe


malamente keule. En araucano, del cual procede esta voz, se
pronuncia queuli, según Havestadt, y queul, al decir de Febrés.

Lenz, n. 1213, y Román.

Quiaca, f. (Caldeluvia paniculata).

Arbolillo de la familia de las Saxifragáceas, «de tres a seis


metros de alto, con hojas sencillas, oblongas lanceoladas,
aserradas; flores pequeñas, blancas, dispuestas en corimbo
terminal compuesto. En las provincias del sur de Chile. Sus
ramos flexibles sirven de zunchos para toneles.» Philippi.

Algunos le llaman tiaca, pero prefiero la forma indicada por


haber sido usada ya por Rosales, a quien siguen Cavada y
Román. Los araucanos pronuncian hùyaka.

Quila, f. (Chusquea quila).

187
Pertenece a la familia de las Gramíneas. «La quila de Valdivia, y
sobre todo, la valdiviensis, es muy ramosa y trepa en los árboles
basta la altura de 30 y 40 pies; hace el monte impenetrable; del
colihue de la Araucanía (chusquea coleu) los araucanos y
pehuenches hacen sus lanzas.» Philippi.

«Los nudos de la quila no distan más de un pie entre si...»


Molina.

Vial Solar en su citada obra (pp. 39 y 148):

con arte primitivo fabricaron


sus sencillas y rústicas cabañas
de duras quilas y ligeras cañas...

y la quila salvaje se entrelaza


a los enormes troncos y se abraza
a ellos, como recia enredadera.

En araucano se dice cùla.

Lenz, n. 1217, y Román.

De esta planta, enteramente análoga al bambú malayo, existen en


Chile unas ocho o diez especies.

Véase COLIHUE.

Quilmay. m. (Echites chilensis).

«Quilmay, arbusto voluble (de la familia de las Apocíneas,

188
suborden de las Anapocíneas); tallos cubiertos de un vello medio
blanquizco, hojas cortamente pecioladas auvadas, de un verde
subido, lustroso por encima; flores blancas, bonitas, axilares, en
número de una a cuatro. Su raíz es medicinal. Común en las
provincias del Sur.» Philippi. «El quilmay, entre las plantas
trepadoras o enredaderas se distingue por sus hermosas flores,
de las que hay gran variedad; sus hojas son grandes y lustrosas,
muy parecidas en su forma a las de la camelia.» Rossel, citado
por Román, quien añade: «El nombre tiene forma araucana, pero
no aparece en los diccionarios.»

Los indígenas pronuncian: kùlmai.

Quilo, m. (Muhlenbecchia sagittifolia).

El quilo es «arbusto lampiño, con los ramos flexuosos, y aun


volubles y trepadores; hojas oblongas, un poco asaeteadas; flores
axilares o aglomeradas en una especie de racimo.» Philippi. Se
le clasifica en la familia de las Poligóneas.

«En todo Chile se da la mollaca o quiloquilo. El cáliz se vuelve


carnoso con la madurez del fruto y se come.» Philippi. Arbusto
vulgarísimo y conocido generalmente con sólo el nombre de
quilo, de cuyas bayitas los indios hacían cierta especie de
chicha.

Su etimología, dice Lenz, n. 1222, «es seguramente mapuche;


pero no esta en los diccionarios.» Como lo nota Román, es sin
duda la misma voz que el P. Ovalle escribió quelu, pues dice
hablando de su fruta «que es muy dulce, pequeñita, entre
colorada y amarilla, de que hacen una bebida demasiadamente

189
dulce.» Los indígenas pronuncian kèlo y kèlon.

Ya se dijo que el fruto de este arbusto se llama mollaca.

Quilquil, m. (Lomaria chilensis).

«...quilquil, con frondes pinados, que tienen a veces casi un


metro de largo, las pínulas son truncadas, casi acorazonadas en
su base.» Philippi. Esta especie y otra con las pínulas sésiles en
todo su ancho, que alcanzan hasta uno y medio metros de alto,
proporcionan con su rizoma alimento a los indios en los años de
escasez. Pertenecen a la familia de las Polipodiáceas y son
verdaderos helechos.

«El nombre, advierte Román, es el araucano cùlcùl, mata que


tiene roscas en la raíz, y, lavándose con ella las indias, dicen se
ponen rojas.» Febrés Astraldi.ç

Quiltro, tra. m. y f.

Existe también el diminutivo quiltrillo, lla.

«Sospecho que antes de la llegada de los españoles existiese en


Chile el borbón pequeño llamado quiltho.» Molina. «Por el
quiltro entienden [los indios] una casta de pequeños perros
lanudos...» Gómez de Vidaurre. De estos perrillos, que Carvallo
y Goyeneche creía también que hubiesen existido entre los indios
antes de la llegada de los españoles, no se conserva raza
especial, pero el nombre se aplica a todo perro pequeño y

190
alcanza aún sentido figurado. Los antiguos cronistas americanos
afirman que los quiltros eran mudos y que se podía golpearlos
hasta la muerte sin que diesen un ladrido; los que se conservan
entre los araucanos y patagones semejan una raposa pequeña.

Es voz que se halla entre los escritores modernos y que registra


también Zerolo.

En su forma diminutiva encuentro empleada esta voz en un


reciente artículo de Iris (doña Inés Echeverría de Larraín):
«Dichosa tú—pensamos—que conoces la dentellada, mientras
que a nosotras apenas si nos han ladrado quiltrillos miserables.»
La Nación, 29 de julio de 1917.

Lenz, n. 1227. «Por el mucho uso que tiene la voz quiltro, dice
Román, pedimos que sea admitida como chilenismo.»

Opina este último autor que tal voz viene del catalán quisso y
quitro: Lenz, que es araucana.

Quillay, m. (Quillaja saponaria).

Árbol o arbusto con la corteza cenicienta, de la familia de las


Rosáceas, hojas coriáceas, elípticas, obtusas o poco agudas,
entera o ligeramente dentadas, lampiñas, cortamente pecioladas;
cáliz tomentoso por fuera, pétalos blanquecinos; fruto, folículo
tomentoso.

«Nuestro quillay, árbol muy interesante, porque su corteza


contiene un principio particular, que se puede sustituir con

191
ventaja al jabón.» Philippi.

«El quillay es árbol crecido, con hojas menudas y muy


frondoso... Y remojada la corteza es como jabón para sacar
manchas, que las saca con gran facilidad... Es muy común y usada
para lavarse la cabeza, porque hace una espuma, en
revolviéndola en el agua, que es como un jabón excelente, y da
lustre y color al cabello, demás de limpiar la cabeza.» Rosales.

«El quillay arroja un tronco bastante alto y derecho cubierta de


una corteza gruesa y cenizosa... Pero la cualidad mas apreciable
que tiene este árbol para los chilenos, depende de su corteza, la
cual, machacada y disuelta con agua, levanta tanta espuma como
el más perfecto jabón.» Molina.

Con el mismo nombre es conocido también en la Argentina.


Viene del araucano cùllay. (Valdivia y Febrés).

Lenz, n. 1230, y Román.

Quilloy. m. (Stellaria media).

Planta anual de la familia de las Cariofíleas, «con tallos débiles,


lampiños, a excepción de una línea longitudinal de pelos
blanquizcos; hojas ovales, agudas, lampiñas; flores pequeñas, los
pétalos de dos a tres milímetros de largo, iguales al cáliz.
Maleza común en Europa e igualmente común en Chile.»
Philippi.

192
Havestadt la cita con el nombre de killoikilloi y así también los
naturalistas, pero en el común decir sólo quilloy, «y en esta
forma, dice Román, puede entrar en el Diccionario.»

Quinchamalí. m. (Quinchamalium majus).

Pertenece a la familia de las Santaláceas: «perigonio epígino,


tubuloso, con limbo quinquéfido, caedizo, rodeado en su base de
un calículo corto; un disco epígino en forma de anillo; fruto, una
pequeña nuez. Hay varias especies en Chile, que se diferencian
muy poco entre sí, conocidas bajo el nombre de quinchamáli;
son anuales, perennes y aun sufruticosas, todas muy lampiñas,
con hojas lineares y flores amarillas, terminales, dispuestas en
espigas cortas, apretadas. Los campesinos beben el jugo
exprimido o decocción contra los golpes o cuando hay postemas,
extravasación de la sangre, etc.» Philippi.

«Y sea la primera la famosa yerba que llaman quinchamalí, la


cual no se levanta del suelo mas de un jeme...» Ovalle.... la yerba
llamada quinchamalí, la cual tomó este nombre de un cacique
grande herbolario, que usaba della para muchas curas, y es
célebre entre los naturales, y hoy de los españoles por sus
virtudes particulares...; se levanta del suelo poco menos de
media vara, esparciéndose en delgadas ramas vestidas de
menudas hojas con alguna semejanza a las hojitas del romero.
Cada ramita se corona de una hermosa flor en forma de capullo,
rojo y naranjado, que todo el año conserva su amenidad y la
viveza de sus colores. Críase en los valles y cerros, pero con
más lozanía en las sierras altas...» Rosales.

193
«Como el quinchamalí constituye un género nuevo, he tenido por
conveniente darle su nombre chileno.» Molina.

González de Nájera: «Produce aquella tierra muchas y muy


buenas yerbas medicinales, cuyas virtudes de gran parte dellas
conocen los indios, con que hacen curas admirables,
especialmente en heridas, y en particular con una yerba llamada
quinchamalí, nombre de un cacique que halló su virtud.» Alcedo
también la trae.

Lenz, n. 1238, y Román que escribe quinchamali.

Quinchihue. m. (Tagetes minuta).

«Planta anual, pelada, olorosa, de un verde claro. Tallo derecho,


rígido. Hojas opuestas, cabezuelas numerosas, pequeñas,
cilíndricas, dispuestas en corimbos terminales. Flores
amarillas...» Esta planta, latamente distribuida en toda la
América del Sur, crece con preferencia en los huertos y viñas.

El P. Rosales habla de las «ramas hediondas del quinchíu» como


muy provechosas para la cura de las almorranas.

Lenz, n. 1239, cuya etimología, dice, al tratar de esta voz, debe


ser de procedencia araucana, aunque no se halla en los
Diccionarios.

Quingüilla. f. (Chenopodium album).

194
Planta anual, de la familia de las Quenopodiáceas, de tallos
estriados de verde y blanco, con las hojas aovado-romboidales o
lanceoladas, desigualmente sinuado-dentadas; inflorescencias
formadas de flores muy pequeñas sésiles: perigonio de cinco
hojuelas verdes; cinco estambres; fruto, una nuez membranosa.

Es planta de procedencia europea, pero ignoro el nombre que


lleve en España. El que tiene en Chile es diminutivo de quinua.
Véase esta voz.

Quintral. m. (Loranthus tretandrus).

«En Chile y en toda la América caliente hay muchas especies; y


las del género loranthus, se llaman quintral, es decir, fuego, por
el color rojo vivo de las flores del mayor numero de las
especies.» Philippi.

El quintral es una yerba muy celebrada, la cual nace en los


árboles y se hace una mata grande, que a veces coge gran parte
del árbol en que nace, y los pájaros que se asientan en los
arboles la siembran estercolando en ellos. Y es célebre porque
de su fruta, en llegando a sazón, sacan los muchachos la liga con
que cazan los jilgueros.» Rosales.

el ramo del quintral que en viva llama


se abraza al árbol del cual queda preso...

Así Vial Solar en su obra citada, p. 54.

195
Hállase consignada esta voz en Zerolo.

Procede del araucano cùnthal.

Lenz, a 1242, quien observa que tal voz no se deriva de cùthal,


como dice Philippi, sino de cunchan, «mancornar o emparejar
con otro.»

De este sustantivo procede el verbo aquintralarse y su derivado


aquintralado, a. que se dice de los arboles y plantas que se
cubren de éste u otro parásito vegetal. Román: «aquintralarse, r.,
cubrirse los arboles o arbustos de quintral». Autor que rechaza
la admisión de tal voz en el Diccionario, en vista de que en
castellano se llama muérdago una planta semejante, pero que
ciertamente no es la misma, y baste para ello observar que la flor
del muérdago es amarilla y la del quintral de un rojo encendido.

Quinua. (Chenopodium quinoa).

«De la familia de las Quenopodiáceas proviene un cereal de


cultivo muy antiguo, pero ahora muy reducido: es la quinoa.
Hállase esta planta anual en Perú, Bolivia y Chile y se cultiva
desde épocas remotas, tal vez ya antes de la invasión incásica.
Aunque el trigo le hizo competencia eficaz, convendría conservar
y extender su cultivo en regiones muy elevadas, como en los
oasis del norte de Chile. Las semillas de esta planta poco
exigente son orbiculares, comprimidas, de dos milímetros de
diámetro... La quinoa es amarga, pero muy nutritiva.» Reiche.

«La quinoa se cultiva en una gran parte de la América del Sur.

196
Las especies aromáticas forman aluna el género ambrina; a éstas
pertenecen nuestros paicos.» Philippi. «Otra yerba hay poco más
alta que el madi, a que llaman quínua, cuya semilla, asimismo
tostada, se hace blanquísima y muy semejante a grajea o anís
confitado, que también es comida muy apacible.» González de
Nájera.

«Hay dos géneros de quínoa medicinales: una blanca y otra


colorada, que es una semilla menuda como mostaza, muy
conocida y de que hacen muchas sementeras los indios para
hacer chicha della y comerla también molida en harina.»
Rosales. Celebrada primero que nadie por Cieza de León:
«Tienen [los collas] otra suerte de comida llamada oca, que es
por el consiguiente provechosa: aunque más lo es la semilla que
también cogen, llamada quínua, que es menuda como arroz.»

Y luego por el Inca Garcilaso, que trata de ella en varios pasajes


de sus Comentarios Reales, por ejemplo: «El segundo lugar de
las mieses que se crían sobre la haz de la tierra dan a la que
llaman quínua, y el español mujo o arroz pequeño, porque en el
grano y el color se le asemeja algo. La planta en que se cría se
asemeja mucho al bledo, así en el tallo como en la hoja y en la
flor, que es donde se cría la quínua;» añadiendo a esta
descripción el curioso dato de que en 1590 le enviaron granos de
esta semilla, que en España no fructificaron,.aunque se
sembraron en diversos tiempos, porque llegaron muertos.

Y enunciada por escritores modernos del Perú y la Argentina.

Viene del quichua, en cuya lengua se dice quínoa, forma que no


ha prevalecido, pues se dice generalmente hoy como la escribía

197
Garcilaso.

Lenz, n. 1240, y Román, que escribe quinoa.

Quique, m. (Calictis vittata).

«El quique... es bastante cruel y sanguinario, pero no obstante se


le domestica con facilidad, y se tiene a veces en las casas para
cazar ratones.» Philippi.

«El quiqui es una especie de hurón de color pardusco, y de trece


pulgadas de largo hasta el nacimiento de la cola; tiene la cabeza
aplastada; las orejas chicas y redondas, los ojos pequeños y
hundidos, el hocico cónico, las narices chatas, con una mancha
blanca en medio; la boca desgarrada como la del sapo, las patas
bajas y corta la cola.» Molina. También traen Carvallo y Gómez
de Vidaurre descripciones de este animalillo.

Su etimolojía es araucana: quiqui.

Lenz, n. 1245, y Román.

Estar como un quique: frase fig., que vale hallarse por extremo
encolerizado. «Este animal es naturalmente feroz, y tan
excesivamente colérico, que ha dado motivo para que los
naturales apliquen el epíteto de quiqui a todas aquellas personas
que con poco motivo se dejan arrebatar de la cólera...» Molina.

Quirinca. f.

198
La vaina dura que contiene las semillas del espino chileno
(vachelia cavenia) es lo que en Chile se llama quirinca.

Román dice: «ya que no se le halla en los diccionarios araucanos


ningún origen aceptable, creemos que puede venir del castellano
jeringa...» olvidándose de que tal instrumento médico de forma
tubular (que tal sería lo único que pudiera darla aquella
apariencia) es de invención relativamente moderna; por mi parte,
hace sesenta años a que estoy oyendo quirinca, cuando no se
conocían otras jeringas que las de cupucha con canuto...

Quirquincho, m. (Dasypus minutus).

«También se crían en las pampas y llanadas de Cuyo muchas


liebres y unos que llaman quiriquinchos...» Ovalle. «En las
provincias ultramontanas de los Puelches y Cuyo tenemos el
armadillo, que aquí llaman vulgarmente quirquincho.» Rosales.
«Es un armadillo... que le llaman quiriquincho.» Molina. «Los
quirquinchos son de cuatro especies...» Olivares. Consignan
también el vocablo escritores de la Argentina y el Perú.

Viene del quichua, o quizás mejor, del aimará.

Lenz, n. 1248.

El Diccionario admite ahora cachicamo como sinónimo de


armadillo, o sea del quirquincho nuestro, y al definir éste, se
olvida de dar su etimología, limita su área de habitación a
Bolivia; y pues habla de que los indios bolivianos hacen
charangos de sus carapazones, bien podría añadir también, que

199
sus colas se aprovechan para yesqueros, acepción de esta última
voz que asimismo falta.

Quisca, f. Quisco. m. (Cereus speciosus).

«A esta y otras especies de cactus, en forma de columna, por lo


común ramificada, con las flores en tubo alargado, se llaman
quiscos.» «El cerezo perulero llamado quisco en lengua del
país... el cual echa unas espinas de ocho pulgadas de largo, ile
que se sirven las mujeres en vez de agujas de hacer calcetas.»
Molina. Léase en González de Nájera la admiración que le causó
(y no era para menos) la primera vez que vió una de estas plantas
y cómo la describe, diciendo que los indios la llamaban
quiscaruro. Y así era en efecto, pero aplicando esta voz al fruto,
según lo demuestra Lenz, n. 1249.

Vial Solar, obra citada, p. 34:

no era lo que la vista bien fingía


y que por bella realidad mintiera,
sino torcido quisco que elevaba
en el aire sus brazos de esqueleto...

Es curioso que Oviedo ignorara el nombre de esta planta, pues


cuando habla de ella, la llama cirio.

A las espinas de esta planta se les llama quiscas: por ejemplo:


«He visto monstruosos y aparragados melocactus al lado de
colosales columnarios, cuyos vástagos, armados de aceradas
quiscas, no tenían menos de pie y medio de diámetro.» Pérez
Rosales, p. 158, última edición (1810).

200
«Del quichua quichca. (Mossi, Torres Rubio). Quisca y quisco
deben admitirse como chilenismos...» Román.

201
R

Radal. m. (Lomatia oblicua).

Árbol de la familia de las Proteáceas, de hojas alternas grandes,


ovaladas, aserradas, glabras, lustrosas por encima; flores en
racimos axilares, gemelas, con el perigonio con pelos
ferruginosos; fruto, folículo y semillas aladas.

«...radal, cuya corteza se ha recomendado últimamente contra


enfermedades del pecho...» Philippi. Es árbol que da una
hermosísima madera, que se aprovecha para muebles. De varias
maneras se escribe este nombre, pero la forma quedamos es la
que tenemos por correcta. Hernández lo trae en araucano: raral.

Lenz, n. 1252.

Rara. f. (Phytotoma rara).

«El género rara es muy singular por tener los bordes de la


mandíbula superior finamente dentados en toda su longitud como
una sierra; la mandíbula inferior más corta que la otra, y con el
borde mismo liso, tiene interiormente pequeños dientes, que
corresponden a los de la superior. No se alimentan de granos,
sino de plantas tiernas. Viven sólo en Chile y en la República
Argentina.» Philippi.

«La rara es casi del tamaño de la codorniz y su especie


pertenece al orden de los gorriones... Tiene el pico grueso,

202
dentado; el color de su espalda es un gris cargado y obscuro, que
se aclara en toda la parte del vientre; y las guías de las alas y las
plumas de un lado y otro de la cola tienen las puntas negras.»
Molina.

Gay dice que el nombre procede de los araucanos, que llamarón


así a esta avecilla por su grito.

Lenz, n. 1258.

Raulí. m. (Nothofagus procera).

Árbol de la familia de las Fagáceas, con hojas alternas,


oblongas, más redondas en la base que en la punta, doblemente
aserradas, membranosas, glabras por encima, pubescentes por
debajo; estípulas aovadas agudas, color castaño; brácteas de la
cúpula peludas y espinosas.

«El raulí... excelente madera...» Philippi, «El raulí es una


especie de cedro bastardo; el roble o pellín. La patagua es árbol
de mucha elevación y frondosidad.» Córdoba y Figueroa.
«....mas el raulí es peculiar de este país, y nos parece explicarlo
bien diciendo que es cedro bastardo...» Olivares. Reudí era la
forma corriente hasta mediados del siglo XVIII, hoy desterrada
por la de raulí. La que tiene en araucauo es ruilin.

Lenz, n. 1263.

Rayador. (Rhynchops nigra).

203
«Los picos-de-tijeras, tienen el pico perfectamente aplanado, por
los lados muy delgado, y la mandíbula superior mucho más corta
que la inferior... Esta ave singular no es muy rara en Chile, donde
se llama rayador...» Philippi. Tal nombre le viene de que al
volar sobre las aguas del mar con suma rapidez, parece que en
efecto fuera rayando la superficie.

Relbún. m. (Rubia chilensis).

Descríbela así Philippi: «Raíz fuerte, cilíndrica, dando salida a


muchos tallos, de 15 a 20 centímetros de largo, débiles, algo
erizados [por lo cual se llama también lengua de gato, como
observa Román]; hojas dispuestas por cuatro, aovadas-oblongas,
pedúnculos sencillos, axilares, llevando una a tres flores,
envueltas por cuatro brácteas; fruto algo carnoso, colorado.
Común desde la provincia de Aconcagua hasta Chiloé. Las raíces
sirven para teñir los géneros y son muy análogas a las de la
rubia.»

«El relbún de Chile contiene el mismo principio colorante que la


rubia.» Philippi. «El relbún es el rubia tintoruz de Dioscórides,
para dar baños a los que tienen gota y aliviarlos. Es muy usado
en este reino para teñir colorado...» Rosales. «Y no abunda
menos de tinturas... principalmente el relbún que es para el
carmesí, de que hay notable abundancia.» Córdoba y Figueroa.
«Extraen el color rojo de la raíz de una especie de rubia que
llaman relbún, que se cría alrededor de los arbustos en parajes
arenosos. Esta planta echa unos vástagos casi redondos, que
llevan unas hojas ovales, puntiagudas, blanquecinas y sembradas

204
de cuatro en cuatro por todo el tronco como los de la cruzada;
sus flores son blancas y monopétalas, divididas en cuatro partes,
y sus semillas están encerradas en dos granos rojos y ovales
situados en el centro de la flor, como las tienen las <le la rubia
europea. Su raíz, que es roja, se profundiza bastante en la tierra y
arroja en la circunferencia de dos pies una infinidad de fibras.»
Molina.

En araucano se dice relvún, pero en vista de la forma con que las


citadas autoridades lo traen, preferimos escribir el nombre con b.

Lenz, n. 1267.

Retamilla, f.

Véase ñanculahuén.

205
S
Saltaperico, m. (Elater).

«...cuando se hallan patas arriba, dan grandes saltos, hasta que


caen de manos y se enderezan. Por motivo de estos saltos, se
llaman saltapericos. En la Habana se llama cucuyos.» Philippi.
Advertiremos que muy pocos de los insectos de esta familia que
viven en Chile son luminosos.

Sietecolores, m. (Regulus omnicolor).

Preciosa avecilla que habita los totorales, de la familia de los


Tiránidos, la más bella y variada en colores de todos sus
congéneres de Chile; tiene el pico y patas negros, cuerpo
manchado en todas sus partes de rojo, amarillo, azul marino,
verdoso y blanco, y las alas y cola de un negro sucio. Le adorna
la cabecita un elegante moño de color de fuego en el medio.
Construye su nido en las hojas secas de totora, pegándolo de
ordinario en un solo tallo de esta planta.

206
Tabolango, m. (Paradoxomorpha crassa).

«El género anisomorfa.. habita debajo de las piedras... Son


insectos peculiares a la América del Sur y se llaman en Chile
tabolangos.» Philippi. Tiene el cuerpo grueso y alargado, de
color pardo obscuro, reluciente; la cabeza es oblonga, con ojos
fascetados, pequeños; antenas y patas robustas; meso y metatórax
doblemente más desarrollados que el protórax. Despiden un olor
nauseabundo, que se percibe desde lejos, y se les encuentra en la
Cordillera de los Andes. Suele también designárseles con el
nombre de chinchemoyos, bajo cuyo nombre registran esta voz
Lenz y Román. Yo he oído sólo el de tabolango.

Taca. f. (Venus Dombeyi).

«Hay muchas especies de venus y muy bonitas. La venus


Dombeyi es muy común en los mares de Chile; su nombre
indígena es thaca.» Philippi. «Otras especies de ostiones hay de
mas pequeños, que llaman tacas. Ovalle. «De los pescados de
concha, el que vulgarmente se llama taca... es muy blanda y
delicada; la concha blanca, recia y algo rugosa». Rosales. «La
ostra y el pico de papagayo es marisco regalado, como el choro y
la taca y piur, y mejores mientras mas al Polo.» Córdoba y
Figueroa.

«La taca es una concha del género de las chamas, casi redonda,
de cuatro pulgadas de diámetro, estriada longitudinalmente y
manchada de blanco, de violado y de amarillo. La superficie
interna es de un hermoso color de aurora y el animalejo que allí

207
se alberga tiene un excelente sabor.» Molina.

Febrés nota «thaca: un marisco muy sabroso.»

Tagua, f. (Fulica chilensis).

«Las fúlicas, a las que pertenecen las taguas de Chile.» Philippi.


Y con tal nombre todos los zoólogos de Chile citan esta ave de
las lagunas, nadadora, de movimientos muy graciosos y que tan
pronto nada como se zabulle; de color negro azulado. Lenz, n.
1304, escribe el nombre con h. pero la práctica corriente
prefiere la g, vulgarizada desde los primeros tiempos de la
conquista, según puede verse ya en cierta encomienda de indios
otorgada por el fundador de Santiago a uno de sus capitanes.

En araucano, según Febrés, thahuathahua. Conservado en el


toponímico Taguatagua, una laguna.

Philippi advierte que la totora o estoquillo, se llama tambien así,


aunque escrita la voz sin h; significado que Lenz considera
erróneo; y por su parte afirma que la laguna a que acabo de
aludir se llamó así por las taguas que la habitan. Observaré, a mi
turno, que si Febrés trae thagathaga, la quijada, y si es sabido
que de esa laguna se han extraído las mandíbulas de los
extinguidos mastodontes, ¿no sería de creer que los indígenas
habían observado ya el hecho y denominaron por eso así esa
laguna, convertido luego el nombre por los españoles en
Taguatagua? Si la razón para dárselo fuera la apuntada por el
sabio lexicógrafo, la misma mediaría para todas las de Chile,
que no deja ninguna de estar poblada de taguas.

208
Véase HUALA.

Talhuén. m. (Talguenea costata).

Árbol o arbusto de la familia de las Ramnáceas, de dos a tres


metros de altura, con las ramas tomentosas y cenicientas; hojas
opuestas o fasciculadas, oblongas, mucronadas, cuncadas en la
base, algo más largas que las espinas; flores pentámeras; fruto,
nuez hirsuta.

«El talguén es un árbol cuya madera es colorada y tan fuerte que


es incorruptible, y así usan de las estacas de este árbol para
rodrigones de las viñas para que duren muchos años.» Rosales.
Ortografía que aparece hoy cambiada en la forma que se expresa
(si es que en el original no estaba la crema en la u) y que Lenz
cambia en thralhuen, ajustándose a la índole del idioma
araucano, pero desmentida por los propios ejemplos que cita del
uso de esta voz.

Tamarugo. m. (Prosopis tamarugo).

«El nombre de Tamarugal se deriva de tamarugo, árbol que


crece en la pampa [de Tarapacá] y que, aunque en la época actual
se encuentra en estado fósil, muestra, sin embargo, algunos
ejemplares diseminados en diversos puntos.» Espinoza,
Geografía Descriptiva de la República de Chile, p. 72. No se
trata de un «arbusto o arbolito», como dice Lenz, n. 1311, sino de
un árbol grande, parecido al algarrobo, que en la época
prehistórica alcanzaba proporciones gigantescas y entre los

209
cuales hacía su habitación el mastodonte descrito por Philippi
con el nombre de M. Medinae.

Como lo observa aquel autor, de tamarugo provino tamarugal,


agrupación de aquellos arboles.

Tapaculo. m. (Pteroptochus albicollis).

«Avecilla del género upucerthia, del cual se hallan varias


especies en Chile, y cuyo nombre se debe al canto que emite que
parece repetir en él aquella voz.» Philippi.

El color general de su plumaje es un rojizo bruno, con una gran


mancha blanca en el pecho.

Tayu. m. (Flotowia diacanthoides).

«Tayu o palo santo, árbol grande de las provincias del sur, con
flores poco aparentes y dos espinas a la base de cada hoja; su
corteza se considera como muy vulneraria.» Philippi.

Lenz, n. 1322, que cree la voz de procedencia seguramente


araucana y enumera los demás botánicos chilenos que la citan.

Teatina. f. (Avena hirsuta).

Planta gramínea, anual, con espiguillas dispuestas en una


panícula abierta, con los pedúnculos muy delgados; cada

210
espiguilla con dos o tres flores fértiles. Usase para el tejido de
sombreros. Procede de Europa.

Teca. f.

«... los indios siembran en septiembre papas; en octubre, maíz; en


noviembre cogen su teca, que es como avena, que comen.»
Herrera, década VII, p. 11, segunda edición; y en la página 191
añade lo que sigue: «Dase, como se ha dicho, en este reino el
trigo, la cebada y el maíz y otras muchas semillas, y en particular
una que llaman teca, la más temprana que los indios siembran y
cogen; siémbrase en febrero y marzo y cógenla en noviembre,
primero que la cebada; es como una yerba cebadilla, de media
vara en alto, casi como una avena; su grano es como el del
centeno, poco menos; cógenle antes que se seque y en manojos le
dejan secar al sol, y lo desgranan y tuestan en arena caliente; y
tostado, le muelen en una piedra..., y hecha harina la llevan de
camino y por doquiera para su sustento, y un celemín de esta
harina basta a un hombre para ocho días, desatándola con agua,
bebiéndola o comiéndola a medio desatar.

Tenca, f. (Turdus o mimus thenca).

«Los ruiseñores, que aquí llaman chedcán: calandrias, que


llaman tencas...» Rosales «...la thenca, que yo creo es una
variedad del tordo poligloto de la Virginia...; las plumas de la
parte superior del cuerpo son cenicientas y manchadas de pardo
y de blanco...; aunque canta todo el año, varía de tal modo la
prodigiosa variedad de sus tonos, que no parece que se oye la

211
voz de uno solo...» Molina.

Es voz araucana, onomatopéyica, y se halla en Havestadt: trenca.

Una de las avecillas de más hermoso canto que tengamos en


Chile, que no es raro ver «entre doradas rejas.»

Lenz, n. 1329.

Teníu. m. (Weinmania trichosperma).

Árbol siempre verde, con la corteza arrugada y con puntos


blancos; ramas nuevas, vellosas; hojas impari-pinadas; raquis
alado, entre tres a ocho pares de pinas oblongo-elípticas y
dentadas; flores en racimos; corola blanca; fruto, cápsula.

«El teniu, árbol muy grande de las provincias del sur.» Philippi.
Descrito por Gay. Botánica, III, p. 45, donde se advierte que se
llama también tinel, palo santo, y maden.

Lenz, n. 1330. acentúa teníu, advirtiendo que su etimología debe


de ser araucana, aunque la voz no se registra en los diccionarios.

Tiuque, m. (Caracara chimango).

Ave de rapiña muy común en todo Chile y República Argentina,


descrita por Azara y de que habló ya el cronista chileno Carvallo
y Goyeneche.

Su aspecto general es el de todo los Falcónidos, distinguiéndose


de sus congéneres por su pico grande, alto, ligeramente ganchudo

212
y recto en la base; y por su plumaje opaco; por sus alas
prolongadas, que casi cubren enteramente la cola. Como en toda
las aves de aquella familia, la hembra es un tercio grande que el
macho (35 centímetros) y su plumaje mas oscuro. Es omnívoro, y,
por consiguiente, tan perjudicial como útil.

Trae la voz Febrés, que escribe en araucano thiuque o chiuque.

Lenz, n. 1345.

Traro. m. (Poliborus o caracara vulgaris).

«Los traros son una sección particular a la América del Sur;


tienen el pico encorvado sólo en la punta, los tarsos bastante
largos, andan mucho en la tierra, y comen, sobre todo, sabandijas
y animales muertos. Tenemos dos especies en Chile, el traro y el
tiuque (Poliborus chimango)...» Philippi.

«Hay otras aves rapaces y carniceros singulares de esta tierra,


como el peucu y el taru, que saquean los palomares y
gallineros.» Rosales.

«El tharu es una especie de águila del tamaño de un buen


capón... El macho es de color blanquecino, salpicado de negro, y
lleva en la cabeza una especie de corona compuesta de plumas
negras; el pico es blanquecino; tiene los pies amarillos y
escamosos; las guías de las alas y las puntas de las de la cola son
negras...» Molina.

Taro (cuya pronunciación araucana en ta es tra), en Gómez de


Vidaurre y Carvallo y Goyeneche.

213
Lenz, n. 1373.

Tricahue, m. (Conurus cyanolysios).

Nombre del loro que abunda más en Chile y el que se domestica


y aprende a hablar. «El papagayo estante, conocido de aquellos
pueblos bajo el nombre de thecau, es algo mayor que un palomo;
adórnale el cuello un hermoso collar turquí; las plumas de la
cabeza, de las alas y de la cola son de color verde manchado de
amarillo: las de la espalda, las de la garganta y del vientre son
amarillas, listadas sutilmente de verde. y su cola es igual y
mediana.» Molina. Rosales dice que a los loros grandes de Chile
los llaman los indios tecau, y a sus polluelos, coroy. Gómez de
Vidaurre, sin duda por yerro en la copia de su manuscrito,
thegan, por thegau, como lo notó ya Lenz, n. 1383. En araucano,
según Febrés, el nombre de este papagayo es thucau.

Trile. m. (Xanthornus cayenensis).

«El trile, enteramente negro con una mancha de un bello amarillo


en la ala; es común en toda la América del Sur. Molina pretende
que el nombre de Chile ha venido a nuestra patria de este
pájaro.» Philippi.

«El thili es una especie de tordo; su color es ceniciento, o mas


bien, fusco, pero el macho es totalmente negro, menos por debajo
de las alas, en cuya parte tiene una gran mancha de un hermoso
color amarillo.» Molina. Cítalo también Carvallo con el nombre
de tilí, trocado el acento.

214
Su etimología es araucana y probablemente onomatopéyica,
Febrés escribe: «thili o chili, el tordito con manchas amarillas
en las alas; de este nombre opinan algunos llamaron Chile a este
reino los españoles.»

Tucúquere. m. (Bubo magellanicus).

«Tenemos varias especies [de mochuelos] en Chile: el tucúquere


con dos garzotas encima de la cabeza.» Philippi. Es el mayor de
los buhos que habitan este país.

Lenz, n. 1403, quien estima su etimología araucano-


onomatopéyica.

Tunduque, m. (Ctomis maulinus).

Ratón grande de la cordillera, bastante parecido en su tamaño, en


su género de vida y en las cuevas que labra al cururo, de que ya
se trató. Sale de sus madrigueras al ponerse el sol y entonces
profiere un canto muy parecido al nombre con que se le designa.

Lenz, n. 1407, que da el nombre de este animalillo equivocado:


tunduro.

Turca, f. (Pteroptochos megalopodius).

Pajarillo de la familia de los Teroptóquidos; tiene 21 a 22


centímetros de largo; el pico bastante corto, derecho y robusto;

215
las alas cortas, la cola un tanto larga y siempre levantada, y las
patas con tarsos muy fuertes y gruesos. Es de plumaje pardo
rojizo y de un aspecto de los más extraños. El célebre Darwin,
que en 1884 observó en Chile la turca, dice que cuando se le ve
por primera vez, uno se imagina que se trata de algún ejemplar
horriblemente mal disecado, que se ha escapado de un museo y
vuelto a la vida. Se oculta al menor ruido, y por lo regular no se
nota su presencia sino cuando deja oir su grito, que dice
claramente «turca». Vuela y corre poco y no hace más que saltar.

Su etimología es araucana; Febrés, thurcu, voz onomatopéyica,


como lo nota Gay.

Lenz, n. 1411.

216
V

Vandurria. f. (Ibis melanopis).

Los araucanos la conocen con el nombre de raki.

Zancuda incluída en la familia de los Ibididos. Es ave de talla


robusta, de unos 70 centímetros de longitud, con pico mucho más
largo que la cabeza, fuerte y cortante, con la punta roma,
arqueada hacia abajo. El color dominante del plumaje es blanco,
algo amarillento, el pecho plomizo, el vientre y una parte de las
cubiertas de las alas, de un negro con algún matiz púrpura; el
pico negro hasta los dos tercios, y verde claro en el resto, y los
tarsos rojos. Habita en los lugares pantanosos.

«La bandurria y el cuervo o gallereta se hallan en Chile.»


Philippi.

«...haría bien el Diccionario, dice Román, en abrir artículo para


la bandurria chilena, ya que es ave originaria de aquí [y en esto
padece error, pues es «cosmopolita, que se halla igualmente en
una gran parte de Sur América y África,» expresa Philippi], y
bautizada con este nombre por el pueblo y por los naturalistas»...
«las bandurrias, en fin, que cada noche vienen de su pesca [y
hétenos aquí con otro yerro, pues son aves diurnas], reunidas en
grupo, cantando también.» Vicuña Mackenna.

Sería de todo punto vano aventurar una hipótesis cualquiera


p>pecto a la procedencia de esta voz. Yo me inclino a creer que
no ha recibido su nombre en Chile, pues Mariño de Lobera (pág.

217
52) la enumera entre las aves conocidas en España, al decir:
«Hay muchas de rapiña y volatería, gavilanes, halcones, neblíes,
sacres, azores, xirifaltes y gran suma de garzas y vandurrias...»
González de Nájera trae la siguiente variante en la grafía de esta
voz: «Hay unos pájaros grandes, poco menores que gansos, de
pico largo y encorvado, a que llaman mandurrias...»

Alcedo escribe con v y dice: «Ave del reino de Chile que Perú
llaman canclón,» y en el lugar respectivo canelón, donde
expresa que esa ave «es semejante a la vandurria...»

Vari, m. (Circus cinereus).

Ave de rapiña diurna, bastante común en las provincias centrales


de Chile, y que se halla también en el Perú, la Argentina y el
Brasil, descrita por Gay (pág. 239), y que no debe confundirse
con el bailarín o neblí chileno.

Tiene el pico bastante pequeño y encorvado desde la base, y su


plumaje, blando y sedoso, es gris ceniciento por encima, estriado
trasversalmente de finas rayas bermejas por debajo, y con las
cubiertas inferiores de la cola blancas. Vuela muy alto y se
mantiene inmóvil en el aire, sin cambiar de sitio.

Lenz, n. 1440, que no sabe si esta voz es de etimología araucana.

Vatro, m. (Thypha angustifolia).

Corresponde en todo y por todo a la totora. Suele pronunciarse

218
batro, pero debe preferirse la forma que apunto, porque en
araucano suena vathu.

Lenz, n. 1441. Román: batro: «planta de la familia de las


Tifáceas y parecida a la americana totora (admitida ya en el
Diccionario), y a las españolas anea y espadaña. Reclamen por
sus derechos los naturalistas.» Queda complacido el docto
lexicógrafo.

Vieja, f. (Clinus geniguttatus).

Pez de un tinte moreno en la parte superior del cuerpo y en el


abdomen blanquizco; de figura prolongada y comprimida, con la
cabeza del tamaño de la tercera parte del cuerpo; ojos salientes,
cráneo llano y sin arrugas, con tentaculos cortos sobre las cejas;
los dientes cónicos en ambas quijadas. Alcanza a unas cinco
pulgadas de largo. Vive debajo de las piedras y su marcha es
muy lenta, presentando sucesivamente uno y otro lado del cuerpo.

Vinagrillo, m. (Oxalis rosea).

Hierba sumamente común, cuyos tallos cortados secretan un licor


blanquizco bastante agrio. Molina describió ya dos especies bajo
el nombre de culli, que es el que esta planta lleva en araucano,
cambiada la i en e. Culli la llama también Carvallo y Goyeneche.
Lenz, culle (n. 270). Prefiero con Román la voz vinagrillo, tanto
por ser la mas generalizada en Chile (yo, al menos, no he oído
otra en el norte) y mas de la índole del castellano.

219
Vinchuca, f. (Reduvius infestans).

«Chinche alada, de casi una pulgada de largo, de cuerpo angosto,


de patas alargadas. Este insecto, sumamente fastidioso, es
bastante común en las provincias del norte de Chile y aun en
ciertos lugares de la de Santiago, así como en la República
Argentina.» Philippi.

«... Otro insecto llamado vinchuca, del género de las chinches,


mucho mayor que la ordinaria, y alada... Fastidia mas las narices
con su mal olor, que la misma chinche; en las casas que no tienen
techo de bóveda y muy parejo, se anidan y desde allí se
descuelgan a la noche.» Gómez de Vidaurre.

«...los molestísimos enjambres de vinchucas, que, cuando hartas


de sangre, mas parecen guindas que vinchucas.» Pérez Rosales.
Hallase la voz en Zerolo.

Lenz, n. 1455, quien estima que su etimología debe ser,


probablemente, quichua.

Viravira, f. (Guaphalium viravira).

«La viravira es una especie de... siempreviva muy aromática y


excelentísima para las fiebres intermitentes... Son tan sumamente
lanudas las hojas de esta clase de yerba, que a la vista y al tacto
no parece sino que están cubiertas de algodón; sus llores, que no
pasan de cuatro, son compuestas, hilachosas, de color de oro, y
están situadas en los ápices de los ramos...» Molina. Descripción
que copió casi al pie de la letra Alcedo. «La viravira, especie de
nafalio muy aromático, es provechosísimo en las fiebres

220
intermitentes, en los resfriados y constipados.. Ama los lugares
montuosos y áridos, pues donde se le ve vegetar mejor es en los
montes pelados y en las barrancas peinadas...» Gómez de
Vidaurre. Citas que podría aumentar con varias otras.

La etimología de esta voz es quichua.

Lenz, n. 1454.

Viudita, f. (Myobius albiceps).

Pertenece a los Tiránidos; los colores de su plumaje son


obscuros (de donde en parte también el nombre con que se le
conoce) con ciertas manchas de tinte más subido en el pecho y
vientre. Su pico, débil, corto y delgado, está guarnecido en su
base de muchos pelos sedosos o barbas, que alcanzan casi hasta
la punta. Es ave viajera y sus emigraciones periódicas cortas
corresponden a los cambios de las estaciones, viviendo
alternativamente en las alturas de la Cordillera durante el verano
y en los valles de los llanos en el invierno. Insectívoro a las
derechas, se apodera de cuanto bicho encuentra en el suelo o en
las plantas.

«Uno de los pájaros más comunes de Chile, cuyo grito


melancólico se oye desde septiembre hasta abril y ha dado lugar
al nombre con que se conoce en el país. Es igualmente común en
el Perú y la República Argentina.» Philippi.

Se le designa también con el nombre de vío-vío, o, como quieren


otros, de fío-fío; voces que traducen bastante bien su canto, y de

221
donde habría provenido el nombre del río Biobío, celebre en los
anales de la guerra indígena, recordado por Ercilla en cuatro
pasajes de su Araucana.

222
Z

Zancudo, m.

«Especie de mosquito muy común, que tiene muy largas las


zancas, sumamente molesto, que da una picada muy dolorosa con
el aguijón que tiene.» Alcedo.

Su nombre hale venido, indudablemente, de esas zancas largas de


que habla Alcedo, y aunque viene a ser ni mas ni menos que el
mosquito, el hecho es que en Chile se le conoce generalmente
con aquel.

Zapallo, m.

«Los zapallos, que decimos calabazas en España.» Ovalle. Y


antes que nuestro autor lo había declarado ya el P. Acosta: «Pues
las calabazas de Indias es otra monstruosidad de su grandeza y
vicio con que crían, especialmente las que son propias de la
tierra, que allá llaman zapallos....» Palabras del jesuíta que
copió a la letra, Gómez de Vidaurre. Trae también la voz Núñez
de Pineda, pp. 159 y 175.

El zapallo no puede confundirse jamás en Chile con la calabaza;


ésta no es comestible (al menos cuando esta en estado de
madurez) y sirve solamente como vasija: el zapallo es carnoso,
más o menos dulce, y se come cocido o asado, y es el que en
España se llama calabaza, siendo especialmente afamadas, las de
Ronda; nuestro calabazo es el calabacín peninsular, conocido

223
también, según el Diccionario, con el nombre de bototo, queda
como americano.

Gómez de Vidaurre estableció ya la diferencia que en Chile


existe entre calabaza y calabazo.

«Cultivan también las calabazas, tanto las de flores blancas,


como las de flores amarillas. De la primera especie, que en su
lengua llaman los indios guada, cultivan aún veinte y seis
especies o a lo menos variedades constantes, algunas de las
cuales dan frutos dulces y comestibles, y otras lo producen
amargo. De estos últimos merece particular mención la gran
calabaza de sidra, o como en este Reino comunmente se dice,
calabazo, así llamado, porque los indios usan fermentar dentro
de ellos su sidra. Son éstos, de ordinario, de figura cónica, de
mole tan grande, que no pocos pasan de tres cuartas de alto, y de
capacidad tan vasta que contienen más de media arroba en
medida de Castilla, de licor, Se sirven también de ellos en lugar
de canastas... La especie mediana de estos mismos la cultivan
para los usos domésticos, de platos, vasos de beber, etc., los
pequeños para poner dentro de ellos el pimiento molido.» P. 118.

La voz zapallo se registra por los lexicógrafos argentinos y


peruanos. Su etimología es quichua: sapallu.

Derivado: zapallar.

Lenz, n. 1489. Alcedo escribe la voz con z y la define: «Nombre


genérico de muchas especies de calabazas, y particularmente de
una muy grande de color encarnado, que es comida general de la
gente pobre, cocida con manteca y pimiento.»

224
FIN

225
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